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6-2016

Origén e influencia de la figura de Simón Bolívar en los escritores modernistas hispanoamericanos

Wilson Anaya Graduate Center, City University of New York

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ORIGEN E INFLUENCIA DE LA FIGURA DE SIMÓN BOLÍVAR EN LOS ESCRITORES MODERNISTAS HISPANOAMERICANOS

by

Wilson Anaya

A dissertation submitted to the Graduate Faculty in Hispanic and Luso-Brazilian Literatures and Languages in partial fulfillment of the requirements for the degree of Doctor of Philosophy, The City University of New York 2016

© 2016 Wilson Anaya All Rights Reserved

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This manuscript has been read and accepted for the Graduate Faculty in Hispanic and Luso- Brazilian Literatures and Languages in satisfaction of the dissertation requirement for the degree of Doctor of Philosophy.

Malva Filer

Date Chair of the Examining Committee

José del Valle

Date Executive Officer

Juan Carlos Mercado

Oswaldo Zavala

Supervisory Committee

THE CITY UNIVERSITY OF NEW YORK

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Abstract ORIGEN E INFLUENCIA DE LA FIGURA DE SIMÓN BOLÍVAR EN LOS ESCRITORES MODERNISTAS HISPANOAMERICANOS

by

Wilson Anaya

Adviser: Prof. Malva Filer

The purpose of my thesis is to examine the various ways in which the writers of Latin America’s

Modernist movement were influenced by Simon Bolivar’s ideology. At the same time, I will illustrate how these authors utilized throughout their literary discourse the image of the most important and iconic historical figure of ’s independence wars against Spain.

Throughout this thesis I will evaluate several literary works of modernist Latin-American authors such as the Cuban José Martí, the Venezuelans Rufino Blanco Fombona, Manuel Diaz Rodriguez, César

Zumeta, the Colombians José Asunción Silva, Guillermo Valencia and José María Rivas Groot, the

Nicaraguan Rubén Dario, the Peruvians José Santos Chocano and Manuel González Prada, the

Uruguayans José Enrique Rodó and Juana de Ebarbourou, the Argentinian Leopoldo Lugones and the

Spaniards Francisco Villaespesa y Pedro de Répide and Eduardo Marquina among others.

In the first chapter I will present within a social, economic and historical context how the traditional image of Simon Bolivar as the “Liberator” lays a strong ideological, social, and political foundation among the modernist authors of Latin America. Moreover, I will establish a correlation between these intellectual writers and Bolivar’s own writings such as his political essays, personal and governmental letters, political speeches and the national constitutions that he wrote for the nations he liberated. Based on these historical, literary and philosophical foundations, in the later chapters I will analyze the “Liberator’s” most important writings such as the Jamaica letter, his famous Decree of war

iv to death, the Angostura address (1819), The speech to the congress of , the Cartagena letter

(1812) and the Bolivian Constitution (1826) to provide a critical perspective on his influence over these modernist authors. The main topics of study throughout the later chapters will be the ideas of democracy, national identity, anti-imperialism, liberty, slavery, Crossbreeding, Indigenism, Hispanism and continental unity of all Latin-American countries. In the same manner I will also present how certain poems, essays, novels, short stories and discourses of these modernist authors compel us to reflect upon Simon Bolivar’s ideology displayed in most of his own writings.

To demonstrate the similarities between Bolivar’s ideas and the writers of this important literary movement of Hispanic America, I will study the historical and literary concept of Hispanic Modernism.

Thus, I will refer to textbooks such as Rubén Darío y el modernismo by Angel Rama, Breve historia del

Modernismo by Max Henríquez Ureña, Nuevos Asedios del Modernismo and Génesis del Modernismo by

Ivan Schulman, Modernismo, supuestos históricos y culturales by Rafael Gutiérrez Girardot, Modernity and the development of Spanish American Literature by Cathy L. Jrade, and España 1900; Modernismo, anarquismo y fin de siglo by Litvak Lily. For a theoretical analysis I will consider the views of Leopoldo

Zea, Anibal Gonzalez, Octavio Paz, Arturo Torres Rioseco, Alberto Zum Felde, Christopher Conway and

Anderson Benedict among others. From a historical prospective I will consult the works of German

Carrera Damás, Rufino Blanco Fombona, Salvador de Madarriaga, Vicente Lecuna Daniel Florencio

O’Leary, Augusto Mijares, José Gil Fortoul and Simon Bolivar’s own political and literary writings.

The main goal of this thesis is to reveal from a literary prospective how Simon Bolivar’s own writings were interpreted and utilized by the modernist authors of Latin America. At the same time, I intend to show how the “Liberator’s” image influenced these authors’ literary mentality and became an important part of their ideology, thus creating a crucial legacy for the modernist movement within Latin

American’s literary tradition.

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Acknowledgements

Antes que nada quiero agradecerle a mi madre por haberme apoyado en este proyecto y en todas las decisiones que he tomado en mi vida. A mi esposa Jeanine por su paciencia durante este largo proceso y al amor incondicional de mis hijos Christian y Dale. Ese amor que se ha convertido en una nueva fuente de inspiración en mi vida.

De manera muy especial le agradezco a la profesora Malva Filer, mi directora de tesis, por haberme guiado de la manera idónea para lograr mi objetivo. Sin su ayuda, dedicación y paciencia, este proyecto no se hubiese podido realizar. Asimismo, quiero dar las gracias a los otros miembros del comité, los profesores Juan Carlos Mercado y Oswaldo Zavala. Sin su contribución académica y consejos tampoco se hubiera concretado este trabajo.

De igual modo, muy respetuosamente quiero agradecerle a la profesora Lia Schwartz y al profesor José del Valle por su profesionalismo y por todos sus consejos a lo largo de este desafiante proceso doctoral.

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TABLE OF CONTENTS

Introducción 1

Capítulo I

Origen de la imagen literaria de Bolívar en el discurso modernista hispanoamericano 14

Capítulo II

Simón Bolívar en el discurso modernista hispanoamericano 46

Capítulo III

Los aspectos demográficos del proyecto bolivariano en los escritores modernistas hispanoamericanos 83

Capítulo IV

La influencia de la ideología bolivariana en los escritores modernistas 122

Capítulo V

El fracaso bolivariano a través del discurso modernista 156

Conclusión 183

Bibliografía 192

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“Un hombre solo no vale nunca más que un país entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa… Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad…”

José Martí

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INTRODUCCION

La imagen de Simón Bolívar ha formado parte del discurso literario hispanoamericano desde los inicios del siglo XIX. Durante los años de la independencia americana, hasta el presente, el nombre del

Libertador ha sido enaltecido como uno de los principales iconos de la historia de nuestro continente.

De allí en adelante, ha trascendido la importancia simbólica de su figura patriótica, tanto en la historia como en la literatura latinoamericana. No obstante, cabe destacar que en las últimas décadas, esa imagen glorificada del prócer venezolano también ha sido desmitificada por la literatura. De acuerdo con Raoul Girardel, “la desestabilización… del antiguo régimen y la ruptura del acontecer histórico… dio paso a la aparición de un mito político, cristalizado en la figura de Simón Bolívar. Dicho mito será soporte para la reconquista de una identidad comprometida y se convertirá, al mismo tiempo, en un elemento constitutivo de cierta forma de realidad social” (Citado en Ojeda 12-13).

Por una parte, la historia del continente americano se ha encargado de venerar su nombre. La imagen militar y guerrera del héroe caraqueño había sido transformada en la de un superhombre libertador de naciones. A pesar de que Bolívar fue exiliado de su patria, perseguido y derrotado por sus enemigos políticos en varias ocasiones, él nunca se dio por vencido. Por el contario, todos estos obstáculos lo llenaron de inspiración y lo motivaron a seguir luchando por la libertad del continente americano. Gracias a mucha perseverancia, astucia y coraje, el Libertador no sólo liberó cinco países, sino que quiso unificarlos bajo un gobierno federativo y convertirlos en una nación grande y poderosa.

El prócer venezolano se convirtió en una leyenda invencible por haber puesto fin a más de tres siglos de opresión colonial y por haber expulsado a los españoles de tierras americanas. Su nombre se ha venerado por el liderazgo militar que mostró para guiar a las tropas americanas. Su campaña libertadora

1 de la Nueva Granada1 finaliza con la batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819. En la región de puede considerarse por terminada con la batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821. La de Pichincha ocurrió el 24 de Mayo de 1822 cerca de la ciudad de Quito en el actual. Con la de Junín se da la independencia del Perú el 6 de Agosto de 1824 y finalmente, con la batalla de Ayacucho, también en el

Perú, el 9 de Diciembre de 1824 se da el último enfrentamiento de las campañas de emancipación que pone fin al dominio español sobre las colonias de América del Sur.

Por otra parte, la literatura hispanoamericana ha sido más flexible al presentar su imagen de varias maneras. Durante los años de las gestas independentistas la imagen de Bolívar fue engrandecida ponderosamente. Debido a su carácter fuerte y al imponente liderazgo militar con que dirigió sus tropas para lograr la libertad del continente, su imagen fue idolatrada hasta el punto de endiosarla.

Asimismo, su tenacidad guerrera y su ideología de emancipación y progreso lo caracterizaron como el máximo jefe militar patriota de la gesta independentista americana. A lo largo de la independencia americana, su nombre se convirtió en sinónimo de libertad y patriotismo. Su imagen fue deificada y exaltada por la mayoría de los escritores de la época. Entre ellos se encuentra José María Heredia (1803-

1831). En su oda titulada “A Bolívar” (1827), el poeta cubano magistralmente enaltece al prócer venezolano situándolo en un lugar prodigioso más elevado que el de cualquier humano. Heredia lo llama

Númen restaurador y encomia las gloriosas victorias militares que el Libertador consiguió en los campos de batalla. Asimismo, profetiza que su divino nombre se constituirá en símbolo de libertad y gloria para las nuevas generaciones del continente americano.

¡Númen restaurador! ¿Qué gloria humana puede igualar a tu sublime gloria? ¡Oh Bolívar divino! Tu nombre diamantino rechazara las olas con que el tiempo

1 La Nueva Granada era el antiguo nombre de una república centralista de la cual hacían parte los actuales países de y Panamá y parte de la Costa de los mosquitos que en la actualidad pertenece a . En 1830 sucedió al departamento de Cundinamarca tras la disolución de la Gran Colombia.

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sepulta de los reyes la memoria; de tu siglo a recorrer la historia las razas venideras, con estupor profundo tu genio admirarán, tu ardor triunfante, viéndote sostener, sublime Atlante, la independencia i libertad de un mundo. (Antología 23)

En el mismo sentido sobresale José Joaquín de Olmedo (1780-1847), con su gran poema de la independencia titulado “La victoria de Junín, Canto a Bolívar”. A lo largo de su obra, el poeta ecuatoriano también presenta al Libertador como un hombre con dotes celestiales que lo diferencian de los demás hombres. Bolívar aparece como el representante de Dios en la tierra. Su oficio es el de interceder por la paz y la guerra. “Esta situación—anota Carrera Damas— es observable casi hasta mediados de siglo” (El culto a Bolívar 53). Después de la muerte de Bolívar, Venezuela había carecido de un ideal político bien establecido. “En esta pugna—indica Carrera Damas— la figura del Libertador ocupaba el alto sitial de representativo de todo aquello que no se había obtenido al cabo de la lucha emancipadora” (El culto a Bolívar 55). Por ello, la imagen del héroe caraqueño se empezaba a convertir en una deidad cívico-religiosa. Según Fermín Toro: “Bolívar en el templo era el emblema de dos potestades divinas: libertad y religión” (citado en Carrera Damas, El culto a Bolívar 57). En consecuencia, los gobernantes de la época intentaron valerse del potencial político-militar y religioso de la figura del

Libertador para sentar las bases fundacionales de una nación que carecía de orden político. De este modo, establecerían una conexión solidaria entre el gobierno y la iglesia. “No es Dios— señala Carrera

Damas—pero tan sólo porque proclamarlo habría sido apostasía. Pero sí es un dios, y para su culto naciente habrá de edificarse toda una religión, la segunda religión, llamada a complementar en el orden cívico la función que la otra realiza en el orden espiritual y moral” (El culto a Bolívar 61).

“La presencia de la figura histórica de Bolívar—señala Ana Cecilia Ojeda—en el contexto sociocultural latinoamericano, se sitúa en el comienzo de un nuevo periodo de evolución. Esto permite comprender las dimensiones míticas que le han sido atribuidas a partir de su participación en las guerras

3 de independencia” (12). Así pues, el interés literario por la figura del prócer venezolano se empezó claramente a potenciar desde su partición en el proyecto de emancipación americano. De allí en adelante este profundo interés por la figura del Libertador no sólo se intensificó a través del tiempo, sino que ha seguido vigente hasta nuestros días.

Durante la tercera parte del siglo XIX sus conceptos ideológicos de identidad nacional y americanismo llamaron la atención de pensadores, poetas ensayistas y escritores románticos como

Domingo Faustino Sarmiento, Eugenio María de Hostos, Juan Montalvo, Rafael Pombo, entre otros. El parámetro narrativo de las obras de estos escritores partía desde un proyecto colectivo influenciado por las ideas de Simón Bolívar. A mediados del siglo XIX estos escritores empezaron a proyectar una diversidad de pensamientos culturales cívicos y sociológicos basada en la creación de una identidad nacional. De igual modo, se empieza a desarrollar en las nuevas naciones una idea de integración social mediante la búsqueda de una colectividad, no sólo nacional, sino también continental. De acuerdo con

Domingo Faustino Sarmiento:

Colombia tiene llanos, vida pastoril, vida bárbara, americana, pura, y de ahí partió el gran Bolívar; de aquel barro hizo su glorioso edificio. ¿Cómo es, pues que su biografía lo asemeja a cualquier general europeo de esclarecidas prendas? Es que las preocupaciones clásicas del escritor desfiguran al héroe, a quien quitan el poncho, para presentarlo desde el primer día con el frac… Bolívar es todavía un cuento forjado sobre datos ciertos; a Bolívar, el verdadero Bolívar, no lo conoce aún el mundo; y es muy probable que cuando lo traduzcan a su idioma natal, aparezca más sorprendente y más grande aún. (6-7)

Los autores del romanticismo americano toman como referencia la imagen histórica del

Libertador y la incluyen en sus discursos literarios, con el fin de reforzar un mejor concepto de identidad nacional americana. De allí, la imagen de Bolívar empezó a aparecer en el discurso literario y político de estos escritores desde una perspectiva más humana. Sus cualidades militares y literarias lo consagraban como el perfecto héroe romántico de la época. Un hombre que se destacaba por su habilidad tanto con la espada, como con la pluma. Cabe también destacar que el prócer venezolano, además de ser un gran

4 militar y estadista, era también un soñador incansable. Todos estos rasgos lo convertían en el héroe romántico perfecto por antonomasia. De acuerdo con José Enrique Rodó, Bolívar era “el genio para la guerra, en quien impera el súbito arrebato, la espontaneidad y la inspiración antes que el frio análisis estratégico” (Citado en Támara 123). A su vez, el colombiano Baldomero Sanín Cano señala: “En Bolívar el Romanticismo tuvo una influencia práctica. Su resolución, su desconocimiento de los principios de una raza superior a otra, su rebelión” (Citado en Támara 124).

A finales del siglo XIX y a comienzos del siglo XX, la imagen del Libertador aparece más humanizada en el discurso literario de los escritores modernistas hispanoamericanos. La figura del

Libertador aparece como la del hombre moderno nuevo, original, persistente y soñador que no se rinde ante las circunstancias. Por el contrario, los obstáculos lo motivan aún más. “Un hombre solo no vale nunca más que un país entero; —escribe José Martí—pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa… Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de Venezuela cuando parecía que Venezuela se cansaba” (La edad de oro 21-22). Bolívar no cesa de luchar hasta no romper las cadenas que por tanto tiempo oprimían al continente americano y a sus hombres. Libera cinco naciones del yugo español y luego intenta unificarlas en un gran país. Un país más rico y poderoso que los Estados Unidos. La nación más fuerte y más grande del mundo. Este fue su gran sueño por el cual luchó hasta la muerte.

A finales del siglo XX el trato de la imagen del Libertador se ha ido por vertientes muy diferentes. Su imagen de héroe continental ha sido desmitificada. La interpretación literaria de un

Bolívar inerme es un método narrativo que algunos autores han utilizado para criticar la inestabilidad y el fracaso político de América Latina. Después de su emancipación de España, la inconsistencia e incapacidad administrativa de los gobernantes hispanoamericanos ha creado en nuestras naciones ese deterioro político y económico que tanto agobiaba al Libertador antes de su muerte.

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La figura del prócer venezolano, en las novelas El último rostro de Álvaro Mutis, El general en su laberinto de Gabriel García Márquez, La ceniza del Libertador de Fernando Cruz Kronfly, El ultimo rostro de Álvaro Mutis y El insondable de Álvaro Pineda Botero, está representada como un hombre decrepito, enfermo, desilusionado y rendido ante la vida. Además de ficcionalizar la realidad histórica de

Sudamérica, estos autores hacen hincapié en la decrepitud de Bolívar y la desilusión que éste sentía por el caos político que empezaba a desestabilizar la infraestructura del continente después de las guerras de Independencia. Para hacer sus críticas más fidedignas, estos autores se enfocan en el hombre de carne y hueso que no sólo presentía el acercamiento irremediable de su muerte, sino también el fracaso político y económico de las naciones que con tanto esfuerzo había logrado liberar. La imagen de un

Bolívar apático y desvaído que aparece en estas obras, se presenta como una de las víctimas de los estragos causados por las guerras independentistas. Durante este periodo tan inestable de transacción política, Bolívar se convirtió en un obstáculo para las familias más poderosas de la

Gran Colombia. Asimismo, para algunos militares como los generales José Antonio Páez (1780-

1873) y Francisco de Paula Santander (1792-1840), quienes no compartían la ideología unificadora del Libertador. Muy pronto Simón Bolívar dejó de ser el gran héroe militar para convertirse en un estorbo político. Esto motivó varios atentados contra su vida y empeoró la humillación política que lo obligó a dejar la presidencia de Colombia.

Ahora bien, en el presente trabajo, por una parte, propongo llevar a cabo un estudio completo sobre la manera en que la obra de Bolívar fue interpretada y utilizada por los autores de Modernismo.

Por otra parte, desarrollaré a fondo la influencia que ha tenido la figura del Libertador en la mentalidad de estos autores como parte integral de sus obras, constituyendo una importante dimensión del legado modernista en la tradición hispanoamericana.

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Para llevar a cabo mi propósito, seleccionaré, no sólo obras de los autores más prominentes del

Modernismo, sino que escogeré una extensa variedad de otros autores hispanoamericanos pertenecientes a este movimiento, como así también de España. Asimismo, propongo elaborar un análisis histórico-literario para exponer las ideas que el prócer suramericano manifestó en sus decretos, ensayos, cartas y documentos más importantes, y que sirvieron para consolidar parte de los cimientos teóricos fundamentales del Modernismo hispanoamericano.2 También destacaré cómo la imagen del general se ha convertido en elemento primordial de estudio. Todo esto en relación con su papel de

“padre fundador” de la patria y con la creación de una identidad nacional para las nuevas naciones hispanoamericanas durante y después del proceso de emancipación de Sur América.

El Primer capítulo titulado “Origen de la imagen literaria de Bolívar en el discurso modernista hispanoamericano,” por un lado, analizará someramente el movimiento modernista hispanoamericano y su importancia dentro de la historia literaria oficial de nuestro continente. Por otro lado, explicaré cómo la imagen heroica del prócer venezolano, llega a formar parte del discurso político-literario en las obras de los autores modernistas hispanoamericanos. Para ello, distinguiré de qué manera el contorno socio- político, económico, filosófico y religioso de Latinoamérica y el mundo, durante los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, influyen a los autores modernistas y despiertan su interés por la figura de Simón Bolívar. Para llevar a cabo este estudio me enfocaré primordialmente en los siguientes textos: Rubén Darío y el Modernismo, del crítico uruguayo Ángel Rama para examinar el contexto político económico de la época. El modernismo: supuestos históricos y culturales de Rafael

2 De acuerdo con Max Henríquez Ureña en su libro Breve Historia del Modernismo, las ideologías de este movimiento pueden apreciarse en dos etapas. La primera está basada en el culto preciosista de la forma. La segunda, que es la que más se identifica con este estudio, en la que el ansia de lograr una expresión artística cuyo sentido fuera genuinamente americano es lo que prevalece. Se busca captar la vida y el ambiente de los pueblos de América, traducir sus inquietudes, sus ideales y sus esperanzas. Asimismo, según apunta Ivan Schulman en El Modernismo Hispanoamericano, (31). “La época modernista corresponde a un periodo de turbulenta actividad cultural, a años de metamorfosis que produjeron una nueva mentalidad hispanoamericana, la cual intentaba liberarse ideológica y literariamente, cerrando así la lucha por la independencia consumada en terreno político”.

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Gutiérrez Girardot para estudiar el contexto social y religioso, y El pensamiento Latinoamericano de

Leopoldo Zea para dilucidar el aspecto filosófico.

La primera parte del segundo capítulo, “Simón Bolívar en el discurso literario modernista,” explica brevemente cómo el movimiento modernista hispanoamericano empieza a florecer en la tercera parte del siglo XIX. Tomando como referencia las investigaciones de críticos como Ángel Rama,

Federico de Onís, Luis Alberto Sánchez y Rafael Gutiérrez Girardot, intentaré demostrar cómo el origen de este movimiento literario es fuertemente influenciado por factores tanto socioeconómicos como políticos. Del mismo modo, explicaré cómo la expansión del capitalismo trae cambios en Latinoamérica e influye en la economía de sus principales puertos, en especial los de la zona del Caribe. Según Rama, es precisamente allí, en la zona caribeña, donde se empieza a notar mucho más la presencia norteamericana y de las grandes potencias europeas. Efectivamente, a mediados del siglo XIX nace en

Cuba el escritor y héroe independentista José Martí (1853-1895). De acuerdo con muchos críticos literarios, uno de los iniciadores del movimiento modernista hispanoamericano.

El resto del capítulo dos explica cómo durante la tercera parte del siglo XIX surgen las primeras señales de interés y admiración por la imagen de Simón Bolívar. Asimismo, destaca cómo la imagen del

Libertador aparece en el discurso literario, político y teatral de los más importantes autores modernistas hispanoamericanos. En Cuba, José Martí se convierte en uno de los escritores modernistas que constantemente glorifica el legado del héroe venezolano en el campo literario de América Latina. La presencia de Bolívar puede notarse en el discurso literario especialmente a través de sus poesías de independencia, discursos políticos, cuentos infantiles y ensayos en revistas literarias. En Colombia, otro de los catalogados iniciadores del modernismo, el poeta José Asunción Silva (1865-1896), exalta la figura del Libertador poéticamente a través de una de su obra titulada “Al pie de la estatua”. Guillermo

Valencia lo hace en sus poesías y discursos políticos, y José Umaña Bernal en sus composiciones patrióticas y cívicas. En Venezuela sobresale la imagen literaria de Bolívar desde un aspecto más

8 psicológico y personal en obras como El pensamiento vivo de Bolívar o El espíritu de Bolívar, del escritor y crítico literario Rufino Blanco Fombona. Manuel Díaz Rodríguez, por su parte, alude a la imagen del

Libertador en su novela en su obra Ídolos rotos. Al sur del continente americano, el ensayista uruguayo

José Enrique Rodó se encarga de encomiar la figura del prócer caraqueño en su ensayo “Bolívar”. En el

ámbito del teatro, el dramaturgo modernista español Francisco Villaespesa encomia la imagen del

Libertador en su poema dramático Bolívar y en la obra teatral El sol de Ayacucho.

A lo largo del tercer capítulo “Los aspectos demográficos del proyecto bolivariano en los escritores modernistas hispanoamericanos,” se examinará cómo la ideología de Simón Bolívar ha dejado una herencia profunda en el continente americano. Después de su muerte, sus ideas sobre el mestizaje, el indigenismo, la originalidad y la educación se han constituido en un incentivo transcendental para el mejoramiento cultural, político, social y económico para las nuevas generaciones de los países hispanoamericanos. Asimismo, se analizará cómo los temas de igualdad social y racial entre los diferentes grupos étnicos americanos, se convirtieron en elementos primordiales para la formación autóctona del nuevo hombre americano. En el mismo sentido, se hará un somero análisis de cómo las incontables páginas que constituyeron la esencia de sus proclamas, discursos políticos y sus numerosas cartas, tanto políticas como personales, marcaron una pauta importantísima en la creación de una conciencia ideológica entre políticos, literatos y los pensadores americanos de la época. Cabe notar que casi un siglo más tarde esta misma influencia se reflejaría entre los escritores modernistas hispanoamericanos.

En este capítulo tercero también se presentaran los problemas que más llamaban la atención del Libertador. Entre ellos estaba la cruda realidad de los efectos devastadores que el sistema colonial español había impuesto sobre los derechos de los criollos americanos. Los criollos cada vez más se sentían más inconformes contra un régimen que les negaba sus derechos políticos y sociales. Además de la inconformidad de los criollos se añadía el problema de los indígenas, los mestizos y los negros

9 esclavos, cuya situación se había tornado mucho más desventajosa. En consecuencia, temas como el mestizaje y el indigenismo se convirtieron en prioridad para el héroe caraqueño. De allí que a lo largo de su carrera política, Bolívar se basó en estos conceptos del mestizaje y el indigenismo para sentar las bases fundamentales de la creación de un nuevo hombre americano. En el mismo sentido, el problema del indio americano, al igual que la educación y en especial la de los criollos, se convirtieron en preocupaciones constantes para Bolívar.

El cuarto capítulo “La influencia de la ideología bolivariana en los escritores modernistas,” tratará sobre la influencia y aportación que el ideal bolivariano ha tenido en la mentalidad ideológica de los escritores modernistas de Hispanoamérica. Entre los temas de más importancia que aparecen en sus escritos, tanto políticos como personales, se destaca en primera instancia su convicción a favor de la unidad continental americana. Esta lucha por la unidad del continente había constituido la preocupación más constante de Bolívar, junto con su inquietante preocupación por el destino económico, político, cultural, filosófico y social del continente americano. Partiendo de la importancia histórica e ideológica de sus numerosos escritos, hemos encontrado pruebas de su interés por otros problemas, como el imperialismo y el panamericanismo. El propósito de este capítulo es mostrar cómo la desconfianza que el Libertador mostró por el imperialismo desde los años de la lucha por la independencia americana, dio paso a la creación de la idea del Panamericanismo. Con el panamericanismo surge su idea de fortalecer el comercio entre los países latinoamericanos, fundar un bloque militar más fuerte, y crear pactos culturales y jurídicos entre ellos. El objetivo principal de Bolívar era el de forjar una gran alianza continental capaz de contrarrestar cualquier ataque imperialista proveniente del norte o de Europa.

Cabe anotar que casi después de un siglo, estas ideas del prócer venezolano no sólo seguían vigentes en la mentalidad de algunos de los escritores modernistas americanos, sino que también sirvieron para crear sus propios conceptos ideológicos. Conceptos que fueron útiles para crear nuevas estructuras políticas y culturales por parte de las nuevas generaciones latinoamericanas.

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En el quinto capítulo “El fracaso bolivariano a través del discurso modernista,” se revisará la manera en que algunos escritores del modernismo hispanoamericano tratan la figura del Libertador en su discurso literario para describir el fracaso del ideal bolivariano. La interpretación literaria y el método narrativo que empiezan a utilizar algunos escritores modernistas hispanoamericanos proponen un nuevo estilo para tratar la imagen de Bolívar. Dicho estilo es utilizado por algunos de estos autores para criticar la inestabilidad y el fracaso político de América Latina.

Al igual que la historia, la literatura latinoamericana ha comunicado a lo largo de los años que, el proyecto de unificación continental anhelado por Simón Bolívar fracasó irremediablemente. Después de finalizar las gestas independentistas en el sur del continente americano, emergieron demasiados obstáculos en las naciones recién liberadas que impidieron la realización del proyecto de Bolívar.

Muchos de estos obstáculos imposibilitaron desde un principio el sueño unificador del Libertador. Por una parte, la emancipación americana creó un estado de temor entre las clases dominantes. Estas temían que sus estados financieros iban a estar en peligro en medio de tanta inestabilidad política.

Asimismo, militares aumentaban su dominio político y territorial mediante la violencia. Por otra parte, se acrecentaba un problema étnico. Los esclavos negros, indios y mulatos también reclamaban su libertad y cada vez más demandaban igualdad social por su participación en las guerras patriotas. En medio de tanta rivalidad política, desunión e inestabilidad económica, Bolívar no sólo fracasó en realizar su sueño de crear una gran nación americana. El Libertador también falló en llevar a cabo su otro proyecto panamericano en fortalecer los lazos comerciales, culturales y militares entre los países hispanoamericanos.

Ahora bien, desde una perspectiva literaria, con en el poema Al pie de la estatua de José

Asunción Silva, se empieza a notar un nuevo tratamiento de la imagen de Bolívar. Después de finalizar las guerras de independencia “se ha consolidado una cierta visión del héroe y de la acción, — señala Ana

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Cecilia Ojeda—se ha dado prioridad a la hazaña guerrera y a la heroicidad…; pero intencionalmente se ha dejado de lado o se ha olvidado el horror de la guerra; el sufrimiento y la angustia del hombre, del

Bolívar humano, confrontado al momento histórico que debió vivir” (204). Hacia finales del siglo XIX e inicios del XX, no sólo el poeta bogotano era el prototipo del artista alienado por esa sociedad indiferente al arte. Además, su familia también había sido víctima de los estragos económicos y burocráticos que imponía esa sociedad materialista de la época. “Y esta visión—reitera Ana Cecilia

Ojeda—es la propuesta por el poeta cuando adivina en la mirada petrificada de la estatua el horror que podría producirle la situación real de América Latina en que el poema fue escrito” (204).

Asimismo, en la novela Ídolos rotos de Manuel Díaz Rodríguez se manifiestan, no sólo el caos político y económico que deterioraba implacablemente a Venezuela, sino la corrupción moral que afectaba a toda Latino América durante esa época. Como consecuencia de tantos estragos, producto de la desunión política, e inestabilidad económica venezolana, Díaz Rodríguez intenta explorar cualquier solución de reforma política y moral para el país a través de sus personajes. Al igual que José Asunción

Silva, el escritor venezolano alude a la imagen de Bolívar a través de una estatua que el pueblo venezolano le erige al Libertador. La estatua de bronce es un símbolo de la libertad que consiguieron nuestros padres de la independencia cuyo líder principal fue Simón Bolívar. Por esta y por muchas otras razones, el Libertador es considerado el padre de la patria americana y todos sus americanos somos sus hijos. El monumento se erige en el centro de la plaza más importante de Caracas y desde allí puede guiar espiritualmente a los venezolanos. En la novela Ídolos rotos, la estatua está en el centro de la plaza, por lo tanto, todos los eventos públicos y sociales suceden alrededor de ella. Desde allí, desafortunadamente, el monumento tiene que presenciar el caos político que deteriora y desmoraliza a la corrupta sociedad venezolana. Debido a esta situación incómoda, uno de los personajes sugiere que el monumento se lo lleve el viento para que así no tenga que seguir siendo testigo de tanta pudrición social. Este deterioro físico de la estatua de Bolívar, al igual que la destrucción de los monumentos del

12 joven escultor Soria, protagonista de la obra, sirven para simbolizar la degeneración moral de una sociedad materialista, quebrantada por la corrupción política y víctima de la indiferencia por el arte.

El siguiente estudio enfoca, por tanto, la evolución de la imagen de Simón Bolívar en la obra de los escritores modernistas, a través de su representación como guerrero heroico, como ideólogo político y social, y como profeta y visionario, cuyo fracaso ha inspirado la reflexión crítica de poetas y pensadores.

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CAPITULO I

ORIGEN DE LA IMAGEN LITERARIA DE BOLIVAR EN EL DISCURSO MODERNISTA HISPANOAMERICANO

Desde la época de la independencia, Simón Bolívar ha sido considerado uno de los principales símbolos de la historia hispanoamericana. Su nombre se ha glorificado desde el periodo de la independencia, y de allí en adelante, tanto la historia, como la literatura, se han encargado de convertirlo en un héroe mítico por su papel en la campaña libertadora de nuestro continente. La historia ha venerado su nombre hasta endiosarlo. Su imagen patriótica ha sido exageradamente transformada en la de un superhombre casi extrahumano, alabado como jefe militar de excelentes cualidades, luchador incansable por la independencia de los países hispanoamericanos, así como defensor de la justicia social. Sobre todo, se le ha catalogado como el máximo y acérrimo divulgador de uno de los grandes proyectos de unidad de América Latina. Por lo tanto, cada vez que escuchamos su nombre, de inmediato pensamos en el héroe militar, en el general revolucionario y de temperamento patriótico que liberó nuestro continente del yugo español.

Muy pocas veces relacionamos el nombre Simón Bolívar con la literatura. Sin embargo, a medida que transcurren las décadas, notamos cada vez más cómo el mito bolivariano se ha filtrado en las prácticas literarias hispanoamericanas. A pesar de que su muerte ocurrió en 1830, su legado ha perdurado hasta nuestros días. No obstante, el ideal bolivariano3, al igual que algunos de sus decretos, ha sido origen de numerosas polémicas y especulaciones por parte de sus enemigos. Hasta el presente, esta imagen icónica ha trascendido no sólo en el campo de la historia, sino también en otros ámbitos como el de la literatura. Su imagen se ha inmortalizado a través de los siglos, hasta nuestros días.

3 El ideal bolivariano son todos esos pensamientos que Simón Bolívar intenta propagar a los americanos a través de sus cartas, discursos y decretos políticos y militares. El más importante es el de la unión. Según Bolívar, con la unión se crean grandes y fuertes naciones. La democracia es imprescindible para lograr la libertad. La originalidad del hombre americano es importante para crear naciones propias. El poder moral y la educación son fundamentales para alertar al pueblo y liberarlo de las cadenas de la ignorancia.

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Entre todos los líderes patriotas de la época de la independencia de América, Bolívar no es sólo considerado como un gran estadista y militar. El Libertador es un hombre poseedor de conceptos humanitarios para el bienestar de los latinoamericanos. Además de su capacidad de visionario casi profético en lo que se refiere a la organización constitucional de las nuevas naciones, también se le ha caracterizado como sobresaliente en cuanto a su talento literario.

Las guerras de independencia hispanoamericana por parte de las colonias españolas en el Nuevo

Mundo se inician a principios del siglo XIX y finalizan en 1898 con la independencia de Cuba. En

Sudamérica Simón Bolívar y José de San Martin son considerados los máximos héroes de estas gestas.

Ambos próceres son los más importantes libertadores de la colonización española de esta parte del continente. Por un lado, a Simón Bolívar se le ha reconocido mundialmente, y en especial en este continente, como el gran libertador de Sudamérica. Su imagen de excelente guerrero y su ideología de emancipación lo han caracterizado como el gran jefe militar y estadista que libera y ayuda a crear las naciones de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y .

Aunque a Simón Bolívar primordialmente se le conoce como una figura histórica, el objetivo de este capítulo es considerarlo a través de varias vertientes: vertientes literarias, ideológicas, socioeconómicas y filosóficas. Mi intención es no sólo analizar cómo la imagen de Bolívar es utilizada por muchos autores, en este caso, los autores del Modernismo hispanoamericano, sino también la manera en que estos escritores empiezan a incluir la imagen del prócer venezolano en sus discursos literarios.

ORIGEN DE LA IMAGEN DE BOLÍVAR EN EL SIGLO XIX DESDE UN CONTEXTO SOCIOECONOMICO

Es importante analizar de qué manera el contorno socio-político, científico y filosófico de

Latinoamérica, durante los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX, influye en el punto de vista ideológico de los autores finiseculares latinoamericanos. Asimismo, explicar cómo la imagen heroica del

15 máximo prócer de la independencia sudamericana, el venezolano Simón Bolívar, llega a formar parte del discurso político-literario en las obras de los autores del Modernismo hispanoamericano.

Hago, para ello, un somero repaso de las ideas económicas que estaban vigentes al inicio de la segunda parte del siglo XIX y de qué manera afectan los cambios socioculturales. Señalo, asimismo, cómo los cambios políticos, filosóficos y religiosos que suceden durante este periodo, tanto en nuestro continente como en el resto del mundo4, repercuten e influyen en la mentalidad de los autores modernistas para despertar su interés en la figura del general Simón Bolívar. En segundo, termino, indico cuáles fueron los motivos primordiales del por qué estos autores, influenciados por las ideas filosóficas del Positivismo5 y la crisis religiosa de la época, optan por evadir ese contorno social que los rechaza. Por un lado analizo cómo eventualmente estos autores se escapan de esa realidad hostil que los rodea. Por el otro, cómo se empiezan a fijar en figuras como la de Bolívar para que les ayude a forjar un mejor presente tomando como referencia los errores del pasado. De allí, la importancia que cobran estos individuos para motivar ideológicamente a las jóvenes naciones americanas recién creadas a través de la imagen histórica de Bolívar6.

4 En su libro Rubén Darío y el modernismo, Ángel Rama señala la expansión del capitalismo en América Latina es un proceso que se mueve paralelamente con el del resto del mundo. El apunta que hacia finales del siglo XIX, ya este desarrollo se había manifestado rápidamente en un imperialismo casi absoluto, no sólo en la economía y la cultura de los países suramericanos, sino en todos los ámbitos de la vida social de estas naciones. 5 El Positivismo es un sistema filosófico que admite únicamente el método experimental y rechaza toda noción a priori y todo concepto universal y absoluto. El positivismo proviene de la epistemología que se origina en Francia a principios del siglo XIX en primera instancia de la mano del pensador francés San Simón, luego de Augusto Comte y más tarde de John Stuart Mill. De acuerdo con las normas del sistema positivista, todas las actividades filosóficas y científicas deben efectuarse a través de un completo análisis de los hechos reales verificados por la experiencia. Para analizar el concepto del Positivismo tomando en perspectiva las ideas ideológicas, literarias y culturales de este trabajo en relación con el movimiento modernista hispanoamericano véase a Octavio Paz “Traducción y metáfora” en la edición de Lily Litvak, El Modernismo, Los Hijos del Limo del mismo autor, Estudios latinoamericanos, Historia de las ideas de Arturo Ardao, El pensamiento latinoamericano de Leopoldo Zea. 6 Es importante tener muy en cuenta que estas nuevas naciones americanas, recién liberadas políticamente de España durante las últimas décadas del siglo XIX, todavía estaban atravesando por un proceso de adaptación. Estas naciones apenas estaban preparando las bases para la creación de su propia identidad nacional, al igual que su autonomía política y cultural. No podemos olvidar que en ese entonces, la isla de Cuba apenas lograba adquirir su independencia de España en 1898, apenas se empezaban a preparar política, cultural, social e intelectualmente para intentar convertirse en naciones libres y autónomas.

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Ahora bien, para ofrecer una idea más completa de cuándo los autores modernistas empiezan a mostrar interés por la imagen del prócer venezolano, es importante analizar el movimiento modernista hispanoamericano, delimitando el periodo que abarca este movimiento dentro de la historia literaria oficial de nuestro continente. Hay que identificar quiénes fueron estos autores y cuál fue su motivación primordial para comenzar a incluir la imagen de Bolívar en sus discursos literarios.

Las fechas exactas del origen y desaparición del Modernismo hispanoamericano no están muy claras. Como cualquier movimiento artístico-literario no existen fechas concretas que determinen sus albores exactos ni su disipación. Es por ello que se han originado muchas polémicas alrededor de este tema. No obstante, aunque este no es el propósito primordial de este estudio, es importante tener una idea clara del periodo en que los autores modernistas como José Martí, Rubén Darío, José Asunción

Silva, José Enrique Rodo, Rufino Blanco Fombona y otros, empiezan a mostrar interés por la imagen del libertador de América. En 1934, Federico de Onís pone en vigencia la siguiente idea:

El Modernismo es la forma hispánica de la crisis universal de las letras y del espíritu, que inicia hacia 1885 la disolución del siglo XIX y que se había de manifestar en el arte, la ciencia, la religión, la política y gradualmente en los demás aspectos de la vida entera, con todos los caracteres, por lo tanto, de un hondo cambio histórico cuyo proceso continua hoy. (176)

Partiendo de los comentarios de Federico de Onís con respecto a la crisis mundial que se manifestaba en todos los contornos de la vida hispanoamericana, Ángel Rama argumenta que “si efectivamente se trata de una crisis mundial que abarca todas las ordenes de la vida, es obvio que esta crisis no parte del “arte, la ciencia ni de la religión”, sino que se genera en una transformación básica de tipo socio-económico” (26). Claro está, si tomamos como referencia principal el análisis socioeconómico del crítico uruguayo, vemos como éste se atreve a sugerir que el inicio del modernismo tiene lugar incluso antes de las fechas anteriormente señaladas. “Por tratarse de una época entera, —resalta Ángel

Rama—su iniciación es difícil de datar, pero es, sin duda, anterior a 1885; y si se prefiere hablar de 1870

17 es porque esa fecha indica la intensificación de la expansión imperial del capitalismo europeo y del norteamericano….” (26). “Y si además, –agrega Ángel Rama –el Modernismo es parte de esa crisis mundial, lo es a medida y en el grado en que la expansión imperial de las potencias industrializadas europeas va modelando a los países del continente en las formas económicas y sociales propias de su organización capitalista”(26).

Lo que el crítico uruguayo pretende demostrar es que a medida que el capitalismo se va expandiendo por la mayor parte del continente americano, se convierte en un proceso que emula el desarrollo del capitalismo mundial. Por lo tanto, uno de los efectos inherentes a esta expansión capitalista se va reflejando rápidamente en la cultura hispanoamericana. Según él, a medida que

Latinoamérica es afectada en su economía, política y en su cultura por los efectos del capitalismo, en el mismo sentido, se convierte en víctima de la continua industrialización de los países más desarrollados económicamente. De allí que, este efecto devastador se ha notado en cambios drásticos de las naciones periféricas.

Para comprender el rechazo que durante esta época la sociedad muestra en contra del arte y la literatura, se debe dejar de analizar el problema únicamente desde un punto de vista artístico. Las causas del problema van más allá de un parámetro estético o literario. El tema debe también ser analizado objetivamente desde otros ángulos. Ángel Rama en su texto, Rubén Darío y el Modernismo, analiza los problemas del Modernismo hispanoamericano desde un punto de vista socioeconómico.

Según Ángel Rama, en el momento que estas nuevas naciones americanas se incorporan de un modo u otro al capitalismo del resto del mundo, son absorbidas completamente por una terrible “crisis espiritual”. Una crisis que se genera en todos los contornos regidos por los cambios económicos, políticos y culturales que se derivan directamente del capitalismo. Dado el desnivel cultural que existe

18 entre las naciones imperialistas europeas y los inexpertos pueblos americanos, los valores culturales de estas grandes potencias son los que prevalecen. Con respecto a este tema, el crítico uruguayo afirma:

Acababan de ponerse en íntimo contacto las grandes potencias económicas en pleno desarrollo industrializador con las comarcas marginadas, demoradas en estructuras artesanales y casi feudales. El cotejo de valores debía producirse fatalmente; el afán de integrarse y equiparse con los niveles de cultura y de holgura económica de los europeos se produjo como era previsible; la desvalorización de los productos nativos respecto a los productos extranjeros fue una de las consecuencias primeras, en varios sentidos explicable; la desvalorización de la creación artística tradicional del continente respecto a los productos de más afinada elaboración originarios de Europa fue otra. Ellas determinaron un conjunto de valores absolutos que movieron el idealismo finisecular. Esos valores absolutos encarnaron cómodamente en objetos, de conformidad con la generalizada cosificación de las formas de vida: ya objetos de uso, ya objetos industriales, ya objetos de arte. Estos últimos rigieron la ambición de los modernistas, en particular de Darío, quien vio en los objetos de arte la expresión del absoluto, quien entendió que ellos ofrecían una perfección independiente del creador, que ellos sobrevivían a su creador y que, por lo tanto, debían estar ausentes de sus fuentes vivas, un poco como lo imaginarían, más amplia y realmente, los poetas del inminente siglo XX. (Rama 112-113)

Muchos de los poetas modernistas latinoamericanos se sentían degradados y rechazados por una sociedad materialista. Una sociedad cruel e injusta que sólo se interesaba por la producción y el progreso financiero de sus habitantes. De allí que muchos de estos artistas empiezan a sentir hostilidad por el medio que los rodea. Esta hostilidad se transformó en incomodidad para los artistas que empezaron a sentirse desplazados y alejados de su público. Ángel Rama insiste en que “la respuesta dominante de la época fue retracción ante la hostilidad, que llevó al poeta al aislamiento, y a una actitud respecto a esa sociedad de dolorido enfrentamiento. Al desprecio se respondió con desprecio, a la ignorancia provocativa con la burla destemplada, al desinterés masivo con la ironía y el apartamiento aristocrático.” “Los poetas—dice Ángel Rama—edificaron parsimoniosamente sus torres de marfil a consecuencias siempre de que se trataba de medidas defensivas destinadas a preservar valores superiores que en ese momento veían naufragar” (62-63).

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Para la sociedad materialista americana de fines del siglo XIX no había espacio ni tiempo para valorar, y ni siquiera darse cuenta del gran talento artístico que se venía generando entre esta importante generación de escritores hispanoamericanos como fue la del Modernismo. Debido a tanto menosprecio y hostilidad, muchos poetas modernistas se alejan de la realidad cotidiana. Se alejan, como señala Iván Schulman en “Realidad y evasión” al “mundo poblado de cisnes, pavos reales, sátiros, ninfas… los ambientes regios, exóticos, aristocráticos, las transposiciones pictóricas son elementos típicos de solo un aspecto del arte modernista” (Litvak 86). “Para los modernistas—añade Iván

Schulman—el verano exótico representaba una manera de concretizar los anhelos estéticos e ideales vedados por la realidad cotidiana” (Litvak 86). De acuerdo con su análisis de la torre de marfil, Arturo

Torres-Ríoseco también apunta:

Muchos poetas modernistas trataron de escapar de la realidad al mundo imaginario de la fantasía. Buscaban inspiración en climas remotos y en escritores extranjeros… Por esto a menudo se ha acusado a los modernistas de artificiales: eran sin embargo totalmente sinceros, como lo son todos los poetas de la torre de marfil, y su exotismo era sólo una protesta contra la realidad dura y amarga. (95)

Por su parte Edmundo García Girón en “El modernismo como evasión cultural” también postula:

“Los modernistas viven en una cultura que se niega a pagar la literatura; cuya actitud hacia sus poetas es indiferencia.” (Castillo 79). Asimismo, Ricardo Gullón analiza la complejidad de algunos símbolos usados por los modernistas y su situación dentro del contexto social de la época diciendo:

El cisne y Versalles y las princesas tienen sentido. Son armas contra la vulgaridad y la chabacanería del ensoberbecido burgués; no imágenes de una evasión, sino instrumentos para combatir la imagen de la realidad que se les quería imponer. Si hay evasión no será de lo real, sino del mundo hostil y relegado que les cerca. (48)

Más adelante en otra sección de su obra, Gullón señala: “Esta protesta contra el orden burgués aparece con frecuencia en formas escapistas. El artista rechaza la indeseable realidad (realidad social: no la natural) en la que ni puede ni quiere integrarse, y busca caminos para la evasión. Uno de ellos, acaso el más obvio, lo abre la nostalgia y conduce al pasado” (69).

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Por un lado, los autores se refugian en las figuras de un pasado, en este caso, un pasado no muy lejano, que tiene lugar específicamente en el periodo de la independencia suramericana. Ángel Rama considera que los ideales de autonomía del movimiento modernista hispanoamericano son una continuación del legado cultural, social y político que dejó el movimiento de emancipación suramericana encabezado por el prócer venezolano, el general Simón Bolívar. El movimiento modernista se identifica con el ideal de autonomía que pretendían las naciones suramericanos recién liberadas del yugo español:

El fin que Rubén Darío se propuso fue prácticamente el mismo a que tendieron los últimos neoclásicos y primeros románticos de la época de la independencia: la autonomía poética de la América española como parte del proceso general de libertad continental, lo que significaba establecer un orbe cultural propio que pudiera oponerse al español materno, con una implícita aceptación menos lírica y más realista de las capacidades creadoras disponibles de esta nueva literatura en el conglomerado mayor de la civilización europea, que tenía sus raíces en el mundo grecolatino. (Rama 5)

Por otro lado, Arnoldo Mora Rodríguez, al igual que Ángel Rama, sostiene que los ideales autónomos del movimiento modernista están relacionados con la ideología bolivariana del movimiento independentista americano encabezado por el Libertador. Sin embargo, Mora no lo ve como una continuación, sino como un complemento cultural necesario para enmendar el fracaso que dejó este movimiento. De acuerdo con Mora, “Bolívar logró la emancipación de nuestros pueblos del yugo colonial español, fue el artífice militar por excelencia de la gesta libertaria; sin embargo, su utopía no cuajó” (97). Sí por una parte el movimiento independentista del prócer caraqueño consigue la libertad militar de algunas naciones americanas, hay que resaltar que, por otra parte, también deja un inmenso caos tanto político como social en los gobiernos de los pueblos recién liberados. Un caos político que engendra problemas de caudillismo. De igual manera, desata una inestabilidad inmensa en los gobiernos, cuyos efectos se transforman en la creación de dictaduras.

En su análisis, Arnoldo Mora, toma como referente los pensamientos filosóficos de Andrés Bello y Simón Rodríguez. Estos dos hombres, no solo fueron los tutores de Simón Bolívar, sino coetáneos del

Libertador en el proceso de independencia. Por lo tanto, ambos fueron testigos de antemano, tanto de

21 las victorias del héroe venezolano, como de sus derrotas. “Ambos—apunta Arnoldo Mora— comprendieron que el fracaso político del Libertador, que contrastaba con su impresionante e histórico

éxito en el campo militar, tenía razones y explicaciones” (97).

A lo largo de su estudio, Arnoldo Mora se basa en las ideas de Andrés Bello y Simón Rodríguez con respecto a la unidad política del continente americano. Arnoldo Mora postula que la unidad política que tanto anhelaba Bolívar para toda la América tenía que pasar ciertas pruebas y cumplir ciertas condiciones:

Una de ellas y no la menor, era la toma de conciencia de nuestra identidad cultural. Teníamos un mismo origen histórico, las mismas raíces culturales, veníamos de un pueblo común. Es de allí donde teníamos que partir para lograr la unidad de esa soñada anfictionía que Bolívar no pudo realizar. Se había fracasado en lo político, por eso había que comenzar por la reivindicación de la originalidad y creatividad nuestra en lo cultural. (97-98)

Para llevar a cabo el sueño del Libertador de crear una gran nación americana, ante todo, se debía comenzar a tomar conciencia cultural. Además de una conciencia cultural se debía crear una identidad latinoamericana propia. Se debía comenzar desde algunos principios fundamentales como la educación, el poder moral y, ante todo, el idioma. No obstante, añade Arnoldo Mora:

…para lograr la plena independencia política y la construcción sobre bases sólidas del Estado-nación como expresión institucional de nuestra soberanía, era igualmente indispensable configurar la conciencia de nuestra identidad como latinoamericanos. Pero, como esta identidad no podía ser étnica, económica, ni política, dado el pluralismo y diversidad de los orígenes de nuestros pueblos, lo fue cultural. (95)

Más adelante en su estudio, el costarricense también pone énfasis en cómo esta lucha cultural por una producción literaria propia da origen a nuevos movimientos literarios:

Todas estas luchas y toda la producción literaria se condensan en la revolución cultural que trae aparejado el modernismo a finales de siglo, auténtica revolución cultural. La primera de nuestra historia latinoamericana. Esta revolución modernista no pudo hacerse al tomar los antecedentes que nos dieron la creación de un lenguaje literario y un pensamiento nuestro, y con ello, la elaboración de una sensibilidad como expresión

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de la búsqueda de nuestra identidad…. El modernismo genera una corriente de pensamiento y una sensibilidad que tiene como objetivo y característica la de crear una nueva versión del mundo a partir de nosotros mismos y de nuestra propia realidad. (Mora 96)

Para finales del siglo XIX, aunque la mayoría de las naciones de Latinoamérica se preparaban para consolidarse como países libres, algunas otras en la región del Caribe aún no lo hacían. Algunas naciones del Caribe, como era el caso de Cuba, no habían podido emanciparse de la dominación colonial que España todavía ejercía sobre ellas. Cabe señalar que todavía a finales del siglo XIX, el reino español aún ejercía completo dominio militar en algunas de sus colonias del Caribe. Por lo tanto, algunas de estas colonias no habían podido independizarse. “La región—apunta Arnoldo Mora—que más intensamente y de manera más trágica vivió estas situaciones fue la cuenca del Caribe” (108). Sin embargo, el profesor costarricense además señala:

Es aquí donde surge la primera y auténtica revolución cultural de Nuestra América. El modernismo nacido de Nuestras entrañas, de la evolución y desarrollo de nuestra historia política…. El modernismo va a irrumpir como la primera gran estética latinoamericana que es reconocida internacionalmente, va a revolucionar incluso la lírica española peninsular y nos va a poner a la altura de la más innovadora creatividad de los países europeos… para nosotros se trata de nuestra primera revolución cultural, que culmina una etapa histórica y abre las puertas hacia otra… (108)

Para complementar la idea de Rama, Luis Alberto Sánchez argumenta que, coincidiendo con el modernismo, se afirma más el capitalismo extranjero en nuestras tierras, es decir, con el imperialismo,

América ingresa a la corriente capitalista universal… Para corroborar su idea, Sánchez también añade:

La sincronización del modernismo y del imperialismo, no es tampoco hecho casual. El momentáneo auge económico traído por el imperialismo contribuye a acentuar la característica alegría del modernismo, su euphoria, y, por ende, a dar una más viva expresión del pensamiento. Pero la expresión no es tampoco hecho casual. El momentáneo auge económico libera demasiado a ese “demonio interior” frecuentemente trocado en enemigo exterior. (26)

Siguiendo la tendencia de Rama y Sánchez, Rafael Gutiérrez Girardot insiste en la influencia de la expansión capitalista en la cultura hispanoamericana. El sugiere que la dependencia económica por la cual están subyugadas las jóvenes naciones de Latinoamérica por parte de potencias europeas, se

23 origina en el proceso de expansión del capitalismo. Del mismo modo, él destaca que esta dependencia no sólo se refleja en el aspecto económico sino también cultural e intelectual:

Es decir, que las “especificidades” que hasta ahora se han considerado como el único factor dominante deben ser colocadas en el contexto histórico general de la expansión del capitalismo y de la sociedad burguesa, de la compleja red “dependencias” entre los centros metropolitanos, sus regiones provinciales y los países llamados periféricos. La comparación entre las literaturas de los países metropolitanos y de los países periféricos resultará provechosa solo si se tienen en cuenta sus contextos sociales. De otro modo, las literaturas de los países periféricos seguirán apareciendo como literaturas “dependientes”, miméticas, es decir, incapaces de un proceso de definición y de formación original, incapaces de ser, simplemente, literaturas, expresión propia. (Gutiérrez Girardot, Modernismo: supuestos históricos y culturales 18)

Gutiérrez Girardot sugiere que los efectos sociales que se han originado a causa de la expansión económica capitalista en Hispanoamérica a inicios del siglo XX, han forzado a los críticos de la época a explorar nuevos perímetros sociales. Efectos sociales que de acuerdo con Gutiérrez Girardot hasta el presente no se habían tenido en cuenta. Según el filósofo y ensayista colombiano, uno de estos aspectos que también debería ser analizado detenidamente es el religioso. Durante la segunda mitad del siglo XIX aumentaba una crisis religiosa, tanto en la mentalidad colectiva de la sociedad de la época, como en el alma individual de sus ciudadanos. Esta crisis, no sólo fue el producto negativo de los estragos socioeconómicos ocasionados por la expansión del capitalismo en nuestro continente. También surgió a raíz de los cambios espirituales y filosóficos que se empezaban a forjar durante esta época en la mentalidad colectiva de nuestras sociedades.

En base a las ideas cristianas de Victor Cousin (1792-1867) y Francois Guizot (1787-1874) analizadas por Fermín Toro, “Cristo era el enlace intermediario entre los asuntos celestiales y terrenales.

Aludiendo que lo divino tenía un rostro humano” (Citado en Conway 34). Por ello, “este concepto elemental—añade Conway—serviría como cimiento para la construcción de Bolívar como un símbolo nacional; al igual que Cristo, Bolívar proveyó un horizonte ideal por lo cual la colectividad venezolana debería luchar” (34). En Venezuela “fue necesario revivir el espíritu revolucionario y nacionalista de

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Bolívar para mantener la unidad nacional—apunta Mariela Wong—a partir de esas crisis nacionales, se le atribuyeron al Libertador cualidades divinas para que inspirara los cambios necesarios” (Libertadores y locos 107).

No obstante, “con ello—apunta Rafael Gutiérrez Girardot— no se quiere indicar el estrecho problema de la pérdida de la fe no recuperada, según el caso, en cada uno de los autores modernistas, ni tampoco de lo que se ha llamado crisis religiosa” (Ibíd., 18). Más bien lo que él señala es “un fenómeno, del que son síntomas estas crisis, estas pérdidas y recuperación de la fe, estos ‘sincretismos’ o el ‘espiritualismo’ de la época” (Ibíd., 30). Para esto hay que tener muy en cuenta varios elementos controversiales que se venían manifestando en la sociedad del momento. Uno de ellos es el sentimiento antirreligioso expuesto por Hegel “que Dios mismo ha muerto”. Además, el concepto de la “muerte de

Dios” por parte de Nietzsche. Sin embargo, de acuerdo con Girardot estas ideas no intentan expresar un ateísmo en el sentido radical de la palabra (ninguno demuestra que Dios no existe), sino expresiones que la sociología ha llamado “secularización” (Ibíd., 46).7

Tal y como postula Gutiérrez Girardot en su texto, los Krausistas y positivistas introducen estas corrientes con la precisa intención de llevar el progreso a sus respectivos países. Esta idea fue establecida con la intención de fortalecer la “conciencia nacional”. Antonio Heredia Serrano en su trabajo titulado “El Krausismo Español y la cuestión nacional”, escribe sobre el interés ideológico que el

Krausismo ha intentado establecer en temas como el respeto por la patria y la nación. Según Sanz del

Rio, “el buen ciudadano honra y ama a su patria como un coordenado y digno miembro del pueblo en la tierra” (Citado en Heredia Serrano 109-110). Por su parte, Canalejas afirma que la patria era, “madre primera y cariñosa, real y verdadera, como la mujer que nos llevó en sus entrañas, y que exige igual

7 Este proceso Gutiérrez Girardot lo denomina con el nombre de “secularización”. Secularización es en otras palabras la diminución de las feligresías en distintas regiones, clases, sexos, sobre las vocaciones eclesiásticas, etc.; o mediante el análisis de las imágenes y el léxico religioso que en la literatura expresan nociones o imágenes profanas. Para más información consultar Modernismo supuestos históricos y culturales, páginas 47-48.

25 amor y adoración…” (Citado en Heredia Serrano 110). A su vez, Federico Castro insiste en que los ciudadanos deberíamos “escuchar la santa voz de la patria, que nos fortifica y nos eleva sobre nosotros mismos, inspirándonos de continuo grandes ideas y nobles sentimientos que traducir en heroicos hechos” (Citado en Heredia Serrano 110). En definitiva, “el patriotismo Krausista—apunta Heredia—se distinguió por su carácter crítico y racional, lejos aparentemente de todo sentimentalismo y emotividad”. “La intima aspiración de Sanz del Rio y sus discípulos en este punto consistió en vivir— añade Heredia—pensar y proyectar la patria preferentemente por los causes de la razón, procurando mantener a raya la sensibilidad y base instintiva” (110)8. Por lo tanto, este concepto de nacionalismo que intentaban proponer estas dos tendencias filosóficas en nuestro continente, apunta Girardot:

Tenían de común un pathos: el de la “sacralización” de lo que la burguesía llamaba “patria” y que no era otra cosa que la abusiva identificación de su Estado con el “pueblo”, con la Nación, con el Estado. Y esta Nación, esta Patria tuvo “símbolos”, celebró ritos y cultos y creó normas tácitas, pero eficaces: el “amor a la patria”, “todo por la patria”, el “sacrificio”, en el “altar de la patria”, etc. Es decir, se secularizó el vocabulario de la misa y de la praxis religiosa, y se sacralizó a la Nación y a la Patria. (Ibíd., 50-51)

Por su parte, María del Rocio Pérez de Tudela corrobora esta idea de Girardot al indicar que algunos escritores modernistas como José Enrique Rodó, al igual que los Krausistas se afianzan a esta idea de regeneración nacional e individual (Encrucijadas del 98. Larreta y Rodó o el nacionalismo en el

Rio de la Plata 241). Según ella, “Rodó reincide en ese idealismo que hemos visto en Larreta, si bien lo orienta hacia la sociedad y la nación… Su actitud coincide con el pensamiento de la moral laica planteada por los krausistas, especialmente por Rafael Altamira…” (Ibíd., 241-242). La intención del ensayista uruguayo en reformar la nación se llevaría a cabo, “por un lado, el cultivo del sentimiento de la belleza y por el otro, la atención a la juventud y la dedicación exhaustiva a la enseñanza” (Ibíd., 242). En consecuencia, la escritora española concluye:

8 Para más información véase Ideal de la humanidad para la vida de Krauss/Sanz del Rio, Estudios críticos de filosofía, política y literatura de Francisco de Paula Canaleja, El concepto de nación como postulado de la historia general de Federico de Castro, El krausismo español desde dentro de Fernando Martin Buezas.

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La salvación vendrá de la mano del neo espiritualismo cristiano que había surgido en los krausistas y que ahora reitera Rodó. El pesimismo que rodea a la generación del noventa y ocho se convierte en virtud de las jóvenes naciones americanas en su llamamiento a la acción y a la formación de lo nacional afianzado en la cultura y la enseñanza (Ibíd., 244 -245)

Siguiendo esta misma conceptualización de identidad nacional, Teresenka Pereira insiste en la necesidad de las jóvenes naciones americanas de crear mitos históricos y consecuentemente literarios.

Según ella, las nuevas generaciones deben empezar a preparar una mentalidad que sobrepase la realidad de la época con la intensión de crear nuevas repúblicas:

La modernidad surgió como la consecuencia natural de un proceso histórico en el cual es común destacar a la Revolución Francesa y la consecuente emancipación humana en la dinámica sociedad burguesa, siempre orientada hacia el futuro. Fue esa sociedad moderna lo que produjo mitos como los de Simón Bolívar… Al mismo tiempo, la crítica literaria del tiempo se caracterizó por la búsqueda de la razón y por una radical exigencia de progreso. Políticamente, en América Latina, todo eso resultó en la fundación de repúblicas. (105)

Es precisamente durante la época de la independencia americana que el culto por la figura histórica del máximo héroe de la independencia suramericana, el general Simón Bolívar, empieza a surgir. Es allí que su nombre y sus hazañas lo sitúan en el más alto pedestal de la historia del continente americano. Simón Bolívar empieza a formar parte esencial en la idea de nación y de patria entre los países que recién se acababan de independizar. En consecuencia a esto, casi medio siglo más tarde, su nombre empieza a aparecer en el discurso literario de algunos escritores modernistas.

En las últimas décadas del siglo XIX en la región del Caribe José Martí se une al movimiento revolucionario independentista de su país. Allí él encuentra en la ideología emancipadora del Libertador, suficiente material patriótico educativo para motivar a las masas y llevar a cabo su objetivo independentista. Asimismo, en la región del cono sur americano, José Enrique Rodó se interesa por la ideología bolivariana. El ensayista uruguayo encuentra en la figura del prócer caraqueño, un símbolo nacionalista y patriótico. De acuerdo con José Rodó, Simón Bolívar poseía las características idóneas

27 para influenciar ideológicamente a los nuevos jóvenes de América. El Libertador y sus ideas de identidad nacional, patriotismo, libertad y unidad continental motivarían a las nuevas generaciones americanas a luchar por un mejor futuro.

Durante los años de 1818 a 1825 Simón Bolívar y sus ejércitos intentaron expandir el proyecto de independencia, libertad, igualdad, progreso y unidad continental a todas las naciones andinas.

Eventualmente, el prócer caraqueño se convierte en la figura ideológica que la historia de América necesitaba. El Libertador se transforma en un icono de transición capaz de transformar con sus ideas democráticas e independentistas, el fatídico pasado colonial a un presente más estable. Asimismo, el prócer venezolano es capaz de consolidar las bases de progreso con la mira hacia un futuro más prometedor y menos caótico para todo el continente americano. Es durante estos años que la historia comienza a forjar el culto a Simón Bolívar. Un culto que, debido a su heroísmo y perseverancia tanto política como militar, lo convierten en la máxima figura de la independencia americana. El Libertador se convierte en la figura que nuestro continente tanto necesitaba para crear una conciencia de identidad nacional entre las recién formadas naciones americanas.

Dentro de este concepto, las ideas de Gutiérrez Girardot son relevantes a la creación de ritos y cultos patrióticos nacionales como resultado de la secularización. En el mismo sentido, podríamos resaltar los estudios de Christopher Conway sobre la importancia cultural de la imagen icónica de Simón

Bolívar en Hispanoamérica. El crítico estadounidense analiza cómo el culto al mito de la figura histórica del Libertador, y su papel en la evolución patriótica de una nación, se pueden convertir en elementos estabilizadores de una sociedad en búsqueda de una identidad nacional propia. Sin embargo, “…the sacralization of Bolívar did not come about with ease in nineteen-century Venezuela” (19)… (La sacralización de Bolívar en la Venezuela del siglo XIX no se produjo fácilmente). Cabe señalar que años antes de la muerte del prócer venezolano el 17 de diciembre de 1830 ya existía un sentimiento de

28 desconfianza y animosidad por parte del gobierno venezolano contra el general caraqueño. Con respecto a este tema, Christopher Conway apunta:

When the government ceremoniously transported Bolívar’s remains from Santa Marta to Caracas, partisan representations of Bolivar gave way to a powerful new discourse of national identity from 1842 onward; Bolivar was no longer to be considered a former president or caudillo, but rather the guiding spirit of the nation. (19)

Después de la muerte de Bolívar en 1830 hasta aproximadamente 1842, se presentan en

Venezuela numerosas rebeliones en contra de los gobiernos en vigencia. La inconformidad de la gente es resultado de los malos e incompetentes gobiernos que durante esos tiempos intentaban reconstruir los estragos dejados por las guerras de independencia y construir un nuevo orden nacional tanto político como económico. Asimismo, se empieza a notar una crisis política debido a la tremenda división que existe entre las elites gubernamentales. Los partidos políticos no se ponen de acuerdo y, al lado de la iglesia, todos luchan entre sí para enriquecerse.

Es en medio de este panorama social tan caótico que el pueblo exige cambios radicales en la forma en que el país es gobernado. Por ello, exigen que se explique porqué “the doors of the homeland were closed to the valiant captains of Independence” (las puertas de la patria estaban cerradas para los valientes capitanes de la Independencia) (30). Se referían a Simón Bolivar. “The ghost of the Liberator haunts these lines; who better than Bolivar, still buried outside of Venezuela, exemplified the injustice of the State to the veterans of Independence”(30). (El fantasma del Libertador acechaba estas vías. Quien mejor que Bolívar, aún sepultado fuera de Venezuela, ejemplificaba la injusticia del Estado en contra de los próceres de la Independencia).

A inicios de la década de 1840 se incrementa la tensión de la población venezolana. El caos es total. La nación se divide aún más políticamente y la inconformidad se genera al máximo. Su gente exige cambios radicales e intenta buscar nuevos modelos ideológicos de progreso, solidaridad y estabilidad social. Es así que el nombre de Simón Bolívar y su ideología bolivariana se convierten en el máximo

29 símbolo de salvación para la restauración de una unidad nacional sólida. “En esta pugna la figura del

Libertador ocupaba el alto sitial de representativo de todo aquello que no se había obtenido al cabo de la lucha emancipadora. Son innumerables las huellas de la devoción que hacia él guardaba el pueblo”

(Carrera Damas, El culto a Bolívar 55).

De acuerdo con Christopher Conway en el año 1840 el partido Liberal utiliza la figura del

Libertador como imagen política de renovación nacional. Del mismo modo, en el ámbito cultural, se empiezan a crear obras teatrales, se componen himnos, canciones, poesías y aumenta el número de estatuas y esculturas dedicadas al Libertador para venerar su importantísimo papel en la campaña emancipadora americana. Asimismo, se empiezan a escoger días para venerar el nombre de Bolívar y ciudades como Angostura cambian su nombre a Ciudad Bolívar (31-32). Por lo tanto, finalmente el 30 de

Abril de 1842 se convierte en decreto legislativo oficial la repatriación de los restos de Simón Bolívar a

Venezuela, su país natal. “The published proceedings of this event also underscore how nationalism had flowered around the figure of Bolívar” (Ibíd., 31). (Los procesos hecho públicos de este evento resaltan cómo el nacionalismo había florecido en torno a la figura de Bolívar).

No obstante, esta aceptación final del gobierno venezolano de la figura de Bolívar, no sólo implicaba que su oficio primordial solo fuese el de curar los estragos de la crisis estructural político- económica, sino también los estragos dejados por la descomposición acelerada de la sociedad colonial del Nuevo Mundo:

Pero la objetivación del sentimiento nacional no sólo era propicia a la exaltación vaga y un tanto literaria de valores morales. Significaba mucho más, en el orden de los requerimientos concretos nacidos de la lucha política, pues con la presencia de los restos mortales de Bolívar se actualizaban ejemplos edificantes y soluciones acreditadas que proponer a los requerimientos mencionados, todo con el poderosísimo respaldo constituido por la exaltación de la unidad de los venezolanos, cual supremo legado del Libertador. (Carrera Damas, El culto a Bolívar 57)

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Esta reflexión tanto histórica como cultural será una pieza fundamental para comenzar a forjar una conciencia nacional. El proceso se puede empezar a diseñar sobre las bases históricas que se han iniciado alrededor del culto patriótico-nacional. Un proceso que toma como referencia la figura icónica de Bolívar. Dicha faceta se convertirá en el diseño potencial de una conciencia de identidad nacional.

Un diseño que se expanda completamente por las naciones del continente americano. Además, que dé nuevas alternativas para intentar solidificar esa conciencia histórica basada en los principios ideológicos bolivarianos:

Por ello la fórmula que permite identificar la conciencia nacional con el culto a los héroes trasciende la justicia del reconocimiento, y al postularse que “quien glorifica a los héroes honra a la patria”, se conforma un universo heroico. “La epopeya,” en la cual Simón Bolívar desempeña un rol primordial, por ser “el primero de tus hijos ¡Oh patria! el primero de tus héroes ¡Oh América! El gran Libertador de pueblos y naciones ¡Oh humanidad!” Sentadas estas premisas, la conclusión obligante es obvia. En su expansión positiva esa conclusión impone la glorificación de los héroes como instancia imprescindible para la consolidación y preservación de la nacionalidad. (Carrera Damas, El culto heroico y la nación 132)

Desde otra perspectiva más espiritual y religiosa, al igual que Gutiérrez Girardot, Christopher

Conway hace hincapié en la construcción del culto a Bolívar y la afinidad de su rol como símbolo nacional. El crítico estadounidense compara a Bolívar con el papel guiador de Cristo para lograr una mejor conciencia colectiva en la sociedad.9

The iconic Bolívar-as constituted by the majestic trajectory of his extraordinary life, his humbling, mortal end, and finally by his resurrection as undisputed founder of the nation-acts as an experimental nexus between the divine and the material inside of each Venezuelan. The Bolivar Christ association is particularly strong in Toro’s eloquent account of Bolivar’s suffering, the sublimity of his martyrdom, and the revelatory lessons of his via crucis. (Conway 34)

9 Para más información sobre este tema Christopher Conway se basa en dos textos, Honores a Bolívar. En Ha muerto el Libertador: Homenaje de la Universidad Central de Venezuela en el sesquicentenario de su muerte. Editado por Ildefonso Leal. Caracas: Ediciones del rectorado de la UCV, 1980 de Fermín Toro y Correspondencia general del Libertador Simón Bolívar de Felipe Larrazábal.

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POSITIVISMO, MODERNISMO Y LA FIGURA DEL LIBERTADOR

Durante las últimas décadas del siglo XIX en Latinoamérica, la situación económica de la clase alta, empieza a depender esencialmente de un alto índice de acumulamiento material derivado del capitalismo. Sin embargo, en el ámbito filosófico es el Positivismo del francés Augusto Comte el que, a través del método empírico de la ciencia, acentúa nuevas bases de armonía y progreso. Por una parte, el positivismo latinoamericano, en contraste con el europeo, señala Octavio Paz en “Traducción y metáfora”: “más que un método científico, fue una ideología, una creencia” (Litvak 105). No fue “la ideología de una burguesía liberal interesada en el progreso industrial y social como en Europa, sino de una oligarquía de grandes terratenientes, en cierto modo, fue una mixtificación, un autoengaño tanto como fue un engaño” (Litvak 104). En el mismo sentido, Leopoldo Zea, sostiene:

… un sordo descontento se deja sentir pronto en muchas capas sociales. Se habla del materialismo de la época, del egoísmo como personificación. La educación no llegaba a todas las capas sociales. Pronto se destacarán grandes diferencias sociales. Se han formado oligarquías que acaparan los negocios públicos para mejor servir sus negocios económicos… La burguesía en Hispanoamérica no es otra cosa que un instrumento al servicio de la gran burguesía europea y norteamericana que le ha servido de modelo. Nuevamente aparece el espíritu colonial y con él todos sus repudiados defectos. El liberalismo y la democracia continúan estando muy lejos de sus modelos; no son otra cosa que nombres con los cuales se siguen ocultando viejas formas de gobierno. Las mismas fuerzas coloniales continúan ejerciendo su predominio, aunque hayan cambiado de lengua y de ropaje. (Zea 71)

Por otra parte, Octavio Paz señala que el positivismo “fue una crítica radical de la religión y de la ideología tradicional... El positivismo—reitera Paz—podría llamarse el desmantelamiento de la metafísica y la religión en las conciencias. La fe en la ciencia se mezclaba a la nostalgia por las antiguas certezas religiosas, la creencia en el progreso al vértigo ante la nada” (Litvak 105). El crítico mejicano añade que “… el modernismo fue la respuesta al Positivismo, la crítica de la sensibilidad del corazón, también de los nervios, al empirismo y el cientismo positivista… La conexión entre el positivismo y el modernismo—dice Octavio Paz— es de orden histórico y psicológico.” (Litvak 105). En el mismo sentido,

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Paz vuelve a hacer una referencia directa al movimiento literario hispanoamericano y postula que para

él:

…el modernismo fue un estado de espíritu. O más exactamente: por haber sido una respuesta de la imaginación y la sensibilidad al positivismo y a su visión helada de la realidad, por haber sido un estado de espíritu, pudo ser un auténtico movimiento poético… Entre nosotros el modernismo fue la necesaria respuesta contradictoria al vacío espiritual creado por la crítica positivista de la religión y de la metafísica. (Litvak 106)

En este contexto, José Olivio Jiménez, al igual que Octavio Paz también sostiene:

Erguidos frente a las tempestades de la ignorancia, la violencia y la barbarie, el aristocratismo mental de los poetas se refleja en imágenes de irreprensible elevación; no sólo “torres de Dios” sino “pararrayos alistes”, “rompeolas de las eternidades”. En la frontera, sobre la línea de defensa contra el positivismo y el espíritu científico, se imaginaban mantenedores de una cultura que incluía la realidad del misterio… En la visión se libera de las ataduras lógicas. La imaginación justificada y exaltada por su propio movimiento traspasa los límites que la razón quisiera imponerle y encuentra un lenguaje en que reconoce luces y sombras prefiguradas por su intuición. La poesía es una nueva religión, sustituto de las ya caducadas, y los poetas sacerdotes de este culto exigente que impone una entrega, una consagración y desde luego una creencia. Esta creencia les acoraza contra la hostilidad que instituyó el positivismo en filosofía y el materialismo en religión. (29-30)

Sin embargo, si analizamos las distintas interpretaciones que se le han dado al positivismo en

Hispanoamérica, el filósofo mexicano Leopoldo Zea afirma que “los países hispanoamericanos se sirvieron del positivismo en diversas formas, de acuerdo siempre con los problemas más urgentes a los cuales trataron de dar solución” (Zea 1:65). “Y dichas interpretaciones— insiste Zea—dependieron siempre de una serie de circunstancias históricas dentro de los cuales se plantearon los problemas a los cuales trataron de dar solución” (Ibíd., 55-56). Por lo tanto, “en cada una de las interpretaciones que se ofrecieron del positivismo—concluye Zea—late siempre el conjunto de problemas propio de quienes realizaban la interpretación” (Ibíd., 66). En lo que se refiere al positivismo como una nueva concepción ideológica en Hispanoamérica, podemos decir que es como la primera toma de conciencia americana ante el colonialismo. De acuerdo con José Luis Abellán:

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El positivismo sirvió como elemento de ruptura frente al pasado colonial; frente a la concepción escolástica, metafísica y católica de la monarquía española, la concepción positivista, atea, anti metafísica y materialista constituía un buen elemento de lucha contra el pasado colonial y, al mismo tiempo, un punto de polarización y de unión de los diversos países hispanoamericanos entre sí. (91)

Ahora bien, a finales del siglo XIX Cuba no había logrado conseguir su independencia de España.

Por consiguiente, tanto los ciudadanos, como los principales pensadores cubanos de la época, encabezados por José Enrique Varona (1849-1933), Agustín Caballero(17762-1835), Félix Varela (1788-

1853), José de la Luz y Caballero (1800-1862), y años más tarde, José Martí, dedicaron sus vidas a la emancipación de la isla. En Cuba, al igual que el resto de las naciones hispanoamericanas durante esos años, se interpreta el positivismo de una manera diferente. Los cubanos siguen al filósofo positivista inglés Herbert Spencer y no al francés Augusto Comte.10Los principales pensadores cubanos de la época

“están animados de la misma preocupación—dice Leopoldo Zea—educar y dar a los cubanos una serie de ideas que les permita estar listos para alcanzar la independencia” (Zea 1: 69).

En este caso, sostiene Zea, el positivismo de Herbert Spencer, “con sus ideas de evolución que culminan en la plena libertad social, justificaba el afán de libertad de los cubanos… “(Ibíd., 69). Así pues, vemos como años más tarde, José Martí dedica su vida al movimiento independentista de Cuba. Es precisamente allí, durante este proceso de emancipación donde el escritor cubano encuentra en la ideología de Simón Bolívar un modelo de libertad y patriotismo idóneo, para continuar con la campaña revolucionaria de su país. Finalmente, en 1898, la isla caribeña logra liberarse del yugo político de

España.

10 De acuerdo con Leopoldo Zea, Enrique José Varona encontrará en el positivismo la doctrina que Cuba necesita para alcanzar, en primer lugar, su independencia mental. Pero no el positivismo en general, sino sólo aquel positivismo que fuese capaz de estimular el espíritu de libertad mediante el cual los cubanos habían de llegar a alcanzar también su independencia política de España… Así dentro del positivismo, empezará rechazando a Comte, Varona elige el evolucionismo de Spencer, pero no íntegramente; rechaza su cosmología y su interpretación universal de la misma. Nada que signifique la adopción de un sistema totalitario, de un sistema que en alguna forma someta al individuo. Nada de metafísica; solo aquello que pueda ser comprobado con la experiencia. Nada de idealismos; había que ser realistas. La realidad misma mostraba la independencia de Cuba como necesaria, por encima de cualquier otra solución, que era más bien producto de buenas intenciones que de necesidades urgentes. Pág. 146. Tomo II.

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Por una parte, el positivismo deja una huella indeleble de materialismo en la sociedad americana. Los modernistas se rebelan ante tanto materialismo y buscan escapar de esa sociedad hostil a través de sus obras. Por otra parte, estos mismos escritores encuentran una lógica en algunas ideas del positivismo como la libertad y la educación que les ayudará a plantear mejor las gestas de emancipación de sus países. De acuerdo con las normas del positivismo, mediante la educación y el conocimiento que se hereda de éste, el individuo tendrá la oportunidad de educarse y liberarse de cualquier yugo. En este caso, a través de la educación, los americanos podrán romper las cadenas de la ignorancia. Al combatir la ignorancia, su apetito de libertad crecerá y su deseo de emancipación aumentará. Para conseguir estos objetivos, los escritores modernistas hispanoamericanos se fijan en figuras del pasado como el Libertador. Escritores como José Martí, José Enrique Rodó, Rufino Blanco

Fombona, entre otros, encuentran en el ideal bolivariano argumentos suficientes que les brinden las bases necesarias para promulgar la libertad, educación, el nacionalismo, moral y la unidad continental en sus discursos literarios.

En el caso del escritor cubano señala Elio Alba Bufill: “Martí tomó del positivismo sólo la tendencia renovadora que permitía mediante la experimentación el crecimiento técnico que necesitaba nuestra América” (19). En el mismo sentido tenemos cómo Iván Schulman pone énfasis sobre este tema y señala que de acuerdo con un análisis desarrollado por Jorge Mañach, “el escritor cubano vivía en una

época en que el legado del Romanticismo y el Positivismo sedujo a los hombres, y, Martí entre ellos cayó bajo la férula de ambos” (Schulman, Génesis del modernismo 174). Iván Schulman en otra ocasión también reitera:

Estas dos corrientes filosóficas –Romanticismo, Positivismo— son más que una herencia libresca; en la vida de Martí representan actitudes vitales, pues su idealismo, apasionamiento, su fe en la “bondad innata del hombre”, en la posibilidad de llevar a cabo tareas aparentemente imposibles de realizar, son proyecciones de su misión política y redentora. Pero, al mismo tiempo, en la visón total de Martí hay una perspicacia—se diría casi una clarividencia—que le hizo ver con ojos de realidad, con los

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pies en la tierra, todos los problemas de la organización del Partido Revolucionario Cubano, y, en un sentido más amplio, todos los problemas de Cuba y de la América hispánica: educacionales, políticos, literarios, sociales, raciales económicos etc. Martí tuvo conciencia de filosófica que regía su existencia, al igual que la de sus compatriotas americanos, y, en la siguiente antinomia expresó el dilema del hombre decimonónico de la América española: “…hemos venido, a pujo de brazo, a nuestra América de hoy, heroica y trabajadora a la vez, franca y vigilante, con Bolívar de un brazo y Herbert Spencer de otro. (Ibíd., 175)

Del mismo modo, en su análisis entre el modernismo y el positivismo, al igual que Elio Alba Buffil e Iván Schulman, Mercedes Serna Arnaiz recalca:

No es de extrañar que el modernismo asimilara ingredientes del positivismo… Dicha ideología fue si no imprescindible para la configuración del modernismo, más importante que lo que se ha venido creyendo. La renovación (de forma e idea) es connatural al modernismo y dicha renovación sólo podría entenderse en forma de progreso, progreso que el positivismo europeo se encargó de fomentar; así, a pesar de que el modernismo no podía comulgar con un arte industrializado, burgués, mediatizado por el poder económico, realista, naturalista, útil y practico, en definitiva positivista, de dicha filosofía tomó más rasgos de los que a primera vista parece. (132)

Mientras tanto, hacia el sur del continente americano emerge la figura intelectual del ensayista uruguayo José Enrique Rodó interpretando la ideología del positivismo desde una perspectiva diferente.

Rodó al igual que Martí, encuentra en Bolívar un modelo práctico para tratar de solucionar las urgencias derivadas de una serie de motivaciones históricas como el antiimperialismo, el nacionalismo y la aspiración a la unidad del continente americano. A través de la imagen del Libertador, Rodó encuentra un modelo histórico, cuyos valores pueden ofrecer a la juventud hispanoamericana un ejemplo doctrinario de renovación social. En 1899, en un ensayo que Rodó escribe sobe Rubén Darío, él mismo declaraba:

Yo pertenezco con toda mi alma a la gran reacción que da carácter y sentido a la evolución del pensamiento en las postrimerías de este siglo; a la reacción que partiendo del naturalismo literario y del positivismo filosófico, los conduce, sin desvirtuarlos en lo que tienen de fecundos, a disolverse en concepciones más altas. (158)

Asimismo, en otra de sus obras, José Enrique Rodó manifiesta que en un principio, al igual que muchos escritores de la época, él también se había sentido atraído por la ideología filosófica del positivismo. Sin embargo, años más tarde, se inclinó por otros conceptos ideológicos más espirituales:

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La iniciación positivista dejó en nosotros, para lo especulativo como para lo de la práctica y la acción, su potente sentido de relatividad; la justa consideración de las realidades terrenas; la vigilancia e insistencia del espíritu crítico; la desconfianza para las afirmaciones absolutas; el respeto de las condiciones de tiempo y de lugar; la cuidadosa adaptación de los medios a los fines;… (Rodó, El mirador de Prospero 45-46)

Los rasgos del positivismo de Comte se pueden observar en el discurso del ensayista uruguayo cuando advierte los conceptos de progreso y libertad. De acuerdo con Iván Schulman: “No cabe duda que todas estas influencias, la del positivismo, con su orientación científica, preparó el terreno para la aparición de un fenómeno tan revolucionario como el modernismo” (Schulman, El modernismo hispanoamericano 32). A su vez, Arturo Ardao en un detallado estudio sobre la relación entre Rodó y el positivismo, resalta:

Iniciado en el ambiente de intenso positivismo spenceriano del Montevideo universitario del 90, Rodó guardó toda su vida una fidelidad fundamental a las notas más típicas de aquel espíritu filosófico: las notas de realismo, ciencismo, relativismo, naturalismo, evolucionismo, racionalismo. Casi no hay ninguna entre ellas que no sufra una corrección a través de la interpretación que de él reciben. Pero son ellas las que van a determinar el fondo de su personalidad intelectual. La corrección vendrá por la inserción de lo que iba a ser, en el primer plano, el idealismo de Rodó. (27)

En el campo espiritual, Rodó ve en la ideología bolivariana, una doctrina educativa, capaz de sentar las bases para la creación de una nueva clase de hombre americano. Por un lado, un hombre americano sin los defectos heredados de la época colonial. Por el otro, un individuo de un gran espíritu noble y práctico, que no se deje influenciar por el materialismo utilitario de los Estados Unidos.

Al mismo tiempo en Venezuela, Cesar Zumeta emerge como uno de los escritores modernistas más talentosos e influyentes de este país a finales del siglo XIX. Cesar Zumeta, al igual que José Martí en

Cuba y José Enrique Rodo en el Uruguay, forma parte del canon de escritores modernistas suramericanos influenciados por las teorías del positivismo.11 Cesar Zumeta asimila las doctrinas positivistas y las interpreta para desarrollar un sentimiento patriótico basado en la figura histórica de

11 Cesar Zumeta (1863-1955) pertenece a la segunda generación de intelectuales formados en el positivismo por Adolfo Ernest nacido en Prusia en1832 y muere en Caracas en 1895 y Rafael Villavicencio nacido en Caracas en 1835. Para más información sobre este tema consultar la obra de Ángel Capelletti Positivismo y evolucionismo en Venezuela. Monte Ávila Editores, Caracas, 1944.

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Simón Bolívar. Uno de sus objetivos es analizar la ideología bolivariana para tratar de encontrar en ella, una solución que le ayude a interpretar la realidad caótica que vivía Venezuela durante esa época. De acuerdo con Lino Moran Beltrán, Cesar Zumeta:

Consideraba impostergable para América Latina el formar ciudadanos. No veía futuro en nuestros pueblos fuera del trabajo, la cultura cívica y la paz. Con vehemencia refería al Libertador y decía: “El credo bolivariano de moral y luces, redentor aun, redentor siempre”. Pensaba que nuestros pueblos necesitaban hombres en el pleno desarrollo de todas sus facultades, porque de lo que se trata es de evitar que seamos sometidos por quienes se han hecho con el empuje del conocimiento. (120)

Lo que el escritor venezolano intenta es encontrar un concepto ideológico definido en las ideas de Bolívar que le sirva para crear una base política y económica estable en la sociedad venezolana.

Asimismo, forjar una nación prospera y capaz de establecer un sentimiento de unidad patriótica nacional. Para lograr este propósito, señala Lino Moran Beltrán, a Zumeta:

Le interesaba educar: descubrir y propagar estímulos para la vida en sociedad conforme a principios de justicia, libertad y progreso, a fin de castigar con la verdad toda manifestación de tiranía. La educación para Zumeta debe estar orientada por una parte al progreso material de nuestros pueblos y por otro, al cultivo y crecimiento del espíritu (120).

Por otra parte, al igual que José Enrique Rodó y José Martí, Cesar Zumeta está muy al tanto de las pretensiones imperialistas de las grandes potencias mundiales como los Estados Unidos, con respecto a los inexpertos países hispanoamericanos. Con referencia a este tema, Lino Moran Beltrán señala las preocupaciones imperialistas del escritor modernista venezolano cuando apunta que:

Zumeta es testigo del expansionismo de los Estados Unidos sobre el Caribe, desplazando a España de sus últimas colonias. Cuba y Puerto Rico, y sobre este nuevo peligro escribe diversos diarios, incluidos algunos de la propia nación del norte. Alerta en esos escritos sobre el peligro que se cierne sobre el destino de los pueblos latinoamericanos de no consagrarse, de una vez y por todas, a una fuerte alianza que haga frente a las pretensiones imperiales del pueblo anglosajón trasplantado a América. Para él, Latinoamérica es ya objeto de un nuevo reparto colonial y los Estados Unidos se aprestan a cumplir su misión colonizadora tomando el lugar de imperios ya derrotados. Con fuerte inspiración bolivariana, Zumeta dedica amplias y contundentes reflexiones a este hecho. Cree que en este nuevo intento de subordinación, los pueblos latinoamericanos están arriesgando su dignidad, de allí que haga un angustioso llamado a la integración continental. (116)

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EL POETA, EL INTELECTUAL Y LA IMAGEN DE BOLÍVAR A FINALES DEL SIGLO XIX E INICIOS DEL XX

El peligro hostil del materialismo ejerce un efecto devastador en los valores culturales de las diferentes naciones hispanoamericanas de finales del siglo XIX y comienzos del XX.

Uno de los efectos inminentes es el decaimiento progresivo de la literatura, en otras palabras, la desaparición del poeta de nuestras sociedades. De acuerdo con el análisis de Noe Jitrik sobre el oficio del poeta y su lugar en la sociedad moderna, se origina:

…una mitologización de la figura del poeta: frente al burgués, tanto europeo como latinoamericano, es vivido y se vive a sí mismo como un marginal, un bohemio, un individualista, en suma, un raro. Esta mitología del poeta choca de manera diferente con el “ser burgués” europeo y latinoamericano;… La mitología del poeta “raro” se completa con sus actitudes defensivas frente a la marginación… (122-123)

En el mismo sentido, Ángel Rama reitera que durante esta nueva era realmente no hay cabida para los poetas en una sociedad que ha venido edificando sus bases con un criterio de productividad económica, y por lo tanto, ha perdido el interés por los valores estéticos. “En cierto sentido –señala

Ángel Rama—es una conducta coherente: en ese mundo regido por la fabricación y apetencia de las cosas, los principios de competencia, la ganancia y la productividad, el poeta no parece ser una necesidad” (56). “No sólo es evidente—indica Rama—que no hay sitio para el poeta en la sociedad utilitaria que se ha instaurado, sino que ésta, al regirse por el criterio de economía y uso racional de todos sus elementos para fines productivos que se traza, debe destruir la antigua dignidad que le otorga el patriarcado al poeta…” (57). “Ser poeta –añade Ángel Rama—pasa a constituir una vergüenza. La imagen que de él se construyó en el uso público fue la del vagamundo, la del insocial, la del hombre entregado a borracheras y orgias…en una palabra, la del improductivo” (57).

No obstante, su empeño principal era el de mantener cuidadosamente una actividad productiva poética. Por ello, estos poetas se ven obligados, a distinguir una variedad de factores. Factores, que debían tener en cuenta para mantener la supervivencia del orden estético y defender su estatus social como escritores, en una sociedad donde la demanda por la mercancía literaria era escasa. Asimismo,

39 estaban obligados a mantener su propia supervivencia, mediante una actividad creativa más práctica como el periodismo.

Pero había un modo oblicuo por el cual los poetas habrían de entrar al mercado, hasta devenir parte indispensable de su funcionamiento, sin tener que negarse a sí mismos por entero. Si no ingresan como poetas, lo harán como intelectuales. La ley de la oferta y la demanda, que es el instrumento de manejo del mercado, se aplicará también a ellos haciendo que en su mayoría devengan periodistas. En efecto, la generación modernista fue también la brillante generación de los periodistas… Que la exigencia que los llevaba al periodismo no era vocacional sino de orden económico, debido a que su sociedad no necesitaba de poetas pero si de periodistas, lo reconocieron todos. (Rama 67-68)

Por una parte, el análisis de Rama nos permite dilucidar cómo algunos de los escritores modernistas, en su oficio de periodistas, empiezan a ser testigos de una realidad cotidiana más cruda.

Una realidad circundante que los expone de antemano, no sólo a la realidad de la cultura americana de la época, sino que los obliga a percibir las debilidades de la historia de nuestro continente. Así pues, de una manera u otra, estos escritores se ven comprometidos con el presente hostil que los rodea y tratan de buscar una solución para estos problemas. Es así como poco a poco se interesan por algunas figuras históricas del pasado como Simón Bolívar y su ideología bolivariana. Por otra parte, estos autores no sólo se ven forzados a crear una relación mercantil con un público poco ilustrado, sino que además se ven forzados a desarrollar nuevas formas de expresión artística para cautivar a sus lectores.

Esta constante mezcla de elementos literarios y periodísticos con el deber de cumplir los mandatos de sus patrones y, al mismo tiempo, satisfacer las exigencias del público: “les permite iniciar el aprendizaje duro de la nueva realidad en el plano de una actividad intelectual” (Rama 96). Esta actividad a la que los poetas del modernismo hispanoamericano se ven expuestos diariamente en sus oficios periodísticos, los convierte en los nuevos intelectuales latinoamericanos. No obstante, hay que destacar que “el punto de partida de una historia social de la literatura hispanoamericana—anota

Gutiérrez Girardot—es el escritor porque su tarea se concentró principalmente en crear una ‘vida literaria’, en complementar, modificara y superar los rudimentos de ‘vida literaria’ que heredó del pasado colonial español y porque esa tarea consistió además en introducir en la vida social y política la

40 racionalidad” (17-18). Además, es importante recalcar el análisis que Gutiérrez Girardot hace sobre el intelectual de Edward Shils y cómo las cualidades extra literarias y periodísticas de los escritores modernistas hispanoamericanos, son análogas al intelectual de éste último:

Por “intelectual” entiende Edward Shils… algunas personas con una sensibilidad insólita para lo sagrado, con una capacidad de reflexión desacostumbrada sobre la naturaleza de su universo y sobre las reglas que gobiernan su sociedad. En toda sociedad hay una minoría de personas que, más que la mayoría corriente de sus miembros, indaga y desea estar en las situaciones concretas inmediatas de la vida cotidiana y se aleja en su referencia tanto en el tiempo como en el espacio. En esta minoría se da una necesidad de exteriorizar esta indagación en discurso oral y escrito, en esta expresión poética o plástica, en escritura o reminiscencia histórica, en realización ritual y en actos de culto. Esta necesidad interior de penetrar más allá de la pantalla de la experiencia concreta inmediata, caracteriza la existencia de los intelectuales de toda sociedad. (Citado en La formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX, 20)

Desde la misma concepción Noe Jitrik apunta: “El intelectual es un elemento en una estructura y su función es la de sostener mediante un código muy especial el interés del conjunto” (111). “En medio de toda esta crisis de valores a finales del siglo XIX e inicios del XX—afirma Aníbal González— los modernistas, asumiendo cada vez más deliberadamente su función como intelectuales, se dedican a buscar en la historia los orígenes más remotos de los problemas de su tiempo” (41). “Los hombres de letra—reitera González—sintieron un imperioso reclamo de actuar y de desplegarse estratégicamente como soldados de un nuevo ejército cuyas armas eran el papel, la tinta y los periódicos” (29). En efecto, ellos sienten que su obligación es la de motivar a las masas a crear su propia orientación ideológica. Los autores modernistas, al notar un quebrantamiento ideológico en la sociedad, intentan hacer una búsqueda detallada para encontrar los orígenes de la cultura hispanoamericana. Esto lo hacen con el propósito de entender cómo superar la crisis actual que afrontaban las nuevas naciones americanas.

Durante esta socioeconómica estos escritores toman a pecho su nuevo rol de intelectuales e indagan más a fondo sobre los problemas contemporáneos. Es precisamente allí, en ese momento, que los nuevos intelectuales se empiezan a interesar por símbolos históricos del pasado como el prócer de la independencia suramericana, Simón Bolívar. Por consiguiente, según lo expuesto

41 en el párrafo anterior, no estoy de acuerdo con algunas de las ideas que Mariela Wong Yee Lam señala en el tercer capítulo de su tesis: Libertadores Y locos: el héroe imaginario de la literatura hispánica del siglo XIX. En su estudio, Mariela Wong enfatiza cómo la imagen de Bolívar llega a formar parte del discurso literario de los escritores modernistas hispanoamericanos. Por un lado, su idea sobre el héroe caraqueño y su influencia ideológica en estos escritores coincide con la idea principal de este estudio.

Por otro lado, no comparto su punto de vista según el cual “el encuentro entre Bolívar y San Martin en

Lima es fundamental para entender la distinción que hacen los modernistas de los dos personajes”

(103). En el mismo sentido, tampoco comparto su perspectiva, que fue allí, a raíz de ese encuentro histórico, que los escritores modernistas deciden escoger la imagen de Simón Bolívar para convertirlo en la figura principal de este movimiento literario.

El encuentro histórico en la ciudad de Guayaquil el 26 de Julio de 1822 entre los dos máximos héroes de la independencia suramericana, Simón Bolívar y José de San Martin, es un evento que a través de los años ha creado controversia. La entrevista de Guayaquil ha quedado registrada en la historia como un absoluto misterio, no obstante, al mismo tiempo, ha originado temas distintos de investigación literaria. Lo que la historia se ha encargado de narrar es que Bolívar y San Martin se reúnen en dos ocasiones sin testigo alguno. Por consiguiente, no existen pruebas fidedignas ni concretas de los temas que se trataron en dichos encuentros. Años más tarde se han hallado documentos y cartas de ambos próceres que han sido interpretadas ambiguamente.12

12 Algunos de los historiadores de la época señalaban que el objetivo principal de esta reunión estaba relacionado con el futuro de Guayaquil. Bolívar insistía en el anexamiento de Guayaquil con Colombia. San Martin, por el contrario, no estaba de acuerdo con dicho anexo. El prócer argentino exigía que fuese la gente quien decidiera el destino de Guayaquil de constituirse como un estado independiente. El segundo era una cuestión de estrategia militar. De acuerdo con San Martin, las tropas que estaban ya disponibles en el Perú sólo recibían órdenes exclusivas de Bolívar, por lo tanto, el general argentino se retractaba de sus intenciones emancipadoras en el territorio peruano. San Martín deja que Bolívar y sus tropas sean los encargados de llevar a cabo la expulsión de las tropas españolas de esta región. La tercera estaba relacionada con la forma de gobierno que se debía adoptar en el Perú. Por una parte, San Martín quería un representante del rey que gobernara en el Perú. Por otra parte, Bolívar quería imponer un nuevo gobierno republicano ausente de cualquier influencia de la corona española. El cuarto tiene que ver con el supuesto ofrecimiento de San Martin de combatir por la independencia del Perú bajo las

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La interpretación de la historia sobre la controversia engendrada por la entrevista de Guayaquil entre Bolívar y San Martin es muy objetiva. Los admiradores del venezolano tratan de engrandecer más el nombre del Libertador. Los simpatizantes del héroe argentino intentan reconstruir lo sucedido en dicha entrevista, con el propósito de valorar los ideales de José de San Martín y reivindicar su imagen ante la historia. Por ello, la versión de la entrevista cambia de acuerdo a la nacionalidad de los historiadores y cómo estos interpretan la historia.

Ahora bien, lo más importante es que efectivamente, la historia se siga encargando de evolucionar ideológicamente a favor de todos los hombres que influyeron para conseguir nuestra independencia. Entre tanto, es necesario tener presente que el objetivo de este estudio no es alabar ni degradar a ningún héroe de la independencia de América sino, por el contrario, proclamar su importancia histórica y demostrar cómo su imagen se ha constituido como parte del discurso literario de los autores del modernismo hispanoamericano.

EL CONCEPTO DEL HEROE Y LOS ESCRITORES MODERNISTAS HISPANOAMERICANOS

Es vital, para el desarrollo de este estudio, considerar el tema del héroe y su relación con la ideología de los autores modernistas hispanoamericanos. Asimismo, cuál es el papel que desempeña este concepto del héroe en la filosofía de estos autores y cómo evoluciona a medida que transcurran los años. Para lograr este objetivo, es importante el texto Breve historia del modernismo de Max Henríquez

Ureña y cómo, a través de su obra, el crítico dominicano toma la iniciativa de dividir el movimiento modernista en dos épocas primordiales para desarrollar su objetivo:

Dentro del Modernismo pueden apreciarse dos etapas: en la primera, el culto preciosista de la forma favorece al desarrollo de una voluntad de estilo que culmina en refinamiento artificioso y en inevitable amaneramiento. Se imponen los símbolos elegantes, como el cisne, el pavo real, el lis; se generalizan los temas desentrañados de civilizaciones exóticas o de épocas pretéritas; se hacen malabarismos con los colores y las gemas, y en general, con todo lo que hiera los sentidos; y la expresión literaria parece reducirse a un mero juego de ingenio que sólo persigue la originalidad y la

órdenes de Bolívar. Se ha mencionado que el Libertador no aceptó el ofrecimiento y se negó a que San Martin estuviese bajo sus órdenes.

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aristocracia de la forma… En la segunda etapa se realiza un inverso, dentro del cual, a la vez que el lirismo personal alcanza manifestaciones intensas ante el eterno misterio de la vida y la muerte, el ansia de lograr una expresión artística cuyo sentido fuera genuinamente americano es lo que prevalece. Captar la vida y el ambiente de los pueblos de América, traducir sus inquietudes, sus ideales y sus esperanzas, a eso tendió el modernismo en su etapa final, sin abdicar por ello de su rasgo característico principal: trabajar el lenguaje con arte. (31-32)

El primer periodo al que se refiere Ureña abarca los años de 1880 hasta aproximadamente 1905.

Durante esta primera etapa los escritores modernistas hispanoamericanos se ven ofuscados por una sociedad materialista que los abruma. Es entonces cuando algunos de ellos deciden crear sus propias torres de marfil en contra de la burguesía materialista que no los toma en cuenta13. Algunos otros, como ocurre con José Martí, José Enrique Rodó, Rufino Blanco Fombona, Guillermo Valencia y José Santos

Chocano, por nombrar algunos, miran hacia el pasado para encontrar nuevos símbolos. En este caso, ellos toman la imagen de Simón Bolívar y la incorporan en sus discursos político-literarios desde una perspectiva más ideológica. De allí en adelante, la imagen de Bolívar prevalece a través de los años en el discurso literario de los escritores modernistas hispanoamericanos. José Martí toma como referencia las ideas bolivarianas de libertad, unidad continental, antimperialismo, patria, nación, independencia, y las incorpora en su esquema teórico para promover la revolución de Cuba. José Enrique Rodó, a su vez, ve en las ideas del Libertador un mensaje positivo de unidad política y moral para las nuevas generaciones americanas. Para resumir, de acuerdo con Rocío Oviedo Pérez de Tudela: “En el modernismo se adopta el concepto de heroísmo que expone Carlyle en su ensayo Los Héroes (1840): el héroe es aquel personaje que logra aglutinar a la sociedad y orientarla frente al caos y la decadencia, precedente romántico de su homólogo: el superhombre nietzcheano” (150). Más adelante en su ensayo, la escritora española resalta que “José Enrique Rodó aglutina la figura del superhombre y del héroe en Bolívar.

13 Véase para más información sobre este tema El problema de la cultura americana de Alberto Zum Felde, El modernismo como evasión cultural de Edmundo García Girón, La gran literatura Iberoamericana de Arturo Torres- Rioseco, Las corrientes literarias en la América Hispánica de Pedro Henríquez Ureña.

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Auténticos hombres geniales se adaptan al espíritu dionisiaco que Nietzsche atribuye a lo heroico”

(150).

Durante el segundo periodo, la situación socio-económica de estos escritores cambió drásticamente. Muchos de ellos no fueron capaces de evadir la realidad hostil que los rodeaba y por lo tanto, se vieron obligados a formar parte del mercado laboral de la época. La mayor parte de estos escritores tuvieron que trabajar como periodistas y educadores. Fue allí, a través de sus oficios, que escritores como Rubén Darío, Rufino Blanco Fombona, José Chocano entre otros, se concientizaron de la realidad que los rodeaba y se comprometieron ideológicamente con las necesidades políticas de sus naciones. Para lograr su objetivo, estos escritores miraron hacia el pasado y empezaron a buscar en la ideología de Simón Bolívar argumentos que les ayudara a contrarrestar los problemas que venían amenazando, tanto a sus países, como a todo el continente americano.

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CAPITULO II

SIMÓN BOLÍVAR EN EL DISCURSO MODERNISTA HISPANOAMERICANO

De acuerdo a las investigaciones de autores como Ángel Rama, Federico de Onís, Luis Alberto

Sánchez y Rafael Gutiérrez Girardot, el movimiento modernista, no sólo comienza a florecer en la tercera parte del siglo XIX, sino que, a pesar de que se trata de un movimiento de índole estético- literario, su origen es fuertemente influenciado por factores tanto socioeconómicos como políticos. De allí que la expansión desaforada del capitalismo por todos los rincones del continente fuese sido tan influyente en la cultura de los nuevos pueblos latinoamericanos. Por un lado, estos cambios se empiezan a notar en los principales puertos del cono sur como Buenos Aires, Montevideo y Valparaíso. Por el otro, hacia el norte, los países del Caribe son los más afectados. Según Ángel Rama:

En esa zona el progreso económico que el nuevo sistema del liberalismo europeo acarrea, padece notorias dificultades para su establecimiento y avance: algunas derivadas del cruce de influencias rivales, como lo serian la intervención norteamericana, la acción financiera, incapacidad de las burguesías locales para realizar íntegramente la modificación liberal de las economías nacionales. En todo caso, Rama reitera que es evidente que el movimiento modernista se expresa en la zona con bruscas mutaciones, conservando elementos del pasado por más tiempo, y disolviendo más rápidamente algunas de sus características típicas. (27-28)

El clima político de las naciones del Caribe, especialmente el de Cuba, era bastante decadente.

Ya para la tercera parte del siglo XIX se empieza a notar mucho más la presencia norteamericana y de las grandes potencias europeas. Sin embargo, también se comienza a discernir el deterioro económico y militar que ejercía el imperio español sobre sus últimas colonias en este lado del Atlántico. A mediados del siglo XIX nace uno de los iniciadores del movimiento modernista hispanoamericano, el prócer, escritor, y héroe independentista José Martí (1853-1895). Años más tarde, el cubano emergerá entonces como el iniciador de un estilo diferente e innovador tanto en la prosa como en la poesía de ese tiempo.

Si analizamos las investigaciones de varios críticos literarios como Iván Schulman, Juan Ramón Jiménez,

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Manuel Pedro González, Max Henríquez Ureña, Ricardo Gullón y Federico de Onís entre otros, durante las últimas décadas hemos logrado formarnos una idea más concreta de quienes fueron los autores que iniciaron el Modernismo hispanoamericano14.

El modernismo hispanoamericano se convierte muy pronto en un movimiento artístico sumamente original. En el campo de la prosa, se empezó a observar además de una sencillez en el lenguaje, una abundancia en imágenes sensuales, rítmicas, y sonoras. “José Martí—“señala Iván

Schulman— sustituyó la huera anquilosada expresión literaria hispánica por una prosa enraizada en el arte de las grandes figuras del Siglo de Oro español…y enriquecida por la asimilación e integración de las formas estilísticas de los simbolistas impresionistas y parnasianos franceses”(Símbolo y color en la obra de José Martí 13). En otra ocasión diferente el mismo critico estadounidense sostiene que “José Martí no sólo fue el primero en el tiempo y en la talla ideológica y estética entre los modernistas, sino también el más artístico, musical y plástico de los prosistas que dieron alta jerarquía estética a aquel movimiento” (Schulman, Martí, Darío y el modernismo 172). Para resaltar esta presencia y relación del escritor cubano en los inicios del modernismo, Iván Schulman para finalizar señala que “1882 es el año epónimo en la revolución literaria de José Martí, y por consiguiente del modernismo, cuyo iniciador máximo fue” (Ibíd., 160). Luis Alberto Sánchez a su vez sostiene que “José Martí, artista al par de héroe, literato a la vez que apóstol, dejó aflorar en su estilo de incitación y llamado, suaves vocablos que serían característicos en los modernistas, de quienes fue heraldo” (28). Asimismo, Pedro Henríquez Ureña pone énfasis en el papel protagónico que tuvo el escritor caribeño en el inicio del modernismo hispanoamericano cuando postula: “Martí no tuvo la intención de iniciar una revolución literaria,

14 Para más información general sobre el tema de los iniciadores del Modernismo hispanoamericano he consultado algunas obras que han sido de gran interés y valor para este estudio. Véanse Antología de la poesía española e hispanoamericana (1882-1932), Madrid, Centro de Estudios Hisptricos,1934, de Federico de Onís, Breve historia del Modernismo de Max Henríquez Ureña, Direcciones del Modernismo de Ricardo Gullón, José Martí en el Octogésimo aniversario de la iniciación modernista, 1882-1962 Caracas Ministerio de Educación 1962, El Modernismo, notas de un curso de Juan Ramón Jiménez, Martí, Darío y el Modernismo de Iván Schulman y Manuel Pedro González, Génesis del Modernismo y Los supuestos precursores del Modernismo(Nueva revista de filología Hispánica XII1958, 61-64 de Iván Schulman.

47 entregado a sus planes de insurrección política, pero el año 1882, en que publica Ismaelillo, suele tomarse como fecha inicial de una nueva tendencia en nuestra poesía, conocida más tarde bajo el incoloro título de Modernismo” (168).

No obstante, a pesar de todo su talento artístico y literario, durante esta época, Martí ya había dedicado completamente su vida al movimiento independentista revolucionario cubano. Debido a la incapacidad evidente de las clases burguesas para modificar y sacar a flote la economía nacional de las colonias caribeñas, el escritor caribeño se une al movimiento independentista de Cuba con la intención de liberar a la isla políticamente del yugo español. Es precisamente durante esta tercera parte tan inestable del siglo XIX que surgen las primeras señales del interés y admiración de José Martí por la figura del libertador de América, el venezolano Simón Bolívar. De ahí en adelante, a través de su gran producción literaria, José Martí se ha convertido en el escritor modernista con uno de los repertorios literarios más extensos de lo que representa la figura histórica del Libertador.

A lo largo de su obra, se puede apreciar un constante matiz épico del cual brotan continuamente expresiones de reverencia al mito bolivariano. Martí se ha convertido en un importante portavoz del legado y la glorificación de Simón Bolívar en el ámbito literario de nuestro continente.

Puede observarse no sólo cómo la presencia del prócer caraqueño frecuentemente se manifiesta en el discurso literario y a veces político del cubano, sino también, su profunda admiración por los ideales cívicos de libertad, patria, educación y unidad continental, que Bolívar tanto luchó por difundir en vida, y que sin embargo, no logró consolidar.

Hacia finales del siglo XIX en Latinoamérica, se empieza a discernir la presencia de Bolívar en algunas de las obras de ciertos escritores modernistas hispanoamericanos. Autores como José Martí,

José Enrique Rodó, Rufino Blanco Fombona y José Asunción Silva entre otros, empezaban con más frecuencia a incluir en sus discursos literarios el nombre del Libertador. En algunas ocasiones lo hacían

48 para rendirle dignamente el tributo que merecía el prócer venezolano por su importante papel en la independencia de nuestro continente. Sin embargo, en otras ocasiones, incluían el nombre de Bolívar en sus discursos literarios con la intención de promover los ideales de emancipación, progreso, nacionalismo y unidad continental en la mentalidad de las nuevas generaciones latinoamericanas.

Por una parte, podemos señalar que el temprano interés de Martí por la figura del héroe venezolano emerge debido a la insurrección independentista de la isla de Cuba. Un interés que, sin duda, surge durante las primeras revoluciones independentistas de importancia en la isla caribeña15. Por otra parte, pero desde un plano literario e histórico, el 11 de Mayo de 1875 aparece en la Revista

Universal de México un artículo de José Martí sobre el Libertador:

No son hombres distintos en América el anciano de Mount Vernon, el sacerdote de Dolores, y el héroe que en las llanuras del Mediodía fatigaba con la carrera su caballo, y su cerebro con el peso de los pueblos surgidos de su altiva voluntad, potentes y desenvueltos de miseria. No son hombres distintos en América, Washington, Bolívar e Hidalgo. Es la fuerza de honra herida abierta por impulso de deber: así se es hombre. (Martí, Obras completas 6:198)

Un par de años más tarde, el 27 de Noviembre de 1877, el escritor cubano otra vez escribe estas palabras de encomio hacia Bolívar:

Les hablo de los que hablo siempre: de este gigante desconocido de estas tierras que balbucean de Nuestra América fabulosa. Yo nací en Cuba, y estaré en tierra de Cuba aun cuando pise los no domados llanos del Arauca. El alma de Bolívar nos alienta, el pensamiento americano me transporta. (Ibíd., 7:111)

15 Cabe señalar que a finales de 1868 cuando la isla caribeña comienza sus primeras gestiones revolucionarias independentistas, Venezuela se convierte en una de las primeras naciones sudamericanas que, colaboran con un deber de solidaridad hispanoamericano ayudando a la joven nación cubana en su reforma emancipadora. Ya para abril de 1870, Venezuela despliega las primeras expediciones patriotas encabezadas por Antonio Guzmán Blanco con la intención de reforzar y ayudar la revolución cubana. Durante esta época, a pesar de que José Martí no había cumplido aún los dieciocho años, el talentoso joven cubano debe haber estado muy al tanto, no sólo de los primeros actos solidarios revolucionarios provenientes de la política de un caudillismo institucionalizado por parte de Guzmán Blanco, sino también de las reformas, tanto revolucionarias como económicas de los próceres venezolanos Francisco Miranda, y el mismo Simón Bolívar, y su constante disposición en la difusión independentista americana. Para más información véase a R. A. Rondón-Márquez, Guzmán Blanco, El autócrata civilizador Caracas 1944, tipografía Garrido tomo I pág., 231.

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Para Julio de 1889, aparece La Edad de Oro, una revista escrita y supervisada por José Martí. La revista consta de varios cuentos dirigidos esencialmente para los niños americanos. El objetivo primordial de estos cuentos infantiles era el de informar a los niños latinoamericanos sobre su historia.

El primer número de la revista fue titulado “Tres héroes”. Esta sección fue dedicada a los próceres de la independencia latinoamericana, Simón Bolívar de Venezuela, José de San Martin de la y el padre José Hidalgo de México. A través de las vidas de estos tres héroes de la independencia americana,

José Martí pretende comunicar a los niños de América el significado fundamental de libertad, patriotismo, y unidad continental. Asimismo, por medio de un lenguaje muy simple, el autor cubano intenta, alentar a los niños de nuestro continente a que tomen conciencia de quiénes fueron sus héroes históricos. El propósito de Martí era fundamentalmente educar a los niños de América. Desde el inicio del cuento “Tres héroes”, José Martí hace referencia directa sobre este tema cuando apunta:

Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no pregunto dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba dónde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los arboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo. El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como un padre. A Bolívar y a todos los que pelearon como él porque América fuese del hombre americano. (Martí, La edad de oro 19)

José Martí anhelaba que los niños aprendieran y respetaran los ideales que nos enseñaron hombres como Bolívar. El deseaba que en un futuro, ellos se convirtieran en los hombres defensores de nuestro continente. Pero ante todo, el escritor cubano deseaba que todos los americanos se concientizaran de la importancia histórica de hombres como el Libertador. Según Martí, guerreros aguerridos y persistentes como Bolívar han habido muy pocos en la existencia de la humanidad. El

Libertador no sólo fue uno de esos hombres que nunca dejó de pelear por llevar a cabo sus ideales, sino que dedicó su vida para conseguir la libertad de todos los americanos. En una de las partes del cuento,

Martí describe al Libertador de esta manera:

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Bolívar era pequeño de cuerpo. Los ojos le relampagueaban, y las palabras se le salían de los labios. Parecía como si estuviera esperando siempre la hora de montar a caballo. Era su país oprimido que le pesaba en el corazón, y no le dejaba vivir en paz. La América entera estaba como despertando. Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a sí mismos, y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto. Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de Venezuela, cuando parecía que Venezuela se cansaba… (Ibíd., 21)

Aunque la pequeña estatura de Bolívar no es una de las características principales que el héroe utiliza para desplegar respeto, sin embargo, su mirada penetrante, sí lo es. La mirada del Libertador es una mirada energética e implacable, como la de un relámpago. Su cualidad de expresión siempre va acompañada de elocuencia, mandato y un temperamento firme, para que sus órdenes se cumplan correctamente al pie de la letra.

En efecto, los ideales de libertad, identidad nacional, americanismo y unidad continental fueron muy importantes para llevar a cabo la campaña emancipadora de Sudamérica. Bolívar luchó fervorosamente por propagar estos ideales en la mentalidad gubernamental de todos los pueblos.

Desde el comienzo del siglo XIX, época en que se organizaron las guerras de independencia, hasta el final de su campaña emancipadora, el Libertador insistió en liberar las colonias americanas, y luego intentó formar nuevas naciones en base a estos ideales. Sin embargo, durante esos años, su sueño bolivariano no se pudo realizar, porque encontró demasiados obstáculos por parte de sus enemigos políticos que no compartían su visión política.

Tuvieron que pasar varias décadas para que esa visión política de Bolívar fuese tomada más en cuenta. Fue entonces, a finales del siglo XIX, que los llamados a ser los nuevos pensadores de la época se fijaron en la ideología bolivariana. Uno de estos nuevos hombres que tomaron como referencia los ideales patrióticos del héroe caraqueño fue José Martí. El escritor y prócer revolucionario cubano fue uno de los que optó por tomar como referencia las ideas emancipadoras de Bolívar en su lucha por la independencia cubana. Por ello, vemos cómo en numerosas ocasiones el escritor cubano muestra su

51 admiración por el Libertador. El 28 de Octubre de 1893, en una velada de la sociedad literaria

Hispanoamericana en honor a Simón Bolívar, Martí le hace un distintivo homenaje al prócer venezolano a través de un elocuente discurso:

…de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño, y la tiranía descabezada de los pies…! Por sobre tachas y cargos, por sobre la pasión del elogio y la del denuesto, por sobre las flaquezas mismas ápice negro en el plumón del cóndor de aquel príncipe de la libertad, surge radioso el hombre verdadero… Su ardor fue el de nuestra redención, su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente: … en la fiebre de su cuerpo y la soledad de sus ejércitos huidos, vio claros, allá en la cresta de los Andes, los caminos por donde derramaría la libertad sobre las cuencas del Perú y Bolivia. Pero cuanto dijéramos, y aun lo excesivo, estaría bien en nuestros labios esta noche, porque cuantos nos reunimos aquí, somos los hijos de su espada… Como los montes era él ancho en la base con las raíces en las del mundo, y por la cumbre enhiesto y afilado, como para penetrar mejor en el cielo rebelde. (Morales, 291-292)

A lo largo de las líneas de este discurso que le dedica José Martí al Libertador, podemos apreciar tanto su originalidad, como su técnica estética. Al mismo tiempo la alocución se manifiesta como un verdadero ejemplo de composición en prosa con características de estilo modernista. A través del discurso también podemos observar cómo continuamente el escritor cubano intenta establecer algunas bases simbólicas específicas para expresar las ideas de elevación y altura. El uso de símbolos como montaña, monte, la cresta de los Andes, cúspide y el cóndor, formulan una idea que identifica la elevación idealizada del máximo héroe de la independencia americana con sus altas y supremas cualidades de libertad. Por un lado, Iván Schulman explica:

…como arquetipo, el valor del monte se revela en esquemas que reflejan formulaciones tradicionales. La impecable enteriza, la entrega perfecta, insuperable y desinteresada de “superhombres” como Bolívar son identificadas y equiparadas con monte, como se hacía en la antigüedad con los dioses en las obras de los profetas. El “superhombre” de Martí o más bien el Homagno, como prefería llamarlo, adquiere mayor realce sobre un pedestal de contornos naturales. (Símbolo y color en la obra de José Martí 160-161)

Por otro lado, tomando como referencia las implicaciones simbólicas que representa esta relación de igualdad, entre Bolívar y la altura de las montañas de los Andes, Iván Schulman insiste:

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Al formular esta ecuación, Bolívar-monte, juntamente con los componentes pragmáticos de esta frase simbólica, se manifiestan las características esenciales de monte, a saber, elevación idealizada y nobles dimensiones que, a la vez, se hallan íntimamente asociadas con realidades objetivas. Por supuesto, cúspide y cumbre representan las cualidades ascensionales más altas, supremas. A Bolívar se le adjudican, como a Washington, Courtlandt Palmer, Emerson, Juan Montalvo, Pérez Bonalde, Cecilio Acosta, Olegario Víctor Andrade… y otros más, virtudes proféticas, y se le sitúa en una posición elevada, como consecuencia de su identificación simbólica con monte y cúspide. (Ibíd., 161)

No muy lejos de Cuba, otro de los catalogados iniciadores del Modernismo hispanoamericano,

José Asunción Silva, se encarga de exaltar en Colombia el legado de Bolívar. En 1895 el poeta bogotano compone un poema titulado “Al pie de la Estatua”. La obra fue compuesta para conmemorar la memoria del Libertador en un evento político que se celebró en Bogotá el 5 de Julio de ese mismo año.

“La única vez—señala Rufino Blanco Fombona— que Silva tocó la nota patriótica, fue en una de estas meditaciones. ¡Con que discreción lo hace y qué lejos su filosofar de charangas militares y patrioteras!”

(Caro, Silva, Bernal 24).16 Al igual que el cuento “Tres héroes” de José Martí en la revista La Edad de oro, los versos en el poema de Silva van dirigidos a una estatua del Libertador. El tono que Silva utiliza en su composición no es “…en el lado brillante y epopéyico—dice más adelante Rufino Blanco Fombona—sino en el segmento sombrío, en la amargura que devoró, no sólo por obra de los hombres, sino también por su propia naturaleza de sensitivo y de neurópata” (Ibíd., 38).

El monumento fue diseñado por el escultor italiano Prieto Tenerani (1789-1869) y se inauguró en la Plaza de Bogotá en 1847. La inspiración que Silva tuvo para componer el poema proviene tanto de la situación económica, social y política de Hispanoamérica durante esa época, como de su propia situación personal ante la vida. Es así, de esa manera, por lo cual se crea una conexión especial entre el bogotano y el monumento. En la composición el poeta oye una “voz misteriosa” proveniente de la estatua. El monumento le otorga la gran responsabilidad de transmitir el pensamiento del Libertador a las nuevas generaciones de nuestro continente:

16 Véase la introducción del poema “Al pie de la estatua”.

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Cuenta la grande hazaña De aquella juventud que decidida En guerra abierta con la madre España Ofrendó sangre, bienestar y vida,… Haz surgir la figura Del Padre de la Patria, cuyas huellas, Irradian del pasado En el fondo sombrío,… (Ibíd., 40-41)

Desde un aspecto teórico-literario, Cathy L. Jrade, sugiere que la función de esta “voz misteriosa”:

…transforming the music of nature into an evocative language that captures the eternal and profound realities that lie hidden behind the Surface of existence… Nature speaks to the poet, whose task is to translate into poetry its cosmic signs and symbols and its hidden and vital forces (64).

De igual manera, en su libro José Asunción Silva, Betty Tyree Osiek hace un análisis sobre el poema del colombiano al señalar: “He believed in the sacredness of poetry and of its inspiration; that the poet was an artisan with words, that the poet should listen to all the voices of things that only he could hear and transmit to his readers the eternal secrets communicated to him” (Citado en Rabin, 613).

El Poema está compuesto por trescientos treinta y tres versos muy bien organizados en diez tiradas regulares. Los versos son en su mayor parte endecasílabos y heptasílabos. “En cuanto a la rima— dice Ana Cecilia Ojeda— está dividida entre ciertos pasajes en los que existe una regularidad perfecta y otros en la que es parcial, pero siempre con una rima precedente, lo que da una cadencia regular al poema” (199). Una de las características estilísticas de los autores modernistas de la época que se pueden en la composición del colombiano “…es un metalenguaje poético—explica Ana Cecilia

Ojeda— en el que la atención del poeta se fija fundamentalmente en la sonoridad del verso, el cual debe acercarse a la armonía de los sonidos, la búsqueda de la musicalidad en el poema, confirma simplemente una de las preocupaciones estilísticas de Silva” (200). Otro aspecto estilístico importante que encontramos en la composición, es el uso repetitivo de la anáfora por el poeta a través de ésta. “La

54 doble presencia del sustantivo ‘recuerdos’—añade Ana Cecilia Ojeda— confirma el sentimiento de nostalgia del tiempo pasado claramente expuesto y expresado en el poema” (201).

más bien que orgullo, humillación sentimos si vamos comparando nuestras vidas triviales con las Vuestras! somos como enfermizo descendiente de alguna fuerte raza,… (Antología 44)

Otro aspecto estilístico importante dentro del contexto poético de la obra que subraya Ana

Cecilia Ojeda, es la manera en que José Asunción Silva expone el tema del poema para darle más énfasis y valor a su obra poética:

…la relación entre sujeto y objeto de creación, el verdadero metalenguaje que encontramos al interior del poema. Al tiempo que el poeta evoca la estatua, nos pone en relación con los sentimientos que ésta despierta en él; hay interpretación e interacción; y esto en un triple sentido: en un primer momento la estatua como objeto de creación envía al poeta lo que ha interiorizado y lo que representa, pero también en un segundo momento, el poeta traduce en palabras las sensaciones percibidas y en tercera instancia, es el lector quien percibe las informaciones entregadas por el creador. El canto a la escultura del héroe y la valoración que el poeta realiza de su propia creación, permiten encontrar los rasgos modernistas de la obra. Se debe recordar la prioridad que el creador modernista asigna a “el arte por el arte” y la reivindicación de la importancia del artista. (202-203)

“Al pie de la estatua”, además de poseer una rica variedad de características estilísticas modernistas, referencias míticas, religiosas, imágenes asociadas con las culturas clásicas, es un poema que ejemplifica, según Lisa Rabin, “a fascinating example of an ekphrastic poem or a poem writting about a work of art” (607).

Es importante señalar que en la obra también existen referencias sobre la situación socio- económica de las sociedades suramericanas en ese entonces. Silva no sólo se preocupó por demostrar su interés por el arte. Él también se interesó por denunciar los problemas socio-económicos que afrontaba la sociedad colombiana de la época. En especial, el problema del poeta y su lugar en una

55 sociedad capitalista, cuyo modelo era el culto a la productividad comercial y materialista. De acuerdo con Lisa Rabin:

Silva exploits the Tenerani statue’s complex relationship with his heroic subject as a means for examining a role for himself as a modernista… Silva’s engagement with the spatial qualities, political meaning, and anachronism of Tenerani’s monument helps to clarify his particular struggles to define culture in turn of the century Spanish America. (67)

Si tomamos en cuenta la situación económica tan inestable que estaba atravesando América

Latina a finales del siglo XIX, la ciudad de Bogotá, no era la excepción. Después del fallecimiento de su padre el señor Ricardo Silva, José Asunción Silva y su familia se ven perjudicados por los cambios político-económicos que introduce el capitalismo y la nueva burguesía hispanoamericana. Este deterioro económico de la sociedad capitaleña paulatinamente afecta el estado, tanto económico, como emocional del escritor colombiano. El joven poeta se siente incapaz de mantener a flote los negocios familiares ante una nueva sociedad capitalista que los absorbe. De igual manera, se ofusca al notar que sus esfuerzos literarios no son apreciados, ni tampoco valorados por esta sociedad materialista donde no existe espacio para el arte. “En vista de sus fracasos mercantiles y diplomáticos, podría decirse que ni siquiera en estas desastrosas aventuras, en estas salidas hacia el mundo exterior y tradicional, logró

Silva entenderse con su ambiente y con los que en él actuaban” (Schulman, Génesis del modernismo

189).

Otro tema importante del poema de Silva es el tema cívico en la mentalidad nacionalista de los países hispanoamericanos de la época. En su análisis sobre el poema “Al pie de la estatua”, Lisa Rabin resalta la relación que se empieza a generar entre la literatura y el sentimiento cívico nacional de los países latinoamericanos; “The ambiguity of Tenerani’s monument is a source of Silva’s concerns with the proper relationship of poetry and civic life in late nineteenth-century Spanish America” (608).

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Ese interés de Silva en la relación entre literatura y el espíritu cívico de Hispanoamérica a finales del siglo XIX, es un punto esencial en el desarrollo de este trabajo. A medida que la figura histórica de

Simón Bolívar empieza a formar parte del discurso literario, tanto de Silva, como del resto de los escritores modernistas hispanoamericanos, notamos cómo crece un interés en estos escritores por mirar atrás en el tiempo para fijarse en iconos de la historia americana. Un interés que los conduce a crear nuevos héroes nacionales en nuestro continente. De igual manera, Lisa Rabin destaca la desconexión que existe entre el lector burgués durante esa época en Latinoamérica y el rol del poeta modernista debido a la carencia de héroes en la sociedad: “In ‘Al pie de la estatua’, then, the disconnection between bourgeois reader and modernista poet is shown to be due to society’s lack of héroes—both those who act nobly in the world and those who have the caurage to write ‘cantos’ on the page” (619).

Otro poeta modernista que sobresale por la forma en que le canta al Libertador es el colombiano José Umaña Bernal. Umaña, al igual que Miguel Antonio Caro y José Asunción Silva, se enfoca en el tema de la patria cuando le canta al Libertador. Sin embargo, a diferencia de los otros dos,

Umaña trata la figura de Bolívar desde una perspectiva lirica diferente.

NOCTURNO DEL LIBERTADOR

¿De qué raíz remota sube hasta mi tu nombre, Padre inmortal, y se hace llama viva en los labios, temblor en la pausada corriente de las venas, y relámpago raudo en las hondas pupilas?

¿Por qué, al revés del tiempo, me persigue tu sombra, como una tempestad suspendida en el aire, y despierta en la cima de mi espíritu absorto ese oscuro rumor de cegadas palabras?

Yo fui contigo, Padre, sobre el límite incierto De los Andes, quebrados en tendida borrasca, Y escuché tu caballo golpeando los riscos En un largo relincho de indolente fatiga… (Tres cantores de Bolívar 53)

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Umaña Bernal es menos clásico que Caro porque no moldea al Libertador de una exuberante grandeza. “La oda de Silva es más humana—dice E. Caballero Calderón—más entrañable que la oda de

Caro….Bolívar ya no aparece en la plenitud de presencia que tiene en la estatua verbal levantada por nuestro gran humanista, sino que se retrae a un plano segundo…” (49). En la composición patriótica de

Umaña Bernal, “Nocturno del Libertador”, “Bolívar no es solamente el héroe distante e inaccesible— continua E. Caballero calderón—sino un borboteo y un hervor de su sangre… En él vuelve a palpitar el pavor de las noches de América, la angustia de las soledades, el frio inclemente de sus páramos” (49-

50). En el poema de José Umaña Bernal, aunque el Libertador sigue simbolizando el padre de la patria americana, ya no aparece como en las composiciones de Caro ni de Silva. Por un lado, el prócer venezolano aparece despojado de la grandeza que le otorgaron los románticos. Por el otro, aparece como una imagen efímera que poco a poco será olvidada con el tiempo.

Rufino Blanco Fombona es otro de los autores del modernismo hispanoamericano, que dedicó gran parte de su vida escribiendo una gran variedad de trabajos sobre Simón Bolívar. El talentoso, novelista, poeta, crítico literario, sociólogo e historiador venezolano, al igual que José Martí, escribió numerosos poemas, ensayos, y textos sobre el Libertador. Para él, Bolívar fue el héroe poseedor de esa chispa ardiente que, tanto a él, como a todos los americanos, motivó a luchar incansablemente por un fervoroso ideal de patriotismo y unidad continental. Isaac Goldberg corrobora este sentimiento de

Blanco Fombona al apuntar:

De Bolívar, en efecto, es de quien el ardiente venezolano saca su incansable fervor de patriotismo continental. Él es el espíritu de Bolívar combatiendo en el mundo del pensamiento contemporáneo. Sueña con revivir los ideales bolivarianos. Su concepto del Nuevo Mundo y de sus destinos es el de Bolívar. Y él resulta un digno paladín de ese concepto. (385)

Sin embargo, mientras muchos de sus contemporáneos se dedicaron a encomiar la icónica figura histórica del Libertador, Rufino Blanco Fombona lo hizo de una manera más íntima y personal. Él

58 se concentró en el aspecto psicológico e ideológico del hombre y no en de la figura idealizada por la historia. En su libro titulado El espíritu de Bolívar: (ensayo de interpretación psicológica), el escritor venezolano nos presenta al Libertador desde un ángulo diferente. A través de todo el texto, Simón

Bolívar, el hombre, aparece como un ser vigoroso, tanto en lo mental como en lo físico. El general es un hombre dotado de una tremenda energía física, mental y espiritual que le hacen mantener una fisonomía fisiológica absoluta. Es vigoroso, incansable y poseedor de una resistencia sobrehumana. No obstante, “No nos concentremos—insiste Fombona—pues, en el hombre, Simón Bolívar con observaciones superficiales. Adentrémonos en la comprensión de su personalidad y para ello estudiemos el doble aspecto de su naturaleza física y de su naturaleza espiritual” (247). En la última parte de su libro, Rufino Blanco Fombona describe el genio del héroe venezolano diciendo:

Estamos en presencia de un temperamento extraordinario. Su nerviosidad, como indicamos, es evidente: es una de sus más resaltantes características temperamentales… No es emotivo, sino híper emotivo. A la menor impresión, reacciona con la violencia del caballo de bríos a quien inesperadamente clavan las espuelas….Lleva el rigor a veces hasta la crueldad. Su egoísmo, aunque coincide con el servicio de la patria y el bienestar de todos, se manifiesta por la conciencia de su superioridad. “Yo soy como el sol entre mis tenientes. Si brillan es por la luz que les presto.” Dijo una vez furioso en la mesa de Páez, para acallar la estupidez de algún comensal Es bilioso. Es sensual. Es soberbio. Es exaltado. Es improvisador. Es prodigo. Es estéril. Cae con frecuencia en cólera sorda… Se apasiona de las mujeres pero las abandona con extrema facilidad. Ninguna mujer lo domina. Y como cambia de amores, cambia de paisajes; le repugna la monotonía… Las emociones, aunque son muy intensas en él, no logran dominar casi nunca y en absoluto su espíritu… (Ibíd., 250-251)

En consecuencia, muchas de las acciones del Libertador no hubieran podido ser realizadas sino por un hombre temperamental e insolente. A menudo nos parece un hombre cruel, pero así tenía que ser. Él sabía lo que quería, y por qué luchaba, por lo tanto, sabia las consecuencias que podían tener sus obras. Luchó abnegadamente por la libertad de América y nada lo detuvo hasta conseguirla. Sin embargo, no todo en su personalidad podía ser de una harmonía absoluta. Es evidente que alguna anormalidad debía existir en ese hombre que tanto se sacrificó por romper las cadenas que nos

59 subyugaban a España. Un hombre que dio tanto de sí mismo por defender su patria, a su gente y el bienestar de todo un continente, debía tener alguna vulnerabilidad. Bolívar, insiste Fombona:

…no tuvo una psicosis debida a lesión cerebral alguna, sino más bien una de aquellas psicosis constitucionales en cuyos cuadros, todos más o menos, cabemos: genios, genialidades, normales e infra nórmales. Esta psicosis constitucional de Bolívar, que puede seguirse en el curso de su vida, corresponde al temperamento híper emotivo… (Ibíd., 266)

Cabe señalar que Bolívar era huérfano. A una temprana edad quedó solo en la vida. Le faltó el amor más importante, el de una madre. Tampoco pudo sentir el calor hogareño que le brindara una estabilidad familiar permanente. A los nueve años perdió a su padre, luego a su madre, después a su abuelo y luego, la hermana que más quería, se casó y se fue de la casa. A los dieciocho años contrajo matrimonio con su prima, pero pocos meses después la joven falleció. Finalmente, a los 47 años vuelve a sentir tristeza y melancolía. El Libertador, por un lado, se siente solo, desilusionado y defraudado por sus amigos y por la gente que con tanto sacrificio luchó por liberar. Por otro lado, él siente una inmensa desesperación por el futuro incierto de América y al ver que su sueño de convertirla en una gran nación, fracasó. No obstante, “La anormalidad—señala Fombona—hasta el sentido etimológico, es esencial en el hombre superior. El hombre superior o el súper-hombre, (como gustan de decir Nietzsche y el historiador J. A. Cova), en efecto, rompe la norma. Y no exclusivamente en sentido etimológico. Ya creían los antiguos que no existía el genio sine mixtura dementiae” (Ibíd., 246). En cuanto al aspecto psicológico del héroe venezolano, Rufino Blanco Fombona apunta además:

…fue Bolívar un extraverso; lo extrajo casi todo de sí mismo, de su mina interior; y actuó sobre el medio social, reformándolo por completo. Obró siempre urgido, como aquel a quien iba a faltar tiempo. Tuvo la psiquis y la acción del gran activo. En lo físico, la tensión nerviosa, la vida vegetativa corriente, fácil, el buen apetito, la inquietud siempre alerta, la resistencia a la fatiga, el sueño corto y suficientemente reparador. Tuvo además como rasgos psíquicos, abundancia de palabra, rapidez de pensamiento, optimismo, buen humor, ironía, cólera pronta, curiosidad, prodigalidad, amor del movimiento, de los viajes, Es decir, fue un exaltado, de hiperactividad física y psíquica.(Ibíd., 257-258)

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En 1913 el escritor venezolano escribe el primer tomo de “Cartas de Bolívar”. El texto está redactado desde un punto de vista histórico. Este primer volumen consta primariamente de una colección de cartas escrita por el propio Simón Bolívar durante los años de la campaña independentista.

Por una parte, Rufino Blanco Fombona se encargó en forma detallada de ordenar cronológicamente las cartas. Al mismo tiempo, explicó los eventos más importantes y destacó el papel protagónico del

Libertador en relación con éstos. Por otra parte, se concentró en describir al prócer caraqueño desde una perspectiva más íntima, más personal. En unas partes del texto, Fombona describe el carácter y la personalidad de Simón Bolívar el hombre, en su vida cotidiana, en otras, la del héroe en su contorno militar.

En una de las cartas que aparecen en el texto, vemos una del 29 de mayo de 1823 proveniente de Guayaquil. Esta carta iba dirigida al señor Anacleto de Clemente. En dicha correspondencia se puede apreciar el aspecto humano y caritativo del Libertador para con sus seres queridos. En primera instancia, le recuerda a su sobrino Anacleto los 1.500 pesos que le había enviado, para que le pagase el valor de un viaje de su hermana Antonia. En segunda instancia, le recuerda que también le había enviado una orden para que el arrendador en San Mateo, le pasase una mensualidad a Hipólita, la negra esclava que lo había criado. La mensualidad era de 30 pesos para que ella se mantuviera mientras vivía. Más adelante en la carta también le da un poder a su amigo para que deje en libertad a todos los esclavos que todavía le pertenecían. Esto es lo que Rufino Blanco Fombona comenta sobre la carta:

Estas cartas de familia abren horizontes nuevos sobre un Bolívar apenas sospechado. Este hombre tierno es el hombre terrible de la guerra a muerte, el ademan de dar es un ademan más constante: aquí se advierte. Adviértase asimismo el desinterés, y aun el desorden en el manejo de sus propios bienes. El valle de Aroa son las riquísimas minas de cobre, las minas de Aroa hoy tan productivas. Él no sabe quién lo posee ni lo disfruta. Y es su propiedad hereditaria. Su nombre iba vinculado al señorío de Aroa. ¡Qué diferencia con Napoleón, siempre preocupado de intereses materiales! ¡Qué diferencia con Washington, que, amigo del dinero, se casó con viuda rica! ¡Qué diferencia con San Martin, que se enriqueció con el oro de América y fue, por Fortuna, robado, para que “el

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bronce heroico, según expresión de Mitre, quedara purificado de la escoria!… (Bolívar, Cartas de Bolívar 28)

En 1942 Rufino Blanco Fombona publicó otro libro en el cual analiza el carácter ideológico del

Libertador. El texto fue titulado El pensamiento vivo de Bolívar, y fue un estudio detallado sobre la visión ideológica del héroe caraqueño. Esos ideales que Bolívar nunca dudó en implementar en sus campañas militares, y más tarde, en la creación de gobiernos para las naciones que recién había liberado. El texto consta de dos partes: en la primera parte el escritor venezolano explica el pensamiento filosófico del

Libertador, su concepto sobre la libertad, el hombre, la sociedad, la religión, su ideal internacional y quiénes fueron sus colaboradores en la campaña emancipadora. La segunda parte está formada por algunas de las cartas, poemas, discursos y proclamas de Bolívar. En el inicio de la primera parte Rufino

Blanco Fombona analiza la influencia filosófica que los pensadores franceses, en especial, Rousseau y

Spinoza ejercieron sobre la mentalidad del joven caraqueño. Esto es lo que el crítico venezolano apunta:

…persiste en los tres algo fundamental: el hombre mismo en sociedad debe ser libre; el Estado no puede considerarse ni el verdugo ni el tirano de los ciudadanos. El hombre no debe enajenar sus derechos sino cederlos, y sólo en parte, al Estado, en beneficio de sí mismo y de la comunidad… ‘Sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la Monarquía y de los privilegios’… En la madurez de su pensamiento, Bolívar llegó a esta síntesis: ‘El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.’ Es decir, dejó grabado en bronce perenne la originalidad de su pensamiento y de su acción genial: no podía conformarse con imitaciones extranjeras como tantos otros americanos. (10-11)

Con respecto al punto de vista espiritual y religioso del Libertador, “La palabra Dios—dice Blanco

Fombona—aparece rara vez en sus escritos… Fue un escéptico, un volteriano como la mayoría de los europeos de su clase en el siglo XVIII” (Ibíd., 52-53). Su perspectiva sobre la divinidad y la naturaleza, insiste el escritor venezolano, son diferentes:

Tiene, pues, una idea panteísta de la divinidad; no cree en el alma, ni en el cielo ni en el infierno; y juzga en general a las religiones positivas obra de la superstición y de la impostura, mezcladas a cierta cantidad de asombro ante el misterio, de miedo, a lo

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desconocido, natural en el hombre, y que lo ha hecho pensar en una Justicia Suprema y una Bondad Suprema que decida de las almas, premie a las unas y castigue a las otras. La bondad la ha puesto siempre el hombre al lado y aun por encima de la Justicia. Las religiones han propalado la idea de la Justicia, asegurando que siempre hay ocasión de salvarse, hasta en el último momento… (Ibíd., 54-55)

De acuerdo con Rufino Blanco Fombona la relación entre Bolívar y la iglesia católica no fue de las mejores. El prócer venezolano estaba muy en contra de la iglesia católica y del papel que ésta desempeñaba en la sociedad colonial americana. Según Bolívar, la iglesia católica representaba la parte espiritual del imperialismo español en el continente americano. Por lo tanto, de alguna manera, él tenía que derrotar esa parte del imperialismo. A medida que el Libertador reconstruía las nuevas sociedades americanas, “…consideró a la iglesia—dice Blanco Fombona—ya democratizada, como uno de los factores sociales de las nuevas republicas” (Ibíd., 55). “Sin incrementarla—“añade el autor venezolano— la respetó. Era una realidad existente. La mantuvo como elemento de carácter personal, intimo, de conciencia; despojándola sólo de su aspecto de potencia imperial, que en repúblicas democráticas no era necesario” (Ibíd., 55).

En cambio, sostiene Blanco Fombona: “el concepto de libertad y aun de rebeldía parece consustancial en él” (Ibíd., 18). En lo que respecta su concepto de libertad para el hombre americano,

Blanco Fombona lo compara con otros próceres americanos y sostiene:

Washington, Miranda o San Martin, son soldados de profesión; algunos defendieron la monarquía y aun el absolutismo, Bolívar, no. Bolívar es el soldado consustancial de la libertad. Para realizar la obra que ha concebido y jurado en Roma –la libertad de América—es para lo que el señorito elegante se transforma en misionero, en el hombre de misión, de acción. Es el primer convencido de su misión libertadora; y ello lo inviste de una gran fuerza, de una gran virtud de entusiasmo, de una gran dignidad humana. El arrebato místico le infunde una felicidad única de contagiar entusiasmo y de inspirar no sólo admiración sino devoción. (Ibíd., 19-20)

En relación con el concepto del hombre, según Blanco Fombona existe una diferencia entre los ideales de Bolívar y los de Rousseau, cuando señala:

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Al revés de Rousseau no cree Bolívar que el hombre en estado natural—o cultivado con descuido—pueda lograr la salvación terrenal. Piensa que es un deber ayudarlo a salir del estado de naturaleza. El deber de los hombres superiores consiste en sacrificarse en pro de los hermanos menos favorecidos por la naturaleza, la fortuna y la educación. Su preocupación por la instrucción pública fue la mayor en su tarea de reconstrucción de América. (Ibíd., 21-22)

En otro de sus textos sobre el Libertador titulado Mocedades de Bolívar el héroe antes del heroísmo, Rufino Blanco Fombona nos presenta al héroe venezolano desde una perspectiva diferente.

Aquí el escritor venezolano nos presenta a Bolívar durante su infancia y su juventud. Nos lo presenta joven e inmaduro, antes que se convirtiera en la máxima figura de la independencia americana.

Desde muy temprana edad, como ya se ha mencionado, Simón Bolívar careció de calor hogareño. Se quedó huérfano de padre, madre y abuelo, fue Hipólita, una vieja esclava de quien lo crio y se convirtió en su segunda madre. Con respecto a esta carencia de afecto familiar durante los primeros años del joven Simón, Fombona señala:

En nada de esto descubrimos hondos afectos familiares. Caso que choca más, porque entre las gentes españolas, máxime en aquella época, los lazos de familia aprietan mucho. No es extraño que Simón Bolívar, sintiendo la soledad moral y afectiva en su entorno, quisiera construir un hogar desde muy joven y se casara a los dieciocho años. Antes de un año de matrimonio muere la esposa, el recién formado hogar queda deshecho. Vuelve Bolívar a sentirse sin calor hogareño. No debía, en efecto, tener hogar ni más pasión entrañable que la pasión de la libertad. De chico, ya lo vemos. Es un niño que no siente en su alrededor profundos afectos. De sus tíos prefirió a Don Esteban, y más que a don Esteban y más que a todos sus parientes amará al hombre bueno y genial que desentenebrese el espíritu: a su maestro, Don Simón Rodríguez. Don Simón Rodríguez recoge y alienta las primeras efusiones de aquel huérfano de nueve años. (Mocedades de Bolívar 65-66)

Durante esa época de su vida, el joven Simón Bolívar, al igual que muchos otros muchachos de su misma clase, prefiere divertirse. Se casó en un acto de locura juvenil y enviudo rápidamente. De allí, viajó a Francia y España. En Paris se volvió a enamorar una vez más, esta vez de su prima Fanny. A su lado, empezó a frecuentar los salones y casinos de la ciudad y a relacionarse con la gente de la clase alta parisina. Fue allí, en medio de ese ambiente, donde conoció a personajes ilustres de la sociedad europea que lo influenciaron en su formación romántica del concepto de libertad e igualdad. Luego viajó a Roma

64 y se dirigió a la cumbre del Monte Sacro acompañado de su maestro Simón Rodríguez. Allí juró dedicar su vida a luchar por la emancipación del continente americano. Este momento simbólico en la vida del

Libertador lo describe Fombona en uno de sus poemas:

Juramento de Bolívar en el Monte Sacro

VI

Los viajantes corrieron hacia el Monte Sagrado, donde vengara Icilius al pueblo despojado; y el héroe adolescente, sobre la Sacra loma, por recuerdos clásicos, a la vista de Roma, juró al viejo filósofo cortar la garra ibérica, y conquistar un día la libertad de América. (Artiaga 195)

Cabe notar que para esta época Bolívar todavía era muy joven. Por lo tanto, no sabemos si en realidad ya estaba preparado para llevar a cabo su sueño revolucionario, o si tan sólo fue un impulso juvenil. Rufino Blanco Fombona ilustra el simbólico momento del Libertador de la siguiente manera:

Apenas descubrimos, en el romanticismo de su época y de su temperamento, que parece aletear en aquella juventud un ideal político: la emancipación de los pueblos, aunque no sabemos en el fondo, si el juramento de Roma fue sólo un instante de pasajera exaltación o se trata de un ideal verdadero. Tampoco sabemos si él está dispuesto a pagar en sacrificio y en dolor el precio de todo ideal… ha sido hasta entonces, sin sospecharlo, el héroe sin la ocasión, el héroe en potencia, el héroe antes del heroísmo. En suma, el hombre que se ignora a sí mismo. Y que ignora, naturalmente, que lleva en sí la llama del genio. (Mocedades de Bolívar 204-205)

Para esta misma época de fínales del siglo XIX, en un país centroamericano, un joven de dieciséis años, quien más tarde se iba a convertir en el máximo exponente del modernismo hispanoamericano, empieza a mostrar destellos de alabanza por el máximo héroe de la independencia suramericana. De acuerdo con los apuntes dejados por su maestro Felipe Ibarra, y por algunos otros testimonios de personas allegadas a Darío, fue su maestro quien lo expone inicialmente a la lectura de los clásicos españoles. Años más tardes se da a conocer que además de su maestro Ibarra y su otro tutor el doctor

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Leonard, fue Ricardo Contreras quien lo inició en la prosa de los prosistas hispanoamericanos como

Andrés Bello y Juan Montalvo. En este ambiente provinciano de Nicaragua fue donde el joven Darío adquirió los primeros conocimientos literarios. “Fue allí también—apunta Armando Rojas—donde nació en el ánimo del mancebo su interés y devoción por esa figura cumbre de la gesta emancipadora de

América, SIMÓN BOLÍVAR” (20).

Durante la segunda mitad del siglo XIX el nombre de Bolívar y su grandeza épica libertadora estaba todavía muy presente en la conciencia de los ciudadanos de las naciones hispanoamericanas.

Nicaragua no era la excepción. Para la época de los años 70s e inicios de los 80s, el culto que se le rendía al prócer venezolano era muy común en todos los pueblos de nuestro continente. “No cabe duda de que la grandeza épica del Libertador debió impresionar hondamente al inquieto adolescente, quien ya en la primera etapa de su quehacer poético dejó testimonios de su admiración por las glorias de Bolívar”

(Rojas 21). En una oda redactada por el poeta el 15 de agosto de 1881, con motivo de la inauguración del Ateneo de León, se ha encontrado la siguiente referencia al héroe:

¡De la libertad la Diosa que ofrece miel y no acíbar, hada que arrulló a Bolívar en una cuna de rosas!17(Rojas 21).

A medida que la fama literaria del joven poeta se extendía en los salones literarios nicaragüenses, el 24 de Julio de 1883 cuando Darío sólo contaba con dieciséis años de edad, es invitado a por una comisión creada por el presidente de Nicaragua, Rafael Zaldívar. Esta invitación fue en conmemoración del centenario natalicio del héroe venezolano Simón Bolívar.

17 De acuerdo con Armando Rojas, estas estrofas las encontraron en una oda recitada por Rubén Darío el 15 de agosto de 1881, con motivo de la inauguración del Ateneo de León.

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Al Libertador Bolívar

(Fragmento)

En la Velada Nacional de El Salvador,

Celebrando el Centenario Bolivariano, el 24 de julio de 1883

“Pasa el soldado fuerte como anuncio de fe, sobre la tierra, y paz y dicha vierte, y la sombra destierra desde el carro de llamas de la guerra.

¡Bolívar! Alto nombre que de justo entusiasmo el pecho afirma: fue semi-dios, no hombre; ante el tiempo lo aclama la sonora trompeta de la Fama.

La América garrida hoy levanta un clamor que se dilata de la vega florida del Orinoco, al Plata que turbulento su raudal desata.

y ese clamor ya suena del Nuevo Mundo en el jardín hermoso; lo lanza el Magdalena, y hoy se eleva glorioso en la margen del Lempa caudaloso. (Antología 48)

Debe señalarse que cuando Darío le compone este poema al Libertador, sólo cuenta con dieciséis años. Sin embargo, aunque es tan sólo un mozo que todavía no está muy bien dotado de una técnica literaria, y su dominio de los clásicos griegos y latinos está aún lejos del Darío que apreciamos en sus trabajos principales, debemos tener muy en cuenta que esta bellísima Oda al Libertador muestra ya algunos destellos de hermosas imágenes y de un talento que está en proceso de maduración inminente.

A pesar de cualquier defecto técnico poético que se pueda apreciar a lo largo de la obra, hay que reconocer el profundo sentimiento de encomio y respeto que la figura de Bolívar significa para el joven nicaragüense.

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El poema está constituido por cincuenta y una estrofas. Las primeras tres estrofas de la primera parte de la Oda están redactadas a manera de invocación como se hacía en las obras clásicas. En las estrofas siguientes, Darío expone una descripción de Bolívar en su famosa carrera militar sobre la cordillera de los Andes suramericanos. En la tercera parte, el poeta aprovecha la ocasión para elogiar a su protector el presidente salvadoreño, Rafael Zaldívar. En las últimas estrofas el centroamericano pone bien en claro cómo las naciones hispanoamericanas no han olvidado el legado independentista del

Libertador, por lo tanto, intentan poner muy en alto el nombre del prócer venezolano.

A lo largo del poema las estrofas están conformadas por versos heptasílabos y endecasílabos. La rima es consonante. El título, sin embrago, ha ocasionado alguna polémica. Hasta el presente no se sabe a ciencia cierta cuál es el título original de la obra. Parece ser que en un inicio el titulo con que se conoce la obra es “Oda de Rubén Darío”. De acuerdo con este título, automáticamente se nota la presencia directa del autor para implicarse con la obra. “El titulo marca de alguna manera una ruptura con la tradición: generalmente la Oda es un tipo de poema cuyo objetivo es la alabanza, razón por la que siempre va dirigido a alguien o algo, de ahí la utilización habitual de la proposición “a” que indica el destinatario del poema, y no la preposición “de” que indica al autor del mensaje” (Ojeda Avellaneda

196). No se ha constatado si fue un error de técnica poética o si el joven nicaragüense lo hace conscientemente. Por lo tanto, en las publicaciones posteriores del poema se lo titula “Al Libertador

Bolívar”.

Casi tres décadas más tarde, sabemos de otro soneto que Darío compone para exaltar la figura de Bolívar, fechado el 17 de Mayo de 1911. Este poema lo redacta Darío a petición de Rufino Blanco

Fombona. El crítico literario le pide a Darío que escriba un soneto a Bolívar para una antología que él estaba preparando. Semanas más tarde se sabe que Darío complace a su amigo y colega y comienza a

68 redactar un hermoso soneto para el Libertador. Sin embargo, por razones que se desconocen, el bardo centroamericano no termina la pieza.

Canto trunco a Bolívar

“¡Oh tú, a quien Dios dió todas las alas con la condición de cortarlas…! ¡Oh tú, proto-Cóndor de nuestras montañas!

Yo te saludo con el alma en alegría, en alegría, en fuego y esperanza; pues tu palabra alcanza a un próximo futuro.

¡Tú voz de Dios, hirió la pared de lo obscuro!... (Poesías completas 1111)

A medida que avanza la admiración por el personaje icónico de Simón Bolívar, en las últimas décadas del siglo XIX, aparecen varios escritores modernistas, no de la talla de Darío, Martí o Silva, pero cuyas composiciones han podido enaltecer el uso de la buena estética poética, pudiendo escalar las más altas cimas de la redacción heroica Bolivariana. El colombiano José María Rivas Groot (1863-1923) ha escrito hermosos versos, en los que el poeta encomia al Libertador. Su estilo poético podría ser considerado un poco diferente de las composiciones de los escritores modernistas más reconocidos; sin embargo, su estilo épico y refinado está dotado de un lirismo sutil y un matiz clásico. Sus frases son de una alta finura estética y un colorido ardiente, capaz de elevar su arte hasta una máxima elegancia.

Canto a Bolívar

(En su centenario)

¡Bolívar!... El gigante cuyo nombre repite la tormenta cuando en lo alto revienta sobre la faz del turbulento Atlante. Bolívar! El mimado de la Gloria el genio de la espada el que llevó sumisa, encadenada a las flotantes crines

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de su corcel fogoso, a la victoria. El hombre bueno entre los hombres grandes el genio colosal entre los buenos el que por pedestal tiene los Andes y por corona la fulgurante nube preñada de relámpagos y truenos. (Rivas, 5)

Desde un principio Rivas Groot enaltece las imágenes del patriótico canto a través de imágenes esplendorosas. Su admiración se destaca cuando se refiere a Bolívar, al hombre gigante cuando en lo más alto de los Andes, le sonríe al continente americano. El nombre del Libertador surca el firmamento cada vez que la tormenta lo repite. El poeta encomia al héroe venezolano con sentimientos de admiración. Gracias a Bolívar y a la genialidad de sus estrategias militares a lo largo de la cordillera andina, y a todos sus sacrificios, el firmamento de América puede al fin sentir la esperanza de la libertad anhelada. A medida que el estruendo de los relámpagos y la naturaleza se unen a la gesta emancipadora de Bolívar, el despotismo español es vencido y da paso a una nueva era gloriosa de libertad y progreso en nuestro continente americano. De allí el interés del poeta de conducirnos a seguir el sendero que nos encamine hacia un futuro más prominente para nuestras naciones. No obstante, José Rivas Groot aconseja que parte del progreso venidero esté basado en el culto a los hombres grandes como Bolívar, cuyas obras y sacrificios han sido inscritos en el más alto pedestal de los Andes. Asimismo, el bardo colombiano propone que las nuevas generaciones americanas se comprometan a seguir las mismas huellas que siguieron los héroes como el Libertador para brindarnos un futuro glorioso, y ante todo libre.

La figura del Libertador y su ideología bolivariana se convierten en fuente de inspiración para los discursos literarios de los autores modernistas de Hispanoamérica. Su fama se extiende hasta la región del cono sur de América. Su imagen empieza a formar parte del repertorio literario de autores como el ensayista uruguayo José Enrique Rodó. Hacia la última década del siglo XIX, José Rodó ve en la figura del Libertador al representante idóneo del hombre guerrero e idealista. Bolívar era de esos pocos

70 hombres poseedores de una personalidad aguerrida y una visión ideológica clarividente. Estas características del Libertador eran esenciales para guiar a una nueva generación de jóvenes americanos hambrientos de libertad, patriotismo y unidad continental. Esto es lo que el uruguayo escribe en las primeras líneas de su ensayo dedicado al Libertador:

Algún destello del alma de Alcibíades parece reflejarse en el bronce de esa figura de patricio mozo y sensual, poseedor inconsciente de la llama del genio en quien la atmosfera de la Europa, inflamada en el fuego de las primeras guerras napoleónicas, excitó el sentimiento de la libertad política como una inclinación de superioridad y de nobleza, llena del tono clásico y hostil… Algo de esta súbita exaltación hay en el heroísmo de Bolívar. Desde que su conciencia se abrió al mundo, vio acercarse el momento de la Revolución, participando de los anhelos que la preparaban en la secreta agitación de los espíritus; pero ese vago hervor de su mente no imprimió carácter a una juventud que, en su parte expresiva y plástica, tuvo un sello distinto del que se buscaría como anuncio de las supremas energías de la acción. (Rodó 214-215)

De acuerdo con el análisis de Rodó, el prócer venezolano, además de ser un militar aguerrido, también posee ciertos matices característicos que lo distinguen no sólo como un rebelde, sino también, como un héroe clásico. Desde esta misma concepción “Bolívar aumentó su influencia sobre sus seguidores al final de siglo—apunta Mariela Wong—porque encontraron en él reunidas las características de los héroes clásicos” (Libertadores y locos 128).El ensayista uruguayo enaltece el heroísmo militar que el general Bolívar muestra en los años de la independencia suramericana. De igual manera elogia los ideales de progreso de Bolívar y su incansable fervor por forjar una nueva mentalidad entre los americanos. Una mentalidad de unidad, igualdad, libertad y progreso para mejorar la calidad de vida en nuestro continente americano. El héroe caraqueño fue “grande en el pensamiento, grande en la acción, grande en la gloria, grande en el infortunio; grande para magnificar la parte impura que cabe en el alma de los grandes, y grande para sobrellevar, en el abandono y en la muerte, la trágica expiación de la grandeza” (Rodó 213). Con referencia a estas líneas sobre la grandeza de Bolívar en el ensayo de Rodó, Isaac Goldberg apunta:

¿No es una soberbia, aunque sencillamente orquestada, es una introducción a un estudio que amplifica el tema inicial con iluminada vultuosidad de pensamiento y de

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lenguaje? “La trágica expiación de la grandeza.” No es esta una frase memorable y no sintetiza a maravilla el aislamiento de la superioridad. Pues la vida de Bolívar, múltiple como fue, revela al final tragedia de ser grande: y su ironía. (232-233)

En su análisis del ensayo “Bolívar”, Hugo Torrano señala que José Enrique Rodó surge como “el crítico histórico que se identifica en esas páginas con el creador intuitivo, con el artista historiador que aprehende la realidad pasada y, en este caso, la transfigura y sublima con intención americanista” (217).

Isaac Goldberg sostiene que en el ensayo sobre el Libertador:

…resplandece la propia creencia ardorosa de Rodó en los destinos de una América española unida por los vínculos de una ilustrada solidaridad. Al revelar la nobleza de Bolívar, revélase él también cual firme sacerdote de la alta democracia en la que–según en Ariel declara explícitamente—el pueblo puede alzarse por encima de la mera fascinación de su número. (231)

F. García Godoy a su vez, hace un análisis estético sobre el ensayo del Libertador. Según él, existe una profunda relación entre los ensayos de José Enrique Rodó y las estatuas del mundo clásico. El tema primordial en los ensayos del uruguayo es el hispanoamericanismo, allí se puede apreciar más fácilmente “…el perfume, el color, la música, el movimiento, la vida… del continente americano” (125).

Con respecto al ensayo “Bolívar”, F. García Godoy apunta:

Es magistral el estudio en que exhibe, con penetrante análisis, aquilatada fuerza de erudición e insuperable vigor de colorido, la gran figura del más conspicuo representante de la epopeya de la independencia de América. La palabra, órgano maravilloso del pensamiento, aventaja indudablemente en fuerza de expresión, en color, en vibración, en plasticidad misma, a todas las formas y procedimientos en que se troquelan bellamente las creaciones artísticas. No hay simbolización broncínea o marmórea, figuración pictórica, que pueda presentar nada que supere en intensidad de expresión, en escultural relieve, al Bolívar magnifico esculpido por Rodó en estas páginas de permanente vibración, con el cincel creador de su alto y profundo pensamiento. (125-126)

A inicios del siglo XX, al igual que Martí, Darío y Rodó, el poeta chileno Vicente Huidobro (1893-

1948), cuando apenas empezaba su carrera literaria bajo la influencia del modernismo, le compone una bella alegoría a Simón Bolívar. En su composición Huidobro hace un recuento fugaz de la vida del prócer venezolano cuando aún éste era un niño tímido. El chileno describe a Bolívar sentado bajo un árbol

72 durante una tranquila noche en Venezuela. Es allí cuando el joven oye el llamado de la Naturaleza para liberar a su tierra natal de las fuerzas españolas que la oprimían. En la primera parte de su composición, el chileno presenta una descripción de Bolívar muy parecida a la que Martí hace en su cuento Los tres héroes cuando hace referencia a los ojos del Libertador:

Alegoría de Bolívar

Era esbelto como la palabra héroe y tenía los ojos de relámpago libertador. Se llamaba Simón.

La cabeza erguida parecía estar contando los planetas. En la garganta sentía el gusto amargo de la tempestad que se avecina.

El ensueño entornaba los parpados y alguna repentina imagen violenta volvía a levantarlos y dilataba las pupilas. (Huidobro 1:893)

A lo largo de la obra, Huidobro encomia a Bolívar engrandeciéndolo con el uso de metáforas como “huracán” para resaltar el valor y el temperamento aguerrido del joven venezolano. “El huracán

Bolívar no reposa/ Vencido o vencedor, no se fatiga ni conoce el desaliento” (1:894).

Simón, hay tinieblas sobre el mundo. Aun reina la noche en tus Américas. Hoy los hombres estamos empeñados en libertar al hombre de una esclavitud igual si no mayor a la que tú rompiste.

Estamos batallando por una libertad más alta que la tuya. La libertad total a que aspiramos busca en estas tierras un nuevo y gran Libertador.

Pronto Simón, desata tus amarras de las sombras, desenvaina tu espada color de lluvia bienhechora y toma tu sitio en nuestras filas…(1:895)

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En la cuarta parte del poema el poeta chileno menciona la importancia ideológica que el legado de Bolívar ha tenido en la historia del continente americano. Huidobro, al igual que el Libertador, va más allá y se adelanta en el tiempo al notar que, aunque el esfuerzo de Bolívar fue importante para liberar a

Sur América del yugo tiránico español, el esfuerzo del prócer venezolano no ha sido suficiente. Huidobro señala que, a pesar de que Bolívar nos liberó de la esclavitud, todos sus intentos no fueron suficientes para liberarnos de todos los males que todavía, hasta el presente, perjudican a nuestro continente. El chileno, al igual que Rodó, exhorta a las nuevas generaciones americanas a que sigan el ideal de libertad y unidad continental que tanto anheló Bolívar antes y después de las gestas de independencia.

Cabe señalar que a finales del siglo XIX, no sólo en Hispanoamérica el nombre de Simón Bolívar hace parte del discurso literario de los escritores modernistas. Simultáneamente en España, el mito del máximo héroe de la independencia americana se expande y despierta, tanto el interés, como la crítica de algunos escritores modernistas españoles.

A finales del siglo XIX, específicamente en 1898, no solo tras la derrota de la armada española a manos de los Estados Unidos, sino también por la pérdida de sus últimas colonias en el hemisferio occidental, la corona española se ve afectada económicamente. Este deterioro económico causa un gran impacto en su estructura política, en la cultura y esencialmente afecta la estabilidad espiritual de su sociedad.18

En su artículo “Bolívar: un héroe hispano”, Mariela Wong señala cómo los escritores finiseculares de la generación del 98 se ven afectados por el continuo deterioro político que azota a

España a finales del siglo XIX. Wong se propone analizar la importancia y la función que desempeña la figura de Bolívar en la construcción del ideal heroico hispánico finisecular de la península. Asimismo,

18 Para más información sobre estos temas políticos, económicos y culturales que tiene que afrontar la sociedad española durante esa época pueden consultarse obras como España 1900: Modernismo, anarquismo y fin de siglo de Lily Litvak, Modernismo y 98 de Carlos Mainer, Juventud del 98 de Blanco Aguinaga, La invención del 98 y otros ensayos de Ricardo Gullón.

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Mariela Wong pone énfasis en la trascendencia de una hispanidad transatlántica. Al igual que España, varias naciones del viejo continente no dieron importancia a crear una relación histórica con sus colonias. Por lo tanto, ella toma como referencia unas líneas que Ángel Gavinet le escribe a Unamuno sobre la importancia de crear una relación histórica entre las colonias americanas y España:

Lo “original” español reúne las cualidades esenciales de los hombres admirados por esta generación de escritores, que ansiaba cierta unidad transatlántica como resultado de la inestabilidad política y económica presente desde la invasión napoleónica de 1804 en España. Caracterizar las colonias por su “origen” español permite justificar la inclusión de los próceres americanos en el repertorio de los héroes españoles (Citado por, Wong, 416). 19

A inicios del siglo XX aparecen en España varios escritores modernistas que se interesan por el mito de Bolívar. Algunos de estos autores encomian el oficio del máximo héroe de las guerras de independencia americana en su victoria contra la corona española. Su admiración por el prócer venezolano los lleva a considerarlo como uno de los héroes hispanos más importantes, si no el más importante. Por lo tanto, podemos observar como en sus poesías, ensayos y otros discursos literarios, estos intelectuales enaltecen la figura del héroe venezolano cómo uno de los máximos exponentes de la

“raza hispánica”.

El escritor modernista catalán Eduardo Marquina Ángulo (1879-1946) es uno de esos autores que muestran su admiración por la figura histórica de Bolívar. En su composición “En loa y elogio de la

Ciudad de Caracas”, el escritor catalán no enaltece al prócer americano directamente. Sin embargo, lo hace a través de un bello poema en el cual alaba a Caracas por haber sido el lugar que vio nacer al máximo héroe de la independencia suramericana.

19 Para más información sobre este tema véase también “Porvenir de España”. En homenaje a la generación del 98 de Ángel Gavinet.

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En Loa y Elogio a la ciudad de Caracas

…¡Alta y en alto; que eres su cuna! alta y en alto, donde ninguna rencilla vieja macule el viento, cuando, arbolando mi lira hispana tal como el arco de un monumento combado sobre su gloria humana, de paso al nombre que, en su bravura, resume un mundo y otro inaugura; de paso al nombre de aquel Atlante que, como dedos, movió naciones, que andando recio, sacó adelante sueños que fueron constelaciones; de paso al nombre del fiero vasco hecho de luces y de peñasco, de aquel ibero, venezolanos, que es mío y vuestro; ¡que es nuestro, hermanos! ¡ Bolívar, padre de americanos… (Arteaga, 286)

Eduardo Marquina presenta al Libertador como el símbolo icónico americano, lleno de majestuosidad y valor patriótico; él considera que estas cualidades que el caraqueño posee son características dignas, provenientes de su herencia española. Según el escritor catalán, Simón Bolívar es el auténtico héroe americano que se ha encargado de extender la estirpe de héroes españoles al Nuevo

Mundo americano.

SINTESIS

“¿Sabes cómo ha surgido esa bandera ciudad? —Dios la prospere, de manera que no vean el fin de su camino nuestro oro y sangre, por su azul genuino! --Yo sé cómo ha surgido esa bandera: grande era el rojo y gualda de mi España; Bolívar quiso más, lo más no daña si es filial la ambición, el brazo hermano; Bolívar quiso más; llevó sus huellas más allá de lo humano; trepó a unas cumbres, se mantuvo de ellas, vio cerca el cielo, levantó su mano,

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y haciendo lo español venezolano ¡en los dos tonos del pendón hispano prendió un girón de cielo con estrellas! (Ibíd. 287)

Desde otro ángulo, el madrileño Pedro de Répide (1882-1948) marca su estampa de escritor modernista al hacer un pequeño y colorido retrato costumbrista de la ceremonia matrimonial del prócer venezolano con la joven María Teresa Rodríguez en España.

La Boda de Bolívar

Mañanita madrileña, iglesia de San José, hay una bella boda de rumbo entre personas de prez.

La novia, mantilla negra, que Almagro la vio tejer, Y mejor que una diadema, la peineta de carey, que le envidiara la frente de la mujer de un virrey.

El novio, mozo y galán que rima con la mañana, sobre la guerrera azul, rayo de sol la engalana con banderola amarilla de la insignia americana.

Se llama Simón el novio, y la novia Teresa es, chispera de maravillas con familia de Márquez. (Ibíd., 288)

En prosa, Pedro de Répide también le dedica un capítulo entero a Simón Bolívar en su libro La lámpara de la fama. El capítulo es titulado “Bolívar y España”. Allí el escritor modernista relata la historia de la vida del Libertador usando una prosa clara y simple, no obstante, abundante en lindas imágenes. En las primeras líneas, empieza narrando cómo uno de los primeros familiares del prócer venezolano, un vasco hidalgo llamado Simón Bolívar, parte en 1557 de España hacia Santo Domingo.

Cuenta el autor que el caballero vasco permaneció treinta años en la isla caribeña y, después de

77 conseguir una gran fortuna, partió a Venezuela donde finalmente se radicó con su familia. De allí en adelante el escritor madrileño presenta la genealogía del Libertador, y los eventos más importantes de su vida. Hacia el final, Pedro de Répide describe la triste y solitaria muerte del héroe caraqueño:

Murió el 17 de Diciembre, a la una del día. Cuando se trató de amortajar el cuerpo de aquel hombre que había nacido poseedor de una fortuna cuantiosa, que había manejado como dictador el tesoro de varios pueblos, no hallaron de él más camisa que una rota, y le pusieron otra de Mier que trajo el general Silva. ¡Y quién sabe dónde habría tenido que morir, de no haber habido un español generoso, cuya casa fue la única hospitalaria para el que arrancó nuevas naciones de aquellos extensos y ricos territorios que fueron parte y orgullo del imperio de España. Así se extinguió la llamarada de aquel genio. Al sentirse al cobijo de un techo español, debió pensar en muchas cosas íntimas y cordiales de la patria madre. En sus antepasados hidalgos, en la raza gloriosa; y a través de otros amores y de otras pasiones, como todos los grandes de alma cuando están solos, se sentiría niño y muchacho, y aquel lejano y santo idilio de Teresa la madrileña pudo perfumar con su vago recuerdo los acongojados momentos de su mortal melancolía. (70)

En estas líneas que describen la muerte de Bolívar, podemos observar un tono irónico y lleno de resentimiento por parte del escritor español hacia el Libertador. Bolívar es presentado en un estado de decrepitud avanzada y al mismo tiempo como una víctima de sus propias tiranías. Según el autor, parecería irónico imaginarse a un hombre que había nacido entre tantas riquezas, y que, como dictador, hubiese malgastado el tesoro de las naciones que liberó, muriendo en un estado de tan lamentable pobreza. Sin embargo, cuando Bolívar se encontraba en medio de tanta miseria y soledad, fue un español quien al final lo ayudó. Irónicamente, este hombre, proveniente de ese imperio del cual el

Libertador había arrancado tantos territorios, fue quien le brindó su casa para que pudiera morir en paz. Durante sus últimos días, Bolívar estaba fundido en medio de una patética y fatídica soledad. Sólo los recuerdos de los seres y cosas íntimas que estaban relacionadas con España, de su raza gloriosa, era lo único que lo acompañaba en sus últimos momentos de melancolía. A través de estas líneas, por un lado, observamos como el escritor español, trata de engrandecer el poderío del imperio español durante los años de la conquista. Por el otro, Pedro de Répide critica severamente al Libertador con un sarcasmo mordaz. El madrileño describe a un Bolívar deteriorado y enfermo, de una forma degradante

78 y patética. Sin ningún remordimiento, lo desmitifica completamente y se atreve a llamarlo dictador malgastador de tesoros. Esta técnica envilecedora la utiliza varias veces Pedro de Répide para humillar al prócer venezolano. En otra ocasión durante un encuentro entre Simón Bolívar y la reina María Luisa, cuando éste era tan solo un muchacho, critica las andanzas amorosas del americano:

Allí conoció María Luisa a Simón Bolívar, el gentil subteniente de diez y siete años, y hubo una noche en que la soberana disfrazada requirió la compañía de aquel doncel que había de ser el desmembrador de su corona; y con ese galán, con ese paladín, al amparo de esa espada que había de ser gloriosa, volvió a palacio entre las sombras de las revueltas callejuelas, dispuestas quizás para la traición y para el crimen, pero también propicias para la aventura y el amor. (20)

Otro autor modernista de la península que se interesa por los temas americanos es Francisco

Villaespesa (1877-1936). Villaespesa fue uno de esos pocos poetas que logró sobresalir en el ámbito teatral de su tiempo. Durante la última etapa de su vida viajó a Latinoamérica donde permaneció por varios años. Allí creció su admiración por la literatura hispanoamericana y por los héroes de la independencia americana como Simón Bolívar. Su obra literaria durante esa época de su vida la dedicó a escribir sobre temas americanos. Entre sus obras más importantes encontramos la creación del poema dramático titulado Bolívar. Francisco Villaespesa sentía una admiración desaforada por el Libertador. A través de una inspiración dramática compuso una grandiosa obra teatral para glorificar al máximo héroe de la independencia americana. De acuerdo con José Álvarez Sierra: “Paco Villaespesa se propuso y logró presentar en esta obra al Bolívar héroe de epopeya, un Bolívar que hace pensar en Rodrigo, que solo puede descender del Romancero; que, no pudiendo conquistar ya el Nuevo Mundo, decide ser el conquistador de América” (147).

La obra consiste de un prólogo y tres actos. La trama comienza con el prólogo y toma lugar en

Roma. Mientras tanto, la acción de los tres actos sucede en Caracas. Algunos de los personajes poéticos son creados por Villaespesa, otros son históricos. No obstante, dentro de la obra, todos los personajes

79 aportan al drama un colorido especial, que permite centralizar a Bolívar como el eje principal de toda la acción. Según Eladio Cortés:

Es la figura de Bolívar la que contiene los méritos de la obra, pues el autor ha sabido darle distintas facetas que complementan su personalidad de una manera muy teatral. Unas veces aparece Bolívar como héroe de la novela, cortesano, aristócrata, elegante y otras veces lo presenta como el perfecto seductor , el don Juan venezolano, o como el Bolívar heroico y genial que excita su fantasía con sueños casi imposibles que lo convierten en el caudillo intelectual que maneja la pluma tan bien como la espada. (135)

La obra “es un canto a la libertad, —indica Eladio Cortés— pero no individual, sino nacional y como consecuencia todos los actos personales y las vidas de los protagonistas están dirigidos a lograr esa finalidad de liberar a una nación de la ocupación y conquista española” (127).

“Bolívar”

¿Cómo negar quien nos dio sus fueros y enseñó a nuestras nobles rebeldías a luchar cual sus fieras germanías y morir cual sus bravos comuneros?... Por ser sus hijos, porque el cielo plugo que encendiese su sangre nuestras venas, no admitimos tirano ni verdugo, ni queremos prisiones ni cadenas!... Y al desgarrar los lazos opresores, volaremos a España y le diremos: --¡ Si libre tú también, que no queremos que entre cadenas prisioneras llores!... --Leona, da al viento tu melena brava, y un himno heroico en tu rugido vibre, que tus hijos de América ya libre, te dan la libertad que te faltaba!... (Citado en Cortés 131)

Pocos años después, mientras el dramaturgo español se encontraba en el Perú, fue elegido por el gobierno de este país para crear una obra en conmemoración del centenario de la batalla de

Ayacucho. Tras la gran acogida que su obra Bolívar había tenido en Colombia y Venezuela, Villaespesa decidió crear otra obra teatral similar que conmemorara el belicoso combate. Por un lado, la nueva obra

80 debía encomiar el gran enfrentamiento del 9 de diciembre de 1829, donde los ejércitos independentistas finalmente lograron terminar con el dominio colonial español, sellando así, la independencia del Perú. Por el otro, Francisco Villaespesa también debía elogiar el magnífico desempeño de la campaña emancipadora del Libertador. La obra teatral fue titulada El sol de Ayacucho.

La obra fue catalogada como un poema dramático dividido en tres actos y con verso original de

Francisco Villaespesa. Al igual que en su anterior obra “Bolívar”, el dramaturgo español sitúa al

Libertador en una época histórica donde el espíritu nacional de todo un país valora con júbilo el significado de su grandeza. Todo es celebración y regocijo. La presencia de Bolívar es lo más llamativo de la obra, sin embargo, en el fondo, esa gloria del Libertador es complementada con el simbolismo de la acción colectiva de una nación que había unido fuerzas para combatir el despotismo español que la oprimían. En la última escena del tercer acto, mientras Bolívar se encontraba rodeado de Manuelita

Sáenz, José Joaquín Olmedo, la marquesa de Lorite, varios oficiales del ejército, algunos soldados y la gente del pueblo, lee a todos los allí presentes la siguientes líneas:

“EL SOL DE AYACUCHO”

Acto tercero

SIMÓN BOLIVAR

…Victoria! ... Otra Victoria!...

(La divina palabra aletea hasta la plaza en un clamor glorioso.)

El nueve de Diciembre!... En ese día Sucre sus sienes coronó de gloria!...

El virrey y sus tropas se han rendido!... Yo juré que al Perú libraría, y ya mi juramento está cumplido!... (Todos se abrazan llorando de felicidad)

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Ayacucho, ese nombre excelso y puro es el sol del Perú que refulgente despunta entre las glorias del presente para brillar eterno en el futuro!...

No temed al destino, peruanos!... NO han de ceñir cadenas vuestras manos!... Y mientras fijo en la celeste esfera ese sol inmortal sus rayos vibre, siempre habrá de flotar gloriosa y libre como aurora triunfal vuestra bandera!...

MUCHEDUMBRE (Cantando en la plaza mientras desciende el telón.)

Ya levanta orgullosa la frente el Perú que gimió en la opresión!... Es ya libre todo el Continente: ¡Loor eterno al invicto Simón!... (Villaespesa 221-222)

FIN

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CAPITULO III

LOS ASPECTOS DEMOGRAFICOS DEL PROYECTO BOLIVARIANO EN LOS ESCRITORES MODERNISTAS

HISPANOAMERICANOS

Simón Bolívar fue uno de esos hombres que abrió el camino para un mejor futuro político y social americano. Su ideología ha dejado una herencia profunda. A través de los últimos siglos, las ideas demográficas de su ideal bolivariano han servido como incentivo para el mejoramiento cultural, pedagógico, y equitativo de las nuevas generaciones americanas. Uno de los propósitos de este capítulo es destacar cómo la herencia del pensamiento del Libertador ha sido transcendental para reforzar la integridad social, cultural y política de nuestro continente americano. Temas como la igualdad racial, el mestizaje y la esclavitud se convirtieron en elementos importantes para la formación autóctona del nuevo hombre americano. En base a esto, se deberá tomar muy en cuenta cómo la influencia política del prócer venezolano influyó, no sólo en la originalidad de nuestros líderes, sino en los derechos cívicos, políticos y morales de todos los americanos. En el mismo sentido, también se puede destacar de qué manera la ideología de Bolívar ha sido imprescindible para forjar una motivación ideológica entre los escritores modernistas hispanoamericanos como José Martí, Rubén Darío, José Enrique Rodó, Rufino blanco Fombona y otros. Asimismo, analizaré cómo el ideal bolivariano ayudó a crear nuevas fuentes de justicia social entre los americanos

La primera década del siglo XIX marca el inicio de las guerras de la emancipación americana.

Este proyecto independentista encabezado por el venezolano Simón Bolívar comienza alrededor de

1810. El ideal principal del prócer caraqueño era la libertad. La libertad de las naciones americanas, pero principalmente, de sus habitantes. A lo largo de su carrera política y militar, Bolívar luchó arduamente por los derechos de los criollos, de los indios y de los esclavos del continente americano. Su concepto humanitario lo llevó a defender los derechos de todos los americanos, también lo impulsó a crear y organizar los gobiernos de los países liberados.

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Su ideal bolivariano se consolidó a través de los años como un modelo esencial de identidad nacional, patriotismo, e igualdad, tanto racial, como social, para todos los hombres americanos. Las incontables páginas de sus decretos, discursos y cartas, tanto políticas como personales, marcaron una pauta importantísima en la creación de una conciencia ideológica entre políticos, literatos y pensadores americanos, entre ellos, los escritores modernistas hispanoamericanos. A pesar que en sus escritos sobresale la esencia de las ideas filosóficas europeas de la época, el impacto visionario que produce el americanismo de sus escritos es trascendental en la formación de nuestro continente. Según el escritor modernista venezolano Mariano Picón Salas, la influencia visionaria que han dejado los escritos del

Libertador en las generaciones americanas posteriores, se pueden apreciar a lo largo de su carrera político-militar:

El Bolívar del “Manifiesto de Cartagena” corrige ya al vago soñador de 1810; el de la “Carta de Jamaica” saca su primera revolución venezolana por todo el continente convulsionado; el del “Discurso de Angostura” crea la primera confederación de pueblos; el de la Constitución de Bolivia conoce las terribles fuerzas de disgregación y anarquía que habrán de desatarse después de la Independencia…El congreso de Panamá en 1826 es un episodio trágico, porque debiendo expresar la anfictionía del Nuevo Mundo, muestra ya las grietas de la desintegración. (263)

Además de sus victorias más trascendentales en los campos de batalla, Bolívar fue uno de esos pocos guerreros que también poseía una tremenda pasión por la escritura. Después de dedicar muchos años al estudio filológico de los escritos del Libertador, Rufino Blanco Fombona lo considera como un hombre revolucionario, no sólo en la guerra, sino también un novedoso escritor:

Lo atestiguan sus cartas, donde recorre el diapasón de los efectos, desde la placida amistad hasta la tristeza salomónica; sus proclamas, fulgurantes de poesía épica; sus discursos persuasivos y profundos; sus documentos, a menudo de una armonía admirable entre la sobriedad del estilo y la altitud mental. Cuando es pensador, como en el congreso de Angostura, la expresión gana en sobriedad lo que pierde en brillo…Conciso no siempre lo fue, sobre todo al principio. Entonces la pasión desbordaba en su alma; y la pasión de libertad, como una llama, encendía su prosa; los adjetivos, las imágenes salen brotando de su pluma, cual rusiente lava de cráter. Después fue depurándose aquel lenguaje titánico hasta 1825 en que alcanza la belleza que le

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prestaba otra exaltación: la exaltación dionisíaca del triunfo de la fuerza. Más tarde a partir de 1828, es la tristeza la que mueve aquella pluma y apesadumbra que el espíritu; el estilo es arrebatado y doliente; se escuchan truenos de profeta hebraico; se ve el orgullo sangrentado, los desengaños imperan. Asistimos al drama de un grande espíritu vencido por la vida, ya sin esperanzas, despechado, impotente… (Espíritu de Bolívar 165- 166)

José Enrique Rodó, comparte asimismo, el punto de vista de Blanco Fombona sobre las cualidades literarias de Bolívar. En su ensayo sobre el Libertador, el ensayista uruguayo hace referencia sobre el talento retorico que Bolívar desplegaba en sus cartas, proclamas y discursos políticos y personales:

Tan interesante como la aptitud política es, entre los talentos accesorios del Libertador, la facultad de la expresión literaria… Por otra parte, en la trama de esos documentos oratorios suele mezclar sus hebras desteñidas y frágiles el vocabulario de la retórica política, que es la menos poética de las retoricas, con sus vaguedades y abstracciones y maneras de decir acuñadas para socorro común en las angustias de la tribuna; y así en las proclamas y arengas del Libertador, el relámpago genial, la huella leonina, la imagen, la frase o la palabra de imperecedera virtud resaltan sobre el fondo de esa declamación pseudoclásica adaptada al lenguaje de la modernas libertades políticas… en las cartas, la propia naturaleza del genero mantiene un aire de espontaneidad que no excluye, por cierto, ni la propia naturaleza del género mantiene un aire de espontaneidad que no excluye, por cierto, ni la elocuencia ni el color. Ya abandonadas y confidenciales; ya acordadas a un tono algo más lirico u oratorio, si la ocasión lo trae de suyo; ya a los aspectos de su sensibilidad, radiante o melancólica, las castas forman un interesantísimo conjunto. (242-243)

A su vez, la escritora modernista uruguaya Juana de Ibarbourou en su obra “Alabanza a

Bolívar”, no sólo destaca las cualidades militares del prócer venezolano, sino que también encomia las cualidades literarias de Bolívar cuando sostiene:

El Libertador es grande en la oratoria; pero, su estilo epistolar tiene un encanto indecible. Nada más sobrio y más elocuente a la vez. Estas cartas escritas con simple elegancia abogan mucho a favor del buen gusto y el personalismo de Bolívar. El epistolario político traduce energía, decisión, lealtad, aparte del indudable genio militar que revelase y de la actividad asombrosa de que son testimonios… Ni su naturaleza enfática, ni la influencia de sus autores predilectos, ni el amaneramiento literario de la época, le hacen caer en excesos de ninguna clase, ni lo llevan jamás a la ridícula

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situación de la gente que quiere lucir en su correspondencia sabiduría… Por eso Bolívar merece que se le tenga por un verdadero escritor. (Herrera Torres 69-70)

En la misma concepción, Pedro Henríquez Ureña fue otro crítico literario que destacó las cualidades literarias del prócer venezolano cuando apuntó:

El mismo Bolívar (1783-1830), el más brillante y original de los libertadores, el Liberador por excelencia, escribió un idioma claro y vívido. Sus mejores páginas son probablemente las de su discurso ante el Congreso de angostura (12 de febrero de 1819), con que presentó el proyecto de una constitución hecho por él mismo y por Zea para la república de Colombia. En sus cartas hay pasajes sorprendentes, especialmente la “profecía” escrita en Jamaica (6 de septiembre de 1815). (103)

Vicente Lecuna también ha catalogado las cartas, proclamas y discursos de Simón Bolívar como documentos:

Donde se acrisolan sus dotes oratorias, conjuntan definitiva gravedad de idea y de forma, rebozan de palpitantes emociones y vividas imágenes. Todo lo cual induce a que se discierna en dicha prosa un ritmo propio que proviene de la ordenación de las ideas, ideación que varía musicalmente según cambia la arquitectura de la frase al tenor de su contenido emotivo e intelectual. (Citado por Avilés, 319)20

Desde otra perspectiva, Rufino Blanco Fombona ha señalado que los escritos de Bolívar, no sólo fueron admirados por la gente culta de la época, sino que también, de una manera u otra, estos documentos sirvieron para influenciar a los políticos y militares contemporáneos del Libertador:

Sus proclamas y documentos los imitarían en toda la América y aun en la Península: San Martin en , Quiroga y Riego en España, Guadalupe victoria en Méjico. A partir de 1817 San Martín y los chilenos empiezan a hablar de la expedición libertadora y del ejército del Liberador. San Martín recibía documentos bolivianos tal vez por medio de Paz del Castillo y García del Rio… En toda la revolución del Plata sólo dos hombres hablan, escriben y proceden desde el principio, un poco a la manera de los hombres de Caracas. y Bernardo Monteagudo. Alguno otro ejemplo pudiera aducirse tal vez en otras colonias de América. (El espíritu de Bolívar 164)

Sin embargo, la importancia de la influencia literaria e ideológica que ejerció la prosa del

Libertador en generaciones siguientes, no concluye allí. Gran parte de los documentos que él redactaba,

20 Para más información véase Proclamas y Discursos del Libertador, ed. de Lecuna.

86 debían cumplir un fin práctico. Así pues, “…por haberse expedido a cada paso del extenso itinerario de

Bolívar—señala Martha Hindebrandt—son ricos en variados términos locales” (17). Por tratarse de la urgencia de algunos de estos documentos, y tomando en cuenta la variedad y extensión territorial de la

época, ella insiste: “Había que hacerse entender de alcaldes o guerrilleros en pueblecitos recónditos, pedir informes, coordinar operaciones, dar órdenes urgentes, reclamar vitales contribuciones en dineros o en especie. Todo eso lo hace Bolívar…” (11).

De acuerdo con Eduardo Subirats: “La Carta de Jamaica” fue uno de los más distinguidos textos fundacionales de la Independencia americana” (465). Más adelante en su texto añade: “…la carta de

Bolívar fue, sobre todo, uno de los textos pioneros del pensamiento ilustrado en América Latina” (565).

Esta famosa carta del Libertador continua Subirats; “…es una declaración de principios, o ideario revolucionario, situada en los confines geopolíticos de la Ilustración europea, pero al mismo tiempo, constituye también un límite filosófico a la concepción europea de ilustración” (465). A su vez, Miguel

Gomes también hace referencia sobre el famoso documento desde un punto de vista patriótico y nacionalista al señalar:

En la “Carta de Jamaica” se presenta, en efecto, el proyecto de una patria-continente cuya cohesión no elimina lo heterogéneo… ésta establece un marco apropiado para la expansión de las alegorizaciones de lo nacional. Si la nación depende no sólo de un “origen” (natío) sino también de una “lengua”, un “gobierno” y otros factores en un infatigable movimiento entre polos, no es de extrañar que el escritor de la época, conocedor de los ideales miméticos del arte antiguo y el neoclásico, estuviera consiente de que lo que se solía denominar “fondo” y “forma” fuesen sin exc lusión terrenos aptos para el ejército alegórico nacionalista. La ideología no se desprende, por lo tanto, de una disciplina verbal autorizada por la tradición poética y oratoria. La misma carta se entrega a esa sincronía… (46-47)

Esta misma concepción sobre la importancia discursiva de los escritos del prócer venezolano la manifiesta Rufino Blanco Fombona cuando señala: “Por tener un exquisito temperamento de artista, por la cultura adquirida, por la violencia de sus pasiones… con Bolívar se realiza la revolución de independencia en las letras americanas” (El espíritu de Bolívar 165). Más adelante en su texto, el escritor

87 venezolano una vez más corrobora el fundamento de sus análisis con respecto al talento poético del

Libertador señalando:

Hoy nos damos cuenta de la revolución que inició e impuso en castellano el Libertador, por cuanto él no hizo profesión de las letras y esta aptitud literaria suya se apagaba o desvanecía ante el deslumbramiento de su epopeya. Bolívar es la pluma representativa de la renovación que, desde luego, siguieron otros, sobre todo en un mismo país y en los aledaños países adonde llegó antes la influencia de su prosa. Esta prosa procede de la prosa nerviosa, coloreada y sentida de Juan Jacobo; pero muy personal e impaciente en Bolívar. (Ibíd., 162)

Para resumir la importancia que constituyó el discurso del Libertador en la sociedad americana, tanto en las primeras décadas del siglo XIX, como en las generaciones siguientes, Mabel Moraña escribe:

Los textos de Simón Bolívar se ubican, en ese sentido, en la cúspide de la discursividad emancipadora. Por la vastedad y amplias repercusiones del proyecto bolivariano, esos textos nos permiten una aproximación al mismo tiempo global y específica a los conflictos y alianzas ideológicas que marcaron transición de la colonia a la vida republican en al América hispánica y una apertura a la tensa red de compromisos, negociaciones y desplazamientos que caracterizaron el surgimiento del pensamiento nacionalista y la implantación del modelo liberal a nivel continental. (33)

Escritores como José Martí, José Enrique Rodó, Rufino Blanco Fombona y otros, basaron sus conceptos ideológicos de pedagogía, mestizaje, indigenismo y libertad en las ideas del Libertador. “De lo que no cabe duda es de la influencia de Bolívar en posteriores generaciones, Domingo Faustino

Sarmiento, José Martí, y José Enrique Rodó, reconocieron que era el padre del pensamiento americano”

(Serna 203). Cabe señalar que uno de ellos, como es el caso del escritor cubano José Martí, dedicó su vida a luchar por conseguir la libertad de Cuba. El prócer cubano, al igual que Bolívar y San Martín, peleó incansablemente por difundir los ideales patrióticos de libertad. Martí luchó arduamente, no sólo por la independencia de su país, sino por la liberación política e intelectual del resto del continente americano.

Ahora bien, quisiera analizar someramente algunas de las características esenciales del ideal bolivariano. Asimismo, cómo el pensamiento del prócer caraqueño influyó en la ideología nacional,

88 social y económica de las jóvenes naciones americanas después de la independencia. Antes que nada, para entender el concepto bolivariano, debemos entender la mentalidad de Bolívar. Su ideología ha quedado manifestada a través de sus decretos, discursos, proclamas y cartas más importantes como: El manifiesto de Cartagena en 1812; La proclama de Guerra a muerte en 1813; La Carta de Jamaica en

1815, el Discurso al congreso constituyente de Angostura en 1819, La proclama de Ayacucho en 1824 y

La Constitución de Bolivia en 1826. Los aspectos demográficos más importantes sobre lo que tratan estas composiciones y que, por lo tanto, reflejan el pensamiento del Libertador, son: El mestizaje, el indigenismo, la igualdad racial, el poder moral, la educación, la libertad, la originalidad, la democracia y otros.

No cabe duda que Simón Bolívar adquirió una inmensa experiencia y sabiduría en los años de la gesta independentista americana. Sus primeros años de estudios en el viejo continente, al igual que la experiencia adquirida en las diferentes batallas, y su estadía en diferentes regiones americanas, le brindaron un panorama inmenso de la realidad del continente durante esa época. De acuerdo con

Rufino Blanco Fombona:

Bolívar recorre la América de un cabo a otro, múltiples veces. Y esto dura veinte años. Multiplicad 25 leguas por 365 días del año y tendréis 9.125 leguas. Multiplicad luego por 20 años de actuación libertadora y tendréis 182.500 leguas. Reducidas a kilómetros, tendréis cerca de un millón. Pero como todas las horas de su vida no se pasaron en marchas y contra marchas quitad cuanto queráis, 100.00 leguas, 200.00, 300.00, hasta medio millón, más aun. Siempre se tratará de cifras fabulosas, casi imposibles de concebir para la energía de un hombre. (El espíritu de Bolívar 81)

EL CRIOLLO AMERICANO EN EL PENSAMIENTO DE BOLIVAR

Uno de los problemas que más llamaron la atención del Libertador fue la mala relación entre el hombre español y el criollo americano. Esta realidad cruda y desafiante provenía de los efectos devastadores que el sistema colonial español había impuesto en el continente americano. Según Bolívar,

89 este era uno de los principales problemas que recaían sobre la persona y los derechos del criollo.

Problema que, desde los primeros años en el proyecto independentista, Bolívar fervorosamente denunció. Sin embargo, según el análisis de un reciente estudio hecho por Luis Tejada Ripalda, a pesar de los efectos negativos dejados por el colonialismo, el nuevo continente hispanoamericano conservaba una homogeneidad mayor en comparación con Europa.

En efecto, ha quedado muy claro que durante los siglos de dominación colonial, España había dejado implantado su sello en el Nuevo Mundo a través de la religión, la lengua, la tradición y la mezcla social. Los primeros pensadores americanos como “Simón Bolívar, José Martí y Manuel Ugarte, — explica Luis Tejada Ripalda— sostenían la existencia de la nación americana tomando como base la lengua, la raza, la religión y la tradición comunes…” (174). Según Tejada Ripalda, estas ideas de unidad continental eran muy comunes en la retórica de los criollos americanistas. Dentro de este contexto él añade:

Aquello es particularmente revelador porque el criterio de unidad, inicialmente elaborado por los independentistas, era de carácter étnico. En efecto, ellos hacían referencia a lo criollo no solo por la cuestión del poder, sino porque, objetivamente, este grupo étnico-social era el único que podía ofrecer un criterio de unidad continental. En los territorios de la antigua colonia española había un gran número de lenguas, razas, culturas, de las cuales los criollos y la cultura colonial eran minoritarios, No obstante, estos últimos eran los más ilustrados, los únicos que tenían comunicación regional e interregional, poseían una identidad cultural y étnica, tenían similares intereses económicos y una voluntad de poder que no tenían los otros grupos sociales. (175)

En su famosa Carta de Jamaica redactada el 6 de Septiembre de 1815, el prócer venezolano comienza su denuncia sobre la desbalanceada situación, tanto política como económica, que perjudicaba constantemente la existencia del criollo ante el peninsular. “La posición—señala Bolívar—de los moradores del hemisferio americano ha sido por siglos puramente pasiva: su exigencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más bajo de la servidumbre…” (Escritos políticos 70).

90

Los criollos cada vez más se sentían inconformes ante este estado vicioso que usurpaba sus derechos. “Se nos vejaba—argumenta Bolívar—con una conducta que, además de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente con respecto a las transacciones públicas” (Escritos políticos 70). Un sentimiento de inconformidad se manifestaba a lo largo del famoso documento. La preocupación del Libertador se radicaba principalmente en el desventajado lugar que los criollos ocupaban en la sociedad americana de la colonia. Según Bolívar, el opresivo sistema español trataba a los hombres americanos como “siervos” y “simples consumidores”.

El sistema mantenía a los criollos aislados del mundo. Los privaba de sus privilegios comerciales internacionales. Era un estado totalmente negativo. Entre sus conclusiones, el prócer venezolano resalta:

Estábamos, como acabo de exponer, abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno del estado. Jamás éramos virreyes, ni gobernadores, sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en calidad de subalternos; nobles sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes… (Escritos políticos 71-72)

Analizando las propias palabras de Bolívar podemos darnos cuenta cómo este problema entre españoles y criollos, no sólo repercutió en los derechos de los últimos, sino que desafortunadamente se convirtió en un problema con efectos secundarios. “Y sí bien las consecuencias de este alcanzan a los criollos, —explica Enrique Flores Cano— el problema se vuelve especialmente agudo para los otros grupos: indios, mestizos, negros etc.” (215).

La desventajada posición social donde se encontraban tanto los criollos, como los indios y negros, generó por un lado irregularidad, y por el otro lado, resentimiento. Durante la época de la colonia, aunque los criollos constituían un porcentaje pequeño en la sociedad, poseían cierta solvencia económica que les permitía educarse y mejorar su estado socioeconómico. Sin embargo, estos factores no eran suficientes para avanzar políticamente y obtener cargos en el gobierno. Por lo tanto, se empieza

91 a crear un resentimiento entre ellos. Los indios y negros, que formaban el mayor porcentaje de la población, vivían en la ignorancia y la pobreza. Entre ellos reinaba la inseguridad. Tanto indios como negros sentían una inmensa inseguridad ante un sistema feudal y religioso que los oprimía completamente. En conclusión, señala Luis Tejada Ripalda:

…la nación americana es un mito y no una realidad. Además, el ideal americanista fue originalmente criollo y fueron ellos quienes levantaron ese proyecto y construyeron ese mito. América meridional tenía múltiples rasgos comunes, pero como proyecto nacional sucumbió al aislamiento de sus miembros, a los intereses y a la segmentación forzada que impusieron los grupos dominantes. (175)

La visión de Bolívar era establecer un sistema, no sólo nacional, sino continental, capaz de integrarlos a todos bajo los mismos derechos de igualdad socio-cultural. En base a estos problemas de la sociedad americana de la época, el prócer caraqueño intentó divulgar el concepto del mestizaje.

MESTIZAJE

A lo largo de su carrera política, el concepto del mestizaje se convirtió en una de las prioridades ideológicas del Libertador. Por una parte, su preocupación se concentró en la creación de un nuevo hombre americano. Por otra parte, luchó por la construcción de una nueva identidad nacional, que pusiera fin a la violencia de la conquista española de América durante los años de la colonia. En su Carta de Jamaica apunta: “No somos indios ni europeos sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles” (Ibíd., 69). Esta misma concepción la manifiesta

Eduardo Subirats al señalar:

El nuevo sujeto de la independencia americana era una unidad flotante, que compartía a la vez las características de los dominantes y los dominados, sin poderse definir por ninguno de ambos papeles, o, más bien, asumiendo desordenadamente ambos a la vez. Con el indio compartía el espacio de nacimiento y los signos de identidad ligados a la territorialidad, compartía con el europeo la identidad intelectual. (474)

Para corroborar este concepto, Silvana Montaruli, a su vez sostiene:

92

Bolívar tiene conciencia de la originalidad de los hombres americanos, lo único que puede afirmarse como rasgo identitario es la hibridez que subyace al hombre americano producto de un ser que no puede llamarse “indígena” por la pérdida de esas culturas, pero que tampoco se reconoce como “ibera” ya que la conquista le había hecho patente su no pertenencia a esa cultura. (7)

La crisis político-económica y cultural en Latinoamérica a finales del siglo XIX e inicios del siglo

XX, ocasionó resultados negativos en las sociedades de nuestro continente. Esta crisis repercutió en el arte, la literatura y en el sentimiento espiritual de las inexpertas naciones que todavía estaban en busca de su propia identidad nacional. Entre las propuestas que Simón Bolívar había sugerido a través de sus doctrinas, estaba la creación de una identidad nacional propia. Una identidad autónoma basada en la autenticidad de la raza mestiza americana. Esta nueva raza no debía permitir distinciones sociales ni raciales. Asimismo, debía solidificar la unidad entre todas las naciones del continente americano. Esto es lo que escribió Bolívar al respecto en su discurso ante el Congreso de Angostura el 15 de febrero de

1819:

Tengamos presente que nuestro Pueblo no es el Europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y de América, que una emanación de la Europa; pues que hasta la España misma, deja de ser Europa por su sangre africana, por sus Instituciones, y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad, a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte de los indígenas se ha aniquilado, el Europeo se ha mezclado con el americano y con el Africano, y este, se ha mezclado con el Indio y con el Europeo, Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros Padres diferentes en origen y en sangre, son extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia. (Escritos políticos 103)

Esta misma concepción también la manifiesta más adelante en el mismo discurso cuando dice:

“La sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla” (Ibíd., 116). Bolívar había recorrido muchas regiones en todo el continente americano. En ellas presenció la continua desaparición de la raza indígena americana. “La mayor parte del indígena—dice Bolívar—se ha aniquilado” (Ibíd.,

103). Esta gran disminución de la población nativa, en la mayor parte, se debió a los tratos inhumanos que los indios recibieron por los conquistadores españoles. El héroe venezolano entendió que los

93 estragos del colonialismo en contra del indio habían sido devastadores, especialmente en las regiones del Perú, Bolivia y Chile. Por lo tanto, él aprobó decretos y leyes a favor de la protección de los indígenas.

Por otra parte, los negros esclavos, al igual que los indios, no sólo constituían un problema racial, sino que también eran parte del problema socioeconómico de la época. Desde sus primeros albores en la campaña independentista, el prócer venezolano muestra su objetividad ante el criterio inconformista de la esclavitud. Posteriormente en su discurso ante el Congreso de Angostura recalcó que “la esclavitud es la hija de las tinieblas…” (Ibíd., 97). Por consiguiente, “alertó a los gobernantes reiterando que la proscripción de la esclavitud, era una de las bases fundamentales para conseguir la igualdad social bajo un Gobierno Republicano” (Ibíd., 105). Para concluir su objetivo, más adelante en su discurso, el prócer caraqueño reiteró:

Vosotros sabéis que no se puede ser Libre y Esclavo a la vez sino violando a la vez las leyes naturales, las leyes políticas y las leyes civiles. Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis Estatutos y Decretos; pero yo imploro la confirmación de la Libertad absoluta de los Esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República. (Ibíd., 120)

Años atrás, mientras el Libertador se encontraba exiliado en Haití, tuvo que pedir ayuda militar a los líderes de esta nación. Esta ayuda le fue concedida por el entonces presidente haitiano, Alexandre

Pétion (1770-1818).21La condición era que Bolívar aboliera la esclavitud en los territorios que iba a liberar. El héroe venezolano accedió a las peticiones del líder haitiano, no obstante, años más tarde, mientras él era el presidente de la Gran Colombia, no logró poner fin a la esclavitud en dicho territorio.

La presión por parte de las clases altas era muy fuerte. La producción económica de sus clases estaban

21Después de la revolución francesa en 1789, las ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad se extienden a través del Atlántico. Dichas ideas llegan a la isla de La Española conformada por Haití y La república Dominicana. Alexandre Pétion fue un militar y político haitiano que luchó contra las fuerzas militares francesas por la independencia de Haití. Después de la independencia de Haití en 1805, la isla caribeña se convierte, después de los Estados Unidos, en el segundo país libre en el hemisferio occidental. Pétion fue presidente de Haití de 1806-1818. Murió el 29 de marzo de 1818 de fiebre amarilla.

94 basadas en la mano de obra de los esclavos, por lo tanto, después de muchas gestiones, Bolívar sólo pudo otorgarle la libertad a los hijos de los esclavos.22

Bolívar intentó reformar el sistema social de las naciones que había liberado. El quiso reformar el concepto del mestizaje en nuestro continente. A través de éste, el Libertador quería conceptualizar las naciones bajo un sistema social donde los criollos, indios, negros y mulatos contaran con los mismos derechos de igualdad. De acuerdo con Etienne Balibar este concepto que Simón Bolívar quería desarrollar en el continente americano, él lo denomina “etnicidad ficticia”. “Una etnicidad cuyo propósito principal es producir a los habitantes como comunidad nacional y crear un efecto de unidad…”

(Citado en Meléndez, 25).23 Asimismo reitera Balibar que “este concepto de ‘etnicidad ficticia’ no es idéntico con la nación, la patria, pero sin ella la nación aparecería como una abstracción…” (Ibíd., 25).

Sin embargo, cabe resaltar que si por un lado, esta idea de Bolívar no encajó con los conceptos filosóficos, económicos y culturales durante la primera mitad del siglo XIX, por otro lado, hacia finales del mismo siglo, dichas ideas sí fueron tomadas en cuenta por algunos escritores modernistas hispanoamericanos. De acuerdo con la ideología filosófica del positivismo europeo en la segunda mitad del siglo XIX, esta misma idea de igualdad de raza no constituía ningún progreso social, sino todo lo contrario, lo deterioraba. Los indios y negros durante ese tiempo todavía eran considerados seres inferiores a los de raza blanca. “El indio y el mestizo—apunta Leopoldo Zea—eran vistos como castas inferiores, degradadas. El indio era inferior, pero aun lo era más el mestizo” (La esencia de lo americano

143-144).” Esta misma concepción la manifiesta Zea en otro de sus textos cuando afirma:

22 En 1816 Bolívar empezó los trámites para abolir la esclavitud. En 1819 anuncia ante el Congreso de Angostura su posición a favor de libertad de los esclavos negros. En 1821 el general Bolívar liberó a sus esclavos, asimismo, siguió tratando de conseguir la libertad para todos los esclavos. La abolición de la esclavitud se convirtió en uno de los objetivos más importantes para Bolívar hasta el final de sus días. Para más información sobre este tema véase Simón Bolívar, de Gerard Masur págs. Memorias del general O’Leary, de Daniel Florencio O’Leary, La esclavitud en Venezuela de R. A. Rondón Márquez. Simón Bolívar y la abolición de la esclavitud en Venezuela, de José Marcial Ramos Guédes. 23 Para más information véase “The nation form: History and ideology”. Race, Nation, Class: ambiguous identities.

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La raza latina es considerada como una raza utópica, idealista y soñadora que sacrifica la realidad a sus sueños. Una raza que desprecia todo esfuerzo material y prefiere mantenerse en el mundo de los idealismos sin fruto. Necesariamente, se concluye, los pueblos formados por esta raza, tendrían que ser inferiores frente a los pueblos con espíritu práctico como Inglaterra y los Estados Unidos. (El pensamiento latinoamericano 2:163)

Más adelante en el texto se nos informa que “…en la historia—añade Telésforo García—la raza latina aparece como una raza sintética y la raza sajona como una raza analítica. Esta para completarse, tiene que buscar las grandes síntesis; aquella, los grandes análisis” (Citado en Zea, El pensamiento latinoamericano 2:165). A su vez “el mestizo—dice José Victorino Lastarria—le condenaba a la desgracia de ser el paria de la sociedad. Su condición era peor que la del indígena, y por ser inferior fue condenado, junto con el indio, el negro, el mulato y toda raza de color y mezcla a los trabajos más duros y degradantes” (Citado en Zea, La esencia de lo americano 144). De la misma manera, “el mestizaje— según José Victorino Lastarria—no produce un cambio positivo en la sociedad, ya que al considerarse a los indígenas y a los negros como seres degradados comienza a concebirse como inferiores a los de sangre mezclada” (Citado en Meléndez, 24).24De igual manera, Silvana Montaruli añade:

Los americanos habían sido vistos por España como pueblos periféricos, como hijos ilegítimos, bastardos, lo que dificultaba hallar un tronco común desde el que partiera la identidad americana. La imposición cultural religiosa y lingüística había creado un extraordinario mestizaje que justificaba las relaciones de dominación y se presentaba como signo de inferioridad de los que la sufrían, haciéndolos antes inferiores por su origen, por ser naturales de América. (7)

El pesimismo de Alcides Arguedas sobre la situación del indio boliviano, también muestra una imposibilidad determinante: “De no haber predominio de sangre indígena el país estaría hoy al mismo nivel que muchos pueblos más favorecidos por corrientes inmigratorias venidas del viejo continente”

(Citado en Zea, La esencia de lo americano 154). El análisis pesimista de Arguedas lo lleva más allá aun a seguir, como indica Zea “las tesis del falso biologismo a que también dio origen el positivismo” (Ibíd.,

154). El positivismo “ve con sentido negativo la mezcla de razas, y considera al cholo, mezcla de indio y

24 Para más información véase “Investigaciones sobre la influencia social de la conquista i del sistema colonial de Chile” en Obras completas de Don J. V. Lastarria, Estudios históricos. Vol. VII.

96 blanco, uno de los elementos más negativos de la sociedad americana” (Ibíd., 154). Además, de acuerdo con José Carlos Mariátegui (1895-1930):

La suposición de que el problema indígena es un problema étnico se nutre del más envejecido repertorio de ideas imperialistas. El concepto de razas inferiores sirvió al occidente blanco para su obra de expansión y conquista. Esperar la emancipación indígena de un activo cruzamiento de la raza aborigen con inmigrantes blancos, es una ingenuidad anti sociológica, concebible sólo en la mente rudimentaria de un importador de carneros merinos. (31)

En 1881 José Martí, desde su propia perspectiva ideológica hace alusión al problema del mestizaje propuesto por Bolívar a principios del siglo XIX. El escritor cubano, no sólo tomó como modelo las ideas de libertad y revolución del Libertador para incorporarlas en el movimiento revolucionario independentista de Cuba, sino que también tomó como referencia otros ideales bolivarianos como el mestizaje y la originalidad. Más tarde los incorporó en sus trabajos y ensayos más importantes. En su ensayo “Nuestra América” describe la tensión socio cultural de Hispanoamérica ocasionada por la diversidad racial del continente durante esa época:

Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, chaquetón de Norte América y la montera de España. El indio mudo nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte a bautizar a sus hijos. El negro oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y tragos, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. (Martí, Política de nuestra América 41)

La variedad de imágenes que vemos presente en estas líneas del ensayo de José Martí, denuncian la presencia de una mezcla étnica hispanoamericana. Así mismo, manifiesta una dualidad entre lo original y autóctono americano y lo superficial y efímero extranjero. Una dualidad, como resalta del escritor cubano en otra parte del ensayo, de la cual ha salido victoriosa la originalidad del hombre autóctono americano. Este mismo pensamiento lo expone nuevamente José Martí cuando escribe: “Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo autóctono” (Ibíd., 39). Al

97 igual que Bolívar, dentro de la concepción martiana, el mayor énfasis se establece en la originalidad del hombre natural americano. Ese hombre natural americano es el mestizo, cuya propia realidad americana ha sentado las bases fundamentales para la creación de nuestra propia identidad americana.

A través de las imágenes simbólicas del negro, el indio y el campesino, José Martí resalta el concepto de originalidad e igualdad del hombre americano. Una originalidad conformada a pesar de la diversidad autentica de estas razas. Desde el punto de vista del escritor cubano, todos los hombres americanos son iguales. “No hay odio de razas, porque no hay razas” (Ibíd., 43). Sin embargo, las imágenes de mascara, los calzones, el chaleco, el chaquetón y la montura, por el contrario, se metaforizan como la incorporación forzada de símbolos extranjeros a una sociedad que todavía carece de identidad nacional propia. Estos elementos importados simbolizan la carencia de autonomía en las sociedades americanas que necesitaban copiar lo extranjero, para sentirse totalmente complementadas.

En relación a este punto, Silvana Montaruli sostiene:

El problema entonces consistía en encontrar lo común a la diferencia, a la diversidad cultural post colonial… Este rasgo común sería la falta de identidad presente en todos los pueblos americanos pero que debía ser el punto de partida para la construcción de una identidad americana sobre la base del resultado de una imposición. Desde su mestizaje tal vez “ilegitimo” el americano debía hallar nuevas expresiones de legitimidad humana. (7)

Al igual que en José Martí, en Rubén Darío se puede discernir la influencia del legado bolivariano. En su concepto del mestizaje y los temas americanos de la raza, la influencia bolivariana es un elemento importante en el desarrollo ideológico americanista, tanto de Darío como de otros autores modernistas. En varias de sus obras, Rubén Darío comparte la convicción americanista del Libertador. En algunas ocasiones podemos observar cómo el poeta centroamericano hace alusión a los temas indígenas. En su discurso literario aparecen nombres indígenas precolombinos como Palenke, Utatlán,

Moctezuma, Tatecotzimi, Caupolicán, por nombrar algunos. Rubén Darío lo hace con la intención de denunciar la crisis étnica y cultural que venía presentando, tanto su país, como el resto de

Latinoamérica. De acuerdo con Cathy L. Jrade:

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Dario’s concern with social and political conditions in Latin America is present throughout his career. Much of his writing subtly deals with the search for a proper course and identity for the new Spanish American nations and their literature during the second half of the nineteenth century. His poetic vision offers a response to trends that simultaneously molded and alienated him (36).

En un detallado estudio sobre la presencia de temas americanos como el mestizaje en el discurso literario del nicaragüense, Erick Blandon señala que “Rubén Darío desde la adolescencia, estuvo presente en la escena pública centroamericana, a la que concurrió en busca de mejoría económica y ascenso social” (175). Según Erick Blandon, la crítica literaria se ha encargado de imputarle al nicaragüense una estilística exclusivamente estética a partir de su análisis de Azul (1888). “No obstante—señala Blandon— el repaso de sus primeras décimas, nos revela el lugar de Darío en el debate que se generó en torno a la tradición y la modernidad, cuando el gobierno da el paso trascendental de expulsar a los jesuitas en 1881, por su rechazo, abierto y encubierto, a la secularización de Nicaragua…” (175).En el mismo sentido, Ramón Gutiérrez Castro sostiene que: “la salida de Rubén

Darío a la escena pública es paralela al hostigamiento que sufren las comunidades indígenas del norte central del país. Los indígenas se alzaron en defensa de sus derechos comunales y de sus tradiciones atacando a la ciudad de Matagalpa” (Citado en Blandon 175).25

En 1888 el soneto “Caupolicán” hace parte de su magistral libro Azul. Esta composición, como varias otras de Rubén Darío, hace referencia directa al tema autóctono de la raza americana y las raíces precolombinas del continente.

Caupolicán

Es algo formidable que vio la vieja raza; robusto tronco de árbol al hombro de un campeón. Salvaje y aguerrido, cuya fornida maza blandiera el rayo de Hércules, o el brazo de Sansón. (Poesías Completas 535)

25 Para más información véase Breve historia de Matagalpa, La guerra de los indios de 1881.

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Este soneto de Rubén Darío con matices épicos está relacionado a un episodio narrado por

Alonso de Ercilla en su famoso poema “La Araucana”. Desde las primeras líneas, el poeta nicaragüense exalta a través de los rasgos esenciales de la fortaleza del indio guerrero, no sólo la grandeza de la raza indígena americana, sino su interés por los temas culturales de nuestro continente. Unos años más tarde, el poeta centroamericano vuelve a hacer referencia al tema del mestizaje en la sociedad nicaragüense con el poema Tutecotzimi.

—Cuaucmichín, la montaña te habla en mi lengua ahora. La tierra está enojada, la raza pipil llora, Y tu nahual maldice, ¡serpiente-tacuazín! Eres cobarde fiera que reina en el ganado. ¿Por qué de los pipiles la sangre has derramado como tigre del monte, Cuaucmichín, cuaucmichín? (716)

Mediante el poema Tutecotzimi, por un lado, Rubén Darío vuelve a traer a colación la brutal matanza de la cual fueron víctimas los indios pipiles de Nicaragua a manos del gobierno de su país. Por otro lado, “el nicaragüense logra forjar una leyenda ideada, dentro de la mejor tradición romántica…”

(Citado en Blandon, 175).26 A inicios del siglo XX en 1907, el escritor centroamericano en una ocasión más aludió al tema del mestizaje en su poema titulado “Raza”.

…Juntos alientan vástagos de beatos e hijos de encomenderos con los que tienen el signo de descender de esclavos africanos, o de soberbios indios, como el gran Nicarao, que un puente de canoas brindó al cacique amigo para pasar el lago de Managua. Esto es épico y es lirico. (779-780)

26 Para más información véase Arrom, José Juan” El oro, la pluma y la piedra preciosa. Indagaciones sobre el trasfondo indígena de la poesía de Rubén Darío.” Hispania 50.4 (1967):971-81.

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A través de esta corta composición se puede observar la variedad de sangres que conformaron las culturas de América. Especialmente la sangre africana, indígena y la española de los conquistadores.

El poema es una ilustración transparente del mestizaje hispanoamericano. Podría decirse que es un sincretismo no sólo social sino también cultural. Un sincretismo con una fuerte tendencia racial donde diversos elementos culturales se mezclan para constituir el proceso de integración social americano.

Este elemento fundacional es el del mestizaje americano. Un elemento que en efecto, es inteligible en el espíritu de Darío, el hombre. De acuerdo con Carlos Martin:

No es necesario un espíritu Zahorí para comprender el americanismo de Darío, doblemente confirmado como mestizo y como creador que patentiza la aptitud de síntesis, racial y cultural, implícita en el destino del Nuevo Mundo. La misma originalidad entrañable e irrecusable de Darío es crédito de su genio personal, del carácter americano, del signo criollo en que vibra el acento telúrico y social de su propio mundo en proceso de síntesis creadora… En efecto, en él se advierten las esenciales características de inteligencia y sensibilidad del Nuevo Mundo. La más importante es la del mestizaje espiritual y cultural… (25-26)

En José Enrique Rodó también se puede notar la influencia del ideal bolivariano con respecto al mestizaje. En algunas de sus obras más celebres como Ariel y El mirador de Prospero, existen referencias que aluden a este tema americano. En Ariel (1900), al igual que Bolívar, el ensayista uruguayo enfatiza el tema de la originalidad americana en congruencia con la identidad nacional. Por una parte, en las naciones de nuestro continente todavía “no hay un sello propio definido.” (83), señala Rodó, refiriéndose a la falta de autonomía e identidad propia en Hispanoamérica. Por otra parte, “...tenemos los americanos latinos—apunta Rodó—una herencia de raza, una gran tradición étnica que mantener, un vínculo sagrado, que nos une a inmortales páginas de la historia, confiando a nuestro honor su continuación en lo futuro” (83). Más adelante en su ensayo, Rodó alude a la concepción de Bolívar sobre la importancia, tanto ideológica y cultural, como política, de una raza original americana, que en el futuro se encargue de unificar a nuestro continente:

América necesita mantener en el presente la dualidad original de su constitución, que convierte en realidad de su historia el mito clásico de las dos águilas soltadas simultáneamente de uno y otro polo del mundo, para que llegasen a un tiempo al límite

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de sus dominios. Esta diferencia genial y emuladora no excluye, sino que tolera y aun favorece en muchísimos aspectos la concordia de la solidaridad. Y si una concordia superior pudiera vislumbrarse desde nuestros días, como la fórmula de un provenir lejano, ella no sería debida a la imitación unilateral—que diría Tarde—de una raza por otra, sino a la reciprocidad de sus influencias y al atinado concierto de los atributos en que se funda la gloria de las dos. (84-85)

Después Rodó aconseja que para fortalecer la idea de una raza hay que ser paciente ante la historia. Los resultados del futuro serán el reflejo de un trabajo solidario y colectivo del presente. A lo mejor, su trabajo y dedicación no se manifieste rápidamente, sin embargo, los cambios se glorificarán en el futuro. En Ariel, el ensayista uruguayo hace referencia al inmenso problema que empezaban a ocasionar las grandes olas migratorias de europeos al sur del continente. Por lo tanto, con respecto al mestizaje Luis Tejada Ripalda señala:

…esta generación buscaba amoldar el americanismo a los nuevos tiempos: el “genio de la raza” de la que habla Rodó es en realidad la “refundición” de razas que experimentaba el continente, pero la herencia, la tradición y el “sagrado vinculo” étnico de lo americano está localizado en lo indio. De esta manera, Ariel muestra el mestizaje como una marmita de donde saldría el nuevo hombre americano. (194)

Para concluir, cabe señalar que el escritor uruguayo se basó en las teorías de Edgar Quinet sobre la historia y la naturaleza. “Para preparar el advenimiento de un nuevo tipo humano—escribe Rodó—de una nueva unidad social, de una personificación nueva de la civilización, suele precederles de lejos, un grupo disperso y prematuro, cuyo papel es análogo en la vida de las sociedades al de las especies proféticas…” (120).

El tema de la raza y el mestizaje hispanoamericano se encuentra también en la obra de otros autores modernistas como Manuel Díaz Rodríguez, James Freyre, Guillermo Valencia, Amado Nervo,

José Santos Chocano y otros. Para ellos, “el Libertador venezolano—dice Rocío Oviedo Pérez—es un ejemplo de tenacidad de la raza” (152). De acuerdo con la catedrática española, Manuel Díaz Rodríguez nos recuerda que “el momento de la independencia es, especialmente, un tiempo enriquecedor, pues se entrecruzan con la unidad de la raza, el pensamiento europeo y el ideario de la independencia

102 iberoamericana sentado en la libertad y bajo el patrocinio del héroe por excelencia, Bolívar” (Citado en

Oviedo, 148). Además, el escritor venezolano mantiene:

Cuando España, después de la independencia, nos volvió la espalda, los iberoamericanos volvimos a todas partes los ojos. Por la raza procedíamos de España, sin duda, pero espiritualmente veníamos también de los enciclopedistas franceses a través de Miranda y Bolívar, a través de aquellos libertadores a cuyos ojos de águila se interponían en vano las fronteras. (818)

A su vez en Marzo de 1938, Guillermo Valencia escribe un poema titulado “Himno a la raza” para conmemorar el cuarto siglo de la fundación de Bogotá. A lo largo del poema se puede observar un resumen de la historia del continente. De acuerdo con Sonja Karsen, el escritor colombiano resalta el tema de la evolución de una nueva raza en el continente americano:” (131).Según ella, Guillermo

Valencia con un tono optimista señala en su poema:

Fosco hierro, cobrizos lingotes, albo argento con oro sutil hechos uno se funden al beso de la cósmica llama feliz. (Citado en Karsen 131)

En otra de las estrofas, “esta nueva raza—señala Sonja Karsen—está lista para recibir la antorcha de Europa con la cual concluye su misión civilizadora en América” (131). Asimismo, “América está lista—insiste Karsen—tanto física, como intelectualmente para crear una nueva cultura diferente de Europa. América ya está lista para asumir las responsabilidades como líder de una familia de naciones” (131).27

Vuelva en polvo, del tiempo roido, cuando el genio de Europa fundó, y en tu mano, por sino inmutable, se reanima el extinto fulgor:

¡Que el pensar ilumine tus sendas; que justicia redima tu afán; ligue amor a tus pueblos hermanos; noble dicha propicie la paz. (Citado en Karsen 131)

27 La traducción fue hecha por mí.

103

Para concluir, al igual que en el coro, en la última estrofa del poema, Guillermo Valencia alude al tema del mestizaje y la mezcla de sus sangres. Esta mezcla de sangres en ¡una sangre, una patria y un

Dios!, expresión donde refleja su admiración por las ideas de Simón Bolívar. Uno de los temas fundamentales del ideal Bolivariano era la creación de una raza americana propia, en base a la unidad continental de sus ciudadanos. En Poesías y discursos de Guillermo Valencia, “el himno—anota Carlos

García Prada —exalta el ideal de la unión continental que alimentaron Bolívar, San Martin, Hostos,

Martí, Rodó, Rio Blanco y otros grandes exponentes del pensar y del sentir hispanoamericano” (138).

Jaimes Freyre, al igual que otros escritores modernistas hispanoamericanos, ha demostrado su admiración por los ideales arriba expuestos del Libertador. En algunas de sus obras exhibió su interés por el tema de la raza americana, y del mestizaje. En uno de sus poemas titulado “Los Antepasados” el escritor boliviano hace referencia al mestizaje tanto en el principio, como al final de su composición.

“Los antepasados”

Hijo soy de mi raza; corre en mis venas sangre de los soberbios conquistadores. Alzaron mis abuelos torres y almenas celebraron su gloria los trovadores.

En esa sangre hay ondas rojas y azules; es de un solar mi escudo lustre y decoro. En campo de sinople, faja de gules engolada de fieros dragones de oro.(Obras completas 90)

Vale decir que al final de su composición, Jaimes Freyre refleja su interés por el tema de la raza.

Del mismo modo, al igual que Simón Bolívar, él manifiesta, no sólo en esta composición, sino en varias de sus obras, una constante preocupación por los problemas sociales del indio.

Porque en vano la roja, terrible espada que hirió al azteca altivo y al inca fuerte, que hizo flamear su lábaro sobre Granada, tres civilizaciones hirió de muerte.

Fue tal vez un arcano grave y profundo, de confusas grandezas y sombras lleno, el que fundió en la raza del Nuevo Mundo

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al indio, al castellano y al sarraceno.” (Ibíd., 94)

A su vez, José Santos Chocano, fue probablemente el escritor modernista que, a través de sus obras, puso más énfasis en el tema de la raza. El escritor peruano fue capaz de captar la esencia del problema cultural y social de nuestra raza en sus poesías. En sus versos aparece una revisión estricta del grave problema de la raza autóctona americana. Especialmente, de las culturas desaparecidas del Perú a manos de la raza española.

LAS DOS ESPAÑAS

I

LA LEYENDA NEGRA

Raza de Leyenda, País de Museo España es como una macabra visión. El perdón morado que es grave sombrío, flota en las llanuras que ensangrienta el Sol… Nubes de langostas voraces que vuelan sobre los imperios de América en flor: Cadenas que oprimen manos de Atahualpa, flamas que torturan pies de Cuauhtémoc… (Obras completas 839)

En sus versos del poema “Blason” también desarrolla el tema del mestizaje por el cual Bolívar tanto se interesó. Santos Chocano declama a través de su soneto la importancia de la unión de las razas para crear el hombre autóctono americano. En esta instancia, él es este hombre autóctono y salvaje.

BLASON

…Cuando me siento Inca, le rindo vasallaje al Sol, Que me da el cetro de su poder real; Cuando me siento hispano y evoco el Coloniaje, parecen mis estrofas trompetas de cristal.

Mi fantasía viene de un abolengo moro; los andes son de plata, pero el león de oro y las dos castas fundo con épico fragor.

La sangre es española e incaico es el latido; y de no ser poeta quizás yo hubiese sido un blanco Aventurero o un indio Emperador. (Ibíd., 381)

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De la misma manera que Bolívar, posteriormente, Santos Chocano se preocupó por denunciar el problema de las culturas indígenas de los Andes. A través de su largo repertorio de composiciones indigenistas como “Notas de alma indígena” constituidas por los poemas “Otra vez será”, “Quién sabe”,

“Ahí no más”, “Así será”, el “Tríptico heroico” formado por los poemas “Caupolicán”, “Cuauhtémoc”,

“Ollanta”, o si bien, “La tierra del sol” constituido por poemas como “Imperio”. “Conquista”,

“Coloniaje”, “Las minas de Potosí”, “El brazo del conquistador” entre muchos otros, él le fue fiel a la memoria de las culturas desaparecidas de nuestra América. Por su parte, Rufino Blanco Fombona con respecto a este tema señala: “Nosotros, nacidos en América, cruzados con la razas indígenas y con las del Sur Y Norte de Europa, no somos ya el español de autonomía de ogaño. Somos una nueva raza.”

(Goldberg 269). Esta misma concepción la manifestaba José María Vargas Vila cuando afirmaba:

…no somos una raza, somos un turbión de razas, una como barra, formada por el oleaje fortuito de una marejada de pueblos; toda nuestra ancestralidad está allí, contradiciendo la leyenda de nuestro latinismo presuntuoso; ¿todo está de pie para atestiguar nuestra procedencia bárbara y el ocre impuro de nuestra sangre de mestizos? (69)

La perspectiva tanto teórica como histórica de la independencia americana era muy conflictiva.

Bolívar, además de poner fin a la violencia colonial española en el territorio americano, debía enfrentar un obstáculo mucho más riguroso. La emancipación del yugo español era la parte más fácil. Lo más difícil era crear conceptos de autonomía nacional, filosófica y cultural en las naciones americanas recién liberadas. Además, el Liberador tenía que combatir los problemas internos de cada territorio y cambiar la mentalidad que el sistema colonial había radicado en los americanos. Todo esto, y algunos otros temas se convirtieron en los obstáculos más desafiantes.

Si tomamos como referencia las ideas de Benedict Anderson sobre la creación de nuevas naciones, el concepto de Bolívar de crear sociedades equitativas, en base a una nueva raza americana es válido. Durante el proceso de emancipación, el Libertador observó que en el continente americano reinaba una desigualdad social, racial y económica entre sus gentes. El prócer caraqueño ya había

106 comenzado a discernir una división entre las naciones recién independizadas. Los caciques y caudillos empezaban a sustituir las injusticias creadas por el imperio español, por pequeñas tiranías locales. Por consiguiente, él intentó promulgar el concepto del mestizaje, como una de las vías para unir estas necesidades y formar una gran nación. “Unidad, Unidad, Unidad—escribió Bolívar— debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla” (Bolívar, Escritos políticos 116). De igual manera, el héroe venezolano expresa su interés por la unidad en su famosa Carta de Jamaica cuando escribe: “yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria” (Ibíd., 76).

Benedict Anderson formula cómo el concepto de nacionalismo se dio más rápido en las nuevas naciones americanas que en las comunidades europeas. A pesar de que los criollos americanos no contaban con una lengua nacional propia, y carecían de una clase media estabilizada, la idea del sentimiento nacional se creó antes (50). En parte, esto sucedió debido a la conceptualización de igualdad entre los criollos, indios y negros americanos. Una igualdad que dentro de la ideología del mestizaje acabaría con secuelas de la colonia y establecería una nación más unida. Con respecto al tema de la unidad nacional, Anderson Benedict señala: “I propose the following definition of the nation: it is an imagined political community- an imagined as both inherently limited and sovereign” (5-6).

Asímismo, Anderson Benedict más adelante insiste en que: “it is imagined because the members of even the smallest nation will never know most of their fellow members, meet them, or even hear of them, yet in the minds of each, lives the image of their communion” (Citado en Anderson 5).28 En definitiva, podríamos señalar que el máximo común denominador que el Libertador utilizaría para llevar acabo su sueño utópico sería el mestizaje. El mestizaje se convertiría de acuerdo con María del rosario Pérez de

Tudela en un elemento “aglutinador”, capaz de concentrarse en la unión del continente: “Una raza marcada por el mestizaje, un mestizaje integrador…que se propone como visión de progreso y que

28 Para más información véase High nations and states. An inquirí into the origins of nations and the politics of nationlism. de C. F. Seton-Watson, Boulder, Col. Westview Press, 1977.

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Vasconcelos, años más tarde, recogerá como idea en La raza cósmica” (Encrucijadas del 98. Larreta y

Rodó o el nacionalismo en el Rio de la Plata 244).

INDIGENISMO

El indigenismo se convirtió en uno de las preocupaciones fundamentales de Simón Bolívar.

Desde el inicio de su campaña libertadora, este fue uno de los problemas que el prócer venezolano tuvo que afrontar continuamente. Debido a las diferencias socio-económicas en Latinoamérica a principios del siglo XIX, este tema, formó parte esencial en forjar la idea de una identidad racial americana.

Además, ayudó a denunciar el problema que el indio representaba para la economía americana, especialmente la del Perú. De acuerdo con José Carlos Mariátegui (1895-1930):

La cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene raíces en el régimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administración o policía, con métodos de enseñanza o con obras de vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo, mientras subsista la feudalidad de los “gamonales”. El “gamonalismo” invalida toda ley u ordenanza de protección indígena. El hacendado, el latifundista, es un señor feudal. Contra su autoridad, sufragada por el ambiente y el hábito, es impotente la ley escrita. (27-28)

Simón Bolívar empezó a promover reformas agrarias para los indios americanos desde sus primeros años en la campaña emancipadora. Según Alberto Díaz Támara en un decreto redactado el 4 de Julio de 1825 sobre la igualdad de los indígenas:

Bolívar resalta que la igualdad entre los ciudadanos es la base de la constitución de la República. De esta forma reconoce que sin la igualdad la república no es posible, ni llegará a ser posible, y aún para los indígenas, los verdaderos dueños de América. En la parte sustancial del decreto, en el artículo primero, plasmó el contrato de trabajo, institución por excelencia del ejercicio de la capacidad jurídica: ‘Que ningún individuo del Estado exija directa o indirectamente el servicio personal de los peruanos indígenas, sin que preceda un contrato libre del precio de su trabajo’. Asimismo, en el artículo segundo proscribe los trabajos forzosos a todos los indígenas habitantes de la Gran Colombia…Se prohíbe a los prefectos de los Departamentos, intendentes, gobernadores y jueces, a los prelados eclesiásticos, curas y sus tenientes hacendados, dueños de minas y obrajes que puedan emplear indígenas en contra de su voluntad en faenas, séptimas, mitas, ponguajes y otra clase de servicios domésticos y usuales. En los artículos tercero y cuarto exige que todos los impuestos y gravámenes que se deban al Estado sean cancelados por todos los ciudadanos, según su capacidad de pago, prescripciones que deben aplicarse igual a los indígenas. En el artículo quinto se prohíbe obligar a recibir el jornal de trabajo en especie a los trabajadores en minas y haciendas

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en contra de su voluntad y a precios que sean más altos que los corrientes de la plaza. Los artículos séptimo y octavo, en lo pertinente al pago de los derechos parroquiales, consagran que los párrocos no pueden exigir a los indígenas, más de lo autorizado por las normas pertinentes… (126-127).

Asimismo, en su famosa Carta de Jamaica, el prócer venezolano denunció la fatídica realidad que los indígenas venezolanos tuvieron que vivir cuando:

Sus tiranos gobiernan un desierto; y sólo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia: algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven combaten con furor en los campos y en los pueblos internos, hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela; y, sin exageración, se puede asegurar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada y el hambre, la peste, las peregrinaciones… (Escritos políticos 64-65)

Por otra parte, si analizamos el tema desde una perspectiva literaria, podríamos dilucidar que a finales del siglo XIX, durante la época que empezó a manifestarse el modernismo hispanoamericano, existía una marginalidad entre la sociedad burguesa y el artista. “El artista—dice Ricardo Gullón— partiendo de la herencia romántica, se siente al margen de la sociedad y rebelde contra ella” (Castillo

269). Como resultado de esta marginalidad entre el artista y el orden burgués, “el artista—sostiene el crítico español—rechaza la indeseable realidad, en la que ni puede ni quiere integrarse, y busca caminos de evasión” (Ibíd., 269). De acuerdo con Ricardo Gullón, los modernistas hispanoamericanos optaron por mirar hacia el pasado en busca de un escape de esa sociedad materialista que tanto los menospreciaba. A estas formas de escape señala Gullón:

Suele llamárseles indigenismo y exotismo, y su raíz escapista y rebelde es la misma. No se contradicen, sino que se complementan, expresando afanes intemporales del alma, que en ciertas épocas, según aconteció en el fin del siglo y ahora vuelve a suceder, se convierten en irrefrenables impulsos de extrañamiento. Y no se contradicen, digo, pues son las dos fases jónicas del mismo deseo de adscribirse, de integrarse en algo distinto de lo presente… El indigenismo es nostalgia de un estado pretérito, de un ser abolido, y por eso mismo resplandeciente con el prestigio delos paraísos perdidos. (Ibíd., 269-270)

A finales del siglo XIX el capitalismo dejó devastadoras secuelas en toda Latino América. De igual manera creó un sentimiento por la desvalorización de los productos americanos ante los europeos

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(Rama, 112-113). Por lo tanto, considero que los escritores modernistas hispanoamericanos optaron por retroceder al pasado con la actitud de encontrar un espíritu autóctono americano que los ayudara a terminar de liberarse ideológicamente del imperio español. Este espíritu de lo autóctono americano lo hallaron en el indigenismo. Por un lado, estos escritores intentaron romper las cadenas que los mantenían subyugados a una clase burguesa materialista. El escritor modernista hispanoamericano

“sentía la necesidad—dice Ricardo Gullón—de identificarse con el pueblo genuino, con ‘los de abajo’, dejados aparte del ininterrumpido festival con que la burguesía se recompensaba” (271). Por otro lado, el indigenismo, ayuda a “compensar y equilibrar las consecuencias de las reacciones filosóficas del positivismo, que estaban en boga durante esa época” (Gullón 272). Este sentimiento nostálgico de lo indígena se puede apreciar en el soneto de Rubén Darío, Caupolicán:

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vió la luz del día, le vió la tarde pálida, le vio la noche fría, y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

¡El Toqui, el toqui!, clama la conmovida casta. Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: “basta”, e irguióse la alta frente del gran Caupolicán. (Poesías completas 535)

Aquí el poeta nicaragüense intenta ennoblecer el valiente guerrero araucano a través de su gloriosa muerte. A su vez Ricardo Gullón señala: “el héroe es símbolo y encarnación de su pueblo” (271).

Al igual que Simón Bolívar, José Martí dio prioridad a la lucha en favor del indio americano en su agenda de reformación revolucionaria. A través de sus viajes por los diferentes países americanos, el prócer cubano pudo presenciar el bajo nivel social que el indio ocupaba en la sociedad. “En México descubre la

América, encuentra al indio y piensa en la necesidad de deshelar su naturaleza” (Citado en Sacoto

65).29Desde allí, el héroe cubano comienza a concientizarse de la cruda realidad que afronta este grupo olvidado. “Martí encuentra en ella—“dice Antonio Sacoto—no sólo el resultado de la conquista y el coloniaje, sino del trato que posteriormente recibe de parte del criollo que se ha adueñado del poder,

29 Para más información véase Martí, escritor, México: Cuadernos Americanos, 1945, pág. 14.

110 del compatriota que lo execra y explota luego de la independencia” (60). Después de presenciar tantas escenas deplorables y de observar tanto dolor humano entre la maltratada comunidad indígena mexicana, explica Sacoto:

Martí adoptó, pues, la causa del indio con todas las veras de su alma y se convirtió en poderoso defensor contra la injusticia, contra la miseria que le circunda. El dolor del indio es su dolor, la desesperación y desamparo del indio los siente . Se adueña del problema y lo analiza en su inmensa, en su espantosa realidad… Pero Martí no se detiene en la simple denuncia, en el grito de condenación, en la crítica severa y razonada; el luchador, el hombre de acción, reclamara un programa inmediato, urgente para abrir caminos a la redención de una raza. (61)

Años más tarde Martí viajó a . Allí, después de inmensos recorridos por el territorio guatemalteco, el escritor caribeño, por un lado, logró ser testigo de la deprimente situación de los grupos indígenas en dicho país. Por el otro lado, consiguió adquirir un gran conocimiento de las antiguas culturas indígenas como los mayas y los aztecas. El 22 de abril de 1877 en un discurso escrito para “El

Progreso” de Guatemala, Martí expresa su inconformidad contra los daños que dejó la conquista española en la casi aniquilada raza indígena de Centroamérica:

Interrumpida por la conquista la obra natural y majestuosa de la civilización americana, se creó con el advenimiento de los europeos un pueblo extraño, no español, porque la savia nueva rechaza el cuerpo viejo; no indígena, porque ha surgido la injerencia de una civilización devastadora, dos palabras que siendo antagonismo, constituyen un proceso; se creó un pueblo mestizo en la forma, que con la reconquista de su libertad, se desenvuelve y restaura su alma propia. (Citado en Serna 209)30

De igual manera, meses más tarde, durante ese mismo año, en su composición titulada “drama india” escrita en Guatemala, e incluida en Patria y Libertad, el escritor cubano denuncia la fatídica situación del indio guatemalteco a manos del poder explotador, tanto de la Iglesia católica, como de los caciques terratenientes de la región: “Quebrantando/ su espíritu de hombre, ya no quedan/ al indio de los campos más que espaldas/ para llevar las cargas de la iglesia/ para pagar tributo a los caciques/ para comprar al español sus telas…”(Ibíd., 209). En otra ocasión durante su estadía en México, delata la crueldad de los conquistadores contra los indios cuando apunta:

30 Para más información véase Obras completas, de José Martí, VII, pág. 98.

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La superstición y la ignorancia hacen barbaros a los hombres en todos los pueblos. Y de los indios han dicho más de lo justo en estas cosas los españoles vencedores, que exageraban o inventaban los defectos de la raza vencida, para que la crueldad con que la trataron pareciese justa y conveniente al mundo. (Martí, Política de nuestra América 80)

Dentro de los temas del poeta boliviano Jaimes Freyre es también perceptible la influencia ideológica americanista de Simón Bolívar. El tema del indio no es un tema que aparece muy a menudo en su obra poética, sin embargo, en alguno de sus poemas como “Los antepasados”, “Los charcas”, “”, y “El himno de los desheredados”, se puede observar, al igual que en los documentos del

Libertador, un rasgo muy distintivo dentro de su preocupación por el tema social de América, y en particular, por la situación del indio boliviano. En los poemas de Freyre donde aparece el indio, existe la evocación a un pasado muy triste y fatídico. Por un lado, prevalece una constante confrontación entre dos mundos, el de los conquistadores, y el del indio. En el poema “Los antepasados”, “El indio—señala

Emilio Carilla—aparece con más simpático trazo que aquel en sus obras historiográficas” (Ricardo Jaimes

Freyre 131). Por otro lado, además, se puede observar un punto de vista diferente del poeta boliviano hacia el indio. “Jaimes Freyre habla como descendiente de la fusión de razas—insiste Emilio Carilla— aunque lo veamos siempre mucho más cerca de los soberbios conquistadores” (Ibíd., 131).

Los antepasados

Pueblo dulce y tranquilo, que amas la vida en brumosos ensueños cristalizada, ¡cómo se va en la sangre, por ancha herida, el alma de tu raza desventurada!

¡Cómo al caer transmites el castellano herencia de incurable melancolía! La luz, viva y radiosa, del cielo hispano templas con el crepúsculo de tu agonía. (Freyre, Poesías completas 94)

En el soneto “Los charcas”, al igual que en “Los conquistadores”, predomina lo brutal e inhumano. Freyre se refiere a la conquista de América. Allí, el poeta boliviano describe la desigual lucha entre conquistadores e indios:

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“Los Charcas”

El golpe centellante del castellano acero extinguió en la cruz blanca su resplandor mortal y como un nido de águilas alzó el aventurero la ciudad del reposos, hidalga y conventual…

No dio la raza mártir su cuello a la cuchilla; mil veces escucharon las huestes de Castilla el silbar de sus flechas y el rugir de su voz… (Ibíd., 97)

En otro de sus poemas titulado “El ciego”, podemos observar el tema del indio, y su lugar dentro de la sociedad boliviana de la época. Allí Jaimes Freyre, con estilo transparente intenta acercar al lector al mundo del dolor y la miseria de la raza indígena americana.

“El ciego” El indio anciano reza, inmóvil como un ídolo, reza, reza, en cuclillas, al borde del camino. Sus ojos sin vida miran inmóviles, impasibles como su destino… Como su destino! (Vendimia 107)

José Santos Chocano (1875-1934), fue uno de los más importantes escritores modernistas del

Perú. Al igual que otros modernistas de América, Chocano fue uno de esos escritores que admiró a

Simón Bolívar, no sólo por su desempeño en la campaña independentista, sino por su humanismo y su preocupación por el futuro del hombre americano. En su poema “La epopeya del Libertador”, compuesto para conmemorar el Centenario de la batalla de Ayacucho (1824-1924), Santos Chocano, al igual que otros modernistas de nuestro continente, emula las ideas de Bolívar. “En el epílogo, – dice

Rufino Blanco Fombona—el poeta honra a España. El poeta no confunde, como tampoco lo confundía

Bolívar, al pueblo de España, con sus Reyes, su Clero, sus Déspotas y sus Verdugos, de los cuales es la primera víctima” (Blanco-Fombona, El Modernismo y los poetas modernistas 280). El canto V, titulado

“Potosí y las Ruinas”, está dedicado al encuentro entre el Ángel de Luz y el héroe venezolano. Allí el

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ángel le narra a Bolívar la leyenda del Dios incaico Viracocha y la princesa Cavillaca, para que éste lo busque y le ofrezca la libertad del sol. De allí, el prócer caraqueño parte a encontrarse con el dios

Viracocha en el Gran Lago. Durante el encuentro, el dios Inca le anuncia a Bolívar que él ha sido el escogido para liberar al Sol, crear naciones y reunir congresos para beneficio del continente. (Chocano,

Obras completas 520).31Efectivamente, desde el comienzo de la reunión de ambos personajes, Chocano muestra un agudo criterio de compromiso social.

Además de alabar en sus composiciones lo más autóctono de América, “los aborígenes comparten en sus versos—señala Rufino Blanco Fombona—como en nuestra historia, su vida con la nuestra, porque la América fue suya antes de ser de nosotros” (Blanco-Fombona, El modernismo y los poetas modernistas 276). Esta preocupación por las razas indígenas del continente, según Max

Henríquez Ureña, Santos Chocano “la supo captar, ya en su madurez” (331). Entre sus poemas indigenistas más destacados tenemos los de Alma América: poemas indo-españoles (1906). Por otro lado, en Tres notas de nuestra alma (¡Quién sabe! Así será y Ahí, no más), podemos apreciar un estilo más subjetivo de Chocano. Allí él cumple su objetivo de denunciar el estado precario en que se encuentra indio americano, al igual que los tratos inhumanos a que son expuestos por la sociedad.

¡Quién sabe!

Indio que labras con fatiga tierras que de otros dueños son, ¿ignoras tú que te deben tuyas ser, por tu sangre y tu sudor? ¿ignoras tú que audaz , siglos atrás, te las quitó? ¿ignoras tú que eres el Amo? ¡Quién sabe, señor! (Chocano, Obras completas 828)

¡Así será! El joven indio comparece ante el ceñudo capataz. Tu padre ha muerto; y, como sabes,

31 Véase el resumen de esta parte de la obra compiladas, anotadas y prologadas por Luis Alberto Sánchez.

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en contra tuya y en pie están deudas, que tú con tu trabajo tal vez no llegues a pagar… desde mañana como es justo, rebajaremos tu jornal. El joven indio abre los ojos llenos de trágica humedad; y, con un gesto displicente que no se puede penetrar, dice, ensayando una sonrisa: Así será… (Ibíd., 829)

Además, Max Henríquez Ureña también corrobora la preocupación de José Santos Chocano cuando recalca que éste ya “había observado con simpatía al indio, no sólo en el Perú, sino además en

México y la América Central” (331). A su vez, de acuerdo con su análisis de la obra del escritor peruano, la profesora Phyllis White Rodríguez Peralta resalta que el poema “El derrumbe” (1899), se convirtió en el primer poema de la vasta obra “indigenista” de José Santos Chocano. (60). Después el título de este poema fue cambiado por “El derrumbamiento” (Chocano, Obras completas 261).32

Cuadro Final

ATAHUALPA

Tal fue el derrumbamiento portentoso De una sobre otra raza… hecho un coloso, él, Apu-Inca que en el campo abierto, se rubricó de heroica cicatrices, supo en la lucha desplomarse muerto como un árbol hachado en las raíces; y cumplió su deseo, y murió ufano: (Ibíd., 270)

En resumen, podemos observar que para Bolívar el tema del problema del indio, por tuna parte, fue una preocupación socioeconómica constante. Por otra parte, se convirtió en factor fundamental para forjar la idea de identidad racial americana. Para los escritores modernistas el tema del indio también se constituyó en un problema social y económico. “La recuperación del mundo indígena y, más

32 Véase Obras completas, pág. 261. La primera explosión lirica algunos la llaman “épica”, eso depende de Chocano será el largo poema “El derrumbe”, de 1345 versos publicado en Lima en 1899. Siete años después, lo reducirá a 637 versos, o sea a menos de la mitad, y lo titulará “El derrumbamiento”, inserto casi al final de Alma América. Posible es que este poema sea la primera gran explosión metafórica de Chocano.

115 tarde, la del pasado español, —señala Octavio Paz—fueron un contrapeso de la admiración, el temor y la cólera que despertaban los Estados Unidos y su política de dominación en América Latina. Admiración ante la originalidad y pujanza de la cultura norteamericana” (Litvak 110). Sin embargo, desde una perspectiva literaria, el tema del indigenismo les sirvió a los escritores modernistas no sólo como vía de escape de una sociedad materialista que los menospreciaba, sino también como recurso para remplazar la influencia ideológica colonial implantada por el imperio español tres siglos atrás.

LA EDUCACION

El concepto pedagógico que Simón Bolívar quería aplicar a los americanos, se vino desarrollando lentamente a lo largo de su gloriosa carrera emancipadora. Desde los inicios de la gesta independentista americana, el prócer venezolano alude al problema de la educación de los americanos, principalmente, la de los criollos. Según el Libertador, el sistema imperial español, no sólo mantenía al americano “en una especie de infancia permanente” (Escritos políticos 70), sino que, además, los tenían “abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia…” (Ibíd., 71).

Desgraciadamente, los americanos carentes de educación permanecían en un estado de tinieblas. Por consiguiente, el intento de independizarlos era una tarea muy compleja. Tomando como referencia las ideas de Montesquieu, el general Bolívar ya exponía en su famosa “Carta de Jamaica” que

“es más difícil sacar un pueblo de la servidumbre que subyugar uno libre” (Ibíd., 75). Asimismo, años más tarde durante su discurso ante el congreso de Angostura el 15 de Febrero de 1819, el héroe caraqueño pone énfasis en el problema pedagógico en la sociedad americana.

Uncido el pueblo Americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un Pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción: la ambición, la , acusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil. Adoptan como realidades las que son

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puras ; toman la licencia por la Libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia. (Ibíd., 97)

Por otra parte, Bolívar insistía en la creación de un senado hereditario como parte del sistema gubernamental de las naciones americanas. De acuerdo con el prócer venezolano:

Los senadores serán elegidos la primera vez por el Congreso. Los sucesores al Senado llaman la primera atención del gobierno, que debería educarlos en un colegio especialmente destinado para instruir aquellos tutores, legisladores futuros de la Patria. Aprenderían las artes, las ciencias y las letras que adornan el espíritu de un hombre público. Desde su infancia ellos sabrían a qué carrera la Providencia los destinaba, y desde muy tiernos elevarían su alma a la dignidad que los espera. (Ibíd., 109)

Sin embargo, ante las críticas de sus rivales políticos, “no es una nobleza—decía Bolívar—lo que pretendo establecer porque, como ha dicho un célebre Republicano, sería destruir a la vez la igualdad y la Libertad. Es un oficio para el cual se deben preparar los candidatos, y es un oficio que exige mucho saber” (Ibíd., 109).

Simón Bolívar, al igual que otros grandes líderes de la historia, también tuvo sus ideas originales sobre la educación. Influenciado por las ideas filosóficas de Rousseau, el Libertador sugería “la educación física como fuente de salud y bienestar, como fuerza generadora de energías, de sana alegría de vivir, ejercitar el cuerpo, endurecerlo mediante prácticas adecuadas debe ser una de las preocupaciones constantes de los nuevos pedagogos” (Rojas, 100). Las matemáticas “nos señalan el análisis en todo—decía Bolívar—pasando de lo conocido a lo desconocido, y por ese medio aprendemos a pensar y a racionar con lógica” (Citado en Rojas 95).33Asimismo, la enseñanza del idioma debía ser

“clara y correcta—sostenía el Libertador—que no se admita barbarismo ni solecismo…” (Ibíd., 95).

Además “La historia—añadía Bolívar—a semejanza de los idiomas, debe principiarse a aprender por la contemporánea, para ir remontando por grados a los tiempos oscuros de la Fábula” (Ibíd., 96). La educación práctica era muy importante para el prócer venezolano, sin embargo:

La educación no es únicamente instrucción, transmisión de conocimientos teóricos. Educación significa, además, formación de la personalidad, capacitación para la vida

33 Para más información véase Papeles de Bolívar de Vicente Lecuna, (308).

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social y humana, depuración del gusto para disfrutar de los goces estéticos, endurecimiento del cuerpo como soporte del espíritu. El concepto que Bolívar tenía de la educación es un concepto integral. Sobre educación moral insiste en repetidas ocasiones. De nada sirve un caudal enorme de conocimientos sin una vida honesta, sin una norma recta de moralidad. La enseñanza de las buenas costumbres o hábitos sociales es tan esencial como la instrucción… (Ibíd., 97)

José Martí sigue la línea bolivariana con respecto a la educación del hombre americano. Al igual que Bolívar, el escritor caribeño tuvo la oportunidad de viajar por diferentes países americanos. José

Martí fue testigo de la realidad social y económica de países como Los Estados Unidos, Guatemala,

México, Venezuela y otros. En varios de sus trabajos, el escritor cubano resalta su preocupación por la educación y el conocimiento humano. Del mismo modo que el Libertador, Martí consideró que la educación de las masas era la solución para alcanzar la libertad, tanto política, como espiritual. La pedagogía era la mejor vía para combatir la ignorancia y librarse del yugo europeo, “conocer es resolver—apunta Martí—conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías” (Política de nuestra América 40) Asimismo, mediante la educación se puede adquirir una identidad propia. Una identidad que nos ayude a conocer nuestras raíces históricas y culturales.

Que nos asista a forjar gobernantes naturales. En su ensayo “Nuestra América”, José Martí señala:

Crear es la palabra de pase de esta generación: el vino, de plátano, y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de un gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales. Que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad ha de ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república. (Ibíd., 43)

José Martí tenía muy presente que la pedagogía era la mejor herramienta para librarnos de la idiosincrasia extranjera. “Un pueblo de hombres educados—señalaba Martí—será siempre un pueblo de hombres libres. La educación es el único medio de salvarse de la esclavitud” (Obras completas 19:375).

A través de la educación, se sentarán las bases indispensables para crear una identidad autóctona propia. Una identidad que nos iba ayudar forjar individuos capaces de gobernar en nuestro continente, conforme al llamado de nuestras sociedades.

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Es imprescindible resaltar que José Martí también se preocupó por la educación de los niños y la mujer. En su revista La edad de oro, el escritor cubano mostró una visión pedagógica global dirigida especialmente para los niños del continente americano. Con un lenguaje sutil y sencillo, Martí elaboró un esquema pedagógico infantil. El escritor caribeño intentó elaborar una obra didáctica, que fomentara valores, tanto culturales, como éticos, entre la población infantil de América. El objetivo de Martí era

“…decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres…para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy en América, y en las demás tierras” (La edad de oro 15). No obstante, su intención no cesaba allí, De igual manera, el escritor caribeño, trae a colación la importancia de las niñas y su papel en las generaciones futuras de Hispanoamérica. Según él:

Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que salir de la casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de moda. (Ibíd., 17)

No hay duda que José Enrique Rodó, no sólo siguió el legado de Simón Bolívar, sino que también se preocupó por el tema pedagógico americano. El ensayista uruguayo en su aclamada obra Ariel (1900), sugiere varias ideas sobre la educación, entre ellas, motivación de la juventud americana. “Yo creo ver expresada en todas partes la necesidad de una activa revelación de fuerzas nuevas—apuntaba Rodó— yo creo que América, necesita grandemente de su juventud. He ahí porque os hablo” (23-24). Mediante sus estudios, el escritor uruguayo había llegado a la conclusión de que muchas sociedades alrededor del mundo no tomaban muy en cuenta las ideas de la juventud. “Gastón Deschamps lo hacía notar en

Francia—“señalaba Rodó—“comentando la iniciación tardía de las jóvenes generaciones en la vida pública y la cultura de aquel pueblo” (23). Según él, lo mismo sucedía en América. Cabe mencionar, que casi un siglo atrás, el Libertador ya había hecho referencia a este problema. El 15 de Febrero de 1819 él señalaba ante el Congreso de Angostura que a los niños sucesores al senado deberían “educarlos en un colegio especialmente destinado para instruir a aquellos tutores, legisladores futuros de la patria.”

Bolívar añadía que en dichas instituciones pedagógicas, estos niños “aprenderían las artes, las ciencias y

119 las letras que adornan el espíritu de un hombre público: desde su infancia, ellos sabrían a qué carrera la

Providencia los destinaba, y desde muy tiernos elevarían su alma a la dignidad que los espera” (Escritos políticos 109).

Queda muy claro que el mensaje sublime de su obra Ariel, aunque mostraba respeto por los ideales antiguos del continente, estaba orientado en gran parte hacia las nuevas generaciones americanas “El verdadero concepto de la educación—insistía José Rodó—no abarca sólo la cultura del espíritu de los hijos por la experiencia de los padres, sino, también, y con frecuencia mucho más, la del espíritu de los padres por la inspiración innovadora de los hijos” (24).

No sólo en su obra Ariel (1900), José Enrique Rodó hace referencia al tema de la educación. En otros libros como Liberalismo y Jacobismo (1906), Motivos de Proteo (1909) y El mirador de Prospero

(1913), su interés por el proceso pedagógico de las nuevas generaciones americanas, toma un valor importante. Al contrario de Renán, Rodó no “soñaba con una Republica aristocrática—apunta Víctor

Pérez Petit—regida por los más sabios y mejores” (144). El ensayista uruguayo “en vez, —añade Pérez

Petit—aspira a elevar a toda la multitud en masa por la educación y la cultura, hasta el nivel en que cada uno pueda ser un director de la Republica” (144). A su vez, el crítico Julio E. Moreno también hace referencia sobre el constante envolvimiento de Rodó en la educación de las multitudes al señalar:

No hay ningún escritor americano que merezca más esa cooperación divulgadora, que el gran pedagogo uruguayo. Nadie como él ha concebido el principio de que el ennoblecimiento interior prepara la aptitud de los hombres en un delicado instinto de justicia, en un sentimiento de armoniosa expansión. (Citado en Andrade 54)

Sobre lo dicho, conviene señalar que, de la misma manera en que José Martí abogaba en su breve ensayo Educación popular por la educación equitativa para todos los hombres, José Enrique Rodó, también sugería que todos los gobiernos de las nuevas naciones de América, debían configurar un método pedagógico para todos los miembros de la sociedad. El principal objetivo de la literatura de

José Enrique Rodó era la educación para las mayorías.

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Al igual que José Rodó, el escritor modernista peruano Manuel Gonzales Prada, había depositado sus esperanzas en la juventud para que llevara a cabo la reforma del continente americano.

“Niños, sed hombres temprano, madrugad a la vida—decía González Prada—porque ninguna generación recibió herencia más triste, porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que remediar, ni venganzas más justas que satisfacer” (69). De acuerdo con el escritor peruano, Hispanoamérica debía deshacerse de ideologías obsoletas, que no hacían sino atrasar el progreso del continente. Los nuevos gobiernos debían dar paso a las ideas que los jóvenes venían generando. De allí, su famosa admonición en 1888 durante su discurso en el teatro del Politeama: “¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!” (73).

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CAPITULO IV

LA INFLUENCIA DE LA IDEOLOGIA BOLIVARIANA EN LOS ESCRITORES MODERNISTAS

Desde los inicios de la campaña emancipadora americana, Bolívar mostró una inquietante preocupación por la libertad, la unidad continental, el imperialismo y el panamericanismo, por mencionar algunos. A través de los años hemos encontrado suficientes pruebas de estos temas en sus discursos, proclamas, decretos y cartas, tanto personales como políticas. Numerosos trabajos han analizado la presencia de estos asuntos en el pensamiento del prócer venezolano. Partiendo de la importancia histórica e ideológica de estos trabajos, me he propuesto en este capítulo mostrar la influencia y aportación que el ideal bolivariano ha tenido en la mentalidad ideológica de los escritores modernistas hispanoamericanos. De igual manera, mi objetivo será mostrar la influencia que las ideas de Simón Bolívar han tenido sobre los escritores modernistas y, sobre todo, el papel que estas ideas desempeñaron consecuentemente en las sociedades latinoamericanas, después de los años de la independencia americana.

Sí nos detenemos a analizar el pensamiento del Libertador, veremos que la lectura cronológica de sus escritos, tanto personales como políticos, denuncian fervorosamente su preocupación por el destino económico, político, religioso, social y filosófico del continente americano. La principal observación que se puede discernir dentro del concepto ideológico de Bolívar, es en primera instancia, su constante convicción a favor de la libertad política y económica de América. Asimismo, su arduo interés por la unidad continental.

Esta desaforada pasión del héroe venezolano por la futura unidad de América Latina ardía permanentemente en su espíritu. No cabe duda que, en las últimas décadas del siglo XIX, las condiciones político-económicas en Latinoamérica atravesaban por cambios muy radicales. La mayoría de las jóvenes naciones americanas estaban apenas intentando constituirse como países autónomos, en busca de una

122 identidad nacional. Algunas otras, como era el caso de Cuba y Puerto Rico, aún no habían podido independizarse de España. Por lo tanto, durante esta época se destaca la importancia del pensamiento ideológico de un icono histórico como el Libertador. Las ingratas experiencias derivadas del exilio, la economía y el maltrato social sufrido por los escritores modernistas hispanoamericanos, contribuyen a despertar el interés por la concepción ideológica del Libertador. Es precisamente durante esta época, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que autores como José Martí, José Enrique Rodó, Rufino

Blanco Fombona, entre otros, se convierten en portavoces de las ideas de americanismo, unidad continental, libertad patria y antimperialismo, provenientes de las ideas de Bolívar.

UNIDAD CONTINENTAL

La lucha por la unidad del continente americano se había constituido en la preocupación más constante para Simón Bolívar. En los albores del movimiento independentista americano “sólo una pequeñísima minoría de americanos a la cabeza de los cuales estaba Miranda veía América como un conjunto—escribe Rufino Blanco Fombona—Bolívar era de este corto número. Es más: desaparecido

Miranda, él quedó como campeón el más conspicuo de la americanidad” (El pensamiento vivo de Bolívar

34). Siguiendo esta misma idea, “tenemos, pues, en Bolívar lo contrario de un localista: —continua

Blanco Fombona—un universalista… Procura que en toda América se formen Estados grandes, fuertes; su propósito es que toda América represente un papel de primer orden en los negocios de nuestro planeta” (Ibíd., 34-35). No obstante, cabe recalcar que todo esto no era suficiente para el Libertador.

Según Rufino Blanco Fombona:

…para Bolívar ha desaparecido el concepto de patria nativa. Este concepto se amplía hasta convertirse en conciencia continental…Bolívar busca levantar a todas las colonias del Mundo contra Europa esclavista; busca en América el equilibrio de los continentes, con el predominio de su raza, si es posible: por lo menos, sin la esclavitud de su grupo de patrias, a las cuales aspira a fortalecer en un solo cuerpo de nación, o en pocos Estados fuertes y unidos en el propósito de una acción común. Aspira a más: aspira a que su país, su continente, pueblo oscuro y sin recursos, se trueque de miserable colonia extranjera en regulador de la política universal y ejerza, en el futuro próximo,

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` legitima influencia en los negocios del mundo, ese fue el ideal internacional de Bolívar. (Ibíd., 40-41)

En el mismo sentido “Venezuela, su tierra nativa, —señalaba Joseph Byrne Lockey—fue el punto de partida para todos sus planes de unión…soñaba con unirla a Nueva Granada para constituir un solo estado” (9). Años más tarde “pudo convertir en una realidad—anota Lockey— la República de sus sueños: Colombia. Pero no se sentía satisfecho” (9). Después de sus victorias en el Perú y Bolivia… “se propuso con incansable energía— añade Lockey—la unión de estas regiones a Colombia, esto es, la consolidación de todo el extenso territorio comprendido en la parte meridional y septentrional de Sur

América, desde el Orinoco hasta los confines de Chile y de la Argentina” (9).

Las bases sobre el concepto de unidad continental empezaron a aparecer en muchos de los documentos del Libertador, especialmente en los políticos. “Esa necesidad de la unión se le clava trágicamente me parece—apunta Guillermo Morón—hasta el punto de intentarlo todo por la unidad…”

(152). Este anhelo de unificación del Libertador se convirtió en uno de los proyectos políticos más importantes del siglo XIX. De acuerdo con un análisis hecho al respecto por Luis Vitale:

Bolívar logró realizarlo en parte, a través de la Gran Colombia, que alcanzó a abrazar cinco países liberados. Llegó a proponer una fórmula concreta para lograr la factibilidad del proyecto unitario; una Confederación de Estados del continente, proposición sin precedentes en la historia universal, ya que los intentos de unificar naciones fueron sobre la base de la conquista y el sometimiento… En contraste con estas experiencias, Bolívar proyectó confederar naciones del mismo origen, lengua, costumbres y tradición histórica comunes, sobre la base de acuerdos voluntarios y autónomos y sin que desaparecieran los Estados Nacionales. (17)

Ya desde 1812 en el Manifiesto de Cartagena, el general Bolívar exhortaba al gobierno venezolano sobre los constantes enfrentamientos entre los gobiernos locales, y su falta de jerarquía unitaria:

Yo soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas; seremos indefectiblemente envueltos en los horrores de las disensiones civiles, y conquistados vilipendiosamente por ese puñado de bandidos que infestan nuestras comarcas… Nuestra división y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud. (Escritos políticos 52-53)

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Asimismo, mediante su famosa Carta de Jamaica, inicialmente quedaba muy claro que el prócer caraqueño intentaba persuadir al resto del mundo sobre su interés por lograr la independencia de los países americanos. También quedaba manifestado que su máximo anhelo era unificar al continente. “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo—escribía Bolívar— menos por su extensión y sus riquezas que por su libertad y gloria” (Ibíd., 71). Además, años más tarde, en su discurso ante el Congreso de Angostura, el prócer venezolano transmitió con argumentaciones políticas más maduras y convincentes la importancia de su anhelada unidad política continental:

La reunión de la Nueva Granada y Venezuela en un grande Estado ha sido el voto uniforme de los pueblos y gobiernos de estas Republicas. La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos los colombianos; de hecho estamos incorporados. Estos pueblos hermanos ya os han confiado sus intereses, sus derechos, sus destinos. Al contemplar la reunión de esta inmensa comarca, mi alma se remonta a la eminencia que exige la perspectiva colosal que ofrece un cuadro tan asombroso. Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros, y observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos que la naturaleza había separado y que nuestra Patria reúne con prolongados y anchurosos canales. (Ibíd., 122-123)

Simón Bolívar propuso continuamente a través de sus decretos, proclamas y discursos, la unidad del continente americano. José Martí, al igual que el héroe venezolano, también luchó a lo largo de su carrera independentista por la unidad de Hispanoamérica. Martí tuvo la oportunidad de viajar y de vivir en varios países de América. Allí presenció directamente la realidad económica, política, social y cultural de varias naciones del continente. En su ensayo Nuestra América, el escritor cubano manifiesta su preocupación por la unión de la siguiente manera: “Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos…(Política de nuestra América 37)

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Los nuevos países americanos debían conocerse entre sí. La unidad era un factor importante para crear bloques, tanto económicos, como políticos y culturales entre ellos. Ese era el sueño que compartían Bolívar y Martí. Hacer de Hispanoamérica una nación grande y libre, capaz de defenderse de cualquier dominio externo. “En América hay dos pueblos, —señalaba Martí— y no más que dos, de alma muy diversa por los orígenes, antecedentes y costumbres, y sólo semejantes en la identidad fundamental humana. De un lado está nuestra América, y todos los pueblos son de una naturaleza, y de cuna parecida o igual, e igual mezcla imperante”; además continua: “de la otra parte está la América que no es nuestra, cuya enemistad no es cuerdo ni viable fomentar, y de la que con el decoro firme y sagaz independencia no es imposible y es útil, ser amigo” (Citado en Roig 28-29).

De acuerdo con el poeta cubano, todas las culturas americanas debían unirse entre sí. Todos los pueblos debían unirse entre sí. Esa era la mejor herramienta para lograr la unificación de la cultura americana que tanto anhelaba en sus días el Libertador. Las nuevas naciones americanas, no sólo debían juntarse para crear una muralla de defensa solida contra cualquier agresión extranjera, sino que al mismo tiempo, debían seguir enriqueciendo su esencia cultural y étnica para crear una identidad americana original y fuerte. “PREVER O DESAPARECER; he ahí el dilema; y cuál es la palabra de la previsión—preguntaba J. M. Vargas Vila—Unión; unión de esos pueblos, todos bajo el estandarte glorioso de la raza; unión estrecha y fraternal de los pueblos todos de América Latina, hasta hoy ferozmente encelados y dispersos” (Vargas Vila 103-104). El intercambio material no era suficiente para lograr este objetivo entre las nuevas naciones americanas, de igual manera debía existir “…el intercambio de ideas— argumentaba Vargas Vila—y, unirnos por los intereses, por el cerebro, y por el corazón; aliarnos, es decir, amarnos y ayudarnos, unirnos, es decir, salvarnos;…” (105).

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En su estudio sobre la importancia que el discurso americanista representaba para equilibrar las bases ideológicas del continente americano y el resto del mundo, Alexander Betancourt Mendieta señalaba:

El discurso americanista se inscribe en dos frentes. El primero, las relaciones que suscita el avance de Estados Unidos sobre el subcontinente a través de la política del Panamericanismo. El segundo frente señala la necesidad del equilibrio mundial, ya que en una época de fuerte empuje del nacionalismo imperial, América Latina se ubicaba como un botín dentro de las disputas por la hegemonía mundial entre las potencias europeas y Estados Unidos; por eso, América Latina debía aparecer “libre y unida”, lo cual significaba que debía poner en discusión la existencia nacional en un momento apremiante sobre las definiciones políticas y culturales ante el embate de una política imperial internacional… (141)

José Martí siguió la tradición del ideal bolivariano en lo que respecta al tema de la unidad continental. Al igual que el Libertador, el poeta antillano fomentó la necesidad imperativa de crear valores educativos de libertad, justicia y solidaridad entre los pueblos de Latinoamérica. Este era el legado de unidad que ambos próceres intentaron promulgar entre las naciones del Nuevo Continente.

Un legado que les ayudara a expulsar completamente el colonialismo español, y así mismo, sirviera para contrarrestar cualquier enfrentamiento imperial procedente del norte, o de Europa. “Los pueblos todos deben reunirse en amistad –escribía Martí— y con la mayor frecuencia dable, para ir reemplazando, con el sistema del acercamiento universal, por sobre la lengua de los istmos y la barrera de los mares, el sistema, muerto para siempre, de dinastías y de grupos” (Citado en Roig 47).

En páginas anteriores se insistió en cómo la idea de unidad continental no sólo se convirtió en una de las prioridades de Simón Bolívar, sino en la más importante. El concepto de unidad continental empezó a germinar en la mente del general venezolano desde los inicios de la campaña emancipadora.

Después de declarar la independencia de los países americanos liberados, esta idea se intensificó en los nuevos proyectos político-económicos de Bolívar. Explicado esto, es importante traer a colación que, a comienzos del siglo XX, casi cien años más tarde, este interés por la unidad continental y máximo sueño del Libertador, todavía permanecía latente en Latino América, especialmente entre los escritores

127 modernistas hispanoamericanos. “Muchos intelectuales—apunta Jussi Pakkasvirta—regresaron a las ideas de unidad política de Simón Bolívar como una solución a la falta de nacionalismos ‘nacionales’ locales” (1).

En el mismo contexto, José Enrique Rodó también siguió la línea trazada por el prócer venezolano con respecto a la unidad continental de América a través de sus ensayos didáctico- filosóficos. “En su proyecto—señala Fernán Gustavo Carreras—Rodó había levantado dos importantes banderas: la de la unidad de América Hispana y la de la lucha contra el imperialismo. Reavivó el ideal

Bolivariano llamando a la ‘resistencia contra la nueva amenaza” (50). Por otra parte, indica Hugo

Torrano que, aunque “Rodó era un idealista en el sentido hegeliano del término” (112), el ensayista uruguayo estaba muy al tanto de los problemas que azotaban al continente americano durante esa

época, especialmente, el problema de la desunión entre las naciones que la conformaban. Viendo la realidad caótica de esos días, Rodó estaba muy consciente de que la solución no radicaba en discursos.

Según él:

Había que sembrar primeramente el terreno, propiciar la formación de una opinión pública, preparar la conciencia colectiva para que ese ideal se encarne en razón firme y sentimiento eficiente… La unidad, aunque se presente inicialmente con la toga vestal de la idealidad, se asentará inconmovible en la comunión histórica de raza, y tradición…La base no se encontrará en la geografía, ni en el lazo político ni en el conglomerado económico, como factores determinantes. Antes que ninguna otra la hallaremos por la senda de la raza y del idioma… (Ibíd., 112-113)

El concepto de la siembra se vuelve a repetir en la creación de una conciencia nacional colectiva, dispuesto a obrar de un modo equitativo a largo plazo. “La unidad de los pueblos americanos—decía

Rodó—ha de encararse como una obra positiva, pero como una obra de porvenir, en que los frutos mejores no se esperen sino a largo plazo de la siembra… lo cual estaba en manos de la juventud…” (Ibíd.,

127). Por otra parte, cabe resaltar que el concepto federativo de Patria también se constituyó como pieza importante en la solidificación continental de la unidad americana. Según Hugo Torrano, José

Enrique Rodó ya había hecho referencia en uno de sus discursos sobre este concepto de patria chica,

128 con el de “Patria Grande” (Ibíd., 114). En uno de sus discursos, el escritor uruguayo manifestaba su incomodidad por el crecimiento divisional patriótico que venía aumentando en las sociedades americanas de la época. El 17 de Septiembre de 1910, Rodó proclamó este mensaje ante el congreso de

Chile:

Yo creí siempre que en la América nuestra no era posible hablar de muchas patrias, sino de una patria grande y única: yo creí siempre que sí es alta la idea de la patria, expresión de todo lo que hay más hondo en la sensibilidad: amor de la tierra, poesía del recuerdo, arrobamiento de gloria, esperanzas de inmortalidad, en América, más que en ninguna otra parte, cabe, sin desnaturalizar esa idea, magnificarla, dilatarla; depurarla de lo que tiene de estrecho y negativo, y sublimarla por la propia virtud de lo que encierra de afirmativo y de fecundo: cabe levantar, sobre la Patria nacional, y acelerar el día en que los niños de hoy, los hombres del futuro, preguntados cuál es el nombre de su Patria, no contesten con el nombre de Brasil ni con el nombre de Chile, ni con el nombre de Méjico, porque contesten con el nombre de América. (Citado en Torrano 115)

José Rodó fue un escritor que constantemente luchó por la unidad de Latinoamérica.

“…tenemos –los americanos latinos—una herencia de raza, —escribía Rodó—una gran tradición étnica que mantener, un vínculo sagrado que nos une a inmortales páginas de la historia…” (83). Al igual que los llamados precursores del modernismo hispanoamericano José Martí y Rubén Darío, José Enrique

Rodó recalcó permanentemente la influencia de Simón Bolívar en el tema de la unificación del continente. De acuerdo con Luis Vitale, en una carta que el ensayista uruguayo le envió a Manuel

Ugarte, Rodó “terminaba haciendo un llamado a la unidad de los espíritus, el triunfo de la unidad política vislumbrado por la mente del Libertador cuando soñaba en asentar sobre el istmo que entrelaza los dos miembros gigantes de la América, la tribuna sobre la que se cerniese vencedor el genio de las democracias…” (72). En el mismo contexto, Jussi Pakkasvirta corrobora la idea de Vitale cuando afirma:

El idealismo arielista elevó esta utopía continental a un nivel ético y cultural; las repúblicas hispanoparlantes no formarían en el futuro sólo la nación más grande del mundo sino la nación más civilizada y moralista. Sólo habría que rechazar el materialismo y el positivismo anglosajones, y ganarles con las virtudes de la espiritualidad latina. (14)

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Esta idea de la utopía gigantesca que Simón Bolívar anhelaba formar durante el proceso independentista americano, se manifestó en la primera década del siglo XIX. Casi un siglo más tarde, la idea de crear una “Magna Patria”, volvió a tomar furor para intentar contrarrestar las constantes amenazas imperialistas a que estaba expuesta Hispanoamérica. Durante esa época el legado bolivariano nuevamente tomó posesión de la mentalidad americanista de algunos de los autores del modernismo hispanoamericano.

Otro factor histórico influyente en los intelectuales hispanoamericanos de la época con respecto al tema de la unidad continental, fue la guerra Hispano-Norte americana. La guerra de 1898 entre los Estados Unidos y España se convirtió en un evento determinante en la mentalidad de los escritores modernistas hispanoamericanos. Durante las últimas décadas del siglo XIX, las jóvenes e inexpertas naciones latinoamericanas empezaron a despertar el interés de las potencias imperialistas, en especial el de los Estados Unidos. Uno delos escritores modernistas hispanoamericanos que estaban muy al tanto de los efectos que había ocasionado la guerra de España y el gigante país del norte fue

Rubén Darío. Para el año de 1899, “Darío había llegado como corresponsal del diario La Nacional— señala Luis Ignacio Iriarte—para cubrir el clima tormentoso abierto luego de la guerra con los Estados

Unidos y la pérdida de las ultimas naciones de ultramar” (6).

Allí el escritor nicaragüense tuvo que presenciar las consecuencias que había dejado la guerra en la economía española. De la misma manera, Darío observó cómo el gobierno de los Estados Unidos, por un lado, comenzaba a influenciar económicamente en la infraestructura de algunas naciones hispanoamericanas. Por otro lado, cómo la presencia de sus fuerzas militares comenzaba a notarse cada vez más en el territorio latinoamericano. El poeta centroamericano compartía, asimismo, la convicción de Simón Bolívar con respecto a la unidad continental. Rubén Darío reconoció el poderío que ejercía el país del norte, tanto en lo militar, como en el aspecto financiero. Así pues, al igual que José Enrique

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Rodó, Darío intentó hacer un llamado de conciencia unificadora entre los americanos para contrarrestar esta amenaza inminente que se acercaba al territorio latinoamericano.

Unión Centro-Americana

…Unión, para que cesen las tempestades; para que venga el tiempo de las verdades; para que en paz coloquen los vencedores sus espadas brillantes sobre las flores;… (Poesías completas 922-923)

El poeta nicaragüense hizo este llamado en base a los valores étnicos y culturales como la raza y el lenguaje. “Efectivamente, —afirma Alberto Acereda—en su conciencia del mestizaje hispanoamericano Darío fue consciente de la nueva era que se iniciaba políticamente y que bajo el imperio norteamericano representaba una amenaza a la hispanidad” (101).

De la misma manera, a través de sus poemas como “A Colón” (1892), el nicaragüense comenzaba a expresar su preocupación por el futuro inestable de los países hispanoamericanos, en especial, problemas como el de la integración continental. Además, Darío exhibe su escepticismo en torno al quebrantamiento en la esencia de la identidad hispanoamericana “… hoy se encierra entre hermanos perpetua guerra /se hieren y destrozan las mismas razas,” (2:703).

En 1904, su Oda “A Roosevelt” no sólo representó una denuncia en contra del imperialismo de los Estados Unidos, sino que también simbolizaba una reiteración ideológica en base al tema de la desunión hispanoamericana “…donde se preconizaba—afirma Darío—la solidaridad del alma hispanoamericana ante las posibles tentativas imperialistas de los hombres del Norte” (Citado en

Acereda 103). En la Oda “A Roosevelt”, al igual que José Rodó, el centroamericano pretende llevar a cabo su intento de unificación mediante un contexto cultural. Darío, en definitiva, intenta solidificar la identidad hispanoamericana al tomar como referencia el concepto de la sangre indígena, la religión católica y el idioma, herencias de la cultura española, como vías de unificación para las sociedades

131 latinoamericanas. “De la América ingenua que tiene sangre indígena,/que aún reza a Jesucristo y aún habla español” (2:640).

Esta misma concepción de la unidad continental, Rubén Darío la manifiesta una vez más en su poema “Salutación del optimista” (1905). “Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos; / formen todos un solo haz de energía ecuménica. /Sangre de Hispania fecunda, sólidas ínclitas razas muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo” (2:532). En “Salutación del optimista”, el poeta nicaragüense intenta recuperar la unidad latinoamericana, al igual que Simón Bolívar, mediante el concepto del mestizaje hispanoamericano, como factor unificador de las razas del continente.

No obstante, pienso que es importante traer a colación que cuando el escritor centroamericano compone poemas como “El canto errante”, “Desilusiones”, y “Salutación al águila”, “el pensamiento político de Darío—subraya Alberto Acereda—parece hacerse incoherente y contradictorio respecto a las ideas expuestas en los poemarios anteriores” (105). En estas composiciones, por una parte, según

Acereda, Rubén Darío elogia tanto a Roosevelt, como a todo lo que representan los Estados Unidos.

(105). Por otra parte, en “Salutación al águila”, el centroamericano “se dirige al águila—sostiene Alberto

Acereda—símbolo de los Estados Unidos, al que da la bienvenida de parte de la América hispana” (105).

Bien vengas, mágica Águila de dos enormes y fuertes alas a extender sobre el sur tu gran nombre continental a traer en tus garras, anillados de rojos brillantes una palma de gloria, del color de la inmensa esperanza y en tu pico de oliva de una vasta y fecunda paz.(Poesías completas 2:707)

Rubén Darío, a través de sus composiciones siempre mostró una oposición contra la política internacional e imperialista con respecto al resto de América. Sin embargo, también, admiró la constante perseverancia por el progreso y el trabajo anglosajón, sus hombres de bien y sus poetas, por ende, el poeta nicaragüense, en cierto modo, anhelaba una unión entre todas las Américas. En

“Salutación al Águila”, “Darío poetiza—añade Acereda—la unión de las dos Américas, la hispánica y la

132 anglosajona, a partir del Águila y el Cóndor: “Águila, existe el Cóndor. Es tu hermano en las grandes alturas” (Ibíd., 2:709).

Mariano Picón Salas, otro importantísimo escritor modernista venezolano, promotor del legado de Bolívar, tanto en su país, como en el resto de continente, también hizo mucha referencia al concepto de la unidad continental americana en algunos de sus ensayos. En una de sus conferencias dictadas en la

Universidad de Concepción en Chile, titulada, “Hispanoamérica, posición crítica”, “hay ya en esas páginas de juventud un empeño reflexivo—dice Domingo Miliani G. —de comprender nuestra cultura continental como unidad dentro de las diferencias que surgen del análisis comparativo” (95). Más adelante en el discurso, también se puede apreciar “la búsqueda de unidad—señala Miliani—dentro de lo especifico de nuestra geografía como una vía de dialogar con otras culturas que también andaban ya en procura de unidad…” (95). El embajador venezolano, Picón Salas también aborda el problemático tema del individualismo histórico continental americano, cuando señala que “hemos sido pueblos de biografía más que de historia” (95). Asimismo, lleno de optimismo trascendental, Picón Salas intenta continuar el legado unificador americanista de Bolívar cuando señala:

La unidad hispanoamericana será mayor a medida que nos nivele y equilibre la Cultura y el espíritu de justicia. El nacionalismo cerrado—a la manera como lo practicara el doctor Francia en el —era la forma más hispida del recelo y el atraso. Era el temor del caudillo contra toda idea e insurgencia que viniese de fuera. Pero aun desde el más desolado lugar de América Hispana, puede pronosticarse que muestras fuerzas de ascenso y esperanza habrán de vencer a las de desintegración. No estamos al final de un ciclo concluido; no estamos de regreso del agobiante quehacer histórico, sino vamos a él con el impulso de un mundo en pleno crecimiento. (275)

En conclusión, no cabe duda, que el el concepto de unidad americana expuesto por los escritores modernistas hispanoamericanos, como Martí, Rodó, Darío, por nombrar algunos, fue influenciado por los ideales de integración continental de Simón Bolívar. Ideales que de acuerdo con Luis

Vítale “se fundamentaba en la tradición, lengua, origen y costumbres comunes” (19). Esta ideología de unificación continental “…no era una unidad artificial ni impuesta—argumenta Vítale—sino basada en la historia común de los pueblos, unidos por un “pacto implícito”…Era una unidad, “un pacto americano”,

133 por encima de los gobernantes de turno y de las coyunturas políticas” (19). En resumen, concluye Vitale:

“Era un proyecto histórico estratégico” (19).

A través de un análisis ideológico americanista, queda claro que esta idea de unión continental se formalizó a principio del siglo XIX, a través de las guerras independentistas. Medio siglo más tarde, la idea se intensificó en el Caribe con los discursos políticos de José Martí y los intentos cubanos de emancipación. A inicios del siglo XX, los discursos literarios de los escritores modernistas hispanoamericanos impulsaron proyectos de originalidad americanista basados en fundamentos literarios, políticos y económicos. De allí en adelante, las naciones latinoamericanas intentaron solidificar su espíritu tanto nacional, como continental, para contrarrestar el crecimiento de las amenazas capitalistas internas y el imperialismo intercontinental.

PANAMERICANISMO

La idea del panamericanismo surgió en Simón Bolívar desde sus primeros años en la campaña independentista de América. Sin embargo, no fue hasta finales de los años de la lucha por la

Independencia americana que el Libertador intentó crear una confederación de naciones americanas.

Uno de los propósitos era consolidar los gobiernos de las naciones de habla hispana recién liberadas.

Asimismo, intentar fortalecer el comercio entre las nuevas repúblicas y crear conexiones jurídicas, militares, culturales políticas y religiosas entre ellas. El objetivo primordial del Liberador era crear una gran alianza continental. “Se trataba no tanto de diluir la identidad propia de las nuevas naciones…— explica Antonio Sáez Arance—sino más bien de articularlas jurídica y políticamente en torno a una ‘ley común’ y una estructura institucional permanente ‘Congreso’ que regulasen sus relaciones y contribuyesen a prevenir o, en caso, a dirimir los conflictos que se fuesen planteando entre ellas” (145).

Este sentimiento se intensificó después de la redacción de la Doctrina de Monroe en 1823 por

John Quincy Adams durante el gobierno del presidente James Monroe. El propósito del documento era el de informar al resto del mundo, especialmente a las naciones imperialistas europeas, que los Estados

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Unidos estaban en contra de cualquier acto de colonialismo en las Américas. En dado caso, el país norteamericano intervendría a favor de las naciones hispanoamericanas.34 No obstante, “ Bolívar took such declaration as a threat,—apunta Sara Castro-Klaren—for he had learned while in New York and

Philadelphia in 1807 how little respect the North American republican leaders had for Spanish

Americans” (44). En el mismo sentido apunta Joseph Byrne Lockey: “Él no confiaba mucho en la protección que pudieran suministrar los Estados Unidos, ni aceptaba la preeminencia en este hemisferio, implícita en la declaración del presidente Monroe” (Citado en Aguirre 204). En el mismo sentido, “no siempre la Doctrina Monroe, — apunta Mariano Picón Salas—que se iba trocando en formula internacional del poderío de los Estados Unidos más que del nuestro, nos ofreció coraza protectora contra las aventuras y codicia foránea” (264). Además, continua Picón Salas: “el viejo

‘monroísmo’—decían los periódicos— si había servido para alejar a Europa de nuevas aventuras políticas en América, ahora iba a utilizarse para arrebañar a los débiles países latinoamericanos en la

órbita imperial de los Estados Unidos” (277).

Cabe anotar que las intenciones del documento originaron muchas sospechas entre los dirigentes de los países hispanoamericanos, especialmente en el Libertador. Desde un comienzo, Bolívar manifestó inconformidad por las intenciones de los norteamericanos. El prócer caraqueño presintió que los Estados Unidos pretendían un futuro expansionismo por los territorios del Caribe y del sur de

América. Por ello, Bolívar insistió en promover asiduamente una concepción unificadora entre los países hispanoamericanos para contrarrestar cualquier intento invasor imperialista del gobierno estadounidense. De allí que la idea de este proceso de unión americana haya sido promovida por el héroe caraqueño.

34 Para más información sobre el tema del panamericanismo véase Orígenes del Panamericanismo de Joseph Byrne Lockey

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Este intento de Bolívar de crear la unificación entre las naciones americanas finalmente se llevó a cabo en Junio de 1828 en el Congreso de Panamá. Queda claro, que a lo largo de su carrera, primero militar y luego política, el prócer caraqueño insistió en crear una conciencia continental de solidaridad entre las naciones del continente americano. No obstante, aunque “Bolívar era perfectamente consciente de la imposibilidad de aglutinar a todos los hispanoamericanos en una sola nación—apunta

Antonio Sáez Arance— pero también pensaba que una suerte de liga o confederación de naciones americanas incrementaría el grado de reconocimiento exterior de las nuevas repúblicas independientes y crearía condiciones más favorables a la profundización de su desarrollo social y económico” (144).

En su famosa Carta de Jamaica (1915), el Libertador tempranamente manifestó la importancia que el canal de Panamá tendría para la unificación de Hispanoamérica. “Los estados del istmo de

Panamá hasta Guatemala—escribía Bolívar—formarán quizá una asociación. Esta magnífica porción entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del universo, sus canales acortarán las distancias del mundo…” (Bolívar, Escritos políticos 79). Sin embargo, el prócer venezolano ya anticipaba que este acercamiento entre las naciones latinoamericanas con Europa y los Estados Unidos, también pondrían en riesgo la estabilidad política y económica de Hispanoamérica. “¡Que bello sería que el istmo de Panamá fuera para nosotros lo que el Corinto para los griegos!—apuntaba Bolívar—ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra con las naciones de las otras tres partes del mundo” (Ibíd., 81).

Es preciso señalar que esta política militar internacional con que tanto insistió el héroe venezolano, por un lado, debía consistir en la reunión de las naciones americanas liberadas en base a la formación integral. Por otro lado, tendría que conformar una política exterior capaz de mantener una estabilidad militar preventiva contra cualquier amenaza imperialista por parte de Los Estados Unidos, o

136 cualquier nación europea. Esto fue lo que el prócer caraqueño escribió al respecto el 7 de Diciembre de

1824 a los gobiernos de las Repúblicas de Colombia, Méjico, Rio de la Plata, Chile y Guatemala:

Profundamente penetrado de estas ideas, invité en 1822, como presidente de la República de Colombia, a los gobiernos de Méjico, Perú, Chile y Buenos Aires, para que formásemos una confederación, y reuniésemos, en el Istmo de Panamá u otro punto elegible a pluralidad, una asamblea de plenipotenciarios de cada estado “que nos sirviese de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete en los tratados públicos cuando ocurran dificultades, y de conciliador, en fin, de nuestras diferencias.(Ibíd., 144)

Francisco Cuevas Cancino ha hecho un análisis detallado de los aspectos subjetivos y objetivos de las ideas de Bolívar en relación con lo que significa el panamericanismo. En dicho estudio se enfatiza la importancia de los ideales de libertad y unidad que Bolívar utilizó como base fundamental para el proceso independentista americano. Estos ideales se constituyeron en elementos básicos para la creación del panamericanismo. A través de ellos se podrá apreciar la influencia del pensamiento de

Bolívar en los siglos venideros. Francisco Cuevas Cancino señala:

Por ello se afirma que en Bolívar se encuentra una concepción del panamericanismo tan actual y tan viva como la que hoy existe; no importa que no haya conocido el vocablo; en sus escritos, en sus deseos, en sus luchas lo define con palabras tan claras y con tendencias tan ricas, que el decir que el panamericanismo nace con Bolívar y morirá con Bolívar también, no parece exagerado. Su visión mística y profética de la América le permitió elevarse a alturas inconmensurables, y así como las epístolas paulinas dan un sello definitivo a la fe que procuraron expresar, así la obra de Bolívar deja personalísima impresión, todavía en forma más amplia, en el ideal de la unidad panamericana, de la libertad de América, su sueño eterno. (240)

Al igual que Simón Bolívar, los escritores modernistas hispanoamericanos compartían la ideología unificadora del panamericanismo un siglo atrás. El prócer venezolano, en un principio, no quería a los Estados Unidos, ni a Brasil ni a Haití. Él quería que las naciones hispano parlantes de

América fuesen las únicas que conformaran esta ideología. Bolívar deseaba que América estuviese unida por un mismo idioma.

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Los escritores modernistas reconocieron el legado histórico e ideológico del Libertador en base a la formación del panamericanismo. Al igual que el héroe caraqueño, sus discursos, tanto políticos como literarios, manifestaron su apoyo una vez más por la idea de integridad intercontinental americana del panamericanismo. José Martí, Rubén Darío, José Enrique Rodó y Rufino Blanco-Fombona, por nombrar algunos escritores modernistas de la época, criticaban fuertemente las intenciones iniciales de los Estados Unidos en cuanto a su posición económica y militar con respecto al resto de

Latinoamérica.

En los discursos literarios y políticos de estos escritores, el pan-americanismo se convirtió en una extensión de sus propios ideales americanistas de unificación continental. Los modernistas hispanoamericanos constantemente insistieron en proponer una solución permanente de fraternidad entre los países de América latina. Ellos deseaban una clase de hermandad que les sirviera para dejar atrás las secuelas opresoras del sistema colonial. Asimismo, que les permitiera formalizar un nuevo sistema autóctono americano, capaz de contrarrestar cualquier ataque futuro que pusiera en riesgo la infraestructura política o económica de Hispanoamérica.

Este grupo, no sólo de escritores sino también de intelectuales, estaba muy al tanto de la situación desventajosa en que se encontraban las naciones hispanoamericanas. Ellos consideraban que en América Latina apenas se empezaba a crear un proceso de autonomía. Razón por la cual, estas nuevas e inexpertas naciones, eran aún muy débiles al lado de países como los Estados Unidos y las demás potencias europeas. Como resultado de las amenazas imperialistas provenientes de la nación estadounidense e Inglaterra, estos intelectuales iniciaron un proceso ideológico de unidad y progreso americanista en contra de cualquier ataque extranjero que pusiera en riesgo la unidad del continente.

“Estados Unidos, que en generaciones anteriores había sido mirado como ‘modelo’ a seguir, señala –

Fernán Gustavo Carreras—empieza a ser percibido cada vez más como una amenaza. Comienza el

138 desarrollo de un imperialismo Yanki que, rechaza el panamericanismo Monroico, a la vez que propicia la unidad hispanoamericana siguiendo el ideal bolivariano” (45).

Entre los escritores modernistas que más se interesaron por los ideales que perseguía el

Libertador a través del panamericanismo sobresale la figura de José Martí. De acuerdo con Sara Castro-

Klaren : “…the Cuban patriot and man of letters, found in Bolívar’s Pan-Americanism the seed not only for his dreams of Cuban Independence but also for his own deployment of “ Nuestra America” as a counter-colonialist discourse with which to face down galloping United States expansionism”(32).

El escritor y revolucionario cubano inicia sus discursos sobre el panamericanismo desde muy temprano en su carrera. Martí vivía y trabajaba en los Estados Unidos, por lo tanto, estaba muy al tanto de cualquier pacto o convenio internacional estadounidense con el resto del mundo, en especial con

Hispanoamérica. De allí que a través de sus escritos, tanto políticos como literarios, hubiese intentado persuadirnos de cualquier amenaza política, económica o cultural estadounidense, que pudiera atentar contra el bienestar de Latinoamérica y el Caribe. Para llevar a cabo su objetivo, Martí se propone desenmascarar las intenciones político-económicas que los Estados Unidos pretendían lograr a través de la creación de un proyecto continental como el panamericanismo:

Creen en la superioridad incontrastable de la “raza anglosajona” contra la raza latina. Creen en la bajeza de la raza negra, que esclavizaron ayer y vejan hoy, y de la india que exterminan. Creen que los pueblos de Hispanoamérica están formados, principalmente, de indios y de negros… ¿Pueden los Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica con los Estados Unidos? Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político. La política es obra de los hombres, que rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican al interés una parte de sus sentimientos. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y al servicio a los que necesitan de él. Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios… El comercio va por las vertientes de tierra y agua y detrás de quien tiene algo que

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cambiar por él, sea monarquía o república. La unión, con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra. Si algún oficio tiene la familia de repúblicas de América, no es ir de arria de una de ellas contra las repúblicas futuras. (Citado en Roig 44-45)

Claramente algunas de las intenciones del discurso de José Martí son muy similares a las que pretendía Simón Bolívar en su famosa Carta de Jamaica. No obstante, en aquella época la denuncia del

Libertador estaba basada principalmente en contra del monopolio económico que ejercía la corona española sobre las colonias del Nuevo Mundo. Casi un siglo después, una vez más, Martí intentaría persuadir a las nuevas republicas hispanoamericanas sobre la inminente amenaza en que se estaba constituyendo el monopolio político-económico de los Estados Unidos.

En el ensayo “Nuestra América” vemos como el escritor cubano se enfoca en el tema del panamericanismo. Allí, a través de su discurso, Martí continúa insistiendo en la importancia de la unificación de las naciones hispanoamericanas. El núcleo temático del ensayo es destacar los problemas político-económicos de Hispanoamérica durante el comienzo del siglo XX. Señala allí la necesidad de crear un movimiento de fraternidad entre las naciones latinoamericanas para contrarrestar las amenazas imperialistas de las grandes potencias mundiales, especialmente, los Estados Unidos:

Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes (Martí 37-38).

Con “Nuestra América”, por una parte él propone un nuevo orden que se dedique a combatir los avances imperialistas, por otra parte, plantear un pensamiento latinoamericano de identidad continental propia. De acuerdo con el escritor caribeño, dicho movimiento debería estar basado en un común denominador, la unidad continental. José Martí intenta establecer una realidad continental a través de la cual todos los países hispanoamericanos deberían unificarse . Uno de sus objetivos, al igual

140 que el de Bolívar, era el de formar una conciencia intercontinental propia y original. Ya en 1819 Bolívar proclamaba ante el Congreso de Angostura la necesidad de la unificación y la originalidad:

Pero sea lo que fuere de este Gobierno con respecto a la Nación americana, debo decir que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de los Estados, tan distintos como el Ingles Americano y el Americano Español. ¿No sería muy difícil aplicar a España el Código de Libertad política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aún es más difícil adaptar en Venezuela las Leyes del Norte de América. ¿No dice El Espíritu de las leyes que éstas deben ser propias para el Pueblo que se hacen?, ¿Que es una gran casualidad que las de una Nación puedan convenir a otra?, ¿Que las Leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos?, ¿referirse al grado de Libertad que la Constitución puede sufrir, a la Religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He aquí el código que debíamos consultar, y no el de Washington! (Escritos políticos 101).

Casi un siglo después en su ensayo “Nuestra América”, Martí escribiría algo similar dentro de este contexto. Al igual que Bolívar, el escritor cubano había reconocido como a finales del siglo XIX, que las nuevas naciones americanas se hundían cada vez más en un proceso cultural que emulaba los ideales de las naciones europeas. No hay duda de que Martí se oponía a este proceso que perjudicaba la evolución creativa de las naciones hispanoamericanas para crear su propia identidad nacional. Una identidad propia basada en elementos autóctonos de la fisonomía étnica americana. Según Martí:

Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear, Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales…si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república. (43)

Durante las últimas décadas del siglo XIX, por un lado, José Martí mantenía la idea de que la

única forma de mantener la esperanza en los pueblos americanos recién formados debía ser a través de la unidad. Por otro lado, el escritor cubano insistía en que las naciones de Latino América debían preocuparse por forjar identidades propias, pero basadas en ideales autóctonos hispanoamericanos

141 comunes a todos. En síntesis, para Martí, el concepto del panamericanismo no sólo debía concentrarse en crear un nuevo concepto geopolítico entre las naciones hispanoamericanas para contrarrestar el imperialismo. De igual manera, debía establecerse una base de nuevos ideales propios que establecieran una comunicación constante, y que compartieran una realidad cultural, moral, social, religiosa e histórica común, a través de todo el continente hispánico.

José Enrique Rodó también utilizó como referencia en sus escritos las ideas de Bolívar provenientes del pan-americanismo. Entre ellas sobresale la idea de unidad continental bajo la premisa reconstructora de unificar las nuevas naciones americanas mediante la integridad social y cultural. El ensayista uruguayo comenzó a adquirir una conciencia de unidad continental cuando interpretó que la amenaza del imperialismo empezaba a imponer una monopolización capitalista en las prácticas sociales americanas. En Ariel, Rodó mostró una desconfianza por el gobierno de los Estados Unidos. Él veía en el panamericanismo una inminente amenaza económica para Latinoamérica. De allí se empezó a formar una concepción anti-norte americanista entre otros escritores hispanoamericanos contemporáneos:

Su cultura, que está lejos de ser refinada ni espiritual, tiene una eficacia admirable siempre que se dirige prácticamente a realizar una finalidad inmediata… han dado al mundo en la caldera de vapor y en la dínamo eléctrica billones de esclavos invisibles que centuplican, para servir al Aladino humano, el poder de la lámpara maravillosa. El crecimiento de su grandeza y de su fuerza será objeto de perdurables asombros para el porvenir. (88)

José Rodó, al igual que otros escritores de la época, pensaba que la Doctrina Monroe no era nada más que una estrategia colonizadora de los Estados Unidos. A medida que los estadounidenses sistemáticamente establecían relaciones político-económicas más sólidas con las naciones latinoamericanas, gradualmente iban manipulando el mercado. Asimismo, a través de sus continuas intervenciones militares en el territorio americano, mantenían a las naciones europeas retiradas de su futuro campo inversionista.

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Este mismo proyecto del panamericanismo lo vemos reflejado en la obra de Rufino Blanco

Fombona. El escritor venezolano, al igual que Simón Bolívar un siglo más tarde, escépticamente, hace hincapié sobre la influencia política de los Estados Unidos en las naciones de América Latina. “Con la apertura del canal dominarán comercialmente los EE.UU. los pueblos que baña el Pacifico—apunta

Fombona—no sólo en América, sino en Asia; y la influencia política de ese país se acrecerá sin límites en los pueblos adyacentes del canal” (Ensayos Históricos 439). Con respecto a la Doctrina de Monroe el escritor venezolano después “…se lamenta de que el Gobierno de los Estados Unidos imite en territorio de Hispanoamérica al perro hortelano que, ni deja comer ni come” (Ibíd., 439). Además continua: “pero si la Doctrina de Monroe significa, a más, el protectorado de los Estados Unidos en América, nosotros rechazamos esa Doctrina. Apreciada así, como intenta la golosina de algunos Yankees, la Doctrina de

Monroe sería un medicamento no menos peligroso que el mal que dice curar” (Ibíd., 440). Más adelante

Blanco-Fombona reitera su inconformidad con las leyes políticas internacionales del gigante país del norte y concluye señalando:

De donde se deduce que la política de Hispanoamérica, por el instante, debe ser esta: valerse del monroísmo contra la voracidad y la insolencia europeas, y de la idea latina que es necesario fomentar, contra los EEUU. Pero si en vez de abrir los ojos continuamos en nuestros desordenes canibalescos, el dilema de nuestro porvenir es el siguiente: ser devoraos por un león o por un centenar de ratas inmundas; la suerte de Puerto Rico o la de Polonia. (Ibíd., 440)

A su vez, desde el cono sur del continente americano, Leopoldo Lugones también hace hincapié en las ideas bolivarianas del panamericanismo en sus propios discursos a inicios del siglo XX. El discurso político-cultural de Lugones con respecto a las ideas del panamericanismo empieza a manifestar cierta crítica contra el gobierno argentino de la época. Según Alfredo Palacios, Lugones en algunas de sus conferencias profundiza sobra una presunta “doble amenaza”. La primera de estas amenazas, según

Palacios: “no provendría de los países vecinos, sino de la política imperialista de los EEUU. Asimismo,

143 para combatirla, no sería necesario la violencia del ejército y de la sociedad civil, sino el fortalecimiento de los vínculos entre los países de ‘Nuestra América’” (Citado en Bustelo 9).

En 1914 Leopoldo Lugones escribió un artículo en Paris para la revista Revue Sud-Americaine titulado “Panamericanismo, su forma y su fórmula”. En dicho artículo el controversial escritor argentino hace un detallado análisis sobre el concepto de solidaridad en el continente americano. Lugones interpreta las normas impuestas por el presidente norteamericano James Monroe en el famoso documento de la “Doctrina de Monroe”. Allí él resalta que las pólizas del documento son vitales para mantener un concepto de solidaridad y seguridad continental. No obstante, Lugones indica que la seguridad del continente no sólo debería recaer sobre Los Estados Unidos, sino que esta obligación debería ser compartida por todos los países americanos. Lugones señala:

La Doctrina de Monroe, debe pertenecer a toda la América y no tan solo a los Estados Unidos: cuanto mayor sea el número de naciones que la adopten, menos posible será abusar de ella. Para volverla más eficaz, habría que completarla con la doctrina de Drago, que los Estados Unidos han aceptado, por lo demás, bajo la única reserva de que el cobro compulsivo de la deudas de naciones, será tolerado cuando el deudor rehusé someterse al arbitraje o a la sentencia pronunciada contra él… Ya el otro día se dejaron decir en Alemania que la eficacia de la Doctrina de Monroe depende del alcance que tengan los cañones de los Estados Unidos. Quizá este alcance no baste, ante el monstruoso crecimiento del militarismo europeo. Pero, puede sumarse eficazmente a aquellos cañones, los de la Argentina, Brasil y Chile. Los países americanos que no poseen artillería, tienen caletas, paraderos, puertos, hombres; y esto les permitirá participar en la defensa común si se requiriera. Esta forma práctica del panamericanismo, ofrece una trascendencia que constituye, quizá, lo más interesante de dicho asunto. (161-162)

En un estudio realizado sobre la posición del continente americano durante la primera guerra mundial, Ana María Cormik analiza los puntos de vista de varios autores argentinos, entre ellos,

Leopoldo Lugones. Según ella, Leopoldo Lugones, al igual que Bolívar casi un siglo atrás, no estaba muy de acuerdo con los puntos establecidos en 1823 en la “Doctrina de Monroe”. “Lugones había propuesto una redefinición de ese principio a fin de ampliar dicha potestad de defensa a otras naciones americanas” (6). Dentro de este contexto de defensa continental Cormik resalta que esta concepción de solidaridad entre las naciones americanas, partía en Lugones:

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…de la necesidad de reconocer el poderío militar que Argentina, Brasil y Chile habían alcanzado para sostener luego que esa nueva situación permitía, a un tiempo, equilibrar hacia el interior las fuerzas del continente y ampliar las posibilidades de su defensa exterior al incorporar nuevos guardianes del continente. De este modo, la seguridad de América no dependía ya exclusivamente de los Estados Unidos sino que dicha responsabilidad recaía también sobre aquellos países que habían conseguido un desarrollo militar relevante. (7)

Con la incorporación de la Argentina al lado de los Estados Unidos en la “Gran Guerra”, Ana

María Cormik interpreta que esa concepción de solidaridad continental que presentaba Lugones:

…no implicaba entonces una cuestión de mero interés particular sino que significaba, principalmente, la asunción de un deber que a la nación le cabía de acuerdo al rol de garante de la seguridad continental que el poeta había asignado. Argentina debía implicarse entonces en la guerra por un lado, en nombre de la solidaridad americana para defensa del continente de su integridad física y moral y, por otro, para ofrecer su contribución a la batalla contra el despotismo y la barbarie. Ambas causas, la defensa de América y la civilización se hallaban por lo demás estrechamente imbricadas puesto que retomando las palabras del presidente Wilson pronunciadas en su declaración de guerra, el poeta se refería a América como tierra de independencia y democracia. Eran esos principios y valores consagrados por la civilización aquellos que hacían del continente, a pesar de sus muchas diferencias de ‘razas, lenguas y distancias, una entidad mucho más uniforme que Europa’. (7-8)

En resumidas cuentas, es preciso acotar que “el panamericanismo deriva del monroísmo, mientras la unidad latinoamericana, del bolivarismo. – Waldo Ansaldi indica—La diferencia la marcó muy bien el mexicano José Vasconcelos al señalar: ‘Llamaremos bolivarismo al ideal hispanoamericano de crear una federación con todos los pueblos de la cultura española.’” Desde el mismo ángulo, Ansaldi escribe: “Llamaremos monroísmo al ideal anglosajón de incorporar las veinte naciones hispánicas al imperio nórdico, mediante la política del panamericanismo” (16). Después de la Independencia, Bolívar quiso nivelar las relaciones políticas de las naciones recién liberadas. Sin embargo, sus argumentos no fueron muy bien aceptados por muchos políticos, militares y la clase alta de estos países. El congreso finalmente se llevó a cabo en Panamá. Irónicamente, por un lado, se destacó la ausencia de Bolívar ya que el odio de sus enemigos aumentaba cada vez más contra él. Por el otro, la presencia de los Estados

Unidos no fue muy buen recibida por parte del Libertador y sus simpatizantes.

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ANTI-IMPERIALISMO

Desde el inicio de su carrera tanto militar como política, a principios del siglo XIX, Simón Bolívar tempranamente se percató de la amenaza que las grandes potencias europeas y los Estados Unidos, constituían para los inexpertos países americanos. En sus documentos, proclamas y discursos más importantes, el Libertador alude sobre este problema en numerosas ocasiones. Ya para 1815 señalaba en su Carta de Jamaica: “En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina” (Escritos políticos 75). Asimismo, en

1829 en una carta dirigida al diplomático ingles Patricio Campbell escribía: “Los Estados Unidos parecen haber sido puestos por la fatalidad en el Nuevo Mundo para causar daños a América en nombre de la libertad” (Blanco-Fombona, El espíritu de Bolívar 147-148). En otra ocasión reitera en una carta dirigida al señor Guillermo White el 1º de Marzo de 1820: “La América del Norte, siguiendo su conducta aritmética de negocios, aprovechará la ocasión de hacerse de las Floridas de nuestra amistad y de un gran dominio de comercio” (Bolívar, Documentos de Simón Bolívar 90). Sin embargo, su proyecto más significativo en contra del imperialismo, tanto americano como europeo, lo encontramos en el desarrollo de su pensamiento sobre el Panamericanismo.

Este sentimiento en contra de Los Estados Unidos evolucionó fuertemente en Latinoamérica a finales del siglo XIX. Después de la guerra de 1898 entre éste país y España, los derechos político- económicos adquiridos por la nación del Norte sobre Cuba y Puerto Rico, no sentaron muy bien entre las demás naciones de la región. Además, su actuación en la separación de Panamá de la Republica colombiana, su control casi total sobre la zona del istmo de Panamá y las constantes invasiones militares en Latinoamérica, ocasionaron que aumentara un sentimiento anti-norteamericano en las sociedades del resto del continente. Para corroborar este sentimiento hispanoamericano hacia los Estados Unidos

Mariano Picón Salas señala:

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En los latinoamericanos de 1900 cundía un creciente rencor ante los Estados Unidos y en el Norte no se miraba hacia nosotros sino con extraña mezcla de ignorancia, pintoresquismo y menosprecio. Éramos apenas, para ellos, un anárquico mundo mestizo juzgado a la luz del racismo anglo-germánico del siglo XIX que veía en la prospera peripecia industrial de las naciones sajonas, un signo de primacía y superioridad sobre las asoleadas y perezosas gentes latinas. (275-276).

Algunos estudios sobre los autores modernistas hispanoamericanos como José Martí, José

Enrique Rodó, Cesar Zumeta y Rufino Blanco Fombona entre otros, han demostrado la presencia de este tema en sus discursos políticos y literarios. Si nos enfocamos en las ideas antiimperialistas de Rufino

Blanco Fombona, vemos cómo este escritor dedicó varios trabajos sobre este tema y más concretamente, sobre su ideología en contra de los Estados Unidos. En varios de sus trabajos fundamentales sobre el Libertador, Blanco Fombona comienza denunciando el imperialismo espiritual que el imperio español ejercía sobre sus colonias a través de la iglesia católica: “Aquel catolicismo sui generis era una de las bases, una de las palancas seculares del imperialismo absolutista español. Para derrocar el Imperialismo, el absolutismo, Bolívar tenía forzosamente que chocar contra la iglesia. Fue lo que hizo, aunque sin estridencias” (Blanco-Fombona, El pensamiento vivo de Bolívar 54).

El escritor venezolano compara a los Estados Unidos con “un octopus gigante—dice Howard

Macdonald—que va extendiendo sus sinuosos tentáculos hacia la pequeñas republicas del sur, y que los va estrangulando una por una” (67). Blanco Fombona siempre vio en el gobierno del país del norte un sistema lleno de hipocresía. Un gobierno que se valió de tratados internacionales como la Doctrina de

Monroe 35 “para interpretarlas—anota Macdonald—de acuerdo con las necesidades del momento” (68).

Unas necesidades políticas con intención de expansión económica, disfrazadas con doctrinas políticas de

35 La Doctrina de Monroe fue un documento redactado por John Quincy Adams durante el gobierno del presidente James Monroe en 1823. El propósito de la doctrina era de informar al resto del mundo, especialmente a las naciones imperialistas europeas, que los Estados Unidos estaban en contra de cualquier acto de colonialismo en las Américas. Por lo tanto, el país norteamericano intervendría a favor de las naciones hispanoamericanas en cualquier caso de agresión contra ellas.

147 beneficencia. Por un lado, el discurso político del escritor venezolano es una crítica directa a las leyes internacionales del Tío Sam, por otro lado, es una llamada de atención a los americanos:

De la conquista moderna del capital, que toma algún estado en bancarrota y por medio de empréstitos forzados, que llevan consigo el derecho de intervención, va adquiriendo cierto control moral de Estado, que va quebrando poco a poco aún más a merced de los caprichos de su protector que los esclavos de su Señor en los tiempos antiguos. Esta es la peor forma de dominación, dice, porque no solamente mata el alma de su pueblo al aplastar su individualidad y quitarle el derecho de gobernarse por sí mismo sin supervisión, sino que prepara el terreno para la completa dominación política del futuro. (Macdonald 68-69)

La hostilidad contra los Estados Unidos, al igual que lo era para Simón Bolívar a principios del siglo XIX, era una preocupación constante que reapareció en la obra de Rufino Blanco Fombona. En uno de sus textos sobre el Libertador, él denunció el papel de protagonismo que la poderosa nación del norte tuvo en la ideas del panamericanismo de Bolívar: “El panamericanismo pues, comprendiendo a los

Estados Unidos sajones, no fue nunca proyecto de Bolívar. Ese ha sido, ulteriormente, proyecto de los

Estados Unidos saxo americanos. Ellos han querido y logrado, a favor de la ignorancia y el confusionismo, presentar su idea como idea del Libertador y ennoblecer su plan con el desprestigio del tiempo y del bolivarismo” (Blanco-Fombona, El espíritu de Bolívar 155).

Cesar Zumeta, al igual que algunos escritores modernistas hispanoamericanos de la época, utilizó como modelo en sus obras, el pensamiento de Bolívar con relación al imperialismo. El escritor venezolano tomó muy seriamente su tarea de denunciar el expansionismo de los Estados Unidos, tanto en el Caribe, como en el resto de América. Cesar Zumeta alertó a las nuevas generaciones de americanos sobre el peligro imperial inminente que representaba la nación norteamericana. Su rechazo del gobierno imperial de los Estados Unidos creció a finales del siglo XIX. A raíz de la posición que el país norteño ejerció sobre las Filipinas y Cuba en 1899, el escritor venezolano los criticó severamente afirmando:

El criterio democrático americano ha sido sustituido con el criterio monárquico europeo; y el resto de la América queda a merced de las fuerzas complejas y múltiples

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que pone en juego el nuevo orden de las cosas. Las necesidades del progreso moderno les imponen a los grandes industriales, como conclusión de mantenimiento de su poderío, el deber de activar la producción de las materias primas de que sus industrias se alimentan, y el de estimular, al propio tiempo, el comercio de sus productos. (19-20)

Cabe señalar que, si por una parte, la intención de Zumeta fue alertar ideológicamente sobre las pretensiones de expansión económica e industrial de los Estados Unidos sobre los países del sur, por otra parte, Lino Moran Beltrán señala que para Zumeta, los efectos del imperialismo no fueron sólo materiales: “sino que se trata realmente de que se encuentra en velo nuestra dignidad humana. Cree permanentemente que el imperialismo constituye un sojuzgamiento de lo que a un pueblo o a una raza le es más propio: su lengua, su tradición, sus ideales” (Citado en Morán 125).36

Rubén Darío, al igual que sus coetáneos modernistas, también criticó fuertemente la política imperialista de los Estados Unidos en su famosa “Oda a Roosevelt” (1904). Después que se dio a conocer abiertamente la intervención directa del gobierno del presidente Theodore Roosevelt (1852-1919) en la independencia territorial panameña de Colombia, el poeta nicaragüense critica al gobierno yanqui por su crecimiento territorial y la ocupación militar de los territorios de América Latina.

Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman que habría que llegar hasta ti, Cazador, primitivo y moderno, sencillo y complicado, con un algo de Washington y cuatro de Nemrod. (539)

En este significativo poema, Rubén Darío empieza utilizando el calificativo de “Cazador” para criticar, no sólo el sistema expansionista del mandatario, sino el utilitarismo del gobierno estadounidense. El poeta nicaragüense aprovecha que Roosevelt era aficionado a la caza para compararle con Nemrod, personaje bíblico, al cual su pueblo lo había denominado como “el gran cazador”. Nemrod había alcanzado un gran poder territorial mientras era el rey de la región de Caldea.

De allí en adelante, los versos siguientes son una denuncia directa en contra de las tácticas imperialistas de la potencia del norte, con respecto las naciones latinoamericanas.

36 Para más información véase “Panamá y América” en El continente enfermo.

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Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasor de la América ingenua que tiene sangre indígena, que aún reza a Jesucristo y aún habla en español…

Los Estados Unidos son potentes y grandes, cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor que pasa por las vértebras enormes de los Andes. Si clamáis, se oye como el rugir del león… (539)

José Enrique Rodó, por su parte, ha sido otro de los escritores modernistas que ha seguido el legado de Simón Bolívar, con respecto al imperialismo de los Estados Unidos. “Cuando Rodó toma a

Norteamérica como símbolo del utilitarismo moderno—dice Hugo Torrano—cuasi descontrolado, cuasi irracional, que subordina toda la vida al logro material, en vez de considerar este afán como medio para una vida superior, debe aceptarse que lo hace luego de cuidadosa reflexión” (234). De allí, el uruguayo se convirtió en un crítico acérrimo del país norteamericano. “No es el azar—insiste Torrano—ni un espíritu demagógico u oportunista el que le lleva a considerar la faz que este país presenta al mundo y que, de hecho, aparece como universal espejo donde han de buscar su propia imagen la naciones del orbe en pos del ascenso material” (234). A pesar de que en su ensayo Ariel (1900) encomia muchas características importantes del país yanqui, su crítica en contra de la poderosa nación es un tema que no deja de hacerse presente en su obra. Como conclusión, Hugo Torrano ha sugerido:

…no descuidó Rodó problema importante de su tiempo, que propuso los Estados Unidos, a la mira americana del Sur, en lo bueno y en lo malo, luego de conocer sus Virtudes, que no rechazó sino que exaltó justicieramente. Lo hizo para discernir, en la natural imitación a que llamaba su grandeza Titánica…Esto es todo y en ello está la originalidad de Rodó… (237)

Este elemento y varios más afines a éste, son los que circundan las ideas de Rodó acerca del poderoso país del norte, en relación con el futuro incierto de Hispanoamérica. “Su grandeza titánica se impone así, aun a los más prevenidos por las enormes desproporciones de su carácter o por las violencias recientes de su historia. Y yo por mi parte, ya veis que, aunque no les amo, les admiro…”

(Rodó 89). No obstante, según Emir Rodríguez Monegal, el ensayista uruguayo exhibe un mayor

150 desacuerdo con la política imperialista del gobierno estadounidense en otros trabajos de menos renombre:

La política internacional de los Estados Unidos tiene antecedentes conocidos, en cuanto a su injerencia en las cuestiones domésticas de los pueblos de este continente. El propósito de intervención que ahora se insinúa resultaría en cualquier caso lógico y consecuente con esa orientación histórica de la política norteamericana, pero para los demás pueblos del Nuevo Mundo—consultados con cortés oficiosidad— se presenta la ocasión de resolver si les toca cooperar, directa o indirectamente, al desenvolvimiento de una norma internacional que tienda a establecer, en América, algo como una tutela protectora y filantrópica de los fuertes y ordenados sobre los débiles y revoltosos. Que, valida de la superioridad de su fuerza, la poderosa nación del Norte haya efectuado sus intervenciones desenmascaradas, como en Cuba y Panamá, y ejerza una intervención constante y encubierta en los negocios públicos de otros Estados hispanoamericanos, es cosa que no constituye gran baldón para las demás republicas del Continente si se considera que no les es exigible con justicia una acción internacional proporcionada a los medios y recursos de su enorme vecino. (499-500)37

Desde una perspectiva más moralista, de acuerdo con su interpretación de Ariel, Frederick Hart

Langhorst resalta que: “The United States, by implication, is Caliban, the ugly monster fettered to materialism, while Latin America is Ariel…And the major division between North and South is more than the great distances separating the antipodes of Ariel and Caliban. It is the moral difference therein”

(113). Por su parte, Emir Rodríguez Monegal también señala que: “Rodó teme entonces la influencia moral de los Estados Unidos y contra ella se alza en un tono que altera por completo la marcha normal del discurso” (Citado en Langhorst 100).38

José Martí, como ya he anotado anteriormente, es probablemente el escritor modernista, que más ha continuado a través de su discurso literario, el legado del Libertador. En relación con el tema del imperialismo de los Estados Unidos, el escritor cubano ha sido uno de los que más ha denunciado este problema en sus discursos. La obra de José Martí que mejor refleja sus ideas sobre el imperialismo norteamericano es su ensayo filosófico y político “Nuestra América” (1981), publicado por primera vez el 1º del mismo año en la Revista Ilustrada en Nueva York. El ensayo es una manifestación directa del

37 Citado por Monegal de un artículo que publicó el periódico El Telégrafo de Montevideo, en agosto 4 de 1915. 38 Para más información véase la introducción de Obras completas de José Enrique Rodó, por Emir Rodríguez Monegal, pág. (100).

151 peligro imperialista de los Estados Unidos sobre el resto de los países hispanoamericanos. Esta convicción del prócer cubano sobre el imperialismo estadounidense se puede apreciar desde las primeras líneas en su ensayo cuando apunta: “…sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima…” (Martí, Política de Nuestra América 37).

Las experiencias que el escritor cubano tuvo que vivir durante su exilio en la ciudad de Nueva

York claramente constituyen un elemento importante en la formación de su perspectiva sobre la política imperialista de ese país. “Martí vivió largos años en Estados Unido y en diversas ocasiones recorrió muchas de sus grandes y pequeñas poblaciones; — explica Emilio Roig— buena parte de su propaganda revolucionaria la hizo desde territorio norteamericano; trató a sus hombres humildes y poderosos, estudió sus costumbres, su carácter, su política. Cuando habla, pues, de Estados Unidos lo hace con pleno conocimiento de causa y sin apasionamientos ni perjuicios” (9).

Durante su exilio en los Estados Unidos, el poeta cubano pudo observar sus tácticas de expansión territorial. “Viví en el monstruo—escribe Martí—y le conozco en las entrañas: y mi honda es la de David” (Citado en Roig 9). Fue precisamente allí donde el revolucionario cubano tuvo la oportunidad de presenciar “…los peligros, acechanzas y males—indica Roig— que para la América hispana encierran la absorción y explotación política y económica de sus pueblos por los Estados Unidos: el imperialismo yanqui” (7). A raíz de la adquisición atípica de extensos terrenos mejicanos que se llevan a cabo en 1846 por la nación anglosajona, y su clara intensión de expansionismo sobre el resto de

Hispanoamérica, el escritor antillano “…trata de impedir que Cuba sea víctima, igualmente, de ellos— añade Roig— y se ofrezca entonces, maleada, débil, explotable, a la codicia de los gobernantes y negociantes del Norte” (36). Con un concepto muy claro de las intenciones imperialistas estadounidenses, José Martí, alegóricamente alertó a los ciudadanos americanos sobre el inmenso peligro que se aproximaba contra las naciones americanas:

El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas en el aire. No se le oye venir, sino que viene con

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zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros—de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y formulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen—, por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la republica que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos. (Política de Nuestra América 41)

El tigre al que el escritor cubano alude en su ensayo simboliza el imperialismo de los Estados

Unidos. Para él, la única manera de contrarrestar este problema inminente, debía ser a través de la unidad entre las nuevas naciones. Esa unidad americana por la que Bolívar tanto soñó y luchó a lo largo de la campaña independentista. “¡Los árboles—profetiza Martí—se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas!” (Política de Nuestra América 37). Los árboles simbolizan las naciones americanas que debían ponerse en fila para luchar todas unidas en contra del imperialismo estadounidense. Después de la guerra contra España en 1898, el gobierno estadounidense sentó las bases estratégicas de expansionismo sobre las colonias de Cuba, Puerto Rico, Guam y Las Filipinas.

Para José Martí “el problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu” (Política de Nuestra América 41). Por lo tanto, este cambio de espíritu en el nuevo hombre americano se convertiría en un concepto muy difícil de asimilar. Mientras esta asimilación sucedía, las nuevas sociedades americanas iban a estar expuestas a numerosos peligros. Peligros inminentes como el gigante tigre del norte al que alude el escritor cubano en su ensayo. “El desdén del vecino formidable—insiste José Martí— que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe” (Política de Nuestra América 44). De acuerdo con Frederick Hart Langhorst, tanto José Martí como José Rodó:

Perceive a vast national ego in our country and distrust the single-mindedness they see, the lack of any transcendental goal. They sense a spiritual vacuum in our national soul…Both see the danger of treating wealth as life’s only object…Both comment on the practicality but dangerous single-sightedness of the Yanquee mind, and the egotism of his character. (116-117)

153

En la medida en que José Martí presenciaba la expansión geográfica del fenómeno imperialista estadounidense en Hispanoamérica, aumentaban considerablemente sus sentimientos nacionalistas y de libertad en sus obras. El escritor cubano no sólo visualizaba el inminente peligro que se avecinaba sobre la isla de Cuba y las Antillas, sino en el resto de América. De allí “claramente que el ideal libertador cubano y el ideal imperialista— concluye Emilio Roig— brotan hermanados en su mente y en su corazón, y hermanados marchan durante toda sus actuación política” (62).

Otro escritor modernista que se destacó por su constante ataque antiimperialista contra los

Estados Unidos, fue José María Vargas Vila (1860-1933). El escritor colombiano, al igual que Simón

Bolívar, constantemente anticipó el peligro que representaba el gobierno estadunidense para el continente americano. “…he ahí cerca de seis lustros—“escribía Vargas Vila— que vengo anunciando a los pueblos de la América Latina, EL PELIGRO YANKY; y, con oídos sordos, por el rumor de sus vociferaciones, ellos no oyeron;…” (99). Sin embargo, el tiempo les dio la razón, primero a Bolívar, y luego a literatos como Vila. “Ellos han quitado—sigue el escritor colombiano—los más bellos florones de la latinidad vencida y dispersa en las selvas del trópico” (100). “Ellos— continua Vargas Vila— han invadido a México, aprisionado a Cuba, a Haití, a Santo Domingo, conquistado a Puerto Rico, y despedazado a Colombia, y cometido el robo audaz de Panamá…” (100).

Entre sus obras, la que más despliega una denuncia contra la presencia, tanto militar como capitalista, del gobierno estadounidense, es Ante los bárbaros: (los Estados Unidos y la guerra) el Yanky.

He ahí el enemigo (1917). En esta obra, Vargas Vila resaltó a principios del siglo XX los primeros avances militares de los Estados Unidos en los territorios de México y Centro América. De igual manera, señaló que el interés que motivaba al gobierno estadounidense era el potencial económico que representaban algunas islas caribeñas como la República Dominicana, Puerto Rico, y en especial Cuba. Por otra parte, algunas otras como Haití, la antigua colonia francesa, “vieron que la mitad de esa isla—“decía Vargas

Vila— no era bastante a su codicia…” (22), y por lo tanto, no mostraron ningún interés en ella. No

154 obstante, después que divisaron “la faja esmeraldina y luminosa, de valles y de montañas, la tierra próvida que se extiende hacia el mar, Santo Domingo—“agregaba el escritor colombiano—vieron que ella era tierra de promisión y de riqueza; y, cayeron sobre ella. ¿Quién podrá salvar la isla gloriosa?...La mano del bárbaro la agarrota, y la hace temblar bajo su peso” (22-23).

Queda claro que las ideas antiimperialistas de los escritores modernistas hispanoamericanos provinieron de las ideas de Simón Bolívar. La ideología bolivariana mostró desconfianza ante el imperialismo desde los años de la lucha por la independencia americana. Casi un siglo más tarde, estas denuncias del prócer venezolano seguían vigentes en la mentalidad de algunos intelectuales hispanoamericanos. Por lo tanto, se empezaron a crear nuevas estructuras culturales, políticas y económicas en Latinoamérica, con la intención de unificar al continente para eliminar cualquier amenaza imperialista futura.

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CAPITULO V

EL FRACASO BOLIVARIANO A TRAVES DEL DISCURSO MODERNISTA

Simón Bolívar tenía como principal objetivo formar una gran nación hispanoamericana. Su sueño era crear una “Patria Grande”, ya que las naciones que la conformarían, tenían el mismo origen, la misma lengua, las mismas costumbres y la misma religión. Por ello, el Libertador quería “…ligarlos en una federación—afirma Liévano Aguirre—regida por el Código bolivariano, y en la cual la autoridad de un presidente general, encargado de las relaciones exteriores y del mando del ejército de las partes asociadas, sustituyera al vínculo de unión que quiso, inultamente, forjar el congreso de Panamá” (343).

Sin embargo, los obstáculos que tuvo que enfrentar el Libertador fueron muchos. Por un lado, la falta de experiencia de los gobernantes de la época y las diferencias entre las clases dominantes, efectivamente, se convirtieron en un problema constante para el mejoramiento político de las nuevas naciones. Por otro lado, la inmensa variedad étnica constituida por los indios, negros mulatos y zambos que reclamaban igualdad social, las grandes distancias territoriales que existían entre las ciudades principales y el exceso de autoridad que se le había otorgado a los próceres de la independencia, impidieron que el proyecto bolivariano se concretara. Además, “el verdadero peligro surgió—apunta

Sáez Arance—en el momento en el que líderes populistas como José Antonio Páez consiguieron encontrar motivos concretos para apelar a los prejuicios latentes, movilizarlos y amalgamarlos en una suerte de resentimiento destructivo extremadamente virulento” (147). Sobre la base del poder político absoluto que se le había asignado al Libertador, “el principal argumento que intentó oponer Bolívar a esta situación—añade Sáez Arance—seguía siendo la Constitución de Bolivia” (146).39Debido a las

39 La Constitución de Bolivia fue un documento controversial que Simón Bolívar redactó en 1826 tras su victoria contra los españoles en las batallas de Junín y Ayacucho. Inmediatamente después de haber sido elegido presidente del territorio de Bolivia, el Libertador escribió este documento político absolutamente personalista. El documento irónicamente rompía el esquema ideológico y constitucional que él mismo había intentado establecer en las naciones recién liberadas. Uno de los puntos más controversiales del documento fue el que ordenaba una presidencia vitalicia y hereditaria. Las bases del documento consagrarían a Bolívar como líder autócrata y absoluto

156 polémicas derivadas por este controversial documento podríamos concluir y estar de acuerdo en que “la

Constitución boliviana—como sugiere Sáez Arance—encontró muy pocos apoyos fuera de la propia

Bolivia. Consiguientemente, el proyecto del Libertador de fundar una Confederación de Países andinos a partir de la Constitución se revelo ilusorio” (148-149). Bajo esta concepción les tocaba a los americanos decidir si lo que querían era la gran patria americana que deseaba Bolívar o como apunta Liévano

Aguirre:

…seguir a Páez, para quien Venezuela era su “patriecita”; a Santander, que sólo pensaba en la Nueva Granada; a Gamarra y Lamar, en espera de una oportunidad favorable para consolidar un imperio feudal en el Perú; a Rivadavia, cuya ambición era establecer el predominio de la oligarquía de Buenos Aires sobre el pueblo argentino, y a tantos otros, que, con ambiciones y talentos más limitados, esperaban ansiosamente una provincia cualquiera y en medio de “tambores y músicas marciales” ser llamados benefactores del pueblo ¡ y elegidos presidentes de un estado soberano! (343)

Por lo tanto, “es todavía hoy, dos siglos después—señala Néstor Kohan—un proyecto inconcluso, pendiente y a futuro” (10). Este proyecto continental que aspiraba realizar Bolívar “era mucho más complejo, rico y radical—añade Kohan—que esa idea fofa, amorfa, vagamente humanitarista y absolutamente genérica, muy a gusto del pensamiento ‘políticamente correcto’ de nuestros días” (11). Más adelante, entre sus conclusiones, Néstor Kohan hace una vez más referencia a la complejidad del proyecto que, aunque siendo concebido por Bolívar “como una instancia intermedia de equilibrio entre la ‘libertad indefinida, ilimitada y la democracia absoluta’ para él ideales, era a la vez irrealizable, pues sería necesario, para llevarlo a cabo, contar con ‘ángeles, no hombres’” (11).

Después que finalizaron las guerras de emancipación, el continente americano era todavía muy inexperto en muchos aspectos. Como anoté anteriormente, los gobernantes de la época carecían de identidad propia y originalidad. Esa ausencia de originalidad cultural los incapacitaba a formar un sistema americano autóctono. En medio de este caos político-cultural americano, sobresale la jerarquía

de un régimen dictatorial. A raíz de este sistema político imperante que quería implantar el Libertador se originaron fuertes oposiciones en su contra.

157 universal de Simón Bolívar. Sus ideas de unidad, americanismo y nacionalismo, para nombrar algunas, fueron respetadas y seguidas por muchos americanos durante esa época. No obstante, a medida que pasaban los años, esa misma ideología política que en un principio motivaba a multitudes, pocos años después se transformó en hostilidad absoluta. A tal punto, que intentaron asesinarlo en varias ocasiones.

Toda la América hispánica en sí, era solo una gran extensión geográfica sin identidad espiritual propia. “…el movimiento fracasó: —apunta Octavio Paz—no cambió nuestras sociedades ni nos liberó de nuestros libertadores” (Litvak 103). Algunos grupos insistían que todavía debían continuar siguiendo las tradiciones hispánicas coloniales ya establecidas. Mientras que otra sección de la población, deseaba romper completamente con las cadenas hispanas de la colonia. Por ello, empezaron a buscar nuevas formas de experiencia proveniente de otros países europeos, incluso de Los Estados Unidos. De acuerdo con Paz, este abrupto rompimiento con las tradiciones hispanas tuvo muchas consecuencias negativas en los movimientos autonomistas americanos:

La independencia precipitó la desmembración del Imperio. Los hombres que encabezaban los movimientos de liberación, salvo unas cuantas excepciones, como la de Bolívar, se apresuraron a tallarse patrias a su medida: las fronteras de cada una de los nuevos países llegaban hasta donde llegaban las armas de los caudillos. Más tarde, las oligarquías y el militarismo, aliados a los poderes extranjeros y especialmente al imperialismo norteamericano, consumarían la atomización de Hispanoamérica. Los nuevos países, por lo demás, siguieron siendo las viejas colonias: no se cambiaron las condiciones sociales, sino que se recubrió la realidad con la retórica liberal democrática. Las instituciones republicanas, a la manera de fachadas, ocultaban los mismos horrores y las mismas miserias. (Litvak 103)

Desde este parámetro, las nuevas ideas de nacionalismo y americanismo que algunos libertadores intentaron propagar por el continente concluidas las guerras de independencia reflejan

“una actitud falsa y odiosa—afirma Alberto Zum Felde— puesto que crea separación artificiosa y exclusivismo hostil entre los pueblos, restringiendo la universalidad de toda cultura verdadera” (43).

Además, señala:

158

…el nacionalismo es supervaloración sistemática—es la peor de las flaquezas y el peor de los pecados contra nuestro propio futuro, aun cuando pretenda justificarse a título de estímulo precario. El nacionalismo es, así, en nuestra América, una debilidad y no una fuerza, porque sacrifica la verdad de lo que debemos llegar a ser, a la inmediata vanidad de lo que somos, o, mejor dicho, de lo que no somos. (46)

Más adelante en su texto para concluir su análisis, el crítico y filósofo chileno hace referencia al nacionalismo pero desde un contexto cultural:

Un nacionalismo cultural que abarque integrativamente toda América latina, sin restricción de fronteras, es decir, un Americanismo, no sería ya nacionalismo, en un sentido cabal, el significado concreto de este término se disolvería en simple oratoria al querer darle una amplitud continental. Un nacionalismo americanista sería una confusión del lenguaje y por tanto una confusión de contextos… El nacionalismo cultural, haría de las fronteras políticas fronteras espirituales, engolfando a cada país, grande o chico, en el culto hiperbólico de lo suyo, de aquello que ocurre o ha ocurrido dentro de su estrecha orbita histórico-política;… (45)

Desde un mismo ángulo, creo que también es importante resaltar las ideas del peruano José

Carlos Mariátegui sobre el fracaso del proyecto unificador del Libertador cuando afirma:

La generación libertadora sintió intensamente la unidad sudamericana. Opuso a España un frente único continental. Sus caudillos obedecieron no un ideal nacionalista, sino un ideal americanista. Esta actitud correspondía a una necesidad histórica. Además, no podía haber nacionalismo donde no había aun nacionalidades. (…). Más las generaciones siguientes no continuaron por la misma vía. Emancipadas de España, las antiguas colonias quedaron bajo la presión de las necesidades de un trabajo de formación nacional. El ideal americanista, superior a la realidad contingente, fue abandonado. La revolución de la independencia había sido un gran acto romántico: sus conductores y animadores, hombres de excepción. El idealismo de esa gesta y de esos hombres había podido elevarse a una altura inasequible a gestas y hombres menos románticos. Pleitos absurdos y guerras criminales desgarraron la unidad de la América Indo-española. (Citado en Ansaldi 16)

Por otra parte, desde un punto de vista geográfico, deberíamos preguntarnos sí era factible haber creado una idea común de unidad entre las Américas. No obstante, “…la idea de América—indica

J. L. Abellán—es un producto propio de la mentalidad hispanoamericana,… debido al carácter filosófico y abstracto de su cultura frente al pragmatismo de la norteamericana” (60). Efectivamente, “este distinto carácter de una y de otra—insiste Abellán—es lo que hizo fracasar la unidad política del continente, si

159 bien este fracaso de Hispanoamérica… debemos considerarlo más de Hispanoamérica que de los

Estados Unidos” (60). Es cierto, desde un contexto político, que la idea de Bolívar de unificar las naciones latinoamericanas fracasó. Sin embargo, “si Bolívar fracasó—añade Abellán— no ha fracasado el bolivarismo, en cuanto expresa el carácter de universalidad de la cultura hispanoamericana” (64). Por su parte, Eugenio María de Hostos escribió:

Bolívar, a quien, por ser más brillante que todos los hombres de espada antiguos y modernos, sólo faltó escenario más conocido, y a quien, para ser un organizador, sólo faltó una sociedad más coherente, concibió una noción del poder público más completa y más exacta que todas las practicadas por los anglosajones de ambos mundos o propuestas por tratadistas latinos o germánicos. En su acariciado proyecto de Constitución para Bolivia dividió el poder en cuatro ramas: las tres ya reconocidas por el derecho público, y la “electoral”. En realidad fue el único que completó a Montesquieu, pues agrego a la nación del filósofo político lo que efectivamente le faltaba. (Citado en Liévano Aguirre 352)

Ahora bien, si nos detenemos a pensar y seguimos valorando el orden pragmático del bolivarismo, en esta misma concepción, “…el fracaso político de Bolívar fue sólo relativo—continua

Abellán—en definitiva, y aunque fracasase en su idea de unidad, de él proviene, y él supo conformar el orden político de las futuras naciones hispanoamericanas” (64).En resumen, si hacemos hincapié en la validez de las ideas de Alberto Zum Felde, José Luis Abellán y Octavio Paz, creo oportuno resaltar que después del fracaso por unificar el continente americano, tal y como Liévano Aguirre afirma:

La historia ha dado la razón a Bolívar. El seodonacionalismo que dividió al continente y aseguró la hegemonía de las minorías criollas que buscaran la independencia solo para sustituir a los españoles en sus privilegios, no ofreció la solución valedera a los problemas sociales y políticos que determinaron el movimiento de emancipación; por el contrario, creó el clima propio para que los peores defectos del régimen colonial pudieran supervivir, agravados por falsas esperanzas y engañosos disfraces. (419)

En los cuatro primeros capítulos de este estudio he intentado demostrar cómo la imagen simbólica de Simón Bolívar ha influenciado la conciencia de los latinoamericanos en una forma histórica, social, moral, política y filosófica. Asimismo, cómo su legado se ha extendido en el ámbito literario entre los autores modernistas hispanoamericanos. La mayoría de estos escritores, a través de sus discursos

160 literarios, se han encargado de enarbolar el nombre y los triunfos militares y políticos del Libertador. Sin embargo, en este capítulo, principalmente me enfocaré en cómo el fracaso y la derrota política del máximo prócer de la independencia americana son presentados en las obras de estos autores.

Durante el último año de su vida, Bolívar se siente defraudado, derrotado y perseguido por sus enemigos políticos. Él siente que todos sus proyectos de unidad e integridad continental han fracasado.

En un estado de completa amargura, el Libertador se siente traicionado por su propia patria. Bolívar se ve obligado a escapar del continente que con tantos esfuerzos liberó, para exiliarse en el exterior. No obstante, cabe resaltar cual fue la actitud y el carácter de Bolívar en medio de tanta adversidad. De acuerdo a las interpretaciones de aquellos que más compartían esta experiencia con él, mientras el prócer caraqueño se sentía derrotado, era más peligroso. Sus más fieles bibliógrafos han repetido en varias ocasiones que, una de las mejores cualidades de Bolívar era la de levantarse con más ímpetu cuando había sido vencido. Sin embargo, en esta ocasión, Bolívar no pudo revertir el dolor y la indignación que sintió durante la última y fatídica etapa de su vida. Una etapa que despiadadamente lo llevaría hacia un final triste y doloroso, sin brindarle ninguna oportunidad de reivindicación. Además de fallecer tan joven, Bolívar muere relativamente solo, perseguido, odiado y sin haber podido llevar a cabo su eterno sueño bolivariano de unidad. De allí a que después de su muerte se hubiese generado tanta fascinación por recrear literalmente la incógnita que se creó alrededor de sus últimos días de vida. Entre uno de los tantos estudios sobre el Libertador, José Manuel Camacho Delgado ha indicado que personajes como Bolívar, después de su muerte, han influenciado mucho más la imaginación literaria de muchos escritores:

Uno de sus enemigos más enconados, el general español Pablo Morillo, llegó a decir que era “más temible vencido que vencedor”, en una simbología post-morten que se entrelaza con las leyendas del Cid Campeador y su inusitada capacidad para ganar batallas después de muerto. (51-52)

La muerte de Bolívar ha cautivado el interés de muchos escritores, incluso más que las glorias que consiguió en vida. “Es evidente—afirma Camacho Delgado— que con las peculiaridades de su

161 muerte, el Libertador ha ejercido una enorme fascinación en la novela histórica, erigiéndose en un arquetipo atravesado por la frustración y la soledad…” (52). No obstante “…asediado por la enfermedad y la pobreza, —reitera Camacho Delgado— mantiene la lucidez suficiente como para certificar la muerte de su gran proyecto: crear una nación de naciones, crear lo que él llamó la gran Colombia” (52). Esta fascinación por el nombre de Bolívar se ha manifestado, después de su muerte, en los discursos de escritores románticos, modernistas, post-modernistas, vanguardistas, y los del boom, para nombrar algunos. De acuerdo con la época, cada uno de estos autores se ha encargado de presentar un esquema muy particular y complejo de la vida del Libertador.

Entre los escritores modernistas, Rufino Blanco-Fombona, ha sido uno de los que en sus discursos literarios, más se ha preocupado por enarbolar la imagen del Libertador. Con respecto al fracaso bolivariano, el escritor venezolano ha elaborado su propio análisis sobre el tema. Según él, una de las razones por las cuales el ideal bolivariano fracasó, fue que “la América se ha opuesto, en una u otra forma a su emancipación” (El espíritu de Bolívar 213). Para desarrollar su objetivo, Fombona hace hincapié en el aspecto político de la Argentina después de las guerras de independencia afirmando: “En

Argentina había, como sabemos, un grupo de hombres influyentes, aristócratas o que por tal se tenían, civiles y civilistas, ideólogos como los congresistas caraqueños de 1811, enemigos de la espada…” (El espíritu de Bolívar 213). En efecto, “estos hombres—continua Blanco-Fombona—no querían saber nada de San Martín ni del Libertador. El pueblo y los partidos populares intentaban, por el contrario, apoyarse en este último para realizar la reformas sociales y la organización democrática del Nuevo Estado argentino” (El espíritu de Bolívar 213). Por otra parte, en la región del Rio de la Plata había hombres como Rivadavia, líder del partido unitario argentino de la época, que se oponían a las ideas liberales de unidad y progreso continental de San Martín y Bolívar. Estos hombres “tenían principalmente preocupaciones de orden económico —apunta Blanco Fombona—no iban al principio en sus ambiciones políticas nacionales mucho más allá de las mejoras administrativas” (El espíritu de Bolívar 214). Además,

162 continua afirmando que estos llamados unitarios argentinos “tenían el horror de la espada. Eran tímidos y egoístas. También eran monárquicos. Desconocían y negaban prácticamente el instinto democrático de nuestra América” (El espíritu de Bolívar 214). Por esta razón, añade el escritor venezolano: “…llevaron el país argentino en 1820 a la disolución de la nacionalidad; así proliferó, por su culpa, el caudillismo argentino que iba, más tarde a desembocar en la fuerte y unificadora dictadura de Rosas” (El espíritu de

Bolívar 214). De acuerdo con el análisis de Blanco Fombona, el ideal bolivariano hubiese podido haber seguido su curso, sí no hubiera tenido que afrontar la oposición de hombres como Rivadavia en la región del sur del continente:

…tal vez se hubiera evitado el asesinato de Dorrego por Lavalle, la división y enemistad de las provincias y la larga tiranía de Rosas… Acaso se hubiera constituido la actual Bolivia con la mitad del norte del virreinato… Tal vez se hubiera evitado la secesión del Uruguay. El bravo e invencible Paraguay tal vez se hubiera reincorporado al antiguo virreinato de que un día formara parte importante y levantisca. En suma, se hubiera salvado la unidad de la patria. (El espíritu de Bolívar 215).

En otro de sus textos titulado El pensamiento vivo de Bolívar, Rufino Blanco Fombona también manifiesta esta misma concepción sobre el fracaso del ideal bolivariano. El proyecto unificador bolivariano fracasó por varia razones. Desde la mira de un parámetro cultural y demográfico, los latinoamericanos se han caracterizado por ser “gente palabrera y poco sustancial. Somos en letras, en leyes, en costumbres mismas, animales de imitación. Lo imitamos todo de Europa y Estados Unidos.

Bolívar es uno de esos pocos genios originales auténticos, que por equivocación del destino nació en

América. Por eso no lo comprendimos, no lo comprendemos” (29). En el mismo sentido, Fombona continúa:

El Libertador quiso para Sudamérica el máximum de grandeza, el máximum de prestigio, el máximum de responsabilidad moral y el máximum de porvenir. Quiere unirla y convertirla en “la reina de las repúblicas, la más grande nación de la tierra”…quiso para el Nuevo Mundo español un destino de veras ilustre. Los americanos se contentaron con un destino adocenado, provincial, insignificante. (El pensamiento vivo de Bolívar 32)

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Desde un punto de vista político, el libertador “…tenía sus opositores no solo en Colombia, sino también en otras naciones—señala Blanco Fombona—los caciques y régulos de cada localidad: los que aspiraban a gobernar sus respectivas provincias, sin fuerza ni prestigio para más: en Venezuela, Páez; en

Nueva Granada, Santander; en Argentina, Rivadavia; en Perú, La Mar; en Chile, Freyre” (El pensamiento vivo de Bolívar 65). En el mismo sentido, algunos de sus enemigos políticos, no estaban de acuerdo con el poder que Bolívar había adquirido en Perú y Bolivia. Otros, no estaban de acuerdo con su idea de crear un congreso en Panamá, cuyo propósito era unificar todos los países Latinoamericanos. Por ello lo acusaron “…de aspirar a su engrandecimiento personal— indica Fombona—…con la victoria se volvió megalómano. No comprendían el sueño del grande hombre; no comprendían que trataba de ser sencillamente campeón de una América libre…” Más adelante en su texto, el escritor venezolano continua señalando: “a Bolívar le sobró genio, le sobró audacia, pero le faltó vida y sobre todo, le faltó pueblo. ¡Su drama fue uno de los más tristes que la historia conoce! Fue el grande hombre sin pueblo”

(El pensamiento vivo de Bolívar 41-42). Entre sus conclusiones Blanco-Fombona refleja su inclinación por las tendencias del ideal bolivariano. Según él, el Libertador:

No tuvo tiempo para todo. Como murió a los 47 años y como su América era un país abigarrado, de ancha manga moral—demasiada ancha manga moral—dividido en castas y con tendencias a constituirse en pequeñas nacionalidades, puede decirse que para redondear su obra, a Bolívar le faltó la colaboración del tiempo y la colaboración de los pueblos .(El pensamiento vivo de Bolívar 32)

En el mismo contexto, Rufino Blanco Fombona intenta persuadir al mundo sobre lo transcendental que fue la obra del Libertador. De acuerdo con su análisis, el escritor venezolano insiste en que la mayoría de la gente sólo se enfocaba en el aspecto militar de las guerras de independencia. Se olvidaban de las virtudes ideológicas que el Libertador tuvo que desplegar para poder realizar su reforma política, cultural, social, económica y moral. Bolívar hizo lo que estuvo a su alcance para llevar a cabo su obra continental americana. Fombona señala que después de:

Reunido el congreso Internacional de Panamá, el héroe ha cumplido como bueno; ha puesto los destinos de América en manos de América. La ha liberado, la ha unido, le

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aconseja la Liga Anfictiónica, le recomienda y aun otorga leyes fuertes, moral política, gobiernos estables, instrucción pública intensa y el Arbitraje para dirimir sus diferencias. Insiste sobre todo en la creación de una Democracia poderosa, de Estados fuertes, unidos, de cuya suerte internacional decida el tribunal de una sociedad hispanoamericana de naciones. Hispanoamericana, no panamericana…. Por fin logra reunir en 1826 a los Estados Desunidos de América en el Congreso Internacional del Istmo centroamericano. Ha realizado su pensamiento político. Ha completado su parábola. Lo que queda por hacer parece que debe ser obra de los pueblos, de la Diplomacia, del sentido común. Si esta obra no se realiza como el héroe soñó, no es por su culpa. Quien ha fracasado no es Bolívar. Quien ha fracasado es América. La desgracia de Bolívar ha sido precisamente esa: ser un grande hombre sin gran pueblo. (Ensayos Históricos 310-311)

Otro escritor modernista que ha hecho referencia al fracaso bolivariano es Guillermo Valencia.

En sus discursos político-literarios, el colombiano no sólo contextualiza, al igual que otros escritores modernistas, los obstáculos que tuvo que enfrentar el Libertador para poder llevar a cabo su proyecto bolivariano, sino los suyos propios. De acuerdo con José María Rodríguez García, en el soneto titulado

“La Urna” (1929), Valencia “…equipara su propia figura con la de Bolívar y sus fracasos personales con los del general. En los años previos, el vate caucano había representado al Libertador como peregrino que porta en una urna las cenizas de sus ilusiones para la nación” (185). En el soneto “La urna”,

“convergen dos impulsos liricos—explica Rodríguez García—primero, la exaltación del recipiente votivo como objeto estético autoconsciente, portador de una historia cultural; y segundo; su empleo como correlato del luto inducido por la derrota política” (184).

La urna

Se adormece la urna –esbelta, noble, fina— en muda transparencia de palidez dorada: el artífice ignoto la concibió historiada con un doliente símbolo de forma peregrina. Puso un astro remoto que el sopor ilumina de un árbol sobre mustia llanura desolada; luego, ríspida fiera de boca ensangrentada ante una dulce y triste figura femenina. Leer en esos signos lo amargo de mi suerte, ¡del blando amor tan lejos! Oír, ya solo, el fuerte rugir del mal, ¿es símbolo que a mi dolor no cuadre? Cruzó con mi recuerdo con vaguedad nocturna la imagen triste y dulce, y a la votiva urna

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confié, con tus cenizas, mi corazón, ¡oh madre! ( 184)

Según Rodríguez García, en el último terceto del poema “mi recuerdo”, que simboliza las desilusiones políticas de Bolívar, se cruza con la “imagen triste y dulce” de la mujer, trasunto del inocente pueblo colombiano. Efectivamente, “la urna es, así—indica Rodríguez—el lugar en el cual se da reposo a las ilusiones, aquí encarnadas en el ‘corazón’ cubierto de restos cinerarios” (185). En el mismo contexto, Rodríguez García resalta el valor simbólico de “la urna”, al comparar la historia del país colombiano al de una novela familiar y a una “ficción fundacional”:

Valencia prolonga infinitamente el exceso luctuoso generado por la conciencia de ambas pérdidas, para lo cual se vale de la distancia estética generada por la transformación de la caída de Bolívar y la crisis de Colombia en objetos de arte funerario. La “Madre” con mayúscula de “La urna”— la madre patria colombiana— comparte el interior del recipiente funerario con las ilusiones de Bolívar y, por extensión, con las de Valencia, quien reedita los fracasos del Libertador precisamente en el año del centenario de la muerte de éste… Bolívar es la urna griega y las ilusiones del general son las cenizas contenidas en ese recipiente con el fracaso de la nación. (186)

En base al análisis del poema “La urna” (1929), de Guillermo Valencia, no existen términos para resumir el sentimiento melancólico de un país al ver que el sueño de su libertador quedó transformado en cenizas. No obstante, podríamos reflexionar que “el autor de “Anarkos”—afirma Rodríguez Díaz— es como Bolívar en la medida en que elocuentemente da expresión, con sus vasos cinerarios vacíos o fracturados, al sentimiento colectivo de fragmentación de un imaginario nacional monolítico, incapaz de adaptarse a las nuevas realidades de la auto diferenciación” (188). Además, continua, “también como

Bolívar, Valencia culpa a los colombianos de haberlo abandonado a su suerte en sus más importantes citas políticas, utilizando para ello el mecanismo defensivo que Freud denominó ‘Sadismo’…” (188).

En otro poema en prosa titulado “Al Padre de la Patria”, Guillermo Valencia describe la amargura que sintió el Libertador al sentir que su sueño continental había fracasado:

Apagáronse una en pos de otra las notas de aquel himno y las áureas pomas hinchadas que le cuajó el Destino al héroe, para melificarle los labios sedientos de gloria, fueron dolorosamente cayendo de las ramas. Ecos de lejanas tormentas, marchas precipitadas, arrebatos coléricos, penas del corazón, salivazos, injurias, celosa ingratitud, envidias, extraviada grandeza, rectitud implacable, juvenil demencia, te alejaron, oh padre, de tu

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enante hechizado asilo. Tornaste a él después, más con el alma desgarrada, en la incurable desolación del tedio, con el arrepentimiento de habernos creado, bajo la indecible tortura del náufrago de la noche. Sobre estos muros donde las antorchas del festín proyectaron, en días abolidos, manos que se tendieron agitando coronas para ceñir tus sienes de Imperator, el fatídico brazo de Edipo alargábase ahora, armado de la hoja parricida, en busca de tu corazón magnánimo. Y en ese mismo mirador rememoraste entonces, no ya la voluptuosidad de apoteosis sino la amargura de ser grande, gustada gota a gota entre el medroso silencio de las vigilias trágicas. (210-211)

A través de estas líneas colmadas de inmensa tristeza, aparecen símbolos que manifiestan la desilusión del Libertador. Vemos como Valencia metafóricamente simboliza el rápido decaimiento político y moral del prócer venezolano. Este sentimiento melancólico de Bolívar lo podemos apreciar a través de un glorioso himno musical, cuya descomposición se acelera debido a la pérdida de sus notas musicales; notas que en un pasado significaron las riquezas y el poderío que Bolívar había logrado después de las guerras de Independencia. Sin embargo, debido a la ingratitud de los americanos, y la envidia de sus enemigos políticos y militares, estas notas musicales de gloria se convirtieron en una amargura total para el Libertador. Pocos años más tarde, el destino lo forzó a presenciar cómo sus sueños de unidad continental fracasaban. Irónicamente, muchos de aquellos que alguna vez lo habían glorificado y coronado como el máximo prócer de la independencia americana, ahora lo perseguían y hasta intentaron asesinarlo. En otro de sus discursos titulado “El andante caballero de la democracia”, pronunciado en la Quinta de San Pedro alejandrino el 17 de diciembre de 1930, con motivo del primer centenario de la muerte del Libertador, Valencia una vez más describe el estado de amargura en que estaba sumergido Bolívar después de ver su proyecto de unidad fracasado. El escritor colombiano eficazmente logra presentar el pobre estado de ánimo del Libertador durante sus últimos días de vida.

De acuerdo con estas líneas, Bolívar se sentía más defraudado por la ingratitud que por otra cosa. Ni siquiera la envidia, las rivalidades con sus enemigos políticos y militares ni los atentados de muerte cicatrizaron tanto su orgullo personal como la ingratitud de su gente.

La envidia le mordió sin fruto; la rivalidad emuló con él sin dañarle; la traición le alargó solamente los caminos del triunfo; el fanatismo, semejante a un molusco, ennegreció, no más , el fondo diáfano en que navegaba el inocente; la cobardía y el egoísmo

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corrieron cerrojos al escuchar los pasos del inflamado caballero que cruzaba sin mirar siquiera; las balas se desviaron ante el Libertador de pueblos, y los puñales asesinos no lograron escribir con la sangre del león el epitafio de la eterna vergüenza. La ingratitud únicamente, pasándole de claro el corazón, consiguió al fin contra el héroe lo que no habían podido ni el odio, ni la vergüenza, ni la muerte. (Tello 32)

José Enrique Rodó se ha constituido como otro de los autores modernistas cuya lirica incluye un extenso repertorio sobre el legado bolivariano. Algunos de sus ensayos han presentado un discurso que se ha caracterizado por encomiar al Libertador y sus ideas de libertad e integración continental. En su magistral ensayo titulado “Bolívar” José Rodó señala”

Esta idea de unidad no era en él diferente de la idea de emancipación: eran dos facetas de un mismo pensamiento, y así como ni por un instante soñó con una independencia limitada a los términos de Venezuela ni de los tres pueblos de Colombia, sino que siempre vio en la entera extensión del continente el teatro indivisible de la revolución del continente, nunca creyó tampoco que la confraternidad para la guerra pudiese concluir en el apartamiento que consagran las fronteras internacionales. La América emancipada se representó, desde el primer momento, a su espíritu, como una indisoluble confederación de pueblos, no en vago sentido de una amistosa concordia o de una alianza dirigida a sostener el hecho de la emancipación, sino en el concreto y positivo de una organización que levantase a común conciencia política las autonomías que determinaba la estructura de los disueltos virreinatos. (Cinco ensayos 234)

Sin embargo, esta magnífica idea por la que tanto luchó el Libertador no se realizó. En efecto, después de varias décadas de guerras militares y contiendas políticas entre sus opositores, su proyecto sucumbió. Para describir el fracaso del ideal bolivariano, el ensayista uruguayo lo esquematiza a través de una temática de luto político al escribir:

La realidad inmediata negóse a acoger su sueño; mil fuerzas de separación que obraban en el roto imperio colonial, desde la inmensidad de las distancias físicas, sin medios regulares de comunicación, hasta las rivalidades y las desconfianzas de pueblo a pueblo, ya fundadas en una relativa oposición de intereses, ya en el mantenimiento de prepotencias personales, volvían prematuro y utópico el grande pensamiento, que aún hoy se dilata más allá del horizonte visible, y ni siquiera la unidad parcial de Colombia alcanzó a subsistir. (Cinco ensayos 235)

La postura universal de Rodó sublima el impacto histórico, cultural, y político que las ideas de

Bolívar significaron, no sólo para el continente americano, sino para todas las naciones del mundo que luchaban por conseguir su libertad. Por ello, él manifiesta dentro de un marco que refleja la realidad de

168 la época, lo que un hombre como el Libertador significaba para la transcendencia histórica de nuestro continente:

¿Qué importa? La visión genial no deja de anticipar por ello la convergencia necesaria, aunque haya de ser difícil y morosa, de los destinos de estos pueblos la realidad triunfal ineluctable de un porvenir que, cuanto más remoto se imagine, tanto más acreditará la intuición profética de la mirada que llegó hasta él. En lo formal y orgánico, la unidad intentada por Bolívar no será nunca más que un recuerdo histórico; pero debajo de esta corteza temporal está la virtud perenne de la idea. Cuando se glorifica en Mazzini, en D’Azeglio o en Gioberti, la fe anunciadora y propagadora de la Italia una no se repara en las maneras de unión que propusieron, sino en el fervor eficaz con que aspiraron a lo esencial del magno objetivo. Con más o menos dilación, en una u otra forma, un lazo político unirá un día a los pueblos de la América nuestra, y ese día será el pensamiento del Libertador el que habrá surgido y triunfado, y será su nombre el que merecerá, antes que otro alguno, cifrar la gloria de tan alta ocasión. (Cinco ensayos 235-236)

Según José Enrique Rodó, el legado bolivariano, a pesar de su fracaso, se ha constituido a través del tiempo, en uno de esos movimientos que han permanecido latentes en el espíritu de los hispanoamericanos. Los sueños de unidad, integridad, originalidad y libertad que tanto pregonaba el prócer venezolano desde los años de la independencia, han seguido nuevas vertientes. Las nuevas generaciones americanas, al igual que Bolívar en su tiempo, crearán ideales de unidad continental moderna, que poco a poco irán reverberando a lo largo de nuestro continente, hasta constituirse en el ideal continental con el que tanto soñó el Libertador. En otra ocasión el escritor uruguayo señala:

La América Latina será grande, fuerte y gloriosa si, a pesar del cosmopolitismo que es condición necesaria de su crecimiento, logra mantener la continuidad de su historia y la originalidad fundamental de la raza, y si, por encima de las fronteras convencionales que la dividen en naciones, levanta su unidad superior de excelsa y máxima patria, cuyo espíritu haya de fructificar un día en la realidad del sueño del Libertador. (Citado en Iglesias 74)

José Asunción Silva, otro de los autores del modernismo, le compone al Libertador una poesía de tono extremadamente pesimista. La obra, tal y como anoté en el capítulo dos de este estudio, tiene por título “Al pie de la estatua”. Paradójicamente, la estatua de bronce en esta composición no destaca la majestuosidad sobrehumana del prócer sudamericano. Por el contrario, Silva analiza la historia desde un punto de vista pesimista. El poeta bogotano hace hincapié en los momentos de tristeza que afectan

169 la integridad y el orgullo de Bolívar. Allí él no sólo describe la estatua de una manera deprimente sino que enfatiza su relación con el momento patético de la historia del continente que vive el poeta. Un presente vacío e insignificante donde las glorias del pasado han quedado en el olvido, incluso, cuando estas huellas se nos presentan ante nuestros propios ojos.

Con majestad del semidiós, cansado por un combate rudo, expresión de mortal melancolía, alzase el bronce mudo, que el combate del tiempo desafía sobre marmóreo pedestal que ostenta de las libres naciones el escudo y las batallas formidables cuenta; y su perfil severo, que del sol baña la naciente gloria, parece dormir desde la altura el horizonte inmenso de la historia… al pie del pedestal, donde imponente se alza sobre el cielo transparente la epopeya de bronce de la estatua. Nada la escena dice al que pasa la escena indiferente sin que la poetice en su alma el patrio sentimiento…(Bolívar en la poesía hispanoamericana 37-38)

A medida que transcurre la obra, poco a poco nos encontramos no sólo con la presencia de

Simón Bolívar, sino también con una imagen nueva del Libertador transmitiendo su dolor y amargura en vez de sus horas de felicidad y triunfo:

No, no lo cantes en las horas buenas en que, unido a los vítores triunfales, vibró en su oído el son de las cadenas, que rompió de los tiempos coloniales; Cántalo en las derrotas… di su sueño más grande hecho pedazos ¡di el horror suicida de la primera contienda fratricida,… (Antología 41-42)

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Desde las primeras estrofas de la obra de Silva se puede observar un continuo uso repetitivo de adjetivos como cansado, rudo, mortal, severo, grave, melancólico, los cuales, de acuerdo con Ana

Cecilia Ojeda “dan un tono ensombrecido al poema, en el que el poeta en conflicto con su tiempo, con la historia, con la imagen de una figura patriótica consagrada, decide cantar a la patria la más triste biografía del héroe, para entregar así su propia visión de la realidad” (202). En el mismo sentido, la escritora colombiana explica cómo el poema describe la melancolía del héroe con una mayor intensidad:

Existe, sin embargo, en el nivel estilístico la utilización del doble adjetivo, por un lado el porte altivo que deja adivinar el adjetivo “noble”, por el otro el porte melancólico, dos epítetos utilizados para configurar la aproximación al estado de ánimo del héroe que el poeta quiere expresar… Los adjetivos funcionan entonces en parejas complementarias: noble y melancólico/ triste y solemne, de donde se desprende cierta noción de orgullo, de poderío. (202)

A lo largo del poema se pueden palpar matices de tristeza y melancolía, asimismo un sentimiento de pesimismo patriótico. Un pesimismo, al ver que la grandeza de la máxima figura de la independencia, al igual que la realidad del continente, se ha deteriorado. Un pesimismo no sólo dirigido al Libertador, sino hacia una generación débil y sin esperanzas. Este pesimismo se enfatiza aun desde lo estético mediante el adjetivo “grande”. De acuerdo con Betty Tyree Osiek “este adjetivo revela la desilusión del poeta con respecto a la vida” (25). Más adelante en el poema “el término aparece dos veces— añade Betty T. Osiek—dando énfasis al desengaño de Bolívar” (25)

¡Oh recuerdos de trágicas batallas! ¡Oh recuerdos de luchas y victorias! ¡No será nuestra enclenque Generación menguada La que ha de entrar ose al épico Palenque A cantar nuestras glorias! ¡Oh siglo que declinas; Te falta el sentimiento de lo grande! (Antología 43-44)

Para el poeta colombiano, Simón Bolívar, ese a quien él mismo llama “¡Oh padre de la Patria!”, es el ejemplo excelso de esperanza para esta generación. Sin embargo, dentro del contexto de la obra,

171 ese héroe histórico se traslada a través del tiempo de un fervor de grandeza a un estado de melancolía y gravedad deprimente. Bolívar en “Al pie de la estatua” representa para Silva el gran héroe que salió invicto en todas sus grandes hazañas, que luchó, sufrió y dedicó su vida para lograr la libertad de su pueblo y que, a pesar de todos sus esfuerzos, tuvo que presenciar cómo su proyecto de unidad e integridad continental poco a poco se desvanecía ante sus propios ojos:

…su sueño más grande hecho pedazos… de la primera contienda fraticida, en que, perdidos los ensueños grandes de planes soberanos, las colosales gradas de los Andes moja sangre de hermanos!… y con sus ojos de águila sondea hasta el fin de los tiempos, y adivina el porvenir de luchas y de horrores que le aguarda a la América latina… (Antología 42)

No obstante, hay que resaltar el papel que desempeña metafóricamente el arte a través del tiempo y la importancia de este último expresada en el poema. “…la obra del escultor—afirma Osiek— puede soportar el paso de los siglos… la estatua de bronce es la ‘vencedora del tiempo y de la muerte’.

Gracias al arte del escultor, la memoria del gran ‘Padre de la Patria’ podrá preservarse y llegar a ‘las playas del futuro’” (28). Con respecto al tiempo y su importancia en “Al pie de la estatua”, el escritor colombiano “…reconoce que el tiempo, además de ser una convención social basada en conceptos espaciales—indica Osiek—también es subjetivo y tiene significados diversos para cada persona y para cada experiencia humana” (26).

Dentro del mismo contexto, en otra sección de la obra el poeta le exige a la estatua que revele el sufrimiento y la vergüenza de Bolívar, un sentimiento lleno de amargura al ver que su proyecto de unidad entre los países americanos no se pudo concretar. En base a ese fracaso político se desata una gran decepción en el espíritu adolorido del prócer venezolano. De allí en adelante, Bolívar arrastra constantemente una amargura que lo devora interiormente durante el último viaje a lo largo del rio

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Magdalena. Bolívar se sintió humillado y defraudado por sus compatriotas durante los últimos años de su corta vida. Por ende, el Libertador emprende este último viaje hacia la costa atlántica colombiana, con la intención de desertar hacia el viejo continente. Esta decepción que sintió Bolívar durante los

últimos meses de su vida, Silva las describe en su obra a través de las siguientes líneas:

Di las melancolías de sus últimos días cuando a la orilla del mar, a solas sus tristezas profundas acompaña el tumulto verdoso de las olas; ¡cuenta sus postremeras agonías! “Otros canten el néctar que su labio libó: di tú las hieles; tu que sabes la magia soberana que tienen las ruinas, y al placer huyes, y su pompa vana, y en la tristeza complacerte sueles, di en tus versos, con frases peregrinas la corona de espinas que colocó la ingratitud humana en su frente, ceñida de laureles… (Antología 42)

José Martí es otro de los representantes del modernismo hispanoamericano que hizo numerosas referencias a Simón Bolívar con respecto al tema del fracaso bolivariano. El poeta antillano siempre tuvo muy clara la concepción que tenía sobre el proyecto inconcluso del Libertador. De acuerdo con Salvador Morales, “Martí confiaba fuertemente en el papel de las ideas del quehacer político y social de Bolívar” (69). El fracaso del proyecto bolivariano fue una de esas instancias de la historia en que el gran pueblo americano no se encontraba en congruencia ideológica absoluta con el hombre que lo liberó. “No es que los hombres hacen los pueblos—señala Martí—sino que los pueblos, con su hora de génesis, suelen ponerse, vibrantes y triunfantes, en un hombre. A veces está el hombre listo y no lo está su pueblo” (Citado en Morales 70).

José Martí destacó en varios de sus escritos no sólo la importancia de un hombre como Bolívar, sino la necesidad de los pueblos en entender los sueños de este hombre. Para ilustrar su objetivo de

173 una forma simple y directa, en uno de sus cuentos titulado “Tres héroes” de la revista La edad de oro, el escritor cubano les advierte primordialmente a los niños de América lo siguiente:

Hay hombres que son peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para vivir dichosas: el elefante no quiere tener hijos cuando vive preso: la llama del Perú se echa en la tierra y se muere, cuando el indio le habla con rudeza, o le pone más carga de la que puede soportar. El hombre debe ser, por lo menos, tan decoroso como el elefante y como la llama. En América se vivía antes de la libertad como la llama que tiene mucha carga encima. Era necesario quitarse la carga o morir. Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro… Esos hombres son sagrados. (20-21)

No obstante, cabe destacar que, de la misma manera en que Martí alabó al héroe venezolano, también mantenía una concepción muy realista que le permitía juzgar de una forma universal al hombre, y no al mito divinizado por la historia. A pesar de que “estos hombres son sagrados—indica

Martí—se les deben perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas” (21).

Después, para objetivar el sentimiento adverso que sentían los enemigos del Libertador en contra de sus ideales, continúa: “Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz” (21). Para Martí, Bolívar y sus ideas simbolizan el potencial del sol. Bolívar es el hombre solar.

El general caraqueño, al igual que todos los otros héroes que intentaron cambiar la historia mundial, también cometió errores. Sin embargo, lo más importante, según Martí, es lo que el Libertador intentó crear en nuestro continente. Eso es lo más importante de su perenne legado; sus ideas de libertad, igualdad, patria, nacionalismo, originalidad y unión continental entre todas las naciones de

América. “Jamás se peleó tanto—añade Martí—ni se peleó mejor en el mundo por la libertad. Bolívar no defendió con tanto fuego el derecho de los hombres a gobernarse por sí mismos, como el derecho de

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América a ser libre” (22). Después concluye su comentario señalando: “Los envidiosos exageraron sus defectos. Bolívar murió de pesar del corazón, más que de mal del cuerpo… murió pobre, y dejó una familia de pueblos” (22). Durante el discurso pronunciado en la velada de la sociedad literaria hispanoamericana en honor de Simón Bolívar el 28 de octubre de 1893 José Martí apuntaba:

¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies. Así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía! América hervía, a principios del siglo, y él fue como su horno. Aún cabecea y fermenta, como los gusanos bajo la costra de las viejas raíces, la América de entonces, larva enorme y confusa. (Morales 293)

La idea que José Martí tenía del Libertador y del fracaso de la ideología bolivariana era muy precisa. La visión universal que el prócer cubano había forjado alrededor del fracaso de Bolívar queda fuertemente plasmada en su discurso. Martí muestra un conocimiento superlativo sobre la concepción del fracaso del ideal bolivariano. Al igual que Bolívar, el escritor caribeño también envisionaba una

América unida política y culturalmente. Sin embargo, en base a los problemas que desequilibraban la infraestructura del continente durante su época, él tuvo la oportunidad de entender los obstáculos que el Libertador tuvo que afrontar casi un siglo atrás. Los inconvenientes políticos, económicos y demográficos que afectaban al continente después de finalizadas las gestas de independencia eran demasiados, por ello, Bolívar no pudo llevar a cabo su gran proyecto de unidad continental. En otro de sus discursos titulado “Bolívar” el poeta cubano añade:

Y desaparecía la conjunción, más larga que la de los astros del cielo, de América y Bolívar para la obra de la independencia, y se revelaba el desacuerdo patente entre Bolívar, empeñado en unir bajo un gobierno central y distante los países de la revolución, y la revolución americana, nacida, con múltiples cabezas, del ansia del gobierno local y con la gente de la casa propia. (Política de nuestra América 131)

De allí, que Martí intentara inmortalizar a Bolívar promoviendo la importancia transcendental que su ideología significaba, para lograr un mejor futuro en América. “El porvenir es suyo. —Indica

Liévano Aguirre—Lo derrotaron pasajeramente las debilidades y defectos de nuestros pueblos, pero ha

175 entrado en la gloria imperecedera…” Además añade: “Su vida extraordinaria hizo grande a la América española en el pasado, y su pensamiento, pleno de posibilidades, puede hacerla nuevamente grande en el futuro” (420). Hacia el final del discurso, Martí una vez más hace hincapié en el estado fatídico en que se encontraba Bolívar huyendo de sus enemigos políticos y del fantasma de su fracaso:

…Y luego, poco tiempo después, desencajado, el pelo hundido por las sienes enjutas, la mano seca como echando atrás el mundo, el héroe dice en su cama de morir: “¡José! ¡José! Vámonos, que de aquí nos echan: ¿adónde iremos?” Su gobierno nada más se había venido abajo, pero él acaso creyó que lo que se derrumbaba era la república;… Acaso, en su sueño de gloria, para la América y para sí, no vio que la unidad de espíritu, indispensable a la salvación y dicha de nuestros pueblos americanos, padecía, más que ayudaba, con su unión en formas teóricas y artificiales que no se acomodaban sobre el seguro de la realidad… (Morales 295-296)

Si tomamos como referencia estas líneas del discurso de Martí e, intentamos hacer un análisis crítico, entre la relación del Libertador y los demás gobernantes americanos durante los años subsecuentes a la independencia, podemos observar que no era la más sana. La relación estaba contaminada por la envidia y la desconfianza. Se trataba de una enemistad política que llenó el alma de

Bolívar de amargura y le envenenó el espíritu hasta la muerte. “…todas las ofensas y las injusticias de que había sido objeto en los últimos tiempos por parte de sus compatriotas—apunta Liévano Aguirre— pueden servir de antecedente para comprender la amarga frase que se escapó de sus labios: ‘Los tres grandes majaderos de la humanidad hemos sido: Jesucristo, Don Quijote y yo…’ (417).

Manuel Díaz Rodríguez es otro escritor modernista que estratégicamente intentó, a través de metáforas, ilustrar cómo todavía el fracaso bolivariano seguía impactando la sociedad venezolana a inicios del siglo XX. En su novela Ídolos rotos, el escritor venezolano utiliza el simbolismo de las estatuas para criticar el fatídico estado de corrupción en que se encontraba la sociedad venezolana de la época.

Tal y como ha sugerido Christopher Conway “estos monumentos se han convertido en ídolos rotos que representan tanto el deterioro moral de Soria como la corrupción de una nación gobernada por instintos perversos” (54).

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A lo largo de la obra se anuncian las intenciones del gobierno al erigir una estatua a uno de los próceres de la independencia más respetado y amado por Bolívar, el Mariscal José Antonio Sucre.

Debido al talento y reputación artística que Soria había adquirido en Francia, todo indicaba que él sería el candidato idóneo para llevar a cabo la obra. No obstante, esta designación vendría acompañada de un precio muy alto a pagar. El joven escultor estaría forzado a brindarle pleitesía y hacerle propaganda política al partido Liberal si aceptaba la propuesta. Esto sería un gran problema ya que Soria no era seguidor de ningún partido político. “¿Eso qué importa?—exclamaría Torres, un representante del presidente—usted sabe que aquí todo tiene que hacer con la política. Imagínese usted que mañana el gobierno decida erigir, a no importa quien, una estatua. A usted le gustaría sin duda le encargasen de la obra, ¿no es verdad? Pues el gobierno, en vez de encomendársela a usted, se la encomendaría a un extranjero, si no lo cree a usted su amigo” (90). Para ilustrar esta clase de corrupción política

Christopher Conway señala:

The statue of Sucre clearly represents the potential and corruption of monumental heroes; potential insofar as in the hand as of Soria the statue would become an object of the selflessness of art and patriotism, and corruption in the sense that the regime cannot reconcile such ideal standards within the formula of government as a business venture. (58)

La estatua de Bolívar, al igual que el proyecto de la estatua de Sucre, apunta Christopher

Conway: “clarifican cómo el nacionalismo de los ‘Inconformes’ difiere de la ideología del Estado, la cual ha desacreditado a los héroes de Venezuela, sustituyéndolos para su propio interés material” (57). En base a estas contundentes pruebas de corrupción política en Venezuela, en la novela ídolos rotos,

Romero, uno de los amigos más cercanos a Soria, lleno de indignación por el inestable y degradado estado moral en que se encontraba la sociedad de su país “terminó por desear que el Bolívar del monumento de la plaza y su caballo de bronce desaparecieran de improviso, una tarde, entre la lluvia de

177 rosas del crepúsculo, en un relámpago, para que no honrasen más con su gloriosa pesadumbre aquel pedazo de tierra maldito…” (91).

Según Christopher Conway, “Manuel Díaz Rodríguez no hace muy a menudo referencia directa del Libertador en la novela, sino que más bien lo alude a través del mito de sus hazañas (56). A lo largo de la novela el autor alude a la imagen del Libertador a través de la histórica plaza de Bolívar. La plaza representa el corazón de la ciudad. El lugar se convierte en el eje principal de todas las acciones de los caraqueños. Todo y todos pasan por ahí, manifestaciones, protestas, reuniones, eventos políticos y culturales. La plaza y la estatua del Libertador simbolizan el corazón de la infraestructura de la ciudad.

Todo sucede en torno a ésta. Es allí donde está la estatua del máximo héroe de la independencia. Allí está inmortalizado el padre de la patria, el padre de Venezuela y de toda América. Desde allí su espíritu vigila y protege a sus hijos constantemente. La estatua mediante su poder de omnipresencia regula las sensaciones, los sueños, y las desavenencias de todos los que concurren a ella. “Ahí llegaban armados de pasiones pequeñas, de intereses pequeños, de enormes apetitos. —Señala Díaz Rodríguez—Ahí se reunían después de representar su diario entremés en las Cámaras, a departir sobre la guerra, sobre los negocios del Estado, sobre los grandes problemas políticos, formando en toda la plaza muchos corros…”

(138). Dentro del parámetro narrativo de la obra, la plaza y la estatua se convierten en personajes ubicuos. La plaza, principalmente, ya que el autor la personifica constantemente a lo largo de la novela:

“La plaza había cambiado de aspecto: —continua Díaz Rodríguez— había crecido poco a poco y a la vez en belleza y en fealdad, sin que nadie atinara a decir si era mayor su fealdad o su belleza. Y su belleza era sobre su fealdad como un vestido opulento sobre una ulcera…” (138).

En la medida en que se desarrollan los hechos, poco a poco sabemos más sobre el papel simbólico de los protagonistas. “El paralelo entre el tío Alberto y Simón Bolívar—apunta Conway—se acentúa cuando consideramos cómo ciertos personajes en la novela exploran las posibilidades de una reforma política” (55). Alberto Soria, al igual que el Libertador, quedó huérfano de madre a muy

178 temprana edad. Rosa, la hermana mayor de Soria, al igual que María Antonia, la hermana mayor de

Bolívar, se convierten en sus segundas madres. Soria, de la misma manera que Bolívar, viaja a Europa para educarse y años más tarde regresa a Venezuela con la intensión de reformar al país. Por un lado,

Soria y sus amigos intelectuales forman un grupo llamado “”, con la intención de reformar el deteriorado gobierno de su país utilizando el arte y la filosofía como medios educativos. Por otro lado, Bolívar se junta al movimiento de independencia y años más tarde liberaran al continente americano del yugo político español. También podemos observar cómo en un punto crítico de sus vidas, ambos hombres sintieron una tristeza profunda al ver que todo el esfuerzo que le habían dedicado a sus proyectos, no había sido suficiente. Tanto Soria como Bolívar vieron que sus sueños habían fracasado debido a la envidia, corrupción y codicia de sus opositores y enemigos. Manuel Rodríguez Díaz señala en la novela:

La primera sensación de Alberto, al conocer la calumnia, fue de vértigo y estupor sin límites, como de quien es de improviso precipitado de una cima alta, luminosa y coronada de azul, a lo más hondo y negro de un barranco. En su tristeza profunda se sintió como abandonado de los hombres, como perdido sin esperanza en un desierto, y la queja hasta aquel día reprimida en su alma comenzó a desbordar de su boca. “Para eso había él trabajado bravamente, como un héroe; para eso había él sufrido innúmerosos dolores, vencido nostalgias, apurado amarguras, hasta conquistar, después de infinitos esfuerzos, una humilde migaja de gloria; para que, de regreso a la tierruca, sus compatriotas, en vez de aumentarle en simpatía y amor esa humilde migaja de gloria penosamente adquirida, se la desconocieran y negaran, exhibiéndole como un farsante vulgar disfrazado de artista, orgulloso de trofeos que no eran suyos. Lo que no hizo el odio al extranjero, de artistas envidiosos menos afortunados, en una ciudad como Paris, en donde la lucha por la vida es cruel y sin piedad, en donde un triunfo de artista representa fortuna y bienestar venideros, pan y oro, lo hacían sus compatriotas en una ciudad pequeña, en donde el culto de la belleza y del arte es promesa de dolor, desamparo y olvido”. (45-46)

En el mismo sentido, queda muy implícito cómo al final de la obra, la muerte de Don Pacho, padre de Soria, en cierto modo también hace referencia a la muerte de Bolívar y al final de su sueño bolivariano. Don Pacho era el eje de la familia Soria y Bolívar el motor del movimiento independentista.

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Ambos hombres se preocuparon por mantener la unidad de los que los rodeaban. Don Pacho la de su familia, Bolívar la de todo un continente.

La verdadera significación de aquella ceremonia fúnebre penetró en él con sacudida formidable. No era solo su padre lo que iba a dejar ahí, bajo la tierra, y por siempre: con su padre se quedaban el hogar, la familia y todo un infinito de sueños, esperanzas y amores. Comprendió entonces cómo su padre aun enfermo, débil, moribundo, era una gran fuerza, porque realizaba la unión de corazones y vidas cuyos destinos e ideales no podían ser más diferentes. “Qué sería de ellos mañana? ¿Qué seria mañana de Pedro, de él y de Rosa? Ni él ni Pedro vivirían mucho tiempo con Rosa, a causa de Uribe, Pedro y él no vivirían mucho tiempo unidos, a causa de la radical diferencia de sus ideas y costumbres. Dentro de poco, mañana tal vez, cada uno tomaría su lado. Serían como golondrinas que, después de vivir todo un verano juntas a la sombra de un mismo alero, se dispersan a las primeras ráfagas de otoño…” (Ibíd., 118)

Con la muerte del padre de Alberto Soria no sólo murió el hombre sino que también murieron los sueños de sus hijos y se desmanteló la unidad familiar. En efecto, la muerte de Don Pacho no es

únicamente una pequeña analogía de la muerte de Bolívar. Además representa la repercusión que ésta ocasionó en la mentalidad y la forma de vida de todos los habitantes del continente americano. La muerte de Bolívar no sólo simboliza el fallecimiento del hombre de carne y hueso. Su significado es más profundo y trascendental. La muerte del Libertador simbolizó el final trágico de un sueño magistral de igualdad, libertad, originalidad, patriotismo, nacionalismo y unidad continental, que desafortunadamente no se pudo completar.

Con respecto al fracaso bolivariano podemos observar cómo Manuel Díaz Rodríguez hace referencia a este tema en la cuarta parte del tercer capítulo de la obra. El doctor Emázabel, uno de los mejores amigos de Alberto Soria, se quejaba del impacto que las perversidades de los crímenes cometidos por políticos mediocres y corruptos habían tenido sobre la patria. Según Emázabel, el sueño de Bolívar no se pudo realizar, por una parte, por falta de personalidad de los ciudadanos que no lograron reunirse para contrarrestar los abusos de los gobernantes. No hubo unión entre ellos. Por otra parte, el hambre de codicia y poder de los caudillos y sus sequitos de políticos corruptos, fueron más fuertes que cualquier intento de unión nacional o continental.

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Quejándonos por lo bajo, en realidad asistimos como espectadores indiferentes al triunfo de los mediocres y perversos, al triunfo de los Diéguez Torres y los Galindo, a la dignificación de los crímenes, a la apoteosis del robo, al desmoronamiento de la patria. Somos, en nuestra democracia, un agregado inerte, perjudicial como inútil, cuando en nosotros podía tener principios dichosos la regeneración del país, la patria nueva. La obra de los libertadores, incompleta por fuerza de las cosas, apenas habrá sido aumentada en un ápice. Ellos nos legaron cuanto podían legarnos: un territorio libre, habitado de hombres también libres. Pero hombres libres en territorio libre, por si solos no forman pueblo o nación, en el sentido filosófico de estas palabras…Los partidos políticos, en su lucha por la dominación y el poder, han olvidado completar la obra de nuestros padres. (Ibíd., 96)

Siguiendo la misma concepción, pero desde otro ángulo, Manuel Díaz Rodríguez también manifiesta a través del personaje de Romero un optimismo por las bases filosóficas de la ideología del

Libertador. A pesar de que el proyecto bolivariano fracasó, su legado ha sobrevivido. Ese legado bolivariano ha permanecido latente en la mentalidad americanista y se ha prolongado a lo largo de varias generaciones. En el caso de Romero, otro amigo del protagonista de la obra, el culto a Bolívar había sido inculcado por su familia. Ahora era él quien se encargaría de continuarlo con sus hijos y las generaciones venideras. Para destacar los ideales del joven intelectual venezolano, Díaz Rodríguez indica:

…él halló en ese culto el más alto ideal de su existencia. Consideró como el fin más noble y justo que pudiera dar a su vida el ser útil con toda su fuerza y entusiasmo a la patria, convirtiéndose para ésta en humilde arcaduz de bienestar y fortuna, y de ese modo contribuir a la grandeza y gloria de la herencia moral que aquel hombre, objeto de adoración en el seno de su familia y en el seno de su alma, y a cuyo lado veía a los demás héroes como pigmeos obscuros. Y su ideal, como una estrella, le siguió a través de su juventud laboriosa, durante la cual su espíritu inquieto insaciable no se contentó con beber en un solo vaso ni de un solo vino. (Ibíd., 83)

En conclusión, parece obvio que el sueño que tenía el Libertador de crear una gran nación hispanoamericana estaba condenado a fracasar. Efectivamente, los intereses económicos de las clases dominantes de la época peligraban cada vez más. Por un lado, estaba el deseo de Bolívar de concederles la libertad a los esclavos. Esta decisión iba a perjudicar a los propietarios de tierras que basaban su productividad económica en la mano de obra de los esclavos. Por otro lado, la desigualdad entre las clases persistía. De hecho, después de haber finalizado la independencia, emergieron guerras civiles

181 entre los mismos ciudadanos de las naciones recién liberadas. Las clases menos favorecidas como los negros, mulatos, zambos e indios reclamaban que se les otorgara en la sociedad el lugar que se les había prometido por su participación en las guerras de independencia. Los caudillos cada vez más intentaban aumentar su dominio territorial y político mediante la violencia y extorción. En última instancia, incluso la idea del Congreso de Panamá también quedó inconclusa. A través de este congreso, Bolívar no sólo quería intentar unificar las naciones hispanoamericanas desde Méjico hasta Chile, sino crear un pacto de poder que sirviera para contrarrestar cualquier amenaza imperialista europea o de los Estados

Unidos.

No obstante, cabe destacar que a pesar de la resistencia que tuvo que afrontar Bolívar por querer unificar el continente, al final, algunas señales positivas de solidaridad han empezado a brotar en el espíritu de algunos americanos. Los proyectos de Bolívar quedaron inconclusos por falta de tiempo. Sin embargo, siglos después de su muerte, sus ideales socio-políticos, económicos, de libertad y solidaridad, han continuado siendo fuentes de inspiración para muchos hombres importantes del pasado y de nuestra época. Por un lado, revolucionarios de la talla de Ernesto “Che” Guevara, Augusto

Cesar Sandino y Fidel Castro, por otro lado, políticos como Hugo Cesar Chávez y Evo Morales, por nombrar algunos, han utilizado como referencia en sus gobiernos algunos aspectos de la ideología del

Libertador.

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CONCLUSION

El propósito de este estudio ha sido dilucidar cómo la imagen de Simón Bolívar llega a formar parte del discurso político-literario de los escritores modernistas hispanoamericanos. Del mismo modo, se ha analizado cual fue la influencia que la ideología del Libertador tuvo sobre el pensamiento de algunos de estos escritores. En el mismo sentido, se ha examinado cual fue el efecto del prócer venezolano en la creación de una conciencia histórica, política, demográfica y geopolítica en la literatura modernista de América Latina.

La victoria en los campos de batalla no fue suficiente para lograr la estabilidad política ni económica americana. Rápidamente se hizo evidente que el problema era más complejo de lo que se había pensado. La independencia política de España no era suficiente para lograr una identidad nacional americana. Por una parte, los problemas étnicos de desigualdad racial y esclavitud se convierten en un enorme problema social. Por otra parte, la violencia que utilizan los caudillos locales para conseguir sus objetivos, influye en el fracaso prematuro del sueño continental del Libertador.

Después de dos décadas de arduas luchas, la mayoría de las colonias americanas consiguen su emancipación política y económica de España. Sin embargo, Cuba y Las Filipinas no logran obtener su libertad política de España sino hasta finales del siglo XIX. Se logra con ello, sellar el ciclo de emancipación iniciado por el Libertador. Nuestro análisis muestra cómo es precisamente durante este periodo de metamorfosis económica e inestabilidad política que emerge el movimiento modernista hispanoamericano. El escritor y revolucionario cubano José Martí, el mejicano Manuel Gutiérrez Nájera y el colombiano José Asunción Silva, los iniciadores de este movimiento literario, empiezan a remodelar las normas estéticas e ideológicas del discurso impuestas por España. En sus nuevos discursos, se nota cómo estos escritores encuentran en las ideas de Bolívar una fuente inspiradora para su aspiración de una libertad espiritual y literaria. Asimismo, empiezan a incorporar ideas literarias diferentes

183 provenientes del resto de Europa y Asia. Con la nueva incorporación de estas ideas empieza a cambiar la forma obsoleta de tratar el antiguo discurso clásico español por uno más estético, musical y artístico.

Con estas características, los autores modernistas sientan las bases de una nueva visión ideológica.

Asimismo, se forja una nueva identidad literaria Hispanoamericana capaz de romper las cadenas literarias que nos seguían atando a España.

Las ideas de originalidad e independencia literaria se manifiestan en el discurso literario de José

Martí y los otros autores modernistas. En su texto Nuestra América, el escritor cubano exhorta al hombre americano a no permanecer conforme sólo con la independencia política que consiguieron de

España. Según Martí, todos los americanos debían seguir luchando por conseguir la libertad espiritual e intelectual. “De la tiranía de España supo salvarse la América española: y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia” (Citado por Pinedo Javier 161).

Numerosos estudios se han realizado sobre el modernismo hispanoamericano. Como resultado, muchos críticos han determinado que este ha sido el principal movimiento literario de nuestro continente. Fue, según Octavio Paz, “el único digno de este nombre entre los que se manifestaron en la lengua castellana durante el siglo XIX” (Litvak 106). Desde un punto de vista socio-económico, el modernismo brota como una reacción en contra del espíritu materialista de la época. Es como una vorágine desaforada de sensaciones artísticas que intenta romper el culto utilitario de una sociedad materialista que no valora el arte. Sin embargo, si partimos de su esencia espiritual y artística, el modernismo, al igual que el movimiento de independencia americana, es de acuerdo con Darío “un movimiento de Libertad” (Azul…Cantos de Vida y esperanza 185). Por ello, como muestra este estudio, la figura de Simón Bolívar es un punto de referencia ineludible para los modernistas.

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Con la presencia ideológica del modernismo se consolidaba aún más una conciencia espiritual autónoma en las sociedades latinoamericanas a finales del siglo XIX. Además, se desarrolla una actitud que promueve la creación de nuevas sociedades literarias, tanto estéticas como lingüísticas. Es así precisamente como “el modernismo significó por lo tanto, — señala Federico de Onís— no sólo la incorporación de América a la literatura europea y universal, sino el logro por primera vez de su plena independencia literaria” (Castillo 39).

Otro elemento importante que destacamos dentro del contexto de este estudio es el tema de la identidad nacional y su inherente relación con el mestizaje. Después de la muerte del Libertador, su imagen se ha constituido en uno de los pilares más importantes en la creación de nuestra propia identidad étnica americana. Su ideología era la de crear un nuevo hombre autóctono americano. Un hombre derivado de la mezcla del indio, negro, el criollo y el mulato. Sin embargo, a pesar de la insistencia de Bolívar en la divulgación de este nuevo concepto, sus ideas no son respaldadas por el orden social ni los otros gobernantes de la época. La concepción de inferioridad que los científicos de ese tiempo habían impuesto con referencia a estas razas, tampoco ayuda a los planes del Libertador.

No fue sino hasta casi un siglo más tarde, que el concepto del mestizaje llama la atención de algunos escritores modernistas como José Martí. Debido a su importancia transcendental en la formación de una identidad nacional americana, el mestizaje se convierte en tema fundamental de investigación entre sociólogos, historiadores y antropólogos.

Otro de los objetivos de este estudio fue analizar la influencia de las ideas demográficas y geopolíticas del Libertador sobre los escritores modernistas. Como resultado, hemos podido constatar que Simón Bolívar fue uno de esos hombres de la historia americana que abrió el camino para un mejor futuro en nuestro continente. Su preocupación por la libertad, la unidad continental, el imperialismo y el panamericanismo, aspiraban al mejoramiento político, económico, cultural y pedagógico del continente

185 americano. Su legado ideológico se ha encargado de continuar una motivación espiritual de identidad nacional, patriotismo, libertad e igualdad social y racial para todos los americanos. Entre los escritores modernistas que reflejan en sus discursos estos ideales sobresalen José Martí, Rufino Blanco Fombona,

José Enrique Rodó, Rubén Darío y Guillermo Valencia, entre los más importantes. Estos escritores, además, se han convertido en portavoces del legado del Libertador. En sus discursos, constantemente se puede apreciar la admiración por los ideales cívicos de libertad, patria, educación y unidad continental que Bolívar tanto luchó por defender en vida.

La representación literaria de Bolívar ha sufrido las alternativas históricas del continente. Nos hemos detenido en dos ejemplos ilustrativos. José Asunción Silva y Manuel Díaz Rodríguez tratan la figura del prócer venezolano en su discurso literario de una manera diferente a como se había hecho anteriormente. José Asunción Silva escribe un poema a una estatua de bronce del Libertador. En su composición, el poeta colombiano no describe la imagen invencible del máximo héroe de la independencia americana. Por el contrario, Silva analiza la imagen de Bolívar con un tono pesimista. Él analiza el decadente estado de ánimo que presentaba el Libertador durante la última etapa de su vida.

Asimismo, Silva critica el caos político americano a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. A través de la composición del autor bogotano se comienza a notar un trato de la imagen de Bolívar llena de dolor y amargura. El deterioro físico y espiritual del Libertador es provocado por la triste realidad que experimentaba el continente americano durante esa época. La figura de Bolívar en la obra de José

Asunción Silva es la de un héroe vencido por las circunstancias políticas y económicas. En ella, Simón

Bolívar aparece derrotado al presenciar cómo sus proyectos de unidad continental e igualdad social y

étnica habían fracasado ante sus ojos.

En el mismo sentido, el venezolano Manuel Díaz Rodríguez en su novela Ídolos rotos, utiliza el simbolismo de las estatuas, entre ellas la del Libertador, para criticar la corrupción y el desperfecto

186 político de la sociedad venezolana a inicios del siglo XX. A lo largo de la obra, el autor alude a la imagen del héroe sudamericano a través de su estatua erigida en una de las principales plazas de Caracas. Allí está inmortalizado el padre de la patria americana. Desde allí su espíritu vigila a sus hijos venezolanos.

Sin embargo, la estatua, al igual que la fisonomía de la plaza, se deteriora a medida que aumenta la inestabilidad política y la corrupción social en el país. El dolor y la vergüenza de Bolívar en la novela se pueden discernir a través del estado anímico del protagonista, el escultor Alberto Soria. Tanto Bolívar como Soria determinan que el esfuerzo que habían depositado en sus proyectos no había sido suficiente para concluirlos. Al final, ambos hombres tienen que presenciar cómo sus sueños fracasan por la envidia, corrupción y codicia de sus enemigos.

En resumen, podemos afirmar que José Asunción Silva y Manuel Díaz Rodríguez empezaron a tratar la imagen literaria de Bolívar en su discurso literario desde un contexto estético diferente. Su nuevo trato de la figura deteriorada del Libertador sirvió para sentar las bases de la desmitificación del

Libertador. Una desmitificación que se empieza a llevar a cabo con más regularidad durante las últimas décadas del siglo pasado en obras como El ultimo rostro (1990), de Álvaro Mutis, El general en su laberinto (1989), de Gabriel García Márquez, La ceniza del Libertador (1987), de Fernando Cruz Konfly y

El insondable de Álvaro Pineda Botero (1997). Esta presentación deteriorada de la imagen del máximo héroe de la independencia hispanoamericana, por un lado, desató indignación y controversia en

Latinoamérica. Por otro lado, también despertó el interés de otros que querían saber más sobre los

últimos días del Libertador que la historia no había ofrecido. Por ello, esta desmitificación de la imagen del Libertador que tanta controversia originó en la década de los ochenta del siglo pasado, en realidad tuvo sus orígenes hace casi un siglo con José Asunción Silva y Manuel Díaz Rodríguez.

A lo largo de este estudio se ha intentado aclarar el trato estético e ideológico de la imagen de

Simón Bolívar en el discurso literario de los escritores del modernismo hispanoamericano. Este contexto

187 ideológico se manifiesta a través de poemas, odas, cantos, sonetos, alegorías, novelas y obras teatrales.

El legado bolivariano formó, forma y seguirá formando una parte constitutiva en la consolidación del espíritu colectivo americanista de nuestro continente. La figura del prócer venezolano adquiere un valor simbólico de patriotismo en los discursos políticos y literarios de los escritores modernistas. Su imagen representa según José Martí la del padre de la patria americana y todos los americanos somos sus hijos.

Los ideales del héroe caraqueño eran la libertad, la unidad continental y la patria. Mediante estos ideales, su imagen empieza a crear una fuerza que influye ideológicamente a Latinoamérica desde la

época de la independencia hasta nuestros días. Sus proyectos de unificación continental y panamericanismo crearon una dimensión conflictiva entre los partidos políticos de la Gran Colombia y el resto del continente. Su intención de promover la emancipación de los esclavos y la igualdad étnica en

América, genera un problema político-económico en la sociedad de ese tiempo.

Simón Bolívar insistió en llevar a cabo estos ideales hasta su muerte. Sin embargo, sus estrategias no sirvieron para llevar a cabo su objetivo. Parte del problema radicaba en la codicia de sus enemigos políticos y militares hambrientos de más poder y de gloria. Además, aumenta la resistencia de las clases oligárquicas al presentir que la idea del Libertador de abolir la esclavitud se convierte en una amenaza letal para sus intereses financieros. En consecuencia, también se desata una larga y violenta oposición ideológica entre los diferentes partidos políticos. Había algunos que justificaban la independencia como una ruptura definitiva con el pasado colonial español. Otros en cambio, no compartían la idea de finalizar las relaciones con la madre patria.

De acuerdo con el prócer venezolano, la realización de su sueño debía estar basada, primero, en la originalidad de sus gobernantes y luego en la creación de una cultura hispanoamericana autóctona. No obstante, después de finalizar las guerras de independencia, parte de la población, en su

188 intento por neutralizar todos los lazos con España, empezó a emular tradiciones gubernamentales y culturales de naciones como Francia e Inglaterra.

A lo largo de su carrera política y militar, el Libertador constantemente insistió en la originalidad de todos los hombres americanos, especialmente en la originalidad de sus gobernantes. Con respecto a sus leyes, “éstas deben ser relativas para el Pueblo que se hacen—señalaba Bolívar— ¿que es una gran casualidad que las de una Nación puedan convenir a otra?, ¿que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de la vida de los

Pueblos? (Escritos políticos 101). Casi un siglo más tarde José Martí exaltaría el mismo tema en su ensayo Nuestra América (1903), señalando: “Y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo…” (Política de Nuestra América 39). Más adelante, en el mismo ensayo, enfatizará la importancia del concepto de la originalidad en el nuevo hombre americano escribiendo: “Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; si sale agrio,

¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales…” (Ibíd., 42).

Estos y muchos otros factores fueron los culpables no sólo del fracaso del Libertador, sino que también impidieron la culminación de la independencia americana. La emancipación política no era suficiente para que Hispanoamérica fuese completamente libre. Para poder lograr una identidad propia la América hispánica también tenía que conseguir su independencia cultural, espiritual, filosófica y literaria de España. Por lo tanto, comparto la idea de Germán Carrera Damas de que el fracaso bolivariano es determinante en la creación del culto por la figura del Libertador en nuestro continente.

De acuerdo con el crítico venezolano, este culto que se originó por el máximo héroe de la independencia

189 americana se ha convertido en una necesidad histórica. “Su función ha sido la de disimular un fracaso y retardar un desengaño” (El culto a Bolívar 42).

Por otra parte, este intento de Bolívar por crear sociedades democráticas según José Luis

Gómez-Martínez, se convierte en una motivación para las nuevas generaciones americanas. “El fracaso motiva, a su vez, la reflexión sobre sus causas y pone de relieve la necesidad de conocerse” (Historia de la literatura Hispanoamericana 2, 401). Este fracaso del Libertador y la complejidad de sus pensamientos se reflejan en la ideología de los escritores modernistas hispanoamericanos como José

Martí, José Enrique Rodó y Rufino Blanco Fombona. “Para finales del siglo XIX—reitera Gómez-

Martínez— los pensadores hispanoamericanos se sienten fracasados, aunque esto de ‘sentirse fracasados’ será la base fecunda que dará origen a la riqueza del pensamiento hispanoamericano del siglo XIX” (Ibíd., 401).

El ideal bolivariano ha trascendido a través del tiempo hasta la actualidad. La imagen de Bolívar ha sido parte de la literatura de nuestro continente. Sus ideales de unidad, mestizaje, libertad e identidad nacional han servido para sentar las bases ideológicas de los escritores del modernismo hispanoamericano. Asimismo, el ideal bolivariano también ha influenciado a autores del post- modernismo, la vanguardia, el Boom y otros movimientos literarios de América Latina más coetáneos.

Sus ideas políticas, de libertad, patriotismo y revolución han sido influyentes en la mentalidad revolucionaria de distintas generaciones en Hispanoamérica. Sus ideas de revolución han influido en personajes históricos de nuestro continente. Hombres importantes como José Martí y Ernesto “Che”

Guevara han sido influenciados por los ideales revolucionarios del Libertador. Presidentes de la talla de

Domingo Faustino Sarmiento, Guillermo Valencia, Hugo Chaves, también se han encargado de mantener vivo el legado de Bolívar con sus ideales políticos. Es así en efecto que, a través de algunas de las obras de los escritores modernistas hispanoamericanos, también se ha manifestado una continua vinculación entre las causas del fracaso del Libertador y algunos problemas de la actualidad americana.

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Problemas como la corrupción política, las dictaduras militares y la crisis económica de Latinoamérica son circunstancias históricas que después de dos siglos le han dado la razón a Simón Bolívar.

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