Leonardo Nierman
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LEONARDO NIERMAN JUNIO - JULIO 2006 ATARAZANAS La obra de Leonardo Nierman, relevante artista mexicano que consolidó su reputación en el extranjero antes de ser reconocido y galardonado en su propio país de origen, es una rica mezcla de elementos que constituye la experiencia del artista, su personal evolución y los temas relacionados con su otra gran pasión: la música, a la que se dedicó antes de iniciarse en el mundo de la plástica. Precisamente su condición de profundo conocedor del mundo musical le lleva, en ocasiones, a utilizar las formas de los instrumentos musicales junto a otras expresiones más abstractas con las que describir paisajes y en las que se encuentran los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. Las obras de Nierman han recorrido gran parte del mundo. Después de haber recibido el premio de Arte Mexicano Contemporáneo otorgado por el Instituto de Arte de México en 1964, y tras la presentación de su primera gran exposición en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México en 1972, sus obras están presentes en numerosos museos de Asia, Australia, Europa, EE.UU. y México. Es una satisfacción como Alcaldesa de Valencia recibir en nuestra ciudad esta muestra de Leonardo Nierman ubicada en este privilegiado espacio junto al mar, e invitar a los valencianos, siempre tan sensibles al arte, a que la visiten y descubran el talento y la capacidad creativa de este artista mexicano. Rita Barberá Nolla Alcaldesa de Valencia Leonardo Nierman, pintor y escultor nacido en México D.F., es un artista de reconocido prestigio que cuenta con obra en las principales colecciones de museos y edificios públicos de Australia, Austria, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, España, Israel, Italia, Japón, México, Mónaco, Panamá, Suecia y Tailandia. Artista inquieto, que en sus inicios pensó dedicarse en cuerpo y alma a la música, descubrió que su maestría se encontraba en los pinceles, y con ellos fue creando sinfonías de color, de forma, junto con elementos no meramente anecdóticos, como los instrumentos musicales que suelen encontrarse en sus cuadros cual forma de expresión y de vinculación con su interpretación armónica de la vida. Leonardo Nierman alcanzó prestigio fuera de su país antes de ser reconocido y galardonado en México, aunque en 1964 recibió el Premio de Arte Mexicano Contemporáneo otorgado por el Instituto de Arte de México, y a partir de 1972, tras la presentación de su primera gran exposición en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, sus obras están presentes en numerosos museos del mundo. Para el Ayuntamiento de Valencia, es una ocasión especial poder mostrar, por primera vez en nuestra ciudad, una muestra de la obra de Nierman, y hacerlo en las Atarazanas, edificio de importante referencia tanto histórica como cultural, y que tan próximo está a uno de los elementos que conforman el mundo material: el agua. Este elemento, a su vez, constituye junto con el fuego, el aire y la tierra, uno de los intereses pictóricos del artista y que los ciudadanos van a tener la oportunidad de contemplar en esta exposición. Mª José Alcón Miquel Concejala de Cultura. Preludio Para comenzar, agradezco a las editoras de este libro el haber pensado en mí para redactar algunas notas referentes a la relación de Leonardo Nierman y su obra con la música. La tarea es satisfactoria porque conozco los trabajos plásticos de Leonardo y también su amor por la música, desde hace muchos años. En efecto, ya en mi infancia pude observar con frecuencia la pintura de Nierman, y recuerdo con fascinación sus ciudades encantadas (o encantadoras), sus pájaros de fuego y sus buques fantasmagóricos. Con el correr del tiempo conocí al artista, pero no en una galería o en un museo sino en salas de conciertos y teatros de México y el extranjero, de tal suerte que al cabo de incontables encuentros y coincidencias surgió entre nosotros una interlocución amistosa que mucho me honra. Siempre he desconfiado del propósito de reducir con palabras la eclosión poética –la poiesís de los griegos- al tratarse de las artes visuales o de la música, pues estas disciplinas son, en sí mismas, lenguajes; por ello, se antoja arduo precisar los vínculos que la mente fabril de Leonardo ha entablado entre su obra y la música que le nutre. Con todo, intentaré una aproximación de índole personal a estos temas. En primer lugar, destaca la amplitud del gusto musical en la afición de Leonardo como melómano, que le permite referir su obra a compositores disímbolos y a partituras musicales de características y naturaleza variadas. Así, en la sensibilidad de Nierman conviven todo tipo de tendencias estéticas de la historia de la música, pero de manera admirable el artista las sintetiza con sutilezas en lienzos, tapices y esculturas, ora abstractos, ora más o menos concretos. Con frecuencia se emplean términos pictóricos para intentar describir la música. Unas veces se habla de la “paleta de colores” empleada por un compositor particular, del “cromatismo” de tal o cual obra, del “color” del sonido, de las “pinceladas” de una partitura determinada, etcétera. Por lo demás, en una obra plástica también se puede hablar de ritmo, armonía y melodía, y quizá no sea excesivo hablar del sonido y del silencio que el espectador percibe a través de la vista. Todo esto aparece en la obra de Leonardo Nierman, y es que, a fin de cuentas, la terminología artística usual evidencia la permeabilidad de las artes. En realidad, no es extraño que el panteón artístico de los griegos desconozca una musa de la música, porque mousiké es el nombre colectivo del culto o el servicio de las hijas de Zeus (por lo que “museo” implica la reunión de las nueve hermanas) y, acaso, porque todas las artes tienden o aspiran a la poética musical. En rigor, como lo he dicho en otro lugar, los fueros y privilegios de las musas no son defendidos por ellas a ultranza, y los artistas genuinos saben de la amplitud del diálogo en el Parnaso. Al tener entre sus manos este volumen, el “lector” de las obras de Leonardo Nierman hallará series reunidas en capítulos alusivos a compositores particulares. Sería erróneo, sin embargo, reducir el contenido de las obras que integran cada serie a meras traducciones visuales de la estética de cada uno de los creadores musicales a los que recurre el artista, porque en realidad Leonardo Nierman dialoga como creador con la música que siempre lo ha acompañado. En este sentido, él es un ejecutante de sus propias partituras –unas veces tan limpias como las de Mozart, otras tan aritméticas como las de Bach, y otras más tan abigarradas como las de Stravinsky-, y su obra trata lo mismo de la creación como de la re- creación, así como de la interpretación y la re-interpretación. Una de las hazañas más prodigiosas en la historia de la música occidental es el temperamento. Por mi parte, quisiera ver siempre en los arpegios, los acordes y las escalas de Leonardo Nierman y en su labor plástica bien temperada el flujo deslumbrante de una obra que parte de la misteriosa relación de los sonidos y los silencios en el tiempo y que, al final, vuelve a ellos. Sergio Vela En una tonalidad más allá de sol Con el brío tan característico de su temperamento, el maestro Leonardo Nierman discurre acerca de los veinte años que le tomó descubrir, según él, su propia mediocridad como violinista de concierto. Mientras considera su perdurable amorío con la música clásica, sus dedos doblan y tuercen con habilidad el metal recién desprendido de uno botella de vino. Con una destreza inconsciente, lo acaricia y lo convierte en elegantes formas abstractas –espirales y curvas diminutas, plantas aplanadas que reflejan la luz de la vela- sólo para ser apañuscado y arrojado casualmente al cenicero vació. Como en todos los elementos de su obra, en cada uno de sus gestos –hasta en el más nimio- hay una autoridad que nada tiene que ver con afectaciones y que, en cambio, forma parte de una vigorosa elocuencia personal, de una resonante ejecución, templada a lo largo de una vida de búsqueda artística. Siendo uno de los artistas más populares y admirados de su país, evade los caprichos de la fama y busca sustento en el sentido inherente del juego y en el ilimitado optimismo que inspira gran parte de su arte. Siempre hay música –inspiradora, colorativa, vigorizante- que influye en este personaje excepcional y creativo, a quien sir Neville Mariner describió alguna vez como “un músico que pinta”. Cuando ha sido homenajeado públicamente, puede que su reconocimiento predilecto no fuese un listón tricolor, ni un medallón, ni un ceremonioso pergamino sellado. Ahora, igual que muchas veces antes, a Nierman se le honra con un concierto –de Brahms, por ejemplo, como el que recibió en el elegante salón donde se firmó la Constitución de México- ejecutado por una orquesta cuyos integrantes, espíritus creativos afines, inclinan sus cabezas hacía él, reconociendo a un compatriota que construye –con toneladas de acero retorcido y piedras- lo que ellos mismos luchan por proyectar a través de una efímera onda de sonido. Nierman posee muchas de las cualidades del genio, caracterizado por Goethe como “el poder de producir” aquellas acciones y consideraciones que generan “consecuencias con vida perdurable”. En su periodo maduro de expresión creativa, Nierman es propenso a engendrar monumentos positivos –a la paz y al futuro y a las musas- en vez de los temas elegiacos a los que se abocó en el pasado. Sus vocabularios verbal y artístico están ahora matizados por una intensidad lírica dualista –él habla de “tormentas espirituales” y de su búsqueda de “equilibrio”.