1 El Canto Llano
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Jesús Jáuregui* ANTROPOLOGÍA Una comparación estructural del ritual del Volador Las expresiones dancísticas como mitología no verbal ntre los múltiples tipos de danzas tradicionales, que hoy en día se escenifican ritualmente en México, el juego de los voladores ha Esido reconocido como un “rito ancestral, exótico y complejo”1 y ha llega- do a ser considerado como “la danza más bella e impresionante entre todas las practicadas por los indígenas […]”2 y la única con un carácter trágico, pues “se pone en juego la vida humana en el momento de su ejecución”.3 Su importancia y originalidad han sido destacadas, por un lado, debido a su innegable raigambre prehispánica; por otro, dadas sus sensacionales demostraciones acrobáticas y, finalmente, a que es portadora de un “pro- fundo significado”.4 “El juego del volador no es una diversión popular, sino que es el punto central de un extenso ceremonial”.5 De esa manera, “ese juego no tenía de * Fonoteca-INAH. Una primera versión de este análisis fue presentada en el Simposio “Antropología e his- toria del Nayarit. Primer encuentro de investigadores del Centro INAH Nayarit”, Tepic, el 4 de noviembre de 1999. Una versión más avanzada se presentó en el Primer Congreso Nacional “Danzas tradicionales: un recuento a fin de siglo”, Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, el 28 de septiembre de 2000. La versión final se comunicó en el Simposio “Mito y ritual en la periferia septentrional de Mesoamérica”, Zacatecas, 28 de mayo del 2004. 1 “Danza de los voladores”, en Museos y Arte de México. La primera revista de América en su género, vol. XIII, núm. 8, 1962, p. 24. 2 Laurette Sejourné, “El Volador”, en Universidad de México. Órgano oficial de la Universidad Nacional Autónoma de México, vol. VIII, núm. 9, 1954, p. 1. 3 Leonardo Sevilla Villalobos, “La recuperación y el uso de la ‘Danza de los Voladores’”, tesis de licenciatura en antropología social, ENAH-INAH, México, 1981, p. 176; Jacques Galinier, “El volador”, en La mitad del mundo. Cuerpo y cosmos en los rituales otomíes, México, UNAM/CEMCA/INI, 1990, p. 397. 4 “Danza de los voladores”, ed. cit., p. 20. 5 Adela Breton, “Survivals of Ceremonial Dances among Mexican Indians”, en Internationalen Amerikanisten-Kongress. Verhandlungen des XVI Session: Wien, 9 bis 14 17 ANTROPOLOGÍA ninguna manera el carácter de una diversión profana, tecos,11 otomíes12 y nahuas.13 Parece, sin que se cuente sino que formaba parte muy seria de un culto”.6 con información definida, que todavía en la segunda Stresser-Péan señala que, aunque en el siglo XX esta mitad del siglo XIX había en Huitziltepec, Guerrero, “danza se ejecuta con ocasión de fiestas cristianas, con- una danza llamada kwawpatlanke (árbol volador), “la serva en gran medida un simbolismo pagano y […] cual se hacía en la punta de un palo del cual pendían representa los mitos antiguos en donde entran en esce- sogas y que había gente que subía a ese palo”.14 na los dioses nativos. [Asimismo,] los puntos cardina- Sin embargo —como una muestra de la indiferen- les tienen una gran importancia en el culto […]”.7 cia de la antropología mexicanista hacia esta tradi- Mompradé y Gutiérrez indican que ción—, más de 80 años después sigue vigente el reclamo de Krickeberg, pues “desgraciadamente, ese El largo palo al que suben los voladores para lanzarse juego notable, hasta ahora ha merecido una considera- amarrados desde él al vacío tiene una gran significación ción muy escasa en la literatura científica”.15 Hasta la simbólica. En las religiones prehispánicas el palo simbo- fecha no se cuenta con descripciones puntuales de lizaba la quinta dirección de la tierra, o sea, la comunica- cada variante y menos aún con un análisis de las ción del inframundo con el mundo superior. transformaciones estructurales correspondientes a En todos los actos rituales indígenas observamos que se invoca a los cuatro puntos cardinales y al “centro de la cada uno de estos grupos indígenas, en lo que se refie- tierra”, o sea, el punto en donde el oficiante está parado, re a los diferentes códigos (vestuario, instrumentos que es la quinta dirección representada por el palo.8 La ceremonia religiosa del palo volador es prac- Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, vol. XIII, núm. 2-3, ticada en la vertiente del Golfo de México —consi- 1953, pp. 187-213. 11 Marcelino Sánchez, citado por Rudolph Schuller, “Sobre el derando el presente etnográfico del siglo XX— por supuesto origen totonaca del juego de los voladores”, en Ethnos, cinco grupos indígenas: totonacos,9 tepehuas,10 huas- México, tercera época, vol. I, núm. 1, 1925, pp. 9-10; Guy Stresser-Péan, “Los orígenes del volador y del comelagatoazte”, en September, 1908, Viena /Leipzig, Hartleben’s Verlag, 1910, t. II, pp. Lorenzo Ochoa (ed.), Huaxtecos y totonacos. Una antología históri- 513-520, citada por Walter Krickeberg, Los totonaca. Contribución a co cultural, México, Conaculta-INAH (Regiones), 1989 (1948), pp. la etnografía histórica de la América Central, México, Talleres Gráficos 83-96. del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía- 12 Rodney Gallop, “Aerial Dances of the Otomís”, en Geogra- Secretaría de Educación Pública, 1933 [1925], p. 72. phical Magazine, vol. 4, núm. 2, 1936-1937, pp. 73-88; Helga 6 Walter Krickeberg, idem. Larsen, “The Mexican Indian Flying Pole Dance”, en The National 7 Guy Stresser-Péan, “Les indiens huasteques”, en Revista Geographic Magazine, vol. LXXI, núm. 3, 1937, pp. 387-400; Mexicana de Estudios Antropológicos. vol. XIII, núm. 2-3, 1953, p. Samuel Martí, “Supervivencias de danzas [: el volador]”, en Canto, 230. danza y música precortesianos, México, FCE, 1961, pp. 287-301; 8 Electra Mompradé y Tonatiúh Gutiérrez, “Danzas relaciona- Jacques Galinier, “L’endroit de la verité: réfletions sur le mécanis- das con el culto cosmogónico y solar. Danza del palo volador”, en me du rituel et son debranchement dans le volador otomi”, en Historia general del arte mexicano. Danzas y bailes populares, Dominique Michelet (coord.), Enquetes sur l'Amérique Moyanne. Barcelona, Hermes, 1976, p. 73. Mélanges offerts à Guy Stresser-Péan, México, INAH/CEMCA (Études 9 José de Jesús Núñez y Domínguez, “El Corpus en mi tierra”, en mesoaméricaines, XVI), 1989, pp. 329-334; Jacques Galinier, op. Mexican Folkways, vol. III, núm. 4, 1927, pp. 191-202; Edna cit., 1990. Fergusson, “Los Voladores”, en Fiesta in Mexico, Nueva York, Alfred 13 Adela Breton, op. cit.; Francisco Amézquita Borja, “Danza de A. Knopf, 1934, pp. 157-177; Salomón Pérezdiego D'Poza, Danza los Voladores [Huauchinango y Zacatlán]”, en Música y danza. de los Voladores (Ama caguinilican manzana [Los voladores colocan la Algunos aspectos de la música y danza de la Sierra Norte del Estado de manzana]), México, s.e., 1968; Alain Ichon, “Las danzas religiosas: Puebla, Puebla, s.e., 1943, pp. 81-85; Mariana Murguía, “Vola- el Volador”, en La religión de los totonacas de la sierra, México, dores. Las danzas coloniales de Puebla”, tesis de maestría en cien- Conaculta-INI (Presencias, 24), 1990 [1969], pp. 377-392; cias antropológicas con especialización en etnología, ENAH-INAH, Leonardo Sevilla Villalobos, op. cit.; Zeferino Gaona, Qostanlhin México, 1975, pp. 107-118; Leonardo Sevilla Villalobos, op. cit. xala pakxtu. Danza de voladores de la sierra, Papantla, Conaculta- 14 Roberto Weitlaner, Pablo Velázquez y Pedro Carrasco, “Huit- Dirección General de Culturas Populares, Unidad Regional del ziltepec, Gro.”, en Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, vol. Norte de Veracruz, 1990. IX, núm. 1, 2 y 3, 1947, pp. 67-68. 10 Robert Gessain, “Les indiens tepehuas de Huehuetla”, en 15 Walter Krickeberg, op. cit., p. 72. 18 ANTROPOLOGÍA musicales, melodías, pasos, coreografías, posturas, para- de azotarse uno a otro; lo que excita sus gritos, las risas fernalia, animales sacrificiales, ofrendas, tipo de árbol y el aplauso del público”.19 utilizado como mástil, altura del palo…), fechas pre- En la segunda mitad del siglo XX se ha difundido cisas de ejecución y, en fin, exégesis mítica. Si bien exitosamente en México la presentación del volador en Murguía presenta, aunque no de manera sistemáti- tanto espectáculo idóneo para los sitios turísticos. De ca, las variaciones en lo referente a ciertos de estos esta manera aspectos.16 Paralelamente se desarrolló otra vertiente de esceni- La danza de los Voladores no sólo es imprescindible en ficación, que se remonta por los menos a más de tres muchas ferias y “fiestas tradicionales” del país, dentro de siglos, de tal manera que se cuenta con imágenes acer- las cuales, debido a sus características, desempeña un ca de ejecuciones del volador como simples diverti- papel estelar, sino además es la danza que mayor deman- mientos, que habían perdido el carácter sagrado. Así, al da, difusión y consumo tiene en los hoteles de lujo, los analizar el Biombo del Museo de América de Madrid, cuales la incluyen dentro de sus espectáculos […] La danza de los Voladores se ha convertido en “[…] la más correspondiente a mediados del siglo XVII, Tudela indi- representativa del folklore nacional; ha llegado a ser, por ca que “ya no son oficiantes, sino saltimbanquis, los ese motivo, la imagen de la danza ‘típica’ mexicana”.20 voladores […] en lugar de vestir los trajes de ceremo- nia o de pájaro, se visten de mascarada, con trajes de *** soldados españoles, con cualquier careta, no con care- tas rituales […] Al pie del mástil, también disfrazados Para esclarecer las variantes significativas del ritual del están el guitarrista, con una careta de negro, y el cues- volador, es necesario recurrir al enfoque estructuralista tor, que recoge en una pandereta las dádivas del públi- antropológico. co”.17 “La mitología explícita y la implícita constituyen Según Dahlgren, aquí el volador está “integrado a dos modos distintos de una realidad idéntica, [pues] en una fiesta mayor con danzas, músicos, portadores de los dos casos se trata […] de sistemas de representacio- altos xúchiles junto a acróbatas y vendedores de pul- nes”.21 La mitología explícita es en el pleno sentido del que.