Salterio Coral (PDF)
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1 2 Comunidad de Sant’Egidio SALTERIO CORAL Salmos y Cánticos para la oración comunitaria y personal NOTICIAS CRISTIANAS 3 La introducción a los Salmos y a los Cánticos ha sido realizada por Ambrogio Spreafico, Profesor de Antiguo Testamento en la Pontificia Universidad Urbaniana (Roma) © Para el texto de los salmos: Nueva Biblia de Jerusalén Latinoamericana. Editorial Desclée de Brouwer (2001) Cedidos los derechos para esta edición. © Para la introducción, antífonas, notas corales y oraciones: Comunidad de Sant’Egidio (2004) Pza. Sant’Egidio, 3/a - 00153 Roma ISBN:84-95313-53-7 Depósito legal: B-9835-2005 4 INTRODUCCIÓN Rezar con los salmos es la elección del que sabe que amar es un arte que se aprende y que no se sabe por naturaleza, y la oración tiene una profunda relación con el amor. Es la historia de una relación concreta, histórica, entre nosotros y el Señor. En esta historia se entrelazan nuestras contradicciones, las dificultades de la vida, el escándalo del mal, la lucha por conseguir un mundo más humano. Rezar con los salmos es la elección de usar palabras que no son nuestras, las palabras del Señor, que nos guían por el camino de la comunicación de cosas más profundas y más verdaderas que las sensaciones ocasionales y parciales de cada uno de nosotros. Por esto, la oración de los salmos ha sido la oración común por excelencia en la tradición cristiana, igual que en la judía, el corazón de la oración monástica y de la lucha interior por una vida menos conformista y más evangélica. 1. El salterio: un tesoro para la oración Los salmos son oraciones antiguas, compuestas en diversos periodos de la historia del pueblo de Israel. Se leían en la oración de las sinagogas y del templo también durante la época de Jesús y de los apóstoles. En el salterio nos encontramos con las diferentes facetas de la condición humana presentadas ante Dios. Por esto el lenguaje de los salmos es muy variado y universal. Este refleja las diversas situaciones de la vida, y, en consecuencia, los diversos sentimientos y las diferentes reacciones. En los salmos encontramos la alegría, el dolor, la ira, el sufrimiento de los enfermos, el drama de la guerra, la protesta de los justos y la emboscada de los malvados, el testimonio de la obra de Dios en la creación y en la historia, los cantos por Jerusalén y por el rey, y la angustia por el abandono junto a la confianza en la intervención de Dios. Podríamos decir que el lenguaje de los salmos expresa la vida del hombre que se encuentra con Dios y que se hace oración. Todas las circunstancias, desde la más trágica a la más gozosa, pueden convertirse en ocasión para dirigirse a Dios y rezarle. En toda circunstancia el hombre de fe puede experimentar la presencia de Dios. Quisiera describir brevemente esta riqueza humana del salterio tomando dos aspectos contrapuestos: la experiencia del dolor y del mal por una parte, y la salvación otra. Como ejemplo de un hombre asediado por el dolor tomamos el salmo 31. Se abre con un acto de confianza en Dios (vv. 1-9), pero no esconde el dolor. Se describen de manera concreta el dolor y la enfermedad (vv. 10-14) como realidad que toca el interior del hombre: afán, llanto, dolor que consume la vida, merma física. Pero el mal se agrava por el juicio de los que están alrededor del salmista. De hecho, él se ha convertido en oprobio para los enemigos, disgusto para los vecinos, horror para los conocidos. Ha sido olvidado como se olvida a un muerto. Su condición es la de un hombre asediado a quien quieren quitar la vida. Parece que hable un condenado a muerte. En él convergen una situación interior de sufrimiento y la condena por parte de los demás. Todo lleva a hacerle la vida imposible, sin un camino de salida. En los salmos hay una presencia casi obsesiva del mal en las diversas expresiones. También el reconocimiento y la proclamación de la salvación suceden a partir de situaciones desesperadas y de necesidad. El mal no es sólo el pecado del 5 individuo o una realidad que no funciona dentro de la sociedad, ni siquiera es la injusticia o la violencia, que son una de las manifestaciones del mal. Los salmos parecen describir el mal como una trama, un diseño que quiere destruir la vida. A menudo, el enemigo es la imagen más concreta. En los salmos se habla frecuentemente de los enemigos. De hecho, la Biblia prefiere siempre un lenguaje concreto en vez de un habla abstracto. Habla, pues, de enemigos o de malvados más que del mal. Los enemigos están encendidos de orgullo, traman y conjuran, quieren eliminar al justo, se ponen de acuerdo y lo rodean. Son como animales feroces (57,5), ponen trampas (64,6), excavan una fosa y tienden una red (35,7), preparan una insidia o una emboscada (10,9), conjuran contra el justo (64,3). El mal tiene una fuerza concreta que parece incontrastable con cualquier intervención humana. Otras veces el mal se manifiesta a través de la boca y de los labios -es decir, de la palabra pronunciada- que se convierten así en una trampa (5,10; 34,20-21; 41,6-10). Sólo la oración rompe el cerco de muerte de una palabra dirigida al mal. El mal provoca una lucha que se hace invocación, súplica, protesta, acción de gracias. La oración expresa también la conciencia viva y dramática de la fuerza del mal y de sus manifestaciones. La oración rompe la red del mal y abre a la salvación. Esta dimensión está presente en cada salmo. El salmo 31, después de haber descrito el dolor y la enfermedad dice: «Pero yo en ti confío, Señor, me digo: «Tú eres mi Dios». Mi destino está en tus manos, líbrame de las manos de enemigos que me acosan. Que brille tu rostro sobre tu siervo, ¡sálvame por tu amor!... Amen al Señor, todos sus amigos, a los fieles protege el Señor; pero devuelve con creces al que obra con orgullo. ¡Tengan valor, y firme el corazón, ustedes, los que esperáis en el Señor!» (vv. 15-25) Incluso los salmos denominados de imprecación, en el momento de dirigirse a Dios son una afirmación del espacio de Dios que interviene a favor del justo (ver Sal 87). Ya sea para describir el mal como para anunciar la salvación los salmos utilizan un lenguaje simbólico: desde el abismo Dios conduce a la montaña (43, 2-3), desde la fosa y desde el terreno inestable hace apoyar el pie sobre la roca y sobre el terreno sólido (40,3), conduce por un camino seguro (43,2-3), vuelve como un pájaro que vuela libre del lazo de los cazadores (124,7). En cualquier situación, incluso en la más desesperada, la oración abre la vida del hombre al encuentro con Dios y con el bien. El salmo 4 canta en el versículo 2 del texto hebreo: «tú, que en el apuro me abres salidas, tenme piedad y escucha mi oración». El Señor escucha la oración y conduce al hombre oprimido por el mal y por el dolor a nuevas salidas, en una vida liberada. 2. La alabanza libera el corazón El libro de los salmos en la Biblia judía lleva como título «alabanzas» (tehillim). El conjunto de los salmos y cada salmo individualmente es denominado «alabanza». Este título nos ayuda a comprender un aspecto importante del salterio como oración. El lenguaje de los salmos es muy variado: hay salmos de lamentación, de protesta, de agradecimiento, de petición, pero todos son considerados «alabanza» a Dios. En la alabanza se celebran las cualidades de alguien más allá de lo que se ha recibido. Se celebran la grandeza, la misericordia, la bondad de Dios. En la alabanza el hombre se dirige a Dios en los diversos momentos de su vida, incluso en los dramáticos, reconociéndole como el libertador. La alabanza se distingue de la acción de gracias, que se alegra por un bien que alguien posee y que se ha recibido como don, y se opone a la envidia, que se entristece por algo que no se posee. En la alabanza se expresa la libertad del hombre de fe, que se alegra de su pertenencia a Dios y por esto celebra la misericordia, la bondad, el amor y la belleza. La alabanza es implícitamente el reconocimiento de una salvación ya obtenida, y está al inicio y al final de toda oración. La alabanza expresa el máximo de la apertura humana al otro y el máximo de la libertad de uno mismo. Orar con los salmos es, por tanto, libertad 6 de uno mismo porque todo se convierte en alabanza a Dios en las diferentes circunstancias de la vida: en la enfermedad y en la salud, en la riqueza y en la pobreza, en el dolor y en la alegría. En este sentido, el libro de los salmos es algo único. Cada vez que lo abrimos y recitamos o cantamos los salmos, cantamos la salvación de Dios, alabamos su amor que se manifiesta en todas las facetas de la condición humana, incluso en las más dramáticas. Para comprender el sentido de cuanto hemos dicho sobre la alabanza basta leer uno de los últimos salmos del salterio, los denominados salmos aleluyáticos (Sal 146-150). Precisamente el último salmo explica y confirma el título «alabanza», que se da a todo el libro: ¡Aleluya! (= alabad / alaben al Señor) Alabad / alaben a Dios en su santuario, alabadlo / alábenlo en su poderoso firmamento, alabadlo / alábenlo por sus grandes hazañas, alabadlo / alábenlo por su inmensa grandeza.