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Edición: Emilio Hernández Valdés Diseño y cubierta: Héctor Villaverde Emplane computadorizado: Jorge Chinique Moreno Composición: Aníbal Cersa García © Sobre la presente edición: Ediciones La Memoria Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, 2001 ISBN: 959-7135-18-3 Ediciones La Memoria Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau Calle de la Muralla Nº 63, La Habana Vieja, Ciudad de La Habana, Cuba Apartado 17012, Habana 17 C.P. 11700, Ciudad de La Habana Correo electrónico: [email protected] [email protected] Sitio web: www.centropablo.cult.cu www.centropablo.org Prólogo En la medida en que desaparecen los protagonistas y testigos de una época, resulta más necesario aprehender lo sucedido en ese momento histórico. El que desconoce su pasado, no puede vivir su presente a cabalidad y, por lo tanto, le será mucho más difícil intentar diseñar su futuro. Cuba, comparada con otros países, tiene una historia breve pero intensa, compleja y singularísima en su devenir. Cuenta con destacadas figuras que han contribuido a enriquecer la idiosincrasia de su pueblo y a estimular la participación colectiva en los asuntos que conciernen a la nación y al mundo. Pablo Félix Alejandro Salvador de la Torriente Brau no nació ni murió en Cuba, pero la historia de este país en la cuarta década del siglo XX no puede escribirse omitiendo su nombre. No se vinculó a las aulas universitarias, pero es imposible referirse a las luchas estudiantiles universitarias sin mencionarlo. En la Universidad de La Habana existe un busto con su imagen. Nunca cursó estudios de periodismo, pero está considerado uno de los mejores periodistas de su época. En su genealogía se mezclan las nacionalidades. Su padre, Félix María de la Torriente Garrido, nació en España, hijo del ingeniero cubano Francisco de la Torriente, fue traído a Cuba a los cinco años de edad. Comenzó sus estudios en la Universidad de La Habana y los concluyó en la Universidad Central de Madrid. Llegó a Puerto Rico en 1898. Llevaba carta de presentación del cubano Rafael María de Labra para Salvador Brau Asensio, quien lo introdujo en los medios intelectuales puertorriqueños. Su madre, Graziella Brau de Zuzuarregui, puertorriqueña, era hija de Salvador Brau, periodista, historiador, sociólogo, hombre culto y austero. Su tío materno, Luis Brau de Zuzuarregui fundó y dirigió durante 34 años el semanario satírico puertorriqueño Pica- Pica, en el que, según su sobrina Zoe de la Torriente, fue donde ella y Pablo hicieron sus primeras lecturas políticas y antimperialistas.1 Félix y Graziella se casaron en 1898 en Puerto Rico y allí nacieron sus tres hijos mayores: Zoe, Pablo y Graciela. Pablo fue el único hijo varón del matrimonio Torriente-Brau. Durante su infancia lo llamaban Félix, luego fue Pablo, y para sus hermanas ha sido siempre Nene. Cuando Pablo era muy pequeño, el padre lo llevó a España. Allí permanecieron hasta que murió el abuelo paterno. 1 Zoe de la Torriente Brau, «Pablo de la Torriente Brau.» En Evocación de Pablo de la Torriente Brau. Compilacion de Raysa Portal. Prólogo de Víctor Casaus. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1997, p. 13. Don Félix se instaló en Cuba a principios del siglo XX, durante el gobierno de Tomás Estrada Palma. A Pablo lo matricularon en la escuela del profesor Lima, en la Quinta de los Molinos, en La Habana. Don Félix se desempeñaba como inspector pedagógico de la provincia de La Habana y ejercía el periodismo. Cuando en 1906 se produjo la segunda intervención de los Estados Unidos de Norteamérica en Cuba, sobrevino un momento difícil para la familia, ya que cesantearon al padre. La madre, con los tres hijos que tenía en esos momentos, entre los que se encontraba Pablo, regresó a Puerto Rico y Don Félix se trasladó a la provincia de Oriente. En diciembre de 1909 se reunió de nuevo toda la familia. Las dos hijas más pequeñas del matrimonio, Lía y Ruth, nacieron en Santiago de Cuba. Don Félix trabajó en Oriente como maestro en los Colegios Internacionales del Cristo. En 1913 fundó en Santiago de Cuba el Colegio Cuba. En su libro Aventuras del Soldado Desconocido cubano, Pablo puso en boca de un personaje la siguiente pregunta: «Venga acá —me dijo—. ¿Por casualidad usted es el hijo de don Félix de la Torriente, aquel maestro que tenía un colegio en Santiago, allá por el año 14?»2 En 1919 la familia Torriente-Brau se trasladó a vivir a la ciudad de La Habana. En 1920 Pablo trabajó como delineante en la construcción de un ingenio azucarero en Sabanazo, provincia de Oriente. 2 Pablo de la Torriente Brau, Aventuras del Soldado Desconocido cubano. La Habana, Ediciones Nuevo Mundo, 1962, p. 40. Cuando Rubén Martínez Villena se graduó de abogado en 1923, Pablo lo sustituyó como secretario del doctor Fernando Ortiz en el bufete Giménez Lanier-Ortiz-Barceló. Pablo no se destacó por sus estudios sistemáticos, pero fue poseedor de una cultura general fomentada desde su infancia. La madre solía reunir a sus hijos en torno a ella para leerles obras de la literatura universal. Entre los libros preferidos por todos se encontraba Don Quijote. El padre era un destacado pedagogo y todo el entorno familiar estaba impregnado de esa atmósfera. Pablo contaba que aprendió a leer en La Edad de Oro de José Martí. En 1905 Gonzalo de Quesada y Aróstegui reunió en un libro los cuatro números de la revista editada por Martí y envió un ejemplar a Salvador Brau. Este a su vez lo dedicó a su pequeño nieto. Pablo era un lector voraz, capaz de asimilar y digerir los más diversos textos. Poseía un espíritu inquieto e investigativo que lo hacía observar y analizar continuamente todo su entorno. En el acervo cultural de Pablo influyó de manera notable el haber trabajado como secretario de don Fernando Ortiz. Mucho se ha dicho de la sabiduría de Ortiz, pero uno de los rasgos que puede señalársele es recordar el nombre de sus secretarios sucesivos. Uno de ellos fue Rubén Martínez Villena. Lo sustituyó Pablo de la Torriente, quien a su vez fue relevado por Conchita Fernández. El bufete de Don Fernando era un verdadero emporio social y cultural. Destacados intelectuales y jóvenes estudiantes coincidían allí, lo mismo para discutir un libro, una situación, o jugar pelota en la azotea. Un testimonio interesante en este sentido lo constituye el de Raúl Roa: [Un] atlético, espontáneo, talentudo, vibrátil y alegre mozo, tras su diaria sesión de calistenia para conservarse en forma, respiraba eufórico la brisa marina en la azotea del bufete de Fernando Ortiz. Una mano se le posó en la espalda. […] —¿Pablo de la Torriente Brau, mi sustituto? —Yo mismo. ¿Y tú no eres Rubén? ¡Las ganas que tenía de conocerte! […].3 1930 fue un año trascendental en la existencia de Pablo. En febrero, en colaboración con su amigo, el doctor Gonzalo Mazas Garbayo, publicó Batey, un libro de cuentos. El 30 de julio se casó con Lorenza Teresa Inocencia Casuso y Morín —Teresa Casuso—, Teté, diez años más joven que él, que fue —para bien, y hay quienes opinan que para mal—, el gran amor de toda su vida. Teté era estudiante universitaria. Desde 1929 estaba matriculada en la Escuela de Pedagogía de la Facultad de Letras y Ciencias de la Universidad de La Habana. Pablo se vinculó de manera indisoluble a la Universidad en septiembre de 1930, a pesar de que nunca pudo, por diversos motivos, cursar estudios sistemáticos en la Colina. Según consta en el expediente numero 14 787, que se encuentra en el Archivo Central de ese centro docente, no estuvo matriculado en ninguna carrera, aunque sí existe una carta al Rector, escrita en papel timbrado del bufete Giménez Lanier-Ortiz-Barceló, con fecha 11 de septiembre de 1929, donde solicitaba presentarse al examen de ingreso de la Escuela de Ingenieros y Arquitectos. Un año después, a las 8:50 a.m. del 16 de septiembre de 1930, pidió ser examinado en el Instituto de Servicio Exterior de la Escuela de Ciencias Políticas y con este fin presentó su certificado de ciudadanía cubana, expedido el 31 de octubre de 1921, y cuatro notas del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Oriente, ubicado en la calle Santa Rita esquina a Padre Pico en Santiago de Cuba. En el primer caso fue declarado «no apto», y en el segundo, el cierre de la Universidad por los sucesos del 30 de septiembre de 1930 anuló cualquier posibilidad de respuesta.4 El doctor Salvador Vilaseca ha contado que en 1934 comenzó a dar clases de matemática a Pablo, pues este deseaba presentarse al examen de ingreso de Ingeniería. Debido a sus actividades políticas, comenzó a faltar a las clases y decidieron posponer el examen de ingreso para septiembre de 1935. 3 Raúl Roa, El fuego de la semilla en el surco. La Habana Editorial Letras Cubanas, 1982, p. 109. 4 Expediente de Pablo de la Torriente Brau. Archivo Central de la Universidad de La Habana. La huelga de marzo de 1935, que obligó a Pablo a transitar por su segundo exilio, frustró definitivamente sus deseos de ser alumno universitario. Colina La universidad a la que se vinculó Pablo a partir de 1930 presentaba características peculiares. Este centro docente se fundó en 1728 y fue el único existente en el país hasta mediados del siglo XX. El siglo XX comenzó con una Universidad distinta en todo sentido. En 1899, después del cese del dominio español en la Isla, dejó de ser la Real y Literaria Universidad para convertirse en la Universidad de La Habana. A principios de mayo de 1902 se efectuó el traslado del edificio situado en O’Reilly y San Ignacio, en La Habana Vieja, y comenzó a instalarse en la loma de Aróstegui, en un antiguo cuartel de pirotecnia del Ejército español ubicado en el despoblado barrio de El Vedado.