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nuestro credo MADRE, palabra mayúscula. Ser que nos regala el primer lloran por la partida del héroe o por su fatal regreso. Pero aliento con una sonrisa tierna, desprendida de la naturaleza comprenden bien la necesidad del sacrifi cio, y repiten como encantadora del espíritu. Para ella, cada nacimiento es como Marianas al que se mantiene en casa, a su lado: «Y tú, ¡em- un nuevo amanecer, cuyos relámpagos de luz acarician la pínate, que ya es hora de que pelees por tu patria...». Estos piel frágil de la inocencia. ejemplos de coraje y resguardo maternal, son la prueba más El niño, rodeado de juguetes y besos, crece entre los brazos exacta y consciente del estoicismo femenino. de esa mujer incomparable. Su pecho lo alimenta, su mirada Horas antes de salir hacia Cuba, en marzo de 1895, José lo cuida, su desvelo convierte en voluntad la madrugada. Ante Martí escribió a su querida Doña Leonor: «Yo sin cesar pien- el llanto repetido del bebé acude su corazón de madre, con- so en Ud. Ud. se duele, en la cólera de su amor, del sacrifi cio vertido en el más dulce encanto sobre la Tierra. Entonces, las de mi vida; y ¿por qué nací de Ud. con una vida que ama el lágrimas se secan, los labios se comprimen y la alegría irrumpe sacrifi cio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está en la carita infantil, como si un ala de fuego la rozara. allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi cre- Los brazos de las madres forman un reino, en el que con- ciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre».
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