Los Narcos También Lloran: Narcoseries Y Melodrama
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Narcocultura de norte a suR 201 LOS NARCOS TAMBIÉN LLORAN: NARCOSERIES Y MELODRAMA Ainhoa Vásquez Mejías81 Las narcoseries nos seducen, a pesar de la extrema violencia con que sus personajes actúan, a pesar de que a simple vista no tenemos héroes sino sólo villanos encargados de enviciar, torturar y asesinar inocentes, a pe- sar de que el amor pareciera no ser el tema central que nos engancha a la televisión capítulo a capítulo. Las narcoseries nos seducen, el alto rating que obtienen lo confirma y así vemos acrecentar el corpus televisivo con nuevas propuestas realizadas, incluso, en países tan ajenos a la industria del narcotráfico como es Chile o España. Pero, si simplemente vemos muertes tras muertes ¿qué es lo que nos atrae de este formato?, ¿cuál es el 81 Ainhoa Vásquez Mejías es Doctora en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y de la Facultad de Le- tras de la Universidad Iberoamericana. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Mexicanos. Ha publicado más de veinte artículos en revistas indexadas y capítulos de libros en torno a la violencia de género, el feminicidio y el narcotráfico, con enfoque en los estudios culturales. Es autora del libro Feminicidio en Chile: una realidad ficcionada. Este artículo es resultado del proyecto de investigación “EE.UU. mira a México/ México se mira a sí mismo: el narcotráfico como problema comparativo en las ficciones culturales estadounidenses y mexicanas”, que realicé como becaria posdoctoral UNAM, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte. 202 Ainhoa Vásquez Mejías factor que influye en que como espectadores nos sentemos a diario fren- te al televisor a seguir las hazañas de los grandes capos de las drogas, de sus sicarios y sus mujeres voluptuosas? En el siguiente artículo propon- go, que más allá de centrar el debate acerca de su contingencia, de si es moda pasajera o un producto que ha llegado para instalarse, la pregunta y la respuesta debiera dirigirse hacia su componente melodramático. En un primer acercamiento podemos ver que el eje melodramático por excelencia, el romance, ha sido desplazado. En un análisis más pro- fundo de sus contenidos, en cambio, podemos reconocer que muchos elementos del melodrama se mantienen intactos: existe una heroína/víc- tima, un villano y un héroe. La dinámica de premio y castigo se cumple y su justificación moral sigue siendo congruente con lo que se muestra a los espectadores: la maldad es castigada, mientras el bien triunfa. Las narcose- ries, por tanto, podrían ser circunscritas en el ámbito del melodrama y ser analizadas como cualquier telenovela. La diferencia consiste en que el bien y el mal, tan reconocibles en la telenovela clásica, tienden a difuminarse. La víctima/heroína a veces es una mujer ambiciosa, cuyo único fin en la vida es conquistar a un capo. En otras ocasiones, en cambio, son líderes de cárteles y, por ello, deben actuar con violencia y en la ilegalidad. Los hé- roes ya no son los sujetos valerosos que peleaban por el amor de una dama, sino narcos asesinos que, a pesar de derramar sangre, son generosos con su pueblo, padres de familia, aventureros. Los villanos, en tanto, son quienes están del lado de los gobiernos: mentirosos, desalmados y egoístas. Policías, militares, políticos, coludidos con narcotraficantes para obtener beneficios personales. Personajes en el polo del bien que, al final, reciben su premio y personajes en el polo del mal que, en el último capítulo, tienen un castigo. A lo largo de esta investigación se intentará desentrañar las simili- tudes y diferencias entre una telenovela clásica y este formato televisivo llamado narcoserie, motivados por un afán clasificatorio pero también con la idea de extraer las implicancias éticas que relacionan ambos gé- neros, separados a priori por una violencia excesiva. Partimos, entonces, sobre la premisa de que, a pesar del aparente distanciamiento entre un modelo romántico y otro sangriento, estas producciones conservan los rasgos predominantes del melodrama, otorgando una visión moralista Narcocultura de norte a suR 203 a un mundo atiborrado de lujos, drogas, traiciones y muertes. Debido a la gran cantidad de narcoseries que se han producido en los últimos años resultaría inabarcable centrarnos en cada una de ellas, sin embargo, el que posean estructuras y características comunes, nos permite recurrir a varias –aunque de manera superficial– con la intención de crear un cuerpo de análisis basado, no en las particulari- dades de cada una, sino en las tipologías que comparten y aquellas en las que difieren. Para efectos metodológicos, entonces, consideramos narcoseries cuya acción ocurre en Colombia: Sin tetas no hay paraíso (2006), El cártel de los sapos (2008), Las muñecas de la mafia (2009), Rosario Tijeras (2010), El capo (2009-2010), El patrón del mal (2012), La Viuda Negra (2013); narcoseries realizadas por la cadena Telemundo que se ambientan en España, México y Estados Unidos: La Reina del Sur (2011), Camelia la texana (2014), Señora Acero (2014), El Señor de los Cielos (2013-2017), Dueños del paraíso (2015), El Chema (2016) y otras de Sony, producidas en conjunto con Teleset y Televisa: Señorita Pólvora (2015) y El Mariachi (2014). En este muestreo se ha intentado incluirlas a todas, al menos en lo que se refiere a la visualización de cada capítulo, no obstante, se recurrirá a ejemplos específicos sólo cuando se requiera, ya que desde el principio proponemos que las narcoseries presentan patrones comunes para efectos de catalogación e inserción en el melodrama tradicional. Para la com- probación de ello comenzaremos por explicitar los rasgos que definen a cualquier telenovela. Posteriormente, nos centraremos en el estudio de los personajes divididos en víctimas, héroes y villanos, como categoría de análisis narratológico propio del melodrama, con el fin de desentrañar a través de ellos, el código moral que transmiten este tipo de producciones. Narcoseries y melodrama En el 2016 se cumplieron diez años desde que el formato de las nar- coseries irrumpió en las televisoras latinoamericanas y pareciera que aún no sabemos a ciencia cierta de qué forma catalogar este producto, 204 Ainhoa Vásquez Mejías si su éxito será momentáneo o si ha llegado para quedarse e imponer un nuevo género televisivo que irá más allá de sus detractores que lo acusan de extrema violencia o de sus fanáticos que crecen día a día. Lo indudable es que la cadena colombiana Caracol tv fue la responsable de las primeras conquistas de público debido al interés en retratar una historia nacional reciente, marcada por narcotraficantes poderosos y peligrosos que pusieron en vilo a toda la población. La vida de Pablo Escobar y las hazañas en torno al cártel del Norte del Valle y el cártel de Cali han servido de inspiración para crear ficciones televisivas que han alcanzado un alto nivel de audiencia. Caracol tv, desde entonces, abrió paso a un nuevo mercado audiovisual que potencializó Estados Unidos de la mano de guionistas, productores y actores latinoamericanos. Tele- visoras como Telemundo, Univisión, hbo, axn y tnt han incursionado también en la proyección de este tipo de realizaciones que se han dado en llamar narcoseries, debido a su formato dividido por capítulos y su vínculo con el tema del narcotráfico; eje central de la narración. Este formato, a pesar de su contenido plagado de sangre, violen- cia, asesinatos y traiciones, emparenta con las telenovelas tradicionales, tal como lo han sugerido investigadores como Alfredo Cid, quien lo considera un subgénero situado entre la telenovela y la serie anglosa- jona; también Jorge Lozano, María Dolores Ordoñez y Diana Palaver- sich, quienes lo analizan, sin entrar en detalles, como un subgénero de la telenovela clásica que diverge de esta en relación a su contexto dramático que es el narcotráfico. Apreciaciones que compartimos y que buscaremos profundizar, por cuanto, hasta el momento, no existe una investigación contundente que no dé por hecho esta analogía sino que explique el porqué de esta afirmación. Para ello comenzaremos por de- finir qué es una telenovela y cuáles son sus matrices de sentido. La académica Marcia Trejo, define la telenovela de la siguiente manera: “es un melodrama televisado cuya historia se cuenta en capí- tulos o episodios seriados que deben seguirse consecutivamente para comprenderla. Por lo general gira en torno a una línea amorosa y una serie de dramas e intrigas que se estructuran con la intención de generar suspenso y así garantizar el seguimiento de la anécdota” (27). El amor Narcocultura de norte a suR 205 fue durante mucho tiempo el motivo melodramático por excelencia. No es posible imaginar una telenovela sin este componente: dos ena- morados que deben alejarse, a veces por razones de clases, a veces por influencia de terceros que buscan separarlos, otras veces por catástrofes naturales o acción del destino (Monterde; Fuenzalida, Corro y Mujica). El amor, así, debe superar miles de obstáculos antes de consumarse, muchas veces, en el matrimonio. Un premio al esfuerzo y la dedicación de los protagonistas que lucharon, arduamente, capítulo a capítulo, por estar juntos. Con el tiempo las telenovelas han ido modificando sus historias y de la clásica historia de la Cenicienta se ha dado paso a otras tramas más complejas que retratan la vida cotidiana de los habitantes de las metrópolis. Entre ellas, aparecieron las telenovelas cuyo centro era la aventura, con un protagonista que vivía diversos sucesos que ponían a prueba su inteligencia y vigor; las históricas, con una anécdota que giraba en torno a hechos fundamentales para la humanidad o un país determinado; las de terror y ciencia ficción, inspiradas en lo sobrenatu- ral, lo misterioso, lo imposible (Santa Cruz; Trejo). Asimismo, tomaron fuerza las telenovelas policiales, en las que un detective, siempre valero- so y atractivo, cumplía el rol de héroe siguiendo las pistas para resolver un misterio o un crimen y atrapar al villano.