Agustín

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© Diseño de portada y diagramación: Mario Sifuentes Valdés Fotografía de portada: Víctor Salazar

Cuidado editorial: Odila Fuentes / José Antonio Santos / Miguel Gaona

Impreso en México PRESENTACIÓN

uienes laboramos para el pueblo de Coahuila desde el Gobierno del Estado somos conscien- Qtes de que, además de las estrategias ins- titucionales en materia de seguridad, salud, educa- ción y obra pública que hemos implementado, algo indispensable para generar riqueza e igualdad entre los coahuilenses es el compromiso activo de todos los miembros de nuestra sociedad. Los programas tienen un impacto inmediato y cuantificable, pero es sólo la voluntad y el trabajo de la gente lo que puede trans- formar estos hechos de gobierno en beneficio comu- nitario permanente. Es por ello que ofrecemos a los ciudadanos este proyecto editorial: Nuestra Gente, colección de semblanzas biográficas de quienes desde la iniciativa privada, la academia, el servicio público, el activis- mo comunitario y la asistencia pública no guberna- mental, están contribuyendo día con día a hacer de Coahuila un estado más seguro, más competitivo y, sobre todo, más justo. En esta ocasión se le rinde tributo a don Agus- tín García Ramos, toda una institución en el Tec de , donde lleva más de cincuenta años desempe- ñándose como entrenador del equipo de futbol ame- ricano, los famosos Burros Pardos. Además conocerá otras facetas de este incansable hombre que tuvo que tener durante muchos años hasta tres trabajos para sacar adelante a su familia; recordaremos cómo entró a laborar casi de manera accidental en el periodismo para quedarse muchas décadas.

5 Asimismo conoceremos facetas menos públi- cas de don Agustín, como su gran afición por el cine, la música, y por todo lo relacionado con la Revolu- ción mexicana y, por encima de todos, la mítica figu- ra de Pancho Villa. A través de estos títulos, Nuestra Gente se pro- pone un doble objetivo: por una parte, ofrecer justo homenaje a quienes hoy por hoy han sido pilares de nuestra ciudadanía, dando a conocer al público los detalles de su vida y su obra. Por otra, nos interesa que el ejemplo de estos hombres y mujeres se arrai- gue en los lectores y cristalice, a la larga, en nuevas generaciones de individuos cuya voluntad y espíritu de servicio estén a la altura del porvenir.

Gobierno de Coahuila

6 En el futbol americano no hay ni ganadores ni perdedores, hay supervivientes.

John Madden, ganador del Super Bowl XI como entre- nador en jefe de los Oakland Raiders

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Agustín García Ramos

os seres humanos tenemos la facultad de poder soñar. Los hay que sólo pueden hacerlo cuando Lduermen y hay quienes tienen la facilidad para hacerlo incluso cuando están despiertos. Son éstos úl- timos los más afortunados, pues son los sueños que armamos durante la vigilia los únicos que podemos construir a nuestro antojo; los otros pertenecen al misterioso mundo del subconsciente. Pero aun así, como esos sueños que cimentamos conscientemente pertenecen al mundo de lo etéreo, puede ocurrir que éstos se conviertan en pesadillas por azares del des- tino que escapan a nuestra voluntad. Quienes logran sobreponerse a la pérdida de ellos, mirando con la frente en alto a la vida, dándole batalla aunque ésta los lleve por derroteros distintos a los soñados, son los verdaderos supervivientes. Y don Agustín García Ra- mos puede presumir de ser uno de ellos. De joven nuestro entrevistado deseaba estudiar una ingeniería, ése era uno de sus sueños; sin embargo, por situaciones familiares que conoceremos más ade- lante, tuvo que abandonarlo. A pesar de todo, aunque un mundo se cerraba, otros muchos se abrían; y supo don Agustín aprovecharlo de tal manera, que ahora, más de 50 años después de que se desmoronara la ilusión de la ingeniería, no se arrepiente de nada, se siente orgulloso de lo realizado y feliz por la vida que le ha tocado vivir. La clave para ello: trabajo, trabajo y más trabajo. Para su fortuna, el más valioso tesoro que le dejó su padre fue el gen del trabajo; de él aprendió a luchar, a no que- jarse ante la adversidad, a aprender de los errores.

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Todo eso le ha servido para convertirse en un ciudadano ejemplar, en un saltillense de pro que ha creado escuela allá donde ha ido; en definitiva, en un candidato ideal para aparecer en esta colección de Nuestra Gente. He aquí su historia. Don Agustín García Ramos nació el 25 de sep- tiembre de 1936 en Saltillo, Coahuila, más concreta- mente en el número 412 de la calle Corona poniente, casi esquina con Xicoténcatl, en una casa que pertenecía a sus entrañables abuelos maternos, don Enrique Ra- mos y María Guadalupe Farías, quienes terminaron viviendo en la capital del estado después de haber pasado gran parte de su vida en el pueblo mágico de Parras de la Fuente. Don Agustín fue el mayor de dos hermanos, aunque con tristeza nos comenta que podían haber sido tres, pero una hermana que había nacido antes de él murió al año de vida a causa de una pulmonía. Su hermano Santiago, por el que siente verdadera de- voción a la par que admiración, es seis años menor que él. Recordar es un sano ejercicio, sobre todo si los recuerdos que se tienen son hermosos. Eso es lo que le ocurre a don Agustín cuando habla de sus padres: su cara se ilumina y se quiebra la voz al hablar de ellos. Los recuerdos se agolpan, quieren salir todos a la vez, pero don Agustín logra dominar los caballos desbocados de la memoria y con parsimonia va des- granando los avatares de su vida junto a sus progeni- tores. Don Agustín García Sánchez, su padre, era ori- ginario de Santa Catarina, Nuevo León, mientras que su madre, Luisa Ramos Farías, había nacido en la Ha- cienda La Campana, aunque se crió en Parras de la Fuente. El destino los unió en Saltillo, en una épo- ca en la que el papá de nuestro entrevistado, siendo

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Don Agustín a la edad de dos años.

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muy joven, bajaba leña de la sierra de Arteaga para venderla en la capital. Fue al pasar por la calle de Co- rona, precisamente por la casa donde después nace- ría nuestro entrevistado, donde quedó prendado de una joven morena de ojos verdes; no le importó que fuera un poco más alta que él, o que fuera de una condición económica mejor que la suya, ni que tuvie- ra más estudios. Lo cierto es que se enamoró de ella y eso fue más fuerte que todas las diferencias que pudieran presentarse. A su papá lo recuerda don Agustín como un ser especial, siempre con la sonrisa en los labios y con una vocación de trabajo encomiable. Aunque tra- bajó un tiempo en la antigua Compañía de Luz, don- de realmente se desempeñó durante gran parte de su vida fue como chofer de transporte urbano. Rememo- ra nuestro entrevistado los tiempos en que le llevaba la lonchera a su papá y cómo, por arte de magia, casi siempre iba a dar a la bolsa de su pantalón un veinte de esos de cobre que se usaban en aquella época, y que le servía al joven Agustín para ir al cine o gastár- selo con sus amigos. En un Saltillo mucho más pe- queño y menos caótico, las rutas eran muy pocas: su padre trabajó principalmente en la Obregón-Ateneo, aunque también se desempeñó algún tiempo en la co- nocida como ruta Panteones, porque unía el panteón Santo Cristo con el de san Esteban, los únicos de la ciudad en aquel tiempo. Era tal el don de gentes del papá de nuestro entrevistado, que una vez ganó un concurso que organizó un periódico local para pre- miar al chofer más simpático y amable. El único vicio que le conoció a su padre, menor en este caso, fue su afición a los cigarros; recuerda que fumó mucho durante toda su vida, pero conside- ra que el hecho de que anduviese muchísimo contra- rrestaba los males que éste pudiera causarle. Reme-

12 Agustín García Ramos mora que su padre le contaba que cuando estaba corte- jando a la joven María Luisa, si no encontraba un carro que le diera aventón, se venía a pie desde la sierra de Arteaga para verla. Es más, con noventa años y un ojo casi sin visión por un glaucoma, todavía le gustaba ir al periódico para comprar su ejemplar. Tuvo el final placentero que se merecen todos los grandes hom- bres, murió por causas naturales en 1994, a los 91 años de edad. De su mamá destaca su belleza, tanto exterior como interior. Era una madre amorosa, enteramente dedicada a su hogar y que con su sabiduría orientaba y apoyaba en todo a su marido. Desgraciadamente ella murió en 1974, muy joven aún, dejando un gran vació en toda la familia. Lo más común del México de aquellas décadas era que las familias fuesen siempre numerosas, no importando la clase social a la que se perteneciera. Por eso, que la familia García Ramos estuviera com- puesta tan sólo por dos hijos (ya hemos comentado que una hija, la primogénita, murió al poco de na- cer), era algo poco común. Quizás por esa razón, la relación de don Agustín con su hermano Santiago, a quien cariñosamente llama Chago, haya sido siem- pre tan estrecha. “Tenemos una gran relación. Todos los lunes nos reunimos para tomarnos un café, y así ponernos un poco al día de nuestras vidas. Actual- mente trabaja en la biblioteca de la Normal Superior, pero durante mucho tiempo trabajó conmigo como cronista deportivo en El Sol del Norte. Tiene la condi- ción física de un joven de 15 años; le gusta mucho el boxeo, pero sobre todo el tenis, del que es un jugador consumado. Los fines de semana, se puede pasar ho- ras y horas en la deportiva con la raqueta en la mano. Su apodo es Papantla. Afortunadamente la vida lo ha tratado como se merece y tiene una familia muy boni-

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ta, con un varón y dos muchachitas, que le han dado puras nietas. Hay una anécdota muy simpática y que a mí me llena de orgullo: yo jugué durante cinco años en el Tec de Saltillo con Burros Pardos, y cuando co- mencé portaba el número 83 en la playera. Ya retira- do yo, cuando entró a formar parte del mismo equipo mi hermano Chago, el primer número que portó fue también el 83”. Hasta que se independizó, nuestro entrevista- do vivió en distintos puntos de la capital: de la calle Corona donde nació se mudaron a la calle de Bravo, a escasos 30 metros de la escuela Miguel López, donde estudió la primaria; regresaron a Corona, y cuando la abuela vendió la casa, se mudaron definitivamente a la calle de Álvarez, donde pasó gran parte de su adolescencia, lugar en el que nació su pasión por los deportes y encontró a sus mejores amigos.

Una feliz infancia y adolescencia. Sus años de estudio

El vivir tan cerca de la escuela donde cursó la prima- ria, además de las imaginables comodidades que ello suponía, tenía una ventaja adicional a la que sabía cómo sacarle fruto nuestro entrevistado: la directo- ra Esther Santos se hizo amiga de la mamá del niño Agustín, e iba muy seguido a la casa de éste a tomar café; la amistad de la maestra Esther y doña María Luisa convertía a Agustín en una especie de niño con- sentido, lo que lo libraba de castigos por acciones como las que él mismo nos narra, con una sonrisa pícara en su faz: “En tercer año de primaria tenía- mos una maestra, Cuquita, que era guapísima y que nos tenía locos a todo el salón. Aunque éramos toda- vía unos niños, ya teníamos cierta picardía, inocen-

14 Agustín García Ramos te pero picardía al fin y al cabo. Así que para verle las piernas a la maestra, no se nos ocurría otra cosa que tirar monedas al piso y agacharnos a recogerlas. Muchas de las veces nos descubría y nos sacaba del salón, pero por suerte a mí me iba bien siempre con la directora”. Otro de lo recuerdos más vívidos que conser- va de la primaria y del que incluso guarda con celo una prueba testimonial en forma de pequeña fotogra- fía es el siguiente: “El gobierno del estado organizaba siempre un concurso de bailables para festejar a las madres el 10 de mayo. Éste se celebraba en el antiguo Estadio Municipal de Saltillo, frente a la Alameda. To- dos los años lo ganaba la Escuela Anexa, y las malas lenguas decían que era porque ahí estudiaban los hi- jos o los nietos del Gobernador. Pero aquel año de 1947 lo ganamos nosotros con el Vals del Emperador. Yo era el más grande e iba delante, con bigote pinta- do. Nos hicieron una foto en la que estoy flanqueado por dos compañeras que también bailaron, y esa foto estuvo durante mucho tiempo colgada en la dirección de la escuela”. También tiene nuestro entrevistado muy presen- te el recuerdo de un policía encargado de cuidar la es- cuela por las noches y con el que se reunían cuando se escondía el sol para que les contara historias de terror. Un día el señor dejó de ir y al preguntar el motivo de la ausencia, le dijeron que el pobre hombre había muerto de un susto. Al parecer, estando vigilando la escuela, escuchó que alguien tocaba el piano en el piso supe- rior. Subió sólo para comprobar que no había nadie; ya de bajada, un manto blanco le pasó rozando, ti- rándole incluso la gorra. Era la Llorona, que se llevó al pobre vigilante con ella. En una de esas paradojas macabras del destino, aquel policía que murió de un susto se llamaba Tranquilino.

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Foto del recuerdo de cuando ganaron para la Escuela Miguel López el concurso de baile del Día de la Madre, en 1947.

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Para un niño de aquella época la ciudad de Sal- tillo era sinónimo de libertad. Además de la belleza que aun hoy guarda con celo, el cacareado progreso no había puesto apenas coches en las calles de tierra, donde los niños eran los amos y señores y se daban vuelo jugando a los trompos, a los arreones (con fi- chas de refrescos con doble corcho que se ponían en- cima de una piedra y a las que había que pegarles con el trompo), a se va la bala, al balero, al chicote... Y si libres estaban del peligro de los coches, no menos afortunados eran gracias a que la llamada caja tonta todavía no ocupaba un lugar primordial en la sala de estar de las casas mexicanas. En su lugar, la radio era la encargada de hacer soñar a los niños, de hacer llorar a las mujeres y hacer que los hom- bres vieran con sus oídos las hazañas de sus ídolos deportivos. Aunque en estos últimos casos, siempre había algún comentarista que se dejaba llevar por las emociones y cuyas narraciones daban lugar a equí- vocos, como nos recuerda don Agustín. “A partir de las ocho de la noche la radio centraba nuestra aten- ción. Recuerdo programas como el de El Monje Loco, El Risámetro... Los sábados agarrábamos nuestros re- frescos y nos íbamos con el señor Niño, que reparaba calzado, a escuchar box. Recuerdo una pelea entre el Ratón Macías y Halimi, donde el gran Agustín Álvarez Briones narró de tal modo la pelea que al final todos creímos que el Ratón había ganado la pelea. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando al ver la prensa escrita nos enteramos de que había sido su oponente quien la había ganado. Años después, cuando trabajaba en el periódico, escribí algún artículo en el que la califi- caba como una de las grandes farsas del box a través de la radio”.

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Equipo de futbol representativo de la calle Álvarez en el Primer Torneo Interbarrios.

Al acabar la secundaria se inscribió en la Acade- mia Comercial Emilio Carranza, pero recuerda que no terminó porque lo sacaron en segundo año. A pesar de ello, a su mente vienen los nombres de muy bue- nos maestros como don Félix Ruano Méndez y don Gabino García, el director. Precisamente cuando éste murió, su esposa, Amalia Vitela, quiso que la acade- mia pasara a llamarse como su difunto esposo, y así se la conoce hoy en día: la Gabino García. La adolescencia de don Agustín fue más acci- dentada de lo normal; si ya de por sí suele ser épo- ca de dudas e insatisfacciones mezcladas con sueños, cuando se le unen factores externos a la vida del jo- ven pero que afectan a ésta de manera directa, pue- de convertirse en un caos. Por suerte, la cabeza del joven Agustín, como se suele decir, estaba muy bien amueblada.

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Acompañado de su padre, don Agustín García Sánchez.

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Los tres años de secundaria los cursó en el Tec Saltillo, y lo mismo ocurrió con la vocacional o bachi- llerato, aunque tuvo que compaginarlo con el trabajo, debido a unas circunstancias que él mismo nos expli- ca: “Papá lo pasó muy mal en el trabajo. Antes los ca- miones eran cooperativas, y los trabajadores tenían sus acciones. El capital accionarial de mi papá ascen- día a 63,000 pesos aproximadamente, pero una per- sona de mucha influencia en Saltillo les jugó chueco y compró todas las acciones a costo bajísimo. De los 63,000 pesos, pasó a tener 630 pesos. Se deprimió muchísimo. Gracias al futbol americano, yo tenía una beca para ir a Nuevo León a estudiar Ingeniería Mecá- nica y jugar en el equipo de la institución, pero tuve que rechazarla. Me puse a trabajar en El Sol del Norte y en cuanto ahorré le compré a mi padre unas placas de sitio y un carrito para que trabajara como taxista”. Tuvo don Agustín que compaginar estudios y trabajo, lo que a veces le valía que algunos profeso- res le pasaran la mano para ayudarlo, y otras fueran más estrictos con él, sobre todos aquellos de las áreas donde estaba laborando: “Don Arturo Ruiz Higuera era mi profesor de español y siempre me criticaba por cosas que ponía en mis columnas; me cuestionaba so- bre palabras que utilizaba o expresiones que según él no venían a cuento, aunque siempre tuve la impresión que lo hacía para ayudarme a ser mejor. Otros de los maestros de los que guardo un gran recuerdo es don Guillermo Meléndez Mata, quien además llegó a ser mi jefe en El Sol del Norte. Era un maestro para los enca- bezados: en uno de nota roja escribió lo siguiente: ‘Desde que conoció a Juan no pudo dormir’. Todo el mundo se imaginaba que se enamoró de Juan o algo similar, pero leyendo la noticia nos enterábamos que Juan le había robado la cama”.

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Con el famoso boxeador Kid Azteca.

De jugador a entrenador de los Burros Pardos del Tec

El joven de nombre Agustín García que se paseaba por los campos de futbol americano defendiendo la playe- ra de Burros Pardos tenía que ser un gran jugador. En ningún momento se definió como tal durante las horas que ocupamos en las entrevistas para hacer esta sem- blanza, y mucho menos, por razones de edad, quien esto escribe tuvo la oportunidad de verlo jugar. Pero no podía ser de otro modo pues cuando tuvo que de- jar el equipo por razones de haber cumplido su ciclo, su entrenador, Ricardo Peart, hermano de Óscar Peart, director del Tec, le pidió que le ayudara entrenando al equipo juvenil de la institución. Para ello contó con la colaboración de dos amigos. Al siguiente año ya tenía a su cargo dos equipos porque al ingeniero Peart le die- ron más clases, y así hasta que se hizo cargo del primer equipo de Burros Pardos del Tec, todo un orgullo para él.

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En sus inicios como entrenador de Burros Pardos.

Recuerda que en su época de jugador era el ma- riscal y capitán del equipo, y que el futbol americano era muy distinto del que se practica en la actualidad: “Era un futbol más romántico, pero muy duro, donde primaba más lo táctico que lo técnico. Había un amor por la institución que ahora ya se ha perdido. A mí nunca se me hubiera ocurrido jugar con la Narro, por ejemplo. Recuerdo que un hijo del director del Tec se fue a jugar con el Ateneo, y a pesar de ser hijo de quien era, muchas veces al pobre la raza lo golpeaba. Yo nunca me ponía una camisa roja porque eran los colores del Ateneo, e incluso recuerdo que una vez me arranqué los pelos del pecho porque alguien me dijo que parecía Buitre de la Narro. ”Los entrenamientos e incluso los mismos ju- gadores eran menos especializados. Yo era mariscal, pero también jugaba de safety, o de receptor o de defen- sivo. Cuando iba al cine los domingos después de los partidos, salía con una bola de calambres porque ha-

22 Agustín García Ramos bía jugado todo el partido. Ahora hay líneas defensi- va y ofensivas, pateadores, equipos especiales... En mi época éramos 35 por equipo y ahora lo ideal son 55; antes bastaba con cuatro entrenadores y ahora el mínimo son 12. ”La liga local la componían la Narro, el Ateneo y el Tec, y aunque más tarde se unió la Normal, los duelos clásicos eran los que se disputaban entre los tres primeros. Eran juegos en los que alguna vez hubo hasta baleados; recuerdo que en un juego con la Narro, un muchacho resultó con herida de bala. Sin ir más lejos, a nuestro director lo descalabraron de un ladrillazo en la cabeza. Eso sí: terminando el juego, tan amigos. Recuerdo que nos juntábamos, yo menos porque nunca me gustó tomar, en un lugar

En su segundo año como jugador de los Burros Pardos. Porta el jersey con el número 83.

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Saludando a Antonio Yaqui Heredia al término de un clásico Tec-Narro.

que se llamaba Los Bajos, donde está el actual Ban- comer; era un sitio muy bonito que después tiraron para hacer el banco. También La Guacamaya, frente a la Alameda, era un lugar donde solíamos reunirnos y donde podíamos disfrutar de música tomándonos un refresco. Además de la liga local, también llegamos a participar en la Liga Noreste, en ”. Siguiendo con las diferencias que encuentra en el futbol americano de su época de jugador a la de nuestros días, don Agustín nos afirma que ahora es más científico, que se basa mucho en el que se prac- tica en los Estrados Unidos y que allí se avanza cada año. “Antes no se usaba barra en el casco. Una vez metí la cara y me rompieron los dientes; antes sólo había riñoneras, coderas y poco más; ahora se prote- ge casi todo el cuerpo. Pero el principal problema de nuestro futbol actual es la pérdida de identidad. Por ejemplo, Lobos de la UAdeC lleva muy poca gente a sus partidos, quizás porque falta esa identidad al ser

24 Agustín García Ramos jugadores de todas las facultades que comprenden la universidad. Nosotros en el Tec, en los grandes parti- dos podemos llevar hasta 2,500 personas, y es que el sentimiento de pertenencia es mayor: todos los mu- chachos pertenecen al Tec. ”Por supuesto que nada que ver con lo que ocurre en los Estados Unidos. Estuve una semana en la Universidad de Oklahoma, la de los famosos Soo- ners. Es una universidad privada y toda la ciudad depende y gira en torno a su equipo de futbol ame- ricano. Tienen un estadio con capacidad para 77,00 espectadores y siempre lo llenan. De hecho, le dije a Norman Foster, uno de los entrenadores del equipo, que me gustaría asistir al clásico contra y me dijo que era imposible, que tal vez para la temporada siguiente podrían encontrar algo. Tal despliegue no sería posible sin la ayuda económica de los derechos de televisión, gracias a los cuales se pueden becar ju- gadores y tener instalaciones y programas deportivos de primer nivel”. Y en este punto recuerda los años gloriosos en los que el Tec estuvo jugando en Liga Mayor, en la Organización Nacional Estudiantil de Futbol Ame- ricano (ONEFA), cuando en las reuniones que tenían en México se quejaba junto a otros miembros, de la actitud de las grandes instituciones privadas que se valían del trabajo de formación de jugadores hechos por clubes más modestos y a quienes quitaban esos ju- gadores ofreciéndoles becas difíciles de rechazar. Al final, las universidades privadas desaparecieron de la ONEFA.

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Con sus hijos Agustín y Sergio Alonso, quienes siguieron sus pasos en los Burros Pardos. 1989.

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Los mayores logros al frente de Burros Pardos

Casi sesenta años dan para mucho: éxitos, decepcio- nes, momentos amargos como cuando llegaban di- rectores que no eran afectos a que se jugara futbol americano en el Tec, y un largo etcétera. Sólo como ejemplo comparativo para que in- tentemos hacernos una idea del amor que don Agus- tín le profesa al futbol americano, vamos a expresar lo siguiente: el mayor tesoro de nuestro entrevistado, sin ningún lugar a dudas, es su familia. Pues bien, le gusta tanto lo que hace, se siente tan identificado con sus muchachos, que, a expensas de quitarle algo de tiempo a los que más quiere, y teniendo en cuenta que durante muchos años lo que ganaba como entre- nador no daba para cubrir las necesidades básicas, así y todo, se ha entregado al Tec en cuerpo y alma desde la década de los sesenta hasta nuestros días. Recuerda que no fue sino hasta 1967, cuan- do ya casi llevaba diez años trabajando para el Tec, cuando por fin le dieron dos horas remuneradas, unos 240 pesos de la época; hasta entonces, nada: todo por amor al arte y a unos colores. Nos dice don Agustín que todos los campeo- natos dejan sensaciones maravillosas; bajo su man- do, el Tec de Saltillo ha conseguido 18 títulos. Sin embargo, nos platica de, quizás, los dos hechos más significativos de su carrera: “De 1993 a 2002 el Tec de Saltillo jugó a nivel nacional, en la ONEFA. Para una escuela tan humilde, enfrentarse durante tanto tiempo a monstruos como el Politécnico, la UNAM, los Tec de Monterrey en sus distintos campus, fue un reto mayúsculo. El antecedente a nuestro ingreso en la liga mayor, y el otro gran logro que quisiera des- tacar, fueron los dos tricampeonatos conseguidos a inicios de la década de los noventa jugando en la liga

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intermedia y con dos equipos de categoría diferente: in- termedia novatos e intermedia regular. Es decir, du- rante esos tres años fuimos campeones de verano y de invierno, y lo logramos estando invictos en ambos casos. Eran campeonatos donde jugaban equipos de Saltillo y de Monterrey. Ganamos 38 juegos, empa- tamos cuatro y no perdimos ni uno; anotamos 981 puntos y recibimos 194. Perdimos lo invictos en 1994 jugando contra Ingeniería Mecánica en Monterrey, de una universidad de las mejores de allí y que cuenta con más de 20,000 estudiantes”. Y nos comenta don Agustín que fue antece- dente del ingreso a la ONEFA porque un amigo ya fa- llecido de nuestro entrevistado, Jorge Castro, le co- mentó que después de los dos tricampeonatos ya no

Durante el receso de un clásico de Liga Mayor frente a los Lobos, el coach García los exhorta a superarse.

28 Agustín García Ramos iban a encontrar rival a nivel local, y que necesitaba codearse con los mejores. A pesar de que la empresa no era nada fácil, el equipo contó con la colaboración y el incondicional apoyo del director y del subdirec- tor del Tec, don Manuel Flores Revueltas y el inge- niero Ferniza respectivamente, quienes habían sido jugadores a las órdenes de don Agustín. “Entramos en la ONEFA siguiendo la estela de Lobos, que habían entrado un año antes. Nunca conseguimos un títu- lo porque la inestabilidad en instituciones como la nuestra es mayor: como son gente modesta, muchos dejan de estudiar para ponerse a trabajar, o bien se los llevan becados otras instituciones, o simplemente no dan el promedio académico. Por ejemplo, a mi ma- riscal de primer año, Abundio Ramírez, ya no lo tuve en segundo año; y ahí nos ves a nosotros ‘haciendo’ otro mariscal, y es un proceso que no es fácil en Liga Mayor, donde dicen que hasta el tercer o cuarto año no explota un jugador. Y a mí no me importaba que viniera el Tec de Monterrey a llevarse a alguno de mis jugadores: al contrario, me sentía orgulloso y feliz por ellos; pero incluso muchos no aceptaban porque debían empezar los planes de estudio desde el princi- pio y sentían que si lo hacían habían perdido el tiem- po que habían estudiado con nosotros”. En los diez años que estuvieron en ONEFA pu- dieron llegar a tres postemporadas pero lo que real- mente queda en el recuerdo de todos son los grandes partidos que disputaron y que tanto hicieron disfru- tar a sus seguidores. “El primer año, con puros no- vatos, logramos meternos a cuartos de final, donde las Panteras del Metropolitano nos dieron una buena paliza. Pero fue una experiencia inolvidable. ”Uno de mis sueños se cumplió en el segundo año, cuando nos enfrentamos a un politécnico. Final- mente nos ganaron 42 a 33, pero fue un hermoso jue-

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go y que me llenó de orgullo por la entrega de mis juga- dores; incluso el gran Clemente Carmona, entrenador del equipo rival, me felicitó por el desempeño al fina- lizar el juego. Dos años después, jugando en contra de los famosos Cheyennes de la vocacional 2, el Tec de Saltillo logró su triunfo más apabullante frente a un equipo del Politécnico: 61 a 0. No le quiero quitar va- lía al triunfo, aunque debo reconocer que ellos venían con muchos novatos porque acababan de ascender a Liga Mayor, pero aun así, había que hacer tantos pun- tos sin encajar ninguno”. Pero las exigencias eran cada vez mayores y llegó el momento de cerrar la participación en la ONE- FA. Por una parte, económicamente era inviable para el Tec seguir con el equipo, pues los gastos aumen- taban año con año; por otra, el nivel de exigencia aca- démico para el jugador, al entrar más carreras, era mayor, y por desgracia los horarios de clases no ayu- daban mucho para que los entrenamientos rindieran. Comenta nuestro entrevistado que a veces el chico estaba en clases de siete de la mañana a siete de la tarde; de ahí tenían que ir a entrenar, saliendo muy tar- de, dejando al joven extenuado y prácticamente sin vida social. “Frank González, entrenador de Borregos y amigo mío, me dijo que los chicos en esas condicio- nes no rendían ni al 60%. Y la preocupación no es sólo que no rinda deportivamente, sino que se pueden le- sionar. En el Tec de Monterrey a las tres de la tarde ya se han acabado las actividades académicas, teniendo toda la tarde para entrenar y a las siete ya están libres para hacer lo que quieran. Además, para jugar en Liga Mayor hace falta que el muchacho dedique sus va- caciones de verano al entrenamiento, junio, julio y agosto. Aquí no podíamos porque muchos de ellos trabajaban en verano para pagar sus colegiaturas. El último partido lo jugamos contra la Metropolitana de

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México, y sólo pude llevar 27 jugadores, y algunos te- nían que repetir posiciones. Así no se podía seguir”. Fue una decisión difícil pero que había que to- mar. Nos confiesa que aunque siempre se quiere más —más entrenadores, más fisioterapeutas…— no se puede quejar del apoyo que ha recibido todos estos años de parte de las autoridades del Tec. El profesor Arreola (q.e.p.d.), quien para nuestro entrevistado ha sido uno de los deportistas más completos que ha conocido en su vida, definió a don Agustín en una de sus columnas como “el último Burro Pardo”, por su amor a los colores del Tec. Cuestionado sobre el por qué del nombre de Burros Pardos, don Agustín nos dice que posiblemen- te se deba a que como el Tec nació bajo el amparo del Politécnico —incluso los colores guinda y blanco coin- ciden en ambas formaciones— y a los del Politécnico se les conocía como Burros Blancos, para no parecer que se estaban copiando, cambiaron el blanco por el pardo. “Tal vez quien pueda saber con seguridad sea el ingeniero Corrado Roca, fundador del equipo y gran amigo que siempre le ha sido fiel al Tec. Respec- to a los colores, yo introduje una indumentaria gris, que a unos gustó y a otros no, pero que es algo muy común en Estados Unidos, donde a veces los equipos tienen hasta tres indumentarias distintas”. En la actualidad, después de superar tres años de ostracismo por culpa de una directora a la que no le gustaba el futbol americano, y después de ha- ber vuelto a jugar en la liga local, los Burros Pardos del Tec de Saltillo participan en una liga que tiene su sede en Monterrey. “Es una liga donde compiten 16 equipos, divididos en dos grupos de ocho; nosotros estamos con los siete grandes, donde está Ingeniería Mecánica, Leyes, Odontología, Ingeniería Civil… So- mos el único equipo invitado y es un reto para noso-

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tros. Los partidos son, la mitad más uno, en Monte- rrey, los demás aquí en Saltillo”.

Algo más que un entrenador

A pesar de todo lo logrado en el campo de lo estric- tamente deportivo, los trofeos que más importan a don Agustín son aquellos que tienen por vitrina su corazón y que pertenecen al ámbito de las relaciones personales. “Algo que me hizo ver mi esposa y que quizás yo no había percibido por estar dentro de mi burbuja laboral, es que los muchachos que tengo ac- tualmente en el equipo, muchos son hijos de mis pri- meros jugadores. Es como si fuera el abuelo de ellos”. Hacer el papel de padre ha sido algo muy co- mún para nuestro entrevistado; siempre lo ha hecho de manera desinteresada y poniendo todo el cariño y la comprensión, sabiendo que antes que jugadores son seres humanos. “Vienen buscando apoyo y conse- jo, que porque sus padres se van a separar, o porque han dejado embarazada a la novia, o porque los tro- naron en los estudios... Muchos vienen llorando, de- sesperados. A veces me han dicho que por qué ayudo a alguien que no está dando el tope en sus estudios, pero yo les hago ver que a veces no es porque ellos no quieran, sino que hay circunstancias externas que afectan y mucho el desempeño de los muchachos”. Gracias a esa labor hoy puede presumir de haber pasado por situaciones que le llegaron muy dentro: “Una vez se me acercó la mamá de un guard ofensivo muy agresivo en el campo; lo malo es que esa agresividad la trasladaba también a la casa. Me dijo que gracias a un consejo que yo le había dado al muchacho, éste cambió su actitud y no se había echado a perder. Quería conocerme en persona para

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Uno de los grandes jugadores a los que ha dirigido, Humberto Perrito García.

agradecerme, pues según ella, había hecho por aquel joven mucho más que su mismo padre. ”Otro día, en la graduación de uno de mis hijos, se me acercó un joven que había sido jugador mío y que ya por aquel entonces era millonario pues poseía una cadena de restaurantes de comida de mar. Casi me hizo llorar con las cosas que me dijo, y me invitó a comer en sus locales si alguna vez iba por los rumbos donde estaban éstos, y a que lo visitara en su casa”. Muchos de sus muchachos, ya hombres, lo lla- man para saber cómo está; todos recuerdan que para no decir maldiciones, los llamaba “brujas malditas del demonio”. Algo que quizás no ha hecho el Tec es dar un mayor seguimiento a los egresados, y pone

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como ejemplo el Ateneo o la misma Narro, donde hay convivencias de generaciones pasadas muy a me- nudo. Reconoce que no le gustan los homenajes, en- tre otras cosas porque es de lágrima fácil, y no puede olvidar que el mayor homenaje lo recibió de parte de quienes habían sido sus enemigos más acérrimos: “La ceremonia fue en el Ateneo, en aquellos años en los que el Tec se había quedado sin equipo por deci- siones ajenas al deporte. Estaba realmente abatido y aquel homenaje auspiciado por quienes habían sido mis enemigos en la cancha, aquel reconocimiento a mi labor, me llenó de tremendo orgullo”. También lleva grabada con letras doradas en su memoria el reconocimiento que el Club Corsario le hizo en 1989 cuando bautizó con su nombre a su campo, uno que se encuentra en la colonia Dolores. Era un club que pertenecía a la AFAIS (Asociación de Futbol Americano Infantil de Saltillo); varios de los directivos habían sido jugadores del Tec y querían agradecerle a don Agustín la ayuda que les prestó cuando envío a jugadores en activo pertenecientes al Tec para que fungieran de entrenadores de los niños. Aprovechando que salió a colación la AFAIS du- rante la conversación, nuestro entrevistado quiso ha- cer un pequeño repaso histórico de dicha asociación, a la vez que apuntar una crítica constructiva sobre un asunto que cree de vital importancia: “La AFAIS fue fundada en 1973 por valiosas gentes como el padre Chapo, el coach Jorge Castro, Carlos Ayala y otros más. Al principio fueron solo dos clubes: los Boxers y las Águi- las. En la actualidad son alrededor de 15 equipos, y ha sido y es un gran semillero del que se surten los equipos del Tec, la Narro y demás. La labor es enco- miable y tienen todo mi respeto y apoyo.

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”Sin embargo hay un punto donde discrepo con ellos, algo que ya he denunciado en columnas cuando escribía en el periódico: no creo que sea convenien- te equipar a los niños desde los cuatro años como se hace aquí en Saltillo. Y no es una queja arbitra- ria: alguna vez hablando con el coach Jacinto Licea, de Águilas Blancas, en congresos a los que asistía a la ciudad de México cuando el Tec jugaba en ONEFA, me decía que ellos equipaban a los niños a partir de 11 años, porque consideraban que se podía dañar no sólo su físico sino también su mente, creando en el niño complejos e inseguridades. El niño de cuatro años todavía no tiene claros los conceptos de ganar y perder, quiere divertirse y no que alguien lo aplas- te, porque no sabe qué está pasando. Una solución es jugar tochito, con bandas y donde no se golpean. Tienen que desarrollar con esa edad habilidades mo- trices, destrezas... no aprender a golpear”. Y para terminar de hablar de una de sus pa- siones, del futbol americano, una reflexión profunda y sincera: “Se puede decir que el futbol americano es un deporte ‘injusto’: a Liga Mayor llegan los mu- chachos con 18, con 20 años como máximo, y a los 24 años ya tienen que dejar de jugar. En ese sentido es muy frustrante para un muchacho porque además los entrenamientos han sido muy duros y los sacri- ficios muchos. Hablar de jugar en la NFL es casi una utopía. Por ejemplo, en el Tec de Monterrey estaba un chavo llamado Ramiro Pruneda, con 154 kilos, rápido, un monstruo en la liga mexicana, pero que estuvo en Kansas en el equipo de entrenamiento. Te- nemos el caso de Cantú, que empezó a despuntar con Cardenales pero una lesión de rodilla le fastidió su carrera y ahora se dedica a dar clínicas por todo el país. Y son dos ejemplos de muchos miles. Además es casi imprescindible jugar siempre acompañado: en

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el baloncesto puedes jugar tú solo a tirar a canasta, y hasta el mismo futbol se puede jugar con la pared como compañero. En el americano sería muy aburri- do jugar solo”.

Periodista por accidente

Con apenas 20 años y por las circunstancias ya co- nocidas, tuvo que ponerse a trabajar para poder ayu- dar a su familia. Se le esfumaba el sueño de estudiar una ingeniería, pero fue algo que asumió como una obligación para devolver algo de lo mucho que sus padres habían hecho por él toda su vida. Sin él saberlo, cuando empezó a publicar La Burrita, una revista estudiantil en la que prácticamen- te hacía de todo y que se distribuía en el Tec, estaba marcando su propio destino. Fue su mejor amigo de la adolescencia y vecino de la calle Álvarez, José Ma- ría Gil, alias la Flecha, quien lo invitó a trabajar en El Sol del Norte, pues andaban buscando un reportero de deportes y La Burrita podía servir de aval para que le dieran el puesto. José María, que trabajaba en la prensa del periódico para ayudarse, lo presentó al director, el señor Nacho Rosillo y lo contrataron, aun- que eso es un decir, porque no tenía sueldo. Sólo des- pués de dos meses y ante las presiones de su padre al director de El Sol del Norte, empezó a cobrar un ínfi- mo sueldo. Sin saberlo, aquel mes de marzo de 1956 había entrado a lo que sería su segundo —o tercero si consideramos también el Tec de Saltillo— hogar: estuvo laborando en ese periódico hasta 1989. El jefe de deportes cuando él entró era Fausti- no Rodríguez Paquín, un periodista de escritura ame- na y que tenía también una columna en Sociales lla- mada “Por Victoria”. Se llevaba muy bien con él y fue

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En una entrevista al Lic. Antonio Padilla Segura, director general de Altos Hornos.

su ayudante hasta que don Faustino se fue a y nuestro entrevistado se quedó como jefe de depor- tes. Recuerda que el primer evento que tuvo que cubrir fueron unos juegos de tenis que se celebraron en unas pistas que se encontraban en la calle Victoria y que eran conocidas como las canchas de Hacienda. Pero la verdadera prueba de fuego fue a los pocos meses de iniciar sus labores, cuando lo mandaron a cubrir una corrida de toros: “A mí nunca me habían gustado los toros y por lo tanto no le entendía. Así que hablé con Guillermo López Gómez, un colabo- rador del periódico y gran entendido, para que me acompañara a la corrida y me fuera explicando qué iba pasando. Fue una tarde memorable, se cortaron

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nueve orejas y dos rabos. Alternaron Alfredo Leal, Humberto Moro y Calesero, con toros de la ganadería de Ramiro González. Recuerdo que aquella corrida fue en la antigua plaza Armillita, que estaba al norte de la ciudad, en la antigua Villa Olímpica. Dirigía ya el periódico don Carlos Herrera, y la corrida se en- marcaba dentro de una temporada taurina que El Sol del Norte, junto con el ayuntamiento de Saltillo, esta- ba llevando a cabo para recaudar fondos, y a la que asistieron toreros muy famosos como El Cordobés, Mondeño (el rey del toreo vertical, porque era muy alto), y el gran ídolo de Saltillo, Alfredo Leal, a quien apodaban El príncipe del toreo y que siempre vestía de verde y oro. Me tardé como cuatro horas para ha- cer la crónica de la corrida, porque Guillermo López me había dicho que para escribir de toros había que

Entrevistando al maestro de maestros, Fermín Espinoza Armillita.

38 Agustín García Ramos tener algo de poeta, ir al por qué de las cosas. Batallé mucho, pero le agarré el gusto al toreo”. Su ascenso dentro de El Sol del Norte comenzó cuando se quedó como jefe de deportes al irse don Faustino a Tampico, y ya no cesó. Con el tiempo fue nombrado jefe de redacción, sin dejar de ser jefe de deportes, y finalmente en 1988 fue ascendido a sub- director editorial, un nombramiento que tiene su his- toria curiosa: “En aquellos años había llegado al pe- riódico don Ricardo Mendieta como director; venía de Aguascalientes y era conocido mío. Yo seguía siendo jefe de redacción. Desde la universidad de Oklahoma me llegó una invitación para asistir a un campus de los Sooners, el equipo de futbol americano de la loca- lidad. Se puede decir que fueron mis primeras vaca-

En El Sol del Norte, acompañando a los matadores Antonio Campos el Imposible, Pepe García el Estudiante, Mauro Liceaga y el novillero saltillense Héctor Güero Domínguez.

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ciones en más de 30 años. Me fui en mi carro. Regre- sando, recuerdo que me encontré con un vecino mío que trabajaba como chofer del periódico y me habló de usted, lo que me extraño muchísimo porque siem- pre nos tratábamos de tú. Cuál no sería mi sorpresa el lunes en el trabajo pues al llegar a mi despacho vi en la puerta de éste un rótulo nuevo con la leyenda Subdirector Editorial. Me habían nombrado estando yo en Oklahoma. ”Don Ricardo era un hombre muy trabajador, que no le rehuía a la lucha. Por aquel entonces llegó a Saltillo el periódico Vanguardia, y como es lógico le echaron todos los kilos para derribar al líder, que era El Sol del Norte. Sin embargo, desde la matriz de México no se nos apoyó y don Ricardo terminó renun-

Entregando un ejemplar de El Sol del Norte al presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, en su visita a Saltillo.

40 Agustín García Ramos ciando. Lo más lógico era que yo tomara el mando de la dirección, pero mandaron a otro y yo renuncié por- que consideraba que después de 33 años de servicio merecía la oportunidad de ser director, uno de mis sueños. Sólo me quedé dos semanas para ayudar al nuevo director a que se pusiera al día, al cabo él no tenía culpa de nada”. El talento de don Agustín no pasó desapercibi- do y al poco tiempo Vanguardia le ofreció un puesto como subdirector; recuerda que en dos meses cobró casi la misma cantidad que había percibido como fi- niquito de El Sol del Norte por más de 30 años de ser- vicio. Lo que más le impresionó del nuevo periódico fueron las ganas de trabajar, y las nuevas tecnologías que manejaban. No estuvo mucho tiempo en Van- guardia porque tuvo que renunciar para operarse un problema que tenía en los pies, y cuando se recuperó, el Tec le ofreció mejoras en su contrato que lo des- ahogaban económicamente, con lo que pudo dejar el trabajo de Vanguardia y tomar un merecido descan- so. Con tristeza, nuestro entrevistado comenta que finalmente El Sol del Norte no aguantó la pujanza del nuevo periódico y terminó desapareciendo a finales de la década de los 90. Todavía guarda como oro en paño una edición final del que fue su hogar laboral por tantos años. Sin embargo, su deambular por los diarios locales no había terminado aún. Llegó a Saltillo el periódico Palabra y con él una nueva oferta a nues- tro entrevistado para que trabajara como consejero editorial de la sección de deportes. “Me invitó David Brondo, que curiosamente fue el director que llegó a El Sol del Norte cuando yo renuncié. Fui consejero fun- dador de la sección Marcador, que después pasó a llamarse Cancha, aunque ese término no me gusta- ba porque daba a entender que sólo se iba a hablar

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de futbol. Tenía una columna que se llamaba ‘Pun- to y aparte’, y seguía con las crónicas, aunque cada vez me daban menos espacio, por lo que mitad en broma mitad en serio, les decía que me cortaban la inspiración, porque a mí siempre me ha gustado ce- rrar fuerte y con tan poco espacio era imposible. Por suerte también hacía reportajes especiales: uno muy celebrado fue el que realicé sobre las señas en el béis- bol, o aquel otro en el que hablaba de la invasión de entrenadores y mariscales de campo negros en la NFL. Uno que se me quedó en el tintero por desgracia es el que pensaba escribir sobre la forma en que la liga mexicana explota a sus jugadores y cómo muchos de ellos, como el gran Agustín Bejarano, acaban sus días pidiendo limosnas en la calle. En la actualidad mato el gusanillo de la escritura en tacleo.com, un portal de internet en el que me invitaron a participar y del que sólo recibo, y no es poco, la satisfacción de escri- bir y que me lean. Mi columna se llama ‘Yarda 50’”.

Crónicas deportivas de ayer y de hoy

“La crónica deportiva hoy en día es más fría porque se lucha contra el tiempo y contra el espacio. En mi época, a mis colaboradores, entre los que se encon- traban mi hermano Chago y Carlos Fuentes Aguirre, grandísimos reporteros, yo les pedía un análisis pro- fundo del resultado, que dijeran por qué sí o por qué no había ganado un equipo; si había influido el árbi- tro en el marcador, por ejemplo, se decía sin ningún reparo. Ahora la crónica es más fría y menos analíti- ca, y no porque los periodistas no sepan, sino porque los periódicos tienen ahora 10 o 12 secciones y no hay espacio físico para hacer un análisis detallado de nada. Antes sólo estaban las secciones de local, in-

42 Agustín García Ramos ternacional, sociales y deportes. Pero bueno, así es el nuevo periodismo”. Hace memoria y nos dice que él era muchas veces el último en cerrar edición, porque hasta que no tenía todos los resultados de la liga mexicana de béisbol, sobre todo a partir del 70 cuando entraron los Saraperos, no lo hacía. Como no tenía servicio de resultados, se apoyaba en su amigo Infante, quien desde Monclova y vía telefónica le iba dando los mar- cadores de los distintos juegos; hacía hasta las cró- nicas del juego, sin haberlo visto, pero guiándose por el marcador y los datos estadísticos, y hasta ponía una foto del jugador destacado (cuando venían los equipos a jugar a Saltillo, le pedía a sus fotógrafos que hicieran una foto de todos los jugadores, para así te- nerlas como archivo). El Sol del Norte era un periódico que no conta- ba con muchos medios de agencias para estar al día; ahí tenía don Agustín la excusa perfecta para que las notas de deportes fueran escuetas o se centraran sólo en las noticias de lo que acontecía en Saltillo y sus alrededores. Sin embargo, era tal la pasión que po- nía en su trabajo que incluso involucraba a sus hijos para tener a los lectores bien informados y para que la sección de deportes luciera atrayente. “Mis hijos me avisaban de noticias que ellos veían en la televisión o en el sistema de cable: ‘Papá, acaba de fichar Jim Plunkett por los Raiders’. Entonces yo hacía la cróni- ca, mi hijo venía con una revista donde venía la foto del jugador y la poníamos en la sección de deportes. Era algo que ocurría casi todos los días. También era la razón por la que compraba tantas revistas de de- portes, para poder tener el mayor número de fotogra- fías que me pudieran ayudar a ilustrar una noticia. Recuerdo una fotografía muy famosa que le hicieron a Steffi Graf, durante un servicio, y que está tomada

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desde arriba: cuando ganó Wimbledon la use para la nota”. Es por eso que el periodismo deportivo, sobre todo el que ofrecen los periódicos no especializados, deja a nuestro entrevistado tan indiferente. Confiesa que le gustaría volver, para escribir o para asesorar, porque comenta que ha llegado a ver la crónica de un juego de Saraperos en la sección de Internacional, y eso es algo inadmisible. Exhorta a la gente a quejarse, a pedir calidad en lo que lee, para que los diarios se den por aludidos y hagan periodismo de calidad.

Con el inmortal Beto Ávila, recién nombrado presidente de la Liga Mexicana de Béisbol.

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Eventos deportivos que dejaron huella

No cabe duda del efecto catártico que producen en el pueblo las victorias deportivas de quienes los repre- sentan, ya sea como nación, estado o ciudad. Y en Sal- tillo, una ciudad con alma de pueblo, donde todos se conocen (o por lo menos hasta hace muy poco tiempo era así) y se comparten a la par penas y alegrías, no iba a ser distinto. El primer evento que viene a la cabeza de nues- tro entrevistado cuando le preguntamos por el mayor logro deportivo acaecido en esta ciudad, no tiene que ver exactamente con una hazaña deportiva en sí, aun- que la relevancia para la ciudad fue mayúscula: “El arribo a Saltillo de la Liga Mexicana de Béisbol, en 1970, marcó un hito en la ciudad. Desde un año antes y por órdenes de nuestro director, el señor Escamilla, en El Sol del Norte habíamos iniciado una campaña con encuestas, secciones de preguntas y respuestas... para ir calentando el ambiente. Cuando se iba a dar la noticia en México, los directivos me invitaron al viaje y El Sol fue el primer medio en confirmar la buena nueva; eso fue a finales del 69, formándose el equipo en un draft. Sé que habrá nombres que se me que- den en la memoria y pido perdón de antemano, pero no puedo dejar de recordar a grandes personas que estuvieron detrás del sueño de Saraperos y que lo hi- cieron posible: el motor de todo, don Jorge Torres Casso, los hermanos López del Bosque, Eleazar Galin- do, Gustavo Lara, Eustolio Valdez... ”Trajeron a Tomás Herrera como mánager ge- rente y después de un lógico inicio como sotaneros, metieron dinero y como vulgarmente se dice, hicie- ron un trabuco. Desde entonces se les conoce como el Coloso del Norte”.

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La final perdida contra los Charros de Jalisco después de ir ganando la serie final por 3 a 0 y perderla por 4 a 3, hizo mucho daño a nivel anímico e insti- tucional; el “ya merito” caló entre los aficionados, y era como si una maldición a lo Babe Ruth pero en plan sarapero se hubiera instalado en el equipo, año tras año teníamos que ver cómo era otro club y otra ciudad quienes disfrutaban de las mieles del triunfo. Afortunadamente en el 2009 se rompió el maleficio y Saraperos logró su primer entorchado de Liga Mexi- cana; y como queriendo compensar a los aficionados por tantos y tantos años de penurias, en 2010 repitió hazaña. “Y esperemos que no sea el último campeo- nato... y que lo vean estos ojos”. De la tan mentada serie final de 1971 contra los Charros de Jalisco, don Agustín tiene una anéc- dota que quiere compartir: “Recuerdo que al ganar el tercer partido, todos los titulares eran más o menos parecidos: ‘A punto’, ‘Antesala del título’... A mí se me ocurrió ‘La champaña está en el hielo’, y fue muy cele- brado por compañeros y público. Desgraciadamente se volvió en contra mía pues en el séptimo juego, ya con Charros arriba en el marcador, el comentarista se acordó de mi titular y dijo que la champaña se nos iba a hacer vinagre”. Otro de esos eventos inolvidables ocurrió en 1968, cuando un equipo juvenil que había ganado el nacional en Matamoros acudió a Nicaragua al Cam- peonato Iberoamericano. A la cabeza del equipo es- taba don Mario Nakasima, compadre de don Agustín y según palabras de éste, “personaje injustamente ol- vidado a quien no se le han hecho los homenajes su- ficientes por todo lo que hizo por el deporte”. Resulta que estando ya en Nicaragua el señor Nakasima llamó a su compadre para decirle que ya se le había acaba- do el dinero, que por favor lo ayudara. Rápidamente se

46 Agustín García Ramos puso manos a la obra nuestro entrevistado, metió una nota, y un cupón de ayuda para aceptar donativos para la causa. El licenciado Shubert de XESJ pidió unir- se a la causa y en un día reunieron más de 20,000 pe- sos que mandaron a Nicaragua. “Aunque no llegaron a la final porque el ampayeo estuvo muy del lado del equipo de Managua en la semifinal, el recibimiento que se le hizo al equipo, yo sólo lo equipararía al que el pueblo de Saltillo le dispensó años antes a Pedro Infante: la calle Victoria, la Alameda, todo lleno de gente que vitoreaba a sus muchachos. Fue algo muy emocionante”. De menor calado social pero no menos impor- tantes fueron los recibimientos que tuvieron los ni- ños campeones nacionales del Colegio Zaragoza, al mando del profesor Manuel de Jesús Morales, y los muchachos que ganaron un regional de futbol con- seguido en , entrenados por el profesor Homero Cárdenas. Ambos entrenadores eran muy amigos de nuestro entrevistado. A nivel personal, el juego más emotivo que recuerda don Agustín fue uno de Saraperos contra Unión Laguna, a mediados de la década de los 70, que daba el paso a un segundo play off, y que se re- solvió con un home run de Andrés Mora. “Más allá de la importancia en sí del batazo y el paso a la si- guiente fase, en mi crónica reflejé que fue el día en que Saltillo recuperó la afición. ¿El motivo? La gente se quedó aplaudiendo de pie, fue algo histórico. An- tes, en la séptima entrada solían empezara desfilar, o bien porque estaba resuelto a favor o bien porque no había posibilidades de victoria. Pero ese día la gente se quedó a aplaudir después del juego. ”En mi mente también está el juego que po- siblemente hizo que me decantara por jugar futbol americano: fue un partido jugado en Monterrey entre

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Con Preston Gómez, mánager de los Padres de San Diego.

los Bulldogs de la Normal de Monterrey contra los Buitres de la Narro, el equipo que llegó al tricampeo- nato de la Liga Mayor del Norte. Ganaron los Buitres 106 a 0. Jugaba con ellos el mejor mariscal de campo que he visto nunca a nivel local, un chilango que tra- jeron becado de nombre Rafael García, el Pingüino. El jugador más completo también era de la Narro: Ruiz Esparza, el Belindo, que jugaba de receptor, pateador, de todo”.

Otra visión del fatídico trenazo

El 4 de octubre de 1972 es una fecha parteaguas en la historia reciente de Saltillo: cerca de la medianoche, un tren abarrotado de pasajeros que venían de una

48 Agustín García Ramos peregrinación a Real de Catorce se descarriló cerca de Saltillo, en el llamado Puente Moreno. Mucho se ha hablado y escrito sobre ello, pero queríamos tener la versión de la persona que avisó a las autoridades, don Agustín García, nuestro entrevistado. “El Sol del Norte fue el enlace para que empezara a llegar la ayuda. Yo estaba solo en la redacción y recibí una llamada del ayudante del superintendente explicándome lo que había ocurrido en Puente Moreno; me pidió que diera aviso a las autoridades y así lo hice. Llamé al alcalde, el profesor Arturo Berrueto, y él llamó al ingeniero Eulalio Gutiérrez, gobernador del estado. Yo, por mi parte, avisé a mi jefe de redacción, que me dijo que iba para allá, y a mi director, que se encontraba en Monterrey y que me pidió que lo esperara en el perió- dico. Al llegar nos dirigimos al lugar del accidente y la escena era dantesca: había vagones ardiendo, un olor a carne quemada insoportable y se escuchaban los gritos de las personas que estaban atrapadas dentro de los compartimentos. Mi director me dijo que nos fué- ramos de allí. Llegamos al periódico y paramos todo; cuando llegó el jefe de redacción escribió la crónica y salió la noticia en primera plana, con fotos y todo. Al día siguiente sacamos un extra que impuso récord de ventas en Saltillo: 21,000 ejemplares se llegaron a vender, cuando lo normal era vender 7,000. Lástima que fuera por este motivo tan penoso. Recuerdo que el fotógrafo Adolfo González Saco ganó varios pre- mios internacionales por la foto central del extra. ”Se manejó una cifra oficial de 250 muertos, pero la gente aseguraba que fueron más de mil los que per- dieron la vida en esa tragedia. Hubo casas que quedaron abandonadas, con los focos prendidos para siempre, porque todos los moradores perdieron la vida en el trenazo. Era difícil encontrar una casa en Saltillo que no estuviera de duelo; recuerdo con claridad a un se-

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ñor que vendía tacos rojos en la plaza San Francisco: nunca más volvió. ”Le echaron la culpa a la tripulación pero ya casi nadie duda de que fue fallo mecánico. Un amigo mío venía en el tren como fogonero, la Sombra Espi- nosa; él saltó cuando vio lo que iba a pasar y quedó inválido. Cuando fui jefe de redacción le mandé hacer una entrevista a página completa donde relató lo su- cedido como él lo vivió”.

La familia, pilar donde todo descansa

De los pueblos mágicos sólo pueden salir personas mágicas. Eso es lo que puede decir don Agustín de doña Cristina Cárdenas Treviño, la parrense que com- parte su vida desde hace más de 47 años. “La conocí en un juego de béisbol; yo jugaba en el equipo de El Sol del Norte y nos enfrentábamos a la Academia Coahui- la, en el antiguo Estadio Municipal de Saltillo. De re- pente miré a las gradas y ahí estaba ella, guapísima. La academia quedaba cerca del periódico y a partir de aquel día cada vez que pasaba por allí hacía por verla; un compañero de trabajo que también estudiaba en la academia hizo de intermediario, hasta que poco a poco fuimos conociéndonos y nos hicimos novios. Hablamos del año 1962; yo tenía 26 años y ella 18”. Fue un noviazgo corto, pues al año se casaron en una de las iglesias del precioso pueblo de Parras de la Fuente, en un día lluvioso, que si le hacemos caso al saber popular, fue una bendición para la no- via, pues reza así el dicho: “Novia mojada, novia afor- tunada”. Desgraciadamente a quien la lluvia le jugó una mala pasada fue a la mamá de nuestro entrevis- tado, pues por culpa de la lluvia tuvo un accidente y se fracturó el fémur.

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Este incidente hizo que el nuevo matrimonio viviera en un principio en la casa que los padres de don Agustín tenían en Saltillo, pues querían cuidar de ella. “El comportamiento de mi esposa fue ejemplar. Antes de casarnos ella se recibió de la academia, y estuvimos hablando sobre la conveniencia de vivir en Parras o en Saltillo. El accidente de mi mamá fue el empujón definitivo para que nos viniéramos a la capi- tal. Cristina se comportó con una madurez increíble para lo joven que era, y no tengo más que palabras de agradecimiento por su actuar. Desgraciadamente mi mamá nunca curó bien del todo y murió 11 años después, aunque con la satisfacción de ver nacer a su nieta, nuestra hija María Cristina”. La bendición de los hijos pronto llegó al hogar de los García Cárdenas; además, cuando lo hizo, el

Familia de don Agustín: su hija María Cristina, su esposa Cristina Cárdenas, y sus hijos Luis Alberto, Agustín y Sergio Alonso.

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flujo fue constante, pues los hijos nacieron práctica- mente uno detrás del otro. La primogénita fue María Cristina, quien tiene en la actualidad 45 años, estudió Derecho, aunque le faltó un año para recibirse, y se casó con un guitarrista, Sergio Alvara. Tienen tres hi- jos: Ingrid Cristina (22), a punto de recibirse del Tec como licenciada en Administración de Empresas; Pao- la Alejandra (17), quien está en Alemania estudiando gracias a una beca de intercambio y que le cantó las mañanitas a su abuelo por teléfono y en alemán, y Ángel (6), un niño muy buscado por los padres. El siguiente en la lista es Agustín (44), que estudió en el Tec Ingeniería Industrial en Producción. Se casó con Patricia de la Vega; tienen dos niños, Agustín y María Fernanda. “Llegó a ser jugador a mis órdenes cuando estudió en el Tec”. Luis Alberto (43) es el tercer hijo de don Agus- tín. Estudió Derecho en la UAdeC, actualmente traba- ja en los juzgados, es soltero y muy deportista. “Le encanta jugar al tenis, y los fines de semana, si lo quieres ver, hay que ir a buscarlo a las canchas del Britania pues se puede llevar seis o siete horas jugan- do tenis”. Y el benjamín de la familia es Sergio Alonso, quien al igual que su hermano Agustín se graduó como ingeniero industrial en producción del Tec Sal- tillo. Unió su vida a la de Gabriela Yeverino y tiene tres hijos: Sergio, Diego Armando y Yuliana. Sobra decir que son todo su orgullo. Para don Agustín, la familia es su verdadera razón para vivir, e incluso nos dice “que hay que ma- tarse trabajando para que la familia viva”. Y a fe que siempre ha predicado con el ejemplo. Hasta ahora le hemos conocido dos trabajos: el de entrenador de Burros Pardos del Tec y el de periodista. Asómbre-

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Don Agustín con su esposa y sus cuatro hijos. se, pero nuestro entrevistado compaginó por 33 años esos trabajos con el de dar clases de educación física en la Escuela Federal núm. 1. Finalmente renunció en 1997. Aunque no se arrepiente de nada, lamenta no haber disfrutado más de su esposa e hijos, y él está eternamente agradecido a su querida Cristina porque fue una madre ejemplar que supo educar maravillo- samente a sus hijos; además siempre contó con su apoyo y sus consejos oportunos. Mientras, nuestro entrevistado trabajaba de lunes a domingo, y solo te- nía siete días al año de vacaciones. Eso sí, esos días se desquitaba, y pasaban todo el día juntos: iban al cine, hacían carne asada, jugaban al tenis, se daban una es- capadita por el campo... Nos confiesa que resarce con

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Participación con el contingente de la Secundaria Federal núm. 1 en un desfile del 20 de Noviembre.

sus nietos todo lo que no pudo vivir con sus hijos, y que para poder llevar el ritmo de trabajo que llevó, lo que más le sirvió fue el ejemplo de trabajo que su padre le dejó.

Un pequeño collage para conocer mejor a don Agustín

Don Agustín, después de toda una vida de esfuerzo, sabe que el tiempo es oro; así que, aunque su ritmo de vida se haya vuelto más pausado, se levanta muy temprano para aprovechar al máximo el día. A las siete de la mañana ya se le puede ver deambulando por la casa. Le gusta ver algo de televisión durante el desayuno, y alrededor del mediodía se va al Tec

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Con gran parte de su familia durante un viaje de placer. para arreglar asuntos administrativos que siempre surgen. Se considera un hombre hogareño y le gusta comer siempre en casa, con la familia, y dos horas al día están completamente dedicadas a entrenar a sus queridos Burros Pardos. Una de sus grandes aficiones es el cine: “Tengo más de 700 casetes VHS, más de 700 Beta y unos 120 DVDs. Aunque me considero cinéfilo de corazón, de hueso colorado era mi papá y lo sigue siendo mi her- mano Chago”. De Hollywood le gustan las clásicas de vaqueros, las de John Wayne, Stewart Granger, James Stewart. Y tiene una gran predilección por las pelícu- las mexicanas de charros: “Para mí los grandes ídolos han sido Jorge Negrete, Pedro Infante y Luis Aguilar. Mi ‘relación’ con Luis Aguilar ha sido muy curiosa: al principio me caía un poco gordo, y sin motivo algu-

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no. Era un artista que venía seguido a Saltillo porque el director de la Narro lo contrataba para los bailes de graduación; yo sólo lo vi una vez en la Sociedad Manuel Acuña. Sin embargo todo cambió un día en que estaba con mis amigos en el cine Palacio viendo el estreno de El gallo giro; casi al final le da un beso a Carmelita González y uno de mis amigos dijo ‘hasta que por fin te conocemos una con zapatos’. Y es que por lo visto, me parecía físicamente a Luis Aguilar. En ese momento como que me empezó un sentimiento de empatía que ya no me iba a abandonar. Algo muy simpático nos pasó cuando una sobrina que criamos nosotros, viendo la televisión llamó a voces a mi es- posa, diciendo que en el 16 estaba el Toto Papi (así me decía) en calzones: era Luis Aguilar en la película A toda máquina cantando ‘Rancho alegre’ con una escoba en la mano”. Reconoce que no era el mejor cantante de los tres, pero lo que le gustaba es que nadie llevaba el traje de charro con el mismo porte. Cuando quiso hacerle una entrevista, la mala suerte se cebó con don Agus- tín: gracias a su hija había conseguido una cita con Luis Aguilar, coincidiendo con un juego del equipo en México. Cuando terminó éste, despachó a los mucha- chos y se dispuso para ir a la entrevista. Pero antes de llegar a la casa de Luis Aguilar, recibió una llamada de su hija dándole la noticia de que éste había muerto una noche antes. Fue un mazazo para nuestro entre- vistado, porque moría uno de sus ídolos. Ahora, cada vez que en Radio Concierto su amigo Enrique García del Bosque pone música de Luis Aguilar, siempre se la dedica. Aunque en general le gusten las películas del oeste y de charros, tiene sus predilectas (que no son precisamente de este género): “Mi película favorita de todos los tiempos es Ben-Hur, que ganó más de diez

56 Agustín García Ramos estatuillas de los Oscar. También disfruto mucho de Doce hombres en pugna, con Henry Fonda. Una pe- lícula del Indio Fernández, Enamorada, con Pedro Armen- dáriz y María Félix también viene a mi memoria como de mis favoritas; y El escapulario, dirigida por el español Ser- vando González, cuyo marco es la Revolución mexicana y que tiene una trama y un final increíbles”. Mención especial hace nuestro entrevistado de aquellos títulos que reúnen en sí mismos dos de sus pasiones: cine y deportes. “Las películas con temática deportiva o bien que hablan de la vida de un depor- tista me suelen gustar mucho. Viene a mi mente una basada en la vida de John Cappelletti, que ganó el trofeo Heisman en el 72 y que le dedicó a su hermano menor, que estaba enfermo de leucemia. La película se titula Trofeo a la vida. La verdad es que le perdí un poco el rumbo a Cappelletti cuando se hizo profe- sional, aunque creo que tuvo muchos problemas de lesiones. Es curioso, pero muchos de los jugadores que ganan el Heisman no suelen triunfar en la NFL; de hecho, Archie Griffith, el único que lo ha ganado dos veces, nunca lo hizo. Otra película que también me gusta mucho es El hombre de bronce, basada en la vida de Jim Thorpe, interpretada por Burt Lancaster, y que nos cuenta las andanzas de este indio america- no que para mi gusto es el mejor atleta de todos los tiempos. Muchos me dicen que cómo puedo decir eso si sólo ganó dos medallas de oro, pero es que fueron las de pentatlón y decatlón, en los Juegos Olímpicos de Estocolmo, en 1912. Alguien lo denunció diciendo que jugaba por un puñado de dólares al béisbol, y le retiraron las medallas, pues en aquellos años estaba penadísimo ser profesional, y los Juegos Olímpicos eran sólo para atletas amateurs. Afortunadamente, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles se las restitu- yeron, a título póstumo”.

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En el renglón de la música, además de la verná- cula, disfruta mucho de la música instrumental, de las grandes orquestas. No se olvida de los boleros, por los que también siente predilección. La afición por la música se la heredó principalmente a su hijo Beto; no es mala herencia, créanlo. Todavía conserva y los guarda como oro en paño alrededor de 25 acetatos, con música que nunca más se ha vuelto a escuchar. Ade- más puede presumir de tener grabadas canciones que nunca se comercializaron y que nuestro entrevistado grabó directamente de las películas de sus ídolos; su esposa grababa las películas y sus amigos de Radio Tec usaban la tecnología para extraerlas de éstas y que las grabaciones tuvieran calidad. Recuerda una canción que compuso José Alfredo y que cantó Jor- ge Negrete al final de la película El charro inmortal como una de las más queridas. Sobre el uso de las nuevas tecnologías, nos con- fiesa que más que tenerle miedo a éstas, se teme a sí mismo: “La computadora no me asusta y de hecho la he utilizado siempre para mandar mis columnas. Lo que me da un poco de miedo, más que nada porque me conozco, es el Internet: hay tanta información y yo soy tan clavado, que si me pusiera a navegar se me irían los días enganchado a la computadora. Hay gente que me pregunta de dónde saco tanta infor- mación si apenas consulto la red: de mi cabeza, de mis apuntes, de las revistas y libros que siempre he comprado”. Ponemos ahora a nuestro entrevistado en un pequeño apuro y le pedimos que nos diga quiénes, para él, son los mejores de la historia en diferentes de- portes y distintas posiciones. “El jugador de futbol americano más completo de la historia es Jim Brown, de los Cafés de Cleveland; tengo películas de cómo se quitaba tacleadas, y también lo recuerdo como actor

58 Agustín García Ramos en Los doce del patíbulo. El mejor mariscal de cam- po, sin lugar a dudas, Joe Montana. Muchos hablan de Peyton Manning como su sucesor, aunque para mi gusto baila demasiado: yo lo veo como una debilidad mientras para otros es todo lo contrario. El mejor re- ceptor, Jerry Rice, seguido de cerca por Lynn Swann de Acereros. Y el mejor defensivo, Joe Green, de la fa- mosa cortina de acero de los Acereros de Pittsburgh”. Del deporte rey para los americanos, el béisbol, don Agustín destaca por encima de todos la figura del gran Babe Ruth, alguien inigualable según nuestro entrevistado: “Lo que hizo en su tiempo Babe Ruth es algo sobrenatural. Batear para 60 home runs en una temporada, es sólo para elegidos. Por supuesto que otros lo han igualado, pero siempre en más partidos que el Bambino y con materiales más avanzados que hacen más fácil el bateo. Por ejemplo, cuando Roger Maris bateó 61, lo hizo en 13 juegos más, y es casi más famoso el asterisco que le pusieron a la cifra que la cifra en sí (aunque quienes deberían llevar un as- terisco y de por vida, son aquellos peloteros como Barry Bonds o Mark McGwire que usaron sustancias dopantes para mejorar su rendimiento y que no se merecen entrar al Salón de la Fama). Además, Ruth era un gran lanzador, con una velocidad muy respe- table. Y para terminar con los peloteros, los lanza- dores que más me han impresionado han sido Sandy Koufax, y de los mexicanos, Fernando Valenzuela”. Hay un extendido cliché que atribuye a los deportistas una nula preocupación por todo lo que tenga que ver con la actividad intelectual. Nada más lejos de la realidad (de todo hay en la viña del Señor), y para desmontar esa absurda teoría, qué mejor que ver el ejemplo de don Agustín. Aunque él no lo diga, nos atrevemos a afirmar que nuestro entrevistado es un experto en la Revolución mexicana, y sobre todo

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en la figura de José Doroteo Arango Arámbula, más conocido como Pancho Villa. “Siempre me ha gustado la novela de la Revolución: títulos como Vámonos con Pancho Villa, de Rafael F. Muñoz, o las obras de Mar- tín Luis Guzmán La sombra del caudillo y El águila y la serpiente, están en mi biblioteca y las disfruto mu- cho. Pero sobre todo tengo material de la vida y obra de Pancho Villa; todo lo que encuentro sobre la figura del Centauro del Norte lo compro y leo con avidez. ”No sé muy bien por qué pero la figura de Carran- za nunca ha sido de mi agrado. Ya sé que mucha gente piensa que Villa sólo fue un sanguinario, pero debe de haber algo más detrás de ello cuando ha sido tan es- tudiado y cuando su figura se ha convertido en mito. Recuerdo las biografías de Paco I. Taibo II, o los libros del austriaco Friedrich Katz, recientemente fallecido y uno de los mayores conocedores de las figuras de Villa y de Zapata. Tuve la suerte de conocerlo una vez que dio una conferencia aquí en Saltillo y me firmó un libro; hasta se rió cuando le pregunté si no le daba miedo ha- blar de Villa en territorio carrancista. ”Algo que resaltaba Katz y que quizás también sea lo que más me llame la atención de Pancho Vi- lla es la capacidad para organizar un ejército y ha- cer que éste te sea fiel hasta límites insospechados siendo un analfabeta; es algo asombroso. Claro que al final, como le pasó a casi todos los personajes impor- tantes de la Revolución, lo traicionaron, pero durante un par de años, fue prácticamente el dueño de medio México”. Puede presumir don Agustín de haber entrevis- tado en Chihuahua a una de las muchas viudas que dejó Pancho Villa, a Luz Corral. Y su ansia de saber es tal, que el cuñado que tiene en Chihuahua, cada vez que viene a Saltillo le trae todo lo que sale nuevo del Centauro, sea libro, película, corridos…

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Nos recuerda que en Chihuahua se respira vi- llismo y Revolución por todos lados: “Es curioso que la calle donde está la estatua de Villa sea la calle Ca- rranza; además, como a 300 metros de ésta, hay una estatua de Felipe Ángeles mirando de frente a la de Villa. Pareciera que eternamente Ángeles le estuvie- ra reprochando el alejamiento que tuvieron; fue en ese desencuentro cuando empezó la debacle de Vi- lla. Creo que Felipe Ángeles y Lucio Blanco fueron los más puros de la Revolución”.

Reconocimientos a toda una vida

No es don Agustín muy afecto a los reconocimien- tos; no es falsa modestia, es más bien la seguridad interior de que hacer las cosas bien es el único cami- no posible, y que la mejor recompensa es una nueva amistad, o un “gracias”, o el abrazo sincero de uno de sus muchachos que ha recibido un consejo para salir de un atolladero. Es por ello que quien, como nuestro entrevistado, a lo largo de los años siembra concor- dia, honradez y verdad, sólo puede recoger una cose- cha enorme de gratitud. Además de los ya mencionados con anterio- ridad, cuando cumplió 25 años como cronista de- portivo, en 1981, fueron 36 los reconocimientos que recibió de parte de representantes de todos los de- portes: golf, tiro, charrería, futbol americano… Tam- bién el Salón de la Fama le hizo entrega de un recono- cimiento durante un enfrentamiento entre Saraperos y Reynosa: se lo entregó el director del Salón de la Fama, Rafael Domínguez, amigo de nuestro entrevis- tado. Hay que decir que don Agustín fue miembro fundador del dicho Salón, miembro elector que vota- ba cada año, pero que nunca fue propuesto “porque

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Junto a su esposa, Cristina, y su hijo Luis Alberto en el homenaje Cuatro Grandes del Futbol Americano, promovido por la UAdeC.

eso es para los grandes monstruos que se manejan a nivel nacional”. Algunos de esos fenómenos a los que se refie- re, como Enrique Kerlegand, Jorge de la Serna o Ma- nuel Villasana, eran conocidos suyos porque cuando venían a Saltillo siguiendo a sus equipos, mandaban sus crónicas o escribían sus columnas desde El Sol del Norte. “Aprendí mucho de ellos. Cuando Kerlegand se vino a Saltillo a seguir a los Saraperos retomamos la amistad, aunque últimamente no nos vemos mucho porque ando muy atareado con un proyecto nuevo en el que quiero estudiar el manejo de las lesiones propias del futbol.” Hubo homenajes que también calaron en don Agustín, como aquel que hizo Armando Niño Rivera, una persona que atendía los teletipos en El Sol del Norte, y quien promovió un reconocimiento, a nom- bre del Club Sertoma, para nuestro entrevistado por

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Homenaje del Ayuntamiento encabezado por el alcalde, el Lic. Enrique Martínez, en ocasión de cumplir 25 años en la crónica deportiva. Lo acompañan su familia y el entonces director de El Sol del Norte, Guillermo López Figueroa. su contribución al deporte; lo hermoso de todo ello es que ya don Agustín no estaba trabajando en el pe- riódico, lo que habla de la nobleza del gesto. “Creo que todo ello es gracias a que nunca utilicé mi posi- ción para atacar a nadie; tengo la conciencia tranqui- la. Nunca caí en las tentaciones y si falté alguna vez a la ética fue por ayudar a la gente. Recuerdo un caso muy especial: un joven recién contratado por el Gru- po Industrial Saltillo se fue a la zona roja a celebrarlo, con la mala fortuna de que sufrió un accidente. Iba a salir la nota con foto y todo, pero llegó la madre del muchacho y me dijo que si salía la nota lo corrían y ella dependía de aquel trabajo también. Cambié el nombre y no puse la foto. Al día siguiente cuál no sería mi sorpresa cuando entré en mi despacho, me había dejado un lechón vivo”.

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Reportaje de la entrega del premio del Club Sertoma Saltillo a don Agustín.

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Y para cerrar este capítulo, nos hemos permi- tido la licencia de transcribir íntegro el mensaje de un reconocimiento que sus muchachos del Tec le tri- butaron en el año 2004, y que aparece entre las fotos de este libro. Sus palabras se expresan por sí solas; sobran comentarios.

Hace más de 50 años, dejaste tus arreos de jugador para iniciar una carrera que nunca te imaginaste se- ría tan fructífera y sobre todo, tan larga. Decidiste llevar una vida desgastante al enfren- tar año con año los retos que el Futbol Americano ofrece: desvelos, tristezas, felicidad, penumbra, sin- sabores, distanciamiento, amargura, éxito y todo por llevar a lo más alto tus colores y a tu equipo, los: BURROS PARDOS Y aunque no son tus hijos has ayudado a forjar el camino de un sin número de jóvenes profesionistas que actualmente se desempeñan con éxito en diferen- tes ámbitos productivos de México y del extranjero. Es por esta trayectoria que los jugadores de las generaciones de 1970 a 1990 queremos homenajear- te brindándote este reconocimiento: COACH AGUSTÍN GARCÍA RAMOS Por tus 50 años como entrenador en activo de los Burros Pardos del Instituto Tecnológico de Saltillo. Huelum, huelum, gloria a la cachi cachi porra, a la cachi cachi porra, pim pom porra, pim pom porra Tec, Tec Gloria!!! Saltillo, Coah. A 31 de mayo de 2008

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Placa que le entregó el Tec de Saltillo por sus 50 años de ardua labor al frente de Burros Pardos.

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Epílogo

Don Agustín es un hombre vital. Superadas ya las siete décadas, que nadie se atreva a mencionarle la palabra jubilación porque se las verá con él; probable- mente saldrá perdiendo. Le gustaría estar por lo me- nos cinco años más al frente de su queridos Burros Pardos, y después, en lugar de sentarse en un sillón, le gustaría conocer su amado México. “Ni siquiera co- nozco Zacatecas”, comenta con lástima. Este hombre que valora la lealtad y la humildad y desprecia la hipocresía y a la gente mal agradecida, está convencido que el amor a México es más grande que el odio de la gente; que vamos a salir adelante como país. Entre sus proyectos está escribir un par de li- bros: uno sobre el futbol americano, de puras anéc- dotas, y otro, cómo no, sobre Pancho Villa: “Se me adelantó Friedrich Katz, porque yo quería escribir sobre Villa con el mismo enfoque que le dio el autor austriaco, dibujando al Villa humano, al ciclón capaz de arrastrar a tanta soldadera, de enamorar a tanta mujer, de ser tan humano con los niños…” Si se lo propone, escribirá el libro de Villa, y encontrará la manera de ser original. Seguro. “¿Que cómo quiero que me recuerden? Como un saltillense más que quiso a su ciudad, que creyó siempre en la gente, y que dejó la vida por su familia, una familia de gente buena, noble”. Así sea, don Agustín.

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Diploma de uno de sus muchos cursos de capacitación.

Artículo periodístico sobre un homenaje a nuestro entrevistado.

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Reconocimiento a don Agustín.

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Cariñosa caricatura de nuestro entrevistado.

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Reportaje de su trayectoria al frente de los Burros Pardos del Tec de Saltillo.

71 Agustín García Ramos, Nuestra Gente se terminó de imprimir en diciembre de 2010. El cuidado editorial estuvo a cargo de la Coordinación de Literatura del ICOCULT. Las familias tipográficas usadas son Arial, Lucida Bright y Garamond.