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Agustín Todos los derechos reservados conforme a la ley © ICOCULT © Diseño de portada y diagramación: Mario Sifuentes Valdés Fotografía de portada: Víctor Salazar Cuidado editorial: Odila Fuentes / José Antonio Santos / Miguel Gaona Impreso en México PRESENTACIÓN uienes laboramos para el pueblo de Coahuila desde el Gobierno del Estado somos conscien- Qtes de que, además de las estrategias ins- titucionales en materia de seguridad, salud, educa- ción y obra pública que hemos implementado, algo indispensable para generar riqueza e igualdad entre los coahuilenses es el compromiso activo de todos los miembros de nuestra sociedad. Los programas tienen un impacto inmediato y cuantificable, pero es sólo la voluntad y el trabajo de la gente lo que puede trans- formar estos hechos de gobierno en beneficio comu- nitario permanente. Es por ello que ofrecemos a los ciudadanos este proyecto editorial: Nuestra Gente, colección de semblanzas biográficas de quienes desde la iniciativa privada, la academia, el servicio público, el activis- mo comunitario y la asistencia pública no guberna- mental, están contribuyendo día con día a hacer de Coahuila un estado más seguro, más competitivo y, sobre todo, más justo. En esta ocasión se le rinde tributo a don Agus- tín García Ramos, toda una institución en el Tec de Saltillo, donde lleva más de cincuenta años desempe- ñándose como entrenador del equipo de futbol ame- ricano, los famosos Burros Pardos. Además conocerá otras facetas de este incansable hombre que tuvo que tener durante muchos años hasta tres trabajos para sacar adelante a su familia; recordaremos cómo entró a laborar casi de manera accidental en el periodismo para quedarse muchas décadas. 5 Asimismo conoceremos facetas menos públi- cas de don Agustín, como su gran afición por el cine, la música, y por todo lo relacionado con la Revolu- ción mexicana y, por encima de todos, la mítica figu- ra de Pancho Villa. A través de estos títulos, Nuestra Gente se pro- pone un doble objetivo: por una parte, ofrecer justo homenaje a quienes hoy por hoy han sido pilares de nuestra ciudadanía, dando a conocer al público los detalles de su vida y su obra. Por otra, nos interesa que el ejemplo de estos hombres y mujeres se arrai- gue en los lectores y cristalice, a la larga, en nuevas generaciones de individuos cuya voluntad y espíritu de servicio estén a la altura del porvenir. Gobierno de Coahuila 6 En el futbol americano no hay ni ganadores ni perdedores, hay supervivientes. JOHN MADDEN, ganador del Super Bowl XI como entre- nador en jefe de los Oakland Raiders 7 Agustín García Ramos os seres humanos tenemos la facultad de poder soñar. Los hay que sólo pueden hacerlo cuando Lduermen y hay quienes tienen la facilidad para hacerlo incluso cuando están despiertos. Son éstos úl- timos los más afortunados, pues son los sueños que armamos durante la vigilia los únicos que podemos construir a nuestro antojo; los otros pertenecen al misterioso mundo del subconsciente. Pero aun así, como esos sueños que cimentamos conscientemente pertenecen al mundo de lo etéreo, puede ocurrir que éstos se conviertan en pesadillas por azares del des- tino que escapan a nuestra voluntad. Quienes logran sobreponerse a la pérdida de ellos, mirando con la frente en alto a la vida, dándole batalla aunque ésta los lleve por derroteros distintos a los soñados, son los verdaderos supervivientes. Y don Agustín García Ra- mos puede presumir de ser uno de ellos. De joven nuestro entrevistado deseaba estudiar una ingeniería, ése era uno de sus sueños; sin embargo, por situaciones familiares que conoceremos más ade- lante, tuvo que abandonarlo. A pesar de todo, aunque un mundo se cerraba, otros muchos se abrían; y supo don Agustín aprovecharlo de tal manera, que ahora, más de 50 años después de que se desmoronara la ilusión de la ingeniería, no se arrepiente de nada, se siente orgulloso de lo realizado y feliz por la vida que le ha tocado vivir. La clave para ello: trabajo, trabajo y más trabajo. Para su fortuna, el más valioso tesoro que le dejó su padre fue el gen del trabajo; de él aprendió a luchar, a no que- jarse ante la adversidad, a aprender de los errores. 9 NUESTRA GENTE Todo eso le ha servido para convertirse en un ciudadano ejemplar, en un saltillense de pro que ha creado escuela allá donde ha ido; en definitiva, en un candidato ideal para aparecer en esta colección de Nuestra Gente. He aquí su historia. Don Agustín García Ramos nació el 25 de sep- tiembre de 1936 en Saltillo, Coahuila, más concreta- mente en el número 412 de la calle Corona poniente, casi esquina con Xicoténcatl, en una casa que pertenecía a sus entrañables abuelos maternos, don Enrique Ra- mos y María Guadalupe Farías, quienes terminaron viviendo en la capital del estado después de haber pasado gran parte de su vida en el pueblo mágico de Parras de la Fuente. Don Agustín fue el mayor de dos hermanos, aunque con tristeza nos comenta que podían haber sido tres, pero una hermana que había nacido antes de él murió al año de vida a causa de una pulmonía. Su hermano Santiago, por el que siente verdadera de- voción a la par que admiración, es seis años menor que él. Recordar es un sano ejercicio, sobre todo si los recuerdos que se tienen son hermosos. Eso es lo que le ocurre a don Agustín cuando habla de sus padres: su cara se ilumina y se quiebra la voz al hablar de ellos. Los recuerdos se agolpan, quieren salir todos a la vez, pero don Agustín logra dominar los caballos desbocados de la memoria y con parsimonia va des- granando los avatares de su vida junto a sus progeni- tores. Don Agustín García Sánchez, su padre, era ori- ginario de Santa Catarina, Nuevo León, mientras que su madre, Luisa Ramos Farías, había nacido en la Ha- cienda La Campana, aunque se crió en Parras de la Fuente. El destino los unió en Saltillo, en una épo- ca en la que el papá de nuestro entrevistado, siendo 10 Agustín García Ramos Don Agustín a la edad de dos años. 11 NUESTRA GENTE muy joven, bajaba leña de la sierra de Arteaga para venderla en la capital. Fue al pasar por la calle de Co- rona, precisamente por la casa donde después nace- ría nuestro entrevistado, donde quedó prendado de una joven morena de ojos verdes; no le importó que fuera un poco más alta que él, o que fuera de una condición económica mejor que la suya, ni que tuvie- ra más estudios. Lo cierto es que se enamoró de ella y eso fue más fuerte que todas las diferencias que pudieran presentarse. A su papá lo recuerda don Agustín como un ser especial, siempre con la sonrisa en los labios y con una vocación de trabajo encomiable. Aunque tra- bajó un tiempo en la antigua Compañía de Luz, don- de realmente se desempeñó durante gran parte de su vida fue como chofer de transporte urbano. Rememo- ra nuestro entrevistado los tiempos en que le llevaba la lonchera a su papá y cómo, por arte de magia, casi siempre iba a dar a la bolsa de su pantalón un veinte de esos de cobre que se usaban en aquella época, y que le servía al joven Agustín para ir al cine o gastár- selo con sus amigos. En un Saltillo mucho más pe- queño y menos caótico, las rutas eran muy pocas: su padre trabajó principalmente en la Obregón-Ateneo, aunque también se desempeñó algún tiempo en la co- nocida como ruta Panteones, porque unía el panteón Santo Cristo con el de san Esteban, los únicos de la ciudad en aquel tiempo. Era tal el don de gentes del papá de nuestro entrevistado, que una vez ganó un concurso que organizó un periódico local para pre- miar al chofer más simpático y amable. El único vicio que le conoció a su padre, menor en este caso, fue su afición a los cigarros; recuerda que fumó mucho durante toda su vida, pero conside- ra que el hecho de que anduviese muchísimo contra- rrestaba los males que éste pudiera causarle. Reme- 12 Agustín García Ramos mora que su padre le contaba que cuando estaba corte- jando a la joven María Luisa, si no encontraba un carro que le diera aventón, se venía a pie desde la sierra de Arteaga para verla. Es más, con noventa años y un ojo casi sin visión por un glaucoma, todavía le gustaba ir al periódico para comprar su ejemplar. Tuvo el final placentero que se merecen todos los grandes hom- bres, murió por causas naturales en 1994, a los 91 años de edad. De su mamá destaca su belleza, tanto exterior como interior. Era una madre amorosa, enteramente dedicada a su hogar y que con su sabiduría orientaba y apoyaba en todo a su marido. Desgraciadamente ella murió en 1974, muy joven aún, dejando un gran vació en toda la familia. Lo más común del México de aquellas décadas era que las familias fuesen siempre numerosas, no importando la clase social a la que se perteneciera. Por eso, que la familia García Ramos estuviera com- puesta tan sólo por dos hijos (ya hemos comentado que una hija, la primogénita, murió al poco de na- cer), era algo poco común. Quizás por esa razón, la relación de don Agustín con su hermano Santiago, a quien cariñosamente llama Chago, haya sido siem- pre tan estrecha. “Tenemos una gran relación. Todos los lunes nos reunimos para tomarnos un café, y así ponernos un poco al día de nuestras vidas.