Diario De Un Cuidador De Alzheimer
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DIARIO DE UN CUIDADOR DE ALZHEIMER José Fidel Santacruz PROLOGO su cuerpo dejarán, no su cuidado; serán ceniza, más tendrán sentido; polvo serán, mas polvo enamorado. Quevedo Fidel Santacruz es uno de los escritores salvadoreños más prolíficos; sin embargo, la mayoría de su producción se encuentra inédita. Su pasión por la lectura y la escritura lo ha acompañado a lo largo de su azarosa vida. Una vida consagrada al trabajo, al amor y a los más altos ideales sociales. Fidel, nació en Ahuachapán, El Salvador, en 1939, en sus palabras: “El año que finalizó la guerra civil española”. Ha desempeñado diversas labores y oficios en el difícil arte de ganarse la vida dignamente. Militante de la revolución salvadoreña, desde su juventud, vivió de forma intensa los distintos procesos político-sociales, que culminaron con la guerra civil, a cuyos frentes marchó en distintas ocasiones. Ha vivido fuera del país por algunos intervalos, y sobre todo, ha rubricado en las letras su concepción poética del destino humano. En este sentido, ha dado a la luz pública algunos tomos de prosas y versos: “Cartas y poemas desde California” (poesía, 2004), “A un paso del amor” (novela, s.f.) y “Esplendor otoñal” (poesía, 2006, libro ganador en de los XIII Juegos Florales Ahuachapanecos de ese mismo año). Esperan publicación sus textos: “Pedregales del dolor” (Testimonio de la guerra popular revolucionaria en El Salvador); “Tardío otoño” (poesía, 2003); “Cadalsos en flor” (poesía); “Escuchando el silencio” (poesía); “Ente la rosa y la espina” (poesía); “Esquina del haikú” (poesía); “La Virgilia” (cuento); “Los adobes” (cuento) y “Yadaly” (narración novelesca), entre otros. Como constatamos, su trabajo abarca la poesía, el testimonio y la narrativa. Además, escribe con gran intuición, reseñas y comentarios de índole literaria. Al contrario de muchos escritores nacionales que discurren sobre obras que nunca realizan, Fidel, desde su anonimato, lejos de lo salones literarios, ha labrado, a lo largo del tiempo, con paciencia y dedicación, una obra significativa, no sólo en su extensión, sino en su excepcional humanismo y aliento lírico. Porque Fidel, es como todo poeta, un lírico. Un lírico que tañendo el arpa de su apremiante voz individual, exalta y retoma la voz del colectivo. En él se cumple el verso profético de Claudia Lars: “Cuando digo yo, quiero decir todos conmigo”. De esta manera, la poesía de Fidel, encarna la inconfundible personalidad del creador salvadoreño y centroamericano, envuelto en una Patria donde la injusticia, la opresión, y el engaño han sido los cotidianos y duros panes históricos. En su “Diario de 2011”, (Diario de un Cuidador de Alzheimer) Fidel Santacruz, nos ofrece un testimonio vibrante de una profunda relación amorosa, ensombrecida por los vaivenes insuperables del tiempo personal, y por una dolencia física, que va borrando la memoria, la identidad de la amada, hasta volverla más frágil que nunca. Es el drama del Alzheimer, que lo invade todo. Todo, menos la zona más preciada del ser humano, la consciencia invisible a toda minusvalía física, el verdadero ser, que sigue percibiendo, luchando, amando, más allá, de los quebrantos externos. Y aun, cuando callen los labios, y la mirada, sólo sea un aparente horizonte vacío, tras la ventana de los días infames, existirá siempre un paraíso indestructible donde no cale ni el viento frío del invierno, ni todos los pesares y sufrimientos, de esta ilusión que confundimos con la verdadera existencia. Esos son “los senderos del alma”, “las estrellas silenciosas que gravitan en las interioridades”, que el escritor reconoce y contempla. Son “los rosales de tu vida”. Por ello, a pesar de las soledades compartidas, vienen los recuerdos, con todos los sueños posibles de lo que fue, y de lo que pudo ser. Y se instala otra vez, la juventud dorada, la brisa, el tierno amanecer de las mejores ilusiones; pero también los sinsabores, los senderos laberínticos, poblados de numerosos espejos, que no se cansan de señalarnos, por más que huyamos como aquella pareja, expulsada del Paraíso. Crece la música en el fuego del hogar, se alzan los ritmos. Una pareja baila después de medio siglo. Afuera aúllan los lobos, destrozando lo que encuentran a su paso. Destrozándose, incluso, a sí mismos. Pero nada perturba a la pareja que sigue bailando, un bolero, una sentida balada. Es la danza del amor, después de todas las reales e inútiles batallas. De pronto, el pasado regresa. Fidel avanza en su bosque de palabras. En su bosque encantado, poblado de pájaros y de helechos, pero en su travesía, se cruza con la historia de los cuatrocientos muchachos que combatieron a los Ogros de Cuscatlán y a los gigantes del Norte. Es la historia noble y cruel, del paisito poblado de hadas, de duendes y de brujas terribles. Fidel combate también, pero de su mochila surgen más, medicamentos y versos para los heridos y moribundos. Llega la noche, y el esposo poeta, vela el sueño de la amada. Es ella, la que recorre toda su poesía en “Diario de 2011”. Es ella, el tibio estanque, donde se sumerge su voz, para dejarnos este texto hermoso, como una huella fiel, del triunfo del amor, sobre toda oscuridad. Escribe Fidel Santacruz, casi al final del texto: “Sólo perdurará el amor entre Idis y yo”. Y ante esta verdad incuestionable, permita el lector, anotar una más: Y al final, de todos los finales, sólo perdurará este amor, que fue palabras. Palabras altas como los pinos, palabras ásperas, dulces y fragantes, como las que se dicen, los enamorados de siempre. San Salvador Febrero de 2013 ÁLVARO DARÍO LARA ENERO 1º Amanecimos solos con Idis este primer día del año. La casa se llena de silencio; el bosque se cubre de silbos, de viento y de vuelos. Me abrazo a la presencia de las horas que nos llevan y nos traen recuerdos de otros años, nos traen alegrías y hasta sonrisas diluidas entre las sombras ocultas de su memoria. Idis duerme aún. Disfruto las cadencias del bosque que nos rodea, me acerco a las ventanas, diviso el amanecer y a las huacalchías que beben el rocío y picotean los insectos atraídos por la luz nocturna. Adentro de la casa nos rodea la penumbra, la quietud y el Alzheimer destrozando poco a poco las neuronas de Idis. Canta el bosque, cantan las ventanas y el rocío se levanta. También se levanta Idis, siento su presencia humedecida a mis espaldas. --Hola, vamos al baño, le digo. Me sonríe, en su mundo inconsciente se deja llevar por lo que yo le digo; casi estoy seguro, que reconoce su propia desventaja, pero también estoy seguro que desconoce por completo sus propias necesidades. 2 Ahora encontré los lirios florecidos en tus ojos, cuando te acercaste a las ventanas donde yo contemplaba el amanecer. Me sonreíste y juntos divisamos el albor, rojo y brillante como ayer y mañana con los pájaros alegres, mientras recogen los insectos entre las hojas de los arbustos. No dijiste ni una sola palabra, pero le sonreías al canto de los pájaros, al colorido brillante de la mañana; sonreías a mis caricias, hasta que te arrastré al baño para limpiar otras cadencias que ignoras, pero que te acercan más a mi corazón. Enciendo el aparato de música y pongo ese disco para celo y orquesta que tanto me gusta. Rubinstein y los claros del amanecer se vislumbran en este momento de suprema alegría. El bosque entre los últimos ronquidos de la noche, los pájaros danzando y cantando al pregón de la mañana; tú, bañándote en este instante y yo, muy feliz, con la espuma entre mis manos y hasta en mi camiseta. 3 OQUEDADES He besado el polen de los años que aún germina en el huerto de tus labios y se nutren los cerezos de recuerdos en la seda augusta de tus manos. 1 Mi voz se arrastra como las hojas en el viento recorre los senderos sobre el arco iris se detiene en el cadalso de la tarde vibra en las oquedades del silencio se despierta en la ilusión de tu sonrisa y muere cuando se cierran los capullos del olvido. *** La noche se tragó la esperanza que tenía de encontrar el rayo de luz de tu mirada. Nada me dijo el lucero de la soledad de tu sonrisa. Solamente el fugaz incendio de nuestros labios cuando repartimos los últimos claveles de aquel beso. El resto de la tarde se quedó perdido en la oquedad del camanance al lado de tu boca. Ayer te leía Platero y Yo y Los Veinte Poemas de Amor de Neruda. Antes que se convierta en algo aburrido, prefiero cambiar a otro libro y lo tomo al azar y saco y lo abro y te leo otro poema “Égloga” de Vicente Rosales y Rosales. Te he dedicado todo el día y toda la tarde para entretener tu soledad y la mía. Cuanto más necesitas de ayuda, más deseos siento, por hacerlo. Veo caer el resto de la tarde entre el verde profundo de mi amor y de tu amor que es más tierno, silencioso y puro. 4 RÍOS INTERIORES Han brotado enjambres en el bosquecillo de tu soledad. Me han acercado a las fuentes que alimentan el cielo crepuscular de tu mirada. Se ha fortalecido el aroma primaveral que dio vida a los rosales sensitivos de tu corazón. Y las gemas del ensueño se despiertan cuando te siento muy cerca. Y mis ríos interiores se desbordan sin lastimar los cauces que nutren mi conciencia. 5 Te dejé dormir una hora después que almorzamos. Yo me caía de sueño, pero si me duermo, tú dormirías mucho tiempo y tendrías problemas por la noche. Te reviso si tienes mojada la toalla sanitaria y me dices que no.