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MARÍA DE ZAYAS, SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ Y ANA CARO:

TRES DISCURSOS CONTESTATARIOS DEL SIGLO XVII

______

A Thesis

Presented to the

Faculty of

San Diego State University

______

In Partial Fulfillment

of the Requirements for the Degree

Master of Arts

in

Spanish

______

by

Xinia M. Sánchez

Fall 2016 h d P iii

Copyright © 2016 by Xinia M. Sánchez All Rights Reserved

iv

ABSTRACT OF THE THESIS

María de Zayas, Sor Juana Inés de la Cruz y Ana Caro: Tres discursos contestatarios del siglo XVII by Xinia M. Sánchez Master of Arts in Spanish San Diego State University, 2016

During the seventeenth century, María de Zayas, Ana Caro and Sor Juana Inés became the three most significant women authors writing in Spain and her colony, New Spain. Their subversive voices prevailed in patriarchal societies where women were oppressed, contained and marginalized in order to fulfill certain gender roles and social expectations. Both in Spain and New Spain early modern gender constructions defined masculinity as the superior, active and strong gender, whereas femininity was the inferior, passive and fragile one. In this thesis, I demonstrate how these three authors represent this binary gender difference as unfounded and incongruous, and therefore, women can invert and break gender roles, thus validating their intellectual capacity, sagacity, courage and self- determination. Chapter 1 provides the theoretical overview of Spanish early modern gender construction, including a discussion of Fray Luis de Leon’s, La perfecta casada. It also sets forth the theoretical argument for the thesis. I argue that these authors’ gender subversion strategy was intended to demystify the binary construction in order to prove to their readers that women possesses their own agency to think, feel and act accordingly to their goals and interests. In the subsequent three chapters, I explore their works: El prevenido engañado by Zayas; Los empeños de una casa by Inés de la Cruz; and Valor, agravio y mujer by Caro by analyzing in their texts how both women and men do not reinforce the gender constructions and how women, in particular, are the ones who defy and overthrow the androcentric culture. I conclude that the relevance to their defiant discourse is to provide solidarity to those women that cannot break the chains of gender roles.

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TABLE OF CONTENTS

PAGE

ABSTRACT ...... iv AGRADECIMIENTOS ...... vi INTRODUCCIÓN ...... 1 CHAPTER 1 MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR: EL PREVENIDO ENGAÑADO ...... 5 2 SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ: LOS EMPEÑOS DE UNA CASA ...... 25 3 ANA CARO MALLÉN DE SOTO: VALOR, AGRAVIO Y MUJER ...... 41 CONCLUSIÓN ...... 57 BIBLIOGRAFÍA ...... 60

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AGRADECIMIENTOS

Durante todo el proceso de mi tesis tuve el gran apoyo incondicional de mi esposo, Jesús, mi mamá y papá, Lupita y Félix y mi hermano, Félix Jr. Estoy infinitamente agradecida por todo su amor, ayuda, compresión y motivación que en todo momento me brindaron. No cabe duda que siempre me han dado esa fuerza para seguir adelante y nunca rendirme con mis sueños. Me motivan día con día a luchar para cumplir todas mis metas con determinación, disciplina y ética. Me siento muy afortunada de compartir con ustedes momentos inolvidables y que sean partícipes de mi desarrollo profesional. Asimismo, quiero expresar un agradecimiento muy especial a mi comité de tesis. Fue para mí un verdadero honor y placer haber trabajado en conjunto con todos mis profesores. En especial, trabajamos arduamente con mis ambas directoras, Dra. Alda Blanco y Dra. Lauren Applegate, quienes durante todo este proceso de escritura me compartieron sus grandes conocimientos y enseñanzas, me otorgaron sus críticas constructivas con mucho detalle y precisión, me impulsaron a analizar mediante otras perspectivas y a mejorar continuamente como escritora. De igual forma agradezco mucho la disposición que siempre me brindaron, Dra. Blanco, Dra. Applegate, Dr. Martin-Flores y Dra. Iglesias-Prieto, para contestar mis preguntas, llevar a cabo discusiones de temas y ser un verdadero apoyo en todo este proceso. Muchísimas gracias por haber hecho de esta experiencia inolvidable.

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INTRODUCCIÓN

La opresión, la desigualdad y la intolerancia que sufrían las mujeres españolas y novohispanas del siglo XVII fue el caldo de cultivo de las escritoras, María de Zayas, Ana Caro y Sor Juana Inés de la Cruz para exponer ante una cultura patriarcal el intelecto, la fuerza y el valor de la mujer. Dichas escritoras criticaron y cuestionaron el excesivo control hacia las mujeres denunciando a través de sus textos el abuso del poder masculino, de la Iglesia, las costumbres que subyugaban el intelecto de la mujer y la restringida libertad de instrucción. En esta tesis, entonces, voy a argumentar dos puntos: en primer lugar que las escritoras establecieron un discurso contestatario en sus textos donde se manifiesta el surgimiento de la agencia de la mujer. Es decir una nueva identidad de lo que significa ser mujer y sus experiencias mismas incluyendo sus deseos, corajes, su forma de pensar y actuar a pesar de estar sujetas a las normas sociales. En segundo lugar voy a argüir que estas escritoras no dudaron en desafiar a un mundo androcéntrico al subvertir el constructo normativo de género e invertían los roles de mujer y hombre en sus textos para demostrar que la diferencia binaria de género al ser irracional e incoherente es ilógica y así desvalorizar y desmitificarla ante la sociedad. Al romper con estas construcciones discursivas, las escritoras buscaban construir un espacio solidario con otras mujeres demostrándoles a sus lectoras que la mujer es razón, astucia, independencia y valentía. No hay que olvidar que a través de sus obras, las escritoras situaron este espacio a favor de la agencia de la mujer dentro de dicho siglo XVII. Por ende, quiero subrayar que a estas escritoras no se les puede valorizar o juzgar con un marco en su totalidad feminista, ya que sería anacrónico siendo que el movimiento de la primera ola se representó hasta el siglo XIX y principios del XX, es por eso que el concepto protofeminista es el que se observará a través de este estudio. Según Teresa Scott Soufas, el protofeminismo se define como: From what can be termed a protofeminist posture they push numerous conventional categories to the limits in their plays but they do not advocate revolutionary change in the modern feminist sense. Rather they critique from

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within by portraying the inadequacy of a social system that operated on the basis of adherence to hierarchical roles and power relationships… (Drama 31). Esta definición de Soufas es parcial, ya que en efecto las escritoras sí denunciaron las categorías de género e hicieron una crítica social hacia la incoherencia del código de honor y la obsesiva preocupación de los hombres por dominar a las mujeres. Además, de acuerdo a Soufas estas escritoras no abogaron por un cambio revolucionario. Sin embargo, las escritoras sí apuraron a que ciertos temas se exteriorizaran como son la sexualidad, la autonomía de la mujer para pensar y actuar, y el derecho de tener acceso una educación formal y al mundo literario. Así pues, Zayas, Caro e Inés de la Cruz eran conscientes de la situación subalterna en la que vivían. De modo que, durante el Siglo de Oro, los textos escritos por la mayoría de hombres reflejan esta subordinación de la mujer. Era un período donde los moralistas denunciaban el discurso y la actividad pública de la mujer. En dicho entorno estas mujeres escribieron y llevaron a cabo textos que, producidos y representados o no, revelaron su familiaridad con las convenciones de escritura y prácticas literarias y artísticas del este siglo. Además, promovieron una resistencia hacia el frecuente mito puesto en escena acerca de la falta de agencia femenina en los dramas del Siglo de Oro (Soufas, Women’s Acts ix). Por esta razón, las autoras se opusieron a las representaciones de la mujer atribuidas por los escritores al alterar la tradición impuesta. Vemos, por lo tanto, como estrategia de contra ataque, que ellas re-escribieron y produjeron mujeres sagaces, inteligentes, racionales y emancipadas en sus textos. Ellas ejercieron su agencia como escritoras, puesto que transgredieron la postura y el entorno patriarcal al revalorizar y concientizar a su sociedad sobre la igualdad, la liberación y el respeto hacia la mujer. Escogí para mi estudio literario dos escritoras de metrópoli ibérica, Zayas y Caro, y una escritora de colonia, Sor Juana Inés de la Cruz porque son las escritoras más significativas de sus respectivos entornos del siglo XVII. A pesar de ser dos mundos distintos, ambos entornos compartían los roles de las mujeres españolas y novohispanas. Es así que las tres escritoras abogaban para romper con el encasillamiento de la mujer en dichos roles de inferioridad. Estos roles se basaban en la ideología del constructo de género, es decir delimitaban a la mujer a categorías binarias donde la mujer era lo femenino, pasivo, irracional, emocional e insensato y lo masculino era activo, racional, lógico y sensato. No

3 obstante, las tres lograron a través de sus obras exponer su discurso contestatario en contra de la cultura androcéntrica que marginaba a la mujer. Por ende, estas escritoras decidieron representar textualmente un mundo donde las mujeres son las que dominan y prevalecen en su entorno social mientras que los personajes masculinos son los pasivos, vulnerables, ilógicos y burlados. Puntualizaré que en mi estudio no utilizaré el vocablo femenino para referirme al discurso de la mujer ya que como lo explica, Alda Blanco, “El adjetivo limita, singulariza, distingue: lo propio de una mujer, característico de ellas. El vocablo de la literatura sufre, pues, una transformación al estar vinculado a un adjetivo que denota la cualidad, la esencia de la mujer: lo femenino” (5). El calificar un discurso o una acción como femenina refuerza la diferencia de género colocando a la mujer en lo pasivo y no en lo activo. Este constructo de género que rechazaban las tres escritoras se remonta desde la Iglesia Católica y la ideología del Concilio de Trento. De acuerdo con Lisa Vollendorf, los humanistas exhortaron la castidad y la devoción, exigiendo que la mujer permaneciera en casa excepto en ocasiones que asistiera a misa. Incluso, las obras teatrales demostraban las consecuencias de la impureza sexual; más de tres docenas de asesinatos de mujeres fueron escritas por dramaturgos (Lives of Women 4). Ambos mundos, el colonial y el metropolitano, eran autoritarios donde los hombres buscaban ejercer un poder que iba más allá de vigilar el comportamiento de una mujer, ya que lo que deseaban los moralistas era intimidar a las mujeres para que no ejercían sus deseos y pensamientos. Por lo tanto, el propósito de dicha ideología era situar a las mujeres en el lugar inferior y a la completa disposición y obediencia del hombre. Vemos, pues, que el humanista Fray Luis de León y el filósofo Juan Luis Vives reforzaron aún más esta opresión hacia la mujer. Por ejemplo, en su obra La perfecta casada, Fray Luis de León argumentaba que la mujer tenía la obligación de mantener la felicidad, la serenidad y el cuidado en su familia, y por lo tanto su prioridad era ver por los demás, ya que para la sociedad patriarcal ella no tenía otro valor que ser “la perfecta casada”. Asimismo, el pedagogo Vives en su texto De institutione feminae Christianae afirmaba que la virginidad y el comportamiento prudente eran dos características representativas de lo que esperaba un hombre de una mujer ideal. Pero para Zayas, Caro e Inés de la Cruz esta desigualdad de género era algo ilógico e insensato sin fundamentos suficientes para acatar. Asimismo, las tres escritoras compartían la misma perspectiva en la cual las mujeres poseen el potencial, la determinación y el coraje para ejercer otros roles e identidades que las que le imponen este

4 constructo. Por ejemplo, una alternativa que ellas fomentan es el solidarizarse al cuestionar sus alrededores y romper con dicho constructo puesto que las mujeres pueden desestabilizar y destituir la cultura patriarcal. En esta tesis examinaré tres obras de dichas autoras cuyo enfoque es la manifestación de la agencia de la mujer a través de esta inversión normativa de género que desvaloriza la voz y la autoridad patriarcal. En el primer capítulo, analizaré la novela El prevenido engañado de Zayas en el cual las mujeres desde el inicio comienzan a subvertir sus roles pasivos al manifestar una mayor capacidad de inteligencia y astucia que la del hombre ya que manipulan, controlan y dominan al protagónico de la obra, Fadrique. Asimismo, ellas expresan libremente sus pensamientos y acciones sin ninguna limitación, como la libertad sexual de la mujer. En el segundo capítulo, examinaré la obra Los empeños de una casa de Sor Juana Inés de la Cruz en el cual dos personajes, doña Ana y doña Leonor, resaltan su voz activa a favor de un trato igualatorio, de respeto y de oportunidades, como es el obtener acceso a una educación formal. Así también, una de las estrategias que incorpora Sor Juana en su obra es el uso del travestismo para resaltar a través de este elemento la objetificación de la mujer por parte de la cultura patriarcal. En el tercer capítulo, exploraré la obra Valor, agravio y mujer de Ana Caro en donde la trama de la obra es dirigida por doña Leonor, quien es la que defiende sus ideales y objetivos a toda costa y enaltece el surgimiento de la autonomía de la mujer. De igual forma como la obra anterior, Caro incorpora el travestismo como elemento subversivo para cuestionar, criticar y romper con el constructo de género.

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CAPÍTULO 1

MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR: EL PREVENIDO ENGAÑADO

Porque las almas ni son hombres ni mujeres: ¿qué razón hay para que ellos sean sabios y presuman que nosotras no podemos serlo? -María de Zayas y Sotomayor, Novelas amorosas y ejemplares

En el Siglo de Oro español, la voz de escritores como Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, entre otros, ejercían un poder y control literario que predominó en este entorno androcéntrico. Sin embargo, la abundante popularidad y prestigio de estos escritores no ensombrecieron ni contuvieron la voz y la fuerza protofeminista de María de Zayas y Sotomayor, quien se convirtió en la escritora más acreditada del siglo XVII (Mujica 126; Vasileski 11) y cuya habilidad literaria la situó al análogo nivel canónico de los escritores de este periodo (A. J. Cruz 61). Por ende, estudiar a Zayas es esencial, puesto que dada su gran tenacidad e ímpetu no se conformó con una escritura dirigida únicamente a lectoras sino a una audiencia en general con el resultado de ofrecerle a la mujer alternativas a su rol impuesto. Asimismo, sus obras reflejaban una respuesta contestataria hacia el constructo normativo recreando un espacio autónomo para la mujer. Es decir, un espacio en el cual los personajes femeninos poseen la capacidad intelectual de razonar y de pensar para así ejercer libremente su propia agencia, ya que son ellas las que se empoderan y toman control de su entorno sin depender de una figura patriarcal. No obstante no hay que olvidar que dado el entorno socioeconómico y político del siglo XVII no se le puede clasificar como feminista, puesto que el término de feminismo no se desarrolló hasta el siglo XIX y XX. En este capítulo se desarrollará a continuación la vida de la escritora, una introducción acerca del término de novela, la recepción de sus obras, la censura y las críticas hacia sus vastas

6 obras y un análisis sobre la presente agencialidad y la función activa de la mujer en un mundo dominado por hombres en su novela El Prevenido Engañado. No existe una vasta información biográfica sobre la vida de Zayas. No obstante, de acuerdo con Bárbara Mujica la investigación biográfica sobre la autora ha confirmado que nació en Madrid en 1590, sin embargo su fecha de fallecimiento es incierta (126). Según Irma Vasileski, Zayas perteneció a una familia noble de linaje, por el cual sus progenitores fueron “doña María de Barasa y don Fernando de Zayas y Sotomayor, caballero noble que alcanzó el hábito de Santiago en 1628” (11). No hay ninguna información que revele que haya contraído matrimonio o, por lo contrario, que haya vivido soltera hasta su muerte. Sin embargo, las investigaciones sí demuestran que su posición privilegiada le permitió acceder al mundo literario y a ejercer su profesión como escritora. Eustaquio Fernández de Navarrete argumenta que el apellido de Zayas la asienta a una alta postura socioeconómica, la cual facilitó su pasión y su acceso a la literatura, puesto que la retribución otorgada por los autores de su tiempo no bastaba para prevalecer en su entorno económico (5). Se necesitaba contar con descendencia familiar, reputación, estabilidad financiera y reconocimiento social para colaborar e integrarse en un espacio creado y ocupado por hombres. Debido a esta desigualdad de género, su formación académica se desconoce con exactitud aunque existen varias especulaciones, puesto que las universidades de esta época eran estrictamente para hombres (Parrilla 30). Por tal motivo, las mujeres de la alta alcurnia estaban sujetas a una educación informal cuyo enfoque era la preparación de una vida doméstica, es decir a labores pasivas las cuales dependían del reconocimiento de la figura masculina. De igual modo actividades como las manualidades y el manejo de un hogar formaban parte de este desarrollo de la mujer (Montesa Peydro 21). Su posición subalterna relegaba y encasillaba a la gran mayoría de las mujeres a responsabilidades cuyo objetivo era la armonía, lo servicial y la obedecía. Sin embargo, su familiaridad con el estilo y tradición literaria demuestran que Zayas fue de las pocas mujeres del siglo XVII inusualmente bien instruidas (Vollendorf, “A Different Kind of Wonder” 234). A pesar de que la vida de la escritora giraba alrededor del entorno patriarcal, no la inmovilizó a que adquiriera su propia competencia y habilidades las cuales lograron obtener su reconocimiento. De esta forma, Zayas hizo uso estratégico de su nivel social en la sociedad española para exaltar su voz auténtica y subversiva, y a su vez perturbadora e inquietante con el fin de expresar las

7 experiencias opresivas de la mujer, sus incertidumbres, su coraje y sus anhelos hacia una visión justa donde existe el respeto y la dignidad para las mujeres. Desde sus inicios como escritora, Zayas dominó el género de la novela cortesana recibiendo grandes influencias de Bocaccio, Bandello, Salernitano, Sercambi, Cervantes, entre otros (Brownlee 8). De acuerdo con don Agustín González de Amezúa y Mayo la novela cortesana: Tiene por escenario y campo de sus proezas… casi exclusivamente a la Corte y ciudades populosas, y esta circunstancia, tan peculiar, es la que me ha movido a denominarla así. El fondo de la intriga es también, invariablemente, con muy raras excepciones, el amor; sus protagonistas, caballeros, hidalgos, gente de visto, en fin, que vegeta en la ociosidad y opulencia de estas metrópolis. A su vez, la privativa condición social de sus personajes impondrá los valores morales que en ella juegan. Las dos ideas dominantes en todo caballero castellano de aquel tiempo, los dos polos en cuyo derredor gira su vida son el Amor y el Honor. (48) Las obras de Zayas ejemplifican este género en especial por su marco en el cual giran las novelas, por ejemplo su novela El prevenido engañado se sitúa en grandes lugares de España como Madrid, Granada y Sevilla. Sus protagonistas pertenecen al círculo de la alta alcurnia, se exhiben demostraciones y juegos amorosos y temas como el honor. Al incorporar dentro sus obras este género de novela cortesana, Zayas le otorga prestigio y credibilidad a sus textos. Primeramente la tradición de Cervantes que estudiaba Zayas se remonta desde 1613 la cual él mismo legitimó como su propio género de novela corta española con la redacción de sus Novelas ejemplares. La novela cervantina no depende de un suceso sino que contiene un marco independiente que incorpora “elementos de otros géneros, como las novelas de aventuras, bizantinas y picarescas” (Olivares 33). Se titula novela ejemplar ya que contiene características de índole didáctico exhibiendo una moraleja al final de la obra. En este caso, Zayas incorporó este género en sus obras para subvertir las normas sociales de género con el fin de demostrarles a los lectores que a la mujer no se le debe de condicionar ni oprimir. Zayas continuó con el estilo literario de ejemplaridad tanto en contenido como en forma pero otorgándole al género un giro distinto. En su primera colección, Zayas substituye el término de novelas por el nombre de maravillas dentro de texto (Llácer-Arrastia 2). Zayas misma explica en su colección Novelas amorosas y ejemplares su comentario por el cual le modificó el título de novela en voz de un personaje femenino, Laura: “con este nombre quiso desempalagar al vulgo del de novelas, título enfadoso, que ya en todas partes le aborrecen”

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(Olivares 168). Zayas las nombra maravillas como una forma estratégica para distinguir sus obras como auténticas entre los escritores españoles afamados como Lope de Vega, Calderón de la Barca, entre otros y establecer una voz a favor de las mujeres. Sin embargo, ella continúa preservando el nombre de novelas como título de su repertorio. Escribió dos colecciones de novelas, la primera titulada Novelas amorosas y ejemplares en 1637 y diez años después, en 1647 redacta, la segunda Desengaños amorosos, ambas publicadas en Zaragoza. Pilar Alcalde expone que junto con las dos compilaciones de novelas además escribió poemas que le concedieron fama y reputación, Estos son: Versos de alabanza a sus contemporáneos, que aparecen en la obra de diversos autores; poemas amorosos y satíricos, algunos incluidos en sus novelas. Además de la poesía y la novela…se ha conservado una comedia suya, Traición en la amistad, sin que existan datos que nos aseguren que escribió más teatro. (33) Por ende, al mismo modo que los escritores de este siglo, Zayas produjo diferentes géneros literarios en los cuales demostró que las mujeres eran capaces de expresarse exitosamente en diversos géneros y temas. Asimismo, que sus éxitos motivaran a sus colegas y próximas escritoras a continuar con su legado. Irene Albers y Uta Felten describen que el contenido de las novelas zayescas “están constituidas sin excepción por historias de amor en las que las mujeres, con resolución, inteligencia y bajo el amparo de las instituciones existentes como el matrimonio y el convento, imponen sus deseos eróticos frente al dominio de los hombres” (12). Los personajes femeninos en Zayas crean un mundo en la ficción autónomo sin ataduras sociopolíticas y sin impedimentos donde pueden plantear un nuevo entorno en el cual la mujer es un ser pensante, segura, ingeniosa e incluso libre para expresar su erotismo. Aunque sus novelas tocaban temas controversiales y atrevidos, sus obras fueron aceptadas socialmente por su escritura elocuente, y como resultado su popularidad acrecentó durante el siglo XVII. Margo Glantz argumenta que las novelas de Zayas “fueron muy populares, se reeditaron varias veces durante los siglos subsiguientes en ocasiones ediciones piratas hurtadas, traducidas en varios idiomas y hasta plagiadas, nada menos que por Scarron y Molière…” (35). Las obras de Zayas eran tan intrigantes y exitosas que hasta autores tan reconocidos las utilizaron para lucrar, es decir al ellos apropiarse de sus textos sin otorgarle el crédito merecido a la escritora. Hegstrom ilustra que sus novelas fueron traducidas y adaptadas en francés, inglés, alemán, holandés, ruso e italiano (Zayas y Sotomayor, La traicón 16). Fue tanto su renombre que la misma autora comenta sobre la recepción de sus

9 obras en su segunda colección de novelas Desengaños Amorosos. Zayas declara “Si unos le desestimaron, ciento le aplaudieron, y todos le buscaron y le buscan, y ha gozado de tres impresiones, dos naturales y una hurtada” (Zayas y Sotomayor, Desengaño amorosos 258). La misma autora elogia sus obras dentro de sus colecciones para atribuirles valor. De igual manera, como comenta Greer, más de veinte ediciones sobre la primera y segunda parte fueron publicadas entre 1637 y 1814 (401). Su popularidad ha sido extensa a través de los años, y por ende se le otorga un gran respeto y reputación a su indudable talento y a sus obras. Su fama y reconocimiento fue además aludido por los grandes escritores durante el siglo XVII por su excepcional manejo de las letras, su conocimiento y habilidad de los estilos literarios, entre otros cumplimientos. Alcalde reafirma que “María de Zayas participó en certámenes literarios, donde va adquiriendo cierta fama y trabajando su amistad con autores del momento” (33). Por lo tanto, el pertenecer al grupo aristocrático le permitió a la autora obtener acceso, a relacionarse y a compartir sus destrezas en el ámbito literario. Es importante notar que el célebre Fénix de los ingenios, Lope de Vega, reconoció el gran talento de Zayas e hizo halago de ella en sus obras. Marina S. Brownlee dice que “a full sixteen years before the appearance of her Novelas, Lope de Vega identifies her in his Laurel de Apolo as ‘la inmortal María de Zayas’ on the basis of her poetry, theater, and impressive performance in the literary salons of Madrid, the tertulias” (7). Para Lope de Vega, Zayas representa distinción, capacidad e incluso permanencia en su entorno literario. Asimismo, Alonso de Castillo Solórzano in La garduña de Sevilla comenta y alaba su escritura dentro de la ficción en voz de uno de los personajes: Y es atrevimiento grande escribir en estos tiempos, cuando veo que tan lúcidos ingenios sacan a luz partos tan admirables cuanto ingeniosos; y no sólo hombres que profesan saber humanidad, pero en estos tiempos luce y campea con felices lauros el ingenio de doña María de Zayas y Sotomayor, que con justo título ha merecido el nombre de Sibila de Madrid, adquirido por sus admirables versos, por su felice ingenio y gran prudencia, habiendo sacado de la estampa un libro de diez novelas que son diez asombros para los que escriben deste género, pues la meditada prosa, el artificio dellas y los versos que interpola, es todo tan admirable, que acobarda las más valientes plumas de nuestra España. (52) Castillo Solórzano al incorporar las palabras “luce” y “campea” reafirma y reconoce la vigorosa competencia literaria de Zayas al comparar y situar su gran talento como escritora al

10 nivel de los prestigiosos escritores de este periodo. Es nuevamente valorizada por su alto nivel intelectual y creación única al incorporar dentro de su antecedente argumento que su gran talento “acobarda las más valientes plumas de nuestra España” que le otorga mayor credibilidad a su nombre y a sus textos. Del mismo modo, la gran escritora Ana Caro de Mallén que discutiré en el tercer capítulo, compartió con ella muchos éxitos honra a Zayas en su soneto que de igual forma aparece en las páginas preliminares de su novela: Crezca la gloria española, insigne doña María, por ti sola, pues podría gloriarse España en ti sola. (Olivares 154) Así como el escritor Castillo Solórzano, Caro reitera la extraordinaria fama y la aceptación de sus obras que Zayas ha recibido por parte del pueblo español al declarar “crezca la gloria española” (Olivares 154). El apoyo que Caro le brinda indisputablemente a Zayas es una forma de mantener su solidaridad con ella, ya que eran escritoras representativas de un grupo de mujeres españolas que escribían y publicaban durante esta época. Aunque su popularidad se fue acentuando a lo largo del siglo XVII y XVIII, sus obras en el siglo XIX recibieron ataques severos por parte de la crítica, y a consecuencia se le fue marginalizado. A lo que Deborah Compte añade que en el siglo XIX sus obras fueron reprobadas porque, “despite their popularity and claim, her works fell into disfavor, if not obscurity, in subsequent centuries largely due to their unconventional and scabrous nature. Vilified as a salacious storyteller given to excessive license in her tales, Zayas was relegated to the very margins of scholarly attention” (236). Sus textos que muestran temas explícitos como la sexualidad y el erotismo de la mujer causaron tanta polémica que fueron censuradas por la Inquisición lo cual refleja una manera de controlar y de limitar aún más los pensamientos y las acciones de las mujeres. De igual manera, Vollendorf determina que los temas que desarrolló Zayas a través de sus novelas como la sexualidad, marginación social, y la violencia causaron que la juzgaran como lasciva, vulgar y no femenina por estos críticos en el siglo XIX (“A Different Kind of Wonder” 232). Durante ese periodo, los críticos calificaron sus obras tan severamente, ya que de forma errónea e irracional pensaban que a través de la lectura las mujeres perderían el control.

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Las críticas tanto constructivas como perniciosas que han recibido los textos de Zayas engloban tres características: la primera su moral o didactismo dentro de sus historias; segundo su naturaleza y valor como obra literaria; y por último si se sitúa dentro del parámetro “feminista” o protofeminista (Greer 40). Al intentar clasificar su obra como feminista, se exhibe por ende un marco anacrónico porque no es objetivo analizar o juzgar sus textos como si fueran feministas. De igual forma, Ludwig Pfandl, filósofo alemán a finales del siglo XIX, argumenta que “¿se puede dar algo más ordinario y grosero, más inestético y repulsivo que una mujer que cuenta historias lascivas, sucias, de inspiración sádica y moralmente corrompidas?” (60). Zayas era castigada por los críticos por exponer temas que según ellos una mujer no debía contemplar. Así pues, las preguntas que sobresalen son: ¿Los hombres son los únicos que pueden y deben escribir sobre estos temas crueles e indecentes? ¿Solo ellos pueden disfrutar del derecho de representar las experiencias de la mujer en la ficción? Sin embargo, existen argumentos que acreditan el protofeminismo de la autora. Por ejemplo Vollendorf escribe que al Zayas incorporar “female homosocialism, homoeroticism, and sexuality suggests that women writers dealt with some topics with a forthrightness and nuance not seen in men’s texts…” (“A Different Kind of Wonder” 234). Al mostrar temas y personajes no leídos durante su época y concederle voz a la mujer que se le había negado por tanta subyugación y misoginia demuestra la audacia e ímpetu de la escritora. Mary Elizabeth Perry expresa que “Maria de Zayas is one writer who observed very clearly the hypocrisy of gender prescriptions that differed so much from the actual lives that she saw in her own world” (30). Por todo ello, en este capítulo exploraré el modo en que Zayas percibió la doble moral y la desigualdad de género que situaba a las mujeres en una posición cada vez inferior al del hombre. Dicho esto, Zayas otorgó una visión distinta y equitativa al del entorno patriarcal proponiendo que las mujeres deberían ser quienes deciden por ellas mismas. Por ende, es en su novela El Prevenido Engañado de su primera colección Novelas amorosas y ejemplares donde se le ofrecen a la mujer alternativas al de su rol impuesto. En esta colección, las ocho novelas comienzan en forma de sarao donde los personajes de la clase aristócrata se reúnen para escuchar y contar historias. El marco de sus novelas es la reunión literaria en casa de Lisis, quien se encuentra en un estado convaleciente y busca a sus cuatro amigas y cinco amigos para animarla. Se puede argüir que la narrativa zayesca recibe

12 influencias muy cercanas de la novela italiana de Boccaccio al incorporar el elemento de reunión social. Aunque el marco contenga la influencia de Boccaccio, Zayas altera su modelo al añadir al marco una trama que es esencial para su propósito didáctico y polémico de su colección (Greer 38). Zayas emulaba a los famosos autores como Boccaccio pero al mismo tiempo otorgaba su propia voz para así demostrar que su habilidad intelectual va más allá que la imitación. Susan Paun de García describe que en Novelas amorosas y ejemplares “Zayas puts her feminine narrators on a par with their masculine counterparts. The women tales received and commented in the frame in the same manner and with the same frequency as the men’s…But in Desengaños, the literary society becomes exclusive. Its participants are women only” (42). A través de sus obras, Zayas acentúa la fuerza de la mujer con grande importancia y valor, presentando un mundo donde se acentúa la subjetividad, los deseos y la pasión de las mismas mujeres. Asimismo, por su tenacidad y constante defensa hacia la mujer se analiza a Zayas en la actualidad con tanto ímpetu y reconocimiento que Albers y Felten afirman que “Excluidas durante mucho tiempo del canon oficial de la literatura española del Siglo de Oro por una crítica que les dio atributo de obscenidad, de amoralidad y de mal gusto, las novelas de María de Zayas se encuentran hoy en día en el centro del debate sobre las prácticas literarias y discursivas del Siglo de Oro” (19). Por medio de una autora como Zayas, podemos nosotros lectores observar en nuestros alrededores qué tanto la sociedad en la actualidad continúa valorando las categorías de género y hasta qué punto la mujer puede ejercer su agencia sin ser criticada o restringida. El Prevenido Engañado, es una novela corta que refleja la vida social de la aristocracia incluyendo sus entornos donde transitan y conversan de manera placentera principalmente en Granada, Sevilla y Madrid, al igual que sus actividades pertenecientes a su nivel socioeconómico. La novela contiene una estructura de índole didáctica y circular, es decir, tiene como propósito enseñarles a los lectores una moraleja, y así cómo comienzan ciertos sucesos en la novela es cómo terminan, ejemplos de conducta y moral, y con una temática que gira alrededor de juegos amorosos. De forma estratégica y sutil, Zayas derroca la ideología y cultura androcéntrica. Subvierte el entorno de control y poder patriarcal ya que la figura masculina no es el eje central, sino que lo es el mundo de mujeres ejerciendo su agencialidad donde ellas siempre triunfan.

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La novela de Zayas invierte las categorías de género con el objetivo de cuestionar el constructo normativo de género y concientizar a los lectores de la capacidad intelectual que posee la mujer. En su artículo “El concepto de género” Jill Conway et al. explican que “la producción de formas culturalmente apropiadas respecto al comportamiento de los hombres y las mujeres es un función central de la autoridad social y está mediada por la compleja interacción de un amplio espectro de instituciones económicas, sociales, políticas y religiosas” (23). Por lo tanto, las categorías de género son construcciones impuestas que establecen elementos binarios lo masculino de lo femenino en el cual se le atribuyen características desiguales. Según estas construcciones, lo masculino es lo activo, fuerte, razón, lógica al contrario de lo femenino que es lo inferior: pasiva, débil, irracional, ilógica. Asimismo, Nieves Blanco expone que el género tradicional se “fundamenta en la primacía de lo masculino sobre lo femenino… y en conjunto de prácticas que, convertidas en hegemónicas, se reproducen a sí mismas y se autojustifican” (11). Estas clasificaciones son aceptadas como estructuras normales en la percepción de una sociedad y se refuerzan con mayor grado en un entorno patriarcal como fue en el siglo XVII. Sin embargo, Zayas propone una visión distinta al del rol subalterno de la mujer, ya que sus obras subrayan que el constructo binario de género es erróneo e inestable. Por lo tanto, la autora aspira a que las mujeres se liberen de su encasillamiento de las características femeninas, y por ende, que sus pensamientos, actitudes y acciones sean valoradas, respetadas y reconocidas. Al comienzo de la novela se presenta al protagonista masculino, Fadrique, un hombre joven de ascendencia noble conocido en toda la ciudad de Granada, heredero de una gran fortuna que sus padres, al morir, le dejan. Es un hombre que posee una perspectiva idealizada de la mujer como un ser estéticamente hermoso, prudente, obediente y gentil. Se enamora profundamente de Serafina, y la percibe como un ángel perfecto “un serafín en belleza” (Zayas y Sotomayor, Novelas 75). No obstante, tiene que competir contra su contrincante y amado de Serafina, Vicente, pero para Fadrique todos son inferiores a él. El narrador, don Alonso, expresa en forma de acotación que, “lástima por cierto bien grande, que llegase un hombre de las cualidades de don Fadrique a querer donde tenga otro tomada la posesión” y prosigue con, “No ignoraba don Fadrique que el amor de Serafina, mas parecíale que con su riqueza vencería mayores inconveniente” (76). El narrador satiriza a Fadrique, ya que el personaje es un hombre con aires de grandeza, narcisista e incrédulo al pensar que por su

14 posición de poder cualquier mujer va a ceder voluntariamente su amor o va a intercambiarse como un objeto mercantil. Es un hombre que busca un trofeo para exhibir en su entorno social y no un ser pensante. De igual manera, otros de sus defectos son sus celosos excesivos, su obsesión y su fetichismo. Por ejemplo, Fadrique se impacienta con Serafina, ya que ella le pide que la espere por un malestar físico que no le permite salir de su hogar. No obstante, al verla salir un día de noche siente grandes celos y decide seguirla a un establo donde se da cuenta que ha sido engañado, puesto que Serafina da luz a una bebé, Gracia, a la cual ella abandona. Fadrique rescata a la niña y la deja en cargo de una parienta. Le pide que en cuanto la niña cumpla los tres años la lleve a un convento donde “se criase sin que llegase a conocer las cosas del mundo” (Novelas 80). Cree Fadrique que puede controlar el destino de las personas y siente cierto derecho de privar a la pequeña Gracia del entorno exterior. Es un hombre que teme que la mujer conozca “las cosas del mundo” puesto que para él estas cosas tienen un significado negativo como las mentiras, los engaños, y la sexualidad, entre otras cosas. Dicho personaje no siente capaz a las mujeres de poseer suficiente criterio e inteligencia para tomar sus propias decisiones correctas. Fadrique asegura que la mujer necesita un guía para conservar la pureza del alma. Por lo tanto, después de este suceso cambia hacia una perspectiva severa e injusta hacia las mujeres. El narrador explica lo que Fadrique aprende de su experiencia con Serafina: Por ella ultrajaba a todas las demás mujeres, no haciendo excepción de ninguna; cosa tan contraria a su entendimiento, pues para una mala hay cientos buenas. Mas en fin, él decía que no había de fiar de ellas, y más de las discretas, porque de muy sabias y entendidas, daban en traviesas y viciosas, y que con sus astucias engañaban a los hombres; pues una mujer no había de saber más de hacer su labor y rezar, gobernar su casa y criar a sus hijos, y lo demás eran bachillerías y sutilizas, que no servían sino de perderse más presto. (81) El narrador cuestiona la actitud de Fadrique, puesto que comienza errada e imparcialmente a juzgar y criticar a las mujeres al nombrarlas “traviesas” y “viciosas” habiendo vivido una sola mala experiencia. Zayas incorpora un juego narrativo ya que el narrador representa la voz favorable a la imagen de la mujer que aún siendo hombre comenta que las acciones de Fadrique son ilógicas y sin sentido. El personaje representa el prototipo masculino dentro de la sociedad falocéntrica del siglo XVII porque la mayoría de las mujeres eran sometidas a roles muy limitados como es el manejo del hogar y la familia. Así, los hombres no querían

15 que las mujeres conocieran más allá que sus responsabilidades domésticas ya que podía ser perjudicial para ellos. Fadrique muestra en su argumento cierto miedo de perder su autoridad dominante ante la mujer puesto que él va en busca de su bienestar y cualquier desequilibrio no es aceptable. Sin embargo, el aprendizaje de su primera experiencia amorosa es efímera ya que al retirase de Granada Fadrique llega a Sevilla donde inmediatamente se deja deslumbrar por una viuda bella y distinguida, Beatriz. Al pedirle matrimonio, Beatriz se niega a causa de que debe por lo menos cuidar la memoria de su marido difunto por tres años. Fadrique le canta un soneto a Beatriz para ganarse su amor. Él le declara: En el balcón del oriente hoy ha salido mi sol, encubriendo con nublados la luz de su perfección. Mueras quemado en mi fuego, ciego lince, niño dios, mas perdona, amor, mi ofensa, que humilde a tus pies estoy. (Novelas 86) Beatriz es para Fadrique un ser intachable y discreto como una imagen inmaculada en tanto que se refiere a ella como “la luz de su perfección.” Así que para él Beatriz es una obra acabada, sin errores ni falsedades. Ella refleja el concepto de la mujer ideal, prudente y pura. De igual forma, Fadrique busca mostrarse honrado al suplicarle “que humilde a tus pies estoy” y modesto a los ojos de Beatriz porque para él la mujer es un reto que se propone ganar. Esa noche, la servidumbre le pide a Beatriz que ahora ella cante un poco. Ella canta: Fue aquesta zagala Monstruo de la villa, de los ojos muerte, de la muerte vida. Fiero basilisco causa de desdidachas, porque con sus desdenes veneno tenía. (88)

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En estos versos, Beatriz sutilmente hace un llamado de atención a Fadrique para no ser percibida como una mujer fácil de manipular, sino una mujer que está en control de sus deseos y acciones. Ella misma se compara con un “monstruo de la villa” demostrando que no es una mujer pasiva sino una mujer audaz que se revela a las construcciones de género al crear y acatar a sus propias reglas. Esa noche, Fadrique persigue a Beatriz la cual, al llegar a un aposento, despierta a su amado, un esclavo negro, y lo levanta para que siga satisfaciendo sus apetitos sexuales. Aterrorizado y pasmado Fadrique observa la situación y no puede creer lo sucedido. Su esclavo, Antón, le implora a Beatriz: ¿Qué me quieres, señora? Déjame ya, por Dios; ¿qué es esto? ¿Qué aun yo acabando la vida, me persigues? ¿No basta que tu viciosa condición me tiene como estoy, sino que quieres cuando estoy ya en el fin mi vida acuda a cumplir tus viciosos apetitos? Cásate, señora, cásate y déjame ya a mí que ni te quiero ver, ni comer lo que me das. (Novelas 91) Beatriz es una mujer impulsiva y al mismo tiempo subversiva quien es regañada por su “viciosa condición”, puesto que las mujeres no podían mostrar ante la sociedad su sexualidad o erotismo. Ambos eran percibidos y catalogados como actitudes y comportamientos pecaminosos. Por otra parte, Beatriz siente todo el derecho de utilizar a Antón puesto que al ser esclavo pierde cualquier libertad y se convierte en un ser totalmente vulnerable. De acuerdo con Baltasar Fra Molinero “los negros, por razón de ser en su inmensa mayoría esclavos, no poseían poder social o económico digno de causar miedo o preocupación….La risa y el tono humorístico fueron las respuestas literarias a la esclavitud de los negros, que eran representados como seres graciosos e inocentes” (3). Antón es ridiculizado como un objeto sexual que no tiene derecho de reclamar su suerte. Beatriz abusa de su poder socioeconómico para controlar y obligar a su esclavo negro a satisfacer sus apetitos sexuales. Por ende, Beatriz toma el control de su entorno al dominar a los hombres como, por ejemplo, satisfacer sus deseos corporales y decidir si quería entablar una relación o no con Fadrique. Beatriz no está dispuesta a deslumbrarse por el linaje y presencia de Fadrique sino que ella persigue sus propios intereses y determina el rumbo de su vida. Así, no accede a la propuesta temprana de Fadrique y le pide que respete sus tres años de luto. A diferencia de Fadrique que es un voyeur y personaje sin determinación que en vez de tomar acción al momento de ver a su amada con otro hombre, no le reclama sino que se queda atónito observando a los dos personajes. Aunque abomina lo que percibe, siente cierta curiosidad y atracción por el

17 mismo morbo que este suceso erótico le provoca. Sus actitudes son pasivas a la vez que ingenuas. Es un personaje que a pesar de lo que argumenta sobre las mujeres vuelve a caer en la misma tentación de encontrar a la pareja ideal. Aunque siempre va prevenido, le vuelve a ocurrir lo mismo. Así pues, como podemos observar Fadrique es un tonto. Fadrique termina su ilusión amorosa a la vez que obsesiva con una carta a Beatriz en la cual expresa su desilusión al haber conocido a una mujer mentirosa y añade “no avives esas llamas que no aciertas, que a tu pesar ya he visto desengaños” (Novelas 80). Por tanto decide cambiar de rumbo hacia Madrid. En esta ciudad llega a la casa de su primo don Juan donde le platica sobre dos mujeres de la alta alcurnia, Ana y Violante, quienes son sofisticadas, inteligentes, educadas y talentosas. Don Juan le cuenta a Fadrique que no puede casarse con su prometida aún porque es demasiado joven, y por tanto tiene que esperar. No obstante, él le expresa a Fadrique su gran gusto y deseo por Doña Ana, quien está casada. Don Juan dice “por ella y doña Violante, su prima, son las sibilas de España, entrambas bellas, discretas, música y poetas. En fin, en las dos se halla lo que en razón de belleza y discreción está repartido en todas las mujeres” (95). Ana y Violante son la imagen de la mujer transgresora que desafía las normas impuestas, ya que no quieren ser solo reconocidas y sobresalir por su apariencia física, sino por la contribución intelectual que pueden ofrecer a su entorno social. Mientras que Fadrique se opone rotundamente a las ingeniosas “Por Dios, primo -replicó Fadrique- que temo a las mujeres que son tan sabias más que a la muerte, que quisiera hallar una que ignorara las cosas del mundo, al paso que está las comprende, si la hallara, vive Dios que había de emplear en servirla y amarla” (99). El miedo de Fadrique consiste en perder el mando en una relación porque al perderlo piensa que no va a ser respetado y será deshonrado. Es una mentalidad misógina ya que juzga y discrimina a las mujeres por sus conocimientos y su audacia a la vez que solo desea una que es fácil de manipular. No obstante, don Juan no comparte la misma opinión en cuanto a las mujeres: “¿Lo decís de veras? porque no sé qué hombre apetece una mujer necia, no sólo para aficionarse, mas para comunicarla un cuarto de hora, pues dicen los sabios que en el mundo son más celebrados, que el entendimiento es manjar del alma” (99). Don Juan aboga por un trato de igualdad hacia la mujer para que obtenga una educación formal que la ayude a desenvolverse mejor y exprese así sus experiencias, sus opiniones y sus anhelos.

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Violante es un personaje femenino que juega y se afrenta a las construcciones sociales de género impuestas por el grupo dominante, es decir los hombres. Al conocer a Fadrique éste le agrada pero no está dispuesta a ceder “porque verdaderamente aborrecía el casarse, temerosa de perder la libertad que entonces gozaba” (Novelas 103). Para ella, el matrimonio no era una opción sino una imposición que le cortaría sus alas para seguir aprendiendo y disfrutando de la vida. Es, por tanto, un símbolo protofeminista que rechaza lo que su religión y la cultura le ha impuesto desde el nacimiento y busca lo que a ella realmente la complace. Además de ser inteligentes son mujeres astutas que se divierten burlándose de los hombres. Ana y Violante le organizan una burla a Fadrique al pedirle que se haga pasar por el esposo de Ana para que ella y don Juan puedan pasar una noche juntos. El narrador explica: Dejémosla y vamos a don Fadrique, que así como se vio acostado al lado de un hombre, cuyo honor estaba ofendiendo él con suplir la falta de su esposa, y su primo gozándola; considerando lo que podía suceder, estaba tan temeroso y desvelado que diera cuanto le pidieran por no haberse puesto en tal estado… (106-107). Fadrique inocentemente ayuda a su primo para que en cierta forma reciba una recompensa de Violante. No obstante en la mañana se da cuenta que en realidad Fadrique durmió con Violante y no con el esposo. Fadrique en este instante es ridiculizado y completamente burlado por las primas. Se exhibe como un personaje que si al principio de la novela se percibía como fuerte, dominante y seguro de sí mismo ahora se invierten estos papeles porque es un hombre vulnerable y perplejo. Por otro lado, las mujeres son las que están manejando el entorno social adquiriendo mayor fuerza, control y poder sobre él. El narrador describe que después de lo sucedido: Mas como el granadino se cobrase de su turbación, dándoles lugar doña Ana, cogió el fruto que había sembrado, gozando con su dama muy regalada vida, no sólo estando ausente el marido de doña Ana, sino después de venido, que por medio de una criada entraba a verse con ella, harta envidia de don Juan, que no podía gozar de doña Ana, le pesaba las dichas de su primo. (Novelas 108) Se satiriza a Fadrique es satirizado por su actitud pasiva y porque no tiene ningún tipo de dignidad en tanto que se deja llevar por sus apetitos carnales a pesar de la vergüenza que experimentó. Por esta razón, Zayas le otorga el poder de la voz y fuerza a las mujeres siendo ellas las que son capaces, tanto o más que a un hombre, de actuar inteligente, lógica y

19 prudentemente dependiendo de la circunstancia en que se encuentren. A pesar de que Violante manifiesta libremente su sexualidad con Fadrique, ella sabe hasta qué punto continuar o detener esta relación fugaz. Después de utilizar a Fadrique, Violante decide rechazarlo: “Al cabo de este tiempo, cuando con más descuido estaba don Fadrique de tal suceso, empezó Violante a aflojar en su amor, tanto, que excusaba lo más que podía el verle; y él celoso, dando la culpa a nuevo empleo…” (108). Violante ejerce su libertad sexual sin el remordimiento de ser considerada vulgar o pecadora por los preceptos sociales de su siglo. Al contrario, ella se empodera por medio de su agencia que ella misma posee al apropiarse de su mente y de su cuerpo, como por ejemplo el no sentir la obligación de casarse con él. Ella decide escribir el rumbo de su vida y que no sea un hombre quien le redacte su destino. Llenó de confusión y cólera, Fadrique vuelve a buscar a Violante donde “halló a la dama ya acostada y al mozo que está descalzando para hacer lo mismo los dos…” (109). La novela resalta nuevamente el elemento de subyugación del hombre puesto que cuando Fadrique va en busca de Violante, ella comienza una nueva relación sexual con otro hombre y simplemente lo reemplaza. Fadrique no es percibido con empatía como una víctima de las mujeres sino que es una figura satirizada como un ser ridículo, incrédulo, machista y excesivamente celoso. Es un hombre que no tolera que las mujeres sean independientes ni que no se sientan obligadas a estar con un solo hombre. Después de las diferentes experiencias con algunas mujeres, Fadrique conoce a la voz de la razón quien es representada por el personaje de la duquesa. Es una mujer acaudalada, cortesana, perspicaz, y con un grado más elevado de sutileza que las primas. Habiendo pasado dieciséis años desde su vuelta a su tierra natal Granada, en el transcurso de su viaje es llamado por la duquesa quien lo invita a cenar y conversar. Fadrique le cuenta toda su osadía con las mujeres: “Yo os prometo, señora, que por lo que he visto y a mí me ha sucedido, vengo tan escarmentado de las astucias de las mujeres discretas, que de mejor gana me dejaré vencer de una mujer necia, aunque se fea…” (Novelas 112). Fadrique sigue sosteniendo su argumento de encontrar a una mujer ingenua para poder restaurar el poder que perdió desde hace mucho con las mujeres. Busca invertir de nuevo los roles de género a su favor. No obstante, la duquesa se opone a su percepción y le declara: ¿Y cómo? ¿sabría ser honrada la que no sabe en qué consiste el serlo? ¿No advertís que el necio peca y no sabe en qué; siendo discreta, sabrá guardarse de

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las ocasiones? Mala opinión es la vuestra, que a toda ley una mujer bien entendida es gusto para no olvidarse jamás, y alguna vez os acordaréis de mí. (112) La duquesa es una mujer madura que comparte su conocimiento con Fadrique, advirtiéndole que al no respetar, tolerar y asignarle falsas representaciones a la mujer le puede traer consecuencias. Zayas utiliza el elemento de la prefiguración, puesto que al criticar y discriminar severamente a las mujeres sin ninguna razón congruente va a caer en su mismo error. Al momento que el duque llega a casa, la duquesa opta por darle una lección a Fadrique. En esta lección, la duquesa le pide a su marido, si bien como una apuesta, a que nombre todos los objetos de hierro que tiene en su casa. El duque empieza a nombrar varios objetos pero se le olvida mencionar la llave para abrir el armario donde Fadrique está oculto. La duquesa le cuenta al duque: Ahora, señor, mientras se os acuerda si hay más que decir, os he de contar un cuento, el más donoso que habréis oído en vuestra vida. Estando hoy en esa ventana, pasó un caballero forastero, el más galán que mis ojos vieron, el cual iba tan aprisa, que me dio deseo de hablarle y saber la causa; llaméle y venido le pregunté quién era, díjome que era granadino, y que salió de su tierra por un suceso, que es éste; y contóle cuanto don Fadrique le había dicho, y lo que había pasado en las tierras que había estado; feneciendo la plática con decirme que se iba a casar a su tierra y si hallase una mujer boba, porque venía escarmentado de las discretas. Yo, después de haberle persuadido a dejar tal propósito, y él dándome bastantes causas para disculpar su opinión, pardiez, señor, que comió conmigo y durmió la siesta, y como entraron a decir que veníades, le metí en ese cajón, en que se ponen las aguas destiladas. (114) Además, de ser una mujer inteligente, la duquesa posee un nivel sobresaliente de confianza y seguridad en sí misma, puesto que le platica con detalle a su marido lo sucedido sin ningún temor de ser castigada. En primer lugar, la duquesa fue la ue tomó la decisión de hablarle a Fadrique “llaméle” con la intención de acompañarse mutuamente y le añade a su marido que “comió conmigo y durmió la siesta” y que “le metí en ese cajón.” Al meter a Fadrique en un cajón se refiere a que la duquesa misma lo encasilla para que él se dé cuenta que a ninguna mujer se le debe de encerrar ni restringir. Después de que la duquesa le revela a su marido su amorío con Fadrique, el duque le cree por un momento y le pide rápidamente la llave a la servidumbre donde ella responde, “Paso, señor, paso que esas son las que se os olvidaron decir que se hacen del hierro, que lo demás fuera ignorancia vuestra creer que había de haber hombre que tales sucesos le hubiesen pasado, ni mujer que tal dijese a su marido” (114). La duquesa representa la emancipación de la mujer puesto que desafía el orden, la disciplina y

21 las reglas sociales. Como se representó en el ejemplo anterior, la duquesa no dudó en contarle a su marido de forma sarcástica su propia decisión de serle infiel. Es una mujer que se excita al jugar con los hombres; su marido y Fadrique son parte de su entretenimiento. Son satirizados por la duquesa como seres fáciles de manipular y dominar. Además, su autonomía sobresale para expresar sin ningún decoro o tabú sus opiniones y decisiones. Al momento de despedir a don Fadrique, el narrador explica que “…sacando a don Fadrique de su encerramiento, que estaba temblando la temeraria locura de la duquesa, le dio los cien escudos ganados y otros cien suyos y un cadena con un retrato suyo, y, abrazándole y pidiéndole la escribiese le mandó sacar por una puerta falsa, y cuando don Fadrique se vio en la calle no acababa de hacerse cruces de aquel suceso” (115). La duquesa continua invirtiendo los roles de género al ser ella la que le paga a Fadrique por sus servicios como acompañante y sexuales insultando tanto su dignidad y su orgullo de hombre. Fadrique ya no es el mismo hombre fuerte, con determinación y seguridad, sino que es otra vez un ser vulnerable y desamparado en la intemperie. Es decir, los roles de género se intercambian siendo él quien demuestra atributos que se asocian con la feminidad como en este caso que es pasivo e inactivo. No obstante, es importante aclarar que Zayas no busca que los lectores sientan alguna lástima por este personaje ya que es Fadrique el intransigente, injusto y el narcisista, que solo busca su satisfacción y estabilidad propia. Por ende, la autora satiriza a Fadrique, ya que él ha sido el causante de sus acontecimientos al obsesionarse para encontrar la mujer perfecta sumisa e ingenua sin voz ni voluntad. Por tal motivo, todos estos sucesos le ocurrieron por no permitir que la mujer fuera libre de escoger el rumbo de su vida. A pesar de lo dialogado con la duquesa, Fadrique sigue horrorizado e insiste en buscar una mujer inexperta: “…yo me libraré de esto si puedo, o no casándome o buscando a una mujer tan inocente que no sepa amar ni aborrecer” (Novelas 115). Persiste en su idea de encontrar una mujer que no tenga voluntad propia, un ser sin capacidades y sentimientos humanos, sin espíritu reducida a un objeto que no pueda demostrar más allá que su imagen estética. Encuentra esta imagen idealizada en la hija de Serafina, Gracia: “Halló la imagen de un ángel, tanta era su hermosura, y al paso de ella su inocencia y simplicidad, tanto que parecía figura hermosa, mas sin alma” (116). Fadrique no tiene duda que Gracia es la mujer que tanto había esperado puesto que con su ingenuidad puede él sencillamente moldearla a su manera. De nuevo, Fadrique refuerza la idea de que no es útil que la mujer adquiera una

22 educación o sea participe del entorno social, ya que su función se encuentra en su exterior, en su apariencia física ignorando su esencia de individuo propio. Cuando se casa con Gracia, lo primero que hace es engañarla para poder así reprimir todos sus deseos. Le pregunta a Gracia: “¿Sabéis la vida de los casados?” a lo que ella responde, “Yo señor, no la sé; decídmela vos, que yo la aprenderé como el Ave María” (118). Con esta respuesta don Fadrique “muy contento de su simplicidad, sacó luego unas armas doradas, y poniéndoselas sobra el jubón, como era peto y espaldar, gola y brazaletes, sin olvidarse de las manoplas, le dio una lanza y le dijo que la vida de los casados era, que mientras él dormía, le había ella de velar paseándose por aquella sala” (118). Para Fadrique, acostarse con su mujer significa un peligro, puesto que ella perderá su pureza e inocencia que para él es lo más valioso de una mujer. Por tal motivo, Fadrique resguarda a Gracia en su hogar, ya que busca protegerla y alejarla de los pecados e incluso hasta de sí misma, ya que piensa que por su condición femenina no podrá resistir a cometer una falta de moralidad como una infidelidad. No obstante, la ingenuidad de Gracia se representa como una característica que deben evitar las mujeres puesto que les perjudica el no poseer conocimiento del mundo. Cuando Fadrique determina hacer un viaje de negocios a Madrid, Gracia conoce a don Álvaro por una celestina. Así durante una noche, don Álvaro entra a la alcoba de Gracia donde al verla en su armadura él le expone: ¿Qué vida de casados, señora? mirad que estáis engañada, que la vida de los casado no es ésta.” A lo que Gracia responde, “Pues, señor, ésta es la que me enseñó mi marido; mas si vos sabéis otra más fácil, me holgaré saberla, que está que hago es muy cansada”… El narrador añade, “Oyendo el desenvuelto mozo esta simpleza, la desnudó él mismo, y acostándose con ella, gozó lo que el necio marido había dilatado por hacer probanza de la inocencia de la mujer. (Novelas 121) Gracia no conocía cuáles eran sus deseos a causa de la actitud androcéntrica de Fadrique que desde que nació le negó lo que ella por derecho debía conocer y decidir por ella misma, ya que es dueña de su mente y cuerpo. No obstante, Gracia descubre su sexualidad que le ha sido reprimida por un hombre y se presenta como un proceso natural, necesario e inevitable. El narrador expresa, Por ende, al regreso de Fadrique, Gracia cambia radicalmente hacia una actitud decisiva y demandante, le exige, “¿Pues cómo no hacéis la vida de los casados?” “Andad, señor ¿qué vida de casados, ni qué nada?, harto mejor me iba a mí con el otro marido, que me acostaba con él y me regalaba más que vos?... (121)

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El experimentar su sexualidad le otorga fuerza y resistencia contra su marido Fadrique puesto que ella se niega rotundamente a seguir con “la vida de casados”. Es en este momento que Gracia se empodera de su entorno y Fadrique pierde toda su autoridad frente a ella. Ella no le pide sino que le reclama que cumpla con sus obligaciones como su marido. Se demuestra por medio del cambio de acciones de Gracia su subversión del género, puesto que ya no es la mujer sumisa, obediente e inocente que podía ser fácilmente manipulada y engañada, sino que ahora representa la libertad, autonomía y el dominio de su vida. Es una mujer ejerciendo su total agencia, que estaba oprimida y oculta por tanto tiempo, ya que no acata con las órdenes de la voz dominante sino que cuestiona y critica las normas sociales que le prohíben ser ella misma. Por otra parte, Fadrique siendo un hombre con reputación y autoridad, es devastado al perder su honor como hombre, puesto que lo que él tanto temía le sucedió. Asimismo, después de tantos tropiezos Fadrique entiende el consejo de la duquesa a lo que el narrador comenta: Y viendo don Fadrique esto, y que pensando librarse había buscado una ignorante, la cual, no sólo le había agraviado, mas que también se lo decía, tuvo su opinión por mala, y se acordó de lo que había dicho la duquesa. Y todo el tiempo que después vivió alababa las discretas que son virtuosas, porque no hay comparación ni estimación para ellas; y si no lo son, hacen sus cosas con recato y prudencia. (122) Fadrique además hace un cambio de conciencia, ya que admite que es su culpa el poner a prueba a Gracia y su perspectiva hacia las mujeres discretas, y entiende que una mujer inexperta al mundo exterior lo deshonrará por el hecho de que no tiene el conocimiento suficiente para discernir entre algo bueno y malo. Al contrario una mujer instruida puede desenvolverse en su sociedad sin ningún problema; su inteligencia y astucia debe ser valorada. Asimismo, el narrador, defensor de las mujeres, concluye la novela con esta moraleja: Y yo le tengo de haber dado fin a esta maravilla para que se avisen los ignorantes que condenan la discreción de las mujeres. Que donde falta entendimiento, no puede sobrar la virtud; y también que la que ha de ser mala no importa que sea necia, ni la buena discreta, pues siéndolo sabrá guardarse. Y adviertan los que prueban a las mujeres al peligro que se ponen. (340) El desenlace expone una crítica hacia la actitud irracional de la sociedad androcéntrica ya que las mujeres han sido juzgadas por los hombres como seres incapaces de pensar y actuar. Así pues, ellos prefieren que una mujer no adquiera conocimientos del mundo para poder

24 manejarla como un títere. Sin embargo, el narrador manifiesta esta moraleja para argüir todo lo contrario puesto que aboga por la educación de las mujeres y añade que no deben encasillarlas a un rol pasivo. Si bien la novela cuestiona todos estos parámetros de discriminación y desigualdad impuestas por las normas sociales. Claramente Zayas está a favor de la instrucción, el crecimiento intelectual y la libertad sexual de la mujer. La capacidad que poseen las mujeres no perjudica al hombre sino al contrario al adquirir su conocimiento van a beneficiarse tanto ellos por su contribución. Por lo tanto, Zayas expresa su disconformidad hacia la cultura patriarcal ya que quiere dialogar y convencer a los hombres con lógica y ejemplos de la ventaja de una mujer instruida para su entorno social. La autora busca persuadir a los hombres del error que pueden cometer al prohibirles a las mujeres tener acceso al mundo de la educación. Así, Zayas aboga por el derecho de la mujer a la educación para que sea valorada, reconocida y pueda desenvolver su libertad propia. Las mujeres enérgicas, intensas e independientes en su ficción proyectan el surgimiento de la agencialidad de la mujer.

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CAPÍTULO 2

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ: LOS EMPEÑOS DE UNA CASA

Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar, sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos -Sor Juana Inés de la Cruz, La Respuesta

En la cultura novohispana del siglo XVII sobresalían escritores e intelectuales como Carlos de Sigüenza y Góngora, Jerónimo de Becerra, Antonio Medina Solís, Alfonso Ramírez de Vargas, entre otros (Ureña and Rama 173). A pesar del domino de este entorno patriarcal, emergió la inigualable audacia protofeminista de la “Décima musa”, Sor Juana Inés de la Cruz, cuyas obras la convirtieron en la digna representante de la literatura barroca mexicana. Su inteligencia, astucia y valentía han sido elementos de admiración, ya que cuestionó y criticó las opresiones, las hipocresías, y las desigualdades hacia las mujeres por parte de la ideología androcéntrica de la Nueva España. Por tal motivo, Sor Juana sostuvo una constante fortaleza con el objetivo de que por primera vez las mujeres novohispanas escaparan de su objetificación y sometimiento. A través de sus obras contestatarias, la autora defiende que la mujer sea libre de ejercer su agencia al ser ella la poseedora de sus propias decisiones y acciones. Es más, Sor Juana se enfrentó al entorno sociopolítico misógino esta época con el propósito de que las mujeres no fueran encasilladas en roles impuestos por el hombre; al contrario se les debería permitir el derecho de tener la palabra, de construir su visibilidad y de afirmar su autonomía como sujeto propio. Por lo tanto, la vida de Sor Juana ejemplifica las ideas por las que ella lucha. Los antecedentes de Sor Juana reflejan una vida de retos con alternados de obstáculos, enterezas, tenacidades y reprimendas. Desde sus primeros años, Sor Juana manifestó su enorme deseo por su educación rompiendo así con el prescriptivo

26 comportamiento femenino establecido por la Contrarreforma. Al vivir con sus abuelos maternos se dedicó a leer vorazmente los libros de la biblioteca de su abuelo. Pamela Kirk expone que después de vivir en la hacienda de su abuelo materno decide seguir con sus estudios por lo cual llega a la ciudad de México con un alto nivel de competencia intelectual e ilusiones de aprender y atrae la atención de los virrereyes ya que, expresa “her lively intellect, beauty, and vivacious personality attracted the attention of court circles. The vicerine, Leonor Carreto, marquise of Mancera, brought her into the court as her lady in waiting…” (15). Durante esta temprana etapa de su vida, Sor Juana le demostró a la corte que a la mujer no se le debe admirar solo por su apariencia física sino por sus aspiraciones, determinación, aptitudes y brío. Así, Sor Juana representó para los hombres una figura anti- convencional de la mujer novohispana, puesto que ella misma subvierte el sistema binario de género convirtiéndose en una mujer fuerte, lógica, participativa, inteligente y activa. Según Emilie Bergmann, The court of the viceroys of Mexico bestowed upon her at the age of thirteen a double-edged social role as a prodigy, which meant that while she was respected for her intellectual accomplishments, she was also marginalized as a freakish phenomenon and kept on display as another treasure in the viceroys’ collection. (152) En su estancia con los virreyes durante sus años de adolescencia entre 1664 a 1667 (Puccini 17) Sor Juana sufrió uno de sus grandes obstáculos al no ser comprendida y aceptada como un ser poseedor de un gran nivel intelectual. Era percibida como una rareza, ya que en base al constructo binario una mujer no podía ser más aguda que un hombre. Por tal razón fue percibida tan severamente por el sistema patriarcal porque demostró que las mujeres tienen ese potencial innato para razonar y discernir. Aunque Sor Juana experimentó esta opresión por parte de la cultura androcéntrica, la escritora no desistió de su insaciable anhelo de continuar sus estudios y acrecentar sus conocimientos. Decidió ingresar primero al convento de las Carmelitas Descalzas de San José en 1667 y consecuentemente ingresó al convento de San Jerónimo en 1669 en donde recibió sus votos y permaneció hasta su muerte (Pasto 2). Fue en este espacio donde encontró una alternativa para seguir alimentando su hambre por cultivarse y manifestar su voz como mujer por medio de la escritura. Octavio Paz explica que el hombre que más alentó y la motivó a que tomará su decisión de ingresar al convento fue el padre Antonio Núñez de

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Miranda que junto al rechazo total de Sor Juana de cumplir con la tradición del matrimonio optó por esta profesión. Según este autor, La elección de Juana Inés no fue el resultado de una crisis espiritual ni de un desengaño sentimental. Fue una decisión sensata, consecuente con la moral de la época y con los usos y convicciones de su clase. El convento no era escala hacia Dios sino un refugio de una mujer que estaba sola en el mundo. (157) De manera estratégica Sor Juana decide optar por una vida consagrada a Dios ya que no tenía más alternativas que contraer matrimonio o seguir el camino religioso. Ella misma expresa en su auto descriptiva prosa Respuesta a Sor Filotea (1691): Entréme religosa, porque aunque conocía que tenía el estado cosas (de las accesorias hablo, no de las formales), muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi salvación; a cuyo primer respeto (como al fin más importante) cedieron y sujetaron la cerviz todas las impertinencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola; de no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros. (The Answer/La repuesta 50) De manera muy contundente, Sor Juana fue muy firme al no querer contraer matrimonio ya que como mujer casada tendría que someterse a la autoridad de un hombre el cual le impondría tareas pertinentes a la de un hogar y que de tal forma la imposibilitaría persistir con su más grande pasión. Es decir, tener acceso a la educación, al mundo literario. Por tal motivo, a Sor Juana le pareció la vida en un convento la más adecuada puesto que la institución le podría ofrecer oportunidades educacionales. Asunción Lavrin describe que la vida en el convento refleja un retiro aislado mas no del mundo exterior ya que las religiosas podían crear lazos con su comunidad a través de los patrocinios que les ayudaban económicamente a sostener los conventos, las relaciones sociales con otras religiosas y con sus superiores eclesiásticos y el papel de una instrucción formal durante este periodo colonial: Nuns were expected to read and write well, to keep accounts, and to know some Latin for their prayers. Many excelled in their learning and mastered these skills beyond the expectations of the period. Nuns also served as teachers of young female pupils who were placed in convents to be educated until they were of age. (“Female Religious” 185) No obstante, no hay que olvidar que solo ciertas religiosas contaban con este privilegio, y por lo tanto, Sor Juana, al formar parte de este grupo de mujeres letradas, pudo manifestar su

28 eminente conocimiento, sus ideales, críticas y perspectivas en contra de un sistema patriarcal que por lo general una novohispana no hubiera podido cruzar. Sin embargo, Lavrin revela que el padre Antonio Núñez, como Jesuita de esa época, reafirmaba la actitud de la iglesia hacia las mujeres letradas, For a Jesuit of that century, the combination of so many felicitous virtues in a woman was not a mistake of nature but a challenge to the church. Such perfection should be devoted to God rather waste in secular life. Life as a professed nun was the most perfect state. The consecrated virgins were God’s most beloved objects. Sor Juana could only do harm to the world from within it because her assets would allow her to dominate many men. (“Unlike Sor Juana” 67) En un entorno autoritario y dictaminado por hombres, Sor Juana significaba para su sociedad una amenaza y un desafío, ya que al no ser ella una mujer convencional, es decir sumisa, pasiva e irracional representaba un riesgo de rebeldía e inmoralidad. El padre Núñez no solo buscaba persuadir a Sor Juana a consagrar su vida a Dios sino que su objetivo, era en realidad, controlar dentro de un espacio religioso el carácter enérgico de la autora. Así, el padre pensaba que al momento que Sor Juana ingresara al convento se le podía guiar al “camino correcto” y dejar su interés en las letras, puesto que se creía que una mujer no constaba con la capacidad y potencial suficiente para participar en el mundo del conocimiento. Asimismo, al ser autodidacta y demostrar sus extensos conocimientos reveló un mayor peligro para los hombres ya que poseía la capacidad de percibir y cuestionar el mundo desde otra perspectiva, es decir, desde sus experiencias mismas como subalterna. Su estancia en el convento refleja una vida de suma productividad, crecimiento intelectual y solidaridad hacia las mujeres. Fue durante este período de su vida que Sor Juana produjo un extenso repertorio de géneros cuyas obras manifiestan diversos temas como son la inconformidad e injusticia de un mundo oprimido por hombres, la brevedad de la vida, el amor no correspondido, y la exaltación del saber, entre otros. Durante la producción de sus obras, Sor Juana mantuvo el apoyo y la protección de las virreinas. Rosemary Radford Ruether explica: “The virreinas made her work known in Mexico and also in Spain where they were sent for publication. This was a key to the survival of Sor Juana’s writing, since by this patronage her work evaded the censorship of the Church and preserved her legacy for the future” (xi). El mecenazgo que recibió Sor Juana le permitió escribir con mayor independencia y franqueza, puesto que tenía la oportunidad de manifestar

29 y presentar a nivel público su voz intrépida en defensa de la autonomía, el respeto y las oportunidades para la mujer. Sin embargo, el apoyo de las virreinas evadió por un momento, mas no en su totalidad, la censura de la Iglesia, ya que sus cuestionamientos y desafiantes críticas no evitaron que le causaran mayores dilemas con esta institución marcando la terminación literaria de la autora. Gloria Bautista Gutiérrez explica que Sor Juana escribió la Carta atenagórica (1690), a petición del obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, donde critica el prestigioso sermón del jesuita luso-brasileño Antonio de Vieira. Por dicha carta recibe una amonestación escrita por parte del obispo de Puebla bajo el seudónimo de Sor Filotea donde revela que el obispo “acusaba a la monja de insubordinación a la autoridad eclesiástica y le reprochaba su frivolidad religiosa” (33). Al no acatarse a las órdenes del obispo de Puebla y al objetar las ideas de su superior, Sor Juana es severamente criticada como un ser indisciplinado y deshonesto, puesto que la Iglesia no toleraba comportamientos transgresores que fueran para otras mujeres un ejemplo de falta de moralidad. No obstante, esta recriminación por parte del obispo de Puebla no detuvo la osadía de Sor Juana puesto que escribió una de sus obras más representativas en defensa a favor de la mujer. Su creación Respuesta a Sor Filotea (1691) por un lado ataca y cuestiona el comportamiento misógino, intolerante y egoísta del hombre, y por el otro, aboga por las mujeres al enaltecer su potencial intelectual y de razonamiento, su derecho de poseer una educación formal y su inclinación por las letras. Sor Juana aclara que, Lo que sí es verdad que no negaré (lo uno porque es notorio a todos, y lo otro porque, aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad) es que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas represiones-que he tenido muchas-, ni propias reflejas-que he hecho no pocas-, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí… (The Answer/La repuesta 46) La escritora lucha por su temprana vocación a la escritura, ya que al expresar que sus habilidades intelectuales fueron un don de Dios y no una decisión propia, es decir un talento que está fuera de su control, es una manera perspicaz de convencer a la Iglesia que se le permita acrecentar sus conocimientos. Sor Juana no dudó al incorporar como elemento persuasivo la religión, puesto que podía así ser comprendida por los representantes eclesiásticos de esta época. En esta obra contestataria Sor Juana además protesta la marginación de las mujeres letradas cuestionando:

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¿por qué reprenden a las que privadamente estudian? Y si lo entienden de lo segundo y quieren que la prohibición del Apostol sea transcedentalmente, que ni en lo secreto se permita escribir ni estudiar a las mujeres, ¿cómo vemos que la Iglesia ha permitido que escriba una Gertudris, una Teresa, una Brígida, la monja de Agreda y otras muchas? Y si me dicen que éstas eran santas, es verdad, pero no obsta a mi argumento; lo primero, porque la proposición de San Pablo es absoluta y comprende a todas las mujeres sin excepción de santas… (The Answer/La repuesta 90) Sor Juana hace referencia a las mujeres con vínculos religiosos para comparar y manifestar la injusticia en cuanto a la oportunidad de acceder al mundo literario, ya que durante este periodo se les limitaba a las mujeres a estudiar y escribir a pesar de que a través de la historia habían existido ejemplos de mujeres como Gertrudis y Brígida que demostraban lo contrario. Por lo tanto, la escritora recalca a través de su testimonio que a se le debe respetar su deseo de buscar el conocimiento. Cabe resaltar que el resultado de su obra maestra, La Respuesta a Sor Filotea, y de su vida fue la censura completa y la prohibición de acceder a su biblioteca y de continuar con uno de los motores de su existencia, la escritura. Sor Juana fue una escritora determinante, fervorosa y explícita al momento de romper con el constructo normativo puesto que para ella no existía una diferencia entre ambos sexos, es decir, que a una mujer se le debía permitir las mismas oportunidades y un trato igualatorio al del hombre porque el nacer mujer no reflejaba incompetencia ni mucho menos ignorancia. Al contrario, para la escritora, la mujer representa inteligencia, dinamismo, brío, determinación, entre muchas otras características. Por tal motivo, Sor Juana aspiraba que las mujeres tuvieran acceso a un espacio justo donde pudieran manifestar su voz contestataria y abogar por una representación autónoma de la mujer. Así, en su obra Los empeños de una casa, que veremos a continuación, la escritora enfatiza la importancia de la agencia de la mujer como un derecho innato que a ningún ser humano se le debe reprimir. La obra Los empeños de una casa de Sor Juana conlleva enredos amorosos, engaños, venganzas y desconciertos. Por ejemplo, los enredos amorosos comienzan en la casa de doña Ana y su hermano don Pedro en Toledo quienes pertenecientes de la alta alcurnia. La obra presenta dos triángulos amorosos, primeramente doña Leonor y don Carlos que están enamorados pero ese gran amor es impedido por don Pedro quien está deslumbrado por la inteligencia y la belleza de doña Leonor. En el segundo triangulo, doña Ana está involucrada en un amor no correspondido con don Carlos. Sin embargo don Juan está apasionadamente

31 enamorado de doña Ana, ya que anteriormente habían entablado una relación afectuosa. Para añadir más a esta confusión, Castaño, el criado de don Carlos, en el segundo acto presenta un travestismo al disfrazarse de mujer quien es cortejado por don Pedro creyendo que es doña Leonor. Los engaños son otro elemento que aparece desde el principio y que conlleva la trama de la obra. Doña Leonor llega engañada a la casa de doña Ana y don Pedro, puesto que don Pedro al descubrir que doña Leonor pensaba fugarse con don Carlos, él provoca un enfrentamiento en el cual don Carlos termina acusado de asesinato por lo cual huye. Por tal motivo doña Leonor desconcertada encuentra un refugio en la casa de ambos. No obstante, los engaños se acrecientan ya que don Carlos al huir con su criado, doña Ana les ofrece su hogar con dos objetivos: como escondite y como una estrategia maliciosa ya que al tenerlo resguardado era más fácil enamorarlo. De igual forma, don Juan, quien desde Madrid hasta Toledo había buscado desesperadamente a doña Ana, llega a la casa de su amada donde Celia, la criada de doña Ana, le permite acceder a esta casa para recobrar su honor desdeñado y burlado. De igual manera don Rodrigo, padre de doña Leonor, se presenta en la casa de doña Ana y don Pedro con el objetivo de recuperar su honor como padre, ya que encuentra a doña Leonor en la casa de su supuesto raptor don Pedro. Así, para añadir mayor complejidad a la obra toda la acción dramática de los personajes gira alrededor de la casa de don Pedro y doña Ana. La obra utiliza la estructura de la comedia Calderoniana mas posee una característica novedosa auténtica: la osadía y el dominio de la trama por los personajes femeninos. Estos personajes reivindican el papel de la mujer en un entorno patriarcal al mostrar que las características atribuidas a las mujeres son variables e inestables, y que, por lo tanto, cuentan con la fuerza y la capacidad de ejercer alternativas a las imposiciones del hombre. Aquí, argumentaré que esta obra de Sor Juana es una respuesta subversiva al constructo binario y normativo de género con varios propósitos: el primero es de crear otro espacio contestatario el cual aboga por la agencia de la mujer y su lucha por adquirir su conocimiento, libertad y representación propia. En segundo, incorpora la estrategia de la inversión de roles para afirmar que este sistema binario de género no es constante ni fijo, y por lo razón no se debe relacionar a la mujer con lo femenino, puesto que la excluye, la margina y la distancia de su verdadera esencia, su agencia.

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Primeramente en la obra, se subvierte estratégicamente el orden normativo en los personajes tanto femeninos como masculinos presentando una alternativa a los roles sociales distintos a los establecidos. Así, los personajes femeninos no siguen el modelo tradicional de las expectativas exigidas por la sociedad patriarcal de la mujer novohispana. Por ejemplo, doña Ana, es una mujer de alta alcurnia que rompe con el constructo femenino. Es decir deja abruptamente su actual relación íntima con don Juan ya que enseguida se enamora de un hombre desconocido, don Carlos de Olmedo. Doña Ana está consciente que no está actuando de la manera más apropiada y prudente en base a las expectativas de su entorno ya que dice, “Porque si es tan mío / ¿qué tengo que desear? (vv. 147-148) “¿Pues no he de llorar? / ¡Ay infeliz de mí!, cuando / conozco que estoy errando / y no me puedo enmendar?” (vv. 162- 164). Al exteriorizar abiertamente sus sentimientos, doña Ana manifiesta su inconformidad y su indiferencia hacia su relación con don Juan al comentar “¿Pues no he de llorar? / ¡Ay infeliz de mí!” Doña Ana se ha olvidado de don Juan porque al no llorar por él es un medio de romper con los preceptos convencionales al ser ella la que rechaza y desecha a su amado y al poco tiempo se enamora rápidamente de don Carlos. Es un comportamiento oposicional al sistema binario, puesto que las novohispanas debían preservar una actitud pasiva ante la sujeción del hombre en el cual la mujer no poseía otra opción que acceder y obedecer. No obstante, doña Ana no mantiene estos roles ya que su objetivo no es servir y acatar con los deseos de un hombre, sino buscar su satisfacción personal y cumplir sus propios intereses. Asimismo, doña Ana es una mujer segura de sí misma, decidida y en control de sus acciones, que a pesar de estar bajo la protección de su hermano don Pedro, no la limita para ejecutar los enredos amorosos en su misma casa a lo que ella denomina como “mi industria engañosa” (vv. 1331). Es un personaje audaz que domina y manipula a los personajes masculinos para poder cumplir su plan en contra de los enamorados, de doña Leonor y don Carlos ya que ella busca interponerse entre ambos y poseer el amor de don Carlos. Al momento que doña Ana está conversando con don Carlos, ella después se reafirma expresando así misma: “Pues amparándolo aquí, / con generosas caricias, / cubriré lo enamorada / con visos de compasiva (vv. 599-602) y continúa “¿qué voluntad hay tan fina / en los hombres, que si ven / que otra ocasión los convida / la dejen por la que quieren?” (vv. 608-611). Doña Ana transgrede la conducta estipulada por la cultura androcéntrica, puesto que es activa al no aceptar ni someter su destino con don Juan y voluntariamente escoger a

33 quien amar incorporando tácticas como “con generosas caricias, / con visos de compasiva” para conseguir su objetivo. El personaje manipula su seducción con don Carlos porque es una mujer segura de sí misma que no duda de que por medio de su amor pueda convencerlo a que deje de amar a doña Leonor. Por ende, doña Ana es un personaje que se apropia de su auto- determinación al ella ser dueña de sus pensamientos, sus actitudes y su cuerpo puesto que cuenta con la inteligencia y la astucia para predominar en un entorno controlado por hombres. Otra digna representación de la agencia de la mujer es a través de la abogacía por el derecho equitativo para obtener una educación formal que encontramos en el personaje de doña Leonor, una dama perteneciente a una familia noble, instruida y discreta que desde pequeña ha demostrado una inclinación particular por el conocimiento. Doña Leonor les explica a doña Ana y a su trabajadora doméstica, Celia, que “Inclinéme a los estudios / desde mis primeros años / con tan ardientes desvelos / con tan ansiosos cuidados / que reduje a tiempo breve / fatigas de mucho espacio” (vv. 307-312). El diálogo de doña Leonor es una respuesta al constructo normativo al ser ella misma quien desafía la tradición patriarcal que restringía a las mujeres a obtener un nivel educativo ya que con su determinación y coraje, ella logró integrarse en este ámbito privilegiado al manifestar su inclinación en los estudios desde temprana edad con insaciable hambre por saber. Al mismo tiempo demuestra que ser mujer no significa ni pasividad ni mucho menos incompetencia. Al contrario, goza de habilidades intelectuales, de lógica y razón y que las mujeres son tan capaces de triunfar en entornos designados especialmente para hombres como es el mundo del conocimiento. Sor Juana representa a doña Leonor como un arquetipo de mujer fuerte que tiene acceso a la palabra para que mediante estas acciones les sirva como testimonio a todas las mujeres olvidadas, es decir, a las intelectuales y letradas, a manifestar su voz única. Es una forma de proveerles visibilidad a las mujeres y de brindarles una oportunidad de identificarse y de solidarizarse con ellas. Su oposición a las categorías sociales de género es además evidente cuando doña Leonor le describe a su amado, don Carlos, a doña Ana: “Era el talle como suyo, que aquel talle y aquel garbo / aunque la naturaleza a otro dispusiera darlo / sólo le asentara bien” (vv. 427-431). Aquí, le atribuye a don Carlos características no comúnmente asociadas a un hombre en las comedias ya que se le alaga por su apariencia física y su presencia gallarda al

34 utilizar “aquel talle y aquel garbo” y no por sus características masculinas como son el intelecto, la racionalidad, la independencia, entre otros. Asimismo, el enfoque que doña Leonor le manifiesta a su figura corporal reduce a don Carlos a un objeto que debe ser admirado no por lo que posee en su interior sino por su exterior, como un trofeo al utilizar “era su rostro un enigma” (vv. 407) o “un cuerpo tan gentil” (vv. 435). Por lo tanto, se invierte el constructo al ser una mujer la que percibe a un hombre como un pretendiente distinguido primordialmente por su aspecto. Después de que doña Leonor se impresiona con el talle de don Carlos, está decidida a luchar por el amor que ambos sienten. Para ella son más esenciales sus sentimientos y anhelos que casarse con un hombre al cual no ama por solo cumplir con el código de honor. Doña Leonor le expresa a don Pedro después de que él le declara su amor: “Y puesto que en el estado / que veis que tienen mis cosas / tratarme de vuestro amor / es una acción tan impropia / que ni es bien decirlo vos / ni justo que yo lo oiga” (vv. 1395-1400) Es un personaje cuya voz no manifiesta ni sumisión ni tranquilidad. Al contrario refleja autonomía e indomabilidad al defender sus propios aspiraciones sin miedo al ser castigada. Doña Leonor siente todo el derecho de no corresponderle a don Pedro ni mucho menos rendirse a sus gallardías porque ella es la única que decide a quién amar. De igual manera, le afirma a Celia después de pensar erróneamente que don Carlos le había engañado con doña Ana, que ¿Qué dices, Celia? Primero / que yo de don Pedro sea, / verás de su eterno alcázar / fugitivas las estrellas; / primero romperá el mar / la no violada obediencia / que a sus desbocadas olas / impone freno de arena; / primero aquese fogoso / corazón de las esferas / perturbará el orden con que / el cuerpo del orbe alienta; / primero, trocado el orden / que guarda Naturaleza, / congelará el fuego copos, / brotará el hielo centellas / Primero que yo de Carlos / aunque ingrato me desprecia / deje de ser, de mi vida / seré verdugo yo misma / primero que yo de amarle deje” (vv. 2159-2175). Doña Leonor jamás se rendirá a las pretensiones de don Pedro porque, como ella misma lo subraya, “verás de su eterno alcázar / fugitivas las estrellas” refiriéndose a que nunca don Pedro será dueño de su corazón, ya que de su lado ella escapará como una estrella fugaz. De manera que doña Leonor está muy consciente de su gran amor por don Carlos, puesto que siente un perdurable lazo que ningún otro hombre podrá romper al comentar “seré verdugo yo misma / primero que yo de amarle deje.” Del mismo modo que doña Ana, doña Leonor posee una noción muy clara de sus objetivos en tanto que, actúa lógicamente en base a ellos

35 y, a pesar de sentir esta fuerza pasional por su amado, no se deja llevar por sus sentimientos ya que ella tiene control sobre de ellos. Según Pagán, Tanto Ana como Leonor no están sujetas al varón y deciden por ellas mismas en sus deseos y satisfacciones. Por medio de sus ideas, sus comportamientos, y sus reacciones frente a las convenciones sociales ambas se resisten a continuar perpetrado las falsas apariencias de estas realidades socio-culturales que limitan y niegan las ilusiones, los sueños y las pasiones de estas mujeres y las convierten en muñecas decorativas, a la vez que tergiversan el verdadero ser de la mujer. (56) Así, los dos personajes femeninos se empoderan de su agencialidad al ser ellas las que, a pesar de las presiones sociales por comportarse de acuerdo al constructo normativo, le demuestran a su público que son seres libres y capaces para ejercer su auto voluntad, ya que no viven bajo la sombra de un hombre, sino que son autónomas en su juicio y sus acciones. Ambas mujeres, doña Ana y doña Leonor, son las que ejecutan la trama de la obra puesto que los personajes masculinos pierden su control al ser ellas cuyas voces subversivas giran alrededor de los enredos. Por ejemplo, el personaje de don Juan es ridiculizado en la obra ya que se invierte el conocido mito de don Juan creado por el dramaturgo español Tirso de Molina al ser él el engañado y el burlado por una mujer. Después de que doña Ana rechaza a don Juan, él se apropia del papel de víctima al perseguirla desde Madrid hasta Toledo con el objetivo de recuperar su honor, ya que en esta época era un insulto para un hombre ser desdeñado de tal forma abrupta por su amada. La primera vez que don Juan aparece en la escena confunde a doña Ana con doña Leonor y le reclama al verse ignorado: Espera, hermosa homicida / ¿de quién huyes? ¿quién te agravia? / ¿Qué harás de quién te aborrece / si así a quien te adora tratas? / Mira que ultrajas huyendo / los mismos triunfos que alcanzas / pues siendo el vencido yo / tú me vuelves las espaldas / y que haces que se ejerciten / dos acciones encontradas / tú huyendo de quien te quiere / yo siguiendo a quien me mata. (vv. 741-752) Don Juan es un personaje que no representa el constructo normativo puesto que no es un hombre fuerte y seguro de sí mismo, sino un ser frágil, sensible y vulnerable bajo el control de las decisiones de una mujer. Asimismo, don Juan le implora a doña Leonor confundiéndola con doña Ana: “¿Estás eran las promesas? / ¿Estás eran las palabras / que me diste en Madrid / para alentar mi esperanza?” (vv. 819-822). Al reclamarle y suplicarle de esta forma a doña Leonor, se satiriza aún más a don Juan ya que en las comedias españolas eran los personajes femeninos los que perseguían al hombre para así recuperar su honor pero irónicamente es don Juan el que depende de doña Ana. Este personaje continúa con la

36 esperanza de que su amada regrese a su lado para recobrar su estabilidad emocional y su dignidad como persona. De acuerdo con Carmen Rabell, el personaje de don Juan es: Un caballero degradado y como máxima prueba de degradación, Sor Juana lo coloca bajo el discurso de la dama desdeñada, indefensa y tal vez cobarde. Dicha burla es un arma estratégica de doble filo: por un lado privilegia la valentía del hombre, hecho fácilmente aceptado por la audiencia, pero por otra parte, parodia la exclusiva lucha por la honra asignada al rol femenino. (14) De tal forma que se destruye la figura masculina de don Juan y a su vez a la ideología androcéntrica ya que su lenguaje pierde autoridad y dominación total al ser la mujer quien posee el destino de un hombre en sus manos. Por lo tanto, Sor Juana utiliza una representación distinta de don Juan para defender a las mujeres del constructo binario impuesto ya que a ellas solo se les atribuye este comportamiento de vulnerabilidad y no a los hombres. La dramaturga quiere exaltar que estas categorías de género son erróneas porque no se le puede juzgar ni encasillar a un ser humano por su sexo, y por tal motivo le otorga presencia a don Juan, quien bajo la cultura patriarcal es él de la voz de prestigio. Enseguida le suprime su voz autoritaria colocándole la voz del marginado con el fin de ejemplificar la desigualdad y la injusticia en la que vivían las mujeres novohispanas. De igual modo, don Carlos es otro personaje que no representa el arquetipo de un personaje masculino de la comedia española ya que al pensar que doña Leonor le pudo haber sido infiel con don Pedro, don Carlos no le reclama ni busca venganza, ni juzga ni mucho menos insulta a su amada doña Leonor. Para don Carlos es más importante el otorgarle un trato justo y respetuoso. Cuando Castaño, el gracioso de la obra y sirviente fiel de don Carlos, está conversando con él sobre haber visto a doña Leonor en la misma estancia, don Carlos le afirma: “Calla, Castaño, la boca / que es muy bajo quien sin causa / de la dama a quien adora / se da a entender que le ofende / pues en su aprensión celosa / ¿qué mucho que ella le agravie / cuando él en sí se deshonra” (vv. 1447-1453). Don Carlos se convierte en la voz defensora de la mujer, ya que no soporta que los hombres juzguen a las mujeres sin tener evidencia de que efectivamente hayan cometido un agravio al expresar “que es muy bajo quien sin causa / de la dama a quien adora / se da entender que le ofender” (vv. 1448-1450). En este pasaje Sor Juana hace una crítica social a los hombres quienes sentencian a una mujer solo por las apariencias o “el qué dirán”. En su artículo “Relectura de los empeños de una casa,” Raquel Chang-Rodríguez arguye que,

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Al no condenar a Leonor, Carlos la eleva a su nivel y asume la igualdad del hombre y de la mujer. Sutilmente, Sor Juana se revela aquí contra la imagen arquetípica de la liviandad femenina y el código de honor expuestos en la literatura de entonces y reclama los derechos de la mujer a ser tratada y juzgada, no por las apariencias, sino por la razón y la verdad. (413) Por ende, a través de estos argumentos de don Carlos se le exhibe a él como un hombre tolerante que aboga por un espacio ecuánime donde la mujer puede desarrollarse con plena libertad sin ser criticada por un comportamiento de género establecido por la sociedad, ya que se les otorgaba a las mujeres la característica innata de la deshonestidad. No obstante, a pesar de esta percepción social, don Carlos subvierte el constructo normativo al no reafirmar la ideología androcéntrica, y en cambio denuncia la hipocresía y lo irracional del código de honor, ya que un hombre no es juzgado por conjeturas y una mujer por “su condición” sí lo es. Por otra parte, Castaño, quien criticaba al principio las acciones de doña Leonor, estratégicamente se disfraza y personifica una caracterización femenina. De esta forma, a través de su representación invierte el constructo binario ya que él mismo expone la falsa moral de los hombres. Castaño en su papel de mujer expresa que Ya estoy armado, y ¿quién duda / que en el punto que me vean / me sigan cuatro mil lindos / de aquestos que galantean / a salga lo que saliere, / y que a bulto se amartelan, / no de la belleza que es, / sino de la que ellos piensan. (vv. 2489- 2496) El argumento de Castaño es una sátira que critica el comportamiento de los hombres que presumen aires de gallardía al expresar “de aquestos que galantean” e incorpora “de aquestos” como una forma peyorativa de referirse a los hombres al sugerir que no son de importancia mayor para nombrar. Asimismo, al degradar a los hombres desautoriza su posición de poder porque no actúan de forma lógica puesto que al comentar “a salga lo que saliere” alude a que los hombres no piensan de manera racional porque solo se preocupan en satisfacer sus institutos carnales hasta conseguir su objetivo sin concernir el modo de su acción. A través del travestismo, se acusa además el comportamiento machista de un hombre, puesto que al observar una figura femenina, o en este caso “un bulto” sitúan a la mujer en una posición de objeto que solo es necesaria para cumplir los deseos del hombre. Sor Juana nuevamente juega con el discurso del dominador al utilizar a Castaño para argüir que a la mujer no se le reconoce ni siquiera por su feminidad, sino por ser el fetiche, por su presencia.

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Este personaje denuncia una realidad social e injusta que las mujeres experimentan por el hecho de ser consideradas como seres sin decisión propia e incapaces de mostrar sus habilidades que van más allá que su exterior. Esta acción demuestra la falsa integridad de los hombres, es decir, que de acuerdo al constructo binario la cultura patriarcal esperaba un comportamiento prudente de las mujeres, sin embargo los hombres no actúan bajo sus normas sociales al ser ellos los mismos infractores de la moralidad. Por tal razón, Castaño afirma que la mujer en este entorno restringido no tiene valor como persona propia, ya que al exponer “no de la belleza que es, sino de la que ellos piensan” recalca que el hombre es él que construye sus ideales a favor de ellos y los sitúan como la perspectiva correcta y dominante. Castaño continúa con su crítica y burla hacia los hombres en seguida de encontrarse con don Pedro, quien al tan solo verlo lo confunde con doña Leonor: “Mas pues por Leonor me marca, / yo quiero fingir ser ella, / que quizá atiplando el habla / no me entenderá la letra” (vv. 2520-2523). Castaño quiere ser percibido como Leonor para subrayar el argumento de que una mujer instruida e inteligente es capaz de defenderse en un ámbito en el cual la autoridad máxima proviene de un hombre. Al mostrar sus conocimientos elevados, “atiplando el habla” (vv. 2522) la mujer podrá distinguirse entre los hombres quienes son percibidos como los intransigentes e incomprensivos al no aceptar la igualdad de trato y alternativas entre ambos sexos. Por consiguiente, al convertirse en la portavoz crítico, Castaño da visibilidad a la actitud y acción narcisista del hombre porque no acepta que la mujer puede contribuir a su sociedad y, por ende, no se le debe limitar ni restringir en sus acciones. Al contrario, se le debe brindar un entorno lleno oportunidades como el hombre ejerce. Durante esta actuación de Castaño, don Pedro de igual forma subvierte su comportamiento al valorar la inteligencia de las mujeres. Por ejemplo, al principio de la obra, don Pedro buscaba controlar y ser dueño de doña Leonor al mantenerla resguardada y engañada en su hogar, no obstante cuando don Pedro confunde a Castaño con doña Leonor, don Pedro no pude creer que sea su amada por su falta de elocuencia: ¿Qué palabras son éstas, / y qué estilo tan ajeno / del ingenio y la belleza / de doña Leonor?) Señora, / mucho extraña mi fineza / oíros dar de mi familia / unas tan indignas quejas, / que si queréis deslucirme, / bien podéis de otra manera, / y no con tales palabras / que mal a vos misma os dejan. (vv. 2572-581)

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Don Pedro, desconcertado, comenta que las palabras que Castaño expresa no pueden ser de su amada ya que doña Leonor como lo revela don Pedro posee “ingenio y belleza” y lo que él en realidad escucha son extrañezas e imprudencias. Por tal motivo, don Pedro no acepta que doña Leonor se comporte como una mujer sin agudeza y sin el conocimiento suficiente de cómo articular de manera correcta y propia al declarar “que si queréis deslucirme, / bien podéis de otra manera, / y no con tales palabras” (vv. 2578-2580). Al desaprobar esta actitud de la mujer, don Pedro invierte el constructo binario, es decir el cual percibían a la mujer como un ser sin capacidad intelectual, puesto que él mismo favorece y le otorga importancia a una característica marginada de las mujeres, su conocimiento. No solo se les restringía a las mujeres por medio del acceso a demostrar su potencial sino además al acatar con el código de honor. En el desenlace de la obra, aunque don Rodrigo, el padre de doña Leonor, arregle su casamiento y la presione a cumplir con el trato con don Pedro por el hecho de haberla encontrado a ella en casa de él, ella se rehúsa acatar la decisión de su padre. Por tal motivo, al final ella logra contraer matrimonio con su querido don Carlos ya que defiende su amor ante todos los obstáculos. Ella le declara a don Carlos que acepta unir su vida con la de él: “En mí, Carlos, no es nuevo, porque siempre he sido tuya” (vv. 3372-3373). Doña Leonor es un personaje que lucha y gana no mediante el rígido código del honor sino por medio de su inteligencia y voz activa, puesto que para ella el enorme sentimiento que siente por don Carlos es de mayor valor al exponer “siempre he sido tuya” que satisfacer los deseos de su padre, es decir el casarse para honrar a su padre y restituir su dignidad como mujer. Por lo tanto, doña Leonor defiende su propio honor puesto que no desea que nadie lo defienda ningún hombre lo defienda por ella. Es ella misma quien a través de sus acciones transgresoras, es decir su intelecto, su voz activa, su audacia busca su representación de mujer. Finalmente, Los empeños de una casa cuestiona los parámetros de discriminación y desigualdad impuestas en las normas sociales. Así, Sor Juana incorpora la inversión en las construcciones de género para hombres y mujeres, la hipocresía en el código del honor, el comportamiento insensato del hombre, el travestismo como elementos subversivos para denunciar el entorno androcéntrico colonial en que residían las mujeres novohispanas pero mayormente para destacar que estas construcciones normativas de género no son ni fijas ni permanentes. Por lo tanto la mujer posee las aptitudes intelectuales para expresar su voz, sus

40 deseos, su coraje para actuar con plena libertad. Son las únicas que pueden escribir su presente y su futuro. Son las dueñas de su individualidad, su propia agencia.

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CAPÍTULO 3

ANA CARO MALLÉN DE SOTO: VALOR, AGRAVIO Y MUJER

El mundo murmure, que ha de ver en mi valor, a pesar de las comunes opiniones, la más nueva historia, la más ilustre resolución que vio el orbe -Ana Caro, Valor, Agravio y mujer

En el Siglo de Oro español, la escritora María de Zayas compartía su popularidad con una escritora cuyo brillo destacaba distinción y admiración por el prestigioso y exclusivo ámbito literario de esta época, su colega y amiga, Ana Caro Mallén de Soto. Al igual que para Zayas no existe mucha información biográfica acerca de la vida de la escritora, sin embargo es a través de sus obras que se revelan sus críticas en contra del sistema patriarcal y la marginación y asignación de roles preconcebidos de la mujer establecidos por el sistema binario de género. Dado a estas reprobaciones, Caro logró mostrarle a la mujer que podía salir de su encasillamiento y exteriorizar su propio juicio, defender sus ideales y actuar bajo su criterio. Por medio de sus obras, la escritora arguyó que no era viable basar sus argumentos y justificaciones en el modelo normativo de género para reprimir a la mujer a lo frágil y pasivo, puesto que son inteligentes, determinadas, fuertes y tenaces. La biografía de Ana Caro revela a una mujer cuya pasión fue el de manifestar su voz en apoyo y solidaridad de la agencia de la mujer a pesar de ejercer su profesión bajo la constante presión social del entorno patriarcal en el cual se desenvolvía. En cuanto a sus datos biográficos, Mujica aclara que no se sabe con exactitud la fecha de nacimiento de la escritora sevillana, no obstante se contempla que fue en 1600 y falleció posterior a 1645 (176). Desde su nacimiento hasta sus primeras obras existen muchos momentos en su vida que son la escritura de especulaciones, puesto que no se sabe de cómo fue su niñez, su

42 crecimiento personal hasta convertirse en una escritora afamada y profesional. Del mismo modo que Zayas, Ruth Lundelius explica que Caro perteneció a una familia de la alta alcurnia de origen andaluz, cuyo origen se puede rastrear un distinguido linaje desde generaciones pasadas (229). Es importante subrayar que su elevada posición social fue un factor importante que le permitió escribir, publicar y desenvolverse en un medio donde los hombres prevalecían como escritores e influían en este ámbito literario y respetado por el público español. En dicho entorno exclusivo fue donde se dio a conocer su etapa profesional como escritora, y es así donde existen más datos biográficos de su vida como la redacción, la publicación de sus obras y su recepción en este ámbito literario. Desde sus primeros escritos, Caro demostró su gran intelecto y su competencia literaria al demostrarle al público español que las mujeres poseen la capacidad de comprensión y exteriorización de conocimientos y complejidades. Es así como el repertorio y la recepción de Caro comienza por medio de la poesía en un género llamado relación de fiestas. Denise A. Walen revela que estos poemas entre 1628 y 1639 siguieron una variedad de estilos artísticos, Two of these poems are reports of public celebrations, honoring contemporary events. Besides briefly describing the circumstances which occasion the celebration, these poems also praise the aristocrats who sponsored the events. Perhaps through writing like this Caro was able to foster aristocratic patronage as a means of economic advancement. (89) Se puede especular que el mecenazgo que adquirió junto a su posición distinguida, le permitió a Caro desenvolverse en un círculo social exclusivo en el cual destacaban los hombres. De nuevo, hay que recalcar que el pertenecer al entorno literario era un privilegio ya que como se ha visto en los capítulos anteriores mujeres como Zayas y Caro pudieron no solo acceder, sino además presentar sus obras ante la sociedad española. Del mismo modo, Sharon D. Voros arguye que dentro de este género, relaciones de fiestas, Caro tuvo la oportunidad de presentar su voz discursiva y autoritaria: Her accounts provide not only information on her whereabouts but also give a lasting impression of self-conscious discourse of a woman determined to make her voice heard through the medium of propagandistic rhetoric. Her status as a writer can be traced through these relaciones, especially her 1635 account, which begins with four laudatory poems and thus establishes her cultural authority in matters of public discourse. (128)

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Estos poemas fueron una forma de estrategia: primero para honorar a la alta alcurnia, y en segundo, para enaltecer un discurso de poder donde la mujer es la voz esencial que interviene por medio de su escritura en un entorno controlado por hombres. Su repertorio literario consiste además de autos sacramentales y obras teatrales. Caro escribió dos autos sacramentales: La puerta de la Macarena que se escenificó en 1641 y La cuesta de Castilleja que se representó en 1645, por los cuales documentos de la ciudad muestran que recibió un pago monetario (Soufas, Women’s Acts 133). Por ejemplo, según Amy Kaminsky, a Caro le pagaban 300 reales por un auto sacramental o una obra religiosa (86). A diferencia de Zayas, sí existe evidencia histórica que comprueba que Caro logró recibir su reconocimiento como escritora y su recompensa económica puesto que durante este siglo XVII era más habitual para las escritoras desenvolverse en círculos literarios si poseían una posición privilegiada y acaudalada. Era un caso excepcional que una mujer recibiera un sueldo como parte de su profesión. Asimismo escribió dos obras teatrales, El conde Partinuplés y Valor, agravio y mujer, obras por las cuales se desconoce su representación escénica (Soufas, Women’s Acts 133). De igual modo, Bárbara Mújica reafirma que no se tiene en exactitud cuántas comedias escribió ya que solo se conocen las dos anteriores (176). No obstante, Soufas argumenta que “Tantilizing references in these works and commentary for her contemporaries suggest that Caro’s comedias may have been performed or at least circulated in manuscript form among literary circles” (Women’s Acts 133). A pesar de que existen muchas conjeturas en su biografía, no hay duda que la representación de dichas comedias, la recepción de sus obras y la critica que recibió por parte del círculo literario habla de su gran talento y coraje como escritora al ella misma establecer su propia voz transgresora en solidaridad con las mujeres españolas. Asimismo, su defensa de las mujeres es notable en sus obras ya que Caro manifiesta temas que cuestionan y critica las construcciones de género que limitaban y encasillaban a las mujeres a una posición subalterna situándolas como víctimas de opresión y de desigualdades por parte del entorno patriarcal. A pesar de sus temas controversiales, consiguió el apoyo de escritores distinguidos y afamados de esta época, como por ejemplo de Alonso de Castillo Solórzano que cita en su obra La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas a ambas escritoras, Zayas y Caro, y donde halaga a Caro así: “Acompáñala en Madrid doña Ana Caro de Mallén, dama de nuestra Sevilla, a quien se deben no menores alabanzas, pues con sus

44 dulces y bien pensados versos suspende y deleita a quien los oye y lee” (52). La escritora subvierte el constructo normativo de género al ser reconocida por su carácter activo, su capacidad intelectual y competencia literaria. Asimismo, según Mercedes Maroto Camino, en la primera edición de sus Novelas amorosas y ejemplares (1637) Zayas escribe sobre su amiga Caro, que “ya Madrid ha visto y hecho experiencia de su entendimiento y excelentísimos versos, pues los teatros la han hecho estimada y los grandes entendimientos le han dado laureles y vítores, rotulado su nombre por las calles” (2). Dicho testimonio de Zayas comprueba que Caro fue una escritora muy célebre en el siglo XVII, tanto que sus obras fueron estimadas no solo por los literatos sino además por el público que aplaudía su nombre y su talento. Vemos, también, que este comentario expone la amistad cercana entre Zayas y Caro y la solidaridad que existía entre ambas escritoras. Así otros contemporáneos como el afamado escritor andaluz, Luis Vélez de Guevara, la reconoció como la décima musa sevillana al igual que Rodrigo Caro quien le reconoció numerosos poemas por los cuales le otorgaron a Caro reconocimientos en las academias literarias de este siglo (Kaminsky 86). Así pues, Caro desafió los roles de género impuestos en esta sociedad española ya que demostró que era capaz de romper con la imagen de una mujer pasiva, irracional y sumisa, ya que su valor y sus obras acreditaron su pasión y profesión como escritora. Se podría decir que Caro sirvió como ejemplo para que las mujeres españolas no se resignaran al dominio del hombre, pues su inteligencia, determinación y brío son cualidades de la mujer. A pesar de su indudable favorable recepción por parte del ámbito literario y el público, no se tiene con certeza cómo fueron sus últimos años ni el porqué de su desaparición del entorno literario ni su fecha de fallecimiento. Solo quedan sus obras para destacar el talento inédito y el gran apoyo que les brindó a las mujeres a favor de sus ideales, actitudes y acciones, de su agencia. Los siguientes siglos muestran que no le siguieron otorgando el mismo valor a sus obras y no fue hasta el siglo XX que se inició la investigación por algunos críticos literarios como Frederick de Armas, Elizabeth Ordoñez y Matthew Stroud (Lundelius 231). Los estudios literarios promovieron la producción literaria y gracias a ellos hoy en día conocemos con más precisión a esta escritora. Igualmente Mujica explica que las publicaciones de la escritora sevillana, Lola Luna, sobre su vida y obras de Ana Caro como las nuevas ediciones

45 de dichas obras en los comienzos de los años noventa contribuyeron e incrementaron el interés por Caro: “Mientras que Ana Caro rara vez se mencionaba en los congresos académicos antes de la última década del milenio, ahora se organizan sesiones enteras sobre sus dos obras-las únicas que nos han llegado” (175). A continuación veremos cómo su obra Valor, agravio y mujer ejemplifica sus argumentos a favor del derecho que tiene la mujer de ser capaz de ejercer sus deseos, su voz e independencia. Esta obra escrita por Ana Caro es una obra teatral que posee temas relevantes al siglo XVII como son el honor, la justicia, la venganza, el amor y el poder. Caro presenta una obra dividida en tres jornadas siguiendo la tradición de la comedia nueva creada por Lope de Vega con personajes arquetípicos de esta época como lo son los caballeros, las damas, el gracioso y los lacayos. Es una obra que gira alrededor de situaciones de engaños, confusiones y enredos. Cuyos sucesos añaden un toque auténtico a diferencia de las otras comedias por sus contemporáneos, ya que Caro demuestra que fueron llevados a cabo por el ingenio, la valentía y la sutileza de la protagonista, doña Leonor. A través de su obra, la dramaturga representa la situación social e injusta que las mujeres españolas experimentaron por vivir bajo las estructuras sociales de género. Para ello en su obra el travestismo se presenta al ser la misma protagonista la que se disfraza de hombre para poder cumplir con su objetivo y manifestarle a la sociedad patriarcal que una mujer es dueña de su propia autonomía, y por lo tanto, puede pensar, comentar, decidir y actuar en base a sus aspiraciones e intereses. Asimismo, dentro de su obra, Caro le comunica a su público que las acciones y enfrentamientos audaces de doña Leonor representan el surgimiento de la agencia de la mujer. En la obra se puede observar que la trama de la obra es dominada por la protagonista sevillana, doña Leonor, y no por un hombre. Es así como la inversión del constructo binario de género es uno de los aspectos más salientes y que se acrecienta aún más con la actitud y el valor, de la protagonista al no mostrarse ante los otros personajes como una mujer débil, ilógica y emocional, sino como una mujer inteligente, activa, movida por el razonamiento y la verdad. A diferencia de los personajes masculinos que no se muestran como hombres vigorosos, dominantes y astutos, sino todo lo contrario como pasivos, emocionales y fáciles de manipular. De igual forma el travestismo que se presenta desde la primera jornada es una forma de desafiar a este sistema binario, a lo que Beatriz Cortez explica como:

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El travestismo es un elemento común en la comedia del Siglo de Oro que permite el juego de las identidades de género y la experimentación con posibles alternativas al rígido sistema binario del heterosexismo compulsivo….de un tercer elemento que no cabe bajo ninguna de las categorías masculino/femenino- desnaturaliza el concepto binario de género. (371) Caro añade este elemento a su obra por medio de la representación de una mujer con el objetivo de exponer que esta diferencia de género, es irracional e inconsistente puesto que las mujeres poseen la capacidad y la fuerza para dirigir la dirección de su vida. Por lo tanto, de esta forma discutiré que la obra de Caro además de cuestionar, criticar y denunciar este precepto normativo de roles, también invita a que las mujeres ejerzan su propio criterio, que se desenvuelvan con diversas posibilidades de actitudes, pensamientos y acciones con el fin de que la mujer continuamente defienda y no ensombrezca su propia agencia. La obra comienza in media res con don Juan defendiendo a la condesa, doña Estela, y a su prima, Lisarda, de unos bandidos que se habían encontrado en el bosque. A cambio de esta acción y como forma de recompensa, don Fernando, el hermano de doña Leonor invita a don Juan a Bruselas. Caro presenta a tres enamorados de una misma mujer, don Fernando, el príncipe Ludovico y don Juan que es cautivado por la belleza de doña Estela. No obstante estos tres hombres son engañados y controlados por la audacia de doña Leonor. Desde la primera jornada, Caro presenta a doña Leonor como una mujer independiente que está dispuesta a vengar su agravio, puesto que don Juan, su amado, la engaña enamorándola otorgándole una falsa promesa de matrimonio para después abandonarla. Sin embargo, después de haber sido burlada por su amado doña Leonor no se queda sosegada sino que al contrario viaja desde Sevilla hasta Bélgica con su criado y el gracioso de la obra, Ribete, para recobrar su honor. Desde el principio, la obra presenta a doña Leonor disfrazada de hombre y es en este momento que ella le declara a Ribete su plan en contra de don Juan: “En este traje podré / cobrar mi perdido honor” (vv. 465-466). Doña Leonor se viste de hombre y se nombra Leonardo para pasar desapercibida dentro de su entorno patriarcal ya que como mujer no es aceptable socialmente reclamar su “honor perdido” dado que es el padre o el hermano los que deben defender el código de honor de su familia. Así, doña Leonor asume su rol impuesto de mujer pasiva y sumisa puesto que es ella la que decide no pedirle ayuda a su hermano, don Fernando y prefiere solucionar su situación. Es, por tanto, un personaje fuera de lo arquetípico al mostrarse como una mujer

47 que no teme romper con las tradiciones ya que para ella es de mayor interés luchar por sus ideales e intereses que conformarse con la resolución de un hombre. Después de presentarse con su traje varonil, doña Leonor le revela a Ribete: “Cuando gobierna / la fuerza de la pasión, / no hay discurso cuerdo o sabio en quien ama; pero yo, / mi razón, que mi amor no, / consultada con mi agravio…” (vv. 472-477). La inversión de género se enfatiza aún más cuando doña Leonor compara dos diferentes actitudes frente al amor, una guiada por la pasión y la otra por la razón. No obstante, ella recalca que “la razón” es su motor para lograr su objetivo, y por ende, ella invierte su rol, de acuerdo al constructo de género, de mujer ilógica y apasionada a una mujer que se encuentra en control de sus sentimientos y acciones porque sabe sagazmente cómo dominar su entorno. Asimismo, doña Leonor refuerza su juramento de venganza comparando su vigor con la de las mujeres valerosas de la mitología griega: Ya, pues me determiné / y atrevida pasé el mar, / o he de morir o acabar / la empresa que comencé / o a todos los cielos juro / que, nueva Amazona intente, / o Camilla más valiente, / vengarme de aquel perjuro / aleve. (vv. 497-504) Para doña Leonor su entorno es un campo de batalla en el cual encuentra lista para enfrentar no a su amado, don Juan, sino al que ahora considera, su enemigo. A doña Leonor no le concierne sufrir hasta las últimas consecuencias ya que se convierte en una mujer guerrera al expresar “que, nueva Amazona intente” porque busca demostrar que ella es más fuerte en todos los aspectos, y en especial, en su capacidad intelectual que la de don Juan. Es una mujer que lucha con sus propios medios independizándose de la protección patriarcal. Doña Leonor añade, “¡Yo soy quien soy! / Engañaste si imaginas, / Ribete, que soy mujer; / mi agravio mudó mi ser” (vv. 508-511). Al exclamar “¡Yo soy quien soy!” doña Leonor establece que ella sabe quién es, que confía en sí misma, y que ningún hombre le va a imponer su deber. Es una forma evidente de ejercer su agencia al ella expresarse y desenvolverse sin ataduras ni miedos. Ribete, quien se convierte en el confidente de doña Leonor, le cuestiona si su plan es matar a don Juan, a lo que ella declara: “Mataré / ¡vive Dios!” (vv. 518). Doña Leonor subvierte su rol de mujer ya que se apropia de un discurso de poder al ser ella la que cumple con los códigos de honor. Es decir, la única forma de recuperar su honor es dando muerte a su enemigo. Para Leonor lo que significa el honor es el defender su esencia, su individualidad como persona, su agencia.

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Por dicho motivo, en la segunda jornada doña Leonor va diseñado sus enredos y manipula a todos los personajes para llevar a cabo su venganza. Por ejemplo, se propone cortejar y enamorar a Estela para destrozar el corazón y el honor de don Juan. De esta forma, doña Leonor, personificando a don Leonardo, le declara su amor a doña Estela: Haced dichosa mi pena, / dad licencia a mi humildad / para que os sirva, si es justo / que mi amor lo permitáis; / que esas venturas, aquestos / favores que el alma ya / solicita en vuestra piedad, / si vuestros ojos los niegan, / ¿dónde se podrán hallar? (vv. 1030-1038) Doña Leonor se presenta ante los ojos de doña Estela como un amante que se encuentra rendido a sus pies y que no hay mejor fortuna que ella lo (a don Leonardo) acepte. Para persuadir a doña Estela, doña Leonor añade a dicho argumento, “si vuestros ojos los niegan, ¿dónde se podrán hallar?” para recalcar que si rechaza su amor, no existe ni forma ni manera de llenar ese vacío. A lo que doña Estela le responde: “¡Qué bien sabéis persuadir! Basta, Leonardo, no más; esta noche en el terrero a solas os quiero hablar por las rejas que al jardín se corresponde” (vv. 1074-1079). Después de recibir la respuesta de doña Estela, doña Leonor va comprobando que su plan sí está funcionando eficazmente ya que poco a poco está ganándose el amor y la confianza de doña Estela. Es así como doña Leonor se revela de nuevo como una mujer perspicaz que incorpora su lógica y sus conocimientos, sabe cómo atraer la atención de una mujer enamorada siendo ella mujer, para controlar sus alrededores. Después de persuadir a doña Estela, doña Leonor se dirige al príncipe Ludovico con el objetivo de acrecentar aún más la confusión de identidades. Para ello busca convencer al príncipe Ludovico a participar en estos enredos haciéndolo creer que ella lo quiere ayudar a enamorar a doña Estela. Doña Leonor le explica: Estela se ha declarado / conmigo; no la he de amar / por vos, aunque me importara / la vida, que la amistad / verdadera se conoce / en aquestos lances; mas, / del favor que me hiciere / dueño mi gusto os hará / y para que desde luego / la pretensión consigaís, / al terrero, aquesta noche, / quiero que la vais a hablar / disfrazado con mi nombre. (vv. 1121-1133) Doña Leonor pretende incorporar al príncipe Ludovico en su juego para poder enfocarse en su único objetivo, don Juan, y por lo tanto quiere distraer a los otros personajes y que actúen como ella los va manipulando para así cumplir su dulce venganza. Así, ella se convierte en la autora de su propia obra. Los personajes masculinos, como en este caso el príncipe Ludovico, no cumplen con los roles de hombre, según las construcciones de género, puesto que vemos

49 que éste es un hombre apasionado que se deja llevar por sus emociones y no puede controlar sus sentimientos. Él aprueba el plan de don Leonardo sin más explicaciones ya que para él es más importante conseguir el amor de Estela. Al terminar su acuerdo con el príncipe Ludovico, doña Leonor, ahora don Leonardo, va en busca de don Juan que ha sido engañado por Ribete con una carta escrita por doña Leonor fingiendo ser doña Estela al quien lo cita en un lugar. Ribete no aprueba la hazaña de su ama puesto que teme que algún movimiento erróneo ocurra. A lo que ella responde: Semíaris, ¿no fue heroica? Cenobia, Drusila, Draznes, Camila, y otras cien mil, ¿no sirvieron de ejemplares a mil varones famosos? Demás de que el encontrarle es contingente, que yo sólo quise adelatarme tan temprano, por hacer que el Príncipe a Estela hable sin ver a don Juan, Ribete. (vv. 1343-1353) Doña Leonor incorpora a su argumento nombres de mujeres heroicas que han dejado huella en la historia por su valentía, coraje e inteligencia. Ella desea señalar que si dichas mujeres pudieron lograr grandes hazañas sin el apoyo del hombre ella también puede contra cualquier dificultad. No obstante, sigue manteniendo su astucia con Ribete porque, a pesar de revelar su enorme capacidad de mujer, doña Leonor le insiste que la finalidad de su acuerdo es para ayudar al príncipe Ludovico. Doña Leonor un personaje muy ingenioso y estratégico ya que aunque Ribete es su confidente no quiere revelar información adicional que ponga en peligro su objetivo. Como se ha podido observar, Doña Leonor es una mujer decidida sin miedo a enfrentar a su enemigo. Así después de conversar con Ribete, ella se dirige a don Juan y lo desafía preguntándole de manera provocadora acerca de la relación que había entablado con doña Leonor. Sin embargo, don Juan se muestra indiferente hacia su cometido por el cual ella le reclama: ¿No me entendéis? / ¿No sois vos el inconstante / que finge, promete, jura, / ruega, obliga, persuade, / empeña palabra y fe / de noble, y falta a su sangre, / a su honor y obligaciones, / fugitivo al primer lance / que se va sin despedirse / y que aborrece sin darle / ocasión? (vv. 1468-1478) Doña Leonor se enfrenta a don Juan presionando y atacando su honor para que admita su agravio. Ella emplea en su reclamo las expresiones “fe de noble” y “falta a su sangre a su honor y obligaciones” para recalcar que don Juan es un hombre sin moral y escrúpulos que solo le concierne su interés propio, un narcisista en toda la extensión de la palabra. Ella intuye que embistiendo su reputación de hombre “honorable” va a poder conseguir que él

50 pierda la cordura y que solo quede un don Juan burlado. A lo que doña Leonor añade: “No hay que repare, / pues no reparasteis vos; / sacad la espada” (vv. 1496-1498). Doña Leonor nuevamente invierte el constructo de género al ser ella y no don Juan la que le propone a él el altercado físico para resolver este problema. Ella se apropia de un lenguaje dominante y patriarcal establecido por y para hombres para que por medio de su travestismo manifestar que dichas construcciones de género son vanas e ilógicas que no existe el “para” un cierto sexo ya que la mujer posee la fuerza y la capacidad ingeniosa para desenvolver su agencia. Don Juan pierde su estabilidad emocional; es inseguro y se encuentra envuelto en confusiones. Es así, como don Juan le responde a doña Leonor: “Excusare / no puede ya mi cordura / ni mi valor, porque es lance / forzoso” (vv. 1500). Don Juan aprueba la riña que le impone doña Leonor porque se siente acobardado por los ataques de don Leonardo. Es importante aclarar que a pesar de que don Juan se enfrenta a lo que él cree que es un hombre (don Leonardo) él no refuerza el constructo de género porque no es fuerte y racional, al contrario es pasivo y sumiso al luchar con un hombre no por su propia voluntad. Caro integra a su obra un personaje opuesto al mítico de don Juan, el personaje protagónico de la obra El burlador de Sevilla, ya que es un hombre que se dejar llevar por su reacción emocional inmediata y no utiliza su razonamiento para des enmascarar a don Leonardo. En el que comienza el altercado, don Leonardo con don Juan, el príncipe Ludovico, que va en camino a su cita con doña Estela, toma ventaja de la oportunidad y busca aliarse con don Leonardo para matar a don Juan. Al ver este suceso, doña Leonor no puede permitir tal alianza ya que ella es la que quiere cumplir su objetivo y defiende por un momento a don Juan atacando al príncipe Ludovico para ahuyentarlo. Doña Leonor le exclama al príncipe Ludovico, “Más vale, / pues aquesto no os importa, / iros, caballero, antes / que os cueste” (vv. 1529-1531). Doña Leonor no solo exterioriza su capacidad intelectual sino que además no teme defender su propósito utilizando la fuerza física. Se invierten nuevamente los roles porque actúa con características masculinas, de acuerdo con el precepto de género, al incorporar en su defensa los golpes, la agresividad. A lo que don Juan con mayor confusión le cuestiona a don Leonardo: Vois sois bizarro y galante. / ¡Válgame el cielo! ¿Qué es esto? / ¡Que este hombre me ocasionase / a reñir, y con la espada / hiciese tan desiguales / el enojo y la razón! / ¡Que tan resuelto jurase / darme muerte, y que en un punto / me defendiese! Este es lance / que lo imagino imposible. / Que puede, dijo,

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importarle / mi vida; y cuando brioso / a reñir me persuade, / ¡al que me ofende resiste! / ¡No entiendo estas novedades! (vv. 1536-1550) Queda claro que el juego de identidades que emplea doña Leonor ha funcionado de forma muy eficaz ya que don Juan muestra desesperación y aturdimiento al no saber qué está ocurriendo. Es un don Juan impaciente, desconcertado, inestable que pierde autoridad ante las acciones de don Leonardo. De nuevo, don Juan desafía el constructo de género porque pese a que ve una figura masculina no actúa bajo su voluntad; se coloca en una posición inferior y obediente a la de su oponente. Asimismo, don Juan le declara: “El obligarme y el ofenderme, quisiera saber -¡por Dios!- de qué nace. Yo no he de reñir con vos, hidalgo, prueba bastante de que soy agradecido” (vv. 1552-1557). Don Juan utiliza la justificación “bastante de que soy agradecido” para sensibilizar y desorientar en cierta forma el objetivo de don Leonardo ya que teme por su vida después de ser testigo del coraje y brío de dicho personaje. A lo que don Leonardo le aclara: Tendréis a favor muy grande / el haberos defendido / y ayudado. ¡Qué mal sabe / conocer vuestro designio! / ¡La intención de mi dictamen, / con justa causa ofendido / de vos! ¡No quise que nadie / tuviese parte en la gloria / que ya espero con vengarme, / pues no era victoria mía / que otro valor me usurpase / el triunfo, ni fuera gusto / o lisonja el ayudarme, / pues con eso mi venganza / fuera menos memorable, / cuando está toda mi dicha / en mataros solo. (vv. 1558-1573) Doña Leonor es dueña de su propias decisiones y acciones, y por lo tanto, ella quiere apropiarse de su logro y demostrarse así misma su autonomía e independencia del hombre al expresar “pues no era victoria mía / que otro valor me usurpase / el triunfo.” Vemos, pues, que ella rompe con las características normativas de género porque ofrece otras alternativas a lo que la mujer se le tiene impuesto por los preceptos sociales, es decir les proporciona a las mujeres una visión donde la sumisión, la pasividad, la ignorancia no tenían cabida. El juego de doña Leonor se acrecienta aún más cuando don Juan es burlado nuevamente por doña Leonor quien pretende ella ser doña Estela. Y don Juan no reconoce a la que dice amar. Doña Leonor interroga a don Juan de esta forma: “¿Qué? ¿No me conocéis? Vamos al caso / ¿Cómo queréis que os crea, / si no era necia, fea, pobre, humilde, villana doña Leonor, la dama sevillana? Y ya sabéis, ingrato habéis burlado / con su honor la verdad de su cuidado” (vv. 1651-1658). Doña Leonor, como la Condesa doña Estela, después de tantas preguntas decide revelarle a don Juan el agravio que él cometió al engañarla. Doña Leonor sabe que al personificar a doña Estela, don Juan acabara perdiendo la cordura, puesto

52 que al verse des enmascarado por la que él piensa que es su amada (doña Estela) ya no podrá recobrar ni su amor ni su confianza. Doña Leonor estratégicamente emplea esta confusión de identidades para ganar la batalla en contra de don Juan por medio de la verdad. Es decir, doña Leonor muestra la verdad que ha sido burlada por don Juan y que no necesita a un hombre para hacer justicia puesto que es una mujer inteligente, sagaz y valiente. Don Juan le refuta: “Que la quise es muy cierto, / mas no ofendí su honor, esto os advierto” (vv. 1679- 1680). Don Juan trata de remendar su error al recalcar y mostrar que no ofendió su honor sino que no cumplió con su promesa de casamiento. Intenta evadir su culpa para convencer a doña Estela que es él el hombre indicado pero es un hombre que invierte los roles de género al ser él irracional, ingenuo, que se guía por lo emocional que no piensa congruentemente. Al final de su discusión con doña Estela, don Juan reflexiona consigo mismo: Mas, ¿cómo desconfío? / ¿Dónde está mi valor? ¿Dónde está mi brío? / Yo he de seguir esta amorosa empresa, / yo he de amar a la Condesa, / yo he de oponerme firme a todo el mundo, / yo he de hacer que mi afecto sin segundo / conquiste sus desdenes; / yo he de adorar sus males por mis bienes. (vv. 1823-1830) En este instante de la obra, don Juan está experimentando un conflicto interno frente a sus emociones que causan que dude de su persona, y que sienta inseguridad e inquietud ya que percata que no solo ha perdido el dominio de su alrededor, sino aún más de su vida al cuestionarse “¿cómo desconfío? ¿Dónde está mi valor? ¿Dónde está mi brío?” porque se ha disipado el control de sus actitudes y acciones. La humillación de don Juan, como parte del artificio de doña Leonor, se acrecienta aún más en la tercera jornada. Don Juan se encuentra conversando con don Fernando interrogándolo con el fin de saber quién fue la persona que lo difamo frente a doña Estela. En este momento, doña Estela y su prima, Lisarda, reaparecen en la obra saludando a don Juan como si ningún altercado hubiera ocurrido, lo que lo deja a él más desconcertado. Ingenuamente don Juan le pregunta a doña Estela: -¿Quién os dijo que en España / serví, enamoré y gocé / a doña Leonor, la dama / de Sevilla? -A lo que doña Estela sorprendida responde: ¿Quién? Vos mismo. -Don Juan asombrado le expresa: ¿Yo? ¿Cuándo? -Doña Estela fastidiada le reclama: ¡Ahora! ¿No acaba / de despertar vuestra lengua / desengaño en mi ignorancia? (vv. 1903-1904)

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Después de este suceso, don Juan queda en ridículo frente a su amada y a los otros personajes que lo respetaban ya que al percibirse como un hombre sin palabra y sin honor queda en desprestigio socialmente. Vemos, pues, que no es un hombre astuto capaz de ingeniar una respuesta coherente que persuada a los demás que es inocente. Doña Leonor no se queda satisfecha con ser testigo de que el honor de don Juan se va desmoronando. Ella inventa una historia donde le relata a don Juan que don Leonardo entabló una relación amorosa con doña Leonor, y por lo tanto tiene que vengar su deshonra con don Juan. Por lo cual don Juan se reclama así mismo: “Aquí de vosotros mismos, / celos, que ya la disculpo; / yo solo el culpado he sido, / yo la dejé, yo fui ingrato; / ¿Qué he de hacer en el abismo de tan grandes confusiones?)” (vv. 2222-2227). Doña Leonor astutamente provoca que don Juan comience a sentir celos para que él se arrepienta de no haber cumplido con su promesa de casamiento ya que otro hombre ha podido ganar su corazón. De nuevo, doña Leonor manipula a don Juan para que él sienta remordimiento por sus acciones. No obstante, este personaje de don Juan es un hombre irracional que se deja llevar por sus reacciones inmediatas como los celos ya que al saber que don Leonardo está usurpando su amor de doña Leonor reflexiona sobre el error que ha cometido. Don Leonardo le aclara a don Juan: “Hoy, don Juan, se ha de acabar / toda mi infamia,-¡por Dios!-porque matándonos a vos, / libre me podré casar con quien deseo” (vv. 2495-2498). La protagonista está jugando en esta escena con el tema del honor porque busca intimidar aún más a don Juan, hacerlo sentir vulnerable e indefenso. De igual forma como a don Juan, don Fernando invierte el constructo normativo de género al ser un personaje que carece de carácter, es emocional y pasivo. Desde la primera jornada, Don Fernando, hermano de doña Leonor, se presenta como un hombre enamorado de doña Estela mas nunca revela sus sentimientos hacia ella y, es más, siempre lucha por los intereses de los demás menos el suyo. Don Fernando le expresa a don Leonardo que doña Estela se ha decidido por él a lo que don Leonardo se muestra indiferente ante su amor. Don Fernando le responde: “No prosigo, / pues ya lo entiendes, Leonardo. / A favor tan conocido, / ¿qué le puedes responder / si no desdeñoso, tibio? / (Sabe el cielo cuánto siento, /cuando de adorarla vivo / que me haga su tercero.)” (vv. 2332-2339). Don Fernando no decide encarar su amor por doña Estela sino que prefiere amarla desde la distancia a pesar que otros hombres como el príncipe Ludovico, don Juan y don Leonardo estén luchando por ella. Este

54 personaje rompe con los roles de género y las expectativas de un hombre en una cultura patriarcal porque es pasivo, indeciso que se coloca en una posición subalterna al ser él el marginando y el controlado por los otros personajes ya que prefiere apoyar las acciones de los demás en vez de defender sus intereses propios. Todos sus verdaderas intenciones y sentimientos son reveladas a través de la obra en silencio al no considerarlas significativas como cuando expresa: “Sabe el cielo cuánto siento, / cuando de adorarla vivo / que me haga su tercero” (vv. 2337-2339). Asimismo, cuando don Leonardo se presenta ante su círculo social como el enamorado de doña Leonor y él que tiene que vengar el agravio de su enamorada matando a don Juan, don Fernando responde: “¡Qué laberinto tan ciego! / Dice bien don Juan, bien dice, pues si casarla pretendo / con Leonardo, ¿cómo puede, / vivo don Juan? Esto es hecho: todos hemos de matarnos, yo no hallo otro remedio” (vv.2662-2668). Caro resalta su crítica hacia el tema del honor y lo elabora como un concepto irracional, sin fundamentos lógicos ya que para cumplir con el código de honor todos tienen que morir para remediar la ofensa. Es así como don Fernando se exterioriza nuevamente como un hombre que carece de inteligencia y fácil de manipular puesto sigue con las normas sociales a pesar de que sean incoherentes. Sin embargo, a diferencia de los hombres, la inteligencia, astucia y razonamiento de doña Leonor es lo que se resalta en el desenlace de la obra. Doña Leonor contradice a los personajes masculinos y expresa su punto de vista de este modo disfrazado de don Leonardo: “En efecto; si Leonor / no rompiera el lazo estrecho / de tu amor, y si no hubiera / admitido mis empeños, / ¿la quisieras?” Y don Juan le responde: La adorara (vv. 2671-2675). Doña Leonor les propone a don Fernando, al príncipe Ludovico y a don Juan una solución inmediata y congruente ya que su objetivo no es morir sino vengar su agravio con don Juan. De igual forma, fortalece su argumento al decidir desenmascararse enfrente a todos los personajes ahora como doña Leonor, la autora intelectual del artificio. Ella confiesa: -Desde España hasta Flandes, / y haberme arrojado al riesgo / de matarme tantas veces; la primera, en el terrero / retirando a Ludovico / y a mi propio esposo hiriendo, / y hoy, cuando guardó a Palacio / mi valor justo respeto, / y deslumbrando a mi hermano, / fingir pude engaños nuevos, y ahora, arrojada y valiente, por mis castro honor volviendo, salí a quitarle vida y lo hiciera-¡vive el cielo!- que tanto puede en un pecho valor, agravio y mujer. Leonardo fui, mas ya vuelvo a ser Leonor. ¿Me querras? (vv. 2711-2729). - Don Juan replica: Te adoraré (vv.2729)

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Doña Leonor comprueba ante su entorno patriarcal que el género que ha sido impuesto por lo hombres para marginar, oprimir y limitar a la mujer a ciertos roles sociales no es permanente, al contrario, es una diferencia irracional para someter a la mujer a sus intereses. Y, además, demuestra que posee el intelecto, la fuerza y el brío para enfrentar cualquier situación, en este caso el defender su honor, sin depender del hombre. En este argumento, ella no se intimidó ni huyó en sus enfrentamientos para llevar a cabo su venganza cuando comenta “haberme arrojado al riesgo de matarme tantas veces.” Así, pues, es dueña de sus ideales, pensamientos y acciones, y por ende aclara que ningún suceso es un obstáculo cuando existe “valor, agravio y mujer.” Es decir que no hay que subestimar a las mujeres que según las categorías de género, son indefensas, sumisas, emocionales e ilógicas porque entonces habrán errado por juzgarlas sin fundamentos. Aunque doña Leonor no haya matado a don Juan, ella cumplió con su promesa ya que lo tiene a sus pies, arrepentido, e implorándole su amor. Al observarlo dolido, es ella la que decide el rumbo de su vida, y finalmente, acepta de nuevo a don Juan. Es así como doña Leonor controla la trama de la obra y destruye la figura masculina de la cultura androcéntrica, es decir a don Juan, al ser conducido y burlado hasta el final por la razón y la verdad de una mujer. Por consiguiente, el destino de los hombres es dirigido por las decisiones de las mujeres. Por ejemplo, doña Estela al comprender que don Leonardo es doña Leonor decide unir su vidas con la de don Fernando: “Quedemos / hermanas, Leonor hermosa. / Fernando, ¿de esposo y dueño / me das la mano?” (vv. 2737) y don Fernando venturoso responde: “Estas dichas causó Leonor. Yo soy vuestro” (vv. 2740). Doña Estela invierte el precepto de género al ser ella la que toma la iniciativa de proponerle casamiento de don Fernando. Ella no desea que ninguna persona le rija el rumbo de su vida, y por ende, se muestra firme y segura de su decisión, a diferencia de don Fernando quien espera pacientemente a que una mujer decida por él. No obstante, él defiende el coraje y las acciones de su hermana, doña Leonor, puesto que exclama “Estas dichas causó Leonor” como una forma de validar y apoyar la agencia de la mujer. Ribete es otro personaje quien se convierte en la portavoz de las mujeres que son criticadas por sus decisiones que van en contra del patriarcado. Ribete conversa con Tomillo acerca de las novedades en España. Ribete explica:

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-Ya es todo muy viejo allá; / sólo en esto de poetas / hay notable novedad / por innumerables, tanto / que aún quieren poetizar / las mujeres, y se atreven / a hacer comedias ya (vv. 1165-1181). -A lo que Tomillo responde: ¡Válgame Dios! Pues, ¿no fuera / mejor coser e hilar? / ¡Mujeres poetas! (vv. 1172-1174). -Ribete añade: Sí; / mas no es nuevo, pues están / Argentira, Safo, Areta, / Blesilla, y más de un millar / de modernas, que hoy a Italia / lustre soberano dan, / disculpando la osadía / de su nueva vanidad (vv. 1174-1181). Ribete expone una crítica social puesto que en el siglo XVII se percibía como ilógico para la mayoría de los hombres que las mujeres formaran parte del círculo literario porque siguiendo el constructo de género la mujer era ideal para tareas del hogar. Sin embargo, Ribete demuestra que “las mujeres poetas” han incrementado como “Argentina, Safor, Areta y Blesilla” y han abierto una puerta cuya motivación es la escritura redactada por mujeres. Este argumento apoya la idea de que la mujer sea libre de actuar con diferentes posibilidades a lo que erróneamente se les tiene impuesto y que exprese sus pensamientos, ideales y experiencias por medio de una visibilidad pública. Para concluir vemos en la obra Valor, agravio y mujer de Ana Caro un llamado de atención a que las mujeres no continúen sosegadas con lo que la cultura patriarcal ha establecido como lo ideal y lo correcto. Caro busca que las mujeres busquen su propio destino, que experimenten diferentes roles e identidades y que nunca dependan del criterio de un hombre. Por tanto propone que la mujer es capaz de ejercer su determinación y valor para lograr sus deseos, intereses y objetivos ya que cuando la mujer se apropia y lucha por su agencia no existe mayor obstáculo.

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CONCLUSIÓN

En estos capítulos, hemos visto que pese a que en el siglo XVII la mujer española y novohispana era oprimida, limitada y adscrita a roles creados por la Iglesia, las leyes y entes sociopolíticas que reforzaban el sistema binario de género surgieron las voces contestatarias de María de Zayas, Sor Juana Inés de la Cruz y Ana Caro. Dichas escritoras defendieron en sus textos sus ideales a favor de la representación de la mujer por ella misma, es decir, que las mujeres podrían ejercer libremente sus vidas sin la dependencia y control del hombre. Es admirable la valentía, la inteligencia y el coraje de estas escritoras al criticar, cuestionar y romper con las construcciones de género, tan rígidas, implacables y perjudiciales para las mujeres tanto en la metrópoli como en la colonia. A pesar de pertenecer a mundos distintos, culturales y políticos, las tres escritoras compartían muchas similitudes. En cuestiones biográficas, la posición privilegiada de las escritoras fue un factor predominante para que ellas pudieran acceder a los círculos literarios. Por ejemplo, en el caso de ambas escritoras españolas, Zayas y Caro, ellas gozaban de un linaje prestigioso y pertenecían a la alta alcurnia. Aunque recibieron apoyo económico, es decir mecenazgo, por parte de familias acaudaladas, su descendencia junto con su notable talento como escritoras las impulsó a la fama. En el caso de Sor Juana ella no era de provenir distinguido como las otras escritoras pero sí se desenvolvió desde joven en entornos exclusivos, como la corte virreinal, y constantemente recibía el apoyo de las virreinas y formaba parte de las religiosas pudientes de esta época. Ambos factores le ayudaron para situarse en una posición superior a la de otras religiosas escritoras. De cierto modo, su posición de prestigio sí favoreció y protegió a que las escritoras pudieran redactar, publicar y hasta representar sus obras en un entorno público. No obstante, una notable distinción es los espacios en los cuales escribían las tres escritoras. Por ejemplo, en España, Zayas y Caro tuvieron la oportunidad de compartir e interactuar con literatos célebres de la época, ya que no existía la misma rigidez como en la

58 colonia de convertir la escritura en una profesión. Mientras que Sor Juana tomó los votos de religiosa para poder escribir de cierta forma libre. Para Sor Juana, el convento fue el espacio donde pudo ejercer, aprender y exteriorizar sus conocimientos e ideales por medio de la escritura. Sin embargo, las tres lograron revelar su voz contundente y transgresiva en contra del androcentrismo. Sus temas, sus preocupaciones y sus corajes fueron otra similitud entre estas tres escritoras. Sus obras se destacan por defender a la mujer de los roles del constructo normativo de género para que así pueda ella encontrar y ejercer sus deseos, intereses e ideales, y sobre todo, de no vivir bajo el criterio y dominio de otros. Zayas, Caro e Inés de la Cruz en sus publicaciones ejemplifican este argumento mostrando mujeres empoderadas, astutas, activas y valerosas con el fin de que las mujeres rompieran con los miedos, arquetipos y generalizaciones que no les permitía desarrollar su agencia libremente. Así también, las escritoras experimentaron con diferentes géneros y, aunque utilizaron la tradición literaria, le dieron un giro autentico, subversivo y desafiante. Sus voces oposicionales a la inferioridad de la mujer y a favor de su agencia misma es su sello característico de las tres escritoras. Así pues, a través de sus obras hemos observado sus estrategias contestatarias que se resisten a la cultura patriarcal, y en específico, hacia la diferencia binaria de género. En primer lugar, ellas demuestran que dicha diferencia es ilógica e incoherente y, es más, sin fundamentos, y por ende, se presta a la subversión por ser una construcción social que en cualquier momento se puede transgredir. Al momento que los roles de la mujer y el hombre son subvertidos, las escritoras los invierten para así cuestionarlos, criticarlos y desvalorizarlos ante la sociedad. Por ejemplo, en las tres obras las mujeres, como doña Violante, doña Ana y doña Leonor, desde el comienzo ellas se presentan con características activas de poder y autoridad. Las mujeres no son pasivas, ingenuas, irracionales e indecisas, sino todo lo contrario, son mujeres que se empoderan de su voz, actitud, pensamientos y acciones. Y si hay excepciones como lo es la inocente Gracia en El Prevenido Engañado, Zayas no duda en romper con su rol impuesto por el constructo normativo de género para así florecer una mujer audaz e independiente. Es interesante observar, también, que en sus tres obras, las escritoras para enaltecer la agencia de la mujer, desmitifican y desautorizan la voz y las acciones masculinas invirtiendo dicha diferencia binaria de género. Es decir, para exhibir la inteligencia, astucia y autonomía

59 de las mujeres, los hombres son burlados, satirizados, criticados y juzgados severamente no solo por la voz de la mujer, sino además por la del mismo hombre, como en el caso de don Carlos en Los empeños de una casa en el cual Sor Juana pone en voz de don Carlos una crítica social en contra de la cultura patriarcal que juzga a la mujer solo por pertenecer a la categoría subalterna, femenina. Así pues, una de las estrategias que Sor Juana y Ana Caro utilizan en sus obras es el juego del travestismo. Es un elemento contestatario que les demuestra a las lectoras otras alternativas e identidades para ejercer su agencia. Sin embargo, el travestismo que se explora en ambas obras se diferencian principalmente por su grado de subversión. Es decir, en Los empeños de una casa, el gracioso Castaño se disfraza de mujer para resaltar ante el público críticas sociales, como por ejemplo la incoherencia de juzgar a la mujer por su imagen, su exterior y no por su verdadera esencia que es su libre decisión de pensar y actuar. Mientras que en Valor, agravio y mujer la subversión es de mayor grado ya que desde el comienzo de la obra, la protagonista, doña Leonor, se apropia de una identidad de hombre, don Leonardo, para enaltecer la capacidad de razonamiento, la perspicacia, el brío y la fuerza de voluntad que una mujer posee. Por tanto, ella no solo señala firmemente sus objetivos y sus ideales, sino que los defiende y lucha por ellos a toda costa. Aunque sus obras fueron escritas desde hace cuatro siglos, sus temas transcienden a la actualidad donde se continúa observando acciones misóginas, discriminatorias, opresivas y sexismos en contra de la mujer. Este es el impacto de estas escritoras que por medio de sus ejemplos literarios puedan identificarse y solidarizarse con otras mujeres para aportar un cambio a sus vidas donde ni nunca ni nadie pueda ensombrecer su agencia. Sino todo lo contrario, donde pueda ser un nuevo comienzo para las mujeres encasilladas en el nocivo constructo de género.

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