Mitos Y Escenarios De La Imagen Ibérica De China En El Siglo XVI
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1 La invención de China: Mitos y escenarios de la imagen ibérica de China en el siglo XVI Manuel Ollé Escola d'Estudis de l'Asia Oriental (UPF) En el siglo XVI, durante la euro-céntricamente llamada «era de los descubrimientos», asistimos tanto a una expansión de los horizontes geográficos conocidos y transitados por los europeos en términos estrictamente cuantitativos como a una radical transformación cualitativa en la percepción del espacio periférico al ámbito europeo: se pasa en pocas décadas de una percepción fragmentaria, básicamente mítica y simbólica, de los confines remotos y de las terrae incognitaea una descripción objetivada, basada en datos directamente percibidos, organizados y contrastados, pero aún fuertemente marcados por diferentes suertes de condicionantes legendarios, ideológicos, políticos y retóricos(764). En este marco, se produce en el ámbito del Extremo Oriente Ibérico durante el siglo XVI un proceso de invención de China en el doble sentido que el vocablo tenía en la época: descubrimiento y proyección sobre las realidades conocidas de primera mano de un imaginario que obedece a leyes propias, superpuesto a la percepción sin mediatizaciones(765). El examen del proceso de construcción europea de una imagen de China durante el siglo XVI, paralelo al proceso de contacto comercial, diplomático y misional con China de los ibéricos del Extremo Oriente, no puede dejar así de considerar los factores que marcan las coordenadas epistemológicas de la «etnografía implícita» al encuentro cultural(766). Podemos agrupar estos factores que condicionan la plasmación discursiva de las percepciones de los nuevos horizontes del siglo XVI en tres ámbitos: la pervivencia y repercusión de las imágenes anteriores sobre la generación de nuevas percepciones, el carácter limitado de los contactos entre ibéricos y chinos durante el siglo XVI y el contexto [542] histórico, biográfico y persuasivo que marca la orientación del acto de escritura de las relaciones y de la historiografía que de ellas se deriva. LA HERENCIA MEDIEVAL EN LA PERCEPCIÓN DE CHINA «Nessuno sa meglio di te, saggio Kublai, che non si deve mai confondere la cittá col discorso che la descrive. Eppure tra l'una e l'altro c'è un rapporto» Italo Calvino, Le cittá invisibili Latente bajo las nuevas percepciones de China forjadas durante el siglo XVI se mantiene el influjo de un profuso imaginario de raíz antigua y de concreción medieval proyectado sobre los ámbitos extraeuropeo, tanto en su vertiente mítica como simplemente en la continuidad de difusión de tópicos y motivos específicos repetidos al margen de su contraste objetivo. La pervivencia activa de esta herencia medieval condiciona sin duda la generación de nuevas imágenes. Este transfondo legendario se deja sentir especialmente sobre la valoración y la jerarquización de los datos consignados. En el caso de la imagen de China forjada por los ibéricos del siglo XVI, este sustrato mítico pudo claramente incidir en la orientación aurea, hiperbólica y casi utópica de su percepción. 2 Hasta más allá de la mitad del siglo XVI la percepción común europea de China era básicamente deudora de las imágenes medievales de la China mongol de los Yuan (1280- 1368). La ruptura de la Pax Mongolica y la entronización de la nueva dinastía Ming (1368- 1644) desvinculó a China del dominio tártaro y supuso tanto una vuelta a las raíces profundas de la civilización China como una interrupción de las relaciones comerciales con los mercaderes continentales a través de las rutas centroasiáticas. El código de los Ming (1397-98), establecido durante el período del emperador Hongwu, prohibía explícitamente a los ciudadanos chinos la salida del país y la divulgación de informaciones, ambas eran acciones conceptuadas como perjudiciales para la seguridad del Imperio. Sin embargo, estas restricciones frecuentemente no fueron respetadas. La apertura marítima que emprendió el imperio chino de los Ming durante su primera centuria en los ámbitos del sureste asiático y del océano Indico través del comercio tributario y especialmente a través de la formidable empresa marítima de Zheng He del primer tercio del siglo XV generó relatos y percepciones que llegaron a difundirse en Occidente tan solo entre los pueblos del ámbito musulmán. Después de esta etapa de expansión marítima el imperio de los Ming entró en una fase de mayor hermetismo e impermeabilidad a los contactos exteriores. Esta fractura de los canales de circulación de bienes e informaciones desde China a Occidente a través de las rutas continentales del [543] desierto de Taklamakart y de los Pamires explica la persistente influencia en el ámbito europeo de la obra de Marco Polo sobre los escritores, misioneros y viajeros del siglo XVI: ninguna nueva imagen relevante había venido a sustituirlo hasta las últimas décadas del siglo. Para los lectores ibéricos interesados en las antípodas orientales, el siglo XVI se abría así con la edición de dos reelaboraciones de la obra de Marco Polo. En portugués aparecía en 1502 el Marco Paulo de Valentim Fernandes. Al año siguiente, el dominico Rodrigo de Santaella publicaba en Sevilla su Cosmographia breve introductoria en el libro de Marco Paulo. El famoso Marco Paulo veneciano con otro tratado de micer Pogio florentino(767). Posteriormente, entre 1521 y 1547, se publicaron tres ediciones impresas de la traducción castellana de los Viajes de Sir John de Mandeville(768). La herencia medieval en la percepción moderna de China implicaba la pervivencia de construcciones imaginarias míticas proyectadas sobre el área extremo oriental. Más o menos desdibujadas, éstas pervivieron e incidieron en la orientación sesgada de la perspectiva adoptada en las nuevas percepciones de China. La pervivencia del influjo latente de mitos paradisiacos, concretados en la supuesta localización extremo-oriental del el dorado insular de Crise, Agir, Tarsis y Ofir, en la leyenda del riquísimo reino del Preste Juan, así como la pervivencia de la leyenda de la remota cristianización de Oriente por el apóstol Santo Tomás, explicarían en parte -tal como anteriormente apuntábamos- la orientación engrandecedora, hiperbólica, casi utópica que presenta la percepción de China en el siglo XVI. En esta línea pudo sin duda incidir también la influencia de la versión también tendente a la magnificación que Marco Polo ofreció de la China mongol en su obra, conocida justamente por este rasgo como Il Milione. Sin embargo no hay que olvidar que este transfondo mítico magnificador operaba sobre unos datos de la China Ming del siglo XVI que objetivamente enfrentaban a los viajeros durante un medio institucional complejo y ordenado, una civilización culta y refinada, tecnológicamente más desarrollada que la Europa inestable y convulsionada por las guerras de religión y por las epidemias de peste negra que diezmaban la población, una economía autosuficiente y de gran dinamismo, un ámbito geográfico y demográfico de dimensiones hasta entonces desconocidas(769). 3 La localización geográfica mítica del paraíso terrenal tuvo en las antiguas tradiciones culturales que confluyeron en la síntesis europea medieval dos versiones de origen diverso que apuntaban a localizaciones radicalmente lejanas. [544] Por un lado encontramos la tradición bíblica que, explícitamente en el Génesis, sitúa este paraíso edénico en Oriente. Contrariamente, las diversas tradiciones paganas (griega, romana, céltica) lo sitúan en un Extremo Occidente áureo. Durante el siglo XV la tradición cartográfica dominante situaba el paraíso terrenal en un Oriente remoto y arcano, progresivamente desplazado hacia el este a medida que crecían los conocimientos geográficos sobre la zona(770). Después de su tercer viaje a América, Colón escribió el año 1498 que tal como afirmaron los teólogos y escolásticos, el paraíso terrenal se encontraba en el este(771). Si bien no se puede afirmar que el paradigma ibérico de percepción del «Gran Reino de China» marcado por la mitificación positiva y hiperbólica dependa exclusivamente de la pervivencia del patrón mítico de un Oriente paradisíaco, no se puede desdeñar este dato como conformador de un haz de expectativas que condicionaban sin duda la ineludible selección y jerarquización de datos a describir, especialmente en una percepción del espacio geográfico como la pre-renacentista, básicamente todavía de matriz mítico- simbólica. La necesidad de una radical alteridad paradisíaca, situada en los albores de las Terrae Incognitae, se proyectaba como un reverso idealizado sobre un periodo convulso y crítico, con un valor compensatorio. Los ecos lejanos de esta vaga proyección espacial de un Oriente aureo se concretaron durante el periodo medieval y durante los inicios de la Edad Moderna en una leyenda de gran difusión y también de cambiante localización: la leyenda del inmensamente rico y poderoso reino del Preste Juan de las Indias Orientales. La figura mítica del Preste Juan parece surgir en el siglo XII, en pleno auge de la épica de las cruzadas, como una proyección nestoriana de la figura de un cabecilla Kitan huido del norte de China, Yelü Dashi, que venció en diversas batallas a los selúcidas y que fundó en el Asia central el Imperio Kara-Kitai. Yelü Dashi no era nestoriano, sino muy probablemente budista, pero protegió a las comunidades nestorianas. Además, para los medievales europeos católicos, cualquier enemigo de los musulmanes tenía que ser cristiano por necesidad. El Preste Juan, Rex et sacerdos, Emperador y padre espiritual del más poderoso, más grande y rico de los reinos jamás conocidos,