CARLOS ESPLÁ RIZO

PENSAMIENTOS, SENTIMIENTOS Y AÑORANZAS DE UN DESTERRADO

ARTÍCULOS Y DISCURSOS

1931-1965

Recopilación, introducción, selección y notas: PEDRO L. ANGOSTO Y ENCARNA FERNÁNDEZ Obras de Carlos Esplá: - De la lucha. Alicante, 1916. - Unamuno, Blasco Ibáñez y Sánchez Guerra en París. Buenos Aires, 1940. - ¿Cuándo volvemos? México, 1942. - Azaña, una vida al servicio de España. México, 1942. - Azaña j> sw verdad. México, 1944. - Zarabanda franquista. México, 1952. - Amadeu Hurtado un liberal europeu. México, 1954. - Cómo se hace un periódico. Manuscrito inédito. Archivo Carlos Esplá. Salamanca. - Unamuno, Blasco Ibáñez y Sánchez Guerra en París. Crónicas de París y otros escritos periodísticos. Alicante. Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 2002.

Carlos Espía

PENSAMIENTOS, SENTIMIENTOS Y AÑORANZAS DE UN DESTERRADO

ARTÍCULOS Y DISCURSOS

1931-1965

Recopilación, introducción, selección y notas: Pedro Luis Angosto y Encarna Fernández

2 0 0 4 Ilustración de portada: Caricatura por Antonio Robles dirigida a Carlos Esplá (Méjico) Edita: Instituto Alicantino de Cultura “Juan Gil-Albert”, 2004 © Herederos de Carlos Esplá, 2004 I.S.B.N.: 84-7784-449-6 Depósito Legal: A-632-2004 Imprime: pft EspagTd/lC INDICE

Página

I- Introducción...... 11

II- Crónicas de una ilusión, 1931-39...... 21

III- Crónicas del desasosiego y la derrota...... 125

IV- Discursos y conferencias...... 441 Carlos Espía en el homenaje a intelectuales antifascistas. Valencia, 1937.

A Perico -padre, compañero y amigo del alma siempre presente en nuestros corazones, en el aire, en las estrellas, en las calles, en la eternidad- y a todas aquellas personas que creen en la libertad, la cultura y la justicia como único camino de perfección del hombre. A los que luchan y creen en el hombre como fruto del espíritu, a quienes aman a los árboles más que al dinero. A quienes lloran ante la desgracia ajena, a quienes la combaten, a todos aquellos que creen en la poesía que late en el alma virgen del hombre indefenso. A los pobres y marginados de cualquier clase, putas, presos, mendigos, parados, desplazados, habitantes de favelas y chabolas, buscadores de basuras, a las víctimas. A los que no pasan de nada y piensan que habrá un mañana mejor, más libre, más igualitario, más fraternal.

PENSAMIENTOS, SENTIMIENTOS Y AÑORANZAS DE UN DESTERRADO

ARTÍCULOS Y DISCURSOS

1931-1965

I- INTRODUCCIÓN

Es este el segundo tomo, y último, de la selección perio­ dística de Carlos Esplá, hasta ahora oculta en las hemerotecas españolas, mexicanas y francesas. No viene a cuento trazar de nuevo en esta introducción los rasgos esenciales de la vida y la obra de Esplá, cuestión analizada en su biografía1 y esbozada en el primer tomo de sus artículos publicado gracias a la iniciativa de José Luis Ferris y el Instituto de Cultura Juan Gil Albert, poe­ ta alcoyano enorme, de quien ahora se cumple el centenario. No obstante, sí consideramos preciso comentar un poco lo que ocu­ rre a Carlos Esplá en el periodo comprendido entre los primeros días de 1931 y 1971, fecha de su muerte. Esplá regresa de París a principios de marzo de 1931 para participar en la campaña electoral que daría el triunfo a los repu­ blicanos y supondría la proclamación de la Segunda República. Vuelve después de un multitudinario homenaje que los exiliados españoles en París le rinden en el Café Napolitain, y en el que Indalecio Prieto y Marcelino Domingo harían de portavoces del sentido agradecimiento y reconocimiento de todos ellos, augurándole un futuro esencial en el nuevo régimen que ya presentían. Estaba Esplá en el cénit de su carrera periodística. Vicepre­ sidente de la Asociación Internacional de Periodistas, estimado como uno de los mayores expertos en política internacional europea, colaboraba en los principales periódicos españoles y

1. Véase: Angosto Vélez, Pedro L.: Sueño y pesadilla del republicanismo espa­ ñol. Carlos Esplá una biografia política. Madrid. Biblioteca Nueva, 2001. 12 I- INTRODUCCIÓN franceses, aunque había roto con El Sol debido a las maniobras desestabilizadoras que terminaron con la salida de Urgoiti del mismo y el intento de convertirlo en un periódico monárquico por parte de la Papelera Española, su principal accionista. Esplá, como otros muchos redactores, dimitió al saber lo que se urdía y tras conocer el cese de su director y amigo Félix Lorenzo. Cuan­ do decide regresar a España, no pertenece a ningún partido re­ publicano, era simplemente un republicano, educado en republi­ cano. Vuelve para participar en las elecciones por la República, pero una República determinada, una República que dejase atrás a la España caduca, a la vieja política de que hablaba Ortega, poniendo los ojos en el ejemplo francés de la Tercera República, en hombres como Clemenceau, Herriot, Briand, Combes o Fe­ rry, es decir, un régimen nuevo, surgido de la voluntad popular y encaminado a entroncar con la España vital, la empeñada en su modernización, en su europeización. España, mediante la Repú­ blica, debía poner fin a las rémoras de los tiempos antiguos, re­ nacer y hacer valer su potencialidad, arrancando de su tierra a las clases ociosas, a las oligarquías, haciendo del trabajo, la libertad, la educación y la justicia social los instrumentos necesarios para esa enorme empresa transformadora. Se entrega, principalmente en su provincia, a la campaña electoral. Participa en mítines en todas las ciudades, organiza manifestaciones de apoyo y escribe. Escribe para el combate que se aproxima, escribe para contribuir a derrocar al régimen monárquico, régimen que se había traicionado a si mismo el 13 de septiembre de 1923, permitiendo la instauración de la dictadura de Primo de Rivera y la disolución del falso régimen de libertades imperante. Esplá, en 1929, había dirigido junto a Sánchez Guerra en el movimiento revolucionario que pretendía derrocar al dictador. El movimiento fracasó, Sánchez Guerra fue encarcelado y Carlos Esplá logró huir a París empleando mil peripecias, sin embargo, sería, junto a las huelgas universitarias, I-INTRODUCCIÓN 13 el punto de partida del camino que llevaría a la proclamación de la República. A principios de 1931, Esplá goza de un prestigio impar entre los opositores a la monarquía, y en él se apoya para participar en la campaña electoral. Con la llegada del nuevo régimen Carlos Esplá fue nombra­ do, por aclamación popular luego confirmada por el ministro de la Gobernación Miguel Maura, Gobernador Civil de Alicante, pero con la condición de estar el tiempo imprescindible hasta que designasen a la persona adecuada para sustituirle. A finales de abril, Esplá quiere volver a París, a defender la República con la pluma, que era su otra vocación y lo que mejor sabía hacer. La insistencia de Marcelino Domingo, Indalecio Prieto y otros ministros del Gobierno Provisional, le harán desistir apelando a su ética republicana. Se niega rotundamente a aceptar cargos de relieve, pero acepta, finalmente, ser Jefe de la Oficina de Prensa del ministro de Estado, Alejandro Lerroux, en quien ninguno de los otros ministros tenían la menor confianza. Carlos Esplá sería el encargado de controlar y enderezar los entuertos muy proba­ bles que provocaría Lerroux en esa cartera, también de mantener informado a quien ya consideraba el hombre de la Segunda Re­ pública: Manuel Azaña. Después vendría el Gobierno Civil de Barcelona, en plena crisis obrera y autonómica, las Cortes Constituyentes, la Subse­ cretaría del ministerio de Gobernación, el Ministerio de Propa­ ganda y Cultura, en el segundo gabinete de Largo Caballero, en plena guerra, la Subsecretaría de Estado y la Vicepresidencia de Izquierda Republicana, siempre al lado de Azaña, de quien no se despega más que lo justo para cumplir con las funciones de sus cargos. La labor periodística de Esplá durante este periodo -1931- 39- está marcada por la lucha política. Esplá se emplea a fondo contra la monarquía, contra sus políticos más representativos, contra la dictadura, contra el caciquismo -verdadero cáncer 14 I-INTRODUCCIÓN del país-, en contra, en fin, de todo aquello que había hecho del régimen de la Restauración algo intrínsecamente podrido. Escribe con furia, con nervio, con fuerza; quiere espolear al pueblo, explicarle que ha llegado la hora de que tomo las riendas de su propio destino, de su libertad. Del análisis riguroso de la situación política europea y española que le había llevado a ser considerado como uno de los mejores periodistas de Europa, Es­ plá baja a la arena y se bate cara a cara, sin miedo, con valor de principiante, por el cambio de régimen. Sus palabras, sus mensa­ jes, son sencillos. No hay retruécanos ni metáforas ni perífrasis, sino frases clara y directas, al alcance de todos. Después, cuando la República es una realidad y Esplá se ve empujado, por su éti­ ca, por su compromiso, a ocupar cargos políticos, abandona el periodismo, deja de hacer lo que más le satisface para dedicarse en cuerpo y alma a las tareas que le ha encomendado el pueblo. Trabaja y trabaja. Casi siempre en las entretelas, en las bam­ balinas. No le gusta estar en primera línea, acudir a banquetes, homenajes, reuniones de cumplido, sólo trabajar. Durante el primer bienio republicano, al lado de Azaña, apenas escribe. No tiene tiempo, tampoco quiere estar en misa y repicando. Vuelve al periodismo cuando cae Azaña y llega Lerroux empujado por la CEDA y la indecisión de Alcalá Zamora, el Presidente de la República. Escribe para periódicos catalanes, Mirador, La Ram­ bla, La Publicitat, también para El Luchador de Alicante. El Sol -dirigido ya por Manuel Aznar Zubigaray-, El Liberal y La Voz, sus antiguos periódicos, andan a la deriva, la República no tiene quien le escriba. Junto a Martín Luis Guzmán, Luis Bello y el empresario catalán Lluís Miquel, dueño de Ahora, intenta fundar un gran grupo periodístico republicano que integrase a esos, otrora, grandes diarios. La operación falla al final por el retraimiento del empresario catalán, quien cuando todo estaba ajustado, se niega a financiar la operación al oponerse sus inter- I-INTRODUCCIÓN 15 locutores a complacerle en los privilegios que demandaba, en un futuro, de parte del Gobierno. La labor republicana de dos años y medio, llena de dificul­ tades, de sinsabores, de frustraciones, queda oscurecida al no contar con medios de comunicación afines. Consciente del valor de la propaganda, también de contar la verdad, Esplá propone a su amigo Luis Bello fundar un periódico estrictamente republi­ cano, cosa que comunican a Azaña, encarcelado en un barco en Barcelona acusado de haber participado en los hechos revolucio­ narios de octubre de 1934. Azaña les desea buena suerte, pero presiente que la operación no saldrá bien debido a la censura y a la falta de capital. A finales de 1934 sale a la calle Política -pri­ mero como semanario, después como diario- financiado por las aportaciones de los militantes de Izquierda Republicana. Nació con un problema esencial, la falta de capital, cuestión que podía haber dado al traste con el proyecto en unos días, pero que se suplió con el entusiasmo de los trabajadores y redactores, que cobraban según iban las cosas: Virgilio Beléndez, Isaac Abe- ytúa, Pepín Díaz Fernández, Cruz Salido, Julián Zugazagoitia, Antonio Espina, Fabián Vidal, Ciges Aparicio, el propio Azaña, Luis Bello y, entre otros muchos, Carlos Esplá. De ese modo, a base de entusiasmo y de muchas horas de trabajo, un periódico nacido para morir de inmediato, no sólo aguantó la estrechez económica, sino que se desarrolló, contó con un elenco de colaboradores de primera línea y subsistió mientras en España subsistió una brizna de libertad. Hoy Política, conservado en unas pocas hemerotecas españolas, es una fuente obligada para quien desee investigar que sucedió en aquellos ilusionantes y problemáticos años. La guerra terminó. Ganaron los que venían del pleistoce- no. Esplá cruzó la frontera de Le Perthus a finales de enero de 1939. Convivió con Giral y Azaña en París. Mantuvo una jugosa correspondencia con Azaña cuando de instaló en Montauban, 16 (-INTRODUCCIÓN

en donde le visitó repetidamente, recogiendo la antorcha de su doctrina política, doctrina que quiso hacer valer en el seno de su partido durante el exilio frente a quienes eran más afines a los planteamientos de Negrín, y lo querían al frente de las institucio­ nes republicanas en el destierro. En París, vive Esplá durante año y medio, hasta mayo de 1940, cuando la ocupación es inminente. Azaña lamenta en sus cartas el alejamiento del amigo, del confidente. Escribe, gracias a la intervención de Ossorio y Gallardo, que estaba en Buenos Aires, para el periódico argentino Noticias Gráficas, crónicas sobre España, sobre el mundo, sobre el porvenir turbio que acechaba a la vuelta de la esquina. Trabaja hasta el último día como Secretario General de la JARE en París, hasta que las autoridades francesas cierran sus oficinas y le advierten -a él, a Nicolau d’Olwer, Carlos Matilla...- de que serán detenidos en caso de seguir trabajando para los refugiados españoles inter­ nados en campos de concentración. Esplá huye a Buenos Aires. Le nombran redactor jefe de Noticias Gráficas y delegado para América del Sur de la agencia Reuther. Junto a Blasco Garzón, Lucas Parra, Ossorio y Gallardo, Mariano Gómez y otros exilia­ dos, forman un grupo de presión para impedir las extradiciones y los fusilamientos de Franco, cosa que consiguen en el caso de Rivas Cherif, pero no en otros muchos como los de Zugazagoitia o Cruz Salido. Las cosas en México no andan bien. Los grupos antiprietis- tas, unidos a ciertos altos cargos de la Administración mexicana, andan montando escándalo tras escándalo en torno a los fondos de la JARE. Giral y Prieto están completamente desmoralizados y no saben que hacer, incluso ponen sus cargos a disposición de la Diputación Permanente, que los confirma en ellos. Así las cosas, escriben y telegrafían a Esplá -que estaba muy bien si­ tuado en Buenos Aires- para que viaje a México y colabore con ellos en la Administración de los bienes de la Diputación y en I- INTRODUCCIÓN 17 la organización del exilio español, sumido en una auténtica riña familiar. Esplá duda dejar otra vez el periodismo, la tranquilidad porteña y volver a enfangarse en las luchas infructuosas del exilio. De nuevo accede. Abandona Reuther y Noticias Gráficas y marcha con su mujer al infierno mexicano, sabiendo, siendo plenamente consciente de donde se metía, decisión de la que en ningún momento, en ninguna carta o conversación con amigos íntimos, se arrepentiría, pues ante todo, estaba su compromiso con la causa republicana, con las víctimas del terror franquista. Sustituye a Giral -que harto ya de tanta fatiga quiere re­ gresar a las aulas y los laboratorios- en la JARE. Junto a Prieto intentan poner en marcha una serie de proyectos -educativos, industriales, sanitarios- que sirvan para mejorar la vida de los refugiados, pero destinando la mayor parte.de los fondos de que disponen a los refugiados en Francia, en cumplimiento del pac­ to franco-mexicano. Contribuye a fundar la Junta Española de Liberación en 1943, órgano constituido a imagen y semejanza de la Junta francesa de De Gaulle, logrando que las Naciones Unidas, en San Francisco, condenasen al régimen franquista por haber ocupado el poder contra la voluntad de los españoles y gracias a la intervención de las potencias vencidas del Eje. Con­ trario a la formación de un Gobierno republicano en el exilio, por considerar mucho más eficaz y barato un órgano similar a la Junta de Liberación -al igual que Prieto-, Esplá colaborará, por lealtad con su amigo Giral, para formar el primer gobierno en el exilio, aunque, a pesar de su insistencia, se negará reiterada­ mente a ocupar ningún cargo en el mismo, llegando, por ese mo­ tivo a distanciarse políticamente del viejo profesor salmantino y sumarse a las teorías plebiscitarias de Prieto. Durante este periodo mexicano, 1940-50, Esplá escribe en los tres principales periódicos del exilio mexicano, España, ór­ gano de la JEL, España Nueva, órgano del Gobierno republicano en el exilio, e Izquierda Republicana, publicación oficial de su 18 I-INTRODUCCIÓN partido. Además colabora en España Libre e Ibérica, de Nueva York, Verbum, Los Cuatro Gatos, Mediterrani, La Nostra Revis­ ta, El Socialista, Renovación, Excelsior, Nosotros, de México, Lealtad, de Montevideo, Política y Cuadernos de Perpignan, de Francia, España Republicana y Noticias Gráficas, de Buenos Aires y otras publicaciones europeas y americanas. Es en esta época cuando utiliza el seudónimo de El Valijero, que empleaba siempre en sus artículos para España, España Nueva y Los Cua­ tro Gatos, y que logró una popularidad extraordinaria entre los exiliados españoles, hasta el punto de que en 1952 se publicaría en México, bajo la dirección de Prieto y Antoniorobles, una an­ tología de los mismos titulada en Zarabanda Franquista. En 1951 Esplá marcha a Estados Unidos como funcionario de Naciones Unidas. Reside entre Nueva York y Washington y viaja con frecuencia a Europa, sobre todo a París y Ginebra. En Naciones Unidas coincide con un numeroso grupo de exiliados, Ramos Oliveira, Víctor Alba, Miguel A. Marín, Quero Morales, con quienes desempeñará una labor de puente con los jóvenes que llegan de España y que desconocen por completo el pasado de su país, ofreciéndoles, en su lucha antifranquista, la ayuda de las Sociedades Hispánicas Confederadas y la de las asociaciones americanas que recaudaban fondos para acabar con la dictadura, especialmente las dirigidas por Nancy Macdonald. En Nueva York, forma junto a Casalduero, Francisco Ayala, Francisco García Lorca, Julián Gorkín y Joaquín Maurín, Vicente Llorens y Américo Castro la tertulia “La Peña”, principal lugar de en­ cuentro de los refugiados españoles en la ciudad. Su actividad periodística disminuye, pues el trabajo en Naciones Unidas le absorbe completamente, viajes a Europa, a Guatemala, a Ni­ caragua, México, Uruguay, Cuba, jornadas que no concluyen hasta altas horas de la madrugada. Coge notas de todo lo que ve y escucha, de las impresiones que le producen los viajes, pero apenas escribe para los periódicos, si exceptuamos aquellos que I-INTRODUCCIÓN 19 representa, en Europa y América, la agencia de Joaquín Maurín, y las publicaciones de las Sociedades Hispánicas Confederadas, lo que no implica que haya abandonado el activismo político, pero sí que le haya dado un giro encaminado a contactar con los opositores del interior: Antonio García López, Tierno Galván, Alfredo Kindelán, Francisco Bustelo, Ramón Ariño o Vicente Girbau. En 1960, Carlos Esplá debía haberse jubilado, pero las necesidades económicas se lo impiden, y continúa, mediante contratos anuales trabajando para Naciones Unidas. La muerte de su esposa Rosita en 1961 y la de Prieto en 1962, le deciden a instalarse en Europa, donde en los últimos años ha pasado largas temporadas. Quiere dar un impulso al republicanismo decadente que representa ARDE y aumentar las conexiones con los “del interior”. Muchos de sus amigos le piden una y otra vez que, por su experiencia y excelencia literaria, escriba sus memorias, cosa que retrasa una y otra vez, unas por exceso de trabajo, otras por su activismo político, otras, simplemente, por no considerarse protagonista de nada. En 1965, cuando había establecido, en compañía de grupos opositores del interior y de sus incondicionales de Izquierda Republicana (Jesús Bernárdez, Poza Juncal, Fermín Botella, Julio Just), un plan de acciones antifranquistas en toda Europa, un ataque de ansiedad seguido de una depresión le apartaron de toda actividad. Julio Álvarez del Vayo se lo encontró paralizado en una calle de Ginebra e inmediatamente lo llevó a un hospital creyendo que le había dado un infarto. Después el Dr. Guillén y el propio Álvarez del Vayo lo arreglaron todo para trasladarlo a México bajo el cuidado de su cuñada Pilar Farga y su sobrino Juan Castañar. Pasados unos meses se recuperó bastante de la depresión, pero no lo suficiente como para abandonar su casa mexicana, donde envuelto entre periódicos y libros, le llegaría la muerte un día de julio de 1971. 20 I-INTRODUCCIÓN

En este nuevo libro de Carlos Esplá, podemos volver a dis­ frutar con la literatura de un periodista que manejaba muy bien su oficio, con la ironía y el humor de un hombre que hasta en las situaciones más trágicas siempre guardó un rincón para la sonri­ sa, el rigor de un analista político de primera talla y sobre todo, la enorme humanidad y el amor a la libertad de un luchador per­ tinaz, de un patriota liberal, en el más amplio sentido de las dos palabras. Es preciso, por ello, agradecer la buena disposición de José Luis Ferris y todo el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, para sacar a la calle esta segunda selección de artículos de Esplá, compromiso adquirido hace unos años y que hoy se ve definiti­ vamente colmado.

Alicante, abril de 2004.

Pedro Luis Angosto y Encarna Fernández II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-391

HOMBRES E IDEALES -I-

os reaccionarios franceses son, decididamente, hombres de ideales. Practican el consejo del cíni­ co: “Hay que apoyarse en los principios para ver si Lceden”. Hace ya tiempo que aceptaron la República como régimen de hecho al que había que ordeñar. Ahora aceptan el laicismo. Aceptaron también la política de Locarno. Y aceptan todo lo que se presente, a condición de seguir go­ bernando. Son hombres de convicciones firmes. Pero ante una cuestión de conciencia, prefieren ser ministros. Los reaccionarios franceses se parecen en esto a los de todo el mundo.

1. Artículos publicados por Carlos Esplá en El Luchador de Alicante, Diario de Alicante, Política, de Madrid. 22 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Tan reaccionario como El Debaté1 es L’Echo de París, que defiende ahora el principio de la República -aunque tratando de apartar del poder a los republicanos- con el mismo entusiasmo que dentro de algún tiempo pondrá, se­ guramente, en esa defensa -y con la misma intención- el órgano español de los jesuítas. Ya veremos entonces “aca­ tamiento” al régimen para explotarlo y envilecerlo. En la última crisis francesa ha habido un episodio delicioso: La conversión al laicismo de los clericales del grupo Marín, conservador a estilo Bugalla?, grandes se­ ñores de las finanzas, la industria pesada y la especulación, acaparadores de patriotismo, defensores de las órdenes re­ ligiosas. El grupo Marín se ha puesto el rótulo de “Unión Republicana Democrática”. Es, por los visto, un título para despistar. Es también un homenaje al régimen republicano, indestructible en Francia. Hasta sus adversarios se cubren con su bandera. La URD aprovecha todas las ocasiones para atacar o desacreditar la Escuela laica, obra maestra e imperecede­ ra de la República. La URD se opone a la Escuela única, complemento de aquella. Defiende la enseñanza de los re­ ligiosos. Dos diputados de ese grupo, los señores Pernot y Oberchirech, firmaron, siendo ministros del anterior gabi­ nete Tardieu, el manifiesto de la Liga clerical contra la Es­ cuela laica, escrito con cerril insolencia. Ante la emoción que esto causó entre los republicanos franceses, los dos ministros dimitieron. ¿Del gobierno? No. De la Liga cleri­ cal. Todo, menos dejar de ser ministros. Pero el incidente

2. Fundado por Ángel Herrera Oria, El Debate fue durante años el portavoz de la derecha católica española. 3. Dirigente destacado del Partido Conservador y ministro del último gabinete de Alfonso XIII. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 23 costó la vida al gabinete Tardieu, que fue derribado por el Senado, fortaleza del laicismo. Ahora, al plantearse la última crisis, el viento parla­ mentario empujaba hacia la concentración republicana. Varios diputados del Centro Izquierda se propusieron unir a todos los grupos de la Cámara que aceptan la política de paz, los principios fundamentales del régimen y el laicis­ mo. Así podrán entrar en la mayoría los radicales y tendrán que salir de la misma los reaccionarios del grupo Marín. Error enorme. Los reaccionarios se presentaron a Laval y le dijeron sencillamente: “Aceptamos el laicismo de la Es­ cuela, del Estado y todos los laicismos que quieran”. Sor­ presa de los radicales. “No basta eso -replicaron-. Que­ remos el progreso de las leyes laicas; es decir, queremos completar la Escuela laica con la Escuela única combatida ardientemente por ustedes”. “Por nosotros que no quede -insistieron los amigos de Marín- aceptamos también la escuela única y aceptamos todo lo que haga falta con tal de ser ministros”. Aquí terminó el diálogo. Los radicales estaban dis­ puestos a la concentración, no a la abdicación ni a la hipo­ cresía. No han querido colaborar en el poder con esa gente. Los amigos de Marín no salen de su asombro. ¿Despreciar unas carteras? Quizás si los radicales hubieran apretado un poco más, los reaccionarios franceses habrían llegado en la dulce pendiente de las concesiones a asistir aun banque­ te de promiscuación y atracarse de salchichón de obispo. ¡Hombres de ideales!

2 de febrero de 1931 24 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

CHOSES D’ESPAGNE -Il-

Tan pronto ocurre cualquier suceso político en Es­ paña, los periodistas franceses -salvo contadas excepcio­ nes- se ponen a escribir tonterías de un modo frenético. Un padre de familia, con la pluma en la mano, obligado a ocuparse de cosas que no conoce puede llegar a escribir un número incalculable de majaderías. Basta leer la prensa francesa de estos días pasados para convencerse de esta máxima, cuyo autor es el gran periodista catalán Eugeni Xammar4. Xammar conoce bien el periodismo francés. Lo admira, como lo admiro yo. Pero ¡cuánto más lo admira­ ríamos si no se ocupase de asuntos españoles o lo hiciera con discreción y acierto, como cuando trata cuestiones alemanas o inglesas! Existe en Francia una ignorancia sobre la realidad española igual a la que existe en España sobre la realidad portuguesa. Desvío de inquilino rico por el vecino pobre. Indiferencia de gran señor por el transeúnte desconocido, cuyas posibilidades de acción ignora. Puede ocurrir que el gran señor vea al transeúnte desconocido en trance de sacudir violentamente su malhumor. Entonces exclama, entre temeroso y asombrado: “¿Pero que le pasa a ese hombre? Que se calle; que se esté quieto... Que lo deten­ gan. ¿Quién le manda estar malhumorado?”. La prensa francesa se extraña de todo lo que ocurre en nuestro país y trata de convencer a sus lectores de lo que los españoles debiéramos estar convencidos de que

4. Eugeni Xammar fue corresponsal en distintos países europeos en los mismos años que Esplá. Ellos, unidos a Josép Pía, escribieron algunas de las mejores crónicas internacionales del momento. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 25

todo marcha bien en España. Sobre datos faltos y pinto­ rescos, sobre visiones deformadas y juicios superficiales, la prensa francesa monta el tinglado de sus comentarios delirantes. Hay excepciones, dijimos. Con gusto, con provecho y con admiración leo siempre las crónicas españolas de León Rollin5, honor del periodismo francés -y del espa­ ñol, pues escribe nuestro idioma como el suyo propio-, informador inteligente, imparcial y culto de cuanto ocurre en la Península, conocedor a conciencia de nuestro país, escritor independiente y honrado. Con admiración leo también los comentarios rápidos, nerviosos, concentrados del periodista republicano Henri Barde y los estudios del socialista Rosenfled, que siguen con simpatía el movi­ miento liberal español. Los nombrados y alguno más, muy pocos, son la única excepción en el entontecimiento colectivo de la prensa francesa cuando la política española se pone de actualidad. El reaccionario Pertinax, de L’echo de París, tampoco merece ser confundido con los tontos. No es un especialista en cosas españolas, ni simpatiza con nuestro republicanismo, pero es persona inteligente y bien informada. Mas al lado de ellos ¡cuántas majaderías han escrito ese viejo cascarrabias de Saint Brice, que interpretaba los hechos políticos españoles por las teorías maltusianas; el nacionalista Banville, temeroso de que la República española fría en aceite hirviendo a los burgueses y a los obispos; el desinteresado Sauerwein, que ha querido ven­ garse ahora del merecido desaire que le hiciera don José

5. Periodista de L’Oeuvre y otros diarios franceses especializado en política internacional. íntimo amigo de Carlos Esplá y compañero de corresponsalía en la SDN. 26 II-CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Sánchez Guerra cuando se negó a recibirlo a bordo del “Canalejas”6 por saberlo portador de una misión de Primo de Rivera. Algún motivo debe de existir para que hombres que no son tontos lo parezcan cuando se ocupan de nuestros asuntos. ¿Se ha restablecido, acaso, aquella benemérita organización de propaganda en el extranjero cuya exis­ tencia confesó candorosamente el tiranuelo en una de sus notas?7 Buenos bombos atizaban entonces estos mismos periodistas al estadista jerezano y buenos dineros costaba “la organización” al contribuyente español. Durante seis años estuvo la prensa derechista francesa y parte de la llamada de información elogiando a la dicta­ dura, diciendo que los españoles estábamos contentísimos con nuestra suerte y que Primo de Rivera era el salvador de España. Todos los esfuerzos desesperados de esos currin­ ches no impidieron la caída del usurpador y lo que vino después. Tampoco ahora las insensateces de Saint Brice, Sauerwein y compañía detendrán la marcha de los acon­ tecimientos políticos. ¿Qué importa que ellos crean que Romanones goza de gran prestigio político y que La Cier­ va y Aznar son grandes estadistas y que este gobierno es el que nos conviene? Lo que importa en la política española es la opinión de los españoles. Y nosotros conocemos a Bugallal y a García Prieto mejor de lo que se creen algunos periodistas franceses, tontos o sinvergüenzas.

4 de marzo de 1931

6. Barco en el que estuvo detenido Sánchez Guerra tras el intento revolucionario de 1929 en Valencia. 7. La Organización Adecuada fue creada por Primo de Rivera para sobornar a periodistas franceses. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 27

EL ALICANTE REPUBLICANO8 -III-

Hace más de quince años tuve que abandonar mi puesto en la mesa de redacción de El Luchador. Hoy vuel­ vo a ocuparlo, por unos días, en estas vísperas de lucha electoral, de batalla civil por Alicante y la República. Es mi puesto de combate. Requiero mis armas: las cuartillas, la pluma... Tiembla ésta un poco en mis manos. Es la emo­ ción de tantos y tan conmovedores recuerdos. Faltan a mi lado los compañeros inolvidables de aquellas primeras luchas políticas contra el caciquismo indecente. Pero los muertos -Juan Botella, el Dr. Rico, Dorado- no se han ido. Adivino su compañía invisible en estos instantes de fervor ciudadano. Está aquí su obra. Vamos a continuarla y completarla. Con ellos tomé parte en contiendas electorales, que fueron gloriosas para el republicanismo alicantino. Gloriosas porque preparaban el porvenir. Gloriosas porque anunciaban la victoria, que ya es inminente. Estas .elecciones no serán, sin embargo, como aque­ llas: son las elecciones de la Revolución. Acabo de vivir durante una semana en el clima revolucionario de Madrid. Toda España es una Convención. Esta piel de toro tendi­ da a un extremo de Europa es hoy un inmenso Juego de Pelota. Fue en el histórico trinquete de Versalles donde se dio el primer trastazo magnífico al absolutismo borbónico. Vamos a darle ahora, en Alicante, en España, el puntapié definitivo.

8. A finales de marzo de 1931, Carlos Esplá regresó a España para participar en la campaña electoral de las elecciones municipales. Antes de abandonar París, el exilio en pleno le rindió homenaje en el Café Napolitain. 28 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Al comenzar la lucha quiero transmitir a los repu­ blicanos alicantinos el saludo que para ellos me dieron los emigrados españoles en París: Marcelino Domingo, Indalecio Prieto, Martínez Barrio, Queipo de Llano, Franco y tantos otros soldados que supieron ser ciuda­ danos y ciudadanos que supieron ser soldados de nuestra causa. Ellos saben que, el 15 de diciembre, Alicante dijo: Presente. Saben también que, mañana, Alicante volverá a decir: Presente. Luchemos por la amnistía, por el regreso a España de esos grandes españoles. Luchemos por la República. Yo he venido para ponerme -como siempre lo estuve- al servicio de ella.

6 de abril de 1931

ELECCIONES REVOLUCIONARIAS. HACIA UNA LEGALIDAD REPUBLICANA -IV-

Estas elecciones, dijimos ayer, tienen un carácter ex­ cepcional. Desde el año 23 -fecha vergonzosa, borrón en la historia de nuestro país- es la primera vez que se pone en manos del pueblo la papeleta electoral, arma de ciuda­ danía en las naciones que han llegado a una plena sazón democrática. No creemos en la sinceridad electoral organizada por un gobierno de viejos caimanes del caciquismo, aplicada en las provincias por gobernadores, monterillas y otros ejemplares de la picaresca española. Temeroso del formi­ dable empujón republicano en toda España, el gobierno re­ currirá -ha recurrido ya en las proclamaciones del domin- II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 29 go’- a toda suerte de atropellos y coacciones para ahogar y falsear la voluntad popular. Si ella pudiera manifestarse li­ bremente, el día 12 quedaría barrida la ficción monárquica en todo el país, desde Madrid hasta la última aldea. Pero frente al gobierno y contra el gobierno, con ama­ ños o sin ellos, con un censo del que fueron excluidas las nuevas promociones ciudadanas -ésta y otras falsedades nos harán perder cerca de tres millones de votos en España entera-, contra todo y contra “esos”, el avance republicano es irresistible y nuestra victoria segura. No hace muchos días, oí decir a una alta figura de la política española: -Muchas ilusiones se hacen ustedes los republicanos; creo que, con escasas diferencias, van a verlas realizadas totalmente. Las veremos realizadas, en efecto, el día 12, que borrará para siempre otra fecha vil: Un trece de septiem­ bre9 10. Las elecciones municipales van a ser en primer tér­ mino, en el acto mismo del escrutinio, una manifestación por la amnistía. Cada voto republicano será como una flor en las tumbas de los dos Mártires de Jaca; como un llamamiento a los que viven en la emigración; como un abrazo de acogida a los que están en la cárcel. Con el su­ fragio abriremos las fronteras y los rastrillos. Que vuelvan a España los emigrados y que salgan de España quienes aquí estorban. De las urnas ha de salir el equipaje del que no quiere marcharse. Pero se marchará. Y para siempre.

9. Nombramiento de alcaldes por Real Orden. 10. Golpe de Estado de Primo de Rivera. 30 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Constituidos los Ayuntamientos republicanos, el pro­ ceso político español va a precipitarse, a tomar velocidad fantástica. Se continuará la historia de España en el punto en que quedó interrumpida el 15 de diciembre. Los municipios republicanos serán la organización básica de la República: un poder, el único legítimo, encar­ nación del pueblo frente al poder faccioso del régimen. Después del día 12 sabremos que el pueblo ha elegido los concejos republicanos. Administrarán éstos en nombre del pueblo. ¿En nombre de quién seguirán gobernando las “destrozonas” de la murga gubernamental? ¿Cómo podrán conservar un poder que el pueblo habrá declarado fuera de la ley, poder de forajidos? Vamos hacia una legalidad. Hacia una legalidad repu­ blicana. El tren espera...

7 de abril de 1931

LOS MUNICIPIOS DE LA SEGUNDA REPÚBLICA -V-

E1 más hondo movimiento revolucionario español, el que lleva más claramente marcado el sello de nuestro pueblo es el de los Comuneros y las Germanías. Fue la defensa heroica de las libertades populares contra el abso­ lutismo de una dinastía impuesta. La lucha por las libertades municipales ha sido tra­ dicionalmente en España la expresión de la lucha por la Libertad, con mayúscula; esto es, de todas las libertades. Ese sentido ha de tener la contienda del domingo para la conquista republicana de los Ayuntamientos. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 31

Vamos a las elecciones en condiciones asombrosas de superioridad sobre nuestros adversarios por el formidable movimiento republicano que caracteriza este momento histórico. Toda España es republicana. Pero, la presión del poder, los fraudes y atropellos dirigidos contra nuestros candidatos, nos sitúan en un plano de inferioridad en esta lucha de apariencia legal. La estadística electoral elabora­ da en la Puerta del Sol podrá falsear la realidad política, podrá ocultar en parte la verdad. Pero con la porción de victoria que no pueda ser amañada en Madrid bastará para plantar nuestro triunfo, como una bandera, en el corazón del régimen agonizante. De las urnas han de salir el domingo los Municipios de la Segunda República. Los que preparen su adveni­ miento y consoliden su existencia. Desde este punto de vista consideramos las elecciones como un episodio de la acción revolucionaria. 15 de diciembre. 12 de abril. La tercera fecha no esta­ rá en blanco por mucho tiempo. No es posible la menor confusión. Son inútiles los esfuerzos grotescos de un provocador trashumante para desacreditar en Alicante la segunda República difaman­ do la obra de la primera. En ninguna parte podría tener efecto esa propaganda canallesca. Menos puede tenerla en Alicante, donde republicanismo y honradez son términos inseparables, idénticos. Alicante es hoy, en el incendio republicano de la Península, la llama más alta y pura. Alicante es hoy un ejemplo. En Alicante sabemos lo que fue la primera República. Un nombre, en nuestra ciudad, llena esa época: Maisson- nave. 32 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

¿Quién es el miserable capaz de lanzar un ultraje a su memoria, una piedra cobarde a la estatua que le levanta­ mos? En Alicante sabemos lo que fue el republicanismo du­ rante la Restauración. Otro nombre lo simboliza: Antonio Rico11. El doctor Rico era la honradez, la ciencia, la bondad, la pureza de ideales, la generosidad, el amor al pueblo, la austeridad, el servicio constante y heroico a la democracia, el alicantinismo y la universalidad. Sabemos, pues, lo que será la segunda República. Será extender a toda España la obra honesta, rectilínea, inteligente del republicanismo alicantino. Será estar go­ bernados, dirigidos, administrados, por hombres como el doctor Rico. En Alicante sabemos lo que fue y lo que será la República. Alicante elegirá el 12 de abril un Municipio republicano.

8 de abril de 1931

EL VOTO COMO ARMA CIVIL -VI-

Unas palabras finales antes del momento lectoral. Quisiéramos que esta noche fuese para todos los ciuda­ danos alicantinos de meditación y examen de conciencia. Quisiéramos que la democracia alicantina se acercara ma­ ñana a las urnas con una gran emoción civil, con un hondo

11. El Dr. Rico, maestro de Esplá, fue uno de los renovadores del republicanismo alicantino a principios del siglo XX. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 33

sentido de la responsabilidad. Hemos presentado sin dis­ fraces hipócritas la lucha de mañana como un episodio de la acción revolucionaria iniciada el 15 de diciembre. No hemos ocultado ninguna de nuestras intenciones, ninguno de nuestros propósitos. Vamos a la conquista de los Municipios para posibi­ litar la conquista del Gobierno. Vamos a la lucha decisiva por la República. Si en las alturas se sintiera el patriotismo como lo siente el pueblo; si no lo confundieran en esas regiones con los provechos de la lista civil, los privilegios y las comisiones; si hubiera un mínimum de respeto para esta democracia española, ya en marcha victoriosa, la lucha electoral podría ser la renuncia espontánea al imperativo revolucionario. Frente a la Libertad, la revolución es un crimen. Frente a la tiranía y el absolutismo es un deber. En lucha contra el caciquismo y el fraude electoral, en lucha contra una organización faraónica destinada a estran­ gular la soberanía popular, la contienda mañana debe tener, en consecuencia, un hondo carácter revolucionario. Pero de­ bemos esgrimir todas las posibilidades de paz y orden que nos ofrecen. Debemos agotar todas sus promesas legales. En las luchas civiles, el sufragio es el arma más civilizada. Queremos que los electores alicantinos tengan una cla­ ra idea del uso sublime que pueden hacer de ella. En la ac­ ción revolucionaria emprendida, cada voto emitido mañana a favor de la República puede ahorrar un tiro; cada concejal elegido puede evitar la muerte de un luchador; cada Ayun­ tamiento constituido republicanamente puede impedir mu­ chos dolores, muchas lágrimas y muchas miserias. Frente a la crueldad feroz de las derechas españolas que tratan de pisotear las tumbas de nuestros Mártires y no se conmueven ante el dolor de las madres de los revolucio­ 34 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 narios, nosotros nos inclinamos con igual emoción, con el mismo respeto ante todos los que sucumbieron al servicio de un ideal o de un deber. Para que no haya más víctimas, para que no haya más sangre en esta nueva guerra civil, nosotros pedimos al pue­ blo que vote por la República. Es preciso que triunfemos en esta lucha electoral, de sentido pacífico y de apariencia legal. Pero si se nos arre­ bata la victoria con malas artes, si en las alturas no se oye la voz del pueblo, entonces la acción revolucionaria habrá de continuar heroica y sublime en la calle. No seremos en­ tonces nosotros los culpables de la tragedia inevitable. La República vendrá en ese caso escoltada por los dolores fe­ cundos que acompañan a todos los alumbramientos. Pero vendrá, de todas maneras. Aún a precio de nuestras vidas.

11 de abril de 1931

RECUERDOS, NOMBRES, ESPERANZAS -VII-

Oí decir a Unamuno -fue en un diálogo inolvidable con Georges Duhamel12- que sólo los pueblos que tienen Historia pueden tener porvenir. Añadía nuestro don Mi­ guel que únicamente los hombres cargados de recuerdos están repletos de esperanzas. En estas horas de esperanza ¡cuánta emoción ponen los recuerdos en mi pluma! En medio del camino de la vida, al encontrarme de nuevo en el ambiente mismo que rodeó mi juventud, entre los mismos hombres que conmi-

12. Médico y escritor francés, autor de Civilización. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 35 go iniciaron la lucha republicana en Alicante, siento un or­ gullo y una satisfacción enorme: no ha habido en nuestras filas ninguna deserción. El equipo está completo. La vieja guardia está en pie. Hombres nuevos han reemplazado a los que la Intrusa nos arrebató. La muerte ha hecho bajas en nuestro grupo: no la traición ni el escepticismo ni el desaliento. Ved dos nombres que van unidos al mío desde hace treinta años: Alvaro Pascual Leone y José Alonso Mallol13. Juntos los escribía nuestro maestro en las listas de estudio. Jimios los escribe hoy la pluma republicana en esta página electoral. Fueron mis amigos de infancia, mis hermanos. Han sido paralelas nuestras vidas. En la mía dejaron honda huella aquellos años. Hoy, Alvaro Pascual, es candidato republicano en Valencia. Pepe Alonso lo es en Alicante. Dos líneas rectas, trazadas con pulso firme, hacia la República. Hombres distintos y existencias consagradas a un ideal idéntico. Alvaro Pascual era un año tímido, sensi­ ble, una estampilla romántica. Todo en él era dulzura y exquisitez. Pepe Alonso era un muchacho fuerte y audaz, un magnífico ejemplar de vitalidad y rebeldía. Alvaro y yo admirábamos a Alonso. Era nuestro jefe, nuestro caudillo, nuestro capitán. Triunfaba en todos los juegos y en todas las reyertas infantiles. De él recibimos los primeros libros de lectura. Novelas de aventuras. Venía a nuestras casas y devoraba los libros de las bibliotecas familiares. Era el más despejado e inteligente del colegio. De él salimos juntos. Pepe y Alvaro ingresaron en el Instituto. Yo, en la Escuela de Comercio. No se interrumpió nuestra amistad.

13. Ambos seguirían los mismos pasos que Esplá en el exilio; los tres están enterrados en el Panteón Español de México. 36 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Nos reuníamos todas las tardes en la tienda de la madre de Alonso, esa mujer admirable, abnegada, valerosa: una mujer alicantina. Fue difícil nuestra primera juventud. Alonso era huér­ fano de padre. Murió el mío. Abandoné los estudios. No me abandonaron los amigos. Trabajé. En mi desgracia y en mi pobreza, el cariño de ellos era casi mi única riqueza. Murió también el padre de Alvaro. El dolor fundió más nuestras existencias. Juntos comenzamos nuestras luchas republicanas y nuestras aficiones periodísticas. Alvaro era el más bri­ llante. Sus primeras crónicas fueron ya una obra maestra. Alonso me trajo a El Luchador. De entonces data mi amistad con Alvaro Botella14, ahora también candidato republicano, y uno de los hombres que más han influido en mi formación espiritual: un maestro. Con ellos y otros amigos de aquel tiempo constitui­ mos la Juventud Republicana. El Luchador fue nuestra tribuna. Lo es hoy también en esta lucha. Línea recta. Es nuestro emblema. Un destierro me separó de Pepe Alonso y Alvaro Botella. Me uní más a Álvaro Pascual que terminaba sus estudios en Valencia. Asistí a sus últimos triunfos univer­ sitarios y a sus primeras victorias profesionales. Escribió una Memoria admirable sobre las nacionalidades. Daba conferencias. Publicaba crónicas primorosas. De vez en cuando, venía a Valencia Pepe Alonso, que luchaba con braveza en Alicante. Todos los valencianos recuerdan aún la voz prodigiosa, los clarinazos de Pepe Alonso en una célebre manifestación republicana15.

14. Discípulo del Dr. Rico y director del diario republicano alicantino El Lu­ chador. 15. Manifestación contra la visita de la Infanta María Cristina a Valencia. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 37

Alvaro Pascual es hoy una de las más destacadas fi­ guras de la región, un gran abogado, un orador elocuente, un caudillo político que ha levantado a pulso el republica­ nismo de la comarca vinarocense, un escritor cultísimo. Yo os recomiendo la lectura de su erudito estudio sobre “Transformación del concepto del poder público en el siglo XVIII”. Pepe Alonso, luchando en Alicante más difícilmente que nosotros en Valencia -no por falta de méritos sino por dificultades del ambiente- afirmaba también su personali­ dad republicana. De los tres sigue siendo él quien más vale. Alvaro Pascual y yo le admiramos y le queremos. Tiene un gran sentido político, una gran generosidad, una firmeza de ideales inigualada, una modestia ejemplar. Es un gran temperamento y una gran inteligencia. Es un Hombre. ¡Recuerdos cargados de esperanza! ¡Pasado lleno de futuro! Todos los nombres de la candidatura republicana alicantina son evocadores para mí. Lorenzo Carbonell, el primer talento político de Ali­ cante, será siempre para mí el colaborador del Dr. Rico en su obra municipal; Marcial Samper, un valor positivo, fue también compañero mío de juventud; de colegio lo fue An­ tonio Pérez Llorca; de la misma época, aproximadamente data mi amistad con Vicente Martínez Sansano, vecino mío en Benalúa; con César Oarrichena16 y Eleuterio Sán­ chez, ejemplos de fidelidad política; con Agustín Mora, José López Pérez, Franklin Albricias, nombres que pres­ tigian nuestro partido. Con respeto recuerdo la amistad de Nicolás Lloret con mi padre; con cariño la que yo siento por Casimiro Arqués. Otros nombres, magníficas banderas de combate, integran nuestra candidatura: Rafael Blasco,

16. Director del periódico republicano Diario de Alicante. 38 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

cuyo apellido es todo un símbolo, José María Ribelles, Pe­ dro Beltrán, Gómez Serrano, Rafael Sierra, Rafael Álamo, González Ramos, Pérez-Águila, José Pérez García-Furió, de quien hablábamos con admiración los estudiantes de la Escuela de Comercio, Ángel Martínez, el veterano socia­ lista. Para final he dejado a los que, con Pepe Alonso -que es como mi hermano- y Alvaro Botella -que es mi maes­ tro- pertenecen a la redacción de El Luchador. Juan José Cremades y Antonio Pérez Torreblanca. Más jóvenes que yo, comenzaron su vida política después de mi marcha de Alicante. Mucho vale Cremades, como escritor y orador. Mucho vale también Pérez Torreblanca17, cuya elocuencia envidio, si se me permite ese pecadillo; cuya personalidad política y social se destaca netamente en la vida alicantina, de quien esperan mucho -y no ha hecho poco- Alicante y el republicanismo español. Otro nombre he visto esta mañana escrito en una candidatura tricolor: el de Don José Guardiola Ortiz18. Fue mi abogado en los procesos con que trató de ahogarme el caciquismo de Alicante. Le debo gratitud. Siento por él admiración. Fue el defensor entusiasta y generoso de un perseguido: el que firma esta página. Impregnada de recuerdos.

Abril, 1931

17. Cremades y Torreblanca fueron diputados republicanos en junio de 1931. 18. Abogado y concejal republicano de Alicante. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 39

LA DESBANDADA -VIII-

Hace pocas semanas, en el Consulado español de Pa­ rís, se negaba el pasaporte a los emigrados políticos. Hoy, quizás, tenga que expedir el Gobierno de la República el pasaporte al rey. Ha comenzado ya la desbandada. Personas de la fami­ lia real abandonan palacio. Los cuatro gatos monárquicos -tres, desde que el gato de Ossorio se hizo republicano- no han podido resistir el empujón de la democracia española. Anoche circuló el rumor de la abdicación del rey. No se confirmó la noticia, pero no pude tardar mucho en con­ firmarse. La abdicación es inevitable. No creemos que, antes de perder la corona, pierda el rey la cabeza y, en un intento vesánico, trate de defenderse por la fuerza. Por la fuerza sería también destronado. La sangre que se vertiera caería sobre su conciencia. Y la justicia del pueblo sería entonces imparable. Solo aceptamos la abdicación en la soberanía popu­ lar. Se equivocan quienes creen posible la abdicación en el Príncipe de Asturias o en alguno de los otros hijos del matrimonio real. España no quiere reyes. España quiere la República. Podremos compadecer las dolencias físicas de esa familia, pero no podemos tomarlas a nuestro cargo, ni subvencionarlas con una espléndida lista civil. ¿Cómo se hará el cambio de régimen? ¿Cómo la trans­ misión de poderes? Los doctores del constitucionalismo y algún curandero monárquico estudian en estos momentos la fórmula. El pueblo espera. Espera con serenidad y deci­ 40 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

sión, dispuesto a permitir y facilitar el tránsito, dispuesto también a no soportar burlas. En estos momentos críticos, el republicanismo espa­ ñol es la única garantía de paz social y de autoridad que existe en España. Tenemos plena conciencia de nuestro deber y de nuestra responsabilidad. Con el mismo espíritu de ciudadanía con que funcionó el día 12 de abril la demo­ cracia española funcionará en las jomadas decisivas que se avecinan. Alicante y su provincia serán un ejemplo, como lo fueron el 15 de diciembre. Los Ayuntamientos republicanos elegidos son hoy la única autoridad legítima en el país. El Municipio republi­ cano de Alicante cumplirá con su deber. El del pueblo es ponerse al lado de las autoridades republicanas. El del rey, marcharse. Los muertos de Anual, los mártires de Jaca lo escoltan silenciosamente.

14 de abril de 1931

¡SEÑORES VIAJEROS, AL TREN! -IX-

Ayer 12 de abril, fue proclamada de hecho en España la Segunda República. Sólo falta cumplir ciertos requisitos de puro trámite, para su instauración oficial. La fórmula del expediente está todavía inédita. Escribimos estas líneas rendidos físicamente por las emociones de una jomada de lucha triunfal. No nos sería posible prever lo que puede ocurrir hoy mismo, las derivaciones transcendentales que, en el plazo de horas, puede alcanzar nuestra victoria. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 41

Toda España votó ayer por la República y dio a la elecciones municipales el carácter revolucionario que no­ sotros le atribuíamos. El éxito supera nuestras mejores es­ peranzas, desborda los cálculos más optimistas. Sabíamos que España entera estaba madura para la República. Pero no se nos ocultaba la dificultad material de expresar en las urnas, con un censo preparado por nuestros adversarios, el fervor republicano del país. Todo ha quedado, sin embar­ go, barrido por el formidable vendaval antimonárquico. La victoria ha sido aplastante no sólo en Madrid, Barcelona y Valencia, sino en todas las poblaciones importantes de España y en la mayor parte de los pueblos. A esa victoria ha contribuido espléndidamente el Alicante del 15 de diciembre. En la capital la candidatura antimonárquica estaba integrada por veinticinco nombres. En el diploma triunfal hay escritos veintinueve. Alicante ha puesto fin para siempre al caciquismo monárquico que lo deshonraba. El 90 por ciento de los votantes alicantinos e pronunció por la República. Hubiéramos podido copar en todos los distritos. Lo hicimos totalmente en uno y de modo parcial en otros dos. Desistimos de hacerlo en los restantes para no vernos privados en el futuro Concejo de la oposi­ ción necesaria en un régimen democrático. La derrota de los Rojas, Pobil, Mírete y compañía19 es tremenda. Alicante los dejó ayer solos, en una soledad que es, a la vez, cómica y dramática. No pensamos ensañarnos con los vencidos20,

19. Manigeros de los partidos liberal y conservador dinásticos de Alicante. 20. Desde su nombramiento como Gobernador Civil de Alicante, Esplá insistirá una y otra vez en sus intervenciones públicas en el respeto a los derechos de los perdedores. Uno de sus discursos más significativos en este sentido fue el que pronunció en la toma de posesión de Lorenzo Carbonell como alcalde de Alicante el 16 de abril de 1931 : “En este Ayuntamiento hay una aplastante mayoría republicana que corresponde al abrumador número de republicanos 42 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 pero tampoco renunciamos a instruir el proceso de sus res­ ponsabilidades. Las de Pobil especialmente, salvadas por verdadero azar del naufragio monárquico, deben hacerse efectivas. Inmedia­ tamente. Dignamente ese hombre no puede permanecer ni un día más en el cargo que ocupa contra la voluntad del pue­ blo. Alicante lo expulsó ayer de la alcaldía. ¡Qué se marche! En toda la provincia, desde Alcoy, la ciudad hermana, hasta la última aldea, el triunfo republicano ha sido idén­ tico al de la capital. Alicante entero forma un ihdestructi- ble bloque republicano. Un dolor humedece de lágrimas nuestra victoria: la muerte de nuestro prestigioso correli­ gionario de Callosa de Segura don José García Escudero, víctima de la represión monárquica, encarcelado a raíz de los sucesos de diciembre por el solo delito de ser un hom­ bre sincero, y que en la prisión se agravó de la dolencia que ayer le llevó a . Sobre su cadáver arrojamos, conmovidos, una brazada de flores. Junto a los nombres de Galán y García Hernández el de García Escudero queda esculpido en el martirologio republicano. El 12 de abril descubre trágicamente toda la crueldad de esas muertes, sublimizadas por el heroísmo. ¿En nombre de quien se mató a los dos capitanes de Jaca? ¿En nombre de que se encerró a García Escudero en una celda que ha sido tumba para él? ¿En nombre del orden? ¡Infame blasfemia! Ayer demostró Alicante y toda España que la República es el orden; que sólo lo perturban quienes tratan vanamente de

con que ha contado siempre Alicante; pero hay también una minoría monár­ quico digna de todo respeto. Los hombres de esa minoría serán respetados por los republicanos alicantinos. Nosotros queremos que haya una crítica y una fiscalización de nuestra obra...” II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 43 evitar el advenimiento de aquélla. Las elecciones de ayer fueron, por el espíritu de ciudadanía de nuestro pueblo, de un orden, de una serenidad impresionantes. Había algo sublime y mágico en el espectáculo que ofreció la demo­ cracia alicantina, la democracia puesta en marcha. ¡Orden, orden! Si. Pero el orden de ayer es ya el nuevo orden, el orden republicano, fórmula superior de civilidad y civilización. La victoria de ayer es así más grandiosa y solemne. Ella pone en manos del republicanismo alicantino el go­ bierno de la ciudad. Ella debe poner con urgencia en manos del republicanismo español el gobierno de la nación.¡Con cuánta emoción recordamos en estos instantes al Dr. Rico, a Juanito Botella, a Federico Clemente! ¿Cuáles van a ser las consecuencias políticas inmedia­ tas de nuestra victoria? ¿Habrá dimitido ya, cuando estas líneas lleguen al lector, el gobierno derrotado? ¿Qué va a hacer el rey? Anoche, en Madrid, reinaba gran confusión política. Había pánico en las alturas. Sabemos que se reunió el Comité revolucionario del 15 de diciembre, el Gobierno provisional de la República cuyos poderes quedaban con­ firmados de modo tan clamoroso por el pueblo. Ignoramos sus deliberaciones y acuerdos. Alicante y España entera esperan sus órdenes. Las cumpliremos con absoluta ener­ gía, con-imperturbable decisión. El Gobierno provisional es ya para toda España el único legítimo. No nos asustan los rumores que presentan como posible la resistencia sangrienta del régimen, confiada a una dictadu­ ra militar. Las bayonetas no pueden salvar ya lo que los votos del pueblo han destruido. El anuncio de la dictadura sería la señal de la insurrección y del levantamiento nacional. 44 II-CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Parece, por el contrario, verosímil que, en un intento desesperado, un gobierno constitucionalista sustituya, des­ pués de una crisis angustiosa, al gobierno que, presidido por un marino21, naufragó ayer. Tal gobierno carecería de autoridad ante el país. Apenas si los constitucionalistas po­ drían presentarse como síndicos de la quiebra monárquica. Gobierno de liquidación y de derribo. Pero la única solución, que sería inútil retrasar con dilaciones, es la República. Ha sonado la hora. ¡Señores viajeros, al tren! Envío: A los emigrados españoles en París. Cumplí vuestro encargo. Alicante os llama. Con sus votos os ofrece la amnistía. Hasta pronto. Recuerdos a “Monsieur Quiñones”22.

ENEMIGOS DE LA REPÚBLICA -X-

Me pide El Luchador una cuartilla para reanudar esta colaboración mía de tantos años, interrumpida los últimos meses por ocupaciones ineludibles que arrancaron de mi mano la pluma de periodista. Desea El Luchador en esa cuartilla la opinión de un republicano de siempre sobre la República que hemos implantado para siempre. Y ya, casi sin pretenderlo, he dado mi opinión. Nuestra República es, en efecto, una República para siempre. Lo escribo así, con la sencillez obligada cuando habla uno para herma­ nos. Porque El Luchador es obra mía y de mis hermanos

21. El almirante Aznar. 22. Quiñones de León, embajador de España en París durante la dictadura de Primo de Rivera. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 45 en ideales, de esta gran familia republicana alicantina que venera en el hogar el recuerdo del doctor Rico y de Juan Botella. Hemos implantado una República para siempre. Sépanlo los enemigos declarados o hipócritas del régimen. Sépanlo, sobre todo, los republicanos sin fe, que vacilan a los primeros contratiempos, que tiemblan cuando surgen las primeras contrariedades. La monarquía nos legó una nación en escombros. Hasta terminar la obra gigantesca de construirla nueva­ mente hemos de sufrir rigores, inclemencias, miserias. Una política de despilfarro, de orgía financiera, que dio durante los años viles la ilusión de cierta prosperidad, nos ha conducido a este momento de agobio. Los problemas económicos que hoy tiene planteados la República son la consecuencia inmediata de ocho años de bandolerismo monárquico. Debemos hacer frente a esta situación con el ánimo decidido, sin titubeos, sin desconfianza en el porvenir. Dijimos en otras ocasiones, antes del 14 de abril, que lo más difícil no sería conquistar la República, sino, luego, organizaría, merecerla, lanzarla audazmente hacia el fu­ turo. Nos encontramos en ese momento, amenazados por mil dificultades y obstáculos que en nuestro camino puso la mano criminal del régimen caído. Nos encontramos en ese momento en que la República no invita al pueblo a una fiesta sino a un constante desvelo por ella, a un sacrificio permanente por su salvación. Enemigos de la República son, naturalmente, quienes cobardemente preparan agresiones financieras o tumultos sociales contra ella. Pero también serán enemigos de la República los republicanos que, en un instante de des­ aliento, pierdan la fe en el régimen naciente. 46 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Nuestra República es “para siempre”. Para siempre. ¡Republicanos! Por encima de las ruinas que nos legó la monarquía, sin volver la vista atrás, sin compasión para los enemigos ¡adelante!

8 de agosto de 1931

AZAÑA, PRIETO Y DOMINGO23 -XI-

De Bilbao recibimos la noticia ejemplar; las izquier­ das auténticas marcharán unidas en Vizcaya, encabezando la candidatura estos tres nombres prestigiosos: Manuel Azaña, Indalecio Prieto y Marcelino Domingo. Del norte viene la nueva, y Norte político, para todos los verdaderos republicanos, es esa alianza simbólica. Se ha logrado por la inteligente visión del momento que posee la democracia vizcaína, a la que saludamos con admiración y simpatía desde estas tierras alicantinas; y ha sido artífice de esa magnífica unión el gran republicano y gran socialista Indalecio Prieto, que se ha hecho una vez más digno de la estimación de las izquierdas. Queremos a Prieto como republicanos y como alicantinos y su obra nos llena de satisfacción. Ni un momento vaciló en pro­ pugnar esa unión. Desde hace días teníamos la seguridad de que se lograría. En una conversación reciente, un amigo nuestro oyó decir a Prieto: “La dispersión de las izquierdas sería una locura en Vizcaya. Yo no regalo dos actas a las derechas”. Pactada la unión, el triunfo de las izquierdas es seguro.

23. Elecciones de noviembre de 1933. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 47

Recogemos la enseñanza de esa palabras y de esa unión. Ellas concretan un anhelo que está fuertemente anclado en nuestro espíritu. Consiste nuestro anhelo en presentar frente a las derechas embravecidas una bande­ ra política que podamos plantar con altivez en el campo electoral. No son permitidos en estos momentos las vaci­ laciones en las conductas ni las indecisiones en la doctrina. Domingo, Prieto y Azaña son los hombres representativos de una política de izquierdas en la República. Las dere­ chas los han unido como blanco de su obra difamatoria, destructiva y reaccionaria. Las izquierdas debemos unirlos como base de nuestra obra constructiva, reformadora y revolucionaria. Unidos estuvieron en el gobierno; unidos deben estar en la nueva conquista del Poder, para consoli­ dar y continuar la República. Iniciación de la presente alianza electoral vizcaína fue aquel inolvidable mitin en la Plaza de Toros de Bilbao, meses pasados, cuando Azaña, Domingo y Prieto asumían las responsabilidades del gobierno. Los tres oradores se presentaron entonces unidos a la democracia bilbaína, como se presentan ahora en la candidatura republicana. En la sede de la plutocracia, el jesuitismo y el nacionalismo clerical, Domingo, Prieto y Azaña fueron en aquel acto la palabra de la República. Pudimos apreciar entonces que la democracia vizcaína tiene grandes semejanzas con la de nuestro pueblo levantino: el mismo sentido de ataque contra el clericalismo, el mismo concepto de lo que es la verdadera República, idéntica exigencia de austeridad a los dirigentes de la política, igual respeto a aquellos que con su conducta se hacen dignos de merecerlo, la misma solidaridad con las izquierdas en la lucha, y también, la misma condenación e idéntico desdén contra todo lo que es inmoralidad, deslealtad, equilibrismo, compadrazgo, 48 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

irresponsabilidad, demagogia, inconsecuencia y pasteleo. Socialistas y republicanos de Bilbao toman, como los de Alicante, la política en serio. No han hecho mella en ellos, como tampoco en nuestros amigos, las campañas infames de contrabandistas y privilegiados en trance de responder ante la justicia. Creen, como creemos nosotros, que la obra austera y ejemplar de la República durante sus primeros años, realizada por nuestros hombres más queridos y res­ petados, merece la gratitud del pueblo español, y con ella como bandera se debe ir abiertamente a la lucha y a la victoria24. Prieto, Domingo y Azaña. Tres nombres que en Ali­ cante son admirados. Tres, conductas resplandecientes. Tres partidos que pueden mirar con orgullo el pasado, con entusiasmo el presente, con esperanza el porvenir. Aplaudimos la alianza simbólica y, por encima de las tierras españolas, tendemos nuestros brazos fraternales a los republicanos bilbaínos que ofrecen a la democracia española esa enseñanza, ese estímulo y ese ejemplo.

Octubre, 1933

LA CANDIDATURA MONÁRQUICA -XII-

Se ha dado ya estado público a la candidatura mo­ nárquica, caciquil y clerical, elaborada confidencialmente en las sacristías. Figuran en ella, entre otros espectros del

24. A pesar de este artículo y de la renuncia de Esplá a presentarse en la segunda vuelta de las elecciones, socialistas y republicanos concurrieron por separado en Alicante. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 49 pasado, don Manuel Señante quien, con barbas y todo, debe representar en ese conglomerado el Altar; el señor Alberola, el Trono, el señor Hernández, la propiedad; y el pollo Canalejas, la Familia. ¡Buena está la familia! Hace falta cierta desfachatez para lanzar al público esa lista de nombres unidos tan solo por un bajo interés electoral, pero separados por todo lo demás: por ideas políticas, sociales y religiosas, y hasta por principios de moralidad pública y privada. El panorama es horroroso; el cóctel, con una gran chorrada de agua bendita, no lo va a poder soportar el paladar alicantino. Esa coalición cons­ tituye un agravio para nuestro pueblo por lo que tiene de monárquica y clerical; una amenaza, por lo que encierra de plutocrática y caciquil; una burla por la hipocresía de la amalgama y la insinceridad que representa la ausencia de un ideal común. Sorprenderá a algunos ver en esa lista a don Joaquín Chapaprieta, digno de mejor compañía, pero a quien no desviaremos nosotros de las que él se busque. Creíamos sincera su adhesión a la República y dispuesto a seguir la ruta albista hacia el lerrouxismo, aunque quizás le habría detenido en ella el recuerdo amargo de cierta travesura electoral. Posiblemente estábamos equivocados. Ahora se alía con los alborotadores clericales, con los que quieren cambiar el régimen perturbando la economía nacional y hacer la revolución a hisopazos. Si algo podía representar en nuestra provincia el señor Chapaprieta era el tránsito de las fuerzas liberales y socialmente conservadoras a la legalidad republicana. Aliado con la gente que sueña con cruzadas medievales y con fascistas alfonsinos sin otra pre­ ocupación ni otra posibilidad que la del estrépito y el cos­ corrón, su posición es de una falsedad sublime. No le darán sus votos quienes combatieron con intrepidez y grosería su 50 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 obra de gobierno, aliados hoy en esa candidatura que es un timo para las conciencias y los bolsillos. Pero si triunfasen sus asociados en la aventura, ¡buen porvenir le espera a las fuerzas políticas y sociales que puedan seguir al señor Cha- paprieta! Hijo del pueblo, elevado por su propio esfuerzo, luchador contra el caciquismo, se une ahora a lo más viejo y vil del caciquismo provincial, simbolizado por el feuda­ lismo de Torres Sala. Es tal la enormidad de esa conjunción que estamos seguros de que el señor Chapaprieta no es ca­ paz de decir con claridad y sinceridad cuales son sus ideas políticas y sociales, cual será su posición parlamentaria ante las leyes laicas y las cuestiones económicas que hayan de ser debatidas en las Cortes. Claro que callar esos ex­ tremos equivale a engañar a las beatas y sacristanes cuyos votos solicita. Pero esa candidatura se basa en el engaño mutuo. Sólo existe acuerdo absoluto entre los candidatos para engañar mancomunadamente al pueblo. Oro republicano, aunque reciente y por lo visto transi­ torio, figura en la lista: el señor Martínez Arenas, persona destacada del partido que acaudilla el señor Maura, del que habrá tenido que separarse para unir su suerte -poca, por cierto- a la de los monárquicos. El señor Señante que, hace años, aseguraba en El Siglo Futuro que Maura padre era una especie de enviado de Satán en la Tierra, un libera- lote, un impío, ¿qué pensará de la compañía de ese corre­ ligionario de Maura chico, bajo cuyo gobierno se perpetró la quema de los conventos? Nada decimos del duquesito de Canalejas, doncel infortunado a quien la República ha quebrado la carre­ ra política. ¡Qué le vamos a hacer! Desde el cambio de régimen el duquesito lleva marcha atrás. Nada podemos hacer para evitarlo. En la provincia tratará de explotar el recuerdo de la fuerza política de su padre, pero suponemos 11- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 51 que se guardará de repetir aquellos magníficos discursos anticlericales que le sirvieron para crearla. Más podíamos decir de esa indecente amalgama dere­ chista, monárquica y clerical. Por mucha que sea la división -que lamentamos- de las izquierdas, esa candidatura no puede encontrar simpatía, ecos ni votos en la provincia libe­ ral, republicana, anticlerical y progresiva. Es, sin embargo, un peligro. Peligro, principalmente, para las derechas a las que el pueblo alicantino no perdonará la burla que se quiere hacer de él, el intento de resucitar lo que estaba muerto. Y peligro grande, sobre todo, para la tranquilidad de la pro­ vincia, por lo que esa candidatura tiene de provocación que Alicante no está dispuesto a tolerar. Torpe será quien no vea en ella un reto y una excitación a la violencia.

Octubre, 1933

¡A LA LUCHA, POR ALICANTE Y POR LA REPÚBLICA! -XIII-

Habrá nuevas elecciones en Alicante, lo que llaman segunda vuelta, y que ha de ser, ante todo, vuelta a la razón, al buen sentido izquierdista, a la unión de repu­ blicanos y socialistas, que no debieron ir separados a la primera vuelta. Alicante se ha librado de un enorme peli­ gro. Por 595- votos fracasa el intento reaccionario, al que dieron alas y medios de lucha los elementos que se llaman republicanos. Miles de votos nos hubieran sobrado en el escrutinio de ayer, de haber ido aliados, como fue nuestro deseo, republicanos de izquierda y socialistas, para alcan­ zar el 40 por ciento y asegurar el triunfo por mayorías. 52 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Pero no son estos momentos para volver la vista atrás, sino para dirigirla hacia delante y lanzarse gozosamente a la victoria de mañana. El fracaso electoral registrado ayer, en la Junta del Censo, por los clericales, caciques y viejos políticos de la provincia ha de ser definitivo, ha de quedar consagrado en las urnas el próximo día tres. Esperamos ese triunfo. Lo temen los derechistas, que ponían ayer, al conocer el escrutinio, caras largas, gestos tristes. Estaban abatidos, compungidos, materialmente deshechos. Se desvanecían todas las ilusiones de dominar la provincia, de instaurar en ella un predominio jesuítico y plutocrático. Habían confiado en los censos rurales, en los pucherazos -algunos muy patentes- para ahogar el sentimiento republicano y socialista de las masas ciudadanas de las poblaciones im­ portantes de la provincia y principalmente de la capital, nunca tan digna, después de la lucha pasada, de ser rectora de nuestra política. Veían ayer las derechas que habían de comenzar nuevamente. ¡Perdidos los miles de duros gastados en las elecciones pasadas! ¡Perdidos las ganancias, que creían se­ guras! Perdido todo, menos el odio al espíritu republicano, anticlerical, progresivo y de justicia social que predomina en nuestra provincia. No hay sin embargo, que basar los cálculos de nuestro próximo triunfo en el desaliento de las derechas. Movi­ lizarán inmediatamente y por segunda vez sus cuentas corrientes, la influencia del confesionario, del capitalista, temeroso de la pujanza obrerista. Rápidamente montarán de nuevo su formidable tinglado caciquil, que el pueblo republicano y socialista ha de derribar estrepitosamente el día 3. No tardaremos muchas horas en conocer su nueva candidatura electoral, que será una amalgama más sucia y II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 53 repugnante que la primera y en la que veremos a jesuítas sin sotana aliados con republicanos dispuestos a quitarse el gorro frigio25. Frente a ese nuevo frente derechista lucharemos repu­ blicanos y socialistas, seguros en la victoria, confiados en el triunfo. Pero sabiendo que la lucha será dura, dramática, cruel. Preparémonos a ella, con el ánimo decidido y re­ suelto. Que cada republicano y cada socialista realice aho­ ra el esfuerzo máximo, que no pudo realizarse el día 1926. Que cada obrero, cada ciudadano se disponga a actuar con entusiasmo. Quedan pocos días y todos han de ser aprove­ chados para preparar la lucha y asegurar el triunfo. De un modo especial nos dirigimos hoy a los republi­ canos de la capital, a la gran masa ciudadana de Alicante, para pedirle que se organice rápida y eficazmente. Es preciso que en cada barriada se formen comisiones que trabajen activamente para conquistar los votos vacilantes, para recaudar fondos con destino a los gastos electorales, para descubrir los movimientos de las derechas. Todos los círculos republicanos deben encargarse inmediatamente, desde esta misma noche, de dirigir esos trabajos. Comi­ siones idénticas deben formar los obreros de cada taller, de cada fábrica, de cada comercio. Las mujeres alicanti­ nas han de ser las primeras en este esfuerzo para salvar la República. Es preciso el concurso de todos. Hasta el día 3 no debe haber más preocupación que la victoria electoral. Alicante no pude pasar otra vez por la vergüenza de un posible triunfo derechista. ¡Por Alicante y por la República, a la lucha!

Octubre, 1933

25. Se refiere Esplá a los miembros del Partido Radical. 26. Día de la primera vuelta de las elecciones generales de 1933. 54 II-CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

EL DEBATE SOBRE EL ALIJO27 -XIV-

Cuando aparezca este número de Política ya deben de haber empezado a discutir las Cortes el proceso del alijo de armas. Las condiciones en que nos colocan los trámites de la censura28, son tan desfavorables, que si sur­ gieran incidentes de mayor o menor importancia -sobre todo, incidentes dilatorios- estas líneas habrán perdido toda actualidad. El Debate, en su editorial del martes, de tantos y tan desesperados argumentos contra la crisis, que hace sospechar en la dificultad y aún en la imposibilidad de evitarla. Este Gobierno -el del martes- tiene que “liqui­ dar la revolución de octubre”. “Puesto ya en el trance de vencer o ser vencido, tiene el deber ineludible de vencer”. Así piensan, ex abundantia cordis, los amigos de El De­ bate: “Estricta aplicación de la justicia sin excepción de personas”. Ya veremos qué alcance tienen esas palabras. El criterio de la CEDA, o de una fracción de las derechas, sobre “el deber ineludible de vencer”, compromete tanto, a los cinco meses de una revolución dominada, que, por si solo, justifica una crisis. ¿Será ese u otro el incidente a que aludimos? Debemos, sin embargo, sea cual fuere la suerte del debate, fijar posiciones en un asunto llevado con tanto ruido por las fracciones monárquicas y vaticanistas, que se han servido del Poder y de su fuerza en el Parlamento para usarlos como arma contra los Gobiernos de la República,

27. Artículos publicados en Política, diario fundado y dirigido por Carlos Es­ plá. 28. Tras el fracaso de los hechos revolucionarios de octubre de 1934, el gobierno derechista estableció la censura previa. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 55 eligiendo y separando con natural predilección al ministro de la Guerra y presidente del Consejo, señor Azaña. Dejen nuestros amigos de El Liberal de batir en un asunto anticuado y reserven para mejor ocasión el martillo de Zaratustra. ¿Por qué machacar más tiempo a esos pal- vantes, que están ya destruidos? ¿Por qué ensañarse con la pobre monarquía vencida? Digan lo que quieran, y aunque exhumen archivos enteros, los de enfrente repetirán que las expediciones de Palva y el socorro monárquico sólo son un folletín entretenido. Hay negaciones convencionales a que la situación obliga; pero en su fuero interno, tan persuadido está el ABC como El Liberal de la patente actividad realista contra la República portuguesa. Pudieran negarse “pour le besoin de le cause”, los testimonios españoles; son inne­ gables y excepcionales los que estamparon en sus libros amigos de Palva Couceíro, amigos también de ABC. La flojera que ese diario pone en la defensa de la monarquía, sólo tiene equivalencia en la molicie con que ataca el alijo español. ¿Dónde está el brío de octubre? Ha­ blemos otra vez de Asturias, que le sirvió de yunque. O la bigornia se ha fundido o el martillo de la calumnia se le ha roto ¿Qué “el ex presidente del Consejo apresuró (es el ór­ gano alfonsino quien subraya) la entrega de las armas? Es notorio que el ex presidente las dejó en depósito por falta de pago. Pasó su gobierno; pasaron varios ministros, y más de un año había pasado cuando las armas remanecieron, por arte de taumatúrgica, en Asturias. Explíquennos el milagro los enemigos del ex presidente29.

29. Azaña vendió una serie de armas a Portugal, suspendida su entrega por falta de pago, estas aparecieron un año después de que Azaña dejara el poder en As­ turias, en las jomadas de la revolución. La mayoría de los artículos de este periodo tienen un lenguaje casi críptico debido a la censura. 56 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

No hay duda; estamos ante un proceso político, o, como dicen nuestros vecinos, ante un proceso de tenden­ cias. Ellos tuvieron el suyo con Dreyfus, y supieron darle grandeza para interesar a todos los pueblos durante varios años y convertirlo en un problema de justicia universal. Parva es la materia que en España se discute, y miserable el motivo. El Dreyfus físico, sólo una unidad del vasto mundo representaba en Francia; eran principios más altos que su libertad o prisión los que hacían relampaguear la dialéctica de los bandos. Faltan aquí las razones motivado- ras, y lo que se persigue es un hombre. Maurrás formula su tremenda teoría del “faux”, que autoriza la inmolación del individuo en ara de la patria, aunque la víctima sea inocente. A los patriotas del Manzanares sólo se les ocurre invocar contra su adversario la concesión de unos míseros socorros y las reglas de pagaduría, de que están exentos unos fondos que tienen nombre de reservados. ¿Y qué pensará el general Carmona30 de estos de­ fensores que a su régimen le han salido en la meseta castellana? El exceso de celo perjudica, y es de suponer que el perjuicio del concepto se convierta contra los exce­ sivamente celosos. Humanos, caballerosos, acogieron los portugueses a los revolucionarios españoles que erraron su objetivo un 15 de diciembre.¿Por qué habían de ser menos los españoles en trance equivalente? ¿Hubieran preferido Carmona y Salazar que sus compatriotas vencidos men­ digasen el sustento en tierra extraña a que les ofreciesen un socorro de cinco pesetas por tiempo ilimitado para que allegaran otra manera de vivir?

30. Antonio Óscar de Fragoso Carmona fue ministro portugués de la Guerra, instaurando después una dictadura en el país de la que fue caudillo. Π- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 57

No creemos que el Gobierno monárquico de aquel diciembre, precursor de otro régimen, protestase de la gra­ ciosa acogida que tuvieron en Portugal el aviador Franco y sus compañeros. Tampoco sabemos que el Gobierno por­ tugués haya protestado de la modesta ayuda que sus com­ patriotas recibieron luego en España. Obrar de otra manera fuera bajeza en ambos casos, como lo sería convertir en arma envenenada contra un hombre la concesión del subsidio, si el odio reparase en instrumentos de combate. Estamos seguros que, sin la ceguera del odio, los mismos adversarios reconocerán la puerilidad y el mal gusto del ataque si otros lo desencadenasen contra personas diferen­ tes y en circunstancias distintas. ¿Y es serio referirse a reglas de pagaduría para dispo­ ner a favor de unos emigrados de algunas pesetas que, con decir que pertenecían a fondos secretos está dicho todo? ¿Es decente -y sírvales de disculpa el odio- esgrimir tan bajo argumento cuando se sabe (porque esos señores deben saberlo) que ha sido preciso el advenimiento de la República y de un Gobierno genuinamente republicano para darse el caso que -a los lectores menos informados, parecerá extraño por inaudito- Azaña, el otro monstruo del bienio, Casares Quiroga, y el asesinado Manuel An­ drés, director de Seguridad, dejaran al abandonar el Poder cerca de un millón de pesetas, de fondos secretos?

21 de marzo de 1935 58 Π- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

A LOS REPUBLICANOS, ¿QUÉ QUEDA DEL PROCESO? -XV-

¿Queda algo del proceso contra Azaña y Casares en el alijo de armas? Los que votaron contra ella dirán: “Queda el proceso. Ahí está la Comisión de los Veintiuno. Como en lo de Annual. Expediente Picasso y proceso Alarcón. Ahí está, aguardando, el Tribunal de Garantías”. En efec­ to, sigue el proceso. No seguiría si el señor Azaña hubiera tomado actitud menos altiva; en suma, menos digna. Así se entiende la objetividad, la imparcialidad del juzgador. Si el acusado no se defiende se le deja ir. Si dice su razón, aunque la tenga, y sea la más fuerte, como no cuenta con otro poder, se le condena. La misma intervención habría tenido el señor Azaña en los llamados “hechos de autos”, hablando o no hablando de estas o de otras cosas. Sin em­ bargo, hay dos medidas para la justicia. Pero no hinchemos las palabras. Justicia es mucho decir. Se trata de un proceso político. Una Cámara con mayoría derechista, contraria al espíritu de la revolución de Abril, cree tener en sus manos, en sus votos, la suerte del hombre en quien ve encarnada y cifrada a persistencia de una ley constitucional que ella odia. Convertidas las Cortes en sala de Audiencia; el Parlamento, en Tribunal; la mayoría, juez y parte, resuelve inutilizar al adversario. Dentro de los géneros de guerra explicables, nunca lícitos, en una contrarrevolución ¿Podemos sorprendernos de que el señor Goicoechea, caudillo monárquico; el señor Gil Robles, jefe de una coalición de derechas revisionistas, y hasta el señor Anguera de Sojo, incompatible hoy con el ar­ tículo 26, aprovechen la magnífica oportunidad de inhabi­ litar al señor Azaña? Para ellos no habrá argumento válido, II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 59 ni demostración posible, ni alegación o probanza capaz de convencerles. Se trata de complicarlo en un proceso bueno o malo ¿Y el placer de los dioses? ¿Y esta delicia de oír que Azaña está incurso en un delito? ¿En qué delito? ¿En cualquiera? Pongamos de malversación. Busquemos con lupa los menores actos del gobierno. Ha protegido a unos emigrados portugueses. Un ministro de la Guerra de la República no puede conceder un subsidio a unos militares portugueses vencidos y refugiados en España. Lo de me­ nos es el pretexto. Con armar un tinglado, basta; porque lo esencial es otra cosa, bien guardada. ¡Agarrémonos a esos súbditos y a ese contrato del comercio! Y los inquisidores que en otro tiempo lo hubieran quemado sin estremecerse, porque la conciencia está a salvo -A.M.D.G-, hoy se de­ rriten de júbilo, entregándolo al brazo secular del Tribunal de Garantías. Complicado el señor Azaña... Mucho más complica­ dos sus enemigos. Esos y los otros. ¡Y con qué género de complicidad! Porque si los votos de la CEDA, sumados a los monárquicos, nunca dejan de ser cantidades homogé­ neas, ya ocurre o debiera ocurrir otra cosa con los votos republicanos. Y esto es lo que más debe importarnos. En buena guerra, ya volveremos las tornas cuando la opinión pública quiera o nosotros sepamos dar validez a lo que ya quiere. Pasará la República este bache y no habrá sufrido pérdidas graves. Pero, ¡verse atacados por los propios re­ publicanos! En uno de los momentos más dramáticos de su discurso, dirigiéndose al ministro de Trabajo, ex fiscal de la República, el señor Azaña le decía: “¡Usted señor An­ guera de Sojo, usted cree que soy un malversador!”. Hacia falta pasión política para que un hombre de ley no diera la respuesta obligada. Pero en España hay muchos millares de radicales que son republicanos, que no viven en tomo 60 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 de esta hoguera de odios. Podemos dirigirnos a ellos y pre­ guntarles: “¿Vosotros también creéis que el señor Azaña es un malversador? ¿Qué unas Cortes, las primeras Cortes de la República después de las Constituyentes, pueden llamar malversación al subsidio a unos republicanos por­ tugueses? ¿Podéis creer que en todo este proceso del alijo de armas para los revolucionarios portugueses hay motivo de persecución política, ni judicial de la República contra el señor Azaña? Vosotros, radicales, los que tengáis una conciencia libre, ¿lo creéis? Todo irá despejándose, más deprisa de lo que imagi­ nan los que hoy se consideran triunfantes y se palpan ma­ ravillados de ser ellos mismos, en realidad y no en sueños, quienes alcanzan esta gran victoria. Lo que llamamos “re­ acción de izquierdas” con frase expresiva de una esperanza en algo difuso y espontáneo, va abriéndose camino. Toma ya forma política, a la que damos el alto valor que en sí y en sus circunstancias tiene, con la declaración del señor Martínez Barrio y la defensa certera de don Antonio Lara, hechos de gran importancia y significación. Se amplia, fuera del Parlamento, con la conferencia de Marcelino Do­ mingo en el Ateneo. Toma posiciones frente a la revisión constitucional en la de Albornoz. Pero, ¿es izquierda el señor Maura? Es un conservador y pronunció las palabras más justas. ¿Es izquierda el señor Ossorio? Con todas sus reservas, el señor Ventosa, en nombre de la Lliga, negó a la mayoría los votos que no acertó a negar para el suplica­ torio de Azaña. Ni los vascos son izquierda. Ni la Esquerra hablaba sólo, por boca del señor Ferret, a título de partido de izquierda. Se trata de dos cosas distintas. Han venido después unas declaraciones del señor Sánchez Román, fijando con admirable precisión, no sólo su criterio sobre la injusticia del acuerdo parlamentario, sino también el II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 61 carácter de la agresión al derecho cometida por la política al abrir el proceso. Y ahora, si se nos pregunta: ¿qué queda del proceso?, contestaremos: el discurso de Azaña. Queda su defensa y la de Casares Quiroga y nada podrá borrar las razones de la solidaridad republicana expresada en las Cortes. Por eso insertamos aquí esos documentos históricos. Que el pueblo los lea y los estudie. No teman la profusa tirada de los dis­ cursos contrarios; ni hoy ni cuando lleguen esas elecciones anunciadas por el presidente del Consejo, en cuyo periodo preparatorio la devolución de las garantías permitirá desa­ rrollar lo que aquí no está ni siquiera apuntado.

28 de marzo de 1935

LA REVISIÓN CONSTITUCIONAL -XVI-

Otra vez habla el Gobierno de enarbolar la bandera de la revisión constitucional. El propósito, en las actuales circunstancias, parece asombroso. ¿Realmente se juzga capacitado para abordar semejante empresa este Gobierno sin aliento ni votos y, con las tropas que le sostienen, divi­ didas y desmoralizadas? Ya hemos oído afirmar que, a veces, estos Gabinetes que nacen bajo un signo incierto, son longevos y fecundos. Pero nosotros no creemos en milagros y milagro digno de un taumaturgo sobrenatural sería reanimar a los Lázaros del bloque mayoritario, inválidos para votar en el hemici­ clo parlamentario. Si hay alguna cuestión en que los dos grupos más fuertes del conglomerado ministerial sustentan criterios 62 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 irreducibles es en ésta de la reforma constitucional. No ya por respeto a su historia, de anticatólicos y clerófobos, más que de anticlericales y laicos, sino por el temor a las conse­ cuencias electorales de tamaña claudicación, los diputados lerrouxistas no se allanarán a la derogación del artículo 26. Lo han reiterado en diversas ocasiones los radicales más notorios. Para los vaticanistas y para alguien más, cuya repugnancia contra la Constitución vigente es infatigable, no hay en nuestro Código fundamental un artículo más odioso que ése. No ignoramos que se busca afanosamente una tran­ sacción o un refugio que, sin conjurar la disensión, per­ mitiese seguir manejando lo que ya no sería una bandera, sino un salvavidas, para el caso de que la disolución de las Cortes se impusiera como una necesidad, aún a quienes más la temen. Sólo en este concepto cabe tomar en serio la inicia­ tiva de la reforma constitucional: como un tablón al que, en el momento del naufragio, puedan asirse las manos de quienes desearían agredirse mutuamente. En el banquete del Ritz se puso de relieve hasta qué punto los proyectos de reforma constitucional forman la trama, no de un pacto bilateral, sino de un triángulo, en el que convergen volun­ tades antagónicas en otros aspectos de la política nacional, y se advirtió que el reunir 201 diputados lo mismo puede significar una amenaza que una oferta de paz. Pero, por encima de convenios, más o menos clandes­ tinos, y de segundas intenciones, es evidente que, frente a todo intento de reforma constitucional, están todos los sectores de la izquierda republicana y considerables gru­ pos del régimen, que, no obstante su acendrado conserva­ durismo, juzgan peligroso el someter ahora a la opinión pública el problema de la revisión. ¿Es qué las derechas no II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 63 comparten estos temores? Con más profunda convicción todavía que las izquierdas, puesto que hasta la contin­ gencia de una elecciones ordinarias les produce alarma e inquietud. Sin embargo, fingen desear la convocatoria de unas elecciones constituyentes y prometen agitar en ese sentido la conciencia pública. Insistimos en reputar insinceras esas decisiones y fin­ gidas esas prisas reformadoras. La bandera de la revisión constitucional la utilizan Gobiernos del tipo actual como un seguro de vida para sí y para las Cortes, que les prestan un simulacro de apoyo. Pero si de verdad desean plantear la cuestión, las izquierdas no rehuirán la contienda. Irían a ella, seguras de vencer y conscientes de que la lucha habría de tener una trascendencia política, que no imaginan los que dicen afrontarla hoy con ánimo aparentemente despreocupado. La misma importancia -para citar un ejemplo históri­ co muy pertinente- que tuvieron en Francia aquellas céle­ bres elecciones que giraron en torno a una persona.

2 de noviembre de 1935

HA MUERTO DON LUIS BELLO31 -XVII-

Dolorosamente, con pena profunda, no por contenida menos amarga, transmitimos a nuestros lectores una triste noticia: don Luis Bello ha muerto. Por su pena medirán los

31. Fundador y director de Política junto a Carlos Esplá. Fue uno de los princi­ pales impulsores del plan de escolarización de la República. 64 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 lectores cuál es la nuestra al escribir estas línea de despe­ dida al amigo entrañable y ejemplar que fue para nosotros don Luis Bello. Perdemos con él una pluma ilustre, en la que tomamos aprendizaje, y una vida recta y honesta, de la que recibimos, al correr de los días, lección permanente de civilidad. Sin estruendo, como corresponde a las vidas sencillas y claras; sin que la vanidad ni la ambición le die­ ran jamás escolta, Luis Bello ha sido, al margen de sus mé­ ritos de escritor, un espejo de buen proceder. Se nos mar­ cha ahora no por sorpresa -que ya lo sabíamos en trance de morir-, pero con el menor ruido posible, como si su desaparición no nos afectara, y bien hondamente, a todos nosotros a la vez, y como si a partir de hoy no hubiéramos de encontramos un poco huérfanos sin su presencia. Nos lega Luis Bello -ya que en su testamento no cabe buscar legados de otra clase- una obra de periodista, difícilmente igualable, por su dimensión, por su calidad literaria y, sobre todo, por su condición moral. No fue Bello un periodista en quien la actualidad vistiera nunca ropaje frívolo, sino trascendente y denso de dignidad. Los temas más graves que conmovieron la vida pública espa­ ñola en lo que va de siglo, y aún antes, tuvieron en él un comentador vigoroso que, por encima de lo anecdótico y transitorio, iba calando, a punta de pluma, en la desventura política de nuestro país. No es un tópico -pese a lo reso­ bado que está por el mal uso- adjudicar a Luis Bello traza de Quijote. Lo era, desde luego, por su estampa física, pre­ caria envoltura de un noble aliento pasional. Por su aliento, siempre vigilante, la bondad -para nadie desconocida- se convertía en brío cuando se trataba de impulsar honrosas aventuras o de flagelar a malandrines y fulleros, que es de por sí aventura de gran alcance. Y así, Luis Bello tenía, sin II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 65 proponérselo, figura de Quijote, y era Quijote, por propia voluntad, en su manera de comportarse. Ni resignado, que es cualidad de apocados, ni cansado de pelear contra una realidad dura en la cual rebotaron tan­ tas veces las armas de la sensibilidad. Los buenos temples se prueban, precisamente, en el combate. Y Luis Bello ha sido un combatiente tenaz, no importan los golpes recibi­ dos, contra todo lo que en España había -y sigue habien­ do, ¡ay!, todavía hoy- de ridículo, de ruin, de injusto, de anacrónico. La política hidráulica, sin realizar aún, tuvo en Bello su mantenedor más esforzado. En su pluma, apta para los más altos empeños literarios, encontraron inter­ pretación acabada las aspiraciones colectivas de un pueblo en pugna dramática con el Estado faraónico, simbolizado en la monarquía. La República logró en él uno de sus me­ jores valedores, con lo cual está dicho que un Gobierno re­ publicano le elegiría también como víctima de los rencores o de las malas pasiones de quienes no han acabado aún de ser monárquicos. Pero en octubre, azotado por la injuria, cercenado en su oficio de escritor, en el que fue maestro, muere ahora Luis Bello con los grandes dolores en el corazón: el ver a la República todavía en secuestro y el de la ausencia de su hijo Lorenzo, recluso por diez años -dice la sentencia- en el penal del Dueso... por ser hijo de Luis Bello. A la vista tenemos -conmovidos- una carta, sin terminar, escrita por Luis Bello al hijo ausente y recluido. No nos daría rubor, ni podría dárselo a él, sino al revés, publicarla aquí. Quejas suaves por sus achaques de salud, que se cortan, apenas esbozadas, para dar ánimos al preso en previsión de un retomo próximo... Decir de Luis Bello que muere pobre como vivió no sorprenderá a quienes conocieron la pureza de su vida, 66 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

las persecuciones soportadas, la rectitud de su conducta. Ningún elogio podríamos hacer superior al que resulta, con dramáticas y honrosa elocuencia, de esa pobreza que ha sabido mantenerse altiva a lo largo de toda una vida de trabajos, de sacrificios y de luchas. Muere Luis Bello en casa ajena porque ni siquiera le fue posible esperar a morir en la propia, en la que un día le regaló la estimación popular en premio de las series admi­ rables de artículos sobre las escuelas de España, fruto de una peregrinación doliente por nuestros pueblos cuando la dictadura prohibía los temas políticos. A través de las cró­ nicas de Luis Bello aprendimos a conocer, en su inmensa desolación, el panorama rural, angosto y adormecido de nuestro país. Bello era un alto valor moral de España y de la Repú­ blica. Muere sin dejar un minuto de amarlas y de servirlas. Fue nuestro compañero de trabajo, nuestro maestro. Nuestro recuerdo emocionado, que nos empaña los ojos y nos vuelve temblona la mano, le acompañe...

6 de noviembre de 1935

LOS PARTIDOS DE INTERESES -XVIII-

E1 más claro síntoma de cómo ha cambiado en poco tiempo el clima moral de la política española, es la fácil impunidad con que se lanzan iniciativas como la que estos días circula por la prensa, para crear, de espaldas al país, partidos de laboratorio y mescolanzas de raíz plutocrática, con la aspiración de gobernar a España. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 67

Como otros, que han logrado imponerse, tales usos y costumbres se creyó que había desaparecido al implan­ tarse la República. En el antiguo régimen, la injerencia de la Banca en la política era cosa tan normal que, cuando algún hombre público de los partidos turnantes no gozaba varias prebendas -presidencias, consejerías o asesorías de los Consejos de Administración- de ésas que atan de pies y manos, se le mostraba como un mirlo blanco. Eran tan pocos los inmunes que todos los españoles los conocían: Villanueva, Urzaiz, Sánchez Guerra... Tan radicalmente se cortó esa corruptela, que, cuando para acabar con la estulta patraña de “los enchufes”, hicie­ ron las Cortes Constituyentes un índice de los cargos que ocupaban sus miembros, ni por excepción se dio el caso de que un diputado auténticamente republicano estuviera vinculado a empresa o negocio relacionado con el Estado. Todos los que se hallaban en esa situación, o eran monár­ quicos o acababan de dejar de serlo. Pero en dos años se han operado en España mudanzas trascendentales. No es la menos importante ésta de que hayan vuelto a tener predicamento en la política los “re­ venants” de la monarquía, ya libres, después de haberse derogado la ley de incompatibilidades que votaron las Constituyentes, para proponer la formación de los deno­ minados “partidos .de interés”, apoyados en consorcios y “truts”, frecuentemente de origen extranjero. Se comprende el gesto desdeñoso de estos políticos pragmatistas ante “affaires” como el del “Straperlo”. “Son asuntos de calderilla”, exclamaba despectivamente un gran personaje de la época alfonsina, que, por raro azar, no ha sentido la necesidad de variar su marchamo, y conti­ núa llamándose monárquico. Cuando él gobernaba, los ac­ tuales explotadores del judío Strauss servían como gentes 68 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 de escalera abajo en los negocios de fuerte envergadura. Entre los parásitos del Straperlo y las águilas político-fi­ nancieras del tiempo monárquico, hay más distancia que había entre Stavisky o Rochette y Lowenstein, el rey de la seda artificial, y Kreuger, el rey de las cerillas. Todo induce a creer que con el fracaso de esa bribo­ nada de la ruleta científica, se cierra un ciclo de la política española. De esta lucha quedan vitaliciamente inhabilita­ dos los grupos, los métodos y los hombres que encamaron durante medio siglo esa ética política. Ahora no valdrá el meter la cabeza bajo la ola, porque es ésta tan fuerte y tan alta, que no deja sobrenadar a los que se lleva por delante. Pero si todo eso se va, resucita -o intenta resucitar- otro estilo político todavía más dañoso para una democra­ cia orgullosa de su sanidad: el estilo de los hombres de presa, que no se introdujo en España hasta el periodo deca­ dente de la monarquía y que vivió su más floreciente etapa durante la dictadura. Lo trajo la transguerra. Entonces, comenzó a hablarse en España de monopolios, de grupos industriales y financieros que hacían derramas de millones para sostener “partidos de intereses”. Entonces pasaron plaza de oráculos y de estadistas geniales hombres que hoy vuelven a cobrar un prestigio y una preponderancia que supusieron perdidos para siempre aquélla tarde del 14 de abril, cuando, al través de sus balcones, herméticamen­ te cerrados, llegaba el eco de los mueras, mezclado con el rumor de los cantos gratulatorios. En el ambiente de cruda publicidad que creó la República, estos procedimientos y estos personajes no pueden hacer prevalecer sus oscuras combinaciones. Pero otra vez se ha recaído en el viejo sistema del conciliábulo y el secreto. Es en los pasillos y en los ante­ despachos donde se proponen fórmulas y recetas para dar II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 69 una u otra dirección a la cosa pública. Se ha reincidido en el vicio de hurtar al pueblo lo que lo que más le interesa conocer, y hay quienes suponen que la suerte de una con­ tienda electoral, y con ella el rumbo de la vida pública, dependen de que tal o cual prohombre se deje deslumbrar por la ayuda que un consorcio financiero brinda, con su cuenta y razón, a cualquier amalgama política.

10 de noviembre de 1935

LA REPÚBLICA DE LOS MONARQUIZANTES Y LA NUESTRA -XIX-

Una vez más, cedistas y monárquicos coinciden en sus juicios sobre la situación política. El Debate opina que el “affaire” Tayá es un “problema episódico de inferior ca­ tegoría”. Calvo Sotelo califica este hecho y el del saqueo del judío Strauss como “raterías picarescas”. “Más me interesa -añade- la responsabilidad por el laicismo pro­ longado”. Con otras palabras, el órgano vaticanista dice lo mismo: “Problema político verdaderamente tal, no hay en España más que uno, la reforma de la Constitución”. He aquí, ratificada por sus autores, y avalada por sus aliados de fuera del régimen, la táctica que ha utilizado la CEDA para alcanzar la hegemonía en el Gobierno de la República. Para ésta es cosa fácil que se entronice la corrupción en la Administración del Estado. Si se coge al prevaricador o al concesionario en flagrante delito, se le en­ trega al brazo ejecutor -brazo sin nervio ni ímpetu- de una Comisión investigadora, y el bloque ministerial continúa detentando el poder, sin considerarse moralmente afectado. ΊΟ II-CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Esos problemas no le interesan al país, sino a las tertulias madrileñas. Que un día hay que eliminar del Gobierno a dos ministros, uno de ellos seis veces presidente del Con­ sejo y jefe de un partido gobernante. Que al día siguiente se demuestra que sólo por el heroico exceso de celo de un funcionario se ha impedido que se malversen al Estado tres millones de pesetas. Que en todas las irregularidades denun­ ciadas y en las que, sin haber tomado estado parlamentario, son del dominio público, danzan los mismos nombres, lo cual evidencia una grave relajación de las costumbres po­ líticas. La CEDA hace un gesto disciplente y, sin miedo a la contaminación, sigue apoyándose en los hombres y par­ tidos descalificados para acumular los puestos de mando en amigos suyos y para sacar adelante proyectos como ese que el dictador jesuitante del trigo ha ideado para hacer del hambre campesina un arma electoral. Y los monárquicos, cuyo interés consistiría en exage­ rar el mal y achacar al régimen las fechorías de una pandi­ lla de falsos republicanos o de republicanos de aluvión, re­ nuncian a esa fácil postura y se dan la mano con la CEDA para acabar con el laicismo y perseguir a los gobernantes que la introdujeron en la Constitución. Esos son los enemigos comunes de vaticanistas y alfonsinos: el espíritu de la República y los hombres pú­ blicos y las fuerzas populares que lo defienden. Con tal de lograrlo, extreman su lenidad con los allanadores del Erario público, y cuando se descubre una depredación o una estafa, los diarios monárquicos salen del paso con una diatriba imprecisa. Compárese el odio encarnizado con que ABC honra a los Gobiernos republicano socialistas, con la benevolencia, teñida de entusiasmo, que usa al re­ ferirse al Partido Radical. Desde noviembre de 1933, los II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 71 libelistas borbonizantes se transformaron en alabarderos del caudillo y sus secuaces. Por ello, carecen de autoridad para censurar a los que han alabado sistemáticamente durante dos años. El mismo parto entre radicales y cedistas les place y le conviene, aunque no les satisfagan del todo sus resultados -que ellos desearían más decisivos- y cuando hablan sinceramente reconocen “la rectitud del ensayo”. Frente a ese concepto de la política, las izquierdas re­ publicanas tenemos que oponer otro antagónico. La hones­ tidad en la gestión de la cosa pública la reputamos esencial para la vida del régimen. Lo que a cedistas y monárquicos les parecen trivialidades, nosotros lo conceptuamos un mal endémico, cuya extirpación debe anteponerse a toda otra labor política. En la República, en la que el pueblo instauró tras de una larga e intensa etapa prerrevolucionaria; en la Repú­ blica, que tiene por precursores a los intachables varones de 1873, no podría darse un periodo político tan cenagoso como el de Sartorius y los polacos bajo la monarquía. A los que rijan la República ha de exigírseles idonei­ dad y eficiencia. Pero también una ética irreprochable. Esa es la tradición, remota y cercana, de la República española. Cuando, como ahora, se advierte que un cuerpo podrido está enquistado en el régimen, lo más urgentes es extirpar aquel. Luego, a gobernar, no para una clase, sino para todo el país; a impulsar la justicia social, a afianzar el Estado republicano. A realizar, en suma, todo lo contrario de lo que el contubernio del 19 de noviembre practica desde que se apoderó del Gobierno.

4 de diciembre de 1935 72 II-CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

UN GOBIERNO QUE CIERRA UN CICLO -XX-

A un gobierno homogéneo, sólidamente sostenido por una mayoría compacta y laboriosa, lo hubieran de­ jado de cuerpo presente las derivaciones políticas del “affaire” Moreno Calvo. Al Gabinete actual, raquítico engendro de un conglomerado consunto, un suceso de tanta monta le sirve, paradójicamente, para prolongar, por algunos días, su vida precaria. Pero así que se haya desenlazado -o abortado- este conflicto será inevitable la crisis32. ¿Crisis de Gobierno? ¿O crisis de todo un periodo político? Hay quienes suponen viable otra versión del bloque ministerial, que ha producido, en dos años, once Gobiernos, a cual más estéril. Hay quienes confían en que estas Cortes sobrevivirán a la componenda que prepara la Comisión investigadora y seguirán dando el espectáculo deprimente de un Parlamento que sólo tiene ánimos para legislar contra la Constitución, contra la esencia del régi­ men y a favor de la plutocracia y el clero. Las peripecias gubernamentales de esta etapa, los alardes de prestidigitación de las últimas crisis nos tienen ya curados de espantos. Pero, con todo nuestro escepticis­ mo, nos negamos resueltamente a creer que después del segundo Gobierno Chapaprieta pueda formarse otro con Martínez Velasco o Gil Robles por capitanes. Fracasada íntegramente esta formación ministerial, ya no cabe ensa­ yar otra ficción mayoritaria sobre la base de una coalición

32. La crisis a que se refieren estos artículos se derivaba del escándalo Strauss y Perlo. Π- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 73

que es una suma de rivalidades mezquinas y de descala­ bros gigantescos. Cuando este Gobierno se constituyó se afirmó que si no lograba su misión serían disueltas las Cortes, cuya razón de ser se cifró en la aprobación de la obra econó­ mica y financiera de su presidente, en el restablecimiento de las libertades públicas, en la promulgación de una ley electoral y en el acuerdo para proponer la reforma de la Constitución. De los cuatro objetivos, ninguno se ha alcanzado. La mayoría hace algo para rechazar lo proyectos de Chapa- prieta: los sabotea y los escarnece con enmiendas que tienden a destruirlos y con votaciones que sólo obtienen el número preciso para ser válidas, cuando el seudo Villa- verde alicantino amenaza con dejar el poder en pleno he­ miciclo. Al día siguiente se reanuda la hostilidad y la befa, mientras los Presupuestos no son siquiera dictaminados por la Comisión. La Ley Electoral no está ya en la “Gaceta” porque ni el Gobierno ni la mayoría encuentran un arbitrio capaz de trocar una derrota en una victoria. El compromiso de restablecer las garantías constitu­ cionales no lo puede cumplir este gobierno, porque cua­ renta y ocho horas de crítica en la prensa y en la tribuna darían con ellos en tierra. Ni respecto a la reforma de la Constitución se ponen de acuerdo los partidos del bloque. Ni se pondrán jamás, porque de la promesa de elaborar una fórmula vive este Gabinete, vivió su antecesor y esperan vanamente vivir otras encamaciones del conglomerado. Caído el equipo Chapaprieta, el que lo suceda tendría que prorrogar por segunda vez los Presupuestos, haría juegos malabares con la Ley Electoral y con la reforma 74 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

de la Constitución, mientras subsistían los estados de pre­ vención y de alarma y la previa censura, y las Cortes se convertían en un Juzgado de guardia, permanente, por la acumulación de escándalos, cada uno más hediondo que el anterior. Del promovido por la denuncia del señor Nombela33, ningún partido del bloque sale ileso. Aunque la Comisión investigadora dicte un fallo inhibitorio; aunque, después de lo sucedido en torno a la orden de pago a Tayá, Lerroux y Gil Robles conserven sus vínculos de hermanos siameses; aunque todos los rencores internos de la coalición se can­ celen, el bloque ya no es apto más que para ser conducido, con la nota que le sirvió de fe de bautismo por sudario, a una mesa de disección y en concepto de caso clínico.

5 de diciembre de 1935

ESTA VEZ NO PUEDE SOBREVIVIR -XXI-

No se le ocultan a la CEDA las escasas probabilidades que tiene de que le resulte provechosa la inminente caída del Gobierno. En realidad esta crisis, como casi todas las producidas desde hace dos años, es obra del vaticanismo, que se sirve de los Gobiernos mientras le son útiles, y cuando los ve fatalmente desacreditados les recompensa su servilismo derribándolos de una zancadilla. Luego se

33. La denuncia de Nombela foe clave para destapar el escándalo de los contra­ tos privilegiados en Marruecos, escándalos en los que se vieron implicados numerosos diputados lerrouxistas. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 75

suelta la cadena que le unía al Gabinete periclitado y pre­ tende sobrevivirse en el poder. Hasta ahora la torpe estratagema le ha salido bien, pero, ¿seguirá surtiendo los mismos efectos? La CEDA presiente que no y prepara sus herramientas para una nue­ va lucha de encrucijada. De un lado, plañidos; del otro, amenazas. Con una mano, cerrada e iracunda, prometen fieros males si no se les da el Gobierno; con la otra, cap­ ciosa y felina, tienden el cebo de la reforma constitucional. Siempre, la doblez y la trampa. El alegato es el mismo en todos estos trances: El vati- canismo está limpio de culpa en los fracasos del Gobierno; el estribillo es ya insoportable, por lo farisaico. ¿Indemne de culpa la CEDA? ¿En quien, si no sobre ella, recaen to­ das las del periodo coalicionista? Culpas de ineptitud, en la resolución de los problemas vivos de la nación; culpas de lenidad, y aún de complicidad, en la pésima gestión administrativa; culpas de deslealtad para con el régimen. Nada se ha hecho en el Gobierno durante dos años sin la inspiración o la aprobación de la CEDA. Cuando un pre­ sidente o un ministro le desagradaban eran violentamente irradiados del banco azul. Los proyectos que les desplacían se desnaturalizaban y descoyuntaban implacablemente. Ahora intenta fundar el vaticanismo el desembarque de Chapaprieta en la repulsa que le merecen sus planes económicos y financieros. ¿Quién le obliga a aceptarlos y a ensalzarlos, cuando los rechazaba la mayoría del país? La CEDA no lo recata: fue su deseo de permanecer en el Gobierno, esa vocación irrefrenable por el contubernio, que le empujó antes hacia el lerrouxismo, a sabiendas de su condición moral y sin que le repugnaran sus antece­ dentes. Para el vaticanismo todos los connubios son lícitos con tal de que le consientan margen para ir socavando los 76 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 cimientos del régimen y para apoderarse, una tras otra, de todas las palancas de mando. De los proyectos de Chapaprieta todo lo que signifi­ caba sangría de los humildes ha tenido el asentimiento de la CEDA. Sólo al tocarle el tumo en el sacrificio -harto leve- a las clases privilegiadas, la demagógica CEDA de los mítines para captar al proletariado y a la mesocracia ha opuesto un “nom possumus”. Las elecciones están próximas y habrá que tender la lucha a los poderosos, para subastar los votos de los mercenarios y de los miserables. Esta es la causa de que el vaticanismo torpedee al Gobierno del que era despótico director. Pero ¿en qué condiciones postula de nuevo el Poder? En las mismas que podría hacerlo Lerroux. Con el “affaire” Tayá enroscado en su cuello. Con la ruleta científica de Strauss, indes­ tructiblemente unida a sus espaldas. Con la boca llena por la absolución pronunciada en aquel famoso homenaje al caudillo. De estas responsabilidades no se podrá desprender jamás la ultraderecha clerical. Todo lo ha supeditado a sus intereses partidistas. Por no abandonar el Poder, Gil Robles toleró que Moreno Calvo, presunto reo de prevari­ cación, continuara siendo Subsecretario de la Presidencia. Para evitar una crisis prometió que se abriría un expedien­ te, y pasado el peligro hizo el silencio sobre el asunto, que hubiera quedado impune de no haberlo resucitado la terca dignidad del capitán Nombela. Ahora mismo la CEDA ha coadyuvado a un dictamen impunista, con la esperanza de que los votos radicales le serán ofrecidos para otra tentativa de Gobierno bloquista, apoyados en estas Cortes atacadas de parálisis progresiva. A esa solución se juega su vida el vaticanismo y la defiende con toda especie de bravatas, insinuando como Π- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 77 una perspectiva posible lo que para toda España es una realidad inmediata: el regreso del vaticanismo a la pública alianza con los enemigos del régimen. Ante esa actitud retadora, las izquierdas republicanas no podemos quedar impasibles, oponiéndonos a que la CEDA gobierne. Hace meses avisaron el riesgo y no se les escuchó, hoy, cuando la previsión se ha cumplido en todas sus partes, las izquierdas republicanas insisten en que la República no puede ni debe estar en tan torpes, fracasadas y desleales manos.

7 de diciembre de 1935

SOMOS LOS MÁS; PROCUREMOS SER TAMBIÉN LOS MEJORES -XXII-

La prensa reaccionaria pretende avivar el entusiasmo derechista, tan mortecino y decaído, diciendo que las iz­ quierdas carecen de él. “Las izquierdas no se mueven”, di­ cen para dar a los suyos una inyección de confianza. Creen que por el hecho de fijar unos cuantos carteles calum­ niosos y mendaces, sin ortografía y sin sindéresis en las fachadas de Madrid, ya han emprendido una acción eficaz para decidir la lucha. Ignoran que la lucha está decidida de antemano, porque su desgobierno de dos años y medio ha llenado de ira al pueblo español. Las izquierdas no tienen demasiada prisa, ni piden que se aplacen las elecciones. Les conviene, sin embargo, a los reaccionarios de toda laya, saber que la propaganda de las izquierdas se intensificará desde la semana próxima. Saldrán los carteles, mucho más dignos y atrayentes que 78 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 los que se les ocurren a los deslenguados de la CEDA. En pocos días España estará inundada de impresos del Frente Popular, y la propaganda oral se oirá en todos los ámbitos del país. El Frente Popular, que tiene objetivos bien claros, no necesita tiempo para preparar contubernios inmorales como los que se engendran en la sombra entre monárqui­ cos, radicales y centristas. Nuestra coalición ha nacido de una necesidad de las masas y de una exigencia de la República, y no precisa emplear el tiempo en cambalaches ilícitos como los que están fraguándose en el campo de las derechas, con tan mala fortuna que hasta ahora apenas hay candidaturas decididas. De todos modos, aunque les pese a las derechas, insis­ timos en nuestro llamamiento a todos los partidos y a todos los afiliados del Frente Popular para que aprovechen en adelante los días y las horas al servicio de la organización y la propaganda. Los organismos centrales realizan ya una campaña intensa; pero los núcleos provinciales deben or­ ganizar por su parte la propaganda oral y escrita con arre­ glo a las necesidades de las circunscripciones. Convenidas las candidaturas, no hay ya que esperar instrucciones ni iniciativas de Madrid. Cada provincia, a trabajar por su cuenta, con todos lo medios, sin descuidar ningún detalle, por nimio que parezca, pues a veces por una omisión insig­ nificante se pierde un acta. La organización que por pereza o por falta de empuje facilita la victoria a las derechas es indigna de figurar en la política de izquierdas y habrá de responder de su conducta en el momento oportuno. Prime­ ro, unión; luego, disciplina; después, competencia. Aún a riesgo de incurrir en pesadez, tenemos que rei­ terar a los partidos republicanos nuestra recomendación de que arbitren fondos en cada circunscripción para hacer frente a los gastos electorales, cada vez mayores y más II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 79 urgentes. Que imiten la conducta de las organizaciones obreras, que todos los días votan cantidades para este fin, convencidas de que el dinero es una palanca electoral im­ prescindible. Están enfrente fuerzas que cuentan con mu­ chos medios. Aportemos nosotros los indispensables para que el Frente Popular no luche en condiciones de inferio­ ridad. No basta contar con las aportaciones normales: hay que asegurar fondos extraordinarios, que cada agrupación tiene el deber de procurarse para responder a las obligacio­ nes de la gran batalla empeñada. Si cada agrupación y cada individuo extrema el es­ fuerzo tal como lo dejamos apuntado, el resultado no es dudoso. Somos los más, procuremos ser también los mejo­ res en la lucha, y de ese modo el Frente Popular salvará al país y al régimen de la servidumbre a que les han sometido las derechas.

1 de febrero de 1936

BAJO LA ADVOCACIÓN DE MARCH34 -ΧΧΙΠ-

La falsa victoria electoral de las derechas en noviem­ bre de 1933 la decidió, en cuantiosa proporción, el poder

34. Tras su ascenso en los últimos años de la monarquía constitucional y en los primeros de la dictadura, March coqueteó con los exiliados españoles en Pa­ rís para asegurar sus posiciones en el nuevo régimen. Sus enormes intereses en diversos monopolios y sus formas empresariales poco lícitas le llevaron a un abierto enfrentamiento con las autoridades del primer bienio republicano. Tras huir de la cárcel, March apoyó a los diversos gobiernos derechistas, siendo uno de los financieros del golpe de Estado del 17 de julio de 1936. Véase: Garriga, Juan: Juan March y su tiempo. Barcelona, 1976; Sánchez Soler, M.: Ricos por la patria. Madrid. Temas de hoy, 2000. 80 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

corruptor del dinero. Operaban los reaccionarios contra unas izquierdas deprimidas por la decepción política que acababan de sufrir y separadas en candidaturas diversas. No se contrarrestaron adecuadamente los repulsivos méto­ dos de lucha del enemigo común, y las derechas supusie­ ron que siempre podrían emplearlos con éxito. He aquí que, apenas convocadas las próximas eleccio­ nes, el Bloque antirrepublicano se esforzase en dar una im­ presión de plétora económica, derrochando millones de pesetas en papel enfangado y emponzoñado. Paralela­ mente a ese alarde escandaloso comenzaron las derechas la captación del elector miserable, la compra de cédulas para votar en falso, la coacción contra los arrendatarios y los braceros rurales. Pero tropezaron con resistencias inesperadas. La Es­ paña de la República no es la que presenciaba impasible que se falsificase la democracia y se parodiara al régimen parlamentario con aquellas Cortes pobladas de criaturas del nepotismo que consideraban el acta de diputado como parte de un patrimonio familiar. Todos los millones de Ro- thchild, Morgan y Vanderbill35 juntos serían insuficientes hoy para burlar la voluntad del pueblo español. ¿Cómo han de bastar las dádivas entregadas de mala gana por los aris­ tócratas y terratenientes, que nutrieron el tesoro electoral de la derecha hace tres años? Las grandes congregaciones económicas dan más consejos que subvenciones a los partidos valedores de sus intereses. Los filántropos, aunque sean conspiradores zorrillistas enriquecidos por el comercio de carbones, sueltan los billetes con cuentagotas. ¿A quién recurriría

35. Banqueros europeos y norteamericanos. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 81 el Bloque antirrepublicano para financiar en gran escala su campaña electoral? Un hombre podría prestarse a esta faena: Juan March, el enemigo más tenaz y más rencoro­ so de la auténtica e insobornable República española. El hombre que más puede temer que las leyes se apliquen con el espíritu que les infundieron las Cortes que cons­ truyeron el armazón del régimen: aquellas ejemplarísimas Constituyentes que pusieron fin a la inmunidad de que el negociante mallorquín gozó constantemente fueran quienes fueran los gobernantes. March, cuyas prodigio­ sas dotes suasorias persuadieron a Primo de Rivera, que lo quiso encarcelar cuando tomó el poder, de que había que contar con él como un colaborador prepotente; March, que tuvo a su lado como ardorosos defensores contra las Constituyentes a todos los periódicos derechistas; March, que resucitó tantas veces cuando parecía aplastado por el papel de oficio de las escribanías judiciales y supo abatir rejas y descorrer cerrojos carcelarios, podía y debía ser el gran elector del Bloque antirrepublicano. ¿Qué español libre ha olvidado aquellas palabras del honrado y entero don Jaime Camer en una célebre sesión de las Constituyentes. Ya éstas habían expulsado de su seno al poderoso March, pero March seguía luchando astutamente contra la República, por mediación de cabe­ cillas reaccionarios, a los que facilitaba documentos de procedencia inexplicada, para lanzar acusaciones, deshe­ chas en el acto por los ministros, blanco de una torpe y sistemática difamación. La República hacia justicia contra March o March procuraría hundir a la República. Este fue el sentido, sino la expresión literal, de las palabras del malogrado don Jaime Camer. 82 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Aún no se ha resuelto esa disyuntiva. En el bienio cedo-lerrouxista, March, expulsado de las Constituyentes, ha sido una de las “eminencias grises” de las Cortes. Para él, y para otros personajes de su vitola moral, era efectiva la euforia decretada por Lerroux. La disolución de ese Parlamento y el miedo a que el que le suceda sea su antípoda, ha hecho a March arrojar­ se a la empresa temeraria de encabezar la ofensiva de las derechas, armadas de cheques, contra las masas republica­ nas, fuertes en su noble y generoso ímpetu y pertrechadas de la confianza en su razón y en su fuerza. Más vale que la contienda esté situada en estos térmi­ nos y encamada en estos símbolos. El Frente Popular ya sabe lo que representa el padrinazgo de Juan March sobre la coalición antirrepublicana.

7 de febrero de 1936

EL MARCHISMO, EMBLEMA DE LA POLÍTICA DERECHISTA -XXIV-

No ha sido muy explícito el jefe del Gobierno en su respuesta a las acusaciones del señor Payá. Pero tácita­ mente las ha corroborado con una frase que encierra un grave peligro para el Erario público. Quisiéramos haber comprendido mal la alusión; pero lo que deducimos de ella es que, en lo referente a la reclamación de una Empresa petrolífera contra el Estado, el actual Gobierno va a ver rectificado el criterio que mantuvo con tanta lucidez como tesón el señor Camer y que ningún ministro de Hacienda se ha atrevido, hasta ahora, a contradecir prácticamente. Π- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 83

Si esta interpretación de las palabras del señor Pórtela es exacta, ya tenemos la clave de por qué March, habi­ tuado a la penumbra, se ha decidido ha salir de entre las cortinas, que le permiten mover los muñecos cómodamen­ te, para ser promovido al rango de gran elector de la amal­ gama centro-derechista. Le importa demasiado que ésta triunfe para vacilar ante los recursos heroicos. El célebre hombre de negocios es persona grata a todos los grupos derechistas. Los monárquicos lo transforman de presunto delincuente en filántropo e impulsor de la economía nacio­ nal, merced a la imposición de manos del general Primo de Rivera. La CEDA le doctoró vaticanista “honoris causa” en las Cortes Constituyentes y ahora se vale de él como amorosa clueca, que empolla esa mesnada de luises, con cuyo esfuerzo intentará Gil Robles, según ha reiterado en su discurso de Sevilla, imponer a los españoles un fascis­ mo pontificio, al estilo del austríaco. En cuanto al partido radical, ¿quién desconoce la estrecha relación de sus alco­ tanes -desde el caudillo y Emiliano36 hasta los lerrouxistas esquivos como Samper- con el financiero mallorquín? Los partidos menores del bloque antirrepublicano están igual­ mente sujetos por los tentáculos del marchismo. ¿Qué mejor aglutinante que March para la coalición derechista, ampliada hasta el progresismo? No es raro que a personaje tan influyente y que tanto se desvive por el éxito electoral del bloque se le otorgue el derecho de veto y se le deje resolver en última instancia el acoplamiento de candidatos. Con las izquierdas, March no puede esperar efectos de teatro tan beneficiosos como el que llevó a cabo Primo

36. Se refiere a Lerroux y Emiliano Iglesias. 84 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

de Rivera, ni mudanzas de criterio como la que parece anunciar la frase pronunciada ayer por el señor Pórtela. Habían de ser otros de los que son los antecedentes y los procedimientos de March y las izquierdas reputarían abominable su injerencia en la política, que no debe ser escenario, y menos feudo, de financieros cuyos intereses pueden estar en colisión con los del Estado. Pero esta norma, esencial en la República, de estable­ cer una frontera entre la política y los hombres de negocios no la defienden más que los partidos del Frente Popular. Recuérdese aquella ejemplarísima lista formada por ini­ ciativa de las Constituyentes, cuando hubo necesidad de dar un categórico mentís a la torpe patraña del enchufismo izquierdista. No había un solo diputado izquierdista que fuese consejero o abogado de ninguna empresa directa o indirectamente relacionada con el Estado. Todos perte­ necían a las derechas. La austera tradición republicana y socialista se confirmaba. Ya hemos visto como varió el problema en el bienio antirrepublicano. Con las reminiscencias monárquicas volvieron a poblar el hemiciclo parlamentario y a campar en la política los valedores de las grandes Compañías y los financieros recobraron su omnipotencia. March, reivindi­ cado y mimado, aguardaba su hora de privanza. Esta llegaría si las derechas y el centro, que le han encomendado la alta y la baja dirección de su campaña electoral, consiguiesen vencer en la contienda. Cada día se afirma, contra todas las coacciones y tropelías, la certi­ dumbre de que el Frente Popular triunfará en toda la línea. March y sus coasociados han hecho un mal negocio con su comandita.

13 de febrero de 1936 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 85

ANTE EL RECOBRO DE LA REPÚBLICA -XXV-

He aquí renovado y superado el espléndido triunfo republicano del 14 de abril. En aquella histórica jornada se derribó a una monarquía secular, pero que tenía sus raíces al aire y estaba resignada a morir. Ayer se ha aplastado a una vasta y heterogénea confabulación de poderosos inte­ reses y pasiones que luchaba con todas las ventajas del di­ nero y del Poder contra una democracia acorralada durante dos años por una dictadura innoble, cruenta y rapaz. El enemigo era temible por los poderosos medios de que disponía y por la carencia de escrúpulos morales con que los empleaba todos, en connivencia con el Gobierno. No hay precedente en España, ni aún fuera de ella, de una campaña electoral tan vergonzosa como la que ha desarro­ llado el bloque antirrepublicano para mantener su dominio sobre un pueblo, al que creía inerme porque tenía por de­ fensores a partidos pobres de bienes materiales, y al que juzgaba capaz de dejarse amedrentar por amenazas. No tienen idea esos titulados superpatriotas de las magníficas reservas de dignidad, de valor y de energía que posee esta insobornable nación española. Don Manuel Azaña lo había dicho y ellos fingían no creerlo: “Ahora tenemos más votos que el 14 de abril y más coraje, experiencia y valor para imponerlos”. Y así ha sido. Ya está deshecho el muro de plata y de fango. Sin dinero para contrarrestar la dispendiosa y calumniosa propaganda de las derechas; con los Ayunta­ mientos ocupados por “esquiroles” en vez de por conceja­ les legítimos; cerradas gran parte de las Casas del Pueblo; restablecido el feudalismo en las zonas rurales; presos trescientos mil hombres, que hubieran sido valiosos agen­ 86 II-CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

tes electorales, la democracia española ha hecho morder el polvo a esa amalgama de oligarcas, de enemigos del régimen y de traidores. Más de cien mil votos han sobrado en Cataluña para derrotar a las derechas. La mayoría en Madrid es de cua­ renta mil votos. Han sido desarmados en algunas provin­ cias cacicatos que lograron sobrevivir después del 14 de abril. Pero lo trascendental de la victoria es que esta fuer­ za, estos millones de votos, han sido administrados con una inteligencia y un sentido de justicia admirables. La lista de los notables derechistas derrotados, el despectivo puntapié con que el electorado ha desbaratado el artificio grotesco del centrismo gubernamental, el mantenimiento de ese pelele jesuítico que intentaba plagiar en España -¡en España!- los modos del fascismo extranjero, soñando con llegar un día a copiar todos sus procedimientos desde el Poder; el irrisorio porcentaje de votos -no mayor que el de las papeletas en blanco o el de las que arrojan locos o equivocados en las urnas- obtenido por el otro conato del fascismo señoritil y pistolero; el aniquilamiento de esa carroña hedionda que era el partido radical... Todos estos hechos dan, tanto como la apoteòsica victoria del Frente Popular, la exacta medida de la inteligencia y la capacidad cívica de nuestro pueblo. Habíamos dicho que venceríamos, y ya hemos ven­ cido; que gobernarían los republicanos, y van a gobernar. ¿Dónde quedan las hipérboles bufas y los mentidos op­ timismos de las derechas? Ya intentan, sin cesar en sus tergiversaciones, escamotear el Poder a quien lo ha ganado superabundantemente en las urnas. Pero como la pretensión es demasiado estúpida, ya se resignan -¡qué generosos!- a que “gobiernen las izquier­ Ii- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 87 das burguesas con un aire de convivencia y templanza”. Claro que gobernarán, pero haciendo, como siempre, ho­ nor a sus compromisos, manteniendo la alianza y el pacto del Frente Popular. ¿Con aires de convivencia? Con la ley en la mano. Con una sola preocupación: la salud de la República. Con un anhelo vivísimo: reparar rápidamente todos los estragos producidos por el ominoso despotismo del segundo bienio. Con una obligación ineludible: sanear la atmósfera política, sancionando todos los abusos de Po­ der, todas las concusiones y todas las rapiñas perpetradas desde el Poder durante ese periodo. Sin ánimo de venganza. No tiemblen: no somos como ellos, que si hubieran triunfado estaban dispuestos a co­ locar a sus adversarios, sólo por serlo, fuera de la ley, y a proseguir la tarea de extermino que no pudieron consumar en su anterior etapa de mando. Como tampoco, de haber derrocado al Frente Popular, hubieran trocado con tanta prisa su odio en pavura y su arrogancia en imploración.

18 de febrero de 1936

LA VOLUNTAD POPULAR SERÁ OBEDECIDA -XXVI-

Las derechas intentan disminuir el arrollador triunfo del Frente Popular. Lo hacen con tan escasa convicción, que en todos sus periódicos, al cubileteo sobre si las iz­ quierdas han logrado o no la mayoría absoluta precede un artículo lacrimoso confesando su propia derrota. Pero los ánimos perdidos ante la vista de los resultados electorales los quieren recobrar con regateos pueriles o con uno de II-CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

esos divertidísimos mapas que el órgano vaticanista37 en­ comienda para embaucar a sus electores, a sus cartógrafos de la Escuela de Periodistas. La discusión es puramente bizantina. Hablar por ha­ lar. Entretenerse para aliviar el miedo. Aunque alguno lo diga, ninguno de esos periódicos cree posible que el Poder no sea entregado inmediatamente al Frente Popular. Pri­ mero, porque es innegable que éste ha obtenido la mayoría absoluta en los comicios del día 16. Una mayoría, rebo­ sante, no sólo en actas, sino en votos; no sólo en cantidad, sino en calidad. No es que para nosotros haya castas entre los españoles; son los reaccionarios quienes defienden esta antihumana y antisocial teoría. Pero clases de ciudadanos si las hay, y no por culpa de la República, que se esforzó por igualarlos por su educación y por sus derechos desde el mismo día de su implantación. ¿Tienen el mismo valor, políticamente, el medio millón de sufragios logrados en Madrid y Barcelona por el Frente Popular que los 50.000 arrancados a los campesinos palentinos por el caciquismo de don Abilio Calderón o que el copo alcanzado Baleares por las bajas artes de la usura y de la corrupción marchis- ta? ¿Dónde se refleja la verdadera voluntad nacional: en el brioso esfuerzo con que braceros y arrendatarios extreme­ ños y andaluces se emancipan de una férula ominosa, que les daba trato de parias, o en la dolorida servidumbre que obliga a los colonos alcarreños y salmantinos a votar por Romanones o por la CEDA? Tiene, pues, las izquierdas los más de los votos, muchísimos más, y los mejores. Esta verdad no ofrece duda para nadie, ni para los que se toman el inútil trabajo de deformarla con estadísticas truncadas y cálculos inexactos.

37. Habla de El Debate. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 89

De añadidura, la mayoría izquierdista se ha consegui­ do contra viento y marea, superando las coacciones del Poder público y las bellaquerías de los caciques. Circuns­ cripciones hay, y en buen número, y de las más pobladas, cuyos resultados electorales tendrán que ser anulados por el Congreso, para que, en una nueva elección -honesta­ mente celebrada- las actas sean para quienes elijan los votantes, no para que los designen los expertos en puche­ razos y falsificaciones. ¿Podrá alguien, ante esta realidad, escamotear el Poder a las izquierdas? De sobra saben las derechas que nadie se atreverá. Como también lo piensa así el Frente Popular, no ha mostrado impaciencia alguna por tomar el Gobierno, que le pertenece desde el domingo pasado. Están seguros los republicanos de que la transmisión de poderes se reali­ zará a su hora, ni antes ni después. Porque tienen confianza en que el veredicto popular será ejecutado sin vacilación ni retraso, las izquierdas republicanas y las fuerzas proletarias no han tomado otra actitud que la de esperar serenamente el momento de recu­ perar la República, para dignificarla y vigorizarla.

19 de febrero de 1936

NI PERSECUCIONES INJUSTAS NI CLAUDICACIONES CONTRA LA REPÚBLICA -XXVII-

Las derechas antirrepublicanas creen haber dado con un argumento bastante fuerte para ejercer una suerte de coacción sobre el Gobierno. Ya reconocen, después de ha­ ber intentado desmentirlo con cubileteos y sofismas, que 90 II-CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

el Poder le pertenece al Frente Popular, que lo ha ganado dura y limpiamente en las urnas. Pero hecha esta confe­ sión, la quieren desvirtuar con una peregrina logomaquia. Las izquierdas han logrado la mayoría absoluta, pero el centro y la derecha representan la mitad de la nación y no se puede gobernar contra ellas. Matemática y políticamente, esa afirmación es falsa, aún ateniéndonos a las cifras de la votación. Si una coa­ lición reúne la mayoría absoluta del país, sus contrarios no suman la mitad de éste. Perogrullo, aunque poseyera la técnica de los discípulos pensionados en los Estados Unidos por la Compañía de Jesús, no podría destruir esta verdad inconcusa. Pero es que las derechas y el centro no representan sino una porción, y no la más numerosa, de los ciudadanos que les han dado el voto, que a muchos de ellos les fue arranca­ do por presiones diversas o por el soborno, y a otros les fue suplantado por artimañas caciquiles. En comarcas enteras, los campesinos carecían de libertad -y mucho más des­ pués del aliento prestado a los terratenientes de tipo feudal por parte del Bloque- para expresar su voluntad política. Espiritualmente, estos españoles estaban el 16 de febrero con el Frente Popular. ¿Con qué derecho se atribuyen las derechas la tutela de quienes son sus víctimas? La República restituirá su plena independencia cívi­ ca a esos millares de compatriotas y sujetará a la ley a sus explotadores, que ahora menos que nunca podrán hablar en nombre de aquellos. Pero sean cualesquiera el volumen y el número de la oposición política al Gobierno, éste no piensa en atrope­ llarla. Lo que no se podrá esperar de él, tampoco, es que, para complacer a sus adversarios renuncie a desarrollar su programa, que no es, en fin de cuentas, sino el propósito II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 91 ineludible de sacar al régimen del punto muerto en que lo situaron los Gabinetes anteriores, con sus sistemáticas in­ fracciones y escarnios a toda la legislación republicana. Porque lo que importa, ante todo, es saber qué entien­ den las derechas -o la minoría que pretende encarnarlas- por gobernar contra ellas. Si estiman vejamen o atropello el que la Constitución recobre su vigencia, sin adultera­ ciones; que se impulse el laicismo en la enseñanza; que se deroguen las disposiciones del último Parlamento que suponen aumento de privilegios para los grandes posee­ dores y mutilación de derechos de los desposeídos; que se adopten con mano firme medidas de salud pública contra los que abusaron del Poder y saquearon el Tesoro; si este programa lo consideran vengativo, en vez de justiciero, en ese caso las derechas volverán a clamar, como en 1932, que se las persigue y ofende. Pero no dirán la verdad. Un Gobierno que se proponga ser digno mandatario de la nación no ha de mirar si su labor agrada o disgusta intereses partidistas, sino preocuparse, por sobre todas las cosas, de lograr el bien público. De cuáles son los planes del Gobierno Azaña están sobradamente informados todos los españoles, porque con esos planes como bandera fue el Frente Popular a los comicios, y de ellos ha salido ven­ cedor. Demostrarán cordura los titulados representantes de las derechas allanándose de buen grado a que la voluntad nacional se cumpla. Y, digámoslo otra vez, nadie que esté en paz con su conciencia y que no se halle animado de intenciones sub­ versivas contra lo que es la base y el alma de la República -y de España- tiene motivo para sobresaltarse. Todos los ciudadanos, militantes de no importa que partido y creyentes de ésta o aquella comunión, son igua­ 92 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 les ante la ley. Este precepto constitucional no lo desco­ nocerá jamás el Gobierno. Pero sepan todos que contra la ley no hay “tabúes”, ni territorios exentos, ni individuos o colectividades inmunes.

21 de febrero de 1936

NO ES OCASIÓN ESTA PARA FORCEJEOS BALDIOS -XXVIII-

E1 proyecto de decreto-ley presentado por el Gobierno ante la Diputación Permanente de Cortes perseguía, como única finalidad, la de adecuar la situación política de Ca­ taluña a los resultados de las elecciones del 16 de febrero. Los miembros del Consejo de la Generalidad, ratificados por el fallo popular en los puestos de que fueron desposeí­ dos el 6 de octubre, no podían regresar a su país sino para reasumir aquellos con una absoluta autoridad moral. Esa finalidad está lograda por el acuerdo de la Dipu­ tación Permanente de Cortes. Pero una parte de este orga­ nismo, interpretada por el señor Maura, manifestó una de­ plorable inclinación al regateo, y se complació en poner al proyecto gubernamental una marca de cicatería que no era el mejor modo de corresponder a la deferencia respetuosa con que el Poder ejecutivo trataba a la supervivencia de un Parlamento desahuciado por la voluntad nacional. Con ser censurable el abuso inelegante que de las circunstancias políticas hizo esa porción de la Diputación Permanente, lo es mucho más el propósito implícito de esa actitud. Tiempo habrá de discutir en las Cortes la deroga­ II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 93 ción de la ley de 2 de enero, decía el señor Maura, como justificación a su pueril intransigencia. ¿Significan estas palabras del jefe del evaporado partido conservador que él o sus afines políticos piensan oponerse en el Parlamento al pleno restablecimiento del Estatuto de Cataluña? Libres son para hacerlo. El Parla­ mento es un recinto donde son licitas todas las opiniones. Pero emprender esa tarea sería gana de hacer perder el tiempo, que tanto se necesita para resolver cuestiones vi­ tales, que dejaron intactas y frecuentemente agravadas, las Cortes anteriores. En otros problemas podrá haber y habrá margen para la transacción entre la mayoría y las oposiciones parlamen­ tarias. En el de Cataluña, no. El Estatuto ha de recobrar su vigor sin enmiendas ni mutilaciones, tal y como lo votaron las Constituyentes. No sólo porque el pueblo catalán ha reiterado clamorosamente su adhesión al Código de su autonomía, sino porque el resto de España ha corroborado este estado de ánimo subscribiendo las reivindicaciones de Cataluña. En el programa del Frente Popular, bandera electoral aclamada por la mayoría de la nación, está inequívocamen­ te expresada la decisión de que el Estatuto sea restaurado íntegramente. La derogación pura y simple de la ley del 2 de enero cuenta ya, de antemano, con cerca de trescientos votos en la Cámara que va a constituirse. Nada que tienda a desdibujar el alcance del Estatuto de Cataluña, prospe­ rará. Ténganlo presente, por si lo ignoraban, quienes estén preparados a dilapidar tiempo y dialéctica en semejante empresa. A todos interesa el no gastar inútilmente ener­ gías y esfuerzos en las próximas Cortes, que no deben recordar, sino por contraste, al Parlamento del segundo 94 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 bienio, caracterizado por su lentitud y su inercia. Ni sería tampoco deseable que por algunos partidos políticos se recavase el afán entorpecedor que les animó en la primera etapa de la República.

28 de febrero de 1936

LOS MANEJOS CONTRA EL RÉGIMEN -XXIX-

Las referencias sobre el complot descubierto para eli­ minar a algunas personalidades del régimen republicano, ponen de manifiesto los manejos que ciertos elementos de organización criminaloide llevan a cabo para sembrar la inquietud social. Se ve que, amparados por una situación favorable, incluso amparados en puestos de autoridad, agentes a sueldo preparaban delitos que probablemente sólo el azar o la cobardía pudieron frustrar a tiempo38. No es el primer episodio de esta clase que se conoce desde que el régimen republicano fue proclamado. Sin duda, faltándoles a sus enemigos la opinión pública, y no teniendo manera de eliminar la influencia política de las figuras destacadas del movimiento izquierdista han pensado sencillamente en acudir al sistema de atentados, reponiendo el asesinato en la vida pública española. Servi­ dores del Estado, funcionarios conocidos, secundaban es-

38. A finales de marzo de 1936, un grupo de falangista intentó asesinar al diputado socialista Luis Jiménez de Asúa. Durante los meses de marzo y abril fueron insistentes los rumores que hablaban de un inminente golpe de Estado, incluso se llegó a hablar del 20 de abril como fecha elegida por los militares golpistas. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 95 tos planes y trabajaban en conjuras y conspiraciones para acabar con la vida de compatriotas ilustres. La lección no debe ser desaprovechada. Es necesario continuar la depuración de todos aquellos Cuerpos y ser­ vicios donde los enemigos de la República y los aliados del crimen habían establecido contactos. Ya no se trata del simple sabotaje al régimen -gravísimo mal que ha produ­ cido estragos en la Administración y en la conciencia pú­ blica, y cuyo tratamiento constituye una de las finalidades primordiales del Gobierno actual-, sino del injerto del pis­ tolerismo en la acción de ciertos grupos que, llamándose políticos, son simplemente cuadrillas de terroristas paga­ dos con el dinero del resentimiento y del rencor. Las autoridades republicanas tienen los hilos de toda la labor clandestina que en uno y en otro aspecto se está realizando. Porque la preparación de atentados a persona­ lidades políticas se entrevera, por lo visto, con el trabajo de los elementos provocadores de cuya actuación hemos tenido pruebas fehacientes estos tiempos. Todo responde al mismo propósito de sembrar la alarma, privar al régimen de la confianza pública y tener en perpetuo desasosiego al país, al mismo tiempo que se intentan liquidar los obstáculos que se oponen a las bruta­ lidades reaccionarias. Si los conjurados tuvieran sentido de la realidad política y no les creara un odio quizá atávi­ co, posible es que les fuese dable comprender que ni con la pistola ni con la bomba pueden vencer un movimiento como el de las izquierdas españolas, que está sostenido por la convicción y el esfuerzo de las masas. Habrían de caer todos los hombres que figuran hoy a la cabeza de los par­ tidos republicanos y obreros y la República se mantendría en pie por decisión inquebrantable del pueblo español. 96 Π- CRÓNICAS DEi UNA ILUSIÓN, 1931-39

Claro que ni los complot ni los actos de violencia po­ drán apartar a los hombres y los partidos de la República del cumplimiento de sus deberes, mantenidos a prueba de peligros y dificultades. Verán los adversarios que no hay flaqueza ni pusilanimidad cuando se trata de defender el patrimonio ideológico de la España trabajadora y progre­ siva. Del mismo modo que se ha descubierto la trama de esos atentados se descubrirá la de otros planes preparados con el fin concreto de perturbar la paz pública. Natural­ mente, se cuenta con funcionarios expertos y leales que son los primeros en repudiar la conducta de aquellos que faltan a su deber y ponerlos bien al descubierto. Las autoridades cumplirán con su deber. También es menester que los ciudadanos colaboren en ello rechazan­ do toda idea de pánico o de inquietud, que es el principal objetivo de los perturbadores. Éstos no pueden hacer nada ante la serenidad pública. Hemos visto que después de la victoria de las izquierdas se han producido conatos de violencia contra la República; pero ya la acción de los pro­ vocadores está desconectada y en todo caso se encontrarán siempre con la sanción eficaz y tajante de un régimen que se sabe fuerte porque se asienta sobre la voluntad de la mayoría.

3 de mayo de 1936

EL NUEVO CONCEPTO DE LA LIBERTAD -XXX-

Con palabras que quieren ser irónicas y rezuman despecho comenta El Debate la glosa que del concepto de II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 97 la libertad hizo el ministro de Agricultura en su reciente discurso de Bilbao. Sabe el diario vaticanista que ese nuevo concepto de la libertad lo prohíjan ya todos los liberales del mundo, y particularmente los de España, y esa certidumbre le produce una alarma que intenta vanamente ocultar. No; la libertad que hoy buscan los partidos progresivos no puede ser la misma que con candoroso heroísmo defendían fren­ te a los carlistas -ascendientes directos del vaticanismo actual- esos liberales -abuelos de los militantes del Frente Popular- a algunos de cuyos supervivientes hablaba preci­ samente el señor Ruiz Fîmes. De aquella libertad y de aquellos liberales se mofaban impunemente en todos los países escritores de la secta de El Debate, como el famoso Louis Veuillot39, y conspiraban ventajosamente el cura Santacruz y otros precursores de lo que en España se llama fascismo. Excesivamente generoso, el liberalismo del siglo XIX se conformaba con la ilusoria libertad política, y dejaba intactos los privilegios económicos de las clases dominan­ tes. Vulnerar aquella libertad era cosa sencilla y sin riesgo; si sus atacantes vencían, instauraban el absolutismo y se encarnizaban en la represalia: si eran derrotados, estaban seguros de que sus culpas se cancelarían con un abrazo de Vergara. Demasiado lastre teórico el del viejo liberalismo hu- manitarista, que perdía los regímenes para dejar a salvo los principios. Hoy ese liberalismo no nos interesa ni sentimos la de­ mocracia al modo de nuestros antecesores. No hay libertad mientras los que la niegan puedan combatirla a mansalva,

39. Escritor francés tradicionalista y antiliberal del siglo XIX. 98 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 ni la democracia es efectiva en tanto no se hayan abolido las injusticias que separan a las clases sociales. El último régimen candorosamente liberal y falsa­ mente democrático que ha habido en Europa es el de la República alemana de Weimar. Con el se cierra definitiva­ mente un ciclo y se inicia otro: el del liberalismo pragmá­ tico y no teorizante, adiestrado para la ofensiva contra los elementos socialmente nocivos, que intentan emplear en daño del Estado su ilícito poder económico. El caso de la República española es, en este aspecto, arquetípico. Si se atuviese a los viejos principios, si con­ cediera derecho de ciudadanía a los núcleos que se propo­ nen derribarla, tendría el mismo fin que otras repúblicas recientes o lejanas, que dejaron en libertad a los enemigos de la libertad. Pero no se incurrirá en semejante yerro. La libertad autoritaria dispone de recursos eficaces para privar de sus medios de lucha a los que pretenden oponerse a la volun­ tad nacional. Sin caer en el ensañamiento, sin incidir en el despotismo, la República sabrá ser dura con los perturba­ dores. Hará bien El Debate en guardarse sus ironías lúgu­ bres ante discursos como el del ministro de Agricultura. Si es demócrata, ¿por qué ha de temer que la democracia imponga su fuero? Pero los vaticanistas de aquí, como los de fuera, juzgan saludables y justificadas todas las medidas dra­ conianas que adoptan una aristocracia o una oligarquía para sojuzgar a una nación y hacen dengues de damisela cuando un régimen, directa encamación de un pueblo, aplica severamente la ley a quienes conspiran, de diverso modo, para implantar una dictadura. No otra cosa hace, y hará en la proporción que las circunstancias aconsejen, II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 99 una República que para El Debate es poco menos que una tiranía cruel.

6 de mayo de 1936

LA REPÚBLICA TIENE YA UN PRESIDENTE DIGNO DE ELLA -XXXI-

Tanto la brillantísima victoria obtenida, como el nú­ mero y la calidad de las abstenciones y votos en blanco, dan a la elección del señor Azaña como Presidente de la República un significado eminentemente nacional. Sólo con este carácter, y no como candidato de partido o de grupo, podía ocupar la primera magistratura del Estado una figura que tan auténticamente encarna la expresión española de la República. La elección se ha realizado en la más adecuada co­ yuntura histórica y como concreción de un anhelo popular, que se ha impuesto a toda especie de consideraciones sub­ alternas, por legítimas que fuesen40. El error de la primera elección presidencial en España es recurrente en todos los regímenes nuevos, excesivamen­ te prevenidos contra los riesgos de una presunta inexpe­ riencia. Ese error lo cometió la Tercera República francesa al situar en su ápice a Thiers, personaje de formación y

40. Carlos Esplá se opuso firmemente a que Azaña cambiase la presidencia del Gobierno por la de la República. Así se lo hizo saber en la reunión que el Grupo Parlamentario de IR mantuvo en casa de Azaña, pocos días antes de que este hiciera firme su candidatura. Véase: Angosto Vélez, P. L.: Sueño y pesadilla del republicanismo español. Carlos Esplá una biografia política. Madrid, Biblioteca Nueva, 2001. 100 11-CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 mentalidad monárquicas. En todos los movimientos revo­ lucionarios se advierte el mismo prejuicio de escoger por timoneles de la nueva legalidad a los prófugos del régimen derrocado, sin profundizar demasiado en los móviles de su conversión. España, como todos los países que incurrieron en esa debilidad, la ha pagado crudelísimamente, e igual que tuvo su Thiers ha tenido su Comuna41. Y si no perdió la República fue porque esta se halla indestructiblemente enraizada en las entrañas del pueblo. Las vergüenzas y dolores sufridos por culpa de aquella equivocación exigían un remedio heroico que no podía ser si no el que ha sido: llevar a la Presidencia de la República al más representativo de sus hombres. Estamos muy lejos de compartir el criterio de quienes creen que los cuadros de los partidos del régimen no son fértiles en personalidades aptas para las más elevadas funciones del Estado. Pero la trascendencia de la hora, la crisis -crisis de crecimiento- por que pasa la República, hacían necesario consagrar como emblema y árbitro de ella a una persona­ lidad indiscutible para los republicanos, por la respetuosa admiración que todos le profesan, e indiscutible también para los que no lo son, porque su complejo de inferioridad les impide atacarla. La abstención y el voto en blanco es todo lo que han podido oponer: antagonista digno de don Manuel Azaña no lo han encontrado los enemigos vergonzantes o confe­ sos del régimen. Antes del 12 de abril don Manuel Azaña estaba inédi­ to como gobernante. Bajo la República se reveló y a su servicio ha dedicado íntegramente todas su portentosas

41. Referencia a la relación causa-efecto entre el gobierno de radicales y cedistas y el movimiento revolucionario de 1934. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 101 facultades intelectuales y todas sus energías físicas, con tan soberano acierto que puede decirse sin hipérbole que la República actual, resurrecta y regenerada, es tan hija suya como la checoslovaca, el día de su instauración, lo era del venerable Masarik. Con la diferencia, ventajosísima para España, de que Manuel Azaña está en la plenitud de su vigor corporal y mental. Hemos huido siempre, al hablar del Jefe del Estado, de cuanto sonara a ditirambo. No hemos de escribir nin­ guno ahora, cuando el que ha sido nuestro jefe y maestro rompe las ataduras partidistas que jamás cohibieron su in­ dependencia insobornable para convertirse en el máximo rector de la República. Si estamos obligados a publicar nuestro desprecio ha­ cia los que ya intentan, tras de no haber podido entorpecer su elección, poner objeciones y trazar normas al nuevo Presidente de la República. Si alguien llena y rebasa las cualidades esenciales que el cargo reclama es la persona elegida para asumirla. Afirman los que no han votado al señor Azaña que el Presidente de la República personifica a la nación, como si temieran que fuese a ignorarlo en sus determinaciones. Por haber mantenido constantemente, en el poder y en la oposición, con palabras y con actos, esa doctrina, se le ha dado el puesto que ocupa. Ellos, cuando mandaban, gober­ naban contra la nación y en provecho de sus clientelas y camarillas, a cuyos intereses permanecen supeditados. Para la nación se ha empezado a gobernar desde el 16 de febrero y contra los núcleos parasitarios que se obsti­ nan inútilmente en torcer o contener el rumbo natural del régimen. Si las derechas antirrepublicanas hubieran podido llevar a la acción su pensamiento, ni la Constitución, por 102 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

cuyo cumplimiento leal vigilará el nuevo Presidente, exis­ tiría, ni la República sería más que un nombre cubierto de oprobio. Si están arrepentidas, las derechas deben demostrarlo con hechos y el más conveniente que pueden realizar con­ siste en renunciar a su grotesca pretensión de querer adap­ tar la República a sus conveniencias, mientras la combaten solapadamente por el terror.

12 de mayo de 1936

UN ARQUETIPO: GODED, EL CONSPIRADOR DE GABINETE -XXXII-

Ninguno de los generales sublevados, ninguno, ha tenido, al ser vencido, la gallardía de hacerse justicia. Los que han podido, han tratado de huir. Así Fanjul, que fue cogido de una pierna cuando quería escaparse por el cuar­ tel, después de despojarse del uniforme -usurpado- que llevaba puesto. Esta doble cobardía la habían practicado ya en otra ocasión algunos de los jefes de la insurrección: en julio de 1921, cuando corrieron vertiginosamente desde la posición que debían defender en el campo magrebí hasta la ciudad de Melilla. A García de la Herranz le malogró la fuga, ya rendido el campamento de Carabanchel, un soldado de Zapadores Minadores. Pero el caso más destacado de medrosidad es el que ha dado en Barcelona el general Goded. Se rindió, pero se negó a confesarlo. Deseaba aparecer como un hombre que fue hecho prisionero en lucha. Y finalmente, Goded saludó II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 103 con el puño cerrado y en alto al pueblo barcelonés. ¡Uno de los que intentaban envilecer a España bajo el fascismo, haciendo el saludo proletario! Así ha acabado moralmente -del resto se encargará sin tardanza la justicia- el Von Schelicher hispano. Infa­ tigable conspirador de salón, ha planeado innumerables subversiones. Prometió sublevarse contra Primo de Rivera en Cádiz, con el propósito de recoger la sucesión del dic­ tador, y un aviador que le esperaba con su aparato para conducirle a la ciudad andaluza, le esperó en vano. Fraguó después otro complot -este ya contra la República- en 1932, y se lo frustro, desenmascarándolo valerosamente, el teniente coronel Mangada. El 17 de febrero, unas horas después de conocerse el aplastante triunfo en las urnas del Frente Popular, Goded y Franco -cómplices también esta vez- urdieron un golpe de mano. No lo llegaron a realizar porque, descubierto el plan, el Gobierno, los soldados, cuya oficialidad conspiraba, y las masas populares de Ma­ drid lo previeron todo para aniquilar a los insurrectos si se lanzaban. Y Goded -como Franco- se presentaron al Go­ bierno para jurar por su honor que ellos no se sublevaban. Ni entonces ni nunca. Pero, al fin, Goded se ha alzado en armas. Con ale­ vosía, traición y supuesto abuso de superioridad. Conven­ cido, indudablemente, de que no encontraría resistencia. Pero el gran conspirador de salón, tras de tanto esperar, se ha equivocado. Lo han derrotado, se ha rendido y no ha te­ nido la nobleza de declararlo. Y su último ademán ha sido el de un cobarde que acaso confíe en que, por haber alzado el puño, conservará la piel, el grado y la paga.

22 de julio de 1936 104 11- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

ANTE LA VICTORIA INDUDABLE -XXXIII-

Este nuevo Estado que se está gestando en España, entre dolores y heroísmos innumerables, hubiera habido que edificarlo de todos modos. No por falta de audacia, sino por sobra de generosidad, se hubiera ido constituyen­ do paso a paso, con demasiada lentitud quizá, con tiempo, por lo tanto, para que los que debían ver sacrificados sus intereses al interés colectivo no sintieran con demasiada rudeza el tránsito. Pero se nos ha forzado, se ha obligado al pueblo espa­ ñol a abreviar sus etapas, y ha tenido que hacerlo cruenta­ mente, tomando la ofensiva contra los bravucones de ofi­ cio que se habían prestado a ser criminales heraldos de un fascismo más cruel que el de los nazis, más criminal que el de los socialcristianos austríacos y más analfabeto -véase la arenga radiofónica, de soldado soez, que ha expedido Queipo de Llano- que el de los déspotas hispanoamerica­ nos del estilo de Juan Vicente Gómez42. Esa sangre querríamos ahorrársela a nuestro país. So­ bre todo la sangre de nuestros abnegados muchachos, de estirpe numantina y de alma espartana. Pero ha sido preciso verterla, aunque por la bravura de nuestros combatientes y por su ímpetu inagotable -solo posibles, cuando se lucha por algo más fuerte y más per­ durable que la propia vida- nuestras bajas son mínimas y las de nuestros enemigos cuantiosas. Todos los partidos y núcleos de izquierda -republica­ nos y obreros- hemos establecido automáticamente la uni­ dad de acción para la pelea. No la quebrantaremos después

42. Dictador venezolano del primer tercio del siglo XX. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 105 de la victoria. El republicanismo español -no hablamos del espurio, del que bajo la monarquía era provocador y con la República traidor, igualmente a sueldo- no ha teni­ do jamás ataduras que le liguen a concepciones políticas y sociales ya superadas y en quiebra en el mundo actual. Republicanismo que tiene entre sus ascendientes y fundadores a hombres como Fernando Garrido y Sixto Cámara, presocialistas, proudhonianos y discípulos de Fourier y Saint-Simon. Republicanismo de manos limpias y nunca ociosas, que ha reñido de siempre batallas cam­ pales contra la plutocracia: que ya en 1931, cuando hasta los más avanzados se contentaban con una República que fuera modificando con pausa el orden establecido, votó en las Cortes Constituyentes el artículo 41 de nuestro Código fundamental, mediante el cual un Gobierno puede sociali­ zar el Estado. Estas consideraciones para el día siguiente al triunfo no son prematuras. Hemos ganado ya la batalla a la más negra y rencorosa traición europea. Lo que renta por do­ minar se dominará con el denuedo exuberante de las tropas leales y de las Milicias del pueblo y con el arma formida­ ble del factor moral, decisivo en todas las guerras: decisivo en la contienda europea del914al918y decisivo también en la epopeya que España está escribiendo actualmente. El fascismo -hemos dicho incesantemente en perió­ dicos y tribunas- no se implantará en nuestro país. Así hubiera sido, aun en el peor de los casos, ya impensable, de una derrota. Los felones que han premeditado apuñalar a la nación por la espalda no hubieran cogido más que un inmenso montón de escombros; algo que, hasta ya en rui­ nas, sería ejemplo universal del coraje cívico de un país de hombres indomables. 106 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

Pero vamos a vencer, hemos vendido ya, y hemos empezado a crear Historia. De esa obra -genuinamente nacional, sin plagio de ningún modelo extranjero, pero con el mismo arranque y objetivo de otras grandes de­ mocracias- seremos artesanos y alarifes, confundidos en idéntico fervor y en común afán, todos los partidos y núcleos del Frente Popular, hoy más identificado, fecundo e indestructible que en ningún momento.

23 de julio de 1936

LA UNIÓN SAGRADA ALREDEDOR DE LAS LIBERTADES DEMOCRÁTICAS -XXXIV-

La nota radiada ayer dando cuenta del acuerdo adop­ tado por todas las organizaciones obreras de matiz distinto para olvidar diferencias circunstanciales y unificar la he­ roica acción del proletariado contra los facciosos, consti­ tuye la ratificación oficial de una actitud que de hecho ve­ nían adoptando desde el primer día todos los combatientes obreros afectos a las Milicias. Es verdaderamente ejemplar la conducta de estos soldados del pueblo que, comprendiendo que en este mo­ mento está en juego, no sólo la suerte política de su país, sino la de todo el pueblo trabajador, para el cual preparaba el fascismo la más miserable de las tiranías, sirven la cau­ sa de la libertad y de la República con la disciplina y la cohesión de una fuerza regularizada y orgánica. Aunque los matices sindicales siguen siendo el lazo de unión de los grupos, en el momento de la acción no hay más interés II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 107 que el de la causa que defienden y el sentido de unidad del esfuerzo común. El pueblo, en general, se ha dado cuenta de lo que significaba el triunfo de la subversión militar, a la que tan gallardamente se ha hecho frente. No sólo una dictadura de tipo pretoriano, de especie decimonónica, sino el des­ potismo militar y oligárquico que sufren diferentes países europeos, y que aquí, bajo el signo del pronunciamiento tradicional, era lo que preparaban los militares sublevados. Pero es seguro que el fascismo español presentaría caracte­ res típicos y probablemente más brutales que todos los fas­ cismos europeos, si es que en materia de fascismos puede haber graduaciones. Basta conocer la conducta de muchos participantes en el movimiento con ocasión del octubre as­ turiano y los antecedentes de los principales autores de la sublevación, para darse cuenta del volumen que alcanzaría la represión y el perfil de la dictadura monárquico fascista que se pretendía implantar en España. Si algo le faltase a la sublevación para ser debidamente caracterizada, anótese el detalle de haber sido pensada e iniciada a base de fuer­ zas coloniales. A España se le ha hecho la ofensa de querer oprimirla con la violencia aprendida en la campaña contra núcleos civiles, valiéndose, incluso del voluntariado afri­ cano. Los que trataban de presentarse ante el país como guardadores de las dignidades patrias encomendaron su empresa a las tropas marroquíes. El proletariado y el pueblo republicano se han dado perfecta cuenta del perfil moral del movimiento sedicioso y han acudido en masa para aplastarlo. Puede decirse que se ha hecho la unión sagrada de las fuerzas democráticas. Todas ellas han comprendido con unanimidad admirable y con intuición histórica el significado de la lucha. He aquí como esta actitud será una lección para el mundo entero, 108 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 porque el fascismo no puede triunfar si encuentra fuertes y unidos, a los elementos que tienen por savia ideológica las libertades democráticas. La unión sagrada del pueblo republicano y obrero será la garantía total de nuestro triunfo. Y una vez más se confirma la enseñanza histórica de que contra las masas populares, si están unidas e identificadas en un ideal co­ mún, no puede imponerse ningún régimen de tiranía. Si el fascismo ha logrado el Poder en algunos países ha sido por la división de las fuerzas populares. Nuestro país está demostrando que alrededor de una consigna única, la de­ fensa de las libertades democráticas, se vence a la tiranía, por grandes que sean sus medios materiales. Que la unión sagrada se apriete más cada día, y la victoria definitiva de la República asegurará el desenvol­ vimiento próspero de la vida nacional, perturbada por los contumaces profesionales de la violencia, que reciben del pueblo la respuesta merecida.

25 de julio de 1936

MOLA, EL FAVORITO DE BERENGUER -XXXV-

Se comprende que a Mola se le haya encomendado por sus cofrades de traición la misión de atacar Madrid. Si hay un militar que odie con todo su corazón a este pueblo nobilísimo y valeroso, es el ex director general de seguridad de la época berenguerista. El mismo rencor que a Madrid, y por la misma causa, se lo profesa Mola a la República. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 109

Cuando Mola acordó ametrallar a los estudiantes de San Carlos, sin preocuparse de que las balas hiriesen también a los enfermos que ocupaban las clínicas, Madrid entero se alzó contra aquel bárbaro que trataba a la capital de España peor que a una cábila de Beni Urriaguel. La justicia republicana sancionó la salvajada y apresó y en­ carceló al que la inspiró. Ese día nacería en Mola el deseo de bombardear Madrid y abatir la República. Pero primero descargó su ira con otra suerte de ca­ ñonazos: aquellos tres libros -plúmbeos y mortales de necesidad para el lector- en los que el ex director general de seguridad se esforzó, lográndolo cumplidamente, en demostrar su total ineptitud para semejante cargo. A lo lar­ go de esos tres mamotretos, Mola insiste en proclamarse demócrata y casi republicano. Y, sin embargo, se prestó a ser el Scarpia de un absolutismo moribundo. ¿Secreto de esta aparente contradicción? El beren- guerismo forzoso de Mola. Mola era, desde hacía veinte años, uno de los favoritos del máximo culpable -después del Borbón- de la catástrofe marroquí. Apenas salido de la Academia Mola, se produjo el desastre del Barranco del Lobo. Marruecos era entonces un El Dorado de los mili­ tares ambiciosos o de espinazo dócil. Bereguer, a la sazón coronel de Regulares, compartía con Fernández Silvestre la confianza del rey. Con sus bigotes de ébano, a la moda kaiseriana, envuelto en su albornoz de moro rico, Beren­ guer ascendía sobre la marcha a quien le rendía parias. De esa fecha data la orgía de recompensas que tanto ha desmoralizado y subvertido al Ejército español, promo­ viendo pronunciamientos incruentos como el de las Juntas de Defensa: un motín de pagas, encubierto bajo una apa­ riencia de reclamación justiciera. Un balazo, aunque fuera 110 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 leve y en un talón, suponía el empleo inmediato, si Beren­ guer o Fernández Silvestre daban su conformidad. Mola fue a Marruecos de segundo teniente y volvió de comandante. Pocos años después era coronel. Hizo su ver­ tiginosa carrera mandando Regulares, aupado siempre por la mano de Berenguer, a su vez protegido por la poderosa influencia del general Luque. Cuando regresó a España, Mola, cuya fisonomía es la de un negro del platillo, había perdido toda noción civili­ zada. Sólo ante los Berenguer -tribu ungida por todas las gracias de la Monarquía- deponía Mola sus maneras de harqueño despótico. ¿Qué le importaba la democracia a aquel predilecto de la oligarquía pretoriana, que servía de parapeto al felón don Alfonso? Cuando Berenguer mandaba, Mola obede­ cía. Cuando el rey necesitaba de un Tepoff, educado en los riscos rifeños, para meter en cintura a los republicanos y a los obreros de Madrid, el nefasto ex alto comisario en Marruecos se acordó de Mola Al asaltar el Poder en el bienio negro, el vaticanismo hizo una recluta de generales resentidos, los mimó y los situó estratégicamente ante un posible golpe de fuerza. A Mola, la restauración de la República, lo cogió en Navarra. ¿Qué región mejor que esta -cuna de carlistas recalcitrantes- para ser una Vendée española? Más allá del Estrecho, se contaba con los moros. En el Norte, con los curas trabucaires. En toda España, con los fascistas Mola, Franco, Queipo y March pensaban vencer. Habían desdeñado el factor popular. Y Mola creía tan fácil tomar Madrid como sitiar el Hospital Clínico de San Carlos.

29 de julio de 1939 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 111

FRANCIA Y EL PROBLEMA ESPAÑOL -XXXVI-

Esta mañana habrá continuado en la Cámara francesa el debate sobre política exterior. En realidad, la discusión ha girado exclusivamente en torno de la cuestión española, eje de todos los problemas internacionales que preocupan a la opinión francesa. Se trata, en efecto, de una cues­ tión vital para Francia, pues afecta a la seguridad de sus fronteras y a la defensa de la integridad de su Imperio. Cuando escribimos estas líneas no ha llegado todavía a nuestra Redacción la reseña telegráfica de la sesión de hoy. Ignoramos, pues, si el ministro francés de Negocios Extranjeros o el presidente del Consejo han expuesto ya el criterio del Gobierno. Esperamos conocerlo con algo más que curiosidad. Nos domina una preocupación que rebasa las fronteras de lo español, en las cueles, sin embargo, de­ biera contenerse nuestro interés y nuestro egoísmo. Mas no podemos ser indiferentes a las consecuencias y reper­ cusiones de nuestro drama, que es sólo nuestro en el día de hoy, pero que mañana puede serlo también de los otros. Sin esa perspectiva, no invocaríamos cierto derecho a la solidaridad -nos lo vedaría nuestro orgullo- ni, probable­ mente, la Cámara francesa hubiera dedicado al problema español tan cuidada atención. Lo que en todo momento hemos dicho a nuestros amigos franceses es que se ocupen de la guerra española en tanto es problema para Francia y constituye obligación -y necesidad- suya impedir la inter­ vención extranjera en España. Sobre nuestro pleito interno a nadie hemos pedido ayuda ni parecer. En cuanto a su aspecto internacional, es otra cosa. La política de No Inter­ vención no ha sido nunca pactada con España. Fue objeto de acuerdo por parte de Francia e Inglaterra, con Alemania 112 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

e Italia, y si éstas la infringen son aquéllas quienes han de exigir su cumplimiento y asumir la responsabilidad y el esfuerzo de imponerlo. Al parecer, estas ideas elementales van abriéndose ca­ mino en Francia. En su última reunión plenaria, el Comité Ejecutivo del partido radicalsocialista pedía al Gobierno -del cual es jefe el propio presidente del partido- que examinase con vigilancia la situación creada por la inter­ vención italiana y su instalación en parte del territorio es­ pañol, Baleares y Marruecos. En el debate de la Cámara se le ha pedido al Gobierno francés algo más que vigilancia. Se le ha pedido una acción resuelta y enérgica. Ha pasado ya, a juicio de muchos diputados franceses, la hora de la contemplación y la vigilancia. El asunto debe estar exa­ minado y cualquier retraso en la decisión puede ser grave para Francia, tanto como para nosotros. El arrepentimien­ to, después de consumado el daño, serviría para poco. Ni siquiera para salvar la responsabilidad propia alegando la buena fe del propósito, como acaba de hacer el señor Blum al evocar la caída de Irún y San Sebastián, cuando unas do­ cenas de ametralladoras hubiesen bastado para su defensa. ¡Amargo recuerdo! No llegó el Gobierno republicano del señor Giral a solicitar del Gobierno socialista del señor Blum la entrega de esas docenas de ametralladoras. Hu­ biera podido hacerlo reclamando un derecho y exigiendo el cumplimiento de un convenio. Se limitó a pedir que se autorizase el tránsito de un puñado de fusiles españoles y municiones, por vía francesa desde la estacón de Port-Bou a la de Irún, para que las milicias vascas pudieran defender aquel trozo de frontera. La modesta demanda del Gobier­ no español fue rechazada. Lo exigía el así el acuerdo de No Intervención, que no fue obstáculo, sin embargo, para que Alemania e Italia hiciesen, en aquellos mismos días, II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 113 enormes envíos de material de guerra a Franco. Cayó Irún y quedó aislada la zona Norte... Los alemanes instalaron sus bases aéreas a lo largo de la frontera francesa... ¡Amar­ go recuerdo! Solo como lección para el momento presente ha po­ dido ser evocado por el señor Blum. ¿La tendrá en cuenta el señor Daladier? Hemos de creer que sí. Nos invita a ello nuestra preocupación por España. Y también por Francia. El señor Daladier no podría consolarse, ciertamente, exhi­ biendo dentro de unos meses una buena fe que provocaría carcajadas en Roma: “Ya están los italianos y los alemanes instalados a lo largo de los Pirineos; sus bases navales y aéreas de las Baleares cortan nuestras comunicaciones mediterráneas; el África francesa está amenazada; Francia es una nación sitiada; pero hemos cumplido con la mayor buena fe el acuerdo de No Intervención”. Queremos demasiado a Francia para desearle ese destino. Nos sentimos solidarizados de sus intereses en el Mediterráneo. Ello nos autoriza a hablar con claridad sobre riesgos y peligros que nos son comunes.

1937

PALABRAS -XXXVII-

E1 verdadero lema de los nacionales lo ha escrito, después de la pérdida de Málaga, un periodista francés43: “Franco, con tropas italianas, ha obtenido una victoria... alemana”. Agudas palabras que deben quedar estampadas

43. Se refiere Esplá, probablemente, a León Rollín. 114 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 en los gallardetes de la Legión y en las banderas de Falan­ ge, y en los estandartes del Requeté. Esas palabras borran con su verdad irónica la aspiración totalitaria que airean, en su primera plana todos los periódicos facciosos: “Una patria, España. Un caudillo, Franco”. El lema se repite, machacón, en todos los papeles impresos en la zona fas­ cista, y desde allí lo lanzan a los cuatro vientos las radios enemigas. Ciertas gentes suelen blasonar de lo que carecen. In­ vocan el nombre de la patria quienes la han traicionado. Proclaman un caudillo quienes soportan el caudillaje im­ puesto desde Roma o desde Berlín. Ni patria ni caudillo, sino traición y sometimiento a la voluntad extranjera. Este es el triste sino de los militares que se sublevaron contra el pueblo español. El lema tiene en su repetición, en su insistencia, calidad de remordimiento. Oculta la severa condena de la propia conciencia. Denuncia la tremenda contradicción en que agoniza la España de ellos. Contra­ dicción dramática, que es como un fuerte alcohol de pala­ bras que embriaga para hacer olvidar la realidad terrible de los hechos. No es posible desconocer, aunque no exista el hilo misterioso de la comunicación, las tristes meditaciones de algún militar lanzado a la sublevación por el falso concepto de la camaradería profesional o por un artificial fanatismo político. No importa quien sea ni donde se encuentre. Al­ guno habrá que sienta todavía el dolor de español. Alguno habrá que vuelva con ternura su recuerdo al pueblo. Creyó algún día que los militares se sublevaban para defender el orden, la autoridad, la religión, la familia, la propiedad, la patria..., principios y palabras. España a sangre y fuego es el orden conquistado. El Ejército y la fuerza pública sublevados es la autoridad restablecida. Los templos con­ II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 115 vertidos en fortalezas es la religión salvada. Lágrimas y luto en cada hogar es la familia protegida. Bombas sobre las ciudades, campos asolados, es la propiedad respetada. Islas y puertos españoles en poder de alemanes e italianos es la patria defendida. ¡Tremenda contradicción! La voz silenciosa que cada hombre oye en su interior en momen­ tos de angustia habrá interrogado vanamente: “¿qué has hecho de lo que querías salvar y defender? Sobre las ruinas de la guerra -ruinas de vidas, de cosas, de palabras y de principios- la meditación de quien no haya dejado de ser español se ahogará en un espantoso remordimiento. ¡Orden, autoridad, religión, familia, propiedad, pa­ tria!. Contemplad la obra de sus guardianes... Jamás otros hombres han vivido tan terrible contra­ dicción. Nunca la ambición se ha hundido en un fracaso mayor. La petulancia militar ha tenido esta expresión: “So­ mos los salvadores”. ¡Cruel despertar de los que ven cómo el pueblo se salva de ellos! El dantesco éxodo de Málaga escribe, con mucha sangre, esta terrible respuesta: antes la muerte por agotamiento, antes el hambre, la sed, el suici­ dio, que la salvación que ofrecen los salvadores. Delante va la soldadesca extranjera, las máquinas de guerra desembarcadas en un inocente descuido de los caballeros que se reúnen en Londres. Siguen las tropas de la traición. Van al alcance de un pueblo, inmenso río de dolor, columna indescriptible de sufrimiento, mujeres, niños, ancianos, humanidad herida y sangrante... Sobre la multitud que se salva cae la metralla de los salvadores... Esta tremenda contradicción señala el fracaso total de los sublevados. Fracaso militar, de objetivos políticos. Las tropas italianas pueden conseguir victorias alemanas. Pero el militar sublevado ha perdido la guerra. Ni patria ni 116 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 caudillo. Servicio al extranjero y venta del suelo español. Traición y crímenes contra el pueblo. Las palabras de las consignas fascistas son chillidos para ahogar la voz de la conciencia.

1937

MISIÓN DE LOS REPUBLICANOS XXXVIII

La visita a Barcelona de ilustres personalidades políti­ cas francesas, ha puesto de relieve la actividad del Secreta­ riado de Relaciones de los Partidos Republicanos, a quien se debe la acertada iniciativa. No se inspiró para llevarla a la práctica, con el feliz resultado que todos reconocen, en cualquier menudo móvil partidista. En esta ocasión, como en todas, las organizaciones republicanas sólo han estado animadas del noble propósito de servir a la causa de España. Tal conducta, mantenida desde los comienzos de la sublevación, explica la gran autoridad moral que la posición republicana ha conquistado en la opinión pública. Convertir en fuerza política actuante esa corriente popu­ lar es función de los partidos republicanos; concertar la acción de éstos es misión del Secretariado de Relaciones, llamado a cumplir destinos muy importantes. Integran el Secretariado los partidos de Izquierda Republicana, Unión Republicana, Federal, Esquerra Re­ publicana de Cataluña, Acción Republicana Catalana y Nacionalista Vasco44; es decir, las organizaciones naciona­

44. El Secretariado fue constituido en 1938 a instancias de Carlos Esplá para in­ tentar relanzar el peso de los partidos republicanos en el seno del gobierno. II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 117 les y regionales que son la representación auténtica y total de la democracia republicana española. La fórmula de re­ lación, inteligencia y acuerdo entre las distintas tendencias republicanas, nos parece más acertada que la del partido único, que nunca pasó de ser un tópico. Existen distintas disciplinas republicanas como existen distintas disciplinas obreristas. Lo que importa, en una democracia, es que la acción política se simplifique buscando la coincidencia de las fuerzas afines con objeto de evitar la dispersión de es­ fuerzos, más sin borrar relieves y matices que dan riqueza y valor al conjunto. El Secretariado de Relaciones cumple, por ahora, esos fines y debe poner su ambición en servirlos todavía con mayor intensidad y eficacia. Cuando los partidos republicanos han actuado al mar­ gen del Secretariado, con riesgo de la solidaridad que debe unirlos, los resultados no han sido muy brillantes. Cuando, por el contrario, han buscado, como en esta ocasión, el acuerdo y la coordinación de esfuerzos, los efectos han sido satisfactorios. En la lucha que sostenemos, el papel de los republi­ canos es, en nuestra opinión, decisivo. Lo fue desde el primer día del movimiento subversivo. Lo decimos sin jac­ tancia. Si en España no ha triunfado el fascismo, se debe, en gran parte, a que la democracia republicana, la pequeña burguesía liberal, se mantuvo fiel a sus ideales y cumplió lealmente sus compromisos políticos con las restantes fuerzas populares y obreras. En los países -Italia y Alema­ nia- donde las mismas clases sociales que en España están representadas por los partidos republicanos claudicaron ante la amenaza fascista o buscaron en ella refugio para defender sus intereses materiales, el despotismo encontró despejado el camino del triunfo. Los republicanos españo­ les no incurrirán jamás en la ingratitud de olvidar la ayuda 118 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 heroica y también decisiva que ofrendaron a la República las organizaciones obreras y sindicales. Pero, ¿acaso no se hubiera repetido en España el caso de Italia y de Alemania sin la lealtad y el sacrificio de las fuerzas sociales y política de la democracia republicana? No citamos tales servicios para alegar méritos ni en busca de recompensa, que no la reclaman quienes cumplen con su deber. Los recordamos tan solo como prueba de lo que en nuestra lucha representa la posición republicana en beneficio de la causa común. Y esta consideración es la que nos mueve a servirla cada día con mayor fervor, libres de preocupaciones partidistas. A los republicanos nos interesa, ante todo, ganar la guerra. Y ganarla sin que se pierda la República. Nues­ tra coincidencia en ese aspecto con los demás partidos y organizaciones del Frente Popular y aún con los buenos patriotas españoles no encuadrados en ningún partido, es absoluta. Para ganar la guerra y defender la República, los republicanos no buscan privilegios ni favor, sino responsa­ bilidad y servicio. El Secretariado de Relaciones de los Partidos Repu­ blicanos cumplirá con tanta mayor eficacia su finalidad política cuanto mayor sea la suma de actividades y esfuer­ zos que logre aportar a la causa común del pueblo español. Dentro y fuera de España, la autoridad moral y el crédito político de los republicanos son un elemento valioso al servicio de la victoria; es decir, de la patria republicana.

1938 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 119

UNA EMBAJADA DE LA REPÚBLICA, INDALECIO PRIETO EN AMÉRICA45 -XXXIX-

Continúa el recorrido triunfal de don Indalecio Prieto por tierras de la América española. Cumplida la misión oficial que le llevó a Chile, el ilustre ex ministro de la Re­ pública se ha trasladado a la Argentina, donde, en todas las poblaciones del trayecto y, finalmente, en Buenos Aires, ha sido objeto de una acogida entusiasta. Jamás represen­ tante alguno del Estado español había recibido en América homenajes de tal magnitud, de tan cálida espontaneidad, de tan fervorosa emoción. Homenajes rendidos tanto a la causa republicana como a su eminente personalidad. Fue, en verdad, un feliz acierto su designación como embajador extraordinario para asistir en nombre de España a la toma de posesión del nuevo Presidente de la República chilena don Pedro Aguirre Cerdá. Los españoles residentes en América, lo mismo que los americanos de lengua españo­ la, habrían de ver en el insigne emisario la más auténtica y genuina representación de nuestra patria. Es, en efecto, el señor Prieto un verdadero patriota, que siente, como pasión suprema, un gran amor a España. Ninguna consideración de orden subalterno ha enturbiado jamás la limpieza de ese sentimiento, en el cual ha podido convivir el culto a los ideales intemacionalistas que corresponden a su disciplina política. Una intensa vida de luchador y de gobernante, consagrada al servicio de España, un fuerte temperamento político, una poderosa inteligencia y condiciones especia­

45. Tras su salida del gobierno republicano en abril de 1938, Prieto fue enviado a Chile a la toma de posesión del Presidente Aguirre Cerdá. Ya no regresaría a España. 120 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 les de hombre de acción y de gobierno, hacen de él una de las primeras figuras del régimen. Con clarividencia, anun­ ció desde los primeros momentos de la sublevación mili­ tar, que la guerra sería larga y dura, y desde los cargos de responsabilidad en que le colocó su partido y en los cuales le rodeaba la confianza de todos los buenos españoles, supo, desde los primeros instantes, servir con eficacia a la República. Cuando el desbarajuste parecía para muchos un programa y el desorden una aspiración, Indalecio Prieto sentó las bases de una disciplina y de una organización. Aquellos soldaditos y aquellos oficiales de Aviación de los primeros días, que fueron modelo de corrección militar, sirvieron de ejemplo al que más tarde fue nuestro gran Ejército regular. Indalecio Prieto pudo sentirse satisfecho de su obra. Es, pues, un hombre que ha vivido de lleno nuestra lucha, que ha aceptado las responsabilidades más pesadas y ha asumido las tareas más difíciles, un hombre al que acompaña el respeto y el afecto de todos los buenos españoles, quien representa a la República en América. Motiva su viaje un acontecimiento político singular­ mente grato para los republicanos españoles: el resurgi­ miento liberal y democrático en los pueblos americanos, del cual es suceso destacado la elección presidencial del señor Aguirre y que ha alcanzado amplias perspectivas en la reciente Conferencia de Lima. Pese a los torpes esfuer­ zos de ciertos agentes interesados, no se equivocaba la opinión española sobre los verdaderos sentimientos de las democracias americanas. Nos resistimos siempre a juzgar al pueblo chileno a través, por ejemplo, de la desdichada figura de ese señor Edwards desposeído hoy de la repre­ sentación oficial desde la cual trató de crear dificultades, en Ginebra, al Gobierno de la República. El pueblo chileno era, entonces ya afecto a nuestra causa, el que ha llevado II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 121 ahora a la Presidencia de la República a un gran demó­ crata. La causa española se siente como propia en todos los pueblos del inmenso continente americano, orgulloso de su esencia española. Por eso España vuelve los ojos a América, y es don Indalecio Prieto, que con clara visión de estadista trazó, en fecha reciente, las líneas de una fecunda política hispanoamericana, quien la representa en sus júbi­ los y recibe el homenaje cordial de sus multitudes. Las manifestaciones de entusiasmo que los pueblos de América tributan al embajador extraordinario de la Repú­ blica, llegan directamente al corazón del pueblo español46.

1938

SOBRE LA INTERVENCIÓN EXTRANJERA -XL-

E1 Consejo de la Sociedad de Naciones ha reconocido la lealtad y buena fe del Gobierno español, que ha cumpli­ do escrupulosamente la promesa hecha en septiembre últi­ mo por el señor Negrín de retirar del Ejército republicano todos los combatientes voluntarios no españoles. Ha hecho más: Ha expresado su gratitud al Gobierno español por las facilidades concedidas a la Comisión Militar Interna­ cional encargada de comprobar la retirada. En el informe provisional de dicha Comisión, que ha servido de base al acuerdo de ayer, figuran datos interesantísimos que vienen a confirmar cuánto ha venido sosteniendo sobre la mate-

46. Este artículo de Esplá, entre otras cosas, intenta recuperar la personalidad de Indalecio Prieto en un momento en que sus relaciones con Negrín, presidente del Gobierno, eran absolutamente opuestas. 122 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 ria el Gobierno de la República. En ningún momento ha habido en las filas republicanas más de 25000 auténticos voluntarios extranjeros, frente a los verdaderos Cuerpos de Ejército, con todo su material y su organización completa enviados por Alemania e Italia al territorio español para servir sus propios intereses con pretexto de servir los de Franco. La retirada ha sido ordenada, en cuanto le concier­ ne, por el Gobierno republicano y cumplida sin excepción alguna. Si todavía no ha terminado la evacuación de los voluntarios gubernamentales se debe a las dificultades que algunos de éstos han encontrado en los países de destino o de tránsito, no a retrasos que nos puedan ser atribuidos. Con absoluta imparcialidad la Comisión Militar Interna­ cional señala estos hechos y aporta su testimonio irrefu­ table al juicio de la opinión europea. Nadie puede, por lo tanto, alegar ignorancia de la verdadera situación del pro­ blema. El Consejo de la Sociedad de Naciones ha tenido que rendirse a la evidencia, en términos que el ministro de Estado señor Álvarez del Vayo, en una sobria y certera intervención, ha estimado superfluo añadir ni una palabra más al proyecto de resolución. Reconocidos los hechos, la palabra no corresponde, en efecto, a la representación de España sino a la de aque­ llos países que todavía permanecen fieles al principio de la No Intervención y que parecen ignorar las escandalosas infracciones realizadas por los países totalitarios. Las pa­ labras y los actos han de ser ahora de iniciativa de ellos, no de nosotros. Es la única apelación que los españoles he­ mos dirigido al extranjero: que impidan ellos la interven­ ción de Alemania e Italia. ¿Están resueltos a cumplir con este deber elemental? El ministro francés señor Bonnet pronunció ayer en la reunión del Consejo de Ginebra las palabras justas: “A la evacuación total de los combatientes II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39 123 no españoles de la zona gubernamental, ha de correspon­ der la evacuación total de los combatientes extranjeros de la zona de Burgos”. Perfectamente. Pero ¿qué propósito de acción acompaña a esas palabras? ¿Hasta dónde los actos van a ajustarse a las frases? Si la lógica y el buen sentido presidieran las negocia­ ciones internacionales, las consecuencias de tal declara­ ción serían rápidas y claras, en forma de exigencia con­ creta a Italia y Alemania para que cesaran su escandaloso envío de hombres y material a España. Y ante una negativa de estos países, sería obligada la solidaridad internacional para que la República pudiera hacer frente a la invasión. Por lo menos -es lo único que pedimos-, el restableci­ miento del derecho del Gobierno español a adquirir en el extranjero el material que necesita para su defensa. Tales habrían de ser las consecuencias lógicas e inevitables de la resolución adoptada ayer por el Consejo de la Sociedad de Naciones. Pero... El ministro británico, lord Halifax, fue menos explíci­ to que su colega francés. En su intervención eludió la en­ traña del problema. Todavía zumbaba en sus oídos el eco de las conversaciones de Roma que han puesto una vez más de manifiesto el verdadero alcance de los propósitos italianos en España. La nota de la “Informazione Diplo­ mática” contiene a este propósito precisiones de un cinis­ mo desconcertante. “Respecto a España -dice la nota- el Duce ha repetido que los últimos legionarios italianos se­ rán repatriados cuando los “rojos” hayan hecho otro tanto y se haya reconocido a Franco el derecho de beligerancia, que es simplemente absurdo negarle todavía”. El Duce ha añadido, sin embargo, que si en fecha próxima se produce una intervención en gran escala por parte de los Gobiernos amigos del señor Negrín, Italia recobraría la libertad de 124 II- CRÓNICAS DE UNA ILUSIÓN, 1931-39

acción, pues la política de No Intervención habría de ser considerada como definitivamente fracasada. ¿Cabe ma­ yor desfachatez? ¡Mussolini erigido en juez y árbitro de la política de No Intervención! Y aún hacemos gracia a nues­ tros lectores de otras versiones autorizadas que descubren mayor insolencia en los propósitos italianos. Las amenazas de la “Informazione Diplomática” no van dirigidas sólo contra España. Se dirigen también de modo especial contra Francia. Las conocía, indudable­ mente, el señor Bonnet cuando habló ayer en Ginebra. ¿Nos autoriza ello a creer que la acción va a seguir inme­ diatamente a las palabras?

Diciembre de 1938 Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA47

GRAN BRETAÑA ENSAYA VESTIRSE DE UNIFORME48 -I-

1 capitán Anthony Edén ha aceptado el grado de comandante del ejército territorial británico y ha comenzado a prestar servicio en el campamento Ede Tedworth, regimiento de los “London Rangers”, que quiere decir: guardabosques de Londres. Pero, en Ingla­ terra no hay que tomar en su sentido literal el valor de los nombres tradicionales. Del mismo modo que los ingleses llaman al ministro de Hacienda “canciller del tablero de ajedrez”, los guardabosques no tienen ninguna función forestal, sino que son soldados, como los otros, dispuestos

47. Artículos publicados por Carlos Esplá en diversas publicaciones mexicanas y argentinas: Noticias Gráficas, de Buenos Aires; Nosotros, España, España Nueva, Izquierda republicana, de México. 48. Artículos publicados por Esplá en Noticias Gráficas, de Buenos Aires. 126 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

a batirse otra vez a orillas del Marne o en alguna pelada colina balcánica. El ascenso militar del capitán Anthony Edén habrá conmovido el alma romántica de las viejas inglesas, que adoran la figura simpática del ex ministro de Negocios Extranjeros. Las solteronas de Londres pensarán que ha llegado el momento más tierno y emocionante de la película: Cuando el galán joven se va a la guerra para olvidar algún desengaño amoroso. Es muy posible, en efecto, que el galán joven de la diplomacia inglesa esté ya desengañado de sus idilios políticos de Ginebra. Su nuevo grado militar tiene, en este momento, fuerza de símbolo. El ascenso de Anthony Edén coincide, en efecto, con el ensayo de servicio militar obligatorio propuesto al Parla­ mento por el señor Chamberlain, con singular audacia, y defendido en la calle, con magnífica pasión, por el señor Churchill. También para llegar a ese ensayo ha habido que re­ solver una grave cuestión de palabras inglesas. El señor Chamberlain se había comprometido a no ordenar la “conscription”, el reclutamiento militar obligatorio. Y para un político inglés no resulta cómodo faltar a sus promesas. Ha habido, pues que buscar otro hombre y otra fórmula para llegar al mismo resultado. Ha habido que hablar de “un cierto grado de obligación” que sería preciso imponer a los jóvenes ingleses para “instruirse militarmente”. El lenguaje parlamentario inglés encuentra fácilmente estas expresiones felices e hipócritas. Sin embargo, la fuerza de la oposición en el debate de los Comunes ha consistido en destacar la inconsecuencia del señor Chamberlain. Nadie ha discutido a fondo las ventajas del proyecto gu­ bernamental de reclutamiento. Lo que han escandalizado a la oposición es que sea el señor Chamberlain quien lo presente. El dardo más certero lanzado desde los bancos Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 127 laboristas contra el jefe del Gobierno ha sido éste: “Puesto que usted hace ahora la política del señor Churchill, ¿por qué no le deja el poder a él? El señor Chamberlain ha tenido que luchar, prime­ ro, con su propia contradicción y, luego, con la aversión secular que el pueblo británico siente por la servidumbre militar. Renunciar al principio del voluntariado en tiempo de paz significa para el pueblo inglés una honda revolución moral. Algo parecido a lo que fue, en el dominio económi­ co, el abandono del libre-cambio y de las doctrinas man- chesterianas. Contra el servicio militar obligatorio luchan en Inglaterra: los pacifistas de tipo religioso o laico, los “conscientious objetors” (es decir, los que no se oponen a que los maten, pero que no quieren matar a nadie), los sindicatos, los liberales enemigos de cualquier forma de esclavitud, los tratadistas militares que tienen una concep­ ción especial del ejército británico basada en la eficacia de la técnica y no en el número, las viejas inglesas senti­ mentales admiradoras de Anthony Edén y, finalmente, la masa anónima de los ciudadanos de primera clase del país próspero y libre que mira con desdén al soldado profesio­ nal, al hombre que guerrea por una soldada. Es muy difícil expulsar todas estas ideas del pueblo inglés. La tradición, en él, es más fuerte que la reflexión. Y como todavía que­ dan en Londres uniformes de la época de Marborough, el Mambrú de nuestro romance, también persisten los senti­ mientos de sus contemporáneos. El ensayo del reclutamiento forzoso en tiempo de paz comprende, por ahora, únicamente a los jóvenes de 20 a 24 años. Con el refuerzo que ello representa y la intensi­ ficación del voluntariado, el ejército regular y de reserva inglés (sin contar los inscritos en la marina, los voluntarios de la defensa antiaérea y los que prestan servicio en la In- 128 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

dia) pasará de 450.000 hombres a muy cerca de un millón. Es un primer paso para la organización militar general de país, que en la última guerra movilizó a nueve millones de hombres. Este primer paso parece tímido a los políticos fran­ ceses, desdeñable a los militares alemanes. Pero hay que contar con las extrañas paradojas de la vida inglesa. Pro­ bablemente, para llegar a la obligación militar en tiempo de paz de toda la población masculina del Imperio habrá sido preciso empezar por ese ensayo. No olvidemos que para alcanzar el grado actual de madurez y perfección constitucional, Inglaterra empieza por no tener todavía Constitución escrita.

Abril de 1939

HITLER HABLÓ MUCHO, PERO EN REALIDAD CAUSÓ POCA IMPRESIÓN -II-

Para captar el efecto que el discurso de Hitler pro­ duce en la opinión francesa, los corresponsales extranje­ ros de París se han precipitado a los centro políticos: el Quai d’Orsay, donde las opiniones no se improvisan, o el Palais Bourbon, donde algún diputado solitario puede improvisar su opinión personal. Por mi parte, he preferido ir a la Bolsa49. Los escandalosos corristas, aprendices de especuladores que se desgañifan en la escalera de la Bolsa, agitando en las manos irnos papelitos de color y lanzando

49. En la Bolsa de París, desde principios de siglo, solían reunirse los correspon­ sales extranjeros en París. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 129 gritos que son órdenes de compra o de venta, constituyen la masa humana más sensible a los acontecimientos inter­ nacionales. Son el mejor barómetro político, que anuncia tempestad o bonanza. En el fondo los conistas saben bien poco de lo que pasa en el mundo, aunque sean los que más ruido meten. Su misión, como la de todos los conistas, es dar voces cuando lo ordena el hombre de la batuta. El hombre de la batuta, en este caso, es el financiero, el negociante de presa, instalado en su despacho, pendiente de las llama­ das telefónicas de Londres, de Berlín, de Nueva York, que examina nerviosamente las cuartillas que un taquígrafo le va pasando, a medida que habla el Führer, con los párrafos más salientes del discurso. Este director de orquesta si que entiende de política; es decir, entiende de los negocios del mundo que van ligados a la paz o a la guerra. A las doce de la mañana, la Bolsa de París conoce el momento de mayor agitación. A esa hora, precisamente, empezaba su discurso el canciller alemán. Discurso “co­ losal”, cuya traducción francesa, recibida por avión en el Quai d’Orsay a las once de la mañana, ocupó un cente­ nar de páginas dactilografiadas. Mientras Hitler hablaba, los corristas de la especulación daban voces y recibían órdenes de sus respectivos directores de orquesta. A las dos de la tarde, poco antes de apagarse el coro infernal de la Bolsa, se conocía lo más importante del discurso de la Ópera Kroll. La reacción de los negocios había de ser definitiva hasta el lunes. El barómetro, al cerrarse la Bolsa para las vacaciones del fin de semana, señalaba calma, serenidad. Ni alteración sustancial en la cotización de los valores ni nerviosismo en los cambios, sino el ritmo lento, pesado que, desde hace tiempo, marca el movimiento de 130 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA las transacciones, con la fatiga que produce la inseguridad europea. Quiere esto decir que el discurso de Hitler no introdu­ ce ningún cambio en la situación, no trae novedad alguna, no proyecta ninguna amenaza nueva ni ofrece ninguna concesión. La expectativa popular había visto en ese dis­ curso el anuncio del drama europeo. Después de hablar Hitler, el drama sigue amenazando, sin deshacerse. Quie­ nes esperaban, como epílogo del discurso, el estampido de los bombardeos o los clarinazos celestiales de la paz, se sienten especialmente defraudados. O, más exactamente, desorientados. Ante todo, hay que podar del discurso toda su parte polémica y demagógica, la más extensa de la oración, que es una síntesis sarcástica de “Mein Kampf”, esa biblia nazi. Con otra diferencia, sin embargo: que las razones étnicas, racistas, quedan sustituidas por razones históricas para justificar la expansión germánica. Hay que podar, también, la violencia del lenguaje, los insultos y las burlas a los gobernantes de las democracias. Cualquier panfleto reaccionario escribe diariamente esas mismas truculen­ cias, a veces con más nervio. En esa disciplina, León Dau­ det, por ejemplo, puede dar lecciones de desenfreno verbal y de grosería genial a Adolfo Hitler. Del discurso quedan, pues, en limpio, estos puntos concretos: Io.— Deseo de llegar al conflicto armado con Francia e Inglaterra. 2°.~ Silencio sobre el “peligro soviético”, a pesar del pacto anticomintern. 3o - Denuncia del pacto con Polonia, reivindicación de Danzig y demanda de paso libre por el corredor polaco Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 131

(Este es el punto más inquietante, el más cargado de ma­ teria explosiva). 4o - Denuncia del acuerdo naval con Inglaterra. 5o - Posibilidad de establecer nuevos acuerdos, pre­ vias negociaciones, con Polonia e Inglaterra. 6o - Reclamación de las antiguas colonias alemanas, y 7°.- Negativa rotunda a la proposición del presidente Roosevelt. Después de examinar estos puntos, tan pronto en­ vueltos en furiosos desplantes guerreros como en firmes invocaciones a la paz, es imposible fijar las consecuencias políticas del discurso. La denuncia de los tratados no pue­ de servir de referencia. La amenaza contra Polonia, que es la más grave, puede, sin embargo, no ser la guerra, y el problema de la restitución de las colonias, según el propio Führer, tampoco debe serlo. ¿Qué queda, pues, del discurso? Acaso, en primer tér­ mino, su formidable esfuerzo de propaganda, y, luego, esa impresión de calma, de serenidad, casi de indeferencia que ofrece la Bolsa de París: nada ha cambiado. Sobre Europa pesan las mismas amenazas de guerra que antes del dis­ curso. Ni una menos. Ni una más. Ante Europa se abren, también, las mismas posibilidades de evitar el conflicto sangriento por medio de negociaciones, de claudicaciones, de cesiones; pero, sobre todo, por una organización sólida y terrible de la enorme fuerza que representan las grandes democracias europeas y ante la cual tengan que detenerse los dictadores. Lo que resulta claro del discurso de Hitler, juzgado desde París, es que no son los discursos, sino los actos, los que han de decidir la suerte de Europa.

Abril de 1939 132 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

ITALIANOS EN ALICANTE: AMENAZA CIERTA PARA LAS RUTAS DE FRANCIA -III-

En los últimos días de la España republicana una de­ legación internacional marchó a la zona leal para llevar su socorro a los combatientes republicanos. Presidía la dele­ gación el diputado francés Albert Forcinal, que ha sido uno de los más fervorosos amigos de la República Española. Forcinal es vicepresidente de la Comisión del Ejército de la Cámara francesa. No es un político profesional. Es un militar de carrera que aporta a los trabajos parlamentarios la competencia de su preparación técnica. Afiliado al gru­ po republicano-socialista, su posición política coincide con la del Paul Boncour. Su amistad con los republicanos españoles era, además, una forma de patriotismo francés... Forcinal estuvo en Barcelona a últimos de diciembre. Tuve ocasión entonces de acompañarlo en su visita al frente ca­ talán, en plena ofensiva franquista, cuando las líneas repu­ blicanas se deshacían bajo el diluvio de la metralla extran­ jera. Las órdenes eran muy severas y no parecía posible vencerlas para acercarse a la línea de fuego. Forcinal hizo valer su condición de antiguo combatiente, de teniente co­ ronel del ejército para que el jefe del sector hiciera en su honor excepción. El diputado francés compartió durante unas horas con los soldados de la República los riesgos de la batalla desigual. Hizo amistad con los militares españo­ les. Vio como, con medios escasos, se luchaba contra una fuerza militar formidablemente armada. Cuando volvió a Francia dio, una vez más, la voz de alarma a los políticos franceses. Forcinal comprendía el verdadero sentido de la lucha española. Y, leal a su amistad, no quiso abandonar en Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 133 el trance más dramático, cuando todo se veía ya perdido, a los combatientes republicanos. La delegación internacional presidida por Forcinal llegó a Valencia dos días antes de que la ciudad fuese ocupada por los falangistas. Los delegados aseguraron la descarga de los víveres que llevaban para socorrer a la población civil y organizaron la evacuación de los re­ publicanos. Consiguieron hacer embarcar a algunos cen­ tenares de personas, pero la salida más importante había de hacerse por el puerto de Alicante. Para allí partieron dos delegados de la comisión: el periodista Ullmann y el diputado Tiflón. De Madrid y de otras ciudades del Centro afluían a Alicante miles de personas. Algunos centenares pudieron embarcar en buques ingleses y franceses, pero apenas comenzada la evacuación, veinte mil italianos, al mando del general Gambara, ocupaban la costa alicantina en “un avance fulminante de los valerosos legionarios”, se­ gún un comunicado fascista. “Valerosos legionarios” de la división Littorio50, perfectamente equipados que rodearon -el mar a la espalda y la escuadra nacionalista a la vista- a catorce mil personas que deseaban embarcar, entre las cua­ les un corresponsal italiano señala la desesperación de tres mil mujeres y niños hambrientos y aterrorizados. Ullmann pudo escapar del asedio, asegurando un valioso testimonio de lo ocurrido en aquel puerto. El diputado Tiflón quedó en Alicante, con los otros prisioneros. El periodista Ullmann ha referido la ocupación de Alicante por las tropas del general Gambara. El ejército republicano estaba ya desmovilizado y desarmado. Del mando militar de Alicante se había hecho cargo un gober-

50. Una de las cinco divisiones italianas que participaron en la guerra civil. 134 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA nador militar designado por Burgos. Durante cuarenta y ocho horas se consideraría el puerto como zona neutral y se autorizaría a embarcar a los republicanos que lo qui­ sieran. Cuatro horas después hacían su entrada triunfal en Alicante los legionarios italianos y el embarque quedó brutalmente interrumpido. -No he visto una sola unidad de tropas españolas -afirma solemnemente Ullmann, que oyó cantar el himno italiano y gritos de “¡Viva el Duce!”, en vez de los obliga­ dos vítores al caudillo español. Gambara destituyó al gobernador militar de Alicante nombrado por Burgos y entregó el mando a un general italiano. Italianos en Alicante. La prensa filofascista ha en­ contrado una explicación satisfactoria. Los italianos están concentrados en Alicante para embarcar en aquel puerto y regresar a Italia. Nada tan natural. Nada tan falso, sin em­ bargo. Porque nadie sabe cuando embarcarán los legiona­ rios. Mientras tanto, Alicante es una plaza fuerte italiana. Y algún amigo francés ha descubierto en estos momentos de aventuras y ambiciones mussolinianas todo el valor estratégico de esa ocupación. Alicante es, acaso, la provincia española más ligada a intereses franceses. Puerto de exportación para Francia, escala de sus aviones de la línea Dakar y América del Sur, establecimiento de industrias francesas, colonia francesa rica y numerosa. Desde esa proa alicantina que forma el cabo de la Nao, se divisa, los días claros, la lejanía azul de Ibiza. Es el punto de la costa mediterránea más cercano a las Baleares. La “Marina” de Alicante, esa espléndida “Costa Azul” que se prolonga desde Guardamar hasta Jávea, ofrece refugios naturales para grandes escuadras, rincones invulnerables para aprovisionamiento de subma- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 135 rinos, bahías tranquilas que pueden convertirse en magní­ ficas bases de hidroaviones. La costa de Alicante es la llave militar de ese trozo del Mediterráneo que, prolongándose hasta Menorca, corta la ruta Marsella-Argel. Aun hay más. Alicante es también interesante por su vecindad con Orán. Alicante y Orán son dos ciudades hermanas separadas por un brazo de mar, por unas horas de navegación. La población de Orán es, en gran mayo­ ría, alicantina. Algunos municipios oraneses del interior celebran sus sesiones en ese valenciano peculiar que es la lengua alicantina -sólo el secretario redacta las actas en francés-. Los personajes populares de la literatura local de Orán son alicantinos. La “Nouvelle breve Française” ha publicado una interesante selección de esta curiosidad literaria. Desde Alicante se está, en realidad, muy cerca, física y espiritualmente, de Orán. La prensa italiana -y la alemana- descubren ahora las ambiciones naturales de la “España Imperial”. Virgilio Gayda trata de convencer a los falangistas de que España es un “pue­ blo insatisfecho”. Tiene que reclamar sus reivindicaciones territoriales, sus afanes de expansión. El caudillo ha habla­ do ya del “intento de reducirnos a esclavitud en el Medite­ rráneo”. Franco necesita también su “espacio vital”. Roma y Berlín preparan para uso de la “España Impe­ rial” las consignas inmediatas: Tánger español, Orán espa­ ñol. Pero Orán español quiere decir las tropas de Gambara en Orán, en el corazón de la Francia norteafricana. He ahí, por qué los legionarios italianos ocupan mili­ tarmente la provincia de Alicante.

Abril de 1939 136 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

INGLATERRA SE APRESTA A APLICAR SU “GOLPE” -IV-

La lucha, al fin, se hace apretada y dura entre las dos grandes coaliciones políticas europeas, disputándose a fuerza de golpes sensacionales el dominio del mundo viejo. Los hechos se suceden con rapidez vertiginosa, y no son los menos extraordinarios estos dos: un país cristiano inicia una guerra el Viernes Santo; el gabinete británico se reúne el limes de Pascua. Para que la política inglesa rom­ pa las tradicionales vacaciones pascuales es preciso, en efecto, que el mundo se haya conmovido hasta las entra­ ñas. Ha llegado, por lo visto, el momento de que el señor Chamberlain devore su sombrero de copa. Ofreció hacerlo el “Premier” inglés si se ponía en duda la eficacia pacifica­ dora de sus métodos diplomáticos. El señor Chamberlain creyó sinceramente que en Munich había asegurado la paz para un periodo de veinte años, para una generación, al menos. Cuando Hitler invadió Checoeslovaquia el señor Chamberlain sintió la horrible decepción del hombre de buena fe a quien engañan, del jugador correcto a quien hacen trampa. Una cosa es engañar a los demás y otra cosa engañar al señor Chamberlain. Para justificar la intervención en España bastó decir que los republicanos eran unos feroces bolcheviques. Para descuartizar Checoeslovaquia se demostró alegremente que la patria de Masarik era un conglomerado absurdo, una creación artificial de la Conferencia de la Paz. No fue muy difícil descubrir que Azaña y Benes, por ejemplo, eran dos personajes peligrosos, acaso agentes secretos del Komintem. Lo curioso del caso es que los fabricantes de ΠΙ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 137 consignas instalados en Berlín y en Roma trataban de en­ gañar no tanto a los alemanes e italianos como a franceses e ingleses. Muchos de éstos cayeron en la trampa, y los republicanos españoles o los demócratas checos, cuando cruzaban la frontera, temían encontrarse con este interro­ gatorio: -¿Cuántos niños se han comido ustedes? ¿Cuántas doncellas ha sacrificado? ¿Dónde llevan el oro ruso? No fue el oro de Moscú sino el de Praga el que tomó el camino de Berlín. Checoeslovaquia fue borrada del mapa de Europa. Después de su entrada en Praga, Hitler entró triunfante en Momel. En ese momento se sintió ya engañado el señor Chamberlain. Hasta entonces su polí­ tica había sido una política de concesiones: Concesiones inglesas para separar a Mussolini de Hitler y concesiones francesas para separar a Hitler de Mussolini. Con lo cual Berlín y Roma aprovechaban las concesiones respectivas para fortalecer, contra Francia e Inglaterra, su unidad po­ lítica, militar y diplomática, su solidaridad europea o, más bien, antieuropea. El señor Chamberlain se decidió, después de todo esto, a iniciar una política de resistencia. Se trataba de salvar lo que aún podía ser salvado. La balanza europea no estaba todavía resueltamente inclinada del lado totalitario. Incorporada España a la política del “eje”, amenazada eventualmente la tercera frontera francesa, volatilizadas las cuarenta divisiones checoeslovacas, con su magnífica aviación y su potente industria militar, libre el camino de Alemania hacia el Este, aún sería posible poner en pie una coalición defensiva que agrupase, junto a las dos democracias occidentales, a Rusia, Polonia y los países balcánicos. 138 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

A partir de ese momento los golpes se cruzan rápidos, como en un “match” de boxeo. Cuando Inglaterra negocia con Polonia, Alemania firma un tratado comercial con Ru­ mania, asegurándose un verdadero privilegio económico sobre las tierras ricas que se extienden hasta el Mar Negro. Cuando el tratado de garantía anglo-polaca está firmado, Franco anuncia su adhesión al pacto anticomintern. Cuan­ do Inglaterra trata de extender su garantía a Yugoslavia, Italia ocupa Albania. Para comprender estos golpes de “match” europeo no basta leer los documentos diplomáticos o los partes oficia­ les de los gobiernos. Es mejor mirar el mapa de Europa, descubrir las metas visibles de esas operaciones estraté­ gicas, ver cómo se traza la línea de un verdadero asedio a las dos grandes potencias democráticas de Europa. Hasta ahora, después de cada sorpresa, la diplomacia británica y la francesa parecían tranquilizarse al recibir la seguridad de que las cosas no irían adelante. Desde Tirana, es cierto, se apunta a Salónica, pero bastaba decir que no se quería llegar a Salónica. Se ha llegado, sin embargo, al momento crítico, a ese instante que los ingleses prefieren para decidirse. No más lejos que ayer, un político francés, muniqués notorio, me confesaba sus errores: -Nuestra culpa empezó con la política de no interven­ ción en España. Ahogando mi amargura, respondí: -Ese es el triste pasado... Pero, ¿el porvenir inmedia­ to?.. -Ya no tenemos opción. Nuestra defensa es la alianza con Inglaterra, hoy más fuerte que nunca. En la línea que tracen Chamberlain y Daladier tendremos que hacemos Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 139 fuertes, sin retroceder ya ni un paso, con todas sus conse­ cuencias. Francia e Inglaterra ya no tienen opción, en efecto. La política de conciliación mediterránea intentada con Italia está tan visiblemente fracasada como la política de conciliación muniquesa con Alemania. Un plan de acción franco-británico que haga respetar la hegemonía efectiva de dichos países en el Mediterráneo, atrayendo por su prestigio a los países balcánicos todavía no colonizados por Alemania; un pacto de asistencia mutua con Rusia; el servicio militar obligatorio en Inglaterra, constituyen el programa inmediato para la defensa de las dos grandes po­ tencias occidentales. Programa que el señor Chamberlain parece dispuesto a realizar con esa fría tenacidad que puso antes al servicio de la otra política. Mucho antes que él, Lloyd George y Winston Chur­ chill habían visto claramente el peligro que ahora salta a la vista del “premier”. Pero Lloyd George y Winston Churchill son dos políticos ingleses dotados de imagina­ ción y de don profético. Chamberlain es más lento, más inglés. Ahora es cuando se sabe definitivamente engaña­ do. El Imperio está en peligro. Según sus amigos, es el momento para Chamberlain de las grandes decisiones. En el “match” europeo se espera ahora el golpe inglés. ¿Se verán nuevamente defraudados los demócratas del viejo continente?

27 de abril de 1939 140 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

TIENE 150 AÑOS LA REVOLUCIÓN QUE COMENZÓ EN LA ASAMBLEA DE VERSALLES -V-

Versalles es un “sitio real” triste, sombrío, melancóli­ co y maravilloso. Es el lugar de Francia que ha apretado en su recinto mayor cantidad de historia. Allí se inició la gran Revolución francesa el 5 de mayo de 1789. La Revolución francesa no es un simple acto revolu­ cionario, unas batallas en la calle y unas barricadas. La Revolución es todo el proceso de transformación de la sociedad francesa que, a través de los años, ofrece epi­ sodios gloriosos, ingenuos o terribles. Acaso convendría decir que la Revolución comienza cuando surgen las ideas y la acción de los escritores del siglo de Luis XIV que dan misteriosamente su pensamiento profundo a los hombres de la Enciclopedia. Pero conviene tomar una fecha exacta de partida: la del 5 de mayo de 1789 que es el día de la apertura de los Estados Generales en Versalles. En ellos se organiza la rebelión de la burguesía, de los diputados del Tercer Estado que hoy llamaríamos clase media. Este primer acto visible de la gran Revolución se celebró en la sala de los “Menue Plaisire” de la que no queda huella en nuestros días. En el mismo lugar histórico se ha instalado ahora una tribuna oficial, con banderolas y guirnaldas de flores, desde la cual la III República ha festejado el 150 aniversario de la Revolución. En esa tribuna, el señor Lebrun ocupaba, el día de la ceremonia, el mismo lugar exactamente que Luis XVI ocupaba en la asamblea de los Estados Generales. Luis XVI tenía, frente a él, a Mirabeau, Robespierre, Volney, Sieyes, Tronchet, Talleyrand, La Fa­ yette, el doctor Guillotin, inventor de un curioso aparato para decapitar a la gente sin dolor... El señor Lebrun, en Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 141 la fiesta del 150 aniversario, tenía a su lado a Herriot, Da­ ladier, Sarraut, Zay, Mendel y Paul Boncour, tan parecido físicamente a Robespierre... En los Estados Generales, después de la solemne pro­ cesión, los diputados del Tercer Estado, representantes del estado llano provinciano, cargados con sus cuadernos de agravios, que eran un programa electoral que hacían los electores a los elegidos, fueron impulsados a la rebelión pacífica contra el rey por la bancarrota financiera, el ham­ bre y los abusos, verdadera obra de la frívola monarquía de Versalles. Los franceses del Frente Popular de aquella época estaban dispuestos a perdonar al rey, que era francés -detalle patriótico-, pero no a la reina, que era austríaca. Cuando el estado llano comprende que no es nada pero que lo puede ser todo comienza en realidad la Revolución, que toma forma al asumir el Poder los diputados dispuestos a no separarse sin Constitución y que llevará a las sangrien­ tas degollinas de la plaza que hoy se llama de la Concordia y termina en el régimen totalitario de Napoleón. El 5 de mayo es, pues, cuando empieza a armarse el lío. En nues­ tra época, aquellos burgueses beneméritos y moderados que inician el movimiento subversivo serían objeto de las más duras imprecaciones. Se les acusaría de Kerenskismo, palabra horrible que las personas de orden dedican des­ pectivamente a los liberales que tratan de despertar a los pueblos dormidos. Algunos “Kerenskis” de 1789 pagaron con su cabeza -çnsayando el curioso invento del doctor Guillotin- el precio de la aventura. Pero como la Revolu­ ción triunfó, no se les ofende en la patria de Bonnet, del mismo modo que Cronwell es respetado en la Inglaterra de Chamberlain. Para desviar el horror que podría causar la ejecución de Bailly, de Lavoisier, de André Chemier, de tantos hombres eminentes que cayeron bajo la cuchilla 142 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA reciente de la guillotina, los apologistas de la Revolución la consideran como un bloque -la frase es, si no recuerdo mal, de Clemenceau- como un todo orgánico e insepara­ ble en el que no importa el episodio espantoso sino la obra total de creación. Pero ¡cómo pondrían de “rojos” a los diputados del Tercer Estado, algunos republicanos de hoy, si llega a perderse la Revolución! En ese bloque revolucionario, la obra más duradera ha sido la unidad indivisible de la nación, es decir la idea de Francia como patria, y la proclamación de los derechos del hombre y del ciudadano. Herriot, que es uno de los espíritus más generosos y cultivados de nuestro tiempo, ha cantando, en la ceremonia conmemorativa, la belleza de esas dos grandes creaciones de la Revolución, que no son temas abstractos sino ideas motoras que han movido al mundo durante todo el siglo XIX. Para Eduardo Herriot, cuya erudición acaba de regalarnos con páginas maravillo­ sas sobre el mismo tema, la creación del Estado laico en su sentido auténtico, es decir, civil y popular, fue preparada por los reyes de Francia, pero lograda por los diputados del Tercer Estado que proclaman la soberanía nacional. Todo esto no es simple historia y divagación. Es rea­ lidad candente, viva, lucha política del día en la Europa de hoy. Cuando resurgen en el viejo continente las fuerzas ciegas del despotismo y la barbarie negando lo que en su aspiración humana fue la Revolución francesa, Francia estaba obligada a reivindicar con orgullo su gloriosa tradi­ ción de liberalismo y a defender los principios inmortales de su gran revolución. Herriot, sucesor directo de los hom­ bres de Versalles, lo ha hecho con elevada elocuencia, al cumplirse el 150 aniversario de la reunión de los Estados Generales. Herriot es un buen republicano.

Mayo, 1939 Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 143

UN CATÓLICO FRANCÉS AL SERVICIO DE LA VERDAD -VI-

Entre los parlamentarios franceses que visitaron re­ cientemente Barcelona figuraba uno, M. Raymond Lau­ rent, al que los republicanos españoles debemos especial gratitud. Su viaje a España fue un acto de valor cívico. Sa­ bía que, a su regreso, iba a desatarse contra él una infame ofensiva de los reaccionarios franceses abrazados todavía a la causa franquista. Sabía que, entre sus propios afines, tendría que vencer prejuicios y hostilidades. A pesar de todo, vino a cumplir con lo que él consideraba un deber de conciencia. “Es el más valiente de nosotros -dijo de él uno de sus compañeros de viaje, el señor Serre, presentándolo a los diputados españoles-. Su valor consistía en despre­ ciar los ataques que le amenazaban, por servir a la verdad: en comprometer su situación política en los medios mode­ rados, por servir una causa justa. El señor Laurent es un católico militante, un hombre de derechas. Pertenece al partido demócrata popular, que es la organización política de los católicos franceses, en relación y contacto con la jerarquía de la Iglesia. El señor Laurent fue presidente del Consejo municipal del París con los votos de los “nacionales”. Ha sido elegido diputa­ do, por el distrito representado en otro tiempo por Briand, contra un candidato del Frente Popular. Ninguna afinidad de tipo político le une, pues, a las izquierdas españolas. Ninguna indulgencia siente por los excesos demagógicos cometidos aquí en los primeros meses del movimiento. Ningún interés personal le liga a nuestra causa. Por España, y especialmente por Cataluña, sentía una vieja devoción. Aquí vivió su familia: una hermana suya 144 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

nació en Barcelona; en un pueblecito catalan pasaba en otro tiempo sus vacaciones juveniles: visitaba las iglesias antiguas, amaba las tradiciones del país, iba a misa, con­ versaba con el cura, hacia excursiones a los monasterios históricos. El joven Laurent no era lo que se dice un revo­ lucionario. Conoció una España muy diferente de la que iba a presentársele en 1939. Y, sin embargo, en ésta de ahora esperaba encontrar las virtudes que apreciaba en la de sus recuerdos de juventud. No se equivocó. “Forcinal se ocupará de las cuestiones militares -nos decía-, Liautey, del envío de trigo. De Tessan, de los asuntos políticos. Lo que a mí me interesa es la religión, las iglesias cerradas, el culto de tapadillo”. Cuando le explicábamos las causas de esa situación, nos replicaba: “Todo eso está muy bien. Yo lo comprendo, pero para que lo comprendan mis correligionarios franceses necesito algo más que argumentos. Necesito saber que puedo ir a misa...”. Pues tenga usted la seguridad -le contestó uno de sus acompañantes, español- que hace usted más por la religión con su visita y su simpatía a nuestra causa, que los obispos de Franco con sus pastorales, sus sermones y sus saludos fascistas”. En Montserrat, con otros dos católicos de la delega­ ción francesa, Serre y Leroy, rezó con devoción ante la virgen. “Ustedes, que no tienen mis ideas -decía a los republicanos que iban con él- se burlarán de esto; pero yo soy creyente”. “Al contrario - le contestaron- respeta­ mos su creencia y nos conmueve su sinceridad”. Además, pudieron añadirle: la Virgen de Montserrat es catalanista, y, por lo tanto, republicana... Está ya acostumbrada a los rezos sospechosos. Este es el hombre que vino a España y contra el cual se han lanzado como una jauría algunos libelistas reaccio- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 145 narios franceses. El señor Laurent expuso ante el Comi­ té directivo de su partido, del cual es secretario general, las impresiones de su viaje a Barcelona. Dijo con lealtad cuanto vio y expuso con valentía su opinión. Una entrevis­ ta con el Comisario general de Cultos del Gobierno de la República y una conferencia con el vicario apostólico Dr. Rial, además de sus conversaciones con otras autoridades eclesiásticas, le permitieron informar sobre la verdadera situación del culto católico en España, que sólo depende de la propia Iglesia convertir en público y normal. Habló, además, de lo que representaría para Francia una victoria germano-italiana en España. Reconoció el esfuerzo de organización del Gobierno de la República, la existencia de una disciplina social, el vigor de nuestras instituciones democráticas. Hizo un justo elogio del jefe del Estado, en el que apreció un alto valor moral e intelectual. Expuso sobre nuestra situación ideas claras, datos auténticos; di­ sipó muchos errores; informó con lealtad y precisión. En el mismo sentido hizo declaraciones a la Prensa y escribió un interesante y documentado artículo en el órgano de su partido: Le Petit Democrate. La causa española ha tenido en él un defensor valioso, autorizado, influyente. Y sobre este hombre justo y recto -antiguo comba­ tiente y gran herido de guerra- ha caído una tempestad de injurias, de insultos, de burlas escritas por folicularios a sueldo, por reaccionarios delirantes, por escritorzuelos fascistoides. Para ellos, el señor Laurent es un rojo, amigo de saqueadores, aliado de tragacuras, cómplice de asesinos y violadores, acaso vendido al oro soviético. ¿Y por qué no judío, marxista y masón? La respuesta del señor Laurent ha sido digna y breve: “Se desvirtúa el carácter de mi viaje. Aunque otra cosa se piense, sólo me han preocupado, en esta visita, el interés 146 ΠΙ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA religioso y el interés francés, que coloco muy por encima de mi interés electoral”. Y termina diciendo que su deber de diputado es ilustrar a las fuerzas políticas por él repre­ sentadas cuando las considera inclinadas al error. No resulta cómodo, para un católico francés, amigo del cardenal Verdier, para un político de derechas, ser amigo de España: esto es, ser amigo de la verdad. Por ello es más meritorio el gesto del señor Laurent y más valiosa su contribución de conocimiento exacto de nuestra situa­ ción. Como republicanos españoles, amigos de Francia, quisiéramos compensarle de las amarguras que le causen sus torpes adversarios, con la expresión de la gratitud de unos hombres que no piensan como él, pero respetan sus creencias y se descubren, con admiración ante el ejemplo de valor cívico que ha ofrecido con la decisión de un sin­ cero creyente, de un buen católico.

Sin fecha

FRANCO, AL SERVICIO DEL EJE, ESTÁ HACIENDO UN IMPERIO, PERO AJENO -VII-

Por segunda vez España se retira de la SDN. La vez primera, Primo de Rivera ordenó la retirada por una cues­ tión de prestigio que, torpemente, convirtió luego en lo que la Prensa inglesa calificó de chantaje. Fue en 1926. La política de Locarno51 requería, como complemento, el ingreso de Alemania en la SDN con puesto permanente

51. La política de Locamo pretendía liquidar los efectos perniciosos de la prime­ ra guerra mundial y establecer las bases para una paz duradera en Europa. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 147 en el Consejo. Primo de Rivera creyó que aquel privilegio lo merecía también su gobierno. En el fondo, al dictador español le interesaba poco la institución de Ginebra y el puesto permanente en el Consejo. Solo le importaba apa­ recer ante los españoles como un gran estadista, superior a García Prieto, que era el ejemplo de que podía disponer para compararse. Su ambición era pueril, inofensiva y grotesca. Con poder decir en una nota oficiosa: “Briand, Stresemann, Chamberlain y yo” se hubiera considerado el más feliz de los gobernantes. La SDN le negó, sin embargo, esa satisfacción, que tanto efecto hubiera causado en el Casino de Jerez. Primo de Rivera vengó el agravio personal retrasando el ingreso de Alemania en la SDN y reclamando la españolización de Tánger, lo que sirvió para introducir a Italia en la adminis­ tración de la zona internacional. Pero la aventura ginebrina de Primo de Rivera fue desinteresada y estuvo marcada por el signo de la inocencia. No pasó de ser una rabieta sin trascendencia política. La decisión actual de la dictadura franquista es, por el contrario, un hecho político de gran alcance; está cargado de intención internacional, revela claramente la absoluta sumisión de la “España Imperial” a la política del eje Berlín-Roma. Franco ha seguido la trayectoria que marcan Alemania e Italia, a los que sirven dócilmente sus intereses políticos: primero, adhesión al pacto anticomintern; lue­ go, retirada de la SDN. Ambos actos son las formalidades simbólicas del ingreso de un país europeo en el sistema político y militar del “eje”, por oposición al sistema gine- brino de cooperación internacional. En el caso de España representan la ruptura de la política de amistad con Francia e Inglaterra, sostenida desde principio de siglo. Amistad inerte, bajo la monarquía; de tipo activo, bajo la Repúbli- 148 ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

ca. En uno y otro caso, elemento indispensable en el equi­ librio mediterráneo y garantía de la neutralidad española en caso de conflicto internacional. En España eran anglofilos bastantes aristócratas; fran­ cófilos, los elementos liberales y la intelectualidad; ger- manófilos, los reaccionarios y buena parte de los militares profesionales. El proceso de la orientación internacional de España corresponde al paso por el poder de estos tres grupos. Ahora bien; la germanofilia en España no ha sido desde la guerra europea, una simple posición política, sino, más bien, un estado de barbarie, de trogloditismo; la vuelta a los instintos primitivos del hombre de las cavernas. España pudo tener una política antibritánica y anti­ francesa inteligente, que los republicanos españoles no quisimos hacer, por lealtad internacional y por servir la causa de la paz europea52, aunque no nos lo hayan agra­ decido. Esa política consistía en romper el equilibrio de la Europa occidental, ofreciendo maquiavélicamente, en alguna oportunidad, el peso de España a las fuerzas contrarias al “status quo”, para arrancar compensaciones a Francia e Inglaterra. Juego peligroso y desleal, pero que hubiera podido ser presentado como una política de egoís­ mo español. Los republicanos preferimos jugar limpio y claro. Franco, por su parte, no ha querido detenerse en ese juego, sino que se ha embarcado resueltamente en la aven­ tura del “eje”, para servir intereses ajenos. La retirada de España de la SDN será presentada, sin duda, como la primera manifestación política del “impe­

52. Véase: Busturia, Daniel De: Del reencuentro a la convergencia. Historia de las relaciones bilaterales hispano-francesas. Madrid, Ciencias de la Di­ rección, 1994; Avilés Farré, J.: Pasión yfarsa. Franceses y británicos ante la guerra civil española. Madrid, Eudema, 1994; Moradiellos, E.: El reñidero de Europa. Barcelona, Península, 2001. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 149 rialismo franquista”, cuando, en realidad, es la renuncia a la independencia de su política. Se trata, en efecto, de reconstruir el Imperio español. Pero ni Carlos V se llama ahora Adolfo Hitler, ni Daladier es Francisco I, ni Verdun es Pavía. Y en ese cortejo anacrónico, Franco, ¿qué es?..

Mayo de 1939

LA PATRIA VACÍA: LA ELITE INTELECTUAL Y OBRERA DE ESPAÑA SE VA A MÉJICO -VIII-

He ido a despedir a algunos amigos españoles que embarcan para México. He recorrido hoteles modestos, habitaciones humildes; he subido muchas escaleras de ca­ sas lejanas para estrechar las manos de los que se van a la nación de los brazos abiertos. Son la “elite” de un pueblo, la selección de una época, el orgullo de un país; profe­ sores, ingenieros, médicos, abogados, escritores, artistas, hombres de ciencia y de estudio, obreros especializados, gente emprendedora y laboriosa que parte para la emigra­ ción. Al verlos marchar siente uno su patria vacía, como si una fuerza infernal hubiera extraído de ella todos sus valores espirituales. Entre el medio millón de españoles que se han re­ fugiado en Francia, se cuentan a millares los hombres eminentes, muchos ya ancianos, que han perdido, por su lealtad republicana, el hogar formado a fuerza de trabajos y sacrificios, la biblioteca o el laboratorio o el taller en que dejaron sus energías, la cátedra o el empleo ganados por méritos, la situación lograda por una acción perseverante, cuanto fue su vida honesta y fecunda. De todo su pasado, 150 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA sólo conservan la familia, cuya presencia silenciosa les agobia con la preocupación del mañana, y una maleta de emigrante. Están, sin embargo, animosos, dispuestos a rehacer su vida, dignos en su desgracia, orgullosos de su conducta, dispuestos a trabajar por la nación que los recibe con el mismo fervor que pusieron en su trabajo por España. No quiero citar muchos nombres. Me limito sólo a citar dos elocuentes ejemplos de lo que es ser “rojo” en España: Don José Giral y don Roberto Castrovido. Don José Giral es un destacado hombre de ciencia, conocido universalmente como investigador. Era profesor de Química inorgánica en la Universidad Central, de la que fue, también, rector. Tenía farmacia y laboratorio pro­ pios en Madrid. Por herencia familiar, usufructuaba rentas saneadas en Extremadura. Antes de proclamarse la Repú­ blica, don José Giral tenía unos ingresos de unos treinta mil duros al año, ganados principalmente en el ejercicio de su profesión. Cuando Azaña lo nombró ministro de la República, abandonó el rectorado y enajenó su farmacia y laboratorio por considerar incompatible la explotación de su negocio particular con la función ministerial. Como diputado republicano, votó la Ley de Reforma Agraria que le privó de las rentas de sus propiedades extremeñas. Al dejar de ser ministro, Giral quedó únicamente con su sueldo de catedrático, 9000 pesetas anuales, y no cobró la cesantía ministerial. Ningún amigo le oyó una palabra de lamentación. En ninguna ocasión hizo valer sus sacrifi­ cios. Volvió a su cátedra, y eso fue todo. El 19 de julio de 1936, cuando la República parecía barrida por el ímpetu de la sublevación militar, don José Giral se hizo cargo del poder y durante varios meses fue un defensor sereno, enérgico y humano de la República. Luego se negó a salir ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 151 de España mientras hubiera una posibilidad de defensa. Ahora es cuando marcha al destierro. Don Roberto Castrovido, para los republicanos espa­ ñoles simboliza, con Giral y otros hombres eminentes, la austeridad, la pureza, el desinterés, la consecuencia repu­ blicana. Su vida es recta, transparente, honrada. Ha dirigi­ do periódicos, ha sido diputado, ha gozado de una popula­ ridad extraordinaria y del respeto de todos. Incluso de sus adversarios. Jamás pensó Castrovido en cotizar su influen­ cia o en poner precio a su prestigio. Vivió siempre pobre, con los modestos ingresos que le proporcionaba su pluma independiente. Rechazó los cargos oficiales que le ofreció la República. Una invalidez física lo tenía casi recluido en su pisito de la calle de San Marcos, entre libros y papeles. Indalecio Prieto lo sacó de Madrid, con su familia, para librarlo de los bombardeos, y de España pocas semanas antes del derrumbamiento. Su pluma -heredera de Larra y Mesonero Romanos- sigue siendo una de las mejores y más jugosas del periodismo español. Los años han caído sobre el cuerpo mutilado de este glorioso anciano. Pero su inteligencia y su espíritu son lozanos y jóvenes. En el mismo buque han marchado don José Giral y don Roberto Castrovido con sus familias. Dos “rojos” españoles. Habrá que proclamar el orgullo de serlo ante estos dos hombres ejemplares. Cualquiera de ellos, con su vida y su conducta, honran a la patria que ha de llorar su ausencia... La patria vacía...

Mayo, 1939 152 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

POR QUÉ QUEDÓ EN SECRETO LA ALIANZA DE FRANCO CON HITLER Y MUSSOLINI -IX-

Los periódicos españoles al servicio de la propaganda alemana e italiana han desencadenado una frenética cam­ paña contra Francia. La vieja germanofilia de los reaccio­ narios españoles y de muchos militares, actualmente en el poder al lado de Franco, sirve admirablemente los desig­ nios de esa propaganda. El pretexto de la actual campaña, es el supuesto incumplimiento del acuerdo Berard-Jorda- na, singularmente en lo relativo al oro español depositado en el Banco de Francia. El acuerdo Berard-Jordana es un documento diplomá­ tico basado en el absurdo y negociado con precipitación. A fin de establecer rápidamente relaciones diplomáticas con Franco, con la esperanza ingenua de sustraerlo a la influen­ cia del “eje”, la representación francesa aceptó, para su país, una serie de obligaciones unilaterales y sustanciosas. Francia se obligó a devolver a Franco los buques de guerra y mercancías anclados en puertos franceses, los víveres que iban destinados a la España republicana, los valores y divisas depositados en Francia por los gobernantes de la República, el armamento, los vehículos, ganado e im­ pedimentos traídos a Francia por el ejército republicano en su retirada y, en fin, el famoso oro español. Se trata de una cantidad importante de oro que en junio de 1931 depositó el gobierno de la República en Mont de Marsan para garantizar un empréstito de francos papel al precio de 6,5 miligramos oro el franco. La diferencia del valor de la garantía en la fecha del reembolso -13 miligramos oro valía el franco papel en septiembre de 1937- importa mil doscientos millones, que es la cantidad en litigio. En vir- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 153 tud del acuerdo Berard-Jordana, Francia, que por decision judicial retuvo esa cantidad cuando la reclamó el gobierno de la República, se ha comprometido a devolverla a Fran­ co, pero trata de imputar a ella los gastos ocasionados por los refugiados españoles en Francia, y que Franco se niega a recibir. Esta es la cuestión concreta, el pleito directo en­ tre el gobierno francés y la administración franquista, que ha desencadenado la frenética campaña antifrancesa de los periódicos españoles. Pero el problema es más hondo y tiene aspectos políticos de mayor gravedad, que estoy en condiciones de revelar para Noticias Gráficas. La campaña injuriosa de la prensa franquista contra Francia es, simplemente, una maniobra de los servicios de propaganda germano-italianos. Podemos calificarla, en justicia, de verdadero chantaje político. Diré por qué. Cuando Franco dio su adhesión al pacto anticomintern, firmó, al mismo tiempo, otro documento que la diploma­ cia del “eje” ha tenido gran interés en mantener en secreto. Se pudo averiguar, sin embargo, que en ese documento Franco reconocía los servicios que le habían prestado Alemania e Italia. Pero no se logró conocer el verdadero alcance contraído por Franco con respecto a las potencias del “eje”, como recompensa por dichos servicios. La mis­ ma firma del pacto anticomintern, no tuvo publicidad hasta pasados algunos días, cuando Francia había devuelto ya a Franco los aviones, los buques de guerra y mercancías y gran parte del material de guerra propiedad del gobierno republicano. El gobierno francés insistía, por su parte, en atraerse la simpatía de Franco. Londres y París confiaban vanamente en separarlo de sus belicosos aliados totalitarios. El “cau­ dillo” trató de explotar esa situación para reclamar con urgencia el oro depositado en Francia y solicitar un em- 154 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA prestito exterior, a fin de cubrir su déficit en divisas. Hitler, Mussolini y Franco estuvieron de acuerdo en mantener en secreto el documento diplomático firmado al mismo tiem­ po que el pacto anticomintern, hasta tanto Francia e Ingla­ terra hubieran dado a Franco la inyección económica que solicitaba. Una sorprendente gestión del duque de Alba en el Foreign Office sirvió de aviso alarmante a Francia e Inglaterra. El embajador de Franco en Londres anunció, en efecto, que la firma eventual del acuerdo anglo-soviético inclinaría seguramente a España a dar mayor extensión a sus relaciones con el “eje”. Empezaba a descorrerse el velo, por cuenta de Alemania. Posteriormente, se ha sa­ bido que lo que existe es una verdadera alianza política y militar que une totalmente a España con la coalición agre­ siva ítalo-germana. Esa alianza está suscrita en el famoso documento secreto firmado al mismo tiempo que el pacto anticomintern y mantenido hasta ahora secreto, en espera de que Francia entregase el oro de Mont-de-Marsan. La existencia de esa alianza secreta, de la que ya tienen conocimiento ciertos servicios franceses, decidirá a Francia, sin duda, a retrasar la entrega del oro, a fin de compensar otras cuentas, entre ellas la de los refugiados. Lo cierto es que la entrega de ese oro a Franco equivaldría para Francia a caer en el chantaje que le han preparado y en dotar de medios económicos a un aliado de los países que preparan la guerra contra ellos. Y en vista del retraso francés, es muy probable que Alemania e Italia, sin contar para nada con Franco, se decidan a dar publicidad a esa alianza secreta, con el objeto de contrarrestar los efectos políticos del pacto franco-anglo-soviético. Franco, una vez más, habrá servido a los planes políticos de Alemania e Italia, y no los intereses de España. La presencia simul­ tánea de Serrano Suñer en Italia y de Queipo de Llano en Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 155

Alemania facilitará la maniobra totalitaria que conducirá a España a la aventura más grave y dramática de su historia. Franco, al servicio de Hitler y de Mussolini, ha puesto en manos de éstos las riquezas y la independencia política y militar de España. Y también la sangre de sus hijos. ¡Fran­ co! ¡Franco! ¡Franco!

Junio de 1939

EL DELITO DE SER REPUBLICANO: ELISEO GÓMEZ SERRANO, PROFESOR FUSILADO -X-

E1 telégrafo acaba de anunciar la noticia. Un breve co­ municado del Estado Mayor franquista da cuenta de haber sido fusilado, en Alicante, el profesor Elíseo Gómez Serra­ no53, diputado de Izquierda Republicana. ¿Por qué delito? No lo dice el comunicado. Lo voy a decir yo. Debo ese homenaje a quien fue mi compañero de partido y de esca­ ño parlamentario, al hombre íntegro, inteligente y bueno que no quería ser diputado. Fui yo quien lo hizo proclamar candidato. Y, ante su horrible fusilamiento, siento el re­ mordimiento de haber arrancado de la tranquilidad de su hogar y del recogimiento de su cátedra a este ciudadano ejemplar. Eliseo Gómez Serrano no ha cometido otro deli­ to que el de ser republicano. Pertenecía a esa categoría de españoles sobre cuya vida pública y privada ejerció una decisiva influencia el li­

53. Profesor y director de la Escuela Normal de Magisterio de Alicante. Véase: AAVV: Testimonios recogidos en honor de Eliseo Gómez Serrano. Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante, 1993. 156 ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

beralismo austero, la rígida disciplina científica y moral de la Institución Libre de Enseñanza. Ignoro si Eliseo Gómez Serrano fue discípulo directo de don Francisco Giner de los Ríos, pero en cualquier caso era un puro institucionista que ejercía su función docente como un sacerdocio y tenía de los ciudadanos un concepto casi religioso. Procedía de una familia liberal valenciana. En Alicante fue catedrático de la Escuela Normal, y casó allí con la profesora Bay, también de abolengo liberal. Durante su juventud no había intervenido en política activa. Era un demócrata, un laico, un hombre de ideas progresistas, pero muy moderado, de­ dicado al estudio, transigente y respetuoso con las ideas ajenas, escrupuloso cumplidor de su deber. Cuando los in­ telectuales españoles organizaron la resistencia a la dicta­ dura de Primo de Rivera, Gómez Serrano dio su adhesión al grupo de Acción Republicana, que habían constituido Azaña, Giral y otros ateneístas y profesores. Consecuente con sus ideas republicanas, continuó afiliado a la misma organización, que en 1934 tomó el título de Izquierda Republicana. Fue elegido concejal de Alicante en 1931, pero en su actuación se apartó del estruendo y estuvo con­ sagrado preferentemente a las cuestiones docentes de la jurisdicción municipal. Jamás tuvo ambiciones políticas ni aspiró a situaciones brillantes. Cumplía con su deber como ciudadano, sin un desfallecimiento ni una claudicación, pero sin buscar ocasiones para destacar. En tomo a 1936, el partido de Izquierda Republicana de Alicante tenía que designar tres nombres para formar la candidatura de coalición izquierdista. Sobre dos nombres -uno de ellos el mío- la asamblea del partido se manifestó unánime. Para el tercer puesto, los asambleístas parecían divididos. Entonces intervine yo: Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 157

-Apartemos los nombres que puedan dividimos -dije-. En el partido tenemos otras personas eminentes que no encontrarán oposición alguna... Mi mirada recorrió la Asamblea, a la que asistían algunos de esos hombres que contaban con el respeto de todos, y se detuvo en un lejano rincón donde estaba, mo­ destamente, en silencio, don Elíseo. -...Por ejemplo -continué- Gómez Serrano. -Pero, hombre, ¿yo?..- exclamó, como asustado, mi pobre amigo. Una ovación unánime ahogó su protesta. Y, por acla­ mación, fue designado para cubrir el tercer puesto de la candidatura que debía triunfar en las elecciones del 16 de febrero. Gómez Serrano fue un diputado ejemplar, laborioso, puntual. Formó parte de la Comisión de Instrucción Pú­ blica y realizó una labor inteligente y fecunda. Cuando se produjo el movimiento sedicioso se puso a las órdenes del Gobierno, que le encomendó funciones administrativas y de organización en distintos servicios civiles. Gómez Se­ rrano realizó su trabajo escrupulosamente. Sólo venía a Valencia o Barcelona para asistir a las se­ siones parlamentarias cuando tenía que intervenir a favor de algún detenido por delito político. -Nuestro deber -me decía- es evitar que se cometa alguna injusticia con nuestros enemigos políticos. Se oponía siempre a que se aplicase la pena de muer­ te, incluso por delito de guerra, cuando había el menor pretexto para el indulto. También se oponía, en sus inter­ venciones en nuestras asambleas, a que se confundiera la justicia y la política, las ideas y la acción delictiva. Defen­ día, pues, con celo, nuestros principios republicanos, los 158 ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

que en todo momento hemos defendido los republicanos españoles. Cuando, después del hundimiento de la zona republi­ cana del Centro, llegaron a tierra francesa los dirigentes republicanos, pregunté por Gómez Serrano. -No ha querido salir -me dijeron-. Cree que, por no haber hecho mal a nadie, nadie le hará mal a él... Lo engañó su bondad, su predisposición a creer a los otros tan buenos como él. Un parte del Estado Mayor de Franco acaba de dar la noticia, fría y escueta, del fu­ silamiento de Eliseo Gómez Serrano, calificado de “rojo peligroso”.

Junio de 1939

ES ANGUSTIOSA LA SITUACIÓN DE LOS MILES DE ESPAÑOLES REFUGIADOS EN FRANCIA -XI-

Víctor Basch54, profesor de la Sorbona, y Paul Lan­ gevin, director del Instituto de Física, presiden en París el Comité Internacional de coordinación para la ayuda a la España republicana. Estos dos insignes varones represen­ tan lo más puro y noble de la conciencia francesa. Gracias a su abnegado esfuerzo, a su tenaz labor, se remediaron muchos sufrimientos y se atendió a muchas necesidades durante la guerra. ¡Cuántos niños deben la vida a estos dos hombres cargados de años y de ciencia! Al terminar la

54. Víctor Basch fue profesor de la Sorbona y Presidente de la Liga de los Dere­ chos del Hombre y del Ciudadano. Defensor a ultranza de la causa republica­ na, fue asesinado por un grupo de fascistas en la Segunda Guerra Mundial. ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 159 guerra, el esfuerzo del Comité Internacional se ha consa­ grado a la defensa y ayuda de las los españoles refugiados en Francia ¡Tremendo problema! Para comprender toda su extensión es preciso haber contemplado el éxodo an­ gustioso de centenares de miles de personas amenazadas por las tropas de Franco, perseguidas por los bombardeos aéreos, que cruzaban la frontera de los Pirineos durante aquellos días fríos de comienzos de febrero, bajo la lluvia, a pié, en caravanas de dolor y miseria. Las autoridades francesas se vieron sorprendidas y desbordadas por la magnitud del problema. Hubo que improvisarlo todo. Se instalaron campos de concentración para los hombres cerca de la frontera. Mujeres, niños, an­ cianos y enfermos fueron enviados al interior, repartidos en refugios provisionales. En hospitalidad a muchos heri­ dos, Francia no ha desmentido su tradición humanitaria. Amarguras y penalidades tuvieron que soportar, sin em­ bargo, los refugiados, no por culpa del gobierno francés, que dio pruebas de generosidad, sino de ciertos funciona­ rios subalternos que parecían complacidos en desfigurar la verdadera imagen de Francia. A pesar de todo, a pesar de los campos de concentración, los refugiados españoles no olvidan que gracias a Francia, hospitalaria y liberal, han salvado la vida55. La presencia de 500.000 españoles en Francia repre­ senta para este país un gasto diario de unos diez millones de pesetas. Para contribuir a los gastos, la URSS dio, por una sola vez, cinco millones de francos... Creyó el gobier­ no francés que los emigrados volverían a España. Pero ni Franco abre la frontera, ni los republicanos españoles están

55. Para esta cuestión, véase: Rafaneau, Marie Claude: Los campos de concen­ tración de los refugiados españoles en Francia. Barcelona, Omega, 1995. 160 ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA dispuestos a volver adonde les esperan feroces represalias. Es más, clandestinamente, por ocultos senderos de monta­ ña, cada día llegan a Francia más españoles que huyen de la represión franquista. Y, por otra parte, varios miles más han llegado embarcados a las costas argelinas. ¿Qué va a hacer Francia con tal número de emigra­ dos? Su primer impulso fue considerar esta cuestión como un simple problema de policía. Grave error que se explica, sin embargo, por la incalificable campaña de cierta prensa que presenta a la mayoría de los españoles como verdade­ ros indeseables. Ya se ha comprobado la injusticia de esa campaña. La conducta de los refugiados, a pesar de todas las adversidades, de los sufrimientos físicos y morales, ha sido ejemplar. La policía no tiene otra cosa que hacer entre ellos que lo que haría entre cualquier otra muchedumbre humana. Una reciente circular reservada del Ministerio del Interior a los prefectos, constituye, a este respecto, un significativo homenaje a la honorabilidad y a la dignidad de los refugiados españoles. Pocos grupos humanos son capaces de pasar por la misma prueba que ellos con la misma disciplina moral. Pero, ¿qué hacer con ellos? ¿Cómo integrarlos rápida­ mente en la vida económica del país? Méjico ha ofrecido recibir en su suelo a unos cuantos miles. Ya han comenza­ do las expediciones. Y, para menor número, Chile parece dispuesto también a abrir sus puertas. Para la URSS se han embarcado algunos centenares de comunistas... Eso es todo. El Comité Internacional de Coordinación considera indispensable una colaboración de todos los países de­ mocráticos para dar facilidades de residencia y trabajo a los refugiados, entre los cuales figuran excelentes obre­ ros especializados, agricultores, universitarios, técnicos, Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 161 hombres de empresa e iniciativa. En primer lugar, Víctor Basch y Langevin han hecho un llamamiento al espíritu de humanidad de su propia patria. Francia puede absorber, efectivamente, en su economía agrícola e industrial a gran parte de los refugiados. La delegación internacional del Comité de Coordinación, que acaba de visitar los campos de concentración y que ha dado a conocer situaciones muy dolorosas, trae, en ese sentido, informaciones de mucho interés. Por ejemplo, el Subprefecto de Orleansville (Ar­ gel) ha montado verdaderas colonias familiares próximas a las ciudades, en las que los españoles van lentamente incorporándose a la vida económica del país. Una fre­ nética campaña de los elementos derechistas de Argelia no ha logrado detener a este excelente funcionario en su obra meritísima. Pero al lado de este magnífico ejemplo, algunas autoridades han creído mejor instalar en zona casi desértica el campo de Bosghari, donde las tres mil personas allí concentradas apenas tienen acceso al agua, soportan temperaturas infernales y carecen de los más elementales cuidados médicos. ¿No demuestra esto que la buena o mala voluntad de los funcionarios y autoridades subalternas puede influir de modo decisivo en la solución del problema o en Su agravación? No es imposible para Argelia absorber a los seis o siete mil españoles que allí se han refugiado. -¿Cómo lograrlo?- me preguntaba recientemente Víctor Basch. -Consigan ustedes -le contesté- que el Gobierno confíe esa misión al Subprefecto de Orleansville. Lo que él ha hecho en pequeño, puede intentarlo en grande. No olvide usted que, de 800.000 europeos residentes en Argelia, 350.000 son españoles y que ellos han sido los mejores obreros de la colonización de aquellas tierras. ¿Y 162 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

no podrían instalarse otros miles de españoles en Túnez? ¿Acaso disgustaría a nuestro amigo Labonne ver contra­ rrestada en el protectorado la influencia de los italianos fascistas?.. Estoy enterado de que estas noticias van abriéndose paso en el seno del gobierno francés, aunque se trata de un proceso lento y de una cuestión muy difícil y delicada. Ya algunos obreros industriales -especialmente metalúrgi­ cos- encuentra facilidades para trabajar en Francia. Víctor Basch y Paul Langevin, al mismo tiempo que luchan ar­ dientemente para que termine el régimen de los campos de concentración, buscan el medio de asegurar a los refugiados españoles una vida digna y libre. “Deben ser tratados como amigos y como héroes”, dicen en un escrito reciente. Para ello solicitan la ayuda de todos los países democráticos ¿Será oída su voz, atendido su llamamiento humanitario?

París, junio de 1939

CUANDO EL ORO CHECO ENTREGADO AL REICH SE CONVIERTA EN BOMBAS AÉREAS -XII-

Sir John Simon, ministro de Hacienda inglés, ha confirmado en la Cámara de los Comunes que el oro che­ coeslovaco depositado en el Banco de Inglaterra ha sido entregado a Alemania. El lector francés, al tropezar con la noticia en Le Temps, habrá pensado que el periódico más serio de Fran­ cia gastaba una broma pesada. Cualquier francés por débil que sea el culto que rinda a Napoleón, conoce la máxima Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 163 napoleónica sobre el dinero y la guerra. Y resulta extraor­ dinario que, después de presentarle la imagen agresiva de una Alemania dispuesta a la guerra, y la imagen amistosa de una Inglaterra dispuesta a batirse, como en 1914, al lado de Francia, se acabe por decirle que Inglaterra entre­ ga a Alemania el oro que necesita para hacer la guerra a Francia. Un oro, por lo demás, que no es de Alemania, sino de Checoeslovaquia. El asunto puso en un verdadero aprieto a John Simon cuando lo denunció la prensa inglesa y tuvo eco en los Comunes. Sir John Simon no parecía entonces bien en­ terado de la cuestión, y ofreció informarse. Ahora se ha informado, y ha tenido que confirmar la transferencia del oro checoslovaco. Ese oro estaba situado en Londres porque el gobier­ no checoeslovaco no quería tenerlo en Praga. Cuando las tropas de Hitler entraron en la capital checa, una de sus primeras visitas fue para el Banco Central, depositario de las reservas de oro del Estado. Sólo había allí una parte de dichas reservas, que tomó el camino de Berlín. El resto del oro lo había puesto anteriormente a salvo el gobierno de Praga, confiándolo al Banco Internacional de Pagos de Ba­ silea, el cual lo había depositado, a su vez, en los sótanos blindados del Banco de Inglaterra. Todas las precauciones, como se ve, habían sido admirablemente tomadas. Cuando el escándalo estalló en la prensa inglesa se creía que la entrega del oro -unos diez millones de libras esterlinas- la había hecho el propio Banco de Inglaterra: peor aún, la Tesorería británica. No fue así. La entrega fue decidida por el Banco Internacional de Pagos, pero a ella no se opusieron los representantes británicos en su Consejo de Administración: M. Montagu Norman y sir Otto Niemeyer, los cuales no informaron a su ministro de 164 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Hacienda. Ante el acuerdo del Banco Internacional, el de Inglaterra hizo entrega del depósito. Por inverosímil que todo ello parezca, lo cierto es que diez millones de libras esterlinas pueden pasar de este modo de Londres a Berlín y convertirse, más tarde, en municiones destinadas a hacer el trayecto contrario. La germanofilia de Mr. Montagu Norman, gobernador del Banco de Inglaterra, no parece suficiente para explicar lo ocurrido. La explicación hay que buscarla en el funcio­ namiento del Banco Internacional de Pagos, creado para comercializar las deudas de guerrea y convertirlo en una simple caja de préstamos al Reich. En la idea de sus crea­ dores, el BIP había de ser como un Banco Central de los bancos centrales de todos los países. Su función consistía en derivar hacia el terreno económico el problema de las reparaciones, reduciendo las deudas, sustituyéndolas por empréstitos comerciales, haciendo circular los capitales y las mercancías y organizando el crédito internacional. El BIP funcionaba principalmente en beneficio de Alemania, para facilitar su restablecimiento económico, y, de hecho, se ha convertido en prisionero del Reich,, porque depen­ de de las deudas de éste. Por ello, Hitler, que ha roto con la SDN, con la Oficina Internacional del Trabajo, con el Tribunal de la Haya, con todos los organismos interna­ cionales, en fin sólo mantiene relaciones con el Banco de Basilea. Cuando Alemania ha reclamado los diez millones de libras que el gobierno checo quiso poner a salvo, el BIP los ha entregado como si se tratara de una operación bancaria normal. Tan normal que los representantes británicos no se creyeron obligados a dar cuenta a su gobierno. Como así lo afirma sir John Simon, así lo tendremos que creer. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 165

Esos diez millones de libras esterlinas permitirán a Alemania adquirir las materias primas de que carecía y ultimar sus preparativos de guerra. Cuando esos diez mi­ llones vuelvan a Francia en forma de bombas de aviación u otra clase de proyectiles, el francés ingenuo pensará que, en efecto, se le ha gastado, en Londres y en Basilea, una broma muy pesada.

París, junio de 1939

JORDANA, CELOSO DE SERRANO SUÑER LANZÓ A LOS GENERALES CONTRA FRANCO -XIII-

La prensa europea ha recogido las primeras informa­ ciones relativas a esos síntomas de descomposición que, apenas establecido, ofrece ya el régimen franquista en Es­ paña. Las informaciones son defectuosas y confusas, tanto por las dificultades de una severa censura militar como por el desconocimiento de las personas y de los problemas. La mayor parte de la prensa europea ha tenido casi siem­ pre una visión inexacta de la realidad española56, por esa tendencia a confundir lo anecdótico y pintoresco con lo esencial, que se les escapa. Por ello ha sido relativamente fácil ocultar o desfigurar un problema tan claro como el de la posición internacional de España ante esa misma

56. En numerosos artículos-de sus crónicas de París, escritas entre 1923 y 1930, Esplá insiste en el desconocimiento que los periodistas franceses tienen so­ bre las cosas de España, recíproco al que los periodistas españoles tienen de las de Portugal. Véase: Esplá Rizo, C.: Unamuno, Blasco Ibáñez y Sánchez Guerra en París. Crónicas de París y otros escritos periodísticos. Alicante, Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, 2002. 166 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

opinión europea, que tiene ideas claras sobre el valor estratégico de Dancing o sobre la potencia económica de Rumania. Por ello, también, cada acontecimiento español adquiere ante la opinión europea el volumen de una reve­ lación sensacional. Los incidentes a los cuales van unidos los nombres de Queipo de Llano, Yagüe y Solchaga, descubren ante el lector ingenuo que el régimen totalitario implantado en España no acierta a unir las fuerzas victoriosas. Algunos periódicos franceses, llevados de su total ignorancia de las cosas y los hombres de España han llegado a afirmar que Queipo de Llano es un “general inteligente” y Franco “un hombre mentiroso”. Se comprenderá hasta que extremo pueden quedar despistados y sorprendidos por los aconte­ cimientos los infelices lectores de esos periódicos. Sólo se han aproximado a la verdad los informado­ res que han atribuido el origen de los incidentes al viaje del conde Ciano. Pero lo que ignoran, al parecer, es que el inspirador de ese movimiento de protesta iniciado por algunos generales, no es ninguno de los que figuran como castigados, sino otro general que queda, aparentemente, al margen del conflicto y continúa formando parte del go­ bierno de Burgos: el general Jordana. Las divergencias entre falangistas y monárquicos y las que separan, dentro de éstos, a carlistas y alfonsinos, sirven de ambiente a los incidentes, como también la hostilidad de muchos militares españoles contra los ita­ lianos, incompatibles, por su insolencia, con el orgullo de aquellos. El equipo militar, el “truts” de generales que ha tomado parte en la guerra, tampoco está unido, pues un general que se subleva en compañía de otros, es siempre un general que está dispuesto a sublevarse por su cuenta. En España, debajo de cada gorra con entorchados hay una Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 167 verdadera tempestad, y los más sagaces investigadores renunciarían a saber lo que ocurre dentro de la cabeza de un general español sublevado y victorioso. Todos los generales temen, sin embargo, lo que ellos llaman, para asustarse mutuamente, la “vuelta a lo de antes”. Este te­ mor demuestra que los creadores del régimen no creen en su solidez. Cuando el fiscal de don Julián Besteiro acusó al ilustre profesor de haberse quedado en España a fin de poder servir de guía y director a las fuerzas populares de oposición, confesó ingenuamente la existencia de esa opo­ sición y el miedo a la misma. Ese mismo temor es el que sopló Jordana al oído de Queipo de Llano para lanzarlo a la aventura de su discurso sevillano. Jordana se movió por hostilidad personal y por celos contra Serrano Suñer, quien, no contento con dirigir la política interior, aspira a dirigir, también la política in­ ternacional del régimen. Durante el viaje de Ciano, Serra­ no Suñer ha actuado como verdadero ministro de Estado, postergando y humillando a Jordana. Serrano Suñer se cree, en efecto, un hombre providencial, cuya misión no se limita a salvar a España, sino que aspira a hundir a Franco, según ha confesado a un periodista. El argumento de Jordana para lanzar a los generales contra Serrano Suñer, consiste en presentar a éste como to­ talmente entregado a la influencia política de Italia y como representante de una ideología exótica y de unos proce­ dimientos extranjeros que nunca podrán naturalizarse en España. Jordana ha excitado, pues, el españolismo prima­ rio de los generales. Estos, por su parte, a pesar de sus divisiones, desdeñan todas las fuerzas políticas que sean ajenas al Ejército, el cual, a su juicio, es el único partido político organizado en España, el único instrumento apto para gobernar. 168 ΠΙ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Si Franco y sus colaboradores fueran capaces de re­ solver los pavorosos problemas que plantea la reconstruc­ ción de España, todas esas luchas intestinas quedarían en segundo término. Pero lo cierto es que esos hombres han dado pruebas de una incapacidad absoluta para hacer fren­ te a tales problemas. Lo que realmente ha triunfado en Es­ paña es una insurrección contra la inteligencia57. La gente de Burgos es incapaz de reorganizar los servicios indis­ pensables para asegurar un mínimo bienestar a los mismos partidarios del movimiento. Esto crea un clima favorable para las intrigas, el descontento y la descomposición. No nos atrevemos a anunciar como próximo el desenlace de este proceso que se inicia, pero, desde luego, lleva un ritmo más acelerado de lo que pudo sospecharse hace tres meses. El instrumento de gobierno creado por los militares sublevados, con el consejo y la ayuda de los países totalitarios, aparece gastado antes de ser puesto en uso. El régimen de Franco no ha encontrado en sus comienzos, ese margen de confianza que suele otoigarse siempre a los regímenes nuevos. Cualesquiera que sean los episodios y alternativas de estas luchas entre militares y falangistas, entre requetes y alfonsinos, es evidente que unos y otros se consumen en sus propias culpas y se agotan en la impotencia para resolver los problemas gravísimos que plantea la reconstrucción de una España arruinada y desangrada por la guerra. Los que la provocaron no pueden gozar la recompensa de la victo­ ria, porque llevan a cuestas el poso de más de un millón de cadáveres. ¡Terrible carga para marchar adelante!

París, julio de 1939

57. Frase que Azafia escribe a Esplá en una carta de 1939. Ver: Angosto Vélez, P. L. y Puig Añón, Julia: “Una lealtad entre ruinas. Epistolario Azaña-Esplá, 1939-1940”. Valencia. PUV. 2003. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 169

PERPETÚA EL BRONCE A JOFFRE, CATALAN DE ASCENDENCIA, VENCEDOR DEL MARNE -XIV-

Junto a la Escuela Militar, frente al Campamento de Marte, Francia ha elevado una estatua al Mariscal Joffre. El soldado republicano se incorpora a la iconografía mo­ numental de París como un capitán de leyenda, montado sobre un caballo de bronce y con ademán de entrar en batalla. Ello es culpa del escultor, que no ha comprendido a Joffre y lo ha tratado como un tema puramente guerrero. Joffre era algo más que eso. Era nada menos que el hijo de un tonelero de Rivesaltes; es decir, un hombre del pueblo. Por su sencillez, por su carácter, por su inteligencia, fue uno de los valores humanos más puros de nuestro tiempo. Recuerdo la única vez que lo vi, hace más de quince años, en su despacho de la Escuela Militar, muy cerca del lugar donde ahora se levanta su estatua ecuestre. Lo visité en compañía de unos amigos catalanes que querían invi­ tarle a una fiesta folclórica en el Languedoc. Sólidamen­ te plantado sobre sus piernas, robusto de pecho, noble y abierto en su gesto, vivo en la mirada de sus ojos azules, producía una gran impresión de anciano fuerte y sano, de equilibrio físico y de serenidad. Le gustaba hablar catalán, y su trato era familiar y dulce. Todo en él respiraba sen­ cillez. Su imagen denotaba que el hombre no había sido adulterado por la gloria ni disfrazado por el uniforme. Y ello obedecía, como digo, a ser un hijo del pueblo, un ejemplar humano de primera calidad. Joffre descendía de catalanes de España, emigrados a la Cataluña francesa, por persecuciones políticas. Su familia era liberal. Si hoy viviera el ilustre soldado, com­ prendería mejor que nadie el problema de los emigrados 170 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA españoles de nuestros días, el drama de los que ahora han atravesado la frontera como en otro tiempo la pasaron sus abuelos. En estos antecedentes familiares hay que buscar las raíces de su republicanismo. Joffre no se prepara para guerrero sino para ingeniero. Su fuerte fueron las matemáticas. Por eso pudo ganar la batalla del Marne, que representaba el triunfo del estudio y de la serenidad sobre la fuerza y los nervios. Jofíre era un hombre silencioso, reflexivo, tranquilo, sonriente. Sabía meditar y esperar. Tenía una voluntad de hierro. A estas virtudes del jefe militar de 1914, debe Francia su salva­ ción. Joffre conocía toda la extensión del retroceso aliado en los primeros días de la guerra. Los alemanes llegaban a las puertas de París. Las órdenes del generalísimo al ejér­ cito francés, llenaban de estupor a los políticos: retroceder, no presentar batalla al enemigo, retroceder siempre, hasta que él dijera basta. Y cuando Joffre tuvo en sus manos todos los elementos que necesitaba dictó su famosa orden del 5 de septiembre, que es la clave de la batalla del Mame y el prólogo de la victoria. El enemigo quedó detenido, paralizado en su avance, con sus tropas de choque destro­ zadas. El general Von Kluck ha confesado que tal posibi­ lidad militar no había sido jamás estudiada en las escuelas prusianas de guerra. Naturalmente. Una operación militar de esa clase no se estudia en ninguna academia. Pero pue­ de idearla y realizarla un matemático, hijo de un tonelero, cuando ve su patria invadida. De los gobernantes de su país, Briand, que era el va­ lor más humano de la política francesa, fue quien mejor comprendió a Jofíre y quien con más fervor lo defendió. Poincaré, Tardieu, Maginot, fueron adversarios suyos. Les desconcertaba su silencio, su sencillez, la falta de esceno­ Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 171

grafía heroica. Pero todos estos pleitos políticos importa­ ban poco al salvador de Francia. El único día que habló de política fue para decir: “El gobierno de la República puede estar orgulloso del Ejér­ cito que ha preparado”. Quien había preparado el Ejército era el propio Jofíre, pero él sabía como debe hablar del Poder Ejecutivo un soldado republicano.

París, julio de 1939

EN EL MOMENTO CULMINANTE FRACASÓ EL PLAN DE INFILTRACIÓN NAZI EN FRANCIA -XV-

En su discurso del 27 de junio, al anunciar la Cámara el decreto de vacaciones parlamentarias, el primer minis­ tro, Daladier, pronunció unas palabras enigmáticas sobre la red de propaganda, intrigas y espionaje que se intentaba tender en Francia. El discurso del señor Daladier -recor­ darán nuestros lectores- fue como una voz de alarma, un apremiante llamamiento al patriotismo de los franceses. Cuando el jefe del Gobierno descendió de la tribuna, ante un grupo de diputados amigos, exclamó: -Con las pruebas que tengo en mi poder, el primer día de guerra habrá que fusilar a veinte personas... Pocos días después, la prensa de París anunció que había sido expulsado de Francia un periodista alemán. Luego se supo que no era periodista ni había llegado a ser expulsado. Había cruzado espontáneamente la frontera antes de que la policía se la hiciera cruzar a la fuerza. Se trataba de Otto Abetz, amigo del siniestro Von Ribbentrop y personaje alemán muy conocido en París. 172 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Así empezó para el gran público este sensacional asunto de corrupción y espionaje, que constituye el escán­ dalo actual de Francia. Pero ya el gobierno francés tiene en sus manos toda la trama del asunto. Se trata de una audaz empresa de traición, de una formidable maniobra de la propaganda hitleriana, encaminada a romper y des­ gastar los resortes patrióticos de Francia. El encargado de esa empresa era Otto Abetz, el amigo de Ribbentrop. Otto Abetz no ha sido un espía tradicional. Su misión consistía en apoderarse de secretos militares para comunicárselos al Estado Mayor alemán. Este es el abecé del espionaje y la traición. La labor de Otto Abetz era más sutil y complica­ da. Consistía, en primer término, en ser “un gran amigo” de Francia. Otto Abetz fue, en otro tiempo, un demócrata alemán, y como tal había establecido buenas relaciones personales en Francia. Mientras sus antiguos correligionarios sufren en el destierro o en los campos de concentración, el prefi­ rió servir a Hitler e ingresó en un servicio especial, inde­ pendiente de los ministerios de Negocios Extranjeros y de Propaganda, y que funciona a las órdenes directas de Von Ribbentrop. Este servicio se dedica a mantener relaciones con personajes extranjeros influyentes: políticos, escrito­ res, periodistas, financieros, antiguos combatientes, etc., y realizar cerca de ellos una labor de captación amistosa o de corrupción, con objeto de influir a través de los mismos en la opinión extranjera. La función de Abetz consistía en fomentar la amistad de ciertos franceses influyentes hacia Alemania, valiéndo­ se de organismos públicos y conocidos, para no levantar sospechas. El Comité Francia-Alemania, el Círculo de la Orilla Izquierda, la misma Federación de Antiguos Com­ batientes han sido sus centros de acción. Por conducto de Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 173

Abetz, algunos escritores franceses han obtenido contratos muy ventajosos con editoriales alemanas. Por su apoyo, se ha intentado sacar a flote cierta firma cinematográfica fran­ cesa. Por su iniciativa, han sido invitados a dar conferen­ cias retribuidas en Alemania algunos ilustres personajes. De este modo se extendía la red de las personas obligadas a Otto Abetz y que se convertían en agentes y servidores, ciegos o conscientes, de sus fines de propaganda. Sus consignas eran el antisemitismo, el anticomunis­ mo y el pacifismo. El arte de Abetz consistía en estimular el nacionalismo racial francés, presentado a los judíos como unos terribles belicistas internacionales; en explicar el escaso valor militar del ejército soviético, y en tratar de convencer a sus amigos franceses de que no valía la pena batirse por Praga ni por Dancing. Como siempre, los alemanes han cometido un error tremendo con sus métodos de propaganda y corrupción. Ellos creen llegar a la perfección y piensan que cualquier Abetz, con unos millones de francos, puede hace cambiar a la opinión francesa; pero cuando tienen el tinglado per­ fectamente montado, se les derrumba en un minuto. Hoy, los mismos franceses que de modo espontáneo y desin­ teresado hubieran defendido la amistad y la negociación con Alemania, no se atreven a defender públicamente esa posición, por temor a aparecer como agentes asalariados de Otto Abetz. La propaganda alemana ha logrado, como casi siempre, un resultado completamente opuesto a sus propósitos. Sus buenos millones les cuesta. Y ahora, unas palabras de advertencia e interés para la opinión argentina, por ciertas referencias que estimo fidedignas, debo informar que el servicio de propaganda de que forma parte Abetz, tiene ultimado el plan para extender su radio de acción a los países americanos de 174 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA lengua española. Pero en ellos, los agentes de esa propa­ ganda sinuosa, no serían alemanes. Para infundir menos sospechas, utilizarán a españoles franquistas, encargados, aparentemente, de misiones oficiales u oficiosas por Fran­ co, pero, en realidad, al servicio de Hitler. Queda hecha, solemnemente, la advertencia.

París, julio de 1939

A CHURCHILL SE DEBE EN GRAN PARTE LA FIRME UNIÓN DE INGLATERRA CON FRANCIA -XVI-

Winston Churchill ha visitado con honores y atencio­ nes de personaje oficial las fortificaciones francesas en la frontera alemana. Ha sido huésped del general Gamelín, que descansa unos días en Los Vosgos, y ha tenido como acompañantes a los generales George y Frère y a otros je­ fes del Estado Mayor central. Esta excursión ofrecida por Francia a uno de los más ardientes defensores de la alianza franco-inglesa, no es solamente un homenaje al amigo de los momentos difíci­ les, sino que adquiere en estos instantes una gran signifi­ cación política. Los frecuentes contactos entre elementos oficiales franceses e ingleses, la colaboración permanente de ciertos servicios militares de ambos países, se completa con la visita a Francia que, a título privado, pero induda­ blemente con el estímulo y la aprobación de su gobierno ha realizado el ilustre personaje. Winston Churchill, en la política británica, ha sido un francófilo consecuente, invariable. Su francofilia se expli- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 175 ca se explica por su posición imperialista, lo que dejó de ser paradójico desde 1914. Churchill, además, es francófilo por clarividencia. Lo fue ya en el seno del gabinete Asquith, cuando prepara la marina inglesa para la guerra que él creía próxima, y abo­ gó desde el primer momento por la entrada en la guerra al lado de Francia. La evolución política de la mayor parte de los gobernantes ingleses, que trataron de cortar en la paz las alas que la victoria había dado a Francia, no hizo variar la posición de este empedernido francófilo. La corriente germanófila, que arrastró a tantos com­ patriotas suyos en la posguerra, no logró mover a Chur­ chill. La germanofilia británica obedecía, en algunos, al deseo noble de ayudar “a la pobre Alemania” de Weimar; en otros, al temor de una Francia omnipotente en Euro­ pa. Estaba, pues, formada esa germanofilia, tanto por un sentimiento filantrópico y humanitario, como por el viejo egoísmo inglés que se esfuerza en debilitar en cada momento a la potencia continental más fuerte. Churchill permaneció insensible a estas preocupaciones. Cuando las masas inglesas se dejaron llevar por la mística del desar­ me, Winston Churchill exclamaba: “¡Afortunadamente queda en pié el ejército francés!”. Se refería, naturalmente, al ejército francés defensor de las fronteras inglesas, que Baldwin, con igual clarividencia, situó en el Rin. Por delito de francofilia estuvo Churchill alejado del Poder, para pasar a ser uno de los hombres más brillantes del Reino Unido. Sus adversarios oponían a sus imperia­ lismo, que podríamos llamar romántico, el imperialismo de corto alcance de Nevile Chamberlain. Aquél está for­ mado por ese aliento novelesco, heroico, religioso y aven­ turero que ha llevado a los ingleses a plantar su bandera en las cinco partes del mundo; este otro imperialismo, el de 176 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Chamberlain, por el espíritu egoísta y comercial que hizo la fortuna de su ferretería de Birmingham. Así como la formidable fuerza de la Armada inglesa, cuyos marinos es­ tán educados en las más severas disciplinas del honor, tie­ ne su origen lejano en una arraigada empresa de piratería, el gran negocio que es en el mundo el Imperio Británico -la sociedad comercial más importante que haya podido existir- nunca fue creado con heroísmo, abnegación y des­ interés por ingleses dotados de las más nobles virtudes hu­ manas. Chamberlain cuida los intereses del Imperio como un contable correcto y puntual, que no quiere arriesgarse en aventura. Churchill lo defiende como un caballero an­ dante, dispuesto siempre a empuñar la lanza. Chamberlain desciende de burgueses dedicados honorablemente al co­ mercio; Churchill, del duque de Marlborough, el Mambrú de nuestro romance que “se fue a la guerra”. Dotado de un gran talento de polemista, orador apa­ sionado, periodista impetuoso, Churchill se lanzó intré­ pidamente al combate verbal contra Hitler, sus hombres y sus doctrinas, mientras Chamberlain preparaba el mal negocio de Munich. A Churchill se debe en gran parte la vuelta reciente de la política británica a la solidaridad franco-inglesa. Un movimiento de opinión lo empujaba de nuevo al poder. Por un momento Chamberlain pareció dis­ puesto a darle un puesto en su gobierno. Pero, por lo visto, todavía no ha logrado la aceptación de Churchill. El descendiente de Marlborough no pierde el tiempo esperándola. Ha visto realizado su ideal político; ha vivido -como en el año 16, cuando vino a batirse al lado de los fu­ sileros escoceses- unos días de camaradería con el ejército que él llama franco-británico. Churchill, hombre exigente y de una cruda sinceridad, ha declarado, después de su vi­ sita a la línea Maginot, que la defensa de Francia -es decir, Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 177 de las fronteras inglesas- está organizada en condiciones de seguridad impresionantes. Los acontecimientos inter­ nacionales adelantarán, sin duda, en el reloj británico -o franco-británico- la hora de Winston Churchill.

París, agosto de 1939

ESPAÑA, BAJO LA TRIPLE OLA DE LA SANGRE, DEL TERROR Y DE LA ESTUPIDEZ -XVII-

España es, seguramente, hoy el país más cerrado al observador imparcial, el más oculto a la mirada extraña si no acredita su filiación fascista y sus simpatías por el “mo­ vimiento”. Nadie sale de España si no ofrece toda suerte de garantías políticas a la policía falangista. Ninguna carta cruza la frontera sin pasar por una rigurosa censura. Nin­ gún telegrama de prensa llega a los periódicos extranjeros sin haber sido aprobado por los servicios de Franco. La “España Imperial” guarda severamente el misterio de su vida dramática. Sobre la piel de toro se extiende la sombra densa e impenetrable de un pueblo secuestrado. Y, sin embargo, se sabe ya lo que ocurre en España. París capta, con antenas invisibles, los trozos de verdad, los fragmentos de realidad que sirven para reconstruir la tragedia diaria de los españoles en su patria. Un día es un sacerdote falangista, enviado en misión de propaganda a Francia, que trata de explicar a varios católicos franceses los procedimientos humanitarios del régimen franquista: -No es cierto que haya habido ochenta mil fusilamien­ tos en Madrid después de su liberación. Puedo asegurarles que no pasaron de diecisiete mil... 178 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Uno de los católicos franceses palidece, balbucea: -¿Y... le parecen pocos, padre? Otro día es un guardia de la frontera que abandona su puesto, entrega su fusil a la gendarmería francesa y marcha resuelto a un campo de concentración de refugia­ dos españoles. Allí cuenta lo que ha visto. Otra vez es un fugitivo que, contando con misteriosas complicidades, ha podido escapar de un campamento de prisioneros, recorre a pié centenares de kilómetros y logra atravesar los Piri­ neos. Luego, es un funcionario amedrentado que viene a Francia a cumplir un servicio técnico y al que se le escapa inconscientemente la verdad. Más tarde, un personaje con­ servador, un derechista consecuente que logra, tras muchas gestiones y avales, un pasaporte, y cuenta en Francia sus desdichas de capitalista defraudado. Las antenas invisibles de París recogen diariamente estas informaciones disper­ sas, ahogadas muchas veces por el miedo. Con ellas hemos formado un cuadro, un resumen de la situación española. Lo llevamos a las páginas de Noticias Gráficas, con la ga­ rantía de que se basa en datos auténticos, en referencias fidedignas. España vive bajo el triple azote de una ola de terror, una ola de sangre y una ola de estupidez. Nadie se atreve a hablar. La delación irresponsable, la venganza personal, rigen la vida de los españoles. El régimen policíaco fo­ menta y retribuye los malos instintos individuales. Ello crea un ambiente de desconfianza y angustia. Mas, a pesar de todo, no se ha logrado destruir la misteriosa solidaridad popular que, en pueblos y ciudades, crea una densa capa de hostilidad contra el franquismo. No existen, al parecer, organizaciones clandestinas de resistencia, pero espontá­ neamente, en silencio, sin acuerdo previo, toma cuerpo esa resistencia. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 179

La guerra ha hecho un millón doscientos mil muer­ tos. Hay más de seiscientas mil personas en prisiones y campos de concentración. Cerca de medio millón en la emigración. No existe, pues, familia española sin luto, sin ausente, sin la dramática espera de una noticia irre­ parable. En Madrid, el ambiente es de verdadera asfixia para Franco. Madrid es ahora más republicano que nunca. Como militarmente no fue vencido, desdeña a los que se presentan como victoriosos. El republicanismo madrileño tiene forma de soberbia patriótica. Los falangistas invasores han confiscado las casas de los republicanos. El coronel Ungría, por ejemplo, jefe de Orden Público y encargado de velar por el respeto a la propiedad privada, se ha instalado en el domicilio de don Luis Jiménez de Asúa. Ha habido muchos fusilamientos legales, es decir, por ejecución de sentencias dictadas por tribunales de excepción. Pero han sido muchos más los asesinatos realizados por patrullas falangistas que perpe­ tran los fusilamientos sin formación de causa. Hacen le­ vantar de la cama a un republicano, se lo llevan a las afue­ ras de la ciudad y lo fusilan. Los servicios policíacos han dado orden de que no se abran las casas a quienes no sean agentes de la autoridad, pero, aunque en menor número, continúa la criminal actividad de las patrullas de pistoleros falangistas. Eso, en Madrid y en algunas capitales. En los pueblos, nadie se molesta en instruir procesos. En algunos lugares donde antes de la guerra había cuatro guardias, hay ahora un centenar de ellos, y nadie se considera seguro. En Cataluña, donde cierta gente acomo­ dada recibió con alegría el triunfo de Franco, se ha hecho total y unánime la hostilidad. La persecución del idioma, la crisis de trabajo, el traslado de algunas fábricas a otras regiones españolas -empresas de alemanes-, el temor de 180 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA que la feroz represión actual engendre una reacción revo­ lucionaria, ha. enfriado el escaso entusiasmo franquista que sintieron muy pocos conservadores catalanes. En el campo catalán, donde la represión es muy dura, existe verdadera desolación. Los industriales catalanes se sienten defrauda­ dos; no reciben primeras materias, no disponen de capital, han de seguir pagando jornales... Los capitalistas catalanes más reaccionarios, desearían ahora la vuelta a una repúbli­ ca y a una autonomía como las que existían en 1936. Los robos y atracos a mano armada están al orden del día. En la zona del Centro y de Levante, destrozadas por los bombardeos aéreos, nadie sabe como ni cuando va a comenzar la reconstrucción, para la cual falta capital, plan, mano de obra técnica... Las calles están llenas de escom­ bros. Las carreteras, destrozadas. Nadie tiene un céntimo. No marchan los negocios. La vida es cara y escasean los alimentos. Se carece por completo de algunos de los más necesarios. No se ha reorganizado el servicio de trans­ portes. Abundan los actos misteriosos de sabotaje y los atentados políticos. Falangistas nuevos -algunos procedentes de otras organizaciones extremistas- y políticos monárquicos vie­ jos dirigen la política de cada provincia, con espíritu de venganza y aniquilamiento. Después de las detenciones en masa de los primeros días, hubo un descanso. Luego ha comenzado de nuevo, con más vigor, la persecución. Los dirigentes políticos de las provincias anuncia que es ahora cuando va a empezar la verdadera “depuración”. La situación financiera es angustiosa. Para atender a los gastos de la concentración falangista en Medina, se ha establecido una sobretasa postal... Sobre este triste panorama, del que traslado a las cuartillas una instantánea incompleta, se extiende la ola de Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 181 estupidez de la literatura falangista -insurrección contra la inteligencia58- que trata de hacer de la pobre España un “Imperio vertical y azul”59.

París, agosto de 1940

HORRORIZA EL CRIMEN Y ESPANTA LA INSENSIBILIDAD DEL MUNDO -XVIII-

Horroriza el crimen, pero espanta también la insen­ sibilidad del mundo. No están muy lejos los tiempos que un crimen político, la ejecución de Francisco Ferrer o la muerte de Matteotti, conmovía la conciencia universal, echaba un baldón de ignominia sobre sus siniestros ejecu­ tores. Hoy, por la universalización del crimen se llega a la universalización de la insensibilidad. Acaso mueren cada día muchos seres inocentes, mujeres, ancianos y niños, bajo las bombas de la barbarie, para prestar atención a la muerte de unos hombres, también inocentes, víctimas de la más feroz e inhumana venganza política. Y, sin embargo, mientras ninguna condenación moral habría de detener el crimen colectivo de la guerra, quizás una severa actitud del mundo civilizado podría todavía evitar el crimen político. Se ha consumado ya la ejecución de Luis Companys, el hombre bueno y generoso que con peligro de su vida, salvó la de muchos adversarios políticos contra los cuales estallaba la justa cólera de un pueblo traicionado. Y ya están en capilla -acaso hayan sido ejecutados en este mo-

58. ídem. 59. ídem. 182 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA mento- otros cinco hombres: Rivas Cherif, Zugazagoitia, Cruz Salido, Montilla y Miguel Salvador. No puedo es­ cribir sus nombres sin emoción. Hace apenas cinco meses vivía yo con ellos, eran mis compañeros de destierro en Francia. Zugazagoitia y Cruz Salido fueron en otro tiempo mis compañeros de trabajo en la redacción del diario re­ publicano que yo dirigía en Madrid y cuyas columnas les ofrecí cuando en 1934 fue suspendido el diario socialista que ellos redactaban. Zuga, vasco, y Cruz Salido, andaluz, eran idénticos en la rigidez del carácter, en la integridad de la conducta, en la nobleza de sentimientos. Vi a los dos días antes de salir de París. Ambos habrían podido marchar de Francia, pero prefirieron permanecer allí al cuidado de sus correligionarios refugiados. -Ya saldremos en el último barco -decían confiados. Salieron para España en la primera cuerda de prisio­ neros hecha por los agentes falangistas en la Francia ocu­ pada por tropas nazis. Cipriano Rivas Cherif era también compañero mío de letras. Juntos habíamos trabajado en algunos diarios y revistas. Su pluma es una de las más agudas y finas de España. Es un escritor de raza. Su emoción política, su fervor liberal se mantuvieron al margen de los partidos políticos. Con Azaña había dirigido La Pluma, revista inolvidable en las letras españolas. Después se consagró a las tareas teatrales, dignificando la escena española. Creó la TEA, Teatro Escuela de Arte, que alumbró nuevas rutas dramáticas. Carlos Montilla y Miguel Salvador eran amigos per­ sonales de don Manuel Azaña. Uno y otro pudieron per­ manecer en los países donde habían obtenido la represen­ tación diplomática de la República en los últimos meses del régimen. Volvieron, sin embargo, a Francia, al lado de Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 183

Azaña, enfermo y desterrado. En su casa de Pyla Sur Mer, los detuvieron falangistas españoles, lo mismo que a Rivas Cherif, cuando fueron a buscar al ex presidente de la Re­ pública. No estaba ya Azaña, que había podido salir en una ambulancia cuatro horas antes, pero los falangistas apresa­ ron a Rivas Cherif, su cuñado, a Montilla y a Salvador, sus amigos. También detuvieron a las mujeres y a los niños, familiares de don Manuel, que se hallaban en la casa. Y se llevaron los papeles y el dinero que encontraron. ¿Cómo han podido ser condenados estos hombres a muerte? ¿Bajo que acusación? ¿Con arreglo a que ley? Ningún delito se les ha podido atribuir. Zugazagoitia fue ministro de la Gobernación, pero en su historia de la guerra española, publicada en Buenos Aires, se revela cual fue el sentido humano de su actuación ministerial. Cruz Salido no ejerció ningún cargo público. Fue únicamente secretario de Indalecio Prieto. Rivas Cherif, Montilla y Salvador eran personas de la intimidad de Azaña. Eso es todo lo que habían podido averiguar los jueces franquistas. Por eso se les condenó a muerte. Parece inverosímil, pero es cierto. ¿Se podrá todavía salvar sus vidas? Habría que inten­ tarlo. Hay todavía en el mundo hombres de una autoridad única para levantar la voz en forma que se oiga en Madrid. Hay escritores, periodistas, intelectuales cuya demanda no sería desatendida en España. Hay hombres buenos, varo­ nes insignes, que pueden decir, cuando todavía es tiempo: “¡Basta de sangre!”. Hay en el mundo un sentimiento de justicia y de hu­ manidad. Y hay una necesidad vital de vencer la insensibi­ lidad ante tantos horrores. Aún podría, quizás, salvarse esas vidas si quienes se disponen a inmolarlas tuvieran la sensación de que el 184 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA mundo los condenaría inexorablemente. Y hay, sin duda, muchos hombres eminentes resueltos a condenarlos con severidad desde el fondo de sus conciencias. Esos hombres deben hablar, por espíritu de justicia, por piedad, por deber humano. En la barbarie del mundo actual, sus voces adqui­ rirían una autoridad mágica. Y en el futuro resplandecerían sus palabras como las únicas luces de nuestra época60.

RECUERDO DE LUIS SIRVAL61 -XIX-

Luis de Sirval era valenciano. Comenzó su vida pe­ riodística en La Voz Valenciana cuando yo trabajaba en El Pueblo. Era entonces Sirval muy joven, casi un niño. Escribía una prosa limpia, aguda, juvenil. Poco después marchó a Madrid e ingresó en la redacción de La Libertad. Sirval llevaba en la sangre el veneno periodístico, como si un mago le hubiera dado una inyección de tinta misterioso. Sirval era un periodista apasionado, totalmente volcado en su oficio. Nada en la vida complicada de los periódicos le era indiferente o desconocido. Escribía en La Libertad unas glosas diarias muy ágiles y lúcidas. Hacia reportajes,

60. Carlos Esplá, íntimo amigo de todos los condenados citados, organizó desde Buenos Aires un grupo de presión internacional del que formaban parte, entre otros, Blasco Garzón, Augusto Barcia, Alejandro Casona, Ángel Os- sorio y Gallardo y un buen número de intelectuales y políticos argentinos. Sus gestiones cerca del gobierno argentino, sus campañas de propaganda y las llamadas a la intermediación de diversos países lograron, al menos, la conmutación de la pena de muerte por la de cadena perpetua para Salvador, Rivas y Montilla, no así para Zugazagoitia y Cruz Salido que fueron fusila­ dos con la naturalidad habitual en el régimen. 61. Este artículo, como los dos siguientes fueron publicados en El Correo de Asturias, de Buenos Aires. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 185 trabajos de “mesa” en la redacción, crónicas y artículos muy migosos y fuertes de estilo. Fue uno de los compa­ ñeros que más trabajaron por la dignificación profesional. Era inquieto, activo, emprendedor. Durante la Dictadura puso en marcha una empresa que llevó aires de renovación a los periódicos provincianos, para los que organizó un servicio de colaboraciones de primera calidad62: Unamu­ no, Andrenio, Marcelino Domingo, Albornoz, Luis Bello... Sirval no llevó a cabo la empresa con espíritu comercial. Fue una organización cooperativa que permitió retribuir a los colaboradores de forma hasta entonces desconocida en la prensa española. Los colaboradores de Sirval realizaron en aquella época, de formación de una conciencia liberal en España, una inmensa labor desde las tribunas populares de los periódicos de provincia63. Yo hice por encargo de Sirval un reportaje político, desde Berlín, sobre la Alemania republicana, cuando las elecciones alemanas del 28, al tomar extensión política la ofensiva frenética de Hitler contra la República de Wei­ mar. Sirval había previsto el drama alemán y quería que estuviesen informados los lectores españoles. Pude enton­ ces apreciar la prodigiosa organización que Sirval había sabido montar sobre el periodismo provinciano español que era, por esencia, incoherente y desorganizado. Proclamada la República, Sirval la sirvió lealmente con su pluma. Como periodista y nada más -y nada me­ nos- que como periodista. Sus crónicas parlamentarias de las Constituyentes son un documento vivo, palpitante,

62. Se refiere a la Agencia Sirval, una de las principales suministradoras de colaboradores a los principales periódicos de provincias. 63. En Alicante al menos El Luchador y Diario de Alicante recibían las colabo­ raciones de la Agencia Sirval. 186 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

evocador. Durante el bienio negro, Sirval mantuvo inflexi­ blemente la línea recta del republicanismo. Cuando March impuso su lerrouxismo de pirata en La Libertad, Sirval abandonó la redacción. A fines de septiembre del 34, Luis Bello y yo prepa­ rábamos la publicación de Política. Buscábamos nuestros futuros colaboradores. Pensamos en Sirval. Este aceptó, gozoso de trabajar en un periódico que habría de publi­ carse sin trabas de intereses, consagrado plenamente al servicio de la República. Pocos días después, estalló el movimiento de Asturias. Sirval se despidió de nosotros. Su pasión periodística lo empujaba hacia el drama. Quería ver y contar lo que viese. -No le dejarán decir nada -le objetamos64. -No importa... Algún día lo podré publicar. La repre­ sión debe ser algo terrible. Quiero sorprenderla ahora, en su horror. Luego, ya encontraremos medio de decir lo que ha ocurrido. Fue la última vez que vi a Sirval. Noches más tarde, el jefe del gobierno, Alejandro Lerroux, al salir de una re­ unión ministerial anunciaba que en Oviedo había ocurrido algo lamentable: un periodista, no sabía exactamente si es­ pañol o extranjero, había intentado agredir a la fuerza ar­ mada que se había visto obligado a matarlo. Se trataba, sin duda, de un aventurero que debía encontrarse en Asturias con fines inconfesables. Quizás fuese un espía soviético. Los periodistas preguntaron, con angustia: -¿Cómo se llama? -No se... Algo así como Serol o Piral... Un nombre parecido. Acaso no sea el suyo verdadero.

64. En esos momentos existía la previa censura. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 187

Don Alejandro Lerroux era, además de jefe del go­ bierno, Presidente de la Asociación de la Prensa, adonde lo había elevado el turbio servilismo de algunos currinches. Don Alejandro Lerroux daba tranquilamente la noticia de la muerte de un periodista. Cuando oí la referencia por radio, llamé enseguida a Luis Bello. -Temo que el periodista muerto en Oviedo sea Sir­ val... -Si; yo también estoy inquieto. Me aterra que acer­ temos. El muerto era Sirval. El Presidente de la Asociación de la Prensa sabía, por lo menos que “Luis de Sirval” era el seudónimo periodístico de nuestro compañero que, en rea­ lidad, se llama Luis Viñon... “Un nombre parecido. Acaso no sea el suyo verdadero”. Luis fue asesinado porque sabía la verdad. Sus notas periodísticas era una terrible acusación. Los dramas espan­ tosos de la represión iban a encontrar en él un historiador implacable y justiciero. Fue su amor a la verdad lo que le condujo al martirio y a la muerte. Sirval había hecho de su culto a la verdad el fin de su vida y de su obra. Serviría hasta el sacrificio, has­ ta escribirla con su propia sangre, hasta lanzarla al mundo por los boquetes que en el cuerpo exánime abren las balas de una pistola de reglamento. Asesinaron a Sirval, pero la verdad de Sirval, su obra periodística, resplandeció sobre su cadáver ultrajado. Cuando publicamos Política, Luis Bello y yo, mirá­ bamos con angustia el puesto de Sirval. Allí debía estar nuestro amigo y compañero entrañable. Sólo nos había dejado impalpable y eterna, su Verdad.

Buenos Aires, octubre de 1940 188 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

UNA AMIGA DE ESPAÑA: GENOVEVA TABOUIS -XX-

La suscripción abierta por Genoveva Tabouis en las columnas de L’Oeuvre a favor de los niños españoles, alcanza ya la cifra de medio millón de francos. He ahí una noticia -comunicada ayer por las agencias telegráfi­ cas- que merece el homenaje de un comentario. El nombre de Genoveva Tabouis no es desconocido de los lectores españoles. Con frecuencia aparecía en las columnas de nuestros periódicos. Las informaciones de París la citan, casi diariamente; reproducen los juicios y opiniones de la redactora diplomática de L’Oeuvre sobre la situación inter­ nacional. Don Ángel Ossorio dedicó no hace mucho tiem­ po a esta mujer meritísima, que con tanto brío defiende la causa española, un magnífico artículo. Genoveva Tabouis y L’Oeuvre son, pues, un nombre y un título con los que se ha familiarizado nuestro público; suenan en los oídos españoles con eco de simpatía; se estampan en nuestros periódicos por derecho de amistad. No se trata de una amistad reciente e improvisada. L’Oeuvre ha defendido a la República española, aún antes de ser proclamada. La Fouchardiere publicó en sus pági­ nas las sátiras más agudas contra Alfonso XIII y Primo de Rivera. Henri Barde, uno de los periodistas franceses más valiosos, fustigó en sus columnas a la Dictadura. L’Oeuvre defendió a los emigrados republicanos españoles perseguidos por los agentes de Chiappe65 al servicio de Quiñones de León66. Desde el 14 de abril de 1931 L’Oeuvre ha estado al lado de la República. Su redac­

65. Prefecto General de la Gendarmería de París. 66. Embajador de Primo de Rivera en París. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 189 ción -una de las pocas Redacciones de París que no están convertidas en oficinas sino que conserva un ambiente cordial, bohemio y romántico- ha estado siembre abierta para los periodistas republicanos españoles. Marcelino Domingo publicaba en L’Oeuvre sus artículos en defen­ sa de la República española. Tal es el diario que ha dado acogida y ha asegurado el éxito a la iniciativa de Genoveva Tabouis a favor de los niños españoles. No se trata de un periódico extremista ni populachero. Es un periódico fino, espiritual, independiente, muy parisino. Gustave Tery, su fundador con Robert de Jouvenel, acertó en una fórmula de periodismo muy inteligente y vivo, por su formato, por su ajuste, por sus ilustraciones, por su espíritu, por su información crítica. A veces, una simple “manchette” de L’Oeuvre contiene más fuerza polémica que un artículo de dos columnas. Genoveva Tabouis tiene a su cargo en L’Oeuvre la sección de política extranjera. Cada día estudia en un sustancioso artículo el hecho más saliente de la vida in­ ternacional, publica informaciones que son verdaderas revelaciones, descubre las maniobras diplomáticas de los Gobiernos fascistas, alienta la resistencia de las democra­ cias. ¡Singular mujer! Menuda, fina, grácil, despliega una actividad inverosímil, posee un temple extraordinario. Es sobrina de Jules Cambón67, al que dedicó un libro muy notable; la distinguió con su amistad Briand; ha sido una de las más consecuentes y entusiastas defensoras de la So­ ciedad de Naciones; escribe libros, da conferencias, viaja.

67. Diplomático francés que intervino en las negociaciones que pusieron fin a la guerra hispano-estadounidense y en el Tratado de Versalles. Además, en los años que fue Gobernador general de Argelia, concedió la autonomía administrativa a la región. 190 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

A favor de la España republicana ha hablado en París, en Londres, en Bruselas. En la Prensa y en la tribuna ha bata­ llado para ilustrar a la opinion europea sobre el verdadero significado de nuestra lucha. Algo más quiso hacer para servir la causa de la Repú­ blica. Con ternura femenina pensó en los niños de España que sufrían los riesgos y las privaciones de una guerra cruel. Con palabras sencillas y emocionadas dirigió un lla­ mamiento a los lectores de su diario. “Con treinta francos podéis asegurar la alimentación de un niño español durante un mes. Privaos de una diversión, de cualquier cosa supèr­ flua. Enviadme los treinta francos” -escribió Genoveva Tabouis. Y el maestro, el obrero calificado, el comerciante, el funcionario, el universitario, toda esa muchedumbre de gente liberal, de espíritu independiente, que forma la masa de lectores de L’Oeuvre acudió, con su aportación modesta hasta reunir medio millón de francos que Genoveva Ta­ bouis puede ofrecer hoy a los niños españoles para atenuar sus privaciones. Una mujer, con su pluma de escritora repu­ blicana, que tantos buenos servicios políticos ha prestado a nuestra causa, ha escrito también ese bello poema maternal. Centenares de bocas infantiles aprenderán a pronunciar con amor y gratitud el nombre de Genoveva Tabouis, madrina de los niños que Franco dejó sin pan.

Buenos Aires, noviembre de 1940

AZAÑA, INÉDITO -XXI-

En mayo de 1939, don Manuel Azaña vive en un pue- blecito de las estribaciones de los Alpes: Collonges-sous- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 191

Saléve. Este pueblecito no es desagradable -escribe a un amigo68-. Pero, no obstante las ventajas de la vida aldeana, esto es demasiado destierro. Muy lejos de París, esa ciu­ dad, como dice el romance. Un clima durísimo. Además fronterizo y zona de guerra. La vecindad de Ginebra no es bastante atractiva... Allí recibe de emigrados desvalijados -son sus pro­ pias palabras, casi todos desconocidos para mí, cartas con­ movedoras, respirando entusiasmo en plena adversidad, con protestas de lealtad y de adhesión. Los más humildes son los mejores. Allí vuela su pensamiento hacia España donde sin haberse retirado aún la ola de sangre, ya se abate sobre nuestro pueblo la ola de estupidez en que se traduce el pensamiento de sus salvadores69. Ante el dramático de­ sastre (para encubrirlo, unos pedantes esquizofrénicos se encaraman sobre las ruinan y vomitan palabras sin sentido. Quieren hacer un Imperio vertical y azul70), don Manuel sentencia: Todo lo ocurrido en España es una insurrección contra la inteligencia. En su destierro aldeano, dueño al cabo de mis actos y único administrador de mis ideas71- escribe también el desterrado- Azaña contempla las páginas recientes de la Historia que él ha vivido y ha hecho vivir. Las ve como reflejadas en un espejo limpio, que le devuelve su propia imagen, sin alterar sus rasgos, sin falsear su expresión. La experiencia del espejo es evocadora y terrible para Azaña, todo equilibrio y claridad mental. El espejo no le engaña. Ve su auténtica fisonomía, la piel y también la médula, la

68. Al propio Carlos Esplá. 69. Referencia a otra carta de Azaña recibida por Esplá. 70. ídem. 71. ídem. 192 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

imagen fidelísima que él ha conocido. Es algo más que lo real: es la verdad. Pero él es casi el único que puede ver la verdad en aquel espejo, que, ante otras miradas, se curva para desfigurar la imagen. Para quienes ven las figuras en el espejo grotesco de una pobre vida política, como lo que la española, la realidad ya no es la verdad. En la galería de cristales curvos, la opinión ajena extiende el azogue de los espejismos. En ese caso, el cristal devuelve la imagen con proporciones monstruosas. Mas Azaña sabe cuál es la proporción exacta de la suya. Frente a las páginas de la historia vivida por él hay, pues, dos Azañas: el que él ve en sus actos, en su conducta, en su pensamiento; y el que forman los curvos espejos de la galería pública. No es sólo el fenómeno dramático de saberse uno distinto a como otros creen verlo, sino el de saber que lo que los otros ven es distinto a la verdad. No se trata únicamente de que los partidarios agranden su figura y los enemigos la achiquen. Eso sería lo normal, y pocos políticos escapan a esa metamorfosis, a esa prueba de elasticidad. En el caso de Azaña, ocurre que algunos devotos agigantan en él virtudes que no lo son, que él no reconoce como tales, que constituyen, en muchos casos, agravio para él. Y, por el contrario, los enemigos agigantan defectos, vicios y maldades que él no posee. No es todo un proceso de deformación producida por la pasión política, partidaria o adversa. Es, más bien, un reflejo de estupor, de asombro ante la resistencia azañista a lo mágico, a lo místico, a lo fabuloso. Azaña, en la política representa lo natural. El choque de Azaña con la opinión pública corres­ ponde el sentido irreal de la política española. Por eso la mejor obra a realizar en nuestros días acaso sea la de restaurar la figura de Azaña en sus verdaderas dimensiones, en su imagen real, en sus líneas exactas. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 193

Azaña es todavía un ignorado. Un gran amigo suyo, uno de los que mejor lo conocieron, Amos Salvador, me es­ cribía recientemente: “Cada día me convenzo más de que murió inédito y casi desconocido, de que se malogró y de que, aunque se salve la totalidad de lo que dejó escrito y llegue a conocerse todo lo que pensó e hizo, no se llegara a suponer lo que verdaderamente era y menos lo que pudo haber sido si las circunstancias que lo rodearon hubieran sido más clementes y benignas”72. El drama de Azaña fue, en efecto la angustia tre­ menda del hombre que se sabe desconocido, ignorado, desfigurado por cuanto le rodea. Caen las ruinas en tomo del hombre que quiso construir; descubren su propio ser lo enmascarado. Todo le impulsa a libertarse. Y todo le fuerza a su prisión. En el centro del drama, se afirma su sensibilidad. Y ha de ser, allí mismo, como una roca. Así en nuestra guerra. Cuando Azaña, en su destierro de Collonges, recuer­ da las páginas de la Historia, que él ha vivido o ha hecho vivir, escribe para él mismo, para él solo, estas palabras: “Las rectificaciones de errores de hecho o de juicio, tie­ nen interés para la historia, solamente. Y no corre prisa hacerlas. Dejemos que los cántaros se estrellen contra los cántaros”73. Cántaros de cristal, llenos de azogue, extendidos, como espejos grotescos, en la galería de la opinión ajena. Ya es hora de ayudar a que se estrellen. Ya reclama la His­ toria conocer a Azaña tal como fue. Tal como es. Porque del hombre queda la verdad. Y solamente la verdad es.

72. Epistolario Amos Salvador-Carlos Esplá. Archivo Carlos Esplá. Salamanca. 73. Epistolario Azafla-Esplá. Archivo Carlos Esplá. Salamanca. 194 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

No tienen estas pobres líneas tan alta ambición. Esa verdad no cabe en tan pocas cuartillas. Acaso sólo aspiren a señalar a todos, nuestro deber de ayudar a que los cánta­ ros se estrellen contra los cántaros. México, noviembre de 1940. P.D.: “En tiempos venideros, variados los nombres de las cosas, esquilmados muchos conceptos, los españoles comprenderán mal por qué sus antepasados se han batido entre sí más de dos años; pero el drama subsistirá, si el carácter español conserva entonces su trágica capacidad de violencia apasionada. Percibirlo así, una vez más, en la plenitud de la furia fratricida, ha llevado al ánimo de algunas personas a tocar desesperadamente en el fondo de la nada”.

Manuel Azaña

EL SENTIDO HUMANO DE LUIS COMPANYS -XXII-

A fines de agosto de 1936 fui a Barcelona, por encar­ go de don José Giral, para tratar algunos problemas que la guerra planteaba entre el gobierno de la República y la Generalidad de Cataluña. Viví unos días con Companys, en su residencia. Una noche, me propuso ir a un acto obrero que se celebraba en el Olimpia. -Iremos solos, sin escolta- me dijo. Yo no la necesito porque estoy seguro de que nadie, ni aún los más extremis­ tas y violentos, se atreverán a tocarme. Saben que me he batido con ellos en la calle, que soy un hombre del pueblo, y por eso me respetan... Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 195

Recuerdo la impresionante entrada de Companys en aquel vasto teatro, entre aquella indescriptible masa huma­ na, vibrante y enardecida, de obreros venidos de todos los suburbios, salidos de las barricadas recientes, que llevaban todavía al brazo los fusiles de la batalla callejera contra la traición militar. Cuando se dieron cuenta de la presencia de Companys hubo un estallido frenético: -¡El Presidente! ¡El Presidente! ¡Lluis! ¡Lluis! Le hicieron hablar, y fueron sus palabras serenas y graves, para despertar en aquella multitud exaltada el sen­ tido de la responsabilidad y del deber. -Hoy, en Cataluña- me decía momentos después- no hay más fuerza que la de ese pueblo armado... y la mía, la de mi autoridad personal. Quiero conservarla para salvar a Cataluña de la demagogia. Todo se ha hundido, pero quedo yo. Y, con audacia y prudencia, Companys continuó su obra difícil que consistía en rehacer los resortes del poder republicano destrozados en la calle por la sublevación militar. Su vida, que fue siempre un puro riesgo, se consu­ mía entera en esta enorme tarea de reconstruir el armazón republicano con los elementos movedizos y flotantes que podía encontrar en un pueblo desatado. -Tengo que hacer de todo -me decía con gesto de fatiga- hasta de Cruz Roja... Companys, en efecto, había salvado, con riesgo de la suya, la vida de muchos adversarios políticos contra los cuales se proyectaba justamente la cólera del pueblo traicionado, gentes que no han hecho ahora ni un simple ademán para proteger a su salvador. Este era el hombre asesinado en Barcelona. Sobre sus grandes cualidades de político, sobre el temple heroi­ co de su espíritu de luchador, sobre todos sus méritos de 196 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA gobernante y todos sus fervores de demócrata, yo quiero destacar, en mi responso civil, aquel nobilísimo sentido humano que impulsó su función rectora. Es la ausencia de ese sentido humano en sus verdugos lo que hace más ho­ rrible el crimen que con él han cometido. Y es el recuerdo emocionante de este Companys compasivo y bueno el que hace más excelso su martirio, más sublime la causa por la cual ha muerto, más querida la tierra que lo cubre, más segura e inmediata la resurrección de su ideal.

México, diciembre de 1940

MENSAJE SIN RESPUESTA A GEORGES DUHAMEL74 -XXIII-

¿Recuerda usted, maestro, la rue Vauquelin? Era entonces -y supongo que no habrá variado- una calle silenciosa, provinciana, retirada -a la otra vertiente de la sagrada colina de Santa Genoveva- del tumulto estudiantil del Barrio Latino; calle de profesores, de viejos “clercs” que no querían apartarse mucho de los lugares de su ju­ ventud universitaria. Las casas tenían jardines interiores, con quietud de claustro. En esos jardines había árboles altos y tristes y algunas plantas trepadoras por las pare­ des. Eran jardines descuidados, de la época romántica.

74. Los artículos que a continuación siguen fueron publicados en el periódico España, órgano de la Junta Española de Liberación. Abarcan el periodo comprendido entre 1943 y 1945, cuando la JEL desaparece y se instaura el Gobierno republicano en el exilio presidido por Giral. Georges Duhamel, escritor francés que buscaba en sus novelas las claves sen­ sibles del ser humano, obtuvo el premio Goncourt por su obra Civilización. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 197

El profesor Langevin pasaba todos los días por la calle a horas fijas, camino del Instituto de Física. En la esquina de la rue Claude Bernard había una tiendecita de bombones de chocolate, con una muestra antigua en la que se leía el nombre del propietario: Salavin. Cuando yo leía ese nombre, pensaba, maestro, en el extraño personaje crea­ do por usted y cuyas angustiosas aventuras de aspirante a santo acababa yo de leer. “¿Habrá pasado Duhamel por aquí y habrá bautizado a su Salavin con el nombre de esa muestra de la tiendecita?” Yo sabía que era usted médico y que había trabajado en unos laboratorios de aquella ve­ cindad. Además, algunas de sus páginas -aquella noche de viento en la plaza del Panteón, por ejemplo- revelaban que aquel era su barrio. Toda su prosa estaba, en efecto, impregnada del Barrio Latino, de la “orilla izquierda”. ¡Y, sobre todo, aquel Salavin de la muestra! Pero yo ignoraba entonces que éramos vecinos. No sabía quién. No sabía quién vivía en aquella casa de enfrente, en la cual veía yo, desde la mía, un cuarto de trabajo con estanterías llenas de libros, refugio íntimo de un hombre de papel impreso y de cuartillas. A veces en aquel cuarto de mi vecino invisible había luz hasta tarde, en la noche silenciosa. “Debe vivir ahí enfrente algún profesor, algún erudito, un intelectual”, pensaba yo. Cuando llegaba el buen tiempo se abrían los balcones de aquel cuarto de trabajo y la calle misma parecía penetrada de su silencio, que algunas tardes se rompía dulcemente cuando alguien -desde aquella misma casa- dialogaba al piano con un Beethoven maravilloso. “¿Quién será mi vecino?, seguía preguntándome. Al cabo de algún tiempo supe que mi vecino era usted: Georges Duhamel. Desde entonces leí con mayor devoción sus libros, como si desde mi cuarto hubiese volado yo mismo a su creación. Y comprendí el secreto de la muestra de la 198 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA tiendecita: Salavin. Su Confession de Minuit adquiría ante mis ojos de lector devoto un nuevo valor. Y me parecía más transparente la agonía de Tel qu ’en lui-même. Yo ro­ deé de una silenciosa adoración su cuarto de trabajo visto desde el mío. Cuando usted, maestro, publicó sus Scenes de la vie fùture exclamaba yo muy cerca de usted, separado sólo por la calle silenciosa y provinciana: “¡Se ha salvado el espíritu!” Luego vino la Chronique des Pasquier, nove­ la de una familia francesa con raíces en la tierra y cuyas ramas volaban ya en la ciudad... Después, yo abandoné la rue Vauquelin, y seguí leyéndole a distancia. Han pasado muchos años, casi veinte. Aquí en el des­ tierro, ¡qué lejos la rue Vauquelin! ¡Y qué cerca cuando se releen sus libros! ¡En prosa clásica, ese francés serenado de poesía, ese ritmo misterioso de la palabra y de la idea, ese sutil hilo de oro de emoción y de ironía! Un libro de usted en las manos bastaba, maestro, para que hiciéramos aquí, con esta lejanía, nuestra liberación de Francia. “En alguna calle solitaria y provinciana de París -pensaba yo- habrá un cuarto de trabajo como el de Duhamel. Y en él, un joven tendrá encendida la lámpara de las vela­ das creadoras. Y de ese cuarto saldrá un libro como estos de Duhamel. Francia renacerá. La obra esperada sería la obra de un solitario. El hombre solo rodeado de su drama y de sus libros. Acompañado únicamente de los duendes invisibles que visitaban su cuarto de trabajo de la rue Vau­ quelin y que asistían en silencio al mágico diálogo musical con Beethoven. El hombre solo rodeado de las sombras augustas del Barrio Latino... En estas lejanías, maestro, sus libros fueron mi arma de “resistencia” espiritual. ¡Qué se salven Cécile Pasquier, y Laurent, y Salavin! Y pensa­ ba en el futuro Duhamel que escribiera la nueva Vie des Martyrs de este martirio de nuestros días. ¡Sin el Duhamel Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 199 desconocido de 1944 no saldremos de estas tinieblas! El joven solitario de la lámpara encendida sobre las cuartillas palpitantes de futuro, en la sombría noche de la ocupación, tenía el secreto de nuestra salvación... Pero leo ahora que una Unión Nacional de Intelec­ tuales Franceses, presidida por usted, maestro, organiza no sé qué Consejos Generales de la Inteligencia Francesa. Pocos minutos después, al coger un libro suyo -Le combat contre les ombros, precisamente- casi se me ha caído de las manos. ¿Presentimiento? ¿Danzan otros duendes invi­ sibles en mi lejano cuarto actual de desterrado y me han gastado esa broma? ¿Qué combate contra las sombras va usted a emprender, maestro? ¿Qué serán esos Consejos Generales de la Inteligencia Francesa? ¿Qué Parlamento de Sabios va a alborotar el silencio de ese entrevisto cuarto de trabajo del creador solitario, del “clerc” puro? Los Con­ sejos Generales son discursos y mociones, conclusiones y consignas. Son también esa cosa horrenda que se llama propaganda. ¿Qué “vieja barba” académica pronunciará las palabras rituales: “Nous sommes ici par la volonté du peuple...”? Los discursos del Congreso, las mociones, las conclusiones, las consignas ahuyentan el espíritu. La inteligencia de asamblea, de congreso de turistas, de con­ vención de sabios se convierten en pura retórica. Envasar la inteligencia en frascos con etiqueta congresil, redactar mociones, hacer de un pensamiento una consigna, aplaudi­ da por los asambleístas...¡Horrible! Eso también supieron hacerlo los fascistas... ¡Volvamos a la provinciana Vauquelin, con sus jardi­ nes conventuales en el interior de las casas, y los balcones abiertos a la primavera! Allí espera el cuarto rodeado de estanterías de libros; el piano aguarda el conjuro de Bee­ thoven. Las cuartillas blancas están sobre la mesa. ¡Qué 200 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA lejos estamos de los Consejos Generales! “II demande la parole, monsieur le président...” On passe á l’ordre du jour... Permetez-moi, cher confrere...” El tumulto de la asamblea se ha extinguido en la quietud de la estancia. La calle está solitaria. Un joven Duhamel -que ya no es Duhamel- empieza a escribir su nueva Chronique des Pasquiers, que arranca no del viejo tronco rural del doc­ tor Raymond, si no acaso del Laurent, del biólogo, o de la adorable Cécile, la pianista. Los duendecillos del espíritu hacen su silencio propicio a la creación. Ese silencio -diría Cecilia- que purifica el mundo y que inicia los maravil­ losos preludios75.

México, enero de 1944

VALIJA INDISCRETA76 -XXIV-

Don Melchor de Almagro San Martín es, como se sabe, un antiguo diplomático monárquico expulsado por dos veces de la carrera en el tiempo de la monarquía. Un hermano suyo -republicano, ex gobernador civil de la Re­ pública- fue fusilado por los facciosos en Granada. Don Melchor dedicó a su hermano este singular responso: atri­ buyó el asesinato a los “rojos”, y se quedó tan tranquilo. Don Melchor estuvo desde el primer momento al lado de los traidores, aunque procuró viajar por el extranjero mientras duró la guerra. Actualmente vive en Madrid y

75. Desde 1944 Carlos Esplá comienza a firmar sus artículos con el seudónimo de El Valijero. 76. Este es el título genérico que llevaban todos los artículos que Esplá escribió, entre 1944 y1945, en España, periódico de la Junta Española de Liberación. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 201 es uno de los escritores aptos para la exportación con que cuenta el “Imperio vertical y azul”. En el suplemento li­ terario de La Nación, de Buenos Aires, acabamos de leer uno de sus últimos artículos: “Limpieza, corrección y decoro del lenguaje”. Laméntase en él don Melchor del estrago que hace “esa mala costumbre de hablar plebeya y vulgarmente, en personas que por su educación y categoría social debieran testimoniar otro tono y altura”. El mal, al parecer, viene de antiguo: de los tiempos de Carlos IV, el del “Caballito”, sin ir más lejos. En siglos anteriores era cosa distinta. Como dice muy bien don Melchor, con expresión tan fina y delicada que denota su horror por lo vulgarote: “El lenguaje y modales de la Corte formaban rancho aparte del que empelaba el estado llano o pueblo”. Pero en los reinados de Femando VII y de Isa­ bel II se empleaba ya, según don Melchor, un léxico muy ordinario, que se convirtió francamente en soez durante el periodo de la monarquía democrática”. Por lo visto, don Melchor debió cultivar por aquella época la amistad del marqués de la Vega Armijo, o de don Miguel Villanueva, algo aficionado a la fantasía verbal. Otra cosa pensaría si hubiese cultivado la de don Alejandro Pidal y Mon, que era, en cambio, un caballero muy bien hablado, y decía, por ejemplo, cosas tan bonitas como esta: “Jáctome de ser estoico”. Las “duquesitas alfonsinas” agravaron el mal. Del “frivolo contubernio” .(esto está mejor que lo del “rancho aparte”) tuvo principalmente la culpa, según don Melchor, la “cuarta de Apolo”, con aquellas “frases muchas veces con sentido obsceno” que allí se decían. ¡Jesús! ¡Lo que habrá sufrido don Melchor en “el periodo de la monarquía democrática”! ¡Qué cosas habrá tenido que oír! Y todo por culpa, principalmente, de aquellas robustas tiples 202 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA cómicas de la “cuarta de Apolo”, que no sólo bailaban la matchicha, lo que ya es ciertamente impúdico, sino que se la bailaban como quien dice, sobre del Diccionario de la Real Academia. Señala el distinguido ex diplomático en su artículo la plebeyez del lenguaje en la España Imperial de nuestros días. Por lo visto, allí se dicen ahora cosas nefandas como las siguientes, que copiamos, no sin cierto rubor, del pro­ pio artículo de don Melchor: “Se hinchó de aplaudir”, “le da coba”, “está jamón”, “es un pollo pera”, “tiene mucha guasa”, “le dio pal pelo”, “la gozó”, etc. Don Melchor cree llegado el momento de poner fin a tal abominación. “Ahora -escribe- que una nueva España está dándose a luz” es el momento de limpiar el lenguaje. La oportunidad, en efecto, es única. La esperaba seguramente don Melchor desde que se inició el glorioso Movimiento Salvador. Mientras los falangistas asesinaban a su propio hermano y a miles de personas más, y los avio­ nes nazis descargaban sus bombas sobre mujeres y niños, mientras ardía España y los moros de Franco saqueaban aldeas, el pulcro don Melchor pensaría, esperanzado: “No todo está perdido. Algo saldremos ganando. A lo mejor, acabamos hablando bien”. Y mientras la artillería fascista disparaba sobre las pobres viviendas de los madrileños, don Melchor se diría, complacido: “Al menos de ésta, ya no volveremos a oír: “A mí con seltz” o “por si las mos­ cas”.! Buena falta nos estaba haciendo todo esto, para que la gente dejase de hablar como el iluso Cañizares! Y “ahora que una nueva España está dándose a luz”, don Melchor coloca la “limpieza, corrección y el decoro del lenguaje” sobre montones de cadáveres y de ruinas, sobre martirios y lágrimas, sobre el dolor y el hambre y la miseria de todo un pueblo. “Ahora que una nueva España está dán- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 203 dose a luz...”. Sí; ahora, precisamente ahora es cuando don Melchor descubre que no hay motivo para hablar mal.

El Valijero, México, 29 de enero 1944

SOBRE BLASCO IBÁÑEZY EL BLASQUISMO77 -XXV-

En su agonía de desterrado -pocos días antes de poner fin a su vida- Stefan Zweig continuaba trabajando en su libro sobre Balzac. Distraía la tarea con algunas lecturas. Obras de ficción y fantasía, que son las que más pueden devolvernos a la realidad en el mundo imaginario que es nuestra verdad oculta. Stefan Zweig practicaba en sus lecturas el castellano, idioma que le había sido preciso en el estudio de documentos para escribir algunas de sus biografías históricas y que le fue tan útil en sus viajes desesperados por América del Sur. Stefan Zweig iba re­ haciendo en Río de Janeiro su biblioteca de desterrado, con el desaliento de quien sabe ya perdidos para siempre los libros de su vida. ¿Qué peregrino forzoso de nuestro tiempo no conoce ese drama? La tragedia del éxodo arran­ ca al hombre errante de su hogar y de sus recuerdos, del árbol y de la fuente, de su costumbre y de su clima, de todo cuanto fue su vida de ayer, que queda borrada como sólo la muerte sabe borrar la vida. Lo arranca de sus raíces, pero lo separa de algo más: lo separa de sus libros, que no son ya pasado, sino futuro, cuando la vida del hombre, llegado

ΊΊ. Este artículo fue publicado por Carlos Esplá, sin seudónimo, en Mediterrani, publicación bimestral editada por la Casa Regional de Valencia en México y dirigida por Marín Civera. La hemos intercalado entre las “valijas” de Esplá únicamente por motivos cronológicos. 204 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA a cierta edad, se convierte en lectura. La casa y el rosal, el retrato familiar y el rincón pueblerino son el ayer. Pero el libro es, sobre todo, el mañana, porque sólo un libro puede convertirse en esperanza; y el peregrino europeo -el déra­ ciné- arrancado de su tierra, sobre la que arde el fuego de la barbarie, queda solo en algún lugar del mundo como un monstruo humano que no tuviera más presente. La vida del hombre errante empieza y acaba hoy. De su menguada biblioteca, tomó Stefan Zweig un libro español. Leyó el nombre del autor: Vicente Blasco Ibáñez. Y el título de la obra: Los cuatro jinetes del Apo­ calipsis. Zweig había leído ya esa novela en 1916, y “re­ cordaba vagamente que contenía excelentes descripciones de la última guerra”. ¿Recurría ahora a la nueva lectura en busca de contrastes por el puro juego intelectual de sacar una chispa de luz al choque histórico de las dos tragedias? La lectura de ahora dejó en el escritor austríaco una pro­ funda impresión, que nos legó en magnífica crónica: una de las últimas que escribió Stefan Zweig. Se publicó des­ pués de su muerte. En la mente del escritor que caminaba ya hacia el suicidio, “el mundo de ayer” vivía envuelto en velos de melancolía. La vida había sido dulce y bella en la Viena de sus recuerdos. Y entre éstos se agitaban figuras humanas, cuyo secreto había buscado Zweig en los papeles de los archivos, y también figuras irreales creadas por la fantasía de otros escritores. Stefan Zweig había tratado, por voca­ ción de oficio, de dar proporciones reales a los personajes verdaderos o imaginarios de sus recuerdos. En la lectura a que nos referimos, Zweig encontró a un viejo conocido, ya olvidado: el profesor de historia Julius Von Hartrott, “el primo de Berlín”, que en la novela de Blasco expone in­ solentemente ante Julio Desnoyers y el español Argensola Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 205 la teoría de la barbarie germánica. “Este paladín del más salvaje pangermanismo -escribe Zweig- me había pareci­ do artificial y consideré sus arrogantes y arbitrarias teoría sólo como malévolas exageraciones del autor. Ahora, al releer el libro, un cuarto de siglo después, no puedo dar crédito a mis ojos y siento que debo una excusa a Blasco Ibáñez”. Stefan Zweig había descubierto en esta nueva lectura el don profético de Blasco Ibáñez. El escritor austríaco que vivió durante los primeros años de la guerra en su patria, en contacto -aunque frente a ellos- con los teorizantes de la barbarie germánica, no había captado la bestialidad íntegra de la doctrina. El escritor valenciano, que había vivido durante la guerra en Francia, al otro lado de la barricada -barricadas eran y son las trincheras-, que no leía alemán, había tenido intuición genial para poner en labios de un personaje imaginario el credo de un pueblo ambicioso y siniestro. Reconocerlo así es, por parte de Zweig, una prueba de honestidad intelectual y de lealtad al compañero de letras. “Había considerado siempre a Harriott -sigue escribiendo Zweig- como una criatura dis­ paratada; pero me ha parecido ahora uno de los caracteres más llenos de vida que haya sido creado nunca por un es­ critor”. Y añade: “La ficción de un poeta se ha transforma­ do en terrible realidad y, probablemente, la mejor prueba de que las concepciones de Hitler acerca de la dominación del mundo no son tan nuevas como parece, se obtiene al leer lo que proclamaba hace veinticinco años el personaje imaginario de Blasco Ibáñez”. Lo sorprendente del caso es que Julius Von Harriott, el personaje creado por el novelista valenciano, no expone la teoría pangermanista de la Alemania kaiseriana, sino de la Alemania hitleriana. El novelista, el creador, el poeta intuyó a Hitler, hasta el punto de que Zweig, al descubrir 206 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA ahora la ambición que latía en el subconsciente del pueblo alemán, exclamaba: “Hitler no lo ha inventado: su furia no ha hecho más que transformar en realidad lo que Blas­ co Ibáñez vio en los postulados de los Hartrotts de hace veinticinco años... La ficción de Vicente Blasco Ibáñez demuestra que el poeta conoce mejor su época y su futuro que el profesor de política”. El artículo de Zweig pudiera servir de prólogo a una seria revisión crítica del valor vital de la obra de Blasco Ibáñez. Ante el fenómeno literario del novelista valenciano solían producirse en España dos actitudes: la del lector po­ pular, subyugado por la narración y entregado a la lectura con más entusiasmo que espíritu analítico, y la del crítico exigente que tendía a ver preferentemente en la prosa viva y colorida del novelista una deslumbrante manifestación de plebeyas exaltaciones mediterráneas. Quien se compla­ cía en el rigor de descubrir en la prosa vibrante y sinfónica de Blasco el descuido o la falta de atildamiento, solía in­ sistir en no ver en ella lo que tiene de fuerza, de intensidad, de vida, de emoción, de aliento humano y, por lo tanto, de belleza ruda y maravillosa. El prodigio literario de Blasco Ibáñez no ha sido examinado todavía con espíritu desapa­ sionado y libre de prejuicios78. Acaso porque la pasión de su vida y de su obra no invita todavía a la serenidad. Su labor gigantesca conoció el bandazo entre el entusiasmo de la masa fervorosa y el desdén de la minoría exquisita. Y en esta tormenta entre la popularidad y la crítica selecta, llega ahora a nosotros la voz -ya extinguida- de un gran escritor que nos dice: “En esa obra descubrí yo una formi­ dable fuerza de vida”. Creo pues, que esas palabras pueden

78. ¿Salvo raras excepciones, lo ha sido en nuestros días? Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 207 servir para iniciar la revisión crítica de la obra literaria de Blasco Ibáñez. Quienes atribuyen al novelista valenciano descuidos de estilo y no ceden en su posición crítica ni ante la lumi­ nosidad de algunas de sus páginas, olvidan, sin duda, el fenómeno que forma el estilo literario de Blasco Ibáñez, en una encrucijada lingüística, en el punto de roce del ara­ gonés y del valenciano. El mar y la montaña no se juntan para crear una obra delicada y preciosa, sino para formar un estruendo de vida, una maravillosa fuerza. Blasco Ibá- ñez es un estilo en lucha, en ignición, y su prosa vibra con movimiento elemental, natural y vigoroso. El hombre tiene sus raíces ancestrales en Aragón y la obra se baña en el aire y el sol de Valencia. Del hombre a la obra hay el iti­ nerario que han seguido siempre los surios, por la cuenca de un río bravo que llega desfallecido a la playa, desde las tierras altas y ásperas, a la vega jugosa, estallante de color y de músicas misteriosas, que se tiende junto al Medite­ rráneo. El fenómeno humano se refleja en el fenómeno literario, y no vale desconocerlo. Desconocerlo equivale, en efecto, a cultivar una especie de separatismo literario: el purismo contra el unanimismo, no en el sentido que le dio el movimiento literario francés del mismo nombre, sino como signo del proceso de formación y renovación de un idioma. Cierto que, en Blasco Ibáñez, la obra supera al esti­ lo. Suprimido éste, por la traducción, subsiste íntegra la obra. Ello se debe al vigor vital de la obra misma, creación poética, a la verdad humana de sus personajes. Sabemos ya cómo Stefan Zweig ha destacado uno de los caracteres más llenos de vida del mundo blasquiano. Se trata, sin embargo, de un personaje secundario, olvidado quizás -como le ocurría al escritor austríaco- por los más devotos 208 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA lectores de las novelas de Blasco Ibáñez. La humanidad imaginaria de sus novelas tiene otros caracteres que están mucho más llenos de vida aún: por ejemplo, los personajes valencianos. Su intensidad de vida consiste en que no son personajes del folclore, pintorescos, sino humanos, univer­ sales. El drama de la posesión de la tierra de La Barraca es un drama eterno y universal como el de la posesión de la mujer. Y aún allí donde se acentúa la nota pintoresca, como en Sangre y Arena, sólo un gran aliento humano ha podido dar vida al singular personaje que es un torero, ante el lector exótico. Blasco paría sus personajes como una mujer pare sus criaturas: con dolor. Sufría un proceso que podríamos llamar embarazo mental creador. El ser que aspiraba a vi­ vir en la vida imaginaria de sus novelas se agitaba en su cabeza, le absorbía su pensamiento, se nutría de su propia sustancia. Yo he visto varias veces a Blasco Ibáñez, hundi­ do en un sillón, agotado, enfermo, silencioso. Era en días nublados y tristones en París. Sabía yo que en aquellos trances no había que hablarle. Le acompañaba a comer, escogía yo el menú, dábamos algún pequeño paseo y nos despedíamos casi sin palabras. Al día siguiente, si el cielo se iluminaba con un pálido rayo de sol, Blasco parecía otro hombre. Reía. Canturreaba. Como resucitado -Hizo usted bien en no decirme nada ayer... Me ator­ mentaba la idea de un personaje... Lo tenía aquí... No me dejaba vivir... Una mujer: “la señorita uñas y pico”... Aho­ ra ya lo tengo... Ya lo veo... Lo había parido y ya había pasado el dolor. El perso­ naje vivía ya aunque todavía no hubiese tomado carne de papel, sangre de tinta y alma de lectura. Del mismo modo, el novelista veía morir con espanto a sus personajes. El mismo nos ha contado que, al acabar Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 209 de escribir la última cuartilla de La Barraca, una madruga­ da valenciana, en su amplio despacho de la redacción de El Pueblo, mientras las vieja Marinoni disparaba en la planta baja las hojas que horas más tarde iban a agitar la ciudad, quedó rendido de fatiga, con los ojos cerrados, sin dor­ mirse. Un personaje avanzó hacia él, amenazador, con una escopeta en la mano, para pedirle cuentas de su muerte: era Pimento. Era la misma alucinación sufrida por Batiste, juguete trágico del fantasma de su rival. Y si Blasco Ibáñez hubiera abierto entonces los ojos para ver las llamas de la barraca en el silencio hostil de las tierras codiciadas y malditas -ilusión desvanecida de paz y trabajo-, hubiera encontrado aquel espectáculo fantástico como el más na­ tural y lógico de su vida. ¿Cómo es posible que la ficción adquiera tal fuerza de verdad? Los personajes de Blasco Ibáñez ¿son, en­ tonces, seres de la vida real trasladados simplemente al papel como una prueba fotográfica, o son fantasmagorías de una imaginación delirante? Son, en verdad, creaciones poéticas: las de mayor valor humano. No olvidemos que las últimas palabras de Blasco Ibáñez en el delirio de su fugaz agonía fueron las del misterioso diálogo con un Víc­ tor Hugo invisible. El valor universal, humano y poético de los persona­ jes novelescos de Blasco Ibáñez, de su mundo imaginario y real, es lo que ha de someterse primero a prueba y con­ traste en la necesaria revisión crítica de la obra literaria del novelista. Y esa revisión habrá de servir para su gloria. Revisión que ha de comprender no sólo la labor lite­ raria de Blasco Ibáñez, sino su obra de creador político, es decir, de hombre de su época, de combatiente en las luchas de su tiempo. Esto nos interesa de modo especial a los valencianos que, políticamente, hemos vivido bajo 210 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA el signo del blasquismo. Y, por mi parte, no encuentro mejor forma de superarlo ahora que permaneciéndole fiel. Claro que el blasquismo no fue sólo una simple ac­ titud política, una agitación ciudadana, sino el impulso de transformación de la vida valenciana en el tránsito de un siglo a otro. Fue la expresión de un concepto heroico y beligerante de la libertad, la manifestación de una anhelo ardiente de ideal, el código para interpretar una realidad social, política y geográfica. El blasquismo fue el propósi­ to de hacer de Valencia una democracia, un pueblo vivo y actuante. Fue, en fin, el intento de dar misión y destino a un pueblo. (Hablo naturalmente del blasquismo de Blasco Ibáñez, continuado por Azzati; no del que le sucedió para envilecerlo)79. Las generaciones nuevas recuerdan principalmente de Blasco Ibáñez su intrépida actitud frente a la dictadura borbónica administrada por Primo de Rivera. Blasco Ibá- ñez, en la cumbre de la fama y de la fortuna, desciende a la barricada como en sus tiempos mozos de agitación re­ volucionaria. La estampa es magnífica, y esa imagen será la que muchos jóvenes recordarán del escritor. Mas en la lejanía, otros españoles verán dibujarse confusamente la figura de un caudillo popular, barba negra y pelo al vien­ to, dirigiendo palabras de fuego a exaltados menestrales valencianos. Con el tiempo, el blasquismo puede aparecer ante algunos sólo como una erupción levantina del repu­

79. Tras la muerte de Blasco y de Azzati, el blasquismo quedó sin una dirección clara, sin programa, llegando a aproximarse a las formaciones derechistas del segundo bienio republicano que gobernaron Lerroux y Gil Robles. Véa­ se: Just Jimeno, J.: Blasco Ibáñez y Valencia. Valencia, 1929; León Roca, J. L.: Vicente Blasco Ibáñez y la Valencia de su tiempo. Valencia, 1978; Rutz Manjón, O.: El Partido Republicano Radical, 1908-1936. Madrid, 1976; Cucó, A.: El valencianismo político. 1874-1936. Valencia, 1971. ΠΙ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 211 blicanismo histórico o, quizás, como una manifestación de tradicional lucha banderiza, reminiscencia de los pa­ sados tiempos de Centelles y Soler - los famosos bandos de Valencia- que fueron nuestros Mónteseos y Capuletos. Y hasta puede ocurrir -si no se procede a una revisión del blasquismo político- que algunos menos informados lo to­ men sencillamente por un brote de lerrouxismo municipal, si sólo conocen su postrera fase espuria. El blasquismo auténtico, el de Vicente Blasco Ibáñez, fue, por el contrario, y como ya hemos dicho, un movi­ miento ciudadano para que Valencia se incorporase a la corriente universal de las ideas, de las inquietudes y de los problemas de su tiempo. Fue un movimiento regional, pero no regionalista -aunque federalista-, por cuanto el blasquismo trataba de apoyar en Valencia su palanca polí­ tica para renovar la vida española. Blasco no concebía que el régimen de libertad y de ciudadanía que implantaba en Valencia tuviese fronteras en la Encina80. El movimiento republicano valenciano es en este sentido un movimiento de solidaridad española. Pero había que crearlo y fortale­ cerlo primero en Valencia. Por eso el verdadero programa político del blasquismo lo dio Blasco Ibáñez en un artículo publicado en El Pueblo, con el título: “La Revolución en Valencia”. El secreto de la acción estaba en despertar en el país valenciano la curiosidad por el mundo intelectual y moral de su época, en dar al pueblo un ideal que superase el des­ aliento español que marca el final del siglo XIX. En esta obra de agitador del pensamiento valenciano es donde se nos aparece Blasco Ibáñez con toda su grandeza política. Así vimos como aquella Valencia participaba directamente

80. Población alicantina limítrofe con Castilla-La Mancha. 212 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA en aquel formidable drama de la conciencia humana que fue el proceso Dreyfus, y Blasco Ibáñez pudo entregar a Emilio Zola un álbum de adhesión al implacable acusador, con más firmas de las que hubiera podido reunir cualquier ciudad de Francia. Blasco Ibáñez divulgó en Valencia los libros y las ideas de los grandes escritores y los grandes pensadores de su tiempo. Enseñó también al pueblo a amar y apasionarse por las grandes manifestaciones del arte y de la cultura. Su campaña wagneriana conjuga con el famoso reto a Nozaleda, la Universidad Popular con las campañas republicanas contra los políticos de la Restau­ ración, la publicación de libros modernos con la creación de la Casa del Pescador. Todo se enlaza y sostiene en el sistema: desde el gesto romántico, la divulgación científica y el culto artístico al naturalismo, hasta el esfuerzo prác­ tico para elevar el nivel de bienestar material del pueblo y las prédicas para crear una conciencia civil y laica en las masas populares. Aún interrumpida su obra, los efectos del blasquismo auténtico siguieron actuando sobre el cuerpo político de Valencia durante muchos años, lo que revela su vitalidad. Ni aun su profanación más reciente ha podido destruirlo. Nuestra guerra -que ha trazado un corte tan hondo en las vidas de todos nosotros- habrá convertido seguramente aquel blasquismo, para muchos, en un simple recuerdo, en una sombra del pasado. Por ello debemos proceder a la revisión crítica del sistema, a su examen actual a través de las luchas de nuestros días. La revisión conducirá a la resurrección del blasquismo de Blasco Ibáñez como méto­ do para reincorporar a Valencia a nuestra época. No basta repetir o imitar la obra de Blasco, que fue la de su tiempo, sino continuarla y superarla para que sea la del nuestro: concertarla con nuestras preocupaciones y problemas. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 213

El blasquismo era -y revisado, puesto al día, volve­ rá a ser- una doctrina de acción, de vida, de libertad, de cultura. Doctrina de proporciones universales ajustada a la escala de nuestro país valenciano, al que hemos de dar destino y misión en España y en el mundo, en esa aurora que ya despunta tras la noche de nuestro drama.

México, 15 de febrero de 1944.

NUESTROS PLANES SECRETOS -XXVI-

E1 corresponsal de la agencia “Efe” en México -según una noticia que publicaban los diarios de aquí- se ha olido algo de lo que estamos tramando los “íberos desterrados” para cuando volvamos a ocupar el poder en España, y se ha apresurado a cablegrafiarlo a Madrid. Informa el sagaz periodista que, entre otros siniestros planes, tenemos el de “erigir un monumento a Stalin en el Cerro de los Ángeles, en el mismo lugar que antes ocupaba el monumento al Sa­ grado Corazón de Jesús”. ¡No se puede tener nada secreto! Le dice uno algo al oído a cualquier amigo de confianza y a los pocos minutos lo sabe ya el corresponsal de la agencia falangista. Creo que en estas condiciones no vale la pena guardar reserva sobre nuestros planes, que son mucho más espantosos de lo que supone el diligente informador. Reconocemos que es cierto el proyecto de erigir ese bonito monumento en el Cerro de los Ángeles, lugar que se llamará en lo sucesivo “Montes Urales de los Konso- mols Celestes”. Pero no es eso solo. Se piensa también cambiar las imágenes de Jesús del Gran Poder y de María Auxiliadora por iconos eslavos, y convertir en Gran Pope 214 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA con barbas al Cardenal Segura. Otras reformas parecidas se proyectan, entre las cuales puedo descubrir las siguientes: La parte de la acera de la calle de Alcalá donde permane­ cían repantigados en cómodos sillones plutodemocráticos los fatigados socios del Casino de Madrid y a la que se lla­ mó en otro tiempo “La Unión General de Trabajadores”, tomará el nombre de “Presidium de los Stajanovistas”. A la Cibeles se le llamará “Nuestra Natacha” y a Neptuno “el Batelero del Volga”. Los taxis serán sustituidos por “troikas”y se contarán sus recorridos por “verstas”. Julián “tovarich” de Artes Gráficas, y Juan José, “tovarich” del Ramo de la Construcción, llevarán “rubashka” y gorro de astracán para ir a la tasca, donde se servirá “vodka” en vez de Valdepeñas y “caviar” en lugar del clásico cocido. En el verano, la horchata de chufas será sustituida por té bien caliente. (Las horchaterías valencianas tienen ya preparados en secreto los correspondientes “samovars”). El Heraldo de Madrid tomará el título de Pravda, para darle un carácter más madrileño, y se podrá comprar en la esquina de Preciados por unos cuantos “kopeks”, nombre que daremos a las perras chicas. La suscripción costará dos rublos y medio al mes. El Consejo del Canal de Lo­ zoya se convertirá a su vez en “Politburo del Dnieper”. Con picadores parados de la calle de Sevilla se formará un escuadrón de “Cosacos del Don”, para aprovechar todas las energías nacionales. La entrada de los “mujiks” en la plaza de la Cebada estará rigurosamente reglamentada por el Kremlin municipal, que continuará instalado frente a la torre de los Lujanes y de cuyo comisariado seguirá formando parte nuestro amigo Talanquer. Existe también el propósito -aunque sobre esto no se ha llegado todavía a un acuerdo- de prohibir los “chotis” y declarar obligatorio el baile de “czardas”en las verbenas que se celebren en los Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 215

“kolj oses” de Curtidores, y se exigirá el acompañamiento de “balalaika”para el cante flamenco... Los “íberos desterrados” preparamos otros planes, que, como los anteriores, queríamos guardar en secreto para dar una sorpresa, cuando volvamos al poder, a los demás “iberos” que se quedaron allá; pero roto el misterio por el corresponsal de la Agencia “Efe”, ya no hay razón para que callemos. Cada cual hace patria como puede. ¿No la hicieron los “nacionales” con ayuda de alemanes, italianos, moros y portugueses? Pues, ahora nos toca a nosotros.

El Valijero, México, 19 de febrero de 1944

ROMANONES -XXVII-

La enfermedad que padecía el conde de Romanones ha tenido un funesto desenlace. Quiero decir que el conde se ha curado. Por lo visto, no era el conde quien padecía la enfermedad, sino la enfermedad la que padecía al conde. El ilustre enfermo se ha curado si necesidad de penicilina ¿Qué poder terapéutico puede tener la penicilina compara­ da con el romanonismo? ¿Qué puede descubrir la ciencia de los hombres que no lo sepa ya el conde? ¿Cómo expli­ carse de otra manera que sobreviva a todas las tragedias, a todas las conmociones nacionales y extranjeras? El conde es realmente el único superviviente de todos los tiempos, y a quien esperamos ver, cuando volvamos a España, re­ cibiéndonos con sus guiños de píllete, con sus gestos de granujilla veterano, con sus aspavientos de viejo bigardo. 216 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

¿Qué edad tiene Romanones? ¿Ochenta años? ¿Ocho­ cientos? Nadie lo sabe. Su acta de nacimiento es su prime­ ra acta falsa. Romanones fue ministro antes de que reinase don Alfonso; pero si nos dicen que era ya subsecretario de Gobernación en tiempos de los reyes visigodos nos lo creemos también. ¿Es posible aprender tantas picardías, tantas trampas y malicias en la vida normal de un hombre? Todo en él es falso, hasta su cojera, que tiene por único objeto engañar a los ladrillos: hacer creer que va a pisar uno, y pisar el de al lado. ¿Qué hubiera sido Romanones de no haber nacido conde y rico? ¿Carterista, cazador furtivo, prestidigitador, coyote, sacamuelas de feria, matutero, mujer con barba? En cualquier caso, el conde hubiera sido romanonista. El romanonismo es un estado social, un sistema de vida, una condición humana: un truco, en fin. El romanonista nace; no se hace. Uno puede hacerse teólogo o banderillero, jefe de negociados o buzo, pero no romanonista. El mismo Ro­ manones no hubiera podido ser romanonista, de no haber empezado por ser un fresco. Romanones resultó ser el ro­ manonista nato. Por eso, aun desaparecido el romanonista militante, subsiste Romanones, haciendo trampas a las pulmonías, engañando a los estafilococos, dando esqui­ nazo a las legiones de bacterias que hubieran acabado con cualquier otro ciudadano. Todo hace suponer que Romanones es inmortal. Esto es bueno para él. Pero malo para la inmortalidad. Algún día, sin embargo, se presentará la Muerte a Romanones, exigiéndole que la acompañe, diciéndole broncamente que le ha llegado su hora. Será en vano. Romanones le ofre­ cerá hacerla diputado provincial por Guadalajara cuando gobiernen nuevamente los liberales, le escamoteará la guadaña, la entretendrá contándole cuentos, y acabará Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 217 convenciéndola de que a quien debe llevarse primero es a don Antonio Goicoechea. La Muerte saldrá de casa de Romanones algo escamada: -Me parece que este tío me ha engañado otra vez... Y Romanones hará a la Intrusa una de esas muecas de pillo que hacía a la minoría republicano-socialista cuando leía por sorpresa el decreto dando “cerrojazo” a las Cortes.

El Valijero, México, 26 de febrero de 1944

DIETA FALANGISTA -XXVIII-

El Diario de Navarra ha afirmado que los libros de don Salvador de Madariaga dejan mal sabor de boca a los españoles. “Sin duda -comenta el ex ministro del bienio negro- debe referirse a los que se comen los libros en vez de leerlos, gentes cuya existencia sospechaba yo en la España de la Falange, pero sin pruebas hasta ahora”. ¿Se extraña don Salvador de que los españoles coman libros? Franco les quita -para enviarlo a Alemania- el aceite de oliva, el arroz, las patatas tempranas, el pan blanco, cuanto constituía un alimento normal en la odiada época plutode- mocrática, cuando todavía había biftecs con patatas. ¿Va a quitarles ahora don Salvador los libros? Lo que debía es agradecer la preferencia que tienen por sus obras, conside­ rándolas, acaso, menos indigestas que las del señor Pemán o las del señor García Sanchís, que son realmente poco nutritivas. Por otra parte, no resulta menos cuerdo comerse un libro que empeñarse en construir un Imperio Vertical y Azul, y, además, la papirofagia no es nueva en la España 218 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA de la Falange. Uno de sus precursores, don Ramiro de Maeztu, devoraba periódicos. Lo saben bien los antiguos redactores de El Paísi{ -Maeztu lo fue una temporada-; y don Roberto Castrovido recordaba que había que esconder en la redacción los ejemplares de La Época, porque era el periódico que más le gustaba al filosofo de la Hispanidad. Se lo comía con la misma delectación con que Martínez Sol o algún otro compañero de redacción se engullía un arroz con cangrejos. Don Salvador no puede ignorar este régimen alimenti­ cio que constituía la debilidad de don Ramiro, pues ambos ilustres escritores eran antiguos amigos, desde los tiempos en que el grupo de intelectuales españoles que residía en Londres, antes de la otra guerra, se reunía para leer a Kant en casa de Maeztu, llamada por eso la Cantina. ...Maeztu se comía en aquellos tiempos los periódicos ingleses -con preferencia el Manchester Guardian-, y cuando afirmaba solemnemente que la prensa inglesa era mejor que la española, no se refería a que publicase me­ jores artículos de fondo o informaciones más interesantes, sino que le resultaba un manjar más exquisito. Lo decía como cualquier otro caballero podría afirmar: “A mí me gustan más los riñones al Jerez”. Hablaba, pues, no como lector, sino como “gourmet”.

El Valijero, México, 18 de marzo de 1944

81. Periódico republicano de principios de siglo que dirigió durante años Rober­ to Castrovido, cuyos artículos le costaron en más de una ocasión su ingreso en prisión. Maeztu fue redactor de El País antes de hacerse reaccionario. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 219

CARTA DE UN MARISCAL A OTRO MARISCAL -XXIX-

“Querido Mariscal: He resuelto reconocer a tu Go­ bierno y te envío mi embajador, esperando recibir el tuyo, que no lo pasará mal del todo por aquí. Entre camaradas -quiero decir: entre mariscales- de­ bemos hablar claro, y no voy a ocultarte mi pensamiento. Si me preguntas por qué te reconozco, me pones en un aprieto. Acaso sea por esa secreta simpatía que debe existir entre los mariscales. En el fondo creo obedecer a la cono­ cida consigna de Carlos Marx: “¡Mariscales de todos los países, unios!” Acaso sea también por una antigua grati­ tud. Yo no olvido, en efecto, que fuisteis vosotros, cuando éramos una partida de fascistas-bujarinistas-víboras-lúbri­ cas, los que primero nos reconocisteis en Europa. Justo es que ahora seamos nosotros los primeros en reconoceros. Las cosas han cambiado y el mundo ha dado muchas vueltas. También nosotros ¡ay! hemos cambiado y hemos dado vueltas. Las tuyas han sido estupendas. Y de las mías ¿qué voy a decirte? Claro que ni tú ni yo seremos com­ prendidos nunca por esa pobre gente que no sabe cambiar. Ya lo dijo un poeta de tu país: Rinnovarse o moriré. Y yo, por mi parte, no quiero moriré ¡rediós! (Ves: ya se me ha escapado una de esas palabrotas que decíamos cuando la religión era “el opio del pueblo”, antes de que encontrára­ mos demasiado atrevido el artículo 26. Ahora ya no deci­ mos esas cosas sacrilegas y nos llevamos la mar de bien con los popes. A propósito: Si ves al Papa, dile de mi parte que pienso mucho en él. ¡Las bombas que le están atizando a esos impíos! ¡Que horror! Si uno fuera tan ateo como antes, sería cosa de troncharse de risa. Pero ahora estamos ya unificados con los camaradas de la Adoración Nocturna 220 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

y no es cosa de ofender sus sentimientos religiosos. En fin; dile al Papa, cuando lo veas -aunque con esos herejotes por en medio, creo que va para largo- que si el mundo se ha de salvar con bendiciones, por mí no que dará). He sabido que mis amigos de esas tierras estaban muy disgustados con Churchill -¡claro, el pobre no es maris­ cal!- por si había dicho esto o lo otro sobre tú y tu reyecito, y que querían declararse en huelga y no se cuantas cosas más. ¡Ah! ¿Sí? Pues, ¡a ver qué hacen ahora! Tú no les hagas caso, pues ya ves el caso que les hago yo. ¡Si los conoceré! Y a propósito de tu reyecito. ¡Ese si que es un tío! ¡Tan chaparrito y tan majo! Me dicen que lleva ya cuarenta y cuatro años reinando y no hay quien lo saque del trono. ¡Qué envidia! En fin: veremos lo que pasa cuando yo tenga su edad. La cuestión es resistir, como decían en Chamberí cuando vosotros les zumbabais aquellas bombas nazi-fas- cistas-anti-comiterns. Poco más tengo que decirte en este primera carta, que no hago más extensa porque tengo que escribir también hoy mismo a ese otro mariscal que anda cerca de ti, por las costas dálmatas. Hoy dedico el día a mariscales.

El Valijero, México, 25 de marzo de 1944

UN PERTURBADOR -XXX-

¿Qué se ha propuesto el general De Gaulle? ¿Con qué derecho pretende que sean los franceses quienes se ocupen de la política francesa? ¿Se ha dado cuenta de que él apenas es general, y no mariscal como Badoglio o como Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 221

Tito? ¿Qué tiene que ver la democracia con sus arrogantes pretensiones? Si el general De Gaulle fuese realmente un demócra­ ta, se hubiera retirado de la escena política francesa al sa­ ber que están disconformes con él don Fernando Ortiz de Echagüe, periodista ex español y ex franquista, convertido en portavoz de las democracias y mister W. Philip Simms, que viene a ser el maestro en política y periodismo del anterior. En pura democracia, la opinión de dos pesa más que la de uno, y, por lo tanto, no podemos tener en cuenta la del general De Gaulle, toda vez que está en contradicción con las opiniones de Ortiz Echagüe y de Philip Simms, perio­ distas que no solamente poseen, cuando se las dan hechas, una opinión cada uno, sino que disponen personalmente de múltiples y sucesivas opiniones, con las cuales pueden abrumar al general francés, que sólo dispone de una. Los méritos que alega el general De Gaulle para ha­ blar en nombre de Francia son puramente ilusorios. Acaso se diga qué con él está el 99 por ciento de los franceses. Esto podría tener algún valor si fuesen los franceses los llamados a decidir sobre su propio gobierno, pero no es éste el caso por ahora, como lo demuestra la actitud de los señores Ortiz de Echagüe y Philip Simms, que son los que pueden opinar sobre la política y el gobierno de Francia, debido precisamente a que no son franceses. Pero, en último caso ¿cómo se prueba esa adhesión a De Gaulle del 99 por ciento de los franceses? No basta que lo diga él, ni mucho menos que lo digan los franceses. Si el general De Gaulle se hubiera puesto al frente de un ejército de alemanes, italianos, moros y portugueses para traicionar a su patria, derribar la República, bombardear sus ciudades, asesinar a medio millón de compatriotas, 222 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA tener en la cárcel a otro medio millón y enviar telegramas de felicitación a Hiro-Hito, es indudable que podría hablar autorizadamente en nombre de su país y ser reconocido ahora como gobernante legítimo. También podría alcan­ zar esa consideración si hubiese sido durante tres años compañero de armas de Hitler, como Badoglio, o hubiese colaborado con el “Nuevo Orden” nazi, como el malogra­ do almirante Darlan. Pero, en vez de seguir el ejemplo de esos ilustres guerreros y estadistas, el general De Gaulle se mantuvo en su puesto de lucha contra Hitler en los mo­ mentos más dramáticos e inciertos de la guerra, cuando caía Francia traicionada e Inglaterra quedaba sola, con , en la arena del circo. ¡General: pronto o tarde las equivocaciones se pagan! El general De Gaulle debe darse cuenta de su verda­ dera situación y no perturbar más. Hay unos distinguidos caballeros -de los que son inspirados representantes los dos insignes periodistas antes mencionados- que tienen ya arreglado el mundo. Todo está ya previsto y ordenado. Si ahora se mete el general De Gaulle, por un lado, a pedir que en Francia gobiernen los franceses, y los españoles, por otro lado, nos empeñamos en no dejarnos gobernar por Gómez Jordana, y los italianos, a su vez, quieren pro­ clamar la República en Italia, como si fuera cosa que les interesara a ellos ¿a dónde iríamos a parar? Comprenda el general De Gaulle que si los franceses empiezan a ocuparse de los problemas de Francia, los españoles de los de España y los italianos de los de Italia ¿cómo van a responder los señores Ortiz de Echagüe y Philip Simms de lo que pase en Europa? La guerra es una cosa muy seria para que se permita opinar sobre ella a los pueblos que la sufren o la hacen. Y si se ocupan de eso los pueblos ¿de qué van a ocuparse nuestros dos inspirados Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 223 periodistas? En ellos se explica esta preocupación por los problemas de Francia, porque precisamente ellos no son franceses. Y ¿van a saber los franceses mejor que ellos qué es lo que conviene a Francia? La conclusión que puede sacarse de todo esto es bas­ tante dolorosa: el día en que cada cual se ocupe de sus pro­ pias cosas no habrá manera de entenderse en este mundo, ni será posible, por consiguiente, confiar en la Carta del Atlántico.

El Valijero, México, 25 de marzo de 1944

NOTICIAS DEL VATICANO -XXXI-

Una revista católica norteamericana, el S. Joseph Magazine, publica las últimas noticias recibidas en su re­ dacción sobre la muerte de San Pedro, ocurrida en Roma el año 67 de la era cristiana. Por este triste suceso, que no­ sotros lamentamos sinceramente, se encuentra prisionero en Roma, según la citada revista, el actual papa Pío XII. “La vida del Papa, que ocupa actualmente el trono de San Pedro, y que es el doscientos sesenta y dos papa de la serie -escribe el magazine yanqui-, se encuentra directamente influenciada por la muerte del primero, ejemplo asombro­ so de la sucesión ininterrumpida del papado”. No cita la revista católica los nombres ni la historia de los restantes doscientos sesenta papas. Seguramente se trata de una publicación que va a parar a manos inocentes, y la historia del papado es una lectura sólo para hombres. Hay en ella ejemplos escandalosos de nepotismo, simonía, crimen, orgía, libertinaje y concubinato, como también los hay de santidad y buenas costumbres, pues entre los dos­ 224 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA cientos sesenta y dos papas se encuentra de todo, y hubo también entre ellos personas decentes. Algunos papas fueron asesinados; otros obtuvieron el cargo comprando votos, como hacían en España los candidatos albistas; y muchos tuvieron gran cantidad de hijos legítimos e ilegíti­ mos. Juan XII, por ejemplo, se pasaba las noches de juerga y brindaba, borracho, por el diablo, lo que no le impidió ser un buen teólogo. Sergio II vendía todos los “enchufes” temporales y eclesiásticos a quien le daba más dinero. La corte pontificia de Urbano V se distinguió por la licencia de sus costumbres, el lujo, la disipación, la lascivia y la venali­ dad, lo mismo que la de Sixto IV Pablo II hacía de la noche día y del día noche, y se encargó, para estar elegante, una tiara que valía ciento veinte mil ducados. Alejandro VI, el valenciano Boga convertido en Bogia por los italianos, es bastante conocido -él y su familia- para que tengamos que recordar su escabrosa biografía. Inocencio X se entendía con su cuñada Olimpia Maidalchini, y así sucesivamente. Claro que hubo también en el papado santos varones como Celestino V, que el Dante colocó entre los pobres de espíritu, y Benedicto XIV amigo de Voltaire, quien le de­ dicó su tragedia Mahomet, y cuya muerte fue muy sentida: “Maravilla inaudita -se decía en Roma- ¡Nadie habla mal del papa difunto!”. Probablemente no fue para moralizar las costumbres pontificias por lo que entraron a saco en la Roma vaticana las tropas imperiales de su Muy Católica Majestad Carlos V con lo cual demostraron los soldados de la fe su alto grado de piedad, que no les hubiera permitido transigir, por ejemplo, con el artículo 26 de la Constitución, de haber sido cosa de su tiempo y contemporánea del saqueo. (Afortunadamente la Junta Suprema ya sabe lo que tiene que hacer con el artículo 26 y otras herejías republicanas). ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 225

Un curioso episodio de la historia del papado demues­ tra el buen sentido con que ejercieron su poder temporal algunos pontífices: cuando la también Muy Católica Ma­ jestad de Carlos III expulsó a los jesuítas de España -la República no llegó a tanto y se limitó a disolverlos- el papa Clemente XIII le atizó al monarca un breve que levantaba ronchas: Inter acerbísima. Pero cuando los hijos de Loyola se dirigieron a refugiarse en los Estados Pontificios, el papa les negó permiso para desembarcar y amenazó con bombardear los barcos cargados de jesuítas españoles que trataban de atracar en Civita-Vecchia. En la historia más reciente, el Vaticano se entendió con Mussolini y, en virtud del tratado de Letrán, el papa, modernizado, tuvo tren, automóvil, cine, radio y gramola. Corresponde a esa época la escena que oímos referir a don Ramón Del Valle Inclán, cuando describía las solemnes y pintorescas apariciones papales en la plaza de San Pedro, para bendecir a las peregrinaciones de fieles extranjeros. La plaza -contaba el gran don Ramón- ze llena de frailez zuzios, barbudoz y cazpozoz. Los feligreses zuelen hacer mal olor... De pronto ze oye un inmenzo rumor, una zalmodia sobrecogida: ez el Zanto Padre que aparece en zu zilla gestatoria, dando bendiciones... Como loz camarieri de capa y espada que llevan laz andaz no zon todoz de la mizma estatura, el Zumo Pontífice va inclinado, de medio lado, como zi fuera a caerze, y parece que dé laz bendicio­ nes al zesgo... Así bendijo el papa, años más tarde, a los piadosos peregrinos falangistas que iban a implorarle la victoria de Franco. El papa hizo cuanto pudo por el triunfo de Falange. Si sus zuavos y su guardia suiza hubieran estado armados a la moderna y mecanizados, habría enviado, sin duda, a los rebeldes dos o tres panzerdivisionen, algunos 226 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA canónigos paracaidistas, ametralladoras, tanques, aviones, etc., lo mismo que hicieron Hitler y Mussolini. Pero la fuerza militar del Vaticano es escasa -ya sabemos que su poder es principalmente espiritual- y, a falta de bombas de aviación y de granadas de mano, el papa envió a los rebel­ des el armamento de que disponía: bendiciones, rosarios para el generalísimo, escapularios, medallas, estampitas, etc., todo el arsenal, en fin, con que cuenta la Santa Sede. Si no mandó más para que los moros de Franco matasen a los infieles republicanos, fue porque no tenía más. Ahora el papa se encuentra bajo las bombas de los im­ píos anglo norteamericanos -si bien está protegido por el católico Hitler- lo que nos llena a todos de aflicción, sobre todo después de que los lectores de El Debate y El Siglo Futuro se han incorporado al nuevo Frente Popular, según las últimas consignas. Y así contribuimos a la historia publicada por el St. Joseph Magazine, revista que acaba de recibir -no sabe­ mos si con exclusiva- la noticia de la muerte de San Pedro, ocurrida en Roma hace apenas 1877 años.

El Valijero, México, 1 de abril de 1944

VERDAD Y POESÍA DE VALENCIA82 -XXXII-

Cierta tarde paseaba Blasco Ibáñez con un amigo por la playa de Menton83, en la Costa Azul francesa, que está,

82. Artículo publicado en Mediterrani, revista publicada por la Casa de Valencia en México y dirigida por Marín Civera. 83. El amigo es, naturalmente, el propio Esplá. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 227 como quien dice, en la acera de enfrente de la Malvarrosa. Caminaba sobre la arena, mullida de humedad, en la que quedaba marcada la huella de sus pasos lentos, entrete­ nidos en el goce azul del mar y en la delicia salada de la brisa mediterránea. Hablaban los dos paseantes de cosas trascendentales: de lo real y de lo fantástico, de la ciencia y de la magia, de la verdad y de la ilusión. Blasco se acercó hasta la orilla misma del blando mar, deshecho a los pies en encaje de espuma blanca, trazó en la arena con la con­ tera del bastón una raya enérgica, y exclamó: -Hasta aquí la ciencia; todo lo demás poesía. Todo lo demás era el cielo y el mar y las nubes y las gaviotas. Ciencia para Blasco era lo exacto y comprobado, lo que se puede medir y pesar en la balanza sensible de la verdad. El resto lo abandonaba a la imaginación y a la fantasía, a la bella creación poética. La misma raya trazada por Blasco Ibáñez en la arena ¿era todavía la verdad o era ya poesía? No tardó en borrarla una ola delgada y transpa­ rente, como borra el movimiento eterno del mar, los surcos que, en la playa, abren los poetas -lo más irreal es arar en el agua-, y Blasco debió pensar en aquel momento que era vano trazar fronteras entre la verdad y la poesía. ¿Son verdad o poesía los recuerdos que nos atan a nuestra tierra y a nuestro mar, sin frontera entre ellos? Sólo sé que son recuerdos, porque estamos ya desatados, desprendidos de aquella tierra y de aquel mar. “Poesía y verdad” fue, asimismo, el título que Goethe dio a sus Memorias. También el mar de su vida había bo­ rrado, como la raya trazada en la arena por Blasco, la fron­ tera inconsútil entre una y otra. Y cuando queremos evocar ahora, en la lejanía de los años y de las leguas, el recuerdo de Valencia, no sabemos si nos hallamos ante una verdad hecha de poesía o una poesía hecha de verdad. 228 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Lo confuso del instante, la vaguedad de la vision, ha­ cen acudir a nuestros ojos un paisaje valenciano, también vago y flotante. Nos acercamos a la Albufera. ¿Es esto mar o campo? Este verde ¿es de algas o de plantas? Ese hom­ bre moreno que camina por allí ¿es labrador o marinero? ¿Vamos de caza o de pesca? Creemos que va a cruzar el camino un carro con su toldo, y es la vela de una barca la que surca el campo esmeralda, por la oculta acequia, hundida entre espigas; y cuando ya ante nuestra vista res­ plandece el espejo líquido del “lluent”, a veces con hervor y olas de verdadero mar, lo que avanza sobre su superficie, ignorando por cuál sendero escondido entre las aguas, no es un falucho, sino una tartana. Nada nos extrañaría ver a un carro caminar a remo o una barca navegar con ruedas. El mismo paisaje de Valencia nos ha enseñado, pues, a no distinguir entre lo que es verdad de tierra o poesía de mar y cielo; fatiga de camino o ilusión de vuelo y de rumbo marítimo. Y ahora, lejos de Valencia, en la nostal­ gia melancólica de la ausencia, el paisaje -que es la ver­ dad- se hace historia -que es poesía. La historia se escribe o se pinta para que la aprendan los demás, y entonces se convierte en algo menos que pai­ saje. ¡Vana ilusión de quienes pretenden dejar la historia escrita en páginas eternas! Los valencianos, más humildes, nos contentamos con dejar para la historia los bocetos de un día: perfiles y bultos con la caricatura mordaz y satírica de un momento. Y luego les prendemos fuego: eso son las fallas. En el humo de los ninots de la falla, entre estampidos de cohetes, vuelan nuestra verdad y nuestra poesía. Verdad y poesía que yo descubrí gozoso cuando pasé esa frontera invisible que une a mi seca tierra alicantina, tierra de pal­ meras y de higueras, árboles bíblicos, con mi húmeda tie- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 229 rra valenciana, tierra de naranjos, árbol embriagador con el perfume sensual de su flor nupcial. Verdad y poesía de aquella Valencia de mi juventud, que conocí por primera vez en esa ardiente siesta, de indolencia y de soledad bajo el sol valenciano, en que queda la ciudad después de su feria de julio. Pronto fue para mí la Valencia de la “peña” de la “Democracia”84, y aún parece sonar en mis oídos el “andante” de la Quinta Sinfonía que nos dedicaba la pianista.. Ya no era la Valencia antigua, pero aún no había llegado a ser la Valencia moderna. Los confiteros de la arquitectura urbana estaban construyendo, con turrón de cemento, al parecer, las locomotoras de guirlache y las dulces diosas del Comercio, la Banca y la Industria que adornan la tortada de la nueva casa de Correos, obra de arte reposteril, que parece sacada del horno de Martí. Se abrían los primeros cabarets y desaparecían los últimos “valents”; se caían de puro viejas las penúltimas barracas y se proyectaban los primeros rascacielos. En los jardines de San Francisco -antes de que el marqués de Sotelo los arrasase, como se ha hecho ahora con Monte Casino- en­ tre los puestos de flores al aire libre, tenía su tertulia demo­ ledora el anarquista Montañana, el de “les pintes”. Era la Valencia de la perrilla progresista de don Fidel Gurrea y de los pasodobles pacificadores, con lápida conmemorativa y todo, del general Tovar y Racholeta. El maestro Serrano estaba siempre a punto de escribir la música de “La venta de los gatos” y el ferrocarril directo a Madrid a punto de construirse. Aquella Valencia tomaba tono azul-gris en la

84. La Casa de la Democracia era la sede del Partido de Unión Republicana Autónoma (PURA), y en ella Esplá, los hermanos Just, Pascual Leone, los hermanos Estellés y otros formaron “La Peña”, grupo al que Leone terminó llamando “Generación del Alma Joven”. 230 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA paleta melancólica de Enrique Cuñat y azul-blanco en la riente paleta de Claros. Ruano Llopis había oído cantar a la Esperanza Iris -¡quién nos lo tenía que decir!- la canción mexicana de la “blanca paloma, paloma blanca” -que era el “Jalisco no te rajes” de entonces- y sentía ya la nostal­ gia anticipada de México D. F. Estábamos en un momento indeciso en esa lucha valenciana por el cambio de nombre de las calles: calle de Peris y Valero, antes Paz, etc; lucha por la nomenclatura callejera que vimos repetida en años más recientes en forma deliciosa: Calle de Margarita Ne- lken, antes de Isabel la Católica. Todavía existía, aunque con otro nombre, naturalmente, el “carrer de la Llonga- nisa”, símbolo de las estrechas calles valencianas, una de las cuales -permítaseme este rasgo de erudición fácil- se llamó en el siglo XVII, por su gran estrechez, “carrer de Palpa Cuixes”. Las “churras” cantaban todo el día en la cocina el “Soldado de Nápoles” y debutaban los ballets rusos, cuyo director, insigne borrachín, se despidió de Va­ lencia con lágrimas en los ojos, exclamando enternecido: “¡Gran persona Balanza!” Los jóvenes recitábamos versos valencianos de Llorente y versos castellanos de Darío. Los -“¡Asó té rayota!”- en el desnudo de robustas modelos que luego se hacían rumbistas y aprendían a cantar cuplés de Cárieles: “Soy metá diminonio, soy metá mojer...” Venía a Valencia el cardenal Benlloch para arreglar no sé que historia del centenario del Cid, aquel caballero castellano que, por haber luchado lo mismo por moros que por cristianos, fue algo así como el precursor del mariscal Badoglio. El cardenal Benlloch parecía un picador, pero, en cambio, Blanquet parecía un capellán de la huerta. Al­ fredo Just quería ser torero y Manolo Granero violinista. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 231

Los concursos de bandas de música en la plaza de toros, eran una anticipación de la moderna blitzkrieg, con sus comandos pueblerinos acometiéndose a clarinetazos. Todavía era la Valencia del “capellá de les Roques” y del “agüelo el Colomet”, de la Petroliera y de la baro­ nesa de Álcali, dels “cocotets” y del “eixut” de Turis, de las horchateras ardientes y de las buñoleras en su punto. Maximiliano Thous y Enrique Bohórquez publicaban -humorismo de etiqueta- “El guante blanco” y Vicente Fe Castell, después de ser el mejor sainetero valenciano de su generación, era ya el hombre más bueno de Valencia. Félix de Azzati, pluma de gran periodista en ristre, veía venci­ do a sus pies, como San Jorge al dragón, al “fardacho” sorianista. Pepe Luis Estellés daba conferencias en Bellas Artes sobre el arte oriental de Tórtola Valencia y Julio Just pronunciaba arengas revolucionarias en los caseríos de la huerta. Julio Antonio venía a poner mayor insensatez en nuestra bohemia -bohemia generosa de su vida en Julio Blasco- y, para que no se le perdiese la chica que lo acom­ pañaba, Julio Antonio le pintaba una estrella de purpurina en la frente. Paco Galán escribía la letra del “Himno a Ribas” y Balaguer le ponía música. El Gallo brindaba un toro y le regalaba la oreja a Eugenio Noel, y éste le daba la oreja a comer a un gato, en la fonda. El Gallo era enton­ ces el torero preferido de los valencianos, principalmente de los “llauradors”, que parecían tenerle lástima al verlo calvo, medroso y frágil. Cuando El Gallo se asustaba y daba una de sus “espantás”, sus consecuentes animadores de la huerta lo animaban: “¡Ánimo agüelet!” En la calle del Arzobispo Mayoral vivía un sastre laico, que tenía tres hijas, a las que había dado los nombres de la trilogía de la Revolución francesa. A veces se le oía, a mediodía, llamar a las chicas, que jugaban en la calle. “¡Llibertat, Igualtat, 232 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Fraternitat, qu’el arrós ya está en taula” Era la Valencia de la Bajada de San Francisco a las seis de la tarde y de “au- fegar el sis doble” en el café a cualquier hora. Era, en fin, la Valencia de las tracas y de las fallas... Todo parece ahora convertido en humo. ¿Es verdad? ¿Es poesía? El fuego prendió en todo: en las figuras de nuestra devoción y en los “ninots” de nuestras burlas. ¡Cómo arden las vidas y la historia y el paisaje en la hoguera de los años! Quedan sólo unas cenizas: son los recuerdos. Y un rescoldo conserva todavía el calor de lo que aún no se ha extinguido en la distancia del destierro. El último resplandor que vimos no era alegre fuego de tra­ ca, sino tragedia deslumbrante de incendio, que consumía en sus llamas todo lo que nos era dichoso y entrañable, todo lo que queríamos con mayor ternura. ¿Quién no ha ardido en sus carnes y en su alma el tizón de esa hoguera? El fuego ha secado nuestras lágrimas sobre la tierra del sacrificio. Mas, lejos ya de todo, el hielo de la ausencia se purifica en llanto oculto. Pero, a pesar de todo, ¡otra vez a la plantá! ¡Infati­ gables falleros! Ahora, sobre las tablas montadas en la “plaseta”, aparecen unos bultos siniestros. Camisas viejas. ¡Qué asco! “Ninots” trágicos y grotescos, que van a arder en el infierno de sus crímenes, de la profanación que co­ metieron en Valencia. Que no se apague la tea en nuestras manos. Pren­ damos el último fuego, que será de purificación y no de venganza, de justicia y no de odio. Ya arden los muñecos sangrientos en la clara y tibia noche valenciana. Nadie ha pedido indulto para los “ninots” ignominiosos. Suena alegre, música fallera y suben al cielo cohetes de colores. ¿Era verdad o era poesía?

Carlos Esplá, México, 15 de abril de 1944 Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 233

LOS MONÁRQUICOS ESPAÑOLES RESULTAN INGLESES -XXXIII-

Otra vez, a base de infundios y falsedades, se pretende hacer pasar a los republicanos españoles como entusiastas partidarios de la restauración monárquica. ¿A quién divier­ te este juego pueril? ¿A quién engañan esas simplezas? Por lo visto, hay gente en el mundo que se ha enterado todavía de que si los republicanos españoles son republi­ canos es porque quieren la República, y no porque deseen impacientemente la monarquía. Parece, sin embargo, como si estuviéramos jugando a los despropósitos y que decimos una cosa para que se entienda otra, o que cuando afirma­ mos que somos republicanos, lo decimos por equivoca­ ción, como si estuviéramos distraídos en ese momento. Ello ocurre porque la interpretación de lo que pensamos y decimos los españoles republicanos suele correr a cargo de unos caballeros extranjeros muy importantes, que parecen razonar de esta manera: -Si en España nadie quiere la monarquía es porque no hay monárquicos, pero como los españoles son republi­ canos, el problema de la restauración monárquica resulta sencillísimo: todo consiste en decir que son los republica­ nos quienes anhelan la monarquía. Esos caballeros importantes piensan, además, que para restaurar la monarquía en nuestro país no es absolu­ tamente indispensable que haya monárquicos en España; basta con que los haya en Inglaterra. Entre los “factores lógicos”de la restauración señalan, en efecto, el hecho de que Mr. Churchill “confiese abiertamente su simpatía por la forma monárquica de gobierno”. 234 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Resulta cierto, desgraciadamente, que mister Chur­ chill es monárquico; pero, hasta donde alcanza nuestra información, lo que se sabe es que mister Churchill es monárquico inglés, que no es lo mismo que ser monárqui­ co español. Si mister Churchill resultase ahora, por añadi­ dura, monárquico español -cosa impropia de un hombre de su talento- ello demostraría, a lo sumo, que, para ser monárquico español, hay que empezar por ser inglés. Pero, ni aún así se lograría encontrar a un monárquico español que fuese realmente español. Nuestro Larra señaló ya la diferencia que hay entre nacer inglés, protestante y rico o nacer español, católico y pobre. Si mister Churchill, en vez de nacer inglés y todo lo demás -lo que explica que sea monárquico inglés -hu­ biera nacido español, sería, sin duda alguna, republicano español y hasta es probable que fuese también republicano inglés. Es muy posible, asimismo, que si algunos republi­ canos españoles hubieran nacido ingleses y les hubiesen dicho: “Os va a gobernar mister Churchill”, quizás serían ahora monárquicos ingleses; pero, en cambio, es absoluta­ mente seguro que si a mister Churchill le hubieran dicho cuando iba al colegio: “Te van a gobernar don Antonio Goicoechea y el señor Gil Robles y don Juan March”, el clarividente estadista británico se hubiese declarado en el acto republicano español. El sentimiento monárquico de los ingleses tiene una base respetable, formada por el respeto que a todos ellos inspira la familia real inglesa. Pero ese respeto no obedece a ninguna extravagancia de los ingleses, a quienes les de el naipe por respetar y querer caprichosamente, y sin motivo alguno, a la familia real inglesa, sino al hecho sencillísimo de que ésta es una familia respetable, una familia decente. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 235

Por el contrario, si en España no se respeta ni se quiere a la familia real española es porque esta es una familia absolu­ tamente indeseable. Tan lógico es que los ingleses respeten a la familia real inglesa como que los españoles no respe­ temos a la familia real española. Unos y otros obedecemos a un mismo sentido de la dignidad personal, que en Ingla­ terra adquiere forma monárquica, y en España forma repu­ blicana. En el fondo, los españoles somos republicanos por los mismos motivos, aunque jueguen en sentido inverso, por los cuales los ingleses son monárquicos. Para adquirir su actual fervor monárquico, los ingleses empezaron por decapitar a un rey, con lo cual los sucesivos reyes ingleses se dieron cuenta de que para ser respetados por el pueblo tenían que empezar ellos por respetarlo. Más tarde, el reinado de Jorge III conoció un poderoso movi­ miento republicano, que sólo se disipó cuando los ingleses se dieron cuenta de que dicho rey se había vuelto tonto y se hacía indispensable incapacitarlo. Los ingleses pensa­ ron entonces que un rey tonto e incapaz, el cual no puede, por consiguiente, intervenir en nada, constituye el ideal del régimen monárquico constitucional. Los españoles, en cambio, hemos tenido más reyes granujas que tontos, y soberanas, como Isabel II, la reina castiza, más castiza que las gallinas. Puede decirse que de no haber nacido la fami­ lia real española en tan alta situación social, hubiera dado al mundo un número bastante apreciable de quinceneros, chulos baratos y segundas amas de casa de citas. Y no es que nos- alegremos de la desgracia o el des­ honor de una familia; pero no vemos justificación para que, en vista de que en esa familia hubo una abuela que retozaba con todos los alabarderos que tenía al alcance, tengamos que soportar a sus degenerados descendientes en el glorioso trono de San Fernando. Lo discreto, cuando 236 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA en una familia sale una tía coja, digamos coja, es procurar no darle importancia y pasar desapercibidos, en vez de adornarse con cetro, corona y manto de armiño para lla­ mar la atención y empeñarse en vivir de una sustanciosa lista civil. Esto lo comprenden perfectamente los ingleses, que tienen un concepto claro del decoro familiar. Cuando a ellos les ha salido un rey ligeramente incorrecto, lo han sacado limpiamente del trono, y en año bien reciente obli­ garon a abdicar a Eduardo VII, por el simple hecho de que quería, casarse con una señora divorciada. ¿Qué hubiesen hecho entonces con la reina María Luisa, la cual ignoraba quien era el padre de su hijo Fernando VII, aunque estaba segura -léase su carta de Bayona a Napoleón- de que no lo era su esposo Carlos IV, el del Caballito, rey de lidia? La desgracia parece perseguir, además, a los españo­ les en esa extraña lotería de la sucesión real. Siempre nos toca el peor de la familia, que ya es en conjunto bastante mala. Muerto Alfonso XIII -y su primogénito- le corres­ pondía la eventual corona al segundo varón legítimo de su descendencia: el príncipe don Jaime, que es sordomudo e incapaz. Siempre fue este príncipe silencioso el candidato real grato a don Miguel de Unamuno, quien afirmaba que lo mejor para los españoles era tener un rey tonto y no pi­ llo. Mas Alfonso XIII era, como se sabe, hombre de malas intenciones, y en vez de reservarnos a ese rey incapaz, que acaso hubiera hecho nuestra felicidad, como Jorge III hizo la de los ingleses, cedió sus supuestos derechos al otro hijo sano, a ese don Juan III, a quien de chico llamaban “Chis­ pa” en Madrid, por ser tan granuja como su augusto padre, y que es un pequeño miserable, cual lo demuestran sus ofrecimientos a Franco para luchar contra los españoles. Todo ello explica que en Inglaterra haya monárquicos ingleses y que en España no haya monárquicos españoles; Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 237 cosa que podrá parecer mal a los monárquicos ingleses que resultan ser ahora monárquicos españoles, pero que no tiene remedio en tanto la monarquía española haya de ser obra de monárquicos españoles, que faltan en España, y no de monárquicos ingleses, que sobran también en España.

El Valijero, México, 6 de mayo de 1944

JUEGO DE CARTAS -XXXIV-

Don Antonio Mije85, en nombre de la dirección del Partido Comunista de España, ha tenido la amabilidad de enviar a personalidades y organismos políticos españoles copia de una carta del señor Gil Robles, escrita a fines de septiembre del año pasado y dirigida al ministro de la Gue­ rra de Franco. El señor Mije divulga esta misiva con objeto, precisamente, de no divulgarla. “Tenemos interés -dice en su carta de remisión- en hacerle saber nuestro pensamien­ to de no divulgar este documento”. Sólo lo da a conocer a contados organismos y personalidades, pues otra cosa “su­ pondría” llevar el agua al molino monárquico”,conclusión a la que llega en su carta el señor Gil Robles, y “con la que nosotros -dice el señor Mije- estamos enfrentados”. Teme, sin duda, el portavoz de la dirección del Partido de masas, que las convicciones republicanas de las masas no sean muy robustas, y no quiere someterlas, quizás, a la arriesgada prueba de revelarles que el señor Gil Robles es

85. Antonio Mije, miembro del PCE, fue Delegado de Guerra de la Junta Dele­ gada de Defensa que presidió desde el 6 de noviembre de 1936 del general José Miaja Menant. 238 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA monárquico y que posee ciertas razones para serlo, razones que son muy parecidas, aunque sean contrarias, a las que tienen los republicanos para no ser monárquicos. En ver­ dad, si el señor Gil Robles y los republicanos dedujesen las mismas conclusiones de los mismos hechos y razonasen de igual modo, hace tiempo que los republicanos serían de la CEDA o el señor Gil Robles sería, también desde hace tiempo, “republicano de toda la vida”, llegándose de este modo a la armonía universal, fórmula mucho más perfecta y sublime que la de la Unión Nacional86. El escrito del jefe de la CEDA era ya conocido en gran parte, sin embargo, y demuestra que su autor no ha cambiado mucho y sigue teniendo sobre la política es­ pañola ideas tan troglodíticas como cuando fue ministro lerrouxista de la República. La única diferencia es que en­ tonces, como digo, era ministro de la República y ahora as­ pira a serlo de la monarquía, mas ello no quiere decir que entonces fuese republicano y sólo ahora sea monárquico, pues en realidad nunca dejó de ser monárquico, conside­ rando él la monarquía española como el mejor instrumento para realizar una política absolutista, clerical y militarista, que es lo que constituye el verdadero ideal del furibundo demagogo salmantino. El señor Gil Robles, desde su des­ tierro de Estoril, hasta donde han “ensanchado la base del régimen” don Alejandro Lerroux y él mismo, se declara contra el régimen franquista alegando diversos motivos, pero el verdadero es que si Gil Robles está contra Falange es porque Falange está contra él. La tragedia de Gil Robles consiste en que después de haber trabajado ardientemente por la implantación de un régimen de barbarie absolu-

86. Plataforma política promovida por el PCE para aglutinar a todas las fuerzas antifranquistas. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 239 tista idéntico al que existe actualmente en España, una vez implantado su propio régimen ideal, el régimen que prescinde de él, lo que lleva a Gil Robles a prescindir del régimen. En vista de ello, aboga ahora por una monarquía de cuartel y sacristía, sostenida por el Ejército y el clero, es decir, por el franquismo sin Franco y el falangismo sin Falange. De esta manera, supone él, se congraciaría Espa­ ña con los aliados, que van a vencer, y se la apartaría de la dependencia de los totalitarios, que van a ser vencidos. Uno no debe ya sorprenderse de nada, y por lo tanto, no nos sorprende que el señor Gil Robles se declare ahora aliadófilo y antitotalitario, como tampoco nos sorprende que los comunistas italianos sean ministros de Víctor Manuel, ni que Badoglio nos haya resultado un mariscal demócrata. El señor Gil Robles olvida, por lo visto, que el totalitarismo es la forma europea del absolutismo, de igual modo que el absolutismo es la forma castizamente españo­ la del totalitarismo, y cuando el jefazo se declara enemigo del totalitarismo europeo, pero partidario de la castiza monarquía española apoyada en las bayonetas, en realidad se confiesa partidario de la forma más primitiva y silvestre del totalitarismo indígena. Pero, en el fondo, a nosotros no nos preocupan las contradicciones melancólicas del señor Gil Robles, que es una especie de bestia epiléptica y retó­ rica del absolutismo militarista y clerical español. Nos interesan más, de momento, las contradicciones del señor Mije, entre las cuales no deja de ser curiosa la de divulgar un documento para que no se divulgue. En su carta de remisión, el señor Mije tiene la cortés atención de poner a las personalidades y partidos españoles, a quienes se dirige, ante su propia responsabilidad, “frente a posturas políticas como la del señor Gil Robles”; responsabilidad que, al parecer, nos obliga a todos a “marchar unidos”, 240 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA para oponernos a los manejos del jefe de la CEDA. Pero, unidos ¿con quién? Aunque el señor Mije no lo dice en su amable carta, lo dicen, con bastante claridad, los amigos del señor Mije, en recientes manifiestos, en los que el Par­ tido Comunista de España nos invita a unirnos con “desta­ cadas personalidades de la CEDA”, entre los cuales la más destacada, que nosotros sepamos, es el señor Gil Robles. Es decir, que por una parte el Partido Comunista no quiere que llevemos el agua al molino gilroblista y, por otra parte, nos invita a que nos dejemos moler en él. En el manifiesto del Partido Comunista de España publicado en “España Popular" del 5 de mayo, leemos, en efecto, lo que sigue: “Esta base común puede ser la si­ guiente, aprobada en la Junta Suprema de Unión Nacional, por dirigentes republicanos, socialistas, comunistas, cata­ lanes, vascos, de la UGT, de la CNT, ratificada más tarde en las conversaciones mantenidas por dicha Junta con DESTACADAS PERSONALIDADES DE LA CEDA”. Y siguen a ese párrafo las conocidas bases de la su­ puesta Unión Nacional, en las que no se habla para nada de República, por lo cual los comunistas podrán seguir di­ ciendo que el hecho de no hablar de República no significa que ellos estén por la Monarquía, del mismo modo que los amigos del señor Gil Robles podrán afirmar que, si no se habla de República, es porque no se piensa ya en ella, con lo que nadie sabrá exactamente si se trata de unirnos para restablecer la República o para restaurar la Monarquía, que es lo que constituye la verdadera y profunda razón de la desunión entre los españoles. Y resulta de todo ello que los comunistas nos invitan ahora, quizás para que inmediata­ mente nos desunamos, a fin de que puedan marchar luego por un lado los que quieren la República y por otro los que no la quieren, como si por un momento unos y otros Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 241 hubieran estado desorientados antes. Y como esto de Repú­ blica y Monarquía es cosa seria y fundamental, y resultaría poco serio unirnos ahora para separarnos después, cual novios antojadizos, lo mejor, creo yo, es que continuemos desunidos. Parece ser, pues, que lo único cierto es que el señor Mije nos pone en guardia contra los manejos de la CEDA y que los amigos del señor Mije nos invitan a unirnos con la CEDA, y hasta nos dan ya por unidos con ella, en com­ pañía de “republicanos, socialistas, comunistas, vascos, catalanes”, lo que nos recuerda -por la homogeneidad de la filiación política y regional- el lance de aquel prudente amigo nuestro detenido en tiempos de Primo de Rivera: “¿Es usted marxista?” “No, señor; yo soy de la provincia de Toledo”. Y como al invitarnos a unirnos a los elementos de la CEDA, suponemos que no deben referirse a los que son ahora falangistas, debemos pensar que se refieren a los elementos de la CEDA que siguen siendo de la CEDA y no son falangistas, entre los cuales sólo queda, precisamente, con algún otro cedista sin domesticar, el propio señor Gil Robles, que es “destacada personalidad de la CEDA”, pero que no es falangista porque no quisieron los falangistas que lo fuera, y cuyas maniobras monárquicas nos denuncia con tanta cortesía el señor Mije, al mismo tiempo que los amigos del señor Mije nos recomiendan imperativamente que nos unamos con los amigos del señor Gil Robles. Todo esto resulta algo confuso y nebuloso, y ya que el señor Mije ha tenido la amabilidad de comunicamos confidencialmente, y con copia numerada, lo que piensa el señor Gil Robles, no estaría de más que llevase su amabi­ lidad hasta decimos, aunque también fuese en secreto, lo que piensa el propio señor Mije. Pues sería curioso, en vis­ ta de que conocemos por el benévolo conducto del señor 242 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Mije el pensamiento del señor Gil Robles, que tuviésemos que recurrir al señor Gil Robles para conocer reservada­ mente el pensamiento político del señor Mije.

El Valijero, México, 12 de mayo de 1944

MADARIAGA O EL AMOR DE UN BRIGADIER -XXXV-

Don Indalecio Prieto nos ha dado a conocer, a tra­ vés de su contundente réplica publicada en Excelsior, un curioso artículo de don Salvador de Madariaga, quien para acabar con Franco y Falange, confía en un “general liberal” el cual facilitaría luego la restauración de la mo­ narquía en nuestro país. Niega el señor Prieto que el ilustre speaker de la radio inglesa pueda encontrar en la España franquista a un solo general liberal, fuera, naturalmente, de los que se encuentran desterrados, ninguno de los cuales -precisamente por ser liberales- puede inspirar la confian­ za al señor Madariaga, pues ninguno se prestaría a repetir la hazaña de Martínez Campos a la sombra del histórico algarrobo de Sagunto, para llevar a cabo la singular opera­ ción política ideada por don Salvador. La noticia de que en la España franquista no quedan ya generales liberales ha­ brá sorprendido, seguramente al sabio profesor de Oxford, quien, por haber pasado la mayor parte de su vida fuera de España, es posible que no sepa que el general Espartero fa­ lleció ya hace tiempo y que el general Prim fue asesinado en la calle del Turco. La sensible noticia de tales desgracia­ dos sucesos, que nosotros nos apresuramos a comunicar al señor Madariaga, enviándole de paso nuestro sentido pésame, acaso le haga modificar su bien meditado plan ΠΙ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 243 para la salvación de España. Don Salvador había soñado, sin duda, en el jubiloso espectáculo que podrían ofrecer en la bahía de Cádiz las fragatas de nuestra gloriosa escuadra -la “Zaragoza”, la “Isabel II”, la “Tetuán”, la “Lealtad”, etc- al mando del brigadier Topete, saludando con salvas de bombarda la llegada del “San Buenaventura”, llevando a bordo al “general liberal”, el cual, al desembarcar, lanza­ ría un manifiesto “Al País y al Ejército”, con estas excla­ maciones: “¡Viva España con honra!” “¡Viva la Soberanía Nacional!”, “¡Que caiga para siempre la espuria raza de los Borbones!”. Es una verdadera lástima que don Salvador no pueda ver realizados sus deliciosos sueños políticos, y todo por la falta de un “general liberal”. “¡Cómo ha degenerado la raza! -meditará tristemente don Salvador paseando su de­ cepción por los claustros universitarios de Oxford, cubier­ tos de hiedra procer- ¡Ya no queda en España un “general liberal” capaz de dar un golpe de Estado contra Narváez, digo, contra Franco!”. ¿Qué puede hacer don Salvador ante esta nueva si­ tuación que le ha revelado el artículo de don Indalecio Prieto? No es posible, desde México, sugerir al ilustre pensador una solución satisfactoria, digna de su original inteligencia. Acaso lo mejor sería que don Salvador, quien nos ha resultado uno de los personajes más divertidos de nuestra triste época, se proclamase a sí mismo general, y como, por otra-parte, él es liberal de toda la vida, podría realizarse en su propia persona la feliz conjunción, y en un momento podríamos encontramos los españoles con que contábamos con un “general liberal” contemporáneo, sin necesidad de hacer una película retrospectiva de la Re­ volución de Septiembre. Si le pareciera poco el grado de general, podría proclamarse mariscal, dignidad castrense 244 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

que está ahora de moda y a la que se llega en nuestros días con relativa facilidad. Pero se nos ocurre preguntar: ¿Sien­ te don Salvador verdadera e irresistible vocación por la bizarra carrera de las armas? ¿Está sinceramente dispues­ to a convertirse en un brigadier de pronunciamiento? ¿Le sentaría bien, siquiera, el uniforme? ¿Ha pensado, acaso, en que las plumas del casco podrían acentuar, los días que vistiese de gala, su silueta de pajarito? Estas son preguntas que el excelso profesor debe examinar serenamente en el silencio augusto de su cátedra, y que nosotros, pobres ig­ norantes, no podemos contestar. Ahora bien; si el señor Madariaga no se siente con ánimos para ser “general liberal”, ¿qué puede hacer para salvar a España? Nosotros nos permitiríamos aconsejar­ le que enviase su adhesión a la Junta Suprema de Unión Nacional, lo que, en definitiva, no compromete a nada, y donde encontraría -¡tanto tiempo sin vernos!- a sus an­ tiguos amigos de la CEDA, y ello les permitiría recordar juntos los dichosos tiempos en que ellos y él eran minis­ tros lerrouxistas de la República. No crea el señor Mada­ riaga, celoso siempre de conservar su seriedad política hasta en los momentos de mayor extravagancia mental, que sus amigos de la CEDA, adheridos ahora a la Junta Suprema de Unión Nacional, fuesen a hacer mofa de su nuevo entusiasmo monárquico o recordarle con escarnio su antiguo fervor republicano. El señor Madariaga puede explicarles que si él fue republicano es porque la Repúbli­ ca lo hizo nada más que diputado, embajador y ministro, y que si ahora se declara monárquico es por si se presenta la ocasión de servirla desinteresadamente, en alguno de esos cargos. Las “destacadas personalidades de la CEDA” que se han adherido a la Junta Suprema de Unión Nacional lo comprenderán perfectamente, como comprenden otras Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 245 muchas cosas bastante más gordas. Es posible, sin embar­ go, que algún español indocto le diga malhumorado a don Salvador que, puesto que él tiene ideas tan claras y genia­ les sobre todos los problemas del mundo y está tan bien enterado de lo que piensan los lapones o los búlgaros y de lo que pasa en la Groenlandia o en el Manchukuo -esto último le valió en Ginebra el delicioso título de “Don Qui­ jote de la Manchuria”-, pero, en cambio, anda algo des­ pistado sobre lo que ocurre en España y lo que desean los españoles, lo lógico será que la próxima vez lo elijan con­ cejal en Shangai o en Smolensk o lo nombren canciller de Islandia o de Mozambique, pero no diputado a Cortes por La Coruña. En todas partes puede emplearse útilmente su preclaro talento político, sin que haya de ser forzosamente en España, donde, menos geniales y clarividentes que don Salvador, nos conformamos con una modesta República hecha en el país. Por nuestra parte no hay inconveniente, desde luego, en que don Salvador de Madariaga se declare partidario de la restauración monárquica en España, en su próxima actuación política, pero siempre que dicha ac­ tuación suya tenga por escenario la Dieta de Croacia o el Senado de Etiopía, por ejemplo, donde podría demostrar, como es evidente, los progresos que logra en Inglaterra la idea monárquica española, que cuenta ya en aquel país con cuatro distinguidas personalidades de la buena sociedad británica que son monárquicos españoles. Cuatro, por lo menos; a saber: el duque de Alba, mister Churchill, el pre­ tendiente Juan III y mister Madariaga87... ¡Aoh, yes!

El Valijero, México, 27 de marzo de 1944

87. Son muy numerosas las citas de Azaña en tomo a las aspiraciones políti­ cas de Madariaga, siempre titubeante entre seguir la huella del hombre de Alcalá, si éste le otorgaba el cargo que merecía, o la de el Emperador del 246 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

EL CAUDILLO SALVÓ AL IMPERIO BRITÁNICO -XXXVI-

Nuestro original amigo mister Winston Churchill se ha decidido, por fin, a renunciar públicamente el papel de sal­ vador del imperio Británico, que la fama venía atribuyén­ dole por error, y, con laudable modestia, ha revelado que quien en realidad lo salvó fue el generalísimo Franco88. La noticia habrá dejado algo perplejo a “herr” Hitler, quien tenía motivos para pensar que el Caudillo le ayudaría a aniquilar a la “pérfida Albión”; pero el Fuehrer tendrá que rendirse a la evidencia después de leer el sonado discurso del Premier inglés. Las consecuencias de la decepción de herr Hitler son de momento, imprevisibles, y nada tendría de extraño que el Fuehrer se declarase ahora consecuente antifranquista y se pusiera de acuerdo con “las destacadas personalidades de la CEDA” adheridas a la Junta Suprema de Unión Nacional, para acabar con Franco y vengarse de su incalificable traición. A decir verdad, nosotros mismos, de no haberlo dicho persona tan autorizada, en razón de su cargo, como mister Churchill, no lo hubiéramos creído jamás. Pero lo cierto es que, en varios instantes históricos, la suerte del Imperio inglés dependió de Franco y que éste se abstuvo genero-

Paralelo. En una de ellas, Azafia afirma que Madariaga le puso pegas a su propuesta para que Esplá fuese el Delegado de Esparta en la SDN por que no tenía “pedigrí”. Azaña, M.: Memorias políticas y de guerra. Barcelona, Crítica, 1982. P. 272. 88. En mayo de 1944, Churchill anunció en la Cámara de los Comunes que el régimen franquista era el más adecuado para los intereses británicos. Esplá le contestó en un manifiesto contundente firmado por la Junta Espafiola de Liberación. Es preciso recordar, también, los reparos que el Primer Ministro puso al reconocimiento de la Junta presidida por De Gaulle. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 247 sámente de dar la orden fatal que hubiera acabado para siempre con la Comunidad de Naciones británicas. Un simple ademán del Caudillo, el liviano movimiento para sonar un timbre, y los cañones falangistas de Algeciras hu­ bieran pulverizado en el acto los aviones que reposaban en el aeródromo de Gibraltar y hundido la escuadra británica que esperaba en aguas españolas, cerca del Peñón, la orden para zarpar con rumbo al África del Norte, donde la espe­ raba el demócrata Darlan. De haber ocurrido esto, lo más probable -aunque no absolutamente seguro- es que fuese mister Churchill quien ahora se declarase antifranquista, en vez de obligar a dar ese mal paso a un “caballero” como herr Hitler, quien resulta en definitiva el verdadero salva­ dor del Imperio británico, pues, sin su ayuda a Franco, éste no hubiera podido salvar primero a España, y, por lo tanto, no hubiera estado en situación de salvar más tarde a la Gran Bretaña. Todo ello nos llena de legitima satisfacción a los republicanos españoles, que tenemos derecho a reclamar para nosotros mismos una parte de la gratitud que Chur­ chill ha expresado al Caudillo, pues parece evidente que, si en vez de ganar Franco la guerra con la ayuda de Hitler, la hubiéramos ganado los republicanos, sin la ayuda de Churchill, el Caudillo no hubiese podido luego prestar tan señalado servicio al pueblo inglés; con lo cual resulta que, sin damos apenas cuenta, los republicanos somos en realidad, los que, en último término hemos salvado con nuestra involuntaria derrota al Imperio británico. La cosa para los ingleses resultó bastante más cómoda y fácil que para los españoles, pues Franco se sublevó en verdad con­ tra la República española, y fueron ciudades españolas las bombardeadas por los aviones que Hitler le envió, y fueron mujeres y niños españoles -claro es que rojos- los ametra- 248 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA liados alegremente por nazis y fascistas en las carreteras, en los hospitales y en las escuelas de España, y fue el pueblo español el que sufrió hambre y duelo, y fueron -y siguen siendo- españoles los fusilados por Franco y los asesinados por su turba falangista, y son españoles los que están en la cárceles hitlerianas de Franco y en los campos de concentración de Petain, y son, en fin, españoles los que han perdido hogar, familia, patria y libertad; pero todo, se­ gún se deduce del discurso de mister Churchill, lo hizo Franco sin mala intención, con objeto principalmente de poder salvar en el momento preciso al Imperio británico. Justo parece, por lo tanto, que al proclamar y agradecer mister Churchill el gesto magnánimo de Franco, reciba­ mos los republicanos españoles la parte de reconocimiento que nos corresponde, ya que hemos contribuido a la proe­ za del Caudillo, aunque sólo sea, dentro de la modestia de nuestros medios, con el insignificante papel de víctima. Además, el saber que el Generalísimo ha salvado al Imperio británico no sólo nos llena de satisfacción, sino que nos produce un gran descanso, un inmenso alivio, pues de ese modo ya no será necesario que ningún republi­ cano español se preocupe todavía de salvarlo, siguiendo la lucha contra Hitler y arriesgando su vida por defender la causa de Inglaterra, que no puede estar ya más salvada de lo que Franco la salvó, a juzgar por las autorizadas pala­ bras de mister Churchill. ¡Qué dulce tranquilidad invadirá ahora a los republicanos españoles! Por fin van a disfrutar de un merecido reposo y de una inefable indiferencia, acaso un poco decepcionados al ver con cuánto desdén se ha recompensado sus servicios anteriores, mas no por ello menos satisfechos al pensar que no necesitarán seguir prestándolos en lo sucesivo. Los prestaron ya con creces al dejarse perseguir, encarcelar, arruinar, desterrar y asesinar Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 249 para formar con su martirio un pedestal de gloria, desde el cual el Caudillo ha podido permitirse el elegante gesto de salvar la causa de las Democracias... Cree mister Churchill con razón que, después de haberla salvado sería jugarle una mala partida a Franco el intento de restablecer la democracia en España, pues si el Caudillo la salvó en Inglaterra, fue para preservar de ella a España, que debe quedarse, por ende, sin régimen democrático. En este punto coinciden herr Franco y mis­ ter Churchill. Opina este último que, cuando termine la guerra -después de la invasión, naturalmente, lo que no anuncia, desde luego, un fin muy precipitado- habrá en el mundo dos clases de pueblos: unos, los que han luchado contra las Democracias, que son los que tendrán derecho a recuperar el ejercicio de la democracia; y otros, los que, como España, por haber luchado a favor de las demo­ cracias, tendrán que quedarse sin democracia y seguirán disfrutando de una buena tiranía indígena. Dicho de otro modo: si el pueblo español no hubiera luchado contra Hit­ ler y no hubiera evitado que Franco entrase en guerra con Inglaterra; si en vez de hacer eso, el pueblo español hubie­ ra roto las hostilidades con la Gran Bretaña, dedicándose a matar soldados ingleses en los campos de batalla, ahora mister Churchill tendría interés en que se restableciese la democracia en España. Pero como el pueblo español no ha bombardeado ninguna ciudad británica, ni ha hundido ningún barco de la escuadra inglesa; ni ha realizado acto alguno hostil a las Democracias -pues, por el contrario, las defendió aun antes de que se defendieran ellas mis­ mas- justo es, en opinión de mister Churchill, que el pueblo español se quede sin democracia. Sin democracia y con Franco, que fue quien salvó a las Democracias en las andaluzas aguas de Algeciras. Quiere decir esto que 250 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA el derecho de los pueblos a la democracia, según mister Churchill, dependerá exactamente, cuando termine la gue­ rra, del número de ingleses que cada pueblo haya podido matar en los campos europeos, donde se decide hoy con tanta discreción como prudencia la causa de las Democra­ cias. De este modo, la victoria de las Democracias contra las tiranías será administrada equitativamente en sentido inverso al resultado mismo de la contienda, dando demo­ cracia a quien la agredió y negándosela a quien luchó y se sacrificó por ella. Expuesto en estos términos de claridad el programa de mister Churchill para el restablecimiento o privación post bélica de la democracia en los distintos países, su peregrina teoría parece contener una imprudente invitación para que los pueblos todavía neutrales que anhe­ lan la restauración de la democracia, se apresuren a decla­ rarle la guerra a la Gran Bretaña y se dediquen ardorosa­ mente a matar soldados ingleses y a derribar aviones de la RAF y a torpedear buques de la Armada de H. M. De ese modo, llegado el momento de la victoria, los pueblos que hasta ahora han sido neutrales pero que, atendiendo a la singular invitación de mister Churchill, dejen rápidamente de serlo, podrán presentar una brillante hoja de servicios en la guerra contra las Democracias y una sustancial lista de enfermeras, soldados, aviadores, comandos y marinos ingleses muertos; con lo cual afirmarán su derecho a dis­ poner de un buen régimen democrático para uso propio, en tanto que los pueblos no se apresuren a agredir a Inglaterra tendrán que seguir disfrutando de sus excelentes dictadu­ ras nacionales. Todo ello tiene, sin embargo, su lógica, aunque sea una lógica típicamente británica, la cual se distingue preci­ samente por su falta absoluta de lógica. Piensa, en efecto, mister Churchill que si, después de haber salvado Franco a Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 251

Inglaterra y en consecuencia a la democracia, se quita aho­ ra el poder a Franco para implantar en España un régimen democrático, ya no podrá el mismo Franco, si se presenta nueva ocasión en la próxima guerra mundial, estar en con­ diciones de salvar otra vez a las Democracias. Además, mister Churchill ha descubierto sagazmen­ te los verdaderos motivos que tuvo el Generalísimo para realizar su gesto salvador. Parece ser, según supone mister Churchill, que en el asunto intervino el factor sentimental, que, como se sabe, es el que más influye en seres tiernos y sensibles como Franco, que viene a ser, visto por el Pre­ mier británico, una especie de sentimental del guitarrón. La explicación que encuentra mister Churchill al noble gesto del Caudillo no deja de ser ingeniosa. Por lo visto, Franco, para decidirse a salvar al Imperio británico, recor­ dó de pronto que hace apenas 130 años la Gran Bretaña ayudó a salvar a España de la tiranía napoleónica. Es muy posible, desde luego, que las cosas ocurrieran así, pues Franco debió conocer el episodio histórico contado por Churchill y que fue el verdadero móvil de la tardía grati­ tud franquista, bien por habérselo oído referir al conde de Romanones, que ya había vivido por aquella época, o bien por haberlo leído, cuando era cadete, en la excelente Histo­ ria Universal y del Japón que estudió en la vieja Academia de Toledo. Esta ingeniosa explicación resuelve, además, el caso de conciencia que podría presentársele a Franco ante esta enojosa opción: ¿Gratitud a Hitler o a Wellington? Cuando el Fuehrer, que no es precisamente un amigo personal de mister Churchill, le diga al Caudillo: -Te has portado como un cerdo... ¿Para eso te ayudé a asesinar a españoles y a bombardear ciudades de tu patria, y a darte la victoria? Después de todo eso, ¿eres tu quien 252 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA salva a los ingleses?- Franco podrá contestar, para justifi­ carse razonablemente: -¡Qué quiere, “mein Fuehrer”...! Antes que usted, es­ taba lo de Napoleón... Yo tenía ya compromisos anteriores con el Duque de Hierro... Algo habrá que hacer, en vista de todo ello, para con­ memorar la fecha histórica en que Franco salvó al Imperio Británico, según el autorizado testimonio de mister Chur­ chill, quien, por otra parte, afirma que nadie debe meterse en los asuntos internos de los españoles, reproduciendo así una nueva doctrina de “no intervención” que nos vuelve felizmente a los viejos tiempos de mister Chamberlain, a quien combatía mister Churchill por decir poco más o menos lo mismo que ahora dice mister Churchill, como si las palabras no salieran de las personas, sino del cargo que éstas ocupan. Algo habrá que hacer, repito, para con­ memorarlo, y a mí se me ocurre que lo mejor sería que los republicanos españoles abriésemos una suscripción pú­ blica para regalar a mister Churchill un paraguas como el que usaba mister Chamberlain: un paraguas exactamente igual... Creo que mister Churchill se lo merece en estricta justicia.

El Valijero, México, 3 de junio de 1944

PLATERO EN ITALIA -XXXVII-

En el suplemento ilustrado de Excelsior se publicó hace un par de domingos una fotografía conmovedora. Entre otras de “torpedos humanos”, grandes aviones de bombardeo, submarinos de bolsillo, cañones oruga, Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 253

“jeeps” y trenes de tanques, aparece la de un burro, sobre el cual cabalga un soldado americano, dedicado a repartir la correspondencia, por rutas en las que no pueden utili­ zarse otros medios de comunicación, entre los soldados yanquis que guerrean en Italia. El cartero castrense nor­ teamericano parece Sancho Panza, montado en el burro, y éste tiene un noble gesto de resignada indiferencia, de paciente reflexión, como corresponde a un asno digno de serlo, a un asno que ya está de vuelta de las cosas y que ha soportado durante muchos años la tragicomedia bertol- desca del fascismo. Con sus largas orejas, hace el burro el signo de la V de la Victoria, en forma parecida a como Churchill la hace con dos dedos cuando, con el puro en la boca, pasa revista a sus comandos. Se comprende por este detalle que el jumento italiano desea también el triunfo de las Democracias, porque, pese a su fama de torpes, obs­ tinados e ignorantes, los burros son seres muy juiciosos e inteligentes, aunque no les haya dado la vanidad por proclamarse intelectuales, como aquellas lumbreras espa­ ñolas que constituyeron el “partido de la masa encefálica” al Servicio de la República, y han acabado prestándosela miserablemente a los generales que gritan: “¡Muera la inteligencia!”. Con su aspecto de sabios distraídos, en realidad los burros son sabios abstraídos y pensativos, dedicados a la silenciosa especulación mental, a la meditación desinte­ resada e inefable. Su aparente solemnidad no es síntoma de afectación académica y doctoral, como la del señor Yanguas Messia o la de don Eugeni D’Ors, sino escudo y protección de su adusta y socrática dignidad asnal. El burro, como nos pasa a todos los que creemos hacer algo útil o, al menos, grato, no quiere que lo molesten en sus pacientes meditaciones y fecundos silencios creadores, 254 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA y se concentra en profundas reflexiones con un punto de desdén, hecho, sin embargo, de indulgencia y altivez, por ciertos hombres y ciertos actos. El burro posee una sabi­ duría clásica, elaborada en muchos siglos de meditación, sabiduría no aprendida en los libros ni en las universidades alemanas, y que es algo más que erudición y mucho más que kultura, pues constituye el fondo mismo de nuestra civilización. Pero, entendámonos: cuando hablamos de civilización refiriéndonos a los burros, se entiende que ha­ blamos de nuestra civilización latina, espiritual, humanís­ tica, no a la civilización técnica y mecánica representada por tanques, aviones y torpedos, que son tan sólo progreso de la máquina y no del hombre, y cuyas fotografías ro­ dean en el suplemento de Excelsior a la del asno que va repartiendo cartas por lugares pintorescos de Italia. Todos esos artefactos bélicos, productos satánicos del hombre mecanizado de nuestros días, son máquinas que, en vez de cartas de la familia o de la novia, reparten guerra, muerte y destrucción, y, entre todas esas creaciones mortíferas, apa­ rece el burro como símbolo de paz, de ternura, de sencillez y de amor. Se trata, como he dicho, de un burro italiano, mediterráneo, europeo, dolicocéfalo, como quien dice. En él saludamos lo más sublime y seductor de esa nuestra civilización latina, bañada por el azul mar de Ulises, estre­ mecido dulcemente por el rielar de los versos de Homero y de Ausias March y de Mistral y la prosa de Miró; lago helénico y blasquista, con música del maestro Giner, en el cual ancla su desesperanzada esperanza el emigrante que abandonó sus playas doradas por el sol y chamuscadas, cuando nos despedimos de ellas, por los bombardeos de los Caproni. El peregrino español se conmueve ante la imagen noble y austera de este burro de Italia, que podría serlo de Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 255

España, de Palestina o de nuestra Marina, de cualquiera de los proceres pueblos mediterráneos sin los cuales la Humanidad no se salvará de la máquina, de la produc­ ción en cadena, del chicle para mascar, del ruido, de la prisa, de la coca cola, de las bombas de quinientos kilos, de los autobuses, de los anuncios por la radio, de los pa­ racaidistas, de las gramolas, de la “Unión Nacional”, del olor a gasolina, de la preocupación por las vitaminas, de las malas traducciones, de las consignas de propaganda, de las motocicletas, de los alimentos sintéticos, del anti­ semitismo, de los campos de concentración, de las ventas a plazo, del culto servil al Estado, de los gases asfixiantes, de los bombardeos en picada, de las películas de espio­ naje y de los campeonatos de fútbol, entre todo lo cual se agita, presa de su misma diabólica invención, el hombre gregario y maquinal, el moderno robot hecho en serie de la civilización técnica y mecánica de nuestros tiempos. ¡Qué formidable desquite para nuestro burro, para mi conmovedor y entrañable burro italiano, el de su misión de mensajero postal, el de su reparto carteril entre las tropas norteamericanas que luchan en las tierras de Virgilio y de Lucrecio, de Francisco de Asís y de Buttarelli! Los hom­ bres de la civilización mecánica llevan la muerte en los instrumentos donde la guardan en conserva, y la disparan contra los hombres de la barbarie mecánica, que, a su vez, la siembran entre aquellos: muerte esta última cuidadosa y científicamente preparada por los sabios alemanes. Todos los progresos de la técnica y de la ciencia, del taller y del laboratorio, están a su servicio. El hombre de la civiliza­ ción mecánica se cree un Dios de Castelar, es decir, un Dios del Sinaí, esparciendo los rayos de sus bombarderos, los truenos de sus tanques, los relámpagos de sus mons­ truosos cañones. Es en un paisaje lunar, como el personaje 256 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

del mundo futuro, visto por Wells con las gafas mágicas del tiempo que todavía no existe. La tierra tiembla y se abre a su paso, se derrumban los viejos monasterios y ar­ den las espigas recientes, que habían de darnos mañana el pan tierno. ¿Qué puede oponerse al hombre de la civiliza­ ción mecánica que lucha por la libertad del mundo? Es el más fuerte y el más poderoso. Soldado de la Libertad, ha hecho acopio de todos los instrumentos de destrucción en sus inmensos arsenales modernos, donde la mujer emplea su gracia maternal en aumentar la producción. Contra el hombre de la civilización mecánica se levantaron los de­ monios hitlerianos, de esa misma civilización material, y ya están siendo pulverizados estos últimos, y caen en su propio infierno y arden en su misma hoguera. ¿Qué poder, que fuerza puede resistir al conjuro de la civilización téc­ nica? Ninguno, nadie, nada... Entonces aparece el burro que recorre las rutas pin­ torescas y fragosas por donde no pueden pasar “jeeps” ni tanques, senderos recónditos de la tierra clásica, cerrados a la superioridad insolente de la máquina, y en los cuales sólo puede posarse la planta del hombre, la pezuña de la cabra o el casco del jumento. Entonces aparece el asno, que lleva al soldado de la civilización mecánica, hasta lugares inaccesibles para las orugas metálicas de acero y de petróleo, la carta de la madre o de la amante, la carta del hijo o del hermano, el mensaje del hogar lejano y de la granja perdida ya en puro recuerdo. Y entonces, entre las máquinas de guerra, de incendio y de destrucción, el hombre vuelve a ser hombre, como el burro no ha dejado de ser burro, es decir, hombre y burro, hermanos en la su­ blime civilización espiritual, poética y humanística nacida a orillas del Mediterráneo. Y el hombre ante el mensaje que no le pudo traer la máquina, pero que le trajo el burro Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 257 a la vista del jumento en toda su sublime fraternidad as­ nal, se reintegra a su sencillez y a su ternura, recobra su eterno valor humano. ¡Hermano burro, virtuoso y sufrido compañero del hombre en el trabajo y la fatiga, en el su­ frimiento y la resignación! En tu delgadez metafísica, de asno que no come, como ocurre a casi todos los asnos, en tus lacras, mataduras, desolladuras y tolondros, reliquias resignadas de los palos del hombre, está escrito el evange­ lio de tu bondad, de tu martirio, de tu hombre secular, de tus insignes servicios a la humanidad. El burro es, en efec­ to, el más servicial y el mejor amigo del hombre. Sería el amigo perfecto si fuese personaje influyente y pudiéramos pedirle recomendaciones, como se piden a los diputados, o si pudiese hacer de “cuarto” cuando nos falta un amigo para jugar una partida de dominó, o si tuviese medios para completarnos el alquiler de la casa los meses en que vamos algo apurados de dinero. Pero aún sin esos menudos ser­ vicios, que tanto fomentan la amistad entre los hombres, inmensos son los que ha prestado a la humanidad el asno, excelsa y virtuosa criatura bíblica, testigo silente y sin darse importancia, del prodigio cristiano en el santo y con­ currido pesebre de Belén; salvador abnegado del Padre, la Madre y el Niño en aquella angustiosa huida a Egipto, cuando la Sagrada Familia, formada por los precursores de los refugiados de hoy, escapaba de Hitler, que entonces se llamaba Heredes y no había aprendido aún tanta maldad. No es culpa del burro que ni siquiera lo aprobó luego desde Buenos Aires, como hizo el doctor Marañón - si tan bellas y poéticas leyendas cristianas han venido a parar en que tengamos que soportar en España al berroqueño car­ denal Segura y a esos obispos de viejo dibujo satírico de El Motín que saludan a Franco con el brazo extendido a la puerta del templo. 258 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

A mí me ha conmovido profundamente, enterneci­ damente, la fotografía de este burro de Italia, que trae a mis recuerdos otras comarcas mediterráneas, en cuyos paisajes inolvidables se dibujan las siluetas queridas de otros toscos y peludos asnos- el burro del aguador, el del marido del ama, el del vendedor de botijos...-; en cuyos aires perfumados sueña, como voces melancólicas, el canto llano de los graves y solemnes rebuznos, que a veces son apremiantes declaraciones de amor a la burra del alcalde; de cuyo cielo se desprende la estrella mágica que guía el asno salvador en la sombría noche del mundo actual en tinieblas; y en cuya tierra sedienta dejamos las raíces secretas de nuestras vidas cansadas. Este burro de la fotografía de Excelsior, este burro cartero de Italia, me ha parecido como la resurrección del dulce y trotón Platero, el borriquito cuya alma cándida dejó Juan Ramón Jiménez paciendo angélicamente en el Cielo de Moguer, en el ameno y jugoso Paraíso andaluz de eternos prados verdes. Porque los burros -lo dijo el Poeta, que entiende de eso- tienen alma -bendecida, por cierto, por San Anto­ nio- y van al cielo como los justos y los mártires. Quienes no tienen alma son esas fieras disfrazadas de hombre, con grotescos uniformes de macabro carnaval, que se llaman Hitler, Mussolini, Franco... Al ver la fotografía del burro cartero, hubiese querido poder sacarlo del papel impreso, darle al burro en hue­ cograbado cuerpo, aliento y dimensiones de burro vivo y real, de burro hecho burro, y abrazarme a él, con el llanto conmovido y regocijado de Sancho el Bueno, y, parodian­ do las enternecidas palabras de este, decirle: -¡Bien mío, rucio de mi alma, prenda y compañero mío, regalo nuestro en la vida terrenal, alivio de las cargas del hombre y descanso de las suaves y rotundas posaderas Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 259 de la mujer! ¡Yo te saludo como el mejor amigo, y beso tus morros húmedos y tus ojos tristes, como los de los des­ terrados que miran, sin ver, desde lejos la patria! ¡Tú nos traes el recuerdo y la imagen de las tierras de almendros y algarrobos, de la Europa mediterránea que meció en la cuna dorada de sus peñas, verde de sus huertos y azul de su mar, una dulce, tierna y sabia civilización humana, he­ lénica, latina, senequista, española! Todo un mundo viejo y nuevo, de recuerdos y de esperanzas, se presenta contigo ante nuestro ojos maravillados. Por sendas invisibles de Italia vas repartiendo las cartas del consuelo, la buena­ ventura de la vida en paz, el mensaje de la felicidad que huyó de los hombres en guerra. Tú ayudas ahora a salvar a nuestra hermana Italia y también nos ayudarás a salvar a nuestra madre España. Nunca has esquivado tus sufridos lomos al trabajo duro y a la carga penosa. Toda tu noble y recia energía ha estado siempre al servicio de los hombres de buena voluntad. Tu misión es sublime. Italia no se sal­ vará por Víctor Manuel, que es rey; ni por Badoglio, que es mariscal; ni por Sforza, que es estadista; ni por Benedetto Croce, que es filósofo; ni por Ercole Ercoli, que es... lo que es. ¡ Se salvará por ti, burro, que eres burro! ¡Oh dulce, poético, pensativo y trotón Platero carteril!

El Valijero. México, 10 de junio de 1944

DON BLAS Y LOS NIÑOS -XXXVIII-

Don Blas apenas si se llama Blas Pérez. Don Blas es ministro de Franco. Don Blas es catedrático. Antes de la guerra era profesor de la Universidad de Barcelona y se 260 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

distinguía por su anticatalanismo. Durante la guerra siguió viviendo en Barcelona, sin que le pasara nada. Don Blas era entonces un personaje insignificante. Él se creía, sin embargo, destinado al martirio. Se veía ya descuartizado por los rojos. “Estos bárbaros -pensaba- me quemarán vivo, me atormentarán metiéndome pedacitos de made­ ra en las uñas de los pies, harán conmigo butifarras, me venderán por kilos en cualquier carnicería de la Boquería, como uno de esos burros que terminan ahora su vida de trabajo convertidos en bistec, me meterán en un caldero de aceite hirviendo...” Don Blas pensaba cada noche que mo­ ría de todas esas terribles muertes, juntas y decisivas, pues le constaba que los rojos éramos unas fieras sanguinarias y feroces. Don Blas solicitó amparo de algunos republicanos catalanes amigos, y lo obtuvo. Mas no por eso se creyó menos muerto, desollado, achicharrado y descuartizado. Cuando despertó, se encontró, sano y salvo, en la zona de Franco, donde refirió sus terribles martirios en tono tan pa­ tético que puso la carne de gallina a las sensibles damas y damiselas del Auxilio Social, parecidas también a las mis­ mísimas gallinas en otras flaquezas de la carne. En mérito de sus martirios, don Blas fue nombrado más tarde minis­ tro de la Gobernación de la España Imperial. ¡Oh mundo maravilloso, oh prodigiosa aventura! Todo lo ocurrido en España - ciudades bombardeadas, niños ametrallados, te­ soros incendiados, ríos de sangre y de lágrimas...- había tenido un feliz objetivo, una venturosa finalidad. Todo ter­ minaba afortunadamente en que don Blas fuese ministro de la Gobernación de Franco. Sin la guerra y la destruc­ ción y el duelo, don Blas nunca hubiera llegado a ser alto jerarca del Estado. Bien valía, pues, la pena de que hubiese habido guerra y muertes y ruinas, y por bien empleados Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 261 debía dar don Blas sus espantosos martirios barceloneses, cuando, en sueños, fue víctima de los rojos. Don Blas, ministro de la Gobernación, acaba de pro­ nunciar un discurso al inaugurar en Vizcaya una Casa de Maternidad. Don Blas ha elogiado los “desvelos del nuevo Estado” por los niños y por las madres. Antes, en los omi­ nosos tiempos republicanos, no existía tal desvelo. Al con­ trario: los republicanos, como se sabe, nos complacíamos en degollar a los niños de pecho, por pura distracción, y en darles patadas en la barriga a las mujeres embarazadas. Es posible que los demócratas de otros países entretuvieran sus ocios de modo distinto, pero en España -¡qué íbamos a hacer!- a los republicanos nos daba por ahí. En cada país la ferocidad de la gente liberal se manifiesta en forma diversa, con características peculiares, y sería vana preten­ sión la de que todos los republicanos del mundo se convir­ tieran en infanticidas y matricidas, sin otro objeto que el de no abandonar la exclusiva de ese divertido deporte a los republicanos españoles. Felizmente, el generalísimo Franco y don Blas han cambiado tan abominables costumbres y se dedican a cuidar a los niños y a las parturientas, de donde resulta que ahora mueren muchos menos niños y muchas menos madres que antes. Lo ha dicho don Blas y nosotros lo creemos. Don Blas ha citado estadísticas y cifras exactas: “Parturientas fallecidas durante la República, tantos mi­ les. Parturientas fallecidas durante el Imperio azul, tantos centenares. Saldo a mi favor...” E idéntica precisión esta­ dística y las mismas cuentas claras respecto a los niños recién nacidos. ¡Mágicos efectos del nuevo Estado” y de la gobernación de don Blas! ¡Tierna imagen de la España falangista, donde los ministros de Franco hacen de coma- 262 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

drona abnegada, de atenta niñera, de pura e imperial gota de leche89! -Los niños son el porvenir del Imperio -habrá dicho don Blas en la ceremonia inaugural de la Maternidad viz­ caína, pues la frase parece obligada para todos los orado­ res oficiales en actos semejantes. Los oradores oficiales tienden, en efecto, cuando hablan de niños, a insinuar, por medio de hermosas imágenes, que los niños acabarán por hacerse hombres. Es una idea que se les ocurre frecuente­ mente a los oradores oficiales. Ellos sospechan que si se acabasen los niños terminarían también por acabarse los hombres, y el Imperio se quedaría entonces sin soldados, sin falangistas, sin profesores universitarios anticatala­ nistas. En el fondo, los oradores oficiales presumen que los niños no salen de los hombres, sino los hombre de los niños, como así ocurre en la realidad, pues el verdadero antepasado del hombre es el niño. Un ministro de Franco tiene, además, otros motivos para desear que los niños no se mueran cuando nacen, por­ que en ese caso la Falange no los podría matar luego, cuan­ do se hacen mayores. El programa de Falange consiste en no matarlos de chicos al nacer sino de grandes al morir. Todo esto resulta algo macabro, pero es de una lógica elemental. Si todos los niños españoles hubieran muerto en el momento de venir al mundo, ni el gobierno de Franco, del cual forma parte don Blas, hubieran podido pasarse ahora unos cuantos años fusilando y asesinando a hombres. En fin de cuentas, ¿Qué interés tiene matar o dejar morir a un recién nacido? ¿Qué satisfacción puede encontrar en eso un buen falangista? ¿Qué gana con ello el Imperio?

89. La Gota de Leche foe una institución caritativa que funcionó en diversas provincias de España durante el primer tercio del siglo XX. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 263

En esta cuestión, como en otras, conviene no precipi­ tarse. Hay que dejar que crezca el niño; que tras el dolor del parto, sufra la madre la inquietud, el desvelo, la angustia ante la cuna, ante aquella pizquita de vida misteriosa que puede escapar en un instante, sin saberse cómo, de su tier­ na envoltura sonrosada. Hay que tener luego a la madre en rezos sin palabras, a la cabecera del niño enfermo, cuando el médico ha mirado grave y enigmático la garganta pueril enrojecida, y ha colocado su mano sobre la frente febril del pequeño. Hay que salvar también al niño en ese tran­ ce peligroso, y dejarlo que siga creciendo. Conviene no quitarle a la madre, años después, la dulce satisfacción de vendarle los chichones y de curarle la herida de aque­ lla pedrada que el hijo recibió en la cabeza al salir de la escuela y que la madre ha recibido misteriosamente en el corazón, sin moverse del sitio, cuando le remendaba unos pantalones al diabluelo. Interesa, además, que la madre su­ fra luego ante el enigma de la adolescencia, cuando el hijo, que va haciéndose hombre, calla sus secretos y ve la madre cómo una mágica fuerza vital lo va separando de su regazo. Y conviene también que la madre llore luego una y mil noches, cuando el niño es ya mozo, ante la vieja estampa familiar, alumbrada débilmente por una lamparilla de acei­ te: “Que no haya guerra, Señor! ¡Que no se me lleven a mi hijo, Dios mío!” No hay que perdonar nada en el sublime calvario de la madre. Así llega el hijo a hombre. “Ya puedo morir tranquila”, le dice un día la madre, cuando al besarlo, un rasponazo de la barba viril mal afeitada, deja dolorida la tierna mejilla maternal, que suaviza la ruda caricia con el bálsamo de unas lágrimas de dicha para la eternidad. Entonces es cuando el niño, hecho ya plenamente hombre, está maduro para ser fusilado por los moros de Franco, jefe del gobierno del cual es ministro don Blas, 264 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA o asesinado por los falangistas, de los cuales es insigne correligionario el propio don Blas. A veces, las jerarquías disponen que se espere un poco más, y puede retrasarse entonces el fusilamiento o el asesinato hasta que el hom­ bre a su vez, tenga hijos, que entrarán así más tarde en esa misma y perpetua cadena humana que conduce a morir asesinado por los falangistas, por poco buen español que se sea. Y así, también, podrá seguir repitiendo sus elocuen­ tes discursos inaugurales de Maternidades vizcaínas -en­ ternecido imperialmente ante las cunas prometedoras- ese pequeño miserable de don Blas ministro de Franco e ines­ perado protector de la infancia y la maternidad.

El Valijero. México, 1 de julio de 1944

MI 14 DE JULIO -XXXIX-

Yo he celebrado mi 14 de julio sin moverme de mi cuarto. Veréis cómo ocurrió: Eran las nueve de la noche. Una escandalosa radio vecina atronaba a la barriada con el bombardeo estrepitoso de sus anuncios explosivos (¿Por qué no haces, Señor, avaros de ruido a los que tienen ra­ dio? ¿Por qué, Señor, los colmas de generosidad estruen­ dosa? ¿Por qué, Señor, para aturdirse ellos, han de aturdir- nos a los demás?.. Hay quien dispara la radio a toda voz contra el vecindario como los alemanes lanzan las bombas cohete contra Inglaterra: por puro placer de hacer daño). De pronto, la radio dejó oír, chillona y estridente, una “Marsellesa”de disco, una “Marsellesa” en conserva. “Es el 14 de julio -recordé-. Otros años, hace ya veinte o más, estaba yo a estas horas en París, probablemente sentado en la terraza de La Rotonde, oyendo el clarinete y el acor­ Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 265 deón de la murga que tocaba polcas, mazurcas y valses, y viendo bailar en medio de la calle a las modistillos y a las modelos de Montparnasse con franceses mostachudos y melenudos artistas escandinavos. ¡Noches del 14 de julio parisiense!”. Iba yo a ponerme triste, melancólico y sentimental con aquellos recuerdos y con el de amigos queridos que pasarían este año la lóbrega noche del 14 de julio en el París apagado, estrangulado por la Gestapo. Busqué un libro para ahuyentar con su lectura la nostalgia y aliviar el recuerdo punzante y doloroso de estos amigos lejanos. El azar se ensañó dulcemente conmigo. El libro que mis ojos quisieron descubrir y al cual se dirigieron, por atracción incontenible, mis manos, avivaba recuerdos y añoranzas. Este libro era El tributo a París ” de don Luis Bello90. Lo compré aquí en una librería de viejo. Libro pulcramente impreso, como corresponde a la pulcra prosa castellana de don Luis, que uno lee ahora -estragado de barbarismos pe­ riodísticos y de gringuismos gacetillescos- como se lee a un clásico.¡Inolvidable, bueno y quijotesco don Luis, Ca­ ballero de la Triste Figura y de las Nobles Letras! Con su libro en la mano, la imaginación -fortuna de los refugia­ dos sin fortuna- me trasladó desde la alegre terraza de la Rotonda de París -que momentos antes evocaba yo en esta noche mexicana de mi 14 de julio- hasta la encantadora tertulia del madrileño Regina. Allí estaba don Luis en el rinconcillo del fondo, con Azaña, con Cañedo, con García Bilbao, con tantos amigos muertos o dispersos, borroso ahora entre la atmósfera de humo del café y la bruma del

90. íntimo amigo de Carlos Esplá, fundó con este el diario azañista Política. Luis Bello fue uno de los impulsores del plan de escolarización puesto en marcha en los primeros meses de la República. 266 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA recuerdo. Oía yo la voz tenue de don Luis y veía su silueta leve, imagen de su existencia, que la vida había hecho flo­ tante e inmaterial. ¡Imposible arrancarme a los recuerdos! Para gustarlos suavemente, fui bebiendo el libro con mis ojos, como se hace con un buen vino añejo: Palabra a pala­ bra, sorbo a sorbo. ¡Dulce embriaguez de la lectura cuando el odre de la imprenta nos brinda una prosa cálida y bella, prosa de muchos grados, más transparente y pura! Estas páginas del libro son de 1905 o 1906. Con cró­ nicas periodísticas escritas para El Imparcial. Don Luis había ido a París como corresponsal del periódico. “París es el primer paso del expatriado”, escribe. ¡Cuántos pasos más para el español eternamente expatriado! Aquel es­ pañol quijotesco -“educado, no ya en el culto, sino en la superstición de París-, aquel hidalgo manchego rinde su Tributo a París. Es el París de Fallieres y de Crainquebille, de Willy y de las Claudinas, de Rubén Darío y de Bruand, de los ómnibus de caballos y de los periódicos de “boule- vardiers”, de las estudiantes rusas del Barrio Latino y de la bohemia agonizante de Montmartre. Yo me imagino a don Luis, con su larga figura desgarbada, envuelto en un abrigo absurdo, tocado con ancho chambergo, yendo de un lado para otro por aquel París retrospectivo o entrando en busca de la comida de las doce en un “bistro” de la “rive gauche”, o visitando a algún personaje destacado por la actualidad de entonces en busca de tema para alguna crónica: -Monsieur “Belo”, journaliste espagnol... -Voila don Quixote! Don Luis pensaba siempre en España, en la “covacha” de sus ilusiones, embellecida por tantos bellos pensamien­ tos. En su culto patriótico a España, como en su culto cos­ mopolita a París, había “un poco de historia y un mucho de literatura”, y es que el hombre -el hombre como don Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 267

Luis, sobre todo- ama más las cosas cuando se convierten en lectura. Un inglés amigo suyo, mister Dannat -¿sería un inglés extravagante como el inglés traductor de Unamu­ no?- lo invitó a una excursión en automóvil hasta Tours y Burdeos. Era toda una aventura en aquellos tiempos, en los que hacía falta tanto valor para ser automovilista como en los nuestros para no serlo y quedarse en simple peatón de ciudad. Don Luis de la Mancha afrontó la aventura serenamente y dedicó una de sus crónicas francesas a la “Defensa del automóvil”. En el viaje, don Luis hace esta observación: “La gallina es un volátil tan tímido como temerario, que aprovecha las alas para meterse debajo de las ruedas”. Luego, viajando por tierras ricas de Francia, le explicaba don Luis al inglés: “Cuando usted lleve su au­ tomóvil por los caminos de Guadarrama, o por las sierras de León, de Teruel, de Granada o de Córdoba, verá usted como encuentra en ellos toda la justificación de una raza. Estamos a un extremo de Europa. Por cada palmo de tierra laborable hay diez de roca estéril. ¿Qué íbamos a plantar allí, como no plantáramos castillos?”. El quijotesco español plantador de castillos en la roca, vuelve a París durante el verano y recoge en el libro algu­ nas de sus crónicas bajo este título: “Fantasías estivales”. Entre ellas hay una dedicada al 14 de julio. Es una crónica de fondo político: la dramática incertidumbre de un in­ temacionalista, el joven Landernau, discípulo del “sieur” Hervé y admirador de Jaurès, que, aquel 14 de julio, no sabe si encerrarse en su hosquedad o entregarse a su revo­ lucionaria ocupada alegría de París, ir a la revista militar de Longchamps y bailar a la luz de los farolitos de colores, en una plazuela de Montmartre, con algunas de aquellas muchachas francesas que parecen ofrecer en sus labios 268 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA una canción y un beso. El joven Landernau va a la revista militar y baila con la muchacha y oye la canción y sorbe el beso. “¡Temible “sieur Hervé! -exclama don Luis- ¡Per­ done usted a su discípulo si sintió desmayar su fe en el 14 de julio!” ¡Deliciosa imploración! Al elevarla al que hasta entonces era agresivo santón de la furibundez revolu­ cionaria y antipatriótica para acabar siendo un miserable tragaaguas del balneario de Petain, don Luis procede con socarronería manchega. Bien sabía él que la noche del 14 de julio no pecan los revolucionarios y los antimilitaristas por entregarse al vals, a la canción y al beso. Todo París esa noche está -estaba- conmovido en una pura fiesta del pueblo. El joven Landernau y la muchacha de la canción y el beso tomaban, a su manera, su Bastilla. Las otras no­ ches del año no caen tan fácilmente las fortalezas de los poderosos, ni pueden levantarse con tanto brío las picas de los descamisados del “faubourg”. Pero ¡ese 14 de julio!. Leyendo, leyendo el libro de don Luis Bello... ¿cuán­ do había dejado de escandalizar la radio vecina? Ya me quedaban pocas páginas del encantador volumen por leer. Don Luis, el ingenioso hidalgo don Luis de la Mancha, me había acompañado en esta noche de recuerdos... Dieron las doce. Había pasado ya el 14 de julio. “¡Ici on danse!” Pero nada pudo arrancarme aquella noche mi pesadilla de este dramático 14 de julio de los amigos entrañables que viven muriendo hoy en el París siniestro y en tinieblas de Petain y de la Gestapo.

El Valijero. México, 22 de julio de 1944 Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 269

DOÑA ELVIRA -XL-

A1 conocerse la noticia de que los aliados han llegado a Viareggio, Aldo Baroni91 ha proyectado el “Periscopio” de sus recuerdos hacia el pasado, y en el lente escrutador ha aparecido la silueta juvenil de la princesa doña Elvira de Borbón, que murió dos veces. Cuenta Aldo Baroni que, allá por el año noventa y seis él era un niño que hacía cas­ tillos de arena en la dorada playa de Viareggio. Él, como los otros niños de la playa, estaba enamorado de aquella princesa de veinticuatro años, morena, ardiente, sensual, de grandes ojos negros y lánguidos. La princesa a su vez, se enamoró del pintor Folchi -que estaba casado y tenía cuatro hijos-, y una noche de luna se fugó con él. El padre de doña Elvira, don Carlos de Borbón, el pretendiente al trono de España, la declaró muerta, y la princesa y el pin­ tor empezaron a dar tumbos por la vida. No fueron felices, pero tuvieron cuatro hijos, lo que es un final bastante nor­ mal de todos los amores románticos. Desde aquellos días de Viareggio, evocados ahora tan deliciosamente, Aldo Baroni ha seguido haciendo castillos de arena en las playas del periodismo donde la ola de cada día borra la obra del día anterior, y nada se parece tanto a los infantiles arquitectos que levantan sus perecederas construcciones con húmeda arena de la playa, como los periodistas que escriben en las movedizas arenas de la ac­ tualidad. Y, sin embargo ¡qué maravillosos castillos, como

91. Aldo Baroni, periodista y escritor italiano con quien Esplá tuvo una relación muy íntima durante los años veinte, cuando ambos coincidieron, exiliados, en París. 270 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA destinados a la eternidad, modela cada día con su pluma el gran escritor que es Aldo Baroni! Su delicioso recuerdo de Viareggio trae a mi memoria otros recuerdos. En los cristales de mis gafas para ver el pasado aparece la imagen de la princesa doña Elvira de Borbón, bien distinta de la que admiró Aldo Baroni en Viareggio. Doña Elvira estaba, cuando yo la conocí, vieja, pobre y sorda. Era allá por el año veintitantos en París; más exactamente, en Montparnasse. Acaso por misteriosa reminiscencia de su juvenil aventura romántica con un pintor, la princesa real vivía entonces en el parisiense barrio de artistas, capital del “arte maldito”. Yo solía ver- la algunas veces, comiendo en los “bistros” del barrio o, en la vieja Rotonde, tomando su café con leche y unos cigarrillos “Gauloises”. Entre tanta gente extravagante y estrafalaria, que formaba la humanidad montparnasses- ca, aquella pobre señora no llamaba mucho la atención. Parecía su propia ruina, pero era difícil averiguar que se trataba de una princesa real. Nadie hubiera dicho que en su juventud había sido bella, inquietante, seductora. Tenía algo de la “Maestá” de “La noche del sábado”, pero lleva­ ba su ruina con mayor sencillez y dignidad. Su apariencia la ligaba más a la pobreza sin historia que a la decadencia miserable de una bohemia dorada. A veces la veíamos acompañada por dos jóvenes de aspecto humilde y un caballero del siglo pasado, muy cu­ rrutaco y peripuesto, aunque también algo arruinado, con plastrón y botines blancos, que la trataba con gran ceremo­ nia y la llamaba “Alteza” en español. Doña Elvira sacaba entonces una trompetilla y se la aplicaba al oído para oírlo mejor. Esos días solía comer con sus acompañantes en un restaurant un poco mejor, “chez Baty”, por ejemplo, y los jóvenes, que luego supe eran sus hijos, pedían los platos Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 271

de más precio para la señora, mientras ellos se contentaban con los más baratos. Este detalle me conmovió, y un día pregunté al pintor gitano Fabián de Castro, a quien algunas veces había visto yo saludar a la dama, quién era aquella señora: -E la prinzeza doña Ervira -me dijo Fabián-, hija de don Cario y hermana de don Jaime...¡Mu buena perzona! Ezo zon zu hijo... Uno e chofer y er otro va a zentá plaza de zordao. Eran los hijos nacidos del idilio con el pintor Folchi, cuyo romántico y escandaloso prólogo recuerda ahora Aldo Baroni. El currutaco que los acompañaba debía de haber sido algo importante en la pintoresca corte de don Carlos: chambelán o montero mayor o intendente de la casa real. Se veía que era hombre acostumbrado a las reverencias. A lo mejor, también estuvo enamorado en su juventud de la ardiente doña Elvira, y era, por lo visto, el único personaje palatino que se acordaba de ella. Todo aquello me parecía algo irreal y fantástico, como si aquellos personajes estuviesen haciendo en pleno bulevar de Montparnasse una película de “Los Cruzados de la Causa”, de don Ramón del Valle Inclán. Una noche, tomé un taxi cerca de la Bolsa92 para ir a casa y reconocí en al hijo de doña Elvira. ¿Cuán­ to tendré que darle de propina, tratándose de un chofer de sangre real?”, pensaba yo, mientras me conducía hasta el Barrio Latino el nieto de don Carlos de Borbón. Doña Elvira vivía en un modesto cuarto de un hotelito del bulevar Raspad y guardaba en una maleta sus recuer­ dos de princesa. Se ayudaba para vivir pintado miniaturas y de tarde en tarde su hermano don Jaime le daba unos centenares de francos, que doña Elvira se apresuraba a jugar a la ruleta para ver si rehacía su fortuna. En esto se 272 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA parecía a don Jaime, que se jugaba en Montecarlo todo lo que recibía de los “leales”. Don Jaime era también un tipo pintoresco, que tenía instalado en casa de un anticuario, en la Avenida de los Campos Eliseos, una especie de “salón del trono” donde recibía a los consecuentes carlistas navarros que iban a jurar fidelidad a la “legitimidad proscrita”. Don Jaime les daba una condecoración y el anticuario les vendía algún objeto del “salón del trono”, con lo que todos iban vivien­ do. Don Jaime era un escéptico y un liberal, -era amigo de Kerenski, de Blasco Ibáñez y de don Francisco Maciá- aunque se lo callaba para no perder la confianza y el apoyo de los “leales”. Despreciaba a su primo Alfonso XIII, con lo que demostraba ser persona de buen juicio. Decía que era demasiado liberal para ser rey de España, país, según él, en el que había demasiados militares y demasiados cu­ ras. No se había querido casar, porque le habían prepara­ do la boda con una prima suya llamada doña Berenguela. Creo que tuvo razón en no casarse con una princesa llama­ da así. Don Jaime tenía siempre algún lío, de tapadillo, en París. Al morir don Jaime sin descendencia legítima, hubo gran consternación entre los carlistas, hasta que proclama­ ron R... a don Alfonso Carlos, el de Cuenca, y al morir éste se volvió a armar el lío sucesorio. Yo pensaba: “¿Por qué no proclaman rey al hijo de doña Elvira?” Me agradaba la idea de que fuese pretendiente al trono de San Femando un chofer de París a quien había dado yo un franco de pro­ pina. Pero mi idea no fue tenida en cuenta.

92. El café de la Bolsa de París, por sus medios, era el lugar preferido de reunión de los periodistas parisienses. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 273

Después de proclamada la República supe por Fabián de Castro que había muerto doña Elvira. Luego, cuando estalló el movimiento franquista, me enteré de que sus hijos se habían unido a los requetes navarros y estaban luchando contra la República. Así cayeron lo más bajo que se puede caer, convertidos en vulgares falangistas, los hijos del pintor Folchi y la princesa real doña Elvira de Borbón, a quien recuerdo -leyendo ahora la evocación de Aldo Baroni- con su trompetilla y sus cigarros Gauloises, acompañada por el currutaco ceremonioso y sus dos hijos, que, por entonces, parecían dos jóvenes dispuestos a rege­ nerarse por medio del trabajo, pero que, al fin, como todos los Borbones, ha acabado mal.

El Valijero. México, 7 de octubre de 1944

PARA ENSEÑAR EL CASTELLANO EN INGLÉS -XLI-

La Oficina Coordinadora de asuntos Interamericanos encargó al dibujante Walt Disney una serie de películas de dibujos animados destinadas a enseñar a leer a los analfa­ betos de la América de lengua española. Walt Disney ha podido hacer, seguramente, una obra genial, como lo son todas las suyas. El artista que, con el lápiz en la mano, ha sabido humanizar a esa deliciosa fauna de ratoncitos, pa­ tos, perros, ciervos, ardillas, burritos, mariposas, gallinas y elefantes que forman su fantástico mundo zoológico, y que ha sabido dar vida y expresión gráfica a la vibración de una nota musical, es capaz, sin duda, de realizar cualquier otro prodigio. Walt Disney ha hecho hablar, con voz y senti­ mientos humanos, a los animalitos. ¿Por qué no iba a hacer 274 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

leer a los hombres? Pero, según algunos periódicos mexi­ canos, esta vez el maravilloso dibujante no ha tenido como colaboradores a Dumbo ni a Pluto ni a Bambi ni a Donald ni a Mickey ni a Pepe Carioca ni al Dragón Desventurado, sino a unas señoras norteamericanas, doctoras en sicología, que, a base de no saber ellas el castellano, se han propuesto enseñárselo a quienes ya lo saben. Estas doctoras son, como digo, norteamericanas y, si supiesen hablar español, lo ha­ blarían con acento norteamericano pero, como no lo saben, se limitan a hablar el inglés con acento también norteame­ ricano, lo que no ofrece una absoluta garantía de que lo que hablan sea realmente inglés. Los periódicos mexicanos se han alarmado con justo motivo, pues si de lo que se trata es de enseñar a leer en español no se ve la necesidad de que la enseñanza se haga en inglés que no es inglés, aunque tampoco sea español. El valor de las letras del abecedario, el de las sílabas, el valor, en fin, de los elementos básicos del idioma, varía de uno a otro. Ya se sabe que, tratándo­ se de cosas españolas, en inglés se escribe, por ejemplo, Churchill, y se pronuncia Chamberlain, y cuando uno lee be hay que decir bi. Esas señoras norteamericanas, doctoras en sicología que han colaborado con Walt Disney en sus pe­ lículas educativas, sabrán mucho, seguramente, sobre ese extraño proceso que consiste en tomar la u por a, la a por o y la i por ai, pero es muy probable que no comprendan la sencillez mental de quienes están acostumbrados a llamar a a la a, e a la e, y así sucesivamente, lo que equivale en ma­ teria lingüística, a llamar al pan pan, y al vino vino. Claro que todo es convencional, y lo mismo nos daría llamar i a la o y u a la e, de igual modo que nos parecería bien afirmar que dos y dos son seis, a condición de llamar seis al cuatro. Pero si no se llega a un completo acuerdo sobre lo que es un seis y un cuatro o sobre lo que es una a y una i, ni las sumas Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 275 saldrán bien, ni lo que se lea, a base de un valor distinto de las letras, tendrá sentido alguno. Para enseñar a leer en español hay un método sencillo, que consiste en enseñarlo en español, y otro método científico ideado por las sabias norteamericanas doctoras en sicología, que consiste en en­ señarlo en inglés norteamericano. Muchos traductores han preparado ya el camino para tan singular enseñanza, traduciendo al castellano obras que, después de traducidas, siguen estando en inglés. Entre otras, podríamos citar las de LinYuTang, el famoso filóso­ fo chino que escribe directamente en inglés, y cuyos libros, traducidos al español y publicados en la Argentina, pare­ cen escritos en un chino bastante claro. Varias editoriales hispanoamericanas practican desde hace algún tiempo la original idea de traducir del inglés obras literarias para que puedan ser leídas por el lector de lengua española, a con­ dición de que el lector sepa algo de inglés. Ahora se trata, por lo visto, de enseñar a leer, en un español que se parezca al inglés, a los presuntos lectores de esas obras, en vez de enseñar a escribir en castellano a quienes las traducen a un inglés que los editores toman por español. En política ya hemos visto como los únicos monár­ quicos españoles son los monárquicos ingleses. Pero en política resulta siempre aventurado buscar las soluciones sencillas y lógicas. Y una cosa es don Miguel de Cervantes y otra muy distinta el conde de Romanones. Aunque en política se puede hacer ese truco, en cuestión de idiomas no son admisibles las confusiones y no hay manera de ha­ blar español en inglés o viceversa. Con todo ello se tiende, sin duda, a atacar al espíritu español de los países hispanoamericanos en su misma expresión, que es la palabra, y a suplantar la vieja y vene­ rable cultura española, corrompiendo su idioma y desarti­ 276 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA culándolo en su raíz, sin inconveniente de proclamar con aire paternal que se está ayudando a enseñar a los pueblos de América a leer en su idioma, cuando en realidad se les está apartando de él. Con la radio, las leyendas de las películas habladas, las malas traducciones literarias y los telegramas informativos de algunas agencias americanas se ha adelantado ya mucho en esa obra que ahora van a perfeccionar las doctoras en sicología empeñadas en enseñar a leer en inglés norteamericano el español que ellas ignoran, por lo cual se han decidido a enseñárselo a quienes ya lo saben. En justa correspondencia, creo que los españoles debíamos ofrecernos para enseñar a esas se­ ñoras a leer en inglés, y no digo en castellano porque éste si que lo sabemos.

El Valijero. México, 14 de octubre de 1944

LA ÚLTIMA IDEA DE DON MARIANO ALARCÓN -XLII-

Ilustrado con ingeniosos comentarios del agudo escri­ tor que oculta su nombre bajo el seudónimo de “Cándido Pangloss”, Democracia93, el simpático periódico que edita en Ciudad Trujillo un grupo de republicanos españoles, ha publicado un curioso y sensacional documento. Se trata del manifiesto que don Mariano Alarcón, fundador de Ac­ ción Revisionista Española, ha lanzado desde París para poner fin a las desdichas de nuestra patria. Don Mariano se declara partidario de la “restauración de la monarquía he­ reditaria con exclusión absoluta de la dinastía borbónica e

93. Periódico editado y dirigido en Santo Domingo por Rafael Supervía Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 277 instalación de una nueva. Esta será la dinastía Franco, que tendrá su tronco en la persona del Caudillo, salvador de España. Al ser llevado al trono, tomará el hombre de Sal­ vador Primero”. Así dice el manifiesto de don Mariano. “Cándido Pangloss” supone que, en ese caso, Jesucris­ to pasará automáticamente a ser Salvador II, y Madariaga, Salvador III; pero eso es no conocer a Madariaga, que no va a cederle así como así la precedencia a Jesucristo. Don Mariano Alarcón concreta su idea salvadora en esta forma: “Monarquía, si. Borbones, nunca más. Otra dinastía. Una nueva España. Una nueva aristocracia. El caudillo Franco: Rey de España. El general Moscardó: Canciller Perpetuo. Tres mariscales de España: General Moscar­ dó, Archiduque del Alcázar. General Queipo de Llano, Archiduque de Sevilla. General Aranda, Archiduque de Oviedo”. El problema de la sucesión dinástica lo resuelve don Mariano con bastante habilidad. Dice sobre este punto: “Por no tener el Caudillo hijos varones, será nombra­ do Príncipe heredero el hijo mayor de su hermano Nicolás Franco. El príncipe, heredero del trono, en cuanto las condiciones fisiológicas de ambos lo permitan, contraerá matrimonio con su prima carnal Carmen, hija del Genera­ lísimo Franco, a fin de que la heredera directa de éste sea reina de España y, por tal matrimonio, se perpetúe con la misma sangre el apellido dinástico Franco”. Una solución de este tipo fue la que encontró don Ramón del Valle Inclán para resolver, en tiempos de la monarquía, el problema de Marruecos, pero no le hicieron caso. -No hay máz -decía don Ramón- que una solución dináztica, familiar: el matrimonio de la Infanta Isabel con Abd-el-Krim... indemnizando a ézte. 278 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Don Mariano no deja en la solución ningún cabo suelto: suprime el título de Príncipe de Asturias y propone en cambio que “El príncipe heredero tomará el título de Príncipe de Compostela en atención al origen gallego del Caudillo; al origen igualmente gallego del Mártir Nacio­ nal, Calvo Sotelo, cuyo asesinato fue el punto de partida del Movimiento Libertador, y en homenaje al Patrón de España, Santiago”. Acaso también como homenaje a la Galeuzca94, pero creo que es mejor dejar a don Mariano en el uso de la pala­ bra, para que nos exponga hasta el fin su brillante idea: “Sin excepción alguna -sigue diciendo el documen­ to- todos los cargos de Ministros del Gobierno y Embaja­ dores serán desempeñados por generales victoriosos. Los cargos de Subsecretario y de Ministro Plenipotenciario se­ rán desempeñados igualmente por militares, con el grado de coronel. La nueva aristocracia se creará para ennoblecer a las familias de los soldados que dirigieron la liberación de la Patria sentando las bases de su futura grandeza. Para que la nueva nobleza sea perfectamente diferenciada de la hasta ahora existente, se instituyen, por orden de categoría, tres nuevos títulos: Archiduque, Granseñor y Archiconde. Estos títulos serán concedidos por plebiscito nacional a propuesta del Ejército libertador y otorgados por el nuevo Rey”. “Cándido Pangloss” cree que podría haber por ese procedimiento del plebiscito un Archiconde de la Plaza de Toros de Badajoz. Pero, a todo eso, ¿qué título le corres­ ponderá en el nuevo régimen a don Mariano Alarcón? Su idea no es más disparatada que otras -por ejemplo, la de

94. Galeuzca era el nombre que se daba a una posible confederación de las tres comunidades históricas españolas: Galicia, Euzkadi y Cataluña. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 279 don Salvador III, el cual quería encontrar en España un ge­ neral liberal- que se han puesto en circulación para resol­ ver el problema español, y aún tiene la ventaja de resultar mucho más divertida. “Cándido Pangloss” nos ha hecho un gran bien dándonos amplia información sobre ella. Mas para apreciar en toda su magnificencia esa idea alarcónica, hay que empezar por conocer a su autor, que es uno de los personajes más pintorescos de nuestra tierra. Con su aspecto de romano decadente y sus aires de banquero de película que trata de ocultar la suspensión de pagos, don Mariano Alarcón se ha pasado la vida inventando sistemas políticos para salvar a España. Tuvo en Madrid, en su re­ mota juventud, una época de literato frívolo y mosqueteril. Decía entonces que cuando escribía se desayunaba con un huevo pasado por agua, y cuando se batía sólo se tomaba medio. Daba a entender así que eso de batirse era en él algo habitual, y que un huevo entero pasado por agua le servía para dos duelos. Según afirmó él en cierta ocasión, durante toda la primera guerra europea fue ferviente aliadófilo, ex­ cepto una pequeña temporada durante la cual la embajada alemana subvencionó un periodiquito que publicaba. En ese breve periodo germanófilo, don Mariano publicó en su periodiquito una oda al Kaiser, por la cual fue perseguido a instancias de la propia embajada alemana. Cuando empe­ zó la dictadura de Primo de Rivera, don Mariano Alarcón se puso a combatirla ardorosamente desde París, donde vivía a la sazón. Decía que él iba a ser el Lenin de España y a echarlo todo a rodar a patadas. Los amigos tenían que calmarle, porque parecía muy dispuesto a armar una terri­ ble revolución. Algún tiempo después, pensó que todos de­ bíamos apoyar a Primo de Rivera y dirigió en ese sentido un patético llamamiento a los intelectuales españoles. “Me 280 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA dirijo -decía- a los intelectuales, a los que tienen la cultura por encima de la media” -Usted lo que busca es una liga- le comentó un gua­ són95. El mismo don Mariano repartía el manifiesto y un día fue a entregárselo a un valenciano que tenía comercio de frutas en “Les Halles”96. -Usted, aunque frutero, también es intelectual -le dijo don Mariano- ¿Qué le parece este documento? El valenciano, que recordaba las primeras campañas de don Mariano contra la dictadura, leyó el escrito y no pudo ocultar su asco ante aquella indecente pirueta: -Pues me parece -le contestó- que es usted un cerdo. -Aparte de eso... -atajó don Mariano- ¿qué le parece a usted... el estilo? Es que don Mariano, aunque se precia de ser un esta­ dista, cifra toda su vanidad en ser, sobre todo, un literato. Pero resultaba difícil, como se ve, reñir con él, a pesar de ser un caballero que había tenido, según afirmaba, varios duelos, uno de ellos muy dramático con un negro limpia­ botas de La Habana. En tiempos de la República ingresó en el partido ra­ dical y quiso destituir a la Junta Municipal del partido de Madrid y proclamarse él dictador del lerrouxismo madri­ leño. Los lerrouxistas tuvieron que expulsarlo del partido para que los dejara tranquilos. Lo que distingue a don Mariano es que siempre llega tarde con sus ideas salvadoras. Su breve germanofilia so-

95. Fue el propio Carlos Esplá en París. 96. El valenciano a que se refiere Esplá era el impresor Juan Durá, colaborador de Esplá en las conspiraciones contra la dictadura y en la edición de los manifiestos de Blasco Ibáñez. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 281

brevino meses antes de ser derrotada Alemania. Dirigió su llamamiento a los intelectuales para que apoyasen a Primo de Rivera cuando ya se derrumbaba la dictadura. Y se hizo radical cuando el propio Lerroux dejaba de serlo. Ahora, su idea de proclamar rey a Franco es un mal augurio para éste. Las geniales iniciativas de don Maria­ no tienen la virtud de acabar con lo que quiere salvar y engrandecer. Los días de Franco están, pues, contados. Y esto tendremos que agradecer al pintoresco don Mariano Alarcón, cuya dirección por si alguien quiere enviarle su adhesión, es la siguiente: Rue de la Fédération, París. Pero es muy posible que cuando don Mariano reciba las adhe­ siones, sorprenda a sus admiradores con alguna otra idea genial y se le ocurra, por ejemplo, que para salvar a la hu­ manidad hay que proclamar a Mussolini Gran Archipám­ pano del Universo, o que hay que darle a él, al propio don Mariano Alarcón, un empleo cualquiera, pues acaso no se trate más que de eso con toda esta disparatada historia de hacer rey a Franco, Archiduque a Queipo, etc.

El Valijero. México, 4 de noviembre de 1944

DON JUAN -XLIII-

He aquí un pollo nacido para ser rey. ¡Extraño destino el de los espermatozoides: Unos llevarán corona, otros serán sinsombreristas. Así es la vida. Se nace para ser rey, aunque luego no se sea rey. Pero para ser rey hay que na­ cer en el tálamo real. De otra manera, se despistarían los maestros en genealogía. Ellos toman la cosa desde lejos. Que si doña Urraca de Castilla casó con Alfonso el Bata­ 282 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA llador en el siglo XII, que si doña Berenguela fue madre de Fernando el Santo, que si la Beltraneja o Isabel, que si Juana la Loca o Felipe el Hermoso, que si se extingue la casa de los Austrias y sigue la historia con los Borbones, que si Carlos IY Godoy y María Luisa, que si no se sabe quién fue el padre de Fernando VII97, ni cuantos amantes tuvo Isabel II, etcétera. Sin necesidad de remontamos a los reyes visigodos, ¡qué lío de familia! Pero así, con pa­ ciencia y erudición, los maestros en genealogía escarban en la vida privada de los reyes, prescinden de tal bastardo, olvidan aquel devaneo, cierran los ojos ante la fortuna de tal otro guardia de corps, corren la cortina cuando aparece el robusto palafrenero de turno, y proclaman victoriosos: ese mozo es rey por la gracia de Dios; él representa la legi­ timidad. ¡Dónde diablos se han colocado las reinas la legi­ timidad y la gracia de Dios! Todos los adulterios, todos los cruces ilegítimos dan por resultado la legitimidad; todas las faltas a los mandamientos a la ley de Dios conducen a encarnar la gracia de Dios. Se nace rey, y eso es todo. Cual­ quiera se avergonzaría de tener en la familia irnos ejemplos de tanta liviandad. A quien le toca en suerte una abuela ligera de cascos, procura disimular. Nadie aspira a cobrar del presupuesto nacional en virtud de que su bisabuela se entendiese con un canónigo o con un capitán de coraceros. Pero para acreditar sus derechos al trono, un rey tiene que vanagloriarse de ser descendiente de un amante anónimo de la madre de Femando VII y de cualquier distracción conyugal de Isabel II. ¡Qué vergüenza! Pues así es como

97. Véase, La Parra López, E.: Godoy. Barcelona. Tíquets, 2002. Excelente libro que, por supuesto, no estaba al alcance, por razones obvias, de Carlos Esplá. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 283 llega don Juan a reclamar sus derechos para percibir la pingüe lista civil de la Casa Real. En fin, para ser rey hay que nacer rey. El acto de nacer rey es importante, publico y oficial. Antes, son posibles todas las trampas. Pero al nacer el príncipe no hay posibi­ lidad de escamoteo. Allí están, en la cama real, vestidos de uniforme, cubiertos de bandas y cruces, las altezas reales, los grandes de España, el presidente del Consejo y sus ministros, comisiones del Congreso y del Senado, el Cuarto Militar de S. M., los altos funcionarios palatinos, chambelanes y mayordomos, y con sus trajes de corte las damas de honor, las camareras mayores, las duquesas y las marquesas, y, con sus suntuosas vestiduras eclesiásticas, los arzobispos, obispos y vicarios capitulares. El espectá­ culo es magnífico. Parece una función de gala en el Real. Mientras la reina suda tinta para salir del paso, los graves personajes palatinos se preguntan intrigados como si estu­ viesen jugando a cara o cruz: “¿Será príncipe? ¿Será in­ fanta?” Por fin, la cosa termina, y el rey presenta al vástago en una bandeja de plata, cubierto con un velo. El ministro de Gracia y Justicia lo descubre, para cerciorarse del sexo, y exclama emocionado: -¡Señores! ¡Ha nacido un príncipe! Y todos se dan la enhorabuena y se hacen reverencias muy complacidos. Si es chica, el presidente del Consejo dirá para sus adentros, muy compungido: -¡Pobre España! En buen lío nos ha metido esta seño­ ra. ¡Otra guerra civil por la sucesión! Así nace el que será rey. Al tercer o cuarto crío del real matrimonio la gente no hace ya tanto caso. Tal fue el del infante don Juan, que llevaba ya dos varones por delante. Es decir, este pollo nacido para rey, no nació para rey. Para que llegue a serlo 284 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA ha habido que hacer una selección. Hubo que prescindir primero del príncipe heredero, que era hemofílico y le gustaba ir al cabaret y se casaba con chicas que no eran de sangre azul. Cuando murió el príncipe heredero, hubo que prescindir también del infante don Jaime, porque es sordomudo. Así, por eliminación, se llegó a don Juan, a quien su padre llamaba “Chispa”, por ser más pillo que él. Ya tenemos, pues, a “Chispa” destinado a rey. ¿Por qué se prescindió del sordomudo, condición excelente para un rey constitucional, según Miguel de Unamuno? ¿Qué hubiera pasado si se hubiese tenido que prescindir también de don Juan por resultar tonto en vez de pillo? No compliquemos la cuestión con preguntas in­ discretas. “Chispa” ha nacido para ser rey. Todo lo que ha pasado antes, desde lo de doña Urraca y doña Berenguela y la Beltraneja y María Luisa de Parma e Isabel II, todo ha sido preciso para que sea rey don Juan. “Chispa”se ve ya convertido en Juan III. Las abuelas casquivanas, los abue­ los consentidos, el garañón extremeño, los brigadieres favoritos, el señor Puigmoltó, todos han colaborado para que “Chispa” sea rey. Todo estaba a punto. No necesitaba más que Franco matase un millón de españoles, para serlo. La cosa resultó sencillísima. La monarquía es la tradición en España. El trono no es patrimonio de un partido. El rey es rey de todos y para todos, etc. Por eso, cuando Franco empieza a matar españoles, don Juan pide un puesto de combate en las filas de los asesinos. El rey de todos quería tomar parte en la matanza de algunos. Y así, en nombre de sus frágiles abuelas, don Juan representa la legitimidad. Y eri vista de haber querido matar a los españoles republicanos, don Juan pretende ser el “Rey Pacificador”. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 285

Por la vergüenza de su familia y por su vocación de asesino, don Juan debía ser puesto al margen de una socie­ dad de personas decentes. Pero los militares felones van a poner la espada a su servicio. Y los obispos lo esperan para darle su bendición. “Chispa” nació para ser rey. Lo que ocurre es que quienes pertenecemos a familias honradas estamos dispuestos a que no lo sea.

El Valijero. México, 1945

BERLÍN -XLIV-

E1 doctor Goebbels, encargado de la defensa de Ber­ lín, ha anunciado que la capital alemana será incendiada y arrasada y no quedará piedra sobre piedra cuando entren en ella los rusos. ¿Qué haría, entonces, si en vez de ser pre­ cisamente el encargado de defenderla fuese el encargado de destruirla? Lo lógico sería que al ver amenazado Berlín por los rusos, el doctor Goebbels anunciase que iba a arra­ sar Leningrado, pero, por lo visto, se da cuenta de que no lo puede hacer y se contenta con arrasar lo que tiene más a mano. Así se cumple hasta el fin el programa nazi que ofrecía la felicidad del pueblo alemán y poner orden en el Reich. No sé que pensar de estos propósitos numantinos del doctor Goebbels. Es tan bestia que quizás los lleve a la práctica, aunque todavía tienen los berlineses el recurso de ser ellos quienes incendien y arrasen al doctor Goebbels. Acaso no se decidan a hacerlo porque los alemanes tie­ nen lo que un famoso psiquiatra austríaco les diagnóstico como “complejo de obediencia”. Pero, de todas maneras, 286 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA uno se resiste a creer que en nuestra época haya numanti- nos, cuando se puede escapar en avión. La suerte de Berlín está, sin embargo, pendiente de un hilo y acaso dentro de unos días toda aquella maravilla urbana -con cierta pesadez monumental- esté convertida en un montón de ruinas humeantes. ¿Perderá gran cosa la humanidad con la destrucción de Berlín? Sin duda el doctor Goebbels habrá querido conmover con su amena­ za a las personas civilizadas que se conmovieron cuando se supo que corrían peligro París o Roma. Por mi parte, aunque lo lamentaría, me inquieta menos la destrucción de Berlín que la de cualquier pueblecito español que fue bombardeado por la aviación alemana. Yo no podría echar­ me a llorar el día que los berlineses prendieran fuego a su ciudad, que reconozco que es una barbaridad innecesaria y convendría evitarla. Yo he pasado ratos deliciosos en Berlín y creo que se haría bien en salvar esa ciudad siempre que pudiera volver a ser lo que fue antes del nazismo. De aquella época son mis mejores recuerdos de espectador callejero de la ca­ pital alemana. Estuve varias veces, durante la República de Weimar, y Berlín me dio la impresión de ser una ciu­ dad bastante divertida, viciosa y alegre, con una alegría superficial y tosca si se quiere, pero que contrastaba con la tristeza que velaba en aquel tiempo a casi todo el resto de Europa. Había en Berlín bastante lujo, no se veían por la calle espectáculos de miseria, y la gente parecía bien vestida y alimentada. Es posible que las estadísticas de entonces demuestren todo lo contrario y que sociólogos y economistas tengan razones para suponer que Alemania atravesaba por aquellos días una crisis espantosa. Yo, sin embargo, no puedo dar más crédito a las estadísticas, a los sociólogos y a los economistas que a lo que vi con mis Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 287 propios ojos. Acaso fuese una prosperidad ficticia y super­ ficial, como la espesa alegría de aquel Berlín, pero yo me refiero a los años 28 y 29, cuando se había liquidado ya la gran estafa de la inflación y había en Alemania menos obreros parados que en Inglaterra o en los Estados Unidos. En cada esquina de Berlín había un “dancing” y por las noches parpadeaban sus letreros luminosos, innumerables: “Tanz”, “Tanz”, “Tanz”... No sé si se bailaba sobre un volcán, pero lo cierto es que en Berlín se bailaba mucho. Kurfurstendam era una feria de placer caro y fastuoso. Por la gran avenida desfilaban las cortesanas más fastuosas de Europa, y contrastaba su lujo con el aspecto casi familiar y pequeño burgués que tenían por aquel tiempo las pobres peripatéticas de los bulevares de París. En la Ópera ac­ tuaba Chaliapin98 y las funciones eran de una ostentación imponente. (Recuerdo que un periodista inglés, amigo mío, se abstenía de ir a oír cantar a Chaliapin, a quien, sin embargo, admiraba mucho, por esta razón típicamente inglesa: “A mí me gusta extraordinariamente cómo cantan los hombres -me explicaba-, pero no me gusta nada cómo cantan las mujeres; y en la ópera lo dan todo mezclado”). El café Romanische había superado a la Rotonda de París en la presentación de una bohemia internacional, alboro­ tadora, melenuda y delirante. Las muchachas berlinesas habían perdido grasa y adquirían un tipo ágil y deportivo realmente encantador, con bastante “sex appeal”. En algu­ nos music-halls se presentaban revistas deslumbrantes a base de desnudos femeninos y de una corrección clásica y

98. Cantante ruso nacionalizado francés que destacó en los años veinte por sus excepcionales dotes vocales en los teatros de toda Europa, sobre todo tras sus triunfos en la Ópera de San Petesburgo. En 1927 publicó su autobiografía: Páginas de mi vida. 288 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA picante. En la clásica Friedrichstrasse se exhibía, a la puer­ ta de una de esas salas, una fotografía de tamaño natural de la muchacha menos vestida de la trouppe. Las familias burguesas, acompañadas por niños zangolotinos y joven- citas románticas, pasaban por delante de aquella fotogra­ fía edénica con absoluta indiferencia. En el Wien Kafíe servían mal café con buenos pasteles y música excelente. Había una cierta corrupción aparente en las costumbres, lo que siempre da atractivo a una gran ciudad. Lo más re­ pugnante era el desvergonzado auge que había adquirido el homosexualismo, pues en aquella época los registros de policías tenían fichados a los varios miles de caballeros autorizados para ir vestidos de señora -los famosos “tra­ vestís”- y ejercer la prostitución callejera. Este es un viejo vicio entre los alemanes y, por lo visto, lo único que han sabido imitar bien de los antiguos griegos. Había cabarets, acaso los más lujosos de Berlín, dedicados exclusivamente a homosexuales, de los que se hacía propaganda descarada a la puerta de los cines de moda frecuentados por familias distinguidas. Pero lo que había de vicio y de corrupción en la gran ciudad acaso sólo fuera una espuma flotante, algo postizo, bajo la cual había un pueblo sano, limpio, alegre, libre y con buen apetito. En los entreactos de las comedias sentimentales las señoritas más finas de Berlín devoraban salchichas, a las que llamaban “delikatessen”. Yo veía por todas partes un gran orden y una policía muy cuidada. Pero la gente se lamentaba de todo lo contrario. Parecía ser que Alemania estaba resbalando en una peligrosa pendiente de libertinaje e indisciplina social. Era que se vendían por la calle periódicos de izquierda y que los jóvenes republica­ nos de las organizaciones de combate, enarbolando la ban­ dera de Weimar, se liaban a garrotazos en los parques con los jóvenes nacionalistas y los restos militarizados de los Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 289

cuerpos francos que llevaban la bandera del viejo imperio kaiseriano. En esos casos llegaba un pelotón de “schupos”, marchando con patadas rítmicas que hacían temblar las casas y, blandiendo sus porras contra los contendientes, despejaban el parque. Como es natural, siempre llevaban la peor parte los jóvenes republicanos. Yo creí entonces que Alemania iba caminando a su regeneración y que lo que necesitaba era un poco de jaleo y de desorden, de desobediencia y de desbarajuste, de corrup­ ción y de juerga, para ver si de ese modo se acababa con el método, el orden y la disciplina prusiana, origen de todos los males de aquel pueblo. Siempre he creído que es menos perjudicial para la humanidad un juerguista o un golfo que un coronel ario empeñado en conquistar el mundo a sangre y fuego. ¡Ojalá les dé a los alemanes -pensaba yo-, por bailar y beber y divertirse, y aumente, si eso les gusta, el nú­ mero de “travestis” con cartilla de la policía, y se rompan la crisma entre ellos! Así creía yo que nos dejarían tranquilos a los demás, y por eso mis recuerdos de paseante municipal por el Berlín republicano son bastante agradables. Mas está visto que no hay salvación para aquel pue­ blo, ni aún cuando lo ve uno deslizándose por la más suave y tentadora pendiente del vicio, del tumulto callejero, del desbarajuste, de la calaverada y de la disipación. El na­ zismo fue una reacción natural del pueblo alemán contra aquel principio de desorden, de corrupción y de indiscipli­ na que hubiera dignificado y humanizado a los germanos. Hitler se presentó como un doncel purísimo que no bebía, ni fumaba, ni comía carne, ni besaba a las chicas. No acabó con el homosexualismo y el mismo Hitler resulta bastante sospechoso, pero prohibió su exhibición calleje­ ra. Persiguió a la galantería de lujo, acusando a todas las grandes cocotas de ser judías, y dedicó a las chicas sanas 290 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA y deportivas a tener hijos de padres desconocidos para convertirlos en soldados. No acabó con la prostitución fe­ menina pero la organizó metódicamente al servicio del III Reich, con vistas a la maternidad destinada a fines bélicos. En las calles de Berlín no hubo ya más golpes que los que repartían los guardias de asalto nazis. Y el orden llegó a ser tan perfecto, que ahora hay que acabar por incendiar Ber­ lín y no dejar piedra sobre piedra. Hitler pretendió evitar que Berlín fuera una nueva Gomorra, pero el fin puede ser el mismo: la destrucción. Lo que quizás hubiera salvado a Berlín era precisa­ mente ser un poco de Gomorra, tener un cierto desorden, dedicarse algo al libertinaje y al escándalo, respetar un poco menos a los guardias del tránsito, implantar un cierto grado de disolución, de anarquía y de caos. No lo hizo así, y al leer yo el anuncio de su próxima destrucción, acuden a mi recuerdo los carteles luminosos de los innumerables “Tanz”, “Tanz” de Berlín, parpadeando como luces que me hacen guiños para expresar, con picara tristeza, lo que Berlín hubiera podido hacer -y no hizo- si quería librarse de la condena a muerte dictada ahora contra la gran ciudad por ese pequeño Nerón degenerado, simiesco, charlatán y cruel que se llama el doctor Goebbels.

El Valijero, 10 de febrero de 1945

EL VALENCIANO FÉLIX DE AZZATI -XLV-

Mediterráneo Nuestra nostalgia del Mediterráneo ilumina dulce­ mente la evocación de los nombres de sus playas que Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 291 han entrado ya en el mundo mágico de los recuerdos. El Mediterráneo es, visto -adivinado- a distancia, algo más que una sinfonía marina, con el “allegro” de su brisa, el “adagio” de sus colores, el “scherzo” de su calíu maternal, y el “rondó” de sus perfumes embriagantes. El Mediterrá­ neo es también una expresión humana; y el hombre del País Valenciano es la cifra de esa expresión. Puede, por lo tanto, haber un valenciano tan cargado de esencias del Me­ diterráneo que no necesite llevar en sus venas ni una gota de sangre valenciana. La valencianía no es, en ese caso, mera ilusión. Lo que ocurre es que todo lo mediterráneo es valenciano. La savia es la misma. Así, en el caso de Félix de Azzati lo que le da carácter es su ser valenciano. Azzati no nació en Valencia; sus padres no eran valencianos. Pero llevaba lo valenciano, es decir, lo mediterráneo, en la mé­ dula. De ese modo vemos ahora una Valencia y un Azzati fundidos en el mismo recuerdo, al evocar los nombres de las playas de nuestro mar en esta nostalgia mediterránea del destierro. Así pensamos al contemplar la decadencia mediterránea en el mundo de hoy... Atenas, Roma, Valen­ cia ¿son ya sólo historia? El hombre de nuestros días nece­ sita una inyección de latinidad, una cura del Mediterráneo, un baño de valencianía, una vuelta a nuestro humanismo. El mundo de hoy se perderá en la barbarie si no recobra su sentido homérico, virgiliano, luliano, vivista, mistraliano y blasquista de la vida. He aquí por qué nos atrae hoy el tema del valenciano esencial: el valenciano Félix de Azzati. Don Juan Blasco Ibáñez conoció, sin duda, la gran novela de don Juan de Azzati. ¿Por qué no la escribió? En sus novelas valencianas faltan estos capítulos del músico garibaldino en Valencia, del hidalgo expatriado, acogido a un oficio manual para ganarse la vida; capítulos de su 292 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA existencia épica, con un punto de misterio; y también los de la formación de un valenciano en la Valencia vibrante, espiritualmente tumultuosa, de fines del siglo XIX. Don Juan había logrado ya su primer triunfo valenciano. Era, en Valencia, don Juan y no don Giovanni. Su esposa era Dominga. Con su modesto oficio, fue siempre don Juan. Los valencianos respetaban lo que el artesano improvisado había sido antes. Don Juan había sido director de orquesta. Don Juan recitaba versos de Leopardi. Don Juan hablaba de Mazzini. Las persecuciones políticas lo arrancaron de su patria italiana. Embarcó con su familia para el destie­ rro. Desembarcó en Cádiz. Allí nació Félix de Azzati. Era el año 1875. Y después de varias andanzas bohemias, la familia ancló en Valencia. Todos hemos conocido la ca­ sita que sirvió de puerto a los náufragos garibaldinos: En el fondo de la calle de las Barcas, que era lugar propicio para echar el ancla en la Valencia ochocentista. Creo que hubo allí una fonda, regentada por los proscritos hasta la ruina. Luego, en la planta baja, la paragüería, cuyas artes, como la de lañar cacharros, aprendió el refugiado político de otro desterrado que vivía en la misma fonda. La poesía y la música italiana se dignificaban en el pregón callejero de su oficio. Félix hacía su aprendizaje de valencianía, callejeando con su padre, llevando colgada del hombro la cajita con los útiles de lañador y paragüero. Así empiezan los trabajos y los días del valenciano esencial. Preludio Félix va a un colegio religioso para sus enseñanzas de párvulo. Lo expulsan por rebelde. ¡Magnífico preludio! Aquí ya está formándose el valenciano de la calle, el blas- quista en potencia. Don Juan acaso sueña con que su hijo sea artista: Félix u otro hijo. Don Juan, el patriarca garibal- dino, tiene diez y seis hijos. Félix u otro será artista. ¿Es- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 293 critor? No. Artista. Pero sabidas las primeras letras, hay que aprender un oficio. Las primeras letras abren a Félix el mundo mágico de la lectura. A... b... c..., y a leer. Félix en­ tra de aprendiz en el estudio de un pintor y, poco después, en un taller de carruajes, como foijador. El martillo, la for­ ja. El valenciano esencial es ya un obrero valenciano. Un obrero que lee todo lo que cae en sus manos. La Valencia del ochenta y tantos se está preparando para la eclosión blasquista. Don Juan enseña música a su hijo y ayudante. Félix aprende a tocar el piano y la flauta. Los libros Frente a la paragüería está la librería de Sempere, donde luego hemos conocido la de Maraguat. Don Paco tiene una biblioteca circulante, con clientes de dos clases: los que pagan dos reales y los que pagan una peseta. Dos reales al mes dan derecho a la lectura de libros viejos; las novelas literarias están reservadas a los clientes de una peseta. El obrero forjador Félix de Azzati es cliente de dos reales. Es un obrero en plena embriaguez de emancipación intelectual. El mal del siglo es una tempestad de lecturas bajo un cráneo. Félix de Azzati es ya un valenciano de la calle y un lector insaciable. Un día entra el mocito en la librería de Sempere y pide un libro prohibido para los clientes de dos reales. Don Paco trata de explicarle los principios mercantiles de la discriminación. El obrerito se insolenta. ¡Oh privilegio de los ricos! Discuten el librero y el cliente. En la librería se reúne a esas horas una peña de escritores jóvenes, poetas, músicos, pintores... Uno de los jóvenes de la tertulia -barba, perfil morisco, chambergo- se interesa por aquella discusión. ¡Un obrero que quiere leer y no tiene dinero para adquirir los libros que desea! La escena encaja en el romanticismo social de la época. El joven del chambergo se acerca y le dice al obrerito: 294 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

-¿Le gusta leer? -A eso vengo, pero don Paco no me deja los libros que le pido. -Pues mi biblioteca está a su disposición. Aquí tiene mi tarjeta. Venga usted por casa. Félix lee en la tarjeta este nombre: Vicente Blasco Ibáñez. El señor cresta Blasco tiene ya nombre como escritor. Estuvo des­ terrado en París. El Correo de Ripollès ha publicado las crónicas de su primera expatriación. Ha sido secretario de Fernández y González. Ha escrito sus primeras novelas folletinescas. Con un grupo de jóvenes exaltados predi­ ca el evangelio federal por los pueblos, en los casinos de barrio de El Cabañal. Ha fundado La Bandera Federal. Se está forjando el gran partido republicano de Valencia. El aprendiz de forjador visita a Blasco en su casa. Cautiva a la familia con su simpatía, su viveza, su desparpajo. Félix siente una entrañable admiración por aquel agitador apa­ sionado, que habla de arte y de libertad, de la redención del pueblo y de las grandes luminarias de la humanidad. A Blasco le hace gracia aquel obrerito despierto, vivo, tan exaltado como él. Azzati se lleva para leer en su casa los libros de la biblioteca de Blasco, y no los lee: los devora. El obrerito piensa que también él puede ser escritor, y emborrona sus primeras cuartillas. Mas ¿para qué?.. Le atrae la vida de los escritores y de los artistas. ¡Si él pu­ diera dejar el martillo de forjador, y asistir a las tertulias bohemias del café España, y hablar en los mítines, y tener sus aventuras! Azzati va a cumplir veinte años. Lleva un bigotito que aspira a mosqueteril. El pelo rebelde le forma un remoli­ no, una ola, un moñete en lo alto de la cabeza, como una Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 295 cresta de gallito. Blasco lo observa y pronuncia la palabra bautismal: -¡Señor Cresta! -¡Ché, té raó! -exclaman los contertulios de la libre­ ría de don Paco Sempere. La palabra y la pluma Azzati quiere hacer su aprendizaje de orador. Cuando llega la fira de Nadal anuncia no sé qué fenómeno en la puerta de una barraca. -¡Pasen, señores, pasen! -Anem a vore al senyor Cresta. S’ha fet orador- pro­ pone Blasco. Los amigos de la peña de la librería recorren las ba­ rracas de la fira. A la puerta de una de ellas perora el joven orador. -Pasen y verán el mayor fenómeno... -¡Bravo! ¡Bien! ¡Magnífico! Es la ovación que tributan sus inesperados admira­ dores al senyor Cresta. El orador tiene que abandonar la tribuna ante aquel excesivo homenaje... Un día, Blasco, con las pesetillas de una modesta herencia familiar, compra una máquina plana y unas cajas tipográficas. Va a aparecer El Pueblo. El senyor Cresta formará parte de la redacción. Ha llegado la hora de dejar el martillo y tomar la pluma. Y también, vivir como un ar­ tista: ser músico. Las lecciones de don Juan le van a servir y Félix logra una plaza de flautín en la orquesta de un tea­ tro. En El Pueblo escribirá grandes artículos que armarán, seguramente, una revolución en Valencia. -Para empezar -sentencia Blasco- el senyor Cresta se encargará de la sección de “Caza y pesca”. Y así empieza la vida periodística de Félix de Azzati, escribiendo gacetillas... 296 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

-¿Y el senyor Cresta? -pregunta Blasco alguna no­ che. -Está en lo teatre, tocant el flautí... -Anem a vóre-lo. Y Blasco se dirige al teatro, con su séquito de “Caba­ lleros de la Luna”: Andrés Just, Sorní, Herrero, Alfaro, el coixo Senent, Roca, Tomás Ortega, Manaut, Avalos, Mon­ tañés, Fernando Llorca, Fillol, Serrano Clavero, Vinaixa... Ocupan la primera fila de butacas, junto a la orquesta. El joven músico, cuando los ve, empieza a reír y estropea las notas. -¡Ché, aixina no hi ha manera de tocar! Así termina su carrera de músico profesional. La revolución en Valencia Toda la actividad del joven aprendiz de tantas cosas se consagra al periódico, empeñado ahora en una obra gigan­ tesca. Blasco traza una noche el programa, sobre las cuar­ tillas que pasan de la mesa de redacción a las cajas, apenas escritas: “La Revolución en Valencia”. La redacción de El Pueblo es club revolucionario, ateneo, convención, aula, logia, tertulia, àgora, catacumba, academia, templo, casi­ no, todo en fin. Todos hablan, discuten, opinan, se disputan las cuartillas de Blasco para leerlas antes de ir a las cajas. -¡Ché, no deixéu treballar a don Visent! Blasco llama a Pepito Rosell: -Pepito, sácame a estos locos de aquí, que no me de­ jan escribir... El “popular artista natural de Alginet” cumple con­ cienzudamente su importante papel de loquero. -¡Todos están locos! -exclama convencido Pepito Rosell, ante aquella tertulia delirante, que habla a gritos de Pi y Margall, Polavieja, el cardenal Sancha, la escuela laica, Cánovas, Cuba, el Concordato, la reforma del barrio Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 297 de Pescadores, la última “Carmen” en el Principal, Zola, Maceo, Proudhon, la “Numancia”, los carlistas, el ú y el dos, las aguas potables de Valencia, Sorolla, el pacto sina­ lagmático, Tolstoi, el rosario de la aurora, la Universidad Popular, “doña Virtudes”, la guardia civil, Bakunin, Sal­ merón, la música de Wagner y otros temas apasionantes. Azzati vive en aquel ambiente sus minutos más intensos. ¿Qué pensará Castrovido cuando caiga, al salir de la cárcel de San Gregorio, en aquella redacción babélica, tu­ multuosa, valencianía? Intermezzo Es el momento del Renacimiento valenciano. Renaci­ miento artístico: Llorente, Llombart, Blasco, Giner, Soro­ lla. Renacimiento económico: naranjas de oro convertidas en oro de libras esterlinas. Renacimiento político: El gran partido republicano se hace en la calle. El obrero valen­ ciano deserta la taberna y lee El Pueblo. La revolucionaria Valencia quita el sueño a los políticos de la Restauración. Azzati vive iluminado por los destellos blasquistas. De la sección de noticias ha pasado a escribir algún suelto, al­ gún articulito. Habla en los mítines republicanos. Un día lo presenta como orador en un mitin el presidente del Centro Republicano de Masanasa, para quien el título más eleva­ do en la escala intelectual era ser lisensiao en Siensias. -Pueblo de Mazanaza: Va a haser uso de la palabra el señor Seti. Su patria es Roma, pero no pudiendo vivir serca del Papa se vino a Valencia, para luchar contra el Va­ ticano al lado de don Vísente Blasco Ibáñez... El señor Seti es trípite, es decir, que habla siete idiomas... ¡Ah, se me ol­ vidaba!. El señor Seti es también... ¡lisensiao en siensias!. Pero Azzati habla ya con pasión y escribe con nervio. Ya no le llaman en la redacción de El Pueblo el senyor Cresta. Tiene vigor popular en su palabra y en su pluma, 298 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA imaginación, fantasía, emoción. Se ha formado ya el va­ lenciano esencial. Cuando se pasa del siglo XIX al siglo XX, el hombre de lucha y de pluma está ya cuajado. El Mediterráneo blasquista ha hecho su obra. Obra lograda explosivamente, desordenadamente, anárquicamente. Lec­ turas y luchas callejeras. Mítines y cuartillas... República y obrerismo. Dreyfus y pescadores del Cabañal. Todo lo que da Valencia lo ha asimilado, el valenciano esencial... Azzati se ha casado. La vida ha ido resolviéndose milagro­ samente. Hay una Providencia especial para los periodistas republicanos... Ahora falta la prueba del extranjero. “Desde las tristes márgenes del Sena...” En 1903 vive Azzati su primer destierro. Llega a París con su mujer y su hija Elsa. No tiene dinero. Va a visitar a Bonafoux", “la víbora de Asnières”. Bonafoux escribe con veneno un artículo sobre el periodista desterrado que se lanza a la conquista de París. “En París -le dice Bona­ foux- no hay nada que hacer, mas que pasar hambre”. Y hambre pasan los desterrados en París. Muere en París Eisa. Entierro de pobre. Azzati solo detrás de la ca- jita blanca, un día lluvioso de París. Nace en París Renán. Trabajos y miseria. Azzati consigue, al fin una corresponsalía de un pe­ riódico de Barcelona. Trabaja por las noches en los bajos de la Bolsa. (Yo he conocido veintitantos años después esas veladas periodísticas). Allí trabajan otros correspon­ sales extranjeros, que guardan celosamente las noticias importantes, para que no se las “pisen” los compañeros.

99. Aunque nacido en Burdeos y muerto en Londres en 1918, Bonafoux fue uno de los periodistas más prestigiosos de su tiempo. Por su estilo y su afición a la ironía y la sátira, algunos críticos posteriores vieron su influencia en los escritos de Carlos Esplá. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 299

Los telefonistas avisan las conferencias internaciona­ les de prensa. -¡Londres, al tres! -¡Roma, al cinco! -¡Bruselas, al dos! Un periodista italiano da los párrafos más importantes de su conferencia en clave. Azzati, desde la cabina conti­ gua, toma nota del lenguaje enigmático y luego compra el periódico italiano que publica en claro dichas crónicas telefónicas; y así descifra la clave. De ese modo consigue luego varios éxitos periodísticos en su corresponsalía de Barcelona. Da también lecciones de español. Tiene entre sus alumnos a un inglés rico y extravagante, que le paga con esplendidez. La miseria queda atrás. ¡Pobrecita Eisa, que no conoció los días de abundancia! Poco después termina el destierro. Azzati ha tenido una ruda prueba profesional. Es un periodista que puede ir por el mundo. Y vuelve a Valencia. El valenciano esencial va a reñir su lucha desco­ munal, decisiva. Lucha contra el intruso El intruso ha revuelto y dividido al republicanismo valenciano. El blasquismo, sin embargo, se ha hecho más fuerte y combativo. Valencia es blasquista. Pero hay que luchar contra el intruso. El león contra los mosquitos ve­ nenosos. Blasco quiere luchar con enemigos de su talla. Pero ¡hacer frente a aquellas miserias, a aquellas tormen­ tas de porquería!. Tartarinadas, caza de gorras, y navajeo innoble. Blasco se asquea. Le llama en el mundo su obra de gran novelista. Blasco va a dejar Valencia. Dos Gaspar, su padre, liquidará el periódico. Faustino Valentín se en­ carga de la dirección de El Pueblo. Se hace servir la cena en la redacción y los redactores, por la noche, preguntan 300 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

si ha venido “Don Cenón”. Más tarde, Julio Jiménez será gerente: compra una caja de caudales, que instala en la Administración, y se pasa el día metiendo y sacando de la caja unos libros donde no se pueden apuntar más que los apuros administrativos de la empresa. Frente al intruso, salta a la palestra Félix de Azzati. ¿Lucha baja? ¿Navajeo? ¡Ahora veréis lo que es un valen­ ciano de la calle! Empuña sus armas feroces de panfletista bilingüe Una de valenciano, otra de castellano municipal, “¡¿a Barraca”, que vé bonal” Al final, con sus mismas armas, queda derrotado el intruso. El Arcángel blasquista tiene a sus pies al dragón, simple fardacho de falla. Es el triunfo del valenciano esencial contra el intruso. Todo el secreto está en saberse elevar luego, en no mancharse las alas para volar. Azzati, tras el ataque en picada, sabe volar alto. En el mitin de Pizarro, Blasco Ibáñez nombra a Azzati director de El Pueblo, le transfiere la jefatura del partido republicano y le ofrece el acta por Valencia. Es el año 1908. Aquel mismo año Félix de Azzati es elegido diputado por los republicanos valencianos. Un republicano de antes del 14 de abril En la política nacional se han desvanecido las ilusio­ nes republicanas de la Unión de 1903. Subsisten algunos viejos partidos nacionales. Lerroux da bríos a su partido radical y a sus jóvenes bárbaros (Azzati llama a Lerroux, caudillo y orador: “el sargento Cicerón”). Los republicanos de provincias forman partidos autónomos. El de Valencia se llama “Unión Republicana Autonomista”. Vienen años de lucha en la calle y en el Parlamento. Conmoción espa­ ñola. Resurgir valenciano. La Semana Trágica. La Exposi­ ción de Valencia. ¡Haura, no!. Los sucesos de Cullera. Aquí Azzati se lanza a una lucha tremenda para salvar del patíbulo vidas valencianas. Lleva su campaña a Euro- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 301 pa. Se entrega por completo a la humanitaria misión. El general Echagüe declara el Estado de sitio en Valencia, suspende El Pueblo, destituye a la mayoría republicana del Ayuntamiento valenciano. Por fin, se consigue el indulto. Años más tarde, al salir de presidio los presos de Cullera irán todos a darle las gracias a Azzati; todos, menos uno: el Chato de Cuqueta. El Pueblo reaparece con más bríos, tras la suspensión y la censura. Marco Miranda ha pasado del cuartito de corrector al despacho de redactor jefe. El periódico toma aliento. Remoza su plantel de colaboradores. Azzati esgri­ me la pluma y la espada. Se bate veintisiete veces. (En un mismo día dos duelos, con los hermanos Maestre, y hiere a los dos).En otros lances, él recibe dos heridas graves. El bigote de Azzati es completamente mosqueteril, como su péñola. En él se ha formado el periodista de combate y el escritor enjundioso. Este se revela ya en su libro “El primer pensamiento”, en sus crónicas políticas y literarias. Pero el buen escritor no ha matado al hombre de la calle, presto a la réplica mordaz, a la frase feroz, a la lucha cruda. En unas elecciones, los carlistones de Valencia rezan para que Azzati no salga diputado. Confían para ello en la Virgen de los Desamparados, a la que elevan sus preces electora­ les. Azzati tiene entonces un desplante tremebundo, que horroriza a todas las beatas valencianas y estremece a todas las sacristías. Azzati dice: “Yo tengo más votos que la Virgen de los Desamparados”. Y el escrutinio electoral le da la razón. X.X. Se produce la conflagración mundial de 1914. Blasco Ibáñez envía a El Pueblo sus nuevas crónicas de París en guerra: “París ríe”, “París canta”... El Pueblo defiende con pasión blasquista la causa aliada. En sus columnas aparece 302 ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA un comentario diario de la marcha de la guerra, que revela grandes conocimientos militares y políticos. Se titula “La situación”, y lleva esta firma: X. X. El autor es Félix de Azzati. Luego, los sucesos del 17... Solsona, Pepe Luis Es­ tellés, Julio Just y yo somos entonces los “jóvenes” de El Pueblo. Castrovido envía su colaboración casi diaria desde Madrid. Valencia todavía tiene un ambiente provinciano encantador. Es, en la España monárquica, una República levantina. Cuando condenan a los miembros del Comité de huelga del 17, Azzati ofrece elegir diputado por Valencia a uno de ellos. Que hagan otro tanto Madrid, Barcelona, Asturias, y los cuatro saldrán del presidio. A la luz del día ¿Qué hombre es Azzati en su madurez? Se había logrado plenamente en él el valencianismo esencial. El republicanismo valenciano era él. Azzati tenía la emoción valenciana y la emoción republicana. Estaba enfermo. Se refugiaba en su gran despacho, con la columna salomónica en el centro y la chimenea dantesca, y hacía música. Alguna vez le oí decir: -Aquí (en su gran despacho) me pondrán cuando muera. Por aquí desfilarán los correligionarios. Yo ya sé donde tengo que morir. No lo sabía. Otras veces se refugiaba en otras emociones, para vencer su enfermedad. Pero todo a la luz del día, con esa vocación mediterránea a vivir transparentemente, en me­ dio de la calle. La casa de Azzati estaba abierta para todos. Azzati no rechazaba a nadie, más que a los borrachos. Su dolencia le imponía esa defensa física. Pero cualquiera entraba y salía de su casa. Le pedían las recomendaciones más inverosímiles. Azzati cogía papel y pluma y escribía la recomendación. “Un día -decía- me van a pedir una Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 303 recomendación para el arzobispo, y tendré que hacerla, porque yo no sé negarme”. En su vida al aire libre, a la vista de todos, no había impudor, sino ausencia de hipocresía; naturalidad y no ci­ nismo. Otros ocultaban tartufescamente sus flaquezas; él, no. En esa naturalidad suya había un gran fondo de bondad propia, de confianza en la bondad ajena. Era una naturali­ dad adánica, totalmente mediterránea. Leía mucho. Escribió por entonces páginas maravillo­ sas, como sus crónicas breves de El Pueblo y su prólogo a una obra de Pirandello. Le vi hacer lo que pocos escritores habrán intentado: dictarle directamente al linotipista. Y en la línea fundida quedaba su frase perfecta, armoniosa. El escritor refinado, trabajado por la lectura, abrirá años más tarde, durante la dictadura, en las columnas de El Pueblo, un recuadro delicioso: “A la luna de Valencia”, con una firma llena de ternura: “El Tete”. £1 desquite del señor cresta Azzati recordaba sus tiempos infantiles, sus comien­ zos difíciles. También con naturalidad. ¿Por qué no estu­ diar a los cincuenta años lo que no había podido estudiar a los quince? Se hizo bachiller y sacó casi toda la carrera de Leyes en un examen. ¿Qué dice usted, senyor Cresta? Era emocionante esta reconquista de la juventud callejera por el hombre maduro, este desquite tardío del obrerito que quiso emanciparse por la lectura. En su vida estudiantil a los cincuenta años latía la aspiración de sistematizar todo lo aprendido sin orden ni concierto, que es como aprende el hombre de la calle y de lecturas sin maestro. Para otros hombres, la Universidad frustrada es el drama de toda una vida. Para Azzati fue el acicate y la esperanza de la suya. El hombre de lucha sabe que todo se lo ha de ganar él. Y encuentra un resorte mágico para vencer a la fatalidad. 304 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Se hace a los cincuenta años lo que no se pudo hacer a los diez y ocho. Eso es todo. Nada se entrega al hombre fácilmente, y la espera activa se llena de acción, es decir, de juventud. Félix Azzati conoció así la primera parte del desquite del senyor Cresta, del aprendiz de tantas cosas en la Valencia de fines de siglo. La muerte no le permitió conocer el desquite completo. Un blasquista ante el bisturí Un día, durante la dictadura de Primo de Rivera, reci­ bí en París una carta de Julio Just. Había ido a Madrid para acompañar a Azzati, a quien iba a operar el Dr. Tapia. -Ahora verás cómo va un blasquista a la mesa de ope­ raciones - le dijo Azzati a julio. Y cuando, terminada la convalecencia, Azzati iba a tomar el tren para volver a su casa, la policía de Primo de Rivera lo detuvo. Azzati había luchado bravamente contra la dictadura. Del folleto de Blasco Ibáñez, “Alfonso XIII desenmas­ carado” se había hecho una edición en la máquina de El Pueblo, a la vista de todos. Como la misma vida de Azzati. La hazaña era tan atrevida, que parecía inverosímil. A las doce de la mañana estaba tirando la máquina pliegos del folleto. -¿Aún están tirando el periódico?- preguntaban los curiosos. -Hemos aumentado mucho la tirada- contestaba tran­ quilamente Azzati. Azzati supo pronto que iba a morir. La última vez que lo vi Una noche desembarqué en Valencia con Sánchez Gue­ rra. Después de aquella fantástica velada en el cuartel de Ar­ tillería y de la visita nocturna a Capitanía general, Sánchez Guerra me entregó su manifiesto para la sublevación. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 305

-¿Habrá imprenta para tirarlo?- me preguntó. -Si- le contesté con seguridad. Y me dirigí a la redacción de El Pueblo. Estaba amane­ ciendo. Había terminado la tirada del periódico y lo espera­ ban ya los repartidores. Canet, el regente, hacía sus anota­ ciones de la publicidad del número. Se habían marchado los tipógrafos y sólo quedaba un linotipista de guardia. -Hay que hacer esto enseguida- dije al regente. Canet me miraba con asombro, con alegría, con emo­ ción. Dudaba entre despertar a Azzati -enfermo ya grave- o dejarlo descansar. Él sabía que Azzati encontraría bien lo que hiciésemos, aunque no le dijésemos nada, en aquella aventura en la que tanto le comprometíamos. -Más vale avisar al Director -dije yo-. Aunque creo, como usted, que él encontrará bien lo que hagamos. Mientras yo redactaba rápidamente unas notas de ex­ plicación del manifiesto revolucionario, dando cuenta de la llegada de Sánchez Guerra y convocando a los valencianos para secundar el movimiento. Canet avisó a Azzati, que se vistió apresuradamente. Salió a la redacción. Nos abraza­ mos conmovidos... A los dos se nos saltaron las lágrimas. Llevaba Azzati un pañuelo de seda al cuello. Con su voz de operado de la garganta se apresuró a decir: -Chiquito, vamos a publicarlo como extraordinario de El Pueblo, con la cabecera del periódico... ¡Es por la República! -Director: ahí le dejo el original. Mírelo usted. -A componerlo enseguida- ordenó él. Y volví al cuartel de Artillería, donde Sánchez Guerra daba ya por fracasado el movimiento. Regresé a la redacción. Ya estaba compuesta la página del extraordinario de El Pueblo e iba a entrar en máquina. -¡Empastelad esa plana!- grité. 306 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Enteré a Azzati del fracaso. -Estoy muy enfermo... Quería ver la República...- me dijo. Nos abrazamos con gran emoción. Fue la última vez que lo vi. Fue en el gran despacho suyo, donde él creía iban a colocarlo cuando muriese. Capítulo final Unos meses después moría Azzati, en una casa de la calle Pascual y Genis. Este mes de junio hace diez y seis años. Valencia supo que había muerto algo suyo al morir este valenciano esencial. El Mediterráneo es una expresión humana. Se puede no nacer valenciano. Pero se vive y se muere valenciano. El Mediterráneo hace el prodigio. Por eso la imagen de mi evocación lleva esa leyenda: el valen­ ciano Félix Azzati. Con todo lo que es aquella Valencia, hecha aquí, ahora, presencia y recuerdo. Como es presen­ cia y recuerdo Félix de Azzati.

El Valijero. México, abril-junio de 1945

EL “BALZAC” DE RODIN -XLVI-

¡ Aventura extraordinaria la de este extraño monumen­ to! ¡De buena se ha salvado! Esta y otras estatuas -entre ellas la de La Fontaine- fueron retiradas de las calles y pla­ zas de París por los alemanes, que se proponían fundirlas y convertirlas en municiones. ¡Balzac y La Fontaine trans­ formados en proyectiles de ametralladoras! Ahora han sido halladas dichas estatuas en los sótanos del Observatorio de la capital francesa y devueltas a sus pedestales. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 307

Me interesa la suerte del “Balzac” de Rodin, porque yo asistí, como espectador, a su descubrimiento oficial, en pleno corazón de Montparnasse, capital del “arte maldi­ to”. Fue en julio de 1939, pocas semanas antes de estallar la guerra. Personajes oficiales de la III República, algunos de los cuáles están hoy en la cárcel, ministros, diplomáti­ cos y otros caballeros enchisterados se reunieron una llu­ viosa mañana de aquel verano en el cruce de los bulevares Raspad y Montparnasse; el ministro de Instrucción Públi­ ca tiró de un cordón, y quedó descubierta la maravillosa, extraña, antiacadémica, revolucionaria estatua de Balzac, modelada por Rodin. Monumento bellamente monstruoso, como es la obra misma de Balzac; audaz, como todas las creaciones de Rodin; único en el mundo como merecía París. Enfundado en una especie de camisón de bronce, el autor de La Comedia Humana, quedó plantado en su pe­ destal de piedra frente al Dôme, junto a la Rotonda, como si fuera a entrar en cualquiera de estos dos establecimien­ tos para hacer un rato de tertulia con los jóvenes artistas, iconoclastas y extravagantes, que frecuentaban aquellos cafés montparnasianos y darles las gracias por las gran­ des batallas que habían reñido en defensa de su atrevido monumento. Quedaba plantado allí, como una reparación o como un reto, después de haber permanecido cuarenta años en el ostracismo. Pocas obras, en efecto, han atizado las pasiones como este asombroso “Balzac” de Rodin, que durante tanto tiempo ha mantenido encendida la eterna querella entre el arte oficial y el arte libre, entre antiguos y modernos, entre “bomberos” e incendiarios. La obra total de Rodin, Rodin en bloque, había quedado ya fuera de esa querella. Había seguido el proceso histórico que convierte a los ar­ tistas revolucionarios de una generación en clásicos de la 308 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA siguiente. Pero en el centro de la inextinguible polémica quedaba esa única obra de Rodin: su “Balzac”. Recuerdo la impresión que me produjo cuando, años antes, la había visto en el museo rodiniano de la calle Va- renne, donde atraía a los jóvenes peregrinos del arte que en la posguerra -nuestra vida es una continua posguerra- plantaban sus tiendas bohemias en Montparnasse dispues­ tos a revolucionar todas las artes. Fui a verla con un joven pintor que había acabado por aquellos días un cuadro en el que se veía parte de un cangrejo, un recorte del Temps, un quepis de general francés y una pantorrilla muy gorda, femenina al parecer, con un ojo tremendo en el tobillo. No recuerdo exactamente lo que representaba aquel cuadro, pero creo que su autor me habló de algún símbolo relativo a la Sociedad de Naciones. Mi acompañante, el autor de dicho cuadro, empezó a dar grandes alaridos cuando nos encontramos frente a la estatua de Balzac. En esa forma expresó su admiración por la asombrosa obra aquel repre­ sentante auténtico de la juventud iconoclasta, que hubiera hecho saltar con dinamita la mayor parte de las estatuas de París, pero que rendía culto entusiasta al “Balzac” de Rodin. Había en esta fervorosa admiración, expresada en aquella circunstancia con rugidos, la devoción exaltada que inspira la obra genial y el ímpetu combativo de los jóvenes contra la sanción del vulgo. Para aquellos jóvenes, “vulgo” eran los personajes consulares, senadores, aca­ démicos, generales, magistrados, actores de la Comedia Francesa, concejales, profesores de la Sorbona, banque­ ros, directores de periódicos, consejeros de Estado, toda la chusma municipal, en fin, que, según ellos, impedía que la obra famosa se levantase por derecho propio, al aire libre, en una plaza de París. A mí no me impresionaron mucho los bramidos entusiastas de mi acompañante, y quedé ma- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 309 ravillado, sorprendido, desconcertado ante la vigorosa e inspirada escultura. Conviene conocer su historia. Fue Emilio Zola quien encargó la estatua a Rodin. La aventura de su creación fue maravillosa y en ella podría estudiarse la lucha desespera­ da de un genio en busca de su inspiración. Rodin recorrió las tierras de Turena persiguiendo, retratos y dibujos en mano, los orígenes de los trazos físicos de Balzac. Lamar­ tine había dicho que el rostro de Balzac era “un elemento”. Ese elemento lo buscó Rodin en la tierra que había sido cuna de Balzac, entre los campesinos y carreteros que fueron sus compañeros de infancia. Así dio forma su ins­ piración a la cabeza monstruosa del monstruoso escritor. Plantar aquella cabeza sobre un cuerpo de bronce, es decir, sobre el cuello abierto de una vestidura fantástica, cuyos pliegues y volúmenes armonizan perfectamente con la tes­ ta, fue cosa de magia. Lograda la obra extraña, misteriosa, genial, Rodin la exhibió en el Salón de 1898, y fue acogida con burlas feroces. El parís bulevardero de fin de siglo la calificó de grotesca caricatura. Rodin, amargado, huraño y orgulloso, retiró su estatua, que llevó a su estudio, conver­ tido luego en museo, a la muerte del artista. Allí permaneció cuarenta años, durante los cuales París fue fundiendo en su crisol muchas audacias artísti­ cas, consumiendo muchos sueños de renovación estética, viendo volar muchas fantasías de colores, formas y ritmos, presenciando las mayores insensateces y los más nobles y puros ensayos de arte. Hasta que un buen día la estatua sa­ lió a la calle y quedó instalada en la proa del bulevar donde los melenudos artistas de “La Horda” extendían, bajo los plátanos montpamasianos, la almoneda de sus horrores o de sus logradas maravillas. 310 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Cuando los alemanes ocuparon París se llevaron la es­ tatua para fundirla. Creo que esto debió ser una ruin ven­ ganza artística del artista fracasado que fue Hitler, quien no pasó de ser un mal pintor de brocha gorda, después de haber soñado con ser un émulo de Apeles. Hitler debió su­ frir uno de sus ataques de histerismo al comparar los frutos de su impotencia artística con la maravillosa obra lograda por el genial escultor francés. Entre los torpes brochazos de Hitler y el “Balzac” de Rodin hay, en efecto, un abismo tremendo; el mismo que existe entre un rebuzno y la Coral de Beethoven, entre la barbarie y la civilización. Por eso el secuestro de la famosa estatua por los alemanes y la repo­ sición en su pedestal por los franceses tiene un gran valor simbólico. Hitler era simplemente, una mala bestia y quiso destruir una obra bella para convertirla en municiones de guerra. Los franceses la han devuelto a la admiración po­ pular como anuncio de que, tras los pasados horrores, el hombre debe volver al puro culto del espíritu, del cual es maravillosa expresión este “Balzac” de Rodin.

El Valijero. México, 8 de diciembre de 1945

MENSAJE DE GRATITUD A H. G. WELLS -XLVII-

¡ Gracias, admirado H. G. Wells, por habernos anun­ ciado con absoluta precisión y seguridad el fin de Franco! Crea, insigne escritor, en la gratitud sincera de los refu­ giados españoles. Sus palabras son las primeras que nos llegan de Inglaterra diciéndonos algo concreto y esperan- zador sobre el término inevitable de la tiranía franquista. Hasta ahora, sólo recibíamos de allí manifestaciones ver­ Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 311 bales, vagas y contradictorias. Usted sabe, ilustre novelis­ ta, que no es fácil entender a los ingleses. No sólo porque los ingleses hablan inglés, sino porque el inglés que hablan los ingleses es bastante perifrásico y anfibológico. En in­ glés no es absolutamente necesario decir “sí” o “no” para decir “sí” o “no”. Cabe también decir, verbigracia: “Proba­ blemente no creo estar en condiciones de afirmar que este pescado sea correctamente fresco”. En estas condiciones, no siempre nos ha sido fácil comprender lo que los ingleses -“honorables caballeros” de los Comunes y “nobles lo­ res”- piensan sobre Franco. ¿Les parece bien que sea el único superviviente del totalitarismo nazifascista? ¿Están dispues­ tos a hacer algo para acabar con él? ¿Creen que ha legado el momento de poner fin a la política inglesa de no intervención, destruyendo prácticamente los efectos de aquella política? Si alguna duda pudiera existir sobre la paternidad inglesa de la no intervención, la desvanecería su propio nombre, pues si se llamó de no intervención fue porque aseguraba precisamente la intervención de Hitler y Mussolini en los asuntos de Es­ paña, lo que responde a la más pura y tradicional aplicación del inglés al leguaje diplomático. En resumen, admirado H. G. Wells, no hemos sabido nunca lo que piensan los ingleses. ¿Son partidarios de que continúe Franco en el poder? ¿Pre­ fieren una monarquía constitucional y madariaguesca? ¿Les gustaría más el comunismo libertario o el restablecimiento de la Santa Inquisición? No es que nosotros vayamos a hacer mucho caso de lo que piensan los ingleses sobre el futuro político de España, pero, en fin, nos hubiera agradado saber lo que piensan. El único que ha expresado con cierta claridad su opinión es usted, admirado H. G. Wells. Usted cree que Franco tiene contados los días. Usted nos asegura el fin de Franco. Usted, al menos, no se ha ido por las ramas. 312 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Usted ha hablado claro. A usted le hemos entendido per­ fectamente. Cierto que usted para nada se ha ocupado ahora de Franco. Usted no ha anunciado exactamente el fin de Fran­ co. Lo que usted ha anunciado es el fin del mundo. Pero los refugiados somos seres razonables, quiero decir, dados al ejercicio de la razón. Los refugiados somos kantianos por vocación, kantianos peligrosos, si usted quiere, por ser rojos. De “kantiano peligroso” fue fichado, en efecto, por la policía de Barcelona en 1909 nuestro llorado amigo Valentí y Camp. La razón nos dice que si usted cree en el fin del mundo, también creerá en el fin de Franco. Eso es lo razonable. Sería, en efecto, inadmisible que, terminado el mundo, continuase Franco. Franco ha sobrevivido a la muerte de Mussolini, a la muerte de Hitler, a la muerte de Laval, a la muerte de todos sus compinches; ha sobre­ vivido a la victoria militar de las democracias contra las dictaduras; ha sobrevivido a los acuerdos de San Francisco y a la declaración de Postdam; ha sobrevivido al triunfo electoral de los laboristas ingleses y de los degolistas fran­ ceses; posiblemente intenta sobrevivir a la bomba atómica. Pero lo que, al parecer, no podrá Franco es sobrevivir al fin del mundo, que usted anuncia ya, admirado H. G. Wells. Seamos, pues, optimistas. Una vez que se haya acabado el mundo y, en consecuencia, haya acabado Franco, los refugiados españoles podremos volver a España. Se nos permitirá, al menos, esa ilusión. Seamos, pues, optimistas, porque, además, usted, ad­ mirado H. G. Wells, anuncia para muy pronto ese fin del mundo. El fin de Franco no se hará, por lo tanto, esperar mucho. Sería, desde luego, intolerable que Franco conti­ nuase en el poder tres o cuatro mil millones de años más, que es lo que podíamos creer que durase, por lo menos, Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 313 el mundo. No. Esto se acaba pronto. “El mundo se halla tocando a su propio fin -escribe usted-. Es inminente la expiración de cuanto llamamos vida y no habrá posibili­ dad de evadir tan fatal inminencia”. Es decir: Franco no tiene escape. El fenómeno -añade usted- se está produ­ ciendo “en los términos de un periodo a cifrar en semanas y meses, antes que en milenios”. Perfectamente. Ahora po­ demos estar seguros de que Franco sólo durará semanas, meses, a lo sumo. Así, podemos asegurar que muy pronto volveremos los refugiados a España. No me atrevería, des­ de ahora, a afirmar -como suponíamos hace un año- que estas Navidades nos comeremos ya allí el pavo familiar. Pero, de creer a Wells, es casi seguro que el próximo ban­ quete del 14 de abril lo celebremos en nuestra tierra. No conviene, pues, desalentarse. El porvenir cósmico, según Wells, es más esperanzador que el simple porvenir di­ plomático. Pronto se acabará el mundo y no quedará ni rastro de Franco. La victoria final será nuestra. Ahora comprende­ mos cuánta razón tenía el doctor Negrín en recomendarnos la política de resistencia. ¡Gracias, admirado H. G. Wells!

El Valijero. México, 15 de diciembre de 1945

CARTA A RANDOLFO PACCIARDI -XLVIII-

Le escribo, querido Pacciardi, porque es usted un gran amigo de los republicanos españoles100. Usted combatió

100. Pacciardi fue íntimo amigo de Esplá desde que se conocieron en París en los años veinte. Después del 39 ambos intentaron crear una federación republicana de pueblos latinos, de cara a la nueva Europa que saldría tras 314 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA por nuestra República, dio su sangre por ella, cubrió de gloria en tierra española su nombre italiano al frente del Batallón Garibaldi. En nuestras filas republicanas, usted luchó heroicamente por la República española y por la República italiana. Usted es republicano. Usted ha vuelto a Italia, una Italia ya sin Mussolini, pero todavía sin Repú­ blica, que usted sigue defendiendo en su tierra como antes la defendió en la nuestra. Usted no ha querido colaborar con la badogliada ni con la bonomiada, fórmulas que, en el fondo, son la misma bertoldesca humbertada. El Partido Republicano Italiano, del cual es usted Secretario Gene­ ral, no ha aceptado siquiera formar parte de la Asamblea Consultiva Nacional. Usted piensa, seguramente, sobre el problema que motiva esta carta lo mismo que pensamos los republicanos españoles. Es el caso, querido Pacciardi, que el gobierno antifas­ cista de Italia ha celebrado un convenio con el gobierno fascista de España. Se trata de liquidar la deuda contraída por Franco con Mussolini por la ayuda militar que éste les presto para asesinar a la República. Franco recibió de Mussolini material de guerra por valor de cinco mil millo­ nes de liras. Mussolini envió a Franco fúsiles, ametralla­ doras, bombas, tanques, aviones. Envió también legiones y brigadas. Hasta puso a disposición de Franco algún “submarino desconocido”. Todo esto tiene su valor: cinco mil millones de liras. Con todo ello, los españoles fuimos tiroteados, ametrallados, bombardeados como simples abisinios. Bajo las balas de Mussolini cayeron también en tierra española muchos combatientes antifascistas italia­ nos, cuyo recuerdo es sagrado para nosotros. Esas balas

la victoria aliada. Pacciardi seria ministro en los primeros gabinetes de De Gasperi. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 315 están perfectamente contabilizadas en las cuentas de la deuda franquista a Mussolini. Los números son cosa seria. No hay burlas con la arit­ mética. Por una bomba que mató a cinco niños españoles: tanto. Por un proyectil que mató a Mario Angeloni: tanto. Por una granada que cayó en el museo del Prado: tanto. Por una bala que hirió a Randolfo Pacciardi: tanto. Por otra que mató al joven Da Rosa: tanto. Total: cinco mil millo­ nes de liras. ¡Sabias matemáticas! Ahora se trata de que el gobierno antifascista de Italia cobre lo que el gobierno fascista de España recibió del gobierno fascista de Italia para matar a antifascistas españoles e italianos. El gobierno antifascista de Italia lo preside ahora el doctor Alcide de Gasperi, demócrata cristiano, político católico. ¡Con la Iglesia hemos dado, Humberto! El doctor Alcide de Gasperi es una especie de Gil Robles italiano, es decir, la menor cantidad posible de antifascista. El doctor Alcide de Gasperi preside el gobier­ no antifascista de Italia que ha arreglado las cuentas para cobrar del gobierno fascista de España. El ministro de Hacienda del doctor Alcide de Gasperi es un comunista: el camarada Mauro Scoccimarro, nombre delicioso, que, si no me fallan mis escasos conocimientos lingüísticos, quiere decir: “el que dispara los bolos como flechas” o “el gran lanzador de bolos”. El gran cobrador de balas, dire­ mos más bien. El ministro de Comercio del doctor Alcide de Gasperi es el católico popular Giovanni Gronchi. ¡Con la Iglesia hemos dado otra vez, Humberto! Al comunista y al católico les ha correspondido, sin duda, por su función ministerial, el ajuste de las cuentas con Franco. ¡Hacien­ da y Comercio! También son cosas serias. ¡Estupendas deliberaciones ministeriales, contantes y casi sonantes! El camarada Scoccimarro habrá repasado los números: 316 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA tantos cañones, tantos bombarderos, tantos lanzallamas, etc. Total: cinco mil millones de liras. El católico Gronchi habrá calculado minuciosamente: eso equivale a tantas piezas de géneros de Sabadell, a tantas toneladas de arroz, a tantos hectolitros de aceite, etc. ¡Antifascistas, a cobrar! Claro es que en la contabilidad no figuran los nombres de Angeloni, de Da Rosa, de Battistelli, de Giua, de Viezzoli, de tantos antifascistas italianos caídos en tierras españolas luchando contra Mussolini y contra Franco. Los contables son personas exactas y formales. Apuntan cifras; no vi­ das. Suman millones; no heroísmos. Hacen números; no elegías. Calculan el valor de un avión de caza; no el de un combatiente antifascista. “¡A ver camarada Scoccima- rro, saquemos punta al lápiz y vamos a contar! ¡Venga, beatísimo Gronchi, tome esa hoja y apunte cada cosa en su columna! Cuando lleguemos al final sabremos exacta­ mente lo que le costó a Mussolini asesinar a la República española. ¡Viva el príncipe Humberto! ¡Bandiera Rossa! ¡Benedizione! ¡Giovinezza, giovinezza!.” No crea, querido Pacciardi, que nos parece mal que pague Franco. Franco debe pagar. Pagará a los italianos y a los españoles. Pagará como pagó Mussolini. Si Mus­ solini envió armas a Franco no fue sólo para establecer el fascismo en España. Fue para afirmar el fascismo en Italia. Franco debe pagar. Lo que nos sorprende es que sea el camarada Scoccimarro (¡delicioso nombre!) quien quiera cobrar. ¡El camarada Scoccimarro, heredero de Mussolini, ejecutor de sus últimas voluntades, albacea de su caudal, fideicomisario de sus crímenes! Se trata, sin duda, de man­ tener un principio internacional: un cambio de régimen no hace prescribir los créditos; las deudas internaciona­ les son sagradas. Ese es el principio. ¡Oh, encanto de los principios! Para cobrar a Franco, el gobierno antifascista Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 317 de Alcide de Gasperi es la continuidad del gobierno fas­ cista de Mussolini. Perfectamente. Entonces, también lo será para pagar. Si el camarada Scoccimarro cobra el im­ porte de las armas enviadas por Mussolini para asesinar a nuestras mujeres y a nuestros hijos, bombardear nuestras ciudades, destruir nuestras aldeas y acabar con nuestra República, entonces el camarada Scoccimarro (¡magnífico nombre!) debe prepararse a pagar a la República española el daño que ese material de guerra de Mussolini causó en España. También los republicanos españoles sabemos hacer números. Tantas casas destruidas, tantos barcos con víveres hundidos, tantos hogares arrasados, tantos puentes bombardeados... Total: tantos miles de millones de liras. ¡Camarada Scoccimarro, a pagar! Era Mussolini quien de­ bía hacerlo. Pero si el camarada Scoccimarro (¡estupendo nombre!) hereda su haber, también debe heredar su debe. Las cuentas claras. La deuda de Franco a un lado. La recla­ mación de la República a otro. Saldo en contra del camara­ da Scoccimarro: tanto. No cabe mayor exactitud. ¡Que vergüenza, querido Pacciardi! Usted la siente como nosotros. Usted no se cotiza, no se cifra, no se contabiliza; tampoco nosotros. Su sangre vertida genero­ samente en España le hace a usted tan español como noso­ tros. Nuestra sangre la hemos sacado del polvo de nuestra tierra. Usted ha dado su sangre al polvo de nuestra tierra. Somos hermanos de tierra, de sangre, de ideales. Usted lucha por la República en Italia. Nosotros por la República en España. Nuestra República no reclamará nada a la vues­ tra. ¡Ah! Pero el cedista Alcide de Gasperi es otra cosa. El camarada Scoccimarro sabe hacer números. Nosotros también. Quien cobre en nombre de Mussolini. Cinco mil millones de liras en una columna. En otra, cinco, diez, quince, veinte mil millones... Los que sean. Lo que impor- 318 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA te la destrucción y el crimen de las armas de Mussolini en España. Las cuentas claras. Nada más, querido Pacciardi. Sé que está usted as­ queado, indignado en esa bertoldesca humbertada. Amigos comunes me dejaron, para que los leyera, algunos números de La Voce Republicana. Con esos amigos hablamos al­ gunas veces de usted y de cuantos siguen fieles en Italia a su ideal republicano. Seguimos desde aquí con interés sus luchas y trabajos por la República. En ustedes confiamos para que Italia acabe con esos cedistas humbertianos y con esos camaradas Scoccimarros que saben hacer núme­ ros. ¡Que asco! Un abrazo republicano de su viejo amigo.

El Valijero. México, 22 de diciembre de 1945

PABLO CASALS -IXL-

E1 telégrafo adelantó la noticia. Al regresar de Ingla­ terra, después de una serie triunfal de conciertos, a su paso por París, donde dio otro en la Sala Pleyel, Pablo Casals hizo esta declaración: “Mientras mantenga Inglaterra relaciones con Franco, no pienso dar más conciertos allí. Así se lo he dicho con toda claridad al mismo secretario del rey. Y también he declinado todos los honores que me querían tributar”. Pablo Casals es un hombre sencillo. No cultiva el sen- sacionalismo publicitario de algunos artistas. No ha hecho una película de su vida. No lleva melenas ni hace gemir a las damas con aventuras extraordinarias. Pablo Casals es un hombre sencillo, calvo y. bueno. Es un gran artista, Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 319 pero no parece, por su atuendo, un gran artista. Se es gran artista por dentro, y no por fuera. Las palabras de Pablo Casais al secretario del rey de Inglaterra son sencillas y nobles. Suenan en el alma de los hombres buenos con la voz humana, conmovedora, de su violonchelo, un violon­ chelo con alma. De regreso a su casita de Prades, en tierras catalanas de Francia, Pablo Casals ha contado a su amigo Juan Ala- vedra su apostolado en Inglaterra. Las paredes de la casita de Pablo Casals en Prades oyeron ya otras palabras nobles y sencillas: las que pronunciaba Pablo Casals en los tristes días del éxodo, cuando ofrecía calor de hogar y de amistad a escritores y artistas catalanes desterrados. Pablo Casals los recibía con sencillez y emoción de desterrado. Como si él lo fuese también. Aunque él oiga siempre la voz de su tierra en las notas emocionantes de su violonchelo. Juan Alavedra publica en La Humanitat de Francia -el periódico que fundó Luis Companys- las palabras de Pablo Casals: “Siento una gran decepción. No volveré más a Ingla­ terra”, dice el artista a su amigo, cuando llega a Prades, triste, cansado, sin hablar de sus triunfos. Y cuenta lo que ha visto en Inglaterra. Un pueblo que lo aclamaba, no sólo por su obra de artista, sino también por su dignidad moral frente a Franco. Un pueblo que comparte su indignación contra la tiranía franquista, pero unos personajes influyentes, una prensa que trata de jus­ tificar a Franco. Un día es un periódico que informa de unas leyes muy “liberales” del “Caudillo”. Otro periódico dice que la política de Franco sigue la órbita de la política inglesa. Otro habla de los presos que Franco pone en liber­ tad. Otro informa que “Franco” perdona a los desterrados. Otros dan aire a la noticia de que Franco ofrece refugio 320 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

a cincuenta mil niños de Naciones Unidas. “¡En un país donde los niños mueren de miseria! -exclama Pablo Ca­ sals- ¡Qué vergüenza!”. Y por fin se entera Pablo Casals de que la sección española de la radio inglesa -BBC- ha recibido órdenes de no ocuparse del régimen franquista. Pablo Casals había hecho hasta entonces su violon­ chelo de Dios y voz de hombre: “Trabajo mucho, y no sólo con el violonchelo”- había escrito desde Inglaterra. Con­ versaciones con políticos, con artistas, con escritores, con personajes importantes. Declaraciones a la prensa. Una continua apelación a la conciencia de los hombres, a la justicia del mundo. Sus grandes conciertos y su gran apos­ tolado. A todos les hablaba de su gran decepción, “después de seis años de fe en la causa de las democracias, después de seis años de resistencia y de sufrimientos, los amigos de las democracias éramos abandonados. Inglaterra siguió comerciando con Franco y dándole su apoyo moral...” Debe saberse quien es Pablo Casals en Inglaterra. Acaso ningún otro artista contemporáneo despierte tanta admiración entre los ingleses. Pablo Casals dio su primer concierto de violonchelo en Inglaterra hace cuarenta y siete años, en presencia de la reina Victoria. Pablo Casals puede poner en los contratos para sus conciertos en In­ glaterra una cifra extraordinaria: Mil libras esterlinas. Un montón de oro. Mas Pablo Casals quería que los ingleses, además de oír la voz inefable de su violonchelo, oyeran sus palabras de hombre, que se estremece ante el martirio de su patria, ante el cautiverio de sus hermanos. ¿Cómo emocionarse oyendo el “Concerto” de Haydn y cerrar los oídos a los patéticos lamentos de los mártires? La Wordupful Co. of Musicanas, una institución mu­ sical inglesa que data del siglo XV, ofreció a Pablo Casals un honor no concedido hasta ahora a ningún otro músico Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 321 extranjero: su medalla de oro. Pablo Casals contestó sen­ cillamente: “Todos mis compatriotas han tenido puesta su esperanza en Inglaterra y se sienten ahora traicionados. Si yo, en los momentos actuales, aceptase algún honor en este país, pensarían que soy un indiferente a su desven­ tura, cuando, por el contrario, me siento identificado con ella”. La Universidad de Oxford proyectaba nombrarlo “Doctor Honoris Causa”. Pablo Casals contestó: “En las presentes circunstancias, y mientras no cambie la actitud de Inglaterra, no puedo aceptar”. Le proponen impresionar en discos los ocho “Con­ ciertos de Brandenburgo” de Bach. Pablo Casals se niega: “No volveré a Inglaterra hasta que este país modifique su actitud con el gobierno de Franco”. Es invitado a Buckingham Palace, el palacio de los reyes. Pablo Casals habla con el secretario del rey. Y le dice que no volverá a tocar en Inglaterra mientras ésta no rompa con Franco. Así, sencillamente. Con sus palabras de hombre sencillo. Con su alma de gran artista. Beethoven hubiera hablado como Pablo Casals. Acuden los empresarios ingleses para ofrecerle mon­ tones de libras esterlinas, montones de oro. Pablo Casals los rechaza. Antes de oírle tocar otra vez en Inglaterra, Inglaterra tendrá que romper con Franco. A un lado la fuerza del Imperio, todo el oro del Im­ perio. Al otro lado el artista que desdeña el oro, el hombre bueno, sencillo, calvo, que se vuelve entristecido y altivo, a su casita catalana de Prades. No creo que se haya dado en nuestros días otro es­ pectáculo humano tan sublime, tan limpio, tan henchido de emoción. No creo que se hayan pronunciado otras 322 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA palabras tan bellas, tan conmovedoras, tan sencillas. Sue­ nan en nuestro destierro como la voz tierna, humana del violonchelo de Pablo Casais. Su nombre y su música y sus palabras se hacen luz en nuestro espíritu. Pablo Casals es un creyente. Yo también: Creo en Pablo Casals.

El Valijero. México, 19 de enero de 1946

ROBERTO CASTROVIDO EN VALENCIA -L-

Conocí a don Roberto Castrovido una tarde de verano de 1916. Estaba, con su familia, en la playa de Las Arenas de Valencia, sentado frente al mar. A su lado permanecían también sentados doña Pilar y Robertito. Pilarín, que era muy niña, paseaba con sus amiguitas. Don Roberto se de­ leitaba de Mediterráneo, y de puro goce familiar. Cuando pasaba su hija la saludaba graciosamente: “Buenas tardes, señorita Piluli!”. ¿Cómo miraba don Roberto al mar y cómo contem­ plaba a su familia? Con ojos claros y enternecidos de dicha. El mar y su esposa y sus hijos eran su Valencia: El cambiar eterno de las olas blandas, que venían a morir a sus pies, le daba idea de esa eternidad, de esa vida sin fin, que él veía también perpetuarse en los hijos que estaban junto a él. El mar era siempre un espectáculo mágico para aquel hombre de tierra adentro. Y junto al mar, los hijos bronceados de sol, parecíanle también otra maravilla de vida y esperanza. Veía acaso don Roberto continuada la prodigiosa visión del mar eterno en los hijos de su carne, en su carne de Valencia, como hijos de madre valenciana. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 323

Creo que es el recuerdo de aquella lejana tarde de la playa valenciana lo que nos une en México a los valencia­ nos ausentes de nuestro mar -pero que oímos sin cesar los rumores armoniosos de las caracolas- para hablar amo­ rosamente de nuestro don Roberto, que no disputamos a Madrid, porque su corazón no encerraba pugna de quere­ res y se partía generosamente en el cariño a su tierra y a nuestro mar. Tan auténtico y verdadero era el don Roberto nuestro de la playa, gozoso de sol, de aire, de sales marinas y de infinito, como el don Roberto de su vida cotidiana en el modesto pisito de la típica calle de San Marcos y en la redacción galdosiana de El País y en los cafés castizos de Madrid. Don Roberto era valenciano de adopción, y quiero decir con esto que fue él quien nos adoptó, y no al revés; así fuimos castrovidistas adoptivos, estrechados a él por este cariño que le profesábamos y que calienta ahora nuestros recuerdos. Ciertamente que el recibimiento que le había hecho la Valencia oficial la primera vez que don Roberto estu­ vo allí, no fue muy cordial. Lo condujo un oficial de la guardia civil y le dieron alojamiento miserable en la vieja cárcel de San Gregorio. Castrovido iba a responder ante sus jueces de un artículo publicado en El Pueblo de Blasco Ibáñez, y por el cual se le había procesado. El Pueblo de Blasco Ibáñez era entonces aquella hoja vibrante de vida, de rebeldía, de ansias de justicia y libertad que cada mañana plantaba como un reto el joven escritor revolucionario en el mástil de la ciudad, a la hora en que los murciélagos -ratas en pena- de la Valencia me­ dieval daban su último paseo nocturno, entonando el rosa­ rio de la aurora. Y el pueblo de Blasco Ibáñez -sin juego de palabras, pues aquél dio vida a éste- era también aquel trozo de humanidad formada por menestrales y estudian- 324 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA tes, por marineros y labradores, por tenderos y artistas, que el orador republicano había puesto en pie y conducía a la lucha por la libertad. Este pueblo de Blasco Ibáñez vio pronto en Castrovido a uno de los suyos, y lo acompañó y veló en su prisión hasta que el periodista madrileño ocupó su puesto en la mesa de redacción de aquel otro Pueblo de Blasco Ibáñez, hoja de combate a la que dio Castrovido durante muchos años las mejores páginas de su evangelio republicano. Don Roberto vivió algún tiempo en la casa de Blasco Ibáñez, junto a la misma redacción del periódico, y, cuan­ do años más tarde, venía todos los veranos a Valencia, le gustaba visitar su antigua vivienda, que entonces era la de Félix de Azzati. Recuerdo estas visitas, que eran una especie de peregrinación sentimental de don Roberto. Ad­ vertido de ella, lo esperaba yo, con algún otro compañero -acaso Julio Just- en la redacción. Llegaba don Roberto, acompañado de su inseparable Robertito, y oíamos sus vo­ ces en la escalera, saludando al linotipista que hacía turno extraordinario, al administrador, al conserje, saludando, en fin, a todas las personas y a todas las cosas que encontraba a su paso. Para mí eran una verdadera fiesta aquellas visi­ tas. Doña Esperanza, la esposa de Azzati, acompañaba a Castrovido a recorrer su vieja casa: -“Aquí estaba mi ha­ bitación. Ya han derribado ustedes el tabique”, -decía don Roberto. -“No, señor. Está como estaba -explicaba doña Esperanza-. Su habitación era la de al lado”. -“Esta esca­ lera es nueva. La habrá hecho Félix para bajar la imprenta” -insistía el visitante. -“No. Esta escalera la he conocido yo siempre lo mismo” -decía doña Esperanza. Y don Rober­ to, ante tales seguridades, acababa convencido de que todo estaba igual, aunque yo, irrespetuoso, procuraba evocarles planos fantásticos de la casa, para aumentar su confusión, Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 325 con gran alborozo de Robertito. Don Roberto me per­ donaba con grandes exclamaciones aquella travesura, y reconocía que se equivocaba en estos pequeños detalles materiales. Para aumentar nuestra diversión nos contaba él mismo otras confusiones más chuscas que había tenido. Y es que don Roberto no ataba estrictamente su recuerdo a pequeños accidentes o detalles materiales, a simples ras­ gos fisonómicos, que podían quedar algo embarullados en la distracción de su activo ejercicio mental de escritor des­ pierto a todas las inquietudes y luchas de su tiempo, en su abstracción -entre el estruendo de la vida diario- de hom­ bre de estudio y de pensamiento ágil y vivo. Los recuerdos y las evocaciones de don Roberto vivían como su propia creación literaria y política en la zona ideal en que los re­ lieves minúsculos de la materia podrían hacerse borrosos, pero en la que se destacaban con vigor los trazos firmes de las ideas y de los sentimientos, del espíritu crítico y de la perspectiva histórica, del saber y de la bondad. A Castrovido le hacían gracia las cosas de Valencia y de los valencianos. Las miraba con candoroso y limpio amor. Celebraba nuestra furibunda y exuberante pasión en las querellas, a las que a veces damos, en nuestra exalta­ ción mediterránea, tremendas proporciones de gigantescas batallas, cuando en realidad no son más que fuego pasa­ jero de “traca” y estampido en el aire de “cantarella”. En el fondo, todos los meridionales tenemos algo de terribles cazadores de gorras, y si nos rascan suele aparecer nuestro recóndito e íntimo Tartarín, héroe de nuestra devoción. Don Roberto, durante su primera y larga estancia en Valencia, no solamente se maravilló del ardor de las luchas políticas, casi fratricidas -digo casi, y no conviene pasar de ahí, para ser exactos- sino de otras luchas que le parecían más extraordinarias. Por ejemplo, la que en sus 326 ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

tiempos de redactor de El Pueblo dividió a Valencia en dos bandos igualmente apasionados a cuenta del nombra­ miento de un bombardino de la Banda Municipal. Parece que había un bombardino blasquista y otro que no lo era, y ambos se disputaban la plaza vacante, no sólo a fuerza de soplidos en el descomunal y solemne instrumento, sino también a fuerza de trifulcas políticas. Cuando muchos años después, venía don Roberto a Valencia, preguntaba sin burla, acaso, con un leve deje de curiosa ironía: “¿Qué? ¿Se ha resuelto ya lo del bombardino?”. “¡Qué gran pueblo -pensaría don Roberto- el que se apasiona por el nombramiento de un bombardino! ¡Qué magnífico ejemplo de efervescencia ciudadana!” En mi interpretación de Valencia he contado siempre con la pa­ rábola castrovidiana del bombardino de nuestra quimérica fantasía, pero en realidad soplamos para hinchar globos maravillosos de nuestros ideales y lanzarlos, por pura ilusión de navegar, a través del azul de nuestro cielo. Y el hecho de que el bombardino de la Banda Municipal fuese o no blasquista tenía su importancia: encierra una profun­ da lección valenciana de fervor político. Por algo, en esa película traída de la triste España de hoy por “La marcha del tiempo” hemos visto, recientemente, presos a los ami­ gos de la Banda Municipal de Valencia tocando en el patio de la cárcel para sus compañeros de prisión. En nuestra Valencia, donde hasta los bombardinos son republicanos, están hoy presos los músicos y los instrumentos, los hom­ bres y hasta el viento que arranca a las cuerdas de nuestros recuerdos notas de “albaes”. Al ver a los músicos presos, si tuviéramos que contestar ahora a don Roberto, le diría­ mos: “No; todavía no está resuelto lo del bombardino”. Don Roberto siguió colaborando desde Madrid duran­ te muchos años en El Pueblo de Valencia. Era generoso de Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 327

su trabajo y no se limitaba a enviar el escaso número de artículos que correspondía a su modesta retribución, sino muchos más. A veces, uno diario. Don Roberto sentía el periodismo, lo vivía, y de ahí la vida que tenía su prosa periodística. Hay en el periodismo español dos clases de escritores: una, la más abundante, da a su producción un tono irreal, aunque trate los temas más llenos de vida y de realidad, aunque reseñe un sencillo acto público. En estos escritores la lucubración vence al hecho. Aquella se aparta de éste, se desprende de él, se mueve con su propio vuelo hasta perderse en regiones vagas y flotantes. Este es un periodismo fácil, cualquiera que sea su valor y ha contri­ buido a crear nubes y confusión en nuestra vida política. La otra clase de escritores -más reducida y selecta- hace un periodismo vital, trabado con los nervios de la realidad, regado con la sangre caliente de los hechos. Es el periodis­ mo que cultivó, por ejemplo, Víctor Hugo en las páginas inmortales de sus “Cosas vistas”, título que define bien esa escuela de periodistas que saben ver y contar lo que ven, por oposición a los periodistas que parecen ciegos porque ante sus ojos se tiende la niebla y el humo de la pura diva­ gación. Aquel periodismo con ojos y con vida fue el que cultivó magníficamente Castrovido. Su artículo diario, su nota de polémica, su crónica costumbrista, vivían, tenían estremecimientos y sacudidas vitales como seres agarra­ dos a la misma vida; diríamos que tenían aliento humano. La prosa de Castrovido era fuerte, bella y rica, como here­ dada de Quevedo y de Larra, cuya vena española manaba de su pluma. La obra periodística de Castrovido, bastaría por si misma para llenar un siglo de oro del periodismo español. Muchos de sus artículos, sin firma, de El País son piezas de antología. Recuerdo, por ejemplo, las crónicas parlamentarias que dedicó al debate sobre el proceso de 328 ΠΙ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Ferrer en las Cortès del 11, que son modelo de informa­ ción crítica y de glosa política; una famosa réplica al ABC de don Torcuato -que don Alvaro de Albornoz recuerda mejor que yo- y que empezaba diciendo: “¿Caballero yo? Villano soy, estudiantón sopista...”; y el artículo necroló­ gico que dedicó a don Carlos, el pretendiente. Había en este último una frase que hubiera bastado en Francia para hacer la gloria de un Rochefort o de un Paul Louis Courier. Castrovido decía de don Carlos: “Hombres como éste, lo sensible no es que mueran; es que nazcan”. Así restalla­ ba a veces la pluma de Castrovido cual una fusta, como también, a veces, en sus discursos de tribuno republicano, se desataba su oratoria en voces de noble iracundia. ¿Era acaso don Roberto hombre de pasiones violentas, pronto a la irritación y al vituperio? Al contrario, era hombre dulce y bondadoso. Pero de su misma bondad ultrajada, de su misma ternura escarnecida, arrancaba la frase feroz en su artículo y el apostrofe vindicatorio en su discurso, para castigar lo malo y perverso, para combatir cuanto se opone al bien y a la libertad del pueblo. Al periódico repu­ blicano de Valencia enviaba la crónica nerviosa y ágil de la vida nacional, no sólo política, sino en todos sus aspectos. Escribía también sobre libros, exposiciones de arte, mani­ festaciones populares, sucesos de toda índole. Solía hacer don Roberto retratos maestros de los personajes, políticos o no, que por un momento eran protagonistas de la actua­ lidad. Poseía el arte misterioso del novelista para plantar la figura y darle ambiente. Luego comentaba el hecho, ocultando siempre su saber, para que nadie lo advirtiera, en el ritmo rápido de su prosa, a veces satírica, otras épica, siempre limpia de palabras, fulgurante de agudeza, rica de ideas, hasta llegar a la frase última del artículo como un final de sinfonía. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 329

Cuando se le acaban las cuartillas, seguía escribiendo don Roberto en los papeles disparatados que tenía a mano. Así recibíamos en El Pueblo algunos artículos suyos es­ critos en sobres cortados y reversos de cartas y hasta una vez en trozos de papel de confitería que, a juzgar por las huellas, había servido para envolver unos merengues fa­ miliares. Alguien de la redacción comentó: “Este hombre no tiene secretos. Sabemos lo que le escriben y lo que come”. Sobre aquellos pedazos absurdos de papel escribía don Roberto, con su letra inverosímil, indescifrable, que era la tortura de cajistas y linotipistas. Azzati, que también tenía una letra pésima, trasladó cierta vez la queja de los tipógrafos a don Roberto: “Haz el favor de escribir con más claridad -le decía-, en la imprenta se desesperan con tus artículos”. Castrovido le contestó: “He recibido tu car­ ta que supongo se refiere a mi última crónica, pero como tienes una letra tan mala, no he comprendido lo que me dices. Haz el favor de escribirme más claro”. Consejo que Azzati no pudo seguir, porque tampoco él entendió la letra de aquélla carta de Castrovido, y así hubiera podido seguir indefinidamente la misteriosa correspondencia entre los dos originales periodistas. En El Pueblo me encargué yo, llevado de mi gran ca­ riño por don Roberto, de “traducir” sus artículos, pero por aquellos años cesó de colaborar en El Diluvio de Barcelo­ na. “¿Qué ha pasado?”, pregunté a don Roberto. “Pues que ha muerto el único cajista que entendía mi letra y el pe­ riódico ya no puede publicar mis artículos”, me contestó. Castrovido continuó siendo el tormento de los tipógrafos hasta que Robertito tuvo edad para servirle de secretario y copiarle a máquina las cuartillas. 330 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Cuando don Roberto venía los veranos a Valencia -engañándole cariñosamente su familia, para ocultarle en parte el dispendio del veraneo- gustaba recordar y ver a sus viejos amigos valencianos, y entonces aparecían por las Arenas venerables republicanos que no solíamos ver por la calle el resto del año. Algunos eran viejos correli­ gionarios que, al parecer, sólo se animaban a salir para ver a don Roberto. A menudo me preguntaba éste por alguno de ellos, desconocido para mí. “¿Qué se ha hecho de Ripo­ ll?”, me preguntaba, por ejemplo; y ante mi extrañeza al oír aquel nombre, me explicaba Castrovido que Ripoll había acompañado a Blasco a Villarreal cuando los recibieron a tiros, o que Ripoll formaba parte de los “caballeros de la luna”, que eran los correligionarios viejos que solían ir de tertulia hasta el amanecer en la redacción de El Pueblo, o recordaba cualquier otra circunstancia del desconocido Ripoll, para que yo lo identificase. Yo suponía entonces que Ripoll estaría ya enterrado en el cementerio civil, y, al fin, fingía recordar a Ripoll. “¡Ah! ¡Sí! ¡Ripoll!. Pues se murió”. “¡Pobre Ripoll! -exclamaba don Roberto compun­ gido-. Sí; habrá muerto; cuando digo yo, era hombre ya de años!” Pocos días después aparecía Ripoll por la terraza de las Arenas, un poco más viejecito que el año anterior. Don Roberto empezaba a gritar como un chiquillo: “¡Ripoll re­ sucitado! ¡Lázaro Ripoll! ¡La resurrección de Ripoll! ¡El fantasma de Ripoll! Y luego dirigiéndose a mí, mientras Ripoll avanzaba lentamente hacia nosotros: “¡Miserable! ¡Asesino de Ripoll! ¡Homicida! ¡Había matado usted a un buen republicano! Ahora, como expiación, tendremos que beber como tudescos. ¡A ver, camarero, tráiganos más cer­ veza! ¡Ripoll, bebamos como tudescos!” Y el pobre Ripoll quedaba anonadado, sin saber a qué debía aquel extraño recibimiento. ¡Qué gran ternura había en el cariño de don Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 331

Roberto por los viejos correligionarios! Era para sentir lejana envidia de ellos y pensar con melancolía anticipada: “Cuando los hombres de nuestra edad lleguemos a viejos, ¿habrá algún Castrovido que nos quiera y nos ofrezca el báculo de una amistad y de unos recuerdos entrañables?”. Y fue su propio ejemplo el que me hizo querer siempre, hasta su último día, hasta después de su muerte, al bueno de don Roberto, amigo de los viejos. Y también amigo de los jóvenes, los estimulaba, alentaba sus ilusiones. ¿Qué joven periodista republicano de aquella época olvidará la emoción de ver sus artículos provincianos reproducidos, elogiados, por Castrovido en El País? A los periodistas principiantes, como hacía conmigo en Valencia, descubría­ les temas para una información, asunto para un reportaje o motivo para un suelto político. Él maestro de periodistas -título tan prodigado a otros sin razón- cumplía su magis­ terio no sólo con las lecciones diarias de sus maravillosos artículos, sino como un verdadero maestro de primeras letras, enseñando a los jóvenes a hacer las primeras pla­ nas, los palotes del periodismo. Su magisterio era augusto también por otros motivos. Con ser tan ricas y nobles las enseñanzas de su obra y tan preciosos sus consejos, la mejor lección era la de su vida honrada, la lección moral de su conducta. En la historia del republicanismo español, la figura de Castrovido, brilla con limpia aureola de honra­ dez, de santidad, junto a la de Pi y Margal y a la de tantos insignes varones que dieron al republicanismo español su auténtico tono moral. Don Roberto era sencillo, modesto, cariñoso. Cuando entraba en Las Arenas, saludaba con un gran sombrerazo a la mujer que vendía rosquilletes a la puerta. “¡Buenas tar­ des, señora!” ¿Cómo va el negocio de las rosquilletas? Y la buena mujer le enteraba que aquellos eran malos tiempos 332 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA para las rosquilletes. Don Roberto se despedía con otro sombrerazo, y luego comentaba mezclando graciosos recuerdos: “Sí, ya se lo dijo un bedel de la Universidad a Salmerón: “Malos tiempos para nosotros los idealistas, don Nicolás”. Si, son malos tiempos para nosotros los idealistas y para las rosquilletes”. Tenía una alegría sencilla, humana, cordial, llena de ternura y de bondad para todos. ¡Qué lejos y cuán distinto del personaje solemne que hubiera podido ser el diputado por Madrid -único que había logrado el acta sin oposi­ ción-, el director de un periódico que era en su tiempo lo que se llama “una fuerza política”! Castrovido no se apartó nunca de aquella sencillez, de aquella naturalidad, de aquella modestia. Agradecía con extraordinaria cortesía las atenciones, pero rehuía los homenajes y rechazaba los halagos. Cierta vez el Ayunta-, miento de Madrid trató de dar su nombre a la calle madri- leñísima donde vivía. Don Roberto declinó, alarmado, el homenaje. “No puede ser -explicaba a los concejales que fueron a comunicárselo-. ¿Cómo van ustedes a poner: Ca­ lle Roberto Castrovido, antes San Marcos?”. Pero su nombre, que recataba a los homenajes, lo prestaba siempre a las luchas republicanas. Cuando co­ menzó el resurgir republicano de Alicante, allá por el año 9, los jóvenes que iniciábamos nuestra vida política en aquel movimiento, presentábamos en todas las eleccio­ nes a diputados, aunque sin probabilidades de triunfo, la candidatura de don Roberto, frente a la de Francos Ro­ dríguez, que era el candidato liberal monárquico. Francos Rodríguez era, como periodista, amigo personal de don Roberto, y solía lamentarse de esta lucha: “¿Qué le he hecho yo a usted para que me dispute el acta de Alicante?” Don Roberto, cuando hablaba con algún republicano ali- ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 333 cantino, le decía: “Ustedes me dirán qué me ha hecho a mí Francos Rodríguez, porque yo no se lo sé explicar”. ¿Por qué presentábamos la candidatura de don Roberto, que no estaba unido por ningún vínculo especial a Alicante. Porque Don Roberto realizaba el modelo de austeridad, de desinterés, de honradez, que había inculcado al republi­ canismo alicantino aquel ilustre varón que se llamó don Antonio Rico. Castrovido murió hace unos años, aquí en el destie­ rro. ¿Qué España es la de esos miserables profanadores de nuestra tierra, que no puede morir en ella su mejor hijo? Junto a su tumba mexicana, cubierta siempre de flores por la devoción familiar, reunimos los valencianos nuestros recuerdos, no en estilo de oración funeraria, sino evocando anécdotas y rasgos que nos acercan la presencia de Castrovido. Don Roberto amaba las flores de nuestros huertos. Yo quisiera arrancar de ellos el mejor clavel y depositarlo sobre la tierra mexicana que lo cubre. Lejos de Valencia, le ofrezco las pobres flores de papel que pue­ den hacerse con estas cuartillas. He pensado al escribirlas que las flores que amaba don Roberto eran nuestras flores valencianas, estallantes de colores y de aromas, de vida, en fin; no las tristes flores de cementerio. Por eso no he querido poner tristeza en mis recuerdos, sino, para mejor ocultar mi emoción, hacer que algunos de estos recuerdos sonriesen como don Roberto en aquellas tardes de la playa de Valencia, junto a sus hijos y frente al mar. Y acuden a mi recuerdo las patéticas palabras de Gabriel Miró, otro escritor nuestro, cuando expresaba la angustia -que ahora suponemos sentida por Castrovido aquella tarde mediterránea- “de imaginamos el mar sin nosotros, cuando no vivíamos y cuando no viviremos”. 334 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Y, cerrando los ojos, vemos lejano, azul y solitario, el mar que don Roberto no volverá a ver101.

Carlos Esplá. México, Mediterrani, 1946

EL MARISCAL PATRIOTA -LI-

E1 mariscal trata de convencer a sus jueces de que él fue, durante la invasión alemana, un elemento activo de la “resistencia”. Su sistema de defensa consiste en presentar­ se como un buen patriota que disimulaba sus verdaderos sentimientos para engañar a los alemanes y evitar peijui- cios a los franceses. De creer al mariscal, el enemigo más peligroso que tuvo en la sombra el régimen del mariscal fue el propio mariscal. Representó tan bien su papel, que nadie había sospechado su doblez hasta que él mismo la ha descubierto ahora. Resulta, pues, que el verdadero símbolo de la resistencia francesa no fue el general De Gaulle, sino el Mariscal Petain. Si los militares de Vichy condenaron a muerte por traidor a De Gaulle, a quien Petain insultó, además, en unas declaraciones, fue para disimular. Y si los agentes de Petain fusilaron a franceses de los grupos de resistencia fue simplemente para engañar a los alemanes. En el fondo, Petain era un “maquissard” disfrazado de mariscal y de jefe del Estado e instalado, para despistar, en un del famoso balneario. Considerado el colaboracio­ nismo como el colmo de la traición, Petain se presenta

101. La pasión de Castrovido por el Mediterráneo, era parecida a la de Esplá, quien en palabras de su amiga Guillermina Medrano cuando, ya en el exilio, acudían alguna vez de paseo a las playas cercanas a Washington, se sentaba siempre de espaldas al mar, porque aquél no era su mar. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 335 ahora como un quintacolumnista de los quintacolumnistas, como un traidor de los traidores. Para servir a Francia, el mariscal encontró que el procedimiento más ingenioso era ponerse al servicio de Alemania y que la mejor manera de acabar con Hitler era hacer lo que Hitler ordenase. El go­ bierno de Vichy persiguió, por ejemplo, a los judíos porque de no haberlo hecho, Hitler hubiera descubierto la trampa, y entonces los judíos corrían peligro de ser perseguidos. Y cuando el gobierno de Vichy ordenaba el fusilamiento de patriotas del maquis lo hacía para engañar a Hitler y evitar que los patriotas fueran fusilados. Como los guerrilleros del maquis luchaban contra Hitler, a Petain se le ocurrió luchar contra los guerrilleros del maquis para que Hitler no le descubriese sus verdaderos sentimientos. Admira la naturalidad con que el mariscal representó la farsa, impropia, por cierto, de un mariscal, grado que obliga a una cierta dignidad. Si los mariscales se dedican a engañar de ese modo a la humanidad, ¿de quién se va poder fiar uno? Los mariscales nos tenían acostumbrados a actitudes claras y sencillas. Un mariscal salía al campo de batalla y decía a sus soldados: “Aquellos guerreros que hay al otro lado del río son nuestros enemigos. ¡Ánimo muchachos, y a ver cuantos matáis!” Dicho esto, el maris­ cal se retiraba a su cuartel general, eliminando en lo posi­ ble el riesgo de ser matado él. De este modo, los marisca­ les nos han ofrecido casos extraordinarios de heroicidad, aunque situándose ellos a prudente distancia. El mariscal Petain ha cambiado esta táctica y ha comprendido que la mejor manera de despistar al enemigo era hacerse pasar él por derrotado y fusilar a quienes querían seguir luchando. Esta treta militar parece demostrar que en el mundo ya no quedan más pacifistas sinceros que los mariscales como Petain. Un mariscal frente al enemigo es el depositario del 336 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA honor de la patria, pero, si el mariscal es sabio y prudente, opta por la derrota y el deshonor, con lo cual el enemigo queda completamente chasqueado. El pacifismo de los mariscales podría conducirnos a una venturosa era de tranquilidad en el mundo, con la sola condición de que los pueblos aceptaran vivir en la deshonra y la vergüenza, cosa que ocurriría si todos fuéramos mariscales como Petain. El sistema de defensa adoptado por el mariscal Petain presenta, sin embargo, el siguiente fallo: cuando él afirma que antes estaba engañando a los alemanes ¿qué garantías puede ofrecer de que no está ahora engañando a los france­ ses? Si antes parecía estar al servicio de Hitler cuando de verdad estaba con la “resistencia”, ahora que se presenta como patriota francés ¿con quién estará realmente de Pe­ tain? La misión de los magistrados franceses que han de juzgar al mariscal parece, por todo eso, bastante compli­ cada. ¿Cómo fusilar a Petain si era en verdad un maquis disfrazado? El único recurso que tienen esos jueces es imitar al propio mariscal y aplicar en su caso su mismo procedimiento para mantener el engaño hasta el fin. Si los jueces absolviesen a Petain, se descubriría todo el juego de éste y los alemanes comprenderían al fin que los había estado engañando. En cambio, si ordenan el fusilamiento, los alemanes podrán suponer que lo manifestado ahora por Petain es simplemente una argucia defensiva para salvar el pellejo, y seguirán creyendo que, en efecto, Petain fue un colaboracionista sincero. De este modo, Petain los habrá seguido engañando hasta el fin y, en resumidas cuentas, los alemanes quedarán completamente chasqueados. El fusilamiento de Petain es la conclusión lógica de su doblez y acaso no será difícil convencer a Petain de que lo más conveniente para que no se descubra su engaño anterior es Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 337 dejarse fusilar ahora, con lo cual hay ciertas posibilidades de que pueda pasar a la historia como un mariscal serio y formal.

El Valijero. México, 1946

SALOCROU Y EL DESVÁN DE LOS RECUERDOS -LII-

Un reciente artículo de Pierre Descaves nos transporta a un mudo fabuloso, fantasmal, perdido ya en la profun­ didad de los siglos; es decir, al mundo de hace apenas seis años. Pierre Descaves nos habla de la última obra de Armand Salacrou102 estrenada ahora por Charles Dullin en París. Esta obra se titula Le Soldat et la Sorcière. Mejor di­ cho, Descaves no nos habla casi de la obra, sino del autor. De la obra sólo nos dice que en ella, “las ideas de libertad y de muerte se ponen la careta de una diversión de Luis XV”. No es mucho decir sobre una comedia. Conociendo la fantasía, extravagancia, la originalidad, la inspiración caprichosa de Armand Salacrou, es posible imaginarse las escenas más nerviosas, flotantes y poéticas logradas por el juego teatral de los elementos heroicos y mágicos representados por el soldado y la hechicera. Pero esto sería poner en acción nuestra fantasía, y no la de Armand Sala­ crou, que es de quien nos habla Descaves. Nos da de él una biografía comprimida, en trazos muy rápidos, pero que di­

102. Salacrou, nacido en Rouen en 1899, estuvo inmerso en las corrientes ar­ tísticas e ideológicas de su tiempo: el surrealismo y el comunismo. Autor satírico, dirigía sus dardos contra la burguesía indolente y claudicante. Entre sus obras más destacadas figuran: Historia de la Risa y Los invitados del buen Dios. 338 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA bujan con vigor su figura de periodista, anunciante de pro­ ductos farmacéuticos, coleccionista de pintura moderna y autor teatral. En cierta forma, una figura de hechicero, que posee la varita mágica del éxito. De Salacrou recordamos una comedia estrenada en París a fines de 1939. Esa comedia de Salacrou es la que nos lleva a ese mundo irreal, fantasmagórico, que es el mundo real de los emigrantes. Este mundo está encerrado en el desván de los recuerdos. Comprendo que esto nece­ sita una explicación. La daré. De la Comedia de Salacrou recuerdo en primer térmi­ no la siguiente escena: dos hombres, amigos inseparables desde la niñez, están en una buhardilla llena de juguetes infantiles. Uno de los hombres cabalga en un caballo de cartón. El otro toca una trompeta. Al momento, los dos juegan con una pelota. Creo que el recuerdo es bastante preciso. Debemos dejar, por el instante, con sus juguetes infantiles, a los dos actores adultos. Luego volveremos a ellos. Ahora nos interesa esta pregunta: ¿Qué es un emigrante? Es decir: ¿Qué es un hombre arrancado de su tierra, de su casa, de su cielo, de su árbol, por una nece­ sidad económica o por una conmoción política? Creo que la respuesta es sencilla: Es un hombre que no deja nunca de tocar, en el desván de los recuerdos, la trompeta de su infancia, de su juventud lejana. El juego no tiene nada de pueril. Es desgarrador. Nada más serio que un hombre tocando una trompeta de niño. Es la imagen misma de la nostalgia. ¿Se comprende ahora lo que representa para mí ese recuerdo de la obra de Salacrou? Creo, pues, que ha llega­ do el momento ya de hablar de ella. Soplido de trompeta, y adelante. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 339

Cuando se estrenó en París aquella obra de Salacrou había empezado la “guerra en conserva”, es decir, la gue­ rra metida en los botes de cemento armado de la línea Maginot. El Estado Mayor francés había preparado cientí­ ficamente aquella guerra en forma que tenía que perderla. Por otra parte, el carnicero de la calle Martyrs que nos vendía los “escalopes de veau” era hitleriano. De todos los proveedores familiares de aquellos días, sólo recuerdo uno que se mantenía fiel a los principios de la revolución fran­ cesa: era una viejecita que tenía una tiendecita en la calle de la Tour d’Auvergne, y que me guardaba los periódicos. Enfrente de su tienda vivía, precisamente, Charles Dullin, a quien solía yo ver algunas mañanas paseando un perrito por la acera de la calle. Esta inesperada aparición de Dullin no tiene ahora nada que ver con el teatro. Es, simplemente, un detalle en la estampa del tiempo de guerra, en que la gente no sabía aún si estaba en guerra. El invierno aquel fue muy duro y alguna casa de modas se preocupó de lan­ zar un modelo de bolsas para los tubos de las caretas para los gases. Los refugiados de nuestra guerra se pudrían ma­ terialmente en los campos de concentración. En aquel momento los críticos teatrales debatieron en las columnas de los periódicos el tema del “teatro de gue­ rra”. En realidad, aún no existía el “teatro de guerra”. No fue úna imprevisión del Estado Mayor francés, pero lo cier­ to es que no existía. La primera obra de “Teatro de Guerra fue, si no recuerdo mal, “Elvira”, de Henry Bernstein. O, mejor dicho, tratándose de esa obra, “teatro de preguerra”. Bemstein fue, en todo caso, el primer autor que estableció en 1939 el paralelo teatral del drama del hombre con el drama de la guerra. La obra de Bernstein estaba aún limpia del ambiente heroico. La guerra sólo pesaba en ella como una amenaza. Se trataba del drama de los primeros des­ 340 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA terrados por la guerra. Era, principalmente, el “drama de los papeles en regla”. El espectador francés no sabía aún lo que era eso. No tardó, sin embargo, mucho en saberlo. Pero entonces lo sabían ya centenares de miles de euro­ peos. En el drama de Bernstein se hablaba ya del drama de los campos de concentración. La guerra se dibujaba en la escena como una amenaza. Todavía no hablaban el “solda­ do y la hechicera”. El debate de los críticos daba vueltas al tema: ¿Qué era teatro de guerra? ¿Qué debía ser? ¿El teatro de cir­ cunstancias, la obra que refleja el drama bélico, o el teatro intelectual, eterno, hecho para el hombre de todos los tiempos? El hombre de todos los tiempos es, precisa­ mente, el que, en cualquier tiempo, hace la guerra y, por lo tanto, todo lo que interese a este hombre es “teatro de guerra”. El debate se complicó cuando algunos críticos di­ jeron que por “teatro de guerra”, debía entenderse “teatro para la guerra”, es decir, para quienes la hacen o la sufren y a los que hay que llevar, en pleno drama internacional, un aliento de poesía, de ilusión, la imagen reciente de su propia vida de ayer. Toda esta discusión parece ahora algo absurda, pero en aquel momento de “la guerra en conser­ va” tenía una fuerza palpitante y viva. Aún fulguraban en la escena parisiense los destellos poéticos de la “Ondina” de Giradoux, leyenda nórdica, vista a través del romanticismo alemán, por el autor fran­ cés. En la obra de Giradoux había esta frase, dicha por Hans, el caballero de la armadura representado por Jouvet: “No soy malo, no quiero el mal de nadie... pero me gusta la guerra”. Giradoux, claro es, no hablaba en su “Ondina” como diplomático, sino como poeta. ¿Era, pues, “Ondina” “teatro de guerra”? Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 341

Salacrou iba a estrenar su comedia. Debía titularse Une histoire de rire. Estaba escrita antes de empezar la guerra, cuando había permiso para reír. Intervino, luego, el pudor y la comedia tomó marca de pasado. En los carteles se anunció: “C’était... Une histoire de rire”. Este pretérito explica todo lo que llevamos escrito sobre el teatro de gue­ rra. Todo el debate de los críticos se encierra en ese “era”. En diciembre de 1939 parecía una excusa, aunque fuese innecesaria. Volvamos ahora al desván de los recuerdos, a los hombres que tocan las trompetas de los juegos infantiles. ¡Ta-ra-ra-ri-rá! Aquella comedia de Salacrou encierra un doble símbolo para los emigrantes, los desarraigados en busca de lejanas raíces. Un símbolo, el de los adultos que para escapar a sus preocupaciones de la vida cotidiana, a las fatigas de la vida moderna, se refugian cada día unas horas en el desván donde guardan sus juguetes infantiles, sus recuerdos de juventud. Es una escapatoria en el tiem­ po y en el espacio, una marcha atrás en busca del pasado. Hay siempre en el hombre un afán por detener el sol. Y las trompetas y tambores de los juegos infantiles sueñan en los oídos de los hombres maduros como las campanas de la isla sumergida evocada por Renán. Uno sueña: así era mi pueblo, mi huerto, mi casa. Y en ese momento lo que hace es tocar una imaginaria trompeta de juventud. Sigue el sueño: así era la vida antes de la emigración. ¡Ta-ra-ri- ra-rá! Cargado con sus sombras va el emigrante embelle­ ciendo-todo lo que fue. Y aquí viene a cuento el otro símbolo. No recuerdo con mucho detalle lo que pasaba en aquella comedia de Salacrou. Recuerdo únicamente que de los dos hombres o refugiados en el desván de sus recuerdos, uno de ellos iba a rehacer su vida con una mujer casada, al mismo 342 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA tiempo que la mujer del otro prepara su fuga con un joven seductor. Había en aquella obra como un doble adulterio potencial en sentido contrario. Salacrou realizaba de ese modo la fórmula más perfecta del humorismo que consiste en volver las cosas del revés, en presentar desnudos los contrastes. El contraste podría resumirse así: un hombre va a engañar a un marido y explica sus proyectos de amante afortunado a otro marido que, a su vez, va a ser engañado. Este segundo marido toma, de ese modo, parte más intensa en la dicha ajena que en la desdicha propia. Pero ¿esto que tiene que ver con la emigración? ¿Dónde está el símbolo? Un momento. El adulterio, simple o doble, no tiene nada que ver con la emigración. Conforme. Pero tomar como realidad la ilusión, si. Y en la obra de Salacrou lo que ocu­ rría -este detalle si lo recuerdo- es que era el otro marido el que descubría al amante de su esposa el fondo terrible de la mujer que creía haber conquistado: mentiras, infideli­ dad, nervios, egoísmo. Las “incomprendidas” no engañan, en el sentido estricto de la palabra, al marido que las cono­ ce bien, sino al amante que las cree perfectas, ideales, ado­ rables. Aquí es donde el amante se aproxima al emigrante. De la trompeta de la niñez arrancan unos sones tremendos que parecen melodías nostálgicas. Pero la imagen real no es nunca lo que nos hizo ver la ilusión. El hombre lo sabe. Todos los hombres lo saben. Pero escapan siempre, con el mismo aliento poético, al desván de los recuerdos. La realidad se ha hecho humo. Y es un trágico humorista quien escribe sobre la vaporosa escena del pasa­ do el título burlesco “C’était... une histoire de rire”.

Carlos Esplá, México, abril de 1946 Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 343

COMO COMBATIÓ FRANCO A LA DECADENCIA ESPAÑOLA -LIII-

Los veteranos de la sublevación franquista han entre­ gado al “caudillo” un álbum con no sé cuántos miles de firmas, renovando su adhesión al “generalísimo”. La vida nos reserva estas sorpresas. Los hechos más dramáticos, cual lo fue nuestra guerra, pueden terminar con la entrega de un álbum, como cuando se retira una tiple cómica.. El camarada Girón, ministro de Trabajo, pronunció un discurso alusivo al acto. Y “el generalísimo” pronunció otro discurso. Todo, hasta las más terribles guerras civiles, termina siempre con discursos. Detrás de las trincheras nunca falta un orador. El “generalísimo” habló de “la Cruz y el Evangelio”, de “la grandeza de la patria”, de la guerra “creadora y de liberación”, de “la filosofía materialista procedente del extranjero”, etcétera. Finalmente, el “gene­ ralísimo” se ocupó de la “decadencia española”: Desde su primera juventud había escuchado que España estaba en decadencia, pero cuando ingresó en el ejército y vio pelear a los soldados “me formé el concepto de que la decadencia española no era de los hijos de España, sino de las clases gobernantes”. Así habló Francisco Franco para explicar por qué se dedicó a asesinar a los hijos de España y res­ petó, en cambio, a las clases gobernantes españolas de la época en que él ingresó en el ejército y vio pelear a los sol­ dados. El “generalísimo” debió empezar a ver pelear a los soldados inmediatamente después del Barranco del Lobo. Debió verlos pelear luego en Annual. Los culpables de la decadencia española no eran, en efecto, aquellos pobres soldados que morían en el Rif víctimas de la imprevisión de los gobiernos y de la torpeza de sus jefes. ¡Cuánto 344 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA heroísmo estéril, cuánto inútil sacrificio! Alfonso XIII jaleaba con flamenquería borbónica al general Silvestre, y luego encontraba cara la “carne de gallina”. Si después de haber visto lo que vio entonces en Marruecos, Francisco Franco hubiera regresado a la Península para fusilar a Al­ fonso XIII, al conde de Romanones, a Goicoechea, a Cha- paprieta, a Ventosa, a ministros y generales de la época, sus palabras de hoy tendrían alguna lógica. La decadencia española no era, desde luego, obra de los pobres soldaditos de Monte Arruit. Ellos ofrecían simplemente sus esquele­ tos mondados por el sol africano a la atónita mirada de los reservistas españoles arrancados de sus hogares. La culpa no era de aquellos montones de blancas calaveras, impro­ visados monumentos al heroísmo español. La culpa era de las clases gobernantes. De las clases gobernantes de 1909, de 1921 y 1923. De los Romanones, los Primo de Rivera, los Franco, los Chapaprieta, los Goicoechea y duques de Maura y Ventosa de entonces. Porque habían muerto así los pobres soldados espa­ ñoles en África, unos patriotas republicanos sustituyeron en el poder a los causantes monárquicos de la decadencia española. En vista de lo cual, Francisco Franco llama a los moros que mataron a aquellos soldaditos españoles, los lleva en avión a la península, y se dedica a asesinar a los patriotas republicanos que han tratado de impedir la decadencia española. Y con Franco y sus moros, vuelven a ser clase gobernante los Romanones y los Chapaprieta y los Goicoechea y los duques de Maura y los Ventosa que han sido ahora servidores más o menos hipócritas de la sublevación franquista. No le bastan a Franco los moros, y, a fin de combatir en España a la “filosofía materialista procedente del ex­ tranjero”, llama a alemanes e italianos para que asesinen Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 345 a más españoles. No para que asesinen a las clases gober­ nantes de 1909 ó 1921 -lo que tendría cierta justificación, si Franco trataba en verdad de castigar a los autores de la decadencia española-, sino para que asesinen impunemen­ te, en criminales bombardeos aéreos, a mujeres y a niños españoles que en modo alguno eran responsables de la decadencia española. Por eso la guerra de España fue, según frase de Fran­ co, una “guerra creadora y de liberación”. Creadora de esas victorias logradas por Franco, con los moros, contra los españoles. De liberación, porque el “generalísimo” se ha liberado de los españoles. El Franco de Annual no ven­ ga a los españoles muertos allí, matando a moros, sino que se alía a los moros para seguir matando a españoles. Y el Franco enemigo de las filosofías materialistas extranjeras, se alía a los extranjeros para acabar materialmente con lo español. Cuando era simple comandante, jefe del Tercio, Franco veía cómo el heroico soldadito español sucum­ bía frente a las hordas marroquíes. No era bastante eso. Llegado al generalato no le podían satisfacer tan tristes victorias. Un general debe vencer siempre. Y no pudien- do vencer ya a los moros, se dedicó a vencer al pueblo español. Así llegó Franco a “generalísimo”, aplaudido por los Romanones y Goicoecheas y Chapaprietas y Ventosas y duques de Maura que formaban la clase gobernante de 1909 y de 1921, y la cual es culpable, según Franco, de la decadencia de España. Lo que explica perfectamente que los moros de Franco hayan asesinado a los españoles de unas aldeas extremeñas y que los aviones alemanes e ita­ lianos echaran bombas sobre las escuelas españolas. Y que haya sido fusilado García Lorca. Y que haya muerto en el destierro Antonio Machado. 346 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Romanones es ahora miembro de las Cortès falangis­ tas. Pero el hijo de Clarín fue fusilado por los falangistas. Goicoechea es gobernador del Banco de España. Pero los moros de Franco fueron a Valencia para formar el pelo­ tón de ejecución que asesinó al Dr. Peset. Chapaprieta y Ventosa han sido consejeros financieros de Franco, pero en los fosos de Montjuich fue fusilado Companys. Franco está salvando, pues, a España de la decadencia: decaden­ cia que empezó, sin duda, en la batalla de Clavijo, cuando Santiago vencía a esos mismos moros que luego ayudaron a Franco a vencer al pueblo español. Todo esto bien valía la entrega de un álbum con firmas, como cuando se retira una tonadillera. Y hasta un discurso del camarada Girón ¡qué carape!

El Valijero. México, 27 de abril de 1946

MI DESCUBRIMIENTO DE LAS FILIPINAS Y SU INDEPENDENCIA -LIV-

Ahora que se ha proclamado la independencia de Fili­ pinas, recuerdo cuando yo las descubrí. Hace de eso veinte años. De vuelta de su viaje alrededor del mundo. Blasco Ibáñez se disponía a disparar desde París su bomba atómi­ ca contra Alfonso XIII y su Mussolini de casino de Jerez. -¿Qué es lo que le ha producido más impresión de todo su viaje por el mundo? -pregunté a don Vicente. -Pues... quizás las Filipinas, mi breve estancia en Manila... Y el gran escritor -vigoroso paisajista de sol y de mar- se puso a hablar, con aquella su cálida y luminosa Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 347 elocuencia, de su llegada al viejo archipiélago español: La isla del Corregidor, de tan castizo nombre; la bahía de Manila; las blancuras de Cavite, sepulcro de pasadas grandezas; las torres de las iglesias sobre el blanco, rosa y ocre del caserío; la ciudad pulcra; la plaza donde fusilaron a Rizal; el almuerzo que le ofreciera el gobernador ame­ ricano en el palacio de Malacañang, antigua residencia de los capitanes generales españoles; las gentes limpias; las escuelas amplias; la huella profunda de la civilización española; la unión de la sangre española y de la tagala, fundidas en legítima familias mestizas; la emoción del pú­ blico que acudió a oírle las dos conferencias -en español, naturalmente- que dio en Manila; la agitación política por la independencia; el movimiento antiamericanista; unas muchachas vestidas de valencianas y otras con el traje na­ cional llenando de flores su camarote al zarpar el “Franco­ nia”... Don Vicente hablaba con cariño y añoranza de todo ello. Seguramente su rápida visita a las Filipinas había hecho desfilar ante él jirones de su juventud, relámpagos de sus luchas republicanas en Valencia a favor de Rizal, contra Nozaleda, contra Polavieja, el “general cristiano” y cristino, el desgarrón del 98... -Total -le dije cuando terminó su evocador rela­ to- que ha hecho usted su nuevo descubrimiento de las Filipinas. -Creo que si -contestó Blasco nostálgicamente. Pocos días después, estaba trabajando yo una tarde en el cuarto del hotel de la rue Cujas donde me hospedaba. Era un hotelito estudiantil, en pleno barrio Latino, junto a la Sorbona. Entró en mi cuarto la patrona, madame Ma­ réchal: 348 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

-¿Podría usted entenderse con un chino que hay aba­ jo, que habla inglés y que no sabe ni palabra de francés? -me preguntó. -Vamos a intentarlo- le dije. -Hágame el favor- me rogó madame Maréchal. Era un joven oriental, seguramente estudiante. Quería un cuarto en aquel hotel. Con gran dificultad, valiéndome de mi deficientísimo inglés, puede entenderme con él. Quedó de acuerdo con madame Maréchal sobre el pecio que había de pagar por la habitación, y ocupó una contigua a la mía. A ésta solían acudir a última hora de la mañana, para salir conmigo a almorzar, varios españoles que vivían en el mismo hotel o en otros cercanos: Paco Madrid, Juan Casanovas, Gabriel Franco, Lloret, Establier, Víctor Hur­ tado y otros muchos más. Hablábamos escandalosamente, chillando, como es costumbre española, y quedaba abierta la puerta del cuarto mientras se reunía toda la tropa. Al día siguiente de mi difícil diálogo con el chinito, se asomó éste a la puerta de mi cuarto, atraído seguramente por nuestro escandaloso vocerío: -Pues yo digo que si Martínez Anido...- estaría segu­ ramente gritando en aquel momento alguno de nosotros... Se sonrió el chinito con una cobriza sonrisa amplia y chata, que hacían más divertida y burlona sus ojos obli­ cuos; y suavemente, con palabra reposada, exclamó en un castellano dulzón: -¡Con las fatiguillas que pasamos ayer para entender­ nos! -Pero ¡cómo! ¿Usted habla español? -Sí, señor; soy filipino. El chinito de madame Maréchal era tagalo. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 349

Conté lo ocurrido a Blasco Ibáñez, que lo celebró con gran regocijo. -Ahora es usted quien ha descubierto las Filipinas, señor Magallanes -me dijo, riendo-. Esa impresión de pensar en no sé qué muy remoto e increíble y verlo luego tan cercano y propio, esa sensación de algo impenetrable que al punto se nos hace muy nuestro es, seguramente, la que yo experimenté en Filipinas... Como usted, aquí con su tagalo... Lo creía usted hombre de palabra misteriosa y ha resultado su hermano de idioma... ¡Bien, señor Maga­ llanes! ¿Habrá asistido ahora mi tagalo de la rue Cujas, el chinito aquel de madame Maréchal al acto de izar la bandera de la nueva nación filipina en la misma plaza de Manila donde Rizal fue fusilado? (En ese mismo lugar, cuando cayó Rizal en tierra con el cráneo y el pecho acri­ billados, una piara de frailes españoles desfiló por encima de su cuerpo, pateándolo. Así se lo oí contar hace años a un funcionario de la Sociedad de Naciones, mister Antonio Blanco, español injertado de chino y británico, monárqui­ co, franquista, antiopiata y taurófilo, quien, de joven, había asistido al acto de la ejecución como corresponsal de un periódico inglés o norteamericano). ¿Habrá asistido ahora, vuelvo a pensar, a la proclamación de la independencia filipina el tagalo de mis fatiguitas -y las suyas- para en­ tendemos en mal inglés? Yo le dedico mi recuerdo en estos días como sencillo homenaje al pueblo que ha conquistado ahora su libertad. Claro que podría escribir yo con ese motivo unos cuantos párrafos con aspiraciones grandílocuas. Que si la “Madre Patria”, que si Legazpi, que si los últimos em­ pecinados defensores de Báler... Pero prefiero rendir a mi manera homenaje a la nueva nacionalidad independiente, 350 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA recordando esa anécdota sencilla y cordial. Como prefiero sentir la ingenua emoción de tener entre mis manos ese periodiquito, Nueva Era, que me envían los amigos de la “Casa de la República Española” de Manila. Como prefiero evocar las figuras de los españoles republicanos sacrificados o martirizados en Filipinas por los japoneses, bajo la denuncia del cónsul franquista, el Castaño ese. Y entre los muertos, recordar al bueno y noble don Pío Brun, defensor desde las columnas de su revista Democracia, de la libertad y la cultura españolas en aquellas lejanas tierras orientales. Y entre los supervivientes enviar un amistoso saludo al republicano don Pedro Oliver Domenge, refu­ giado en aquellas islas del distante Pacífico, desde donde piensa en las otras que dejó: las más dulces, doradas y azules que baña nuestro inolvidable Mediterráneo. Y sa­ ludar también a los otros republicanos supervivientes de Filipinas, que ven hoy cómo allí vuelven a ser los amos los falangistas y cómo se ha convertido en amargura la gozosa alegría de los primeros días de la liberación: estos republi­ canos españoles que son, acaso, los que más puro, noble y desinteresado amor profesan al pueblo filipino... Se me dirá tal vez que todo esto resulta demasiado lla­ no, humilde, falto de retórica, de estiramiento y de solem­ nidad para celebrar desde las columnas de un periódico la independencia de un pueblo amigo. Pero ¡qué le vamos a hacer! Yo creo que no tiene derecho a la naturalidad, a decir las cosas en tono menor, a no salirse de la sencillez ni de la propia insignificancia. En todo caso, nada vale la pena para ser tomado por la tremenda, y todo puede ser cantado con fervor y devoción sin levantar mucho la voz ni ponerse en medio de la calle a gesticular. La indepen­ dencia de Filipinas es un suceso grato y de honda emoción española, que yo celebro sin aspavientos, modestamente, UI- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 351 con íntima y sencilla cordialidad, recordando a mi tagalo de la sorbonesa rue Cujas de París.

El Valijero, México, 1946

YA HAY UN INGLÉS REPUBLICANO -LV-

E1 otro día, cuando leí la terrible diatriba de H. G. Wells contra la monarquía inglesa, pensé: -Estos ingleses son tremendos. ¡A ver si, de tanto em­ peñarse en hacernos a todos monárquicos, se hacen ellos ahora republicanos! Pero, G. Bernard Shaw se apresuró a restablecer el equilibrio, saliendo en defensa de la familia real inglesa. Cierto que H. G. W. es socialista, rojo del piñón colorado. Pero G. B. S., además de socialista es irlandés, humorista y fabiano, lo que le autorizaba para tratar con menos respeto a la casa real inglesa y para burlarse de todas las dinastías terrestres. Esta polémica no puede dejarnos indiferentes a los republicanos españoles, pues, como he dicho varias veces, de que haya o no monárquicos en Inglaterra depende el que haya o.no monárquicos en España. Los ingleses con­ sideran que el régimen ideal para España es la monarquía, no porque los españoles sean monárquicos, sino porque son monárquicos los ingleses. Si los ingleses dejasen un día de ser monárquicos ingleses, habría alguna posibilidad, supongo yo, de que dejasen también de ser monárquicos españoles; y la Re­ pública en España -como la República en Italia, y no hay que decir en Grecia- se libraría, por lo tanto, de sus más 352 ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

encarnizados enemigos. La cosa no es segura, pero repito que habría alguna posibilidad. También es posible que los ingleses dejasen un día de ser monárquicos ingleses y con­ tinuaran luego siendo monárquicos españoles, por creer que la República, como formulación perfecta de la demo­ cracia, conviene a un pueblo insular, marítimo y rico, cual el inglés, pero no conviene tanto a un pueblo mediterráneo y pobre, cual el español. -Pero, ¿realmente están preparados los españoles para la República? Suponían, acaso, que sólo los británicos de nuestros días están preparados para elegir concejales y diputados y ejercer las demás funciones del régimen democrático y representativo. Olvidaban, sin duda, que cuando nuestros antepasados habían dado al mundo el genio de un Séneca y de un Marcial, todavía los pictos y los escotos103, ante­ pasados de los británicos de hoy, vivían en el más perfecto estado silvestre y cavernario, liados a estacazos contra los latinos empeñados en civilizarlos. Cuando en nuestra tierra había ya calzadas empedradas, los britones saltaban aún de risco en risco para ir de un lado a otro. Al leer la arremetida de H. G. W. Contra la monarquía inglesa, me pregunté: -Pero ¿realmente estarán preparados los ingleses para la República? ¿No se dedicarán a cometer excesos y extra­ vagancias? Recordaba ya a ese propósito la aventura cronwellia- na, a la cual se refería sin duda H. G. W. en su diatriba anti­ monárquica al hablar de la “antigua y persistente tradición republicana” de los ingleses. Esa tradición republicana de

103. Los pictos y los escotos fueron pueblos que ocuparon Escocia e Inglaterra en tomo al siglo VI. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 353 los ingleses es lo que los hace ser monárquicos españoles. Quienes decapitaron a Carlos I no fueron españoles, sino ingleses, en vista de lo cual los ingleses encontraron muy mal que, tres siglos después, los españoles destronáramos, en paz y sin hacerle daño alguno, a Alfonso XIII. Asusta pensar lo que hubiesen dicho de nosotros si lo hubiésemos decapitado, como era justo. El razonamiento inglés es el siguiente: “En vista de que nosotros fuimos unos espantables regicidas, hagamos que los españoles vuelvan a tener por rey a un Borbón”. Y confiando en eso fue como se le ocurrió a don Juan la ociosa y vana idea de trasladarse a Portugal. Después del rey decapitado, el ideal monárquico inglés para su propio consumo es el rey idiota. Ya lo he dicho alguna otra vez. Y no me dejará mentir a este res­ pecto un ilustre profesor, quien en su monumental Histoire d’Europe au XIXe siècle, dice al hablar del reinado de Jor­ ge III: “La popularidad del monarca en 1815 es incontesta­ ble. A decir verdad, a partir del momento en que, tras sufrir varias crisis temporales de salud mental, pierde, en 1810, la razón para siempre, es cuando el respeto que le rodea no conoce ya límites ni medida. El monarquismo inglés tomó entonces la forma de un fetichismo inofensivo. El Jorge III de 1815, ciego, sordo e idiota, realiza a la perfección el ideal del rey holgazán con que habían soñado los ingleses del siglo XVIII; y este rey holgazán es venerado por sus súbditos”. Tampoco me dejará mentir otro historiador inglés, quien en su también espléndida “Lives of the Chan­ cellors ”, copia lo que oyó a un alto dignatario de aquella corte: “Cosa cierta es que Jorge III, al comienzo de su reinando, cuando estaba en pleno uso de su razón, fue ridi­ culizado, atacado, odiado y casi abocado a la proscripción, 354 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA pero cuando perdió el juicio, la nación entera se postró a sus plantas, exclamando: ¡Es un Dios! ¡Es un Dios!”. En tiempos más recientes, el ideal británico era el del rey que a las ocho de la noche estaba hecho ya material­ mente una cuba de brandy y de whisky. Mas aún así, y estando dispuesto a seguir, traduciéndola al siglo XX, esta tradición dinástica, el fugacísimo Eduardo VIII fue des­ tronado por que quiso casarse con una divorciada. Lo que no impide que los monárquicos ingleses se disgustaran mucho con nosotros, los republicanos españoles, cuando destronamos a Alfonso XIII por ser un perfecto felón. Debido quizás al remordimiento que les causa a los monárquicos ingleses el haber destronado en su país a Eduardo VIII, el marido de la divorciada, es por lo que tenían interés en ver otra vez en el trono de nuestro país a Juan III, el hijo del felón. Y para eso no escogían al hijo tonto, sino al hijo pillo. Y voluntario, además, para asesi­ nar españoles como simple falangista “amateur”. Propone H. G. W. que se mande, ya desde ahora, a la casa Windsor (que es la actual) al destierro, a hacerle compañía a las de Borbón, Braganza, Habsburgo, Saboya y otras ex reales familias venidas a menos, familias hoy de refugiados de cuota por el mundo. La idea de H. G. W. es que “se establezca en América o en cualquier otro lugar del mundo donde la gente está hambrienta de uniformes y títulos” una “reserva real” o parque dinástico donde se conserve la especie, para reyes y reinas destronados. No está mal la idea, pero creo que el lugar indicado para es­ tablecer tal clase de parque zoológico o coto de la realeza es ese islote madrepórico de Bikini, del que tanto se habla estos días. Para mi gusto, mejor eso que Estoril o Suiza. G. B. S. defiende por su parte a la monarquía inglesa, pero lo hace, quizás por su vinagre irlandés, en términos Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 355 casi ofensivos, al calificarla de “impostura muy conve­ niente” y al no encontrar nada mejor que la “idolatría a la dictadura” para comparar las ventajas de la monarquía inglesa. No es mucho elogio tal defensa. Mejor que las dictaduras, estas feroces dictaduras de nuestros días, es cualquiera satrapía de la antigua Persia. Los republicanos españoles debemos seguir con aten­ ción ese debate de los dos grandes, sorprendentes y vete­ ranos escritores británicos, porque, de que existan monár­ quicos ingleses o de que se conviertan al republicanismo, depende en gran parte, no tanto la suerte de la monarquía inglesa, como la de la problemática monarquía española con que los monárquicos ingleses quieren obsequiarnos a los españoles que no somos monárquicos.

El Valijero, México, 1946

LOS “CUADERNOS DE PERPIÑAN” -LVI-

Cuando el diputado catalán don Claudio Ametlla vino a México, hace unos meses, para asistir a las se­ siones de las Cortes españolas, nos habló con cariño de la publicación que otros amigos y él hacían en Perpiñan, de unos Quaderns d‘estudis polítics, economies i socials. Por primera vez, desde hacía muchos años, oí a un perio­ dista hablar con cariño de un periódico. En mi charla con Ametlla -interrumpiéndonos mutuamente para hacemos preguntas sobre hechos, cosas y amigos ausentes- parecía revivir yo aquel tiempo ya lejano -y no sé si desaparecido para siempre- en que los hombres ponían amor en su obra. Hablaba Ametlla de las dificultades con que habían tenido 356 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA que luchar para asegurar, aunque modestamente, la publi­ cación regular de los “Cuadernos”, sobre todo por la falta de papel en Francia, y se mostraba muy satisfecho de la gran tirada alcanzada por la revista. Yo pensaba, mientras le oía: “Lo que pasa por tener el sentido práctico de los catalanes es, el gran entusiasmo que ponen en las cosas del espíritu”. Hacer una revista de refugiados y encontrar­ se con una buena empresa editorial es sólo posible por un milagro de fe e idealismo. Mientras saboreábamos un coñac con que nos había obsequiado Faustino Ballvé, alababa Ametlla, con calu­ rosas palabras, atenuadas por sus reposados ademanes abaciales, algunos de los trabajos publicados en la revista perpiñanense y de modo especial el texto de una confe­ rencia pronunciada por don Amadeo Hurtado sobre los problemas actuales de la política catalana, y las notas dedicadas por don Fernando Cuito en cada número de los “Cuadernos” a comentar la situación económica y finan­ ciera de la España franquista. Con todo eso, nos iban entrando ganas de leer los famosos “Cuadernos”, pero todo lo bueno cuesta. Ametlla le dejó a Ballvé una colección de los números publicados hasta entonces, con objeto de que fueran pasando de mano en mano, lo que así ha ocurrido, hasta que me ha llegado el turno, en la cola, para leerlos, al mismo tiempo que, por conducto del maestro Artis, he recibido otros tres números de los “cuadernos” llegados a México últimamente. ¡Mag­ nífica revista! Harto ya uno de leer tonterías impresas y de echarse a la cara periódicos con muchos títulos y mucho papel, pero llenos de necedades, cuando nos creíamos ya perdidos para siempre en el desierto periodístico de nues­ tros días,¡que descanso y que alivio encontrarse de pronto en el oasis de los “Cuadernos de Perpiñán” Leyéndolos se Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 357 afirma uno en la creencia de que la mejor forma de hacer periodismo sigue sendo, pese a todos los estruendos sensa- cionalistas, la de hacerlos de un modo inteligente. Los “Cuadernos de Perpiñán” son obra de un grupo de hombres inteligentes104. Tenía razón Ametlla; la confe­ rencia de don Amadeo Hurtado sobre problemas catalanes es una obra maestra de literatura política, una página resplandeciente de claridad, de patriotismo, de republica­ nismo, de noble y limpia pasión cívica. Cuando Ametlla hablaba con don Amadeo, decía con cariñosa admiración, que me agradaba compartir: “¡Esta en la plenitud de su vigoroso talento!” Y lo prueba así -cabe añadir ahora- esa magnífica conferencia suya, que deben conocer cuantos se preocupan en serio por los problemas políticos españoles. Después de leer esta conferencia de don Amadeo, encontraba yo llena de justeza una frase del gran escritor catalán Rovira y Virgili, frase leída en estos mismos “Cua­ dernos”. Como le hablasen de sus talentos jóvenes que se revelan en el destierro, Rovira y Virgili, contestó: “En el destierro sólo nos estamos revelando los viejos”. La con­ ferencia de don Amadeo Hurtado es, pues, la revelación del gran orador, del político clarividente, del admirable es­ critor al que profeso yo vieja y cordial admiración. Y bajo aquella su serena exposición del problema catalán, bajo aquella su fría apariencia, ¡qué fuego político, qué calor de vida y de pasión, qué antorcha de esperanza! ¡Formidable don Amadeo! Verdadera revelación -escapando esta vez de la para­ doja roviravirgiliana- ha sido para mí la del comentarista

104. Los Cuadernos de Perpiñán serían el germen en tomo al cual se organizaría el nacionalismo catalán moderado, en tomo a personalidades como el pro­ pio Ametlla, Vicens Vives y Josep Tarradellas. 358 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Cuito, glosador muy ágil, agudo y documentado de temas políticos y económicos de la actualidad española. Conocía antes al ingeniero Cuito, que fue el primer director general de Industria de la República. Ahora conozco al escritor y periodista Cuito, admirado compañero en la prensa. Tenía razón Ametlla. Excelentes son los trabajos cita­ dos. Los de Rovira, y Corredor, y Quero Morales, y Belli­ do, y Camps y Arboix, y Noguer y Comet, y Rafael Tasis, y Humberto Torres, y los de todos los colaboradores de Cua­ dernos. Pero Ametlla -que los citaba unánimemente entre sus alabanzas- se olvida de elogiar a uno de los mejores -si no el mejor: al propio Ametlla, cuyas notas periodísticas de los “Cuadernos” son verdaderas páginas de antología. Algunas semblanzas polémicas, algunos comentarios vivos salidos de la pluma magistral de Ametlla son de lo mejor que se ha escrito en el periodismo contemporáneo. Su cró­ nica de las sesiones de Cortes en México quedará como del género. Cuando el historiador de mañana quiera conocer lo ocurrido en dichas reuniones parlamentarias en el destie­ rro, no le bastará consultar los “Diarios de Sesiones”, que sólo reflejan la exacta realidad retórica, sino que necesitará recurrir a la crónica de Claudio Ametlla, en la que se encie­ rra la auténtica e íntima verdad de los hechos. Buscar la verdad es el lema de esta publicación del ilustre grupo de republicanos catalanes que hemos cita­ do; buscar la verdad, fuera de todo “partidismo y de toda veleidad proselitista”. Los “Cuadernos de Perpiñán” rea­ lizan, pues, una fórmula perfecta del periodismo liberal, que es, ciertamente, el arma mejor para atacar a la “forta­ leza falangista”, contra la cual disparan cada mes, desde la vecina Perpiñán, su energía atómica estos magníficos “Cuadernos” de la verdad catalana, verdad dicha para que la entiendan todos, a uno y otro lado de los Pirineos. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 359

Leyendo los “Cuadernos” de Ametlla” -y este es el más preciado regalo de su lectura- se da uno cabal cuenta de lo fuerte que puede ser, ante el mundo y ante la historia, un grupo de refugiados inteligentes contra Franco, la Falange, la iglesia totalitaria indígena, el generalato silvestre y toda la España feudal, muñozsequista, imperial y trabucaire de esos mal llamados años105.

El Valijero. México, 8 de junio de 1946

EL TREN BOTIJO -LVII-

De esto hace, naturalmente, muchos años. Aún no había ido yo a Madrid. Pero Madrid venía a mi todos los veranos. Venía en un tren botijo. Venía el Madrid popular. Cada familia con su cesta para tan larga jornada y su botijo de barro que iban llenando en las estaciones del trayecto. Con agua de aquel botijo de barro se había bautizado a aquel tren botijo. Agua caliente, hasta con carbonilla de la máquina y polvo del verano manchego. Botijo, antes ilus­ trado por el Lozoya: “¡Con lo rica que estaba cuando sali­ mos de Madrid!”, y, también, a veces, por el Valdepeñas. Mestre Martínez hacia desde las columnas de La Co­ rrespondencia de España, la propaganda del tren botijo: “Once días en Alicante, novenario de baños de mar en la playa del Postiguet, verbenas en la Explanada, regatas... ¡Madrileños, a refrescarse! ¡Billete de ida y vuelta, once pesetas!

105. “Los mal llamados años”, frase escrita por Azaña en sus memorias. 360 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Y a continuación escribía Mestre Martínez una infa­ me cuarteta. Otro párrafo de publicidad botijeril, y otra cuarteta. Como se escribían antes las reseñas de toros. Y en el tren botijo, se embarcaba el Madrid popular. Veintitantas, treinta horas de tren. -’’¡Oye, pues no son tan cómodas como dice Mestre Martínez estas terceras! -¡Que han de ser! -Cuando lleguemos a La encina... Acompañaba al viaje el espejismo de La Encina. -Luego, ya, too es cuesta p’abajo, hasta el mar... El tren botijo encontraba siempre más fáciles las cues­ tas para abajo. En aquellos viajes se armaban tremendas partidas de naipes, imponentes juergas familiares, pavorosas batallas infantiles. Se zurcían calcetines. Se hacían y deshacían noviazgos. Hasta es posible que se tramase algún intento de adulterio. Intento nada más, y para cuando llegasen a Alicante. Los baños marítimos incitan al pecado incluso a los más virtuosos varones. Y, mientras tanto, el tren botijo: “¡Piiii!.. ¡Chin, chas, chas, chin, chas! ¡Piii!... Quintanar... Alcázar, Chinchilla... -Padre, ¿falta mucho pa La Encina?.. -Peque, no interrumpas cuando hablan las personas mayores... Y, por fin, llegaba el tren botijo a Alicante. Llevaba banderolas en la máquina. Salía a recibirlo el Alcalde al frente de la Corporación municipal, la Asociación de la Prensa y coro general de alicantinas y alicantinos. Discur­ so de bienvenida del Alcalde. Discurso de salutación de Mestre Martínez. ¡Estos periodistas, en todo se meten! Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 361

Al pisar el andén, decía a su cónyuge la botijera cas­ tiza: -¡Cuidao, Fulgencio. No sueltes al peque no se caiga al mar, que la “Corres” dice que esto es puerto náutico... El chiste se repetía todos los años, todos los trenes botijos. Ya hablaba el Madrid popular como los personajes de Amiches. Parecía como si los madrileños fuesen a Ali­ cante a devolverle el lenguaje castizo que les había llevado el sainetero nacido en la alicantina calle del Golfín. Empezaban las mujeres a llamarse por la mitad del nombre: Patro, Tere, Nati, Puri, Cloti. Nunca se supo lo que hicieron con la otra mitad. Y traían en el tren botijo como un trasunto de “La Verbena de la Paloma” y “La Revoltosa”. A veces, también, eran familias taboadescas: Las ni­ ñas del jefe de negociado, la esposa del jefe de negociado, el propio jefe de negociado. Las niñas con sus canotiers de paja, con lazos y flores, sus faldas largas fruncidas, sus blusas blancas con mangas de jamón. Idilios de la Expla­ nada -con algún futuro Jefe de Negociado- mientras la banda del Regimiento tocaba la romanza amorosa: “Ven Rodolfo Ven, por Dios”. Y la gran atracción del verano, sólo para hombres: pescar con caña. Nadie pescaba nada. Pero en eso está el encanto varo­ nil de la pesca con caña. Y los baños de mar, con aquellos bañadores mas­ culinos, con medias mangas, a rayas blancas y azules. Y aquellos bañadores femeninos, con pantalones bombachos y blusa larga y sin escote de tela azul, con solapas vueltas de marinerito y un áncora bordada con trencilla blanca en cada punta. Algunas señoras se bañaban con bata amplia, 362 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA flotante, que las olas subían y el viento hinchaba como globos. Dígase lo que se quiera de aquellos baños, lo cierto es que en aquellas dulces olas, en aquel apacible mar del Postiguet, se templó, como el acero, el Madrid popular que fue luego el épico Madrid de nuestros días. Ahora me doy cuenta de que aquellos trenes botijos, que proporcionaban tales baños a tarifa reducida, fueron algo así como el arma secreta y lejana déla heroica defensa de Madrid, aunque esto no se lo hayamos descubierto todavía al general Mia­ ja. Por eso digo que es arma secreta. Así se explica que los hijos del Madrid popular de los trenes botijos luchasen como leones en la epopeya del Manzanares. Acaso, el mismo “peque” que podía caer al mar y ahogarse en el andén de la estación de Alicante... Y luego, vuelta a Madrid, refrescados y contentos. El botijo de barro del tren botijo con agua de Sax. O con vino de Monóvar. Punto de gancho para matar las horas. Mus. Noviazgos. ¿Adulterio? ¡Hombre, a su edad y con el bigo­ te teñido! Los chiquillos, insoportables. Y el tren botijo: ¡Piiii!.. ¡Chin, chas... chin, chas!... ¡Piiit!.. Villena, La Encina Chinchilla... -Cuando lleguemos a Alcázar... -Padre, ¿falta mucho pa llegar a Alcázar? -Peque, no interrumpas cuando hablan las personas mayores. Y así hasta la estación de Atocha. El último trecho del tren botijo se hacia en un simón. Hasta Chamberí. -¡Y ahora, vuelta al trabajo! ¡Maldita sea la ...!

El Valijero. México, agosto de 1946 Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 363

DIVAGACIONES SOBRE EL STRAPERLO -LVIII-

Nunca pudo sospechar aquel distinguido caballero lla­ mado “estraperlo”, que su nombre, raíz del de su ingeniosa ruleta, iba a bautizar una época. Se hablará de la “época del estraperlo” como se habla del “siglo de Luis XIV” o de la “era victoriana”. “Eso fue -se dirá- antes, o después, del estraperlo”. Y cuando los niños de hoy sean ancianos, sus nietos irán a darles la lata: “Abuelito: cuéntanos aquello del estraperlo”. Al bienio negro corresponderá la gloria de haber puesto en circulación la palabra, de haberle dado sentido, esplendor, trascendencia. De cargarla de destino, como dicen los esquizofrénicos literatoides falangistas. Desde la cumbre de su vida tormentosa, don Alejan­ dro exclamará allá, en Estoril: -¡Ah, Strauss, Strauss! ¿Habrá en su desmayado rugido de león viejo, un dejo de admiración, de nostalgia o de esperanza? En todo caso, nadie podrá privarle de una punta de orgullo: -También aquello fue hacer historia de España- sus­ pirará. En el cielo portugués, sobre el mar de Os Lusiadas, en vez de aparecer Adamástor, gigantesco dios de las tem­ pestades, guardador en este caso del cabo de las tormen­ tas alejandrinas, aparecerá el caballero Strauss, llevando debajo del brazo su ingenioso artificio, ruleta mágica, en la cual se suprimió el azar, sustituido por el cálculo y el lerrouxismo, ciencia arcana. Al mismo tiempo, de Torrelavega llega una voz de las cavernas: es la voz de ese miserable de Francisco Fran­ co, que habla del estraperlo. “¡Arriba Strauss! ¡Strauss, 364 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Strauss, Strauss!” Porque en España -dice el miserable- hay muy pocos que no sean estraperlistas”. Se refiere a los que venden en el mercado negro. Negro, como el alma de Franco. Así pues, lo que el miserable ha logrado establecer en España, no es un Imperio: Es un Estraperlo vertical y azul106. ¡Casi todos estraperlistas! ¡Tremendas palabras! Porque el estraperlo, el mercado negro, la casi unanimidad estraperlística esa, descansa en algo horrible, que es la mi­ seria del pueblo. Y tal es la maravillosa realización de la planificada economía falangista. Los sindicatos de productores, las comisarías de ta­ sas, las oficinas de racionamiento, el Auxilio Social, los camaradas jefes del Movimiento, las jerarquías, la plani­ ficación, los controles, la Política de precios, los servicios técnicos de Abastecimientos, los Institutos Nacionales agrícolas, comerciales e industriales, las montañas de pa­ pel de oficio, las cordilleras de expedientes, los torrentes de balduque, todo eso no ha servido más que para hacer de España un inmenso estraperlo. Pero, ¿qué es el propio Franco sino estraperlo puro? Estraperlo porque está donde está por haber hecho trampa, trampa sangrienta. Franco es un tahúr asesino, el fullero verdugo, el estraperlista trá­ gico... De su criminal ruleta se suprimió también el azar, como de la de Strauss. Para eso tenía de “croupier” a Hit­ ler. Y a Mussolini. Y a Oliveira Salazar. Juego con trampa, juego desleal, juego de felón. El verdadero nombre de Strauss es Estraffanco. O viceversa. Y todo es Estraperlo Uno, Grande y Libre. Estraperlo es la Falange Tradicionalista y de las Jons. Falangestrauss, Requetestrauss, Jonstrauss. Y todo eso del

106. Referencia a la frase de Azaña, expresada en carta a Esplá, en la que decía: “Quieren crear un Imperio vertical y azul. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 365 yugo y de las flechas es puro camelo. Pues el verdadero es­ cudo de esa gentuza es un estraperlo en campo de mercado sable, que es como se llama el negro en heráldica. Merca­ do negro, mercado sable, sablazo, estocada en el corazón de España. Y es ese escudo estrapérlico el que simboliza el robo a España, robo a mano armada, saqueo, bandidaje, con muertes a mansalva para robarla. Y lo de “cara al sol” ha de ser forzosamente “cara al estraperlo”. Y la “camisa vieja” no es azul, sino verde, del paño de las mesas de robo del estraperlo. Verde de robo con rojo de sangre. Y los obispos que bendicen a Franco y lo llevan bajo palio hasta el altar mayor no hacen sino simonía estrapér- lica. Y es el año VII, no de la Victoria, sino del estraperlo. Pero lo que dice el Caudillostrauss o Estraperlísimo es que son los españoles los estraperlistas, porque compran y venden lo que pueden. Compran y venden a escondidas lo que no ha conseguido robarles Falange, que es la gran estraperlista, la gran ladrona, la gran expoliadora. Falange ha racionado a los españoles: Treinta gramos de garbanzos a la semana, cuarenta de alubias a la quincena, dos terro­ nes de azúcar al mes, media lechuga cada trimestre, una onza de aceite al año. Cupón número tantos de la tarjeta de racionamiento. Y con eso ha de comer el español que no es falangista, ni militar felón, ni obispo, ni señorito franquis- ta. Y venga el papeleo, y el echar firmas los jerarcas para la planificación vertical de la economía. Y si el español no puede comprar otra cosa en el mercado oficial, le quedan estos dos caminos: Uno morirse de hambre; otro, comprar en el mercado negro, si puede. Porque tal es la organiza­ ción económica falangista. No la de los españoles, que lo que quisieran es poder ir a la tienda y comprar barato lo 366 ΠΙ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

que necesitaran en casa, sin más complicaciones. Pues el estraperlismo no es creación del pobre español vencido, sino del falangista vencedor, que así lo ha querido. A me­ nos de confesar que Franco es el salvador de España y de la Religión y del Orden y de la Autoridad, pero no puede acabar con el estraperlo. No puede, porque el estraperlo es él. Ahora, para combatir el mercado negro, que tiene su origen en la escasez de productos, los economistas de Falange han ideado ese arbitrio de prohibir que entren en España paquetes individuales de café, azúcar, etcétera, que muchos españoles residentes en el extranjero enviaban a sus parientes del interior. Esto es: Si en España hay merca­ do negro de café, es porque allí falta café. Con lo cual, el que quiera café tendrá que pagarlo más caro en el mercado negro. Que es la forma falangista de combatir el mercado negro, o, más bien, de hacer del mercado negro un mono­ polio falangista. Lo que no es obstáculo para que el Francostrauss o Estraperlísimo ese diga que los estraperlistas son los espa­ ñoles. Y si, después de diez años de crímenes y violencias y martirios para hacer a España Una, Grande y Libre, resulta que no se ha conseguido hacer de ella más que un siniestro latrocinio, un enorme mercado negro, un fantás­ tico estraperlo, ¿se podrá negar que lo que procede ahora es ahorcar a Franco? Esa sería la mejor manera de acabar con el estraperlo.

El Valijero. México, 31 de agosto de 1946 ΠΙ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 367

OYENDO LOS SONETOS FRANCESES DE JEAN CAMP'07 -LIX-

En este barrio mexicano de los ríos, en la segunda cuadra del Nazas, cuando se ha traspuesto un gran por­ talón verde, nos encontramos ya en Francia. El viaje ha sido obra de la magia, como todas las obras del espíritu. Se trata de una Francia de dimensiones ideales y sublimes, que tales con las de su ámbito intelectual. Esa patria fran­ cesa tuvo su creador: Paul Rivet108107 . ¡Maravillosa aventura la de ser creador de su propia patria. Paul Rivet fue nuestro compañero de luchas en el destierro. Buscando por tierras de América vestigios de razas primigenias, encontró tam­ bién raíces de amistad en los hombres de su tiempo. Hoy, de vuelta ya en la Francia geográfica y política, Paul Rivet sigue siendo el compañero de luchas en el destierro. A él va nuestro cordial saludo de amistad. Esa patria francesa en México tiene hoy un animador admirable: Jean Camp. íbamos a escribir que también Jean Camp es un gran amigo de los republicanos espa­ ñoles, pero más exacto sería decir que este francés es un republicano español. Jean Camp es un gran amigo de los republicanos españoles, pero más exacto sería decir que este francés es un republicano español. Jean Camp es de viejo abolengo catalán. Su familia debió sentirse tan en su tierra en una como en otra vertiente del Canigó. Lo mismo podía ser ahora profesor, literato, combatiente francés, que

107. Hispanista, diplomático, poeta e íntimo amigo de Miguel de Unamuno y Carlos Esplá. 108. Etnólogo francés defensor del origen polinésico de la población indígena americana. Defensor de la causa y de los refugiados republicanos españo­ les. 368 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA refugiado español. Cuando Jean Camp habla nuestra len­ gua, nadie entre nosotros le tendrá por extranjero. En este Institut français d’Amerique Latine, que es esta patria francesa en el mexicano barrio de los ríos, su di­ rector, Jean Camp, hace un hueco, junto a la vieja lumbre familiar -hogar de nuestra común cultura-, a los hombres de nuestra España. O a su recuerdo, para glorificar su me­ moria. Así, la biblioteca del Institut français d’Amerique Latine lleva el nombre de Joaquín Xirau109, nuestro malo­ grado compañero de destierro. La obra y la vida de Joaquín Xirau resucita estos días en las conferencias del seminario de filosofía del Instituto, donde los que fueron sus alum­ nos evocan el pensamiento y la personalidad del maestro. Jean Camp y su Instituto han hecho lo que debimos hacer los españoles en homenaje al gran catalán Joaquín Xirau, honor de nuestra patria. Hace algunas noches, Jean Camp nos regaló, en una sala del Instituto, con una conferencia y una lectura: “Guirnalda española”. Nos ofrecía las primicias de sus maravillosas traducciones poéticas. Traducción al francés de sonetos españoles. Sonetos modernos, como el exqui­ sito de Ernestina Champourcin, o el delicioso “casi sone­ to” de Alfonso Reyes. Sonetos clásicos, como los recios, satíricos o funerales de Quevedo, Lope y Góngora. Toda la lírica española. La conferencia de Jean Camp sirvió de prólogo a la lectura bilingüe, fue la explicación de las traducciones. Primero, el soneto español; luego, el soneto francés. ¿Cómo se traduce un soneto?.. En un mundo conmovido hasta ayer por el horror y la batalla, hablemos hoy de sonetos, es decir, volvamos al mundo eterno del espíritu. Cerramos, tras la victoria, el

109. Filósofo español exiliado en México tras la guerra. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 369 paréntesis de la barbarie. Jean Camp fue un combatiente. Sin dejar de serlo -la lucha es aún tremenda- tejamos hoy la guirnalda de nuestros sueños bellos. Con el mismo gesto cordial, humano, con que Jean Camp ayudó en Francia, bajo la ocupación nazi, al refugiado español anónimo, se acerca hoy, lleno de devoción intelectual, a los dioses ma­ yores de la poesía clásica española y a los poetas españoles de nuestro tiempo. Pero, Góngora, ¿es un poeta de hoy o de ayer? ¿No es, acaso, un poeta joven e innovador? Deje­ mos suspensa la interrogación... ¿Cómo se traduce un soneto? Es maravilla oír a este español de Francia cómo nos descubre el secreto de su arte, cómo nos enseña lo que tiene dentro su prodigioso juguete, su bella sorpresa. Cómo el endecasílabo se trans­ forma en alejandrino, como el acento salta de una sílaba a otra, como se corre de sitio un vocablo, cómo quedan flo­ tando dos hemistiquios, cómo se traspone, transformado pero equivalente, el ritmo... La obra de Jean Camp es maravillosa. Sólo un hombre como él, tan impregnado de las dos culturas, podía tallar en una lengua el soneto esculpido ya en la otra. Y esculpi­ do para la eternidad. Únicamente Jean Camp podía hacer, de un soneto de Lope, un soneto francés. El traductor realiza así una obra de recreación, como un juego intelectual de precisión. Esto sólo puede lograrse cuando el espíritu se vierte igualmente por las dos vertien­ tes del Canigó, y en las dos tierras encuentra raíz y flor. Tal es el caso de Jean Camp, español de Francia, francés de España, nuestro amigo de siempre, y sobre todo, nuestro amigo de los años infames. Claro que su amistad viene de antiguo: De los tiempos de Quevedo, de Boscán...

El Valijero. México, 9 de noviembre de 1946 370 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

RECUERDO DE SOLSONA Y DE DON VICENTE EN UN MUNDO DE FANTASMAS -LX-

Hasta mi rincón de México llega la breve reseña pe­ riodística, recortada por manos amigas: Braulio Solsona110 ha dado una conferencia en el Anfiteatro Edgard Quinet de la Sorbona de París. Ha hablado de Blasco Ibáñez. El título de su conferencia es sugestivo: “Blasco Ibáñez, novelista y novelesco”. Todo me parece ahora evocador, y también novelesco: El recuerdo de Solsona en la redacción de El Pueblo de Valencia, el recuerdo de la vida y de la muerte de don Vicente, el recuerdo de París y de la Sorbona, ve­ cina de mi cuarto aquel, en el hotel de estudiantes de la rue Cujas... Mi rincón mexicano se puebla en este instante con los recuerdos novelescos del pasado. Lo que fue tiene siempre algo de novela, de ficción, porque se escapó ya de nuestra realidad. Si tuviera yo aquí, a mano, las cuartillas leídas por Solsona en el Anfiteatro de la Facultad de Letras de la Universidad de París, esperaría a que fuera de noche para leerlas. Antes de encender la luz para empezar la lec­ tura, permanecería un rato a oscuras en la estancia solita­ ria, esperando la visita de los fantasmas. En la oscuridad sueña la hora de aparición de los fantasmas, que pocas ve­ ces faltan a la cita del desterrado. La novela que nos hace vivir los recuerdos novelescos del pasado o de la lejanía es una novela de seres irreales, de voces misteriosas, de inve­ rosímiles resurrecciones. Aún sin esperar a la noche basta con cerrar un poco los ojos para vernos rodeados de las

110. Escritor y periodista. Durante la República, nombrado por Esplá, fue Go­ bernador de Valencia y Huelva, también Secretario del Gobierno civil de Barcelona. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 371 novelescas apariciones. Ahora veo perfectamente a Brau­ lio Solsona en un mundo de fantasmas. Es un mundo real, creado por don Vicente. Su ámbito tiene paredes blancas, adornadas con algún viejo retrato y alguna vieja litografía. Tiene balcones abiertos, que dan a un jardín interior, con dos o tres altos eucaliptos. Hay, en la estancia, mesas, si­ llas, unos libreros con sendas ringleras de grandes tomos puestos de pie. Hay allí otras gentes, e ir y venir, y charlas y bullicio. El recuerdo es nítido, real, vivo. Aquello es la redacción de El Pueblo de Valencia. Allí veo yo a mi pro­ pio fantasma: yo, a los veinte años. Es increíble. ¿Aquel joven se parece a mí?.. Quien está conmigo es Braulio Solsona. También parece increíble. Su cuerpo no es trans­ parente. Rodeado de fantasmas, él no lo es en éste instante. Él tiene ahora una vida real en su propio pasado. En esta redacción del diario republicano valenciano nos hemos en­ contrado Braulio y yo hace más de treinta años. Yo llegaba de Alicante, desterrado. Braulio, de Barcelona, donde lo perseguían no sé que jueces o fiscales, por irnos artículos en Los Miserables. Así, empezaba nuestra vida de perio­ distas republicanos. No hacía falta mucho entonces para ser perseguido ¿verdad? ¡Fantasmas de persecuciones! Fantasma es ahora, visto en aquella redacción, Vicen­ te Marco Miranda, el compañero entrañable, con quien hablamos los dos un momento. Fantasma, Félix de Azzati, quien ha hecho una breve aparición, con una palabra ca­ riñosa en los labios, que suena aún con el acento apagado de su afónica voz: “Chiquitos”. Nosotros le decíamos: “Director...” Hay con nosotros en aquel momento otros fantasmas de carne y hueso, y otros que son sólo como un sudario blanco, y otros que son ¿cómo? Acaso como una vieja y borrosa estampa en papel de periódico. Los apare­ cidos de la realidad se confunden con los aparecidos de la 372 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA fantasía. Aquel mundo de los fantasmas reales lo ha llena­ do don Vicente también con los fantasmas irreales de sus creaciones novelescas. Allí, en aquella misma mesa donde luego se ha sentado Azzati, Blasco Ibáñez escribía de ma­ drugada las rápidas cuartillas del folletín para El Pueblo. Aquel folletín tenía tal vez por título: Arroz y Tartana. O quizá: La Barraca. Minutos después empezaría la vieja Marinoni el traqueteo de la tirada. Pasados muchos años, cuando Blasco Ibáñez se encuentre un día en el frente de Artois, durante la primera guerra mundial, oirá el lúgubre repique de las ametralladoras. ¿Qué le recuerda aquel trágico, repetido, machacón ruido? El continuo tric-trac- tric-trac de la tirada de El Pueblo en la lejana madrugada valencianía. En pleno drama de Europa, se le aparece a don Vicente el fantasma -¡fantasma también!- de la vieja Marinoni. Si las viejas prensas de los viejos periódicos no pudieran aparecérsenos, entonces sí que podríamos afir­ mar que no existe nada, nada, después de la muerte. En la redacción de El Pueblo, fantasmas son los ami­ gos desaparecidos, y los que estamos en el destierro, y los que han estado en la cárcel en España. Y ya hemos visto que, junto a estos fantasmas, viven asimismo en aquella redacción los fantasmas de los seres imaginarios que creó Blasco. Él mismo nos ha contado su alucinación de crea­ dor. Había terminado de escribir las últimas cuartillas de La Barraca. Era de madrugada. Valencia estaba suspensa, aún, en el silencio precursor de la aurora. Blasco cayó ren­ dido sobre su mesa de trabajo. La fatiga cerró sus ojos. En­ tonces avanzó hacia él un personaje amenazador, escopeta en mano, para pedirle cuenta de su muerte: era Pimentó. El novelista sufría la misma angustiosa alucinación que Batiste, su propia creación. Pimentó y Batiste, y Nelet y el Rector, y doña Manuela y el Menut, y Sangonera y la Bor­ Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 373

da, y el tío Paloma, y el capitán Ulises Ferragut, son fan­ tasmas que viven en el mundo creado por Blasco Ibáñez como los aparecidos de nuestro propio pasado, que es a su vez un mundo -repetimos- creado por don Vicente. En ese mundo hemos vivido y vivimos Solsona y yo, y cuantos pasamos nuestra juventud entre la novela de la realidad blasquista. O de su fantasma, que es lo mismo. De aquellas ringleras de grandes tomos que llenan los libreros de la re­ dacción de El Pueblo -viejas colecciones del diario valen­ ciano- surge también un mundo de fantasía y de verdad. En aquellas páginas amarillentas hay trozos de la vida de Blasco y de Valencia, de su tiempo y de su mundo, de sus luchas y de sus esperanzas republicanas. Su lectura dejó en nosotros, los periodistas jóvenes que pasamos por aquella redacción, una huella profunda, imborrable. El blasquismo fue una doctrina de acción, de vida, de libertad, de cultura: una posición mediterránea ante el mundo. Su pasado irreal llena aún la realidad actual de nuestra vida. Así veo yo ahora a Braulio y a don Vicente en el mundo de fantasmas que en este instante me acompaña. Releo la breve reseña periodística. ¿Qué mas habrá dicho Solsona de Blasco Ibáñez? ¿Quién hubiera podido hablar del escritor con mayor cariño, con más acendrada devoción? Solsona vivió, como yo, aquella vida novelesca. La obra de Blasco nos rodeó, entonces y siempre. Respi­ ramos su aire. Su Valencia nos penetró hasta el tuétano. Vivimos en su recuerdo, en el mundo de sus fantasmas... Me parece releer, aquí y ahora, la prosa ágil, vibrante, jugosa, que la pluma de Solsona trazaba sobre las cuarti­ llas que, en aquellos años, iban a las cajas de El Pueblo. Braulio Solsona es un gran periodista, un narrador exce­ lente, un escritor que hace fácil la calidad. Esta pluma suya es la que ha escrito la evocación de Blasco Ibáñez. Es una 374 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA pluma que yo conozco y aprecio de antiguo, desde los años de nuestra juventud... ¡Irrealidad de nuestro pasado real! ¡Fantasmas no­ velescos que rodean ahora este momento fugitivo del destierro!

Carlos Esplá. México, marzo de 1947

CLÍO CON HERRADURAS -LXI-

Euzko Deya, de París, publica en su número del 31 de enero, llegado últimamente a México, un curioso docu­ mento. Se trata de la carta que el general Queipo de Llano dirigió el año pasado al director de Radio Nacional de Es­ paña, protestando, protestando a su manera, con ironía ju­ mentil, de que en la emisión dedicada al relato y glosa del “Desfile de la Victoria”, se callase su nombre, en tanto que el del Caudillo era cubierto de ditirambos, y vanaglorián­ dose de ser él, el general Queipo de Llano, el verdadero iniciador de la criminal rebelión de 1936. Euzko Daya publica el documento traducido al fran­ cés, lo que nos priva del gusto de saborear el estilo del ge­ neral Queipo de Llano con su acento peculiar, en su propia salsa, como quien dice. Pues sabido es que los rebuznos pierden mucho al ser traducidos al francés. El periódico vasco pone al curioso documento un certero título, también en francés: “Clío con espadrilles”, pues así, zarrapastrosa y en chancletas, como va por dentro de casa, se nos presenta la musa de la historia, cuando se descalza el coturno y se pone las alpargatas, para contamos chismes y comadrerías de “la pequeña historia”. Esto de Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 375 calzar el coturno o el huarache es, desde luego, puramente alegórico, pues el coturno de los antiguos, emblema del estilo elevado y sublime, no es muy diferente de nuestra esparteña, sumario calzado de suela de esparto, que es a lo que se llama exactamente espadrille. Pero supongo que, tratándose de Queipo de Llano, convertido incidentalmen­ te en musa menor de la historia, no son alpargatas ni otra clase de calzado lo que le corresponden, sino herraduras. Clío con herraduras da una idea más exacta de la pequeña historia contada por este general, que, como se sabe, es de caballería. Aunque, en su caso decimos de caballería, no por el caballero, sino por la cabalgadura. Queipo no es el jinete, sino el jineteado; no es el de encima, sino el de abajo; no el que monta sobre silla y estribos, sino el que lleva aquella sobre los lomos -alabarda, a veces- y recibe el golpe de éstos en los ijares. No Clío con espuelas, sino, exactamente, Clío con herraduras; Clío a cuatro patas, piafando frente a un micrófono y relinchando por radio. El general Queipo se calzó siempre en casa del albéitar. Cuando yo hacía el servicio militar en Intendencia, bi­ zarro aprendiz de panadero castrense, cierto día que los bi- soños de artillería tuvieron precedencia en el campamento de Paterna para los ejercicios de tiro, haciéndonos esperar a nosotros, que habíamos llegado antes, nos explicaba un sargento que aquello ocurría porque los artilleros eran un “cuerpo real”, y nosotros, los intendentes, un “cuerpo acemilao”. El sargento quería decir, sin duda, asimilao. Yo aclaraba: -Pero usted, como sargento, debe ser mucho más “acemilao” que yo, que soy simple solado raso. El sargento me miraba algo escamado y concluía: -’’Too” el cuerpo: el cuerpo es el acemilao”. 376 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Recordando ahora aquella donosa definición de mi antiguo sargento, pienso que Queipo de Llano es la verda­ dera imagen del “general acemilao”, la auténtica acémila del ejército franquista. “Acemilao” él, “too” el cuerpo. Así repetimos: Clio con herraduras: Cuatro herraduras como cuatro soles”. El general Queipo -arrinconado como trasto inútil por Franco- cocea como si se le hubiese metido un tába­ no bajo la cola cuando Radio Nacional calla su nombre y cuando afirma que, muertos Mola, Cabanellas y Sanjurjo, sólo queda uno de los iniciadores del Movimiento Salva­ dor: el general Franco. “Créame -dice en ese documento el general “ace­ milao” Queipo de Llano- que me importa poco que me nombren o no; pero me interesa restablecer la verdad, que es la siguiente: “El general Franco tiene adquiridos muchos y grandes títulos durante la cruzada y después de ella, en la admi­ nistración del Estado; pero entre éstos, creo sinceramente que no se le pueden atribuir los relativos a la organización del Movimiento. Él se hallaba en las Islas Canarias... El iniciador del Movimiento soy yo. Yo hube de sostener tres conversaciones bastante largas para convencer al general Mola (¡qué en paz descanse!) de que organizara el mo­ vimiento, lo que yo mismo no podía hacer... El general Mola aceptó finalmente, a condición de que el general Cabanellas se comprometiera a unirse a la conjura y a entregar diez mil fusiles y su correspondiente dotación en municiones. Aunque el general Cabanellas era grado 33 en la Masonería, obtuve de él ambas cosas”. ¡Cabanellas! Otro traidor como Queipo, tan acémila como él, y que ocupaba en el arma de caballería el mismo lugar de abajo. ¡Cuán repugnantes -más que otros, diría- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 377 mos- estos dos generales traidores a la República, que los colmó de beneficios y puso en ellos su confianza! A continuación enumera Queipo de Llano sus servi­ cios en Andalucía para asegurar el triunfo del Movimiento Salvador. Muchos méritos recuerda, muchos, tantos que le valieron la Laureada de San Femando. Olvida otros muchos. Olvida, por ejemplo, a los miles de republicanos cuyo fusilamiento ordenó. Miles de hombres honrados asesinados por orden de Queipo el traidor, la gran acémila. Olvida la saliva, la mala baba, derramada por él ante el micrófono de Radio Sevilla. Olvida la sangre derramada por sus víctimas. Pero nosotros lo recordamos todo... Reclama Queipo de Llano la “gloria” de ser el inicia­ dor de la traición. Se jacta de cuanto realizó para hacerla triunfar. Así, pues, lo tenemos ya convicto y confeso. No habrá de olvidarse su confesión a la hora de hacer justicia. Modestamente, olvida él muchos de sus crímenes. Ya ha­ brá quien se encargue de recordárselos. Habrá, en efecto, que guardar bien esta página infame, esta hoja de “peque­ ña historia” escrita por Clío con herraduras. “El iniciador del Movimiento soy yo...” dice Queipo de Llano, la gran acémila. ¡Preciosa confesión! El reo ha “cantado”.

El Valijero. México, 22 de marzo de 1947

EL ÚLTIMO EMBAJADOR SOBRE LA TIERRA -LXII-

La prensa española de mediados de enero, que ahora he podido yo ojear en México, trae información del fan­ tástico recibimiento que se le dispensó allí al embajador 378 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

de la Argentina don José Maria Radio. El representante diplomático de Perón llegó a España después de que, en cumplimiento del acuerdo de las Naciones Unidas, la habían abandonado todos los demás embajadores y jefes de misión diplomática. Desde que el Dr. Radio pisó tierra española, se le tributaron honores y agasajos sin cuento, por parte del elemento oficial falangista, con acompaña­ miento de coro general de badulaques que suele participar siempre en toda esta clase de manifestaciones. La prensa le dedicó elogios y ditirambos como si hubiese llegado a España una especie de Mesías. Se comprende que, al marcharse los otros embajado­ res, el gobierno de Franco haya querido dar mucho bombo a la llegada del de la Argentina, exagerando tanto la nota, que, a través de las informaciones periodísticas, podría creerse que los falangistas indígenas jamás habían visto antes a ningún otro embajador. El espectáculo ha debido de ser muy provinciano y servil. Gentes del gobierno, periodistas falangistas y coro general de papanatas que parecían decirse: “Ahora que tenemos un embajador, no lo dejemos escapar. Agasajémosle como si fuera él solo treinta o cuarenta embajadores. Más vale embajador en mano, que ciento volando”. Y, en consecuencia, vengan los festejos, y las manifestaciones, y los discursos de bien­ venida, y los banquetes, y la prosa y el verso del más puro hispanoamericanismo juego-floralesco. Hasta el poeta Pemán le dedicó en una página de huecograbado del ABC unos ripiosos versos titulados: “Salutación al Embajador de la Argentina”, en los que por dos veces el académico vate rima “embajador” con “amor”, como si no hubiera en castellano otras palabras agudas terminadas en “or”, como, por ejemplo, “tambor”, “sudor”, y muchas más. Yo creo que los ripios de Pemán hubieran bastado para justi- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 379

ficar que el embajador argentino, cogiendo de pronto su sombrero, se hubiese vuelto incontinenti a su país. Pero, al parecer, las órdenes de Perón debieron ser terminantes: “Vos, embajador, aguantas allí pase lo que pase, ché”. Y el embajador, mirado allí como un bicho raro, ha tenido que aguantar a pie firme y sin pestañear los excesos poéticos del presidente de la “Real” Academia de la Lengua. Len- güetazo real, y adelante. Después de los ripios pemánicos han venido los ob­ sequios, y ente los ofrecidos al festejado embajador figura uno realmente original: El Ayuntamiento de Castro Urdía­ les le ha regalado una copia de la partida de bautismo de su abuela, la cual nació en aquella localidad hace ciento veinte años. No creo que en la historia de la diplomacia se registre otro hecho de igual naturaleza, y supongo que es la primera vez que a un embajador le regalan la partida de bautismo de una abuela suya. Pero, por lo visto, los fa­ langistas no saben qué hacerse con este embajador que les ha llegado cuando creían que no iban a tener más emba­ jadores y que ya se habían acabado los embajadores para ellos. El doctor Radio es, para los falangistas, el último embajador de todos los embajadores del mundo. Después de él, ya no les queda ninguno más. Desde que el Dr. Radio se puso a tiro de los repor­ teros, empezaron éstos a interrogarle -con la esperanza, sin duda, de obtener de él declaraciones sensacionales-, haciéndole ai efecto las preguntas más zonzas e insulsas que sea posible imaginar: típicas preguntas salidas del caletre de currinches que han recibido orden de hinchar el perro, que, en este caso, es hinchar al embajador. Acaba­ ba de desembarcar éste en España, y hacía apenas veinte días que dejara las orillas del Plata, cuando uno de los destripacuartillas, creyendo ya al insigne viajero lleno de 380 ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA nostalgia, como si llevara ocho o diez años de destierro, le preguntó: ¿Siente usted el alejamiento de su Patria? No se sabe lo que pensó en aquel momento el embajador, pero salió éste elegantemente del paso diciendo que en España se encontraba como en su propio país, y que si la madre patria, etcétera. A continuación, se asombró el doctor Ra­ dio de lo que le estaba ocurriendo en España desde que llegó con su familia: “Creo sinceramente -dijo el periodis­ ta- que no merecemos esta acogida tan maravillosa”. ¡Que sabe el señor embajador! Claro que la merece. Eso y mucho más. Se trata, en efecto, del único embajador que tiene a su alcance la España franquista, y a él dedican, como es natural, todos los agasajos que antes habían de repartir entre todos los embajadores. De momento, este embajador argentino es, para los falangistas, el último embajador sobre la tierra. Claro es que si, por una de esas vueltas que da la política internacional, aparecieran un día en Madrid el embajador de Inglaterra y el de Estados Unidos, ya vería el doctor Radio que poco caso le hacían entonces a él como embajador de Argentina. Pero mientras los falangistas no tengan allí a otro embajador, se cogen a éste de Perón como a un embajador ardiendo. Lo del recibimiento no fue más que el principio. Yo supongo que después de los versos de Pemán, habrá de dedicarle ahora una caria el charlista Federico García San- chís111, e inmediatamente le hará un busto don Mariano Benlliure. No creo que pueda escaparse de nada de esto. Como tampoco creo que se escape de las muchas y buenas

111. Miembro de la Real Academia de la Lengua, crítico de arte y novelista que dedicó su vida a vivir del régimen “españoleando” por el mundo. Su máximo logro fue ser cronista oficial en 1958 de la exposición flotante que a bordo del buque “Toledo” recorrió tierras americanas para mostrar las grandezas de la madre patria. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 381 bendiciones que le soltarán los obispos y arzobispos de por allí, cuando vaya a visitar nuestras catedrales; ni de que le brinden toros los toreros cuando el embajador vaya a alguna corrida de feria. Luego, habrá que ver qué tarjeta de racionamiento especial le darán al señor embajador, para él y su familia. Nada de una de esas tarjetas de racio­ namiento que sólo dan derecho cada tres semanas a quince gramos de azúcar y a quince garbanzos mal contados, sino un estupendo tarjetón de lujo, verdadero racionamiento diplomático y plenipotenciario, que dará seguramente derecho a jamones enteros, a grandes latas de aceite de oliva, a docenas de pavos y besugos, a lechoncitos asados, a “perdices en escabeche, a huevos fritos con chorizo y a enormes canastas de pan blanco”, a todo, en fin, lo que comería de buena gana cualquier compatriota nuestro si en vez de estar en España como simple español, estuviera allí como embajador argentino. Y eso sin contar lo que le llevarán a la embajada, para que lo compre de estraperlo los generales y coroneles franquistas que se dedican en España al mercado negro. ¡Qué buena vida se va a dar, con todo eso, el doctor Radio en España! Nunca habrá habido embajador más agasajado, banqueteado, festejado, obsequiado, paellado, discurseado, poemizado y sonetizado. Jamás embajador alguno habrá quedado tan contento y maravillado de su cargo. ¡Ahí es nada, ser el último embajador que les queda a los falangistas, el único y exclusivo embajador cerca de Franco, el postrer embajador de la serie, el último embaja­ dor sobre la tierra! Yo creo que cuando al doctor Radio se le acabe el momio y vuelva a su tierra, tendrá para contar durante años y años a sus amigos, en la tertulia del casino, y, ya viejo, a sus nietos, en las sosegadas y monótonas ve­ ladas familiares: 382 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

-Estaba yo de único embajador en España, en aque­ llos felices tiempos, cuando un día...112

El Valijero, México, 29 de marzo de 1947

ILUSIONES DESVANECIDAS -LXIII-

Emmet J. Hughes, en su interesante reportaje que comentábamos en este mismo lugar la semana pasada, señalaba la confianza que los secuaces de Franco ponían, para salvarse, en la Doctrina Truman, por creer que dicho sistema político hace de los Estados Unidos el amigo obli­ gado de todas las fuerzas anticomunistas en el mundo, por condenables que sean; y el agudo escritor norteamericano escribía a este propósito con cierta ironía: “Muchos espa­ ñoles se preguntan ahora si el empréstito que habrán de recibir de Washington será de trescientos o cuatrocientos millones de dólares”. Es decir, los falangistas españoles no dudaban del empréstito; sus únicas dudas se referían al volumen de éste: ¿trescientos o cuatrocientos millones? El problema se lo planteaban así los falangistas espa­ ñoles: puesto que Franco envió la División Azul a luchar contra la URSS, que era un país aliado de los Estados Unidos, al que Franco combatió por carambola, ¿cuántos millones de dólares deben dar ahora los Estados Unidos a

112. En diciembre de 1946, la Asamblea General de Naciones Unidas, gracias a las gestiones del Gobierno republicano en el exilio presidido por Giral y a las que anteriormente había hecho la JEL dirigida por Prieto, recomendó a todos sus miembros la retirada de embajadores de Madrid, dada la cola­ boración franquista con las potencias del Eje y la ayuda de éste al triunfo franquista. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 383

Franco en calidad de empréstito?"3 Demostraban de este modo los falangistas su mentalidad de señoritos sablistas, que todo lo arreglan pidiendo dinero. Probablemente, algunos falangistas harían ya cuentas con el fin de saber para cuántas cenas en algún restaurante de lujo, y para cuántas juergas con chicas alegres, y para cuántas noches de cuchipanda podrían dar de sí trescientos o cuatrocientos millones de dólares. Pero, sin duda, estos falangistas serían señoritos desprovistos de todo sentido económico. Tan gran cantidad de millones de dólares no podría dedicarse totalmente a subvencionar francachelas. Lo más probable es que el Estado falangista la emplease en cubrir sus más urgentes necesidades de divisas y ad­ quirir con ellas cosas esenciales para la vida de un pueblo. En realidad, si los españoles falangistas soñaban con un empréstito de trescientos o cuatrocientos millones de dó­ lares era porque la situación económica del Imperio resulta angustiosa. El empréstito, la ayuda financiera de las demo­ cracias corrompidas, es hoy una necesidad, una esperanza, una ilusión del totalitarismo falangista. Y cuando Franco y sus secuaces estaban soñando con ese fantástico empréstito, y sólo tenían dudas sobre si lo pedirían de trescientos o cuatrocientos millones; cuando Franco se disponía a pasar la factura de su anticomunismo nazi; en el preciso momento en que la Doctrina Truman parecía una buena doctrina para uso de dictadores occiden­ tales, se reúne la Conferencia de Organización Económica 113

113. Aparte de la ironía de Esplá, en este momento se está dividiendo el mundo en dos bloques, y aunque Franco estaba condenado por Naciones Unidas, el hecho de declararse anticomunista le situaba en el bloque occidental. Es a partir de aquí cuando la causa republicana parece debilitarse y se fortalece el régimen franquista, como tonto útil, dentro de la estrategia internacional estadounidense propia de la guerra fría. 384 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA de Paris, para estudiar la propuesta de Marshall respecto a la ayuda económica a Europa, y lo primero que hacen sus convocantes es excluir a la España franquista. Franco y sus falangistas se quedan, automáticamente, sin su empréstito, que ya no es de cuatrocientos millones ni de trescientos millones de dólares, mas ni siquiera de dos dólares y me­ dio. La División Azul ya no produce, pues, el menor rédito internacional, y el anticomunismo falangista no sirve en modo alguno para ordeñar la Doctrina Truman114. La decepción de los falangistas ha debido ser enorme, tremenda, formidable, colosal. Tener ya el empréstito casi en la mano, vacilando tan sólo sobre si habría de ser de trescientos o de cuatrocientos millones de dólares. ¡Y des­ pertar de pronto con un poco de aire en el puño cerrado! ¡Y después, aún hay falangistas que no creen en el cuento de la lechera! Entonces fue cuando algún falangista imaginativo, novelesco y fantasmagórico debió idear ese cuento del misterioso viaje de Franco para pescar en aguas de Gibral­ tar, donde debía de entrevistarse secretamente con cierto importante personaje norteamericano, cargado de dólares por supuesto. Franco necesitaba crear en sus propios se­ cuaces una ilusión para sustituir al empréstito desvaneci­ do. El señorito falangista, con mentalidad de sablista, es también, y sobre todo, un papanatas. Se cree todo lo que le dicen. Incluso se cree lo que no le dicen, cuando no se lo dicen para que crea que es un secreto. Y lo único misterio­ so de las paparruchas suele ser su propio misterio. -Yo creo- habrá dicho confidencialmente un falangis­ ta a otro- que el americano ese viene dispuesto a darle en

114. Se refiere al Plan Marshall. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 385

alta mar al caudillo todos los millones de dólares que le pida, a cambio de... —¡Chist!— le atajaría el otro-, no descubras secretos, camarada. Y de ese modo, esos dos falangistas y otros muchos se consolarán pensando que si no hay empréstito en dólares, y si Franco ha sido excluido, además, de la Conferencia de París, en cambio hay secreto, y puede esperarse mucho de esa misteriosa entrevista de Franco en Gibraltar. ¿Entre­ vista secreta, con quién? ¿Con algún salmonete? Porque sería posible mantener en secreto una entrevista de Franco con un personaje norteamericano en aguas de Gibraltar, si el caudillo, por una parte, y el personaje norteamericano, por la otra, salieran cada uno, de noche, en una barquita, ellos solos, para llegar, remando, hasta el misterioso lugar del secreto encuentro. Pero en otra forma, no es posible el secreto. Siempre habría de resultar mucho más secreto -y fácil- que cualquier personaje norteamericano visitase a Franco en secreto en el palacio de El Pardo, adonde no es preciso llegar embarcado. Pero cuando se dice que en una cosa hay misterio, deja de haber misterio; y si se añade que una entrevista es secreta, es que no hay secreto; o sea, que no hay entrevista. El personaje norteamericano que había de ser pescado por Franco en aguas de Gibraltar, en su falsa excursión de pesca, es, sin duda, un personaje mítico, fabuloso, irreal, creado por la fantasía falangista para sustituir al emprés­ tito, que los falangistas creían ya tangible, real, contante y sonante, de los trescientos o cuatrocientos millones de dólares, desvanecidos ahora como un sueño. ¡Tan segu­ ro como tenían el empréstito los secuaces de Franco, de acuerdo con la interpretación falangista de la Doctrina Truman! Lo único que faltaba ultimar era si había de ser de 386 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA trescientos o de cuatrocientos millones de dólares. Aunque un señorito falangista no iba a reñir con Wall Street por cien millones de dólares más o menos.

El Valijero. México, 25 de julio de 1947

ENSEÑEMOS A G. B. S. -LXIV-

“No sé nada de la España de hoy”, escribe Bernard Shaw a Las Españas, en respuesta al llamamiento que di­ cha revista hizo en defensa de la cultura española amena­ zada por el franquismo. “De su historia -añade- sé lo que he leído en los trabajos de mi amigo el señor Madariaga”. Gracias, pues, al señor Madariaga, el señor Shaw debe ha­ berse enterado ya del descubrimiento de América, suceso que forma parte de la historia de España tratada por el se­ ñor Madariaga en sus trabajos. De no ser por su amigo el señor Madariaga, acaso el señor Shaw creyera aún que el mundo -plano, naturalmente- terminaba un poco más allá de las costas de Irlanda. Pero, una vez admitido el hecho histórico español, por constar así en los trabajos del señor Madariaga -que le ha descubierto la América al señor Shaw, del mismo modo que el señor Colón se la descubrió al señor Madariaga-, no le extrañará al ilustre escritor irlandés que, desde esta misma América descubierta por ambos, tratemos de informarle de lo que pasa en la España de hoy. Hay días que cualquier tenebroso bribón se siente en disposición de practicar alguna de las obras de miseri­ cordia. Enseñemos, pues, a G. B. S., que no sabe nada de la España de hoy. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 387

La España de hoy -empezamos a explicarle- es un Imperio. Un Imperio Vertical y Azul, para más señas. ¿Sabe el señor Shaw lo que es un Imperio Vertical y Azul? Esto es cosa que difícilmente le sabrá explicar el señor Madariaga. Nuestra explicación a este propósito ha de ser forzosamente somera, flotante y vaga. Apenas sabemos que un buen día -esto es, un mal día- el general Franco y otros caballerosos guerreros como él empezaron a disparar tiros sobre los labradores y los farmacéuticos y los pana­ deros y los poetas y los sastres y los tipógrafos españoles, y, desde unos aviones, arrojaron terribles bombas sobre ilustres ciudades españolas y ametrallaron a pobre gente indefensa y destruyeron escuelas, fábricas y puentes... El general Franco y sus compañeros de sedición dijeron entonces: “Aquí estamos haciendo un Imperio”. Luego re­ sultó que era un Imperio Vertical y Azul, adjetivos de muy difícil exégesis. Cuando el general Franco y sus desaforados conmilitones se hallaban ocupados en tan grande matanza y espantosos bombardeos, algún periodista inglés preguntó: -¿Por qué hacen ustedes eso? -Lo hacemos -respondieron- para que en España no haya crímenes ni destrucción ni ruinas. Por lo visto, España se hallaba en una situación ho­ rrenda y espantable antes de que Franco y sus generales realizaran tales proezas, y, para salvarla de tal situación, no se les ocurrió más que bombardearla, incendiarla y pasarla a cuchillo. ¡Providencial ocurrencia! Resultó que para evitar los desórdenes, se sublevaron los defensores y custodios del orden, y que, para reprimir los crímenes, se dedicaron a cometerlos los encargados de evitarlos, con lo cual pudieron culpar luego de los que se perpetraron a las propias víctimas. 388 ΠΙ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Antes de ocurrir tan venturosos hechos, en España la gente trabajaba, ganaba un jornal con el que podía vivir, iba al café casi todos los días, al teatro de cuando en cuando, leía el periódico de su predilección, paseaba libremente por las calles, compraba el pan a un precio ra­ zonable, tomaba un taxi para ir de un lugar a otro, etcétera. Parece ser que todo esto era pura barbarie moscovita y a la que puso felizmente fin el general Franco, enviando a docenas de miles de ciudadanos al cementerio, a cente­ nares de miles a presidio o el destierro, implantando el estraperlo, vulgarizando el hambre, la tuberculosis y la prostitución, haciendo que toda la prensa fuera falangista y prohibiendo la lectura, entre otras, de las obras heréticas de G. B. S. Ello le valió a Franco el sobrenombre de Gene­ ral Cristiano. Otros títulos que ostenta son los siguientes: Caudillo, Generalísimo, Capitán de la Cruzada, Defensor de la Fe, Jefe de Estado, Salvador de España, y Franco, Franco, Franco, lo que quiere decir que es un déspota de repetición. Su verdadero nombre, sin embargo, es Fran­ cisco Paulino Hermenegildo Teódulo Franco Bahamonde, según nos cuenta el escritor norteamericano Emmet John Hughes, que vio su fe de bautismo. Repetimos: Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo. En eso le gana al señor Shaw, que sólo se llama Jorge Bernardo. Con todo lo que llevamos explicado a G. B. S. sobre lo que pasa en la España de hoy, reconocerá el eminente escritor que el general Francisco Paulino Herme... etc., ha demostrado ser hasta ahora un tremendo humorista. El humorismo -no lo ignora don Jorge Bernardo- consiste, a veces, en dar gato por liebre. El lector espera una cosa, y el escritor le da otra. (En este sentido, el estraperlo es el humorismo aplicado al comercio de abarrotes. Feroz humorismo. Se cree que, por ejemplo, el aceite va costar Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 389 cuatro pesetas el litro, y le cobran a uno veinte duros. Tal desviación mercantil del humorismo justifica la frase del castizo: “¡No hay que jugar con los productos alimenti­ cios”). El humorismo del general Franco le llevó a decir que él, como general, entendía de guerras, y que esta última mundial -que ya parece penúltima- la iba a ganar Hitler. En vista de tal afirmación, la guerra la perdió Hitler. Con lo cual se salvaron de ir a parar a un buen campo de concentración el señor Shaw y su amigo el señor Mada­ riaga. Quedamos, pues, en que el general Franco es un hu­ morista. El ilustre escritor humorista G. B. S. es también, a su manera, un humorista. Como le “son familiares -dice en su mensaje a Las Españas- las historias que los falan­ gistas cuentan acerca de los republicanos y las que éstos cuentan acerca de los falangistas, si diera crédito a los dos concluiría por creer que lo mismo unos que otros eran los bribones más tenebrosos del mundo”. No sabiendo qué creer, G. B. S. se calla. Se calla después de haber tenido ese fino rasgo de “humour”. ¡Si creyera él, el Humorista, a unos y a otros! No, no los crea. Si nosotros, los rojos somos “los bribones más tenebrosos del mundo”, es claro que no lo pueden ser también los falangistas. Aún hay clases. Per­ mítanos el insigne humorista G. B. S.: En el mundo no hay más bribones tenebrosos que nosotros, los que alguna vez hemos creído en G. B. S. Rogamos, pues, encarecidamente al ilustre humorista que no nos crea a nosotros los rojos. Crea nada más a los falangistas. A ellos tan sólo. Crea, por ejemplo, que España es un Imperio Vertical y Azul. Y que le explique qué es eso, si puede, su amigo el señor Madariaga, del mismo modo que con la colaboración cir­ cunstancial, en cierto modo, de don Cristóbal Colón, le 390 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA han explicado ya una página, insignificante por cierto, de la ignorada historia de España.

El Valijero. México, 31 de diciembre de 1947

UNA CRÓNICA DE EUGENIO XAMMAR -LXV-

La fase teóricamente más agradable y deliciosa del periodismo militante es la última, que corresponde al lec­ tor de periódicos. En ésta me hallo yo, y para que mi felici­ dad sea completa, no me falta más que buenos periódicos para leer. El periodismo que las circunstancias ponen al al­ cance de uno es un periodismo denso, pródigo, mercantil, trepidante, pero que no deja al lector sabor de buen perio­ dismo. En realidad, las empresas periodísticas ofrecen hoy muchas cosas buenas al lector. Le ofrecen una buena casa amueblada, un buen automóvil, un buen refrigerador eléc­ trico, un buen aparato de radio, una docena de buenas me­ dias de nylon, etcétera; y, naturalmente, después de todo eso, no les alcanza ya para ofrecerle un buen periódico. Esto obedece, sin duda, a una idea errónea que alimentan las empresas periodísticas respecto a las necesidades del lector. Considerado éste por dichas empresas como un consumidor, le suponen preferentemente consumidor de casas amuebladas, de refrigeradores eléctricos, etcétera, y sólo en un lugar muy vago y secundario, consumidor de periódicos. La empresas periodísticas suponen, sin duda, que cuando yo me suscribo a un periódico, lo que deseo es recibir un automóvil de último modelo. No les entra en la cabeza que lo que yo quiero es leer un buen periódico. Ignoran totalmente mi sicología de lector de periódicos, Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 391

dispuesto incluso a entregar cada día -si dispusiera de tanta riqueza- una casa amueblada, un aparato de radio o una lavadora eléctrica, o cualquier otro utensilio de buen precio, a cambio de un periódico bien hecho. Lo que yo espero diariamente de las empresas perio­ dísticas es que me informen claramente de lo que pasa en el mundo, y no que me amueblen la casa. Pero, por lo visto, esto de informar claramente de lo que pasa en el mundo, es tarea mucho más difícil que la de instalarle, por ejemplo, un cuarto de baño al lector. El periodismo que, por lo regu­ lar, se nos ofrece, es un periodismo contagiado de la fiebre comercial del momento, un producto de la estandarización de la vida, de la producción en serie y del consumo inmo­ derado de coca-cola. Es también un periodismo delirante, sensacional, fenoménico, que convierte al lector en simple espectador de barraca de feria. La noticia cumbre en tal clase de periodismo puede ser la ternera con dos cabezas. Todo lo que es normal, aunque profundo y trascendental en nuestra vida, carece de interés periodístico. Para ese género de periodismo, los hechos extraordinarios, aunque epidér­ micos, son, en cambio, los que constituyen '”una buena historia”, dicho sea en su argot profesional. De este modo el lector llega a recibir una visión fulgurante, pero deformada, imprecisa, estrábica de la realidad cotidiana, agravada por una técnica de redacción, de la que hablaremos después. En este periodismo estrepitoso y sensacional, los nervios del lector se calman y la vista se reposa cuando se encuentra una nota sencilla, clara y diáfana, como, por ejemplo, la crónica de Eugenio Xammar115, que pudimos leer el otro día en un periódico mexicano.

115. Compañero de corresponsalías por Europa de Carlos Esplá y Josep Pla, Eugenio Xammar pasa por ser uno de los periodistas más lúcidos e irónicos 392 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

El asunto tratado por Eugenio Xammar en su crónica había dado ya motivo a varias informaciones cablegráfi- cas, pero cada vez parecía más envuelto en tinieblas y en espeso misterio. El caso era, sin embargo, sencillísimo. Se trataba de explicar cómo había sido elegida la mesa de la Asamblea Nacional francesa y por qué había sido eliminado de la primera vicepresidencia el Señor Duelos, candidato del grupo parlamentario comunista. En las in­ formaciones transmitidas por las agencias y publicadas por estos periódicos a nuestro alcance, tales hechos ad­ quirían unas proporciones fenomenales, paquidérmicas y catastróficas. En dichas informaciones aparecían unos diputados comunistas frenéticos, otros diputados de la “tercera fuerza” delirantes, éstos violaban la constitución, aquellos la defendían vigorosamente, asomaba de impro­ viso en el tumulto parlamentario la pipa del señor Herriot, llevando detrás al propio señor Herriot, septuagenario y delicado de salud, cuya dolencia era, al parecer, la causa de todo aquel desbarajuste, se elegía presidente al señor Herriot, pero no se dejaba que ocupase la presidencia el señor Violette, unos diputados acusaban a otros de estar vendidos al imperialismo de Wall Street y éstos les replica­ ban recordando que el señor Thorez había sido declarado desertor, y de pronto unos diputados se ponían a cantar a grito pelado “La Internacional”, y otros “La Marsellesa”... “Qué habrá pasado en la Asamblea Nacional Francesa” -se preguntaba sin duda el lector: seguramente, este lector, el lector de aquí, puede ser relativamente feliz sin saber

del siglo XX español. Tras la guerra se exilió, compartiendo trabajo con Carlos Esplá en Naciones Unidas, aunque, como éste, nunca abandonó su vocación periodística. En la actualidad se prepara una tesis doctoral sobre su vida en la Universidad de Santiago. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 393 lo que ha pasado en la Asamblea Nacional francesa con motivo de la elección de su primer vicepresidente. Pero si los periódicos pagan a las agencias para que informen de estos sucesos, y las agencias gastan dinero en correspon­ sales y cablegramas, es porque se supone que el lector de aquí desea estar enterado de lo que ha ocurrido allí. Mas lo cierto es que el lector no se entera de nada de eso hasta que llega la crónica de Eugenio Xammar contando en ciento cincuenta líneas lo que ha pasado. La confusión se desva­ nece, el misterio se aclara entonces y la crónica de Euge­ nio Xammar queda ahí resplandeciendo como una estrella en una noche oscura. ¿Tan difícil era explicar con claridad la significación y las peripecias de ese acontecimiento par­ lamentario francés? Naturalmente que Eugenio Xammar ha hecho en la crónica que comentamos una obra maestra del periodismo, pero la obligación del periodista es hacer cada día obras maestras de esa clase. Obras maestra de claridad informativa y de perspicacia interpretativa, expli­ cando sencillamente el hecho con el por qué y el cómo, y destinadas a lectores que residen a quince mil kilómetros de distancia del suceso objeto del relato. Gracias, pues, a esa crónica de Eugenio Xammar, el lector de estos meridianos se ha enterado perfectamente cómo una Constitución de tipo rígido cual la de la Cuarta República francesa dispone que se designe la mesa de la Asamblea Nacional -excepto su presidente- según el prin­ cipio de la representación proporcional, lo que conduciría literalmente a .entregar la primera vice-presidencia al re­ presentante del grupo más numeroso, que es el comunista; cómo en caso de disolución de la Asamblea, se ha de for­ mar de modo automático, para que rija a Francia durante el periodo electoral, un gobierno constituido proporcio­ nalmente por los grupos de la Cámara disuelta y presidido 394 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA por el Presidente; o, en caso de imposibilidad de éste, por el vicepresidente de la Asamblea; cómo, habiendo sido elegido presidente el señor Herriot, septuagenario y de­ licado de salud, podía encontrarse el gobierno francés, en tal caso, presidido por un comunista y, por consiguiente, entregado a una fuerza política eventualmente implicada en una tentativa revolucionaria internacional; cómo los republicanos y socialistas respetaron en vista de ello, la regla proporcionalista en cuanto a la representación, que es lo constitucional, pero no en cuanto a la jerarquía, que es lo interpretativo y el señor Duelos fue elegido no para la primera vicepresidencia, sino para la tercera, a la que renunció, etcétera, etcétera. Así todo queda perfectamente claro y en orden. La diferencia está en que las copiosas noticias que formaron anteriormente el maremagnum periodístico debieron cos­ tar a las agencias varios miles de dólares, y en que la cróni­ ca de Xammar habrá sido pagada acaso con unos cuantos centenares de francos. La lógica exigiría, sin embargo, que los miles de dólares fueran para Eugenio Xammar y los centenares de francos se los repartieran las agencias. En todo caso lo que se deduce de ello es que el secreto del buen periodismo no es una cuestión de dinero, sino de inteligencia; no de caja fuerte, sino de cabeza clara. Salvo la aparición esporádica de alguna crónica como ésta que comentamos de Eugenio Xammar -que otras ve­ ces es una nota breve de “Pertinax” o un breve comentario de Wilkham Steed o de cualquier otro buen periodista de esa buena escuela -el periodismo que está a nuestro al­ cance, cultiva, acaso involuntariamente, la confusión, y es que para enterar a los demás, hay que empezar por estar bien enterado. Es el caso de Eugenio Xammar y de otros periodistas de su clase. Por el contrario, no es tal el caso de Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 395

los periodistas que cultivan el periodismo sensacionalista y fenoménico. Dicho periodismo va continuamente en busca del re­ cién nacido con cabeza de becerro o del político que anun­ cie a plazo fijo una nueva conflagración mundial, y perma­ nece, por lo regular, indiferente ante los hechos cotidianos que van preparando los grandes acontecimientos huma­ nos. Sin salimos, por ejemplo, de la realidad política fran­ cesa podemos decir que aún no ha habido ninguna agencia que haya explicado claramente quién ganó en realidad las últimas elecciones municipales en Francia -incluyendo “la segunda vuelta”- y cual es su verdadera significación política. Porque lo sensacional es gritar un día desde los grandes titulares de la prensa mercantil si han sido aplas­ tados electoralmente éstos o los otros; pero cuando al día siguiente se sabe que no ha habido aplastamiento y que los hechos son menos catastróficos y más sencillos, y hay que hacer un esfuerzo de síntesis y exégesis, entonces se deja eso y se pasa alegremente a la caza de otro fenómeno. La producción de fenómenos en serie, lleva a la redacción fenoménica también en serie. La técnica de la presentación de la noticia no se deja al arte, a la inspiración, al saber hacer del escritor. Hay un patrón de redacción -y a esto nos referíamos antes-, al que es forzoso sujetarse. Según tal patrón en las primeras líneas de la información hay que condensar lo más saliente de la noticia, luego decir quienes fueron sus protagonistas y donde ocurrió y final­ mente desarrollarla, intercalando señas personales, color del traje, detalles biográficos, anecdóticos, históricos, etcétera, en peregrino batiburrillo. Por eso, ni las lentas elaboraciones de los sucesos ni su interpretación posterior, atraen la atención del periodismo sensacionalista, pues no es dable muchas veces precisar el hecho concreto, ni 396 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA el lugar, ni las personas. Las transformaciones sociales como las evoluciones cósmicas, no tienen, pues realidad periodística. Y ocurre con aquella técnica de redacción a que nos referimos que, en medio del relato melodramático, surge el detalle pintoresco, el trazo suelto que aspira a ser semblanza del personaje. Por ejemplo: “El panzudo y con gafas político cincuentón”, es decir, surge la consabida pipa del señor Herriot. Y todo ello acompañado de unos colosales disparates de traducción, con una cantidad des­ proporcionada de medidas “drásticas” y de “emergencias. Se está generalizando un estilo periodístico de reseña de partido béisbol. Leyendo, pues, estos periódicos que se hallan ahora a nuestro alcance es como se comprende hasta que punto Europa ha perdido la guerra. Porque, periodísticamente, todas las influencias clarificadoras y cartesianas se ha perdido ya en el revoltijo de este periodismo confuso y sensacional. Y sólo de cuando en cuando se destaca en él una chispa de la sagrada hoguera latina, como un modelo de proporción y de armonía, como un destello de claridad mediterránea, una crónica perfecta como ésta de Eugenio Xammar.

Carlos Esplá. México, 12 de febrero de 1948

LO QUE AZAÑA DIJO UN DÍA Y OTRO -LXVI-

En el estante de la pobre biblioteca del refugiado están los libros de Manuel Azaña. Las obras literarias y los volúmenes políticos. Las evocadoras confidencias del joven estudiante en su celda de El Escorial y las palabras luminosas del gobernante; Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 397

los sueños del escritor entre sus libros y la realidad del político entre los hombres. En las hondas veladas del destierro ¡qué amistosa com­ pañía dan estos libros de Azaña al refugiado! Forman como un mundo maravilloso en el que es posible el viaje al pasado. Cuando el refugiado quiere bañar su espíritu de luz clara, los ensayos literarios de Azaña le ofrecen la luminosidad de su prosa cristalina. Cuando la angustia le acucia a hacer examen de con­ ciencia, las palabras de Azaña, encerradas en estos tomos de sus actos y de sus discursos políticos, le ofrecen el espejo, de limpio cristal también, para hacer el doloroso, punzante escrutinio de su conducta. Los españoles de nuestro tiempo - se pregunta el refugia­ do- ¿qué hicimos de nuestra patria?, ¿qué desalentada ambición fue la nuestra?, ¿qué delirante afán guió nuestros actos? En el silencio del cuarto, estas interrogaciones repiten, con el pau­ sado y monótono fluir del tiempo, su martilleo implacable. El refugiado busca la respuesta en estos libros políticos de Azaña, donde se cuenta la historia de una acción. La busca en las pala­ bras de Azaña y no en las de ningún otro, porque nadie como él supo expresar y dar forma a los anhelos creadores de un pueblo en un momento de su vida. El hombre que ahora escudriña su conciencia no es sino parte de ese pueblo, voz anónima en el coro innumerable de esta tragedia. Lo que, obscuramente, quiso él para su país, Azaña supo decirlo con claridad deslumbrante. En la fecunda soledad de sus estudios y meditaciones, Azaña, mucho antes de gobernar, había forma en sí mismo la conciencia de su pueblo.

Cuando la realidad política de España lo llama a la acción, al combate, Azaña obedece a la voz del deber. El gesto no puede ser más sencillo. Nunca ha habido en la política española una actitud más pura, menos teatral que la de aquellos hombres - Azaña entonces como uno entre 398 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA ellos- que se lanzan a la lucha movidos noblemente -son las propias palabras de Azaña- por “nuestra indignación de hombres libres y nuestra tristeza de españoles”. A ve­ ces, en las desmesuradas predicaciones de la propaganda, se ha dicho que España estaba en aquellos momentos en trance de decadencia. Nada menos cierto. El propagan­ dista tiende, sin embargo, a recargar su cuadro con tintas negras, para conmover al corro. La realidad era que Espa­ ña, el pueblo español, se hallaba en un momento de gran vitalidad, y que la que estaba, no ya en decadencia, sino en descomposición era la España oficial, la monarquía. La forma del Estado se le había quedado chica al pueblo: lo oprimía. El español, en la plenitud de su capacidad ciu­ dadana, se avergonzaba de que se le privase de libertad y lo gobernara la incompetencia y el señoritismo; sentía la tristeza de las posibilidades españolas que se frustraban. De entre los españoles de aquel momento Azaña fue el que con más lucidez vio esta verdad. “Merced a la República - dice Azaña en una ocasión- puede haber un Estado en España. Antes no lo había, porque la persona del rey y la dinastía misma se interponían ante la concepción abstracta del Estado, y se hablaba de servir al rey, de lealtad al rey, o de intereses del rey o de la Corona, dejando en segundo término los intereses permanentes, personales o abstrac­ tos, del Estado”. El gran impulso nacional que en 1931 nos llevó a la República fue, pues, un anhelo de ajustar la España legal a la España real, de hacer coincidir en el ímpetu creador al pueblo y al Estado. Mas esa obra habría de ser impo­ sible sin la gran vitalidad nacional -no hay por lo tanto decadencia española en ese momento-, pues Azaña intenta nada menos que “poner punto a una digresión monstruo­ sa de la historia española”. Protesta, en efecto, de que se Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 399 pueda identificar “España y la tradición española con los harapos de la vida política española”. La República es para Azaña -que sabe hallar “el puro manantial intacto”- “la reanudación de una gran tradición española, de una tradi­ ción liberal, de una tradición popular”. Cuando Azaña llega al gobierno llevado por un conte- nible movimiento popular, todo parece que está por hacer. ¡Maravillosa empresa para un hombre dotado de espíritu creador! Nunca, sin embargo, un gobernante había acepta­ do su misión, se había rendido a su destino con intención más limpia, con pensamiento más noble y acendrado. Por eso cuando se hace el balance de su obra y de la acción destructora de sus enemigos resalta más la tremenda in­ justicia con que se condenó su intento. A Azaña en el go­ bierno le vienen todos los problemas a la mano: cuestión militar, cuestión religiosa, ordenación económica, reforma agraria, progreso social, autonomía de los pueblos, impul­ so de la cultura, de las obras públicas, régimen de libertad, de libre discusión, de responsabilidad, parlamento, demo­ cracia. “La República -augura- tendrá que combatir con una mano mientras edifica con la otra. Los tiempos serán más difíciles, porque habremos echado sobre nosotros la responsabilidad del porvenir de España”. No sorprende, pues, a Azaña lo ingente de la obra. Se dispone a ella con ánimo resuelto. “Gobernar -dice luego, cuando lleva va­ rios meses en el poder- es difícil, y gobernar un régimen ambicioso como es la República y un país que renace ebrio de porvenir y de bienandanzas es sumamente difícil y arriesgado”. Pero “a mí lo que me interesa - añade- es renovar la historia de España sobre la base nacional de España, obstruida, maltratada desde hace siglos. Esto es lo que a mí me importa: que la nación española se ponga de nuevo en pie, y así como hizo oír su voluntad contra la 400 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA tiranía, contra la dictadura, hace un año, imponga también su mano y su planta en la Historia...”. Nunca hay en los labios de Azaña una palabra baja, un concepto torpe, un pensamiento que no sea elevado. El refugiado repasa hoy en los libros de su modesta biblioteca lo que Azaña dijo un día y otro. ¡Qué palabra tan limpia! Limpia como su conducta. Obedece a una idea clara y a una acción honrada. Todo en él es claridad, inteligencia, naturalidad, probidad. Por eso contra él y contra su obra se alzan las fuerzas obscuras del odio, del miedo, de la intole­ rancia. Y también el resentimiento de los picaros. Impasible ante los obstáculos que todo ello pone en su camino, Azaña sigue su obra creadora. Piensa que de sus manos saldrá un pueblo más libre, menos pobre, y un Esta­ do que corresponda a la realidad ambiciosa de ese pueblo. Para él la República es una obra nacional. Pero las fuerzas del pasado reciente acechan el momento de lanzarse al ata­ que contra la nueva España que Azaña está construyendo sobre la roca de la vieja España perdurable, de la Espa­ ña eterna. Al gobernante liberal se le acusa de dictador, al administrador honrado se le difama, al “español más tradicionalista que hay en la Península” -así le gusta a él llamarse un día- se le acusa de realizar una política anties­ pañola y antitradicional. ¿Cabe mayor infamia, injusticia más indignantemente propalada? Como las mentiras para ser creídas, una injusticia, por grande que sea, no necesita para triunfar más que ser repetida todos los días. Así se llega a arrancar a Azaña de su obra. Ha terminado el bienio republicano. Reaparecen los muertos insepultos. No basta al odio desencadenado interrumpir la obra de Azaña, des­ hacerla; quiere acabar con el propio Azaña. Lo persigue, lo injuria, lo encarcela. Desde el poder alguien se ha jugado la República a golpe de ruleta, a pase de estraperlo. Pero Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 401

Azaña, fuerte aún en su ambición noble, española, congre­ ga al pueblo para rescatar la República. Azaña habla en los campos abiertos de Mestalla, Lasesarre, de Comillas... En la soledad de su cuarto recuerda ahora el refugiado aque­ llos momentos de inolvidable entusiasmo español. ¡Cuán­ ta promesa en aquellas multitudes en pie, en aquellos si­ lencios cortados tan sólo por la palabra vibrante de Azaña! Aún parece al refugiado que la está oyendo. Recuerda el timbre, el acento de aquel dramático llamamiento a la ac­ ción ante la inmensidad humana que cubre, estremecida por una anhelante emoción, el vasto campo manchego. “¡Pueblo, por España y por la República, todos a una!”. Catorce años hace que se pronunciaron esas palabras, y ahora resuenan mágicamente aquí, en la noche mexicana, en el cuarto de los libros escasos y de las veladas largas. ¡Por España y por la República! Hubo sin duda demasiada fuerza para defenderlas. Por eso había que destruirlas, y la traición, el odio y el crimen se alian para la tarea destruc­ tora. El creador ve caer todo en ruinas a su rededor. ¡Tre­ mendo castigo a un afán hondamente español! ¡Patético epílogo a la más noble ambición de un pueblo ¡Ciudades arrasadas. Españoles muertos a millares. España herida en la carne de sus hijos y en las piedras venerables de sus ciu­ dades ilustres. ¡Terrible condena al ansia de un pueblo que quiso ser libre y al hombre que supo hablarle de libertad! Cuando, ante los libros de Azaña, el refugiado, en las noches lentas del destierro, se asoma a esta historia recien­ te de su patria, recuerda que en todas aquellas palabras de Azaña, que palpitan aún en sus libros, está la verdad de su propia intención. Azaña supo hablar y hacer. Hablar y hacer por los hombres de su tiempo. Por ello la injusticia se ha ensañado más cruel, más feroz con Manuel Azaña. Todo lo que en los hombres de su época había de fervor 402 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA en el ánimo por España y por la libertad, Azaña lo repre­ sentó y lo supo interpretar admirablemente. ¿Acaso sin un momento de desaliento? ¿No vislumbró, quizás, en algún instante la vanidad del esfuerzo?.. Una noche, repasando las páginas de los libros queri­ dos y evocadores, encuentra el refugiado unas palabras de Azaña. Estas palabras recuerdan la angustiosa inquietud del creador que ve amenazada su obra. Oídlas: “Una de mis angustias personales más profundas du­ rante estos dos años y medio de gobierno, angustias recru­ decidas y agravadas en los momentos de mayor dificultad, venía de ponerme a considerar si todo aquello que noso­ tros estábamos haciendo en cumplimiento de un deber, no por acción graciosa; si todo lo que el país español estaba realizando y esperando, si toda esta etapa de gobierno, no sería, al fin y al cabo, en la historia española, más que uno de tantos islotes como de vez en cuando han aparecido en la política de España y después han quedados rodeados por todo el oleaje de las bajas pasiones, de las miserias na­ cionales y de la decadencia pública, para quedar como un recuerdo en la historia española, al cual han vuelto los ojos con tristeza los sucesores de aquellos que iniciaron una regeneración. Más de una vez, en un país casi siempre mal gobernado como España, han aparecido éstos o los otros núcleos de gentes que parecían caer de otro planeta, que por su buena voluntad, por su honestidad, por su trabajo o por otras virtudes, hacían raya, como vulgarmente se dice, en las costumbres políticas del país. Y unas veces eran unos intelectuales; otras veces eran unos núcleos políticos más honestos, otras eran unos partidos que se dejaban en la contienda, en jirones, hasta la carne de sus propios mantenedores. Y todo eso pasaba, y después se decía en el fondo de la abyección, en lo más Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 403 profundo del surco: ¡ Sí, aquellos años!.. Unos los denomi­ naban los mal llamados años; otros los años gloriosos -eso era según el partido a que se pertenecía-, y yo me pregun­ taba, me lo he preguntado repetidas veces: Estos dos años, estos tres años ¿quedarán en la historia española como uno de los intentos generosos que se encuentran en nues­ tro pasado, como aquel trienio del 20 al 23, como aquel bienio constituyente del 53 al 56, como los inicios de la revolución del 68 y de la República del 73? ¿Quedará esto así, emergiendo del mar español como un recuerdo, para algunos amable, para otros funesto, maldecido por unos, venerado por otros? Y nosotros ¿pasaremos dejando en la esterilidad toda nuestra obra, todo nuestro trabajo y sacrifi­ cio, y lo que es peor, las esperanzas de los españoles? Esto me ha angustiado profundamente, y en días negros y de desesperación casi, me he preguntado si, ante el porvenir que se nos ofrecía, ante lo que veía cerca de mí, ante el pe­ ligro que yo sentía latente bajo mis manos, no estaríamos representando una vez más este drama de la regeneración imposible de la vida política española”.

Tras la lectura de estas palabras, silencio inmenso en la noche mexicana. El refugiado ha cerrado tristemente el libro. La misma angustia que oprimía a Azaña agobia aho­ ra su pecho. “Y, sin embargo - se ha dicho el refugiado-, hicimos bien los que seguimos a Azaña. Hicimos bien en luchar hasta el fin. La verdad estaba en la palabra y la obra de Azaña. Él cumplió, hasta el sacrificio, con su deber de español. Y nosotros cumplimos con el nuestro al creer en él. La tremenda infamia cometida contra España y contra la República nos afirma más en nuestra verdad...”. Vuel­ ven a resonar, en el silencio del cuarto mexicano, frente a la pobre biblioteca del refugiado, las palabras proféticas. ¡Regeneración imposible de la vida política española! 404 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

¡Islote de ilusión azotado luego por el oleaje de las bajas pasiones y de las miserias... ¡Sí, aquellos años!.. En la profunda noche del misterio se oyen aún, repe­ tidas misteriosamente, esas palabras... Y el tic tac del reloj que acompaña al hombre sin patria en el lento avanzar de las horas eternas.

Carlos Esplá. México, 16 de noviembre de 1949116.

LA BOMBA INFERNAL -LXVH-

1945: Hiroshima, Nagasaki En los primeros días de agosto de 1945, a los cuatro meses escasos de haber tomado posesión de la presidencia de los Estados Unidos, Harry S. Traman, hubo de tomar una dramática decisión: La de ordenar el empleo de la pri­ mera bomba atómica contra los japoneses, para obligarlos a rendirse. La prueba de tan terrible arma habíase hecho unos días antes en Los Álamos. En la carrera para lograrla, Hitler -que cifraba sus últimas esperanzas en la que anun­ ciaba como su “arma secreta”- había caído antes de llegar a la meta. Los Estados Unidos, en cambio, habían logrado llegar a ella y se disponían a emplear la bomba con fines pacifistas. Con su estallido pretendían imponer la paz a los japoneses. En aquellos momentos, bajo los horrores aún de la guerra, parecía como atenuado el horror de la nueva arma. Podía considerarse justificado el querer llegar a la

116. Este articulo es la reproducción de la intervención de Esplá en el homenaje que el Centro Republicano Español tributó a Azaña en el aniversario de su muerte. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 405

paz por medio de la matanza y la destrucción. En la orden dada por el Presidente Truman para lanzar la bomba más terrible que entonces podía imaginar la Humanidad, inter­ vendrían, pues, factores pacifistas, humanitarios. Había que matar a un gran número de seres humanos, pero esa gran matanza salvaría la vida de otros muchos más que, de continuar la guerra, morirían fatalmente. El Presidente Truman, tras un momento de recogi­ miento religioso, dio la orden fatal. La primera bomba atómica fue lanzada el 6 de agosto de 1945 sobre Hi­ roshima, ciudad de 343.000 habitantes, un 60% de la cual quedó destruida. Esta primera explosión causó unos 85.000 muertos y 38.000 heridos. El mundo se estremeció al conocer los hechos. El arma había demostrado, ser, en verdad, espantosa; pero detrás del monstruoso hongo de humo de su explosión -imagen divulgada más tarde por la fotografía- luciría radiante la aurora de la paz. La bomba de Hiroshima era mucho más potente que las de otros explosivos empleados hasta entonces en la guerra: Una verdadera maravilla de la ciencia. Cinco días después, se lanzó la segunda bomba sobre la ciudad japo­ nesa de Nagasaki, dos terceras partes de la cual quedaron destruidas. De sus 253000 habitantes, la mitad, aproxima­ damente, se contó entre los muertos. El Presidente Truman anunció a continuación que, de no rendirse de inmediato el Japón, se seguirían lanzando bombas atómicas sobre sus islas. El 14 de agosto, o sea, ocho días después del primer estallido, el gobierno japo­ nés anunció por radio que había decidido rendirse. La finalidad pacifista del empleo de arma tan terrible y destructora se había logrado plenamente. Se había llega­ do, en efecto, a la paz por la destrucción y la matanza. Los estadistas de los países democráticos que habían dirigido 406 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA la guerra contra la Alemania nazi, debieron sentir en ese momento un pavoroso escalofrío: “¡Si se nos llega a ade­ lantar Hitler!”. Rusia también tiene la bomba Los Estados Unidos disponían de un arma de una po­ tencia fantástica. Los otros países, principalmente Rusia, continuaron sus trabajos y estudios para fabricarla a su vez. ¿Se entablaría entre las grandes naciones una pugna para el dominio de la potencia destructora del átomo, cuyo final sería la destrucción misma de la Humanidad?.. Tras los va­ nos intentos en el seno de las Naciones Unidas para tratar de convenir el modo de vigilar y eliminar tan poderosas armas, un día, el 23 de septiembre del pasado año, el Presi­ dente Truman anunció en declaración pública que la URSS poseía ya la bomba atómica. Una explosión registrada en Rusia habíalo revelado. La noticia fue confirmada poco después por ciertas declaraciones soviéticas. Efectivamen­ te, la bomba atómica había hecho explosión en algún lugar de la URSS, pero se añadía: Con fines pacíficos y de traba­ jo, para remover no sabemos qué montaña... ¿Sería posible entonces llegar a un acuerdo internacional para vigilar la energía nuclear y suprimir la bomba atómica y todos los demás medios de exterminio en masa? La Comisión de la Energía Atómica de las Naciones Unidas nada adelantó, sin embargo, en sus trabajos. Por un lado, un proyecto norte­ americano. Por otro lado, un proyecto soviético. En medio, intactas, maravillosas, amenazadoras, las dos bombas ató­ micas: La de Norteamérica y la de la URSS. Aparece la bomba H Mientras los políticos discutían vanamente en Lake Success, los sabios seguían trabajando silenciosamente en sus laboratorios, manipulando las misteriosas fuerzas del átomo, penetrando en el principio mismo de la materia, ΙΠ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 407 desintegrándola. Un día se empezó a hablar de que el fruto de esos trabajos era una bomba mucho más potente que la de uranio, ya conocida. Una bomba mucho más destruc­ tora que la de Hiroshima: bomba de hidrógeno. Algo así como un sol comprimido que hiciera explosión sobre la Tierra. Bomba H. Alguien escribió detrás de la H inicial el vocablo completo: Heli, infierno, Helibomb, bomba infernal. Los sabios habían hecho ya su obra. Ahora correspon­ día a los políticos hacer la suya. ¿Debía fabricarse, o no, una bomba de tan terrible poder exterminador? En este punto, el problema pasa a ser tema de discu­ sión pública. Salta del secreto estricto de los laboratorios al relativo secreto de las comisiones y a la publicidad sen­ sacionalista de las columnas periodísticas. Se sabe que el Presidente Truman ha solicitado de la Comisión Federal de la Energía Atómica y de los Departamentos de Defensa y de Estado que estudien el asunto. Se procede, pues, a estudiarlo en todos sus aspectos: científico, político, mili­ tar, moral. Sí, también moral. Los Estados Unidos pueden fabricar ya la terrible bomba: éste es el hecho. Pero ¿deben fabricarla? Esta es la pregunta. ¿Deben producir un arma de tan tremendo poder destructivo? En nombre de altos principios morales, algunos hombres dicen: no. Otros arguyen: si los Estados Unidos renuncian a fabricar la nueva arma, ¿renunciaría también a fabricarla la URSS el día que pueda hacerlo? Es de suponer que los hombres de ciencia soviéticos conocen también la teoría de las bom­ bas de hidrógeno y que su fabricación será sólo cosa de tiempo. Si los Estados Unidos, por espíritu humanitario, deciden no producir la bomba, para no verse en el caso de emplearla ¿acaso no se exponen a que algún día sea empleada contra ellos? ¿Cómo renunciar a un arma tan 408 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

poderosa -a un medo de defensa que puede ser decisivo, se añade -en la presente tensión internacional? Quizá -se arguye aún- antes de fabricar la bomba, convendría reali­ zar un último intento con el fin de ver si se puede llegar a un acuerdo con la URSS para renunciar de modo efectivo a las armas atómicas... La decisión del Presidente Todas estas dudas y preocupaciones se examinan y discuten en torno de la bomba H. Pero la decisión final corresponde sólo a un hombre. Como en agosto de 1945. Como cuando hubo que dar la orden de lanzar las primeras bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. También ahora la responsabilidad de dar la orden fatal corresponde al Presidente Truman. ¡Tremenda decisión! Antes de Hi­ roshima había la esperanza de la paz. Antes de la bomba infernal hay el anhelo de vencer el temor a la guerra. Los dictámenes de los organismos técnicos consultados acon­ sejan al Presidente la fabricación de la bomba. La bomba H es terrible en definitiva, pero más terrible sería no tener­ la y que la tuvieran otros. El Presidente Truman ha de to­ mar su dramática decisión. Como antes de Hiroshima y de Nagasaki. Un hombre ante su responsabilidad implacable. Y el 31 de enero, el Presidente de los Estados Unidos ordena que se “continúen los trabajos de toda clase de ar­ mas nucleares, incluso la de hidrógeno o superbomba, de acuerdo con las finalidades generales del programa norte­ americano de paz y seguridad”. La orden de fabricar la terrible bomba está ya dada. El Presidente Truman ha asumido su histórica responsabi­ lidad. Los Estados Unidos dispondrán, pues de la bomba infernal. Su posesión modifica, ciertamente la relación con fuerzas bélicas en el mundo. ¿Intentarán de nuevo los Es­ tados Unidos que se llegue a un acuerdo para fiscalizar la Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 409 fabricación de armas atómicas e impedir su empleo? ¿Lo aceptará ahora la URSS? He ahí las dos angustiosas pre­ guntas que es preciso formularse ante la histórica decisión del Presidente Truman. Mientras tanto, los sabios siguen trabajando en sus laboratorios. Algún día podrán ofrecernos, sin duda, un explosivo mucho más potente aún. Con él podrá inten­ tarse, acaso, hacer saltar el mundo. Entonces todos los problemas que atormentan hoy a los hombres quedarán automática e inapelablemente resueltos.

México. Nosotros, 11 de febrero de 1950

PANORAMA INTERNACIONAL -LXVIII-

La lucha por el carbón Las graves dificultades interiores con que lucha el go­ bierno francés no le han impedido llevar a cabo un trascen­ dental acto de política exterior. En París acaba de firmarse el nuevo pacto de Francia con El Sarre, en virtud del cual esta importante cuenca minera queda económicamente unida a Francia y políticamente autónoma, excepto en lo relativo a las cuestiones de defensa y política exterior. El pacto consta de varios acuerdos que regulan las relacio­ nes entre- Francia y El Sarre en materia administrativa, aduanera, monetaria, de coordinación de servicios y de explotación de minas y ferrocarriles. En resumen, durante cincuenta años el carbón del Sarre será para Francia. El territorio del Sarre, con 1.900 kilómetros cuadra­ dos y poco más de 900.000 habitantes de lengua alema­ na, está situado al suroeste de la Alemania renana, junto 410 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

a la frontera francesa de Lorena. En la secular rivalidad franco-alemana, El Sarre ha sido de antiguo una de las zonas disputadas. Al embate de las circunstancias, desde los tiempos de Napoleón, su dominio ha cambiado cinco veces de Alemania a Francia. Es una región muy rica, el tercer productor de carbón de Europa. Cuenta con 700.000 trabajadores de las minas, cuya producción oscila entre 12 y 15 millones de toneladas de carbón al año. La posesión del Sarre concede, pues, a Francia, o a Alemania, según los cambios políticos, una sólida base para su prosperidad industrial. Después de la primera guerra mundial, El Sarre quedó provisionalmente bajo la tutela de la Sociedad de Naciones (con privilegios mineros en beneficio de Fran­ cia para el pago de las reparaciones) hasta la celebración de un plebiscito, que se efectuó en 1935 y en el cual una abrumadora mayoría decidió la incorporación al Reich. A tal resultado no fueron ajenos, desde luego, los procedi­ mientos electorales de los nazis, que emplearon a fondo en El Sarre sus sistemas de violencia y persecución contra los sospechosos de francofilia. Al final de la segunda guerra mundial, las tropas francesas ocuparon dicho territorio y las potencias vencedoras acordaron, en la Conferencia de Moscú, establecer, hasta la firma del tratado de paz, un régimen provisional, que es, aproximadamente, el que ahora ha tomado forma en el pacto que acaba de firmarse en París. Pero, desde el acuerdo de Moscú, la situación de Alemania ha cambiado profundamente, con sus dos go­ biernos, uno en la zona oriental y otro en la occidental, y la casi imposibilidad de que los vencedores lleguen a ponerse de acuerdo para el tratado de paz. Ante esta situación el gobierno de Bonn esperaba prolongar la interinidad; es decir, confiaba poder aplazar Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 411 la integración del Sarre en la unidad económica francesa, aun reconociendo la autonomía de dicho territorio, hasta el punto de aceptar el ingreso del Sarre autónomo, al mismo tiempo que el de la Alemania occidental, en el Consejo de Europa. El gobierno de Bonn consideraba, en suma, que la falta de un tratado de paz con las potencias vencedoras daba un carácter suspensivo al acuerdo de Moscú, mien­ tras que Francia ha estimado, con una interpretación más justa de dicho acuerdo, que debía llegarse al pacto ahora concertado, a reserva de su aprobación definitiva en el fu­ turo tratado de paz. Consecuencias del Pacto En realidad, Francia crea así una situación, no ya de hecho, sino de derecho a favor de sus intereses, sin des­ conocer al propio tiempo los del Sarre, pues las minas quedan propiedad de dicho territorio, y Francia pagará un canon por el carbón que extraiga de las minas durante los cincuenta años de duración del pacto. Naturalmente, éste ha sido posible por la buena dis­ posición del gobierno del Sarre, que preside Johannes Hoffman, líder del partido Popular Cristiano. Aunque el gobierno de Bonn ataca al del Sarre acusándolo de no ser representativo, lo cierto es que ocupa el poder tras unas elecciones irreprochables, aunque apasionadas, celebradas en octubre de 1947, bajo fiscalización internacional. En dichas elecciones, los tres principales partidos sarrenses, el Popular Cristiano, el Socialista y el Demócrata, aboga­ ron por la unión económica con Francia y la autonomía política (o sea, la solución formalizada del pacto), frente al Partido Comunista, que propugnaba la anexión a Ale­ mania, y que obtuvo sólo ocho por ciento de los votos, y, en otro extremo, un pequeño grupo de partidarios de la anexión total a Francia. 412 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

La firma del pacto de París ha provocado una airada protesta del canciller de la Alemania occidental, Konrad Adenauer, quien afirma que dicho convenio fomentará el nacionalismo alemán. En el fondo, la protesta de Adenauer tiene por objeto arrebatar esa bandera a los nacionalistas. Consiste, pues, en hacer nacionalismo para evitar que lo hagan los demás. Impulsado por su oposición al pacto. Adenauer ha llegado a ofrecer, si el Sarre vuelve a Alemania, una unión franco-alemana, a la que podrían sumarse más tarde Gran Bretaña y los países del Benelux. Iniciativa improvisada, sin posibilidad efectiva, al mismo tiempo que se anuncia que el gobierno de Bonn no aceptará ya la convivencia con El Sarre autónomo en el Consejo de Europa. De suerte que, al hablar de unión, lo que realmente se amenaza es la unidad europea. Triunfan los partidos liberales A mediados del mes de octubre terminaba en Grecia la guerra civil que, durante cerca de cinco años, ensan­ grentó aquel país, y ahora se han celebrado las elecciones que debían ser la liquidación definitiva de aquella lucha. Aún es pronto para decir si lo será. El anterior parlamento griego fue elegido en 1946, y en él tenía mayoría el partido populista dirigido por Constantino Tsaldaris, el antiguo conspirador contra la República. Las maniobras políticas de Tsaldaris -desde el gobierno en el destierro hasta el sorprendente plebis­ cito que devolvió el trono al rey Jorge- contribuyeron en gran parte a la guerra civil, cuyo origen hay que buscarlo, en cierto modo, primero en la indignación popular al ver entregada la causa de la liberación de Gracia a los metaxis- tas, y luego al ver que se imponía al pueblo griego un rey que por tres veces había repudiado. Tales hechos apoyados Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 413 equivocadamente por Inglaterra y los Estados Unidos, dieron vigor a las guerrillas que habían actuado durante la resistencia y que pronto dominaron los comunistas, los cuales llegaron a formar gobierno. Los mismos desengaños que llevaron a unos hombres a las guerrillas, llevaron a ciertos políticas a la claudica­ ción o al escepticismo. No ciertamente al general Plasti- ras, viejo luchador republicano, director del movimiento revolucionario que destronó al rey Constantino en 1922, y que, después de más de veinte años en el destierro -que pasó en Francia, trabajando como comisionista- gobernó en Grecia, antes de la restauración monárquica, con liber­ tad y paz. Plastiras, jefe de la Unión Nacional Progresista, ha sido en estas elecciones el elemento principal de la opo­ sición frente al monarquista derechista Tsaldaris. Contra éste han luchado también los liberales dirigidos por Só­ focles Venizelos, y el Frente Democrático (coalición re­ publicana encabezada por Sofianopoulos). Otros muchos partidos -hasta 26, de los cuales más de la mitad tenían representación en el anterior Parlamento- han tomado parte en las elecciones, de las que quedó excluido sólo el Partido Comunista, declarado fuera de la ley. El sistema electoral, de representación proporcional, practicado en Grecia retrasa el conocimiento del número de diputados triunfantes de cada partido para constituir la nueva Cámara, que contará de 250 representantes. Pero la votación arroja una suma de sufragios (cerca de 700.000) para los tres partidos más importantes de la oposición a Tsaldaris, si bien éste ha obtenido 270.000, con unos 9.000 de mayoría sobre el Partido Progresista de Plastiras, que es el que mayor número de votos ha obtenido entre los oposi­ tores. Se calcula que los partidos liberales tendrán, unidos, 414 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

suficiente mayoría en la Cámara y, para obtener el poder, han anunciado ya su coalición. Si ésta gobernase, e procedería seguramente a una verdadera liquidación política de la pasada guerra civil, con amnistía para los vencidos. Pero Tsaldaris procurará todavía impedir que gobiernen sus adversarios, tratando de deshacer esa coalición, y formando otra para gobernar él.

Carlos Esplá. Nosotros, México, 18 de marzo de 1950

EL RETIRO Y LA SEQUÍA -LXIX-

Según informa de España, la sequía alcanza allí pro­ porciones dramáticas. Todos los días, los españoles levan­ tan la vista al cielo, para ver si asoma alguna nube, pero ¡nada! Cada día el cielo español es más azul, más limpio, más cruel, y cada día se seca más la tierra y sufren más sed sus habitantes. ¡Pobre tierra nuestra afligida por tantas calamidades! Las autoridades franquistas, que son la cala­ midad mayor, dictan restricciones para el consumo del es­ caso líquido de que se dispone, tratan de explicar que ellas no tienen la culpa de la sequía, confían en la Divina Pro­ videncia, implacable, mantiene el cielo azul, despiadado, sin la más leve nubecilla, sin el menor cirro de esperanza. Se agostan las plantas, se mueren de sed los animales, se secan las fuentes públicas, parece caer una tremenda mal­ dición sobre el pobre país tiranizado por el generalísimo ese, Caudillo de España por la gracia de Dios. El feroz dic­ tador ha acabado con todo lo que era grato y placentero en España. ¡Cuántas veces ha pensado uno, en medio de las Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 415 fatigas del destierro: “Si estuviera ahora en Madrid, ¡qué a gusto me bebería un buen vaso de agua ffesquita del Lo­ zoya!” Pues bien: ¡Ni eso es posible pensar ya desde que manda allí Franco! ¡Ni beber en pura ilusión, en nostálgico espejismo, un vaso de agua del Lozoya, porque tampoco la hay, en Madrid! ¡Ni un poquito de agua, que no se debe negar a nadie, y menos a un desterrado! Dicen los telegramas de España que los madrileños, a falta de agua, consumen en gran cantidad sandías y me­ lones para calmar su sed. ¡Deliciosos sustitutivos! Mas, ¡trágica situación! Según los datos publicados por el Ayun­ tamiento franquista, los madrileños han consumido (no se dice en cuánto tiempo) medio millón de kilos de sandías y melones. No es mucho. Apenas salen a cuarto de kilo, con corteza y pepitas, por habitante, sin contar lo que se hayan llevado de estraperlo los concejales franquistas y los fisca­ les de tasas y los comisarios de abastos y los generales se­ diciosos, etc, etc. Anuncio revolucionario fue ciertamente la regia frase: “¿No tienen pan? ¡Que coman bizcochos!” Acaso el alcalde de Madrid la ha parodiado como un reto: “¿No tienen agua? ¡Qué “beban” melones y sandías!”. ¡Horrible sed española, sed de agua y de justicia, que no puede calmarse sólo con unas deliciosas cucurbitáceas! ¡Tremenda sequía de la tierra! ¡Espantosa sequedad de corazón de Franco! Quizá la tierra española maldice, a su manera, al tirano y lo condena: “¡No estaré húmeda hasta que se marche ese miserable!”. Todo se ha secado en España. ¡Mustio Imperio! La portada de ABC que llega a nuestras manos nos presenta una visión desoladora de la sequía en Madrid: El estanque del Retiro, seco también. Al fondo se ve el monumento a Alfonso XIII, cuya estatua ecuestre parecía detenida, para no mojarse, frente al agua del estanque, cuando el estanque 416 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

tenía agua; pero ahora tiene tierra seca por delante para po­ der echar a andar. En primer término el historiado monu­ mento, los leones de la escalinata, que parecen contemplar el lecho seco del vaso del estanque como si contemplasen las arenas del desierto; y sobre los terrones calcinados de ese mismo lecho sin agua, una barquita medio tumbada sobre la tierra reseca, yerma; una barquita que fue, sin duda encantado vehículo de tantos románticos paseos por el estanque, en las estudiantiles mañanitas madrileñas o en las domingueras tardes horteriles y modisteriles. (Oh dul­ ce bogar sin brújula ni rumbo, suspensos en las tranquilas aguas del estanque, como en la eternidad! ¡Oh maravilloso navegar hacia un rinconcito del diván de terciopelo de un café con pianista!) Y, junto a la barquita, dos marineros de agua dulce, dos lobos de mar de Atocha o de Cuatro Cami­ nos, nautas cesantes, remeros en seco, almirantes pasados a la reserva, bogavantes abandonados en el enjuto lecho del estanque tostado por el sol madrileño. Nada puede dar una impresión tan tremenda de naufragio, de perdición, de ruina total como esa barquita que se ha ido definitivamente a pique, encallada en el lecho sin agua del estanque, zozo­ brada en tierra sedienta y rodeada de esos marineros náu­ fragos en un desierto de polvo, piedras y hierbajos secos. Naturalmente, aunque al alcalde franquista se le haya ocu­ rrido también la genial idea, no habrá sido posible llenar el estanque del Retiro de melones y sandías. Que si éstos sirven para calmar la sed de los madrileños, no resultan tan cómodos para navegar entre ellos, hundiendo el remo en la raja o ambarina pulpa de sus vegetales olas esféricas. Todo se ha secado en el Imperio. Todo, hasta el estan­ que del Retiro. Y los madrileños, sedientos, miran todos los días el maravilloso cielo siempre azul, atisbando en vano la blanca aparición de una pequeña nube de esperan- Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 417 za. O, mejor aún, la de algún negro nubarrón de tormenta que descargue un rayo exterminador sobre Francisco Fran­ co, el gran culpable.

El Valijero. Los 4 Gatos117. México, 30 de junio de 1950

FRANCO Y LOS 38 -LXX-

La Asamblea de las Naciones Unidas ha aprobado por 38 votos en pro, 10 en contra y 12 abstenciones la pro­ posición presentada para dejar sin efecto el acuerdo que el organismo internacional adoptó contra el régimen de Franco el 12 de diciembre de 1946. “¡Ya ha llovido desde entonces!” -han exclamado seguramente esas 38 dele­ gaciones que ahora anulan el acuerdo que condenaba al gobierno de Franco por “su origen, naturaleza, estructura y proceder” típicamente fascistas. La lluvia caída durante estos cuatro años parece haber borrado, en efecto, esa con­ dición fascista del régimen que tiraniza a España, como ha borrado también de la mente de esos 38 delegados lo que entonces manifestaron las Naciones Unidas sobre la ayuda de Hitler y Mussolini a Franco. Y ha borrado, asimismo, aquella declaración terminante de la Asamblea de 1946: “El gobierno fascista de Franco no representa al pueblo español”. Por eso se le excluía de la Organización de las Naciones Unidas y de todos los organismos dependientes

117. Los 4 Gatos, era el órgano oficial de la Peña Madrileñista del mismo nombre, peña a la que pertenecía Esplá y que presidía el escritor Antonio- robles. 418 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA de ella. ¿Qué ha pasado ahora para que el gobierno fas­ cista de Franco pueda representar ya al pueblo español en dichos organismos? ¿En qué momento, desde diciembre de 1946, el pueblo español le ha dado su representación al gobierno franquista de Franco? Se dice que si ahora se ha anulado el acuerdo anterior es porque se ha demostrado su ineficacia. Esta ineficacia había sido prevista ya. En aquella resolución de 1946 se decía, en efecto, que si “en un plazo razonable” no se había establecido en España otro gobierno emanado de la libre voluntad de sus ciudadanos, el Consejo de Seguridad “consideraría la adopción de medidas adecuada, con el fin de remediar la situación que prevalezca”. Es decir, primero se condenaba a Franco al ostracismo internacional, pero si éste no era suficiente para acabar con Franco, las Naciones Unidas tomarían “otras medidas adecuadas”. Y ahora, en vista de que aquel acuerdo no ha servido para acabar con Franco, las únicas “medidas adecuadas” que adoptan las Naciones Unidas son las de acabar con aquel acuerdo. Es anulado, ahora, después de haber sido infringido desde el primer momento. Lo infringió primeramente el gobierno de Perón enviando a Franco, en el periodo idí­ lico del “eje Madrid-Buenos Aires”, el primer embajador que se enviaba a Franco después de acordar las Naciones Unidas que no se enviasen embajadores a Franco. ¿Qué hicieron entonces las Naciones Unidas? ¿Sancionar, aca­ so, al gobierno que había infringido tal acuerdo? No. Lo que hicieron fue disponerse a infringirlo también otros go­ biernos, para acabar por anularlo. Lo extraño es que no se sancione ahora a los países que no han tenido durante todo ese tiempo embajador en Madrid y, sobre todo, a los que tampoco piensan tenerlo de hoy en adelante. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 419

Se dice también que mantener aquel acuerdo conde­ nando a Franco constituía una intervención en los asuntos interiores de España. Pero si la Asamblea de las Naciones Unidas reconoció y declaró que el gobierno de Franco había sido impuesto en España con la participación “de la Alemania nazi de Hitler y de la Italia fascista de Mussoli­ ni” cualquier acción para extirpar de ese poder a Franco no podría considerarse en ningún caso como una intervención en los asuntos interiores de España, sino, por el contrario, como la acción que había de poner fin a la intervención que tuvieron en los asuntos internos de España, la Alema­ nia nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini. La anulación del acuerdo que condenaba a franco por ser fascista constituye así una invitación a que Franco siga siendo fascista. Desde 1946, Franco y su régimen no han dejado de ser fascistas ni por un momento. Si alguna espe­ ranza tuvieron las Naciones Unidas de que Franco cambia­ ra y fuera un poquito menos fascista, deben desecharla por fin. A Franco lo que le conviene es seguir siendo fascista, porque siéndolo aún es como las Naciones Unidas le le­ vantan la condena que le infligieron por ser fascista. Del mismo modo, la anulación del acuerdo condena­ torio constituye un estímulo para que Franco y sus con­ militones sigan cometiendo fechorías en España. Durante estos cuatro años el régimen franquista no ha cesado de perpetrarlas, encarcelando, matando, persiguiendo a los hombres liberales de España. Al cabo de este periodo de arbitrariedad, despotismo, infamia y crimen, las Naciones Unidas anulan el acuerdo que condenaba a Franco. Así, pues, Franco puede seguir cometiendo sus crímenes, sus persecuciones, sus actos de ferocidad contra el pueblo español. Ese es el camino de su rehabilitación internacio­ nal. 420 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Si durante cuatro años, bajo la tiranía de Franco, y por obra de ella, ha habido en España hambre, miseria, tuberculosis y prostitución y al cabo de esos cuatro años las Naciones Unidas levantan la condena contra el régimen causante de todos esos males ¿por qué ha de querer Franco que en España haya, de hoy en adelante, menos hambre, menos miseria, menos tuberculosis y menos prostitución? Sin cambiar él, Franco ha conseguido que se levante la condena que le impusieron. Son las naciones que ahora lo absuelven quienes han cambiado. No han conseguido que el régimen de España deje de ser fascista. Y en vez de llevar la democracia y la libertad a España, atraen hacia si al fascismo y lo aceptan en los organismos dependientes de las Naciones Unidas, lo sientan a su lado, se consideran ya dignos de él. “Franco no representa a España, dijeron en 1946 las Naciones Unidas. Y al cabo de cuatro años más de no representarla, las Naciones Unidas le abren una de las puertas que le cerraron por no representarla. De ese modo Franco tiene ahora a quien representar: a las 38 delegacio­ nes que en las Naciones Unidas han votado por él. Porque a nosotros, digan lo que digan esos 38 delegados y voten lo que voten en Flushing Meadow, a nosotros en ningún caso puede representarnos el Franco ese.

El Valijero. México, 18 de noviembre de 1950

UN PERIODISTA -LXXI-

La personalidad de Indalecio Prieto es vigorosa y múl­ tiple: Socialista desde los años primeros de su juventud, Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 421

autodidacto, orador, político, parlamentario, gobernante, escritor... Cualquiera de esas facetas de su varia actividad suscita la admiración, atrae el elogio. Pero yo quisiera ocuparme hoy, al rendirle homenaje en sus 70 años de vida gloriosa, de uno solo de esos aspectos. Quisiera ha­ blar únicamente de Indalecio Prieto como periodista. Hay razones para ello: Mi devoción a la profesión periodística y mi admiración a la maestría en ella de Indalecio Prieto. Cierto es que fue en la tribuna parlamentaria donde ganó Prieto fama insigne. Para conquistarla le hubiera bastando, sin duda, uno cualquiera de sus memorables discursos: el de la “Chusma encanallada”, por ejemplo. Pero mientras la figura de Prieto se engrandecía a partir de 1917 en la escena política nacional, yo desde mi provinciana mesa de trabajo en la redacción de El Pueblo de Valencia, seguía la labor de Indalecio Prieto en las páginas de El Liberal de Bilbao, que en sus manos se convirtió en un gran diario, uno de los mejores de España. En efecto, Indalecio Prieto le infundió una intensa vibración periodística, una vitali­ dad extraordinaria. Las informaciones políticas más inte­ resantes de aquella época las publica El Liberal de Bilbao. Solía enviarlas anónimamente Indalecio Prieto desde Ma­ drid, donde atendía a sus deberes parlamentarios y además se ocupaba del periódico. Situado en el centro mismo de la vida parlamenta, de la acción política, Indalecio Prieto podía, naturalmente, tener conocimiento de muchos suce­ sos que por lo regular pasaban inadvertidos para los demás periodistas. Otro político quizá no hubiera sabido qué hacer con aquel caudal informativo. Indalecio Prieto sabía aprovecharlo inteligentemente para ilustrar a la opinión. Sabía, en primer lugar, calibrar bien la trascendencia de la noticia, apreciar su valor periodística y político para con­ vertirla en hecho público. Su estilo narrativo (“¿Por qué 422 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA no escribe usted novelas?” -le preguntaba una vez Rubén Romero) le permitía explicar perfectamente los hechos. Su agudeza polémica y su sagacidad política ayudábanle a analizarlos, a comentarlos, a formar juicios certeros. Aquellas notas periodísticas suyas daban realidad a la fór­ mula de la información crítica, la más jugosa y completa, a mi juicio, en el periodismo. A veces no eran simples notas periodísticas anónimas las que enviaba Prieto a su diario, sino artículos firmados sobre temas importantes. Y en ocasiones grandes repor­ tajes, como el que escribió desde Marruecos después del desastre de Annual118. A El Liberal enviaba también aquellas “Impresiones Parlamentarias” suyas, modelo en su estilo. Y cuando el largo interregno parlamentario de la dictadura, Indalecio Prieto sustituyó sus agudas “Impresiones Parlamentarias” por sus deliciosas e inolvidables crónicas que tituló “Ocios de un parlamentario”. De aquella época recuerdo, además, un gran acierto periodístico y político de Prieto: El Liberal de Bilbao fue el primer periódico español que exaltó en sus columnas la figura de Blasco Ibáñez cuando el gran escritor disparó contra la monarquía y la dictadura la andanada de su prosa republicana. Y es que Indalecio Prieto estaba atento a todo lo que tuviera interés político, periodístico. “Sentía” el periodismo como un medio de acción en la vida pública del país (Y este es un noble concepto del periodismo). En 1928 fui yo a Londres por cuenta de El Liberal de Bilbao para informar sobre las elecciones inglesas: las que dieron la primera mayoría parlamentaria al partido laborista. No era corriente que los periódicos españoles se

118. En este reportaje, Prieto se entrevistó varias veces con Abd-El-Krim, quien ofrecía soluciones razonables a la guerra con Marruecos. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 423 ocuparan mucho del trabajo de sus corresponsales en el extranjero. A veces podía estar uno varios meses sin reci­ bir ninguna indicación del periódico. Con Indalecio Prieto las cosas no ocurrían así. A mi llegada a Londres ya me esperaba un extenso telegrama suyo comunicándome todo lo que había dispuesto en relación con el servicio informa­ tivo que debía transmitirle. Y luego raro era el día que no recibiera yo alguna indicación u observación suya sobre la marcha del trabajo. Algunas noches el propio Prieto tomaba taquigráficamente la conferencia telefónica desde Londres. (Siempre ha recordado que al periodismo lo llevó la taquigrafía). Era a la par exigente y benévolo con el tra­ bajo de sus colaboradores. Pedía lo que el periodista debía dar y encomiaba lo que el periodista daba. Otros trabajos periodísticos que recuerdo especial­ mente de Prieto son las crónicas telefónicas que envío desde París durante su destierro en los meses precursores de la República y que fueron modelo de aliento combativo y de clarividencia política. En estos últimos tiempos, si algo tenemos que agra­ decer al destierro es que haya permitido encontrar prefe­ rentemente la atención de Prieto en la labor periodística, -periodista ahora sin periódico, pues el suyo se lo robaron los “salvadores” de España- de la que son fruto esos mag­ níficos artículos con que ilustran sus páginas los grandes rotativos americanos y que constituyen, en cuanto se refie­ re a España y a muchos aspectos de la vida internacional, una admirable crónica de valor único. Al cumplir Prieto sus setenta años he querido ex­ presarle con estas cuartillas mi admiración y mi gratitud periodística. Nada tan grato para mí como rendir este mo­ desto homenaje al maestro.

Carlos Esplá. México, 1953 424 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

“AZAÑA O LA POLÍTICA COMO OBRA DE LA INTELIGENCIA119” -LXXII-

Azaña representa en la vida pública española la ac­ ción política como obra de la inteligencia. Viejo drama en la historia del mundo. A él dedicó Guillermo Ferrero una de las páginas más sagaces salidas de su pluma de historia­ dor y humanista, al hablar de lo que representó Cicerón en la antigua Roma. Cicerón fue en la cosa pública “el hom­ bre nuevo”, encarnó los “nuevos métodos” políticos, o sea, exactamente, la aplicación de la inteligencia a la política. La muerte de Cicerón fue un atentado contra la inteligen­ cia. Al matarlo, sus adversarios creían haber matado la inteligencia acusadora. Hado fatal de la inteligencia en la política. En Roma, como en España. La sublevación crimi­ nal de julio de 1936 - lo dijo el propio Azaña- no fue sino una sublevación contra la inteligencia120. Por tanto, quien supo encontrar el grito de guerra de los sediciosos, quien acertó a darles el lema fue Millán Astray en la Universidad de Salamanca. El general descabalado sospechaba, sin duda, que en aquella aula ilustre habitaba el saber, y acaso creyó que el saber es la inteligencia. De ahí su exabrup­ to, que pregona el odio cuartelero contra la política de la inteligencia y da sus auténticas dimensiones mentales e históricas al “movimiento salvador”. Las fuerzas regresivas de España hubieran perdonado a Azaña-como lo perdonaron, o aplaudieron a otros gober-

119. “Azaña o la política como obra de la inteligencia”. México, 3 de noviembre de 1954. APCE, 1.4-a/1891. Archivo de la Guerra Civil. Salamanca. 120. Carta de Azafia a Esplá. 18 de junio de 1939. APCE. 11/7311-7335. Archi­ vo de la Guerra Civil. Salamanca. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 425

nantes- el desmán político o el del poder e incluso el mane­ jo poco decente de los caudales públicos - de ser Azaña ca­ paz de alguna de estas fechorías-, pero siempre a condición de que en su obra de gobierno hubiera prescindido de la inteligencia, que da a la política una diafanidad - y una du­ reza- de diamante. La inmoralidad aliada a la marrullería política puede encontrar indulgencia especial en las fuerzas ultramontanas de un país, en los posos cavernícolas y retar­ dadores de una sociedad. La picaresca en la administración y en la política deja al hombre público esposado al albedrío de sus adversarios, hace de él su cómplice, cuando no su es­ clavo. Por ello se transige con todo eso. Pero la inteligencia es insobornable. La gran revolucionaria en la política es la inteligencia, que tiene, además, exigencias inexorables. Así se anuncia contra ella el odio de todas las fuerzas del pasa­ do, la potencia explosiva de todos los intereses amenazados por la acción profunda del reformador. Ciertamente, en la historia moderna de España no es la de Azaña la única política gobernada por la inteligencia. Pero, en algunos otros casos la inteligencia parece adulte­ rada por impulsos o resabios o compromisos o intereses que se vinculan a la propia acción política. En tanto que en la obra de Azaña la inteligencia aparece en estado puro, sin contaminación viciosa alguna. Si en el caso de Azaña algo viene a fundirse con ella es sólo un gran amor a España, una gran devoción por el ser español. El político así dotado busca inspiración para su obra en las más puras fuentes de la vida española. No se comprende de otro modo el discur­ so de Valladolid121, en el que el español puro, descarnado,

121. Se refiere al discurso “El genio política de Castilla y los destinos de la República”, pronunciado por Azaña en Valladolid el 14 de noviembre de 1932. 426 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA diríamos, recorta su enjuta silueta eterna sobre el severo campo de Castilla, mientras cabalga, a la atardecida, hacia una vieja ciudad almenada o una pobre aldea remota. La inteligencia se une, pues, en Azaña a lo más elevado de un sentimiento español, a las más puras ambiciones de un anhelo ciudadano. Y, naturalmente, a una genuina hombría de bien. Imperdonable todo ellos para el trogloditismo español, que se lanza contra la inteligencia en una horrenda cruzada de matanzas y pillaje. Como en tantos casos - volvamos a las páginas clarividentes del historiador italiano que fue compañero nuestro de destierro122-, como en tantos casos, repetimos, el odio, el crimen, la reacción vencen a la inte­ ligencia, destruyen su obra. ¿Cómo no fue ésta más duradera - cabe preguntarse-, si era precisamente obra de la inteligencia? Para contestar esa pregunta es preciso recordar que la sublevación del 18 de julio tiene -además de sus aliados exteriores, que en la circunstancia constituyen la fuerza decisiva- su prepara­ ción, sus antecedentes. Cuando se habla de la obra de Aza­ ña, cuando se juzga la robustez de ella es achaque bastante común dar por supuesto que esa obra había permanecido respetada, incólume hasta el momento de la sublevación y que se había derrumbado de pronto, como carente de propia vitalidad, al embate de los sediciosos de 1936. Pero ese supuesto es una falsedad histórica. La obra de Azaña en la República es la que realiza en el primer bienio del régimen. Entonces es cuando aparece el gran reformador,

122. Se refiere, con toda probabilidad, a Benedetto Croce, que fue íntimo amigo dFEsplá y defensor de la causa republicana. 123. Rafael Rizo, republicano y masón que participó en la Revolución de 1868 y en la proclamación de la Primera República. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 427 el hombre nuevo, los nuevos métodos, es decir, la política gobernada por la inteligencia. Cuando en 1933 se aparta a Azaña del poder, su obra es sólida y robusta, el gobierno está firme en sus manos, la democracia se halla organiza­ da, la República tiene asiento inconmovible. Durante el bienio negro se desmedula luego esa obra, se corrompe el gobierno, se mina la República. Cuando, por ejemplo, se critica la política de Azaña con los militares, se olvida la amnistía de 1934, que restableció en sus puestos castren­ ses a los militares apartados del ejército por ser enemigos de la República. Cuando la oleada popular de 1936 lleva nuevamente al poder a Azaña, hay que volver a empezar la obra. Y antes de que ésta se halle otra vez consolidada, es cuando estalla el movimiento sedicioso, la sublevación contra la inteligencia. Más no nos proponemos examinar ahora los motivos o las posibilidades, los intentos o las frustraciones que se sucedieron durante la República en el panorama político español. Lo que nos proponíamos, al rendir homenaje a la memoria de Azaña, entre españoles unidos a su obra por recuerdos y afinidades, era tan sólo señalar un aspecto esencial de esa obra y de la personalidad del autor, anali­ zar, aunque someramente, lo que aquélla y ésta han signi­ ficado en la realidad histórica, aún reciente, de España y lo que todavía significa en nuestros ideales españoles. En la vida pública de nuestra patria, Azaña -repitámoslo- re­ presenta la política como obra de la inteligencia. Elevada significación que nos permite exhibir con orgullo nuestra fidelidad a su memoria. Inviernos de destierro, uno tras otro, pasan sobre nuestras esperanzas de españoles. Pero todas las que po­ demos alentar sobre España se cifran en un mismo anhelo: que se cierre el sangriento paréntesis del crimen franquista 428 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA y vuelva en España a ser gobernada la política por la inte­ ligencia. Ese anhelo es precisamente el que mantiene vivo en nosotros el recuerdo de Azaña y la devoción a su obra.

SOBRE LA LLAMADA INMIGRACIÓN POLÍTICA ESPAÑOLA -LXXIII-

E1 problema de la inmigración española -al que tan inteligente atención presta esta revista técnica- ofreció, a partir del término de la guerra de España aspectos de pura calidad moral. Intervenían en él, como términos de una educación de valores espirituales, la hidalguía del Presi­ dente y del pueblo mexicanos, y la gratitud de los españo­ les acogidos a su generosa hospitalidad. Me refiero, naturalmente, a la inmigración política española. Política, no por la condición de los inmigrantes, sino por el origen de la inmigración. No se trata, en efec­ to, de la arribada forzosa a tierras mexicanas de un cierto número de políticos, sino de la hospitalidad ofrecida a una masa de intelectuales, profesores, escritores, ingenieros, médicos, obreros especializados, directores de empresas, funcionarios, técnicos, estudiantes, militares diplomados, agricultores, etc. que, por habar servido lealmente a la Re­ pública española o por haber desempeñado (en virtud de su competencia) cargos de responsabilidad en la Adminis­ tración republicana, se han visto forzados a expatriarse al terminar nuestra guerra. El Presidente Cárdenas afrontó el problema con ge­ nial intuición histórica. Sin su generosa iniciativa, la Es­ paña culta, liberal, progresiva, hubiera quedado dispersa y triturada, a falta del gesto de solidaridad aconsejado en los Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 429

pueblos libres de América, por el interés mutuo, la identi­ dad del pasado y los anhelos del destino común. Sostenía don Miguel de Unamuno que las guerras de independencia de los pueblos de América fueron guerras civiles; luchas de españoles o hijos de españoles, unidos a los autóctonos, levantados heroicamente en armas para quebrar el dominio de un régimen despótico. ¿Y qué ha sido nuestra guerra reciente, sino una lucha por nuestra independencia y nuestra libertad? A través del tiempo, los libertadores -vencidos- de la España actual, unen su destino glorioso al de los liberta­ dores -victoriosos- de la América española de ayer. La so­ lidaridad histórica aconsejaba la solidaridad política. Pero ningún otro hombre como el Presidente Cárdenas, ningún otro gobernante como el llamado a seguir su obra, ningún otro pueblo como el mexicano, oyeron tan claramente la voz imperativa de la solidaridad hispánica. Estos factores morales de nuestro problema han de convertirse ya, en factores de valor material, de conve­ niencia mutua. La hospitalidad hidalga y la gratitud no constituyen, sin embargo, solución práctica al problema real de la incorporación de varios miles de españoles a la vida social, económica y cultural de México. Sirven, úni­ camente, para plantearlo en un plano de cordialidad. Pero, una vez planteado, se hace preciso abordarlo seriamente en busca de soluciones prácticas. Conviene, en este punto, desvanecer cierto recelo que, en otros países americanos, no en México, ha despertado la inmigración de origen político. Se cree, infundadamen­ te, que el asilado político es un elemento de difícil asimi­ lación al país que lo recibe, por contraste con el inmigrante económico, que vino atraído por su afán de aventura, de trabajo y de enriquecimiento y que queda sólidamente an- 430 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA ciado en la tierra que le permitió realizar sus ambiciones. En cierta forma, se considera al emigrado político como un hombre asomado melancólicamente a su pasado, o lo que es lo mismo: un fracasado; mientras que el emigra­ do económico parece un hombre lanzado bravamente al porvenir, con una apetencia magnífica de actividad y de creación, con formidables promesas de riquezas inexplo­ radas. Ocurre, sin embargo, todo lo contrario. El emigrado no es, personalmente, un fracasado, aunque su causa polí­ tica y patriótica haya sido momentáneamente vencida. En cambio, el emigrado económico es, salvo excepciones, el hombre que en su patria no supo o no pudo -acaso por la hostilidad o la pobreza del medio- labrarse el porvenir, realizar las ambiciones que fueron el impulso secreto de su emigración. Si a alguno de los dos hay que considerar fracasado en su patria, no es, precisamente, al primero. El emigrado político es, por lo general, un hombre destacado -y en este sentido triunfante- en su patria, donde creó cultura y riqueza. Todo lo que se vio forzado a abandonar, por motivos absolutamente ajenos a su propia condición personal, sirve de testimonio de su éxito pasado y constituye la prenda de una fuerte decisión de triunfo en su nueva vida. El taller del obrero, el laboratorio del inves­ tigador, la biblioteca del profesor, la empresa floreciente del hombre de negocios, todo, en fin, lo que cada uno deja en su patria, momentáneamente hostil, constituye la pro­ mesa cierta de un nuevo taller, de un nuevo laboratorio, de otra biblioteca de más empresas en la patria de adopción. El “capital humano” -empleando la justa expresión del Licenciado García Téllez- representado por la inmi­ gración de tipo originariamente político suele ser superior, acusa en la mayoría de los casos un índice más elevado en la escala de valores intrínsecos, que el “capital humano” Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 431

representado por la inmigración de tipo exclusivamente económico. Y aún conviene añadir lo siguiente: el asilado político español ofrece al país que lo acoge -en este caso Méxi­ co- una garantía de asimilación nacional que ningún otro puede superar. Me refiero a su “patriotismo”. Insistamos: “Patriotismo” mexicano, sentimiento nacional mexicano. El español republicano no podría, en efecto, fundirse en un pueblo de lengua e ideales diferentes a los suyos. En Méxi­ co, por el contrario, se considera identificado con su propia causa nacional, no sólo por gratitud, sino por afinidades sentimentales e ideológicas a las cuales sabe que debe su propia libertad presente y hasta su misma vida. De ahí su “patriotismo”, su sentimiento nacional mexicano. No cuenta, por otra parte, el republicano español, con el amparo de las Cancillerías. Sabe que su única protección está en el pueblo mexicano y en su propia conducta para merecerla. Tampoco ha de sentirse inclinado a intervenir en la política interior de México. Si alguno sintiera esa ten­ tación, seríamos los españoles los primeros en condenarlo, pues su preocupación política queda exclusivamente ligada a la patria desventurada. No representa tampoco una inmi­ gración golondrina o pasajera, que espera para el retorno a su patria cuando desaparezca el motivo de su expatriación, sin haber aportado ninguna obra sólida, ninguna creación, ningún progreso al país que le abrió los brazos. No. Porque la técnica, la cultura, la lenta y costosa preparación de los profesionales, la aportación toda de los asilados políticos constituye una contribución sólida y durable; representa una gran riqueza que queda definitivamente incorporada al patrimonio mexicano. La selección de una clase rectora, la formación de una elite intelectual, la preparación de un número considerable 432 ΠΙ- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

de técnicos y especialistas, de unos cuantos hombres “fue­ ra de serie” destacados en las Ciencias, como abundan en­ tre los asilados políticos españoles -con independencia de su personalidad política, que es exclusivamente la que ha perdido al perderse el régimen en el cual brillaron -repre­ senta un esfuerzo enorme de estudio, de tiempo, de dinero, una acumulación fantástica de capital y de espíritu. Todo ello cifra una riqueza nueva y espléndida que constituye justo premio a la hospitalidad mexicana. Puede decirse, pues, que, en ese trabajo humano, México gana tanto como España pierde. Y lo que España pierde lo valoran los mismos españoles que arrojaron de la patria común a quienes hoy son en México asilados políticos. Léase, si no, el artículo que el periódico falan­ gista español Faro ha publicado con el título “Presencia en América de la España peregrina”. Artículo dedicado a la “raza maldita”, a los “rojos” a quienes Dios ha quitado el sosiego “pero no la inteligencia que conservan más des­ pierta y sensible por el dolor”, a los hombres que encontra­ rán “en palabras y acentos profundos, aunque resentidos, acaso fórmulas admirables de universal valor” y que “con el vigor que les da su situación desesperada, se entregan ya a la tarea creadora, derramando su obra intelectual por todos los pueblos de nuestra habla”... Estos son los asila­ dos políticos vistos por sus propios enemigos. Quienes los desterraron de España, hablan de fundar sobre el vacío de la inteligencia proscrita, un triste imperio. Pero el imperio fuerte y soberbio, imperio del espíritu, lo crea, en realidad, el pueblo de México que ofrecer hogar, reposo y libertad a los hombres que prosiguen -sin dejarse vencer por la amargura de la expatriación, pues México les brinda amor de patria vieja-, su obra creadora.

Carlos Esplá, México 1960. Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 433

LA ESPAÑA PEREGRINA -LXXIV-

Hace poco, se celebró en Nueva York un conmovedor homenaje a Albert Camus. El homenaje no consistió, a la manera tradicional, en un banquete y en discursos -los temibles discursos habi­ tuales-, sino, silenciosamente en una exposición artística. La exposición en honor de Albert Camus fue orga­ nizada por Spanish Refugee Aid (Ayuda a los refugiados españoles), que dirige Nancy Macdonald. El objetivo ideal de la exposición era tributar un sen­ cillo recuerdo a quien, en vida, sintió gran devoción por España, en general, y por la España peregrina en particu­ lar. Como testimonio de simpatía por Albert Camús y la España peregrina, dieron obras un centenar de pintores. Al salir de la exposición, mientras cruzaba el Parque Central engalanado por la primavera, me vino a la mente el recuerdo de la fábula poética de Rabindranath Tagore: “-¿Quién de vosotros se encargará de alimentar a los hambrientos? -preguntó Buda a sus discípulos, cuando el hambre producía estragos en Shavasti. Ratuakar, el banquero, bajo la cabeza y dijo: -Se necesitaría mucho más que toda mi fortuna para alimentar a los hambrientos. Jaysen, el jefe del ejército del rey, dijo: -Yo daría alegremente mi sangre; pero no hay sufi­ cientes alimentos en casa. Dharmapal, que era dueño de una gran hacienda, suspiró. -El Dios de los vientos ha agostado mis campos y no sé cómo pagar los impuestos del rey. 434 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

Se produjo un momento de silencio, que rompió, po­ niéndose en pie, Supriya, la hija del mendigo. Supriya se inclinó ante los demás, y dijo: -Yo soy la más pobre de todos, y esa es mi fuerza -respondió Supriya-. Encontraré el tesoro llamando a cada una de vuestras puertas...” En estos tiempos de bombas H y proyectiles intercon­ tinentales, en que el hombre se deshumaniza rápidamente y prepara su autodestrucción, es raro encontrar casos ejemplares de dedicación humana que ayuden, en medio de esta noche tenebrosa a esperar, a pesar de todo, un ra­ diante amanecer. Sin embargo, esos casos existen. El banquero, el jefe militar, el hacendado exponen su egoísmo refunfuñando; pero a veces una mujer humilde, como Supriya, se siente fuerte porque es pobre y se dispone a practicar una obra de misericordia. Es el caso de Nancy Macdonald. Espontáneamente, movida por un sentimiento de compasión humana. Nancy Macdonald, viendo que la emigración española, sobre todo la que reside en Francia, quedaba en cierto modo a la intemperie, decidió organizar en Estados Unidos, el Spanish Refugee Aid. Pablo Casals y Lázaro Cárdenas aceptaron presidir honorariamente la institución, que en la práctica preside la escritora Mary MacCarthy. Desde su organización en 1953, Spanish Refugee Aid ha recaudado más de 350 mil dólares, que distribuidos entre los emigrados españoles, especialmente los enfer­ mos y ancianos, han aliviado la situación de millares de personas. Es interesante observar el ritmo de crecimiento de Spanish Refugee Aid: en 1953, 28 mil dólares; en 1954, Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 435

28 mil, en 1955, 40 mil; en 1956,46 mil; en 1957, 54 mil; en 1958, 67 mil; en 1959, 95 mil dólares. La simpatía de la causa democrática española que late en Estados Unidos ha encontrado su manifestación concreta, al margen de toda tendencia política, en Spanish Refugee Aid. Le pregunto a Nancy Macdonald qué es lo que le mo­ vió a interesarse por España y los españoles. “Siendo estudiante -me dice- me atraía el arte espa­ ñol. En 1933 fui por primera vez a España, y me gustó tanto, que repetí la visita en 1935. Entonces España no me interesaba políticamente, sino como país y, sobre todo, artísticamente... Luego vino la guerra civil y adopté una posición: me puse al lado del frente democrático. Después vinieron la guerra mundial y los años de la posguerra. Ayudando a una institución filantrópica internacional, me di cuenta de que los refugiados españoles habían sido olvidados. Quise, personalmente subsanar ese lamentable abandono. Y me lancé quijotescamente a organizar Spa­ nish Refugee Aid...” La España democrática - la de ayer y la de maña­ na- tiene muchos y muy valiosos amigos en todas partes que expresan verbalmente su simpatía. Nancy Macdonald ha concretado su simpatía. La acción es siempre más valiosa que las palabras y las in­ tenciones. Los miles de españoles necesitados que han recibido y reciben la ayuda de Spanish Refugee Aid saben cual es el valor material y moral de la obra que Nancy Macdonald lleva a cabo con tanto esfuerzo como abnegación

Carlos Esplá. España Libre. Nueva York 1960 436 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA

“UN MINISTRO DE FRANCO ANTE EL MONUMENTO A RIZAL” -LXXV-

Hace unas semanas el Presidente Diosdado Maca­ pagal invitó a Francisco Franco a hacer una visita oficial a Filipinas. El Caudillo, por una vez discreto, declinó la invitación y prometió que enviaría a alguien como repre­ sentante suyo. Ese alguien es su ministro de Asuntos Ex­ teriores, Femando Castiella, quien anunció que llegaría a Manila el día 25 de febrero en compañía de los marqueses de Villaverde. El ministro de Franco, la hija de Franco y el yerno de Franco se alojarían en el palacio presidencial de Malaca- ñang, y participarían en varios actos solemnes, entre ellos una visita al monumento elevado en Manila a la memoria de José Rizal. No creemos que entre sus “reivindicaciones españo­ las -suyas y de su conmilitón Areilza- incluya Castiella la de este emotivo monumento, símbolo de la devoción ciudadana de un pueblo a un mártir. Más bien creemos que se trata simplemente de llevarle unas flores en nombre del Caudillo. Conmovedor tributo de respeto del régimen franquista al noble patriota filipino fusilado en 1896 por los franquistas de aquella época. Conmovedor e impúdico tributo. Tan insolente, tan cínico como lo sería el que pre­ tendiera tributar el mismo Castiella, si se atreviera a llevar unas flores a la tumba del Presidente de la Generalidad de Cataluña, Luis Companys. En efecto, Rizal, el mártir filipino, y Companys, el mártir catalán, murieron por una misma causa: La fideli­ dad, el amor, a su patria. Ambos tienen puntos en común, aunque con distintos apellidos: Polavieja, en el caso de Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 437

Rizal; Franco, en el de Companys. Esos dos militares españoles siguen, a través de los años, la misma línea de incivilidad, de intolerancia, de odio a la libertad de los hombres y de los pueblos; de patrioterismo cuartelero, de violencia castrense, de brutalidad. A Polavieja le llamaban el “general cristiano”. A Franco, por ser generalísimo, acaso lo consideraban “cristianísimo” los prelados que lo recibían bajo palio y lo saludaban con el brazo en alto a la puerta de las catedrales. Pues tampoco cambia mucho a través de los años la “Jerarquía”, y saltando de fines del siglo XIX a mediados del XX podemos llegar también a esta identidad: Nozaleda igual a Pía y Deniel. El hilo sutil de la historia une dramáticamente el fusilamiento de Rizal y el de Companys. Acaso el ministro de Franco, la hija de Franco, el yerno de Franco y los demás parientes y subalternos de Franco vayan a visitar el monumento a Rizal acompañados por gobernantes filipinos. El bochornos acto del fusilamiento a Rizal me lo re­ firió hace años un testigo presencial. Se llamaba Antonio Blanco. Conocí a este singular personaje el año 1924. Tendría unos cincuenta años y era funcionario de la Socie­ dad de Naciones, donde trabajaba en la Secretaría que se ocupaba de la lucha contra el opio y otros estupefacientes. Este era un problema que él conocía bien, pues había vi­ vido muchos años en el interior de China, empleado en el Servicio de Aduanas intervenido por el Gobierno británi­ co. De su estancia conservaba un cierto aire de mandarín. Durante todos los años que vivió en territorios remotos sólo recibió dos publicaciones del mundo occidental: The Time de Londres y La Lidia, periódico taurino de Madrid. Blanco era hijo de madre inglesa y de padre español, el cual murió siendo cónsul en algún país de Extremo Orien- 438 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA te. Al quedar huérfano, Blanco marchó a Filipinas, antes de cumplir veinte años, para ser corresponsal de un perió­ dico norteamericano e informar de las luchas de “los fili­ busteros” por la emancipación de las islas. Así pudo pre­ senciar el fusilamiento de José Rizal. Un día, en Ginebra, me contó Blanco que después de caer Rizal muerto por las balas del pelotón de ejecución, unos frailes españoles que presenciaron el fusilamiento pasaron en tropel por encima del cadáver, pisoteándolo. Yo recogí el relato de aquella bárbara escena en un artículo que se publicó en El Liberal de Madrid y a mi informador le disgustó y preocupó mu­ cho ver reproducidas sus palabras en un periódico español en aquellos tiempos de la dictadura primoriverista. Más tarde, durante la guerra civil, el seudo-mandarían del que hablo fue un acérrimo franquista. Pues bien, si hay en Manila religiosos capaces de acompañar a Castiella al monumento de Rizal, deseemos que no sean como aquellos que violaron el cadáver del mártir. Desearíamos que sean más bien semejantes -pero si lo fueran no acompañarían a Castiella- a aquellos hu­ mildes y virtuosos sacerdotes hispano-filipinos a quienes Rizal dedicó su obra El Filibusteriano'. “A la memoria de los presbíteros D. Mariano Gómez, D. José Burgos y D. Jacinto Zaragoza, ejecutados en el presidio de Baguniha- yán el 8 de febrero de 1872”. Estos sacerdotes ejemplares fueron ejecutados por el franquismo de la época, tienen en la historia unos sucesores dignos de ellos, son los sacerdo­ tes vascos fusilados por Franco por defender, al lado del Presidente Aguirre, causa análoga a las que ellos defen­ dían desde las mismas filas en que militó Rizal, quien no aspiraba inicialmente a segregar Filipinas de España, sino a obtener para ella una amplia autonomía administrativa. Casi niño era aún Rizal, cuando los tres presbíteros mu­ Ill- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA 439 rieron agarrotados. A pesar de ello, Rizal todavía confiaba en España, en la España liberal de entonces. A esa rehabilitación por parte de Castiella -rehabili­ tación en nombre de Franco a la memoria de Rizal- nos oponemos -si no se opone nadie, los filipinos dignos, por ejemplo- los republicanos españoles. Nos oponemos en nombre de la España que veneró a Rizal, que es la nues­ tra; nos oponemos en nombre de todos los fusilados por Franco, de todos los perseguidos por Franco, de todos los privados de libertad y de vida por Franco, como fueron perseguidos, privados de libertad y ejecutados por los fran­ quistas de su época Rizal y quienes como él pensaban. La historia nos ata con lazos fuertes aunque invisibles a todos los españoles, incluso a los que dejaron de serlo en el 98. Cada uno de nosotros ha de conservar intacto el honor de su linaje. Los republicanos españoles hemos de cumplir el deber a que nos obliga esa progenie ilustre: La de aquellos españoles, nuestros padres, nuestros ante­ pasados, luchadores por la libertad y la República, que condenaron el fusilamiento de Rizal (Yo recuerdo que en casa de mi abuelo123 se conservaba, además de los libros de Rizal, un retrato suyo entre los de otros insignes repu­ blicanos del siglo XIX). Ese es el antecedente histórico y político del republicanismo español, ¿cuál es, en cambio, el antecedente histórico de Franco y sus ministros? Su antecedente es el odio a Rizal y a todo lo que representó; su antecedente es el patíbulo en el que fusilaron a los tres presbíteros y a Rizal. No creo que puedan presentar otras cartas que esas, las de la muerte, las del odio a todo lo que signifique libertad. El franquismo, en conclusión, representa la sucesión de aquellos españoles que desespañolizaron Filipinas, que la perdieron por haber fusilado a Rizal, por haber matado 440 III- CRÓNICAS DEL DESASOSIEGO Y LA DERROTA a los tres presbíteros a los que dedicó su libro. Los republi­ canos españoles de hoy somos, por el contrario, los suce­ sores, los continuadores de aquellos buenos españoles del siglo pasado que abogaban por la autonomía de Filipinas y consideraban como hermano de ideales a José Rizal. Los republicanos españoles ofrecemos a los filipinos reparar el agravio, purificar el lugar, volver a hacer el re­ cuerdo y el respeto de España por Rizal dignidad de mártir. Cuando España se libre del desastre franquista, ofrecemos llevar devotamente a la tumba de Rizal un puñado de tierra de la tumba de Companys, y ofrecerla como tributo de her­ mandad y amistad eterna entre nuestros pueblos.

Carlos Esplá. Nueva York, España Libre124, 5 de marzo de 1965

124. Periódico editado en Nueva York por las Sociedades Hispánicas Confedera­ das y dirigido durante mucho tiempo por Victoria Kent. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

-I- “NUESTRA FRANCIA Y LA OTRA125”

uienes hayan vivido en París durante el verano de 1939, recordarán el siniestro concierto que forma­ ban cada jueves, a las doce en punto, las ciento ochenta y ocho sirenas de la ciudad con sus formidables aullidos de bestia que presiente el peligro. Desde la “alar­ ma de Munich”126, aquellas sirenas, en su ensayo semanal, parecían sonar en falso para los franceses, como si su voto de alerta tuviera un acento fingido. Más para un oído es­ pañol, en el que todavía zumbaba la lúgubre queja de las sirenas de Madrid, de Valencia y de Barcelona, aquellas voces agoreras tenían un triste acento de verdad. Anun­ ciaban -¿quién podía saber con qué anticipación?- las bombas sobre París.

125. Texto de la conferencia pronunciada por Carlos Esplá el 14 de mayo de 1941 en el Centro Republicano Español de México, DE 126. Se refiere Esplá al pacto de Munich de septiembre de 1938. 442 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

Una tarde de aquel verano, después de oír el concier­ to semanal de las sirenas, paseaban por el viejo París dos amigos españoles. Caminaban por los malecones del Sena, junto a los puestos de estampas y libros viejos, dando fren­ te al más maravilloso paisaje creado por el hombre: La cúpula del Instituto, el Puente Nuevo (que es el más viejo de París), la Torre del Reloj, Nótre-Dame, más lejos la isla de San Luis... -Todo esto es nuestra civilización -dijo uno de los paseantes-, y todo esto puede quedar destruido en pocos segundos por unas bombas... Evocaba, sin duda, las ruinas recientes de las ciudades más ilustres de su patria. Y parecía unir el dolor del pasado inmediato al temor del futuro amenazador. -Todo lo hemos perdido nosotros -siguió diciendo-. Pero también esto es algo nuestro. Pensaba, seguramente, que la historia de aquellas piedras y la vida de aquel pueblo estaban caldeadas por nuestro cariño y por nuestro fervor. -Al perder nuestra patria -añadió- aún podemos ha­ cernos la ilusión de que nos queda Francia... Pero ¡Si Fran­ cia se perdiera! Todo es posible... -terminó, tristemente. Calló luego, como angustiado por el doloroso presen­ timiento de un mundo en el que se hubiesen extinguido de pronto la luz y el espíritu de Francia. Muchas veces ha recordado las palabras que aquella tarde oí de labios de Manuel Azaña. Éramos él y yo los paseantes melancólicos por la orilla izquierda del Sena. ¿Sería posible que, apenas transcurridos veinte años de la otra guerra, sobre los mismos campos de dolor y de victoria, se extendiese ahora la derrota y la destrucción de Francia? IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 443

Sí; ha sido posible. Francia se ha perdido, sin que las bombas alemanas hayan destrozado la cúpula del Instituto ni las torres truncadas de Nótre-Dame. Se han salvado las piedras, sobre las cuales el poeta francés pudo escribir: “Las más bellas piedras de la patria no son la patria”. No lo son ya, ciertamente, porque de ellas ha escapa­ do el espíritu de Francia para refugiarse en las ruinas glo­ riosas de la parroquia cervantina de Alcalá y de la catedral de San Pablo de Londres... ¿Qué misteriosa atracción ejercía Francia sobre los hombres libres del mundo para que todos hayamos sen­ tido, como un desgarro de nuestras vidas, la pérdida de Francia? Acaso muchos españoles sólo conocieron de Francia el campo de concentración, el “desierto profanado” de que nos habló Benjamín Jarnés. Quizá sólo conocieron a un hombre en Francia: al jefe militar del campo, hermano espiritual del ayudante Flick o el gendarme, en aquel te­ rrible drama de la falta de papeles en regla, que inspiró al poeta anónimo acosado por los agentes de la Prefectura, esta parodia: “Blanco, que te quiero blanco, blanco, mi récépissé-, verde, que te quiero verde, verde, mi laissez-passer A estos hermanos españoles y a los que todavía hoy viven -o mueren en los campos de concentración- quiero decir que, detrás de los fusiles y de las bayonetas de los se­ negaleses, había algo más en Francia. La realidad de Fran­ cia, para muchos de nuestros hermanos, fue sólo “desierto profanado”. Que ellos me permitan hacer esta afirmación: la verdad es casi siempre distinta a la realidad. La verdad de Francia era algo más que aquella realidad. 444 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

Yo quise conocer la verdad de Francia. En esa verdad profunda reside, seguramente, el secreto de su seducción: no en los tristes episodios de su realidad cercana. Se ha atribuido tal atracción al imán de la cultura francesa, a la fuerza ideal de su gran Revolución, a la dulzura y toleran­ cia de su vida, a su maravilloso grado de civilización, al poder expansivo de su democracia política. Todo ello ha servido, sin duda, para formar la imagen ideal de nuestra Francia. Pero existen otros tipos de cultura y civilización, otros faros de ideas, otros sistemas de democracia, quizás no tan equilibrados y sutiles, pero sí tan robustos y vigo­ rosos, y que no han logrado, sin embargo, esa fuerza de atracción, ese profundo sentido humano que, en Francia, ha seducido a los hombres libres de nuestro tiempo. El supremo hechizo de Francia reside ciertamente en ser el pueblo que con más pasión, con más fuerza de ideales, ha cultivado el espíritu humano, la personalidad, la dignidad y la independencia del hombre, el sentimiento de libertad y de justicia. Francia, entre los pueblos y entre los hombres, ha ejercido, como pueblo, la función de “clerc”, en el sentido laico que da al vocablo el escritor francés Julen Benda. En la “Trahisson des clercs”Julen Benda127 atribuye la crisis moral de nuestra época a la traición de los espíritus selectos de los moralistas, de los pensadores, de los intelectuales puros, pues todo eso quiere decir “clerc” y no simplemente clérigo o letrado -que sería su traduc­ ción literal- luces y momentos de la conciencia universal

127. Julen Benda, París, 1867-1956, defensor del racionalismo intransigente, po­ lemizó abiertamente con Bergson, a quien acusaba de haber puesto de nue­ vo en tela de juicio los valores de la inteligencia. Entre sus obras destacan “La trahisson des clercs”, “La France byzantine” y “La grande épreuve des démocraties”. Benda lue un ardiente defensor de la causa gubernamental en la guerra de España. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 445 que desertaron de la continua y desinteresada lucha en defensa de los valores permanentes del espíritu humano, para abrazar causas terrenas y utilitarias, inspiradas en consideraciones de política, de raza, de religión, de clase o de intereses. La doctrina de Benda, el escritor amigo de nuestra España, ayuda a comprender el fenómeno francés. Nuestra Francia fue como pueblo -si ya no lo es- el “clerc” que no traicionó. También ayuda a comprender el hechizo de Francia otro buen amigo nuestro, otro escritor francés que fue tes­ tigo de nuestro drama y aportó a su historia uno de los do­ cumentos más vibrantes y emotivos. Cito a Georges Ber­ nanos128 quien al hablar de la cultura francesa “realmente desinteresada”-dice- y la “más llena de sentido humano”, añade, que es un “hogar y no una fortaleza, un asilo abierto a todos los hombres de buena voluntad, algo universal y común a toda la humanidad”. A la luz de estas ideas de los dos escritores franceses, el judío y el católico, irán apareciendo claras, incluso para los hombres de los campos de concentración, las palabras llenas de angustia de Manuel Azaña, mientras paseábamos, una tarde del último verano de paz, por el viejo París. En esta busca de la verdad de Francia he de seguir pi­ diendo ayuda a lecturas lejanas de libros que creo perdidos entre los escombros del barrio de Argüelles o entre los de cierto pueblecito de la marina valenciana129, y también a

128. Georges Bernanos, París, 1888, Neuilly, 1948. Bernanos, católico practi­ cante, residía en Mallorca cuando la isla fue ocupada por las tropas rebel­ des. Fruto de esa experiencia fue una de sus obras más conocidas: “Les grands cimitières sous la lune”. 129. Se refiere Esplá a su archivo particular, destruido en los bombardeos de Madrid y Valencia. 446 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

mis recuerdos de periodista que ha ejercido durante varios años su profesión en Francia. Reminiscencias de lecturas y observaciones propias se confunden en este momento en imágenes borrosas, hasta el punto de que no acierto a fijar cada perfil. Pero estoy seguro de que si algo interesante y acertado se encuentra en esta explicación de Francia se debe a los libros que dejaron tal huella en el lector de hace años. Un excelente punto de referencia para intentar la ex­ plicación de Francia es la historia de su Tercera República, que nace en Sedán, en el desastre del 70, y muere en este otro Sedán, del 40. Es una historia cerrada por los dos grandes paréntesis formados por la capitulación de Napo­ león el Pequeño y la capitulación de Petain. La “debacle” se reproduce exactamente en los mismos lugares y ante el mismo enemigo. A la distancia de esos 70 años no hay otra diferencia que la magnitud de la catástrofe, debido al perfeccionamiento de las máquinas de guerra y de los elementos de destrucción. El advenimiento de la III República, cualquiera que sea su origen dramático, clasifica a Francia como país de lo oportuno. Francia es, en efecto, el pueblo que hacía las cosas a su tiempo. Podríamos establecer, desde este punto de vista, el contraste con nuestra España, condenada, al parecer, a realizar las cosas a destiempo, unas veces muy pronto -anticipándose con intuición genial- y otras, las más, muy tarde. En la historia de Francia encontramos, desde luego, sucesos excesivos o prematuros, pero vemos cómo, inmediatamente, su misma historia los corrige y rectifica. El equilibrio francés, al que habremos de refe­ rimos, corresponde al equilibrio en el tiempo de su propia historia. Ya explicaremos también, cómo ese equilibrio se rompe, al fin, y salta la cuerda en el reloj de Francia. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 447

La República del 70 dio tiempo a Francia para encau­ zar la gran transformación política y social reclamada por la vida moderna. Nuestra República del 31, en cambio, lle­ ga a España con más de medio siglo de retraso y encuentra agravados, como tumores anacrónicos los problemas po­ líticos, religiosos y sociales que Francia ha podido ir re­ solviendo por la propia virtud de su régimen republicano. Mientras la República en Francia, crea el segundo imperio colonial del mundo, nuestra Monarquía pierde los restos del que fue el primero y más poderoso; mientras el desas­ tre del 98 nos hunde en el pesimismo, la República levanta a Francia sobre el desastre del 70; mientras la Monarquía disgrega espiritualmente a España, la República consolida la unidad de Francia. He ahí una tremenda diferencia entre ser República o no serlo. Francia lo fue a tiempo. España, demasiado tarde. Esta Tercera República francesa es, pues, un régi­ men oportuno. Nace de las ruinas del Segundo Imperio, sacudidas por los apostrofes iracundos del desterrado de Guernesey130. Prisionero el Emperador, traidores o fugiti­ vos los generales, vencido el ejército -Ejército de leones mandados por asnos, según Víctor Hugo- entregadas las banderas, el pueblo proclama un gobierno de Defensa Nacional, cuyas únicas armas para defender la Patria in­ vadida son en aquel momento las palabras de Gambetta y la decisión heroica del pueblo de París. Los republicanos patriotas quieren continuar la guerra, mientras clericales, legitimistas, y toda clase de monárquicos y reaccionarios llevan a Burdeos sus almas derrotadas y aceptan la paz im­

130. Se refiere Esplá a Víctor Hugo, exiliado durante quince años en la isla de Guernesey, en el Canal de la Mancha. 448 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS puesta por Bismarck. En Versalles se proclama el Imperio alemán. La República, a poco de nacer, ya no es República. La secuestran sus enemigos que hacen de ella un régimen am­ biguo. El ambicioso y diminuto Thiers, ex ministro de Luis Felipe, “vivo como un ratón, feroz como un tigre”-dice uno de sus biógrafos- es Presidente del Poder Ejecutivo y ahoga en sangre la insurrección patriótica de la Commu­ ne parisién. Este contraste entre el sentimiento patriótico del pueblo francés y el pacifismo derrotista de las clases conservadoras se repetirá a lo largo de la historia de la III República, desde Thiers hasta Petain. El republicanismo jacobino, popular y revolucionario representa lo más puro y heroico del patriotismo francés, mientras las clases con­ servadoras están siempre dispuestas a la claudicación, a la derrota, a la aceptación del hecho consumado... La historia repite su paralelo hasta nuestros días. Los hombres de izquierda están hoy en Francia perseguidos por los capituladores de Vichy, que los acusan de haber he­ cho la guerra. Esto es, los acusan sencillamente, del delito de patriotismo. En el pueblo francés, en el puro jacobino, la defensa de la patria se confunde siempre con la defensa de la liber­ tad y de la gran tradición revolucionaria de Francia. Este patriotismo popular, revolucionario, que es en el pueblo un sentimiento y en las clases intelectuales una actitud moral, tiene, sin embargo, un profundo sentido antimilitarista, antiimperialista, humanitarista, pacifista, mientras que las clases conservadoras -dispuestas, como decimos, a la claudicación-, son, por contraste, nacionalistas, materia­ listas, imperialistas, chauvinistas, para decirlo con palabra francesa. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 449

En tanto el “patriotismo” es un vocablo explotado por el chauvinismo, el buen patriota francés puede llegar a manifestaciones de retórica antipatriótica. No me refiero a gestos demagógicos como los de ese viejo granuja de Gustavo Hervé131, que hace treinta años se decía dispuesto a plantar la bandera de Francia en un estercolero y hoy deja plantar en el estercolero, que es su pluma, la bota de Hitler. Me refiero a actitudes de perfecta limpieza moral. Uno de los más finos espíritus de Francia, Jules Renard132, ha dejado escrito en su Diario íntimo, esta confesión: “En el fondo de todo patriotismo está la guerra; por eso no soy patriota”. Pero pocas semanas después, cuando tras la espectacular visita de Guillermo II a Tánger, Alemania amenaza de nuevo a Francia, Jules Renard escribe en su mismo Diario: “Pienso que en caso de guerra sería patrio­ ta”. Esto es: en caso de guerra, al ver amenazada no ya su vida, sino su libertad. León Blum cuando todavía era más escritor que po­ lítico, definió este complejo patriótico, con las siguientes palabras: “Soy patriota, de ese patriotismo que canta Víc­ tor Hugo en Los Castigos y que quisiera imponer al mun­ do, aunque fuese por la fuerza, el sentido de humanidad; y cuyo ideal sería suprimir toda clase de patriotismo. Descubrimos con este contraste patriotismo combati­ vo, pacifista y revolucionario frente a chauvinismo derro­

131. Gustavo Hervé fue un ferviente antibelicista durante la segunda década del siglo XX, sin embargo, a partir de 1930 comenzó a sentir una especial atracción por el nazismo, atracción que le llevaría a colaborar decididamen­ te con Petain. 132. Jules Renard, 1864-1910, escritor francés que participó activamente en el movimiento de protesta originado por el “Affaire Dreyfus”. Socialista y anticlerical, escribió, entre otras obras, El Parásito y El Diario, libro al que se refiere Esplá. 450 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS tista, militarista y conservador- el secreto de una de estas oposiciones profundas que, por su propio juego, producen el equilibrio francés. Contrastes en las ideas y en los actos de un pueblo que habiendo hecho su biblia del Discurso del Método, posee, junto a las “virtudes clásicas”, un des­ concertante fondo paradójico. Extraordinaria paradoja política es el mismo naci­ miento de la III República, creada, como hemos dicho, por impulso popular, pero secuestrada enseguida por reaccio­ narios y monárquicos que son, en fin de cuentas, quienes dar forma legal al nuevo régimen. La III República es, en efecto, una creación involuntaria de los monárquicos franceses. De todos es sabido, que durante la hipócrita Regencia del Mariscal Mac-Mahon, sucesor de Thiers en la Jefatura del Estado y antecesor en el mismo cargo del mariscal Petain, la monarquía no llegó a restablecerse en Francia por la intransigencia del conde de Chambord, que invitado a reinar por la mayoría monárquica de la Asam­ blea Nacional, se negó a convertirse en “rey legítimo de la Revolución” y a cambiar la enseña blanca de “La Casa de Francia” por la bandera tricolor que había adoptado y cubierto de gloria la Revolución. La obstinación del que estuvo a punto de ser Enrique IV, dejó, pues, a Francia sin rey y aseguró la vida legal de la III República. La aseguró, como se sabe, por un solo voto de mayoría, al aprobarse, en la discusión de las leyes constitucionales, la célebre enmienda Wallon que estable­ cía el principio electivo del Presidente de la República. ¡Un solo voto de mayoría en una Asamblea monárquica, y la República ha durado setenta años! Reconozcamos que no es sólo España el país de lo inesperado. Durante estos setenta años, Francia ha vivido política­ mente en República, pero regida por una Constitución he­ IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 451 cha por monárquicos. El sistema constitucional francés del 75 es doctrinalmente monárquico, de monarquía liberal y parlamentaria, como corresponde al propósito de sus au­ tores. Es un sistema de precaución, recelo y desconfianza, basado en el temor al poder personal del soberano. No es una creación natural de la escuela constitucional francesa, sino de la inglesa; esto es del sistema monárquico parla­ mentario. En la Constitución de la III República, la figura del Presidente, salvo por su carácter electivo, tiene cierta semejanza con la de un rey constitucional de tipo británi­ co. El cargo, en efecto, está pensado para un príncipe; más concretamente para un Orleáns, considerados entonces como la rama liberal de la dinastía francesa. El Presidente de la República francesa, reina, pero no gobierna. Este sistema estrictamente liberal y parlamentario de la constitución francesa no ha impedido el desarrollo de una audaz política republicana, democrática, laica y revolucionaria, sino, al contrario, ha dado a esa política una base sólida y segura. Esa base ha sido el Parlamento. Durante los últimos veinticinco años del siglo pasado y los primeros de éste, Francia va a la cabeza del progreso de Europa. Ello demuestra que la garantía y defensa de una política avanzada no reside sólo en un texto, sino en la realidad y el impulso creador de los hombres que han de realizarla, y en fin de cuentas, ese ejemplo francés justifica nuestro escepticismo en materia de literatura constitucio­ nal. El principio constitucional de resistencia o temor al poder personal del Jefe del Estado, explica, por otra parte, el hecho de que sistemáticamente, la III República haya alejado de su presidencia a sus personalidades políticas más vigorosas y fuertes. Ni Gambetta, ni Waldeck Rous- 452 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

seau, ni Clemenceau, ni Jaurès, ni Briand, ni Painlevé, ni Herriot han sido, en efecto, presidentes de la República. La resistencia al poder personal del Jefe del Estado que, constitucionalmente, está confiada al Parlamento, se transforma en la realidad política de la III República, en resistencia del ciudadano al poder abusivo e impersonal de la Administración, a la fuerza opresiva del Estado, re­ sistencia confiada por el elector al diputado, que en cuanto representa la defensa del individuo, de cada ciudadano, se convierte en el personaje clave del régimen. El elector francés suele ver en su diputado, más que al legislador, al protector de sus derechos, al representante y defensor de su independencia política. La política republicana francesa tiene por eje la salvaguardia de los derechos del hombre. Hemos señalado esa paradoja en el mecanismo polí­ tico francés para llegar a la explicación posible de lo que fue el orden, el equilibrio político de Francia bajo la III República, equilibrio que se produce, sobre cimientos paradójicos, porque las fuerzas que entran enjuego en él para destruirse y compensarse corresponden a las fuerzas en combate permanente que luchan en lo profundo de la sociedad francesa y más hondamente en cada hombre de Francia. Así como el paisaje francés es aquel donde más fundido aparecen la naturaleza y el hombre, es decir, el paisaje de mayor calidad humana, en el espectáculo po­ lítico francés de la III República, el régimen aparece más fundido al individuo, al ciudadano, al hombre de la calle: Esto es, tiene también mayor calidad humana. El culto del individualismo, la pasión de la libertad personal, el empeño por vencer a las fuerzas oscuras que dominan la conciencia del hombre, rigen la política fran­ cesa durante la III República. René Viviani, Ministro del Trabajo en el primer Gobierno presidido por Clemenceau, IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 453 en uno de sus más bellos periodos de elocuencia, pronun­ ció desde la tribuna de la Cámara estas magníficas pala­ bras: “La Revolución francesa ha despertado en el hombre todas las audacias de la conciencia y todas las ambiciones de su pensamiento. No fue bastante. La Revolución de 1848 dio al hombre el sufragio universal; levantó al tra­ bajador doblado por el peso de su tarea e hizo del más hu­ milde el igual político del más poderoso. No fue bastante. La Tercera República ha llamado junto a ella a los hijos de los campesinos, a los hijos de los obreros, y en esas mentes oscuras, en esas conciencias en tinieblas, ha verti­ do lentamente el germen revolucionario de la instrucción. Tampoco fue bastante. Todos juntos, por nuestros padres, por nuestros mayores, por nosotros mismos, nos consagra­ mos en el pasado a una obra de irreligión y hemos arran­ cado las creencias de las conciencias humanas. Cuando un miserable, fatigado por el peso de la jornada, doblaba las rodillas, le hemos dicho que detrás de las nubes sólo hay quimeras. Juntos y con gesto magnífico, hemos apagado en el cielo las luminarias que no volverán a encenderse”. Este sentido humano y racionalista de la política es la creación genial del radicalismo, doctrina esencialmente francesa, que no es exactamente el liberalismo europeo y que podríamos definir como el espíritu de la Gran Revo­ lución hecho carne en el hombre que trabaja y quiere ser económicamente independiente: es decir, en el pequeño burgués idealista. El radicalismo francés, cuyos precursores son los grandes espíritus, los “clercs” del siglo XVIII, es la doc­ trina de la dignidad de la persona humana. Es una doctrina que se transforma en sistema político y social por la lucha constante entre el idealismo revolucionario y la aspira­ ción al bienestar material del hombre, y de la cual lucha, 454 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS como hemos dicho, nace el equilibrio francés. Cierto que al hablar de radicalismo no señalo fronteras ni límites de partido o de grupo, sino que abarco las manifestaciones políticas que llamamos genéricamente de izquierda y que, en Francia, sólo son evoluciones de ese radicalismo origi­ nal. Se deja de ser radical en Francia, en el aspecto formal de la filiación y la disciplina de partido, para ser socialista o quizás algo más, por un afán de superación, de progreso ideal, pero sin perder la condición radical de pequeño bur­ gués, que constituye el elemento estabilizador, la fuerza de equilibrio. La sorpresa, donosamente recogida por André Siegfried, de aquel elector francés extrañado de que su diputado siguiese siendo radical-socialista como en años anteriores, y a quien preguntaba intrigado: “Entonces, ¿us­ ted no progresa?”, constituye una profunda explicación de este concepto de evolución política. El mismo André Siegfried ha propuesto esta defi­ nición del burgués -se refiere naturalmente al pequeño burgués-: Aquel que tiene algo ahorrado. Y podríamos añadir: o que tiene el deseo de ahorrar. Esta definición, que aceptamos, traza los rasgos so­ ciales del radicalismo y señala una diferencia fundamental con el tipo social creado por otras democracias -por ejem­ plo: las americanas- en las cuales la base económica de la sociedad no es el ahorro, sino el crédito; esto es, el ahorro al revés, el ahorro con efectos retroactivos, que empieza por el gasto y acaba por la amortización. Aceptando la definición de Siegfried, raro es el “francés medio” -la ex­ presión es de un ilustre radical- en el que no podamos des­ cubrir un burgués, un pequeño burgués, por pequeño que sea y cualquiera que sea su bautismo político y sus anhelos revolucionarios. Añadiremos que su condición de pequeño burgués es lo que permite al francés ser revolucionario: IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 455

Es decir, idealista y preocuparse de las grandes causas humanas. Por todo ello, una de las más graves crisis de la sociedad francesa se produce cuando, con la caída o más bien evaporación del franco, se pierde la razón del ahorro, y surge la lotería, que no es la especulación133, ejercicio poético de la imaginación en busca de ganancias hipoté­ ticas, sino que representa simplemente la economía de lo milagroso, de lo imprevisto, de la riqueza sin trabajo ni es­ fuerzo creador. En el momento en que Francia implanta la lotería, no hace muchos años, se quiebra el resorte íntimo de la Francia pequeño burguesa, ahorradora individualista, racionalista, creada, céntimo a céntimo, luis a luis, con sordidez aldeana y con idealismo revolucionario. El “francés medio”, por revolucionario que sea ideal­ mente, tiene una aspiración: ahorrar, poseer una casita en el campo, un pedacito de huerta, una caña de pescar y retirarse a saborear su vejez con la lectura diaria de un periódico muy de izquierda. Tan de izquierda como se quiera, pero sin que ponga en peligro su casita, su huerto, su caña de pescar, ni mucho menos la libertad de pluma y de palabra de quienes escriben aquel mismo periódico que es su ventana abierta al ideal. Recordando este tipo social de “francés medio” for­ mado por el radicalismo, he pensado alguna vez que la intuición más sagaz en el deseo de formar una democra­ cia en España, fue aquella aspiración que Don Francisco Maciá expresaba deseando para cada familia catalana “una caseta i un hortet”.

133. La palabra especulación no tenía entonces el mismo significado que le damos hoy, sino uno más estrictamente etimológico, relacionado con la actividad mental que representa donde invertir lo ahorrado para hacerlo más productivo. 456 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

¿Cuál es el número de pequeños burgueses en Fran­ cia? O en otra forma, ¿cuál es la base popular del radicalis­ mo francés? Tratemos de recordar algunas cifras, aunque con la desconfianza que suelen inspiramos las estadísticas, forma matemática de la mentira, como se ha dicho. Fran­ cia tiene cinco millones de pequeños propietarios rurales, cerca de millón y medio de artesanos trabajando por su cuenta o con el concurso familiar, unos setecientos cin­ cuenta mil pequeños patronos o empresarios y acaso más de un millón de personas que ejercen profesiones liberales. Comparad la suma de esas cifras con el total de lo que puede llamarse “población activa” de Francia, que debe ser de unos veinte millones de individuos, y llegaremos a comprender el fenómeno del radicalismo francés. El nú­ mero de asalariados regulares en las distintas ramas de la industria y del comercio de Francia, acaso ascienda a cinco millones, pero una gran mayoría de éstos goza de cierto bienestar y en el ahorro ha descubierto su ignorada filia­ ción social. En general, el tipo de vida y de civilización de un obrero cualificado francés es superior al de un noble húngaro o al de un gachupín. Ese obrero, representativo del individualismo francés, idealmente revolucionario, sentía, sin embargo, una instin­ tiva resistencia a la sindicación como obrero, aunque no a la filiación política como ciudadano. Una de mis grandes sorpresas al empezar a conocer Francia, allá por el año 23, fue descubrir que en aquella época, las dos grandes centra­ les sindicales francesas -la C.G.T reformista y la C.G.T.U. de dirección comunista- apenas agrupaban a quinientos mil obreros de toda Francia. Sólo en época más reciente, a raíz del triunfo electoral del Frente Popular, se produ­ ce en Francia una fuerte corriente hacia la sindicación. La C.G.T. en la que se han fundido los dos organismos IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 457 obreros, y que los comunistas tratan de maniobrar, reúne entonces unos cinco millones de afiliados. Pero, aunque nos resistamos a establecer deducciones lógicas, lo cierto es que ese fenómeno se produce cuando Francia entra en un periodo crítico de desequilibrio. Otro hecho curioso que explica el fondo pequeño burgués -sin excedernos de la definición de André Sie­ gfried- de las masas francesas, incluso de las teóricamente más revolucionarias, es el siguiente: ¿Sabéis cuál fue la primera creación del Partido Comunista francés en aque­ lla época infantil y heroica del leninismo revolucionario? Pues un Banco. “Banque Ouvrière et Paysanne”, desde luego, Banco Obrero y Campesino, para distinguirlo de los establecimientos similares del gran capitalismo, pero banco, al fin, como lo hubiese podido organizar nuestro buen amigo Julio Carabias134, y el cual tenía en sus cuentas corrientes y de ahorro más de treinta millones de francos, depositados por los que Jacques Doriot, que entonces era todavía comunista, llamaba en el cuplé de “La Internacio­ nal”, “los damnés de la terre”. El radicalismo francés, decíamos, crea, pues, un tipo social complejo, del que nace también un tipo político de igual complejidad y en el cual se alian el afán de progre­ so, la extinción de las luminarias del cielo, la pasión por la justicia y la libertad, el idealismo revolucionario, la aspiración al bienestar, y eso que de modo tan divertido decíamos los españoles: “La previsión del porvenir”. En resumen, cuanto hace a los hombres realmente libres. Este hombre libre, pero socialmente seguro, al que han dado alma Voltaire y Zola, Rousseau y Víctor Hugo, y al que han dado cuerpo al mismo tiempo los platos más

134. Exiliado republicano español que trabajó para la JARE. 458 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS famosos de la sabia y armónica cocina francesa y los vinos más conspicuos de las venerables bodegas -tan distintos del agua de Vichy, que es hoy la bebida forzosa en Fran­ cia- de la Borgoña, realiza la unión más perfecta de lo ideal y lo real, del espíritu y de la materia. Un Cervantes francés, hubiera hecho un solo personaje de Don Quijote y Sancho, y de él un símbolo del radicalismo. Este personaje complicado, producto de una lenta obra de civilización, está siempre dispuesto a las mayores audacias del pensa­ miento y a defender al mismo tiempo cuanto hace amable y grata la vida. Su lema político parece ser el de aquel can­ to meridional -citado también por André Siegfried- que exclamaba: “¡Toujours a gauche, mais pas plus loin!”. Siempre a la izquierda, pero no más lejos. El radicalismo francés es una doctrina de razón, no de aventuras. El espíritu pequeño burgués del radicalismo no es una improvisación. Tiene, como la propia doctrina radical, una ilustre raíz revolucionaria. Procede de la “Declaración de los Derechos del Hombre”, que es la pieza maestra de la revolución. Ese espíritu pequeño burgués, nada tiene que ver con las monstruosas creaciones del capitalismo moderno. Conviene hacer una aclaración para evitar confusiones que podrían crearse por el valor que cada cual diera a los vocablos. Yo he aceptado una definición del vocablo que estoy usando y no acepto otra para los fines que persigo. Ese espíritu pequeño burgués tampoco tiene nada que ver con la oligarquía financiera de las doscientas familias, sus afanes de dominio político y la presión de sus intereses sobre el Gobierno. Contra esas potencias capitalistas lucha el pequeño burgués de Francia -que es también el obrero, como he dicho- con tanta decisión como contra el despo­ tismo político y contra la Iglesia, porque representa tam­ IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 459 bién un poder de dominación. El espíritu pequeño burgués a que me refiero tiende a la democratización del bienestar, a la difusión de los medios materiales que el progreso pone al alcance del hombre y, en definitiva, a su libertad. El enemigo del espíritu pequeño burgués es precisamente el gran capitalismo, que tiende a destruirlo. Ello explica que Francia se haya resistido, como ningún otro país, a la invasión de esa gigantesca creación del capitalismo indus­ trial moderno que es la producción en serie y que convierte al obrero en un autómata, en un simple eslabón de la gran cadena mecánica. Así como el paisaje de Francia, decía­ mos, es el más fundido con el hombre, todavía Francia a que la máquina sea más dócil al hombre, a que la máquina no anule y absorba al hombre. El signo francés de esa re­ sistencia al maquinismo es también el individualismo. Ese espíritu burgués es contrario también a la política de intereses, que jamás ha sido popular en Francia. Albert Thibaudet afirma que “nada tiene que hacer en Francia un partido que inscriba en su programa la palabra “intere­ ses””. Y Giraudoux135 ha descrito el Parlamento de Francia como “una doble academia encargada de velar por ciertas conquistas limitadas, pero excesivamente precisas, que son los derechos políticos del francés”. Pero, si esta acción que maneja preferentemente sím­ bolos e ideales es la obra del radicalismo ¿qué hacen en Francia los partidos de clase? Ya hemos dicho que el so­ cialismo, en Francia, es una evolución política, un afán de progreso con relación al radicalismo, un impulso idealista, sentimental, humanitarista, pero que conserva su raíz “pe­

135. Dramaturgo, novelista y diplomático francés que ocupó diversos cargos en el gobierno colaboracionista de Petain. 460 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS queño burguesa”. Su lema puede ser también: “Toujours a gauche, mais pas plus loin”. Los precursores del socialismo francés, Saint-Simon, Fourier, Comte, basan sus teorías en principios gene­ rales, utópicos, humanitarios, evangélicos. Más que un movimiento de acción política y social crean una nueva mística, una religión nueva que aspira a “la armonía de la Sociedad”, al concierto voluntario de los hombres libres unidos en la obra común por amor al trabajo. Los saint- simonianos más que agitadores sociales, son verdaderos apóstoles. Por imprevista paradoja resultan ser los primeros “falangistas”, pues dan el nombre de “falange” al grupo de mil ochocientas personas que deben habitar en el gran “falansterio” con bodega, cocina y despensa comunes, y en el cual tendrían una vida fácil los sabios y los artistas. El socialismo roussoniano y utópico de los precurso­ res franceses no se reconocería en el socialismo de Marx, que es un sistema científico de investigación y explicación de los hechos económicos. Aquél está elaborado con el corazón, con el sentimiento; éste con estadísticas y leyes matemáticas. La oposición entre el concepto alemán del socialismo y el concepto francés, aún en tiempos más modernos, es evidente. Jaurès imprime al socialismo un sello humanita- rista auténticamente francés. El fenómeno del socialismo político alemán durante el Imperio desconcierta a los franceses, que se sienten interpretados por Clemenceau cuando éste pregunta a los socialistas alemanes “¿en qué inmenso cuartel queréis convertir a la humanidad? ¿en qué masa sin hombres queréis convertir al pueblo? Cuando Jaurès funda su diario socialista, no busca el título entre expresiones de cólera y de combate que figuran IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 461 frecuentemente en las cabeceras de los periódicos de clase. Lo titula La Humanidad. Jaurès, elegido por los mineros de Carmaux, es el aliado político del radicalismo francés. Sus enemigos lo designan irónicamente “ministro de la pa­ labra” de los gobiernos radicales a los que defiende desde su escaño de diputado con su incomparable elocuencia. ¿Qué gran batalla libran Jaurès y sus discípulos socialis­ tas? Una gran batalla, no social, sino política, en defensa de la justicia: la gran batalla del “affaire” Dreyfus. Contra la opinión de algunos socialistas -entre ellos Millerand, tránsfuga poco después- partidarios de abste­ nerse en aquella enconada lucha civil, porque ni Dreyfus ni Zola son socialistas, sino burgueses, Jaurès, con Guesde y Vaillant, las tres grandes figuras del socialismo francés, se lanza ardientemente a la pelea. “El “yo acuso” de Zola -dicen- es el acto revolucionario más grande del siglo”. El propio Jaurès ha referido cual era, ante aquel hondo pro­ blema de conciencia, la preocupación de los socialistas que le acompañaban: “Si se toleraba la injusticia ¿qué harían los socialistas en una sociedad envilecida?”. La profunda preocupación de Jaurès, ajena a todo interés inmediato de clase, era evitar que se pudriese lo que hay de noble en el hombre, era, en fin, salvar la personalidad humana. He ahí la gran coincidencia socialista con el radicalismo francés. Y téngase finalmente en cuenta que el programa so­ cial del radicalismo francés, trazado por Clemenceau en su famoso discurso de Marsella del año 81, para oponerlo al programa conservador del “gambettismo” oportunista, y que da nacimiento al radical-socialismo, es muy parecido, en líneas generales, al último programa mínimo aprobado para una acción inmediata de gobierno por el partido so­ cialista francés. 462 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

El radicalismo es pues, la inspiración y la fuerza impulsora del régimen que se va consolidando y perfec­ cionando a través de las grandes luchas de nuestra época, y en las que la práctica de la libertad y de la democracia actúan como válvulas de seguridad: De la “Commune” al “orden moral”; de las agitaciones anticoloniales de Jules Ferry al “boulangismo”136; de las luchas sociales y políti­ cas de Fournier y Carmaux al escándalo de Panamá; de los atentados anarquistas a la gran agitación de la conciencia que significa el “affaire” Dreyfus; de la política social de Waldeck-Rousseau a la política laica del “pere Combes”; de la explosion nacionalista de la posguerra al cartel de izquierdas; del 6 de febrero al Frente Popular; hasta caer al fin, la República, invadido su territorio y vencido su ejérci­ to en las manos decrépitas del mariscal Petain. Esos momentos de agitación que quedan indicados marcan movimientos de péndulo de izquierda a derecha y en ese flujo y reflujo de la marea política francesa, la tác­ tica genial del radicalismo consiste en no luchar al mismo tiempo en dos frentes: el de las ideas y el de los intereses, el de la Iglesia y el de la Banca, a fin de evitar que una coalición de enemigos pueda derribar al régimen. Es una lección de prudencia y sabiduría política que debimos aprovechar los republicanos españoles. En Francia, las grandes conquistas políticas se logran en los periodos de paz social y los avances sociales en momentos de quietud política. Un gobierno políticamente conservador estable­ ce el impuesto sobre la renta y un gobierno socialmente

136. Georges Boulanger, militar y político francés fundador de un partido re­ accionario que tuvo bastante calado en el último tercio del siglo XIX. Su único ideario era hacer de Francia una gran potencia mundial, devolverle una grandeza que creía perdida. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 463 conservador realiza la separación de la Iglesia y el Estado. Cuando el Gobierno trata de luchar en dos frentes -caso del cartel de izquierdas en 1926, de Blum en 1936 y, en sentido opuesto el de Doumerge en 1935- la experiencia fracasa. Esta función mecánica de estabilización en la política francesa corresponde a la paradoja interna del francés, idealista y pequeño burgués. La función estabilizadora se logra además, porque el radicalismo con táctica oportunista, se apodera de los puestos de mando de la República, tan pronto como le es posible y procura no soltarlos ya de la mano. Durante cincuenta años tiene en su poder el Ministerio del Inte­ rior; durante cincuenta años da la razón al maestro y al médico rural -fervientes republicanos- contra el cura y el personajillo reaccionario local; durante cincuenta años dirige la escuela laica y hace de su creador, el venerable Ferdinand Buisson, la figura más respetada del régimen; durante cincuenta años impone la supremacía del poder civil, apartando de la política a los militares, que, por otra parte, bastante tienen que hacer con mirar a la frontera del Rin; durante cincuenta años impone la tolerancia religio­ sa y vence al fanatismo, oponiendo a la agresión clerical la fuerza de la francmasonería, que es algo así como la religión del radicalismo; durante cincuenta años impide que la creación absorbente del Estado moderno anule al individuo; y durante cincuenta años establece los sistemas electorales que aseguran la defensa de la República. El equilibrio político y social de la III República im­ prime su huella profunda en la sociedad francesa, que ha dado un maravilloso ejemplo de tolerancia, de libertad, de civilización. Francia durante los años que alcanza nuestra vida, ha sido en el mundo una gran fuerza del espíritu, 464 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS que alguien ha expresado en esta ecuación: Francia: una nación: un ideal. Sólo de Francia se ha dicho que los hom­ bres de todos los países tiene -¡perdón!, tenían dos patrias: la suya y Francia. Francia ha sido, pues, una patria común del espíritu de los hombres. Ha podido decirse también, que una causa justa no conmovía la conciencia universal mientras no la apadrina­ ba Francia. El odio de los reaccionarios de todo el mundo, de modo especial el odio de los reaccionarios españoles a Francia no es otra cosa que temor a la fuerza expansiva que infundía Francia a los ideales humanos, a la creación internacional del humanismo. En el fondo de la germa- nofilia española del 14 había un oscuro resentimiento por la campaña francesa a favor de Francisco Ferrer. Ante una gran causa humana, el idealismo lanza al francés a la ac­ titud heroica. El apacible Jules Renard, pequeño burgués típico, escribe el día de la condena de Zola: “Juro que Zola es inocente. Y declaro que hoy siento un gusto repentino y apasionado por las barricadas”. Cierto que ha existido -y existe hoy más que ayer- otra Francia: la Francia chauvinista y clerical, la de los po­ líticos equilibristas o corrompidos, la de la Prensa venal, la de la aristocracia financiera, la de los intelectuales que traicionaron, la de las claudicaciones ante la barbarie hit­ leriana y la carnavalada mussolinista, la Francia, en fin, del gendarme implacable y de los campos de concentración. Pero ésa no es nuestra Francia; es la otra. Es una adulte­ ración, una desfiguración de Francia en el espejo grotesco que falsea su verdadera imagen. Los mejores franceses no se reconocen en ella. Albert Bayet lo ha dicho con estas palabras: “Nunca Francia ha sido tan francesa como en el momento en que, habiendo conquistado la libertad, procla­ ma no los derechos de quienes viven sobre su suelo, sino IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 465 los derechos de todos, los Derechos del Hombre”. De don­ de deducimos que la otra Francia en la menos francesa. Pero, se dirá: con todas estas virtudes, con esa acción fecunda de la democracia, con tal maravilla de equilibrio que era su sociedad y con el prodigio de estabilización que era su régimen, ¿cómo se ha perdido Francia? Sólo la explicación de la otra Francia podría darnos la respuesta, y también el examen de lo que la guerra actual tiene de guerra civil interior y no de guerra internacional; de lucha horizontal de las distintas capas sociales dentro de cada nación y no de lucha vertical, de pueblo contra pueblo, en el límite de las fronteras. El equilibrio de la sociedad y del régimen francés se quiebra, al fin, por el choque de dos fuerzas extremas producidas por los fenómenos totalitarios europeos: es decir el fenómeno comunista y el fenómeno nazifascista. El día en que el fenómeno comunista sitúa fuera de Francia la dirección política y espiritual de grandes masas obreras, destruyendo en ellas el espíritu individualista, revolucionario y jacobino, pre­ parándolas dócilmente a la obediencia de monstruosas consignas contra Francia y contra la propia libertad; el día en que el fenómeno nazifascista seduce, por el terror, a las clases conservadoras, y, por la dádiva, a quienes se dejan comprar; y emponzoña la inclinación pacifista del francés medio preguntándole pérfidamente: ¿Morir por Praga? ¿Morir por Dantzig? y las doscientas familias hacen de Hitler en Lohengrin del orden social; ese día quedan rotos los resortes franceses. En el terreno internacional, esos resortes se desgastan y quiebran en la política de vacilación que realizan, desde el fin de la otra guerra, las dos grandes potencias democrá­ ticas europeas, y que da como resultado una serie de clau­ dicaciones frente a la política agresiva de los dictadores, 466 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS y que conducen a la política de “no intervención” que es el suicidio de Francia y la vergüenza de Munich, que es el suicidio de Europa. Cuando, al fin, Inglaterra y Francia resuelven opo­ ner su fuerza a las ambiciones de Hitler, es demasiado tarde. Hitler ha logrado ya enormes ventajas estratégicas y políticas en una Europa amedrentada. Cuando estalla la guerra, Francia no está preparada moral ni materialmente para conducirla con decisión hasta la Victoria. No hay un Clemenceau que diga: “Je fais la guerre”. Los comunistas organizan el sabotaje en la producción; los hitlerianos franceses en la política. En plena guerra las fábricas de armamento no trabajan de noche. Las compras en el ex­ tranjero se hacían con parsimonia, esperando una guerra larga. ¿Habían leído los franceses la nueva biblia germáni­ ca, el Mein Kamp de Hitler? Se pudrían en los campos de concentración o reventaban de fatiga en las compañías de trabajo los combatientes de la libertad, los obreros españo­ les dispuesto a trabajar y a luchar por Francia. Francia no acertaba a descubrir ni aún dentro de sus propias fronteras a sus amigos ni a sus enemigos. Bajo la censura de guerra, cierta prensa vendida, seguía inspirando a los republica­ nos españoles, dispuesto a defender a Francia, y elogiaba, al mismo tiempo, a Lequerica, antiguo agente alemán en Vizcaya, dispuesto a apadrinar la entrega de Francia. Y así se llega al desastre de junio de 1940, al fin de la III República, destacando en el drama de sus últimos días el vano esfuerzo de resistencia de Paul Reynaud137, hasta que Francia cae en manos de lo que Jean Montigny, un amigo de Bonnet, ha llamado la “Commune de Burdeos”,

137. Presidente del Gobierno francés en los días de la ocupación alemana, a la que se opuso y por la que fue encarcelado por Petain. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 467 que agrupa bajo la astuta dirección de Laval, a los Mar- quet, Pietri, Bonnet, Bergery, Deat y algún otro personaje subalterno, derrotistas profesionales, instalados en una pequeña oficina del Ayuntamiento bordelés, desde donde maniobran e intrigan hasta impedir el viaje a Argelia de los tres Presidentes -el de la República, Lebrun; el del Senado, Jeannessey, el de la cámara, Herriot- que quieren reunir el Parlamento en un trozo libre de Francia y conti­ nuar la resistencia. De la “Commune de Burdeos” sale nombrado Delfín de Francia un personaje de quien Carlos Maurrás escribió un día: “Laval tiene madera de galeote. Su fin natural es la horca”. El Decreto de su nombramiento se encabeza así: “Nos, Henri Philipe Petain...” ¡Formidable sorpresa para la sombra del “Tigre”! Recordemos esta confidencia de Clemenceau a Jean Mar- tet en marzo de 1918: “En Dullens hablé a dos hombres: uno que decía que estábamos perdidos, y el otro que iba y venía como un loco y que quería batirse. Probemos con el loco -me dije-, por lo menos moriremos con el fúsil en la mano. Dejé que se fuera ese hombre sensato, lleno de cordura, que era Petain y opté por el loco, que era Foch. El loco me sacó de apuros”. No discutamos las glorias, ni aún con la sombra de Clemenceau, que si se hizo inhumar verticalmente, de pie, en su tierra vendeana, no fue para mirar hacia Vichy. En la leyenda de Francia, Petain era el único héroe de Verdún. No discutimos las glorias, decimos, pero permitid que acuda a nuestro recuerdo otro nombre: el de un joven teniente, recién salido de la Academia en 1914, herido tres veces en la defensa de Duaumont -fuerte avanzado de Verdún -, recogido casi sin vida por los alemanes y hecho, 468 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS al fin, prisionero; aquel joven teniente se llamaba Charles de Gaulle. Ese nombre abre una esperanza en el porvenir de Francia y nos vuelve hacia el pasado, en busca de la expli­ cación militar del desastre francés. El gran periodista Per- tinax encuentra esa explicación en lo que él llama “credo de la línea Maginot” profesado por el General Gamelín y por los grandes pontífices del Estado Mayor francés, de los cuales fue exponente e general Chauvineau en un libro al que puso prólogo el Mariscal Petain; credo que fue acep­ tado por todos los gobiernos de Francia y que Daladier definía así: “La primera y la última palabra de la estrategia y la táctica consiste en saber cavar una trinchera y aguantar en ella sin moverse”. El mito militar de la línea Maginot corresponde al mito político de la seguridad. En el sistema defensivo clásico de Francia, trazado por Vauban138 en tiempos de Luis XIV Desde 1934, el entonces comandante De Gaulle había hecho oír su voz discrepante, anunciando con gran clarivi­ dencia, la ineficacia de ese sistema clásico ante las condi­ ciones de la guerra moderna. Los estudios militares de De Gaulle, que van de “La discordia en el campo enemigo”, que data de la anterior derrota alemana, a los ensayos titu­ lados “En la punta de la espada”, culminan en dos libros fundamentales: “Hacia un ejército profesional”, obra pro­ fètica, que anuncia la catástrofe del Ejército francés y trata de evitarla, y “Francia y su Ejército”, obra considerada por algunos críticos como una especie de “Discurso del Méto­ do” del arte militar.

138. Mariscal de Francia en tiempos de Luis XIV, especialista en fortificaciones militares. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 469

La doctrina del general De Gaulle es, en líneas genera­ les, la adaptación a la guerra moderna del famoso principio de Napoleón que consiste en ser superior al enemigo en un punto determinado, esto es: concentrar las fuerzas propias para atacar al enemigo en su punto más débil. Es una teoría de movimiento y de acción. En cuanto representa la vuelta a un principio militar clásico, napoleónico, las ideas de De Gaulle nada tienen de revolucionarias, pero sí lo son en cuanto se oponen al viejo concepto vaubinista sostenido por el mandarinato rutinario del Estado Mayor francés. La aplicación del principio napoleónico a la guerra moderna la expresaba De Gaulle con la formación de un Ejército profesional de cien mil hombres, bien dotado de tanques y de aviones, que en vez de ser diseminados y alargados en las líneas del frente, como cuerpos auxiliares, penetra­ rían en cuña por un punto débil para destruir el frente y la retaguardia enemigos. El principio degaullista se basa en la acción rápida, fulminante de pocos hombres y muchas máquinas. Es el principio de la “guerra relámpago”, con­ trario al de la guerra de posiciones, y que ha inspirado en este conflicto, la táctica del Estado Mayor alemán. “Hacia un Ejército profesional” data de 1934. Pocos meses después de su publicación, en marzo de 1935, Paul Reynaud, seducido por las ideas de De Gaulle, presentó al Parlamento un proyecto de ley en el que se proponía la re­ organización militar trazada por De Gaulle, a base de crear divisiones blindadas cuya formación era exactamente la que más tarde dieron los alemanes a sus “panzer divisio- nen” que han sido el instrumento de su victoria militar. Aquel proyecto fue desechado y no tenido en cuenta por el Estado Mayor formador alguno de los hombres que hoy persiguen a Reynaud, acusado de belicista, y a de Gaulle, acusado de traidor. 470 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

Esa es la doctrina militar degaullista; pero ¿quién es el hombre? Charles de Gaulle no puede ser clasificado en ninguna de las dos escuelas o estilos militares franceses que señala uno de sus biógrafos, el inglés George Slocom- be, y que éste simboliza en Foch, de quien Weygand fue Jefe de Estado Mayor, y en Jofre, en cuyo Estado Mayor figuró Gamelín. De Gaulle no es, pues, ni un tipo nervio­ so, ascético, aristocrático y académico como Foch, ni un tipo sereno, meditativo, sólido y aldeano como Jofre. En de Gaulle se equilibran los dos estilos. Es un tipo depor­ tivo, muscular, intelectual, juvenil, lleno de audacia en su acción y en sus ideas. Es hijo de un profesor de la Univer­ sidad Católica de Lille y políticamente podría ser clasifi­ cado como hombre de derechas -también lo son Reynaud y Mandel- si fuera exacta esa clasificación en un militar puro, consagrado a los problemas militares planteados en su patria amenazada, más bien que atraído por las luchas políticas. Durante su carrera militar, a la vuelta del campo de prisioneros en el que se restablece de sus heridas, y del que le libera la victoria de 1918, es ayudante de Petain y Weygand, vuelve a Alemania como oficial en las tropas de ocupación del Rin, desempeña misiones militares en el Irak, Irán y Egipto, es profesor de Historia Militar en la Academia de Saint Cyr y de Estrategia en la Escuela de Guerra de París, ocupa la Secretaría General del Comité Técnico de Defensa militar, hace un periodo de práctica en la línea Maginot, toma luego el mando del regimiento de carros y, al estallar la guerra, ascendido a general, se le nombra jefe de la Brigada motorizada del 5o Ejército y más tarde de la 4a División blindada, al frente de la cual toma parte en las batallas para contener el doble avance de las “panzer divisionen” hacia el mar, para cortar la comuni­ cación con Bélgica, y hacia París para forzar la rendición IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 471 de Francia. El día 6 de junio ante la crítica situación en el Somme, Reynaud llama a Paris a de Gaulle y lo nombra Subsecretario de Guerra, en el Gabinete reconstruido. De Gaulle en Guerra y Mandel en el Interior hubieran podido asegurar con tiempo, la victoria de Francia. Pero ya es tarde. Los pocos días que transcurren desde su nombra­ miento hasta la catástrofe los emplea de Gaulle en realizar rápidos viajes a Londres, para organizar con Churchill la resistencia. ¡Curioso encuentro del profeta militar de las divisiones blindadas con el profeta de los tanques, llama­ dos cuando aparecieron en la otra guerra: “La locura de Winston”. De Gaulle concertó con Churchill un plan de resisten­ cia militar y de alianza política que consistía en fundir en una comunidad de guerra a Francia y su imperio colonial con el Imperio británico. Pero no pudo conseguir que el Gobierno francés se trasladase a Argelia para continuar la lucha. En su último viaje a Francia encontró a Reynaud cambiado, vencido. Al día siguiente actuaba ya, junto al Presidente Petain, la “Commune de Burdeos”, que lanzaba desde el despachito cedido por el alcalde Marquet su con­ signa derrotista: “Después de fracasar en Francia la políti­ ca guerrera de Churchill y Reynaud, ¿va a triunfar porque la reanudemos desde Africa?”. De Gaulle voló de nuevo a Londres, y de allí hizo su llamamiento a los Franceses Libres para seguir luchando. En ese llamamiento renueva la fe en la victoria y la con­ fianza en el principio militar defendido por él: “Las mis­ mas condiciones de la batalla -dice- que causaron nuestra derrota por la falta de cinco mil aviones y de seis mil tan­ ques, podrán mañana damos la victoria, cuando dispon­ gamos de veinte mil tanques y veinte mil aviones”. Estas palabras descubren el secreto de la voluntad británica y su 472 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS fuerza profètica se ilustra con las informaciones de estos días sobre la batalla del Mediterráneo y con la simple con­ templación de un mapa de África y del Próximo Oriente. El movimiento de la Francia Libre no es un movimien­ to militar, aunque sea un general su figura representativa y su jefe de guerra. A ese movimiento libertador, civil, por lo tanto, están incorporados todos los franceses que viven en el extranjero y que pudieron manifestar libremente su opi­ nión, y en secreto, la mayoría de los franceses que viven en Francia. Una periodista norteamericana, Lorna Lindsley, que ha estado recientemente en la Francia ocupada, des­ cribe cómo sobre los carteles de propaganda nazi aparecen unas misteriosas inscripciones: “¡Viva Churchill! ¡Muera Hitler! ¡Viva de Gaulle! Y refiere que en un pueblecito bretón de la costa junto al bando del Estado Mayor alemán anunciando el fusilamiento de un joven francés por acto de sabotaje contra las fuerzas de ocupación, se exhibía un gran cartel representando a un marinero que empuñaba, sobre las olas, una bandera francesa. Se trataba de man­ tener entre los marinos bretones el odio contra de Gaulle por el ataque de la escuadra del almirante Darlan. El cartel llevaba esta inscripción: “No olvidéis Orán”. La palabra Orán -cuenta Lorna Lindsley- no tardó en desaparecer de todos los carteles, quedando convertida la leyenda en esta frase ambigua y amenazadora: “No olvidéis...” Cumplamos el anónimo mandato. Nuestro recuerdo va a nuestra Francia. Y nuestro dolor lo guía misteriosamente hacia los campos de concentración donde sufren nuestros hermanos, cuya evocación ata un nudo en mi garganta. Por la salvación de ellos deseamos que Francia vuelva a ser nuestra Francia y que no tarde el día que vea levantarse de nuevo en sus fronteras la bandera que los patriotas révolu- IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 473 cionarios de 1790 plantaron sobre el puente de Kehl, con estas palabras: “Aquí empieza el país de la libertad”.

-II- ¿CUÁNDO VOLVEMOS A ESPAÑA?139

Introducción El Ateneo Salmerón, hogar mexicano de antiguos afiliados al Partido de Izquierda Republicana, ofrece, en estas páginas, a sus amigos y correligionarios el texto de la conferencia que, en la serie de las organizadas por la “Juventud Republicana Española”, pronunció, el 16 de julio de 1942, el ex ministro de la República don Carlos Esplá. Estima la Junta Directiva del “Ateneo Salmerón ” que la orientación política expuesta por el Sr. Esplá, sobre temas de actualidad candente, que interesan a la emigra­ ción, debe ser conocida por los republicanos españoles, pues considera que, en las palabras que a continuación se reproducen, queda bien definido y reflejado un pensa­ miento político auténticamente republicano, con el cual expresa su conformidad.

Me doy cuenta, señoras y señores, de que al preguntar yo: ¿cuándo volvemos a España?, al exponer así el tema de mi charla, he despertado una expectación peligrosa para mí; he hecho una pregunta demasiado importante o,

139. Conferencia pronunciada por Carlos Esplá en el Centro Republicano Español de México el día 16 de julio de 1942. Esta conferencia tuvo una enorme repercusión en los ambientes del exilio mexicano. Por primera vez se hablaba con claridad de las posibilidades reales de derrocar a Franco, del regreso a la patria añorada. 474 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS como se suele decir, sensacional. Recuerdo el caso de un periodista provinciano muy dado a empedrar sus artículos con interrogantes: “¿Qué va a pasar aquí? ¿Por qué ha sido llamado a Madrid el señor Gobernador? ¿Qué nueva des­ gracia amenaza a nuestra sufrida provincia?, etc.”. Y un lector del diario solía comentar, en la tertulia del casino provinciano: “Si me gasto diez céntimos en el periódico es para que me diga lo que pasa, no para que me lo pregun­ te”. Supongo que alguno de ustedes habrá hecho ya, a esta hora, el mismo comentario. Denuncia del acertijo Debo decir, sin embargo, que no he obedecido a ese resabio profesional -de mi antigua profesión de periodis­ ta-, que consiste en poner títulos sensacionales y llamati­ vos a las noticias que luego defraudan al lector. La pregun­ ta es sensacional; y, precisamente por eso, he querido yo, al hacerla, denunciar su sensacionalismo, hacer la crítica de tal pregunta, que nadie puede contestar en esa forma de acertijo, de interrogación para profeta de feria, en esa forma de adivinanza, que es cómo circula por ahí. Varias veces se me ha hecho la pregunta, pues hay amigos que creen que otras personas conocen los secretos del porvenir. Siempre he creído que tales amigos pretendían de mí algo así como que leyese en las rayas de sus manos o que le dijese a España la buenaventura. Es decir, he supuesto que pretendían de mí algo que no era serio. Recuerdo que durante la dictadura de Primo de Rive­ ra, nuestro gran Unamuno solía irritarse ante la pregunta que algunos le hacían: “¿Cuándo termina esto? Cuando ustedes quieran”, respondía, malhumorado, don Miguel. Entonces, la respuesta la tenían, en efecto, los españoles en la mano. Ahora, como veremos, no todo depende de nosotros. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 475

¿Cuándo volvemos a España? La pregunta sonaba machacona en mis oídos. Circula por ahí, en todas las ter­ tulias de refugiados. Nos desvela cuando tratamos de bus­ carle respuesta. Es algo así como la letra silenciosa que po­ nemos a ese rezo español elevado todas las noches al cielo mexicano con un poco de música del Himno de Riego. Por eso, cuando nuestros amigos de la Juventud Republicana Española, tan queridos todos por su entusiasmo y su devo­ ción política, propios de la edad, aunque algunos sean ya contemporáneos míos; cuando los amigos de la Juventud, digo, me pidieron el tema de la conferencia, yo recogí ese tema de la calle. Lo recogí, precisamente, para tratar de quitar a esa pregunta todo lo que tiene de acertijo, de cha­ rada, de pregunta callejera que no puede tener respuesta exacta, para apartarla, en fin, del dominio de la magia y del milagro, en que algunos la colocan, y extraer de ella lo que tiene de emoción política seria y grave. Esto es: para tratar seriamente, como se pretendía, un tema político. Conviene que se sepa de una vez que los sucesos políticos del porvenir están excluidos de todos los zarago­ zanos, y que el papel de echadora de cartas o de mago con cucurucho es el que menos cuadra a nuestras preocupa­ ciones y angustias de desterrados. Voy, pues, a defraudar o chasquear a los descifradores de jeroglíficos, y voy a cam­ biar impresiones sobre nuestros problemas políticos con aquellos amigos -como seguramente lo son ustedes- que, sin dedicarse al juego de los acertijos, sienten la emoción tremenda de nuestro exilio y, sin confiar en milagros, esperan, sin embargo, su fin. En resumen, yo acepto esa pregunta como signo de una emoción política, y la rechazo como pasatiempo de calendario convertido en obsesión. 476 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

Esperanza de volver a la Patria ¿Cuándo volvemos a España? Nuestra emigración, como la de todos los tiempos y de todos los países, tiene la ambición intensa de dejar de serlo. Yo soy una especie de veterano de la emigración; y después de haber pasado varios años en el destierro, cuando la otra dictadura, des­ pués de aquellos siete años y pico de destierro, uno parece acostumbrado a la emigración. Pero incluso los veteranos del destierro, quienes podemos considerarnos habituados a él, sentimos, como todos, su tortura y su drama. La sin­ tieron los desterrados de aquella época casi edénica que el capitán Casero140 recuerda en sus Memorias, con palabras de ingenuidad y de ternura, cuando él se ganaba la vida en París tocando el cornetín, y otros exiliados haciendo traducciones para la casa Gamier, o dando lecciones de español, y otros incluso organizando corridas de toros en las arenas de Lutecia. Esa intensa y dramática esperanza de volver a la pa­ tria, expresión del dolor del desterrado, inspiró a un ilustre proscrito bellísimas, que voy a leer para que haya algo be­ llo entre las mías. De vuelta ya en España don Emilio Cas- telar, después de la revolución de Septiembre, en el primer discurso que pronunció en la Asamblea Constituyente del 69, el gran orador habló así: “Nosotros, los que hoy representamos la majestad de la patria, ayer no teníamos patria. Nuestros nombres se hallaban confundidos en las mismas sentencias de muerte. Aquí, en el suelo querido, en el hogar consagrado por la sombra de nuestros padres, sólo nos aguardaba el verdugo. Nosotros arrastrábamos por las orillas de extranjeros ríos nuestra alma desolada por la tristeza del destierro, que tiñe

140. Exiliado en París en los tiempos de la dictadura de Primo de Rivera. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 477 de colores de hiel todos los objetos. ¡Cuántas veces nos encontramos algunos de los actuales ministros y yo en aquellas grandes ciudades llenas de seres, y, sin embargo, para nosotros desiertas! ¡Cuántas veces decíamos: es ver­ dad, todo el planeta es tierra, pero no es la tierra cuyo jugo llevamos en nuestras venas!; toda la atmósfera es aire, pero no es el aire que ha mecido nuestra cuna; todo el sol es luz, pero no es aquella luz de la cual guardamos un beso inmortal en nuestra frente; todos los hombres son nuestros hermanos, pero no son aquellos hermanos que expresan su pensamiento en la amplia y sonora lengua española; y des­ pués de haber visto las ciudades más populosas; después de haber contemplado los monumentos más grandiosos; después de haber departido con los genios más eminentes de Europa; después de haber presenciado el movimiento de las ideas en Alemania, el movimiento de las máquinas en Inglaterra, el esplendor de la libertad en Suiza, más su­ blimes todavía que las eternas cimas de los Alpes; después de haber recorrido los campos de Italia, entre aquellas es­ tatuas que parecen exhalar aún de sus labios de mármol los versos de los antiguos poetas y los diálogos de Platón, los ojos se volvían tristemente a la tierra donde se pone el sol; y habríamos dado toda nuestra existencia por vivir algunos momentos en medio de nuestros compatriotas, por tener la seguridad de que nuestros huesos no habían de estar más fríos, más solitarios en tierra extranjera, sino que habían de venir aquí a confundirse con los huesos de nuestros padres, aunque sólo tuvieran por epitafio la hierba de los campos, y por asilo una ignorada sepultura: que nada hay tan grande y tan sublime como el amor a la patria”. Creo que esas palabras, tan bellas como el sentimien­ to que las inspira, colocan mi charla en el tono de emoción 478 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS que conviene al drama de la pregunta sin acertijo: ¿Cuán­ do volvemos a España? El tema es triste, serio y trágico. No importa que la tierra de México no sea extraña para nosotros, ni nos sin­ tamos ajenos a su historia ni sordos a su dulce lengua, que es la nuestra. Aunque México nos brinde, generoso, esos consuelos, que no pudo tener Castelar en su destierro, el drama del nuestro es mucho más angustioso; porque, para muchos de nuestros hermanos de emigración, el verdugo no es sólo el personaje siniestro que espera en la patria, sino el que ya cometió el crimen horrible de asesinar a seres queridos; y los compatriotas que quedaron en España y cuya compañía anhelamos, como anhelaba Castelar la de los compatriotas de su tiempo, son espectros sublimes que vagan en los presidios de la patria, o en los campos de concentración de otras tierras hostiles, o que sufren el escarnio y la humillación de vivir entre bandidos con camisa azul. El tema es serio y trágico. Para una emigración como la nuestra, que confunde en el dolor del destierro al obrero y al profesor, al guerrillero y al hombre de Estado, al niño y al anciano, la vuelta a España no significa tan sólo el traslado físico de nuestras personas a aquellas playas de­ seadas de mi Mediterráneo o de vuestro Atlántico. Es, so­ bre todo, la vuelta de la propia España a ser nuestra misma España. Es, por encima de todo, el recobrar España, para que España se recobre, para que vuelva a ser España. Primer acto del drama mundial Nuestro drama, señoras y señores, es, como se ha dicho, un acto -el primero- del gran drama actual del mundo. No importa que algunos se obstinen en querer ignorarlo todavía. Mientras no lo reconozcan así, es decir, mientras no empiecen por el principio del drama, no lie- IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 479 garán al fin, al desenlace. Nuestra suerte de republicanos españoles está ligada, como se sabe, a la suerte de las grandes democracias que luchan contra la más brutal de las tiranías. ¡Ah!, pero también la suerte de esas grandes democracias está ligada a la nuestra. Tampoco importa que las grandes democracias sean poderosas, estén espléndidamente armadas y puedan es­ tarlo más dentro de algunos meses, en tanto que nosotros somos apenas un puñado de vencidos inermes, una triste hermandad de refugiados. Con nosotros está la razón, y me permito creer que la que ellos defienden no podrá triunfar sin que se reconozca la nuestra. Pueden parecer soberbias mis palabras, y es cierto que cada refugiado pue­ de llevar por el mundo el soberbio orgullo de su condición de primer combatiente en esta tremenda lucha por la liber­ tad. Si la Historia hiciera justicia -y pocas veces la hace-, su mejor rama de laurel sería para ese luchador anónimo, injuriado en casi todas partes, indeseable todavía en casi todos los países, que es el republicano español. En cuanto a mí, la gloria de ese título no la cambio por el brillo de ningún otro. Cuando en esas fantásticas asambleas que los héroes celebrarán algún día, al entrar en la leyenda, aparezcan unos nombres magníficos, cargados de armas y de cascos de acero, y uno diga: “Yo estuve en Dunquerque”, y otro: “Yo en los fuertes del Corregidor”, y otro: “Yo en Sebasto­ pol”, y otro: “Yo en Birmania”, y cada cual cite los lugares ilustres donde se pierde la vida para defender la humani­ dad, habrá un hombrecillo modesto que dirá sencillamen­ te: “Yo estuve en Madrid”. Y acaso el héroe de Madrid no sea un hombre, sino una mujer, una de aquellas madres madrileñas que formaban cola bajo la metralla para llevar 480 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS a su casa un puñadito de lentejas; ¡que también el de aque­ llas mujeres fue heroísmo sublime! Se podrá pensar que me ciega la soberbia, porque ¿qué tiene que ver la razón y la justicia de una causa con el resultado militar de la contienda? ¿Cómo digo yo que nuestra causa de hombres inermes y desvalidos, es insepa­ rable de la causa de las democracias poderosamente arma­ das? ¿Cómo creer que habrá que empezar por el principio, es decir, por la guerra de España, para llegar al final, esto es: la victoria de las democracias? ¿Acaso la victoria la va a decidir alguna entidad moral, como la que se simboliza en nuestra causa, o la van a ganar las tremendas fuerzas militares, los grandes ejércitos mecanizados, nubes de aviones, innumerables buques de guerra? Para ganar la guerra será preciso, en efecto, ser los más fuertes -y espe­ ro que lo serán las democracias a pesar de los contratiem­ pos dramáticos de estos días-; pero será preciso, también, tener la voluntad de ganarla, el temple y el alma dispuestos a la victoria. Y esa voluntad, ese temple no se extrae de las fábricas de aviones en serie, ni de los astilleros, ni de los presupuestos en dólares con doce cifras. Se extrae de esas fuentes morales, misteriosas, a las cuales va ligada nuestra causa de republicanos españoles. Ejemplo de Francia y ejemplo de México Hay en todo esto, sin crear fantasmas, sin convertir­ nos en fabricantes de humo, unas innegables relaciones de causa a efecto. Recuerdo que, en París, durante las prime­ ras semanas de la guerra con Alemania, en aquel periodo inexplicado de la guerra boba, de la guerra en conserva, metida en las casamatas de la línea Maginot, un despre­ ciable diario francés, publicó un reportaje sobre España, consagrado a decir que los republicanos españoles éramos, como todo el mundo sabe, ladrones y asesinos. Funciona­ IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 481 ba la censura militar en Francia, los refugiados españoles habían hecho generosos ofrecimientos al Gobierno francés y muchos se batían o trabajaban por aquel pueblo. Francia estaba en guerra con Hitler, aliado de Franco, y, a pesar de todo ello, un diario órgano descarado, después de la traición, que ya descubría en sus columnas, nos llamaba ladrones y asesinos. “Perderán ustedes la guerra -comenté con algunos amigos franceses. Esos artículos en que se nos insulta revelan que no están ustedes dispuestos a ganarla, que no poseen la moral de la victoria. Ignoro cuántos tanques tienen ustedes y si la aviación francesa es superior o no a la alemana. Lo que se es que ustedes, franceses, toleran la traición en sus filas. Quien hoy insulta en Francia a un republicano español, que es un aliado de Francia, un com­ batiente por Francia, no puede ser, a su vez, más que un aliado de Hitler; es decir, un traidor a Francia. Y si ustedes no están dispuestos a fusilarlos en el acto, Francia perderá la guerra”. Tengo la seguridad de que aquellos amigos franceses me tomaban por un hombre absurdo, por un pobre deli­ rante que daba importancia exagerada al hecho, al parecer leve, de que un pequeño miserable de la prensa vendida injuriase a unos pobres vencidos. Pero Francia perdió la guerra. Y no la perdió en el Mosa, donde se combatió, ni en el Sena o en el Mame, donde se rompió ya la resisten­ cia. La perdió en el Garona, cuando triunfó la traición de la pandilla de Burdeos, que de tal modo la había preparado. Y yo pensé que, acaso sin la traición de aquel pequeño mi­ serable de la prensa vendida, no hubiera sido posible luego la traición de Laval. Confiemos en que las democracias sabrán aprovechar la lección. Para mí la cuestión es bien sencilla: la guerra 482 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS hay que empezarla por el principio, y el principio fue Espa­ ña. Cuando se habla de restablecer el Derecho en Europa, nosotros decimos que hay que empezar por restablecerlo en España, que es donde primero fue atropellado. Y llevo mi razonamiento al extremo, para afirmar que, cualquiera que sea el resultado de la guerra, hay un país que no puede perderla. Este país es México. Cuando el Presidente Ávila Camacho -caso único entre los jefes de Estado-, al de­ clarar la guerra a los países del Eje, recordó que México había defendido, por imperativo de ética internacional, la causa de la República española, pensé que, desde aquel momento, México estaba preparado para la victoria, tenía moral de victoria. Aunque la comparación parezca extra­ ña yo recordaba a nuestro Unamuno diciendo, en los días sombríos de 1917: “Los alemanes podrán ganar la guerra a los aliados; a mí, no”. Tan cargado de razón se creía don Miguel, que no aceptaba la idea de que pudiera vencerle la tremenda fuerza militar de los Imperios centrales. Sentido internacional de la guerra civil Si nosotros aceptamos que se califique de guerra civil nuestra participación anticipada en esta guerra mundial, es porque la actual contienda no es más que una inmensa guerra civil, en la que luchan, no los pueblos unánimes, apoyados en sus fronteras, sino, dentro de las fronteras, los hombres que quieren salvar la libertad de la Humanidad y los que quieren hundirla en la abyección totalitaria. No lu­ chan las nacionalidades, sino los pueblos contra sus tiranos. La quinta columna, expresión española, es hoy expresión universal; y Franco no es más que el primer Quisling141 de

141. Vidkun Quisling, fundador del Partido Nacional Noruego, partido pronazi financiado por Hitler que gobernó en Noruega durante la ocupación. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 483 esos gobiernos peleles que luego han florecido en los otros países ocupados. No habrá victoria de las democracias mientras quede un Quisling. Y para acabar con un Quisling de las dimen­ siones de Franco, no es menester ser muy poderoso, sino tener la voluntad de acabar con él. Por eso digo que, para ganar la guerra, no basta poseer muchos armamentos, aunque éstos sean necesarios, sino tener la voluntad de ganarla. Y para demostrar esa voluntad, hay que empezar por el principio, que es España. Bien está que los republicanos españoles hagamos examen de conciencia y recordemos, con propósito de enmienda, nuestros errores, y nos dispongamos a rectificar los que cometimos. Nada tan útil y tan necesario como esa labor crítica y autocrítica que, desde esta misma tribuna, han hecho personajes ilustres de la República española, hombres que tuvieron responsabilidad en la gobernación del régimen. Sólo es posible el acierto futuro en aquellos que ven claro el error pasado. Pero esa crítica noble y ne­ cesaria, expuesta con gallardía que aplaudo, ha sido inter­ pretada por otros -no ciertamente por sus autores- como tesis para explicar nuestra derrota. Y yo me opongo a esa tesis, porque sostengo la tesis de las causas internacionales de nuestra derrota; es decir, el fin y el principio de nuestra guerra obedecen a motivos internacionales. Creo que, aunque todos nuestros errores -frente a los cuales me sitúo en la misma posición de crítica y autocrí­ tica de quienes han desfilado por esta tribuna- se hubiesen convertido en aciertos; aunque nada hubiera imperfecto ni irregular ni lamentable en nuestra zona, también hubié­ ramos perdido la guerra. Es cierto que los desmanes, la indisciplina, los errores y desaciertos fueron otros tanto obstáculos para la victoria. Pero la guerra no se perdió por 484 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS eso sólo. Por eso se hubiera perdido la paz; es decir, la continuidad del régimen en las dimensiones morales que nosotros lo deseamos. Pero, no la guerra. Ni se perdió tam­ poco porque el pueblo abandonase caprichosamente y en virtud de no se qué intrigas políticas, como afirma cierto autor, la consigna de la resistencia, que ya no era más que una consigna. La guerra se perdió porque internacional­ mente se había dispuesto su pérdida. La guerra se perdió en Munich, después del sacrificio de Checoeslovaquia, en septiembre de 1938. Cuando el combatiente español tuvo la plena convicción de que estaba abandonado por las democracias -por todas, menos por la de México-; cuan­ do vio que era imposible que él venciera con sus pobres armas, suministradas con parsimonia; que era imposible que él solo derrotara a Alemania y a Italia, ante cuyas amenazas retrocedían Francia e Inglaterra; cuando perdió la confianza, no en él, sino en el mundo, es cuando ese combatiente dejó caer el fusil de sus manos. Y es pueril creer que si nuestra guerra, nuestra resistencia ya sin espe­ ranzas, hubiera durado seis meses más, la lucha en España hubiera quedado implicada en la gran lucha europea142. No... España debía ser la primera sacrificada; y si hubie­ ra resistido seis meses más -esa es mi creencia-, Hitler hubiera retrasado otros seis meses sus actos de agresión que llevaron la guerra a otras fronteras. Los planes de do­ minación europea se basaban, precisamente, en el hecho consumado de una España dominada por los nazis; es decir, en la derrota previa de la República española. Así se sitúa el drama español en el marco internacional, del que

142. Alusión a la política de resistencia preconizada por el Dr. Negrín. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 485 no puede salir. En España empezó la guerra, y en España ha de empezar la victoria. “España Republicana”, ese magnífico semanario que publican nuestros correligionarios de Buenos Aires, ha escrito hace pocas semanas lo siguiente, que coincide con esta posición que expongo: “Mientras -dice este periódi­ co- no se incorpore el nombre de España al frente de las democracias, no será admitido plenamente el significado auténtico de esta terrible contienda”. Expresión y forma de nuestra solidaridad De este modo afirmamos los republicanos españoles nuestra solidaridad con las democracias. La afirmamos ahora en momentos difíciles, cuando no se nos podrá decir que corremos en auxilio del vencedor. Y al afirmarla, nos despojamos de todos los motivos de resentimiento y de los recuerdos amargos unidos a la política de no intervención y a la gran injusticia internacional que se cometió con la República española y sus magníficos defensores. No conservamos ningún rencor, ni en nuestra solidaridad se inserta la menor reserva. Aquellos recuerdos dolorosos los hemos abandonado ya al fallo de la Historia y a la propia rectificación de quienes cometieron el tremendo error de abandonarnos y de suicidarse; rectificación que se va produciendo. Lo que importa ahora es la victoria común; y para lograrla, las democracias no cuentan con aliados más leales que los republicanos españoles. Y ya se comprenderá, que al hablar de republicanos españoles, en esta parte de mi discurso, no me refiero a los afiliados a los partidos estrictamente republicanos, sino a todos los españoles con sentimiento republicano que lucharon por defender la República. No tiene la nuestra el carácter de una solidaridad de pura forma. A la guerra por la libertad, los republicanos 486 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS españoles contribuyen con algo más que con adhesiones verbales. Yo recuerdo aquellas docenas de miles de hom­ bres que, al estallar la guerra con Alemania, se enrolaron en los llamados batallones de marcha, y que combatieron en Bélgica y en Francia. Recuerdo aquellas compañías de trabajadores españoles que, en las Ardennes, sin armas, lucharon contra el invasor, mientras que sus oficiales franceses los abandonaban, y se rendían se entregaban con los brazos en alto. Recuerdo a los marinos españoles que están navegando en los barcos aliados, bajo la amenaza del torpedeamiento, y a las víctimas españolas que ha habido ya en el Atlántico; y a los aviadores españoles que están luchando hoy mismo en Egipto. Y recuerdo, finalmente, el testimonio del ministro de los EE.UU., en Noruega, Mis Florence Jaffray Harriman, cuando en su libro de Memorias publicado recientemente, relata la tragedia de Narvik. “Entre las tropas aliadas que llegaron -dice la diplomática norteamericana- había españoles, veteranos de su propia guerra civil; y uno de los hechos más tristes de la guerra es que de las mil doscientas vidas perdidas en Narvik, ochocientos eran de españoles...” Españoles que son combatientes de la causa española luchando bajo otras banderas que no pueden sernos extrañas, porque así senti­ mos los republicanos españoles nuestra solidaridad con las democracias. Quiere decirse con esto que los republicanos españoles no somos espectadores ociosos en la guerra mundial. Pero esta solidaridad no sería perfecta si fuese de dirección única. Y en esa solidaridad podremos encontrar algún día la respuesta a la pregunta -y no acertijo- que es el tema de mi conferencia. Nuestra conducta en el destierro ¿Cuándo volvemos a España?.. Establecida la soli­ daridad con las democracias -y no con dirección única-, IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 487 creo que nuestra vuelta a España -y claro es que no des­ carto tampoco la posibilidad de no volver- dependerá también, en gran parte, de nuestra propia conducta. Quie­ ro decir que, ligada nuestra suerte a la de aquellos países que luchan hoy por nuestra propia causa, por no haber luchado a tiempo por la de ellos mismos, se nos plantea la necesidad de estar a la altura de esa enorme empresa. Del mismo modo que rechazo el papel de adivino o de bruja de pueblo, para contestar al acertijo de mi tema, estimo conveniente que examinemos las cuestiones que plantea nuestra problemática vuelta, sin fecha, a España. Voy a examinar por mi cuenta, sin comprometer con mi opinión otra distinta a la mía. Y voy a examinarlas con sencillez y claridad, y, hasta donde acierte, con discreción. Lamento a este propósito tener que discrepar de las manifestaciones hechas ahora mismo aquí, en nombre de la Juventud, al anunciar sus acuerdos recientes, antes de hacer mi presen­ tación. Pero voy a exponer mi criterio, y no otro. Cuando los amigos de la Juventud me anunciaron que gestionaban la trasmisión por radio de esta charla, les rogué que desistieran del propósito. Lo que yo he de decir son cosas íntimas, cosas, además, sabidas por muchos y que no ofrecen novedad, cosas en fin, para ser habladas entre españoles. Mi tema es un tema de refugiados, y, en el tono familiar que nos cumple, vamos a cambiar impresio­ nes sobre el asunto. ¿Cuál debe ser nuestra conducta para estar a la altura de la causa que defendemos y de la empresa que el destino ha echado sobre nuestros hombros? Puede haber alguien -no se si existe, pero puede exis­ tir- que sueñe con que un día nos encontraremos como por arte de encantamiento, merced, por ejemplo, a una gestión diplomática, todos en España, convertidos otra vez en mi­ 488 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS nistros, y diputados y comisarios de brigada, y jefes supe­ riores de Administración civil. Puede haber también quien piense en el milagro de la restauración monárquica, que daría una amnistía y haría que nos recibiesen en la Plaza de Oriente las personas de la familia real muy contentos de volver a vernos por allí. ¡Qué alegría iba a tener el prín­ cipe don Juan cuando nos viera! Hay, sin duda, quienes consideran que para volver a España debemos agruparnos todos en torno del último gobierno del Sr. Negrín; y, fi­ nalmente, otros estiman urgente para preparar la vuelta a España que se restablezca desde ahora, en México, todos los órganos e instituciones de la Constitución, para rehacer en el destierro los poderes del Estado republicano, como medio inmediato para recobrar el mismo Estado. En torno a estas distintas posiciones, debemos examinar, creo yo, los problemas políticos que se encierran en la pregunta in acertijo de mi tema. Ya Fígaro había observado que allí donde se reúnen tres españoles, hay, por lo menos, tres opiniones distintas. Y, por tanto, yo acepto la posibilidad de que la que voy a exponer sea una más, sin que la comparta nadie. La consigna de la unión Empecemos por el tema, o mejor dicho, la consigna de la unión. Resulta muy difícil defender, en pura teoría, las ventajas de la desunión; porque las de la unión vienen siendo reconocidas por todos desde tiempo inmemorial. Desde que hay hombres desunidos o en desacuerdo, hay también hombres empeñados en convencerles de los be­ neficios de la unión. Y quien no sepa decir solemnemente: “la unión hace la fuerza”, es que no ha tomado parte en ninguna de esas asambleas políticas de las que todos salen reñidos y separados. Nadie puede negar, por lo tanto, las ventajas teóricas de la unión. El símbolo de la fuerza de IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 489

la unión, se ha dicho, es la alcachofa, que se deja arrancar hoja por hoja, pero no partir, entera y unida, con las ma­ nos. Pero vamos a examinar si ese símbolo vegetal puede convertirse, para nuestro caso, en símbolo político. Es de­ cir, si podemos convertirnos, aunque sólo sea en imagen, en alcachofa. Desde que empezó nuestra peregrinación por el mun­ do ¿cuántos llamamientos a la unión hemos oído? Recor­ dadlos y veréis cómo, a cada llamamiento para unirnos, ha seguido una nueva desunión entre los refugiados. Ante tal experiencia, me pregunto: ¿No convendría cambiar de táctica y consigna? Porque se trata, como todos sabéis, de consignas, y una de las cosas que el pueblo español ha per­ dido, al perder la guerra, es la gana de obedecer consignas. La consigna es la orden o invitación autoritaria a obedecer a un pensamiento ajeno; y yo no tengo la culpa si, después de todo lo ocurrido, el pueblo español está ya dispuesto a pensar por su cuenta, sin necesidad de que le fabriquen en serie su opinión. Unas veces se nos ha dicho: “Todos unidos”, pero dejamos fuera de la unión a tal político, o a tal general, o a tal grupo de republicanos, entre los cuales, por cierto, mu­ chos sufren prisión en España143. Cuando yo he recibido tal requerimiento, he pensado tan sólo: Estos camaradas nos creen tontos o nos suponen desleales; y he seguido im­ pasible mi camino, sin tratar siquiera de convencerles de que no éramos una cosa ni la otra. Unión, pero con vetos y exclusiones dictadas por ellos.

143. Se refiere a los intentos del Partido Comunista, mediante Unión Nacional Española, por unir a todos los refugiados, a excepción del General Miaja, Indalecio Prieto y otros exiliados. 490 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

Otras veces se nos ha dicho: “Todos unidos en torno del último gobierno del Dr. Negrín”. Y yo he creído que podría limitarme a preguntar a don José Giral, a don Ber­ nardo Giner de los Ríos y, también, a don Paulino Gómez Sáiz, que fueron ministros de aquel Gobierno, si el llama­ miento partía de ellos, si eran ellos los que querían nuestra unión y nuestra adhesión a aquel Gobierno. Otras veces, en las propias filas republicanas, se nos ha dicho: “Unámonos todos los republicanos, como paso inicial y condición previa para unirnos luego a los demás grupos” (aunque quizá con reservas respecto a tal sector socialista); y el resultado ha sido dividir a los republica­ nos, y ver a un grupo de ellos, olvidando el paso inicial y la condición previa, separados de sus correligionarios y unidos a otros fragmentos de grupos políticos144. Ante tales experiencias, yo me pregunto: Si se quiere llegar a la unión, ¿no será mejor dejar de hablar de ella? O ¿no será preferible que algunos enarbolemos la bandera de la desunión? La consigna de la unión encubre, a juicio de algunos, entre los cuales me encuentro, un propósito de hegemonía, o de dirección impuesta, o de confusión, que muchos no estamos dispuestos a aceptar. Nuestra posición actual está basada en dolorosas experiencias que no quere­ mos que se repitan. Porque al mismo tiempo que se habla de unión se hace una campaña de desunión, de escándalo y de inju­ rias, que constituye una pura insensatez145. Yo he procu­ rado, desde que estoy en el destierro, no pronunciar ni escribir una sola palabra para el público, para la polémica

144. Carlos Esplá está hablando de miembros de su propio partido, Izquierda Republicana, de personalidades como Ruiz Funes, Fernández Clérigo o Antonio Velao IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 491

en la calle, que sirviese para ahondar las diferencias entre los refugiados. Y lo mismo han hecho otros muchos repu­ blicanos, quizá todos. A pesar de ello, sobre nosotros, y sobre nuestros más entrañables afectos, y sobre nuestros más queridos correligionarios han caído una tempestad de agravios145 146. Recuerdo, por ejemplo -y ya diré luego por qué resu­ cito recuerdos lejanos-, aquella famosa manifestación es­ pontánea, organizada espontáneamente desde algún centro oficial, que se dirigió a Pedralbes, al grito de “Mueran los ministros traidores”, que eran los ministros republicanos, entre los cuales se encontraba José Giral, el hombre que se hizo cargo del poder republicano el 19 de julio...147 Aquella manifestación se hizo en nombre de la “unión nacional”, que era, por entonces, la consigna. Y traigo a vuestra me­ moria aquel recuerdo, porque prefiero la amargura pasada y lejana a otras más recientes, que podrían invitar a po­ lémicas más vivas. Pero quiero decir, con esa evocación, que la táctica no ha cambiado. Creo, pues, que tenemos derecho a levantar la voz y decir: Cesen las injurias, y los ataques, y los vetos, y las exclusiones, que rechazamos, y a las cuales hemos opuesto un soberbio silencio, haciendo

145. Hace referencia Esplá a las campañas difamatorias que por aquellos años emprendieron miembros del Partido Comunista de España contra la JARE. 146. Durante este periodo, diversos medios del exilio vinculados al Partido Co­ munista, se encargaron de difundir una imagen de Indalecio Prieto, por otra parte íntimo amigo de Esplá, ligado a todo tipo de lujos, orgías y fiestas. La realidad era muy otra, Prieto trabajaba todo el día, pero estaba enfermo del corazón. En el periodo que va de 1940 a 1950 sufrió varios infartos de mio­ cardio y numerosas anginas de pecho, lo que le impedía llevar una vida me­ dianamente licenciosa, siempre sometido a la vigilancia del Dr. Segovia. 147. Cerco del Palacio de Pedralbes, residencia en Barcelona del Presidente de la República, por una multitud espoleada por el Partido Comunista. 492 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS de este modo por la unión, mucho más que quienes la re­ cetan con consignas148 Frente Popular Esta consigna de la unión tiene por finalidad la resu­ rrección del Frente Popular, con ése u otro nombre. Pues bien: somos muchos -yo expongo mi opinión personal, pero estoy seguro de que otros republicanos la comparten- los que creemos que la fórmula política del Frente Popular ha fracasado en España, como en los demás países donde se practicó. Nuestra posición crítica respecto al Frente Po­ pular, no constituye un agravio ni una ofensa para grupos políticos de los cuales fuimos aliados excesivamente leales -si en la lealtad puede haber exceso. Yo formulo un juicio político; y en los juicios políticos no hay agravio, sino distinto modo de apreciar los problemas de la política. El Frente Popular no interesa, no conviene a los republicanos, según mi opinión, y, sobre todo, no interesa, no conviene a España. Por lo visto tampoco conviene a Inglaterra ni a los Estados Unidos para su política interior, porque las relaciones de las fuerzas políticas que gobiernan en dichos países con el partido comunista no han cambiado, a pesar de que aquellos países son aliados militares de la Unión Soviética. Tampoco conviene, sin duda, para su política in­ terior, a la Unión Soviética, donde el partido comunista no está asociado, que yo sepa, en un Frente Popular político con ningún otro partido; más lo cierto es que allí tampoco hay Frente Popular.

148. Los escándalos promovidos por el sector antes mencionado en tomo a la JARE, serían aprovechados por el Gobierno mexicano de Ávila Camacho para incautar sus fondos. También por los agentes de Franco que difundie­ ron esa imagen de despilfarro y favoritismo en los medios de comunicación próximos. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 493

Del mismo modo que el Frente Popular no conviene a Inglaterra, ni a los Estados Unidos, ni a la Unión So­ viética para llevar adelante su lucha con las potencias del Eje, yo me permito creer que, para lograr su resurrección republicana, tampoco conviene a España la resurrección de esa fórmula política periclitada. Es más, la creo un estorbo, un obstáculo. Y no se diga que el Frente Popular, como fórmula de política interior, debe ser restablecida en función de los beneficios que pudiéramos recibir en el or­ den internacional, como expresión de nuestra solidaridad con la Unión Soviética, en su lucha contra el hitlerismo. Aunque yo no crea en aquellos beneficios, sino en todo lo contrario, sostengo que la expresión de nuestra solidaridad con la URSS, que corresponde lealmente a la que la URSS expresó a la España republicana; la amistad internacional con ese gran país, al que todos rendimos homenaje por su magnífica lucha y cuya victoria anhelamos; esa amistad y esa solidaridad no están ligadas a ninguna fórmula de política interior. Claro es que la República española será amiga de la URSS, aunque no haya Frente Popular, y quizá más amiga si no lo hay. Tenemos el ejemplo de Inglaterra y de los Estados Unidos, aliados de la Unión Soviética en la guerra, pero manteniendo en política interior su doctrina democrática frente a los comunistas, incluso con procedimientos de persecución que nosotros no pretendemos imita. Al mismo tiempo que Beaverbrook, presidente de la Comisión Bri­ tánica que fue a Rusia a estudiar sus necesidades en esta contienda, ofrecía a Molotov toda la ayuda militar que en material de guerra necesitaba la Unión Soviética, Chur­ chill, en la Cámara de los Comunes, daba al único dipu­ tado comunista, Gallagher, que le atacaba, esta magnífica respuesta, que fija su posición en la política interior: “No 494 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS creo que esté dispuesto a recibir lecciones de conducta del honorable colega, que suele cambiar de opinión a medida que se lo ordenan de fuera”. Y es que una cosa es el frente político o frente militar, o frente diplomático con la URSS, en el terreno internacional, y otra cosa bien distinta es el Frente Popular, en la política interior. Quedamos, pues, en que ni unión por orden ni Frente Popular. Ante esas consignas, nos atreveríamos a lanzar un programa más modesto, pero más eficaz, que consiste en que cesen las injurias contra los republicanos. En vez de unión, solidaridad y lealtad en nuestras relaciones. De este modo, se creará el ambiente favorable para lograr los fines de la unión, que son, sencillamente, evitar la dispersión de esfuerzos. En esta opinión tengo la suerte de coincidir con don Angel Ossorio149, quien, en un artículo reciente, ha escrito: “¿En qué consiste la unidad? La unidad consiste en no disputar ni polemizar, en respetarnos los unos a los otros, en no cultivar exclusivismos ni vetos”. Y añade más adelante: “Mientras estemos desterrados no podemos tener más que un programa y un grito: Constitución de 1931”. Y termina diciendo: “De la frontera para acá, devoción re­ suelta a nuestra ley fundamental, unidad de aspiración para la victoria, acallamiento de las pasiones, conservación de los idearios... y buena educación”. Y con estas palabras de don Ángel, que suscribo, creo que ya hemos hablado bas­ tante de la unión, o mejor dicho, de la desunión. La imposible monarquía Podríamos hablar ahora de eso que se llama solución monárquica, y que para mí no es solución; o, mejor dicho,

149. En 1941 Carlos Esplá era vocal de Acción Republicana Española (ARE) como representante de Izquierda Republicana y por delegación de Ángel Ossorio y Gallardo que, a la sazón, vivía en Buenos Aires. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 495 no lo es para España. Me proponía, en efecto, hablar de esta cuestión, pero me dicen que esta misma tarde publican los diarios de México noticias procedentes de España que se relacionan con este asunto. Ante informaciones o conje­ turas que no he tenido tiempo de examinar y que no ofre­ cen plena garantía, voy a limitarme a decir sobre el tema muy pocas palabras. Ya en mayo de 1925, en el manifiesto de creación de Acción Republicana, escribía Don Manuel Azaña lo siguiente: “La República en España es una doble necesidad histórica de política interior y exterior”. Pues bien, ahora como entonces, la República en España es una doble necesidad histórica de política interior y exterior y ninguna solución hay para España -solución aceptable para el pueblo español y para la Europa democrática- fue­ ra de la solución republicana. Y fue también Azaña quien, dirigiéndose a los jóvenes republicanos, el año 34, en el Coliseo Pardiñas, pronunció estas palabras proféticas: “Aunque se hundiera la República, aunque nos llevaran a todos a presidio, aunque nos mataran, eso no tiene que ver nada, la aurora vendría después de la noche”. Recordando aquellas palabras, no admitimos la solución monárquica. No saludamos la aurora de la monarquía. Quienes han lu­ chado por la República -y la mayoría del pueblo español ha luchado por la República, o ha sufrido martirio por ella, o ha muerto por ella- sólo esperan, después de esta noche de la barbarie falangista, la aurora de la República. La Constitución del 31 Todos queremos la República; pero ¿qué República? Parece ser que hay entre los refugiados un punto de co­ incidencia: el restablecimiento de la Constitución del 31. Esta es una posición lógica, política y moral. Si la suble­ vación falangista y la conjura internacional tuvieron por objeto atropellar la Constitución, anularla, es natural que 496 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

los republicanos aspiremos a restablecerla. Si quienes la atacaron fueron facciosos, es obligatorio que los leales la defiendan. La Constitución del 31 es producto de colaboración y acuerdo entre los distintos partidos que dieron vida y ley a la República. No es la Constitución de un solo partido, y por ello hubiera permitido a todos los que la votaron go­ bernar en la República. Es natural que a los socialistas les parezca poco socialista; y a los autonomistas y federales, poco autonomista y federal; y a estos y a aquellos, dema­ siado moderada o extremada, en algunos de sus preceptos. Y nada tan fácil como entretener la espera dramática del destierro, en la vana tarea de hacerse una constitución a gusto de cada cual. Pero es evidente que cuando el socia­ lista y el autonomista, y el anticlerical y el revolucionario, y el conservador, tuvieran cada uno hecha su Constitución peculiar, si querían luego ponerse de acuerdo con todos los demás, tendrían que llegar a transacciones y coincidencias casi idénticas a las que representa la Constitución del 31, obra de colaboración y acuerdo. Y para eso, bien está, por ahora, como está; que, además, sirve de aliento moral y de justificación legal a nuestro empeño. Claro que con ello no me opongo a los propósitos re­ visionistas que se han anunciado desde esta misma tribuna y desde otras. Esos anuncios revisionistas se hacen para después de restablecerla, y es claro que quienes no somos desde ahora revisionistas, tampoco creemos que el resta­ blecimiento de la Constitución habría de ser para la eter­ nidad, y, por tanto, aceptamos para más tarde su revisión. Pero, primero restablecimiento; luego, si las circunstancias lo aconsejan, si se logra la misma coincidencia entre las distintas fuerzas de la democracia que puedan gobernar la República, váyase a la revisión, si se quiere. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 497

El respeto a la Constitución no es para mí una cues­ tión de dogma. Aún no he rectificado las reservas que men­ talmente fui oponiendo a la Constitución del 31, a medida que salía de las manos de sus autores. No creo que esta Constitución sea mejor que otra que hubiéramos podido hacer; pero la Constitución del 31, que no es una verdad revelada, es para nosotros un símbolo de legitimidad y como una bandera de combate en el destierro. Lo que puede unirnos en la emigración es ese carácter simbólico de la ley republicana, y su restablecimiento en España ha de tener también un valor simbólico, pues no pretendo yo, ni pretende nadie, que al día siguiente de reconquistada España para la libertad, la Constitución y sus organismos puedan funcionar normalmente. Y si no lo pretendemos para ese momento, en España, mucho menos hemos de pretenderlo desde ahora y aquí, en México150. Quienes abogamos por el restablecimiento de la Constitución del 31, vemos en ella, durante el destierro, el origen legítimo de la actuación republicana, y, una vez en España, el instrumento para restaurar en nuestro país la li­ bertad y poner al pueblo español en condiciones de decidir libremente su destino. A los hombres sobre los cuales recaiga mañana la responsabilidad enorme de gobernar España, habremos de pedirles que gobiernen durante el periodo provisional dentro del espíritu de la Constitución, ajustándose en lo posible a su letra y haciendo funcionar, también en lo po­

150. El restablecimiento de los órganos constitucionales en el exilio, al que se oponía Esplá por ineficaz, sería un factor más de división de las fuerzas re­ publicanas. Legitimistas, partidarios de la restauración de las instituciones, y juntistas, defensores de la Junta Española de Liberación o de un órgano similar, ofrecerán dos estrategias distintas para recuperar la democracia en España. 498 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS sible, su mecanismo, sin atarles las manos en forma que se les impida adoptar todas aquellas medidas excepcionales que requiera la defensa del mismo régimen restablecido e incluso dándoles nuestra confianza para que abran, cuando lo estimen oportuno, cuando la situación del país lo per­ mita, el periodo revisionista. Pero revisión en España, con participación del pueblo, como se ha dicho desde aquí. No revisión en México, en torno a la mesa de un comité o en la tertulia del café. Yo, por mi parte, no me encuentro con ánimos para reunirme con unos cuantos amigos y modifi­ car la Constitución, a miles de millas de la Puerta del Sol y de la Plaza de Cataluña. Porque si yo me creo obligado a defenderla por lealtad a mi deber de republicano, que me impone ese mandato, de nadie, en cambio he recibido el mandato de modificarla. Restablecimiento de la Constitución en España ¿Acaso con el restablecimiento de la Constitución pretendemos infringir las leyes inmutables de la Histo­ ria? Se ha dicho en efecto que la Historia no hace nunca marcha atrás, y parece, por tanto, imposible que se intente restablecer las cosas en el mismo ser y estado en que se ha­ llaban cuando fueron barridas por la sublevación. Es cierto que una ciudad no se reedifica después de un terremoto lo mismo que estaba antes, y que en política no es fácil y muchas veces no es posible volver al viejo régimen. Pero por algo el instinto popular no ha calificado ahora la Repú­ blica, como lo hizo con el régimen anterior a la dictadura, de viejo régimen. La Constitución del 31 no representa un régimen viejo, agotado y fracasado, sino la posibilidad de continuar la gran empresa española comenzada por la Re­ pública. Es decir, para mí no se trata de un restablecimien­ to, sino de una continuación. Y si hay realidades nuevas en la política española, si es preciso adaptarse a las nuevas IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 499

exigencias políticas que tenga la realidad viva de nuestro país después de esta enorme tragedia, para eso están las posibilidades revisionistas que aquí se han anunciado. Abogamos, pues, por el restablecimiento de la Consti­ tución en España. Pero hay amigos cuya impaciencia res­ peto, pero no comparto, que hablan del restablecimiento de la Constitución y de sus instituciones y del funciona­ miento normal de sus órganos, desde ahora, aquí, en Méxi­ co. Se trata, por lo visto, de dar estado legal a esa paradoja geográfica, producto del ingenio de un buen amigo nues­ tro, que decía: “España, capital México D. E”. En diversos ocasiones y por personas distintas se ha perdido a hombres representativos de la emigración que pongan, desde aho­ ra, en funcionamiento los órganos constitucionales, para dar una representación auténtica y legal a la democracia española y para poder ser reconocidos entre los grupos de las naciones libres. Aquellas personas representativas han procedido con prudencia y seriedad, que yo aplaudo. Nada sería tan grave para nuestra causa, como dar pasos en falso; nada tan grave como hacer caer nuestro drama en lo grotesco, cosa que puede ocurrir por anticipación o impaciencia. Se habla de restablecer en México todos los órganos y poderes del Estado. Y yo me pregunto: ¿Se cree posible que aquí funcionen en la plenitud de su misión, organismos de un Estado que sólo son compatibles con la existencia de ese mismo Estado, con la realidad de su so­ beranía? Por mi parte, no creo que estemos en condiciones de jugar a gigantes, ni creo tampoco que debamos imitar a la emigración de los rusos blancos en París, donde cada cual seguía desempeñando a espaldas de la realidad viva de su situación, su papel de gran duquesa o de chambelán de la corte. 500 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

La Constitución republicana es símbolo de legitimi­ dad de nuestra acción posible y reserva jurídica de esa mis­ ma legitimidad; reserva jurídica a la que hemos recurrido cuando los problemas de la emigración lo han reclamado, como en el caso del funcionamiento de la Diputación Permanente. A esa misma reserva jurídica habremos de recurrir cuando las circunstancias aconsejen ampliar las funciones representativas de la legitimidad republicana. Pero por el hecho de ser reserva; esto es, de constituir una previsión, nacida de puras fuentes de derecho, no podemos decir que su vigencia de hecho sea actual. Entre quienes afirman que todo subsiste y que hay ministros, y diputados, y jefes de Negociado y quienes niegan todo eso, yo prefiero adoptar una actitud ecléctica, apartándome de las afirmaciones absolutas, separándome tanto de la ortodoxia, como de la herejía en materia consti­ tucional. Me inclino a creer, por el momento, que el mejor título que podemos exhibir en el destierro es de ex que co­ rresponde a cada cual, sin otro valor que el que haya dado a esa partícula la propia conducta de cada uno. Pero la Constitución que ha sido atropellada, anulada de hecho, no lo ha sido en derecho, no tan sólo porque Franco no la haya derogado por decreto, sino porque, aun­ que la hubiera derogado, no lo hubiera podido hacer con fundamento legal. ¿Quién es él para derogar en derecho la Constitución? Él es un bárbaro que puede atropellarla por la fuerza, pero que no puede derogarla. La Constitución, repito, sigue existiendo para no­ sotros como símbolo, y aspiramos a su restablecimiento (¡claro que si estuviera en vigor, no hablaríamos de res­ tablecerla!), y durante este periodo simbólico, están en suspenso sus instituciones y su funcionamiento. Pero, aceptada como símbolo y razón de legitimidad, si llegase IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 501 el caso en que, por intervención de Franco en la guerra, o por invasión de España, o por otra gran causa nacional o internacional, fuera conveniente y necesario buscar una representación auténtica de la España libre para asumir la tarea de solidaridad con las otras naciones libres, entonces sería lógico y admisible que la legitimidad de esa repre­ sentación y se buscase en la propia fuente de la Constitu­ ción. Y quienes hoy no son, de hecho, más que ex, pueden recobrar, para fines concretos las funciones que determine la Constitución. De este modo, podría darse legitimidad auténtica a una Junta Nacional o a los poderes que deban ser, en su día, los representantes legítimos de la España li­ bre para disponer el concurso de todos nosotros a la causa común de las democracias. Legitimidad, no sólo ante los españoles, sino ante las otras representaciones nacionales, con relación a las cuales, si llega el caso, hubiera de fun­ cionar la nuestra. La anécdota de un reconocimiento Porque sobre problema tan grave no cabe abandonar a otros el problema del reconocimiento de la legitimidad de la representación española, ni son admisibles las disputas, que algunos anuncian, sobre quién va a ser reconocido pri­ mero. Los poderes que en su día se reconozcan, si llega ese día, habrán de tener una paternidad bien legítima: la Cons­ titución, Así se daría a la representación española, en tanto el propio pueblo español, el de España, no la modificase en uso de su perfecto derecho, una autoridad que no tendría ninguna otra representación basada en otras aspiraciones, en otras doctrinas o en otros sistemas. Autoridad, repito, no sólo ante los españoles, sino también ante los extranjeros; pues no bastará llegado ese momento, decir a los demás: “Yo represento a España”. Habrá que decirlo con pruebas de legitimidad. 502 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

Desde esta misma tribuna, en una asamblea de ARE, refirió Alvaro Pascual151 una anécdota que tiene aplicación perfecta al caso y que me voy a permitir recordar. La cita en su libro de Memorias el gran periodista inglés Wichkam Steed152, al recordar el proceso de reconocimiento, a prin­ cipios de 1918, durante la guerra anterior, del Consejo Nacional de Checoeslovaquia. Francia lo reconoció como “première assise” del gobierno de la futura República. Pero esta vaga expresión francesa no decía nada a los ingleses, que no se creían autorizados a ser ellos los que designaran la representación checoeslovaca. Wichkam Steed aconsejó al presidente Benes153 que solicitase en Inglaterra el reconocimiento del Consejo como “trustee” del pueblo checoeslovaco. “Es una palabra mágica que tenemos los ingleses para estos casos -explicó Wichkam Steed-; “trustee” quiere decir representante, apoderado, fiduciario, depositario de la confianza ajena”. La palabra mágica surtió efecto en el Foreign Office, y el Consejo Nacional presidido por Masarik154 fue reconocido por Inglaterra. Pues bien, esa palabra mágica tiene otra traduc­ ción en el lenguaje republicano de los españoles; se llama: Constitución de 1931.

151. Alvaro Pascual Leone, íntimo amigo de infancia y juventud de Carlos Esplá y miembro de la Ejecutiva de Unión Republicana. 152. Periodista inglés especializado en cuestiones internacionales. En tal calidad asesoró, en el periodo de entreguerras, a los gobiernos europeos sobre la forma de solucionar los problemas balcánico y checo. 153. Discípulo de Masarik, le sucedió en la presidencia de Checoeslovaquia, dimitiendo tras el Pacto de Munich de 1938, que entregaba parte del país a Alemania. 154. Nacido en Moravia, Masarik fue el primer presidente de Checoeslovaquia y uno de los artífices de su independencia. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 503

Para qué volver a España Con lo dicho hasta ahora -y ya me acerco al final de la conferencia-, he procurado examinar algunas de las cuestiones que encierra, despojándola de su apariencia de acertijo, esa pregunta: ¿Cuándo volvemos a España? Aca­ so convenga también examinar el para qué. ¿Para qué vol­ ver a España? Desde luego, para una tercera vuelta, como ha dicho por ahí algún resentido, que no se convoque a los republicanos. Pero para la impunidad, tampoco. Hay que volver a España, si volvemos, sin rencor ni debilidad. Sin espíritu de venganza; pero también con ánimo templado para la defensa del régimen. En un manifiesto publicado hace más de un año por Acción Republicana Española, entidad a la que pertenezco, se dice que la República se habrá de defender aplicando las sanciones estrictas que hagan imposible la acción de sus enemigos. Pero pienso que el problema, no es de represalias ni venganzas, sino de sanciones justas, el problema de la defensa de la de­ mocracia, no será un problema exclusivamente español. También en Alemania y en Italia habrá que sancionar pos sus crímenes a los dictadores y a quienes colaboraron con ellos. Precisamente, en una de las últimas “Mesas Redon­ das” organizadas en Nueva York por el “Free World”, se ha examinado con relación a Alemania, este problema de las responsabilidades, en busca de garantías para la nueva organización democrática de Europa. Y allí se ha hablado, por ejemplo, de la conveniencia de privar de todos los de­ rechos políticos a los colaboradores de la tiranía nazi. Y cito este detalle, no porque piense en su aplicación única al caso de España, sino para decir que la cuestión ha sido examinada ya como problema de alcance internacional. También en los países donde triunfó momentáneamente la traición, habrá que sancionar a los Quisling y a los Laval. 504 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

Pues bien, no veo inconveniente en que las mismas normas de justicia que se apliquen en los demás países de Europa, para crímenes y delitos semejantes, se apliquen en España a los Franco, y a los Serrano Suñer, y a los Aranda, y a los Beigbeder, a los Muñoz Grande, y a los asesinos de Falange. Lo peor de la guerra civil no son acaso las vidas per­ didas ni la ruina, sino el odio que siembra en las almas doloridas. Hay que volver a España limpios de odios. Con el odio no se construye, con el odio no se gobierna: Justi­ cia dura, pero serena. Ni tercera vuelta ni impunidad. Ni más paseos de incontrolados, ni más checas. Ni olvidos, ni abrazos de reconciliación. Esperanza de una gran política nacional ¿Para qué volver a España? Para hacer una política menuda de partido, de comité, de grupo, de gremio o de sindical, tampoco deben ser convocados los republicanos. En España, como en los demás países destrozados por la guerra, sólo será posible -y necesario- una gran política nacional que tienda a reorganizar la democracia y a res­ taurar el país. Yo soy hombre de partido, y cuando he recibido en México invitaciones para fundir los partidos republicanos que existen, he dicho: ¿Y con qué derecho voy a disolver el de Izquierda Republicana, que no es patrimonio del grupo de afiliados que vivimos en México?155 Pero, una vez en España, creo que no podemos y no debemos man­

155. Martínez Barrio, en lo que sería una constante en su actitud política, pretendía que IR y UR se fundiesen en un solo partido republicano, pero en México. A ello se oponía radicalmente Esplá, quien pensaba que no se podían tomar decisiones en el exilio que afectaran a las instituciones y or­ ganizaciones creadas en España con anterioridad a la guerra. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 505 tener los actuales partidos republicanos, sino crear un gran movimiento de acción republicana, que sea la fuerza más sólida y activa del régimen, movimiento de acción que puede comprender a fuerzas que desbordan hoy el cuadro estricto de los partidos republicanos, sino crear un gran movimiento de acción republicana, que sea la fuerza más sólida y activa del régimen, movimiento de acción que puede comprender a fuerzas que desbordan hoy el cuadro estricto de los partidos republicanos. Ese gran movimiento ha de restaurar en España la democracia, que no es el viejo régimen, sino el más joven y nuevo del mundo. Lo viejo es el despotismo, el crimen y la tiranía. Yo no creo en un porvenir de paz y bienestar después de esta guerra. Las guerras no proporcionan beneficios a los pueblos, sino dolores y angustias. Y esta guerra, aún dado su carácter civil de guerra por la libertad, dejará al mundo en circunstancias más dramáticas que cuando em­ pezó, incluso para los vencedores. Será acaso más dura la lucha por la libertad y por la vida, habrá después de la victoria problemas sociales y económicos más espantosos. Europa tendrá que reconstruirse sobre ruinas de fábricas y de hombres, sobre campos y almas desoladas, sobre la miseria y el dolor, sobre tierra de cementerios y mares de lágrimas. Por ello, si en la futura organización del Estado republicano, en ese propósito revisionista que se anuncia -y que yo respeto, aunque yo no sea desde ahora revisio­ nista-, los hombres que dirijan nuestros destinos aciertan a dejar a salvo las cuatro libertades del famoso discurso del presidente Roosevelt, yo consideraré salvada la Re­ pública y la democracia. Esas cuatro libertades humanas esenciales, antítesis del llamado nuevo orden de los tiranos (libertad de palabra y de expresión, libertad de creencia, liberación respecto a la necesidad y liberación respecto 506 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

al temor), constituyen hoy la esperanza de los españoles cautivos en España. Es doctrina moral e ideal político en las cárceles de España, y el presidente de Roosevelt, por haberlas anunciado, figurará entre los grandes definidores del liberalismo. Hasta donde nosotros sabemos, en torno de esa idea, de esa doctrina existe en España un gran movimiento secreto que se ha dado el nombre de Acción Liberal Es­ pañola. Los hombres de las cárceles y de los campos de concentración mantienen en España ese ideal, y nosotros lo defendemos, aún sabiendo, como dijo nuestro Azaña, que “la libertad no hace felices a los hombres; los hace, simplemente, hombres”. Hombres en condiciones de lu­ char por los más puros ideales humanos. Para esa gran política liberal, democrática, republi­ cana; para esa gran política nacional, por encima de las clases y de los particularismos, de los partidos y de los gremios, política nacional que nada tiene que ver con la nacionalista, que es su caricatura o su negación; para esa gran obra de rehacer España, país de vigor terrible, y re­ hacer al español en sus sentimientos más puros y nobles, pueden ser convocados los republicanos. Pero, ¡atención!, la obra es tremenda, difícil y penosa. Por eso no puede ser resumida en una pregunta que resulte un acertijo. La obra requerirá el esfuerzo y el sacrificio de todos. Si la dema­ gogia, o la violencia o la insensatez, o los desmanes, o el jugar a hacer el jabalí, o las ambiciones, o el espíritu de grupo o facción, o la debilidad, la hicieran fracasar, enton­ ces no habría que pensar solo en la vuelta a España. Habría que pensar en la vuelta a otro destierro definitivo; destierro en que se uniría, al dolor de la proscripción, el deshonor de no haber sabido cumplir con nuestro deber. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 507

Y aquí termina mi conferencia, que supongo os habrá defraudado. Pero, si me guardáis el secreto, os diré que también a mí me ha defraudado, pues he dejado varias co­ sas por decir y de otras he hablado con más extensión de lo que debía permitirme vuestra paciencia, por lo que pido perdón. Nada más.

-III- VIAJE NOSTÁLGICO A LAS PLAYAS DEL POSTIGUET156

Dicen algunos amigos, llegados en las últimas expe­ diciones desde Francia, que, al pasar de noche, frente a las costas alicantinas, el barco que los conducía a Casablanca, navegaba tan cerca de tierra, que vieron las luces de la Explanada. ¿Las vieron, realmente? Es decir: ¿Las vieron en la Explanada o las vieron en el pozo de los recuerdos, en cuyo fondo tiembla la pálida luna de nuestras noches de destierro? ¿Vieron, en verdad, las luces eléctricas, que son como dátiles luminosos de nuestras palmeras, encendidas en una verbena funeraria para velar a los mártires alicanti­ nos de la guerra? ¿O vieron fuegos fatuos de ese inmenso cementerio que es, hoy, nuestra tierra? Fuegos fatuos, fue­ gos locos, dicen los franceses, y acaso sea así porque todo parece locura. Luces verdaderas o mágicas, vistas desde la borda del barco con los ojos abiertos y fijos en el horizonte físico, o con los ojos cerrados, también fijos en sus alucinaciones,

156. Conferencia pronunciada por Carlos Esplá en México en febrero de 1943. Posteriormente, en julio de 1946, Esplá la publicaría como articulo en Mediterrani 508 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS lo cierto es que la visión tiene una perfecta realidad. La realidad para los hombres del Mediterráneo está hecha también, y sobre todo, de poesía. Nuestra suprema reali­ dad es Mistral. La realidad no es lo que dice la Geografía políti­ ca: Alicante: catorce partidos judiciales, Delegación de Hacienda, Audiencia Provincial, Instituto de Segunda Enseñanza, Gobierno civil, Diócesis de Orihuela... Todo eso es realidad hasta cierto punto. Pero con esos rasgos administrativos nadie conocería a su tierra. La realidad es, sobre todo, el recuerdo de lo que ya no existe por haber alcanzado una existencia infinita. De noche, desde el barco de emigrantes, se puede ver también, aunque no se vea -¡cuántas cosas se ven a quince mil kilómetros de distancia!- el perfil del “moro del casti­ llo”, que en los días claros mediterráneos, se recorta, lim­ pio y dorado, en el alicantino cielo azul como un camafeo. ¡Viejo conocido nuestro, este moro en silueta! Cuando en días futuros, la gente tenga que preguntarse quién es aquel personaje desconocido del busto olvidado en una plaza o en un jardín, nadie, en cambio tendrá que preguntarse quien es aquel moro del castillo con su áureo turbante de piedra. Es, tal vez, el moro que lleva a Alicante las arenas de África que forman su tierra, y las palmeras, y los gra­ nados, y las higueras de sus huertos. Lo lleva todo eso se­ cretamente, por la noche, cabalgando sobre las olas. ¿Qué tiene de particular que un moro de piedra vaya montado en el lomo blando y espumante de una ola mediterránea? Lo hace para traer esas fantasías vegetales que nos darán higos -gotas de miel-, y granados -gotas de sangre-, y dátiles -dedos de luz, dijo el árabe poeta. Si todo esto no fuera realidad, el mundo se oscurecería en la prosa más lúgubre y en la más negra y siniestra desilusión. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 509

Continuemos, pues, con nuestra realidad, es decir, con nuestros recuerdos. 1900. Desde el mar se ve el puerto de Alicante. El viejo puerto cuando sólo tenía dos brazos, como los hombres. El otro brazo, el nuevo, está todavía en la cantera. No lo ha sacado de allí el ingeniero jefe de la Junta de Obras del Puerto. Así, su abrazo de bienvenida a los que llegan por mar tiene mucho de humano. En el puerto está el “Besos”, que es nuestro “Normandie” de aquellos años. El “Besos” es el ordinario marítimo de Barcelona. Corresponde a la época de las diligencias de La Marina. Uno se lo figura llegar lleno de polvo de las carreteras y dirigirse a la posada de la Balseta. Pero el “Be­ sos” llega por mar, y no viene sucio de polvo. Lleva sólo la suciedad comercial estricta, con el tizne de sus bocanadas de humo. El comercio de Alicante navega en su cascarón. Los almacenistas de tejidos, que van dos veces al año a Barcelona para reponer sus existencias de piqués, batistas, percales y paños; los representantes de casas de maquina­ ria y de abonos y de fábricas de harina, viajan siempre en el “Besos”. Llega la nave legendaria los martes por la mañana. Tiene anunciada su llegada a hora muy temprana, cuando todavía monta la guardia del muelle la doble centinela de sus dos luces -verde y roja-, que son como la mirada de los prácticos del puerto tendida sobre el mar. Las fami­ lias de los viajeros van a esperar al “Besos” a la punta del muelle. Hay que levantarse a las cuatro de la mañana. ¡Quién sabe si con esas máquinas tan modernas -estamos, ya se sabe, en 1900- que lleva al “Besos” y con aquella humareda que despide su chimenea, el barco adelante su llegada! El “Besos”, sin embargo, nunca se adelanta a las citas. Es un barco ordenado, familiar, respetable, comer­ cial. Es un barco, en fin, que no madruga. Los días que 510 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

llega de Barcelona al puerto de Alicante, no madrugan más que los familiares de los viajeros. El madrugón despierta el apetito, y en el banquito de piedra de la farola del mue­ lle hay siempre, a esa hora, un viejo que vende rolléis i malaenes, esperando todos los martes al “Besos”, como si fuese el encargado de prepararle el desayuno al vaporcito, con golosinas alicantinas. A las ocho llega -con retraso- el “Besos”. El puerto de Alicante está ya brillante de sol, de reflejos del mar, de destellos de cascos de carabinero. Huele a bacalao, a amoníaco, a heces de vino, a marisco, a porquería. El “Besos” atraca, de punta, junto a un velero noruego que está descargando fardos de bacalao inglés. Se nota que es inglés en que lo trae un barco noruego. Colocan las escalerillas del “Besos” para que bajen los viajeros. Todos los viajeros han hecho un viaje mag­ nífico, dicen que para no asustar a los niños, admirados de las proezas de los navegantes. Ningún pasajero del “Besos” puede confesar que se ha mareado, ni aún cuando el barquito bailaba al pasar el golfo de Valencia. ¡Travesía espléndida! Confesar otra cosa sería aceptar la posibilidad de que un hombre del Mediterráneo puede marearse en el tranvía de muías que va a San Vicente del Raspeig. El “Besos” se pone a descargar fardos y bocoyes. Todo el co­ mercio alicantino-barcelonés está ahí, con sus estibadores, capataces, consignatarios, empleados, tenderos y almace­ nistas, pendientes del tráfico mercantil. Por las tardes, a la hora de los paseos melancólicos por el malecón, del velero noruego que descargaba baca­ lao inglés sale una música sentimental, música de acor­ deón. Después, el marino del acordeón va a emborracharse de ginebra al Café del Comercio. (Precisemos la realidad del personaje: muchos años después, en París, asistía yo a una representación de “Maya”, obra teatral poética y IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 511 audaz. “Maya” es la ilusión hindú del amor; más con­ cretamente, del deseo. El autor encarnaba esa ilusión en una pintarrajeada prostituta de barrio marítimo, que bien podía ser de Marsella o de Barcelona.”Maya” recibía a los hombres de paso en sórdido burdel. Uno de los clientes, atraído al infame templo del amor por la invitación camal de “Maya”, era un marino noruego. No recuerdo ya -salvo que era rubio y fornido- cómo lo caracterizaba el actor. Pero recuerdo que al aparecer el marinero en escena, pen­ sé: “A este hombre lo he visto yo en alguna parte”. ¡Claro que lo había visto! Era, sin duda, el marinero que tocaba al acordeón en la popa del “bricbarca” noruego y que sonreía luego al camarero del Café del Comercio para que le sir­ viera más “gin”. El recuerdo es exacto y prueba la realidad de todas las imágenes irreales y poéticas). Los días que sale el “Besos”, llega al puerto de Ali­ cante el barco de Orán. Bajan de él caballeros argelinos que llevan sombrero de hongo y guardapolvo y señoras que se han puesto en la cabeza una cantidad despropor­ cionada de frutas, flores y pájaros. Se llaman “madame Alberola”, “madame Sansano”, “madame Llopis”, “ma­ dame Lozano”. Todas son alicantinas. Orán es como un barrio de Alicante. En vez de ir allí en el tranvía de muías, se va en barco. Los pasajeros del barco de Orán dicen ché y ¡oh, lá, lá! Hablan el valenciano en francés o el francés en valenciano. Su lenguaje es una curiosidad literaria. (Como tal recogió La Nouvelle Revue Française, hace unos veinte años, en un libro, páginas sueltas del Journal de Cagayous, publicación periódica de Orán con las aven­ turas de un personaje popular oranés. Es una prosa escrita en un valenciano aproximado al de La Marina alicantina, con ortografía francesa. Ejemplo: dourin, por durém. Al darle la pronunciación francesa, recobran aquellas pala- 512 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

bras su acento valenciano. El libro de la N. R. E Lleva un lexicón y un minucioso estudio sobre el origen de ciertos vocablos populares oraneses. Aunque el erudito filólogo autor de tal estudio atribuye a algunas palabras origen por­ tugués, italiano o castellano, todas son valencianas, de La Marina). Cagayous es un golfo de playa, un bohemio de puerto, un artista del no hacer nada, fumando cigarritos y bebiendo vino en barrai, un virtuoso de los salmonetes a la brasa en los merenderos de la costa. El hermano del ora- nés Cagayous es el alicantino Calamaro, puntal de taberna, vagabundo del puerto, inspector honorario de los trabajos del muelle. Ve venir a los barcos y lo avisa a los consigna­ tarios. Uno de éstos le da dos quinsets por el servicio. Pro­ tector, le dice “No t'els malgastes ”. El Calamaro contesta: “No, senyor. ¡Qué he de malgastar! ¡M’heu gastaré tot en vi! ”. El Calamaro practica la entente franco-española. Su gran protector es un francés que llegó a Alicante en la época de la gran exportación de vinos a Francia. Ahora se embarcan menos bocoyes para Sete. Queda, pues, en Alicante, más vino para el Calamaro y para su amigo el francés. Este, cuando regresa de noche a su casa, saluda al pasar, ceremonioso como buen francés, la estatua de don Eleuterio Maissonnave, quitándose el sombrero: “¡Bons­ oir, monsieur le ministre!”. En los muelles del puerto alicantino chirrían las rue­ das de los carros de Torrellano, de Muchamiel, del Rebo­ lledo, del Bacaret... Junto al malecón, alineadas, dialogan con sus banderas -ropas de bayeta amarilla, colgadas a los palos, para secarse- las barcas de pesca de “les parelles Llevan nombres de mujer: “Remedios”, “La Joven Lolita”, “Las Dos Matildes”... Un fogaril a la popa, con un caldero de pescado. ¡Perfume inolvidable! IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 513

¡Viejo puerto de Alicante! Desde el barco de los emigrantes se ven sus luces, como ahora lo vemos noso­ tros azul y lejano, con “cielo de mar y azul de mar -dijo Miró...- traspasado de Mediterráneo”. Hay ahora una fragancia de geranios jazmines alicantinos, una fiesta de almendros en flor. Oímos las caracolas del mar en las pla­ yas del Postiguet. A mí no me extrañaría -todo es tan real y vivo en el recuerdo- que en este momento, al terminar estas cuar­ tillas, llamase a la puerta de mi cuarto el moro de piedra del Castillo y me trajese, como presente de la terreta, un cestito de dátiles.

-IV- -SOLIDARIDAD INTERNACIONAL DE LAS DEMOCRACIAS157

No hay, no ha habido nunca solidaridad internacional de las democracias. El tema de mi conferencia debe ser, pues, tomado sólo como un anhelo, como una aspiración; en el mejor de los casos, como un anuncio; nunca como una realidad. Anuncio, aspiración y anhelo que expongo llevado de esa vieja y vana afición que tenemos los de­ mócratas españoles de pintar para ciegos y hablar para sordos. Probablemente a casi nadie, fuera de nosotros, im­ porta lo que sientan y piensen los demócratas españoles. Salvo unos pocos, ¿acaso oyeron otros demócratas la voz española cuando anunciaba esta guerra cuyos comienzos se resistieron a ver en España? La fórmula de solidaridad

157. Conferencia pronunciada por Carlos Esplá el día 20 de agosto de 1943 en el Centro Republicano Español de México D. E 514 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

democrática -con excepciones, entre las cuales figura la de México en lugar de honor- consistió entonces en la No Intervención, que fue para las democracias la fórmula del suicidio. Pero con las excepciones conocidas, el demócrata ha sido, en el campo internacional, un animal insolidario, y la democracia un régimen de insolidaridad. Se debe esto, quizás, a que la democracia es, entre los regímenes polí­ ticos, el más nuevo y joven, pues su práctica en Europa apenas dobla la edad de nuestra generación, y todavía no se ha acostumbrado, por lo visto, a ejercer la solidaridad. Le falta experiencia, probablemente. Pero si no la hubo en las democracias, hubo, en cam­ bio, en el mundo, una solidaridad nacionalista, reaccio­ naria, totalitaria. Esta internacional de los nacionalismos ha sido la más sorprendente paradoja política de nuestro tiempo. Fascismo, nazismo, falangismo, los nacionalis­ mos más feroces y agresivos, las fuerzas imperialistas más explosivas, practicaron una verdadera solidaridad, frente a las democracias dispersas y egoístas. Acaso se debe este fenómeno a que, por contraste con la juventud o inexpe­ riencia de la democracia, esos regímenes de fuerza, esos nacionalismos imperialistas, están cargados de experien­ cia porque representan la forma de gobierno más vieja que conoce el mundo: la tiranía. ¿Seguirá sucediendo lo mismo cuando termine la guerra? ¿Ocurrirá en la paz futura algo parecido a lo que ocurrió tras la paz pasada, aquella que puso fin a la prime­ ra guerra mundial? También entonces los pueblos luchaban, con la dra­ mática verdad de su sacrificio, por la libertad, la justicia y la democracia. También entonces, como tenemos nosotros ahora la Carta del Atlántico, tenían los pueblos sus tablas IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 515

de la ley, dictadas desde el Sinaí de Washington por el pre­ sidente Wilson. Los catorce puntos de Wilson partían del supuesto cierto de que la guerra había sido desencadenada por los poderes personales, irresponsables y despóticos del absolutismo; es decir, por los regímenes imperiales de Guillermo II, Francisco José I y Nicolás II. La guerra era el resultado de una combinación de fuerzas regidas por tratados diplomáticos secretos, hechos a espaldas de los pueblos y preparados, en un régimen de clandestini­ dad, por los usurpadores del poder. Wilson creyó que la liberación de los pueblos y el ejercicio de la democracia en todos los órdenes de la política, especialmente en el internacional, crearían, con la abolición de la diplomacia secreta, unas condiciones internacionales en las cuales no podría repetirse el horror de la guerra. Un emperador, un autócrata, un gobernante, responsable sólo ante su propia conciencia o ante el soberano de derecho divino, pero no ante la múltiple soberanía popular, podían aceptar en se­ creto pactos y compromisos que condujeran a la guerra. Inspirados en un erróneo concepto del interés, del honor o del prestigio nacional, podían realizar por vanagloria una política de ambición y preparar despóticamente el instru­ mento militar para realizarla, erizando el mundo de caño­ nes prestos a dispararse a la menor imprudencia; pero esa misma concepción wilsoniana sobre el origen de la guerra, daba por supuesto, en consecuencia, que los pueblos, orga­ nizados en democracias, interviniendo directamente en un régimen de publicidad y de libre discusión, no gastarían en armamentos lo que podrían destinar a su propio bienestar, ni aceptarían jamás pactos ni compromisos que conduje­ ran a la guerra; porque los pueblos tienen una tendencia natural a la paz y odian la guerra, pues siempre resultan ser sus víctimas, incluso cuando las guerras proporcionan 516 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS victorias. ¡Triste victoria la de 1918 sobre inmensos ce­ menterios y ruinas, sombría victoria festejada por millones de mutilados, al frente de los cuales desfilaban en lugar de honor, para mostrar la verdadera faz de la victoria, el doliente cortejo de los “gueules-cascó! La idea de Wilson consistía en traspasar a las víctimas el poder de hacer la ley y administrarla, en dar, como quien dice, al enfermo la facultad del remedio. Quitaba el poder a los déspotas que pueden burlarse de un “chiffon de pa­ pier158” o sentir tentaciones napoleónicas, y lo daba a los que mirarían bien lo que decía el papel, antes de firmar; a los pueblos que aman la paz, el trabajo y la libertad. En los 14 puntos de Wilson, después de las decla­ raciones generales contra la diplomacia secreta, sobre la libertad de navegación y de comercio, el desarme, el nuevo sistema colonial y la restauración de los daños ocasiona­ dos por la agresión militar, se concedía gran importancia a la liberación de los pueblos oprimidos, a los que se ha lla­ mado, según sus características, problemas de minorías o problemas de nacionalidades, que eran focos de violencia provocados por los regímenes absolutistas que sojuzgaban la libertad de hombres y pueblos. Y el último de los catorce puntos anunciaba la creación de una “Sociedad general de Naciones” que debía proporcionar al mundo democrático de la posguerra el estatuto jurídico de la paz internacional, basada en el derecho organizado por los pueblos, puestos en acción por la democracia y la libertad. La concepción wilsoniana procedía de los juristas y humanistas españoles, tantas veces citados: Vives, Vitoria, Suárez, etc.; de los apóstoles de la democracia y del fede­ ralismo norteamericano, Washington, Jeffersson, Licoln; y

158. Trapo de papel. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 517 finalmente, del pensamiento republicano europeo del siglo XIX, representado por Víctor Hugo, Mazzini y nuestros Castelar y Pi y Margall, todos los cuales fueron -me refiero a los cuatro últimos citados- en largos periodos de su vida, eso que se llama ahora “refugiados”. A través del tiempo, refugiados que hoy no nos sentimos mal acompañados. El 14 de julio de 1918 (cuatro meses antes de terminar la guerra) el Presidente de los Estados Unidos, en su famo­ so discurso de Mount Vernon, pronunció estas palabras, que parece hemos oído uno de estos días últimos: “El pasado y presente están riñendo una lucha a muerte, en medio de la cual se consumen los pueblos del mundo”. Y para preparar ese futuro -que ya es pasado- Wil­ son resumió sus catorce puntos en cuatro más concretos y categóricos, en los que se abogaba por “la abolición de todo poder arbitrario donde quiera que pueda perturbar la paz del mundo” y reclamaba la intervención democrática del pueblo, pues al referirse a la entidad contratante en los pactos internacionales hablaba de pueblos y no de gobier­ nos. Cierto es que todo ello se tradujo luego en la gran decepción del Tratado de Versalles, que llegó a merecer el título de “peor libro del año”, broma fácil y, desde luego, inadecuada. La paz se hizo como se pudo y su mejor glosa la puso Lloyd George, el zorro galés, quien se justificaba diciendo: “¡Qué podía hacer yo, entre Wilson que se creía Jesucristo y Clemenceau que se creía Napoleón!”. Pero, a pesar de todo, no fue posible, ni siquiera al prestidigitador Tardieu159, redactor del tratado, y que en

159. Escritor y político francés, varias veces ministro y Presidente del Gobierno, que tuvo un papel destacado en la redacción del Tratado de Versalles. 518 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS una de sus cláusulas llegó a establecer la base de su fortu­ na personal, no fue posible, digo, escamotear totalmente el anhelo democrático contenido en los catorce puntos de Wilson. Se creó la Sociedad de Naciones, cuyo Pacto forma parte del Tratado de Versalles y que había de ser el Código internacional de las democracias. La Sociedad de Naciones no era un simple instrumento para los gobiernos en su obra de preservar la paz en el mundo y de tratar los problemas que les interesaban. Uno de los hombres que más hondamente ha calado en la entraña de su concepto y que con mayor tenacidad ha defendido sus principios, el presidente Benes, la ha definido “como expresión de la de­ mocratización de la política interna y de la política externa de las naciones”. Y añade Benes en su libro Democracias de hoy y de mañana, de donde he tomado la anterior cita, las si­ guientes palabras: “Como concepción de un nuevo orden político, la Sociedad de Naciones fue la expresión de la filosofía y de la moral de la democracia”. Y aún afina más su pensamiento con estas palabras: “Su naturaleza (la de la S. de N.) exige la libertad del individuo, limitada tan sólo por la propia libertad de los demás individuos; exige libertad de expresión para todos los grupos sociales, para los partidos, para las naciones, limitada sólo por la vida igualmente libre de otros grupos, partidos y naciones”. Es, en otra forma, la doctrina pimargalliana. Ginebra iba a ser, pues, en la posguerra la sede de la solidaridad democrática: democracia interna de los pue­ blos; democracia externa en las relaciones internacionales, según Benes. El profeta y los sacerdotes de la institución wilsoniana coincidían en ese punto de su credo. Pese a todas las desviaciones que sufrió la doctrina original, en el apartado segundo del artículo primero IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 519 del Pacto de la Sociedad de Naciones se lee el siguiente precepto: “Cualquier Estado, Dominio o Colonia, que se gobierne libremente, puede ser miembro de la Sociedad si ofrece garantías efectivas de su intención sincera de res­ petar sus compromisos internacionales”. Dos condiciones habían de reunir, pues, los Estados, Dominios o Colonias para ser admitidos en la comunidad internacional: una, respetar sus compromisos internacionales; otra, gober­ narse libremente. Libremente, es decir, en régimen de libertad, y no como otros han tratado de interpretar en el sentido de independientemente, con plena soberanía; pues en tal caso no se hablaría de Estado, Dominio o Colonia, que, por lo que se refiere a estos últimos, pueden gober­ narse en régimen de libertad, pero no de independencia. En el sistema wilsoniano, libremente: libre de los poderes personales, irresponsables y absolutos. Pero esa concepción wilsoniana, esa expresión de la democracia internacional, fue traicionada el día en que las nuevas dictaduras europeas, creadas por aventureros dedi­ cados a pescar en las aguas turbias de la crisis posbélica, fueron toleradas en Ginebra. Aquellas dictaduras, débiles en su fase inicial, sostenidas tan sólo por la tolerancia y, en muchos casos, la benevolencia que les dispersaron las democracias, sacrificando éstas su propia causa, represen­ taban, bajo una forma más histriònica y cruel, la vuelta a los regímenes personales, despóticos e irresponsables. La Sociedad de Naciones, como expresión e instru­ mento de la solidaridad democrática de los pueblos, pudo haber asfixiado en el momento de nacer la primera dicta­ dura establecida en Europa, no sólo para preservar la paz, pues las dictaduras -con su política de prestigio exterior para ahogar o desviar las angustias interiores, la absorción del individuo por el Estado, la exasperación del naciona­ 520 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

lismo, las ambiciones imperialistas, la apología de la fuer­ za y de la violencia, cuanto es, en fin, la esencia misma del régimen dictatorial-, conducen fatalmente a la guerra; no sólo, repito, la Sociedad de Naciones pudo haber asfixiado a las dictaduras para preservar la paz, sino también para cumplir sus elementales deberes de solidaridad humana con los demócratas de los países sojuzgados que iban muy pronto a poblar las cárceles, los campos de concen­ tración -donde se extinguen los más nobles destellos del espíritu europeo-, y los cementerios, donde la cobardía de las democracias ha enterrado a muchos de sus mejores hombres. La práctica activa de la solidaridad democrática internacional en la Sociedad de Naciones, pudo haber es­ trangulado al nacer la primera dictadura europea, que, así hubiera sido la última. Obligaba a ello el espíritu y la letra del Pacto ginebrino, que proporcionaba al mismo tiempo a las democracias el instrumento para acabar con las dicta­ duras, mediante la aplicación sistemática del aislamiento, el bloqueo, las sanciones económicas y financieras y, final­ mente, las militares, con la seguridad de que ninguna dic­ tadura imperialista y agresiva -como lo son todas- hubiera podido resistir la aplicación de las primeras medidas del sistema. No es cierto, como han dicho algunos gobernan­ tes para justificarse, que las democracias reconocen a las dictaduras porque existen; la verdad es que existen porque las reconocen. Pues hubiera bastado el no reconocimiento para hundirlas en el acto. Pero las democracias, en vez de oponerse a las dictaduras, las halagaron, las mimaron, claudicaron en su presencia, viendo torpemente en ellas un elemento quizás demasiado demagógico para su gusto, pero un elemento, al fin, de disciplina impuesta a pueblos díscolos y, sobre todo, de conservación social. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 521

Se dio la tremenda paradoja de que, en vez de expul­ sar y sancionar las democracias a las dictaduras, fuese una dictadura, la de Primo de Rivera, la que impidió el ingreso en la Sociedad de Naciones de una democracia, como lo era en aquel tiempo la República alemana. Ocurrió este curioso episodio, típico de la forma en que se interpretó en Ginebra la solidaridad democrática internacional, el año 1926. El ingreso de Alemania en la Sociedad de Naciones era una de las condiciones de la nueva organización de la paz europea, representada por los pactos de Locarno, obra de Briand, Stresemann y el otro Chamberlain, Sir Austin. La Alemania social-demócrata hizo la petición de ingreso. El ponente, Sir Austin Chamberlain, la informó favorable­ mente, certificando con toda solemnidad que la República alemana se gobernaba libremente, de acuerdo con el apar­ tado segundo del artículo primero del Pacto. Pero en ese momento, un Estado que no se gobernaba libremente, la España de Primo de Rivera presentó aquellas demandas al­ ternativas, calificadas por la prensa inglesa más autorizada y solvente de “black mail”, esto es, de chantaje: o puesto permanente para el representante de Primo de Rivera en el Consejo de la Sociedad de Naciones, o Tánger español, o la representación de Primo de Rivera votaría contra la admisión de Alemania en la Sociedad, con puesto perma­ nente en el Consejo. Y como para esto último se requería la unanimidad, al faltar el voto de España, que también se retiró de Ginebra a consecuencia del fracaso global de sus demandas, no pudo ingresar de momento Alemania en la Sociedad de Naciones y los delegados alemanes tuvieron que regresar defraudados a Berlín. Meses más tarde, cuan­ do Primo de Rivera dispuso que España reingresara en la Sociedad, el Consejo de ésta, con Briand, Stresemann, Chamberlain, etc., celebró una reunión en Madrid, ofre­ 522 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

ciendo esta especie de homenaje al dictador, el cual se pa­ voneó codeándose por la calle de Alcalá con los estadistas europeos, que ofrecieron al pueblo español tan desconcer­ tante muestra de falta de dignidad. De la claudicación inicial de las democracias, nacen todas estas otras claudicaciones: no-intervención, Munich, etc., que han conducido al mundo a la guerra actual. Ante la insolidaridad y dispersión de las democracias, se forjó la unidad coherente de las dictaduras, que expresó la idea de su acción unánime dando el nombre de Eje al pacto que habría de ser el instrumento político de su agresión, y así fueron cayendo una tras otra las democracias insolidarias, como hojas arrancadas de un libro, que bien podría ser el mismo pacto de Ginebra. Recordemos algunos hechos: en 1922 Mussolini rea­ liza en vagón-cama su marcha sobre Roma y se asombra de recibir el poder en vez de una “bastonata”. Quiere ser tolerado internacionalmente y ruega al Conde Sforza que continúe de embajador en París, a lo que se niega el insigne político liberal. Pero en 1923, algunos papanatas interna­ cionales han descubierto ya lo de la puntualidad ferrovia­ ria en Italia o alguna otra bobada por el estilo. Mussolini, ante la debilidad ajena, se siente fuerte intemacionalmente para iniciar su política de “bluf ”. Estando reunida la Asamblea de la Sociedad de Na­ ciones, con pretexto de la muerte misteriosa de un agente italiano subalterno, el Duce envía un ultimátum a Grecia, su escuadra -tan prudente ahora ante los buques de S. M. británica- bombardea el puerto de Corfú y las tropas fascistas ocupan la ciudad. Resultado: La Sociedad de Naciones marca su primer retroceso, elude intervenir en el asunto y lo traspasa a la Conferencia de Embajadores -supervivencia de la diplomacia secreta- que condena a IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 523

Grecia -país agredido por Italia- a pagar a su agresor una indemnización de cincuenta millones de liras. Ante este resultado sorprendente de la osadía mussoliniana y de la caponería democrática, el régimen fascista se lanza frené­ ticamente, ya sin miedo, a crear en su pueblo desdichado una mentalidad guerrera, ofensiva, delirante, que habrá de conducirlo, más tarde, a la fuga en Guadalajara y en los desiertos de Libia, pero no sin haber contribuido antes a prender la mecha al polvorín del mundo. En 1931 se produce la agresión del Japón contra Chi­ na, sin que la Sociedad de Naciones adopte ninguna de­ terminación contra el agresor, hasta que en una Asamblea extraordinaria el Japón la adopta por su cuenta contra la Sociedad y se retira de ella. Y ni aún después de este acto de desdén, la Sociedad de Naciones se atreve a declarar agresor al Japón ni a ayudar financiera y militarmente a China. También en 1933 sube Hitler al poder, que se viste de levita y sombrero de copa para recibirlo de manos del viejo mariscal Hindenburg, que se encuentra en perfecto estado de chochez, y Mussolini anuncia que 1935 será el año “cruciale”. El Duce amenaza al mundo con sus cinco millones de bayonetas, queriendo ignorar que están en ma­ nos de un pueblo pacífico, forzado a la mascarada guerrera del manganello y el aceite de ricino, pero dispuesto a echar por tierra las armas, cuando se enfrenta a un ejército que enarbola la bandera de la libertad. Antes de lanzarse al drama, Mussolini ha gastado una broma cruel a las democracias, que le toleran el sar­ casmo: en una Asamblea de la Sociedad de Naciones, sus delegados proponen que se prohíba en todo el mundo la fabricación de soldaditos de plomo, que infunden a la in­ fancia ideas bélicas, iniciativa teatral que obedece al deseo que abriga el Duce de ser candidato al premio Nobel de la 524 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

Paz, mientras en Italia hace desfilar armados con puñales y mosquetes a los “balillas” y “Figli della lupa”160, en una infame obra de corrupción de la juventud. Mussolini hace reivindicar por la prensa fascista, a raíz del viaje aéreo del general Nobile, la italianidad del Polo Norte, pero huyendo sin duda del frío, busca el calor conquistando brutalmente Etiopía, lo que permite a su hijo, Bruno Mussolini, divertirse como un loco lan­ zando bombas impunemente sobre mujeres y chiquillos negros. ¡Qué diabluras hacen los muchachos para dis­ traerse! Mientras Mussolini corona “Imperatore” a esa peque­ ña porción de soberano numismático que todavía queda en Italia, Hitler rearma la zona desmilitarizada del Rín, persigue a judíos y le cambia a su pueblo la mantequilla por cañones, preparándolo brutalmente para la guerra anunciada en Mein Kampf. Las democracias dormían una profunda siesta. Ya es poco hablar de insolidaridad. Habría que hablar de indiferencia, de letargo, de parálisis, de en­ tontecimiento. Y así se llegó al drama español. Ejemplo tremendo de insolidaridad, de cobardía, de suicidio de las democra­ cias. Inglaterra inventó y Francia apadrinó la farsa de la No Intervención, que no tuvo otro objeto que impedir la intervención de la Sociedad de Naciones, que era, según recordó nuestro presidente Azaña, la única obligada a intervenir. En la Sociedad de Naciones nuestro drama ins­ piró a la delegación de un pequeño país, una democracia víctima ahora de la guerra, una propuesta de mediación internacional entre Franco y la República, que nuestro gobierno rechazó como es natural. ¿Qué diría ahora el

160. Organizaciones juveniles fascistas. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 525 ministro noruego Dr. Koht, si le propusiéramos una me­ diación entre Quisling y el régimen legítimo de su país? ¡Dramático trance para quienes habíamos defendido en España la democracia y la solidaridad internacional! El ejemplo del abandono en que nos dejaban las democra­ cias extinguió en un momento todos nuestros esfuerzos, borró todas nuestras propagandas, y ello fue el origen o, en todo caso, el impulso de la fuerza adquirida por otras organizaciones, cuya dependencia internacional tanto nos reprocharon algunos santones de las democracias. ¡Qué fácil resultaba entonces ser demócrata en París o en Lon­ dres, en Washington o en Ginebra! ¡Qué difícil resultaba serlo en Madrid, Valencia o Barcelona! Y tras el holocausto de España vino el de Austria, que, preparada para el sacrificio con la matanza de socialistas que eran los únicos que hubieran podido hacer frente he­ roicamente a la invasión hitleriana, desapareció del mapa político de Europa sin que la Sociedad de Naciones se enterara; porque ésta es la hora en que todavía la Socie­ dad de Naciones ignora oficialmente que ha desparecido como nación uno de sus socios, una de las naciones que formaban parte de la Sociedad. Y después de Austria, Che­ coeslovaquia, la mejor creación democrática del Tratado de Versalles, despedazada en aquel siniestro drama de Mu­ nich en que por primera vez se interesan las democracias por una nación libre, pero es para que no se escape, para ofrecérsela sangrante y trémula al verdugo, como un pas­ tor que ofreciese sus ovejas al lobo. Y vino la guerra, cuando ya quedaban pocas demo­ cracias europeas que defender, al extremo que la guerra se declaró cuando Hitler agredió a su aliada de ayer, a la Polonia del coronel Beck, que meses antes había tomado parte en el descuartizamiento de Checoeslovaquia, aunque 526 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS ahora resurja, en los campos de batalla, para ser mañana nuevamente la Polonia de Paderewski161. Vino esta guerra, digo, que enciende sus hogueras destructoras en todas las partes del mundo, en cuyo fuego se consumen los pueblos ilustres, nuestra vieja civilización, los más altos valores de nuestra cultura. Mas esta guerra nos conducirá algún día a la paz, que ya muchos adivinan cercana. ¿La paz? ¿Qué paz? ¿Vamos a sufrir otra vez la terrible decepción de 1918? ¿No habrá nunca redención para los caídos? ¿No habrá jamás victoria real para las democracias? También como la de 1914 esta guerra ha de ser la última, y también ahora se lucha por la democracia y la libertad. Los catorce puntos de Wilson se han reducido a ocho y se llaman ahora la Carta del Atlántico, que conti­ nua, como dicen sus firmantes “ciertos principios comunes de la política nacional de sus respectivos países en los que cifran sus esperanzas para un mejor futuro del mundo”. Se dice en el punto tercero de ese Código de esperanzas que el presidente de los Estados Unidos y el Jefe del Gobierno inglés “respetan el derecho de todos los pueblos del mun­ do a elegir la forma de gobierno bajo la cual quieran vivir y anhelan ver restablecidos los derechos de soberanía y el gobierno propio en aquellos países que han sido privados de los mismos por la fuerza”. A la Carta del Atlántico siguió el discurso del 23 de febrero de 1943 -que equivale al discurso de Wilson en Mount Vemon-, en el que el presidente Roosevelt condenó el programa de paz en los términos siguientes: “Las Na­ ciones Unidas han llegado a un acuerdo sobre determina­

161. Pianista, compositor y político que presidió el gobierno polaco en el exilio tras la ocupación alemana. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 527 dos principios generales respecto a la paz que anhelamos. La Carta del Atlántico no sólo se refiere a los territorios bañados por dicho Océano, sino al mundo entero; sus prin­ cipios generales son: desarme de los agresores, autodeter­ minación de las naciones y los pueblos, y las cuatro liber­ tades esenciales: libertad de palabra, libertad de creencia, liberación de la necesidad y liberación del temor”. Ahora, todavía más que en 1918, se vuelve a la con­ cepción wilsoniana que proclama la libertad y condena los poderes personales, irresponsables y absolutos. Nueva­ mente se ha hecho la trágica experiencia de que son esos poderes los que desencadenan la guerra, ahora con mayor crueldad y violencia que en 1914, por la introducción de procedimientos mucho más inmorales y tenebrosos, y por el empleo de venenos morales más activos y de una técni­ ca de destrucción más inhumana. Aquellos autócratas que provocaron la guerra del 14, Guillermo de Alemania, Fran­ cisco José de Austria-Hungría y Nicolás de Rusia pueden pasar en nuestros días por verdaderos caballeros, por san­ tos varones comparados con estos “gangster” internacio­ nales que se llaman Adolfo y Benito y su séquito de atra­ cadores formado por los Franco y los Quisling. La Europa del 14 estaba regida por cacicones imperiales; la del 39 por bandidos delirantes, destinados ya a la horca por la justicia popular. Pero no solo hay que ahorcarlos a ellos; hay que estrangular también su sistema político, su ideología, su poder. Así lo han comprendido, al parecer, los líderes de las democracias que basan la futura organización del mun­ do en la previa desaparición de los regímenes totalitarios, de las dictaduras. La vuelta a la concepción democrática de Wilson significa, pues, que también ahora, como en 1918, se cree que los responsables de la guerra -con salve­ dades por lo que se refiere a Alemania- no son los pueblos, 528 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

sino los usurpadores del poder. Por ello, los fines de guerra hechos públicos en la Carta del Atlántico encierran la pro­ mesa democrática de la paz futura. ¿Va, pues, a lograrse, en la posguerra inmediata el milagro de esa solidaridad de las democracias que no pudo lograrse después de 1918 a través de la Sociedad de Naciones? ¿Vamos, por el contrario, hacia nuevas y más dolorosas decepciones? No debo ocultar en este punto, que de ciertas conversaciones con personas que por su situación parecen bien enteradas, de informes que es posible reunir, de campañas periodísticas que obedecen a inspiraciones bien conocidas, de todo un conjunto de he­ chos y datos, que nos es posible examinar, se deducen, por ahora, conclusiones bien desconsoladoras. Al entrar en una examen crítico de ciertos hechos, quiero anticipar una declaración categórica. Es esta: que ninguna decepción entibia mis fervores por la causa de las democracias. En la crítica que seguirá brevemente no hay olvido de lo que todos los hombres libres debemos a los que ahora luchan, se sacrifican y mueren por nuestra causa común. Acaso son los españoles quienes mejor compren­ den aquellas patrióticas palabras de Winston Churchill refiriéndose al puñado de pilotos de la R. A. F, que en los días sombríos que siguieron a Dunquerque defendieron el corazón de la Gran Bretaña y con ello salvaron a la huma­ nidad entera de un hundimiento definitivo: “Nunca tantos deberemos tanto a tan pocos”; palabras que somos los es­ pañoles quienes mejor comprendemos porque existían ya en nuestra mente dedicadas en silencio a los defensores de Madrid, a los combatientes de Pozo Blanco y del Ebro, a los héroes anónimos del Guadarrama y de Guadalajara. No olvidamos lo que la humanidad debe a la juven­ tud que hoy combate en las filas de las democracias, ni lo que debe a hombres como Churchill o Roosevelt, por su IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 529 temple en la lucha y por el fervor de apostolado que han puesto en definir y defender ciertos principios morales que constituyen un ideal por el cual se pelea y se muere. El hecho mismo de que podamos hablar libremente de estos temas, es prueba cierta de que no incurrimos en error al identificar nuestra causa con la de las democracias. El primero y segundo puntos de la Carta del Atlántico proclaman la renuncia de las democracias al “engrandeci­ miento territorial o de otra índole”y a los “cambios territo­ riales que no estén de acuerdo con la voluntad libremente expresada de los pueblos interesados”. Declaran, pues, las democracias que no hacen una guerra imperialista, de anexión y conquista. Frente al programa hitleriano de dominación mundial, las juventudes de las democracias combaten por liberar a los pueblos, no por someterlos. Las tierras regadas con la sangre de los vencedores no serán el botín de la victoria, sino el solar libre de los pueblos que las habitan. ¡Qué enorme progreso moral se encierra en ese sencillo hecho! ¿Podrían comprenderlo los capitanes de tiempos pasados, los dictadores de nuestro tiempo? Pero junto a este formidable progreso de la moral inter­ nacional, contrastando con la sublimidad del sacrificio de los combatientes, se abren paso en ciertos espíritus medrosos ideas que son, en definitiva, la negación de los ideales democráticos y en el fondo de muchas conciencias despiertan doctrinas y principios que delatan su filiación reaccionaria y demuestran que quienes las alientan conser­ vaban latentes las influencias ideológicas totalitarias. Al leer ciertos artículos periodísticos, al conocer el pensamiento de algunos funcionarios responsables, al con­ trastar hechos y actitudes, el hombre de la calle, a quien las promesas democráticas han vuelto exigente, como es nues­ tro deber serlo en estas materias, el ciudadano anónimo se 530 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS pregunta desconcertado: ¿Se trata de organizar, realmente, la paz futura sobre bases de solidaridad democrática y de libertad individual? ¿Se quiere de verdad la libertad de los hombres y de los pueblos? ¿Qué garantías efectivas ofrece a los pueblos y a los hombres la Carta del Atlántico? Vamos a examinar brevemente las ilusiones y pro­ mesas democráticas, tomando como pimíos de referencia tres países europeos que, con relación a la presente guerra, ofrecen características distintas. Estos tres países son: Es­ paña, Francia e Italia. Me permitiréis que me fije primero en el caso de Es­ paña. El derecho de primacía lo tiene bien ganado. Fue la primera nación que opuso su pecho desnudo a la agresión totalitaria y que sufrió martirio bajo las bombas de la aviación de Hitler y Mussolini. El caso de España encaja perfectamente en el tercer punto de la Carta del Atlántico. Es un país que “ha sido privado por la fuerza del gobierno propio”. Obligado será, por tanto, “respetar el derecho del pueblo español a elegir la forma de gobierno que desea” pues hemos de creer que los firmantes de la Carta del At­ lántico “anhelan ver restablecida en España el Gobierno propio de que fue privado por la fuerza”. Aplico literal­ mente al caso español el texto de nuestras esperanzas. Mal se alimentan éstas, sin embargo, con la política seguida hasta ahora por los grandes países democráticos de hala­ gar y mimar al Quisling español, para comprar su relativa neutralidad y evitar la puñalada por la espalda que el Eje por mano de Franco podría aportar a las fuerzas aliadas en África del Norte. En el reciente libro de Hamilton, La España de Franco162, se hace la crónica de esta vergonzosa

162. Se trata del siguiente libro: Hamilton, T. Appeasement's child: The Fran­ co regime in Spain. Londres, 1943. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 531

transacción, en la que vemos como el “Imperio vertical y azul” está en venta, cómo se cotizan sus actitudes en un mercado que debe llenar de rubor a todos los españoles, aunque no tengan voluntad de Imperio, sino simplemente idea limpia del decoro nacional. Podría excusarse tan sucio negocio en el momento en que Franco representaba una amenaza o un peligro; representaba, es decir, actuaba en representación del Eje, pero no ahora cuando quien está en peligro es Franco, a pesar de lo cual continúan ayudándole. Algunos tratan de tranquilizarnos y nos aseguran que las democracias no quieren a Franco, pese a todas las apariencias. La prueba -dicen- es que ya están de acuerdo Londres y Washington para restaurar la monarquía en España. ¿De acuerdo? Pero ¡si quienes hemos de estar de acuerdo para eso -y no lo estamos- somos los españoles! Se trata, por lo visto de ignorar la voluntad de los pueblos a los que se quiere hacer felices a la fuerza. El caso de España es objeto de curiosos olvidos. Por ejemplo: Un personaje tan considerable como el ex presi­ dente de los Estados Unidos, Herbert Hoover, en colabora­ ción con el diplomático Hugh Gibson, ha escrito un libro que se titula Los problemas de una paz estable, en el que se examinan las cuestiones políticas y económicas de la posguerra. El ex presidente Hoover, que fue aislacionista, acepta ahora los principios de solidaridad democrática que se definen en la Carta del Atlántico y recuerda en su libro que, fieles a sus compromisos, los aliados en la guerra anterior devolvieron la libertad a las nacionalidades opri­ midas, y cita el nuevo propósito de restaurar “la soberanía y el gobierno propio de los pueblos que fueron privados de los mismos por la fuerza”. “Negarles tal derecho -escriben Hoover y Gibson- haría peligrar la paz duradera”. “Este 532 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS compromiso -dicen textualmente dichos autores- exigirá la devolución de su independencia -fíjense bien en la rela­ ción- a los noruegos, franceses, finlandeses, estonios, leto­ nes, lituanos, polacos, checos, eslovacos, croatas, serbios, griegos, albaneses, holandeses, belgas, luxemburgueses, coreanos, etíopes, persas, árabes, siameses y Filipinos”. Ahí termina el inventario del Sr. Hoover. Todos esos pue­ blos podrán exigir la devolución de su independencia y de su gobierno propio; todos, hasta los persas y siameses, menos los españoles que no figuran en esa lista, los espa­ ñoles sin los cuales podemos sospechar que el Sr. Hoover no sería americano. Veamos todavía otro ejemplo: uno de los estadistas europeos de mayor autoridad internacional, el presidente del Sterling Noruego, Carl Hambro, que es, después del Rey, la más alta personalidad oficial en su país, ha escrito un libro magnífico -con la salvedad que luego apuntare­ mos- titulado La Paz de mañana. Hambro aboga por la cooperación democrática en la organización de la futura paz y, valido de su gran experiencia en las lides interna­ cionales, señala las normas morales y prácticas que han de regir las instituciones encargadas de dicha organización. Hambro defiende los derechos de las pequeñas naciones en términos de gran valentía y de fuerte oposición a lo que él llama el “patemalismo internacional” de las gran­ des potencias que quieren arreglar el mundo a su antojo. Esta posición polémica ha adquirido en la pluma del gran escritor y estadista noruego una violencia extraordinaria en un artículo que creo se publicara en el próximo número de Mundo Libre[a.

163. Revista publicada por los exiliados españoles en México y Estados Unidos. Joaquín Maurín fue uno de sus principales artífices. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 533

“Es curioso advertir -escribe Hambro en dicho artí­ culo- que mientras hubo alguna duda acerca del resultado de la guerra, mientras Gran Bretaña y EEUU tuvieron una sensación de peligro, no discutieron el derecho de los go­ biernos en el exilio a colocar sus fuerzas armadas y sus ma­ rinas mercantes a disposición incondicional de los aliados; jamás dudaron éstos de que fuera una prerrogativa legítima de dichos gobiernos sangrar a sus naciones para contribuir a ganar la batalla de Inglaterra. Pero, hoy, después del triun­ fo de Túnez, se ha emprendido una campaña de medias palabras contra la continuación del reconocimiento de los gobiernos en el exilio, insinuando que, habiendo cumplido con su deber, “pueden ya desaparecer”. Se trata, según Hambro, de echar dudas y sombras sobre la legitimidad de las representaciones de las pequeñas naciones para no tener que tratar con ninguna de ellas y hacer la paz como les venga en gana a los faraones de la burocracia democrática. Esto de disponer de las pequeñas naciones es para Hambro la verdadera doctrina hitleriana, contra la que combaten los pueblos. Hay damas y caballeros muy distinguidos -aña­ de- que trazan fronteras, proyectan constituciones, prepa­ ran convenios internacionales y federaciones, a espaldas de los pueblos interesados. Estos funcionarios, según el estadista noruego, son unos sabios que no saben nada y que tienen, no ya la concepción falseada de 1918, sino la de antes de 1914. Hambro estima que se trata de apartar los principios democráticos de la vida internacional. El libro de Hambro La Paz de mañana, no es tan violento como el artículo que acabo de resumir y que he creído conveniente citar para que se vea que tono de independencia y de claridad puede adoptar en los Estados Unidos, aún siendo extranjero (fenómeno inconcebible fuera de la democracia), un puro demócrata, desligado 534 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

de los intereses de las grandes potencias, defensor del derecho de los pequeños países y brioso acusador de las turbias maniobras de quienes creen inconscientemente en las doctrinas totalitarias. ¿Podremos confiar en un hombre como él para comprender el caso de España? En La Paz de mañana Hambro, en términos mucho más comedidos de los que antes señalé, denuncia ya la tendencia a prescindir de las pequeñas democracias. Cita, como botón de muestra, el segundo informe de la Comisión Norteamericana de la Fundación Carnegie para el Estudio de la Paz. En ese documento, el profesor Quincey Wright “da por hecho que la Gran Bretaña y los Estados Unidos asumirán -son palabras textuales- la res­ ponsabilidad y dirigirán los asuntos mundiales durante el periodo de transición “ y que “establecerán instituciones provisionales para responder a los problemas regionales y funcionales dondequiera que sea necesario”. Esta última frase parece contener el anuncio del AMGOT universal. El profesor Quincey Wright llega a escribir en dicho informe las siguientes palabras, que provocan el comentario sarcás­ tico del Sr. Hambro: “Indudablemente en los países escandinavos, en Ho­ landa, Francia y España podrán reconocerse provisional­ mente nuevos gobiernos antes que en la Europa central y oriental”. “¿Nuevos gobiernos provisionales en Holanda y No­ ruega? Entonces, ¿qué significan la reina Guillermina y el rey Haakon VII y sus gobiernos y sus fuerzas armadas, que están luchando al lado de los aliados? -se pregunta Hambro, temeroso, sin duda, de que el único demócrata establecido en el poder sea el Negus164-. “Respecto a los

164. Haylé Selassié. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 535 otros países escandinavos -añade Hambro- el rey y el go­ bierno de Dinamarca no están en el exilio ni Suecia inter­ viene en la guerra”. Perfectamente. Y sobre España ¿qué piensa el Sr. Hambro? “Tampoco España -escribe- ha tomado parte en la contienda. Pero si muchos profesores norteamericanos siguen estudiando lo que debe hacerse en España cuando termine la guerra, se encontrarán con que esta cuestión no permitirá que ese país siga siendo neutral; involuntariamente estos eruditos caballeros aumentarán tal vez el número de los enemigos de su país”. Parece indicado contestar al Sr. Hambro con la mis­ ma viveza polémica que el mismo emplea. En primer término no es cierto que España no haya tomado parte en la contienda. Nuestras noticias, por lo menos, son que España había luchado contra Hitler y Mussolini mucho antes que Noruega, y luchando durante cerca de tres años y no durante poco más de tres días como luchó Noruega, aunque después le haya sido posible a este país continuar la lucha con su propia bandera, posibilidad que se nos ha negado a los españoles. Sin embargo, los republicanos es­ pañoles han seguido luchando por la causa internacional de las democracias, aunque no, como digo, con su propia bandera, y han seguido luchando no ya para restablecer la libertad en España, sino para restablecerla en la misma Noruega. Y se me permitirá, en este punto, que vuelva a citar, como hice en otra ocasión, el testimonio del Ministro de los Estados Unidos en Noruega, miss Florence Jafffay Harriman, quien en su libro de memorias Mi misión en Noruega, relata la tragedia de Narvik: “Entre las tropas aliadas que llegaron -dice la diplomática norteamerica­ na- había españoles, veteranos de su propia guerra civil: y uno de los hechos más tristes de la guerra es que de las mil doscientas vidas perdidas en Narvik, ochocientas eran de 536 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

españoles”. Yo creo en el espíritu justiciero de Hambro y confío en que sabrá oír, si no la tremenda acusación contra las democracias de los centenares de miles de muertos es­ pañoles de nuestra guerra de independencia, por lo menos la voz silenciosa de esos ochocientos muertos de Narvik, que hacen en tierra noruega la muda afirmación de que España sí tomó parte en la contienda. Lo que ocurre es que, aún los hombres mejor inten­ cionados, y por tal tengo a Hambro, se dejan prender en el caso de España por la red de confusas propagandas lanzadas por quienes han tenido interés en desvirtuar o dar ya por resuelto el problema español. Así se explica que Hambro, defensor sincero de los pequeños países, de la de­ mocracia y del derecho internacional, estadista que com­ batió vigorosamente la política de claudicaciones que se llamó de apaciguamiento, y cuyo libro tantas veces citado podemos suscribir, con la salvedad hecha, los demócratas españoles, al encontrarse con el nombre de España, que constituye en si mismo una acusación para muchos de­ mócratas, se limite a servir de eco a la pérfida tesis de los nuevos apaciguadores, que él mismo combate, y conteste a su interlocutor norteamericano con este prudente con­ sejo: “¡Cuidado! No hostigue usted a Franco. Va a hacer usted más enemigos para su país”. Es decir, en el caso de España, Hambro se convierte, a su vez, en un apaciguador. Los derechos y el respeto que reclama para Noruega los olvida o desconoce para España, rompiendo de este modo la solidaridad democrática internacional, que quebrán­ dose para España, téngalo por seguro el Sr. Hambro, se quebrará también para Noruega. Si los burócratas de las democracias desconocen el derecho del pueblo español, desconocerán también, y obedeciendo al mismo principio, el derecho del pueblo noruego. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 537

Pero, se dirá: Ni el ex presidente Hoover ni su cola­ borador, el diplomático Gibson, citados antes, son ahora personajes oficiales en los Estados Unidos, ni el Sr. Ham­ bro lo es más que en Noruega, aunque ya le amenace el profesor Quincey Wright con reconocer a otros Quisling inesperados. De acuerdo. Veamos, pues, otro texto. Nos lo ofrece en su número de Enero-Febrero de este año la ex­ celente revista Cuadernos Americanos de México. En un artículo titulado “Las democracias y España”, su director, el profesor Jesús Silva Herzog, reproduce los cablegramas que cruzó con el renombrado escritor norteamericano John dos Passos, quien conoce perfectamente el problema de España, ha estado en nuestra República, ha defendi­ do nuestra causa -por lo que le profesamos gratitud- y se ha ocupado activamente de la ayuda a los refugiados republicanos españoles. John dos Passos preside ahora el Comité Ejecutivo de la Acción Internacional americana, organismo que debe ser considerado como oficial. El 11 de noviembre del pasado año, John dos Passos envió el siguiente telegrama al Sr. Silva Herzog165: “Como miembro Comité de Acción Interamericana, en mi calidad de Presidente Comité Ejecutivo, permíteme su­ gerirle muy urgentemente la conveniencia de que colabore con nosotros en movimiento libertador pueblos latinos ac­ tualmente bajo la tiranía nazi-fascista, movimiento iniciado con ofensiva militar África del Norte. Al efecto juzgo de gran importancia que usted y otras personalidades de su país formulen declaraciones, pronuncien discursos y hagan otras manifestaciones que ruego a usted séanme transmiti­ das para ser profusamente difundidas tanto en Europa como en otras Repúblicas americanas y en Estados Unidos”.

165. Economista mexicano y director de la revista Cuadernos Americanos. 538 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

El Sr. Silva contestó a John Dos Passos: “Con satisfac­ ción y entusiasmo acepto colaborar movimiento libertador pueblos latinos actualmente bajo tiranía nazi-fascista, mo­ vimiento iniciado con ofensiva militar África del Norte; pero ruégole acláreme si además de Italia y Francia, como yo creo, considérase también España. ¿Espero respuesta”. Tres días más tarde recibió el Sr. Silva la lacónica contestación siguiente: “Vista delicada situación, esperar esclarecimiento España. Mientras tanto no mencionarla”. “Esta comunicación cablegráfica -comenta en su artí­ culo el Sr. Silva Herzog- fue fechada el 14 de noviembre. Yo no contesté -añade- porque me pareció prudente espe­ rar que los miembros del Comité de Acción Interamerica- na con sede en Washington, esclarecieran la situación de España, bien clara desde varios años para muchos latinoa­ mericanos y españoles radicados en América”. A nosotros también nos parece la cosa bastante clara y lo estaría mucho más, si, en vez de limitarnos a comentar algunos textos periodísticos, hubiésemos tratado de expli­ car los sucesos políticos como el que en un artículo recien­ te, publicado en Excelsior, revelaba don Indalecio Prieto, al afirmar, basándose en informaciones exactas, que “hace meses un país americano manifestóse decidido a romper con Franco y a reconocer una Junta, Comité o Gobierno representativo de la República española, impidiéndolo el Gobierno de Norteamérica”. Y podríamos citar también otros hechos que descubren esa absurda política que consiste en comprar con halagos y concesiones la supuesta neutralidad de Franco, neutrali­ dad cuyo símbolo es la presencia de la desdichada Legión Azul en el frente ruso, es decir, la participación oficial del régimen falangista en la guerra contra la Unión Soviética, IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 539 aliada de Inglaterra y de los Estados Unidos. “Cualquier hombre o Estado que luche contra el nazismo tendrá nues­ tra ayuda. Cualquier hombre o Estado que marche contra Hitler es nuestro amigo”, dijo en un discurso memorable Winston Churchill. Pero muchos parecen haber olvidado esas palabras que nosotros queremos no olvidar. ¿Cabe, pues, alguna esperanza de que España encuen­ tre la solidaridad internacional democrática que le permita restablecer el gobierno propio de que fue privado por la fuerza? Creo que lo anteriormente dicho contesta de modo suficiente esa pregunta. Y si ella tiene, de momento, para el caso de España una respuesta desconsoladora, ¿la tendrá quizás más esperanzadora en el caso de Francia? El caso de Francia parecía, si cabe, más claro. Caída la Francia oficial en las manos decrépitas del mariscal Pe­ tain, se oyó en Londres una voz clara, la del joven general De Gaulle, que interpretaba el sentimiento auténtico de la Francia eterna. Desde ese momento Francia volvía a ser aliada de las Naciones Unidas. De Gaulle representaba no sólo el sentimiento patriótico, sino también la clarividen­ cia política. De Gaulle había defendido los principios téc­ nicos y políticos de la victoria militar, frente a las rancias doctrinas del Estado Mayor francés que habrían de condu­ cir a la derrota. En este sentido, se había revelado como un verdadero hombre de Estado. Con la misma claridad que había visto antes de la guerra el problema técnico militar, vio en pleno desastre el problema político de la liberación de Francia. Se trataba, simplemente, de restablecer la República francesa, el régimen suprimido por los colabo­ racionistas del balneario166. Ni más ni menos. De Gaulle, al frente del Consejo Nacional de la Francia libre o de la

166. Gobierno de Vichy. 540 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

Francia combatiente, forma un ejército que lucha al lado de los ingleses y americanos, establece su autoridad sobre la casi totalidad del imperio colonial francés, reorganiza algunas de las fuerzas navales francesas que habían esca­ pado a la influencia de Darían167 y se convierte para todos los franceses sojuzgados en un símbolo de la resistencia. Quienes han vivido en la Francia ocupada han ofrecido testimonios irrecusables de ese unánime movimiento de adhesión popular al general De Gaulle. Churchill lo reco­ noció así en su discurso de 20 de agosto de 1942, al decir: “Nuestra vieja camaradería con Francia no ha muerto. El general De Gaulle y sus valientes soldados son la repre­ sentación de ella”. ¿Está esto claro? Respetar a De Gaulle, reconocer a De Gaulle, es respetar y reconocer a Francia. ¿No es eso? Pues bien, cuando los americanos desembar­ can en Africa del Norte, a quien se reconoce de hecho no es a De Gaulle, sino a Darlan, y, ajusticiado éste, a Giraud168, y junto a ellos a algunos colaboracionistas arrepentidos o aprovechados, tipo Peyrouton... Giraud no es Darlan. Gi­ raud no ha traicionado. Es un militar de la vieja escuela, hombre de valor, buen patriota, aureolado por la leyenda de sus evasiones169... pero nada más. Como hombre de guerra comulgó en las doctrinas del mandarinato militar francés, contrarias a la inteligente concepción degolista, y como ciudadano tiene del gobierno un concepto pura­ mente cuartelero. Sus ideas políticas son elementales y toscas. Odia a Alemania por puro patriotismo francés pero admira al nacional-socialismo porque ha establecido en

167. Jefe de Estado Mayor francés y vicepresidente del gobierno colaboracio­ nista francés. 168. General francés miembro del Comité Nacional de Liberación. 169. Giraud escapó en dos ocasiones de los campos de concentración alemanes, una en la Primera Guerra Mundial, otra en la Segunda. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 541

Alemania una férrea disciplina de trabajo. En el Estado ve simplemente al gendarme, y frente al intelectual y hombre de acción que es De Gaulle, Giraud toma figura de militar courtelinesco170. Pero a Giraud lo empujan al primer plano los ex colaboracionistas que quieren hacerse perdonar a la sombra de su auténtico patriotismo. Un periodista yanqui, Frederic C. Painton, ha revelado la forma en que el general Clark realizó su misión secreta en África del Norte para preparar allí el desembarco nor­ teamericano, combinando la acción con el Cónsul general de los Estados Unidos en África del Norte y actualmente representante oficial de su país en aquellos territorios, Mr. Murphy. Los emisarios norteamericanos se comprometie­ ron a llevar allí al general Giraud, prisionero entonces en Francia y a ponerlo al frente de las tropas francesas. Por otra información de buen origen se sabe que los america­ nos ofrecieron a Giraud que en la ocupación no tomarían parte elementos británicos, condición que no se ha cum­ plido ni debió haberse ofrecido. Lo cierto es que se llega a un momento en que, tras la victoria del desembarco, se reintegran a la causa aliada los territorios del protectorado del África del Norte y los tres departamentos franceses de Argelia, que son administrativamente departamentos tan franceses como Seine-et-Oine o Bouches du Rhone. ¿Se va a reconocer sobre esos territorios de soberanía al menos la autoridad de la verdadera representación de Francia? Recordemos que los Estados Unidos, por ejemplo, no tar­ daron en reconocer el régimen ilegítimo de Petain. Petain, que suprimió la legalidad republicana, fue reconocido en

170. Georges Courteline, novelista francés autor de Los señores chupatintas y otras obras en las que criticaba las costumbres y hábitos de la pequeña burguesía. 542 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS el acto. De Gaulle, cuyo programa político consiste en restablecer la República, no es reconocido, en cambio. Por el contrario, se emprende contra él una infame campaña -cuya coincidencia revela la inspiración unánime- por el hecho de que De Gaulle no se someta al general Giraud, quien no recibe su autoridad de los franceses, sino de quie­ nes no quieren reconocerla a la Francia Libre. Y entre otras absurdas o perversas acusaciones, se dice de De Gaulle, católico y conservador, que es un agente de Moscú, un hombre intratable y de mal genio, presentándolo como si fuese uno de esos generales de vaudeville que piden a tiros la ensalada. ¡Cuánta inepcia para tratar de justificar el gran error político que se comete con la República francesa! Claro que la realidad política tiene siempre más fuerza que las ficciones preparadas, por mucho que sea el poderío en que éstas se apoyen, y, con reconocimiento si se acuerda ahora en Canadá, o sin él, la causa de Francia representada por De Gaulle y sus colaboradores, va ganando prestigio y autoridad en Francia, a medida que lo pierden sus contrin­ cantes. Pero el hecho evidente -aunque el empeño haya de ser vano, a la postre, es que el esfuerzo francés, realizado por franceses, de preparar el restablecimiento en Francia del régimen propio de que fue privado por la fuerza, no ha encontrado todavía la solidaridad internacional de las democracias que era lógico esperar. Si tal ocurre, de momento, en Francia, ¿se prepara trato distinto para la democracia italiana? Al evocarla, no puedo recordar sin emoción a los grandes luchadores de la democracia italiana que durante más de veinte años han combatido con heroísmo y dig­ nidad ejemplares por la causa internacional de las demo­ cracias. Recuerdo conmovido a los que han muerto en el destierro, y a los que han muerto en España, recuerdo éste IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 543

que simbolizo en las personas del socialista Da Rosa y el republicano Angelini, caídos, junto a otros muchos italia­ nos antifascistas, luchando por nuestra libertad, que tam­ bién era la de ellos. Cuando los gobiernos democráticos toleraban los grotescos desplantes del Duce y aplaudían su genialidad de gobernante y se encandilaban con sus histriónicas representaciones, los antifascistas italianos, perseguidos y desterrados, eran los depositarios dignos de la auténtica representación de la democracia italiana, supliciada por el fascismo. Claro es que en el caso de Italia, país todavía en gue­ rra contra las democracias, amenazado de su derrota inmi­ nente y de una fuerte conmoción interior, ningún antifas­ cista pretende -que yo sepa- convertirse en gobierno de la derrota y asumir la precipitada sucesión de un régimen que es preciso liquidar y sancionar, empezando por exigir sus enormes responsabilidades a la monarquía. La solidaridad de las democracias con los antifascistas italianos habría de consistir en dar oportunidad a éstos para que puedan levan­ tar el espíritu liberal, republicano, garibaldino, mazziniano latente en el pueblo de Italia no corrompido por la dicta­ dura y que ha estado tanto tiempo proscrito. Por su parte, la solidaridad de los antifascistas italianos con las demo­ cracias ha de consistir -y tal es, según creo, su anhelo- en unirse a éstas para continuar la lucha contra Hitler. Italia fue una democracia -en algún tiempo, la más odiada por los reaccionarios españoles a causa de la cuestión roma­ na- y es seguro que volverá a serlo, como lo serán España y Francia, a costa de trastornos y luchas que reclaman, para ser fecundos, la urgente solidaridad internacional de las democracias. Más parece como si las democracias -su estado mayor burocrático por lo menos- se asustasen de la expansión de los ideales democráticos en el mundo, como 544 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS si temiesen la libertad de los pueblos. Y cierto es que a muchos asusta hoy la libertad, temiendo que ella condu­ cirá a la revolución. Actúan todavía en el mundo fuerzas de esa reacción social cuya manifestación demagógica fue el hitlerismo, que ha penetrado en conciencias aparente­ mente consagradas al servicio de la democracia. Pero la revolución no se evitará si el arma para combatirla es sólo el temor. No se apacigua a la revolución como a los dicta­ dores insaciables. Winston Churchill puso al Pacto de Munich este comentario profético, dirigido a quienes querían ver en aquella claudicación la garantía de muchos años de paz: “Podíais elegir entre el deshonor y la guerra; habéis optado por el deshonor: pero tendréis también la guerra”. Lo mismo ahora, quienes opten por la claudicación y por esa nueva forma de apaciguamiento que consiste en contentar a Franco, empujar al trono a don Juan, confiar en el príncipe Humberto de Saboya o reincidir en el dar- lanismo; quienes traten por esos únicos medios de evitar la revolución, no conseguirán evitarla, a pesar de que los pueblos, cansados ya de destrucción y de sangre, de experimentos y saltos en el vacío, no quieren la revolu­ ción, pero se verán empujados fatalmente a ella si todos los demás caminos para su liberación se les cierran. Son, pues, los apaciguadores de hoy quienes están forjando la revolución, como fueron los apaciguadores de ayer quie­ nes desencadenaron la guerra. Cierto que los pueblos sometidos no presenciarán impasibles el relajamiento de las tiranías que sufren ac­ tualmente, y no será fácil que se detengan cuando se les de a distancia la voz de alto. Pero las grandes democracias disponen de cierto poder para ayudar a canalizar los mo­ vimientos libertadores. Bastará para ello que se practique IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 545 una elemental solidaridad democrática que robustezca en cada país las posiciones democráticas nacionales. De lo contrario, la elección no será, por desgracia para los pue­ blos, si éstos no pueden escoger más que entre el AMGOT o esos extraños comités libres que ya se están formando, a semejanza del constituido en la Rusia soviética por prisio­ neros de guerra alemanes. Podrían recordar los hombres que en estos momentos tienen en sus manos el destino del mundo el ejemplo de España, que abandonada por las democracias vio como se debilitaban sus fuerzas políticas auténticamente democráticas o crecían las del Partido Co­ munista, que encontró su mejor propaganda en la llegada a los frentes de armas y aviones rusos. ¿Acaso vamos a estar siempre los demócratas conde­ nados a la eterna insolidaridad, a los continuos errores de táctica a escala mundial, a la desnaturalización permanen­ te del esfuerzo democrático? Por nuestra parte, apresuré­ monos a dar a esa pregunta una respuesta negativa, aunque parezca contradictorio con todo lo expuesto. Aunque la democracia haya sido falseada a veces, o traicionada, o se haya mostrado ineficaz, nosotros no renegamos de la democracia. Mantenemos en ella una fe inquebrantable, a prueba de bombas. Fe que nos obliga a la crítica que acabamos de hacer, obedeciendo a dos debe­ res: uno, el deber de informar con claridad a los españoles, para que la posición de éstos no se base en confusas y en­ gañosas apariencias, sino en la pura realidad, por ingrata que sea; otro, el deber de hablar con claridad a las demo­ cracias, no ya con la autoridad que nos concede nuestro título de republicano español, sino con la que la misma democracia reclama de todos los ciudadanos para que ex­ pongan su verdad. Se adula a los tiranos, se debe la verdad a los pueblos. Y el mejor servicio que podemos ofrecer 546 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

ahora a la causa internacional de la democracia, después de los mucho que los republicanos españoles hemos pres­ tado, es defender nuestra verdad. ¿Cuál debe ser, en consecuencia, nuestra actitud en este momento de la historia, en esta hora de la lucha? Para mí no hay duda: afirmar nuestra voluntad de hacer efec­ tivos los principios de la Carta del Atlántico y colaborar con todos los verdaderos demócratas, con los ingleses y americanos, desde luego en dar realidad a sus promesas. Pero colaborar con nuestras propias ideas, con nuestra propia personalidad, con nuestro propio esfuerzo personal y colectivo. Los políticos y escritores que tratan desde ahora los problemas de la posguerra, esbozan ya programas de una futura organización mundial que garantice la paz y asegure el bienestar de los pueblos y desarrolle su libertad. Los años transcurridos desde la guerra anterior ofrecen ejemplos y experiencias que han de servir para la obra futura, corri­ giendo los defectos y perfeccionando el funcionamiento de las instituciones. Tres son los sistemas generales -aparte el tratamiento especial de los problemas concretos de la posguerra- que ocupan en este momento la atención de los hombres de Estado: uno consiste en una nueva Sociedad de Naciones, realmente universal, de la que se eliminará cuan­ to hizo fracasar a la que tan tristemente ha desaparecido. Otro sistema propone la internacionalización de ciertos ser­ vicios de interés mundial, como mecanismo futuro de una comunidad de pueblos en la cual se haya internacionalizado también la democracia. Este segundo sistema ha sido ex­ puesto por Wells171 en su libro Revolución mundial o guerra perpetua. El gran escritor inglés, hace suya, además, la nue­

171. H. G. Wells. IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 547 va declaración de Derechos del Hombre, preparada por la Comisión que presidió lord Sankey, encargado de formular un pensamiento creador liberal ajustado a los problemas de la vida. Esta doctrina liberal constituye la esencia humana de un sistema universal en el cual las naciones abandonarían a una federación mundial o regional aquellos servicios de carácter internacional -la navegación aérea, por ejemplo- cuya internacionalización es una garantía de paz. El modelo administrativo de estas federaciones, que serían técnicas y políticas, lo ofrece ya, según Wells, la Unión Postal. El tercer sistema es el de Federaciones regionales, basadas en una cierta comunidad de los pueblos que las integrarían y unidas luego en una confederación universal. Winston Churchill ha abogado por un sistema mixto al afirmar que “el Consejo de Europa deberá ser integrado con los grandes países y con las pequeñas naciones enlaza­ das por el nexo de confederaciones regionales”. Los tres sistemas son compatibles y el de las federacio­ nes regionales ofrece, en mi opinión, las posibilidades más próximas para dar solución a los problemas que acabo de exponer en relación con nuestro propio país, y señala, tam­ bién, el camino para hacer efectiva nuestra solidaridad de­ mocrática internacional, sirviéndola desde ahora y recibien­ do sus beneficios. Nuestra Federación regional está trazada ya por la geografía, por la cultura, por la común desventura actual y por las exigencias políticas tanto del momento como permanentes. Me refiero a la federación de las democracias francesa, italiana, portuguesa y española172, para implantar

172. En numerosas ocasiones republicanos franceses como Y. Delbos, italianos como Pacciardi o Natoli habían hablado con Esplá de la federación de las naciones latinas de Europa, incluso hubo una propuesta para ello de Ran- dolfo Pacciardi para después de la guerra. 548 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS o restablecer, en primer término, la auténtica República en los cuatros países, y realizar más tarde los fines propios de la Federación. Este ideal encuentra ya eco en los demócra­ tas que representan a los pueblos llamados a llevarlo a una realidad inmediata. Inmediata ha de ser para que sea eficaz, pues no se trata de un vago plan académico para un futuro problemático, sino que habría de ser, desde ahora, una liga de acción combinada de las democracias para rescatar la libertad de los cuatro pueblos, apoyándose mutuamente, a medida que cada uno obtuviera su propia liberación. Y que­ da dicho con esto que, a mi entender, donde se ha de hacer la reconquista de la República es en España, y no a control remoto. Por ello, siguiendo esta misma idea política, cuando recientemente se me preguntó si me parecía bien Bogotá como lugar para reunir una asamblea de personalidades republicanas, contesté que, si se admitía su celebración, el lugar ideal para reunirla, de ser posible, sería Argel, a fin de entrar ya en inmediato contacto con los franceses degolistas. Pues se entenderá que al hablar de esa federación latina, me refiero, sin margen alguno para el equívoco, a la Francia de De Gaulle y no de Laval; al Portugal de Cortesao y Do- mingues dos Santos y no de Oliveira Salazar; a la Italia de Pacciardi y de su Brigada Garibaldi que se cubrió de gloria en los campos republicanos de España, y no a la Italia del mariscal Badoglio; y a la España del primer bienio de la República y no a la de los apaciguadores; es decir, en los cuatro países reclamamos la solidaridad de las democracias representadas por republicanos, socialistas y otras fuerzas populares con las cuales es posible el acuerdo, la confianza y la empresa libertadora común. Esto en cuanto a la acción inmediata. En cuanto al futuro, esa federación de las cuatro Repúblicas, formando un sistema político coherente en el seno del futuro Consejo de Europa y de la nueva sociedad IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 549 universal de Naciones Unidas, habría de admitir desde lue­ go, la intemacionalización de los servicios que Wells señala como base de una amplia cooperación internacional173 y habría de organizar robustamente la defensa mutua de la democracia y la libertad de esos cuatro pueblos federados, que son los más ilustres de la humanidad. Las democracias de Francia, Italia, España y Portugal, organizadas todas ellas en régimen republicano, tienden naturalmente a un destino común. Cualquiera que sea el programa que tracen para sujetar y conducir los acontecimientos los distinguidos ca­ balleros que, según Hambro, se entretienen ahora en hacer vanos proyectos, la próxima libertad de Italia repercutirá en Francia, y la segura liberación de la Francia revolucionaria, repercutirá en España, y la de España, a su vez, contagiará a Portugal, que podrá sacudirse, al fin, del régimen oprobioso de Oliveira Salazar, participe en los crímenes de Franco, a quien entregaba y entrega refugiados españoles para su fusilamiento. Las democracias mediterráneas (con amplias costas abiertas al Atlántico), han de unirse, se unirán fa­ talmente en el común esfuerzo libertador, para apoyarse mutuamente en la lucha inmediata y defender más tarde su propio concepto de la libertad y de la democracia, que no ha de ser copia de otros sistemas, sino que se ajustará a las características peculiares de nuestros pueblos. La base de esa Federación en el campo político, ha de ser, una vez con­ seguida la liberación, la defensa de las libertades esenciales del hombre y de la comunidad ciudadana; la estrangulación, mediante un pacto férreo, de cualquier intento de tiranía en alguno de los cuatro países; la solidaridad efectiva de las cuatro democracias, de la que han de quedar excluidos para

173. A este respecto, véase el discurso pronunciado por Manuel Azaña en el campo de Comillas, en octubre de 1935. 550 IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS

siempre la dictadura y la demagogia. En el dominio de la cultura, esa Federación ha de reunir la función de salvar en el mundo la cultura y el pensamiento de los pueblos latinos, contando con los pueblos hermanos de América, que tienen reservada en esa obra una misión de rejuvenecimiento y originalidad; en el dominio internacional, la Federación ha de convertirse en un sólido bloque de fuerza opuesta a la agresión y a la guerra: la Federación podría facilitar la so­ lución internacional de los problemas que plantean ciertos territorios de África del Norte abiertos a la vida moderna por el esfuerzo común de españoles, franceses o italianos y que forman la orilla de enfrente de nuestro mar. En el aspec­ to económico, nuestra Federación habrá de coordinar sus posibilidades y organizarse en un sistema complementario, con su propia central de compensación, con sus servicios de mutua ayuda financiera, con un ensayo parcial de libre cam­ bio preliminar, hasta evolucionar a una más completa unión aduanera; y, por último, una mancomunidad de transportes -especialmente de líneas marítimas de navegación- y otros servicios, proyectado todo ello hacia una nueva colabora­ ción económica con los pueblos iberoamericanos. Pero no interesa de momento trazar todo el programa con la infinitas posibilidades que ofrece tal federación, que empieza a tomar ya forma en el pensamiento político de los hombres libres de nuestros países. Importa ahora agitar esa idea, hacerla popular, llevarla a las masas de las democracias de nuestros pueblos respectivos. E importa sobre todo, por encima de todas las ventajas materiales, técnicas y económicas que brinda esa federación, levantar la bandera política de la unión de republicanos y socialis­ tas, de liberales y demócratas, de Francia y de España, de Italia y de Portugal, para la mutua ayuda en la guerra de IV- DISCURSOS Y CONFERENCIAS 551 liberación y como paso inicial hacia la solidaridad demo­ crática internacional. Esa Federación estará forjada por los hombres que han sufrido en su alma y en su carne el amor a la libertad, por los hombres que han luchado contra la cruel tiranía de Franco; contra el régimen abyecto de Petain; contra la farsa trágica de Mussolini; contra el frío despotismo de Oliveira Salazar. La defenderán los hombres que tienen la experiencia de los errores pasados, de los vicios que he­ mos de corregir, de los peligros que han de ser vencidos. Como ha dicho Laski con palabras magníficas, el nuevo mundo “estará construido por el hombre común que sale de la cárcel y asciende al trono”. Es decir, el hombre que recupera su propia soberanía y abre el surco de la nueva vida con el pensamiento puesto en el hermano caído para siempre, la esperanza abierta a un mundo sin tiranías y la voluntad presta a una acción sin desaliento.

INDICE

Página

I- Introducción...... 11

II- Crónicas de una ilusión, 1931-39...... 21

III- Crónicas del desasosiego y la derrota...... 125

IV- Discursos y conferencias...... 441

Pedro Luis Angosto, Doctor en His­ toria por la Universidad de Alicante, es autor de la única biografía existente de Carlos Esplá. Preparó la edición del li­ bro de Carlos Esplá: “Unamuno, Blasco Ibáñez y Sánchez Guerra en París...”, publicada en 2002 por el Instituto Ali­ cantino de Cultura Juan Gil-Albert, y ha escrito, en colaboración con Julia Puig el libro: “Una lealtad entre rui­ nas. Epistolario Azaña-Esplá, 1939-40”, editado en 2003 por Publicaciones de la Universidad de Valencia, libro que reune las últimas cartas escritas por Manuel Azaña. Además ha colaborado y colabo­ ra en revistas especializadas en historia de todo el país y ha recibido diversas becas de investigación por parte del Ins­ tituto Juan Gil-Albert, de la Universidad de Alicante y la Subdirección General de Archivos. Encarna Fernández García es Li­ cenciada en Filosofía y Letras. Ha sido colaboradora de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y durante cuatro años fue becada por el Instituto de Cul­ tura Juan Gil-Albert para la realización de la Historia de la Prensa de la Pro­ vincia de Alicante. En 2002 recibió una subvención de la Subdirección General de Archivos para ordenar y analizar los papeles personales de Carlos Esplá. En la actualidad, con esos documentos, tra­ baja en la reconstrucción de los diarios que Esplá nunca escribió. Se cumple con la publicación de este libro la promesa hecha por José Luis Ferris, Director de Publicaciones del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, poeta enorme de quien este año se conmemora el primer centenario de su nacimiento, de sacar a la luz una amplia selección de los escritos publicados por Carlos Espió tanto en España como en el destierro. Este segundo libro incluye artículos escritos por Espió en el periodo 1931-39, artículos escritos en diversos medios americanos y varias confe­ rencias pronunciadas en el Centro Republicano Español de México. Con esta publicación culmina la recuperación de la obra y la memoria perdida de uno de los alicantinos, de los españoles más notables del siglo XX, cuya obra, literaria y política, no ha sido valorada todavía como merece. Carlos Esplá, hombre optimista pero pragmático al mismo tiempo, de­ fendió durante los años que estuvo en el destierro la única opción posible para evitar la prolongación de la dictadura del general Franco: Contando con el apoyo de Naciones Unidas, de la resistencia francesa e italiana, Espió propuso formar una Junta de la resistencia española en Argel, para unir el destino de España al de la futura Francia liberada que representaba De Gaulle. La división de los desterrados, el individualismo, el desmem­ bramiento y el desconcierto consecuencia de todas las derrotas, dejó sus propuestas en el olvido. A pesar de la tristeza, de los contratiempos, nunca, salvo al final de sus días, perdió el sentido del humor y su capacidad de análisis político, cualidades que son evidentes en los artículos publicados en este libro que ahora nos presenta el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert.

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