1 Entre La Memoria Y El Olvido: La Civilización De Los Indígenas Chibchas En La Nueva Granada Introducción En Este Trabajo V
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1 Anais Eletrônicos do X Encontro Internacional da ANPHLAC São Paulo – 2012 ISBN 978-85-66056-00-6 Entre la memoria y el olvido: la civilización de los indígenas chibchas en la Nueva Granada Juan David Figueroa Cancino1 Introducción En este trabajo voy a referirme a la construcción letrada de la civilización chibcha en Nueva Granada.2 El marco temporal escogido va desde la Colonia hasta comienzos del siglo XX, pero solo haré alusión de manera muy breve a los momentos y autores que considero principales, aquellos que se volvieron fuente de discurso y en varios casos alcanzaron a permear las presentaciones populares de la historia, que también podemos llamar “memoria colectiva”. Finalizaré con algunas reflexiones en torno al estatuto de lo chibcha en la actualidad. Uno de los hilos argumentativos centrales se refiere a la sucesión de períodos en que el tema chibcha se “calienta” en la atención culta y otros en los que se “enfría”; es decir, períodos de mayor actividad rememorativa y producción textual, y otros de menor o casi nula actividad rememorativa. Otro hilo argumentativo consiste en que, después de la Independencia de Nueva Granada, la elaboración escrita de la civilización chibcha fue funcional para una pequeña parte de los miembros de la elite política y cultural de Bogotá, la ciudad capital, a fin de dar sustento y legitimar sus proyectos de formar una República centralista y homogénea, que se esperaba tendría un papel protagónico en América del Sur.3 Se trató, especialmente, de la tentativa de rescatar un “noble ancestro” indígena por vía retórica, proceso comparable, aunque en menor escala y con menor efectividad, a la construcción figurativa de las civilizaciones azteca, maya e inca en México y Perú, respectivamente.4 Al buscar el reconocimiento del pasado de su República en el exterior, los criollos neogranadinos pretendían legitimarse a sí mismo y dar realce al proyecto político par su patria. Reconocimiento del pasado y del presente eran las dos caras de una misma 2 moneda.5 Otro punto de interés es la dinámica de lo nacional y lo externo que concurrieron en a figuración de la civilización chibcha, ya que en esta labor participaron también varios miembros europeos y norteamericanos de la República internacional de las letras, sobre todo los viajeros que estuvieron en el país y escribieron narrativas sobre su visita, acompañadas de una sección de comentarios históricos. Para fines heurísticos voy a distinguir seis momentos en la construcción culta de la civilización chibcha, que serán detallados a continuación. Primer momento: los chibchas en las crónicas coloniales Al igual que en las otras colonias españolas, en la Nueva Granada se escribieron relaciones y crónicas desde la segunda mitad del siglo XVI. Estas eran elaboradas por militares que participaban en el proceso de anexión de territorios para la Corona, así como por sacerdotes católicos que desarrollaban una labor de evangelización. En los anaqueles de la biblioteca colonial neogranadina, uno de los motivos recurrentes fue la conquista del territorio chibcha. Brevemente recordaré que la expedición liderada por Gonzalo Jiménez de Quesada entró en la sabana de Bogotá en 1537 y fundó la ciudad de Santafé de Bogotá (actualmente, Bogotá) un año después. En poco tiempo los invasores lograron el control del grupo nativo. Aunque los cronistas coloniales señalaron detalles diferentes sobre los chibchas, concordaban en algunos puntos básicos. Simplificando: se trataba de una sociedad guerrera dirigida por autoridades panregionales, que varios llamaron caciques o reyes; abarcaban un extenso territorio; estaban organizados en una estructura jerárquica; eran muy numerosos; se encontraban en proceso de expansión sobre otros grupos (verbigracia, los panches) y tenían constantes luchas intestinas; sus combates enfrentaban a verdaderos ejércitos; en fin, explotaban rigurosamente la fuerza de trabajo y exigían costosos tributos. Así pues, los cronistas argumentaron que los chibchas constituían un verdadero imperio, dividido en dos grandes unidades territoriales: aquellos localizados al sur, controlados por el zipa, y los que estaban ubicados al norte, dirigidos por el zaque6. Del mismo modo que en México y el Perú, la idea del imperio chibcha y la “tiranía” de sus “reyes” resultó funcional para justificar una guerra justa por parte de los conquistadores. Asimismo, -y esta es una ambigüedad que se mantuvo posteriormente en la 3 construcción de la civilización chibcha- se emitieron juicios reprobatorios sobre muchas de sus prácticas y creencias, como la realización de supuestos sacrificios humanos, y claro está, sus creencias paganas. De todas formas, los chibchas fueron vistos como un grupo más “noble” o menos “bárbaro” que otras comunidades originarias de la Nueva Granada, especialmente aquellas que se opusieron férreamente a la dominación española, y de muchos otros grupos aborígenes americanos. Esto se dio de manera paralela a la figuración narrativa de los dos grandes conglomerados indígenas de México (los aztecas) y Perú (los incas).7 Pero en el caso de los chibchas, la figuración fue mucho más tímida y matizada. Una obra clave en este proceso fue Historia general de las conquistas del Nuevo Reyno de Granada, escrita por el jesuita Lucas Fernández de Piedrahita y publicada en Amberes en 1688. El autor resume y reacomoda la información de los cronistas anteriores, trazando una verdadera genealogía de los soberanos chibchas, ilustrada bellamente como frontispicio del libro. Esta imagen evoca los linajes de los reyes medievales o los emperadores romanos. Piedrahita, que había nacido en América como Guamán Poma de Ayala y era criollo, elabora un panegírico del Nuevo Reino, que comparó con Roma, así como del pasado indio.8 4 Figura 1 - Frontispicio de Historia general de las conquistas del Nuevo Reyno de Granada (1688). La narración de Piedrahita resonó considerablemente en otras obras de carácter más general sobre la historia de América, adquiriendo un carácter de cierta autoridad en lo relativo al Nuevo Reino, y especialmente en lo atinente a los chibchas. Por ejemplo, de ella se valieron como fuente el jesuita Gian Domenico Coleti en su Diccionario histórico (1752), Antonio de Alcedo en su Diccionario geográfico de las Indias occidentales o América (1786-1789),9 y más importante, el escocés William Robertson, autor de una influyente obra en la que criticaba al imperio español en América, The history of America (1777).10 5 Segundo momento: el contexto ilustrado En la segunda mitad siglo XVIII se pusieron en marcha dos procesos que le dieron mayor sofisticación a la representación de los chibchas y permitieron comenzar a pensarlos en clave ilustrada como “civilización”. Mencionemos, en primer lugar, la llamada querella del Nuevo Mundo, que hizo que los criollos se posicionaran ante las críticas de autores europeos relativas a la naturaleza defectuosa o degenerada del medio y los habitantes de América11; en segundo lugar, el cambio en el estatus de los objetos producidos por los indígenas, que pasaron de ser considerados “ídolos del Diablo” a ser vistos como antigüedades susceptibles de coleccionarse y estudiarse12. En el marco de las reformas borbónicas implementadas en la América hispana, en el Nuevo Reino se creó un establecimiento científico llamado Expedición Botánica13, organizada por el sacerdote y botánico español José Celestino Mutis. Aunque el principal objetivo de la Expedición era catalogar y estudiar la flora del virreinato y sus recursos naturales, varios de los jóvenes que colaboraron en este proyecto mostraron algún interés por las antigüedades y exaltaron el pasado indígena de algunas provincias del Nuevo Reino, eso sí, con un marco interpretativo que reflejaba fuertes prejuicios raciales. En 1801, el naturalista prusiano Alexander von Humboldt (hermano del erudito y hombre de Estado Wilhelm von Humboldt) visitó el Nuevo Reino. En Bogotá, Humboldt conoció a José Celestino Mutis y otros miembros de la Expedición Botánica. Humboldt también se interesó por las antigüedades indígenas americanas y por los chibchas, como plasmó en varias publicaciones a su regreso a Europa. Una de ellas nos capta la atención: Vistas de las cordilleras y los monumentos indígenas de América.14 Existe consenso respecto a la importancia de Vistas de las cordilleras en la divulgación del estudio de las antigüedades americanas.15 Publicado en París en 1810 y traducido rápidamente a otros idiomas, en dicho libro se incluyó una memoria consagrada al calendario de los chibchas que constituye un alegato a favor del grado de civilización de este pueblo. Como se sabe, en esta memoria Humboldt comenta y reinterpreta una disertación manuscrita elaborada por el neogranadino José Domingo Duquesne en 1795, dedicada a José Celestino Mutis. La disertación de Duquesne extrae credibilidad de dos aspectos. Primero, la convivencia del autor con indígenas descendientes de los antiguos chibchas en las parroquias donde sirvió como cura doctrinero. Según él mismo cuenta, este hecho le permitió tener 6 acceso a conocimientos y aspectos de su cultura que los indígenas transmitían en secreto y que hasta entonces se ignoraban en los círculos eruditos. Especialmente, aquello que se refiere a un supuesto calendario y al sistema de numeración de este pueblo. La disertación del religioso ilustrado extrae su credibilidad, también, de una piedra tallada por los antiguos habitantes de Cundinamarca, que presuntamente representaba su calendario.16 Es decir, los chibchas tenían un cómputo avanzado del tiempo y