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NOVELA

ILUSTRACIONES DE MEZQUITA

LA NOVELA MUNDIAL

AÑ'O H ® 17 DE FEBRERO DE 1927 ,i;•· NUM. 49 MADRID OBRAS DEL MISMO AUTOR

Viviendo, cuentos e impresiones. A lmas y paisajes, cuentos. A ras de tierr a, cuentos. En el umbral d-e la vida, nove-las cor.ta:s. corazón q,dentro, no,vela. Jaime el conquistador, novela. El dolor de vivir, nov~la.

VIAJES Otras patrias y otros cielos (agotaida).

CRITIOA E l teatro español contemporáneo.

TEATRO El deber, comedia en tres actos (en co-labo.ración con Ricardo J . Catarineu). La mentira del amor, comedia en cuatro actos. El talón de Aq1iiles, comedia en t res actos,. Lo que Dios quier e, com€>dia en tres actos.

1~flii il1í1lii1iiñí~ U18304 9032141 UNA HISTORIA DE ·AMOR

I

Sin asombro de nadie, pues su reputa:ción de excén­ trico le absolvía ,por adelantado de sus 'brusquedades, Lauro Mattis ausentábase furtivamente ,del teatro, con tal precipitación, apenas había finalizado el coil'cierto, que hubiera podido oir desde la calle los aplausos del público reclamando su rea,pari:ción en el pnoscenio. Sus admiradores no se resentían por aquellas y otras rare­ zas del artista, pues en todos estaba presente la com­ placencia con que éste solía ,prestarse a ampliar el pro­ grama de la no'Che ,con dos o tl'es piezas, que el público escuchaba de pie, enardecido de entusiasmo. Su· leyen­ da de excentricidad era, como ;casi todas las leyendas, invención anónima. Nada de su persona o de sus hábitos desentonaba de lo que se ve corrientemente en sociedad. Ni se la daba¡ de misántropo, ni había creMo /Conve­ niente rivalizar con Absalón dejándose crecer el pelo más allá de lo usual. Eso ,de atribuir a los artistas un desequilibrio nervíoso que los diferencia, patológi.ca• mente, de los seres vulgares, es un supuesto tan irra­ cional como el de suponer que un militar sufre pesadi­ llas belicosas cuando duerme. L3, intel'pretación musical, que requiere una severa di~iplina de la sensibilidad, no es, como creen algunos, un suplicio para el artista, sino un ,placer, precedido, como todos Los goces profundos, de un esfuerzo de re­ cogimiento y acompañado de . un espasmo esrpiritual, que si le fatigan momentáneamente, no le extenúan ja­ más. Los desórdenes de su salud, cuando se producen, lllllllllllllHIIIIIIUIIRlllllflllUll:111111111111111111111111111 3 llllllllllllllllllllllllllllllllllllll ll llllllllllllllllllllllllllll 111111111111111111111111 lll MANUEL BUEN O III III IIII III IIJll ll lll lllt

no tienen un origen especial. Pensar, escribir, tocar el piano, poner colores en un lienzo y des'lJ.astar una pie­ dra para darla contornos humanos, no son operaciones que exijan un mayor oonsumo de energía que otros ofi­ cios menos brillantes. Si el artista abandonaba el teatro todas las noches antes que el públi

1111111111~11111111111111111111111111111111111111111111 111111111111 4 llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllilll!llllll!!!!IIIIIII IIII 1111111111111111111 UNA HISTORIA DE AMOR lll1111111111111111

lttlllllllllllHIIHIIHIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIHlllllllllllllllllllH 5 lllllllllllllllllnllllllllllt111t11111111111HIIIIIIUIIIHIIIIHH 111111111111111111111111111 MANUEL BUENO 11111111111111111111 1111111 !izaban. Entregábase, sin reservas, al enicanto de la hora ,presente, dej,ando al azar el cuidado de decidir el curso y el desenlace de la aventura. ¿Aventura de amor? El aTtista no osaba ,dar ese nombre tan ambicioso a una serie de conversa'Ciones- que, a no ser porque el misterio nocturno ponía en eilas un no sé qué de confi­ dencial y de novelesco, hubieran parecido superficiales. ¡ Amor I Esa palabra no había sonado todavía en aque­ llas charlas a;pacibles, que él animaba con su festivo ingenio y 'Con la evocación ce sus recuerdos. Laúro no ,ignora.ha el poder de una cierta forma de la elocuencia sobre la mujer; pero sabía también que todas las ga­ las del verbo ceden ante la insolente superioridad de la juventud. La insinuante belleza de Ester le intimidaba, porque tras ella se hacía transparente ese ,peligroso tempera­ mento -de algunas mujeres; libertino, sin sensualidad real, y afectuoso, sin ternura. Las grandes cortesanas que han encadenado a los hombres más conspicuos, se sin­ gularizan por ese modo de ser íntimo, que simula, cuan­ do conviene, todos los desenfrenos de la pasión y ad'opta las a!ctitudes más 3umisas en vísperas de la infidelidad. La primera noche que se encontraron, en la terraza del Hotel du Palais, ella lo miró con esa atención sos­ tenida que provocan los ,artistas y, en general, todas las personalidades ungidas por el óleo de la celebridad. Lauro, sentado en un rocking chair, fumaba lentamente un cigarrillo, contemplando el mar. Ester vió un hombre entre dos edades, ni joven ni viejo, absorto .aiparentemente en la a

-Bueno, ¿y qué le ha ocurrido a su amiga? ... Vea­ mos-preguntó el músico, -sin segunda intención. -Figúrese usted que esta ~riatura, que se tiene p,or inteligente, asistió desde sil ,más tierna infancia a to­ das J.as peripecias de una tragedia que la dejó huérfana. Su madr-e era una ,de esas mujeres hermosas y coquetas que •al casarse tuer-cen su vocación. Han nacido .para l~ libertad y se encadenan voluntariamente. - Conozco el ti,po, y hasta me atrevo a decir que es­ tuve a punto de ¡padecerlo. - Pues bien; el marioo e1·a apasionado y celoso, y aunque hacía lo posi'ble por reprimirse, el1a se conducía con una tal falta de pruden'cia, que el pobre .sufría como un condenado. No pasaba día sin disputa, ni surgí-a disputa que no acabase en amenaza ... La pobre niña se daba cuenta de todo; ·pero como quería por igual a su madre y a su padre, no sabía ,de qué lado inclinarse. Aquel infierno duró varios añosi, sin que J.a mujer se cor rigiese ni el marido se moderase. Un día supo la niña que sus padres- habían amanecido muertos en su alcoba. Afortunada mente, m fué testigo de la tragedia porque estaba en el colegio, interna. Su emoción fué tan profunda, que enfermó g ravemente y ya no volvió a reirse en mucho tiempo ... E stoy por decir a usted que todavía no se ha repuesto del disgusto... La expresiva vivacidad de su vecina, mientras ha­ blaba, intrigó a, Lauro Mattis; pero no se atrevió a sondearla con preguntas impertinentes, que tal vez hu­ biesen quedado incontestadas. Los ojos de la mucha­ cha erraron durante unos minutos al través del espacio, como .si explorasen en el misterio de la noche, poblado acaso de seres invisibles, y una gran tristeza ensombre­ ció su bello rostro. El p.ianista la dbservaba en .silencio. ¿ S·e habría referido ,precisamente a una amiga suya, o acababa de descubrir un secreto íntimo, de esos que amargan para siempre una exi.stencia y afrentan a una famili-a?... _ En la serena noche estival, su voz de timbre insi­ nuante había sonado ton acentos de queja, perdidos en el susurro de las aguas. Las plas se sueedían acompa­ sadamente, :desprendían.se de su :penacho de espuma en IUIIIIIIIIIIIIIIIIIHllnnmm1111nH11m11n11n1111111111111 1 O llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllUIHHIII IIIIII II 1111111111111111111 UNA HISTORIA DE AMOR lllllllllllllllllH

1111n111111umu111111m11111111111111m11111111111111111111111 i i IIIIIIUIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIUIIUHIIIIIIIIIIHIIIIIUIIIIIH11 lll111111111111111111111111 MANUEL BUENO lllllllllllllllllllllllllll la arena y se retiraban dóciles al lento ritmo de la ba.ja marea. En la lejanía, un extenso maciizo de nubes si­ mulaba una ·cordillera, y de ,cuando en cuando el movi­ miento giratorio del faro llevaba de un lado :para otro su haz luminoso_. como una pulverizadón dorada. En aquella hora no había nadie en la playa ni ,en el paseo de -piedra que la festonea; pero de la terraza clel casino de Bellevue, plenamente alumbrado, venía el rumor de esa música sin poesía que subyuga a la juventud y que parece, por la rudeza de ,5us disonancias, un concierto de aquelarre o un estimulante de la acüvidad muscular, -Por supuesto que esa triste his-toria que me ha re­ ferido usted no se opone a que su amiga sea completa­ mente feliz ... No es verdad que Dios castigue las cul­ pas de los p,adr.es en sus descendientes hasta la cuarta generación. Esa barbaridad no se les pudo ocurrir más que a Los judíos de la antigüedad ... Los de ahora son más razonables-ex'!)uso el artista, con el implícito pro­ pósito de apartar a ,su vecina de todo mal recuerdo. -¿Feliz? ¡Quién sabe!... Eso dependerá de su des- tino... -O de ella misma. -¿Usted no cree en . el sino de las criatums ?.. . - Y,o no--afirmó vi-ctoriosamente el artista-. No nie- go que el azar tenga una ci,erta inter'vención en nues­ tra vida; pero lo que yo he aprendido me ha demostra­ do que cada uno de nosotros encuentra en }a T ,ierra aproximadamente lo que busca. Yo soy pianista y sol­ tero porque me propuse ser lo uno y lo otro. El que qui,ere gobernar su propio carácter y vencer lo,s obs­ táculos que estorban a su vocación lo consigue... No lo dude usted... Mi padre era un -pobre albañil que no te­ nía sobre qué c·aerse muerto y su gran asp,iración 'con­ sistía en que yo a'!)rendiese su oficio; pero yo me sentia músi-co por dentro, y músico fuí... En cuanto a las mu­ jeres, aunque me encantan, las tuve sien,ipre miedo... -¡ Pues sí que es usted fuerte! ... Sin embargo, ánde­ se usted con cuidado, p,orque a lo mejor 1cae usted Q

1111 11 u111 11m11111111111 1111111111111 111 1m 11111m11111 11 111 111 12 li ll11111illll~lllll111111111111111Hllllllllmlllnllllllmll HI lll1111111111111111 UNA HISTORIA DE AMOR lllllllllllllllllll ese erótico maleficio que turba al hombre ,siempre, pero que l,a ma,durez sensual no resiste, sobre todo si el fue­ go del temperamento provoca el incendio de la imagi­ nación. ¿ Conocía aquella mujer el ipoderoso atra:ctivo

II En el torneo de tenn:is que se estaba jugando . en el campo de Aguilera no todo el público seguía con la misma .apasionada atención las alternativas de la par- llOIIRITTIIIIIIIIIR!lllllllllnllllHlllllnlllllllllllllllllllll f 7 IIIIIIIIIIIIIIIIIIHIIIIIIIIIIIIIIUllililllllllllllllllllll!lllllll 111111111111111111111111111 MANUEL BUENO lllllllllllllllllllllllllll

tida. Si los más sentíanse atraídos por las peripecias de un deporte que ha asociado la gracia y la fuerza ell una serie de movimientos libres y disciplinados que -ex:igen tanto vigor muscular como dominio del brazo, una minoría, desentendiéndose de los dos equipos o 1,.andos, desviaba su interés hacia una justa femenina mucho más dramática. Dos mujeres, .cada cual con sus medios temperamentales, se disputaban la preferencia de un hombre, que parecía indiferente, por su circuns­ pección, a aquel duelo, que acaso fuese a decidir su destino, y como algunas personas, sin estar precisamen­ te en de lo que ocurría, barruntaban una a ventura o una historia de amor, el picante atractivo 1fo lo novelesco podía sobre su curiosidad más que las vicisitudes del torneo. En otra época del pasado aquella situación hubiese sido anormal, es.candalosa y rjdfoula, ,porque corno entonces -el pudor era para la mujer un instinto defensivo, ninguna de . que estuviese en la il9.tegridad de su juicio se hubiera atl'evido a derogar una ley de la Naturaleza que la pr otegía contra sus propias tentaciones y contra las osadías del ,hombre. Pero en los días que corremos las posiciones

lllllllllllllllllllllffllllllllllllllllllmn1111111111n1111111111 19 IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII IIIIIIIIIIIIIIOIIHUIIIIII 111111111111111111111111111 MANUEL BUEN O lll ll lll ll lll l lll ll ll lll lll

ahí en diferentes casas... Su conversa;ción es poco inte­ resante. - ¿ Y es.a niña que hace pareja con él? ... ¡ Está bien de verdad esa niña! ¡ Qué línea! ¡ Qué preciosidad de cara!... -Con la raqueta en la mano es poca cosa... Me pa­ rece que al paso que va la partida la pierden. -Pero, bueno, ¿.quién es esa niña ?-insistió la prin­ cesa, -con esa obstinación que muestran algunas mujeres por saber la vida y milagros de todas las personas que andan a su alre¡:l.edor. -No la conozco. Sé que es una 'chilena muy rica y que vive en el Palais... Creo haber oído decir t ~_mbién que es el flirt de Lauro Mattis, el pianista... ·-Lo siento por el músko. Me da el corazón que va a tener que buscar pronto otro pasatiempo sentimental, porque ella está por el egipcio. En amor, cuando se encuentran el oriente y el occidente, el segundo sale in­ faliblemente derrotado ... La tarde iba transcurriendo mansamente entre los es­ plendor es del crepúsculo y las opulencias del paisaje. El cielo, de un azul transparente, sonreía a todo lo creado; a los seres y a las, cosas, a la exuberancia de la vegetación y a las ilusiones humanas. Los· cuadro;; de tennis, aprisionados entre alambradas, parecían enor­ mes ratoneras dentro de las cuales .se movían los ju­ gadores como buscan-do y eludiendo alternativamente su evasión de aquella clausura, y las tupidas arboledas que limitan y defienden el terreno destinado al deporte ad­ quirfan, por su posición, el 'Carácter sereno del que asis­ te como testigo y juez a una Ud cualquiera. La afi­ ción al sport imprime a las relaciones sociales una sim­ pática desenvoltura ·que se manifiesfa en la facilidad con que se ponen al habla personas que pocos minutos antes se ignoraban, y esa sencillez, que suele estar mo­ ,derada por la más irrepro-chable cortesía, reúne a ve­ ces a gentes que en las circunstancias ordinarias de la vida no se hu'bderan t ratado nunca. - ¿,Quiere usted tomar el te con nosotros?-pregun­ tó -el egipcio a su parej,a, que en aquel momento de 11111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111 2 O llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll/lUIIIIIIII 1111111111111111111 UNA HISTORIA DE AMOR 1111111111111111111 .suspensión de la ,partida se quitaba el pañuelo que, a mo

dependiente:; del egoísmo y de la vanidad, los cuales se rebelan, no contra el dolor qu,e . acarre~ todo rom­ pimiento sino cantra las consecuencias posibles de una situadón' nueva que viene a alterar el ritmo de su vida doméstica. Los primeros escarceos de su amante con la chilena no 1a habían sobresaltado, porque en Galih como en la mayoría de los hombres físicamente aventajados, el deseo de agmdar solía ma11ifestarse con la misma inconsciencia que en el l()tro sexo. Era un don natural, como el del gimnasta que mueve sus músculos visibles con g.::i.llardía para demostrar su fuerza. Pero, en tardes sucesivas, había observado, el é>d;asis de su mirada mientras hablaba con la muchacha, y aquellas ráfagas de apasionada simpatía sorprendidas en los ojos de él la alarmaron. Nada hizo, sin e1nbargo, que dejase transparentar su inquietud, porque era de las naturalezas orgullosas que, amenaza-das por el peligro de un desahucio sentimental, no se delien

llllllllllllllHIIIHIIIUHIIIIIIIIHIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII 2 7 IIIIIIIIIHJIIIIIIHIIIIIIIIIIIIIHIIIIIIIIIIIIIIIIIIUIUU IIIIIIII 111111111111111111111111111 MANUEL BUEN O 1111 !ll lll 11111111111111111 emonces no ha'bfa sentido de veras la aprensión de perderle, ,porque, conociendo su desvío por las señoritas e.asaderas, la perspectiva matrimonial parecía tan leja­ na que su pensamientc no se tomaba el tvabajo de examinarla, pero, al ·conocer a Ester, su confianza en el porvenir flaqueó. El éxtasis con que miraba su aman­ te a la muchacha la produjo un hondo desconcierto interior, como si su alma se viese asaltada p,or una le­ gión de enemigos invisibles. Luego, ·como no era de las que se defienden ni luchan por conservar un amor, se resignó a todo. ¡ Antes o después había de suceder 1-dí• j&se íntimamente--. Y sobreponiénJose al ,dólor del des­ garrón espiritual, sacó todavía de su alma la energía necesaria ipara sonreír, mientras Galih y Ester se ade­ lantaban, conversando anrimadamente, hacia el campo de tennfa para reanudar la partida...

* * * Ester no salia de noche a la terraza oon la miEma asi­ duidad de aRtes. Lauro, acostumbrado a aqudlas con­ versaciones que iban teniendo ya, por la acción del tra to, esa desenvoltura de !buen tono que lo permite todo sin autorizar nada, pues la col'tesía pone a las palabras la i;ordina necesaria para qué no suenen mal, aunque expregen las ,ideas más atrevidas, echaba tan Je me­ JH'>S aquellos ratos, que las ausencias de la chilena le ~vinagraban el humor. De buena gana la hubiese in­ terpelado para conocer los motivos que las justificaban, pero la preocupación de aparecer correcto le retenía. Su irritada impaciencia era, sin embargo, un o'bscuro i;íntoma que el más adocenado psicólogo hubiese admi­ tido como un principio de amor. Ella, con esa duplici- . t~d que es en 1,as coquetas tan normal como en todo el mundo el tener dos pulmones, atendía con la misma complacencia a las dos líneas de fuego desde las que ~.-a hostilizado el ccrazón. En la playa y en el deporte, prestábase al asedio sentimental del egipcio, y al me­ diar l:a noche se divertía charlando con el artista, como si aquellos dos placeres, diferentes de int~msida

lumbradora ciaridad del día era el marco natural de sus reladones con un hombre que la gustaba, y el peé­ tico recogimiento nocturno el escenario de sus eS'c-arceos románticos 'con el ¡:ianista. Del uno aceptaba esa sim­ patía que, por lo ardiente, se asemeja a la caricia fí• sica, y del otro, el homenaje trémulo que iguala a la muje1· con la divinidad. Para ella aquellas alternativas de pasión y de lirismo equivalían a vivir espiritual­ mente en dos climas igualmente gratos. Esa dualida11 íntima que un moralista severo reprobaría como una aberración sentimental, es corriente en la mayoría de las mujeres. Ilógicas por naturaleza, encuentran co­ herente lo que nosotros consideramos absurdo. A man a un hombre, se entr egan a otro y simpatizan con un tercero, sin que ese eclecticismo de su corazón y esa anarquía de sus instínt-Os las príYe de un minuto de sue*º· Si la, religión y la v,anidad del hombre lo con­ sintieran, el alma. femenina evolucionaría rápidamente hacia el libertinaje más desenfrenado; pero, por fortu­ na, kt ley de Dios, el temor al qué dfrán y los escrú­ pulos morales que suscita casi siempre la maternidad, embridan su ing6nito amoralismo. Al asomarse Ester aquella noche a la terraza lo hizo ,con tai sigilo, que Lauro, embelesado por el en­ canto del panorama sideral, no se di6 por advertido

ll:111111111111111111 11111111111 111 11111 11 11 11 1111111111 11111 1111111 2 9 llllllllllllllll llllllll!-!IIIIUIIIIIIIIIIII IIIIHIIHIIIDllmUI 111111111111111111111111111 MANUEL BUENO llillllllllllllllllllllllll

vida y mi muerte son episodios triviales de esa obra magnífica y eterna. El éter en que nos 'bañamos los as­ tros y yo como en un océano de salud es el ambiente familiar indispensable a la actividad universal. Mi conciencia es un fragmento luminoso de una concien­ cia más grande que, después de mi desaparición de la tierra, seguirá reflejando todo lo que me sobreviva: idea y barbarie, amor y oilio. ¿ Qué importa el que un espejo inconmensurable se d.lesgaste por uno de sue: bordes? Como el impresor aprovechará ,mañana el molde que deshizo ayer, después de haberse servido de él para materializar el pensamiento, Dios utilizará mis despojos en una futura reintegración de elementos dó• ciles a una intención que la humanidad ignorará pro­ bablemente siempre. La materia y el espíritu no exis­ ten en sí. Son nomlb,res que ponemos a las diversas for­ mas de la realidad que nos envuelve y domina, imprime actividad a nuestros instintos y da alimento a nue,:tros ensueños. Moralmente tampoco podemos envanecernos de una efectiva independencia ¡personal, porque el bien y el mal que hacemos se forjan, mn nuestro consenti­ miento, en la conciencia de nuestros antepasados y quizás en sus órganos. El acto que yo acabo de con­ sumar ahora y el g~sto que estoy haciendo no son en­ teramente míos, ya que vienen determinados imperiosa­ mente por la voluntad de mis ascendientes, tan viva en este instante romo cuando palpitaban en la tierra. Tal ve,; en ellus ese acto fuese idea y ese gesto no pasase de •ser ima~en mental, pero, como Dios no permite la inercia en nmguno de los elementos de la creación, aque­ Ua idea y aquella imagen se han materializado a favor de las circunstancias ambientes. Probablemente, mis más nobles impulsos no saldrán, por ahora, de la re­ gión de lo subconsciente, hasta que la naturaleza se haga con mis despojos el ser que los reali-ce. ¿ Cómo explicar de otra manera la fuerza irresistible de las vocadones y la espontánea revelación de 'Ciertas ha­ !bilidades? Yo soy un virtuoso de la música y un ar­ tista porque uno de mis¡ ascendientes o a·caso más de uno, amaba la lírica en su manifestación más comp1eja y sonora, eomo el ~riminal vierte sangre porque uno Ullllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll!lllllllllllllllll 3 O llllllllllilllllllllllllllllllllllllllnlllll!HlRIIIIIIIIUIIIIIII 1111111111111111111 UN A HISTORIA DE AMOR lllllllllllllllllll de sus antepasados sintió la tentación de derramarla. Tan fatal es lo uno eomo, lo otro. ¿Y Dios? ¿Qué es? ¿ Cuál es su misión?, solía preg,mtarse, entristecido, el artista. Según las apariencias, un pensamiento puro y una voluntad recta que van abriéndose camino al tra­ vés de t o

'mos gastado en el amor. ¿ Quiere usted una prueba? Deme usted un beso y la jui10 a ustee Beethov·en; la más bella de todas, para mi gusto ... Luego, en cuanto yo me acueste, usted se pondrá al piano y pagará su deuda... IIHlnllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllHIIIIIIIIIIIII 32 JnllH!IIIIIIIIIIIIIHIIIIIIIIIIIIIIIUl!IIIIIIIIIIIHIIIIIUllllll 1111111111111111111 UNA HISTORIA DE AMOR 1111111111111111111

lllllllll!l!!lliil!illlll!lllllllllllllllnlllllllllllUIIIIIIIIIIII 3 3 ll!IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIUIIIIIIIIIIIIIIII 1111111 11 111111111111111111 MANUEL BUENO 111111111111111111111111111 El permaneció un ;i,ato sHencioso, con l,a mirada pei-­ dida en el ámbito estelar -¿Qué? ¿Se hace usted el desentenidiido? -¡,E,sber! ¿A que no salbe usted lo que estaba pen- sando?-preguntó Lauro., dando a sus palabras una re­ flexiva solemnidad. -En lo que pensaría 'Cualquiera, en el caso de us~ ted... En lo incómodo que debe ser toioar el piano de madrugada, .en el cuarto ,de un hotel, ,con sueño y sin ,público... -No, E.ster. .. No es eso. No una. ,sonata, sino to:lo un 'concierto esfoy dispuesto a tocar por darla gusto a usted... Lo que •estaba. pensanldo es grave y sencillo a la vez .. . -¿ Y ,es? ... -4nterrogó la chilena, posando sus ojos ver.des y curiosos en el artista. -La más natural 1del mundo: que podría usted ca­ sarse conmigo... Y o la entregaría a usted mi nombre, mi 1•eputación, mi fortuna y lo que vale menos que eso: mis ·cincuenta año•s, para que hicie,se usted de todo ello lo que quisiera ... Grea usted, Ester, que me haría usted feli,z aceptando lo que le ofrezco... . Una mujer de treinta años, de hábitos retraídos y de una cierta capacidad ,de reflexión, no hubiera podifo oir aquella!S palabras sin turbarse y sin sentirse ya u,n porn ligada al hombre que Jas profería, porque a esa edad el corazón femeruino empieza a dej,ars,e influir por la inteligencia; ;pero en el ánimo frívolo de Ester, domrinado ya, además, por el 1•ecuerdo del egi_pdo, que iba apreta,ndo el asedio, apenas hicieron mella. El sen­ tido práctico, .que es normalmente el aliado, de la mujer a la hora de e1'egir marido, no se hace obedecer en la prime:ria juventud, sobre todo ouando tiene como rival. la belleza. En la imaginación de la muchacha todas las cualidades de Lauro aparecían con una inferioridad tal; comparadas ·con las que ella atribuía al otro preten,­ diente, que ni s,iquiera fa; daban derecho a vacilar. A saber el artista que tendría que luchar con un compe­ tidor tan temible, hubies,e reprinúdo ,a,qu•el impulso amo­ roso, en el que se jugalba su destino. -Eso ,que acaba usted de deci:rime--expuso E ster, po- lllllllllllllllllllllllllíllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll 3 11 lllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllOI 11111111111111111II UNA HISTORIA DE AMOR 1111111111111111111 n~én

Los señol'es de Anduaga, familia centroamericana que había a1dquiridloi la distinción social después: del dinero, como ocurre casi siemp,re que el fundador no viene ,de muy Jimpi,a cuna, vivían menos para sí mis­ mos que para los demas. La vamda,d, que ,puede ser en el ,pobre un episodio de sus reladi.ones con el prójimo, pasajero como un acceso febril, es a menudo en los ri­ ·OOS una pasión ,dominante que no a ciertan a vencer más que en 1a vejez, ,si son inteligentes,, y en el dolox, que a1bso:rlbe toda su potencia :reflexiva. Pero los Andua­ ga estaban sanos y no eran viejoSJ todavía; lo que quiere decir que, para, ellos, la ostenitación de su opulencia era tan sagrada como el rito para el creyente. Al llegar a París, de una repubHqwita del nuevo continente, pasa­ ron del ClariR lllllllllllllllllll en Madrid, ¡por la simp,a,tía de los ;padres ha,cia el hogar Jüstórico de la ,raza; ,pero coono París tiraba de los \hijos, doña E;varista, que era la procuradora de todos ,sus caprichos, hubo de persuaclir a su mari­ do de la conveniencia de pasar la frontera con todo el impon~.nte equipaje que r,emokaba . La instalación en la capital francesa fué muy estud!Ía­ da, [mes el rico general, no fiándose de su gusto ni de las p referencias estéticais de su co.nsorte, se entregó a los ,consejos de un gran ·señor ,español, venido· a me­ nos, que h abía ido depurando su inteld~ncia a medida que iba arruinándose. En ·cuanto se encontr ó en medio de i1a calle, sin otro ca,udal qu,e unos cientos de fr,anoos, el distinguido prócer se enteró de que era un hombre ·culto y de que en: lo sucesivo tendría que a,cudir a sus cono-cimientos artístioos pana laJ conquista de lo nece,;a­ rio y de lo superiluo. Atendido y respetado de anticua..­ rios y cl1:a,ma,rileros, don Rafa.el Valoárcel, décimocuarto •oonde ,de Ma luencaba a Paderewsky en la más alta cima entre sus -congéneres de profesión. La ala­ banza, sistemáticamente condi'Cionada, podrá ser un alarde de imparcialidad, pero deja casi siempr,e menos contento al criticado que al crítico. Entre los que viven

1111111111nn111111111111m1111111111111111111m11111111111111111 41 IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIÍIIIIIU 111111111111111111111111111 MANUEL BUENO lllllllllll!lllllllllllllll

del aplauso social se tolera 1ai superioridad del rival desaparecido porque, sobre que dejó de ser ya un com­ ,petido.r en el mercado de Ja gloria, no se desconfía de eclirpsar .su ménito. Lo que no ,se 'acerpta, .sin una :rebe:1- dia íntima, es la exclusiva de un p'l·ivilegio otorgado a perpetuidad al contemporáneo nuestro que debe su nom­ bra:día al mi,smo arte en que hemos alcanzado nosotros el éxito .sufi.ciente para creernos sus iguales. Lauro Mattis .se consideraba en ese cas:o con rela:Clión a Pa­ derewsky, "¿Porqué es superior a mí?--'decía,se cada. ..-ez que algún ,a,fi:cionado .a la música o algún revistero de la Prensa traía, a cuento los triunfos de aquel artista-, ¿Porque me a,ventaja en año1, ? Si él se prestase, yo me sometería con gusto al resultado de un concurso, con idéntico programa. Enitonces veríamos ... " -Yo, Ja verdad, :n,o he oí,do nunca a Paderewsky.· ¿Para qué le voy a decir a usted otr,a. cosa?-continuó el diplomático, sin creerne rebaj aido por aquella con­ fesión. -Ni yo tampoco--añadió An:dua,g.a, con un gesto que, por lo estudia,do, r espondía de la ,sinceridad de sus pa­ lalbras. Mattis, que no gustaba de .anda,r en Jenguas de co­ mentari,stas mal enterados de su arte, desvió la con­ v,ersación de lo personal: -¡ Qué r:esidencia maraivillosa! ¡ Qué bien deben pa­ sarlo ustedes aquí ! Y ,se detuvo, ext.asiado, ante una fuente circular que se a lzaba en medio de una plazoleta marginada de árbo­ les corpulentos. Del fondo de la· ancha taza emergía una, columna de mármol, sobre la cu.al un Perseo, tos­ 'Calmente labrado, luda ,su varo.nrl.l arrog,ancia empuñan­ do la ensangrentada ,testa de Medusa, de cuyos serpen­ tinos bucl,es brotalba el a gua a chorros. La sonrisa deJ hij-o de Dianea parecía indicar que estaba contento de haber decapitado a una mujer. -¿Le 11a:ma a usted la atención esa estatua? A mí también- un jardín. Plantar un ja:tidín no e~ empresa que se improvisa. Hay que e~aminar el suelo, tener presente el clima y las alter­ nativas atmosféricaR. E sta tierra que huellan mis pies 11nnn111111111111111111111111111111111111111111i11111111111111111 43 llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllilll!IIIII lll lll ll lll 1111111111111111 MAN U.EL BUEN O ll lll lllllll lllll llllll llll e.s una cosmópolis artificial, pues en ella viven sin es­ torbaTse, consumiendo la misma savia del suelo, la co­ nífera de las .regiones frías, la ,sófo1r,a de Oriente, el álamo esbelto y el fresno enano. Aparentemente, la. ar­ moniosa confusión de estos árboles se ha producido o-in intervención de nadie; pero no ha sido así. Todo esto es obra del hombre, de su amor a la vida... " De una calle abierta al través

\ lllllllllllllllllllllllllll MANUEL BUENO 111111111111111111111111111

11111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111 46 11111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111 1111111111111111111 UNA HISTORIA DE AMOR lll1111111111111111 de al cuidado de ~a flor exótica y frágil. En su ve­ neración por aquella dama entraiba no poco de gratitud, pues mistress Hogga1•h ,e:a no_ sola mente La .Jº~eadora más entusiasta de su mento, smo la que pe111odicamen­ te le org,anizaba su,5. coinciertos; tarea un tanto difícil, pues r-equerí.a, aparte las oons~ltas · por telégrafo o por cable al interesado para el senalam1,en~ de l,as fechas, ot ros pasos y negociaciones no exentos de IÍllcoowenien­ tes. En sociedad se ,deda que cuando Arthur Hoggarh se v.eia precisado a ,discurrir ,su mujer le prestaba la inteligenci,a. -¡ Qué sorpresa, la de verle a usted por aquí, quer,i­ do Mat1Jis!... ¿Por qué me tiene usted tan abandonada? ... Mi maTido tiene más suerte que yo, puesto que lo ve a u sted casi a diario en el Palais... ¿Dónde se mete usted!?... · ·, -Ti,ene usted razón, ,señora, y yo no sé qué hacer ,para merece1 ,su perdón... Llevo una vida absur,da de estudio y ,de ,aiislamiento. Apenas si salgo del hotel ... Los ojos de mistress Ho,ggarh, ,de un azul cándido, se posaron en los del artist a con inquieta curio-si,d,ad ;fraternal. Por de!hajo de a,quella respuesta convendo,.· nal, ,de las que se usan en el gran mundo para qued,ar ibien, presentía la altiiv;a afücdón '. · Vive en el mismo hotel que yo, y hablamos alguna vez sobre frivO

modo... ¡ Mattis, póngase a distan da de esa mujer I No es ¡para u sted ... -Me el consejo, querida amiga ... No sabía que conociese usted a esa niña... -De ella sé pooo o nada... De su familia bastante... No olvide usted que mi marido estuvo de ministro en Chile hace a lgunos años ... Esquivando el ruido se habían internado en el par­ que. La umbría era tan cerrada por aquel lado que para ver un ipooo de claridad tenían que levantar los ojos hacia los astros. Sus pasos sonaban sobre los 'Gre­ :ws y la retama con un no sé qué de sigiloso que hubie­ se -puesto en sospecha a ,hombre menos confiado que el embajador, si el azar le hubiera hecho asomarse a la arboleda en aquellos momentos. Caminaron en silendo unos minutos: él, con el corazón avrimido de ansiedad, y ella, a la expectativa

llllllllllnllllllnlllllllllllllllllllllllllll,11111111111111111111 51 1111111111111111111111111111111111111111111111111111m1111111111111 l llllll lll l 1111111111111111 MANUEL BUEN O 111111111111111 lll lll 111111 vieron en una de la,s glorietas improvisadas con troncos J ramazón de árboles para que sirviesen de tiendas de refrescos, y un ~riado les sirvió champaña helado. -No ,sabí,a que se fuese usted mañana... ¿ Por qué ese misterio, Mattis? -No hay misterio alguno. Me vory mañana como p-0- dría irme pasado... AcaJbo de decidirlo ... -j Huye usted de ella! No .sabía que le interesa.'>e a usted hasta ese punto... ' Por un:a de esas mutaciones del espíritu que parecen obedecer a una gran fatiga íntima y que son como una desesperada tentativa que hacemos para librarnos de una idea fija que nos atormenta, Lauro se abandonó a las 1confidencias. -¿ Que si me interei:;a? Llega.ría a todos los sacrifi­ cios, incluso al de la diignidad, por hacerla mía... No sé cómo me juzgará usted, mistress Hoggarh, oyéndome hablar así. .. Perdóneme usted ... Es una falta de respeto a su preciosa ami,sta.d ... -E,s algo lI)eor que .eso, Mattis, es ,Ja ruina de la personalidad-contestó oon tr>isteZJa la embajadora--. Cuando un homhr,e llega a ese extremo, no se s,ahe en qué puede p.arar... Le :compadezco a usted, querido amigo... Lauro 'bendijo la repentina reap.arición del señor An­ duaga, que venía a , su encuentro en compañía del em­ bajador. -Pero ¿dónde se meten ustedes? Ya se empezaba a murmurar de la fuga, y yo me sentía ya un poco en ridículo-dijo Hoggarh, •sonriendo. -Nos hemos per-dido en el parque. Es verdad... Su señora -se lo contará, si quiere, porque un caballero. no xevela jamás ciertos secretos--.eXlI)uso Mattis, dándose imp-0rtancia. El millonario, tardo en la comp.rensión del humoris­ mo, no sabía qué cara •poner oyendo aquel diálogo, do­ blemente ,desconcertante para él p-0r la huraña seriedad de la embaj·adora. El artista se retiró mucho antes de que se acabase la fiesta. Su cans,ancio y su descontento interior le hacían tan insociable, que ni aun con las damas se consideraba

11111m111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111 5 2 11111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111 1111111111111111111 UNA HISTORIA DE AMOR lllllllllllllllllll

IIIIHIIIIIIIIIIUlllllllnlllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll 53 IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIHIIIIIIIIIIIIII lll l lll llllll l lll l lll llllll MANUEL BUEN O ll lll lll lll lllll llllll lllll

dhligado a disimular. Al abrir la puerta de la alc;ba, .en el hotel, el espejo del armario reprodujo su imagen. Mirándose con irónka atención, Lauro no pudo retener una queja. "¡Qué . viejo estoy!" Su cuerpo macilento, aprisionado en el frac, tenía algo de grotesco, y su rostro,' demacrado y ojeroso, era .el implacable pregone­ ro de su caducidad. Le quedaba, como un rastro de ju­ ventud, el pelo rubio, entreyerado de canas que él se tema para ocultar la obra devastadora del tiempo. "¡ Qué viejo estoy I ", prorrumpió en voz aJ.ta, como si se wcusase de un delito. Y de sus ojos, intensamente azules, que la tristem tornaba lánguidos, se despren­ dieron unas lágrimas, prontamente evaporadas en el calor del ambiente. Atraído po:r< el ,silencio de la noche, salió a la terraza, y la silueta de Ester, creación de su fantasía, le divirtió un rato, como divierte un cromo a :un ndño ...

Mal repuesto de una bronconeumonia que le tuvo más cerca ,de lo eterno que de lo temp,oral, Mattis convalece Jentamente en Ún rincón de Itali:a difícil de olvidar para todo viajero inteligente y sensible a la gracia de la luz y a lias nobles líneas' de las

-No, hombre, no. ¡ T-ranqulilícese usted! Las emo­ ciones s e deben evitar siempre, de los cincuenta años en adelante, ,porque todo el sistema, vascu1ar está ya muy resentido. Yo mismo, _aquí donde usted me ve, procuro que Jos s-u1cesos, ¡prosperos o adversos, no me dominen. Eso, aunque parezca mentira, se logra con voluntad. Lauro M.attis ha venido a Sorrenrto, no por mar, como, interesado ¡por ahorrarle ;fatigosas etapas, Je re­ comendara su médico, sino por tierra, descansando en diversas ciudades, y más lai~gamente en Florencia, por• que nunca se hubiese perdonado el atravesar casi toda la ,península mirando ¡pdco menos que de soslayo la in­ comparable urbe toscana. Allí, en Fiésole, ante el mismo ¡pai.saje que encendía las alucinaciones místicas de Fra Angélico, h.a pasado una semana, a solas con­ sigo mismo, interrogándose ,sobre su pasado de hom­ bre y de artista, y a1bsolviéndose casii siempre, porque es raro que nuestro egoismo no tenga por afüda a la indulgencia en la hora de juzgarnos. La naturaleza es rpor aquella ¡parte de una bellezm :tal, que no parece es­ pontánea, sino inventada y corregida por tocbs, los artistas que vieron la ¡primera luz de la vida bajo aquel cielo de un azul cándido y arpasionado. Ha renovado su juvenil peregrina1ción a los 1santos Jugares en que campea el genio de Miguel Angel, y ha div-ertido su es­ ¡píritu y su s ojos con las hunáanas y castas policro~ mías de los 'primitivos florentinos y con los graciosos esmaltes -de Lucca della Rolbbia. Ha tomado el sol en J,a playa de' la Señoría, para ver de nuevo el Perseo, y se ha: detenido devotamente ante las rejas del Batis-­ terio, que parecen interponerse entre los dos misterios del arte y de la religión, y ha orado en la tumba; de los Médicis, ra quienes admira porque hicieron de la tiranía un instrumento civilizador. En Roma no ha querido detenerse por el momento, p.ues su estadía le hubiese oblig,ado a reanudar viejas amistades, con daño de su salud y protesta de su fino escerpticismo, porque cuando í•se ha dejado de creer en el desiinterés del prój,imo no hay postura que más nos afteje de él que una indiferencia cortés. N á,poles Je ha retenido unas 11111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111 5 7 IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIITillllllllllllllllllll!IIII lll111111111111111111111111 MANUEL BUENO 111111111111111111111111111 · horas nada más, porque se sa'be de memoria la ciudad y todos sus atractivos, menos picantes ahora que an­ taño, pues a medida que ,ha ido saneándose ha perdido aquella Teputación, exagerada sin duda, de ser el archi­ vo de todos los vicios que puso en boga la decadencia imperial en la Roma: de los Césares. Le urgía encon­ trarse en la terraza del hotel Tramontana, de Sorrento, y hundir la mirada en la niebla azul que se cierne so­ bre las aguas del Mediterráneo, en las horas vespe­ r ales. Está impaciente por sentir Ja noble acogida del silencio y el voluptuosd aliento de los naranjos y los limoneros. La suavidad del clima le atrae tanto como la sencillez de las cosas. Por una transformación men­ tal que determina fatalmente la geografía, seg-ín los lugares que visitamos, Lauro va a creerse, Jurante al­ gún tiempo, contemporáneo de Meleagro o de Alcibía• des, pues todo aquello! que se ex,tiende sobre la costa del golfo de Salerno evoca remembranzas griegas. · Su sentido pagano del universo, adulterado superficialmen­ te :por 0tras culturas, se remozará en Ja intimidad de aquellos paisajes, que han hecho de aquel rincó,:i del mundo un aledaño encantador del paraíso en que se amó, y tal vez se traicionó, la pr,imera pareja ances­ tral. Cuando .esas imágenes· de una civilización que dejó en el tiempo el polvo dorado de su filosofía se volatili­ zan en el espíritu del convaleciente, éste cree sentir, como el aletazo de un ave invisible, la impresión de presencia de un ser ya desaparecido del mundo. Pero e~a sensación quizá sea una superchería de su imagi­ nación extenuaJa, cnmo su cuerpo, en las fatigosas jor­ nadas y en las noches insomnes de la enfermedad. Los muertos no resucitan más que en nuestro 1corazón. Aquel ser que se disolvió en: la¡ tierra no volverá a surgir vivo, porque la Naturaleza no .renueva la asociación de elementos vitales que dispersó. Su fecundidad inagota­ ble no necesit-d aprovechar los residuos. Lauro recobra poco a poco la salud. Aparte la in­ fluencia 'bienhechora de aquella paz en que transcurren sus días, ha tenido la fortuna de no encontrar persona alguna conocida en Sorrento. David Griífist, contra la: iprevisión del doctor, no se encuentra allí. Se ha ido, 11111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111 58 IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIQ ll11111111111111111 UNA HISTORIA DE AMOR lllllllllllllllllll según parece, a Palermo, a emplazar en otro marco la nostalgia de su amor sen¿1. El artista está solo, a sus ancl1as. Puede vagar sin ser in~rrogaoo por nadie, y disponer de su tiempo sin que otra persona allegada o amiga intervenga en sus gustos y en sus res,olucbnes. Manos mercenarias ,bien pagadas, qµe son las más ser­ viciales, cuidan de él con solicitud mesurada, que le aho.rra consejos superfluoS' y recoI11Venciories enojosas. ¿Qué fué de ,su inmenso amor !POT Ester? ¿Ha sobrevi­ vido al desengaño? No. Sigue latente en su corazón, como l-a pintura medio desvanecida en un muro que em­ pieza a desconcharse. La imposihiJi.dad no ha sido nun­ •ca un obstáculo ,para .el incremento del a mor. El sabe que Ester no ,será suya jamás y, sin embargo, su cora­ zón la 11ama, a ratos, deses:peradamente.. . Lauro ,acaba de levantarse. E l baño tibio y el desayu­ no, frugal como de .costumbre, le haicen sentir ese 'hlen­ estar interior que debe e:x;perimentar un árbol r,ecién reg,a,do, que esponja su follaje a l sol matinal. Baja la escalera de su rcuarto, se ·detiene un momento en el hall del hotel, ,cambi,a breves palabras con el conserje, que acaba de entregarle unas cartasl y unos !Periódicos, y sale al jardín. Todo es suave y grato en torno suyo. En aquel ambiente de serenidad, totalización armonio­ sa de color,es y de perfumes, el es,píritu, al;ivia,do de la ansiedad cotidiana, se ,siente sus,penso de un poder mis­ terioso que lo ranima todo. Es como una vaga in~ocpo­ ración del sér al iconjunto de lo creado. ¿ Sentirán eso J.as demás criaturas vivas del universo, el a nimal y la planta? Lauro se ha dejado caer en un sillón de mimbres, frente al mar. El horizonte, a aquellas horas, está lim­ pio. En la Jej,anía, C~ri, erguida sobre lias aguas, !}a­ rece un inmenso zafiro. Pol'I la derecha se ve toio el caserío que se disemina, desde Castellamar,e a ! S'Chia, como una enorme mancha, y por la izquierda, los diver­ sos poblados que se asoman ,al golfo de Salerno. Pero lo que atrae Ja vista y la retiene como una alucinación es el ,agua azul, ·de un azul profundo y deslumbra dor, como se revela en la · paleta del Veronés. Aquel mar de los poetas y de los filósofos griegos y latinos, sobre el llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllilllllllllllllllllllllU 5 9 lllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllillll 11111111111lll1111111111111 MANUEL BUENO 111111111111111111111111111

IIIIIIIIIIIIIIUIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII 6 O IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIUIIIHIIIIIIIIIIIII 1111111111111111111 UNA HISTORIA DE AMOR 1111111111111111111 cual se ha dilatado el pensamiento de dos civilizaciones, tiene un no ,sé qué de dramático y de sagrado que im­ pone. Lauro s e sienta y abre su 'Correspondencia. Una carta de un ami,go; pos.tales de s, que r esiden en distintos países ... ¿ Quién le escribe? Al fin, se decide a a br

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