Economía Pubuca
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ECONOMÍA PUBUCA. FOMENTO DE IÍA MARINA NACIONAL. OONSTRUCaON DE mJQUES PROPIOS. /": "^ CARTA III v^¿;;^ Madrid 39 <fe yunio <fe iKSa. A . •**-nngo mío: contindo la materia de la carta anterior. Dirigiendo la palabra don Agapito á su amigo don Caliste, co menzó á hablarle así. - " - Don Agapito. Extraña V. que no haya entre nosotros, aquellos Brandes empresarios que hacen el tráfico de la madera de construc ción naval en otros paises, y deáuce de aquí, que no será tan dtil ***e comercio, como se exagera; y tal vez que nos conviene mucho •"•as comprar buques del extrangero. — Esto es lo mismo, que si se *ímirase V. de que en nuestro siglo no se hagan ya aquellos grandes 'copios de las ricas telas de Lyon, de los preciosos encajes de la *^landes, y de los tapices franceses Cada siglo tiene sus necesida des, porque tiene su gusto: tal vez mañana pasará la moda de los Regidos de algodón con que vemos inundada la Europa, y entonces; ¿quién acopia lo que no se consume? Supongamos que este ramo de industria prevaleciese y prospera se tanto, entre nosotros, que nos hiciésemos independientes del ex trangero, y que ningún consumidor pidiese una pieza de percal; ¿quién seria el que fuese á la Inglaterra, ó á la Francia, á com prar este género, que sabe no es ya de consumo? — Explicaré mi >oea, por si V. no hubiese comprendido todavia mi objeto.—Nó ** compra lo que no se vende; y no se vende, lo que no se am- •"•ne, sea la causa la que se quiera.-—Estamos en posesión de «na industria: se recargan las primeras materias, y por consiguiente TOMO VI. i fASinrii>flBeiTA]!QOB| (=) los gastos de proáuccion; y ni se prohiben, ni se recargan hasta es tablecer un nivel, en favor de ella, los productos de la industria idéntica del extrangero. — Yá le está trazada la senda al consumi dor, y abierta la sima que ha de tragar al productor nacional: éste no puede competir con el extrangero, y el consumidor vá á buscarlo porque le llene cuenta; y entonces, ¿quién acopia las pri meras materias para una industria que ha desaparecido? — Esto es cabalmente lo que ha sucedido con nuestra construcción naval. — En materias económicas y de administración, no sirve un pensamien to aislado; una idea, por excelente que sea: se necesita un sistema; y todo sistema para que sea bueno, debe componerse de partes ho- mtígenas: de otro modo edificaríamos por un lado, y'destruiríamos por otro. — ¿De qué servirá abrir las puertas, y aun convidará las primeras materias exóticas necesarias á nuestra industria, si al mismo tiempo oprimimos á ésta con un peso que no puede soste ner; si gravamos luego sus productos con mil derechos de diferentes denominaciones, que desnivelan su precio, y sostienen la diferencia, en favor de los productos semejantes de producción extrangera? — Yo creo, que no se necesita, ni atín de elementos de economía polí tica para conocer estas verdades relativamente á la materia que nos ocupa. — ¿Queremos favorecer la construcción naval, sin el incon veniente de alzar demasiado el precio de nuestros buques? pues fran quéense las puertas á las primeras materias que necesitemos: sean libres de derechos de entrada, ó páguenlos muy moderados, la ar boladura, el cobre, la brea, el alquitrán, que se introduzca para este objeto: compréndanse también éstas últimas materias en la li bertad de derechos de consumo acordada para la arboladura y ma deras de construcción: recargúese, si no se prohiben, los buques ex— trangeros, lo menos en un ao ó aS por loo sobre su valor: dispén seseles los derechos de tonelada, ancoraje, almirantazgo y otros, á los buques españoles y extrango-os que importaren maderas de cons trucción; pero no otras, siempre que acreditasen , que sus carga mentos ocupan la mitad por lo menos, de las toneladas que midiesen: foméntense las empresas particulares: ofrézcanse en propiedad, ó por determinado tiempo, ó á censo, si se quisiese, terrenos propios en nuestras riberas para establecer astilleros y careneros cercados , con facultad de adelantar ,sus obras basta la lengua del agua, y para al macenes de depósitos de mieras: sea la libertad de construir tan absoluta que no tenga que temer, que la molesta intervención de ninguna autoridad, ni territorial ni Je marina, pueda paralizar d»- (3) fecta «5 indirectamente estas empresas; antes bien , qne las aaiilieri, «>n todos los medios que estuviesen á su alcance: imiten el egemplo •le las mas ilustradas en esta parte, prohibiendo que ningún buque loe no sea construido en la nación, pueda tomar nuestra bandera, á DO haberse nacionalizado, en el caso de no adoptarse la prohibición, por medio del derecho que se fijase á la construcción extrangera; pierdan su nombre , y échese abajo la bandera nacional, en el caso Míe se carenen en el extrangero, por mas importe que el de tres pe- os fuertes por tonelada, mientras no se justifique competentemente necesidad de esta carena para continuar su viage y retornar á su f i!**— este modo se fomentarán la construcción, la industria "'•"» la agrícola y comercial; y se evitarán también los perjuicios H e trae consigo la adquisición de buques extraños, que generalmen- encnbre el dolo y la mala fé, siendo los compradores españoles nos meros nombres, que llevan la propiedad del buque, siéndolo aimente del extrangero, que es el que reporta la mayor parte del «enefacio.—Vé V. aqui un verdadero sistema de protección y fo to: un cuerpo regular de disposiciones razonables, que aconseja •íuen juicio, y que lejos de destruirse unas á otras, su acción es 3> simple, y_conspira siempre á un mismo fin. •feíS una felicidad el poder auxiliar la industria directamente, sin 1 e naya obstáculos que remover , errores que corregir, ¡deas que títicar, que es lo que sucede frecuentemente, v que sirve de ma teria ' I • • ' j * •a a la critica para deslumhrar á la muchedumbre, haciéndole ^•"eer que el Gobierno no tiene ilustración, ó que le falta celo, ó que «a perdido el buen camino Amigo mió: permítame V. estó di- Si'esion, que es un desahogo de mi ánimo; aunque parezca inoportu- a» no dejará de producir algún fruto en los hombres qne piensan y «>en juzgar. —Se encuentra el Gobierno, á veces, en circunstan- •as tan difíciles, que no le es posible vencer la resistencia que le Opone un orden extranatural de cosas: no puede salvar el todo, y sal- a prudentemente la parte; entonces la ignorancia y el interés alzan grito, y le acusan desapiadadamente: lo calumnian, y se esfner— _ 1 a envilecerlo á los ojos de un rnlgo ciego, que no conoce, ni las •rcunstancias en que obró , ni las dificultades que se opusieron i- ^^ buenos deseos. — No me cabe duda, de que un papel publicado *>» un periódico de Nueva-Yorkc, en que se califica de débil el Go-^ ^«ernodeS. M., y pone una corona al Intendente de la Habana, porque salvó con su firmeza y perseverante celo, los intereses mer^ cantiles y agrícolas de las posesiones pacíficas y de la Metrópoli, « (4) obra de naestras mismas nanos: lleva el sello de noestra traición y perfidia: es debü nuestro Gobierno, porque cuando los mares esta ban cubiertos de ios piratas de Colombia, y el comercio llevaba sus clamores á los pies del Trono para que se le permitiese caminar en carrnages seguros, ó en buques extrangeros, accedió S. M., aunque con dolor, á estos deseos, no yá concediendo privilegios particulares, las mas veces injustos, sino permisos generales y comunes.—No podia proteger los intereses de nuestra navegación, y los de la in dustria, agricultura y comercio, y salvó la parte que le era posible: la exportación de nuestros productos. — Y, porque el Intendente re cordó principios ya olvidados, hecbos harto conocidos, y propuso el remedio de convoyes periódicos, á que resistió el mismo comercio, se le considera un héroe de patriotismo, y se le admira tanto, cuan to se degrada al Gobierno de S. M., que no necesitaba de estos recuerdos, ni de estas lecciones. — El Gobierno obró como podia y debia obrar: el Intendente obró cómo una autoridad celosa por el bien de su patria, no yá por los consejos que dio, sino por la gene rosidad con que se ofreció á sostener aquellos convoyes periódicos. Don Calisto. No solo disimulo á V. esa preciosa digresión, sino que le doy muchas gracias por ella, y no me parece tan fuera de tiempo, como á Y.: el objeto de ella es demostrarnos, que para el fomento de nuestra construcción naval, no necesitamos vencer resis tencias, y que el camino está limpio y despejado: el ejemplo de V, contrasta maravillosamente con el que nos ocupa, y tiene con él mucha analogía: nos prueba la importancia de esta industria para el comercio, y aún para la independencia nacional. — Si hubiésemos conservado, ó no hubiésemos enteramente olvidado nuestra cons trucción antigua, hubiéramos tenido en esa época una respetable marina mercante, y la Real que siempre es su efecto: no hubiéra mos necesitado de auxilios extraños para surcar los mares : los hu biéramos limpiado de piratas, y tal vez vencido esos intereses, 6 esos celos mercantiles, que soplaron, ó atizaron el fuego de las dis.^ cordias civiles en esa desgraciada parte del mundo, que llora hoy, 6 debe llorar la emancipación de su madre-patria. — Y, no solamente es preciosa la digresión de Y. por este lado, sino que lo es también, porque nos pone , bajo su verdadero punto de vista, las combinacio nes econóitaicas del Gobierno de S. M., y le defienden con la elo cuencia de ios hechos, de los sarcasmos, y de las indecentes diatri bas con que TaiiaméQte pretende un puqado de hombres poco españo les (gn s«s sentimiento&i despojai^le del prestigio de lá opinión móraL (5) Don Agapito.