Viví Cuba Crónicas De Viaje Por La Revolución Cubana PRIMERA EDICIÓN
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Viví Cuba Crónicas de viaje por la revolución cubana PRIMERA EDICIÓN. PUBLICADA BAJO FINANCIAMIENTO COLECTIVO EN 2013. Licencia Creative Commons: Se permite y estimula a compartir, copiar, distribuir, ejecutar y comunicar públicamente la obra, así como hacer obras derivadas. Condiciones: reconocer los créditos al/los autores de la obra; no o generar una derivada, solo se permite su distribución bajo la misma licencia (o similar espíritu no comercial). Autores: Juan Ignacio Incardona (panoramanegro.com.ar) Diseño de tapa: Florencia Maretta Diseño interior: Florencia Maretta Dibujos: Emiliano Pavón y Kevin D´Agostino Apéndice: El poeta del Escambray Impreso en La Imprenta Digital SRL, Buenos Aires, diciembre de 2013. ISBN: 978-987-33-4083-3 AGRADECIMIENTOS - - 5 SUGERENCIA DE LOS AUTORES - - - - - 6 PRÓLOGO “El pensamiento de la complejidad tiene necesidad de integrar al obsevador y al concep- tualizador en su observación y su conceptualización”.1 - - - - - - 1 Edgar Morin, “Introducción al pensamiento complejo”, Editorial Gedisa, 1990. 7 - - - - - - 8 Viví Cuba - Crónicas de viaje por la revolución cubana BIENVENIDO A CUBA El viaje a Cuba lo tenía pendiente desde hacía un tiempo. Cuando recorrí Sudamérica, por falta de dinero -y porque estaba empezando a extrañar a los míos tras más de 4 meses de vagar por el continente-, tuve que suspender mi travesía en Colombia y volver a mí país. Pero desde ese día, sabía que en algún momento no muy lejano visitaría la isla. Era una deuda que no me iba a perdonar no saldarla. - na, tornaban muy fuertes mis deseos de caminar por esas tierras “libres”. A su vez, se sumaban los testimonios de varios conocidos y amigos que visitaron Cuba, que decían que vaya lo antes posible, porque no sabían hasta cuando se iba a mantener el sistema ¿Comunista? ¿Socialista? ¿Es- talinista? ¿Leninista? ¿Castrista? Aunque claro, nadie podía decir por qué llegada del capitalismo a la isla como algo inminente, rodeaba y se dejada traslucir en todos los testimonios que recibía. - sivo, injusto y perverso que es el capitalismo en los países del “tercer mundo”. Nos vendieron la receta aplicada por el modelo mundial, Es- tados Unidos, pero sin decirnos que dentro de esa receta nosotros está- bamos incluidos entre los países sometidos al gran capital internacional, Aturdido por estos vaticinios apocalípticos sobre el futuro cubano, más todavía con la enfermedad de Fidel y los rumores sobre su muerte que golpean la puerta, me apresuré a ahorrar dinero y partir hacia Cuba. Biografías del Che Guevara, como las de Pacho O’Donnell, o libros del propio Che, como “Pasajes de la Guerra Revolucionaria”, me ha- 9 perdido en el mapa occidental, esa “mancha” en el océano que se había enfrentado al gran enemigo, pretendiendo ser la vanguardia de una co- los cubanos? ¿Serán cierto los mitos que no hay jabones, o que las pros- ¿La igualdad será tangible y en todos los ámbitos sociales, o un mero eufemismo discursivo? Preguntas que acechaban, pesaban y cercaban a Sinceramente no conocía mucho de Cuba. Las referencias eran vagas, y como sabemos, los libros dependen de quién los escriba. Muchos te una isla paradisíaca donde prima la libertad y la igualdad. Movido por todos esos deseos y fascinaciones (tenía una idea super- todos lados, producto de un sistema que genera desigualdad y excluye a lo que no sirve para “producir” y consumir) me embarqué a caminar esa isla y mirar detenidamente con mis propios ojos la realidad cubana. Quería que los cubanos “comunes” la cuenten, quería aproximarme a sus vidas, interiorizarme en sus sentimientos y sensaciones de estar viviendo Para esta difícil tarea, me propuse desenchufarme por completo. Basta de celular, basta de computadoras, basta de Facebook por estos 30 días mucho ahínco- vivir como un cubano. Unas llamadas cada tres o cuatro urbana con proyecciones pequeño-burguesas por presiones del entorno social-, esa de la que me quería despojar al menos por unos instantes. En el fondo, quería escapar de ella también, para sacudir la modorra de la cotidianeidad, de la rutina, sacarme la mochila de los condiciona- - polarme a otro mundo, pero no para descansar. La idea no era concebir el viaje como unas vacaciones típicamente pensadas de playa, comida 10 mis impulsos me trasladen por los rincones que el destino no me tenía preparados. Mi equipaje eran dos mochilas. Llevaba mis cámaras de fotos y videos, mi trípode, y mis discos de memoria externa para almacenar la infor- pudiera. Quería robarme fragmentos del tiempo cubano. Típicos deseos de un periodista, que no nos damos cuenta que todos estos intentos nunca alcanzan a dimensionar y apreciar lo que nuestros ojos vieron. Son esfuerzos inútiles pero así y todo lo intentamos una y otra vez. Somos - car que estuvimos allí, que vimos eso. Todo para acrecentar nuestra tan mentada y anhelada credibilidad; para que crean que lo que decimos es “verdad”, ese bien preciado tan difuso y controversial. Cuando llegué a Ezeiza de madrugada, me despedí de mi amigo Fran- casi incontrolable por el viaje-, y por primera vez me quedé realmente solo. Me sentí solo. Empezaba la travesía, mí travesía. Una especie de desafío para probarme y nutrirme. Como primer paso, apagué el celular, era el grillete más pesado. Menos de un minuto después lo volví a prender. “Y si me llama mi vieja para ver como salí y no la atiendo ya se va a desesperar”, pensé. “Qué imbécil soy”, me dije acto seguido, y volví a apagar el aparato, esta vez sí, para no volver a prenderlo hasta que pise suelo argentino nuevamente y tenga que volver a entrar al circo de las máscaras. - nado, alterado. Tras unas pocas horas llegué a Lima, Perú, donde hacía escala el vuelo hacia La Habana, y vi en un cartel publicitario el slogan de un banco que decía “donde quiera que estés”. Sentí enojo. Yo quería salir de esa celda, que nadie me persiguiera ni vigilara, pero rápidamente me advertían que cabeza. Un cartel publicitario rápidamente me advertía que no, me estaba diciendo que la pesadilla me seguiría “donde quiera que esté”. que me trasladaba hacia Cuba aterrizaba en el aeropuerto internacional José Martí de La Habana. 11 - go de la publicidad persecutoria del aeropuerto de Lima, o mejor dicho, me había resignado. Estaba en la tierra que había liberado el Che. Era uno de los objetivos y sueños de mi vida y estaba ahí, frente a mí. Pero esa euforia rápidamente se convertiría en asombro y temor. Con mi mochila a cuestas, llegué al primer puesto de control. La po- licía de migraciones, una morena de rostro serio y adusto, prolijamente días” (que por otro lado, es lo máximo permitido con la visa de turista). Solo, con barba bastante crecida, y con planes de pasarme cuatro se- que me había dado una pareja de cubanos vía mail, ya que sabían que me iban a preguntar eso. pasaporte en sus manos y no sacaba sus ojos de la computadora. “No”, le dije con dudas y percibiendo que la cosa no venía del todo bien por algún motivo. - - fundamente por primera vez. En ese instante se me cruzaron mil cosas por la cabeza. Sabía que a los periodistas los tenían entre ceja y ceja, pero no me atreví a mentirle. El servicio de inteligencia cubano es reconocido de tu persona en minutos. O al menos eso dicen. “Periodista deportivo”, le tiré como para matizar el impacto de la pa- labra ‘periodista’, que allí no es para nada grata. “Bueno, espere un mo- - generaba a ritmo acelerado. Las pulsaciones comenzaron a golpear fuer- ningún delincuente, ¿por qué me van a prohibir ingresar a este país?”. Ese juego mental y esa paranoia que despiertan en uno, es lo que buscan y lo que genera la posterior autocensura. Tres uniformados más (con los tradicionales trajes verde oliva de mili- 12 que iba por turismo, que era verdad, y les aclaraba que trabajaba de ma- creer que no trabajaba para nadie más que para mí, y mis deseos de cono- cer y relatar, sin necesidad de que haya dinero de por medio. El “trabajo - las ganas de mostrar y contar otros mundos. Me dejan pasar el control migratorio, y cuando recojo la mochila que - - cial?”, le pregunto ya un poco tenso. Sin decirme nada, con el rostro casi Allí se acerca un policía de civil y con tono más distendido me empieza a indagar con más profundidad. Mientras tanto, me hace ir abriendo las mochilas para ver todo lo que traía. Con ese mismo muchacho, un moreno de camisa cuadriculada con una - - a unas anotaciones que tenía en mi cuaderno, con contactos de casas particulares para alojarme en la isla. “Es un control de rutina”, dijo el civil mientras se acercaba otro poli- El civil seguía hurgando en mi equipaje y yo trataba de distender la me recomiendan conocer? ¿Cuáles son las mejores comidas? ¿Qué playas son las más bonitas? El que estaba vestido de militar, de cara redonda, tez blanca, se prendía más en las charlas, pero cada tanto le mostraba cosas “sospechosas” al civil, como partes de la guía en donde hablaban de las “jineteras”, como se conoce a las prostitutas que intentan conquistar a turistas, o mis anotaciones en donde me auto-recomendaba ir a conocer 13 “Radio Rebelde” (la que había fundado el Che en sus años de guerrillero “Bienvenido a Cuba”, me dice el policía de civil extendiéndome su Levanté las cejas, le di la mano por compromiso, y sin emitir palabra, le hice un gesto de sorpresa como para que se diera cuenta de que la estadía en la tierra de Fidel no había empezado de la mejor manera. Me marcaron la cancha de una forma para nada sutil; ahí tomé cons- ciencia de que en Cuba no se puede andar jodiendo y entrevistando a quién uno quiera.