La Montaña Vol 2
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
LA MONTAÑA Historia novelada de una transformación personal basada en hechos mágicamente reales VOLUMEN II RICARDO PERRET 1 LA MONTAÑA Vol. II Historia novelada de una transformación personal basada en hechos mágicamente reales Ricardo Perret Todos los derechos reservados Primera Edición: Enero 2016 Segunda Edición: Febrero de 2016 Tercera Edición: Febrero de 2017 Mail de Ricardo Perret: [email protected] Facebook: Ricardo Perret La Montaña, Centro de Transformación www.centrodetransformacion.org Otros libros de Ricardo Perret www.ricardoperret.com Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio electrónico o mecánico, incluso en fotocopiado o sistema para recuperar información, sin permiso expreso del autor por escrito. ISBN: 978-607-00-6879-9 Impreso en México / Printed in Mexico AGRADECIMIENTO ESPECIAL a Luis Eduardo Yepes por su enorme colaboración y guía, de manera paciente y entregada, en la revisión ortográfica de este libro. Aclaración Inicial Este libro, La Montaña volumen 2, es una continuación del libro La Montaña volumen 1. Todos los hechos que aquí describo, y que son mágicamente reales, son secuencia de los sucesos, también reales, del primer volumen. Por ello, para entender este libro es fundamental la lectura del primero. 65 El martes en la noche regresé al DF de mi viaje a Sedona. Mariana y Sofía habían viajado dos días antes del DF a Guadalajara, ya que la mamá de mi hija era la organizadora de un congreso educativo que se llevaba a cabo año con año. Y, aprovechando el tema, déjame contarte algo sobre nosotros dos, sobre nuestros inicios. El primero de estos congresos educativos se había or- ganizado en la ciudad de Monterrey en el 2011 y había sido justo en ese congreso en el que yo la había conocido a ella. Una coorganizadora del evento me había invitado a dar una conferencia ante cientos de maestros y, en primera fila, estaba sentada Mariana. Recuerdo que me enamoré de ella desde el primer segundo que la vi: mujer elegante, hermosísima y seria, muy seria. Ella me veía mientras yo daba la conferencia y ni se inmutaba. Ninguno de los chistes que yo contaba procurando hacerla reír surtía efecto en ella. A mitad de mi conferencia se retiró de la sala y pude ver sus caderas contoneándose. ¡Desde ese momento la deseé intensa- mente; deseo que, para ser honestos, se ha mantenido en mi incluso mu- cho después de la separación! El mismo día del evento, en que la conocí, durante la cena que se llevó a cabo para los conferencistas, aproveché para platicar con ella sin parar, literalmente, hasta el momento en que se fueron todos los invitados. A partir de ahí no dejé de intercambiar mensa- jes con ella por el chat de la BlackBerry, que éramos que lo usábamos por aquellos tiempos, hasta que aceptó salir conmigo. Dos meses después éramos novios, y un año después nuestra hija Sofía estaría en camino. Ella me había invitado, a partir de ese año, a todos los congresos como conferencista. No era tanto que ella me diera preferencia, sino que los maestros siempre votaban por mí como uno de los mejores conferencis- tas, ¡ja, ja! En estos congresos he podido presentar, en primicia, algunas de las investigaciones que he coordinado para contribuir a la educación en nuestro país, aprovechando mis conocimientos de psicología y el apor- te de mi equipo conformado por grandes psicólogos. Toda mi GRATITUD a Mariana por creer en mí y seguir invitándome a su congreso, así ya no fuéramos pareja. Entonces, el miércoles, volé a Guadalajara, tanto para participar en el congreso como para ver a mi hija, y de paso a Mariana, quien se veía espectacular en su vestido formal. Me asignaron una habitación en el Hotel Camino Real. Al entrar a la ha- bitación volteé hacia la regadera y vi que tenía tina de baño. Algo me dijo que ahí tendría que hacer mi primera conexión y meditación. Sentí un gran impulso por llenarla con agua calientita y meterme en ella, quería LA MONTAÑA • 4 conectarme con mi Maestro de Luz, espíritu de quien había sido mi padre biológico en esta vida. Así lo hice. Me metí en la tina, di unas profundas bocanadas de aire, coloqué mis manos formando el mudra de Equipo en mi pecho, cerré mis ojos y comencé la conexión. Y ahí estaba la gran esfera azul con mechón de fuego, lista con un enorme mensaje para mí. “Te has acostumbrado a obtener fuerzas de fuentes externas, en lugar de reconocer y aprovechar la fuente más grande de poder en ti, la interna”. Lo dijo de manera tan seria que incluso le sentí cierto tono de regaño. Yo no entendía muy bien a qué venía este mensaje. Entonces, y como nor- malmente ocurría, la lección llegó acompañada de una serie de imágenes con la finalidad de que la entendiera mejor. En ese momento mi Maestro me provocó una regresión a cuando yo era niño. Ahí estaba yo en imágenes totalmente nítidas. En la primera me vi y me sentí emocionalmente muy vinculado a mi mamá, apegado a ella todo el tiempo. Después, cuando mi hermano menor había nacido y mi mamá se había enfocado en él por ser el menor, yo me había apegado a mi papá. Y así comenzaron a llegar muchas imágenes de mí mismo buscando siempre fuentes externas de fuerza. De obtener la fuerza de mi papá brinqué a mis compañeros del club de fútbol americano, de ellos a mis amigos adolescentes, de estos a mi primera novia. Las imágenes eran claritas, nunca había estado sólo, nunca había reconocido mi fuente interna de fuerza, la más grande de todas. Cuando mi novia de universi- dad terminó conmigo, yo me había colgado de mis amigos y, a los pocos meses, de ellos había brincado a refugiarme en una Maestría, actividad que busqué para olvidarme de esa exnovia. Ya estando en la Maestría había conseguido otra novia. De esta novia pasé a otra, de otra a otra, de esa a la que había sido mi esposa, y de esta última a Mariana, la mamá de mi hija. La lección estaba clarísima y mi Maestro remató: “Tu gran sufrimiento es consecuencia de tu debilidad interna. Tu debilidad interna es conse- cuencia de nunca haber reconocido y fortalecido la gran fuente interna de poder en ti. Siempre has dependido de otros, de su aceptación, su apoyo, sus aplausos, su cariño, su guía. Es hora de que dependas sólo de ti por un tiempo. Por ello, a partir de hoy dejarás de ver y hablar, durante un mes terrenal, con…”, y aparecieron las imágenes de Rafael, Jorge e Imanand, quienes se habían vuelto parte fundamental y clave de este pro- ceso. Eran un gran apoyo para mí, confidentes, compañeros de viaje y de crecimiento. “Vuelve a tu interior, acepta tu proceso en soledad, reconoce tu fuerza interna nuevamente, que sea ella tu aliada permanente, vuelve a conectarte con ella”. La voz de mi Maestro se ausentó. Me quedé callado, me sentía regañado, confundido, pero recapacitaba sobre lo cierto de sus mensajes. Estaba decidido a seguir sus instrucciones al pie de la letra. 5 La temperatura del agua estaba perfecta. Había puesto una toalla en mi cabeza a manera de almohada y estaba sumamente a gusto, no me quería mover. Unos momentos después la voz volvió a escucharse en mi interior: “Hijo, durante los últimos tres días he estado curando a tu mamá. Mien- tras ella duerme, he estado con ella imponiéndole calor en su pancita. Ella va a estar bien”. ¡Wow!, esto fue sumamente impactante, me cayeron los veintes en ese momento. Desde hacía dos semanas mi mamá había tenido una infección en las vías urinarias. Le habían dado varios tipos de antibióticos, hasta que su médico había atinado y finalmente se le había quitado. En el proceso, mi mamá había estado sumamente preocupada durante muchos días, pensando que pudiera ser algo más serio que una simple infección. En una de sus visitas a la doctora, esta le había reco- mendado hacerse el Papanicolaou y así lo había hecho ella el viernes anterior. El martes de la siguiente semana, mientras yo platicaba por teléfono con ella, la noté preocupada y le pregunté qué tenía. Ella me respondió que sí estaba preocupada y me contó que la habían llamado del consultorio de la doctora para decirle que necesitaban verla lo antes posible para revisar los resultados del estudio. La cita en el consultorio la había definido mi mamá con la persona que la había llamado, y ambas acordaron que sería el jueves, ese mismo jueves en el que yo estaba meditando en la tina de baño del Camino Real. Sin embargo, cuando mi mamá había ido a la cita, la doctora se había mostrado extrañada por su visita, le había dicho que ni ella ni su asistente la habían llamado para citarla, que se le hacía raro por- que sus estudios habían salido perfectamente bien. ¡Eso estaba muy raro! ¿Cómo que alguien la había llamado del consultorio y luego resultaba que no, y que sus estudios estaban perfectos? Mi mamá me había llamado ese mismo día por la mañana (es decir el mismo día de mi conexión en la tina de baño), para contarme lo sucedido. Pues bien, resulta que esa noche mi Maestro me decía que mi mamá sí había estado malita pero que él la había estado curando. Todo cuadraba claramente como una intervención de mi Maestro, quien había sido el es- poso de mi mamá en este plano. Y no sólo la había curado sin que ella misma lo supiera, sino que había borrado la llamada de la memoria de la asistente de la doctora.