Revista De Poesía U Na Temporada En La N Ube Nayagua Revista De Poesía C Onsejo E Ditorial Marta Agudo Carmen Camacho Eva Chinchilla Tacha Romero Julieta Valero
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nayaguacomo peces en revista de poesía u na temporada en la n ube nayagua revista de poesía c onsejo e ditorial Marta Agudo Carmen Camacho Eva Chinchilla Tacha Romero Julieta Valero c oordinación Julieta Valero e dición Carlos Miranda de las Heras d iseño © Stellum projects. Mercedes Carretero & Julio Reija d iseño de cubierta y m aquetación Julio Reija © De los textos, traducciones e imágenes: sus autores, 2017 e d ita Fundación Centro de Poesía José Hierro C/ José Hierro 7 28905 Getafe, Madrid Tel.: 91 696 82 18 Fax: 91 681 58 14 [email protected] www.cpoesiajosehierro.org ISSN: 1889-206X s umario e ditorial 11 p oesía Ben Clark 19 Ángel Cerviño 25 Sergio Gaspar 31 José Luis Gómez Toré 36 Cristina Grisolía 41 Hasier Larretxea 45 Maurizio Medo 49 Tomás Sánchez Santiago 56 Antonio Santamaría Solís 62 y o escribo en... catalá Anna Gual 73 e mergencias. p oesía por-venir Pedro Álvarez Molina 85 Azucena G. Blanco 91 Diana García Bujarrabal 94 Sonsoles Hernández Barbosa 97 Javier Hernando Herráez 101 Eva Yárnoz 106 r eflexión. p ensar la escritura María García Zambrano 117 m irar un poema Olga Muñoz Carrasco comenta un poema de Blanca Varela 127 p alabra articulada «Trabajando para T. S. Eliot», por Anne Ridler (trad. de Jordi Doce) 135 r eseñas · Tras(lúcidas). Poesía escrita por mujeres (1980 2016), ed. de Marta López Vilar (por Carmen G. de la Cueva) 145 · No estábamos allí, de Jordi Doce (por Pilar Martín Gila) 149 · Mediodía, de Víktor Gómez (por Emilia Conejo) 152 · Las proximidades, de Concha García (por M. Cinta Montagut) 156 · Tótem espantapájaros, de Amalia Iglesias (por Esther Ramón) 159 · La luz impronunciable, de Ernesto Kavi (por Daniel López García) 162 · Exilium, de María Negroni (por Mª Ángeles Pérez López) 168 · Tuscumbia, de Lola Nieto (por Ángela Segovia) 173 · Caída precedido de Triunfo, de Laia Noguera i Clofent (por Gema B. Palacios ) 177 · Diario ínfimo, de Mercedes Roffé (por Nuria Ruiz de Viñaspre) 182 · Pérdida del ahí, de Tomás Sánchez Santiago (por José María Castrillón) 185 · Fugitivo Feisbukero, de Pedro Verdejo (por Alberto García-Teresa) 188 l enguas no hispanas · Obra completa, 1. Poesía, de Elizabeth Bishop (por Luis Ingelmo) 193 · Cobijarme en una palabra, de Cesare Zavattini (por Luis Cerón Marín) 197 e scaparate. l ecturas recomendadas · En el oído del viento, de Amparo Arróspide 203 · Todo tanto, de Arturo Borra 205 · Caducidad del signo. Poesía reunida (1994-2016), de Juan Luis Calbarro 207 · Silencio en mis auriculares, de Luisa Gil 208 · Los días mejor pensados, de Alberto Guirao 209 · El silencio de los peces, de Jacobo Llano 210 · Huracana, de Ámbar Past 211 · Al otro lado de los cocodrilos, de Mª Jesús Silva 212 · De exilios y moradas, de José Luis Zerón Huguet 214 · Señales y muestras (Antología 1980-2016), de Ana Rossetti 216 · En los bolsillos huesos de melocotón, de Isabel Pose 216 e nsayo · Cirlot. Ser y no ser de un poeta único, de Antonio Rivero Taravillo 219 a ntología · Nacer en otro tiempo. Antología de la joven poesía española, ed. de Miguel Floriano y Antonio Rivero Machina 221 enVIVOen. U n espacio para contarte envivo p oesía en acción Mansilla y los Espías 227 r adiantes Metaverso (Radio 3) 2 31 vivoen e ditoriales independientes Aristas Martínez 235 a forismos Ángel Guinda 243 p oesía visual Andrés Collado 249 11 AhoR a, NayaguA LA POESÍA está socialmente lateralizada, pero cuánta riqueza en la biosfera de las imágenes; cuánto inesperado foco también... Tras el diluvio de la cri- sis, desde estas aguas de la normalización de ciertas atrocidades, la poesía y su mercadillo de plaza quedan definitivamente fuera del circuito comercial visible. Sin embargo, y quizá por ello, fortalecida en su identidad, no sabe- mos si idónea, pero en todo caso asumida: está reinventando una habita- ción propia. Será esa la naturaleza de su eterno desplazamiento... Mujeres y hombres que escriben, que vamos conociendo o que nos reencontramos a la vuelta del camino, tantas veces hermoso, de su evolu- ción. Pequeñas editoriales que amasan y hornean panes únicos; que re- nuncian al beneficio de lo tangible pero proponen un legado comunitario ambicioso como nunca. Artesanos, por tanto, más alegres. Canales modes- tos que están sabiendo profesionalizarse desde el vínculo personal con la obra como punto de partida. Mientras tanto, la todopoderosa red. Ubicua y simultánea, dueña de todo y paradójicamente descabezada o medusa inquieta, sin ley. Nos sigue pare- ciendo irrenunciable signo de evolución, pero da que pensar, da trabajo... Cansa. Últimamente se ha empeñado en hurtarnos las nociones de identi- dad y de futuro. ¿Será poesía todo eso que circula y se ofrece, que salta in- sólitamente de las redes sociales a las mesas de novedades de las librerías, donde se vende por miles? ¿Bastará la voluntad nominativa para ser poeta? Nayagua no tiene respuestas ni soluciones entomológicas. Solo el vicio de apuntar algunas cuestiones en forma de poema, de reflexión, de lectura, de artefacto visual, de gesto participativo. Y la devoción por rastrear, entre la bulimia desatada de la hiperconectividad y la sobreproducción, un lugar para la poesía y el lector. Respiremos. En ese sentido, nuestra labor de filtro de lo inabarcable nos parece más importante que nunca. Necesitamos una crítica que convierta lo omnívoro en pluralidad asumible. Una labor crítica que, desde la solidez de su trabajo, el respeto y la anchura ontológica, no tema comprometerse. Por eso, hemos dado una vuelta a este proyecto, que ya tiene oficio y memoria pero se quie- re siempre en el riesgo de su propio cuestionamiento. Y hemos recuperado una noción fundamental: menos es más. Menos reseñas, más compromiso selectivo y de análisis, más concentración de los recursos. Y hemos lavado la carita y las manos de la sección final, que nos trae la actualidad que des- borda el texto. Ahora viene con las cartas de su naturaleza por delante: se 12 llama ENVIVOEN, y dejará la voz, como siempre ha hecho, a sus autores para que nos cuenten el presente continuo de las intervenciones con las que tanto suman en la aldea poética. Para celebrar este cambio de embrague nos hemos permitido variar nuestros azules, siempre de agua clara, y renovar las fuentes. Esperamos que os gusten, que os nutran; esperamos vuestro paso tranquilo hacia esta nueva Nayagua en busca de intérpretes. Y nos despedimos, de momento, con las libélulas, los caballitos y la removedura sabia de nuestro poeta. Con un beso. JULIETA VALERO C OORDINADORA G ENERAL DE LA F UNDAC IÓN C ENTRO DE P OESÍA J OSÉ H IERRO p rólogo con libélulas y gusanos de seda Es cosa de libélulas, de caballitos del diablo: aletean eléctricos, vibran como cuerdas de una guitarra que alguien acaba de pulsar, zigzaguean como relámpagos, rubrican la mañana azul. Cosa también de cazadores de libélulas: nos dejan en los dedos un grumillo de muerte, un residuo viscoso, una turbiedad amarilla. A veces se realiza el milagro: el cazador cobra su pieza intacta y viva. Comienza entonces la tarea primorosa del entomólogo: le clava un alfiler para que muera poco a poco a fin de que conserve intacta su belleza, su perfección, su apariencia de vida (porque de eso se trata). Es cosa de entomólogos, es cosa de poetas, maquilladores y embalsamadores de cadáveres. Es cosa de gusanos de seda: segregan tenues hilos de oro 13 con los que van edificando su alcázar, cárcel, túmulo, su oscuridad definitiva; se desangran en oro, resignados a no ver desde fuera nunca jamás su obra concluida. Un día algo despierta en el recinto silencioso —resurrección o transfiguración—: ya no es el tejedor apresurado de la saliva de oro sino una mariposa, torpe y gorda, que ni siquiera lo recuerda (igual que el cuerpo no recuerda al alma que era suya antes de que él naciera). La nueva criatura nace a cambio de destruir lo que fue la razón de vivir y de morir de alguien que fue ella misma y que es ahora nada más que un hueco. Se trata ahora de un hueco donde ocurrió el prodigio, de una sombra en la entraña de la seda, de una sombra y un hueco en el que suena un motor de automóvil. Escucho ese motor desesperadamente para saber que no estoy sordo. Segrego seda para probar que sigo vivo, para encerrar conmigo el automóvil y no dejar jamás de oír su música (yo, como Marinetti, creo ahora que un automóvil es más bello que la Victoria de Samotracia). A los 65 años de mi vida cambié mi viejo coche. Y ahora, a los 67, escucho al nuevo sonar por penúltima vez. No queda tiempo ya. Yo he sido para él su amor primero como él para mí el último. 14 Y me abandonará dentro de nada (como al amante viejo la amada joven), cuando no pueda acariciarlo. Si él fuese un perro me daría compañía y se dejaría morir cuando muriese yo. Pero es únicamente un artilugio mecánico —metal, cristal, plástico, goma—, esclavo dócil que obedecerá mientras mi mano sea firme. Quiero pensar, lo necesito, que me recordará desde algún cementerio de automóviles cuando yo esté en mi camposanto de cipreses y cruces (o, mejor, cuando sea cenizas diluidas en la palpitación de la mar). Entro en la seda del poema roto donde alguien, que fui yo, murió más de una vez. No hay nadie, nada: tan sólo un automóvil. Pongo el motor en marcha: le hablo de libélulas, de gusanos de seda. Le pregunto qué será lo que yo quería decir JOSÉ HIERRO Agenda, 1981 ben clark (Ibiza, 1984) ha publicado, entre 19 otros, los poemarios Los hijos de los hijos de la ira (Hiperión, 2006), con el que ganó el XXI Premio de Poesía Hiperión; Cabotaje (Delirio, 2008); Basu- ra (Delirio, 2011); La Fiera (Sloper, 2014), por el que obtuvo el Premio Ciutat de Palma Joan Alcover y el Premio Ojo Crítico de RNE de Poesía en 2014; y Los últimos perros de Shackleton (Sloper, 2016).