Clase 22

Las últimas montoneras.

Como vimos en clases pasadas el fenómeno del caudillismo y de las montoneras marcó la historia del siglo XIX. En otras palabras, las figuras de los caudillos, y poblaron el escenario político-social de ese entonces y se convirtieron en una clave para pensar la historia nacional. En esta clase analizaremos los últimos levantamientos montoneros liderados por la que puede ser considerada una tercera y última generación de caudillos en las décadas centrales del siglo XIX. Así, Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza y Felipe Varela en la región oeste y Ricardo López Jordán, en Entre Ríos, lideraron las últimas rebeliones federales en la etapa de conformación del Estado nacional, entre los años 1860 y 1870.

La resistencia más importante al proyecto del liberalismo porteño liderado por Mitre, triunfante tras la batalla de Pavón, se produjo en el Oeste, el bastión del federalismo. Ante la ocupación de esa región por parte del ejército nacional, al mando de los generales Paunero y Arredondo, y de las fuerzas de los Taboada que gobernaban Santiago del Estero, comenzaron a generarse los levantamientos montoneros al mando de quienes habían sido antiguos lugartenientes de Quiroga. A la fuerte oposición al proyecto liberal-porteño de Mitre se sumó pronto la encarnizada oposición a la Guerra con el Paraguay que, como vimos en una clase anterior, fue totalmente ilegítima en el interior del país y sobre todo en los sectores populares.

En este contexto se extendió el uso de la palabra hacía referencia a los habitantes ​ ​ pobres de la campaña, ya fuesen éstos considerados blancos, mestizos o afrodescendientes (De la Fuente, 1999; Adamovsky, 2019). También se utilizaba en sentido despectivo como sinónimo de criminal o bandido rural. Las luchas políticas de la década de 1860 permitieron que las autoridades nacionales usaran la palabra gaucho con esta última acepción, como sinónimo de bandido, articulándola con la afiliación federal de la mayoría de los habitantes de la campaña y de su participación en las rebeliones en contra del gobierno nacional y las autoridades porteñas. “Así, al llamar gauchos a los rebeldes federales se criminalizaba su participación política” (De la Fuente, 1999:272)

Los conflictos de la década de 1860 también hicieron que la palabra gaucho en sus dos acepciones antes mencionadas – como habitante de la compaña y como bandido – se asimilara al término “montonero” como se denominaba a los rebeldes federales (De la Fuente, 1999). Por lo tanto, en el período de formación del Estado Nacional, el concepto “montonero” aludía a quienes se rebelaban contra las autoridades constituidas, sobre todo aquéllas del nivel nacional. Al igual que las montoneras de la primera mitad del siglo XIX, las montoneras de esta segunda etapa se estructuraron sobre la base de las milicias; en este último caso, en base a las milicias provinciales, que desde 1853 comenzaron a ser denominadas Guardias Nacionales. Esto les permitió articular un ordenamiento de tipo jerárquico, con responsabilidades bien definidas, con un principio de legitimidad popular. El historiador Ariel de la Fuente en su estudio sobre gauchos y montoneros en La Rioja en la década de 1860 discute las miradas estereotipadas en torno a los caudillos tanta las detractoras de la historiografía liberal como las apologéticas, de la historiografía revisionista. Muestra que los caudillos sustentaron su poder – es decir, movilizaron recursos, milicias y electores – sobre un conjunto de complejas relaciones basadas, en parte, en antiguos derechos consuetudinarios y formales. Lejos de la imagen construida por la historiografía clásica que consideró a los montoneros como criminales o marginales de la campaña, De la Fuente muestra que en el caso de los llanos riojanos, casi todos ellos tenían una ocupación definida: eran labradores, artesanos, arrieros y trabajadores asalariados. La gran mayoría eran analfabetos. Las razones por las cuales estaban dispuestos a seguir a los caudillos y participar en una montonera eran diversas; algunas tenían que ver con motivaciones materiales inmediatas: acceder a “uno de los manjares que más apreciaban pero que raramente probaban: la carne vacuna” como así también calzado y ropa y otras motivaciones inmateriales o simbólicas como la identificación cultural, personal y partidaria con el caudillo y el ideario federal.

Como dijimos anteriormente, el epicentro de las rebeliones montoneras se produjo en la región de los Llanos de La Rioja. Ubicado en el centro de la provincia, ese distrito tenía una población alrededor de diez mil personas y era la cría de ganado la principal actividad. Desde allí surgió en 1863 el levantamiento de Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza. ​ Había nacido en Guaja, un pueblerío de los Llanos cercano a la aldea de Quiroga. Desde la década de 1820 comenzó su carrera política como subalterno de éste. Pelearon juntos en Tala, en la Tablada y en Oncativo. Ya en ese entonces gozaba de tal prestigio que llegó a conformar la escolta de Quiroga. Al ser derrotados en estas batallas volvió a La Rioja llevando una vida semi-clandestina ante la ocupación de la provincia por las fuerzas unitarias de Lamadrid. Volvieron a pelear juntos en Ciudadela, batalla en la cual Quiroga se impuso frente a los unitarios.

Tras el asesinato de Quiroga en 1835 el Chacho se volvió completamente anti-rosista. Creía, junto a otros federales riojanos, que Rosas había sido el responsable del asesinato; ello se sumaba a su ya antigua desconfianza en Rosas en quien veía un mero defensor de los intereses de Buenos Aires y criticaba su negativa a sancionar una constitución que permitiera constituir un Estado federal. Este sentido anti-rosismo lo llevó a apoyar, a comienzos de los años 1840, la Coalición del Norte en la cual sirvió a sus antiguos enemigos: Lavalle y Lamadrid.

Derrotada la Coalición del Norte se exilió en . Volvió a los pocos meses y junto a su esposa Victoria “Doña Vito” Romero, rearmó su montonera encabezando una rebelión que duró casi un año y que lo llevó por las provincias de San Juan, La Rioja, Catamarca y Tucumán. Derrotado debió exiliarse por segunda vez en Chile. En 1845 emprendió su regreso; “durante un tiempo permaneció en San Juan. Parece que Rosas reclamó a Benavídez [gobernador sanjuanino] varias veces la entrega del Chacho; el sanjuanino se hizo el distraído y dejó que pasara el tiempo” (Luna, 1981: 188). Desde 1848 se convirtió en un árbitro de la vida política riojana, siempre manteniendo su oposición al rosismo. Esto le permitió tras Caseros, ser reconocido por el gobierno de la Confederación que en1855 lo ascendió a Coronel y en 1859 a General.

La derrota de Urquiza en Pavón en 1861 transformó el panorama político de la Argentina. El nuevo gobierno nacional encabezado por Mitre se lanzó a la conquista militar del interior. En 1862 se produjo la primera rebelión, liderada por el Chacho, que abarcó La Rioja, san Juan, San Luis y el oeste de Córdoba. Luego de unos pocos meses, a través del Tratado de La Banderita, se fijó un acuerdo entre el gobierno nacional y el Chacho Peñaloza mediante el cual se le reconocía el grado de General y se amnistiaba a todos los rebeldes a cambio de que él se hiciera responsable de la obediencia hacia el gobierno nacional de los federales riojanos y de las provincias vecinas. Las desavenencias volvieron a surgir y el acuerdo pronto fracasó. Las autoridades liberales de las provincias del oeste desconocieron la amnistía y ejecutaron a algunos seguidores del Chacho; frente a ello, caudillos menores encabezaron en represalia pequeñas montoneras ejecutando a algunas autoridades de la campaña..

Así, en los primeros meses de 1863 Peñaloza, contando con la ayuda de Felipe Varela desde Catamarca, declaró su segunda rebelión en contra del gobierno nacional. Llamó a la rebelión en nombre de Urquiza con la esperanza de impulsarlo a dirigir el levantamiento, Urquiza no respondió.

Paunero lanzó una campaña que pretendía recuperar a Peñaloza para los Liberales. Por un lado escribía a Mitre recordándole que Peñaloza había participado esporádicamente en la Coalición del Norte contra Rosas y que no había participado en la batalla de Pavón; mientras, por otro lado, intentaba convencerlo al mismo Peñaloza ofreciéndole subsidios y una posición en el gobierno liberal de La Rioja. Claramente no surtieron efecto ni de un lado ni de otro.

Las cartas y proclamas de Peñaloza escritas entre 1862 y 1863 testimonian la persecución contra los gauchos y los campesinos del Oeste por parte de los grupos Liberales que contaban con el apoyo de partidas del Ejército nacional enviadas por Mitre desde Buenos Aires.

En junio de 1863 su montonera irrumpió en Córdoba, donde logró el apoyo de los federales de esa provincia conocidos como los “rusos” debido a su parecido con los cosacos. Por un breve lapso las fuerzas federales controlaron la capital bajo la aclamación de los artesanos de la ciudad. Dos semanas más tarde una importante fuerza Liberal comandada por Paunero atacó y venció a Peñaloza.

Luego de otra derrota a manos de Arredondo Peñaloza recurrió a Sarmiento, en ese entonces gobernador de San Juan, solicitándole que intercediera poniendo fin a las depredaciones de las tropas Liberales. Sarmiento desestimó el pedido con insultos. Derrotado nuevamente en San Juan, volvió a La Rioja.

Refugiado en Olta, dos días antes de ser apresado y ejecutado, escribió a Urquiza solicitándole un auxilio que nunca llegaría. El 12 de noviembre de 1863 fue tomado prisionero y asesinado a golpes de lanza por el mayor Pablo Irrázabal, mientras los soldados lo acribillaban a balazos. El cadáver fue profanado y su cabeza, cercenada y expuesta en la plaza de Olta.

Con la cabeza del Chacho en exhibición, Sarmiento y Mitre volvieron a escribirse el 18 de noviembre de 1863. Sarmiento le decía: “Mi estimado amigo: No sé lo que pensarán de la ejecución del Chacho. Yo inspirado por el sentimiento de los hombres pacíficos y honrados aquí he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses. Los ejércitos harán paz, pero la tranquilidad no se restablecería, porque a nadie se le puede inspirar confianza de que no principie la guerra cuando le plazca al Chacho invadir las provincias vecinas. Es su profesión, ejercida impunemente treinta años, hallando siempre en la razón de estado o en el interés de los partidos medios de burlarse de leyes y constituciones y aceptándolo como uno de los rasgos de la vida argentina y de nuestro modo de ser. [ ] La … guerra civil concluye, pues, por actos militares gloriosos, como el de Caucete, y por el castigo de Olta”.

En lo inmediato, durante el resto de la década de 1860 en el contexto de la Guerra contra el Paraguay, los antiguos correligionarios y seguidores del Chacho lanzaron numerosas rebeliones contra el gobierno nacional, como la encabezada por Felipe Varela en 1867. También lo recordaron y defendieron personalidades importantes de la época como José Hernández - quien escribió el mismo año de su asesinato La vida del Chacho - Eduardo Gutiérrez, Olegario ​ ​ Andrade, Carlos Guido y Spano, Martiniano Leguizamón y hasta Juan Bautista Alberdi.

En el largo plazo, con el paso del tiempo su figura se volvió un ícono en las tradiciones orales y en el criollismo popular del interior que, a través de un repertorio de cantares y relatos lo recordaban como un héroe popular. Llegado los años 1960 sería revalorizado también, junto a los restos de los caudillos de la región oeste, por la segunda generación del revisionismo histórico.

Felipe Varela, lugarteniente del Chacho en la provincia de Catamarca, surgió a la vida política combatiendo al igual que él contra el régimen de Rosas, exiliándose en Chile luego de la derrota de la Coalición del Norte y apoyando el federalismo urquicista tras la batalla de Caseros. Peleó junto al Chacho en las rebeliones de 1862 y 1863. Perseguido por las fuerzas nacionales, logró llegar a Chile donde comenzó un nuevo exilio. Allí supo del asesinato del Chacho. En ese contexto Varela le escribe a Urquiza rogándole que “monte a caballo a libertar de nuevo la República”. Urquiza se muestra cauteloso. En junio de 1865 Varela se encontraba en Entre Ríos al lado de Urquiza. Participó junto a López Jordan del desbande de fuerzas que se produjo en Basualdo y Toledo cuando se supo que Urquiza estaba en tratativas con Mitre. El gobierno nacional acusó a ambos de “levantar al gauchaje” en esos episodios. Varela regresó nuevamente a Chile.

Ya comenzada la Guerra contra el Paraguay, al conocer los términos del tratado secreto de la “Triple Alianza” emprendió una vez más el regreso. Pronto logró conformar una montonera de 4000 hombres y llamó a la rebelión en oposición a la guerra y al centralismo porteño. En diciembre de 1866 dio a conocer su Proclama Americanista1 dando un profundo sentido ​ nacional y americano a la lucha montonera, dando su apoyo a la rebelión que habían comenzado Aurelio Zalazar en Catuma y los “colorados” en Cuyo. En otras palabras, su lucha expresó no sólo las tensiones entre Buenos Aires y el interior sino también ensanchó su horizonte ideológico con otras experiencias y luchas de América Latina en el marco de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, recuperando el ideal bolivariano de la Patria Grande.

Luego de algunos meses de luchas y escaramuzas, perseguido por las fuerzas del ejército nacional que años atrás, con la ayuda de los Taboada de Santiago del Estero, se habían

1 En el siguiente sitio podrán encontrar la Proclama Americanista del 6 de diciembre de 1866. https://constitucionweb.blogspot.com/2012/07/proclama-del-6-de-diciembre-de-1866-de.html impuesto sobre el Chacho Peñaloza, Varela fue vencido en la batalla de Pozo de Vargas, en abril de 1867. Pozo de Vargas era la única aguada en leguas a la redonda en la zona límite entre Catamarca y La Rioja. Saber de ello, y de la necesidad de aprovisionamiento de agua por parte de las fuerzas de Varela, Taboada lo esperó allí. Vencido, Varela logró escapar. Continuó por hostigando con guerra de guerrillas hasta que se asiló en Potosí, Bolivia.

2 Desde Potosí, en enero de 1868, escribió el Manifiesto a los pueblos americanos .​ En él ​ ​ centraba su crítica en lo económico, en las desigualdades entre Buenos Aires y las provincias, poniendo el eje en la confrontación entre centralismo y federalismo. Luego de un último intento de incursionar en Salta, enfermo de tisis y carente de apoyo, Varela se refugió en Chile donde murió en 1870.

En la primera mitad de la década de 1870 tuvo lugar la última rebelión montonera que se desarrolló en la región del litoral, liderada por el caudillo entrerriano Ricardo López Jordán. ​ ​ El historiador Fermín Chávez, que ha estudiado en profundidad la vida y trayectoria del caudillo, distingue cuatro momentos claves en su vida: el primero entre 1840 y 1850; el segundo las décadas de 1860 y 1870; el tercero sus exilios y el último determinado por su amnistía, regreso y muerte (Chávez, 1957).

Oriundo de Paysandú, fue desde la década de 1840 uno de los principales colaboradores de Urquiza. Participó junto a él en la batalla de Caseros y luego, cuando se produjo la secesión de Buenos Aires, derrotó un intento de invasión por parte de Madariaga, asegurando la continuidad del Congreso Constituyente reunido en Santa Fe. En 1859 peleó junto a Urquiza en la Batalla de Cepeda. Lo que siguió a Cepeda no convenció a varios federales de Entre Ríos, entre ellos López Jordán. Al respecto éste escribió: “Urquiza fue hasta las puertas de Buenos Aires pero no ya a imponer condiciones a los vencidos sino a recibirlas” (Chávez, 1998: 372).

Durante su participación en la Batalla de Pavón López Jordán fue ascendido al rango de General por parte del entonces presidente Derqui. La retirada de Urquiza del campo de batalla generó desazón entre las fuerzas federales.

En 1864 Urquiza concluía su mandato como gobernador de Entre Ríos. En ese marco, surgió la candidatura de López Jordán pero Urquiza brindó su apoyo al otro candidato que finalmente salió victorioso. En 1865, al formalizarse la Triple Alianza contra el Paraguay, si bien López Jordán acompañó a Urquiza en el armado de tropas en Basualdo y Toledo fue uno de los acusados de desbandar las fuerzas, como oposición a la guerra. Como vimos en clases anteriores, esta guerra fue muy impopular tanto en el interior como en el litoral.

En 1868 López Jordán fue nuevamente candidato a gobernador pero en esta ocasión fue electo nuevamente el propio Urquiza. Para 1869 la conjuración contra Urquiza ya estaba en planes. De hecho, el proceso revolucionario ha venido madurando desde el sitio de Paysandú y la creación de la Triple Alianza. La visita del entonces presidente Sarmiento al Palacio de San José el 3 de febrero de 1870, que simbólicamente ratificaba el arreglo de Urquiza con el Partido

2 Disponible en: https://generalfelipevarela.wordpress.com/manifiesto-y-proclama/manifiesto-a-los-pueblos-americano s/ Liberal, dio fuerza y aliento a los federales jordanistas. La “revolución jordanista” estalló el 11 de abril de ese año cuando una partida de hombres de su confianza entró al Palacio y dio muerte a Urquiza. A los pocos días la Legislatura entrerriana eligió gobernador provisorio a López Jordán para terminar el período de mandato que le restaba a Urquiza. El mismo día de la elección el presidente Sarmiento dispuso la intervención armada a la provincia. Eso generó un levantamiento por parte de las fuerzas jordanistas. El gobierno nacional declaró reos de rebelión contra la Nación a López Jordán y a sus partidarios. Luego de una serie de enfrentamientos que tuvieron lugar en distintas localidades entrerrianas – Gualeguaychú, Nogoyá y Concepción del Uruguay – una columna al mando del propio López Jordán se dirigió a Corrientes con el fin de alentar la reacción antiliberal. Derrotadas sus fuerzas logró escapar y cruzar hacia el Brasil. En su exilio en Río Grande lo acompañó el poeta y escritor federal José Hernández. El partido jordanista, a pesar de su derrota militar, ganaba cada vez más consenso en la provincia de Entre Ríos.

En mayo de 1873, López Jordán invadió nuevamente Entre Ríos; su amigo José Hernández le propuso dar a conocer un manifiesto, por él redactado, para salirle al paso a los disidentes. Éste fue publicado por Hernández en La Patria, de Montevideo el 10 de marzo de 1874. ​ ​ Fracasado ese intento de invasión debió volver al exilio. En 1876 intentó una vez más volver y generar un levantamiento. Esta vez la reacción del presidente Avellaneda fue dura: decretó el estado de sitio en Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes y actuó sobre la prensa opositora mediante la clausura de medios tanto en Buenos Aires como en Rosario (Chávez, 1998). López Jordán fue apresado. Luego de un largo proceso ante la justicia, la Corte Suprema expresó que los cargos contra el ex gobernador de Entre Ríos no se justificaban aunque negó la excarcelación bajo fianza.

En 1879 logró huir de la prisión rosarina en la que se hallaba recluido y emprender el exilio al Uruguay. En 1888 una amnistía del Congreso le permitió volver al país y fijar su residencia en Buenos Aires. En la mañana del 22 de junio de 1889 cuando se dirigía por la calle Esmeralda, entre Lavalle y Tucumán, a visitar a su amigo Dámaso Salvatierra, López Jordán fue atacado recibiendo dos balazos que terminaron con su vida. El agresor era Aurelio Casa, hijo del oficial Zenón Casas, a quien supuestamente López Jordán había hecho degollar en 1873.

Bibliografía citada y utilizada

Adamovsky, Ezequiel (2019). El gaucho indómito. De Martín Fierro a Perón, el emblema ​ imposible de una nación desgarrada. Buenos Aires, Siglo XXI. ​ Chávez Fermín (1957) Vida y muerte de López Jordán Buenos Aires, Hyspamérica. ​ ​ Chávez Fermín (1999) “López Jordán” en Lafforgue, Jorge (Editor) Historia de los caudillos ​ argentinos, Buenos Aires, Alfaguara. ​ Goldman Noemí y Ricardo Salvatore (compiladores) (1998): Caudillismos rioplatenses. Nuevas ​ ​ miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba. ​

De la Fuente, Ariel (1998). “’Gauchos’, ‘Montoneros’ y ‘Montoneras’” en Goldman Noemí y ​ Ricardo Salvatore (compiladores) (1998): Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo ​ problema, Buenos Aires, Eudeba. ​

De la Fuente, Ariel (1999) “Peñaloza” en Lafforgue, Jorge (Editor) Historia de los caudillos ​ argentinos, Buenos Aires, Alfaguara. ​ Luna Félix (1981). Los caudillos, Buenos Aires, Ed. Peña Lilo ​ ​ Ogambide, Pedro (1999) “Varela” en Lafforgue, Jorge (Editor) Historia de los caudillos ​ argentinos, Buenos Aires, Alfaguara. ​

Sitios y recursos sugeridos

Bressan, Raquel (2019). Rebelión y exilio. Las prácticas políticas de los jordanistas en la frontera. Coordenadas, (6) 2, pp. 1-20 ​ ​ https://www.google.com/search?channel=crow2&client=firefox-b-d&q=l%C3%B3pez+jord%C3 %A1n+manifiesto+1874

Serie Caudillos Canal Encuentro:

- Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza https://youtu.be/XunzDpR3ETc