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La apicultu><-a tradicional de Palencia Artru^o Mni7ín Criado La apicultura tradicional es uno de los fenómenos de raíces más hon- das y originales que tiene la cultura popular de nuestra tierra. Hondas porque es verdaderamente antigua; originales porque recoge dos tradiciones distintas, centroeuropea, la una, y mediterránea, la otra. EI Diario Palentino del 5 de julio de 1999 recordaba, en su sección de Hemeroteca, que en 1974 todavía los osos visitaban los colmenares de algunos pueblos de la Montaña'. Por aquellos a^ios, la apicultura tradicional estaba en clara regresión dehida, sobre todo, a la avalancha ^1^igratoria que vació los pue- blos. Ahora, a comienzos del si`^lo XXI, podemos afirmar que ha desapareci- do casi del todo, si bien es cierto que todavía hay, por aquí y por allá, algunos colmenares que sobreviven a duras penas; la mayoría van quedando abandona- dos a medida que sus due ►los t^illecen. En cambio, en al^unas zonas de la pro- vincia, la apicultura moderna, la de colmenas movilistas, va cobrando cierta inlportancia. Son dos conceptos distintos de cultivo de las abejas; la apicultu- ra tradicional era, aquí, en Palencia, como en toda Castilla y León, casi siem- pre una actividad complementaria de la agricultura o la ganadería, de rendi- miento escaso, pero de gran importancia, desde el punto de vista gastronómi- co, para la sociedad en general, y, para algunos en particular, también econó- micamente. Por otro lado, hay que considerar la inseparable relación entre la apicultura y la polinización de nluchas especies vegetales. Sólo por esto, debería Protegerse el col^nenar tradicional; aunque su rendimiento en miel sea pequeiio, su funcie^n ecológica continúa siendo relevante. Desde el Punto de vista de la apicultura tradicional, se pueden distin- guir en la provincia de Palencia dos áreas, que, como veremos más adelante, '"Sobrc la una dc la madrugada, al^wws vccinos pudicron vcr a un oso grandc y otro más pcyuciio cntrar cn un corral del casco urbano ^dc Vclilla dcl Río Carriónl. Los ladridos dc los perros habían des^crtado a esos vecinos, yuc intuycron quc algo raro estaba pasando. Y pasó yuc los usus hahían oliclc^ un colmenar y allí prcparar-on un bucn zafarrancho..." (p. 2). P17TM, 72, Palencia, 2001, pp. 321-354. 322 f^Rl^l'H(> MAkI'ÍN CRL^IIU responden a dos tradiciones distintas. Una es la de la Montaña, donde se da la colmena exenta y vertical; la otra es la del colmenar en t^^rma de caseta en el que hay colmenas horizontales, y que comprende el resto de la provincia, las tierras llanas de páramos y campiñas. La colmena de la Montaña, tan^bién conocida con el nombre de dt^jo, como en Cantabria y norte de Burgos, es un tronco de árhol vaciado; los más frecuentes son roble, olmo y chopo (Lám. 1). Suelen tener una altura de 80 a 90 centímetros, si hien hay algunas que sobrepasan el metro; el dián^etro depende, claro está, del grosor del tronco, pero se prefiere que no sea dema- sado f►no ni demasiado grueso, predominando las de cuarenta a cincuenta centúnetros. El dujo lo hacían casi siempre los propios usuarios, aprovechan- do, a veces, viejos troncos que hallaban en el monte más o menos huecos, o la parte central de los árboles que cortaban para otros menesteres. Para ahue- carlos, empleaban un escoplo yue golpeaban con un mazo; era un trabajo sen- cillo aunque llevaba su tiempo. Las paredes tienen un grosor de cinco a ocho centímetros y se les dejaba la corteza natural, que es un buen aislante térmi- co. A la mitad de su altura, se daban dos o tres taladros para piquera o pite- ra, que también se dice, y debajo se clavaba una tablilla. Por dentro, en la parte central se coloea la cruz, hecha con dos simples palos que se cruzan per- pendicularmente, inerustados en unos pequeños rebajes en las paredes. En la Montaña palentina no hay colmenares propiamente dichos, sino que las colmenas se colocan en cualquier cercado, en huertos, prados o a la puerta de la casas, siempre cerca de alguna pared que los resguarde del norte y mirando hacia el sur o el sureste, ya que el so] es despertador y fuente de energía para las abejas. El dujo descansa directamente sobre una piedra plana, bien asentada en el suelo; la parte superior suele estar cerrada con tablillas cla- vadas al tronco y, sobre ellas, un tejado formado por otra lancha; moderna- mente se ponen a veces tejas u hojalatas de bidones. Este tipo de colmena se daba por toda la zona montañosa, desde Guardo hasta Aguilar de Campoo y la comarca de la Lora. Uno de los mejores conjuntos de dujos en plena pro- ducción se puede contemplar en el pueblecito de Perapertú, situado en el fondo abrigado del valle de Santullán; junto a la población, hay varios prados y huer- tos con decenas de colmenas (Lám. 2). Grupitos de cinco o seis se ven con frecuencia en vallecitos resguardados, si hien es una actividad en regresibn. La apicultura en colmenar cerrado, en forma de caseta, se encuentra ya a las mismas puertas de Cervera de Pisuerga. Entre esta pohlacibn y Agui- lar de Campoo, al sur del río Pisuerga, abundan los colmenares en puehlos como Vallespinoso, Foldada, y en toda la comarca de la Ojeda. Son casetas de L,A fiPlCUla'URA 'IRADICIONAL DI: i^ALENCIA 323 planta rectangular, con tejado a una vertiente, fachada, donde están las colme- nas, orientada al sur o sureste y un espacio cercado delante en el que crecen arbustos y, a veces, algún árbol. Suelen estar situados en laderas de vallecitos orientadas convenientemente, en terrenos de monte, comunales. Los muros de piedra en seco o trabada con barro tienen un grosor superior al medio metro; el meridional está formado por las colmenas y, entre ellas, piedras pequeñas, ripios, con mucho barro. Las colmenas más abundantes son cajas de fonna troncopiramidal hechas con dos gruesas tablas alargadas, que forman los late- rales, mientras que la base y la cara superior están hechas con otras dos o con trozos de tablas clavados perpendicularmente. La tapa interior es practicable, ya que es por donde se cata, por lo que lleva un agarradero; en la exterior, en su parte más baja, está la piquera de varios agujeros. Las colmenas están colo- cadas en posición horizontal un poco inclinadas por delante (Fig. 1). Hay algunas que son de tronco ahuecado, como los dujos pero en posición hori- zontal, si bien no abundan, y otras hechas con un barril o cubete de vino. Por lo general, se construía el colmenar y unas pocas colmenas; con los años, se iban colocando más, a medida que se iban ocupando, por lo que la mayoría presentan un aspecto desordenado y un poco anárquico. Sin embar- go, algunos se construían de acuerdo con un plan, como el colmenar de Fol- dada de la tigura 2, cuyas colmenas, todas de tablas, se organizan en cuatro niveles en ajedrezado, quedando así más separadas unas de otras, lo que es beneticioso, porque evita que las abejas se confundan de colmena cuando regresan de pecorear en las plantas del monte. Por otro lado, consigue una regularidad y simetría que no es habitual en los colmenares de esta comarca. En las comarcas de Boedo, la Valdavia y la Vega del Carrión, predo- mina el mismo tipo de colmena troncopiramidal de tablas, que en algunos pue- blos se denomina /rornillo (Lám. 3), pero los colmenares presentan algunas peculiaridades. Una de ellas es que la cubierta de las casetas es a dos o tres vertientes, y no a una sola como en las anteriores. Otra es su gran tamaño, pues hay algunos que tienen más de 150 colmenas (Lám. 4), con una planta alargada a veces irregular, con muros que hacen quiebros, como si se tratara de agregados construidos en diferentes épocas. Estos rasgos se pueden comprobar en el colmenar de la figura 3, de Roscales de la Peña, que presenta una planta alargada irregular y cubierta a tres vertientes. Tiene cuatro niveles de colmenas en la parte más cercana a la entrada, después un tramo con sólo dos, y vuelve a tener cuatro, e incluso cinco, en el tramo tinal, por lo que las del nivel más bajo y las del más alto resultan difíciles de manejar. 3?4 f^Kl UKO h^AK'I'ÍN CKIADO En estas comarcas, los cohnenares se encuentran en zonas de monte o ejidos incultos, en pequeñas laderas o, incluso en terrenos Ilanos, pero en los valles, protegidos de los vientos fríos y con la fachada mirando al sur o sures- te. La mayoría no suelen tener cercado delante, en especial los más grandes, como se ve en el mismo Roscales o en Congosto de Valdavia, aunque alguno, como sucede en Boedo, sí que lo tiene, pero quizás es debido a que está en medio de tierras de labor. Según nos vamos acercando hacia el sur, los mate- riales van cambiando; aunque las colmenas son iguales, en Buenavista de Val- davia ya aparecen los muros de adobe. En Tierra de Campos la apicultura siempre ha estado menos desarro- llada por la escasez de terrenos de monte y pastizales donde crecieran en abun- dancia plantas y arbustos melíferos. Esta carestía se ha acentuado en la segun- da mitad del siglo XX a causa, sobre todo, de la pérdida de hiodiversidad yue supuso el desgraciado proceso de concentración parcelaria. No abundan, pues, las colmenas en esta comarca, aunque sí había las necesarias para el autocrn^- sumo en la mayoría de los pueblos.