Obra Completa Para Tecla. Vol. I. Obras Para Piano U Órgano
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SOBRE NICOLÁS LEDESMA Y SU OBRA La presente edición es el fruto de largos años de requieren los tiempos actuales, hubo de perseverar en su trabajo en torno a la vida y obra del insigne músico, ara- empeño de dedicarse al cultivo de la música, tratando, al gonés de nacimiento y vasco de adopción, Nicolás Le- mismo tiempo, de mantener su posición y su escasa desma García. Pero haría falta mucho más tiempo para hacienda. Afortunadamente, los tiempos, que coincidie- poder adentrarse en su dilatada trayectoria y su produc- ron con una situación similar para otros muchos músi- ción musical, con el suficiente detenimiento, y sobre cos, aportaron al menos una salida a aquel enorme con- todo, con el respeto y admiración que merecen. tingente de músicos, que, desempleados de la noche a la mañana, hubieron de refugiarse en la habitual prácti- Pudiera parecer (al juicio crítico un tanto frívolo al ca de un pluriempleo más o menos encubierto, de que lamentablemente tan acostumbrados estamos hoy manera que se vieron abocados a compaginar su servicio día, y a partir de la comparación con la obra coetánea de profesional de carácter principal a alguna parroquia, con otros destacados autores de música destinada al teclado la impartición de algunas clases particulares de instru- nacidos en otros territorios más al norte), que su obra no mentos de tecla (a las que por entonces comenzaban a mereciera la atención que, en cambio, otorgamos a incorporarse por primera vez, y muy poco a poco, algu- aquéllos. Pero nada más errado que un dictamen tan nas señoritas de la alta sociedad), con suerte, comple- precipitado, particularmente cuando nos fijamos con mentar su actividad principal con la colaboración con atención en lo variado de su música, lo notable de su efi- alguno de los primeros conservatorios entonces emer- cacia y sentido pedagógico, y muy por encima de todo, gentes1, o, incluso, a reforzar sus menguados salarios cuando analizamos el contexto en que semejante músi- mediante la realización, más o menos estable, más o ca hubo de aparecer. menos esporádica, de algunos otros trabajillos de segun- do orden, que complementaban el salario mensual de Pues el maestro Ledesma alcanzó la, para la época, tantos músicos, sirviendo en cafetines que ofrecían pe- excepcional edad de 92 años, viendo transcurrir, así, queñas veladas musicales para esparcimiento de sus todo un siglo zarandeado por los conflictos bélicos (una parroquianos, en orquestas de teatros (donde se ofre- guerra “de independencia”, varias contiendas “carlis- cían desde óperas en los coliseos más pomposos, hasta tas”), unos continuados pronunciamientos militares y otro tipo de espectáculos menos pretenciosos y más cambios de régimen político, la penuria generalizada de extendidos, como zarzuelas, sainetes y vodeviles, pues- un país que perdía territorios e influencia internacional a tos en escena en pequeñas salas “multiusos” –pues a marchas forzadas, y en el marco eclesiástico –que hasta menudo podían servir igualmente para la escenificación entonces había protagonizado el mecenazgo musical–, dramática, como también para el alquiler de banquetes el arrinconamiento inexorable de los músicos de extrac- o celebración de espectáculos circenses o de magia–, ción civil que hasta entonces se habían formado casi que se ofrecían en teatrillos ambulantes, e incluso en exclusivamente en el seno de la Iglesia (músicos solteros, carpas desmontables). casados o viudos), que se aceleró merced a las diversas desamortizaciones eclesiásticas y que halló su punto Un mundo peculiar, en la frontera entre lo que determinante de inflexión con la firma gubernamental podría denominarse como la primera línea social y una de un concordato con la Santa Sede en 1851, que resul- cierta marginalidad, aunque tampoco tan alejado del taría nefasto para el desarrollo posterior de la música en dicha institución, pues obligaba a partir de entonces a los miembros de coros y orquestas eclesiásticas a hacer- 1 Al calor del primero creado en Europa, el Conservatoire de Musi- se clérigos. que de París, fundado en 1795, o de los primeros españoles, el Real Conservatorio de Música y Declamación de María Cristina en Madrid, Con semejante panorama, un hombre casado y 1830, el Liceo Dramático de Aficionados de Barcelona, 1837 –luego con hijos como Ledesma, en una situación que, salvan- Conservatorio del Liceo, 1848–, el Conservatorio de Valencia, 1879, do las lógicas distancias, recuerda particularmente la que etc. 12 ambiente que existiera coetáneamente en algunos paí- tir en la capital aragonesa en ese tiempo; no consta en ses de nuestro entorno, y que es el que cubrió, durante la plantilla de ninguna de las dos capillas musicales cate- muchísimo tiempo, la mayor parte del territorio nacional dralicias, aunque, acaso, actuara ocasionalmente como (incluyendo ahí, hasta su paulatina pérdida de soberanía, apoyo en alguna de ellas. Precisamente, el maestro de los territorios de ultramar). capilla de la metropolitana de La Seo era entonces el célebre maestro “Españoleto” (*1730; †1809): Francisco Con la vista puesta por tanto en el buen cumpli- Javier García Fajer (que fuera anteriormente profesor de miento de sus tareas profesionales, a satisfacción de su su joven maestro en Tarazona, Martinchique), con quien, cabildo, lo que quería decir asimismo en cubrir sus car- sin duda, Ledesma hubo de relacionarse, muy posible- gos con absoluta honorabilidad religiosa y puntualidad, mente como alumno también, pues más tarde el célebre al tiempo que sin poder dejar de lado esas otras labores músico riojano le extendería una carta de recomenda- “complementarias” que podían garantizar su subsisten- ción. Debieron ser años difíciles, pues coincidieron con el cia (y que por tanto, le resultarían imprescindibles), Le- estallido de la Guerra de la Independencia. desma supo salir siempre airoso, aunque no sin dificulta- des (pues la vigilancia religiosa a la que, tanto él como Muy joven todavía, Ledesma se vio pronto obliga- otros, quedaba sometido no debía ser pequeña), de los do a buscarse un mejor acomodo. Opositó al magisterio duros condicionantes que el siglo le imponía. de la colegiata de Santa María de Calatayud, que no consiguió, pero casi simultáneamente obtuvo la plaza de Hijo de Manuel Ledesma Redrado, labrador, y de maestro de capilla y organista de la colegiata de Santa Mariana García Navarro, ambos naturales de la localidad María, en la localidad zaragozana de Borja (vacante por zaragozana de Los Fayos, aunque luego residentes en haber pasado entonces su titular Pablo Rubla a ejercer Grisel y años después vecinos de Lituénigo, Nicolás iguales cargos en la cercana catedral navarra de Tudela). habría nacido el 9 de julio de 1791 (fecha de su bautizo), Pasó a Borja en 1808, con tan sólo 16 años. o acaso, el día anterior. Se había formado musicalmente, desde muy niño, en la escolanía más importante de entre Allí, entre las penurias ocasionadas por la guerra, el las cercanas a su pequeño pueblecito natal –Grisel–2, cer- joven músico hubo de apañarse con los pocos cantores cano al Moncayo: es decir, en la catedral de Santa María e instrumentistas de que disponía (lo que suplía trayen- de la Huerta, de Tarazona, donde ingresó en 1797 y do puntualmente músicos desde la seo de Tarazona, o pudo estudiar, sucesivamente, con los maestros de capi- mediante los músicos militares que había en la ciudad), lla Francisco Javier Gibert (*1779; †1848) y José Ángel así como con un órgano maltrecho y casi inservible –que, Martinchique (*1780; †1849), nombres de buenos músi- saqueado primero por las tropas napoleónicas, sería cos, que hoy, lamentablemente, apenas dicen nada a finalmente desmantelado de sus tubos para hacer balas–, quienes no son estrictamente especialistas en esos temas aunque al parecer pudo suplir esta situación con una tan concretos, a pesar de que bien merecerían su resca- buena dosis de entusiasmo (se sabe que por entonces te patrimonial. compuso ya algunas obras) y con un nuevo pianoforte que se había adquirido recientemente en Madrid. Ledes- Coincidiendo acaso con su natural cambio de voz, ma propuso enseguida reparar el órgano de la colegiata, el muchacho pasó enseguida a Zaragoza, donde tuvo e incluso el maestro organero Miguel Usarralde realizó oportunidad de estudiar el órgano con un excelente un informe y presupuesto, pero éste se pospuso capitu- músico “civil en ámbito eclesiástico”: Ramón Ferreñac larmente hasta que la situación económica mejorase, lo (*1763; †1832), entonces organista de El Pilar, e inicia- que no sería sino algún tiempo después de que el músi- dor de una “escuela” de organistas que gozaría desde co de Grisel hubiera salido definitivamente de la ciudad, 3 entonces de la mayor reputación en el país . Desconoce- seguramente animado a ello por los pocos medios a su mos cómo el adolescente Ledesma habría podido subsis- alcance para desarrollar su labor. Desde Borja marchó a la Colegiata de Santa María, de Tafalla (Navarra), a cuya plaza de maes tro de capilla y organista opositó en 1809, obteniéndola, pues el primer 2 No me extenderé aquí en desmenuzar detalles respecto a la bio- grafía del maestro, muy pronto disponible por extenso en el volumen ganador, Francisco Andreví, no pudo posesionarse, segu- a mi cargo que a tal efecto se prepara en la Institución “Fernando el ramente al no enterarse del resultado de los exámenes, Católico”. debido al mal estado de las comunicaciones y no poder 3 Sobre Ramón Ferreñac, el Españoleto, y en general, el ambiente salir de Barcelona, donde residía, a causa de la guerra. musical zaragozano de la época, puede verse: EZQUERRO ESTEBAN, Anto- Compitió Ledesma entonces con otros varios oponentes nio (ed.): Música instrumental en las catedrales españolas en la época (entre ellos, el más tarde conocido en Madrid José Guel- ilustrada (conciertos, versos y sonatas, para chirimía, oboe, flauta y bajón –con violines y/u órgano–, de La Seo y El Pilar de Zaragoza).