EL CORAZON DE JUAN MIGUEL FERNANDEZ MIGUEL GARCIA OROZA JORGE SCIVETTI (Año 1992) INDICE INTRODUCCION
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EL CORAZON DE JUAN MIGUEL FERNANDEZ MIGUEL GARCIA OROZA JORGE SCIVETTI (Año 1992) INDICE INTRODUCCION....................................................................................................................................1 EL NACIMIENTO ...................................................................................................................................2 LOS PRIMEROS AÑOS .........................................................................................................................5 UN ADOLESCENTE COMO TODOS ....................................................................................................10 DEL POTRERO AL FUTBOL PROFESIONAL......................................................................................14 UN BUFALO EN COLOMBIA ...............................................................................................................24 FUNES DE AMERICA ..........................................................................................................................31 LOS AUTORES....................................................................................................................................41 PROLOGO Casi sin darme cuenta, en forma inadvertida, sin ninguna racionalidad expresa, un resabio de amargura me invadió al terminar de leer los originales de esta vida tan querida que fue la de Juan Gilberto Funes. Era la exteriorización de la inmensa limitación humana ante los designios de Dios. La incomprensible partida de un ídolo en plena juventud, la conmovedora ausencia de un hijo, de un hermano o de un amigo de todos. Porque fue la vida de Juan un ejemplo de temple ante la adversidad, de inmensa humildad en los momentos de gloria y esplendor, de infinito amor por la familia y su terruño sanluiseño. Su pasión futbolera fue el vehículo que lo comunicó con su pueblo y éste lo consagró ídolo indiscutible y lo acompañó más allá de su tránsito inmortal. Fue, sin proponérselo maestro de jóvenes porque enseñó que el sacrificio y la dedicación es la clave para triunfar y que la familia y los amigos son valores que consolidan la personalidad y el carácter. Por todo ello y por un sinnúmero de cosas más, hemos elegido la vida del <<Búfalo>> Funes para llevar a los lectores la primera entrega de la colección del ICCED sobre los grandes ídolos que dio San Luis y que seguramente seguirá dando. Rescato en forma emocionada el trabajo realizado por los jóvenes periodistas Miguel A. García Oroza, Miguel A Fernández y Jorge Scivetti, que escribieron e investigaron sobre la vida de este hijo dilecto de San Luis, que seguramente hará conmover a quienes lean estas páginas escritas con amor y entrega, como las cosas que hacía Funes. Además, un duende que se llama Juancito, estará siempre detrás de cada <<pibe>> que acaricie una pelota de fútbol en cualquier potrero de San Luis. Dr. Ricardo Alberto Gutiérrez Director de Publicaciones del ICCED INTRODUCCION ALGUNA VEZ, en el transcurso de su penosa enfermedad, en Mendoza, Juan había expresado su deseo de escribir un libro. <<En él contaré mi vida -dijo en esa oportunidad- tal vez sirva para los niños y jóvenes que elijan esta difícil carrera del fútbol>>. Lamentablemente el tiempo terreno se le agotó muy pronto y no pudo concretar ese deseo. Su destino era otro. Algunos meses después de la desaparición física de Juan, una tarde de abril, la dirección de El Diario convocó a un grupo de periodistas. La consigna era hacer un libro sobre él. Inmediatamente pensamos lo difícil que sería escribir sobre un mito. Sobre un mito que sólo algunos meses atrás brindaba sin retaceos el brillo de una sonrisa franca, el calor de una mano extendida, la música de una frase amistosa y un corazón grande y palpitante dispuesto para lo que fuera. Ese grandote bueno, era un elegido. Creemos que en alguna soleada tarde de potrero, los traviesos duendes futboleros lo tocaron transmitiéndole los más puros dones del fútbol. Esos duendes decidieron acompañarlo hasta que los comenzó a enloquecer con su magia propia, hasta que se hizo tan grande y tan ídolo que ya no pudieron seguir a su lado. Porque Dios, que ama a los grandotes buenos decidió llevarse con El a Juan Gilberto Funes y convertir, en la fragua del cariño popular, a ese ídolo en un mito para su pueblo. Juan antes de salir a un campo de juego no pensaba si el rival era difícil, si el marcador era fuerte, si la lesión le mordía artera la carne. El siempre estaba dispuesto y salía con una sola premisa: ganar. Muchas veces, claro, le tocó perder, pero le quedaba la tranquilidad de haber puesto el alma en pos del triunfo. Sabía que quien sale a una cancha de fútbol está dispuesto a todas las críticas, las objetivas, las apasionadas y las malintencionadas. Pero, aunque las respetaba, no le preocupaban. Sólo le preocupaba entregar todo en el terreno de juego. Poner su habilidad al servicio del equipo, transpirar la camiseta y no mezquinar el físico, ése que no hizo <<levantando pesas, sino levantando cajas de velocidad de camiones en el taller de su padre>>. Con semejante enseñanza, cómo no emprender el cometido con las mismas ganas y fuerza con que él salía a la cancha. Más haciéndolo desde esa humildad que pregonó de la forma en que es más difícil hacerlo: desde el ejemplo. Esa humildad que se trasunta en una filosofía tan básica y simple como la que enseña la vida misma y que él sintetizara en unas pocas palabras: <<Para mí hay tres cosas que pueden desaparecer: la guita, el fútbol y la fama. Pero hay una que es eterna: la persona, yo quiero que la gente del barrio me siga diciendo: ¿Qué hacés Juan?>>. Quedate tranquilo <<Sapito>>, que en cada potrero en donde haya un <<carasucia>> dándole a una redonda, o allí donde haya un hijo acariciando a su madre, o un hombre a su esposa, o un padre a su hijo, el <<¿Qué hacés Juan?>> resonará, como un eco de amor, por toda la eternidad. CAPITULO I EL NACIMIENTO Una simple historia de amor. La historia de Juan Gilberto Funes comenzó a tejerse en la provincia de Córdoba cuando allá por el año 1954, Martha Baldovino, una muchacha de Coronel Moldes de 16 años, y Pedro Funes, un joven oriundo de Sampacho, de 25, contrajeron enlace tras algunos años de noviazgo. Recién casados, los Funes decidieron dejar la provincia de Córdoba para radicarse en San Luis. Pedro renunciaba a su puesto de mecánico en un taller de automóviles concesionario de la Ford, en Moldes. Martha, casi una niña, dejaba sus tareas de empleada. La decisión no había sido fácil, pero la joven pareja buscaba esperanzada horizontes más prósperos. La felicidad que otorga escuchar en casa el llanto del primer hijo no se hizo esperar para el flamante matrimonio. En efecto, un año después de haber dado en Córdoba el sí ante Dios, nació Julia, luego llegarían Gladys, Juan y Pablo. Por ese entonces la situación económica de la familia era buena ya que luego de la llegada a San Luis desde Moldes, y tras un paso fugaz como mecánico en una concesionaria de automóviles de la capital puntana, Pedro Funes había conseguido ingresar a ENCOTEL en la sección <<Movimientos>>, mientras que Martha se abocaba en forma exclusiva a la atención de la casa y al cuidado de los hijos que iban llegando. Una sonrisa al mundo Pasaron 8 años desde el casamiento de Pedro y Martha, en ese lapso nacieron dos hermosas niñas: Julia y Gladys, <<Chichí>> y <<Gogó>> para la familia, que le dieron una nueva fisonomía al hogar. La vida de los Funes transcurría sin sobresaltos. Don Pedro siempre entregado al trabajo y a su familia. Su esposa a las tareas domésticas y al cuidado de los hijos. Sin embargo don Pedro como Martha y a pesar del profundo amor que tenían por sus dos hijas, soñaban con tener un varón. Ese íntimo deseo albergado en lo más profundo del corazón de los Funes, pronto se convertiría en realidad. Para Martha, la fresca mañana de aquel 8 de marzo de 1963 no fue distinta a las demás. A pesar de su avanzado embarazo se levantó temprano como todos los días. Le cebó unos mates a su esposo, y mientras desde la radio de madera marrón salían los dulzones acordes de un tango, charlaron de sus cosas. Transcurridos ya 8 años de matrimonio, Martha y Pedro seguían tan enamorados como el primer día que se conocieron. Por eso Pedro, cuando terminó el último mate, le dijo <<La más hermosa de las mujeres, sigue haciendo los mates más ricos del mundo >>. <<Mentiroso>>, le dijo Martha. Después de mirarla un buen rato Pedro se levantó despacio para ir al taller, antes de cruzar la puerta le dijo: <<Cuidámelo al nene>>. Ella se acarició la panza, sonrió, y casi en un susurro dijo simplemente: <<Mi hijo>>. <<¿Sabés? -dijo él, también acariciando el vientre de su esposa- me parece que éste va a ser jugador de fútbol.>> <<Que sea un buen hijo y un buen hombre>>, dijo ella.. Ninguno de los dos se equivocaba. Por la tarde, alguien entró agitado al taller mecánico, Martha ya tenía los primeros dolores. Cuando llegó la partera, Petrona Uría, ya estaba todo dispuesto para el parto. En la cocina de la casa, Pedro se restregaba nervioso las manos mientras un diligente y silencioso ir y venir de mujeres le decía que el momento estaba cerca. Después una quietud total ganó la casa. Pedro recorrió con ojos ansiosos la cocina, cada una de las cosas le traía un recuerdo distinto. <<¡Cuánto trabajo en estos 8 años!, cuánto trabajo y cuánta felicidad>>, se dijo, pasando su vista en el retrato que, pegado a la pared, detenía para siempre el instante aquél en que frente a Dios se juraban con Martha amor para toda la vida. Después reparó en el ovillo de lana celeste, en las dos agujas de tejer, y en el parcito de escarpines recién terminados y sintió una inmensa ternura y ansiedad. Mientras, en la habitación la mujer con la frente perlada de sudor luchaba por traer su hijo al mundo. Al cabo de unos minutos, cuando las agujas del viejo reloj despertador verde marcaban las 18:30 Pedro escuchó nítido el llanto. <<Mi hijo>>, dijo levantándose lentamente de la silla de paja, mientras rebasaba la alegría y ternura de su alma en unas lágrimas que le saltaban calientes de sus ojos entrecerrados.