La Raza De Caín '•
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/' .-- . ~-~¿___......____¡f-~ LA RAZA DE CAÍN '• CARLOS REYLES DEL AU'JOR: LA La Muerte del Cisne. , RAZA DE CAIN CUARTA EDICIÓN Es propiedad. Qtteda hecho el depósito qtte marca. la ley •. Sociedad de Edioiones Literarias y ArUsticas LIBRERíA PAUL OLLENDORFF SO, CHAUSSÉE D 1ANTIN, SO PARÍS Respetuosa y humildemente dedico á la Juventud de mt pais, este libro doloroso; pero acaso saludable. CARLOS REYLES. i _1_\ Pat·ís, 9 de enero de 190i Seiíor don CARLOS REYLES Seiíor y eminentísimo colega : He leído con et más vivo interés v~eestra hermosa Raza de Cain , hermosa como concepción, hermosa como composición y estilo, hermosa como exterior. ¡Cosa extrafta! Un senti miento tan común, ta1~ vigoroso, que apasiona tanto como lo es la envidia, casi no ha encontrado hasta ahora su expresión poética. Diríase que los poetas tie·nen vergüenza de mostrar ese aspecto repugnante del alma humana, á pesar de q~te mostrar et alma bajo todos s~ts aspectos es la gran misión de la poesía y del arte. Por una coincidencia c~triosa, casi al mismo tiempo que vuestra vigorosa y profunda novela apareció otra de Emesto Wildenbruch t-itulada Neid (<<Envidia ») que trata, como vuestra Raza de Cain, la misma baja pasión. Las compara ciones se imponen. Pues bim : sobrepasáis en mucho á nuestro autor alemán por la verdad de vuestro análisis psi cológico, por la sombría grandeza de vuestro arte, por la sencillez sorprendente de vuestros medios. Si vuestra novela obtiene el éxito que merece, os hará céle bre de ut~ solo golpe. Es lo que desea de todo corazótt vuestro admirador (que 110 cree pertemcer á La Raza de Cain). MAX NORDAU. r LA RAZA DE CAIN CAPÍTULO PRIMERO ON señoril lentitud y estudiada gravedad descendió Cado de una flamante victoria, frente á la casa C de don Pedro Crooker, acaudalado estanciero y el prócer más conspicuo de la villa. Arreglóse cuidado samente los pliegues de su levita gris perla, recién plan chada; atusóse los bigotes, que minutos antes habian sufrido la acción de las tenacillas y el cosmético, y, pala deando como de costumbre cuando estaba un poco nervioso, entró en el zaguán, irguiéndose á fin de parecer más alto. Dióle su tarjeta á la niña que pirueteando le salió al encuentro, y apelaba á la flema y al sans faf01Z que habia adquirido en sus quince dias de Paris, para presentarse correctamente delante de su antiguo protector, cuando las risas y las irrespetuosas pal~bras de la pizpereta mocosa que llegaron hasta él claras y distintas le arrebolaron la nariz y el rostro, pero señaladamente la nariz, cuya facul tad de enrojecer causaba al presumido joven no pocas humillaciones y tormentos. - Aqui tienen ustedes - gritó la locuela en el espa· 1. - . IO LA RAZA DE CAfN LA RAZA DE CAÍN It i;t cioso y fresco patio donde la fami1ia Crooker acostum r siluetas delicadas de las parisienses; ¡ y bien ! sin pizca de braba matar las largas horas caniculares con la charla y '1 exageración, las aseguro que al entrar aqui me he conven la lectura - nada menos que á Jacinto B. Cacio, corres cido de que en este pueblecito hay quienes, ni en elegancia ponsal de La N ación de Buenos Aires, de La Prensa, etcé ni en paqueteria, tienen nada que envidiarles ... Si hubiera tera, etcétera ... - y echóse á reir como si le hicieran cos encontrado por la calle á estas niñas, acaso no las habria quillas. Oyéronse después mal ahogados murmullos y conocido : ¡ en seis años cambian de tal manera las perso cuchicheos, y por último una voz grave que reprimia á la nas jóvenes ! Sin embargo, los rasgos fisonómicos no han mocosa. sufrido esencial alteración - aseguró, aprovechando la - He llegado ayer y mi primera visita es para ustedes, coyuntura que le ofrecía el hilo del discurso para flecharles cuya residencia aqui supe casualmente hace un instante; atrevidamente los ojos; -y yo tenia á ustedes tan pre en caso contrario, hubiera venido anoche á presentarles sentes... He dicho mal : en cualquier parte las hubiera mis respetos - exclamó Cacio al entrar, saludando pri reconocido en seguida, me lo hubiera dicho el corazón ... ¡ Y mero á la hija mayor de Crooker y luego á las gentes que cómo no ! los recuerdos de la infancia son los que más alli habia y que le hicieron un recibimiento cordial, pero fuertemente se imprimen en la memoria. En América, lo como á persona de condición inferior. mismo que en Europa, he pensado mucho en ustedes. Cacio, con la cabeza, le hizo señas á la mucama de que Excuso decirles que siempre las seguia viendo endiosadas se acercara, .y estudiada y gravemente le dió el lustroso por el prestigio casi supersticioso de que la gente de este sombrero y el bastón de ballena con puño de oro. « Me he pueblo las rodea. habituado á que me sirvan y no puedo prescindir de cier Hubo aqtú un silencio embarazoso, que el joven se tos detalles elegantes; si ustedes los desaprueban, me apresuró á romper, diciéndose antes, un poco desconcer demostrarán que no viven á la demiere », parecía expresar tado :«No se pronuncian; creo que no estoy en mi dia. ll el gesto presuntuoso con que Cado acompañó sus adema - ¡ El pueblo ! ... ¡ No se pueden figurar con cuánto gusto, nes. con cuánta emoción lo he vuelto á ver ! Pero, hasta ahora, Después tomó asiento esforzándose por parecer dueño lo que más me ha impresionado ha sido la vista de esta de si, y para fingirlo dirigióles algunos melosos cumpli casa, que me recuerda tantas cosas !. .. Les juro que al mientos á las damas. entrar me flaqueaban las piernas ... ¡ Ah, si, tantas cosas !. .. - A usted, Amelía, la encuentro igual : siempre joven esperanzas, alegrias y también penurias; porque aqui y elegante : no pasan años por usted. En cambio las seño hice yo mi estreno en la escena del mundo, y los primeros ritas me parecen transformadas. Los lindos capullos se pasos son siempre difíciles ... - é iba á añadir : « para los han convertido en ufanas flores ... desheredados de la fortuna », pero le pareció demasiado - Usted tampoco ha cambiado, Cacio - interrumpió rimbombante la expresión. Amelía riendo; -siempre tan galante y fraseador. - A pesar de eso, creemos que usted no debe de tener -No, no es galantería .. tengo fresca en la tetina las malos recuerdos de nosotros, ¿no es verdad, Cacio? - .. l .:. LA RAZA DE CAÍN I3 '. ·\.· . ""''"" 1 • arguyó A1felia con su sonrisa bonacho11~~'+-::\~osotros lo Arturo y Cado h§¡bian sido condiscípulos en el colegio apr~ábamos á pesar de que usted á vece's:.:: no se hacia del pueblo, que frecuentaba aquél en la estación vera querer, y• recuerdo que yo lo defendía á ~p.udo de los niega, mientras su familia tomaba los baños. A la entrada ataques, 1de los sirvientes, porque, ésos sfJlio·le tenían del otoño los Crooker huían á la ciudad, acabábanse las ~r. t buena voluntad... .. · . ·: tertulias y las excursiones organizadas á menudo por las - Seria muy ingrato si no les estuviese agrad~~idisimo; niñas, á fin de animar la vida monótona del pueblo, y hasta les debo á todos grandes favores, y, sin la ayuda que me el año siguiente no volvían á oir los pacíficos habitantes prestó don Pedro, mirando por mi y costeándome los de aquellos lugares el alegre ruido de los cascabeles ni las estudios, es dificil que hubiese llegado á ser lo que soy ... lo risas locas, que todas las tardes, al pasar, dejaba vibrando poco que soy. en ef aire, como una música juvenil, el bonito break de las Arturo Croc;>k~r le dirigió una mirada un si es no es bur n señoritas, que iban á la playa ó volvían de ella. lona y sonrió desdeñosamente. Era el robusto mozo un · El primer encuentro con Arturo dejó ert la mente de tipo d&>belleza varonil. Sus gestos y actitudes acusaban Cado imborrable huella. Un día,. después de desayunarse, no sé qué despreocupación elegante que lo hacia á la vez se echó la cartera á la espalda; dióle un pedazo de pan al atrayente y así como temible. El desenfado del ademán y cachorro, que le habían regalado la semana anterior, y la mirada firme imponían, pero al mismo tiempo la risa emprendió el camino de la escuela, pensando en que á las franca y abierta inspiraba simpatía y confianza. Como la cinco regresada y podría enseñarle á Palomo á recoger la mayor parte de los jóvenes ricos, tenia Arturo poca ilus pelota y á sentarse en las patas. Dió los rodeos de costum tración, pero más ciencia mundana que la generalidad de bre, mientras su briosa imaginación tejía interminable aquéllos y aun que la que sus pocos años pudieran acredi novela; pasó por delante del coche amarillo del médico, tar, y no obstante haber sido muy calavera y mediana cuyos caballos, desmedidamente cabezones y crinudos, mente derroch:¡.dor, estaba bien preparado para las luchas movían las orejas como si lo reconocieran cuando acertaba de la vida y eta muy capaz de emprender y salir airoso de á pasar junto á ellos; hízole las morisquetas de orden á la empresa m~s dificil, ~on tal que ésta no demandase otras J en aro el remendón, que trabajaba á la puerta de su tugu· cualidades que los buenos músculos, ni más ciencia que rio, entre el loro, el perro y el macaco, y se detuvo como el conocimiento de los hombres y de los negocios. Here siempre en los sitios más animados y concurridos, entre daba Arturo algunas cualidades de don Pedro, y como los que' figuraban la plaza y la « Botica de la Libertad ».