<<

Publishing Association Nampa, Idaho | Oshawa, Ontario, Canada www.paci cpress.com Director editorial: Ricardo Bentancur Redacción: Alfredo Campechano Diseño de la portada: Gerald Lee Monks Arte de la portada: © Liz Lemon Swindle Diseño del interior: Diane Aguirre Las citas de las Sagradas Escrituras marcadas con LBLA están tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS®, Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Utilizada con permiso. Las citas marcadas con NTV están tomadas de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados. Utilizada con permiso de Tyndale House Publishers. Las citas marcadas con NVI están tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI® copyright © 1999 por Biblica, Inc.®. Utilizada con permiso. Las citas marcadas con RV15 están tomadas de la versión Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 por Editorial Mundo Hispano. Las citas marcadas con RV60 están tomadas de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizada con permiso. Las citas marcadas con TLA están tomadas de la Traducción en lenguaje actual Copyright © Sociedades Bíblicas Unidas, 2000. Utilizada con permiso. El autor se responsabiliza de la exactitud los datos y textos citados en esta obra. Puede obtener copias adicionales de este libro en www.libreriaadven- tista.com, o llamando al 1-888-765-6955

ISBN: 978-0-8163-9158-5

Derechos reservados © 2018 por Pacific Press® Publishing Association. P.O. Box 5353, Nampa, Idaho 83653 EE. UU. De N. A.

Printed in the United States of America All rights reserved

Septiembre 2018 Contenido

Introducción...... 5

1. Cómo tomar las mejores decisiones...... 13

2. Cómo ser un buen inmigrante...... 22

3. Cómo superar una vida de errores catastróficos...... 34

4. Cómo mejorar tu situación financiera...... 48

5. Cómo conseguir un excelente trabajo...... 61

6. Cómo levantarte cuando todo parece estar en tu contra. .77

7. Cómo cambiar el rumbo de tu vida...... 90

8. Cómo reconciliarse con el Dios de compasión...... 102

Conclusión...... 118

Apéndice...... 123 Introducción

nos días antes del tercer cumpleaños de nuestro hijo Umenor, Joel Benjamín, le pregunté: —¿Bebé, que te gustaría recibir de regalo para tu cum- pleaños? —Me miró con una chispa en sus ojos y me dijo: —Papá, tú sabes. Durante los primeros años de su vida Joel había tenido una película favorita de dibujos animados para niños: Toy Story [Historia del juguete]. La película le gustaba tanto que, aunque era regla en la casa que él y su hermano po- dían ver solo una hora de televisión al día, él siempre bus- caba una manera de mirar esta película más de una vez. A menudo, después de terminar de verla, me decía: —¿Papá, por favor la puedo ver otra vez? Yo le respondía que ya había mirado suficiente televi- sión ese día, y que ya no podía ver más. Él replicaba: —Papá, la película también está en español. Si me dejas verla otra vez en español, sería educativa. ¿No quieres que sea bilingüe? —Una vez que yo accedía y Joel veía la pelí- cula por segunda vez, regresaba pidiendo verla una vez más, y esta vez decía: —También tienen la película en francés; si me dejas verla, puedo ser trilingüe. Uno de los personajes principales de la película es Buzz Lightyear. Joel había desarrollado una admiración especial por este “muñequito héroe” en la película. Así que cuando le pregunté qué quería para su cumpleaños, me dijo: —¡Papá, yo quiero un Buzz Lightyear! Ese mismo día fui a la tienda de juguetes más cerca a

• 5 • Cuando el amor te alcanza nuestra casa en Long Island, Nueva York, la tienda Toys R Us, a buscar un Buzz Lightyear. Allí encontré una hilera de estantes dedicadas a juguetes de la película preferida de mi niño. ¡Y de pronto lo vi! Buzz, uno pequeñito, costaba $9.99. Era lo que buscaba. Lo tomé en mi mano, y cuando comencé a caminar hacia la caja para pagar, me di cuenta que el Buzz chiquitito no era el único. Había uno más grande, podríamos decir mediano, que costaba como $49.99. Así que pensé: Esta es la única vez que Joel va a cumplir tres años. No le puedo regalar el Buzz pequeñito, este es el que debo llevarle. Lo tomé en mis manos, listo para comprarlo, mientras pensaba en nuestro presupuesto fa- miliar. La vida en Nueva York puede ser muy cara, y siem- pre hay que tener un ojo en los gastos del mes. Pero de pronto vi a Buzz Lightyear, ¡en grande! Me emocioné y dije: “¡Este es el que le tengo que regalar a mi hijo!” El Buzz grande tenía control remoto, hablaba varias idiomas, se movía, caminaba, y hasta bailaba. ¡Wow! Ese era el rega- lo para mi bebé. Tomé al Buzz Lightyear grande en mis manos, y en ese momento me di cuenta del costo: $99.99 más el impuesto. Vacilé por unos momentos, casi podía sentir mi billetera escondiéndose dentro de mi bolsillo. Miré al Buzz peque- ño y al mediano, pero el grande era mucho mejor. No po- día comprar ni el mediano ni el pequeño; me sentí casi como que estaría traicionando mi amor por Joel Benjamín si no le regalaba el más grande y costoso. Corrí a la caja sin pensarlo mucho, saqué mi tarjeta de crédito, lo pagué, y me dirigí a la casa. Al salir de la tienda con el regalo más grande y más cos- toso para mi hijo, pensé en Dios: un Dios que no quiere darte bendiciones a medias o bendiciones pequeñas y mise- rables, un Dios que quiere darte las bendiciones más gran- des. Uno de los propósitos de este libro es transmitirte la • 6 • Introducción seguridad de que Dios te ama tanto que está dispuesto a hacer cualquier cosa para bendecirte y para que seas feliz. La Biblia tiene muchas promesas acerca de lo que Dios quiere hacer por ti: “Deléitate en el SEÑOR y él te concederá los anhelos de tu corazón” (Salmo 37:4, RV15). “Mi Dios, pues, suplirá toda necesidad de ustedes conforme a sus ri- quezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19, RV15). Finalmente, llegó el día del cumpleaños de Joel, una fría mañana de enero en Long Island, Nueva York. Muy temprano, mi esposa Joanne, nuestro hijo mayor José III, y yo nos levantamos listos para la celebración. En silencio buscamos el pastel, decorado con los muñequitos de la pe- lícula Toy Story, encendimos las tres velitas, entramos en el cuarto de Joel Benjamín y comenzamos a cantar “Cum- pleaños feliz”. Joel se despertó lleno de alegría, sopló las velas y enseguida pidió vehementemente su sorpresa de cumpleaños. Trajimos la caja grande, envuelta con un pa- pel de regalos muy lindo. A medida que rompía el hermo- so papel de regalo, me acordé que mi mamá siempre nos había enseñado a abrir los regalos con cuidado de no rom- per el papel, para que lo pudiésemos usar nuevamente en otro regalo. Pero Joel lo rompió emocionado. Ayudamos a Joel a sacar a Buzz Lightyear de la caja. Ese era el momento con el que yo había soñado. Había com- prado el regalo pensando en los saltos de alegría, los besos y abrazos, las expresiones de gratitud de mi hijo Joel. Yo sabía que sería un momento maravilloso y emocionante. Pero los saltos de alegría, abrazos, besos y agradecimientos nunca llegaron. Al contrario, la carita linda de alegría de nuestro niño se tornó en una cara de molestia, por no de- cir rabia. Le pregunté: —¿Joel, todo está bien? —¡No! ¡Me compraste un Buzz Lightyear muy gran- de! ¡Yo quería uno chiquito! —me respondió enojado. • 7 • Cuando el amor te alcanza Traté de entenderlo, razoné con él, le expliqué que el próximo año le compraría el chiquito, que por este año tenía el más grande y el más caro de todos. Su respuesta fue: —¡No me importa! ¡Yo quiero el grande el año que viene, pero este año quiero el chiquito! Por un momento sentí como que estaba perdiendo mis capacidades de padre, de pastor y de cristiano, casi acudí a la proverbial “chancleta” que los padres solemos utilizar en algún momento. Después de intentar muchas veces ayudarlo a aceptar su regalo, y notar que Joel no iba a cam- biar su manera de pensar, le dije: —No importa lo que tú digas; ese es tu regalo, no te voy a comprar otro. Si quieres otro Buzz Lightyear, cóm- pralo tu mismo. Él me miró con una cara triste, aún molesto, y me dijo: —Papá, si no me compras el regalo que yo quiero, voy a ir a Nueva Jersey, donde está mi abuelo, y él me va a com- prar el regalo que yo quiero. Mi respuesta, ante la gran osadía de mi pequeño hijo, fue simple: —Está bien. Ahí está la puerta. Grande fue mi sorpresa cuando vi a nuestro hijo de tres años entrar en su cuarto de juguetes y salir con su bicicle- tita con dos rueditas de entrenamiento a los lados. Le pre- gunté: —¿Joel, a dónde vas? —Su repuesta fue única: —Voy a la casa del abuelo en Nueva Jersey. Nos esforzamos por no reírnos en su cara, y decidimos dejarlo para ver hasta dónde llegaría en su empecinamien- to. Olvidándose de que el clima estaba frío afuera y que todavía quedaba un poco de nieve de una nevada de unos días antes, nuestro niño abrió la puerta de la casa con mu- cho esfuerzo y salió en su bicicletita con solo una pequeña • 8 • Introducción camiseta, calzoncillos, y sin zapatos. Mi esposa Joanne y yo nos quedamos mirando desde dentro de la casa, y lo vimos pedalear con mucho trabajo dos o tres veces sobre la nieve, chocar con una roca ornamental en la entrada de nuestra casa, y caerse con su bicicleta. Muy determinado se levan- tó, pateó la bicicleta y enseguida pudimos ver reflejado en su rostro el dolor de su dedito gordo del pie: se había olvi- dado que no llevaba zapatos. En su determinación, siguió caminando, o mejor dicho cojeando, sobre la nieve, cami- no a Nueva Jersey. Al llegar al final de la entrada, paró por un momento; me imagino que estaba calculando el tiem- po que le tomaría caminar en el frío, sin zapatos y con muy poquita ropa desde Long Island, Nueva York hasta Nueva Jersey. Tal vez pensó que tendría que caminar por algunas autopistas con muchos autos, pasar por Brooklyn, cruzar varios puentes, y tomar la autopista de Nueva Jersey hasta la salida 7 A. Pero hubo algo que lo hizo reaccionar. De pronto se dio vuelta y comenzó a cojear de regreso a la casa, tembloroso y con su carita muy rosadita. Al llegar a la puerta tocó el timbre, yo salí y le pregunté: —Bebé, ¿qué quieres? Él respondió: —Papá, estoy temblando. —Yo sé —le dije. —Papá, me duele el dedo gordo del pie. —Yo lo sé —respondí. —Papá, me arde la cara. —Tu cara esta morada del frío. —Papá, estoy en calzoncillo. —Sí —le dije, y las lagrimas comenzaron a salir de sus ojos. —Papá, ¿puedo entrar en la casa? Me di cuenta que me había hecho todas esas preguntas simplemente para llegar a la pregunta más importante. • 9 • Cuando el amor te alcanza Joel quería saber si después de haber sido tan desagradeci- do, egoísta, e injusto con su padre y toda su familia, toda- vía había espacio para él en el hogar. ¿Como piensas que le respondí? ¿Qué piensas que le dije? No pude más, no aguantaba ver a mi niño de tres años adolorido, temblando, llorando, y sufriendo en mi presen- cia. Lo levanté, lo apreté contra mi pecho y le dije: —Bebé, ¡por supuesto que sí puedes entrar en la casa! Nuestra casa siempre será tu casa, porque papá te ama. Al escuchar eso, se echó hacia atrás de manera muy vi- gorosa, separándose de mi pecho, y rápidamente me pre- guntó: —¿Aunque yo sea malo? Esta es una pregunta que muchos cristianos no han po- dido responder correctamente aún. Es una de las razones por las que muchos viven con sentimientos de culpabili- dad, pensado que no tienen esperanza. Es tal vez la razón principal por la que los seguidores de Dios en ocasiones no reflejan una buena imagen de su Creador, simplemente porque no conocen la respuesta a esta pregunta. Volví a apretar a mi niñito contra mi pecho, más fuerte que nunca, y le dije: —Bebé, papá te ama siempre, cuando te portas bien, pero también cuando te portas mal. Mi amor por mi hijo nunca ha estado supeditado a su comportamiento. Lo amo porque es mi hijo. El propósito principal de este libro es que tú sepas que Dios te ama, que te ama cuando eres bueno, y que también te ama cuando eres malo. Te ama si vas a la iglesia, y también te ama si nunca has puesto un pie en la iglesia y ni siquiera has ele- vado una oración. Espero que al leer este libro sepas que con Dios tus errores no son fatales, tus oportunidades no se acabarán, y que lo mejor en tu vida todavía está por ve- nir. • 10 • Introducción La Biblia es muy clara cuando dice: “Pero Dios de- muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pe- cadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8, RV15). Cuando Dios te ve, no te ve como un pecador, un egoísta, borracho o abusador, ni como un adúltero o un sinvergüenza. Él te ve como un bebé indefenso, temblan- do de frío, con dolor en tu dedito gordo y en calzoncillitos, cojeando, con deseos de entrar en la casa. Dios no aguanta las ganas de levantarte del suelo, abrazarte contra su pecho y llevarte de regreso a su hogar, a tu hogar, el reino de Dios. En los próximos capítulos leerás acerca del amor del Padre Dios hacia ti, ejemplificado en la más famosa pará- bola de Jesús. Estas páginas, llenas del amor de Dios por ti, te proveerán muchas lecciones prácticas para tu vida dia- ria. Así que:

·· Si tienes decisiones importante que tomar… ·· Si eres un inmigrante o un ciudadano en el país donde vives… ·· Si siempre haces todo bien o si te equivocas de vez en cuando… ·· Si tienes mucho dinero o no tienes donde caerte muerto… ·· Si tienes un buen trabajo o estás desempleado… ·· Si estás saludable o muy enfermo… ·· Si tienes una linda familia y muchos amigos o sien- tes que nadie te quiere y que todos están en contra de ti… ·· Si te portas bien o si eres un sinvergüenza… ·· Si lo tienes todo y te crees mejor que los demás…

Este libro es para ti. • 11 • Cuando el amor te alcanza Hazte un favor mismo: léelo y compártelo con un familiar, amigo, condiscípulo o colega que esté pasando por alguna dificultad. Y recuerda: tus errores no son fata- les, tus oportunidades no se acabarán, ¡lo mejor está por venir!

• 12 • Capítulo 1 Cómo tomar las mejores decisiones

Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde”. Y él les repartió los bienes. San Lucas 15:11, 12, RV15.

ionisio Raymundo, hombre moreno y fuerte de casi Ddos metros de estatura, caminaba por las calles de la ciudad de Guantánamo aquel sábado de noche, según su costumbre. Estaba borracho. En la ciudad casi todos lo co- nocían y lo trataban con respeto, o más bien con miedo. Dionisio trabajaba en los muelles de la bahía, y era famoso por su fuerza y porque casi todos los días peleaba con sus compañeros de trabajo. Estas peleas eran notables porque siempre terminaban de la misma manera: Dionisio golpea- ba a su contrincante, lo llevaba hasta el extremo del muelle y lo tiraba en el mar. De pronto, Dionisio escuchó una suave música y vio que mucha gente entraba en un lugar. Debe ser una fiesta. Veamos qué está pasando aquí —pensó, y entró. Dionisio fue recibido con cortesía y a la vez con reserva por los jóve- nes a las puertas de la Iglesia Adventista de Guantánamo, en el oriente de Cuba. Al darse cuenta de que Dionisio estaba embriagado, le ofrecieron un asiento en la parte de atrás de la iglesia. Pero Dionisio no lo aceptó, y les dijo: —Yo quiero sentarme al frente —apuntó al único asiento desocupado en la primera hilera de asientos de la • 13 • Cuando el amor te alcanza iglesia y, tambaleándose, a pesar del desagrado de los ujie- res, procedió a sentarse cerca del púlpito, donde dentro de pocos el pastor Isaías hablaría de Jesús. Durante la vibrante, dinámica y poderosa predicación, Dionisio, a pesar de su condición, se mantuvo mayormen- te atento. De pronto el pastor dijo algo que llegó al cora- zón del gigante borracho: —Dios te ama. Quiere que decidas pedirle que te ayu- de a morir al mundo y su vanagloria, y a vivir para Cristo. Al escuchar esas palabras, Dionisio se levantó y salió por el pasillo central de la iglesia, gritando: —¡Dionisio Raymundo, muerto al mundo y vivo para Cristo! ¡Dionisio Raymundo, muerto al mundo y vivo para Cristo! Padres buenos Jesús comenzó su parábola más famosa con las siguien- tes palabras: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde’” (S. Lucas 15:11, 12, RV15). Este pedido de parte del hijo menor no solo fue atrevido y de mal gusto, también fue cruel. En aquellos tiempos, como también ahora, la herencia se recibía cuando los pa- dres morían. El hijo menor prácticamente le estaba dicien- do a su padre: “Papá, en realidad yo preferiría que estuvieras muerto, pues lo único que me importa de ti es tu fortuna”. En cierta ocasión, un padre me dijo: “Si yo hubiera sido el padre de ese muchacho le habría dado una paliza, lo habría desheredado y le habría dado a su hermano toda la herencia”. He visto a muchos padres castigar severamente a sus hijos por cometer errores. Conozco padres que, en los momentos más vulnerables de sus hijos, cuando más necesitaban del amor de la familia, los han dejado irse a la calle y los han empujado a los brazos de las personas que más daño les pueden hacer, ol- • 14 • Cómo tomar las mejores decisiones vidando que Dios les dio esos hijos, y que ellos son responsa- bles de cuidarlos y protegerlos, aunque se porten mal. Muchos adolescentes han escuchado a sus padres de- cir: “¡Ensuciaste el nombre de la familia! Ya no puedes vi- vir más bajo nuestro techo. Si hiciste ‘eso’ con tu novio, vete con él, que él te mantenga; no te quiero más aquí”. Si conoces a algún padre que ha hecho esto, o a alguien que ha escuchado palabras tan terribles como estas, por favor regálale este libro cuando termines de leerlo. Dios bendice a los buenos y a los malos Pero este padre maravilloso “les repartió los bienes” (S. Lucas 15:12, RV15). Una de las lecciones más grandes que vas a encontrar en este libro es esta: El padre no se enfadó ni echó a su hijo menor de la casa. Aunque todavía no era tiempo, le dio a su hijo menor una parte de la herencia, pero también le dio la otra parte al hijo mayor, quien no la había pedido y no era tiempo. ¡Qué padre tan ejemplar! Me gustaría ser como ese padre de la historia de Jesús, un padre que amaba tanto a sus dos hijos, que estaba dispuesto a tratarlos con bondad y generosidad a pesar de su comportamiento. Dios es tan bueno que bendice a los que se portan bien, pero también bendice a los que se portan mal. Dios nos ama a todos. ¡Sí! Dios bendice a los buenos y a los malos, a los blancos, a los mulatos, a los negros, a los hombres, a las mujeres. Bendice a los que están lidiando con su identi- dad, a los latinos y anglosajones, a los africanos y orienta- les, a todas las personas de todas las nacionalidades, razas y culturas, y también a los cubanos como yo. Dios es tan bueno que no puede parar de bendecirte, aunque te portes mal, porque te ama. No importa cuán bueno o malo seas, nuestro Padre Dios es tan bueno y te ama tanto que te otorga bendiciones. La Biblia es enfática cuando habla del • 15 • Cuando el amor te alcanza Padre que “hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos” (S. Mateo 5:45, RV15). Por favor, toma un momento para enumerar las bendi- ciones que Dios te ha dado: vida, aire, agua, alimento, sa- lud, un techo, padres, esposo, esposa, hijos, un hogar, la oportunidad de vivir en este país, escuela, auto, trabajo, una novia, un novio, un cuerpo sano, amigos… y podría- mos seguir mencionando muchas más. ¿Qué pasaría si Dios solo te diera estas cosas cuando te portas bien, y te las quitara cada vez que te equivocas? Dios te ha concedido estas bendiciones porque así lo quiere, te las ha dado para tu bien y para el bien de tu familia y tus vecinos. Bendiciones y responsabilidades Como padre de dos hijos, he intentado meterme en la mente del padre de la parábola de Jesús. Me imagino a este padre, quien conocía muy bien a sus dos hijos y, tal vez con lágrimas en los ojos, les dijo: “Ustedes están recibiendo muchas bendiciones inmerecidas, en abundancia y por adelantado. Con las bendiciones vienen las responsabili- dades. Mis queridos hijos, tomen decisiones buenas para utilizar lo que les doy. Cuenta la parábola que el hijo mayor se quedó en su casa, pero el “bebé”, el hijo menor, tomó la peor decisión de su vida: unos días después se fue lejos de su padre. Mi corazón de padre se conmueve hasta las lágrimas al pensar en esto. Yo le habría dicho: “M’ijo, cuídate, usa bien tus bendiciones, pero si las cosas no funcionan, por favor regresa a casa”. Es- toy seguro de que el padre se lo dijo, y tal vez mucho más. Consejos para tomar buenas decisiones Al igual que el padre de nuestra historia bendijo a sus hijos, Dios te ha bendecido y te quiere bendecir mucho más, pero el destino de tu vida depende en gran manera de • 16 • Cómo tomar las mejores decisiones las decisiones que has tomado y que vas a tomar. Dios te ama y ha hecho planes maravillosos para tu vida, a fin de que seas exitoso y feliz. Él quiere darte un buen futuro, pero tu futuro va a ser dictado mayormente por tus decisiones. Sigue estos consejos, estoy seguro de que te serán útiles.

1. Asegúrate de que tienes la información necesaria antes de tomar una decisión. No tomes decisiones sin tener la información necesaria. No te vaya a pasar como a mi amigo Francisco, que compró un auto porque podía pagar las cuotas mensuales, pero se olvidó de averiguar el costo del seguro, la gasolina, el peaje y el estacionamiento en su vecindario en la Ciudad de Nueva York. Sus amigos más cercanos huyen de él, y lo llaman “dos pesos”, porque cada vez que los ve les pide dos pesos “para echar un poquito de gasolina”. Si vas a tomar una decisión importante para tu vida, no tengas miedo de preguntar y averiguar todo lo que sea necesario antes de hacer algo.

2. No tomes decisiones apresuradas. Cada vez que alguien procura presionarme para que compre algo o tome una decisión apresurada, me alejo de esa persona tanto como pueda. Las decisiones repentinas y apresuradas generalmente no llevan al éxito. Hay personas que se desesperan y toman decisiones en dos minutos que van a afectar toda su vida. Por no tener la virtud de esperar, buscar información, orar y reflexionar, ponen en riesgo la seguridad de su familia. Iluminada ha estado casada durante diez años, tiene tres hijos y todos los días pelea con su esposo Cheíto. Cuando habló conmigo me comentó: “Me estaba ponien- do vieja, me desesperé, y decidí casarme con el primer hombre cristiano que me propusiera matrimonio. No quería quedarme sola, y me casé sin estar enamorada. Él ha

• 17 • Cuando el amor te alcanza sido un buen hombre y ha provisto para nuestra familia, pero no lo soporto. Lo he aguantado durante diez años, pero cada vez que lo veo me enfado por dentro… No estoy molesta con él sino conmigo misma por la decisión tan apurada que tomé hace diez años. Me siento mal por él y por nuestros hijos. No sé si puedo seguir en esto”. Lo más triste es que estas decisiones apresuradas no solo te afectan a ti, sino también a la gente que más te ama y que está a tu lado.

3. Analiza las posibles consecuencias de tus decisiones. Nadie se levanta en la mañana y dice: “Hoy voy a dejar a mis hijos sin padres”. Pero cuando estás en la oficina y pasa la secretaria linda y voluptuosa que no cree en el matri- monio y está procurando seducirte, tienes que recordar que si eres infiel un día, podrás perder a tu esposa y a tus hijos, y no los tendrás contigo, tal vez por el resto de tu vida. Nadie se levanta por la mañana y dice: “Hoy quiero que me encarcelen”. Cuando te asalta la tentación de to- mar algo que no es tuyo, piensa en las consecuencias. Tú no te levantas por la mañana y dices: “Hoy voy a morir y matar a otras dos personas en un accidente auto- movilístico”. Cuando recibes un texto y te dan deseos de ver tu Facebook, Twitter, o Instagram mientras estás ma- nejando, piensa en las consecuencias. Estas malas decisiones afectan a mucha gente, no solo a ti. Piensa en las consecuencias antes de tomar decisiones.

4. Rodéate de personas que toman buenas decisiones. Júntate con personas que han tomado buenas eleccio- nes, personas muy bendecidas, y que regularmente son una bendición para otros. Pídeles ayuda, pregunta cómo puedes superarte, escucha sus consejos, aprende de ellas e imita sus virtudes.

• 18 • Cómo tomar las mejores decisiones 5. Escucha el consejo de Dios. Este es el mejor de todos los consejos. Nunca tomes una decisión sin contar con Dios. Hay diferentes maneras de escuchar la voz de Dios; una de ellas es a través de su Palabra, la Biblia. Si estás contemplando la posibilidad de serle infiel a tu esposa, recuerda que la Biblia dice: “No cometerás adulte- rio” (Éxodo 20:14, LBLA). Si piensas en el aborto para terminar con la vida de un bebé no planeado y te hace falta la ayuda de Dios para tomar la decisión, la Biblia te dice: “No matarás” (Éxodo 20:13, LBLA). Si estás tentado a ga- nar dinero tomando ventaja de otras personas y de tu po- sición, sabiendo que ese dinero no te pertenece, en la Bi- blia encontrarás una clara advertencia divina: “No hurtarás” (Éxodo 20:15, LBLA). La oración también te puede ayudar a escuchar el con- sejo de Dios. Ora cada vez que vayas a tomar una decisión. Cuando ores, pídele a Dios que te indique el camino a se- guir; al finalizar tu oración quédate tranquilo y deja que Dios te oriente. A veces vas a sentir que Dios está ponien- do la respuesta en tu mente. Conozco personas que dan testimonio de haber escuchado literalmente su voz; otras veces Dios te va a responder mediante los consejos de otras personas y de tu interacción con ellas, quizá tus padres, tu cónyuge, tus hijos o tus amigos cristianos. Siempre recuer- da: si tú se lo pides, Jesús estará a tu lado cuando tengas que tomar una decisión. Ten fe en él.

6. Si tomaste una mala decisión en el pasado, decide cambiar ahora mismo. Si estás pensando que todos los consejos que te he dado son para las decisiones que vas a tomar en el futuro, pero estás sufriendo porque has tomado malas decisiones en el pasado, esta última lección práctica es para ti. • 19 • Cuando el amor te alcanza Hace unos días me encontraba en la ciudad de Eliza- beth, en Nueva Jersey. Iba camino al Aeropuerto Interna- cional de Newark. Tenía tantas cosas en mi cabeza que no estaba poniendo atención a mi GPS, y me pasé de la salida donde tenía que entrar para devolver mi auto alquilado. El GPS no se enojó, no me gritó, ni me dijo: “¡Chico, atiende! ¡Pon atención, mira por dónde vas, deja de bobear!” Simplemente me dio otra opción para regresar. En mi confusión, me volví a equivocar de calle, y una vez más el GPS, sin maltratarme, ignorarme o enfadarse con- migo, presentó el camino para llegar a mi destino. Seguí las instrucciones con más cuidado y finalmente llegué. El GPS no se enoja con tus errores. Dios tampoco. Pero a diferencia del GPS, Dios te ama infinitamente. Si te has equivocado y no has tomado buenas decisiones, ¡eso se acaba hoy! ¡Arrepiéntete!, pide perdón a los que has ofen- dido, y pídele a Dios que te guíe de ahora en adelante para vivir mejor que nunca. Hoy es el día de tratar bien a tus padres, de amar a tus hijos, de cuidar a tu esposa y de tra- tarla con cariño. Comienza desde hoy a hacer lo que es correcto. La decisión que tomaste el otro día ya pasó, ya quedó atrás; hoy es el día de tomar la decisión correcta, y solo puede ser posible con la ayuda de Dios. ¡Muerto al mundo y vivo para Cristo! Dionisio Raymundo volvió a la iglesia el domingo de no- che. Esta vez no llegó borracho. Algunos diáconos lo estaban esperando, tenían un asiento designado para él en la última hilera de bancos de la iglesia. Con firmeza, Dionisio les dijo a los diáconos que le gustaba como predicaba el pastor y que se sentaría donde se había sentado la noche anterior, en la primera fila de bancos, justo al frente. Nadie discutió con él. En la mañana del lunes, Dionisio llegó al muelle a trabajar. Sus compañeros ya habían escuchado la historia del sábado • 20 • Cómo tomar las mejores decisiones por la noche, y uno de ellos comenzó a burlarse de él: “¡Dio- nisio Raymundo, muerto al mundo y vivo para Cristo!” Con voz de trompeta chillona y con movimientos vulgares, este rudo compañero de trabajo se mofaba mientras que el resto de los trabajadores se juntaba en el muelle entre carcajadas y palabras obscenas, esperando ver la pelea diaria. “¡Dionisio Raymundo, muerto al mundo y vivo para Cristo!” Finalmente, Dionisio se dio vuelta y persiguió a su atormentador, quien corrió tratando de escapar del gigan- te, hasta que llegó el final del muelle. Ya no había más lu- gar para correr. Una vez allí, Dionisio agarró a su contrin- cante por el cinturón y por la nuca, lo levantó sobre su cabeza y lo balanceó varias veces como si fuera a lanzarlo al mar. El pobre hombre estaba demudado. “¡Tíralo! Es un cobarde y un buscapleitos… ¡Al mar con él!… ¡Pa’ los tibu- rones!”, decían los compañeros de Raymundo, ansiosos por presenciar el esperado clímax del espectáculo. Pero Dionisio, con una calma nunca antes vista, dijo: “Dale gra- cias a Dios que Dionisio Raymundo ha muerto al mundo y vive para Cristo, porque si no fuera así, en estos momen- tos estarías en medio de la bahía”. Dionisio colocó a su compañero en el suelo, y todos guardaron silencio. Para reflexionar

• ¿Qué lecciones aprendemos del padre de la parábola?

• ¿Qué importancia tiene la reflexión previa antes de tomar decisiones?

• ¿Qué significa “pensar de causa a efecto”?

• Haz una lista de bendiciones que has recibido de Dios. • 21 •