Otras Cacerías Del Zorro En Los Pagos De La Costa Y Las Conchas∗
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Revista Cruz de Sur, 2013, año III, núm. 5 Págs. 139-288, ISSN: 2250-4478 Otras cacerías del zorro en los pagos de la Costa y Las Conchas∗ por Hernán Antonio Moyano Dellepiane* “Caza, guerra y amores, por un placer mil dolores” Refrán español Con espíritu localista, en este nuevo estudio trataremos otras cacerías del zorro efectuadas en los históricos pagos de la Costa y Las Conchas, en la ciudad de Buenos Aires, en su campaña y en el interior del país. El Pago de la Costa originariamente se extendió desde la cruz de la ermita de San Sebastián –ahora Plaza San Martín, en Retiro- hasta el actual San Fernando; Las Conchas inicialmente fue un pago inmenso que abarcaba toda la cuenca del río del mismo nombre hasta la zona de influencia de la Villa de Luján. Comenzamos con una reseña histórica sobre las cacerías foráneas y continuamos con las primeras instituciones nacidas en el país para difundir la equitación en sus distintas manifestaciones. Decíamos ayer que en Europa se cazaba el zorro a la carrera, pero no se lograba acorralarlo si no se hubiera tapado por la noche, mientras el animal merodeaba, las cuevas donde podía refugiarse. Contrariamente a lo que ocurre con el lobo, los perros siguen con ardor la pista del zorro. Éste, en los primeros momentos no huye con gran velocidad; parece tener más confianza en su astucia y sus ∗ Véase Moyano Dellepiane, Hernán Antonio. “Cacerías del zorro en los pagos de la Costa y Las Conchas”, Revista del Instituto Histórico Municipal de San Isidro, San Isidro, n° 21, p. 25-62, agosto de 2007. Agradecemos a la escritora Rosario García de Ferraggi por su valiosa colaboración en la investigación de este trabajo. Dedicamos el mismo a las amazonas y a los jinetes que realizan cacerías del zorro en la actualidad, para que no olviden a quienes nos precedieron en el noble arte de la equitación y, al seguir su ejemplo, estimulen a futuras generaciones de cazadores hípicos. * El autor es abogado, historiador y genealogista: [email protected]. 140 HERNÁN ANTONIO MOYANO DELLEPIANE ardides para despistar a los perros, pero el olor que despide su cuerpo es tan fuerte que la jauría no pierde la pista un solo instante. Cuando los perros se aproximan, el zorro toma el camino de su cueva, donde cree poder refugiarse, pero encontrando obstruida la entrada, se ve obligado a confiar en sus piernas para salvarse. Entonces comienza una carrera rápida que puede durar varias horas, durante la cual el zorro, cada vez más espantado por los ladridos de los perros, el son de los cuernos de caza, el galope de los caballos y los gritos de los cazadores, pierde poco a poco las fuerzas. Por fin, se acerca el desenlace: el zorro está forzado y se deja acorralar. Al principio parece dispuesto a resistir, muestra los dientes y tira en vano algunas dentelladas, pero cae sobre él toda la jauría y en un instante es arrollado y despedazado. En Inglaterra, la caza del zorro es un pretexto para la equitación, una especie de deporte nacional, tan predilecto que no se trata de destruir al zorro. Se procura más bien protegerlo, a fin de tener ocasiones más frecuentes de practicar el deporte. Esa caza difería en varios puntos de la que se practicaba en Francia. Los equipajes son los mismos y persiguen el mismo animal, pero no el mismo resultado. En Francia toda caza debía terminar con presa hecha. En Inglaterra los cazadores hacen equitación durante varias horas; si encuentran un zorro, lo persiguen, pero no se creen decepcionados si el animal logra salvar la piel. Las jaurías se componen de sesenta y dos y media yuntas de fox–hounds –así se cuentan- divididas por talla y no por sexo, en tres lotes, que salen sucesivamente. Los cazadores llegan al lugar de la cita a caballo o en coche. Visten, en general, frac rojo y sombrero de copa. Este último se cree más conveniente porque la columna de aire amortigua la violencia del golpe en el caso de una caída de cabeza. El equipaje es conducido por un picador y dos lacayos cuya tarea principal consiste en impedir que los perros se aparten de la jauría. La caza se dirige hacia un bosquecillo aislado en el medio de la llanura. En las esquinas, de modo que puedan vigilar el contorno, se colocan los lacayos de las jaurías. El picador penetra en el bosquecillo y azuza a los perros. Salta un zorro y valerosamente se Revista Cruz del Sur N° 5 ISSN: 2250-4478 1° de Noviembre de 2013 OTRAS CACERÍAS DEL ZORRO EN 141 LOS PAGOS DE LA COSTA Y LAS CONCHAS lanza hacia la llanura. El mozo de jauría que lo ve primero lanza un grito para excitar a los perros que a su vez se lanzan en la persecución del zorro saltando cercos y fosos, seguidos por los cazadores. Se matan también muchos zorros, pero de una manera menos noble que la precedente: ahuyentándolos con los perros hacia determinados sitios de acecho, donde se les mata al pasar.1 La caza del zorro con caballos y jaurías no se puso en boga en Inglaterra hasta 1660. Se cuenta que lord Arundel poseía una jauría de foxhounds, con los que cazó regularmente de 1690 a 1700. Las jaurías de Charlton, luego las de Goodwood, aparecen durante el reinado de Guillermo III; a las de Staitondale, en Yorkshire, se les supone una antigüedad de dos siglos. En 1726 poseía Draper una jauría dedicada a perseguir a los zorros que mataban a las ovejas de Yorkshire. En 1730 Thomas Fownes era también propietario de perros destinados al mismo fin en Stapleton, Dorsetshire. Por el año 1 “La caza del zorro”, Atlántida, Buenos Aires, n° 480, 23 de junio de 1927, p. 67, contiene una ilustración de Liber. Por esos años se realizó en Biarritz una cacería del zorro, con todo el aparato y el ceremonial tradicionales de este deporte. Los monteros y la jauría fueron fotografiados a las puertas del Hotel del Palais, unos instantes antes de la partida. “Sports. Actualidad extranjera”, Fray Mocho, Buenos Aires, n° 526, 23 de mayo de 1922. Véase también: “El príncipe de Gales a través de su vida”, Fray Mocho, Buenos Aires, n° 661, 23 de diciembre de 1924, donde vemos al heredero de la corona británica junto a cazadores, monteros y una jauría de fox-hounds en la propiedad del Duque de Cornwall, disponiéndose a emprender una de las muchas cacerías del zorro en que ha tomado parte, ya que la caza a caballo era su deporte favorito. El fox- hound también es uno de los perros más adecuados para la caza del jabalí. Tiene seguridad en el rastro, es tenaz en la persecución de la bestia, ágil y lo suficientemente fuerte para resistir las terribles embestidas de la fiera. A la Patagonia argentina fue llevado desde Chile por un estanciero de la zona. Utilizado en la estancia Huemul –propiedad de Carlos Ortiz Basualdo, sobre el lago Nahuel Huapí- para la caza del jabalí siberiano, terrible plaga para la agricultura y atrayente objetivo cinegético. Silvestre, Arturo. “Un nuevo deporte de invierno: La caza del jabalí en la región de los lagos cordilleranos”, El Hogar, Buenos Aires, n° 1283, p. 32 y 76, 18 de mayo de 1934. Véase también: Onelli, Clemente. “La caza mayor en la Patagonia”, La Nación, Buenos Aires, 25 de diciembre de 1902, Suplemento Semanal Ilustrado, donde el escritor naturalista relata sus cacerías hípicas de pumas, cóndores, avestruces, guanacos, huemules y vacas salvajes, con la ayuda de galgos y de buenas balas de máuser. Revista Cruz del Sur N° 5 ISSN: 2250-4478 1° de Noviembre de 2013 142 HERNÁN ANTONIO MOYANO DELLEPIANE 1750 empezaron a emplearse jaurías solamente para zorros. Desde Inglaterra, la caza del zorro fue llevada a Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y Australia. Todavía –en 1969- perdura esta sana costumbre en la costa este de los Estados Unidos, pero se practica menos que antaño. Ese año se realizaron más de cien cacerías en Virginia, Maryland, Pennsylvania y Nueva York.2 La caza nace con el hombre, necesaria como defensa frente al animal y como posibilidad de alimento. Desde la prehistoria, el arte y la arqueología muestran signos de esta actividad. Egipcios, asirios y persas, que se dedicaban a la caza no sólo como fuente de sustento, sino como un verdadero deporte, nos han dejado reflejados en su arte diversos tipos de caza. También los griegos y los romanos la tomaron como una diversión, cazando en parques con fieras semidomesticadas. En la luminosa Edad Media se cultivó la caza de montería como una actividad noble y cortesana. Después de la caída del Imperio Romano, al establecerse en Europa el régimen feudal, la caza fue primeramente un procedimiento como otro cualquiera de ganarse la vida y procurarse el sustento, pero no tardó en desarrollarse como diversión favorita de los señores y como uno de los privilegios de que ellos disfrutaban, tomando ya entonces un carácter bastante distinto del que había tenido entre los 2 A los ingleses no les gusta más que individualizarse. Llevaron la cacería del zorro a todos los lugares donde se establecieron pero encontró pocas partes en el mundo favorables a su práctica. Floreció en los países con grandes praderas, donde los latifundios y los hábitos campestres de sus habitantes la hicieron posible. Desde 1876 se efectuaban cacerías del zorro en Long Island, Nueva York, donde se destacó Foxhall Keene, el primer diez de handicap de la historia del polo en 1891 y superdotado para los deportes de carreras con saltos, tiro a la paloma, automovilismo, golf y tenis.