Libia Y Yemen: Comunidad Tribal Y Guerra Civil
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Libia y Yemen: comunidad tribal y guerra civil Jesús Gil, Alejandro Lorca y Ariel José James ccidente desconoce en gran parte las tribus de Oriente Próximo así como su papel histórico y político. Tiende a ignorar este aspecto en cualquier análisis debido a su mentalidad alejada del concepto Otribu. Por el contrario, la visión occidental del mundo está profundamente arraigada en Westfalia, donde se formula el Estado-nación. En múltiples “naciones” de Oriente Próximo, las configuraciones esta- tales difieren de las occidentales en un punto central: son estructuras sociales en las que la cosmovisión moral y religiosa no se ha separado de la política. A su vez, el Estado debe competir con formas pre-estatales de control político como la comunidad tribal. En síntesis, allí se clasifica la geografía por facciones religiosas; Occidente en cambio lo hace por naciones. Esta diferencia plantea un problema a la hora de tomar deci- siones, pues la mentalidad del mundo occidental antepone el individuo, mientras que en el mundo árabe es determinante la tribu o el clan. Las comunidades tribales pueden formar una especie de conglomerado político dentro del sistema social junto con la organización estatal y sus instituciones políticas y urbanas, pero sin renunciar a su esencia tribal, Jesús Gil es profesor en el seminario de Estudios Orientales Adolfo de Rivadeneyra de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Alejandro Lorca es profesor emérito y cátedra Jean Monnet en la UAM. Ariel José James es profesor en el departamento de Antropología de la UAM. 122 POLÍTICA EXTERIOR SEPTIEMBRE / OCTUBRE 2011 ESTUDIOS La política en Oriente Próximo está vinculada a las comunidades tribales extendidas por el territorio, al margen de las fronteras de los Estados. Las guerras en Libia y Yemen confirman que cualquier estrategia falla si no se tienen en cuenta factores como etnia, clase y tribu. como señala Jeffrey Szuchman en Nomads, Tribes, and the State in the Ancient Near East. Aunque entre las diversas teorías no hay consenso, para los investigadores queda claro que las arcaicas tribus se asemejan a la tribu tal como la conocemos en el mundo actual. Historiadores y antropólogos se acogen hoy al término definido en 1990 por Khoury-Kostiner: “La tribu puede ser utilizada vagamente sobre un grupo localizado en el cual el paren- tesco es el idioma dominante de organización, y cuyos miembros se consi- deran a sí mismos culturalmente distintos en términos de costumbres, dialecto o idioma y orígenes”. En este estudio se entiende por tribu una organización social étnica de forma pre-estatal (aunque no necesariamente opuesta al Estado, como demuestran los actuales casos libio o yemení) basada en fuertes vínculos de parentesco, bajo la estructura de una filiación ancestral compartida, dentro de un territorio delimitado. En el caso de Libia y Yemen, es preferible hacer refe- rencia al concepto de comunidades tribales, que implica la existencia de comunidades complejas con pautas nómadas y sedentarias, y con ramifica- ciones tanto rurales como urbanas, insertas al mismo tiempo en lógicas cultu- rales premodernas y modernas, y con fuertes relaciones con el aparato estatal. En Libia, la concepción contemporánea de las relaciones tribales fue una adaptación exitosa a los cambios producidos por las diversas intervenciones coloniales y neocoloniales, bastante móvil y flexible en cuanto a las formas SEPTIEMBRE / OCTUBRE 2011 POLÍTICA EXTERIOR 123 ESTUDIOS / LIBIA Y YEMEN: COMUNIDAD TRIBAL Y GUERRA CIVIL políticas de gobierno –tanto si se trataba de defender una monarquía, como de asegurar las bases de apoyo popular para una dictadura populista neo- socialista–. Asimismo, contaba con sólidos vínculos transnacionales, tanto en su prolongación de parentesco con la gran familia amazigh (bereberes), como en su relación con los vecinos libios de Túnez y Argelia, así como con los nuevos migrantes “ásiaticos”. Por esta razón, al referirse a la comunidad tribal en Libia y Yemen, se deben tener en cuenta cinco aspectos cruciales. En primer lugar, una comunidad tribal es una organi- Desde tiempos zación étnica estable de dife- pretéritos ha existido rentes alianzas familiares, unida por lazos de parentesco y filia- una interacción entre el ción comunes, un pacto de consanguinidad, y unas tradi- Estado y la tribu, aunque ciones compartidas. Segundo, la los límites territoriales comunidad tribal puede ser o bien una sola tribu o un conjunto de ambos no coincidían que comparte un ecosistema y unas estrategias similares de bioadaptación, de producción económica y reproducción socio-cultural. Tercero, una comunidad tribal no se puede delimitar de acuerdo a marcos de referencia fronterizos: en el caso de Libia se reconoce la presencia de comunidades bereberes desde allí hasta Marruecos. Yemen, por su parte, tiene un pequeño componente afro-árabe en alguna tribu. Cuarto, una comunidad tribal tampoco se puede delimitar de acuerdo a parámetros puramente Estado-nacionales: múltiples tribus libias se mueven en circuitos de producción y comercio transnacionales (en el caso de Libia, entre Túnez, Argelia, Níger, Chad, Sudán o Egipto; en el de Yemen, entre Arabia Saudí, Omán y los Estados del Golfo, principalmente). Y quinto, los factores que articulan las diferencias tribales son la tradición moral y reli- giosa, los vínculos afectivos y emocionales, los contenidos simbólicos y axiológicos compartidos. Por esta razón, la mejor manera de explicar la conducta tribal es recurrir a la experiencia de los significados y los valores compartidos por siglos de tradición. Dentro de la gran comunidad tribal, se pueden formalizar relaciones intertribales, en términos de parentesco a través de una serie de matrimo- nios. Un ejemplo en Libia es la mujer de Muammar el Gaddafi, proveniente de la tribu Barasa, y que le sirvió para afirmar su liderazgo. Un caso seme- 124 POLÍTICA EXTERIOR SEPTIEMBRE / OCTUBRE 2011 JESÚS GIL, ALEJANDRO LORCA, ARIEL JOSÉ JAMES / E S T U D I O S jante es la cimentación de lazos entre Al Qaeda y tribus del sur y el este yemení, debido a matrimonios y nacimientos desde mediados de 2000. Las tribus contribuyeron a cambios importantes en la historia y la política en Oriente Próximo. Pocas realizaciones estatales podían llevarse a cabo sin contar con un determinado consenso tribal. La situación actual no ha variado demasiado. Desde tiempos pretéritos existió una interacción entre el Estado y la tribu, aunque los límites de esta última no se correspondan con los de un Estado. Sin embargo, las tribus pueden llegar a constituir una entidad semejante a un Estado, incluso mostrando caracteres propios de este, pero sin renunciar a su esencia como tribu. Interacción y estructura de las tribus Existen amplias interacciones entre Egipto y Libia a lo largo de la historia, en el territorio donde están enclavadas las tribus orientales del país del Nilo: estas han incidido en la “frontera” y el oriente de Libia (Cirenaica). Idénticas interacciones se han producido entre Yemen, la histórica “Arabia Felix”, y otros puntos de la península Arábiga. Desde la época de los grandes faraones de Egipto, los sucesos de “la pequeña” Libia influyeron en sus vecinos. Su tradición tribal (se remonta a hace más de 4.000 años) y problemas de tipo territorial, económico y medioambiental llevaron a enfrentamientos contra las superpotencias de cada época, incluso contra el Imperio Romano. De una de esas tribus procedía el intelectual y viajero medieval Ibn Battuta. En la actualidad, hay varias tribus en la franja del desierto occidental egipcio cuya influencia política se extiende desde la zona del delta hasta el este de Libia. Dos de estas tribus son los Bani Rashid y los Aulad-Ali. La primera es una tribu del mundo árabe, con base en Medina, que se extiende por Arabia Saudí, Egipto, Sudán, Jordania, Emiratos Árabes Unidos y parte del Magreb occidental. La segunda es la mayor tribu del desierto occidental egipcio y de la zona costera mediterránea que linda con Libia. Tras el recru- decimiento de las revueltas en este país, a finales de febrero, los Awlad Busayf se opusieron a la presencia de miembros del régimen libio en Egipto para gestionar actividades militares. En Yemen existe una población de casi 19 millones de habitantes, dispersa en diversos ámbitos urbanos y rurales que cubren una veintena de áreas tribales. Con raíces que se remontan a la Edad Media, desde el siglo XIX las principales confederaciones tribales eran cuatro, pero solo se SEPTIEMBRE / OCTUBRE 2011 POLÍTICA EXTERIOR 125 ESTUDIOS / LIBIA Y YEMEN: COMUNIDAD TRIBAL Y GUERRA CIVIL mantenían tres en la primavera de 2011: Hashid, Bakil (norteñas y con un común origen tribal en los Hamdan medievales) y Madhhay (ofuscada por el régimen en las últimas decádas). Las dos principales dominan el entorno del norte y este de Yemen, con un total de medio millón de miembros. Al igual que en Libia, destacados sheijs de varias tribus, Dhu Mohammed y Dhu Hussein, o confederaciones, como la Hashid, formaban parte del aparato estatal del presidente Alí Abdulá Saleh. Ciertas familias de alto estatus, las llamadas Sayyid y Qadi, legalmente no tribales, pero que actuán de modo político-social similar, apoyaban el régimen del general: la familia Abu Luhum ha estado cerca del poder desde la llamada “revolución de 1962”. A diferencia de Libia, con el equilibrio continuo de Gaddafi sobre la totalidad de las tribus, el régimen de Saleh solo se cimentaba sobre las dos tribus del norte. Pero al igual que en el país magrebí, cualquier movimiento político sea o no “reformista” (su intento de cambiar la Constitución, uno de los epicentros del inicio de la revuelta yemení) desde el “invierno árabe” incre- mentó progresivamente el descontento popular y tribal en diversas regiones (con independencia de que parte de los manifestantes fuesen miembros de las modestas familias Muzayyin y Ajdam). Al contrario que Libia, antes de las revueltas era patente el rechazo y la rivalidad del sistema tribal yemení respecto al Estado.