Poetas Mexicanos [Microform]
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THE UNIVERSITY < OF ILLINOIS LIBRARY : 'V i i^» .*^wí Return this book on or before tíic Latest Date stamped below. A charge is made on all overdue books. U. of I. Library m -5-36 21 1941 :FEB 27 ?m -1 ''^^ "IT" Oí "^^1 9324-S o V CARLOS G. AMEZAGA POETAS MEXICANOS ~i- ^ :J BUENOS AIRES ' -' y, ^ ^ IMPRENTA DE PABLO E. CONI É P.JOS 68o — PERÚ — 68o i ' M DCCC XCVI \ |- POETAS MEXICANOS ^ CyVRLOS G.„ AMÉZAGA POETAS MEXICANOS ^ BUENOS AIRES IMPRENTA DE PABLO E. CONI É HIJOS 68o — PERÚ — 68o M DCCC XCVI 1 POETAS MEXICANOS «wA'-uMÍ../l-vs< I Si la América española hubiese contado . después de su independencia, tantos buenos estadistas como excelentes poetas ha produ- cido, nada tendría en este siglo que envidiar á Europa y mucho menos á la Gran RepúbHca - del Norte, que seguirá considerándose en jus- ticia, hasta hoy, el único factor de impor- tancia en el material desarrollo del Nuevo Mundo. : : , ^:, Parece que las dotes imaginativas de nues- tra raza fueran las sólo dignas de mencio- narse en el estupendo certamen de las na- ciones. ^' A qué engañarnos tampoco.^ Nada hemos hecho como sabios, como descubrido- res, como políticos, y ni siquiera como indus- triosos, que merezca tenerse en cuenta por 534703 ' — 6 — la humanidad. En cambio, tenemos infinidad de poetas que viven encantándonos con sus trovas, al igual de esas aves enseñoreadas del bosque, adonde no penetran el fuego ni el hacha del colonizador atrevido. Digámoslo de una vez : hay superabundancia de poetas, por lo mismo que el trabajo no se impone con la rudeza del hambre, porque en medio de nuestras más feroces revoluciones sobran espíritus mejor dispuestos al reposo que á la fatiga, porque á la solución de grandes problemas sociales no empujan todavía sino muy débilmente las multitudes, y, en fin, porque cantar es en el abandono de nuestra existencia, algo más propio que meditar en grandes provechos. i La América española cuenta hoy con mu- chos más poetas que la antigua metrópoli, deduciendo la muy relativa ventaja que existe para la primera en el número de pobladores respecto de la segunda. España, desde 1860, con Campoamor^ Zorrilla, Bécquer, Núñez de Arce y dos ó tres más poetas de mérito indis- cutible, no puede hacer frente á Andrade, Obligado, Guido y Spano, Zorrilla de San Martin Lulo, Blest Gana, Salaverry, Márquez^ Llona^ Abigail Lozano, Caro J. E., Pombo, Gutiérrez González, Plácido^ Zenea^ del Casal, Rubén Dario^ Acuña, Riva Palacio^ Gutiérrez Nájera, Díaz Mirón Peza. " y . _. No me dejo arrastrar por el desdén hacia España con que algunos de nuestros litera- tos responden á la indiferencia despreciativa de aquélla, en orden á la poesía de los ameri- canos. Hago justicia, como se verá más ade- lante, á esa nación en lo que tiene de bueno y grande; pero, es cierto, ciertísimo, y en asegu- rarlo no tengo escrúpulo, que sus actuales maestros no llegan á eclipsará nuestros bardos más populares, por mucho que á la distancia sigan aquellos ejerciendo el pontificado. En el presente estudio, circunscrito á algu- nos vates de México, trataré de hacer ver la pujanza y brío con que cuentan nuestros hermanos del Norte para medirse por sí solos con esa misma nacionahdad española que nos legó en su lengua el tesoro riquísimo que explotamos. Son la Argentina, Colombia, México y Cu- — 8 — ba, las cuatro porciones americanas que han dado mayor número de poetas. Hasta hace muy poco tiempo, ha sido Colombia quien llevaba la primacía. México es, al presente, la que descuella en el Nuevo Mundo, porque ofrece, no sólo un considerable número de bardos de primer orden, sino los más acen- tuados tintes de originalidad poética. Esa originalidad invocada mil veces por los ame- ricanos sin conseguirla del todo, no es, como creen muchos, la obra feicil de una generación estudiosa, ni la mera elección de asuntos na- cionales é introducción de voces indíjenas en el habla castellana, que es fuerza enrique- cer, mas no desfigurar torpemente. La ver- dadera originalidad poética americana debe consistir en los puntos de mira distintos de los que tuvieron nuestros maestros, en la conciencia de nuestra individualidad, pobre ó rica, pero que no há menester de los atavíos que gastaron nuestros mayores; en la expre- sión, finalmente, de una naturaleza nueva, espontánea, que se siente bastante fuerte y airosa para recomendarse ella sola, con la magnificencia de sus productos. v.J' No digo yo que México haya logrado emanciparse todavía, completamente, de la " influencia que ejercen entre nosotros los va- tes peninsulares, desde £'s/>ronceíifa hasta Béc- quer, pero es indudable que ese país ostenta ya ciertas formas geniales de poesía que mar- can un positivo adelanto hacia la originali- dad que buscamos como punto diferencial en ; la misma lengua, de la poesía netamente es- pañola. '-: Muy engañados están los que se figuran encontrar poesía americana, en ciertas com- \ posiciones descriptivas de nuestras ciudades y montes, de nuestras florestas y ríos. En ,-, ' nada se manifiesta, precisamente, la imita- ción servil, como en esos trabajos, donde campean imágenes y conceptos que eran ya de respetable antigüedad con el Arcipreste de Hita y con Garcilaso. Frases vetustas hay . que continúan haciendo la delicia de nues- tros bardos en sus mejores versos, como si no se atrevieran á combinar otras en presen- cia de una naturaleza que por variada y por rica no tiene igual, y que parece invitar á que se la cante con ritmos nuevos, con voces que I o ; ^ . al sonar no recuerden las canturías del Viejo Mundo... I Razón tienen los poetas españoles de con- siderarse en nivel superior á los americanos, cuando les ven, por lo general, empeñados en imitarlos. Me refiero en este caso á esa gran mayoría de poetas mediocres que toman por modelo exclusivo á tal ó cual notabilidad europea, sin seguir el ejemplo de nuestros superiores poetas ; de esos que sintiéndose capaces de volar con su fantasía, se burlarán siempre de los imitadores, especie de insec- tillos eternamente prendidos á la cola de cier- tas águilas. I En el capítulo de la imitación, que es muy largo, recomo no comprender á los excursio- nistas por el campo alemán, francés, inglés é italiano ?... Pero, éstos, buscando á su poe- sía nuevos jugos vitales, contribuyen sin proponérselo de un modo deliberado, á rom- per la umbilical sutura con nuestra madre España. Son contrabandistas más ó menos felices, que prestan un servicio á su patria abriéndole comercio intelectual con otras naciones. Allí, pues^ donde no palpitan Zorri- — II lia, Campoamor, Núñez de Arce ó Bécquer, ar- den Musset, Víctor Hugo, Carducci ó Byron\ resultando de todo esto algo como una alea- ción que puede aprovecharse mañana para fundir el metal de nuestra moneda. Existen desde Magallanes á California, no menos de cincuenta poetas de nombradía. He citado anteriormente sólo á los que con- quistaron mayor aplauso en los últimos tiem- pos, sin que sea esto desconocer el mérito de otros más antiguos, como Bello, Hei'edia, Vargas Tejada, Mármol y Olmedo. Muchos poetas americanos han bajado al sepulcro, pero, sus robustas voces no cesan de vibrar en nuestros oídos, corneo si el vul- gar fenómeno de la muerte no les hubiera al- canzado aún. <^ Cómo olvidar á Gutiérrez Gon- zález, á Andrade, á Manuel Acuña ? Estos poe- tas desaliñados, sin la aristocrática forma del verso hispano, gozan el privilegio de ha- cer sentir á millares de hombres, porque no fueron enguantados maestros músicos de concierto, con la batuta en la mano, sino cantores sublimes al aire libre, de la pasión y del sacrificio. Háseles aclamado con entu- 12 siasmo en nuestras ciudades no abiertas por completo al refinamiento de las de Europa, porque su lenguaje ha traducido mejor que ningún otro los sentimientos de nuestra ra- za, y apartándose algunas veces tales poetas, del convencionalismo del arte, han herido más hondamente las fibras de nuestros cora- zones semiselváticos. Versos hay de estos poetas en que se une á los esplendores del pensamiento una fuerza extraordinaria que actúa sobre los nervios. Escapa de sus ver- sos electricidad robada á las alturas mara- villosas donde sólo nuestros cóndores aletean. Hay aparente contradicción en mis asertos, cuando digo que la originalidad poética ame- ricana es todavía un lejano albor, y apunto en seguida la excelencia de nuestros vates. Pero, la una es cuestión puramente de forma y la otra de concepto muy general. Si la mu- sa americana aún lleva el ropaje de corte an- tiguo español, no significa ello que su vigor y hermosura propios dejen de ostentarse en- tre los pliegues de ese ropaje. Allí están las personalidades citadas últimamente,, que sin pertenecer al número de los innovadores en el arte y usando de una casi estropeada fra- seología, han obtenido admirables triunfos poéticos. La entonación y el carácter tienen mucho de original entre nosotros, mas nun- ca lograremos dentro de la misma lengua formarnos un estilo particular que nos de- nuncie á los españoles, sin renunciar antes á la ciega imitación de sus procedimientos artísticos. ^* Hasta cuándo haremos hablar á Bolívar ó Sucre como hablaron Lanuza y Guzmán el Bueno ? { Hasta cuándo nuestras hermosas aparecerán en verso como la Elvira de Es- pronceda, si no con el tipo y hasta el gaché de las andaluzas ? V; < Aquí se presenta la dificultad de tener es- tilo propio en el habla original de Castilla no introduciendo en ella mil caprichosos cam- bios que la corrompan. Hay en América, en contraposición al flujo servil de tantos imi- tadores que por castizos bardos se toman, una tendencia bárbara hacia la libertad de expresión que puede llevarnos mañana á for- mar de la riquísima lengua que hereda- mos, un galimatías horrendo, sin preceden- — I, te en las adulteraciones de otros idiomas.