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ALVARO ALCALÁ GALIANO EL PRÍNCIPE IVÁN (NOVELA) MADRID - MCMXIV jJcUnXcL-If/íf; !^ EL PRINCIPE IVÁN ALVARO ALCALÁ GALIANO EL PRÍNCIPE IVAN (NOVELA) MADRID-MCMXIV Es propiedad del autor. Queda hecho el depósito que inai'ca la ley. MADRID. — IMPRENTA DE FORTANET, LIBERTAD, 2) A Fernando del Pino en testimonio de amistad. ^^eoeooooeeooo/^ooooooooooeo/^eeeaeeeooeee/^ooooooooeoeoOoooooooooeo'}/^ PREFACIO Allá por el verano de 190..., estaba yo en Munich, •esa culta y suntuosa capital en la cual he pasado tan gratas temporadas que sus recuerdos permane- •cen vivos en mi memoria, mientras que otras ciuda- -des y paisajes entrevistos en mis viajes por Europa van disipándose á compás del tiempo, que todo lo borra con su implacable mano, cuando el artista no refleja su imagen, ya sea con el pincel, ya con la pluma. En Munich hay ambiente, belleza, arte... Un libro mío. Del Ideal y de la Vida, tiene dos ó tres bocetos dedicados á esta nueva Atenas de Alema nia, dentro, claro está, de los reducidos moldes periodísticos, pues fueron, primero, publicados en un diario madrileño. Yo volvería á pasar, con sumo gusto, aquella variada y amena etapa de mi vida. Regresaría, lo confieso, á esa peregrinación artística todos los otoños. El «Ciclo Wagneriano», esa estu penda evocación plástico-musical, bella é invero símil como un cuento de hadas no profanado por VIH rKBFACIO el necio escepticismo de un público ignorante, sino escuchado con el fervor religioso de una vasta mu chedumbre de creyentes; el grandioso «Di-ama de la Pasión» en el pueblecillo de Oberammergau, que resucita, como por milagro, las muchedumbres de .Jerusalén y la universal tragedia del Calvario, representada por humildes aldeanos; los museos y monumentos de Munich; el culto de la música en sus- conciertos y en la Opera; los hermosos paisajes de los alrededores, y el lago de Starnberg, de tristes recuerdos, sobre cuyas aguas azuladas parece sur gir el espectro del romántico Rey Luis... ¿Quién no- creería despertar de un sueño al abandonar aquellas tierras donde la realidad parece crear, bajo un deco rado mágico, todo un bello poema de quiméricas visiones?... Wagner y Luis II son los dos espíritus que pare cen revivir en este ambiente sugestivo, el uno por sus obras y su arte incomparable; el otro, por su vida,, que fué también un poema dramático, tan inverosí mil como una de esas maravillosas leyendas wag- nerianas reproducidas en las pinturas de sus mag níficos palacios ó en la disparatada arquitectura de sus grandes castillos solitarios. Lo que el Músico- Poeta eternizó en su arte, quiso el Rey de las qui meras convertirlo en realidad; así nos explicamos esta extraña visión de un Rey moderno, vestido de Lohengrin, navegando, á la luz de la luna, sobre un lago. ¿Hay novela ó poema romántico más inve rosímil y á un tiempo más bello que la vida del Rey Luis II de Baviera'?... No. Al leer con avidez su biografía, al seguir, poco á poco, los distintos esce- PREFACIO IX narios de lo que insisto en llamar un verdadero poe ma dramático, me convencí de que para escribir una novela sobre este Roy loco y genial, bastaba con escribir su biografía, sin alterar ningún incidente y más bien suprimiendo multitud de ellos; tal es la profusión de anécdotas extrañas que parecen desa fiar la inventiva y la imaginación. Como en las il//7 y una Xoches, cada eslabón de esta existencia ator mentada es de por sí una linda fantasía. El suicidio misterioso en el lago de Starnberg es un epílogo ro mántico y sombrío, digno de esta historia, tantas veces comentada, cuyos protagonistas se llevaron el secreto á las profundidades... Se fueron para siem pre los actores, pero aún nos queda el decorado... Sin embargo, nada le quedaría al novelista que aña dir de su propia cosecha ni en el inmenso paisaje de montañas y valles donde se eleva, sobre un pico, á una altura increíble, el Castillo de Hohenschwangau, como un nuevo Walhalla en las nubes, ni en el lujo derrochador, fantástico, del Palacio de Herren- chiemsee, también medio oculto en las soledades de un panorama divino. En una memorable tarde otoñal visité yo esta re gia mansión, más parecida i\ un palacio encantado que á otra cosa. De labios de una Infanta oí un epi sodio nuevo de la vida del Rey Luis, que en mi ya mencionado libro titulé El Palacio del Rey de los Sueños. Fué en este ambiente donde por fin, desis tiendo de novelar esa biografía novelesca, tomó otros vuelos la imaginación, surgieron de la nada otras figuras y nació la primera idea de esta trage dia EL PRÍNCIPE IVÁN, que hoy ve la luz pública. X PREFACIO EL PRÍNCIPE IVÁN es una «novela quimérica», y tiene poco ó nada de real, como podrá verse al re correr sus páginas. Planeada en Interlaken, unos días después de esta excursión, sobre la base del episodio referido, tomó primero forma dramática, es decir, teatral, y luego cristalizó en narración novelesca, de moldes más amplios para la fanta sía. Un dramaturgo se ve siempre obligado á pen sar en su público, á limitarse á un reducido núme ro de horas, á suprimir toda escena que no contri buya al desarrollo de su intriga ó de su tesis, á no extraviarse por un mero capricho de su musa... Quizá todas estas razones y el escaso empeño en ver estrenada una obra de esta índole, á riesgo de que mi héroe fuese « creado » por un actor ya en trado en años y el lindo tipo de mi heroína se viese «desfigurado» á su vez poruña «dama joven» con la edad, la experiencia y todos los méritos de una ca racterística, bastara, digo yo, para apartar mi obra del mundo de los bastidores, donde se invierten las leyes del tiempo y únicamente los jóvenes se pres tan á hacer de viejos. Pero lo cierto es que no me propuse escribir una obra determinada, sino que dejé desarrollarse á ca pricho esta intensa tragedia, sin más escenario que mi imaginación. Fué todo ello cuestión de ambien te; de un ambiente ficticio, creado sobre frágil mol de real. Y si el plan vio la luz primero en Interla ken, se transformó después en Marienbad, en cuyos bosques nacieron varios de sus episodios; continuó en Munich más tarde, y tras de un paréntesis que interrumpió el hilo de mi narración, volví á reco- PREFACIO XI gerlo fuera de Madrid, en paisajes tranquilos y ratos de soledad. Sin salir de Madrid no hubiese escrito nunca EL PRÍNCIPE IVÁN; hubiera sido cultivar inútilmente una planta rara en una tierra estéril, donde suelen ahogarse todos los idealismos. Madrid es la realidad prosaica. Su aspecto exterior no invita al ensueño, su aspecto social no inspira lirismos. En mis Sombras del Crepúsculo (1), sátiras algo mordaces, donde Arlequín llora bajo su careta, he reflejado algo de mi modo de pensar y de sentir sobre nuestro mundo madrileño. El cuadro no es muy halagüeño, lo con fieso, y por eso, apartándome de las negras cuando no insípidas realidades de la vida, me he refugiado en el reino ilimitado de la fantasía. Opino como el protagonista de mi romántica novela, que la rea- Hdad, en sí, deja mucho que desear; predomina lo ridículo sobre lo sublime, lo insípido sobre lo inte resante, lo feo sobre lo bello, y, en una palabra, lo vulgar sobre lo original. Prefiero, por ahora, cerrar los ojos y soñar. Mucho me temo que si los abro V escribo novelas observando únicamente gentes y costumbres de nuestra sociedad moderna, las haga sin flbra alguna de pasión ó sentimiento, con una sonrisa cínica, mundana y un corazón frío. Huyamos, lector, de la realidad. Como por arte de encantamiento, aquellos palacios del Rey Luis se disiparon de pronto. Herremchiemsee no se pa rece á Las Delicias, ni los protagonistas de esta (l) Del Ideal y de la Vida. XII PREFACIO historia, romántica en el fondo, tienen nada que ver con los de otro episodio verídico muy parecido, que promovió gran sensación en Europa entera: me refiero al drama de Meyerling. Aquello y mi obra sólo coinciden en el sangriento epílogo de la trage dia, única parte que pudiera creerse «arrancada de la realidad». Lo demás, pura fantasía. Ni el deco rado es real, ni existe ninguno de mis personajes, y si aparecen humanos y vivos, con sus cualidades ó sus defectos, es que tienen toda la intensidad de un sueño en que vuelven á surgir reminiscencias de la vida confundidas con los engendros de la imaginación. Abriendo los ojos á la realidad no será fácil hallar Maysemburgo ni Ostrolandiaen el mapa, aunque por capricho de la fantasía haya creído yo en la existencia de este imperio, situado entre sabe Dios qué otros estados germánicos. Pertenece todo ello al vasto imperio de los sueños, como esas deli ciosas comedias de Shakespeare, cuyos personajes se mueven en una esfera ideal, habitan islas, ciu dades y bosques imaginarios, son igualmente de to dos los países, ó más bien de ninguno, se salen del reducido marco de su época, y sin embargo, lloran, se ríen y se expresan como seres humanos ver daderos. Shakespeare, el supremo artista, ha sabido fun dir en su obra los elementos más opuestos del arte: es soñador y observador, intuitivo y realista, unas veces vulgar y otras retórico. Es el primero de los dramaturgos y desafía, sin embargo, las reglas es cénicas de lugar y de tiempo con esa imaginación avasalladora, que tan pronto se expresa en verso PREFACIO XIII como en prosa, llega hasta las cumbres de lo su blime é incita á la risa con sus cómicos personajes, hablando ya como bufones, ya como finos ironistas.