ECONOMÍA PUBUCA.

FOMENTO DE IÍA MARINA NACIONAL.

OONSTRUCaON DE mJQUES PROPIOS. /": "^

CARTA III v^¿;;^

Madrid 39 oea, por si V. no hubiese comprendido todavia mi objeto.—Nó ** compra lo que no se vende; y no se vende, lo que no se am- •"•ne, sea la causa la que se quiera.-—Estamos en posesión de «na industria: se recargan las primeras materias, y por consiguiente TOMO VI. i fASinrii>flBeiTA]!QOB| (=) los gastos de proáuccion; y ni se prohiben, ni se recargan hasta es­ tablecer un nivel, en favor de ella, los productos de la industria idéntica del extrangero. — Yá le está trazada la senda al consumi­ dor, y abierta la sima que ha de tragar al productor nacional: éste no puede competir con el extrangero, y el consumidor vá á buscarlo porque le llene cuenta; y entonces, ¿quién acopia las pri­ meras materias para una industria que ha desaparecido? — Esto es cabalmente lo que ha sucedido con nuestra construcción naval. — En materias económicas y de administración, no sirve un pensamien­ to aislado; una idea, por excelente que sea: se necesita un sistema; y todo sistema para que sea bueno, debe componerse de partes ho- mtígenas: de otro modo edificaríamos por un lado, y'destruiríamos por otro. — ¿De qué servirá abrir las puertas, y aun convidará las primeras materias exóticas necesarias á nuestra industria, si al mismo tiempo oprimimos á ésta con un peso que no puede soste­ ner; si gravamos luego sus productos con mil derechos de diferentes denominaciones, que desnivelan su precio, y sostienen la diferencia, en favor de los productos semejantes de producción extrangera? — Yo creo, que no se necesita, ni atín de elementos de economía polí­ tica para conocer estas verdades relativamente á la materia que nos ocupa. — ¿Queremos favorecer la construcción naval, sin el incon­ veniente de alzar demasiado el precio de nuestros buques? pues fran­ quéense las puertas á las primeras materias que necesitemos: sean libres de derechos de entrada, ó páguenlos muy moderados, la ar­ boladura, el cobre, la brea, el alquitrán, que se introduzca para este objeto: compréndanse también éstas últimas materias en la li­ bertad de derechos de consumo acordada para la arboladura y ma­ deras de construcción: recargúese, si no se prohiben, los buques ex— trangeros, lo menos en un ao ó aS por loo sobre su valor: dispén­ seseles los derechos de tonelada, ancoraje, almirantazgo y otros, á los buques españoles y extrango-os que importaren maderas de cons­ trucción; pero no otras, siempre que acreditasen , que sus carga­ mentos ocupan la mitad por lo menos, de las toneladas que midiesen: foméntense las empresas particulares: ofrézcanse en propiedad, ó por determinado tiempo, ó á censo, si se quisiese, terrenos propios en nuestras riberas para establecer astilleros y careneros cercados , con facultad de adelantar ,sus obras basta la lengua del agua, y para al­ macenes de depósitos de mieras: sea la libertad de construir tan absoluta que no tenga que temer, que la molesta intervención de ninguna autoridad, ni territorial ni Je marina, pueda paralizar d»- (3) fecta «5 indirectamente estas empresas; antes bien , qne las aaiilieri, «>n todos los medios que estuviesen á su alcance: imiten el egemplo •le las mas ilustradas en esta parte, prohibiendo que ningún buque loe no sea construido en la nación, pueda tomar nuestra bandera, á DO haberse nacionalizado, en el caso de no adoptarse la prohibición, por medio del derecho que se fijase á la construcción extrangera; pierdan su nombre , y échese abajo la bandera nacional, en el caso Míe se carenen en el extrangero, por mas importe que el de tres pe- os fuertes por tonelada, mientras no se justifique competentemente necesidad de esta carena para continuar su viage y retornar á su f i!**— este modo se fomentarán la construcción, la industria "'•"» la agrícola y comercial; y se evitarán también los perjuicios H e trae consigo la adquisición de buques extraños, que generalmen- encnbre el dolo y la mala fé, siendo los compradores españoles nos meros nombres, que llevan la propiedad del buque, siéndolo aimente del extrangero, que es el que reporta la mayor parte del «enefacio.—Vé V. aqui un verdadero sistema de protección y fo­ to: un cuerpo regular de disposiciones razonables, que aconseja •íuen juicio, y que lejos de destruirse unas á otras, su acción es 3> simple, y_conspira siempre á un mismo fin. •feíS una felicidad el poder auxiliar la industria directamente, sin 1 e naya obstáculos que remover , errores que corregir, ¡deas que títicar, que es lo que sucede frecuentemente, v que sirve de ma­ teria ' I • • ' j * •a a la critica para deslumhrar á la muchedumbre, haciéndole ^•"eer que el Gobierno no tiene ilustración, ó que le falta celo, ó que «a perdido el buen camino Amigo mió: permítame V. estó di- Si'esion, que es un desahogo de mi ánimo; aunque parezca inoportu- a» no dejará de producir algún fruto en los hombres qne piensan y «>en juzgar. —Se encuentra el Gobierno, á veces, en circunstan- •as tan difíciles, que no le es posible vencer la resistencia que le Opone un orden extranatural de cosas: no puede salvar el todo, y sal- a prudentemente la parte; entonces la ignorancia y el interés alzan grito, y le acusan desapiadadamente: lo calumnian, y se esfner— _ 1 a envilecerlo á los ojos de un rnlgo ciego, que no conoce, ni las •rcunstancias en que obró , ni las dificultades que se opusieron i- ^^ buenos deseos. — No me cabe duda, de que un papel publicado *>» un periódico de Nueva-Yorkc, en que se califica de débil el Go-^ ^«ernodeS. M., y pone una corona al Intendente de la Habana, porque salvó con su firmeza y perseverante celo, los intereses mer^ cantiles y agrícolas de las posesiones pacíficas y de la Metrópoli, « (4) obra de naestras mismas nanos: lleva el sello de noestra traición y perfidia: es debü nuestro Gobierno, porque cuando los mares esta­ ban cubiertos de ios piratas de Colombia, y el comercio llevaba sus clamores á los pies del Trono para que se le permitiese caminar en carrnages seguros, ó en buques extrangeros, accedió S. M., aunque con dolor, á estos deseos, no yá concediendo privilegios particulares, las mas veces injustos, sino permisos generales y comunes.—No podia proteger los intereses de nuestra navegación, y los de la in­ dustria, agricultura y comercio, y salvó la parte que le era posible: la exportación de nuestros productos. — Y, porque el Intendente re­ cordó principios ya olvidados, hecbos harto conocidos, y propuso el remedio de convoyes periódicos, á que resistió el mismo comercio, se le considera un héroe de patriotismo, y se le admira tanto, cuan­ to se degrada al Gobierno de S. M., que no necesitaba de estos recuerdos, ni de estas lecciones. — El Gobierno obró como podia y debia obrar: el Intendente obró cómo una autoridad celosa por el bien de su patria, no yá por los consejos que dio, sino por la gene­ rosidad con que se ofreció á sostener aquellos convoyes periódicos. Don Calisto. No solo disimulo á V. esa preciosa digresión, sino que le doy muchas gracias por ella, y no me parece tan fuera de tiempo, como á Y.: el objeto de ella es demostrarnos, que para el fomento de nuestra construcción naval, no necesitamos vencer resis­ tencias, y que el camino está limpio y despejado: el ejemplo de V, contrasta maravillosamente con el que nos ocupa, y tiene con él mucha analogía: nos prueba la importancia de esta industria para el comercio, y aún para la independencia nacional. — Si hubiésemos conservado, ó no hubiésemos enteramente olvidado nuestra cons­ trucción antigua, hubiéramos tenido en esa época una respetable marina mercante, y la Real que siempre es su efecto: no hubiéra­ mos necesitado de auxilios extraños para surcar los mares : los hu­ biéramos limpiado de piratas, y tal vez vencido esos intereses, 6 esos celos mercantiles, que soplaron, ó atizaron el fuego de las dis.^ cordias civiles en esa desgraciada parte del mundo, que llora hoy, 6 debe llorar la emancipación de su madre-patria. — Y, no solamente es preciosa la digresión de Y. por este lado, sino que lo es también, porque nos pone , bajo su verdadero punto de vista, las combinacio­ nes econóitaicas del Gobierno de S. M., y le defienden con la elo­ cuencia de ios hechos, de los sarcasmos, y de las indecentes diatri­ bas con que TaiiaméQte pretende un puqado de hombres poco españo­ les (gn s«s sentimiento&i despojai^le del prestigio de lá opinión móraL (5) Don Agapito. ¡ Cnanto celebro ver á V. tan dócil á los principios e la razón común; y con cuanta complacencia no le oigo profesar as buenas doctrinas, y hacer justicia á los hombres públicos que la •acrecen! Don Calisto. Tío vaya V. tan adelante: yo nunca he negado , ni puedo negar que la adquisición de un ramo de industria nuevo, ó la «•estauraclon de otro antiguo, pero yá olvidado, no sea siempre un allazgoprecioso. —¿Quién podrá dudar de que nos es siempre "*"', construir, dentro de nuestra casa, los buques para nuestro co­ mercio? somos una nación esencialmente comercianta, y atín doble- cíente comercianta, porque tenemos una larga costa en ambos ma- ••**, y muchos y excelentes frutos que exportar, una inmensa produc­ ción que favorecer, y una industria que crear ó perfeccionar; pero; ¿podremos cambiar de senda repentinamente, y sin preparación? ¿No seria mas prudente caminar por ella, hasta que hubiésemos* abierto otra, que nos desviase del precipicio, á que aquella nos con­ duce? medios hay de hacerlo: medítense y pónganse en ejecución: nías entre tanto ¿no será justo, que compremos nuestros buques al extrangero, yá porque no los hacemos, yá porque podemos adquirir­ los con mucha mas economía ? Don Agapito. No me he olvidado de las otras dificultades que ">e opuso V., y que me hizo olvidar, por un momento, mi fatalísi­ ma digresión; y las cuales tienen mucha afinidad con este nuevo pensamiento suyo, y prometo satisfacer á ellas mañana por la no­ che, porque ya se nos ha hecho tarde, y aún hemos perdido nues­ tro delicioso rato de juego. Excuso, amigo mió, repetir á V. lo que acaba de decirnos nues­ tro amigo Don Agapito, y me limito á prometer » V. también , por mi parte, la continuación y fin de esta sesión, repitiéndome suyo afectísimo Manuel María Gutiérrez. (6)

ECONOMÍA INDUSTRIAL.

CARTA IV. r V>iontmuo, amigo mió, la educación de mi alumno labrador Vivi­ mos en una ciudad industriosa, donde hay un curso de geom'etría v de mecánica aplicadas á las artes; y á la verdad, que nos es necesal rio. l.as aplicaciones alivian nuestro espíritu del peso de las ideas abstractas; asi como á la sombra de un bosque descansa nuestro cuerpo de la fatiga que hemos sufrido, atravesando una vasta llana- ra árida y seca. Reconoceremos en este curso los triángulos, cuadrados, rom­ boides, y los circuios y figuras de objetos regulares, v deobiéio, « métricos; gozaré del placer de ver á mi afumno 'eLamÍTgun¡ vez, ya conocía yo eso, y sabia alguna cosa." este placer tan puro que se siente hasta en los mas vastos desarrollos de la razón huma na, cuando por un punto de contacto, una relación que no habial mos previsto, se unen á la cadena de nuestros conocimientos, otros conocimientos incoherentes y aislados. Mayor todavía será este placer, que es puramente de la vista cuando pasaremos á la mecánica apJicada á las artes. Desde que na ' cemos, conocemos prácticamente las leyes de la mecánica; pero con mucha imperfección: guardamos el equilibrio: hacemos mover nues­ tros juguetes, ya hacia adelante, ya hacia atrás; en línea recta y e^ mea curba y sobre sus propios ejes. Cuando las conociéremos en leona, presidirán á nuestros movimientos: serán mas ágiles nuestro! ejercicios , y no será esta agilidad el resultado de repeticiones enoji sas de movimientos mecánicos, que no dirige la razón , sino obra de nuestra mente. ^ Visitaremos los talleres, donde se trabaja la madera, el hierro la tierra, o la piedra ; no para mirar, sin pensar; sino para aplicar nuestros conocimientos á las operaciones del obrero El carpintero, el sastre y picapedrero delinean también con el cartabón, el compás y la regla, y tiran sus paralelas y perpendicu- 1 (7) '"••^s» y buscan y encuentran el aplomo y el nivel. ¡Qué placer el ttestro, cuando hallaremos en la práctica nuestros conocimientos! ' ¡qué vanidad tan pura, si podemos decirle al obrero, "tenemos ° nacerte un regalo: te demostraremos que tu método , 6 es inu- ' mente penoso, 6 te puede conducir al error!" Aunque aprenda de nosotros un método útil, ó le hayamos he- ** abandonar una mala rutina, y nuestra alma haya experimenta- ^° aquel placer generoso que goza, cuando difunde entre los horn­ os algunos conocimientos útiles,, no nos envanezcamos por eso; porque será muy fácil al obrero probarnos, que sabe en su oficio l^n veces mas, que nosotros. Instruyamos sin orgullo; y seamos dó- ^'les para aprender. Esto vale mas, que dar una limosna: la cari­ no hace al hombre un regalo que le humilla : el de la instrucción ^ eleva, y contribuye á libertarlo de necesidades futuras. Visitaremos las tiendas, talleres, molinos, batanes , tejares y ^bricas, si las hubiese, y en todas partes veremos aplicaciones de lestra geometría y mecánica: tal vez olvidaremos los principios; pero aprenderemos la práctica, y la utilidad de ellos. tiH estas diferentes correrlas, un padre juicioso observará las •mpresiones de su alumno, la aptitud mas ó menos marcada , que "manifieste, á la vista de ciertos trabajos, y quizá podrá conocer su locación particular: si descubriere su inclinación á esta, ó aquella profesión, podrá abrirle esta carrera, y hacerlo, ó un aplicado la­ brador, ó un fabricante laborioso, ó un comerciante prudentemente atrevido, üq gran propietario decía á su hijo : **Amigo mió : si no lomas in estado, tu vida será una cadena de privaciones y de trabajos: tendrás tus hijos; pero ¿ cómo podras alimentarlos, y transmitirles aquel mismo bien estar, que yo pudiera transmitirte á tí, si fueses •DI hijo tínico, la mitad, si fueseis dos, y la tercera parte , si tres; porque no esperes de mí, que yo deje en la miseria á los menores para hacer opulento al mayor, y que la vanidad me haga mal pa-' "«•e» para que vosotros seáis malos hermanos. Si te oprimiese la des­ gracia; si un infortunio imprevisto te arrebatase tu fortuna, como ''•ecnentemente sucede; ¿qué harás; qué será de tí; cuál tu oprobio? ¿Mendigarás de puerta en puerta ? Pues bien , trabaja; ocúpate siempre , y mejorarás la existencia de tu familia: criarás y educarás tus hijos, aun cuando perdieses toda la herencia que yo te lego," X, ¿cuáles fueron los frutos de estos sabios consejos? Una sim­ ple carta que se presentó en una discusión pública-, os los revelarán. (8) El genio de la retrogradacion perseguia inhamanameiite á todoe los hijos menores: él se indignaba al ver, que la igualdad presidia, asi en las pequeñas, como en las grandes fortunas: quería fundar el privilegio, con ayuda de la ley, para hacer venerable, si posible fue­ se , un error: que la ley misma estipulase un derecho, que poco á poco fuese aniquilando la propiedad. El hijo de aquel gran propieta­ rio, que escuchó con docilidad, y abrazó sus prudentes consejos, es­ cribía á sus hermanos : "Amigos mios : somos tres, y yo el mayor: nuestros padres no tuvieron que llorar la muerte de ninguno de sus hijos, y les debemos la vida, la salud, y la educación. Nuestra tier­ na madre no quiso confiarnos á mugeres mercenarias, y nos alimen­ tó con leche de sus pechos; y nuestro virtuoso padre nos formó por sus excelentes principios, inspirándonos el respeto á la religión , el amor al orden , á la justicia y á las leyes, y sobre todo de la patria que es inseparable de la veneración y fidelidad al Soberano. Nunca permitió, que ningún maestro nos ensenase mas, que lo que él no nos podia enseñar: ni ellos pudieron conocer cuál de nosotros le amaba y respetaba mas; ni nosotros conocer el objeto de su predilec­ ción. Yo mismo no pude conocer, que era vuestro mayor, sino por­ que sentí, que era el que mas os amaba: crecimos en nn mismo amor al trabajo y á la gloria, y en un mismo deseo de ser ütiles i < nuestros conciudadanos y á nuestra patria. Un patrimonio, aunque no muy grande, pero puro de todo aumento ilícito , no nos dividi­ rá ; y abjuro desde ahora, y bajo el sello del honor, de toda desi­ gualdad, entre nosotros, persuadido de que combatiéndola, cumpli­ ré las obligaciones que tengo, como hermano, y como hombre.*' Son muy pocos los padres que no quisieran inspirar á sus hijos el amor á la virtud, y el odio al vicio; pero para hacerlo, suelen poner en sus manos libros, donde la virtud se recompensa siempre y el vicio se castiga ; y este es un camino falso y peligroso. ¿Qué dirá, y pensará cuando, á despecho de esta doctrina, viese á tantos vi­ ciosos , y .aun criminales ostentar impunemente el lujo de una inso­ lente prosperidad? Dirá , que el mundo positivo, no se parece al de los libfos, y que se le ha engañado con fábulas y quimeras: despre­ ciará su educación, y se burlará de la previsión de los que le enga­ ñaron sin fruto. Nuestro camino será otro: observaremos cómo el mundo estima el bien, y menosprecia el mal; y cómo comunmente tiene la virtud sajreconipensa, y el vicio.su castigo. Las acciones virtuosas son aquellas por las que sacrificamos algo (9) de nuestros placeres', 6 de nuestros deseos párj el bien del dé los demás; y cuanto mayor es aquel sacrificio, tanto mas gramde es el mérito de la virtud. No aspiremos á la perfección , que es dada á muy pocos: contentémonos con una virtud común, pero práctica. *^No hagamos á otros lo que no quisiéramos que nos hiciesen ellos:'' este es el fundamento de la moral. No mintamos, ni engañe­ mos , porque no quisiéramos ser engañados: el mentiroso nunca es creido: la verdad «leja de serlo en su boca: todos le evitan: no tiene amigos verdaderos; y los que hoy le desprecian, mañana le detestan. Hoy su mentira es inocente : luego lleva la malicia: jura para que todos la crean ; y ya en este punto el embustero es un criminal, un perjuro; y el que solo merecía el menosprecio, merece la infamia, un presidio, tal vez la muerte. Desígnesele algunos de aquellos hombres viciosos, embusteros y embaucadores, á quienes no hubiese alcanzado la ley, y que vean por sí mismos, que todo el mundo huye de ellos, los desprecia, y habla con disgusto y aun con horror. Otro de los vicios mas abominables es la hipocresía: es el de las almas infames, es la máscara de los cobardes: al hipócrita de corte 6 de ciudad, de colegio ó de barra, de regimiento ó de taller, todo hombre de bien lo detesta: comunmente es mas grande el menos­ precio con que se les mira, que el deseo que ellos puedan tener de la venganza. No quisiera yo, que la juventud consumiese su tiempo en lalcci tura de novelas y romances morales, sino en una historia positiva y real de los viciosos y criminales, á quienes hubiese castigado la ley. Si Walter Scottf olvidando muchos de sus sueños, nos 'diese un ex­ tracto juicioso de la vida de ciertos individuos, á q'Jtene^ amonestó la policía , que castigó luego la ley con una multa, ó Qna corta re­ clusión ; que se vieron después condenados por ella á salir á la ver­ güenza, al presidio; y después escapado de él, hacerse un salteador de caminos, y un asesino, y acabar, por último, en el cadahalso, baria un servicio muy importante á la humanidad : este libro de verdades útiles seria mucho mas precioso, que tantos como salen de su pluma , llenos de brillantes quimeras. Nada fija la atención del pueblo, ni tiene poder en la infancia, como la realidad de las cosas: es el imperio de la verdad : un hecho sieqipre es posible, y siempre verdadero: los de la historia del hom­ bre no serán inenos interesantes; y las realidades reemplazarán á ios romances. TOMO VI. a (lo) Yo enseñara á mi alumno, con el ojemplo en la mano, que puede ocultarse en las tinieblas, una culpa aislada, un crimen con­ tra el orden social, y el bien de nuestros semejantes; pero que es imposible que no se descubran muchas culpas, y muchos crímenes de una misma especie: la historia de los tribunales nos enseña, que rara vez es castigado el hombre por su primera culpa: rara vez muere un gran criminal sin que la ley lo castigue; y rara vez ocul­ ta el vicioso sus delitos, de modo que no acabe deepreciado y detes­ tado de los hombres. No esperemos un milagro para cada una de nuestras acciones: un delator calumnioso recibirá hoy la recompensa de su gran crimen; y mientras que sus víctimas se consumen en un calabozo, comerá en fonda , paseará en litera , y vivirá un palacio; pero llegará su , y será abominado, y detestado, y feufrirá, no el rigor de las reconvenciones de una conciencia pura, que no tiene, sino la severidad de las leyes, y la inexorable venganza del Dios que protege la inocencia y la virtud. Asi enseñaré á mi alumno la funesta tendencia de los hábitos, y le diré: "no te acostumbres á mcnlir, porque mentirás siempre: no tomes nada de nadie, ni aun por pasatiempo, porque mañana se­ rás un ladronzuelo, y al otro dia un gran ladrón:'' de este modo habré coinenzado á darle una educación práctica, á la que podrá también concurrir mi muger, y la cual es infinitamente mas precio­ sa , que la que comunmente se da á la juventud, que se forma, cre­ ce y suele llegar á la edad de veinte años, sin haber conocido el mundo: entra luego en él, y encuentra, que no es el de los libros, y tiene que abandonar los principios que aprendió, como sueños de vi­ sionarios, y quimeras de colegios. Yo no quiero que mi alumno ame hr virtud por interés, sino por su belleza y encanto. Dejaremos esta materia para la Carta siguiente.

Manuel María Gutiérrez. (")

COMEUCIO.

Francia. Decreto de 6 de junio. Articulo i.*' Los derec!ios de entrada de las mercaderías, que se expresarán , quedarán reducidos dos meses después de la publicación del presente decretó; á saber: Madera de cedro, y de acayoiba 6 anacardo, la mitad dé Tos derechos fijados por leyes de 28 de abril de 1816, y 7 de junio de iSao , cuando fuesen importadas directamente de países situados fuera de Europa, y en buque francés. Madera de ^bano, id. 4 francos por kilógrama (un kilógrama, dos libras, dos onzas y trece adarmes , peso de Castilla). Madera do sopan, y caragna, id. importada directamente por buques franceses, de paises situados al oeste del cabo Horn: pieles brutas curadas, peletería, quina, vainilla , carao, y ruibarbo, bajo las mismas condiciones, á la mitad de los derechos de entrada. Algodón de larga seda, el mismo derecho, que el de corta seda. Artículo a.^rLos derechos de salida de las mercaderías, que se designarán, quedan reducidos; á saber: Vino , en pipas ó en barriles, una céntima por hectolitro (49 azumbres): en botellas, cinco id. Máquinas, útiles é instrumentos mecánicos para las artes y ofi­ cios , asi montadas, como en piezas sueltas, y cuya exportación fue­ se permitida por la ley de 37 de marzo de 1817, '/; po"" >oo de «u valor. Artículo 3.*' Los derechos de entrada de las alfombras, y ni­ tratos de sosa y potasa; y el premio de salida, que gozan hoy la ca­ simira, y otros tegidos batanados, continuarán como lo están, y se exigirán aquellos, y se pagará éste, con arreglo á los decretos de i3 de marzo de i83i. Los fundamentos de este decreto son: la reducción del derecho de salida sobre las máquinas é instrumentos mecánicos, hacia ya mu­ cho tiempo, que el comercio la reclamaba: prohibida, antes de aho­ ra, y reducida después á un derecho de 2 por 100 de su valor, era hoy iniitil la prohibición, y excesivo el derecho; porque ni aquella, ni éste teuian un objeto de conveniencia pública, cual había sido el (I.) de reservarse la Francia el exclusivo de los medios del trabajo, que deseaba tener secretos. Esta especie de restricción, en el dia, era en-* teramente vana, atendidos los progresos que b^cen, en todas partes, la invención y la perfección de todos los ramos de industria , y la sama facilidad con que se difunden los conocimientos , por medio de los dibujos sobre escalas: todo el efecto de la prohibición, ó de un derecho alto de salida, seria impedir que las máquinas fuesen, como deben serlo, un objeto de fabricación propia, y de cambios Ten- ta/osos. En las mismas razones se funda la reducción del derecho de sa­ lida de los vinos, porque las mismas necesidades tiene que satisfacer el Gobierno. El arancel vigente es bastante moderado; pero no se ijinda en ningún principio sólido de economía política; é importa mucho, que el estado evite hasta la apariencia de agravar las mu­ chas circunstancias, que se oponen á la exportación de los productos de la vid. La reducción del derecho de entrada de algunas maderas exóti­ cas necesarias para las obras de ebanistería, aumentará el trabajo de los obreros, libertando á la industria de la anticipación de un dere­ cho bastante considerable, y extenderá el consumo. ; La reducción de el derecho que pagan muchos'artículos, que pueden importar, directamente los buques franceses, db los paisas si­ tuados al oeste del cabo Horn , establecerá aquella tasa diferencial, que hasta ahora no se había establecido, como para las principales mercaderías de la India, y que es absolutamente indispensable para estimular la navegación de largo curso. El derecho que hasta aquí han pagado los algodones en rama de cierta especie , conocidos con el nombre de larga seda , .se fundaba únicamente en el mayor valor, que ¿stos tenian , con respecto á los de corta seda; pero.esta razón ya no existe , porque los métodos de la fabricación se han mejorado tanto, que los algodones de «orta seda , cuyas excelentes calidades se confunden con los de larga seda, dan casi unos mismos resultados; fuera de que esta disposición la reclamaba la industria, será también un acto de equidad para los paises productores del algodón, larga seda, á los cuales ofrece gene­ rosamente los medios de concurrir á aquellos mercados, sin incon-r veniente alguno, antes por el contrario , con el beneficio de surtir las fábricas francesas. Corresponderá y estará en perfecta armonía con la que aquel Gobierno acaba da tomar cn.favor de los vinos, ea uupais, como la Francia , que ofrece tan grandes salidas. (*3) Se aatorlza, por otro decreto, la entrada condicional de los aceites de Colza, lino y adormideras, procedentes de los países ex- trangeros, cercanos al Rhin, á efecto de purificarlos en la Alsacia, Y reexportarse á la Suiza: las condiciones á que se sujeta esta medida están muy sabiamente combinadas para precaver todo abuso, y ase­ gurar los intereses del tesoro, y de la agricultura francesa. Francia 18 de junio. Por un decreto de S. M. se manda, que los baques franceses procedentes de los puertos del Reino unido de Inglaterra y de Irlanda, ó de sus posesiones en Europa, no paguen en adelante, por derecho, y medio derecho de tonelada, mas que uu franco y 5o céntimas por cada una , entendiéndose lo mismo con los baques británicos procedentes de los mismos puertos, con carga, ó sin ella.

EgiptQ. Escríbese de Smirna, que un bricl: francés procedente de Alejandría, entró en aquel puerto el 27 de Abril, y llevó U noticia que Mchemet Alí habia pasado notas á todos los agentes ex— trangeros en Egipto, declarando que sus diferencias con la Puerta no alterarian las relaciones mercantiles, y ofreciendo solemnemente proteger el comercio, por todos los medios que pudiese, y castigar los piratas, si habicse algunos, que se quisiesen aprovechar de las circttostancias actuales.

San Esteoan 7 de Junio. Escriben de Leipsicl:, con fecha 20 de mayo, que hace 2$ años, que no se ha visto una feria mas rica,- ei artículo de sedería es el que se ha vendido mejor.

Habana 29 Abril..Hay mucha actividad en el comercio. Es de presumir, que el azúcar bajará de precio el mes de junio: el pro­ ducto de la cosecha excede en 80.000 cajas al del año último, y la exportación desde i.** de enero ha sido lo^.ooo cajas^ y la del café .ooo arrobas. Las ventas son lentas, sin duda por las últimas fiestas: los precios corrii^tes son: la terciada de 5 á 7 rs. plata: la Manca de 10 á 11 V»^ *l cale, según su calidad, de 9 á 11 '/, pe- «01. Cambia sobre Loodreiidkí 9^ 10 p. 100: sobre París á la par;, (•o

VIAGES MODERNOS.

El Redactor de New-York del 3 del mes de setiembre de 1831 contiene la curiosa relación siguiente:

El sábado pasado llegd á este puerto la goleta Antartic, capitán Morrel, despaes de una ausencia de dos años, en cuyo tiempo ha estado haciendo el tráfico en las islas del Pacífico del Sur, habiendo perdido 19 hombres de su tripulación en un encuentro que tuvieron con los habitantes de una isla recien descubierta. En fX Morning Courier se han publicado muchas particularida­ des en este viage que eslan llenas de interés, por lo que extracta-^ tnos lo mas notable. , La Antartic se hizo á la vela de Ncw-York en setiembre de i8a8 , para ir á cargar pieles de focas, ó como vulgarmente se llaman, becerros marinos. En octubre siguiente tocó en las islas de Cabo Verde, donde embarcó la sal necesaria para preservar las pie­ les que esperaba acopiar. Desde allí tomó el rumbo de la Nueva Gelandia; pero saliéndole vanas sus esperazas de conseguir allí pie­ les, determinó el capitán variar el viage, y dio la vela para Manila. En la travesía se encontró el 2 3 de febrero con un grupo de is^ las , seis en número, las cuales no estando en la carta , las llamó el grupo de Westerjield, Son pequeñas, y una cresta de rocas cor­ re de una isla i otra. Al dia siguiente descubrió tierra otra vez v halló que era otro grupo de islas qiie se extendía como 75 millas de Norte á Sur, y no hallándose éstas tampoco mencionadas en nin­ guna carta , las llamó el grupo de Berght. Aquí se comunicó con los naturales , pero no le fue posible obtener de ellos informe alguno en cuanto á las ventajas ó aliciente que proporcionaban sus islas; y asi continuó su camino. El dia a5 vio tierra otra Vea, que era una isla larga y baja, que parrcia llena de arcos, sin ver, sin embargo., ni-U' gun rastro de habitantes, y la llamó isla de Livingston. El 9 de marzo llegó á Manila, y allí se resolvió á equipar su buque para (i5) liacer un viagc á las islas de Fejée en busca de un cargamento de Beach le Mar (i), carey, &c. Para proseguir su viage zarpó de Manila el i a de aLril, y des­ pués de pasar las islas de has y-Wallace, el 9 de mayo puso el nombre de Maticas á seis islas bajas, donde los naturales vinieron á encontrar con él, pero viendo que no tenían cosa que mereciese la atención, fue corta su permanencia. Los naturales le indicaron que mas al Norte encontraría gran cantidad del artículo que buscaba. Siguiendo la dirección que le hablan dado, pasó un grupo de islas llamadas por los naturales Tama Tam; otro grupo denominado en la «arta del Joven Guillermo , y las islas de Monte-verde Santo. El capitán Morrel parece haber tenido poco trato con los natu­ rales de estos lugares, y esto solamente por conseguir de ellos algu­ nos cocos y fruta del pan, habiéndose cerciorado de que no poseían otra cosa. Morrel describe á estos hombres como notablemente altos y robustos, haciéndole sospechar algunas veces por sus movimientos, que tenían intenciones hostiles, y otras los vcia perfectamente pací­ ficos y sin armas. £1 22 de mayo ocurrió un accidente, á que no le habían dado importancia, pero que ha sido anotado después cuidadosamente como uno de los sucesos mas señalados del víage. TJn pajarito tan negro como la tinta vino á bordo de la goleta, y no le pudieron echar de ella. Algunos de los de la tripulación, con la credulidad de marine­ ros, creyendo ser ave de mal agüero qucriau matarle, pero com­ placido el capitán de su perfecta mansedumbre, determinó conser­ varte la vida, Al dia siguiente fueron descubiertas unas islas á que se dio después el nombre de Islas del Degüello ^ y el pajarito al ins­ tante voló á tierra. Mucho sentimiento ha habido después á bordo, por haberle dejado escapar, porque muchos le han atribuido insen- satame,nte las desgracias que se siguieron. £1 2 3 de mayo, pues, estaba la goleta á la vista de seis islas todas pequeñas con una cadena de rocas que las atravesaba, corta­ da á trechos por un canal pequeño de como too yardas de ancho. Las islas parecían muy fructíferas, y se veían varias canoas grandes del lado de adentro del arrecife, y habiendo mandado allá el bote y encontrando- con mucho Beach le Mar de excelente calidad , de­ terminó el capitán poner los medios de conseguir un cargamento

()) Es un pescado i que los chinos son muy aficionados, y el cual pa- San á precio alto; no (|bemos cuál será su nombre en castellano. (,6) de este g^nfiro en aqnel parage. Después de dar fondo y hacer vei* preparativos necesarios, se mandó á tierra parte de la tripulación el 26 , con el objeto de desmontar el terreno de árboles y maleza y fabricar una casa, donde guardar el Beach le Mar, curarlo y pre­ pararlo para poderlo transportar. Los naturales habian venido á la banda de la. goleta en varias canoas grandes, trayendo cocos y conchas. Ellos eran negros, de grande estatura , y algunos parecían muy agudos. Nunca hablan visto á ningún hombre blanco, y asi creyeron que los que iban en la goleta Antartic estaban pintados de blanco, y procuraban restre­ gándose dar á su cutis el mismo color que el de los extrangeros. Sus ideas estahan reducidas al pequeño grupo de islas en que vivían, aunque tenian unas imperfectas nociones de otro grupo que está á alguna distancia del suyo, de donde ellos creían que procedía la goleta. La tripulación del bote había levantado una fragua en tierra; los naturales robaron algunas herramientas del armero, lo que* in­ dujo al capitán á mandar otro bote con una tripulación bien arma­ da, y así se les obligó á volver las cosas robadas; pero entonces se manifestaron los naturales en actitud hostil, sacaron sus arcos y sé prepararon para la descarga. Las tripulaciones determinaron apode­ rarse de la persona del gefe principal, lo que efectuaron y le lleva­ ron á. bordo con otros muchos; mas ellos se echaron por la noche al agua y llegaron nadando á la orilla. A la mañana siguiente la gente fue á tierra á trabajar como de costumbre. A las ocho volvieron á la goleta á almorzar, dejando tres hombres en tierra para cuidar las herramientas; 33 de los natura­ les cercaron á estos tres y estaban á punto de comenzar el ataque, de que desistieron solamente porque vieron qne había vuelto el bote á tierra. Al mediodía salieron de las otras islas varias canoas, y te­ miendo el capitán que rompiesen las hostilidades, reforzó la gente de tierra hasta completar 21 hombres, y recomendó al oficial que los mandaba la mayor precaución contra las asechanzas de los natu­ rales , de lo que él sin duda no cuidó mucho, porque éstos poco después les dieron un repentino y vigoroso ataque general desde el monte; dos de la tripulación que estaban en el bote, tuvieron jus­ tamente tiempo para desatracarle. Guando estuvieron fuera del ah- cance de las flechas se mantuvieron á la vista y recogieron á tres, que se liabian salvado nadando. La lancha que despachó el-capitán con diez hombres armados al oír la algazara de los naturales^ salvó («7) dos hombres mas, habiendo destrozado á todos los demais con excep­ ción de uno, cuyo hado mencionaremos después. £11 capitán Morral se encontró imposibilitado de proseguir el ob­ jeto de su viage, con una tripulación tan disminuida, v por consi­ guiente determinó regresar á Manila, para conseguir un refuerzo de gente. Llegó el 3 5 de junio, y habiendo embarcado 14- hombres mas, salió otra vez el 8 de agosto. El i3 de setiembre llegó otra vez á las islas donde había perdido su gente, y por cuyas circuns­ tancias las llamó Islas del degüello ; pero no bien habian dado fondo, cuando fue atacado por los naturales en sus canoas, los que sin em­ bargo tuvieron que retirarse por el vivo fuego que se les hizo desde la goleta. Poco después llegó á la goleta una canoa pequeña, en la que con regocijo universal de cuantos estaban á bordo, hallaron uno de sus antiguos compañeros, Leonardo Shaw , quien al tiempo de la mortandad se escondió entre la maleza del bosque y se libró del de­ güello. Asi permaneció oculto quince , subsistiendo de cocos, cuando fue descubierto por los naturales y herido cruelmente. El capitán Morrel supo por este hombre, que estaban colgados á la puerta de la casa del cacique los cráneos de 13 de sus compa­ ñeros , y que pocos dias antes habian tenido los naturales una cón-^ snlta entre sí, sobre matar y comer al mismo declarante Shaw; pero que lo habian dilatado por estar ausentes algunos de los caudi­ llos , y después le mandaron á bordo con proposiciones al parecer pacíficas. Mientras estuvo Shaw en la isla, fue empleado por los na­ turales en fabricar cuchillos del fierro que habian obtenido del bu­ que ; era tratado muy mal, dándole apenas comida bastante con que poder vivir. Él representa la isla como bajo el dominio de un caci­ que que manda con poder absoluto; cada una de las otras islas tie­ ne un gefe subordinado con otros muchos que dependen de él. Dice que no pudo descubrir entre ellos ningún asomo de religión, ni apariencia de reverenciar á un poder supremo. Los gefes practican la poligamia, pero los demás en general no tienen mas de una mu- ger: éstas son castas y recatadas, porque sus maridos las matan sin escrúpulo alguno por la menor sospecha de infidelidad. Shaw cree que matan todos los niños excepto los del Cacique, no habiendo per­ cibido ningún otro entre ellos. Sus chozas son fabricadas de carrizos y de ramas del árbol de coco, cuyo fruto, plátanos y pescados es todo su alimento. Las islas están todas cubiertas de bosques, en que solo hay algunas sendas angostas de á pie, y las chozas es- ToMO VL 3 (i8) tan solamente en la'costa del mar por la conveniencia de pescar. Para proteger á la gente que trabajaba en tierra hizo el capi­ tán Morrel construir una especie de batería sobre las copas de dos árboles grandes como de 4 o pies del suelo y montada por 4- pedre­ ros de bronce, colocando en ella 16 hombres de los de mas con­ fianza con fusiles y provisiones, pero apenas se había concluido, cuando vinieron los naturales en gran fuerza y atacaron á los hom­ bres de abajo; entonces con gran asombro suyo se rompió el fuego de la batería sobre ellos, y fueron rechazados con gran pérdida. Pasamos en silencio, dice el Morning Courier, la compra de la isla hecha Á SU gefe , la muerte de éste y otros pormenores. Todos los esfuerzos del capitán Morrel no fueron bastantes para. pacificar á los habitantes, quienes continuaron las hostilidades á pesar de la mucha pérdida que tuvieron y del incendio de sus chozas, hacién­ dole coa el tiempo perder la esperanza de conseguir ningún carga­ mento &t pescado en sus playas. El capitán Morrel continuó todavía su viage é hizo otros mu­ chos descubrimientos, que son ya propiedad suya, y espera volver á cosechar el fruto de ellos en otro viage mas propicio. Mr. Morrel ha traído consigo á uno de los naturales de la isla del Degüello y á otro de otra que descubrió después, los cuales se enseñan al público en Tammany Hall, como objetos de curiosi­ dad. Su intención es volver con ellos á su país, donde espera que el buen trato que les ha dado le asegurará mejor recibimiento entre sus paisanos, y que los conocimientos que habrán adquirido aquí, serán los medios de introducir entre ellos algunas de las ventajas de la civilización. (•9)

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LAS CASAS POR DENTRO.

Carta de un curioso provincial al curioso madrileño.

" ijeño7eñar corioso, may seSor mió: desde qae hallándome en esa capital em­ pezó V. á pablicar sos observaciones sobre las costumbres de Madrid, en el periódico titulado Cartas españolas, me incluí en el ndmero de los snscrip- tores á dicho periódico, lisongeado por la idea de que aún después de mi salida de esa, refrescaría en mi imaginación (con el auxilio de V.) aquellos cuadros que tantas veces habian herido mis sentidos. Otro servicio aún mas importante me ha hecho V. cual es el de haberme relevado de la insoportable precisión de responder á tantas preguntas como al regresar de mis correrías me hacian siempre mi mnger, mis hijos y mis amigos; precisión á la ver­ dad mas dura que lo que parece, pues ya sabe V. que el hacer descripciones no es para todos, y mas si han de reunir las circunstancias de verdad, chis­ te é interés. Asi es que vi el cielo abierto con la oferta de V., y desde en- lonces cuando alguno me importuna con sus dudas sobre tal ó cual objeto de la corte, siempre le remito al momento en que á V. se le ponga en las mientes hablar de ¿I. Pero es el caso, señor parlante, qne como qniera que es mas fácil pre­ guntar que responder, casi siempre me encuentro atrasado de contexlacio- nes con estas gentes, y Dios sabe lo que V. roe hace penar hasta que llega la suya. Pero llega, y entonces es el pavonearme yo, reunir la asamblea, desplegar roagestuosamenlee l papel, correr la visla en silencio por las pri­ meras líneas, sonreirme un tanto cuanto gozándome en la impaciencia de mis oyentes, y empezar en fin mi lectura con todo el énfasis de an poeta novel. Mas la exigencia de los demandantes, rara vez se da por satisfecha con la ración que V. nos concede; quisieran ellos en pocos momentos ponerse al corriente de lo que sin duda habrá costado á V. muchos años de obser­ vación , y si bien esta ansiedad me parece injusta é irreflexiva', no dejo sin embargo alguna vez de convenir con ellos en ciertos extremos. Por egeroplo, no pudo menos de hacerme fuerza la reflexión de una de mis niSas qne de­ cía dias pasados. ¿Por qué, ese seSor curioso casi siempre nos habla de lo* objetos públicos, como calles y paseos, y nada nos ha dicho aún del interior de las casas? ¿Pues qué, nada hay que decir de ellas en Madrid? — Calla niña, la contexté yo, qne todo se andará si el palo no se rompe, y trazas lleva el tal seuor de no dejarlo tan pronto. Ma.s si bien es cierto qne la hice callar, no asi calló mi imaginativa que roe inclinó á pensar qne la chica podría tener razón, y que si en lo sucesivo hablamos de juzgar con acierto de los dramas que nos presente en sus cuadros familiares, era indispensable ante todas cosas hacernos tomar conocimiento exacto del lugar de la escena. Fue tanta la fuerza que me hizo esta consideración que me determiné á escribirle á V., y para mas empeñarle en mi objeto, y sin que sea visto querer introducirme en su terreno, me ha parecido conveniente hacerle una ligera descripción de la casa en que yo viví en Madrid, por si en ella encuentra alguna ó algunas circunstancias que puedan aplicarse cómoda­ mente á las demás. Pero antes de dar principio á mi bosquejo será bien enterar á V. de que mi marcha á Madrid, fue convidado por los veraces ofrecimientos de un antiguo amigo, sugcto de consideración en la corte, el cual exigió de mi la circunstancia de haber de habitar en su casa, con el objeto de iio apar­ tarnos un punto en mis correrías por el pueblo; la posición social de mi amigo, y sus mas que medianas facultades, me convencieron de que sus ofertas no le serian molestas, y acepté el convite. Di fondo en una de las cinco grandes calles que desembocan en la famosa puerta del Sol, y delante de un luenguísittio caserón. La multitud de sus balcones y ventanas, la elegancia de su pintura aún reciente, y las denlas circunstancias qne constituían su adorno exterior, me afirmaron en la idea de que iba á habitar en un palacio y en el seno de las comodidades; pero puse el pie en el portal, y desapareció la ilusión, echando de ver por mi desgracia que este era el primer petardo que se me ofrecía en Madrid. Por de pronto, el tal portal era medianamente estrecho, oscuro y prolon­ gado, y la mitad de su espacio hallábase acotado por un remendón de zapa­ tos, que á falta de portero egercilaba no mal el oficio de despertador; la ptra mitad se hallaba interrumpida por el doble y repugnante depósito in­ dispensable en los portales de la corte; por manera que para ganar la escala fra forzoso atravesar entre ambos escollos: es verdad que en logrando pi­ llar ésta, ya podia uno olvidarse de aquellos, para ocuparse exclusivamente en las revueltas, desniveles y tortuosidades de tan ingeniosa arquitectura; solo tenia una contra tan prolijo examen, y era qne si por casualidad se oian resonar en la parte mas alta las rotundas pisadas del aguador asturia­ no, no habla mas remedio que volver á bajarse ó hacer que él volviese á su­ bir, por la imposibilidad de hallar paso simultáneo. El adorno de tan mag­ nífica escalinata era correspondiente, y consistía en una barandilla de hier­ ro enemiga natural de todo guante de color, unas ventanas que daban á un patio, cubiertas con vidrios verduscos y ennegrecidos por las moscas ( á excepción empero de algunos mas que los de Venecía, por donde se transmitía no solo la luz sino el aire y el agua), y en lo alto de toda la fá­ brica un tragaluz, que propiamente se la tragaba y aún también á una nu­ merosa cohorte de vichas cenlíp«dos que habitaban aquellas regiones. Delante de la meseta principal un vaso de vidrio enclavado cerca de una ventanilla (2l) prestaba su escasa luz durante las primeras horas de la noche. Por último, en cada descanso había dos ó tres ó mas puertas que indicaban otras tantas habitaciones separadas, y al ]ado de cada una colgaba un pedazo de cordeí, un hilo de alambre, ó una cadena tosca de hierro para llamar. Exceptúanse sin embargo algunas puertas del piso tercero, donde sin necesidad de llamar solían abrir al menor ruido de botas. Mi amigo, según pude averiguar á duras penas, ocupaba una de las habitaciones principales No puedo negar á V, que la primera vista de ella me cau.'ió mucha exlrañcza , no acertando á encontrar la mas mínima ana­ logía entre las circunstancias de el sugeto, y las de la habilacion; pero poco á poco me fui convenciendo de que todo consiste en los nombres de las cosas mas que en las cosas mismas, y que tal podria á mi parecerme estrecha y mezquina venta que no fuese sino espléndido y cómodo castillo. Después de una antesala que por lo breve podria pasar por esdrújulo, se entraba en el gran salón, que consistía en un cuadri no mas longo que de unos treinta pies por veinte de ancho. Compartían la pared de fachada dos balcones, de­ jando en el medio un espacio suficiente para un espejo, una mesa con un relox y dos quinqués. La pintura de toda la sala era sencilla de color de caña interrumpida en las esquinas por fajas de otros colores: un sofá, una docena de sillas, cuatro chucherías en las rinconeras, .seis vistas de la Sui­ za en las paredes, una modesta lámpara pendiente del techo y un velador, colocado debajo concluían el adorno del salón principal: el gabinete inme­ diato jugaba por el mismo estilo, si bien ostentaba dos muebles mas, á sa­ ber: el indispensable brasero, y una jaula dorada cerca del balcón. La alco­ ba principal no tenia mas relieve que la cama lisa, llana, y limpia de col­ gaduras y garambainas. Pasábase después á unos dormitorios á guisa de ca­ marotes de fragata, tan espaciosos que el durmiente podía muy bien for­ marse una perfecta idea de so última mansión. En seguida me ostentó mi amigo sus galerías, que eran dos corredores cuyas inevitables paredes se iban desgastando en los codos de los transeúntes. Estas estaban adornadas con colecciones muy entretenidas de mapas de las provincias de Valaquia y Moldavia. "También tenemos aquí nuestro jardín'' (me dijo asomándome á un estrecho patío donde campaban hasta unos ocho tiestos, y cuya eleva­ da altura cruzada en todas direcciones de cuerdas llenas de ropas puestas á secar, le daban cierta semejanza al interior de un buque empavesado). Luego me llevó al comedor; verdad es que entonces estaba haciendo de sala «fe ¿año; después me mostró su íí/udib, cuyas vistas agradables sobre un tejadillo le hacían muy á propósito para el caso. — Y el tocador de tn es­ posa Ic dije yo? Ya le hemos dejado adelante en aquella pieza, donde ten­ go mi biblioteca. — ¿ También esa ? — También esa. En efecto , luego pasamos por la biblioteca, y vi sobre una mesa dos legajos de diarios de avi­ sos, una guia de forasteros, un calendario, un tomo 4-° del Quijote y una novela sentimental que el maestro de baile había prestado á la señorita. Por último vimos ía cocina, que era ancha como canon de chimenea, y tan clara como las soledades de Góngora: no tengo uecesidadi de advertir que se (aa) hallaba adicionada con él utrecho recinto qne mas lejos de ella debia colo­ carse, porque ya se sabe qae ésta es circunstancia indispensable en las coci­ nas de Madrid; de allí se pasaba á una dispensa lo suficientemente húmeda para prestar cierto saborete á todos los bastimentos en ella apiñados, y por áltimo, se bajaba á los sótanos y bodegas, cuya su extensión era tal que ba- bia que mirarlos desde la escalera siempre que estaban surtidos de un carro de carbón & dos arrobas de vino. Tal amigo mió era la habitación principal de esta casa; juzgue V. ahora de las demás. Pues siendo cual era tenia dos tiendas, y en ellas vivían un sombrerero y nn ebanista; el zapatero del portal dorroia en nn chirivilil de la escalera, nn maestro de esgrima en el entresuelo, nn empleado y un co-r merciante en los principales, un maestro de escuela y un sastre en los se­ gundos; un médico, una modista, y nn abogado en los terceros; un música de regimiento, un grabador, un traductor de comedias y un barbero ocu­ paban las boardillas, y hasta en un desvancilto qne caia sobre éstas babia encontrado su asiento un matemático, que llevaba publicadas varias obser­ vaciones sobre las principales alturas del globo. Por lo que á mi toca, bien pronto empecé á suspirar por las comodi­ dades á que estaba acostumbrado, y asi es que á los cuatro meses abandoné aquella mansión y volvf á esta provincia; pero juróle á V. que no pude ha­ cerlo sin notable deterioro de mis sentidos; pues gracias á la escasa luz qne el patio empavesado nos suministraba perdí algunos grados de vista; mi ol­ fato llegó casi á neutralizarse con las continuas exhalaciones de los pozos, albaítales, comunes y vertederos de la tal casa; por una consecuencia inme­ diata vino á resentirse el ^slo que siempre tuve delicado, el oído perdió su natural fineza con la bataola del zapatero, del ebanista, del esgrimidor, de los chicos de la escuela y del músico, y solo el tacto llegó á sutilizárseme hasta un ponto tal que atajaba en su camino en el punto y hora que quería á las antropófagas chinches que paseaban mi persona en aquellas fementidas alcobas durante la hora de la siesta. He aquí curiosísimo seAor, la pintura fiel de mí habitación en Madrid: ignoro si las demás (hablo tan solo de las de la clase media) se le parecen, y en este caso, no puedo menos de compadecer áVV. porque pagan á pre­ cio de oro tantas inconveniencias, mientras aquí disfrutamos habitaciones cómodas y aún regaladas por lo que ahí cuesta una boardilla. De todos modos espero qne roe contexte para desengañarme, y que reconozca desde ahora uno de sus apasionados en = El provinciano."

Y el paríante poco deseoso de decidir tamaña cnesCion deja por hoy i sos lectores la propiedad de inclinarse al partido que bien quieran, y al provinciano la posesión de egercitar su despiadada sátira contra las casas de Madrid. El curioso parlante. (»3)

EL TRASPONER DEL SOL.

¡Qae hermoso y caan brillante Tribato en su grandeza. Por la azulada esfera Ta un cárdeno celage Descendiendo al ocaso Veloz gira, y se acerca, El Sol su carro muestra! Y súbito entre luces ! Cuan luciente le ciñen En an volcan se incendia. Su divina cabeza Ya un vapor tremolando Las mas fúlgidas nnbea Velar su faz desea, En celestial diadema I y tórnalo en un iris Los mágicos colores Que el viento bate y juega. Que el prbma reverbera Entre carmín las nubes En rosados matices Colúmpianse serenas, Bajo sus pies ondean. Alfombrando lo.i cielos Mil antorchas y llamas Con ormesíes y sedas^ Iluminan la senda, Mil sutiles neblinas Por áó veloces giran Bordadas de oro y perlas Las cristalinas ruedas. Cual trasparentes gasas Magníficos los cielos Del Sol el disco velan. Su pompa y gala ostentan Se abrasan á sus rayos Al astro, que cual Rey Y rasgándose, sueltas Sos ámbitos pasea. Cual leve tiaá caen. De púrpura ora cubren En mil rojas banderas. Las bóvedas eternas, ¡Oh hermoso Dios del dia. Con las mas gayas flores Que pincel, di, pudiera Que dá la primavera. Fingir tus esplendores Sus pabellones de oro ¥ el brillo de tus trenzas! Solícitos despliegan, Parece qae en an trono O en sos quicios de nácar De cristales te asientas, Faustos doseles cuelgan. Y que mil otros

La flor con que las ramas del maniano Un tiempo coronó Marzo aterido. Logró por fin del viento embravecido Burlar la rabia y el furor insano. Dieron para gozarla en nuestra mano, Ta transformada en fruto apetecido, Rocío matinal Abril florido, Y Agosto ardiente fuego meridiano. Asi fue tu pasión; flor delicada Cuyo matiz guardóse siempre ileso Entre hielos, y escarchas, y rigores ; Mas boy es fruta hermosa y sazonada, Pnes'da del himeneo el casto beso La merecida palma á tas amores. H. V. (a5)

E^tííJiíta Semanal,

BENDICIÓN, EN EL REAL MONASTERIO DE SAN GERÓNIMO , DE lAS BANDERAS Y ESTANDARTES DADOS POR LA EXCELSA MARÍA

CRISTINA DE BORRÓN AL EJERCITO Y VOLUNTA­

RIOS REALISTAS.

<*JBÍ día en que celebráis el primer cumple-años de la Infanta', mi que­ rida hija, es el que he elegido para confiar á vuestra g^iarda estas banderas que hice preparar con el deseo de dar á todo el ejército jr voluntarios rea­ listas del Reino un testimonio público de mi aprecio por la lealtad con que sostienen los sagrados derechos del REY Es un pensamiento que me ocur­ rió cuando vi las primeras tropas españolas en la falda del Pirineo ; y es­ toy persuadida que mi nombre gravado en ellas, y la festividad del dia en que os las entrego serán eternamente recuerdos que inflamarán vuestra fi­ delidad, y el heroico valor que jamas falta en la patria del Cid.'*

Estas son las memorables palabras qQ$ se desprendieron de los labios de naeslra adorada REINA, cuando el día lo de octubre último, en que se solemnizaba el aniversario de la Serenísima SeSora Infanta Doña MARÍA ISABEL LUISA, se dignó S. M. bonrar la lealtad del ejército espafiol y voluntarios realistas con banderas y estandartes dados por sn mano. Bien presentes viven las circiins^ncias de aquel acto sublime, y las demostraciones de entusiasmo con qne fué recibido. La mañana del a8 d« junio áltimo fue la señalada por el BEY NUESTRO SEÑOR para la bendición de aquellas banderas, dadas por las Gracias que embellecen el Trono, y delicada demostración de los Regios sentimientos. Ademas de las insignias entregadas en aquel fausto dia á la Guardia Real de Infantería, Caballería, Milicias Provinciales, y Voluntarios Realistas, correspondía ha­ cerlo ahora á los primeros cuerpos de las respectivas armas ¿ institotos del ejército, á quienes S. M. se dignó destinarlas en representación de todos los 4ema$, que por estar distantes de esta Corle no pudieron recibirlas opor­ tunamente. Con este solemne motivo se halló formada toda la fuerza dispo- luble de la guarnición de esta plaza, á las diez y media de la mañana del expresado dia aS, debiéndose verificar la augusta función en el Real monas­ terio de san Gerónimo del Prado. El gentío era inmenso, y n9 parecía sino qne se babia trasbdádo lá po- I>lacion. entera déla capital»! tránsito de SS. MM.. Concurrieron al pa- ToMO VI. 4 (a6) seo del Prado, de gran gala tod

Tenemos á la vista los diarios de comercio, art^ y literatura de Sevilla de los dias 13, i6 y 17 de junio último, que anuncian la salida de la se- iiora Enriqueta Cari en otras dos noches.— Las del la y iG estaban des­ tinadas á qoe diese nuevas muestras de su habilidad musical, y se esperaba que su grata voz excitaría de nuevo las sensaciones de placer, que ha sabido inspirar á los filarmónicos de aquella capital de provincia, de quienes habia recibido los justos aplausos, que reclaman el mérito y el anhelo de compla*^ cer. ^—Cinco son, pues, las funciones que ha dado, renovando el gusto que ibrmó aqtiella capital, desde la feliz época filarmónica, que fijó la Passarínif dejándola el sefitimiento de que haya sido tan corto el periodo en que ha podido ostentar esta cantatriz, las gracias de su voz y de su per- Mna, y la noble envidia de aquellos á quienes la suerte tiene preparada esta dicha, y de los cuales puede prometerse de antemano recoger nuevos laure­ les ¡ejecutó la coarta pieza ofrecida, que fue la aria del maestro Nicolini, con toda maestria.—Sabemos, que en la noche del ai salió por la -primera vez á la escena, en el teatro de Cádiz, donde fue tan general el entusiasmo, que los vivas y aclamaciones no la dejaban continuar. — EU muy digna de leerse la carta de gracias y de despedida de ésta reconocida y modesta can­ tatriz al editor del diario de comercio de Sevilla , inserta en el del domina- gó I 7 de junio.

(*) Los comisionados para esta función militar y religiosa lian sido los scBores oUciaies del Ministerio de Guerra Cunde del Real Aprecio, don Francisco de Pau­ la Fenech y Venegas y don José Gonialeí Merino. (.8)

LA TROMPETA» ^^SMKI^M^ LITERARIA

PUBLICACIONES RECIENTES.

ADVERTENCIA. El juicio de las obras se hace por la Redacción , y no se admiten los airtículus ya formados; solo si el ejemplar de la obra, que se devuelve después de publicada. No se exige ninguna retribución, pero son preferidos en el turno ios suscriptores d tas Cartas. Se circulan también los prospectos: todo según las bases manifestadas en el número 4o de este periódico.

BEBERES T ATRXBVCIOXIES BE X.OS COaaEGZBOKES, JUSTICIAS T ATniMTAMIENTOS BB ESPAÑA. Obra escrita por los licenciados don Manuel L. Orliz de Zúñiga, abogado de los Reales Con­ sejos, del ilustre Colegio de Sevilla, y fiscal de Marina de la provincia de la misma, y don Cayetano de Herrera, abogado de los Reales Consejos, y del ilustre Colegio de Cádiz: tomo primero: Madrid abril de i83a: imprenta de don Tomás Jordán, calle de Toledo. Se vende en la librería del propio impresor calle de la Concepción Gerónima á 38 rs. en rústica.

No es menor cargo del buen corregidor gobernar la República gue administrar en ella la Justicia, pues ambas cosas miran al bien público y d las necesida­ des de la vida humana. BOSADILLA en su introdaccion al t. x

Nada mas discreto como la sentencia de este célebre juris-consulto espa- Sol, suponiendo á los corregidores y alcaldes mayores interviniendo en el gobierno municipal de los pueblos, y por consecuencia nada mas útil para estos funcionarios públicos como el tener á mano compilaciones del cúmulo legal y positivo de este ramo importante de administración, que por can­ sas que no son del caso enumerar, se complica cada dia indefinidamente. Claro es que todos los concejales subalternos de justicia, no pocos oficinis­ tas, y co:intos en fin tengan que frisar sus intereses con los ayuntamientos y economía de los pueblOiS, todos estos repelimos, no pueden menos de (^9) , . apreciar esta obra interesante, y aiín por eso urgía tanto sn necesidad. Es cierto que un letrada haborioso inteligente, y de vasta lección de libros, pue­ de formarse prontaarids ó resáinencs que llenen tales vacíos; pero estas cua­ lidades uo soB nada volgares en el día, y por otra parte siempre es útil para el superior gobierno de que tales conocimientos se generalicen , pues asi no solo se bará obedecer mas expeditamente, sino que impondrá con mas lleno de iuStificacion la temida responsabilidad á los empleados maliciosos ó ne­ gligentes. Por cierto que merecen alto elogio los dos señores L. Ortiz de Zúñi- ga y Herrera por solo el hecho de emprender tal obra, y uias cierto es, que nadie con tal noticia, lOS confundirá con el enjambre de noveles abogados, que improvisados por ensalmo al abrigo de desórdenes que llamaron la atención del gobierno, salieron al mondo legal y político con el título en la mano y la ignorancia entre las dos cejas. Estos laboriosos jóvenes han com­ prendido la obligación que contraen los que se dedican al estndio de la Jus­ ticia y del Gobierno de la sociedad humana , y su laboriosidad, y las primi­ cias que ya ofrecen de sus tareas, dan esperanza de ver en ellos algún dia dignos sucesores de los Matienzos, Villadiego, Gómez y tantos otros como han ilustrado la Jurisprudencia Española. La introducción á la obra está escrita en nn biKn tono didáctico , mny ageiio del estilo farandulereseo de la Curia, pues en las discusiones forenses asi como hastian los afeites nimiamente retóricos, asi también deben repug­ nar aquellos discursos fraguados, como suele decirse, á flojo hilván, desmaza­ ladamente y sin ningún corte ni conveniencia alguna. En esta introducción bosquejan su idea los autores, y se proponen la división cuaternaria de la o1>ra, cuya primer parte trata del gobierno político de los pueblos; la se­ gunda del económico; la tercera del método exactivo de contribuciones y reemplazos, y en la última se clasifican ciertas materias que aunque ane­ jas á la administración de justicia, tienen mas íntimo y natural enlace con el presente plan de los autores. Esta división nos parece muy bien , y solo hubiéramos deseado que se motivara el paso de nna materia á otra mostrando la afinidad que tuviesen, como lo verifica magistralmente Ar- naldo en su Instituía. Esto ayuda á eslabonar las ideas en la mente del letrado» y ya se sabe que el poseer una ciencia no es tanto tener muchos principios y axiomas en la cabeza, como el tenerlos ordenados en su filia­ ción rigorosa. Por otra parte, esta es y no otra la diferencia esencial qoe puede existir entre un jurisconsulto y un fiel de fechos practicón y paradislero. Los señores Orliz y Herrera dividen los títulos de su obra en capítulos y no en ar- tícnlos ó párrafos, en lo cual nos parece haber un error ideológico, pues la palabra capítulo no encierra una idea subalterna á la de titulo, antes bien ellas dos significan la gradual é inmediata división que admite la voz libro: la diferencia que aparta la sinonimidad de entrambas es que titulo es la rú­ brica de nn libro que enseña y explica ó qoe dispone y ordena; y el capí• tulo es la división de otro libro que rdala hechos ó que cuenta fábulas: aca­ so se podrán confundir, escribiendo á vuela-pluma, nn significado con otro; pero nunca se gueden hacer subalternas nna de otra aquellas palabras que son iguales en dignidad y que desenvuelven el mismo orden de ideas. Nos (3o) hemos detenido en ejla explicación, ya por no hablar .al viento, y ya por U importancia qae damos á )a exactitud rigorosa siempre que se tratan ma­ terias legales que enseñan el mando á los uqos y la obediencia á los otros. Toda la primer parle de esta obra formando el tomo primero ya dado á luz, está desempeñada con una erudición legal muy profunda, conoción- dose por tales maestras que los aatores han bebido tanto raudal de nocio­ nes y noticias no solo en los códigos patrios, compiladores antiguos, y co­ lecciones de cédalas y decretos, sino qae llenos de laboriosidad infatiga^ble han consaltado los archivos y secretarías de direcciones y oficinas superio­ res del reino, de modo tal que no conocemos libro alguno en su especie que pueda rivalizar con este. No porque los prácticos encuentren alguna omi­ sión ú olvido en las varias y complicadas materias que. han desempeñado los aatores, crean tener derecho para mirar con desden trabajo tan especio­ so y difícil, pues sabido es que eii las compilaciones, la perfección debe bus­ carse no absoluta sino relativa, remediándose tan leve defecto con adiccio- nes y suplementos sucesivos, cual lo verificaron siempre no solo Elizondo, Aguirre y Martínez, sino los colectores de cédulas y decretos pubticado« desde el reinado del señor don Carlos III hasta el dia. Para muestra de las omisiones qne á nuestro débil entender se han deslizado en el primer título, notaremos, que hablando de los diezmos se han olvidado los aatores el ci-, tar la real orden de i4 de diciembre de 1816 en c[ae se fijan las inaltas de, los que contravengan al pago, y la pena de cincuenta azotes para los qae no paedan satisfacer su responsabilidad pecuniaria: todo este decreto cita­ do, mas que á otra cosa, pertenece á la jurisdicción gubernativa. No hu­ biera sido snperflao el haber añadido á continuación de los diezmos la par­ te relativa al voto de Santiago, determinando lo que mandan las leyes , lo qne observa la práctica y la diferencia que se nota en el pago en el rei­ no de Granada: igual adiccion pudiera hacerse relativamente á la Santa Bula á no ser qae los señores Ortiz y Herrera de intento hayan dejado este asunto para cuando traten de los impuestos y exaciones. Con respecto al capítulo de costumbres públicas, vagos y mal entretenidos, no sabemos si los aatores habrán visto un prontuario penal impreso en Madrid á princi­ pio de este siglo, y qae contiene ciertas noticias curiosas sobre éstos y, otros pantos gubernativos: omitimos el señalar á punto fijo el año de la impresión de este opúsculo por no teñera mano nuestros apantes y papeles. La parte del tomo publicado qae habla de la enseñanza pública , de la policía, del ornato de los pueblos, y de la conservación de monumentos an­ tigaos , está desempeñada con mucho esmero sin que en ella puedan haber tenido los aatores otra guia que sa buen celo y laboriosidad, pues no co­ nocemos compilación alguna qne haya tratado estas materias separada y detenidamente. El título noveno que habla de los Ayantam.ientos abraza cumplidamente so objeto, y el capítulo que habla de las obligaciones de los, concejales y subalternos está perfectamente redactado, y no alcanzamos có­ mo se les escapó á los aatores el dar una breve idea de los alarifes y ala- mines públicos, oficios que anualmente suelen nombrarse en los pueblos de alguna consideración. Por suponer que tendrá lugar en otra parte de la (3,) obra no echamos de menos áqnf algnna idea de los oficios pdblicos qae en distintas épocas fueron enagenados por la corona, y qae con diversos nom­ bres ban tenido tanta parte en la administración municipal. Si por acaso no entró en el plan de' los antores este ponto para nosotros de bástanle im­ portancia , facilis est litura, con un pequeño apéndice en el tomo inmediato está lleno tal vacío. . El título décimo con qae conclaye esta primera parte ea mny precioso, tanto ,por las nociones que encierra sobre el bnen régimen de los pueblos, como por un modelo de ordenanzas monicipeles q«ie allí se propone. Este modelo contiene i ;o artículos ordenados en seis títulos, donde se derraman ideas luminosas sobre las denuncias, snrtido y venta de alimentos; diver­ siones , ornato públibo y otros puntos del mayor interés, que demnestran cuan penetrados se bailan los antores de las altas obligaciones del Corregi­ dor, y cuan familiarizados están con los principios económicos, y con las exigencias de nn pueblo civilizado. Pero con todo esto, el modelo propuesto mas bien debe llamarse ordenanzas urbanas ó económicas que no mwiicipa- tes, i no ser que se diga que los 170 artículos presentados solo son una X>equeSa parle del gran edificio legal que debe levantarse para felicidad de los pueblos. El código municipal es preciso que abrace desde los primeros derechos y obligaciones de la universalidad de un pueblo hasta las últimas cuestiones de un vecino con otro que sean ajanas del orden judicial, y por lo tanto para bosquejar un proyecto tal y de tanta trascendencia, es nece­ sario una escala mayor y dimensiones mas gigantescas que las escogidas por los señores Ortiz y Herrera. Cartas de población, fueros particulares, cos­ tumbres venerandas, combinado todo con los principios económicos y con el espíritu de asociación y de prosperidad del dia, exijen grande prepara­ ción, mucho estadio y el apoyo mas decidido del gobierno para presentar sobre el orden municipal un trabajo digno del alto objeto á que se dirige. Extrangeros de un mérito distinguido se ocupan con gran diligencia al pre­ sente en el estudio de nuestra legislación municipal antigua, encontrando á cada paso muchas cosas que admirar, y que acaso algún dia las veremos adoptadas por otros paises. Las ordenanzas otorgadas á la ciudad de san Fe­ lipe ó Jáliva por el señor Felipe Y, es monumento qne debe consultarse para abrazar casi todos los pontos que puede exigir un proyecto municipal. Para facilitar el estadio de estas cuestiones, acaso presentaremos en estas cartas algún discurso sobre la centralización é independencia municipal, punto que tanto divide las alias capacidades económicas y estadísticas de Francia. Volviendo á la obra de los señores Ortiz y Herrera repetiremos lo que al principio hemos indicado; á saber, que dicba obra era ya una necesidad imperiosa , y qae la publicación será de grande y conocida utilidad, princi­ palmente para los propios Ayuntamientos, cuyos individuos deben estu­ diarla incesantemente si han de dar expedición y buen giro á los negocios del coman. Las observaciones qne nos hemos tomado la libertad de hacer á> los autores llevan solo por objeto la mayor perfección de la obra, tanto mas fácil cuanto que solo pnede consistir en adiciones sucesivas, como lam- (30 bien se apimu! arriba. Nosotros qne tenemos fondaidet motivos para apre­ ciar cual sea boy ¿ia el e

— C&A&A SE AXAA, por Madama Cottin, antora de Matilde ó las Cruzadas, de Malvina, de Isabel y otras obras de grande aceptación, tradu­ cida de la séptima edición francesa: publícala don M. Sanri: Barcelona: há­ llase en la librería de Cerda y Sanri, plaza de la Lana, núm. 4-1 i833. Se ^iiide en Madrid en casa de Razóla á i o rs. en rústica. Esta, como todas las obras de Madama Coltin, inspiran aquel tierno interés y aquel sentimiento profundo y melancólico propio de un amor des­ graciado. Ciara de Alba anida tiempo hacia á un esposo anciano y respeta­ ble, gozando de la felicidad tranquila de la. vida y de la satisfacción de la yirtud,'se vé insensiblemente y sin saber cómo, asaltada de nna pasión terrible por nn pariente del marido, que éste imprudentemente bace venir i $u casa de campo. La lucha dé este amor, y los sacrificios que bace Clara para mantener ilesa su virtud forman el interés de la novela, asi como sa muerte es el terrible desenlace. La traducción está bien hecba, y agradaría macho mas á no encontrarse unos taroboleos y otras frases tan vulgares co­ mo ella, que aguan el gusto al lector Es un tomo en i6.° prolongado, y tiene el adorno de nna lámina.

INSTRUMENTO PARA ESPANTAR LOS LOBOS. = Caminando pa­ ra Andalucía an gallego con so gaita debajo del brazo, con la cual se pro­ ponía ganar so vida en las tabernas de Sevilla, se sentó al pie de nn árbol, y sacando de so mochila la corta provisión qae llevaba, se disponía á co' pérsela , cuando le acometieron tres enormes lobos. Siéndole imposible es­ capar de ellos con la huida, les fue echando poco á poco todas sus corlas vituallas, por si en el ínterin pasaba alguno que le socorriese y librase de tan inminente riesgo: mas como se agotasen, y nadie acudiese, le ocurrió la idea de ponerse á tocar la gaita. ¡Feliz pensamiento! No bien empezó á sonar , cuando los lobos sobrecogidos de espanto, huyeron con el rabo en­ tre piernas, y en u» abrir y cerrar de ojos, desaparecieron.—"¡Cuerpo de tal! (dijo el gallego): ¿por qué no me dijisteis que os gustab» tanto la música, y os la hubiera dado antes de comer ?..~.'' ECONOMÍA PUBLICA.

FOMENTO DE LA MARINA NACIONAL.

CONSTRUCCIÓN DE BUQUES PROPIOS.

CARTA IV r ÚLTIMA.

Madrid 3 de Julio de i833.

M ¡ apreciable amigo: es don Agapito el que toma la palabra. Don ^g-a/jiío. "Nuestras jarcias ha dicho V., que no pueden competir con las extrañas, y que por lo mismo las excluye la isla de Cuba, resistiendo á dar cumplimiento á la Real orden que las pro­ tegía." Permítame V. que le diga, que aquí hay un error, y una equivocación. Yo he visto las jarcias, que se fabrican en Málaga, en nada inferiores á las mejores extrangeras: las del Ferrol y Norte de España no les desmerecen; y no hace muchos años que el cxtrangero venia á comprar á Cádiz las que se hacian en los puntales y agua­ da; ésta industria nada tiene de difícil: nuestros cáñamos son de di­ ferente calidad; y nuestro suelo lo produce abundantemente; pero aunque no lo tuviésemos, pudiéramos suplirlo con el de Riga, y nada perderíamos en ello. Asi es, que dirigiéndome una tarde, en el año, me parece, de 1820 , á un fabricante de Málaga muy ac­ tivo y emprendedor, y cuya industria me parecía iba en decadencia, le pregunté: "¿Cómo es, que no noto ya aquí aquel movimiento que en el año de 1817?"—"No lo hay, me contestó, porque no se consume mas jarcia, que para algunos jabeques, y dos ó tres bom­ bardas , que suelen recalar aquí de Cartagena; y aunque hace ya algunos años, que no se ha consumido para los aparejos de buqués nuestros; sin embargo, el comercio nos la compraba para llevarla á la Habana: en el dia hasta este recurso nos falta, porque aquella «sla se surte casi exclusivamente de la extrangera; de modo que si la prohibición de ésta, ó un fuerte recargo, no favorece á la nuestra, »ni industria acabó, y yo y mis operarios, tendremos que aprender otro oficio; porque en el estado de decadeacia, ó por mejor decir. TOMO VI. 5 (34) de parálisis en que se encaentra nuestra construcción naval, no hay que esperar, por ahora, ni acaso en mucho tiempo, que uos anime y fomente." Esto explica , amigo mío, el por qué la isla de Cuha, ha recha­ zado, como dice V., nuestra jarcia. No es ciertamente, porque sea inferior á la extrangera; ni tampoco, porque sea mas cara: aunque lo fuese, la isla deberia recibirla, y hacer por la Metrópoli el sacrifi­ cio , que ésta hace por ella , excluyendo del consumo , los azúcares y frutos coloniales extrangeros para favorecer su producción : se ha dicho, es verdad, que la resistencia á cumplir la citada Real orden, nace del temor de que falte la jarcia necesaria para las necesidades de la isla; mas yo lo tengo por un pretexto, asi como me lo ha pa­ recido también el que las harinas españolas, caso de ser exclusivas allí, pudiesen faltar y producir la hambre, en años escasos, en la península: ambas cosas las oigo, y las recibo como unas hipótesis, que nunca podran realizarse : otros son los motivos; pero no son de este lugar: bástame haber indicado á V., que el hecho es cierto, y la deducción es falsa. Lo mismo que de la jarcia, digo á V. de las lonas: fábricas tenemos en muchos puntos de la península ; primeras matefias nos sobran; y cuando los veleros del Ferrol prefieren las aragonesas, es «na prueba, sin réplica, de que son útiles para su consumo, y que no otra cosa falla, que el que nuestra construcción lo fomente y generalice. Ve V., pues, cuan infundada es aquella dolorosa exclamación dcV. :"¡Quc lejos estamos de poder gene­ ralizar la industria de las jarcias, y lonas, y hacernos independientes del extrangero!'' Estamos lejos tínicamente, porque no hay cons­ trucción ; háyala : y entonces V. mismo se admirará de ver renacer, de entre sus cenizas, tantos ramos de diferente industria, como po­ seíamos en los sentidos días de nuestra opulencia y pode*-; y, ¡qué poco se necesita para que la tengamos! No hay que hacer mas que producir la necesidad; remover los obstáculos; obrar roas bien nega­ tiva, que positivamente, aunque la idea no esté expresada con toda la exactitud lógica. Don Calisío. Y, bien; ¿cómo obrarla V., si se hallase en el caso de poder tomar todas las disposiciones, que V. juzgase conducentes á este fin; ó qué consejos daria "V. sobre ello, si se le pidiesen ? Yo creo , que todos estamos «de acuerdo en los principios; y ^ue si nues­ tras opiniones difieren en -alguna cosa , no es sino en lo accidental; esto es, en el modo y tiempo de favorecer este importante ramo de industria. ¿Quién será el que no convenga, en que nos es útil ex- (35) plotar la mina de un trabajo productiro de riqueza, de poder, y aun de independencia nacional ? Don Agapito. Ya be indicado, antes de ahora, aunque de paso, y sin objeto entonces determinado , cuáles serian mis disposiciones, si yo pudiese tomarlas , ó mis consejos, si se me pidiesen. Quise de­ mostrar los beneficios que produce siempre un buen sistema, y los males que acarrean aquellas medidas económicas, que se toman en fuerza de unos principios generales, de unas'ideas aisladas, de unas brillantes, pero vanas teorías. Ahora, que V. me circunscribe á ciertos límites, y me obliga á concretar mi doctrina, le responderé en cuatro palabras; pero antes me permitirá, que satisfaga á la ul­ tima objeccion, que me opuso, y que me parece toca esencialmente á la materia. Me dijo V.; "y ¿quiere V. que renunciemos de golpe de los auxilios exirangeros, sin asegurar antes, con nuestra producción el consumo nacional?'' Yo no quiero nada de golpe: no saco las cosas de sus quicios: sigo la marcha pausada, gradual y lenta, que la na­ turaleza sigue en sus obras: este es mi modelo; quiero, que hasta las costumbres, las leyes, las mejoras, las verdades, todo en fin, sea efecto del tiempo, de la ilustración, de los adelantamientos de la razón humana. Nada se hace bien, sin preparación: el mejor suelo 1)0 produce, ni aun con la mejor semilla , si antes no se barbecha, y se ara , y se limpia el fruto de todo cuanto le vicia: por eso soy tan enemigo de aquellos novadores, que llevan en su estandarte el impío y sacrilego lema de, '•^recedant vetera, nova sint amnia." Yo quiero, que el comerciante tenga medios de comprar naves, con toda la comodidad posible, mientras que no se construyan dentro de la nación, y que se permita por cierto tiempo, que pudiera ser de un año, la compra de naves extrangeras; pero no en el lodo, sino en parte; esto es, Ferrol tiene ico naves de 200 toneladas: cuatro quintas partes de estas 100 , deberían ser de construcción española, y la quinta restante de la extrangera: pasado este término, deberla prohibirse, con lodo rigor, la adquisición de todo buque extrangero. La ley de Aranceles impone solamente el i por 100 á los bu­ ques exirangeros , al mismo tiempo que recarga el derecho de los efectos navali's : yo desearla , que aquel se aumentase , mientras no se verificase la prohibición ; aunque , repito , que para animar este importante ramo de industria, será siempre mi opinión, que se cier­ ren las puertas para siempre á los buques exirangeros, que quisie­ ran inscribirse en nuestra malrícala ¡ que la bandera espaSuIa no (36) tremole sino en los construidos en nuestros astilleros y riberas, se­ llándolos y marchamándolos con caracteres indelebles desde que sa­ lieren de su cuna para que no pueda hacerse ninguna suplantación. Y, pues que al cabo del año debería presumirse, que el comer­ cio tenia ya satisfechas sus necesidades con los buques connaturali­ zados, no deberían admitirse mas; y sellar, resellar y filiar aquellos de todos modos para impedir los fraudes, que pudieran intentarse: nuestros cónsules en paises extrangeros deberían velar, con mucho celo, este punto, y dar cuenta al Gobierno de lo que observasen , ó para precaver el mal, ó para remediarlo. Guando nuestros buques filiados hiciesen viage al extrangero, deberían reconocerse prolija­ mente , asi á su entrada, como á su salida; y sus capitanes presen­ tar con los documentos de navegación, una certificación de nuestros cónsules por la que acreditasen la identidad del buque, y el no ha­ berse carenado de firme en país extrangero: la falta de esta sola cir­ cunstancia deberla bastar para que se borrase de la matrícula , y se considerase como extrangero, con todo su cargamento. Aun restaria combatir aquel otro enemigo, á quien tanto teme: la libertad de las provincias exentas: si tanto aman sus fueros, sean en horabuena extrangeras en todo lo económico, porque no es justo, que por gozar ellas de sus privilegios , sufra la nación los males de un contrabando horroroso, y que no pueda el Gobierno de S. M. concertar las medidas que reclaman las necesidades de sus pueblos. Así nos aprovecharíamos de nuestras ricas minas de hierro, del cáíiamo que se cosecha en muchas provincias del reino, y cuyo plantío ha disminuido, por falta de venta y consumo; fomentaríamos las mu­ chas fábricas de betunes, que ya tenemos, y que dan todo el alqui­ trán y brea que pueda necesitarse; y las ricas minas de Rio Tinto, que producen todo el cobre que puede consumir la construcción na­ val, y restableceríamos la maestranza de ribera, que la mayor parte del año se encuentra sin trabajo, formándose oficiales diestros para el servicio de ios arsenales, Don Calisto, Todas esas medidas, amigo mió, son indirectas, y por consiguiente menos eficaces , que las que directamente conspira­ sen al mismo fin : ¿ por qué no protege el Gobierno esas compañías de emprendedores, cuyos servicios, dice V., son tan importantes? ¿ por qué no se les rebaja el derecho de tonelada i todo buque cons­ truido en «uestros puertos, cargando proporcionalmente á los ex­ trangeros, como se hace en Nueva Yorkc? ¿ Seria superfino un pre­ mio á aquellas asociaciones, 6 particulares, que introdujesen ciertos (37) números de codos de maderas extrangeras ? ¿ que á los propietarios de las primeras 5 o embarcaciones de cruz que se construyesen, de determinados portes, se les concediese un distintivo honorífico; la gracia , por ejemplo, de usar del escudo Real en la bandera mer­ cante española , que arbolasen ? Don Agapito. Nada de eso entra en mi cabeza: todas esas medidas son vanas: para nada han servido nunca. El cálculo del productor se funda en otros elementos, ó por mejor decir, en uno solo: ó su em­ presa le es útil, ó no le es: si lo primero, no necesita de mas estí­ mulo , que el del interés personal; y si lo último , la abandona , y se burla de las promesas y de las distinciones, que no le producen, sino que le cuestan mucho dinero: los Gobiernos nada mas tienen que hacer, que remover los obstáculos ; alejar al enemigo ; estable­ cer la libertad económica, en el interior; abrir y despejar el camino del trabajo, y mostrárselo al productor; él lo elegirá, porque le con­ viene ; andará por él, sin necesidad de pedagogo, y llegará , sin tropiezo, á su fin. Si se tratase de fomentar una industria, ó un ramo de comercio aventurado, y que exigiese un capital inmenso, en horabuena que el Gobierno auxiliase á una compañía, que lo em­ prendiese , ó le ofreciese un gran premio; porque vencidas las difi­ cultades , y salvados los riesgos, es una adquisición verdaderamente nacional: es muy natural también dar cierto honor al artista, que ejecuta una obra maestra, y la presenta á la censura pública en un conservatorio de artes, para que conozca el Gobierno los progresos de su industria: su sacrificio no tiene otra remuneración , que esta; aquí nada hay de eso: la construcción naval es importante; pero es ua ramo de industria común : sus beneficios son seguros , y no están menos interesados en él, el Gobierno, que los mismos productores; abandónesele y habrá acopios de maderas; se fabricarán betunes, jarcias y lonas; se explotarán las minas de cobre para su servicio; se reproducirá nuestra maestranza ; se repoblarán nuestros astilleros, y renacerá nuestra construcción naval, A este punto nos dieron las once de la noche: era lluviosa, y nos retiramos, dando gracias á don Agapito, por sus excelentes y patrió­ ticas ¡deas; y á don Calisto, por las oportunas observaciones con que le habia puesto en la necesidad de desenvolverlas tan filosóficamente. Cumplí mi promesa, amigo mió, y no daré por inútil mi tra­ bajo, si pudiese serle á V. de algún provecho. Entretanto^ se repite de V. , suyo afectísimo Q. S. M. B. Manuel María Gutiérrez. (38)

BELLAS ARTES.

BIOGRAFÍA DE LOS PROFESORES ESPAÑOLES,

por Z'éan Bermudez y Llaguno de Amírola.

Xi-migo y dueño: Las Bellas Artes han sido entre nosotros mas afortunadas en coronistas que las buenas letras: de nuestros artistas tenemos ya un buen diccionario, pero nuestros ingenios no le tienen todavia bueno ni malo. Excelentes materiales para arrancar la obra de cimientos sí tenemos en la discreta carta del marques de Santi- Uana al condestable de Portugal sobre nuestros antiguos trovadores, y en sus ilustraciones por el maestro Sarmiento, el doctor Geballos> el bibliotecario Sánchez y el caballero Fioranes. Para la historia de nuestra poesía y poetas posteriores han tira­ do rasgos mas ó menos felices Monliano de Luyando , el marques de Valdeflores, el alemán D¡elze,el inglés Dilon , el ilaliano Con- ti (I), nuestro crítico Masdéu , el caballero Lopez-Sedano , el es­ culapio Estala, &c. &c.: Monliano en una especie de Galería Poé­ tica, que con otras obras apreciablcs de su pluma , en número de cuatro volúmenes, de á folio dos de ellos, perdió en Sevilla estos años pasados un curioso, fino amante de nuestra literatura patria. Estos originales, con el de los GramáUcos Chinos de Forner contra los Iriartes, y algunos MS. mas, y no menos preciosos, hablan per­ tenecido á don Eugenio Llaguno, hechura de Mnntiano. Como quiera , un diccionario biográfico , de nuestros poetas ex­ profeso, es un desiderato de literatura española ; y seria obra , si no muy hacedera en el bufete , siempre de buen despacho en el mos­ trador: por lo cual es mucho que no haya apechugado ya con esta empresa lucratil alguno de tantos bibliopolistas, ó mercachifles lite­ rarios , como hoy dan tormento á la prensa española , haciendo de

(«) O.bajo su nombre Don T de triarte , quien consta por carta suya al sritor Lituano, que pulió si no trazó las <*Nnlirías acerca de la Poesía Castellana, desde el siglo XII hasta |>r¡iir¡|iio5 drl XVI," y las de los poetas espádales de los primeros tomos de la Qilecctua de Couli. (39) las letras, como si fueran letras de cambio, modus vii>endi, y AUB moyen de part>enir. Pero riueslros pinceles, mas afortunados en esta línea qne nues­ tras plumas (las de los Cisnes de Aganipe, se entiende) tienen ya su diccionario propio, y diccionario comparable al mejor, de que pue­ dan hacer gala oirás naciones. Debérnosle á la diligente laboriosidad y eficaz afición á este ramo espinoso , sí florido, de las bellas letras, del noble autor don Juan Agustin de Zean Bermudez, y á los ge­ nerosos auxilios de sus amigos, y aficionados á las nobles artes. Sa­ lió á luz el año de 1800; bajo los auspicios de la Real Academia de san Fernando de Madrid , con el título de Diccionario histórico de los mas ilustres profesores de las Bellas Artes en España : y cierta­ mente es un monumento que honrará siempre al autor y cooperan­ tes , inmortalizando los nombres de nuestros buenos pintores y es­ tatuarios, aun mas todavia que sus obras mismas: (la memoria es mas duradera que los mármoles y los bronces). Plan , ejecución, lenguaje; todo es esmerado , y arguye un ge­ nio observativo , minucioso y trabajador, cual le requiere este gene­ ro de trabajos. Pero en este lleno de buenas cualidades, se encuen­ tra desde luego al trabajo del señor Zt'an lín gran vacío. En efecto, se hace muy reparable que de una historia de los profesores de las bellas arles haya excluido á los profesores de arquitectura; exclusión qne , si aun hecha por descuido, fuera irremisible , siendo por sis­ tema , como c! propio autor lo declara , es todavía mas chocante. El señor Zean Bermudez alegó las razones que le asistieron para este, digamos, entredicho , fulminado contra los arquitectos en el templo de la memoria que consagró á las bellas artes, cuyas puertas les cerró con mano férrea; pero la razón triunfante que treinta años después alega él mismo para, abrírselas, patentiza la futilidad de sus razones de exclusiva. Dicho y hecho: si el año de 1800 el autor dijo de no en el prólogo de su diccionario; el de iSag , en el discurso preliminar á las Noticias de los Ari¡uitecíos y Arquitectura de Es­ paña dice lo contrario. Los hombres no san rios. De sabio es mu­ dar consejo. El señor don Juan Agustin parece que tenia en borra­ dor sus opiniones en este punto , cuando le tocó primero; y labran­ do después en él los años y los desengaños, acertó al fin á sacarse en limpio. Hasta el fin nadie es dichoso. (No es este el tínico borrón borrado, en dicho y hecho, que tenemos que admirar en él sus mas sinceros apreciadores). Volviendo {>aes á la cuestión Aú testamento y del codicilo del (4o) señor Zean sobre el extrañamiento de los arquitectos del gremio de los profesores de las nobles artes , las cláusulas terminantes, en que fija irrevocablemente su mas refleja opinión y última voluntad acer­ ca de la arquitectura, son las siguientes: "Su nombre (de la arqui­ tectura dice) naanifiesta desde luego ser la principal y mas excelente de ¡as Bellas Artes." Ultima voluntad digo: y aun fallo sin apela­ ción, como dado en sala de mil y quinientas, podemos ya también decir seguramente; porque el testador, al volver de la hoja, pasó de este mundo engañoso al mundo de la verdad. Nacimos mortales. l.as Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de Esparta com­ pletan la Biografía de nuestros artistas; y con decir que son pro­ ducción de la elegante y bien sentada pluma del señor don Eugenio Llaguno de Amírola se recomiendan á la aprobación y aplausos de los inteligentes en bellas artes y letras: el nombre del autor es ya su cabal recomendación. Pero esta obra es pintura de faciehat: pin­ celadas valientes que en ratos robados al descanso, en los huecos que le dejaban sus graves cargos y ocupaciones , iba tirando inter­ rumpidamente; mas que por desgracia, aunque forman ya un cuer­ po de historia con todos sus miembros, no pudieron recibir de su mano curiosa los últimos perfiles. Fortuna que cayeron luego en manos hábiles. ° Hábiles sí, pero tan tenaces en retener tanto tesoro, que ha sido necesaria no menos que una soberana demostración y aun ex preso mandato, para habérsela de arrancar, y hacerle don de parti cipantes, al cabo de treinta años de posesión exclusiva. El caso ami- go, pica en historia ; é interesan la de los hombres y la de la's co­ sas de nuestro tiempo en que este hecho se ponga en punto de ca­ ramelo. Vamos pues al caso: el caso, como le cuenta el señor Zean mismo , es del tenor siguiente. La primera que de las Noticias de los Arquitectos de España al canzó el señor don Juan Agustín, dice (i) que fue en el año de 1790, por su grande amigo y contemporáneo el señor Jovellanos en el encarecido elogio que hace de ellas, nota XII al del arquitecto don Ventura Rodríguez: y la primera que tuvo de quién era su au tor (con sorpresa, asegura él mismo, de que lo fuese el señor Llal gu^o), añade (3) que no fue hasta ocho años después. Esto dice cT señor Zean; y habrá que creérselo porque él lo dice, aunque ello no (I) Prólogo al Diccíoru de Artistas, píg. 17. Id. á la Noticia de lot Arquitectos, pág. 7. {») Arquitectos, pnSl pági ». (40 cea lo inas creíble , ni de su viva curiosidad en cosas artísticas, ní de so intimidad con Jovellanos, á quien Llaguno no me parece que se declararía autor vergonzante de tal obra, obligándole al sigilo con juramento de sangre. Creámoselo pues: el creer es cortesía. Mas atemos cabos, y prosigamos nuestro cuento. El aSío de 1790 tuvo el señor Zean la primera noticia de las Memorias del señor Llaguno sobre los arquitectos de España: el de 98, dice que pre­ sentó á este caballero el MS. del Diccionario histórico de ¡os pro/e­ sores de Bellas Artes; j que echando en él de menos don Eugenio á todos nuestros arquitectos, tuvo la hidalga bizarría de franquearle originales sos Noticias de los Arquitectos de España , para que, en honra de ellos y provecho de sí, llenase con ellas el vacío notado es el diccionario. Por razones de liquis miquis no adtnitió Zean ofrecimiento y dádiva tan galante, hasta después de la muerte del donador, el aSo siguiente, por mano de sus testamentarios (i). Pero ¿qué nso ha hecho de tan desprendido y generoso legado? El año de 1800 al publicar su diccionario, ya se insinuaba en posesión de él r el de 14- ya se declaró al público por dueño suyo, y prometió mas abierta­ mente sn publicación (3); la cual, ni habia tenido efecto en los diez y seis años que lo habia sido antes, ni la tuvo en mas de trece que lo fue después. En este medio tiempo me consta que fueron repeti­ das las instancias que de palabra y por escrito se le hicieron al efec­ to por diferentes aficionados á las artes, afectos al señor Llaguno, y amantes de las glorías de la Nación. Mas ni por esas: inexorable Zé'an , nos ha tenido todo ese tiem­ po boquiabiertos, desde la primera piada que nos dio sobre el parti­ cular; á guisa del otro sacristán de Paulenca, que cuenta Cáscales tardaba los quiries de campanada á campanada al toque de oracio­ nes, teniendo en el ínterin á los fieles descapuzados, pendientes'de su última badajada (3). Tan recio de creer, como de concebir se hace en verdad , cómo le ha podido al señor don Juan sufrir el co­ razón , sin gravar la conciencia, el estar asi reverendos treinta anos sin cumplir la manda del testador. A mi en su- caso (y no soy de lo» mas medrosos de vestiglos), juro por el alma del convidado de Pie­ dra, que en sueño y en vela se me habría estado á todas horas tram- paatojando el que pudre, que como ánima ensabanada, y con voi se- («) Arquitcetos , pról. pig. 8. (3) Memoria para la vida de Jooellanos, por Zean, pig. 3a3. (3) Carlas FUolósicat.- 8.*, al Lie. Tribaldos de Toledo. 4." Murcia 1634. TOMO VI. 6 (Í2) palcral y horripilante me venia á tomar cuentas desde el otro mundo* Pero ello es que á pesar de lan eficaces estímulos, el señor Zean Bermudez, con toda la flema de un Pedro Hernández, ha retenido avaramente en su poder la obra que debía años hace andar en ma­ nos de todos , hasta el ano de 1829: y aun la habría , según pare­ ce , retenido por los siglos de los siglos (á poder vivirlos), si todo un Rey no le hubiera mandado cumplir la voluntad explícita del lega— dor; quien no le dejó el MS- original, para tenerle escondido como tesoro morisco, sino para correr como mas conviniese (cláusula ter­ minante) ^^al honor é ilustración de las Bellas Artes en España (i)-'* Confesión de parte releva de prueba: así lo declara pelada y paladi­ namente el mismo Zean en su dedicatoria At REV NUESTRO SEÑOR con estas formales palabras: "5ín su expreso Real mandato de que se imprimiese (las Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de Espa­ ña, por el caballero Llaguno de Amírola), hubieran quedado sepul­ tadas en el olvido." Gracias pues á Ramas, como decía el Vizcaíno; ó digámoslo en solfa con Calderón, "Gracias Agere, decía, y Macarandona no." Aquí podrá alguno saltar y decirme, (y aun el alguno puede ser V. mismo) que sí el señor Zean Bermudez dilataba tanto la es­ tampa , no era sino remirándose mas y mas en el original, para que saliese al público con todos sus cabales. Ese, amigo mío, es otro punto, y pide párrafo aparte. Dos géneros de ilustración pedían, para salir de las manos del editor con toda limpieza y lucimiento, los borradores que el señor Llaguno dejó encomendados en. legado de honor al celo del señor Zean Bermudez: el primero relativo á la obra; el segundo relativo al autor. Y tocante á éste, pregunto yo ahora; ¿qué ha hecho el editor legatario en honra y gloria de un autor tan ¡lustre bajo todos res­ pectos ? Nada, se puede responder, para las muchas obligaciones que le corrían : nada, pues nada es en mi sentir (y en este sentir sigo el de los que mas bien sienten) todo lo que no ha sido escribir muy atildadamente su vida, y estamparla al frente de su escrito; dando al mundo razón circunstanciada de todas las demás obras que compuso, y de las muchas que ayudó á componer, suministrando á

(1) Arquiíectos, pról. pág. 10 (Í3) sus compositores ideas , consejos , libros, MS. y aun fondos. ¡ Alma grande y bizarra! Apenas hubo en su tiempo empresa gloriosa para las artes, para las letras, ó que de cualquier manera pudiese con­ ducir á la honra del nombre español: á que no coadyuvase eficaz y generosamente. De todos estos importantes servicios, hechos á la publica ilus­ tración por su héroe, debió hacerse coronista el privilegiado here­ dero de su obra; historiándonos su vida, y haciéndonos el retrato de sus virtudes y aventajadas prendas; pero no lo ha hecho. Mas debió hacer también Zéan en honor del Excmo. señor don Hugenio Llaguno de Ami'rola : como amante de las bellas artes , y tratándose de un caballero que tanto las honró, debió encabezar el libro de las Noticias de los Arquitectos de España con el retrato de su digno autor. Pero la inacción y reticencias del editor de esta obra en todos estos particulares arguye que el honor de su autor patrono no le ocupaba debidamente. Es verdad que en varios pasages le alaba; mas ¿cómo le alaba? Hay un cierto linage de alabanza regañada que ofende mas que hotira al alabado; y ciertos encomiastas bastardos, de quienes dijo con picante agudeza Tácito : ^'•Pessimum inimicorum genus, laudantes." En fin, obras son amores; y en esta parte yo qui­ siera que el señor don Juan por su propia honra hubiese dicho me­ nos, y hubiese hecho mas, ó que hubiese hecho algo; en suma, que hubiera hecho su deber. "Y ¿qué mas podia hacer que ha hecho (me argüirá V.) en hon­ ra de su autor? El verdadero honor de su autor está en sus obras; y la del señor Llaguno la ha ilustrado su publicador tan copiosamen­ te , que el mamotreto original que apenas en el molde compondría Un par de tomos regularejos, él con su buen agibílibus le ha hecho crecer hasta cuatro volümes mas que regulares por su letra me- nuda.'^ Ese, amigo, es el otro género de ilustración de que me resta hablar para no dejar cabos sueltos. Las adiciones del editor al origi­ nal son sin duda muy estimables: sonlo asimismo uno que otro re­ toque y enmienda; pero sus materiales no siempre me parece que están tan bien labrados, como pudiera esperarse, en tantos años de posesión, de la mano hábil del señor Zean; en quien por otro lado se divisa (jalousie de métier!) no se qué empeño de dar bulto á la parle de su trabajo, hacinando tanta fagina , que ahoga el original. Asi parece enano el autor, y el compilador gigante; pero aunque (U) ¿ste mas y mas se empine y esponje , e'sta su descomunal grandeza se me antoja en mucha parte como la de ios gigantones antiguos del Corpus, borra y papelón , que ahoga el alma que gime debajo de tauta valumba. He cumplido, amigo mió, según mi leal saber y entender coa la insinuación de V. (para mi precepto) de que le diga lo que siento acerca del me'rito de la Biografía de nuestros artistas, por los seño­ res Zé'an y Llaguno. Repito que uno y otro son trabajos de mucho merecimiento; si bien , como obra al cabo, de la mano del hombre,- siempre se trasluce en ellos tal ó cual rastro de la humana flaqueza. Tienen pues sus menguas , y tienen sus lunares; pero á lo poco que yo puedo alcanzar en estas materias, divertida mas la atención á otros estudios, las faltas entiendo que son mas que los defectos; quiero decir , que lo que hay que añadir es mas que lo que hay que enmendar. Sin embargo, puedo asegurar á V. (pronto siempre á la prueba) que solo lo que yo tengo de acotaciones á las dos obras,- prestará bien materia para casi un decente volumen de aumentos y correcciones. En prenda de mi palabra, y porque y.- sabe V. que no gu.sto de estragar la agena cortesía pretendiendo que se me crea de balde, envío á Y. por el pronto esas dos muestrecitas, de entre otras cuan­ tas que tengo á mano en mi equipage volante; para que por ellas juzgue de la calidad de mis reparos: la una tocante á pintura, y la otra á arquitectura. Arquitectura. V. sabe lo mucho y bueno que tocante á la vida y obras de Juan de Herrera dice en su artículo el señor Llaguno, y lo machísimo que añade Zean, señaladamente respecto á la grande obra del Escorial. Pues ahora quiero que V. sepa, que á esa coro­ na, tan rica de piedras preciosas, la falta un diamante ; y este dia­ mante ha venido á parar á estas manos pecadoras. Dicha mía será esta, no diligencia sola; pues si por diligencia fuera, es preciso con­ fesemos en honor de la verdad que esos caballeros no han dejado piedra por mover en cuanto de cerca ó de lejos pueda tocar á nues­ tra octava maravilla y á su dédalo ingenioso. Voy en fin á sacar á V. de confusiones. Sepa V. pues , que la república de las letras tiene no menos acción á la persona de Juan- de Herrera, que el gremio de los artistas: Juan de Herrera es es­ critor, y de molde: escribió é imprimió en sus dias una descripción delJlscorial, que yo he visto y he leido con estos ojos que han de coííjer U tierra; y como que es libro que yo he visto, y tocado y. (45) iioio, pnedo dar señas de él, an poco mas individuales, que las qne «1 buen Ruidiaz (y no el Campeador) dio á Ríos del decantado ó encantado Buscapié de Cervantes. La descripción del Elscorial, compuesta y sacada á luz por Juan de Herrera es un tomito en octavo; escrito con aquel pulso, aque­ lla admirable economía de plan , aquella ajustada proporción y cor­ respondencia de ideas y palabras, característica de las cabezas tan geométricas, como lo era la de nuestro insigne arquitecto. Es libro peregrino , que nunca he poseído en propiedad : pero sí copia ínte­ gra de él, hecha de mi puño por el original, que amigo del al­ ma , perdí en la de marras ultima , donde lo perdí todo (como de­ cía el gran Turena) menos la honra de haber sido dueño, y artífice de la mayor parte de mi tesoro. "De perlas (dirá V.): todo eso está muy bien, pero al cabo esas son razones de carta rota. Lo qne no sea presentar el libro vi- vito , de molde ó de mano , es andarse por las ramas." Ciertamente que lo que es el libro, él por él, no es cosa de yo en este momento poder dar á V. con su misma mismedad en los ojos ; pero por vía de ínterin , sírvase V. pasarlos por estos cortos renglones, que son copia literal de su título; conviene á saber:

^ '•^Sumario y breoe declaración de les diseños y estampas de la fábrica de san Lorenzo el Real del Escurial sacado á luz por Juan de Herrera Architecto General de su Magestad^ y Aposentador de su Real Palacio.

Con Privilegio en Madrid por la viuda de Alonso Gómez impresor del Rey nuestro Señor, año de 1S89."

El libro empieza: "Lo que esta planta contiene en sí" y acaba '"considera bien la medida de esta fábrica." Y laus Deo. Pasemos á la Pintura. Mas ahora echo de ver, amigo mió, que ésta va pa­ sando ya de carta á cartapacio: doblemos aquí la hoja hasta otra. En el ínterin, de V. siempre el mismo

José Teodoro Gramblalla. (46)

•»»apaa^i

EL HOMBRE DE GEIVIO CORTO.

Traducción del inglés.

Ei\, que nnnca haya sufrido los horrores de la cortedad de genio, qae no lea este rasgo, porque nada hallará en él que excite su simpatía. Pero el que conozca la exquisita desgracia que acompaña á un temperamento cuya na­ turaleza misma, excluyéndole de la simpatía humana, le expone á la risa y burla desatadas contra ¿I, debe leerlo, porque solo él puede entender este ca­ pítulo que encierra mis padecimientos, y que noe* masque una ligera mues­ tra de mi vida. Ex uno disce omñes. Par* los lienud será únicamente una fuen­ te cerrada, y que den gracias al ciclo, al pasar cerca de ella con la satisfac­ ción ú orgulloso conocimiente interno de la venta|a incomparable que po­ seen de estar dotados de descaro, de que nunca corran para ellos sus aguas. Como mi objeto no es otro que el de dar nna muestra de los numerosos contratiempos que incesantemente me persiguen cuando me presento en so­ ciedad de señoras, solo hablaré de los que me sucedieron en la única comi­ da á que fui convidado en París. Aunque c^rgaido de cartas de recomenda­ ción, no entregué mas que una. Omito los repelidos esfuerzos que hice antes de poner mi ánimo en el temple de valor necesario para presentar á madama O.... la que me pro­ porcionó, en unión del amigo que iba conmigo, la comida en cuestión. Paso también por alto mi terror, al oir el sempiterno sonido con que respondió la campaní de la puerta á uii tímida llamada. Apenas pude notar el Parlez aii suisse que se hallaba sobre la habitación del portero, doqde tal vez no habitó suizo alguno desde su erección. Tampoco hago mención de varios desatinos de menor entidad, como el de decir al portero que nos llevase á la chambre de Madante, por decir á la sala de recibo. Baste decir que mi comuaiiero, menos tímido que yo, diccionario en mano, guiaba valerosa­ mente; que habiendo atravesado un buen número de patios y escaleras, lle­ gamos por fía sanos y salvos á una antesala, donde estaba un criado delan­ te de una puerta de dobleces que abrió enteramente, anunciándonos con un par de nombres que nunca hubiéramos reconocido por los nuestros si los hubiéramos oido en otra parte. Agitada ya y sudando por el temblor de mis nervios, fue para mí esta entrada ostentosa, tan diferente de la llaneza republicana á que estaba acos- tombradoi tina prueba formidable. Coloráronse mis mejillas, temblaron mis (47) piernas y el corazón latía con violencia. Escaballíme detras ¿t mi descocailo compañerot procurando reunir suficiente valor para ocultar el miedo que me hacia temblar como si tuviera tercianas. Levantóse madama O para re­ cibirnos, y al acercarnos á ella fue necesario que desplegara yo de detras de mi amigo. Pero al hacerlo así, no nolc á un gran perro favorito, que echa­ do á sus anchas sobre un cojin de terciopelo carmesí, dormitaba cerca de so ama precisamente en mi camino. Seguí adelante, ansiando únicamente aca­ bar de pasar lo mas pronto posible por todas las ceremonias de presenta- don , á fin de guarecerme en algún rincón distante donde

<< echando á todo el mundo en el olvido, » y olvidado también de todo el mundo" pudiera escapar de toda observación ó nota. Pero con verdad dice el pro­ verbio francés; L' homme propose, mais c'est le hon Dieu qui dispose; y •noy desgraciadas fueron sus disposiciones para mis intenciones, porque al apresurarme para adelante, encendido el rostro de vergüenza y temblando de susto, tropecé en el crítico momento que empezaba á hacer mi cortesía, con el maldito perro favorito, y me vi precipitado repentinamente de ca­ beza como un antiguo ariete, al seno de la señorita P...... volcando episódi­ camente á un paisano mió que estaba sentado á su lado, balanceando la si­ lla por los dos pies de atrás. Para evitar la caida, cogió como por instinto el espaldar de la silla, y obrando su peso por detras en el momento mismo que fui lanzado sobre ella por el frente, se decidió la vacilación y rodamos todos juntos por el suelo con las sillas por arriba. El perro vil, motor prin­ cipal de todo el ¿uño, me agarró por la pierna, y recibiendo en pago una buena patada , aumentó con sus aullidos el coro de desconsolados que llena­ ba la sala. Felizmente, la joven que babia padecido en esta refriega absorvia toda la atención y simpatia de la reunión; pero yo conocí muy bien que en el corto minuto que habia transcurrido desde que entré á la sala , me habia grangeado tres enemigos mortales, un hombre, una seilora y un perro. Por mi parte, luego que logré desembarazarme de la terrible caida , me retiré Heno de confusión y vergüenza al rincón mas oscuro de la sala , pro­ curando ocultarme y ocultar mi excesiva humillación detras de los huéspe­ des que estaban por alli ociosos. La llamada á comer sirvió de alivio á mi turbación, porque esperaba que ocuparla enteramente la atención de lodos, que, no podia menos de conocerlo, debía estar ocupada de mi torpeza. Siguiendo á los convidados á la sala de comer, vi que cada plato contenía una papeletilla con el nombre escrito del huésped que debia ocupar el lugar señalad» de este modo. Todos al parecer encontraban su asiento como por encanto; pero yo di cuatro ó cinco veces vuelta á la mesa, buscando en vano el mió; y seguramente ha­ bría continuado sin que se notase mi rotación por entre la muchedumbre de criados todo el tiempo de la comida, si no me hubiera por fin descubier­ to madama O cuando giraba alrededor con duplicada y dolorosa rapidez, t|irbia ya la vista de bochorno y cubiertos todos mis poros de tin sudor es- (48) peso I liatta qae por liltimo me arrojé á ni asiento i laego que lo enconlf^, completamente desmayado de mortificación y vergüenza. Aqai también me hallé embarazado coa mi sombrero, el cual, notando yo que todos ios con­ currentes conservaban en la mano en la sala de recibo, tenia agarrado con firme pertinacia. Por fin, dispuse de él de un modo que entonces tuve por asombrosa ingeniosidad, pues lo colgué entre mis piernas por las alas, cu­ briendo con el pañuelo abierto la cavidad interior. Mi asiento estaba próximo al de una señorita á quien por supuesto de­ bía yo divertir en la mesa. ¡Divertir yo! ¡Demasiado tristemente babia di­ vertido ya á la concorrencia!.... pero me encontraba mas á propósito para divertir á una sociedad en masse que singulatim. kmpezó, pues, la rutina ordinaria de una comida á la francesa. Sopa y boullie, pescado, aves y carne; entremetí y hors-d'ccuvres , mientras que una serie regular de criadas aparecía á cada instante á nuestras espaldas brindándonos con mil platos diferentes y otras tantas clases de vino, todo con una letanía de nombres, que entendía yo tan poco como su composición, ó como ellos mis gauchcries. Resuelto á evitar cuantas oportunidades se me presentasen de desplegar el rasgo dominante de mi carácter, permanecí en el silencio mas obstinado, diciendo oui á cuanto se me ofrecía y comiendo cea la aplicación mas decidida, hasta que en mala hora, cansada mi bella com­ pañera de mi taciturnidad y de la suya, empezó la conversación preguntán­ dome qné roe parecia de la ópera. La pregunta se me hizo en un momento crítico y desgraciado, porque llevaba á la boca nn pedazo grande de papa, y á fin de responder lo mas pronto posible, lo metí apresuradamente , con intención de tragarlo con la misma rapidez. ¡Cielos!.... Estaba tan caliente como una lava abrasadora. ¿Qué podía yo hacer en tal conflicto? Tenia la dama ..ai ojos fijos en mí esperando la respnesta de su pregunta, pero mí boca estaba hecha ascuas. En vano hacía rodar de un lado á otro el bocado ardiente, meneando como una péndola la cabeza, mientras que mis ojos, que había fijado también involuntariamente en ella, saltaban de sos órbitas. Miraba la dama las muecas que hacia yo y cuya causa ignoraba, con lalexpre- «ion de pasmo y de sorpresa, que me hace ahora reír cuando pienso en ello. ^^¿Monsieur est malade?" preguntó por fin con dulzura, en el tono de voz de la ansiedad. No pude sufrir mas. Tenia la boca desollada con la materia abrasante, y padecía un dolor intolerable; asi, renunciando sose­ gadamente el intento, la abrí cuanto pude, y fuera, cayó en mi plato la brasa infernal. Ni la mas leve señal de sonrisa díó'la imperturbable política de la dama, y condoliéndose delicadamente conmigo de mi desgracia, diri­ gió gradualmente la conversación á varios asuntos; basta que, obrando la mágica íntluencia que siempre ejerce la política verdadera, empecé á olvidar basta mis propios desatinos. Disminuíase poco á poco el penoso ardor de mis mejilla:!, y aun pude entrar en la conversación sin temer que tuviesen mis palabras la misma suerte que las acciones que intentaba ejecutar. Hasta llegué á eiperar, ¡que digo! á lísongearme de que por aquel dia w habi» completado el catálogo de mis desgracias. "Que nadie se tenga por dichoso hasta la muerte" decía Salomón , f (h) Átela bien. Todavia no habian pasado los Idus de mano. Había delante de tiosotros un pialo de coliflor delicidaroeiilc compuesto con manteqnilla. Tómelo mu)' nalaralmeiile por un builiii al cual se parecía mucho. Por des­ gracia mi vocabulario no era aun liaslanle extenso que abrazase lodos los términos técnicos de la mesa; y cuaiiilo mi hermosa compañera me pre­ guntó si me giistalia la cftofleur, creí realmvnte que era el nombre del budín en francrs, siendo tan ^rahdc rl pauri^irlco que hice de ella, que pronto se vio mi plato aliundantnneute lleno. ¡Ah! un solo bocudo bastó para disipar mi ilusión! ¡Y o¡:ilá que la dmfleur hubiera desaparecido con ella! VHO no* permaneció corpóreanicnle, y al mirar yo con desesperación la masa enor­ me que asomaba para arriba casi tan alta y tan ardiente como el Vesuvio, cesó de latir interiormente mi corazón. Avergonzado de conlesar mi equivo­ cación , aumjuc era cap.-iz de haber tragado casi con lanía prontitud una cantidad igual de ¡abon suave, seguía luchando varonilmente con el com­ puesto diabólico. Procuré sucabar por su base la moiitaiia que se elevaba en mi plato, y cerrando los ojos y abriendo la boca, enterrar en ella cnanta materia pudiese sin detenerme á {;nslarla. Pero al momento empezó el estó­ mago á intimarme bien claramente su iulencion de no admitir bajo so te­ cho á otro rxtraiío nauseabundo, y aúu de arrojar fiiera al que había teni­ do tan desagradable acogida. La gravedad de la empresa qne había, acometido y la resolocion necesa­ ria para ejecutarla, habiiin dado á mis esfuerzos un ahinco y rapidez qae no habría podido comunicarles el mayor apetito; cuando habiéndose colo­ cado mí plato, no .sé como, á la orilla de la mesa, al doblarme para ade­ lante, se volcó, derram-íuduse sobre raí el desagradable material que conte­ nía. El pañuelo, inca|>.-iz de sostener esta carga tan pesada, cedió tam­ bién á ella, depositándose asi una gran parte en mi sombrero. El pbto ge enderezó de repente al retirar el cuerpo, y al cebar yo una mirada 6t to­ da la mesa, viendo que nadie habia notado mi desgracia, me congratulé de haber dado tan feliz deslino al engañoso y nauseabundo plato. Determinado á no ser descubierto, envolví iumediatauíente mi pañuelo con cuanto con­ tenía y lo metí secretamente en mi bolsillo. Por (in se dejó la mesa para pasar á la sala donde se sirvió café y U~ ^ucws á todo el mundo. Entre lauto había buscada yo el lugar que consi­ deraba mas .i pro[iósílo para esconder con seguridad mi sombrero, debajo de una silla en la sala de comer, porque no me atrevía á llevarlo por mas tiempo en la mano, habiendo colocado antes un pedazo de papel en la ca­ vidad para ocultar á la vi.sla la coliQur, dado caso que, al buscar algu­ no su sombrero, se le antojase examinar iuleríormenle el mío. Al volver á la sala dio la casualidad de hallarme otra vea sentado al la­ do de la miíma señora que me tocó en la comida. Volvimos á entablar la conversación, y estábamos en tu mas intrincado de una discusión animada, cuando vio á una araña que corría |ior su brazo como un caballo desboca­ do. Quítemel.! V., quítemela V., exclamó horrorizada. Siempre he tenido miedo de las arañas, y asi, para evitar cojerla con la mano, saqué el pañiielo del bolsillo y lo arrojé inmediatamente sobre la TOMO VI. 7 (5o) malvada qae ya le iubia por h sien con furiosa rapürz. ¡Cirios! Babia olvi­ dado la coliflor, que se prgó á su rostro romo una cataplasma rmolíenlc, imtmMlo del tiro á la araiía y creando nii ojo de la señora, iniriiiras que corrian por su liernieso cuello y seno arroyuellos de maniciiuilla derretida. ^'•¡Mon Dku! ¡Mon DieuP' esclatuó asombrada la LcIWza. /JUon mku! repitieron todos los circiinsiantes. ¿Se ha cortado V. la cabeza? preguntó uno. / Non ! f non ! — V araignée — L' araignee. — Monsicur vient d' ecrascr I' araignée. ** /Qiiclle t/uantilé d' cntrailles! exclamó un francés asombrado, igno­ rando sin duda lo que era. Y ciertamente tenia de que asombrarse. La rociadura del maldito vege­ tal le habia manchado el ve.slido de pies á cabeza. En cuanto á mí, desde que ocurrió el accidente, habia vuelto á meter niecáulcanienle mi pañuelo en el boUillo, pero con el mismo contenido. "¡Que monstruo debió ser!" dijo una señorita, ayudando á mi victima & reponerse en su cruel situación. ^*Juraria que no se ha mantenido mas que con coliflor." • A este tiempo sentí que alguno me tocaba, y al volverme v¡ al compa- Sero que habia ido conmigo. "Mire V. sus pantalones" me dijo al oido. Medio muerto ya de humillación por el desastre que habia ocasionado, eché la vista sobre mi vestido que antes era blanco, y vi de una ojeada toda la extensión de mi horroroso dilema. Habia estado sentado sobre el fatal bol­ sillo y exprimido la mantequilla líquida; y el siiav« y pastoso vegetal que los habia embarrado corria por ellos de tal modo que parecía que roe es­ taba en aquel momento disolviendo en los calzones. Lanzándome del lugar en que me hallaba, di un salto á donde habia de­ jado mi sombrero; pero antes de echar mauo de él, se oyó á la puerta una tormenta repentina de ira. "y5a(.r-r-c, Sacr-r-r-e, Sacr-r-r-r~re.'" haciendo rodar la r en la úl­ tima sílaba como el rechino de una carreta , mezclado con otro epileto y nombre que nunca ahorra un francés irritado, se oyó fuera de la puerta levantarse «orno una tormenta horrorosa. De repente hubo una pausa, luego un sonido gutural como el de uno que está tragando involuntariamente al­ guna cusa, estallando después de nuevo la tempestad con redoblada furia. Cogí mi sombrero, abrí la puerta y se aclaró por fin la cosa: el caso fué que cambiamos de sombreros y estaba el hombre con la blanda 'Coliflor cor­ riéndole por las me]illa«, cegándole los ojos, y «mbarrándole la boca, el (le- lo, los vigoles, las orejas y las patillas. ¡Jamás olvidaré esta escena! Estaba allí fijo como el coloso, doblado para adelante, con los ojos cerrados por fuerza, colgándole los brazos fuera del cuerpo y goteando coliflor y mante­ quilla por todos sus poros. No me detuve mas; pero conservando su sombrero, me lanzi- fuera de la casa, salté á un fiacre, y llegué salvo á «asa, resuello de lodp corazuu hasta la muerte, á oo volver áeutrcgar carta alguna de recomeutiacion. (5.)

ANACREÓNTICA.

De un laurel emiente Con el pie quedo y Mando, Se miraba prndieiite Y á Cupido mirando, La aljaba de CupiJo, Paso á paso camina, Y á él también durniido Y al trunco se avecina Al margen de una fuente. Do el arco está colgando. IMi Silvia que aspiraba Coje el arco severo, A vengar en la alj.iba Y con el pie ligero Los rigores del dueño, Por el bosque se aleja: Valiéndose del sueño Pero despierto deja En que embebida estaba ; A Cupido primero. Y él, libre ya del sueño, Viola, y dijo risueño: "Silvia, tu engaño rio, »Qne aunque es el arco mió »Su daño no es del dueña"

EL BEODO.

UriRULA.

Allá enamorado, Y nada me falta Infiel ó constante. Si tengo licor. Halle el necio amante Por una mirada Ventura en amar; El amante muera, Que yo embriagado S

Robaron á un jorobado Mas como ignorase quién Uu frac hecho á su medida, Pudiera ser el ladrón, Y su perdida advertida Le echó aquesta maldición: Le puso muy euládado. w i QjaJa le veu^ bien!'' (53)

EetJbta Semanal.

REAL CONSERVATORIO DE MÚSICA

DE 3IARIA CRISTINA.

Escuela de declamación Representación de la comedia el SI DE LAS NIÑAS , por los jói>enQs alumnos^

La escuela de Jeclainacion it este Real eslablecimifiiio, qne á las venta­ jas de su utilidad reúne la poderosa circiiiislaiicia de existir bajo los auspi- CMM de nuestra amada REINA, empieza á producir sus frutos. En la nuche del 6 del corrirnle, ha habido en el teatro de tan ele;;»nte casa una repre­ sentación cómica, veriGcada por alumnos de ambos sexos, en presencia de un lucido concurso. No pudo ser raas acertada la elección de la comedia escogida; para cuya demostración basta decir que la obra qne se representó es el Si de las Niñas, de iVIoralin ; piez.i sin igual en nuestro teatro, y .que por su mérito descuella -al ij ente .de cuantas han |u'uducido l,is musas es- paiiolas. ¡Qué perfección de caracteres! Jqué nudo! ¡qué coniLinacion ^e es­ cenas ! i qué desenlace! El lenguaje -, cuan natural! ¡cuan puro! ¡y qué ade­ cuado á cada personage! ¿Qué diremos de la moral?.... ¡Con qué sencillez, con qué verdad sale de la acción misma, y de que modo tan sublime deja lleno el ánimo del espectador! ¿Hubiera Moralin necesitado roas que es­ cribir esta pieza para hacerse inmortal, y para ser en rigor el primero de nuestros poetas cómicos? Asi es que la comedia, aunque ejecalada por niños, ha sido oida con fasto; bien que son niños que han sabido darla su sentido, y que la han representado harto mejor de lo que acaso hubieran hecho oíros que, gran­ des y muy grartdes, ejercen la ^profesión, y se regulan muy hábiles en ella, sin que haya fuerzas para que el público quiera pensar lo mismo. Se ve desde luego que ya proceden por principios; que á la naturaleza la a.y-udan con el arte, y que hay intención acertada eu lo que hacen y en lo que dicen. Buenos cómicos pueden salir con semejanles elementos; y á la ex­ celsa MARÍA CRISTINA será debido que un arte, ejercido hasta ahora en España , puede decirse que de cualquier modo, y sin conocimientos preli» minares, tenga en lu sucesivo los eleroeulos primitivos., si« los cuales nada &ay bueno, ni puede haberlo. Por olra farie, a cosa^^ue realmente com- (5Í) place el qae los cdmícoa qae salgan del Real Conservatorio, perfeccionados por el estudio y por la cultura de ona bueua educación , habrán de dar estimación á su ejercicio, por lo mismo que les ha costado trab.ijo apren­ derle, y adquirir con la paciencia y el trabajo las nociones que el teatro necesita. ¿Cómo ha de haber córnlcos de otra manera? Por eso escasean tanto; ya se entiende que hablamos de la calidad, que en cuanto á la cantidad...- ¡ Bendita sea la Providencia!.... La cosecha es por desgracia harto general y copiosa. Todos los jóvenes que han representado son dignos de elogios, y sus nombres deben citarse. Sabemos lo mucho que esta publicidad smle in­ fluir en el rslíaiulo de los talentos nacientes. El papel de don Diego fue ejecutado por don Galo Pedro Montero: el de doria Irene por doña Kosa García: el de doiía Francisca por doña Lorenza Giorgi: el de don Car­ los por don Florencio Romea: el de Rita por doña Francisca Casanova: el de Simón por don Manuel Mata : el do Calamocba por don Caiisto Bel- dun y Conde. Aconsejamos mucho al joven que ejecutó el papel de don Die«o que continué estudiando en un carácter que le ofrece un porvenir lucidísimo: en nuestros teatros no hay un Barba que lo haga mejor que el. Concluida la representación dramática, pasó la concurrencia al salón de conciertos, en el que los alumnos cantaron varias piezas, que obtuvie­ ron aplausos muy merecidos, esL-iudo al piano el Director del esiableci- mienlo don Francisco Piermarini. El Excmo. Sr. Ministro de Hacienda, el Excmo. Sr. Comisario general de la Cruzada , el Sr. Corregidor de Madrid, el Sr. Superintendente ge­ neral de Policía, y otros personages que asistían á esta función, conlri- bnyeron al estímulo que la juventud estudiosa encuentra siempre en el triunfo, y eu la aprobación de sus esfuerzos.

PERIÓDICOS ESPAÑOLES.

Extractos y noticias.

Del preseraatitm de todas las epidemias ó contagios, ó reflexiones s

La Real Academia de INIedicina y Cirujía de Cádiz, deseando contribuir en cuanto le es posible á los adelantos de las ciencias que son de su institu­ to, ha acordado conceder premios á los autores de las memorias que mejor traten y desenvuelvan las cuestiones siguientes: **Oescribir con exactitud todas las alteraciones, tanto físicas como mo­ rales, que el abuso prolongado del vino, aguardiente, y demás liebidas fer­ mentadas, ocasionan en la economía animal, teniendo presente la diferen­ cia del sexo, edad, temperamento, &-c.: manifestar lodo3 los síntomas pro­ pios de la embriaguez, considerada como enfermedad, y su niélodo curati­ vo: explicar las modificaciones que ex|ierimrntan los oíros males en esta clase de individuos, y las alteraciones que deben hacerse en sus tratamien­ tos resfiectivos: determinar, si es posible, el régimen medicinal y dicléiico que conviene á las peisnnas, que después de haber estado ¡)or largo tiempo sn¡etas á este funesto hábito, quieren libertarse de él ¡ y por último propo­ ner las medidas que pudieran adoptarse para extirpar de las poblaciones este vicio tan (lerjudirial á la salud, como contrario á las buenas roalum- hres, teniendo en consideración las adoptadas por la sociedad de sobriedad, establecida recientemente en los Eslailus-Unidos de América. a.* Atendiendo á que la nueva «loctriua médica ba puesto en dada al- (57) üanos de ]os antigaos dogmas de la faculiad, entre otros el de la enferme­ dad venérea, atribuida basta aquí á un virus particular, y que la escuela fisiológica considera como nna inflamación simple, asi en los síntoma» pri­ mitivos como en los secandarios, negándole al mercurio su virtud especifica en estos casos, y afirmando que el método antiflogístico es suficiente para cu­ rarla con seguridad: la Real Academia de Medicina y Cirojía de Cádiz deseosa ¿e aclarar este punto de doctrina tan interesante, invita á todos los fakol- tativos que quieran tomar parte en la discusión , á fin de que demuestren con la exactitud posible^ si etisle ó no el pretendido virus especifico, va­ liéndose al efecto , ya de las observaciones que puedan recogerse en la espe­ cie humana relativas á su contagio, ó no contagio, ya de las inocnlaciones practicadas en los cuadrúpedos: i." con el pus tomado de una úlcera perfec­ tamente caracterizada de sifilítica, c implantándolo anas veces puro y otras mezclado con las preparaciones mercuriales, a" Con el mismo humor pro­ cedente de una úlcera simple; observando y comparando atentamente los resultados, tanto en la parte inoculada como-en el todo del animal, dicien­ do también si comunica la enfermedad por el coito y si la generación sob- «iguiente participa de ella , como asimismo los efectos que se obtenga de los diferentes métodos terapéuticos á que razonablemente, puedan sujetarse: por último los aspirantes se valdrán de cuantos medios les sugiera su imagina­ ción á fin de resolver la cuestión propuesta. 3.^ ¿La fiebre amarilla que se ha padecido en la penínsnla , habrá sido liempre importada? ¿O habrá debido su desarrollo á causas puramente to­ pográficas ? De cualquier modo que se baya verificado su reaparición en nuestro suelo ¿ podrá concedérsele el carácter contagioso ? Los premios consistirán en nna medalla de oro del valor de 4o° rs. vn. y el título de académico corresponsal á los autores de las tres memorias que llenen suficientemente el objeto sobre los tres programas indicados; y el tí­ tulo de corresponsal á los que merezcan el accésit. Las memorias escritas en español, latin ó francés deberán dirigirse francas de porte al secretario de gobierno de la Real Academia antes del i.* de mayo de 1833. Serán precedidas de un epígrafe que se repetirá igual­ mente en no billete cerrado que oculte el nombre del autor.

TOMO VI. (58)

LA TROMPETA LITERARIA.

PUBLICACIONES REGIENTES. g- a(§jic »•'

ADVERTENCIA.. El juicio de las obras se hace por la Redacción , y no sé admiten loa artículos ya formados; solo si el ejemplar de la obra, que se devuelve después de publicada. No se exige ninguna retribución, pero ion preferidos en ti turno los suscriptores d las Cartas^ Se circulan también los prospectos; todo seguit las bases manifestadas en el número 4o de este periódico.

KEMORIA ACERCA BEX. ESTABLECIMIENTO SE AGUAS MlNEaAXiES T TERMALES BE PANTICOSA, en el alto Aragón, con jBii mapa topográfico de los terrilorios inmediatos al mismo. Por don Francisco-Javier de Gabanes, Brigadier de infantería de los Reales Ejércitos. Esta Memoria, que compone nn cuaderno en cuarto de i 36 páginas, de buena impresión, ejecutada por Yillaamil, y que se vende en la librería de Sojo, calle de Carretas, á is y á 14 rs. incluso el mapa, rs una de aque­ llas producciones que no pueden menos de interesar tanto por su objeto, como por el modo con que faa sido ejecutada. A primera vista se reconoce en ella la diestra mano, oportunidad, va&tos conocimientos y buen^sto de su aotor, que después de baber dado al público varias producciones de im­ portancia pertenecientes á su carrera.militar; nos ha favorecido posterior­ mente con exquisitos manuales de Düigencías de un sumo interés, con el Económico doméstico, tau nuevo en España, que publicó con sus segundos apellidos, con la Memoria de la Navegación del Tajo, y finalmente con la Guia de G>rreos y Caminos, cuyo buen desempeño es dificil de elogiar como corresponde. Una Memoria sobre Aguas Minerales debe ser por lo común ó muy corla ó amenaza al lector cou una monotonía insoportable. No sucede asi con la del establecimiento de Panticosa, en la que el señor Gabanes sostiene de continuo la curio.sidad é interés que inspira desde un principio. En la in- Irodurclon explica ti moilvo porque la escribe, dedica el capítulo 1° á la toj>ogia(ia y descripción del c&IalikcimieBto, y cpnsa);ra el segundo á lo* (59) pormenores históricos, algunos de los cuate» íon muy ímporlanlM. Viene e» cegnida el tercer capítulo, qoe contiene el anaJjsis de las agnas y las prO|iie- dadea de las nisnias, según la opinión del facultativo del inisino establecí' míeoCo el doctor don Jwan de la Monja , bien conocido en la península. £1 cniarto capítulo está destinado á indicar los caminos que conducen al esta­ blecimiento, y expresa ei modo de hacer el viage por ellos. El quinto di no­ ticia de otros establecimientos d« agttas medicinales inmediatos al de Panli- cosa, y el sexto desciende al modo deatojarse y alimentafse en dicho punió­ la noticia de lo que ha becbo el propietario para arreglar el establecimieu'- to, y de lo que se propone hacer coa igual fin en lo sucesivo eslá compren­ dida en el séptimo capítafo, al que aá^de el antAr algunas ideas sayas muy conducentes á dicho arreglo. Por fiu, ei capicula Sh", y últim» hace el señor Gabanes observaciones oportunas sobre varip* pontes, i saber: la importan­ cia política de las agnas medicínales en general, y em particular de Jas de Panticosa ¡ lai ventafas del arreglo del camino real de Zaragoza á Francia por Jaca y Campfranc; la facilidad de consegairlo en poco tiempo y por poco dinero, y d modo Áe arreglar una comunicación periódica desde Za­ ragoza i Panticosa dorante la estación de los baños. A esto sigue un apén­ dice curioso Con lo que se dó -fin á la Memoria. El mapa topográCco es exacto, de buen gusto y ejecutado en el estable­ cimiento litográfico de Madrid. Contiene una gran parte de la frontera de Aragón, y ademas en los cuatro ángulos se dá una idea de lo* edificios del eslablecimieulo de Panticosa. Repelimos lo que ya llevamos dicho, qoe el seílíOr 'Gabanes ha- Mbi^o dar el mayor interés á ana clase de escritos, qoe por lo coman es sobrtda- raeate manátMiar Asi no reparamos en proponer su Memoria como modelo de las que se publiquen en lo sucesivo acerca de objetos iguales 6 análogos. Los propietarios de tos establecimientos ganarían mucho en tener como el de Panticosa un concurrente á ellos que se ocupase de 1% prolija descripción de los suyos. • Sí el señor Gabanes realiza la idea que indica en la neta a.^ de la pági­ na 70 de su Memoria, nadie mejor que él podrá darnos un c^nocimieiilo de las aguas medicinales de la península, por cuya razón inducimos á los propietarias de los establecimientos á que ie remitan sus noticias: puede que de este modo le pongan en el caso de realizar lo que alli tan solamente le indica. Terminaremos este estrado haciendo observar á nuestros lectores , que d establecimiento de Panticosa que proporcionó el restablecimiento de la •alud del mencionado autor de esta Memoria, es el primero que ba experi- Inentado los, beneficios de este alivio, por las noticias que por medio del presente escrito, se transmiten al público, y sobre todo á ios facultativos y «nfermos. ^REZXBXXOMES SE SON JUAN PABZ.O FOamBK sobre el modo de esmibir la historia de España. Un cuaderno en octavoj su precio /(•rs. Véndese en la.librería de Cuesta, frente de san Felipe el Real. Este opúsculo escrito por don Juan Pablo Forner, manifiesta cuan es- (6o) cmpolosamente observo y supo apreciar este literato los motivos por qné no- pnede escribirse la historia de Espafia satisractoria y cumplidamente, mien­ tras qne no se restablezcan las plazas de cronistas del Reino. Este opúsculo desenvuelve y prueba cuatro proposiciones tan curiosas corao importantes.- La Academia de la Historia, dice en la primera, no es á propósito para' escribir la iiistoria ; las razones principales que da el autor al intento son, ya la desigualdad de talentos qne se encaenlran en toda corporación lite­ raria, y ya el menor estímulo, qne tiene un escritor para excederse á sí propio cuando no está directamente comprometido con el piiblico. No es solo en achaques de historias donde las compañías dé seguros del saber, qoe^ asi pueden llamarse, son menos afortunadas que el individuo cuando se trata' de~^scar la díficil como preciosa incógnita del genio: no parece sino que éste bnyenientras mayor número se asocia para encontrarlo. Tal empresa es una de las nncfaas en que la individualidad triunfa para orgullo del hombre del número colectivo: el secreto está en que la inspiración vale por todo en las concepciones y trabajos del es'piritu. No por eso el seiior Forner deja de apreciar los frutos que pueden sacarse de tales cuerpos literarios. A éstos les cabe el atesorar materiales y el investigar pormenores, y á la pluma solo de un cronista (que merezca tal título), puede caberle el noble empeño de escribir la historia. El segundo tema de que las plazas de cronistas eran muy útiles en Es­ paña está prohado satisfactoriamente, paes cualquiera conoce que habiendo en el estado unas plazas honoríficas y lucrativas, los mayores ingenios ha­ rían por merecerlas, si es que el mérito habia de llevar el lauro, y con solo esta esperanza siempre se encontrarían en España varones ilustres, capaces- de escribir la historia, dándose también asi indirectamente nn gran impnl- so á los buenos estadios. En el tercer artículo que lleva por lema que convendria á la historia de España que se escribiese de distinto modo que hasta aquí, es donde el- señor Forner manifiesta la discreción de su pluma y la perspicacia de su vista, pues ademas de probar que una historia no es el relato solo de su­ cesiones, sitios y batallas , predijo el descrédito á que habia de venir la es-< cuela filosofastra y declamatoria del siglo XVIII. , La última parte del discurso que trata Ap la importancia de una histo­ ria política de la dominación austríaca en España revela qne el señor For­ ner dio en el loque de la dificultad. El origen de nuestras desgracias, al principio del sistema europeo, ó del famoso equilibrio, la pérdida de gran­ des conquistas y la formación de nuevos estados, todo, todo data desde eslai época fatal para España; el que poseyendo los grandes dotes de escritor aco-i metiese esta empresa, penetrado de la filosofía del asunto y percibiendo toda la ilación y fuerza de las consecuencias haria una obra tan preciosa para la humanidad, como inmortal para su nombre. £1 opúsculo de que hablamos merece la mayor atención de cuantos quieran instruir.

INDUSTRIA. = Snrnbnros impermeables. — El público puede b^ber notado lo naucbo que te van^^generalizando los sombreros de tisú de seda , ó felpa , qoe Osan varios elegantes de esta capital, y que i «n hermosa vista y útil uso, reúnen la circunstancia de ser moy baratos; pues so coste de fio rs. ofrece, puede decirse, la mitad del precio á qoe sale otro cualquier sombrero de los regulares. No solo son gratos á la visla, sino también al tacto; y en cuanto á su duración y belleza del conjunto pueden ir á la par de los castores de mas crédito. Los dueños del nuevo establecimiento, en donde estos sombreros se fabrican y venden, convencidas del fino gusto que en todas materias domina en el día en la Corte, desean sin duda (y es de esperar logren su objeto) que á imitación de la Inglaterra , de la Francia y de otras naciones, llegue á adoptarse el uso de estos sombrero», que por M ligero peso son a|án mas adecuados al clima benéfico y templado de Es­ paña , que ol de otros países. Sabemos ademas que los interesados han or'-* ganizado su establecimiento con lodos lo*, elementos q«e son necesarios, para conducirle al grado posible de pecfeecifln- Por nncaUa l»rte, y deseo­ sos de proporcionar todos los estímulos posibles á las cosas útiles, no ti­ tubeamos en recomendar el uso de estos sombreros, que reúnen á sus pe-* cutía res ventajas, la de ser realmente muy lindos y muy elegantes. IA fábrica está en la calle de Preciados, frente á la del Candil.

Nota. En el Cuaderno 5 7, en la publicación del Amor Disimulado y él Declarado por Cifras, pág. 334, lín. 3i; donde dice: pero nosotros tenemos demasiada versal en la buena versal de los autores, debe decir: pero noso­ tros tenemos demasiada fé en la boeua fi de los autores. (63)

Los precios de los principales frutos en las provincias que á conti­ nuación se expresan, desde el iS al 2^ del mes de junio último, han sido los siguientes. FJIÜTOS.

FANEGA ARROBA LIBRA CASIELLANA. CASTELLANA. CASTELLANA.

S, I J .s I I vas u PROVINCIAS. íS J ó g 4 O < > < ^ H 4 Álava 5a 19 3o 3o 81 27 57 16 37 I I 16 6 Aragón ¿7 34 «8 3o 4' 7' 38 5i 6 34 I 3 4 Asturias 35 3o aa 3a a? 64 35 49 35 6a a6 a Avila 5o 36 i8 53 54 It 3 a 3o 4 B«rgos 46 3i 18 3a 43 76 ,, I"" "' <2 6 I 34 4 Cartagena 4a 11 a4 aS 6a 33 5i 7 a8 I i4 3 Cataluita ÍS 33 30 37 43 48 30 4° 30 34 34 16 3 5 Córdoba 35 ai i3 aa 60 8a a4 46 6 a4 I a a 3 1la6 65 Caenca. .:.... ¿8 38 19 a8 55 85 5 19 54 I 16 5 Extremadura. . . 44 a4 l5 16 8a a b 19 Galicia 45 a5 3a 37 ii4 6 34 55 I 16 3 granada ¿5 a8 14 a? 5a 81 o 18 63 I 4 10 a 3o 4 Giiadalajar». ... 49 34 3o 46 83 7 '3 4a i a3 i4 a 34 Guipúzcoa 56 33 36 39 96 3 10 35 I 3 "¡la 64 18 35 70 83 64 18 56 I 3 4b 13 4o a 8 3 Jaén 33 aa II aa 48 64 aa 34 7 35 I .3J" Jereí de la Fron­ tera...... 4> 17 35 49 80 a3 4? a< 4< 10 a 6 León 36 a8 18 38 57 3o 49 10 31 3o 36 3 Madrid 58 3a 19 65 86 a5 39 48 a 6 34 5 Málaga iq 31 33 3a 89 33 45 18 58 a6 36 8 6 Mallorca 46 17 33 . 36 6 a5 »4 5 Menorca 5? 31 48 54 17 44 " 33 3a 00 3 Mancha;...... ¿3 ai i3 47 7a ai 39 7 a5 32 6 Murcia. , . . . . . 43 39 i4 4o 4o 64 aa 4> i3 4o 3b 8 f «>>'»"». 58 30 ai 45 56 4 u Ib 16 5' 3o 4? 3a 6 36 falencia 38 37 i5 37 61 6 31 SalamAnca. . . . . 5o 38 lo 56 54 ab 43 a6 38 la 34 3a 8 16 Santander /8 16 33 37 39 i5 ^'S"via 49 35 17 3o 53 38 47 M 4fi 3a Ja 4 Sf'i"» 37 14 38 67 80 34 4o 17 45 36 38 14 Sierra-Morena. . 3a 16 10 5o 60 ao 3a 5 45 26 3 8 í?^''- <7 3o 17 3a 47 73 27 5o 8 4o 6 J"^": 54 a8 14 70 86 33 44 lí 36 \i 31 4l 8 36 )t''¡T*'='* 4? 5o 17 36 46 79 37 33 o 37 18 Valladolid |i 36 lé S7 ha 3o 67 Vizcaya.. Í .... 54 a3 3a 38 80 7 4o 54 II •7 "mora 44 a8 17 56 , Jerez de la Frontera , Málaga y Ma- Los preciot designados á Extremadura Horca corresponden á la srgunda semana de junio, los de Menorca i la prjm

FRUTOS. MÁXIMUM. MEDIO. MÍNIMUM.

( Madrid. . . Sierra-More- | jj I 5S Granada. . . 45 Tngo I Navarra. . . I na \ < SaSantanderi . Centeno. . . . Valencia. . 5o Catalniía. . . 33 ^Si5ierra-Moree - ^ 16 na ^ , j S Guipúzcoa. |SiSicrra-.Moree - \ a3 Valladolid. .. >6 Cebada. . . . | y¡ J^^^ na. \- ^ Álava > Man Marcia. . . 4» 5 Aragón. . . . >3o Navarra. . . ai % Vizcaya. . , . > ludiaü . .. . Toledo. . 70 Ja™ 48 Asturias. . , 37 Cataluña. . Garbaaxm.. • Galicia. . l4 Álava g( 48 r Álava "\ < Cartagena. .. 35 ÍGuadalajara. í Arroz Asturias. . < Sierra- More' > ao S Soria f •'7 (.Valladolid . .J l na...... S Sierra-More-- í jj Aceite Vizcaya. . Í pa...... 5 Vino común. Asturias, aS Toledo, ... 14 Navarra.... 4 j. . i Asturias. Aguardiente. | g^,¡^¡^ • I 6a Toleda .... 36 Navarra., . . H

Carnes.

Vaca.. . Navarra. . a Soria '6 Asturias.. . . a4 Cataluña. Carnero. 2'^ Valladolid... » «8 Asturias,., a6 ¡ Navarra. I f A lava ^ Tocino Sevilla,. . 4 14 \ *"'»•; • • • • I a 3o < Galicia.' '. '.'.i , ,& * * í Granada... , J ) Navarra. . , , > Aragón ..... Asturias. . . \ Avila.- I Burgos. ... I Galicia. ... < Álava Granada. . . I C j^^n / ÍORNAL ÍGuadala)ara. V 4 ¿ Leen > J " ^ Mancha /- 1 Salamanca. . \ I Falencia ... I »- Zarawa. .. . I Santander . . I I Segovia. ... I I Sevilla. ... I V Soria '^

La cosecha sigue prometiendo ser abundante:_ en Córdoba se experimentan algunos dafios por una plaga de paulilla, cigarrones y cigarras en el término de tu capital y «n el de Palma. La salud pública sigue en buen estado ; pues aunque en algunos pueblos de varias provincias continúan las tercianas y calenturas , no dan el mayor cuidado hasta ahora. ECONOMÍA INDUSTRIAL. •(«ese*

CARTA V- T X^a Providencia , amigo mío, ha puesto en nuestro corazón el sentimiento admirable de la simpatía, por el cual gozamos, cuar.do otros gozan, y sufrimos, cuando sufren. Yo desenvolveré este senti­ miento en el corazón de mi alumno, y le pondré en ocasión ÍC que pueda manifestarlo: le afearé la envidia: este sentimiento I»}©, in­ digno del hombre , que le acarrea tantos enemigos, y que tan des­ preciable le hace: le acostumbraré á socorrer la necesidad; y el lo hará con gusto, cuando sintiere el placer de la caridad: le enseriaré el modo de vivir con el hombre, y en la sociedad ; le inspiraré el amor á su pais nata!, haciéndole observar sus modestos monumen­ tos, y la utilidad de los edificios públicos: le designaré, con compla­ cencia, nuestra iglesia, donde oye las lecciones de la moral, y don­ de pedimos al padre de los hombres, que nos dé prudencia, justicia j humanidad; porque pedir estos bienes, es mirarlos yá, como bie­ nes; y pedirlos á menudo, es fijarlos en nuestra memoria, y grabar­ los en nuestro corazón. No he hecho hasta aquí, amigo mió, mas que indicar á V. las mejoras físicas y morales, que puede hacer el propietario en su tier­ ra , en su heredad, en sus ganados, en su familia; pero ¡ cuanto tiempo, y cuanta perseverancia no se necesita para que éstos mismos medios puedan llegar á la clase que mas los necesita! Las ideas útiles, y las mejoras se propagan, con mucha dificul­ tad y lentitud, en las pequeñas ciudades, y con especialidad, en el campo. Es natural la lucha entre las ideas antiguas y las ideas nue­ vas; porque es natural el empeño en los unos, de atacar las imper­ fecciones de lo pasado; y en los otros de defender lo que les parece digno de conserraéíoa. Es muy poderoso el empeño de las preocu­ paciones; pero no es este el solo imperio que es menester derrocan las gentes del campo son ademas muy inertes, y es preciso desper­ tarlas de un sueño letárgico , parecido al de la muerte, para volver­ las á la vida y á la fecundidad; y ésto no puede hacerse sin agena cooperación. Los eclesiásticos, que bao recibido una educación mas ó menos TOMO VI. 9 (66) esmerada,.y-que tienen una razón desenvuelta, pueden y deben co­ municar éstas nociones al pueblo, y adquirir nuevos derechos á la gratitud de los fieles. Desvanecerán todas las falsas ideas, y se las darán exactas sobre la salud de los hombres y de los animales; les indicarán los medios de precaver las enfermedades endémicas ó pe­ riódicas , y las epizocias, y aún los específicos para ellas; corregirán las costumbres funestas á la salud de los niños y de los adultos; les de­ signarán los alimentos mas convenientes al desarrollo y conservación de las fuerzas productivas ; y les harán comprender que un alimen­ to mejor , aunque algo mas costoso, lo compensa el aumento de la fuerza física; y aiín podrán tener una grande influencia sobre la suerte de los animales, recomendando la dulzura y el cuidado de es­ tos seres pacientes, pero sensibles al dolor y al placer , y que mere­ cen toda nuestra compasión , aunque no sea mas que por los servi­ cios que nos hacen. Pueden también influir mucho en los diferentes modos de culti­ vo : la idea de poner las simientes y las cosechas bajo la protección del cielo, y la bendición de sus ministros, es una ¡dea muy sublime; y seria consiguiente á este gran pensamiento, el que la iglesia ense­ ñase , con un celo constante , cuales son los cultivos que pueden dis­ minuir el trabajo del hombre y de los animales; y cuales aquellos que puedan facilitarlo y hacerlo mas productivo. No quiero decir con ésto, que sean los apóstoles de unas meras teorías agrónomas, sino únicamente que difundan las ideas que hubiese verificado la ex­ periencia. Estudiar las disposiciones de los jóvenes, descubrir su vocación,, emplear su crédito y su sagrado carácter en procurarles medios de educación y de instrucción, es otro de los grandes servicios que pu­ dieran hacer, j Cuantos no son los grandes talentos que se malogran, porque no se cultivan! Desviar á sus fieles del uso inmoderado de la bebida, no con va­ nas palabras , sino recomendándoles un alimento sustancioso , que no les haga contraer la necesidad de reparar sus fuerzas, por medios extraordinarios, como es por ejemplo , el de las sustancias animales, es otro de sus importantes deberes. La agricultura ganará; variarán los cultivos; habrá mas animales ; se abonarán mejor las tierras, y droducirán mas. Pero se me dirá ¿y cómo han de adquirir los eclesiásticos estos conocimientos extraños á los de su profesión? Yo también tuve esta diñcultad: concebí el plan: me pareció, alguna vez, una utopia (67) imaginaria; pero lo vi despaes ejecutado por el G)ndc de Tournon, par de Francia, cuando era prefecto de la Gironda.—Yo quería, que cada semana se publicase un diario departamental de utilidad pública, muy breve, sencillo y claro, con objeto á difundir las ver­ dades, destruir las preocupaciones, indicar los malos métodos, subs­ tituirles otros buenos ; y un otro periódico en París redactado, en el mismo periodo, que contuviese todo lo que se hubiese ejecutado en los diferentes departamentos, con fruto; que todos los domingos; los labradores y artistas se reuniesen en un parage público, después de la misa mayor, para oir leer aquel periódico; que se mirase la ad­ misión en esta escuela práctica, como un honor; y que el corregidor invitase á ella, una parte de los nobles, y el cura párroco la otra. La materia de esta lectura seria naturalmente el objeto de las con­ versaciones de los labradores, en toda la semana: su espíritu se for­ maría en la comparación, la observación y la reflexión; y los frutos que diesen estas facultades Intelectuales, así excitadas y desenvueltas, serian muy preciosos. Queria también, que todos los años se distri­ buyesen alternativamente algunos premios al labrador y artista, que se hubiesen distinguido mas, yá perfeccionando antiguos métodos, ya adoptando otros nuevos y mejores; y un premio mayor al que hubiese sobresalido en cada sub-prefectura; y un otro departamental al que hubiese descollado en el departamento, y hubiese sido recompen­ sado en las sub-prefecturas. Serian también muy convenientes algunas asociaciones particulares, para cada ramo de industria , y aun para cada oficio , si pudiesen establecer, sin cosa de privilegio ni maestría, y estar cierto, que no abusarían de ellas algunos ambiciosos é intrigantes, apoderándose de su fuerza , para hacerlas elementos de una coalición facciosa y anár­ quica: pudieran reunirse todos los domingos; discutir los ramos de cada profesión susceptibles de mejora, y ser presididas por los mas instruidos: ellas excitarían la emulación, sin ningún temor ni peligro. Yo excitaría el celo de los eclesiásticos, dando cada año al que se hubiese mostrado mas digno en ésta nueva carrera de utilidad pú­ blica, una recompensa honrosa, después de oido el juicio del Reve­ rendo Obispo, y Prefecto. Una ó dos fanegas de tierra en una situa­ ción agradable , seria suficiente; y al cabo de un siglo una fundación de 200 fanegas, dotaría á los curas párrocos, ó vendidas y con­ vertidas en un vergel, en un jardin agradable de recreo ó botánico, seria una escuela práctica de agricultura. Después del servicio de los eclesiásticos, el mas importante , es (68) el de los médicos , cirujanos, farmacéuticos» &c. La medicina y la cirugía han ganado mucho desde que hicieron alianza con las cien­ cias naturales: los conocimientos químicos son ya bastante comunes; y se conocen las muchas provechosas aplicaciones de esta ciencia á las artes de la industria y agricultura: no quiero, que el labrador se fatigue en aprender difíciles teorías; pero si que aprenda á aplicar los principios, á preparar los alimentos, y que toque con su mano los efectos químicos concernientes á la vegetación , á las cosechas, á la preparación y conservación de los productos de la tierra; y si es­ tos nuevos preceptores adquiriesen algunos conocimientos de la me­ cánica, pudieran también juzgar sanamente de la utilidad de mu­ chos métodos, é indicar á sus parroquianos muchas mejoras en la forma de sus máquinas y herramientas: tienen la gran ventaja de visitar á las personas de toda clase , y cuando están mas dispuestas á recibir los consejos: las enfermedades nos hacen dóciles. Conocen á los hombres desde su cuna , y pueden discernir sus disposiciones y temperamentos, y adivinar sus inclinaciones y gustos. ¿Y como pudieran desconocer aquellas vastas inteligencias, aquellas cabezas heroicamente sublimes, que corriendo por el camino de las ciencias y de las artes útiles, crean lo que no encuentran , y es mas precioso; y perfeccionan todo cuanto se les viene á las manos. Su crédito y reputación , harian que sus parroquianos abando­ nasen todo género de vida, que pudiese conducirlos á la enfermedad y á la muerte, y que conociesen la importancia del orden, del deseo y de la conservación de las fuerzas y prolongación de la vida: modifi- carian gradualmente el sistema de alimentos, y serian los socios cor­ responsales de una asociación de salud pública , que pudiera ser ma­ teria de un periódico recomendado especialmente al cuidado de los eclesiásticos. Y, si á éstos se uniesen con sus conocimientos los administrado­ res , los jueces y los buenos rentistas ¡ qué de bienes no pudieran hacer todos al estado! La agricultura se desenvolveria rápidamente; desaparecerían las ciegas rutinas; el labrador adquiriría la instruc­ ción que tiene el de Escocia; las casas de campo tomarían otro sem­ blante; veríamos en ellas los signos de la civilización , las mejoras ingeniosas que hacen agradable la vida, y que contribuyen á depa­ rar las virtudes de familia , y las costumbres sociales, por los deli- ciosps placeres que se gozan en el hogar doméstico. No son estos unos vanos sueños. =:Treinta años tenia Mr. Fede- ricc Oberlin, cura párroco de Ban-de-la-Roche en la Alsacia, cuan- (69 ) do tomó á su cargo el cuidado de sacar de la ignorancia y de la mise­ ria á aquellos pobres habitantes, duros y feroces. Un espíritu de fac­ ción fundado en distinciones locales estaba despedazando á cinco al­ deas; quiso conciliarios, y se vio muy expuesto á ser víctima de su imparcialidad: sufrió tratamientos inhumanos; conoció á sus autores, y se puso en sus manos; desarmó su odio, y reunió todos los corazones. Estaba en correspondencia con las sociedades de agricultura : y luego que adquiría algún conocimiento útil, lo comunicaba : tomó á su cargo la instrucción primaria , formó maestros de escuela donde no los había, compuso libros elementales de agricultura; daba á los mas adelantados lecciones de botánica usual, de química farmacéu­ tica, y de física aplicable á los trabajos del campo; daba nociones de gramática , geografía , aritmética é historia sagrada. Creó una biblioteca de libros de educación : abrió comunicaciones con los paí­ ses circunvecinos, poniéndose él mismo á la cabeza de los trabajado­ res , llevando una caja de pólvora para derrocar las montañas , que hubieran resistido al pico. Envió á las fábricas vecinas á los mucha­ chos de su parroquia para que aprendiesen á hilar el algodón : envió algunos, á sus expensas, á paises extrangeros, á que aprendiesen los oficios de carpintería , carretería , vidriería , albañilcría y otros: les enseñó el cultivo de la patata, y el de los prados artificiales; á cn- gerlar arboles, y á formar planteles , tí semilleros ; instituyó en su parroquia una sociedad de agricultura , que se asoció luego con la de Strasburgo , á cuya ciudad envió algunas mngeres, para que aprendiesen el arte de partear; y consiguió finalmente crear una caja de empréstitos para hacer frente á las anticipaciones que exijian la compra y distribución de los aperos de labranza. Asi cambió en dulzura , la ferocidad de estas gentes; y en las borrascas de la revo­ lución , los perseguidores y perseguidos hallaron en esSa tierra hos­ pitalaria , on asilo protector. Hace muy poco tiempo que Mr. Olerlin amado de su soberano, condecorado con la legión de honor, y adorado de sus fieles, pagó á 'os 86 años su inevitable tributo; y los habitantes de la Alsacia que perdieron su padre común , le erigieron un magnífica monumento, que recuerde perpetuamente al viagcro los beneficios que hizo á la especie humana , y cuya memoria se conservará eternamente en los corazones de sus huérfanos. He concluido , amigo mió, las lecciones para el labrador; y paso á darlas al comerciante, repitiéndome, entre tanto y siempre , si( efectismo amigo. Manuel María GutierreXt , (70)

HISTORIA CONTEMPORÁNEA.

El poder militar de la Turquía.

A.nte. s de la insurrección de los griegos y la ínTasion de los rusos, la Turquía separada de sus provincias en Asia y África tenia el sex­ to rango entre los estados de Europa en cuanto á la extensión de su territorio, y el nono en cuanto á su población. £1 número de sus habitantes era casi igual á una tercera parte del de la Francia , la mitad de las Islas Británicas, toda la población de España, y dijera poco de la Prusia. Pero las consecuencias que parece ofrecer esta comparación, han llegado á ser ilusorias por el esparcimiento de sus habitantes sobre una inmensa superficie de territorio, por la dife­ rencia de su origen y su religión, y porque sus extraordinarias cos­ tumbres les han hecho enemigos irreconciliables de todas las nacio­ nes. Los detalles siguientes darán una idea de la influencia que re­ cibe el Imperio Otomano de cada una de sus provincias de Europa, y la extensión de las pérdidas que ha sufrido y se halla en el caso de sufrir en adelante. La Grecia independiente, d á lo menos la que aun lucha para serlo, comprende la Livadia, la Moréa y las Cycladas. Su extensión es de 3.227 leguas cuadradas: es mucho mas ancha que los Paises- Bajos, y difiere poco en extensión de Portugal y Dinamarca, con sus estados Germánicos. Antes de la última guerra ascendía su po­ blación á 1.35o.000 almas. Asi las adyacentes de Hannover y Sa- jonia se hallan hoy mas pobladas que el territorio que comprendía anteriormente Lacedemonia, Corinto, Argos, Tebas y Atenas. Este cálculo es el mismo que se hace de los distritos mas poblados de Es­ cocia, á los cuales no se asignan mas de 420 personas por cada mi­ lla cuadrada, al paso que solo la Ática contenia quince veces este número ahora veinte siglos. Por un detenido estudio de las historias antiguas de la Grecia, se viene en conocimiento que la población del Peloponeso, al tiempo de la invasión de los persas, excedia de i.i3o.000 personas, de las cuales era libre una tercera parte. Habia entonces 965 personas por legua cuadrada, al paso que te-:- (70 niendo la Moréa solos ^so.ooo habitantes, en el año de 1817 que­ dó reducido este mímcro á 36o. Teniendo las Cycladas, si esto es verdad, 6i5 habitantes por cada milla cuadrada, debe haber vuelto á aumentar su población otra mitad mas, é igualar en extensión á la Polonia ó al imperio de Austria. De esto pueden inferirse los esfuerzos que han hecho estas Islas en medio siglo en favor de su libertad, auxiliadas por la indus­ tria y las empresas comerciales. Si operasen las mismas causas y con la misma fuerza sobre la Moréa y la Grecia, se necesitarían aún otros cien anos para que estos desgraciados paises adquiriesen una población igual á la que poseían anteriormente. La pérdida de Lívadia, la Moréa y las Islas del Archipiélago, exclusivamente en las de Asia, han reducido á un séptimo el terri-. lorio europeo del Imperio Otomano, y á su población á casi un oc­ tavo. Lo mismo ha sucedido á la Turquía que lo que podria resultar á la Francia si se la desmembrase la Normandía y la Bretaña. Antes de la última guerra parecía casi imposible que no se ex­ tendiese la insurrección á los paises del norte de la Grecia, luego que las tropas turcas se viesen obligadas á evacuarlos, á consecuencia de los progresos que iban haciendo los rusos mas allá del Danubio. Los dos inmensos paises conocidos anteriormente por los nombres de Macedonia y Epiro, y que ahora se designan como Bajalatos de Ja— nma, tienen una superficie de 4^.463 leguas cuadradas. La población se estima en 2.65o.000 habitantes, ó á cerca de 600 por cada milla cuadrada, que es como una cuarta parte de la Península española. El Imperio Otomano, reducido como se halla al presente por pérdida de la Grecia, lo seria mucho mas si se le sustrayesen estaá dos provincias; ellas aventajan en extensión al reino de Ñapóles, y en población á la Lombardía ó á la Suecia. La emancipación de Macedonia y del Epiro, juntas á la de la Grecia del Norte, arran—. carón de Turquía un territorio de 7.690 millas cuadradas, taa grande como Inglaterra, y poblado^e 4-ooo.ooo de habitantes co-^ mo la Bélgica. Su extensión se disminuirá un tercio de esta manera. La emancipación de toda la Grecia, seria con respecto á la Tur­ quía como la pérdida de Escocia para la Inglaterra y para la Fran­ ela como si ésta perdiese 28 departamentos. Su tamaño se redaciria al que hoy tiene la Noruega, y su población á la de Islánda. La invasión de los rusos no solamente hahia obligado á las fuer- >^as otomanas á concentrarse en la Romania para cubrir su capital. (70 .lino que asegurando la emancipación de las provincias del norte de la Grecia, á nada menos caminaban que á ia libertad de la Vala- quia y Moldavia, hecho que se hubiera llevado tras de sí una terce­ ra parte del territorio de la Turquía, y una cuarta de su población, listos dos países unidos forman una extensión de 5.908 millas cua­ dradas igual á los reinos de Ñapóles y Sicilia. Hace pocos años que trontenian i.84o.000 habitantes, que es tanto como Dinamarca y Suiza. La Francia perdió á consecuencia de su guerra en i8iS, lo que habria perdido el Imperio Otomano por la conquista de estos dos principados. La desmembración de la Valaquia y la Moldavia, que ahora cuatro años parecia inevitable, dejaba á la Puerta un territorio de to.ooo millas cuadradas, con una población de 5.400.000 ha­ bitantes, extensión comparable á la Hungría, con una poblada muy inferior á la de los Paises-Bajos, y apenas igual al reino de Ñipóles. Supongamos que no se hubiese hecho la paz en los términos que saben todos: en aquel caso solo habrían quedado seis provincias á la Turquía, de las que la mitad lo seria de una alianza problemitica, pues por razón de su situación no es mucha la asistencia que podria lograr de ellas.. Bosnia é Iliria se hallan tan separadas del teatro de la guerra y por distancia tan enorme, ademas de sus otros obstácu­ los , que la serian necesarios tres meses para completar sus levas, antes que un ejército pudiera acamparse en las llanuras de Andri- nópolis. La Servia, que ha combatido con tanta energía y perseve­ rancia para librarse del yugo Otomano, solamente le está unida por vínculos inciertos, y por medio de rehenes. Estas provincias, que eu el momento en que se decidiese la suer­ te del Imperio Otomano no podrian darle asistencia alguna, forman una tercera parte de su territorio europeo. Servia y Bosnia tie- Hen una superficie de 5.S13 leguas cuadradas, con una población de 1.680.000 habitantes. El gobierno tiránico y devastador que las domina, las tiene reducidas á la mas baja esfera de los paises habi­ tables de Europa: ellas solo tienen 32 2 habitantes por milla cua­ drada , con una población menor que la de Sicilia, aunque mas ex­ tensa que la de Polonia, Llegado el caso de la defección voluntaria ó forzada de estas provincias, se reduce el Imperio de la Media-Lona á solas la Vul- garia y la Romania. £1 territorio comprendido en éstas no pasa de 5.000 millas cuadradas. El número de habitantes que cuenta la Yulgaria es de i,44o.ooo, y 2,280.000, Esto es, 744 for la nú- (73) lia cuadrada, como en las montañas de Suiza, y menos en el Han- nover; porque 60.000 habitantes viven en las ciudades de Andri- ndpolis y Sofía, que reducen la suma á 625 por milla cuadrada, comprendiendo las ciudades de segundo orden. Las provincias casi desiertas que tenia Españía dan una ligera idea de la población del centro de la Turquía, con la diferencia de que en nuestra Península prevalece una sola Religión, al paso que el Imperio Otomano se ha­ lla poblado de gentes divididas por opiniones, e'implacablemente contrarias unas de otras, tanto por motivos de religión como por su posición social, sus intereses, hábitos y las tradicciones de sus ante­ cesores. En la misma Constantinopla, que es la residencia del Sul­ tán, la metrópoli del islamismo se compone la cuarta parte de los habitantes de griegos, judies, armenios y rayahs, que no pasan dia sin maldecir á los turcos, y orar porque sean destruidos por alguna potencia extrangera. Es de suponer, que no formando en realidad el Imperio Otomano ni aún tres millones de musulmanes, excede de 800.000 el número de rayahs que hay en la Romania y la Vul- garia. Ocho de los ochenta y seis departamentos de Francia constan de una población de Turquía, y bastan tres solamente de los depar­ tamentos del norte para igualarla.

CRITICA

Madrid 10 de Julio de i83a.

Oeñor Editor de las Carífls Españolas: Muy señor nuestro: con la ¡dea de manifestar al público el deseo que nos anima de dar á la obra titulada: Beberes y atribuciones de los Corregidores, Jus­ ticias y Ayuntamientos de España, la perfección de que sea sus­ ceptible, nos vemos obligados á contestar al artículo inserto en el cuaderno Sg de su apreciable periódico, en el que se cen­ el primer tomo de dicha obra, para hacernos cargo de los reparos que se le han puesto. Pero al mismo tiempo damos á V. las debidas gracias por la franqueza con que ha extendido su dictamen, por la imparcialidad y moderación que en él se advierten, y por los elogios con que nos honra y quisiéramos merecer. Mucho nos hubiéramos alegrado haber podido motivar el paso TOMO VI. 10 (70 de una materia á otra, y no se hubiera omitido hacerlo, si las que se contienen en toda la obra tnvieran entre sí el enlace y conexión que para ello se requerian; pero como en ella no se trata de los prin­ cipios fundamentales del derecho, tan íntimamente enlazados, sino de reunir las disposiciones relativas á cada uno de ios ramos de la administración pública, muy diferentes los unos de los otros , solo hemos podido colocarlas según el orden gradual de su importancia, y asi sp vé qué empezándose á tratar en el tomo primero de ios debe­ res relativos á nuestra santa Religión^ concluimos con el capítulo de diversiones públicas. £1 uso constantemente observado de dividir los tomos ó libros de multitud de obras. Reales instrucciones, reglamentos y demás que fácilmente pudiéramos citar, en títulos, y éstos en capítulos: la definición de estas dos voces, según el Diccionario de la lengua, que no repugna la acepción en que las hemos tomado y es generalmente recibida: la opinión de algunos sa'bios letrados, y últimamente, la necesidad de valemos de dicha división, por no encontrar otra mas conveniente y cómoda, nos decidió á adoptarla sin repugnancia algu­ na , y del mismo modo convendriamos en que deberia variarse, si las observaciones que se hacen en >dicho artículo bastasen á convencernos. El haber dejado de citar la Real orden de 14- de diciembre de 1826 ha sido efecto de que tanto ésta como otras que en diversos tiempos se han expedido sobre la obligación de pagar los diezmos, no son las que establecen las penas contra los que dejasen oficios 'de ayuntamiento, son de-^ masiado conocidas sus atribuciones, y el hablar de ellos y de los demás destinos que se mencionan en la pág. 316 hubiera sido fas­ tidioso. Pero si lo hemos hecho de los alamines, como puede verse (75) en la pág. 33o, aunque designándolos con el nombre de fieles- almotacén, que en el día ha reemplazado á aquella voz antigua, y es mas generalmente usado, á pesar de que en algunos pueblos suele también llamárseles fieles de peso ó de romana. De los oficios ptí- blicos ^agenados por la Corona tratamos en sus casos respectivos, como se observa igualmente en lo que decimos de dichos fieles- almotacén. Nunca hubiéramos llamado ordenanzas económicas á las que da­ ntos el título de municipales, porque aquella denominación no nos hubiera permitido tratar en ellas de asuntos políticos ó gubernati­ vos, ni hubiéramos tan»poco preferido á este epíteto el de urbanas, porque significando uno y otro adjetivos lo perteneciente á ciudad, el de municipales comprende ademas la circunstancia de ser la que se gobierna por sus propias leyes, por las cuales en el dia no pue­ de entenderse sino dichas ordenanzas. Al hablar en la nota á la pág. 344 del modelo en que incluimos éstas y de su sabio autor, cuyo merecido concepto bastaria para hacer que no variásemos el nombre de municipales que dio á aquel, hemos indicado cual ha si­ do nuestro objeto al publicarlo, absteniéndonos de formar un traba­ jo, cuya extensión no nos es desconocida, y que aunque interesante y urgente, compete solo al Gobierno el emprenderlo; todo lo cual nos dispensa de contestar á lo que sobre el mismo asunto se dice en el citado artículo. Mucho sentiríamos que el no acceder á singana de las reformas que en éste se proponen, se atribuyese equivocadamente á una re­ pugnancia en conceder los defectos que pueda tener dicha obra. El Solitario ha manifestado en su crítica que une á los conocimientos prácticos de la carrera la filosofía de la legislación; pero tanto rigor lógico no puede aplicarse siempre y convenientemente en empresas como nuestra compilación. En ella hemos hecho presente que esta­ mos muy distantes de creer haber llegado ni aún á la medianía, y antes que se nos pueda tachar con fundamento algunos errores, no carecemos de la sinceridad y desinterés necesarios para confesar que podemos haberlos cometido. Por esta razón, y porque como antes hemos dicho, solo aspiramos á la mayor perfección posible de la obra , agradeceremos á V. se sirva continuar formando la censura de los demás tomos que salgan á luz, manifestando sin rebozo alguno cuanto encontrare en ellos digno de corrección, pues cuando esto se expone con la buena fe, imparcialidad y moderación que distinguen al Solitario ea sus juicios, y cuando la clase de obras como la pre- (76) senté permite que con facilidad puedan hacerse las enmiendas que por su naturaleza son mas disculpables en ella que en otras, se liaria digno del desprecio de sus semejantes el escritor que con su obstina- clon en reconocer los defectos en que hubiera incurrido, demostrase cualidades agenas del que con noble desinterés debe sacrificarse en beneficio del público. Sírvase V. insertar en dicho periódico la presente contestación al artículo del cuaderno nüm. 59, dando esta nueva prueba del fa­ vor que dispensa á SS. SS. SS. Q. S. M. B.

Manuel L. Ortiz de Zuiiiga. Cayetano de Herrera.

El sitio, edificio, y jardín^ qne constitnyen en París el paragc llamado Palais Roral, tienen tal celebridad en toda Europa , que aun los mismos que nunca le han visto hablan de él, y suelen ocuparse de un lugar tan famoso , si bien no se sienten animar por un deseo irresistible de visitarle. La siguiente descrip­ ción es tan exacta, que nos parece que será leída con gusto. Palais Boyal es una de aquellas cosas que solo viéndolas puede saberse lo que son: sin embargo, el que medite este articulo no dejará de tomar alguna noción de un sitio, úni­ co en su línea en el mundo, y eterno objeto de curiosidad, no solo para los ex- trangeros , sino aun para los mismos franceses.

PALAIS ROYAL.

RLecorre. d las principales cíodades de Europa, veréis en ellas catedrales góticas, jardines y palacios, á los cnales París y las otras ciudades de Fran­ cia, opondrán monumentos de la misma especie; pasad á los tiempos anti­ guos; embarcaos en el buque de Anacarsis^ visitareis la Grecia en su ma­ yor auge, y cuando hayáis admirado el templo de Teseo y el Panteón, la nueva Atenas, podrá oponer á estos edificios su Panteón, su Louvre, su Lonja y su iglesia de la Magdalena ; pero en ninguna parle bailareis un Palais Royal, ni nada que se le parezca. ¿Entráis en él por primera vez, y queréis verlo en todo sn esplendor? Pues para ello escojeremos una hermosa tarde de julio, á fin de gozar plena­ mente de esta mansión encantadora. Las calles de árboles citan llenas de pa­ seantes qne buscan en su sombra un alivio al calor: los bancos de piedra es- (77) tan ocapsdos por sugelos económicos que solo gnslanlomar el fresco en asien­ tos que no cuestan nada. En frente hay largas filas de sillas' que todas se ha­ llan ocupadas á pesar de pagarse por sentarse en ellas: estas sillas eslan to­ cando á las verjas de dos rectángulos que contienen cada uno una alfombra de yerba fina circunvalada de flores, en cayo centro se hallan las estatuas de Diana y de Apolo colocadas sobre pedestales. Otras sillas formadas en círculo rodean el estanque que separa ambos cuadros, y del cual brotan muchos surtidores de agua para volver á caer figurando flores de lis. Allí Van á respirar una polvareda húmeda aquellos á quienes la frescura de la atmósfera casi no entibia la respiración, mientras que á nn extremo de los cuadros, una aspiración mas activa y sustancias menos vaporosas humede­ cen los gaznates mas ardientes. En este parage una infinidad de veladores ó veloneras verdes sostienen para los ceavidados de ambos sexos sentados al rededor, tazones cubiertos de helados en figura de pirámide, y sobre los cuales la cachara de plata so- ibrederada forma sin cesar nuevos ángulos, los que al instante deshace hasta que la misma base esté próxima á desaparecer. Las posturas, las conversa­ ciones estrepitosas y las risotadas de los aficionados, los gritos y el atrope- llamiento de los mozos que los sirven; los floridos arbustos, cuyos cajones demarcan los límites laterales de la sala de refrescos; los brillantes reflejos de la rotunda, en la que puede uno ver un kiosco oriental; el perpetuo movimiento del tropel mas amontonado aquí que en los otros parases yen­ do, viniendo, cruzándose y circulando en todas direcciones, forman un es­ pectáculo de los mas pintorescos y animados. Asi que se aproxima el in­ vierno, desaparece este bullicio, pero solo es para mudar de puesto, y lo volvemos á encontrar en las galerías. El café de un teatro en el intermedio de una primera representación, no presenta una perspectiva mas brillante ni mas agitada que la galería de Orleans conteniendo una muchedumbre de paseantes bajo su inmensa cúpula de cristal Sin embargo, hace muchas horas que la población laboriosa de los arrabales yace entregada al sueno las principales calles de la ciudad están silenciosas y abandonadas á solo la claridad de los reverberos ; cualquiera creerá que toda la ciudad yace sepul­ tada en el mas profundo reposo; pero si os acercáis al Palacio Real vues­ tros ojos y oidos se asombran, vuestros sentidos ya entorpecidos se despier­ tan, y al entrar en su recinto lo halláis lleno de un inmenso concurso y resplandecientes luces; es como el corazón que permanece caliente mucho después de haberse enfriado las extremidades del cuerpo. Desde que se descubrió el modo de dar pábulo á la llama mediante un Muido invisible, y de conducir el gas por medio de tubos, como las aguas "cl Sena, para extenderlo como un mar luminoso hasta el remate de los edificios, desde entonces ha recibido el Palacio Real un nuevo «splendor que no tiene cotejo con su antiguo alambrado. Mas de doscientos surtido­ res de una luz tan clara como abundante, mas suave, mas pareja, y al mi.s- tto tiempo mas viva que su antigua é innoble rival, diseñan los arcos de "ñas mismas bóvedas y derraman una claridad como la del dia bajo los pórticos. A esta claridad se une la que sale de le« aumergsos almacenes y (78) tiendas t U caal le introdace, se extiende y centellea sobre las maestras qae todas son de acero, seda, plata, cristal 6 piedras preciosas; los lorrentu de Inz que despiden estas alhajas se reflectan en las superficies de caobst alisada, 6 en los infinitos espejos que cobren las paredes: es incalculable el número de éstos en todos los pisos ; el forastero deslumbrndo, se pregunta si el Palacio Real desde su base hasta su remate, será enteramente un mercado, y si acaso hay en él alguna parte oculta é invisible donde los ha­ bitantes de esta moderna Babilonia puedan disfrutar algunos momentos de saeño. Efectivamente, la industria se ha apoderado de este palacio; el^ primer piso, sobre los almacenes, lo ocupan los bafios, salas de ^ego , fondas , bi­ llares, sitios para fumar, gabinetes de lectura, &c.: los pisos superiores per­ tenecen i todos los artistas de todas clases^ pintores,, gravadores^ dentis' tas , peluqueros, &:c., y á un cierto núraero de sultanas á quienes una po­ licía severa no permite durante el dia comtemplar el teatro de sus con­ quistas sino desde la ventana. Ninguna familia particular puede fijar allí su domicilio; no se vive en el Palacio Real como en cuatqi^iera otra parte, allí no habitan sino mercaderes ó tratantes; todo el que se establece en este punto renaaci» á las comodidades y recreos de la vida doméstica , á los gustos de familia y al placer de estar en su casa; al contrario, el público entra por todas partes en vuestra casa ; asi es que se estrechan , se enco­ gen , se adelgazan, por decirlo asi, á fin de dejar mas espacia á las mer­ cancías y á los compradores ; allí no se está para vivir sino para vender. ¡Cuinta exigencia para conseguir un pequeño hueco, y cuánta parsimo­ nia para aprovecharla! Solamente el derecho de arrendamiento para colo­ car sillas en el jardin y alquilarlas, produce 3a.ooo francos (6.400 pesos) anuales al Rey propietario. En ese rico mercado, todos los almacenes y tiendas están destinadas solo para los objetos de lujo y para las mas brillantes fruslerías. En vano buscaríais en él muebles voluminosos ó la mayor parte de los que com­ ponen el ajuar de ana rasa; éstos están excluidos de aquel recinto, 110 solo porque se necesitarla mucho espacio para colocarlos, sino también porque el Palacio Real no es el mercado de los parisienses; seguramente se engaña el que considera como habitantes de este lugar á sos inquiljnes, pues no son mas qne unos ecónomos; parece qae sus compatriotas los han puesto allí solo para mostrar á los Eorasteros todo lo mas sabroso que ha imaginado el numen fecundo de la cocina ; todo cuanto el cultivo ha produ­ cido mas hermoso, mas esquisilo, mas regalado; todo cuanto las artes eje­ cutan en el último grado de perfección. El comercio, la moda , las estacio-^ aes, y aun las horas corren sin cesar de almacén en almacén, de tienda en tienda, para inlrodacir la novedad bajo diversas formas, y el Palacio Real es una escuela de buen gusto para los otros mercaderes ó tratantes de la capital. Hay ciertas cosas notables, y aun reputaciones europeas, cuya reunión en un espacio tan reducido os sorprenderá. *pel de paseantes que vemos hacia las siete de la tarde inundar los cafés,, ó dar vneltas delante .'de la Rotunda, procurando hacer la digestión de una .opípara comida, y calculando al mismo tiempo lo que harán .en el >resto de Ja .noche; este punto céntrico les permite tomar la dirección que mas les acomode, pre­ sentando á su vista Xot demás paseos y parages de recreo. Ocupados en lo que hemos dicho, ni ellos ni otros muchos, que también están embebidos allí en discusiones políticas, ó en especulaciones mercantiles,, hacen caso de la multitud de mogeres colocadas en tres ó cuatro filas,de sillas., pre­ sentando una hermosa línea de batalla. La mayor parte .de.éstas acompa­ ñadas de sos maridos, vienen á tomar fresco y recrearse mas ibien que á buscar quien las obsequie en un parage donde los ihomhres aparentan es­ tar tan atareados: asi es que nanea se ven .figurar en .estos .jardines ni i •as |)rtrinietras afamadas, ni á las elegantas del antiguo paseo.de .Gand. Gi aspecto particular que presenta .el JPalaeia Meal .no solo se forma del conjunto brillante de riquezas que hemos rinanifestado, sino también •de la clase de gente que atraen., y para quienes:ban sido hechas. Sus ver- dederos habitantes, qiie vamos .á señalar, son precisamente aquellos que no duermen allí, aquellos que pueden gozar de todo en aquel sitio deli-

(i) Nombre de una Tonda fanM>sa de París. (8o) cioso excepto de] sueño; á lo menos allí no se «ncuentran posadas. Todos los que en París carecen de ana existencia regular, completa y estable, vienen á confandirse entre la muchedumbre estacionaria del Pa­ lacio Real. El observador reconoce mezclados entre sí á los extrangeros de todos los países, á los viageros de todos los departamentos, á los solte­ rones, estudiantes, refugiados, oficiales con licencia temporal ó reforma­ dos, á los intrigantes, á los excitadores de disensiones políticas, en fin á todo el que espera la casualidad ó de un encuentro feliz comer de valde, ir al teatro del mismo modo, ó proporcionarse una noche agradable. Es fácil imaginarse cuántos encuentros extraños é imprevistos deben acaecer en la Rotunda. Cuantas veces durante el imperio, y aun en la res­ tauración, hemos visto á dos compañeros de armas, volviendo uno de Es­ paña y otro de Rusia, encontrarse en la Rotunda, y estrecharse las ma­ nos derramando lágrimas de júbilo. Podria nombrar á dos sugetos qne en el momento de separarse en Pondichery (i), se citaron para de allí á tres años, fijando el dia y hora, en la Rotunda , y tuvieron la dicha , en el dia y hora señalada, de abrazarse en aquel sitio. Salen dos para dar vuelta al mundo, por diversos caminos, y se vnelven á encontrar en la Rotunda. Si desapareciera este panto de reunión, muchos millares de per- s6nas se quedarían con la boca abierta cuando tuvieran que dar una cita. Un aficionado que por espacio de ocho años tenia sus delicias en las ga­ lerías del Palacio Real, y que por una serie de desgracias se habia visto precisado á refugiarse al pie de los Pirineos, preguntando un dia por un pasagero que deseaba saber á donde conducia el camino que llevaba, le res­ pondió con la mayor sencillez: "Al Palacio Real.'' No se engañaba; por­ que á este punto vienen á parar los principales caminos de todas las capi­ tales de Europa; y no hay extrangero que al entrar en Francia, si quisiese decir lo que piensa á los gendarmes que exigen les diga el lugar adonde se dirige, no nombrase el Palacio Real, como objeto el mas interesante de sa curiosidad. Las salas de juego que aún subsisten, y las mugeres públicas que han echado de allí, no han dejado de contribuir á su esplendor , atrayendo á los extrangeros, unos como actores, y otros por pura curiosidad. ¡Cuántos desgraciados aun en la actualidad , son víctimas del funesto incentivo del juego. Es cierto que dentro del Palacio Real no hay ningún armero ; pero Lepage vive muy cerca. Machas veces un jugador desesperado, temiendo aventurar su último recurso, entra por precaución en casa de dicho arme­ ro antes dé subir al Ciento-Trece; hecho esto se acerca á la fatal mesa, echa su resto con resolución, y una detonación bien conocida del vecindario anuncia el fin de la partida. El invierno pasado acababa yo de componer unas coplas en casa de nn amigo, cuando sentí el mido de un pistoletazo que me hizo estremecer. "No hay que turbarse, me digeron, esto no es nada; probablemente habrá sido el resultado ordinario de la obstinación de algún miserable en ir contra el color que se daba." Abrí la ventana y vi que era

(i) Capital de las posesiones francesas en la India. (8.) cierto lo que me decían. Un ¡¿ven que salla de ana casa de jaego Babia es­ calado la verja de un jardín y se había quitado la vida. Parecía por efecto de una costumbre inveterada, qae era indispensable hubiese mugeres públicas en el Palaciit Real; ¡cosa extraña! Afeaban al Du­ que de Orleans (Egal'Ué) por haber especulado con el vicio, y ahora según dicen los mercaderes y tratantes se quejan de que su bijo lo haya desterra­ do. Cuando uno se figura á esta clase de mugeres eo aquellos exlraiios ro­ pajes que asaban en tiempo de nuestros padres,,y que eran la moda de aquella época, no se puede conleuL'r la risa. Sin embargo, bajo unos vesti­ dos tan raros debían hallarse muchas deidades. En nuestro siglo las hemos visto, con la sencillfz elegante de los trages modernos, esparcidas por el café Monlansíer,. que ha .sido remplazado por un pequeño teatro subalterno del Gimnasio, por el cafe de los Ciegos, ya abandonado, al que la guardia imperial hacia vivir, por la Cueva del Salvage , cuyo tamboril aturde to­ davía los oídos de los transeúntes, y en donde el veniríloco Borel hacia sus habilidades, en fin por las principales avenidas del Palacio Real, Su pre­ sencia animaba todo, y particularmente llamaba la atención de los ex- trangeros. Actualmente las mugeres honradas han quedado con el imperio exclusi­ vo del Palacio Real y del cual las tuvieron excluidas por mucho tiempo las rameras. Esta reforma se hizo habrá dos ó tres aiios y ha dado á este Palacio nn aspecto mas decente, y co.<^tumbres mas arregladas; el concurso se retira mas pronto, las tiendas se cierran y todos se acuestan mas temprano. No averiguaremos ahora si la moral piíblíca se ha aprovechado ó no de dicha reforma; lo que pasa en otra parle no es de nuestra incumbencia. Sola­ mente nos ceñirnos al recinto del Palacio Real. Despnes de esta grande revolución, era preciso para completar el orna­ to de este edificio, hacer otras dos sumamenie díficiles. La ana consistía en que las fachadas de los almacenes que estaban al vuelo ó salientes, volviesen á entrar en el marco de las pilastras interiores, á fin de volver á la arqui­ tectura su debida regularidad; la otra era rerm¡ilaznr con la soberbia gale­ ría construida en la actualidad entre una columnata doble, á las célebres y chabacanas galerías de madera, conocidas en rl principio con el nombre de Campo de los Tártaros, y que han sido uno de los muchos ejemplos de estas obras, que solo se hacen provisionalmente y luego permanecen siglos. La primera se efectuó bajo la inspección de Mr. de Belleymé, y fue necesaria toda la entereza de este magistrado para que el arquitecto del Duque de Orleans pudiese echar abajo las muestras, los faroles, los escudos de armas, los cuadros y las fachadas de relieve que estrechaban y obstruían las gale­ rías. ¡Cuantas reclamaciones fue necesario arrostrar para efectuar la segun­ da! al fin se consiguió; pero ¿quién podrá expresar las angustias de los des­ graciados ¡aquilinos cada vez que veían al arquitecto Mr. Fontaine, mos­ trando al Príncipe empresario el aspecto repugnante de estas barracas, j discutiendo con S. A. acerca de los planes y de los gastos? Preguntábanse nnos á otros á donde llevarían sus pcaates que hacia 4° a>>oi estaban nuy TOMO VI. n (8«) acomodados bajo estos lechos ele tablas; pues por ana felicidad incomprensi­ ble, eslas tiendas y puestos que el mas leve descuido podía incendiar , ban escapado siempre de las llamas hallándose en medio de tabiques de tablas, de quinqués, de libros, y lo que es peor de una roucbednmbre de modistas, I9S que seguramente tienen muy poca prudencia. Ciertamente no es mi objeto recordar aqui las glorias eclipsadas del Palacio Real; pero hay una que no me perdonarían si la callase: ¿qué ha sido del calé de las Mil columnas? ¡Ay! ¿que ha sido de J3.ib¡lonia y-de Ní- nlve? ¿que será de París después del cólera? Conozco que la primera pregunta atrae una segunda; pero á lo menos á ésta puedo responder.la hermosa bo­ tillería se halla en Nenilly, meditando sobre las grandezas pasadas; pero su deterioro ha sido voluntario, sus meditaciones son recuerdos agradables-, la casa en que habita es propia. ¡Qué caprichosa es la fortuna! La hermosa botilleria después de haber sido reina en su mostrador., ha vuelto á la vida privada, retirándose á un pueblo del cual ha salido una princesa para ser reina de Francia!.... Me preguntareis ¿cuál de las dos es mas feliz? ¡Quién sabe!.... ¿No os agrada la felicidad doméstica y no os parece muy envidiable la existencia de aquella que principió siendo modesta y elegante soberana del café du JBosquel^ (del Bosquecillo). En confianza voy á decir á mis lec­ tores que la semana pasada me encontré cara á cara con ella en una dili­ gencia. Uno de los viageros la conoció, y la suplicó le permitiese pagar su asiento, obsequio sencillo que la hizo sonreír; ¡ sin duda se acordaba en aquel momento de los obsequios y rendimientos que habla recibido sobre el trono de uno de los hermanos de Napoleón! Bien sabido es que este trono fue puesto en almoneda, y una especulación enteramente mercantil, hizo sentar en el á la belleza sin diadema. En el principio de este artículo he presentado el cuadro del Palacio Real con todo el prestigio de la iluminación que se repite todas las noches.: seria poco interesante mostrarlo por la mañana cuando aún no se ven en él sino estudiantes, muchachos y crianderas. No obstante á eso de las diez principia á reanimarse. Los lectores de diarios van llegando y se reúnen al rededor de estos pabelloncitos con techos dorados, en nno de los cuales ha situado Perusanl su cuartel general , del cual sale á cada instante para hacer nuevas rondas, y va echando oieadas furtivas á los papeles que en­ cuentra en manos de algunos lectores separados del bullicio; á fin de ins- ta-rles si conoce sus marcas ó estampillas, que tengan la-bondad de reunirse á stt pabellón. Los Cafées se van llenando, mientras que las fondas , á las cuales aquellos han desposeído del privilegio de dar de almorzar, permanecen todavía desiertas; poco después los dependientes de comercio, los agentes de negocios, &€,, cruzan las calles de árboles en todas direcciones; ya un tro­ pel cuotidiano como de trescientos ú cuatrocientos ociosos, colocado siem­ pre en un punto fijo, indica á los transeúntes que van á dar las doce. Pluguiese á Dtos que loj cañones de todo el mundo se apareciesen á la arti­ llería AtVPalacio Real, y que su estruendo no hubiera'jamas cansado otro daño que el ligero «stremecimiento que sienten algunas señoritas de mos­ trador, y muchai vendedoras que padecen de los nervios, las cuales aún no (83) han podido acaslamlirarse á este estallido diario. Cinco ininntos antes de la explosión, están la mayor parte de los presentes con el relox en la mano, ¡os que no lo tienen miran á los otros, y hay un momento solemne de es­ pera Sale el tiro: al instante unos adelantan ó atrasan sos relojes, otros con cierto aire de amor propio hacen en alta voz el elogio de su relojero; cada uno se va á comunicar oflciosarocnle á cuantos encuentra la hora que es, y el grupo se dispersaría enteramente sino quedaran los papanatas que han venido á ver cómo el Sol prende fuego á la pólvora, y los majaderos que por mas de un cuarto de hora, repiten á lodo el que llega que ya se disparó el cationazo. Nos parece cosa superilua indicar el cuadro donde está el canon; á. la verdad no puede ser otro que el de Apolo, pues esta deidad es quien, lo. dispara (i) No. coivcluiré mi narración^ sia, decir antes que el Palacio Real siempre ha sido, y debe ser ea adelante el centro de los movimientos políticos popu­ lares; esta resulta de su situación y de la clase desús concurrentes. Asi ej, que la mayor parte de los cafées tienen para sus clientes la recomendación de algún recuerdo especial: el cale, de Foy, por los discursos de Camilo Desmoulins, gran iuspirador de insurrecciones en el alma del pueblo; el café de Chartres, por las pugnas violentas de las dos cucardas verde y blan- cOf y en seguida de loa montañtses y de los girondinos y e) café Muntansier por las borracheras patrióticas de los cien dias y las venganzas del regreso de Gante; el café Lemlilin, por la co.stante afluencia durante la restaura­ ción, de la juventud liberal y de los militares proscriptos ; en fin el café Valois, como santuario de las cabezas emblanquecidas por el polvo del an­ tiguo régimen. En el Palais-Royal se abrió el primer club ó sociedad , y también allí tuvieron mas adelante sus conciliábulos^ los jóvenes c«qlra-re- volucionarios, que hubieran querido manchar la reacción del roes termi- dor (3) coa excesos tait deplorables como aquellos cuyo curso biVm re­ primido. Uu anciano que habia servido en las guardias suizas de T^uis XY volvió el mes pasado á París, de donde estaba ausente desde el año de 1 780 ; yo dirigia su marcha, y nos acercamos al Palacio .Rcai. = "Vamos ahora , me dijo, á sentarnos baja el árbol de Cracovia ; allí leeremos los papeles piíbli- cos , y tendré uu placer en saber noticias de Polonia, ejx el mismo parage donde mi corazón latia por ellos hace casi 60 años;" pero este árbol habia Sido cortada pocos años después de la partición de Polonia, coii toda la ca­ lle de castaños plantados por el cardenal Richelieu ei) toda la longitud del jardin. Al rededor de este árbol se reunían los lectores del Cottrrier de 1 Europc, la gapeta de I^eyden, que casi eran los diarios de aquel tiempo ; el buen viejo rae mostró el sitio frente á frente del café de Foy, Ya hay otros arboles, bajo los cuales se leen otros diarios.

('). I-os rayos del Sol incendian el cebo del caiíoii en el momento fijo del me­ dio dia, por un medio que es bien conocido; y como en lenguaje mitológico se llama este planru Apolo, por esta razón se ha colocado el caiion en el cuadro donde se halla la estatua de esi.i deidad. (a) Esta reacción fue cuando el monstrao Robespierre y sus feroces satélites sucombieron, terminándose con esto el reioado del terror. (84) Las vicisitudes de los edificios , ó mas bien del cúmnlo de edificios que comprende todo el conjunto del Palacio Real, serian suGcientes para com­ poner una larga historia; asi me ceñiré á decir que fue principiado y aca­ bado por dos arquitectos de la misma ciudad, Jacobo Leinercier, arquitecto del Cardenal I^ichelieu, y Mr. Fonlaine, arquitecto de la casa de Orleans, uno y otro naturales de Ponloise. ¡Cuantas veces hemos visto á este último y á sn real cliente discutir cou acaloramiento encima de los techos y formar proyectos sobre el remate de un ediGcio de donde seguramente no quería el príncipe descender! Si el arte de edificar sirviera de aprendizaje al arte mas alevado de gobernar, podríamos hacer un pronóstico feliz en vista del gusto, del esplendor y de la perfecta armonía que se notan en el palacio de la calle de san Honorato, (i) Para satisfacer en todo la curiosidad de los lectores, daré á conocer con la mayor brevedad los personages que han habitado este palacio desde su fundación; éstos fueron después de Richelieu que continuó su fábrica bajo el nombre de Palacio Cardenal, Ana de Austria, madre de Luis XIV , que teniendo cilico años de edad, cayó a» dia en el estanque del jardín pequeño llamado/ares,-,luego £nriquela de Inglaterra; Felipe de Orleans, gefe de la rama de «ste nombre y hermano deXois XIV; Felipe el regente; Luís, duque de Orleans., su hijo; Luís Felipe, y al momento de la revolución Luis Felipe José, e' uno padre y el otro abuelo del Rey Luis Felipe 1. Durante la República lo ocupó el Tribunado; bajo el Imperio no supieron que hacer de él; y la Lonja, con el Tribunal de Comercio, su sa­ télite inseparable, fueron establecidos provisionalmente en el piso bajo fren­ te á la escalera principal, mientras que les construian uno de los mas her­ mosos edificios de nuestra arquíleclura moderna. Al regreso de los Borbo- nes, volvió la familia de Orleans á ocupar este palacio que era su infantaz­ go; Luciano se estableció en él durante los cien días; y por último después de haber sido durante los i 5 años de la restauración habitación de la rama colateral de los Borbones, ha servido por espacio de i8 meses de palacio provisional del nuevo Rey; pero un trono en medio de almacenes, los eclip­ saba demasiado; las gentes de negocios, obligadas muchas veces á hacer lar­ gos rodeos, no gustaban á cada paso de tropezar con un nuevo Bey : Luis Felipe lo ha conocido, y cuando escribo ésto, la dinastía del Palacio Real está amueblando el Palacio de las Tullerias para trasladarse á él.

(I) La entrada del Palacio Real está en la calle de san Honorato, (85)

ROMANCE GRANADINO.

A los moros de Granada.

Mientra en pasión criminosa, Yazga , si qnier, en deleites Maley Hasseni se sepulta, Quien por nuestra desventura Y los gritos de discordia Deja que en ocio culpable Dentro la Alhambra retumban; Vil polvo su cetro cubra. Mientras livianas mugeres £1 rumor de nuestras armüs Sus pensamientos ocupan, Sn infame sueño no turba, Y el padre al hijo amenaza, Cuando pérfidas caricias Y el hijo al padre calumnia; En blando seno lo arrullan. Corramos á las almenas, Torpe placer lo embriaga, Que ya en la vega relumbran. Falso brillo lo deslumhra; Entre pendones bordados. ¡Ay, plegué á Dios que no llore. Cascos, broqueles y puntas. Pronto el término á sn culpa! Duerma, si quier, enlie rosas. ¡Plegué á Dios que de Granada Quien el peligro no escucha. La alta gloria no sucumba, Que como traidora sierpe 'Vendida por nn malvado Silva de cerca con furia. iBajo espauola coyunda!

^pr'ijrttmaeí.

Hablándose de los egemplares que cierto autor ridiculo ha hecho tirar de un folleto suya

¿Quinientos tiras? ¡Admirable brinco! Quita los ceros y aún te sobran cinco.

41 mismo autor perdulario, tratándose de ciertos folletos que publica.

**Del pasado vendí ano: Y ahora de este. Dios mediante, Venderé " «Calla ignorante: De éste no vendes niugnno." (86)

A tas citas latinas del mismo autorcilló^adocenado.

El pedantaelo arlequin, Textos, entre col y col. Nos dá en latin ¡Ah, maslin! ¿Porque antes de hablar lalia No aprendes eLcspauol?'''

Al mismo grajo literaria en respuesta á cierta sdtirorque nos ha dirigido.

Grajio» en vano te molestas, Sí á ser respondido aspiras. Graznas, rebuznas, apestas, Y para tí n» hay respuestas Sino el desprecio que inspira*. C.

LA TROMPETA LITERARIA.

PUBLICACIONES REGIENTES.

ADVERTENCIA. £1 ¡uieio de las obras se hace por ¡a fíedaccion, y no se admiten los artículüs ya formados; solo si el e¡rmplar de la obra, que se devuelve después de publicada. No se exige ninguna retribución, pero ion preferidos en el turno los suscriptores á las Curtas. Se circulan también los prospectos: todo según las bases manifestadas en el número 4» de este periódico.

— POESÍAS DE BON EVGEino BE TAPIA. Madrid , en la im­ prenta calle del Amor de Dios. Son dos tomos en octavo. Se venden á 16 rs. en riíjtica y veinte en pasta, en la librería de Pérez, calle de Carretas, El nombre del señor Tapia, á parte del lugar que ocupa en la repúbli­ ca de las letras, como jurisconsulto y literato, hace mucho tiempo que se le coujiden como poeta de número y tílolo en el Parnaso moderno español. (8?) Adiestrado en la escuela que formó Melendex, y empapado en los estadios clásicos, que asi desaparecieron en España como fueron promovidos, sus escritos respiran aquella severidad académica, ó aquel agradable aticismo que tan bien asientan ya sea en las discusiones legales, ó ya en los recreos mas hechiceros de la imaginación. De los dos.tomos que al presente ven la luz el segando solo se emplea en dos comedias, La Madrastra y La Soliera Suspicaz, que ya conoce el pdblico, tanto por la aparición que han hecho en la escena, como por los artículos que han provocado en los periódicos. Teniéndonos nosotros que en­ cerrar en el breve espacio que este papel da á las ¡nuevas publicaciones no podemos abrazar en el presente juicio la crisis de estas dos piezas, á quienes miramos con singular predilección , pues aunque .nos entregamos cordial- mente á la regocijada' hilaridad, viendo en las tablas las sandeces y dislates de Mr. Pourzognac y del Médico d Palos, con todo ello mas -.nos agrada la urbana sonrisa que promueve en el espectador de gusto el género .mas ele­ vado en la comedia. En el primer tomo se encuentran machas poesías líricas, cinco sátiras, varios fragmentos épicos y la traducción del Agamenón At La Merc¡er,\Ti- gedia que procuró á su autor nombre famoso en Francia, y tragedia en fin que representada por Mayquez en estos teatros por la misma traducción que ahora se imprime, mereció del público la mejor acogida, asi como el señor .Tapia los mas satisfactorios parabienes de los conocedores del arte. El carácter dominante.del señor Tapia en sns poesías es la corrección, asi como el hablar al corazón y al entendimiento antes qaeá la imagina­ ción parece haber sido el objeto de su mimen. Por lo mismo el colorido qne se derrama en sus cuadros tiene aquella blandura tan propia para tocar los resortes del corazón, al propio tiempo que una filosofía dalce.é insinuadora va ganando poco á poco, el alma del lector hasta enseñorearse d« ella .del modo mas triunfante. Los poetas que llenos de riquezas basta tocaren el lujo, y qne valientes hasta rayar en la temeridad sorprenden, arrebatany fascinan mas que no alhagan la imaginación, dificilmenle lograrán que los ojos se desbagan en llanta, ó qne la razón los acompañen en sns delirios. La melancólica sensibilidad, y los tiernos afectos de un,corazón dulce y ge­ neroso resaltan muy particularmente en el segundo .romance,del señor Ta­ pia en el Sepulcro de Elisa, y en las tres elegías,.de las cuales nna ya se imprimió en la corona fúnebre, dedicada á la muerte de la'Excma. señora Duquesa de Frias. La literatura española debe á esta colección nnaijoya de la poesía ingle­ sa, que ha sido la desesperación hasta ahora de,cuantos quisieron presen­ tarla en otros idiomas, si no tan bien, al menos .con las bastantes gala» para revelar el alto mérito del original.:Hemos indicado con esto la famosa oda del inglés Dryden , titulada: El Festín de Alejandro, y que para algu­ nos pasa por el último esfuerzo de la lírica moderna. En verdad que pocas cosas pueden encontrarse tan njagnificas. Alejandro aparece en medio, de un •estin cercado de sus proceres, coronado de mirlos y rosas, y al lado.de su laís querida. El cantor Timolxo pulsa la lira , cantando cómo Jove. impri- (88) mió en Olimpia madre de Alejandro una copia de sn propia deidad, y des- paes que engríe á Alejandro con tal idea , ya lo entusiasRia con un cántico bacante, ya le hace llorar con an tono lastimero y elegiaco, ya lo hace adormirse entre el placer y los amores, y ya en fin Timoteo roas poderoso que nunca despierta al héroe de este mágico sueno con el acento de la ven­ ganza, para que haciendo de Persópolis otra segunda Ilion lave asi los pa­ sados ullrages de la Grecia. Este plan grandioso bien podrá bosquejarse en otro idioma, indicándose aunque sea por sombra solo, las bellezas descripti­ vas del original; pero donde se encuentra la dificultad y la desesperación es en aquellas centellas de sentimiento, y en aquel vigor de volcan que á cada paso se encuentran en esta composición. Los grandes filólogos achacan al ge­ nio particular de la lengua inglesa tan estallante valentía, y solo los idio­ mas de forma germánica (según ellos), son susceptibles de reproducir fiel­ mente y acento por acento las inspiraciones de Dryden. Los idiomas mas fi­ losóficos, y cuyos elementos tienen una razonada ilación entre sí, no tie­ nen posibilidad para tanto, y por eso el francés ni el italiano han podido hacer una adquisición tan preciosa. Varios ingleses, no de vulgar instruc­ ción , que han leido la traducción del seíior Tapia, la han encarecido por todo extremo, no desconociendo en la lengua española los ecos á un tiempo dilirámbicos, piodáricos y anacreónticos del cantor inglés. El modo con que expresa el señor Tapia la bajada de Júpiter en forma de Dragón para unir­ se á Olimpia, madre de Alejandro , es superior y como de un maestro* hé aquí los versos: «Por Jove empieza el remontado canto, Por Jove que abandona Su trono sacrosanto, Y en Dragan convirtiéndose tremendo Marcha rápidamente. Orbes forma vistosos impeliendo El escamoso cuerpo reluciente ; Y se acerca rendido á Olimpia bella Y un dios, imagen suya, imprime en ella,"

La cantilena báquica, qae es una de las inspiraciones mas poéticas de la oda está entendida soberanamente por el traductor, y presentada al es­ pañol con la delicadeza del mas diestro pincel, haciéndose uso de los pies quebrados que tan bien asientan en toda composición cantante: el trozo es como sigue: Luego el mtisfco entona suavemente De Baco la canción, del dulce Baco, Siempre bella y ardiente. Resuenen los clarines y alambores Que ya llega triunfante £1 placentero dios : vedlc risueño Y en púpureos colores Encendido su candido «eoibIai>t& (89) D»d í las flaalas Saave aliento. Que ya roatento Se acerca el dios, fiaco alegre, Baco hermoso, jDe placeres inventor, £1 soldado halla gozoso Un tesoro £n tn Jicúr. Rico tesoro, Dulce sabor. El néctar de oro Templa «1 dolor.

Seria mutilar tan hermosa producción copiando mayor número de ver­ sos, aparte que el placer no puede ser pertecto sino gozándolo por entero ea la traducción, detenida y voluptuosamente. El habernos embebecido tanto en este ponto nos impide el hablar de otra valiente traducción: La Sombra de fj^olseo que recomendamos á los inteligentes. Dos de las sátiras del señor Tapia están escritas en tercetos, y si todas ellas agradan por la sal y chiste de qae abundan, éstas merecen mas el es­ tudio de los aficionados. La diücultad de las rimas no está vencida en estas .composiciones con los fáciles pasaportes de los participios ni verbales, sino que la mayor elección preside en los consonantes, sin que lo peregrino y raro de algunos perjudique, ni á Ja gracia, ni á la flexibilidad de la versifi­ cación. £1 romanceóle la Posada^ invectiva chistosísima de las ventas de nuestro pais, es de jo mejor que puede leerse en castellano, y es pieza que desde su primera publicación en iKai ha suministrado varios versos y «histes para Ja frase familiar, jeñal infalible de un gran mérito y piedra de toque, donde se ensayan las composiciones que no han de morir. La tragedia del /ígamenon no alcanzamos cómo ha dejado de represen­ tarse en estos úJtimos tiempos en que Melpomene puede hacer resonar sus ^terribles ecos con tanta ventaja y poderío, gracias á los talentos artísticos de la señora Concepción Rodríguez y del setior Carlos Latorre. Es fuerza que produzca el mayor efecto la situación trágica del drama, cuando precipita­ da ya Clitemnestra en el horror del parricidio adúltero, Egislo espera el ay! •de muerte de Agamenón, invocando la sombra de Tiestes para que acuda á gozar de su triunfo y su venganza: estos son los versos:

Sal del oscuro seno del abismo ;Oh sombra de Tiestes! y tus ojos IA sangre saciará de tu enemigo Qne á derramarse va: ven á llevarle: Alzado ya sobre su pecho miro El hierro vengador , que airada guia,' la diestra de una esposa, al parricidio Por el temor y el odio conducida. TOMO VI. 12 (9o) Mas ¿qué estrépito «aena en mis oidos? El golpe no se escacha; ¡santos dioses! Se ha frustrado tal vez el sacrificio. Hairé.

La edición de estas poesías es may limpia y de hermosa estampa, y la correccioa es tanta qae casi se paede asegurar no haberse deslizado ni una errata en los dos tomos, cuyo doté no es el mas vulgar en las impresiones corrientes. Aparte del placer que puede proporcionar el señor Tapia á los apasio­ nados con sus obras originales, haría el mayor servicio á las letras españolas si no dejando ociosa su pluma y aprovechándose de los conocimientos que po­ see en la literatura inglesa, nos hiciese partícipes de los altos tesoros que allí se encierran con las huenas traducciones que puede desempeñar. Lo poco que conocemos de los escritores ingleses casi todo nos ha venido por mano del francés, circunstancia que causaría gran disgusto á los inteligentes á no templarse por la burladora risa que provocan los sabios traductores que tales empresas han acometido. ¿Quién no tendrá un curioso deseo de ver en nues­ tro idioma las razones trágicas de Hamiet, los delirios de don Juan, las aven­ turas de Shandy,'>y tantas otras riquezas que no son las que menos engran­ decen á la opulenta Albion? ¿Y quién podrá ser intérprete de los escritores de primer orden en un idioma diGcil y poco amoldado al español, sino los que tienen títulos para ser considerados «orno tales en nuestra lengua? Sler- ne, Byron, Shakespear, y los demás cisnes y prosadores de Inglaterra pare­ ce que deben disputarse la preferencia del señor Tapia, si alguna vez han de resonar sus ecos en España, pues seguros deben quedar de agradarnos muchos engalanados á la castellana, si pone mano en ella, la ploma que tan victoriosamente ha traducido El festín de Alejandro, último esfuerzo de la lírica moderna. = El Solitario. — GRANSEZA mEJICAIVA, del doctor Bernardo Balbuena, dirigida al ilostrísimo don Fray García de Mendoza y Zúñiga, arzobispo de Méjico. Madrid, imprenta de don Miguel de Burgos. Se vende á 3 rs. en la misma imprenta, calle de-Toledo; y en casa de Cuesta, frente á las Covachuelas. Este es un opúsculo que escribió el célebre autor del Bernardo para des­ cribir á Méjico, y darle asi leve idea de tal magnificencia á ana señora de alto linage y aventajadas prendas, que vino á tomar el velo de religiosa á la capital de Nueva España. Parece imposible, según la pintura que traza Bal- buena, que á los ochenta años de su conquista hubiera Méjico alcanzado tanto poder y tal grandeza; lo cual bastará por sí solo á destruir las decla­ maciones ridiculas contra la dominación española en América , si para ma­ yor prueba no se hubieran visto salir mas de doscientas ciudades en menos de diez años, civilizando á un tiempo á cien pueblos diferentes, mientras que las armadas y ejércitos españoles triunfaban en todos los puntos del globo. Por cierto que cualquier'español mejicano, teniendo presentes las desdichas que afligen hoy á su pais, no podrá tenerse de la mano, y es se- gui'o recordará aquellos versos de Balbuena que dicen: (90 '«Solo el furioso Dio» de las batallas Aqai no influye, ni la paz sabrosa Coelga áe balaartes y muralkas, Todos en gasto y en quietad dichosa.... "

No hay la rnenor duda que hoy es aquel suelo el verdadero reverso de í* medalla. El señor Burgos, como inteligente en nuestra literatura, elige siempre para reimprimir aquellas curiosidades que de mayor provecho pueden ser­ vir para los estadios, y pocas hay que aventajen á esta linda descripción. Las obras de Balbnena pueden considerarse como nn arsenal inmenso de poesía que puede servir de mucho para el que sepa entrar en él con el con­ veniente discernimiento. Las preciosísimas letrillas de iglesias no son nías que anos centones muy escogidos de las bucólicas de Balbuena, asi como el rico y lozano romance de Madrid castillo famoso no es en ciertas descrip­ ciones sino una miniatura de lo que en mayor escala se lee en algunas octa­ vas magnificas del Bernardo. Pero si solo los que leen para estudiar pueden entrar en esta Babilonia de la épica española, no asi sucede con la Grandeza Mejicana, pues lo provechoso de so estudio no perjudica al boen sabor de la lectura ; y el capítulo que describe la primavera y sus flores tienen tal frondosidad, novedad y frescura, que bien muestra cuan dueño era el au­ tor de los secretos bucólicos y pastorales. El conocimienlo profondo que del habla castellana tenia Balbuena, á falta de otro título sobrarla aprobarlo con este opúsculo, pues es preciso tener en la mente todos los térroino.5, frases y giros de una lengua para describir en tono conveniente todos los objetos que encierra una ciudad emporio, desde lo mas encumbrado, her­ moso y poético, hasta lo mas bajo y rastrero. La introducción que está en prosa, oirece nn estilo tan noble y gracioso á un tiempo, y los objetos se muestran por aquella manera pintoresca que tanto alaga á la imaginación, que el lector, lastimándose de que sea tan corta, recuerda sin mas estar en sí los prólogos del escritor Alegre y las introducciones con que solia entrar­ se en el relato de sus novelas.

MISCELÁNEA.

VIDA CAMPESTRE EN INGLATERRA. = El gusto de los ingleses en el cultivo de la tierra, y lo que Ñamamos vistas de jardine», es sin igual. Nada hay que imponga mas que el golpe de vista de los parques. Pero lo que roas deleita es la invención con que adornan los ingleses las residencias sen­ cillas de las clases medias. La habitación mas rústica, la porción mas pequeña y anda de tierra, en manos de un inglés que tenga gusto, se convierte en nn paraíso. La residencia de la genta fina y rica en el campo, lia esparcido "«rio grado de elegancia y gusto en economía rural, aun en las cl»tt« was (9=) bajas. Hasta el labrador en sn cboza de paja, y sn peqneSo pedazo de tierra, cuida de su adorno. La igualdad de la cerca, el parque de verdura en frente de la puerta, el banco de flores encajonado , la madre-selva recostada sobre la pared y las flores colgando sobre las celosías; la maceta de flores á la ven­ tana, las siempre-vivas plantadas con la mira de destruir lo lúgubre del in­ vierno, y dar el resplandor de .verano que alegra la chimenea j todo esto prueba la influencia del gusto, que se esparce desde su elevado origen, y. comprende los niveles mas bajos del gusto general. Si, como dicen los poe­ tas , los amantes se deleitan al entrar en ana choza, debe ser en la del la-' brador inglés. La inclinación á la vida rural en la clase elevada, ha tenida buen efecto en el carácter nacional. Puede que no haya mejor raza de hom­ bres que los hidalgos ingleses. En lugar de la afeminación y delicadeza de los hombres de cierta categoría en otros paises, reúnen la fuerza á la elegancia, y una robustez de configuración y colores, que debe atribuirse á estar ex-- puestos á la intemperie, y al extremo coa que se entregan á la vida cam­ pestre. El resultado de esta parcialidad de los hombres de gusto á las diver­ siones rurales, ha tenido también un efecto extraordinario con respecto á la vida del campo. La mayor parte de la isla es llana, y seria monótona á no ser por lo agradable del cultivo. Pero está adornada , y cubierta de pa­ lacios y castillos, y esmaltada de parques y jardines. No abunda en perspec­ tivas grandes y sublimes , sino mas bien en escenas de tranquilidad domés­ tica, y sosegada quietud. Cada cortijo antiguo, y choza cubierta de musgo, son objetos dignos del pincel; y como el camino da vuelta continuamente, y está interrumpida la vista por arboledas y cercas, se recrean los ojos con la variedad de las perspectivas de un modo deleitoso. El verdadero encanlo,i no obstante, está en los sentimientos de moralidad que parece regir á tanta hermosura. Se asocia á la imaginación con ideas de orden y tranquilidad, de principios establecidos, de costumbres antiguas y reverenciadas. Es muy agradable los domingos , cuando las campanas transmiten su* llamadas á través de los campos sosegados, ver á los campesinos con sus me­ jores vestidos, aspectos saludables, y modesto regocijo, ocupar alegremente el camino de la iglesia : y no es menos grato por la tarde verlos juntarle á la puerta de sus cabanas, gloriándose aparentemente de las humildes como­ didades y bellezas que se ban proporcionado con sn propio trabajo. Estos sentimientos de patriotismo, esta satisfacción de amor y cariño son las es­ cenas domésticas, que sobre todo deben considerarse como el origen de las virtudes mas arraigadas , y de los goces mas puros.

ADAGIOS TRADUCIDOS DEL INGLES. = f&zi los siguientes tan filosóficos , tan profundos , tan hijos de la experiencict del mundo, y del es­ tudio del corazón /tamaño, que se los recomendamos á nuestros lectoresJ. — Mas vale acostarse sin cenar, que despertarse con deodas. — Un hablador es como uua carta abierta: todo el mundo puede leerla. — La pereza no tiene abogados; pero tiene muchos amigos. La frugalidad y la industria son las criadas de la fortuna. — La ambición, sin talento verdadero, prontp 6 tarde trae una desgracia. (93) — Las ofensas deben escribirse en arena: los beneficios en mármol. —-El qae se hace el borlón en una sociedad, no tiene mas talento que el qae se necesita para ser un tonto. — Nunca hagas nada en el momento de la cólera. ¿ Te embarcarías en medio de la tempestad ? -— Las chanzas amargas son el veneno de la amistad. — No hay gentes mas vacias que aquellas que e.

' EL SASTRE Ó LA FUERZA DEL HABITO. = Un sastre picaron tuvo una noche un sueño espantoso. Creyó hallarse en el dia del juicio final y se le figuró estar viendo la justicia eterna, descubriendo y condenando á la faz del universo las iniquidades de todos los hombres. Temblando como un azogado estaba el sastre esperando su sentencia; cuando una mano celes­ tial desarrolla á su vista una bandera inmensa de diferentes colores, y com­ puesta de todos los retazos que habia robado durante su vida. Al mismo instante se imaginó que le arrojaban á los profundos inBernos, y con el so­ bresalto despertó bañado en un sudor frió. Tuvo este sueño por un aviso ''el cielo, é hizo soieraue juramento de no robar mas. Para mejor resistir í Í9i) 511 mala inclinación «ncargé á los oficialas y aprendices, qne cnando viesen que iba á ceder á la tentación, le dijesen en alo voz: '•^Maestro la bandera." De este moc'o se pasaron algunos dias ; pero nna mañana, olvidando su siieiio y su jaramenlo, iba á cortar y sustraer tres palmos de an finísimo puño que le acababan de entregar, y al advertirlo los oficiales, exclamaron: "Maestro la bandera." = <'5íosegaos, les contestó el bribón ; ^r^uc en la bandera que vi no había retazos de este color."

CALCULO CURIOSO. = El Corsario de París calcula que desde la re­ volución de julio hasta el día i." de diciembre de i83i, se habian distri­ buido al pueblo de París 17.835 empujones, qac contrabalancean con a.345 culatazos; 7'<9i sablazos de plano; a33 bayonetazos; 6oo puñadas; i.i65 puiilapies pof deltas, y 49 por delante; ^on palos ; 55i zancadillas, y que babian sido cogidas por el cuello S.4ao personas. = (Esto, según va dicho, era en i.° de diciembre de i83i : aiiidanse ahora mas de diez y ocho mesea transcurridos desde aquella época, en los cuales, como es sabido, los moji­ cones , las correrías, y los motines han seguido una escala ascendente de muy notable consideración , y no dejará de ser curioso el cálculo que se sa­ que del aumenlo que habrá tenido esta agradable distribución de ternezas populares).

ESPECULACIÓN BIBLIOGRÁFICA. = Un librero de Moscou tuvo el aiio de 1839 la ocurrencia de imprimir un libro titulado: <*Xa caída del Imperio Turco, pronosticado por el astrólogo árabe Moustd-Eddin.^' Este folleto , escrito en ruso antiguo, y en el estilo oscnro de los pronósticos, es muy difícil de leerse. Sin embargo, en él se hallan indicadas claramente to­ das las circunstancias de las predicciones de Moustd-Eddín,is\.tí)\o^o arábe, á Solimán (no se dice cual) relativas á la caida del imperio turco, que de­ bían cansar las armas moscovitas. Esta predicción que, según el mismo es­ crito, podían eludir los turcos, evitando cuidadosamente el entrar en guer­ ra con los rusos, valió al autor el que le echasen al mar,por orden del mismo Sultán; pero la reimpresión de su obra fue sumamente litil al librero de Moscou, pues muchos miles de ejemplares se vendieron en pocos dias. Con este ejemplo salieron á luz otros folletos semejantes, y todos lograron la acep­ tación del pueblo ruso. Lo que hay en esto de mas notable es qne realmente existe entre los turcos una tradición, que ha pasado de siglo en siglo, y que predice la llegada de los rusos á Constantinopla , señalando d mismo punto por donde deben entrar. (95)

Loí precios de los principales frutos en las provincias que á conti­ nuación se expresan, desde el it^ al 3i del mes de junio ¡illimn, han sido los siguientes. FRUTOS.

FANEGA AHKOBA LIBRA CASTELLANA. CAS'I'KULANA. "CASTEI-LAXA.

•? I -3 :^ ,! PROVINCIAS, ¿i S 'S '& ^ ^ < < > < >• J á i Álava 5a aa 39 81 37 55 16 37 16 Aragón. í5 3o 4' 67 36 5o 6 32 Asturias 35 31 33 34 29 64 35 49 a5 60 36 Avila Sa 37 "9 53 55 5a i4 49 3o Burgos, 46 3l 18 3a 43 76 33 5i 7 a8 Cartagena 4o 10 a4 33 63 ai 4i ao 36 3 Cataluita /5 ¿o ai 39 44 4? 34 47 7 a5 4 Córdoba...... 34 ai 13 aa 58 70 a5 35 18 54 4 3 Cuenca 48 3o •9 aS 55 «5 33 4a 6 14 3 (6 Extremadura. . . ¿o ai 14 3o 76 3a 44 30 a a 3 Granada. ¿o a8 i5 a? 53 83 a5 46 la ll 4 10 3 3a Guadalajara. . . . 44 a8 19 39 83 a6 36 5 3.i. aa la a «4 Guipúzcoa 55 aa 3b 37 96 64 18 56 I Jaén 33 30 11 19 4^ 60 31 3} 9 39 I Jereí de la Fron- , t*" 44 >7 61 91 a3 47 31 • o 6 3 6 leen. 36 a8 17 37 57 3o 49 9 38 3o afi 3 Madrid 5? 3o 17 64 88 a5 a 10 34 7 Málaga 4^ •? 33 i5 86 aa ii 38 3o 3 Mallorca 44 17 3o 35 16 34 5 Menorca ¿7 18 48 54 44" 33 33 3o 3 Mancha 38 a4 i4 5o 70 4o 7 36 3a / Murcia ¿I a3 4 58 4i i3 4i 26 6 5 ag 38 54 N»»arra 54 30 II a? 44 II 16 16 5 b4 27 31 3a 6 36 3 Patencia 38 a5 i6 37 Salamanca 5o 36 16 43 53 39 35 36 3 Santander 48 16 33 38 3a 10 .6 4 16 3o 5o a8 47 '3 46 33 a 4 4 •4 39 67 84 3Í 4o 18 " 3o ia 3a 4 iierra-Morena. . 39 iG 16 5 3, a ^^48 60 30 3a i5 ^5 a8 a S,*";'»- 44 3o 73 33 bo 8 fo 6 10 4 T" "í"-. 53 aS 13 66 86 aa 44 34 16 5 Valencia. ... ¿í /« .H 38 74 30 4i 9 37 5 31 37 5o 6 33 8 II 3 3o aS 80 3o 57 17 40 5 v?nadoiid...:: \\ ij ,1 56 54 10 |5 3 y'«»y» 54 23 ^*'aon 44 39 i5 LoJ precios de Jerez de la Frontera y Mallorca corresponden i la tercera se­ manna

Ofrecen los precios referidos los resultados siguientes (i). TÉRÍMINOS DE PROPORCIÓN.

FRUTOS. MÁXIMUM. MEDIO. MÍNIMUM.

Trigo Madrid. . ( Guadalajara. ) / # ( Sierra-More- ? ¡,g I Zamora. . . . { ** Aragón. . , .-> Cuenca. . . . I 3^ Centeno. . . . Valencia. . 48 Madrid. • . • f Sevilla. ... 13 ÍSoria J f Falencia. . .. > Cebada. . .. Vizcaya. . 5 Sierra. More- { „ a3 ^ Salamanca. . > "" < Segovia. . . . > Cuenca. • • • ? „ Jaén "« Maii Valencia.. •. 38 Murcia. • • • f ^ Santander. . ^ Judías Serilla .... 67 Aragón.. . . /, Málaga. ... i5 96 Soria ,0 Cataluita. . . 4? Garbanzo*.. • Guipúzcoa. . < Álava. ^ ' í Sierra-More- > 34 < Parlencía. . ., C -, < na...... > 20 Arroz Sevilla -CValladolid ..f^ * Valencia. . . > 64 Salamanca. .. /o J Sierra-More- I 3^ Aceite. . • . . Guipúzcoa... f Avila > *" ( na ) a5 Vino común. Asturias. . . Navarra.... 4 60 Salamanca.. . 35 Navarra.. . . «i Aguardiente. Asturias. ...

Carnes, „ —" ( CataluSa. . . ) Soria. 6 Asturias.. , 36 *»" I Navarra. . . J Í Murcia. . . Carnero. . . . CataluSa. . . Málaga. . . . 3o ¡Salamanca. Cartagena. . Asturias • . :i aS r Extremadura ^ ,- . ( Sierra-More- ) Álava. . . 16J Mancha. ... k I Navarra. , '^°*'"'' i na I 1 Murcia .... I 1 16 *-Toledo. . . .J I r Asturias. . . \ Astvrías. I Burgos. • • • I . J^en. . . . . I Extremadura I León.... JORNAL CataluSa. . V Guadalajara. I I Málaga. . . OBI. CAMPO. Guipúzcoa., r Mancha. • • • ^ Falencia , . I Santander . . f kSalamanca. I Segovia. ... I 'Valladolid.. I Sevilla. ... I • Zamora. . . I Soria I

(1) La cosecha de cereales «s en geoeral buena: en Sierra-Morena ha sido me­ diana. En el término de Pagarés, provincia de Avila, una nube de piedra cansó en el (lia aS de junio dafíos considerables á los sembrados: en Albacete, provincia de Murcia, también han padecido mucho las viñas 7 otros plantíos; por otra nube de piedra qne se presentó en 3o del mismo. La salud pública es regular , pues aunque en varía* provincias se padecen virue­ las , tercianas y calenturas, tu terminación ei feliz, sin presentar hasta el presente sintonías malignos. ECONOMÍA PUBLICA.

SISTEVA RESTRICT¡VO.

CARTA PRIMERA.

M.,¡ apreciable amigo : diviértase V. con leer la siguiente anécdo­ ta, no menos curiosa, que instructiva.—-Antes de anoche fatigado del paseo, con mucho calor, y poco gusto para estudiar, me fui á casa de nuestro amigo don Fernando N,; y á poco ralo de estar allí, entró un joven •como de 28 años, á quien llamaré don Juan R., que según tengo entendido, estudió en el Ateneo de París la Economía política , y se dice hizo mucho ruido en él: hace pocos dias , que llegó de Bruselas; y ni yo le conocia, ni él me había visto olra vez. Dirigiéndose á nn don Salúsliano, hombre de mucha -experiencia y de macho juicio , y sangre Tria , le dijo: Don Juan. Parece que tiene V. aquí un periíídico titulado Car­ tas Españolas, del cual me acaba de prestar un amigo, algunos de tus números. Don Salustiano. Si seííor, y yo estoy suscripto á él, y lo leo con •mucho gusto; no porque pueda compararse con los periódicos de su «spccie, que se publican en algunos países de Europa, sino porque es muy ameno, y bastante instructivo.— Abandonando al Gobierno el cuidado de dirigir el Estado, y esperando, sin provocacioi^, los acontecimientos políticos ,"se limita á ensenarnos los medios de pro­ teger nuestra industria , y hacer mas abundantes y copiosos los ma­ nantiales de nuestra riqueza , descubriéndonos los errores, rectifi- •cando ias equivocaciones , notando los abusos, y oponiendo á ellos los remedios convenientes. — Nos dá una idea bastante clara de las obras originales, y de las traducciones que diariamente salen de nuestras prensas, analizándolas brevemente, y sujetándolas á una -entica miparcial, modesta, y siempre respetuosa. — Reforma nues­ tras costumbres, haciéndonos observar sus vicios, en todas y en cada •una de las clases de laisociedad ; y no zahiere ni mortifica el amor TOMO VI. i3 o») propio de ninguno; y sin embargo su divisa es ia verdadÍ porque co­ munmente no es ésta la que ofende, si no el modo con ^ue se enuncia. Don Juan, Según eso, habrá V. leído el número 4-5» y la carta inserta en la pág. 369 "Tratados de comercio." JDon Salustiano. Si señor : la he leido, y por cierto que es muy importante y oportuna , porque aún hay muchos entre nosotros, que caritativamente nos quisieran inclinar á hacer un curso completo de Economía política, dándonos por texto, ó el folleto "Ojeada sobre las ventajas de las relaciones mercantiles entre la Francia y la In­ glaterra,'^ ó "el de los Economistas monos"_,oi "el Tratado de co­ mercio con la Inglaterra,'' cuyo tema es, timeo Dañaos; y estamos ya muy prevenidos contra estos fulleros , que nos enseñan, por ti'n 4;uarto, el Serrallo del Gran Señor, con sus eunucos negros, él pa­ lacio de Pekin y las pirámides de Egipto. í Do/I Juan. ¿Los ha leido V., especialmente el de los "economis­ tas monos, ó que se entiende por libertad de comercio?" Don Salustiano. Ni quiero leerlo: hay ciertas obras, cuyo solo título dice lo que son. Me acuerdo, que á fines del año 1820, cuan* do teníamos al frente de la Hacienda un hombre que se decia era el primer economista del mundo, un taumaturgo en la Hacienda, se publicó un proyecto para tener tesoros, sin minas y sin industria , y hacer de nuestra nación, el estado mas floreciente, y mas temido y acatado. — Vi anunciada la pequeña, pero preciosísima obra de un autor que ofrecía enseñar la química en 15 lecciones ; como la de otro que no está lejos de posotros, que por la friolera de 5 duros le enseña á V. en 2 o dias á escribir, leer y contar, y á ser pintor en miniatura y al oleo, grabador, y otras muchas cosas mas: maña­ na espero, que uno de estos genios de nuestro siglo nos enseñe tara* bien en 15 dias, todas las lenguas vivas, como parece que el editor ó editores de la revista de Westmiaster , en cuyo periódico se dice, que se ha insertado este articnlito de los monos economistas, nos quieren demostrar , que comprando y no produciendo; gastando y no creando, es como podremos llegar á ser ricos y opulentos. Don Juan. Yo no me atreverla á juzgar con tanta ligereza de una obra , que no puede compararse con esas otras, cuyos anuncios dicen loque realmente son.—Las cuestiones que discuten los re.^ daetores de la revista de Westminsler son para todas las naciones de UB interés vital; y son, por otra parte, hombres ilustrados, y escritoi- res de gran reputación; así es, que este papel ha tenido ya una felte influencia en la política interior del gobierno inglés. £1 problema qoe (99) se resuelve en esle artículo es eminentemente del día; la libertad de comercio : hace ya mucho tiempo, que se debatp en Inglaterra ; nná población pobre y menesterosa, cuyo salario baja, á medida,que sube el precio del pan , reclama fuertemente la libre importación de los trigos cxtrangcros; al paso que los grandes señores, y opulentos pro­ pietarios territoriales, que tienen una influencia inmensa en el par­ lamento, defienden, con furor, el sistema prohibitivo, que les ase­ gura el alto precio de sus productos. Porque aun no son bien conoci­ dos, por todos, los verdaderos principios de la Economía política, por eso son los pueblos ignorantes el juguete y la víctima de tantos charlatanes políticos , como explotan sus preocupaciones: es piuy fá­ cil hacerles creer todo lo que queramos, cuando hacemos nuestro el monopolio de la instrucción y de las luces.—Yo leí en Bruselas este precioso folíelo , y lo llevo conmigo , como mi catecismo económico- político , por que nunca be visto unas verdades tan bien desenvuel­ tas, y con una lógica tan severa: el tema es un apólogo, á que corresponde perfectamente toda la obra. Don Salustiano. Y, ¿cuál es ese apólogo? Don Juan. Hace algunos días, dicen los editores de la revista, que fuimos á ver la casa de Seras y de animales raros de landres; y los monos , entre ellos , fueron los que mas llamaron nuestra aten­ ción: estaban comiendo , y cada uno tenia en su jaula una gamella, donde estaba su alimento, y sus jaulas formaban como una especie do hilera: no vimos uno siquiera, que comiese en su gamella: todos sa­ caban sus manos, por entre las rejas de sus jaulas, para robar la co­ mida á sus vecinos de derecha c izquierda ; de modo , que mientras que cada uno robaba á su vecino, su gamella era robada por el ro­ bado; y asi desperdiciaban mas de lo que cumian: esto nos hizo re­ flexionar en lo que vemos diariamente en nuestra sociedad, por.efecto del sistema absurdo de las prohibiciones. Don Salustiano. Ese apólogo curioso y divertido, si T. lo quiere, nada prueba: es menester, que los señores redactores á quienes tanto llamó la atención el entretenimiento de los monos, nos hagan ver la relación que tiene lo que vieron, con el si$tema de las leyes prohibi­ tivas; porque si se les demostrase, qué el alimento,que la travesura de los monos desperdiciaba, caia sobre un suelo feraz, y se repro­ ducía y daba mil por ano, tendrían aquellos señores que dar mu­ chas gracias á los monos, y colocarlos en una categoría particular de obreros productivos , que no trabajando, sino jugando, cooperaban eficazmente á la reproducción. (too) Don Juan. Si euminainos todas ias razones en que se fundan ios enemigos de la lifaeriad de comercio para sostener su absurda doctrina , verá V. cuánta analogía tiene, en postrer análisis, con la política de los monos, cuya imagen vieron los redactores en la-casa áe fieras de Londres. Tomemos, por ejemplo, á un guantero: su­ pongamos, que yo puedo comprar un par de guantes franceses, por 6 rs. j y que un guantero español dice al Gobierno; "yo lo daré por 9 rs.; el precio es mas caro ; pero es preciso que se proteja la in- dastria, y el comercio español; y os pido una ley que prohiba la introdoccion de guantes franceses á 6 rs., á fin de que el que gasta guantes, me los compre á g. ¿Qué dice V., señor don Salustiano? ¿Habla este guantero con razón? ¿No está resuelto el problema, con solo haberlo establecido? JCfon Salustiano. No por cierto: hasta ahora no tenemos mas que un problema : resta resolverlo : sírvase V. continuar su raciocinio. Don, Juan. Discurriré sobre ambas hipótesis; esto es, ya cuando el consumidor de guantes tiene que pagar g rs. por un par; ya cuando tiene que pagar 6, por el mismo. Cuando V., por ejemplo, compra un par de guantes franceses, es preciso que V. los pague, porque no es probable, que venga á regalárselos un fabricante fran­ cés. ¿ Con qué puede V. pagarlos ? Don Salustiano. Es muy claro: ó con productos de mi pais; ó con moneda, bien sacada de nuestras minas, ó cambiada por pro­ ductos propios ; ó con papel Don Juan. Muy bien; pues aquí tiene V. 6 rs., en vez de g; y estos 6 rs. han sido en beneficio de los productores españoles, como ti los guantes se los hubiese vendido un guantero español. Don Salustiano. Sírvase V. explicar mas claramente esa idea. Don ^úan. Supongamos, que al guantero francés le haya V. pa­ gado los guantes , en tijeras de Puerta-cerrada: si el guantero espa­ ñol hubiera arrancado de su Gobierno una ley, que- prohibiese los guantes franceses; ¿se hubiera verificado la venta de las tijeras de Paerla-cerrada ? El guantero dará muchas gracias por la protección que se le dispensa ; pero el cachillero de Puerta-cerrada pondrá sa grito en el cielo. Don Salustiano. Lo entiendo: vamos á la segunda hipótesis, que es cuando el par de guantes españoles cuesta g rs., y es preciso comprarlos , porque no hay otros. Dorí Juan. Aquí es donde cslá la gran razón de los apóstoles de lu restriecioQej;: estos 3 rs. de diferencia, dicen, es la ganancia neta de lá ¡ndustria y comercio español, y «eríá una atroz injusiicía privarlos de ella. **Atcncion: dicen aquí los redactores de Ja revista: abramos de par en par los ojos, que comienzan ya los jugadores de manos: no perdamos de vista sus cubiletes.'' Si el consumidor de guantes gasta 3 rs. mas en «ada par, com­ prándolos al guantero español, gastará 3 rs. menos en otra cosa. En Tez de gastarlos en tijeras de Puerta-cerrada, hubiera podido gastar­ los en zapatos, ó distribuídolos entre cincuenta ó cien productos di­ ferentes : el hecho es , que estos 3 rs. , que de buena ó mala gana regala al guantero, los pierde otro productor espaííol: entiéndalo V. oMno quiera ; cOn^Aéreló bajo todos aspectos, su esencia no mu­ dará; y no dejará mercio español, como funesta su libre admisión. Todo esto te reduce á una mera combinación, cuyo objeto, es privar de un beneficio al fabricante, y por consiguiente al obrero de las tijeras de Puerta-cerrada , ó de los zapatos, que pudieran producir, y se con- sumiriafl , para premiar á un guantero incapaz de sostener la con­ currencia: ó, mas claro: defraudar el comercio de una industria que puede encontrar parroquianos , para facilitar salidas á los productos de otra, que no Jos tiene. Asi es, que el desgraciado consumidor que babitualmente consume guantes , queda condenado á perder 3 rs. en cada par; y si al fiu sirviesen para fomentar otro ramo de indos^ tria y de comercio, pudiera consolarlo su patriotismo; ó si pudiesen contribuir á aumentar la fuerza ó los medios de defensa de su pa­ tria, auTiquc no fuese, sino para añadir una millonésima parte á la riqueza , á la seguridail y esplendor nacional, pudiera olvidar fáéil- «nente el sacriücio que se le impone, y decir: "yo también hago sa­ crificios á mí pajs;" pero cuando el que se le exige, y la pc'rdidti que sufre no tiene mas objeto, que el de favorecer la industria' de un maestro guantero ignorante, c incapaz, hasta de hacerse suyas •as salidas de los producios de otro maestro hábil c iiUcligente , en­ tonces es cuando su triste situación, y la horrorosa iiij-isticia que se te hace, se presenta á su espíritu para afligirlo: abandónalo su va­ lor : vence á la flaqueza humana : despréndese una lágrima de sus OJOS, que enjuga con uno de sus guantes de 9 rs., y cae desvanecido «|i su silla para meditar araargimenle sobr« las desgracias c infortu­ nios de que «M»«víctimas todos aquellos pueblos sacrificados á calca- (I02) los de egoismo, y á las exigencias bárbaras de ana codiciosa mínorfa. Don Salustiano. ¿ No ha concluido V. todavía un sermón tan moral y tan filantrópico , como el que acabamos de oir ? ¿ resta al­ go mas ? Don Juan. Comienzo ahora: apenas he concluido la introduc­ ción. La materia es vasta : las verdades que discutimos son impor­ tantísimas, y están enlazadas con todas las fundamentales de la eco­ nomía política, como lo están las de todas las ciencias exactas, y las de hecho y aplicación: las pruebas se acumulan: las demostraciones de toda especie se me vienen á las manos, porque solamente el error, ó una mala doctrina es la que puede sostenerse con un solo paralo­ gismo. Hasta ahora no ha visto V. mas que una consideración eco­ nómica; el examen de un hecho aislado, que aplicaré á todos los ca­ sos semejantes que se.repiten diariamente en la sociedad. Ruego á V. que trasladándose con el pensamiento á la casa de.fieras, de Lon­ dres, fije su atención en los monos. Supongamos, que cada hombre sea un productor,, y que la ley favorezca con un privilegio cada pro­ ducto : ¿ cuál será el resultado? Cada cual robará su alimento á la gamella de su vecino ; habrá un desperdicio general, que se repar­ tirá entre todos considerados como consumidores; y cada,cual será mas pobre, por aquella suma que hubiera ahorrado, si le hubiese sido permitido comprar á menos-precio, los artículos de su consumo. Y, ¿no es ésta á la letra la política de los monos? Y, ¿no son los mo­ nos á quienes deberia V, dar las gracias ? Porque al fin son ellos los inventores de este sistema: sus imitadores no son mas qs.e unOs co­ pistas imbéciles. Aseguro á vmds., que cuando medito seriamente en esto, me aflijo y miro con hastío y aun con desprecio |a mísera es­ pecie humana, y aun en algunos momentos de indignación, desearla un rabo , y la depresión del hueso frontal. Don Salustiano. No quisiera que siguiese "V. mas adelante, por­ gue pudiéramos embrollarnos y desviarnos de la cuestión. Yo re-, ílexionaré sobre esta primera prueba de su doctrina , y mañana ve­ remos , si el sistema restrictivo es ó no el sistema de los monos de la casa de fieras de Londres: asi iremos por partes: desenvolveremos los principios : desmenuzaremos los hechos: haremos las debidas apu­ raciones ; y siguiendo fielmente este método de análisis, llegaremos, por fin, á poner en claro la buena doctrina, á rebatir los errores, ,y á rectificar, ó ideas falsas, ó eiu^geradas. Entretanto, amigo mió, .ine repito suyo afectísimo i ^ . . Slanuel María Gutiérrez. (,o3)

ARTES DE IMITACIÓN.

• »33a«a

Necesidad de su estudio metódico.

CARTA V.

Señor Editor de las Cartas Españolas: al tomar la pluma para escribir ésta no se si deba faltar al empeño que contraje en mi pri­ mera ó llevar adelante una empresa que cuanto roas próxima se ha­ lla á su término mas espinosa se presenta. En efecto, hay ciertas profesiones en el mundo respecto de las cuales reinan ideas particu­ lares que gozando, por decirlo asi, de cierto derecho de prescripción llegan á verse canonizadas como principios, de tal suerte que de ha­ cerlas frente se corre el riesgo de ponerse en guerra abierta con los que las admiten. Tales son las que dominan- respecto del arte de la declamación teatral. •Esta profesión abandonada á sí misma desde su infancia, vili­ pendiada y aun perseguida por circunstancias singulares que no es del caso examinar ahora, ha carecido de los auxilios necesarios para su adelantamiento. Asi es que la misma costumbre de verla cons­ tantemente á merced de los esfuerzos aislados de la naturaleza, ha hecho creer, aun á los mismos que se dedican á ella, que es un arte que no admite escuela , sin advertir el contra-principio extraño que envuelve el no conceder principios á lo que se llama arte, ó el dar éste nombre á una profesión que quieren hacer hija de un ciego ins­ tinto. Mas no lodos han caido en semejante error: lejos de eso ha habido actores de mucha nombradla , que han recomendado eficaz-" mente el estudio previo del arte antes de que el actor se arroje osa­ damente á profanar el escenario. Lekain Mole, Riccoboni, Taima y otros, lo creyeron así, y Dorat en su poema sobre la declamacioó' confirma esa opinión en estos versos: Connoissez le théatre, avant que d' y monter. II faut, il faut long-tewps, plus prudent et plus sage, Faire encor de votre art V obscur apprentissage, Jí en efecto, si el arte escénico tiene por objeto nada menos qne la (loO imitación de la sociedad, y si la imitación de todo cnanto está com­ prendido en la naturaleza se funda ' en tantos principios , en tantas doctrinas que imperiosamente exigen mucho estudio y meditaéion ¿como podremos negar iguales auxilios á la declamación teatral? ¿có­ mo fundar el buen éxito de ésta solamente en el mecanismo de nues­ tra organización? Cuando actores obcecados con su opinión favorita afirman con énfasis que el verdadero arte reside en el corazón, dicen una de aquellas verdades que por probar mucho nada prueban. Todos los artistas al pintar las emociones de un alma apasionada necesitan contar con ese mismo fundamento, y por consiguiente están autoriza- dos para emitir igual aserción. ¿Pero lo hacen asi? De ninguna ma­ nera : lejos de eso como todas las artes de imitación han estado siem­ pre mas sujetas que el escénico al yugo de la sana crítica y de la razón filosófica, sus profesores han llegado desde muy luego á convencerse de que hasta las sensaciones admiten dirección, y que para imitar es preciso que un profesor ante todas cosas aprenda á ver ¡a naturaleza. Cuan fácil fuese destruir el contra-principio de que vamos ha­ blando, lo conocerá cualquiera que tenga las mas leves nociones de lógica; pero sin necesidad de envolvernos en discusiones metafísicas que parecerían oscuras al que no quisiese admitir la verdad , puéde^ se sin embargo poner en contradicion consigo mismos á los cnie cuentan por única base de la declamación la facultad natural ^I hombre de sentir y expresar. Y en efecto, ¿ á qué debe cualquier attor los progresos que llega á hacer en su profesión ? ¿ Qué es lo que le ha servido de guia en las piezas que ha representado? Acaso dirá que la práctica, sin acordarse que ésta en materia de sensacio­ nes no está en el mismo caso que en las artes mecánicas. En és­ tas lu'haec todo el hábito de las manos, en las imitativas lo hacen todo el sentimiento y la razón. Si el autor necesita empaparse en el carácter moral del personage que va á representar ; si para ello ne­ cesita valerse del juicio, del conocimiento del mundo y de las pa­ siones humanas; si necesita hacer un examen riguroso de la situa­ ción del personage que fiqge, de lo que éste haría en aquella crjsis, de su contiDente, ademan, gesto y tono de voz propios de la pasión que le impulsa ; y si lodo ha de guardar exacta relación con la ca­ lidad del mismo personage , con el país, religión, usos y costumbre» en que vivió; no se diga que una ciega práctica enstña todo eso, sino un estudio muy prolijo, muy analizador y filosófico. Yo diría á un actor partidario de la opinión que indiqué antes: **V. tiene sus máximas particulares adquiridas por la propia oksirvac^on 6 por la' (io5) agena : algunas veces él público mismo, sin embargo de ser tan mal juez en las artes, habrá hecho á V. alguna observación acertada y tal vez dolorosa que le habrá puesto en el caso de ensanchar los lími­ tes de su entendimiento y de deducir resultados muy ventajosos para la teoría de la profesión escénica. Los escollos que á veces habrá V. encontrado cuando haya querido soltar la rienda á las efusiones del corazón, el ceño del público y las observaciones de personas imparcia­ les é instruidas, habrán enseñado á V. que no siempre el alma aban­ donada á sí misma toca en la imitación acertada, y que por consi­ guiente hay que sujetarla y dirigirla para evitar sus extravíos. De aquí habrá V. sacado reglas de conducta para la escena; reglas de que V. carecía cuando la pisó por primera vez; reglas que han he­ cho de un adocenado principiante que seria V. cuando empezó su carrera, un actor de mérito recomendable; y sin duda que si el éxi­ to dependiese únicamente de la disposición moral, hubiera V. sido al principio tan buen actor como es ahora, porque esa disposición, que habrá sido siempre la misma, no se adquiere por el estudio ni por la práctica. Luego si ha adquirido V. ideas artísticas de que ca­ recía al comenzar, y esas ideas le dirigen en la ejecución escénica, necesariamente las ha convertido en principios, en máximas que constituyen su conducta artística. 0)nsígnelas V. en un libro con orden, método y claridad, y tendrá V. lo que todo el mundo en­ tiende por arte. Diráse á esto que en un arte semejante no todas las doctrinas pueden presentarse con tal claridad que puedan ser útiles sin el auxilio de la práctica, y que por consiguiente no pue­ den llenar el objeto propuesto. Conozco demasiado cuan vasta y profunda es la teoría de las sensaciones y de las pasiones humanas para someterla á un numero determinado de máximas ó reglas, pero ademas de que encuentro como necesario el estudio anticipado de esa parte tan interesante del hombre, creo que un arte, aunque de suyo sea pobre de preceptos fijos , contribuye á franquear en menos tiempo que la práctica el camino de la imitación; porque el primero presenta en una página resultados de observación que la segunda solamente proporciona al cabo de muchos años. Gánese el tiempo que se pueda, y esa ganancia redundará en beneficio del arte y de quien le profesa. No de otro modo han llegado las cien­ cias á alcanzar lo que todos sabemos; y en verdad que si cada uno de los que se dedican á ellas hubiese de comenzar su estudio por la simple observación, llegaría al sepulcro antes de poder salvar la lí­ nea á que llegaron sus antecesores. TOMO VI. • iL ' (,o6) Ademas de lo dicho es necesario no perder de vista que la es­ cuela práctica tiene en todas las artes, pero con particularidad en la declamación, un inconveniente peligroso. Este inconveniente con­ siste en que todo el arte se reduce entonces á copiarse unos á otros en vez de imitar la naturaleza : resultando de aquí que á los defectos consiguientes en el que aprende se agregan los del modelo que copia, porque los defectos se adquieren mas fácilmente que las bellezas, y en fin que á la imitación verdadera sustituya una manera falsa, viciosa y corruptora del buen gusto, llstoy persuadido de que para conseguir que en este arte los actores sean originales, es preciso que nada aprendan por simple práctica. Un joven que copia, bien sea á su director ó bien á los compañeros con quienes se presenta en la escena, fácilmente se dispensa del trabajo de pen­ sar; y si la manera que llegue á adquirir por estos medios es preci­ samente de aquellas de brillantez y aparato que tanto gusta á los ig­ norantes y al pueblo, no hay estímulo que mas pueda arrastrarle á despreciar él juicio de la sensatez para merecer la efímera gloria popular, que llega por líltimo á desvanecerse como el humo, porque siempre á la larga prevalece el juicio y opinión de los iiíteligentes. Pintar á lo Jordán es fácil y muy á propósito para lisongear á la muchedumbre: pintar á lo Rafael es muy difícil; pero también es la manera mas segura para agradar á los inteligentes y adquirir fama duradera. Concluiremos por fin, que la enseííanza de un actor es mas de­ licada y vasta de lo que parece á primera vista, porque ademas de los conocimientos comunes que la buena educación exige, es indis­ pensable un estudio muy asiduo de la teoría de nuestras sensaciones, del carácter y modificación de las pasiones, y por ultimo, del modo como obran en el hombre físico hasta llegar á aquel grado de expre­ sión intensa y profunda que arrebata al espectador, y le identifica con el personage fingido. Dados estos conocimientos debe ponerse al principiante en el caso de que comience por sí mismo á desenvolver progresivamente sus propias fuerzas, de suerte que el qnedirija se limite á hacer ver realizadas en la práctica aquellas doctrinas que anteriormente se enseñaron; y solamente en tal cual ocasión en que el discípulo necesite del ejemplo para penetrarse de la verdad, po­ drá el director ejecutar prácticamente; pero siempre con suma eco­ nomía para huir del inconveniente de que resulten copias serviles, en logar de imitaciones exactas. He aquí, amigo mió, presentadas en pocas líneas algunas de las (lo;) infinitas razones que pueden presentarse para demostrar hasta la evidencia que si la declamación es un arte como las demás, ha de contener principios y regias en que se funde la ejecución, y que és­ tas bases ó fundamentos pueden y deben ponerse al alcance de los que se dedican á la profesión escénica. Respecto á la mal sostenida opinión de que el alma entregada á sí misma sin el auxilia de la critica y del arte puede siempre llegar al acierto en el de la dcclanaacio.n, podría repetir aquí lo que ya he dicho en mis anteriores, lo cual es enteramente apJicable al caso pre­ sente: V. recordará lo que dije eíi ellas; pero como mis opiniones en esta materia podrán acaso ser recusadas por los que no ven I3 cuestión bajo el mismo punto de vista que yo, alegaré la autoridad de Quiatiliana, quien hablando del influjo del arte sobre la natura­ leza, dice: "que sucede con ella lo que con una tierra buena y otra mala: esta será siempre estéril por mas cultivo que 6c le dé: la otra al contrario producirá por si misma sin ser cultivada; pero si se la cultiva dará una cosecha abundanle, y el trabajo del labrador ten­ drá en ello mas parte que la bondad de la tierra." El genio desdeña á veces el arte, pero siempre le necesita. Tal es la opinión de La Harpc, y la uiia es que si merece disculpa el que tiene genio cuando no se sujeta al estudio metódico indispensable, el que carece de semejante requisito y afecta igual desden del arte , es risible, digno de desprecio y aún de la mofa pública, porque á ma­ nera de un cobarde guapetón se cmpeSa en hacer creer á todos que tiene realmente lo que la naturaleza le ha negado. Espero, amigo mió, hacer en la siguiente carta un bosquejo de las diferentes maneras y vicios que tan fácilmente se introducen en el arte de la declamación. Entre tanto ya sabe V. que desea com­ placerle su afectísimo Q. B, S. M, .f, «fe la R. (.oS)

Aunque nos hemos propuesto no presentar d nuestros lectores en el arti­ culo de Costumbres mas que producciones originales que retraten fielmente las de nuestro pais, nos vemos precisados por indisposición del encargado de esta clase de articulos, á hacer alguna excepción á nuestro propósito, y^ nin~ gima nos parece ma& propia que el episodio siguiente, traducido de la novela que con el titulo Le Comte de Villa mayor, ha publicado en París en estos últimos años Mr. de Mortonval; tanto por ser Madrid el lugar de la escena, como por el chiste particular con que está escrito.

AVENTURA AMOROSA.

•P'oe. s bien, replicó don Jnan, yo el primero inmolándome á mi niismo, quiero dar el ejemplo, contándoos una de esas desdichadas aventuras. Por supuesto, que entre amigos íntimos debe reinar la mas sincera verdad; pero queriéndoos »iu embargo dar un ejemplo de las consideraciones que se deben guardar á las damas, me contentaré con designaros tan solo por al­ gunos rasgos la modesta bcroina de mi historia. Su nombre es Serañna; vi­ ve en Madrid , en compaiíia de su honrado padre don Juan Antonio Albe- rola, en la plazuela de Afligidos, casa del Conde de T***, de quien es ad­ ministrador. Quizás al través de este velo podréis adivinar — Nada me­ nos que eso, replicó don Altbnso de los Rios; las iniciales bastan para la inteligencia de la historia; adelante. — Por lo qne á mi toca, añadió don Diego de la Cerda, capaz seria de ir á ojos cerrados á encontrar la casa de tu ingrata.— Alto, que yo no he pronunciado la palabra ingrata, saltó prontamente don Juan, no hay que atacar las reputaciones ; Serafina , ja­ mas laVo el menor sentimiento de ingratitud, y vais á verlo.'' Noches pasadas, la víspera de mi salida de Madrid, volvia solo del pa­ lacio del Duque de Liria , á donde habia ido para despedirme de la Duquesa de Birwik. Eran cerca de las doce, y el calor extremado, cuando al atrave­ sar la plazuela de Afligidos para bajar por la calle alta de Leganilos hasta mi casa cerca de Palacio, distinguí una luz en la sala baja de la casa de T***, en que habita Serafina: la puerta particular del coarto del administrador estaba abierta, y guiado de la curiosidad, me entré con silencio, pero á nadie vi en la sala ; solo sí oí hablar por fuera , y cerca de la reja donde yo babia visto la luz, y que estaba cnbierta con una cortina; protegido por ésta, me adelante muy cerca de los interlocatores y oí distintamente á Se­ rafina, su padre y otro quídam que terciaba en su conversación, aunque ('"9) en voz tan baja qne no pude rrconocerle. Los dos hombres se sentaron en el banco bajo ta ventana. —"¿Qué, les decía Serafina, á las dos ó tres vueltas por la plaza ya se han cansado vmds. ? Pues yo como no be andado en todo el día voy á dar aún algunos paseos aprovechando este vientecito fresco qne se ha levanta­ do. — No te alejes, la decía don Juan Antonio, y ten cuidado con este pi­ caro aire ; acuérdate del refrán que dice que <

LA TEMPESTAD.

ROMANCE.

El Sol se cubre de nubes, •Con gala y encanto nuevo; Velado está el alto cielo, Las copas qoe-en algún dia Y en medio de las florestas Abrigo á las aves-dieron, irritado silva el vienloj Y donde tantas auroras los robles y las encinas Sonaron sus blandos ecos; A su impulso ardiente y fiero Enturbiado él ancho rio Ceden las altivas copas Prrcipita'ceo estruendo Que humildes besan el suelo; Las'espumas turbulentas Las verdes copas frondosas, >Por su peflascoso seno; Las copas que en otro tiimpo 'Vallan trémula* las aves Allomó la primavera A los árboles cspcaoi Y las fieras aterradas Adornaba placentero? Van también al monte huyendo; ¿En qué este olmo te ofendia? Ta por fin brama fariosa ¿Por qué destruyes, oh cielo, La tempestad; y violento La gala de las florestas. El relámpago atraviesa De las Dríadas los celos..,.? Llenando el aire de fuego; Mas ya la furia terrible Sobre las alias montañas De los crudos elementos. Retamba el terrible trueno Deshecha en copiosa llovía Que el corazón estremece Inunda los campos nuestros; Haciendo latir el pecho: El Sol ostenta su disco Ya las olas bramadoras Negado por tanto tiempo Del mar en el hondo centro Y vivifica la tierra Se levantan como montes Con sus benignos reflejos; Y muestran su horrible seno; El campo se nos presenta El rayo encendido cruza Ornado de verdor nuevo, Por los ámbitos etéreos Mas pura se aspira el aura, Y el álamo que brillaba Mas alegre silva el viento. Destroza al golpe violento. ¡Gloria eterna á tus bondades, Árbol gentil ¿dónde te hallas? Gloria eterna, oh Ser supremo! Olmo galán i qué te has hecho ? En las tormentas terribles Ta verdor se ha marchitado, Das beneficios inmensos; Ta pompa está por el saelo, Pues de estas copiosas llovías No mas ta sombra querida De estos resonantes truenos, Verá á los zagales tiernos De las áridas escarchas Acariciar sus amadas Y de los cortantes hielos Cuando el céfiro sereno Vendrán las ondeantes mieses, Bese las galanas flores; Y el licor vendrá alhagüeSo Ni en tu recinto alhagüeSo Que disipa los pesares Las sensibles avecillas La incomodidad y el tedio. Colocarán sos hijuelos: ¡Gloria eterna á tus bondades , ¡Oh tempestad! ¿por qué fiera Gloria eterna, oh Ser supremo! Derribas al embeleso En las tormentas terribles Qae todos estos contornos Das beneficios inmensos.

H. V. €íJíjírama.

Tu papel, caro Longino Es un maldito papel, — ¿No es florete superfino? ¿Qué tiene malo? — Longino Lo que has impreso tú en él. M. (ii3)

TEATROS.

Un público tan amante del verdadero mérito , y tan justo en sns cen­ saras, como es el de esta capital, no podrá oir con indiferencia los elogios que la habilidad artística de algunas de las cantatrices que hemos tenido en nuestros teatros, y á las que debemos muchos ratos de placer, arranca en Otros, donde el buen juicio y la imparcialidad forma y dirige la opinión. Antes de ahora hemos anunciado con satisfacción, los brillantes sucesos de las varias representaciones de la señora Enriqueta Cari, en los teatros de Sevilla y Cádiz, y nada de lo que hemos dicho es nuestro, aunque pense­ mos del mismo modo, que los redactores de los artículos á que nos hemos referido, y hemos extractado.—"Cada vez, dice el Diario Mercantil de Cádiz de 9 del presente, que desde el dia 34 de junio ha salido al teatro la señora Cari, ha agradado raas ; y el público que es un juez imparcial, la ha aplaudido con entusiasmo, y sobre todo la noche de su beneficio, en la que después de haber acabado, se la hizo salir á la escena." Los redactores con­ cluyen, y nosotros con ellos, felicitándola, y deseando que los habitantes de las orillas del Támesis para donde salió el 10 del presente, conozcan y aplaudan sus talentos, con la misma imparcialidad, que los de la culta Ca­ des, Sevilla y los de esta Corte. Tales son los votos de todos los hombres justos que aman la habilidad y la modestia^ y que expresa en un soneto de J. G. V. inserto en el mismo Diario de i." de jalio.

Cantas, y tu dulznra me enagena: Ora trines doliente, ora festiva, Siempre tn voz el alma me cautiva, De dulce conmoción, de estasis llena. Cuando modulas y tu canto suena, Amable siempre, acorde y expresiva, Arde el mas insensible en llama activa, Y tú, Enriqueta, en tu cantar serena. Interesante actriz, que en quieta calma Desconoces la fuerza del encanto. Que asi enloquece y arrebata el alma; Goza tan alto bien ; gózalo en tanto Que otros te dan la merecida palma T admire el Orbe ta sublime canta.

TOMO Vi. i5 ("O VARIEDADES.

LAS TRES EDADES DE UNA MüGER.

Hay en la vida de una mnger diferentes épocas y cada ana de ellas tie­ ne so carácter determinado. La edad, las circunstancias, el estado de la fortana, los recnerdos pasados y la perspectiva del porvenir las hacen mas ó menos tristes, mas ó menos agradables, y producen una mayor 6 menor impresión. Cualquiera muger taviera asunto para formar una historieta de cada ana de estas épocas, y ciertamente la sobraría materia si quisiera es- cojer entre (antas ideas producidas por lodos los caprichos, todas las pasio­ nes y todas las extravagancias. Llegó casualmente á mis manos el resaltado de nn t^bajo en grande que me será para siempre desconocido, y que de­ bía tener por objeto el desarrollar estas ideas. Fruto precioso de nn conti­ nao espíritu de observación presentaba en un solo punto de vista todo el corso de ana vida sin duda agitada. Venia de manos de ana mnger que se retrataba á sí misma. ¿ Puede darse motivo mas poderoso para que le leyese con avidez, y le conservase como nn precioso depósito ? "¡Feliz edad la de veinte años! (asi hablaba mi autora eln las primeras páginas de su manuscrito, demasiado corto por desgracia) Ah! esta edad de delicias no debería acabar jamas. Soy hermosa, gusto que me lo repitan: tengo talento, y es muy dulce satisfacción hacerle admirar y verle aplaudir. Qué importa que se roe diga continuamente qae son fastidiosos estos ho- menages que me rodean, que solo los dicta la adulación y la mentira....qué! es imposible. Muy al contrario. Bien veo que solo la envidia me hace seme­ jantes reflexiones. ¿Y quién me atormenta con ellas ? No son mis compañe­ ras, son aquellas mugeres á quienes los años han vuelto ya envidiosas y ta­ citurnas. No, es imposible, jamas seré yo tan fastidiosa ; buena , indulgente con todos, solícita en mis deberes, repetiré loque ahora he dicho; la juven­ tud es la estación de los placeres, de la felicidad, todo lo disfruta, y lo dis­ fruta con embeleso. A los veinte años el corazón late para todos los senti­ mientos nobles, gusta la dulce embriaguez del amor, y goza los encantos de Ja amistad. Veinte años tengo, delante de mí se abre nn porvenir brillan­ te y las mas bellas esperanzas: el amigo de mi infancia será mi esposo, nuestros corazones se entienden , están unidos íntimamente. Tal vez los res­ petos del mundo y del interés no se han visto nunca tan acordes para hacer á dos almas felices. Ah.' solo á los veinte años se puede conocer lo que es felicidad, pero creo también que hasta después no se sabe apreciar

"Será posible! Cuarenta años cnento ya! (continúa mi antora). Cuaren­ ta años! Con qué y^i pasó la mitad de mi existencia! Cuan rápidamente he (ii5) visto huir nnos anos qne me prometían tantas delicias y qoe había comen­ zado con los mas fanslos auspicios! Ayl cuántas penas, cuántos pesares ¡oi han ido señalando en mi corazón! Cómo hnbíera podido creer que este es­ poso, único objeto de mis ansias, y que debía consagrarse todo á mi felicidad me hiciese la primera víctima de sa ambición, de sn prodigalidad! Cuánto he padecido con éll ¿y mis hijos?.....He conocido la dicha de ser madre, ah! cnán pura, cuan tranquila me la creía! y cómo me engañaba! Cuántos dis­ gustos roe da y cuántos temores el genio travieso de Julián! ¿Qué haré para el destino futuro de Adelaida T Cuánto temo sn indocilidad y sos caprichos! En otro tiempo ningún cuidado turbaba la calma de mis días que se deslizaban dichosos y tranquilos, pasados dulcemente en el reposo, en el estadio y en el placer; pero todo ha cambiado: ya no mas confianza, no roas intimidad, no mas dulces desahogos del espirito: siempre el cálculo, la falsedad, la traición. Cómo se ha descorrido aquel velo encantador! Cuan triste es la realidad que ucullaba! Ahora lo veo. A los cuarenta años acabaron ya los atractivos de la vida, y si algunos me procuro no bastan para embelesar mi corazón, ni satisfacer mi espirito

Hijos! Nietos! Ah, Dios mió! No roe queda duda, hoy cumplo los sesenta. Sesenta auos! Cómo puede ser ? No me parece que toco con la mano los pri­ meros años de mi infancia ? Con qué espantosa velocidad han corrido! Y qué me queda de tantos dias acumuladas sobre mi cabeza, qoe han llenado de arrugas mi frente, han eclipsado el brillo de mis ojos, y marchitado la fres­ cura de mi tez! Amargos recuerdos! Y cuan lejos están de mí! Puedo contar muchos qne sean capaces de hacer palpitar todavía mi corazón ? Miróme en el espejo y me pregunto á roí misma, si be podido realmente agradaren mi juventud? Y este talle encorvado era la admiración de mis adoradores? Estas piernas ahora tan pesadas formaban graciosas danzas, y corrian lige­ ras como las de las Gracias? De mis labios que solo ballmcean inútiles re­ cuerdos salía entonces la vivacidad, la agudeza y se formaba en ellos la son­ risa del amor? Ah! cuan doloroso cambio! Todo se ha desvanecido á mis ojos. Nuevos pesares separan de roí á mis hijos como los que me separaron tiempo hace de mi madre. Mi corazón se duele de su soledad. Aislado, se cansa de sí mismo, necesita de apoyo, y no le halla. Todo me disgusta, todo me incomoda. La juventud me parece tumultuosa y mal dirigida, la vejrE exigente é insufrible. El bullicio me fastidia , y yo misma me disgusto de nii severidad. En vano busco memorias placenteras de mis primeros años; todos se muestran indiferentes á ellas y se incomodan de un cotejo desven­ tajoso para lo presente en que vengo siempre i caer sin saber cómo. Tenia yo los defectos qne echo en cara á los jóvenes? Cuan fácil es ser injusto en una edad en que casi no se sabe cómo hacerse amar! Pero por qué envejecer, por qué mudar asi? Me hallaba tan bien, era tan feliz á los veinte años!...

f Diario de Barcelona) (.i6)

LA TROMPETA#^ T' iiMMffrir' '^i LITERARIA

PUBLICACIONES RECIENTES.

ADVERTENCIA. El juicio de U» obraj se hace por la Jtedaccion , y no se admiten los artículus ya formados; solo sí el ejemplar de la obra, que se devuelve después de publicada. No se exige ninguna retribución, pero son preferidos en el turno los suscriptores d las Cartas. Se circulan también los prospectos: todo según las bajes manifestadas en el número 4o de este periódico.

En el Monitor tipográfico, diario de la Imprenta, periódico que ha em­ pezado á publicarse en París, se lee en el número 4< correspondiente al día I." de junio último, el siguiente artículo.

Erección de un Monumento en Maguncia al inventor de la Imprenta, Guitemberg.

¿Quien presentari mas derechos que el inventor de la Imprenta al ho­ nor de nn monumento? No se le admira colocado entre los filósofos y los artistas que han conquistado su inmortalidad en el imperio de las ciencias y de las arles, ni tampoco entre los capitanes ó los hombres de estado que eternizaron su nombre y el de sus pueblos por la espada ó por el cetro; sa obra es de distinta naturaleza , y si bien menos brillante en apariencia es mas importante en realidad, y tan extensa en sus efectos que no tiene lí­ mites. Dificil seria en verdad estimar en su justo valor un descubrimiento al cual todo el mundo conocido rinde hoy el debido homennge , y que des­ pués de la invención de la escritura ningún otro ha podido igualar en in­ fluencia ni exigir mayor gratitud. Gutteaiberg era alemán, mas su descubrimiento no ha sido de interés paramente nacional; no ha enriquecido á solo su pais; pertenece á todos y le constituye el bienhechor general de todos los pueblos civilizados, el hé­ roe del género humano- A^i es que uo paede menos de echane de menos un ("7) raonnmento elevado á sn memoria , singularmente en la plaza Je Magnncia que lleva su nombre. ¿Es posible que los hombres ingratos hayan dejado transcurrir cuatro siglos, sin tributar al gran genio el testimonio de reco­ nocimiento que aún le rehusaron durante su vida? A la verdad, es bien ex­ traño; pero los proyectos que se formaron para pagar tan sagrada deuda hallaron siempre obstáculos imprevistos basta en el mismo ano de i8o4, en que Napoleón aprobó el plan que se le había presentado. Ninguna época mas favorable que la actual para la erección de tal mo­ numento, pues que se aproxima el aniversario secular del descubrimiento de Gutlemberg. La Imprenta entra en su quinto siglo en i336, y aquel año debe ser célebre en la historia de la civiliz.i('ion europea. Preciso es que i836 tribute á los manes de Guttemberg lo que los pasados siglos no le han dado. El décimo sexto agitado por las disensiones religiosas; la primera mi­ tad del 17 desolado por la guerra de treinta años, y cien años después la Alemania que sufria aún las rcsullas de esta guerra, envuelta en aquella opre­ sión intelectual que no habia de disiparse sino con las hazañas del gran Pe- derico y la aurora de nuestra nueva literatura. Pero en el siglo 19 ¿qué obstáculo podrá oponerse por ninguna de las naciones civilizadas ai cumpli­ miento de nuestros votos en uua general solemnidad al invento de Gut­ temberg? He aqui los fundamentos que nos animan al dirigirnos á nuestros con­ temporáneos, á fiu de que contribuyan á la erección de un gran monu­ mento para la fiesta secular de la Imprenta en i836. Este llamamiento no es prematuro, pues á pesar de los cuatro años que aún deben transcurrir hasta el fin del plazo, la empresa pide aún actividad. Muy importante seria el poder ya presentar el proyecto ; pero esto depende de un cálculo apro- ximativo del resultado de la suscripción; de él dependerá la forma del mo­ numento, que será formado ya de la sola estatua colosal de Guttemberg, ya reunida á otras estatuas cmblemálicas y relieves. El último proyecto será sin duda el preferible, pues con esto el objeto del monumento se compren­ derá mejor. Un solo artista no debe encargarse de la obra. Un monumento que de­ berá su existencia al público de diferentes paises, merece la concurrencia de todos los profesores, y el modelo que sea juzgado como el mejor, ese se­ rá el preferido para la ejecución. Mas adeLinte nos dirigiremos á los artistas en derechura: por boy con­ cluiremos nuestro llamamiento suplicando á todos los que sientan la impor­ tancia de tal empresa se empleen en favorecerla con so actividad; lo cual puede hacerse, ya con contribuciones pecuniarias, ya por colectas ó sus­ cripciones. Sobre todos interesa á los impresores, libreros, periodistas y li­ teratos en general, y no dudamos que nuestra demanda sea acogida fa­ vorablemente. Cuando se dirige nn llamamiento general á la parte civilizada de las na­ ciones, la vista se fija naturalmente en las personas mas distinguidas, los Monarcas, los Príncipes, las autoridades superiores, que no solo por su 'angoisiao también por la protección y aprecio que deben á todo lo que c* (ii8) {•rande y útil deben colocarse á la cabeza de h» pneblos y de la civilización. Recomendamos en consecaencia con respeto, y llenos de confianza, nuestro proyecto á sn consideración. Los diarios mas públicos darán cnenta de los progresos de la empresa y de las remesas que ge hagan ^ ¡a Municipalidad de Maguncia. Pensamos también publicar una lista de suscriptores, que será depositada en la bi­ blioteca de la ciudad. La Comisión formada para la erección de nn monumento público á la memoria de Juan Guttemberg se compone de los señores Pitschaft, presi­ dente: Schach, primer secretario: Pahm, segundo secretario: Kapfebberg, ca­ jero; Arnold, AulI, Geier, Leroux, Reuss, Schabb, Maguncia, febrero de 183i. Saliemns que algunos de nuestros impresores españoles, no desatendiendo el llamamiento, han pensado contribuir á la suscripción,

— SUENO T IlEAZiZItAB, por don José Saez y Rodríguez: Valencia: imprenta de Orga: abril de 183a. Se vende en Madrid en la librería de Ro­ dríguez, calle de Carretas á 6 rs. en rústica. Casi se puede decir en estas fantasías durmientes lo mismo que dias atrás dijimos de los viages imaginarios, á saber, que quien tal escribe ne­ cesita observar cosas que no todos alcancen, y expresarlas con novedad y gracia. Esta obrita que se anuncia contiene ii alegorías ó sueAos, los que no teniendo eslabonamiento alguno, se vé obligado el autor para contarlas á dormirse diez y una vez, convidando asi á que el autor haga otro tanto, pues pocas cosas hay mas contagiosas que la modorra literaria. El Templo de la verdad I Desengaño de amor, y el Horno de vidrio nos parecen pen­ samientos nuevos, y que pueden dar vuelo para decir cosas picantes y filo­ sóficas; pero que no están sino bosquejados y muy lejos de la ejecución de que son susceptibles. Tenemos nosotros tan buenas cosas en este género que se hace sumamente dificil acertar en el á los primeros ensayos, y por lo mismo nos guardamos mucho de arredrar de su empresa al autor, antes bien nos parece que tiene disposiciones para tales e.scritos. Mucha observa­ ción, estudio de Quevedo, y cultivar grandemente el idioma castellano son tres puntos que acaso le darán mucho vuelo á sa fantasía pudiendo adqui­ rir nn nombre. Le aconsejamos que en caso de escribir algún sueño en poe­ sía no lo haga por el son y compás del podridero, pues verso suelto y de siete sílabas es como enano y cojo en una pieza. El verso de arte mayor por la cesura, la construcción y otras combinaciones artísticas podrá sostenerse sin las muletas de la rima; pero en las composiciones de menor calibre, ya que no el consonante, necesita al menos el auxilio de la media rima. £1 tí­ tulo de podridero también nos parece muy podrido, singularmente habiendo otros términos menos repugnantes con que sustituirlo. Para que no se nos tache de arbitrarios en este fallo copiamos los siguientes renglones, que n» versos, del principio del sueno noveno

Mi fantasía ciega Qae i veces moraliza ("9) Tovo el raro capricho De qae triste soSara. Vi ana vasta llanura Cercada de alto moro Por cuyo grande espacio Discurrían personas De todas las edades Condiciones y sexos.

— C1TATKO REFIíEXIOmiS sobre la nueva doctrina midico-fisiolo- gica, y sobre los llamados impropiamente sistemas de medicina: por José Antonio Piquer, médico. Un tomo en cuarto. Imprenta de don Miguel de Burgos. Se hallará á i4 rs. en la librería de Cuesta. BKOVSSAZS ABANDONADO y Palinodia en que confiesan los médicos fisiólogos la importancia de defender su doctrina.- por el mismo autor Piquer. Se bailará á 4 rs. en la misma librería de Cuesta. No vacilamos en recomendar estas dos obritas al público, pues aunque en medicina los hechos prácticos valen mas que las teorías, siempre la dis­ cusión en toda ciencia procura adelantos muy apetecibles. El señor Piquer combate denodadamente el sistema debilitante; pero nos parece que deján­ dose dominar de sus buenos deseos acomete reciamente, rematando en el bnllo; es decir, que amenudo se olvida de las doctrinas de Bronssais para herir mas á su salvo la persona del médico célebre. Cuando por fortuna ó desgracia un hombre llega á hacerse famoso, quizá las invectivas, aun mas que las alabanzas, contribuyen á inmortalizarlo á despecho de las pasiones y ojerizas. Por eso en tales materias vale tanto el lenguaje de la razón, pues SI se convence el triunfo es tanto mas puro; y si por el contrario el lállo del público es adverso, siempre queda la moderación por respuesta á todos los argamenlos. '— XiA ARAUCANA , Poema de don Alonso de Ercilla y Zúiiiga , Ca­ ballero de la Orden de Santiago, Gentil-hombre de la Cámara de la Mages- tad del Emperador, dirigido á la del Rey don Felipe II. Madrid, imprenta de don Miguel de Burgos: dos tomos en i6.°Se venden encuadernados jun­ tos y en pasta á i8 rs., y por separado á so rs., en las librerías de Cuesta. Dos cualidades tiene esta edición que la hacen muy recomendable para *' público: el moderado precio y la corrección y esmero con que está hecha, •"'ez y ocho reales por la Araucana, lindamente impresa y con decencia en­ cuadernada , es menos de la mitad del precio que cuestan otras impresio­ nes no de mas mérito que la presente, y para libro de surtido y de uso seria mucho mimo el querer roas gollerías tipográficas. El impresor Bur­ gos, que une al conocimiento de su arte la erudición de an literato, sabe n>uy bien salir airoso de estas empresas, y por eso nadie nos tachará de en- comiadores si osamos afirmar que la presente edición la colocamos al lado de la Sancbina de i 77G. Ademas del escrúpulo con que el señor Burgos ha restaurado el testo y la ortografía en muchos pasages, comparando y con­ sultando para ello las antiguas y modernas ediciones, tiene la soya una par- (I20) licalaridad muy cariosa. Ella es que Ercilla en la última impresión qoe hiio de las tres partes de su poema, añadiendo é intercalando vario» trozos i lo» cantos XXXII y XXXIV formó el XXXV y XXXVI, y asi de fal ma­ nera puso fin á su obra con el canto XXXVII que era el XXXV de la pri­ mera edición. Estas adiciones van señalada» con unos asteriscos, pudiendo asi el lector curioso hacerse cargo de las variaciones que sufrió este Poema en la estampa.

ARTES Y OFICIOS. = (Escuela establecida en Petcrsburgo). — El Go­ bierno ruso acaba de establecer esta escuela bajo el título de Insliluto Tec­ nológico. Mantiénense los discípulos en número de ciento y treinta, y apren­ den las teorías de las ciencias, la construcción de las máquinas, la quími­ ca, &c. Los que se distinguen particularmente por su aplicación y esmero, gozan de varios privilegios; están exentos de la conscripción militar, de los castigos corporales, y pueden egercer cualquiera industria sin aprendizage, y legar sus privilegios á sus hijos, con tal que ésto» egerzan la misma in­ dustria. A mas de los discípulos que se escogerán entre las clases medias y serán mantenidos por el estada, también los demás jóvenes podran aprove­ charse de la enseñanza dada en el instituto. Se ha destinado la suma de 140.000 francos para los gastos anuales de este establecimiento, el cual se encargará también de dar gratuitamente lecciones de dibujo, todas las fies­ tas y domingo», á los operarios pobres. NUEVO VIAGE DE CIRCÜMNAVEGACION. = El establecimiento del almirantazgo inglés prepara una nueva expedición científica, que se con­ fiará al mando del capitán Titzroy, que había acompailado á la capitana King en la arriesgada exploración hecha por el Beaglo por las costas de Tierra de Fuego. Él aspecto nuevo é inaccesible de las playa» meridionales de la América del Sur, y la vasta extensión de las costas ya recorridas , no permitieron al capitán King dar á sus trabajos hidrogáficos toda la exten­ sión que hubiera deseado, y para completarlos se ha proyectado esta nueva expedición. Acabadas las investigaciones, el Beaglo atravesará el Océano pacífico, reconocerá y describirá las numerosas islas del Coral que se hallan diseminadas profusamente, en especialidad cerca del ecuador; visitará des­ pués las costas de la Nueva Gales meridional, para fijar ciertos puntos, ca­ yo conocimiento importa mucho á los navegantes, pasará el Océano indiot y regresará á Inglaterra por el cabo de Buena Esperanza. PAÍSES BAJOS. = Se hablan cuatro idiomas en esto» países, que han formado el reino llamado de Nelherlandia. Los cuatro décimos de la pobla- cioa hablan holandés: los tres décimos walon, los do» décimos francés y an décimo flamenco. Por lo qoe respecta á la condición intelectual resulta que cu 1703 municipalidades ó distrito» del norte (por la mayor parte prole»- tanle) hay t83i esencias de «üslrilo, coando en 2645 mnnicipalidades 6 distritos de las provincias del Sur (pi)r la mayor parte católicas), cuya po­ blación pasa de la milad de la lolal dol reino, no hay mas que iu54 escue­ las de distrito, habicsdo por consíg'iícnle de las primeras á jas segundas la misma proporción de i;i á 77. Igualmente el número de pupilos es mayor en 10 oou en las provincias del Norte que en las del Sur, y da un término medio de 106 pupilos en cada escuela de las del Norte y solo de 71 en cada escuela de las del Sur. Es bien digno de nolarse que de aSo individuos, que en Holanda y Países Bajos buscaron su vida sin ninguna clase de educación, solo 13.000, prneneceu á las provincias del Norte y los demás son natura­ les de las del Sur. EL JUEGO. = En el respaldo de una nota de banco, dice nn papel de Nueva-Yorkc, que se han encontrado, las siguientes palabras: "Este es el último de booo pesos con que vine á esta ciudad en el 7 de enero de i83o, los que he perdido en las casas de juego. Ahora me veo mi­ serable, vagamundo y dispuesto á cometer cualquiera crimen, con tal qne me produzca lo suficiente para salir de mis mas urgentes necesidades ; pues desde este momento soy hombre de.sesperado." = (En seguida está la firma del desgraciado qoe ha escrito este papel). Mas dice este ejemplo, con respecto á la perniciosa pasión del juego, que pudirran muchos tomos en folio. AGUDEZA = En cierta dispula decia un oficial francés á otro suizo. = "Ande V., hombre, que Vds. se balen por solo el dinero, en pro ó en con­ tra, cuando nosotros nos batimos por el honor." = "Señor mió (le replic¿ c! suizo) cada cual se bate por lo que mas falla le hace,'' tl^DÍ;ííta Snrtanal

En celebridad de los días de S. M. la Reina nuestra Señora se han ejecutado en el Real Sitio de San Ildefonso diferentes regocijos , y son los siguientes:

En la noche del a 3 desde las ocho á las once hubo ,gran serenata a! frente del Real Palacio, donde las músicas del Real Cuerpo de Guardias dt la Persona del Rey y las de la Guardia Real de infantería y caballería eger- cilaron su habilidad y buen goslo en las variaciones de sonatas cou que embelesaron á cuantos tuvieron el placer de acercarse. Al siguiente dia y hor? de las doce asistieron al Real ,Pa|acio de gran fiala lodos los Embajadores, ¡Ministros y, enviados Ae las corles extrangeras, »os Grandes de España, Secrelarios del Despacho, Generales,y otro» lucidí­ simo» Cuerpos, quienes á la vista de las hermosas y bcillaales dama>» X con TOMO VI. 16 (l22) el arménico «mido de )as miJsicas militares | hicieron mas snntaoso el Beta- mMiM, que no r«cibi6 S. M. ]ior no rxpunerse á inlerruitifíir so conocido ativio, f «{ la Reina nuestra Scttora con las Augustas Serenísimas Señoras Infantas en racdio de SS. AA. los Serenísimos Señores Infantes. La tarde del mismo dia *e vieron cubiertos los Reales Jardines de un inmenso concurso, en que brillaba la clrfjancia de las damas que con tanto gusto manifestaron «a MIS ricos trafjes e( deseo de hacer mas plausible el dia. Las mejores fuen­ tes presentaron con sus cristalinas aguas tos preciosos juegos que no es po­ sible describir , con cayo motivo los Serenísimos Señores Infantes so- lemnlieron tan pintoresco arto , siendo los primeros expecladures qne en sus semillantes y otras demostraciones patentizaron la satisfacción que recibían del conjunto expresado. En ia noche del mismo dia se iluminaron la puerta de Segovia y la de los Reales Jardines, con cuyos resplandores se no­ taba la marcha de la innumeraUe concurrencia que se precipitaba para en­ trar en ellos. Aqui se puede decir no hay pincel ni pluma capaz de expli­ car la maravilla de la gran cascada al frente del Real Palacio, en donde se veia y dudaba como pudiesen permanecer vivas de siete á ocho mil laces bajo las aguas qne precipitadas en su caida no impedían la vista de sus gó­ ticos dibujos. Esta cascada situada entre ordenadas alamedas precedida de •n simdlricA y gran parterre, con diferentes estatuas y jarrones en sos la­ dos, concluía en un cenador cubierto con una hermosa perspectiva trans­ parente por el gnsto gótico, en la que se dejat» ver un Sol que salia de un grupo de nubes. Las luces de las estatuáis, jarrones é intermedios^ que tam­ bién por el gusto gótico se hallaban coloradas «n latitud de noventa varas j longitud de trescientas, hacian la mas brillante armonía que se puade pre­ sentar á la vista, y el conjunto de todas elevaba una aurora que se per­ cibía á muy largas distancias. Con tan plausible motivo se iluminó el Teatro, que estuvo concurrido de un crecido y lucidísimo concurso, qne eslraordinariameote se ba reuni­ do en este Real Sitio de ks Siiele provincias inmediatas. La iluminación de los Reales Jardines ha sido dirigida toda ella por el Admini.«trador patrimonial de este Real Sitios Muestra adorada REINA *e dignó saliral balcón con su AnguataHija la Infanta Doña MARÍA ISABEL LLUSA, habiendo permanecido un buen rato sentada en el momento que principiaron á correr las fuente* die la caKada con iluminación, siendo i las nueve de la noche. El entusiasmo público se ha manifestado en tan solemne dia, y las de­ mostraciones , iguales en lodat partes, son un testimonio del prestigio que ejerce el nombre d« MARÍA CRISTINA tn todos lo* coratoaes españoles.

En el artícnlo de Bellas Ari«s del ndin. 6 o Waase las erratas sigttlenies: Pig. iij, Nd. S, noble autor, nabte astur; pig. ^t>, Ifn. 34, contemporáneo, oMUefraaeo: pig. 41, h'n. 3o,descapuudot, dtseaptrutoiot .• pig. 43, Kn. SS, enmienda, emitnáa: id. Un. 4o, parece, apotece.- pág. 44ti'ii. 1S, Mit&ttidar', s»MM4(r.-¡4.110^94, dédalo, ¿láfttfo. ' (ia3)

¿Oí precioi de los principales frutos en las provincias me á contU nnacion ,c expresan, desde el , « «/ 8 del presente mes de julio han sido los siguientes. FRUTOS.

FANEGA ARROBA LIBRA CASTELLAMA. CASTELLANA. CASTELLANA.

PROVINCIAS. H^ I ^ I J m J l_J_ J I I

Aitíria,. .... 1; aá á ai ^R fifi íH' c =!4 ' » =7 a 5 Avila Sa 3? ?„ M? « ¿b <, 96 60 a4 36 a I

C^taluila. . . « /„ áñ r ff ^í^ •? i; "" 3í 1,43 5 Cirdoba Sí 4° »° »9 <4 4b a^ <5 7 3? 9 3 * / 2 Cue„„ • r »' '" ?? So «o al 35 18 5? I ai a í ,¿ t

Jep»a de U Pronl ^'^ ^ a? ?7 9» 64 18 gg • •» a ao

Málaga li * , ít *f f? *^ ?? 'MS ' ai 6 a ai « M«"Ore,ii°„ a 4íl* I'7, 3í„3 i5 85 aa ;ÍJ 3 .l3i 1^^S •a* • ^•47*» 3a 4 I» 5*

t^'-•••• ' »e i '^ =« <« :Í 3^ t. 1: ^ ?fvilla";.: •.:; f^ ^^ ;|.. f <8 a« 46.. 44 !í: J: 'M Sor a. ... /? „ ? , 4* "° *> 3a l5 45 a8 I a 7 .K ? To'-do...:.::: i; ^ ;i ^^ í[zi >M? «J? I^ . .| i '*' Valencia ¿5 ÍK » ,t '» '»'> <4 >4 36 I , ,g 3 Valladolid..:;: i? t I '^ ih? r 4° ^ »7 . a "í .oj *»"<>« 44 aS i3 44 bí a? aa lo 37 I a a i8 a , ™ 54 10 iS I I a 3

'•^nr&¿,«rs:í,^^d,„.u ter«*r. mana 4* jUnlo, y « Ofrecen los precios referidos los resultados siguientes (i). TÉRMINOS I>E PROPORCIÓN.

MÍNIMUM. MÁXIMUM. MEDIO. FRUTOS.

( Sierra-More- ) ^ 5B Mancha. . 4a Trigo. . . Guipúzcoa. S.inlander. I Aragón. . . 48 Sierra-More Centeno. . Valencia. . I Burgos. . , Í3. { na. . í Cuenca. . , , f ( Sierra- More- í < MAIag-.. . . . > Cebad». . • • Asturias. . . aS Mnlagí '7 <. V.ilenciaV.ilencia.. . . , > Guipúzcoa, 97 Granada. . . Maii Murcia. . . 39 \ Burgos. . Málaga. . . . Judías Sevilla.. . 67 ( M ««!.•> Oirdobil,aj 80 Cataluíta.Cataluit . Garbanzos... Galicia. . . i>4 ( P.ilencia. •Cartagena. J SaUmanc.»nca.a . . Us J S.erra-Moreerra-More­- t na, Arroi Asturias. . 36 J Segovia. ^ Soria, oled( Sierra-More­ Salamanca. j3. Aceite Guipi'wcoa. 64 48 na. C AviU. . . Kavarra,, Asturias. a6 .< Málatta. . , >«4 Vino común. ¿Toledo. . . Granada.. ^38 NsTarra.. . . 10 Aguardiente. Asturias. 66

Carnes,

Vaca Málaga. . . Sevilla. . I 16 Asturias.. . Cataluüa. ai Carnero. . . Málaga. I 3a Asturias • . aS /••C^rt Cartagenaa . ."J í Sierra-More Ma Álava. . Tocino. 16 ! na. Mil Navarra. ' LToledo.To . . . .-> ' Álava Aragón .... Aviía Cartagena. . , j-Leon , Córdoba. .. . 1 Salamanca•anca.. . ( Málaga. . . Jolid... f JOHN AL \ Madrid. Murcia. . . < Valladolid. (. Zamorara. . . . J OBI CAJUPO. { Santander . Sevilla. . . Sierra-More- | na. .. Toleda

(I) Par» estos resultado» «e han excluido los precio» de la» prpviiicU» que corres­ ponden i diferente semaoa. a^iSiiiTasws)

Eista. Redacción ha recibido una corta memoria. Listante tien es­ crita, sobre la revolución de algunas parroquias de la isla de Jamai­ ca desde el 29 de diciembre de i83i, hasta el 9 de marzo del pre­ sente aíío, y se apresura á dar al público una ligera noticia de ella. "Todos los pueblos, dice, necesitan de leyes económicas, mas ó menos libres, segnn es su riqueza, ó su pobreza : los ricos de leyes fuertes y violentas, para obligarlos á trabajar; y los pobres de leyes suaves y dulces para que puedan hacerlo desahogadamente. Cuanto oías dulces son, mas fácilmente rompe la esclavitud sus cadenas, co­ mo sucedió en la Grecia y Roma, y deberá suceder en todos los pueblos, cuya moral fraternal se ha fundado solamente en el interamos y con todo blanco; pero la pena de muerte, y la de ciento á quinientos azotes mortales, que loi consejos de guerra imponían á los gefcs de los rebeldes, y á los in­ cendiarios, exasperaron sus ánimos, y olvidaron todo principio de moral y humanidad. La insurrección se extendió á los partidos de Sotavento, Hannovcr, Wesmorlad, y St. Elisabeth. En los parti­ dos del Norte al Este de Trelawuay y principalmente en Portlaud, hubo algunas oscilaciones pasivas, que á presencia de las milicias, se evaporaron como fuegos fatuos. »La persecución de los esclavos en las montañas por los negros marrones ó cimarrones , que en número de tres palenques viven en las mas altas montañas de la parte del N. desde que capitularon con el Gobierno en I794-; 'a prudencia y firme carácter del general Cotton, y el juicio y la política del conde Bclmore, produgeron efectos muy felices : unos esclavos se entregaban á discreción ; otros por convenio; otros caian prisioneros; y muchos perseguidos por los cimarrones, bajaban de las montañas y perecían á manos de los in- (la;) glcses , que los esperaban en sos faldas. Sin necesidad de ser persc-' guidos, algunos de estos desgraciados, eran vi'ctimas de la hambre y ecd , que los devoraban , en unas montañas peladas y estériles. » No por estos estragos cedieron los esclavos á las armas ingle­ sas, aunque no tuviesen mas defensa que la de los fusiles, escopetas y sables, que habían cogido en las baciendas de sus amos. »Queriendo el conde de Belmore contener las calamidades de ona guerra destructora , abandonó su residencia de Spanisbtown , y ce dirigió á Montego-Bey, donde acordó con el general Cotton , que se perdonasen lodos los sublevados que jse presentasen á sus tropas, excepto los gcfes é incendiarios, y se suspendiese la ley marcial. «Desde este tiempo no ba habido noticias interesantes de la guerra, ni de oficio, ni particulares, sino únicamente rumores vagos populares, nacidos de los sectarios astrólogos del tiempo de Zo- roastre. » No se tiene noticia de los esclavos muertos en campana, ni de los que han perecido en el cadalso, aunque el gobierno debe saberlo, por que la política obra y calla; pero han sido incendiadas mas de doscientas baciendas, cuya pérdida se calcula en siete y medio mi­ llones de pesos^ i> Todas las tropas inglesas con 600 hombres que acaban de lle­ gar de Inglaterra no pasan de i.Soo hombres títiles j el niímero de esclavos por el último padrón de i83o, es de 34^3.000; el de los li­ bertos 31.000 , y el de los blancos, aunque no es creible , 35.000. I En dónde estará , pues, la mayor fuerza .•• «Aunque por el abuso de la libertad de la imprenta se ba ha­ blado del conde de Belmore y del general Cotton, como de unos asalariados por los santones de Inglaterra, para la pérdida de aque­ lla isla , en favor de los intereses de la compañía de la India Orien­ tal , no cabe duda en que estos dos gcfes tan impasibles, como la roca de Santa Elena á la muerte del héroe del siglo XIX, obraron con mucha prudencia , y mucho conocimiento en la guerra, aunque no pueda todavía celebrarse una completa victoria.'-* La redacción no puede aíifadir á esta memoria mas que algunas reflexiones generales. Dícese, "que las naciones ricus necesitan de leyes fuertes y violentas; y las pobres de leyes suaves y dulces.'' No es asi: las ricas necesitan de leyes francas y generosas, porque •o han menester todo el fomento de las pobres; y éstas, de leyes pro­ tectoras , que promuevan y desenvuelvan su trabajo, y cooperen i. ana buena distribución de la riqueza. t **Caanto mas libres son estas leyes, tanto menos se asocian con la esclavitud." Es verdad; pero no por la ra;íon que se dice: las le— yes libres , tanto políticas como económicas abren el camino al es­ clavo para sacudir el yugo; y las económicas, sobre todo , aumen­ tan la concurrencia , estienden la producción , y obligan, ó i forzar el trabajo del esclavo y desesperarlo, ó á abandonarlo como inútil. La historia de la compañía de la India Oriental es la de todas las compañías inglesas; la de Levante, mar del Sur y bahía de Hudson, que describe perfectamente el célebre Jon-iVí'ito/í.—Co­ mienzan por privilegios; se erigen en soberanas; se enriquecen con un horroroso monopolio, y devastan el pais: entra luego el lujo, la magnificencia, y el boato de los directores; y se desploman, y des­ aparecen los capitales de los accionistas que ligeramente confiaron en su inmenso poder. "Empezaron los socios de ellas á predicar filantropía y reli­ gión." Mirada la conducta de los ingleses mercantilmente, no hay duda, que su humanidad y filantropía no era mas que un cálculo pu­ ramente comercial: el trabajo de los esclavos en otras colonias, que en las suyas, podia serles perjudicial , y la liberlad les era ventajosa: obraban como un pueblo que conoce sus intereses. Nosotros, que sa-i crificamos todos los bienes á la libertad de un esclavo, que es un hombre, al fin, como nosotros, sino elogiamos la conducta de Ingla­ terra por el objeto que se propuso, la reconocemos en el fondo como muy conforme á la humanidad y á los principios del Evangelio. — En efecto, es tirana la esclavitud de los negros, y deshonra la ilus­ tración del siglo, sin que por ésto dejemos de conocer y confesar que la tendencia de la libertad es únicamente favorable á la Inglaterra, y que la libertad lleva consigo grandes inconvenientes; pero todo es menos sensible, que la esclavitud y el trabajo forzado de una parte de la humanidad sacrificada, como los animales., á nuestra codicia Y opulencia. ¿Seria un mal que el Gobierno diese libertad á los esclavos? ¿Y la sangre de estos infelices, dijo un Lord en el Parlamento, será tan poca cosa al lado de los valores que reclaman los propietarios de la esclavitud? ¿Serán eternas las lágrimas del esclavo, porque hay ha­ ciendas y capitales fijos en ellas? Fue una necesidad, ó una moda de siglos que debemos borrar de nuestra memoria; y es menester ya resignarse, abandonar la moda, y sacrificar los valores que ella nos hizo emplear, como tiene que sacrificarlos el que especula en objc—' tos de un gusto pasagcro; sea igual la ley para todas las naciones: ("9) TÍran de su trabajo y de su saber ; y no tendrán que especular so­ bre la sangre humana, y calcular su riqueza por el número de v/ctimas. "Se eonfabnlaron todos en favor de su libertad , como obtenida por la declaratoria de S. M. B. que ocultaban los dueííos de la es­ clavitud." Aquí: aquí está el mal: de aquí han nacido las calami­ dades de la revolución, no de la libertad de los esclavos. Se conspi­ ró contra el orden público: el ínteres se armó contra la aparente prosperidad de la isla , aunque apoyándose en los principios de la mas sana moral: excitaron á los esclavos á lo que nunca les es per­ mitido, que es á sacudir violentamente el yugo que los oprimia: les inculcaron que era un deber de conciencia; que su Soberano les ha- bia concedido su libertad, y que la perfidia ocultaba sus disposicio­ nes: asi es como se atribuye el mal al mismo bien y se provocan las. calamidades públicas, en vez de contenerlas.—Quísose marcar el siglo con un acto solemne de beneficencia: levanta el grito contra él el ínteres particular: el temor hace abandonar el campo: se modifi­ ca el pensamiento, y entra en el camino de la reforma de las leyes duras de la esclavitud; y aún á esto se oponen las asambleas colonia­ les, como si los negros no fuesen capaces ni aún de reforma. — Aquí se vé la política inglesa. En vez de contener á tiempo la ejecución de los proyectos concebidos por el engaBio y la intriga, se le deja tiempo á la conspiración desde el mes de junio hasta diciembre para que se organice y estalle; y luego nos quejamos de los males que I3 imprudencia atrae sobre nosotros. "Pero estos dos gefes tan impasibles, como la roca de Santa Elena." — A la verdad , que no es ni aún siquiera de presumir, que el Conde de Belmore , ni el general Cotton hayan merecido el tratamiento que les han dado los papeles públicos, haciéndoles unos agentes asalariados por los santones de Inglaterra, en favor de los intereses de la Compaííía Oriental.-No se concibe, que puedan con­ cillarse los intereses de la compaííía con la libertad de los esclavos; y que perdida la Isla para la Inglaterra, pudiese conservar la compa­ ñía su soberano poder. — Yo no fijaré la causa de este movimiento, porque pudiera aventurar mi juicio; ni justificaré tampoco la con­ ducta del G)nde de Belmore. —Los esclavos se insurreccionan, y es espontáneamente; circula, y no con piadosa intención, la noticia de íu libertad: se difunde, y se les hace creer, que S.M. B. había de­ cretado la abolición de la esclavitud, y que sus enemigos ocultaban esta soberana disposición. — ¿ Quiénes fueron los que propagaron es- (,30) ta noticia falsa? ¿quiénes los que dieron ín>pulso á la renganza de los esclavos, exasperándolos con la triste idea de una esclavitud sem­ piterna? ¿quie'nes los que conociendo esta irritación de los ánimos, y debiendo preveer sus efectos, no tomaron, en oportuno tiempo , las disposiciones convenientes para conjurar la tempestad que amenaza­ ba? ¿quiénes, en fin, los que prepararon el combustible, dejaron arder la mecha, y aplicarla al oído del canon ? He leído en una obra Anglo-amerlcana "que la prodigiosa mul­ tiplicación de los esclavos , causa ya muchos cuidados á aquel Go­ bierno , que quisiera eficazmente su entera libertad. — ¿A. dónde, dice, podrá conducirse esta nube de bárbaros, que no desolé el pais donde se fije? —Tenemos, es verdad, un suelo inmenso, y necesi­ tamos de brazos; pero ¿cómo podremos hacer propietarios á los es­ clavos, y asegurar nuestro suelo de una invasión? ¿ni con qué espe­ ranzas , cuando son tan enemigos del trabajo, y de una índole tan feroz? ¿Qué han hecho en Santo Domingo? ¿Cuál ha sido el uso de los inmensos capitales que recibieron; y que ha ganado aquel suelo virgen? Su multiplicación, que es la medida de nuestro miedo, debe ser la señal de su aniquilamiento: la política, que obra y calla, co­ mo dice el autor de la memoria, debe buscar, si no se presenta otro, un motivo para la fiesta de un San Barthelemy, ó de unas víspera» Sicilianas. — No basta abolir la esclavitud: los libertos no son menos malos que los esclavos, que maman con la leche, el odio y la ven­ ganza contra los blancos.*' La Isla de Jamaica está muy poblada; la política inglesa es tan «uspicaz' y recelosa, que pudiera haber concebido el proyecto de y, ¿no seria ésto poner en práctica la teoría del político de los Estados-Unidos? La naturaleza se estremece al oir estas ideas en un siglo de ha- inanidad y filantropía: cebar los hombres, como pudieran cebarse los animales feroces, para tener luego el placer de hacer una batida, co­ mo pudiera hacerse de lobos y javalíes, cohonestando con el miedo, ésta atroz carnicería. — Los esclavos, hombres como nosotros, son susceptibles de nuestros mismos sentimientos y de nuestra misma ci­ vilización: he conocido á algunos que hubieran podido ser un mode­ lo do virludís sociales para muchos blancos. — Hay en ellos, no obstante, un geríncn de maldad y de perfidia: la exasperación de so ánimo contra unos señores inhumanos y duros; y que desenvuelto, produce aquella horrible venganza, que no conoce límites, porque falta la razón, que es la que pudiera fijarlos. (i3i) Y, pues que la gran cuestión de la esclavitud, está ya resuelta por la humanidad, la religión y el ínteres social, el gran problema que queda que resolver es el de hacer los esclavos y libertos unos hombres útiles, precaviendo á la sociedad de los males con que con­ tinuamente pudieran estarla amenazando. — Y, ¿no es un principio, dijo en el Parlamento, un Lord inglés, que queria la reforma de las leyes á que están sujetos los esclavos, que los hombros de todo color, no son mas que lo que la educación y las leyes quieren que sean? Este debe ser el objeto del estudio y de las meditaciones de nuestra filosofía. — Si en siglos menos ¡lustrados, que el nuestro, ó en siglos bárbaros, las armas disipaban las nubes de Vándalos, de Godos y Hunos, que descargaban sobre el mcdiodia de Europa; en nuestros días es la razón, son las luces las que deben conjurarlas: ellas solas son las que pueden deshacerlas: la fuerza, la injusticia, y una bárbara y fria crueldad son unos meros paliativos: es menester extirpar la causa. —Si subsiste, hoy disiparemos una nube: mañana se formará otra, y tal vez nos veamos envueltos en éila: habrá sido deshecha la de la isla guineina: aparecerá oira por la alela de babor; y quizá auxiliada con la de Hayty, el mal será sin remedio.

Manuel María Gutiérrez.

BELLAS ARTES.

Colección litográjica de cuadros del Rey N. S., que se conservan en sus Reales Museos, Palacios, Establecimientos públicos, etc.

La {;aceta de Madrid en su número 89 nos ha prevenido en la intención que teníamos de hablar de esta excelente culeccion. Aguardábamos para ello á fjuc se acabase de publicar el segundo lomo; y terminándose éste con el moderno cuaderno 32, que no ha muchos días ha salido á luz, nos prepará­ bamos ya para tomar la pluma en elogio de una obra que hace honor á las artes españolas; y a pesar de que el expresado artículo ha llenado en la mayor parte el objeto que nos habíamos propuesto, dando á conocer las principa­ les estampas que contiene este segundo tomo, creemos cumplir con un de- ner, añadiendo algunas reilcsioocs á lo que con tanto acierto ha dicho U (ateta. (i3a) Enlfe los beneficios que la munificencia de nuestro Soberano ha díspen- Mda i las artes, debe ocupar' el primer lugar la reunión en un Museo de t«nt03 cuadros del mayor me'rito, y de los mas afamados pintores naciona­ les y extranjeros, como antes estaban diseminados en diferentes sitios don­ de, ó tal vez se ignoraba su existencia, ó no les era fácil á los profesores y aficionados el verlos y estudiarlos. Este grandioso proyecto ba sido llevado í cabo de un modo que dará eterna gloria al excelso Soberano, bajo cuyos auspicios se ha ejecutado. La suntuosidad del edificio, cuya magnifica arqui­ tectura es el mas bello adorno del paseo donde se halla colocado, la multitud y mérito de los cuadros que encierra de las mas famosas escuelas, constitu­ yen á este monumento uno de los primeros de su especie que existen ea Europa ; y no sabemos si reunidas todas las circunstancias habrá otro que pueda comparársele. Aun presciudiendo de la escogida colección de cuadros que contiene de todas las escuelas de Italia y Flandes, en donde admiramos con justísima ra­ zón, en unos el dibujo correcto y sublime, en otros la brillantez y verdad del colorido, y en muchos el fuego y osadía de su composición ; tenemos en él sobre todo una escuela española que debe fijar dignamente la atencioa de los inteligentes. Esta escuela esencialmente nuestra , fundada por el geni» observador de nuestros antiguos artistas sobre las bases de la sencilla imita­ ción de la naturaleza, si no se eleva á la región ideal de las escuelas floren­ tina , romana y boloñesa, tampoco adolece en general de maneras viciosas, de estilos exclusivos y de otros resabios que resaltan en las escuelas ex- trangeras, y que no poco perjudican á su gran mérito en otros requisitos del arte. Una de las ventajas que desde luego ha producido la erección de nuestro Museo, ha sido la de restituir á esta escuela el lugar que la corresponde. Antes los extrangeros apenas tenian idea de ella ni conocían mas que na cortísimo número de nuestros pintores. Nosotros mismos ignorábamos cuín ricos tesólos teníamos en esta parte, y no sospechábamos que nuestros ar­ tistas podían ponerse á la par de los mas célebre» de otras naciones. Ahora que reunidas todas las escuelas en el Real Museo se ha podido establecer la comparación, hemos visto, y han conocido los extrangeros, que la españo­ la debe por lo menos ser tenida en tanto como las de mas fama; y no se diga que esta ventaja resulta de haberse puesto lo selecto de la nuestra al lado de lo que las otras ofrecen de mediano; pues si por una parte bri­ llan las producciones de Velazquez, Morillo, Juanes, y otros hábiles artistas españoles/por otra campean las obras mas preciadas de Rafael, Ticiano, Rubcns y los mas célebres extrangeros. En fin , merced á nuestro Augusto Soberano, vemos abierto en nuestra patria un templo i las producciones del genio, en donde á par del tributo de admiración debido i los artistas de otras naciones , hay ocasión de rendir el homenage que tan imperiosamente reclama el mérito de nuestros pintores. Pero todavía faltaba dar por medio de la estampa otro paso que al mismo tiempo que diese á conocer por toda Europa los tesoros que encier­ ra este regio monumento , facilitase á los curiosos é inteligente* tener á la (i33) vista en sus eslodios sos mas bellss pintaras. Ei gravado en cobre era nn medio harto lento y costoso. Felizmente la litografía ha adquirido en el día tanta perfección que se la emplea con grandes ventajas en esta clase de co­ lecciones. Tiene particularmente la de que haciéndose el dibujo sobre la piedra, que es el que se estampa á la vista del mismo cuadro lo traslada con la mayor fidelidad sin alterar el carácter del original. Pero la litografía estaba aún por nacer en España: los imperfectos ensayos que se hafaian he­ cha de ella antes del año de iSiR no h.ibian logrado aclimatarla en nues­ tro saeIo;y mientras en Francia, Alemania y otros países iba tomando cada dia mas fomento, no la aplicábamos nosotros ni siquiera á los nsos mas comunes que se la pueden dar. En este estado, don Josu de Madrazo, Pintor de Cámara de S. M., concibió el proyecto de formar un estableci­ miento lilográiico que desde sus primeros ensayos compitiese en la hermo­ sura de sus obras con los primeros establecimientos de Europa, teniendo por objeto especial el dar á conocer por este medio los mas bellos coadrof del Real Museo. Pero la empresa era ardua. Nada existia, era preciso por consiguiente crearlo todo; y de poco hubieran servido los mas constantes esfuerzos sin la generosa protección del Rey Ntro. Sr. que siempre pronto á fomentar toda clase de empresas que tienen por objeto la utilidad y gloria tiacioncil, concedió á esta los mas eficaces auxilios. Merced á la Real Munifi­ cencia se ha conseguido cumplidamente el objeto. La colección litográfica de cuadros de S. M., como objeto principal del establecimiento, ha merecido (US mas exquisitos cuidados, y es verdaderamente digna del excelso Alonar- ca que la protege, y á quien está dedicada. Una circunstancia que realza sn mérito es la de. .ser la única que hasta ahora se ha publicado en Europa de cuadros clásicos antiguos. Cualquiera que tenga idea de los procedimientos de la litografía conocerá cuanto precio le da esta sola circunstancia por la «urna dificullail que ofrece el trasladar con acierto en esta cla.se de estam­ pado las tintas vigorosas y sombras fuertes de los antiguos cuadros, es­ collo que arredraba á muchos litógrafos, y que este ejemplo ha demostrado no .ser insuperable. Se debe sobre todo alabar el esmero que se ha puesto, tanto en el dibujo, cuanto en todas las demás operaciones necesarias para producir una eslampa perfecta. Cualquiera que examine los Sa cuadernos que han salido á luz podrá fácilmente notar este esmero y la marcha pro­ gresiva que di'sde su principio lia llevado la colección en sos mejoras, tanto que causa admiración el grado de perfección á que ha llegado. Se ve coa gusto, que lejos de abandonar la obra ó seguirla con ilojrdad, como desgra­ ciadamente sucede en muchas después de los primeros ensayos, en ésta al contrario, el.buen éxito al priucipio solo ha servido de estímulo para hacer nuevos esfuerzos y merecer mayores elogios. Sabemos ademas que la mayor parle de los artistas y obreros que emplea en el dia el señor Madrazo son españoles, lo que es lanío mas laudable, cuanto que es el solo medio de que esta arle preciosa quede radicada en España. Tiene ademas e^la colección el mérito de que cada estampa va acompa­ ñada de una hoja de texto de hermosísima impresión. Este texto redactado por don José Musso y Valiente, uno de nuestros literatos y académicos de ToMP VI. 18 ('30 mas ñola , no ra ihrranieiife una fría descripción ó sta noticia del cuadro. A la erudición j sana crítica rrane la amenidad, la gracia, el baen gaslo, y fobre todo una pareza de lengaaie de qae se enrnentra ya poco en los es~ Critos del dia. Después de recrearse los ojos con la vista de la estampa, se en­ cuentra un nuevo placer en la lectura de estos textos, que rara vez se dejan sin repetir su lectura; y que por tí solos bastarían para dar el inayot' precio i la obra, sí ya por si sola no taviera oirás lanías dotes que la re­ comiendan. Finalmlnitt, atiiffiaoios al seuor Madrazo á qne siga con igual celo qnC hasta aquí en tan preciosa obra- Tribu Iemos lanibieii los debidos elogios al Excmo. Sr. Duque de Hijar, bajo cuya iiireiediala protección ha coloca­ do S. M. el Establecimiento, y que tan exquisito gusto ha manifestado en la dirección de la galería del Real Museo; pero sobre todo honor eterno «I Augusto Monarca, sin cuya poderosa protección no existirían estos dos gloViosos monumentos de las artes espaiiolas, mereciendo asi que ¿lias se consagren á ensalzar so nombre y llevarle con gloria hasta la roas remota posteridad. jsosTmiiiis

LA MODA.

XX propósito de Costumbres, señor Editor, ¿llevará V. á mal que le entre­ tenga nn rato con la narración de los chascos que la moda me ha pegado? Digolo porque siempre procurando ir delante de ella , ella ha encontrado el medio de ir siempre delante de mí, sin que sirvieran de nada mis cálcu­ los y combinaciones, pues mientras yo pensaba, ella corría. Asi es que mi posición ordinaria ha sido i su retaguardia, y va V. á verlo. To nocí el primer ano del presente siglo; por tanto no hay que decir qne. era cuando aún duraba en los franceses aquella efervescencia, por la que no contentos con haberse hecho republicanos, querían ser atenienses y romanos hasta en los trages, casas y muebles ; y cuando la elegancia en las señoras era se draper á la greque, et la coiffure á la Venus ou d la Niobi. Nosotros Jo» españoles, como por mas pronto que los periódicos y figurines nos traigan las modas, las paladeamos antes de admitirlas, vamos siempre algunos años atrasados ; de suerte que coando yo empecí á estudiar la gra­ mática latina, era cuando comenzaban aquí á saborear el gusto itico-casero, y me acuerdo mucho que cuando registraba los países de los abanicos de mi mamá siempre me encontraba con Telémaco y Calipso, ó la ranerte de Me- 'kagro; y en los camafeos de su prendido (adorno que estaba may en boga) siempre'veía los bastos de Cleopatrav ó de Solón. Cuando se empica á tra- (i35) ducir á Tácito y Virgilio se empapa uno tanlo en aqoellas Meas, y íe famir lijiriía con aquellos héroes de tai modo qiie no hay mas que ver; figdreM V. ¿qué no me sacederia á mi cuando ademas, todo lo que me rodeaba rae estaba recordando aquellos raagnificos tiempos? De suerte que hubiera yo dado mí mejor juguete por haber visto á Mucio Scévola, ó haberme halla» d» eu la guerra de Troya. Por este tiempo, es decir á fines de 1807, un amigo que frecuentaba á mi familia , y que todos decían que era el elixir de la elegaacia> convidó á mis padres para una Orgia (esta fue su expresión) que aquella noche se celebra­ ba en so casa. Trabajo me costó el traducir que se trataba de un baile con ambigú, y mucho sentimiento el saber que na se contaba conmigo;,pero yo acudí al remedia de ios muchachos, llorar, patear y alborotar hasta que me prometieron que me llevarían siquiera porque callar^. Mas,.¡oh dioses in­ mortales! ¡cómo me quedé cuando entré en la habitación deLamíga de mis padres.' Aquí si que fue cuando empezaron á bullir en mi cabeza, con todo el fuego del entusiasmo, mis ideas Greco-Romanas. Efectivamente, aunque la casa no estaba construida para el objeto, se habia convertido en un Par- tenon; por decentado que los balcones los habían tapiada y solo en |u alto habían quedado unas claraboyas semicirculares; una cornisa corría tAdo al rededor sostenida por columnas y pilastras del mas severo orden jónico; un blanco de alabastro reinaba uniformemente por todas partes; los colores y dibujos estaban desterrados de allí, y no se veían mas que las imposta» y grecas esculpidas en las cornisas y basamentos; en vez de rinconeras vasos etruscos; las sillas y mesas tales como las que asó Pericles, y la iluminación de lámparas eu figura de sierpe alada echando la llama por la boca; los relojes avergonzados de ser invención moderna estaban escondidos, ó en la caja de una Pandora,ó en el tonel de un dios Baco. ¿Pues que diré de hs ninfas concurrentes ? Quién ileval^a una graciosa media luna de diamantes sobre la frente cual Diana^ quién una diadema esplendorosa como Juno, y quién el cabello sin mas adorno que sus rizos cual nin& de los bosques; za­ patos? ni por pienso, todas con sandalias, y con ligeras túnicas y toneletes que descubrían las formas del desnudo; vamos, á mí me parecía que me hallaba en el Olimpo, y mucho roas cuando entré en el ambigú y vi aque­ lla multitud de jarros y vasos que parecía haber servido en los festines de Alcíbiades, y aquellas lazas imitando el bronce antiguo que cualquiera las tendría por encontradas en las ruinas de Tebas. En fin, exaltado como estaba juré que cuando yo tuviera casa la había también de poner á la grie­ ga ó por lo menos i la romana. . La guerra de la independencia precisó á mis padres á huir de Madrid, llevándome consigo ¡ y Ja muerte de éstos y otras circunstancias de iamilia me han detenido en el pueblo en que fijaron su residencia, hasla el aSo pasado que me vine ¿la Corte para no dejarla mas. No es necesario repetir que desde el momento que empecé á disponer mi viage lo primero que se ro^ fij6 en la .imaginación fue mi casa á la romana, idea que el tiempo no habia. podido debilitar. Lo que me afligia algún tanto era que el. amigo de •B>* padres^, aqusLhéroe que debía ser mi Mentor, ya no existía; pero me (i36) propnse snslíloirle por una hija que haLi.i dejado, compañera de tni infan­ cia i soliera, porque no había querido siijrlarse, con quien yo me carleaba, y que todos nie aseguraban era otro padre en elegancia y buen tono. £n cnanto llegué á Madrid y me puse en estado de poderme presentar , rae fui derechito en casa de mi amiga, gozando de antemano el placer de re­ novar aquellas antiguas ideas, y de observar y aprovecharme de las variacio­ nes que notase se habían adoptado por el refinado guslo consabido. No duró mucho mi ilusión, porque en cuanto rniré vi que me hallaba en el interior de una torre gótica; las claraboyas romanas se habían rasgado, formando nnas largas y angostas ventanas, guarnecidas de vidrios de colores forman­ do mamarrachos que querían ser figuras ; las columnas y estatuas habían desaparecido, y en su lugar había arcos góticos y adornos de calados y fili­ grana. ¡ Pro/i dolorl grité cruzando las manos. ¡Qué trastorno! qué es esto! ¿Qué ha de ser? roe respondió el ama de la casa dándome el abrazo de bien venida; que los godos, aquellos personages misteriosos y severos, se han le­ vantado de los sepulcros, y con la visera calada y lanza en ristre han arre­ metido con los cachivaches griegos y romanos, y no han dejado títere con cabeza, tal como sucedió en otro tiempo con su irrupción." En esto me aca­ bó de abrazar, y al separarse de mí eché la vista .sobre ella y no pude me­ nos de dar una carcajada al verla hecha una doña Berenguela. Electiva­ mente, el trage que tenia, que luego be conocido que era muy elegante, era un poquito largo de talle, de cintura muy delgada y cayéndose de los hom­ bros para aparentar mas anchura de espaldas ; y aun no pareciendo esto suficiente, con anos follados por mangas, á guisa de calzones de maragalo; y para que la ilusión sea compiela, no la llegaban mas que hasta el codo, estrechándose luego de tal manera que paraban en apretadas, y un poco cortas para aparentar mas larga la manó como in ¡'lio ícmporc. La falda con mas vuelo que las que entonces se usaban, y de tela labrada como aquellas. No se ofendió, porque bien conocía que estaba hecha un adefesio; me entró en su gabinete donde nos sentamos en sendos sillones góticos que pa­ recían los tronos de Vamba y Rccaredo, y después de las primeras pre­ guntas que se hacen dos que no se han visto desíde la infancia , la dije que no queria distraerla, que continuase con lo que estaba haciendo; "no, no, »¡ estaba leyendo una novela por pasar el ralo. — ¿Tal vez la Eudoxia ó el Noma Pompilio?—No por cierto, esos libros han sido dester­ rados por historias también de la raza goda, en que siempre hay mis­ terios, vestiglos y caballeros que todo lo acometen, y que á todo dan fin y cabo felizmente. Que quiere Y., continuó, este es el imperio de la moda, y el que quiera gobernar á los demás por su gusto se equivoca : asi que, )o mejor es atemperarse á ella, y hacer lo que los demás por no pare­ cer ridículo. Confieso á V., seiiíor editor, que esta óliima reflexión de mi amiga me hizo mucha fuerza, y que cuando salí de su casa iba ya reconciliado con el goticismo, y dispuesto á entrar en el. ¡Válgame Dios! me dccia yo, las mo­ das nos presentan los trastornos de los pueblos; soló que los siglos de domi­ nación de aquellos, éstas los cuentan por anos. Efectivameule, los godos (»37) acabaron de destruir á lo» romanos , y á los godos los sarracenos^.. ¡Feliz idea! la moda parece que sigue el orden cronológico; no hay duda; y por el tiempo que está en posesión la goda no está lejos la dominación de los árabes, es decir el tiempo en que á lodos nos de' Ja manía de parecer musulmanes; pues entonces ¿para que tengo yo de gastar el dinero en hacer de mi casa un castillo gótico? Vale nías irla preparando para la nueva mo­ da. Dicho y hecho, entré en mi casa determinado á tapar todas las ventanas y agujeros que caen á la calle para hacerla un edificio árabe; los cuadros de un salón que dá al jardin, y que han costado mucho dinero y desvelos, los arrimaré, y en su lugar sustituiré arabescos en las paredes; del salón haré una galería, rompiendo la tapia del jardin, y reemplazándola por columnilas árabes: en medio del pavimento voy á hacer un hoyo c;^paz donde colocaré un tazón de mármol con un surtidor continuo; las sillas serán reemplazadas por almohadones, excepto tal cual sofá, á que mandaré cortar los pies para que quede mas bajo, y después roe echaré á la larga para fumar mi pipa; las mesas todas fuera, y poniendo en su lugar pebeteros, alfombras y macetas, voy á hacer «na mansión de delicias donde yo y mis otros amigos musul­ manes y sciiuras odaliscas nos solazaremos en juegos orientales, y hablando siempre en lenguaje figurado, para cuya época convido á V. también señor Editor, por si gusta favorecerme. El Cronista

——a-

A GOFREOO EN LAS CRUZADAS.

Soneto improvisado.

Al reblandir de la potente lanza En arábigo potro alborozado, Bate Gofredo el pabellón cruzado, Y á las líbicas huestes se abalanza. El feroz musulmán que en su pujanza La Media-Luna tremoló irritado, Vé en el polvo sangriento sepultado, Sn imperio, so poder y su venganza. De cruda lid al tormentoso acento Retiembla el suelo, en púrpura se baña, Y retumba el Oriente al clamoreo. ¡O ceguedad! ¡O raro monumento Del hombre triste y sa tremenda saña! Oprimir y malar solo es sa empleo. ü. yelcz. (r38)

LETRILLA.

Mi musa alegr« Y alguna cosa Sopla á mi oreja £1 diablo enreda: Ea este instante Ya te }ias echado Mil cosas buenas, buen terno á cuestas. Y si te coje Si á alguno fias Alguna de ellas: Con tus haciendas Ya te has echado Que cuando debe buen terno á cuestas. Pagar no pueda, Si acertar quieres Y á tí que pagues Juan, y la yerras; Te hacen por fuerza: O de otro modo Ya te has echado Que como piensas buen terno á cuestos. Salen las cosas Si vas en borro Que bacer pretendas: A Villanneva Ya te has ecltado En el invierno buen terno á cuestas. O cuando llueva, Si eres casado Y apear te hace Con poca renta, Por las orejas: Tu inoger chusca. Ya te has echado De cara buena, buen terno d cuestas. Y te ha ensenado Sí á una andaluza A que no veas: Joven cortejas Ya te has echado Que cuanto pobre buen terno A cuestas. Astuta sea, Si en Zaragoza ¥ de sus artes Ciencias ensenas Ltevar te dejas: O de Pastrana Ya te has echado Gozas prebenda, ibuen terno á cuestos. O te hacen cura Si porque el vicio De alguna aldea: Mantener puedaii Ya te has ecltado Robas ó engañas buen terno á cuestas. Cuantos encuentras, Si has arrendado Y la justicia Una encomienda La mano te echa: Que adelantada Ya te has echado Pagas la renta, buen terno á cuestas. Y una tronada Si confiado Te la apedrea: De una mozoela Ya te has cclutdo A solazarte buen terno A cuestas. Te »Ss con ella, Si cortejares Y et mal de Francia A una soltera Al golpe llevas: Que á tus espaldas Ya te lias echado A otro festeja, buen terno d cuestas. («39)

Es Maiioz un valentón Que, enradándosc por nada Dice: <*Daré una mojada Al gallo de la pasión." Si le embisle un eueraigo, Suele gracioso añadir: "Con voz no quiero reñir, Compadre, que zoiz mi aniigo.'' VARIEDADES.

MIS CHINELAS.

¡Mis chinela* son tan sencillas! ¡Tan cómodas! Fijos los ojos en mis chinelas, me entrego á meditaciones que me en­ cantan. ¡Que ideas las roias

Ueiít^ta Semanal,

MUERTE Y FUNERAL DE MANUEL GARCÍA.

Et día g de junio líltimo falleció en París de ana enfermedad tan desco­ nocida por sos primeros síntomas, como ejecutiva por sus progresos, el ce­ lebre español Manuel García, tan sobresaliente actor y cantante, como emi­ nente compositor y músico. No parece sino que las mayores notabilidades de París se han emplazado para abandonar aquel suelo emporio de la civili- eaclon, y en muy corlo período se han reunida en el sepulcro muchos de los hombres mas famosos de la culta Europa. Pero si Lamarquc y Perrier «olo han provocado el llanto interesada de sus bandos respectivos, Couvier y García, mas afortunados por ser menos hostiles, han excitado el senti­ miento en todos los partidos, ventaja que siempre tendrán las Ciencias y las arles sobre los colores políticos y las disensiones civiles. García, que comen­ tó su carrera por Seise eti la catedral de Sevilla, ha visitado mucha parte de Europa y América, admirando siempre por sus tálenlos siempre nuevos, y por sus facultades artísticas, que no han desmayado ni un punto en su dilatada carrera. Lo mas distinguido de París asistió al iuneral, pronuncián­ dose sobre la tumba algunas palabras de dolor y despedida. Han sido muy notables los discursos pronunciados por los señores Caslil-Blaze, Fe^is, Troupenas y un amigo del hijo de García , cuyo nombre no descubren los periódicos. La obra que e.icribla sobre el canto, y que tantos afanes y estu­ dio le habla costado no quedará sin provecho para el arle, pue.slo que su hijo Manuel, digno discípulo y heredero de los talentos del padre, toma á su cargo el no defraudar al mundo de joya tan preciosa. Cuantos hijos ha tenido García han sobrculido siempre por algún talento escénico, y una nina que ha dejadq, ya iniciada en los encantos de la música, promete, ha-, cer repetir en Europa los mágicos acentos de la Malibran su hermana. García ha sido universal en su arte, y tan superior .se mostraba haciendo sentir los altos pensamientos de Mozart, como los dulces, fáciles y melodio­ sos sones de la Andalucía su pais natal: cuando se publique su obra sobre el canto, su memoria, ya que no su frente, se adornará con una triple corona. He aquí el discurso mas notable pronunciado sobre el sepulcro, y he­ cho por M. P. R., íntimo amigo del hija de Manuel García. = Señores: Honrado con la amistad de Manuel García, c íntimamente unido des­ de la infancia con el hijo de este artista célebre, á quien una tan cruel y tan prematura muerte acaba de arrebatar al arte y á la amistad, («4») et para mi' un deber venir en nombre áe este hijo aoMnte i diri­ gir el último á Dios á aquel que fue á la vez objeto de su cariño y de su respeto. Ai (atento de cantor dramático y de compositor unía Gar­ cía otro no menos brillante ni menos elevado, y en el que no tenia rival: el de profesor. Mientras que nosotros ofrecemos aquí nn triste obse­ quio á sus mortales despojos, sus discípulos elevan aún una vez la gloria de su nombre á los lugares en que ha dejado tan duraderos recuerdos de sus triunfos. Mas feliz que sus émulos, gozará de una doble celebridad co­ mo artista; los discípulos que faa formado, aquellos que saldrán de la es­ cuela , cuyos firmes y duraderos cimientos ha puesto, harán aplaudir por largos aiios el nombre de García en toda la Europa roiUica. Joven aún García gozaba ya de un nombre célebre, y sin habrr tenido jamas maes­ tro alcanzaba un distinguido rango entre los tenores mas hábiles. Mú.sico perfecto, dotado de una voz fácil y penetrante, era un cantor solo de ins­ tinto. En esta época de so vida fue cuando vino por la vez primera á Pa­ rís, y aún recuerdan los aficionados con cuanta gracia- y encanto ejecuta­ ba el Paulino del Matrimonio Secrclo. Para cualquiera otro e.slo hubiera si­ do la perfección, para García no fue mas que el primer paso en la carrera. Los italianos babian ya aplaudido con entusiasmo su talento cantante, y lo habian colocado en el rango de los mas hábiles, cuando tuvo la suerte de conocer al célebre Anzaní, el García del siglo pasado. Anzani, uno de los líltimos vastagos de aquella famosa escuela que arrojó tan gran resplandor en los siglos diez y siete y diez y ocho; Anzani, cuya vecindad demasiado peligrosa (emian los mas farao.<>os sopranos, se aficionó á García y lo inició en los secretos del método que había hecho por tanto tiempo la gloria de Italia. A vosotros consta cómo aprovechó García estos preciosos consejos; vosotros lo habéis admirado en los mas bellos dias de su carrera dramática; vosotros sabéis & qué grado de perfección se elevó; pero vosotros no habéis podido , como aquellos que lo han tratado con su intimidad , ver con qué improbo ardor empleó ludo el vigor de su talento al adelanto de un arte .qne hacía su felicidad como había hecho su gloria. Todos sus discípulos fue­ ron sus amigos; vosotros conocéis sus nombres, que ocupan un lugar en­ tre los de los mas hábiles. Ñapóles, París, Milán, Londres, Genova, y Ma­ drid los aplauden diariamente. Manuel García , heredero del nombre y del talento de su padre, seguirá dignamente su brillante carrera. La escuela no degenerará en sus manos. García, aunque natural de España, amaba apasionadamente la Francia; y al concluir su carrera dramática, en ella fue donde quiso fijarse, y por la sola influencia de su fama y de sus trabajos consiguió hacer de Parí» la metrópoli del arle de cantar. Bien distante del mezquino egoísmo de los viejos maestros de Italia , la única preocupación de esle grande artista era la de hacer accesibles á todos los amigos del arte los tesoros que había amon- onado su larga experiencia. Se ocupó toda su vida en formar un gran 'atado acerca del arte decantar; pero era tal su severidad para eousigo riismo que le hemos visto en sus últimos aiios rehaier por dos ó tres ve- pc su inmenso trabajo. £l fruto de tantas vigilias no se verá perdido; ti TOMO VI. 19 mas digno, el mas daradero monamento qae paede sa hijo levantar á sn memoria es la publicación de esta obra maestra. García ha dejado aún otra obra qoe conclair, la educación de ana niña, cajra rara y precoz inteli­ gencia se complacia en desarrollar, y á la qae anunciaba el mas brillante porvenir, creyéndola ya émula digna de su ilustre hija la primera canta­ triz de nuestro tiempo. Los amigos del arte, los amigos del artista po-' dran al menos consolarse con la idea de que García no ha muerto ab-* lolutamenle. ACADEMIA.

Recibimos de Sevilla lo siguiente, y el objeto nos parece muy digno de que se difunda su publicación.

Deseando la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla extender la glo.^ ria de la literatura española, y dar á conocer mas y mas si puede ser, á uno de sus mejores literatos, propone el programa siguiente: «Juicio crítico de don Leandro Fernandez de Moratin, como aator có-> mico, calificando su mérito, y comparándolo con el del célebre Moliere." Se hará de las memorias que se reciban juicio absoluto y relativo, se­ ñalando al que sobresalga por premio el título de Académico numerario, y la última edición de las obras del mismo Moratin, impresa en Madrid. Los que aspiren á dicho premio remitirán la memoria y su nombre bajo una cubierta cerrada, sobre la cual se escribirá el mismo epígrafe ó lema, que venga á la cabeza de la memoria. Los nombres, sin abrir la cubierta de los que no ganaren, se qnemaráa ante la Academia el dia de la adjudicación del premio. Este será el de Pascua de Reyes de 1833. Deberán estar las memorias en poder del Secretario de la Academia doil José Ramón, á quien se dirigirán,, en todo el mes de noviembre de este año de 183a. Si la misma Academia lo tuviese á bien, se imprimirá la memoria pre- miada, poniendo el nombre del antor á su frente. De todas suertes se anunciará el nombre del autor premiado en los pa­ peles públicos. Sevilla 15 de Julio de 183a. = Manuel De-Vos, Vice-Secretario. (143)

LA TROMPETA LITERARIA.

PLBLICACIOJVES RECIENTES.

.d™-íy„?JS^„; ,f¿ÍrJ^¿l^ «l-» .« h". por lafí,d.ccion , y „o » d«pn«de publicada WZ^tVl,- «irPPl" de la obra, que se devuelve iurm. /os siscriptorsdl^s cXcT^""' 'j'*"*"'"»». P"» san preferidos en el U. ba., «a„ife^ud'a::„'"e1 S^^oTln^ Si»!"" -"»'-—-

'«-^D'áWíít™,*"^ aABXAK, ;Jesus, j por ,u¿ ca-

Se vende 4 3 rLVu^Zr^fr' ""^'^'^ '^' ^'""«"' °">y» «1« '",. El autor de elte «„' . ^^ ^°'""' '^'"•" ^ >»» Gradas. v.n por ZtZ prdidtot";ab7Dio3^^^^^^^ '"""'"- ^ "-««« pero el decidir si ellas ó e lo. .^n . ''"''" "" '=""•?» ^ "''»''.• ^e. .a. ,„e .^^ t^Z^^^IZ^^ZL N'""''^*

«••«*, ni el teatro nlL", "' •'"'""'* "í"' "~'"''»- P*»-» "i '»» cri­ arán nada de U' "L °1 ^"""j ^ ""-dMas por tal entonación alcan- »« invectiva, aW Teorov K""" t «^ f"*'° ^ •'"^'="^' '='>'»iS"ieron coa d»d »e disolvía?... Ti rj.!"" "T. *' """"''' " ^^q-iciaba y la socie- " loí OÍOS CO™« .,„.•.""'' "" •'*'^ '»'»" •=' "«nto tan á lo serio: cier- «ente e„ rt^^Z, de L p''"%"° '""'"" ""'""^ "í"' ^'' y entregúese alegre.

-• WO^^IAS yré'm ' " *'' asquerosidad y miseria. ^ rígidas á don Pedro F.,r T*^^^ "^^ '''^"'^ ^ Cervantes Saaoedra; di- pc.avo.I„p"enfde?ur;o°.«orgos, "á Ar"'"'"'""'^"af r». en pasta. ^Tambié '' ^""'*-°n se vende- n '»—en cps»a de Cuesta frenle de las Covachuelas} y en la de Sancheíi calle de la Concep­ ción Gerónima. Precio cómoda y mucha corrección, como en otras ediciones de la mis­ ma imprenta, son los deles de esla publicación. Nada puede encontrarse que procure en la lectura tanto entretenimiento y recreación como las novelas de Cervantes, y si éste no se hubiese excedido á sí propio por su obra in­ mortal, sobraran aquellas composiciones ejemplares para clasificarle siem­ pre como el primero en los prosadores castellanos. En todas ella.s, por la in­ vención, por lo bien conclaido del cuadro, por el chiste y por aquel modo suave de picar la curiosidad y mover la imaginación , encuentra el inteli­ gente mil dotes que admirar, asi como el mayor despecho cuantos preten­ dan escribir por aquel tono, y pintar por aquella manera tan mágica. En todas las mngeres que Cervantes pone en escena, ¡qué hcchizero recalo en las mas, ó qué picante desenfado en las otras! Y ¡qué diferencia la de todas ellas con las heroínas escabechadas en sentimentaleria, ó con las filósofas re­ bozadas en libertinage de los novelacos dormitivos de la época!.... Quien des­ pués de haberse gozado con las novelas de Cervantes, quiere pasar á diver­ sa lectura, tiene que tomar puntos ó vacaciones para olvidar aquel sabor delicada y prepararse á otros manjares, que nunca cobran valor sino por la lejanía de los otros. Si es ó no del cuaor Alegre, la Tia fingida fuera cues- lian que mucho nos detendría, sino esperásetnos con ansia para publicarler al moiaento, cierto artículo de mano magistral en que se controvierte este punto con erudición tan varia, y con sagacidad y tino tan delicado y cer­ tero, que nada echacín de menos los aficionados que quieran ver puesta en claro esla antilogia de la literatura española. El destello de erudición que anunciamos, obra de cierto escritor clavero nato de nuestras preciosidades literarias, no tardará mucho en publicarse. IHAMUAX. COMPX.'BTO PRESERVATIVO Y CURATIVO SEI. COIiERA-MORBOi Redactado por una sociedad de médicOs, según la doc­ trina adaptada por la Academia de Medicina de París ¡ traducido al caste­ llano por el licenciado don Juan Manuel Ballesteros. Madrid, imprenta que filete Fuenlenebro, junio de i83-a. Se Vende á 7 rs. en rústica en la libre- vía de Hui'tado, calle de Carretas ; en Barcelana en la de Gaspar ; en Cádiz «n la de Hortal; ea Zaragoza en la de Jáuregui, y en Valladolid en la de Rodrignez. Al ver que el terrible azote que salió de la India para terror de la Eu­ ropa, sin cesar de extender progresivamente sus estragos, vuelve á cebarse 4on mas furor en París, Londres y Viena, que parecía haber ya perdona­ do, toman d« nuevo' mayor interés para nosotros los opúsculos médicos •que tratan de tan horrible enfermedad. El que anunciamos, redactado á los ojos de la Academia de Medicina de París, es la historia mas completa del Cólera-Morbo, el itinerario mas noticioso de los paises que ha invadido, la «stadística mas circunstanciada de devastaciones que ha causado, y la mas interesante relación comparativa de sus síntomas, y de los antídotos mas fitaiderosos que la medicina ha querido oponer á sus estragos. Aunque I3 sociedad redaclora de este Manual parece propender á que la enferioiedad reside en el canal digestivo i no por eso forma en so opinión sislema tan exclusivo qoe descebe ias observaciones y efemérides de otros profesores. Es­ te opáscuio antes que proponer un sistema qniere solo presentar los nías hechos posibles, y reunir en nn punto dado todas aquellas noticias que pvedan interesar á la humanidad y á los doctores de la ciencia. De cuan­ tos papeles volantes hemos leido sobre la materia, éste y el de la embaja­ da francesa de San Pelesburgo, son á nuestro parecer los dos que mas discretamente han dúscotído la cuestión del contagio ó no contagio del Có­ lera-Morbo , y por ello deben llamar la atención observadora de los médicos de nuestro pais qae deseen formarse sobre este punto una opinión tan mo­ tivada como independiente. Otras dos buenas prendas tiene este opúsculo facultativo. La primera es el cotejo que se hace del Cólera con las demás enfermedades sos afines, y que tiene síntomas comunes con él; y la otra es la historia de cada uno de los medicamentos que basta ahora se han su­ ministrado desde el oriente basta nuestras regiones europeas. La traducción esta bien desempeñada, y todo concorre á picar la curiosidad del público en estas circunstancias.

— ANO AFECTIVO o sean sentimientos sobre el amor de Dios ; saca­ dos del Cántico de los Cánticos, para cada dia del auo; escritos en francés por el R. P. Avrillon, religioso mínimo, y traducidos al castellano por el M. R. P. M. don José María Diaz Jiménez, ex-Consullor general de la con­ gregación de clérigos regulares ministros de los enfermos, Doctor en Sagra­ da Teología, Misionero Apostólico, Predicador de S. M., &c. &c. Madrid, imprenta que fue de Fuenlenebro, abril de i83a. Son tres tomos en i6." Esta obra se halla dedicada á S. A. la Serenísima Seiíora Dona Francisca ASÍS de Braganza, Infanta de España ; y se vende á a8. rs. en pasta en la li­ brería de Hurtado, calle de Carretas, y en las provincias adonde mismo cita el anuncio anterior. Entre cuantas obras escribió el P. Avrillon ninguna le hizo tan célebre como el Año afectivo, que en mérito puede compararse con las Vidas de los Santos del P. Croísset; no debiendo dudarse que cuantas familias vacan á los asantos domésticos con la lectora piadosa del Año Cristiano y Dominicas se harán, comprando éste, del libro mas á propósito para encender el alma en caridad cristiana después de preparado el corazón con los hechos, vida y mar­ tirio que ofrece la historia de cada santo en el dia de su dedicación. El Año afectivo se divide en cincuenta y dos semanas, cada una en siete dias, que llevan por epígrafe un versículo del Cántico de los Cánticos, coya paráfrasis componen la lectura de este diurno. El P. Avrillon, dolado de nn alma tier­ na , y de sentimientos blandos y afectuosos, sabe dar á su estilo místico el dulce poder de penetrar en el corazón, y de que se eleve á Dios con el llanto del arrepcnliraienlo ó con la dulce confianza de la fé. La traducción está des­ empeñada con mucho esmero, y quien tal ha hecho bien muestra que Cono­ ce muy bien las elocuentes plumas de los Leones y Granadas. La impresión, siendo.tan linda y el papel tan escogido, nos parece muy arreglado el precio e ao rs. en Madrid y 3o en las provincias, siendo la encuademación en pasta. (,46) ANUNCIOS TEATRALES. Mas de ana vez hemos llamado la atención sobre el ridícnlo char­ latanismo con que suelen anunciarse ciertas representaciones. No parece sino que á fuerza de palabrotas quiere arrancarse la entrada. Ta se pon­ deran el interés y las perfecciones del drama que se va á poner en es­ cena ; de suerte que, de no ser aplaudido, ó mintió el cartel, ó los es-» pectadores son unos verdaderos zoquetes. A los teatros de la capital es, i los que sobre todo se dirige esta critica; pues en los de provincia seria mucho exijir que unos pobres diablos de actores, que se alampan por na real, y que suelen representar en pajares, no tratasen de atraerse las gen­ tes i fueza de piropos de elocuencia. Ésta cada dia hace nuevos progresos en este género, y las coplas suelen ayudar, para que todo sea completo. Ríanse nuestros lectores con el fiel traslado que les presentamos de uno de esto* anuncios que, impreso en papel amarillo y lleno de zarandajas, tenemos á la vista, y nos ha sido remitida por (tn aficionado. No se crea que es anuu'^ CÍO de algún lugarejo; el sucedido es en Bilbeo; se trata de uq Beneficio,, y los interesados dicen al RESPETABLE PÚBLICO: <*EI vasto campo de luz que descubren en los teatros las brillantes y alambicadas funciones que sus actores ordenan para sus beneficios, en fuer­ za de la aplicación y estímulo del justo interés (primer móvil del corazón humano) , lisonjero elogio, y la delicadeza de un ^ '.lo culto, y por tant<^ indulgente, han dado bastantes y repetidos ratos de desvelo á los anuncia­ dos actores, para poder presentar una función á sus generosos espectadores, tan magnifica como extraña, moderna y desnuda de repeticiones de ninguna clase, que es la siguiente»..." &c. Aquí siguen los pormenores de la extraña, moderna, y desnuda fun­ ción , bien vestida y engalanada (como se ve) de pomposo, gramatical y al­ tísimo cartel. Y para que nada falte, hay sus versecitos, lindos, lindísimos, primos hermanos de la prosa que por muestrecita hemos presentado; los cuales darán término á este párrafo^ y dicen de esta «nerte, en boca de I« característica y del bolero , que son los beneficiados. ** í Qué indica esta anunciación ? Gran función. ¿Según veo es muy preciosa? Hermosa. i Por qué parados estamos ? fiamos. Pues Bilbaínos, corramos , Esta noche al coliseo. Que nos predice el áesfo^ GRAN FUNCIÓN: HERMOSA: VAMOS." Si esto no es lo que se llama ribetear con elegancia un aviso teatral ; ai esto no es prosear y versificar en toda regla , y si el anuncio externo no anuncia suficientemente lo que luego ha de verse por dentro-... venga Dios y dígalo. Los Bilbaínos debieron tener buen rato. 047) ios precios de los principales frutos en las provincias que á conti­ nuaron se expresan, desde el 8 al i6 del pasado mes de julio han sido los siguientes. FRUTOS.

H £ Ala ATC: ::::: ¡I n ?í ^ i^ es 36 s^ ,5 ge ,4 .G í 1 Burgo. .... U ll ¿ H ^° ,-, <9 18 46 3¿ 1 3 ¿ i Córdoba. 44 a» «8 a6 4» 46 a3 ¿5 6 4 » a 3 I Cuenca I? "' 'J »2 I» 76 a5 55 ,8 sj I 3 i a o ,5 t Granada. . . í, „? ,? o , 53 ^í 4* ^a 5/ i ai ¿ í /

J«n. .. . . • • " 5° '8 a4 5o 8. 36 56 lo /„ i ,, • „ ? * •f««deÍ.F^k: ^» »° " »° 45 56 a. 33 7 I4 , '^ ' '? ^ tera León. . Madrid. Mancha, Murcia.

- 1'"'=" 3b a5 i5 .^¿ fifi „ /„ 2 " r

5a >9 45 • I a 3 (i48)

Ofrecen los precios referidos los resultados siguientes (i). TÉRMINOS DE PROPORCIÓN.

FRUTOS. IflAXIMUM. MEDIO. MÍNIMUM.

< Aragón. . . f Guipúzcoa. . ) 5¿ ¿ Jerez de 1: 14o Sierra-More- ) 37 Trigo I Viicaya. . .. J * < Frontera. Í n» J í Santander. ., •> Cuenca. . . Centeno Valencia. . . SQ \ 97 < Sierra-More- S ,g ¡ Segovia. . . i. na 5 Aragón. . . j.s 1 Sierra-More- > „ Cebad». . . . Asturias. . a4 ! Burgoi. . . Maix \ Murcia. . . Viícaya. . . 3o rngon. . ( Valencia.. . {Córrdoba . ( Jereí de la J»d<»» Sevilla.. . 67 { Frontera, \ Guipúzcoa, a7 GarbaniM... Guipúícoa. ( Soria. . . 97 I Valencia. Cataluitalia.. . .. ^6 f Mancha. < Asturias. . . > ( León. . • J Murcia' • • •• >aa ( Segovia. 1 Toledo. Arroí. • • • ^ Frontera. . > V. Valencia¡a. . . . J f Aragón.. J Avila. . Sierra-More- Aceite Viícaya. ... 67 S León. . . I 3o (^ Soria. . . ]<, ¡ Vino común. Asturias. . . a5 Toledo. . Navarra,, ; Aguardiente. Asturias. . . 66 Soria. . 39 Navarra., , 4

Carnes. a 16 Giiadalajara, I ao Asturias,... ** Vaca §";',!*• • • a aS Gúadalajara, I aa Asturias ... *" Carnero. . . . Sevilla. . . C Aragón. Tocino, 3 Sevilla . Madrid. «Al 1 Sierra-More' a a8 {NKavarraa . >7 L na. -} Alav». . . Aragón . . Córdoba. . Cuenca. . JORNAL Madrid. ÍGranada. 1 Valladolid. BU. CAinro. A Mancha . , I Murcia. . I Toledo. . I Valencia. \ Vizcaya. . í

(1) Para estos resaltados se han eiclnidu los precios de las provincias que corres­ ponden i diferente semana. ECONOMÍA PÚBLICA.

^adOa*

SISTEMA RESTRICTIVO.

CARTA 11. M -l-TXi apreciable amigo: yo continuo haciendo el papel de observa­ dor, y aún no conoce don Juan R. que soy el que firme' el artículo de las Cartas Españolas, Tratados de Comercio. Prescindo de todo lo que no es esencial á la materia, que nos ocupa, y voy á los he­ chos. Don Salustiano toma la palabra. Don Salustiano. MI señor don Juan : dejémonos de palabras que no llevan consigo ninguna idea; de apólogos que no tienen aplicación al objeto; de declamaciones y vanos deseos, y de cuchiifletas que son inoportunas, cuando se trata de puntos de doctrina, que interesan á 'a prosperidad de las naciones, y á la felicidad de la especie huma­ na: simplifiquemos el raciocinio de V., y facilitaremos á los que nos escuchan, la inteligencia de la doctrina. El objeto de V. es demostrar, que por el sistema prohibitivo, se desperdicia una gran parte de la riqueza social, como los monos de Londres desperdiciaban su alimento; que este desperdicio, no sirve sino para enriquecer al guantero español, empobreciendo al cuchillero de Puerta-cerrada, al zapatero, y al consumidor, á quien se le impone el sacrificio de 3 rs. mas, por cada par de guantes. Muy desesperados, ó cansados de la vida social deberán estar los señores redactores de la Revista de Westminster, cuando por an poco motivo, desean , en algunos momentos, el rabo de los mo­ nos de Londres, y la depresión de su hueso frontal. ^ orde pronto observo alguna inexactitud en las ideas de estos señores. Los monos desperdician una parte de su alimento; y ésta á nadie enriquece; porque si cada uno de ellos pierde lo que su veci­ no le roba, también se indemnizan con lo que ellos roban á sus ve­ rnos; al paso que el sistema prohibitivo, desperdiciando la riqueza, como ellos lo quieren , enriquece al uno, á costa de los demás ; al guaniero, por ejemplo, á expensas del cuchillero, zapatero y demás (,So) productores. Esto sea dicho de paso para hacer ver á V,, que tan fácil, como es inventar un apólogo ridículo, tan difícil es sostenerlo bien, y aplicarlo á ün objeto , cuando no es la verdad, sino el inte­ rés, ó el espíritu de sistema, el que lo inventa , ó aplica. Los señores redactores no son, en esta parte , mas que unos mi­ serables copistas , como dicen ellos, que son los defensores del siste­ ma restrictivo, unos imitadores imbéciles de los monos de Londres, de quienes es exclusivamente este feliz invento: ellos copian á los monos, y vmds. á Smit, tomando de este escritor célebre lo mas malo, que se encuentra en su libro de la riqueza de las ilaciones, que es la doctrina económica de un padre de familias, y la compara­ ción de éste con la del gefe de un estado. Si asi como Smit concibió sus ideas en el retiro de su gabinete, ó en el sillón de su cátedra de Glascow, cercado de sus alumnos, las hubiera concebido, como un hombre público á quien se le hubiesen confiado las riendas del go­ bierno, ciertamente las hubiera depurado algo mas. Un padre de fa­ milia es una persona aislada: su riqueza es consumir con la mayor economía posible. No asi el gefe de un estado, que no puede pres­ cindir de un interés colectivo, aunque sea sacrificando el interés in­ dividual. El propietario territorial, que á grandes expensas, desmonta un baldío de tierra de excelente calidad, que la cerca y se procura bue­ nos graneros , buenas cuadras, un gran corral, excelentes animales de labor, y todos los aperos para ella; el fabricante que anticipa un gran capital, j aun se carga con sus intereses para comprar las me­ jores máquinas y herramientas , y pagar operarios inteligentes, nada desperdician aunque puedan gastar y gasten realmente, mucho mas que otros de su clase: su cálculo estriva en esta sola base:" la rela­ ción de sus desembolsos con sus beneficios;" y si hubiesen calculado bien, éstos deberán compensar aquellos , con usura. Este es el cálculo de un gobierno ilustrado y previsor. "Si yo abandono, podrá decirse, al interés de cada uno mis combinaciones,- la lucha será general: todos querrán privilegios, clamarán por pro­ hibiciones , alegando el fomento de la industria; mientras que el la­ brador que desea dar salida á sus productos, y el comerciante que transporta indiferentemente los de toda la tierra, pedirán, aquel la libre exportación, y éste, la demolición de las Aduanas de las costas y fronteras." Los Gobiernos DO quieren intervenir, ni conviene que interven­ gan directamente , ni en la producción, m en los diferentes modos («50 de producir, porque mas fuertemente , que las leyes, habla en esta parte el interés particular, y sus consejos no suelen ser engañosos; aunque si deba favorecer la instrucción, difundir las luces y los cono­ cimientos prácticos, por todos los medios que estuviesen á su alcance para desterrar lentamente, y sin estrépito ni violencia , la rutina y el empirismo , que en materia de industria , es tal vez el obstáculo mas funesto para su desarrollo y perfección, Pero cuando no es el interés individual, sino el interés del Es­ tado , el objeto de sus consideraciones; cuando son los intereses de los productores, y consumidores los que deben llamar á un centro común, y conciliarios , cuanto fuese posible , ya es indispensable su benéfica y poderosa acción. Si yo descubriese el medio seguro é infalible de curar, por egemplo, al enfermo de cólera-morbo, y si me diese una patente de invención, y con ella el derecho de vender exclusivamente mi específico, por espacio de diez años, y al precio que se me antojase fijarle ; ¿ quién tendria justicia para quejarse de este privilegio ? Sin este descubrimiento , podría decirle el Gobierno; ^* íu lucharías en­ tre dolores y tormentos , con las agonías de la muerte; ó perecerías víctima de ellos. La sociedad pagará una cosa que necesita por mas de lo que vale: los que la cosumieren , sufrirán un gran sacrificio; pero será un sacrificio temporal y pasagero, que asegura un bien muy precioso á las generaciones futuras ," y ya que he tomado este egemplo de la invención de un medio de salvar la especie humana de un achaque tan doloroso y mortal, como es este, y que por lo mismo debería hacérselo propio el Gobierno, aun á costa de los mas grandes sacrificios , debo advertir á V. que lo mismo hubiera podido demostrarle con el invento de aquel inglés, que por medio de un simple muelle, daba á los carruages de las personas delicadas y opulentas, un movimiento regular y uniforme, y cuyo arbitrario y excesivo precio pagaba el lujo y la sensualidad. Don Juan. Y ¿ qué deduce V. de esas distinciones, y de esos ejemplos que sea contra la doctrina de los redactores de la revista de Wesminster ? Don Saluítiano. No me interrumpa V.: siga el hilo de mis ideas, y escácheme con la paciencia, que yo le he escuchado. Nada queda­ rá sin contestación: nada tendrá V. que desear y pedir. Deduzco, que el egemplo del padre de familias, y el del gefe de un estado, son dos términos tan diferentes,que no pueden considerarse, como los de una comparación lógica. Aquel vive de lo presente: éste aanque no olvide lo presente, mira siempre al porvenir. El primero cumple con sostener su familia , economizando sus rentas, ó com­ prando barato los artículos que consume : el segundo no cumple con lo que se debe á sí mismo , ni con las obligaciones que el Estado le impone, sino explotando todos los manantiales de la riqueza pública, aunque sea sacrificando momentáneamente una parte de las ventajas qne tendrían los consumidores, y muchos de ios productores, en comprar barato, como el padre de familia, los géneros de su consumo. ¿ Es posible Sr. don Juan , que Se vitupere en esta parte la conducta de los Gobiernos, y se llame absurdo su sistema , y aun lo considere V. como una imitación ciega de la política de los monos? ¡Pues qué! ¿no es este el mismo sistema , y la misma conducta que adopta todo hombre prudente y experimentado en sus negocios pro­ pios ? Costeamos la educación de nuestros hijos: anticipamos, á veces, un capital, que no es nuestro : cercenamos nuestros medios de existencia: nos imponemos privaciones de esta especie, y jugamos ttn costoso y aventurado lote para acumular en nuestros hijos un capital de instrucción, que asegure su subsistencia y su independen­ cia en la sociedad, y los ponga fuera de la acción de los caprichos co­ munes de una inconstante fortuna. Y ¿ no podrá el gefe de un Esta­ do servirse de iguales medios para hacer prosperar la industria y el comercio, que son los que acumulan en las naciones ese capital de riqueza, de independencia, y de seguridad? Don Juan. Eso mismo es lo que dicen los editores de la revista de Westminster : libertad de comercio: libertad de industria: esa es su divisa. Combaten únicamente á los enemigos de esta libertad. Don Salustiano. Se equivoca V. mucho: ellos y V. confunden la libertad económica, con la licencia ; y si aquella es el alma de la industria, ésta es su azote. Nuestro siglo ha abjurado ya la doctrina de aquellos rentistas, que lo imponían todo , sin díscernimicnío ni cordura, y que registraban en un camino, hasta el aire que respira­ ba un pasagero. Este sistema fiscal, ó por mejor decir, estos absur­ dos de la ignorancia y del delirio, no son ya de nuestros días; pero no por eso abrazaremos el extremo opuesto. La prudencia es el justo medio entre las exageraciones: aquel sistema, ó aquella mala doctri­ na , sí es doctrina lo que no es mas que un error, mortificaba, tra­ baba , y aun paralizaba la producción, el comercio y la circulación interior, é imponía derechos y sacrificios á ciegas, y sin un objeto determinado y bien concebido de interés público; pero también esa libertad económica absoluta, ese sistema contrarío al de los monos de (i53) Londres, sino arrnína la índastria, es porqne no la deja prosperar, corlándole los vuelos desde que nace. Seamos francos, señor don Joan: raciocinemos con lógica, y no nos dejemos deslumhrar de palabras y de sofismas. Supongamos, que somos los dos fabricantes de guantes , y que V., ó porque ha tenido la suerte de escojer mejores operarios, de comprar primeras mate­ rias, á menos precio que yo; ó porque conoce métodos que yo ignoro, de hacerlos , con mas perfección ó mas economía de gastos producti­ vos , puede dar cada par á tres rs. menos de lo que yo doy los míos; ¿qué guantes podré vender? ¿quién será el bobo que me los compre á mí? Y, no pudiendo competir con V. y siéndome ruinosa mi fá­ brica, ningún otro medio me queda que abandonarla, y abandonán­ dola , arruinarme. Don Juan. Cambie V. de producción: aprenda é imíteme á mí; porque nunca será justo que el consumidor sufra la pena de su ig­ norancia. Don Salustiano. Eso esta muy bien dicho, cuando se habla de dos guanteros españoles ; pero no así, cuando yo soy el guantero francés, y V. es el español. El Gobierno entonces debe poner á cubierto los guantes de V. de los que yo fabrico, si es que quiere que prevalezca , prospere y llegue á sa perfección su industria. Y, ¿ no ha de quererlo? ¿ podrá serle indiferente.? El trabajo propio nos surte: surte al extrangero: crea 'una riqueza segura é indepen­ díente ; promueve el trabajo de otros muchos productores; sostiene ana población menesterosa y activa ; lleva un bien estar á toAas las clases, é impide las agitaciones políticas, que conmueven los estados, y que suele engendrar la miseria. Hacer lo contrario, seria pagar y fomentar la industria exlrangera , alimentándola con nuestros capi­ tales, y asalariar una población extraña, que haria perecer la nues­ tra. Las naciones á que dio la naturaleza un suelo feraz, un clima benigno y apacible, y una larga costa, son llamadas á la industria y al comercio: y seria un error imperdonable, por no decir UH'crimen, de parte de sus Gobiernos , privarlas de sus beneficios, por no des­ viarse del agradable sistema de los editores de la revista, y no seguir una política semejante á la de los monos de Londres. Don Juan. Seria preciso, pues , que V. prohibiese la introduc­ ción de casi todos los productos fabriles, porque si favorece con esta medida la del cuchillero de Puerta-cerrada; ¿ por qué no ha de ha­ cer lo mismo con la de otros muchos productores, que trabajan sobre primeras materias nuestras ? Hacer otra cosa, seria hacer tanto mas (i54) rico al cuchillero de Puerta - cerrada , cuantos mas pobres , á otros productores , que gastan ligeras , y á los consumidores de ellas que pudieran comprarlas mas baratas. Don Salustiano. Ahí esta la exageración : ese es el vicio del sis­ tema fiscal de nuestros antiguos rentistas. Yo quiero que se prohiban pocas cosas, y tengo muchas razones para quererlo asi: tal vez me pondrá V. en ocasión de exponerlas : estas cosas sean únicamente las que ya hacemos bien , y las que no necesitan para su completa per­ fección , sino defenderlas de la concurrencia extrangera , porque po­ seemos todos sus elementos, conocemos los modos de producirlas; pero quisiera, que se recargasen, no indiscretamente y con furor, todas aquellas otras que pudiéramos producir , y que no producimos, porque se nos entran por las puertas , y convidan al consumidor por su belleza, y un precio á que no pudiéramos nosotros producirlas. Guando no podemos luchar, es menester por lo menos buscar el equilibrio en esta balanza, poniendo un contrapeso en el platillo vencido: este contrapeso es el derecho de entrada, para cuya fijación, confieso á V. que debe haber mucha prudencia, un tacto muy deli­ cado , y una observación y estudio muy serio. Cuando hubiésemos establecido este nivel, el derecho será ya inútil: la prohibición in­ grata y opresiva: los productores y consumidores, cuya causa defien­ de V. con tanto calor , comprarán las tigeras de Puerta-cerrada, á menos precio que las extrangeras , y la sociedad explotará una nueva mina de riqueza, y los señores redactores de la revista no tendrán que llorar, por mas tiempo , el desperdicio del alimento de los mo­ nos economistas. Don Juan. Pero, ¿no es mas seguro, y mucho mas cómodo comprar del extrangero lo que nos puede dar mas barato? ¿no fo­ mentaríamos del mismo modo la producción interior? El raciocinio de los redactores no tiene réplica: lo que nos venden , lo hemos de pagar con productos propios, con moneda, ó con papel: si con produc­ tos , tenemos que crearlos, y aquellos nos facilitan su salida : si con moneda, ésta no se adquiere sino con productos; y si con papel, na­ die nos lo regala sino damos un valor equivalente en productos. Don Salustiano. Y. se ha olvidado, parece , que es ya muy cer­ ca de media noche , y que tendremos con cuidado á nuestras fami­ lias : conservaré la especie, que parece es el Aquiles de la doctrina de los redactores de la revista, según es la importancia que V. quiere darle , y mañana satisfaré á Y., ó procuraré satisfacerle. Yo me despido de V., amigo mió, hasta el siguiente correo. Manuel María Gutiérrez. (x55)

BELLAS ARTES.

BIOGRAFÍA DE LOS PROFESORES ESPAÑOLES,

por Z'éan Bermudet y Llaguno de Amirola.

CARTA IL

A. migo y dueño: Tanto me dice V, que le ha picado la curiosidad la especie de que el grande Herrera haya impreso una descripción artística del Escorial, que no habrá biblioteca, librería ni baratillo, que deje por escondido, ni le perdone por pobre; destelarañando trastiendas y zaquizamíes, hasta que dé con un ejem­ plar de tan curioso como desconocido libro. Tarea le mando, amigo mió, si ha de llevar Y. su empeño al cabo. De bibliotecas, puedo asegurarle, como aquel que tiene tras­ teadas tantas, que ni en la Real de Madrid, ni en la de los Reales estudios, ni auu en ¡a del Escorial se canse V. en buscar tal obra; que será tiempo perdido. Pero puedo, si en esas no, señalarle desde aquí biblioteca, donde estoy cierto de que encontrará V. vivito un ejemplar: ahí está cuatro pasos del gran rio de la ciudad la biblio­ teca del Museo Británico de Londres en la cual existe uno: yo le he visto. Otro para, y es de ver, en Madrid mismo, en la selecta bi­ blioteca del doctor Luzuriaga; como consta de su original, á que me remito: y punto concluido. Vamos ahora á los cinco que se quedaron riñendo: desdoblemos la hoja de la Pintura. En mi carta anterior prometí á V. una muestrecita de corrección ó de aumento al diccionario de ilustres artistas españoles por Zean Bcrmudez; y por una Toy á darle dos, escogiendo artículos, en que las adiciones y emiendas pue­ dan afianzarse con recados de justificación que envuelvan algo de pe­ regrino y extraordinario. Hajblaré pues, de los ilustres pintores An~ tonto Mohedano y Juan de la Cruz. (,S6) Mohedaito, sobre ilustre pintor fue tan ilustre poeta, que me­ reció el lugar que le dirS el licenciado P. de Espinosa en las Flores de poetas ilustres de España, estampadas en Yaiiadoüd el año de i6o5 : por eso dice bien Zé'an, cuando dice que ^^fuc muy ins­ truido en las letras humanas, y tuvo mucho gusto en la poesi'a;" pero hace mal en hacerle paisano de dicho liccDciado (autor del fa­ moso libro, Espejo de cristal fino y Antorcha que atwa el alma), no siéndolo sino del Guapo Francisco Eslevan. Sí, amigo; Zean , rclox de repetición del biógrafo bujalanzeño de nuestros pintores, hace á Mohedano de Antequera, y no fue sino de Lucena. Que Mohedano fuese lucenés y no antequerano se prueba con un documento singular y. auténtico, descubierto por un modo extra­ ño. El año de 1788 , al retocar la imagen de san Pedro de la igle­ sia mayor de Lucena , se halló en el hueco de ella un cajoncilo con dos testimonios solemnes; el uno del siglo XVI, y el otro mas de un siglo posterior: el mas moderno contcnia copia del antiguo, con ciertos adminículos mas, todo en la forma siguiente: ^ "Jrt Dei nomine. Amen. En la ciudad de Lucena, á 11 días del mes de mayo de 1708, estando en la iglesia mayor parroquial de señor san Mateo de esta ciudad; es á saber, los señores don Francisco Recio Chacón de Rojas, cura beneficiado de las iglesias de ella, hermano mayor de la cofradía de N. P. S. Pedro, sita en la dicha iglesia, don Pedro Martínez Rojo, y don Pedro Jacinto López, presbítero, consiliarios; don Leonardo Antonio de Castro, don Juan Antonio Romero, don Andrés de Cuenca Espejo, don Juan de Villegas Tellez y don Juan Lorenzo de Leí va , presbítero, diputados nombrados por dicha cofradía : estando juntos y congrega­ dos en forma de cabildo, como lo han de uso, estilo y loable cos­ tumbre, &c. dicho señor hermano-mayor propuso como era su vo­ luntad hacer á su costa unas andas, para que le sirviesen en su ca­ pilla y altar á dicha imagen de N. P. S. Pídro, y que para ejecu­ tarlo asi se le diese á dicho altar la mejor disposición y forma que se pudiese. Y dichos señores diputados unánimes y conformes aproba­ ron y tuvieron por bien la propuesta hecha por dicho señor herma­ no mayor. Y para que se llevase á debido efecto ofrecieron ayudar cada uno con la porción de maravedís que fuese necesaria para los gastos de adornar dichas andas, y componer otras cosas que necesi­ taba dicha imagen y su capilla, para que estuviese con la debida Teneracion. **Y yendo á dar principio á est^ V^en propósito, se pasó á reco- (i57) noter de lo que necesita1>a dicha capilla i Irnágen; y habiéndolo TÍS- to y registrado, se halló en su pecho un testimonio auténtico, que visto, leído y reconocido por dichos señores lo que en él se expresa^ dijeron que respecto de hallarse dicho testimonio muy corroído ron el transcurso del tiempo, se sacase á continuación de este cabildo nn traslado; y uno y otro so ponga en el mismo sitio y parte , donde se halló el original , para su mayor conservación, perpetuidad y buena memoria. Y asimismo se saque otro traslado, autorizado en pública forma y como haga fé; el cual se ponga en los instrumentos y pa­ peles que pertenecen á dicha cofradía. El tenor de dicho testimonio dice asi: I "/n Dei nomine. Amen. En la villa de Lucena en 8 días del mes de marzo de iSgo años, en la iglesia parroquial y mayor de dicha villa , fue fundada la cofradía del bienaventurado apóstol san Pedro, con aprobación de don Lope de Ribera , visitador general de este obispado por don Francisco Pacheco, obispo de dicho obispado de Córdoba. Y en el cabildo que para elegir hermano mayor y ofi­ ciales se hizo, fueron electos por hermano mayor el licenciado Bar­ tolomé Ruiz Guerrero, vicario de esta iglesia, y el licenciado Gon­ zalo de Ángulo Guzman , que lo presente escribe , y Juan Hurtado por consiliarios ; y el licenciado Francisco de Toro por coadjutor del hermano mayor. » Y todos los dichos presbíteros y cofrades de dicha cofradía en este año, mientras á los susodichos les duraron los oficios , de los bienes de la dicha cofradía hicieron hacer el pendón de carmesí y hacheros que la cofradía tiene para los entierros; y con mucho cui­ dado procuraron el aumento de dicha cofradía, é lucieron hacer esta imagen de san Pedro en Granada por Pablos de l\ojas escidior, y traerla á esta villa. (Añádase esta especie al artículo Rojas del dic­ cionario de Zcan). »Y acabado dicho aíío, fueron electos por oficiales de la dicha cofradía los licenciados Luis de Ángulo por hermano mayor, y Ge­ rónimo de Molina y Pedro Alonso del Valle por consiliarios, y Die­ go Cércalo de Castañeda por tesorero. En cuyo tiempo esta imagen fue dorada con las limosnas extraordinarias de los cofrades por An­ tonio Moliedano y Juan Vázquez de Vega , pintores , vecinos de An­ tequera y naturales de esta villa. (Ergo de Lucena. ASádase al dic­ cionario de Zean el artículo Juan Vázquez de Vega, el cual habien­ do pintado á una mano coa Mohedano, no seria ningún brochón). "Y en 3 de mayo de iSgi fue aprobada dicha cofradía y eons~ TOMO VL 21 (.58) tltuciones de ella por Hernando Mohedano de Saavedra, canóniga de la santa iglesia de Córdoba, y provisor general en ella y su obis-¿ pado sede vacante. »Todo lo cual asi « según aquí está dicho. ¡ Plega á Dios nnes-^ tro Señor, de llevar adelante la dicha cofradía , pues tan santos in­ tentos tiene, como consta de las constituciones de ella. Amen. El licenciado Alonso de Ángulo Guzman , notario apostólico." | El cual dicho traslado va cierto y verdadero, y concuerda con su original, seo y del Abecedario Pictórico (Palomino y Orlandi), diga el diccio­ nario de ilustres artistas , compuesto con ambas obras á la vista,' que Mohedano en sus últimos años pintó en Lucena los cuadros del retablo de ía principal iglesia de aquella ciudad: siendo asi que ese grande é incomparable retablo no consta de cuadros pintados, sino de medallones de exquisitos bajos y medios relieves. Lo pintado fue el presbiterio, obra famosa aun en los fines de Italia ; la cual pocos años ha que la atrevida mano de la ignorancia mas'crasa la borró encalándola, por estar algo deslucida del tiempo, y no conocer el mérito de lo que se perdía con tan detestable operación." Y -basta ('59) del ilustre Mohedano : pasemos á hablar del ilustre Juan de la Cruz. En el diccionario de ilustres pintores de Espaíía de Zean Ber- mndez no hallará V. puesto en lista alfabética á nuestro Cruz , pues el Cruz de quien habla Zéan , es un iluminador del tiempo de Fe­ lipe IV: el pintor es mas antiguo, y fue tan célebre en el siglo de oro de las Letras en España, y que comenzó á serlo de nuestros pin­ celes ; que se ha estampado de él para la inmortalidad un rasgo clá­ sico , digno de los siglos heroicos de las artes, el cual puede com­ petir y aun eclipsar las maravillas de la mágica del pincel de los Zéuxis y Parrasios. La anécdota es memorable. El año de i6i3 publicó el toledano Francisco Velez de Arci- niega (boticario , natural de Casa-Rubios del Monte) en Madrid, en la imprenta Real, un libro en cuarto, intitulado: Historia de los animales mas recibidos en el uso de la Medicina. Es libro donde hay de todo, como en botica; libro ya escaso, y que pocos leen , y como no le leen ignoran muchos su contenido; y en verdad que con­ tiene algunas curiosidades. Una de ellas atañe á nuestro pintor Juan de la Cruz, á propósito de las varias castas de águilas; que es la peregrina historia que hace á nuestro propósito, como en ella se contiene, y va V. á ver. "Ademas de los géneros referidos de águilas (dice, lib. III, pá­ gina a4.I) hay otro, á quien de poco tiempo á esta parte llama el vulgo lavanco—real, aunque sin fundamento ni razón : porque es el águila-barbad,-^, de quien se acordó Plinio. »Muchas veces vi yo á esta águila en esta corte en el hospital de Anton-Martin; y ciertamente que entre otras propiedades que te­ nia, era digna de consideración la gravedad que en sí mostraba, y el modo de mirar que tenia tan compuesto, con que representaba grandeza y autoridad no pequeña. Los ojos tenia redondos, y en lu­ gar de palpebras unas tuniquillas blancas sutiles y redondas, á la medida de ellos, con que de rato en rato los cubria; porque no los podia cerrar como los cierran otras aves. «Era algo menor que el cisne: fuerte y fornida, de nn color ne­ gro inclinante al rubio, con el pico fuerte y encorvado: las pierna» gruesas y fuertes: mediana en la estatura en comparación de su cor­ pulencia: tenia las uñas recias y encorvadas. «Mandóla retratar el Rey Felipe II, nuestro Señor; y el retrato tiene en su palacio su hijo, á quien Dios guarde muchos años, Y porque encarece mucho Plinio aquel famoso pintor llamado Zéuxis, y le alaba por haber pintado unas ubas con tanta propiedad, que (I 6o)

c«ale^ pe' „L """' '"'''í"^/'"*« "« '¡«"^^ con unas aves, á las pare /' "í?"^ •^"" verdaderas, amenazd el dicho Zeuxís: ^e UsZeTó TuZT "™" ^'^'-^"-''¡-tocon la capa del silencio lo I <^u (2Zt "" 'T: -Í"^ -'- '- «í— tenia, llagado 7. ^. "Didlf'//""" •^- '^^ ^'^ ^'•"^)= ""•^*° esta dicha águila.- 'orido tan propio "V-"';' f "^''^ "" *^"'^ "'"^'"^' «^'"'^ «^í - 1- Fopia á2 ;iL;T^?'' r'^J-^^-' -*""••• q- engaitada

t-on que estaba cazando milanos."

«emporáneos c/^ . '"""'''' *""*" celebridad entre sus ctín-

Conquistada,T »> \ZXxcanto JUX", en1^'"' la octav" a"^^.^ siguiente^ ^«=8: ^ «" «" ^-«afe«

"AI pie de nn lauro fre» sepulcros veo, Kn cajo bronce perdurable escucho- Apeles yace aqui, Zéuxis, Chorno, JUAN DE IA CRUZ, Cara.ajal, Carducha. Murieron ya. ¡Qué fúnebre trofeo, MNerie cruel! Mas no le alabes mucho: t,ardenas queda, y con divif.o ingenio Mora, Guzmau, Viceacio, Andr« y Eugenio." (.60 Pero ¿es posible qae un pintor tan ¡lastre como J. de la Cruz no ha de hallarse en el catálogo de los pintores ilustres de España por Zean Berm«dez ? Es sin duda que no se halla, como debia, por Juan de la Cruz; pero se halla por Juan de otras yerbas. Mas sien­ do él en su tiempo conocido y celebrado por Cruz , por Cruz debia estar reclamado en la lista alfabética según Jey de los diccionarios. En los de personas, como en los de cosas, cuando una es conocida por varios nombres , la variedad de nombres se reduce á la unidad típica de idea, haciendo remisión de todos al mas conocido y usual (no siendo nombre de remoquete ó ignoble). Pongamos ejemplo en una cosa común: la yerba que por excelencia llamamos los españoles buena, ademas del nombre general de yerba-buerui, tiene el nombre oficinal de menla, y el provincial de presta (que la dan en algunos pueblos de Extremadura); y seria una impropiedad no reclamar esta yerba por su nombre mas usual de yerla-buena y si por el de men~ ta, Síc. Así el pintor famoso que Lope y Arciniega llaman Juan de la Cruz, debia encontrarse por Juan de la Cruz en el diccionario de ilustres artistas. Como quiera, llamado asi ó asá, este ¡lastre pintor tiene su ar­ tículo en el diccionario biográfico de pintores espaííoles; y no quiero á V. designársele, para que reconozca prácticamente el inconvenien­ te de no llamar á las gentes por sus nombres. Solo quiero decirle que Zean , que sin duda no hizo alto en ese paso de la Jerusalen de Lopí!, asegura que Cruz falleció en Madrid el año de 1610, hacién­ dole gracia de algunos añíos de vida. La cuenta es clara : la Jerusa­ len se itnpriinit), dice el membrete de la edición príncipe (mihi\ en Madrid, por Juan de la Cuesta, año 1609: algún tiempo tardaria en componerse, por mas fa presto que fuese Lope; alguno tarda­ rían en censurarla, alguno en negociar la licencia, alguno sobre todo en imprimirla ; y aun cuando todo esto supongamos que se hiciese no por obra de varón , SÍHO milagrosamente , como por un fíat de divina creación , circunscribiéndonos al año de la edición , el de 1609 cuando se publicó la Jerusalen, ya Lope Hora á Cruz por muerto; y no hay dudar que ya entonces Cruz era muerto. Pero v¡- ve y v¡v¡rá su memona; que yo amante de las glorias de mi patria, nie honro en refrescar á V. aquí, y á vuelta de ella mi invariable amistad y el deseo de complacerle en cualquiera otra cosa de «u agrado. En esta confianza puede Y. mandar á su afectísimo

José Teodoro GramblaUa. (,6.)

1802 Y 1852.

jEtas partntum, pejor aois, tulít nos nequiorts, mox dataros progeniem vitiosortm. HoK. od.

E^,1 termóinelro de Reaamar sefialaba pantualmente 3o grados sobre cero, y el relox del Carmen acababa de dar las caatro de la tarde. Todo reposaba en torno de mí; dobles persianas y cristalería impedían la entrada de mi mansión al aire abrasador que destraye las fuerzas y á la acción aún mas terrible del Sol canicular; toda la casa presentaba el aspecto de una verda­ dera noche, y sus habitantes todos yacían entregados á las dulzuras del sue­ ña; ningún ruido de carruage ni de paseantes interrumpía el silencia de las calles, donde según la expresión de cierto viagero, <*súlo se encontraba á tales horas algún francés ó algún perro." Los cafées, las tiendas, los esta­ blecimientos de todas clases cerrados herméticamente; los portales llenos de mozos que dormían; todo en fin reposaba en armonía perfecta, pro­ curando recobrar en brazos de Mnrféo las fuerzas que el calor habia debi­ litado. Brava ocasión para que an eztrangero nos hiciese una bella diser­ tación pretendiendo demostrarnos los incalculables perjuicios que esta se­ gunda tioche nos proporciona; ¡con quá exactitud matemática nos ajustará la cuenta de las horas de trabajo que roba á nuestras manufacturas, ha­ ciendo subir excesivamente el precio de sus productos! Luego se empeñará en probarnos que inutilizamos la mayor parte del dia, suspendiendo todos los trabajos para comer precisamente á la hora que mas calor hay y me­ nos apetito; de aquí sacará la coíisecnencia de que sin esta costumbre la siesta no nos seria necesaria; después pasará á demostrarnos lo perjudicial que es á nuestra salud el sueño después de la comida por la acumulación del calor en la cabeza en el momento en que mas falta hace en el estóma­ go para operar la digestión ¡en seguida nos amenazará con el entorpecí-' miento de nuestros sentidos, con las plétoras, accidentes y parálisis, y en fin nos dirá tanto tanto Nosotros sin embargo, bien sea porque la ac­ ción del clima pueda mas que aquellos argumentos, bien porque una inven-- cible costumbre nos arrastre á ello, marcharemos sin responderle una pa­ labra á dormir la siesta. ¿Cómo resistir á este impulso general, ni qué ha­ cer donde todos duermen ? Dormir como todos. Mas como quiera que el señor Morféo es un sugeto á quien no se puede pedir cuentas de sus acciones, que reparte su beleño cuando le place, y so­ bre quien le place, y por lo visto se hallaba á aquella sazón á algunas le- ('63) gaas de mis sentidos, ello es lo cierto, qne yo velaba como novia en víspe­ ras, hasta qae cansado de volver y revolver sobre mi desvencijada persona, y de dar tormento á la acalorada imaginación, resolví en fin abandonar el lecho, abrir un balcón y asomarme á c!. Entonces fué cuando hice las refle- zioncitlas arriba dichas, y estando haciéndolas sentí en la cabeza un chinar- rito bajado de la vecindad alzo la vista y miro no sé si acaso se acor­ darán vmds. señores lectores, de un mi vecino don Plácido, de quien creo baberles hablado ya. Pues éste ni mas ni menos era el que en tal goisa y á tales horas interrampia mi amostazado soliloquio para contarme un desvelo como el mió y una resolución idéntica. Y como el silencio de la siesta nos convidaba á cruzarnos de razones, subí á su habitación para hacerlo cómo­ damente y medio tendidos en dos sofá.< enlabiamos nuestra sabrosa plática. Por de pronto discurrimos acerca de los sucesos del dia, pero como mi vecino es algo viejo, y á los viejos les sucede con la imaginación lo que con la vista , esto es , que ven mejor los objetos distantes que los mas cercanos, muy luego encontró medio de enderezar ingeniosamente la conservación hacia aquellos tiempos en que él brillaba en ¡Vladrid, y en que pur sus bue­ nos modales, su instrucción y sus conveniencias era tenido por el hombre á la moda. —Desengáñese V., me decia, el transcurso de 3o años y los extraordina­ rios acontecimientos qne en ellos han mediado, han sido bastantes para al­ terar nuestras costumbres en términos que á uno qne hubiera dejado nues­ tra capital en lüoa le seria imposible reconocerla en i833. Es cierto que en la época actual la hallarla mas decorada y brillante, observarla mas ac­ tividad en nuestra industria, admirarla los progresos de las artes, veria con placer los muchos establecimientos destinados á difundir los conoci­ mientos útiles, notaría los adelantos que el buen gusto ba introducido en las habitaciones, «n los trages,en los monumentos públicos, y quedarla al pronto seducido con esta erudición á la violeta, qne hace á la iuventud del dia lucir y brillar ann delante de la experiencia y la senectud. Todo esto, no hay duda, ocurriría al forastero de 3o años, y por de pronto confesarla avergonzado los progresos de la actual generación ; pero en cambio de aque­ llas ventajas ¿no hallarla muy luego la ausencia de otras mas sólidas y du­ raderas? ¿No echarla de ver muy pronto la alteración que ha experimenta­ do nuestro carácter? ¿Adonde encontraría ya aquella ingenua virtud,- aquella probidad natural que eran el distintivo de nuestros mayores? ¿Dónde el sólido saber, que aunque patrimonio de pocos ofrecía á la pos­ teridad obras clásicas c inmortales? ¿Dónde aquella franqueza sencilla que daba & los placeres ¡nocentes su verdadero colorido, y al trato general co­ municaba la alegría y confianza? ¿ Dónde en fin aquella cómoda reparti­ ción de fortunas, aquel bien estar general, que ahuyentaba las ideas n colores demasiado fuer'tes, y en cambio podría yo opooerle cuadros en que resultase, todo lo contrario de lo que V. afirma. — No hay regla me replicó el vecino, por general qne sea, que no tenga sns excepciones, y no podré negar que acaso serán numerosas las de ésta; mas sin embargo creo podeivasegurar que lo general inclina mas bien al cuadro qne llevo trazado. Acaso me pretenderá V. negar las ventajosas circunstan­ cias que yo concedo á nuestra sociedad antigua ; pero para convencerle de ello con un ejemplo, le presentaré el expectáculu de una caía á donde yo concurría diariamente-eniSoa.' El amo de ella , hombre como de'cnarenla años, franco, amable y lle­ no de conocimientos, había seguido sa carrera de empleado hasta llegar á un destino que le proporcionaba an buen sneldo y consideración en la cor­ te. Su esposa, digna de élpdr su amabilidad y juicio,.dirigía el gobierno de la casa con aquella'inteligencia é interés propias de quien reúne á una bue­ na educación, un constante deseo de hacer felices á su esfioso y á sus hijos, y los dos que tenia varón y hembra, eran el objeto continuo de sus cuidados maternales. El muchacho asistia á las escuelas, y fue puesto en un colegio á los diez años; la niña aprendía ceirca de su mamá aquellas labores y conoci­ mientos propios de una muger que algún día ha de dirigir una casa y hacer la dicha ó la desdicha de un hombre, ¡cuántas horas contemplando la ven­ tura de ambos esposos hube de convenir en la felicidad conyugal! En ellos lio había masque un pensamiento , que era eores ideas, le tiene seducido con su protección, y mientras tanto obsequia á su muger; ella tal vea ao le escucbaria; pero' el mismo marido..— ¡que Tono VI. 2 3 (i66) infamia! la obliga á contemporizar y no ponerle mala cara. Entretanto i\ se encierra en so sala de juego, aventura allí el resto de su fortuna, se aficiona á ciertos ^anejos indecentes, y aturdido con sos pérdidas y ganan­ cias y con el raido del baile que suena en el salón, no advierte que han da­ do las dos de la mañana Pues esta casa que le acabo á V. de describir es la de don Melchor d«l Yallecilloi y éste hombre el mismo don Melchor. — ¡Diosmio! exclamó mi interlocutor, ¿será posible? El hijo'de mi buen amigo, el joven criado en el seno de la virtud ¿habrá degenerado hasta este extremo? — ¡Ay don Plácido! que no es sino demasiado cierto.— ¿Lo vé V., lo vé V? no le aseguraba yo antes, que hoy dia — ¿Y qué sirvieron los buenos ejemplos, la excelente educación?—¡Qué han de servir, me contex­ to don Plácido, contra la influencia de la moda y 3o años de diferencia....? A este punto llegábamos de nuestra plática cuando los gritos de los lige­ ros valencianos que pregonaban sus refrescos y la animación de las calles, nos hizo conocer qae era pasada la hora de la siesta , y cogiéndonos afec­ tuosamente las manosy nos separamos sin hablar mas. JEl curioso parlante.

LETRILLA. Cuando Periquillo No leas los libros Andaba en la escuela. Que este oficio enseüían; So abuela le dice Mira que el que sabe Que elija carrei-a. Muere en la miseria. ¡Ta se ve! £1 muchacho Cuantos comerciante* Mació en esta tierra; En saber descuellan Por eso el comercia Al profundo arrojan La palma se lleva- Miles de talegas. Como su fortuna Oye sus palabras Le quitó á la vieja Como de sirenas, En sus mocedades Que el oro y la plata Una mala quiebra^ Odian la elocuencia. Maldita la gracia Si tú los escachas Que el nieto á la abuela Con la boca abierta. Le hiciera, eligiendo Les darás la caja, Tal móvil de penas. Libros y carpetas; (

SONETO. Esta, del corazón dura tormenta, Dos anos há para mi mal nacida. Que ha amargado la copa de mi vida Y mezclada con hiél me la presenta, Ruégote ¡Oh Diosa! que á mi voz atenta (Si es que en tu pecho la piedad se anida) Serenes, y en quietud apetecida Goze reposo el ánima contenta. Aplaca ¡Oh blanda paz! el fuego intenso Que me devora, alivia los pesares Causa fatal de mi dolor inmenso. Y yo te elevaré sacros altares, Y quemaré en tu nombre rico incienso, Y diré tn loor en mis cantare,s. H. r. (I 68)

El doBiingo 5 del presente mes, á las oiice de su maiíana, ios -discípulos del profesor de esgrima don Joaquín Orange, y varios caballeros aficiona­ dos , celebraron un asalto de florete en una de las salas principales de la fonda de Malta. El orden mas recomendable y la mas perfecta armonía rei­ naron en tal reunión, como no podía menos

La original aliundancia -del expectácalo organizado en Cádiz por la seBo- ra Concepción Rodríguez, para su beneficio, nos hace copiar el programa^ que es el siguiente. I." Sinfonía de la ópera Mazaniello del maestro Carrafa.— a.* La Sonámbula, comedía en dos actos. — 3." Boleras del Trípili. 4-"' El acto tercero de la tragedia titulada Dído. — 5.° Sinfonía de la ópera Gui- ¡leJmo Tell. 6.° Mi tio el Jorobado, ó las dos Pupilas-, comedia en un acto. — 7.° Fandango á seis. — 8.° Los actos segundo y tercero de la tra­ gedia Olelo. — 9.° Jaleo nuevo, llamado el Bejuquito. — i o.» La familia del Boticario, comedia en un acto. De suerte, que amen de dos sinfonías, de las boleras, y del fandango, hay siete actos de dramas trágicos y cómicos, que pudieron muy bien pro­ porcionar á los espectadores la ocasión de salir á las dos de la madrugada. Por fortuna que trabaja-ndo la señora Rodríguez en todas las piezas, es el momento de decir: mucliojr bueno Esta excelente actriz ha entusiasmado en Sevilla, y ahora está produciendo el mismo efecto entre los gaditanos. Vol­ verá á Madrid cargada de laureles y de pesetas: á pesar del calor, no es carga pesada. («&9) En la tarde del domingo ülllmo, en el paseo del Prado, unns cunnlos atolondrados adoptaron por ealretenimiento el perseguir con risoiatlas y rechiflas á do« señoras, cuyo trage les pareció diocante, ó cómodo para servir de pretexto i su desatención y grosería. No «s la priaiera vez qu« esto sucede ea Madrid, y ciertamente que es bien poco honroso para los que se entregan á tan reprensible conducta, qne por causa de ellos se altere el ordea de un pase», que es siu disputa por su elegante concursa y demás circunstancias que le acompañas, ano de los mas agradables y hermosos que paedea citarse en todas las capitales del mundo civilizado. ¿Porqor, qué sucede? Cuatro botarates siguea á aua muger, y otros cuatro, y coa- renta, y cuatrocientos los siguen á ellos. De esta suerte forman una masa ó pelotón movible, que paca los que ignoran «1 motivo, dá logar á equivo­ caciones, y aún á temores infundados, y ciertamente muy poco gratos; pues ¿quién sabe si aiiaello puede ser una quimera, ó un alboroto, 6 cosa seme­ jante? La mentira, que tiene un modo de abultarse prodigioso, campea en­ tonces que es una bendición de Dios, y cuando el caso, aunque reprensible, nada tiene de alarmante, no falla quien dice y hace circular por los otros parages del paseo, en donde la verdadera causa se ignora, que sucede algnn lance muy extraordinario y prodigioso. Ya son unos (se dice) que andan á sablazos: ya es una muger que está pariendo á vista de todos los paseantes; ya es, sí se quiere, que medio Prado se ka hundido. Figúrense Vmds. la que se arma, y lo dignos que son de que se les den las gracias los señoritos que cometen tales excesos, y se olvidan de e.«ta suerte del respeto que se deben á sí mismos, y del que deben también á los demás. Por otra parte, ¿puede haber uHa acción mas ípcivil, mas grotesca, mas puerca que la de aboclior- nar públicamente á un ser que pertenece al bello sexo? Parece cosa de ca­ ribes, y dá vergüenza que entre españoles aparezcan entes capaces de que­ brantar tan ignomiaiosameale todas las reglas de la críanza, del comedi­ miento público, y de la baena policía. Semejantes individaos harían mucha mejor en irse á pasear á los Tejares, ó al altillo de San Blas. ¡Quién puede par otra parte calcular las consecuencias que es fácil ten­ ga una chanza tan pesada y tan soez? No puede la muger perseguida ha­ llarse en situación deqoe el bochorno la cause un accidente? ¿Y sus padres, ó hermanos, ó maridos, sí van con ella, ó andan cerca, no pueden caer sobre los títeres que las incomodan., y promoverse ana coestion que per­ turbe á lodos los demás? ¿Y el .decoro, la urbanidad, la circunspección que deben caracterizar toda concurrencia pública , donde están entonces ? Pensamos que como nosotros pensarán también todas las gentes sensa­ tas, y nos agradecerán estas líneas. Entretanto se deben muy particulares elegios y consideración al digno magisIraJo que, en la ocurrencia referida, se apeó de su carretela, y personalmente acudió á servir de egida y defensa á las perseguidas señoras, que en aquel momento debieron mirarle como na enviado de la Providencia. Su conducta, ademas de satisfacer las altas atri­ buciones de sos funciones públicas, es noble, caballerosa, propia de un caba­ llero español. Defender al bello sexo es, en (odas ocasiones., una brillante ac­ ción; insultarle, no hay circunstancia en que no sea una cobardía y una bajeza. ('7°)

w K. Tn^vmíirtM^ ^J JMMKgpS?^ LITERARIA.

PLBIACACIOIVES RECIENTES.

ADVERTENCIA.. El juicio de las obras se bace por la fltdaccion, y no st admiten los artícutus ya formados ; solo sí el ejemplar de la obra, que se devuelve después de publicada. Tío se exige ninguna retribución j pero son preftridos en el turno tos sitscrifitores d las Cartas. Se circulan también los prospéétu^; todo según las bases manifestadas en el número 4o de este periódico.

BE8EKES Y ATRIBUCIONES de los Corregidores, Justicias y jijuntamientos de España: obra escrita por los licenciados don Manuel Orti« de Zúiiiga, del ilustre colegio de Sevilla , y don Cayetano de Herrera del de Cádizi Tomo segundo. Madrid, imprenta de don Tomas Jordán. Se. vende en la librería del inismo, ealle de la Concepción Gerónima ¡donde sigue abierta la suscripcidn^ , Por él-desempeiio que notamos eb este segundo tomo no nos arrepenti­ mos del elogio ({ue dimns^^l^plají de'& obra cuando la pirblicacion del tomo primero, y miiji! al eúittráiiio de ¿lio no nos podemos dispensar de reiterar­ lo ahora, al ver I» infatigable investigación con que los autores prosiguen su trabajo. Los abastaos, el fomento de la agricultura, los pósitos, cria de caballos , las ordena^^s mésteiías, las ferias, y los propios y arbitrios, que con otros ramo»;Vibalternos componen este segundo tomo, nada dejan que desear en.,cu»a(o, al buen celo de los autores; no dejando de llamar la atención el ver reunidas en un solo punto nociones tan diversa», á veces encontradas, y siempre difíciles de compilar; pero una voluntad enérgica, y una laboriosidad no interrumpida, todo llegan á conseguirlo. Con todo ello, el querer apurar algunos ramos oscuros y babilónicamente confusos de nuestra administración , seria querer apurar con una concha las aguas de siete Océanos; y |>or lo mismo el tomo de adiciones se hace absolulamrnle indispensable. Eii.la sección de cria caballar nada echamos de menos, sino cierta probibicion de cavalgar sobre yegua de vientre, advertencia que no (»70 seria soperflaa para los criadores que por este 6 aquel descuido caen en ma­ nos de la farándula curialesca , no mas llevadera y blanda por pertenecer á un ramo de fomento pdblico. Cansa mucbo placer el ver que en la materia de abastos caminan los seiiores Ortiz y Herrera con los principios mas se­ garos de economía pública, penetrados de que una holgada libertad en el comercio interior es la mayor fianza para la abundancia de los mercados. El Tratado sobre las Carnes qae acaba de publicarse ratifica las ideas de los dos autores en la parte correspondiente á abastos de carnicerías, y ambas son obras qne no dejaremos de recomendar á la lectura de los Corregidores, y de cuantos intervengan en la administración municipal. Los pósitos y montes es lo mas completo que hallar puede el curioso le­ gista sobre estas materias complicadas) y que por razón de hechos particu­ lares y necesidades de localidad han provocado cúmulo tan grande de dispo­ siciones. Con respecto á los pósitos se ha tocado un caso que muy pronto exigirá una determinación superior ; con esto queremos indicar aquellas circunstancias en que se encuentran los pósitos de poca cuantía de los pue-" hlos de muy corto vecindario (como por ejemplo Dagancillos) ,* cuyas cortas creces, no bastando para cubrir los gastos que previene el último reglamen­ to i exigen qne para llenar tal obligación haya que tocarse anualmente al acerbo principal, á no ser que los granos suban lo suficiente para que cual­ quier fracción vendida por su alto precio cubra todos los gastos. No sabe­ mos si por el Ministerio de Marina, ó por la dirección, ó por alguno de los departamentos (pero ella ciertamente existe) se comunicó cierta orden , por la cual se disponía sabiamente, el que en las cortas de monte se desceparan los pies y raices de los árboles, y esto para no inutilizar la tierra y dejarla mas prontamente adecuada para nuevo plantío, circunstancia que hemos visto desasada en las cortas lastimosas que hemos presenciado en los montes de Marbella, que no sabremos fijar cnanto tiempo, durarán todavía. El tí­ tulo cuarto que trata de los propios y arbitrios, y con el cual se cierra este segundo tomo, está tan bien entendido como bien desempeñado, y las plan­ tillas y fórmulas que hay en estos últimos capítuips, como en los depósitos y cria caballar servirán de mucbo alivio á los secretarios de Ayuntamien­ tos, y otros encargados de Justicia para dar á sus estados una uniformidad y claridad provechosa que aliviará mucho para su inspección en las conta­ durías y oficinas superiores. Visto ya el buen desempeño de estos dos tomos' primeros, bien se podrá asegurar los buenos dotes del tercero y demás que vayan viendo la luz pública. TR&TADO GEWERAI. BE CARMES, que comprende todo lo concerniente al conocimiente de sus clases, especies y calidades, y á su fo­ mento y uso: obra útil y necesaria para toda antoridad que ha de enten­ der en el gobierno de abastos; para tratantes ganaderos, médicos, juntas de sanidad, y finalmente para lodo consumidor; dedicada al Excmo. Ayun­ tamiento de esta M. N. M. H. Villa de Madrid. Imprenta de don Miguel de Burgos. Se vende allí mismo, y en las librerías de Sánchez y Cuesta, á 14 rs. rústica y 18 en pasta. Mientras que \o» libros que se imprimen por la mayor parte en las (172) ciencias, arles y literaturas no son mas que tradacciones esqnib«rrea^ del francés, vemos sallar de pronto ahora en el mercado literario una pro- daccíon útil, nueva, orí{;inal, bien escrita, y que sobre todo supone me- ditacio» y estudio, asi como el poseer íntiinamenle la materia que diserta al público. £1 autor ha dado á la palabra Carne cuanta discreía latitud pedia para desempeiiar su objeto lo mas cumplidamente posible; y asi, no solamente habla del ganado mayor y menor, de las aves y pescados, sino que com­ prende también en aquella acepción el alimento regalado que tantas y tan­ tas frutas proporcionan en las varias estaciones del año. Con todo ello el magisterio del escritor se dirige principalmente, como debia esperarse, á aquellas carnes que mas principal y generalmente sirven de alimento al hombre. Cuanta sea la erudición que se encuentra en esta obra, no podrá comprenderse sino por el que la recoja con sus propios ojos, bastando solo con decir que los libros raros del arle de ballestería, los autores de agricul­ tura, la antigüedad romana , los modernos memorialistas, la historia natu­ ral , la medicina , nuesti'a legislación, los tratadistas forenses, y cuanto li­ bro en fin ha podido frisarse en esta materia, todo, todo ha prestado su médula y so espíritu para completar esta obra. De esta vastísima erudición combinada con una observación y meditación profunda, resulla la utilidad que han de encontrar en el Tratado de Carnes las clases mas numerosas de la sociedad. Las autoridades civiles y económicas para regir con acierto las medidas de abasto, evitar las sisas y socaliñas y establecer con acierto los mataderos y tablajerías. El corregidor, síndico, ó fiel almotacén que trashoje este libro bien podrá burlarse del expendedor roas mañero, ó del mas astuto marchante. Los médicos si lo leen se convencerán que no puede haber verdadera higiene sin conocer muy bien la naturaleza y efectos de to­ da buena carne, y los economistas verán cod satisfacción que los principios mas seguros de la ciencia y de la verdadera teoría del comercio, han pre- cidido en las tareas del autor. L^ltimamente, como libro elemental y de tan­ ta aplicación en las necesidades de la vida doméstica uo dejará de tener mu­ cha aceptación, tanto para lodo curioso, como para lo» labradores y espe­ culadores en el comercio interior. Las cuestiones que propone y resuelve el autor, ya sobre cual seria el primitivo alimento del hombre, ya sobre el origen de la infamia en el oficial de carnicero y otras por este orden , sí no desmienten la erudición que domina en la obra, apoyan mas y mas el espíritu de investigación y sagacidad con que está escrita. En fin , no vaci­ en asegurar que este libro tendrá un mercado rápido y ventajoso. Este tratado concluye con una cartilla ó manual del carnicero, donde se explica por qué traza y manera debe disponerse la res hasta venderse al público; y si en los Ayuntamientos ha de exigirse examen para ésta, como para otras profesiones, ya tienen reglas y plantilla con que proceder con acierto, no fallando para mejor perfección una lámina que represente el es­ queleto de uii buey con la explicación anatómica mas clara y conveniente. El estilo con que está escrita la obra es suelto y castizo y se deja leer agra­ dablemente , con particularidad en aquellos trozos en qye frisáudOK la ma- (^73) teria con el arte venatorio, toma la frase el eco sonoro y significativo áe h montería y ballestería. Hemos leído con mas afición esta parte de la obra por ver si el autor encontraba un equivalente para lo que los franceses lla­ man curé en sus libros de caza; pero creemos que le ha pasado como á no­ sotros, que ni en Mateos ni en Martínez del Espinar hemos hallado mas que la palabra desollar que pueda corresponder á la voz francesa. SE&MON predicado á la Real Congregación de la Guardia y Ora­ ción al Santísimo Sacramento, en el lunes de Pascua de 2Z de abril próxi• mo pasado, por don Benito Forcclledo y Tuero , Canónigo electo de la san­ ta iglesia catedral de Málaga, Profesor de la Real Academia de Sagrada Teología de santo Tomas de Madrid, Secretario del Excmo. Sr. Comisario general de Cruzada. Madrid, imprenta de don Ensebio Aguado. Es un librilo en cuarto con una lámina fina. Se vende á 6 rs. en la li­ brería de Rodriguez. El encender mas 7 mas la fé de los católicos en los santos cultos del Santísimo Sacramento, y el combatir poderosamente las doctrinas de la im­ piedad y de los incrédulos, es el elevado objeto de esta oración, asi como el tono mas elegante, la magnificencia del estilo y el calor suave del convenci­ miento, forman los preciosos dotes que la distinguen. El exordio está escogido en la misma naturaleza del asnnto sin acudirá tópicos triviales que no pre­ paran convenientemente el ánimo del auditorio para el triunfo del orador. Sin presumir nosotros de poder dar voto en las altas y santas materias de la elocuencia sagrada nos parecen tan fuertes y tan convincentes las pruebas de este discurso y tan copiosa la erudición eclesiástica derramada en él, que no podemos menos de recomendar su lectura, sintiendo nosotros el no haber disfrutado de su predicación. Los estudios mas severos que resaltan en el orador van acompa&ados de todo el primor académico y del mayor esmero en la dicción y en el estilo. EPITOME BEX. ANTIGUO 7 MVEVO TESTAXtEirTO, para uso de la juventud: escrito originariamente en francés, y traducido libre­ mente al castellano de la sétima edición , y aumentado con algunas adicio­ nes útiles y reflexiones morales; por don Juan Manuel Grajo, presbítero capellán de las religiosas Franciscas de la Anunciación de esta Corte, Ma­ drid , imprenta que fue de Fuentenebro. Se vende en la librería de Hurta­ do, calle de Carretas; en Barcelona en la de Gaspar; en Cádiz en la de Hor- tal, y en Valladolid en la de Rodriguez. Este compendio de historia Sagrada está escrito en diálogo á modo de catesismo, pero con mucha corrección en el estilo, y no menor claridad. El tiempo anterior á la venida del Salvador se halla dividido en seis épocas, subdividiéndose cada una de éstas para mejor inteligencia de los jóvenes. Sin defraudar en un ponto el mérito conocido del Fleuri, y de la Historia de lá Religión, no se puede menos de recomendar este Epítome para el uso de la juventud.

Nota. En el cnaderno 63, pág. 119, lín. 36, donde dice,^ es, debe decir, ^ no. TOMO VI. aS (>74)

Los precios de los principales frutos en las pritvincias que d. conti­ nuación se expresan, desde el 16 ai 24 del pasad» mes de julio kan sido ios siguientes. FRUTOS.

FANEGA ARROBA LIBRA CASTELLANA. CASTELLANA. CASTELLANA.

Álava 39 16 37 39 ;8 Aragón...... 3a aa Í3 30 38 76 Asturias. 36 ao 31 33 3o 64 Avila 39 ai i3 53 5o Burgos 4o aa la 38 43 77 Cartagena 39 la a4 34 Sí CataluSa í' ^' '^ '7 4^ 4? Córdoba So ai 11 at 58 7} Caenca ii a3 i5 17 53 81 Extremadura. . . 35 18 iS aS 69 Galicia...... 45 sS 33 38 ii4 Granada 38 37 17 39 56 66 Guadalajara, ... 35 24 lo So 78 Guipúzcoa 38 31 a4 a6 Jaén...... 3a ao • i 30 4^ S^ León 3a aa la ^o $S Madrid 46 aa i3 66 80 Málaga 43 18 3a 77 Mallorca 44 17 3o Menorca 54 17 48 .5 Mancha 4a 33 1^ 49 6' Morcia 38 a5 14 38 44 6/ Navapra...... 33 >4 aS ¿a 51 P*lencJa 37 35 14 36 66 Santander 48 <6 aa 34 Segovia 38 19 11 3S 46 Sevilla 38 14 3a 67 79 Sierra - Morena. . 37 v6 n So Soria 34 19 10 3a 4^ 7 Toledo...... 46 a3 i3 63 7 Valencia 41 3o 17 39 44 77 Yalladolid 34 18 10 41 55 Viccaya ^35 19 39 a8 8a Zamora 38 «8 10

Corresponden i la primera semana del mes ^e este estado los prccio* fijados á Jaén, Mallorca y Menorca; y á la segunda del mismo los que se figuran i Gali­ cia j Málaga. (175)

Ofrecen los precios referidos los resultados siguientes (i). TÉRMINOS DE PROPORCIÓN.

FBÜTOS. MÁXIMUM. MEDIO. MÍNIMUM.

'Granada. . kOuipiízcoa. T Murcia. . I Sierra-More- Trigo Santander. , 48 kSegovia. . . .38 I 97 'Sevilla.. . 2 Cartagena.. Arroz Asturias. 36 < Srgovia. ... 7 37 Valencia.. . I ValIaJoIid .. > Í

€5 Segovia 47 5 Sierra-More.? { 3^ Aceite Vizcaya. . . Álava Avila [ a5 Santander • • r < Navarra. . Vino comnn. Asturias, . Sierra- More- J

«4 Álava 37 Navarra.. Aguardiente. Asturias. Carnes. „ "~ ( Catalnita. Valencia. • .. ''»" í Navarra.. 8 Asturias. a6 Camero. . . . Navarra. 16 Valencia. , . a6 Asturias. a6 Aragón.. . . I Avila Tocino.. . 'Cartagena, .. 4 Álava. . Sevilla.. 4 3a Cuenca. . . . ( Navarra. Murcia. . . . ::i Santander, ., Avila Cartagena. . Córdoba. .. , Cuenca. . . JORNAL Guada1a|ara. í I«on > HUÍ. CKwvo. Madrid. . . «. Murcia. . . ¿ Valladolid... S .1 •i I Santander. < Zamora. . . . > I Soria I Toledo^ . . I Valencia. . Vizcaya. . , (•) Para estos resaltados se han excluido los precios de las provincias que corres- POUdel n i diferente semana. (176)

OBSERVACIONES.

La salud pública es buena, en general, pues aunque en diferentes pro­ vincias se padecen calenturas i tercianas y viraelas, su terminación es favo­ rable: únicamente en la Huerta de Murcia es donde se aumentan las enfer­ medades con malos síntomas. La cosecha de granos es buena en lo general, y promete serlo la de las demás semillas y líquidos. El insecto langosta que ha aparecido en la provincia de León, no ha oca­ sionado daños, y habiéndole examinado resulta ser el conocido con el nom­ bre de Saltón. En Caravaca y Segura, provincia de Murcia, ocurren frecuentes nu­ bes de piedra, que han causado dafios considerables en los frutos pendientes. OBRAS DE BONANZA.

TRAISLACION A BOIVANZA DE LA ADUANA DE SEVILLA.

CARTA PRIMERA.

; agosto !,•

•xVinígo mío: he recibido la apreciable de V. de 25 de julio, por inano de su recomendado y amigo don Bernabé, á quien he ofrecido ffancainente mí casa y facultades. — Me ha parecido un excelente sageto, y he tenido ya ocasiones de conocer su educación , su buen gusto y sano juicio: entre otras fue, la que casualmente se presentó la noche del primero del presente en casa de mi amigo don Anselmo, anciano de profundos conocimientos, y de una instrucción vasta y general. — Hablábase de cuanto babia observado digno de conser­ varse en la memoria , en su reciente viage por el reino de Sevilla: fijóse en el punto de Bonanza, hasta aquí olvidado, y que clGo- bierno ha hecho célebre por las roagniTicas obras, que ha acometido y que acabarán formando una gran población , que atrayendo el co*- Riercio y la industria, viviSque aquellas comarcas, y haga prosperar aquel rico y hermoso suelo. Don Bernabé. Mientras que la maledicencia se ocupa en censu­ rar, con tanta injusticia, como acrimonia, algunos actos del Go­ bierno , cuyo objeto suele no conocer , debería transportarse á aque­ llos puntos donde mas se desplega su celo, y donde mas ostenta el paternal interc's, que le anima por la prosperidad de sus pueblos. — No hace todavía dos años, que pasé yo por Bonanza: era entonces un playazo arenoso, con una mala casa-fonda para los pasageros én el vapor, y no pude menos de decirme ¡que dolor! ¡tener asi aban­ donado un punto tan hermoso como éste, que parece haber hecho la naturaleza para un gran puerto y para una hermosa población! Desahogué mi patriotismo, expiró el deseo en mí corazón, llevjóse .mi exclamación el aire, y no volví á ocuparme mas de él: hoy lo he visto todo cambiado, y la confianza y el placer renacieron en mí. — £s admirable todo lo'que se ha hecho; y mas admirable todavía-la celie.rjdad con que se ha hecho. ¿He qué DO es capaz un Gobierno TOMO VI. a 4 (.78) • - alentado por el bien público, y auxiliado de corporaciones instruidas y celosas? — He visto trabajar á un mismo tiempo á i5oo opera­ rios; y en medio de ellos á un director, que se levantaba con la au­ rora, y se retiraba de noche, á ocuparse en trabajos mentales.—Ya sabrán Vds. cual serán las obras de que hablo, y cual su objeto. Don Anselmo. Sí señor: he visto un plano de ellas, formado por un ingeniero, cuyo nombre he olvidado, y que consistía en una casa-Aduana de un frente dé 17a varas, con un fondo de 100, 6 de una superficie de 17.300 varas, con un tercer cuerpo para vi­ viendas: sabia que. el objeto era trasladar alli la Aduana de Sevilla de importación y de exportación al extrangero; y aunque yo no tea ni ingeniero, ni arquitecto, ni tenga sobre estas materias conoci­ miento alguno especial, exclamé arrebatado de mi amor á la verdad y al bien público. ¿ELs posible que las empresas de los Gobiernos no se hayan de acomodar á la importancia de sus objetos? Todas ellas adolecen de un vicio capital, que ó las aniquila antes de llevarse á cabo, ó cuestan sumas tan grandes , que nunca pueden sus benefi- ciosj por grandes que sean, reembolsarlos. Cuando leí por la primera vez la descripción científica de las manufacturas de porcelana de Seves, de tapices de los Gobelinos, y de otros establecimientos in­ dustriales del Gobierno Francés, y de algunos otros Gobiernos , me dije á mí mismo : ¿ es posible que hasta este punto llegue la cegue­ dad? ¿quién compra estas cosas , si sus precios han de cubrir los gastos del lujo y la locura ? y sino se compran , ó sus precios no los cubren ¿para quién se haoen ? ¿Cómo se evitará la ruina de estas manufacturas opulentas ? Vi años pasados un edificio suntuoso, que parecía querer competir en hermosura con el palacio real de Ma­ drid , y en duración , con las pirámides de Egipto , y me acuerdo que pregunté admirado, '¿ qué príncipe es el que debe habitarlo? Este edificio, se me dijo, es una simple casa-Aduana: lleva consu­ midos quince millones, y no está hecha mas que la mitad de la obra: lloré esta disipación, y presagié lo que ha sucedido: la obra se suspendió; el edificio se retejó de prisa , y hoy es un almacén de sa­ les y una fábrica de tabacos. Cicerón describiéndonos la rapidez de la vida, compadece á el que, á grandes expensas, levantase un suntuoso edificio y lo alhajase con magnificencia para que le sirviese de posada una sola noche: esta noche es la vida. No compadezco yo menos al hombre imprudente, que, ó por una vana ostentación, ó por un cál* eulo lastimoso y siempre equivocado, derrocha un gran capital en cor sas inútiles para el objeto que se propone. Estas reflexiones me ocar-? (•79) rieroa, cnando un amigo me frsnqneó el modelo, 6 el plano de \ak obras de Bonanza. Por mas útiles, que yo pudiese considerarlas, no pude menos de sentir el desperdicio que iba á hacerse de un capital considerable. Don Bernabé. Yo no he visto ese plano; pero se me ha hablado de él, en el mismo sentido en que V. me habla. — Aun hubiera tenido, ademas de su inmenso C^to, otros inconvenieates muy gra­ ves: una mole inmensa , expuesta siempre al furor de ios vientos que alli dominan; un ediñcio, no menor que el Escorial, sin tra­ bazón ni enlace, hubiera costado mucho dinero: sa vida hubiera si­ do muy corta; y su construcción de seis á ocho años, cuando era tan urgentísimo su uso. — Asi es, que el Gobierno lo abandonó , adop­ tando otro mas sencillo, mas económico, y acomodado á su objeto. *'¿Qné es 16 que yo me propongo hacer? se dijo: un edificio que sirva de casa-Aduana , y adonde pueda trasladarse la de Sevilla; pues lo que necesito son oficinas, almacenes , viviendas para los em­ pleados, y un muelle y desembarcadero cómodos: la naturaleza de este establecimiento, llamará al comercio; deberá crear una pobla­ ción industriosa; yo deberé poner las primeras piedras de esta gran­ de obra: la riqueza y el interés harán luego lo demás:" asi lo pen­ só y asi lo ha hecho. Don Anselmo. ¿Cuál es ese nuevo plano? porque para quesea bueno, necesita de muchas cosas, y temo mucho que se haya olvida­ do alguna: la celeridad, la economía, el gusto, la belleza, y sobre todo, la salubridad. - . Don Bernabé. A todo se ha atendido, y nada se ha olvidado. £1 edificio trazado por el antiguo ingeniero, se ha reducido á la mitad: no tiene mas que un piso bajo, y otro alto; comprende todo cuanto exige su objeto; oficinas, almacenes, y viviendas para los gefes de la administración : las habitaciones de los empleados subalterne^ es­ tarán fuera de ella : deben construirse ocho manzanas de casas, cada una, de piso bajo, lindas y de graciosa apariencia, como las de san Fernando, Puerto Real y san Lucar, con calles anchas y tiradas á cordel, debiendo ser la del centro , la calle Real de Oriente á Occi­ dente, con una espaciosa plaza, y un templo sencilla: esta calle pa­ ralela á las'demas, podrá prolongarse, y construirse otras a^. casas, I a en cada acera. La plantación de árboles frondosos y corpulentos, contribuirá al desahogo.y recreo.de sus habitantes, á la salubridad; y-dará á esta nueva población , una. perspectiva agradable en aquella deliciosa margen del Guadalquivir. (rSo) El muelle trazado por el antiguo ingeniero deberia ser muy cos­ toso , y pudiera, tal vez, no haber correspondido á su objeto, y á los deseos del Gobierno: su utilidad para el comercio, consiste úní~. canaente en la carga y descarga simultáneas de ocho ó diez buques, y en la entrada y salida libre de tres ó cuatro, á un mismo tiempo. Una dársena hace perfectamente este servicio; y es la que se ha sus­ tituido al muelle. Arranca de la explanada de la Aduana, haciendo una excavación hasta el mayor fondo, con una entrada oblicua, á ma­ nera de canal opuesta á la corriente y avenidas, y revestida de pie­ dras y sillares hasta los extremos, con rampas, escalera y máquinas, y su costo no será mas que la mitad del que hubiera tenido el muelle.' 'Don Anselmo. Y ¿está ya puesto en ejecución ese plano? ¿ó será solamente un buen pensamiento? Don Bernabé. He sido testigo de los primeros trabajos , y los he seguido. — Admira el celo con que se acometieron , y la actividad con qué continúan: sé, que el Gobierno vela , que la Dirección de Rentas la auxilia , y la Junta de Aranceles suministra los fondos; que todos están igualmente interesados en llevar á cabo esta gran­ diosa empresa, para la cual, ni falta la inteligencia, ni pueden fal­ tar los medios. —En a 4 de febrero de este año se dio principio á la excavación de los cimientos de la casa-Aduana: ¡con que aplica­ ción é intensidad no trabajarían aquellos operarios, cuando el 5 de marzo estaban ya concluidos! En el dia 6 se comenzó la fábrica de piedra, colocándose el primer sillar á la voz de vii>a el Rey, cnar- bolando la bandera real, á presencia de un inmenso concurso invi­ tado de antemano á este solemne acto. — £n el dia i3 babia ya vara y media de cimientos debajo del agua, y una vara sobre la superficie, después de cerrado el perímetro. — En el dia 14 se em­ prendió la excavación de los cimientos interiores, y en a de abril estaban ya concluidos, teniendo éstos una vara y cuarta de espesor y [hs exteriores dos y un tercio varas, y cuatro y media de elevación. He dicho á Y. esto, señor raio, para satisfacer su prudente cu­ riosidad: la obra ha comenzado con celo y con interés, y continua con una actividad prodigiosa. Don Anselmo. V. ha definido muy bien mi curiosidad , llamán­ dola prudente: siempre he sido de opinión, que en lo que debe pen­ carse muy seria y detenidamente en esto de obras públicas y de es— ^blecimientos industriales, es si conviene acometerlas ó no; si sus be­ neficios compensan sus gastos; si las reclama ó nó el interés publico; pero una vez conocida su necesidad, ó conveniencia , trazado el plan (180 de ellas, y adoptadas las bases; la egecncíon debe ser pronta, y sin descanso ni intermisión: el tiempo es un poderoso agente; la econo­ mía de él reduce de un modo maravilloso los gastos de producción. Don Bernabé. Pues hasta aquí no ha visto Y. mas que nn plano bien concebido; un espíritu de rigurosa economía, y una actividad ex­ traordinaria y prodigiosa. Asombraría á V. la inteligencia con que se han vencido tantas y tan grandes dificultades, como debia ofrecer ana obra de esta especie. —' Se ha luchado á brazo abierto con la naturaleza, y se la ha vencido, aprovechándose hasta el tiempo que se empleaba en combatir: las inundaciones eran tan continuas é im­ petuosas, que apenas podian contenerse y desaguarse el terreno, tra­ bajando sin interrupción de dia y de noche un inmenso número de operarios; y mientras se secaban y sentaban las obras, se abrían zanjas, y echaban los cimientos de la primera y segunda manzana de casas, se abrian las de la tercera, y comenzaban las de la cuarta; de modo que en el dia lo de abril estaban ya para concluirse la del cónsul de Portugal, á quien se le había arrasado la que tenia en el sitio que. debe ocupar la Aduana. —En 29 de mayo subían ya las paredes interiores y exteriores de cuatro y media á cinco varas sobre la superficie, y se habían colorado cinco rejas de las diez que debe tener la fachada, habiéndome dicho un amigo, que no Jo estaban ya todas, por haber faltado una de las tres clases de hierro de que se componen; y en el mismo dia, la manzana primera de las dos conti­ guas á la Aduana tenía ya sobre vara y media -de elevación , conti­ nuándose los trabajos de desmonte y relleno, que son por su natura­ leza muy costosos.— En este estado dejé estas grandes obras, que han interesado mi curiosidad, y cuyo término deseo. —Yo sabré to­ do lo que se vaya haciendo de ellas, porque dejé entablada una cor­ respondencia , que sigo todos los correos con un amigo, que tiene una parte muy activa en ellas. Dan Anselmo. Puede V. ya darlas por concluidas: lo esencial esta ya hecho, y vencidas todas las dificultades; pero su costo ¿habrá debido ser inmenso? ¿ ha tenido V. noticia de ésto? Don Bernabé. Si seííor: hasta el dia primero de julio se lleva­ ban gastados i.nSz.ooo rs.: nn pasará el coste de todas ellas de tres á cuatro millones. Compare V. esta suma con un presupuesto^ de siete millones y medio para las mismas obras, por el primer pla­ no , y conocerá V. la economía. Si Ibs fondos para ellas no fuesen ingratos y ruinosos á los contribuyentes; y si los beneficios de la traslación de la Aduana de Sevilla á Bonanza , fuesen tan positivos. (i80 como algunos quieren, ciaría por muy bien gastado este capital; pero temo mucho, que aunque no sean deraiasiado ingratos los arbitrios, no sean tan positivas, como se han ponderado, las ventajas de la ' traslación. Cuando yo comparo los gastos del Gobierno en cualesqnier empresa , mi juicio se funda únicamente en el cálculo de los bene­ ficios. Veo que se erige un monumento de ostentación y de lujo para perpetuar la memoria de una victoria señalada, que tal vez se habrá comprado á costa de rios de sangre humana: mi corazón se aflige y exclama ¡que locura! desperdiciar de este modo la sustancia de los pueblos, después de haber vendido su sangre á muy poco precio; cuando un sencillo y magestuoso monumento pudiera perpetuar la gloria , ó la vanidad nacional. —Veo, por el contrario, que el Go­ bierno gasta sumas inmeúsas para favorecer una gigantesca , aventn- rada.'y ventajosísima empresa de comercio, que no pudiera acometer, ni un particular, ni una compañía; para desenterrar de antiguas bibliotecas y archivos, noticias importantes y ya olvidadas; para.es-t timular la aplicación y los talentos, y difundir los conocimientos üti^ les; para aclimatar en nuestro suelo mil productos exóticos adecua­ dos á nuestra zona; para connaturalizar ciertos ramos de industria fabril, tanto mas interesantes, cuanto que su posesión nos pudiera hacer independientes del extrangero, de quien somos hoy sus humil-i des vasallos. —Mi alma, entonces, se eleva, y se anega mi corazón en placer. -7-Imita el Gobierno á la próvida naturaleza, que paga con usura, los afanes del hombre; es el labrador prudente, que aventura una riqueza para recibidla decuplada. Todo desembolso me parece pequeño, cuando se hace con este juicio y previsión: el ma­ yor sacrificio es ligero, porque se hace con gusto, llevando en sí la esperanza. Don Anselmo. Asi piensa todo hombre de razón : yo demostraré á V. , porque en esta parte tengo algunos conocimientos , que los arbitrios para las obras de Bonanza , están muy bien meditados , y que apenas son sensibles; que la traslación de la aduana de Sevilla, estaba fuertemente indicada, y que no es menos ventajosa á la Real Hacienda, que al comercio, sin omitir ni debilitar las razones en que se han fundado ó pueden fundarse, los que no tienen otra opinión^ que la que les sugiere, ó su propio interés, ó un espíritu provincial; pero es ya tarde, y la materia es vasta : sera objeto de otra con— •ersacion que tengamos : no «era^ perdido el tiempo. Yo continuaré , dando á V. parte de cuanto ocurra, repitiéndart me , entretanto, su afectísmo amigo. Manuel María Gutierrei. (i83)

UNA VISITA EN LA INDIA.

Esplendor de la Corte del Runjeet-Singh.

Se lee en los periódicos de Ta India que habiendo nna embajada inglesa visitadp la corte de Runjeet-Singh y otras, fué recibida con una pompa y magnificencia que parecen realizar las brillantes ficciones de los cuentos árabes. Desde el momento que se supo sa aproximación á la ciudad de Kapathalah, salió el Príncipe con una numerosa comitiva montada sobre elefantes. Al avistarse con el em­ bajador, se formaron 25o hombres de la guardia de Fulty-Singh en dos líneas para dejarle pasar, acompañíándole hasta la habitación que le estaba señíalada. Aquella misma tarde pasó Futty-Singh á hacerle una visita que duró muchas horas. £1 principal personage encargado de esta recepción , fue Sirdar Sewalla Singh, comandante de la caballería. Llevaba un turbante blanco de forma cónica guar­ necido de una cadena de piedras preciosas, dé la que colgaba una esmeralda de un tamañío extraordinario: estaba ademas adornado el turbante con plumas de garza-real, sujetas por an broche de oro. Traia al cuello un hilo doble de perlas finas, separadas de trecho en trecho por nna esmeralda de media pulgada de grueso: otro collar doble, colgaba sobre el primero y le cubria el pecho: en cada brazo tenia un magnífico brazalete formado de tres esmeraldas de una pul­ gada en cuadro, rodeadas de perlas, rubíes y brillantes: lodo sil trage estaba bordado y salpicado con una profusión de diamantes. El punió de su espada era de oro y piedras, preciosas; en fin, estabaf cubierto de riquezas, y en su ropage entrañan como unas cincuenta varas de tela : pero si la pesada magnificencia de su v'esliment^ no perntitia á Sirdan Sewalla mostrar la ligereza de petit maitre, por lo meaos íe notaba toda la grave magestad de un asiático fiero y volpptuoso, - Hay nna época del aña en que las lluvias son tan abundantes tri •a India, que todo el pais hasta el Hisphasis no forma sino un char­ co inmenso de agua, en donde se comunica por medio de barcos.- Teniendo los enviados británicos á sa disposición los mejores barcos, se embarcaron acompañados de un cuerpo de caballería que los es­ coltó en sus excursiones. En Armister, que fue la última, fueron re­ cibidos al romper la aurora por una diputación enviada por la corle, á cuya cabeza venia Shere Singh, hijo segundo de Runjcet; joven y hermoso de diez y siete años : tanto él, como su comitiva venían montados sobre elefantes: los caballos venian conducidos del diestro por esclavos: aquellos estaban ricamente enjaezados: las demás per­ sonas de la comitiva estaban ataviadas con el mayor lujo y adornos de ámbar. £1 Príncipe y sus cortesanos traian plumas doradas en sus tur­ bantes, las cuales á corta distancia, bacian un efecto maravilloso. £1 elefante que conduela á Shere, no era el objeto menos curioso de esta marcha. Su collar estaba hecho de argollas de oro entrelazadas de diez y ocho pulgadas de circunferencia cada una: de sus orejas colgaban largas trenzas de oro, y la manta con que iba casi cubierto era de terciopelo carmesí y bordado de oro. El día del recibimiento de los enviados, llovió extraordinaria­ mente: los astrólogos miraban esto como un feliz agüero que anun­ ciaba una larga duración de relaciones amistosas entre los dos go­ biernos. Una habitación, propia de la dignidad de la embajada, ha­ bla sido preparada por orden del Soberano de Punjaub: como igualr- mente cuanto pudiese necesitar. Como los enviados eran tres se cons­ truyeron tres pabellones expresamente para la ocasión ; y entre las infinitas cosas que habían creido mas propias para halagar el gusto de los tres embajadores, se notaba una enorme cantidad de dulces y pastas, que según el redactor ingles fueron reusadas con la mayor delicadeza. El dia siguiente montaron los embajadores sobre elefantes y se dirigieron en procesión al palacio del Malsarajah. En el tránsito desde Armister hasta el palacio, encontraron al Rajah Dhan, cuíía- do de Runjeet, que se adelantaba acompañado de una numerosa co­ mitiva y de un cuerpo de lanceros que se formaron en dos líneas cuando llegaron los embajadores y los condujeron hasta las puertas de palacio. Allí habla un batallón de infantería y un regimiento de caballería , como igualmente algunas piezas de artillería que hicie­ ron saludo. Después de haber pasado infinitas puertas, puentes, pa­ tios , &c. entraron en un delicioso jardin, en cuyo centro se elevaba una especie de palacio encantado. El tramo basta dicho palacio esta­ ba cubierta de las mas exquisitas alfombras, y las paredes de colga- (i85) duras de trrcíopélo color de escarlata. A cierta distancia se apearon los embajadores y siguieron á pie hasta el lugar donde los esperaba Maharajah , sentado, ó mas bien tendido bajo un suntuoso dosel, y rodeado de todo el esplendor de la magestad y de toda la pompa de su corte. A vista de los caballeros, se levantó, y dirigiéndose al capitán Wade, le abrazó afectuosamente. Concluida esta ceremonia preli­ minar, fueron admitidos los enviados por turno y descubiertos,'á cumplimentar al Runjeet. Fueron después convidados á sentarse en sillones de plata con cojines de terciopelo amarillo y carmesí. El si-*. Uon del Runjeet, diferente de los demás por la elegancia de su for­ ma , y la perfección de su trabajo, era de oro. Después de haber guardado un silencio respetuoso durante algunos minutos, conforme á la alta importancia de un ceremonial de corte, fueron admitidos lOs enviados uno después de otro á Maharajah. Se leyó en corte plena una carta del gobernador, que pareció causar la satisfacción mas viva á todos los presentes, principalmente al Runjeet-Shere, que no cesó de mover los labios durante la lectura. "Concluido este acto, se ofrecieron los regalos prometidos por el Lord Amherst: todos admiraban su magnificencia menos Shcre-Singh. Entre otras cosas raras habia dos caballos ingleses, un fusil de cua­ tro tiros, una caja de música y muchos chales, de los que hizo muy poco caso el Soberano de Cashmire. A la derecha de Maha-Rajad, estaba sentado el hijo de Dhan- Singh, hermoso muchacho de cinco años, que parecia agoviado con el peso de su vestimenta: los diamantes, las perlas y las esmeraldas eran tan numerosas que parecia el mancebillo un montón de piedras preciosas. A la izquierda del Rajah estaba el hijo de Futty-Singh, arrogante mozo de 15 años : no tenia menos adornos que el otro; pero se habia observado mas gusto en su composición, y se notaba una especie de elegancia que hacia mas graciosa la nobleza de su talla y de su porte. En segundo lugar á la derecha estaba el herma­ no del príncipe Doodh-Singh; el héroe de Altock: á la izquierda el fiero Shere-Singh. Un lujo verdaderamente asiático se habia desple­ gado como á porfía, por todos los príncipes y gcfes. El turbante del Runjeet estaba adornado de un conjunto de piedras preciosas colocadas simétricamente que realzaban su hermo­ sura: á todo esto estaba suspendido por una cadena de oro un dia­ mante del tamaño de un huevo de paloma. Tenia el pecho cubierto TOMO VI. a 5 (,86) con infinidad de hilos de perlas de gran tamaño: tres hilos de bri­ llantes formaban el tahalí: y en su cinturon formado de rubíes, per­ las y esmeraldas, se veia un puñal cuya magnificencia estaba en con­ sonancia con el resto de su vestimenta. £1 color amarillo parecía ser el predilecto. Según la costumbre de esta corte Rajah-Dhan, primer favorito del Runjeet, estaba sentado en el suelo, y su hijo ocupaba un sillón en muestra del mayor aprecio. Esta misma distinción se hacia al hermano de Doodh-Singh, mientras que el héroe de Altoch se sen­ taba sobre la alfombra. Los orientales saludan con la mano izquier­ da. Ninguno de los oficiales europeos al servicio del Runjeet se ha­ llaban presentes en esta audiencia, y preguntado el motivo, contes­ taron, que él Runjeet lo había asi dispuesto por consideración de generosidad y delicadeza. Habiéndose despedido los enviados de los príncipes indianos, pasaron á ver los caballos del Runjeet. Kahar, el caballo favorito, estaba tan ricamente enjaezado, que pudiera haberse equivocado con aquellos corceles de la fábula que los genios envían algunas veces á sus protegidos. La silla de este noble animal estaba bordada de oro y piedras preciosas. La flor de girasol aparecía bordada en la manta: las hojas eran de oro y los granos que figuraban racimos de ubas eran diamantes; el pretal lo formaban tres cadenas de piedras corta­ das en figuras romboides. La ciudad de Amister tiene como cuatro millas de circunferen­ cia: está dividida por un canal que no tiene mas que cuatro píes de profundidad. £s muy poblada, y se podría hacer inexpugna­ ble. Las casas son muy cómodas; pero las calles muy estrechas y sucias. El templo mas famoso de los Sikhs es el de Hunnundad. El clero es una especie de cuerpo militar, cuyos ritos se componen de un conjunto raro de absurdos. Estos sacerdotes ascenderán á i5oo. Los templos de los Síkhs no tienen ídolos: el de Hunnundah es de ana magnificencia extraordinaria. (.87)

•Qapo**

TOMAR AIRES EN UN LUGAR.

'*/Q/if horror! d Madrid me vuelvo que íilti hay mas comodidades ti los vicios no son menos." BUBTON.

«Nloo bay remedio, amigo don Tal: V. está malo, y es preciso dcstirrar ciertos humores, qoe nosotros los físicos llamamos humores acres proclives, espontáneos y corrumpentes,, y para ello nada encuenlro tan acertado como el que vaya V. á tomar aires fiiera de Madrid. Si V. me lo ordena.... Sí amigo, y con toda la autoridad de la ciencia ; su imaginación de V. de­ masiado ocupada de trabajos mentales, necesita distracción y desahogo; al mismo tiempo le es á V. conveniente el respirar un aire libre y puro, no como este mefítico que nos rodea en la capital; en fin, la vida del campo volverá á V. sns fuerzas, y ensanchará su [>echo, ofreciéndole placeres sen­ cillos é inocentes que no ha experimentado aún. — ¿Y hacia donde parece á V. dirija el rumbo? A donde V. quiera, con tal que sea á un pueblo sano, y á J)astante distancia de Madrid. No entiendo esa última circuns­ tancia. — Pues créame V. y sígala aunqne sea sin entenderla." Mi doctor (que es algo brusco de modales) tomó k eslc punto sn som­ brero y me dejó sin mas preámbulos, cavilando sobre el nuevo proyecto que me indicaba. Inmediatamente corrí á rodearme de los ciento y tantos cuadernos que van publicados del Diccionario Geográfico Universal ; Ítem, del Atlas que le acoropaiía, con el objeto de escojer sitio á donde dirigir­ me en busca de la salud y de los placeres puros é inocentes. Todo se me volvía tomar y dejar mamotretos, consultar viages pintorescos, contemplar estampas de paisages y marinas, recitar églogas pastoriles, y reunir en fin nn copioso número de materiales para el nuevo género de vida que iba á seguir durante algún tiempo. Pero por mas que cavilaba, nada dccidia, hasta que resolví salir á la calle á consultarlo con el primero que la suerte me deparase. La casualidad á veces sabe mas que un libro, y ella y mi buena suer­ te hizo que me dirigiese á casa de don Melquíades Revesino, cuya fami­ lia es para mí de la mayor franqueza. Por qué lanío la hallé cuidadosa­ mente ocupada en discutir un proyecto semejante al que á mi me desvela­ ba ; quiero decir, en salir á tomar aires á un logar. Motivaba esta impro­ visada determinaciou (á lo que supe después) cierto amorío de la niña de ('88) la casa con el joven don IAÜSÜO del Peral, mozo brillante, no por so ele­ vada cuna, no por la superioridad de sus talentos, no por la abundancia de sus riquezas, no en fin por su perfecta persona, sino por un cierto aire de exirangerismo aprendido en un viage que hizo á Bayona, por un tono decisivo y abierto, hijo natural de la calle de la Montera, y por cierta ele­ gancia en el vestir debida á la sabia tijera de Ulrilla ; mozo en fin á la moda, muy versado en la chismografía corriente, y tan poco conocedor de lo* sucesos pasados como nada cuidadoso de los futuros. Pues este tal era el que inflamando el corazón de Jaci/tta (<\ae tal era el nombre de mi heroína) alteraba la paz de aquella casa, y destruía la salud de la niila, coya palidez y tristeza se aamentaban desde el dia en que al celoso don Melquía­ des se le ocurrió privar á aquel la entrada en su casa. Desde tal momento la niña era el objeto de los mas solícitos cuidados; se la mimaba cuidado­ samente , ya ofreciéndola manjares delicados, ya tomándola maestros de canto y de dibujo, ya llevándola del Pradoá la ópera, y de ésta al baile; pero nada era suficiente á borrar la impresión que el mancebo babia hecho en su alma, y toda la facultad matritense, convocada al efecto, habia declarado solemnemente que la chica adolecía de una pasión de ánimo, que acabarla con ella, si por el pronto no se tomaba la determinación de sacarla de Ma­ drid. Tal era el apuro de esta familia, que no titubeó un momento en lle­ var á efecto tan sabia determinación, y he aquí que yo llegué cuando esta­ ban discutiendo el ponto de dirección. Nada les podia servir mejor que mi llegada, pnes viniendo, como ve­ nia , lleno de la misma idea, y cargado de erudición geográfica , estaba en el caso de contribuir grandemente á fijar la cuestión. Seducido con la idea que me propusieron de acompañarles en la partida, hablé larga y asombrosamente sobre los diferentes países conocidos; cité logares céle­ bres, atravesé montañas, salté rios, y dejé á todos pasmados con lo mis­ mo que acababa de leer (costumbre harto frecuente en ciertos sabios del dia); pero á todo se me contestaba con esta pregunta, **¿y cuántas le­ guas está eso de Madrid ?'' y en pasando del espacio qoe ellos determina­ ban ya no habia forma de reducirles. Por fin, después de largos y acalo­ rados debates y comparaciones topográficas, históricas, y críticas, determi­ namos de común acuerdo que el viage seria á Carabanthel, célebre lugar situado donde acaso mas de un geógrafo ignora, y en cuyas ventajosas cir­ cunstancias convino toda la sociedad. Una sonrisa de Jacinta fue la señal de la aprobación general, y desde aquel momento ya no se pensó mas que en los preparativos del viaje, que se fijó para de allí á ocho dias. Don Mel­ quíades salió á contratar el carrnagc , la mamá y la niña al alm.iccn de Carrillo á comprar trages y adornos de camino, á consultar de paso con madama Adela la forma de los sombreros, y á despedirse de todos sus co­ nocidos; otro se ofreció á sacar el pasaporte, aunque luego nos ocurrió que basta pasadas seis Irguas de Madrid no teníamos necesidad de él; otro se en­ cargó de preparar casa ; un poeta de surtido que frecuentaba la tertulia corrió á componer una despedida canlabile, y yo me volví á empaquetar ^mij efectos^ mi biblioltca de campo, mis mapasf mis anteojos y catalejos,^y ^ comprar vn libro en blanco para escribir las observaciones hislórico-cri- ticas del vÍ3j;e. En (an complicadas operaciones, llenos áe las ideas y proyectos mas li­ sonjeros, y saboreando de antemano los placeres que Íbamos á diífi ular, pa­ saron aquellos ocho dias ha$la que lució la suspirada aurora , y antes que el sol iluminase el horizonte ya nos hallábamos reunidos en casa de don Mel­ quíades con todo el tren y aparato de marcha. Los abrazos , las lágrimas, los suspiros se prolongaron largo rato ; los respectivos utensilios, cofres, maletas, sacos de noche, colchones y demás, fueron colocados en el coche, y subiendo en él el papá, la mamá, la niña y yo con dos criadas, empeza­ mos nuestro camino, escollados de algunos buenos amigos de la casa, i quienes íbamos dejando ya en la puerta, ya en el puente de Toledo, ya en la antigua herroila de san Dámaso, ya en fin á la vista de Carabanchel de abajo. Entretanto nosotros gozábamos del aspecto de la campiña, marchando entre dos filas de futuros árboles recien plantados, y animando á Jacinta fque nunca había pasado del canal) á regocijarse con la vista de aquella* tierras de pan llevar, ó de tal cual colina de arena que interrumpía la uni­ formidad del paisage. Por fin, después de varias preguntas de cuántas le­ guas habríamos andado ya , después de informarnos de los nombres de los lugares cayos campanarios alcanzábamos á ver á lo lejos, y después de di­ sertar largamente sobre las incomodidades de los viages, llegamos sin ocur­ rencia notable á Carabanchel, sin necesidad de hacer noche en el camino, gracias á la agilidad de nuestras muías. Echamos pie á tierra en una calle de cuyo nombre no quiero acordarme, y ocupamos la casa que se nos tenia preparada; componíase de una salita baja con ilos rejas á la calle, una alcoba , y varias piezas y dormitorios in­ teriores que daban á las eras; y sí bien el adorno, compuesto de una mesa de pino, ocho sillas de Vitoria, dos cornucopias y cuatro estampas de la prisión del Maragato, no correspondían en nada al precio que se nos había exigido, ni á la elegancia y porte de nuestras damas, al menos le encontra­ mos muy en armonía con los modales y disposición de los amos de la casa; de suerte que no tuvimos que quejarnos en este punto de la menor discor­ dancia. Por de pronto nos examinaron bien , rieron de nuestros sombreros y bonetes; franquearon su puerta á una caterva de muchachos en que nos perseguían con el epíteto de lechuguinos de Madrid, y permanecie­ ron sentados, tranquilos espectadores del descargo de nuestros electos, sin aproximarse á ayudarnos en nada. Pedimos agua para lavarnos, nos traje­ ron una aljofaina sucia y ordinaria que pusieron sobre una silla , y para líacer que mudaran el agua á cada uno, tuvimos que sostener tantas cues­ tiones como individuos éramos; pedimos pan, no lo había hasta de allí á una hora; quisimos vino, nos lo trajeron bastante malo; por último, tuvimos necesidad de descansar, y los colchones no nos lo permitieron ; hubo pues qu« repartir económicamente los que traíamos, y aun asi no fue posible dormir, porque una plaga de moscas, moscones y mosquitos formaban á. nuestros oí­ dos un alegre terceto, interpolado de sendas embestidas sobre nuestros rostros: <ílo «nido i la algarabía que traían las gallinas en el corral, y al calor y la («9°) luz qae entraban por las puertas y ventanas qne no cerraban bien, nos hizo pasar un ratito agradable, parecido á los varios que después tuvimos ocasión' de disfrutar. ¿Pero ]iara qué me canso en ir siguiendo melódicamente el órdeu de los acontecimientos? Basta indicar con rapidez el método de vida á que por necesidad tuvimos que acomodarnos, y baciendo la pintura de un día, puede servir de molde para los demás. Nos levantábamos tarde, porque no nos acostábamos temprano, porque ningún objeto nos excitaba á madrugar, porque el dia se nos hacia mas largo é insoportable, porque los vicbos voladores nos disputaban el sueño durante la noche; por otras mil y una razones que seria prolija explicar. Durante el fementido almuerzo mal condimentado y peor'servido, escuchá­ bamos las novedades del pueblo de boca del sobrino del patrón, Ferminillo, mozo travieso y decidor; cuyas novedades se redurian á saber tal cual fami­ lia que babia llegado de Madrid, con todos los ribetes y circunstancias de lo que traian, lo que gaslabnn, lo que cumian, &c.; luego solia amenizar la relación cou alguna que otra paliza dada durante la noche, tal ó cual mul­ ta ó encarcelamiento, y acostumbraba concluir con acompañarse á la gui­ tarra unas infames seguidillas de malignos conceptos , y alusiones harto claras. Cansados de Ferminillo, nos dirigíamos á alguno de los jardines y huertas particulares, donde previa uiia esquela del dueño, un permiso del mayordomo, un empeño del portero, ó una recomendación del eslercola- dor, podiamos pasearnos en dos fanegas de sembradura debajo de un em­ parrado, hasta que solia venir el conde ó el marqués propietario, y ó tenía­ mos que abandonar el campo, ó que deshacernos á cumplidos y cortesías. Saliamos de alli cuando el Dios de los tabardillos ejercía ya su poderosa in­ fluencia , y por las amenas calles de aquella brillante población, (interrum­ pidas por algunos grupos de muchachos que reian de buena fé al mirar el sombrero de Jacinta, ó al verme á mí llevando su sombrilla) nos dirigía­ mos á visitar á algunas de las familias compatricias, á las cuales encontrá­ bamos ó bien entregadas á un profundo sueño, ó bien ocupadas en echar de comer á las gallinas; ya jugando al asalto, ya leyendo la Gaceta de Ma­ drid; y todos en general quejándose de que el día eu Carabanchel tenia ^H horas. En fin, después de proyectar algún paseo para la tanle nos retirába­ mos á nuestra casa á despachar la parca comida, siempre compuesta de los mismos artículos, á menos que algún propio enviado á Madrid no nos trajese algo nuevo: dormíamos luego cuatro horas de siesta, y saliamos al paseo de las eras, ó bien al otro Carabanchel, en unión de alguna otra familia for­ mando luego en cualquiera casa nuestra tertulia de tresillo hasta las once ó las doce. Tal era la vida campestre que llevábamos, y no hay que decir que cada dia nos parecía mas necia ; la salud de Jacinta empeoraba, la mía no ga­ naba nada, y ni médicos ni botica nos inspiraban confianza para consultar­ los; el ejercicio que hacíamos en un pais árido é ingrato nos cansaba el cuerpo y nos entristecia el alma; todos los objetos que nos rodeaban inspi­ raban tedio y desazón ¡ la mezquiudez de la habitación y sus muebles, la grosería de sus dueños, las chanzas pesadas de Ferminillo, la etiqueta de ('90 la« grntes que llegaban de Madrid, la monotonía de nuestras acciones, el aspecto mísero del lugar, la privación de toda' clase de conveniencias, las intrigas y enemistades ridiculas que Fermín nos contaba, lodo era muy i propósito para acabarnos de fastidiar, y al cabo de quince dias (de los cuales según mi cuenta pasamos durmiendo los diez y medio) se empezó á tratar de volver á Madrid. Un incidente imprevisto vino á precipitarlo. Hacia dos ó tres noches que yo habia visto por las ventanas que daban á las eras, pasar un hombre á caballo con aspecto misterioso, y haciendo salir á Feroiin á reconocerle, vi que se hablaban y que se despidió el caba­ llero , con lo cual y con decirme Fermin que era uno de Madrid á quien ¿1 conocía y que estaba en el pueblo, cesaron mis sospechas, á pesar de que otras noches á la misma hora solia verle pasar. Ya nuestra partida estaba señalada para de alli á dos dias, cuando reu- niéndonos una mañana al desayuno, notamos que Jacinta no venia ; llama­ mos i su criada, no respondió; pasamos á su cuarto, y vimos que hablan desaparecido una y otra, Ítem mas el Ferminillo, director de toda la in­ triga, y sobre la mesa encontramos nn billete, concebido en estos términos. **Amados papá y mamá: el estado infeliz á que me ha reducido una pasión >• violenta, y el convencimiento que tengo de mi pronta muerte si rae empe- » ño en resistirla , me han obligado á dar |un paso atrevido y ageno de mis "ideas; pero creo que el amor que Vmds. me tienen les inclinará á perdo- uñármelo. Yo buyo de la casa paterna ; pero huyo bajo la protección de las "leyes, y huyo con el esposo que mi suerte me ha destinado. Voy con Fer- »min y Manuela, y quedo depositada en Madrid en casa de D.... su amigo »de Vmds. mientras espero alli la [aprobación paternal. Perdón papá y ma- »má; no me aborrezcan Vmds. y compadézcanme por haberme visto preci- » sada á este extremo. = Jacinta.'' No hay que decir el pasmo, que en ambos consortes se manifestó con esta ocurrencia; sin embargo en la mamá noté mas serenidad como si hu­ biese tenido algiin antecedente. Yo me encargué de convencer al padre, y llegado que hubimos á Madrid, viéndose invitado por la autoridad á prestar su aprobación, y fuertemente instado por todos sus amigos, cedió por fin á nuestras súplicas y el matrimonio se celebró ayer con alegría y satisfacción sin mas nubes ni contratiempos. niña Jacinta parece satisfecha de haber salido d lomar aires, y no dudo que curará de sos males; en cuanto á mí, si no bastasen los que tomé en Carabanrhel, continuaré tomándolos en el Retiro, ó me alejaré sesenta leguas de Madrid adonde la sencilla ignorancia de la aldea no se baile mez­ clada con la malicia del pueblo bajo de la corte; y donde la campiña mas varia ofrezca mayor novedad y desabogo. Esto fue sin duda lo que me quiso decir mi médico.

El curioso parlante. (»92)

EL HURTO DE CUPIDO. ANACBEOKTICA.

Allá en la media nochri Luciendo entre corales Cuando la luna lieue En dos lindas andenes. El mando de las sombras Mas lo que colma el gusto Que al universo envaelven) De su afición demente, Bajaba por los aires Es ver la flor que busca El hijo de Citéres, Y que á robarla viene. De aroma y ambrosía Era la blanca rosa Perfumando el ambiente) Gloria de los vergeles. Bajaba de los cielos, Prendida con la banda Con el intento aleve Contra el seno turgente. De hacer en dolo, un harto Loco juega en el cáliz A Dafnis inocente. ¥ en placer se embebece, Ella incauta dormia Pero et listón rompiendo ' Bajo azules doseles, Al fin la hurtó inclemente. Sobre la blanda ploma De su sueño la hermosa Que en Asia el indio teje. Despavorida vuelve. Por templar los ardores Contempla su derrota De los estivos meses, Y en llanto se conduele. Abrió las puertas de oro Piedad demanda al niño De so oculto retrete; Con los mas tiernos preces, Y á regalar sn sueño Reclamando sn rosa Los nardos y cláveles, Del modo mas solemne. Desde el jardin subian Cupido ya volaba, Balsámicos pebetes. ¥ ella en ruego ferviente. Sn angélica belleza. "Traidor, traidor, le dice Las holandas roas leve* »Mi flor, mi flor devuelve; Descuidadas cubrían •O al menos (aqui hablaba Con delicados pliegues. «Mas blanda y obediente) En derredor Cupido »No te ausentes ingrato Giraba suavemente. »Y en llanto no me dejes.'* Por ver entre sus manos Mas el rapaz maligno, A su victima, alegre. Burlándose cual suele. Ora suspenso admira Mostrándole la rosa Las delicadas sienes, La respondió impaciente: Dó juegan blondos rizos ^'Perdona mis ofensas, Que el céfiro extremece. » Adiós queda por siempre, Ora contempla absorto »Que otro amor vendrá presto Los pequeilaelos diealet »Que tu dolor consuele." El Solitario, ('93)

LA TROM'?ETA LITERARIA.

PUBLICACIONES RECIENTES.

ADVERTENCIA. El juicio de las obras se hace por la Bedaccion, y no se admiten los artículos ya formados; solo si el ejemplar de la obra, que se devuelve después de publicada. No se esige ninguna retribución, pero son preferidos tn el turno los suseriptoresd las Curtas. Se circulan también los prospectos: todo sejtin Us bases manifestadas en el número 4o de este periódico.

BIBUOTECA SELECTA POKTATIIi T ECOMOMICA, 6 iti Co­ lección de novelas escajidas: edición ei» 3a° á 4 >•'• *' lomo para los que to­ men la colección, y á 5 rs. para los que compren obra determinada. Se sus­ cribe en Madrid en casa de Razóla, y en las principales librerías en los de­ más punios de) reino. Pocos establecimientos tipográficos, y pocas empresas literarias han des­ puntado con me)orcs auspicios, y han prometida mas esperanzas á los afi­ cionados, como esta colección de novelas y la traducción del Buffou, ambos proyectos asi acomclidos como fueron imaginados por el celo y gallarda es­ peculación de los señores Bergncs y compañía, de Barcelona. Dejando para otro artículo la traducción que ya ha comenzado á aparecer del Buffon, nos •irailaremos aqni á presentar nuestras ideas con respecto á la selecta colec­ ción de novelas. Sin dar nosotros en este siglo una influencia poderosa ¿ in- detinida á las novelas, no dejamos por ello de conocer que estando gewjera- izaoa noy día tal clase de lectura es conveniente cuando no preciso el qne naya cierto esmero y elección en las publicaciones de e.sta especie. No.sotros no creemos que una estéril lectura pueda volver de su desmayo las almas poco noJiles de este siglo; pero como sabemos qne la escala de la corrupción y del mal es inconmensurable, conocemos por lo mismo que siempre es un ten el evitar con ejemplos escogidos que se extravien mas y mas el corazón y las Ideas. La mayor utilidad que á nuestro entender proporcionan las no­ velas es el dar enlreteaimicnlo y recreación al alma cuando fastidiada de TOMO VI. 26 (194) lo» placerfs 6 agoviada de tantos sinsaborrí como ofrece la vida, qniere de­ jar un mundo malerial ({uej.iiiigun consuelo le ofrece, para lanzarse en los ámbitos mágicos de la imaginación, y allí encontrar en idea lo que nunca encontrarla en la triste realidad. Cuando se considera el gran número de des­ graciados que liabrán mitigado sus penas y dado un alivio á suí an;;astias mientras hayan paseado su imaginación por las encantadoras ficciones de Cervantes, Sterne, Le-Sage, Cooper, Scotl y tantos otros no se puede me­ nos de mirar como un gran beneficio tal lectura ; beneficio tanto roas apre- ciable cuanto recae en personas llenas de aflicción y amargura. Nadie puede dispensarse de bendecir á escritores tales como los ya citados, que sin inte­ rés alguno (como ya muertos), ó bien penetran en las cárceles, ó bien acom­ pañan á los desiertos, ó bien atraviesan los mares y las distancias, seguros siempre de endulzar con su habla de oro y coa su invención celestial las mayores angustias y los mas acerbos pesares. Por lo mismo, y teniendo pre­ sente cuan derramado está en todas las clases de la sociedad el gusto á la lectura , no podemos menos de aplaudir la empresa de las novelas escogidas, pndiendo estar seguros los autores y editores, que aunque no corrijan las costumbres siempre harán con una publicación escogida y esmerada el ma­ yor servicio al público y á las letras. La división en tres épocas de novelas que hacen los editores nos parece natural y bien entendida, y quisiéramos que aplicando tal teoría á la ejecu­ ción abrazasen en la primera época las novelas griegas y romanas que nos han quedado de la antigüedad , publicándolas en la colección. Ademas de Tcagenes y Cariclca puedieran tener lugar en la colección las Metamorfosis ó Asno de oro de Apulejo, novela latina que encierra otros episodios y cuentos adecuados á las costumbres antiguas; y como los romanos nada hi­ cieron en literatura que no fuera imitar á los griegos, hay razones para creer que no fueron unos y otros tan escasos como se cree en este género de composición. Las Fábulas milesi'as, que aunque perdidas um citadas por muchos autores, y la pastoral de Uafnis y Clce escrita en griego por Longo en el siglo IV, y que se conserva todavía, apoyan fuertemente esta aserción. Noso­ tros poseemos una elegante traducción del Apulejo ejecutada con la bizarría del decir propia al siglo XVJ en cuyo tiempo se verificó, y aunque Dafnis J Che no sabemos si la posee la lengua castellana, hay en francés una ver­ sión antigua muy bien hecha por el señor de Amyot, y creemos que gusta­ rían mucho estas preciosidades si con ellas u adornase mas y mas la linda colección de que vamos habbndo. El programa áe las novelas antiguas espa­ ñolas que se proponen imprimir los señores Bergncs y Compañía, nos pa­ rece por demasiado selecto algún tanto diminuto, pues tesoros ocultos con­ tiene nuestra literatura que bien podran enriquecerlo sin que ])0r ello se ofenda el gusto mas delicado. No por esto queremos que se reimpriman las desmayadas y descoloridas novelas de Correa, y otros autores del tiempo las­ timoso de Carlos II, ni tampoco abogaremos por todos los engendros altiso­ nantes ó insípidos de Lozano, Gómez, Camerino, y cien otros escrito­ res del siglo XVII; pero siempre desearíamos que sucesivamente, y exami­ nándose nuestras bibliotecas, se fuesen desenterrando tal ó cual producción d« («95) aquellos ingenios qae no merecen dormir entre el polvo, lan olvidadas de lor aficionados. No seria dificil el formar una lisia de dos docenas de novelas anticuas, que apareciendo en otro tal número de volúmenes diesen mucho brillo á la colecion. De la época antigua van publicados ya seis lomos muy lindos y de bella estampa, conociéndose de uno en otro el mayor adelanto en la corrección, dolé inapreciable en libros corno estos. El tributo que se ba pagado á Cervantes abriendo con sus novelas la galería de la colección nos parece tan discreto como bien entendido, pues ellas solas bastarían i inmortalizar á su autor si éste, venciéndose á sí mismo, ó por nirjor decir venciendo para siempre al ingenio humano, no hubiera dado en el Quijote la creación mas maravillosa que imaginarse puede, y en la que jonlas toda> las dotes que pudieran encumbrar cien obras diferentes, hace parecer ti­ bios aunque no de mas bajos quilates, otros destellos de su pluma. Mientras el pleito del Gil Blas (que todavía está en Sala de mil quinientas) no se fa­ lle difínilivamente y con entero conocimiento de causa, nada encontramos tan perfecto en castellano como, las novelas de Cervantes, y aun ganado aquel litigio á los franceses, siempre quedaría por ver si el estilo y dicción del Gil Blas, reclamando el derecho de posliroinio en España podia compe­ tir con la lengua de oro del Autor alegre. La disputa sobre la filiación de la Tía fingida ya hemos anunciado qne se ventilará en este periódico por ma- 00 magistral, y que dará tanto gusto á los aficionados de Cervantes, como claridad á este caso oscuro de nuestra literatura, siendo cierto que de este iDodo, y cual ya se ha visto en las dos Cartas que hablan de los Arquitectos y Pintores espadóles, se van fijando mil hechos y particularidades relativas á nuestras glorias artísticas y literarias. No sabemos por qué causa se habrán omitido en el primer tomo del Quijote, que es el sexto de la colección antigua, las notas ligeras y bien asentadas con que se aclara el testo y letra de las novelas del mismo Cervan­ tes. Sin mucho estudio, y solo con apuntar lo qne Pellicer diserta copiosa­ mente en su edición, hubiera tenido la de Bergues otro nuevo primor que agradecerían infinito ios suscriplores. También hemos cebado de menos este requisito en la linda impresión qne nuevamente ha presentado del Quijote la imprenta que fue de Fuentencbro, y en cuya edición las láminas, el buen papel, y el cuidado de la estampa concurren á hacerla muy recomendable. No ocultaremos á los señores Bergnes y Compañía que adquirirán una suscripción mucho mas cuantiosa, si posponiendo las malas traducciones y DO abarcando las novedades del mal gusto, se esmeran particularmente en las novelas antiguas, dando mas frente al cuadro que de ellas han presentado. Son ,rouchos los que ansian por poseer lo mas selecto de este género sin ser víctimas de la codicia de los libreros; y como la edición barcelonesa, sobre ser limpia y portátil es sumamente módica , es fácil con buena dirección hacer picar en el anzuelo á cuantos en España saben que ba habido en un tiempo literatura nacional. Esta especulación bien encamin.ida, ademas del servicio floe hará á la literatura española , puede muy bien premiar sus tareas á los edilures con dinero y con gloria. Nombramos la gloria porque creemos á los «eüorés Bergnes y Cooipa&ta de lo« pocos que eu este siglo venturoso, no la ('36) lienrn arriaconadi como ejpeci* íhúiil mas perjudicial qne prov«$|tC8a; En otro artículo hablaremos d« las traducciones que han tenido yst'^la- gar en esta colección, en serie distinta á esta de que ya hemos habladoi asi como de las producciones originales que han salido á volar como destellos del moderno ingenio e^añol, en el dificil género de la invención razonada en prosa. HISTORIA DES. CAPITULO GEMERAI. que el Orden de N. S. P. S. Francisco celebró en el convenio de Santa María de Jesu», vulgo san Diego de la ciudad de Alcalá de Henares, el dia i o de majo de i83o; presidido por el Excmo. é limo. Sr. D. Francisco Tiberi, Pfunció de S. & en estos reinos de España, y sermones predicados con este motivo; ordena­ da por disposición del Excmo. y Hcí'mo. P. Ministro general del mismo. Esta obra es muy interesante, no solo para los devolos de la religión Seráfica, sino para los que muestren gusto en la elocuencia sagrada, paes los sermones que aquí se anuncian tienen un mérito nada vulgar. Es un tomo en cuarto. Se vende á 8 rs, en las librerías de Sánchez j Cuesta , y en la imprenta de Bfirgos. HISTORIA COMPENDIADA DE ESPAÑA. Madrid, imprentar qne fue de Fucnlenebro. Se vende en la librería de Hurtado, calle de Car­ retas ; en Barcelona en la de Ga.

POBLACIÓN Y CONTRIBUCIÓN PARA LOS POBRES. = El si­ guiente estado manifiesta el incremento de población en Inglaterra des­ de I 7So, época en que se estableció la contribución para los pobres.

i7.';o 7.800 000 habitantes. 1801 10.K30.000 Tres millones de diferencia en So años. 181 [ I 3.35o.000 Sobre millón y medio en diez años. i8ai 14.400.000 Dos millones de aumento en diez años. II 3o 17.000 Sobre dos millones y. medio en nueve aiios. -

La Irlanda y la Escocia, en donde no existe la contribución para los pobres, no se hallan inclaidas en rsie estado. Como dicha contrihacion no se ha cobrado exaclaineiite sino desde 1795, puede asrgurarse que la po-* blacion de Inglaterra se ha duplicado en So aiios. Por un cálculo progre­ sivo podrá sacarse que en i8go será la población de sesenta millones de habitantes.

LIBRO DE MEMORIA DE UNA SEÑORA. = En la puerta del mer­ cader que engaña debían poner una bandera negra con este rótulo: Ladrón público, — Dudar de sí, causa nn desaliento peligroso. — Matrimonio. Enigma que desean adivinad todas las solteras. La imaginación es la flor mas bella. — Hay peluqueros que tienen mas talento que algunos abogados. Los hombres alaban una palabra: las mugeres una mirada. En la China se puede repudiar á las mugeres por habladoras. — Es agradable haber visto al mundo y recordarse de ello; pero no siempre se ha de emplear uno en reconocerle, y es preciso dejarlo antes que nos abandone. Es menester darse algún reposo para pensar en lo que se ha visto, en lo que ha pasado, eu lodos los sucesos y en todos los hombres que han marchado delante de uno.

NUEVAS ARMAS DE FUEGO. = Se han inventado en Inglaterra una pistola y carabina del mismo género, que puede cargarse con tanta prontitud como la primera; pero que en vez de doce balas encierra diez y seis. Es sobre todo muy á propósito para combate naval, pues 5a hombres que tiren sobre el puente, y otros 5o sobre los palos y jarcia de un buque enemigo, arrojan en un minuto una granizada de 16,000 proyectiles, que le pondrán fuera de defensa, y facilitando el abordage disminuirán su pe­ ligro. La pistola pesa tres libras y cuarterón; su boca es elíptica, y se carga fácilmente por la culata.

PRECAUCIÓN EN REGLA. — Una seitora principal, viuda de un general, desde el momento que amenazó el Cólera-M¡i»bo en Londres lo­ mó las mayores precauciones para resistir el ataque del enemigo, ^u su pa<- lacio, situado en medio de altas paredes preparó sn alcoba en la parte .cen­ tral del último piso: apenas se supo la positiva aparición de la, eiüertkicdad, hizo cerrar herméticamente el portón del palacio, y cortó toda\cffrannica- cion con el exterior, de modo que los criados que han quedado en su ser­ vicio han tenido que abstenerse de toda relación con los amigos y con las gentes de fuera. Dos médicos la mandan todos los dias el boletín oGcial de la Junta de Sanidad; pero le echan por un agujero hecho en el portón, y cogiéndolo en unas tenazas se le pone en vinagre, al menos por un cuarto de hora. Para sostener este asedio sin inconveniente, la noble viuda ha reu­ nido en los sótanos toda clase de víveres para dos anos. (»99)

Las precios de los principales frutos en las provincias que á conti­ nuación se expresan, desde el 3/i al 3i del pasado mes de julio han sido los siguientes. FRUTOS.

FANEGA ARBOBA LIBRA CASTELLANA. CASTELLANA. CASTELLANA.

O . S i .S ó I -i «• .3 J g .?• ! 1 PROVINCIAS. ;5j3lljí 7 a5 &"""• •, 4" 23 i5 3o 53 87 23 4» 6 ,9 txirfmadura. . . 3.Í 18 i5 a8fifi .13 Sa ao 55 ^"''f'^. 45 a4 a3 aS i38 38 5o 18 5a J»..a.lal.i).ira J3 22 11 52 7ti 26 43 10 48 V^'P""»» 39 ai a4 a(i 93 64 18 56 , '"• .io ao 10 18 44 53 ai 3a 9 89 4 ií""-.- 3i 21 la 36 49 3o 49 9 ii 28 9 í^?d"

* Ia^"'«u"h'''/¿±'Í '?',."""'•".'='" <>• J«». Mallorca y Menon:a .orr„pon,Ie„ Málaga' y &u;„":r./« '"'«•' ' » '» »«««" «í»' "¡«no L «.talado, i Gallci" (aoo)

Ofrecen los precios referidos los resultados siguientes (i). TÉRaiINOS DE PROPORCIÓN.

FRUTOS. MÁXIMUM. MEDIO. MINIMDM.

Trigo Santander. . 4^ í Álava ) , ( Sierra-More- { { Murcia. . . .S^ Ccnfeno. . . . Valencia. . . 38 5 Murcia ..../-/ Valladolid. .. 14 i Toledo. . . . J ^ C Soria > ebada. . . . < o . j > aa Álava ) ,c Mancha í '" J Valladolid... >i ; aantander. .. ) Í ¿ Zamora. . . . > J Asturias. . .. ) j Maii...... Valencia.... 38 Cuenca. ... 3o I Cartagena. .. j Judías Stvilla 70 Soria 4? Guipúzcoa. . a6 Garbantoi... Cuenca. ... 87 ( Extremadura I gg ( Mancha. . .. í Catalufta, . . 44 <• Patencia • . . > Arroz Asturias. . . 35 S, Sevilla. . . . > 37 i Valladolid .. > Valencia, . . ao Aceite Viicaya. . . . 67 •J Asturias. . . > S Burgos. . . . ? 49 ( Sierra-Morena - I) 3 * Soria > Vino crtmun. Asturias. . . a5 Sierra-More- ) .e Navarra.IV...... , 4 Aguardiente. Asturias. ... 64 na I '* Navarra, . , , Álava 37 Carnes.

^^" 1 Swa!; ; : i » =» Valenci», ... ,3 A„„¡„ ,^ f Cartagena. . . -x c--™- • • • j Sllta'::: i a .6 ^f^t^-: \».4 Ast„,ias.., as L Soria J < Madrid. . . . > Tocino Sevilla .... 4 8 < Toledo S a a8 Álava « i6 1 Valencia. . . > /-Álava I Aragón.. . . | I Avila I i Cartagena. .. I JORNAL , ) j Cuen-ia. ... I , ,^„ B8I, CAMPO. J Madrid. . . . | 8 < ^^»¥»)»"- > 5 J E»mor». . . . | 3 I Santander, .. i I Soria I ^Toledo. . , . j Vizcaya. ... OBSERVACIONES. La cosecha de cereales es buena en la general , en Araron j Navarra ha sido muy abundante: en Cataluña se quejan de la falta de aguas, la cual perjudicaJtIps frutos pendientes. La salud pública sigue en buen estado, JM dar el mayor cui­ dado, las calenturas estacionarias y'télimnas que se'padecen en varios pueblos, excepto en la Hurrt» de Murcia donde se experimentan muchas tnítrmt^fá^" ^' malos síntomas y resultados. (i) Para estos resoltados se han escluido los precios de tas provincias que corres­ ponden i diferente sMnana. OBRAS DE BONANZA.

TRASLACIÓN A BONANZA DE LA ADUANA DE SEVILLA.

CARTA SEGUNDA.

Agosto 8 de 183a.

M..i apreciable amigo: con bastante dificultad nos volvimos á reu­ nir en casa de mi amigo don Anselmo, su recomendado don Berna- i bé, y este su buen amigo., que le escribe, porque aquel ba estado \ algo indispuesto de resullas de su precipitado viagé en la diligencia: j yo he tenido, algunos pequeños cuidados. Anoche era mas de las nueve , cuando llegamos , despaes de haber dado un par de vucltais por el prado, y respirado menos fuego, que el que hablamos respira'- do dentro de la ciudad, en un dia de verdadero infierno. — Invitado don Anselmo á tomar el hilo de la materia, que dejó cortado, aunque con uno de los extremos en su mano ,' nos dijo. - - ' Don Anselmo. Aunque ofrecí, señor don Bernabé , demostrar á V. que los arbitrios creados para las obras de Bonanza eran muy suaves y nada ingratos, ni al comercio, ni á las clases consumido­ ras , y que la traslación de la Aduana de Sevilla, era ya una verda­ dera necesidad económica y mercantil; todavía quisiera desvanecer ciertos temores, que me inspiraron, no ya los enemigos de esta tras­ lación, sino mas bien algunos de aquellos hombres delicados, que se ocupan en pesar en una muy fiel balanza., todos los actos de los Go­ biernos, poniéndolos en uno de sus platillos, y en el otro la necesi­ dad y la economía. G)nvinjendo en lo importante de esta traslación, y no desconociendo ninguna de sus ventajas , he oido á los »nos ex­ clamar; ¡ y para que tantos gastos inútiles, cuando la casa-fonda de Bonanza, hubiera podido ser su aduana, ron algunas ligeras modifi- ; caciones ! y á otros; que para el mismo objeto hubiera podido servir mtiy cómodamente la casa-alniona del seSor Duque de Mcdinaccli; TOMO VI, ' %j (aoa) <í constraifij sino ,'HTI simpl«'cd<£«iO'f.Á*«s])a4das^. ó^al lado de la casa-foíida.-,íío ccilírá. su« deseos» porque su misma moderación garantizan el ceio patriótico, qnc los anima: quisieran el bien ; pero no á mucha costa: desean no menos, que nosotros , los monumentos públicos de comodidad ó conveniencia; pero los quieren con econo­ mía , y sin disipación; Por lo mismo suspendí yo entonces mi juicio : pareciéronme jui­ ciosas sus observaciones ,'en> general; pero parecióme también que el Gobierno las habia meditado, antes^ dé haberse decidido á ana obra siempre costosa : era cuestión , que yo no podia resolver , porque es­ to depende de cieftos' conocimientos lofales, que no tenia ,,no ha­ biendo estado nunca'en Bonanza, ni pasado de Sevilla por aquel la­ do. Disimule V, mi delicadeza, que si es un defecto, no deja de te­ ner su (ftílidad*. Gdafido me propongo estudiar una materia , tengo por costumbre, no olvidar nada , y ser demasiado exigente : para mí V las menores cosas, ios pormenores en que otros apenas reparan, tien«n ana grande influencia; y los examino y analizo, con tanto interés, como ios hechos mas esenciales; asi es que son muy poras las oirás de nuestro siglo, que satisfacen mi curiosidad y mis deseos: me precen bastante superficiales, aunque exceptuó algunas , que lo Jionran, por la profundidad y sabiduría con que están escritas. Don Bernabé. Hace V. muy bien ; y si todos le imitasen , y I9 •educación públira descansase sobre este grao principio, hafaria cier-^- .tameate menos presunción y mas ciencia; menos pedantismo, y mas moderación: la juventud bien armada resistirla á las seducciones del .error, y seria mas dificil que la viciase el veneno de las malas doc­ trinas : la sociedad , y el orden público ganarían mucho, y no me­ nos la civilización y la moral pública y privada. Disimúleme V. -tanabien esta corta digresión, pacsto que me ha dado el ejemplo: no será inútil. Hay ciertas verdades tan importantes para la felicidad •dé la-especie humana , que no nos debemos cansar de repetir. : Hago justicia á las observaciones que han hecho á Y. los que aman sinceramente el bien público, puesto que V. es el garante de sus «entimicntos y de sus ideas; pero sé, que el Gobierno de S. M. ,Ias tuvo tnuy presentes, y las pesó en un muy bien criterio, antes de resolverse por la grandiosa obra que ha acometido: yo he conoci­ do á Bonanza antes de ahora , y me parece, sin presunción, que puedo calificarlas. La casa-fonda era an edificio construido para este solo objeto; : una posada para los que viajau en el vapor. — Y. sabe cuan drficil ^2 03'i) es acomodaí* un edificio creado para ciertos aíosj 4' uf^ diferentrs, y la Deceiidad de reparaciones cpntinuas, y tal ve? íi^liles: necesi­ tábale, no una simple casa-aduana para el despacho 4i^Mlf y alqia- cenes, sino también una gran casa capaz de hospedar 4IM fuocio— narius, quienes no tenían viviendas que elegir ea otro pait|^ el co-^ mercio habin de producir la concurrencia: necesitaríase ái^foge de una casa-fonda; y transformar en aduana la que habla, hufóñi| si­ do cambiar los freno^: destruir una cosa buena para su uso, y l^iC^^ de ei|a otra mala para usos diferentes, creando la necesidad de^mH-r véf á hacer otra seiiiejante á la que se destruía, y con el oiisino«l)!^ jeto.—La afluenci» del comercio, sos necesidades incesaqtf^ y sw^nf- pre nuevas , habian de fjjar en este punto á los que viven de su ÍB^ teres; una plaza de comercio es pareada á una ric» inÍDa^,qu« ajto^ que situada sobre la cumbre de una áspera y desierta mootaSa, acaba formando populosas y opulentas ciudades, IK>rque [a riqueza llama á la riqueza: son las necesidades del interés las qne 6jav a] hoaibre en donde encuentra los medios de satisfacerlas, jí;-. Vea V. aqui los fundamentos de la mejor apología que puede hac^jrsc de I9 pri;vigiou de nuestro Gobierno: olvida la casa^fonda, porqRe,^^,nece-r ': sita, y ps ¡nútij paca su objeto: levanta «le cimientos ut) grande edir ficio, para-todos los fines que debe proponerse: dá yiviend?s á.los empleadosv y pone con sus manos las primeras piedr|s para i^na por blacion, que habrá de extender el cpinercio. . f • 1 L? casa-almona del señor Duque de Medin^eji es mucho me­ jor, sin duda, qiie la casa-fonda: ofrece mncba&, t^omodidades, y los emple3elacione$, ios actos de los Gobiernos, no ya aisladamente, y con r^pecto ¿^nuestros intereses, sí es que queremos eficazmente no e/igaSarJííps , 6 formar un juicto temerario , y por consiguiente eqíiivocilb. Bbn Éirnabé. Hubiera podido dar á Y. otras muchas, y algunas de ella^-cieiltj'ficas; pero para un hombre de su juicio y alcances, serian ¡otiles; fuera de que nO es fácil conocer toda la fuerza que tienen, iib estando sobre el terreno: una simple ojeada, que diese Y. por Bonanza, le enseñaría mucho mas de lo que yo pudiera decirle en un grueso volumen.—Cumplí mí promesa: hablé á V. franca­ mente lo que entiendo: resta ahora el que me dé una idea clara de loí arbitrios creados para estas grandes obras; y de los motivos que ha' tenido el Gobierno para trasladar á aquel punto la antigua Aduana de Sevilla, sobre lo cual he oido discurrir en sentido opuesto. JDon Anselmo, Con mucho gusto; y procuraré ser conciso pira ser claro. —I^imitémonos, por ahora, á los arbitrios y permítaseme que anticipe algunas ideas preliminares: sí conviniésemos en ellas, todo lo demás no seria mas que una deducción lógica. Sucede en materia de impuestos, lo que en materia de emprés­ titos , amortización y crédito público: se sabe menos, cuanto mas se escribe: ¿qué puede escribirse sobré lo que lodo el mundo sabe y está al alcance de la razón menos ejercitada? las teorías han embrollado los principios; y luego los guarism(¿ han hecho de ana doctrina muy simple, un laberinto donde se pierde el ho^mbre de ihas saber y ex­ periencia , sin poder encontrar el hilo de Aríadna. Se ha hallado, y no sin muchas investigaciones , el cómodo medio de hacer las opera- 'cibn«s mas violentas y ruinosas, que justifica.Kego una tabla in­ mensa de números, como sí éstos pudiesen.tener la virtud roági¿a (205) -de Kacer razonable lo que es aBsurdo; útil lo qné es funesto; y negro lo<^he es blatico; aqtiei gran poáíT de ex atto faceré nigrum, et mu- táfe cuádrala rutundis. Yo sé, que un amigo que entiende bien esta materia se prepara para ponería en toda su luz , en un periódico de bastante mérito, que se' pública semanalmente en esta capital: su doctrina será muy sana , y su análisis muy rigurosa; porque me consta, que desprecia tanto á los hombres de vanas teorías, como á los de simple calculó: su cartilla es de, hechos ó de principios'; y en ellos no cabe el error. Yo lo imitaré, ahora, en,cuanto á los dere­ chos. Si V; se ha engolfado alguna vez en el inmenso piélago de la economía , que nos han querido eilseíiar algunos escritores célebres y muy pensadores, habrá quizá sufrido la misina desgracia que yo: salir de él, con harto trabajo, muy fatigado; cfttt la cabeza, ó vacía, ó llena de ideas sistemáticas. Alguna vez, después de haber leído casi un volumen entero, he «olido preguntarme en el retiro de mi gabinete, ó en conversación •con mi cabecera; ^;y qué hay de positivo y real en todo esto? ^ á fuerza de meditaciones , solo he encontrado estas verdades : i.^ Que deben atraerse, por medio del agasajo y dulzura , las primeras, ma­ terias exóticas que necesitemos para nuestra industria. 2.^ Que de­ bemos abrir las puertas, y con plena libertad, á los géneros alimenti­ cios", cuando nuestro suelo nos los niega. 3. Que debemos oponerles -un muro de bronce, cuando nos los franquea con abundancia y pro­ fusión, í.* Que este mismo muro debe impedir la entrada de aque­ llos productos fabriles de la industria exlrangcra..que ya haceitaos con perfección, pero no con tanta economía , faltándonos algunos de los elementos de ella. 5.* Que sin necesidad de esta barrera, podre­ mos recibir los productos de la misma industria, que nosotros co­ menzamos á hacer; pero recargándolos con un derecho de entrada, •que lejos de obstruir nuestra fabricación interior, la facilite indirec­ tamente. 6.* Que este derecho ^ea muy tenue para aquellos pro- . ductos de uso común, que nosotros no imitamos, aunque nuestros fabi^icántcs ños prometan imitarlos. 7.* Que sea algo mas fuerte res- p^cld de aquellas cosas, que nosotros no tenemos, y que sirven para él cotisúmo de las clases ricas ó acomodadas. 8.* Que la libertad de exportifí' los excedentes de nuestro suelo, -6 los productos de nuestra industr^ , sea, en lo general, tan absoluta , como pueda serlo. 9.' ^ue ütinitémos con un derecho mas ó menos gíande la salida de nuestras primeras líiateriiai, que podamos necesitar para la indus­ tria. 10.^ Finalmente, que la extracción, ya de las primeras mate- {ao6) rias, y.i de é.sias tnismas'manafactnradas, te recargue, eon modera­ ción , cuando tienen asegurada su salida en el mercado universal, aII» con el sobreprecio que les da este recargo. Veinte arios hace, me decía un profesor de economía pública, que leo, y medito, y consulto la experiencia y los hechos de mu-v ches sijilos y paises, y ne he encontrado en esta materia otras ver-r dndes positivas, que las que yo acabo de indicar á V..: no i;ne son extrañas las obras de mas niMnbre de los economista» españoles, franceses^, italianos, ingleses ^ boUndescs, y alguna que otra muy acreditada d$ Rusia: son pocas las que no he leido con m.úcha aten-r clon: todo to que no es ésto, son palabras vacías, teoría^ cstéril^s^ sistemas vafiOs, cuando no«áean también unas miserables imitacio-^ UMI , y rapsodias ! la libertad económica absoluta CÜ un ^uvHo ; y la idea die nuestro siglo de que las aduanas son una simple barrera., y no también Una caja de contribución, es un error. Don Beriuiié. Y ¿cómo pudieran ser otras mis ideas? La liber­ tad ¡limitada, tanto política, como eronóinica,, es una h>4ra de cien cabezas: ni con .-¡quella pueden tener paz u\ sosiego la «aciones ¡ ni con ésta, industria y riqueza. ISo estoy rniíy ver^o «n Ja ciencia económica; pero la rxperiencia y los hechos tnadurados por nnn buena razón, valen infinitamente mas que lodos los raciociniot de los economistas, engalanados con pompa, y con un brillo sedu(;tor.> Dan Anselmo. Por estos principios pensó el Gobierno ios arbi*- tri«. El ea«ao guayaquil y caracas, es un artículo de regalo: su preeio es bastante cómodo: el derecho de entrada es moderado; mas faiea peqaeño que no grande: el café pertenece á la jiiisma clase; y aun parece que pudiera recargarse temporalmente algo mas, que él «acao; porque ql chocolate, es ya un artículo naeio«ial t es unbábit- to el tomarlo, mas ó menos exquisito , según los medios y el guslo -del consumidor : sC: usa en las grandes ciudades , como eu las aldeas mas pobres, y aun e» las alquerías, y cortijos, mientras,qt;e pl con­ sumo del caf<^ se limita á las grandes poblaciones. La canela, aunque tiene otros diferentes usos, son HmiljMíps á ciertas gentes: el pobre no condimenta con clU sus manjar«t^ííoja­ la , que le imitase el rico! Aun éste la gasta ea porciones vAs-f^'^ quenas ; y por consiguiente un dereciio moderado , apesi|^K^,ieria sensible. • , , fi)*' £1 queso de Holanda , llamado At bola; la mantera éf^cas, t¡ la de FJandes, coa&eso á V., que ya no la« hubiera JPCi^MTgado, si la» hubiese considerado vntcamcnte con respecto % 8a.ra|»unK>,ty (aro;) clases de consumidores: su derecho de entrada era bastante fuerte; j tnas bien parecía una medida hostil, que no un derecho protector; pero es ya menester considerarla», bajo otros aspectos: fabricamos muchos y buenos quesos en todo el rCino, porque poseemos todos los elementos naturales de esta industria : buenos pastos y buena leche: nos falta tínicamente aprender el modo particular con que se fabrica, eo Flandes: lo mismo noS sucede con la manteca : la Galicia y As­ turias nos la^da muy «spferial, y con ^obrada abundancia ; y si se le, diese el hermoso artiarillo de la dé Holanda , y todo cuanto nccesila, para su conservación, sin recargarla de sales, como lo hacen los in-, glescí , toada lendrianios que envidiar , ni «un desear en tóta parte. El Gobierno de S. M., qUe no olvida uingiii* objeto títil, ha tenido Hiúy presente este: fomenta hoy una fál*ri .leca de .vacas-, y un excelente qnesO. Cuando los primeros ensayo» son tan felices-, debenras' esperar que no sea vana la protección del Gobierno, ni perdida la generosidad, ron que S. M. ha cedido ^ censo un vasto'tcrreno de pastos de su Real Patrimonio para este objeto. £s ya liernpo , parece , de DO negar 4 este importante ramd de industria todos los auxilios indirectos, puesto que le concedcmo«;^ y con mucha razón, los que pueden influir directamente en su prosT- peridad. Distinguiendo el Gobierno de S. M. las banderas, impuso por arbitrios 5 y 9 rs. á la libra de canela ; 17 '/j rs. y 22 '/^ rs. á !a arroba de queso de Flandcs ó de bola ; 2 y 2 '/^ rs. á la libra de manteca de varas y de Flandcs; i3 , y aS mrs. á la de cacao giia- yaquil; 29 inrs. y i real 21 mrs. á la de Caracas; y 17 y 29 rs. al quintal de café : el derecho de muellage en las aduanas de Sevilla y san Lucar , hasta que pueda verificarse en la de Bonanza, ó'/, por 100 del total de todos los derechos, que se recauden en estas aduanas ,b»p las mismas'.bascs,.con que se recauda cl i por ico de balanza. Síes justo, que el romcrcio , en general , contribuya á los gastos que pueden producirle un beneficio , es también muy jus­ to , que cbricurra especialmente aquel comercio bocal, que recibe de ellos un'beneiicio muy seíialado. pensó también el Gobierno en recargar los vinos, distinguicndu (208) el transiJórie en bandera nacional, y en bandera extrangcra , fijando el derecho según la calidad del vino ó sn precio , y el punto de su destina ; esto es , para la Isla de Cuba , Puerto Rico , y Filipinas: propúsose 4 ' nirs. arroba para los del puerto de Santa María , San Lucar de Barranteda , y Jerez; y 5i tnrs. la misma para puertos cxtrangeros en bandera propia , y 68 mrs. en extrangera.; los de Málaga , siguiendo la inisina proporción i6 , 20 , y 26 mrs, y los demás del Rey no ,6,8 y 10 , con libertad de derechos particula­ res de subvención, reeqnplazo, y Consulado cuando se eslrajesen, en ambas banderas, paránúestras posesiones pacíficas. Don Bernabé. Ese derecho es, amigo mío ,- demasiado fuefW y desproporciona I; y aún me atreveré á decir, anti-económ¡<;o, y anti-político. Yo he visto , por mis propios ojos , lo mucho que ha disminuido la exportación de los vinos de Jerez y San Lucar; se el envilecimiento en que están los de Málaga; mientras que tiene mas estimación en la Isla de Cuba, el del Principado de Cataluña : nos Iiau faltado los vastos mercados de las Amdricas; y el estrangero do­ mina en.los que nos quedan: ha bajado infinito el consumo earop^: es ya indispensable favorecer el cultivo de nuestras viñas, que es una de nuestras mayores riquezas, protegiendo «1 comercio, que beneficia y exporta los vinos. Don Anselmo. Por esa y otras muchas razones abandonó el Go­ bierno esta ¡dea ; pero , amigo mió , nos hemos olvidado que son ya las I a , y que la materia es inapurable : en otra ocasión me haré cargo de los inotivos de la traslación. Entre tanto se repite suyo afectísimo.

Manuel María Gutiérrez. • TROVADORES ANTIGUOS.

Del Gran canciller PERO LÓPEZ DE AYALA y su famoso Rimado del Palacio.

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Correspondencia del bacJüHer de Fárnoles con el bachiller Zíagar.

CARTA PRIMERA.

/imigo del alma: Ya cnconiré modo expedito y segare de cartearnos, ob­ viando los tropiezos y qiaiilos <)iie V. tan sentiilainenle lainenla de las JH'as en .iu úlllina carta. Quéiasemc V. de que las que recibe, cuando llegan Ms que llcg.nii á sm maniis, suelen ya ser calendarios nuevos del año pasa- oo ; y (pena sobre pena) de que suda y trasuda después para descifrar mis garabatos, se^un es mi letra de encadenada y menuda. Pero de hoy mas, merced á l.i galantería del señor editor de las Cartas Españolas, recibirá V. bs mias en letra de molde; y asi llegarán pronto, porque si se las detienen, no crea V. que es sino por leerlas; y teniendo mis cartas la letra tan revesada como V. pondera, las tardan en leer por tenerlas antes que deletrear. Otrosí: llegarán asi tan seguras, que iio se per­ derá ninguna: tal ó cual copia sí podrá traspapelársenos; mas eso no nos deshará el juego, quedándome yo siempre con cartas en la mano, y con la puerta abierta para el recurso á las mil y quinientas. Asi que ya sobre seguro contesto á su Tavorecida. Signifícaseme V. en «lia curioso de saber de mí qué cosa sea el famoso Rimada del Palacio del canciller ma)or de Castilla Pero López de Ayala, no bien satisfecho de lo que de antiguos y mudemos anda impreso acerca de esta obra MS.; y con uoticia de que yo h tengo leida muy á mi sabor. Amigo, la noticia es cierta; y para que lo quede V. de mi deseo de complacerle, voy á renglón seguido á darle del libro y del autor la» señas que basten á que forme de todo el debido oncepto. Pero antes ha de per- «nitirme V. perfilar un tanto á la pluma los gavilanes. La calidad del asunto 'o reqniere. Corriente. Va de peregrina historia. í» los humiires hacen los tiempos, los tiempos en que el hombre nace, »oe en también hacer al hombre, labraiiilo, aun á despecho de su comple- «lon misma, su carácter y fortuna. En la varía que corrió P«RO LOPEZ UÍ lOMO VI. 28 (aio) AYAIA, tenrmos nn clásico ejemplo de esla verdad. Revolviendo las crónicas del tiempo borrascoso en que vivió, en las cuales aparece muy amenudo ac­ tor y cronista, k Temos generalircnle envuelto en los sucesos prósperos y adversos de su tiempo, á que contribuyó no poco

«Turnando bora la espada, hora la pluma."

Fácil y fecanda aparece la de Avala en las obras que la polilla^ el hierro y el fuego han dejado llegar basta nosotros: impresas y reimpresas algunas, y MS. otras ; ya originales, ya traducidas; si éstas honran ,^u aplicación, ar|ucllas anuncian una variidad nada común de conocimientos, y sobre todo tenerle muy profundo su autor de los hombres y de las cosas de su tiempo. Entre todas ellas las mas leidas son sus crónicas de los cuatro reyes; donde verdaderamente-no siempre se luce la mas pura ié hi.slórica , pero siempre se deja ver el talento, y aun no se oculta la elegancia que la lengua permi­ tía en aquellos siglos rudos. A su laboriosidad somos deudores de la traduc­ ción primera que ba tenido nuestro romance de las historias de Tito Livio: tradujo también á Valerio Máximo, á Severino Boecio, á san Isidoro De sumnio bono., Bocacio "Caída de Príncipes," y la "Crónica Troyana" de Gil Colonha. No es fácil adivinar cómo un cortesano, metido en los roas intrincados laberintos de la corte, y aun en las empresas de armas mas ar­ rojadas y arduas de su tiempo, le tuvo para -escribir lanto, todo curioso, y de tan Tario género, que asi escribía un Comentario sobre Job, como un Libro de caza. A éste, es una ignominia para los que hoy vivimos , que al cabo de cuatrocientos y mas años, no se le hayan todavia dispensado los ho­ nores de la eslampa. A estos escritos en prosa debemos agregar sus obras en verso, las cua­ les no son menos características del genio é ingenio particular de Ayala, que de la condición de los tiempos en que se compusieron. Sin la noticia de éstos no es posible formar idea del mérito respectivo de ellas. Efectivamente, en el Rimado del Palacio el autor se pinta á sí, y pinta á sus contemporá­ neos. Esta circunstancia nos obliga á dar una rápida ojeada á los sucesos de aquel siglo que dieron margen á la composición de estos ritmos, y á los in­ fortunios que el trovador en ellos lamenta. En lo mas florido de su edad estaba López de Ayala (i) cuando empuiíd el cetro de los reinos de Castilla y de León el Rey don Pedro, mancebo de escasos diez y seis años, robustas fuerzas, pasiones impetuosas y condición recia, rígida y terrible. Su coronación fue el ano de i'i5o. Yerros de amor, eslabonados por su difunto padre el Rey don Alonso en diferentes hijos ha­ bidos en buena guerra, dejaron á este príncipe desgraciado preparada la ca­ dena de desdichas; á que él incauto a>uadíó algunos pesados eslabones, cau­ tivándose en los amores de doAa María Padilla, ocasión principal de perder el cetro y la vida.

(I) Nació el aito de iSSa, y mnrió en Calahorra el de 1407. (ai.)

Si «los yerros por amores Dignos son de pcidonar" (i), los de nuestro don Pedro tienen a){;un linage de disculpa en sns pocos años, y en la rara discreción y gracia, d& que á una voz dicen los historiadores dotada á doña María. Pero las circunstancias del Rey eran críticas: en este galanteo se empeñó, cuando acababa, de empeñar su palabra de matrimonio á doña Bbnca de Borbon, con quien se acababa de desposar por poderes. Lleno el corazón del amante don Pedro de las gracias de su española, ya se deja discurrir que no le baria mucha la francesa. Sin eniliargo, las memorias de aquel tiempo, Irjiís de pintar fea á doña Blanca , la aventa­ jan en hermosura á doña María: pero en este lance,, no tan peregrino en los fastos del amor, la mayor hermosura hubo de ceder á la gracia la victoria. Si por este incidente recibió el Rey á.su esposa desabrido, otra circuns­ tancia pún mas agravante, convirliendo en odio la tibieza, parece que con­ tribuyó mas á su mal recibimiento. Habia, dicen, salido á recibir á la reina su hermano bastardo el maestre don Fadriqne, con quien hubo en el cami­ no de permitirse doña Blanca algunas marcialidades, que, si no pasaron de urbanas atenciones, á oidos del Rey llegaron ya en son de galantes favores, que en su pecho violeuto despertaron uu volcan de celos de honor» rabiosos y sangrientos. Agrazado asi el ánimo del Rey , apenas se puede decir que tributó á la reina los honores del tálamo. Repudiada de hecho doña Blanca , vivió algo- nos años en la soledad y el desprecio, ni mismo tiempo que sabia que don Pedro se extremaba en, finezas con la Padilla. Herida la reina en lo vivo, sintió como muger el doble desaire de ver á su rival preferida.

Sprctaequc injuria formae.

Estos varios afectos de odio y amor en el Rey encendieron la guerra ex­ terior é. intestina, que no lardó en abra.sar el reino. A estos disgustos domésticos .se le juntaban á don Pedro otros de dis­ cordias y guerras con los príncipes vecinos; en ciiyns filas estaban siempre prontos á alistarse en contra suya sns propios hermanos. Tres príncipes conreinaban entonces en la Penínsul.i, todos del nombre de Pedro, y á to­ dos ha dado la historia el rennmbre de Crueles. (La Historia, cobarde cuan­ do viven, suele ejercer severamente su jurisdicción en los poderosos después de su muerte.) Enlreíanlo la reina murió presa en el año de i3Gi , quieren decir que de veneno; ¡como si para morir una muger, v mas reina, necesitase mas ponzoña que el desprecio! h\ Francia no pudo ser indiferente á los ultrajes

(i) Romance del Cond. Cln.os de Montalban. (ata) de so prinCMa , y empezó por snscilar de entre los roismos españoles conirá su propio Rey cuantos enemigos la pudo gnnar el oro y las pasiones. En­ contró los mas entrañables, y el instrumento mas acomodado á sus vengan­ zas en los hermanos bastardos de don Pedro; los cuales, desde la exaliacion de SU hermano al trono, no habían cesado de maquinar contra su hunnr y su vida, hi larga tutoría en que su difunto padre vivió hasta regir el impe­ rio habia relajifdo los ánimos de algunos que, ejerciendo la autoridad Kcal, no se contentaban ya con el ejercicio. Asi los infantes de la Uiiea bastarda imaginaban en lo que tenian de sangre Real, legitimada (U acción á la co­ rona. Para lograr sus fines no reparaban en los medios : el mas villano era desautorizar la persona y gobierno del Rey. Demasiándosc ellos y sus par­ ciales á desacatos punibles, que la r'eclilud y entereza del Rey sabian que no habia de dejar impunes, de la reiteración de los castigos correspondien­ tes á la repetición de los crímenes, en vez de argüir su propia criminali­ dad, argüían la crueldad del Rey. Hipócrita política, hacer el escándalo, y del escándalo después escandalizarse! La Francia cuando vio que en los espaiioles, leales por carácter, no en­ contraba el número suficiente de hombres alevosos, que osasen rebelarse contra su legítimo Rey, y consumar el alentado con la destronacion y el regicidio, resolvió mandar tropas francesas, que sin duelo llevasen al cabo la empresa. Con ellos y á su frente venían el general B<;ltran Claquin y el conde don Henrique, el mayor de los bastardos, que habia pasado á Francia á concertar allí la ruina de su Rey hermano. ^'Los extrangeros (dice á este propósilo un epiloraísma español) exhortaron á Hrnríque que tomase el nom­ bre de Rey. El daba á entender que gustaba mas de libertar la patria sien­ do su caudillo: que si bien el nombre de Rey es honroso, trae consigo pe­ sadas obligaciones. Dejóse con todo eso persuadir, y sin duda no con mucha dificultad. En Calahorra le aclamó el ejército en el mes de marzo de i366.'' Don Pedro entretanto habia pasado i pedir socorro al inglés contra agresión tan escandalosa y ofensiva á sus legítimos derechos ; y obtenido, repatrió con algunas tropas inglesas, acompañado del príncipe de Eduardo. (La cooperación exirangera por una y otra parte era lo tínico que faltaba para llegar los españoles al último extremo de cortarse un brazo con otro.) Llegado por fin el día de pelear de poder á poder los dos ejércitos Real y rebelde, con los intruso y legítimo Rey al frente, don Henrique y los su­ yos padecieron en Nájera la derrota mas completa ; quedando entre otros prisionero el general Cl.iqnin, y otro personage que diremos á su tiempo. El rey, por la gracia de la Francia, pudo escapar allá milagrosamente, merced al famoso aragonés (despnes papa) Pedro de Luna, que le supo con­ ducir por caminos excusados. Mas ni el malparado don Henrique, ni sns instigadores desistieron de sn empeño por este revés: irritados mas y mas, la Francia fue el asilo y ar­ senal, donde se abrigaron y armaron los traidores banderizos del Rey in­ truso, enemigos jurados de sn legítimo monarca. Puestos á paulo de guerra (a.3) fue llrgado ya el caso del lillimo rompimiento entre los hermanos enemigns,- y si en la compelencia entre la Borboii y la Padilla la gracia triunfó de la hermosura, en la coiilicnda de los dos hermanos el ingenio y arle peleaba i conlrarrslo de la fuerza ruda. Era don Henrique poco hombre, pero sa­ gaz y artero ; cuanto don Pedro, si brioso, bronco y arrojadizo. Como el odio era personal, lodo su empeño tiraba á saciarle de persona á persona. Con esle inlcnlo, y apurado de la necesidad , se hubo don Pedro de valer dü Claquiíi mismo paia haberse cuerpo á cuerpo con su hermanastro don Henrique, quien ya casi se le había despintado en tantos años de ausencia. Bien s.-ibida es la perfidia del francés, de cuya palabra de honor fiado ciega­ mente el Rey don Pidro, se dejó entrar en .•su tienda de campaiía ; donde por último llegaron á verse los dos enemigos hermanos. Como no se cono­ cían, "un soldado francés (dice el historiador arriba citado) dijo á don Henrique: "Señor, ese es vuestro contrario." Cerró don Henrique con don Pedro, hirióle con una daga en el rostro: vinieron los dos hermanos á br.i- zo partido, y foicejainlo, se dice qne don Henrique cayó debajo, y que el bretón Claquin los barajó, y puso á don Henrique encima. Quitó la vida don Henrique á su hermano á puñaladas "(en el campo de IMonliel) á 23 de mar/.o de i 369." Con su cabeza quedó la honra del Rey muerto & discreción de sns ene­ migos; los cuales no omitieron diligencia para justificar la usurpación y el regicidio. Claquin qne, cuando sus tropas habían aclamado Bey á don Hen­ rique, había obtenido de éste el condado de Traslamara, conmutóle después por el ducado de Soria y de Molina; y al fin se lo vendió todo al Bey mis­ mo en i5ú3 doblas, con cuyo botín se retiró avisadamente á Francia. El Rey por fuerza se dio luego buena mana para serlo por la voluntad general, que sopo captarse con su buena gracia y las que derramó: como con arte, supo hacer mas y mas odiosa la memoria del Rey difunto: así lo­ gró ser aclamado y reconocido generalmente por Rey de Castilla y de León. Tal es la condiciotí humana: de inmemorial está observaik» qne son mas los pueblos que adoran al sol que nace, que al sol que se pone. La magia de don Henrique para ganarse los corazones fue dar á dos manos de los reinos y tesoros que se le habían entrado por las pnei'tas, tan dadivosamente, que »e grangcó el renombre de don Henrique el de las Mercedes: así por todas parles era victoreado y aplaudido. (La boca, dice un proverbio inglés, es el camino del corazón.) No satisfecho aún con los aidausos qoe viviendo obtuvo, quiso el nuevo Rey vivir con el mismo latir-o en la opinión de los venideros siglos. Este empeño tomaron por suyo algunos cronistas y portas; y cumplieron con él tan llenamente, como pru«ban los escritos de aquel tiempo. Poéticos no han llegado muchos hasta nuestros días: por tanto el siguiente que á dicha ha venido á mis manos, quiero que de ellas pase á las de V. Es pieza rara: yo la creo de aquel tiempo: existe impresa en cuarto, pliego suelto, letra que llaman gótica ó de Tórlis, con una estaoipeta apaisada^ de roda mano. (2i4)

Por los campos de Jerez — á c»zn va el Rey don Pedro; Al pasar de una laguna — quiso ver vular un vuelo. Vldo volar una gara.i -—. disparóla un sacre nuevo. Rcmontárala un neblt, — y á sus pies cayera mucrlo, A sus pies cayo el neblí: — tuvóto por mal agüero. Tanto volaba ta garr.a, — parece subir al cielo. Por donde la garza sube, — vio bajar un bulto negro: Mientra mas se acerca el bulto, — mas temor le va poniendo. Tanto se abajaba el bulto, — parece llegar al suelo, Delante de su caballo , — á cinco pasos de tretbo. Del saliera un pastorcillo ; — .sale llorando y gemiendo , La cabeza sin capruza , —• revuelto trae el cabello, Y los pies llenos de abrojos,'— el cuerpo lleno de vello, Y en su mano una culebra , — en la otra un puñal sangriento , En su hombro una mortaja , — y una calavera al cuello. A su lado de traliiUa — traliia un perro negro: Los aliuUidos que daba , — á todos ponen gran miedo : A grandes voces decía: — "Mor¡r.ís, el Rey don Pedro , Que mat.istes sin justicia — los mejores de tu reino: Desterraste á la tu madre : — (á Dios darás cuenta dello): Tienes presa á doSa Blanca , — enojaste a Dios por ello. Serán malas lai tos hijas— por tu culpa y mal gobierno; Y tu hermano don Henrique — te habrá de heredar el reino. Morirás á puñaladas: —• tu casa será el Infierno."

Pero cuando asi se abrasaba el reino en viva guerra, y on bastardo re­ gicida, con la destronacion y muerte de su legitima Rey, hacia de su cadá­ ver escabel para subir al Irono, ¿qué era del íu.signe PERO LÓPEZ DE AVALA? ¿Qué hacia nuestro trovador? No hacia trovas cierlameute ¡ pero pero eslo, amigo, y el hablar de sus trovas lo dejaremos para otra carta. En el íalc-rin siempre de V. y siempre afeclísimo suyo invariable

El bachiller de Fórnoles, (:.i5) ^D^tlMMIS^.

EL PASEO DE JUAIVA.

'• Debajo de esas ropas y jubones imagino serpientes enroscadas, uñas de gri/us, garras de ieones." LuPEKCIO.

J\ electrizar machos cuerpo» Nada, nada la detiene. Y á cautivar DHichas almas Al cruzar las calles, salla, Una noche de vei'ano Y en gracia de la limpieza Salió Juana de su casa: Alza el vestido una cuarta; Juana, la que en Avapies Todos la dejan la acera, Goza por su nohle fama Todos vuelven á mirarla, Los galanes por docenas, Y ella á todos los desdeña Las palizas por semanas. Y sigue alegre su marcha. La que con su vista solo Algunos mas atrevidos Turba la paz de las casas, La dicen " Pase mi alma" La que las mugeres temen. Pero ella alza su cabeza, La que los maridos aman. Tuerce el'labio, escupe ó canta; Un airoso zagalejo Y vá -dejando plantones Sus perfecciones seiiala, Por las calles .donde pasa Y á la media pierna llega, Que hasta perderla de vista Y de allí, traidor, no pasa. Permanecen como estatuas. ¡ Ah zagalejo paciente, ¡Que es ver al señor don Bruno Que de aventuras contaras El abogado de fama. Si fueras enriquecido Quedarse petrificado Con el don de la palabra! Sin saber lo que le pasa. fíe sarga rica mantilla Andar dos pasos ^tras Con terciopelo de á cuarta Mirando si le reparan, Deja Juana por los hombros Ha.sta que mas reflexivo Colgar casi .descolgada, Sigue su cami;

El curioso parlante^ Í{evi0ta Semanal

La Real Maestranza de Caballería de la ciudad de Granada ha dado un baile magnifico en obsequio de los Serenísimos Infantes don Francisco de Paula y doña Luisa Carlota, en la noche del 11 del corriente. El palacio árabe de la Albambra fue el local escogido para la función. El carácter del edificio presentaba el de la originalidad que debía influir en cuanto se viese dentro de él: los salones son verdaderamente regios, y por Unto propios del objeto de la celebridad. La gloria del nombre español, el poder y esplendor de sus monarcas brillan á la luz de la historia en todos los pantos de su ámbito. No es fácil explicar la ilnsion que producían los pórticos, arcos, paredes, y techos, las proporciones y deroas circunstancias de aquel hermoso edificio, único en su clase para los europeos. Antes de pe­ netrar el muro había una guardia que impedía pasar al que no llevase b!- TOMO VI. 39 nclf. Bajo on sanlaojo palifllon habla una comisión de caliallrros maeslMil» les para recibir á los convidailo.s, y acompañar y colocar á las señoras. En el salón del baile, ricamente aderezado, y cuya iluminación deslombraba, »e bailaron walses hasta de cuarenta y do» parejas. SS. A A. llegaron á las ocho y cuarto; dieron vuelta al salón con la» mayores demostraciones de su «atisfaccion y contento, y salienJo luo^o á recorrer los demás departamentos, y elogiándolo todo, partieron á las diez, para emprender su viage á Sevilla. Grandes de España , títulos de Cajlilla, generales, magistrados de la Chan- cillería, maestranles, y militares todos de uniforme con inedia y zapato: y un crecidísimo número de señoras, muchas de las cuales llevaban riquísima copia de brillantes, formaban la concurrencia, y aumentaban el esplendor de aquellas salas donde se reunían los prestigios de la marcialidad propia del pais, y de la gracia de las españolas. De.sde el principio del baile se sir­ vieron en bandejas refrescos y helados abundantes de todas clases ; y á cier­ ta hora se permitió la entrada al deparlamento donde hahia de servirse la cena, que era el palio conocido con el nombre de los Leones. El aspecto de este patio era sorprendente, tanto por lo que él es en sí, como por las lámpa­ ras, arañas, y adornos con que se le habia engalanado. Durante la madru­ gada se sirvieron punches, y bebidas calientes, todo con la mayor abun­ dancia. El baile comenzó luego que llegaron los Serenísimos Señores Ijifan- tes, y duró siempre animado hasta las seis de la mañana, reinando en todo este espacio un puro entusiasmo, inspirado por la función, por la mansión deliciosa en que se verificaba, y principalmente por el motivo que faabia promovido momentos tan placenteros. En Irages y adornos de algunas señoras de las qne mas se dislingoie- ron, y de los cabillcros vestidos de paisanos, deben citarse, de las prime­ ras: la seiu>ra condesa de Torre Marinjsu hija doña María del Mar; la vizcondesa de los Villares; la señora de Castril; la marquesa de Falces ; la marquesa del Salar; la condesa de Humanes; la marquesa de Acapulco; la condesa de Selva-Florida; la condesa de Guadiana; la generala Campana; la inarquesa de Casa-Bianra ; la señora de Rivera, su hija, y su hermana doña Josefa; la señora de Burgos; la de Prado; la de Castillejo ; la de Esterripa; Ja de Cañaveral; la de Tello ; la de Ceruclo; la de Riquelme ; la viuda de Pozo, y otras cuya enumeración prolongaría demasiado esta reseña. Los adornos que mas dominaron fueron, para la cabeza: marabús, pei­ netas de brillantes, bandos, perlas; y las señoritas solteras, llores. Collares •• De perlas, de brillantes, pocos de piedras. yeslidos; El mayor número, blancos; después, de color de rosa; algu­ nos celesles; pocos de color de fuego, y ninguno de otro color. Guarniciones: De llores, estampadas y bordadas de oro, plata y sedal. Algunos volanies. Hecliuras de eeslidos: Descubierto un poco el pecho, mas la espalda, y algnn tanto los hombros; una presillita por delante, y rizado los lados: fi­ nalmente, manga corta con ahuecadores. Esta hechura, que llaman de Cris- lina, era general. Guaníes; Llagaban á media dislaiicia át la ipuueca al codo con pulsentif CABALLEROS VESTIDOS DE PAISANO. = Fraiio«i tífgrós, y los KM eirgantej, bróticfados: corbatas de rato nrgro: bolones variados en la camisa: paiilalonei rstreclios negros: medias negras caladas: zapatos con cvilla negra muy pequeña: guantes blancos: sombreros redondo» clásticos.

Los dias 3, 4i 6, 7t 9> y 9 de este raes tuvieron exámenes públicos los discípulos di-l Colegio Ini|)erial de la Compañía de Jesús y alumnos del Semi­ nario de los mismos Reales Estudios. Ciiitndonos á lo que nos permiten los estrechos límites de nnesiro periódico haremos una ligera reseña de ellos; fueron preguntados por diferentes profesores de acreditada erudición , que­ dando salisfcchos de la. claridad y exactitud con que respondieron solire h» materias señaladas y que eran las siguientes: Latinidad , elocuencia espa- iiola, retórica, poesía, lengua griega, árabe y hebrea, lógica, matemálica.s filosofía moral y física experimental. Los señores seminaristas ademas de es­ tas clases se examinaron en las de dibujo, geografía, historia , música, len­ gua italiana, inglesa y francesa. La repartición de premios adjudicados i los jóvenes mas aventajados, se verificó la tarde del i o en el patio de los mismos estudios adornado con la hermosa tapicería del Excmo. Sr. Conde de Guate. Una brillante y nomero- n concurrencia presenció con la mayor satisfacción aquel acto solemne que tan justamente premiaba el mérito de los que mas progres.iron durante el curso de sus tareas escolásticas ; los premios que consistían en curenta y dos medallas y varias hermosas láminas litografiadas fueron distribuidos por los Excmos. é limos. Sres. Patriarca de las Indias, obispo de León , y Auxi- Kar; quienes con el mayor agrado y afabilidad daban la enhorabuena y es­ timulaban á nuevos y mayores triunfos á los jóvenes que tuvieron la satis­ facción de recibir el premio de sus propias manos. La función se amenizó con un dialogo puesto en música por don llamón Jinieno, y cantado por algunos seminaristas. Dio el alma á esta función la Academia de Humanidades y lenguas orientales recientemente instalada bajo la dirección de los PP. de la Compa­ ñía , y compuesta de varios jóvenes de conocida aplicación y talento. Esta Academia, según el programa de exámenes, lleva por objeto el cultivar laa lenguas castellana, latina, griega, árabe y hebrea, como lo acreditaron esta xnisma tarde algunos de sus individuos, leyendo composiciones en pro&a y verso, concebidas en dichos idiomas. Ho podemos menos de manifestar la particular satisfacción que tuvimos en escuchar dos discursos, uno en la­ tín exhortando á los mismos académicos al estudio de las Humanidades , y Compuesto por don Luis Esteban Gutiérrez, y el otro en castellano por don Juan Tro; cuyo fin era probar la otilidad de las lenguas orientales ; del mismo modo llamaron nuestra atención, y fueron unánimemente aplaudi­ das, dos odas en español; la una de don Cayetano Rossell, titulada: La Glo­ ria de la Poesia, y la otra del Entusiasmo, compuesta por don Joaquiíi Pérez Comole..La'Academia ha determinado por vía de premio imprimirlas (aso) y ento^ceí daremos idea de ellas á nucsiros lectores: entretanto nos congra­ tulamos anlic.ipadameiiie con la instalación de la enunciada Academia y nos prometeino< de ella las mas lisonjeras esi>eranzas.

Los aficionados á ciertas aventuras amorosas deben, como suele decir­ se, no hechar en saco roto el sij;aienle lance que acaba de ocurrir en París puede servir de apéndice efectivo á lo i leal del Homance £í Paseo úc Juanaf inserto en este cuaderno en el artículo Costumbres. "En la larde del 3 del coi riente, Mr. M*** estaba sentado en el café Torloni, en ocasión que se hallaba en una mesa, inmediata á la suya , una joven muy bien parecida, vestida con la mayor elegancia. Después de algu­ nas ojeadas recíprocas, y muy amables, la j(»ven salió del café , y siguién­ dola Mr. M*** la propuso acompañarla á su casa. Elh titubeó un momen­ to , pero aceptó la proposición. Prelexlando en srgnida el peligro de ser re­ conocida, y la brutalidad de un maridazo muy zeloso, dijo que seria mejor ir en coche. Uno de alquiler, que iba tras de ellos, se encontró tan inmediato, que entraron en él. La dama entonces> manifestando igualmente el deseo de no verse comprometida, exigió de su caballero acompañante el que se dejase vendar los ojos, para evitar de esta suerte que reconociese el paraje en que el coche se paraba. Mr. M*"** sin desconfianza admitió la proposición: la amable niña le venda con efecto los ojos, hace como quien dá órdenes al cochero, el coche gira durante una media hora , y al cabo se para en una calle oscura y desierta, delante de una casa de muy buena apariencia. Am­ bos bijan del carruije ; el cochi;ro no quiere admitir el dinero que le ofre­ cen : y sin dar apenas tiempo á Mr. M*** para que reconociese el sitio en donde se encontraba , la bella desconocida le introduce en una sala rica­ mente amueblada, y muy bien alumbrada. Oí!ipue.< de una sesión de ana hora, ábrese una puerta : tres individuos entran, y los tres con armas. Uno de ellos dá algunos pasos hacia Mr. M*** y apuntándole con una pis­ tola, le pide con la mayor políiica su dinero. Otro de los mismos se adelan­ ta para tomársele, le quita de paso cuatro bolones de oro que llevaba en la camisa , y le registra muy detenidamente, mientras la Dulcinea se entretie­ ne en componerse el cabello, que de resultas de su sesión con el robado, ó á cansa de la humedad de la noche, estaba un poco descompuesto y desor­ denado. Concluida la operación del registro, y dueños del dinero, dos de aquellos individuos industriosos cojieron cada uno una roano de Mr. M*** le condujeron de nuevo al coche, entran en él también, ponen en nirdio al aturdido caballero, le vendan otra vez los ojos, cieran los vidrios del car- ruage, y éste, después de correr otra media hora, se para en una calle muy extraviada. Alli fué donde los taciturnos compañeros de Mr. M**** le dijeron que se apease, y que " f.-uí'£/aí/o con quitarse la venda de los ojos basta que ellos estuviesen muy distantes." El pobre hombre no se lo hizo re­ petir dos veces: se apeó, y el cochero, resonando el látigo, hizo que los ca­ ballos tomasen el galope. Cuando el vendado pcrsonage se atrevió á desven­ darse, ya no habia rastro de los f(igitiv,os..~. jOh amor, y á lo que expones!.... ("O TEATROS.

ANA BOLENA.^ Tragedia lírica en dos actos. =: Música del Maestro Donizelli.

Una ópera, cnya representación dura basta las doce de la noche, y eso en medio del calor que hace, siempre ha de parecer larga. Esto es precisa­ mente lo que ha sucedido. Por fortuna ha gustado, porque la obra, ademas de buena, está bien desempeñada. Los artistas encalcados de su ejicucion , espccialnicnle las dos actrices primeras, trabajan mucho, y asi es que daba pena ver sn fatiga. Dudo que esta ópera , sin que se resienta el dcscmpeuo, pueda ejecutarse tres noches consecutivas. Las piezas en lo general han sido aplaudidas: con toda particularidad el aria de salida de la prima donna, en la que la señora Mvric-Lalandc ha des­ plegado todos los recorsos de su habilidad como cantora: no menos que en la pieza final, en la que la aprobación consagrada á su mérito no ha sido sino el tributo de la justicia. Su compañera, encargada del difícil papel de Juana de Seimour, ha contribuido también eficazmente á los placeres de esta sesión filarmónica. Los cantores han brillado asimismo , y la totalidad del espectáculo atraerla mucha mas gente, si el rigor de la estación lo per­ mitiera. Una primera representación, y mas en una ópera que ha de tener mu­ chas, puede citarse con solo anunciar su buen éxito, di'jando los pormeno­ res de las piezas y de otras parliciilaridades para mas adelante, si la obra continua sosteniéndose en el aprecio público. Deben enumerarse sin embar­ go de paso entre las piezas concertantes el bello dúo de Juana de Seimour y Henrique VIII; el dúo de la misma con Ana Bolena en el segundo acto, y un quinteto que bien mereció .ser mas aplaudido, por su bella fac­ tura, y por la robustez de su harmonía. Hay en toda la ópera trozos de instrumental que son deliciosos. La catástrofe de Ana Bolena, tan conocida en los fastos históricos de Ing'aterra , forma el argumento de este drama: es decir que tenemos en ¿I una tragedia en música ; cosa admitida desde que se ha convenido en que lüí pasiones se expresen al son de los instrumentos, y eii que las gentes «e mueran cantando. El poeta francés Chcnlcr dio al teatro, en la época mas terrible de la revolución su tragedia titulada: Henrique VIH, de la cual se ha aprovechado no poco el autor de este librello. El carácter de Henri­ que aparece de un modp atroz: no se si en esto están respetadas las leyes del teatro , en el cual los mayores tiranos no deben verse envilecidos, pues entonces en vez de terror, lo que producen es asco. ¿Q"é papel hace un Rey que soborna á los testigos, compra los votos de los jueces , los dicta él tuisffio la seuieocia , corrompe á los acosados« y los compromete para que Casa) calumnien á la inocencia por la esperanza de conservar la vida ? ¿Pnede ha­ ber cosa mas miserable que un poderoso que hace gala de su torpeza , y qne confiesa siii el menor pudor que quiere corlar la cabeza á su muger, únicamente por proporcionarse el gtislo de casarse con otra? ¡Qué acciou trágica tan importante! ¡tan ilustre! Un proyecto de adulterio, intentado por un marido, á quien están vendidos los testigos y los jueces. Semejantes infamias son indi;;na$ de la escena. El autor se esfuerza en hacer interesante á Ana Bolena. Ésta inspi­ ra en efecto aquel interés de humanidad que se experimenta por todo ser que padece; y especialmente aquel interés de opinión que nos condure 4 compadecer mas á los que desde la cima de la fortuna caen en el infor­ tunio. Los mismos que conociendo la historia saben que Ana Bolena fué muy intrigante, y no poco galante, y )a principal cansa de las locural de Henrique VIII; los que no ignoran qne manifestó una feroz alegría cuando sapo la muerte de Catalina, la primera esposa del Rey; los quej repito, están al corriente de todas estas circunstancias históricas, se en­ ternecen sin embargo al ver su horrible castigo. Pero por fortuna , en las óperas se muere, como hemos dicho, cantando; y por horrible qué tea ta situación , quedan , en medio de los gorgéos, algunos recursos con­ tra las impresiones mas funestas.

LA TROMPETA^ l^yaHUSlLg^ik LITERARIA

PUBLICACIONES RECIENTES.

ADVERTENCIA. El juicio de las obras se hace por la fíedacchn , y no Sb •dmitcn los artículos ya formados; solo si el ejeniplar de la obra, que se dcToelve después de publicada. No se exige ninguna retribución, pero son preferidos en el turno los suscriptores d las Curias. Se circul.in también los prospectos: todo según las bases manifestadas en el número 4o de este periódico.

VlSCnilSO ijiie en la solemnísima bendición de las Banderas que ta REINA NUESTRA SEÑORA se lia dignado distribuir á los cuerpos de la Guardia Real, Ejército y Voluntarios Realistas, pronunció desde la Cáte­ dra Spángiliea en presencia de SS. MM. jr de un numerosisimo concurso et (223) EiccTcntísirao señor don Manael Fernandez Várela, Arcediano de Madrid^ Predicador del REY N. S. y Comisario General Apostólico de la Santa Cruzada. £os ejemplares que los señores Editores han tenido á bien poner á la disposición del orador, se dan al público por acuerdo de S. E., aplicando el producto de su venta al alivio de ¡os pobres de las cárceles de esta capital, y se hallan en la librería de Bodriguez calle de las Carretas, á 4 reales en rústica fina. Una Reina dignándose dar al ejercito los estandartes y banderas, la con­ sagración en los altares de estos signos del honor y de la lealtad, el llamar la gloria del cielo sobre la gloria nías encuntlirada del poder humano, la presencia de un Rey araado y de tina Reina idolatrada, la asistencia de lo n>as alto y noble en progenie y valor de la Monarquía, los juramentos , el entusiasmo, el bien presente, las esperanzas futuras, objetos son lodo» altos y grandes sobremanera para llenar de inspiración el alma de un orador; pero preciso es que este orador junte en si las difíciles cualidades de tal, pa­ ra producir el movimiento y sensación que exigen materias tan elevadas : y, justamente por concurrir en el Excelentísimo señor Comisario de Cruzada tales cualidades , que han sabido dar ludo el realce que merecen ceremonias tan magníficas y santas, es por lo que la oración presente la consideramos como muestra, acabada de la elocuencia del pulpito. Acaso el breve espacio á 4> y donde se habla de la ley fundamental del Reino sobre la sucesión eventual de la Corona en las Infantas á falta de varones en la línea reinante. Los puntos que pueden tocarse en esta materia impor­ tante todos se apuntan aqui, si bien con la brevedad que pide una no­ ta, siempre con el asiento y pulso del hombre de Estado. Nos parece su­ mamente importante el pas.tge sigaiente:«Este hecho consumado con va- vrias nulidades en las corles de I7a5, fue muy sensible á todos los es- X pañoles , y considerado generalmente como hijo de la seducción y de la «violencia extrangera ; pues no solo dejaba la BUpaña reducida para sient- »pre i potencia de segundo orden, sin que pudiese jamas ensanchar sus «limites, ni por medio de enlaces con el Portugal, ni haciendo valer sus «derechos sobre el Rosellon , &c. , sino que se presentaba ilegal por la «incompetencia de unas cortes ceñidas á ua solo brazo de algunas pocas «ciudades." La magnificencia de la frase, lo brioso á veces del estilo, y lo cas­ tizo siempre de la'dicción son cualidades que si por ellas solas pueden hacc|-se célebres otros discursos, en éste, á (>csar del esmero con que esláu (235) desempeñadas por el orador no están nacidas en el discurso sino para con­ currir al éxito final de la «ración. Tales deles esta» osados sin afectación nimia, y solo coino medios para mover; y los pensamientos y la filosofía y el ardor y la vehemencia religiosa parecen ser único objeto^ ¡Felii el que Iiablando desde la tribuna sagrada hace olvidar por los muchos y subidos quilates de ¡a valor, los mismos tesoros de su elocuencia que bastarían á ensalzar á otros muchos oradores!.'! EI< POBRECITO BABIíADORi Revista Satírica de costumbres^ &c. Núm. I." Librería de Escamilla. a reales. ¿Han leido Vmda. este cuadernilo de s4 páginas que acaban de sudar las prensas de Repullés? Escríbele el Bachiller don Juart Pérez de Mon­ ería, al través de cuyo embozo se trasbjce y clarea á otro autor mas co­ nocido en el mostrador literario, y que por el género que rende no dará lugar á que nadie diga: *'iV(> WMS Mostrador." Bien al contrario, en se­ guida del núm. i." ya esperamos con impaciencia el a.°, para el cual se nos promete por el señor Bachiller una sátira suya contra la Corte. ¡Pobre Corte, y que descarga la aguarda, y en tercetos nada menos! Por de pron­ to lo que el caballero don Juan Pérez de Munguía intenta averiguar en esle su primer articulo que ahora anunciamos, es quien sea el público, y donde se encuentra....'? Si este pensamiento, y aún el mismo artículo fuesen origi­ nales, su mérito seria sobresaliente; pero su origen transpirináiro, por mas que la obra ha querido ponerse á la española, no prueba basta ahora sino que el señor Bachiller es un sastre literario que no carece de habilidad para lurcir diestramente lo que corló con acierto la tijera francesa. De esta suer­ te, cou cuatro aplicaciones Incales^ unos cuantos díchilos malignos, y me­ dia docena de saetillas bien disparadas, se coloca cualquier pobre diablo de hablador en postura de decir lo que le parezca, salvo á que luego cada uno traduzca á su modo lo que él tradujo al suyo. £1 artículillo por lo demás oo está mal tejido: explica bien lo que cada cual, según su interés, entiende por público; y por lo mismo tiene sobrada razón cuando dice: '•'•Un periodista presume que el público está reducido á sus suscriptorcs: y en este caso no es grande el público de los periodistas españoles.- un abogado cree que el públi- eo se compone de sus clientes: á un médico se le fgura que no líaj mas pú­ blico que sus enfermos, que gradan á su ciencia este público se disminure todos los días, y asi de los demás. Este Bachiller satírico no deja títere con cabeza. El .se mete en los pa- **o»» en los teatros, y en todas partes halla motivo para dar tijeretazos. Asi **» que pega tremebundo con el reducido, puerco , _;' opaco Café del Princi- ft y hay su trocito para los leguleyos que se atreven á concurrir á él, no entendiendo de poesía: para los poelas que por alli hormiguean; jMira los *'e)os avaros que han agotado la fuente del sentimiento; para los periodistas «nper/orfo, y los periodistas co/i/wnWos interminables, y para lodos los •tajaderos que (como dice muy luminosamenle el señor Bachiller) no en- ''cnden de nada y disputan de lodo. Todas estas tarascadas paran (así os lo cuenta el mismo) en que sale del café, y en que no puede menot de iitrar en tas liosterias. Conócete que las tiene afición profunda, y no deben loao Vi 3o (4a6) gallarle aquellas en que la pitanza no es de su gusto. ¡Pero vaya V. á sa­ ber cual será su gusto!... Todo es para él iniDundo y sucio. ¡Bendito Dios sea que tan limpio hizo al seíior Bachiller!.... Él «ncucntra que los mozos son mugrientos y mal encarados: para él se repitan todos los dias los mis­ mos platos, los mismos guisos; siempre hediondos, siempre mal aderezados; y esta es una monotonía gastronómica, ademas de repugnante, que á la ver­ dad debe parecer muy mal á todo Bachiller que tenga hambre. Al señor Pe- reí y Munguía le sobra la razón para ser dificultoso y reparón. Nuestro Bachiller después de sentar por principio inconcuso que el pú- blico gusta de comer mal (de lo cual infiero que él no es público, pues no tiene este gusto) nos dice que bebe peor^ y que aborrece el agrado, y la hermosur^a del local. Gracias por la consecuencia; esto es lo que se llama re­ machar el clavo, y definir al público. Ni la TOSÍ, ni la La-Lande, ni Latorre^ ni García Lnna, ni aquellos, ni estotros, ni nadie se vé libre de la lengua de este Bachiller. Hay para to­ dos, y por lo mismo todos deben comprarle, leerle y meditarle: sacúdase cada cual como pueda, que el hombre es impertérrito, y declara que no de­ jará meter baza á nadie. Hace muy bien: tal debe ser la divisa de un buen Hablador. Esto, para concluir, recuerda la siguiente ocurrencia.

Un hablador estupendo Encontróse á otro hablador. El que cogió ¡a palabra Es tanto lo que charló. Que para el oyente no hubo Emboque en la relación. <*¡Quc hablar!...." (Se dijo á sí mismo El hablador que no habló): **¡Garape1.... Como él escupa, "Aprovecho la ocasión, »Y no mete mas el cuezo." — Pues, Cara pe, no escupió.

AVISO IMPORTANTE.

Se ofrece al público , por solo el desembolso dé 30 francos (8o rs. vellón), la suerte de adquirir las dos magníricas haciendas de R0gn7.no y Nizniow , situadas en Galitzia (Austria), fjna prueba incontestable del grande valor de estas hacien­ das es que se ofrece y afianza al que las ganare , y no quisiere tomar pose.Men de ellas, la cantidad de 36o.ooo francos de Francia. El plan presenta ademas a 1.999 premios considerables en efectivo , cosa de no menos atractivo para los aficiona­ dos. La estraccion se verificará irrevocablemente i mas tardar el 37 de Noviembre del presente afío. Esta Lotería está autorizada por S. M. L y Real, y ofrece la suficiente garantía. Las acciones á ao francos (80 rs.) cada una, y una mas al que quisiera 10; se pueden tomar poniendo el dinero en cualquiera plaza de comercio, ó en la oficina general de los señores M. A. Sehmann j- Compañía, en Francfort del Mein. Hecho el sorteo se publicarán las listas oficiales , y en los periódicos de EspaSa los grandes premios. Los precios de los principales frutos en las provincias que á conti­ nuación se expresan, desde el t al 8 del presente mes de agosto han sido los siguientes.

FRUTOS.

PROVINCIAS. '¿3óÍ^6<<>:?> ó

A'ava 38 17 ay a8 7S 28 55 i5 37 I A"gon 32 ai la 36 73 24 5a 6 a6 1 AsKirias 33 ig 30 a3 3i 64 35 48 a4 64 36 A^'l»- 38 23 i3 53 49 53 i4 4b «•"•go' 38 20 i3 a8 43 70 Sa 5a 7 39 3a t-ariagena 4o ji ao 3o loo 31 43 30 34 •4 49 4i a3 48 6 34 a 6 Í:^''""» 43 3i 19 38 59 7S 24 35 18 54 I k^-Joba 4i >9 «a 20 5a 85 33 43 6 19 ^"'C^"? 38 a4 i5 17 96 4a 49 '7 53 • ^»'"='»- 4' 23 33 aa8? 5i 67 aa 45 i3 39 i 6 Jí""»^a. 37 25 i5 48 71 36 45 «o 44 I 33 Jjiiadalajara. ... 34 ai la 36 94 64 18 56 I 73 86 30 4a "> áo a J^uipuicoa 37 a3 3149 4"6 4•9 a3 "^ 8" 38 I I*"" 53 16 3o í«n a8 18 10 33 53 89 33 47 a' 58 •4 Jerez de la Fron- 35 49 39 5o 9 41 38 tera 4o 18 3a 38 3a 3o J;fon 37 19 13 70 aa U 6 35 MiUga ¡I 17 53 40 8 a4 Mallorca 44 17 a3 43 SI 3 Mancha 4o a4 i5 35 49 7 24 3a 2*^afa 33 i4 43 li" 5a 10 3? a8 Patencia 48 30 13 37 29 61 57 i5 36 Salamanca 43 ifi 13 34 70 50 38 3; =3 47 8 aanunder. .... 48 16 22 , <* 70 3ú 3o i5 45 38 gf^'"a- 34 ao 12 33 46 45 24 49 8 4o 6 41 8 39 i'erra-Morena. . 37 tS I3 38 45 73 29 14 S"'"- •• 3o .6 10 78 ao 53 8 3o 64 16 37 valencia, . . /i í» ,, 3o 3o 54 37 v?uadoHd.-.::: ílfs \l 80 3o 5i 9 i3 ;""y» 35 19 ^"«"•» 3o iS 10

4 l^ '•'•"ponilen á la primera semana de julio último los precios fijados á Ibita: ca • T "f" raismo los de Jaén, Jerez de la Frontera _, Mallorca y Salaman- ' y a la cuarta del mismo los que se expresan en Galicia, Granada y Mála|¡a. ("8)

Ofrecen los precios referidos los resultados siguientes (i). TÉRMINOS DE PROPORCIÓN.

FBOTOS. MÁXIMUM. MEDIO. MÍNIMUM.

C León > Trifo Palencia 48 Guipúzcoa. . 37 < Sierra-More- f 87 ^Santander. ..^ j Sierra-More- j Cuenca. Centeno, Valencia. 38 S na ? 16 Mancha. :h / Soria 3 Valladolid. .. Soria f J Álava ) Cebada. . . . Guipúzcoa. , a3 Valladolid... > 10 {Valencia.... } ^ Zamora. . . . ^ 5 Álava ) j Maix Valencia.. . Cuenca. ... 17 38 ) S.int.-inder. . ) ( Guadalajara. > Judíaa. .... Sevilla.. . . 70 < dierra- More. >48 Guipúicoa.

1 Bureos. . . . I ,„ Garbanzos... Cartagena. J Sevill,.. . . í 7° Cataluíta. . 4< ÍS Palenria ... i Arroz Astnria». . Valencia. , 35 } V.-ilIaaolid .. \ "7 ao . . \ Guipúzcoa. 64 Asturi.is. ... j ,a Sierra-MoreSierra-More- ) , A«'" I Virxaya. . . ! CMaluitj.. .. P* S na P° Vino común. Asturias. . Avila i4 Navarra. . 3 Aguardiente. Asturias.. . 64 i Vizwya.' ;•.!}'? Navarra. II Carnes.

Vaca Sevilla. . a 8 Valencia. . I >4 Asturias. . . >4 ^ „ $ Cataluila. I aa Asturias. . . aG Carnero. . . . { p,^^„^^_ ^ a 16 Valladolid. < Aragón. . . Tocino Sevilla. \x J Álava I 4 a6s Avila. . . . I 16 < Mancha .., , 5 ^ I Navarra )

Aragón.. . .^ Asturias. . . I r Catalnffa, Burgos. ... I Cartagena. . . I JORNAL J Guipúzcoa;oa,. . / León. . . OBL CAMPO. 1 Navarra ÍGuadalajara.. \, Zamora. . LSantandcr, "\ Mancha. . .. f • I I Falencia. . . 1 I Sevilla. ... I I Soria I VValladolid. J OBSERVACIONES. La cosecha de'grano! ha sido abundante en Aragón, Asturias, Cataluiia y Navarra; pero en estas tres últimas provincias se quejan de la falta de aguas , que les hace temer por los frutos pendientes. Las enfermedades que se padecen en la provincia de Córdoba toman un carácter maligno que producen malos resultados. (I) Para estos resaltados se han escluido los precios de las provincias que corres­ ponden i diferente semana. OBRAS DE BONANZA.

TRASLACIÓN A BONANZA DE LA ADUANA DE SEVILLA.

CARTA TERCERA.

j4gosto I 5 de i83i.

MI.i apreciable amigo : en la tarde del i3 del presente, volvien­ do del Canal por las Delicias, don Bernabé y yo, tropezamos con nuestro amigo don Anselmo, y un eclesiástico muy respetable , que suele acompañarle; é incorporados todos, atravesamos el Prado, y después de un ligero refresco, que ciertamente pedia un calor de 3 o grados, nos subimos por la calle de Alcalá para cortar camino, y tomar la de san Bartolomé , donde vive Don Anselmo : esperamos la hora acostumbrada de la tertulia , hablando del tiempo, de los usos del dia , de los devaneos de la juventud , y de todas aquellas otras cosas, ya frivolas, ya serias, en que solemos ocupar nuestro tiempo y nuestra crítica, los que ya conocemos el mundo, ó estamos cansados de sus locuras. Don Anselmo. Aprovechemos el tiempo, dijo por Cn , dirijién— dase á don Bernabé. Ofrecí á Vmds. demostrarles los beneficios de la traslación á Bonanza , de la aduana de Sevilla , que hace ya mu­ chos años que estaba indicada esta necesidad , y voy á cumplirles »ni palabra. V. señor don Bernabé, creo, que quedarla muy satisfe­ cho, si pudiese concebir , que en esta traslación gana el Beal Erario, el comercio de buena fé, la navegación y el pais; y que es el preser- •^^ativo mas eficaz contra las maniobras del interés y de la codicia, que vá siempre á su fin, sin reparar en los medios. ¿ A dónde puede mejor establecerse una aduana para el comercio de importación del estrangero y de América, y exportación para los mismos puntos , y para el costanero , que en aquel que asegure todos los intereses , sa­ tisfaga todas las necesidades, haga supérfluas las precauciones que TOMO VI. 3,1 (.3o) aconseja la prudencia en los peligros, y facilite las operaciones mer­ cantiles , libertándolas de trabas , de una vigilancia severa , y de las molestas é ingratísimas medidas,. que su jiere la necesidad, ó la gravedad del mal, con que el interés amenaza á cada instante. No recargaré el cuadro que voy á trazar á V.: correré un espeso velo para ocultar , si es posible , los males sin término, que nos ha causado la absoluta franquicia del puerto de Cádiz: su libertad abso­ luta ha sido una especie de contagio mercantil , que comenzando por un contagio moral, ha aniquilado nuestras rentas y enervado nues­ tras fuerzas ; cuando no las haya destruido enteramente. El objeto del Gobierno fué ciertamente loable: dar una nueva existencia á un pueblo , en otros dias, rico y opulento , cuando era el centro del vasto comercio peninsular con nuestras Américas: fió demasiado en nuestra moralidad y costumbres, y olvidó generosamente los peli­ gros de la libertad , cuando ya no puede vencerlos el amor á la"' pa­ tria. Recordar esta calamidad , cuando ya ha desaparecido radi­ calmente ; hacer ver , que la franquicia de Cádiz, ha sido el foco de una gran parte de las desgracias nacionales; y aplicar luego la doc­ trina y los hechos al horroroso contrabando , que durapte esta época ominosa , se ha estado haciendo en la ria de Sevilla , seria , tal vez, en opinión de algunos , desviarse del objeto principal , que nos ocu­ pa: otros nos dirian, que cuando se raciocina sobre hechos comunes, no es el camino mas ideológico el describir males y desgracias, que no suceden sino en tiempos difíciles y en épocas extraordinarias. No tendrían ciertamente razón, ni los unos, ni los otros: este raciocinio es muy lógico. Si los contragolpes de una libertad desenfrenada se sienten especialmente en un punto determinado., no puede ser sino porque es el punto mas débil, y en el que se reúnen todos los elemen­ tos del mal: el cuerpo moral, y político, y mercantil se asemejan perfectamente , en esto , al cuerpo físico, cuyas dolencias , se mani­ fiestan y sienten mas particularmente en sus partes mas resentidas y débiles. Si el contrabando , que provocó la libertad de Cádiz, desr- plegó toda su fuerza , y ostentó todo su maligno poder en la ria de Sevilla, no puede ser otra cosa la causa , que la de haber encontrado en ella su alimento; y este es el examen en que debemos entrar: es­ te el objeto de nuestra discusión. No estrañará V. mi señor don Bernabé , el que yo le diga ahor­ ra , con este motivo, y de paso, que el piensamiento de la traslación no es del dia : es un pensamiento muy antiguo, .madurado por la observación y los hechos; pero cuya ejecución ha encontrado mil (.3i) obstáculos que vencer, yá por la dificil posición en que nos han puesto de so anos á esta parte, Fos acontecimientos políticos, yá por las resistencias que opone siempre an interés rrial concebido, ó mal combinado, á las mejores ideas, y á las innovaciones mas saladables; resistencia tanto mas fuerte y obstinada, cuanto mas apoyada es­ tá en el poder , y en las relaciones de ciertas gentes, que no siem­ pre tienen la virtud necesaria para sacrificar al bien público, su egoisnio y su vanidad. Por lo demás, hace ya mas de 15 aSos , que se hubiera verificado la traslación , i no habernos opuesto un muro de bronce la porfiada , cuanto feliz lucha de nuestra independencia nacional; y luego, las reacciones que provocó, y los males á que dio origen. Este muro- ha venido á tierra j á impulsos del perseverante celo, y de la ilustración del Gobierno de S. M.: las dificultades se han vencido; y aán las que de nuevo pudieran haberlo hecho desma­ yar , no han servida, sino para apresurar mas el momento de la traslación. V. conoce, que el grande obstáculo que suele oponerse á nuestras mejores ideas, ó detener su realización , es la falta de medios, sobre todo , cuando son ideas grandiosas , que presuponen desembolsos muy considerables: aquí no se ha presentado, ni aiin esa dificultad. El Gobierno juzgó y aconsejó: S. M. decidió y mandó: y luego el celo de la Dirección general de Rentas, y de la Real Junta de Aranceles , allanó el camino , removió estorbos, imaginó y propuso medios, los recauda y distribuye; y aunque á larga distancia de Bonanza , dirigen las obras , y están al frente de.todo. Don Bernabé. Pocas veces he escachado á V. con mas placer que esta noche : ha estado V. muy feliz en sus observaciones preli­ minares , y nos ha sabido presentar , con tanta maestría, el objeto en que va á ocuparse, que yo, por lo menos, puedo ya adivinar lo que quiere V. decirnos. Repita V. sus paseos al canal, y nosotros participaremos de sus beneficios. Don Anselmo. Puedo estar algo molesto ; pero estoy seguro de que merecerla toda su indulgencia, si pudiesen comprender, cnan­ to he querido decir , ó si conociesen, como yo , esta parte de nues­ tra historia económica. Ahora , señor don Bernabé , que tengo que descender á localidades , quisiera saber , si conoce V. bien la ría de Sevilla ; porque si no la conoce , tendré que entrar antes en algunos pormenores. Don Bernabé. La conozco á palmos ; y tanto , como que tal vez, podré oponer á sus reflexiones, algunas dificultades; pero esto sera á ía tiempo. (a32) Don Anselmo. Pues ahora bien: V. sabe, que la navegación del Guadalquivir hasta Sevilla es de i8 leguas, que aunque hoy no son mas que iS por el corle del borrego, dan 3o por ambos lados, ó i5 por cada una de sus dos riberas: ¿quién las guarda, especialmente de noche , á no haber una gran fuerza siempre en movimiento? Los brazos del rio mas arriba de Bonanza son tres: el Este, Mediodía y Norte: son infinitas las calas y surgideros que presen­ tan, entre ellos, principalmente los Caños del yeso, Talfia, Nuero, Figuerola , Surraquez , Tinaja , Torrecilla, Nueve suertes , y los Diablos : su navegación está reducida á determinadas épocas ; á la luna nueva, y luna llena, que es cuando hay los mayores botamen- tos, ó las grandes mareas necesarias para vencer doce escollos, que obstruyen la ria, llamados Talfia, la Mata, los Gerónimos, la No­ ria , el Marmol, Capirós, la Hilera, y Cachos del rosario, y entre la Puebla y Coria, los de Copcro y Punta verde, entre Gelves, san Juan y la Tablada. De aquí nacen los grandes inconvenientes, ya para la cómoda navegación, ya para asegurar los intereses püblicos. En las fuertes mareas, es de i3 palmos, y en las bajas de 8 y 9; asi que, no pueden navegarlo los buques de quilla plana, que no pasan de 4^0 toneladas, porque si su cabida es mayor, tienen que alijar en va­ rios puntos del rio, para conducir luego la carga á Sevilla, en bu­ ques de a o á 3 o toneladas. ¡ Con qué facilidad no podrá hacerse el contrabando, por medio de estos frecuentes alijos! El curso de la navegación está ya trazado; las escalas son conocidas; y los papeles de las aduanas conformes á las notas declaratorias pueden no conte­ ner mas que el número de bultos, que se quiere que lleguen al pun­ to de su destino. Don Bernabé. Ni aunque se declare el número de bultos, que se lleva , temiendo los certificados de nuestros cónsules en paises ex— trangeros, 6 los registros de América, ó los de nuestras Aduanas, en el comercio de cabotage, cuyos gefes están obligados á presenciar los efectos, que se declaran y realmente se embarcan: son todas ellas dificultades muy pequeñas para el comercio de mala fé. Los cónsules expiden sus cerlificacbs con arreglo á las notas que se les presentan: expresan ó no el número de bultos ; y si los expresan, jamas especi­ fican el contenido de cada uno, ni tampoco su peso. Los registros de América no son mucho mas eficaces para contener el contrabando, ó el fraude ; y los de cabotage, son para este efecto una mera forma. Es muy raro el gefe de una aduana que concurra al muelle, ni (>33) por sí, ni por otra persona de su confianza i presenciar el emLar- qae de los efectos que se le han declarado; ni pudiera hacerlo, aun­ que lo qnisiese : tiene mil objetos á que atender dentro de la misma aduana, y los mas de ellos de una grande importancia. Aunque se trasladase al muelle en horas extraordinarias, y multiplicase su ser, poco ó nada haria: necesita asegurarse del número de bultos, y de su peso y contenido; y, ¿á dónde irla á parar este examen y prolijo reconocimiento ? ¿ qué manos, y qué tiempo no reclamarla ? El contrabando cuenta con los medios, y cuenta también con las personas. Si el gefe de una aduana fia en alguna, está ya en el ca­ mino de ser engañado. Las grandes combinaciones del defraudador comienzan desde que el género vislumbra nuestras costas: el contra­ bando se hace en las calas y surgideros, en el muelle durante la cua­ rentena , ó el tiempo que la ley concede para la presentación ó me­ jora de los manifiestos; en los almacenes de las Aduanas, donde , ó se alijan los bultos y cabos, conservando el mismo número, ó se cambian unos por otros. Yo viví algunos dias en casa de un amigo: los ladridos de un perro nos hicieron levantar una noche de la me­ sa : nos asomamos á un balcón , á tiempo en que estaban pasando de los almacenes de la aduana, á los de un negociante, unas churlas de canela : tuve la curiosidad de saber el cómo salían de este apuro, el Alcaide y el negociante: el despacho se hizo, sin dificultad: am­ bos quedaron dispuestos á repetir la operación, aunque imponien­ do el Alcaide silencio á su perro, qae no le mantiene sino para la­ drar, cuando él se lo mande. V. comprenderá este misterio, sin ne­ cesidad de que yo le repita la explicación, que se me dio entonces; y ¿quién rae la dio? Un comerciante que se me dijo luego, que era el profesor mas aventajado en este arte; bien que llevaba 3o años de cátedra, después de i o de un largo y muy aprovechado aprendizage. La confianza con que se me explicó revelaba ya sus profundos cono­ cimientos teóricos y prácticos en la materia. "Gibraltar, me dijo, está en mi casa; y quien cita á Gibraltar, pudiera citar otros mu­ chos puntos: hago un pedido, en nuestra forma acostumbrada: un patrón llamado genovés, aunque sea tan español como yo, se encar­ ga de conducírmelo en un pequeño buque, donde se enarbola la bandera inglesa; lo deja, si puede, en la costa; y si no, lo suelta en bahía, cuando no lo puede hacer; y esto es muy difícil, porque ten- So mis caminos sembrados de flores: lo declara de tránsito para Ge­ nova : se desembarca y almacena pro-forma, porque si se le toca, reclama el cónsul el cumplimiento de los tratados: recíbelo cuando (»34) se vá á dar á la vela: lo deja, si puede, en la costa; y sin6, repite su viage hasta qae logra su objeto." Don Anselmo. Macho celebro saber, que V. ya conoce los inge­ niosos medios de que se vale el defraudador para sorprender la vigi­ lancia y celo de los empleados de S. M., y 6 inundarnos de géne­ ros de prohibido comercio, ó eludir el pago de los derechos de los de permitida entrada, porque asi sabrá apreciar mejor las razones que el Gobierno ha tenido para trasladar la aduana de Sevilla á Bonanza. Don Bernabé. Veremos las que V. me expone, y yo las pesare con toda imparcialidad: no son siempre las mejores, las que parecen serlo. —No está, me decia un amigo, que sufría los tormentos mas crueles; no está mi mal en mi cabeza, que es donde mas me morti­ fica : está aquí, y me señalaba el corazón. En vano se cansa mi mé­ dico en aplicarme remedios tópicos, que nunca son mas que paliati­ vos : es menester atacar la raíz: un campo de zarzas y de zizaña no será un campo de cereales, sino se limpia de raiz. He tenido la cu­ riosidad de seguir fielmente esta parte de nuestra historia de admi­ nistración , y me admira la previsión y cordura de nuestro Gobier­ no, que ha ido siempre delante, si es posible, de las maniobras y profundas cálculos del comercio de mala fé. Un negociante, que ciertamente no era un modelo de desinterés y de amor al bien pú­ blico, me decia una maríana en su despacho, con una cierta risita irónica; ¿y de qué sirven tantas precauciones, tantas reglas y for- malidade&P la mayor prudencia, el celo mas vigilante de un padre de familia no puede salvar la virtud de su hija confiada á criadas mercenarias , hipócritas y pérfidas : las barreras de una estrecha re­ clusión no contienen las locaras de tina esposa disipada , y á merced siempre del oro de un seductor. V. conoce la fábula: la lluvia de oro penetró la torre de bronce de Danae, hija de Acris: el mal está en Jos hombres; no está en ias cosas. No es mas seguro un calabozo que una costa abierta, cuando el alcaide quita los grillos al reo, y le abre de par en par las puertas. Es menester, que sean muchas las ventajas que ofrezca la traslación de la aduana de Sevilla, para que yo pueda decidirme por ella. Don Anselmo. No dudo que se decidirá V. , aunque no sea mas que porque remueve muchos obstáculos de grave importancia , y evita los peligros. Yo sé, como V., que nuestros males, en esta par­ te , provienen siempre de unos hombres famélicos , mal educados, llenos de vicios-, y sin ninguna especie de virtud ; pero también sé. (a35) 'que él'hombre mas inmoral y corrompido procura siempre encubrir sus vicios, y parecer lo que no es. Una doncella de confianza que peryiertc á su señora, se cubre con la máscara de la hipocresía, y se prepara de antemano los medios de su defensa: pocos alcaides habrá V. visto castigados por su infidencia; y no son machos los fieles. Un gran hombre que conocía bien á su especie, decia: el que no practica la' virtud, por amor á ella, es preciso que la practique por el temor á la pena: ií non virtutis amore, forntidine pena: es lo que decimos frecuentemente, pan y palo. Deje V. al hombre al descu­ bierto, y que no pueda esconderse detrás de ninguna barrera, y evitando V. el mal, hará el bien: esta es la gran máxima del Go­ bierno. G>ntinúo, amigo mió don Bernabé, mis reflexiones. Es verdad, que desde Bonanza, y prevengo con ésto, la dificul­ tad, que V. pudiera oponerme; es verdad, que un dependiente del resguardo vá dentro del buque, como un guardián; pero ¿quién lo cela? ¿no es allí un soberano? ¿dónde está aquella virtud á prueba, capaz de resistir á las tentaciones mas fuertes? y ¿quién pide un no­ ble heroísmo á un hombre hambriento, y poco delicado, cuando no esté ya envilecido ? Como á soberano se le adula, agasaja, y ofrece lo que tal vez no pudiera ganar en media docena de años. Desde el año de 1761, se han imaginado mil medios para contener el contra­ bando ruinoso, que se hacia con la cooperación de estos infieles agentes: todo ha sido en vano. La experiencia ha acreditado, que la presentación del manifiesto en San Lucar y el adeudo en Sevilla ,. es Una mera formalidad. El capitán declara lo que quiere para desem­ barcar en los puntos convenidos, los bultos que deja fuera de su de­ claración: la operación del fondeo en San Lucar, es impracticable: ¿quién reconoce una gran carga, cabo por cabo, sin removerlos to­ dos, y cansar grandes daños, detenciones y acaso averías? El depen­ diente que lleva á bordo desde Bonanza, cumple su servicio en el primer punto avanzado del resguardo de Sevilla, y le reemplaza otro dependiente del resguardo de San Lucar: asi se aumentan los pe­ ligros, porque 110 se cuenta ya con la moralidad de un solo hombre. Cerrar y sellar las escotillas, es encerrar á un reo en un calabozo, con ventanas abiertas, y abandonarlo á toda su libertad. ¿Quién im­ pide las extracciones por Santa Bárbara y pañoles de proa; por los mampazos, cuyo uso no puede V. proscribir, con ningún sello, sien­ do el depósito de víveres, y aguada, y estando alli los dormitorios? y ¿quién las impide por la porta de recibo, que aunque calafateada sobre la cinta, puede muy bien descalafatearse, y facilitar un con- (»36) ducto entre puente y bodega muy adecuado para tales maniobras? I^s dificultades que presenta el rio, hacen frecuentes é inevitables las muchas varadas que hace el barco de vapor, á pesar de su cons­ trucción propia para esta clase de navegación. ¡A. que accidentes no estarán sujetos los otros buques de comercio; y cuantos baramentos, no se imaginarán de intento, para consumar impunemente estos fraudes! Don Bernabé. Habla V. como un oráculo; pero no obstante, me parecen exagerados los peligros, y recargado el cuadro. Me permitirá V. que lo vuelva, y que dé algunas pinceladas: be oido á un amigo de Sevilla, que tiene otra opinión que la de V., algunas observa­ ciones, que no me han parecido infundadas; y no será fuera de pro­ pósito que las analicemos. Don Anselmo. Las oiré con mucho gusto , porque no soy idóla­ tra de mis opiniones; y si fuesen justas, rectificaré ia mia; pero te­ mo mucho que uo lo sean. El origen no es muy puro: ha habido una rivalidad de intereses entre San Lucar y Sevilla, que ha retar­ dado la época del bien: el Gobierno ha decidido; pero las preocupa­ ciones subsisten: la verdad no se ha mostrado, porque necesita el apoyo de la experiencia; y el error conserva una parte de su impe­ rio. Siento que la hora avanzada de la noche , nos separe, y corte el hilo de una discusión tan agradable y tan útil; mas no será por mu­ cho tiempo. Cuento con la concurrencia de Vrads. mañana tempra­ no, porque tal vez maüana mismo quede decidida la cuestión. Adiós, amigo mió, hasta otro correo: yo le transmitiré el resul­ tado de la última sesión, aunque sea preciso robar al sueño alguna hora. Entretanto se repite suyo y afectísimo.

Manuel María Gutiérrez. (23;)

ARTES DE IMITACIÓN.

Peídos introducidos en la declamación teatral.

CARTA VI.

Oenor Editor de las Cartas Españolas: dije á V. en mi última qne el arte de la declarnacion teatral había carecido de los anxilios de la critica filosófi• ca, y qae solamente el gasto popolar habia dirigido hasta cierto punto la conducta artística de los actores. La época célebre de los mosqueteres y de su famoso caudillo Sandiex , es un testimonio irrecusable de la cen­ sura exclusiva que hasta poco tiempo hace ha ejercido la plebe en el teatro, y lo es también de que á los autores no les quedaba entonces otro arbitrio que plegarse al gusto dominante á fin de conjurar la tempestad de silbidos con qae aquella cohorte furibunda les amenazaba continuamente. Ni aún los críticos sensatos podian oponer un dique al torrente impetuoso de una cen­ sura popular y por lo mismo tumultuosa, que sofocando las semillas del buen gusto privaba, á los que podian juzgar, de puntos de comparación para formar sus juicios, y fijar los principios de un arle que se reputaba y aún se reputa por algunos como fruto del instinto natural. He aquí el ori­ gen de los errores cometidos en la declamación. Sobresalieron sin embargo algunos actores cuyos nombres han sido transiúitidos hasta nosotros con celebridad y aplauso, si bien tenemos justos motivos para desconfiar algún tanto de los elogios que les tributaron escri­ tores coetáneos no acostumbrados á ver imitada en el teatro la naturaleza con aquella sencillez y verdad que, en la misma época, huía también de la poesía cómica. Lo que no tiene duda es que hasta fines del siglo XVIII no empezó la declamación teatral á despojarse de los inútiles atavíos con que hasta entonces habia deslumhrado á la multitud ignorante. La revolución que comenzaba á verificarse en la poesía cómica desde que Moliere señaló la senda que debería seguirse para imitar la naturaleza, tal cual se presenta á los ojos del observador filósofo, fué la señal de la revolución que debía ve­ rificarse en la declamación teatral. Ni podía ser otra Cosa atendida la íiHi- n»a dependencia en que el actor está del poeta. Nuestros ingenios siguiendo el ejemplo de aquel ilustre francés, y entre ellos Moratin mas que otro »1- gqno, Éonlríhuyerou con sus composiciones á que lomase forma nueva nuestra declamación antigua, porque ni la ampulosidad, ni el énfasis, ni la silmodía, ni k cadencia fatigosa, ni el tono uniforme declamatorio, pro­ piamente ^icho, podían tener cabida en diálogos sencillos y natnrales, seae- ToMO VI. 3 a (-38) janlM en on todo á los de la sociedad. Aún la misma comedia antigua tuvo que suscribir á la Wy de la sencilla naturaleza y p\ef,ar su [loesía ya humil­ de, ya lírica, y» natural, ya gongorina á los acentos sencillos y paros del sentimiento verdadero sin afeites ni oropel. Puédese por lo mismo asegurar qae desde la Rita hasta el presente, la declamación de los diálogos de More- to y Calderón no se parece nada á la que se empleaba en los tiempos de las Amarilis y las Lavenant. Hubo sin embargo en «ste cambio toda la lentitud con qae debia verifi­ carse una innovación que se hallaba por las circunstancias en oposición di­ recta con el gusto popular afianzado en la costumbre. Y el tránsito de un estilo falso á otro verdadero y por lo mismo mas sencillo, debia señalar forzosamente una época notable de donde se principiase á contar una nueva era en el arle dificil de pintar las pasiones en la escena con verdad, expre­ sión y sencillez. £n Francia esa nueva era la señalaron Barón, Lekain y MademiMselle Dumesnil; pero aún dejaron mucho que hacer á Taima que es quien completó la reforma. En España la Rita y Maiquez puede decirse qae la empezaron y la concluyeron. Sobre.cra de sazón, los finales ruidosos en los parlamentos, buscados con ansia por los actores para arran­ car aplausos de la multitud, los adornos ridiculos é impropios en los tragr.t, y la decoración arbitraria de la escena; todo esto desapareció, acaso para siempre, dejando libre el campo á la verdad, i la propiedad y i la sencillez que requiere una buena imitación de la naturaleza. Pero como en Francia contase su nueva escuela escénica nías tiempo de antigüedad que la nnestra, y como por otra parle tenemos siempre empeño formal en imitar á nnestroa vecinos sin examinar ^ntes lo que debemos ad­ mitir ó desechar, empezamos i disgustarnos de lo que teníamos en casa para ir á buscarlo en la a^ena. Con este ün se intentó alguna -vez alterar nuestro método de declamación, pretendiendo aclimatar en nuestro suelo un gusto extraño que solamente podía estar en armonía con el pais en don­ de nació, y con la Ieag«a que le sirvió de bate. Un actor de oías que regu­ lar mérito en la escena, foé el primero que habiendo adoptado equivocada­ mente cierto estilo de la escuela firancesa le puso en práctica en nuestro teatro, no sin riesgo de su opinión artística; porque asi como en ocasión mas oportuna hubiera hecho vacilar el gusto, poco tirmpo «iites incierto sobre las máximas verdaderas de 1« declamación, asi en la época á que uo« (s39) referimoj halló una resistencia que no era fácil vencer. Comenzaba entonces á brillar eu la escena española el genio subliine de Isidoro Maiqaez , coya mágica é inevitable ejecución teatral hacía olvidar todos los sistemas, lodos los métodos, todas las escaetas, coma no fuera la de la verdad. Asi es nue la escuela francesa se consideró como ana planta exótica que no podia pros­ perar en España ; y fué desechada por ser opuesta á la índole de nuestra lengua, al carácter nacional, á la naturaleza de nuestra poesía, y al gasto sencillo y natural que acababa de expulsar para siempre del teatro las vicia­ das y falsas maneras de nuestros antiguos actores- La declamación trágica era todavía menos susceptible de reforma que la cómica, porque realmente acababa de verificarla aquel grande actor de una manera indestructible^ por lo menos mientras él pisase el escenario. ¿Ni cómo era posible que la declamación francesa mas brillante que verdadera, mas impetuosa que enérgica, bailase acogida en donde^ habia nn hombre que sin aparato exterior, sin violentar sus facultades orgánicas, y sin hacer liso de Giro» recursos que los que le suministraba su alma de fuego, conse- giiia ó arraiirar lágrimas á los espectadores roas impasibles, ó llenarlos de un terror profundo que doraba muchas horas después de la representación? El gujto del público se habia formado por el de este grande artista, porque tambii'U vi puebla gusta de lo qne esencialmente es bueno cuando llega á ronocerloj por lo mismo no poJia admitir método alguno que no se funda­ se en los mismos principios que aquel cuya excelencia admiraba diariameii- le. En una palabra; para dejar lo bueno opuso la misma resistencia que antes para dejar lo malo. La muerte poniendo término á los celebrados triunfos del trágico espa­ ñol, le puso igualmente á los progresos de nuestra declamación teatral. Si las sublimes creaciones de aquel genio hubiesen podido perpetuarse i la ma­ nera que en las demás artes imitativas, su escuela de declamación seria co­ mo una mina preciosa á donde podrían acudir sos sucesores' para enrique­ cer su imaginación y recordarnos el nombre del que les dejaba tan precioso legado. Pero no ha sido así. Era preciso que nuestra declamación sufriese todos los vaivenes de una fortuna aciaga ; era preciso que incurriese sino en los desaciertos de los siglos anteriores, en otros que por distinto camino debian destruir la reputación que adquirió durante la época de Isidoro. Era piíes necesario sin duda que viésemos en nuestra escena actores demasiado dóci­ les á ciertas doctrinas del arte que roerecian mas detenido examen para ser admitidas, actores en fin con disposiciones muy felices, malogradas en parte por una escuela que no se ha hecho para expectadores españoles. En suma, Fra preciso que viésemos al fin reproducidas en nuestra escena las formai declamatorias de la francesa. El público mirando con tibieza los espectácu­ los trágicos, desde el momento en que los abandonó el que verdaderamente >o» dio á conocer entre nosotros, ha manifestado bien claro que ni el or­ nato escénico, qae sin dudaba ganado mucho, ni los esfuerzos que de bue­ na fé han hecho los actores para sostener aquellos espectáculos, bastan para reemplazar el verdadero estilo trágico. Franchissez i'heuneux lerme^ ou le prix vous attend ; Libre on perce la nue; on rompe en imitant.

Esa verdad de Dorat, qnisiera yo qae estuvirse fija en la memoria ¿e todos los artistas^ pero con particularidad en la de los que tienen por mo­ delo la declaoiacion francesa. Libres entonces del yugo de la imitación ser­ vil, seguirían solamente los impulsos de su alma, y la observación de la na­ turaleza les pondría en el caso de producir mayor número de bellezas. ¡ En­ tonces , contemplando sin prevención la escnela francesa , verían sin duda bellezas en ella, pero envueltas entre varias cualidades, opuestas, como ya lie dicho otra vez, á aaestro genio, á nuestra lengua y á nuestra poesíai Yerian lentitud artiliciosa y monótona en unos pasages, precipitación dis­ locada en otros; modulaciones cortadas, duras, solo adaptables á las termi­ naciones aguda*, de que abunda la lengua francesa ; tran.iiciones inoportu­ nas y aun innobles para nosotros; excesiva rigidez muscular en los ade­ manes ¡impetuosidad desmedida en ellos; movimientos duros, exagerados, y algune opuesto al juego natural de los músculos! ' Aquellos que empeiiándose en seguir muy de lejos al modelo qoe hemos poseído corren solamente en pos de una sombra que le remeda imperfecta­ mente, veriau que no es ése el camino de la inmortalidad, y que consumen sus fuerzas en un vano.empeño. Verían por último que el estudio del hom­ bre , la constancia y el tiempo forman la escuela de los artistas emiiientes^ porque como dice muy á propósito Dorat

JAI nature long-lemps se platt a se cacher : Elle a rnille secrets ifu' ¡I luí faul arraclier.

Sen.'iible es en verdad que la conducta artística de un actor no pueda fijarse de una manera tan clara y terminante que no diese cabida á méto­ dos arbitrarios destructores del buen gusto, y que inutilizan en partes la» grandes disposiciones que deben á la naturaleza algunos de nuestros actores muy recomendables por todos títulos. Una obra clásica sobre la declamación pondría á lodos en el caso de juzgar con mas ó me«os acierto, así á los ac­ tores, como á las escuelas que se quisiese admitir; y aunque el vulgo aplau­ diese disparates habría un punto en que apoyarse {lara dar á conocer sus desaciertos aun á la ignorancia misma. Asi tal vez se fijaría el bnen gusto y no habría el continuo riesgo de verie destruido á cada instante. Y efectiva­ mente qne si éste ha de estar 4 merced del capricho ó de la moda ¿qué mas derechos puede alegar el gusto itálico-fránces para ser aplaudido en nueslr^a escena con preferencia al de la escuela francesa ? Verdad es que todo lo que hable á los sentidos mas bien que al alma

EL DÍA 30 DEL MES.

^^ fíevtsts de fortuna llamáis á las miserias ¿por qué si son reveses at la conducta necia?^' SAMAKIICO. p •*- arefl por medio de rol casa., vive don Homo-!bono Quiñones, fiefe de mesa de cierta oficina, y uno de los.caracteres mas originales que he cono­ cido. Fenelon aseguraba que el hombre mas.dichoso es aquel que cree serlo, y SI este dicho es exacto, cómo debemos sospecharlo, hay motivos para pen- aar que el don Homo-bono sea aquel mortal privilegiado. T sino se me cre­ yese sobre mi palabra, créase al menos la pintura quede él haré. La satisfacción y la alq^nía parecen haber escogida so mansión en aquel semblante que los años procuran eii vano arrogar: ningan achaque destrn- ye su físico I ninguna pena halla el camino de su corazón, ninguna sensa­ ción violenta obra fuertemente sobre su alma. Los movimientos del dolor le son desconocidos, su estado habitual es el de la alegría; pero no una alegría ardiente y bulliciosa que haga trabajar á su imaginación, sin« un placer tranquilo y bonancible que le incUiia 4 ver las cosas por el lad« mas tavo- rable. V. gr., so muger es altiva, gastadora, y ejerce sobre el esposo un dominio mas que conyugal; pero ¿qué importa? es alegre, graciosa, se dá tono en la sociedad, hace hablar de sí y de su casa, y esto le basta á su es­ poso: la niña es capricliosa, mal criada, y sin ninguna de las inclinacie^irs que descubren un fondo de virtud; ¡pero es tan ! ¡tan juguetona! ¡canta tan bien! ¡baila con tal gracia! qae su papá se pasma mirándolíi; el muchacho es un calaverilla contrahecho, frivolo, enredador y pedanlr; ¡pero tiene unas ocurrencias tan graciosas! ¡se burla con tal agudeza de sus maestros! es tan diestro para hacer sus travesuras, que nadie (y menos sa padre) se atreve i reptrnderle: los amigos de la casa son demasiado francos «e toman hartas libertades, frecuentan sobradamente la mesa, y ayudan á caer á aquel ruinoso edificio; pero sino fuera por ellos ¿quién había de re­ sistir la monotonía .y «I fastidio? Por último, los criados son habladoras y rayan en insolentes, roban y iiialgastan lo que pueden, trabajan puco y mal, comen raucbo y bien, y dnnrmen mejor. ^Pero quién tiene valor pa­ ra meterse con ellos en contestaciones de esta especie? '«// fitut que lout le monde vive:" decia Luis XVIII: es preciso que todos vivamos, traduce don Homo-bono. Solo hay doce dias en el aíio sucesivamente, y se tendrá que empeñar, y luego no po­ drá satisfacer, y luego vendrá la vejez, y luego se jubilará, y luego, luego ca la calle de Atocha última casa á la derecha acaso daráu razón.

El curioso parlante.

A SIERRA-NEVABA.

A Dios, yerto Nevada, encapotado Un dia y otro dia, eternamente , En desgarradas nubes y esplendente Armiño, por cien sierras sujetado. Rey de los otros montes ensalzado, De Hesperia en montes altos prepotente, . Que el trueno y el relámpago luciente Profuso vibras, sin medida airado, A Dios Yo me enternezco: el dulce moro Te negaste á amparar, y en tí fiaba, T á él contino va mi ardiente lloro. Que otra Granada en tí se reflejaba Bajo su imperio, y de esmeralda y oro Mejor la tierra aquí se decoraba.

, Un minero. (»4S)

OTRO. ^ una m&sntí.

¡Qa\én andas remontándose basta e) cielo El ámbito felis de tu morada Lograra ver, caal águila encambrada, Que cierne el aire con sereno voelo! ¡Cuál al verte vagar con triste anhelo Por la verde floresta en la alborada. Pensando acaso en mí, desconsolada. Me lanzara á tos pies besando e) suelo! ¡Ah, cuál te arrebatara amante, incierto Como Jove al garzón, ardiendo el alma Conduciéndote al páramo mas yerto. Viviendo alli contigo en dalce calma! Que en tus brazos me basta en el desierto Un tálamo, una fuente y una palnu. Et golitario.

TEATROS.

COLISEO DE LA CRUZ. = JEl Cupido de la» Samas, comedia nuera en cinco acto^.

Esta producción no es en rigor sino nna copia libre de la qne es­ cribió en francés el actor Barón, con el título de I' Hommc á bonnes fortunes. Propúsose, según refieren las crónicas teatrales, retratarse á sí mismo; porque Barón en sus tiempos fue gran conquistador de mugeret. ^0 solo tuvo mucbo partido con ellas, sino qne mudaba de queridas co­ mo de camisa; y á fuer de Jtombre amable y de buen tono causó la deses­ peración de algnifas, qne tuvieron la desgracia de prendarse de semejante camaleón enamorado. El cartel nos babia diclio (con aquel tino literario con que se redactan los carteles de comedia), que ésta estaba toda dirigida al ácsenvolvimíento de un solo carácter; pero lo qne el público tuvo á bien desenvolver al fin de la representación fue una tempestad de silbidos, que «n buena conciencia debieron resonar mucbo antes, poes ya bacía buen ralo que los espectadores estaban )nslamente fastidiados con tan insípido espectáculo. El Cupido de las Damas, á pesar del desenvolvimiento de su ca­ rácter, forma un triste protagonista de comedia ; y no desalojó á Henri- que VIII y toda tu cotle del teatro Je la Cruz, trasladándose por su cau- TOMO VI. 33 »a ta ópera de Ana Boicna al del Príncipe, iinp para pegar nnporranp o»;»» ea

Sin el Cressotli que media entre el nombre y el segundo apellida el car­ tel nos hubiera anunciado para cantar antes de anoche en el coliaeo de la Cruz á la seiiora Adelaida Tosí: pero, como decimos, hubo nn Crcssolti in­ terpuesto, y ademas de saberse que la otra Adelaida, de tan gratos re­ cuerdos para el público madrileño, está en París, desde luego se hubiera venido en conocimiento que esta Adelaida Tosi era otra cosa. Esta señora Cressotli canta en clase de contralto, y se hizo aplaudir en una cabatina de la ópera la Garitea, y en una escena de Biañca t Falliera del maestro Rossini. En la música de Mercadante estuvo mas feliz en el sentido de que los aplau­ sos fueron mayores, redundando en elogio de la señora Cressotli, que por oiría estuvo casi lleno el coliseo. La señora Cresso(t¡, por bien que caxrte, no hará gran negocio, si canta siempre por el estilo de ant<$ de anoche y de anoche ; decírnoslo, porque ha cantado de ealde. Estli cantatriz filantró• pica ha cedida su remuneración á los niños expósitos ¡ y, sea cual fuere el motivo, la acción resulta siemjire eu beneficio de la humanidad. ¿Mas para qué poner en duda el motivo? El c.trtel le expresa bien claro ; y asi como otras cantan por ganar dinero la señora Cressotli no canta sino por el gus­ to de hacerse oir. ¡Generosidad por cierto desusada en los fastos teatrales, y muy ootable en un siglo tan ceñido y. mercantil!

El señor I^atorre , primer actor del teatro del Príncipe, ha da­ do en Valencia algunas representaciones que han obtenido gran acepta­ ción: entre ellas las de Pelayo, García del Castañar, El Casamiento por con­ vicción , Lord Davenant, El Marido en pico» pardos , Osear , El Cid , &c. La del Taso es una de las que hm producido mas efecto; y en su elogio pu­ blica el diario de aquella ciudad el siguiente;

SONETO.

Del templo de Melpóroene y Talía ' Córrese el noble velo, y aparece Bella ilusión, que de la Italia ofrece Las selvas á la ardiente fantasía. Al contemplar el que cantara ñn dia A Si'on libre', et entusiasmo crece: T al corazón escuálido ^r^mece De amArosa pasión \ Urania. Un delirio cruel nos baña en llanto Y i JOS clamores el cabello eriza: Se oye ana voz entre el mortal qnebrantOf Qat al hijo de las musas martiriza : **Aqael era mi hablar, éste mi canto/' T el poeta al actor inmortaliza.

LA TROMPETA^ IfcjgJMEi^^m. LITERARIA

PUBLICACIONES RECIENTES.

ADVERTENCIA. El juicio de las obras se hace por la Redacción, y no se admiten los artículus ya formados; solo si el ejemplar de la obra, que se devuelve después de publicada. No se exige ninguna retribución, pero son preferidos en ti turno los suscriptores d las Cartas. Se circulan también los prospectus: todo según lu bases manifestadas en el número 4o de este periódico.

SOM X.UCAS T DOM MARTIM SOX.OS SSI SU CAMARIW. Capricho cómico, ó comedia entremejada de don Lucas Alemán:

Crítica mescolania Donde alterna lo serio con la cbanEa..

Este coadernito de 5o páginas se vende en la librería de Cuesta , y está de* dicado al benévolo lector, por medio de una súplica preparatoria, 6 sea pe­ titoria, 6 pepitoria, espinela,ó décima, según moderna escuela: tales son las frases del autor. Don Lucas lo que pretende es que el leyente le costee la impresión, y para ello refuerza el título de ;n nbrilla con otro nuevo, en el que la llama: Saínete con enaguas, ó Comedia con calzas de Entremés, que nadie sabe lo que es : Diálogo en prosa Por andar hoy la Musa perezosa. Hay actores machos, y actorea hembras; y aquellos y éstas conversan en na solo acto I ó tea jornada, 6 escena permanente, según quiera la gente: don Lacas fs de buen temple, y todo lo deja á la elección de los demás. AQH cuando no hubiese cuarenta J mas años que don Lucas Alanan y Aguado da pruebas de sn buen humor en los periódicos de la Corle, el capricho que ahora publica bastaría para probar lo verde que se mantiene. Hábil sectarip de Esculapio, ha empezado por aplicarse las reglas mas con­ ducentes de pro1oni;ar la vida, y no ba mucho que se le ha visto poner boniticamente en la calle á la muerte, que había tenido la audacia de apro­ ximarse á las puertas de su alcoba. Con sus diez y seis lustros encima, las hijas de Eva le significan algo todavía, si hemos de calcular por las chara­ das y piropos que las envia por el Correo. ¿ Quién no- ba de envidiar i don Lucas, con tantos anos, y tan contento siempre? Este decano de laa charadas traduce como pocos el enigma de la vida. ¡ No es nada las cosas que él y don Martin nos dicen solos en su canta- rin.' Las obras que salen á luz, los gabinetes políticos, los teatros, las mo­ cas, los médicos, los poetas, los abogados, los toros; todo esto y mucho mas entra en el argumento de don Lucas; amen de la comedia original Mágica-Melo-Dramática-Filarmónica, nunca vista, titulada: La Colista ; en la cual hablan la Princesa Calista, don Juan Evangelista, don Roque Aris­ ta, don Lesmes oficinista, doña Evaristo, un cabo Realista, la tía solfista, una ciega sin vista, una modista, un maquinista, un músico bajonista, uu médico paisista, un abogado embrollista, un escribano petardista, una cria­ da cuentista, un lechuguino bromista, y ángeles, diablos, duendes, bruja», músicos, alguaciles, tramoyistas, y otros muebles que no hablan y están en lista. Si el lector nos pregunta qué hace el buen don Lucas con to& esta gente, y alguna mas que figura en su folletín, le diremos que le compre, y leyéndole, satisfaga su antojo. Breves páginas contiene; pero todas ellas rebosan en dichitos y en broma ; forman una menestra, que para muchos será sin duda muy sabrosa, y con la que, á fuerza de pimienta y mostaza, puede regalarse el paladar mas desabrido y desganado: porque es bueno que se entieuda que don Lucas no se anda por las ramas, y cada cosa la desig­ na por su verdadero nombre. Esto podrá no ser lo mas pulcro, pero es lo mas inteligible. — TEOSOB.A, BE&OINA BE ARAGÓN, historia de la guerra de la independencia ó memorias del Coronel Blok; escritas y no publicadas en francés por Mr. Rodolphe, y traducidas al castellano por don Antonio Gui­ jarro y Ripoll. Valencia, imprenta de Cabrerizo. Se vende en casa de Razóla i 13 rs. en pasta, y al mismo precio en las principales librerías del reino. Un rasgo de la guerra mas gloriosa que ha visto el mundo y un rasgo de aquella Zaragoza que ha cambiado, como dice Regniat, todo el sistema de la delensa de las plazas, y cuyo ejemplo en. vano han querido imitar loi valientes de otros países, es asunto que debe interesar mocho á todo espa­ ñol. El que relata la historia es un oficial francés que, en un pueblo de Ara­ gón entrado á saco en el primer período de la invasión, salva del deshonor y la muerte á una dama tan hermosa como valiente llamada Teodora, Esta (aSo) jóVen agradetirndó tan alto favor, qoe por lo raro en vándalos COBIO.A^ÍK- lios debió hacerle mayor impresión, salva & su vez al libertador generoso, condaciéndolo á un subterráneo, desde donde se dirigían las gaerrillas y otras ofensas que iban consumiendo á los invasores. De este modo, y en tal situación, puede el protagonista hacer una pintura fiel de aquellas aventu­ ras heroicas que fueron tan comunes en aquel período de gloria para Espa- Sa , retratando á Teodora como una de tantas amazonas que animaban á los buenos y connbatian al frente de ellos con admiración de los mismo* franceses. Rechazados éstos queda el oficial Blok al servicio de España, gra­ cias á la poderosa influencia é intercesión de Teodora que lo hace ascender á coronel; bien que éste no queriendo volver su acero sobre sus antiguos compañeros de armas, es comisionado por la Junta de Aragón para que pase á Londres á activar los socorros de aquel gobierno. Entretanto ya se han descubierto reciprocamente el amor que, ambos se profesan (Blok y Teodora); pero ésta no permite dar á su pasión toda la expresión que ella misma desea mientras que la libertad de su patria no esté asegurada. Ella ha despreciado otros partidos los mas ventajosos, y al despedir á su amante para Londres le da en unos papeles las pruebas del amor mas fino. Cuando Blok llega 4 su destino ya los franceses reforzados volvían á vengarse de Za­ ragoza , pero sin saber que esta venganza habia de ser el tiembre roas escla­ recido para Espaiía, y la ignominia mas indeleble para aquellas huestes solo temibles cuando se creian superiores por su pericia. Aquí la descripcisn del segundo sitio tiene lugar por medio de una correspondencia epistolar ; con­ cluyendo la novela con el triste fin de Teodora y de sn. padre, sepultados bajo aquellas ruinas horrorosas y entre el estallido de las minas y de la pól'- vora. Esta novela , ademas del interés general que tiene para todo espaiiol, presenta por sus buenas situaciones mucho entretenimiento á la imaginación, siendo el placer mucho mayor si no estuviese cortado el hilo con ciertas in­ cidencias peculiares á los padres de Teodora, que debilitan antes que con­ curren al objeto final del autor. Este ha escrito su obra en sentido favorable enteramente á nuestro pais, sembrando aquí y allá muchos argumentos y respuestas contra los detractores de España. Por ejemplo, á la página 34-3 dipe el coronel Blok al Ministro inglés, que hablaba sueltamente de España: "Ko he visto bastante el mundo para saber que en España sucede al revés tU ¡o que pasa en los demás países. La libertad, la protección y las conside­ raciones son en todos ellos para los naturales, las trabas y la sujeción para los extrangeros, mientras que en Esqaña ha sucedido siempre lo contrario.^* Es lástima qoe el autor no anotase la respuesta que á este argumento le da- ria aquel magnate britano. La traducción de esta novela está bien hecha , y es libro que recomendamos á nuestras lectoras y lectores que no pasCn de los veinte y dos anos de edad, en que aún no se ha perdido la magia de la gloria y de las grandes acciones.

Nota. En el cuaderno 64, pig. • ;3, liu. i 3, donde dice G rt. léase 4. (,S.)

Los precios de los principales frutos en las provincias que d conti­ nuación se expresan, desde el 8 al i6 del presente mes de agosto han sido ¡os siguientes. FRUTOS.

PROVINCIAS. f5 ^

Álava 34 Aragón...... 3a at AMuri»? i . 33 ,8 Avila 38 aa j^H'-ío»;. 37 19 £» 3o Córdoba. 3, ^„ Cuenca ^8 al Extremadura. . . 33 i» Granada 3j jj Gnadalajara. . . . 35 aa GnipTÍzcoa 3a Ibiía. .- ^¡ W ...... 39 ,8 J^rñt de la Fron­ tera. .,...... ^o León ay Madrid...... 44 3< Málaga ^o 17 Matlorca /^ Menorca 5i Mancha 89 aG Murcia 38 a5 Si^lamanca 3a 17 S^ntjiDder 48 ig t'«?,V» 39 19 Sevilla. 3^ ai Sierra ^Morena. . 3o 18 2?V»' 3o ,7 Valencia 4l Valladolid 3a |5 Jiícaya 35 Zamora 3o ,g (2 5a)

Ofrecen los precios referidos los resultados siguientes (i). TÉRMINOS DE PROPORCIÓN.

FRUTOS. MÁXIMUM. MEDIO. MÍNIMUM. f|. . ( Cuenca. . . J Burgos. . . . { I, León. * ( Santander. (48 } Sevilla. . . .\ ^ 3a }^>'-,-.--- 33 Santander. . 16 Centeno. . . . CatalurSa. , ( tiuadalajar.1. ) í Valladolid. . 33 i Cuenca. . • • \ .c Cebada. . . . Asturias. .. \ Mancha ] ' Zamora. . . \ Cataluña. . . ) ¡^¡j CiSrdoba. . . 31 Maíz Murcia. . . 37 \ Sevilla S Judías Sevilla. . . 70 Soria 4^ Guipúzcoa. 36 I Asturias ¡66 9» Cataluña. . Garbanzos.. . Guipúzcoa. } Murcia. . . • ) 44 35 Murcia . . , Arroz Asturias. . Álava 38 ¡ Valencia. . Aceite \ !j'."P'«'=°'- \ ^°^ {49 Córdoba. , . :l ( Soria J ^' { Vizcaya. . Aragón. . . Vizcaya. ... «6 Vino coman. Síívilla. . . a? Cuenca. . , 64 Í Cuenca. . . Agoardiente. Asturia». . Soria 4'

Carnes.

Vata.. . Sevilla.. I 36 Soria. . , I 10 Asturias. . 34 Carnero. Cataluña. 3 Sevilla. I 3o Asturias. . , 2b Tocino.. Sevilla. . 4 a4 Mancha . 3 4 Álava. . . . I iti

>• Aragón.. . .N I Asturias. . . I I Burgos. . • • I i Guadalajara.. I JORNAL Cataluña. . . i J Mancha. . .. \, f I>eon > imí. CAinvu. Guipúzcoa. . 1 6 •N Santander, . / i J Valladolid .. S I Sierra-More- i ^ Zamora. • • • > I na I I Soria I \_Valencia. . . J

OBSKRVACIONES. Continúa la sequedad en Asturias y Cataluña, causando da­ ños considerables en los frutos pendientes.

(1) Para estos resultados se han excluido los precios de las provincias que corres— poudeii á dilérente semana. OÉRAS DE BONANZA.

TRASLAGIOIV. A BONANZA DE IÍA ADUANA

DE SEVIÍ.I.A.

CARTA CUARTA.

Agosto a a de i83a.

M, apreciable amigo: son las ocho y media de la noche del ao del presente, y toma la palabra nuestro amigo don Bernabé. Don Bernabé. Expongo á V. las razones, señor don Anselmo, en que he oido fundar la opinión de que la traslación de la aduana de Serilla á San Lucar , no era tan veiitajosa como se suponía ; y ha­ blo de San Lucar, y no de Bonanza, porque el primer punto qué se eligió fué aquel : tienen el mismo peso, si V. las aplica á I?onanza. La aduana de San Lucar dista como una media legua de Bonan-' za , en cuyo punto fondeaban , cargaban y descargaban los buques; y ¿ quién es el que hace esta visita ? el gefe de admini.'fracion ten­ dría que andar á pie y diariamente una legua, ó sostener un carrua- ge: hace su visita v reconocimiento , y tiene que abandonarlo todo á la vigilancia del resguardo: y ¿le parece á V. imposible el contra­ bando, por este punto fiado á la virtud de un cuerpo, que no ins­ pira confianza , ni aun por el de enfrente llamado doña Ana , cu­ bierto por la espesura de inmensos pinares ? No podrá V. salir de esta disyuntiva: ó el resguardo puede íonlener el contrabando en estos dos puntos, ó no lo puede : si lo primero ; ¿ por qué no lo im­ pide también rio arriba hasta Sevilla ? y sino lo impide, ¿ dónde ca­ tán las ventajas de la traslación ? es inútil en ambos casos. Don Anselmo. Porque .San Lucar dista media legua de Bonanza; y porque el administrador tendría que andarla cada diá, y luego abandonarlo todo, por eso mismo se ha trasladado la aduana á Bo-^ nanza. No diré , que no pueda hacerse el contrabando por los dos puntos que V. me indica; pero no «on 3o leguas, ni »6 pantos TOMO VL 34 (a50 peligrosos los que tiene que defender cl resguardo: dos pequeños destacamentos me responden de ellos, y no podrán excusárseme, con decir lo que suelen alegar las partidas volantes y movibles de la costa ^*que el desembarco no se ha hecho por el punto que guardaban ; ó que se les ha sorprendido." Don Bernabé. Aunque sean muchos los puntos que deba celar el reiguardo en todo lo largo del rio, no son tan difíciles de guardar, como se pondera. Es menester estudiar y conocer el terreno: es una Tasta llanura donde apenas se encuentra un árbol: ¿dónde se abriga el contrabandista, que pueda ocultarse á las partidas sueltas del res> guardo, que recorren , ó deben recorrer ambas riberas ? Uno de los puntos mas peligrosos es el tablazo , á la ribera izquierda; pero es tan pantanoso, que ni el caballo, ni el hombre pudieran transitarlo: y sin duda es por la dificultad de hacer el contrabando, por lo que ton muy pocas las aprehensiones, que se hacen á las orillas del rio. Don Anselmo. No es por la dificultad del terreno, por lo que yo defiendo la traslación de la aduana, sino por los muchos peligros que ofrece una larga navegación , y las muchas varadas que hay que h^cer en ella. Un cabo del resguardo encontré un día en la Fuen- giróla para guardar este punto, y me dijo; ** aqui nada se gana: todo el mundo huye de nosotros, porque son inútiles nuestros servicios: nn desembarco aqui seria nuestra ruina, á no ser que aparentásemos, como lo solemos hacer, una batalla mímica entre moros y cristianos para abandonar el campo al enemigo, y poder encubrir nuestros tratados secretos, con la superioridad de sus fuerzas: nuestra mina está en recorrer la costa, yendo á poniente, cuando el enemigo va á levante, y á levante cuando va á poniente. ¿Quién nos acusa , de perezosos, cuando corremos toda una noche; ni de infieles, cuan­ do al primer anuncio y señal volamos al punto flanqueado? Y, sin embargo estamos ciertos de que á nuestra llegada, habremos de en­ contrar únicamente las herraduras de los caballos estampadas en las arenas de la playa. Sabemos la hora del peligro; el eje'rcilo que nos disputa el terreno; el botin que busca; y ellos y nosotros estamos ciertos de que no correrá sangre." Amigo don Bernabé: desde Gibraltar á Málaga hay una costa de 18 leguas mas diáfana que el cristal, y la guarda el resguardo del campo, «1 de Estepona, Marbella, Fuengírola y Torremolinos, y toda ella es un almacén de Ja plaza. Aun lo es todavia infinita­ mente mas la de Málaga á Calahonda, y es la tercera parte; y ¿me alega Y. lo transparente de una ribera de 3o leguas, para demos- (,55) trarmp, qne no hay peligro en toda ella ? No estamos conforme» ei» las pocas aprehensiones que se hacen á las orillas del rio, porqtre he leído lo contrario en algunas exposiciones mny enérgicas y patrió­ ticas de algunos gefes de hacienda de la provincia de Sevilla; pero aunqne esto fuese cierto, no probaria mas que una de estas dos co­ tas : ó que el contrabando se hace con mas seguridad j que en una costa; ó que se hace por medios, que no esta» al alcance de las per­ secuciones del Resguardo: ambas cosas son ciertas. Aun en la rosta; {cuántas son las aprehensiones que se hacen; y cuántos no son los de- Wmbarcos clandestinos de 4oo y Soo cargas.' ¿Ha visto V. muchas aprehensiones en bahía, ó en los alma­ cenes de las aduanas? Pues son los puntos de mayor peligro: lodo en ellos es alijo; en ellos dan á luz los frutos de su vientre las hem­ bras prostituidas, y son sos parteadores los alcaides y dependientes de á bordo: este es el gran riesgo de la ria de Sevilla. Don Bernabé. S.Ú será; pero lo que todo el mundo sabe es, que el gran contrabando es el que se hace por la cosía de Poniente «esde la barra de San Lucar hasta Ayamonte: alli los encurn- tros de los buques guarda-costas con los contrabandistas; y alli las aprehensiones que se hacen, especialmente por el sitio llamado ylre~ nos gordas. Don Anselmo. No me es violento creer, que se haya hecho des- ^e la barra de San Lucar: la sola inspección del mapa nos dá á co­ nocer, que es un sitio muy adecuado para ello; y como que en aque­ llos puntos, y no en otros , es donde el contrabandista hace sus de— •embarcos, por eso no extraño esos frecuentes encuentros de sus bu­ ques con los guarda-costas: todo esto lo ha previsto el Gobierno, y •o ha impedido todo, trasladando la aduana de Sevilla á Bonanza, y *® á San Lucar, como se habia pretendido. Con este motivo permí­ tame V. que le haga algunas observaciones, que aunque indirectas *'objeto, que nos ocupa, podrán apoyar algo mas el pensamiento *" Gobierno; porque parece que para acallar ciertas voces vagas, *»nvendría demostrar á un mismo tiempo dos cosas: primera, la uti- '«dad de la traslación de la aduana de Sevilla á Bonanza; y esta está ya demostrada: segunda, que es infinitamente preferible Bonanza pa«"a esto á San Lucar: unas ideas se tocan con otras; y tal vez esta peqaeSa digresión podrá asegurar mas el juicio de V. *^ playa de San Lucar no ofrece al comercio ningún bien , ni mpoco su particular situación. Los buques no tienen fondeadero en a» á no »er que suban media legua hasta Bonanza, no porque sea (2S6) uanancible él sllíA^ sino porque presenta menos riesgos; ¿y cnále no fueran los gastos y dificultades para transportar los géneros al través de media legua de arenales á la aduana de San Lucar? En tiempos de lluvias se hacen intransitables los caminos paras Jerez , Puerto de Santa María, Lebrija , los Palacios , Utrera , y otros muchos, Don Bernabé. Esta reflexión es muy poderosa ciertamente , y la conGrman los hechos; sin embargo, no me habia ocurrido hasta ahora, sm duda porque no he tenido ocasión de pensar seriamente en la ma­ teria. Alguna que otra vez he solido preguntarme; ¿por qué San Lucar, plaza de comercio de importación, no habrá hecho los progre­ sos que otras ? ¿ por qué el de exportación está reducido á sus solos vinos? ¿en qué consiste la pobreza de su Consulado; y como se expli­ ca la parte tan pequeña, con que contribuye al subsidio de comer­ cio? Ahora veo, que todo esto nace de la falta de comunicaciones. Don Anselmo. Cabalmente; pero todavía hay mas. Desduelgue V. ese mapa ; dé una ojeada por él, y tocará otros muchos inconve­ nientes. La desembocadura del Guadalquivir forma una inmensa lla­ nura ,, por donde se derraman las aguas , que buscando siempre el nivel, no presentan ningún punto, con fondo bastante para que atraquen los buques, y puedan hacer sus cargas y descargas. Asi es, que esta oprracion la hacen, ya llevando á hombro ios fardos, con agua á media rodilla, ó arrastrando las pipas sobre las aguas. . Conciba V. ahora cuantos cnbarazos no habrá para conducir los efectos de gran volumen y peso, como maderas, duelas, bacalao, cue­ ros , hierro y otros machos; ¡ cuantas no serán las averías; y cuanto no aumentarán estos males su reembarco para Sevilla! Vea "V. aguí la causa de la miseria del comercio de San Lucar. Ni me diga V. que todo esto hubiera podido remediarse, cons­ truyendo un ínuclle: esta es una idea muy antigua, pero que se abandonó tan prontamente, como fuf5 concebida. La naturaleza resis­ te á su ejecución; y ¿quién la vence, cuando se obstina en ostentar sa poder ? V. ha estado en Cádiz ; ¡qué. de capitales no se han consu­ mido en oponer un dique arliGcial á las impetuosas ondas del mar del Sur ? y acaso ¿ huye de esta barrera ? ¿ no la vence cada dia , y la' hace pedazos? ¿ no cxije del hombre nuevos é incesantes esfuerzos? No parece sino que este no es el límite que le marcó el dedo del Onmipolonte , cuando le dijo "hasta aqui llegarás pero no pasarás mas adelante." Lo mismo que en Cádiz, sucede en San Lucar; y «un hay otro peligro: las aguas entran tanto en le ribera, que á las 5<3 varas no hay dos de profundidad , y las lleva el flujo á mas de 70 varas, tierra adentro. Don Bernahé. Conozco todoá esos inconvenientes, que los agrava Inego el reembarco para Sevilla: la distancia de Bonanza á San Lu- car; las penalidades y gastos por un camino de arenas movedizas; la necesidad de rodeos largos y costosos en las altas marcas : y sobré todo, el peligro del fraude, que puede fácilmente hacerse en su tra­ vesía á San Lucar. Don Anselmo. Aun hay mas, amigo mió: puede decirse absolu­ tamente, que en San Lucar no bay aduana: es un edificio pequeño, sin mas almacenes para las necesidades del comercio; y en las gran­ des marcas, lo vé V. aislado, y circuido de lagunas, que tienen que vadear Jos empleados en hombros ágenos: y ¿no es esto una vergüenza? Don Bernahé. Ese inconveniente no serla capaz de arredrarme: el dipero lo vence, cuando ayuda al arte, como ha vencido y está venciendo otros obstáculos, que ha presentado Bonanza. Don Anselmo. Tiene V. razón, si -ese solo fuese el inconvenien­ te; ]pero que! ¿se ha olvidado V. de los que acaba de reasumir? Si yo se lo he indicado á V., no ha sido, sino para que haga con­ migo, el mismo raciocinio, que hace Mr. Carlos Dtipin hablando de los establecimientos industriales, "si quieres elevar una fábrica , es­ cojo aquel punto donde puedas llamar la concurrencia; que tenga fá- cjles comunicaciones; donde te cueste poco el transporte de las pri­ meras materias. Echar abajo una montañ'a ó barrenarla; contener nn rio, y darle otro cauce; desmontar un suelo áspero y quebrado para hacer una manufactura, que nunca pueda compensarte esios gastos, y que te obligue á repetirlos incesantemente, es una verdadera locu- «•a.'•* Aplíquelo V. ahora, señor don Bernabé, á la aduana de San I-ucar. Don Bernabé. Todo esto está muy bien dicho; pero permítame V. "na observación , que no dejó de hacerme alguna fuerza , cuando la Oí la primera vez. Hace ya tres mil arios, que la ciudad de Sevilla . es plaza marítima : lo fue durante la dominación de los fenicios, cartagineses, romanos, godos y árabes; mientras que San Lucar no comenzó á figurar hasta la edad media , cuando cedió aquel tcrrilo- «"10 don Sancho el Bravo á don Alonso Pérez Guzman el Bueno. No recuerdo á V. esta larga y nunca interrumpida posesión, qne ^ el título mas sagrado de propiedad, para oponerme á la trasla­ ción de su aduana á aa punto oscuro como Bonanza, qne el Gobier- (a58) «6 ha dado á conocer: fijo mi atención en los resultados de esta no­ vedad. La industria de Sevilla deberá resentirse con ella ; su giro se reducirá á la simpfé exportación de sus aceites y granos; vendrá la pobreza y la miseria, y tendrá que borrar V. del mapa ana ciudaíd rica y opulenta. Sevilla ha sido el centro de las operaciones mercantiles de ana gran parte de la provincia de Extremadura , y de las de Oírdoba, Jaén y la Mancha: el comercio, con este gran mercado, se ha he­ cho habitual, y lo facilitan unos caminos cómodos, firmes y secos. Y, acaso señor don Anselmo ¿es sola la aduana de Sevilla la que está en Europa á las riberas de los rios; y hemos de hacer por te­ mor , lo que otros Gobiernos no han hecho por cálculo? Burdeos , á la derecha del Garona, dista a o leguas del mar; i3 Nantcs á la de­ recha del Loira; i8 del Havre; Rúan sobre el Sena i3; 17 Amberet á la dereeha del Escalda; 11 Gante en la confluencia del Escalda y del Lis; 70 millas Londres sobre el Támesis; 19 Bristol; y Filadel*- fia está situad» sobre el Delaware. Finalmente , suponiendo ese gran contrabando en la ria de Se­ villa; ¿no habrá otro medio de evitarlo, que trasladar su aduana, con un olvido tan absoluto de estos grandes intereses? Yo creo , que asegurando el punto de los OlUñllos, que es donde se detienen I09 Larcos de quilla fina , por falta de fondo; el de las Lisas , y algún otro en las inmediaciones de la Puebla; haciéndose en ellos los ali­ jos, á presencia del resguardo, se impedirá, sino et todo, una grap parte de él. Don Anselmo. Y, con tantas noticias ¿guardaba V. tanto silen­ cio? Ha tocado V. todos los registros, y le declaro el mejor apolo­ gista de la ciudad de Sevilla , aunque no lo sea realmente de los in­ tereses de su comercio. Si la traslación de la aduana de Sevilla hubiera de hacerse á San Lttcar, convendría, sin mucha dificultad, en que ni estaba in­ dicada, ni pudiera ser ütil bajo ningún aspecto, porque serian posi-^ tivos los males que producirla el adeudo en Sevilla; pero no se olvi­ de V. de que el objeto del Gobierno es extirpar los males, que pro- TÍenen de adeudar en Sevilla, y de adeudar en San Lucar. Y he aquí la gran razón que el Gobierno ha tenido para prescindir de ambos pantos, y preferir el de Bonanza , donde el (iuadalquivir desemboca en el Océano y puede fácilmente guardarse con poca gente, Lai medídaí económicas y administrativas son una atribución exclasira, por no decir un deber muy sagrado de lodo Gobierno: su base es la conveniencia pública; y contra ella ni bay posesión, ni hay propiedad. Un pueblo, es un individuo moral, con respecto al Estado; y asi como la propiedad de todo individuo está subordinada á la propiedad general; del mismo modo lo está la de un pueblo, j^^adie tiene derecho de perjudicar á otro, i título de posesión y de propiedad. Si asi no fuese; ¿á dónde nos conduciría esta inviolabili­ dad de los derecbos del hombre , y de los pueblos ? En siglos de ig­ norancia, y bajo Gobiernos débiles; y aun en tiempos de agitaciones y de borrascas políticas, se han consagrado , y por los Gobiernos mas prudentes y previsores los errores mas lastimosos, y las doctri­ nas mas anti-económicas. ¡Cuántas no son las gracias, los privilegios y fuercM, concedidos á los pueblos, y que han estado en. guerra abierta con el bien común, y la prosperidad nacional.' Díganlo sino, las provincias exentas, y tantas absurdas ordenanzas gremiales ci­ mentadas sobre un injusto monopolio, y contra las cuales ha estado luchando, sin fruto, por siglos enteros, la razón y el buen juicio. El espíritu de la época de las concesiones, fue loable y patriótico: ni los hombres, ni los Gobiernos tenian las necesidades que tene­ mos hoy: la experiencia, la observación , los progresos de las cien­ cias y de las artes; en suma» lo que llamamos civilización, crean cu las Naciones, nuevas necesidades, y obligan á sus Gobiernos á aban- donar su antiguo camino, y andar por el que ellas les designan. Son una moda ; pero cuyo imperio es tanto mas irresistible , cuanto qae no se funda en un capricho frivolo y pasagero, sino en un nuevo y positivo ser, que dan á los hombres yá las cosas. ¿Son acaso las pecesidades de un niño, las mismas que las de un hombre ya hecho? ¿y, se parecen en algo las de un hombre educado con delicadeza, y las de un grosero gañan del campo? Vea V. aquí, amigo don Bernabé, el porque se equivocan las­ timosamente nuestros modernos legisladores, que no se hace á tiempo; sacar las cosas de sus quicios, y con estrépi- *P y violencia, es un eicror, una locura.; pero resistirse .obstinada- (aGo) «nentc á lo que la necesidad reclama, es lamliien un delirio «OA frenesí. ^ Sevilla fue por tres mil años una plaza niarílíma: .pudo íOnte- nir entonces que lo fuese, según la necesidad: hoy la necesidad eí, que deje de serlo: asi lo exige el bien público. Olvide V. su pose­ sión, y su propiedad, que no prescriben contra la propiedad común. Si Sevilla ha sido el mercado de Extremadura, Córdoba, Jaén y la Mancha , mañana lo será Bonanza ; y lo será sin tantos peli­ gros : si su industria decayese, se redujese su giro, disminuyese sa población , perdiese ésta su riqueza , y fuese preciso borrarla del mapa , como plaza de comercio, renacerá la industria y el giro ert Bonanza, acudirá el interés, nacerá una nueva población tan rica y opulenta, como la de Sevilla; y si borramos á ésta del mapa, llena­ rá Bonanza el vacío que di:jasc: será un rio que muda de madre; pero que van fecundando sus aguas un suelo mejor. ¿ Sucede hoy lo que sucedía allá en tiempo de don Sancho el Bravo? ¿es la misma la construcción de los buqnc^f ¿no es la nuestra de quillas convexas, en vez de planas f ¿ conserva el r^q el mismo fondo ? ¿ es uno mismo el comercio, y la buena fi? * He concedido á V. sefior don Bernabé, muchas cosas que hu­ biera podido disputarle: yo creo, que los males que V. presagia á Sevilla , están muy exagerados. Si conserva en el dia sus relaciones, á pesar de que los buques de 14.0 toneladas, tienen que alijar en varios punios del rio, y transbordar su carga en otros de a o y 3» toneladas para transportarla á Sevilla; ¿ qué podrá perder su co^ mercio, por descargar en Bonanza, para llevar luego la cargi á Se­ villa, en buque de 20 y 3o toneladas? ¿No alijan ahofa á 8 ó 10 leguas de Sevilla ? ¿ qué podrá perder alijando luego á 15, en Bo­ nanza. Granada, Córdoba y Jaén son grandes mercados «n Andalucía: y ¿qué pierden, porque los géneros adeuden en Málaga y Almería? Conserve Sevilla sus buenos caminos, sus francas comunicaciones, y sus reiacioaes habituales, y no perderá mas que un nombre, unai vana categoría, ganando en cambio un comercio de buena fé, y la» costumbres públicas y privadas, que lo acompañan. Yo he tenido, señor don Bernabé, mucho gusto en oir á V. ese lindo trozo de erudición geográfica sobre aduanas extrangeras en ríos y canales; pero siento decirle, que ni destruye, ni debilita mi doc­ trina. Yo no alejo la aduana de Sevilla, porque haya ria en Sevilla, sino por los peligros que ofrece, pr su jwco fondo, en algunos pun- tos; por las varadas y alijos que se hacen indispensables. Si puedo lle­ varla á otro punto, donde no haya estos inconvenientes; ¿qué es lo que aconseja la razón ? Si otras Naciones conservan sus aduanas so­ bre rios y canales, será porque asi convenga para mantener sus re­ laciones, ó porque no tengan puntos cómodos á donde trasladarlas, 6 porque na sean tan peligrosos, como el rio de Sevilla, ó porque puedan cubrir todos sus puntos. En suma: cu esta parte no es el ejemplo, sino la experiencia, la que debe guiarnos: las circunstan­ cias no serán siempre iguales: serán otros los hombres y otras las cosas. Hasta aqui, amigo mió, llegó don Anselmo: don Bernabé se le­ vantó con una risita de complacencia, y moviendo la cabeza tomó la mano á don Anselmo, y se la apretó tiernamente; y cuando estu­ vimos en la calle me dijo: "¡qué hombre tan apreciable! ¡qué jui­ cio, y qué dialéctica! £$.imposible escucharlo, y no quedar conven­ cido; y aun tiene el raro talento de amenizar en su boca las cosas mas áridas y desagradables. ¿Quién nos hubiera dicho, que la sim­ ple traslación de la Aduana de Sevilla, le habría de dar motivo para anunciarnos, y desenvolver tantas ideas tan preciosas y gene­ rales?" — No se ha quedado V. muy atrás: le contesté, — No me­ nos que él , estaba yo convencido muy de antemano de las ventajas de la traslación; pero conocí mi hombre, y quise aprovecharme de esta ocasión feliz; y mi idea no ha sido vana: todos, me parece, que bemos aprovechado el tiempo, y yo'adqnirido naevas noticias, ó de­ purado las que ya teníamos. "¿Cuál no deberá ser nuestro tributo de gratitud al Soberano que ha acogido este gran pensamiento; á Stt Ministro que lo ha dirigido, y se lo ha presentado desenvuelto; á la Dirección general de Rentas, y Junta de Aranceles que lo con­ cibieron, analizaron y simplificaron, y que con un zelo tan patrió­ tico lo ejecutan, ayudadas de la inleligcncia y desvelos del Director Científico á quien está confiado? ¡Quién sabe, si al volver á tomar el hilo ¿c esta materia pueda remitirle litografiados los ocho planos que hq visto de estas grandiosas obras: viva V., entretanto, con «ta dulce esperanza, y désela también á esos amigos de gusto, en­ tre quienes me dice V., que ha hecho una revolución la lectura ue mis dos prinaeras carias, disponiendo V., como gaste, de su afectísimo amigo Manuel María Gutiérrez.

TOMO VI. 35 TROVADORES ANTIGUOS.

Del Gran canciller de Castilla PERO LÓPEZ DE AYALA y su famoso Rimado del Palacio,

Correspondencia del bachiller de Fórnoles con el bachiller Zíagar.

CARTA 11.

Xxmlgo del alma: tiene V. mucha razón: mi anterior acabó con un pero en el aire, y una pregunta sin respuesta; que es el modo mas suspensivo y picante de acabar una carta : pero crea V. que no fue por retrechería , sino que no hubo lugar para mas; el correo sabe V. que tiene sus horas contadas, y aunque yo tenia mi tiempo bien medidof bübomele de descabalar uno de aquellos hombres que andan de nones en el mundo privándonos á los que la amamos, de la soledad, sin darnos compañía. "¿Qué era del insigne Pero López de Ayala? ¿Qué hacia nues­ tro trovador f preguntaba yo por V., y respondiendo que **no ha­ cia trovas ciertamente ,*' me faltó tiempo para decir á V. lo que ha­ cia. Ahora que le tengo, roy á sacar á V. de la suspensión y á sa­ tisfacer su curiosidad. Digo pues que el insigne PEBO LÓPEZ , al tiempo crudo de la batalla de Trajera, no hacia trovas, no: pero hacia méritos para irlas á hacer al Ponto, á que le llevó el crimen de aleve contra su legítimo Soberano. AYALA se habia desde luego I ladeado á la parcialidad del Conde don Enrique, y siguiendo sus /banderas fue uno de los que le alzaron Rey en Calahorra, y le ju- f raron luego en Burgos. £1 era el alférez que llevaba el pendón de le Banda (que era la divisa de los banderizos del Conde) en la fa­ mosa batalla de Nájcra, donde cayó prisionero. Esta sola explica las demás desgracias que con ella se le eslabo­ naron : desgracias, si^ienjncrecidas, no poco lamentadas por él en el Libro de sus Ritmos. En ellos plañe muy sentidamente la larga (>63) y penosa prisión que padecia en Inglaterra, don^ suenan compues­ tos los mas;

**To no puedo alongar ya mas el mi sermón, Ca esto tributado en cuerpo é en corazón, Et muy mocho enojado en aquesta mi prisión, Et quería tornar á Dios mi corazoo.''

«¡ce en la copla 704. Y mas adelante (fol. 65) pone ona cantiga ó cantar que empieza:

«SeSor, tá no me olvides; ca paso muy penado En cárcel et cadenas et fierros encerrado.*'

ítem : ea la copla 866, encomendándose á la Yírgen ,

**A la cuál muy devoto compuse este deitado (Perdóneme s» Gracia, si non es bien rimado)."

** queja en estos sentidos ritmos:

**Tago, Señora, preso, et muy desconsolado De machas grandes cuytas et extraBas que)ada En ti tengo f i'ucia de ser por ti librado. Pídote non me olvides, pues sii lo encomendado Señoras, vos las dueñas que pOr mi i lenedes Oración á la Virgen, por mi la saludedes. Que roe libre et me tire de entre estas paredes, Do vivo muy quejado, segnnt que lo sabredes."

Sti_pns¡on_en Jnglaterra, y el haber alU' trabajado en esta obra, desde luego se acredita por el mismo encabezamiento de ella: el cual •egun el códice de donde he sacado tas especies que estampo en este extracto, dice asi literalmente :

^ ^*Este libro fiso el onrrado cauallero P.** I ¡ Lopeí de Ayala estando preso en Inglaterra y et llamase El Libro del Palacio."

En efecto, entre los ingleses se conserva todavía tradicional— TOente la memoria de su prisión en la Torre de Londres; y aun, si •nal no me acuerdo, ha de existir en el Museo Británico algún es- crito de su puño. (a60 Vengamos por fin al análisis del Libro del Palacio. De esle li­ bro que el noticioso bibliólogo don Nicolás Antonio daba por perdido (forte de perdltum), he alcanzado yo á ver dos códices antigaos, y no tengo noticia de 'que haya mas en el mundo. £l uno anónimo, presentado á la Magestad del Seílor Felipe III por un cierto Grego­ rio Beteta, existe (ó existía años pasados) en la biblioteca del Esco­ rial, letra H, plúteo 3, nüm. 19: del cual, por favor del sabio bi­ bliotecario Pérez Bayer, que fue el primero que le hubo de dar al­ cance al hacer el hermoso índice de los MS. castellanos, latinos y griegos de dicha biblioteca, publicó unos cuarenta versos de muestra el año de 17 7 4- el doctor Aso del Rio en el Discurso sobre el estado Y condición de los judíos en España, Del otro códice, encabezado con el nombre del autor que no aparece en el del Escorial, no tuvo el público noticia hasta el año de 1779 que el bibliotecario don Tomas Sánchez en sus ilustracio­ nes á la discreta Carta del marqués de Santillana al condestable don Pedro de Portugal sobre los orígenes de la poesía española, le anun­ ció existente en la selecta biblioteca de la señora condesa de Gampo- Alhanje , rico depósito de preciosidades antiguas españolas, impre­ sas y MS. Este códice, que es el que me ha servido de original, consta de 14o fojas en cuarto, papel grueso, letra del siglo XV, Su enca­ bezamiento , que arriba dejamos transcrito, está á la vuelta de la hoja, y no en la plana frontis, que sin duda se reservaba para po­ ner el título pelado, de letra monocal, ó con algan adorno, como era estilo también en impresiones de aquel siglo. Las tres primeras palabras, que forman el primer renglón, están de lefr^ inorada , y de rojo lo demás y la siguiente

7"TABLA:

Primeramente fase la Confision, A 3 fojas se comienzan los Diez mandamientos-, A 6 fojas se comienzan los Siete pecados. A 13 fojas se comienzan las Siete obras de misericordia. A t/f. fojas se comienzan los Cinco sentidos. A 16 fojas se comienzan las Siete obras •espirituales, et de los perla­ dos de Corte Romana et otros clérigos. A ao fojas se comienza el Gobernamiento de la República, ct de lo< Consejeros del Rey, (a65) A a6 fojas se comienzan los Mercadores. A 27 fojas se comienzan los Letrados. A ag fojas se fabla de la Guerra. A 3i fojas fabla de los Arrendadores, A 32 fojas fabla de los Casamientos. A 36 fojas fabla de los jTídjas ílfl |JalttíÍ0. A 46 fojas fabla de un buen Consejo. A 4.9 fojas fabla de un buen Consejo para la República. A 5i fojas se fabla de Nuepc cosas en que se conoce el poder del Rey." l-a Tabla no contiene mas, aunque no es esto solo lo que el libro contiene. En la copla_fi^3jF™P»eza el autor i glosar según san Gregorio el Libro de Job, aplicado á sus propios quebrantos; en el cual se ocupa todo lo restante de la obra hasta la copla i633, con que con­ cluye el MS. sin bastantes señales de concluir la'obrT. LÓPEZ DE AYALA, como desgradado^ fue muyJ^vQio^jdCj^^ y de consiguiente grande aficionado á los Libros Morales que sobre los trabajos de este santo raron escribió san Gregorio. Una pi'a memo­ ria de esta afición nos ha quedado en el MS. que se conserva en la Real biblioteca del Escorial (ij, b, 7), titulado: ^'^Flores de los A/o-j ''ales de Job, ó colección de sentencias, extractadas de los Morales I de san Gregorio, romanzadas por don Pedro López de Avala." ' Por la descripción del MS. se viene en conocimiento de la na­ turaleza de este poema. El fin de su autor al componerle se conoce que apenas fue otro, que encomendar á la memoria, encadenándolos cn rimas, algunos sucesos señalados, tocantes á su persona, d á su tiempo; y en las tribulaciones de su prisión y demás de su vida des­ ahogar la mente y el corazón, ya en piadosos afectos, cuales respi­ ran varías cantigas i Nuestra Señora, ya en consideraciones mora- '*», políticas y cristianas sobre los varios estados de la república, ••«madas á las veces en deitados ó dictados: coa cuyo entretenimiento aburría las horas eternas de la soledad y del tedio. Asi lo dice él «Oísmo en la copla 84o en uno de sus deitados:

"Cuando enojado el flaco me siento Tomo gran solacio (i) mi tiempo pasar En facer de rimos siquier fasta ciento, Ca tiran de ni enojo «t petar; (') El M& dice espacio (266)

Paes pasa mi vida asi como viento. Hoy si non eras, sin mas í tardar. Por me consolar éste es funüameulo Non espender liempo en ocio el vagar.*'

Escribiendo pues con tal designio sas Ritmos AYALA , éstos no SOI) siuo una especie de efemérides de su espirita; asi la obra carece de plan , y no tiene unidad de pensamiento.Tor" eso no se sabe al justo qué título darla; y de heclio su autor no parece que la dio ninguno. Los antiguos que la han citado , cada uno la da el suyo: el mas vago me parece su título mas propio; Ritmos. El mas ca~ racterístico que se la ha querido dar , se ha tomado , á placer , de uno de sus contenidos : lais Maneras deJPalacio^la llama el marqués de Santillana ( i ) ; y eZ LiSro del Palacio se llama en el MS» anti­ guo , de donde he sacado mis apuntaciones, bien porque lo palacie­ go fuese lo mas genial de su autor, bien por ser ese el gusto del si­ glo , cada' siglo, como cada hombre , tiene el suyo. De sa rida pa­ laciega habla el mbmó I.X)PEZ AVALA en las primeras coplas (42a y a3 ) del arlicnlo de los Fechos del Palacio en esta forma:

«Gran (tempe de mi vida pasé mal dependiendo, Seiiores terrenales con ^an cura servieiulo: ya lo veo: et lo vü entendiendo Que quien i mas traba)a, et mas irá perdiendo. Las cortes de los Reyes ¿qaién lo podrá pensar Cuánto mal et trabajo el homne í ha de pasar? Periglos en c) cnerpo, é el alma condenar, Lo> bienes el el algo siempre lo aventurar "

En esta nominación se ha habido de proceder como en la del coojmito de las letras, que sirviendo las 3 ó 4 primeras de muestra y nombre , se le han dado á todas las demás: asi decimos el a-bcr-cé ó abecedario , como pudiéramos decir el jrzetarío: su mas,adecuado nombre seria letrario ó letrero, esto es , conjunto de letras. Como este libro es de tan vario argumento « su título puede ser igualmente vario : si de lo que mas trata , hubiera de tomarle , se debería titular: "El Libro de Job, ó Escuela de la paciencia;" co-

(1) **Desla guisa (versos alejandrinos) escribió PERO LÓPEZ DE ATAÍA' nn libro que fizo De las maneras de Palada, é llamáronlo Rirnos." Carta al Coudesl. de Portugal. nio el famoso autor de " Los Monges de Guadalupe , ó Soledades de la vida y Desengaños del mundo" tituló uno de sus Davides: "Da­ vid perseguido y Alioio de lastimados." Yo en tal variedad he querido fijarme en el mas antiguo y ge­ neral , que es el de Rimado del Palacio que le da Fernán Pérez de ,jGjj4m§B_, contemporáné(P»Ié~suautor, y tío 3éT~maFqucs~"iIc'"Sañti- llana ; si bien el baen Zurita , en sus Emiendas y Advertencias ú las Crónicas de PERO LÓPEZ BE AÍAUA, sin haber visto la obra, preten­ dió emendar á Guzman la plana corrigiendo el título de Rimado en Primado (como si dijéramos ordenanzas) de Palacio. Tan lastimosa­ mente yerran los hombres mas grandes, cuando en las cosas de he­ cho se arrojan á hablar y fallar de lo que no han visto. Argüirárae V. tal vez allá para entre sí de que en el raso pre­ sente yo hago poro menos fallando, conira lo mismo que veo, en fa­ vor de lo que oíros dicen; porque en efecto el título del MS. antiguo que he tenido presente , no es sino El Libro del Palacio, En contes­ tación á este cargo debo confesar á V. que aunque Sánchez , y oíros con Sánchez creen escrito este códice de Campo-Alhanje á principios ^el siglo XV yo al contrario no le tengo sino por de fines del siglo. Para ello no ine faltan fundamentos críticos. No es el mas débil la corrupción neológica en voces y frases ^ que haciendo una especie de anacronismo de lengua, alguna vez hasta impiden hasta que se puc- •da escandir bien el verso. Tales me parecen ser la conjunción,y„P"r ^ ó por

••Plógome otro >i oir mochai vegadas Libros de devanros i «lenliras probadas, Amadis et Lanzarote^ i hurlas á sacnilas, Gn qve prrdt nti tiempo i muy malas jornadas.'' (a68) En dicho códice es verdad que dice Amadis, pero yo entiendo que no debería decir sino Tristón: lo primero porque con Tristón consta el verso , y con Amadis no; y b principal, porque Tristón ,'y no Amadis , es el que anda siempre á las vueltas con Lanzarote. Tris- tan y Lanzarote son personages clásicos en la literatura ÍEloniántica, y el verbigracia de los desvariados amantes. A Tristón cita el Dante con esc carácter ; á cuyo propósito comentándole el arcediano Fer­ nandez de Villegas (canto V. signat. ka) dice: "Este Tristón fue el principal de los caballeros andantes, de quien dice Petrarca Tristón y Lanzarote, 8íc." (i) En efecto el Petrarca saca esta pareja en su Triunfo de Amor, capitulo III, en estos términos , según la traducción de Hernando de Hoces: '•^Tristón y Lanzorete y gran conipaSa De andantes caballeros va penando: Historia donde el vulgo mas se engaña.*'

Y el traductor glosando este pasage añade : ^^Tristan : Lanzarote." Es tanta la noticia que se tiene de quién fueron Tristan de Leouis y Lanzarote del Lago , y todos los otros caballeros andantes que cuen­ tan haber sido en aquel tiempo; que en ninguna parte del mundo á mi pensar dejan de tener noticia de ellos, y mucho menos en nues­ tra España ; donde habiéndose hecho á imitación de estos libros al­ gunos años ha los de Amadis y Palmerin, aun menos verdaderos que los otros, ya hay libros particulares de todos los hijos y descendien­ tes suyos, creo que mas de hasta la quinta generación , allende de otros hiuchos que cada dia se hacen. Y por tanto bastará decir que... el Poeta fingió ser llevados en el presente Triunfo Tristan y Lanza— rote, como mas principales de ellos."(a)

(I) V. «La traducían del Dante de lengua toscana en verso casiellano, por el R. don Pedro Fernandez de Villegas, arcediano de Burgos, y por él comentado por mamládo de la tnuy Excel. Sefiora doña Juana de Aragón, duqnesa de Frías y condesa de Haro, fija del muy Poderoso Rey don Fer­ nando de Castilla y Aragón, llainado el Católico. Imprimióse en Burgos por Fadríqae, alemán , de Basura, auo de 1515.'^ Fol. I. gót. (3) **Los Triunfos de F. Petrarca, agora nuevameule traducidos (a lengua castellana en la medida y número de versos que tienen en el toscano, y con nueva Glosa.'' {anónimo) Fo). 88. ^'Salamanca en casa de J. Perrier, aSo 1581." Segunda edición: la primera es de Medina por Millis, auo de i555. ('69) V. dispense la prolijidad de estas citas, que he eslimado preci­ sas para restitair este lugar, sin dOda corrupto en esta copia del Ri­ mado del Palacio. Y en ¿rden á este otro punto incidente de cues­ tión quiero que V. sepa que el señor Pellicer y yo partimos de principios de criterio tan opuestos, como que tí del hecho de encon­ trar citado el Amadis en ese MS. quiere dar por de hecho que el Amadis es m»y antiguo; y yo ,.al contrario, de solo hallar el nom­ bre de ese adante caballero , putativo padre de todos nuestros pala­ dines, en dicho MS., tengo por sin duda que el tal MS. es mas mo­ derno. Todo el misterio de esta discordancia de juicios está, amigo mió, en que yo no creo al Amadis mas antiguo, que le hacen su traza , aluMmae», gasto , estilo, lenguaje , y sohre todo que le acre­ ditan los testimonios históricos, literarios y literales que fijan su época : para cuya fijación indefectible ( por uno al menos de los ex­ tremos de la cuestión ) obra justamente en mi poder un documento original, generalmente ignorado, y el mas antiguo que se conoce, que circuBscriba á tiempo preciso la composición de tan ingenioso li­ bro. Pero esto, amigo , para su tiempo y lugar; y para mi próxima carta el un del Rimado del Palacio. Entretanto de Y. como q^iiere y como debe su siempre afec- tísroio El bachiller de Fúrnoles.

TOMO VI. 36 ( = 7o)

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EL AMANTE CORTO DE VISTA.

^* i yfy cielos ! sueno dtspierto, pierdo cuando estay ganando, , sojr lince f a oscufas ando, X en fin, apunto.y rio acierto." TIRSO DB MOLINA.

**j V>óaio (exclamará con sorpreta «Igan crítico al leer el título de este ditcarso) tampoco los vicios físicos estin fuera del alcance de los tiros de el curioso ? ¿ Ignora acaso este buen señor que no le es lícito particularizar circunstancias que quiteña sus cuadros las aplicaciones generales? ¿Y quién le ha tlicho tampoco que sea raconable presentar el ridículo de an vicio físico , por lo menos sin que vaya acompañado de otro moral T'-'—Pacien-' cía, hermano, y entendámonos, que quizá no es dificil. Venga V. acá;, cuando ciertos vicios físicos son tan comunes en vú pueblo que contribuyen á ca-: raclerízar su particular fisionomía, ¿será bien que el descriptor de cos­ tumbres, ht paw por alto, sin saCár partido de las varias escenas que de­ ben ofrecerle? Si hubiese un pueblo, por ejemplo, compuesto de cojos ¿no sería curioso saber el orden de la marcha de sus ejércitos, sus juegos, sus bailes, sus ejercicios gimnásticos? ¿Pues por qu< no se ha de pintar clamor corlo de vista donde apenas hay amante que no lo sea? Por otro lado ¿quién le ha dicho á V. que esta enfermedad de moda, no presenta so as­ pecto moral? ¿Tan dificil seria probar su descendencia de la deprabacion de costumbres, de los vicios de la educación, 6 de los excesos de la juventud? ¿Con qué ya vé V. señor crítico, que este Manto entra naturalmente en la jurisdicción de mi benigna correa, con que;ya V. conocerá que no hay in­ conveniente en hablar de él—¿No? pues manos á la obra. Los ejemplos me salen al paso y no tengo mas que hacer que la elec­ ción de una Tóquele por hoy la suerte á Mauricio B y perdone si le ha­ go servir para desarrugar la frente de mis amables lectoras. — ¿T quién es el tal? — El tal, señoras mias, es un joven de veinte y tres, cuya figura ex­ presiva y aire sentimental, descubren i primera vista un corazón tierno y propenso al amor; na es por lo tanto extraño, que encontrase gracia cerca de Vmds. Asi ha sucedido, pues, y algunas aventurillas en calles y paseos, previnieron al joven Mauricio de sus ventajosas circunstancias; mas por desgracia el pobre mancebo tiene un defecto capital, y es el ser corto de vista, muy corlo de vista, lo cual le contraria en todos sus planes. AltA, (37 I) «cSoras, no fa»f que reirir, q«« ni héroe no lo ioma i riit, ni sabe sacar partido como otros IBIMIH»* de este inisino defecto, para ser mas atrevido j exigente, para ostentar sbbc«ui nariz'{iriltantcs fftfis de oro, ó ¡wra sor­ prender con su intvitobte lente Ws miradas fartivas de las dama*. Nada me­ nos que esd; Mauricio es sensible, pero tany comedido; y mas bien quiere privarse de un placer , que cansar un disgaHo i ot¡ra persona. Bien hubiera deseado ponerse anteojos perpetuos cono hacen otros sin necesidad y solo por petulancia ; pero dicen tan mal unos espejuelos moviéndose al precipi­ tado compis de la JUazzavrkaV.l y Mauricio i los a3 aSos no podía deler~ minarse á dejar de bailar la Mazzowrka. Buen reAedio era por cierto el lente colgante; pero ademas de la prudencia con que le asaba, ¿c¿mo adivinar las escBMs que iban á suceder para estar prevenido con él en la mano? Si la hermosa Fíl^^kaivú ripidamentr, hicia él sus bellos ojos, 6 dejaba caer su pañuelo para dai'le oa^to«i--4e hablar con etb ¿%nieii lo había de preveer un minuto antes ? Si creyendo sacar á bailar á la mas hermosa de la sala, se hallaba con que se babia ofrecido á una momia de Egipto, ¿de qué le servia c) lente un minuto después? Vamos, está visto que el lente uo sirve de nada, y Mauricio que cottocia esto se desesperaba de veras. El amor, qo« por largo tiempo se babia complacido en punzarle ligera- •mente, vino por fin 6 atravesar de parle i parle su corazón , y una noche

*< Faute d'avoii; le iemps de s'en rnettre en courroux "

Y: be aqui á mi boen mancebo en el momento nías feliz del amor; et de mirarse correspondida por la persona amada. Ya nuestros amantes ha- bian hablado largamente; tres rigodones y una galope, no hablan hecho mas que avivar el fuego de su pasión ; pero el sarao se terminaba , y el rendido Mauricio renovaba las prolettas y juramentos, tomaba exactamente la hora y el minuto en que Matilde se asomaría al balcón, la iglesia donde acudía á <*ir misa', los paseos y tertulias que freeurntaba, las óperas favoritas de li ^má, en una palabra, todos aquellos antecedentes que Vosotros, diestros lóvenes, no descuidáis en tales casos. Pero el inexperto Mauricio se olvidaba cii tanto de reconocer puntualmente á la mamá y i una hermana mayor de Matilde, que estaban en el baile; no hizo alto en el padre de ésta, coronel de caballería, y por último no se atrevió i prevenir á su amada de la cir­ cunstancia fataV de su cortedad de vista. El suceso le dio despnes á conocer •u err^r. No bien llegó la hora señalada, cori'ió al siguiente dia i la calle donde •»ivia sadueño, repasando-cuidadosaroente las señas de la casa ; Matilde te babia dicho que era núm. u, y que bacía esquina á cierta calle, mas por Cuanto la otra esquina que era niím. 7 », parecióle i a al desdichado aman- «^.y fue la que escogió cómo objeto de su bloqueo. ^alildeqne le vio v«ntr (ojos íenwniles ¡^iie no vris cuando fsl^u ena- inoraiios!) tiró su. alaiobst(UJIa« y «aliento precipitada al balcón esKnló.i-s'a amante todas las grtcias de (u hermosiira tn el irage de casa; :|iero,n> rano, porque Mauricio, situado i *e>s varas, «a la otra esquina, fijos lo« ojos en los balcones de la cas^ de «n frente, alienas bizo alto en la beJlrEa que se b»t>ia alomado il,otro baicoD. Este desden inesperado, picó sobreiuajiri:a el amor propio de Matilde; tosialcon de Matilde, alia la cabexa para hablarla., pero ea el mismo momenlo tírale ella á la cara e| pañuelo que tenia en la nanoj( al que do*' rante su furor había hecho anos cuantos nudos) y «ÍQ dirigirle ana palabra éntrase á dentro y cierra estrepitosamente el balcón. Mauricio desdobló el paSnelo, y reconoció el mismo bordado, las mismas iniciales que había visto en el que llevaba Matilde la noche del baile Miró después la casa y alcanaó á ver F^ifita general ntim. 13. ¿cómo pintar so desesperación? l^res días cou tres^noches paseó en vano la callé; el implacable balcón permanecía cerrado, y toda la vecindad, menos el objeto amado era fiel tes­ tigo de sos suspiros. A la tercer noche se daba en el teatro una de las ópe­ ras favoritas de la mamá; colocado en su luneta, con el auxilio del ttoiU anteojo recorre con avidez el coliseo, y nada vé que pudiera lisonjearle: si» embargo, en uno de los. palcos por asientos cree ver á la mamá ac«iDp;íñada de la causa, de su tormento. Sobe, pasea los corredores , se asoma i la puerta del pako, no hay que dudar»... son ellas.... Mauricio se deshace i señas y visages, pero nada consigue; por último, se acaba la. ópera, espé­ ralas á su descenso, y en la parte mas oscura de la escalera, acércase i la niña y la dice: ^'Señorita, perdone V. mí equivocación; si sale V. luego al bal­ cón la 4íré.... entretanto tome V. el pañuelo."—Caballera ¿qué dice V ? k con­ texto una voz extraña á tiempo que Un menguado farolillo, (de los faroli­ llos que alambran pálidamente las escaleras de nuestros teatros) vino á re­ velarle que hablaba i otra persona, si bien muy parecida á su ídelo. — Se­ ñora...,.-7-i Calle! y el pañuelo es de mi hcrmanita.—¿Qué es eso niña?—- Nada mamá, este caballero que roe dá un pañuelo de Matilde. —¿T por dónde tiene ese caballero un pañuelo de Matilde? —Señora yo..... dis­ pense V.... el otro día.... la otra noche, quiero decir, en el baile de la Marquesa de — Es verdad, mamá, el señor bailó con mi hermana, y no es extrañioque dejase olvidado el pañuelo. — Cierto, es verdad, señorita, se quedó olvida-' do.... olvidado..,. — A la verdad que es extraño, en fin caballero, damos á V. las gracias.. . , ¡ Un rayo caído á sus [líes no hubiera turbado mas al pobre Mau- ( = 73) ricio, y.JA.ique roa* leapesailumbraba.era q^ie rn nna punta ;del pa«urlo h»bía »\aóo na billete rn 1»^ hablaba de su amor, de la^eqoivocarioB ár la casa, de la» pr«lexta« del t>aile ,«11 ñfi bacia lixla la «3ifMÍ<;i«o «kl drama, y é4 lia aabia que tuerte ¡ha á correr el ta4 paficl. T€4mvio é iiukcj^o aigoió á io tr)os lias daioat., baau que tninmn rn M caia y k dejared» «ii la caÜe en d «na» oscuro abaudono. £a valde apli­ caba el. oidó por ver ti eicutikab» algua ditíoge anioittdo^ ]» %«i Jeiaua d(;l »erenn que aliiiaciaba las docr, ^ la soiwra narcba^e los .MCÍO* carrw de 'la iimpieza. «m lo único que heria sus «idos y aun ntt sai-ices, hatta que cansado de e»{)erar jiiii trulo, ae relinS i m CÍM á «ciar y cavilar sobre sos desgraciadas amorr^. Entretanto ¿iqpé suoMlia en «1 iaterior de la otra c«aa? La mamá qoe tomó íl pauMeJo para reprehoNfcr ¿ la Aifia Itthia óttcttbmt» el Jbiilet<>, se habia enterado de él, y (waadAs ios rri««i«s taonenKM de «ic«i»io, babia resuella por consejo de la iiercDanita, callar Jf distotvJar, y etesi- bir una respoesta muy lacóiiica y teroMoante al galán con el objeto ide que no le /quedase gana <1« volver ; iikiéronlo así, y el bilkie quedó e«. crito, firmado de letra de muger (qae todas se parecen) cernáo con lacre y oblea, y picado por mas señas con un alfiler. Hec^a e^la Oft- xacion , se fneroii á dormir, sijguras de que i la nuuanii »i|;sMente f»»- ría por la calle el desacertado galán. Con efecto, no se hizo de n>atir £nMi cosa, pues no habiau dado las ocho cuando ya estaba iew el pMvtal de en­ frente , sin atreverse á roiratr. Estando asi, oye afarúric «1 bailoBa ¡«h f«^ licidad! una mano blanca arroja «n papelito; c«rre el dkboso i reci­ birle y eocoentra— el balcón se hab« cercad» ya, y 4a e^peraiua de su corazón tatnjika. En vauo fuera el inlenlar describir el efecto que búo en Mauricio aquella serie de detractas; baste decir qwe neaumió ^t» «ienipre ¡A amor; pero eu fin, al cabo de quince días pensó de distinta manera y sa­ lió al Prado con un amigo suyo. Era una de estas ii«ches apacibles de julio que convidan á gozar del ambiente agradabk bajo los frondfxos ár­ boles , y sentados ambos cnnaradas, empezaron h consabiik oeNversacion fue lo único qne pudo articular, mientras el papá llamaba á nn muchacho para encender el cigarro.—"Yo no he escrito ese billele*', esl,-» respuesta obtuvo al cabo de nn cuarto de hora. — ¿Pues quim....? — No sé llévelo V.; á las doce estaré al balcón. la esperanza volvió á derramar su bálsamo consolador en el corazón del {lobre Mauricio, y lleno de ideas lisongeras aguardó la hora señalada; (=«74) corre preicipitadáiAente bajo el balcón: con efecto está allí; ya tmfa brillar MIS hermosos-ojos I ya advierte su blanca mano, ya..... Mas ¡oh y que bien, dice Sákespcare, qfue cuando ¡os males vienen no vienen esparcidos cano es­ pías sino reunidos en escuadrones ! Aqoella noche se le había anto)ado •) papi tomar el frescodespoes de cenar, y era él el que estaba repantigado en ana tilla-, no sin grave agitación dé Matilde que le rogaba se fuese i acostar par» evitar el relente.—"Bien mió, dijo I\&ariciacon voa almivarada, e» V,?"-^- Ghica, Matilde, la dice el padre por lo bajo, ¿es contigo esto? —Papá, conmigo no señor, yo no sé ^—NO, pues estas, cosas tuyas sen ó de tu herniana.—^t*Para que vea V. (contináael galán amartelado) si tuve motivo de enfadarme ahi vá el billete."—A ver á ver, muchacha, apartar aparta, y trae-una luz que voy á leerle Dicho y hecho ; éntrase í la sala mirando á su hija con ojos amenazadores, abre' el billete y lee ^^Cabítflero ; si la no^ dte del baile de la Marquesa pude con mi indiscracion hactr concebir á f. espframas A>C cualidades morales cra(i muy «preciables,-y Mauricio-prescindió de bu» físicas; no teniendo qne ha­ cer para olvidar éstas sino ana seneUIa operación que- fue..... quitarse los aateojos.

J^k curioio pctrlantCi (>7&)

CRÍTICA.

Annqae la manta de hacer y adivinar Charadas ha pasado algon tanto (cono pasan todas las cosas) quedan no obstante algonos aficionados, y no pocas alionadas, qae dan á este negocio una importancia clásica. Con esta especie de afectos i adivinanzas hablan los siguientes versos, impresos en un periódico de Ultramar. SONETO.

Salva Febo la cumbre refulgente T al mediodía aligero camina: ' Hoye al Zenit, y loego se encamina > A esconderse debajo de Occidente- Llega la noche silenciosamente, Qae á bs mortales al reposo inclina: Ya maestre Ciolia la sa fas divina, T el anra para s^e blandamente. T ora salga, d no lulga el Sol propicio; Ora la noche véngase callada, Ú oseara sea de hqracan indicio: Siempre encaentra la chola atormentada Del adivinador de don Simplicio, Por hallar solución i ana Outrada.

EL OCASO.

CamposUicn de un joven Barcelonés.

netornan los pastores En las ondas retratan A an humilde cabafia Otro sol y otro cielo '|*'e*>tca el Ebro tranquilo Debajo de mis planUs. "oaisonant* marcha. El astro de los diaí, «'"fas de su ribera ta frente fatigada, A la orilla descansan, A sp brillante lomba 5^'os móviles rayos Magestooso baja, ^iran embelesadas; , Cargado de vapores ^* rayos que temblosos Se enciende, se dilatí, .. (27G) Y rubicunda lumbre En regiones leian.is A tórrenles derrama- ¥ los bifiinus> tecibe Deten, soblioie imagen Drf hombre

Señor Editor de las Carta» Espéjelas: M«f sedar mío: ¿A qoi^n me­ jor puedo dirigirme, sino i V. «jaeMiM refitrc todas Ibs anécdotas cariosas qne pasan en esta Corte, en tofc It pcnfoMla f »am s, redoeida i nua conversación que presencié en uno ét los meaqutiMa ta&i de que- ab»nda Madrid ty 'Je cuyo nombre no quiero acordarme. Al entrar en éi mas bien púr cansancio que por distracción, me hallé c«a.usa n^edia^dacena de personas, entre tas coales habia dos tentadas al extremo izquierdo que hablaban del teatro ita­ liano ; y como yo, aunque sojr un verdadero Midai, gusto mucho de oir el |)arecer de los demás para después lucirlo en las tertulias, me senté al lado de una mugrienta'mesa j pedí mi atemperante. Ante 4e referir lo que mi débil memoria pudo retener de lo que les oí, haré una pintura de los cita­ dos interlocutores. £1 nno era un seilíor aho», fliie», canoso y amado de unoa efpcjaeloa, y con el habla senteneiosa y díetaroríal; el otro bajfta, regordete y con doa hopos de zorro i manera de vigotes, parecía de edad, de wn temple dema­ siado tranquilo y asaz tentado de la risa: tu lenguaje aardóaieo

DIÁLOGO.

Primero. ¿No le he dicho k V. repelidas vecu, aqnello de zapatero á tus ¿apatas?.... ¿Por qné se melen en lo qne no entiendenP Ademas (habló quedito) esté V. seguro qaé para hablar de las bellas artes es preciso co­ nocerlas ¿ Está V. ?.... Segundo, Ya! (risa) Pero ¿cómo puedo imaginarme qoe no lo entienden los profesores encargados de la ejacocion de las óperas, pues son maestros? Por consiguiente bien pueden hacer zapatos como V. dice, (risotadas) Prim. V. todo lo toma á broma y á mí me llevan los diablos; acostumbrado á los grandes teatros de Italia no puedo sufrir los pasiicci qae se hacen aqni. Por ejemplo, cómo podré oir con indiferencia la hermosa ópera Anna Bolena, en la que un bajo hace el papel de paje, escrito para un contralto; pues se supone que los pajes deben ser muy jóvenes, esbeltos, y capaces de producir celos. iSe^. Perdone V., amigo mió, yo he conocido pajes muy barbados y nada esbeltos; é ítem mas, me dieron mucho que hacer cuando Dios queria y yo andaba por el mundo. Prim. Estas son excepciones de la regla; pero en el teatro se representan las cosas como deben ser. Dígame V., ¿ por qué no ha hecho aquel pa­ pel la segunda dama, que le hubiera venido como de perlas, pues que'la hemos visto de hombre y estaba muy bien? Seg. Yo no lo sé; mas debe inferirse qne habrá habido sin duda motivos muy fundados para ello; porque en nuestros teatros, según se dice, todo se lleva con el mayor rigor é imparcialidad, (risita) Prim. Su risa de V. me quema. Seg. Amigo, este es mi genio (risa): todo me hace reir, sea de cualquier modo, y nunca he podido adquirir ese tono de importancia que se con­ sigue viajando (risa). Prim. Pues á mí me han dicho que (Jtabló quedo). Seg. Yo no sé mas en el particular, y se lo voy á referir para que vea mi franqueza. En la primera representación de la Anna Bolena estuve en la tertulia , y una persona, que no conozco y estaba á mi derecha , dijo al que estaba á mi izquierda, hablándose de eso mismo, que la segunda da­ ma habia estudiado el papel de h Seymour, creyendo dtbia hacerlo ella. Prim. j Calle V.!... ^g- Pero qoe viendo frustrados sus deseos se negó á aceptar el papel del paje, por aquello deque ella era era.... (risa). Prim. Soprano?.... Seg. No seitor ¡ no dijo nada de soberano. •'^'•wi. Hombre, soprano, qne es lo mismo que tiple. Seg. Eso, eso; tiple y no contralto. frim. Pero el maestro bien podia haber apuntado el papel mas bien que darlo á un bajq, que ademas de trastornar el efecto de la harmonía, destruye la ilusión. TOMO VI. 37 (278) Seg. Eí verdad ; pero se opnso Prim. Ya entiendo (habló muy quedo): ¡cómo ha de ser! ¡estarnos deslina- dos á que se nos den las mejores óperas de nn modo que no las conoce­ ría la madre que las parió; y sino dígalo cómo se ejecata ahora el Pi­ rata, y cómo la vimos cuando se estrenó!..,. Seg. ¿Y qué le ba parecido á V. Enrique VIIIy la Seymour? Prim. El primero lo de siempre: y la segunda un alma para dos ó tres cuerpos; es lástima que no dé un poco de sa excesiva sensibilidad y ener­ gía á algunos y algunas á quienes hace falta. Seria de desear sin embar­ go que no diese tantas palmadas, impropias en una actriz buena, agenas de la elaquencia corporis; y que hay quien cree que lo hace para decir­ nos; aplaudidme. Seg. ¡Hombre, V. es on Nerón!.... (risa). Prim. Soy inexorable; y pues gasto mi dinero, quiero decir lo que siento. Seg. ¿ No dice V. nada del tenor ? Prim. y. sabe que soy su apasionado y que son muchos los que piensan como yo; mas no le perdono que baya adoptado el estilo de cantar con tanta fuerza de voz: luciria mucho mas sino se esforzase tanto, y tra­ bajaría menos. Seg. Es verdad; pero bien conoce V. que la muchedumbre aplaude al que mas grita (t), pues supone que tiene mas razón frisa); y los actores buscan palmadas y sean como fueren. También la primera dama va to­ mando la misma.manila, y lo siento; porque ella no necesita de este débil recurso para agradar á los que distinguen el bello canto. Prim. Ahí está el negocia: ¿y cuántos son éstos? Oh amigo mió, oigo á muchos, que se tienen por conocedores, decir tantos desatinos que no hay quien los tolere. Seg. ¿No halla V. en la música nn sin número de pasos conocidos, y mny conocidos ? Prim. Y qué ¿ cree V. que se escriben óperas como cartas de pascuas y en­ horabuenas? A fé que hay maestros que apenas escriben una cada dos años y aun asi hay trabajos y sino acuérdese V. (bajó mucho la voz). Como nada oia, se me hacia tarde y había concluido mi refrigerio, tuve que marcharme con sentimiento; pero determinado á comunicarle este diá­ logo por si V. le cree digno de su apreciable periódico. B. S- M. = J. T.

En la Revista Teatral de Cádiz el Aristarco Redactor nos anuncia que el acl,or Guzman ha representado en varias comedias. He aquí su juicio: "En £1 Enferma de aprehensión llenó completamente su parte, siendo justamente aplaudido al hacer la mortecina , con inimitable gracia, en el

(>) Deben hacerlo asi por aquello que dijo nn célebre poeta nuestro: Ei Tulgo es necio, y pues lo paga es justo ' Hablarle en necio para darle gusto. (279) aclo segando: en El Peluquero de antaño f el dé ogaño se hubiera lucido, si sn voz, que no estaba clara, no se hubiera empeorado basta llegar á Mr casi ininteh'gible: en cuanto i la pieza solo puede ser interesante á una concurrencia compuesta de peluqueros (i): en El Honor da entendimiento Xel mas Bobo sabe mas, siempre atento á su papel y al de ío* demás, nun­ ca distraído, fue aplaudido repetidas veces, particularmente á la caida del telen, lo que le hizo presentarse luego á saludar á los espectadores: en el sainete El sutil tramposo, bi«o reir desmedidamente, y dio la mejor idea de su habilidad en este género: en la comedia Trampa adelante, representó perfectamente: en el sainete El recibo del Paje, lo mismo: en el Avaro de Moliere, es muy díBcil hacerlo mejor j y en el saínele El viudo don Epifn- nio, sos lágrimas, su risa, so alemanda, y su relación de borracho, hi­ cieron harto efecto en los pulmones de los concurrentes.''

ANUNCIOS SINGULARES.

¿Si padeceríamos engaño, coando alguna vez nos hemos permitido ob­ servar que este siglo es mercenario y mercantil? Decímoslo porque en efec­ to se va introduciendo muy de firme la moda de hacer las cosas de valde. Las cantatrices cantan gratis: los poetas, como el bachiller Munguia (s) dan el importe de sus comedias al Hospital; y ahora, para complemento, nos encontramos con los dos siguiente anuncios distribuida^ al público por medio del Diario de CddU. Allá van según son. Primer anuncio, copiado al pie de la letra. = PARECERÁ INCREÍBLE el GRANDE SACRIFICIO que va á hacer el dueño de la tienda de precios fijos y arreglados, calle de Juan de Andas, núm. i5o, distinguida con una ESTRELLA, con ciertos géneros, que aunque ya los tenia enfardelados con motivo del final de la franquicia , por tal de que le resulte bien al público, va á sacrificarlos escandalosamente ; pero conociendo que seria grande el asorden, si de una vez se diese aviso de los muchos efectos que se han reu­ nido por :ns bajos precios y buena calidad, ha determinado avisar por par­ tes, para que, aunque haya desorden, no sea tan grande. (Signe la nota de los efectos que el vendedor va á sacrificar escándalo' comente, aunque parezca increíble. Se trata de pañuelos, de toballas, de fle­ cos, de escribanías, de cocos, de piqués, de muselinas, &c. &c. 6cc. El grande sacrificio no estorba que cada objeto lleve su precio al canto j pero esto no será sino por cumplir con la apariencia de que se vende, y para evitar en lo posible el gran desorden. Tanto desprendimiento, con efecto, parece increíble.J

(') El Peluquero de antaño y el de ogaño,a una de las piezas que, cjecntada por Guiman, han gustado mas en Madrid , y no creernos sin embargo que lo» e«- pectadore* de esta culta capital formen una reunión de peluqueros. (a) Véanse las Publicaciones recientes. (.8o) Segundo a/iunt-w. = PARA DARLO MAS RARATO LLEBARSELO REGALADO. = También se trata aqaí ii. gros, de chalinas de gasa , de piezas de mabon, de placentonás para trages, de gaiogas, de pañuelos me­ rinos, de zarazas, de medias de seda, de bretañas, de pañolones griegos, árabes, alemanes 7 de espomillon, de cotepalís, &c. &c. &c: todo dado de valde, puede decirse, aunque el precio va al margen. Este milagro se bate igualmente en Cádiz, en la llamada Tienda de lo Barato. El dueño avisa á las señoras que acudan luego, luego, pues de lo contrario muchas se quedarán sin encontrar lo que bosqneii, y luego dirán que en aquel ta­ ller se anuncia lo que no se tiene. ¡Delicadísima prevención, y previsión no menos delicada y admirable!.... ¡Y luego nos dirán que no hay conciencia en las tiendas!.... ¡Oh, época nobiUsima y desinteresada!....

En Londres está siendo asunto de todas las conversaciones nn hombre llamado Dando, á quien aflige un apetito extraordinario. Esto es tan cierto, que se ha comido todo su patrimonio, que era mas que regular ¡ y no se dice comido porque lo baya malgastado, sino porque materialmente lo ha invertido en provisiones de boca, que ha tenido luego bueO' cuidado de sepultar en so estómago. Es, lo que se llafna insaciable. Muchas veces entra en una fonda, y consume en ana hora é\ solo , lo que diez hombres no poeden acabar en igual tiempo: llega el momento de pagar, y... alli es ella... Entonces protesta que aun no ha comido bastante para marcharse. Hay fon-^ dista que se estima muy feliz cuando aquel Heliogábalo se digna ir á termi­ nar su sesión á otra parte. Suelen ponerle preso: ¿ pero qué le importa i Dando ? La humanidad manda que por lo menos le den el alimento que ha menester para saciar el apetito, y la cantidad es tan grande, que al instan­ te hay que ponerle en la calle por medida de economia. No será extraño que á tan estupendo glotón se le destierre en virtud de un acto del Parla­ mento : de lo contrario nada tendrá de particular que cause una peste de hambre que acabe con la mitad de la Inglaterra.

En Barcelona se está enseñando el espectáculo de la GRAN BALLENA. José Jqy, que se denomina el EXPLICADOR de aquel establecimiento, ofre­ ce dar razón circunstanciada de todas sus procedencias, á lo cual añade^ por solo tres cuartos que cuesta la entrada , el presentar ana gran mdsica en una parte del vientre del furibundo animal. El señor explicador dice que desde las ocho de la mañana basta la una, admite gente. ¿Qué diablos será lo que admita á las demás horas ? (28i)

LA TROMPETA^ l>>^n^[^^ ILITERARIA.

PUBLICACIONES RECIENTES.

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EX. POBRECITO BABX.ABOIU Revista Satírica de Costumbres, &c. Niim. 3. Librería de Escamilla: á i s cuartos. ¿Qaé contiene este número 3 del bachiller don Joan Pérez de Mun- goia?.... Una sátira contra la Corte; materia por cierto bien manoseada por poetas muy altos, y mnjr bajos, en España y foera de ella; paes no bay en país alguno satirizador poético qne contra la pobre G>rte no baya des­ cargado 5U bilis verdi-negra. Santos deben ser estos hombres tan rígidos y regañones, á quienes nada parece bien, que de todo tienen que murmurar, y qne sin duda quisieran fabricarse un mando ideal y nuevo para vivir en ¿1. Todo cnanto se diga contra la Corte son ya lugares comunes, y en la Corte y en el campo, en la ciudad y en la alquería, en el estrado y en el Mquizaroí les hombre serán siempre los mismos; el interés personal ha de dirigirlos, y al par de las virtudes y de la mayor ó menor delicadeza, fraudes ha de haber, envidia ha de reinar, chismes y persecuciones han de suscitarse, y nunca será mas ni menos de lo que ha sido. ¡Si por fin este bachiller nos descubriese vicios nuevos para corregirlos ó evitarlos por lo menos!.... Pero ¿qué es lo que nos cuenta? Que en la Corte hay gen­ te», que sin rentas conocidas, andan en coche; jugadores que hacen tram­ pas ; personas que viven de gorra; que otros piden prestado y nunca vuelven lo que reciben: que hay quien se casa con la moza de un per- •onage, y prospera por este medio: lechuguinos que deben el frac á su Mstrej petimetras qne lucen los diamantes que adquirieron i poca eos- ta ; y qae también hay madres alcahuetas; que se representan malas pie­ zas y se escriben libros detestables; que hay abogados qae hacen de lo blanco negro; médicos que se entienden con los boticarios, y venden á medias sus drogas y qué se yo que mas cosas', que no han podido escaparse á la muy luminosa perspicacia de este honradísimo bachiller. Porque lo que es él, conviene entender que es hombre impermeable. Ni adida á nadie, ni hace alusiones, ni presenta caricaturas, ni tiene en fin nada de comnn con los demás malandrines á quienes moteja y pulveri­ za Lo que él quiere es que la virtud ande por buen camino: que nadie engañe á nadie : que le dejen bramar jr crugir contra esta cloaca que á So- doma y Gomorra sobrepuja; y por último, según nos lo indicó en sn pri­ mer cuaderno, que los fondistas sepan su oficio y den bien de comer, como está en el orden y es muy justo que suceda en una Corte, por muy mal que ande todo lo demás. Y en esto, vive Dios, que el bachiller Mun- guia se funda, y desde laega nos ponemos de su parte. Si'después de tan­ to vicio y deísórden, salimos con la zanganada de que no hay donde co­ mer decentemente, ¿no vale mas sepultarse entre los cifres? Al fin y á la postre éstos uo se cuidan de gastronómicos ribetes, ui son muy quis­ quillosos , aunque también devoran. Lo que el bachiller Mungnia no quiere sobre todo es escribir come­ dias que enriquezcan el escenario, y que luego le salgan con la pamema de darle por ellas la bicoca de rm'l reales. ¿Pido acaso limosna i" (pregun­ ta con candor enfático). ¿ Soy algún coplero perdulario ? Líbrenos la Virgen de incurrir en tan torpe creencia : ahí están los versos del seítor bachiller, y los tercetos de su sátira: léanse, y véase si esos son rasgos de Coplero. ¡Qué locura! Son obras de un Vate pundonoroso que no quiere por poco dinero quemarse las cejas, y que por lo mismo cede el importe de su comedia al Hospital para una cura. Masculinamente tomada la cues­ tión , aqui tenemos el segundo tomo de Madama Cressotti. Esta lo qae quiere es que la oigan: nada sino que la oigan, y para ello canta de valde, y el lucro, que vaya á la Inclusa. El bachiller Munguia no es menos fi­ lantrópico: al Hospital el dinero de sn comedia; que lo que es él se con­ tenta con escribir sátiras, pulverizar i los malvados, y que sa amigo An­ drés' le permita Que de la Corte hayendo De tantos vicios hqrridos se aleje. Como en su patria misera está viendo.

Asi debe ser; quien evita el peligro, evita la ocasión; saliendo de la Cor­ te se salvan no pocas contingencias. A los campos, á los bosques, y si et menester á las cuevas: alli, alli es donde deben vivir los hombres de con­ ciencia indomable, aunque sean satíricos, y bachilleres. Por lo ikmas el Bachiller Munguia no maneja mal la tijera poética ; y aun la manejaría mucho mejor si, á pe«ar de tenerla bien afilada , no cortase alguna vez cou ella versos ásperos y trabajosos. Decírnoslo, porque asi como Un sot trouve toujours un. plus sot.qui ¡'admire: (283) tin aator salirico snele tropezar con otros satíricos qne,ni ann en gra­ cia de sa5 buenas intuiciones, le perdonan el menor defecto. Por eso hay díganos de éstos últimos, que pretenden que los siguientes versos, padíe- ran mejorarse. Viva en I» Corte qaien sin renta diaria. Roto paseaba y andrajoso el prado. Si no entiendo del teatro las intrigas. £B lastimero Estado el teatro está : dime, los vates. Para grangear aplauso hacer escenas. Y ajr del primero que rompiéndolo Aoble. &c.

Pero estas son pueriles observaciones; y un Pchrecito Hablador, cuando es poeta, no debe tener tanta obligación como los otros de decir las co­ sas bien. — SUSCRIPCIÓN en la librería de Sancha, calle de la Concepción Gerónima, número 3i , á las CRÓNICAS SE XiOS RETES DE CAS- TXU.& T OTROS CABAUC.EROS FRINCIPAX.ES, que enmendó, ilustró y público don Eugenio de Ltaguno Amírola, Caballero de la Orden de San» tiago, de la Real Academia de la Historia. Imprenta de Sancha, año de i 779. Cuando después de bosquejada la Historia por buenos compendios en la cabeza de los estudiosos, y cuando después de detallar las épocas y am­ pliar los hechos por la lectura de historias generales del pais, se quiere po­ ner la última mano y perfección á este estudio, el primero por so utilidad y consecuencia, no hay mas medio que leer, meditar y empaparse en la lec­ tura de las crónicas é historias particulares. Por esto debe el público es­ pañol consagrar una memoria tan respetuosa al varón ilustre don Eugenio Llaguno de Amírola que, con indecible trabajo, sin igual esmero y solo con las miras mas ardientes de patriotismo, acometió la diiicil empresa de reimprimir, corregir, ilustrar , y dar á la estampa todas las crónicas, per­ tenecientes á la historia de Castilla. Las primeras que se publicaron fue­ ron las cuatro del canciller don Pedro López de Ayala, con las anotacio­ nes de Gerónimo Zorita, teniendo presente ademas el erudito ilustrador niucbos códices y manuscritos, y revisado todo por comisarios nombra-

Tanto las cuatro crónicas de Ayala como las demás que ilustró el se- or Llaguno, y cuantas vean la Juz sacesivamente, tienen para muchas fa- milias y corporaciones otro míyor interés que el literario, pnes en ellas se eacuenlran loj enlaces de las estirpes, la procedencia de los linajes, las lineas genealógicas, las mercedes y donadíos, los fandamentos de las gracias, y otros mli puntos de investigación, propios para defender 6 revindicar derechos preciosos de alcurnia y heredamientos. Lo dificil que es repetir fre­ cuentemente tales ediciones, y el continuo contenió que de estos libros hacen los extrangeros y las Américas, son causa de que vayan escaseando mucho las Crónicas del señor Llaguno, no siendo extraño que lleguen a ser extrema­ damente peregrinas. Cada cual de estas crónicas tiene al frente el retrato del Rey cuya vida relata, sacados todos de los monumentos mas antiguos y ve­ rídicos. La casa de Sancha que posee todavia algunos juegos de tales crójñcas, queriendo proporcionar bien á los curiosos, ó bien á tantas ilustres fami­ lias interesadas, el medio de adquirir tal preciosidad, ha resuelto abrir su- cripcion en esta forma. El i 5 y el 3o de cada mes se hará entrega de nn volumen á 3o rs. eo rústica y 38 en pasta, uo haciéndose adelanto algu­ no para mayor comodidad. Los que quieran tomar á un tiempo dos 6 mas volúmenes también se les dará bajo las mismas bases, principiando la serie desde el 3o del presente. En las provincias se suscribe en la propia forma, salvo que uo recibirán el.egemplar sino quince dias después del avi­ so, siendo el recargo de porte únicamente de a rs. mas. Las casas encarga­ das para el efecto son: en ^arcelona, la de Bergnes; en Valencia, la de Ma- lien; en Cádiz, la de Hortal;^ y eii Sevilla la de Hidalgo. — GUIA BE FORA^^EB^ ^± SlíXTlUA cíe 18 3 3. = También Sevilla tiene su Guia de forasteros ,'ciímó se vé por el precedente anuncio. Aquella ciudad acabará por ser una dé las mas deliciosas del reino, por su cultora, por los ornatos que cada dia adquiere, por el aumento de su po­ blación, y por la gran concurrencia de forasteros, y entre ellos machos capitalistas que contribuyen á su esplendor. La Guia que anunciamos está acompañada del plano topográfico de Sevilla, y de la lista de todos los nom­ bres de sus calles y plazas. Se divide la obrila en cuatro partes^ que por »u orden contienen: la nómina general de las autoridades, corporaciones y tVincionarios públicos, con la noticia de su« casas morada; la descripción de los monumentos artísticos, asi públicos como de particulares; la enume­ ración de las mejoras que Sevilla ha obtenido ea los últimos años, con nna idea de las que aun pudiera «onseguir, y últimamente la lista alfabética de todos los pueblos de la provincia política y judicial, y del arzobispado-, acompañada de una lacónica descripción de las poblaciones mas notables. Este libro, tan útil á los naturales de Sevilla como á los forasteros recipro­ camente, forma an tomo en octavo, de grueso volumen, y se halla de ven­ ta en dicha ciudad, en la librerii^ de Alvares, calle de Genova, á ao rs. en papel regular, y i4 ^n <*"'<> ™>) ^no- ¿^ P0<° (1"^ "<> ^*y también nna li­ brería designada p^ra que se venda en Madrid ? Aunque aqui carece de un interés local, no por eso faltarían algunos compradores cariosos que gasta­ rían con gusto su dinero tfi ella. ECONOMÍA POLÍTICA.

para hacer el cornercio con América en pabellón extrangero,

CARTA PRIMERA.

Madrid 8 de Setiembre de I83Í.

M>.i apreciable amigo: recibí, sin pérdida de correo, la farorccida de y. de 11 de agosto anterior, que no contesté á sa tiempo, por estar entonces muy ocupado en objetos de grande interés; pero re­ solví hacerlo en el primer momento, que tuviese mió; ya por satis­ facer sus deseos; ya porque me tocaba Y., una materia sobre la cual se ha hablado mucho, sin entenderse bien, y quizá con descrédito del Gobierno. Quiere V. que Ic explique el párrafo de mi Carta III "Fomen­ to de la Marina Nacional; construcción de buques propios," fe­ cha 39 de junio último, inserta en el cuaderno Sg de las Cartas Es­ pañolas 5 de julio, y en el cual hablé de paso de los privilegios par­ ticulares, para hacer el comercio peninsular con nuestras posesiones de América en buques extrangeros, y que nuestro Gobierno, co­ menzó ya á conceder en el año de 1817. Aunque me parece haber dicho en solas cuatro palabras, lo que basta para justificar á nuestro Gobierno, y descubrir el espíritu del papel de los Editores del Diarlo de Nueva York, niím. xl^Xt donde sé dice en la nota primera de la demostración de don Raymundo P. Garrich de 18 de abril de i83i **que los valores nacionales han ido en aumento, desde que recogidos los privilegios á los buques éx— trangeros , por consecuencia de las solicitudes hechas al efecto por la Intendencia de la Habana, en 1836, y establecida en la isla ana TOMO VI. 38 (i86) fuerza respetable de la marina Real, ha podido darse al -comercio una efiqaz protección ; sin embargo, insiste V. tanto en la demostra­ ción del señor Garrich, que no quisiera que incurriese V. en el mismo error^ que el que ha comentado sus notas, y hecho deduccio­ nes falsas é injuriosas á los principios, y al buen sistema de nuestro Gobierno. Si las reflexiones económicas del periódico Redactor de Nueva York, se limitase á demostrarnos con guarismos, que las importacio*- nes nacionales extrangeras en bandera nacional , se han aumentado desde la abolición de los permisos; al paso que han disminuido las extrangeras y nacionales en pabellón extrangero; que se han aumenta­ do las rentas , y extendídose la navegación nacional, y la exporta­ ción de frutos de la isla , nada tendría que observar , porque fuera de que son unos hechos solemnes, que arrojan las balanzas de la Habana, son también unos resultados infalibles y necesarios de la aplicación de la buena doctrina económica , que nuestro Gobierno ha seguido constantemente con sus colonias ultramarinas, aunque mo­ dificándola. Tañándola, y aun olvidándola en aquellos tiempos difí­ ciles y desgraciados, en que lo aconsejaban asi el fomento de-la ri­ queza de las colonias, y la prosperidad del coinerrio de su metrópoli. Pasando por encima de las cifras del señor Garrich; suponiendo po­ sitivos los datos estadísticos ; y prescindiendo , como de cosa inútil, de su examen y cpmparacion con las balanzas de la Habana, hubie­ ra sido cí primero en decir á los Redactores del Redactor de Nueva York "agradezco mucho su importante trabajo, porque animado de un noble sentimiento de patriotismo y pundonor nacional, siento una sensación muy grata al considerar los rápidos progresos que vap haciendo esas afortunadas islas, que se han conservado libres del asolador contagio revolucionario.'' Pero calificar de débil, con este motivo, á nuestro Gobierno; atribuir la decadencia de la agricultura y comercio de la Habana á los privilegios exclusivos, ruinosos siempre á todas las naciones, que concedió á los buques extrarigeros; compararlos "al pobre que ha­ biendo perdido todo su crédito , echa mano de algunas prendas que empeña , para cubrir la urgente necesidad del momento, quedando al dia siguiente en mayor descubierto y miseria*'; llamar á todo esto abusos, de la especie de aquellos, que ninguna nación autoriza , por perjudiciales á los intereses públicos, y de la comunidad, y atribuir al intendente de Giba toda la gloria de haber combatido en el an9 de 18a6 tales privilegios, con toda la previsión de un sabio econp- (.87) mista, y toda la fortaleza de un acendrado patriota, y merecido por este solo servicio, el título dé «LBO de los primeros beneméritos de la patria; es ya desnaturalizar los hechos, olvidar las buenas doctrinas de nuestro Gobierno, suponer unas roismas en todos tiempos las ne­ cesidades; ultrajar su zelo patriótico para solo poner una corona so­ bre la cabeza de un vasallo, que no puede haber hecho mas, que lo que el mismo gobierno tenia derecho á exigirle; su cooperación á sus mismas ideas. • - Todo io explicaba, y muy brevemente, el párrafo de mi citada carta, al que tuviese una ligera tintura de los hechos transcurridos desde el año de 1816, y pudiese enlazarlos coit sus verdaderas cau­ sas. "Se encuentra el Gobierno, á veces, en circamtancias tan difi- ciles, que no le es posible vencer las resistencias que le' opone un tfrden extranatural de cosas: no puede salvar el todo, y salva pru­ dentemente la parte : entonces la. ignorancia y el interés alzan eí grito, y le acusan desapiadadamente: lo calumnian, y se esfuerzan á envilecerlo á los ojos de un vulgo ciego, que no conoce, ni las' cir­ cunstancias en que obró, ni las dificultades que se opusieron á sus baenos deseos. No me cabe duda, de que un papel publicado en un periódico de Nueva York , en que se califica de débil el Gobierno de S. M., y pone una corona al intendente de la Habana, porque «alvo con su firmeza y perseverante zelo, los intereses mercantiles y agrícolas de las posesiones pacíficas y de la Metrópoli, es obra de nuestras mismas manos: lleva el sello de nuestra traición y perfidia'. Es débil nuestro Gobierno, porque cuando los mares estaban cubier­ tos de los piratas de G)lombia , y el comercio llevaba sus clamores á los pies del Trono, para que se le permitiese caminar en carroages seguros, ó en buques extrangeros, accedió S. M., aunque con dolor, á estos deseos, no ya concediendo privilegios particulares, laS mas veces injustos, sino permisos generales y,comunes. No podía prote­ ger los intereses de nuestra navegación, y los de la industria, agricul­ tura y comercio , y salvó la parte que'le era posible: la exportación de nuestros productos. Y, porque el intendente recordó principios yá olvidados, hechos harto conocidos, y propuso el remedio de convo­ yes periódicos, á que resistió el mismo comercio, se le considera un héroe de patriotismo, y se le admira tanto, cuanto se degrada, al Gobierno de S. M., que no necesitaba de estos recuerdos, ni de es­ tas lecciones. El Gobierno obró como podia y debia obrar: el inten-^ dente obró como una autoridad celosa por el bien de su' patria , no .ya por ios consejas que dio, sino por la generosidad con que se ofre-^ (a88) ció i jostener aqnellos convoyes periódicos." Copio á V. este trozo, porque lo comprende todo: es como el esqueleto de cuanto puedo decirle sobre la materia. Aunque tan delicada , como vasta , por es­ tar necesariamente unida con todo el comercio peninsular con la América, y las muchas causas que pueden influir en su prosperidad y decadencia, me limitaré á considerarlo bajo este solo punto de vista, si bien deteniéndome en los principios de nuestso sistema co­ lonial ; porque las cosas que nos parecen hoy, ó justas, 6 perjudicia­ les , ó funestas, pueden no ser mas que unos simples efectos de cau­ sas generales, cuya acción cambia de objeto, según los tiempos, las circunstancias y las consideraciones políticas, ó económicas. Procu­ raré enlazar bien las pocas ideas, que me propongo exponer á V.; que las unas se deriven de las otras , y sirvan todas ellas , como de preliminares para resolver estos problemas: i.^'^Cuál ha sido en todos tiempos el sistema político y económico de nuestro Gobierno con sus colonias ? 2P ¿ Cuáles han sido sus legítimas necesidades; y qué exigian éstas de parte de sus Gobiernos? 3.** Si, cuando por efecto de la guerra de la independencia nacional, y de la codicia extrangera, opusieron al dulce gobierno de su Metrópoli, una porfiada resistencia, y se introdujo en ellas el veneno de las malas doctrinas; y las contagiaron las sugestiones del interés y de la inmoralidad apoyadas en la fuerza, ¿ pedia el inte­ rés de las propias colonias y el de su wadre-pátría, el que se oí- vidasen momentáneamente los principios comunes, ó se hiciesen á ellos unas excepciones favorables á la agricultura y comercio de aquellas, y de ésta? Un examen rápido y analítico de estas gran­ des cuestiones, y la fijación de sus verdaderas ideas á ciertas pala­ bras , que ha violentado la ignorancia, ó la malicia para desacredi­ tar al Gobierno, y honrar á un simple vasallo, á sus expensas, nos pondrán en camino de calificar sus doctrinas y sus actos, y vengar­ lo de las acusaciones aventuradas, con que han pretendido zaherir­ lo los Editores del Redactor de Nueva York, 6 los autores nacio­ nales ó extrangeros del calumnioso é irreverente artículo inserto en el citado uiim. i^i. Cuando en el año de 1817 supo nuestro Gobierno, que en la sola aduana de Hamburgo, se habian habilitado en el año ante­ rior para el solo comercio de América , nueve buques, uno inglés, otro sueco, y los restantes hamburgueses, se dio prisa á remediar este mal, que cada dia iba tomando mas cuerpo, asi por efecto de; la limítadon de nnestro comercio, como de la extensión de las ne­ cesidades de las colonias. Conocía, que la sola ventaja que pueden éstas ofrecer á sus Metrópolis, en retribución de sus sacrificios para su civilización y defensa, es la de facilitarle un ancho mercado para las produccio­ nes de su suelo ; asi como todo el precio de los gastos y desvelos de las metrópolis consiste , en postrer análisis, en el valor de los productos coloniales, que recibe , por los peninsulares ó exlraiigc- ros, que les llevan. Este comercio está, pues, subordinado á estas bases. 1.* Que las Metrópolis, puedan, sin monopolio, comprar i las colonias el excedente de sus productos , ya para consumirlos, ya distribuirlos entre otros consumidores. 3.^ Que las colonias puedan también, sin sufrir el monopolio de la exclusiva, recibir de mano de sus Metrópolis, todas las cosas que necesitan, ya de producción nacional, ya extrangera. 3.* Que haya una fuerza marítima suficiente para sostener en pié este comercio, y una respetable fuerza para defenderlo de las agresiones directas, y de las solapadas con el velo de la política, de las naciones amigas y enemigas, que naturalmente ambicionan el fomento y la extensión de su propia riqueza. Exigir , que las colonias comercien únicamante con sus Metró­ polis , aun cuando éstas no puedan abastecerlas de todas las cosas que necesitan , ni dar salidas á sus excedentes; hacer la guerra á los extrangeros, y cerrarles aquellos mercados por solo ambición, ó ce­ los mercantiles; estrechar, finalmente , á las colonias, á no comprar mas que á sus Metrópolis, son pretensiones de un Gobierno, que no procura el aumento y prosperidad de aquellos pueblos; y que seme­ jante á un conquistador inhumano, que va talando el suelo que pisa, y dejando en él los rastros de su devastación, esquilma un suelo fe­ raz y virgen, sin reparar en la pobreza y miseria que produce. Urta colonia no puede prosperar con el monopolio, ni menos sin libertad de poder dar salida á sus frutos, al precio que les fije la concur­ rencia ; ni tampoco puede una Metrópoli conservar largo tiempo sus colonias , sino procura su riqueza y prosperidad , á no ser qUe se contente con contar sus habitantes en el número de sus esclavos asa­ lariados para sostener su poder: y lo que cuestan en este caso , y los peligros que se corren, y lo aventurado de esta dominación, pue­ den decirlo , entre otros muchos gobiernos, el gobierno inglés. Examinando nuestro Gobierno la naturaleza del comereio que hicieron en 1816 los buróes habilitados en Hmciburgb, Ids ingle­ ses , y oíros extranjeros , hall(5, que consistía en lencerías, crbtales, quincalla, y otros diferentes productos de industria, que, dnó ha­ cemos , ó hacemos únicamente para nuestro propio consumo. Fiel siempre á los principios de reciprocidad y conveniencia , no consi­ deró , como una pérdida nacional, el comercio extrangero de objetos, que no podían perjudicar á nuestra industria: sus principios francos y generosos habían sido siempre surtir á sus colonias, mientras qué pudiese hacerlo exclusivamente, con beneficio suyo, y de aquellas: su objeto era el de una mutua prosperidad; en fin, autorizar el comercio extrangero, cuando no luchase con sus propios intereses , y pudiese contribuir á la prosperidad de las colonias: nó eran pueblos esclavos condenados á trabajar para la opulencia de su Metrópoli, sino pueblos tan libres , como ella misma , sometidos á unas mismas leyes, y á la protección de uii mismo Gobierno. Asi como era natural la idea de autorizar el comercio extran­ gero de aquéllas cosas, en que nosotros no podíamos competir , para niayor beneficio de nuestras colonias; no lo era menos la de restrin­ gir y aun proscribir el de aquellas otras, con que podíamos sur­ tirlas con abundancia, perfección y economía. Asi, pues, S, M. se condolió al saber que aquellos buques hamburgueses habían con-i- ducído á la Habana 17.834 barras de hierro, y aun ladrillos, i Pues qué! ¿ carecemos de minas de hierro; y es tan espailtása la decadencia de nuestra industria, ^ue necesitemos del extrangero las obras groseras de simple barro? Por estos hechos vislumbró la necesidad de ocuparse en un es­ tudio serio sobre las causas de la decadencia de nuestro comercio é industria. Los hechos revelan siempre , cuando son constantes , y no el producto de circunstancias pasageras, nuestros desaciertos y erro­ res ; asi como son el barómetro de nuestra prudente previsión, cuando por combinaciones bien concebidas y ejecutadas, consegui­ mos catnbiarlós de naturaleza, y darles una influencia saludable. ' ¿ Cuáles son las causas de la decadencia de nuestro comercio con las posesiones de ultramar; 'qué remedios son los que reclama-; cómo pudiéranfios torcer el curso que ha tomado, y asegurarnos su pose» sion ? Esto se preguntó el Gobierno, y á este objeto se dirigieron las Reales ordénes'de íi y 16 de'abril de 1817 ; aquella cumplida J)or Estado ; y ésta , por Hacienda. Yo, amigo mío , vWy á'hablar á V. con franqueza , y vaciar tnfS sentimientos en el ^no de la amigad. £n esta parte puedo asegu- (agí) rarie , que estin muy conformes con las ideas de nnestro Gobierno. Rara vez dejamos de sentir los'«rtravíos de los principios, y de nuestros propiois errores: nos seducen y engañan los frutos aparen­ tes de ellos: no pensaoios , que los del error son siempre amargos y fecundos de males; males que no tienen remedio, porque los hemos creado , alimentado , y acariciado : nos adormecemos en una funesta segaridad , y gozamos tranquilamente de las delicias de Cápna : asi cuando sacudimos este sueño letárgico , nos encontramos á los bordes de una sima profunda , y ya inevitable. Nos hicimos dueños y señores de up nuevo mundo, cuando nuestro poder espantaba á ía Europa , y nues.tra marina rivalizaba con las de las naciones mas poderosas. Con nuestras conquistas lleva­ mos la religión , las artes, las ciencias y la civilización á una parte de la especie humana envuelta en las (¡nieblas de la ignorancia y df una ciega superstición; pero nos deslumhró el brillo del metal precio-^ so: juzgamos equivocadamente, que esta riqueza natural, que con tan­ ta profusión nos ofrecian sus ricas é inapurables minas, era el equi­ valente de todas las riquezas artiGciales, que crea el trabajo y la in­ dustria del hombre: abandonamos nuestro antiguo y buen camino; nos envaneció un exceso de opulencia; nos llamamos, y creímos ser­ los señores de la tierra , porque vestíamos de oro y de plata, y por­ que nuestro suelo era una mina inmensa de estos metales, que con tanto afán , venian á buscarlos todos los pueblos de la Europa. No pensamos siquiera , en que por unas minas aventuradas y capri­ chosas, sujetas á las vicisitudes de las cosas humanas ) y á la fuerz^ y prosperidad relativa de otras naciones, hablamos cambiado las de Una riqueza sólida y perdurable, dependientes de las leyes eternas del universo, y nunca sujetas á ios caprichos de la fortuna. Asi fundaron nuestros mayores su poder en las colonias, en lo» vagos derechos de la conquista, en los vínculo; de la gratitud, en la conformidad de religión, en la igualdad de origen, y en la homoge­ neidad de costumbres , no haciendo caso de las incesantes oscilacio­ nes de la política , de (as pretensiones de la codicia y ambición , de los progresos de las luces, de la extensión de la industria extraña, de la dirección que naturalmente toma el comercio, y de la desgracia que nos podiá atraer una fuerza marítima, que debilitase la nuestjra. Ni aquellos equivocados medios , ni ia dulznra de nuestras leyes recopiladas, que síenípre harán honor é nuestro Gobierno, eran su­ ficientes para sostener largo tiempo nuestras relaciones de intere's con las colonias. No creo yo, como algunos políticos de nuestro si- glo , que la tendencia de ellas fuese á la emancipación : los'pueblos gobernados en justicia y equidad, nunca desean sacudir el yago suave de la dependencia , como no los arrastre á ello momentánea­ mente la funesta esperanza de mejoras , que suelen inculcarles algu­ nos hombres ambiciosos y enemigos del sosiego publico. Pero ; ¡cuan efímeros son sus triunfos! Ix)s pueblos conservan siempre un instinto muy ilustrado , que los conduce al bien; y cuando se les cae la ven­ da del error con que han querido cegarlos , y pueden comparar los bienes positivos que perdieron , con los males que sufren , abando­ nan por sí mismos el mal camino, y retrogradan, y vuelven al que imprudentemente perdieron. Pero cuando el espíritu de rebelión , y los celos mercantiles se apoyan en sus propias fuerzas, y pueden presentarles un cuadro al- hagtteño de felicidad , abrazando las inovacionüs, entonces el peligro es mas inminente. "Vuestras Metrópolis, se les dice , os gobiernan con dulzura, porque os consideran como una parte integrante de ellas, sus leyes son justas y paternales; pero son leyes aisladas y perdidas, que no están ni pueden estar en armonía con todos los actos de ad­ ministración. Vuestra prosperidad necesita de un sistema sencillo, constante y análogo á vuestros intereses; y ¿cuáles son éstos? Fomentar vuestra producción ; facilitar y extender vuestras rela­ ciones mercantiles, por medio de ios cambios; dar á vuestros sobrantes las ventajosas salidas que solo puede darles una libre con­ currencia ; abasteceros con economía de cuanto podáis necesitar para vuestros propios consumos ; y nada de esto se aviene bien con la ex­ clusiva y monopolio de una Metrópoli, ya incapaz de mantener una comunicacioa directa con vosotras, y de alejar á las Naciones que se atreviesen á disputarle su comercio y posesión." Asi fue, dice el autor de un excelente escrito presentado al Go­ bierno en el aíío de 1817, como el genio de la insurrección alzó sa- fuuesta cabeza , luego que vio á su Metrópoli empeíiada en una no ble y heroica lacha , y hundió el puñal sacrilego de la rebelión en su materno seno, cuando ésta mas necesitaba de sus auxilios, y cuando la justicia y santidad de la causa que sostenía , el honor na­ cional , la virtud püblipa y la privada , y hasta la equidad natural deberian haberlas interesado en su defensa. Este lenguaje seductor , y tanto mas ponzoñoso , cuanto albaga mas los intereses materiales de las colonias, ha sido el origen de sus males y de los nuestros; y esto demuestra cuan funesto es el iu- ilujo de las malas doctrinas, cuando pueden encubrir todo su veneno (»93) con ias apariencias de la verdad, y con el tístinionk) irrecusable de los hechos. Estos hechos no los necesitábamos para destruir el imperio de las preocupaciones: hacia ya mucho tiempo, que no las teníamos,, y que por el bien de nuestras colonias hablamos renunciado de un comercio exclusivo. La economía de nuestros mayores nos habia he­ cho perder mucho terreno: mientras que los extrangcros habían ca­ minado muy velozmente por el camino de la industria, y ensancha­ do la esfera de su comercio, y aumentado su marina Real y mercan­ te, nosotros nos hablamos quedado muy atrás, ya por nuestros ante­ riores descuidos, ya por los desgraciados sucesos políticos y domésti­ cos que nos han afligido, por tanto tiempo, y ya también por las maniobras y sugestiones de la ambición y codicia extrangeras; pero sino podíamos enlazar nuestras colonias con vínculos indisolubles, y hacer nuestras todas sus riquezas, y ser los distribuidores de ellas, y establecer un cuerpo de legislación colonial fundado en una recípro­ ca confianza; ¿no podíamos, por eso, modificar nuestras leyes, pro­ teger su prosperidad , entrar en parte de estos beneficios, y conser­ var de hecho una conquista, que nos pertenece de derecho? ¿'Cuáles son estas modificaciones? ¿y nuestro Gobierno las ha adoptado? ¿No ha dado á las colonias, á la Metrópoli, y al mundo entero, un ejem­ plo de moderación y de justicia? y se llamarán, con razón, actos de un Gobierno débil ? Es tarde, amigo mió, y dejo la pluma para continuar en el ciguíente correo. Entre tanto se repite suyo afectísimo. Manuel María Gutiérrez,

MUGERES DE EUROPA,

Observaciones. — Francesas. — Inglesas. — Rusas. — Italianas. — Holandesas. — Alimañas. — Españolas.

Con este título se ha pabllcado en algunos Diarios nn lindo articulo, que aunque tomado en «I fondo del que trazó una diestra pluma extrange- ra, ba recibida un colorido mas vivo y exacto en la parle que nos pertene­ ce; raadiGc$ndosed e esta suerte la severidad de la pintura, y aquellas cier­ tas sorat)ras casi siempre asadas por la ligereza y desden con que acostum­ bran los pinceles de otros paires presentar cnanto pertenece á nuestra na- TOMO VI. 39 (=•94) eíon , it la caal los escritores de fuera hablan uiocbas veces sin haberla co- uocido lo bastante para delinearlas. Uno de los principales objetos de todos los sabios del mondo ha sido siempre el de aplicar sus profundas observaciones sobre las diferenctas, lamo físicas como morales, que caracterizan y distinguen á los hombres de lodos los países del mundo. Comparando entre sí estas varias dilerencías, se han complacido en presentar como un feliz resultado de su trabajo, datos ca­ riosos é interesantes , para conocer hasta que punto han influido en esta divcrsificacinn tus progresos de la civilización, la naturaleza de los gobier­ nos, y las costumbres mismas de los pueblos. Pero al paso que se ha puesto todo el esmero jwsible para bosquejar y analizar mas ó menos exactamente el carácter nacional de los hombres, se ha descuidado por lo común el de las mugeres. Tal vez no será dificil atinar con la causa de esta disparidad. El carácter de las mugeres, menos pronun­ ciado y mas difícil de analizar que el de los hombres, está menos sujeto al iuilnjo de los gobiernos yá los acontecimientos políticos; motivo por el cual no presenta de igiialsuerte al observador modificaciones 6 alteraciones particulares. Por otra parte los historiadores, atentos tan solo á descubrir el genio militar y cívico de los pueblos, han tenido por muy indiferente su influjo en las revoluciones y vicisitudes, considerándolas como seres nulos en política, bajo el frivolo pretesto de que su espirita y costumbres están subordinadas á las de sus padres y esposos. Añadamos también que ocupa­ dos en las proezas, caracteres, y hechos ruidosos, no se han dignado des­ cender á aquellas virtudes ocultas y tranquilas que constituyen el verdadero placer de la vida privada, y pertenecen casi del todo á las mugeres. Si la historia seuala una que otra vez el carácter de alguna muger ilustre, es casi siempre por hallarla en la cumbre del poder, ó por su notable influencia en los destinos políticos de las sociedades. A la gran Semframis no la vemos mas que sobre el trono de los egipcios: el brillo de las diademas nos hace advertir las Cleopatras del Egipto. Entre los griegos, el genio hizo dis­ tinguir alganas mugeres célebres. Los nombres de Safo y de Aspasia se han pronunciado siempre con cierto entusiasmo. El exterminio de los tiranos de Roma, pronunciado sobre el puñal de Lucrecia, nos hace recordar el fatal heroísmo de una muger desventurada. Si alguna vez se habla de alguna her­ mosura, la vemos como una constelación seguida casi siempre de crímenes y desgracias, ó «orno causa de la ruina de on pueblo. Apenas podemos acor­ darnos de una bella Elena sin llorar sobre los escombros de alguna abrasa­ da Troya. La historia Sagrada es, entre todas las antignas, la 4\xu: enlaza con ma­ yor esmero los acontecimientos públicos con las costumbres privadas, y la que pinta con roas fidelidad y exactitud uno de los pueblos mas ilustres de la antigüedad. Y como en la religión verdadera la dignidad del hombre ha sido siempre igual en los dos sexos, asi es 4]ue en los sagrados libros las m«- gercs representan uñ papel tan importante como los varones. No nos hacen admirar solamente la triunfadora Jodit, la libertadora Ester, y aquella Abigail, arbitra por »u prodeticia del corazón de su esposo; también la vir- (^95) Inota Sava, la modcsla Rfbeea , y la solicitud mntrrnal ie Ana >, mn^r ác Tabía.i, presiMitaii siii el lustre del valor ni de la corona, algunos de aque­ llos ra.s»(is que Saiomon reunió en la sublime pintura de la muger fuerte. Lu4 bistoriadares modernos tampoco se ocupan mucho en pintarnos el carácter nacional Je las raugercs, que casi llegaríamos á de.'iconocer, sin una í\ae otra pincelada rápida que deja escapar como al acaso algún via$;erp observador. Pero, concretándonos á nuestra edad, no deja de ser un objeto de curiosidad exquisita, y aun en cierto modo de importancia, el examen del caráter peculiar y aun de las fiionomias nacionales que destinguen á las mujeres de la parte mas civilizada del globo. La fisonomía ha sida siempre mirada como la imáj;en sensible del alma, en la que se traslucen casi siem­ pre sus buenas ó malas disposiciones. El talento, la viveza, las virtudes tí­ midas, y los pensamientos de orgullo, se maiiiCostan en la expresión mas ó menos animada de las fisonomías, Pero las de las mugeres son genrralniente hablando, menos marcadas, y no tan completamente formadas como las de los hombres. En esta parte puede ser la rouger comparada á un tierno in- fa.nte, en el cual el carácter nacional, tanto en lo moral como eo lo físico, DO se halla sino delineado ligeramente. Pero aunque sean menos sensibles en las mujeres que en los hombres lai diferencias de carácter y de fisonomía que distinguen á los habitantes de \Q» diversos países, no por eso dejan de existir, y nos ensayaremos en des­ cribirlas. /^a/icesa;. = No es ¿e nuestro intento trazar de un modo preciso y completo el carácter d« las francesas. Es tal la variedad de formas que le afectan , y presenta unas sombras tan fugitivas, que con razón pudiera de­ cirse que se resiste al análisis. Lo propio sucede con su fisonomía. Sin embargo, se conoce en elb nna marca característica que fácilmente las distingue. Se ha tachado á las fran­ cesas por la inconstancia y extremada ligereza de su carácter. Considerada esta ligereza con lo que tiene relación á modas, á la elección ie los placeres, y á los sentimientos del corazón, la inculpación no es injusta. Pero debemos decir en obsequio de la verdad que á la inconstancia de sus caprichos no reúnen esta versatilidad política, como sin asomo de razón se ha echado en cara á la masa general de las francesas. Son mpnos propensas que las de otras naciones á dejarse arrastrar por un falso entusiasmo, y un secreto instinto las preserva de mezclarse en asuntos ágenos de su condición. Por otra parte casi todas ellas eslán bien penetradas de la sabia é importante máxima de que no conviene sacrificar un bien actual y cierto, por otro fu­ turo, aunque sea mejor: bella circunstancia que , reduciéndolas al círculo desús del)eres, les hace desempeñar perfectamente los cargos que de ellqs espera la sociedad. Diremos por fin, sin que nadie se enfade, que de cua­ renta aüos á esta parte, las señoras francesas ban desplegado mas sabiduría y prudencia que lo* hombres. Inglesas. =E\ carácter de éntas.se demuestra por señales muy marca­ das, y facilísimas de describir. Eu las francesas domina el temperamento sanguínea bilioso: eo las inglesas se añade ana porción de flemático. Su tez (=96) es blanca, «a talle esbelto i y de bella configaracion. Verdad es qae no bri' lia en ellas aquella viveza que disliiigue á las francesas, pero en recompensa poseen una sensibilidad profunda, bien que poco expansiva. Senirjanles i las alemanas,cbmpíen las inglesas con una escrupulosa exactitud los deberes domésticos: son hijas sumisas y obedientes, esposas fieles, madres tiernas y cuidadosas. Débese añadir aún que sobre estas recomendables circunstancias, poseen los bellos dotes del talento. Iiusas.= En im clima helado, á la extremidad de la Europa, es una especie de asombro bailar rougeres de modales delicados, de un gasto exqui­ sito en el vestir, y de mil gracias en la conversación. Las rusas son amables, y por lo regular muy de.«pejadas: tienen mucha afición á las arles; pero rara vez poseen aquel conjunto de virtudes domésticas, aquel espíritu de orden y de economía tan necesario á la numerosa mediocridad, y que dis­ tingue á las alemanas de todas las demás mngeres de Europa. Ocupadas mas bien en ser el encanto de la sociedad, que en desempeñar los negocios de su inspección , se hallan mas en disposición de causar placeres á muchos, que de formar la dicha de uno solo. Su pasión dominante es la de adornarse, y su prurito es el lujo. Sobresalen particularmente en hablar bien distintos idiomas, hallándose entre ellas quienes poseen basta cuatro ó cinco con bas­ tante perfección. El carácter de las rusas se marca generalmente por una energía muy pronunciada. Algunas de ellas han desplegado en ciertos lances aquel valor é intrepidez, que parece ser el distintivo particular del hombre. Nada dire­ mos de su fisonomía , pues no ofrece señal alguna sobresaliente que le sea particular; y si hubiésemos de buscar alguna remota semejanza, la hallaría­ mos con las francesas. Italianas. = Hay bastante relación entre el carácter de éstas y las espa- Solas; bien que las primeras se distinguen por un espíritu mas apocarlo, y por menos orgullo en sus maneras. Sos pasiones son violentas, mas sabni ocultarlas con mucho mayor artificio, y su talento es por lo general roas cultivado. Sobresalen sobre todo en las artes agradables, y es muy comon en ellas el gusto c inclinación á la música y al canto, para lo que tienen una disposición particular. La pasión de la venganza que caracteriza ordi­ nariamente á las españolas, forma también parle del carácter de las italia­ nas; empero esta pasión toma en ellas otro rumbo. La española, poseída del deseo de vengarse, se entrega sin freno i su odio y su furor; la italiana lo encierra en el fondo de su corazón. Su figura recuerda las bellas formas de la antigüedad ; so tez es hermosa, y hermosos sus negros ojos y cabellos. £a las italianas , el amor suele ser un pasatiempo, nn negocio, ó mas bien un capricho ; rara vez una necesidad, ó la vida del alma •, como en las demás mngeres. Holandesas. ^ No tratamos de describir particularmente el carácter de las holandesas: en nada difiere del de las alemanas, sino por nn grado roas de flema. Reúnen todo el conjunto de virtudes domésticas, de que éstas se hallan dotadas; pero su sensibilidad es menos viva ; su espíritu menos acti­ vo, y su talento poco cultivado. ( Se concluirá ). (»97)

(COHUHICADO).

EL OÍA DE CAMPO.

Oeiior Editor de las Cartas Españolas: muy señor mió: aunqae no soy amigo de meterme, como suele decirse, en hoz agena, hay sin embargo mo­ mentos en qae no es un hombre dueiio de callar las ideas que le ocupan la imaginación. Y digo esto, porque sin echarla yo de escritor ni cosa tal, no he podido resistir al deseo de contar á V. (con el objeto de que se sirva co­ municarlo al curioso ^ar7anor- qne ya hay mas de cincuenta duros de fondo y el tiempo es aprO[>ósito. — Cuando V. guste señora. Pues el domingo, si á VV. les parece, que no e» dia de oficina y roas desocopado para todos. Don Pantaleou llevará so gui­ tarra'¿no es verdad? — Como V. disponga. — Y don Agapilo la flauta dulce: también don Telesforo podia llevar su violonchuelo. — ¡ Señora I ¿á dónde voy yo con ese armatoste?—Si, sí, es verdad, abulta mucho; ade­ mas que si don Elenlerio ha vuelto de Aranjuez para ese dia haremos que lleve so violin—'¿Y qué tal toca ? —- Asi asi. — Ya ; pues entonces mas vale que no le lleve. — Está bien , pero en cuanto á la flauta y vihuela no transijo, porqoe es preciso que los chicos bailen. — ¿Y i dónde iremos? — Al Canal.— j Hombre! aquello es muy mal sano ; vale mas ir al Pardo. —^ ¡Jesús, qué disparate! Hacer un viage para un dia de campo: lo mejor es ir al Solo de 'mi{;as calientes • aquello es ameno, muy espacioso, y hay sitios en que elegir.— Al Solo, al Solo, respondieron todos en coro. — Pues entonces no hay mas que hablar, el domingo aquí á las seis de la mañana." Como siem­ pre hay un bulle bulle, lo que llaman el alma de las sociedades, no faltó quien se encargase de tos preparativos; y el hombre en aquellos dias que me­ diaron hasta el emplazado no hizo mas que ir y venir , reunir anteceden- les, disponer consecuentes, comunicar avisos y ponerse de aduerdo para todú ion los amos de la casa. Llegó el domingo, me dispertó mi criado y le pregunté qué hora era.-*- "Las seis. — ¡Jesús que tarde! Y te'dije corriendo el agua para afeitar­ me..... las botas vaya, vaya: si voy á llegar el último." Me vestí de prisa, y encaminé á la casa de la reunión estudiando las disculpas que había de dar ; pero no fueron necesarias poique llegué el primero de los externos, y los iutcrnos estaban todavía á medio preparar. Eso si, la casa estaba echa una escuela de danzantes: todas las puertas y ventanas abiertas de par en par; las sillas en desorden, y sobre ellas esparcidos gorros, ridículos y som­ brillas ; las jóvenes corriendo en todas direcciones, saludando al paso, y gritando "échame ese corchete, préndeme este alfiler;''y entretanto los criados subian y bajaban condiiciendo canastos y fiambreras á un enorme fae­ tón que estaba á la puerta con dos caches de postdata. Uua hora se pasaría en esta algaravia, en cuyo tiempo fueron llegando los demás socios, hasta que se dio la señal de partida. Bajamos la escalera , y otra nueva detención para colocarse, lo que no era muy practicable; pues como siempre sucede, se habia contado con treinta y éramos cuarenta y dos. T^s madres por de pronto se habían posesionado de las testeras de los coches, y desde alli lla­ maban á sus hijas; y éstas esquivaban el cuerpo porque habían calculado que en el faetón habria mas jaranita. Los caballeretes andaban acechando á donde se acomodaba su cuya para tomar por asalto y sin ceremonia el asiento inmediato; y los qUe no teníamos objeto esperábamos con cachaza á que se sosegase aquel movimiento continuo de entrar y salir por las porte­ zuelas como por pasadizo. Ya estábamos todos colocados, cuando empezaron las damiselas á decir, una que se le habia olvidado el abanico, otra los (»99) gaantes, y otra e) potnilo; y los serventes i

Tenemos á la vista dos Odas compuestas por dos jóvenes, y pronuncia­ das por ellos mismos en la distribución de premios celebrada el lo de agos­ to del corriente año, en los Reales Estudios del Colegio Imperial de la Com­ pañía de Jesús. La Gloria de la Poesía, es el título de la de don Cayetano Rosell, siendo dirigida M Entusiasmo la de don Joaquín Pérez Comoto. Ambas composiciones nos parecen muy dignas de que sus autores reci­ ban estímulos y elogios: y siéndonos sensible no poder presentar íntegras una y otra composición, el lector instruido y de buen gusto conocerá fácil­ mente, al examinar las breves muestras que siguen, que tanto en el señor Rosell, como en el señor Contólo se encuentran las cualidades que de ante­ mano anuncian á los buenos poetas. Versos del señor Rossel. ¡Lengnaif celestial! su eco resuena Del arduo Pindó en la gloriosa cima, Y de atrevido ardor mi pecho llena. Ninfas de Helicón Fucr.ime dado Al templo augusta de anhelada Pama (3oi) Alur mi pecho o»do! ' ' ¿Quién s« negari altivo^ De mi sublime canto al atractivo? Felice^ ¡oh! cantaría De Ibera juventud la dulce gloria, Quf en los eternos fastos de la historia sil honor ensalia en tan gozoso día: ' ¥• aplaudiera inroortal al par'mi nombre, Que solo de la fama el.premio honroso Aliento infunde al corazón del hombre. &c. Versos del señor Gmtolo, Mas jayí No sólo en los distantes climas Busquéis, amigos, férvido entusiasmo: Volved los ojos i la madre Espaita. Del mando todo adniii^aciotí f pasmo. -De Cóvadonga en la riscosa cumbre . Se alza la sombra de inmortal Pelaj-o: »Iberos, grita; si vibraba el rayo »De guerra asoladora , lo debía »AI entusiasmo que en mi pccbo hervía. «Vencí por él las huestes Agarenas, »Y tornando á la Hesperia su reposo, »Cla ve yo victorioso »EI pendón de la Cruz en sus almenas.

Sentimos ese jro colocado en el peptíltimo verso; es un ripio, y debien-' do r^orzar el sentido de b frase, 1<> defaHila. Tampoco oos partee bien: St alta la sombra de imfiortal Pelojo: y se conoce que el autor no quiso VPB» cer la dificultad que le ofrecifi decir: J9e/ inmortal Pelayo. Hubiera salvado el inconveniente bien á poca coste y ge-

La sombra pfd -Jiel inmortal Pelajro.

Pero en cambio de estas li|^ra* incorrecciones, ¡Que b«lla dicción! ¡Que elegante poesía en otros ret3zo|! Léanse éstos, y terninemos exhortando al señor Comoto que cultive C09 aplicación constante un género en el cual debe hacer muy brillantes {wogresos. Habla el poeta del Entusiasmo, y dice: ¡Uaipa d<'T'd* !, Inspiración sublime oe aM guias al bien '^ Ab ! Nunca, nunca ejes ile arder en mi sensible pecho. 8,jQur fueran sin tú estímulo los hombres? plantas humildes, que el pantano cria Con ignorados nombres, Que nadie vé, ni las alambra el día. < ¡JFnvt^tud! ; Juventud! Antes que el tiempo . . fjthn con hielo tu florida senda. Sin ^ue una chispa de entusiasmo encienda u |«rto corazón , constante ofrece . Ío* placenteros días á Minerva, _ , Qi^f!, transmitiendo á la veraz historia u^'triunfos'del saber, grata reserva •'•'••' .'• .. ' MWtre k ju iKimbre w y 4 la Patria gloria. TOMO VI. ^40 (3oO La Gateta Médica de Franeia ^bÚca lo «igaiente: **EI 16 de jniio fueren íÁvaJidAs del ¿¿lera en Naeva-Torlc iR3 perso­ na», y falircieron 94: 'I t ;, toí Invadrdoi (nerón J4S individuos, y murie­ ron I (. Total desde que «e ftá ttanífesiado la eníérnKdad, -iS^S invadidos: 765 maertot." De las inmediaciones d« AHMIIÍ, donde también se ba manifestado la en­ fermedad , escriben en eslos términos: 'brbo i5 dias sola­ mente , y en este cortísimo tiempo ban sido víctimas de este espantoso «zote de i5 á i83 personas: es decir, casi la coarla parte de la población. Se cree que esta enfermedad se introdufo en dicha ciudad por la tripulación de los barcos que por el Tigris pasan á Bagdad, en donde parece que ba cansado mayores estragos, pues según noticias, ba d^lruido aun mas de la' tercera parte de su vecindario.''

Para dar i conocer en nuestro pais la opinión qne'se forma en el ex- trangero de algunas producciones de mérito españolas, insertamos el artí­ culo signiente, que se lee en el Almacén de literatura qUe se pablica en Berlin, en el número del 14 de mayo último. En medio de la actual decadencia de la literatura española, y de la falta total de producciones nuevas de valor, es sin embargo muy agradable el ver que de cuando en cnandó algún sabio, dotado de amor y aplicación, registra lo pasado para presentar al público sos tesoros en bien ordenadas colecciones, y en formas quizá mas pnras que basta aqni. Tal es el mérito que se ba adquirido en la actualidad en España don Agostin Doran por medio de la Coibccion de Romanceros qoe poblica..». Aunque las poesías contenidas en el cuarto .tomo son inferiores en hermosura y gracias poéti­ cas á las de los romances amorosos y moriscos, están compensadas sin em­ bargo por la grandeza de los pensamientos y la sencillez nainral del estilo: y no solo se refleja en ellos el estado social de aquellos sencillos tiempos, sino que dejan ver ademas mocho mejor los progresos sucesivos de la rica y her­ mosa lengua española, y el carácter morisco y guerrero de los qoe la ha­ blaban. El mérito de esta colección está realzado por el aparato literario con qoe el editor la adornó. En el discurso preliminar investiga el origen de loa (3o3) rAmancM jr de ks libro* de caMtírfa; y con cate notivft deaenvaelve tus ideas sobre lo qae en el dia se ihnna romaattcismo; y señal* las faentes de que se ha sacada la parte ideal, ó por me¡or decir, la fa~bUstica de los ro­ mances caballerescos, que fanilida. en los históricos COQ el colorido local del pais, fand¿ nn género de poesía espa&ola, totalmente pariietilar y diferente d« la clásica de los Garcilasos, Herreras« Leonés, Rio)as y oiti¡$. A este dis­ curso acompañan mochas notas sobre el desarrollo bi^cSiricfl de la lengua espillóla> sobre las ideas d« la caballería, SíC

Ai copiar el BUtrh de Sevilla loa artfcolos de las C9rta* Mtpañolas re- kttvos i la traslación de la Aduana de aquella ciadad 4 jB^nanza, dicen: ^Trasladamos estas cartas, tanto por la sensatez ^on qof están escritas, caanlo por ei interés que su materia dthe excitar en eiHa <»MdiiM|^ particular­ mente d los individuos del txtmercio,''

Hay que aSadir ua anlor mas al catálogo die IÍMqa« profcen al Teatro Español. Este es Jos¿ Biobreño, cómico del teatro de 3Sari^0f«, qwe acaba de enriquecer la escena con dos producciones originales. La «IB9 «e titula: ^^La horrorosísima figura ó las Fábulas de Esopo. Qoieris diaCff qm la figura del pobre Esopo y sns fábolas eran ana misma cosa. L^i oKrá obrila del señor Robreño es ua^sainete, género que hacen bien de .Voli^er^ ctíllivar npestrot buenos ingenios, porque está muy descuidado. Sa tjtojo es: J|a filena de Menjibar. Decimos buenos ingenios: porque ¿qiiiífl duda quf debe perte­ necer i ellos un autor como el seitor Robreño, que de nna bailen* saca asunto para nn saínele ?

¿Quién ha levantado, digámoslo asi, á la función de Toros, que tanto» prestigios babi* perdido? — Un hombre solo. — ¿Y por qoé el Teatro con­ tinúa en sn abandono y decadencia ? — Porque no sale un Maiquez, asi ce n>o ba salido un Montes^

Misceláneas extractadas del periódico titulado: La Mariposa (j).

DECRETO ORIGINAL. = Acaba el Emperador de la China de dar un decreto concebido en estos término*: **A todos los que el presente viesen, Salud. Atendiendo al in6nito nú-'

(1) £a Moriposa te b* impreio hasta ahora en el Real Sitio de San Ilde­ fonso, 7 ule los Jueves. Contiene artículos de ciencias y artes, noticias divertaa interesantes, troios de elocuencia y poeiía<, annociiM teatrales , y cxinien de ra­ nas fanciooes cjecatadaí por la coiopañia de los Reales Sitios. (3o4) mcradt chmctfes ((iie ni»ten en eslos ñiij vastos domiiiids.á sti incomedi"' . dad y mal olopí t«n;;o á bien manilar fjoe cada gefe de familia presenté al graüj'iiAWjor chinchero,, el chino Galisferrf, nuevamente nombrado par» lan , la «le, aque­ llos entes que no hacen mas que infamar á sns semejantes, siendo aseMoos de ,s« honor, que es peor que si Iq.foesen de sus vidas. La fértil >e]?a lle­ na de poblaciones, cuyos habitantes trabajaban por quitar las malas sen><7 iUas de ent^eJas doradas mieses, es el símil de aquellos seres felices que pro­ curan por todos los medios desarraigar las. pasiones de su corazón ; y el reino en que respiraban la \az y la abundancia,,aquel que leiiieiido un Soberano, verdadero padre de sus pueblos, goza bajo sn amable gobierno todas las dichas que caber pueden tx\ esta -vida miserable.

.En féíequh de la justicia y honor hl mérito distinguido nos apresuramos á insertar la presente carta .•

Mi apreciaWe amigo: doy á V. mil gracias por haberme proporcionado ios números 46' y 4/^ "^el periódico de Matanzas, llamado la Aurora, con los demás documentos relativos á los servicios y méritos del coronel don Cecilio Ayllon, Gobernador que fue de dicha ciudad, nuestro comnn amigo. Es verdad que éstos se hallan bastante bien extractados en el periódico de esta capital el Correo, núm. 63f> que vi antes: mas como yo siempre leo esta clase de escritos con cierta desconfianza, ya por la parte que en. ellos suele tener la adulación, el interés y otras pasiones, y también porque se­ gún el dicho de nuestros antiguos: de luengas vías luengas mentiras: por estas razones quise enterarme por mi mismo de los documentos y papeles á que se refiere el Correo, y son los que hoy ha puesto en mis manos, En su vista no puedo menos de confesar á V.: que unos y otros llevan consigo un carácter tal de veracidad, que aún al mas severo crítico deben convencer: se habla en ellos de un gobernador, que ya no lo es;.se refieren hechos, que si no fuesen cienos, cualesquiera podria desmentir: y que cier­ tamente no fallarla quien asi lo hiciese en el taso: porque por m%3 general q«c sía la buena opinión que ha dejado nuestro amigo, y antiguo Goberna­ dor Ayllón , es poco ráenos que imposible, que su misma justificación no. le haya grangeado algunos desafectos. ' Estas sencillas fetlexiones bastan á persuadir á cnalesquiera de la verdad de cnanto se dice de sus servicios y méritos , prescindiendo de la alta cali­ dad de las personas que los aseguran (como el Excmo. seiior Capitán Gene­ ral de la Lila y séíior Intendente), y probidad de los que bajo su firma los exponeii al público de un modo el mas satisfactorio y lisongero. No negaré yo que los servicios del coronel Ayllon en el gobierno de Ma­ tanzas son extraordinarios, y superiores al parecer, á lo que podia esperar­ se de un joven militar ; pero esto puntualmente es lo que mas realza su'mé­ rito. Porque un militar y joven que entra al gobierno de un pais , que le es casi desconocido, y en circunstancias taii espinosas como las del.aflo 20 , y que'«e conduce co^ ua tino, y una prudencia ijimirable: ún Qobernador (3o6) qae en ana idminislracion demajiado complicada atirnde i todos tm rain«$s como «i á cada ano de ellos estuviere dedicado eiclusivamente; qoe bas rebeldes: mas la imprevisión en unos: la indolencia en otros: la cobardía en machos, y en algunos el ningún amor i la patria, que les vio nacer, y aon les ensaba: be aquí ba causas de nuestras desgra­ cias en aquella parle del imperio espafiol Pero yo amigo mió insensiblemente me be distrtuid» i cosas qae no. son de aa«*|ra inspección, vnelvo pues i mi primer objetft, y d^spae* d^^ rej«- Ur é V- las mas expresivas gracias, le felicito mis parabienes: mif>> la va/te q^ i V. 6abe en las glorias de naestro amigo don €ecitio ^li^n^,^ di- ch» glorias, porqne ¿stas no consisten en los grados, tAnJo» y' boimre*, lim en el verdadero mérito, y bajo este aspecto tmkri M'l'f toa» á* Su fiase, no digo qae superen, ni ann igaaten ai d«jui^>«tiM;^^iiÉ|^ Y. s)ibe qiie lo es igualmente sayo T. M.

Arlieulp que se cflu en el anterior, inierto en el Nol)|:ioso Mercantil dt la Hítfuftia.

Scüqr ftedacter.dcl Noticioso Mercantil.•—Miiy^seft'Pr '<^>0: agradeceré i Vi tfngaJa^b^qdsd d<, >n>er.ur en sn aDrcciable |)eq|¿4^ la adiaots carta que ma ha dirigi49 un amigo, desde la ciudad de Slittánicas, acuiro de la gratitud de su afectbiiña $; Q. S." M. H. — Ün «uicríptor. .! Matanuf i4 Julio i83a. — Aoiijfo mÍ9 : ayer i i*s s^/IU >o Gobernador de «te paeblo. £n calda individivi de kn qne le coi^gmieh déjai «rabada con caracteres in- jlelebles la memoria de sas rccom^dafUes servicios esfebeneinéríto gafe que , ba­ jo el palio de la roas severa iotegridaA, dedicado «fiiiUntemente á labrar la feli­ cidad d« sus.epbernados , ((,ha hfctio digrio.de la |ra^tnd pública , y de las lá- |FÍmas de todos los que. le acoiqpaSaron i darle el vale de la amistad mas afec- taOM. El seítor Ayllon ha merecido esas preciosas Uerinas, tributo del mas puro reeoDOciiDÍento en que s« encierra su mejor elogio, ofrecido espontinearaete ai hambre público en premio de 19 aflos de continuos afanes y desvelos. Baste decir que eii el dilatado periodo de su mando no se cuenta una sola de aquellasi njnsticias involuntarias que.provienen d« equivocados jaieiiw, tan comunes en los que gobier.' nan. Y s¡ ti^vp la suerte de ni) verse en la triste necesidad de hacer públicas repa-> raciones, na^ie mejor que él, si se trat¿ de castigar delitos , supo emplear los medios suaves, menos como juei que como padre solícito y afectuosa^ corri^cndd (367) lo» descarríos de sus hijos El espectícalo que ofrecí* el muelle de esta ciu­ dad en el momento de su despedida no pudo menos de conmover á toda afroa sensible. Yo mismo no fui dueito de dejar de participar del general sentimiento; a pesar de ser extrangero en este pais adonde casualmente me condujo el cvrnio que V. sabe ; y los informes que dojr á V, son tanto mas imparciaics, cuanto que no proceden de persona apasionada , y que son los que no osarla .desmentir ninf^u- no que se precie de buen matancero Desde la puerta de ía casa del Seílor Aj- llnn hasta el embarcadero, no cesó de recibir las roas cordiales despedidas de toda clase de personas; y embarcado ya en el vapor ^ i poco rato llegó la falúa del go­ bierno, conduciendo al seitor brigadier flarvaez, de qtiien recibió el iMtiróo abr;izo y las seguridades de su intima aiñistad. Finalmente, amigo mió; las autoridades de esta ciudad, todos sus vecino* han hecho justicia en esta ocasión al hombre de bien que anheló constantemente la felicidad del pueblo matancero , recordando con amarga pena las dos virtudes que mas sobresalieron en el gobierno del señor Ayllon; la integridad de Arístides y la ansiedad por el bien público de Jovella- nos..,_ — Queda de V. afectísima amigo É^fl habanero Iransfuntr. TEATROS. »a»aa«-i Quince años há. = Drama nuevo en tris actos, representado por primera vez en la noche del 8 del corriente.

iQné es lo que en esté drama se figura baber sacedido Quince años há? Esto es lo que me guardaré yo mujr bien de decir al carioso lector; no es para referido en nn papel público; mucbo menos creo que lea decente para ponerlo en la escena. Pero, sea como faere, ello se representa. En la pieza bay nn bijo extra­ legal ; quinientos mil francos robados del tecreto de ana gabeta ; paisanagr, gendarmes, tribunal; inocente con apariencias de reo; declamaciones, re­ mordimientos, escenas tenebrosas, incendiarios, bosques oscuros; un hom­ bre que se mata despeñado; bDlUnguería melodramática; cuadros sombrios, algunos de baen efecto, otros triviales, impropios del pincel enérgico y vi­ goroso del autor del drama de Los treinta años; y por dltimo toda la gerga de esta clase de composiciones, que podrán no tener pies ni cabeza,: pero que dan buenos ratos á los tesoreros de los teatros, y asoman la son­ risa al semblante de sos empresarios. Este drama tiene contra sí que el público adivina el desenlace, y de consiguiente el interés se debilita: está por otra parte lleno de vados y de sobras; es decir, que anas cosas están de mas, y otras de menos; muchos cabos quedan por alar; pero de todos modos, y á pesar de algunos sín­ tomas de descontento que aparecieron en el curso de la representación, la galera vogó basta el puerto, y salvando escollos y peligros, el drama llegó ^ su término: basta tuvo su semi-aplausillo al descender el telón. La ac­ triz encargada del papel del joven de quince a3os~, lo desempeñó con ca­ lor y sensibilidad; el primer galán tuvo momentos felices, sobre todo en *l último acto. Lo demás bobo de quedarse, no para promover crítica, pues no falló regularidad en el coiijnnto; pero sí para no salir, de aquella me­ diocridad de ordenanza, qne se vé todos los di'as, que pasa y se tolera por Ja fuerza de la ratina, y que no merece elogies. (3o8)

•Puerto de Sania María.'

Con fecha del 18 de agosto eKrib«ti k) que sigue: "El dolningo áltimo ejecutó su ascensión aereostática el gaditano don Manuel Ga^cia Rozo, en pfeseucia de los Serenísimos Señores Infantes' don Francisco de Paula y su Augusta Esposa. Después de haberse eleva­ do esparció diferenles composiciones poéticas en loor de SS. AA. Dirigió ásimiíino desde lo alto la siguiente breve composición: '

, . , Al bello sexo del puerlo de Santa María.

Hijas del suelo célebre Oue Guadalete riega, Do su tesoro liquiaó Al mar de Alcides por tributo entrega; Ornad la frente.candida , I)e roíl pintadas flores, ¥ con sonrisa plácida , Acoged m! Iiomenage y rais loores : Ved cual en mimbres frágiles Subo al alto elemento, Ved cual vudoái los limites ¿ , . Que el ci^lo puso á la región del viento. Pero no en la axiil bóveda Cual otro Prometeo, El fuego del Gran Júpiter Iré á buscar para mejor empleo: Que á dar vida á los mármoles Y á los fríos despojos ' Sobra su llama fúlgida , Do los rayos están de vuestros ojos.

Estos elogios al bello sexo no serán perdidos en boca de tan galante aeronauta, á pesar de que los distribuía en una región en que era ipuy fácil que se Jos llevase el viento. El señor García Rozo quiso también cumplimentar á su suelo patrio; y lo verificó en éstos términos:

Oh Gades , Patria mía , Tú que alias arrogante La bella frente sobre el mar de Atlante , |ue con dulce porfía 5arándote Señora Humilde el blanco pie besa y adora ; Permíteme que ufano Aumente con mi empresa tu alta gloria , Porque dígala historia Al tiempo venidero. Que el EspaSql primero Que osó'fiar sn vida al aire vano, , Fué. ua jiijo de tu suelo. Cn Gaditana. CRÓNICA EXTRANGERA.

Todos los periódicos han hablada de los grandes viages que acaba de emprender el célebre poeta france's Mr. Alfonse de Lamartine. Debe ir des­ de luego á Coiistaiitinopla: luego viiitará las hermosas riberas del Bosforo, y las costas de la Siria. Después se internará en Jerusalen , en el Líbano, en Palmira, y en seguida en Egipto, subiendo el Nilo hasta Tebas, y ha­ ciendo en el desierto incarsiones interesantes. También visitará las Piránii- des. Pasará el invierno en Esmirna , y en la primavera volverá á embar­ carse para recorrer las islas del Archipiélago y de la Grecia, y luego Malta y Sicilia. Volverá á so patria por el Adriático. Estos dispendiosos viages los hace Mr. ile lamarline á su costa ; ciicunslancia notable en un poeta. Ha fletada el buque el Alceste : lleva consigo á su moger, señora de gran talento; á so hija única , de edad de diez años; á tres compañeros de viage, amigos suyos , y á un médico distinguido. Dice que "A'a á buscar inspira­ ciones personales en el gran teatro de los sucesos religiosos y políticos del mundo antiguo." j Y un poeta (repetimos) viaja de esta snerte ? ¿ Un buque fletado por él? ¿Familia, compañeros de viage, y hasta médico, como hacen los Prin­ cipes!' Véase como no todos los favoritos de las Musas son pobres. Acon­ sejamos á nuestros Vates que mediten en esta grandiosidad poética, y co­ nozcan que no siempre, por hacer versos, se riñe con la fortuna. — En un periódico dedicado á las damas se Ice esta frase. = "Una ita~ liana no cree ser amada de su querido .sino cuando éste es capaz, por rausa suya, de cometer un crimen. Una inglesa se contenta con una locura. LTna francesa con una tontería.'' Quisiéramos saber si el autor de esta noticia ha cautivado algún corazón , en alguna de las tres naciones que señala. —-Alguna vez criticamos la ridiculez de ciertos anuncios nuestro). No Jes va en jaga el siguiente, eslampado en el Diario de Avisos de París. «El acreditado peluquero Morbois avisa que ha pintado de amarillo el mostrador de su tienda. Hace pelucas y tupés de lodos géneros: peinados de boda i dos francos, y corta también los cabellas á los difuntos, prévioa lo* convenios necc.sarios." —,Uu genlleman inglés ha enviado un cartel de desafio, á otro geitilé' man, por lo que ha sido condenado á presentar una fianza, y á compro­ meterse á no declarar la guerra á su enemigo, durante tres años. Con esto la cólera del ÍCÜOT. Qentleinan tendrá el tien]|io de calmarse. — £1 famoso publicista Jeremías Peniharo ha oiuerlo el 6 de junio rn VVesminster, de edad áp 85 aitos. Se han hecho diversas propo.sicionea para publicar una edición completa de sos obras. Ha legado su cuerpo á su ami­ go Soulhwod.^miifa, cirujano^ con ia prevención de que haga uso de él, en su corso de disección anatómica. A loa autores suelen destrozarlos en vida TOMO VJ. 4» (3^0) sos eneniig<)9: éíle qaiere qae las amigos le trinchen despnes Je mnerin- — La Gran Bretaña po^ee lo.ooo leguas de grandes c^m^nos: i 5ou ca­ nales , y I 2.O00 caminos de hierro. La Francia, cuyo territorio es dos ve­ ces mas extenso, no tiene sino iSoo leguas de grandes caminos, 5oo ca­ nales, y 4° caminos de hierro. Existe entre los tapones una ley muy singular. Esta ley, cuyo objeto es estimular la caza de los osos, da á todo el que mate á uno de estos ­ males, el derecho de no habitar con su niiiger, durante una semana entera. Un suizo llamado Mr. Abel de Nogent, que nunca ha salido de su pais, y que tiene noventa y nueve anos, acaba de poner.se en camino para ir á París, con el objeto de completar en él su siglo. Este mnzalvale coii- aerva aún todos sus dientes, y se propone terminar sus dias en la capital de los placeres. — El abale Ángel Cesaris, primer astrónomo del observatorio de Milán, ba muerto el i8 de abril. Su obra titulada : ^'Observaciones astronómicas" es una de las mas importantes que se han publicado en este género. — Según documentos muy exactos, parece que mil y qninirnios volú- itienes de publicaciones nuevas (sin contar las reimpresiones, los folleto», ni las obras periódicas) salen á luz anualmente en Inglaterra. Estimando la impresiou^ de cada volumen en ;5n ejemplares, que es el medio término proporcional, resulta un total de un millón ciento veinte y cinco mil vo­ lúmenes; que vendiéndose uno con otro á uneve chelines, dan un produc­ to de quinientas seis mil doscientas cincuenta guineas. El número de obras de educación es considerable, y si á éstas se agregan los papeles de noti­ cias, el valor de publicaciones de todos géneros que se hacen anualmente en Inglaterra, se elevará á setecientas cincuenta mil guineas. (Sobre sete­ cientos cincuenta millones de reales). — El barón Beyls ha muerto en París á la edad de setenta años. Er;« hombre que habia viajado mucho; su instrucción era tan variada y tau extensa, que Bonaparte le llamaba: **Cna biblioteca viva." Las niatrmáli- cas y las lenguas antiguas eran su estudio favorito. Estaba dotado de tuii prodigiosa memoria, que en su avanzada edad, recitaba todavía de memo­ ria las tragedias de Sófocles y de Eurípides. Hablaba cuatro lenguas muer­ tas, y seis modernas: citaba, sin cometer el menor error, las fechas de lodos los tratados de paz, y los sitios en que éstos se habían celebrado, des­ de el año de i5Sn, hasta nuestros dias. Ha dejado un gran número de manuscritos, y este Barón es el miembro de los quinientos que cuando Bonaparte entró en el Consejo al frente de sus satélites, se lanzó i la tri­ buna , y propuso que se le pusiese faera de la Lej. — Ha llegado á París una joven equilibrista, procedente de Milán, lla­ mada madama Celania Zisco, cuyos maravíllosps ejercicios sobre el alambre y la maroma, tirante son superiores á cuanto se ba visto hasta abora, y han Cansado la admirarion de toda Italia. Dicen los periódicos que nunca ha tropezado ni caído, y no deja de aorprender qne, siendo grande su her­ mosura, tegnn-refieren, esté ludavia c*la mocita sin haber dado un paso falso. (3..) — En Vers;^les «e ha casado an individoo, que contaba con ana dote de consideración. AI. pobre diabto se le olvidó evgicla, antes de-la ceremo­ nia nupcial, y a) dia siguiente, la novia declaró que se hallaba en un es­ tado próximo d la indisencia. <<¡Cómo ha de ser! (dijo el esposo suspiran­ do). Me figuraré que me be casado por inclinación." Volvió á suspirar, 7 abrazó á su esposa. lie aquí ana superlativa filosofía conyugal. — La mayor diversión de los indios ricos, dice un periódico inglés, que es la de emborrachar á los elefantes. Sin duda consiste en esto que en la ludia haya tantos elefantes borrachos. —- Una señora de Burdeos que no ha podido conseguir que un nego­ ciante de la misma ciudad se bata en duelo con ella, ha intentada asesi­ narle en ocasión de que éste se paseaba en un barco por el Carona, La pistola no hizo fuego. ¡Qué muger tan amable! ¿hé? Apropósito de anuncios, vaya otro tlamanle de un periódico inglés. =3 "Un mercader muy rico, algo viejo, que no 6.ista anteojos, ni tiene tos, ni se emborracha, ni es libertino, desea casarse con una muger que sea muy bonita, muy vivaracha, y muy juguetona. Ofrece ser muy atento, muy político, y may tierno con ella. Admite memoriales hasta el último dia de octubre. Si la prelendicnta, sobre las calidades dichas, tuviese un poco de bigote, será preferida." — Se ha establecido en París iina sociedad con el título de: ^^Compa- ñia del Sol," Los periódicos ponderan sus progresos. Estos no podian fal­ tar en el siglo de las luces. — Uno de los motivos qae se dan para ana medida adoptada en el Brasil sobre que no se admita i los extrangeros que no estén provistos de un certificado de moralidad, es el de evitar la carga que se impone el te­ soro para mantenerlos y vestirlos en las cárceles, cuando cometen algún delito. — En el teatro de Variedades de París está gustando mocho una piece- cila titulada: <*£a mosca del marido." El título promete: ya pueden nues­ tros traductores encargarla al instante; antes que pase del lodo la época de las moscas. — En la cnita capital de Francia acaba de cometerse un asesinato; y una de sus circunstancias es la de haberse corta&o la cabeza al infeliz ase­ sinado, y colocándola en una caja, haberla luego arrojado al rio. Los .crí­ menes, al par de las demás cosas, adquieren cada dia en este siglo ilustra­ do, nuevos refinamientos. — La famosa actriz francesa Mademoiselle Mar«, acaba de ganar en Londres, en el espacio de un roes, doce mil duros, dando representacio­ nes teatrales. ¿Podrá creerse que est.i gran comedianta tenga sesenlp años? Esto es realmente burlarse de los nltrages del tiempo. Las mugeres mas fecundas deben respetar á la que vamos a citar. La muger de u\\ tal Damián 4'loion, vecino de Dropú, en Besarabia, -ha dado á luz el 3a de diciembre liltimo SEIS NIÑAS, todas vivas y muy bien conformadas. Esto es lo que se llama parir. — Un boticario, periodista cu París, ha inventado un licor aegro« pro- pió para escribir, <)áé no je aUera Hi por «1 iAOlifo'de ninguna compo- sícioil, ni por el transcurso d«\ tterapo: E^t« periodista pirede

LA TRO.MPETA^ ^O^HHM^^ LITEHARIA.

PUBLICACIONES RECIENTES.

ADVERTENCIA. El juicio de las obras se hace porta fí educción, y'no U adiDÍten los artículos ya foi^raados^ solo sí el ejemplar de la ^ra, que se devuelve después de publiqada. No se exige ninguna retribución, pero son prtftridos en ei turno lot suscriptorts á las Cartas. Se circulan tambicii los prospectvs: ti>do segon las i)ase»manifestadás en el numeró 4» de «ste periódico.

' — TKAtAlM) DE LA CONSERVACJXOW »E lUlS SMTAsrckAS AttfiHEMmct&S.'Obrá original; compuesta por D. J.' A. y L. Dedicada á las madres de familia. Un tomo en octavo prolongado y con ona lámina. Eidf- cion completa y económica. Su'preéiO «o rí en-Barcelona,:* t a'en Ma-' drM eA casa déltazolá, y en laí prihcípatta )ibrerfas de las provincias adon­ de lAistno se Vende los cuadernos drl Diccionario Geográfico Universal. El objeto de la obra es proponer medios mas seguros para la cocion de las sustancias que nos sirven de alimento, concretando este asunto i tas provisÍDiies domésticas. Consta de dos principales partes : la primera solo contiene nociones ge­ nerales. Por preliminat de éstas se da una idea precisa de la marcha que si- gue la naturaleza en la desorganización y descomposición espontánea de Tos cuerpos animales y vegetales. Sabidas las cansas que ocasiótian la alteración y coniiguíenle corrnpcioa de las sustancias se entra á preponer los medios qne fina larga experiencia ba demostrado ser los mejores para oponerse i io indispensable descomposición , ó retardarla á lo menos. Estos medios soa li desecación., la salazón, el aIniTnado,\a aplicación del calor en vasos cer­ rados , ó sea el melado de conservation universal de Appert ¡ la aplicación del fria bajo cero; inmersión en los ácidos, en la grasa, en el aceite, en el ulcohoi ó espirita de vino, y la conservación por el azúcar. Por conclusión de los principios generales se hacen algunas observaciones respecto á las cir- cuitslaBCraS que deben tener las cuevas, bodegas, fruteros, despensas y de­ más lugares de depósito ¡ y la mejor materia ^ forma para las vasijas, ar­ tas, toneles y demás receptáculos en q^ie se colocan las sustancias; pues que de un buen local y utensilio depeuHe'J^-incipalmente la conservación ó pér> ilidá de las mismas. ^.•\. Concluidas todas estas observacioi>es, que pueden considerarse como iá teerfa del arte, se entra en la parte prictica qsle contiene dos secciones principales. Es asunto de la primera la aplüpaCion de los medios preseryado- res referidos pai'a la conservación, por corto á largo tiempo,'de las snslan- tias de naturaleza animal en cada tina de sus especies , como con las carnes, bves y pescados; las grasas, los huevos, la leche y sos productos, la mante­ ca y el queso. En tres artículos adicionales se trata la materia mas intere­ sante de esta primera sección. Es asnato del i." la conservación de la carne de cerdo en todas siis pi'eparacioues: la salazón del tocino y jamones, la preparación de la manteca y de toda especie de-embuchados se describen ex- ie«

Los precios de los principales frutos en las provincias que á conti­ nuación se expresan, desde «/ 2 4 al 31 del pasado mes de agosto han sido los siguientes. FRUTOS.

FANEGA ARROBA LIBRA CASTELLANA. CASTELLANA. CASTELLANA. i •^ a (9 ¿ ¿ V S S V TI u0 •a • « V c ¿ 1 -i.. i j s .5 n a g PROVINCIAS. •r c J 3 "O I. í. «i c s 0 f-iUOS>?ta-«í<>-< ^ 6 E3 1^

Álava 36 aa 37 39 75 aS 55 i5 37 1 I 17 5 Aragón, 3i ao i3 34 79 37 <8 5 a3 1 9 3 Asturiai...... 3i 19 31 ai 3o 66 35 48 a4 64 a4 aS a 4 Avila 36 31 14 53 47 58 i4 46 3i 1 3 Burgos. ..,.<.. 35 18 t'i 4a 7,1 3» 5i '-7 ay 3a 1 1 3í6 t4 ' Cartagena 4o la 16 38 g^j J9; 36 a4 3o '4 9 33 5 Cataluila 4• 3a 19 37 4^ «I a4 4^ 7 a( I 17 Z 3 17 6 Córdoba 3i 33 13 ao 59 70- 34 ^4 18 55 1 a a i5 4 Cuenca...... 4< a5 17 a3 5o 81 a^ 4> 6 18 3 i5 5 Extremadura. . . 34 ao 16 35 68 .34 47 ao 56 >4 a 30 4 Galicia 4a 24 37 27 34 123 38 48 "9 56 3 b Granada 36 25 i5 a6 53 66 a4 43 la 18 6 a 3a 4 Gnadalajar^ . . , 34 ai i3 5o 7a a6 44 •• 43 1 aa •4 a 36 4 Guipúzcoa 38 30 36 98 95 64 18 56 a 6 Jaén 39 ao II 31 43 49 31 3a 8 35 3 8 i Jerex de la Fron­ 4 tera 4» 18 33 53 84 33 45 aa 55 i 8 8 3 6 6 León 37 17 II 4» 5a 39 So 9 43 39 39 I 33 A Madrid 47 31 ao 36 74 ai 38 11 16 I a 6 a 33 h Málaga 46 18 3t i5 6a aa 44 >6 55 . 14 6 a 39 5 Mallorca 4a 17 3o 45 6 34 1 8 I ."> Menorca 49 17 49 S4 18 48 II 33 3 Mancha 31 aa \i 28 7" aa 36 7 34 I a 1 10 3 4 Murcia 38 aS 14 37 44 63 19 4i la 4° 36 1 6 3 13 5 Navarra 3i ao 14 34 45 60 53 3 II a » 17 I 17 6 Patencia 48 ao la 35 6a 37 49 7 '4 3a I a a Salamanca 34 19 i4 4a 4^ 39 54 lo . 37 38 33 a i Santander. .... 4? 19 ao 39 39 i5 3a I II a 17 ^ Segovia 39 19 i3 39 48 39 47 'Q 4^ 3a I a a 30 4 Sevilla 35 aa i3 aS 64 74 38 Lo ao 46 I 39 > 38 4 18 .3 Sierra-Morena. . 39 17 13 5a 45 a6 3i i5. 45 38 1 3 4 16 4 Soria. 3o 16 la 33 48 74 39 49 8 4» I e 1 14 a 8 5 Toledo. 4o 3a iS 64 70 33 4° la 34 I ' «7 3 • S Valencia 4t 36 16 33 4o 75 39 ^f) 8 37 I la 1 16 a 18 4 Valladolid 39 i4 10 44 Sa 36 54 9 44 1 3 a • 3 4 Vizcaya 35 19 3o 3o 80 3a 64 16 37 I a 5

Los precios designados en las provincias de Jaén, Mallorca, Navarra y Segovia corresponden á la segunda semana de agosto; y los de la de Menorca son de la primera semana , porque de estas Intendencias no se ba recibido estado alguno posterior. (3i7) Ofrecen los precios referidos los resultados siguientes (i). TÉRMINOS DE PROPORCIÓN.

FRUTOS. MÁXIMUM. MEDIO. MÍNIMUM.

T • í Madrid. ...?/, ) Avila! ' ' > 36 León. . . . 37

Centeno. . . . Cataluiía. 3o Córdoba. a3 Santander. Í Soria. . . . i6 Cebada. . . . Galicia. . , f Jereg de la > \ Frontera. . / i8 Valladolid. .. < Málaga. . . ,S Maii Marcia. . . 37 } Granada. ..{»(; ' GuioiizcoaTuipuzcoa. . I Cartagena.. . .Sevilla. JuJi'as. . . . (64 León \ I M.il.iga. . . . Toledo. Valenciciaa . ...!*• i5 Garbanzos.. Galicia. 123 Cuenca 8i Cataluüa. . . TGuadalajara. "J ATOI Galicia. ... 38 J Sierra-More- ^^g Cartagena. .. 13 »• Valládoiid. ."^ Aceite 5 Guipúzcoa... ? ,, Sierra-More­ ) Vizcaya. . . . { H • Extremadura k^ ! na j3, Vino común, i Asturias. . . Í , Avila '4 ( Cartagena. ., J "• Aragón. . . . 5 Aguardiente. Asturias 64 í&rr.-.v:H<' Cuenci. . , . i8 Carnes.

Vaca Sevilla.. 39 \. ItTfr. de 1» 8 Asturias. . , Carnero. . . . Cataluña. ( Frontera. • =4 Sevilla 38 Asturias. . , C Aragón. a6 Tocino. .... Sevilla. . 4 iSj Galicia. Álava ] Mancha 1 17 «^Toleda ., Aragón.. Asturias. I Burgo». Cataluiía. . Córdoba. kGalici.i. . . Granad,-!^ < León JOniXAL 'Guipúzcoa, Guada la jara. J Salamanca. UBÍ. CAMPO. \Jerez de la/ Mancha. 1 < Sevilla. . . , Frontíra. I Patencia. . ] .Madrid. . . Sierra-MoreMore­- I na. . Valenci...1.. . . ) Valladolid.. mien'l'diiij;^^';;!':^:!" '•*"'"'"''''''"' "''""* •*«'«'«'^¡"«•" "•• ^°"'»- (3i8)

OBSERVACIONES.

H» sido-regular-U.«Mecha.de granos.en-laiproviocÍM ds-Goadala- jtra, Granada, Málaga y Valladolid; mediana en la de Tpledpj y abandaiile en la de Aragón: en la' de Córdoba promete poco li| de nba; en las de Va­ lencia y Toledo se presenta en may buen estado; pero en Ar^gou, C^lalu- iia y Cuenca sufre macho por la sequedad: por último, las cosechas de acei- tupa y bellota ofrecen el mejor aspecto en las provincias de Córdoba , Má­ laga y Toledo. En Segura de la Sierra, provincia de Murcia, ha habido nn incendio en p^rte de los montes de sus sierras, y en una dehesa de Propios; y no se. dice que haya producido otras desgracias notables. Las calenturas intermitentes, las remitentes, las catarrales y algunas viruelas son las únicas enfermedades que se padecen en varios pueblos de las proviacias de Avila , Cataluña , Córdoba , Cuenca, Extremadura , Gra­ nada , Guadalajara, Jéreí de la Frontera , León., Málaga, Mancha, Mur­ cia , Falencia, Salamanca, Sierra-Morena, Soria , Valencia y Valladolid: en las demás se goza de buena salud. ECONOMÍA POLÍTICA.

para hacer el comercio con América eh pabellón extranjero.

CARTA SEGUNDA.

Madrid i3 de Setiembre de i83a.

M.i. aprecíable amigo: tomo la pluma para continuar la materia, que dejé pendiente en mi anterior sobre' los permisos concedidos por nuestro Gobierno para hacer el comercio' con nuestras posesio­ nes de Ultramar en buques extrangcros. Solamente las leyes eternas, que gobiernan al mundo, y las que son la expresión de la voluntad del Hacedor supremo, son inva­ riables: las que gobiernan al hombre, son tan inconstantes, como so ser: sn primer atributo es el de la versatilidad, porque precisamen­ te son versátiles y mudables todas las cosas, que dependen del hom­ bre , y tocan al hombre : sus intereses cambian ; muda su carácter, su genio, y hasta su índole: las costumbres caminan á la par de estas variaciones, y hasta sus vicios y sus virtudes civiles llevan el sello de sus ¡deas y de sus necesidades:' el conocimiento de estas diferencias, es el gran arte del legislador ; y ciertamente las leyes que suelen empeorar la suerte de la especié humana, cuando no está preparada á recibirlas, harían su felicidad, si fuesen siempre precedidas de este preliminar é importantísimo estudio. Nos empeñamos en asimi­ lar los tiempos y las naciones, sin contar para nada con los pro­ gresos de la razón, con las nuevas necesidades que crean, con las relaciones que establecen ; y amalgamamos la verdad con el error, confundiendo la luz con las tinieblas, la ignorancia con el saber. De aqui han nacido particularmente todos los absurdos eti economía y administración. Un sistema, que podía convenir muy bien á un TOMO YI. i^a (320) siglo, pudiera ser un manantial de calamidades en otro siglo dife­ rente : la apuración de ciertos p^inc^p¡os y de una cierta doctrina á an pais determinado, pudiera conducirle á su felicidad; al paso que si se hiciese á otro, forjaría los grillos de su dependencia y esclavi— 'tud. El error para mi, amigo mío, en estas materias, es lo que per­ judica ; asi como la verdad , es lo que favorece : ni el error , ni la verdad son ideas absolutas: dependen de las circunstancias , de los tiempos, de los países, de su civilización , y sus necesidades. Asi los buenos Gobiernos modifican, varían, y aun cambian las leyes y dis­ posiciones interiores, tanto para su propio bien , como para mante­ ner el equilibrio con los otros pueblos , y dar á sus intereses , la de­ bida dirección. Hubo un tiempo, en que dueños de un nuevo mundo, hubiéra­ mos podido fundar en e'l un imperio de duración sempiterna, aún po­ niéndole por cimiento la exclusiva y monopolio , que tanto arredra á nuestros delicados economistas. Esta grande obra consistía única­ mente en combinar bien las necesidades de las colonias, y de la Me­ trópoli , llamándolas á un centro de unidad , y haciéndolas tan de­ pendientes unas de otras , que semejantes á la cnerda de un salterio, no pudieran tocarse las unas, sin sentirse las vibraciones en las Qtras: la Metrópoli se impone el sacrificio de no consumir otras pro­ ducciones , que las de sus colonias; y de defenderlas, protegerlas y gobernarlas por leyes justas y equitativas; y las colonias, á su vez, el de no consumir otros productos, que los de su Metró­ poli , y los extrangcros, que les llevase el comercio de ella. Pu­ diera haber en esta combinación económica, una pequeña pérdida, en el valor de cambio de los productos extraños, como sucede con todo valor, que pasa á segundas manos; pero, ¿no lo com­ pensaría la pérdida de la Metrópoli, obligada á no consumir mas que los productos de sus colonias? La libre concurrencia lucha con .el monopolio , y precave sus calamidades : donde no existe una com­ pañía privilegiada , poderosa y famélica, que no mira á los colonos, .sino como á unos esclavos pagados para servir sus intereses; y su .trabajo, como un medio de cooperar á su opulencia; donde todos los negociantes de una gran nación tienen un vasto y anchuroso merca­ do donde cambiar los productos de toda la tierra , de que son con­ ductores, por los productos de las colonias , que han de servir para el consumo universal, allí la concurrencia fija el verdadero precio, como lo fijaría el mercada, aún cuando estuviese abierto al comercio , de todas las naciones; porque si los colonos tienen interés en vender (3ai) para reproducir , no menos interés tiene el comercio de la Metrópoli en comprar para vender. La Metrópoli hace dos operaciones en una sola , y dobla su beneficio: permuta sus propios productos, y los ex- trangeros; y retorna los coloniales para consumo propio, y el de otras naciones; pero en esto, lejos de perjudicar, favorece los inte­ reses de sus colonias. ¿ No son estos, los de fomentar y extender su producción , dando salida á sus productos, y asegurarse el consumo de los que no tiene y necesita ? ¿ Y , que puede interesarles cono­ cer la mano que se los conduce , si esta mano no puede tener fuerza' para oprimirlas P Hago á V. estas observaciones, por si acaso se hubiese dejado arrastrar , alguna vez , de las teorías de tantos economistas filantró• picos , que se lamentan amargamente de los males de la exclusiva y monopolio, que han solido ejercer algunas Metrópolis en sus colo­ nias. No siempre la exclusiva produce este monopolio: es á veces una necesidad de ambas partes, y muy fecunda de bienes: entonces es ese monopolio un nombre vano; y aquellas teorías, unos sueños de cabezas vacías y poco pensadoras. Por lo mismo, cuando olvidamos nuestra industria , 6 nos des­ entendemos de ella, y no podemos surtir á nuestras colonias, y per­ demos las fuerzas necesarias para abastecerlos de otros productos es— tranos, que sus necesidades reclaman, y para sostener las relaciones mercantiles, la exclusiva es ya una ley injusta, un privilegio intole­ rable ; y toda prohibición , nula de hecho é ilusoria: esto es lo que sucedía cuando nuestro Gobierno modificó , con templanza, su anti­ guo sistema , y moderó sus pretensiones al comercio de las colonias. "Su extensión, dijo, un escritor de este siglo , el acrecentamiento de su población, y las necesidades de su riqueza, perdieron su nivel con los recursos de la Metrópoli. Ya no pudo esta cubrir , ni atín una sexta parte de aquellas; y, ¿quién impedirla, y con qué justicia^ que recibiesen del extrangero las cinco sextas partes restantes? y fal­ tos nosotros de marina mercante , y de Marina Real, ¿ cómo pudié- tamos impedir, aunque lo quisiésemos, aquel comercio ? Fuera de nivel el precio y calidad de todos los efectos, por los maravillosos progresos, que ha hecho la industria y el comercio extrangero; ¿ quién es el que aniquila el instinto del beneficio ?" Repito, amigo mío: nos envanecimos con el fantasma de on p<^ der colosal: no supimos, 6 no pudimos fundarlo en buenos cimientos: fueron de arena los que le puso la imprevisión de nuestros mayores, cuyas ideas en la mayor parte , no fueron mas que preocupaciones, (333) que la «xperiencía y las luces han disipadoi abandonamos su con- serracioD á su inmensa y bruta mole, y á los caprichos de una ciega fortuna, que nunca podían sernos favorables; y cuando la necesidad, y la moderación y justicia de los principios de nuestro Gobierno, franquean aquellos mercados á los frutos y efectos extrangeres, y á los peninsulares , facilitándoles unos carruages seguros, mirando con un celo tan paternal los intereses de la Metrópoli, y la producción de sus colonias; entonces es cuando una pluma mercenaria se atreve á Injuriarlo , calificándolo de débil y de cobarde. No nos basta refutar un error y una calumnia, hija tal vez de la envidia y de los zelos: tengo cortada la pluma para hablar única­ mente del sistema colonial; y sentirla mucho dejar un vacío en estas cartas, cuyo objeto, es como V. ya habrá debido conocer, el sentar los verdaderos principios que han dirigido á nuestro Gobierno, es­ pecialmente en esta última desastrosa época, que fecha desde la in-i surrección de nuestras colonias. Hay ciertos errores, cuyo origen se conoce bien, y los cuales es preciso combatir con todas las armas, y con tanto mas empeño, cuanto mayor es el que tiene la maledicencia en difundirlos y generalizarlos: hay otros, que tienen un principio unenos ignoble y bajo, y provienen comunmente de no examinarse las cosas, por todas sus relaciones, y bajo todos sus puntos de vista: asi sucede cuando se establece un hecho cierto, y por no concebirse bien , se hacen deducciones falsas. Presentaré á V. un error de esta especie , que he leido en un papel presentado hace ya algunos años al Gobierno sobre la misma materia, que nos ocupa: las ideas están tan enlazadas unas con otras, que tal vez las que ahora nos sirvan de impugnación, podrán corroborar las que llevamos establecidas» "Nuestra exclusiva, dice, en el comercio con la América, ha sido f iempre nominal y aérea: era de solo derecho: todas nuestras provi­ dencias desde su conquista, hasta el año de i ^88, fueron opuestas al acrecentamiento y felicidad de njiestro comercio; éste, mas bien que de prosperidad y riqueza publica, fué un objeto de monopolio. No bien conquistamos aquella parte del mundo, cuando comenzaron los pedidos á las fábricas extrangcras, porque las nuestras no podían sur­ tirlas: asi se presentó el comercio extrangero, como necesario é Indis­ pensable á las colonias, y nunca pudimos nosotros aprovecharnos de sus inmensos recursos. ^Qué produjo á la Francia la mitad de la Is­ la de Santo Domingo, que tal vez no será una centésima en exten­ sión, que el continente americano ? Asombra la suma á que eleva esta produccioQ el célebre Ministro Necker." J (323) *'Por esto nuestras prohibiciones han sido vanas, y provocado un comercio ilícito, el cual ha ido lentamente fomentando la indus-^ tria y comercio extrangero, y excitado esa codicia mercantil, que solo esperaba una ocasión favorable de desplegar sus miras/'' Si algún dia aspiramos á una exclusiva y fó conseguimos, no - fue ciertamente nominal y aérea: nuestro error consistió en no ha­ ber comprendido bien la naturaleza de la riqueza, que hace fuertes y poderosas las naciones; satisfechos con la posesión de unas minas fecundas de metal precioso, nos crei'amos los mas opulentos de la tierra; y zelosos de este tesoro, procuramos conservarlo, á toda cos­ ta , quizá violando, en nuestro frenesí, los derechos que quellos pueblos tenian á toda nuestra protección : nuestra sola ambición era la del monopolio del oro y la plata, porque era la única riqueza que nos quedaba , habiendo abandonado, ó descuidado nuestro propio trabajo. El círculo que este importante acontecimiento trazó á la América y á la Europa, fue el mas natural: aquella daba á su Me­ trópoli , ó ésta tomaba de aquella, el metal precioso, que era su peculiar producto , por los que no tenia y necesitaba : la Metrópoli, excasa de los productos de la industria, daba el metal á los pueblos laboriosos,- y mientras que ella se ocupaba únicamente en dar con la una mano, lo que recibía con la otra, siendo como el intermedio entre pueblos ricos, y pueblos industriosos, éstos se esforzaban i multiplicar, variar y perfeccionar los productos de su trabajo para tener mayor parte en los frutos de la conquista. De aquí nuestra decadencia, que nos preparaba un amargo porvenir; y los adelanta­ mientos de la industria extrangera, que dcberian darle algún dia la supremacía del poder económico y político. Asi pedimos al extrangero lo que no teniamos; pero nunca con el espíritu de la exclusiva y monopolio, en que nunca pensamos seria­ mente. Verdad es, que antes del año de i 7 7 8, no conspiraron a! acrecentamiento de nuestro comercio; pero no es verdad, que las dictase un injusto monopolio. La Europa se resentia entonces de los errores á que conducen las malas doctrinas, y los falsos sistemas: en las escuelas, en las oficinas de administración, y hasta en el mismo Gobierno, dominaba un sistema de fiscalidad, opresor de la indus­ tria y enemigo de la riqueza, que han ¡do disipando las lecciones dé la observación y experiencia , y los principios generales dci una buena razón, que han logrado cimentar, á despecho de la porfiada ' resistencia, que aun les oponen algunos entendimientos superficiales, liá^ituados á no discurrir sólidamente sobre cosa alguna. (3aO Nuestras leyes, en aqaella época desgraciada, qoe nos prepara­ ba tantos males, y muy amargas reminiscencias, nunca han forinádo un cuerpo de doctrina regular: al lado de los mejores pensamiento^ y de las ideas mas nobles y protectoras, encontramos otras flinestísi- mas á la prosperidad de las colonias: movidos por dos resortes opuestos, tomamos direcciones encontradas, porque no teníamos un Norte que nos dirigiese á un fin: ya la sed del metal precioso nos hacia unos injustos raptores: ya la necesidad de conservar y proteger aquellos pueblos nos hacian sus amigos, sus protectores y hermanos. Mientras que les llevábamos las luces, la civilización y las ciencias; establecíamos escuelas, universidad» y bibliotecas; al mismo tiempd que les enseñábamos los medios de ejerces la industria, los hacíamos poseedores de todos nuestros conocimientos, condenábamos su suelo á no producir sino ciertas cosas: prohibíamos lo que hubiéramos de­ bido permitir, y recargábamos lo que hubiéramos debido aliviari asi es como lucha siempre un interés mal concebido, y una mala doctrina, con los mejores deseos. i Si fuéramos tan indulgentes con los demás, como lo somos con nosotros mismos, el autor del pape) que refuto, hubiera atribuido, sin duda, esta disparatada contradicción de principios y de deseos^ mas bien que á los vicios de los Gobiernos que nos han precedido, al espíritu de los tiempos en que obraron, y á las preocupaciones y errores qué en ellos dominaban, Asi es-, que desde «1 año de 1778* mas aleccionados, y conociendo mejor lo que realmente nos conve—' nia , mudamos de camino, templamos la severidad ie nuestro siste­ ma prohibitivo-, y nos estrechamos con nuestras colonias con los vín-< culos indisolubles de un interés recíproco: luego la convicción íntima de que no podíamos satisfacer sus necesidades con nuestros sdos pro­ ductos; que el contrabando, hijo del interés, quebrantaría, á des­ pecho de nuestra TÍgilancía , todas las baireras; y que el aumento de la riqueza, y población de las colonias, no tanto dependía dé conservar sus relaciones mercantiles con la madre-patria , cuanto en entablarlas con todas Ia& naciones europeas, nos hizo, tal vez, dema" siado sobrios, en cuanto al sistema restrictivo. En efecto., observa muy bien el autor del citado escrito. **¿De qué nos han servido nuestras prohibiciones en las costas de las An-^ tillas y Lucayas? ¿por qué el extrangero ha procurado conservar^ con tanto ¡tesón, la isla de San Martin, no siendo mas que una roca pelada, sin otro puerto que una mala rada al abrigo de los vientos generales, y Saü Bartolomé, que ni aun agua tiene, Santo Tomé, (335) San Cristóbal,' Monserrat y otros? Eran unos inmensos depósitos átt sus efectos: ni,las prohibicbnes, iii los severos medios del sistema fiscal, han podido nunca impedir la navegación interior por el rio Garapiche, ni destruir la piratería de las islas, ii¡ estirpar el comer­ cio clandestino:" era natural que las colonias deseasen este comercio al cual estaban acostumbradas, y que tan útil les era; como natural también el que el extrangero lo ambicionase; y si hubiera sido po­ sible, que los Gobiernos se entendiesen alguna vez sobre intereses comunes á todos ellos, la lucha atroz en que nos han empeñado hoy, y las desgracias que nos han acarreado, hubiéramos tenido que su­ frirlas antes de ahora: es tan fuerte y tan respetable la posesión de una cosa adquirida legítimamente, que nunca se ataca á rostro des­ cubierto: siempre es grato conservar una sombra de pudor, y mos­ trar el respeto que no se tiene á los derechos de lo que se llama le­ gítimo. Cuando conviene, se preparan los acontecimientos, y se les auxilia: fórmase una nube, y se la carga de vapor para que estalle y rompa en el tiempo y forma que se ha previsto: aparéntase un profundo sentimiento por los estragos y males que causa , y que han ^ido obra nuestra : acúdese á su reparación con un ardiente zelo , y se hacen publicas y solemnes manifestaciones de unos sentimientos de filantropía en favor de aquellos mismos pueblos, que han sido el instrumento de nuestra ambición, y el juguete de las combinaciones de la alta política: entonces entra la intervención, que se cubre con el manto de la humanidad; y se desconoce la legitimidad, y se bolla con impudencia, los derechos mas santos. ¿Es otra que ésta la historia de nuestra dominación en el vasto .continente americano? Nunca ha faltado el buen deseo de arrebatarnos la posesión de esta rica parte del mundo. Las ruinosas transacciones diplomáticas del tiempo de Felipe IV, nos revelan, que las naciones extrangeras, aunque ambiciosas de esta conquista política, sufrían que estuviese en nuestras manos, mas bien que en otras, con tal que se les ase­ gurase las ventajas de su comercio : preparaban las cosas, y dispo­ nían á su gusto los acontecimientos. En tiempo de Carlos. IJ las fuerzas terrestres de nuestra nación consistían en 5oop hombres efectivos, y las marítimas en 3o buques de guerra desmantelados y sin marinos: las convulsiones de una larga y destructora guerr? de sucesión, por espacio de quince años, aniquilaron la Metrópoli y sus posesiones ultramarinas; ¿y se insurreccionaron éstas? ¿se les puso en sus manos el puñal para despedazar el seno de su madre-patri^? (3a6) No era aan el tiempo que estaba marcador faltaban elementos para esta grande obra: el veneno de las malas doctrinas, el desprecio i los legítimos Gobiernos; la ambición de los demagogos auxiliada y sostenida encubiertamente por el poder y la desesperación de los ánimos, habian de ser los precursores de esta atroz violación de los derechos mas legítimos, al mismo tiempo que las armas de la política. Asi no puedo menos de admirarme de que el autor del papel que llevo citado, siendo nn español como nosotros, que debe conocer la trabazón necesaria que hay en esta parle , entre las cansas y los efectos, afecte una ignorancia absoluta de aquellas, y de la influen­ cia moral, política y económica que han tenido en la desgraciada suerte de nuestras posesiones disidentes de América. Me aflijo al ver que hay un españfol "que atribuya la conserva­ ción de una parte de nuestras Américas á la generosidad, 6 á los ze- los mercantiles de otras naciones, habiendo hecho de nuestra parte lo bastante para perderlas con un mal sistema de administración , f con el monopolio de la exclusiva.*'¿á qué lamentarnos, dice, de unos males que nos ha traido nuestra falta de previsión? ¿Dónde está ese mal sistema? ¿cuál ha sido el Gobierno poseedor de colonias que haya gobernado las suyas, con la dulzura, humanidad y filosofía con que nosotros hemos gobernado las nuestras? ¿qué otros motivos pueden haber tenido para la emancipación , que las sugestiones es- trangeras, el espíritu reformador del siglo, y el deseo de las nove­ dades? si nosotros lloramos, mas bien que esta emancipación, su horrorosa ingratitud, ¿no deben llorar ellas menos las calamidades á que las ha conducido una loca esperanza? Pero sea, amigo mío, lo que se quiera de las causas que mas parte han tenido en este desastroso y memorable acontecimiento de nuestro siglo, ello es cierto, que el extrangero está ya acostumbrado á este útil comercio de Ultramar ; que las colonias no reportan me­ nos beneficio de él, que la Metrópoli; que ésta no puede ni debe im­ pedirlo, y por consiguiente que debemos limitarnos á entrar en parte de los beneficios comunes, estableciendo la legal admisión del extran­ gero i aquel comercio, con condiciones útiles á las colonias y á la Me- tfrópoli. Asi discurria yo en el año de 1817, cuando nuestros males no se habian agravado tanto como se agravaron después; y asi pensaba también el Gobierno de S. M. Aun me parecían entonces invenci­ bles , hasta un cierto punto, algunos obstáculos que podia oponer á la admisión .legal del extrangero , la consideración que justamente se debe siempre al comercio peninsular. Las desgracias de los tiempos (3.7) los han yencido; y nuestro comercio, lejos de lamentarse de aquella libertad, la ha invocado, y llevado sus pretensiones hasta cl punto de pedir buques extrangeros para surcar los mares, hacer este co­ mercio con seguridad, tener en movimiento sus capitales, y dar sa­ lida á los frutos y efectos de la Península. Esta materia será el ob­ jeto de la siguiente carta: quiero que el cuadro sea completo, y no desviarme un punto siquiera en esta parte de nuestra historia polí­ tica y económica, del orden cronológico de los hechos: entonces un simple resumen, y una aplicación severamente ideológica á nuestra situación, y al estado de nuestras relaciones, bastará para vengar á nuestro Gobierno de la calificación de debilidad y cobardía, con que se le ha ultrajado. Queda de V. siempre, y se repite su afectísimo amigo.

Manuel María Gutierret.

CONCLUSIÓN DEL ARTICULO DE MUGERES DE EUROPA. — i—>ooa«—

Españolas X alemanas. = £1 aator de qaien se extractan estos apanteü, describe en un misino artícalo á las españolas y á las alemanas, sin dada para bacer brillar mas el contraste que cree hallar entre ellas, y resallar las señales que las distinguen, como«n oposición. Es menester, cuando se habla de naestro pais, ser vn poco mas exactos qne el autor extrangero, concediendo á la verdad lo que no puede negárse­ le, y modificando eo lo que se debe asi los extravíos de la opinión, no siem­ pre sincera, como la severidad de una crítica, ea la que puede tener algnoa parle la antipatía, 6 la preocupación. El carácter de las alemanas (dice) es dulce, amable, y compasivo. El de las españolas, al contrario, es desdeñoso, altanero, y vengativo. La fisono­ mía de las alemanas lleva cl sello de la bondad , la de las españolas anoncia Ja fiereza y el orgullo. Los ojos de las primeras son ordinariamente azules: tienen los cabellos y las cejas rubias; su modo-de andar es tímido, y el me­ tal de aa voz dulce. Todas sus trazas y raovimientes respiran an cierto aire de abandono, y como si dijeran alguna vez: '•'•Amadme, que yo os amaré." Los ojos de las españolas son vivos y negros: sns cabellos del mismo color: andan con la cabeza erguida, y el aire imponente con qne caminan, como si pretendieran dominar sobre cnanto las rodea , parece que está diciendo: ''^Miradme,, jr no os acerquéis.'' TOMO VI. ¿3 (3a8) Prescindiendo ahora de la generalidad con qne se aplica esta pintura al común de las españolaSi sin atender á las notables diferencias que presentan sus provincias« y qne tal vez no se hallarán en ninguna otra nación del mondo, se callan aquí con poca sinceridad las gracias que oculta esta altivez misma, los encantos de este orgullo muchas veces mas bien aparente que real, y accesible á los tms puros y delicados sentimientos, como pudiera la temara de las alemanas; se pasa en silencio aquella sal y gracejo con qne amenizan las conversaciones mas indiferentes, aquellas tretas del genio des­ conocidas en otras partes, y ayudadas por el idioma mas bello y flexible del mando: aquellos hechizos siempre variados y siempre nuevos con que sabe engalanar una mager astuta, asi los rasgos animados de la pasión , co­ mo los fugitivos juegos del capricho. El autor prelendia sin duda achacar á muchas españolas un defecto que no acertó á descubrir exactamente, y que nosotros conocemos mejor que él. No hay dada que el carácter español par­ ticipa de un cierto orgullo inseparable de una nación guerrera y conquis­ tadora, que dio algún tiempo leyes á casi toda la Europa, y vio á sus pies los tesoros del mondo. Siendo este acaso el primero entre los pueblos civi­ lizados, que dio importancia á las mngeres, todavia conserva restos de aquella mezcla de fiereza y galantería que le distinguió en los dias de su es­ plendor , cuando las bellezas del Betis y de la Alhambra eran las mas seduc­ toras del universo. El orgullo, pues, que caracteriza á las españolas, es un orgullo que arrastra, propio casi siempre de un alma elevada y generosa; es mas bien cierto aire de di<;nidad, y si alguna desventaja produce en ellas es el rebajar algún tanto aquella interesante timidez que caracteriza con mas particularidad las restantes nugrres del globo. Pero en cambio les presta un despejo que sin ofender á la modestia, presenta mas de golpe que en las otras, y con menos embarazo, todo el desarrollo de sos gracias. Lo cierto es que este despejo que suele confundirse con el orgullo, es el en­ canto de los mismos extrangeros. He aquí el retrato que el mismo autor hacia de bs granadinas, refi­ riéndose á un escritor árabe de aquellos tiempos. **Son bellas, pero esta be­ lleza que sorprende á primera vista recibe su principal encanto de so gen­ tileza y de su gracia. Sn talla es un poco menos que mediana: pero no hay otra mas periécta, ni mas esbelta. Sus largos cabellos les bajan basta los ta­ lones : sus dientes blancos como el alabastro embellecen unos labios de cla­ vel que sonríen ¿e un modo cariñosamente irresistible. Los exquisitos per- fames de que usan con frecnencia dan á sn catis una frescura y un brillo que no se advierte en las demás. Sn andar, so bailar, todos sos movimien­ tos respiran una cierta gracia voluptuosa, nna especie de descaído qne es el mayor de sus atractivos; sn conversación es viva, y llena de interés, y so espirita penetrante se produce siempre con agudezas ó coo palabras graciosa» y expresivas." Prescindiendo del color maa ó menos blanco, y de algunas modifica­ ciones en io físico, según el clima de las provincias, el retrato de las gra­ nadinas puede aplicarse á la generalidad de las españolas. Desde las que ha­ bitan en las orillas del Genil y del Gnadarrama, hasta ba ^oe beben las agaas del Turia y del Llobregat, aunque no confarnies, y i vece« opaestas ea ciertas diferencias locales, participan de estas gracias del espíritu que tan iojastamente quiso ocniíar el autor á quien seguimos. **Sa espíritu (dice) es muy poco cultivado ; la educación descuidada ; las ciencias, las lenguas ex- trangeras, y basta las bellas arles, tales como la música, el diseito, &c. les son casi enteramente desconocidas."' "Las alemanas, prosigue, forman en esta parle un perfecto contraste con las españolas. Su espíritu es generalmente muy cultivado: la mayor parte de ellas conoce y habla varios idiomas: su conversación amena y animada es muy agradable sin que caiga jamas en insípida. Cantan con macho gusto, y con un poeo de esmero son excelentes músicas. B^ijo un exterior] descuidado, y al parecer negligente, ocultan un carácter laborio' so; mientras que las españolas, vivas tan solo en apariencia, son efecti- yamente- perezosas en sumo grado." .....¿Conque (preguntaremos ahora al autor) las españolas tienen nna viveza aparente?.... Rara proposición, y aventurada por cierto; y sin conocimiento de lo que se dice, Aqui se confunde groseramente la instruc­ ción con la viveza del espíritu, y el talento natural con el cultivado. La vi­ vacidad de las españolas (no aparente sino real) jamas ba sido contrariada por quien las haya conocido á fondo. Puede haber algún descuido en la cul­ tura de este talento, de esta disposición natural, de ese espíritu perspicaz y penetrante que distingue á las españolas de todas las demás mugeres, bien que en el dia no les son tan desconocidas como supone este autor las artes de gasto; pero «[uizá las gracias naturales de su alma vivaz y despejada equivalen muchas veces, y aún sobrepujan á las de una instrucción metó­ dica adquirida. Ni entramos ahora en examinar hasta que punto conviene llevar la instrucción en las mugeres, y sí esceptuando aquellos conocimien­ tos útiles y amenos que nos las hacen mas amables, es mas bien on mal que un beneficio aquella no necesaria erudición que las suele hacer empa­ lagosas, y las puede desviar del sendero que su condición les señala. Los atractivos del genio pierden muchas veces en lo que adelanta el entendi­ miento, y á una enseñanza brillante y estéril se sacrifican casi siempre las inocentes gracias del espíritu y del corazón. No por esto dejan de ser importantes á nna muger ciertos conocimien­ tos, cuya falta puede provenir en muchas españolas del exceso mismo de sn talento natural ; pero es muy diferente el vituperar en las españolas algün descuido en'cultivar un talento por si solo tan brillante y encantador, ó suponer en ellas no mas que apariencia de viveza, ó una ignorancia tan ge­ neral y grosera. Pasando el autor á describir la parte moral de nuestras mugeres, se produce en estos términos: "Mas bien apasionadas qne tiernas las españolas ton sin embargo bastante firmes en el amor; mas.!... ¡infeliz del t^iie las abandona violando los juramentos de una ternura eterna! La pasión que antes las animaba toma entonces lodos los caracteres de la ira y del fnror, Y no respirando sino-venganza y odio, este es el objeto de todos sos pen­ samientos. Las alemanas son al revés mas tiernas que apasionadas: el amor (33o) se ocalta coa frecaencia bajo los pliegues de la amistad, y no dejan de ser también constantes. La española engañada por on amante pérfido hace ex­ plotar su furor del modo, si le es posible, mas atroz. La alemana gigie, llora en silencio, y lleva hasta el sepulcro el sentimiento de haber araado á un ingrato.'' Nos abstendremos de fallar sobre la exactitud de tan delicados extremos, dejándolo á la discreción de nuestras amables lectoras: pero pudiera ser muy bien que el deseo de realzar el contraste hubiese dado un colorido demasia­ do fuerte á esta parte del cuadro. Verdaderamente son violentas las pasiones de las españolas. Ardientes como todos los pueblos del Mediodía participan algún tanto de aquella calma y gravedad que caracteriza á los pueblos del Norte, y que encubren en los españoles el fuego mismo de su iuilomable carácler. Kada extraño seria que unas bellezas acostumbradas á rendidos é interesantes obsequios, y á sujetar pechos altivos, participasen de afectos fuertes y de pasiones vehementes. Pero este es el carácter de la auger en general cuando puede obrar sin obstáculo, y este impulso que en otras se modifica por circunstancias particulares del clima y de la educación, se hace mas de reparar en unas mugeres acostumbradas á dominar sin reserva eu el corazón de sos amantes y esposos que las idolatran, y cuyos ascendiente enseñaron á los fieros hijos del Oriente las severas leyes del amor y de la galantería. Acabemos de completar el diseño de las españolas, con un rasgo parti­ cular dado por otra pluma extraugera , y que puede considerarse como ua verdadero retrato mucho mas exacto que el del autor á quien hemos segui­ do. Cuando apareció en Londres la esposa de un embajador español, uno de sus periódicos tributó á sus eminentes prendas el siguiente homenage de ad­ miración , que redunda en gloria y loor de todas las españolas, y que des­ cribe con acierto aquel aire noble de dignidad, compatible con todas las gracias del sentimiento, y que machos han querido confundir con n,n adus­ to orgullo. **Es imposible pintar (decia el periódico ingles) la sensación que en el emporio del esplendor y de la belleza ha causado la embajadora de España. En los teatros, en los paseos, en las sociedades, todo el mundo la contempla embelesado, y en ella solo están fijos los ojos de las damas ingle­ sas. Admiran la elegancia de su atavío, la finura de sus modales, su discre­ ción y amable trato, y el natural señorío de su persona, en la que sin aso­ mo de afectación brillan el decoro y el porte de una princesa. T es lo mas particular que en un pais tan abundante ea mugeres hermosas, sea esta ca­ lidad la que produce mayor entusiasmo. Esto nace sin duda de que el géne­ ro de su hermosura es enteramente diverso del de este pais. Puede conside­ rarse como el tipo ideal de la belleza española , belleza meridional que en el cabello de ébano, en la compresión de las facciones, en los negros, rasgados y vivos ojos, en la esbeltnra y gallardía del talle, en su pie pequeño, y en su airoso ademan, recuerda la idea que en sos pomposas descripciones nos dan los poetas árabes de sus Zaidas y Celinas. Lo cierto es, que en la admi­ ración con que de esta señora se habla en todas partes triunfa el orgullo espaSol.*' (330

LAS TIENDAS.

¿Quien nos dird {dejadas sus cautelas ""¡Xores) lo que cuestan sus encajes, sus Cadenetas, randas r arandelas í ¿I^Un las ciegas mudanzas de los trajes? B. DE ARGENSOLA.

Eira. u las once en panto de la maSana y yo no debia hallarme hasta las doce en cierta parte del mundo á donde la obligación me llamaba. Quiero decir que tenia 6o minutos delante de mí para disponer de ellos á mi sabor. Encontrábame á la sazón en medio en medio de la Puerta del Sol, mansión natural de lodo desocupado, y yo en aquella hora lo estaba á ma» no po­ der. Lánguido é indiferente, dejábame llevar en simétrica alternativa ya á una esquina ya á otra, y mientras nada hacia, recreábame en mirar los es­ timulantes anuncios lilerarios que decoran aquellos eruditos postes, admi­ rando su profusión y la variedad de nombres clásicos que denuncian á la posteridad. En estas y otras cavilaciones me asaltó de improviso la idea de que si ^*para dormir no es menester luz," para pensar, tampoco se nece­ sita estar en pie, y esto diciendo, enfilé por Jo mas ancho la famosa calle Mayor, huyendo de los encontrados pasos de diligencias, coches, ciegos, aguadores, borricos, é importunos; y dejando á un lado las gradas de San Felipe, tan animadas en tiempo de Quevedo, tan solitarias hoy, di fondo en uno de los elegantes almacenes de géneros que se encuentran sobre la izquierda. Era cabalmente en un momento en que los cnalro jóvenes que regenta­ ban el mostrador, se encontraban sin pedidos; quiero decir que no habia en la tienda mas gente que ellos, y yo que entraba.—Felices dias, seño­ res.—Adiós, señor don Tal le nom ne fait pas a Vaffaire). ¿Cómo asi tan desocupados? ¿Habrá acaso entrado la economía de Dupin ó de Bergery en el sistema de las Madrileñas? ¿qué es esto? vuelvo á decir, ¿qué solibqnio es este? ¿ha invadido el cólera-morbo nuestra capital, ó ha dejado de venir el Journal des Mndes? Porque solo causas tan graves pudieran hacer á esas varas castellanas estar paradas á tales horas. — Es la verdad, me contexto el mas almivarado; pero no hay que extrañarlo, pues en el Diario de hoy se hacen tales anuncios que habrán llamado la concurrencia hacia el Sur, hasta que desengañada por la milésima vez venga antes de una hora como d« costambrr. (33.) Y no habia acabado d« decir esto, cuando vimos entrar por la paerta i una dama muy elegante seguida de su lacayo; y saludando con aire marcial á los jóvenes, que la coalextaroa con el nombre de Marquesa, se sentó en an confidente, compúsose la mantilla mirándose al espejo que tenia enfren­ te; quitó sus guantes, abrió sn bolsila, y entre mil dijes y chucherías sacó algo arrugado el número 89 del Petit Courrier. Entonces abrió un lentecito de oro, miró por encima de él, y leyó un rato, después ojeó otro poco, luego recapacitó , miró el figurín, volvió á leer y pidió gros-grains. — No tenemos, le cout«xtó el mas próximo de los mancebos; ¿cómo que nó? in­ terrumpió vivamente otro que desde el principio no había quitado ojo del figorin ? No te acuerdas de aquella tela (Aquí bajó tanto la voz que no le pude oír). — j Ah! si, es verdad, le contexto e) primero , vé por ella ; ea efecto entró en la trastienda y de el rincón de nn armario que yo solo di­ visaba desde mi asiento, sacó la pieza (que tuvQ buen cuidado de sacudir de nn polvo inveterado de tres anos) y la puso satisfactoriamente sobre el mostrador; la risita de los demás mancebos me dio á sospechar que sino era la prevenida en el número 89 de este auo, podía muy bien ser del de i8afi. Pero }a dama seducida con la semejanza del color, y sin duda por no tener á mano ana definición académica de lo que quiere decir gros-grains, no dudó an instante en que íuese la-mismo que buscaba. Pidió nn cierto nú­ mero de varas, pregiiptí} el precio; los mancebos hicieron entre sí nna pe­ queña consulta para responder; nada regateó; abrió su bolsita y sacó.... una targeta muy elegante con yo no sé cuantas armadaras y geroglificos, que indicaba su título y señas de la habitación, diciendo al mancebo principal que podria enviar por el importe el ¡unes , verdad es que no designó cual. No pude menos de sonreirme de esta salida, y no bien se hubo marchado y mientras lo sentaban en el libro á continuación de otras cinco ó ^is parti­ das pendientes, di un poco de broma á los mancebos sobre el estreno qo« faabian tenido; pero habiéndome explicado todo el negocio de la tela me con­ vencieron de que no era tan fuerte el engaño como yo creí. Aun reíamos de ello cuando ana mamá y dos niñas, estas en un inte­ resante negligé y aquella en una espantosa toíletle, entraron en |a tienda, y empezaron tal demanda de rasos, gros de Naples, poplincs^ organdis, cres­ pones, bares, moirés, paliacals, cotepalis y demás, qne los ¡cuatro mance­ bos eran pocos para tomar y dejar escaleras, subir y bajar piezas, desdo­ blar paquetes, abrir cajas y enseñar muestras. Ellas entre sí armaron nna algarabía singular ; cual se inclinaba á una tela , cual á otra , ésta se ponia un pañuelo al espejo, y nos parecia muy hermosa, luego se le ponia la ma­ má y nos parecia muy fea; después disertaban sobre las calidades; si aquel «ra mas fino que este, si este mas elegante que estotro

«S! el tafetán de Florencia ^ abulta mas que el de ]EspaSa, "

fregnntaban de donde eran aquellas telas se les respondía que de Lían, y estaba yo viendo una punta no bien cortada que decia Barcelona; por fio. (333) a-partaron no sé cuantas cosas y empezaron á pedir precios. Allí fae el ha­ cer adtniraciones, el entablar comparaciones con otras tiendas, t} despre­ ciar los géneros , y en fin hacer las indiferentes ; después hablaron aparte y de repente tomaron an aire de broma diciendo á los mancebos qne eran unos picarillos, que no hacian gracia á las parroquianas y demás, con qne los pobres iban ablandando un tanto cuanto; pero una severa mirada del (ñas mal encarado les impuso en su deber, y respondieron unánimes : ^*No podemos," con lo cual se marcharon las damas, y ellos se quedaron ocupa­ dos en volver á doblar las piezas. No tardó en presentarse otra señora, que i juzgar por su aire, sus modales y vestido califiqué desde luego de una gran persona; entró con mucha solemnidad , y al ver la premura con que los mancebos corrieron á servirla , despejando el mostrador, no pudo menos de picarme la curiosidad de saber quien era; dirigime para el caso á uno de ellos, y no sin admira­ ción supe que era la esposa de un empleado muy subalterno á quien yo co­ nozco; pero creció de todo punto mi asombro cuando liabiendo escogido un velo de blonda, abrió su bolsillo, y tiró sobre la mesa seis onzas (que erau al poco mas ó menos el sueldo de tres meses de su espoSb) faccbo lo cnal car­ gó de otras varias lelas, que pagó tan generosamente y marchó dejándome en el mayor éxtasis; por fortuna una dama qne babia presenciado todo el paso me.sacó de él, diciendo, ('como lace la Fulana las onzas qué ganó an­ tes de anoche en casa de valíérala mas pagar al casero." Ya á la sazón ocupaba un ángulo del mostrador cierta graciosa y esbelta modista, que habia venido á buscar nn pedazo de percal como ¡a muestra, y el mancebillo listo la hacia rabiar enseBándola piezas enteramente opues­ tas , y amenizando este juego escénico con tal cual cfaanzonela medianamen­ te disparada, si bien mejor recibida; por último, concluyó con darla lo que pedia; itera mas con la galantería de no quererla cobrar el importe. Mo bien se habia acabado esta escena, empezó otra en la cnai tnve el honor de figurar, y fue la que produjo la entrada de cierta señora, conocida mia, la cual me tomó por asesor de su gasto; yo deseoso de darla la mejor idea del raio, nunca roe inclinaba á lo peor; por otro lado, ena preciso mirar por los intereses del amo de la tienda, asi qne en fuerza de mis observaciones, la hice reunir ana partidita mas que mediana. Llegó el caso de echar la cuenta, y por cuanto no hizo el diablo, que (altase dinero para nnos pa­ ñuelos y no se qne otras frioleras, con lo caal la dama apareció ruboriza­ da. ¡Qué habia yo de hacer! La ocasión no era para rechazada ; volvime á «lia y la dije: "Paquita, no pase V. cuidado por dio, que está en tierra de amigos, y hallándome yo aquí..... — Oh oo, ¡cómo tengo de permitir!....— Es que yo tengo en esta casa ciertas cnentas pendientes, y cabalmente hace falta para arreglarlas un pequeño pico como es*.'-' — En vano, ine replicó dulcemente, yo insistí con mas dalzura, y dulcificando mas y mas nuestros tiros, quedé por fin vencedor, y la'hermosa Dalcinea l]ev¿ los paSnelos. Verdad es que prometió pa^rmclos. La tieada entretanto se iba ilenaado ^e (eatei, y eran tan ripidos lo* novimieiitot qoe BO podia «nierarme de ninfano ; ««lo llamó mi «teocioa (334) ana pareja joven, tan exigaa y acaramelada qae no pode dudar que se ha­ llaba todavía en el primer mes de matrimonio. G)B efecto, era asi, y nn conocedor no podía menos de adivinarlo al ver las excesivas blondas, foUa- ges y perendeni;aes de la dama, los cuidados y complacencia del galán. Por de pronto hizo sentar á la esposa con cierta solicitud qne me dio á cono­ cer sus csperanías; empezaron á pedir, y lodo era poco para la exigencia de aquel alfeñique femenil, y nada demasiado para «1 provisto bolsillo del marido. Parecíame ver ya hechos los trages de aquellas brillantes telas, ago­ tada la imaginación de las modistas en dar con ellas f»rma humana á donde no la hay, y casi me daban tentaciones de repetir a) marido un gracioso dicho de Tirso: "Dad al diablo la mnger )ue gasta galas sin suma, tPorqu e ave de mucha pluma Tiene poco que comer."

Pero luego conocí qne unos cuantos meses de matrimonio se lo dirían me­ jor qne yo. En fin?, fastidiado y enojoso despedime de los muchachos y salí de aquel recint

AL R. P. ARTIGAS,

Catedrático de lengua árabe en el Colegio Imperial de esta Corte^ sobre el estudio de los idiomas orientales.

£1 hombre sin sabiduría e$ como cuerpo sin etpirilu, Ada(. árab.

Yo vi «1 oro y azul y el cedro y jaspe En fábrica triunfal alzarse al cielo, Mostrando entre esplendores la morada Que el árabe venciendo en nuestro suelo Levantó en lo* vergeles de Granada. Yo vi los altos ancharosos muros. Cual guirnaldas de almenas y castillos, Tres veces coronar la hermosa frente De los verdes collados del Alhambra. Yo vi cien torres con fulgor ardiente Descollar en el árabe recinto, TOMO VI. 44 (336) No de otra sa^rle que venciendo al dia En blonda sien de angélica matrona Sobre la loz de rica pedrería Reluce mas el pfropo y diamante En la mas alta flor de su corona. Ceñido en torno de anchurosa albirca Del alto alcázar contemplé al adarbe Por do á mi mente absorta parecia Ver aún rondar al africano alarbe, O por las anchas puertas de la cerca Dispararse el ginete del Algarbe, Trabando la sangrienla escaramuza Al alarido audaz del bravo Muza:. Yo vi yo vi mas nanea mi deseo De penetrar los ámbitos osearos De la historia y costumbres del oriente Pude cumplir en cuidadoso empleo, Que ageno yo al hablar del feliz Yemen Faltaba á mi anhelar la llave de oro Que abre las puertas al saber del moro.

Al fin salvé los árabes umbrales Y entrando por el pórtico al palacio, ¡Qué encantos no admiré tan celestiales! Desvanecida en prismas de topacio, O en el cristal del ópalo ó beriles La luz vagaba entre cambiante rojos Iluminando el ébano y marfiles. El labrado artesón de azul esmalte, Los calados y. ricos sobrepuestos Por do quier deslumhrábanme los ojos, ' Y en la flor primorosa del resalte, O en las cifras del rico paramento Que bordan las estancias y salones. Presumió mi ambicioso pensamiento Descifrar los arcanos y razones Que con estuco orlado en filigrana Cincela el musulmán sus inscripciones...- Mas sueño mi afición me fuera y vana, Que ageno yo al hablar del feliz Yemen Faltaba á mi anhelar la llave de oro Que abre las puertas del saber del moro.

Empapado en la nube vaporosa Del perfume de nardos y jazmines Al mas bello llegué de los jardines (337) Morada del p1a

Meditando en la gloria ya eclipsada Del Islam que venció tantas naciones, Arrollando los góticos pendones Para España en la lid mas desgraciada, Ueclinéme en la excelsa galería Primoroso algimez de la Sultana, Por dó se mira al cristalino Danro Regar por hondo cauce la ribera, . Y entre enramadas de jazmin y lauro Ir sonando del monte á la ladera: Aqui al primer reir de la maBana O bien al apagar su luz el dia En el letargo del dolor, ilusa Comparaba mi triste fantasía, (338) La muerte de la gloria mosnlmana Al eclipse que cubre el astro pálido Antes tan bello de la patria mia. ' ¿Cómo pudo (grité) la media lana Con arco que mostraba tan creciente, Descender á taa misera fortuna, Cuando del cielo el ámbito era escaso Para abrazar su disco tan lucieflte? ¿ Y sí nanea al azar y ciego acaso El celestial espirita del bombre Puede dar el terrible poderío De menguar ó ensalzar á las naciones, ¿Que causa provocando el doro caso Al árabe arrancóle el señorío De las regiones que ganó al ocaso ? ¿Que oculto germen de mortal veneno Marchitó, destruyó, redujo á nada En Espaua al poder del agareno?.... ¿Qué germen fué?... pues nunca la alta palma Que con pomposa roagestad se mece Junto al arroyo en deliciosa calma, Sin verdor no se viera y desflorida Si el reptil que en sus ramos aparece No atacara el origen de su vida- Mas nunca penetré tan hondo arcano, Que ageno yo al hablar del feliz Yemen Faltaba á mi anhelar la llave de oro Que abre las puertas del saber del moro.

Mas sino en los vergeles granadies Tal sed pude apagar, dulce Maestro, ¿Cómo callar, que en tu celeste asilo Cumplí mi afán bebiendo tns lecciones Que brota el labio en elocuente estilo? ¿Cómo callar que siéndome tii guia, Con el que ya logré mágico hilo. Venciendo ansioso la dificil vía Entrara por el Dédalo dó el moro Custodia la oriental sabiduría?.... Y cual ave menor á quien enseña Águila audaz á remontar el vuelo. Desde el risco tajado de la peña Presumiendo feliz en noble anhelo Subir á los alcázares del cielo, Y disparando

El Solitario.

TRIBUNALES EXTR AN G EROS.

(ALEMANIA).

Causa ds una famosa envenenadora.

La historia de la terrible Marquesa de Brinvilliers, que en otra época llenó á París de consternación, y cubrió de loto á un sinnúmero de fami­ lias ilustres, no presenta ejemplos de una atrocidad tan fria y tan calcula­ da , como la causa que vamos á trasladar, sacada de los periódicos alemanes. Un consejero de Pegnitz, llamado Glaser, admitió á su servicio, en calidad de ama de llaves á Ana Schonleben, viuda hacia ya algún tiempo, y teniendo como nnos cincuenta años de edad. El consejero estaba se­ parado de su muger: Ana hizo los mayores esfuerzos para reconciliar á • mbos esposos, y lo consiguió con gran contento de toda la ciudad. Esta reunión duró poco, pues á pocas semanas de la vuelta de Madama Glaser al domicilio conyugal, se vio acometida por una súbita y violenta enferme­ dad, que la condujo al sepulcro en menos de tres dias. Mr. Glaser , desean­ do alejarse de Pegnitz después de este suceso, colocó á Ana en casa de nn solterón amigo suyo, el consejero Grohmann , cuya débil salud exigia una asistencia muy cuidadosa. Ana dio inútilmente pruebas de su inteligencia y de su zelo en su nueva colocación; la enfermedad del consejero se hizo mas grave, y murió á poco en los brazos de su criada, que no se liabia aparta­ do de él un solo instante, y que se manifestó inconsolable por su pérdida. La buena opinión que esta muger se habia adquirido por su paciencia, an dulzura, y su habilidad como guarda enfermos, hicieron que la buscase el Presidente de un Conseja llamado Gebbard, cuya muger parió á po­ cos dias de la entrada de Ana en aquella casa. Sa zelo fué á mas en ella, (3^o) y todos celebraban ks atenciones continuas con qae asistía á la madre y al recién nacido: caando al séptimo día del parto, Madama Gcbbard se vio acometida por espasmos violentos, por viSmitos, por calor interno, y por convulsiones, dorante las cuales exclamaba que la babian envenenado. Mu­ rió inmediatamente, sufriendo los mas agudos dolores, á pesar de cuantos socorros se esmeraron en prodigarla. Mr. Gebbard pensó que no podia encontrar mejor aya para su niiio, que la que habia manifestado tanto interés en la enfermedad de su muger. Puso, pues, al huerfanito en sus riíanos, y la confió al mismo tiempo el gobierno de la casa. En vano intentaron algunos amigos disuadirle de esta resolución, presentándole la fatalidad que perseguía á aquella muger, cuya entrada en una casa era siempre un'presagio de muerte para alguno de los que vivían en ella. ' El Presidente no hizo caso ñe estas reflexiones, considerándolas bijas de la debilidad y de la superstición , y continuó dando á Ana las mayores pruebas de confianza ilimitada. Sus amigos no se desanimaron por eso, y al cabo de seis meses, ayudados por algunas circunstancias que no recomenda­ ban la conducta de la sirviente, lograron que Mr. Gebbard la despidiese, usando de las frases mas atentas para endulzar el golpe qne la daba. Al oirse despedir, Ana se mostró muy conmovida, y expresó que nada sentía tanto como separarse de una criatura que babia visto nacer: sin em­ bargo, no se dio por quejosa, y resolvió marcharse á Bayrenth al siguien­ te día. Empleó el poco tiempo que la quedaba en ponerlo lodo en orden den­ tro de la casa; distribuyó las provisiones para los días siguientes, hizo café para los demás criados, y antes de entrar eri la tartana que sn amo babia hecho preparar para su víage, dio al niño un bizcocho mojado en leche, para miti!;ar los gritos que daba el pobrecilo, viéndola partir. No se habia pasado una hora después de la partida de Ana, cuando, las criadas y el niño se vieron atacados por dolores violentos, que duraron casi todo el día, y que los pusieron en trance de morir. Las sospechas que se habían empezado á concebir tomaron mayor consistencia: se examinó todo con el mayor cuidado, y al cabo se encontraron treinta granos de arsénico en un barril de sal llenado por Ana en la mañana de aquel mismo día. No pudo quedar ninguna dnda sobre la serie de muertes extraordinarias que se babian sucedido en las casas habitadas por Ana Scbonleben. Y lo que admiró extremadamente fué, que hubieran podido estar cerrados los ojos acerca de unas pruebas tan evidentes de su culpabilidad. Un sinnúmero de circunstan­ cias que hasta entonces no se habían advertido, se presentaron de tropel á la memoria de los que habían sido testigos de ellas. Acordáronse, por ejemplo, que dos amigos de sn amo, que habían comido con él el último día de su san­ to, se habían visto acometidos por la noche con vómitos, convulsiones y es­ pasmos semejantes á los que habían atormentado á las criadas el dia en que Ana partió, y en medio de los qne la infeliz Madama Gebbard babia muer­ to algunos meses antes. En otra ocasión Ana habia dado un vaso de vino blanco á un criado que llevó un recado á su amo, y éste cuando volvió á la casa del suyo se puso tan oíalo, que creyeron qae se moria, habiendo leni- (340 do qtie estar en la cama dorante muchos dias. Bárbara Valdumon, cocinera de Mr. Gebbard, que solía tener quimeras frecuentes con ^na, había expe­ rimentado dos meses antes los mismos síntomas que sos compañeras, des­ pués da haber tomado una de café que le habia dado aquella rouger de­ testable. En fin, lo que pareció mas extraordinario fué que en otra ocasión su amo que habia convidado á comer á unos amigos, habiéndole enviado á la cueva para buscar •cerbeza, se vio acometido una hora después, lo mis- rao que siete de sus convidadas, con espasmos y vómitos muy fuertes. Aun­ que fuese dificil después del tiempo que liabia pasado de.sde que murieron las diferentes personas á quienes se suponía víctimas de la miserable Ana Schonleben , esperar que pudiesen recogerse pruebas ciertas en la.inspeccioa de los cadáveres, se procedió siu embargo á examinarlos, y se encontraron vestigios evidentes de la presencia del arsénico. Esta sustancia se halló to­ davía intacta en el estómago de Madama Gebbard. Mientras esto sucedía Ana vivía tranquila en Bayrenth, insensible en la apariencia á la tempestad que tronaba sobre su cabeza. Su hipocresía la con­ dujo hasta escribir á su amo para echarle en cara la ingratitud que habia usado con ella, despidiéndola después de seis meses, que (según decía) habia sido el ángel tutelar de su niño huerfanito. Aun hubo mas, y es qne pasan­ do por Nureinberg fué á pedir un asilo á la madre de su última víctima, la muger del Presidente Gebbard. Luego que llegó á Bayrenth escribió todavía varias veces á este último con el fin de que volviese á recibirla en su casa, y también hizo algunas tentativas aunque infructuosas para volver á la de Mr. Glaser, su primer amo. Ana fué presa, como era natural., y acabó por confesar todos sus deli­ tos. Resultó del proceso que ella habia envenenado á todas las. personas CÍT tadas: qne en su primera juventud se habia entregado á ana vida muy li­ cenciosa y libertina, y que se dedicó á la domesticidad cuando empezó á ser vieja. ¿Cuál era el motivo que á esta abominable miiger la impelía á co­ meter tan horrendos crímenes? ¿Robar? No, pues no resalta en su causa to)jo alguno, Pásmese el lector sensible: y.véase á donde puede llegar la de- jiravacion de una imaginación corrónfpida. Ana Schonleben declaró que no la dirigía otro impulso para entregarse á tan execrables procedimientos, sino el de satisfacer el deleite que la resultaba de ver los padecimientos de. sus víctimas. Los mismos jueces se horrorizaron al oír una explicación tan ex­ traordinaria é incomprensible ; y condenándola al líltimo suplicio hicieron desaparecer de la tierra á ano de los monstruos mas abominable que han podido existir en ella. CRÓNICA.

Se trata en Berlin de erigir un monumento á la memoria de Federico el Grande. Tendrá la forma de un obelisco, coronado'por li victoria, y una corona de laureles sobre la estatua ecuestre de Federico. (34a) — En ProTins (Francia) an militar llamado Mr. Ory w ha juiddado át un mcido inaadito: tal fae el de tirarse á un pozo de cal viva. El infeliz se pulverizó en un instante, y solo se han encontrado algunos restos de sus huesos, sus espuelas, y varios botones del unilorme. Se publican nctaalmente en Bruselas dos Monitores o/¡cíales.\Qaé lujo de narcotismo político! Un editor de música ha publicado en París un trozo de harmonfa imitativa, en la que se reproduce con toda perfección la voz del Asno. Di­ cen los inteligentes que es cosa de ponérsele á ano tiesas las orejas. En Bolonia acaba de suceder lo siguiente. Cuatro marinos y un ma­ rinero joven se hallaban en un barco, á corta distancia del puerto, coando un gran golpe de viento volcó el barco, y ellos cayeron en el agua. Otro barco se avanzó á fuerza de remo, y logró salvar á tres de los náufragos. Entonces se vio un rasgo sublime de amor paternal. El marioerillo había .^ido conducido mas lejos por una oleada, y se debatía con mucha angustia contra el furor del temporal; el padre de aquel joven, era uno de los tres marinos ya puestos en salvo; pero no escuchando sino la voz de la sangre, se precipitó de'nuevo al mar, y se dirigió nadando á donde estaba su hijo. Se acerca..... ya estaba á punto de salvarle; pero un monte de agua cae de repente sobre él y su triste hijo, y ambos se hundieron para siempre en las profundidades del mar. '" '* 'i¡> . Un memorialista público de un pais extrangero ha heredado última­ mente una fortuna de muchos millones que l« han caido del Nuevo-Mundo. Con este motivo ha tratado de que su gran riqueza contribuya al provecho de los ignorantes, de los enamorados, y de los pretendientes; por lo cual ha abierto ana tienda con una inscripción , en la que anuncia que en ella se escribirán gratis los billetes amorosos, las cuentas de todos géneros, y los memoriales. — He aqui un nuevo ejemplo de las horribles catástrofes que suelen producir las casas de juego que públicamente se toleran en Francia. Un joven casado, que poseia por todo bien, la cantidad de dos .mil francos, fue últimamente á una de dichas casas, y en ella perdió todo su dinero. Vuelve á su casa, encuentra ott pretexto para hacer salir á su mu- ger, toma su* alhajillas, las vende, vuelve al juego, y la fortuna le trata con igual crueldad que la vez primera. Llega la muger, y encuentra al ma­ rido consternado: éste tiene la franqueza de confesarla la verdad, y ella en­ tonces sale con su niño, de tierna edad, y corre á precipitarse en el canal de San Martin. Madre é hijo han sido sacados muertos del citado canal. — Hace poco que un ratero se divertía en hacer de las suyas en un teatro de Londres. Una de sus proezas fue la de entretenerse en registrar el bolsillo de an individuo que tenia á su derecha; ambos se hallaban colocados en la delantera de los palcos altos, como si dijésemos la tertulia de los nues­ tros. El inglés robado lo advirtió, y temiendo que la corrección aplicada fior el código criminal á esta clase de delitos no fuese bastante fuerte ¿Qué hace? Coje al ratero, y sin mas preámbulos, lo tira al patio. El bulto cae sobre an .pobre espectador y iodesaoca; y el ratero, sano y salvo, te <3P) ucapa. ile Atiai «n moio muy naevo y muy singular ie castigar á los la­ drones. — La sociedad , llamada de Templanza, del Cabo de Buena-Esperanza, ha dotado premios á los marinos de una fragata americana qne no faabia querido admitir su ración de aguardiente. Semejante sociedad debe conside­ rarse como atentatoria á los derechos de los taberneros. Se publica en León ni^ periódico titulado: El Telégrafo. Se pregnnta si este Telégrafo debe llegar por el correo á sus snscriptores. — El dolor se explica á veces de un modo muy elocuente. En el cemen­ terio del Padre Lachaise hay una inscripción sobre la losa de ana tamba, qae dice: ^'•Espero aguí á mi marido con toda impaciencia}' Parece que el esposo tiene mas paciencia que la mager: hace siete aSos qae la inscripcioB está puesta, y el buen hombre no se ha dado todavia la menor prisa para ir á buscar á sn cara mitad. — En París va á publicarse un nuevo periódico con el titulo de: Diarío de las Mugeres. Redactado por ellas -será el órgano de sus deseos, y el de­ positario de sus pensamientos. Las señoras que quieran imprimir articolos deben dirigirlos á madama Fanni Richomme, directora -del referido pe­ riódico. —Un alemán acaba de poblicar un corso de filosofía prüctica, en el cual enseña á sns conciudadanos un método muy económico para poderlo pasar sin comer. Este autor encontrará de «sta suerte ti modo de tapar la boca á macbos críticos. — Un poeta Bórdeles, llamado Mr. Hyver (Invierno) ha publicado una novela, que comienza en estos iérfainoa: =^*EspereTnos ¡a primavera, &c." Cuando la primavera vuelva, la estación del poeta habrá pasado. — Un diario de Cantón (China) anuncia de esta suerte la salida del barco de vapor el AVig'-Tci, que debia verificarte para Pekín = **Lleva á bordo una vaca , on cirujano, una orquesta , y un camarín elegantemente dispuesto , en donde los viageros podrán jugar á las cartas, fumar opio , y roncar." — Un ladroBznelo se ha introducido en París en casa del embajador de Dinamarca, y después de haberse apropiado las alhajas, el relox, y el bastón del diplomático, fué cogido en el momento crítico en que también se apropiaba los anteojos, sin duda con el objeto de ver mas claM» para ter­ minar sn operación. — Se ha establecido en el condado de Lancaster en Inglaterra una socie­ dad, cayo título es el de: ^^Sociedad de e/iííerras.'* El prospecto comien­ za asi: = «JE/j atención á que muchos individuos experimeatan grandes difi­ cultades para hacerse enterrar^ &c.'' — Un periódico francés dá la noticia de que un marido que acababa de asistir á la representación de la comedia titulada: El < muerto á la mnger. j Y vendrán luego á decirnos que Talía corrige rien- ^ las costumbres! — En un pequeño logar de Francia ua vie^ libertino y solterón habia TOMO VI. 45 (3U) ofrecido ana sama de iioo francos á una mucliacba may linda y doncella, con tal que se prestase á una cita amorosa. La doncella se negó con el mayor desden , y el principal motivo qne ha hecho valer en favor de su re­ sistencia ha sido el de que queria ganar el premio de la virtud, fundado por un gran personage del departamento á que pertenece, y que consiste en tres mil francos. Pague V. mas caro la virtud que el vicio, y entonces verá V. que todas son Lucrecias. — Un químico inglés ofrece que, por medio de un nuevo procedimiento qne ha inventado, dará oido L los sordos, palabra á los mudos, olfato á los que no tengan narices ; y por último que se encarga de restablecer los cinco sentidos, por un precio moderado. Este charlatán que compone á todo el mundo sus sentidos, no tiene sentido común. — Un periódico refiere que las criadas de los Estados-Unidos se visten muy ricamente, y gastan mucho en sus trages. En aquella tierra predilecta sin duda los criados son amos , y esto no deja de ser muy agradable para Jos que pagan con el objeto de ser servidos. — En un periódico de Genova se dá la noticia de que un elefante, que se está enseñando al público en una plaza de aquella capital, ha tomado tal cariño á un niño, que lo está siempre acariciando, y que lo quiere como si fuese hijo suyo. Bl periodista añade: «Este amor de un animal hacia un hombre es una de las cosas que mas honran á la humanidad.'' — Mil gra­ cias, amigo. — Una gran parte del teatro de Badén , en Suiza , se ha reducido últi­ mamente á cenizas. Acababa de representarse en él una pieza, cuya última escena era un incendio. He aquí un desenlace muy naturalmente trágico. E^tííjeíta Semanal

Parece digno de la curiosidad pública el siguiente acróstico, compues­ to, según se dice, en la época en que la fortuna de Napoleón y su familia, á quienes se refiere, faabia llegado al mas alto grado de esplendor: y dando por cierto qne asi fuese, ademas de la exacta combinación de las iniciales, que constituye sn mérito, tiene el de haber sido una profecía que hemos visto bien pronto cumplida.

^ apoleo. (^Napoleón, Emperador de los franceses"). H osephus. (^José, Rey intruso de España). ¡g ieronymus. {Gerónimo, Rey de fVesfalia)^ M oachinus. (Joaquín, Rey de Ñápales). f^ udoricus. (Luis, Rey de Holanda). Las cinco iniciales reanidas forman la palabra latina Nihil: en castellano Nada. (3|5) Ha muerto en la ciudad de Puerto-Príncipe doiía Ana de Agüero, á los cien años y cuatro meses de su edad. Esta señora gozó siempre de buena sa­ lud, y conservó sus facultades in(«lectuale$:,cosía, leía, y escribía, con la simple vista, y estaba dotada de una memoria extraordinaria. Fue toda su vida de estado soltera.

Tenemos á la vista la Gaceta de Bruselas de 37 de agosto último, y dice entre otras cosas lo siguiente: **En el último sábado se ha dado un gran concierto en el castillo de Laeken, con motivo de los dias de la Reina, y ha satisfecho completamente los deseos de SS- MM.: los artistas que mas se han distinguido en esta noche deliciosa fueron Mr. Hollet, la señorita Prevosf, Mr. "Wery, Madama Fenillet-Dumus, y la señorita Cari. Esta Cantatriz extrangera tiene una voz encantadora, y un excelente y delicioso método; tenemos la esperanza de que no dejará á Bruselas hasta haber dado un con­ cierto en el teatro público, donde los dilletantis podran gozar á su sabor de las delicias que les procurará un talento tan hermoso.'' Sabemos, que aunque su voluntad ha sido buena, no ha podido re.'solverse á un sacrificio tan aventurado: el Cólera está haciendo en este desgraciado pais los mayores estragos : casi toda la población ha emigrado: la poca que queda , no tiene gusto para frecuentar el teatro, que está desierto; y la señorita Cari, que ha tenido la pesadumbre de ver atacada por esta cruel enfermedad á una sirvienta alemana de su confianza , con quien vino á esta corte, se ha dado prisa á huir del peligro, y ha salido para Aix La-Chapelle. ÍHS)

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PÜBLICACIOIVES RECIENTES.

ADVERTENCIA. El jqicío de Us obras « bace por la Htdaceion , y no se admiten los artículos ya fottnadOs; «ilo s{ «I é)e

É& POBaSCZTO HABIíASOR. Ndm. 3. Librería de Escamilla. ^^¿No se lee en este país porque no se escribe ? ¿ No se escribe porque no se lee?» Esta es la nueva caeslion eB que entra este impertérrito bachiller, y de sus bachillerías, la presente nos parece la (nejor entendida. Sin doda hubie­ ra convenido á sa objeto comenzar la publicación de sus cuadernos por el que ahora se anuncia: se deja leer mejor, porque está mejor escrito. Por lo demás, sobre si se escribe ó no, se lee ó se deja de leer, ¿cuánto habría qoc aSadir á lo que habla el bachiller ? Materia es esta que merece un tra­ tada "Ab se lee porque no se escribe," es cosa que se dice muy pronto : la frase es demasiado vaga. "JVb se escrüie porque no se lee,» no ofrece tampoco ana proposición maj exacta: es tropezar en los extremos. Lo que es escri­ bir , se escribe : lo que es leer, se lee: ahora ¿ se escribe bien ? ¿ se lee lo bueno ? Se escribe bien, y se escribe mal: se lee lo bneno, y se lee lo malo: cada cosa tiene su público. ¿Cuál es el mas numeroso? Ese es otro cantar; al bachiller que lo entone: yo no trato de resolver semejante cuestión: peor es urgallo. Obras de gran mérito podemos citar que se 4]nrdan sepultadas en el polvo de las .librerías: mamarrachos que se venden bien. ¿Cuál es la causa? ¿Está el mal en los escritores ó en los leyentes? Los primeros no pueden ser muchos y buenos donde no baya gentes que compren libros (aun cuando no los lean): y los segundos no han de abundar, en donde fal­ ten los primeros. Convénzase el Sr. bachiller; estos son juguetes de palabras. iH7) retrnécanni, eqoívoquitlos, cosas de poco laslre. ^^Qnt. no se escribe,*^ dice el bachiller. ¿Cuándo se ha escrito mas?,¿CaáBdo ha habido mas cartelo- nes por tedas las esquinas? Todo el mando es autor: y si se trata de auto­ ría dramática, dejémoslo estar; porqae (sa es ya tan universal, qne alcanza á cuantos tienen dedos p»ra mover la plama. Tradncir, refundir, coser escenas, es cosa en que entienden el Grande y el chico, el sabio y el necio, el cómico y el mozo de villar, el memorialista y el apuntador, el sastre y el zapatero. Todas las dificnitades están vencidas en este punto; el picarillo del bachiller lo sabe muy bien. Por eso no quiere enriquecer la escena, (nos ha gustado k frase), y que le paguen una pieza con cincuenta miserables daros. Eso se dá á cualquier petate: mas vale por lo mismo mandarlo al hospital. En un bachiller suculento, en un bachiller amigo de las buenas fondas, en on bachiller que aprecia en lo qne vale el mercantilismo del siglo, en un bachiller , en fin, cuyas bachillerías son cada vez mas pasmo­ sas y notables, este rasgo de desprendimiento es uno de aquellas fenóme­ nos que enternecen. Malo será uo obstante establecer la costumbre de que el dinero de las piezas dramáticas vaya al hospital: los que las escriben, con semejante magnanimidad, corren gran riesgo de tener la misma suer­ te qae sus fondos; y al fin y al c^bo, cincuenta duros, y mas si son para nn pobrecito, y hablador, nOuAon únalos de tomar. €en ellos se come muy bien cincuenta dias , annqi{if >9ei ^'fonda , y cuenta que ha dé ser de las buenas. Ese es el mi/n'mum dfc^^éenieys: y si esté acreditado fondista no dis­ pensa hoy en día tanta profusión como otra» veces por los veinte reales, sin embargo con lo que dá por ellos bien puede un poeta pobre, después de haber faabbdo mucho, proporcionar algún refrigerio á sn expedito paladar. El dianire es este bachiller para producir distracciones. Estábamos eu el capftnlo de si se lee, ó no, de si se escribe ó deja de escribir, y sin saber cómo, nos íbamos metiendo en un asunto, que. Volvamos al tema, y acabemos. Se escribe, supuesto que todos los dias se publican libros: se lee, su­ puesto que de no leerse nadie los comprarla: se pnblican, supuesto que los carteles y los periódicos están llenes de anuncios: se anuncian porqae se im­ primen : se imprimen porque se escribe: y pues se escribe y se lee , patilla y «rozado, y vuelta á empezar. Lo que se escribe es bueno: ahí están los cuadernos del bachiller qne lo prueban: lo qne se lee no es malo: ahí están ios lectores del bachiller qne pneden decirlo. De consiguiente, amigo ba­ chiller, y. no dice verdad cuando dice que ni se lee ni se escribe. Se lee y se escribe, se escribe y se lee: escribientes y leyentes, y leyentes y escri­ bientes , todos, cada cual según su génrjro , tienen su respectivo mérito , y no será justo que el dicho de nn bachiller dé al traste con el de tantos y tantos aotorcetes como hormiguean y pnlulau dentro de la Corte, y fuera de «lia. (348)

Los precios de los principales frutos en las provincias que á conti­ nuación se expresan, desde el 2Í al 31 del pasado mes de agosto han sido los siguientes. FRUTOS.

FANEGA ARROBA LIBRA CASTELLANA. CASTELLANA. CASTELLANA.

Álava 35 ao a6 39 75 38 55 i5 37 • I 17 5 Aragón 3a ai la 35 8a a5 45 7 a3 I a 3 4 Asturias 3o i8 ai 33 3i 66 35 49 63 aS a6 a Avila 3B ai .4 53 47 53 46 3i I 3 4á Burgos...... 34 iS i3 5i :í I 74 3a 7 ?7 33 2 1 18 4 Cartagena 4° la 16 3í6? 90 36 3o > I '9 34 '4 '4 3 32 5 Cátala 3a 4^ ^° ao a8 24 47 3Í I "7 a 4!" 49 7 «7 3 17 5 Córdoba 3i a3 • 3 30 73 a4 34 a I > a 59 18 54 I 16 3 Cuenca íi a6 17 a3 53 87 34 4a 6 18 I 8 3 Galicia 38 a3 a5 39 76 28 18 53 « I a a 5 >4 6 Granada. 3; 3? i5 a8 49 65 23 \iM 13 4o I a I 7 3 Guadalajara. ... 35 ai IS I 4 'í c 48 7> a6 44 43 ' aa «4 a Giiipúicoa 39 ao 36 3i 93 63 18 56 « a 34 4 Ibiza 4i 18 3o 60 80 39 38 II ^0 a a 4 6 Jaén ag ao II ao 45 49 ai 3i 9 4o > 6 I 7 a 9 3 León. . aé 17 II 37 5i 39 5o 9 4a a8 aS 1 3a 3 Madrid 45 ai • 6 36 7' 33 II 35 I a I a a 34 7 Málaga 4> i5 65 a3 '¿ 16 58 I 37 I 19 4 I S Mancha . 3? a4 ;r' 53 66 33 35 6 44 ' 6 I 10 3 Murcia 37 aS i4 33 65 30 13 4o a6 I 7 3 5 Navarra 3i ao i5 aa 58 ^3 a II a a •7 4 '7 5 Patencia 33 19 • 3 i 66 33 49 7 a6 3a I a I 3o 4 Salamanca 36 ao 16 4a 46 38 5i II 4o a8 33 - «7 3 Santander 48 16 ao a8 39 i5 3a I 8 a 17 5 Segovia 35 17 «4 39 43 37 47 9 44 3a I 13 Sevilla 36 21 13 aa 64 7a 3o 37 30 45 a 5 a i3 í Sierra - Morena. • 3o 19 I 34 la 5a 48 a3 3i i5 45 a 3 17 3 Soria 3a 28 i3 3a 46 :'a aS So 8 4o 1 1 I '° « 4 Toledo. 45 aa i5 70 33 44 13 34 I I •73 5 Valencia Li aL 16 26 75 4o 8 la 1 10 4 k >9 '7 „ Valladolid 3i i5 II i' 5o 36 5i 7 ir 33 I 6 0 i3 3 Vizcaya 35 19 3o 3o 80 3o 64 16 a 5 Zamora 3o 18 la 5i 9 I 21 4> iii a 3 (349)

Ofrecen los precios referidos los resultados siguientes. TÉRMINOS DE PROPORCIÓN.

FRUTOS. MÁXIMUM. MEDIO. MÍNIMUM.

•f Granada. Trigo Sintander. ^ Mancha. Lean a6 i Murcia. , Centeno. . . . Granada. h Cuenca. . 36 Valladolid... i5 < Jaén Cebada. . . . Galicia. . . aS Cuenca. . •7 < León i Valladolid. Mai» Asturias. . 33 Cuenca. . a3 Cartagena.. . " iG 64 Judias. .... Sevilla. . . . Segovia. . 39 Galicia. ... |M í" Asturias. , Garbanios.. . Guipüzeoa. 9a < Mancha . Zamora. ... ^i i. Patencia. Arroz Asturias. ., 35 Cartagena. . . } Segovia. . a? ¡ Valencia. . .. { '9 Aceite Vizcaya. . . ( Cataluita. 5 Jaén > i Segovia , U 7 S Sierra-More- > 31 Vino coman. Asturias. . < Granada. . . > ' na > a4 < Murcia. . . . ^ Navarra.... a i Toledo. . . . > Aguardiente. Asturias. . 63 Álava. , . Vizcaya. I 3, Navarra.... 11

Carnes.

Vaca Sevilla.. a 5 Cartagena. .. > '4 Asturias. . . ^5 f. S CataluS, a 17 Málaga. , . . > '9 Asturias.... ¡jg Carnero. . . . J ^^^^^ < Aragón. . . . > Tocino. .... Sevilla. 4 l3< Granada. ; .. \ 3 J Álava ) < Toledo i I Navarra.. . . J > 17 Álava. . . , Avila. . . , Cartagena. , Córdoba. .. .1 GataluSa, . Jaén I JORNAL I Madrid. Cuenca. . , León I DEL CADPO. Í / -v Málaga. . . Salamanca. . I I Murcia . . I Navarra.. , Sevilla > 3 I Santander. Sierra-More- I I Toledo ValÚd'oíid.'..' I VVizcaya. . . ÍZamora. • • .J (3So)

OBSERVACIONES.

i.^ Continúa la sequedad en las provincias de AragOD y Cataluña. a ^ A las 10 de la noche del 16 de agosto se experimentó en Cartagena una tempestad horrible , que en ni«dío de un viento impetuoso y de ma­ chos relámpagos y truéaos descargó gran cantidad de agua, sin producir otras desgracias que el encbarcamiento de algunas vinas, las cuales por esta causa perderán su fruto: el mismo metéoro destrozó en la parte del Norte de la huerta de Murcia las cosechas pendientes de uba., aceituna, panizo, frutas y hortalizas, cuyos males hia sentido también Oribuela, donde el huracán iba acompañado de un fuerte pedrisco. 3.^ El incendio ocurrido en Segura de la Sierra , de que se habló en la semana anterior, en vez de cortarse, ha tenido una propagación considera­ ble destruyendo otra dehesa de Propios y los demás montes , basta el punto de quedar arruinado el j-amo de ganaderfa, único que sostenía i los habi­ tantes de dicha villa. ECONOMÍA POLÍTICA.

para hacer el comercio con América en pabellón extranjero.

CARTA TERCERA.

Madrid i 7 de Setiembre de i83a.

Mi apreciable amigo: dije á V. en mi carta anterior, que las des­ gracias de los tiempos habían vencido algunos obsláculos, al parecer invencibles, que podia oponer ala admisión legal del comercio ex- trangero, en nuestras posesiones de Ultramar, la consideración que justamente se debe al comercio de la Metrópoli, y que esta seria la materia de la presente carta. He demostrado á V., que nunca habíamos aspirado al comercio de monopolio con nuestras colonias, aunque lo hubiésemos pretendi­ do del modo que nos convenia, como dueños de ellas. La práctica y la costumbre, que es una ley muy poderosa, cuando se apoya en la razón y en el interés, podía ofrecer una gran resistencia á la aidmi- sion del comercio extrangero: los intereses de las colonias y del co­ mercio peninsular, como fundados en distintas bases, estaban, sino en una lucha abierta, por lo menos, en un estado difícil de herma­ nar: sus objetos eran esencialmente distintos: el comercio de la Me­ trópoli debía desear la exclusión del extrangero de aquellos dominios, asi para conservar las ventajas de su comercio exterior, como los be- neflcios del de transporte. Connaturalizado en aquellos países el co­ mercio extraño, debía temer tarde ó temprano, su absoluta domina­ ción, y la decadencia y ruina del comercio nacional: la perfección de su industria, ó su supremacía, con respecto á la nuestra; la «co^- nomía de su navegación; la facilidad de surtir aquellos mercados, de todos los productos de la tierra; todas éstas, y otras muchas eran ToMoVL 46 (35a) consideraciones de gran peso en la balanza del cálculo mercantil. Cambiadas las costumbres de los colonos habituados , por espacio de dos siglos y medio, á consumir los productos de su Metrópoli, fuera de los extrangeros, que les llevaba ella misma, era una revolución muy lamentable para ésta, la variación repentina de necesidades, deseos , gustos , y hasta de sus caprichos: el extrangero podia satis­ facerlos , y era segara su preferencia, pudiendo hacerlo, con mayor economía. Indicados estin, amigo mió, los deseos de las colonias: este nue­ vo sistema , esta especie de libertad desconocida, asegurando sus consumos, las ponian en relación con toda la tierra, dilataban su comercio y su producción , y disfrutaban del incalculable beneficio de recibir las cosas directamente de los países productores, sin ne­ cesidad de un agente intermedio, que levanta siempre sus precios. "Y, ¡quién sabe, dice un escritor extrangero, si no se hubieran evi­ tado los males que ha abortado el genio de la rebelión, si el Go­ bierno español hubiese hecho justicia, con oportunidad , á estas im­ periosas necesidades!'' Yo desearía, amigo mió, que cuando se defiende una cansa jus­ ta , evitásemos las exageraciones : la sola razón la defiende. Cuando el interés ó la pasión la recarga, no consigue mas que desnaturali­ zarla: se tiíie y empaíía con su color, y suelen hacer una causa ma­ la , de una que podia ser buena. El comercio peninsular discurría bien, y las colonias no discurrian mal, limitándose al cálculo de sus propios intereses, y aislándose de toda consideración de equidad y buena correspondencia. Pero atribuir al sistema colonial adoptado por la Metrópoli, las calamidades que ha llevado á toda la Europa la hidra de la revolución > y el genio díscolo de la novedad, es un error deplorable , que no puede, ni aun perdonarse á los escritores extrangeros, que generalmente no han comprendido bien esta parte de nuestra historia, ó se han complacido en desfigurarla, como sue­ len desfigurar todas nuestras cosas. Todavia podia tener enemigos de otra especie la admisión legal del comercio extrangero; y son todos aquellos españoles emincnte- jotente patriotas, que conservando la memoria de nuestro antigua poder marítimo, y deseando ardientemente las glorias y la opulen­ cia de su patria, no tienen cuenta con las desgracias de los tiempos para poner un límite razonable á sus nobles deseos: quisieran el todo, cuando no es posible conservar sino una parte: no miden sus foerzas con su ambición, y aventuran á un incierto lote lo que pu^ (353) dieran conservar; semejantes en esto al gran capitán de nuestro si­ glo , que vencido y deshecho, y sin fuerzas para asegurarse nn asilo, exclamó en su furor ^^O todo io que he sido, ó la tumba" para en­ contrarla en una isla desierta. La admisión legal del comercio extrangero nos dicen, no es ana medida prudente aconsejada por la necesidad, sino una vergonzosa y mal encubierta manifestación de nuestra debilidad y cobardía : no una modificación de nuestro sistema colonial, sino una infracción del que por tanto tiempo nos bizo felices y poderosos *^¿Hemos su­ frido, acaso, decia un hombre muy conocido por sus virtudes y ta­ lentos , en el año de 1817, una derrota de la cual sea ya imposi­ ble el repararnos? ¿ Estamos bajo el yugo de un vencedor, esperan­ do de su boca el decreto de nuestra suerte ? Y, si no es asi, y con­ servamos un resto de dignidad y de pudor; ¿ no podrá nuestra ge­ nerosa condescendencia ser una arma muy poderosa para la emanci­ pación de las colonias?" ; Excelentes deseos: loable patriotismo! Seria ciertamente un crimen de Icsa-nacion, transigir, cuando no hay necesidad de tran­ sacción: obrar como vencidos, cuando podemos obrar como vencedo­ res ; pero ¿ estamos en este caso ? ¿ podemos excluir á los cxtrange- ros? y las medidas de rigor ¿serán los medios de evitar la emanci­ pación ? ¡ Ah ! Con cuánta razón decia á S. M. un cuerpo muy res­ petable , haciéndose cargo de estas exclamaciones hijas del amor á la patria. *'¿Se ha perdido alguna colonia por exceso de una libertad económica é industrial, ó por el sistema restrictivo? ¿ por qué exis­ ten , como nación independiente, los Estados-Unidos de América, sino porque la Inglaterra fue poco sobria en su sistema prohibitivo, y restrictivo, y se empeñó en sostenerlo, cuando era ya incompati­ ble con el estado que tenian en el año de 1780?" Conservamos la isla de Cuba : su riqueza ha decuplado; y, ¿ á qué se debe ? £1 mis­ mo señor intendente á quien los editores del Redactor de Nueva- Yorck, atribuyen la gloria de haber combatido, con heroísmo, los permisos , que con equivocación , ó con malicia , llaman privilegios, para hacer el comercio de América en buques neutrales, responde á esta pregunta, diciendo, "que se debe al comercio extrangero;" j de aquí su deseo de no excluir de aquellos mercados, las harinas, jabones, y vinos extrangeros. Nuestro Gobierno poco celoso de conservar un poder que no po­ día dejar de ser funesto á sus colonias, é inútil á la Metrópoli, pen­ só ya eo el año de 1817 en templar su antiguo sistema, atempe- (35{) rándose i las circanstancías. Escuchó los votos del comercio; consul­ tó á las corporaciones mas respetables por su saber y experiencia en estas, materias , y por su acreditado celo: meditó largo tiempo el asunto; lo discutió en juntas, y se le presentaron tres tínicos medios para la admisión legal del comercio extrangero, sin tener que acudir á transaciones diplomáticas, las mas veces peligrosas. 1. '^Conceder permisos particulares, por medio de nuestros embajadores y cónsules: adeudar allí, y hacer las expediciones di­ rectamente á los puertos de América.'^ - Aunque con la ventaja de facilitarlas expediciones, sin gastos intítiles, y trabas ingratas, este medio envolvia un cierto monopolio, y adolecia del inconveniente de tener que confiar su ejecución á dis­ tintas manos. 2 o 'Tijar el comercio extrangero en nuestras islas, reserván­ dose la exclusiva de llevar nuestros frutos al seno Mejicano y Costa- Firme.''' Esta idea, dijo una junta de conocida reputación , seducirá fá­ cilmente á todo el que no considere, que la idea de conservar la ex­ clusiva en el seno Mejicano y Costa-Firme, es un sueño, no pose­ yendo nosotros mas que á Cuba, Puerto-Rico y la mitad de Santo Domingo, y teniendo el extrangero la Jamayca en medio del seno, y todo el inmenso cordón de las demás Antillas y Lucayas basta las mas próximas, que tocan á nuestras costas. ¿Dónde fijaríamos el co­ mercio extrangero ? ¿ Acaso no lo tiene ya establecido éste en sus islas .í" Considerando la situación mercantil de las nuestras, las costas del nuevo continente , el contrabando que se hace por ellas, antici­ paba la idea general, que después se ha analizado, con mas cordura, de establecer dos ó tres puertos de depósito en la Costa-Firme para llamar el comercio á nuestras posesiones, y neutralizar las ventajas que ofrecen al contrabando las islas de Barlovento y Sotavento. De este modo se le baria á éste una guerra justa, oponiéndole un fuer­ te dique: se daria una nueva vida á nuestro tráfico en el mar del Sur: las utilidades del comercio extrangero facilitarían fondos á la Real Hacienda , por medio de sus derechos, y se consultarían todos los intereses. 3.° "Invitando indistintamente á todos al comercio de Ultra­ mar , aunque con la condición de registrar y adeudar en los puertos de la península." Este medio ruinoso mirado bajo todos aspectos, se consideró en- (355) tonces , como el menos aventurado de todos ; y se tocaron por enci­ ma , sin duda, para debilitarlos, los graves inconvenientes que tiene: examinada la navegación , se dijo, que hacen los buques extrange- ros, no es inconveniente el que á su viage de ida, registren y adeu­ den en un punto, que no les haga perder vela, como lo seria Má­ laga para los de las naciones del Mediterráneo; y la Coruña para las de Septentrión: hacen su navegación por el canal de la Mancha , y vienen á dar vista al cabo de Tinislerre; pues aunque pudieran ha­ cerla por el norte de Escocia, prefieren aquella por no tener que arribar á las Terceras; y si á su vuelta adeudasen en los puertos de salida, desaparecerla el grande inconveniente de alejarlos del ca­ nal de la Mancha , cuyo derrotero les obliga á tomar viento. Habria que hacer una excepción con los anglo-ainericanos y brasileños, que por la situación topográfica de estos países, no pueden venir á adeu­ dar á los puertos de la península, obligándoles á hacerlo en los pun­ tos de su destino. Parece increíble , que habiéndose meditado tanto esta materia, no hubiese ocurrido la idea sencillísima de recargar en los puertos de América los efectos extrangeros conducidos direc­ tamente desde sus puertos en su pabellón, y nacionalizar éste en los nuestros , cuando condujese efectos peninsulares, puesto que el Go­ bierno conocía ya la conveniencia del comercio extraño,'y estaba de­ cidido á autorizarlo. Podía hacerse directamente , sin necesidad de venir á nuestros puertos á pedir licencia, causándoles detenciones, estadías, y otros muchos males , con que no se contaba , y que son muy comunes: la pérdida de vientos favorables; los peligros de en­ trada en un puerto, con ciertos vientos, y en ciertas estaciones, y los que pueden resultar de una detención de tres « cuatro días: se quería sancionar el comercio extrangero, por la imposibilidad de contener el clandestino, y se creaban nuevos medios de fomentarlo; y, ¿para qué estos medios? Recargado el comercio directo extrange­ ro, y no trazándole un forzoso rumbo, el contrabando cesarla por sí mismo; las colonias se aprovecharían de sus beneficios; los frutos peninsulares conducidos en bandera propia , y aliviados á su entra­ da en las colonias, tanto, cuanto fuese necesario, para competir ventajosamente con los productos extrangeros de la misma especie, fomentaría nuestro comercio y nuestra navegación, al mismo tiempo que el recargo al pabellón extrangero, conductor de nuestros frutos y efectos, seria un estímalo poderoso para favorecer nuestra marina mercante. Me he detenido, amigo mío, acaso mas de lo que hubiera de- (356) bido en estas observaciones, porque mi objeto ha sido demostrarle la necesidad que ya teníamos en el año de 1817, que es la -época de que he partido, de autorizar legalmente el comercio extrangero en América; y que esta necesidad era reconocida por todos, y por nuestro mismo Gobierno, aunque vacilase en la adopción de los medios. He tenido la fortuna de poder leer lo mucho bueno y malo, que desde aquella época se ha escrito sobre el comercio de América hasta nuestros días, y de seguir la marcha pausada y prudente de nuestro Gobierno. Pensé al tomar la pluma vaciar todas las ideas, que habia adquirido, é ilustrarlas con oportunas reflexioues, tenien­ do á mano todos los elementos para ello; pero me llevó tan lejos, que tuve que abandonar este penoso, cuanto necesario trabajo, si mi objeto hubiese sido otro, que el de vengar al Gobierno de los nl- trages de los editores del Redactor de Nueva York. Sin em­ bargo , no puedo menos de observar á Y., por la relación que tiene con la materia en que nos ocupamos, que el Gobierno estaba ya casi decidido á principios de 1818 á reconocer legalmente el co­ mercio extrangero, bajo estas generales bases. "Los buques de las naciones del Mediterráneo registrarán y adeudarán en Málaga: los del mar del Norte y Báltico en la Co- ruña: los portugueses en Vigo, Cádiz ó puertos de su destino; y los Anglo-Americanos y Brasileíi'os en estos tílliraos." "La tarifa de los derechos deberá ser sobria para que el extran­ gero venga, y no prefiera su comercio clandestino." '*Este favor no nos dispensa de favorecer nuestro comercio y bandera, por unos derechos muy moderados." "Se limitarán el comercio y navegación extrangera á determina­ dos puertos mayores, dejando el cabotage exclusivamente á nuestra bandera." "Los derechos de exportación no serán tan altos, ni tan ingra­ tas las restriciones, que puedan alejar el comercio extrangero," De este modo pariicipariamos de las utilidades del comercio ex­ trangero, mientras que mejorábamos nuestra situación, identificába­ mos los intereses de las colonias, restableciámos la marina, y fomen^ tábamos la industria y el comercio. Todavía no se decidió absolutamente el Gobierno, esperando pO' der satisfacer todas las necesidades, por medios que no pudiesen po­ ner, tarde ó temprano, en manos del extrangero, todo el comercio de América. Conocía el estado de su nación; la extensión de sus re­ laciones mercantiles; la decadencia de su Marina Real y mercante; (35;) í las pretensiones ambiciosas de los extrangeros, que aparentando ana amistad sincera, y afectando un profundo respeto á la legitimidad, soplaban, por naedio de sus agentes, el fuego de una guerra sacrile­ ga entre las colonias y su madre-patria; las locas y descabelladas es­ peranzas de pueblos incautos, y seducidos con la perspectiva de un dichoso porvenir: comenzaba á ver los mares cubiertos de piratas de todos colores, oponiendo una fuerte barrera á nuestro comercio y navegación: limitóse á satisfacer esta urgente necesidad: aqui ya co­ mienza una segunda época. Hubiera podido, amigo mió, comenzar por ella, y limitarme á ella sola; prescindir absolutamente de la necesidad de autorizar le- galmente el comercio extrangero directo desde sus puertos á los de América; y demostrar que los tiempos, las circunstancias y la con­ servación de una parte de nuestro comercio con las provincias fieles de Ultramar, para facilitar salidas á nuestros sobrantes, aconsejaban la dolorosa medida de nacionalizar el pabellón neutral, como abso­ lutamente indispensable; pero el plan que concebí al leer su apre— ciable carta, y que me propuse desenvolver ligeramente en éstas, no me permitía aislar esta cuestión provocada por los editores del Re­ dactor de la del comercio directo extrangero. Una idea es mas ó menos estéril ó fecunda; está mas 6 menos enlazada con otras, según es la cabeza que la concibe: asi vemos, que la que es tan perdida^ como un hongo en un vasto desierto para quien la ha concebido primero, es fecundísima para el que se la arrebata y la analiza, y hace de ella las aplicaciones. Tal es , por ejemplo^ la de la división deltrabajo que Smith tomó de los econo­ mistas italianos, y la hizo como el fundamento de todo su excelente tratado de las riquezas de las naciones; y la de las chispas eléctricas de Othon-Guerike, que sirvió á Franklin para arrebatar á los cie­ los el rayo, y establecer la hermosa teoría de la electricidad , que tantos beneficios ha hecho á la especie humana. £1 mejor ideólogo de nuestro siglo atribuye estas revoluciones del entendimiento humano á la simple ligazón de dos ideas« ó de dos hechos ^ que suelen ser los dos primeros anillos de una cadena casi sin término, que se va formando por sí misma, y sin ningún esfuerzo; asi como la mayor parte de nuestras aberraciones y errores no nacen de otra causa^ que de no ver bien el lazo que las uiie. Si yo no se lo dijera á Y.^ que tanta confianza le inspiro, du­ daría mucho en creer, que aquellos mismos hombres que combatie­ ron los permisos para hacer el comercio nacional en buques extrau- (358) geros neutrales, y los miraron como los precursores, por lo menos, de nuestra decadencia y ruina, son los mismos que sostienen con em­ peño el comercio extrangero directo, y en sus propios pabellones. Si el labrador, y el traginero , y el molinero , y el comerciante-es­ peculador nacionales se lamentan de la admisión de las harinas ex- trangeras en las posesiones pacíficas, les dicen los editores del Re­ dactor. "Tened paciencia: la opulencia, y tal vez, la conservación de estas islas la debéis al comercio extrangero. Dice Garric (nota 5.^). "La introducción de harinas extrangeras en pabellón extrangero ha disminuido á la par , que ha aumentado la importación de las nacio­ nales, y la de las extrangeras conducidas en pabellón nacional. Va^ riacion tan notable en uno de los artículos, que en otros tiempos constituía la parte mas importante de las rentas marítimas de la Isla, ha contribuido á que éstas no hayan tenido los aumentos que debía prometerse del orden establecido en el sistema de adminis­ tración." Si se les dice, que nuestras fábricas de jabones pueden surtir á las islas; que por esto se prohibió justamente la introducción de los extrangeros, dirán los editores, que esto es una heregía económica; y si les añadís, que por consideración á las islas recargan á aquellos con un 5o por loo, os volverán á decir: "no queremos los nacio­ nales , y sí los extrangeros, porque éstos son los que cooperan y contribuyen á nuestra prosperidad;'' y discurriendo asi de artículo en artículo, os establecerían el principio de que debe desterrarse el comercio peninsular^ y estos son aquellos mismos hombres tan celo­ sos de nuestro bien , que alzan el grito contra el Gobierno , porque Jiaclonalizó la bandera neutral: tan celosos por la bandera; y tan enemigos del comercio: nos predican lí^ necesidad de tener carrua— ges, y nos quitan las maderas, y nos privan de los transportes. Esta fué la primera idea que me ocurrió , y la que he querido desenvol­ ver para poder decirles: "Encubrid mejor vuestros intereses, ó ra­ ciocinad mejor: no os olvidéis, que el error es inevitable, cuando no se sigue la filiación de las ideas: ¿queréis el comercio extrangero pa­ ra dar salida á vuestros frutos? pues nosotros queremos la bandera neutral para dar salida á los nuestros: ¿queréis promover el comer­ cio entre las colonias y el extrangero? pues nosotros queremos pro-^ mover el nuestro. Y, ¿no será justo, que la Metrópoli conserve si'r* quiera estos derechos? ¿quién os oirá,con indiferencia decir, que si no os conviene el comercio de las harinas, jabones y otros productos nuestros, busquemos mercados fuera de las posesiones pacíficas ? • < (359) .' * Para hacerles este argumento ad hominem , veiigar & nuestro Gobierno, justificarle también ante los ojos de otras gentes muy de­ licadas, y por consiguiente enemigas de la autorización legal del co­ mercio extrangero decretada en el año de i8a4.» abracé en mi plan las tres cuestiones anticipadas en mi primera carta , y que me pa­ rece haber desenvuelto. Cuáles eran nuestras legítimas necesidades; y qué exigian éstas de parte de su Gobierno: si éste debía haber ol­ vidado momentáneamente los principios de nuestro sistema colonial, y hacer á ellos unas excepciones favorables á la agricultura y comer­ cio de las colonias y de la Metrópoli; y cuál ha sido en todos tiem­ pos nuestro sistema económico y político sobre ellas. Pasaré en la siguiente carta á hablar de la segunda época. Entretanto, se repite suyo afectísimo

Manuel María Gutiérrez.

EDUCACIÓN.

Señor Editor: aunque son muchos los escritores que han publi­ cado tratados de educación , sirviéndose unos de solas sentencias y máximas morales, y otros del artificio de las fábulas y novelas ¡cnán pocos pueden preciarse de haber llenado dignamente su objeto! Muchos de entre ellos preciados de moralistas, proponiéndose formar las primeras ideas de los niños, se han dejado llevar del sis­ tema (harto común por desgracia) de presentar el vicio con toda su deformidad, persuadidos de que por este, medio le harán aborrecible á los que no le conocen. Para esto no perdonan medio alguno: se €s-^ meran en describir las circunstancias mas feas y repugnantes: en pintar con la mayor exactitud y viveza los caracteres de sus prota­ gonistas, y también (interpretando á su modo el segnius irritant animosytemerosos de que no hagan toda la impresión que desean sus descripciones, suelen representar en estampas las mas-bárbaras y fe­ roces escenas. ¡Que horror , señor Editor! ¡que poco han conocido los que asi han obrado el tierno corazón de los niños! Los autores que se deleitan en hacer pinturas odiosasy descono­ cidas, en describir horribles sutilezas y maldades nuevas en sus anéc­ dotas, mas parece han tratado de escribirlas con el objeto de com- ToMO VI. 4; (3Bo) placerle en pintar lá corrupción moral y trastarnar las ideas de los jóvenes, que con el de inspirarles horror al vicio. Es cierto que las mas veces castigan á los malos ; pero si hubiesen leído en el interior de'«n niño, verían palpablemente que por mucho que le conmueva el castigo que vé recibe un criminal, jnas le embelesan y cntretie-. ii«n las astucias, raterías y aparatos misteriosos de que se vaíe para, lograr sus depravados intentos. I^os ministros del Dios de humildad se complacen mas en repetirnos las virtudes que adornaron su divina vida para que los imitemos, que en describirnos y explicarnos los vicios de sus enemigos para que los huyamos. Citaré un hecho que está al alcance de todos para mayor prueba. Muchos padres indis­ cretos tienen la costumbre de llevar á sus hijos á la ejecución de los infelices ajusticiados, y algunos añaden el caritativo aviso de un buen bofetón para tfue escarmienten. ¿Y qué logran con ésto? Que asi co­ mo los adultos reciben un consejo saludable presenciando tan tremen­ do escarmiento , por tener ya formadas sus ideas y haber probada el imperio de las pasiones , los muchachos que no tienen ni unas ni otras en sazón , se entretienen cuando vuelven á casa en contar á los otros compañeros hasta las particularidades que mas horrorizan, y luego representan en sus juegos con la mayor alegría y propiedad una escena de facinerosos, terminando por ahorcar á cualquiera de ellos. Esto es familiarizar á los niños con el crimen, á fuerza de manifestársele con tanta viveza. Los ejemplos virtuosos se admiran desde luego: se elogian : mas presto se olvidan si están en comparación con otros malos, que aun­ que repugnen y se vituperen, entretienen, penetran, y á la lar­ ga se imitan: tal es nuestra miserable condición. Yo creo que para hacer que los jóvenes tomen gusto á la vir­ tud , y para inspirarles deseos de imitar á los buenos, no hay ne­ cesidad de enseñarles como se forman los malvados. Dejen á los historiadores el triste encargo de referir los crí­ menes que se han cometido, y ocúpenle ellos solamente, como Jesucristo, en pintar las virtudes que se deben imitar. Jamás se debe decir á un niño como es el hombre, sino como debe ser; y esto es tan cierto, que estoy.seguro de que si fuera posible ocultar bajo un espeso velo, todas las acciones malas , lo­ grando hacer ignorar que las habia, serian quizá menos las que afligirían á la sociedad.

J.M.G, (360

EL BARBERO DE MADRID.

**Pronto a /ar ,luito la nolte r it giorno, stmpre iTinlnrno in giro síá." ARIA VS FIGAAO. i0«b« V. seBor editor áe las Carlas Españolas, qoe es un compromiso dennsiado fuerte el que yo me he echado encima, de coinunirarle semanal- Biente on coadro de costumbres? ¿Sabe'V. qae DO todos los días e^lán mis humores ett perfecto equilibrio, y ifue uo hay sino t^btrgarme á una cosa para Ittego mirarla con tibiesa y hastío? A la verdad , que nada hay que •corte el iagenio f mengue el discurso como la obligación de tenerles á tal 6 lal hora determinada Y no digolo por el mío, pues éste claro está que de suyo es apocado y exiguo, sino véolo en otros mayores y de marca inipe- i-ial, de lo cual infiero y saco la consecuencia de que el genio es natnral- meate indómito, y repugna y recfaar^ los lazos que le sujetan. Pero al fin y postre, y «iniendo i mi asunto, puesto que maldita la gana tengo de ello, preciso ttrít sentarme á escribir algo, si es que mañana he de responder con papel ea mano al cajista de la imprenta. Paciencia, hermano; senté­ monos; preparemos la.ploma, dispongamos papel y pero entiendo que antes de «mpezar i escribir bueno será pensar subre que Asi lo recomien­ da

^^^9¿tn( done que d'ecrire apprenei á penser.''

Mas no hay porque detenerme en ello, sino imitar i tantos escritores def dia que escriben primero y piensan después. Verdad es que también piensan los 'jumentos. Repasemos mis memorias i ver cual puede hoy servir de materia al en­ tendimiento Esta.... la otra nada, la voluntad, dice que nones; pue^ seBores, medrados quedamos. (Aqoi el curioso dá una fuerte palmada sobre el bufete, tira violentamente la pluma y permanece iin rato con la mano «n la frente faacieado eomo-et que piensa, la mampara del estudio se abre «n este moaaenlo y el barbero se anuncia sacando al autor de su éxtasis).—- «¿CHarmaestro, es V? Me alegro, con eso hablará V. por roí. Mi barbero es un mozo de veinte y dos, alegre como Fígaro, aunque con diversa* inclinaciones; verdad es que á aquel le retrató Beanmarchais y (362) i es(e K pinto yo; no es nada la diferencia. Pero en fin, como lodo en este mundo se hace viejo, el barbero de Sevilla también; ademas de que ya nos lo hao ofrecido cantado y rezado y aún en danza, y nos le sabemos de coro. Vaya otro barbero no taii sabio, no tan ingenioso; pero mas del dia ; no vestido de calzón y chupetín, sino de casaquilla y corbata; no danzarín sino parlante como yo. No pero en fin maestro cuéntenos V. su historia, por­ que yo ni de hablar tengo boy gana. — Yo, señor, soy natural de Parla, y me llamo Pedro Correa; mi padre era sacristán del pueblo y mi madre sacristana; yo entré de monaguillo asi que supe decir amen; de manera que con el sefior cura, mis padres y yo componíamos todo el cabildo. En.mi casa se tenia por cosa cierta que yo habia de llegar á ser fraile francisco, porque asi lo había ioiiado mí madre, y ya me hacían ir con el hábito y me enseñaban á rezar en latín; pero por mas qae discurrían no podían sujetar mis travesuras. Ni en las vinageras habia vino seguro, ni las cabezas de los muchachos tampoco donde yo estaba, y cuando se me antojaba alborotaba el lugar, me colgaba de las cuerdas de la campana y con pies y manos las hacia moverse, ni mas ni menos que ata­ cadas de perle^/a. En suma, tanto rae querían sujetar y tanto me recomen­ daban la santidad de la carrera á que me destinaban, que una mañana sin decir esta boca es mía, cojí el camino por lo mas ancho y no paré basta lai Carrera de San Francisco de esta heroica villa, en casa de un primo mio^ y habiéndome dicho el nombre de la calle, di por realizado el sueño de mi madre, y á mi por desquitado de mí estrella. ,.-••' ,, Mi primo era cursante de cirujía, y llevaba dos años de asistencia al Colegio de San Carlos, con lo cual siempre nos andaba hjiblando de visce­ ras y tegumentos, y era tan afecto á la anatomía que se empeñó en disecar á su muger; asi que yo, lueg(> que perdí el miedo á las terribles expresiones de fisiología,.higiene, terapéutica, sifililico, obstetricia, y otras asi de qofr abundaban aquellos librotes que él traía entre manos, no hallé mejor salida para mi ingenio que seguir aquella misma profesión, y por el pronto apren­ dí á afeitar, haciendo la experiencia en un pobre de la esquina i ijuieo siempre andaba conquistando para que se dejase afeitar de limosna. Luego que ya me encontré suGcientemente instruido en el maiiejo dei'arma y matri­ culado ademas en el Colegio, dejé á mi primo y me puse en otra barbería, donde había ^na muchacha con quien disertar sobre mis lecciones de ani- tomía ; pero el diablo (que na duerme) hubo de mezclarse en el' negocio y nos condujo i practicar no se que experiencias, con lo cual, hicimos un emt' brollo, que todos mis libros no supieron desatar en algún tiempo. En fin, salí como pude, y de la casa también, marchando ¿ seguir en otra mis es-^ ludios, aunque por entonces me limité á la parte teórica dejando la práctica para, mejor ocasión. Al cabo de algunos años de otros sucesos menores, jne. ^allé con que sabia tanto como mi maestro, y qne solo me fallaba un pedazo de papel para poder abrir tienda; pero es. el caso que este peda­ zo de papel cuesta ,nn examen y muy buenos maravedís, y si bien por lo primera no paso cuidado, lo segundo me aflige en ulremo -por la sencilla raion de que no los tengo. . •- r (363) Desde entonccüs sigo' boscandb )a biieua véntafa, ayndado de inis ua-va-' jas y de tal cual eutermo vergonzante que suele caerme, y sino mirase al dia de maSana, créame V. que la vida que llevo no es para desear mudarla; porque yo me levanto al romper el alba, y después de afilar los instrumen­ tos, barrer la tienda, y afeitar á algún otro aguador ó panadero, salgo ale­ grando todo el barrio, y por costumbre inveterada corro al colegio á asistir en clase de oyente; ó á ver á mis antiguos camaradas. Súbome muy tem­ prano, y al pasar por las plazas nunca falta alguna aventuriila galante que seguir, algún cesto que quitar de las manos de tal linda compradora, al­ gunos cuartos que ofrecer á tal otra, ó alguna tienda de vinos que visitar. Empieza después la operación de la rasura, y en las dos horas siguientes corro todos los extremos de Madrid, convirliendo rostros de respetables en inocentes y de buen comer ; entretanto, en casa de una marquesa me sale al pasó el.se&orito, que está haciendo su aprendizaje en' el vicio^y me' en­ carga traerle ungüentos y brebajes ; en otra casa el señor don Cendn, que' ba sido atacado del reuma me obliga á ponerle dos docenas de sanguijuelas* en otra don Críspulo el elegante quiere que le corte los callos, y eii la de mas allá una niña me explica los síntomas de una enfermedad parecida á la que yo no pude curar en'la qué estudiaba conmigo. Por todas partes, ya se deja conocer que llueven sobre mi las propinas y los obsequios; pero de ningunos me resulta mayor complacencia, como de los que recibo en cierta, casa, prodigados por cierta fregona con quien el sol no pudiera competir; porque ella me entretiene con su -sabrosa, plática, entretanto que el amo se viste y reza sus devociones; ella ine auxilia vertiendo en la vacía al tiempo que el agua, ya el robusto chorizo,.ya la extendida magra, ya la suculenta costilla con una destreza admirable; y ella en fin entretiene mis envejecidas esperanzas haciéndome entreveer seis grandes medallas que tiene guardadas' para mi examen, con la condición sine qua non de casarnos el mismo dia. Concluidas por fin mis operaciones matutinas vuelvo á la tienda tan contento de mi que no me trocarla por el mismo maestro, y con esto y con asistir á alguna operación quirúrgica, rasurar taló cual escotero, ó rasguear mi vihuela se me pasa insensiblemente el dia. Llega la noche, y como caiga algún enfermo que cuidar ó que velar algún muerto, salgo cOn' mi guitarra bajo el brazo, y entre caldo y caldo, 6 entre responso j getifi- do,faago mis escapatorias i colgarme de la ventana de mi Dnlcineaiá quien despierto con los tiernos acentos de mi voz. He aquí mi vida tal coinO pasa,- y si V. conoce otra mejor, para mí santiguada que yo no.— Aquí calló Pedro G>rrea; y yo que me sentí aliviado me disponía á pro­ seguir pensando en mi artículo, pero nada bueno me salia, por lo cual tuve que dejarlo basta la noche: vino ésta, y acordándome de la narración de mi barbero, asaltóme la idea de que diciendo lo q^ie él habló tenia coordinado mi discurso, supuesto que es de costumbres, sino de las mas limpias. Hícelo en efecto ssi, y me fui á acostar muy satisfecho; mas no bien habia cerrado los ojos, cuando on ruido eztraKo me despertó. Parecióme oir puntear una guitarra, y asi era la verdad que la punteaban del lado la calle, mas di­ ciendo como don Diego en el Sí de las NiSas: Pobre gente, ¿quién sabe la (3B4) únportantáa quedarán elhs d la tal música? vúhioié éei Oire lado con iatleacioa de dormir ; pero en esto alganos pato* cercsHios, y et tecbÍBar de qaa impcndcnte puerta rae Uzo conocer que «I enemigo se hs&te cerca; con lo'Cnal y h fttulav» aJñerla oí diMinlamente ana voz qae cantaba est« *eg«i4iila: Anniiae loa nialeí enro de las heridas Amor (10 raeyermit e curar las miaa; Que sus saeta* tienen mas poderlo que mis recatas.

Ko me y por-ver ti continnabn i yo,me baíblt eqnivocadó, déjele echar «I prelodio de k aeguuda coph, mieatm el cuál la hermosa Maritornes se acercaba Á la ymiurna & poco* pa«(M de doode yo me había colocado. La gniiarra coaolóyó «I pi^ebidio y Js voc Volvió á cantar s , AbandoB» ya el Ucho querida Aptpnia yara oír los suspiros d« quien te adoia. Depon el miedo x¡ue tsdo «1 tiMindo dnarme menos tn Pedro.

T yo tampoco doermo, stmr royH'«<0,>porq»e Jaa vacea d« V. o« me lo per­ miten (¿Hit con voz gatoraKasomándome á la'vanianai). ¿ Parécete á V. qoa aqa( soma» de piedra como el guardacantón Áe la esquina ? ¿é qué horas aon estas para venir á alborotar el barrio? Por mi fé,jeer Monaguillo Par- bncbnii qne asi vuelva V, 4 tomar mi barba como ahora llueven lechugas, y que U Maritornes que está á mi espalda na le tornará Á colar ma« chori- wt en la bacía. —• Y dieimdo esto cerré estrepitosamente la ventana , y me £ai á acostar. Pero i la laaSana siguiente se me presenil eJ compungido ga- l^n, luego la trasnochada 4ama , y iogándob amkos dcpersonages de come­ dia-se pasieron i mis pÍM,pidiéndome licencia>paca laals^imoniar. ¡Qué ha­ bía yo de hacerlSoy ticrcto, y «1 paso -era ao:ae si diga elitsieó i roniáali- coi álcelos con graredají y despoes'denn corlo^ Bal «digei-ido ierroon les dispensé mi venia; itam masi me ofrecí al padrinazgo, y aun á completar lo que altaba jpara ks gastos del titula He talonada ka pagué el faaberma yropMraÜMMdo lUBtrria para este artículo. (365)

MADAMA MALIBRAN Ó MARIQUITA GARCÍA.

L» celebridad qae en pocos años sé ha adquirido esta gran cantatriz, y la circanstancia de ser hii« de ua esfisSol, &nioso. i^almcDle «a la profe-. sion de másico y cantor, nos persuaden que la aigniente relación debe ame­ nizar las páginas de este periódico. Madama Malibran naci» en París en el año de 1809. Es la oiejor discí- pala que ha producido sn padre, Manuel Garc/a, Gunoso tenor, buen com­ positor y excelente maestro de caDt«»;'pero se sabe qne tuvo qoe emplear mucha constancia, y aun usar de rigor para inspirar á sn bija la afición al arte en que ha llegado á brillar tanto. Hasta la edad de trece aSos no prin^. cipió á dar esperanzas de corresponder á los cuidados de so padre. A los quince aSos se hallaba en Londres en compaiíta de sos. padre«^ familia verdaderamente de músicos, pues su padre, su madre, su hermana ' y su hermano Manuel, todos son cantores de teatro. La joven Mariifuita tuvo que suplir de ünprooiso la prima Donna, qne debia cantar el papel de Rosina en el Barbero de Seoilla, y aunque es verdad que conocia todas' las piezas, los inteligentes no pudieron menos de graduar contó prodigio la su-' perioridad con qne desempeñó su papel, y sn «ntrajila en el teatro fué un verdadero triunfo. Iniciada de este modo en la escena, en breve le coinfiaroM el papel de Felicia en la ópera de il Crociato in Mgitlo, en la que se bizo ad­ mirar I y sobre todo en el hermoso trio de giovinnelto cavalier. A poco de esto sn padre la llevó á Niiéva-Yorck, donde desempeñó tea mucho pf¡mor varios papeles, como los de Tancredo en la ópera da este' nombre, de Malcalm en la Dama del Lago, de Desmodenq en Olelo^ Sce. Cuéntase que su padre, qne en esta ópera desempeñaba el papel del Mor» de Venecia , viéndola fria en el ensayo, le amenazó con clavarle el pnilal en la catástrofe, si no representaba con mas fuego. La hija tomó á qosa aéri» esta amenaza , en la boca de un maestro tan severo; representó sublime­ mente, y concluida la ópera, el padre enagenado de gozo la llenó dé elogios- y caricias. , En dicha ciudad fué donde Mr. Malibran, qne pasaba por ^'ji comer­ ciante rico, se propuse casarse con la joven canlarina; y awnqn* por aa; edad podía ser padre de ella, la riqueza que se le snponia hizo desaparecer esta desigualdad; asi es que Se celebró, este matrimonio«. y Madama Malí*. bran se retiró del teatro. A poco hizo quiebra su esposo, y aun se ha llega­ da i decir que preveia sa desgracia cuando pidió la mano de la júveu Gar­ cía, y qne habia especulado sobre los talentos de su futura-esposa, para re«>. parar las quiebras de sn comercio. Madama Malibran volvió ¿ salir al teatro: los acreedores de sn marido»^ quisieron cojer lo que ella ganaba: de sus resultas se originaron disputas domésticas, qne se terminaron por una separación. Baí un arbitrio para acallar á los acreedoici. (366) En 1817 Madama Malibran vóhió i París, en donde babia paiado SDI primeros años. Su llegada interesó mucho á iodos los filarmónipoi, y en es­ pecial á la tertulia de la Condesa de Merotii, quien propagó Ja naciente ce­ lebridad de la ¡úven cautarina, y la facilitó la entrada en el Teatro italiano. Su primera salida se verificó en la escena de la grande ópera en ana repre­ sentación solemne á beneficio de Galli. La García desempeñó el papel de Semiramis en la ópera de este titulo, y es indecible la sensación que cansó. No fue inferior el suceso que dos meses despoes obtuvo Madama Mali-. bran en uno de los conciertos del Conservatorio, y mas larde en el Teatro italiano, donde se babia ajustado á razón de diez mil daros al año, y nna fuacion á su beneficio; En el acto hizo ver que descm(>eíiaba con el mismo primor todos los papeles, y si en calidad de cantora podo temer la rivali­ dad de la Sontag, y los recuerdos que babia dejado Madama Fodor, aparea ció sin igual como cómica fina, y como trágica consumada. Cada representación, cada papel nuevo era un motivo de triunfo: cuan­ do hizo el papel de Desdemona con todo el fuego de sa alma , y cuando poco después apareció en el Barbero de Sevilla, á todos sorprendió la no­ vedad, y la exactitud nacional del vestido de Rosina. En este punto puede decirse que madama Malibran ba hecho ana re­ forma en el teatro italiano, en el que siempre se ha descuidado esta parte del arte. Pero aiiu fue m^yor la sorpresa cuando la oyeron Cantar; en lugar de representar á Rasina come una moger completamente enamorada, la re­ presentó como una jovencila traviesa, llena de gracia , de sencillez y finura. Era una verdadera creación ; y mas la admiraron los inteligentes bajo esta forma inesperada, cuanto que habia desplegado mas amor, mas terror, y mas dulce melancolía en el papel de Desdemona. Pero uno de los caracteres de sn talento es su prodigiosa flexibilidad: siempre indiferente, según lo exige cada papel; pero siempre, la misma por la naturalidad con que lo desempeña. Madama Malibran creó también de nn modo muy particular el papel de la Cenicienta, representándola coa mucha mas gracia y gentileza que lo que hasta entonces se habia visto. El a 5 de diciembre de 1819 concorrió con su habilidad al beneficio de su padre García, que vuelto de Méjico se babia fijado en París. No se ha conocido cantarína mas popular , ni que haya excitado trans­ portes mas frenéticos de entusiasmo. Algunos la critican, no sin razón, de qiM exagera su acción, y la acusan de romantismoi pero en la escena seduce, fascina i y arrastra á los mismos que, bajado el telón, le ponen este defecto. Sns brillaBtes resultados han sido para ella tanto mas productivos, cuanto que ha sabido con sn ecsnomía comenzar un capital, que en breve la hará independiente del público. En el trato madama Malibran muestra aquel encanto de gracia, alegría, y abandono, que tan seductora la hace en el.teatro. Apasionada de su arte, la raüsica es sn diversión favorita, y no hay cosa que tanto agrade, como oírla cantar.si.n pretensión en el piano. Posee á foqdo todo* lo» secreto* de «u profesión, y ha compuesto barquerolas may graciosas. (36?) La maledicencia no ha encontrado grandes motiros para vnlnerar sus costumbre*; y si la tierna Desdcmona hace pagar bien caro sa talento, des­ preciaría las riquezas si toviera qae adquirirlas con otro género de sacrifi­ cios. Devolvió en nna ocasión loo.ooo francos á un banquero muy rico y lüny conocido i que se habia atrevido á mandárselos como un aliciente ir­ resistible para entrar en una amistad bien estrecha. Rasgo es este á la ver­ dad que merece citarse en las crónicas teatrales: bien que entre las reinas de escena no son tampoco muchas las que pueden referir que ha habido un loco que, sin mas ni mas, haya puesto á sns pies, y solo por na capricho, la cantidad de veúUe mil duros.

LEGADO DE UN PADRE A SUS HIJOS.

Soy viejo ya, la muerte Viene á darme descauso. No me lloréis perdido, Pues morir es ganar mejor estado. ; El césped de mi huesa Os vea unir las manos Haciendo firme voto De no romper jamas fraterno lazo. Sed hasta el fin amigos; Verdad y honor sagrado En toda suerte os unan Si fieles queréis ser á mi mandato. Cumplidlo, y mi sepulcro Cercad de verdes ramos, A cuya fresca sombra Modnle el ruiseñor sabroso^ canto.

A LISI. Oye de quien te estima Solo aparecen torvos: Lisi, un contejo solo: Si quieres adormirlos Olvida cnanto puedas ¡Que estudiado reposo! Que son grandes tos ojos: ¿Sabes lo que me dicen Deja qne en ellos hable Los movimientos prontos De amor el niño hermoso, Con qne td desfiguras, Y no les des ilusa Lisi, ios bellos ojos? Giros Artificiosos. Me dicen: «Te deslumhro-." Coando avivarlo* quiere* No me dicen: «Te adoro." TOMO VI. 48 (36.8) IAS imprentas de Barcelona y de Valenua son inratif;ab1es. Todoa los días pablican obras de todos géneros, qne no dejan de ofrecer alicientes á la leclnra. En on caaderno recientemente impreso en la primera de las dos ciudades citadas, se encoentra la sigaiente:

JÁCARA.

Trabada de castellano, y latín macarrónico.

Audi preeor, bella Nise, Suadenle diabolo embiste Un chiste valde gracioso, Velociler como nn toro. Que velociler te caento Ecce que coje una piedra: Quo possim meliori modo. Mece que echa á hoir el otro. Sciíicet qae ayer tarde, Que si el ono es Pelrus currit Spontaneus quídam homo. Petras ¡apis es el otro. Se fue per non repugnantiam Trataban de voló pacem, AI mercado motu propio. Pues no quería alborotos: Halló ana frutera tándem Y querían conditione Qae ab extrínseco su rostro Ajoslar este negocio: Le pareció á prima facie Coando liega de repente Qne era bonus, bona, bonum. QucBdam legión de demonios, Hallóse inclinado ad intra De corchetes y algnaciles, Y allí in interiore foro Fustibus el armis totum. Incípít per intellectum Ponen al hombre en concierto, Hacer estos soliloquios. Y al marido muy furioso, Qne veré el realiler eres ínter parientes, privados, Hermosa, niña, es notorio. Ije entran en un calabozo. Ñeque indignus probalionis. Sácanle á azotar pasíee Ñeque or sum, ñeque totum. In asnis per totum locum. Si per concubilum quieres Comitiva de alguaciles, Dárteme al dulce consorcio, Scríbas et Phariseorum. A media ,/aciamus Iba delante el pregón Legitimum malrimonium. Omnís genus musicorum, No has de apartarte de /acto Contándole sus hazaSas Disjunctive á cualquier otro. Con un instrumento ronco,: Estas palabras postremo T el verdugo por detras . Díxit ore et sudore orto. IiC iba sacudiendo el polvo: Y ya la frutera tándem Et per mpdum de refresco Se iba enfadando, y por poco Le dá suela por vizcocbo. Con fructibus le arrojara Esto hay de nneyo.pro nunc; Pesos, balanzas, ei totum: De allio yo no sé otro: Coando de improviso llega Vale Deus pues ^0 acabo, El marido muy furioso; Con finís coronat <^iu$. . . •.< (369) itlmjata Semanal

grabado, de orden de S, M. el Emperador de Austria, sobre la tumba del Duque de Reichstadt.

/ETERNiE MEMORIyE JOS. CAR. FRANCISCI DUCIS REICHSTADIENSIS: NAPOLEONIS GALLIARUM IMPERATORIS ET MAR. LUDOVICiE ARC AUSTRI/E FILLI: NATI PARISIIS XX MART. M.DCCCXI. IN CUNABUUS REGÍS ROM^ NOMINE SALUTATI ^TTATE, ÓMNIBUS INGENII CORPORISQUE DOTIBUS FLORENTEM, PROCERA STATURA, VULT.Ü lUVENIUTER DECORO SINGULARI SERMONIS COMITATE MILITAHIBUS STUDIIS ET LABORIBUS MIRE INTENTUM. PHITISIS TENTAVIT, TRISTISSIMA MORS RAPUIT IN SUBURBANO AUGUSTORUM AD PULCHRAM FONTEM PROPE VINDO-BONAM XXU JULII M.DCCCXXXII.

Esta inscripción poede tradacirse asi: "A la eterna memoria de José Carlos Francisco, Doqoe de Keicbstadl, bijo de Napoleón, Emperador de los franceses, y de María Luisa, Archidu- qnesa de Austria; nacido en París el au de Marzo de i8i i. «Desde so cuna fue saludado con el nombre de Rejr de Roma: estuvo dotado de todas las facultades del entendimiento y de todas luj ventajas del cuerpo: su estatura era alta: su rostro adornado con los atractivos de la juventud: sus discorsos llenos de afabilidad: habia mostrado ana aptitud admirable en el estadio y en los ejercicios del arte militar. »Acometido por ana enfermedad de pecho, fue arrebatado por la muerte mas deplorable, en Schoenbrunn, cerca deVicna,«l aa de Julio de 183a.»' (37o) Real Sociedad Económica de Tudela de Naoarra. Entre las diversas instituciones qne en Espafik favorecen la prosperidad puDiica es ona de las principales el establecimiento de Sociedades Econdmi- cas que con sos fondos é instrucción dan rápido impulso á las artes, comer­ cio y agricallara. Juzgando la Real de Tudela que las venas por donde éstas se comunican á los demás miembros del estado son los caminos, determinó tiiuidA* '"."""S" tan filantrópica empresa. Mas de quinientas familias cons- d„ „ , ? . ™»"'a. necesidad de comunicaciones mas expeditas y cómo- 5, y la invitación de las primeras autoridades de aquel reino, la decidieron a emprender la abertura y conslroccion de camino» qne comuniquen á m/n";? "i" r ^"i"'"* '' """"^ provincias de la península ; siéndola snma- T\Tu u t""^''^''' concluido lo mas costoso, invertido sumas muy con- ltT,A P'""'»"»»" de árboles para sa salubridad y adorno, y em­ pleado todos cuantos fondos tenia disponibles sin gravamen de persona alguna, huhw? '=°'"='""'''"> grandiosa empresa no bastan sns facultades, y ,e nal I„.'""J"^ ^-^f r^""''*' •**' ''='"'»• " S. M., acogiendo bajo el paler- nal manto de 5u piedad unos deseos y sacrificios tan beneméritos, no h«- b.e« concedido á la Sociedad Tudelana el establecimiento perpetua de poí- r„„d.T ^"^ ^'^"^ '''''!"° ^' "P«"" •"• "*» "'»"«d» riachuelo que

ttlT ""• í'> P"'^'"* •í'"' '^ "^'''"' »> ""bir aquella gracia ac^S; c'^nT T\ '" *"*="'^" P-aperidades. Compensados s« Xrfoe, ""'''^''•"''" ^' portazgóse abrirá fecunda senda para o aSrT/rr'.'""'''''*.'"''•"''''"• "^"y»' '••'^"^"'' brazos careéia» de lldo!LJr^ ^'^ caminante se fomentarán y animarán al ver alla­ nados los obstáculos que antes les arredraban. Privilegiada esta Real Sociedad con la protección del Rey N. S.,-que en siemorTÍl'''!!'' f ^'=™°-«••• ^irey de Navarra, ha procurado tener eS T I . P*"°"" """ distinguidas por su ciencia ó amor al estado, lales son actualmente el ilustrado señor obispo de dicha ciudad, cu- lL.i,7r '"!*"e™"» "» da nuevos esfuerzos «nido con otros sabios constiluidos en dignidad, y benéficos hacendados que corresponden á las mira, paternales de S M. y i los intereses que por si instituto promueve. s^del. ,1 « T t * ^""'"'"'^ *=" '" '='"•'« " ^'^ ^' "" esclarecidas: pre- IAA J " "^'S"'' ^'^°° ^°^'^' d«l Real y Supremo Consejo, for­ mada de un Excmo. Sr. Grande de España, y varios señores Consejeros y Ofi- cales de las Secretarías del Despacho universal con sa respectivo Secretario. ^„«t„!, r' . TT ^^ «'•'""I" 'os objeto, de su instituto aceptara gustosa los votos de los literato, é industrioso, que quieran auxiliarla co» w talento, dirigiéndose á sus socios de mérito y secretarios los doctores don din I T , 1'',^'°' "^"""'S" ^' '» «°^» '6'"'» de dicha ciudad, y don Juan Miguel de los Rio,, abogado de los Reales Consejos, de .u diputa­ ción, personas de confianza de la misma Sociedad, y conocida, en la, prin­ cipales corporaciones literarias del reino, «enaíprin (370 Se ha poblicado en Francia nna obra Ijlnladat F'iage por jEspaña, ó Cartas filosóficas, ijac abrazan la historia general de las últimas guerras de la Península. Su aator (Mr. Amade) incluye esle párrafo, relalivo á las mugeres espa3olas. ** Creía haber visto en Granada las niageres mas hermosas Aé la Penín­ sula ; pero no faabia penetrado en Cádiz. £n este pneblo es donde la natu­ raleza ha dolado al bello sexo de todos los atributos de la hermosura. Ha­ blando en general, la andaluza tiene estampado en sn fisonomía lodo el carácter de la expresión: sus grandes y negros 0}0S; sos cejas perfectamente dibujadas; sus mejillas en las cuales se vé el encarnado de la rosa, matiza­ das con el continuo calor del clima; su graciosísima boca que nunca se abre sino para expresar las mas dulces pasiones en un armonioso lenguaje, y sus formas elegantes, la hacen la mnger mas seductora de la Europa. Si se con­ sidera su rostro se leen en él todas las inquietudes de sa corazón , que son siempre las del amor, y si se mira su cuerpo, es el modelo de las gracias. La hermosa gaditana sobrepuja á todas las demás; todo en ella encanta, y si se debe amar á las otras, á ella es necesario amarla mas que á todas.*'

La pintara de uno de los números del periódico titulado: La Carica-' tura, que se publica en París, representa la sala de una fonda, en la que están comiendo varios personages. La Lista impresa de' los platos, es la «¡guíente: Programa en ropa vieja. Comercio frito. Oposición helada. La ley en salsa de tomates. - - Libertad en fricassé. Honor en mermelada, Pairia en picadillo. Tranquilidad í la leonesa. Lista cjvil con pepinos encurtidos. Censura á la moda. Héroes de julio en compota. Guardia nacional en empanada. Presupuesto soplado. , Polonia en estofado ruso. . Cámara en pastelitos. •'•• Caricatura en escabeche.

He aquí un ejemplo notable de longevidad. El 3 del corriente mnrió en la cindad de Valencia una mnger llamada María Teresa Catalina Lina Ballester y Soler, de estado viuda, natnral de Adzaneta de Albayda, de edad tíe CIENTO y OCHO años. Conservó siempre los mejores colores del rostro, y sa cabellera bastante poblada y negra, con regular firmeza de sus funciones físicas é intelectuales. Era de la clase traba­ jadora, y sos alimentos baUan sido frugales f so genio plácido, y sn salud cor-' poral tan constante que jamas se sangró en cldiscorso de sn prolongada vida. (372)

LA TROMPETA^luyHIHc^L LITERARIA

PUBLICACIONES RECIENTES.

ADVERTENCIA. El ¡nicio de laa obras te hace por la Bedáecion, y no ae admiten lo< artículos ya formados; solo si el ejemplar de la obra, que se devuelve después de publicada. No se exige ninguna retribución, pero son preferidos en el turno los suscriptores d las Cartas. Se circulan también los prospectos: todo según las base* manifestadas en el número 4o de este periddico.

BIBLIOTECA SEI.ECTA, PO&TATH. T ECOHOMICAI Tercera s¿rie. En Barcelona, imprenta de Bergnes y Compañía. Se suscribe eu Ma­ drid en casa de Razóla, á 4 rS' cl tomo para los que compren la Colección entera, y 5 para los que tomen obras determinadas- También se admiten suscripciones en las principales librerías del reino. A esta hora van publicados tres tomos de esta serie tercera, qne acorde con el anuncio echado á volar por los Editores solo comprende y deberá abrazar las mejores novelas que han aparecido en el siglo que va corriendo, y por consecuencia natural también deben colocarse en esta serie las pro­ ducciones originales de nuestros dias. El primero At los tres tomos contiene la Cimodocea, el Monasterio de Santa Mario, y el Sarraceno; la primera y última lindos rasgos de la pluma de Chateaubriand , y la segunda engen­ dro abortivo del señor de Marlignac. Nada bien nos ha parecido el Com­ pendio Compendiado que con el nombre de Cimodocea se ha hecho del poe­ ma de los Mártires, una de las coronas que mas ilustran la frente del Viz­ conde. En obras de imaginación los compendios no hacen mas qne mutilar y la pluma mejor cortada, empleándose en tan lastimosa operación, nunca será mas qne nna tenaza , ó un escalpel para los ojos de los inteligentes; en tales obras no hay m«dio, ó presentarlas íntegras, ó dar por fragmentos escogidos idea y maestra de la obra que quiere darse á conocer. Los hechos «oíos pueden compendiarse; las sensaciones no sufren tal, pues aunque lo permitiese la esencia de la cosa, ¿ qu¿ mano tan primorosa 6 qu¿ hilo po­ drá encontrarse que eslabone y no zurza las ideas de una imaginación ina- pirada ? Ademas de esto^ si en nn poema ó comiM>sicion el autor inteligente ta bosqnejado los grupos, ba medido las distaociasi ha retardado mas 6 (373) nenos los efectos, y todo con el fin de qne la impresión ¿llima cnmpla todo m resultado, ¿ cómo podrá verse verificado ésto si toda aqnella econo­ mía nblicacion de este pa­ pel, que sale en la Habana, publicado por don José de Lletor Castroverde,, quien se ofrece dar á luz cuatro tomos cada aSo de 6oo á 700 páginas cada ano, adornados con estampas, cuando sean necesarias. Una obra que pre­ sente los resaltados que promete, y que dé á conocer los adelantos progre­ sivos de las ciencias qae examina, no puede menos de ser interesante ; y al formar en ella una com($ilacion de todo lo mejor que se publica en Europa sobre estas materias, los médicos deben encontrar un aburro positivo de tiempo, de trabajo y de gasto. En el primer tomo se encuentra un examen muy curioso de las doctrinas médicas dadas á luz hasta boy sobre el Cólera- líorbo, que ^ntenaza iuvadirel Mediodía de la Europa. xesa-'Mi'-

IlOS'MÚSICOS AMBULANTES. = Hace lietrtpo qnt lo» peri6dtco8 inglí- SM siguen'hablando de un siigeto, que i'pesar de parecer hombre de como­ didades por so porte , recorre las ciudades y pueblos de Inglaiterra, tocando la gaita. Se han hecho empeños para saber el nombre y condición de esta persona, lo mismo que el objeto de sus paseos músicos. Ya le tdniábaa por el capitán R. Berclay Alderyce, ya por el capitán Gordon. Prettindeii ahora que ti Un tal Stuart, que ha servido en et ejército de Wellingtbii, y añádtn que conversando un dia con un antiguo condiscípulo llatifado conde Berner, que se dice francés, trataron de la hospitalidad y^ generosidad del plueblo in­ glés. El conde Berner sin afectar el aire de protección de los ingleses, anstuvo que los del continente eran mas hospitalarios y generosos. En la disputa' apos­ taron iS.oon libras esterlinas ambos amigos, sobre qnied babia de sacar más dinero de un paseo ó viage de tres años por las poblaciones, el uno en Ingla­ terra, y el otro en el continente. El año de i83() hicieron esta a'pútfsta • y' desde entonces recorre el inglés las ciudades de'Inglaterra tocando la gaita, y"^ el cOnde'Berner anda de músico ambulante en las del cunlineiltél Dentro de' poeo-deben los dos reunirse en Londres y contar el dinero que'cada uno ha' tacado. ¿ Podrá negarse que entre las singularidades hum'anas, esta és real­ mente amy- particular ?

AYUNTAMIENTO DE LONDRES. = En ana de sus sesione», no hace macho que el Lord Maire, su presidente, tenia la cabeza apoyada s(ri>re la' mano, mientras el secretario leia el acta de la sesión anterior. =^*¿Llaíavo al orden al señor secretario?"=(dijo Mr. SamuelDijori).— "iAl'orflen?...." (respondió Mr. Sauvages)¿y por qué? " ¿Por qué ?,.,.««(repuso Mr. Di- )on :).... **Porque lee tan alto, que puede despertar al Lord Miire:"

JORGE IV. = Siendo S. M. príncipe de Walés, se le notó grande apu­ ro y urgencia por no poder disponer de 800 libras. El movimiento que »e> daba S. A., su inquietud y su ansia, no solo hizo practicar esfuelrto» diligen­ tes para pOiier en sus manos la cantidad necesitada, sino que prttVocó alta­ mente la curiosidad de aquel á quien encargó la comisión. Lograda al fib la' suma , la entregó al principe, y se puso en observación. Pasó S^ A. á su' coartó, y habiéndose disfrazado coii toda prolijidad, salió solo i la'calle por la escalera secreta. Oigamos al mismo comisionado explicarse en la relación quí: hizo de este suceso.—^* al parecer le entregó unos billetes de banco componiendo la cantidad de 800 libras. "Vcdlos aquí" añadió: yo reconocí ser los mismo que había fran­ queado al príncipe. El anciano continuó: **A1 dármelos me dijó''= Militar honrado, aqui tenéis 800 libras: pagad vuestra deudas, y ved luego á vues­ tro coronel; pero o» encargo estrechamente que no os ocupéis en saber <^aien soy, seguro de que en tal caso perderéis este vuestro amigo: A Dios. Y desapareció como habéis visto. Este hombre es un ángel. ¿ Quién ó cómo pudo saber me hallaba yo empeñado, y en la exposición cruel de perder mi empleo, quedando á la inclemencia, con mi esposa é hijos? jAh! Yo deseo saber quien es: ansio por conocer alma tan grande"—En este estado, en tal efusión, y penetrado yo del carácter benéfico del príncipe y sus deseos de no ser conocida, le dije:="No debe V. exigir que yo le descubra este secreto. ¡Ah señor, no sea V. cruel!.... Esto no es curiosidad: es el efecto del reconocimiento" — Después de un momento de reflexión, vencido mas que convencido, rae decidí á correr el velo misterioso. Exigiendo entonces uii juramento, pronuncié el nombre del principe...^ "Santo Dios! exclamó el militar Protege la virtud ¡Dichosa tu, Inglaterra, patria mia!...."

DIARIO DE UNA RECIÉN CASADA. =Ji*/io 5. = Eugenio es muy amable. Estos ocho dias de matrimonio anuncian la dulzura de mi porvenir. jAh, cuan agradable es mi vida! Mi confianza en Eugenio es ilimitada. Si, la verdadera dicha se baila en esta mezcla de amor y de amistad, de segu­ ridad y de ternura. Día 13. = Otra semana de dicha y de soledad. ¡ Cuan envidiable seria mi existencia, si esta maldita jaqueca no tne atormentase tanto! Espero i mi Eugenio, que se halla todavía en la caza, desde las seis de la mañana ¡Ah!.... Eles. Día 15. = Este Eugenio es siempre el mas amable délos hombres, el mas fino, el mas condescendiente. Pero se mira demasiado al espejo . esta es una ligera fatuidad: los hombres piensan en sí antes que en todo. ¿Mas por qué mi Eugenio ha de ser cómo todos los demás ?.... Düt 16. = Antes se acostaba con la cabeza desnada. Este gorro negro no le sienta bien. Dio. 17.= Eugenio empi.eza á predicarme ¡Qué maldita costum­ bre!.... Yo se la quitaré. Dia 18. = ¿Qué tendrá Eugenio ? Le hablo, y él lee: le pregunto , bos- ttt»,j no me responde. ¿Son estos buenos estilos para con las damas? No~... esto no me gusta mucho, y puede que Mas vale callar. , fiia 19,= Yo regaño, y él se va. (379) JDia a I. = ¡ Estamos bien!— ¥a lloro y ¿I na hace cato.... i Ob! ¡ Pues co­ is o yo me proponga taoibirn no hacer caso!.... Día i3. = Pues seiior, al fin nos hemos enojado ¡Si ya era imposible ípfrirlo!.... Veremos á ver quién es el que baja la cabeza Si espera que yo le vaya á rogar, ya puede aguardar sentado Las mugeres deben conser* var su imperio: los hombres nacieron para eslar á nuestros pies. Un poco .de despotismo sienta perfectamente á la hermosura. Setiembre a. = ¡Pérfido!.... ¡ Mal hombre!..,. Se ha ido de Madrid y ma ha dejado sola con mis lágrimas. ¿Y eso es quererme? Antes de casarnos roe habría rogado, acariciado y llorado tanto Sí: buenos son todos los hom­ bres : luego en ellos. Hay un tiempo en que todo lo prometen pero des­ pués dicen que ofrecer y cumplir no es la misma cosa. ¡ Ah, qué desgracia­ da soy !.... No vpiyeré á verle mas ; yo le ensenaré á vivir y una buena separación ó un convenio JDia 5. = Ahora le conozco bien: es uno de tantos: orgulloso, necio, avaro y ademas es mi marido. Dia in. = El pobrecillo ha venido con sa primo, que es an lindo jó- yco. Sea en horabuena. Dia 11. = Hemos hecho las paces. ¡Gran dia!.... Paseo por el prado, y sa primita venia también. Es un guapo muchacho, y mi marido le quiere mucho: le ha dado una habitación que no está muy distante de la mia. Me alegro, porque tenia miedo cuando me quedaba sola.en casa. Vamos: ya se ha compuesto todo. Dia 1 5. = ¡Qué maldita manía la de cazar!.... A cada instante tenemos correrías nievas. Dias enteros se me pasan sin verle. ¿Qué fuera de mí si su primito no desvaneciese mis melancolías?.... ¡Vaya!.... ¡Es tan bueno!.... Me quiere mas que i sa primo. Dia 16. = Ya comienzo á acostumbrarme al matrimonio Todo es em­ pezar. COMERCIO DE LIBROS EN LONDRES. = El comercio de libros en Londres es verdaderamente maravilloso: para dar una idea de él, bastará citar el hecho siguiente, que parecería tal vez increíble, sino hubiera sido confirmado por el Parlamento de Inglaterra. Hay un establecimiento de librería en Londres que vende anualmente en libros por valor de cinco millones de libras esterlinas. (Veinte y cinco millones de duros). Emplea sesenta mancebos; gasta en av|sos y prospectos 28.700 pesos., y da ordinariamente ocupación á i5o encuadernadores,

MODO ORIGINAL DE ROBAR. = Cuando Alejandro, Emperador de Rusia., visitó la casa de moneda de Londres, observó que le había sido im­ posible evitar que robasen la de sus dominios. Sin embargo de haberse adop­ tado cuantas precauciones son imaginables, losx>perar¡os entraban, trabaja­ ban, y volvían á salir enteramente desnudos.; pero á pesar de todo se come­ tían robos: hasta que se descubrió que mataban las,ratas., las rellenaban de. oro, y las tiraban por las veptanas. Después de concluido.el trabajo las re­ cogían, y sacaban el relleno. * . (38o) PONCHE: POR MAYOR. =< El aSde octubre de 169,4/, nend»eT Al­ mirante inglés Rassel, capitán general y comandante en gefe de las fuerza*: Itritániras en el Mediterpáneo, dio an convite en sa palaciOry en el jardín de éste se hizo, en una fuente que en él' habia, un poncbe compuesto-de lo siguiente: Cuatro baitricas de aguardiente francés: 8 id. de agua: aS.ooo lim^ nes: 30 galones de zumo de lima: i.3oo libras de azocar fina de Lisboa: i libras de nuez moscada pulverizada: 3oo galletas tostadas: y última­ mente, una pipa de vino seco de Málaga. Cubría la fuente un toldo de bule por si ilovia, y dentro se babia puesto un barquichuelo, en el cual navega­ ba un miíchacbo perteneciente á la escuadra , el cual se ocupaba' en serviri los convidados el agua de este mar de nueva especie. Mas de seis mil perso­ nas fueron á beber el ponche al pie de- la fuente, y aun no tocó la quíHi' al fondo.

HISTORIA NATURAL. = La fuerza de los múscolos del cuerpo huma­ no es incalculable. Se cuenta de un turco que corría llevando encima 600 libras de peso. Milon de Crotona se llevó un buey que pesaba 1,000 libras. Augusto II, Rey de Polonia, arroUaba con los dedos un plato de plata co­ mo si fuera un pedazo de papel, y con la misma facilidad partía una her­ radura de cabalto. En las Transacciones filosóficas, núm. 3i'o, se lee que oa León dejó impresos sus dientes en un pedazo de hierro. En los peces' con especialidad se ve la fuerza de los músculos animales. Una ballena cami­ na con tanta velocidad en medio del agua, que si continuase siempre de una misma manera daria la vuelta al mando en unos 15 dias ; y tenemos' ejemplos de haber el pez espada penetrado mas de una vez con su asta las- gruesas tablas de encina de un navio. En el Gabinete de Historia Natural de esta Corte, existe un tablón con el trozo del asta que un pez espada dejó clavado en él.

AVISO CURIOSO. = Todos]ós dias se leen anuncios de específicos pa­ ra teñir el pelo, para ennegrecerle, hermosearle, &o. = No será inoportu­ no, para debida precaución, publicar el caso siguiente: («No ha mucho tiempo qoe en un teatro de Parfs se presentó una jo­ ven; como de diez y seis años, que tenia todo el cabello mas blanco que la' nieve. A varios de los concurrentes chocó infipito cosa tan extraña, y DO pudieron menos de querer apnrar la causa de aquel efecto. Unos decian qnr seria el resultado de alguna violenta pasión amorosa: otros de algún senti­ miento producido por algún gran mal: otros al nacimiento; pero coando todos discurrían vagamente, llegó un conocido antiguo de la tal señorita , y enterado de la conversación , empezó i reirse desmesuradamente. Preguntá­ ronle por qué se rria, y respondió: = **La verdadera causa de habérsele' puesto blanco el pelo á esta joven, ha sido la de que teniéndolo castaño, compró i nn charlatán unos polvos para ennegrecérselo, y lo han teñido' tan perfectamente, que ya será blanco para siempre." No debe desperdiciarse el ejemplilo. (3S.)

Los precios de ios principáks frutos en ías provincias que d conti­ nuación je expresan, desde el i al 8 del presente mes han sido los siguientes. muTOS.

^UiÚiúli lí i »i., 34 19 a; 36 7a 90 55 i5 37 •

ic _ ./ si /- 53 ,i¿ m •*• 3 1 18 4 ao 5 1'^7 ?3 . 5 a a «6 3 i3 3 i5 5 C^éner./. . 4a a6 .8 a3 sl 86 a< ja | .9 „ • 5 a t4 3 5 a 3a 4 16 a a 'i JaT'!^'. :: :'• S .8 ?° ^ 4? ?» aa 3a a 37 » > 8 a 3 3e«. de la Frtm- ^^ ^^ gj ^_ 5 aa 55 » «4 • 7 i 8 6 , "" i6 .6 11 37 Sa ao Sa , i. a8 a4 6 116 3 a5 5 Híf------:íí-;^a>i5áíi:;l:4: 8 3 5 6 3 MÍn^- • •".: fs^s Í5 IteS a. h 8 a,., a ; 10' .a. 3 Mar U^": : :: SS aS .5 3a 44 66 ao 4. -a 3, a6 . 6 3 4 17 1 i' 6 Nívarr» .... 3i 18 i5 aa ob 56 Sa 5 ii a a 3o 4 WencU. . . . . : 33 .9 .3 36 66 3a 49 7 a6 3a . a 1 Salam»n«. 35 a. .5 55 48 a8 53 •. 38 a6 3o a «7 3 la a '7 5 Santander 4» ib ao a8 a» '5 . ía 3a a ao 4 legovia. 37 18 i5 40 S3 ^9 <6 lo 44 3» .5 1 Sevilla 36 17 i3 a5 67 73 3i 37 19 48 ' '» * a^^* Sierra-Morena. . 3a ao la 5o 48 »4 3. iS 4^ ag a4 2 Soria 3i 18 i3 3a 47 7a a8 49 8 ¿o i b « 10 a 4 1 Toledo 46 »3 .5 ^ 58 70 aa 44 '| 3o J 17 i 5 -Valencia...... 4o aa 16 a6 38 77 «9 4o 8 a6 ta i 17 a 10 4 V.lUdolid 3o .5 .. P 5o 37 55 9 33 • •4 a 10 7 Vixcaya 35 19 3o Jo 80 3o 64 .b 3? a 5 Zamora...... 3o 18 i3 ii 5i 9 '3 « • a 3 (38.)

Ofrecen los precios referidos los resultados siguiente. TÉRMINOS DE PROPORCIÓN.

FRUTOS. MÁXIMUM. MEDIO. MÍNIMUM.

\ Avll 36 I«bn. 96 Trigo. . Toledo. . 46 Sev Centeno. Angón. CauluSa, 3o Valencia. aa VálUdoIíi... 18 .Extremadura. Granada.. • • / Madrid. . . ./ Mancha. • • •! C Jáen. . . . , ^ > Cebada, I Guipüieo*. Murcia. . . •> iS < liéon .Vil \ Santander. 5 INavarra. .. .1 ¿vValladolid. « > /Salamanca. .\ / Srgovia. . . • > ^Toledo. . . .•' < Málaga. . Cdrdoba > Maia < Murcia . • 3a Valencia, . a6 < Soria. . . . Í Jaén f »» :} {"Granada. . J Guadalajara, Jadiaa. .... Sevilla.. . 67 1 Jaén Navarra.. .. 36 V Soria Garbanmor.. . parUgena. 95 Mancha ... , 68 Zamora. . , . 4> Arrox Astnríat, . Salamanca.. . Valencia.... 37 Soria |a8 >9 Í Sierra-More- J^ceite Vizcaya. . , Segovia. , . . 46 h. j Aragón,. • -i , Vino común. Atturiat... a3 Avila, •4 \ Navarra J » „ < Álava > Agnardiente. Aatnríai. . 63 ^ Jaén S37 Navarra. < Vizcaya, . , . > Carnet.

y*t» Navarra. . Valencia. I la AatmÑai. ai J Toledo. arnero } Navarra.. «7 Valencia,, , . > 17 Astoriaa. «4 'Aragón. . . . 1 Avila j Álava Sevilla,. rCataluita.. .. Tacino, • 4.5 kMálaija. . . . Nav»rra.c .•¡••' FMurcia. . . . .Toledo. .... I Aragón. . . • Asturias. . . Burgos >s Córdoba. . Granada. .. L Extremadura* Guadalajara.. \ Jaén...... Gnipdzeoa. Murcia .... iLeon JOIUKAL Madrid, . , / Falencia , . . ^Menorca. ..; DBL CAinlN). Navarra., . Segovia . . . 1 Mancha. . .. Sevilla /Salamanca. . Sierra-More­ ^ValUdolid... na Zamora, . , . Soria. ,• • • • ^Valencia. . .. ñm

NUESTRA SENOaA eu/ «u^ ^JUces'^bcUf eí ai'de WM.

••Bawi

Cuando al volver con el ardienU Jutlo la bien hadada aurora En que ó tu nombre el Español exhala himnos de amor^ Señara; El trueno del r^iñon, en la gigante torre del bronce herido El trémulo clamor^ dd ronco parche el bélico sonido. Abierto el templo á la plegaria santa, do entre la densa nube Del incienso que al cielo se levanta El voto ardiente de las almas sube,.... Todo es placer y amor: permite, o Rtína, que esta olvidada lira Que ni inmortalidad ni gloria espera, Lance un sonido, y á las ¡dantas moer a De la misma belleza que la inspira.

Oídos que están llenos Del blando halago del cantor de Laara, y del dulce ruido que forma triste el aura Meciendo los laureles que Ja tumba Cubren de Tasso j de N(áron Oidot que en la cuna arrullaron de Herminia los gemidos. Los tristes aya del tariom itainit ^ ir y la trompa de Dante '-¡Cómo halagar pudiera humilde y frío MI .desmayado sqh del canto mió!

No menos dulce, al rutilar tus ojos sobre la cumbre cana del alto Pirineo, Unió su voz la musa castellana Al popular ardiente clamoreo ¡CRISTINA!.... ¡O cual se goza mi pecho al recordarlo ! Sí, yo te vi De la triunfal carrouty Con galano ademan, dulces miradas en el gozoso pueblo Que en apiñado grupo te seguía, • amorosa fJabas Parecióme ^ue tierna preguntabas: ¿A cuántos tristes consolar debias,^ '

A España entera consolaste. ¡Hermoso Iris de paz y amor! Tu ruego puro al cielo hizo piadoso, Padre á lERÜMÜDO, al español dichoso!

Ayi De tan alta dicha ser no puedo Digno intérprete yo. —. Vuelve al olvido A que el destino te condena , ó lira, Por la postrera vez los vientos liiere: Lanza un sonido, y á las plantas muere De la misma belleza que te inspira. aitpvm ai mt&mo au^mto ob^tto.

Quiero cantarte, ó Dios de los combates. Que ya tu noble fuego Mi coraton sensible y agitado Inflama sin cesar: entusiasmado La gloria que á los héroes acompaña Quiero decir, y el denodado brio De los hijos valientes de la España. Quiero cantarte,