La Pasión De Contar UN ATIPICO
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La obra de Mario Arregui La pasión de contar UN ATIPICO. En 1947, cuando su generación Pablo Rocca (la del “45”) empezaba a ocupar los primeros planos de la vida cultural montevideana, Arregui se radicó en la estancia paterna en el departamento de Flores, donde se había cria do. Como lo recordara María Inés Silva Vila ÁS EN SERIO que en en una crónica, el hacendado-estanciero con broma, Mario Aire- tinuó frecuentando a sus amigos en el café gui (1917-1985) co Metro de la Plaza Libertad (Falco, Carlos mentó que “los no Maggi, Tolalnvemizzi, Pedro Piccattoy otros). velistas tienen la Junto a Gladys Castelvecchi siguió concu puerta abierta para rriendo a las reuniones de la calle Mangaripé, contar pavadas y llenar páginas con cosas en casa de José Pedro Díaz y Amanda obvias, los poetas tienen permiso para amon Berenguer; allí se encontraba con Ida Vítale, tonarM palabras descomprometidas e imáge Angel Rama, Maggi, Manuel Flores Mora, las nes irresponsables o intercambiables; los que hermanas Silva Vila (María Inés y María no podemosjoder, los que sudamos y sufrimos, Zulema) y —a veces— con José Bergamín. los ‘en serio' somos los cuentistas” (Carta a Maggi había distribuido en dos arbitrarias Sergio- Faraeo, 24 de marzo de 1983). Esto, categorías a los jóvenes intelectuales de en que puede parecer una simple ocurrencia en tonces: los “entrañavivistas”, sector empe una charla de amigos —y como tal la presentó ñado en concebir la amistad y la literatura Arregui a su traductor brasileño— encierra como una discusión seria a la par que solidaria una vieja y profunda convicción de quien tenía (al que correspondían todos los nombrados); por esa fecha cerca de cuatro décadas de los “lúcidos ”, nucleados en las páginas cultu ejercicio literario. Casi cuarenta años en los rales de M archa y en la revista Número, que había escrito poco más de cuarenta cuentos. partidarios de las letras anglosajonas y de la crítica sin concesiones (Emir Rodríguez UNA OPCION LITERARIA. Cierto que redactó Monegal, Idea Vilariño, Mario Benedetti, un ensayo-evocación de Líber Falco (1964) y Carlos Martínez Moreno, Manuel Claps). que —sólo al final de su vida— publicó un Aparte de la endeblez del distingo —algo más puñado de artículos. Cierto que, pese a tan que una humorada—, el temperamento atípico provocativo juicio, consta su admiración por de Arregui lo puso al margen de las disputas de varias novelas (como por ejemplo, Cien años los grupos. Era, desde 1937, el solitario comu de soledad, a la que confesó haber leído unas nista de su círculo; el único con raíces cam cinco veces); se sabe, también, por un testimo pesinas que, además, enmarcaba sus historias nio de Angel Rama, que Arregui atribuyó a la en ese ámbito; llegó a ser el único de su grupo poesía “un lugar preferente dentro de las que publicó en la re vista Número, en cuyo sello artes”. editorial daría a conocer su primer libro (Noche No obstante, su fuerte apuesta estética se de San Juan y otros cuentos, 1956). cifró en el cuento. Según dijo en el prólogo a Estas precisiones importan ya que en Nú su primer libro, este género “posee mayor mero no se dio cabida a ningún texto de asunto temperatura artística (...) que el relato o la rural, exceptuando los de Arregui. En el plan novela ” (1956) y “más expectativa de vida y de renovación estética que encaraba la revista, desarrollos y de lectores fervorosos (en) los figuraba la oposición al realismo campesino siglos que vendrán” (“A propósito del cuen que había sido la nota cardinal en las genera to”, 1985). La práctica de la narración breve lo ciones precedentes (Amorim, Morosoli, acercó a la función de la literatura que creía Montiel Ballesteros, Serafín J. García, Pedro principal: “colaborar con nosotros —dijo— L. Ipuche). Las historias de Arregui —como en el planteo siempre inicial de la empresa las de su predecesor Francisco Espinóla— siempre continua de ser hombres: averiguar podían transcurrir en el interior pero, sobre nos y comunicamos ” (“Profesión de fe”, 1985). todo, reunían una serie de condiciones que las E S 1r e N U M E R 0 María Elena Walsh • Truman Capote • Carlos Bematek • Roberto Calasso Pablo Rodríguez Jáuregui• Pintoras • Arqueología • M ondo Cañe 2 / E L PAIS CULTURAL / N* 303 mantenían alejadas del “simulacro laborioso al apólogo, extenso y con cierta dirección y piadoso” en que se había convertido todo moralizante, nunca podría interesar a quien arquetipo gauchesco, según lo observara el recomendó “extirpar materiales sobrantes ”, a muy influyente Jorge Luis Borges. quien comparó al cuento con “un piolín anu En cuentos como “Noche de San Juan”, “El dado” para que quede "compacto, casi como gato” y “Diego Alonso”, Arregui rehuye la un proyectil”. descripción costumbrista, renuncia a la exal tación del color local, opta —al fin— por una CRIOLLO Y NO CRIOLLISTA. Algunos críticos prosa en apariencia austera que confía su últi fueron sordos a los clamores estilísticos y ma eficacia al adjetivo preciso y la puntuación temáticos de las ficciones de este escritor y lo trabajada, aunque muy a menudo trabajosa. cercaron en el redil del criollismo. Esta zona Arregui había tomado lecciones estilísticas de de la literatura local se caracteriza —según fuentes anglosajonas (especialmente de Arturo Sergio Visca— por “constituir en nú Hemingway), aunque leídas en traducciones y cleo de la labor narrativa la captación y no en inglés, lengua que ignoraba. Su amplia expresión del carácter local ” (Aspectos de la cultura literaria moderna y su dominio del narrativa criollista, Biblioteca Nacional, oficio, también le granj earon la simpatía de los 1972). El concepto —bastante precario, por “lúcidos”, quienes vieron en sus relatos la cierto— no conformaba a Mario Arregui; mejor alternativa posible para superar el mucho menos lo satisfacía que su nombre “abotagado realismo ” agrario, como lo llamó apareciera en estudios críticos o en antologías Martínez Moreno. colectivas del rubro, como la que prepararon Julio y Juan Justino da Rosa (Cuentos criollos LOS RIGORES DE LA PROSA. Sin embargo, la del Uruguay, Editorial de la Plaza, 1979). lección más notoria y mejor aprendida era la Sólo así puede explicarse que Arregui no se de Borges. Ya Angel Rama advirtió que conformara con haber adquirido una dicción Arregui elabora “pacientemente la frase remota de “la captación y expresión del ca guiado por los principios de concisión y esme rácter local”, y que volviera a remarcar, una ro que distinguieron a Borges pero varias y otra vez, su desafecto con esta línea narrati veces, en (su primer libro) se percibe dema va. siado la elaboración (...) y el nuevo En el prólogo a La escoba de la bruja culteranismo" de su léxico. De éstos aportó informó sobre su larga familiaridad con lo algunos ejemplos espigados del cuento campero, pero al mismo tiempo rechazó cual epónimo: “insomnepuerta luminosa”, “car quier voluntad de hacer literatura criollista, ne crucificada en el sexo ’’. sino “literatura a secas". En el agresivo en Con la misma sinceridad (e idéntica inge sayo “Literatua y bota de potro”, aclaró más su nuidad) con que en sus prólogos, a la manera posición denostando a los narradores criollistas borgiana, decretaba las virtudes o los defectos que para él recurrían a "un corto número de de cada pieza, Arregui declaró: “[Borges] nos el segundo resulta una libre —y anti solemne— consolidada desde el Novecientos. Como ob temas, llegan poco menos que a venerar cier enseñó a todos, nos hizo mucho bien. Aunque adaptación del último verso del “Poema servara Emir Rodrigue z Monegal en 1962, tos rostros del subdesarrollo y, casi siempre, también nos hizo mal, porque, lo mismo que conjetural” de Borges ( “el íntimo cuchillo en Uruguay era más un país de cuentistas que de pueblan sus narraciones de seres humildes — Neruda, nos marcó demasiado. ¿ Te das cuen la garganta"). Otra solución formal, que se novelistas. Esta constante, que sólo han frac almas simples o almitas— a los que miran con ta que a veinte años de la eclosión de Borges extendió a otros autores y obras en los años turado las últimas promociones, le imponía la ojos paternalistas y como si de algún modo todavía tengo que andar cazando borgismos postreros, consistió en dialogar con las opinio búsqueda de un lugar en esa corriente y de un planearan sobre ellos. A veces fingen ser más en mis borradores y aplastándolos?” (Entre nes de su maestro desde dentro de la ficción, prójimo entre sus ancestros. incultos de lo que en realidad son (...) Este vista de Jorge Ruffinelli en Marcha, 23ÍXJ como en el caso de “Las cuevas de Nápoles” Sin desmedro de su estimación por algunos regionalismo departamental (departamental 1970). En efecto, ciertos términos caracterís (1979). cuentos de Espinóla, otros (pocos) de Amorim en más de un sentido) los limita irremediable ticos del lenguaje de Borges —como “vastos ” Gracias a estos recursos —relacionados y algunos (menos aún) de Morosoli, sus favo mente ” (En Ramos generales). Apuntes como o “laberintos"— reaparecen con frecuencia con una progresiva incorporación del humor a ritos fueron los de Horacio Quiroga. Como de éstos eran anacrónicos en su fecha de redac en los textos de este discípulo. sus relatos— Arregui logró sacarse de encima costumbre, esta relación se hizo pública a ción (hacia 1980) porque entonces el Con los años imaginó otras fórmulas. En un estilo que por original fue tan pegajoso. través de un conflicto. En una reseña del criollismo, otrora imperante, era un cadáver lugar de adueñarse de un giro o de una imagen, Liberado gracias a su tortuoso trabajo en la primer libro de Arregui, publicada en Marcha literario que había dejado paso a una narrativa intercaló en su prosa citas enmascaradas: “El materia y la forma de sus narraciones, adquirió en 1957, Alberto Paganini afirmó que “Los que transcurre en un Montevideo también tamaño y la calidad de su esperanza ” o “el singularidad creativa.