ÚLTIMAS CONVERSACIONES No Todo Fueron Rosas, Teresa, En Tu Camino, Ni Luces De Alboradas Jubilosas, Ni Charlas Amorosas Con Tu Amado Divino
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ÚLTIMAS CONVERSACIONES No todo fueron rosas, Teresa, en tu camino, ni luces de alboradas jubilosas, ni charlas amorosas con tu Amado divino. Conociste también noches oscuras, y en el yunque de muchas amarguras se forjó tu destino. EMETERIO GARCÍA SETIÉN INTRODUCCIÓN A LAS ÚLTIMAS CONVERSACIONES Ya desde la primera edición de la Histoire d’une âme, en 1898, la madre Inés incluyó en el capítulo XII, después de los «Testimonios de las novicias», un gran número de dichos de Teresa bajo el título de «Últimas Conversaciones». Esta denominación se hará tradicional y aparecerá como subtítu- lo de las Novissima Verba, hasta que vuelva a ser adoptada como título en la edición crítica del Centenario. Estos textos los debemos, en su mayoría, a las notas tomadas por la madre Inés de Jesús, que recogió unos se- tecientos veinticinco dichos de su hermana durante su últi- ma enfermedad (número que asciende aproximadamente a ochocientos cincuenta con los dichos de que han dejado constancia otros testigos). 1. A la cabecera de Teresa. Madre Inés de Jesús En la primavera de 1897, la salud de Teresa se deterioró rápidamente. El 30 de mayo, la madre Inés siente una ver- dadera conmoción interior al conocer las dos hemoptisis del año anterior (Jueves y Viernes Santo de 1896; cf. Ms C 4vº/5rº). Por esa razón, el 2 de junio, la madre Inés sugiere a la madre María de Gonzaga que mande a sor Teresa que continúe la redacción de sus recuerdos (cf. Introducción a los Manuscritos autobiográficos). Ella, por su parte, irá anotando las palabras de su her- mana. ¿Pidió permiso para ello, en orden a poder redactar más adelante la «Circular necrológica»? Así lo afirma sor Ge- noveva en una nota manuscrita tardía. Sea como fuere, la 944 ÚLTIMAS CONVERSACIONES madre Inés, liberada de las preocupaciones del priorato des- de marzo de 1896, no había esperado al mes de junio para comenzar. ¿Por qué? Se pueden aventurar varias razones. Que la madre Inés, ya antes del 3 de junio, haya querido conservar algunas ense- ñanzas de Teresa para su consuelo personal, es algo que no ofrece ninguna duda. ¿No había recogido también sor Geno- veva sus «recuerdos de una novicia», con el consentimiento de Teresa? Pero a partir del 4 de junio, la madre Inés se sien- te como en misión oficial. Ciertamente, ella no puede ba- rruntar el «huracán de gloria» (para usar la expresión de Pío XI) que un día se desatará sobre Lisieux, pero se da cuenta de la excepcional madurez de su joven hermana. Es preciso mencionar también algunas razones familiares. Leonia, que se ve privada del trato directo con Teresa, escribe a Celina: «¡Cómo debe de perfumarte con sus virtudes! Si pudieses poner todo eso por escrito, ¡qué consolador sería para mí el tenerlo, pues yo no tengo, como vosotras, hermanitas que- ridísimas, la dicha de estar al lado de mi querida hermana» (18/7/1897). Dos días antes, la madre Inés había ya enviado a los Guérin varios dichos de Teresa, que le había oído en la enfermería (16/7). Otro tanto hizo sor María de la Eucaristía. Todas ellas tienen la impresión de que no hay que dejar que nada se pierda. La madre Inés comienza, pues, su oficio de enfermera la noche de 5 de junio de 1897, mientras la comunidad canta los maitines de Pentecostés. A partir del traslado de Teresa a la enfermería, el 8 de julio, se instalará a su cabecera duran- te las horas del Oficio divino, de las recreaciones y siempre que las enfermeras (sor San Estanislao y sor Genoveva) estén ocupadas en otros menesteres. A lo largo de estas visitas regulares, se va a reavivar una gran intimidad entre la enferma y su «mamá». A pesar de su gran debilidad, Teresa no se refugia en una regresión infantil, sino que «ahora» (cf. UC, pp. 48s, nota 113) Teresa se en- cuentra ya en tal estado de desapego, que puede vivir esa intimidad con absoluta transparencia. En el estado en que se encuentra, esas visitas son un gran consuelo para ella. Y son también de gran ayuda para la madre Inés, tan sensible y con- INTRODUCCIÓN 945 mocionada ante la perspectiva de la muerte de su hermanita; y no duda en hacerle preguntas, a tiempo y a destiempo. Esta insistencia en provocar preguntas y respuestas –que a veces llega a resultar fastidiosa– tiene la ventaja de obligar a la en- ferma a precisar su pensamiento y tomar posición. Una autén- tica indagación que Teresa compara con los interrogatorios sufridos por su hermana querida, Juana de Arco (CA 20.7.6). La madre Inés va acumulando así una información inigualable, cuya importancia histórica ella no podía entonces sospechar. 2. Sor Genoveva y las otras hermanas Después de la madre Inés de Jesús, la más asidua en la enfermería es sor Genoveva. Duerme en una celda contigua. Sor San Estanislao, primera enfermera, por delicadeza y con el consentimiento de la priora, delega en ella sus facultades. En la enfermería, la enferma considera que la tarea de formar a su hermana aún no ha terminado, y las últimas conversacio- nes recogidas por su enfermera dan fe de esa perseverancia. Pero esto no le impide desahogarse libremente, al igual que con la madre Inés, y demostrarle su cariño. Sabiendo que la madre Inés toma abundantes notas de las palabras de Tere- sa, sor Genoveva se conforma con escribir las que la concier- nen personalmente a ella y las que completan sus recuerdos de novicia (cf. CR, pp. 218-245). El papel de sor María del Sagrado Corazón al lado de su ahijada aparece más desdibujado que el de sus dos herma- nas. Sus diversos oficios le dejan menos tiempo libre. Gracias al permiso de la madre María de Gonzaga, puede pasar al menos las recreaciones en la enfermería y anotar algunos di- chos de Teresa. Sor María de la Eucaristía –prima carnal de Teresa e hija de farmacéutico– tomará también algunas notas; pero, sobre todo, enviará a sus padres verdaderos «boletines de salud», en los que ofrece una cantidad de informaciones de prime- rísimo orden1. 1 Publicadas en «Cartas de Testigos», en UC, pp. 600-693, y, extractadas, en JEV, pp. 241-262. 946 ÚLTIMAS CONVERSACIONES Por lo que se refiere a sor María de la Trinidad, ayudante de enfermera, es retirada de ese oficio cuando Teresa baja a la enfermería. Y se lamenta de ello amargamente. Su maestra la riñe y la consuela al mismo tiempo. Evidentemente, todos estos testimonios conviene pasar- los por el tamiz de la crítica, dado que se trata de palabras y no de escritos. 3. Las sucesivas transcripciones de la madre Inés Rehacer aquí la historia de las versiones transcritas por la madre Inés resultaría pesado, tan complicada es esa historia (cf. Últimas conversaciones, vol. I y II, Burgos, Monte Carme- lo, 1973; y Derniers Entretiens, edición crítica del Centenario, 1971-1992). Baste aquí con resumir sus grandes etapas. En 1910, la madre Inés testificaba así en el Proceso Or- dinario: «Lo que acabo de decir sobre la última enfermedad y la muerte de sor Teresa del Niño Jesús es tan sólo un resu- men muy incompleto de mis recuerdos. Durante los últimos meses de su vida, fui anotando, día a día, a medida que iba siendo testigo de ellas, las particularidades de la jornada, y sobre todo lo que decía. No podría completar mejor esta deposición que entregando al Tribunal un ejemplar de dichas notas». Y éstas aparecen a continuación en el PO2. En ese mismo sentido deponía sor Genoveva: la madre Inés de Jesús «escribía, en el mismo momento, lo que sor Teresa del Niño Jesús decía a las que se acercaban a su le- 2 Pp. 181-220, bajo el título: «Fisonomía moral de sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa faz durante su última enfermedad, según sus palabras textuales recogidas por mí (sor Inés de Jesús) de labios de la Sierva de Dios y que puse por escrito en un cuaderno a medida que las iba pronunciando, lo cual parecía fatigarla y paralizaba sus desahogos, pero que ella me dejaba hacer con sencillez por no apenarme» (las cursivas son nuestras). Esta deposición se encuentra también en Últimas Conversaciones. Anexos, 1973; han sido reeditadas en francés con el título de Derniers Paroles, en la «Nouvelle Édition du Centenaire» (1992), en paralelo con las otras tres versiones principales de la Madre Inés (Cuaderno Amarillo, Cuadernos Verdes y Novissima Verba). INTRODUCCIÓN 947 cho; lo escribía textualmente, tal como la querida enfermita lo iba diciendo» (PO, p. 305). Habla también de un cuaderno, pero cuarenta años más tarde, en los Consejos y Recuerdos (p. 208) precisó que se trataba de «hojas sueltas». Sólo se ha conservado una de esas hojas, arrancada de una agenda y que lleva la letra de la madre Inés (puede verse una repro- ducción, fuera de texto, en DE). Pero, más o menos rápi- damente, ésta ha debido de pasar a limpio sus notas en un cuaderno. Luego las utilizará en diversas ocasiones: para el capítulo XII de la Historia de un alma; luego, en febrero de 1909, en los cinco «Cuadernos verdes», para Mons. de Teil, vice-pos- tulador de la Causa de Teresa; después, para su deposición en el Proceso Ordinario (cf. supra), que consta de 275 dichos. Esta versión, muy parecida a la de los «Cuadernos verdes», es la más hierática: de los dichos de Teresa tan sólo conserva los más edificantes y los que más se ajustan a los cánones de la santidad. Las Últimas conversaciones –al menos en parte– fueron, pues, incluidas en el Proceso de beatificación, tanto más cuanto que la madre Inés dará la misma versión en el Proceso Apostólico de 1915.