El Verdadero Poder De Los Alcaldes
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El verdadero poder * Texto elaborado por la redacción de Quehacer con el apoyo del historiador Eduardo Toche y del sociólogo Mario Zolezzi. Fotos: Manuel Méndez 10 de los alcaldes* 11 PODER Y SOCIEDAD n el Perú existe la idea de que las alcaldías representan un escalón Enecesario para llegar a cargos más importantes, como la Presi- dencia de la República. Sin embargo, la historia refuta esta visión ya que, con la excepción de Guillermo Billinghurst, ningún otro alcalde ha llegado a ser presidente. El político del pan grande, sin duda populista, fue derrocado por el mariscal Óscar R. Benavides. Lima siempre ha sido una ciudad conservadora, tanto en sus cos- tumbres como en sus opciones políticas. Durante el gobierno revolucio- nario de Juan Velasco Alvarado, de tinte reformista, la designación “a dedo” de los alcaldes tuvo un perfil más bien empresarial, desvinculado políticamente de las organizaciones populares. Y eso que al gobierno militar le faltaba a gritos contacto con el mundo popular. SINAMOS, una creación estrictamente política del velasquismo, habría podido de lo más bien proponer alcaldes con llegada al universo barrial. Desde su fundación española, Lima ha tenido más de trescientos alcaldes, muchos de ellos nombrados por el gobierno central. El pri- mero fue Nicolás de Ribera, el Viejo, en 1535, y desde esa fecha hasta 1839 se sucedieron más de 170 gestiones municipales. La Constitución de 1839 no consideró la instancia municipal. Recién en 1857 renace la Municipalidad de Lima y fue gobernada por un solo alcalde. El último en tentar el sillón presidencial fue Luis Castañeda Lossio y su participación en la campaña del año 2011 fue bastante pobre, demostrando que una cosa es con guitarra y otra con cajón. 12 Luis Bedoya Reyes fue quien mayores posibilidades tuvo de ser presidente, pero la política lo encasilló como el representante de los ricos. Igual destino tuvo Lourdes Flores. Los ricos también lloran, pero no conocen al pueblo. Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos se encargaron de demoler a Ricardo Belmont y a Alberto Andrade. Ambos fueron alcaldes con obra y con futuro, pero la maquinaria fujimorista era implacable. Luis Castañeda Lossio, en su faceta de mudo entendido como solapa, no llegó a funcionar a la hora de hablar, de exponer, de proponer, de mostrar la cara a través de la palabra. Susana Villarán, a pesar de no tener pretensiones presidenciales, es vista como un peligro por la derecha en el sentido de que podría organizar a una izquierda amplia sobre la base de una gestión eficiente y con respaldo popular. Resulta difícil, sin embargo, distinguir las deficiencias propias de su gestión de la campaña en contra desplegada por la mayoría de los medios de comunicación. Esta campaña no ha llegado a los excesos de la prensa chicha, pero sí ha logrado generalizar en la opinión pública una imagen negativa de la alcaldesa. Podríamos decir, sin exagerar, que la propuesta sería bajarse una opción política debilitada pero que eventualmente podría fortalecerse si hubiese una correcta, eficiente y positiva gestión edil. He allí la importancia política de la Municipalidad de Lima hoy en día: demostrar una deficiente gestión de la izquierda que intenta renacer e instalar, en cambio, otra vez, a Luis Castañeda Lossio, el hombre cercano a los intereses del APRA y el fujimorismo, capaz de establecer alianzas con los principales gremios de la ciudad, como el de transporte y mercados. ¿Qué es lo que emparenta a las autoridades edilicias? ¡Que todos tuvieron apodos! Tucán, Chachi, Arruga, Frejolito, Gorgojo, el Gordo, el Mudo, la Tía. 13 Nancy Arellano Luis Bedoya Reyes: la fascinación moderna, 1964-1969 En los tiempos modernos, la figura que sobresale es la de Luis Bedoya Reyes. Político ambicioso, abogado de profesión, chalaco de origen, supo relacionarse astutamente con el medio limeño cercano al poder. Su meta era la presidencia. La alcaldía funcionaba como el mejor medio para satisfacer ambiciones más caras, pero tuvo que contentarse con expectativas sujetas al ámbito doméstico: administrar una ciudad que ya daba signos ineludibles de su futuro crecimiento desbordante y caótico. 14 El significado de Bedoya Reyes es absolutamente político: fue el primer alcalde electo (1964-1970), un alcalde oficialista pues desempeñó el cargo durante el go- bierno de Fernando Belaunde Terry, que gobernaba en alianza con la Democracia Cristiana. Un tiempo antes había sido Ministro de Justicia. Hasta el día de hoy, su partido no ha podido zafarse de la figura de Bedoya. A sus noventa años opina y aún bosqueja candidaturas al interior de su organización partidaria. Durante la campaña por el sillón municipal, Bedoya, cuyo plan era “modernizar” Lima a través de la Vía Expresa, tuvo como opositor a Jorge Grieve, un técnico sin su carisma, oratoria y argumentos. En una famosa polémica televisada, el ingeniero Grieve solo se quedó en argumentos técnicos como la famosa “zapata de los frenos”. Bedoya, en ese momento, estaba en la Democracia Cristiana. Todavía no se había formado el PPC, cuya orientación sería más de derecha. Los demócrata cristianos eran cuatro gatos, pero tenían una característica fundamental: eran grandes oradores, polemistas de fuste, abogados en su mayoría, que construían argumentos sólidos. Bedoya, además, tenía un carisma basado en su modo po- pular: era criollo y astuto. Lo apodaron Tucán, por su prominente nariz y por su labia. Bedoya marca una etapa en que era importante ser telegénico. Caía simpa- tiquísimo, a diferencia de otros que no se amoldaron al formato de la televisión. En gran medida, es un antecedente de dos alcaldes políticos: Ricardo Belmont, el hombre que nació encuadrado en el formato televisivo, y Luis Castañeda, que ambicionó, desde el principio, ser presidente. A Bedoya se le criticó que no renunciase a la alcaldía con el golpe militar de octubre de 1968. No dijo nada en contra y Velasco Alvarado lo dejó como alcal- de hasta que su período se cumplió en 1970. Su principal interés era construir una imagen de político con futuro y el gobierno militar le permitía acercarse a los sectores populares clásicos y politizados de la ciudad. Después del gobierno militar volvió a la carga, en las elecciones de 1980, y al inicio, en una recordada manifestación logró llenar la Plaza de Armas pero no pudo superar, a pesar de sus esfuerzos, a su eterna sombra, Acción Popular, y a su caudillo Fernando Be- launde Terry. La Vía Expresa es su obra cumbre; la ampliación del jirón Cusco es su desastre; el nuevo Mercado Central, el nuevo Puente del Ejército y el puente Dueñas son parte significativa de sus obras. Fue consciente de que debía ir de la mano con una ciudad que se expandía. Tan solo cuatro años antes se había fun- dado Comas y Sebastián Salazar Bondy publicaba su libro sobre la fealdad de la herencia colonial. n 15 Archivo Quehacer Los alcaldes militares: 1970-1980 En una década fueron seis, y entre ellos sobresalió otro personaje carismático: Eduardo Dibós Chappuis, más conocido como Chachi, quien fuera alcalde du- rante tres años. Anteriormente había sido alcalde de Miraflores por una lista independiente. Dibós continuó la línea de modernizar Lima, entendiendo por modernizar la ampliación y construcción de vías, sin generar, necesariamente, ciudadanía. No olvidemos que durante la gestión de Bedoya un ejemplo de esta modernización fue el reemplazo de los tranvías por una empresa municipal de ómnibus modernos, importando de Alemania vehículos Büssing. Lo que la Vía Expresa, el famoso Zanjón, fue a Bedoya, la Costa Verde lo es a Chachi Dibós, cuya concepción fue del alcalde de Miraflores, Ernesto Aramburú Menchaca. Chachi Dibós también se entrampó en la modernización del centro histórico de Lima, en un enjambre de demoliciones de los jirones Cusco, Lampa y Camaná. Y eso que era un reconocido corredor de autos. n 16 Eduardo Orrego Villacorta: el alcalde arquitecto, 1981-1983 Eduardo Orrego fue considerado, al interior de Acción Popular, como un proyec- to presidenciable. Pero la historia no estuvo de su lado. Murió joven. Y su labor edilicia se redujo a trabajos en el centro histórico: convertir el Jirón de la Unión en un paseo peatonal y reubicar a los vendedores ambulantes en un centro comercial denominado Polvos Azules. n 17 18 Alfonso Barrantes Lingán: el alcalde de izquierda, 1984-1986 Quizá fueron los mejores años de la izquierda peruana. No todos, fuera y dentro de la izquierda, sentían afecto por Alfonso Barrantes Lingán, más conocido como Frejolito, quien contribuyó al acercamiento de las agrupaciones políticas de iz- quierda que ensayaron coaliciones parciales durante las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1978 y las elecciones generales de 1980. La izquierda peruana aportó al retorno de la democracia, y con la democracia la izquierda peruana se hizo presente. Alfonso Barrantes es el fundador de Izquierda Unida y, como alcalde, promovió la creación del Programa Vaso de Leche para los niños de escasos recursos en los barrios marginales, impulsó un importante programa de formalización de la propiedad, amplió las áreas pavimentadas y desarrolló proyectos de asentamientos planificados como Huaycán y Laderas de Chillón. Lo importante, sin embargo, es que veintisiete años antes de que Susana Villarán llegara a la alcaldía, la izquierda peruana asumió el reto de gobernar una ciudad de las dimensiones de Lima. El carisma de Barrantes fue crucial y se demostró desde el programa televisivo donde tuvo que enfrentarse a candidatos de la talla de Luis Bedoya Reyes (un retorno más bien tardío e innecesario), Alfonso Grados Bertorini (a quien se dirigía como su tocayo) y Alfredo Barnechea, que llegó un tanto displicente al evento, en representación de los apristas. Barrantes se comportó ante cámaras como Frejolito, como el tío Frejolito, y no como un rudo combatiente de las izquierdas, tal como se le mostraba en las caricaturas de los diarios, con un cuchillo en la boca.