Nuevo País Del Teatro
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NUEVO PAÍS DEL TEATRO EDITORES Vicepresidencia de Comunicaciones y RSE de Banesco Banco Universal y Fundación ArtesanoGroup PRODUCCIÓN GENERAL Vicepresidencia de Comunicaciones y RSE de Banesco Banco Universal PRODUCCIÓN EJECUTIVA Fundación ArtesanoGroup Carmen Julieta Centeno Sudán Macció COORDINACIÓN EDITORIAL Y COMPILACIÓN Antonio López Ortega EDICIÓN DE TEXTOS Graciela Yáñez Vicentini Antonio López Ortega DISEÑO Ana Gabriela Ng Tso CORRECCIÓN Graciela Yáñez Vicentini Depósito Legal: DC2020000829 ISBN: 978-980-6671-20-1 © Banesco Banco Universal, C.A. Noviembre 2020 Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotocopia, sin permiso previo del editor. UN FARO MILAGROSO Una asombrosa energía irradia de este libro. El ímpetu que se levanta de sus páginas cautiva. En los veinticuatro testimonios que lo conforman hay un ánimo contagioso, la presencia de una férrea voluntad que ha afrontado las realidades de hoy y de los años recientes. Y, a pesar de tanto obstáculo y carencia, a pesar de la abierta hostilidad de ciertos hechos, esa voluntad ha logrado cumplir con la meta de hacer teatro y encontrarse con el público espectador. Parte de lo que se cuenta aquí tiene que ver con eso: narrar cómo lo han hecho, cómo ha sido posible. Entre 1970 y 2000, aproximadamente, el teatro venezolano experimentó un auge que hasta los espectadores más esporádicos alcanzamos a experimentar. Fue una especie de boom en todos los ámbitos posibles. Dramaturgos que adquirieron prestigio nacional; grupos teatrales que se convirtieron en referencia; centros en los que se formaban jóvenes provenientes de todo el territorio; oleadas de actores, directores, escenógrafos, vestuaristas, diseñadores gráficos, maquilladores, luminotécnicos, sonidistas, productores y otros numerosos profesionales que, con su trabajo, ocuparon la oferta de las carteleras y la enriquecieron. Festivales nacionales e internacionales adquirieron el estatuto de programas anuales, desbordados por un ávido público. El teatro tradicional convivía con las búsquedas más experimentales, mientras las más diversas instituciones del Estado, nacionales, estatales y municipales, así como la empresa privada, actuaban como agentes patrocinadores e impulsores de ese ancho y múltiple movimiento. Puesto que el teatro tiene un carácter profundamente social –depende de factores exógenos como infraestructuras disponibles, servicios públicos que funcionen, condiciones de seguridad, financiamiento para sus profesionales, inversión en medios de comunicación y publicidad, y de tantos otros factores–, muchos nos hemos preguntado qué ha pasado tras el cambio de siglo, una vez que el período de «bonanza» se acabó de forma irremediable, arrasando con muchos de los haberes que se habían acumulado en los años previos. Varias de esas inevitables interrogantes –de cómo sobrevive, resiste, se organiza y sale adelante una forma creativa, incluso en condiciones de extrema adversidad– están respondidas en los capítulos que siguen. En las veinticuatro historias vibran y se expresan las fuerzas humanas que han alcanzado, a veces de forma milagrosa, materializar el hecho teatral. Una cuestión que deseo anotar es que en los testimonios predomina un reconocimiento, explícito o no, de la continuidad. El paso del siglo XX al siglo XXI no significó una ruptura. Esa continuidad se produjo de diversas formas: porque muchos de los jóvenes protagonistas del teatro de hoy se formaron con maestros de larga trayectoria; porque hay quienes dieron sus primeros pasos en grupos establecidos; porque los hay que reconocen vínculos estéticos con maestros de generaciones anteriores; y hasta porque se encuentran los que crecieron en un ambiente donde el teatro era y es una marca familiar. En Nuevo país del teatro está viva, de forma inequívoca, la marea, el flujo de la corriente democrática venezolana del siglo XX, que dio impulso a un prolífico y habitado movimiento teatral, y que a lo largo de las dos duras primeras décadas del siglo XXI no se ha interrumpido, sino que se ha expandido, ha adquirido nuevas formas, y parece estar, ahora mismo, en camino de significativas innovaciones. Aunque cada relato tiene un carácter personalísimo, en su recorrido el lector encontrará la presencia de espíritus comunes, que aparecen y reaparecen. Me refiero a que en los veinticuatro protagonistas hay claras vocaciones, espíritu de trabajo, capacidad de sortear los obstáculos, creatividad para afrontar nuevos proyectos, disposición a las alianzas con los colegas –otros apasionados del teatro–, prácticas reales de solidaridad, flexibilidad al asumir las más exigentes tareas en los montajes y empeño por llegar a la meta, que no es otra que alcanzar el día de la apertura y, finalmente, producir el encuentro con el espectador. Son historias de aprendizaje, interactuación, cumplimiento de cada proyecto para dar inicio al siguiente. La lectura de Nuevo país del teatro resulta hoy indisociable de la etapa por la que atraviesa nuestra Venezuela. Pero, al contrario de lo que cabría esperar, aquí predomina un entusiasmo de fondo -ni superficial ni infundado- hecho de esa doble materia prima que son los propósitos y los esfuerzos por alcanzar esos propósitos. En cierto modo, de lo que se habla aquí es de trechos recorridos y trechos por recorrer. De experiencias ganadas y por ganar. Antes de cerrar, quiero señalar una sensación que no decae en ningún momento. Estos artistas, cada uno en sus especialidades, me han recordado a los emprendedores: personas que, en el universo productivo, puestas en marcha por un poderoso motor interior, organizan sus vidas para concretar las expectativas que se han trazado. Aquí se lee algo que me resulta semejante: se sienten el nervio, la búsqueda y el vigor que nos anuncian que están por venir más cosas distintas, horizontes nuevos, noticias que nos ratificarán que el teatro continuará siendo un faro encendido, un lugar emblemático del necesario resurgimiento de la democracia venezolana. Juan Carlos Escotet Rodríguez Presidente de la Junta Directiva Banesco Banco Universal LA VIDA EN ESCENA Este libro es el sexto de la colección Los rostros del futuro, dedicada a registrar y documentar la vida y obra de los nuevos talentos culturales de Venezuela. En los últimos cinco años (2015-2019), hemos cubierto los campos bastante vastos de la música, la literatura, las artes visuales, el cine y la fotografía, para abordar en 2020 el muy esperado del teatro, un género artístico cuyas raíces se remontan hasta el período colonial. Todo el desarrollo de la disciplina, en los últimos dos siglos o más, alcanza durante el período democrático (1958-1998) una evolución sin par, en gran medida debido al auge de políticas culturales públicas que facilitaron el incremento de programas conexos esenciales, como lo son la formación, la investigación, el desarrollo de infraestructura especializada, la organización de concursos o festivales, la edición de obras, las campañas promocionales para atraer a las grandes audiencias y el financiamiento o patrocinio de compañías nacionales o regionales. Mención aparte merecería la ventana que, a partir de los años 70, abrimos para ver el teatro del mundo: nos referimos al Festival Internacional de Teatro de Caracas, que año tras año traía al país a los más importantes dramaturgos y grupos teatrales del orbe. El Festival no solo debe recordarse como la marea de audiencias que iban o venían de un espectáculo al otro, sino también como un espacio que marcó e inició a muchos de los talentos que en los años posteriores aseguraron la continuidad de la producción teatral venezolana. Al igual que el cine, y en algunos casos las artes visuales, el teatro tiene la característica de reunir muchos oficios en uno. Para que la escena al final sea valorada por un espectador que vislumbra toda la trama desde la comodidad de una butaca, no es solamente necesario el dramaturgo que concibe la obra, sino también el director que la monta, el productor que la hace posible, los actores que intervienen, los técnicos que aseguran las luces o el sonido, los profesionales que maquillan o visten a los personajes que pronuncian los parlamentos. Este espíritu de amplitud es el que ha seguido un comité de selección que, al igual que en los libros anteriores, hemos reunido para que determine el listado final. Como especialistas de larga trayectoria y reconocimiento, este cuerpo ha quedado constituido, en orden alfabético, por Alexis Blanco, Carlos Sánchez Torrealba, Diana Volpe, Elio Palencia, Francisco Salazar, Héctor Manrique, Javier Vidal, José Tomás Angola, Lil Quintero, Luigi Sciamanna, Luis Alberto Rosas, Luis Parada, Lupe Gehrenbeck, Manuelita Zelwer, María Carolina García, Nicola Rocco, Rosa María Rappa, Virginia Aponte, Xiomara Moreno y Yoyiana Ahumada. En ellos ha recaído la selección de los veinticuatro jóvenes talentos incluidos en este libro, todos ellos nacidos a partir de 1980. Tarea siempre difícil cuando el panorama de candidatos era considerablemente amplio. En este sentido, por la aplicación y el rigor con los que han trabajado, queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a los miembros del comité. Como en las entregas anteriores, cada uno de los seleccionados cuenta con una entrevista extensa y detallada, que recorre aspectos de su vida y obra, y también con una sesión de retratos. Para ello hemos contado con un valioso grupo de profesionales, entre