LA AFICIÓN ENTRAÑABLE Tauromaquia Novohispana Del Siglo XVIII: Del Toreo a Caballo Al Toreo a Pie
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LA AFICIÓN ENTRAÑABLE Tauromaquia novohispana del siglo XVIII: del toreo a caballo al toreo a pie. Amigos y enemigos. Participantes y espectadores LA AFICIÓN ENTRAÑABLE Tauromaquia novohispana del siglo XVIII: del toreo a caballo al toreo a pie. Amigos y enemigos. Participantes y espectadores Benjamín Flores Hernández LA AFICIÓN ENTRAÑABLE Tauromaquia novohispana del siglo XVIII: del toreo a caballo al toreo a pie. Amigos y enemigos. Participantes y espectadores Primera edición 2012 Primera edición 2015 (versión electrónica) D.R. © Universidad Autónoma de Aguascalientes Av. Universidad 940 Ciudad Universitaria Aguascalientes, Ags. 20131 www.uaa.mx/direcciones/dgdv/editorial/ © Benjamín Flores Hernández ISBN 978-607-8457-06-9 Hecho en México / Made in Mexico Nada, sin embargo, más ardientemente ama la juventud de las tierras occidentales como la lidia de toros en el circo... Rafael Landívar, S. I., Rusticatio mexicana, Bolonia, 1782, en traducción de Octaviano Valdés. …celebridad semejante, que inquieta y alborota aun a los hombres de más provecta edad… Pablo Antonio Madrazo de la Escalera, marqués del Valle de la Colina, regidor en el Cabildo de México, 1770. ...fiestas que, como la de toros, originan efectivamente irreparables daños y perjuicios en lo moral y político… Félix Berenguer de Marquina, virrey de México, 1800. Para More, con amor y agradecimiento, y para Susana, Gonzalo, Alejandro y María, con cariñosa ilusión. … y adelante… Índice Presentación 14 El toreo caballeresco novohispano 19 El toreo en las fiestas reales 39 Referencia obligada: qué pasaba en el siglo XVIII con las fiestas taurinas en el resto del mundo ibérico 47 Los inicios del toreo a pie en la Nueva España 57 La nueva tauromaquia novohispana. La lidia ortodoxa y sus formas de herejía 61 Alrededor de la corrida 83 El toro y el campo bravo 97 Las plazas de toros 131 La figura del toreo 183 Organización y administración 199 El poder y los toros 211 La religión y los toros 223 La sociedad novohispana en el coso 233 Otras fiestas taurinas 239 Geografía taurina novohispana del siglo XVIII 247 Amigos y enemigos. La polémica alrededor de los toros. Ilustrados y tradicionalistas 251 La de los toros en el contexto de las demás diversiones de la época 293 Lo que no fue: la Real Maestranza de Caballería de México 299 Lo que sí fue: la tauromaquia en la Nueva España de las vísperas de la Independencia 327 Iconografía del toreo dieciochesco novohispano 331 Apéndice. Catálogo de toreros y noticias de otros personajes novohispanos del siglo XVIII interesantes en la historia taurina 359 Fuentes de información y referencias bibliográficas 395 Presentación Se recogen aquí, reunidos en un conjunto integrado y a la luz de novedosos datos y noticias que he ido recopilando en recientes incursiones en fuentes documentales que anterior- mente no había podido frecuentar, varios de los trabajos que a través del tiempo he ido escribiendo alrededor del tema del juego–lucha–espectáculo–negocio de los hombres con los to- ros durante el siglo XVIII en el territorio de Nueva España. Ellos se publicaron, por ejemplo, en Estudios de historia novohis- pana, Caleidoscopio y Anuario de estudios americanos. Mi afición taurina iniciada desde los primeros años de la mano de mi padre y de mi abuelo, fomentada después por múl- tiples vivencias culturales, intelectuales, emocionales y existen- ciales y consolidada en la década de los años setenta en la ex- periencia de la que para mí ha sido una de las épocas más bri- llantes de la tauromaquia nacional –tiempos de Manolo, Curro, Eloy, Leal, Lomelín, Huerta, Mariano, Capetillo, la despedida de Procuna, la faena de Fedayín, los manos a mano de Queré- taro–, encontró estupenda culminación cuando desde aquella clase del primer semestre de la carrera, en 1970, “Métodos y técnicas de la investigación histórica”, impartida por don Roberto Moreno y de los Arcos, comprobé la posibilidad de unir esa pasión con la de la historia, encauzada desde entonces prioritariamente hacia el escudriñamiento de lo taurino en una época que, como cualquier otra, resulta de verdad interesante y trascendente: el siglo XVIII con su vocación modernizante y antitradicionalista, por supuesto que provocadora ipso facto de la reacción correspondiente. Se reconocerá enseguida que el núcleo del cual se des- prende todo este conjunto de cuartillas que ahora hace su aparición pública es mi tesis de licenciatura, presentada en la Universidad Nacional Autónoma de México en enero de 1977 y que tanto debió a la dirección de mi maestro Jorge Alberto Manrique, de la cual no fue sino especificación, particulariza- ción en dos temporadas concretas: las de 1770 y 1771, la de maestría, en noviembre de 1982. Son prácticamente cuaren- ta años de meditación y rebúsqueda sobre una materia cuya interpretación sigue siendo en substancia la misma para mí: la tauromaquia, que es al mismo tiempo combate y juego, es- pectáculo y fiesta, representación y vida verdadera en agonía, negocio magnífico, fuente de trabajo para mucha gente y cam- La afición entrañable tauromaquia novohispana del siglo XVIII po de batalla para las más encontradas opiniones favorables o contradictoras, funciona por los mismos años del extravío de España de su vocación tradicional como lugar específico para el enfrentamiento entre conservadores y novatores, entre casticistas y universalizadores que entonces se inició en el orbe hispánico. Como “imagen de vida” definí en una ocasión al toreo, y creo que esa propia frase resume también a la perfección la historia de la tauromaquia en el setecientos, en el caso de este ensayo en el ámbito novohispano: al redescubrirla en los documentos oficiales de archivo y en las no muy abundantes imágenes de ella que han sobrevivido se ve una sociedad en la plena efervescencia de sus gustos, de sus convicciones y de sus proyectos, en contradicción. La lidia, las plazas, los toreros, los asistentes, los organizadores, los partidarios y los adversarios, los empresarios y todos y cada uno de los que en ella alcanza- ban gozo de vida, emoción lúdica o ganancia económica son un fragmento del cuadro de la fiesta taurina de la época, a su vez sólo una pieza del gran rompecabezas de la sociedad no- vohispana de entonces. No sé si central, pero cuando menos representativa, simbólica. La sociedad entera se ve reflejada en el microcosmos que era el coso en un día de corrida; la fiesta taurina, a su vez, muestra a toda la sociedad virreinal claves para comprenderse a sí misma en su historia, en su composi- ción y en sus posibilidades. Estoy cierto de que en las páginas que siguen se mencio- nan hechos, se narran acontecimientos y se manifiestan en- foques realmente nuevos. Por supuesto que en historiografía no existe nunca una última palabra que permanezca inalterable para siempre. Así, seguramente, en próximos textos vuelva yo a abordar de nuevo el tema, mas habrá de ser desde otras perspec- tivas. Por lo pronto, lo que aquí está es una versión que pretende ser totalizadora del proceso de la tauromaquia en la Nueva Es- paña de la centuria decimoctava. En estos tiempos de la información abrumadora, cada día geométricamente multiplicada en los textos publicados, en la re- flexión académica y en la exposición de la red informática, la aproximación a las bibliotecas y a los archivos de todo el mun- do, con la consulta cuando menos de sus catálogos y de lo más característico de los fondos de cada repositorio, ha sido 16 Presentación posible incrementar grandemente el acervo de datos sobre la materia de las corridas de toros dieciochescas, ese espectáculo que tanta popularidad llegó a adquirir en su forma de a pie, así como sobre el toro de lidia, por entonces “creado” por algunos ganaderos perspicaces en cuyo intento de explicación, por lo demás, mucho se ha avanzado en los últimos decenios. Expresión y representación de la cultura hispánica, la fiesta de toros ha permanecido como manifestación importan- te de ella desde el momento mismo de su consolidación hace ya más de medio milenio. En cada momento histórico, adap- tando sus formas y características al cambiante entorno, y a la vez presentando a éste maneras de convivir en él desde postu- ras castizas. Así lo fue en la Edad Media y lo es en la actualidad. De la manera específica que aquí se reseña, también lo fue en aquella época que se entendió a sí misma como depositaria de la luz de la razón. La narración de lo que a partir de tan extraño maridaje ocurrió es el argumento preciso de mi texto, expuesto en sus veinte capítulos y dos anexos. Es de estricta justicia señalar que, para la reaización de este libro, en su etapa final, fue imprescindible la participación de Mauricio González Esparza, auxiliar de investigación, y de Fabián Rodríguez Nieto, instructor beca, mis colaboradores valiosos en el Departamento de Historia de la Universidad au- tónoma de Aguascalientes, institución sin el apoyo de la cual esta edición no se hubiera hecho realidad. Aguascalientes, Ags., Ciudad Universitaria. 20 de agosto de 2009, festividad de San Bernardo de Claraval. 17 El toreo caballeresco novohispano El 24 de junio de 1526, apenas cinco años después de haber- se apoderado a sangre y fuego de la capital azteca, en esta mis- ma ciudad de México–Tenochtitlan que apenas estaría siendo reconstruida, el conquistador extre meño don Fernando Cortés era ya espectador de una corrida de toros.1 Indudablemente, la celebración de ésta no constituía un hecho aislado ni una sim- ple diversión de aventureros alejados momentáneamente de su patria, sino que respondía a la voluntad de los conquistadores de emprender en el territorio dominado una forma de vida igual y con los mismos valores culturales que la del país del cual eran originarios. No fue una casualidad que desde luego se llamase a esta tierra Nueva España, puesto que era toda España, con todo su significado cultural, con todas sus aspiraciones y posibilidades la que se estaba tratando de fincar aquí, en su búsqueda de nuevos horizontes para seguir expandiendo por el mundo su católica manera de sentir la vida.