Vivir En Marín Rafael Quintero Rafael Quintero Vivir En Marín
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Vivir en Marín Rafael Quintero Rafael Quintero Vivir en Marín M e m o r i a Vivir en Marín 1.a ed., Fundación Editorial El perro y la rana, 2007 a 1. ed., Fundación Editorial El perro y la rana, 2020 © Rafael Quintero © Fundación Editorial El perro y la rana Imagen de portada Yessika González Edición Nagdy Guevara Valecillos Diagramación y diseño de portada Arturo Cazal La mayoría de las imágenes que integran el libro forman parte del archivo personal del autor. Las restantes fueron cedidas para esta edición por Albert Cañas y Nazareth Balbás. Nuestro agradecimiento por su colaboración. Hecho el Depósito de Ley ISBN Digital: 978-980-14-4709-2 Depósito legal Digital: DC2020000981 Vivir en Marín Rafael Quintero Tu historia Cuando en 2006 la Revolución le propuso al pueblo de Vene- zuela organizarse o reorganizarse en consejos comunales co- menzó una de las transformaciones que más profundamente han marcado a la Venezuela de este siglo, y la han de seguir moldeando durante muchos años. La demostración de esa ver- dad no corresponde al objeto de estas páginas, pero sí la captu- ra en el aire de uno de sus momentos clave: la invitación que se nos hizo, en forma de requisito, para que los habitantes de las comunidades escribiéramos la historia local de nuestros secto- res, y un mapa autóctono y vivo de esos lugares de residencia. Ese documento múltiple y monumental, realizado por mi- llones de venezolanos (porque, aunque no todos participamos directamente en su escritura, millones aportamos conocimien- to, recuerdos, datos, opiniones) anda “por ahí”, disperso y nunca agrupado o sistematizado. No hace falta ese paso; lo importante es que el ejercicio ma- sivo realizado por el pueblo de Venezuela nos incrustó en el inconsciente colectivo un dato cultural invalorable: hermanos y hermanas, tenemos una historia que rescatar y que contar, y esa historia no la va a venir a contar ningún académico o histo- riador de otra parte: te corresponde a ti investigarla y narrarla, porque ya diste un paso fundamental, el primerísimo, el funda- cional: esa historia la viviste. Como individuo o como herencia 7 social de tu gente, tú eres el protagonista de esa vaina; ¿por qué tiene que venir un coño de otro lugar o componente social a contar tu historia? Ignoro si Rafael Quintero atendió o acudió en la mencio- nada ocasión a ese llamado específico, pero este libro que me honra presentar (aunque no soy de San Agustín, y casi nada, como no sean la adoración de la música y la admiración de su gente, me ata a esa comunidad) es un ejemplo de cómo un heredero de luchas y procesos recientes y ancestrales es capaz de sintetizarlo y resumirlo todo en un gesto limpio y grandioso. Rafael es músico pero sabe, por rebeldía o por intuición, que no es preciso haber estudiado Historia en la academia para entre- garse a la tarea de contar de dónde vienes, quiénes son tus afec- tos primordiales, qué accidentes o fenómenos te construyeron y te convirtieron en lo que eres. No es esto una investigación exhaustiva ni documental sobre la historia de un barrio ni tiene por qué serlo; es el registro humano de la memoria, la observación, las sensaciones y las aspiraciones de un hijo de San Agustín del Sur. Las fuentes documentales en las que ha bebido este ciudadano no son el libro añejo ni los grandes archivos momificados, sino el pellejo vivo de un pedazo de la Caracas insurgente. Este libro es una pieza de la historia del pueblo contada por el pueblo, esa obra colectiva formidable de la que hablaba arriba: quizá la creación más voluminosa e importante que se haya escrito en Venezuela. San Agustín, Marín y el Afinque son referencias de la músi- ca, y la familia Quintero es un hito fundamental de la historia musical de este conglomerado humano caraqueño. El experi- mento cultural llamado Grupo Madera recorre estas páginas sin necesidad de ser nombrado a cada rato, porque la lectura de este libro es un trámite sabroso y vertiginoso que trae sonido de tambores. En estos repiques he venido a descubrir qué in- menso personaje es la gran Zoila; yo puedo enorgullecerme de 8 decir que tengo un buen rato recorriendo el país en busca de este tipo de héroes del pueblo, y lamento mucho no haberme tropezado con esta matriarca. Me toca volver aquí a la reflexión central: para qué iba a venir yo a buscar a Zoila y su hijo Rafael ya nos la está mostrando desde su grito familiar. En estos días de sacudones y de pasar roncha, cuando me dicen o me preguntan si Venezuela puede salir bien de los ro- llos actuales, lo que hago es verificar que el país está lleno de guerreros y guerreras de esa estirpe de Zoila, y me alivia mu- cho. Porque ese espíritu anda por ahí vivo. Este país es arrecho, compañero Rafael; tu historia (esta que has escrito para noso- tros) lo atestigua. *** “Tu” historia: expresión que congrega un llamado a lo que eres, a aquello a lo que perteneces, aunque también invoca el peligroso o estimulante detalle de la propiedad. Como los po- bres del mundo por lo general no tenemos nada, hay que en- orgullecerse de lo único que podemos denominar patrimonio: una historia, unos linajes, unos hilos conectores, un material (la tierra) del que estamos construidos. Es lo único que tenemos y lo único que no podrán quitarnos. José Roberto Duque Septiembre de 2019 9 Desde las filas de Marín “Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia”. Julio Cortázar, Casa tomada, 1946. Así es, el barrio Marín es un gran hogar, una maravillosa casa y describir cómo se vivió y vive allí, no es una labor fácil, en absoluto, pero Rafael Quintero se atreve a perecer o vivir en el intento, lo aborda, se lo expropia al pasado y nos lo presenta sin variar su traje o vestimenta cotidiana. Ese pequeño barrio de San Agustín del Sur, que hubo de nacer hermanado con La Charneca, Hornos de Cal, La Ceiba, El Manguito y El Mamón, junto a sus 12 callejuelas o pasajes que coinciden en la avenida Leonardo Ruiz Pineda (héroe revolucionario caído en combate por la libertad y la justicia en 1952) tiene muchas historias que deben ser conocidas y hasta aprendidas, en primer término en honor a quienes las protagonizaron y por quienes a diario aún las viven y continúan haciéndolas o no. 10 Es por eso que con una narrativa sencilla, diáfana, concreta, Rafael incorpora a sus vivencias sus vínculos y relaciones con to- dos estos personajes. El conoció a los protagonistas tuvo la grata oportunidad de jugar al fútbol, voleibol, pelota de goma y hasta chapita con muchísimos de ellos, quienes lo apreciaban tratán- dolo como un hermano adicional, de esos que nos regala la vida por el simple hecho de “tener el ombligo enterrado en Marín” a decir Hinginio Sanz. Con todos estos personajes nuestro autor compartió sentimientos, conversaciones y pensamientos cotidia- nos, otros profundos, que hoy, años después, se atreve a revivir al testimoniar momentos históricos, momentos que abarcan he- chos muy cotidianos como el ir al colegio para luego alcanzar mayor expresión a través del deporte, la solidaridad, el estudio y la siempre presente cultura musical surgida permanentemente del barrio, “para toda Venezuela y también para el mundo”. El espacio donde desarrolla su temática son las calles y calle- jones del barrio, el mismo que cuando llueve revuelve la tierra y la convierte en pantano multicolor y cuando esas gotas, caídas del cielo, son muy fuertes a algún vecino se le cae la pared del rancho o, a veces, hasta el rancho completo. Este barrio que vio transformar toda la ciudad que se deslumbró al ver terminado Parque Central y más aún, muchos de sus habitantes trabaja- ban allí. Llegaban por las tardes cansados a bañarse, comer algo para reponer fuerzas, escuchar buena música y descansar para volver luego a la dura faena. Actualmente, Rafa está radicado en Francia desde 1998, lo cual, no le impide tejer y estructurar una conexión entre todos los matices que aborda abriendo paso a los recuerdos que van apareciendo y se asumen en esta lectura fácil bien estructurada y poéticamente expuesta, cual si se tratara de pintar sobre lienzo un hermoso cuadro. Cualquier vecino de San Agustín se aprecia reflejado en estas vivencias; y es que no podía ser de otro modo pues él le está reviviendo su pasado, el que nunca se detuvo a 11 pensar, a reflexionar, a sistematizar; entonces nuestro autor avan- za y ve más allá, le dice al obrero, al deportista, al malandro, al músico, al cantante, ellos, que son los hacedores de estas historias. Vemos pues como los relatos aquí representados conducen al lector a viajar retrospectivamente, provocan reeditarlos; al aire libre, en las bodegas del barrio, los círculos de estudio, o en los escalones de cualquiera de las calles o las esquinas donde sus habitantes comparten su existencia en sociedad. Marcas de cigarrillos, de refrescos embotellados, de juegos infantiles, de productos e instrumentos domésticos inexistentes, nos trasla- dan a otro espacio y seguramente estas conversaciones se pro- longarían por horas para ser retomadas en otros momentos. Alguien dijo que “la desmemoria era la virtud de los pueblos, pues estos olvidan muy rápido”, sin embargo, Vivir en Marín recauda la memoria la mezcla con el presente y concluye en este material ilustrado por el bodeguero, la escuela, las peleas de gallo y la matanza del cochino, necesaria para la venta su carne, viseras y el chicharrón a los vecinos, y quién no tenía dinero, podía llevárselo fiado.