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PUBLlCACIQN MENSUAL DE LA Lolería Nacional de Beneficencia ',~ui- .. .. "'~,1t. ..~.... ,- l "'~ l. ~~.. t ~ .':.~N 101';( Eii) t r 1Ivn.~, TtA'" A~i81') l Amanda V. de øavarain Directora Arislides Martinez Orle8a Editor CONSEJO EDITORIAL DEL NUMERO ESPECIAL Ornar Jaén ~uàrez Vilrna Riller Jor8e Conle Porras Juan A. Thck Roberlo Diaz Herrera Dió8enes de la Rosa Maree! ~alarnin Impreso en los Talleres de Litho-Imprasora Panamá, S. A. Panamá - Nov. de 1981 "Yo siemprø hi proNdo y fiem- prø he manifestado QU' BI QU' di cariño, røib, cariño, Que BI QU' da patria, røibe apoyo d, /a pø tria y aquel Que estÍl d,tørminado a morir por ustødøs røibø, in rø. ciprocidld, la caluro. adhøsión que IStlimos vi'ndo hoy y quii nunca se h8bla visto antis, ,Igo Que me ha emocioiido, porqu' esto es maj,stuoso'~ Omar Torrijos H,rrB CAPITULO mi LA MUERTE DEL GENERAL OMAR TORRIJOS "EI día que yo mueri, "cojan la bandera, dínle un beso y sigan adelante'~ Omar Torrijos Herrera El LAS HONRAS FUNEBRES MARIO AUGUSTO RODRIGUEZ ¥. La muerte de un líder y el dolor de un pueblo EL PRIMER ANUNCIO En la mañana del sábado 1 de agosto, cerca del medio día, un breve boletín informativo sembró de inquietudes el pensamiento y la emoción del pueblo panameño. Interrumpiendo sus habituales programas recreativos de fin de semana, los dos canales de televisión que operan a nivel nacional, presentaron noticias de última hora, basados en boletines informativos emitidos por la Dirección de In- formación de la Guardia Nacional. Según esas noticias, se estaba realizando una intensa búsqueda para tratar de localizar una avioneta de la Fuerza Aérea Panameña, aparentemente extraviada. La avioneta había salido de Penonomé y no había llegado a su destino, que era la población de Coclecito, en las montañas de Coc1é. A bordo de la avioneta desaparecida o ex- traviada iba el Comandante Jefe de la Guardia Nacional, General de Brigada Ornar Torrijos HeITera. El escueto comunicado, varas veces repetido por ambas tele- visoras, trasmitió inmediatamente a toda la comunidad nacional una profunda sensación de angustiosa preocupación. En efecto, el anuncio indicaba que la avioneta desaparecida, distinguida con el número 205, había salido de Penonomé el día anterior, viernes. 31 de julio, a las once y media de la mañana, aproximadamente. De- bía haber llegado a Coclecito en cuestión de veinte minutos. Pero a las doce y media del día, aún no había llegado a su destino. Desde 553 ese momento ~el mediodía del viernes 31 de Julio- se inició la búsqueda: avionetas y helicópteros de la Fuerza Aérea Panameña y de las fuerzas militares estadounidenses acantonadas en la parte del territorio panameño hasta hace algunos años conocida como "Zona del Canal", comenzaron a recorrer la región central del Istmo, espe- cialmente la provincia de Coc1é, para tratar de localizar el aparato des- aparecido. MAL TIEMPO Lamentablemente, las condiciones climatológicas eran, desde hacía varios días, muy malas. Como es habitual en esa época, esta- ban cayendo lluvias intensas y casi constantes. Además, había nu- bosidades muy bajas, que cubrían las cimas y buena parte de las faldas de las cordileras que recorren el Istmo. Se reportaban vien- tos fuertes. Todo ello contribuía a que hubiera muy escasa visibi- lidad desde cierta altura. Eran las inclemencias características de la época invernal en las regiones centrales, que son las tierras más altas del territorio panameño. Esas condiciones climatológicas, que lógicamente habían teni- do mucho que ver con el posible extravío de la avioneta perdida, también contribuían a hacer más difícil la búsqueda del aparato. Así, a pesar de que la extensión a explorar, debido a lo corto del recorrido que debía haber hecho la avioneta, era también relativa- mente pequeña, la localización del aparato se hacía particularmente difíciL. En efecto, el espacio aéreo estaba casi totalmente cubierto de nu- bes y la intensidad de la lluvia reducía a casi cero la visibilidad des- de las avionetas y helicópteros hacia el suelo que, además, estaba cu- bierto de una espesa vegetación. Así, la búsqueda que se inició in- mediatamente después del mediodía, no produjo ningún resultado positivo. La operación tuvo que ser suspendida pocas horas más tarde, debido al temprano oscurecimiento producido por las malas condiciones del tiempo. EL DESCUBRIIENTO Fue en la mañana del sábado 1 de agosto, al día siguiente de ocurrida la tragedia, cuando se produjo el descubrimiento de los res- tos del aparato accidentado. A ello contribuyó apreciablemente la in- formación suministrada por Luis Arrocha, un campesino residente en el caserío de Marta, en el corregimiento de El Copé. El caserío Marta está ubicado en las faldas del cerro del mismo nombre. El cerro Marta tiene unos cuatro mil pies de altura y se en- cuentra a unos diez minutos de navegación aérea de la ciudad de Pe- nonomé, cabecera de la provincia de Coclé, de donde partió la avio- 554 neta F AP-205. De Cerro Marta a Coclecito, el caserío hacia donde la avioneta se dirigía, la distancia a recorrer sería de diez o doce minu- tos, aproximadamente. Al lado del Cerro Marta, separado apenas por un estrecho cañón que simula un gran triángulo invertido, están otros dos cerros, de unos tres mil pies de altura. Estos dos cerros, casi unidos entre sí hasta las cimas, tienen el doble nombre de Juan-Julio. La avioneta FAP-205 se estrelló contra el Cerro Marta, a unos ciento veinte pies de la cima, según se pudo comprobar con el hallazgo de los restos del aparato. Algunos expertos sugirieron la posibilidad de que el piloto hubiera tratado de pasar alIado o por encima del Cerro Marta. Luis Arrocha, Esmeraldo Ortega y otros campesinos de la región, escucharon el ruido que produjo el choque de la avioneta contra la falda del cerro. Pero la lluvia, la nubosidad, la casi nula visibilidad, les impidieron determinar con precisión el sitio en donde se produjo el accidente. Sin embargo, se dieron cuenta de la importancia del suceso. Por ello, acudieron, tan pronto como el tiempo se los permi- tió, hasta La Pintada y Penonomé, para dar cuenta del ruido que habían escuchado y de su posible significación. Así, en las primeras horas del sábado, los equipos de búsqueda que recorrían la región a bordo de avionetas y helicópteros, logra- ron descubrir el lugar en donde la espesura de la selva parecía derri- bada y quemada por el choque de la F AP-205. Poco después, se des- cubrían los restos del aparato, dispersos y destrozados, así como algunos restos humanos. Todo indicaba que no había posibilidad nin- guna de que hubiese sobrevivientes. VIE DE RUTA Poco después, comenzaron a conocerse informaciones más deta- lladas en relación con el trágico suceso. que abrumó de dolor a la co- munidad panameña y conmovió profundamente a la opinión interna- cional, especialmente de la América Latina y el Tercer Mundo. El General de Brigada Ornar Efraín Torrijos Herrera, Comandan- te de la Guardia Nacional, había llegado a Penonomé en la mañana del viernes 31 de julio, como lo hacía con relativa frecuencia. En es- ta ocasión, visitó el Centro de Salud de la ciudad y conversó con al- gunos amigos personales y políticos. Luego, acompañado de su es- colta y de una odontóloga del Servicio Integrado de Salud de Coc1é, se dirigió, a bordo de la avioneta F AP-205, a Coclecito. El caserío de Coc1ecito es una pequeña comunidad campesina ubicada en la región montañosa coclesana, en donde el líder revolucionario había asumido personalmente la dirección de varios programas de desarro- llo agrícola y pecuario, en beneficio de un centenar de familias de escasos recursos. 555 Las condiciones climatológicas, como se ha señalado, erap adver- sas ese día y desde hacía varios días. Pero para el General Torrjos, el viaje hasta Coclecito, que normalmente significaba solamente unos veinte minutos de vuelo, era una cuestión de rutina. Desde ha- cía algunos años, se había interesado especialmente por el desenvol- vimiento de algunos programas de educación y salud, de cultivos de granos y legumbres, de cría y ceba de ganado vacuno y de cerda, para abrir nuevas oportunidades de superación a la población dellu- gar. La comunidad campesina de Coc1ecito estaba integrada por poco más de ochocientas personas, la mayoría de ellos niños, adolescentes y jóvenes, que se habían convertido en parte de la famila del Gene- ral Torrijos. Por ello, casi todas las semanas, desde Penonomé, Río Hato, Antón u otras poblaciones vecinas, por medio de helicópteros o avionetas, él se trasladaba hasta aquel caserío, en donde en ocasio- nes pasaba los fines de semana o en donde permanecía algunas ho- ras o varios días. Le complacía apartarse del ajetreo citadino y per- manecer inmerso en la plácida scncilez del ambiente campesino en el que, tal vez, volvía a vivir la serena tranquilidad ambiental de sus años infantiles. En la mañana del viernes 31 de julio, cn Penonomé, todos los informes coincidían en que estaba lloviendo intensamente en las regiones montañosas, en donde está ubicada la población de Co- clecito. Además, el cielo estaba cubierto de nubes bajas, en tanto que algunos ventarrones azotaban la región. Pero el General Torrijos seguramente pensó que todo ello no significaba mayor peligro pa- ra el breve vuelo de una avioneta conducida por expertos pilotos de exitosa experiencia y plena confianza. Esas perturbaciones, que ya se habían registrado muchas veces en ocasiones anteriores, no po- dían ser motivo suficiente para que postergara su habitual visita a los amigos campesinos de aquel caserío perdido entre las estribaciones montañosas de la relativamente baja serranía coclesana. Por ello, la avioneta F AP-205 partió del aeropuerto de Peno- nomé, como tantas otras veces, a las once y media de la mañana.