1 Carlos Ibañez \ I I I I I
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1 CARLOS IBAÑEZ \ - i Presiden te I \ I I \ I \ \ I \ \ \ . I \ 1 1 \ \ \ I \ 1 EDICION PARA EL USO DE LAS REPR \ CION&S EXTRANJERAS A LA TRANSMISION \ \ DEL MANDO, 3 DE NOVIBMERE DE 1952. \ I. \ +---cfcc.---J---aa-a- .$. DON CARLOS IBAÑEZ PRESIDENTE DE CHILE POR segunda vez el pueblo de Chile entrega la magistratura suprema del poder ejecutivo a don Carlos Ibáñez. En la última elección pre- sidencial, realizada el 4 de septiembre en todo el país, con ejemplaridad democrática, triunfó su candidatura popular, apoyada por grupos pe- queños de partidos políticos, con más de cua- trocientos cuarenta y seis mil votos. La nación encontró en este senador de la República, ge- neral de división en retiro, el fiel abanderado de sus anhelos. Nació don Carlos Ibáñez del Campo en Li- nares, el día 3 de noviembre de 1877. Sus progenitores tenían afincamiento en esa Ciudad capital desde su fundación por don Ambrosio O'Higgins. Fueron sus padres don Francisco Ibáñez Ibáñez, pequeño propietario agrícola de la región, y doña Nieves del Campo Leiva. El fundador de su familia es un marino ir- landés cuya nave naufragó en 1730 frente a la costa de la Isla de Chiloé. Trasladóse a San- tiago con sus compañeros, y siete años más tar- de aparece establecido en Chillán, ejerciendo el comercio y figurando como capitán de las reales milicias. En 1769 prestaba sus servicios en el cuerpo de caballería que resguardaba la región de las incursiones que hacían los indios por el paso de Longavi. Fué propietario de la rica estancia de Cato, cerca de Chillán. Este caballero casó con la noble dama criolla doña Manuela de Vizcarra, cuya familia se había distinguido en las conquistas del territorio ame- ricano. Nacieron del matrimonio Ibáñez-Viz- carra once hijos, que casaron todos, forman- do respetables hogares. Uno de ellos fué don Victoriano Ibáñez y Vizcarra, nacido en la es- tancia que poseían sus padres en los alrededo- res de Parral, hacia el año 1750. Este caballe- ro, tatarabuelo del actual presidente de Chile, fué uno de los vecinos fundadores de la villa de San Ambrosio de Linares, hoy importante ciudad, capital de la provincia de este nombre y sede episcopal, en la que levantó sus casas principales. Casó en la misma localidad con Ia noble criolla doña Juana de Barros y Vásquez, hija del capitán don Jerónimo de Barros y de doña Angela Vásquez, dama esta que lleva e1 título de fundadora insigne de la ciudad de Li- nares, por haber donado al rey las tierras de su propiedad en que se dió asiento a esta nueva población, creada por orden de don Ambrosio O'Higgins. La escritura de cesión de estos te- rrenos fué extendida en 1788, y la fundación se hizo, bajo la dirección del general don Fran- cisco de la Mata Linares, en 1794. Don Mar- celo Ibáñez Barros, respetado agricultor, ejer- ció los cargos de regidor municipal y alcalde en la ciudad de Linares. Contrajo matrimonio con su prima doña Bartola Olivares y Barros, procediendo de esta unión don Agustín Ibáñez Olivares, que casó con su parienta doña Felisa Ibáñez. Fruto de este matrimonio fué el nom- brado don Francisco Ibáñez Ibáñez, padre del actual Presidente de la República. Don Carlos Ibáñez del Campo cursó los es- 1 tudios de humanidades en el Liceo de Linares. Ingresó a la Escuela Militar en 1896, y dos años más tarde salió destinado al Regimiento Cazadores del General Baquedano, como alférez de Caballería. En 1900 recibió sus despachos de teniente, y como se destacara entre la joven oficialidad de su noble arma, el Gobierno de la República del Salvador solicitó sus servicios profesionales para la organización de su Ejér- cito. Por ley del 4 de septiembre de 1902 se le concedió la autorización correspondiente pa- ra que se trasladara en comisión a servir aquel contrato. Su Capacidad como instructor militar y sus dotes de caballerosidad conquistáronle muchas simpatías en la América Central. En marzo de 1906, la República del Salvador sr vió envuelta en una guerra con su vecina, Gua- temala, que gobornaba el Presidente Estrada Cabrera. Ibáiíez y dos compañeros más, los te- nientes Julio Salinas y Armando Llanos, ofre- cieron sus servicios al Gobierno, rogándole les diera mando de tropas. Ibáñez era director de la Escue!a Militar, y al mando de ella, movi- lizada en un regimiento de Infanteria, que se llamó Regimiento Vicentino, 'tomó parte en la campaña, en las fuerzas de la región de Ahua- chapán, que mandaba el general Cristales. Bri- llante actuación le cupo al Regimiento Vicen- tino; tuvo alrededor del 20% de bajas entre muertos y heridos. Hizo la guerra como tenien- te coronel del Ejército salvadoreño, después fué ascendido a coronel. En Chile era teniente has- ta 1908, año en que ascendió a capitán, cuan- do aun permanecía en El Salvador. Al año si- guiente regresó a su patria, donde fué destinado al Regimiento de Cazadores del General Ba- quedano, que cubría guarnición en la capital, Santiago. Apartado del servicio de tropas para perfec- cionar sus conocimientos profesionales, ingresó en la Academia de Guerra en 1912, de la cual se retiró en 1914, con su diploma de oficial de Estado Mayor. En 1916 fué nombrado ayudan- te de la Inspección de Caballería, pasando al año siguiente como oficial de Estado Mayor a la primera división del Ejército, y poco tiempo después fué ascendido al grado de mayor y des- tinado al Regimiento de Caballería Cazadores. En 1918 se le designó director de la Escuela de Carabineros, institución en la que su nombre es venerado con justos títulos. En 1919 se le nombró jefe de la sección Caballería del Mi- nisterio de Guerra, donde conquistó el aprecio de sus superiores y subalternos. Su prestigio llegó hasta las esferas del Gobierno, y ante la imperiosa necesidad de proveer el cargo de prefecto de la Policía de Iquique en persona de energía, pundonor y ecuanimidad, la persona más idónea que en aquel momento se encon- tró fué el mayor Ibáñez. La capital de Tara- pacá había presenciado varios disturbios po- pulares y hechos delictuosos que provocaron interpelaciones en el Congreso Nacional. Para mantener la calma en la región era precisa la figura de un jefe especialmente dotado para mantener el mando con autoridad inquebranta- ble y en buena armonía con las autoridades ci- viles y militares que allí gobernaban. El mayor Ibáñez cumplih esta misión correctamente. Le tocó responder del orden público durante las elecciones que llevaron al solio presidencial a don Arturo Alessandri en 1920. Esta reñida jor- nada política se desarrolló en Xquique sin tener que lamentar trastorno alguna por las previso- ras y enérgicas medidas adoptadas por el ma- yor Ibáñez desde la Prefectura. Al siguiente año fué nombrado director de la Escuela de Caba- llería, institución militar que ya tenía alto pres- tigio como academia de armas. Brillante actua- ción le cupo durante el mando de esta Escuela, y llevando su representación, presidió la comi- sión militar que acudió en 1922 al Brasil, con motivo del centenario de la declaración de la independencia, hecha por el emperador Pedro 1. * * * El 4 de septiembre de 1924 fué designado por los oficiales del Ejército para que formase en la comisión militar que llevó al Presidente de la República un pliego de peticiones, paso éste que trajo como consecuencia la dimisión de Alessandri y la instalación de la Junta de Gobierno que encabezó el general Altamirano. La Junta miró con cierto recelo la inmensa simpatía que entre el elemento joven del Ejér- cito gozaba Ibáñez. Los Ministros de Estado saben que se les fiscaliza en la comisión que trabajó por instaurar en el país un nuevo régi- men. Hay aspiraciones de bien público, alienta las almas un deseo profundo de renovación po- lítica y muchos encienden sus espíritus en la llama del más .puro patriotismo. Naturalmente, no faltarán individuos logreros entre el ámbito idealista que envuelve las nobles intenciones. El mayor don Carlos Ibáñez, que conservaba su cargo de director de la Escuela de Caballe- ría, fué nombrado por el Gobierno adicto en Francia. Era una diplomática forma de despren- derse de su creciente influencia en los asuntos públicos. La hora de su ausencia no llegó a mar- carse en el reloj de la historia chilena. Al con- trario, el puntero de las horas marcó las cinco de la tarde del día 23 de enero de 1925 y minutos después fué rodeado el severo y ma- jestuoso palacio de La Moneda por dos escua- drones de Cazadores y por el Regimiento de Infantería Pudeto. La revolución estaba en e marcha y no sería posible detenerla por gran- des esfuerzos que desplegasen los partidos polí- ticos. Organizada la Junta de Gobierno con el ge- neral Dartnell y el almirante Ward, fué presi- dida por el eminente estadista don Emilio Be- llo Codesido, yerno del gran Presidente Balma- ceda y destacada figura de la diplomacia. El mayor don Carlos Ibáñez integró el Gabinete ocupando la cartera de Guerra. Fueron sus pri- meros compañeros en el Poder don Armando Jaramillo, Ministro del Interior; don Jorge Matte Gormaz, en el de Relaciones Exteriores; don José Maza, desempeñando con talento la cartera de Justicia e Instrucción Pública; el al- mirante don Braulio Bahamonde, a carga de la de Marina; don Francisco Mardones recibió la de Obras Públicas; don Valentín Magallanes recibió la de Hacienda; don Claudio Vicuña Subercaseaux manejó la de Agricultura, Indus- tria y Colonización; y la de Higiene, Asistencia y Previsión Social fué encargada al doctor don José Santos Salas, único Ministro de los aquí nombrados que volvería a compartir con Ibá- ñez las tareas gubernativas cuando asumiese el Poder Supremo de la nación.