Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. RETIRO DE LA CARATULA PAGINA EN BLANCO Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C.

PAGINA EN BLANCO La sargento y el soldado niño 5

CONTENIDO

La sargento y el soldado niño El comunero...... 93 Autores: Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. Contenido ISBN: en trámite Noticias...... 99 Simona amaya...... 7 Primera edición, septiembre 2019 El campo de Boyacá...... 103 El soldado niño...... 33 Aparecen en la portada: El encuentro de los adversarios...... 114 Una visita inesperada...... 33 Simona Amaya, Pedro Pascasio Martínez y el Sargento Cayetano Abella, Relatos heróicos...... 116 apodado El Rojo. También aparece un lancero llanero. El mensajero...... 35 La llegada de los libertadores...... 40 El parte de la victoria y el ahorcado...... 122 Ilustraciones de portada y contraportada: El camino hacia Santa Rosa...... 48 La cena...... 127 por Silvia Natalia Méndez Tamayo. Barreiro gana posiciones...... 51 Santa fe...... 131 Bonza...... 57 Diagramación: Angélica Rivero Díaz El nuevo sargento...... 138 La batalla junto al pantano...... 64 [email protected] El libertador deja la ciudad...... 148 Una victoria amarga...... 75 Impresión: La resaca de la batalla...... 80 La recompensa...... 154 La llegada del negro José...... 84 El fusilamiento...... 159 Bucaramanga, 2019 La toma de Tunja...... 87 El regreso a casa...... 173 La sargento y el soldado niño 7

SIMONA AMAYA 8 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 9

quierdo y levantó y bajo su lanza, extendida hori- enemigo en la región y plantear la estrategia para zontalmente, tres veces por sobre la cabeza. hostigarlo, emboscarlo, enfrentarlo, derrotarlo, y preparar la llegada del resto del ejército al mando “¡Son los libertadores!” –se escuchó gritar al co- del General Simón Bolívar. mandante del pelotón apostado en el camino. Amaya, la cabeza de la milicia local y quien sa- Animados por el encuentro los dos grupos cru- lió al encuentro de la avanzada patriota, expuso con zaron el río Payero, temible por la crecida de sus claridad la ubicación de la guarniciones realistas e l aguacero que caía era como si las compuertas Tras la tromba una intensa neblina cubrió el valle; aguas invernales que bramaban como un lagarto indicó la existencia de una fortificación, llamada Edel cielo hubieran sido abiertas del mismo modo casi que a ciegas la marcha prosiguió, hasta que gigante serpenteando por la hondonada, y llegaron Sangenís, en la que había un destacamento de unos que lo fueron en los días en que el patriarca Noé en un recodo el puntero cayó del susto al ver unas al Llano de Miguel, en donde los lugareños espera- 300 hombres, y que, además, en el pueblo de Labran- estupefacto contempló el espectáculo diluviano de imágenes fantasmales que bloqueaban el camino. ban con aguadepanela y café calientes, dos bebidas zagrande estaba apostado el mismísimo General desolación y muerte. La lluvia a cántaros no dejaba Fue auxiliado rápidamente por sus compañeros; se elaboradas con los productos de plantas exóticas Barreiro. A Arredondo le llamó la atención la voz del avanzar a los hombres de vanguardia de la columna plantaron en actitud defensiva y esperaron a que el introducidas en la región por los antiguos misione- líder rebelde que, aunque fuerte y con convicción, grueso de la columna tomara posición de combate. militar. Muchos de ellos, conocedores de las ros jesuitas, además de exquisitos bollos, mazorcas, sonaba un tanto delicada; detalló su rostro mesti- La niebla se disipó un poco y el líder de quienes ce- papas, arracachas y yucas cocidas. En la noche el inclemencias del tiempo en las inmensas sábanas zo guarecido por un sombrero de alas grandes, y le rraban el paso levantó la lanza que portaba y la man- grueso del Batallón Cazadores llegó al mando del pareció demasiado lampiño. Terminada la reunión que habían quedado atrás, se asustaban cada vez tuvo en forma horizontal por encima de su cabeza; Coronel Antonio Arredondo. despachó al correo para poner al tanto al General que el trueno de un rayo golpeaba la montaña de ella descolgaban tres cintas de colores amarillo, Santander sobre la situación en Paya y sus alrede- como si un monstruo gigante la azotará con un rejo azul y rojo amarradas junto a la punta; a cada uno de Con las primeras luces de día y el aroma de café dores. torcido en cuero de bueyes titánicos. sus lados había un perro. invadiendo el campamento, la tropa fue formada para iniciar el entrenamiento de rigor. El coronel Días después, con toda la tropa reunida y des- El guía decidió escampar debajo de una inmensa Simón Lombana, un paisano, se adelantó al des- citó al Estado Mayor y a los jefes de las guerrillas cansada, Simón Bolívar y sus lugartenientes acorda- ceiba y esperar un poco a que calmara el temporal. tacamento, recogió el poncho sobre el hombro iz- del lugar para informarse sobre los movimientos del ron atacar Sangenís, la fortaleza construida por un 10 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 11 jesuita catalán, la cual estaba bien escondida para de abandonarlo; y Amaya, al mando de Arredondo, pilas: –“Nuestra ventaja fue habernos empoderado extraña atracción por el joven soldado y se sintió proteger a los misioneros de los indios Támaras y encabezó la arremetida directa al trincherón, que de los dos puntos que cubría el enemigo, tan fuertes avergonzado, pues no era un sodomita y temía des- con la que quiso hacer honor a la estrella del escudo fue atacado inicialmente con flechas incendiarias por naturaleza que diez hombres bastan para de- honrar el honor militar. En sus cavilaciones recordó de armas de la familia, pero a la que le agregó dos para hacer volar el parque de armas interno. Dos tener a mil”–, pero lamentó que en la persecución la historia del Batallón Sagrado de Tebas, una tropa puntas más, para un total de ocho, con el fin de ha- explosiones se escucharon casi simultáneamente, de los derrotados, los que huyeron hacia Labranza- de élite conformada por parejas de amantes en una cer el alcázar más inexpugnable y proteger la plaza y se inició un ataque de fusilería sobre los sobrevi- grande lograron cortar el puente de hamaca sobre relación pederasta entre un veterano guerrero, que de armas; sus muros, de piedra sin labrar y de me- vientes del baluarte, que al sentirse sin municiones el río Payero, alertando a sus comandantes sobre la enseñaba la lealtad, la fidelidad, la moderación y el tro y medio de altos, estaban rodeados por un foso abandonaron, como pudieron, la plaza. Con arrojo presencia en el territorio de los ejércitos neograna- valor, y un joven miliciano. Estas relaciones afectuo- profundo y una explanada de unos quince metros Amaya y su falange se abalanzaron por el único sen- dino y venezolano. sas fueron auspiciadas por el noble Górgidas sobre de ancho, antes de caer en forma pronunciada. Era dero de acceso al fortín y tomaron el lugar. El en- la base de que una unidad militar cimentada en el fácil, con pocos hombres, defender este baluarte del cargado de la guardia quiso oponer resistencia, pero En una parada militar, después de limpiar la co- amor nunca se rompería, sería invencible y fortale- ataque de un ejército numeroso. quedó boquiabierto cuando vio saltar al líder de los marca de espías y de adeptos a la Corona, se honró a cería la resolución de las demás tropas para la pelea; sublevados como un felino y quedar a sus espaldas; los héroes caídos en combate; el Generalísimo lanzó de hecho, los amantes deseosos de ser dignos entre En la madrugada del domingo 27 de junio el ca- al voltearse recibió varios golpes en la cara con un una proclama a los granadinos anunciándoles que la sí acometían la contienda con coraje, arrojo y osadía pellán del ejército Fray Ignacio Mariño, espada en leño encendido y no tuvo otra alternativa que saltar libertad había llegado reclamando imperiosamente para alivio de unos y otros. Pero él, Antonio Arre- cinto, celebró la misa y bendijo a las tropas antes por el muro hacia el despeñadero para salvar la vida. la más eficaz cooperación y que el esfuerzo tendría dondo, no era un tebano, y menos el altivo mirmidón de salir para . El General Santander dis- buen término; y se reconoció a los valientes con as- Aquiles amparando a Patroclo. Armado de coraje se puso el Batallón Cazadores en cuatro compañías: La contundente derrota infringida al enemigo censos en la estructura militar de mando. Amaya acercó a un grupo en el que Amaya departía alegre- Simón Lombana, a las órdenes del Coronel Antonio llenó de alborozo a los revolucionarios, quienes en por su liderazgo, arrojo, decisión e ímpetu fue nom- mente con hombres y mujeres; mientras los primeros Obando, encabezó el grupo encargado de tomarse la el Boletín del Ejército dieron el parte de guerra: más brado Sargento. entonaban música, unos con unos instrumentos de la casa con el parque de municiones de los realistas en de trescientas bajas realistas. montaña llamados tiples y otros, los llaneros, con el Llano Grande; León Rivera copó el camino a Pisba; Tras la celebración, el Coronel Arredondo quiso cuatro y las maracas, las mujeres se dedicaban unas el Mayor Joaquín Paris se dirigió hacia el pueblo de Bolívar exultante con el resultado de la batalla felicitar personalmente a su subalterno Amaya. Ha- a arreglar las casacas de los oficiales, otras a remen- Paya, que fue incendiado por sus ocupantes antes en Sangenís, evocó el legendario paso de las Termó- cía días se mostraba perturbado y consciente de una dar las banderas de los batallones y un par a bordar 12 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 13 en un manto verde una estrella octopuntada de color “¿¡Qué!?” –El Coronel se mostró extrañado por Al llegar al sitio donde estaban reunidos los ge- Se dirigió hacia donde pernoctaban las mujeres y marrón, sin duda una reminiscencia del fuerte de esas incorporaciones, pero París, entre respetuoso y nerales, se percató que la cuestión de las mujeres llamó a Simona Amaya, le expuso los términos de Sangenis, atravesada por una lanza como símbolo de sarcástico, le reclamó que no se hiciera el loco ni el enlistadas estaba en un segundo plano y se había la presencia femenina en la campaña y la conminó, lucha y resistencia por la libertad. La unidad militar pendejo, porque él bien sabía que las había, y ade- superado con la organización de un Batallón de Ser- por su propia seguridad, a quedar en la retaguardia. de Amaya tendría en adelante su propio estandarte. más, tenía que dejar de babear y proteger a Amaya, vicios conformado básicamente por ellas, a las que La mujer le dio la espalda y se dirigió presurosa a quien ya era reconocida por organizar las guerrillas cariñosamente llamaban Juanas, y que el problema la choza; el Coronel creyó que iba a llorar su frus- Cuando el Sargento Amaya se percató de la pre- de Paya y que, como bien se sabía, fue la responsable mayor era cómo reiniciar la macha hacia el interior tración consolada por las demás matronas, pero la sencia del superior, sonrió con nerviosismo, bajó del asedio, caída y toma del bastión de las Termópi- del virreinato escalando la montaña con un inhós- muchacha buscó el ropero de los oficiales, cogió una tímidamente la mirada y arregló un mechón de la las; por eso se hizo famosa entre toda la soldades- pito páramo encumbrándola. El temor no era el te- casaca roja de un soldado inglés, se la enfundó, di- cabellera negro azabache que usualmente escon- ca, no solo por su arrojo y bravura sino también por rreno escabroso sino el pobre equipamiento de los simuló sus senos que eran pequeños, tomó su lanza, día con una pañoleta y bajo el sombrero. Justo en su gracia y belleza, las cuales lograba camuflar muy llaneros acostumbrados a usar un calzón hasta la salió y en posición firmes hizo el saludo militar: el instante en el que las miradas se encontraron y bien, dando a su figura un aire de masculinidad. rodilla, una camisa ancha y suelta y un sombrero de el bullicio y las bromas de las mujeres achantaron e paja, ajuar poco propicio para el frío. El Generalísi- “Coronel. Aquí no hay una mujer desvalida y La revelación del verdadero género de su subofi- hicieron sonrojar al Coronel, en ese instante, breve mo era de la idea de regresar por el llano, así estu- temerosa. Aquí hay un soldado de la patria listo cial más prominente lo despojó de una pesada carga: pero infinito, el Mayor Joaquín Paris, como si fuera viera anegado, y entrar por Cúcuta. Los granadinos para el combate”. –Silbó y sus dos perros, con la piel él era un caballero, un militar, un valiente sin tacha, un enviado celestial, llegó al rescate. prefirieron ascender las cumbres, padecer el clima moteada de manchas como si fueran unas hienas, se sin aberraciones y con los huevos bien puestos, y no y enfrentar al enemigo y, si era el caso, morir por la posaron a su lado; llamó al portaestandarte que or- un marica; pero… ¿y si Amaya, definitivamente, fue- “Señor, es solicitado en el Comando General”, – libertad. gulloso levantó la bandera verde de la estrella octo- se un hombre…? el Mayor llamó la atención del Coronel. puntada de la unidad e inició la travesía. En la conversación el Coronel recordó la orden Con la decisión tomada a favor de franquear el En el camino el Mayor le explicó el motivo de la firmada por el General Santander días antes: macizo, se hicieron los preparativos. El primero del Teresa Cornejo y Manuela Tinoco, dos mujeres intempestiva reunión: el disgusto del General San- séptimo mes, todavía con las lluvias en pleno y con recias que venían marchando desde San Carlos, en tander por la presencia de mujeres combatiendo “No marchará en la división mujer alguna, bajo la la montaña totalmente tapada por la neblina, Arre- Cojedes, y participando en distintas escaramuzas dentro de las tropas. pena de cincuenta palos a la que se encuentre”. dondo alistó su batallón para dar inicio a la marcha. bélicas, la observaron, admiraron e imitaron su 14 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 15 ejemplo; ellas, definitivamente, no estaban para ser La primera noche en la cresta de la montaña las llaneros que al coronar cada cima veían con frustra- sometimiento, y más cuando se conoció que en las segundonas. Bolívar estuvo pendiente del hilo ser- nubes se disiparon y el cielo se plagó de infinidad de ción que era el inicio de otra aún mayor; acostum- familias donde sólo había hijos varones, el menor era penteante que ascendía la montaña hasta que la vis- estrellas que parecían formar un camino blanque- brados a cruzar ríos torrentosos, a domar caballos criado y educado como una niña, y en la edad de me- ta y la bruma lo permitieron; entonces repitió para sí cino; el padre Mariño comparó aquella imagen con salvajes, a vencer cuerpo a cuerpo a toros bravíos, recer casado como toda una mujer; esas señoras eran las palabras del procónsul romano al cruzar el Rubi- la columna de fuego que Yahweh Dios puso delante a no dejarse amedrentar por jaguares y cocodrilos, muy hacendosas, elegantes, amorosas con los sobri- cón: –“La suerte está echada”–. Los últimos en salir de Moisés para guiar al pueblo judío hacia la Tierra ahora fatigados, enfermos y congelados se arredra- nos, fuertes para el trabajo doméstico y de labranza serían los mercenarios de la Legión Británica más Prometida. Arredondo, menos escatológico, quiso ban ante esa naturaleza extraña que por momentos y apreciadas en sus comunidades. habituados al frío glacial; lo harían para auxiliar a aprovechar el momento para acercarse a Simona y dejó caer granizo y una fina nieve; los de la pampa aquellos que se fueran rezagando por el camino. flirtear con ella. no podían creer que el agua cayera del cielo como A poco más de cinco leguas del pueblo de So- piedras. Fueron cuatro días de suplicio casi intermi- cha, una familia lache tenía su vivienda, los Anaray, La avanzada iba inspeccionando bien el terreno; “Señor, nuestro deber es el futuro de la patria. nables, en los que los enfermos experimentaban un quienes dedicaban la mayor parte de su tiempo al sabían que el paso inhóspito no estaba resguardado Nada, por más sublime que sea, nos puede distraer”. sopor, una somnolencia como preludio a la muerte; pastoreo. Eran conocidos de Simona. La hija mayor, por los españoles, pero no querían sorpresas. Simo- –La muchacha, para quien las intenciones del mili- muchos tuvieron que ser azotados para hacerlos en- Matilde, una chica menudita con unas trenzas lar- na, como muchos payeros, desde niña había cruzado tar no le eran indiferentes, decidió que no era mo- trar en calor y poder sobrevivir. gas, de unos trece años de edad, corrió a saludar a la el páramo varias veces y estaba familiarizada con el mento para los romances. Un poco abochornado el comitiva. Después de instalar el puesto de avanzada paisaje salpicado de lagunas y poblado de frailejo- militar entendió la situación. Ya del otro lado del gélido paraje, los expedicio- y recuperar fuerzas en la casa de los Anaray, Simona, nes, que parecían estatuas impasibles que cubrían la narios se encontraron con un paisaje arrebatador, Matilde, el Padre Mariño y un grupo de cinco solda- escarpa. Cuando el velo de la neblina lo permitía se Quienes padecieron un verdadero viacrucis en cautivante, quedando impresionados por la exten- dos bajaron a la aldea a buscar apoyo y provisiones, dejaba ver uno que otro oso de anteojos guardando el trayecto de la montaña yerma fueron los venezo- sión y diversidad de la escena: un inmenso y pro- y de paso indagar por el enemigo. prudentemente la distancia. La marcha transcurrió lanos y los casanareños; los Andes parecían poner fundo cañón, con un clima más benigno, mostraba en un silencio constante, sepulcral, turbado de vez ante ellos una barrera, una muralla infranqueable, todo su esplendor; eran las tierras de los Laches, El cura párroco de Socha era adepto a la causa en cuando por el rumor de los caminantes, por el invencible, imposible. Un joven oficial irlandés ape- unos indios que plantaron una gran resistencia a los revolucionaria y pronto desplegó correos a otras pa- voznar del cóndor, el golpeteo del agua en los ma- llidado O’Leary se sentó en un cambuche a escribir conquistadores y doctrineros; en ellos la espada y rroquias amigas solicitando ayuda; las gentes de la nantiales o el silbido del viento. en su diario la experiencia sorprendente para los la cruz desplegaron todo su poder de convicción y villa fueron atraídas al templo con el repique de las 16 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 17 campanas. Allí el padre Romero anunció la buena cabezadas por Juana Escobar, Clotilde Deaquis y el paso, mientras llegaban refuerzos y poder plantar el río Saza, sobre el cual se extendía un pequeño nueva de la presencia del ejército libertador en las Emiliana Celis, se pusieron a disposición como in- pelea. El primer regimiento patriota en ser movi- puente de madera, que el español ordenó proteger proximidades y los sufrimientos de los hombres formantes, pues llevaban varios días siguiendo los lizado fue el Batallón Cazadores, divido en dos fa- hasta la muerte. Ninguno de los bandos se atrevía golpeados por el frío, el hambre, la desnudez y las pasos de un destacamento realista apostado en su langes: la primera, al mando de Joaquín Paris, rodeó a tomar la iniciativa y los ibéricos tuvieron tiempo, enfermedades. Un grupo de mujeres corrió a prepa- pueblo; ellas, además, tenían contactos en Sogamo- por el camino de la sierra al pueblo de Gámeza; la mucho tiempo, para molestar a sus adversarios, quie- rar viandas y las chiquillas, encabezadas por Matil- so donde estaba el cuartel del General Barreiro, que segunda, con Antonio Arredondo al frente, marchó nes no lucían impecables uniformes militares sino de Anaray, se dieron a la tarea de recoger ropa. Los andaba loco por saber la ubicación de Bolívar. por la ribera del río Chicamocha, que cargaba las vestimentas zarrapastrosas y muchos estaban arro- hombres prepararon burros, mulas, caballos y bue- últimas aguas de invierno y en algunos pozos deja- pados con faldas y camisolas con golas y encajes. yes para subir al páramo a auxiliar a las tropas, que El pelotón español en Corrales fue emboscado, ba ver algunas nutrias jugueteando. La imagen era fueron llegando poco a poco. En la cima de la mon- sorprendido y liquidado. Tras de un par de escara- impresionante: la cinta de la escorrentía bramando “¿¡Señoritas, buscan marido!?” –Entre risotadas taña rescataron cerca de ciento cincuenta achaco- muzas en la Chivatera, que alertaron al jefe monár- con furia por entre dos inmensos cantiles. algunos soldados españoles se tocaban sus partes sos; allí, en las cumbres borrascosas, amontonaron, quico, una avanzadilla patriota fue diezmada en un nobles y las ofrecían a las virtuales damas. junto a una laguna, los cadáveres de los soldados vado del río Chicamocha por un batallón realista de A la hora tercia el vigía de Barreiro detectó el que no resistieron el paso y quedaron esparcidos en Dragones oculto en la hacienda de Cipriano Castro; movimiento del adversario y con incredulidad le Al mediodía, a la par que comenzó a caer una el camino. El cóndor, el puma, el oso de anteojos y el los sobrevivientes, entre los que se encontraba Jua- comunicó a su jefe: –“Señor, un batallón de mujeres pertinaz lluvia, de repente se escuchó el fragor del zorro colorado dieron cuenta de ellos. na Escobar, fueron hechos prisioneros y arrastra- viene a presentar pelea”. combate un par de kilómetros abajo del desfilade- dos como esclavos con grilletes hasta el caserío de ro, en la confluencia del Saza con el Chicamocha; Cuatro días bastaron para recuperar la tropa, Belencito, donde los ataron en parejas, espalda con El Capitán General le quitó el catalejo y lo en- los rebeldes sorprendieron a los hispánicos, quienes reabastecer al ejército de pertrechos y conseguir espalda, y los ultimaron a lanzazos frente a la pobla- focó hacia un camino de hormigas zigzagueante: creyeron estar bien resguardados por los inmensos cabalgaduras para la caballería, incluyendo mulas y ción para que sirvieran de escarmiento. –“Son las viejas más feas que he visto, algunas tie- acantilados y las dos torrentosas corrientes, fran- burros. La noticia de la presencia de los libertadores nen barbas. ¡Prepárense!” queadas sin mayor problema por los curtidos casa- se regó como pólvora por la comarca y voluntarios La atrocidad indignó al Libertador, quien apre- nareños que se sumergieron en ellas como ranas y de varios pueblos llegaron a enrolarse. Un grupo suró los detalles de la invasión a la provincia. Su El terreno era bien difícil por lo empinado. Los treparon las rocas como salamanquesas. Entonces, de mujeres de la cercana población de Corrales, en- contrincante copó el pueblo de Tópaga para cerrarle dos ejércitos quedaron frente a frente separados por cubierto por fuego de fusilería el joven oficial Juan 18 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 19

José Reyes Escobar se lanzó con ímpetu sobre los cuello. La evacuación de Arredondo y otros heridos muy alto, por breves segundos una pequeña estrella junto a las termales de Paipa y desde allí tomar el ca- adversarios y cruzó el puente; su primer oponente fue dispendiosa, pero el Batallón de Servicios estuvo fugaz surcó la oscuridad, entonces creyó ver el adiós mino de Toca para cortar las comunicaciones entre cayó al río decapitado. La lucha fue cuerpo a cuerpo. presto a prestar los primeros auxilios y tenía varias de su Coronel y con la mano derecha lanzó un beso Barreiro y el Virrey Sámano, cómodamente instalado Ante la imposibilidad de hacer uso de la caballería mulas y bueyes listos para transportar las improvi- al infinito. En la madrugada la corraleña Clotilde le en la fría Santa Fe. Tras pasar por Duitama, Bolívar por lo abrupto y empinado del lugar, Barreiro la en- sadas camillas. ofreció una taza de café endulzado con panela y la tuvo que acampar de improviso en los Corrales de vío a resguardar el vado de donde Castro, que sirve convenció para que descansara un poco en la casa de Bonza, porque el mal tiempo y la Laguna de Tunda- de entrada al verde valle del Suamox. En la agónica marcha el cura capellán asistió al los Aposentos de Tasco donde estaba la plana mayor ma, desbordada por las torrenciales lluvias, se inter- oficial, quien dirigió sus últimas palabras para ser del ejército. puso en su camino. Entre tanto, Barreiro, heredero La tarde fue un ir y venir de continuas refriegas comunicadas a Simona. de los métodos de terror usados por el pacificador sin que se ganara o perdiera terreno. El sudor en La ceremonia de entierro de los caídos en batalla Morillo, recabó rápidamente información sobre los el rostro de los hombres se confundía con el agua “Díselo tú mismo”, –exclamó el religioso. fue sencilla. Entre tanto, el General Barreiro ubicó movimientos de los insurrectos y tomó de forma lluvia, y el barro resbaladizo tornaba imposible la sus tropas en el vado de Castro y cerró, además, presurosa el camino de Firavitoba hacia el salitre, y evacuación de los heridos. Al caer de la tarde cuando El moribundo hizo un ademán para que su con- el camino por Modecá llegando a Belencito, lo que tras superar la montaña y encontrar el camino real la lluvia cesó y las golondrinas buscaban sus nidos fesor se acercara y le susurró al oído: –“No. Temo ser obligó a los independentistas a hacer un largo rodeo en el sitio la Cruz de Murcia dispuso sus tropas en la en las formaciones rocosas y una bandada de gar- nuevamente rechazado. Pero la amo y en el estrépito por las rutas de Busbanzá y Beteitiva hacia Santa margen oriental del espejo de agua; se hospedó en la zas surcó el cielo formando una uve, una estocada de la batalla no dejé de admirarla y contemplar su Rosa de Viterbo y Duitama en dirección a Tunja, en casa de Juan Díaz, un hacendado chapetón, quien lo derribó al Coronel Arredondo; la sangre espesa, de belleza”. una acción arriesgada por la fragmentación de las recibió como si fuera un rey y en la noche le ofreció un color rojo negruzco, brotó de su hígado. Simona, tropas. En el recorrido de vez en cuando Simona y un espléndido banquete y a sus tropas carne asada que se encontraba cerca, corrió en su auxilio y pi- Fue la noche más larga para Simona; a la luz de los demás soldados se detenían a comer mortiños, de novillo con papas, mazorcas y aguamiel, y esperó dió la ayuda de otras mujeres que participaban en una luna ya menguante se sentó en una piedra y dejó una deliciosa fruta silvestre abundante en aquellos con paciencia el arribo de los desarrapados, quienes la reyerta. que el agua del Chicamocha refrescara sus pies; de parajes, toda una exquisitez para aves y niños. al día siguiente desde la madrugada vadearon en bal- vez en cuando una familia de nutrias le reclamaba sas improvisadas el río y la ciénaga, para finalmente En el otro frente de la batalla el General Santan- su atención y la de sus dos fieles sabuesos. Lloró en La idea de la apresurada marcha de los granadi- tomar el camino real que les impuso un tránsito difi- der también cayó herido por una bala que le rosó el silencio y miró el cielo con incredulidad y rabia; alto, nos y venezolanos era llegar a la hacienda El Salitre cultoso por el fango y lo estrecho del sendero. 20 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 21

La majestuosidad del paisaje por momentos ha- ondeaban las banderas blancas Coronela, con el es- Leónidas, y de ese modo frenar, lo más posible, cual- mira de los españoles ubicados en las alturas y bien cía que las mentes se olvidaran de la guerra y con- cudo real, Batallona, con la Cruz de Borgoña, y los quier intento de asalto. Simona, que estaba atenta, apertrechados. Abella sugirió escalar la montaña templaran la montaña con su bosque de alisios, estandartes propios de cada batallón. colocó su destacamento hombro con hombro y una por el recodo que hay antes de llegar a la casa de los arrayanes, cedros, borracheros, duraznillos, hayue- fila detrás de la otra y aprovechó una balsa, que se Vargas para no ser vistos, tomar el camino de Fira- los, robles, laureles, mortiños, muelles o se distraje- Los jefes patriotas se abrieron paso a empellones acercó llevando armas, para fortificar la barricada. vitoba y desde allí abalanzarse sobre el Picacho para ran con las garzas picoteando entre los juncales de hasta alcanzar la cabeza de la marcha. Estupefactos sorprender a los realistas. la orilla de la laguna y los patos resguardando sus observaron el panorama y se miraron preocupados, Con premura el General Bolívar citó al Estado nidos. Simona y las demás mujeres avanzaban can- pues la situación era de clara desventaja y represen- Mayor a una casa situada en una pequeña península La misión fue encomendada al Batallón Cazado- tando coplas y versos improvisados para animar a taba un serio peligro. Estaban ante una encrucijada: de la laguna. Los cuerpos de sus moradores yacían res y a la Legión Británica. El Sargento Amaya dejó la milicia. atacar sin ningún plan de batalla o regresar. Si la ensangrentados; la tarde anterior Barreiro mandó su puesto en la vanguardia, se unió a la empresa y caballería española, que estaba oculta detrás de la fusilar a los esposos Vargas y a sus doce hijos por ser macheta en mano se abrió paso por entre el monte. Hacia la media mañana el sobresalto de los hom- colina derecha del camino, llamada del Cangrejo, adeptos a la causa independentista. Allí se examinó Las tropas al mando de los Generales Anzoátegui y bres de la avanzada puso en alerta a toda la falange: decidía arremeter con furia, no había forma de re- la situación y se propuso un plan para encararla. El Soublette comenzaron a gritar consignas de guerra el enemigo fue avistado un par de leguas adelante sistir ni para dónde escapar, porque estaban atas- Sargento Cayetano Abella y el soldado Hermenegil- y a moverse caóticamente a la vista de los españoles, copando dos pequeñas colinas estratégicas a las ve- cados por su propia caballería en la retaguardia y do Carreño, oriundos de la comarca y conocedores quienes llevaban horas en sus puestos y comenza- ras del camino, cuando éste, tras cruzar un pequeño bordeados por la laguna; muchos hombres se verían del lugar por donde repetidas veces desde niños ha- ban a experimentar cierto sopor e impaciencia. valle, comienza a adentrarse en la serranía. En per- forzados a lanzarse al agua y morir ahogados, pues bían transitado con recuas de mulas, se ofrecieron fectas filas de orden cerrado y escalonadas de bata- sólo los llaneros eran buenos nadadores. Devolverse para hacer una descripción detallada del terreno; en La trepada se hizo en forma rápida, pero cui- lla estaban los destacamentos de infantería con sus tampoco era una opción por lo complicado de la re- el piso sanguinolento dibujaron un mapa, localizan- dadosa. Ya en la cima el destacamento descanso casacas azules, chacós del mismo color engalanados tirada en un lugar tan estrecho. do con piedras los cerros y trazando los caminos y un poco, contempló el esplendor de la laguna y las con plumas blancas y mosquetes y fusiles terciados otras posibles rutas de desplazamiento. condiciones de precariedad de sus compañeros en al hombro; detrás estaban los comandantes monta- Ante la desazón, el irlandés James Rooke sugirió la parte baja, mientras Santander y sus lugartenien- dos a caballo con bicornios cubriéndose la cabeza y aprovechar lo angosto del paso y hacer un muro de Las opciones no eran las mejores: cualquier mo- tes echaban un vistazo al panorama del campo de luciendo altivos sus medallas militares; a los lados lanzas y bayonetas al estilo del ejército espartano de vimiento táctico de las unidades iba a estar en la batalla cuidadosamente elegido por Barreiro. Un 22 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 23 mensaje fue enviado a Bolívar con un plano improvi- “Que esperemos a que ataquen”, –confirmó el al- “Intentan llegar por detrás de este cerro y dis- cacho estaba funcionado, al igual que la distracción sado indicando la colocación precisa de las unidades férez. traer la caballería –apuntó el Coronel–. ¿Dónde que producían las balsas, desde donde se hacían enemigas, pero especialmente la de la caballería, las está el resto del ejército de estos miserables? Son constantes disparos de fusilería. La batalla, después reservas y el puesto de mando; el joven recluta Pedro “El Virrey tiene razón, este Barreiro es un imbé- muy pocos los que avanzan. ¡El catalejo!” –El oficial de las primeras descargas, entró en una fase de lu- Pascasio Martínez bajó como una cabra montés por cil y un ignorante en tácticas militares. No quiere extendió la mano y recibió el instrumento del alfé- cha cuerpo a cuerpo con las bayonetas caladas en la ladera para entregar con prontitud el recado. mandar la caballería”, –comentó con rabia el Coro- rez; enfocó el telescopio hacia la casa donde estaba los mosquetes y los fusiles. En varias oportunidades nel. el puesto de mando republicano y luego comenzó a las tropas republicanas parecieron retroceder para Los Batallones Rifles y Barcelona formaron en el otear minuciosamente la montaña. nuevamente cargar con decisión sobre los españoles. camino real y comenzaron a avanzar con sus gritos “Está esperando dar un combate entre caballe- A la media tarde el cielo comenzó a ponerse gris y a “¡Carajo!” –El grito del hombre se escuchó al de guerra en el momento en el que el sol, brillando ros”, –respondió el Capitán a su lado. amenazar con lluvia. unísono de una descarga de fusilería en la cima de con toda intensidad y rodeado de un hermoso halo la sierra. Muchos soldados del Batallón Numancia James Rooke, un hombre siempre jovial, esperó iridiscente, llegó al cenit. “Esta es una guerra y no un torneo de caballe- ros ganando el favor de una dama. La misión de un cayeron y una especie de caos se apoderó de los re- junto a Simona, secundada y protegida por sus dos alistas al mando del Teniente Coronel Juan Tolrá. perros, la orden para entrar en batalla. “Pobres diablos, creen que con esos gritos nos jefe militar es derrotar sin miramientos al enemigo. Los batallones Rifles y Barcelona también abrieron Nuestra caballería puede destruir ahora mismo a van a asustar. ¡Uyyy, tiemblo de miedo!” –expresó fuego y se desplegaron por la falda del Cangrejo. La “Señora, es un honor pelear a su lado. Sé de su sarcástico un capitán realista. Los militares cerca- esos zarrapastrosos y todos a casa contentos a fo- batalla empozó con frenesí y el griterío en el peque- arrojo y valentía en Paya y en Gámeza. Siento la nos soltaron la risa. llar con nuestras mujeres esta noche”, –respondió ño valle se hizo estridente. Barreiro envió inme- muerte de su amigo el Coronel Arredondo”, –el ir- con enojo Nicolás López. diatamente refuerzos al Picacho y ordenó a Tolrá landés rompió el largo silencio causado por la obser- “Informa a Barreiro del avance enemigo”, –orde- recomponer las filas para repeler la arremetida de vación cuidadosa y atenta de la refriega. nó el comandante del Batallón Primero del Rey, Te- “Ahora sí estamos acabados, enviaron a la ar- los granadinos. niente Coronel Nicolás López, apostado en el cerro mada”. –El Capitán señaló hacia la laguna. En ese “Gracias Señor. Haré honor a esas palabras: del Cangrejo. Un alférez batió inmediatamente un momento cuatro balsas se desplazaron cerca de la La táctica propuesta por el firavitobense Sargen- dejaré mi sudor y mi sangre, si es necesario, en este banderín rojo. orilla rumbo al norte. to Abella de escalar la montaña y caer sobre el Pi- lugar por la libertad de mi pueblo, esa libertad que 24 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 25 soñó el Coronel Antonio”, –fue la respuesta de la no merecen nuestro respeto!” –A la señal del mando Simona, que se movía y peleaba como una ama- ver a un grupo de llaneros que como centauros cho- guerrera. militar lanzó sus huestes como fieras sobre los ad- zona, se percató de la acometida; logró esquivar al caron con el Batallón Dragones; eran unos quince y versarios y con lanzas y machetes dejaron un regue- primer húsar, pero en el salto fue atropellada vio- detrás de ellos el resto de la caballería amiga lidera- A los pocos minutos el General Bolívar ordenó ro de cadáveres esparcidos por el cerro. Entre tanto, lentamente por un segundo caballo; rodó unos tres da por Lucas Carvajal, quien sujetó las riendas de su a la Legión Británica entrar en combate; las casacas un segundo disparo dejó prácticamente colgando de metros y fue pisoteada por las bestias que galopaban caballo con los dientes y arremetió con dos lanzas. rojas poco a poco fueron apareciendo en el escampa- unos pocos tendones el brazo del Coronel Rooke, detrás; las herraduras la cortaron en varios partes y Simona alcanzó a ver a un español izado como un do de la montaña. quien fue retirado rápidamente del campo por las comenzó a sangrar en abundancia. Quedó un poco trapo por una de esas garrochas. Con simples giros mujeres del Batallón de Servicios que zigzagueaban atontada y cayó un par de veces antes de enderezar- esquivó o bloqueó los bayonetazos una y otra vez, “¡Malditos ingleses!”, –gritó Barreiro con rabia y todo el tiempo para evitar ser heridas. El Mayor se totalmente con el apoyo de una lanza enterrada y contraatacó siempre al más débil, al que mostra- ordenó al resto de las reservas sumarse a la batalla. Mac-Intosk tomó el mando de la Legión Británica y en el pecho de un patriota. Los soldados de la in- ba más miedo. Cerca de ella un par de titanes, el La presión de los legionarios hizo retroceder a los ordenó desalojar la montaña de realistas. La pelea se fantería de Barreiro se envalentonaron y corrieron casanareño Inocencio Chincá y el español Ramón monárquicos, quienes lograron herir a James Rooke hizo más intensa. detrás de los caballeros para aprovechar el desorden Bedoya se tranzaron en una pelea de lanzas a muer- en el brazo izquierdo. Auxiliado por sus subalter- de los granadinos y rematar a los heridos. Simona se te, cayendo, finalmente, abrazados; sus caballos se nos logró detener la hemorragia y se reincorporó a Barreiro se percató que la batalla se estaba con- vio rodeada por un grupo de seis mestizos enemi- sumaron a una estampida y fueron a dar, como mu- la pelea. centrando en el pequeño valle. Vio que las balsas gos; sabía que para dar un buen combate tenía que chos, a los juncales. en la laguna estaban fuera de combate y ordenó a estar, a pesar del momento, un poco calmada; reguló Ante la entrada inminente en combate Simona la Caballería, cuya mayoría de efectivos habían la respiración, separó los pies y se aferró con firmeza Un rayo se deshilachó por todo el cielo, el trueno tomó la bandera de la estrella octopuntada y arengó desmontado, algunos para apoyar a la infantería y al terreno para no perder el equilibrio; examinó cui- estremeció la montaña y la onda agitó con violencia a los suyos: otros para aderezar las monturas, liquidar la pelea. dadosamente los movimientos de cada contrincan- las aguas de la laguna. Simona acabó con su último El Coronel Isidoro Barra Valdés, que había decidido te; blandió la lanza a su alrededor y trazó un círculo adversario que quedó de rodillas, como pidiendo “¡Esos realistas que allá abajo pelean afanosa- permanecer junto con ochenta Dragones sobre las imaginario para su defensa; giró lentamente des- perdón. Empapada por la lluvia, su sangre y la de mente por sus vidas nacieron en estas tierras; tie- cabalgaduras, acató la orden y arremetió con furia. lizando los pies y el primero osado en atacarla fue sus adversarios quiso acostarse sobre la tierra, ce- nen el rostro moreno como nosotros; pero como sus Desde la cumbre de la montaña se hizo la señal de atravesado con la lanza. Tras unos segundos sintió rrar los ojos y dormir profundamente para superar espíritus sirven a un rey extranjero, esos hombres aviso a Bolívar de la entrada en acción de los jinetes. que el piso se estremecía y con el rabillo del ojo pudo la pesadilla; al intentar postrarse escuchó un chilli- 26 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 27 do: uno de sus perros estaba moribundo debajo de algunos verdugones violáceos causados por las he- temblar un poco, no de miedo sino porque se sintió cas enviado desde la Provincia del Socorro y cuando un caballo que también bufaba con dificultad. Hizo rraduras. débil. El español atacó una y otra vez; ella simple- el corneta del ejército de Fernando VII, por orden de un gran esfuerzo para poder sacar a la mascota, pero mente bloqueó cada arremetida, pero los reflejos ya Barreiro, tocó la retirada ante la catástrofe causada no pudo. Observó al cura Mariño, que parecía un es- “¿¡Una mujer!? ¿¡Una maldita zorra me quitó no eran los mismos. El dolor en el hombro se incre- por los lanceros de a caballo y la torrencial lluvia. pejismo, auxiliar a los heridos de bando y bando y mi honor!? ¡Me cago en su puta madre!” –Masculló mentaba con cada movimiento. El tuerto, que bra- aplicar la extremaunción a los que lanzaban su últi- con rabia entre los dientes. Recordó la mofa de sus maba y lanzaba espuma por la boca, logró darle una El religioso pedió ayuda con gritos desesperados mo aliento en este mundo. compañeros por huir de Sangenis como un cobarde, patada al perro que se hizo a un lado sin dejar de e insistentes. Bolívar se apeó del caballo, lo dejó al como alma que lleva el diablo. Había escuchado los gruñir. En medio de la refriega se percató del can- cuidado de Pedro Pascasio y se dirigió a donde es- Un soldado realista con un ojo vendado y el ros- rumores sobre una jefa rebelde en Paya, pero nunca sancio de Simona y arremetió como un loco; ella al taba él. tro lleno de queloides y costurones, a causa de una le dio crédito a las habladurías. Barreiro como casti- retroceder, por primera vez, se resbaló en el barro quemadura, reparó en ella y recordó que en el fuerte go por haber abandonado la plaza, por miedo a unas perdiendo el equilibrio; en ese instante el acero de “¿Quién es el herido…? ¿¡Es la mujer payera!? – de Sangenis, en Paya, un chusmero acompañado de faldas, lo coló siempre en la vanguardia del ejército la bayoneta penetró y cercenó su seno derecho y el con asombro se cogió la cabeza con ambas manos– dos perros lo había dejado tuerto y con el rostro des- y no quiso concederle un permiso para recuperarse brazo; el chorro de sangre fue copioso, empapando ¿Qué tan grave es…? ¡Pronto, pronto, se nos muere!” figurado. Ahora era el momento de la venganza pues de las heridas. Tomó aliento y acometió con la bayo- al caballo ya muerto. Simona cayó de bruces sobre –Exclamó el General. estaba desprotegido intentando salvar a unos de sus neta, pero el segundo perro, que apareció como de la él. Cuando el realista se aprestó para rematarla, una sabuesos. Tomó su fusil, vertió en forma temblorosa nada, lo hizo trompicar. lancera casanareña lo arrastró con su lanza lejos de “El corte es profundo”, –comentó el sacerdote, la pólvora negra que llevaba en un cuerno de buey, la allí. que rasgó con su sable la sotana y con el jirón hizo cebó, metió la bola de plomo y apuntó; Simona sintió Simona aprovechó el momento para agarrar su un torniquete para detener la hemorragia del bra- un latigazo por la espalda cerca del hombro derecho lanza; el sólo hecho de levantar el madero le produjo “¡Simona! ¡Santo Dios!” –El Padre Mariño corrió zo. Simona temblaba y parecía desfallecer. La llu- y cayó sobre el caballo, pero como una leona heri- mucho dolor. Cuando estaba frente a una dificultad en su auxilio, en el momento en que Simón Bolívar, via dejó ver la carne viva de la cortada en el pecho. da se volteó. El tuerto quedó paralizado al ver los se acordaba que cuando niña vio pelear a una hem- enfundado en una ruana de lana y montado en el ca- Varias mujeres acudieron con elementos médicos. senos de Simona que quedaron al descubierto por bra jaguar con decisión y coraje frente a unos sol- ballo blanco que le habían regalado los campesinos Bolívar se quitó la ruana para envolver a la herida. las rasgaduras de su chaqueta tras la pisoteada de dados españoles que por pura diversión intentaban de Santa Rosa de Viterbo, llegó al sitio neurálgico de El traslado al hospital improvisado en la casa de los los caballos y la lucha; se alcanzaban a apreciar ya cazarla. Eso la reconfortó, pero esta vez comenzó a la batalla seguido por un contingente de tropas fres- Vargas se hizo bajo una fuerte borrasca. 28 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 29

Aquella tarde fue como un huracán espantoso en cajas y puso a hervir grandes cantidades de agua “Ha sido una sufrida victoria”, –afirmó el Ge- puedan reforzar a Barreiro. De todas formas, hay que dejó un reguero de cuerpos mutilados, de gorras en unos inmensos calderos. El médico Thomas Fo- neral Francisco de Paula, mostrando el cuello de su que hacer nuevas incorporaciones –sostuvo el Fran- y sombreros danzando al vaivén del viento, de ar- ley después de evaluar meticulosamente el brazo chaqueta destrozado por una bala. cisco de Paula de Santander–; el problema es la pre- mas tiradas por doquier y una laguna teñida de rojo. del Coronel James Rooke y ante el peligro de una paración de las mismas antes de la toma de Tunja y Bolívar inspeccionó, prácticamente en la penumbra, gangrena decidió amputarlo; tomó un calabazo con “Le hemos propinado un duro golpe al ejército de de Santafé de Bogotá”. todo el campo de batalla. Los muertos se contaban aguardiente, se lo dio al militar para que lo bebie- Barreiro, pero el estado de nuestras tropas también por cientos. Los dos ejércitos habían quedado bas- ra y le indicó morder fuertemente un madero. En- está mermado”, –comentó el General Anzoátegui, El recluta Pedro Pascasio, quien durante la bata- tante diezmados. Ordenó concentrar las tropas, tre tanto, Hugo Blair cosió en carne viva la cortada visiblemente preocupado. lla subió y bajo la montaña como el soldado de Ma- aprehender o eliminar a los últimos enemigos, vigi- que Simona tenía en el pecho; se veía casi como una ratón llevando y trayendo recados, se presentó con lar bien el camino real y armar un improvisado cam- niña, tenía un aspecto pálido, del color de una vela “Los hombres que llegaron hoy de la Provincia una bandeja llena con tazas de aguadepanela y café pamento, ya que regresar a Bonza implicaba toda de sebo, y ardía en fiebre. del Socorro me han informado que el Gobernador negro con que calmar el intenso frío; el aguardiente una odisea por la hora, el estado de los hombres, las Lucas González tiene un contingente de cerca de se reservó para anestesiar y desinfectar a los heridos condiciones del camino, la laguna embravecida y los El temporal amainó y se encendieron, con gran dos mil hombres que puede enviar a reforzar a Ba- y poder hacerles las curaciones. heridos; los españoles podían aprovechar la ocasión dificultad, fogatas hechas en carbón de piedra para rreiro”, –Bolívar, aunque airoso por el resultado de para contraatacar, así fuera de noche. El Estado Ma- calentar a los hombres exhaustos, que comenzaron la batalla, se mostró prevenido; cualquier refuerzo Al descampado el frío era intenso e hizo recor- yor fue citado en la casa de los Vargas para evaluar el a contar historias de sus hazañas y las formas como que recibiera el comandante español significaba una dar los días aciagos del Páramo de Pisba; dentro de resultado de la batalla. habían sorteado la batalla para derrotar al enemigo. desventaja para un ejército conformado en su gran la casa el calor se concentró. Simona, con voz tré- mayoría por campesinos y no por soldados bien en- mula, pidió un poco de aire fresco. Teresa Cornejo, El ambiente en el improvisado hospital era de “General, la Virgen del Rosario, del pueblo donde trenados y con una larga trayectoria militar. con las ropas aún húmedas y encostradas con barro un alboroto enorme; los heridos se quejaban y los hacen los tiestesitos, escuchó sus ruegos y los valien- y sangre, abrió los postigos de la ventana; el aire pocos médicos, todos británicos, no daban abasto. tes Coroneles Rondón y Carvajal salvaron la Patria”, “Los bravos socorranos siempre han luchado refrescó el lugar y dejó, a su vez, escapar el olor a Emiliana Celis, con su cuerpo rechoncho y menu- –comentó con regocijo el Padre Andrés María Gallo, contra la tiranía española. Nuestra causa tiene allí sangre y a muerte. El cielo lentamente se despejó de do y una gran trenza hasta las corvas, organizó el segundo capellán del ejército, sumado a la caravana muchos adeptos y de seguro ellos, con sus guerrillas, nubes, dejando ver la pequeña guadaña de la luna sitio, los instrumentos quirúrgicos transportados patriota en el pueblo de Santa Rosa de Viterbo. harán algo para impedir que las tropas realistas en creciente rodeada de miríadas de estrellas que 30 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 31 parecían el camino al cielo. Desde el lecho de made- Los gallos comenzaron a cantar para anunciar ten profanarlos. Igual con los animales”, –ordenó Después de contabilizados los muertos, heridos ra maciza Simona contempló la inmensa oscuridad; la llegada del nuevo día. Desde lo alto de la monta- Bolívar. Los reclutas más jóvenes fueron los encar- y desertores, Bolívar se dio a la tarea de reorganizar creyó ver pasar el espíritu de su Coronel Arredondo ña los vigías observaron un mar de neblina exten- gados de hacer las fosas para sepultar a más de un el ejército, para lo cual promulgó la Ley Marcial: cabalgando el ancho cielo en un lucero fugaz. Hizo dido sobre la laguna al occidente y sobre los valles millar de cadáveres, la mayoría de realistas. El sitio un gran esfuerzo para doblar el brazo derecho, hin- de Firavitoba y Sogamoso al oriente; los picos altos escogido fue cerca de un pequeño valle junto a un “Todos los hombres, desde la edad de 15 años hasta la de 40, solteros o casados, a las 24 chado y amoratado, y brindar con la mano un beso de la cordillera sobresalían como islas. Abajo en el varital. horas de publicada esta Ley, se presentarán en al infinito. campamento la visibilidad era escasa y los soldados sus respectivas parroquias o pueblos a los jefes parecían fantasmas. Muy temprano se montaron las Las mujeres prepararon cuidadosamente la mor- militares o a los alcaldes o a otras autoridades “Esta noche estaré contigo en el Paraíso, Coro- inmensas ollas de barro para el desayuno con caldo taja de Simona y expresaron su deseo de que repo- de papas, acompañado de arepa, queso y aguadepa- civiles. Todo el que tuviere caballería se presentará nel”, –la voz queda se desvaneció lentamente, sonrió sara sola, no en una fosa común. Con cuidado la en- montado, y el que no a pie”. y cerró los ojos, de los que brotaron lágrimas. Afuera nela. volvieron en la bandera de la estrella octopuntada el perro sobreviviente aulló en forma larga y lasti- y en su cabeza colocaron una diadema de flores sil- Una patrulla que siguió los pasos de Barreiro en La guerra por la independencia debía continuar. mera. Los hombres de la unidad militar de Simona vestres. Emiliana Celis, vestida completamente de la oscuridad llegó para informar de su ubicación en negro, le enredó en las manos un rosario hecho de que esperaban afuera se quitaron los sombreros en Paipa. Las atalayas fueron reforzadas y los batallo- señal de duelo y de respeto. tagua. El joven Pedro Pascasio improvisó un incen- nes organizados para, dado el caso, presentar nue- vamente batalla. Cuando la niebla se disipó y el sol sario con resinas de árboles y encabezó la precesión El General Bolívar al enterarse de la muerte de comenzó a calentar, el cielo se llenó de una bandada del funeral; un grupo de ocho hombres transportó Simona ingresó a la habitación, se acercó al cadáver de chulos girando en círculos sobre el cruce de los a Simona; los padres Mariño y Gallo, vistiendo ca- y acarició su cabellera negra. –“La mujer… la mujer, caminos de Duitama y de Firavitoba, junto al gran pas pluviales negras con símbolos litúrgicos borda- dicen que es inferior al hombre; hoy se ha demostra- pantano de Vargas. dos en hilos dorados, celebraron el ritual. Sobre el do que es nuestra igual”–. Con un silencio solemne montículo de la sepultura, Juana Béjar, Sargento de honró la memoria de uno de sus soldados más cons- “Hay que enterrar rápidamente a los muertos la caballería casanareña, y Teresa Cornejo, clavaron picuos. antes que se descompongan o esos gallinazos inten- la lanza de la guerrera. La sargento y el soldado niño 33

EL SOLDADO NIÑO 34 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 35

lora Martínez; al Ministro de Guerra de la Unión, el servicio que prestó a la Patria en la guerra por la General José Eliseo Payán Hurtado; al Ciudadano independencia. Gobernador del Departamento de Tundama, Abe- lardo Martínez Peña. Ellos traen un mensaje del Al finalizar el protocolo los dos hombres con las Señor Presidente Rafael Núñez y del Congreso de la valijas extrajeron un trípode, sobre el cual montaron República”. –Detrás de ellos había otras personas, una extraña caja negra de madera, de la cual pendía militares, funcionarios, porteadores y un par de un manto de tela también de color negro. Uno de los hombres con unas valijas. Ninguno de ellos mereció hombres se agachó y cubrió totalmente su humani- UNA VISITA INESPERADA que el día terminara y poder ir a dormir temprano ser reconocido por su nombre. dad con ella y comenzó a dar indicaciones para ha- a la pieza contigua, hecha en bahareque, techo tam- cer una toma de una cosa llamada fotografía. El otro bién de paja y no menos oscura. Las labores, al día El anciano y su esposa hicieron seguir a la co- colgó en la pared del rancho un telón con un paisaje El viejo estaba sentado en la cocina junto al fo- siguiente, debían empezar antes de clarear la luz del mitiva, a la que sentaron en unas sillas viejas y des- pintado; junto a él colocó una silla, apostada de lado gón; ayudaba a su mujer a pelar unas papas. Aden- alba. vencijadas, ubicadas en el pequeño pórtico del ran- a la cámara, y pidió al anfitrión sentarse en ella. Pe- tro el ambiente era cálido, pero plagado de humo. cho. Con amabilidad los prestantes se excusaron de dro Pascasio asintió. Como era domingo lucía una Las paredes y el techo de paja mostraban el hollín “¡Buenas tardes don Pedro!” –la paz del día fue aceptar las totumas de chicha de maíz; los demás buena pinta: ruana de lana de oveja color marrón, acumulado durante años. A pesar de la hora, cerca interrumpida con la llegada de unos improvisados se zamparon con gusto la bebida y unos pocos re- pantalones de dril gris ratón y alpargatas de fique; del mediodía, no había de qué preocuparse, era do- visitantes. El anciano salió de la cocina. Afuera un pitieron. Tras un breve y ceremonioso parloteo, el colocó el sombrero de jipijapa con la copa hacia aba- mingo y los trabajos del campo estaban hechos; sólo grupo de hombres estaba junto a la destartalada en- Ministro de Guerra en posición firmes y haciendo jo entre las piernas y lo sostuvo con la mano dere- faltaba esperar que la sopa con hojas de col, guascas, trada de la casa. Pedro Pascasio reconoció al Alcalde el saludo militar entregó un pergamino a Pedro Pas- cha; con la izquierda sujetó el bastón de madera. El calabaza, nabos, ibias, papas, alverjas, habas y ma- Pantaleón Reyes, quien tuvo la gentileza de presen- casio, quien apenas sí pudo descifrar algunas letras hombre escondido debajo de la tela le indicó voltear zorcas, a la cual se le agregaba la sustancia con un tar a sus acompañantes: góticas. En esa hoja de cuero estaba plasmada la Ley un poco la cara hacia la derecha y mirar de reojo. hueso de res que colgaba en una cabuya y era sumer- 93 del Congreso de la República del año 1880; en ella Pedro Pascasio esbozó una mueca y su rostro pare- gido en el caldo por unos minutos, se cociera para “Don Pedro, le presento al Ciudadano Presidente se reconocía una pensión vitalicia de veinticinco pe- ció un tanto impávido, imperturbable, con el ceño tomarla y aguardar entre conversaciones y relatos a del Estado Soberano de Boyacá, José Eusebio Otá- sos al Sargento Pedro Pascasio Martínez Rojas por algo fruncido; el cabello cano de la cabeza lucía apa- 36 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 37 churrado, por el uso constante del sombrero, y un EL MENSAJERO “No sé leer. Imagino que es para pedir ayuda por- “Que pase”. –El mandamás regresó al rancho poco caído sobre la frente; la barba le daba ese aire que está un poco enfermo”. para guarecerse del frío. de sufrimiento y de sabiduría propio de los años, la experiencia y la vida campesina. Después de un par “¿¡Quién vive!?” –La voz del soldado en el puesto “Es curioso, estos campesinos no saben leer y re- El sacristán siguió el camino y sintió la mirada de intentos, el hombre arropado por la tela negra se de guardia se escuchó fuerte. El hombre tomó la lan- piten los rezos de los curas en latín como si fueran de los militares hasta que lo perdieron de vista. Re- mostró satisfecho. za y la empuño con vigor y decisión. loras. –El comentario del comandante del puesto corrió la calle real del pueblo hasta llegar al atrio de despertó las burlas de los soldados–. Quiero ver esa la iglesia. En la plaza un par de soldados enfunda- Dentro del rancho la abuela Margarita lloró de “Milciades Goyeneche, sacristán de la Parro- carta”. dos en sus chaquetas azules con bandoleras blancas felicidad. Esos veinticinco pesos eran no sólo el re- quia de Socha”. –Respondió una figura apenas per- y luciendo chacós con plumones blancos molestaban conocimiento al valor y a la honestidad de su marido ceptible en medio de la espesa neblina. “Pe… pero… es para el Señor Cura”. a una muchacha que llevaba un canasto con pan. En- en los tiempos del nacimiento de la patria; significa- tró al templo y se dirigió a la sacristía. Allí encontró “¿Qué lo trae por estas tierras?” –El comandan- ban un alivio económico para una vida de penurias, “Podrá ser para el mismo Papa de Roma. Aquí al párroco Feliciano Mariño rezando el santo rosa- te del retén en el Molino salió de un pequeño cam- privaciones y humillaciones. mando yo. ¡Quiero ver esa carta!” –El sacristán sin- rio como preludio de la celebración de la misa. En buche a la orilla del camino. Su subalterno hizo un tió la punta de la lanza del soldado en el cuello. Con silencio esperó a que terminara. ademán de enristrar el arma en el hombre de aspec- Al caer la tarde los visitantes se despidieron y temor se colocó el sombrero y de debajo de la rua- to campesino que se acercó. A lo lejos se escuchó el los pocos curiosos que llegaron se dispersaron por na sacó una alforja de tela a rayas. De ella extrajo el “Buenos días padrecito. –El cura se sorprendió repicar de las campanas llamando a misa. la vereda. Los dos viejos en compañía de su hija me- documento lacrado y lo entregó al militar, quien lo por la presencia del hombre– Le traigo esta carta nor y de una nieta probaron la sopa cocida en la olla “Traigo una carta del Señor Cura Don Tomás Ro- observó con cuidado, lo olió, rompió el sello y leyó su del Padre Romero”. –El mensajero le entregó la mi- de barro que la mantuvo caliento a pesar de que el mero Párroco de Socha para el Señor Cura de Belén”. contenido–. Y al burro, ¿para qué lo trae?” siva abierta por el comandante del retén y con si- fogón ya había consumido toda la leña y solo queda- –Milciades se quitó el sombrero en señal de respeto. gilo le enseñó otra cuidadosamente camuflada en ban unas pocas pavesas. La comida se hizo en silen- “Mi mujer, que no desaprovecha cada salida que la badana del sombrero. El sacerdote leyó despacio cio, pero los recuerdos de aquellos tiempos ya leja- “¿Qué dice la carta?” –Indagó el comandante yo hago, me pidió llevarle unas ruanas de Cerinza las dos cartas; la segunda estaba escrita en latín y nos pronto asaltaron la memoria de Pedro Pascasio, mientras auscultaba al mensajero paseándose a su para vender en el mercado del pueblo; por estos días en ella se narraba la llegada del ejército revolucio- que pareció clavar la mirada en un pequeño tizón. alrededor. está haciendo un frío tremendo” nario, las condiciones de la tropa, y la ayuda que su 38 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 39 colega le pedía con prontitud, antes de que los jefes Acudieron a la casa cural Juan José Leiva, José “Me dicen que le llegó un correo” –Navarra dejó “Acá dice que ese cretino de Bolívar se dispone a monárquicos de los alrededores se enteraran de la María Valderrama y Manuel Salcedo, con el pre- ver su temperamento un tanto osco. invadir esta Provincia. Se tiene noticia de su ubica- presencia de los rebeldes. El Padre Mariño disimuló texto de organizar la celebración de la fiesta de la ción o desplazamiento”. su alegría, celebró la misa, a la que asistieron tres Virgen del Carmen. La presencia de Bolívar y San- “El Señor Cura de Socha está enfermo y me pide ancianas, e invitó a Milciades a desayunar. Había tander en Sochá tomó por sorpresa a los belemitas. colaboración. Como está cerca la fiesta de la Virgen “No Señor. Lo que se sabe es que sus fuerzas des- que actuar con cautela, pues el puesto de control re- Todos creían que la invasión del ejército patriota del Carmen, he citado a los priores de la hermandad truyeron nuestro regimiento apostado en Paya. El a las Provincias de Tunja y Cundinamarca se ha- alista, a las órdenes de un capitán aragonés, acaba- por si tengo que ausentarme…” General Barreiro debe estar llegando a la villa de ba de ser aumentado en el pie de fuerza a cincuenta ría o por el camino de Chita y Soatá para llegar al Sogamoso para reorganizar el ejército y proteger propio Belén, o por Labranzagrande para arribar a hombres montados para poder vigilar los caminos “¡Capitán! ¡Capitán! –un soldado interrumpió esa entrada. Se piensa que los rebeldes pueden to- Sogamoso, o por Garagoa y Miraflores para caer di- hacia Tasco, Soatá y Cincelada. El capitán, además, abruptamente la reunión– Ha llegado un mensajero mar el camino de la Salina hacia Chita, ingresar por estaba exigiendo a los hacendados de la región con- rectamente en Santafé de Bogotá. Contra todo pro- el Valle de Tenza, o tomar el camino de Labranza- del Comandante General Barreiro” –el grupo que- tribuir con un número considerable de caballos para nóstico el ejército libertador había atravesado, en la grande para salir a Sogomoso. No hay otra posibi- dó sorprendido por la noticia. Detrás se presentó las tropas del Rey. Sin duda se temía una invasión peor época del año, el Páramo de Socotá y Pisba, una lidad. El General Barreiro cree que estos páramos un militar, quien hizo el saludo militar llevando la del Virreinato, pues estaban enterados de los mo- verdadera locura y una osadía militar. El problema y montañas fragosas acabarán con ese ejército de vimientos insurgentes en la Provincia de Casanare. ahora consistía en cómo auxiliar a las tropas, que, mano abierta con los dedos juntos y yertos a la altu- llaneros poco acostumbrados a las inclemencias del según la carta del Padre Romero, se encontraban en Antes de dirigirse a la casa cural, el sacerdote llamó ra de la visera del chacó. Inmediatamente entregó frío. De todas formas, hay que resguardar y defen- un estado lamentable de efectivos, pertrechos, ar- al acólito mayor, un chico de contextura delgada un documento al oficial, quien lo leyó. der muy bien los pasos”. mas, municiones, ropa, alimentos y caballos. pero fuerte, con unos pies enormes que le permitían “¿Cuál ruta ha seguido hasta llegar aquí, Tenien- correr como el viento, y le dio un recado para Don Pedro Pascasio, el acólito mayor, alertó al grupo “Mis órdenes son partir hacia Soatá a reforzar Juan José Leiva, un antiguo militar revolucionario, de la aproximación del jefe realista al lugar. te?” la posición, pero antes debo enviar una cuadrilla de que gracias a sus influencias se salvó de los fusila- caballos al General Barreiro” –Navarra salió a toda mientos de Pablo Morillo; el señor era patrón del “Buenos días Capitán Navarra, ¿en qué podemos “Señor, he venido por el camino de Tasco y Be- prisa de la casa cural. Afuera un campesino sudoro- muchacho, quien trabajaba, a pesar de su corta edad, ayudarlo?” –El cura Mariño se mostró cordial con la teitiva, deteniéndome en el puesto de Corrales” –la so, que sirvió de guía al mensajero, estaba descan- como caballerizo. llegada del oficial. noticia dejó helados al cura y a sus visitantes. sando en el suelo duro y polvoriento de la calle 40 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 41

“Disculpe Usted Capitán, –el señor Valderrama estrictas órdenes para que el día siguiente partie- LA LLEGADA DE LOS un movimiento ágil y derribó al que la manoseó; los llamó la atención del realista–. Si en algo podemos ran el teniente, los caballerizos designados por Juan LIBERTADORES demás, incluidas las otras mujeres, procedieron a ayudar, con mucho gusto pongo a su disposición a María Valderrama y el guía, con cincuenta caballos doblegar al resto. unos de mis caballerizos para que ayuden a llevar destinados al Cuerpo de Dragones del ejército co- mandado por el General Barreiro. Otros hombres los animales al General Barreiro”. Al comienzo La modorra en el puesto de control del Molino “¿Qué mierda es esta? ¿Qué hacen? ¡En nombre prestantes del pueblo se comprometieron a conse- la propuesta desconcertó a los otros miembros de era pasmosa, y más por ser domingo, día de misa del Rey Don Fernando les ordeno soltarnos!” –Gri- guir más monturas. la cofradía, pero un disimulado guiño los puso en mayor y de mercado en el pueblo. El guardia de tur- tó el jefe del grupo. alerta sobre la oportunidad que se presentaba. Con El guía que le indicó el camino al teniente espa- no advirtió, en medio de la bruma, la aproximación argucias convencieron al oficial para que dejara des- de unas mujeres y de los caballerizos que habían “¡Su Rey Don Fernando ya no gobierna en es- cansar al correo y al guía y poder organizar mejor ñol era del pueblo de Corrales; fue obligado a acom- tas tierras!” –Respondió la mujer joven, mientras pañar al oficial a cambio de recibir 50 azotes con partido días antes. Eran seguidos por un grupo de la partida. soldados españoles de acaballo. le daba un fuerte empellón. Los realistas quedaron una vara. Era simpatizante de la causa por la inde- estupefactos al escuchar a sus oponentes llamar- “Milciades debe regresar inmediatamente a So- pendencia, por lo que rápidamente se confabuló con la “Sargento” y obedecer sus órdenes. La pequeña José María Valderrama y sus criados para someter “Ya era hora de que llegaran relevos, porque me cha. Hay que buscar unas cuantas ruanas para que escuadra fue llevada prisionera por la avanzadilla por el camino al teniente español que iría acompa- imagino que son los relevos. –El soldado sonó un del ejército revolucionario que se encontraba en las cargue su asno y pueda partir”. –El Padre Mariño ñado únicamente por un par de soldados. Los mi- tanto fastidiado–. ¿Quiénes son estas señoras?” – proximidades. se mostró solícito. José María Valderrama se dirigió litares irían montados y los peones a pie. El grupo Con actitud lasciva se acercó a la más joven, le lamió a su casa, localizada en la plaza principal del pue- partió hacia el mediodía. Los caballerizos escondie- la mejilla y le dio una palmada en la nalga. La mujer El ingreso al pueblo, que se mostraba solitaria blo. Juan José Leiva hizo lo propio, seguido de Pe- ron bien unas machetas entre las ruanas terciadas apretó las manos, pero disimuló coquetamente la por la hora de la mañana, se hizo con cautela. Las dro Pascasio Martínez, tomando el camino hacia su al hombro. rabia que le produjo la melosería burda del realista. hacienda. A la media mañana el sacristán salió para mujeres se desperdigaron por la plaza en la que se Socha; en el retén militar no le pusieron mayores Los soldados se apearon de las cabalgaduras y estaban organizando los puestos del mercado; los reparos por el regreso tan precipitado. En las horas saludaron amablemente a sus camaradas. Cuando soldados se dirigieron al cuartel militar. En menos de la tarde el Capitán Navarra inició, acompañado se cercioraron del número y de la presencia de to- de una hora los realistas estaban dominados y fue- de treinta soldados, la marcha hacia Soatá y dejó dos los vigilantes en el retén, la mujer joven hizo ron sacados amarrados a la plaza del pueblo, donde 42 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 43 ya estaban tirados en el suelo los del retén. Los mer- marcha desde Paya hasta Socha, las vicisitudes del tes al Batallón Cazadores, la cual estaba dirigida hasta la rodilla o la pantorrilla, ruana y sombrero caderes comenzaron a dar voces sobre lo que estaba camino, especialmente en el páramo, y los recientes por la Sargento Amaya. Esta unidad, victoriosa en de paja, el uniforme papagayo de los oficiales con sucediendo y rápidamente se comenzó a congregar choques armados con el ejército de Barreiro en los la batalla de Paya, tenía como estandarte un paño casaca de cuello alto, charreteras bordadas, botones la gente. El cura Mariño, quien había terminado de pueblos de Corrales y Gámeza. Agradeció los cin- color verde con una estrella de ocho puntas color y galones, pantalones blancos ajustados, botas altas celebrar la primera misa dominical, salió de la iglesia cuenta caballos que fueron entregados a Bolívar, marrón en el centro, atravesada con una lanza. y bicornios emplumados. A los belemitas les llamó con sus vestimentas litúrgicas puestas y detrás de él gracias a que los caballerizos destinados para la mi- la atención la presencia de unos hombres gigantes los monaguillos enfundados en las sotanas rojas y sión de llevar la cuadrilla de monturas al realista, Pedro Pascasio y otros niños corrieron a apostar- de piel blanca, cabello y barba amarillos, ojos azules los roquetes blancos. Al momento también hicieron en el cruce de los caminos hacia Socha y Beteitiva se a la entrada del pueblo por el camino de Socha y y un lenguaje extraño, que lucían chaquetas y cha- presencia los señores Valderrama y Leiva. La mujer sometieron al teniente español y enrumbaron en Beteitiva. El chico, de unos trece años de edad, nun- cós de color rojo y espada al cinto. A Pedro Pasca- ca había sabido de ejércitos ni de guerras; su cor- joven se quitó el vestido negro que llevaba encima y busca del ejército granadino. Anunció la proximi- sio lo atrajo el desfile, entre los bueyes, los burros y ta vida la había pasado pastoreando ovejas y vacas, dejó ver su atuendo militar: un pantalón blanco has- dad de las tropas de Bolívar obligadas a dar un largo las mulas de carga, de unos hombres, también muy ta la mitad de la pierna y una casaca roja. Ordenó al rodeo para llegar a Paipa, porque el General español sembrando maíz, habas y alverjas, y, últimamente, grandes y fuertes, con la piel tiznada, quienes aca- piquete de soldados con vestimenta española partir apostó estratégicamente su ejército en Chámeza y como cuidador de los caballos de Juan José Leiva; rreaban a las espaldas unos bultos enormes. Pensó para el retén del Bosque, que resguardaba el camino Belencito para cerrar el acceso a los valles de Soga- de vez en cuando servía como correo, ya que tenía que tal vez trabajaban en las minas de donde saca- hacia la Provincia del Socorro, con la idea de hacer moso y Firavitoba. Las buenas noticias de la emanci- una gran resistencia y, gracias a sus pies grandes, prisioneros a los vigías. Una mujer, con un niño de pación produjeron en todo Belén una gran algarabía, era bastante veloz al correr, tanto que le encantaba ban el carbón para las estufas de los ricos, y por eso brazos, llegó gritando y pidiendo clemencia para su acompañada del repique de las campanas del templo apostar carreras con sus amigos aupados en burros estaban untados de hollín. Uno de los acémilas se marido, uno de los prisioneros integrante del ejérci- parroquial y del totear de la pólvora al aire. Uno de o mulas. percató que el chico lo estaba mirando boquiabier- to del Rey, quien, además, era oriundo de la región los caballerizos partió rápidamente a avisar a Bo- to; con la mano le indicó que se acercara y le tocara como la mayoría de sus compañeros. lívar que el camino hasta Belén estaba totalmente Al mediodía comenzaron a llegar las prime- la piel. El muchacho no podía creer que entre los hi- despejado. ras tropas, que parecían más una peregrinación de jos de Adán existieran hombres tan blancos, como Simona Amaya, la líder de la avanzadilla militar, campesinos hacia la labranza que una avanzada mi- los soldados gigantes, y tan negros, como los por- se reunió con el Padre Mariño, los señores Valderra- El pueblo quedó bien resguardado en todas sus litar. Contrastaba con su vestimenta a pata pelada, teadores, que debían o eran obligados a permanecer ma y Leiva, y otros lugareños. Narró someramente la entradas por una compañía de payeros pertenecien- algunos con alpargatas, calzones de género, muchos entre las bestias. 44 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 45

“¡Pedro Pascasio! ¿Dónde se metería este bri- madres atisbaba un poco de preocupación porque se “Buenas tardes General Bolívar. Soy Pedro Pas- diente en pequeños totumos; los soldados se dispersa- bón? ¡Pedro, Don Juan José lo necesita!” –María del percataron de la presencia de unos soldados bastan- casio Martínez Rojas. A su servicio”. –El General ron por el pueblo buscando dónde guarecerse. Niños Jesús, una campesina bajita, como la mayoría te jóvenes en el ejército libertador. Era fácil identi- sonrió y le entregó el animal. Los prestantes tam- de las mujeres de la región, vestida con alpargatas de ficar a aquellos muchachos imberbes, delgados, de bién sonrieron, no sin hacer caras de desaprobación En la casa de los Leiva el Estado Mayor y los fique, falda negra y enaguas hasta los tobillos, saco corta estatura de entre los altos, gruesos y robustos por la imprudencia de un sirviente insignificante principales del pueblo departieron alegremente un de lana, pañolón negro y sombrero aguadeño, debajo llaneros. que interrumpió el protocolo. El muchacho condujo sancocho de gallina con papas chorriadas y arroz, del cual descolgaban dos largas trenzas, lo estaba el caballo hasta el establo, lo desensilló y alimentó. una exquisitez introducida del Lejano Oriente, y de buscando. “Tan pronto llegue el General Simón Bolívar y se Agapito Pinzón, menos entrometido, hizo lo mismo sobremesa dulce de membrillo. La velada fue ameni- apee del caballo, lo saluda: ‘Buenas tardes mi Ge- con el corcel de Francisco de Paula Santander. zada por los oficiales que contaron anécdotas sobre “¡Ya voy!” –El chico salió de entre la recua de neral Bolívar. Estoy a su servicio’. Coge las riendas la travesía de los llanos inundados, el tortuoso paso mulas. Tenía el asombro todavía dibujado en la cara del animal, lo lleva al establo, lo desensilla, le da de En el solar de la casona de los Leiva todo era de páramo y los primeros enfrentamientos con el y un mundo de preguntas, que a lo mejor su mamá, comer y beber, y limpia la montura”. –El criollo be- ajetreo. Los llaneros destazaron unos novillos y los enemigo. El Coronel Obando aprovechó para resal- dedicada todo el día a las labores de la cocina, no lemita más distinguido dio instrucciones precisas a pusieron a asar a la usanza de su región; las muje- tar el heroísmo de su compañero de armas Antonio podía responder. Tan pronto se acercó, ella lo pren- Pedro Pascasio. res prepararon papas, yuca, mazorcas, chunchullo Arredondo, líder de la avanzada, muerto en la bata- dió de una oreja y lo llevó como arrastrándolo. Pe- y menudencias, morcillas y cuchuco de cebada con lla de Gámeza. dro Pascasio intentó con la mano derecha mitigar Hacia la media tarde arribaron los Generales Bo- espinazo de marrano. Los niños improvisaron caba- el tirón. lívar y Santander, seguidos de los británicos James llos con cañas bravas, espadas con tablas, fusiles con “Este ha sido un invierno largo y fuerte –intervi- Rook y John Mac-Intosk. El recorrido de la cabal- palos de escoba y jugaron a la guerra. no el cura Párroco–. Sus dificultades no han termi- En la plaza del pueblo Juan José Leiva y su esposa gata por el pueblo hasta el atrio de la iglesia se hizo nado. En Duitama los espera la laguna desbordada; Ana Josefa, Manuel Salvador Salcedo, acompañado por una calle de honor formada por los lugareños. El improvisado jolgorio y los tiples se silenciaron hacía mucho tiempo que no se veía así. Por años de doña Celedonia, José María Valderrama, Silverio Al final esperaba la hija de Juan José Leiva con un cuando un aguacero recio comenzó a caer en el valle. mermó hasta parecer una ciénaga pantanosa. Este Osorio, el Párroco Feliciano Mariño y todo el vecin- ramo de flores para el ilustre comandante. Bolívar Los llaneros maldijeron el mal tiempo que los acom- año está como cuando la conocí: inmensa y profun- dario se congregaron para darle la bienvenida a Bo- desmontó y al instante Pedro Pascasio sostuvo las pañaba desde el inicio de la campaña en los llanos del da. Los ríos Chicamocha y Surba han descargado en lívar, quien estaba por llegar. En el rostro de muchas riendas. Arauca. Para paliar el frío se sirvieron tragos de aguar- ella mucha agua. 46 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 47

Bolívar conocía el camino a Tunja y había vadea- –Contestó Bolívar. Los presentes aplaudieron la de- “Ese el precio de la libertad y más después del duro cocina, el cuidado de los enfermos y heridos y en do la laguna. Sabía que Barreiro estaba acuartelado cisión de quienes se sumaban a la lucha por la inde- paso por Pisba que dejó mermado nuestro ejército”. el espionaje. Yo mismo formé, desde que eran unos en Sogamoso y que pronto movería sus unidades pendencia del país. –Francisco de Paula estaba decidido a incrementar muchachos a la mayoría del Batallón Cazadores y, para cerrarle el paso; el choque entre los dos ejérci- el número de efectivos a como diera lugar. entre ellos, al Sargento que llaman El Rojo. La Re- tos era inevitable en cualquier momento. Preguntó “¿Desde qué edades se pueden incorporar los pública se debe fundar con el esfuerzo y el concurso dónde podría acampar con sus tropas sin correr el hombres?” –Preguntó el Párroco. “Bien entrenados los muchachos son excelentes de todos sus ciudadanos. peligro de un ataque por sorpresa. guerreros. –Fray Ignacio Mariño, párroco de Tame “Estamos reclutando desde los quince años – y líder de las primeras milicias araucanas y casana- “Tengo en mi hacienda unos peones que pueden “En Duitama hay una hacienda, Bonza, que que- aclaró el General Francisco de Paula Santander–. reñas tomó la palabra–. Por años, unos siete apro- servir a su excelencia. –Precisó Juan José Leiva–. da junto a la montaña, tiene unos pastizales inmen- Es una edad en la que los muchachos están listos ximadamente, he ayudado a preparar milicias. Mis General Bolívar, los pongo a su disposición. Si no sos, buenos corrales y está cercada por los pantanos para acometer y aguantar las duras jornadas y superiores de la Orden de Santo Domingo y las au- están preparados para las armas pueden ayudar de la laguna. Es un excelente sitio para descansar y como caballerizos o en otras faenas, como esas mu- para encarar con arrojo y valentía al enemigo”. toridades civiles no comparten mis acciones a favor para entrenar a la tropa, especialmente a la caba- jeres que los acompañan”. de la independencia; de hecho, me buscan como a un llería. No se puede entrar en batalla sin haber pre- “A esa edad son unos niños…” –expresó atónita forajido y han amenazado con excomulgarme. –Las parado a los caballos que nada saben de choques ni “¿Es posible que haya mujeres peleando en esta doña Rafaela Viuda de Leiva. señoras presentes se persignaron ante las revelacio- conocen el frenesí de una confrontación”. –Sentenció guerra?” –La pregunta de Doña Rafaela incomodó a nes del fraile–. Aun así, he ayudado a los ejércitos el señor Leiva. los comandantes quienes sabiendo de su presencia “Esa es una edad en la que los jóvenes deben es- patriotas. Pienso que toda ayuda es bienvenida. preferían ignorarlo. “General, si Usted me lo permite, estoy dispues- tar coqueteando a las lindas muchachas de su gene- Incluso no me opongo a la valiosa ayuda que nos to a servir en el ejército junto a medio centenar de ración o yendo a la escuela a aprender las primeras prestan las mujeres. Creo que negar o minimizar “Ellas, como dijo nuestro capellán, muestran un belemitas”. –Manuel Salcedo se levantó y adoptó la letras y los números, y los menos afortunados de- su presencia en el ejército no es una buena señal. entusiasmo especial por la causa; muchas acom- posición firme. dicados a aprender algún oficio o a las labores del Sargentos como Simona Amaya, quien se destacó pañan a sus maridos o ayudan en labores como el campo”. –El cura Feliciano Mariño expresó su desa- en Paya y Gámeza, y Juana Béjar, excelente jinete, cuidado de los enfermos y heridos, o como correos, “Toda ayuda que nos brinden en hombres, provi- probación por la incorporación de menores de edad o como la capitana Teresa Cornejo, han sido de gran y unas pocas pelean al lado de nuestros soldados. En siones, pertrechos, caballos y logística es bienvenida”. en la milicia. ayuda tanto en la batalla como en la avanzada, la días pasados perdimos a una excelente espía del pue- 48 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 49 blo de Corrales. –Aclaró el General Bolívar–. Como Cerinza. Era un buen caballerizo, corría como un EL CAMINO HACIA SANTA ROSA El Sargento Cayetano Abella, un hombre alto y dije antes, toda ayuda es bienvenida, incluidos esos venado, pero no sabía nada de la guerra. Los solda- corpulento, apodado El Rojo por el color de su cabe- mozos de caballería”. dos ingleses con sus uniformes rojos lo deslumbra- llo y de la barba, solicitó la presencia de todos los re- ban, pero había aprendido a temer a los españoles Las tropas comenzaron a formar en la plaza del clutas y dio instrucciones de cómo cargar el equipo enfundados en sus casacas azules. Intentó dormir María del Niño Jesús corrió a la cocina y no pueblo. María del Niño Jesús se apresuró a buscar a de campaña militar para minimizar el peso, el bulto aguantó el llanto. Su patrón había entregado a Bo- junto a María del Niño Jesús pero la llegada de las y facilitar la movilidad. Pronto convirtió las alfor- primeras luces del día lo sorprendió despierto. En la joven mujer que había doblegado a los hombres de lívar a su pequeño Pedro Pascasio. Intercedió ante la guarnición española. jas en mochilas para terciar a la espalda, amarrar- doña Ana Josefa, pero recibió un regaño: –“¡Espero la plaza del pueblo los jefes militares comenzaron a las con cabuya y colgar de ellas los totumos para el congregar a la tropa. que ese mocoso aprenda a respetar! Estaba previs- “Ella salió muy temprano con su destacamento agua y para la comida. Pedro Pascasio envolvió bien to que la primera persona que saludara al General de payeros”. –Emiliana Celis, una corraleña de talla la ruana de lana de oveja negra y una pequeña estera de junco y lució orgulloso el sombrero que le dio su fuera Isabela, pero el entrometido ese se tuvo que menuda que se había integrado a la caravana y ser- lucir. La milicia le enseñará a ocupar su puesto. ¡Un papá. Seguía con cuidado las instrucciones del Sar- vía en la enfermería a las órdenes del médico inglés simple sirviente dando la bienvenida al General Bo- gento, quien lo deslumbró por su aspecto, y trataba Thomas Foley, escuchó a la madre preocupada. lívar! Habrase visto…”– Con las mismas volteó el de memorizarlas. A su lado Agapito Pinzón lucía un poco torpe y bastante asustado. rabo y se fue. “El patrón Leiva le entregó mi hijo al General Bolívar. Es un niño bueno, obediente, servicial y no La cocinera intentó convencer al marido para “¡Martínez y Pinzón!” –Un alto oficial buscó a que se llevara al niño. –“Si me llevo a Pedro Pascasio le haría daño a nadie. Me preocupa, es tan pequeño”. los dos muchachos. don Juan José nos hecha de su casa como a un perro y –María del Niño Jesús rompió en sollozos. de qué vamos a vivir. Lo mejor es recomendarlo con “¡Aquí estamos!” –Respondió Pedro Pascasio. esas señoras que están con el ejército”. “Es el nuevo caballerizo del General. No se pre- ocupe, estará al servicio de su Excelencia. No creo “Se dice: ‘Presente Mi Coronel’, y se pone firmes”. Pedro Pascasio se debatía entre el miedo y la que lo pongan a pelear durante las batallas”. –Emi- –El Sargento Abella reconvino al recluta y le indicó emoción. Nunca había estado más allá del Alto de liana quiso apaciguar la angustia de la madre. la forma del saludo militar. 50 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. 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“¡Presente Mi Coronel!” –Pedro Pascasio hizo el tropa María del Niño Jesús hizo un sinnúmero de o de arbustos. Sintió un gran alivio cuando divisó el se colocó en posición firme. La mujer ordenó darle saludo como lo indicó el Sargento. cruces en el aire, que fueron reverencialmente res- campanario de la iglesia. A la entrada del pueblo fue agua miel; se dirigió hacia donde estaba el Cura Pá- pondidas por su hijo quien se quitó el sombrero y detenido por un retén militar de los revolucionarios; rroco José Ignacio Holguín, le informó de la inmi- “Los caballos de los Generales Bolívar y San- se persignó; al pasar junto a su padre lució gallardo se identificó y pidió ser llevado a donde el Sargento nente llegada de su jefe y comenzó a organizar a sus tander están sin aperar. ¡Rápido!” –El Oficial dio la la lanza. La marcha desde un comienzo fue intensa. Amaya, líder de la avanzada. hombres para el recibimiento. Las tropas al mando vuelta y se marchó. Pedro Pascasio para atenuar el cansancio y retardar de los Generales Anzoátegui y Soublette, que se el hambre sacó de un pequeño talego un par de hojas La plaza de Santa Rosa era un gran bullicio. El aproximaban por el camino de Floresta, estaban un Los jóvenes emprendieron la carrera pero fueron de coca y comenzó a mascarlas. Cura Andrés María Gallo Velasco, párroco de Ra- poco retrasadas pues tuvieron que cubrir el avance abruptamente detenidos por el Sargento: “¡Solda- miriquí, había llegado, junto con sus hermanos Fer- de Bolívar y evitar un ataque sorpresa del ejército de dos, sus lanzas! La lanza es la compañera insepa- “¡Soldado Martínez! –El General Bolívar se vol- nando y Manuel, comandando un grupo de volunta- Barreiro. rable: duerme con uno; está donde uno come y donde teó levemente en su montura– Dice mi amigo el Ge- rios criollos adeptos a la causa de la independencia y uno caga. Ella es su salvavidas. Nunca, jamás se se- neral Leiva que Usted tiene los pies ligeros como el con un piquete de más de cincuenta caballos. Casil- La euforia por la llegada del ejército patriota fue paren de ella”. legendario Aquiles. Es hora de demostrarlo. Corra da Zafra, una señora agorera, amante de leer el cho- inmensa; todo el pueblo salió a recibir a las tropas. al Pueblo de Santa Rosa y anuncie que ya estamos colate y la baraja española, arribó con un hermoso El campesino vendedor de la fritanga quiso salir co- Los caballos estuvieron listos mientras los ge- cerca”. corcel blanco que había prometido como regalo años rriendo, pero la mujer le propinó un coscorrón para nerales desayunaban en la casa de los Leiva. A cada atrás al General Bolívar. Simona Amaya, quien olía integrante de la tropa le dieron, tras el primer ali- Pedro Pascasio no entendió quién era el tal el aroma de los espías y delatores, inspeccionaba que se quedara quieto. Pedro Pascasio estuvo presto mento del día con caldo de papas y arepa, un en- Aquiles, pero comprendió que debía correr como el unos ventorrillos, especialmente el de una pareja de a recibir la cabalgadura del General, quien tras salu- voltorio de comida en hojas de mazorca cuidadosa- viento. El Sargento Abella, por esta vez, lo eximió campesinos, bastante nerviosos y preguntones, que dar a los presentes recibió el regalo de la señora Ca- mente arregladas y amarradas. A las órdenes de los de llevar la lanza, un artículo poco propicio para decían ofrecer queso de cabeza de cordero, morci- silda, que ordenó a su marido hacer una exhibición comandantes se dio inicio a la travesía entre Belén un correo. Aunque el recluta no conocía el camino llas de cerdo, chorizo, longaniza y chicha. con el caballo albino; después el Estado Mayor y los y Santa Rosa de Viterbo, el punto indicado para en- más allá del Alto de Cerinza, se dejó llevar por la prestantes de la villa se dirigieron a la casa de José contrarse con el resto del ejército encabezado por intuición y observó bien las marcas que los arrieros “Sargento, mi General Bolívar está cerca”. –Pe- Gabriel Solano Boada, a departir la comida prepara- el General José Antonio Anzoátegui. Al paso de la solían colocar en los caminos y las cercas de piedra dro Pascasio, completamente empapado de sudor, da por su esposa Rita. 52 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 53

Al alba del día siguiente las campanas de la igle- BARREIRO GANA POSICIONES tama!” –Un hombre montado en caballo llegó pre- do una gran ciénaga formada por la inundación de sia anunciaron el arribo de la retaguardia del ejér- suroso por el camino de Modecá. las aguas del río Chicamocha, para llevarle noticas cito acompañada por el patricio Manuel Ignacio sobre los movimientos de Bolívar. de los Reyes. El encuentro entre los oficiales y los El Teniente Coronel Juan Tolrá, comandante del “¡Está seguro!” –Interrogó el alto Oficial. soldados fue alegre. En un breve consejo de guerra Batallón Numancia, estaba molesto, no sólo por la “Los espías dicen que el valle desde la población de se decidió permanecer en Santa Rosa para permitir espera en el llano de Chámeza sino, también, por “Completamente. Dos batallones se quedaron en Tibasosa hasta Duitama está completamente inun- Corrales un par de días vigilando, mientras Bolívar el descanso y recuperación de todos los hombres. la intensa lluvia. El General Barreiro, situado en la dado. ¿Cómo podemos cortar el avance de esos zarra- tomó el camino de Beteitiva.” El sargento apodado El Rojo aprovechó el día para casa del Pantanito en Sogamoso, le había dado la or- pastrosos?” –Indagó el General a sus subalternos. entrenar a los reclutas, ensayar la formación militar den de vigilar los caminos de Modecá y Tópaga. “¡Señor, el General Barreiro lo requiere con ur- de batalla y practicar defensa y ataque con las lan- “Tenemos que regresar por el camino por donde gencia!” –Otro correo llamó la atención de Tolrá. zas y las bayonetas. La Sargento Simona Amaya, la “No estaríamos aquí si Barreiro hubiera hecho vinimos desde Tunja; es decir, tomar el camino de Firavitoba y llegar a la Cruz de Murcia, donde hay Capitana Teresa Cornejo, Manuela Tinoco, Clotilde bien el trabajo en los llanos de Casanare. Pero no, “¿A qué se debe la premura?” –Preguntó con un Deaquis, Emiliana Celis y otras mujeres enlistadas dijo estar muy enfermo y las tropas muy cansadas poco de ironía. un hacendado leal, y de ahí llegar por los pozos ter- en el ejército decidieron tertuliar, arreglar los uni- de tanto perseguir a los bandoleros, y aquí estamos”. males a Paipa”. –Propuso Ramiro Espitia, un Oficial formes de los altos oficiales y los estandartes de los –La voz del Teniente Coronel sonaba molesta, indig- “Los rebeldes están en Santa Rosa de Viterbo, un criollo al servicio de las tropas reales. batallones y practicar el socorro y asistencia a los nada. Compartía la idea con el General Pablo Mori- pueblo detrás de estas montañas –señaló con el dedo heridos en combate. Pedro Pascasio estuvo alimen- llo y con el Virrey Sámano de que Barreiro era un in- los cerros a su izquierda–, y es necesario movilizar a “Sabemos, y así lo informe a su Excelencia el tando, acicalando y montando a Palomo, el caballo competente y un lego en estrategia militar. Gracias la tropa para cortarle el avance hacia Tunja”. Virrey Juan de Sámano, que la mayoría de curas y blanco, para prepararlo para las duras jornadas que a sus indecisiones y falta de arrojo en las acciones la alcaldes de estos malditos pueblos apoyan a esos re- se avecinaban. insurrección en los llanos de Casanare había crecido En Sogamoso el General José María Barreiro beldes. ¿Qué obstáculos tendremos en nuestro avan- y consolidado. Manjón, comandante de los ejércitos del Rey Fer- ce?” –Barreiro se mostró nervioso. nando VII, le deba unas monedas de oro a un par de “¡Coronel, Coronel, los rebeldes abandonaron campesinos que durante la noche habían recorrido “Su excelencia el Virrey ha ordenado que dichos Tasco y se dirigen a Tunja por el camino real de Dui- el camino desde Santa Rosa de Viterbo, atravesan- curas deben ser llevados a Santa Fe para ser juzga- 54 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 55 dos y, dada la gravedad de las acusaciones, ser pa- ta y de Soatá para ingresar por allí a las Provincias “¡Imbécil! ¿Cuántos hombres y cómo están ar- rez los forajidos nos superan en número. Envía –se sados por las armas”. –Aclaró el Teniente Coronel de la Nueva Granada; que en la población de Paya mados?” dirigió a su edecán– un mensaje al Virrey para que Sebastián Díaz. habían quedado rezagados cerca de doscientos dé las siguientes órdenes: primero, movilizar las soldados ingleses, quienes no habían aguantado la “Su excelencia, nosotros no sabemos contar. fuerzas que hay en el Valle de Tenza y en Chocontá “¿Qué pueden hacer esos miserables en nuestro marcha, además de las tropas de Soublette; y que Eran bastantes hombres, la mayoría a pata pelada a Paipa; y segundo trasladar las cuatro compañías y otros pocos a caballo; muchos de ellos tienen esos camino? No tienen apoyo. Como le dije: en la Cruz diversas guerrillas casanareñas se dirigían hacia el del Tambo que están en el Socorro a Tunja, para que fusiles que truenan como la voz del diablo, pero la de Murcia, donde se unen el camino de Firavitoba y sur para intentar tomar la capital Santafé por el ca- se unan al destacamento del Coronel don Francisco mayoría lleva lanzas”. –Intervino la mujer. Barreiro or- el camino Real hay un hacendado, el señor José An- mino de Cáqueza. Jiménez. Hay que partir de inmediato”. tonio Díaz, fiel al Rey Don Fernando VII”. denó quitarles las cincuenta monedas de oro que les “¿Hay ingleses?” Tolrá y otros Oficiales ante las noticias dejaron habían dado como pago y hacerlos prisioneros, pues Barreiro estaba esperando la llegada de Tolrá dudaba de la información brindada. Decidió seguir ver una sonrisa socarrona. Barreiro sabía que algu- “No sé qué será eso…” –La cara de la mujer hizo para emprender de inmediato la marcha. A la par del las recomendaciones de sus subalternos criollos de nos de sus oficiales no lo soportaban y compartían un gesto a su marido como preguntándole si él tenía arribo de éste hizo presencia un correo enviado por tomar el camino de Firavitoba y no el de Tibasosa la percepción que de él tenía el General Pablo Mori- la respuesta. el jefe militar de la guarnición en Labranzagrande. para evitar atravesar el valle inundado. llo. Ordenó, entonces, traer de inmediato a los cam- “¿De qué color son sus uniformes?” “¿Qué noticias traes?” –Barreiro se estaba enfun- pesinos espías en Santa Rosa de Viterbo. La marcha se hizo bajo un torrencial aguacero. dando la chaqueta. “Los hombres que van a caballo, que son como Tomaron el camino de Firavitoba. Este valle tam- “Quiero escuchar nuevamente las noticias que los jefes, tienen unos sacos negros o azules bordados bién estaba inundado, pero al atravesar el caserío “El Señor Juan Figueroa y Ladrón, Jefe Militar han traído. ¿Cuántas plazas tiene el ejército que vie- con unas trenzas doradas en el pecho, y unos señores había un puente de piedra y madera sobre río Pes- de Labranzagrande le envía esta carta”. ron y con qué parque cuentan?” monos muy altos visten sacos de color rojo”. ca, el cual permitió el paso seguro de la tropa. Des- pués de escalar la montaña plagada de frailejones, “Léela”. –El General dio el escrito a su edecán. “¿Plazas…? Una. El pueblo tiene una sola plaza; “¡Los malditos ingleses están con ellos! Con la comenzó el descenso hacia la Cruz de Murcia para En la misiva se informaba que los forajidos coman- es la única plaza que vimos, sumercé”. –Contestó el presencia de esos bastardos y seguramente de los tomar el camino del El Salitre. Pronto Barreiro y sus dados por Bolívar habían tomado el camino de Chi- campesino. batallones al mando de Soublette y de Nonato Pé- hombres divisaron la laguna de Duitama y el valle 56 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 57 de Bonza anegado por la crecida del rio Surba. Esta “¿Dónde vive?” “Claro, ya envío por ellos”. “Ya le dije Señor, los mandé para arriba, para las inundación interrumpía el paso del camino de Dui- lomas del camino de Tibasosa”. tama hacia Paipa, Cómbita y Tunja. Barreiro sintió “Del cerro del Cangrejo como a un cuarto de le- Al momento fueron apareciendo los hijos. Los un poco de alivio pues la situación obstaculizaba el gua hacia el norte”. dos mayores llegaron con sus esposas e hijos. El mi- A una señal del comandante uno de los hombres avance de Bolívar y a él le permitía aumentar el pie litar ordenó que la familia se colocara en una hilera disparo por la espalda contra el hijo mayor. El grito Barreiro, sus Oficiales y un pelotón de fusileros bajo la lluvia dentro del patio central de la casa. Él y de las mujeres y el llanto de los niños fastidiaron a de fuerza de sus tropas con la llegada de los refuer- se dirigieron hacia la casa de los Vargas. En ella se Barreiro, quien ordenó sacar a las nueras y sus hijos zos de Tenza y Chocontá y, ojalá, con una batería de encontraban Juan Vargas, su esposa y los hijos me- sus hombres se ubicaron en los pasillos, sentados en artillería enviada por Sámano. nores. En el lago dos muchachos volantones intenta- unos taburetes. de la casa. Los demás Vargas, incluida la matrona de ban pescar guapuches y runchos. La familia se sor- la casa, permanecieron petrificados bajo el torren- En la Cruz de Murcia se encontró con José An- prendió con la presencia de los realistas. “¿Dónde están sus caballos?” –La pregunta fue cial aguacero. tonio Díaz, un hacendado, quien le ofreció un gran directa, sin rodeos. banquete y a sus tropas ternera asada, con papas, “¿Dónde están sus hijos?” –Preguntó el coman- Como el interrogatorio no daba ningún resulta- mazorcas, arracacha y aguamiel. Barreiro indagó dante monárquico sin mediar saludo alguno. “Señor General –el patriarca de la familia tomó do, el General mandó llevar a rastras a los cuatro hi- por la lealtad de los lugareños. la palabra–, con este invierno, que inundó lo que que- jos menores al pórtico de la casa. Látigo en mano les “Excelencia –Juan Vargas se quitó el sombrero daba del valle, tuvimos que mandarlos para la loma preguntó por el destino de las cabalgaduras. Ante el “Hay muchos adeptos a esas ideas independen- en señal de respeto– los pequeños están acá conmi- con el resto del ganado”. silencio ordenó darle a cada uno un par de zurria- tistas. Acá cerca vive Juan Vargas y su familia. Me go; los mayores en las labores del campo”. gazos. Los dos más pequeños, de unos diez y nueve contó uno de sus peones que aprovechó el paso del “¡Miente!” –Al grito del General uno de los sol- años, lloraron. “¿Cuántos son?” Cura de Ramiriquí para enviar con él unos caballos dados se aproximó por la espalda de Juan Vargas y a esos bandidos que se acercan por el camino de San- “Son doce, su Señoría”. le propinó un golpe con la culata; el anciano cayó al “Esto es una pérdida de tiempo…”. –Barreiro sus- ta Rosa. Parece que los hijos mayores aprovecharon suelo. El hijo mayor y la esposa intentaron levantar- piró. Molesto por el resultado del interrogatorio y se sumaron a la milicia”. –Juan Díaz denunció a su “Quiero verlos a todos”. –Barreiro se paseó por lo, pero recibieron el mismo tratamiento. ordenó fusilarlos a todos y colgar los cuerpos, que vecino, con quien tenía una álgida disputa por unas el pasillo interior de la casa y observó con cuidado fueron arrastrados como bultos de papas, dejando tierras, como un ferviente revolucionario. la forma como la lluvia golpeaba las tejas de barro. “¿¡Dónde están los caballos!?” regueros de sangre por todas partes. Antes de salir 58 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 59 ordenó incendiar la vivienda. Las nueras fueron lle- BONZA “¿Paipa queda lejos?” –Interrogó Simona. “Este invierno ha sido muy fuerte. La laguna de vadas prisioneras; desde ese momento se convirtie- Duitama está desbordada y los pantanos que sirven ron en cocineras del ejército español. “Como unas tres leguas hacia el sur…” al río Chicamocha para regular su cauce también Eladio Guevara estaba a la entrada de Duitama se llenaron; esto parece un pequeño mar. Si el ejér- Tras escuchar a los espías apostados en Duita- por el camino de Santa Rosa. Allí recibió a la avan- “Eso es muy cerca. ¿Puede atacarnos?” –Simona cito hubiera tomado el camino de Labranzagrande ma y las dificultades para atravesar la laguna, el río zada del ejército comandada por la Sargento Simo- lo miró fijamente. para invadir la Provincia, hubieras conocido, desde Chicamocha bastante crecido y los pantanos causa- el sitio que llaman El Crucero, la Laguna de Tota; na Amaya y por el soldado Hermenegildo Carreño, dos por la inundación, José María Barreiro decidió “No creo, el valle de Bonza está totalmente inun- es hermosa. Algunos dicen que son las lágrimas de oriundo de Tibasosa, buen conocedor de la región y continuar hacia Paipa y esperar allí los refuerzos en- dado y no permite el cruce del camino hacia Paipa una princesa, otros que es una esmeralda lanzada viados por Sámano y poder plantear una estrategia guía del grupo. y Cómbita. El río Surba que lo atraviesa está muy sobre una serpiente, o que un par de hermanos que para entrar en pelea con el ejército de Bolívar al que cometieron incesto llevaban una vasija de agua que “¡Bienvenidos soldados de la Patria! El Niño crecido; igual la quebrada Toibita, la que mueve los seguía considerando una recua de desharrapados y se rompió e inundó todo el lugar, quedando ellos allí chusmeros. Jesús de Praga escuchó nuestros ruegos y ahora po- molinos de trigo. Y más arriba, hacia la montaña, la quebrada Barronegro tampoco permite el paso. petrificados y tomados de la mano como si fueran dremos ser libres”. –Don Eladio, de unos cincuenta islas. En fin, son tantas leyendas. –Eladio Guevara Mi hacienda está bien resguardada. No hay de qué años, estaba visiblemente emocionado. avanzaba tranquilo, lo que dio seguridad al grupo preocuparse”. explorador–. Hemos reunido como unos treinta ca- “Gracias Señor, el General Bolívar está muy ballos. Son buenos, fuertes. Supimos, por noticias El grupo inició la marcha después de que la líder agradecido por su hospitalidad. –El hombre quedó del Señor Cura de Socha y del General Juan José envió un mensajero a Bolívar y Santander. Quedó asombrado por la voz un tanto femenina del sargen- Leiva, que la pasaron mal en el Páramo de Pisba”. to, pero le importaba más la llegada de los liberta- sorprendida con la imagen ante sus ojos: una inmen- dores–. Dígame, qué noticias hay de la presencia del sa masa de agua en la cual rebotaban las gotas de “Atravesé varias veces ese páramo, pero nunca lo General Barreiro y su ejército”. la lluvia que caía con toda intensidad. Conocía las había visto como en esta ocasión. Estaba muy frío, lagunas del páramo, pero la que veía era totalmente totalmente encapotado de neblina; llovía, había “La noticia es que está en Paipa”. distinta, más grande, más imponente. truenos y relámpagos y no solamente caía granizo, 60 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 61 sino que también caía una especie de polvo helado da para este frío”. –Simona quiso mostrar a su an- macanas, las flechas y los dardos disparados como “Pues en Paya y en Gámeza le demostramos a los que cubre todo de blanco, al que los ingleses llaman fitrión una situación controlada. Lo que marchaba la lluvia, no sirvieron de nada contra las cotas de españoles que sin ser tantos podemos enfrentarlos nieve…” hacia Santa Fe era un verdadero ejército y no una malla, las armaduras de metal, las rodelas, los caba- y vencerlos. Ya sabemos de qué son capaces los ca- horda desaliñada, harapienta y andrajosa. llos, las espadas de acero y las armas de fuego de los ballos y no nos asusta el ruido de los fusiles. Por el “¿¡Hay ingleses en la expedición!?” –Eladio se españoles. Los caballos, que al comienzo produjeron momento me preocupa que ellos nos sorprendan con sorprendió. “Les presento el valle de Bonza; bueno, mejor se- mucho miedo y desordenaban fácilmente los escua- una emboscada”. ría decir el lago de Bonza. –Eladió se mostró orgu- drones de pelea, eran atraídos hacia fosas con púas. “Sí, un regimiento”. lloso de su posesión–. Este valle, allá al fondo, entre Lo verdaderamente terrorífico fueron los arcabuces; “Podemos estar tranquilos: como está ahora la esas montañas al sur, tiene, en verano, una ciénaga, los indios no entendían como los invasores, hacien- inundación es muy difícil que Barreiro se atreva a realizar un ataque; tendría que sumergirse en el “Santo cielo, este Bolívar está vez viene prepara- un pantano. Hemos luchado por años contra esa la- do un gran ruido y botando humo como demonios, agua y allí serían cazados como patos. Dicen que el do. Pero sigamos con la travesía: ¿Qué tan maltre- guna; poco a poco la hemos ido secando metiéndole podían matarlos de lejos y sin llegar a ellos. Fue una hombre es muy torpe como estratega militar, pero no cho está el ejército?” –La pregunta intentaba despe- candela a los juncales y construyendo sumideros, resistencia tenaz y una terrible matanza. El Tunda- creo que sea tan tonto como para hacer un desplaza- jar dudas por el éxito de la campaña. pero cuando llega un invierno fuerte se crece así ma se atrincheró allá en esa isla de la laguna, que miento táctico herrado. En mi hacienda el ejército como lo está ahora. Es una pesadilla lidiar con sus en épocas de sequía se levanta como una lomita en neogranadino estará bien resguardado” –puntuali- “En Socha y Tasco la gente nos recibió muy bien. aguas. Esta laguna tiene su historia: cuentan los vie- el centro del valle. Los castellanos, después de va- zó confiado el hacendado. En el páramo murieron algunos soldados y muchos jos que el Cacique Tundama, un indio bravo, señor rios días de asedio, lograron romper las defensas del se devolvieron para los llanos, pero otros tantos se de esta comarca de los muiscas, guerreó acá contra el Tundama: con las indicaciones de un indio traidor y Junto a la montaña estaba la gran casona españo- han incorporado. Casi no quedaron caballos, pero conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada, a quién con la ayuda de indios panches y muzos, enemigos la de dos pisos con amplios pórticos; los del primer en Belén, Cerinza y Santa Rosa los pobladores han casi mata. El Tundama aprovechó el terreno enchar- de los muiscas, construyeron desagües y terraplenes, piso con columnas de piedra y ladrillo y los del se- entregado buenas cabalgaduras. El ejército está cado, las ensenadas de la laguna, y armó, lo que los dejando un vado poco profundo por donde penetró gundo con columnas de madera. La hacienda con- bien. Lo demostramos en el sitio que se llama Gá- indios del territorio llamaban una guasábara, una la caballería; era diciembre, mes de pocas lluvias. El taba con muy buenos corrales para el ganado y las meza. Allí tuvimos una pelea; fue muy fuerte. El tal emboscada. Los muiscas aprovecharon los juncales cacique, conocedor de la laguna, pudo huir con sus bestias de carga. Por estar junto a la montaña era Barreiro se retiró de allí con el rabo entre las patas. e hicieron talanqueras de estacas sumergidas en el lugartenientes hacia Cerinza para recomponer sus fácil defenderla de un ataque proveniente del otro Eso sí, nos faltan uniformes decentes y ropa adecua- agua. Eran miles de guerreros, pero sus armas, las fuerzas y volver a atacar. lado del río Surba. 62 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 63

“¡Bienvenidos a mi hogar!” que intentaban cruzar el caudaloso torrente del río de la independencia que habían huido desde Paipa suyo propio. Entonces extendió la mano derecha ha- Surba. De inmediato se inició un combate cayendo trayendo noticias para El Libertador. cia su oponente y cerró el puño dejando levantado el “¿Qué hay más arriba de esos pastizales?” –Si- los rastreadores que estaban colgados de la cabuya dedo medio. mona no se detuvo en la casa, sino que quiso echar que se había extendido y el que había logrado pasar Hacia la media tarde del martes veinte de julio un vistazo al vecindario. para tensar el amarre. Los que se encontraban en la Bolívar ocupó con su ejército la hacienda de Bonza. “¡Hideputa! Sigue con tu digitus impudicus y al ribera sur huyeron en forma presurosa. Allí fue ins- A pesar de la inundación había una buena porción terminar la batalla veremos quién es el que lo va “Allá junto a la montaña queda la pequeña ca- talado un puesto de vigías y francotiradores. de terreno plano y seco propicio para los ejercicios a tener entre el culo”. –Barreiro plegó con rabia el pilla de La Trinidad”. –Respondió el hacendado sin de la caballería. Desde el extremo sur del valle, en catalejo y llamó a su Estado Mayor para evaluar la dar mayor importancia al lugar. La cara de Bolívar no tenía un buen aspecto; se los molinos de trigo, Barreiro se percató de la llega- situación. le notaba la preocupación. Las palabras del Cura da del enemigo. Estaba tranquilo pues los refuerzos “Quiero ver ese lugar”. –Simona hizo la seña para Párroco de Belén resultaron ciertas: la laguna y la de las compañías de Dragones que estaban en Cho- Mientras Barreiro mascullaba de rabia por no que sus hombres la siguieran. inundación frenaban la marcha del ejército, factor contá, la compañía del Primero del Rey apostada en poder ir en busca de su oponente, Bolívar aprovechó que podía ser aprovechado por Barreiro para forta- Tenza y el Batallón el Tambo al mando de Francisco para ejercitar a sus hombres. Los ingleses fueron los “¡Sargento, sargento!” –Uno de los vigías corrió lecerse y cortarle el camino hacia Tunja y Santa Fe. encargados, junto con el Sargento Abella, de realizar hacia ella. Jiménez estaban por llegar; además, el Virrey Sá- Detrás de su caballo Palomo el soldado Martínez no mano había remitido $ 30.000 pesos para pagar el el adiestramiento en la formación para el combate, “¿Qué pasa?” dejaba de observar la masa inmensa de agua. Cuan- sueldo a las tropas y la promesa de dotarlo con una la marcha y la lucha cuerpo a cuerpo. Nonato Pérez, do llovía mucho en Belén en algunos potreros se for- batería de artillería. un experimentado militar casanareño, comenzó a “El enemigo está en las montañas que quedan al maban charcos que permitían jugar a los niños. Esto dirigir el adiestramiento de los caballos, pues había otro lado del valle”. –El hombre señaló con su dedo era diferente. Alguna vez había oído hablar del mar Al término de la instalación en la casona, Bolívar muchos potros sin domar. Pedro Pascasio recibió la hacia el sur. y se preguntaba si lo que estaba viendo era el mar. Se fue Informado de la estancia de su contrincante al orden de estar presto a servir al general en todo mo- sorprendió cuando vio a unos campesinos aproxi- otro lado del valle, en los molinos de Bonza. Pidió mento; por tal motivo lo seguía a todas partes. Simona aligeró el paso y bordeó la inundación. marse en unos planchones que eran impulsados con a James Rooke, el comandante de la Legión Inglesa, Cuando llegó al extremo occidental del valle se en- unas garrochas largas que parecían clavar el fondo el catalejo. Lo apuntó en dirección de los molinos y “Coronel, no hemos tenido tiempo de platicar. contró con un grupo de exploradores de los realistas de la laguna. Eran unos lugareños adeptos a la causa pudo observar a Barreiro enfocando hacia él con el ¿Cómo estuvo la travesía del páramo?” –Bolívar se 64 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 65 acercó a James Rooke, quien comía, sentando en un artillería. Tenemos que salir de este hueco. Estos cumpleaños del General Bolívar, por lo que sus sub- LA BATALLA JUNTO AL PANTANO bulto de papas, un pedazo de carne asada, a la usan- malditos pantanos son una verdadera pesadilla”. alternos lo saludaron y las tropas en perfecta parada za llanera, acompañada de papás y mazorca. militar le rindieron honores. Barreiro, con algunos Bolívar y el Estado Mayor comenzaron a trazar de los refuerzos integrados bajo su mando, dejó El canto de los gallos marcó el inicio de la dura una estrategia. Lo mejer sería intentar llegarle a Ba- “Bien, bien”. –El irlandés era reconocido por ser un piquete de soldados a la vista en los Molinos de jornada. Simona Amaya se quejó de dolores estoma- un hombre jovial, optimista. rreiro por la espalda, para lo cual había que tomar el Bonza y decidió marchar hacia el cruce de los ca- cales y se disculpó por no poder salir con el grupo camino de El Salitre, lo que requería, a su vez, atrave- de avanzada. “¿¡Bien!? Este miserable me ha mentido. –Anto- sar el pantano y el río Chicamocha. Para lograr dicha minos de Duitama y Firavitoba; estaba seguro que el próximo movimiento de los independentistas se nio Anzoátegui, una persona gruñona y malhumo- empresa llamaron a los alcaldes de los pueblos próxi- “¿Qué tienes mi niña?” –Emiliana Celis, la mujer rada, apareció en el lugar–. Han muerto varios hom- mos, Duitama y Tibasosa, y les solicitaron la ayuda en haría por allí. Llegó ya caída la noche, se hospedó en al frente de la enfermería, se acercó a ella. bres y ¿le parece que todo está bien?” la construcción rápida de unos planchones. Mientras la casa de José Antonio Díaz y ordenó a sus hombres tanto, para engañar a los españoles, que vigilaban descansar. “Cuándo me viene la regla… el dolor no me deja “General, murieron unos pocos, pero mi Legión todo el tiempo, las tropas siguieron recibiendo ins- tranquila”. –La mujer hizo un gesto de dolor, se está intacta. Mírelos, están en perfecta forma y po- trucción militar. En un hecho inesperado el ejército cogió el vientre y se puso en posición fetal. Al rato niendo a punto a los demás batallones. Cuando en- perdió al comandante de la caballería: el Coronel Ra- Emiliana llegó con un agua de yerbas, especialmen- tremos en combate esta será una fuerza imparable”. món Nonato Pérez, aguerrido casanareño y experto te de manzanilla y canela. Simona tomó la taza y –El británico se llevó un gran trozo de carne a la domador de caballos, se tranzó en una pelea con un descansó un poco más. boca y bebió aguamiel. potro macho embravecido que logró aporrearlo, piso- tearlo y patearlo fuertemente. Las laceraciones y las En los corrales Pedro Pascasio y los demás caba- “¿Qué lo trae por acá, General?” –Bolívar quiso magulladuras lo dejaron turulato, muy mal herido, llerizos prepararon los corceles. Una criada les llevó distensionar la conversación. teniendo que ser retirado del servicio. tinto endulzado con panela y arepa de maíz pelado. El caballo Palomo bufó varias veces y golpeo el piso “Si vamos a estar atascados en este lugar la cam- En la tarde del veinticuatro de julio los plan- con sus cascos. Eladio Guevara el día anterior le ha- paña se perderá. Sámano ofreció enviar a Barreiro chones estaban prácticamente listos. Era el día del bía entregado al muchacho una bonita guarnición, 66 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 67 una cabezada simple y una montura inglesa. El ca- La cruzada de la corriente duró un poco más de Incendiaron la casa, pero no se quemó por comple- del mismo color engalanados con plumas blancas, ballo del jefe del ejército libertador tenía que verse tres horas. Cuando apenas había traspasado la mi- to”. mosquetes y fusiles terciados al hombro; detrás es- imponente, gallardo y bizarro. Después de aperar al tad del ejército, los hombres de la tropa de avanzada taban los comandantes montados a caballo con bi- animal alistó sus cosas y limpió la pica de la lanza. El fueron emboscados por los españoles cerca del cru- “Mande a un hombre como punta y los demás cornios cubriéndose la cabeza y luciendo altivos sus Sargento Abella siempre recalcaba en la preparación ce de los caminos de Firavitoba y Duitama. Ningu- que lo sigan a cinco varas de distancia cada uno”. medallas militares; a los lados ondeaban las bande- para el combate y para afrontar cualquier imprevisto. no quedó vivo; nadie pudo escapar para dar aviso al –La orden de Santander se cumplió cabalmente. El ras blanca Coronela, con el escudo real, Batallona, grueso de la columna. Pedro Pascasio se embarcó en propio Hermenegildo se colocó al frente y colocó con la Cruz de Borgoña, y los estandartes propios de Con todo el sigilo del caso las tropas iniciaron el mismo planchón que el General Bolívar. Esta vez su fusil en posición de ataque. Avanzó con cuidado cada batallón. la marcha; la intensa neblina tapaba totalmente la iba adelante sosteniendo fuertemente a Palomo que hasta un recodo del camino; de repente se detuvo y laguna y era muy difícil ver un par de metros hacia se mantuvo tranquilo. levantó el brazo en señal de peligro. Santander se “¡Santo Dios! ¿En qué nos hemos metido?” –Bolí- adelante. Había dejado de llover, pero el sitio esco- adelantó y quedó petrificado, mustio, por el espec- var estaba tan sorprendido como Santander. Nunca Los batallones fueron formados y organizados pensó que Barreiro fuera a hacer un movimiento tan gido para el paso hacia el camino del salitre era de táculo que vio al frente: el ejército español en for- en una pequeña vereda para continuar el camino en magistral de engaño y llegar a copar las mejores po- unas setenta varas. El río Chicamocha llevaba mu- mación de batalla copando los cerros que cerraban perfecta formación. El primer regimiento en salir siciones del pequeño valle. La situación era realmen- cha agua y en ese sector era profundo. La caballe- fue el Batallón Cazadores; al frente de él se ubicó el camino. te peligrosa y desesperada. ría inició un largo rodeo para encontrar un vado y el General Francisco de Paula Santander, quien con poder pasar. Los planchones, algunos hechos con el sable extendido hacia arriba lo bajó indicando el Ante el imprevisto todos los hombres adquirie- “¿Atacamos?” –Santander agitado por el mo- cueros de res, comenzaron a cruzar a los saldados frente y dio inicio a la marcha. Al pasar por una casa ron la posición de combate. Bolívar se adelantó con mento propuso un lance desesperado. antes de las primeras luces del día. Muchos se ma- medio destruida en la que había unos cadáveres col- el resto del Estad Mayor. En el rebase de sus pro- rearon en las balsas que apenas lograban cargar una gando en el pórtico ordenó detenerse. El Cabo Her- pias tropas muchos hombres cayeron al agua. Pedro “Lo mejor, digo yo –James Rooke se adelantó con o dos docenas de combatientes. Los llaneros estu- menegildo Carreño acompañado de diez soldados Pascasio, lanza en mano, corrió detrás de Palomo y su cabalgadura– es aprovechar lo angosto del cami- vieron pendientes de aquellos que cayeron al agua. inspeccionó el lugar. quedó boquiabierto por la visión que apareció ante no y poner un muro de lanzas y bayonetas al estilo Para hacer la situación menos tediosa y angustiante sus ojos: en perfectas filas de orden cerrado y esca- del ejército espartano de Leónidas. Si la caballería las mujeres comenzaron a cantar coplas y aires de “Mi General, aquí no hay más que gente muerta, lonadas de batalla estaban los destacamentos de la española, que debe estar oculta tras ese cerro, decide la región. fusilada y luego colgada como señal de escarmiento. infantería realista con sus casacas azules, chacós atacar, nos despedazan”. 68 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 69

La Sargento Simona Amaya, quien siempre mar- empujados y arrojados sin misericordia a las aguas tor ubicando los caminos, la posición de las tropas do de las posiciones del enemigo. Martínez: irá con chaba en las primeras posiciones, cuando no esta- y luchando cada cual por su vida. Esta batalla hay realistas, la laguna y el sitio dónde se encontraban. ellos y descenderá velozmente con las noticias. An- ba con el grupo de avanzada, organizó la defensa. que planificarla muy bien”. Con base en ello se propusieron diferentes estrate- zoátegui, su misión es copar el Cangrejo; estará muy Aprovechó una balsa, que se acercó llevando unas gias para enfrentar la batalla; lo primero que había desprotegido. La orden es que ataque cuando San- armas, para fortalecer la barricada. “¿Qué sugiere?” –Santander se veía visiblemente que superar era la desventaja que tenían. Chocar de tander y sus bravos se descuelguen sobre el enemigo. molesto y preocupado. frente siguiendo la ruta del camino real significa- Espero que los Coronel Juan José Rondón y Lucas El Estado Mayor se reunió en la casa en ruinas ba el desastre; desde los cerros tendrían una lluvia Carvajal no demore mucho con la caballería”. –El de Juan Vargas para evaluar la situación. Al comien- “En la tropa debe haber alguien que conozca es- de balas y no había sitio para dónde correr o gua- plan de batalla estaba listo. zo todo era caos y vociferar. El mayor Mac-Instosk, tos parajes, que para nosotros son completamente recerse; fácilmente la caballería podría rematarlos, segundo al mando de la Legión Británica, tomó la desconocidos. Nadie puede pelear con seguridad y y si Barreiro había recibido la batería de artillería El batallón inicio la subida atravesando el mato- palabra: lograr la victoria en un terreno que le es ajeno”. –Se- sería el final. Cayetano Abella sugirió ascender por rral. Simona Amaya, quien había dejado la barrica- ñaló el inglés. la montaña sin ser vistos, para llegar al picacho y “Caballeros, las grandes empresas tienen mo- desde allí abalanzarse contra las tropas de Tolrá; la da, congregó a sus hombres para sumarse al avance. mentos difíciles; saberlos sortear es un arte, que “Yo conozco esta región como la palma de mi existencia del bosque tenía que ser aprovechada. A Emiliana Celis quiso detenerla: en el caso de la guerra conduce a la victoria o a la mano”. –El Rojo levantó la mano. la par de la subida las tropas de la retaguardia ten- más estrepitosa derrota. Este ejército hizo algo que drían que distraer a los españoles, quienes ya lleva- “¿Cómo va a pelear si no está en condiciones?” en la historia militar únicamente ha glorificado a “Y yo”. –Hermenegildo también estaba presente ban un buen tiempo esperando. Bolívar no contaba un hombre, al cartaginés Aníbal, quien logró fran- por si el comandante de la vanguardia daba una or- de momento con la caballería que estaba dando un “Si en esta batalla hay que derramar sangre, yo quear los Alpes en pleno invierno. Nosotros atrave- den de inmediato cumplimiento. Había abandonado gran rodeo a la inundación para poder vadearla sin ya inicié”. –Macheta en mano Simona se abrió paso. samos una montaña más alta y poderosa, el páramo el frente con la certeza que Simona Amaya lo defen- problemas. de Pisba. Aquí estamos con la ilusión de la inmorta- dería de cualquier arremetida realista. En las colinas cercanas las tropas españolas ex- lidad, pero si no logramos una estrategia, acabare- “El Batallón Cazadores ascenderá la montaña; perimentaban cierta intranquilidad y un poco de mos como los romanos de Flaminio Napote embos- Los dos hombres trazaron en el piso, encharcado en reserva estará la Legión Británica. Tan pronto cansancio; llevaban más de dos horas en formación cados a la orilla del Lago Trasimeno: masacrados, con la sangre de la familia fusilada, un mapa del sec- coronen la cima me enviarán un informe detalla- esperando la embestida del enemigo. 70 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 71

“No entiendo por qué no atacan”. –Comentó el do, los jefes iniciaron el reconocimiento del campo “Avisa a Barreiro el avance del enemigo”. –Orde- “Intentan distraer a la caballería. ¿Dónde está el segundo comandante del Batallón Numancia. de batalla. Francisco de Paula Santander, Antonio nó López a su alférez. resto de las tropas de estos miserables? Son muy po- Obando, Jame Rooke y otros oficiales examinaron cos los que avanzan. ¡El catalejo! –López extendió “Se están preparando. Hemos perdido el factor bien el terreno. Se podía observar perfectamente “Que esperemos a que ataquen”. –Informó el al- la mano y recibió el instrumento del alférez; enfocó sorpresa. Esta será una dura batalla. Esos hombres, el despliegue de las tropas españolas, tanto las de férez sobre la orden dada desde el puesto de mando. el visor hacia el puesto de mando de los rebeldes y al contrario de lo que piensa Barreiro, saben pelear; infantería como la caballería. Sintieron alivio al no luego comenzó a otear minuciosamente la monta- ya lo demostraron en Paya y Gámeza. Tan pronto ver ninguna batería de artillería. Aun así, tendrían “El Virrey Sámano tiene razón: este Barreiro en ña–. ¡Carajo!” cuestiones de táctica militar es un imbécil. No en- arribaron, el General Barreiro debió enviar una que desplegarse bien para no sucumbir en el ataque. tiendo por qué esperar a que ataquen. Debió enviar carga de la caballería para sobresaltarlos y crear Sobre un pergamino de cuero de ovejo trazaron un En el preciso instante en que el sol, rodeado de la caballería y asunto resuelto. Lástima que no haya caos. Afortunadamente el terreno y esa laguna es- mapa el cual fue dado a Pedro Pascasio Martínez, un gran disco irisado, se puso en el cénit, se escu- llegado la artillería. Napoleón siempre iniciaba sus tán a nuestro favor; no hay sitio para dónde escapar. quien se descolgó loma abajo como si fuera una ca- chó una descarga de fusilería que sorprendió a los batallas con un masivo bombardeo y eso hacía en- Triunfaremos si mantenemos la disciplina y hace- hombres de Tolrá. La táctica del firavitobense Ca- bra de monte. trar en pánico a sus oponentes. No tenemos cañones, mos las cosas bien. –Juan Tolrá, Coronel al mando yetano Abella estaba funcionando. Los hombres al pero en este valle tan estrecho la caballería puede del batallón estaba inquieto– ¡Que los vigías en lo Los Batallones Rifles y Barcelona comenzaron a mando de Anzoátegui aprovecharon los segundos acabar a esos miserables en un santiamén. Prepare alto de la montaña estén atentos!” movilizarse. Los españoles tomaron posición de ba- a los hombres”. de distracción de las tropas apostadas en el Cangre- talla con sus rifles cargados. Los hombres de Anzoá- jo y abrieron fuego y se dispersaron por la falda del Al coronar la cumbre, Cayetano Abella y tres tegui gritaban y el eco de sus consignas de guerra El segundo al mando, Capitán Torralba, se ade- cerro. La batalla comenzó con frenesí. hombres más se arrastraron con sigilo hasta don- retumbaban en las colinas del valle. Inicialmente lantó y ordenó alistar los fusiles. La primera línea de de dos soldados españoles montaban guardia. El dieron la idea que se desdoblarían para atacar a las batalla se hincó de rodillas. Pedro Pascasio Martínez estaba tenso; parecía primero fue atravesado con una lanza y el segundo dos fuerzas realistas separadas por el valle. una estatua detrás de Bolívar, quien se apostó en degollado. A unos veinte metros, resguardándose en “Coronel, en la laguna”. –Un suboficial se per- una pequeña colina, desde la cual no se veía parte una enramada, tres realistas más fumaban chicote “¡Uy, qué miedo! Vamos a salir corriendo” –Co- cató de unas balsas que avanzaban por la ciénaga. del terreno en disputa, para dirigir la batalla. Las y hablaban de mujeres; Simona Amaya y sus paye- mentó con sarcasmo uno de los oficiales subalternos Algunos lugareños quisieron sumarse a la refriega primeras acometidas de bando y bando fueron con ros dieron cuenta de ellos. Con el sector asegura- de Nicolás López, apostado en el cerro el Cangrejo. distrayendo desde el agua a los realistas. las armas de fuego; después la mayoría de los sol- 72 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 73 dados entraron en una lucha cuerpo a cuerpo con En lo alto de la montaña James Rooke platicaba Bolívar sintió alivio cuando la caballería estuvo fuertemente la bandera hacia la ciénaga, intentan- bayonetas y lanzas. Los soldados realistas más ex- con Simona Amaya cuando recibió la orden de entrar dispuesta para entrar en combate. Pedro Pascasio do desmoralizar a los efectivos del Batallón Primero perimentados tomaron las mejores posiciones; gra- en combate. Inmediatamente desplegó sus hombres observaba cómo las dos facciones se arrinconaban del Rey. En este sitio de la batalla la ventaja estaba a cias a que lograban cargas sus fusiles con rapidez y bajo las órdenes del Mayor Mac-Instosk, segundo al mutuamente y se percató del reguero de cadáveres favor de los americanos. La lluvia comenzó a caer en disparar causaban gran daño a los granadinos. San- mando, y del Capitán John Johnston. Entraron con que se veían desperdigados por los cerros. Pasada la el campo de batalla. furia y rapidez. La acción combinada de los ingleses tander ordenó un segundo ataque desde lo alto del media tarde mascó una hoja de coca para paliar el y cazadores de Paris y Abella puso en desbandada Picacho para intentar desplazar a dichos tiradores. hambre y miró los nubarrones negros que se estaban En la loma de la Cruz, Juan Tolrá, curtido en mu- a los fusileros. Inmediatamente Barreiro ordenó posando encima del campo de batalla. A lo lejos se En el Cangrejo la pelea era igual de intensa; Teresa desmontar a su caballería para apoyar a los hom- chas batallas, logró reagrupar sus fuerzas y ordenó Cornejo atacó por el flanco derecho, mientras que escuchaban los primeros truenos de una tormenta; a sus hombres hacer un movimiento de pinza que bres de Tolrá; unos pocos dragones permanecieron el agua de la laguna se estaba agitando. Lucas Car- Anzoátegui dirigió la embestida por el izquierdo. sobre sus cabalgaduras. En el cruce de fuego Rooke llevó a las tropas de Santander al centro del peque- vajal y Juan José Rondón, quienes ya estaban pre- fue herido en el brazo e inmediatamente socorrido ño valle. Ante el panorama favorable Barreiro orde- sentes y listos para la pelea, observaron el frente “¡Demonios! Creo que me dieron” –Francisco de por sus hombres, el Capellán Fray Miguel Díaz y nó a Isidoro Barra Valdés, quien había permanecido de guerra y discutieron las posibles embestidas de Paula se pasó la mano por el cuello; estaba sangran- varias mujeres que esquivaban las balas y las bayo- montado junto con ochenta Dragones, lanzar un la caballería al momento de entrar en acción; jun- do. El Coronel Obando corrió a auxiliarlo; revisó netas enemigas para asistir a los heridos y llevarlos ataque de caballería. La orden fue ejecutada inme- to a ellos, la Sargento Juana Béjar, como toda una bien la chaqueta y encontró una bala incrustada en al improvisado hospital en la casa de Juan Vargas. amazonas, hacia aires con su caballo y empuñaba la diatamente. El tropel de la carga montada penetró el cuello de esta. La herida era un leve rose; nada El irlandés continuó dirigiendo a sus hombres, pero las filas patriotas y creó un caos que fue aprovecha- un segundo disparo prácticamente le cercenó el lanza, indicando que estaba lista para dar impulso de qué preocuparse–. Tenemos que desalojar a esos do por los españoles para rematar a sus oponentes. brazo izquierdo que quedó colgando de un tendón. al animal. fusileros de sus posiciones; esos malditos nos están En ese momento fue retirado del campo de batalla. causando muchos muertos. Que Paris y El Rojo in- Mac-Instosk asumió el liderazgo y ordenó arreciar En el Cangrejo las fuerzas de Anzoátegui esta- “¡Se nos vino la caballería! ¡Santa Virgen de tenten por el flanco derecho; los británicos deben el ataque para desalojar a los últimos realistas del ban logrando tomar el cerro. Teresa Cornejo y el Co- donde hacen los tiestecitos, ayúdanos antes de que entrar en combate y atacar el flanco izquierdo; no- cerro, lo cual logró con la ayuda de los payeros al ronel Arturo Sandes con un pelotón de venezolanos se pierda la batalla!” –Pedró Pascasio vio cómo su sotros y Ambrosio Plaza por el centro. ¡Carreño, mando de Simona Amaya, quienes entraron con brío lograron coronar la cresta de la colina y apoderarse jefe se cogió la cara ante el horror que le produjo la que se haga la señal pidiendo refuerzos!” en la refriega. del estandarte con la Cruz de Borgoña. Teresa lanzó caballería realista, que parecía no tener oponentes. 74 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 75

“¡Mi General, nosotros no hemos peleado! Es el y se dispuso a entrar en la vivienda. Un rayo deshi- pronto, hay que ayudarla y llevarla al hospital de valiera a los Granaderos del Rey; la infantería espa- momento. ¡Camaritas!” –Rondón espoleó su caba- lachó el cielo y el trueno fue más fuerte de lo debido; campaña!”. –El General se quitó la ruana para cu- ñola se dio a la fuga y más cuando escucharon a la llo y salió como un rayo seguido por catorce bravos. instintivamente volteó a mirar hacia el campo de brir a la malherida. corneta real tocar con insistencia la retirada. Lucas Carvajal, mordiendo y sosteniendo con los batalla: quedó petrificado, pues sus huestes estaban dientes las riendas, y Leonardo Infante no se que- siendo aniquiladas y arrojadas al lago por la caballe- Pedro Pascasio como una estatua observó la es- “El campo de batalla es nuestro, General”. –Lu- daron atrás. En el centro del valle la furia de los lla- ría enemiga, a la que creía inoperante. El arrojo de cena; nunca había visto los senos de una mujer; pa- cas Carvajal saltó de su caballo y se acercó al Gene- neros destrozó a los montados de Barra Valdés y no los centauros lo dejó anonadado. En ese momento la recían frágiles, y más con esa cortada que dejaba ver ral Bolívar para dar un parte de victoria. le dio tiempo a los demás Dragones de auparse en lluvia formó una especie de velo que tan sólo dejó la carne viva, de la cual brotaban chorros de sangre; sus caballos. La lancera Juana Bejar en lo cruento ver imágenes espectrales corriendo de un lado para sintió ganas de vomitar. Junto a Simona Amaya ya- “¡Coronel Carvajal, mis respetos; ha sido Usted de la refriega alcanzó a darse cuenta del combate otro. cía tendido un perro que siempre la acompañaba; todo un león es este campo de batalla!”. –Santander que libraba la joven payera, que todos admiraban, ella estaba recostada sobre un caballo de cuyo vien- estaba exultante de alegría; abrazó al llanero y lue- y un oficial español; con su lanza ensartó al hom- Bolívar, como empujado por una mano invisible, tre sobresalía una lanza. Las juanas del Batallón de go a sus demás camaradas de armas. Todos estaban bre que se aprestaba a rematarla y lo izó como un saltó sobre Palomo y se dirigió al trote al campo de Servicios llegaron, la arroparon, presionaron las he- empapados de agua, pero sus uniformes dejaban en- trapo. Atrás quedó Simona Amaya herida en el pe- batalla. Pedro Pascasio corrió tras él. En el pequeño ridas para que dejaran de sangrar y la trasportaron trever manchas de sangre y barro. cho y totalmente ensangrentada. Cerca de ella dos valle el General se apeó del caballo y corrió hacia en una angarilla. En los alrededores los gritos de colosos se tranzaron en un duelo de lanzas: el cabo donde el cura Ignacio Mariño pedía insistentemen- la muerte se escuchaban por doquier. El sacerdote Pedro Pascasio, atraído por la curiosidad, co- Inocencio Chincá y el capitán español Ramón Bedo- te ayuda para socorrer a un herido. se levantó, miró el cortejo que se alejó con cuidado menzó a caminar por el pequeño valle; por todas ya. Las picas chocaron con violencia una y otra vez para no resbalar en el barro, cubrió su cabeza con partes había cadáveres, algunos mutilados por el y laceraron la carne en repetidas ocasiones. Después “¡Rápido, se nos muere!” –El sacerdote rasgó con un gran sombrero y continuó auxiliando a los he- acero de la espada y las lanzas, y otros con heridas de un intenso forcejeo los dos hombres cayeron de su sable la sotana e hizo un torniquete que amarró ridos de ambos bandos. Lucas Carvajal hizo entrar de bala; el paisaje dantesco se hizo más escalofrian- sus cabalgaduras: Bedoya muerto y Chincá jadeante. fuertemente al brazo del herido. en desbandada la poca caballería que le quedaba a te con los cadáveres de los caballos del regimiento los realistas; Rondón y sus bravos coparon el cerro de Dragones del Rey; definitivamente la embestida En la casa de las seis ventanas Barreiro se ufanó “¿Quién es el herido? –Bolívar se acercó al re- del Cangrejo. Leonardo Infante apoyó a los ingleses. de los llaneros de Juan José Rondón y Lucas Carva- por la victoria; pidió una copa de vino para brindar ligioso– ¡Santo Dios, es la mujer payera! ¡Pronto, Con el torrencial aguacero ya no había pólvora que jal había sido violenta y sin miramientos. El viento 76 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 77 arrastraba de lado a lado sombreros y chacós; el chi- UNA VICTORIA AMARGA sirven de disculpa. En fin, este desenlace de salir co- por la cantidad y gravedad de los heridos. El médico co se fijó en un bicornio, lo cogió, lo examinó de- rriendo como cobardes no me lo esperaba”. Thomas Foley se movía de un lado para otro. Emilia- tenidamente, con el agua lluvia lo limpió, dejó a un na Celis seguía cuidadosamente sus órdenes e indi- lado su sombrero de paja y se cubrió la cabeza con El Coronel Tolrá reagrupo los hombres antes de “¿Será que tienen la osadía de perseguirnos?” caba a las enfermeras qué hacer. su nueva pertenencia; por primera vez sintió que empezar la bajada para el pequeño valle del salitre. era un soldado y empuñó con decisión la lanza. Hi- Si los independentistas iban en su persecución, lo “No lo creo. Sus fuerzas deben estar disminui- “Felicitaciones General, se ganó una gran bata- los de sangre, ayudados por el temporal, formaron mejor era emboscarlos, aprovechando nuevamente das; mis fusileros les produjeron muchas bajas. Si lla”. –James Rooke estaba recostado en una estera arroyos rojizos que tiñeron la laguna. Miró para to- la ventaja que daba el terreno. La caballería realista no entran los ingleses en batalla, acabamos con su tirada en el piso; intentó levantarse para saludar a das partes; algunos soldados se dieron a la tarea de había quedado bastante maltrecha. vanguardia. Creo que el comandante de ese grupo Bolívar y a su comandancia. buscar heridos; otros comenzaron a recoger fusiles, de mercenarios fue herido gravemente; vi cuando lo espadas y cuanta arma estaba tirada en el piso. Her- “¿En qué momento rehicieron esos malditos la retiraron del campo. Gracias por su apoyo Coronel”. “Este Usted tranquilo, Coronel. Me dicen que su menegildo, precavido, colocó a varios hombres de su caballería? –Isidoro Barra Valdés estaba furioso y brazo está muy lacerado y por tal motivo debe re- pelotón en el camino, cerca de un varital de juncos, desconcertado– No entiendo por qué Barreiro no “La orden de desmontar fue una gran torpeza. – posar. ¿Doctor Thomas, cómo están nuestros solda- para estar pendientes de cualquier reagrupamiento nos mandó hacer una carga cuando estaban cons- Barra Valdés se mostró incómodo– Cuando Barrei- dos?” –Bolívar indagó por el estado de los heridos. y ataque de los realistas. Bolívar y sus lugartenien- ternados con nuestra presencia; tuvo que dejarlos ro dio la orden de atacar tenía menos de un quinto tes inspeccionaron, a pesar de la entrada de la no- planear la batalla. ¿Qué le irá a comunicar al Vi- de mis Dragones montados y listos para la acción. “Temo por el brazo del Coronel Rooke. –El mé- che y del torrencial aguacero, el campo de combate. rrey?” Con toda mi fuerza disponible arrasamos a esos dico se quitó un poco de sudor de la frente–. Daniel Dadas las condiciones del tiempo y de la hora, era malditos. Su caballería se habría estrellado con un O´Leary, Casaleey y Mac-Manus están heridos; imposible regresar a Bonza; también era temerario “Le dirá que nos comportamos como unos biza- muro de lanzas formidable e impenetrable. No sé no corren peligro. Nos trajeron al Cabo Inocencio intentar llegar a la Hacienda del Salitre. Los coman- rros y que le infringimos un gran golpe al enemigo. cómo vamos a recuperar las pérdidas…” Chincá bastante lanceado; no creo que sobreviva. dantes ordenaron a sus hombres extender las tien- –Tolrá sonó cáustico– O dirá que no llegó a tiempo Hay otros heridos graves, pero la de mayor cuidado das de campaña y encender, en lo posible, fogatas; la batería de artillería, como tampoco los refuerzos En el pantano los jefes patriotas decidieron, tras es la Sargento Amaya. El Doctor Blair hace todo lo todos estaban empapados y ateridos y deseaban, por del Gobernador de la Provincia del Socorro, Lucas diseñar una estrategia de defensa del lugar, dirigir- posible por salvarla; tiene un disparo que práctica- lo pronto, un buen fuego para calentarse. González. El torrencial aguacero y la hora también se a la casa de Juan Vargas. Allí todo era actividad mente le rompió el hombro derecho, y dos cortes de 78 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 79 bayoneta muy profundos: uno en el brazo derecho Tame, Socha. Gracias a él, a Simón Lombana, y a Pedro Pascasio salió y buscó la cocina, que, como digio que permitió salir a los granadinos del abismo que rompió la arteria humeral, lo que le hizo perder la misma Simona, supimos bien cómo es el paso del el resto de la casa, había sido parcialmente destro- en el que se encontraban en la batalla. mucha sangre, y otro en el pecho, que alcanzó a afec- páramo de Pisba. Desde que inicié las guerrillas en zada por el incendio causado por los hombres de Ba- tar el pulmón; es una chica muy valiente, siempre lo Tame y Nonato Pérez las suyas llano adentro, él nos rreiro. Allí estaban preparando grandes cantidades “¡Brindo por esa carga de caballería! El valien- ha sido”. sirvió de correo, de espía y en ocasiones transportó de aguadepanela, café, caldo de papas y arepas de te Bonifacio Gutiérrez izó como un trapo viejo a un armas. Simona aprendió a pelear con nosotros y se maíz pelado. Desde la madrugada las tropas y to- pobre desgraciado realista y lo paseo por todo el Pedro Pascasio ingresó al pequeño cuarto donde convirtió en una buena rastreadora; por eso le en- das las unidades de apoyo y de servicios no habían campo, creando zozobra en el enemigo. ¡Camarita reposaba la Sargento Simona Amaya, se veía pálida, canta ir en la avanzada; huele las emboscadas y es comido nada. El muchacho pidió una olleta y varios Rondón, las cosas salieron tal como planeamos la desgonzada. Teresa Cornejo, Manuela Tinoco, Jua- muy ágil. En la batalla del Trincherón de Sangenis totumos para repartir el preciado líquido humeante. embestida!” –El Coronel Lucas Carvajal se ufanó del en Paya hizo un asalto temerario al lugar; ese sitio na Béjar y otras valientes amazonas estaban allí; sus Los jefes también quisieron probar el manjar líquido logro de la caballería. era casi que inexpugnable. El General Bolívar lo vestidos reflejaban la crudeza de la batalla por las acompañado de queso fresco de la región. Por estric- comparó con el paso de las Termópilas en Grecia: costras de sangre y barro pegadas en ellos. El médi- “De todas formas, fue una victoria sufrida. Y unos pocos hombres, bien entrenados y decididos, tas órdenes del médico Thomas Foley el aguardiente cierto, gracias a la caballería y al valor de los Co- co Hugo Blair pidió reconfortarla para mantenerla pueden detener a un gran ejército. En Gámeza se se reservó para las cirugías y como sedante para dar animada. Fray Ignacio Mariño, con la sotana deshi- batió como una leona junto al Coronel Arredondo. de beber a los heridos. roneles Carvajal y Rondón estamos celebrando” – lachada, se sentó en un rincón. La hubieran visto peleando esta tarde antes de que Francisco de Paula Santander levantó la jícara con ese realista cobarde le disparara por la espalda y le Después de atender al sacerdote y a las valientes aguadepanela humeante. “Su Reverencia tiene en gran estima a la Sargen- despedazara el hombro; la cogió distraída, mientras amazonas, el muchacho ingresó a un cuarto donde to Amaya”. –Teresa Cornejo quiso romper el mutis- ella trataba de salvar a uno de sus perros que quedó estaban reunidos los comandantes del ejército pa- “Barreiro huyó como alma que lleva el diablo, mo en el lugar. atrapado debajo de un caballo. Herida le dio pelea, triota. pero nuestras tropas también están mermadas” –El pero finalmente sucumbió. No pude auxiliarla, tuve General Anzoátegui se mostró preocupado. “Conocí a Simona siendo una niña; era volanto- que enfrentar a un par de morochos realistas que “General, la Virgen del Rosario de Tutazá, allá na como este Pedro Pascasio. Su padre es un arrie- me salieron al paso; al final uno salió corriendo y el donde hacen los tiestecitos, hizo el milagro, y los “Disculpen Ustedes –el Sargento Pío Morantes ro que recorre desde hace muchos años los caminos otro cayó. Pedro, ¿me puede traer un poco de agua- valientes Coroneles Rondón y Carvajal salvaron la interrumpió la charla–, acaba de llegar un pequeño de Labranzagrande, Morcote, La Salina, Chita, depanela? Me muero de frío”. patria” –El Padre Andrés María Gallo festejó el pro- contingente de hombres de la Provincia del Socorro”. 80 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 81

“¡Qué pasen!” –Bolívar se colocó de pie. “El pueblo socorrano siempre se ha levantado “Así como le rompió de una trompada la cara al LA RESACA DE LA BATALLA contra la tiranía. Estoy seguro que no dejaran que chapetón Llorente, rómpale el espinazo a González” “¡General!” Lucas González venga a reforzar a Barreiro. De –El comentario de Santander causó risa entre todos todas formas, sugiero se envié a un oficial experi- los presentes. El Sargento Cayetano Abella levantó a la solda- “¿Qué noticias nos traen estos bravos y valerosos mentado a esa región, para que pueda orientar a los desca cuando los gallos comenzaron a cantar. El frío socorranos?” hombres en la rebelión y, dado el caso, en la batalla”. era intenso y de la laguna se levantaba una nebli- El Padre Mariño, entró de improviso a la habita- –Santander se mostró optimista. na espesa. En la cocina las mujeres comenzaron las “El Gobernador de la Provincia, Lucas Gonzá- ción; tenía el rostro desencajado, se acercó a Bolívar labores preparando café negro y aguadepanela. Los lez, está intentando reagrupar sus hombres para “¿Quién está al frente de los patriotas?” –Bolívar para informarlo de las muertes de la Sargento Ama- venir a apoyar a Barreiro. En Cincelada, Charalá, médicos británicos estaban exhaustos y reclamaron quiso saber más del levantamiento popular. Coromoro, Oiba y otras poblaciones se están rea- ya y del Cabo Inocencio Chincá. dormir un poco. lizando levantamientos y el Gobernador ha esta- “En estos momentos Fernando Santos Plata. Él do corriendo de un lado para otro. La intención es Bolívar se dirigió a la habitación donde estaba la Pedro Pascasio se levantó y preparó las cabalga- logró huir el día que su hermana Antonia y otros co- duras del General. No sabía cuál utilizaría. Los co- mantenerlo distraído y que no pueda reunir a todos difunta. La contempló como un padre viendo a su sus batallones”. muneros fueron apresados en su hacienda El Hatillo mandantes ordenaron a todos los soldados dirigirse y llevados prisioneros al Socorro”. hija dormir. Le acarició el pelo y salió en silencio. al pequeño valle, lugar de la batalla. La imagen era “¿De cuántos hombres dispone el Gobernador?” En el pasillo pudo ver el cuerpo lanceado del cabo dantesca, por todos lados había cadáveres de rea- “Coronel Morales –Bolívar se dirigió a uno de Chincá. Dio las últimas órdenes antes de retirarse listas y neogranadinos. La lluvia había limpiado el “Entre 800 a 1000 efectivos”. sus oficiales–, Usted y el Coronel Pedro Fortoul a descansar. Pedro Pascasio, liberado de sus ocupa- lugar de la sangre derramada. El General Santander irán a apoyar a las guerrillas del Socorro e impedir, llegó, miró y se sentó en una piedra. Ese era el rostro ciones, se acuclilló en un rincón de la casa, se arropó “Esa es mucha gente. Si logran reforzar a Ba- como sea, que Lucas González abandone la provin- de la guerra. Un jinete se acercó por los lados de la rreiro tendremos serios problemas. Esas tropas, por cia para reforzar a Barreiro”. con la ruana de lana negra de oveja, colocó la lanza casa de José Antonio Díaz. pertenecer a una región en constante conmoción, junto a él, e intentó dormir. deben estar bien preparadas”. –Anzoátegui reiteró “¡Será todo un honor!” –Antonio Morales adoptó “¡Los realistas están en el pueblo de Paipa!” – su preocupación. la posición de firme. Gritó el hombre. 82 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 83

“¿Están todos reunidos?” –Santander se levantó hizo con cuidado para evitar una emboscada como Hacia la media mañana se habían cavado dos la noche, media legua de su posición, teniendo en y se dirigió al mensajero. la que el día anterior había sido tendida al pelotón grandes fosas cerca del varital de la laguna, y junto a frente, la espalda y el lado derecho cubiertos de un guía del ejército. En el paraje de los pozos terma- ellas una más pequeña. Teresa Cornejo, Manuela Ti- pantano inaccesible, y apoyando su izquierda con “Hay un contingente de caballería en las aguas les estaba, como lo dijo el correo, el contingente de noco, y las demás mujeres, pidieron que la Sargento alturas casi insuperables…” termales; el resto está en el campamento, esperando caballería realista. Era una centuria de Dragones; Simona Amaya fuera enterrada en su propia tumba. los refuerzos que vienen de Tunja con el Gobernador no habían dormido y se encontraban bastante ten- Los capellanes Fray Ignacio Mariño, Andrés María El General sintió una especie de escalofrío; leyó Loño”. sos. El mal humor de los oficiales por la batalla del Gallo y Fray Miguel Díaz oficiaron la liturgia. Los lo que acaba de escribir: “Los enemigos se retiraron día anterior y la azotaina que sufrirían algunos, los batallones se ubicaron, formados, en el pequeño va- con la noche, media legua de su posición, teniendo en “¡Eso significa artillería!” –Santander se dirigió tenía más preocupados que los mismos rebeldes, lle. Con cuidado los cadáveres fueron depositados frente, la espalda y el lado derecho cubiertos de un a la casa de los Vargas, pero antes ordenó recoger pantano inaccesible, y apoyando su izquierda con quienes, a lo mejor, también estarían lamentando en las moradas eternas. El cuerpo de Simona Ama- los muertos para darles cristiana sepultura. Había alturas casi insuperables…” ¿Cómo explicarle al Vi- sus pérdidas. De un momento a otro el suelo se es- ya fue conducido en una especie de procesión desde que hacerlo cuanto antes, para evitar una epidemia rrey que, teniendo el enemigo tan precarias condi- tremeció y aparecieron unos centauros que cayeron la casa de los Vargas hasta la tumba adornada con o que los chulos dieran cuenta de ellos. Los jóvenes flores silvestres. Pedro Pascasio, haciendo el papel ciones de defensa, logró arrebatarle la victoria total? sobre ellos como relámpagos. Un par de soldados, fueron divididos en dos grupos: uno para cavar las de acólito mayor, iba delante con un incensario im- ¿Cómo explicar que teniendo ya presente el Coronel para evitar el ataque, se arrojó a las aguas hirvien- fosas y el otro para cargar los cuerpos. Como todos provisado. Francisco Jiménez, segundo al mando, quien había los muertos habían sido abrazados por la misma tes, lanzando grandes alaridos de dolor por las que- llegado desde El Socorro, por el camino de Moni- Parca, comenzaron a ser amontonados sin distin- maduras. La refriega duró poco. No quedó ningún En Paipa, entre tanto, el General Barreiro, visi- quirá, con más de trecientos soldados para auxiliar- ción alguna. El Padre Andrés María Gallo pidió un monárquico con vida. Un puesto de vigías, en un pe- blemente nervioso y cansado, escribía al Virrey Sá- lo, lo había dejado en Paipa? Él había escogido el me- trato respetuoso para ellos, digno de los hijos del queño cerro, a unas novecientas varas de distancia, mano: jor sitio para la batalla: un pequeño valle dominado linaje de Adán. se percató de la situación y corrió para alertar a las por dos cerros copados por sus hombres, una laguna tropas de Barreiro. Lucas Carvajal, con el preciado “… Nuestra pérdida fue de poca consideración, y profunda a la derecha y una gran montaña a la iz- Al tiempo que se preparaban los oficios fúnebres, botín de cien monturas entrenadas para la batalla, luego que los cuerpos me pasen el estado de ella, quierda, que dejaban pocas opciones a los rebeldes: un piquete de caballería al mando del Coronel Lucas decidió regresar y tomar posiciones en lo alto de la tendré el honor de ponerlos en conocimiento de o arremeter desesperadamente contra el enemigo o Carvajal salió a patrullar el lugar. La avanzada se montaña. vuestra excelencia. Los enemigos se retiraron con ser lanzados sin misericordia al abismo. Pero, ¿cómo 84 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 85 justificar que, una vez más, su oponente había hecho “¿¡Qué sucede!?” –preguntó molesto por la inte- LA LLEGADA DEL NEGRO JOSÉ “Sí. Nunca había visto tanta agua. En mi pueblo, de su situación precaria una excelente oportunidad rrupción. cuando llueve, de vez en cuando se forman charcos para la confrontación? ¡Claro, qué mejor explicación en los potreros, pero nada como esta laguna. ¿Quién que esa! Retomó la pluma y escribió: “El destacamento de Dragones apostado en las Pedro Pascasio estaba cubierto de sudor. Los en- es Usted y cuándo entró al ejército?” fuentes termales fue aniquilado totalmente” –res- sayos militares, liderados por el Sargento Cayetano “Tengo observado que Bolívar, poco satisfecho pondió flemático Barra Valdés. Abella y por el capitán inglés John Johnston, eran “Yo no entré. Mi ama, doña Juana Velasco de de la buena voluntad de sus tropas, elige siempre bastante exigentes. La Ley Marcial decretada por Gallo, decidió que yo viniera a unirme a sus hijos posiciones sin salida para que la desesperación Barreiro sintió que las miradas de reproche de Bolívar estaba dando resultados: había nuevos re- Fernando y Manuel, que ya están en el ejército, y, de sus oficiales se incrustaban como saetas en su cuer- produzca los efectos de valor”. clutas y de todas las edades; eso hacía que los ejerci- paso, traer un caballo que le envió al General Bo- po. De no ser por la cadena de mando, fielmente obe- cios se intensificaran. El sol brillaba con intensidad. lívar, un animal llamado El Muchacho. Me dijeron Así había sido en Paya y en Gámeza: el ejército decida entre los soldados de Su Majestad, un motín, El muchacho decidió descansar en la cresta del ce- que buscara a su persona, para entregarle el ani- de zarrapastrosos sabía conservar la vida, a pesar de provocado por su ineptitud, lo hubiera defenestra- rro del Cangrejo. Abajo, tranquila, se veía la laguna mal”. la poca pericia militar. ¡Qué paradoja! Él, José María do de la comandancia sin consideración alguna. La imponente. Barreiro Manjón, formado en el cuerpo de artillería, situación de tensión fue un poco apaciguada con la “Mi patrón también me entregó al ejército; yo parecía dejarle siempre la iniciativa a ese moreno llegada del Gobernador de Tunja, Juan Loño, con “Buenas tardes, Señor caballerizo. –Un hombre que despreciaba con todas sus fuerzas. Se sentía un cerca de doscientos soldados y cuatro piezas de ar- bastante alto, de tez morena estaba detrás de él–. Mi trabajaba como peón en su finca”. poco desolado; mejor hubiera sido entregar el man- tillería. nombre es José; me dicen Negro José”. do de la Tercera División del Ejército de su Majestad “Ojalá yo fuera un peón; podría ser mejor trata- al Brigadier Sebastián de la Calzada, como quería “Buenas tardes” –Pedro Pascasio se levantó; es- do. Simplemente soy un esclavo”. Sámano. Ahora, obligado por las circunstancias, te- taba sorprendido de que alguien lo llamara Señor nía que mostrar toda su gallardía y su ímpetu mili- caballerizo. “¿Qué es ser un esclavo?” –Pedro Pascasio frunció tar, y evitar, a toda costa, que los rebeldes llegaran el ceño. o se aproximaran tan siquiera a Santa Fe de Bogotá. “Bonita laguna” –Negro José señaló el manto de Afuera se sintió un gran alboroto que lo distrajo de agua; entre las manos sostuvo el sombrero de jipi- “Los esclavos somos ganado de dos patas. Somos sus cavilaciones. japa. tratados igual que el ganado. Mire –Negro José le 86 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 87 mostró el brazo–, me marcaron como a una vaca. Mi como las llama mi mamá, no dejan muertos. Pero tad de la mañana nos vinimos por ese camino, hasta “¿Cómo fue la pelea?” mamá fue vendida en Cartagena y, porque yo estaba esta batalla… Esto es otra cosa. Casi no he podido que aparecieron en estos dos cerros los españoles. La pequeño, me echaron de encime”. dormir después de lo que vi; se aparecen en mis sue- sorpresa fue total, porque la avanzada había sido “Yo estaba detrás del General Bolívar, cuidando ños las caras de los muertos. Vi varios hombres con emboscada y aniquilada, y nadie pudo dar la alerta. el caballo blanco. No se alcanza a ver mucho; úni- “¿Duele ser marcado como una vaca?” las tripas totalmente por fuera; a un par sin la cabe- camente este cerro. Se escuchaban los disparos y, a za; a una mujer le cortaron una teta como si fuera “¿Dónde fue la batalla?” pesar de lo lejos, los gritos de los hombres. Abajito, “Cuando uno acerca la mano a la candela la re- mantequilla; y a un inglés le quitaron el brazo con a la izquierda, de ese cerro se hicieron los de la caba- “Ahí abajo” –Pedro Pascasio señaló el pequeño tira; cuando alguien sufre un quemonazo, se aleja. una bala. Hasta los pobres caballos sufrieron” –Pe- llería; unos llaneros enormes que pelean con lanzas. valle, de un poco más de una fanegada, entre el ce- Para esto lo sujetan a uno y el hierro al rojo vivo dro Pascasio se mostró conturbado. Los Coroneles Rondón y Carvajal pidieron el mapa pone la marca. Yo me desmayé; casi todos los escla- rro donde estaban ubicados y la gran montaña de que baje al General y discutían entre ellos. Ya, por la enfrente. vos se desmayan. El dolor y la fiebre me duraron va- “¿Usted pelió? ¿Cómo es estar en la batalla?” pura tarde, cuando comenzó a caer un fuerte agua- rios días; mi mamá me curó con emplastos de barro “¿¡Ahí!? –el Negro José se mostró perplejo–. Si cero, el General grito y esos llaneros salieron como y yerbas”. “Estábamos en la hacienda llamada Bonza. Que- venían por ese estrecho camino, entre la laguna y la rayos, y al poquito él se montó en el caballo y tam- da por allá –Pedro Pascasio estiró el brazo y apuntó “En mi pueblo no hay negros; únicamente indios montaña, ¿cómo hicieron para que no los aniquila- bién se vino. Yo corrí detrás de él con los que llaman con el dedo en dirección nor-occidental–. Los rea- trabajando de sol a sol y sirviendo en las haciendas. ran?” la Guardia y Edecanes. Cuando llegamos, esto era –luego indicó el sur-occidente–, No nos venden, pero somos lo que diga el patrón” – listas por allá de- espantoso, había muertos y heridos por todos lados. Pedro Pascasio dejó escapar un poco de indignación. trás de esas lomas, en un pueblo llamado Paipa. En “Por detrás de esa loma subió, al mando del Ge- Las mujeres que no estaban peleando, se encargaron medio de nosotros y ellos, la laguna. Aprovechando neral Santander, el Batallón Cazadores, junto con de los heridos”. “¿Dizque la pelea que hubo aquí fue muy ve- que era domingo, los jefes quisieron llegar a un sitio los soldados monos de la isla que llaman ingleses. rrionda?” –el negro quiso saber si era verdad lo que que llaman El Salitre. Nos levantaron muy tempra- Yo subí con ellos y le bajé un mapa, que dibujaron “¿Mujeres peleando? ¿Hay mujeres en el ejército? se decía de la batalla sucedida un par de días atrás. no y, en la oscuridad y entre la neblina, se inició la rápido en un cuero, al General Bolívar que se paró –Negro José abrió los ojos como los de un búho ante marcha y el paso del río. Lo que llaman la infantería allá, en aquella montanita. Pero arriba quedó un la noticia– Nunca me imaginé mujeres dando plomo; “Las únicas batallas que conocía eran los voleos pasó en unos planchones y la caballería hizo un ro- soldado con unas banderas para avisarle de los mo- aunque cuando se ponen bravas, hay que tenerles de tuzas de maíz allá en mi pueblo; esas patanerías, deo buscando aguas poco profundas. Como a la mi- vimientos del enemigo”. miedo. ¿Hay muchas?”. 88 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 89

“Son poquitas, pero pelean duro. ¿En qué bata- LA TOMA DE TUNJA El Negro José, a su turno, no dejaba de alabar las pa- ejército descansaron un poco. En ese sitio se les unió llón lo enrolaron?” pas de Toca, su lugar de residencia. el esclavo Félix Pabón, quien había conformado una guerrilla, con la cual fustigaba a los españoles en los “Batallón Rifles” –respondió Negro José. Las lluvias habían mermado un poco. El grueso Bolívar, tras evaluar al enemigo que permanecía páramos de los alrededores. Después del desayuno, del ejército permaneció en el cruce de caminos, cer- inmóvil en Paipa, dio la orden de marchar, con paso el Estado Mayor decidió tomar, lo más pronto posi- redoblado, hacia Tunja, la capital de la provincia. En “Ah, bueno. En ese batallón está la Capitana Te- ca de la casa de los Vargas, y el Estado Mayor regre- ble, la ciudad de Tunja, para lo cual trazó una estra- resa Cornejo. Es buena persona. Siempre está con só a la hacienda de Bonza. Los ejercicios militares se la noche del 4 de agosto se encendieron, como todas las noches desde el día de la batalla, grandes fogatas tegia: el Padre Andrés María Gallo, conocedor de la las Sargentos Manuela Tinoco y Rosa Canelones, intensificaron para poner a tono los nuevos reclutas en el campo de Vargas y en Bonza para distraer a ciudad y conocido por los lugareños, dada su condi- que llegaron, entre otras poblaciones, del Socorro, y otras poquitas. Están en el Batallón Rifles, que Barreiro. Hacia el cuarto de noche comenzó la trave- ción de sacerdote, iría primero, acompañado de un Cocuy y Málaga. Pedro Pascasio aprovechaba los dirige el General Anzoátegui, porque al General sía. El camino que se eligió para el avance fue el del pequeño grupo; la caballería, guiada Félix Pabón, Santander no le gustan las mujeres en la milicia. En momentos de descanso para parlamentar con su pueblo de Toca. De vez en cuando, cuando las nubes hostigaría, como distracción a las fuerzas de Barrei- la batalla del domingo aquí murió otra Sargento, amigo Negro José. Ahora se sentía más seguro. Ya lo permitían, la luna plena dejaba ver el camino. Pe- ro, retrasando su aproximación a la ciudad; el Sar- no pensaba tanto en su natal Belén, ni en la Hacien- Simona Amaya. Era muy bonita; a mí me gustaba. dro Pascasio, con la lanza al hombro, se ubicó detrás gento Cayetano Abella, la Capitana Teresa Cornejo, da de José María Leiva; extrañaba sí a su mamá. El Se vestía con una chaqueta roja. Dicen que parecía del General. El viento fuerte calaba los huesos, pero el grupo de mujeres y una facción de unos cuarenta Sargento Cayetano Abella estaba haciendo de él un una tigresa peleando. Un realista le disparó por la no era, según los veteranos que marcharon desde los hombres, la mayoría de ellos payeros, entrarían a hombre y un soldado; aunque pertenecían a batallo- espalda y luego la cortó con la bayoneta. Las demás llanos de Casanare, comparable con el del páramo Tunja, como porteadores de papa y maíz, antes del nes diferentes, eran amigos; de vez en cuando ha- de Pisba. El caballerizo por momentos, con el pre- mujeres están encargadas de la cocina y de recoger a mediodía, para dominar a los soldados de la Guar- blaban de vacas, ovejas y burros, y comparaban el texto de dominar a algún caballo, montaba; pronto los heridos en el campo de batalla y curarlos. ¿Ese es esplendor de los valles que rodean a sus pueblos. El entendió que la mejor forma de estar caliente era ir a nición Militar. El Batallón Cazadores se aproxima- el caballo para el General Bolívar? –Pedro Pascasio Sargento soñaba con tener una hacienda ganadera pie. Los hombres sobre las cabalgaduras se entume- ría por el camino de Chivatá y el Batallón rifles por se dirigió hacia el animal, un zaino; lo examinó con y producir muchos quesos. Los pastos de Firavito- cían un poco. el de Soracá. Las guerrillas de Pabón y la caballería cuidado, lo acarició y tomó la brida–. Hay que lle- ba, ayudados con un poco de alfalfa, hacían que las al mando del Coronel Juan José Rondón partieron varlo a Bonza, al otro lado de la laguna; allá están ubres prácticamente reventaran. Pedro Pascasio, El ejército llegó en la madrugada a las proximi- rápidamente para copar el cruce de los caminos de acomodados los Generales”. por su parte, se ufanaba de las ruanas de su región. dades de Toca, a la Hacienda la Villana. Bolívar y el Tuta y Paipa. 90 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 91

Barreiro se enteró, ya entrado el día, que los gra- “¿Será todo el ejército enemigo? No veo a su in- “¡Tenemos artillería!” –replicó Loño. Por orden “Alto” –un soldado dio la orden. nadinos habían abandonado sus posiciones. Decidió fantería” –comentó preocupado el Coronel Tolrá. suya, el cañón y los obuses fueron dispuestos para marchar, a toda prisa, hacia Tunja y, en lo posible, entrar en acción. “Buenos días, Sargento. Soy el canónigo Andrés ganarle la posición a Bolívar, pues allí el Goberna- “Es posible que estén detrás de esas colinas cono- María Gallo; acá tiene la cédula real que acredita dor Loño había dejado un buen parque militar de cidas como El Barne” –repuso uno de sus oficiales. El Coronel Juan José Rondón, al ver el movimien- mi condición de párroco de Ramiriquí. rifles, municiones, medicinas y víveres. Un poco to de la artillería, dio la orden de retirada, alternán- “Está un poco lejos de su parroquia, Reverencia” Los contrincantes duraron un largo tiempo ob- dose las dos falanges para cubrirse. precavido, se dirigió por el camino de Combita. A –le increpó el militar. pesar de tener ahora un cañón y dos obuses, se mos- servándose. Lucas Carvajal amagó con dar un rodeo, traba receloso de entrar en combate y esperaba, con lo cual puso nerviosos a los realistas. “¡Se van esos cobardes! ¡Hay que atacarlos!” – “Estaba visitando a una tía está enferma en ansiedad, la llegada de Lucas González y las tropas gritó Loño. Toca; la anciana necesitaba recibir el Sacramento apostadas en la Provincia del Socorro. “Se mueve esa sección de la caballería por nues- de la Comunión y, claro, confesar sus pecados”. tro flanco derecho –apuntó el Gobernador Juan “Puede ser una emboscada” –conjeturó Nicolás La avanzada realista, compuesta de 60 jinetes, Loño–. ¿Por qué no atacamos? No creo que su infan- López. Los movimientos de la caballería patriota “¿Y el Señor Cura de Toca?” fue atacada y hecha pedazos por la caballería de tería esté cerca. ¡Son sólo esos malditos jinetes!” parecían darle la razón, pues paraba, se ubicaba a Rondón en el camino de Cómbita, un cuarto de le- una dista prudente y hacía detener la marcha de los “Usted sabe, hay que cumplir la voluntad de una gua hacia el sur del cruce de los caminos de Tuta y “Esos malditos jinetes casi nos hacen pedazos realistas. anciana…” Paipa. La alerta fue dada al grueso del ejército realis- en el pantano; después aniquilaron a una centuria “Claro, la voluntad de una anciana… la heren- ta que, al comienzo, creyó era sólo una avanzadilla. de los mejores Dragones; y hoy remataron a otros Entre tanto, por la entrada norte de la ciudad de cia… ¿Por qué los curas siempre se quedan con las sesenta. Esos lanceros no necesitan a la infantería Tunja se desplazó el sacerdote Gallo y sus acompa- Cuando Barreiro ordenó su persecución se percató herencias…? ¿A dónde y a qué se dirigen? ¿Quiénes que en frente tenía a dos contingentes de caballería para hacernos un serio daño y dejarnos en peores ñantes. Cuando el retén militar, que cubre el cami- son estos?” –indagó el guardia. bien formados y decididos a presentar pelea. Tras la condiciones de las que estamos –repuso Nicolás no, estuvo a la vista, Manuela Tinoco se adelantó sorpresa, buscó rápidamente una colina y organizó López–. Yo hoy no plantaría batalla. Es mejor espe- llevando unas ovejas. El grupo no se dejó ver y espe- “Visitaré a mis padres en Tunja, antes de regre- a sus hombres en orden de batalla. rar al Coronel Lucas González”. ró un rato para continuar. sar a Ramiriquí. Estos dos son mis hermanos Fer- 92 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 93 nando y Manuel; el señor Hermenegildo Carreño, contraron fondo. Luego intentó desecar la lagunilla amigo suyo, para echar al vuelo las campanas y así rosamente a doña Juana, quien visiblemente emo- sacristán de la parroquia de Ramiriquí; el joven por aquella zanja; tampoco pudo. Este aljibe nunca indicar al ejército que el camino estaba despejado. cionada exclamó: –“Bendito sea mi Dios y la Virgen Pedro Pascasio Martínez, acólito; la acémila es el se seca. Lo demás, son leyendas”. del Milagro del Topo. Qué alegría ver la libertad de Negro José; y los tres señores son acompañantes del Pedro Pascasio quedó sorprendido al ver tantas este pueblo”–. Después de escuchar atentamente la camino. ¿Y el comandante de la Guardia?” En el puesto había diez soldados, contando al ca- iglesias en un mismo pueblo. Se tomó la libertad de narración de sus hijos, convocó a las damas tunjanas pitán en el maizal. Los recién llegados, distribuidos dar un paseo. La ciudad, que al comienzo parecía y a los sastres y costureras del pueblo. Se hizo una “Está en aquel maizal arreglando un asunto con por el lugar, descargaron sus pistolas sobre ellos. sola, fue cobrando vida. La noticia de la llegada de colecta para comprar telas y confeccionar camisas y una campesina. Ya está demorado. Mandaré a bus- Al instante seis cayeron muertos. El Negro José lo- los libertadores despertó el entusiasmo en la mayo- chaquetas para la tropa. carlo”. gró dominar al sargento y Pedro Pascasio tumbó a ría de los tunjanos. La gente al ver al joven soldado uno más, que se encontraba distraído, al agua. Del con la lanza lo saludaba con respeto; en ese momento Al promediar la tarde el General Bolívar hizo su “No se preocupe, podemos esperar. No hay por- maizal salió Manuela Tinoco empujando al capitán, se sintió reconocido e importante. En una casa, cerca arribo a la ciudad montado en El Muchacho, como qué interrumpir tan delicado asunto –el Padre Ga- quien no lucía sus pantalones. El último soldado de un convento llamado El Topo, le dieron comida. reconocimiento y agradecimiento a la familia Ga- llo se retiró a un charco de agua cercano y caminó a levantó las manos en señal de rendición. Minutos llo. En la plaza mayor, Pedro Pascasio se encargó su alrededor–. Pedro, el Zaque Quemuenchatocha, después llegaron el Sargento Abella y su grupo, en Hacia el mediodía, los Batallones Cazadores, Al- del animal, al que condujo, por indicación del Ne- gobernador de esta comarca, cuando se enteró que el cual había más mujeres. La marcha hacia Tunja bión y toda la vanguardia, entraron a Tunja por el gro José a unos potreros detrás del Convento de San los españoles venían a sus dominios en busca de oro, prosiguió. camino de Chivatá y tomaron posiciones. Una hora Agustín. Detrás de él fueron los demás caballerizos. ordenó a su pueblo arrojar a estas aguas todos sus más tarde lo hicieron Anzoátegui y sus tropas por el tesoros”. En la ciudad, el Sargento Abella, guiado por camino de Soracá. Uno de los puntos elegidos para Manuel Gallo, se dirigió a la Guarnición Militar; la defensa fue el Cerro de San Lázaro. Un correo fue “¿Tiraron en este pozo el oro? ¿Por qué no lo han las mujeres hicieron el trabajo inicial al coquetear despachado para avisar al Coronel Rondón para que sacado?” –Pedro Pascasio se mostró perplejo. con los soldados, los cuales fueron sorprendidos y galopara hacia la capital de la provincia. dominados. En un santiamén el cuartel cayó y, con “Un capitán español, Pedro Donato de Rojas, él, todos sus pertrechos. El Padre Andes María fue El Padre José María, y sus hermanos, llegaron sumergió a varios hombres, atados con lazos; no en- hasta el Convento de Santo Domingo, cuyo prior era hasta la residencia de sus padres. Saludaron amo- 94 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 95

EL COMUNERO “¿Nos fusilarían a todos…?” –Pedro Pascasio se “La esposa del general Leiva, allá en Belén, a “No quiero que con esta revolución se repita el mostró preocupado. cada rato me estaba diciendo que yo en la cabeza desengaño y la desilusión de aquellos días. Cla- sólo tenía mazamorra. ¿Cómo puedo utilizar la mo- ro, éramos unos campesinos iletrados que pusimos El Batallón Cazadores montó guardia en los “No a todos; únicamente a los jefes. Los soldados llera, llena de mazamorra, para ser libre?” –los de- nuestra confianza en unos jefes ingenuos, medrosos rasos son valiosos en una guerra; hay que tener dis- puntos norte y occidente de la ciudad; el Batallón más se rieron de la reflexión de Pedro Pascasio. Tal y de mentalidad servil. ¡Viva el Rey, muera el mal ponible carne de cañón. Habrían tenido una única Rifles se encargó del sur y del levante. Las mujeres vez, se reían de sí mismos. gobierno! Vaya grito de insurrección… ¡Qué lástima fueron alojadas en el Convento de las Monjas Clari- opción: pasarse al bando enemigo; eso sí, con humi- llaciones, trabajos forzados, poca ración de comida, que el Común no fue liderado por un hombre con las sas. Pedro Pascasio y los de su unidad se ubicaron más turnos de guardia y, claro, ir al frente en las ba- “Eso es lo que los amos quieren que la gente crea, pelotas bien puestas, como si las tenía Galán! Ese en un pequeño bosque a cuatro cuadras hacia el sur tallas. Para mostrar su fidelidad a la Corona serían para mantenerla ignorante y doblegada” –un hom- hombre tenía espíritu, convicciones, aunque le fal- de la plaza mayor. A los jóvenes reclutas les llamó la los encargados de disparar en los fusilamientos de bre, ya maduro, interrumpió la plática. taba un poco de conocimiento. Como dice el padre atención una pared de adobe en la cual se observa- sus antiguos comandantes. Simple escarmiento”. Mariño, los fusiles con ideas son la revolución. Los ban numerosos agujeros dejados por balas de fusil. “¿Quién eres soldado?” –el cura Mariño quiso sa- demás capitanes del Común, especialmente Berbeo, “¡Malditos españoles! Quiero pelear contra ellos ber la identidad de su nuevo interlocutor. eran unos pobres infelices cuidando sus privilegios “Es un paredón de fusilamiento –Fray Ignacio ahora mismo” –Pedro se mostró fogoso y decidido. Mariño interrumpió la inspección que estaban ha- de comerciantes y hacendados”. “Mi nombre es Juan Filiberto Mesa, del pueblo ciendo los muchachos con las manos y las uñas–. “No tan de prisa; no tan de prisa. Vengan, tengo de Barichara. Estuve con los Comuneros camino de “Pero yo le escuché al General Leiva que ese tal Ahí murieron por la causa de la independencia bue- algo que decirles –el sacerdote llamó a los jóvenes, Santa Fe hace más de treinta años y, como la mayo- nos hombres y mujeres. El General español Pablo quienes se sentaron alrededor suyo; los veteranos, Galán era un bandolero” –Pedro Pascasio comentó Morillo implantó un régimen de terror. En estos días que lo conocían, también se acercaron–. Esto –co- ría de esa inmensa masa de campesinos, mestizos, lo que le había sido trasmitido. en la Provincia del Socorro una valerosa mujer fue gió un fusil– sin ideas, es bandolerismo, terrorismo, indios y mulatos, experimenté la traición y la frus- fusilada. Si en el pantano nos hubieran doblegado simple y vulgar delincuencia. Esto con esto –mostró tración de aquellos días” –el hombre sonó torvo. “Viejo amigo, cuéntele a esta muchachada como los españoles, la sangre de unos cuantos de nosotros el fusil y se tocó la cabeza–, es la revolución. Los fueron aquellos días de la revuelta Comunera, de la estaría ahora impregnada en esa tapia. Habrían he- fusiles nos llevarán a la independencia; las idas nos “¡Cuéntanos!” –el cura Mariño le indicó que se que poco o mal conocemos” –el padre Mariño invitó cho de los fusilamientos todo un espectáculo”. permitirán ser un pueblo libre y organizado”. hiciera a su lado. a Juan Filiberto para que narrara su experiencia. 96 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 97

“Mi padre era un campesino cultivador de ta- ‘No temas a los soldados / con bayonetas, fusiles y y ambiciones de grandeza. No dejaron que hombres mayúsculo: formados en orden de batalla, con sus baco. El regente y visitador Francisco Gutiérrez de morteros, / que si no son los de aquí, que hay arre- como Galán, considerado tosco y burdo, lideraran mosquetes y sus alabardas, y tras una breve esca- Piñeres, un chapetón recién llegado, ordenó la más glados, / estos son unos pobre borriqueros, / que la revuelta. El que tiene el conocimiento tiene el ramuza, pronto se vieron totalmente rodeados y su- impopular cobranza de impuestos para poder cos- sólo con que sean bien gargajeados /serán despojo mando. Aun así, la idea, contra todo precedente, fue perados en número y resolución. Esa fue la primera tear las guerras del Rey de España, especialmen- de los despeñaderos. / Y sin son de los nuestros, no marchar hacia el corazón del Virreinato, hacia San- batalla y el primer botín de guerra que las tropas te el control de la piratería en el Mar Caribe con te apures / que las balas irán hacia las nubes’. Esas ta Fe”. de su Majestad Católica perdieron en este reino. La la Armada de Barlovento. A Gutiérrez de Piñeres palabras, y las arengas de misia Manuela en El So- horda, como la nombraron en Santa Fe para asustar “¿Cuántos soldados eran?” –Pedro no perdía la le faltó gravar la mierda. Eso desató toda clase de corro, llegaron hasta el fondo de nuestros espíritus a los parroquianos, continuó hacia Nemocón; allí su atropellos. Cuando mi padre se dirigió a entregar la malheridos, sufridos y rebeldes. Y nos levantamos ilación de la historia. unieron los protestantes de las Provincias de Tunja parte correspondiente del tributo del tabaco, unos en franca rebelión contra Santa Fe”. y de Casanare, y cerca de cuatro mil indios. Santa Fe soldados lo apresaron por quebrantar la ley: en Ba- “¿Soldados? No, no era un ejército de solda- estaba cerca, muy cerca”. richara no se podía sembrar tabaco. Lo metieron a “¿Quién comandó esos ejércitos?” –Pedro Pasca- dos; era una insurrección de gente pobre; éramos la cárcel. Luego llegaron a mi casa, nos cogieron a sio se mostró intrigado. campesinos, pequeños cultivadores, hacendados, “Pero… ¿Cuántos eran?” mi hermano menor y a mí, y nos dieron una gran pa- comerciantes, carniceros, vendedores itinerantes, liza, y nos colocaron grilletes. Mi madre, gracias a “Al comienzo, fue un movimiento popular espon- arrieros, mulatos, esclavos. La protesta y la idea “Como dice el Santo Evangelio, sin contar las que estaba embarazada, se libró de ser violada, más táneo. Luego, los prestantes de cada pueblo, temien- de marchar se armó en El Socorro. A medida que mujeres, los ancianos y los niños, éramos unos vein- no de los palos. Yo, de milagro, logré escapar al pue- do un levantamiento en contra de ellos mismos, se avanzaba la expedición, en cada pueblo se fueron blo de San Gil”. autonombraron capitanes. Entonces, se eligió como uniendo más y más hombres y mujeres, algunas con te mil comuneros, armados con lanzas, machetes, Capitán General del Común a Juan Francisco Ber- sus hijos. La noticia corrió hasta Santa Fe, donde alabardas, porras, mosquetes y, sobre todo, espe- “¿Cuántos años tenía, soldado?” beo. Su única experiencia militar había sido la de comenzaron los preparativos para la defensa y para ranza y deseos de justicia y de igualdad”. repeler a los indios del Carare para que no invadie- ver cómo podían acallar la protesta. En su desespe- “Estaba volantón como estos reclutas; escasa- ran las tierras de los hacendados. Era conocido por ro enviaron un destacamento armado hasta Puen- “¿Tantos? ¿Qué lograron? ¿Por qué estamos pe- mente me salía el bozo. En San Gil escuché a un pre- la gente; tenía cierto don de mando para estar al te Real de Vélez, con el fin de detener o aniquilar la leando ahora por la independencia?” –la pregunta gonero leer los versos del Fraile Ciriaco de Archila: frente de alguna cofradía, pero le faltaba convicción avanzada. El susto que se llevaron los realistas fue de Pedro Pascasio fue perspicaz y aguda. 98 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 99

“Uno es el clamor del pueblo y otro el compromi- “¿Qué son capitulaciones? Nunca escuché esa pa- “¿Eso fue todo…?” –el ceño fruncido de Pedro única y feliz! ¡Si lo hacemos, seremos tratados como so de sus dirigentes o la mezquindad y la ruindad de labra” –Pedro quería saber todo lo relacionado con Pascasio fue iluminado por las llamas de una ho- como insurgentes!’ De hecho, muchos de los que lo sus gobernantes” –Filiberto suspiró y decidió pren- el Común. guera. escucharon ese veinte de julio fueron fusilados en los der un chicote de tabaco. años siguientes. Él era un niño cuando lo del Común “Berbeo y unos comisionados de la Real Au- “Las armas no derrotaron al Común; lo hicieron y vivió aquellos días de agitación, protesta y poste- “No entiendo” –Pedro Pascasio hizo un gesto de diencia firmaron un contrato, unos compromisos la traición de la Corona y la ingenuidad y la credu- rior persecución. Sabía lo que decía. Esta revolución duda y se rascó la cabeza. en los que se consignaron las pretensiones del Co- lidad de Berbeo y sus capitanes. La llama de la revo- nació allí en el Común, porque el orden imperial en mún relacionadas con los impuestos, participación lución fue desvanecida con el regreso de los comu- el Virreinato quedó roto, así Morillo haya tratado “El Común era pueblo raso, trabajador, hones- en el gobierno y la organización de las provincias, neros a casa; pero las pavesas, las chispas quedaron de reconstruirlo, posteriormente, a sangre y fuego”. to, decidido, dispuesto a todo. Nuestros capita- nombramiento de jueces, restitución de los antiguos ahí entre las cenizas…” nes… Eran hijos de españoles, criollos, nacidos en resguardos a los indios, derechos de propiedad y de “¡El enemigo está en el pueblo de Cómbita!” –un “¿Y entonces…? ¿¡Qué significa que quedaron pa- estas tierras; algunos fueron sobornados con oro y peaje, mantenimiento y entrenamiento de milicias jinete, a toda prisa, surcó las calles de Tunja dando vesas o chispas!?” –el final de la historia pareció in- la noticia de la presencia de Barreiro en los alrede- tierras; otros alegaron que se vieron envueltos por armadas. Con sinceridad, debo decir que los se- comodar al joven recluta. dores. las circunstancias, y que su objetivo era contener ñores Agustín Justo de Medina y Juan Bautista de a aquellos bárbaros; se declararon fieles súbditos Vargas, sus redactores, no simplemente se negaron a “Lo importante fue que la semilla de la revolu- “¡Hay que descansar y estar alertas!” –la orden del Rey, para lo cual juramentaron solemnemente obedecer unas leyes dictadas por la Corona; ellos sí ción quedó plantada en las mentes y el sentimiento del Fraile Mariño fue cumplida con prontitud. Los su adhesión y pidieron perdón por haber delinqui- fueron osados: sugirieron unos mandatos con unos de los granadinos. A pesar del fracaso, el Común y diferentes pelotones se organizaron. Pedro Pascasio do. Berbeo se la jugó firmando unas Capitulacio- tintes bastante obligatorios. Ahí la protesta fue esas Capitulaciones vislumbraron un nuevo hori- cogió su lanza y se enchipó en la ruana; quiso des- nes. Esa falta de convicción, de arrojo, de osadía, intrépida, audaz, por eso la Real Audiencia anuló zonte. Pero es necesario no claudicar. Acevedo y Gó- cansar un poco antes de iniciar labores, bien tem- fue aprovechada por el zorro de Caballero y Gón- dicho convenio, pero antes de hacerlo pidió al Ar- mez, un paisano de Galán, lo recalcó hace años en la prano, alistando los caballos del General. gora. Es una paradoja: un fraile encendió la llama zobispo despachar al gentío para sus villas y casas. plaza de Santa Fe cuando gritó a los cuatro vientos: de la protesta; otro cura intentó apagarla con un Te Con los manifestantes dispersos era más fácil em- ‘¡No hay que perder estos momentos de efervescen- “Juan Filiberto, por la forma como Usted habla, Deum y una bendición papal prender la represión”. cia y calor! ¡No se puede dejar escapar esta ocasión colijo que no se quedó sembrando tabaco ni arrian- 100 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 101 do mulas allá en su pueblo. ¿Dónde adquirió su ba- NOTICIAS Teniente Coronel Juan Tolrá al frente del Segundo “Señor General Loño, yo estoy al mando y Usted gaje intelectual?” –antes de irse a descansar el cura Batallón de Numancia, dirige la Segunda Sección; bajo mis órdenes. ¡Lo puedo arrestar por insubordi- Mariño quiso saber un poco más de aquel soldado. y el Teniente General Juan Loño la reserva. Inicial- nación!” –Barreiro sonó firme El mal humor reinaba entre las tropas realistas. mente marcharemos al pueblo de Motavita”. “Después que la revuelta Comunera fue acallada El más insatisfecho era el Teniente General Juan “Pe, pero… No sé nada de mi esposa ni de mis a sangre y fuego, me quedé en el pueblo de San Gil y Loño, gobernador de la provincia, quien había aban- “Tunja… ¿Por qué no nos dirigimos a Tunja? ¿Qué hijos. Entienda, tengo familia –Loño se encogió de con la ayuda de un sacerdote conocido de mi padre, donado la comodidad y tranquilidad de Tunja para está esperando, que los rebeldes ocupen la plaza?” – hombros–. Debo enviar un mensajero a la ciudad”. Loño, con unas tremendas ojeras se veía molesto. estudié en el Colegio Guanentá; luego me fui para sumarse a la marcha militar en medio de torrencia- las Misiones de Barinas y por allí me encontré con les aguaceros. Cuando el ejército ingresó a Cómbita, “Señor –el oficial volvió a tomar la palabra–, no Fray José Simón de Archila, un conocido suyo. Des- “Señor –un oficial de rango menor llamó su aten- hacia la media noche, no había una sola alma en sus se puede entrar ni salir de la ciudad”. pués, me enlisté en las tropas de Páez y, finalmente, ción–, la ciudad está en manos del enemigo”. calles. Barreiro y sus comandantes se dirigieron a me uní a esta expedición” –Filiberto se dirigió a su la casa del Cabildo Municipal, en donde establecie- “¡Carajo! ¡Allá hay partidarios nuestros!” unidad militar. El Padre Mariño esbozó una gran “Maldito bastardo, dejó que Tunja cayera en ron la sede del comando militar. Allí descansaron manos de los rebeldes –la furia del gobernador fue sonrisa y caminó a sus aposentos en el Convento de “Señor –una vez más el joven oficial informó al un poco. inmediata–. Debió dejar esta División en manos de Santo Domingo rezando el Santo Rosario. Gobernador de la situación de la ciudad–, un espía Don Sebastián de la Calzada. Él llegó a Tunja con El toque de diana se hizo antes de clarear. Ba- órdenes del Virrey Sámano, pero claro el Generalito nuestro pudo huir. Las personas adeptas a la Corona rreiro reunió a sus comandantes: arguyó que su nombramiento provino del mismísi- fueron engañadas por los granadinos, quienes ingre- mo Pablo Morillo, con aprobación de su Majestad saron a la ciudad vistiendo uniformes de nuestros “De aquí hasta Santa Fe está será nuestra dispo- Católica. Muy ingenioso, decir que sólo ellos pueden muertos en el Campo de Vargas. Ellos salieron a vi- sición: el Coronel Francisco Jiménez dirige la van- revocar su mandato; muy sincero, reconociendo la torearlos; la mayoría fueron encarcelados y algunos guardia integrada por las compañías Cazadores de falta de conocimientos; y muy estúpido, rechazando, pocos ejecutados. Tunja está bajo control enemigo”. todos los cuerpos amados y el Batallón del Tambo; por simple orgullo, la presencia del Señor Coronel el Teniente Coronel Nicolás López al frente del Pri- en mención en esta unidad. ¡Pero aquí estamos es- “Vamos a avanzar hacia Motavita” –el General mer Batallón del Rey, dirige la Primera Sección; el tancados como unos imbéciles! Barreiro dio la orden de partir. El cielo estaba to- 102 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 103 talmente oscuro y las nubes presagiaban una gran mojadas; no puede pasar lo mismo con la pólvora. “Y… ¿Sabe algo del Coronel Lucas González?” – ralá, Cincelada, Coromoro, Mogotes, Riachuelo y tormenta. Por el camino los realistas sufrieron al- Ellos dominan la montaña. Lo mejor es quedarnos Loño se acercó a su comandante. Encino, dirigidos por el emisario de Bolívar, el re- gunas bajas producidas por grupos de la caballería acá esperando a que pase este temporal”. belde Coronel Antonio Morales, y el local Fernando neogranadina que no dejaba de hostigarlos. Cerca “Su última comunicación es del 30 del mes pasa- Santos Plata. La batalla se extendió por todo el pa- del medio día tomaron posiciones en Motavita, pue- Barreiro permaneció en silencio mirando por la do –respondió Barreiro con un poco de desazón–. sado miércoles; fue muy cruenta y exigió que el Co- blo a hora y media de Tunja, totalmente abandonado ventana caer la lluvia. Un correo, que logró burlar En ella me informa del fusilamiento de unos rebel- ronel González tomará el pueblo de Charalá a san- por sus moradores. La intensa lluvia que comenzó a los retenes militares de los patriotas, llegó con un des dos días atrás, entre ellos una tal Antonia San- gre y fuego, casa por casa, pues allí se atrincheraron caer y el frío hicieron que Barreiro se detuviera allí. comunicado del Virrey. El General lo leyó en silen- tos. No he sabido más”. las guerrillas. Al caer la tarde, y después de ajus- Sus espías divisaron en el cerro de San Lázaro a las cio. ticiar a los últimos sediciosos, se enteró que otros fuerzas de Bolívar. A pesar del intenso frío el resto de la tarde trans- pueblos como Oiba, Mogotes, Simacota, Pinchote, “¿Se puede saber que órdenes imparte Su Exce- currió con sopor y mutismo. La calma, ya al caer de Palmas, San Gil, también se alzaron en armas, por El comando realista se instaló en la casa parro- lencia el Virrey Sámano?” –Loñó indagó por el con- la tarde, fue rota por un estafeta. lo que tuvo que dividir sus efectivos para aniquilar quial, gracias a que el cura había huido hacia Tunja tenido del mensaje. las revueltas” –la noticia cayó como un baldado de junto con el sacristán y el acólito mayor. Las tropas “Señor –el edecán del General ingresó a la habi- agua fría en Barreiro y sus subalternos. se guarecieron en las demás casas, también abando- “Hace un par de días le envié un mensaje al Virrey tación–, noticias de la Provincia del Socorro” –to- nadas. en el que le informo que di instrucción al Coronel Lu- dos los hombres se pusieron alerta. “El bandido Morales, ¿cuál fue su suerte?” –in- cas González para que reuniera todas sus fuerzas y quirió el jefe militar. “Tenemos artillería, podemos ablandarlos” – marchara por el camino de Cerinza amagando caer “Que pase –ordenó Barreiro–, ¿Dónde se encuen- Loño sugirió atacar las defensas de la ciudad. por la retaguardia de los rebeldes. Le ordené hacer tran el Coronel Lucas González y sus batallones?” “Logró huir con algunos de sus hombres”. dichos movimientos en persona, dejando al mando “General, está lloviendo muy fuerte –el Teniente de la Villa del Socorro a algún alcalde ordinario. Él “Señor, el Coronel Lucas González reunió sus “Hay que unir fuerzas con el Virrey; con las de Coronel Juan Tolrá analizó la situación–. Nuestra me responde que sea prudente a la hora de atacar al tropas y tomó el camino de Cerinza, como Usted lo Manuel Mieres, comandante de Zipaquirá; las del artillería no serviría de nada; el barro absorbería enemigo, y pregunta si tengo noticias de González o ordenó. Al intentar traspasar el puente sobre el río Teniente Coronel Víctor de Sierra, en Chocontá; y el impacto de las balas de cañón. Las armas están de algún apoyo proveniente de Pamplona”. Pienta lo esperaban sublevados los pueblos de Cha- las de Plácido Domingo, comandante de Gachetá. 104 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 105

Podremos armar una fuerza muy amplia para fre- EL CAMPO DE BOYACÁ Las tropas fueron concentradas en la plaza ma- “Padre, siento mucho su separación, pero entien- nar el asedio a Santa Fe y derrotar, de una vez por yor de Tunja. El General Bolívar se hizo presente con do que su deber religioso está primero” –acto segui- todas, a estos facciosos. Que la tropa descanse un el Estado Mayor. A su lado caminó el Cura de Rami- do estrechó la mano del sacerdote y le dio un abrazo. poco más y salimos al amanecer. ¿Qué rumbo de- La levantada fue bastante temprano. Junto al riquí, Andrés María Gallo. Se acercaron al atrio de Los soldados se quitaron los sombreros y las gorras bemos tomar, General Loño?” –fueron las órdenes muro de los fusilamientos un grupo de señoras se la iglesia parroquial. para despedirlo. del Comandante de la Tercera División del Ejército ubicó para entregar a cada soldado una camisa y una Imperial. ruana. Pedro Pascasio recibió sus nuevas prendas; “Padre Andrés María, mi agradecimiento y el Por la esquina norte oriental de la plaza entró un luego corrió hasta donde estaban los caballos de los de mis oficiales por la exquisita cena que su familia contingente armado que se dirigió hasta donde esta- “Debemos atravesar estos páramos buscando el Generales. Como estaba en Tunja había que ensillar nos brindó en la tarde de ayer. Este agradecimiento ban Simón Bolívar y sus Generales. Todos observa- camino de Samacá, para luego el paso del río Tea- al Muchacho; lo cepilló, examinó las herraduras y es extensivo a todas las señoras tunjanas. ¿Aprecia ron con expectativa el avance del grupo, presidido tino por la garganta de Boyacá” –respondió el go- colocó los aperos y la silla. Tomó al animal y se diri- Usted qué bien se ven estos soldados con sus nuevas por una mujer que vestía falda larga de color negro, bernador, conocedor de los caminos de la Provincia gió a la Plaza Mayor. Allí esperó al frente de la casa ropas?” –el General Bolívar mostró sonriente a las blusa blanca con encajes y mangas largas, pañolón bajo su mando. de un señor Gonzalo Suárez. Una sirvienta le llevó distintas unidades que estaban perfectamente for- del mismo color y un gran sombrero, que no oculta- un totumo de chocolate, el cual acompañó con arepa madas. de maíz pelado. Mientras desayunaba un borracho ba las largas trenzas que descendían por la espalda. cruzo por la plaza. “Ya no parece un ejército de desarrapados” –co- “General Bolívar, mi nombre es Evangelista Ta- “De Venezuela nos llegó la puta más famosa mentó Francisco de Paula Santander. maño; soy la capitana de estos hombres. Me enteré de esta ciudad, Inés de Hinojosa; hoy nos visita un de que en Paipa perdió a una gran guerrera. Ven- ilustre guerrero caraqueño libertador. ¡Brindo por “General –el Padre Gallo se colocó la mano dere- go con honor a ocupar su puesto y a luchar por la eso! Me voy, antes que mi cuerpo sea izado, como un cha en el pecho–, mis obligaciones como cura párroco patria; estamos listos para unirnos a sus fuerzas y trapo sucio y viejo, en la Calle del Árbol, como lo fue de Ramiriquí me exigen volver a los deberes pasto- combatir”. aquella agraciada, adúltera y homicida dama” –el rales. Me encantaría continuar a su lado. Fui hasta hombre se alejó como un fantasma por entre la nie- Santa Rosa por expresa petición de mi señora madre, “Capitán, sé quién es –el Negro Félix había bla en dirección a la mencionada calle. encargo que espero haber cumplido a cabalidad”. anunciado su incorporación–; tomé su lugar” –le 106 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 107 respondió Bolívar. Santander hizo un gesto de desa- “No hay otro camino que pueda seguir” –insistió zamiento patriota, a paso ligero, se hizo por un ca- mos derechito a una batalla” –Pedro Pascasio cogió probación. Definitivamente le disgustaba la idea de Bolívar. mino también lleno de ondulaciones. La avanzada la con fuerza la lanza. las mujeres en el ejército. conformaban las guerrillas del Negro Félix Pabón y “No Señor. Tendría que dar un gran rodeo por el pelotón del Subteniente Anselmo Prieto y el cabo “¿Pelea? ¿Qué lo hace pensar que vamos a pe- Hermenegildo Carreño llegó galopando y se Chiquinquirá y eso le tomaría más de dos días” – Hermenegildo Carreño. A unas ciento cincuenta va- lear?” –el Negro quiso saber más. apeó con agilidad de la montura. aseguró el subteniente. ras los hombres de Joaquín Paris, encabezados por el Sargento Cayetano Abella, y otras cien varas atrás “Esa fue la orden a los Generales. Clarito escu- “General, hemos divisado al ejército enemigo ché cuando le dijo a un subteniente: ‘Adviértales que avanzar desde el pueblo de Motavita por el camino “Subteniente, abandone esta posición y comuní- el Batallón Cazadores con el General Santander al estén listos y dispuestos para la pelea’, y después, de Samacá”. quele a los Generales Santander y Anzoátegui que frente y el Coronel Antonio Obando a su lado. Juan marchen hacia el puente de Boyacá a cortar el paso José Rondón y su caballería iba detrás de ellos. Un como jactándose, expresó: ‘Vamos a ver quién es el sorprendido esta vez’. Y con este paso… Espero que Bolívar montó en el caballo El Muchacho y se del enemigo, listos para presentar pelea. Adviérta- poco más atrás el Batallón Rifles, la Legión Británi- cuando nos encontremos con los españoles no este- dirigió al cerro de San Lázaro, distante media le- les esto: listos y dispuestos para el combate. Solda- ca y el Batallón Barcelona con la caballería de Lucas mos mamados del purísimo cansancio de este trote”. gua hacia el occidente. Los Generales Santander y do Martínez, vaya con su unidad y esté atento a mi Carvajal y Leonardo Infante. Cerrando la formación Anzoátegui quedaron al frente de sus batallones. llegada. Vamos a ver quién es el sorprendido esta los recién incorporados en Tunja, una columna que Pedro Pascasio corrió detrás junto con los soldados “Huy, el caballerizo nos resultó flojo” –el Negro vez…” –el Subteniente Prieto y sus hombres bajaron llegó de la Provincia del Socorro y las Juanas. Simón de la guardia personal del comandante. En lo alto José soltó la risa. con rapidez la montaña; Pedro Pascasio no les per- Bolívar se retrasó por estar vigilante, en el cerro de de la montaña, Bolívar inspeccionó el horizonte; los dió el paso. Tan pronto escucharon el mensaje, las hombres del ejército de Barreiro parecían hormigas San Lázaro, de los movimientos de Barreiro. “¿Cansando yo? ¡No señor! Si quiero, corro tanto unidades marcharon a toda prisa. en fila. Pidió el catalejo para tener una mejor visión. como ese tal soldado Maratón”. “¿A qué se debe la presencia del señor caballeri- “¿A dónde va ese camino?” –preguntó Bolívar. Los dos ejércitos marcharon, prácticamente en zo en esta unidad?” –el Negro José preguntó a Pedro “¿Quién?” –el Negro puso cara de extrañeza. paralelo. El ejército neogranadino avanzo descan- Pascasio, totalmente bañado en sudor. “Va al pueblo de Samacá –respondió el Subte- sado y recompuesto. El ejército realista cansado y “El comandante inglés Mac-Instosk nos contó la niente Anselmo Prieto–, pero también une con el lidiando con un camino fangoso, quebrado y traicio- “El General Bolívar me ordenó marchar, y que lo historia de ese soldado que corrió como un diablo camino real para Santa Fe en el puente de Boyacá”. nero por las piedras ocultas entre el barro. El despla- espere donde acampe el ejército. Pero yo creo que va- para dar la noticia de la victoria de una batalla en 108 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 109 una ciudad llamada Atenas. No sé dónde queda, El Negro Félix envió un emisario para dar a co- Félix y un grupo de unos 50 jinetes se dejaron ver de El grupo de observación amagó con huir, pero, pero es por allá, muy lejos”. nocer a los Generales, que se estaban aproximando los vigías españoles. de improviso, dio vuelta y se lanzó al ataque; tras por el Boquerón del Tobal, la localización y dispo- de ellos apareció la infantería que arremetió descol- “Ah… Más le vale que camine rápido, como ese sición del enemigo: la vanguardia apostada junto a “Coronel, un grupo de observación” –uno de los gándose por el cerro norte; Joaquín Paris y El Rojo lo Maratón; mire a las señoras que van con nosotros, la Casa de Postas que está unas quinientas treinta atalayas le indicó al Coronel Francisco Jiménez la hicieron por el flanco izquierdo y Antonio Obando son unas machas, nunca las he visto perder el paso”. varas antes de llegar al puente y, el grueso del ejér- presencia de los sediciosos. por el derecho. Más atrás la caballería y las milicias cito, un cuarto de legua más arriba por el camino de tunjanas. El Coronel Jiménez con las compañías pri- “Negro José, ¿por qué le dieron fusil y a mí me Samacá; los cañones, vigilados por parte de la caba- “¡Pronto, desalojen del camino a esos miserables! mera y segunda de fusileros repelieron la primera tienen con esta lanza?” –preguntó Pedro Pascasio, llería, están un poco más lejos. Es posible que otros vengan con ellos. La primera y oleada de granadinos; inmediatamente ordenó calar quien siempre vio a su compañero hacer parte de los segunda compañías estén alerta, listos para la ac- las bayonetas para resistir y ripostar la embestida. fusileros del Batallón Rifles. “Hay que sorprenderlos: caigo con el Batallón ción; la tercera y la cuarta descansen y almuercen, Las otras dos compañías dejaron la comida y se or- Cazadores sobre la Vanguardia que está cerca del pero tengan las armas preparadas” –ordenó el Co- ganizaron rápidamente. Varias mujeres cocineras “Porque yo sé manejar estas armas desde muy río y Usted cierra el paso a los demás” –puntualizó ronel Jiménez. cayeron con los disparos de los patriotas. La lucha pequeño. En varias ocasiones acompañé al amo Ga- Santander. se hizo intensa y Jiménez ordenó a sus hombres di- llo a cazar venados, osos y tigres en el páramo”. La Vanguardia Real estaba apostada junto a la rigirse al río, cruzar el puente y atrincherarse en la “¡Hecho!” –reafirmó Anzoátegui. casa de Postas y camino abajo hacia el río. El camino margen opuesta; el paso se hizo en forma ordenada “Ah…” real, a la derecha de la casa, desciende con un desni- y escalonada. Consigo los defensores lograron lle- En el Boquerón el ejército dividió fuerzas. San- vel de unas cincuenta varas, hacia un pequeño valle, var una carreta, que dejaron cruzada en el puente. Pasado el mediodía la marcha aminoró un poco; tander continuo por el Camino Real y Anzoátegui a la llamada Garganta de Boyacá; en la vaguada de Ante la situación infranqueable de los monárquicos, los comandantes dieron la orden de ir comiendo el se internó en el monte hacia la derecha para acortar aquel el río Teatinos cargaba las aguas lluvias to- el Coronel Rondón comenzó a buscar un sitio para fiambre que cada uno llevaba envuelto en hojas de camino, situar bien a sus hombres y cortar el avance rrenciales de los días anteriores; no era fácil pasarlo vadear el río. Evangelista Tamayo, que estaba atenta mazorca o de bijao. Los que necesitaron hacer del de Barreiro. Los dos frentes no tuvieron problemas por lo ancho de unas dieciocho varas y por la fuerza a lo que sucedía en el frente de batalla, observó esta cuerpo pudieron saltar al monte y reincorporarse en cruzar la quebrada de la Pedrera, que no era muy de la corriente. Un grupo de mujeres comenzó a pre- maniobra y, junto con sus hombres, corrió detrás de con prontitud para no quedar rezagados. profunda pero iba crecida por las lluvias. El Negro parar el rancho para repartir el almuerzo. la caballería. 110 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 111

“¡Rojo! –gritó el Coronel Paris–. La caballería apareció de improviso por el camino de Samacá para do Infante y Julián Mellao desbarataron la cohesión derecha, pero recibió un bayonetazo en el abdomen. está intentando vadear el río. Necesitamos fuego auxiliar a sus camaradas tranzados en combate, de- del Batallón de Numancia. Así, herido, Abella arremetió con más ímpetu, hasta sostenido cerca del puente para que el enemigo se tuvo súbitamente la marcha y se organizó para la que una bala le despedazó el cráneo. Su cuerpo que- concentre en nosotros”. defensa, pero la primera descarga de la Legión Bri- Bien abajo del valle, la caballería de Juan José dó tirado en el costado sur de la pasarela; parecía tánica le causó numerosas bajas. En el fragor de la Rondón y los tunjanos lograron vadear el río con un colador, tenía muchos impactos de bala. La Van- “¡Cómo ordene Señor! ¡Esos godos estarán muy batalla cientos de perdices asustadas levantaron el la ayuda de la campesina Estefanía Parra que reco- guardia que corrió tras él pisoteó el cadáver. ocupados, nos les daremos tregua! ¡El hijo del Fi- vuelo. La comunicación entre los dos bandos realis- gía leña en el lugar y les mostró el paso. Al cruzar ravitoba tomará ese puente! ¡Ustedes, conmigo!” – tas quedó cortada de tajo. el río observaron algunos cuerpos arrastrados por Bolívar, quien por el camino escuchó los dispa- grito el Sargento Abella, quien se apostó, junto con el agua. La fuerza rápidamente se dirigió al puen- ros de los cañones a lo lejos, llegó a toda prisa con unos cincuenta hombres, en la ribera norte del río, Barreiro reaccionó con prontitud, organizó los te por la arista sur del río y atacó por la espalda a su cuerpo de guardia, el General Soublette y otros muy cerca del puente, y descargó toda la fusilería batallones y ordenó ubicar en una pequeña loma el los españoles. Los hombres de Francisco Jiménez se oficiales. No se detuvo en un solo sitio, sino que co- que pudo. Al otro lado los españoles organizados cañón y los obuses. El primero hizo cuatro dispa- encontraron luchando en dos frentes; entonces éste menzó a recorrer todo el campo de batalla, pues se enteró que la acción se estaba desarrollando en dos resistieron. ros. Pedro Pascasio observó a varios soldados ser ordenó al Capitán Juan Manuel Martínez Aparicio frentes diferentes, uno en el valle, donde Santander levantados como trapos por las explosiones y caer tomar un caballo y partir para Chocontá a pedir re- y Rondón acorralaban cada vez más a las tropas del El General Anzoátegui dispuso sus hombres en despedazados. El miedo se reflejó en la cara de los fuerzos. Coronel Jiménez, y otro en las lomas del camino de filas cerradas de combate, los ingleses por el flanco reclutas que siguieron avanzando; Teresa Cornejo, Samacá; allí Anzoátegui también diezmaba al ene- izquierdo, en el centro el Batallón Barcelona y a la curtida en las batallas, los animó a mantenerse fir- “¡Al puente, que es nuestro!” –Grito el Sargento migo. derecha el Rifles, con la Capitán Cornejo y las de- mes y decididos. Después del cuarto disparo el arma Abella al ver la caballería caer por la espalda de los más mujeres. El despliegue cubrió más de doscientas se trabó y dejó de funcionar. Las tropas de Anzoáte- defensores; inmediatamente se lanzó en carrera a Pedro Pascasio y el Negro José se mantuvieron varas de extremo a extremo. Los primeros disparos, gui comenzaron a hacer retroceder a las de Barreiro, cruzar el viaducto. Un escuadrón de fusileros rea- disciplinados, siguiendo las órdenes de la Capitán loma abajo, y la algarabía del combate comenzaron a cuyas espaldas estaba una pequeña quebrada y un les parapetados detrás del carromato descargó sus Cornejo. a escucharse. Pedro Pascasio sintió que el corazón pantano. La caballería de Lucas Carvajal y Juana Bé- armas. El Rojo fue herido, pero continuó el avance. le latía muy de prisa y aferró la lanza con mucha jar arremetió contra el cañón y los obuses arrasando Se tranzó en combate cuerpo a cuerpo con un ofi- “¡Lanzas al frente! ¡No se detengan! ¡El enemigo fuerza. Un batallón enemigo, el de Numancia, que o haciendo huir a los artilleros. Entre tanto, Leonar- cial español que logró darle un sablazo en la pierna no tendrá misericordia de nosotros! ¡Lanzas al fren- 112 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 113 te! ¡Decididos! ¡No se detengan!” –la Capitán dirigió “Los comandantes son los más emperifollados – zó en una pelea con los dos bisoños. Pedro Pascasio “¿Quién…?” –Pedro Pascasio se sorprendió. Ha- el extremo derecho de la avanzada, que marchó con comentó el Negro José–. Esos son los que más valen. recordó las lecciones del Sargento Abella en el uso bía escuchado hablar del General José María Ba- un muro de lanzas barreadas haciendo una acción Pero son los más peligrosos, porque no se dejan co- de la lanza y logró repeler al agresor. El hombre ter- rreiro, de su crueldad, y recordó lo que le hizo a la envolvente sobre el adversario, al cual fueron aco- ger tan fácil”. minó lanzándose a la quebrada, la cual cruzó, con familia Vargas allá junto al pantano. Sabía que era rralando y llevando a la hondonada de la quebrada. mucha dificultad por la furia de la corriente, para un hombre peligroso. Pedro Pascasio, el Negro José y los otros reclutas Ya sobre la ladera, los españoles comenzaron a tirar emprender la huida. Más arriba, detrás de una roca decidieron inspeccionar, palmo a palmo, la hondo- había dos hombres agazapados y metidos hasta la sus armas y a levantar las manos. Los comandantes “Mire muchacho, aquí hay dinero; mucho dinero” nada cubierta de matorrales. Por su presión, fueron cintura en el agua; tenían prendas de oficiales. El realistas gritaban, puteaban y corrían de un lado –el General, que no parecía un hombre sanguinario, saliendo poco a poco los realistas de sus escondites. Negro José dio un pequeño rodeo para evitar que sino un ser desdichado y amedrentado, le ofreció para el otro tratando de recomponer las filas, las escaparan por entre las piedras. una vez más la bolsa. cuales se desordenaron totalmente. Los más vete- “No me maten, no me maten” –un soldado de ro- ranos pelearon hasta que las fuerzas los acompaña- dillas imploró por su vida. “¡Salgan de ahí!” –Pedro Pascasio se mostró serio “No señor. Usted debe ir hasta donde está el Ge- ron. Por todo el campo se comenzó a ver a españoles y resuelto. neral Bolívar” –respondió Pedro Pascasio. emprender la huida; los primeros en hacerlo fueron “Chsss… –en Negro pidió silencio a su compañe- ro e indicó con el dedo unas piedras grandes junto al Los hombres salieron. Al ver al muchacho solo los hombres comandados por Juan Loño y Nicolás “El oro es suyo…” –Barreiro hizo el ademán de López por el camino de Samacá. río–, se escucha el resuello de alguien”. frente a ellos, uno de los oficiales quiso abalanzarse sobre él, pero un disparo del Negro José lo mató en entregar la bolsa, pero sintió la pica de la lanza en “Es el agua” –sostuvo Pedro Pascasio. el acto; el cuerpo rodó y quedó incrustado entre las el hombro. “¡Que no escapen!” –la orden de la Capitana fue piedras. contundente. “No, ahí hay gente” –el Negro, acostumbrado a la “Si no camina lo ensarto con la lanza aquí mis- caza, tenía el instinto de un sabueso para descubrir “Muchacho, soy el General José María Barreiro, mo; herido o muerto me lo llevo arrastrando” –nue- “Vamos tras de esos hijueputas realistas que co- presas escondidas o camufladas entre la maleza. comandante de Ejército del Rey. Esta bolsa está lle- vamente lo pinchó en el hombro. El General mostró rren hacia la cañada, antes de que se escabullan” na de monedas de oro, son suyas” –el hombre estaba un gesto de dolor, se tocó el hombre ensangrentado –gritó Pedro Pascasio, seguido de varios compañe- Con cautela los dos muchachos se fueron acer- muy asustado y temblaba, tanto por el frío del agua y salió del cauce. El Negro José se colocó al lado Pe- ros. cando. Un soldado saltó, espada en mano, y se tran- como por la angustia de la captura. dro Pascasio blandiendo el fusil con la bayoneta. 114 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 115

Teresa Cornejo, que estaba organizando el some- mandante era prisionero. El hombre caminó loma EL ENCUENTRO DE LOS “Me dijeron que está peleando por los lados del timiento de varios realistas, vio a Pedro Pascasio y abajo como un zombi. Sintió una gran punzada en el ADVERSARIOS puente” –le informó el ayudante del Estado Mayor, al Negro José salir de la hondonada. Cuando se per- estómago cuando vio el cadáver del Teniente Coro- Manuel Manrique. Bolívar se dirigió a la garganta. cató del prisionero que empujaban, dedujo, por el nel Juan Tolrá atravesado por una lanza. Cuando divisó el puente observó que un cruento uniforme y las insignias militares, que era un oficial En el cerro de San Lázaro, Simón Bolívar quiso combate, hombre a hombre, se libraba en las dos de alto rango, un Coronel o, tal vez, un General. “¡Hijo de puta! ¡Desgraciado, ojalá se pudra en cerciorarse del avance de Barreiro; cuando estuvo márgenes del río. Ordenó que las reservas que no el infierno! –una mujer comenzó a gritar y a tirar- seguro de que no tomaba el camino de Chiquinqui- hubiesen peleado reforzaran el ataque. No fue nece- “¿Quién es?” –preguntó acercándose para ins- le piedras al hombre. Una niña pequeña, agarrada rá sino el de Samacá, abandonó el lugar y emprendió sario porque en la orilla norte del río los realistas peccionar al oficial. a su falda, comenzó a llorar– ¡Maldito, mil veces el recorrido para alcanzar a sus tropas. Los disparos comenzaron a tirar las armas y levantar las manos maldito! ¡La familia Vargas, mi familia, no tenía del cañón lo alertaron sobre el combate. Nervioso en señal de rendición ante la arremetida de la caba- “Dice que es el General Barreiro” –respondió el por qué morir como animales!”–varios soldados y espoleó al caballo. Cerca de la bifurcación del cami- Negro José. llería de Rondón y las milicias de Evangelina Tamo- algunas de las mujeres que habían peleado la sostu- no, la misma campesina que mostró el vado a Juan yo. Francisco Jiménez y sus oficiales fueron rodea- vieron para calmarla. José Rondón y a Evangelista Tamayo le indicó el si- “¿¡Barreiro!? ¿¡Tenemos a Barreiro!? ¡Tenemos a dos y capturados. tio, por el camino de Samacá, donde se concentraba Barreiro! ¡Hay que llevarlo inmediatamente hasta buena parte de la batalla. Quedó impresionado con la presencia del General Simón Bolívar!” –Manuela “¡Esta es una gran victoria, General! –Bolívar la disciplina de las tropas en el combate, más aún, Tinoco gritó de emoción. Inmediatamente colocó un desmontó y saludó al General Santander y a los cuando se dio cuenta que la mayoría de los españo- Coroneles Paris, Obando y Rondón. Vayamos a la destacamento rodeando al prisionero. Pedro Pasca- les estaban rindiendo las armas. sio caminó detrás de él, con la lanza aguijoneado la Casa de Tejas” –Santander ordenó a unos hombres espalda del desdichado hombre, en la larga bajada “Están prácticamente derrotados” –comentó llevar a los oficiales españoles cautivos; el resto del hasta la Casa de Postas en donde estaba Bolívar eva- Carlos Soublette. Batallón Cazadores lo dejó en la margen norte del luando los sucesos de la batalla. río resguardando la posición. “Así parece. Esta va a ser una gran victoria –res- Los últimos soldados españoles que seguían pe- pondió Bolívar, visiblemente emocionado–. ¿Dónde En la Casa de Postas los médicos ingleses y las leando soltaron las armas al percatarse que su co- está el General Santander?” Juanas habían instalado, después de desalojar a los 116 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 117 realistas, el hospital para atender a los heridos. Se “Hay que concentrar a todos los prisioneros en “¿Quién es Usted?” –preguntó Bolívar con gran RELATOS HERÓICOS ordenó a un grupo de soldados cargar agua desde ese potrero” –indicó Bolívar. Estaban tomando un curiosidad y esperando escuchar el nombre de su el río y prender unas hogueras para calentarla. Uno trago de aguardiente para celebrar, cuando Carlos adversario. de los primeros heridos en llegar, muy grave, fue el Soublette señaló el camino: un grupo de soldados Los compañeros de batallón felicitaron a los sol- Capellán Fray Miguel Díaz; tenía las piernas des- traía a un prisionero, al parecer de alta graduación “Soy el General José María Barreiro Manjón, dados Martínez y Negro José por haber capturado trozadas por un disparo del cañon. Emiliana Celis dentro del ejército enemigo. A los Generales les lla- Comandante de la Tercera División de los Ejércitos al jefe realista. El Negro narró con pelos y señales la ordenó colocarlo en un catre de madera, en una las mó la atención que los demás presos se mostraron de tierra de su Católica Majestad Fernando VII” –el aprehensión y la forma como su compañero recha- habitaciones destinadas para los viajeros. desconcertados y sólo atinaron a ubicarse cabizba- hombre asumió la posición firme y levantó el men- zó la bolsa de dinero del español. Algunos hicieron jos a las veras del camino para verlo pasar. El grupo tón para responder. bromas sobre cuántas ovejas se hubiera podido com- “Creí que iba a perseguir a los realistas que hu- se detuvo frente a la Casa de Postas. Teresa Cornejo, prar Pedro Pascasio allá en Belén con ese dinero. Él, yeron por el camino de Ventaquemada” –Simón Bo- que iba junto al mismo, se adelantó. Bolívar, sorprendido por quien tenía al frente, en forma estoica, replicó que de haber dejado ir a lívar hizo el comentario a Francisco de Paula San- hizo el saludo militar, como un acto de respeto, se- ese General, que no tenía contemplaciones a la hora tander. “General Bolívar, el soldado Martínez le trae un gún lo establece el código de honor de los comba- de mandar fusilar a la gente, la guerra continuaría, prisionero especial”. tientes en la guerra. Sin más palabras, ordenó llevar- quién sabe por cuánto tiempo. Una y otra vez el Ne- “Tenemos, y es lo que importa, a todos los co- lo con los otros prisioneros y tratarlo con especial gro José mostraba como había sido la acción y el mo- mandantes de la vanguardia. Además, los tunjanos, “Soldado Pedro Pascasio Martínez, Batallón Ri- consideración. Acto seguido, felicitó al soldado Pe- mento en el que él disparo su fusil para dar muerte y esa tal Evangelista Tamayo, decidieron tomar ese fles, presente –el muchacho, en posición firme y con dro Pascasio y a sus compañeros de pelotón por el al edecán de Barreiro. La tertulia fue interrumpida camino, previniendo cualquier ataque de realistas la lanza al hombro, se acordó de las solemnidades heroísmo que mostraron. abruptamente por uno de los ayudantes del Estado apostados allí” –contesto el General secándose el para dirigirse a los superiores, enseñadas por el Sar- Mayor: sudor y la sangre de la cara con un pañuelo blanco. gento Abella–. Le traigo este prisionero; dice que es Al momento llegaron exultantes de la dicha, por la el General José María Barreiro” –todos los presen- “¡Martínez!” contundente victoria, el General Anzoátegui, Lucas tes quedaron boquiabiertos, pues creían, especial- Carvajal, Leonardo Infante y otros oficiales, pero la- mente los que pelearon por el camino de Samacá, “¡Presente, mi Capitán!” –Pedro Pascasio adoptó mentándose de no tener al jefe realista. que había logrado huir con la caballería. la posición firme. 118 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 119

“El caballo del General Bolívar” –el hombre vol- casona, antes de llegar al caserío, para que pernoc- pensado en el regreso a su pueblo natal, pero ahora ratón con Barreiro, cerca de un pueblo, llamado teó y se dirigió a la Casa de Postas. taran. Pedro Pascasio después de llevar, junto con que el fraile lo decía, lo deseó. Sonrió como quien Charalá, los lugareños enfrentaron a este coman- los otros mozalbetes, los caballos a los establos, se recibe un regalo inesperado. dante y le impidieron venir a reforzar a Barreiro. Pedro Pascasio, que se había desentendido de los sentó en una piedra. Estaba cansado y por su mente No creo que pueda hacerlo. Esa gente de por allá es animales, tuvo que buscar el caballo; dio con él al desfilaban las imágenes de la batalla. “La cosa no es tan sencilla –el religioso quiso muy brava. Antenoche pudiste escuchar la historia ver a su paisano Agapito Pinzón arreglando el ala- aclarar la situación–. Mañana se tiene que hacer una de los Comuneros”. zán del General Santander. Inmediatamente tomó “¿Pensativo?” –las palabras de Fray Ignacio Ma- relación de cada uno de los prisioneros y emitir un al Muchacho, verificó que la montura y los estribos riño lo sacaron de su embelesamiento. boletín dando cuenta de la batalla. Falta avanzar “O sea que no voy a regresar a mi casa” –Pedro estuvieran bien ajustados, lo mismo que el bozal. sobre Bogotá. Si bien es cierto que acabamos con la Pascasio cambió su ánimo. Llevó el animal hasta el pórtico de la casa campe- “Estaba recordando… Es muy extraño lo que se mayor fuerza del Virreinato, hay otras unidades sina y esperó; los demás caballerizos hicieron lo siente después de una batalla. Pienso en esos hom- militares. Sámano, cuando se enteré de lo que suce- “¡Cuente cómo fue esa batalla y la captura de mismo. Todos los del Estado Mayor salieron de la bres que cayeron muertos; la forma como nos aba- dió esta tarde, querrá armar la defensa de Santa Fe. Barreiro! ¡Ey, soldados, vengan! –el fraile llamó a casa, montaron y se dirigieron hacia Ventaquemada; lanzamos sobre el enemigo; las súplicas de aquellos Aún debe tener una fuerza de medio millar de hom- los de la guardia del General que estaban tertulian- en Boyacá quedaron el grueso del ejército y los pri- que pensaban iban a morir. El miedo y, a la vez, las bres”. do en diferentes grupos–. Vamos a escuchar a uno de sioneros, que se apilaron cerca de unos árboles para ganas de pelear… Todo eso es muy raro…” los héroes de hoy narrar sus hazañas. Todos oídos, soportar el frío de la noche. Pedro Pascasio, como “¿Todavía tiene soldados?” –Pedro preguntó con ya tendrán hijos y nietos a quien decirles: ‘¡Yo estuve era su oficio, corrió detrás de la cabalgata junto con “Hoy le diste a esta nación un motivo para estar la ingenuidad propia de su edad. en los campos de Boyacá!’ Pedro, cuéntenos…” la guardia personal del libertador. alegre y rebosante de esperanza. Con la captura de Barreiro esta guerra, por lo menos para estas pro- “No los suficientes como para oponer una larga “Yo estaba en las últimas filas de la primera El recorrido fue de un poco más de dos leguas. La vincias de la Nueva Granada, está sellada” –el sa- resistencia. No creemos que les lleguen refuerzos. El compañía del Batallón Rifles. Escuché cuando el población, dada la hora, estaba sola; parecía abando- cerdote se sentó junto al muchacho. General Bolívar se acaba de enterar que el gober- Coronel Sandes dio la orden de desplegarnos en fi- nada. Evangelista Tamayo y sus hombres recorrían nador de la Provincia del Socorro está intentando las. Íbamos avanzando hombro con hombro cuando las calles y tenían bien guarecidas las entradas. ¿Ya no habrá más guerra? ¿Mañana podré volver desesperadamente sofocar las revueltas de muchos escuché el trueno del cañón y vi a varios soldados Bolívar y sus lugartenientes fueron llevados a una a mi casa?” –Pedro se mostró sorprendido. No había pueblos. Mientras nosotros jugábamos al gato y al lanzados al aire como trapos. Eso da mucho miedo; 120 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 121 a mi lado un muchacho se orinó en los pantalones; hay muchos árboles y piedras. Corrieron como con una lanza; se echó la cruz y siguió. Y cuando lo la causa, en principio son ejecutados, o pueden ser quedé como paralizado, pero la capitana Teresa, almas que lleva el diablo. Barrimos el lugar y fue- presenté a los Generales, no creyeron lo que estaban amnistiados, es decir, a pesar de sus crímenes, se les que marchaba a la derecha, no dejaba de gritar. Los ron saliendo poco a poco. El Negro José, que sirvió viendo, hasta que el General Bolívar le preguntó el perdona la vida. Pero el enemigo debe morir, así sin de la primera fila chocaron contra los españoles y como rastreador de caza de la familia que lo tenía nombre: José María Barreiro, comandante del ejér- contemplación. Claro, primero se hace un ‘Consejo nos ordenador a los demás empujar y empujar. Pisé como esclavo, nos indicaba dónde buscar. Hasta cito del Rey Católico Fernando Séptimo. El General de Guerra’, para que, de ser declarados culpables, su a varios soldados caídos. Miré para la montaña y vi que señaló un par de piedras en el riachuelo; allí, lo saludo con respeto y ordenó llevarlo al potrero fusilamiento o ahorcamiento no parezcan actos de cuando la caballería de los españoles se retiró. No bien agazapados, estaban escondidos dos hombres. donde estaban juntando a los españoles. Ahora me barbarie. La guerra también tiene sus límites”. hicieron caso de los gritos que les pedían entrar en Yo les ordené salir, pero no respondieron. El Negro pregunto, ¿qué va a pasar con ellos?” la batalla…” José se fue por la derecha para caerles por encima. “¿Todos los prisioneros van a ser fusilados?” – El edecán, porque ahora sé que se llama edecán, cre- “El General Bolívar dictó hace unos años un de- preguntó el muchacho. “¿¡Huyeron sin pelear!? –preguntó uno de los yó que yo estaba sólo y quiso atacarme con la es- creto de la ‘guerra a muerte’, por lo que es posible, guardias personales de Bolívar. pada, pero recibió un balazo del Negro José. El otro que, al menos, los jefes sean fusilados” –respondió “No, únicamente los mandos principales. Los levantó las manos y salió con mucho miedo. Fue Fray Ignacio sin inmutarse. soldados, por ser la mayoría granadinos y haber “Sí, sin pelear. Creo que le tuvieron miedo a la cuando me ofreció la bolsa con las monedas de oro sido reclutados a la fuerza, serán amnistiados y, caballería del Coronel Infante que se estaba organi- y yo le di un lanzazo en el hombro. Quedó mansito, “¿¡Guerra a muerte…!?” –Pedro frunció el ceño. luego, algunos de ellos, incorporados al ejército”. zando para atacarlos. Y corrieron” –Pedro Pascasio mansito. Salimos del monte y la Capitana Teresa, hizo la mímica para mostrar la huida. cuando supo quién era el prisionero, organizó la “¿Cómo explico este asunto? En una guerra o se “Padre, ¿Usted peleo en esta batalla?” –un solda- custodia para llevarlo ante el General Bolívar. Fue es amigo o se es enemigo; no se es amigo y enemigo a do quiso saber un poco más de la contienda. “¿Cómo fue la captura de Barreiro?” –el fraile triste cuando íbamos bajando, porque los soldados la vez. En esta guerra, las gentes o están a favor de quiso conocer los detalles. españoles cuando lo vieron botaron las armas que la independencia o están a favor del vasallaje a la “Estuve en el sector del puente. Más abajo de la tenían; algunos lo saludaron, otros bajaron la cabe- Corona; nada de aguas tibias. Los pueblos se tienen Casa de Postas la vanguardia enemiga descansó “La Capitán Teresa nos gritaba que no dejára- za, y unas mujeres, que estaban junto a unas ollas, le que definir. En esa definición, los españoles pueden para recibir el almuerzo; afortunadamente no lo mos escapar a los enemigos. La mayoría de ellos tiraron piedras y se acercaron para escupirlo. Se de- abrazar la causa de la libertad; entonces sus vidas hicieron al otro lado del puente. Aprovechando ese corrió hacia la hondonada de una quebrada; allí tuvo cuando vio a un hombre que estaba atravesado son respetadas. Y los americanos que traicionen momento los atacamos. El Coronel que los coman- 122 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 123 daba habilidosamente logró ordenarlos para la de- muchacho–. Sé que lo admiraba. EL PARTE DE LA VICTORIA “¿El joven sargento de Firavitoba?” fensa; resistieron y poco a poco se fueron replegando Y EL AHORCADO hacia el puente hasta cruzarlo. Hicieron una formi- “¿El Rojo murió…? –Pedro se sentó nuevamente “Sí, él era mi amigo. Me enseñó la disciplina, a dable defensa, que nos costó muchas vidas. Entre en la piedra y lloró, tenía en gran estima al hombre manejar la lanza y a combatir. El Padre Mariño me que lo formó en las armas y en la disciplina militar– dijo que murió en el puente... –Pedro Pascasio sabo- tanto, el Coronel Rondón y su caballería y las mili- Pedro Pascasio despegó el ojo muy temprano, cias tunjanas vadearon el río, no sé por dónde, debió reó largo el primer sorbo– Rico el café”. ¿Por qué? ¿Cómo murió?” antes de que cantaran los gallos. Escuchó voces en de ser bien abajo porque demoraron, lo atravesaron la cocina y se encaminó hacia allí. Las mujeres, di- “¿Quiere un bollito de mazorca?” –Emiliana sacó y atacaron por el sur. Gracias a esa maniobra el “Él, junto con los payeros, dirigieron el asalto rigidas por Emiliana Celis, estaban preparando el de una gran olla el envuelto y se lo dio al caballerizo, Batallón Cazadores pudo adueñarse del paso. Ahí final al puente. Recibió varios disparos de fusil. Mu- desayuno: tamal con chocolate y bollo de mazorca, quien se sentó en un rincón a comer con tranquili- prácticamente terminó la batalla, por lo menos en rió como mueren los guerreros, peleando con ardor”. para celebrar la victoria. dad. ese terreno. Pero bueno, ya es tarde y mañana hay mucho trabajo. Todos nos merecemos un descanso; “Creatura de Dios, ¿qué hace despierto tan tem- “Pobre muchacho, tan chiquito y ya en esta lo- los que puedan y no estén de guardia, duerman. Bue- prano? Tengo entendido que el General va a esperar cura de los grandes” –Emiliana lanzó un suspiro y nas noches”. que llegue la totalidad de la tropa con los prisio- cogió unos maderos para avivar el fuego del fogón. neros. ¿Por qué no duerme otro poco? –Emiliana, “Hasta mañana Padre” –respondieron los hom- “Buenos días” –la figura del Carlos Soublette quien había dejado el hospital de campaña para bres. apareció en la puerta de la cocina. acompañar al General Bolívar, le sirvió un totuma- “Pedro…” do de café negro al muchacho. “Buenos días, Señor” –Pedro Pascasio se levantó rápido y adoptó la posición firme. “Sí señor” “No puedo dormir. Las imágenes de la batalla están en mi cabeza. Además, la muerte del Sargento “Ese olor a rico café me trajo hasta acá. ¿Algu- “El Sargento Cayetano Abella cayó en la bata- Abella me tiene triste” –atinó a contestar Pedro, al na de Ustedes puede socorrerme una taza? ¡Qué lla –el sacerdote fue escueto al contar la noticia al tiempo que se quitó las lagañas. frío! –el hombre escondió las manos debajo de la 124 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 125 ruana–. Gracias, muy amables” –sin más, se dirigió organizaron en la plaza: en el costado occidental el Pedro Pascasio sostuvo con fuerza a Palomo, el cia? ¿Qué pensarían los taitas? Palomo pateó el piso hacia una sala grande donde había una mesa llena Batallón Albión de los mercenarios británicos, con caballo elegido por su jefe para continuar la marcha, y con la cola le dio una especie de fuetazo para que de papeles. Acercó un par de candelabros para tener el Mayor John Mac-Instosk al frente; en el centro y escuchó con atención el parte de la victoria. Las se bajara de la nube en la que andaba. Entonces se buena lumbre y se sentó a redactar un documento, los Batallones Cazadores y Rifles presididos por imágenes desfilaron por su mente, llevadas por las concentró, nuevamente, en la lectura. el cual estuvo listo hacia las ocho de la mañana. Lo sus comandantes los Generales Francisco de Paula palabras del General que narraban la batalla. Sí, el cogió, lo enrolló con cuidado y se dirigió hacia el Santander y José Antonio Anzoátegui; en el costado fuego que desplegó el enemigo había sido terrible, “… En suma, su Excelencia ha quedado altamente comedor para tomar, junto con los demás miembros oriental la caballería de Juan José Rondón y Lucas pero la disciplina y el valor permitieron envolver satisfecho de la conducta de todos los jefes, del Estado Mayor, el desayuno. Antes de sentarse lo Carvajal; y detrás, al norte, custodiados por la ca- todos los cuerpos del adversario. Levantó la cabeza oficiales y soldados del ejército libertador en esta entregó a Bolívar, quien lo leyó y, luego, lo confió a ballería de Leonardo Infante, los oficiales españo- y miró directamente al lector que prosiguió con el memorable jornada. Nuestra pérdida ha consistido un edecán. les. Los demás prisioneros fueron instalados en un bando. en 13 muertos y 53 heridos; entre los primeros, el potrero a la salida para Chocontá Los Generales Si- teniente de caballería N. Pérez y el reverendo padre El Estado Mayor se dirigió en pleno hacia la pla- “… Todo el ejército enemigo quedó en nuestro poder; Fray Miguel Díaz, capellán de vanguardia; y entre za mayor del pueblo, a unas quinientas varas de dis- món Bolívar y Carlos Soublette subieron a la tarima, tancia hacia el sur. Los soldados ya habían llegado desde la que este leyó, con voz fuerte, el boletín de fue prisionero el General Barreiro, Comandante los segundos, el Sargento Mayor José Rafael de las y copado el lugar. Varias personalidades, enteradas la victoria. General del Ejército de la Nueva Granada, a quien Heras, el Capitán Johnson y el Teniente Rivera”. de los sucesos de la tarde anterior, arribaron desde tomó en el campo de batalla el soldado del primero Tunja y Samacá para felicitar al General Libertador “Al amanecer del día de ayer dieron parte los de Rifles, Pedro Martínez…” “¿¡Y el Sargento Cayetano Abella!? ¿Por qué no por el triunfo en el campo de Boyacá. Una banda de cuerpos avanzados de que el enemigo estaba en nombró entre las bajas al Sargento Cayetano Abe- músicos, encargada de amenizar las fiestas patrona- marcha por el camino de Samacá; el ejército se “¿¡Pedro Martínez!?” –Pedro Pascasio sintió una lla…? ¿Acaso él no le puso el pecho a las balas para les y las procesiones religiosas de Tunja y los demás puso sobre las armas, y luego que se reconoció que extraña sensación en el estómago. Su humilde nom- tomarse el puente? ¿Y únicamente trece muertos? Yo pueblos de la región, comenzó a interpretar ritmos la intención del enemigo era pasar el puente de bre había sido pronunciado; él, junto a los Generales no he ido a la escuela, pero sé cuántas son trece ove- marciales. Boyacá para abrir sus comunicaciones directas, Anzoátegui y Santander, apareciendo como uno de jas y los muertos que vi, regados como bultos de pa- y ponerse en contacto con la capital, marchó por los héroes de la tarde. ¿Qué pensaría, ahora, la espo- pás, eran más que eso” –Pedro pasó del entusiasmo Un grupo de soldados levantó, con unas mesas, el camino principal para impedírselo o forzarlo a sa del General Leiva? ¿Que el cabeza de mazamorra y la emoción, por haber escuchado su nombre en el una improvisada tarima. Entre tanto, las tropas se admitir la batalla” había ayudado, con valentía, a ganar la independen- boletín, a la pesadumbre. Unos voladores y los gritos 126 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 127 de la gente lo sacaron de sus cavilaciones. pestivamente, entrecerró los ojos y clavó la mirada “Grité: ‘¡Anda, traidor infame, que no pierdo la “¿Quién era este capitán?” –preguntó Barreiro en un oficial español, quien pasó un trago de saliva. esperanza de ahorcarte!’ Es hora de cumplir dicha visiblemente perturbado. “¡Viva el glorioso ejército patriota!” “¡Viva!” Desmontó y entregó las riendas de Palomo a Pedro promesa –Bolívar giró hacia su guardia personal–. “¡Vivan las Provincias Unidas de la Nueva Grana- Pascasio, quien marchaba detrás. Miró, con el rostro Coronel Córdoba, cumpla Usted con esa sentencia, “Sé que era el jefe del puesto militar de Tocanci- da y Venezuela!” “¡Viva!” “¡Viva el General Simón adusto, al hombre y se aproximó a él. ahora y aquí mismo” –sin más ordenó al resto diri- pá. Se reunió conmigo y con Loño en Tunja”. Bolívar!” “¡Viva!” “Viva…” girse hacia Chocontá. El Teniente Luis Jaimes, por “¿Cuál es su nombre soldado?” –Bolívar lanzó “¿Por qué ordenó Bolívar la ejecución” indicciones de Córdoba, ató las manos de Fernán- Simón Bolívar indicó que le llevaran su montura una mirada penetrante al prisionero. dez Vignoni a la espalda y lo llevó a la parte de ade- y la de su acompañante en la tarima. Pedro Pasca- “Alcancé a escuchar que lo traicionó en Puerto “Francisco Fernández Vignoni, Señor” –respon- lante de la parada militar. El Padre Mariño al cono- sio y el otro chalán corrieron con los animales. Los Cabello, cuando recuperó para la Corona ese fuer- dió tratando de conservar la compostura. cer la sentencia se colocó una estola, se dirigió hacia Generales montaron y comenzaron a hacer un reco- te que había caído en manos de los revolucionarios el reo y escuchó su confesión. Dos soldados hicieron venezolanos”. nocimiento de las tropas, iniciando por el costado “Capitán, ¿cuál es el destino de un soldado que una horca con un mecate, la ataron a la viga del alar occidental. Bolívar se quitó el bicornio y lo llevó traiciona a su superior y entrega las armas al ene- “Un traidor… Entonces, es un buen muerto” –Ba- levantado con la mano derecha en señal de saludo. migo?” –Bolívar acercó su rostro al de su antiguo de una casa esquinera y debajo de ella colocaron una rreiro se persignó y continuó en silencio. El paseo se hizo en forma lenta, rodeando la plaza, subalterno. butaca. Condujeron allí al hombre, le colocaron la mientras la banda de músicos entonaba una fanfa- cuerda alrededor del cuello, apretaron el nudo, le “La muerte, Señor” –por las sienes de Fernández rria. Cuando iban a girar hacia la izquierda en la ordenaron subir y con fuerza patearon el sostén. El Vignoni resbalaron gotas de sudor. esquina nororiental se escuchó una voz de mando. ajusticiado se bamboleo, pateo el aire, temblequeo hasta quedar colgando con una leve oscilación. El “¿Recuerda mis palabras cuando emprendí la “¡Soldados de su Majestad Católica firmes; mi- huida de Puerto Cabello, fortín que perdí gracias a ejército emprendió la marcha y los presos pasaron rada al frente!” su felonía?” frente al ahorcado.

Bolívar mermó el paso y fue observando con cui- “No Señor” –la palidez se apoderó del rostro de “Es la guerra a muerte” –comento el Coronel Ji- dado el rostro de cada prisionero. Se detuvo intem- Vignoni. ménez. 128 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 129

LA CENA El ambiente cálido del interior era, a la vez, tenso. “No creo que Sámano cuente con muchos solda- brazo izquierdo. Los presentes asumieron la posi- Pedro Pascasio ingresó al salón del comedor en cali- dos en Santa Fe. Además, tampoco creo que tenga ción firme y lo saludaron. Escasamente cruzaron dad de mesero. Francisco de Paula Santander y otros refuerzos a la mano; la mayoría de los que huyeron algunas palabras y los invitó hasta la puerta de la oficiales discutían el destino de los prisioneros. en Boyacá lo hicieron por el camino de Chiquinqui- casa. Allí se colocó el bicornio, cosa que también hi- La marcha hacia Chocontá se hizo a toda prisa. rá y tienen que redoblar su esfuerzo para llegar a la cieron los oficiales de más alto rango. Esperaron un Los milicianos de Evangelista Tamayo despejaron el “Estamos bajo la vigencia del decreto de la gue- sabana de Cundinamarca antes que nosotros. Los momento, hasta que Leonardo Infante apareció con camino de cualquier guerrilla realista. La noticia de rra a muerte –sentenció Francisco de Paula Santan- socorranos, por lo que ya sabemos, pusieron a Lu- sus lanceros llevando a un pequeño grupo de pri- la derrota del Ejército de Barreiro ya se sabía, y los der, conocido entre sus compañeros y subalternos cas González a correr de un lado para otro después sioneros españoles: al General José María Barreiro, pocos afectos a la monarquía huyeron con lo que te- por el apego a la letra de la ley–. Nuestro deber es de una cruenta batalla en Charalá. Esta cena, caba- al Coronel Francisco Jiménez y al Teniente Coronel nían puesto; en tiempos de guerra lo mejor es salvar destruir a los españoles, proteger a los americanos y lleros, no tiene ningún asidero. Sencillamente creo Antonio Galluzo, quienes caminaban en fila acom- el pellejo, aunque se pierdan la tierra, el ganado y consolidar la república”. que debemos tomarnos, así sea a sangre y fuego, la pasados. Al llegar frente a la vivienda hicieron un todo lo demás. capital. Eso nos dará un verdadero estatus de repú- giro de noventa grados. Bolívar y los suyos saluda- “Si el decreto es claro, no entiendo por qué no se blica independiente al subyugar al poder virreinal. ron levantando un poco sus gorros con la mano de- El pueblo fue fácilmente controlado y ocupado ha ajusticiado a Barreiro y a sus hombres” –inqui- No necesitamos ningún canje. La mayoría de los lí- recha e inclinando la cabeza, a la usanza de algunos por el ejército patriota. El cura Mariño, secundado rió el joven Coronel José María Córdoba. deres de la primera república fueron pasados por las ejércitos imperiales europeos; los españoles hicieron por las mujeres, entonó el rezo del Santo Rosario al armas, es hora de vengar su sangre” –Santander no una venia, en reconocimiento al cese de sus funcio- caer la tarde, despedida por los colores del sol de “Son un preciado botín de guerra. Supongo que estaba muy de acuerdo con la invitación hecha por nes. los venados. El crudo invierno estaba cediendo. En Sámano, cuando se entere de la noticia de la debacle Bolívar a los vencidos para que compartieran mesas la plaza se encendieron varias fogatas y los tiples y de su ejército, querrá organizar la defensa de Santa y manteles, y menos la idea de hacer un intercambio Pedro Pascasio ayudó a servir el aguardiente y los requintos amenizaron la noche. Pedro Pascasio, Fe. Es probable que el General Bolívar esté pensando de prisioneros en un eventual acuerdo con el Virrey la comida; mientras lo hacía intentaba seguir las después de dejar bien instalados a los caballos, se en hacer un trato o un canje antes de intentar el ase- Sámano. conversaciones, amenas unas, tensas otras, en la sumó al sarao. No pudo disfrutarlo mucho porque dio y la toma de la ciudad –conceptuó el Padre Ma- mesa. Se sentía un poco nervioso con la presencia una muchacha le indicó que era solicitado en la casa riño–. De otro modo, no se entiende la cena de esta Bolívar ingresó al comedor acompañado de Sou- del hombre a quien había apresado. Bolívar se sentó donde estaban alojados los generales. noche con Barreiro y sus oficiales de mayor rango”. blette y Anzoátegui. Portaba el bicornio debajo del en la cabecera del mesón; sus generales a la derecha 130 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 131 y los prisioneros a su izquierda, justo al frente de có con creces en estas tierras que sólo anhelan liber- “En esta circunstancia supongo que mi vida y la pregunta de Bolívar fue escueta y directa, pues ha- Soublette, Santander, Anzoátegui y Rondón. Al otro tad? –el fraile le clavó la mirada como quien clava un de mis oficiales depende de un Consejo de Guerra bía rumores de su procedencia neogranadina. extremo, frente al Libertador, el honor fue para la puñal en el adversario. bajo la regulación de sus nuevas leyes” –pareció ser Capitán Teresa Cornejo. un reclamo de Barreiro ante un inminente ajusticia- “Disculpe Usted General Bolívar –Barreiro “Soy un militar que juró lealtad a la Corona de miento por parte de los vencedores. tomó la palabra–. Soy el comandante y la voz de mis “General Barreiro, desde cuándo ha estado Us- España; mi deber está con las órdenes emanadas de compañeros de armas. Soy el único que responderá ted al servicio de la Corona” –Bolívar quiso saber su Majestad Católica el Rey Don Felipe. Estas tie- “Estamos bajo el decreto de la guerra total, no preguntas sobre el servicio que prestamos en el Ejér- de primera fuente el origen y la trayectoria militar rras fueron puestas bajo el dominio de la Corona necesitamos de ningún Consejo de Guerra” –res- cito de Tierra Firme. Comprenderá Usted que cual- de su rival. por el Pontífice Alejandro VI, potestad ratificada pondió a secas Santander. Los invitados realistas quier cosa que digan mis subalternos podrá ser usa- por las Leyes de Burgos y la Junta de Valladolid y las se miraron entre sí. Sus peores temores se estaban da en contra de ellos en un eventual juicio de guerra. “Soy del arma de artillería; ingresé al ejérci- posteriores Leyes de Indias. Mi deber era mantener haciendo realidad. El régimen de Morillo y Sámano Por la cadena de mando, yo soy el responsable de las to muy joven y serví en la Guerra de Independen- el orden y la lealtad del virreinato para con la Coro- había sido represivo y a lo largo de la campaña él órdenes impartidas”. cia de mi país en contra de la invasión y el dominio na. Para España, ustedes no son más que bandoleros mismo, Barreiro, había dado la orden de ajusticiar a napoleónico en la península…” –comenzó narrando y rebeldes” –expuso sin ambages Barreiro. “¿Están recibiendo un buen trato?” –Bolívar, en Barreiro, quien fue interrumpido por Fray Ignacio rebeldes o simpatizantes, muchos de ellos sin nin- un intento por distensionar el diálogo, quiso saber Mariño. “Allá en Boyacá dejamos de ser bandoleros y re- gún tipo de juicio y algunos señalados, simplemen- sobre su estancia en prisión. beldes y nos convertimos en el ejército de una nueva te, por contradictores políticos o por rivalidades en “Usted sabe lo que es luchar una guerra de in- república obediente de sus propias leyes. Dejamos la posesión de tierras. Ahora, bajo la ley del talión, “Agradezco, en nombre de mis hombres, el trato dependencia; sabe lo que es el rechazo del pueblo a de ser vasallos de un monarca al que consideramos los granadinos esperaban el mismo tratamiento en recibido. Durante la campaña pasamos muchas pe- los desmanes, a las atrocidades y al saqueo del ava- hostil y extranjero” –sentencio Francisco de Paula contra de sus antiguos represores. La muerte, defi- nurias. Hubo días y noches enteros en que no goza- sallador; sabe lo que es luchar contra la represión y Santander. La cara de los invitados se desencajó y nitivamente, comenzaba a sonreírles. mos de un vestido seco a causa del crudo invierno; el terror; sabe lo que son los efectos de una guerra el rico pollo asado en horno de leña y acompañado también padecimos por falta de alimentos. Ahora, total; sabe lo que es la patria… ¿Por qué carajos, eso de puré de papas y verduras quedó mordisqueado “Teniente Coronel Francisco Jiménez, ¿cómo fue sin que podamos decir que dormimos sobre colcho- que tanto odió y repudió en su tierra natal, lo repli- sobre los platos. su incorporación al Ejército de Tierra Firme?” –la nes de plumas o que degustamos ricos manjares, la 132 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 133 prisión es tolerable y el trato respetuoso. Nos mo- SANTA FE El avance por el camino real fue cauto. Herme- “¿¡Quién vive!?” –gritó. vemos y permanecemos con las limitaciones pro- negildo Carreño, experto en movimientos de apro- pias de nuestra situación de prisioneros de guerra” ximación táctica, y Evangelista Tamayo, hábil en Bolívar al escuchar la voz, espoleó el caballo –tras estas palabras, el General dio por terminada El camino real del norte estaba prácticamente emboscadas y golpes de guerrilla, rastrillaron el ca- y avanzó. Los soldados corrieron para protegerlo. la velada. Barreiro, al salir del salón, cruzó junto a vacío. En Santa Fe ya se sabía la noticia de lo suce- mino. Pedro Pascasio, sosteniendo con fuerza la lan- Evangelista Tamayo se colocó a unos pasos del retén Pedro Pascasio Martínez. No reparó en el mucha- dido en Boyacá: la derrota de la Tercera División del za, no bajaba la guardia y estaba atento a cualquier y apuntó al hombre con su pistola. cho, quien era uno más de los soldados sirvientes en Ejército de Tierra Firme y el destino incierto de su situación; el camino se le pareció mucho al de Var- aquella cena de vencedores y vencidos. El grupo se comandante. Las avanzadas de Evangelista Tama- gas: una gran montaña a la izquierda, por el orien- “¿¡Quién vive!?” –repitió el fanfarrón ubicado so- yo esperaron en el Puente del Común, cerca de la dirigió, rodeado y vigilado por los lanceros llaneros, te, y una pradera inmensa, con algunos pantanos, bre la piedra; sus hombres se miraron desconcerta- población de Chía, a unas cinco leguas de la capi- hasta una casa habilitada como cárcel. vestigios del invierno, a la derecha, por el occidente. dos por la actitud que mostraba. tal. El General Bolívar llegó cerca del mediodía. Los Bolívar, un poco desgarbado en la vestimenta rota espías le tenían información detallada de la huida y manchada, parecía tranquilo; junto a él cabalgaba “¿Maza…? ¿Hermógenes Maza…? –Bolívar entre- del Virrey Juan Sámano y del comandante militar Leonardo Infante y unos cien llaneros. Después del cerró los ojos para poder distinguir al hombre en la Sebastián de la Calzada, quien antes de partir hizo pueblo de Usaquén, en donde estaban las caballeri- penumbra, pues ya estaba cayendo la noche–. ¡No estallar la fábrica de pólvora con todas sus reservas, zas del ejército realista, hecho que fue aprovechado sea pendejo! Ya sabe quiénes somos, deje pasar”. lo cual causó alarma entre los santafereños, quienes fueron despertados con la detonación. Después de para cambiar de caballos, el puntero hizo la señal de “¡General! –Hermógenes saltó y abrió los bra- eso la población entró en caos. El miedo se apode- alarma. El grupo se detuvo y se preparó para pelear; ró de todos: los unos, a ser linchados por un grupo adelante, a unas cien varas, unos milicianos estaban zos; en un gesto amigable abrazó a su antiguo co- de partidarios de la revolución, liderados por Her- atrincherados en unas zanjas y detrás de unas ta- mandante–. Bienvenido, General Bolívar. Estos son mógenes Maza, un veterano de las guerras venezo- pias. Sobre una piedra saltó un hombre, enruanado y tiempos difíciles, peligrosos; tanto, que el anciano lanas; los otros, a sufrir represalias, si apoyaban la un tanto greñudo y pendenciero; terció el fusil sobre Virrey huyó, en la madrugada de ayer, como las independencia, ante una eventual reconquista espa- los hombros, escupió el suelo y colocó un chicote en ratas que presienten que se hunde el barco. Hay que ñola, como la que fue comandada por Pablo Morillo la boca; el sombrero, amarrado al cuello, le descolga- tener cuidado, el camino está lleno de malhechores años atrás. ba por la espalda. y pillos. En Monserrate, parece que hay una compa- 134 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 135

ñía de soldados realistas escondidos, aguardando el muerto” –Bolívar se interpuso entre su antiguo sub- la Provincia de Tunja, después de atravesar un pá- “No, de ninguna manera. De hecho, fueron los momento para atacar. Además, muchos santafere- alterno y la miliciana. Evangelista apartó la daga, no ramo, nadie lo podía creer; se esperaba que llega- pantanos los que impidieron que días antes entrá- ños recuerdan su anterior llegada, a sangre y fuego, sin advertir con la mirada a Maza, que hizo el ade- ran bien por Chita y Soatá o por Labranzagrande, ramos en combate. Esas ciénagas de Bonza y Vargas hace cinco años; están un poco desconfiados; se en- mán de mandarle un beso. Garagoa o Cáqueza; pero… ¡atravesar un páramo son bastante extensas y profundas. Ningún coman- cerraron en sus casas y trancaron bien las puertas, elevadísimo e inhóspito! Eso sorprendió a todo el dante cuerdo adentraría a sus hombres a pelear en “Casi muero; por momentos desee morir. Esos como monjas de clausura después de rezar el rosario mundo. La gente tenía una confianza enorme en que un pantano. Bueno, yo cometí el error de vadearlo y las vísperas”. hijueputas españoles me torturaron día y noche sin para tomar el camino real y ahí, después de un cru- misericordia. Me colgaron como un pedazo de carne ese Barreiro lo detuviera. La gente, porque el Virrey parece que no; de hecho, envió a Calzada para susti- ce de caminos, nos estaba esperando Barreiro. Debo “Me alegra verlo” –Bolívar respondió el gesto e y me dieron palos hasta reventarme; quedé como un reconocerlo, el hombre ubicó muy bien sus tropas; tuirlo, pero no sé qué paso. El hombre regresó con el indicó a sus hombres que se acercaran para poder nazareno. Después de tres días de intenso sufrimien- tuvo tiempo para hacerlo, pues nosotros demora- to, comencé a ver fantasmas, alucinaciones. Eso, de rabo entre las piernas. Después de la batalla de Pai- continuar. mos mucho atravesando el Chicamocha. Después alguna manera, me permitió soportar el dolor. Me pa, en la que le dieron, eso decía todo el mundo, una de la sorpresa, nos las ingeniamos para pelear y no rompieron varios huesos y me dislocaron el hombro “Usted siempre, tan bien acompañado. Juro que paliza al ejército de zarrapastrosos, la confianza se ser despedazados. Al comienzo tuve que dirigir la izquierdo. Finalmente, como no pudieron sacarme acrecentó. Los santafereños celebraron con pólvora batalla desde el peor sitio posible; parecía un tuerto debajo de esas enaguas debe haber un lindo, redon- nada, me condenaron al paredón de fusilamiento. deado, cálido y rozagante culo” –Maza estiró el bra- y retreta la victoria. ¿Realmente, los despedazaron peleando; la montaña a mi izquierda casi no me de- Pero logré escapar. Me arrastré. ¿Puede imaginar en Paipa?” –Maza estaba mostrando sus dotes de zo por detrás de Evangelista para cogerle las nalgas. eso? Me escapé reptando como una alimaña. Estuve jaba visión alguna; la ciénaga a la derecha impedía parlanchín. de buenas. Claro, el carcelero era un buen patriota. desplegar bien las filas de batalla. Eso era la locura, “¡Es mejor que deje quietas sus cochinas manos o Y aquí estoy, escoltando al jefe del ejército rebelde lo cual me exigió moverme un poco para tener un lo capo aquí mismo como a un marrano!” –con gran ingresando a la realista, cachaca y fría Santa Fe”. “La batalla en el Pantano de Vargas…” mejor control de la situación. Santander, coman- agilidad Evangelista le colocó un puñal en el cuello dando la vanguardia, y los ingleses se encaramaron al zafio, que se vio sorprendido por su agilidad. “¿Cómo está el ambiente en la ciudad?” “¿¡Pelearon en el pantano!? ¡Santa Madre de por una montaña para poder pelear y Anzoáteguí, Dios, de razón que casi los acaban!” –Hermógenes atacando de frente, arriesgó demasiado. Las tropas “Calma, no estamos aquí para glamures ni pe- “Mmmm… Cuando se supo que un ejército re- se cogió la cabeza, como no dando crédito a la no- se comportaron valientemente; el fuego de fusilería leas. Después se conocen mejor. Maza, lo creía volucionario había invadido, desde el Casanare, ticia. que recibieron fue intenso, pavoroso, destructivo. 136 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 137

La lluvia de la tarde jugó un poco a favor nuestro. maldito panameño, Juan Loño, entrar triunfante a obligó a la vanguardia enemiga correr y replegarse “Ese es un malnacido. Lástima, me habría gusta- Seis horas de pelea, hasta que tuve a los bravos lla- la ciudad, enarbolando en picas las cabezas de los en el puente. Pero la caballería logró cruzar el río y do arreglar unos asuntos con él”. neros disponibles para la acción. Cuando la caballe- rebeldes, que ya se sabía quiénes eran: el caraque- los atacó por la espalda. Barreiro y el grueso de su ría enemiga arremetió, Rondón, Carvajal e Infante ño Bolívar, el rosarista Santander, el fraile Ignacio ejército quedaron más de quinientas varas arriba, “Maza, ¿extraña el ejército?” salieron como demonios, la rechazaron y acabaron Mariño y otros forajidos, no de menor monta. Me por el camino de Samacá, y fue contenido por An- con todos ellos. La noche y la lluvia impidieron se- alegra que las cabezas a exhibir sean las de otros. zoátegui y el resto de la caballería. Además de la “Si estuviera en el ejército me deleitaría matan- guir combatiendo. Al día siguiente volvimos trizas ¿Qué pasó con Barreiro? ¿Está muerto? Dicen que sorpresa, la rapidez del despliegue de las distintas do realistas” –Maza hizo el ademán de degüello con a unos cien jinetes enemigos en los pozos termales; la Tercera División fue diezmada allá en Ventaque- unidades hizo que el adversario se desorganizara, su mano derecha y esbozó una sonrisa retorcida, sá- un par de días después tomamos el pueblo de Paipa mada…” –Maza quiso conocer de primera fuente las entrara en pánico y rindieran las armas. Su caba- dica, macabra y diabólica. y sacamos despavorido a Barreiro. Ahí comenzó a noticias del desastre de los españoles el sábado siete llería, o lo poco que quedaba de ella, huyó. Tenemos cambiar drásticamente la situación a nuestro favor. en la tarde”. a la mayoría de los oficiales realistas en nuestro po- “Usted sigue siendo un militar. No me ha dicho Sí, en el Pantano tuvimos muchas bajas, pero ellos der”. que renunció a la milicia. Estoy seguro que el Ge- llevaron la peor parte”. “Lo traemos prisionero”. neral Santander, versado en leyes, va a aprobar su “¿El maldito de Lucas González está con ellos?” reincorporación. Una cosa es desertar o rendirse “Después de Paipa la intención era despedazar- “¿¡Barreiro está preso!?” –la sorpresa de Maza –Maza tenía un interés especial en saber si el gober- ante el enemigo, y otra muy distinta caer prisionero los totalmente; que no quedara vestigio de insubor- fue grande. nador de la Provincia del Socorro estaba entre los en acción y, luego, huir del presidio, después de sufrir dinación alguna a la Corona. El Virrey convocó a prisioneros. los más indecibles tormentos y la condena al pare- todos los jefes militares de los alrededores, para lue- “Unos soldados lo encontraron escondido entre dón, para salvar la vida” –Bolívar se detuvo y habló go enviarlos a reforzar a Barreiro y acabar lo más unas piedras en el río –Pedro Pascasio quiso decir “Recién nos enteramos que los patriotas de Co- con firmeza. pronto posible con el cuento de la independencia – que él había hecho prisionero a Barreiro, pero su romoro, Charalá y otros pueblos de la Provincia comentó Maza–. Acá todo era optimismo; jamás se sitio era detrás del caballo del General y no podía del Socorro lo enfrentaron y no dejaron que llegara “Por el solo placer de matar a esos hijueputas, pensó en una debacle como la de trasanteayer; nun- participar en la conversación–. La batalla, en la que a reforzar a Barreiro. Al parecer la pelea fue muy pido inmediatamente mi reincorporación a las ar- ca es nunca. La gente imaginaba a Barreiro, seguido el factor sorpresa influyó mucho, se decidió rápido. cruenta y las gentes de Charalá sufrieron una arre- mas” –Maza asumió la posición firme e hizo el salu- por Lucas González, Francisco Jiménez, que es un Santander atacó por los lados de la Casa de Postas y metida bárbara de este jefe”. do militar de llevarse la mano con los dedos juntos 138 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 139 hacia la sien, como había visto hacerlo en la campa- “Lléveme a su casa –ordenó el Libertador–. Des- EL NUEVO SARGENTO regiones con autonomía amplia. La llegada de los ña de Venezuela a las tropas mercenarias inglesas. pués, parta, con el Coronel Leonardo Infante, hacia prisioneros, de Barreiro y sus oficiales, alborotó aún más los ánimos: había quienes deseaban ver un fu- Honda para dar caza a Sámano. Lo quiero vivo. El grupo se aproximó por el norte de la ciudad. Pedro Pascasio se sorprendió al ver una ciudad silamiento masivo en la misma plaza en la que Mo- ¿Entendió? Vivo y sin un solo rasguño. Bolívar distribuyó a sus hombres para que tomaran tan extensa. Tunja era lo más grande que había co- rillo y Sámano ultimaron a los precursores de la in- posiciones en sitios estratégicos. Envió a unos cin- nocido. Santa Fe, con sus plazas, iglesias, conventos dependencia; otros se condolieron con su situación cuenta lanceros, junto con Evangelista Tamayo y y colegios la superaba y, además, era la capital del y esperaban clemencia o un canje de prisioneros; sus guerrilleros, a Monserrate, para desalojar a los virreinato en los bordes de una llanura inmensa. Los también estaban los que comenzaron a urdir planes realistas parapetados detrás de la hacienda de los primeros días de estancia de los independentistas de escape y el rearme de las tropas del rey para rei- niciar una nueva reconquista. Bolívar aprovechó el Portocarrero. Él avanzó por la calle real hasta la en Santa Fe fueron un poco tensos. En la madrugada tiempo para hacer contactos con antiguos seguido- Plaza Mayor; el cabo Hermenegildo se dirigió hacia siguiente al arribo de Bolívar se escucharon dispa- ros por los lados de Monserrate, que alertaron a la res de la causa, como su vieja amiga Nicolasa Ibáñez, San Victorino y otros al barrio Santa Bárbara. Santa población. El español Teniente Coronel Antonio Pla, con el fin de consolidar su posición como líder de la Fe parecía desolada. Como lo advirtió Hermógenes que aguardaba escondido con una compañía para independencia; revalidar su título de “Libertador”; Maza, las familias se habían encerrado en sus casas atacar a los patriotas, se vio sorprendido. Al ver el lograr el reconocimiento y respeto hacia sus tropas; desde bien temprano. arrojo del enemigo, huyó por los cerros orientales y fortalecer, con pertrechos y hombres, la campa- buscando el camino de Guatavita, pero fue alcan- ña militar. Para esto último amnistió e incorporó a “¿Conoce a Nicolasa Ibáñez?” –preguntó el Ge- zado y apresado por Evangelista Tamayo y sus hom- las tropas a los soldados rasos del ejército vencido neral. bres. No todos los santafereños estaban convencidos y envió un par de compañías hacia la Provincia de de la independencia; entre los monárquicos, que no Pamplona para apoyar al Coronel Pedro Fortoul, “¿La mujer del chapetón Antonio José Caro Fer- eran pocos, la desconfianza era manifiesta, y entre debido a que el general español Miguel de la Torre nández? ¿Quién no la conoce? Sé dónde vive ese mal- los fervientes separatistas había resquemores entre amenazaba con invadir la Nueva Granada por Cú- dito chapetón y su hermosa mujer ocañera” –res- los amigos del centralismo, de un naciente Estado cuta y era posible que ahora lo intentara con mayor pondió Maza. fuerte, y los partidarios del federalismo, de unas ahínco si unía sus fuerzas a las de Lucas González, 140 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 141 quien huyó del Socorro tras conocer el desastre de los barrios de la capital: la Plaza Mayor. Al norte, las ovejas, llamaron su atención, al igual que las labran- cen una entrada triunfal a la capital de su Nación, Barreiro en Boyacá. Nieves y las iglesias de San Francisco y de la Vera- zas de maíz; recordó que, al parecer, lo suyo era el después de sus conquistas o de vencer al enemigo. cruz. Al occidente, San Victorino. Al sur, Santa Bár- campo, más que las armas y la milicia. Luego, cen- Hemos llegado a esta ciudad como renegados, co- Los primeros días también fueron destinados a bara y la iglesia de San Agustín. A todos les llamó la tró su mirado en el General Bolívar; nunca lo había bijados por la noche e, incluso, desconfiando de los las tareas propias de la organización del nuevo go- atención un trio de montañas, totalmente blancas, hecho. Estaba impecable, como hacía tiempo no lo moradores, y ellos de nosotros. Es importante que bierno. Pero no todo fue trabajo arduo y continuo; más allá de la sabana, llamadas Tolima, al sur, Ta- estaba: botas altas, a lo escudero, según escuchó de- el ejército patriota realice una entrada victoriosa y hubo tiempo para entrar en contacto con los san- taquí, al centro, y Mesa de Erbé, la más grande, al cir a uno de los ingleses; corbata negra, a la usanza que todos lo vean como lo que es: un ejército y no una tafereños y contertuliar con ellos. Los meses de norte. militar; pantalón blanco; casaca azul y sombrero de cuadrilla de andrajosos, como al parecer nos descri- campaña, los rigores del terreno andado y del cli- paja, apto para un paseo campestre. No era muy alto, bió el General Barreiro en sus informes al Virrey”. ma, pues la invasión del virreinato se hizo en plena El paseo fue aprovechado por los oficiales para con la cabeza grande, frentón, con pelo crespo abun- dante. A pesar de la edad, 36 años, según dijeron en época de lluvias, habían dejado a todos exhaustos, galantear con las damas. Pedro observó cómo los Las más entusiastas con la idea fueron las da- Bonza cuando le celebraron el cumpleaños, parecía flacos, mechudos, barbados, ojerosos y caratosos. duros y recios militares de las batallas y la trave- mas, especialmente las Ibáñez, quienes habían pre- más viejo. Gracias a las intensas jornadas bajo el sol, Los primeros días el agua escaseó un poco y la ma- senciado, años atrás, la entrada gloriosa de Bolívar sía, parecían, ahora, chinos chiquitos, melindrosos la piel lucía morena, lo que permitía que sus dientes yoría de oficiales y soldados acudieron a los ríos San y remilgados extendiendo, como piscos, el plumaje y blancos resaltaran. El bigote y la barba de la cam- a la ciudad de Ocaña. Los oficiales estuvieron de Francisco, el Arzobispo o Fucha para bañarse. Las abanicando la cola para atraer a las hembras. Bolívar paña habían desaparecido. A Pedro le llamó la aten- acuerdo. Era una forma de mostrar poder ante los bellas jóvenes bogotanas se encargaron de hacerle la no dejaba de perseguir a una jovencita llamada Ber- ción la facilidad en el uso de las dos manos; lo había conspiradores realistas y, además, de pavonearse vida amable a los libertadores. nardina, y Santander a la señora Nicolasa, la misma notado antes, pero ahora, cuando ocultaba algo de la nuevamente frente el bello sexo, que se rinde ante mujer a la que Bolívar solicitó ver la noche de la lle- joven Bernardina, la mano izquierda era la que más los uniformes y las marchas militares. El Estado Mayor y varias familias prestantes or- gada a la ciudad. se movía. Bolívar, cuando logró tener a la muchacha ganizaron un paseo al cerro de Monserrate. Pedro junto a su pecho, comenzó a bailar; los demás acom- “General Bolívar, ¿es cierto que en el ejército li- Pascasio, todavía en el oficio de caballerizo y ahora, Pedro Pascasio se distrajo un poco con la visión pañaron con las palmas los campases. bertador hay mujeres peleando como si fueran hom- también, integrante de la escolta de Bolívar, subió la de la gran planicie salpicada aquí y allá por árboles, bres? –la pregunta la hizo la joven Josefa Acevedo y montaña, desde donde pudo observar la ciudad y la pequeños bosques, y surcada por varios ríos. Los “Disculpe General –el Mayor Mac-Instosk inte- Gómez, hija de un señor que años atrás arengó a los gran planicie. Abajo, claramente, se podían divisar extensos pastizales, en los que había más vacas que rrumpió el sarao–, todos los ejércitos vencedores ha- santafereños para que se rebelaran contra el poder 142 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 143 español. La pregunta resultó un tanto embarazosa, “¿¡Bogotá…!? Ese es el nombre del caserío de in- cargados de montar el desfile y preparara a las di- do, por primera vez, uniforme militar, sacó el bicor- incómoda, debido a que, entre los mandos, espe- dios que hay por los lados de Funza en plena saba- ferentes unidades. Pedro Pascasio extrañó la disci- nio que rescató en el campo de Vargas y se lo colocó cialmente los neogranadinos, ya había una fuerte na…” –expresó Teresa de Pombo, una aristócrata de plina que imponía el Sargento Abella. Los ensayos en modo frontal, como lo usaba un gran General resistencia a la incorporación de mujeres a la mili- fino acento cachaco. se practicaron en horas de la tarde en la población llamado Napoleón; el Negro José, con quien hacía cia, a pesar de la valentía y el heroísmo que habían de Usaquén. A la mayoría de los soldados se les dio tiempo no se reunía, decidió usar su sombrero de demostrado durante toda la campaña. La respuesta “Bogotá es un nombre muy castizo; expresa la un uniforme; a los que no, una muda de ropa nueva. jipa en forma de tricornio, como algunos ingleses. El de Bolívar fue evasiva y centrada en la alabanza de idiosincrasia de lo que fueron los pueblos que habi- Por primera vez Pedro Pascasio luciría como todo desfile inició pasadas las dos de la tarde. Lo encabe- las muchas virtudes de la mujer. En ese momento taron en estas tierras y de lo que serán en el futu- un soldado de la patria. zaron los Generales Bolívar, Santander, Anzoátegui Pedro Pascasio reparó que las guerreras no estaban ro –aclaró Fray Ignacio Mariño, para quien era un y Soublette, montados en sus caballos, especialmen- presentes el cerro. deber revolucionario quitar las antiguas denomi- Las mujeres que acompañaban al ejército, algu- te enjaezados para la ocasión. Detrás de ellos los naciones castellanizantes, como Nueva Granada o nas desde las llanuras de Venezuela, incorporadas batallones perfectamente formados y presididos por “General –Isabel Nariño, la hija de un general Nueva España, y renombrar a las cosas, incluidos como combatientes, milicianas, espías, correos o los respectivos oficiales. El recorrido se hizo por la que fue apresado por los realistas cuando se en- los lugares, los pueblos, las villas y las ciudades de enfermeras, se desilusionaron por la negativa de los calle real, en la que previamente niñas, pertenecien- contraba adelantando una campaña militar en el forma autóctona– Bogotá es un nombre sonoro; no Generales a dejarlas marchar en el desfile, y porque tes a las familias de abolengo, habían regado miles sur del Virreinato, intervino para sacar de apuros se presta a confusiones y es muy fácil de grabar”. al Libertador–, otra indiscreción: se rumora que el cada vez más eran marginadas de los asuntos refe- de pétalos de flores; aquel camino parecía una al- nombre de la capital Santa Fe va a ser cambiado. “Pues Bogotá va a tener su desfile de la victoria rentes a la guerra. El ejército era de hombres, y pun- fombra multicolor. Una banda de músicos, dirigida ¿Es cierto?” y los bogotanos le van a dar la bienvenida –puntua- to. No valieron los argumentos de Manuela Tinoco, por el Alférez José María Cancino, interpretó dos lizó Nicolasa Ibáñez levantando una copa de vino–. Teresa Cornejo o Evangelista Tamayo. Desde ahora, contradanzas, La Vencedora y La Libertadora, y el “La independencia de la Nueva Granda repre- ¡Salud por Bogotá!” ellas debían asumir un papel de simples auxiliado- pasodoble Las Cornetas, para amenizar la marcha. senta un renacer. Es necesario que las instituciones ras de los ejércitos. En el atrio de la Catedral se ubicaron las autorida- de la república florezcan en un ambiente renovado, “¡¡¡Salud!!!” –gritaron y brindaron los presentes. des civiles, presididas por el Gobernador Tiburcio sin apegos a las viejas tradiciones heredadas de Es- El domingo, fiesta de la Asunción, las distintas Echeverría, el Párroco de la Catedral, y las familias paña. Eso incluye el cambio de nombre de la capital, Los siguientes días fueron dedicados al ensayo unidades fueron congregadas en la Plaza de San prestantes. Haciendo una calle de honor, al final del a la cual hemos comenzado a llamar ‘Bogotá’”. de la marcha triunfal. Los ingleses fueron los en- Diego hacia el mediodía. Pedro Pascasio, estrenan- recorrido, había veinte jóvenes santafereñas vesti- 144 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 145 das de blanco; entre ellas sobresalía Bernardina Ibá- avanzar al pequeño bastardo que hizo prisionero al llevar esos galones en la camisa. Pedro Pascasio ya quía intentarán liberar al General, y él, al conocer a ñez. Los caballeros montados dieron toda la vuelta comandante del ejército español en Boyacá. Su sor- no es un soldado raso”. su carcelero, cobrar venganza y huir. Gran respon- a la plaza, comenzando por el norte y girando hacia presa fue mayor cuando escuchó el reconocimiento sabilidad, amigo Pedro Pascasio; gran responsabili- el occidente, mientras los batallones eran formados del Excelentísimo Señor Presidente Libertador or- “Me gusta ser caballerizo; estar pendiente de dad” –Filiberto suspiró profundamente. en el centro de ella. denando la entrega de cien pesos por su servicio a la Palomo o del Muchacho, cepillarlos, limpiarles los Patria y a la independencia. “¡Cien pesos!” cascos, cambiarles las herraduras. Me llevo bien “Me gustaría continuar al servicio del General La fiesta continuó con el cantó de un Te Deum con los caballos. Pero dicen que me asignaron como Bolívar y marchar hacia Venezuela” –Pedro Pasca- en el interior de la Catedral. Luego, se hicieron dos La tropa terminó el desfile en la Huerta de Jai- guardia en la cárcel. sio trago un poco de saliva tratando de evitar que la reconocimientos importantes: el Libertador con- me, un espacio en el que, por años y por órdenes de voz se le quebrara. cedió a los héroes de Boyacá y Vargas la Cruz de la Pablo Morillo o de Juan de Sámano, fueron fusilados “¿Lo asignaron como carcelero…?” –preguntó Orden Honorífica de Boyacá; enseguida, los ascen- hombres y mujeres adeptos a la causa de la indepen- Juan Filiberto con cierta extrañeza. “Para la campaña de Venezuela, el General ne- sos militares: a General de División, los Generales dencia. Pedro Pascasio se sentó a descansar debajo cesita tropas muy experimentadas, no soldados bi- de Brigada Francisco de Paula Santander Omaña y de un roble. Estaba todavía sobresaltado por su as- “Eso escuché a un capitán” –respondió el mucha- soños. Allá la guerra de independencia ha sido espe- José Antonio Anzoátegui y Hernández; a Teniente censo a sargento del ejército y por la recompensa pe- cho que saboreaba lentamente el tamal, como si in- cialmente cruel, incluso entre los mismos patriotas Coronel, los Mayores Arthur Sandes, John Mac-Ins- cuniaria ordenada por el Libertador. Además, había tentara no acabarlo jamás. que desconfían unos de otros. El General sabe hacia tosk y Julián Mellao; a Mayor, los Capitanes John rumores de que el General Bolívar iba a abandonar dónde se dirige y qué le espera. Lo mejor es que Us- Johnston, Vicente Andarra y Fernando Vargas. Los la capital de la república para continuar las guerras “Pues, joven sargento, lo designaron para custo- ted se concentre en su nuevo encargo, porque ese Ba- nombrados avanzaban hacia el atrio de la iglesia de independencia en su natal Venezuela. Al parecer diar a Barreiro y a sus esbirros. No sé si eso es un rreiro no desperdiciará la menor oportunidad para para recibir las insignias de su nuevo rango. “A Sar- ya no iría con él y ya no sería caballerizo. premio o qué; lo cierto es que va a custodiar al hom- matarlo y fugarse, o, por lo menos, dejarlo en ridí- gento, el soldado Pedro Pascasio Martínez Rojas”, bre que hizo preso en Boyacá. Parece un mal chiste. culo, como Usted lo dejó a él. se escuchó claro y fuerte. El chico quedó petrifica- “¿Quién está por aquí con cara de pensativo? – Quiero ver la cara de Barreiro cuando se entere que do. El Negro José le dio un empujón para sacarlo de Juan Filiberto Mesa, el comunero, le alargó un plato el soldado que lo atrapó, lo está custodiando. Que- “Sí, la guerra es cruel –Pedro Pascasio se distra- la turbación. En el recorrido sintió las miradas y los con un tamal y se sentó junto a él–. ¿Por qué tan pen- rrá despescuezarlo. Ese oficio, tal como están las co- jo con unas hormigas que aprovecharon la ocasión señalamientos de las gentes que murmullaban al ver sativo? Cualquiera podría estar celebrando poder sas, es de mucho cuidado. Los amigos de la monar- para pincharle los pies–. En mi casa me enseñaron 146 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 147 a no odiar a nadie, pero ahora cada vez que veo un quitos como estatuas. Me di cuenta que el hombre Amigo Pedro, afortunadamente los enemigos no lo de la raza maldita de los españoles, como si fueran chapetón quiero matarlo. En Boyacá sentí que me corría presuroso cogiéndose los pantalones con son para siempre”. ratas de cloaca, en el territorio de Venezuela. Para hervía la sangre. La Capitana nos gritaba que nos ambas manos y el fusil terciado a la espalda. Llegó, hacer realidad la amenaza, Antonio Briceño pro- mantuviéramos unidos, decididos y con la lanza ha- se hizo junto a un árbol, tapado de la vista de sus “¿Es posible?” –Pedro miró hacia el horizonte; puso un plan de recompensas para la soldadesca: a cia adelante –el muchacho dio un salto, empuñó la compañeros, botó el arma, se bajó los pantalones y parecía evadir la respuesta. tantas cabezas cercenadas y presentadas como tro- pica y marchó como lo hizo en el campo de bata- se puso a cagar. No veía bien su cara, pero sí escu- feos de guerra, un ascenso o una prebenda. Con ta- lla–. Cuando vi cerca al enemigo, lo único que quise chaba su pedorrea y sus jadeos y retozos. Ese tipo, “No sólo posible; es necesario. ¿Qué se gana con les garantías, hasta el vecino, con el cual se tuvo una fue ensartarlos. ¿Siempre veremos a estos españoles además de cursiento, estaba podrido; la hediondez enemistarse de los demás para siempre? Reconocer pelea por unas gallinas o por un lindero, se convierte como nuestros enemigos?” de la mierda inundó todo el sector y atacó nuestras la humanidad del adversario permite que se pelee en objetivo militar. No hay mejor forma de saldar narices con una furia espantosa. Nos tapamos y con honor, gallardía, respeto. Perder el propio valor una deuda que ajusticiar al deudor o al acreedor y facilita la deshumanización, y ésta, que se realicen presentarlo como un traidor o un apátrida. Demen- “En abril pasado, antes de emprender la marcha contuvimos la respiración. Ante semejante espec- las más terribles atrocidades en la guerra, especial- tes como Briceño o Boves, unos auténticos carni- hacia acá, hacia las Provincias Unidas de la Nueva táculo, estuvimos tentados a soltar risotadas, pero mente fuera del campo de batalla. Aún en la más ceros, llevaron la guerra a extremos de crueldad y Granada, Morillo llegó con su poderoso ejército a nos mordimos la lengua para no delatar nuestra cruenta pelea no podemos dejar de ser hombres. La barbarie inimaginables. Bolívar suavizó, de alguna Achaguas, en los llanos del Arauca. Bolívar necesi- presencia. A ese hombre la guerra, en ese momento guerra tiene sus límites”. forma, la cuestión de la guerra a muerte con un de- taba conocer bien la fuerza del enemigo. Yo, junto excremental íntimo, solitario y oloroso, dejó de im- creto, en el que se expresa que, a pesar de tanta in- con dos soldados, nos ofrecimos para espiar el cam- portarle. Un hombre como ese, cagando, como caga “Pero… –Pedro se mostró perplejo, desconcerta- justicia, miseria y vejámenes hacia los americanos, pamento realista. Una tarea arriesgada. Logramos todo el mundo, deja de ser un enemigo y se convierte do– ¿Cómo es posible tener esos límites en la guerra? existe una posibilidad, una vía para la reconcilia- pasar el río Arauca y acercarnos en la penumbra. en un ser humano, corriente, indefenso y vulnerable. Yo he escuchado, más de una vez, que esta guerra ción y la amistad, e invita a los españoles para que Lo hicimos por entre un matorral y nos escondimos Verlo curruspetiar abstraído del mundo, lejos de la por la independencia es una guerra a muerte, y que convivan pacíficamente en esta tierra bajo la guía como a unos cien pasos. Allí estaban los realistas seguridad de su cuartel, de la protección de su ma- por eso fue que colgaron al italiano allá en Venta- de un nuevo gobierno republicano. organizados, bien equipados y alertas. De repente nada, nos mostró no a un enemigo, sí a un hombre de quemada. No entiendo…” un soldado corrió hacia nosotros; quedamos fríos. carne y hueso como cualquiera. Él estaba allí obede- “Cuando niño uno juega a la guerra, a ser sol- Si disparábamos, alertaríamos a todo el ejército; ciendo a los dictámenes de su cuerpo; nosotros, que- “Hace seis años en Cartagena un desquiciado dado. Es un simple juego y nadie odia a nadie. No sé si corríamos, ellos tenían caballos. Nos quedamos riendo salir de ahí para salvar la nariz y el pellejo. lanzó una proclama de guerra total, de exterminio cómo, pero creo que se juega bajo unas reglas; cada 148 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 149 quien sabe a quién mata y punto. Cuando se ter- “Como en el juego de los niños, hacer que sus sol- EL LIBERTADOR DEJA LA CIUDAD to había que derrotarlo para consolidar el sueño de mina el juego todos quedamos felices y tranquilos. dados jueguen bien el juego de la guerra”. una gran república independiente. Después de Vargas quedé temeroso, asustado, con una sensación muy rara en la barriga. Nunca había Los dos amigos continuaron parlamentando por La partida inminente del Libertador Bolívar ha- Pedro Pascasio continuó con el oficio de caballe- visto tantos muertos y tantos heridos. Me dolió la un buen rato hasta que fue dada la orden de volver cia Venezuela se regó por toda la ciudad. Para al- rizo, al menos hasta la partida del General. De vez muerte de la Sargento Amaya. Era muy bonita y pe- a los cuarteles. gunos, era la oportunidad de establecer un gobier- en cuando acompañaba a su guardia personal en las leaba como una fiera…” no eminentemente neogranadino; para otros, era la correrías que hacía, especialmente hacia la casa de demostración del inicio de la construcción de una Bernardina Ibáñez, quien se mostraba cada vez más “Yo la vi pelear en el sitio que llaman Gámeza. gran república, de un contrapeso a una vasta nación indiferente y recelosa con el caraqueño. Al parecer, Era una mujer valiente, decidida. La forma como que se había levantado hacía años muy al norte de ella estaba interesada en un joven oficial, lo que cau- manejaba la lanza era magistral. Siempre mantenía saba enojo en el Libertador, quien, para quitarlo de a los adversarios a distancia, moviéndose en diago- las Américas. No pocos independentistas estaban en medio, no dudaría ordenar a sus comandantes nales. El tonto que invadía su zona de defensa termi- preocupados por la defensa de la ciudad, que queda- naba ensartado y muerto. Ella atacaba e inmedia- ba prácticamente desprotegida. Había amenazas de enviarlo a lo más cruento del frente de batalla, al tamente recuperaba el mango de la lanza para que reconquista desde Pasto y Popayán, o desde Santa mejor estilo del Rey David con el valiente Urías. el oponente no pudiera sujetarla. Infortunadamente Marta y Cartagena. La guerra debía continuar y el en la batalla junto a la laguna de Tundama nada sueño de una gran patria afianzarse. Ya se habla- El día anterior a la partida, las damas bogota- pudo hacer su lanza contra un disparo de fusil hecho ba entre bambalinas de un país llamado Colombia, nas organizaron un paseo a la Laguna de Capella- por la espalda y con alevosía. Herida pudo bloquear idea que rondaba en la cabeza de Bolívar desde hacía nía, por los lados del pueblo de Fontibón. El grupo, las embestidas de la bayoneta de su agresor, hasta un buen tiempo. Lo bueno del asunto era que Bogotá integrado por familias santafereñas y las cúpulas que ya no pudo. Era una buena sargento”. sería la capital, por encima de la señorial Caracas. del ejército y del gobierno, se estableció en la orilla. Este sueño requería, antes, consolidar la victoria Allí fueron extendidos manteles sobre la yerba; se “Sargento… ¿qué diablos hace un sargento?” –Pe- sobre los españoles. Pero, la empresa guerrera de improvisó una cancha de tejo; se hizo un fogón con dro Pascasio se rascó la cabeza como buscando sa- Bolívar en su tierra natal no era fácil, dado que allí piedras para cocinar un sancocho; y se prendió una car una respuesta de su cerebro. estaba la élite del ejército monárquico. A ese ejérci- fogata para asar carne a la usanza de los llaneros. 150 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 151

José María Cancino amenizó con música la jornada. o mejor, de la traición, la gente comenzó a decir mu- hizo en menos de cuatro meses en Casanare y en gas, sin tomar todas las precauciones debidas, fue Las mujeres prepararon la comida; soldados venezo- chas cosas; fue todo un trabajo de desinformación. estas tierras, bajo unas condiciones realmente ad- temerario, poco estratégico; nos salvamos de per- lanos y casanareños mataron, destazaron y asaron Gracias a ese episodio llegué a la convicción de es- versas, como ese invierno que, si bien nos protegió der la batalla y de ser fusilados y decapitados, para una ternera; algunos oficiales bailaron, otros se de- tar bien informado. Por tal motivo, en lo posible, me en los llanos, porque mantuvo a distancia a los es- luego adornar con nuestras cabezas el camino real. dicaron a recorrer las orillas de la laguna con sus pa- gusta ser testigo presencial de los acontecimientos. pañoles y volvió loco y enfermó al pobre Barreiro, Barreiro, por exceso de confianza, perdió su opor- rejas, y los más osados, especialmente los venezola- No hay como el haber estado presente. Me gustaría en la Provincia de Tundama casi causa nuestra des- tunidad de oro, y, por el contrario, Lucas Carvajal, nos, mostraron sus dotes de nadadores consumados. escribir todos los eventos que hemos vivido y ha- trucción. Cuando ascendíamos por los páramos de Juan José Rondón y Leonardo Infante cabalgaron en cerlo no como aquellos que escriben de oídas y por Pisba y Socotá, algo inimaginable, me decían, como ese pequeño valle como demonios, como centauros, “Reverendo, a qué se va a dedicar ahora, después chismorreos”. para calmar mi ansiedad, que desembocaríamos en como leviatanes en una gran pradera. Cuando estos de haber sacado a los españoles de este reino” –Juan unas extensas llanuras que permitirían a los vene- lanceros se lanzaron a la carga, Bolívar, con un poco “Eso quiere decir que mañana parte con el ejérci- zolanos y casanareños sentirse como en casa; amén Filiberto Mesa, quien logró colarse en el paseo, pre- de sarcasmo e ironía, les gritó que salvaran la pa- to para Venezuela”. del frío. Yo, como había conocido en los días del Co- tria. A propósito de héroes, allá en el pantano a su gunto a Fray Ignacio Mariño, quien contemplaba, mún las llanuras de Zipaquirá y Ubaté, imaginé que Reverencia lo vi pelear como todo un espadachín. al lado del Párroco la Catedral y de Pedro Pascasio, “Exacto, quiero estar presente en cada momento se extendían y formaban un gran altiplano con las ¿Cómo hace un ministro de Dios para matar y luego que estaba al tanto de los caballos, la laguna. de la consolidación de la liberación de Venezuela”. planicies de Sogamoso y Duitama. Esa idea me dio dar la absolución?” –la cara del Párroco, al saber argumentos para tranquilizar a los llaneros, ya de que los rumores de curas peleando y dando plomo “El Libertador me nombró Prefecto Militar y “Parece, según le entiendo –aclaró el cura párro- por sí asustados con el frío, la neblina y el granizo. en el ejército independentista como salvajes infieles Gobernador de la Provincia de Sogamoso –respon- co, quien días antes había condenado en un sermón, Para nuestro infortunio, el invierno arreció en los eran verdad, palideció. Su reacción siguiente fue dió el sacerdote, que se sorprendió al ver al comune- escuchado por el mismo Virrey Sámano, la partici- meses de junio y julio. Los valles se inundaron y los persignarse y alejarse un poco del apóstata. ro en aquel sarao–. Todo me imaginé, menos encon- pación de curas en la gesta revolucionaria–, que a pantanos fueron una verdadera pesadilla. Bolívar y trarlo aquí”. Usted le gusta ser testigo presencial de los aconte- los demás, pero especialmente Anzoátegui, estaban “Usted fue formado por un monje, hijo de otro cimientos”. desesperados en Bonza. Era un gran riesgo perma- monje revolucionario –respondió el fraile, quien se “Tengo la habilidad de aparecer y desaparecer necer atorados allí o intenta ir de frente, por entre percató del desconcierto y la turbación de su cole- sin llamar la atención. Esa pericia la adquirí en los “Usted lo ha expresado muy bien: fui testigo de la inundación y el barro, contra los españoles bien ga–. El Evangelio y la injusticia no van de la mano. días del Común. Después de la burla del Arzobispo, lo que este ejército, contra muchas probabilidades, atrincherados en Paipa. Pero dar ese rodeo por Var- Un Cristiano no se puede tornar indiferente ante los 152 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 153 males que crecen a su alrededor. Si ese compromi- “¿Qué…?” –el chisto se mostró sorprendido. pero siento tristeza por los amigos que he perdido: el almuerzo. Pronto el potrero se vio salpicado de so se le exige a un bautizado, la demanda es mayor Antonio Arredondo, Nonato Pérez, Simona Amaya, pequeños grupos que se recostaron en la yerba para para un pastor. En contra de mis superiores decidí “Hablamos de nuestro destino próximo –sostuvo Cayetano Abella. A Cayetano lo conocí siendo un comer. Por unos breves momentos la guerra quedó unirme al ejército libertador. Cuando hayamos con- Juan Filiberto – El fraile será gobernador; un gober- chico alegre que rivalizaba con los caporales de la en el pasado, tanto como en el futuro. solidado la victoria, lo que depende de la campaña nador piadoso, porque mantiene sus votos eclesiás- hacienda de misia María Rosa Lazo en Nunchia, a en Venezuela, dejaré el gobierno y me dedicaré a la ticos, y a la vez ilustrado. Yo marchó hacia Vene- pesar de que por su condición de pelirrojo lo moles- Al despuntar el siguiente día se sirvió el desa- misión que elegí en mi juventud. Evangelizar es una zuela, en donde espero ver derrotado a Morillo. Y…, taban; le decían que los bermejos son la manifesta- yuno y se dio la orden de dirigirse a la Plaza Mayor tarea grandiosa, pero no se puede evangelizar bien Pedro Pascasio… ¿qué va a hacer Pedro Pascasio? ción del diablo. No recuerdo bien porqué llegó allí. y formar a los diferentes batallones. Pedro Pascasio a un pueblo oprimido e ignorante. Emprenderé una Él creció en Firavitoba y de arriar ovejas y vacas a llegó con Palomo bien enjaezado. Buscó a Filiberto. tarea educativa. Al General Santander le he insisti- “Terminar el servicio. Después, cobrar la recom- lomo de asno, pasó a la vaquería a lomo de potros –Pedro sostuvo el bicornio pensa que me otorgó el General Bolívar. Luego, vol- “Señor Filiberto…” do en la necesidad de establecer escuelas por todos cerreros en las sabanas de Pore. Fue un gran apoyo con las dos manos. los rincones de la geografía nacional. Liberados del ver a mi casa; eso pienso, volver a mi casa. Mi amigo en la organización de los primeros ejércitos; hizo de yugo español ya no vamos a necesitar armas, vamos José si siguió de soldado; marchó a esa región que correo, de espía y terminó siendo un gran líder de la “Pedro Pascasio, buenos días” –Filiberto sonrió a necesitar libros y conocimiento. Más que con la llaman Antioquia con el Coronel Córdoba. Él quiere infantería. Me gustaría tener hombres como él allá y le dio unas palmadas en la espalda al caballerizo. idolatría, Moisés tuvo que lidiar con la ignorancia, pelear hasta que lo hagan un hombre libre. Él es muy en Sogamoso. Pedro, ¿le gustaría venir conmigo?” la desesperanza y el hambre de la gente que liberó de bueno manejando el fusil; sin él el General Barreiro “Como el ejército va a marchar hacia Venezuela, Egipto. Más que el hambre y la pobreza, lo que da al y su edecán me matan y escapan allá en Boyacá. Lo “Gracias Reverendo, voy a cobrar el dinero y ¿puede Usted hacerme un favor?” traste con los grande ideales de civilización y de eso voy a extrañar mucho, así como extraño al Rojo, al volveré a mi tierra. Desee ir a Venezuela. No se “Claro, Pedro. Con gusto. ¿Qué desea que yo que llaman en el norte del continente como demo- Sargento Abella”. pudo. Vuelvo a mi casa”. haga?” cracia, es la ignorancia y la estupidez de la gente”. “La guerra es una fiera que con sus garras y “Al Sargento le dio mamitis” –Filiberto soltó la “Supongo que el General Bolívar se va a detener “Espero que esté escuchando joven Sargento” – colmillos nos despedaza –el fraile no dejó de con- risa y le dio al muchacho unos golpecitos en la es- en Belén, en la casa del General Leiva. Ellos dos son Filiberto se dirigió a Pedro Pascasio que sostenía los templar la ciénaga mientras hablaba–. Sí, ahora palda con la palma de la mano. Los tres se dirigie- buenos amigos. ¿Puede Usted llevarle saludos a mi caballos sin perder el hilo de la conversación. siento alegría porque hemos roto el yugo colonial; ron hacia donde las señoras estaban repartiendo señora madre? Decirle que estoy bien…” 154 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 155

“Pedro, amigo, lo haría con gusto. Desafortuna- presenciaron el acontecimiento. Santa Fe quedaba LA RECOMPENSA cierro en ese cuarto y de la usanza de polvos para di- damente el General marchará por Puente Real y de en manos de unos pocos patriotas; una buena parte simular los queloides del acné, palideció aún más–. ahí a Cúcuta y Venezuela. Creo que el General quie- de la población era partidaria del nuevo gobierno, No estoy aquí por encargo oficial –el muchacho ad- re agradecer en persona los servicios que la Provin- pero entre ellos había quienes veían con preocupa- Pedro Pascasio se enfundó en el uniforme mili- virtió el sobresalto y la angustia del funcionario–. cia del Socorro prestó a la independencia, consoli- ción la partida del Libertador. Otros anhelaban la tar, sombrero aguadeño y alpargatas de fique. Avan- Vengo por un asunto personal”. dar la presencia del gobierno republicano y, de paso, restauración del régimen colonial y en secreto co- zó gallardo portando la lanza, tal y como lo apren- cerciorarse sobre algunas habladurías acerca del menzaron a urdir planes para liberar al General José dió del Sargento Abella. Dirigió sus pasos hacia el El hombre se dirigió a un escaparate empotrado Coronel Antonio Morales”. María Barreiro. Tribunal Mayor de Cuentas, una casa de dos pisos, en la pared, sacó una botella y bebió un largo trago paredes blancas, balcones de madera y un portal de de su contenido– “¿En qué puedo servirlo?” –El tufo “De todas formas, gracias” –la tristeza en el ros- piedra tallada, calles atrás de la Catedral. Observó a alcohol escapó de su boca. tro de Pedro Pascasio se hizo manifiesta. que una de las batientes de la puerta estaba abierta e ingresó hasta el jardín rectangular con arcadas de “Vengo a cobrar una deuda” El chico y su amigo dejaron de hablar cuando piedra. La casa parecía vacía. En un salón encontró el General Bolívar apareció en el balcón de la Casa a un hombre de estatura baja, con los brazos muy “Viene a cobrar una deuda… ¿¡Viene a cobrar Presidencial para arengar a las tropas y a los santa- cortos, como si los tuviera escondidos en las mangas una deuda en esta época de guerra y escasez!?” –el fereños. Agradeció a sus hombres el esfuerzo reali- del sacoleva y sólo dejara ver las manos. El hombre- viejo cerró el ojo izquierdo y abrió bien el derecho zado en la campaña que culminó con la derrota del cillo, quien lucía una peluca hecha de crines de ca- levantando la ceja. ejército español y la toma de la ciudad. Hizo votos ballo, estaba sumido entre una pila de papeles. porque el General Francisco de Paula Santander, “Sí, señoría. Vengo a cobrar un dinero” –Pedro encargado del Gobierno de la Nación, lograra sen- “Buenos días, señoría –el soldado saludo tras Pascasio se mostró resuelto y convencido de su re- tar las bases de una patria fuerte, organizada e in- una breve inspección ocular al recinto y a su único clamo. dependiente. Expresó su deseo por liberar a Vene- ocupante. El hombre volteó y quedó petrificado al zuela tan pronto como fuera posible. Al frente, en ver el soldado en posición firme en la puerta. El ros- “¿Y por qué debe esta dependencia gubernamen- el atrio de la Iglesia Catedral, las hermanas Ibáñez tro, de por sí blanco, producto de largos años de en- tal cancelarle ese dinero?” –El hombre recuperado 156 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 157 del susto y fortalecido por el trago de aguardiente se o muy poco, para decir verdad. Digamos que lo su- “¿Me van a pagar los cien pesos que ordenó el Ge- hacer negocios con el Estado. En la Corona… Bueno, sentó en una gran silla detrás de una escribanía de ficiente para gastos de funcionamiento. La guerra neral?” –Pedro sostuvo la lanza apuntando al fun- ya no hay Corona, al menos por el momento, porque madera fuerte. consume muchos recursos. No sé de dónde se van a cionario. la alimaña de Sámano abandonó todo y huyó; pero sacar nuevos dineros”. de seguro, como toda fiera herida estará lamiendo “El General Bolívar ordenó pagarme cien pesos “¿Qué edad tiene soldado?” sus agravios, a la vez que tramando retomar esta oro por mis servicios a la patria”. “Yo no sé nada de ningún pagaré” –Pedro se mos- capital y fusilar a unos cuantos facinerosos. Quiero tró turbado y molesto. Sin pensarlo dirigió la punta “Doce… creo” –a Pedro la edad nunca le había decir, que según las leyes que nos rigen, porque no “La generosidad del General Bolívar es prover- de la lanza al hombrecillo. preocupado; lo importante para él era ser o no ser un conozco nuevos reglamentos, el gobierno no hace bial. ¿Trae algún pagaré?” hombre, servir o trabajar como le había enseñado su negocios con menores de edad”. “En la Corona… Bueno, ya no hay Corona –el padre. Un peón nunca está pendiente de su edad; un “¿Un pagaré…? ¿Qué es eso?” –el muchacho mos- funcionario volvió a cerrar un ojo y abrir el otro campesino está pendiente de trabajar, de servir a los “No entiendo…” –Pedro intentó seguir el argu- tró confusión. levantando la ceja–. En el nuevo gobierno, como en demás; un caballerizo sabe la edad de sus caballos, mento del homúnculo que caminó por la sala bam- todo gobierno civilizado, los negocios se hacen de no la suya propia. boleándose como un pato. “Un documento firmado, en su caso, por autori- acuerdo a unas reglas. La cuestión es que, por el mo- dad competente, y que diga que esta tesorería debe mento, no tenemos unos nuevos estatutos que digan “¡Santa Madre, carne de cañón! Soldado… -el “Las leyes nos dicen cómo proceder en diversas cancelarle… ¿cuánto dijo?” –el viejo se recostó en el cómo hacer las cosas. Entonces, supongo, que debe- viejo se levantó de la silla; suavemente retiró la pun- situaciones; de no ser así, cada cual haría lo que le espaldar de la gran silla y junto las pequeñas manos. mos regirnos, todavía, por los decretos de la Coro- ta de la pica que le apuntaba y se acercó a Pedro, más viniera en gana. Esas leyes dictaminan que sólo los na y del odiado Rey Don Fernando… ¡Qué cosa! Es joven, más alto y con todas las partes de su cuerpo hombres adultos y letrados pueden hacer negocios “Cien pesos” –aclaró el muchacho. decir, para pagar una deuda cargada al tesoro de simétricas, a diferencia de él que parecía tener es- con el gobierno. Por fortuna, las mujeres están ex- la nación, hay que traer un pagaré, firmado, en su condidas las manos, y lo auscultó con detenimien- cluidas de esos negocios. Y, por supuesto, los meno- “Cien pesos…, o lo que eso signifique, porque aquí caso, por el General Bolívar, si es que él dio la orden to– aún no le han salido los pelillos de la barba; res de edad y los indios también. sólo quedan unos pocos reales. Todo lo que había lo de entregar esos cien pesos, o lo que eso signifique, todavía está lampiño, pero ya está lo suficientemen- mandó recoger el Vicepresidente Santander dizque porque, como ya dije, en este momento sólo tenemos te grande y fuerte para trabajar en las labores del “Pero… el General Bolívar dio la orden…” –la voz para fundir y acuñar nuevas monedas en la Casa unos pocos reales… Muy pocos. Pesos o reales… ¡Qué campo y, desde luego, para participar en la guerra y del muchacho se quebró y su rostro dibujó tristeza de la Moneda. No tenemos nada, realmente nada; confusión!” matar; pero no está lo suficientemente crecido para y desconsuelo. 158 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 159

“Me imagino que cuando el General Bolívar or- e ignorante, que no tiene nada de torvo. ¡Qué con- “Antes de estar en el ejército trabajé como caba- “Pedro Pascasio Martínez Rojas, soldado del…” denó pagar, por cuenta del tesoro, ese dinero, esos tradicción! Y ahora, me está cobrando cien pesos llerizo en la hacienda del General Juan José Leiva en cien pesos que suman… ¿cuántos reales suman cien por su bellaquería. A Judas le dieron treinta mone- el pueblo de Belén, por el camino real hacia Soatá”. “Gracias, gracias, soldado Martínez…” –el hom- pesos?, el Vicepresidente Santander, un hombre ape- das, ¿cuántas le ofreció el General Bolívar?” bre cogió por el codo a Pedro Pascasio y lo fue lle- gado a la letra de la ley, debió hacer una cara de ex- “¡Un General…! ¡Qué interesante! Pues ese Ge- vando hacia la puerta del salón, la cual cerró tras trañeza: cómo es posible; qué está ordenando; eso es “Cien pesos, señoría; cien pesos. Ya lo he dicho” neral Leiva… nunca escuché hablar de un General dejar al muchacho afuera. Leiva, tiene la patria potestad para cobrar su di- ilegal. ¿Cuál es la razón para que se le paguen esas –Pedro Pascasio recuperó el semblante y adquirió monedas?” nero, siempre y cuando presente en esta tesorería nuevamente la pose de soldado resuelto, inamovible. un pagaré en el que se diga el monto de la deuda y el “En la última batalla, allá en Boyacá, el Negro motivo para su pago. Pero debo aclararle: él, el Ge- José y yo hicimos prisionero al General Barreiro…” “Soldado –el hombre retomó su sitio en el sillón, neral Leiva, bien puede quedarse con su dinero, para detrás del escritorio–, como ya le dije, la Corona… saldar deudas de su familia pasadas, presentes o fu- “¿¡Usted fue el miserable que hizo prisionero al cierto que, en estos momentos, por su gracia, ya no turas, o tenerlo como una fiducia y devolvérselo con General Comandante de los Ejércitos del Rey!? –el tenemos Corona. Pero según los estatutos que nos el tiempo, cuando Usted sea mayor de edad. Dado hombre, sorprendido, se volvió a acercar a Pedro rigen, mientras se dictaminan nuevos reglamentos, el caso, eso debe quedar consignado por escrito; en Pascasio para asegurarse que no estaba teniendo el gobierno no hace negocios con menores de edad. El estas tierras los señores hacendados no son muy una alucinación. tesoro no puede cancelar ningún dinero a un hombre dados a reconocerle dinero alguno a sus peones. Lo iletrado, y menos si es un menor de edad. En dado que no queda consignado por escrito, ante un nota- “Sí, señoría”. rio, se pierde para siempre. Lo digo por experiencia; caso de que exista un pagaré, este debe ser cobrado conozco muchos casos. Cien pesos… o lo que eso re- “¡Por la puta madre que me parió! Estoy frente por un varón adulto, letrado y prestante. ¿Tiene a presente, es una cantidad importante de dinero. Me al maldito que acabó con esta guerra y que hizo que algún señor respetable, de buenas costumbres, que encantó haber conocido al héroe que aprisionó a un los cobardes de Sámano y Calzada huyeran como lo represente? Pregunto porque, supongo, usted debe incapaz y tonto generalito que no sabe nada del arte almas que lleva el diablo. El General Comandante ser hijo de un campesino ignorante, de un peón o un de la guerra. Fue un placer haberlo servido… ¿cómo reducido a una miseria por un muchacho campesino jornalero de alguna hacienda”. dijo que se llama?” 160 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 161

EL FUSILAMIENTO los godos hacían de correos llevando noticias so- al calabozo y se situó junto a la puerta. El sombrero “No sé…” –las preguntas tomaron por sorpresa bre la guerra y urdiendo estrategias de escape. La y la poca luz en el lugar opacaron su rostro. a Pedro Pascasio, quien agachó la cabeza para que tensión entre independentistas y monárquicos fue el ala del sombrero ocultara un poco más su rostro. El humor de Pedro Pascasio no volvió a ser el me- creciendo. El vicepresidente Francisco de Paula “Hermanos, soy portador de la misericordia del Por la indiferencia del General hacia él sabía que no jor desde el día que visitó la casa del Tribunal Mayor Santander esperaba un pronunciamiento de Juan de Padre Celestial, que a través del Sagrado Sacra- lo había reconocido. de Cuentas. Los sueños de poder tener un rebaño de Sámano sobre el canje de prisioneros propuesto por mento de la Confesión nos bendice con la redención ovejas y de tejer ruanas de lana se fueron difumi- Bolívar. Debido a la tensión y a los rumores, cada vez de Jesucristo, su Unigénito, quien murió a causa de “Entiendo… entiendo…” –el hombre se inclinó nando. Todos envidiaban la bolsa de morrocotas más recurrentes, sobre una fuga de los prisioneros, nuestros pecados y resucitó para darnos, por la gra- como tratando de examinar algo fuera de la habi- de oro prometidas por el Libertador; pocos, o casi la tarde del viernes ocho de octubre ordenó apostar cia del Espíritu Santo, la vida eterna –el fraile, un tación. nadie, sabían de su desencanto por la negación de un pelotón de soldados frente a la cárcel y limitó las hombre anciano, totalmente calvo y con una barba –el novato recordó una la recompensa. El mal humor se incrementaba cuan- visitas, lo cual produjo protestas, apedreas y míti- rala, extendió los brazos y elevó la mirada– Les re- “¡No! ¡Sí! El Comunero…” nes. Pedro Pascasio, al mejor estilo de la Capitana de sus pláticas con Juan Filiberto Mesa. do no estaba en los establos, y más en las guardias cuerdo, que, según las enseñanzas de la Santa Ma- nocturnas recorriendo, como un espectro, las frías y Teresa Cornejo, arengó y ordenó a sus hombres co- dre Iglesia, para hacer una buena confesión se nece- neblinadas calles santafereñas. locarse formando una media luna a la entrada de la “¿Quién?” –Barreiro dirigió la mirada hacia el sita que el penitente haga el examen de conciencia, cárcel con las lanzas al frente. muchacho, pero no lo logró apreciar bien sus faccio- La partida de Bolívar permitió que los adeptos la contrición de corazón, el propósito de la enmien- nes. a la Corona de España dejaran el apocamiento y se Un capitán le indicó a Pedro Pascasio que de- da y la reparación de obra”. atrevieran, al comienzo de forma sutil, luego con un bía ir hasta el Convento de los Franciscanos para “Un soldado que estuvo en el levantamiento con- tono y unos modales más descarados, a expresar sus pedirles asistir en confesión a los reos. El prior y “Soldado –el General Barreiro, parado junto a la tra los impuestos y la marcha de muchos hombres ideas. La cárcel la Chiquita, en donde estaban con- tres frailes acataron el llamado. La presencia de los única ventana se dirigió a la sombra vigilante en el hasta acá, hasta Santa Fe, y que fueron atajados por finados José María Barreiro y sus oficiales, se con- religiosos dejó pasmados a los militares españoles, extremo opuesto de la celda–, un hombre de armas, un señor cura de esos que llaman Obispos”. virtió en un sitio alegre y frecuentado: las señoras quienes ya presentían su final, gracias a la interrup- formado y educado en el arte de la guerra, ¿de qué se llevaban comida a los presos; las jóvenes pasaban ción abrupta de las visitas, al redoble de la guardia y tiene que arrepentir? ¿de qué tiene que pedir perdón? “No sé nada de levantamientos, marchas o co- horas coqueteando, departiendo y jugando naipes; a los gritos que escuchaban. Pedro Pascasio ingresó ¿qué tiene que resarcir?” muneros” –Barreiro seguía observando a través de 162 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 163 la ventana. Parecía esperar algo, o tal vez estaba sabios más nobles y benévolos a la hora de empuñar Juan Sámano, comisionado como Virrey. El puesto gué, las familias prestantes corrieron como celesti- pensando en qué pecados enumerar durante la con- un arma adquieren la rudeza de un titán. El olor a era para el Coronel Don Sebastián de la Calzada. nas a presentarme a sus hijas casaderas. Después, fesión. sangre y a pólvora es un poderoso alucinógeno. Dicen que más experimentado y mejor estratega por disposición del mismo General Morillo, marché que yo. Con el nombramiento en la mano emprendí a Tunja; desde un comienzo sentí allí la hostilidad de “Ese soldado me dijo que un gobernante de un Debo dejar a un lado la filosofía y concentrarme la marcha hacia esta ciudad. Lo hice por el camino los lugareños. No me importó mucho. Estuve ocupa- país donde no hay sino arena, rocas y montañas en hacer una confesión –el General miró al monje de Cúcuta, Pamplona, Soata y Tunja. Un recorrido do haciendo los preparativos para marchar al Lla- secas, al dar las órdenes a su ejército les mandaba que parecía una estatua de la cual se descolgaba un largo por parajes quebrados; del calor inclemente de no, infectado de guerrillas, las cuales daban golpes no traicionar, no… ¿cómo se dice…? No destrozar los gran rosario de pepas negras y un crucifijo de pla- los valles, con ríos torrentosos, pasaba a los gélidos certeros a nuestras tropas, como el de Miraflores en cadáveres de los enemigos; no matar niños, mujeres, ta–. Su Majestad Católica me destinó al Ejército fríos de los páramos. De esa travesía recuerdo, ya al el que cayó una veintena de soldados. Era necesario, viejos, ni religiosos; no meterles candela a los cul- Expedicionario de Tierra Firma. En abril del pasa- final, la imagen del valle de Bonza. No sabía, en el imperioso, cortar de tajo todo brote de insurrec- tivos ni dañar los árboles; no matar a los animales do año de mil ochocientos quince llegué a las costas momento en el que quedé extasiado con su belleza, ción. Mis órdenes eran precisas: apresar o eliminar que sirven para comer. Eso me contó que ordenaba de Venezuela. Nos encontramos al desembarcar, en que allí se cocinaría mi infierno. Es una bella pla- al fraile Mariño y a Nonato Pérez, los jefes rebeldes ese gobernante”. la acción pacificadora que nos trajo a este continen- nicie, surcada por un par de pequeños ríos que, sin de la región, e impedir que el insurrecto Santander te, con un decreto de guerra a muerte; por el hecho duda, fertilizan sus generosas tierras. se fortaleciera al amparo de Juan Nepomuceno Mo- “Un gobernante, sin duda, muy sabio –Barreiro de ser españoles, tanto militares como vasallos del reno. se alejó de la ventana y se apostó en el centro de la rey, estábamos destinados al exterminio. ¿Cómo Llegué a Santa Fe, hace poco más de un año, pieza–. Estoy seguro que ese sabio gobernante en las llamaría aquel gobernante sabio a los actos de gue- con un contingente de más de tres mil hombres bien Sámano, que a lo mejor no conoce a aquel gober- batallas debía ser fiero como un león. Noble, pero rra que ordenan la aniquilación de una raza? armados. Pronto tuve que disgregarlos por todo el nante sabio, aprobó y dio rienda suelta a la asola- fiero como la peor bestia salvaje. No hay otra forma virreinato para contener los levantamientos sedi- ción de pueblos, trapiches y sementeras en la cam- de ganar una guerra. Hay fieras que son indulgentes: Gracias a mi buen desempeño en la campaña mi- ciosos cada vez más contantes, especialmente en los paña de recuperación de los llanos de Casanare, así primero matan a su presa y después la comen. Otras, litar, fui nombrado gobernador de Cumaná, un her- llanos del Casanare. Estuve poco tiempo en esta ciu- como fusilar o decapitar a los rebeldes capturados y, por el contrario, las van consumiendo aun estando moso lugar; luego, las circunstancias permitieron dad. Con el Virrey al comienzo las relaciones fueron cómo decirlo…, reducir a sus mujeres a servidumbre. vivas; no esperan, sencillamente atacan y despeda- que el General Morillo me nombrara comandante cordiales. Los santafereños son, cómo expresarlo, El jefe militar de la región, Juan Figueroa y Ladrón, zan sin reparar en los lamentos de la víctima. Los de la Tercera División, en reemplazo del General gentes que bailan al son que les toquen; cuando lle- era todo un experto en arrasar territorios. Antes 164 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 165 de marchar hacia los llanos expresé mi desacuerdo meras lluvias de un invierno torrencial que, me di- viejo y Miraflores, para impedir una invasión por de Panamá. Los rebeldes Arredondo y Santander con la quema de pueblos, porque más que perjudi- cen, se adelantó. Ahí comencé a tener problemas de esos puntos. Entonces marché hacia Sogamoso; se estaban aproximando a Paya, mientras Bolívar car a los guerrillas nos iba era a joder a nosotros. A aprovisionamientos de comida, lo que generó unas estaba enfermo. A pesar del esfuerzo que hice, de y Páez intentaban ingresar por Cúcuta a la Nueva pesar de la actividad en contra de los amotinados, cuantas deserciones. El enemigo comenzó a dejarse correr de acá para allá; de aguantar días y noches Granada. Don Antonio Tobar, comandante de la estos, comandados por Santander, lograron orga- avistar y a huir. Esas guerrillas de La Niebla, di- completamente empapado y entumecido; de sufrir Quinta División, desmintió lo último y me informó nizar una fuerza cercana a los dos mil hombres; ya rigidas por Mariño y Pérez, comenzaron a darnos de hambre y sed, como cualquier recluta, recibí un que Bolívar se dirigía a Casanare. La confrontación había rumores de su intención de unir fuerzas con serios problemas. Cerca de Pore avisté por primera regaño del General Morillo por no haber emprendi- con el enemigo era cuestión de días; lo importante los venezolanos. La muerte del gobernador de Tunja vez al ejército rival; los consideré unos cobardes por do con prontitud la campaña de los llanos y haberla era saber por dónde cruzarían la cordillera. La no- retrasó un poco mi salida, además porque no tenía no presentar batalla. El calor, la humedad, la lluvia dejado para la época invernal. Debo decir, honesta- ticia de que el fortín de Paya había caído en manos suficientes pertrechos y caballos. Aproveché para nos obligó a vivaquear largos periodos. A los pocos mente, que en los llanos el ejército enemigo no nos de Arredondo y que los pocos soldados que se sal- organizar y distribuir la Tercera División entre días envié un buen número de achacosos a Sogamo- infringió ninguna daño, ninguna derrota; mi ejérci- varon huyeron hacia Labranzagrande, no dejaban Cáqueza, Gachetá, Medina y Sogamoso. Había que so. Esos llanos de Casanare son áridos y los rebeldes to y yo fuimos doblegados por legiones de zancudos dudas sobre la incursión enemiga: muy probable- resguardar bien los pasos hacia y desde Casanare. los dejaban cada vez más desolados. Conseguir co- y mosquitos y por el clima húmedo de ese piedemon- mente se haría por Sogamoso. Con todos estos su- mida, especialmente carne, se hizo difícil; los toros te inhóspito y salvaje. Esto no lo entendió el General cesos, Morillo nombró a Miguel de La Torre en mi A comienzos de marzo marche hacia Sogamo- llaneros son muy bravos y lograron herir a varios Morillo, que peleó en condiciones similares. reemplazo. Sámano no esperó su llegada y ordenó so, bajo un clima prístino que me hizo recordar las caballos; para nuestro infortunio, esos llaneros no que Sebastián de La Calzada me relevara, asunto al montañas de los Pirineos en primavera y verano. saben nada de agricultura. Sólo se puede aspirar a Mi estado de salud no era el mejor; parecía un que, por dignidad, me opuse. La idea era bajar hasta Paya y batir a los enemigos un bocado de carne, conseguido con dificultad en esqueleto barbudo poseído por las fiebres. Descansé en las faldas de la cordillera e impedir su disgrega- una pradera que se estaba inundando y sólo dejaba en Tunja y solicité la presencia del Coronel Francis- Mi nombre fue puesto en entredicho y vilipen- ción en la planicie. En Sogamoso me demoré unos unos islotes aislados y lejanos. Los ríos se hicieron co Jiménez, mi segundo al mando, para que me ayu- diado. Resulté, según Morillo, un bueno para nada. días hasta tener completa la tropa y los pertrechos. extremadamente difíciles para cruzar. En Labran- dara. A pesar de la amenaza de una invasión desde Después de esta campaña, seguramente me espera- Bajé a Paya, personalmente reconocí un fortín que zagrande, por las noticias que recibí de los pocos los llanos y el incremento de las guerrillas en El So- ban un Consejo de Guerra y la deshonra. Con la pre- hay allí, y luego me instalé en el pueblo de Morcote. adeptos a la Corona, disgregue la tropa enviando corro y Pamplona, Sámano exigía, con testarudez sión de indagar por dónde se aproximaba el enemi- La marcha por ese territorio la inicie con las pri- hombres a resguardar los pasos de Chita, Pueblo- e insistencia, enviar hombres a reforzar la plaza go, tuve que hacer lo que todo comandante militar 166 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 167 hace: redoblé el espionaje sobre el enemigo y obligué La batalla de Gámeza, al día siguiente, fue in- “Disculpe Usted General –Pedro Pascasio inte- gre, que los enloquecía y les ponía los ojos infestados a los reos aprehendidos por las patrullas a confesar tensa. Se disputó en dos sitios que logramos defen- rrumpió el discurso de Barreiro–. No entendí eso de de color rojo. Ya cachorros tenían que pelear por su o brindar información sobre los facinerosos. Ejecuté der con valentía: en el puente del camino de Gámeza ensangrentar a los soldados para enardecerlos…” comida. Hacia el medio año de vida, los introducían a varios según las leyes de la Corona; no se podrá a Tópaga y en el risco que sostiene la cabuya que en jaulas para que atacaran a esclavos viejos o es- decir que fui arbitrario con ellos. Consulté todos los conduce hacia Corrales. El terreno era barranco- La guerra emociona a los hombres. Cuando ni- cuálidos untados de sangre y armados de palos para ños jugamos a ser soldados y cuando jóvenes fanta- procedimientos con un letrado antes de ejecutar las so y sinuoso. Durante cinco horas combatimos, con defenderse. Los perros ya grandes eran entrenados seamos con vivir experiencias épicas; soñamos con sentencias. Los espías en Labranzagrande y Paya, fuego horroroso, contra un ejército de desarrapa- por esclavos vestidos como soldados que cubrían ser héroes. Pero al momento de una batalla hay una finalmente me informaron que los rebeldes se ha- dos, de andrajosos; algunos de ellos vestían como sus cuerpos con gruesas pieles y portaban lanza y conjugación de sensaciones de cobardía y heroísmo. escudo. Estas simulaciones de peleas eran verdade- bían movilizado hacia Socotá. Tomé, entonces, la mujeres. Ese espectáculo daba risa y rabia. Al caer Frente a una batalla, dan ganas de salir corriendo. decisión de ir a su encuentro. Dejé en Tunja el Tercer la noche los rebeldes huyeron hacia Tasco lleván- ros torneos, como los de los gladiadores en el circo En España, durante nuestra guerra de independen- romano; uno que otro perro resultaba muerto o Batallón de Numancia y marché. Por el camino, bajo dose a algunos de sus caídos, o, por lo menos, a los cia contra Napoleón, vi soldados llorar como niños herido. Los esclavos de las perreras eran muy va- una fuerte lluvia, me enteré que los rebeldes ya esta- oficiales. La lluvia cubrió su retirada. Esta pelea en el campo de batalla; asustados, aterrorizados, liosos; los más experimentados dirigían la manada ban en los pueblos de Gámeza y Corrales y se habían fue muy oportuna, ya que necesitaba ensangren- paralizados, orinados y cagados reclamaban la pre- en el campo de batalla. Una jauría de estos perros aproximado hasta el Convento Agustino de Belén. tar a mis soldados para enardecerlos. Lamentable- sencia de sus madres. Hay que darles a los soldados el olor a la sangre para que peleen con ardor. No representaba una verdadera pesadilla para el ene- El extenso valle que hay entre Paipa y Sogamoso ya mente por lo quebrado del terreno no pude utilizar migo. Después de Gámeza, tras probar la sangre del estaba bastante inundado; nos tocó transitar por la caballería para terminar de doblegarlos. Ya de existe mayor peligro en una batalla que un compa- ñero de filas acobardado, asustado, amilanado. La enemigo, esperaba que el ímpetu de la tropa hubie- sectores anegados del camino; el agua le llegaba a noche, ordené resguardar el vado con 600 hombres expresión ensangrentar viene de la cría de perros ra aumentado; que en el próximo combate pelearan los soldados de infantería hasta la cintura. En So- y me situé en los Molinos de Tópaga a analizar sus que los antiguos hacían para las batallas. Los bár- enardecidos. Definitivamente quería hacer de estos gamoso me enteré de los primeros enfrentamientos movimientos. Mirando el número de sus tropas, que baros, especialmente el pueblo de los sármatas, te- soldados una leyenda”. con el enemigo: uno en el pueblo de Corrales y otro me superaban, solicité inmediatamente refuerzos a nían unos perros enormes, con las orejas cortadas, en Gámeza. Me instalé en un vado del río que hay al Sámano. A los prisioneros los mandé ajusticiar in- ojos de fiera, grandes bocas, dientes como cuchillos, “La Sargento Simona Amaya siempre llevaba y norte del pequeño valle, cerca de donde el Chicamo- mediatamente con el ánimo de comprometer más a pelo jaspeado; eran salvajes como el demonio. A es- peleaba con dos perros jaspeados junto a ella” –Pe- cha comienza a ser más torrentoso. los soldados”. tos perros los destetaban para darles a probar san- dro Pascasio interrumpió la narración del General. 168 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 169

“¿Una mujer peleando con dos perros? ¿De dónde rigí a la Casa del Pantanito a planear bien la estra- Eso fue lo que hizo. Sin duda una gran estupidez: iba mismos abismos hacia donde los empujábamos, fue era esa mujer? –Barreiro frunció el ceño. tegia y a esperar los refuerzos del Socorro, Zipaqui- derechito a la boca del león. En la madrugada del definitiva. Desafortunadamente hubo desorden en rá y Tunja. Bolívar se movió con rapidez. Enterado 25 de julio los espías me informaron que había em- mis unidades lo que impidió que el día del Patrón de “Era de Paya…” –respondió el muchacho. de que había llegado a Santa Rosa, quise dirigirme prendido la marcha. Mientras cruzó el río, yo ubi- España la rebelión fuera sepultada. A eso hay que hacia Duitama, pero el terreno estaba totalmente qué las tropas en los cerros que dominan el pequeño agregar un torrencial aguacero y la oscura noche. “Entonces era cierto… Cuando llegaron los hom- anegado. Opté, entonces, por tomar el camino de Fi- valle en el que confluyen el camino real y el camino Sus pérdidas, definitivamente, fueron incalculables. bres de Paya, había uno con el rostro quemado. Era ravitoba a Paipa. Era el único paso con un puente de Firavitoba. A media mañana logré eliminar a su De mi lado, la caballería resultó bastante maltre- el responsable de defender el fortín. Los soldados seguro sobre el río Pesca. Cualquier otra ruta sig- avanzada. No acaté la sugerencia del Coronel Tol- cha. se burlaban de él diciendo que lo había perdido con nificaba pantanos y ríos crecidos que sortear; eso rá de emboscar al enemigo que se aproximó por un una mujer. Lo castigué no dejándolo recuperarse de significaba una gran demora en el avance. En Paipa estrecho barranco, teniendo a su derecha y detrás La toma de Tunja me cogió por sorpresa. La sus heridas y poniéndolo a marchar al frente; lo hice hice descansar a la tropa, la cubrí del agua, ordené un vasto pantano y a su izquierda la montaña. Era pérdida de esa ciudad me dejó vagando por los pá- no porque una mujer lo derrotó, sino porque dejó en limpiar las armas. Me sitúe al sur del Valle de Bon- la forma más fácil, rápida y menos gloriosa de aca- ramos de Cómbita y Motavita. La lluvia y el frío manos del enemigo el baluarte, que parecía inex- za, cubriendo el camino. El enemigo logró avanzar barlos. Creí mejor intimidarlos con nuestros bata- nos calaron hasta los huesos. Debo decir que fue- pugnable. Soldado, no me distraiga más, debo con- y se ubicó al norte del mismo valle. El veinte de julio llones perfectamente formados en los dos pequeños ron dos días de penuria e incertidumbre. Aunque se tinuar mi relato. quedamos, prácticamente, situados los unos frente a cerros; les debía a mis soldados meses de esfuerzo me unieron las tropas que había dejado en Tunja y los otros, separados por dos ríos y un terreno panta- y privaciones; la sangre y el heroísmo debían ser su otros refuerzos, la mayor esperanza era la llegada En Tópaga abrigaba la esperanza de que Bolívar noso, poco propicio para una acción militar. Nues- recompensa. Esos miserables no tenían escapatoria. de Lucas González por el camino de Cerinza. Un se internara en los llanos de Sogamoso para poderlo tras guerrillas intentaban acercamientos y había Creo que Bolívar siempre utiliza esas posiciones sin levantamiento en la Provincia bajo su mando im- batir, pero no lo hizo. De Gámeza salió su ejército tiroteos constantes. salida para que la desesperación produzca efectos pidió su avance. Decidí redoblar el paso y conectar maltrecho. ¿Qué dirección podía tomar al rehuir la de valor en sus tropas. La batalla inició con ardor rápidamente con Santa Fe. Mis fuerzas unidas a las confrontación? ¿Regresar a Casanare por Pisba o Bolívar, atascado en Bonza, tenía dos opciones: y durante toda la tarde mis hombres disputaron de Sebastián de La Calzada sin duda doblegarían a por Chita? ¿Dirigirse hacia Cerinza, para tomar el o atravesaba el llano inundado de Bonza directo a palmo a palmo el dominio del terreno. Los malditos los rebeldes. Ordené al Coronel Jiménez adelantarse camino real hacia Tunja? ¿Tomar el camino de Soatá nuestra posición o se dirigía por el camino real del mercenarios ingleses pelearon como fieras. La in- un poco con la vanguardia y esperarnos en el puen- hacia Pamplona? Lo presumible era Cerinza. Me di- Salitre para intentar caernos por el flanco derecho. tempestiva carga de su caballería, que salió de los te del río Boyacá. Su decisión de descansar y tomar 170 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 171 el fiambre del almuerzo antes de llegar al puente y diablos se escondió, no se ha manifestado. Un canje na. Los pocos transeúntes parecían imágenes espec- Galluzo. En perfecta línea avanzaron por el costa- coparlo, fue desafortunada. Los rebeldes práctica- me llevaría, sin duda, a la deshonra, a la prisión y, trales. Al dar a la esquina de la casa de la familia de do occidental. Barreiro se percató de la presencia mente lo cogieron desprevenido. Cuando escuché muy probablemente, al paredón de fusilamiento o a González Llorente, escuchó la campana, dentro de del Vicepresidente en el balcón. Prefirió ignorarlo y el fragor del combate, lancé las unidades del grue- la horca. Nada halagüeño. Mejor, al Virrey termi- la iglesia, que indica a los asistentes a la misa poner- marchar como todo un oficial de los ejércitos reales. so del ejército en su apoyo; fuimos interceptados y namos por importarle un bledo. También pensé que se de rodillas ante el ritual de la consagración del Sintió, eso sí, la mirada de su ajusticiador. La gente no pudimos conectar con él. La pelea fue entre pa- al ser un adepto a la hermandad de los Masones, de pan y del vino. Se persignó y aminoró la marcha has- comenzó a gritar improperios al grupo y algunos les jonales. Poco a poco nos hicieron retroceder hasta la cual el General Santander parece ser un miem- ta ubicarse frente a la cárcel. A medida que se fue di- lanzaron cosas. En la esquina nor-occidental dobla- la cresta de una loma. Detrás una hondonada y un bro, me podía liberar del suplicio. Qué ingenuo. El sipando la bruma fueron apareciendo curiosos, ni- ron a la derecha. En el centro de la cuadra había una pantano, de esos que salpican los páramos del virrei- Decreto de la Guerra a Muerte está más vigente que ños, jóvenes, mujeres y viejos, que no querían perder pared improvisada de madera. Los dueños de las ca- nato. Peleamos con todo lo que tuvimos, hasta que nunca. Estos criollos quieren sangre y la van a tener. detalle de los fusilamientos; las mujeres, todas las sas solicitaron que se tapara las fachadas para pro- la caballería de llaneros nos dispersó. Los Coroneles Padre, estoy preparado para mi confesión” –el mon- mujeres vestían de negro. Los empleados del gobier- tegerlas de las balas. Los cuatro hombres se situa- Loño y López huyeron como cobardes, sin presentar je se dirigió hacia un rincón de la celda. Los demás no y las familias prestantes se ubicaron en el atrio ron mirando a los soldados. Cuando el comandante pelea, dejándonos a nuestra suerte. Ese fue mi final. reos se congregaron al otro extremo. Pedro Pascasio de la catedral. Por la misma esquina de González del destacamento grito “A discreción…”, José María No tuve tiempo de huir y de nada me sirvió escon- observó cada movimiento. Las confesiones, prece- Llorente apareció una escuadra de fusileros presidi- Barreiro se adelantó un paso, hizo el saludo militar derme detrás de unas piedras cerca del riachuelo y didas por otros relatos de la guerra, fueron largas. dos por un tamborilero. Antes de las siete de la ma- y gritó “¡Viva España!” La descarga de fusilería del pantano. ¡Esos malditos pantanos, que encontré En los rostros, a pesar de la penumbra, se observaba ñana apareció en el balcón de la casa presidencial el retumbó por toda la plaza; las palomas asustadas por todas partes, fueron mi perdición! Sin mi guar- dolor, desazón, tristeza y miedo. General Francisco de Paula Santander, luciendo un levantaron vuelo; en los solares de las casas los pe- dia personal quedé a merced de un par de soldados. bayetón azul para protegerse del frío sabanero; su rros comenzaron a ladrar. Barreiro cayó de bruces Pedro Pascasio madrugó, como siempre lo hacía, mostacho, de corte francés, parecía recién retocado. con la cara desfigurada por un balazo. Un grito de Soy un oficial juramentado de la Corona que pe- y se dirigió, junto con un pelotón de soldados, por la regocijo de la multitud se escuchó. Cuatro soldados leó esta guerra según los estatutos del Rey Don Fer- calle real, a la Plaza Mayor. La ciudad estaba total- Pedro Pascasio fue el encargado de ir llamando arrastraron los cadáveres hasta un costado del pa- nando. Perdí, para desgracia de mi nombre, esta por- mente cubierta de neblina. De algunas casas brota- de a cuatro a los sentenciados. Afuera los esperaba tíbulo. El siguiente grupo que se aproximaba para ción del reino. En esta prisión pensé en ser canjeado ba por entre los buitrones un humo blanco que, al una escolta. Los primeros en salir fueron José María la ejecución se encontraba, casi que de frente, con como prisionero de guerra. Sámano, que no sé dónde mezclarse con el rocío, formaba una especie de cali- Barreiro, Francisco Jiménez, Antonio Pla y Antonio los despojos de sus antiguos camaradas totalmente 172 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 173 ensangrentados. Al terminar la matanza el Vicepre- “Claro Reverendo Padre” –Pedro se dirigió has- “Llevo cincuenta años de sepulturero. He tenido picar– Hace como cuarenta años, vi la muerte de un sidente ingresó a su despacho, cerrando los postigos. ta el patíbulo. Allí dio instrucciones a un soldado que enterrar a muchos desgraciados condenados a muchacho, por allá de los lados del Socorro, y sus que salió corriendo en dirección al potrero que ser- muerte, pero es la primera vez que veo que los muer- secuaces. Fue un tormento terrible. A esos sí que los Algunas personas se fueron dispersando; eran vía de cementerio para los más pobres. tos son conducidos en una carreta, porque por lo ge- arrastraron hasta la horca; antes de detenerse les cerca de las nueve de la mañana. De repente se co- neral son amarrados de las patas, como cualquier dieron un paseíllo, como el que le dan a los toros de menzaron a escuchar gritos de protesta y vivas a la Luego de una breve espera apareció el sepulture- mortesino, y tirados por caballos. Nunca vi que lidia después de muertos, por toda la Plaza Mayor. Corona. Un hombre de baja estatura, apellidado fueran acompañados por dolientes” –el hombre no Al jefe lo colgaron de la horca y no sé qué pasó, pero Malpica, era quien más gritaba improperios a los ro con un carromato. Los cuerpos fueron ubicados con cuidado en el vehículo y traslados al cementerio. daba crédito a lo que veían sus ojos. El cortejo fúne- después de sacudirse como un muñeco de trapo, la nuevos gobernantes y reclamaba la presencia de bre disminuyo un poco el paso y hacia el mediodía bajaron. En el suelo temblaba, parecía como po- Pablo Morillo y sus ejércitos para terminar con los Al doblar una esquina por los lados de San Victorino ingresó al potrero del cementerio. seído por el demonio, como esos endemoniados que criollos. Santander salió nuevamente al balcón y al una mujer peleaba con un muchacho volantón. habla el Santo Evangelio. Lo volvieron a colgar; co- ver el alboroto ordenó eliminar al agitador. Tres fu- El viejo, de unos sesenta años de edad, con la menzó a patear y en una de esos retorcijones le cla- sileros corrieron hacia él y le dispararon. Los pocos “Yo sólo quiero ir a mirar los muertos” –decía el ayuda de un auxiliar, comenzó a cavar una fosa lo vó una patada a un soldado y lo sacó del patíbulo. que quedaban en la plaza la desocuparon huyendo muchacho mientras intentaba soltar la mano de la despavoridos. suficientemente grande para enterrar allí treinta y Nuevamente lo bajaron y lo agarraron a culetazos mujer que apretaba su oreja. nueve fusilados. Mientras tanto algunas damas se- y patadas. No se podía defender, ni mantener de guían rezando el Rosario y el monje, acompañado de pie y respiraba entrecortado. Entonces lo amarra- El prior del convento franciscano, el mismo que “Si quiere ver muertos métase a sepulturero. escuchó en confesión a los muertos, se dirigió has- dos hermanos, esperó con paciencia. Pedro Pascasio ron a uno de los palos de la horca y lo fusilaron. A Ahora, ¡a hacer oficio! Eche para adentro” –la mujer ta donde estaba Pedro Pascasio– “Sargento, estos simplemente observó. los otros también. Fue lo más compasivo con ellos hombre merecen una cristiana sepultura. Debemos empujó la puerta y metió con brusquedad al mucha- que observaron todo el sufrimiento de su jefe. Los llevarlos hasta el cementerio, antes de que sus cuer- cho. “He visto a muchos ser arrastrados al patíbulo. arrastraron nuevamente por la Plaza Mayor. Al pos sean profanados por oportunistas que quieran Así como se oye, arrastrados, empujados. Escasa- carnicero del pueblo, con las mismas herramientas robar algo de sus vestimentas o por vecinos que A medida que la carreta, tirada por un par de mente los dejaban confesar sus pecados antes de la de tajar el ganado, le ordenaron descuartizarlo. La simplemente quieran ultrajar los cadáveres. Usted mulas, avanzaba se fueron sumando señoras que re- muerte –el hombre sudaba por el esfuerzo, a pesar cabeza la mandaron para un pueblo, las manos y los comprende a qué me refiero”. zaron el Santo Rosario. de que la tierra de la sabana era blanda y fácil de pies para otros. El resto del cuerpo fue quemado, ahí 174 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 175 mismo en la Plaza Mayor, como señal de su infamia. EL REGRESO A CASA de Antioquia ahora bajo el mando del General José la comida, hacia pequeñas labores de campo donde Dicen que antes a los condenados los quemaban vi- María Córdoba; los éxitos, con métodos crueles y te- entraba a descansar; de esa forma recompensaba vos. A los otros muertos los trajeron aquí y fueron rroríficos, de Hermógenes Maza en la campaña del a quienes le brindaban posada y un plato de sopa. tirados por allá para que los chulos dieran cuenta de El hombre pequeño, con brazos todavía más pe- río Magdalena; la liberación de las provincias del Narrar que había pertenecido al ejército patriota ellos. No los dejaron enterrar. Los mortecinos dura- queños, y una gran calva, pues ya no usaba peluca Socorro y Pamplona; y los grandes gastos para su- facilitaba un poco las cosas. Algunos campesinos ron ahí varias días”. por temor a ser denunciado como un pro monár- fragar la guerra en Venezuela, llevaron a Francisco preguntaban por sus hijos incorporados, unos por quico, se quejó ante José María Barrionuevo, co- de Paula Santander a licenciar a un buen número de fuerza, otros por convicción, otros por el ánimo de El hombre terminó la fosa pasada la media tar- mandante del ejército republicano en Santa Fe, de soldados apostados en la capital de Colombia. Pedro aventura, a la milicia. Su rango de sargento le per- de. Los cuerpos fueron depositados en ella. El frai- las continuas visitas del soldado Pedro Pascasio Pascasio, decepcionado de la forma como se trataba mitió conocer a algunos de ellos. Afortunadamente le franciscano celebró la liturgia de difuntos, tomó Martínez, del Batallón Rifles, a la casa del Tribunal a la tropa y de la negativa a pagar su recompensa, después de la batalla en el puente no se habían pro- el hisopo y asperjó agua bendita en los cadáveres y Mayor de Cuentas. El muchacho insistía en el pago aceptó de buena gana su baja de la milicia. ducido muchas bajas. De los que fueron destinados a la campaña de Venezuela no sabía nada. oró por el descanso eterno de las almas de aquellos de una recompensa, pero ninguna autoridad daba el hombres. Luego, abandonó, junto con la gente que aval para dicho pago. El interesado tampoco tenía El regreso lo hizo, inicialmente, en solitario, a pie, recordando el camino que había transitado de- En el pueblo de Ventaquemada Pedro Pascasio se se congregó, el cementerio. Pedro Pascasio esperó a garantía alguna en su poder. El Capitán Barrionue- detuvo; recorrió la plaza en la que el General Carlos trás del caballo del Libertador; afortunadamente que el enterrador y su ayudante echarán tierra sobre vo ordenó colocar frente al Tribunal una guardia Soublette dio el parte de victoria después del com- gozaba de una buena memoria, la cual ejercitó sien- los difuntos. A medida que el cuerpo del General que exigía la presentación de un documento para bate en Boyacá. El pueblo estaba tranquilo, casi so- Barreiro era cubierto, recordó la tarde en la que lo poder ingresar. No valió de nada el rango de sargen- do acólito y llevando recados en su pueblo. Recorrió litario. Las gentes estaban trabajando en los campos hizo prisionero en el campo de Boyacá. to ni ostentar el mérito de haber hecho prisionero al el camino deleitándose con el paisaje, cosa que no cultivando papa, maíz, trigo, habas, o pastoreando canalla de Barreiro. Pedro Pascasio, sencillamente, había hecho en la apretada marcha del ejército hacia vacas y ovejas. Lucía muy distinto a aquella mañana ya no podía entrar a reclamar su recompensa como la capital del antiguo virreinato. El clima era buena, en la que personalidades de Tunja, Samacá y otros lo había hecho tantas veces. no lluvioso ni helado como aquellos días de la cam- pueblos, se congregaron para vitorear a los liber- paña. Se sintió extraño caminado sin seguirle los tadores. Lo último que tenía en su mente, antes de Las noticias del desarrollo de la campaña en Ve- pasos al caballo de su jefe y sin tener que portar la partir ese día, era la imagen del militar ahorcado nezuela, de la derrota del enemigo en la Provincia pesada lanza. Como no tenía dinero con qué pagar por orden de Bolívar. 176 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 177

“Joven, buenos días –un señor, acompañado de “Yo también voy de regreso a mi casa paterna. “Un par de leguas hacia el norte”. locando las manos en la cintura. Su hijo Carmelo se un chico de unos diez años, se acercó al campesino Mi nombre es Pedro Pascasio Martínez Rojas” –el dedicó, como lo había hecho Pedro Pascasio, a ob- que mordisqueaba una caña de maíz tierno debajo joven le extendió la mano para saludarlo. José María, su hijo Carmelo y dos acompañantes servar con cuidado la estructura del puente; resbaló de un árbol–. ¿Puede usted indicarme por donde es más montaron en sus caballos. Pedro Pascasio an- la mano por la piedra y bajo hasta donde el estribo el camino hacia Soatá?” “Y Usted, ¿a qué se dedica?” –preguntó el foras- duvo, como lo había hecho desde que fue regalado al sur era acariciado por el agua, que encontró fría, tero. ejército, a pie el trayecto desde el pueblo de Venta- cristalina y refrescante. “Buenos días, Señor. ¿Se dirige Usted hacia esa quemada hasta el puente sobre el rio Boyacá. El día ciudad?” “Acabo de dejar el ejército”. estaba esplendoroso y el verde de los campos, con “Ese día este río estaba rebosante por las lluvias diferentes matices, se extendía por las montañas a y tronaba como un diablo. Los que cayeron al agua, “En realidad busco el camino de Chita. Me dirijo “¿¡Estuvo Usted en el ejército!?” –el hombre se ambas veras del camino. En el puente Pedro Pasca- hacia Venezuela. Ingresé a este país por el río Mag- si no estaban muertos, se ahogaron. Realmente yo sorprendió, al igual que su hijo. sio hizo la señal de parar. Los jinetes desmontaron dalena. No conozco estos territorios”. pelié allá arriba –Pedro estiró el brazo señalando la y amarraron los animales a unos arbustos. Pedro se montaña del frente–. Arriba, como a unas quinien- “Sí Señor, pelee a las órdenes del General Bolí- adelantó hasta el puente de unas seis o siete varas de “Yo me dirijo al pueblo de Belén de Cerinza, que tas varas, hay un terreno lleno de pequeñas lomas var”. ancho por unas veinte varas de largo, asentado sobre está más acá de Soatá, pero queda por el mismo ca- con el cerro del Tobal al fondo y una quebrada, que una estructura de piedra en forma de arco. Se sentó mino” –respondió Pedro Pascasio. no sé si es esta misma, a la izquierda desde aquí. No- “Carmelo, hijo, este joven, sin duda, fue un tes- mirando la corriente de agua que discurría lenta y sotros desembocamos al boquerón y ahí el ejército “Usted será, sin duda, una buena compañía. A tigo de primera mano de los sucesos que marcaron tranquila, produciendo un leve sonido agradable al fue divido. Corrimos como el viento. El General An- propósito, mi nombre es José María Fernández y la independencia de estas tierras. Vamos a escuchar oído. este es mi hijo Carmelo. Estoy en una misión, di- historias de heroísmo y valor. Sé que a su tío José zoátegui a atajar al grueso del ejército del General gamos, diplomática, y voy de regreso. Me gusta la Antonio no le agrada mucho Bolívar, pero hay que “¿Con que aquí fue diezmada la Tercera Divi- Barreiro, que se había rezagado, y el General San- compañía de mi hijo, habido de conocimientos y reconocer que es un gran militar que independizó sión del Ejército Español? No es un gran río. Es fácil tander a caerle a la vanguardia al mando del Coro- gran observador. Tiene talento para la pintura; a Colombia del gobierno de ultramar. Joven, tengo de pasar; un caballo puede dar un gran salto y está nel Francisco Jiménez que estaba en toda esa ladera. pronto lo enviaré a los Estados Unidos de América entendido que por estas veredas se libró una gran al otro lado. ¿Cómo fue la batalla, soldado?” –José Lo que sucedió acá abajo lo escuché de varias voces, para que estudie dibujo”. batalla, ¿el puente queda muy lejos?” María, apeado del caballo, miró a su alrededor, co- incluida la del mismo coronel Jiménez”. 178 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 179

“¿Él dio su declaración en algún Consejo de Gue- rro, en donde las guerrillas, al igual que en los lla- dieron la marcha. La idea que tenía su comandante estamos nosotros se atrincheraron, colocando un rra?” –preguntó José María algo extrañado. nos, lo hicieron correr de aquí para allá sin ningún era unir fuerzas con las del Virrey y otro poco de je- carromato ahí atravesado en el puente. Él dice que resultado. Vino para apoyar a Barreiro, bastante fes, y ahí sí plantar pelea. Ese ejército quedó bastan- logró aguantar más de una hora, porque el río cre- “No fue en un juicio; no hubo ningún juicio. Un enfermo de fiebres y de eso que llaman paludismo…” te mal después de la pelea en el Pantano. Creo que cido no dejaba pasar a nadie y el que se acercara al buen día decidieron fusilarlos y punto. El día an- comenzó a tenerle miedo a Bolívar, especialmente a puente por el lado de allá era hombre muerto. Ahí terior al fusilamiento, fui el encargado de llevar a “¿Barreiro estaba enfermo?” –pregunto Don José la caballería. Esos llaneros pelean como demonios. murieron varios de los nuestros. Esperaba que el los monjes franciscanos para el asunto de la confe- María, quien se acicaló el abundante bigote. Llevaban más de seis horas de marcha y le ordena- General Barreiro lograra llegar, pero a medida que sión. El General Barreiro recordó lo que él hizo en la ron adelantarse para cubrir el puente. Ellos no sa- pasaba el tiempo comenzó a preocuparse, especial- “Sí. El coronel llegó a Paipa, para apoyar a su bían que nosotros también nos habíamos moviliza- campaña contra Bolívar. El Coronel Jiménez tam- mente cuando dejó de escuchar las explosiones del jefe, antes de la batalla en el pantano, pero no par- do. Él lo presentía. En la Casa de Tejas, la que queda bién quiso relatar lo suyo”. cañón y que los disparos de la parte de la montaña ticipó en ella; Barreiro lo dejó cuidando el camino allá arriba, preguntaron por el enemigo. Les dijeron eran menos constantes y se alejaban. De repente es- “¿Y eso por qué?” de Bonza, por si acaso. Esos ‘pichales’, como los lla- que por este camino no había pasado nadie y menos maba el General Anzoátegui, eran muy difíciles de un ejército. El Coronel ordenó descansar y prepa- cuchó un griterío y cuando se dio cuenta tenía a la “Creo que sus compañeros le echaron la culpa cruzar. Pero al hombre lo dejaron cuidando el paso, rar el rancho. Los hombres se tumbaron en la yerba caballería patriota encima con un contingente de por la derrota, por andar repartiendo la ración del por si acaso. ¿Le cuento cómo fue esa pelea?” un poco seca, porque ese día no había llovido. Fue infantería que la seguía. Nunca pensó que pudieran almuerzo. Decían que el General Santander lo ha- cuando le avisaron que unos guerrilleros estaban vadear el río y por eso descuido sus espaldas. Y ahí bía cogido desprevenido, con los pantalones abajo. “Espero me la cuente sobre el propio terreno. en el camino de Tunja. Ordenó perseguirlos y armó acabó todo: sus soldados tiraron las armas y se rin- Pero según él la cosa no fue así”. Ahora me interesa la de este sitio. Acá puedo imagi- la defensa, por si acaso, con dos compañías. Y apa- dieron. No pudo escapar. Ya por la nochecita lo tras- nar con claridad cómo fueron las cosas”. reció el Batallón Cazadores y comenzó la batalla. ladaron a la Casa de Teja y allá se reencontró con el “¿Y según ese Coronel Jiménez cómo fue la bata- Esos soldados estaban bien entrenados y lograron General Barreiro hecho prisionero bien arriba”. lla?” “Como Usted quiera. El hombre narró que el día contener a los nuestros que se abrieron como unos anterior estuvieron en un pueblo llamado Motavi- cuernos por toda la loma para envolverlos. La casa “¿Dice que a Barreiro lo hicieron prisionero en “Al hombre le tocó bastante duro, porque tuvo ta, cerca de Tunja, medio descansando. El siete de nos les servició mucho de parapeto. Comenzó a re- otro lugar? ¿Él no peleó aquí?” –el señor Fernández que marchar desde una ciudad que llaman El Soco- agosto, bien temprano, antes del amanecer, empren- troceder hasta lograr pasar el puente y acá donde quiso saber más del combate. 180 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 181

“Acá, en este puente, no. Si quiere subimos hasta “Soldado, ¿puede Usted mostrarme?” –Fernán- “Ese General Páez como que no es muy amigo de “Pues ese soldado, que no parece un soldado, la casa y allá le muestro”. dez avanzó hacia la ye, hacia el encuentro de los ca- la Nueva Granada” –Pedro Pascasio lanzó la afir- sino alguien que simplemente acompaña al ejército, minos. mación porque sabía de la desavenencia y lo había también lo dijo: no va a unir fuerzas con los neogra- “Vamos”. escuchado en las tertulias de los comandantes. nadinos; si acaso con un General que se llama Juan “Hay que caminar bastante” –advirtió Pedro Nepomuceno Moreno, que es del Casanare. A ese El grupo ascendió a pie desde el puente de piedra Pascasio. “¿Por qué dice eso, joven?” –el hombre abrió los general lo único que le interesa es Venezuela y que hasta la casa. Carmelo iba embelesado mirando el ojos impresionado y estupefacto por la imagen que la idea del General Bolívar de un país llamado Co- paisaje, aunque también escuchaba con cuidado el “No importa; si nos coge la noche podemos per- de su cuñado parecían tenían los neogranadinos. lombia se vaya p’a la mierda. Mire, acá fue la pelea relato. En la casa se detuvieron. noctar aquí mismo, al fin y al cabo esa casa es una contra el General Barreiro”. posta y nos darán albergue y comida” –el visitante “La primera vez que escuché a los generales, allá “Buenos días, o tardes, tengan los señores” –José se mostró despreocupado por el tiempo. en Belén, se decía que el General Páez había queda- El andaluz bufó e hizo vibrar los labios. Se colo- María Fernández se mostró cortés con una pareja do en avanzar por Cúcuta hacia la Nueva Granada. có, como ya lo había hecho, las manos en la cintura. de ancianos que estaban sentados en el pórtico de “Su forma de hablar se parece mucho a la del Fue entonces cuando Fray Ignacio Mariño dijo que Pereció examinar el campo o, tal vez, estaba pen- la casa. General Barreiro y los otros españoles” –a Pedro le no se hicieran muchas ilusiones, que ese comandan- sando en la poca popularidad de su cuñado en las llamó la atención el ceceo de su interlocutor. te nunca iba a salir de Venezuela. En Santa Fe un tierras que transitaba. Miro a su hijo, quien exami- “Buenas tardes, señores” –respondió el anciano, soldado que lo conoce, Juan Filiberto Mesa…” quien fumaba un tabaco. “Es Usted muy perceptivo. Soy andaluz. Llegué, naba con cuidado el paisaje y, a lo mejor, dibujaba un al igual que muchos de mis paisanos, como funcio- “¿¡Conoce a Juan Filiberto Mesa!?” –nuevamente lienzo en su cabeza. “Estamos conociendo el territorio en el que se li- nario de la Corona. Me casé con Luisa Páez Herre- el hombre se mostró impresionado. bró la ya famosa Batalla de Boyacá”. ra, hermana del general José Antonio Páez Herrera. “Creo que aquí fue donde nos organizamos en Desde un comienzo entendí el porqué del inconfor- “¿Usted lo conoce?” –contra preguntó Pedro Pas- filas de batalla. Sí, fue aquí. Éramos una pared y “Sí, eso fue acá abajo y por allá por esas lomas” mismo de los americanos con España. Me declaré casio. los españoles no iban a pasar. Detrás de nosotros –indicó el viejo señalando primero el sur, hacia el simpatizante de las ideas independentistas y ahora comenzó a escucharse el tiroteo del río. El enemigo puente, y luego extendiendo el brazo hacia el noroc- trabajo para la naciente república de Colombia en el “Claro, es un pupilo de Fray José Simón Archila, bajó por este camino y cuando nos vio paró inme- cidente de la casa. Departamento de Venezuela”. el tutor de José Antonio”. diatamente. Los ingleses hicieron disparos y ma- 182 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 183 taron a los primeros. El General Barreiro, bueno, “¿Cuánto duró la batalla?” –Carmelo, quien has- del terreno y hacia el occidente la cañada de la que- “Señor, ¿cómo llaman a esa quebrada que des- cuando lo vi no sabía que era el General Barreiro. Vi ta ese momento no había pronunciado palabra, hizo brada poblada de arbustos y en algunos sectores de ciende allá por aquella cañada hacia el río que cru- a un hombre montado en un caballo dando órdenes; la pregunta. piedras. A pesar del verano y el sol el viento era frío. za por debajo de ese puente? –Carmelo extendió el el ejército corrió a formarse en esa lomita que está Un poco más arriba el pequeño pantano, que pare- brazo hacia el occidente y luego hacia el sur. allá a la izquierda. Con mucha dificultad movieron “Eso fue después del almuerzo. Comimos en la cía un arcoíris enclavado en la montaña gracias a la los cañones, porque pesan bastante y el terreno es- marcha y nos ordenaron aligerar el paso y tomar diversidad de algas en su fondo. “Esa es la quebrada Las Perdices; el río de abajo taba húmedo. Y comenzó de verdad la pelea. Los que posiciones. Creo que los más sorprendidos fueron, es el Teatinos, también llamado Boyaca” –contestó van en las primeras filas tienen que tener las güevas no tanto los que estaban junto a la Casa de Postas, “No sé nada de estrategia militar y menos de in- el viejo mientras le ofrecía un totumo con guarapo bien puestas, porque esos reciben de frente los tiros; sino los que venían con Barreiro. Esta vez los que es- geniería, pero mover y hacer funcionar un cañón en para la sed. tábamos en formación de batalla éramos nosotros y pero no había tiempo para recargar, así que la pelea estos parajes debió de ser toda una proeza para los ellos se tuvieron que organizar para la defensa. Eso “Ya entiendo” –respondió el chico. La tarde tras- fue a bayoneta calada, a lanza y a macheta. El ca- artilleros reales. Sin nada que sostuviera y mantu- fue importante porque mientras ellos corrían para currió entre charlas e historias de heroísmo. El gru- ñón grande disparó cuatro veces, causando muchos viera estable el arma, pues este piso fangoso en ese situarse en esa loma, nosotros disparábamos y to- po descansó cuando el frío del páramo se hizo más muertos. Eso hace un ruido terrible; peor que un invierno lo estaría más, con el peso y la fuerza de mábamos la iniciativa. Ya por la pura tarde terminó fuerte y la neblina se adueñó de la montaña. trueno en plena borrasca. Afortunadamente se les cada disparo debió de hundirse; entonces fue fácil todo y nos dimos a la tarea de buscar a los que se que se trabara o desbaratara. Mis respetos hacia el trabó; creo que del susto los artilleros no lograron habían escondido en los matorrales junto a la que- El desayuno consistió en caldo de papa, arepa de hacer funcionar los otros pequeños. La caballería brada o más arriba por una lagunilla”. General Bolívar, escogió muy bien el sitio de la pe- maíz pelado y aguadepanela. José María Fernández aprovechó para atacar esa posición. Los artilleros lea y supo aprovechar el momento” –José María y canceló el valor de la posada, incluida la estancia de fueron los primeros españoles en salir corriendo. El pequeño grupo se internó en los pajonales; los demás dieron un gran rodeo por todo el páramo, Pedro Pascasio. Hasta Tunja el muchacho recorda- No sé cómo uno se puede dar cuenta de todo eso en varias gallinetas de la montaña revolotearon y co- en el que era posible apreciar uno que otro frailejón. ba perfectamente el camino. Entre Tunja y Paipa el medio del bullicio, los gritos, los muertos, los heri- menzaron a graznar por sus nidos y polluelos. La Carmelo se detuvo para examinar la confluencia de camino real por Cómbita le era completamente des- dos y el susto, porque uno está asustado, la sangre le tierra blanda, poblada por musgos, resumió agua la quebrada de los valles formados por la quebrada conocido. Era fácil seguirlo por lo ancho, porque en hierbe y se sacan fuerzas para no dejarse matar y si con cada pisada. En la parte alta del páramo se pudo y el río Teatinos. Pasada la media tarde el grupo re- varios trayectos a cada lado había muros de piedra matar al adversario”. apreciar bien el campo de batalla, las ondulaciones gresó a la Casa de Postas. encofrada con barro y, además, el trazado era prác- 184 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 185 ticamente paralelo a la corriente del río Jordán, que “Ya comprendo –José María Fernández se irguió pañoles hacia la sima de la loma. Algunos soldados El ayudante murió. Emparamado, con una herida atraviesa de sur a norte, el pequeño valle de Tunja, un poco sobre el caballo para observar mejor la cam- españoles se resbalaban en el terreno mojado. Noso- en el hombro y lleno de barro fue conducido hacia hasta unirse con el Chicamocha. El tramo de reco- piña–. Me preguntaba por qué si los dos ejércitos tros también sufrimos con esas turberas. Pero mien- la Casa de Teja en donde estaban el General Bolí- rrido el grupo lo hizo en un día. estaban frente a frente en una llanura no chocaron tras ellos se desorganizaban, nosotros continuamos var y los otros Generales. En la bajada se detuvo a y sí esperaron para pelear en un pantano. No era en filas cerradas. La capitana que nos dirigió…” ver a un oficial muerto; creo que más que lamentar En Paipa el grupo decidió seguir por el camino cobardía de Barreiro, como dicen las historias, que su pérdida, quiso él estar ahí muerto con honor. Es de Bonza hacia Duitama; más corto y enteramente reusaba la pelea. Era la inundación. Este es un valle “¿¡Una capitana!? ¿¡Una mujer!?” –Carmelo pre- curioso, ese hombre era cruel, en el Pantano de Var- plano. En el valle de Bonza Pedro Pascasio buscó muy hermoso, pero inundado debe ser otra cosa”. guntó extrañado. gas ordenó matar a toda una familia; en Sogamoso orientarse. Las altas montañas al occidente fueron también mandó matar a lanzazos a varios de los Duitama, una villa asentada en un pequeño valle su ayuda. El valle seco y verde era otro en compara- “Sí, una paisana suya. Bueno, había varias, pero nuestros, incluida una mujer del pueblo de Corrales, enclavado entre cuatro cerros, estaba un poco agi- ción al inundado campo que albergó a los dos ejér- a nuestra compañía la dirigió la Capitana Teresa pero como prisionero, a pesar del orgullo que mos- tada; era día de mercado. El olor a fritanga se perci- citos enemigos, separados por las aguas, que ahora Cornejo. Ella gritaba y ordenaba empujar hacia bía en cualquier rincón de la plaza. Pedro se sentó traba, en el fondo estaba achicopalado. Con armas se limitaban a la laguna de Duitama, al oriente del adelante. Los españoles comenzaron a botar las a comer un plato de morcilla con papas criollas a la los hombres son unas fieras; sin ellas unos mansos armas y a correr. Algunos lo hicieron loma arriba, camino. sombra del pequeño cedro plantado en el centro. borregos”. hacia el camino de Samacá. Los que no pudieron, Carmelo se hizo junto a él probando una longaniza. “Este valle luce muy diferente; todo esto era corrieron hacia la quebrada, que ese día también “Pedro… ¿hay algo que lamenta de este guerra?” agua. Desde la loma que está junto al campo don- “Usted nos ha contado bastantes detalles de las estaba brava y rugía. El General Barreiro, me con- –Carmelo miró fijamente a su interlocutor, que de fue la batalla del día veinticinco de julio se veía dos batallas en las que estuvo, pero no nos ha dicho tó un muchacho que se unió al ejército en Tunja, al apartó el plato hacia su costado derecho. muy bien toda esta laguna. Yo pensaba que eso era cómo fue que hicieron preso al General Barreiro ver la batalla perdida, espoleó el Caballo también el mar. Este río no se veía. La hacienda de Eladio en la batalla de Boyacá” –le dijo el muchacho, con loma arriba, pero el animal no pudo avanzar en el “Las guerras no son buenas. Afortunadamente Guevara, que sirvió de cuartel, está por allá, junto quien había establecido una buena relación. pantanal y el hombre cayó. Su edecán, que lo siguió, en esta no han quedado pueblos devastados, aniqui- a esa montaña. No había modo de que Barreiro nos se desmontó para ayudarlo, pero su montura tam- lados, como me han contado que ha sucedido allá en atacara; nosotros tampoco podíamos hacerlo. En “Después que la caballería despedazo las fuer- bién se internó en el fangal. De ahí corrieron a los su tierra, en Venezuela. Pero, aun así, muere gente. esos días la lluvia caía a cántaros”. zas de la artillería, comenzamos a empujar a los es- matorrales de la quebrada y allí los encontraron. Unos en su ley, peleando; otros, como esa familia en 186 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C. La sargento y el soldado niño 187 el pantano, creo que eran los dueños de esas tierras, “¿Por qué ese remoquete?” contra de él. Finalmente, y a pesar de su gran valor, a unos, pero a la gran mayoría… a la mayoría los humillados y masacrados. Se pierden amigos. En el fue derrotado y murió en una batalla. Después de olvidan. Ese hombre era un buen sargento”. Pantano de Vargas murió una sargento…” “Era de un pueblo de por acá cerca, de Firavito- escuchar esa historia, el sargento Cayetano Abella ba. Tenía un aspecto único: el pelo de un color como decía, orgulloso, que él era descendiente de ese pue- El camino de Santa Rosa estaba totalmente seco, “¿Una sargento? ¿Otra mujer murió peleando?” rojizo, ojos claros, piel blanca y con muchas pecas. blo de indios bermejos, fuertes y valerosos, pero que algo muy distinto a los días del avance de la cam- Los llaneros le decían chorizo, antorcha; lo moles- a diferencia de ese cacique él no era cruel”. paña. En el alto entre Santa Rosa y Cerinza, Pedro “Sí. Era por allá de un pueblo llamado Paya. taban mucho. Fray Ignacio Mariño le contó a los comenzó a experimentar cierta ansiedad. Aceleró Fray Ignacio Mariño la conocía y permitió que ella llaneros, y después a nosotros, una historia que lo “¿Cómo murió ese sargento taheño?” el paso y las aproximadamente dos leguas se des- lizaron bajo sus pies. Los cabalgantes le siguieron integrara las guerrillas en contra de los españoles. llenaba de orgullo. Según el Fraile, que es muy leído, el paso. Era una mujer brava; nadie le ganaba con la lanza. en ese pueblo de Firavitoba, cuando era de sólo in- “¿Taheño? ¿Qué es taheño?” –Pedro frunció el Para poder vencerla un oficial español le disparó dios, antes de los españoles, vivía un cacique que po- ceño. día gobernar en Iraca, que ahora llaman Sogamoso, “Aquí nos separamos” –Pedro Pascasio sonreía por la espalda; el tiro le destrozo el hombro derecho. de la emoción de volver a su casa paterna. otro pueblo cerca de aquí. Pero para que gobernara, “Así se les dice a las personas pelirrojas…”. Herida peleó, pero no pudo y el hombre le cortó el los caciques de varios pueblos de toda esta región se “Ha sido Usted una gran compañía” –respondió pecho. El mismo General Bolívar se quitó la rua- “Ah… No sabía. Sé que murió cuando el General reunían en una especie de consejo y lo elegían a él o José María Fernández, quien se quitó el sombrero na que tenía para que la envolvieran y la llevaran Santander ordenó tomar el puente. La caballería a otro del pueblo de Tobasía, por el lado de Santa en señal de respeto y de despedida. al hospital. Los médicos ingleses no pudieron hacer Rosa. Un caballero alto, con el pelo y la barba roja, había sorprendido a los hombres del Coronel Jimé- nada. Esa noche en la casa de los Vargas, la fami- la piel blanca, algo extraño entre los chibchas, con nez por su retaguardia. El Rojo, me gusta más este “Pedro, aprendí muchas cosas de Usted. Espero lia que fue fusilada por Barreiro, también murieron la ayuda de otros señores, no aceptó la decisión de apodo que taheño, se abalanzó a cruzar el puente y volver algún día por estas tierras” –desde su andan- un coronel inglés, de apellido Rook, y un lancero, de ese consejo y se hizo con el poder. Los demás caci- recibió una andanada de plomo. Me enteré en Ven- cia el joven Carmelo también se despidió. apellido Chinca. En la otra batalla, en la del puente ques se alzaron contra él porque había roto la tradi- taquemada de su muerte. Nunca vi su cuerpo y no sé murió el hombre que me enseñó sobre la milicia, las ción para elegir al cacique de Iraca, porque gobernó dónde lo enterraron. Tampoco lo nombraron cuan- Pedro buscó la casa de Juan José Leiva. Entró por armas y la forma de pelear, el sargento Cayetano brutalmente, como un tirano, y porque había asesi- do hicieron la relación de los muertos. Como no era la parte de atrás, por el portón designado para los Abella. Ahora que recuerdo, le decían El Rojo…” nado al cacique de Gámeza, quien había votado en un militar de alto rango… Así es la guerra. Se alaba sirvientes, peones y las bestias de carga. 188 Jorge Alberto Dehaquiz Mejía y Luz María Gutiérrez de C.

“Madrecita, la bendición” –Pedro llegó hasta la la caballeriza; ese es su lugar. ¡Rápido, que en esta cocina. Al comienzo María del Niño Jesús no lo re- casa no tengo lugar para héroes y menos para pere- conoció: estaba más alto, lucía barba y la voz ya era zosos!”– la mujer como llegó, desapareció. la de un hombre. “Ay mijo, me alegra verlo. Mejor se hubiera que- “¿Pedro…? ¡Pedro, mijo!” –corrió hacia el mucha- dado por allá. Acá sólo va a encontrar humillacio- cho y lo abrazó con fuerza. La mujer lloró y bendijo nes y pobreza”. al Niño Jesús, a la Virgen María, a todos los Santos, por haber traído sano y salvo a su muchacho. No ha- bía tenido noticias de él desde que lo vio partir con el ejército. Las demás cocineras también se alegra- ron. PAGINA EN BLANCO “¿¡Qué sucede aquí!? –doña Ana Josefa quiso sa- ber cuál era el motivo de tanta algarabía en la coci- na–. ¿¡Por qué tanto alboroto!?”

“Mi señora, Pedrito regreso” –María del Niño Jesús estaba llorando de felicidad. Su muchacho no había muerto en la guerra y ahora era todo un hom- bre.

“Ah…, el cabeza de mazamorra regresó… Pues aquí no hay lugar para fiestas. Usted, a trabajar en RETIRO PORTADA