ARROQUIAS Y PPATRONOS ALTEÑOS

Entrada del Sagrado Corazón de Jesús a Mexticacán en 1942.

a presente obra reúne cinco ensayos sobre religiosidad alteña, alre- dedor de lo cual las comunidades han formado su identidad me- Ldiante el culto de importantes advocaciones del universo católico. Desde diversos puntos de vista, la obra aquí presentada se enfoca especialmente en la figura de Jesucristo, tal como se venera en Mexti- cacán con la advocación del Sagrado Corazón de Jesús, en Capilla de Guadalupe como el Señor de los Afligidos, en Tepatitlán como el Señor de la Misericordia, en como el señor del Calvario, entre otros. También se incluyen diversas generalidades sobre la vida eclesiás- tica en Cañadas de Obregón, así como vida y obra de San Ignacio de Loyola, patrono de San Ignacio Cerro Gordo. La relevancia del tema religioso queda manifiesta al observar la forma en que la población alteña celebra a sus santos patronos, con- ALTEÑOS Y PATRONOS PARROQUIAS formando multitudinarias fiestas de gran colorido que generan cultura, reunifican familias y producen una importante derrama económica por concepto de servicios turísticos. Los autores han destacado en el ámbito académico y en la crónica municipal, por lo que esté seguro el lector de que encontrará informa- ción que le ayudará a incrementar su conocimiento sobre la materia.

Alfredo Gutiérrez

ISBN 978-607-98269-3-2 CENTRO UNIVERSITARIO COLECCION DE ESTUDIOS REGIONALES DE LOS ALTOS Parroquias y patronos alteños

Parroquias y patronos alteños

Universidad de - Acento Editores

2018 La impresión de este libro fue apoyada con recursos del proyecto “P/PFCE-2017- 14MSU0010Z-16”, proyecto perteneciente al programa de fortalecimiento de la calidad educativa del Centro Universitario de los Altos.

Parroquias y patronos alteños

D.R. © 2018, primera edición

D.R. © Universidad de Guadalajara Centro Universitario de los Altos Carr. Yahualica-Tepatitlán km. 7.5 C.P. 47600 Tepatitlán de Morelos, Jal.

D.R. © Acento Editores Reforma 654, C.P. 44200, Guadalajara,

Portada: Fotografía de René Saldaña Ramírez

ISBN: 978-607-98269-3-2

Impreso y hecho en México Printed and made in PRÓLOGO

a obra que aquí se expone es el resultado de exhaustivos trabajos de investigación a cargo de cinco acuciosos escritores de la región de Agustín Yáñez, quienes nos brindan la oportunidad Lde conocer aspectos importantes de la identidad alteña, región que aunque comparte tradiciones y creencias con otras latitudes, posee una especificidad histórica diferente. La historia de larga duración a que hace referencia Braudel toma relevancia cuando leemos a estos autores, pues vemos que la sociedad alteña tiene profundos antecedentes. En su momento, hace ya cuatro décadas, Andrés Fábregas escribió en La formación histórica de una región: , que la sociedad alteña fue tomando mediante la organización de la producción del campo, las fiestas, los intercambios sociales, la coexistencia entre ibéricos e indígenas. En esta tradición de recuperación histórica y de estudio de las características de la gente de Los Altos, encontramos que mucha de la personalidad de estos pueblos es legado del momento histórico que vivía España en aquella época de conquista pero también de expulsión de árabes. Rasgo de todo ello es la existencia de tecnología antigua como lo son los bordos usados por siglos para capturar agua, y que la modernidad amenaza con sustituir por enormes presas que inundarían poblaciones. Si los avances tecnológicos nos han cambiado manifestaciones culturales en el trabajo, también lo han hecho en las creencias religiosas. En este contexto, el alteño se aferra a su fe por tradición pero también por convicción. Esta obre tiene el objetivo de describir las tradiciones religiosas de los alteños, manifestadas en torno al santo patrono de la parroquia. En el primero de los trabajos, Zócimo Orozco Orozco escribe sobre el patrono de su pueblo natal, del que es su cronista, San Ignacio Cerro 8 Parroquias y patronos alteños

Gordo. Dice Orozco que desde el siglo XVI adoptaron a San Ignacio de Loyola como patrono por ser ejemplo de humildad. Sufrió vicisitudes, viajó por lugares lejanos y ayudó a los más necesitados. San Ignacio Cerro Gordo es el más reciente municipio de Jalisco, su nombre hace referencia a la elevación que está a su costado. En otro capítulo, Francisco Sandoval nos ilustra con una etnografía de las fiestas que se celebran en Mexticacán, su matria, para honrar al Corazón de Jesús. Hace una descripción de cómo se prepara la comida, quiénes son los principales actores en las celebraciones que inician con la devoción y terminan en serenatas, jolgorio, música y los infaltables cohetes. Antes del Corazón de Jesús, Mexticacán tuvo otros patronos que describe Francisco, los nombra y ofrece una explicación de cada uno, al igual que las personas que tuvieron mayor influencia para escoger a sus representantes celestiales. El siguiente trabajo corresponde a Norberto Servín, él nos habla del hermano del Señor de la Misericordia de Tepatitlán. Norberto hace un relato de cómo don Pedro Medina se hizo de la imagen cuando llegó al rancho El Durazno, un escultor desconocido, a quien la tradición le atribuye un origen divino porque la escultura que hizo de un madero propuesto por don Pedro y que había encontrado en la Barranca de las Varas. Dicho escultor, de quien no se volvió a saber más, elaboró también al Señor de los Afligidos, por eso el título de “hermano” que le da Norberto. En su descripción, hace referencia a otro ilustre personaje: el Padre Agustín Ramírez quien es el autor del primer libro sobre el origen de la imagen. El origen de las esculturas se remonta al lejano 1840 (o tal vez 1839). El trabajo de Norberto es muy detallado y no se circunscribe a explicar este fenómeno religioso en particular desde la aparición sino que ofrece un análisis generoso desde siglos atrás. Por su parte Miguel Ángel Casillas propone que la tradición en Los Altos se orientó más al culto a Jesucristo que la Virgen María. Hace un recorrido con datos precisos y visión antropológica, desde Lagos de Moreno pasando por Ocotes de Moya, Yahualica, Unión de San Antonio y Encarnación de Díaz hasta llegar a Tepatitlán y su delegación de Capilla de Guadalupe. Dedicación especial hace del Prólogo 9

Cristo de la Peñita de Temaca que ha inmortalizado la pluma del poeta jalostotitlense Alfredo R. Placencia. Finalmente Juan Frajoza, respaldado por datos paleografiados de múltiples archivos, nos ilustra con un profundo análisis sobre la economía y la sociedad de un municipio y su delegación, que por varios siglos han disputado el título entre uno y otro. Hablamos de Temaca y Cañadas que han querido quedarse con el nombramiento de cabecera. La explicación que a todo esto nos da Frajoza es que el papel de las parroquias ha sido fundamental para tratar de inclinar la balanza. La tradición histórica de estos dos poblados ha dejado marcas importantes en el desarrollo de la región. Estos cinco trabajos acerca de tradiciones ancestrales, son un aporte al conocimiento que muchos autores alteños divulgan constantemente sobre nuestro pedazo de patria. Nuestro deseo es que agregue algo más al esfuerzo que ya realizan editores, escritores y cronistas.

Los editores

SAN IGNACIO DE LOYOLA PATRONO DE SAN IGNACIO CERRO GORDO, JALISCO

José Zócimo Orozco Orozco1

¡Dios proveerá lo que le parezca mejor!: San Ignacio de Loyola

ste artículo trata del santo patrono inicial de San Ignacio Cerro Gordo, lo cual nos permite avanzar en el conocimiento del origen jesuita del nombre de este lugar desde sus orígenes, Esiendo su patrono San Ignacio de Loyola. Del porqué se nombró a San Ignacio de Loyola como el primer santo patrono del hoy municipio y que actualmente lleva por nombre oficial: San Ignacio Cerro Gordo. Después se integró la devoción también a la Virgen de Guadalupe. El municipio de San Ignacio Cerro Gordo, se encuentra ubicado en la Región Altos Sur del Estado de Jalisco, entre los municipios de Tepatitlán de Morelos, al poniente; San Miguel el Alto, al norte; Arandas, al oriente y Atotonilco el Alto, al sur. Es toda una fortuna tener la oportunidad de escribir sobre San Ignacio de Loyola, para reflexionar sobre la vida de este santo que trascendió a su espacio y su tiempo, la Europa del siglo xvi, y cuyos beneficios de su intercesión tanto en su vida como después de su muerte han colmado a muchas generaciones de bienes y bendiciones.

1 Cronista de San Ignacio Cerro Gordo, Jalisco. Es profesor investigador del CUCSH de la Universidad de Guadalajara, miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I.

[ 11 ] 12 Parroquias y patronos alteños

Aquí respondo a la pregunta que me hicieron hace muchos años, ¿por qué la Compañía de Jesús en San Ignacio Cerro Gordo? ¿Por qué es San Ignacio de Loyola su patrono? Este estudio amplía la investigación que emprendí hace más de cuarenta años para establecer la fecha de fundación de Arandas y San Ignacio Cerro Gordo, Jalisco. Me llevó a profundizar en documentos de archivo, como siempre, en varios estados de la república; así de disperso está el conocimiento sobre esta región. Es una búsqueda de información sobre el tema incluso dentro de la obra que he publicado, por lo cual se citan varias de mis publicaciones.

San Ignacio de Loyola. Sus primeros años de vida y surgimiento de su vocación religiosa2

Iñigo de Loyola nació en el año de 1491, apenas un año antes del descubrimiento de América, en Azpeitia, villa de la provincia de Guipúzcoa, España. Sus padres fueron don Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola, señor de las casas solariegas de Loyola y Oñaz, y doña María o Mariana Sáez de Balda, ambos descendientes de muy nobles familias. Iñigo fue el menor de 13 hijos. Lo enviaron sus padres con los Reyes Católicos a hacer la carrera de armas, pero en 1521 en el sitio de Pamplona, fue herido por los franceses con bala de cañón, destrozándole su pierna derecha y lesionando la izquierda. Narran las crónicas que tuvo una vida de rigurosa penitencia y que tanta devoción despertó en las personas de Manresa, que levantaron en ese sitio una pirámide para perpetuar su memoria. En una ocasión, de regreso de Jerusalén, con mucho trabajo logró llegar a Chipre y vio tres naves a punto de salir para Italia. La primera por ser de turcos, nunca admitiría a Ignacio; la segunda se describe como un navío veneciano fuerte y recio, pero su capitán replica a la solicitud de ayuda que si es tan santo, así fueron las recomendaciones,

2 Barbanza, José, Síntesis biográfica, San Ignacio de Loyola, Atlántida, S.A., Buenos Aires, Ar- gentina, 1940, p. 1. San Ignacio de Loyola, patrono de San Ignacio Cerro Gordo 13 podía ir caminando sobre el mar, pues no se ahogaría; la tercera, dice la narración, es una nave vieja y carcomida que acepta llevarlo gratuitamente. Poco después, cuando ya las tres naves están en altamar, sobreviene la tempestad. La nave turca naufragó y muere toda la gente; la nave veneciana encalla en las costas de Chipre y se salva la gente que va en ella; la nave pequeña donde viaja Iñigo de Loyola, consiguió llegar al puerto de Pulla, reino de Nápoles y de ahí va a Venecia. Ignacio es recibido por un buen hombre que le da hospedaje, dieciséis reales y un trozo de paño. En Barcelona empezó sus estudios de gramática, a los treinta y tres años de edad; cuando terminó, pasó a Alcalá de Henares para cursar filosofía. En esta ciudad su prédica llamó la atención del público. Apresados Ignacio y sus amigos por predicar sin el estudio de la teología, fueron interrogados por los jueces innumerables veces y las personas acudían a la cárcel a oírlo, uno de ellos fue don Francisco de Mendoza, que después fue Cardenal y Obispo de Burgos; la sentencia fue el darlos por hombres de vida honrada y doctrina limpia, autorizándolos a continuar instruyendo al pueblo con una condición: que se abstuvieran de enseñar la diferencia entre pecado mortal y venial, lo que únicamente se podía hacer con teología. Después de esto Ignacio decidió salir de España.

Inicios de la Compañía de Jesús

Ignacio siempre se rodeó de compañeros que al escucharlo sentían el celo apostólico para salvar almas. En París, sus compañeros son Pedro Fabro, saboyano y Francisco Javier, Navarro. Son compañeros de aposento del Colegio de Santa Bárbara y se les suma Diego Láinez, nacido en Almanzor y Alonso de Salmerón, mozo toledano; después se unen Simón Rodríguez, portugués y Nicolás de Bobadilla, de cerca de Palencia. En 1534, ya con el título de Maestro, se reúnen todos el día de la Asunción en la capilla de Montmartre, a una legua de París, se confiesan y reciben el Santísimo Sacramento; hacen voto de pobreza, prometen 14 Parroquias y patronos alteños ir en peregrinación a Tierra Santa, con el propósito de quedarse en Jerusalén, no apartándose de los Sagrados Lugares, y si no, volver a Roma, postrarse a los pies del Sumo Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra, y rogarle que dispusiera de sus vidas, dedicándolas al servicio de Dios y de las almas. Estos se consideran los cimientos de la Compañía de Jesús. Dos años después renovaron sus votos y de aquí se origina el cuarto voto, que hacen los que profesan en la Compañía de Jesús, llamado de las misiones. Se suman a su grupo los teólogos Claudio Le-Gay, saboyano, Juan Coduri, provenzal, y Pascasio Broet, natural de La Picardía. Cuando decidieron fundar una Compañía y tratándose lo del nombre que se le había de poner, con el fin de presentarlo al Santo Padre, Ignacio pidió ser él el que lo pusiera, decidiendo el de La Compañía de Jesús.

Crecimiento y desarrollo de La Compañía de Jesús

Confirmada la Compañía de Jesús por el Papa Paulo III, la primera cosa en que se ocuparon los Padres fue en elegir un Superior que con prudencia y sabiduría a todos los gobernara. Ignacio consultó con su confesor sobre si aceptar, quien le dijo que resistir a la elección era resistir al Espíritu Santo. Ignacio aceptó el cargo, con gran regocijo para todos. “Yo, Ignacio de Loyola, prometo a Dios Todopoderoso y al Sumo Pontífice, su Vicario en la tierra, delante de la Santísima Virgen María y de toda la corte celestial, perpetua pobreza, castidad y obediencia, según la forma de vivir que se contiene en la bula de la Compañía de Jesús y en sus constituciones, así las ya declaradas como las que en adelante se declaren. Prometo también especial obediencia al Papa y procurar que los niños y los ignorantes sean enseñados en la santa doctrina de Cristo, Nuestro Señor y Redentor conforme a la misma bula y constituciones”. Los cronistas de la época narran que fue maravilloso cómo este bendito árbol de la Compañía de Jesús extendió rápidamente sus ramas por el mundo, pues al cabo de un año estaba esparcida por Italia, España, San Ignacio de Loyola, patrono de San Ignacio Cerro Gordo 15

Portugal, Francia, Alemania y la India. En pocos años y en los primeros del generalato de San Ignacio, se fundaron varias casas y colegios. El Padre Ignacio consiguió desarraigar muchos vicios y malas costumbres e instituir obras de gran servicio para Dios y beneficio de las almas. Lo primero que hizo fue remover un decreto del Papa Inocencio III, en el que se mandaba que los médicos no prestaran atención a los enfermos, si éstos antes no se habían confesado. Pero buscando dar una suave moderación, consintió en que, en casos de urgencia, el médico visitara una o dos veces al paciente, pero no la tercera, si éste no hubiera curado su alma del pecado, haciendo una confesión. Otro de sus logros extraordinarios fue, que habiendo en Roma gran número de judíos, no existía ninguna casa ni lugar donde recibir a los que se querían convertir al cristianismo, no existían maestros señalados para instruir en la fe a los que ingresaban a la religión. No había rentas ni otros recursos para sustentarlos y atendiera sus necesidades. El santo padre, a fin de no perder tanto fruto, no dudó en albergar en su casa a los que se querían convertir, alimentándolos, adoctrinándolos y procurándoles oficio donde pudieran vivir como cristianos. Después consiguió el apoyo para que se edificara en Roma una casa de catecúmenos, en la que se recibiera y sustentara a los que pedían el bautismo; de aquí su nombre de catecúmeno.3 Sería interminable enunciar todo el amor que el Padre Ignacio puso en apartar a muchas almas del pecado, del mal camino, entre ellas a las mujeres públicas, muchas de las cuales por no tener qué comer ni dónde refugiarse, continuaban en esa vida. Creó el Monasterio de Santa Marta, donde se les instruía en la virtud, o recurría a la casa de alguna señora piadosa, donde también eran recibidas por la intercesión del padre Ignacio. Trabajó en el socorro de los huérfanos, construyéndose casas para niños y otras para niñas sin padres. No desamparó a las doncellas pobres en peligro de perder la castidad por descuido de las madres o por necesidades económicas, fundando a Santa Catalina, refugio de estas doncellas.

3 DRAE, http://dle.rae.es/?id=7vy94fp. Consultado el 9 de mayo de 2018. 16 Parroquias y patronos alteños

Organización

A la muerte del papa Paulo III (1534-1549), que fue el primer pontífice que con autoridad apostólica, confirmó la Compañía, el padre Ignacio pidió a su sucesor Julio III (1550-1555) que tuviera a bien ratificar lo que su antecesor había hecho, lo que ocurrió en el año de 1550. Expidió una bula en la que se declararon los reglamentos y organización de la Compañía.

“… El fin a que se dirige todo lo que hace es la salvación y perfección propia y de los prójimos. La salvación consiste en la guarda de mandamientos y la perfección en seguir los consejos de Cristo, Nuestro Señor. Y la una y la otra consisten principalmente en la caridad…sus medios… predicar continuamente la palabra de Dios, enseñar a los niños y rudos la Doctrina cristiana, exhortar al frecuente y devoto uso de los Sacramentos, visitar a los enfermos, ayudar a bien morir, socorrer espiritualmente a los presos de la cárcel y a los pobres de los hospitales, consolar y dar alivio en todo lo que se pueda a las personas necesitadas y miserables, procurar poner paz entre los enemigos, y emplearse en las obras de misericordia y trabajar para que se funden, aumenten y conserven en la república todas las obras de piedad y religión.”4

Muerte del padre Ignacio

Estando el Padre Ignacio enfermo, envió su bendición el sumo pontífice. Dio su alma a Dios el 31 julio de 1556, una hora después de salir el sol. ¿Cómo y en qué año llega la Compañía de Jesús a lo que hoy es la región de los Altos de Jalisco? Referirnos a Los Altos del Cerro Gordo –después Los Altos de Villanueva-, los llanos de los chichimecas, -después, una fracción, El Valle Hermoso-, nos remite a una zona muy amplia, sin fronteras en la época colonial. Las tierras mercedadas a los Estrada Altamirano, que

4 Barbanza, José, Idem, pp.139-141. San Ignacio de Loyola, patrono de San Ignacio Cerro Gordo 17 abarcaban desde la falda oriental del Cerro Gordo, hasta lo que hoy son los municipios de San Ignacio Cerro Gordo, parte de Arandas, Manuel Doblado, Gto., etc. El Valle Hermoso, que abarcaba desde la falda oriental del Cerro de Las Arandas, hoy cabecera municipal de Arandas, Jalisco; los famosos litigios de la época colonial entre Juan de Villaseñor y Nuño Beltrán de Guzmán, que si Guanajuato fue encomienda al primero o conquistado por el segundo, es decir, si era todo ese territorio Nueva España o . Las ventas por los herederos de Juan de Villaseñor al capitán Marcos García de Sotomayor, portugués; sobresale lo que después sería el mayorazgo de Santa Anna Pacueco.5 Lo cierto es que en la descripción de sus bienes, como funcionario de la real corona, Diego de Padilla Dávila, aclara, que el sitio redondo de Las Arandas, estaba en la Nueva España.6 Sabemos que muchos sirvientes indígenas y esclavos negros se fugaban de las minas hacia el territorio que hoy se designa como Los Altos de Jalisco, ayudados y protegidos por los herederos de Juan de Villaseñor y otras personas notables.7 Suponemos que el trato debió ser más humano, que no el trabajo, por ser tierras y clima muy difícil.

Los jesuitas en el Obispado de Michoacán

Se tienen fechas precisas de la llegada de los jesuitas al Obispado de Michoacán: año de 1582: “El padre vicario de Guanajuato fue personalmente hasta Zamora y trajo un religioso de la Compañía de Jesús, para que diera misiones en esta población… habiendo sido este el primer origen del singular afecto de Guanajuato a San Ignacio de Loyola y a su orden…”.8 En septiembre de 1594, salen los jesuitas Francisco Zarfate y Diego Monzalve, con otro compañero, enviados 5 Orozco Orozco, José Zócimo; Valencia Salazar, Verónica, La verdadera fundación de Aran- das, Jalisco. Mitos, falsedades y realidades, 4 libros, ed. de autor, 2011. 6 Idem, p. 73. 7 Archivo de Guanajuato, visitado del 12 al 14 de septiembre de 2017. 8 Marmolejo, Lucio, Efemérides guanajuatenses, o datos para formar la historia de la ciudad de Guanajuato, vol. 1, ts. I y II, Universidad de Guanajuato, Guanajuato, Gto., facsimilar, 2015. pp. 134-135. 18 Parroquias y patronos alteños por el virrey D. Luis de Velasco, a fin de predicar el Evangelio a los chichimecas, y ver si por este medio se logra reducirlos a la obediencia”. Año de 1598: Se somete por fin a los chichimecas al Evangelio y al Rey de España, no por la fuerza de las armas, sino por la dulzura de la predicación evangélica”. Año de 1612: “El señor cura Gómez, inicia el pensamiento de que se jure por patrón de Guanajuato a S. Ignacio de Loyola, que acaba de ser beatificado por la santidad de Paulo V, en 3 de diciembre de 1609”. Año de 1616: “Tiene al fin lugar en este año el solemne juramento del Beato Ignacio de Loyola por patrón real de Guanajuato”.9 En el año de 1622 “se solemniza en Guanajuato la canonización de su patrono S. Ignacio de Loyola, verificada en Roma en 21 de marzo, por Su Santidad Gregorio XV”, y el 18 de junio de 1624 “Se aprueba y confirma el cabildo sede vacante de Valladolid el patronato de S. Ignacio de Loyola, en favor de Guanajuato”.10 Dada la vocación misionera de los jesuitas en 1676 se recibe en Guanajuato al padre José Vidal quien en tres semanas acaba con discordias y enemistades. El padre Vidal, los compañeros jesuitas que lo acompañaban y doce sacerdotes seculares se dedican a confesar a quien lo requiera y el día de su salida, una multitud los acompaña, pidiendo a gritos la confesión, logrando que los padres no sigan su camino hasta terminar de confesar a todos. Esto nos da una idea de la necesidad espiritual de los habitantes de estos lugares. Ya en 3 de mayo de 1732 por fin se coronan lo esfuerzos por fundar en Guanajuato un colegio de la Compañía de Jesús, y con esto, que algunos padres habiten una de sus casas. El año de 1738 es importante no sólo para la ciudad de Guanajuato, sino para toda la región. En 19 de noviembre de este año, el Sr. Pedro Bautista Lascuráin de Retana funda una misión permanente de jesuitas “que debe residir en la casa que tienen en Guanajuato y salir periódicamente a predicar por todo el Obispado de Michoacán”. 9 Idem., p. 138. 10 Idem., pp. 142,143. San Ignacio de Loyola, patrono de San Ignacio Cerro Gordo 19

Entre las condiciones de la escritura respectiva estaba: “3ª Que se ha de hacer un mapa de todos los lugares y curatos, así de clérigos como de religiosos, que hay en dicho obispado, para que se pueda acudir por su orden con el beneficio de la Misión” y 4ª “… Que el tiempo que han de emplear en este santo ministerio ha de ser de ocho meses, dos por la cordillera que más juzgare conveniente y emplear en sus misiones los meses de octubre, noviembre, diciembre y enero; y los otros dos han de proseguir por el pueblo que se siguiere, los cuatro meses siguientes de febrero, marzo, abril, y mayo…”.11 Esta información proporcionada es el preámbulo a la verdad histórica: los jesuitas predicaron y llevaron la fe en San Ignacio de Loyola y en la Virgen Santísima de Guadalupe por todo el Obispado de Michoacán; el autor Marmolejo nos sitúa en fechas: Año de 1764, 3 de febrero. “Salen de Guanajuato los misioneros por 6ª vez y recorren durante el cuatrimestre los puntos de Ayo el Chico, Atotonilco, Santiago de Ocotlán, Jamay, Poncitlán y Mexcala”.12 Año de 1764, 30 de enero. “Salen por 8ª vez los Jesuitas misioneros de Guanajuato y comienzan sus tareas por la hacienda de las Arandas, jurisdicción de Ayo el Chico”.13 “Hallábanse en ese pueblo (Ayo el Chico) haciendo misión por el mes de febrero de 1641 y al fin concurrieron los principales vecinos de un paraje llamado Los Altos pidiendo se les hiciese misión en sus rancherías, porque la distancia no había permitido a la más de la gente el bajar a la cabecera, fue imposible por entonces dar gusto a tantos… Este paraje llamado Los Altos por ser natural situación elevada sobre la de Ayo el Chico y no poco, en un monte cuya mesa tienen muchas leguas se compone de rancherías pertenecientes a la Hacienda de Santa Ana Pacuecos, los más llegaron por todos como setenta, pero son doce los más principales y parecen gente distinguida, distantes de la cabecera hasta 7 y nueve leguas…”.

11 Idem., pp. 34-35. 12 Idem., p. 145. 13 Idem., p. 148. 20 Parroquias y patronos alteños

Es importante recurrir a la disposición que establece que dichos lugares pertenezcan como siempre ha correspondido al antiguo curato de Ayo el Chico, y que quedando este curato y su ayuda de parroquia en los términos que se ha expresado, erigía y S.S.I. erigió un nuevo beneficio colado en la Congregación de las Arandas, consignándole por Ayuda de Parroquia la que en el día se conserva en la barranca y además los lugares que ya se expresan.14 Es decir, las rancherías pertenecientes a Jalpa, Jalostotitlán, Tepatitlán y Atotonilco que se listan, pasarán a integrar la ayuda de Parroquia de Arandas. También aclara: “…que girando la línea de allí mismo (Arandas) para el poniente deban entrar en el recinto de las Arandas: la Loma Larga, Tres Encinos, Camaleones, Guallabo y Caracol, que volteando la línea del poniente al sur siga comprendiendo el casco de la hacienda del Cerrogordo y su Potrero el Teposán, Colorines, Tortillero, Jaquetas y la Presa, pertenecientes al curato de Tepatitlán que como el dicho aquel punto para el oriente a descansar en el Rincón del Molino de que ya se hizo mención…”. Todos esos lugares fueron misionados por los jesuitas, en aquel entonces rancherías pertenecientes a la región que actualmente se denomina Los Altos de Jalisco, y que hoy son ciudades, delegaciones, ranchos, que forman parte de los municipios de Jalostotitlán, Tepatitlán, Atotonilco y Arandas; así queda establecido.

Datos sobre la capellanía de San Ignacio de Loyola en San Ignacio Cerro Gordo

La fecha de fundación de la primera capilla de San Ignacio Cerro Gordo, data del siglo XVIII, se da en la visita pastoral de don Diego de Velasco y Rivas a Tepatitlán, hoy de Morelos, Jalisco, el 19 de junio de 1765; se hace mención de la licencia de la capilla de la hacienda para celebrar la santa misa. La capellanía la fundó el entonces dueño de la hacienda don Gaspar Ventura González de Castañeda. El libro

14 Orozco Orozco, José Zócimo; Valencia Salazar, Verónica, op. cit., pp. 269-272. San Ignacio de Loyola, patrono de San Ignacio Cerro Gordo 21 de bautismos principia el 13 de diciembre de 1792, día en que bendijo la pila bautismal el doctor don Manuel Cano.15 Hoy sabemos que fue capellán de San Ignacio Cerro Gordo, el bachiller Isidro Raphael de Espino y Velasco, por la siguiente referencia: “En el mes de septiembre de dicho año de 1753, estando yo de capellán interino en Cerro Gordo, de D. Gaspar Ventura González de Castañeda y sabiendo por un arriero que iba de paso por el pueblo de Tepatitlán, llamado Gerónimo de Villalobos, quien dando noticia de la colocación de la capilla que todos los vecinos de San Miguel de mancomún querían mantener capellán, me dijo que no y con esta razón me moví yo mismo a escribir a dichos vecinos si querían admitirme a mí por su capellán; que viéndonos nos compondríamos, cuya propuesta admitieron, sin conocerme ellos a mí, ni yo a ellos, ni aún haber oído yo mentar semejante puesto, ni tener de sus gentes ni contornos la más mínima relación. Puse luego en ejecución mi viaje para dicha Hacienda a donde llegué el día 28 de septiembre a la oración de la noche, estando en los fuegos de la función el bachiller D. Vicente Castañeda, que como teniente de cura de la villa de Aguascalientes, había venido a hacer la función”. El bachiller Isidro Raphael de Espino y Velasco, que fue a partir de 1752 el primer Capellán de la Hacienda de San Miguel de los Alba, al pie del Cerro de los Gallos, donde sacó a la veneración publica la imagen de Nuestra Señora de la Encarnación, el 25 de Marzo de 1753, lo cual sirvió de motivo para crear una Villa donde se le rindiera un culto esplendoroso, pero al no encontrar respuesta de los vecinos de San Miguel, logró convencer a doña Isidora Ramírez y su familia, para que donaran las primeras tierras en 1758 a Nuestra Señora de la Encarnación, siendo el origen de Villa de la Encarnación, Jalisco. Respecto a los datos biográficos que pudimos saber del bachiller Espino, nació en la ciudad de Guadalajara, donde fue bautizado el 15 de febrero de 1714, como hijo de don Juan Francisco de Espino y de doña Manuela Velasco y Buisar, vecinos de Guadalajara. Su padre era

15 Orozco Orozco, José Zócimo, San Ignacio Cerro Gordo: Un pueblo de Jalisco, con su hacien- da, su gente y su historia, Castro Impresores, Guadalajara, Jalisco, México, 1983, p. 54. 22 Parroquias y patronos alteños originario de los reinos de Castilla, donde nació en 1698 en el hogar de don Rafael López de Espino y de doña Leonor Antonia Núñez, según datos proporcionados por los genealogistas don Francisco Xavier de Castaños, doña María de la Luz Montejano y por el cronista de Totatiche, don Esteban Valdés Salazar.16 Cito otras referencias: Año de 1733. El dueño de la mina de San Lorenzo, D. Tomas Gorostiaga, saca entre las piedras, una notabilísima por tener perfectamente figurada, de plata, una imagen de N. Sra. de Guadalupe… el P. Oviedo lo copia de una noticia escrita por un testigo de vista; y sin embargo para mayor seguridad, escribió al P.D. José Joaquín Sardaneta, de la Compañía de Jesús, famoso rector del Colegio de Guanajuato, y esta persona tan caracterizada, en carta de 10 de mayo de 1854, le responde confirmando el suceso. El P. Sardaneta habla, en la misma carta, de otra piedra igual que se había encontrado hacía algunos años, en la mina de Nuestra Señora de Guadalupe. Esta es la misma que hoy se llama La Cata.17 Otra narración señala: “En el año de 1756 se jura en Guanajuato por patrona de la Nueva España a nuestra Señora de Guadalupe”.18 Los jesuitas, nos narra el autor Marmolejo, viendo la gran devoción del pueblo a la Virgen de Guadalupe, contribuyen a fomentar su culto a través de sus misiones.

Lo que sabemos los pobladores de San Ignacio

En San Ignacio Cerro Gordo, desde tiempo inmemorial, se festeja a San Ignacio de Loyola como santo patrono, siendo una festividad eclesiástica los días 29, 30 y 31 de julio de cada año, recorriéndola en los últimos años con el fin de que el último día de la fiesta sea domingo. Sí hay imágenes antiguas de San Ignacio, sin embargo muchas se perdieron

16 Datos proporcionados al autor de este artículo, por el arq. Rodolfo H. Hernández Chávez, cronista de Encarnación de Díaz, Jalisco, abril de 2014, y que él a su vez hace la siguiente referencia, donde se encuentra la información relacionada: Quesada, 1922:11, citados en el capítulo cuarto del escrito del bachiller Espino; Topete del Valle (1977:16). 17 Marmolejo, Lucio, op.cit., pp. 30-31. 18 Idem., p. 80. San Ignacio de Loyola, patrono de San Ignacio Cerro Gordo 23 durante la guerra cristera y ya se hace referencia a las imágenes del Santo desde los testamentos de los hacendados del siglo XIX. “Durante el año se celebran dos festividades relevantes: una en honor a la Virgen de Guadalupe, surgida en la última década del siglo XVIII, como consecuencia de la necesidad de derribar los muros de la hacienda de la Trasquila para dar cabida a personas de los alrededores y la del santo patrono, San Ignacio de Loyola, correspondiéndole el triduo final del séptimo mes”.19 En San Ignacio Cerro Gordo se tienen pues dos santos patronos, uno, el que le da el nombre a la población, juntamente con la característica de lugar Cerro Gordo, que es el más antiguo, San Ignacio de Loyola; y sin duda, obedeciendo a la elección de este patrón se celebra todos los años y se guarda el día de su natal y fiesta, en el postrero del mes de julio, perpetuamente. “Curiosamente en honor a este santo en el municipio que lleva su nombre, actualmente no existe ningún templo o parroquia en su honor”.20 Respecto a la Virgen de Guadalupe, que es la patrona titular de la fiesta más importante de la población y cuyo nombre lleva el templo principal, Parroquia de Nuestra Señora de Santa María de Guadalupe se dice que aunque la Compañía de Jesús, al llegar a la Nueva España en 1572, trajo, a más de la devoción de Nuestra Señora de Loreto, la devoción a imágenes de la llamada Virgen de San Lucas, algunas de las cuales colocó en sus colegios e iglesias, bien pronto por la devoción cada vez mayor del pueblo mexicano a la Virgen de Guadalupe, se convirtieron en sus más fervientes partidarios y difundieron su culto por todo el orbe.21 Sin duda, la primera festividad a San Ignacio de Loyola fue debido a la importancia que tuvo el santo en interceder por todas las personas que se convertían a la fe católica sin quitarles su fortuna, llámese los grandes hacendados y cuya primera capilla fue erigida en su honor.

19 Entrevista a la Sra. Rosario Orozco Orozco, entrevistada en el año de 1979, a la edad de 91 años. 20 Entrevista a María Carmen Orozco Jiménez, el miércoles 25 de febrero de 2015. 21 Chauvet, Fray Fidel de J., Medina Ascencio, Luis, et. al, Album conmemorativo del 450 ani- versario de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Buena Nueva, México, 1981, p. 230. 24 Parroquias y patronos alteños

¿De quién fue la iniciativa de ponerle el nombre de San Ignacio de Loyola al mayorazgo de San Ignacio Cerro Gordo y de Milpillas y a la capilla de la hacienda? Indudablemente que al mayorazgo fue de la familia del capitán Pedro Albarrán Carrillo y de su esposa Antonia Castellanos Martínez, quienes residían en la ciudad de México y por la capilla lo fue el señor Gaspar Ventura González de Castañeda y Medina esposo de Luisa Micaela hija de Pedro Albarrán y Antonia Castellanos, heredera directa de todas esas tierras.

Algunos datos estadísticos

En la región comprendida en Los Altos, del Obispado de Michoacán, se tienen en los primeros registros, los siguientes nombres en honor a San Ignacio de Loyola y a la Santísima Virgen de Guadalupe: Ignacia Mathiana, Ignacia de Esquibel (Capadero); Guadalupe, Guadalupe de Estrada, Ignacia Cecilia (Villa de San Joseph); Guadalupe (Mesa); Ignacio Martín, Ignacio Melendres, Ignacio Julian, Ignacio de Carreon y María Guadalupe (Cacastitlán); Ignacio Vasques (Acahuales); Ignacio, Ignacio Ramon Villalobos, Joseph Ignacio, Doña Ignacia de la Mora, Dn. Ignacio Martín, Juan Ignacio de la Cruz, Ignacio Martínez (Mazatitlán); Ignacio de la Cruz, Juan Ignacio Garcia (Las Cañadas); Ignacio esclavo, Ignacio Gomes (Palo Blanco); Ignacia de Jesús, mujer de Xavier Rodríguez (San Diego); Juan Ignacio (Cruces de arriba); Joseph Ignacio (Cruses de abajo); María Guadalupe (Agua escondida); Pedro Ignacio, Ignacio de Isas (Durasno); Pedro Ignacio (Rancho de Barrios); Guadalupe, María Guadalupe, otra María Guadalupe (San Isidro); María Guadalupe (Rincón de los Picachos); María Guadalupe (Aguacate); Ignacio Albares, Joseph Ignacio, Ignacio Nabarro, María Guadalupe (La Soledad); Ignacio Rodrigues, Ignacio Basques, Ignacio (Ojo de agua grande); Guadalupe, María Guadalupe Franco de Cuebas (Pochiote); María Guadalupe López (Marichi); Guadalupe (Rancho de los Rodríguez); Ignacio Hernandes (San Juan de Acatic); Ignacia de Luna, María Guadalupe Gomes (Rancho); María Guadalupe (San Antonio de la Cruz); don Ignacio Romero (Hacienda de Mescala); Juan Ignacio San Ignacio de Loyola, patrono de San Ignacio Cerro Gordo 25 esclavo, Joseph Ignacio, Ignacio Basques (Loma Larga); Doña María Ignacia Peres (Magueyes); Ignacia Faviana, Ignacia Gertrudes, Guadalupe de San Joseph (Santo Domingo pueblo de Temacapuli); Ignacia (San Bartolomé de la Cañada); don Ignacio Ramón Gomes (Ocote de Mirandilla); María Guadalupe Serbantes, Guadalupe de Cuebas ( Juana Casco); Ignacio Joachin Ponse (Las Ogedas); Ignacio Hernandes (Pueblo de San Juan de Acasico); Ignacio de Luna, María Guadalupe (Ramblas); María Guadalupe (San Antonio de la Cruz); Guadalupe Peña, Joseph Ignacio Peña, Jose Ignacio Peña hijo, María Guadalupe, Guadalupe mujer de Basilio Silba, Guadalupe Martínez (San Joseph del Capulín); Guadalupe (El Comal); María Guadalupe Basques, María Guadalupe Gutierres (The-petate); María Guadalupe, mujer de Vicente del Espiritu Santo (Palmarejo); don Ignacio Gonsales, Juana Guadalupe de Pais (Peguero); María Guadalupe Belasco (Carnisero); Juan Ignacio (Sentro del Carnisero); María Guadalupe (Serrito de Montesuma); Guadalupe Gutierres (Atotonilquillo); Guadalupe Montaño (San Joseph Hacienda de Milpillas); Ignacio Gonsales (San Joseph de Cerro Gordo);22 Ignacia Guadalupe, Petra Guadalupe, Ignacia Sanches (San Antonio del Cerro Gordo); María Guadalupe Franco, Guadalupe de Arriaga, (Pastores); Joseph Ignacio (Sedaso); María Guadalupe Gutierres (Santa Rosa); Ignacia Garcia, María Guadalupe mujer de Juan Antonio Hernandes, Doña María Ignacia Rico, Guadalupe, mujer de Rafael Antonio, Ignacio, María Guadalupe (San Ignacio Cerro Gordo). María Guadalupe Basques (Ojo de Agua); María Guadalupe (Barranca de las viudas); María Guadalupe Baldibia (El Nopal); María Guadalupe (El Capulín); Juan Joseph Ignacio Gascon (La Troje); Guadalupe Guzman, Ygnacio Lopes, Ignacia Josepha de la Concepción de Robles (La Sabanilla) María Guadalupe Villalpando (Las Raises); Maria Guadalupe Luciana de Naba, Guadalupe Raphaela Ramires, (Las Cruces); Joseph Guadalupe Monillo (El Carrizal); Joseph Ignacio Hernandes (La Guerta); María Guadalupe de Aguirre (El Chilarejo).23

22 Orozco Orozco, José Zócimo. San Ignacio Cerro Gordo, un pueblo de Jalisco con su hacienda, su gente y su historia, ed. de autor, Guadalajara, Jalisco, México, 1983, pp. 37-49. 23 Orozco Orozco, José Zócimo; Valencia Salazar, Verónica, op cit., libro 4, pp. 277-283. 26 Parroquias y patronos alteños

Podemos decir que el nombre de Ignacio es más antiguo que el de Guadalupe en la región; no en todas las rancherías, puestos o haciendas se tuvieron registrados estos nombres, por eso no aparecen en este listado.

Conclusiones

En 1541 sale de la ciudad de México el virrey don Antonio de Mendoza con la más lucida caballería de estas tierras, además de diez mil indios mexicanos y tlaxcaltecas amigos, a pacificar la región de los chichimecas, pasando en su recorrido por la falda del Cerro Gordo; habrá que considerar que hay muchas probabilidades que desde ese tiempo, algún soldado u oficial de las huestes de don Antonio, sobrino del cardenal Mendoza, fuera devoto de San Ignacio, a quien en el viejo mundo ya se le reconocían sus virtudes de santo. Recordemos que el cardenal Mendoza protegió y agradeció siempre el apoyo y fidelidad de judíos y árabes en España, muchos de los cuales pasaron a América y que participaron en la batalla del Mixtón para la pacificación de los chichimecas. La hacienda de San Ignacio Cerro Gordo, nace precisamente con este nombre, tiene su origen en dos mercedes reales, la primera hecha al capitán Pedro Albarrán Carrillo el 23 de febrero de 1697, consistente en cuatro sitios de ganado menor, hasta ese momento realengos y la segunda librada a favor de sus hijos y herederos el 16 de diciembre de 1700, abarcando 16 sitios de ganado mayor y menor, un cuarto y tres cordeles. Es Pedro Albarrán Carrillo y su esposa Antonia Castellanos Martínez los que le imponen el nombre de San Ignacio, en honor a San Ignacio de Loyola y Cerro Gordo, como denominación del lugar de ubicación. Fue denominado San Ignacio en reconocimiento a la vocación de la Compañía de Jesús por las misiones; por su caridad y su celo para salvar almas, para mayor gloria de Dios, y en agradecimiento a todo el bien que hizo a la humanidad con su predicar, por los miles de pecadores San Ignacio de Loyola, patrono de San Ignacio Cerro Gordo 27 convertidos en excelentes y caritativos cristianos, con firmeza de fe en el ardiente amor a Cristo. Resaltemos su intercesión ante el papa Paulo III, de quien obtuvo que de allí en adelante, los judíos que se convirtieran no perderían nada de su hacienda, como antes sucedía, ni salieran con menoscabo material por la ganancia espiritual. Ante esto podemos inferir que lo mismo se aplicó a los aborígenes del Nuevo Mundo, respetándoles tierras donde ellos pudieran vivir y sustentarse, vivir en paz a los que se quisieran convertir a la fe de la santa religión. En este artículo se hace referencia a San Ignacio de Loyola por ser el benefactor patrono titular del nombre de la población. Considero una obligación para los sanignacienses solicitar que su parroquia principal lleve el nombre de los dos patronos: San Ignacio de Loyola y Santísima Virgen María de Guadalupe, lo que en cierta manera ya se hace, así lo vimos promovido en mantas durante el festejo de los 75 años de la parroquia, donde aparece San Ignacio de Loyola. Justificándose muy bien, el honor a los dos patronos, uno por ser el iniciador del culto que le da el nombre de la población y el otro el de una imagen muy venerada incluso fuera de México y que fue una recomendación eclesiástica nacional de que se le hiciera en su honor la festividad y que gustosos muchos templos lo hicieron, como fue el caso de la capilla de la hacienda de San Ignacio Cerro Gordo. Aunque la festividad es en tiempo de lluvias tiene mucha importancia para sus habitantes por ser un legado de nuestros antepasados. Es un reconocimiento a la obra realizada por San Ignacio de Loyola y que su ejemplo fue motivo de darle su nombre a nuestra población. Se debe reconocer que sí se le ha dado realce a esta festividad, el último día, 31 de julio, hay confirmaciones, asistiendo el señor obispo de la diócesis de , hay castillos, juegos y presentación de las candidatas a reinas de las fiestas patrias de septiembre. Hoy vamos a asegurar, amables lectores, que los principios y valores con que San Ignacio de Loyola formó la Compañía de Jesús marcó indeleblemente las conciencias de nuestros antepasados, brindando un 28 Parroquias y patronos alteños modelo de vida, en la escasez, en la prudencia, en la modestia y otras más características propias de los alteños. Es la vida de San Ignacio, una vida famosa por su ejemplaridad y por su especial significación en la historia.

Bibliografía

Barbanza, J., Síntesis biográfica de San Ignacio de Loyola, 1ª ed., Atlántida, Buenos Aires, Argentina, 1940. Chauvet, Fray Fidel de J., Medina Ascencio, Luis, S. J., et. al., Álbum conmemorativo del 450 aniversario de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Buena Nueva, México, 1981. Marmolejo, Lucio, Efemérides guanajuatenses, o datos para formar la historia de la ciudad de Guanajuato, Vol. 1, Ts. I y II, Universidad de Guanajuato, Guanajuato, Gto. Facsimilar, 2015. Orozco Orozco, José Zócimo, San Ignacio Cerro Gordo, Jalisco, un pueblo con su hacienda, Su gente y su historia, edición de autor, Guadalajara, Jalisco, México, 1983. Orozco Orozco, José Zócimo y Valencia Salazar, Verónica, Acta de fundación de San Ignacio Cerro Gordo, Jalisco: fundadores, lugares y personas ilustres, 311 aniversario, Amate, Guadalajara, Jalisco, México, 2008. ------, La verdadera fundación de Arandas, Jalisco: mitos, falsedades y realidades, ed. de autor, Guadalajara, Jalisco, México, 2011. EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS DE MEXTICACÁN

Francisco Sandoval1

“Mexticacán se pone de fiesta, el colorido del aserrín pintado y las flores apenas caben por sus calles formando figuras singulares: corazones sangrantes, cruces, grecas y demás motivos que exaltan una religiosidad fervorosa. La gente se apresura a decorar sus calles y fachadas” (Ortiz, 2002, p. 11) y sonajas de los danzantes, que vienen abriendo la peregrinación. El sol cae a plomo sobre un pavimento ardiente, por el que algunas personas caminan descalzos como pago de alguna manda o penitencia. En la víspera las casas reabrían sus puertas y ventanas al hijo ausente que volvía, la reunión familiar se empapaba del gusto de estar aquí en este lugar y en este día, los temas de las pláticas no importaban, dondequiera había birria y ambiente de fiesta. Familias enteras, amigos, parientes y visitantes distinguidos hacían palpitar los barrios, con las esquinas concurridas en el saludo y la plática de personas que tienen tiempo sin verse. Por la tarde los hornos de birria de Chuy el Fifi y de todos los que preparan en el pueblo este platillo tradicional ya están preparados con los borregos o chivos; previamente envueltos en pencas de maguey. La inmensa mayoría de las casas tiene abiertas las puertas de par en par, las sillas afuera en la banqueta y sus moradores unos sentados y otros entrando y saliendo. Por la calle se mueven los contingentes de familias, amigos, saludándose y platicando. Los abrevaderos de cerveza y licor están llenos de gente, camiones y música. El expendio de Panchillo El Meco, las cantinas de Chanina y la de Luis El Tragabalas llamada Cruz 1 Cronista de Mexticacán, Jalisco. [ 29 ] 30 Parroquias y patronos alteños

Verde y casi todas las tiendas de Mexticacán muestran conglomerados de personas disfrutando del encuentro. Las dulcerías, los expendios de longaniza, las carnicerías y la compra obligada de chicharrones prensados. Las cenadurías y taquerías están llenas de personas. En la noche todos al jardín, la plaza municipal, en el monumento a la paleta, donde está la banda de Chuy Iñiguez El Cepi, y otros grupos que rondan siguiendo al que los contrató. Las bancas están saturadas de familias y grupos de muchachos y muchachas, hieleras y botellas de licor por todos lados. Todo el pueblo está presente y es ocasión para convivir con los de afuera; aquellos que no se han querido perder esta fiesta aquí en Mexticacán, tierra de pioneros, de gente buena y trabajadora. De todos los lugares de la República Mexicana y del sur de los Estados Unidos llegaron los emisarios de tantas y tantas familias que orgullosamente presumen la imagen del Corazón de Jesús junto a un escudo heráldico de Mexticacán en sus casas y negocios. Los famosos paleteros, los norteños, los empresarios, los profesionistas, los estudiantes y toda la parentela que en lazos de familia y amistad se ha enrolado en la gente de este pueblo están aquí para disfrutar de La Entrada del Corazón de Jesús en Mexticacán. En la madrugada el pueblo se viste de gala, los arreglos rojiblancos penden de los pórticos de las casas, los lazos semejaban un hermoso túnel multicolor, la calle se cubre de artísticos tapetes de aserrín coloreado y pétalos de flores; figuras de corazones, grecas, escudos, flores, motivos diversos que laboriosas manos desde las cuatro de la mañana delicadamente delinean. Esta es la mañana esperada por todos con el olor fresco del temporal de lluvias, un sol pleno de vida enmarcado el caleidoscopio de las nubes más hermosas que se pueden ver durante el año, una mañana marcada por una larga muralla de gente, familias, niños, jóvenes, señoras y señores todos con un solo rumbo: el camino al Santuario del Sagrado Corazón de Jesús” (Ortiz, 2002). “Los cuetes anuncian que está arribando la sagrada imagen al pueblo, toda la gente se arremolina en las banquetas junto a los arcos adornados de flores y palmas. Por fin la peregrinación entra al pueblo El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 31 y desata una lluvia de confeti, entre porras, aplausos y notas de las bandas de música; resulta difícil describir un sentimiento, ya que el llanto se mezcla con los cantos, y estos desatan el júbilo y la algarabía tanto de jóvenes como de personas mayores quienes bajo el techo de hilos de papel picado y los arcos de flores se estremecen con los fuertes cuetes, las estruendosas ristras, los danzantes y los rezos que acompañarán la imagen del Corazón de Jesús hasta la explanada instalada majestuosamente frente al templo parroquial.” (Ortiz, 2002).

Aclaratoria

Estos son textos sobre la fiesta de la entrada del Sagrado Corazón de Jesús, patrono por tradición y devoción de la gente de Mexticacán, Jalisco, y el presente artículo tiene el propósito de relatar aspectos de este fenómeno tradicional del pueblo de Mexticacán. No tengo los elementos conceptuales necesarios para analizar lo religioso, la devoción, la historia, el contexto social, la tradición o el patrimonio cultural intangible que involucra o manifiesta el fenómeno religioso y social del Corazón de Jesús en Mexticacán, sólo me atrevo a narrar, describir y exhibir la riqueza de evidencias, testimonios y documentos que existen a través del tiempo en este polo religioso de encuentro de los mexticacanenses. Comentar que los patronos religiosos de Mexticacán han cambiado con el tiempo, de los primeros registros está la devoción a San Marcos2, posteriormente está la denominación de Santa María de Mexticacán en el siglo XVII3 y entre el siglo XVIII y XIX aparece la devoción al actual patrono de la parroquia, San Nicolás de Tolentino del que no se tiene registro del sacerdote u orden religiosa para su establecimiento. Y actualmente el gran poder de convocatoria en todos los aspectos festivos y rituales es la imagen del Sagrado Corazón de Jesús del Santuario de Mexticacán, patrono de los paleteros, norteños y paisanos de este pueblo de los Altos de Jalisco.

2 Alfonso Rodríguez Ortiz. Entrevista, 2014. 3 Información obtenida del archivo de Alfonso Rodríguez Ortiz, 2014. 32 Parroquias y patronos alteños

El Corazón de Jesús del Santuario en Mexticacán

Una escultura de aproximadamente 110 centímetros de altura con meticuloso acabado en el rostro y las manos la cual porta en el pecho una imagen de un corazoncito de madera conocido como el Sagrado Corazón de Jesús del Santuario de Mexticacán ha significado un gran poder de convocatoria, a través del tiempo, de miles de paisanos, habitantes, visitantes, devotos y peregrinos diversos que acuden a su santuario a las diversas fiestas, actividades y rituales establecidos como las siguientes: La entrada del Corazón de Jesús que consiste en llevar en hombros la imagen con fervorosa romería desde El Santuario hasta la parroquia de San Nicolás de Tolentino, patrono del pueblo. Es la actividad festiva que concentra más convocados en todo el año en Mexticacán y se ubica dentro del periodo del novenario de las fiestas patronales de Mexticacán del 1 al 10 de septiembre. La Entrada como comúnmente se le dice, cae o más bien la acomodaron para que cayera en el primer domingo del novenario, por sencillas razones de permitir más afluencia de personas. Antiguamente el día de la Entrada era el 8 de septiembre. El regreso de la imagen a El Santuario que se realizaba el 18 de octubre y ahora es el domingo más cercano de esa fecha, anterior o posterior cada año. Los recorridos de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús por las principales rancherías y hasta los lugares de paisanos radicados en Estados Unidos, esto es, previo a la Entrada y previo a la Llevada visita los barrios del pueblo de Mexticacán. El 8 de febrero que se conmemora la llegada de la imagen a la comunidad de El Santuario que ocurrió en 1788. El viernes de junio posterior al segundo domingo de Pentecostés, que es la fiesta más antigua (medieval) del Sagrado Corazón de Jesús que aún se celebra. El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 33

Visitas permanentes de devotos y turistas. Antecedentes

El Corazón de Jesús de El Santuario en Mexticacán inició con gran espectacularidad desde el 8 de febrero de 1788 (Chávez Botello, 1992) que llegó como imagen de un pequeño corazón de madera a esta comunidad pues en el acto que lo recibe doña Ana María Lomelí se realiza el milagro de apartar de la borrachera a su marido José Antonio Fernández Cordero. La imagen la encargó la señora Lomelí y fue traída por el zacatecano Mariano de Ávila quien previamente la mandó tallar a un habitante de Tlaltenango, Zacatecas. Desde entonces en el viejo rancho de San Nicolás en las propiedades de los descendientes del italiano (o portugués) Carlos Lomelín, tratante de esclavos negros, creció la fama de ese corazoncito de madera milagroso. Fue tanta la convocatoria que la familia Cordero Lomelí inició la construcción de una pequeña capilla el 15 de marzo de 1793 (T L, 1939) para los continuos visitantes y el lugar se llamó el Santuario de Santa Gertrudis a iniciativa de la señora Ana María Lomelí pues esta santa es la precursora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. El obispo de Guadalajara en la Nueva Galicia don Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo al hacer el recorrido de la diócesis visita en 1798 a Mexticacán y al darse cuenta del fenómeno de convocatoria de la imagen del Corazón de Jesús, decretó la erección de un santuario para el Sagrado Corazón de Jesús y apoyó la construcción de un templo el 14 de febrero de 1801 (T L, 1939), desde entonces a la comunidad se le ha denominado El Santuario. La configuración del terreno donde está edificado el templo del Santuario es simbólica porque la puerta del mismo está la vista de una panorámica de un cerro llamado “Cerro del Corazón” por la forma peculiar que tiene. Incluyo algunos textos, proporcionados gentilmente por el investigador Juan Frajoza, de su naciente libro Mexticacán. La historia, para ilustrar los acontecimientos de los primeros años de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús. 34 Parroquias y patronos alteños

Poco después de haberse erigido la parroquia de Mexticacán, don José Antonio Fernández Cordero se dirigió en los términos más agradables al obispo Ruiz de Cabañas haciéndole saber que habiendo fallecido su legítima esposa doña Ana María Lomelí el 21 de octubre de 1794 bajo memoria testamentaria de 19 de agosto del propio año, en que constaba dejar una caballería de tierra en el sitio nombrado San Nicolás, así como todos sus bienes semovientes para cultos del Sagrado Corazón de Jesús, pagándose previamente 100 pesos que debía a don Manuel Cordero, “y que si quedare colocado en el lugar y puesto de Santa Gertrudis [el Sagrado Corazón], es su voluntad se den doce solares a otros tantos vecinos para que vivan cerca y sirvan de guardas a la capilla u oratorio”, (T L, 1939) era de su libre voluntad donar a la Sagrada Mitra la mencionada sagrada reliquia, así como los bienes de su esposa, los suyos propios y aquéllos que los bienhechores habían otorgado, determinando la superioridad lo que a bien tuviere sobre éstos; y que últimamente por el tiempo de su vida enajenaba su voluntad a la superioridad del obispo “y llegada la última hora de su vida determine de su cuerpo como súbdito e ínfimo, cuya acción hace en toda forma de derecho” (T L, 1939). En vista de tal información, el 17 de septiembre el obispo determinó que el cura de Jalostotitlán, José Valerio Aldrete, pasara a La Labor de Santa Gertrudis y procediera a formar informe de la capilla en lo material y formal, hiciera inventario exacto de sus altares, ornamentos, vasos sagrados, alhajas, fábrica de casas, tierras, ganados y todo cuanto le pertenecía, para proveer sobre el caso. Según las diligencias formadas por el comisionado cura Aldrete, en la capilla del Sagrado Corazón de Jesús había en presentallas 24 marcos de plata suprema, 25 marcos 5 onzas de plata mediana, 48 marcos de plata ínfima y 2 onzas de plata quintada, importando todo 1,157 pesos. A más de esto, había invertida en utensilios que servían al altar 24 marcos 7 onzas que no se apreciaron ni tasaron. También había 11 onzas 7 ochavos 2 cominos de oro, valiosos en 57 pesos 6 y medio reales. La casa o mesón que había dejado en Mexticacán don Francisco de Rábago a favor del santuario, las tierras que donó doña El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 35

María de Lomelí, ganado mayor y menor, burros, caballos, mulas y muebles que existían en ellas, se les dio valor de 2,652 pesos 4 reales. Las capillas nueva y antigua, fábricas hechas y otras alhajas que existían en la misma casa, fueron valuadas en 6,295 pesos 6 reales. Para cumplir efectivamente con todo lo mandado, también tomó declaración jurada a José Antonio Fernández Cordero, Joaquín de Lomelí, Juan José de Jáuregui y al presbítero Luis Delgadillo, quienes en lo general dijeron que era útil tener capellán en la capilla, para que cuidara del culto divino y administrara sus rentas, fondos y limosnas, “y para satisfacción y consuelo de los peregrinos y estar más inmediatos al santuario y más cerca de él que de la cabecera muchos ranchos con crecida familia”; que para fondos de la subsistencia del capellán podrían destinarse el mesón de Mexticacán, tierras donadas por doña Ana María, valor de las presentallas, ganados mayores y menores, bestias y demás muebles; y que había más peregrinos entre enero hasta el ingreso de las aguas, dejándose ver más en los días viernes, llenándose la capilla aunque hubiera distintas misas. Vistas éstas y otras diligencias solicitadas posteriormente al comisionado cura Aldrete, el obispo Ruiz de Cabañas, el 14 de febrero de 1801, fundó y erigió la capilla del Sagrado Corazón en capellanía, dotándola con el capital de 4 mil pesos, impuestos a réditos por mitad en las haciendas de San José de Juiquinaque y Ajojúcar, nombrando por patrono de ella a los obispos de la diócesis de Guadalajara, quienes habrían de elegir directamente a los sacerdotes que estimaren más a propósito, debiendo ser el principal ministerio y obligación de éstos la del confesonario. En consecuencia, nombró al presbítero Luis Delgadillo como primer capellán. Queriendo conformarse en cuanto fuera posible con la voluntad de la bienhechora doña Ana María Lomelí, gravó y pensionó la capellanía en doce misas, una en cada mes: tres a la Santísima Trinidad, tres al Sagrado Corazón y una respectivamente a Su Dulce Nombre, María Santísima, Señor San José, San Joaquín, Santa Ana y Santa Gertrudis, por la intención de todos los bienhechores; y que los solares no se dieran sino a gente de toda probidad con una pensión moderada. Para evitar cualquier 36 Parroquias y patronos alteños disensión o disputa, declaró la capilla por independiente del curato de Mexticacán, erigiéndola en consecuencia en santuario exento y sujeto inmediatamente a la jurisdicción episcopal, pudiéndose enterrar cadáveres en el cementerio del propio santuario. Por punto final asentó en su decreto que atendiendo a la fidelidad, honradez personal y celo con que había mirado don José Antonio Fernández Cordero todo lo perteneciente al culto y aumento de los bienes de este santuario, lo nombraba por mayordomo y administrador de todas sus rentas y limosnas durante su vida, con la calidad de ser mantenido y vestido con decencia, no recibiendo por esto ningún estipendio ni salario; pero sí “hacerle sus funerales cuando falleciese y de asistirle en sus enfermedades con igual decencia, caridad y decoro a expensas del santuario” (T L, 1939). Al momento de ser erigido el santuario del Sagrado Corazón de Jesús, se asentó que: “Tiene de longitud treinta varas, de latitud siete. Dos confesionarios, púlpito, dos pilas de agua bendita; coro con barandal de madera; el presbiterio otro igual; puerta principal con llaves; otra en el presbiterio también con cerraduras y mamparas de cotense pintadas que cae a la sacristía, la que tiene siete varas de larga y cinco de ancho… El cementerio de la Iglesia cuadrado como de treinta varas. Su tapia de adobes con tres puertas y cerraduras nuevas; en él erigido el Santo Vía Crucis por religiosos de San Francisco… Ítem, la torre de un cuerpo, construida de adobe con tres campanas de mayor a mínima, todas según juicio prudente pesarán cincuenta arrobas… La Iglesia con cuatro ventanas de vidriera… altar mayor y único: la mesa del altar con ara frontal de cotense pintado; manteles, palio, atril de madera; en que están por principal objeto para la adoración y culto de los fieles la figura del Sagrado Corazón de Jesús en una custodia de plata sobredorada, con peso de diez marcos, muy bien trabajada…” (Chávez Botello, 1992, pág. 95). A mediados de junio del propio año, el obispo Ruiz de Cabañas realizó visita pastoral a la recién erigida parroquia de Mexticacán. Además de señalar la necesidad al cura Peña de echar abajo el templo parroquial y construir uno nuevo porque “emprender cualquier reparo El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 37 en las paredes sería disipar el dinero que en esto se invirtiere”, en los autos mandó asentar que en la feligresía había 4,398 habitantes. El templo era de bóveda de cañón, con excelentes viguerías pero muy obscuro por no tener ventanas y lo bajo de sus paredes, siendo éstas de media vara de grosor. En la esquina del edificio había una porción de adobes sobre la que descansaba la campana más grande. Después de hacer las precisas indicaciones para el bien espiritual de la feligresía, pasó al santuario del Sagrado Corazón de Jesús, donde el día 15 confirmó a 968 individuos (Chávez Botello, 1992, pág. 34 y 51). Cuatro días más tarde, en el propio santuario, el cura de Jalostotitlán José Valerio Aldrete en uso de la comisión que el obispo le había conferido, con arreglo a los sagrados ritos bendijo la custodia y tabernáculo que habían de contener y guardar al Divinísimo Señor Sacramentado e inmediatamente celebró el santo sacrificio. A este acto fue acompañado por el cura de Mexticacán y el capellán del santuario, sirviéndole de diácono y subdiácono uno y otro. Concluida la misa, dada la bendición al pueblo y colocado el Santísimo en la custodia, prendió la lámpara (Dávila Garibi, 1984, pág. 189). El 28 de noviembre de 1824 muere el obispo Cabañas y Crespo y su corazón, a petición previa de él es colocado en el altar del templo de El Santuario de Mexticacán (Dávila Garibi, 1984).

Capellanes Luis Delgadillo de 1801 a 1809 Ramón Díaz en 1809 unos días Francisco Rábago de 1809 a 1810 J. Román Delgadillo de 1810 a 1823 Miguel Sánchez de 1823 a 1841 Pedro José Villegas de 1841 a 1882 Francisco Ledezma de 1883 a 1887 Emeterio Mercado de 1887 a 1903 Bruno Vázquez de 1903 a 1905 Teófilo González de 1915 a 1918 Esteban Macías en 1918 38 Parroquias y patronos alteños

Fermín Larios en 1918 Manuel González de 1918 a 1920 Jacinto García de 1920 a 1924 Felipe Mercado en 1925 Demetrio Mora en 1941 Ramón Padilla en 1947 José Plascencia de 1953 a 1967 Rafael Camacho de 1967 a 1970 José Flores de 1973 a 1987

A partir del 9 de febrero de 1987 El Santuario es atendido por los sacerdotes de la parroquia y desde finales del siglo XIX la fiesta del Corazón de Jesús se integra a las fiestas patronales de Mexticacán. Las fiestas de alteran en el movimiento armado de la Cristiada y desde 1930 se realizan procesiones en las calles del pueblo. En 1912 se coloca el corazón de madera en una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, en cumplimiento a lo acordado por las autoridades de la iglesia, a principios del siglo XX de prohibir el culto a las vísceras. En 1987 se realizan trabajos de remodelación y alteración del templo y se destruye el espacio y el retablo del altar mayor para ampliar el espacio de los asistentes. Antes de esta remodelación se encontraban gran cantidad de exvotos, se dice que miles, algunos de gran valor tradicional por las expresiones pictóricas de autores regionales como Porfirio Martínez de principios del siglo XX Los sacerdotes asignado como párrocos, en su afán de enriquecer las fiestas con modificaciones benéficas incurren en acciones que provocan contradicciones como el caso de la disputa por la imagen en pleno día de una de las entradas, al proponer mediante una encuesta si la imagen sea traída en hombros en la vieja costumbre o se trasladaba en un carro alegórico. El resultado fue una acción “de película” pues al momento de tratar de colocar la imagen en el vehículo correspondiente un comando del sector social ofendido por el quebranto de la tradición se abalanza y rapta la imagen y se la lleva en hombros ante el desconcierto de los El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 39 asistentes y el enojo del sacerdote ese día por la mañana de esa “Entrada” la procesión con la imagen se encontró con las puertas cerradas del templo parroquial, por la tarde los ánimos se calmaron y en la cordura de las partes se continuó con los festejos. En 1992 se construye la imagen peregrina causando también algunos desacuerdos pero sin grandes manifestaciones que alteraran lo propuesto por los párrocos. En Mexticacán desde el último tercio del siglo XX los rituales festivos del Corazón de Jesús del Santuario permeaban actividades cotidianas y extraordinarias que se enmarcaban en los periodos de novenario y aniversario en febrero, triduo en junio y las romerías de la Entrada en septiembre y la Llevada en octubre y en últimas fechas las cabalgatas. Trasladarse al Santuario ha tenido varios caminos, senderos, brechas y carreteras a medida que pasaron los tiempos, el primer sendero estaba por la salida del viejo camino a San Pantaleón por el río de Mexticacán y al pasar frente a San Nicolás se recorre una loma larga que primero asciende y al iniciar a bajar se divisa el fondo el cerro del Corazón, un peculiar cerro con un montículo en el centro y que enmarca el fondo la comunidad del Santuario del Corazón de Jesús. Estaba la vereda para los peregrinos que tomaban el rumbo del panteón caminando y se transitaba por la ribera del río cruzando los ingresos de tres postes en cada potrero, cerca de la cuevas de los paredones y los tepetates hasta llegar al puentecito de piedra y las ermitas de los difuntos, llegaban a la primera cruz donde la señora Jesusita Mejía mandó construir un puente y luego llegaban a la cruz de entrada a la comunidad del Santuario y al cántaro colocado en el tronco de un mezquite para ofrecer un jarro de agua a los peregrinos. Después se abrió una brecha para vehículos que resultó muy larga pues hacía un rodeo por la Mesita y llegaba al pueblo por la entrada de Guadalajara y en 1980 se construyó una carretera directa con la incansable promoción del padre José Flores y subsidios del gobierno del Estado estableciendo la distancia de 5 kilómetros del pueblo de Mexticacán a la comunidad del Santuario y que hasta la actualidad los 40 Parroquias y patronos alteños gobiernos municipales le han incorporado plantaciones de arboledas, descansos, camino peatonal y pista para correr. Actualmente está en proceso de construcción un proyecto elaborado por el arquitecto José Jesús Mendoza Núñez denominado el Complejo Turístico Religioso del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús a través de un Comité Pro-Construcción del Santuario.

Los exvotos del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús

Para 1970 las paredes laterales del templo del Santuario estaban colmadas de infinidad de objetos, cuadros y láminas pintadas, objetos personales enmarcados, estampas y dibujos del Corazón de Jesús; muletas, bastones y prótesis; vestidos, cordones, zapatos, adornos personales, sortijas, pendientes, banderas, cruces; trenzas y coletas de pelo, cirios y velas; fotografías, figuras de animales, vacas, becerros y figuras humanas: piernas, brazos, cabezas, manos de metal, que saturaban tablas en las paredes. En ese escenario de expresiones los más evidentes por su manifestación plástica visual eran los exvotos pictóricos, las láminas pintadas que expresaban gran variedad de escenas, costumbristas campiranas en su mayoría, con las imágenes de los protagonistas. Estas láminas son grandes obras de arte popular que expresan una fuerte tradición y costumbre por quienes plasmaron esa gratitud por el milagro concedido al invocarse en ese preciso momento al Sagrado Corazón de Jesús de Mexticacán. El exvoto o retablo es un documento que aporta diversa información de la época referida. “Un exvoto y también llamado retablo popular es una obra pictórica que ilustra una escena anecdótica de un suceso o acontecimientos, se ofrece como símbolo de devoción y agradecimiento a una imagen sagrada a quien se atribuye un milagro y que generalmente se realizaba con pinturas de óleo sobre una lámina. En la escena se representan los sucesos acaecidos por la acción de un accidente, enfermedad o situación adversa. La narración se sitúa en el lugar de los hechos, en el que aparecen de manera simbólica, no como retrato, la persona o El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 41 personas afectadas, la imagen y en algunas ocasiones, los donantes que a favor del afectado suelen hacer el ofrecimiento.” 4 Como parte de la composición se acostumbra incluir un texto para informar sobre lo esencial de los hechos; en éste se pone de manifiesto el agradecimiento de los devotos por las acción del milagro, que aparece comúnmente al pie de la escena o dentro de ella, según distintas modalidades; los términos con que se expresa son claros e inequívocos: en pocas y sencillas palabras, significativas de las circunstancias y la emoción sentida, se da testimonio de la fe en la intervención sobrenatural; el texto es fundamental en el retablo popular, pero lo más importante y expresivo es su lenguaje pictórico (Sánchez Lara, 1990). Por referencias bibliográficas existieron exvotos pictóricos en el Santuario del Corazón de Jesús desde 1774, lamentablemente ya perdidos. Dichos retablos han sufrido diferentes acomodos de lugar repercutiendo esto gravemente en su preservación pues han provocado el robo y el deterioro permanente. De los que se conservaban, hasta 1992 cuando el presbítero Juan Roberto Chávez Botello realizó sus investigaciones y trabajo de un libro: “Mexticacán y la nueva historia del Sagrado Corazón” se tuvo el registro del exvoto más antiguo con fecha de 1846. La pérdida de los exvotos pictóricos del Santuario del Sagrado Corazón representa además de la ausencia del testimonio de la fe de los hombres y mujeres que a través de generaciones expusieron aspectos artísticos, humanos e históricos. Es la pérdida del “retrato de una época, una representación simbólica de un momento y grupo social”. Se perdieron estampas donde “el hombre aparece como creador y promotor de un arte, en el que fija una parte importante de su vida, un fragmento de su sentir, expresión altamente significativa en la que formularon su relación al Corazón de Jesús, su gratitud por los milagros recibidos, mediante una cándida visión artística”.

4 http://es.wikipedia.org/wiki/Exvoto. 42 Parroquias y patronos alteños

Porfirio Martínez pintor de exvotos del Corazón de Jesús

Porfirio Martínez fue uno de los grandes pintores de exvotos del Corazón de Jesús. Nació el 15 de septiembre de 1860 en el seno de la familia del pintor Isidro Martínez (creador del cuadro de San Francisco que se encuentra en la Parroquia). Sus cuadros pintados consistieron principalmente en imágenes de santos, resaltando los de San Jerónimo. Pintó además diversos bodegones y escenas con personajes indígenas. Fue notoria la cantidad de retablos que creó para los devotos del Corazón de Jesús. En las condiciones en que pintaba, de acuerdo a una entrevista con su nieta, la señora Consuelo, él mismo elaboraba sus pinturas; las molía en un mortero y quemaba un aceite con un fuerte olor, y fabricaba sus pinceles con pajas de plumas y pelos de gato, murió en abril de 1932, su obra de formato grande se encuentra perdida y destruida, pero tenemos su memoria artística en algunos exvotos del Sagrado Corazón de Jesús.

La fiesta en Mexticacán

La fiesta es un paquete de expresiones colectivas de una comunidad, un grupo social, de un pueblo y son consideradas como referencias de primer orden, en tanto que han servido de crisol de viejas creencias, costumbres y modos de ser y actuar de personas y grupos sociales (Sánchez del Barrio, 1999). En la actualidad aún prevalecen periodos festivos de las antiguas prácticas y actividades agrarias, presentes en toda manifestación colectiva de las comunidades rurales, determinante a la hora de precisar el momento propicio y la forma de celebración de la fiesta. Concentración de fiestas en los meses veraniegos, época de cosechas, al menos así ha sido hasta la llegada de la industrialización y el desarrollo de los medios de comunicación social, elementos que han alterado decisivamente los modos tradicionales de las fiestas. Originalmente la tradición es elemento clave que marca esta El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 43 transmisión, y por ello las celebraciones festivas han llegado hasta nosotros, pero no hay que dejar de observar que se transmiten con multitud de variantes, renovándose continuamente a merced a las intervenciones de cada generación. A principios del siglo XX en Mexticacán estaban las Fiestas de Abril, vestigio de una antigua fiesta patronal dedicada a San Marcos, advocación en Mexticacán registrada en el siglo XVII, las fiestas patronales en honor a San Nicolás de Tolentino del 1 al 10 de septiembre, las de Navidad, las de Pascua y Jueves de Corpus. También están la fiestas menores de las comunidades del municipio como la del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús 8 de febrero, junio, septiembre y octubre; la de San José en Ojuelos el 19 de marzo; la de la Virgen del Rosario en Loreto y Chimaliquín el 15 de agosto; la de San Felipe en febrero entre otras. Las fiestas patronales y religiosas tradicionales, se transforman, se densifican de actividades nuevas y se cambian de fechas, y de organizadores y promotores y se recorren para garantizar la afluencia de visitantes. El boom paletero de Mexticacán cambió las fechas de la feria tradicional del mes de abril a la última semana de diciembre, que es cuando por la temporada de frío bajan las ventas de los paleteros, cierran sus negocios y acuden al pueblo a festejar.

El pueblo de Mexticacán

Mexticacán es viejo pueblo y municipio de la región de los Altos, habitado por un puñado de familias rurales con una gran descendencia esparcida por todo México y Estados Unidos, con una historia y cultura poco estudiada, aunque infinitamente interpretada por los cronistas, las anécdotas de los abuelos y la memoria colectiva. En 2010 tenía 6,034 habitantes y se encuentra en la cuenca del hermoso y disputado río Verde en los límites de Jalisco y Zacatecas en la región de los Altos de Jalisco. 44 Parroquias y patronos alteños

Mexticacán colinda al oeste con Yahualica, de por medio el río Ancho; por el este con Teocaltiche, de por medio el arroyo de Ostotán; por el sur con Temaca y Cañadas de Obregón, de por medio río Verde, y por el norte los municipios de Nochistlán y Apulco, Zacatecas, y entronca en la carretera de vía larga, Guadalajara–Aguascalientes. El territorio donde se ubica, fue habitado desde el inicio de los tiempos históricos por grupos caracterizados como chichimecas con los que se encontraron los españoles conquistadores y colonizadores (castellanos, vascos, andaluces, gallegos, africanos, aztecas, tlaxcaltecas y tarascos); y que marcó el inicio de la creación de pueblos y villas a través del establecimiento de las encomiendas y la entrega de mercedes de tierra, así como la configuración de pueblos de indios, pueblos de la corona, los fundos legales y las cofradías de toda una extensa región del occidente de México denominada «Reino de la Nueva Galicia». 5 Mexticacán fue considerado “pueblo de la Corona” y encomienda de Juan de Zubia en 1532, corregimiento de Juan Michel en 1570 y alcaldía mayor de 1590 a 1616. Se erigió como parroquia en 1800.. En 1700 al pueblo de “Meztiticacán de Santa María” le llamaban el “Perú Chiquito”, pues precisamente en el sitio donde hoy es el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús llegó Carlos de Lomelín de Génova, Italia, traficante de esclavos negros. Encontramos que la estructura social alteña de entonces fue delineada en el tiempo y en el espacio por hombres de ganado, de tierras relacionados con los mineros de Zacatecas; por figuras andariegas, que los mismo cuidaban de los campos que del ganado. Esas facetas circunstanciales tipificaron la forma del trabajo. Las faenas eran organizadas por medio de núcleos familiares, que dedicaban sus esfuerzos al cultivo de reducidas áreas; así se gestó un tipo de propiedad característico y que sigue vigente: el rancho.6 A principios del siglo XX la vida productiva de los ranchos era un factor determinante en el comercio de la cabecera municipal. Pero

5 Fábregas, Andrés. Conferencia “Sobre Los Altos de Jalisco” Centro Universitario de los Altos, Tepatitlán, Jalisco, octubre, 2014. 6 Ibid. El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 45 cambiaron las rutas comerciales y los productores de ganado y productos pecuarios, de Mexticacán, que proveían a las minas se trasladan a la floreciente ciudad de Guadalajara y al Bajío. En Guadalajara se asentaron en el barrio del Retiro con talabarterías. En 1923 Genarito Jáuregui además de promotor de la fiesta del Corazón de Jesús puso la primera planta eléctrica, con un generador al que se les suministraba combustible de petróleo y la misma maquinaria serviría para iniciar en el pueblo la producción de paletas de hielo a mediados de 1940. Este hecho es el inicio de una nueva era para la gente de Mexticacán, convertirse en paleteros, pues con visión empresarial se involucraron los comerciantes Elías Mendoza González y Ángel González lo que propició que progresivamente a partir de 1950 la gente de Mexticacán se involucrara en el negocio de las paletas estableciendo poco a poco negocios en pueblos y ciudades de todo el país y sur de Estados Unidos, hasta llegar a la existencia, a través de 60 años, de grandes empresas con altos niveles de capital y reconocimiento internacional en el mundo de los helados. Este fenómeno de movilidad de los habitantes de Mexticacán fue estudiado por el antropólogo estadounidense Jack Rollwagen entre 1964 y 1967 en su tesis doctoral titulada “Los paleteros de Mexticacán. Un estudio de la iniciativa empresarial en México”. El paletero cuando hacía su presupuesto para emprender su negocio, la compra número uno era un cuadro con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús de Mexticacán.7 Los empresarios paleteros, por su devoción, crecimiento en afluencia y acciones de apoyo, principalmente económico, modificaron la fiesta y el templo de El Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, además de generar e influenciar diversos cambios en el pueblo de Mexticacán, desde la fisonomía de su centro histórico, el cambio de fechas de la fiesta tradicional del pueblo que se realizaba en el mes de abril y para erigirse como la Feria Invernal de los paleteros de Mexticacán en la última semana del año a partir de 1960 y 2001, cuando se creó la Heladexpo. En el año de 1985 se erigió un monumento a la paleta en la plaza municipal. 7 Entrevista con Esperancita Mendoza, 2014. 46 Parroquias y patronos alteños

En paralelo al fenómeno paletero existe también el fenómeno de los migrantes norteños que desde finales del siglo XIX es un factor que influye en las costumbres y en el desarrollo económico de Mexticacán. Esta migración se da por varias razones muy evidentes: por tradición, ya que algún ancestro pariente o vecino lo hizo y le fue muy bien; por alejarse del ambiente familiar para lograr un desarrollo personal propio, pues por lo general son familias con gran cantidad de hijos; por necesidad económica; por algún percance, conflicto familiar o social; o por simple aventura. Los norteños y las remesas que envían han impulsado el desarrollo principalmente de la construcción de viviendas en el pueblo y de infraestructuras novedosas en los ranchos, además de sus influencias ya manifiestas en las tradiciones y costumbres de las fiestas: música, formas de vestir que es generalizado en todos los Altos de Jalisco. Desde 1980 existen asociaciones de migrantes originarios de Mexticacán en California que han aportado recursos como las primeras ambulancias de la Cruz Roja, el programa 3 x 1, artículos, equipos médicos y sistemas de cómputo así como becas a estudiantes de secundaria y preparatoria. Está el templo de el Santuario de los Mártires, construido por un norteño en la delegación de Cañada de Islas con gran infraestructura en el entorno: canchas deportivas, centro de convenciones, viacrucis y accesos carreteros, todos con un sello fanáticamente religioso al punto de proponer ante cabildo de Mexticacán el cambio de nombre del rancho por Ciudad de los Mártires. Pero el municipio de Mexticacán se vio afectado por sus movimientos migratorios principalmente por el de los paleteros que ante el boom de los empresarios paleteros propició que una gran cantidad de familias emigrara del municipio a instalar una fábrica de paletas. En la década de 1970 el pueblo se quedó sin sus talleres y pequeñas empresas familiares. Y tomar en cuenta que los proyectos carreteros dejaron fuera a Mexticacán con sólo el acceso de entronque aislándolo aún más de las rutas comerciales y de comunicación. Mexticacán como pueblo alteño posee las características en su gente que identifican a esta región como religiosos, rancheros, y gente de a El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 47 caballo. Tiene sus fiestas patronales de San Nicolás de Tolentino en los primeros días de septiembre; la feria tradicional la última semana del año que incluye la Heladexpo, exposición de la empresa de los helados desde 2004; y las fiestas de las comunidades y ranchos: Cañadas de Islas 25 de agosto, Loreto y Chimaliquín 15 de agosto, Ojuelos 19 de marzo. La gente de Mexticacán, en su imagen, se describe sola, cual escena pictórica surrealista que lentamente se dibuja en estampas cotidianas, al transcurrir las tardes asoleadas afanados en sus claustros, heredados o conquistados, tienda, molino, taller, paletería, cantina, oficio, familia, rezo, ocio, trácala. Hombres rancheros, amas de casa, charros, campesinos, vaqueros, estudiantes, catequistas. Las tradiciones populares y las costumbres pueblerinas y rurales; los parajes naturales y las formaciones geológicas. Todo en su conjunto conforma las evidencias por las que se identifican las manifestaciones culturales del municipio de Mexticacán. A lo largo de la vida del pueblo, surgieron costumbres, celebraciones, creencias, cantos, conocimientos, aperos de oficios y labranza, métodos para construir, que, todo en su conjunto, constituyen una cultura viva, una auténtica cultura popular. Entre los bienes espirituales están las historias orales, literatura, música, medicina tradicional, artes, fiestas, oficios y técnicas. Existen en Mexticacán sitios interesantes: templo parroquial, capilla del hospital de indios, plaza de toros, puente de piedra, templo del Santuario del Corazón de Jesús; las capillas en las comunidades de Cañada de Islas, Llano Grande, Acasico y Chimaliquín; así también se encuentra cerca del rancho de Loreto la hacienda de Canales. En las barrancas del río está el Salto de las Delicias y los parajes naturales, de los ríos de Ipalco y Verde, ofrecen el ambiente de la naturaleza. La magia que este pueblo ejerce sobre sus visitantes, además de sus fiestas tradicionales, reside principalmente en esa combinación milenaria, de comer y convivir, gastronomía tradicional por el disfrute del presente: helados y paletas, dulces de leche, birria tradicional, longaniza, sopa de leche, queso, chicharrones, atole de masa, jocoque, pescado en penca, cocido puchero, huesitos con nopales, pozole, tamales. 48 Parroquias y patronos alteños

Esto es el fenómeno religioso del Sagrado Corazón de Jesús imán de peregrinos, hijos ausentes y visitantes a las celebraciones en Mexticacán. Como santuario de grandes flujos de visitantes es un sitio que ha experimentado desarrollo en su infraestructura y patrimonio desde la capilla que se construyó en 1793 por la familia de Ana María Lomelí y José Antonio Cordero hasta la actualidad principalmente por las colectas y gestiones de los párrocos y el apoyo de los funcionarios municipales. Como fenómeno religioso de especial tradición y antecedentes históricos, existencia de exvotos, la colocación en 1824 del corazón del renombrado obispo Cabañas y Crespo y lo que representa en la actualidad con la fiesta de la “Entrada”, pareciera que es un buen motivo de turismo espiritual. Como lo aclaré al inicio por mi parte es sólo una lectura, un texto literario de construcción personal, una manera de ver e interpretar la vida cotidiana y la fiesta en torno a devoción del Sagrado Corazón de Jesús en Mexticacán, tengo muy pocas referencias de estado de la cuestión sobre las fiestas y su significado social, así como ninguna investigación de datos concretos socioeconómicos ni estadísticas de los asistentes a esta celebración. Pero a primera expectativa nos encontramos en el campo de estudio de lo definido como turismo espiritual. El término de turismo espiritual es un concepto que se ha incorporado de manera reciente en el lenguaje turístico mexicano. Se utiliza para hacer referencia a aquella clase de visitante que “busca en sus viajes o desplazamientos además de aspecto de recreo, placer o culturales, conectar su mente y espíritu a través de la práctica de rituales de carácter místico”, como lo describe Rogelio Martínez Cárdenas. Pero hasta aquí el turismo espiritual es un cuerpo de conocimientos descriptivos, útil y necesario, pero muy lejano para tenerlo como proyecto funcional de desarrollo sostenible del lugar del estudio. Ya lo expuso Angélica Guerra Ávalos de que el turismo vinculado al patrimonio vivo (fiesta tradicional religiosa) favorece el conocimiento de identidades, el respeto entre visitantes y receptores, además del El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 49 desarrollo económico de algunos sectores. No obstante puede tener “vertientes escarpadas” si no es el resultado de una adecuada planeación y gestión.8 Sin lugar a dudas el aprovechamiento turístico de los visitantes al Sagrado Corazón de Mexticacán es deseable, e incluso podría decirse inevitable. Sin embargo, a la fecha no ha generado una estructura que permita capitalizar grandes beneficios comunitarios y sociales. A falta de políticas culturales, turísticas y del patrimonio cultural municipal, el fenómeno religioso, que atrae grandes cantidades de visitantes, involucra el interés y prácticas de los funcionarios públicos locales, que a través de recursos públicos (no tan válido) realizan acondicionamientos e implementación de infraestructuras en los sitios religiosos, que otorgan comodidad a los devotos y peregrinos con el solo beneficio clientelar propio y del económico de algunos comerciantes (muy válido) y muy evidente del religioso de los responsables del culto del Sagrado Corazón de Jesús, dejando de lado valiosos procesos de reconocimiento del patrimonio cultural de los habitantes del municipio de Mexticacán. Lo más lamentable es el deterioro del supuesto patrimonio cultural como modificación del templo incluyendo la destrucción del retablo del altar mayor; la demolición de la finca adjunta al templo; la desaparición de los archivos, libros, mobiliario, ornamentos, objetos y exvotos. Lo más rescatable son todos los aspectos, elementos, actitudes y símbolos de identidad practicados y evidentes en la gran mayoría de habitantes, visitantes, paisanos y familias que retornan al lugar de origen, al lugar de sus raíces.

A manera de conclusiones

“Se trata de anclar la cultura en todas las políticas de desarrollo, ya conciernan a la educación, las ciencias, la comunicación, la salud, el medio ambiente o el turismo, y de sostener el desarrollo del sector cultural mediante industrias creativas: así, a la vez que contribuye a 8 I Congreso Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial y Turismo. 50 Parroquias y patronos alteños la reducción de la pobreza, la cultura constituye un instrumento de cohesión social.” como se establece en la UNESCO. En el desarrollo local municipal la cultura es motor y factor de desarrollo y una de sus vertientes es el reconocimiento y aprovechamiento del patrimonio cultural. Un conglomerado de más de 6000 habitantes debería tener un casi infinito abanico de posibilidades de alternativas de desarrollo social, económico y cultural pero la existencia de ciertas tradiciones políticas enajenantes, las deficiencias en la educación básica, tecnológica, científica y humanística y la inercia de las instituciones gubernamentales como los ayuntamientos e iglesias confunden el desarrollo sustentable con programas totalmente asistenciales que limitan la creatividad del individuo, obstaculizan el emprendurismo, destruyen la memoria histórica y el patrimonio cultural. El patrimonio cultural se compone de aquello que a lo largo de la historia fueron creando los hombres y mujeres que habitaron el territorio, así como lo que en el presente siguen creando quienes viven en él. El patrimonio en este amplio sentido constituye la máxima riqueza que identifica y diferencia a este pueblo de Mexticacán con los demás pueblos de la región y del mundo entero. Pero existe sólo potencialmente, no aprovechado. Existen bienes patrimoniales en Mexticacán que por costumbre son culturales y obviamente de todos, como el caso del templo parroquial, las capillas, los ríos, las plazas, los monumentos, las calles, los edificios públicos. Las festividades religiosas como la del Sagrado Corazón de Jesús.

“Es necesario buscar que la política cultural sea constructiva y sustentable en el largo plazo por medio de la inclusión de las comunidades. Necesitamos del pasado para crear el futuro, pero necesitamos de la participación (de lo local) para crearlo hoy”.9

9 Lourdes Arizpe Coloquio La Configuración Estratégica para las Políticas Culturales en México FIL, 2013. El Corazón de Jesús, patrono de Mexticacán 51

Mexticacán, un pueblo antiguo, con el testimonio de grandes hombres y mujeres en la cultura y las artes; con costumbres, lugares y tradiciones hasta llegar a la actualidad con este fenómeno de los helados y las paletas que representa a Mexticacán, tiene en potencia un interesante patrimonio cultural. El patrimonio en sí no existe, pues son las mujeres y los hombres quienes con su cotidianidad y su contribución cultural lo realizan y construyen día con día y solamente la organización social comunitaria, con todos los sectores, gobierno municipal, ciudadanos, paisanos paleteros, paisanos norteños y paisanos en diversas ocupaciones, lograrán crear procesos para un nuevo Mexticacán a partir de lo que hasta hoy se tiene. La parte importante del patrimonio es la gente. Un pueblo donde todos se declaren plenos y orgullosos de su historia, de su gente y de sus costumbres y tengan la universalidad para compartirlas con los demás pueblos del mundo y con el visitante. Creo que la situación actual me deja la certeza de que no hay necesariamente una cabal percepción del papel que desempeña y puede desempeñar el ciudadano en el desarrollo de proyectos de preservación del patrimonio cultural y de instituciones sociales que no permitan que cualquier funcionario de gobierno, haga caso omiso al patrimonio cultural, lo destruya o venda, incluidos los funcionarios religiosos que han deteriorado elementos importantes en el templo parroquial así como en el templo del santuario del Corazón de Jesús. Me declaro partidario de la pertenencia de los espacios comunitarios y del fomento de la empresa cultural desde lo local, en la comunidad, descubrir tu patrimonio, insertarte estratégicamente en la región en proyectos similares y plantarlo al gobierno federal como esquema de desarrollos locales y regionales, a la par de lo que existe y la Entrada del Sagrado Corazón de Jesús como un buen pretexto de turismo espiritual. 52 Parroquias y patronos alteños

Bibliografía

Chávez Botello, J. R. (1992). Mexticacán y la nueva historia del Sagrado Corazón. San Juan de los Lagos, México. Dávila Garibi, I. (1984). Biografía de un gran prelado. El Exmo. e Ilmo. Sr. Dr. D. Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo. México, México.: Editorial Jus. Ortiz, H. (2002). “Cuna de paleteros mexicanos. Los pioneros de Mexticacán”. Nieves y helados, año 2, número 2. Sánchez del Barrio, A. (1999). Fiestas y ritos tradicionales. Valladolid, España: Raíces, Castilla Ediciones. Sánchez Lara, R. M. (1990). Los retablos populares exvotos pintados. México, México.: Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM. T L, J. (1939). Breve historia del sagrado Corazón de Jesús que se venera en el Santuario e inmediaciones de Mexticacán. Guadalajara, México. EL HERMANO DEL SEÑOR DE LA MISERICORDIA

Norberto Servín González

A mi madre, Ramona González García, fiel devota del Señor de la Misericordia + 05 de enero de 2015

as imágenes del Señor de los Afligidos, reverenciado en la delegación de Capilla de Guadalupe y del Señor de la Misericordia que se honra en Tepatitlán de Morelos, fueron Ltalladas entre los años de 1839-1840. Estas efigies fueron obtenidas de dos árboles que representaban una cruz perfecta, los abetos encontrados en distinto puntos en la falda del Cerro Gordo, localizado al oriente de la cabecera, con una altura de 2,667 metros sobre el nivel del mar, este cerro es el de mayor altitud de Los Altos de Jalisco, considerado como el décimo tercero de mayor elevación en el estado. El árbol que dio vida a la imagen del Señor de la Misericordia fue detectado en la Barranca de Las Varas, por un hombre llamado Pedro Medina, quien vivía en El Durazno, y el árbol de donde surgió el Señor de los Afligidos, frente al rancho El Aguacate, por don Guillermo Valenzuela. Las dos imágenes fueron hechas por un escultor desconocido, que llegó al rancho El Durazno buscando trabajo. Don Pedro Medina, le confió aquel trozo de madera que tiempo antes había encontrado en la colina y de ahí salió la imagen del Señor de la Misericordia. Don Guillermo Valenzuela, dándose cuenta que un escultor estaba en casa de don Pedro Medina, va y le hace la propuesta de que le realice a él

[ 53 ] 54 Parroquias y patronos alteños otra imagen de un trozo de madera en forma de cruz que tenía en su casa, en El Aguacate. Una vez terminadas las imágenes, el escultor las entrega a sus respectivos dueños y sin que pudieran saber su nombre, lugar de procedencia o destino, no supieron más de él. En relación al escultor de las imágenes, el presbítero Agustín Ramírez escribió que con el manuscrito de don Pedro Medina, salió de acuerdo la constante tradición de su familia y otros testigos, que aseguran que don Pedro se halló el madero en el Cerro Gordo, cuando estaba ya casado y con algunos hijos. “Demos ahora respuesta a otra pregunta: ¿Cuándo se perfeccionó el crucifijo? Fue, ciertamente en 1840. No pudo serlo en 1839, porque habiendo sido hallado en septiembre y estando aún verde la madera, no estaba en condiciones de poderse labrar; ni pudo ser después del año 1840 porque hay algunos retablos que llevan esta fecha. Por una autorizada tradición existente en Capilla de Guadalupe, se sabe que el Señor de la Misericordia fue perfeccionado al mismo tiempo y por el mismo autor que otro crucifijo venerado allí con el nombre de Señor de los Afligidos, y que ambos crucifijos fueron bendecidos el 23 de octubre de 1840”. Además el trabajo de las esculturas tuvo que ser rápido, tanto por la buena disposición de la madera como porque no tenía otras obras qué hacer. De los datos que esta tradición nos suministra, podemos inferir que la imagen del Señor de la Misericordia y de los Afligidos, fueron perfeccionados por el artista en el término de un mes o dos, o sea, dentro de los meses de septiembre y octubre de 1840. Antes de que se les empezara a dar culto a las imágenes, de común acuerdo, don Pedro y don Guillermo, acompañados de numerosas personas y entre el estruendo de los cohetes, las imágenes fueron llevadas a Tepatitlán, para que un sacerdote las bendijera. Fue el presbítero don Eutimio Cervantes quien las consagró un 24 de octubre de 1840 y quien al mismo tiempo les puso los nombres. La imagen de don Pedro Medina, recibió el nombre de Señor de la Misericordia y la de don Guillermo Valenzuela, Señor de los Afligidos. El hermano del Señor de la Misericordia 55

Días después de la bendición, el Señor de los Afligidos fue trasladado al rancho El Aguacate y colocado en un cuarto humilde de la casa de don Guillermo, quien desde el primer aniversario de la bendición (24 de octubre de 1841) le organizó un novenario. Don Guillermo quería que después de su muerte, la imagen del Señor de los Afligidos fuera heredada entre sus nietos, así se hizo una vez que él murió. Pero como la devoción a la santa imagen iba creciendo, los sacerdotes que llegaban a Capilla de Guadalupe hacían el intento de traerlo al pueblo, pero todos se oponían. Pasado el tiempo, un 24 de octubre de 1908, el vicario de Capilla de Guadalupe, presbítero don Federico López Martín, después de gestionar los acuerdos necesarios con los familiares de don Guillermo Valenzuela, en medio de un gran regocijo por parte de los habitantes de los ranchos circunvecinos, trasladó la imagen del Señor de los Afligidos a lo que ahora es el templo parroquial. El lugar que ocupó por primera vez en el templo fue el bautisterio, que se ubica al lado derecho de la entrada principal, y cada año se le hacía un triduo, del 22 al 24 de octubre. En 1948 es trasladado a la capilla norte del templo parroquial, donde fue colocado en un altar provisional. Fue hasta el 21 de octubre de 1951 cuando quedó colocado en su capillita, donde permaneció hasta el 23 de diciembre del 2005, ya que ese día fue bajado para llevarlo a restaurar. Habían pasado 54 años sin moverlo para nada y no se le había proporcionado ningún cuidado. Estaba expuesto al polvo y a las polillas que le causaron daños muy notorios. Una vez restaurado, el 9 de abril de 2006, fue colocado a un lado del altar mayor, donde hasta la fecha lo podemos contemplar1. La historia del Señor de la Misericordia ha recibido mayor atención, a tal grado que ha rebasado al Santo Patrono de Tepatitlán de Morelos, San Francisco de Asís, de hecho la mayoría de habitantes del municipio y visitantes, tienen la creencia que el Señor de la Misericordia es el santo patrono.

1 El Señor de los Afligidos, folleto editado por Jesús Guízar Villanueva, canónigo de Capilla de Guadalupe. 56 Parroquias y patronos alteños

Remontándonos a la historia, la nación tecuexe se localizaba en los actuales municipios de Acatic, Tepatitlán, Jalostotitlán y Teocaltiche, a la llegada de los conquistadores, vinieron también los franciscanos. A Tepatitlán lo describió así el obispo Alonso de la Mota y Escobar: “Los habitantes de esta población son descendientes de chichimecas, muy valientes y dispuestos, muy ligeros y muy diestros en el arma del arco y la flecha” (Alcalá Cortés, 1983, pág. 18). El profesor Heriberto Alcalá Cortés escribió en el libro Marco Histórico de la Parroquia de San Francisco de Tecpatitlán sobre los indígenas: “Probablemente creyeron en la existencia en otra vida después de la muerte, esto fincado en los hallazgos de molcajetes, platos, ollas y otros utensilios de cocina, para prevenirse para la otra vida. Andaban vestidos con la clásica tilmatl (tilma) y el huipilli, calzados, con los cómodos cactlis y adornado su cuerpo con collares, pulseras, orejeras y narigueras” (Alcalá Cortés, 1983, pág. 18). Para el año 1821, a 291 años del inicio de la considerada “empresa de romanos”, existían mil 050 construcciones en la jurisdicción de Guadalajara y 11 mil 818 en todo el país, cifras que narran con frialdad matemática la inconmensurable obra evangelizadora de los beneméritos hijos de San Francisco de Asís, Santo Domingo y San Agustín. La imagen titular de la Parroquia de San Francisco en Tepatitlán se cree que fue portada por Fray Antonio de Segovia, conocida como Nuestra Señora de la Limpia Concepción, fue colocada en el altar del “Hospital de Indios” del mismo nombre y que existió en nuestra ciudad hasta el siglo XVIII, que a solicitud de los monarcas hispanos D. Carlos V, desde Fuensalida, el 7 de octubre de 1541 y de Felipe II, en la Ordenanza 122 ponía “que toda fundación de ciudad, villa o lugar, se construyeran, junto a la iglesia, hospitales para pobres y en igual forma lo hacían las autoridades eclesiásticas al fundar obispados” (Alcalá Cortés, 1983, pág. 24). El hospital de Tepatitlán estuvo cerca de la iglesia parroquial y la sagrada imagen titular, generalidad que conservó al pasar a la parroquia ya erigida. Por esas épocas, varias doctrinas de los religiosos de San El hermano del Señor de la Misericordia 57

Francisco pasaron al clero secular del obispado. Tepatitlán, nuestra naciente comunidad cristiana, celebraba sus reuniones evangélicas así como sus Celebraciones Eucarísticas en una humilde y estrecha capilla construida de adobes y tejado. Poco después, Fray Pedro Pérez construyó, a las afueras de la primitiva capilla, al lado sur, el 22 de julio de 1643, un edificio de material que en el transcurso del tiempo daría albergue a la Parroquia de San Francisco de Tepatitlán. El templo parroquial actual data de 1578 y fue trazado por don Francisco Ibarra. El 20 de febrero de 1638, fue erigida la Parroquia de San Francisco de Tecpatitlán, por “el Excelentísimo y Reverendísimo Señor Obispo Doctor don Santiago de León y Garabito”. La conquista espiritual en Tepatitlán está ligada a los franciscanos, a Nuestra Señora de la Limpia Concepción y a la Parroquia de San Francisco de Asís; no obstante un hecho por demás sorprendente, narra el profesor Heriberto Alcalá Cortés, modificó, en cierto modo, la personalidad del tepatitlense, sucedió la mañana del viernes 6 de septiembre de 1839, en la Barranca de Las Varas, en la parte sur del Cerro Gordo, al sureste del rancho El Durazno, D. Pedro Medina, honrado cristiano campesino tepatitlense, se encontró una cruz bastante bien delineada en una encina en el lugar en el que en varias ocasiones observó luces como de “carboneros haciendo carbón”. Comentó con su esposa María Josefa, con la dicha reflejada en su rostro de su feliz hallazgo y al día siguiente, acompañado de su vecino y amigo don Jerónimo Gómez, se trasladaron al sitio ya previsto para realizar su objetivo, también para facilitar la empresa, había pedido prestada una yunta de bueyes para trasladar el madero, al cual empezó a llamar “Mi Padre” y que varios de sus amigos criticaban socarronamente diciéndole que si se consideraba hijo de un madero de encino (Alcalá Cortés, 1983, pág. 75). Una vez cortado el tronco, en el mismo sitio quitaron todo lo que consideraron inútil, dejando exclusivamente lo que visiblemente formaba una cruz. En el rancho El Durazno estuvo varios días esperando la oportunidad precisa para lograr su objetivo, esculpir en aquel madero un crucifijo. Una vez que la madera estuvo seca, se 58 Parroquias y patronos alteños presentó en el rancho un escultor en busca de trabajo, ofrecía retocar o hacer nuevas imágenes de talla. Don Pedro al ver al artista, vio su anhelo a punto de realizarse y le encargó el trabajo ofreciéndole el madero. Probablemente el escultor realizó su trabajo en unos 60 días, entre septiembre y octubre de 1840, entregando el Crucifijo que, a falta de perfecciones anatómicas y fisiológicas, esculpió un rostro pleno de ternura, amabilidad, dulzura y misericordia, un rostro que es a no dudarlo, la efigie que todo tepatitlense lleva en su corazón, porque es el rostro del que no le reprocha y nada le exige, el Cristo de la Misericordia, obsequio de don Pedro Medina a Tepatitlán, no pide nada, todo lo da: fuerzas al débil y valor al pusilánime; tranquilidad y paz a los violentos, amor a los que tienen sed o aridez de su cuerpo, su tierra o su alma; es en resumen, el centro de la devoción tepatitlense. La duda respecto a la realización de la efigie queda despejada, al haber coincidencia con la investigación del profesor Heriberto Alcalá Cortés y con lo señalado renglones arriba por el presbítero Ramírez Barba. El 24 de octubre del mismo año (1840) la población de Tepatitlán se vistió de gala. El Cristo de don Pedro Medina, como se le conocía, fue llevado a la sede parroquial, el camino desde el rancho “El Durazno” fue tapizado de flores, hubo incienso, cohetes, alabanzas y cantos religiosos, aunque los dos autores que han escrito ampliamente sobre el Señor de la Misericordia, no hacen énfasis en la presencia del Señor de los Afligidos en la peregrinación con destino a Tepatitlán. El deseo de la todavía feligresía de San Francisco por acudir al rancho de don Pedro para conocer, admirar, orar o rogar algún favor o agradecer el ya concedido, crecía de manera extraordinaria. Es aquí donde cabe preguntarse por qué el Señor de la Misericordia sobresalía a diferencia de su hermano el Cristo de los Afligidos. No se sabe quién fue el autor de la denominación del Divino Crucifijo, señala el profesor Heriberto: aunque las voces populares afirman que el presbítero don Eutimio Cervantes, amigo de la familia Leal y encargado de la solemne bendición, el 24 de octubre de 1840 fue el que le llamó por primera vez Señor de la Misericordia. Este dato coincide con el mencionado en la semblanza del Señor de los Afligidos: El hermano del Señor de la Misericordia 59

“Un 24 de octubre de 1840, acompañados de numerosas personas, entre estruendo de los cohetes, las imágenes (crucifijos tallados de las cruces casi perfectas que brotaron de los árboles de los ranchos El Durazno y El Aguacate, en el Cerro Gordo) fueron llevadas a Tepatitlán, para que un sacerdote las bendijera. Fue el padre don Eutimio Cervantes quien las bendijo y quien llamara por primera vez, a la imagen de don Pedro, Señor de la Misericordia, y la de don Guillermo, Señor de los Afligidos” (Romero Pérez). Entre algunos de los factores que incidieron en la devoción al Señor de la Misericordia, y que se pueden tomar a consideración, está el citado por el profesor Heriberto Alcalá: En el año de 1841 los moradores de Yahualica pidieron ayuda a los vecinos parroquiales, para dar alimento a los numerosos damnificados por las inundaciones provocadas por el desbordamiento del río del lugar, que el 13 de abril sembró la muerte y tristeza. Tepatitlán fue humanitario con los buenos vecinos enviando mantas, semillas y granos, así como material para curaciones, en esas fechas se llevaba a cabo la construcción del Santuario en honor al Señor de la Misericordia. El crecimiento de la devoción al Señor de la Misericordia y las numerosas peregrinaciones realizadas al rancho El Durazno, al parecer fueron los principales motivos que obligaron al traslado del crucifijo a Tepatitlán, permaneciendo en la casa de don Pantaleón Leal, ubicada en la esquina de las calles Hidalgo y Vicente Guerrero. La entronización del Señor de la Misericordia en su Santuario, se llevó a cabo la tarde del 29 de abril de 1852, en concurridísima procesión de la casa de don Pantaleón Leal a su nuevo hogar construido cien metros hacia el sur por la misma calle. Al día siguiente el pueblo organizó la primera festividad y a partir de entonces, cada año, con “excepción de los años de 1889, 1892 cuando se prohibió la salida del Señor de la Misericordia por el entonces presidente municipal José Ana Casillas y en 1893 por el alcalde Ventura Gómez Alatorre”. El profesor Heriberto Alcalá Cortés no hace mención del Señor de los Afligidos en su libro Marco Histórico de la Parroquia de San Francisco de Tecpatitlán; quien sí lo nombra es el presbítero Agustín Ramírez 60 Parroquias y patronos alteños

Barba en sus apuntes, recopilados por el maestro Miguel Ángel Casillas Báez, en el capítulo VI, de la edición titulada “Apuntes del presbítero Agustín Ramírez Barba sobre el Señor de la Misericordia”. Aunque el Padre Ramírez no menciona al Señor de los Afligidos como acompañante del Señor de la Misericordia en la peregrinación del Cerro Gordo a Tepatitlán para su bendición, sí lo cita en uno de sus pasajes: “Apenas terminada la Sagrada Imagen, fue traída a esta población de Tepatitlán con el mayor aparato posible de la solemnidad. Debió de ser numeroso el concurso de gente, el camino fue fácilmente tapizado de flores de variados colores, a los que se añadió el perfume del incienso y el estruendo de los cohetes y pólvora que se quemaron en aquella ocasión” (Casillas Báez, 2006, pág. 37). Cita también el Padre Ramírez en sus apuntes: “El Señor don José Cornejo Franco afirma, por tradición recogida por él de personas antiguas y fidedignas que el mismo padre don Eutimio Cervantes, que bendijo la Sagrada Imagen, fue quien puso a ésta el nombre de “El Señor de la Misericordia”, porque quiso que se llamara como un crucifijo pequeño que tenía en su mesa con ese mismo nombre” (Casillas Báez, 2006, pág. 52). Los argumentos presentados por el sacerdote Agustín Ramírez Barba, renglones adelante en sus apuntes, dan sustento a lo escrito; sin embargo, ya no abordó lo relacionado al Señor de los Afligidos. Respecto al Señor de los Afligidos, el doctor Mario Humberto Martín Navarro, en su libro “Historia de Capilla de Guadalupe”, señala: “El altar del Señor de los Afligidos fue donado por don Juan Franco en su cumplimiento de un voto y acción de gracias, por salvarlo de una fiebre tifoidea que padeció durante un mes” (Martín Navarro, 2000, pág. 134). El Señor de los Afligidos es una hermosa y venerada imagen de Cristo Crucificado que fue realizada en 1839, junto con la del Señor de la Misericordia de Tepatitlán, estas imágenes fueron hechas de dos árboles del Cerro Gordo que representaban una cruz perfecta, por un escultor que llegó al rancho El Durazno, pidiendo trabajo; diciendo que sabía hacer imágenes y que lo tenían a sus órdenes. El hermano del Señor de la Misericordia 61

Terminadas las imágenes fueron llevadas a Tepatitlán a la Parroquia, al mismo tiempo se les bendijo y se les puso el nombre de Señor de la Misericordia y Señor de los Afligidos. Terminada la bendición se guardó la imagen del Señor de la Misericordia en casa de uno de los fieles del pueblo, y la imagen del Señor de los Afligidos, acompañada de un gran número de fieles fue traída el 24 de octubre de 1840 al rancho El Aguacate y colocada en la humilde capillita y con esta fecha empezaron los fieles a rendirle culto a esta hermosa imagen, creciendo cada día la devoción, porque todos los que lo invocan sienten consuelo en sus penas. El 24 de octubre de 1908 fue trasladada la imagen del Señor de los Afligidos al templo de Capilla de Guadalupe y colocada en el Bautisterio, donde se le rendía culto y veneración. El 24 de octubre de 1948 una vez ampliado el templo se trasladó la imagen a la Capilla Norte en un altar provisional y el 21 de octubre de 1951 quedó terminado su altar (Martín Navarro, 2000, págs. 134-135). Las aportaciones de personas que han escrito sobre el Señor de la Misericordia, han tomado de base los apuntes del presbítero Agustín Ramírez Barba, nativo de San Miguel El Alto, donde vio la luz primera el 27 de agosto de 1881, falleció el 4 de julio de 1967, 51 años después de su llegada al Santuario del Señor de la Misericordia en Tepatitlán de Morelos. Cada quien le agrega o resta a la aportación de Ramírez Barba, manteniéndose la pregunta de ¿Por qué omitir la mención del hermano del Señor de la Misericordia? El padre Ramírez Barba hizo un espléndido trabajo, sus apuntes parten de documentos que pudo obtener, de testimonios de personas, que aunque ancianas, gozaban de buena memoria, con base en ello deduce y aplica el sentido común, algo elemental cuando no se cuenta con la suficiente información documentada, citando en su momento al Señor de los Afligidos. Los habitantes de Capilla de Guadalupe celebran la fiesta titular del Señor de los Afligidos el último domingo del mes de octubre de cada año. El Cristo de los Afligidos actualmente se encuentra al costado izquierdo del altar principal de la parroquia de Capilla de Guadalupe, 62 Parroquias y patronos alteños algunas cartas al pie de la imagen agradeciendo el favor recibido, lejos de la cantidad que recibe el Señor de la Misericordia, cabe añadir la presencia del Cristo del Perdón en la misma parroquia, el cual se observa a escasos metros de la imagen principal, poco se ha documentado sobre dicha efigie, entrevistas con persona adultas de la localidad revelan el nombre de otros crucifijos, sin contar con datos firmes que indiquen la fecha de su tallado, las charlas coinciden en la época en que fueron esculpidos ambos cristos. Así podemos encontrar al Señor de la Salud, en casa de don José de Jesús Orozco Franco, donde cuenta con un lugar especial para su veneración en Capilla de Guadalupe, el Cristo ha estado en manos de su abuelo León Orozco Martín y bisabuelo Pedro Orozco, él lo recibió de parte de su señor padre don Antonio Orozco Barba. El Señor de los Milagros que actualmente se venera en la comunidad de Los Sauces de la misma delegación, los cristos mencionados tienen la coincidencia de provenir del Cerro Gordo, al parecer cada familia se esforzaba por tener la compañía de Cristo, siendo estos un importante apoyo espiritual para las familias de aquel entonces, en el caso del Cristo de la Salud se puede decir que es el único que permanece expuesto a la veneración en una casa habitación, en la de don José de Jesús Orozco Franco. De los cristos mencionados, el que ha seguido un peregrinar dificultoso es el Señor de los Afligidos, en la propia parroquia de Capilla de Guadalupe ha ocupado cuando menos cuatro sitios distintos, al parecer residirá en el que actualmente ocupa. En pleno año 2014, en la víspera de la festividad en honor al Señor de la Misericordia en el mes de abril, la venerada imagen pudo no salir a su recorrido por las principales calles de la ciudad, está versión se desplegó por la ciudad, aunque esto no había sido confirmado por las autoridades eclesiásticas, el rumor fue tan fuerte entre la población que algunos fieles sentenciaron “algo grave sucederá”, algunos actores sociales y medios de comunicación abonaron a la versión “extraoficial”, de que el crucifijo presentaba un avanzado deterioro, por lo tanto sacarlo a su tradicional recorrido pondría en riesgo su estructura. El hermano del Señor de la Misericordia 63

La fiesta en 2014 entró y en pleno auge los habitantes dejaron de lado el interés por la información relacionada a la salida del Señor de la Misericordia, para los días en que la imagen recorrería las calles, ya poco se mencionaba de si sería la original o la conocida como peregrina. Manifestaciones de agradecimiento por favores recibidos: Los feligreses y devotos del Señor de la Misericordia han manifestado su agradecimiento por los milagros recibidos de una manera particular, miles de “retablos” colgados en el atrio del Santuario dan cuenta de ello, al paso del tiempo se ha tenido que descolgar una importante cantidad, en la actualidad (2015) regularmente se hace cada dos meses, las representaciones y regalos que los fieles llevan son acomodados de manera minuciosa y almacenados, lo que permite espacio en los atrios para las nuevas pinturas, esta acción no ha disminuido, de acuerdo a los encargados del Santuario se mantiene como antaño, se tiene constancia de retablos que datan de 1840, en el museo habilitado en el Santuario se pueden apreciar algunos fechados en 1842, 1855 y 1884, las pinturas sobre lámina narran el motivo del agradecimiento, favores por alivio de enfermedades, de accidentes, de deudas, de un sinfín de vivencias de los fieles, algunos en más de una ocasión llevan su talla, un ejemplo es el de Ysidro Flores, de quien a continuación se transcribe el contenido de dos retablos:

“En el año de 1855 Trabajando Ysidro Flores en el arte de toriar le agarro un toro la entrepierna y le dio una erida mortal inboco al Señor de Burgos con toda fe i el le consedio la vida quedando completamente útil para volver a trabajar”.

El mismo personaje 19 años después (1884) depositó otro retablo por el favor recibido del Señor de la Misericordia:

“En el año de 1884 Trabajando Ysidro Flores en el arte de toriar lo agarro el toro orriblemente y mirándose mui afligido inboco al Señor de la Misericordia contoda fe y el Señor le consedio la bida”. 64 Parroquias y patronos alteños

Las peregrinaciones en honor al Señor de la Misericordia, motivo de la fiesta en Tepatitlán, según la historia, datan desde 1852 cuando las autoridades eclesiásticas y civiles acordaron sacar del Santuario el 28 de abril a la venerada imagen “en medio de grandes manifestaciones de devoción popular por la calle principal de la ciudad (calle Real, actualmente Hidalgo) y llevarla en procesión al templo parroquial, en donde, como en estos tiempos, era recibida con aclamaciones de alegría y devoción por aquel gentío que inundaba la ciudad” (Flores García, 2000, pág. 67). Por motivo de las hostilidades de las autoridades locales traídas de Guadalajara, que trataban de hacer efectivo el cumplimiento de controlar el número de sacerdotes en las iglesias, lo que derivó en una etapa de desasosiego, conocida como la “Guerra Cristera”, la imagen del Señor de la Misericordia de 1922 a 1943 sólo en cuatro ocasiones salió en procesión, hasta después de una interrupción de 21 años, “con gran alegría recibimos la noticia de que volvía a salir el Señor los días 28 y 29 de abril. Desde entonces es tradicional que el primer domingo de abril se haga un repique a las 2 de la tarde para anunciar la salida del Señor de la Misericordia” (Flores García, 2000, pág. 86). A partir de 1943 la salida de la venerada imagen fue precedida por cuatro carros alegóricos artísticamente adornados, en la actualidad el número ha crecido de entre 8 y 10, algunas fotografías antiguas de las tradicionales carrozas fueron publicadas en un suplemento editado por el Semanario El Alteño, el 25 de abril de 1992, una síntesis elaborada por el periodista José Pablo Vargas Soto, dando cuenta del compromiso de las personas, empresarios y organizaciones que apoyaron para los arreglos de los carros, actitud que sigue vigente hasta la fecha, como muestra de la devoción al Señor de la Misericordia. El 6 de septiembre de 2014 con motivo de la celebración del 175 aniversario del hallazgo de la imagen del Señor de la Misericordia de Tepatitlán de Morelos, se llevaron a cabo varias peregrinaciones, dos en particular se pueden considerar como hechos extraordinarios e históricos, la salida a Capilla de Guadalupe de la imagen peregrina del Señor de la Misericordia para visitar al Señor de los Afligidos, que se El hermano del Señor de la Misericordia 65 encontraba ocupando un espacio en el Altar Mayor de la Parroquia de la Santísima Virgen de Guadalupe, la visita del peregrino motivó una solemne misa, cientos de vecinos de Capilla de Guadalupe y rancherías aledañas estuvieron presentes. Así como el regreso al Santuario del Señor de la Misericordia del Cristo Peregrino, el día 9 de septiembre en compañía de la imagen peregrina del Señor de los Afligidos, tal y como sucedió el 24 de octubre de 1840, cuando el Señor de la Misericordia y el Señor de los Afligidos, salieron de los ranchos El Durazno y El Aguacate (ambos en el Cerro Gordo), los cristos, acompañados de numerosas personas, entre el estruendo de los cohetes llegaron a Tepatitlán, tal y como cuando fueron recibidas y bendecidas por el presbítero don Eutimio Cervantes, la imagen de don Pedro Medina, Señor de la Misericordia, y la de don Guillermo Valenzuela, Señor de los Afligidos. La llegada de los cristos al Santuario del Señor de la Misericordia en Tepatitlán de Morelos, fue a las 12 horas, reuniendo a decenas de personas, las imágenes peregrinas de los dos hermanos, entraron para postrarse al lado de la venerada imagen del Señor de la Misericordia, donde fueron colmados de plegarias y cantos, entre el aroma de los miles de flores que abrazaban el altar. Los cristos hermanos recibieron a sus embajadores, las imágenes peregrinas compartieron los rezos de los fieles, y queda para muchos el anhelo de ver a las dos imágenes que fueron labradas en 1839, ambos bendecidos en la misma misa y separados el 24 de octubre de 1840 cuando regresó al rancho El Aguacate el Señor de los Afligidos, reencontrándose después de 174 años. 66 Parroquias y patronos alteños

Bibliografía

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Miguel Ángel Casillas Báez1

Los alteños del siglo XIX.

Los alteños del siglo XIX, particularmente de la primera mitad, necesitaron de la ayuda divina para enfrentarse con situaciones ordinarias y extraordinarias en su vida cotidiana: enfermedades y epidemias, catástrofes como inundaciones, conductas indebidas como el vicio del juego de cartas y el alcoholismo, problemas meteorológicos como la escasez de lluvia con consecuencias para un año en la vida campesina, pero sobre todo el temor a la muerte. Para hacerle frente a esos problemas Cristo apareció en imágenes, pintadas o esculpidas en madera, que convocaron a la devoción a los campesinos en nuevos santuarios urbanos. Cuando Cristo apareció el evento sucedió en algún árbol -encino o roble- manifestándosele a un campesino; la devoción que resultó de su revelación impulsó la consolidación de una sociedad criolla en las ciudades y pueblos de la región a lo largo de los principales caminos de herradura tanto como lo estaban en la dispersión rural. Nuevas ciudades sobre todo del camino real entre Guadalajara y Santa María de los Lagos –hoy Lagos de Moreno-. También, el culto a Cristo muerto en la cruz aparecido entre los católicos alteños fortaleció la organización social en torno a la iglesia católica con la participación de los seglares. Los alteños en la primera mitad del siglo XIX vivían en los ranchos obtenidos por sus bisabuelos y sus tatarabuelos, europeos en todos los casos, de familias dedicadas a la producción agrícola y ganadera y con 1 Periodista y antropólogo social. Cronista colegiado de Tepatitlán de Morelos, Jalisco. [ 67 ] 68 Parroquias y patronos alteños una forma de vida campesina con la que colonizaron el territorio de frontera (Fábregas, 1986). Recordemos que la colonización del territorio alteño comenzó con la ciudad de Santa María de los Lagos fundada el 31 de marzo de 1563. Clave en la ubicación de esa ciudad española fue el descubrimiento de las minas en Zacatecas, en 1546 y también en Guanajuato en 1542, de manera que la ciudad de Guadalajara -fundada el 14 de febrero de 1542- colocó sus cimientos para el control económico del nuevo territorio con la construcción de caminos para intervenir en el transporte de la plata extraída en Zacatecas. En Lagos de Moreno comenzó una historia de enorme producción ganadera para grandes y demandantes compradores, mineros, y de una industria agropecuaria vinculada con la minería. Para la conquista del territorio la corona repartió en encomiendas los ranchos para los españoles y los pueblos para asentar y controlar a los indígenas, primero porque así lo negociaron en la pacificación y luego porque llegaron otros indígenas en alianza para controlar la sublevación de chichimecas y para concentrarse en sus pueblos, prestos para responder en la guerra larguísima contra los chichimecas, que por lo menos sostuvo niveles de alarma permanente durante todo el siglo XVI. Los primeros pueblos alteños fueron de indígenas pacificados hasta el momento de la fundación de Lagos de Moreno, la ciudad de españoles rodeada de indígenas y de mulatos que acompañaron a los europeos para servirles en situación de esclavitud. Los indígenas de los primeros pueblos que sometieron sus voluntades pacíficamente, según cuentan los cronistas: Acatic, Tepatitlán, , Temacapulín, Teocaltiche, Teocaltitán, Jalostotitlán, Mexticacán, Nochistlán. Luego llegaron los ejércitos de peninsulares en alianza con indígenas para fortalecer el combate contra los chichimecas en una matazón sanguinaria del Cerro del Mixtón, en noviembre y diciembre de 1541. Entre los aliados hubo tropas de tlaxcaltecas, huexotzincas, quauquechultecos, mexicas, xilotepecas, acolhuas, michoacanos, de Mestitlán y de los chalcos (Frajoza, 2013) que sumaron al territorio alteño otros pueblos con nombre en náhuatl, unos en purépecha y otros en coca: Yahualica, Acacico, Apánico, Apulco, Catachimé, Coca, Cristo en los Altos de Jalisco y sus santuarios del siglo XIX 69

Huejotitlán, Ipalco, Mazcua, Ostotán, Tenayuca, Tepozán, Toyahua. Pero los ranchos tuvieron nombres en castellano. Sólo por mencionar a cuatro que son vecinos: La Asunción, Rincón de Guzmán, San José, Santa María de la O. Entre ellos los pueblos de indígenas aliados en San Gaspar y San Nicolás. Los primeros pueblos, tanto pacificados como de los aliados pero todos de indígenas, mantuvieron presencia franciscana y los más importantes con hospitales como núcleo para el control. Con los franciscanos llegó el culto a la Virgen María en la nueva vida religiosa durante todo el siglo XVI. Pero hay excepciones: la devoción resultó extraordinaria en un pueblo de indígenas pacificados pero que para su mala suerte estaban emplazados justo al centro de una cruz de caminos que va de Guadalajara a Lagos de Moreno y el camino de Zacatecas a Guanajuato interferidos por el río Lagos. Súmele que ahí ocurrió un grandísimo milagro que atrajo la atención de los españoles y que casi 400 años después es el segundo santuario mariano más importante del catolicismo en México. En efecto, en 1623 la Virgen de San Juan de los Lagos realizó su primer milagro en una jovencita cirquera que en una de sus machincuepas cayó sobre unos cuchillos homicidas pero resucitó. En San Juan comenzó a crecer a costa de los indígenas una ciudad criolla con la semilla del santuario mariano, uno “de los tres más populares” para la devoción en el Occidente de México (Nájera, 2014). Con el milagro de la Virgen de San Juan, los españoles enfocaron sus baterías en la construcción del culto y del santuario. Y le siguieron las postas y los mesones en el camino de regreso a Guadalajara (Fábregas, 1986:57-104), construidos en la intersección con ríos y arroyos importantes (Casillas, 2002); como sucedió en Tepatitlán en la segunda mitad del siglo XVIII, el último punto urbano de regreso a Guadalajara decomisado a los indígenas otrora pacificados porque los criollos que radicaban en la malhadada villa de San José de Bazarte necesitaban ir a misa durante la semana santa (Casillas, 2013). El caso es que durante el siglo XVII y XVIII, de manera lenta pero segura, los pueblos de pacificados pasaron al control de los criollos interesados en dedicarse a la producción agrícola como forraje de la 70 Parroquias y patronos alteños ganadería como también atraídos por el comercio y el control de los caminos. Pero además en el siglo XIX cambió el espectro político con la independencia nacional, esto es, la autonomía política de los criollos en aquel México en estreno como país. Uno de los signos que indican el arraigo criollo tanto en los pueblos como en los ranchos es la construcción de santuarios a Cristo, aparecido en las zonas rurales exclusivas de los españoles pero trasladado a una ciudad para concentrar la devoción. En los pueblos alteños -anteriores a la independencia de México- encontramos una arraigada devoción a la Virgen María: a la Virgen de Guadalupe, cuya aparición es de 1531; la milagrosa Virgen de San Juan de los Lagos (1623) y en otros muchos antes que a las anteriores imágenes marianas bajo la advocación de La Candelaria, Nuestra Señora de la Luz, Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de la Asunción, Nuestra Señora del Refugio, la Virgen de los Dolores, la Virgen de la Soledad y Nuestra Señora de los Remedios. La devoción a Cristo en estos siglos de la colonia en todo el Occidente mexicano tenía como objeto a las esculturas del Crucificado, algunas hechas en pasta de maíz (Orozco, 1970, 1974) y otras pinturas de Cristo agonizante “con torrentes de sangre que van a la boca de las ánimas del purgatorio” como es el caso del Señor de las Misericordias de Aguascalientes, localizado desde 1704 en uno de los cruceros de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción (Gutiérrez, 1999:259). Otra muestra de presencia divina en La Magdalena, por ejemplo, cuando sudó sangre en 1671 la escultura de Cristo crucificado bajo la advocación del Señor Milagroso (Navarro, 1992:83). Valga mencionar que desde ese lugar llegó el señor José María Rojas, que fue el párroco de Yahualica en 1882. Como escribió el cronista encarnacionense Rodolfo Hernández Chávez, en la devoción alteña a Cristo encontramos imágenes, pinturas o esculturas, del Divino Preso o Ecce Homo, Cristo con la Cruz a cuestas, crucificado, tendido o en el santo entierro, utilizadas para semana santa y para las oraciones en los templos todos los viernes en el misterio de la Cruz o de la Pasión (Hernández, 2008:209). En la región de Los Altos además de Cristo moribundo, presa del dolor por Cristo en los Altos de Jalisco y sus santuarios del siglo XIX 71 los padecimientos a causa de los pecadores, encontramos imágenes del Sagrado Corazón con muchos devotos, una de ellas en el altar de El Santuario, cerca de Mexticacán, culto que corresponde al siglo XVIII (Chávez Botello, 1992). En esta historia de Cristo en Los Altos de Jalisco revisamos los sucesos en distintos hallazgos y apariciones: Nuestro Padre Jesús del Calvario de Lagos de Moreno en 1673; Señor del Encino en Ocotes de Moya en 1747; Señor de la Misericordia en Encarnación de Díaz en 1833; Señor de la Misericordia de Unión de San Antonio en 1834; Señor de los Afligidos en Capilla de Guadalupe y Señor de la Misericordia de Tepatitlán en 1839; Señor de la Peñita en Temacapulín en 1850. Además de estas esculturas y pinturas, en Los Altos conocemos otras esculturas de crucifijos sobre todo en algunas casas de los ranchos, como es el caso del Señor de los Imposibles en Higuerillas, municipio de San Ignacio Cerro Gordo; otro crucificado, una escultura que está localizada en la Mansión de la Paz, conocido como panteón viejo de Tepatitlán. Finalmente, recordemos que en Ocotlán la aparición “prodigiosa” del Señor de la Misericordia tuvo lugar en 1847.

Nuestro Padre Jesús del Calvario en Lagos de Moreno.

La devoción laguense tiene como centro de la vida comunal a una escultura de Jesús camino al Gólgota, que apareció “durante el convulso siglo XIX y producto de la base social laguense” (Gómez Mata, 2013:36). La antigua imagen colonial perteneció a la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y del Santo Entierro, de madera de cedro, policromada, de manufactura española de la escuela de Gregorio Fernández del siglo XVII. Tenía el nombre de “Jesús Nazareno” pero en el siglo XX cambió la advocación a Nuestro Padre Jesús del Calvario y relevó a los anteriores patronos de Lagos para erigirse como el centro de la vida religiosa de la comunidad. Sus festividades son el 6 de agosto, día que los católicos recuerdan la Transfiguración del Señor en el Monte Tabor. En el año de 1673 una mujer rica laguense, doña 72 Parroquias y patronos alteños

Catalina Mencia Jiménez de Castro, entregó a los cófrades la imagen como donación para el templo de la Asunción. “El destino de esta talla de un Nazareno fue el de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Santo Entierro porque esta hermandad tenía como fin principal organizar los actos penitenciales de Semana Santa en Lagos” (Gómez, 2013). Vestidos con túnicas y capirotes de luto “realizaban al estilo de las cofradías penitenciales de España procesiones el Viernes Santo llevando en andas o cargadas por las calles de la entonces villa laguense las imágenes clásicas de la Pasión, Crucifixión y Muerte de Jesús, desde el templo de la Asunción hasta la cima del cerro del Calvario” (Gómez, 2013:31). Comenzó como un culto a “Cristo de la mulita”. La descripción de la celebración más antigua a Jesús Nazareno data del siglo XVIII. El promotor fue un sacerdote cubano, nacido en La Habana y de nombre Francisco Xavier de Arriola, quien “por su devoción a Jesús Nazareno construyó a partir de 1779 las 14 capillitas del Vía Crucis, labor que culminó con la bendición al nuevo santuario de Jesús del Calvario el 29 de julio de 1895.

Señor de la Misericordia en Ocotes de Moya.

Ocotes de Moya es una pequeña congregación de habitantes en el municipio de Yahualica, del lado norte y apenas cruzado el río Verde. El centro de la comunidad –de una docena de casas dispersas- es un enorme y suntuoso santuario católico dedicado al Señor del Encino. La pequeñez del pueblo parece al lejano –en el tiempo- Santa Ana de Abajo, municipio de Jalostotitlán, pero también a la grandiosidad de los dos santuarios aunque las devociones en uno y otro lado son muy distintas. En Santa Ana veneran a Santo Toribio Romo. El Señor del Encino comenzó con un hallazgo: una figura de cruz en un encino encontrada por Darío Moya en 1747. Moya era un borracho, apostador y golpeador de su esposa. En sus embriagadas alardeaba públicamente en las calles de Yahualica; todo un escándalo. El trato a su mujer también era conocido en toda la comarca. El caso es que Darío Moya tenía que pasar por una vereda para llegar a su casa. En Cristo en los Altos de Jalisco y sus santuarios del siglo XIX 73 ese camino había una rama de un encino que a su paso le golpeaba en el sombrero. Darío decidió cortar la rama y de un hachazo provocó un profuso sangrado que, al revisar con cuidado la madera, halló la figura de Cristo crucificado. Yahualica tuvo parroquia hasta 1778. Del Señor del Encino nada supieron en la comarca salvo los vecinos cercanos a la casa de Darío, a donde transportó el crucifijo. Pero en 1864 comenzó el auge de la devoción, según lo asentado por el señor cura Cesáreo Villegas y el fiscal del Santuario en el libro de la Cofradía del Señor del Encino que el señor cura comenzó a escribir. El Señor del Encino hacía milagros: le quitó lo borracho y lo jugador a Darío Moya, para empezar. La madera del encino era masticable y poseyó efectos curativos, de manera que el encino terminó en astillitas repartidas como reliquias. El 31 de diciembre de 1819 el presbítero José Ramón Delgadillo le entregó la parroquia a su nuevo cura, José María Timoteo Casillas Gutiérrez, nacido el 24 de enero de 1779 en el cerro de El Carnicero, jurisdicción de Tepatitlán, hijo de Matías Casillas y María de Jesús Gutiérrez. A su llegada a la parroquia de Yahualica, el cura Casillas no recibió noticias del Señor del Encino en el inventario parroquial. Tampoco para el 11 de agosto de 1824 cuando el Obispo de Guadalajara, Juan Cruz de Cabañas y Crespo llegó en Visita Pastoral a la parroquia de Yahualica. Pero el 20 de diciembre de 1830 el señor cura informó al Obispo sobre la situación de la Asociaciones y Cofradías: mis feligreses tienen el deseo de construir “una capilla a Nuestro Señor Jesucristo en imagen con la invocación del Señor del Encino”. El cura pidió permiso para vender algunas reses ofrecidas para el culto a la imagen “y gastar su producto en adornar la imagen y en hacer casullas para el culto del mismo Señor” (Navarro, 1992:52). Entre 1747 y 1830 “permaneció resguardada primero en una enramada y después en una ermita de adobe, donde acudían los vecinos de Ocotes y de otros lugares que iban teniendo conocimiento del hallazgo del Señor del Encino” (Navarro, 1992:55). El escultor fue un anónimo, pagado por el señor cura Casillas Gutiérrez con 246 pesos y 4 reales de la venta del ganado. Al año siguiente, atacado por la cólera 74 Parroquias y patronos alteños morbus, murió el señor cura Casillas en Pinos, Zacatecas. Pero la epidemia motivó la primera visita del Señor del Encino a Yahualica. Un año antes, en 1832 cuando el señor cura José María Timoteo Casillas Gutiérrez dejó Yahualica para irse a Pinos, Zacatecas, le entregó un inventario al presbítero Cesáreo Villegas: “Están de aumento las imágenes del Señor del Encino”, escribió (Navarro, 1992:56). Entre 1825 y 1831 “inició el culto público del Señor del Encino”. El 13 de abril de 1841 sucedió la inundación de Yahualica, pidió ayuda a Tepatitlán. “Desde aquella primera visita de la imagen del Señor del Encino se ha venido realizando esta práctica casi sin interrupción hasta hoy”, escribió el señor cura Juan Francisco Navarro en 1992 (Navarro, 1992:61). Bendijeron la capilla al Señor del Encino en febrero de 1864, cuando entronizaron la imagen y celebraron la función con solemnidad desde el 9 hasta el 11 de abril “con sermón, fuegos artificiales y asistencia de tres sacerdotes” (Navarro, 1992:61). El 14 de julio recibieron la licencia “perpetua” para celebrar en la capilla, según asentó en libro de gobierno y firmado por el señor cura Cesáreo Villegas el 24 de julio de 1864. La devoción fue en aumento, rápidamente, porque unos meses después, el 10 de enero de 1866, consiguieron la licencia para construir una capilla más grande. El 14 de febrero de 1864 levantaron inventario “de todos los bienes, útiles, parámetros, ornamentos, alhajas y demás cosas necesarias” que había antes en la capilla del Señor del Encino. El solar en que está construida lo regalaron los hermanos Lino, Tomás y Antonio, el que tiene al oriente 86 varas, al norte 50 varas, al poniente 75 varas y al sur 66 varas. La capilla está fincada de sur a norte, de tres bóvedas y tiene de longitud y luz en la parte interior 20 varas y de latitud tiene en lo interior 5 varas, la misma tiene y consta de tres cuerpos o más bien de tres bóvedas, su construcción consta de piedra bruta, cantera cal y ladrillo, la Sacristía contigua a la Capilla, de cinco varas cuadradas en su interior, también una sala al oriente de la Capilla para asistencia del sacerdote. La imagen del Señor del Encino tiene una altura vara y tres cuartas con una corona de plata sobredorada, tiene un cendal muy decente y costoso por ser de tela fina, buenos galones y flecos de oro (Navarro, 1992:70). Cristo en los Altos de Jalisco y sus santuarios del siglo XIX 75

En Yahualica, Señor de las Maravillas y Señor del Roble.

En Yahualica también veneran al Señor de las Maravillas y al Señor del Roble. El Señor de las Maravillas es una imagen de madera de Cristo crucificado que era propiedad de Eutimio Martín, quien “vivió en el Cerro”. El 12 de abril de 1866 trasladaron al Cristo de la casa de José Guadalupe Villegas a la de Silverio Macías. El 9 de febrero de 1913 la llevaron en procesión al templo de La Cantera. El 1 de junio de 1914 concedieron licencia para bendecir un altar en el templo de San Miguel de Yahualica. “El 2 de junio, jueves, entronizaron la imagen en San Miguel. Lo acompaña una imagen de Nuestra Señora de los Dolores esculpida por Brígido Ibarra y donada por el canónigo Arcadio Medrano” (Navarro, 1992:98). Miguel Ledesma encontró al Señor del Roble a mediados del siglo XIX en el Salto Grande. Ya ancianos, los nietos de Ledesma donaron la imagen al templo parroquial de Yahualica. Un escultor, Fidel Galindo, le formó “el rostro, dedos de las manos y pies y otros detalles pequeños”, escribió Juan Francisco Navarro (1992). Permaneció en el templo parroquial hasta que el señor cura Ignacio Iñiguez dispuso del traslado al Oratorio frente al Mercado Municipal de Yahualica, donde recibe culto. “Es de pura madera de roble, se encuentra al descubierto o desnudo, es decir, no se le ha puesto nunca pasta ni coloración. Es de tamaño natural y manifiesta un dejo de tristeza en su rostro muerto” (Navarro, 1992: 130-131).

Señor de la Misericordia de la Unión de San Antonio.

La Unión, en el camino a Lagos de Moreno y el Bajío de Guanajuato, recibió la erección de su parroquia el 11 de enero de 1808. Pero a esa nueva congregación la redujeron a cenizas en 1812, cuando la gente de haciendas y ranchos cercanos participó en las revueltas por la independencia de México. Entonces trasladaron a San Antonio a la parroquia del Rosario de Lagos de Moreno. El párroco Miguel Dávila encargó a los seglares el fondo material en 1820, tanto a 76 Parroquias y patronos alteños quienes aparecen como benefactores como a los encargados de las finanzas parroquiales. En esa década dedicaron todos sus esfuerzos los unionenses para reedificar el templo parroquial con un impulso más grande, en 1834, cuando el señor cura Dávila recibió la donación del Señor de la Misericordia a cambio de hacerle fiestas para rendirle culto. Un año antes, en 1833, el cólera morbus mató a mucha gente en Los Altos de Jalisco. Además, fueron meses aciagos porque vinieron una a otra las calamidades con la expulsión de religiosos y la prohibición a la iglesia para tener propiedades, que las tenidas debían subastarse. A las tragedias llegó otra: una inundación en Lagos de Moreno. De lo malo salió bueno porque por los rumbos de la Unión el río Lagos trajo con la crecida la imagen de Cristo crucificado resguardada en su urna. Unos arrieros encontraron la caja y cargaron con ella. Primero sortearon dificultades porque estaba trabada en el enredo de los matorrales y escombros producto de la inundación. La sacaron y con el desconocimiento de su contenido la cargaron y prosiguieron su camino en lomo de mula. El caso es que el borrico detuvo su paso frente al templo en reconstrucción en la Hacienda de los Adobes y como era mucha la insistencia para continuar, el animal cayó al suelo y no la levantaron hasta quitarle la caja y abrirla. El contenido era la escultura de Cristo crucificado, el Señor de la Misericordia (Consejo de Pastoral, 2007). Luego, el 17 de noviembre de 1834 vino a la Congregación de San Antonio de los Adobes un vecino de Lagos, el señor Carpio Gómez, para firmar una donación de la Imagen de Jesucristo con la advocación de la Misericordia, para que se venere con todo lo correspondiente al culto divino y principalmente al del Santo Entierro de Jesucristo, otorgo y hago gracias y donación a la parroquia de los Adobes. Pura, perfecta e irrevocable inter-vivos con todos los requisitos precisos para su subsistencia a la prenotada Iglesia Parroquial, me desisto, quito y aparto a mis herederos y subsesores, del derecho, acción y propiedad que a dicha Imagen haya tenido y a otro cualquiera que le pertenezca y pueda pertenecer lo cedo, renuncio y traspaso para siempre en uso del culto divino en dicha Parroquia y les confiero poder irrevocable con libre, franca y general administración y amplia facultad para que sin Cristo en los Altos de Jalisco y sus santuarios del siglo XIX 77 licencia no intervención del otorgante y subsesores le puedan ampliar al culto y disponer de ella los señores curas a su arbitrio y elección y voluntad como cosa propia, adquirida con justo título, hacer en ella todas las festividades de Jesucristo, y otros sufragios y fiestas, oír misas y sermones (Consejo de Pastoral, 2007:119). Durante diez años, entre 1867 y 1877, estuvo en la Unión de San Antonio el señor cura Tomás Córdova Magdaleno, nacido en Encarnación de Díaz y de familia devota al Señor de la Misericordia en aquella ciudad. Su padre Jesús Córdova Gutiérrez y su madre Antonia Magdaleno fundaron el rancho de Los Córdova en la Estancia de Los Sauces. A su hijo Tomás lo bautizaron en Encarnación el 25 de marzo de 1828; en 1859 aspiró al sacerdocio (Hernández, 2008:211). Después de su encargo como cura en el Santuario del Señor de la Misericordia en la Unión, el señor cura Córdova viajó a Tepatitlán para encargarse en 1880 de otro santuario y con otro Señor de la Misericordia.

Señor de la Misericordia de Encarnación de Díaz

Pablo Contreras pintó en 1833 una imagen de Jesús Crucificado en la capilla del camposanto en Encarnación de Díaz. Le llamaron Señor de la Misericordia “a partir de la epidemia de cólera que asoló a la población entre el 25 de junio y el 4 de noviembre” de 1833, “peste que provocó en tres meses la inhumación de cuatrocientos setenta y nueve cadáveres” (Hernández, 2008:215). Pasó la mortandad y amainaron las peticiones de favores al Señor de la Misericordia “hasta los días aciagos de la funesta Guerra de los Tres Años” cuando, nos recuerda el cronista Rodolfo Hernández Chávez, “comenzó a producir, si bien paulatinamente, sus bondadosos efectos a favor de los afligidos” (Hernández, 2008:215).2

2 Extraordinario y ejemplar trabajo el del arquitecto Rodolfo Humberto Hernández Chávez, cronista alteño de Encarnación de Díaz, sobre la historia de Cristo en Los Altos, especial- mente durante el siglo XIX. 78 Parroquias y patronos alteños

La pintura del Señor de la Misericordia en el panteón de Encarnación de Díaz tiene una historia que inicia también de forma muy particular:

Dice una vieja leyenda que en cierta ocasión fue depositado en el pequeño cuarto que servía de descanso, un cuerpo de una señora fallecida en un rancho. Mientras sus familiares bajaban a la villa para hacer los trámites del sepelio, se quedó acompañando al cadáver el más joven de sus hijos, quien al ver lo desolado de la habitación, en un arranque de compasión y humanidad, dibujó sobre la pared de adobe, utilizando un carbón, la imagen de un Cristo crucificado para que sirviera de consuelo a los afligidos y dolientes, según la versión oral transmitida por el maestro Francisco Pérez Hernández, quien restauró en una ocasión esta pintura mural (Hernández, 2008:130).

En esa primera pintura fue donde elaboró su mural el maestro Pablo Contreras “en las primeras semanas del año de 1833” (Hernández, 2008:131).

Señor de la Misericordia de Tepatitlán.

En las faldas del Cerro Gordo tiene lugar la aparición de Cristo en sendos palos de encino, de dos encinos distintos, pero los dos en forma de cruz. Los encontraron uno cerca del otro separados por unos potreros de agostadero y engorda de ganado: una cruz en el rancho de El Durazno, la otra en El Aguacate. A las dos las talló el mismo escultor y las bendijo el mismo sacerdote, en Tepatitlán, destino del Señor de la Misericordia en un santuario construido durante la siguiente década y terminado en 1852 (Ramírez, 1968; Casillas, 1996). La bendición de los dos crucifijos tuvo lugar en Tepatitlán, el 24 de octubre de 1840, de manos del presbítero Eutimio Cervantes, “muy amigo de los señores Leal” (Ramírez, 1968:31), propietarios de predios urbanos en Tepatitlán. Pantaleón Leal, el más interesado en rendirle culto al Señor de la Misericordia, llegó a ser presidente municipal de esa ciudad. Pero Cristo en los Altos de Jalisco y sus santuarios del siglo XIX 79 antes, su propietario “legítimo” –Pedro Medina- regresó con el crucifijo al rancho El Durazno. El otro crucifijo, llamado Señor de los Afligidos, era propiedad de Guillermo Valenzuela y en esa calidad lo trasladó al rancho El Aguacate apenas después de la bendición. Pedro Medina encontró al Señor de la Misericordia cerca de la barranca conocida como de Las Varas, en el Cerro Gordo, “por el año de 1839 un viernes 6 de septiembre, entre las nueve y diez de la mañana” (Ramírez, 1968:28). Medina vio por mucho tiempo una luz en la barranca de Las Varas, al sureste de dicho rancho. “De pronto, juzgó sería el fuego de algún horno de carbón, pero observando que el resplandor se prolongaba mucho más de lo necesario para concluir una horneada de carbón, encaminó al lugar donde había visto la luz y encontró allí una cruz bien delineada, en una encina, que tenía solo tres ramas que formaban la cruz, y una pequeña, como de retoño, pendiente de una de las grandes” (Ramírez, 1968:27-28). Sucedió una ringla de milagros: Pedro Medina “volvió a su casa” y contó a su esposa lo que observó en el lugar, donde apareció antes la misteriosa luz; platicó con su vecino Jerónimo Gómez. Lo invitó a “cortar el árbol, quitarle el sobrante y traer la cruz a su casa, para lo cual pidió prestado una yunta de bueyes”. A su vecino le dijo: “Vamos para que me ayudes a traer a mi Padre”, lo que el otro llevó a risa contestándole: “Luego ¿tú tienes por Padre a un palo?” No obstante, fue siempre a acompañarlo, más no pudo llegar hasta la barranca, porque en el camino se enfermó de un dolor en el vientre, que le impidió seguir adelante. Pedro prosiguió solo, “cortó del árbol un trozo de corteza, que le dio a comer al compañero, con lo que éste recobró al punto su salud y así pudieron ambos continuar la marcha hasta llegar a la barranca” (Ramírez, 1968:20-21). “Le quitaron todo lo inútil, hasta dejar casi nomás la cruz”, que condujeron hasta la casa de Pedro Medina. “Una circunstancia les llamó la atención entonces y fue que, al llevarlo intentaron hacerlo poniendo el rostro del Crucifijo –que se daba a conocer, al igual que la espalda- hacia abajo; más así no pudieron arrastrarlo los bueyes hasta que lo colocaron con el rostro hacia arriba y de esta manera consiguieron 80 Parroquias y patronos alteños bajar la barranca y llevarlo a casa, a donde llegaron más tarde. Esto se verificó durante septiembre que es mes de lluvias; al llegar a la casa venía una fuerte tempestad” (Ramírez, 1968:21). Los vecinos del rancho tenían noticias del Crucifijo en camino, “se juntaron en casa de don Pedro Medina para verlo y admirarlo. Trataron de meterlo a la casa para resguardarlo del agua que estaba por caer; primero dos hombres, los cuales no pudieron con él; después se juntaron otros hasta como cinco, o seis, e igualmente, no les fue posible introducirlo, por lo que desistieron del intento, dejándolo afuera recargado a una cerca en donde pasó toda la noche, bien mojado por la tempestad que sobrevino” (Ramírez, 1968: 21.22). Al día siguiente, por la mañana, “con la fe de quien veía en aquel madero la figura de su Salvador muerto en la cruz”, don Pedro Medina dijo al Crucifijo: “Padre mío, si es tu voluntad permíteme que pueda meterte en mi casa, para que no pases aquí la noche” (Ramírez, 1968:22). Sobre sus hombros lo introdujo a la casa, “lo que puso en admiración a los vecinos, cuando se dieron cuenta de que él solo lo había metido” (Ramírez, 1968:23). Pedro Medina rogó al Crucifijo por un escultor “que lo dejara tan devoto y perfecto, como fuese su voluntad, a fin de que pudiera ser digno objeto de la veneración de todos” (Ramírez, 1968:22). Sin conocer el día, al rancho El Durazno llegó “un hombre buscando imágenes de talla para retocar y hacerlas nuevas. Al verlo don Pedro Medina sintió interiormente que aquel era el escultor que el Señor le enviaba para que perfeccionara el Crucifijo, por lo que hizo luego entrega de él” (Ramírez, 1968:22). La valoración del padre Ramírez fue que “no tuvo mucho que hacer el escultor porque todos los trazos del Crucifijo estaban claros y determinados, que se distinguía hasta la figura de los pies, de las manos, de las articulaciones, etc., sin que tenga añadido de otra madera nada absolutamente, sino es la cruz en que está enclavada la Santa Efigie y los ojos” (Ramírez, 1968:22). Después de la bendición del Crucifijo en Tepa, y de estar unos días en la casa de don Pantaleón Leal, lo condujeron de regreso al rancho de El Durazno, permaneció allí por espacio de algunos meses como Cristo en los Altos de Jalisco y sus santuarios del siglo XIX 81 objeto de “culto ferviente” de la familia de don Pedro Medina y de los devotos del mismo rancho y lugares vecinos que iban a visitarlo, “atraídos por la fama de devoción que se inspiraba la Sagrada Efigie y de las gracias que por su invocación comenzaron a obtenerse” (Ramírez, 1968:32-33). Pantaleón Leal visitó a su compadre don Pedro Medina,

le suplico que le concediera el favor de traer una vez una vez más al santo Crucifijo, para hacerle una Capilla en donde pudiera recibir mayor culto y veneración de parte de los fieles de esta región. Don Pedro benévolo y complacido recibió la proposición de su compadre, sin oponerle más dificultad que la de ser demasiado pobre y no sería posible establecerse con su familia en este lugar; más don Pantaleón le ofreció generosamente una amplia protección, con la que podría vivir aquí con toda comodidad, sin solicitud y afán de lo que para su subsistencia fuera necesario” (Ramírez, 1968:33).

La solicitud que don Pantaleón Leal presentó al Obispo de Guadalajara, señor Diego Aranda y Carpinteiro, para conseguir la licencia de edificar la Capilla al Señor de la Misericordia, está fechada el 21 de noviembre de 1841, ya siendo Párroco de Tepatitlán don José Eufrasio Carrillo, pues llegó a Tepatittlán el 24 de febrero de 1841, en sustitución del señor cura Francisco de Meza. El señor Aranda otorgó licencia para edificar la Capilla el 17 de febrero de 1842. El padre José Julián Navarro Gutiérrez ayudó al párroco interino don Tomás de la Mora, a preparar todo lo necesario para la dedicación del Santuario y la entronización en él de la Sagrada Imagen, a lo que siguió una “grandiosa festividad que se celebró con ese fin el 30 de abril de 1852” (Ramírez, 1968:60-61).

Señor de los Afligidos de Capilla de Guadalupe.

Pocos días después de que Pedro Medina encontró la imagen del Señor de la Misericordia, don Guillermo Valenzuela salió de su casa, 82 Parroquias y patronos alteños en el rancho El Aguacate, caminó en la falda poniente del Cerro Gordo y halló un árbol de palo colorado, que en una de sus ramas tenía la forma de una cruz y sus brazos derecho e izquierdo un poco levantados hacia arriba y comprendió que de ella un señor de oficio escultor podría construirle una imagen de Cristo en la cruz. Ayudado de otros tres señores vecinos y amigos cortaron ésta de dicho árbol y la trasladaron a su casa. Valenzuela conoció al escultor en la casa de su vecino, Pedro Medina. Guillermo Valenzuela le propuso que construyera otra imagen con un trozo de madera de su propiedad. Si acaso conocemos del escultor que Pedro Medina gastó 40 pesos “más 20 pesos de la manutención del escultor y su compañero” (Ramírez, 1968). Nada más. Colocaron al Señor de los Afligidos en una humilde pieza de la casa de don Guillermo Valenzuela e inició el culto público. Guillermo Valenzuela solicitó que la imagen no fuera inventariada luego de su muerte sino que la sortearan sus descendientes. Rifaron la posesión del Señor de los Afligidos entre sus hijos Nicolás y Quirina Valenzuela, pero Nicolás pidió que continuara en la casa de Quirina, en la que desde un principio estuvo por haber sido la casa de su padre. Eso sí, celebran sus fiestas con un novenario y la misa oficiada por el presbítero Vicario de Capilla de Guadalupe desde -el 24 de octubre de 1841- primer aniversario de la bendición de la imagen (Martín, 2000:58-61). El presbítero Rafael Martín del Campo estuvo en Capilla de Guadalupe en dos estancias, una de 1882 a 1890 y la otra de 1897 a 1899; conoció la devoción al Señor de los Afligidos y los milagros que solicitaban sus fieles por lo que pidió a la familia Valenzuela el permiso para trasladarlo a una capillita en el rancho El Aguacate. Entre 1890 y 1894 también lo intentó el vicario Marcelo Roque Aguilar, para trasladar al Señor de los Afligidos a un templo de su vicaría. El señor Miguel Franco Castellanos ofreció construirle una capilla en uno de sus ranchos: en Las Trojes al paso del camino, pero no lograron acuerdo. El presbítero Federico M. López estuvo como vicario de Capilla de Guadalupe entre 1900 hasta el 8 de junio de 1909. Gestionó el traslado Cristo en los Altos de Jalisco y sus santuarios del siglo XIX 83 de la escultura al templo para “tributarle mayor culto y veneración”. Ya no tuvo trato con Nicolás Valenzuela, sino con su esposa la señora Lorenza Medina “y de común acuerdo con sus hijos Margarito, José, J. Salomé y Pedro Valenzuela Medina” aceptaron el traslado del Señor de los Afligidos con una condición: después de la muerte de la señora Lorenza (Martín, 2000:59). Lorenza Medina de Valenzuela murió en 1908. El padre Federico M. López acompañado de vecinos de los ranchos Las Trojes, Maravillas, Los Sauces, San Antonio, Santa Rosalía y El Cinco, entre otros, realizaron una gran romería para trasladar al Señor de los Afligidos “con rezos, cánticos, alabanzas, acompañamiento de la orquesta del lugar, con cohetes y un gran repique al llegar al Pueblo” (Martín, 2000:60). Colocaron al crucifijo en el bautisterio y comenzó con la celebración de la fiesta anual el último domingo de octubre de cada año, fiesta de Cristo Rey (Martín, 2000).

Señor de la Peñita de Temaca.

Cañadas quería tener de manera permanente un sacerdote en el pueblo pero el sacerdote vivía en Temacapulín y atendía regularmente a Cañadas. No estaban de acuerdo los cañadienses. Entonces el gobernador de Jalisco recibió la solicitud para abogar por los vecinos de Cañadas ante el señor Obispo pero le solicitó su punto de vista al señor cura de Jalostotitlán, Alejo González. El 15 de marzo de 1830 le respondió por escrito: Cañadas era más apropiado para sede del sacerdote, más central que Temacapulín que está “en la última extremidad”. Los caminos para ir a Cañadas eran llanos; para ir a Temacapulín eran fragorosos. “Hay un magnífico templo con sus correspondientes adornos; y una vasta población que quedará socorrida morando ahí el sacerdote” (Frajoza, 2013:66). Con todo y que el señor cura Alejo González cargó los dados a Cañadas, a la competencia por la vicaría parroquial entró la solicitud de la hacienda El Húmedo que tenía sacerdote en 1835 igual que 84 Parroquias y patronos alteños

Temacapulín, en la jurisdicción de Jalostotitlán (Frajoza, 2013:66). A los argumentos favorables ya enunciados por Alejo González en 1830, “el vecindario de Cañadas” agregó buenas razones en 1837: “Un fondo de capellanía de 3 mil pesos y otro de 6 mil” que Bárbara Vallejo donó al morir (Frajoza, 2013:67-68). No fue suficiente para arrebatarle la vicaría a Temacapulín. La rivalidad continuó en 1840 porque en Cañadas había juzgado de paz, que aunque también en Temacapulín pero dependía de Cañadas. Ambos pueblos tenían subreceptoría de rentas, escuela municipal y mayordomía de propios. La población de Cañadas en 1841 eran 760 habitantes dedicados a la agricultura, engorda de cerdos y extracción de cal. Contribuían en ese pueblo las haciendas de El Húmedo, Los Yugos y Las Pilas; los ranchos de La Azuela, La Mesa, Tecameca, Los Soyates, El Carretero de Arriba, El Carretero de Abajo, El Tortuguero, Catachimé, La Campanita, Mesa de los Reinosos, Arroyo Hondo, Potrerillo y El Ojo de Agua. Los ingresos de Cañadas eran de 87 pesos y 3 reales. Los ingresos de Temacapulín eran de 71 pesos 2 reales; en su jurisdicción vivían 311 habitantes más la contribución de las haciendas de El Zapotillo y El Salitre y los ranchos de La Cueva, El Laurel, La Villita, Rincón de Guzmanes, La Tuna, Los Cedazos, Mora, Barreras, Palmarejo y La Cañada Honda (Frajoza, 2013:68). En ese año de 1841 Cañadas insistió con solicitudes para sede del vicario parroquial. El alcalde Felipe de Loza envió otra misiva a la jerarquía católica firmada por “cuatro preeminentes vecinos”. Expusieron que entre los ranchos y haciendas sumaban cinco mil habitantes “a más de mil y tantas que compone la Congregación de Cañadas; disfruta en un valle ameno y espacioso, la tiene céntrica y en proporción de atender con rapidez y comodidad a las exigencias espirituales” (Frajoza, 2013:74). Con esos argumentos Cañadas ganó la competencia a Temacapulín: el obispo decretó el traslado permanentemente del domicilio del vicario a Cañadas a partir del 4 de enero de 1842. Viajaría a Temacapulín “para oficiar misa los días festivos” (Frajoza, 2013:74). Cristo en los Altos de Jalisco y sus santuarios del siglo XIX 85

Si la competencia con Cañadas por la vicaría era una suma de ventajas contra desventajas, unos años después de ese cambio –en 1850- apareció Cristo crucificado en un dibujo en las peñas de Temacapulín. El obispo Diego de Aranda y Carpinteiro recibió noticias sobre esta aparición y ordenó la visita al pueblo para conocer los detalles. Visitó Temacapulín el cura de Jalostotitlán, Francisco Villalvazo, para examinar la peña con el estampado de la imagen del crucificado, además milagroso y objeto de culto y veneración de la comunidad. El cura Villalvazo informó al obispo el 13 de mayo de 1850 el resultado de su examen escrupuloso de la “peña que se halla en Temacapulín y no se ha encontrado ninguna imagen que represente el cuerpo de Ntro. Señor Jesucristo, ni menos los milagros que dicen los indios, pues no es otra cosa más que vulgaridades y mentiras de ellos” (Frajoza, 2013:77-78). El 16 de junio de 1910 llegó un nuevo vicario, el padre Alfredo R. Placencia, oriundo de Jalostotitlán: “Hay en la peña de Temaca un Cristo –escribió Placencia-. Yo, que su rara perfección he visto jurarlo puedo que lo pintó Dios mismo con su dedo”. 86 Parroquias y patronos alteños

Conclusiones

Cuatro sacerdotes fueron los principales difusores del culto al Señor de la Misericordia: un promotor del culto regional lo fue el señor Cura Tomás Córdova Magdaleno, nacido en Encarnación de Díaz pero encomendado a su labor pastoral en Unión de San Antonio y Tepatitlán. En Ocotlán participó el presbítero José Julián Navarro Gómez. Nació en el cerro de El Carnicero. Navarro estaba en Ocotlán durante el año de 1847 cuando apareció el Señor de la Misericordia “de manera prodigiosa” después de una catástrofe (Martínez, 1998). Después fue el vicario, en 1852, del Santuario del Señor de la Misericordia. El presbítero José María Casillas Gutiérrez también nació en El Carnicero y colaboró con el Señor del Encino también párroco de Yahualica. José María Rojas, párroco de Yahualica que celebró en La Magdalena con el Señor Milagroso y origen de los rayos del Señor del Encino en Ocotes de Moya. Con el culto y los nuevos santuarios, los alteños fortalecieron la vida urbana de la región como una expresión de la devoción campesina. En efecto, la colonización de las ciudades alteñas es el contexto para la propagación de la fe por medio de la imagen de Cristo en la cruz bajo diferentes advocaciones, sobre todo en el medio rural y entre los campesinos que pasaron a las ciudades. En España, durante la reconquista, la veneración a Cristo es un asunto de los altares en los templos urbanos y la devoción a la Virgen María es de los campesinos en las zonas rurales. Cristo en los Altos de Jalisco y sus santuarios del siglo XIX 87

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Juan Frajoza

ntre los pueblos de los Altos de Jalisco uno de los menos estudiados ha sido Cañadas de Obregón, velándosenos circunstancias particulares de la lucha interregional por la Eadministración de los pastos espirituales y la preeminencia. En la presente disquisición trataremos de dilucidar hasta qué punto la residencia fija de sacerdotes, la fundación de capellanías servidoras y la construcción de capillas rurales determinaron el crecimiento económico y demográfico de las comunidades alteñas, en detrimento de otras. Analizando el caso concreto de Cañadas, además de lo anteriormente enunciado, se pormenorizará cómo dio principio el problema transhistórico que hasta la fecha mantiene con el cercano pueblo de Temacapulín.

Circunstancias de una anexión

El 30 de septiembre de 1768, el obispo Diego Rodríguez de Rivas y Velasco, llevando a efecto la cédula real de 18 de octubre de 1764 en que Carlos III ordenaba al virrey Joaquín de Montserrat y Cruïlles el establecimiento de curatos en todos los pueblos que distaran cuatro leguas del de la cabecera parroquial para mejorar la administración de las almas, comisionó al canónigo Mateo Joseph de Arteaga para que emprendiera una profunda y puntual averiguación sobre la situación geográfica, demográfica y económica de la jurisdicción eclesiástica de Jalostotitlán, así como de sus linderos con los beneficios circunvecinos, [ 89 ] 90 Parroquias y patronos alteños a fin de dividirla y erigir un nuevo curato para asegurar la expedita aplicación de los pastos espirituales. Esta operación nos denota una problemática realidad: pese a que la Iglesia y la Corona española se habían esforzado para que los creyentes de las provincias americanos gozaran de una eficiente administración de los santos sacramentos, la mayor parte de los habitantes de las estancias, ranchos, haciendas y puestos más apartados de las cabeceras y de las ayudas de parroquia carecían del bautismo, la confesión y la extremaunción al momento de una contingencia. Desde un principio, la ayuda de parroquia del pueblo de Nuestra Señora de San Juan se perfiló como la candidata idónea para convertirse en la cabecera del nuevo curato, supuesto que a las arcas de su emblemático santuario se introducían anualmente crecidos ingresos económicos procedidos del culto cotidiano a la milagrosa Virgen allí venerada, suficientes para sostener al párroco y sus ministros adicionándosele un territorio sobre el cual tener directa ingerencia. De hecho, las averiguaciones practicadas por el canónigo De Arteaga se concentraron en evidenciar la preeminencia de San Juan sobre los otros núcleos poblacionales relevantes de la feligresía. Habrá que recordar que desde mediados del siglo XVII, a raíz de los cada vez más frecuentes y sonados milagros realizados por la Virgen, el flujo anual de peregrinos y comerciantes fue creciendo exponencialmente, lo cual consolidó una feria cuyas derramas económicas beneficiaban notablemente las arcas del obispado y la audiencia de Guadalajara. La erección del nuevo curato, decretada el 23 de febrero de 1769, no sólo implicó la disminución territorial, demográfica y económica del beneficio de Jalostotitlán, sino que a su vez forzó una reconfiguración administrativa interna y de linderos con la jurisdicción de Tepatitlán, todo ello encaminado a mejorar la gestión de los sacramentos y a equilibrar los ingresos económicos parroquiales para mantener decentemente un teniente de cura en la recién creada ayuda de parroquia de San Miguel, así como al párroco y sus ministros en la cabecera. De esta suerte, la feligresía de Tepatitlán tuvo que ceder a la de Jalostotitlán el pueblo de Temacapulín y los puestos de Cañadas, Palmarejo, El Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 91

Zapotillo y Santo Domingo, ya que por la crecida distancia que los separaba de su antigua cabecera “las criaturas están por lo regular veinte días, un mes o más sin bautizar, hasta que viene algún teniente [de cura] a dicho pueblo a alguna confesión y les pone los óleos a muchos a quienes bautizan o las parteras o el sacristán, y [por]que en todos los dichos puestos mueren sin el viático y algunos sin confesión, o porque no ocurren a traerlo por la distancia o porque ya han muerto cuando llega el ministro”.1 Sin embargo, este cambio de jurisdicción eclesiástica no implicó una modificación en los términos jurídico-administrativos civiles, pues estos núcleos poblacionales continuaron dependiendo de Tepatitlán.

Núcleos poblacionales segregados de Tepatitlán (1768)2

Lugar Familias No. de Hab. Distancia a Distancia a Jalostotitlán Tepatitlán Temacapulín 85 403 7 leguas 12 leguas Cañadas 16 126 6 leguas 10 leguas Palmarejo 9 45 8 leguas 12 leguas El Zapotillo 5 29 10 leguas 12 leguas Santo Domingo 1 4 9 leguas 12 leguas TOTAL 116 607

Ciertamente las distancias de los núcleos poblacionales segregados a Tepatitlán eran menores a la nueva cabecera parroquial, lo cual redujo los tiempos de traslado, aunado esto a que los caminos eran mucho más cómodos para el viaje en la estación de las secas, no así en la de las aguas porque debían cruzarse dos ríos que por lo regular eran muy caudalosos; sin embargo, la administración de las almas continuó siendo precaria pues los ministros tenían que transportarse desde Jalostotitlán a Temacapulín para celebrar el santo sacrificio de la misa en los días

1 Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara (en adelante, AHAG), Sección Go- bierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, caja 1, Autos sobre la división del curato de Jalostotitlán. Año de 1768, f. 35r. 2 Ibíd., f. 7v. 92 Parroquias y patronos alteños de precepto o funciones religiosas extraordinarias, o específicamente a cierto punto para confesar a los enfermos o llevar el viático a los moribundos. Las dificultades preexistentes para la eficiente administración de los pastos espirituales a los feligreses de Temacapulín y sus estribaciones a consecuencia de la siempre larga distancia que los separaba de Jalostotitlán, favorecieron que el cura De Aguayo tomara la determinación de colocar al bachiller Nicolás Andrés de Aguayo en el pueblo de indios, a quien, el 1º de enero de 1773, le tocó abrir el libro mixto de bautismos y entierros. No obstante, el párroco rápidamente reculó al darse cuenta que los ingresos no eran suficientes ni para la decente manutención del ministro y le ordenó trasladarse nuevamente a la cabecera, donde mucha faltan hacían sus servicios. En los largos cuarenta días que el bachiller De Aguayo estuvo administrando en Temacapulín, solamente se realizaron cuatro bautismos y un entierro.3 Empero, una era la conveniencia del párroco por proteger los intereses económicos y administrativos de la feligresía y otra muy distinta la de los creyentes que venían morir a sus párvulos sin el bautismo y a sus adultos sin los sacramentos de la penitencia, la eucaristía y la extremaunción. Así, cuando el obispo fray Antonio Alcalde realizó su visita pastoral al curato de Jalostotitlán los últimos días de enero de 1776, José Tomás Gómez Hurtado de Mendoza representando los intereses colectivos y espirituales de los habitantes del viento poniente de la parroquia, aprovechó la oportunidad para hacerle ver la triste situación en que se encontraban y el común dolor que los alanzaba al no contar con un eclesiástico cercano que los pudiera administrar expeditamente. El obispo considerando justas y bastantes las razones expuestas, asentó por decreto la residencia de un ministro fijo en Temacapulín, pueblo que a la fecha se componía de 88 familias en 476 habitantes.

3 Archivo de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Jalostotitlán (en adelante, Apnsaj), Libro mixto de partidas de bautismos y entierros de Temacapulín. Años 1773-1779, fs. 1r-v y 27r. Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 93

El ministro tendría por obligación administrar los santos sacramentos a todos sus habitantes y a los de las haciendas, ranchos y puestos situados en sus inmediaciones, asimismo bautizar y enterrar en la iglesia del pueblo asentando las respectivas partidas en dos libros separados y siendo de su cargo llevar una cuenta exacta de los derechos y obvenciones que produjera el ramo, para darla al párroco cuando se le pidiera. Por su parte, los beneficiados quedaban obligados a ocurrir a la cabecera a cumplir con el precepto anual de la Iglesia, asistir a la Semana Santa y tramitar las informaciones de libertad y soltura para sus matrimonios. 240 pesos era la asignación de la congrua anual de cada uno de los ministros asentados en la cabecera, pero como ésta era insuficiente para la manutención y subsistencia del sacerdote fijo, se ordenó al cura prorrateara prudentemente entre todos los vecinos 60 pesos para completar una de 300, “puesto que resulta a beneficio de todos y cada uno de aquellos vecinos y moradores tener ministro de pie para su consuelo y socorro espiritual”.4 La parte principal del superior mandato fue cumplimentada el 9 de marzo pasando a residir a Temacapulín el bachiller Pedro Manuel de Aguayo, quien se encargó de oficiar frecuentemente el santo sacrificio de la misa y administrar los sacramentos a los vecinos del pueblo, la hacienda de Santa Gertrudis del Húmedo y los puestos de Las Cañadas, El Salto Grande, El Zapotillo, Palmarejo, El Salto, Tecameca, Catachimé, Salto de Nuestra Señora de Guadalupe, Santo Toribio del Carretero, San Antonio, La Peña Blanca, El Saucito, entre otros.5 Sin embargo, lo concerniente al prorrateo para completar la congrua sustentación del ministro fijo fue imposible realizarlo. Ante el teniente de justicia de Temacapulín, Juan Esteban Gómez Hurtado de Mendoza, los beneficiados aseguraron que por ser sumamente pobres no podían aportar, así como no serles posible tampoco afianzar la correspondiente contribución para los gastos de cera, vino y hostias que anualmente se utilizaran en las misas. Como no aportar económicamente significaba

4 apnsaj, Libro de partidas de bautismos. Años 1774-1780, fs. 135r-136v. 5 Apnsaj, Libro mixto de partidas de bautismos y entierros de Temacapulín. Años 1773-1779, fs. 1v-8r. 94 Parroquias y patronos alteños la imposibilidad de la residencia fija del ministro, José Tomás Gómez Hurtado de Mendoza trató de salvar el inconveniente pidiendo que de los fondos de la cofradía de la Purísima Concepción de Temacapulín se sacaran los 60 pesos, cosa que fue desechara apresuradamente pues no era conveniente gravar una institución cuyo fin primordial era sostener el hospital, las funciones religiosas de precepto y el pago de las misas de los cofrades difuntos. El 29 de octubre, en consecuencia, el obispo Alcalde determinó revocar su decreto anterior y que en lo sucesivo sólo hubiera obligación de que residiera un ministro temporal durante la estación de las aguas, cuando los ríos caudalosos y los lodazales dificultaban la transportación de los feligreses a la cabecera parroquial y la impartición de los pastos espirituales en las estribaciones de la barranca del río Verde; e igualmente que hubiera una misa mensual en la capilla de Temacapulín pagada de los fondos de la cofradía. Recibido el auto, el bachiller De Aguayo abandonó el pueblo el 3 de noviembre del propio año.6 Entre 1777 y 1781 fue cumplida puntualmente la determinación superior yendo uno de los ministros de la parroquia a Temacapulín durante la estación de las aguas. Los meses de julio, agosto y septiembre los feligreses escuchaban con la frecuencia debida el santo sacrificio de la misa en la capilla del pueblo, bautizaban a sus párvulos y ahuyentaban el temor de morir sin la penitencia, la eucaristía y la extremaunción; los restantes nueve ocurría lo contrario: sólo había una misa mensual y era necesario trasladarse de urgencia a Jalostotitlán para traer un ministro que auxiliara a los enfermos y moribundos. No residiendo el ministro en Temacapulín, al igual que anteriormente había sucedido, los bautismos se efectuaban veinte o más días después de nacido el infante. Al no haber un consenso general por estas inestables circunstancias, el 9 de noviembre de 1780, “movido de una cristiana pasión”, se presentó Juan Lucas Vallejo ante el obispo comunicándole que en atención a la crecida distancia que los vecinos de los puestos de La Tuna, Las Tablas, El Laurel, Tecameca, La Azuela, El Saucito, Jesús María, El Zapotillo, las haciendas de Las Pilas y El Húmedo, las rancherías 6 Ibíd., f. 8r. Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 95 de Catachimé y Las Cañadas y el pueblo de Temacapulín7 tenían a Jalostotitlán padecían “lastimosa escasez en la administración de los sacramentos y beneficio del soberano sacrificio de la misa, por la distancia, fragosidad y ríos bien caudalosos en que todos nos hallamos”, causas por las cuales no era irregular que todos los años murieran muchos sujetos sin poderse confesar. Solicitó, en tal virtud, se volviera a decretar la perpetua residencia de un ministro en Temacapulín, pues si bien algunos feligreses se encontraban a tres o más leguas de distancia de montes, cuestas y barrancos de dicho pueblo, era mucho menor que la de ocho a doce leguas que los separaba de Jalostotitlán “sin prescindir de montes, fragosidad, barrancas y ríos”. Si bien se había determinado que en la estación de las aguas residiera temporalmente un ministro, esto en poco ayudaba a los feligreses: en las secas muchos vecinos no hallaban ni en qué ir a la cabecera por un eclesiástico para que auxiliara a los moribundos, “y por esto se ha seguido el lamentable número de feligreses que con toda lástima han pasado el trance de la muerte sin el necesario consuelo de la confesión”. Según los padrones más actualizados, el número de habitantes de los núcleos poblacionales enunciados era de aproximadamente 1,400, del cual la mayor parte no cumplía con la Iglesia porque cuando iban a la cabecera, por el crecido número de individuos que pretendían hacerlo, volvían a sus tierras sin poder conseguir la confesión, lo cual se evitaría con la residencia fija 7 Según las constancias documentales, los interesados eran el alcalde, los principales y la generalidad de los indios de Temacapulín; Juan José Gómez, Esteban Gómez, Lázaro de Aceves, Pedro Valdivia, Nicolás de Aguirre, Alejandro de Aguirre, Antonio Gómez y Pedro Gómez, vecinos de El Salitre, La Tuna y La Mora; Manuel Rodríguez y otros vecinos de El Laurel, Rincón de los Guzmanes y Las Tablas; Juan de San Pedro de Anda, Miguel Vallejo, Gregorio Casillas, Juan Vicente Delgadillo, Manuel Cortés, José Manuel González, Ma- nuel de Anda, Ramón Álvarez, Marcos Álvarez, Antonio Vallejo, Juan María Vallejo, Rafael Álvarez, Miguel de Lomelí y Francisco de Lomelí, del puesto de Tecameca; José Antonio Covarrubias, Patricio Gómez, Felipe de Alba, Ricardo de Alba, Juan José Martínez, José Martínez, Juan José Álvarez, Tomás Casillas y Antonio Gómez, de Salto de Nuestra Señora de Guadalupe y Catachimé; Juan Álvarez, Miguel Pérez, Cayetano Pérez y José Manuel Pérez, de La Azuela, Las Pilas y El Saucito; Joaquín de la Mora Hurtado de Mendoza, de la hacienda de El Húmedo; Juan Lucas Vallejo, Bernardo Vallejo, Lázaro Valdivia, Manuel de Ruvalcaba, la viuda Felipa de Alba, Juan José Vallejo, Antonio Valdivia, Manuela González, Vicente Valadez, Antonio de Ulloa, Gerónimo Vallejo, Juan José Gómez y Francisco Gómez, de Las Cañadas; así como otros individuos de Jesús María, Paso de Apozol, Palmarejo, El Zapotillo, Paso de la Soledad y Cerro del Corazón. 96 Parroquias y patronos alteños de un ministro “con la obligación de confesar y administrar los demás sacramentos”. Al haber recibido solicitud de informe, el cura interino José María de Acedo lapidariamente enunció, el 1º de enero de 1781, que “diré a V. Ilma. lo que dijeron los hebreos: que apenas se corrompe un cuerpo cuando ya caen sobre él las águilas”. Desde su perspectiva, el solicitante y sus representados efectuaron su comparecencia aprovechándose de la reciente muerte del párroco Tadeo Castor de Aguayo, quien se había mostrado renuente a la residencia fija porque, además de ser las percepciones económicas de Temacapulín insuficientes para el decente sostenimiento del culto, los indígenas y vecinos querían todos los beneficios pero no aportar reales para completar la congrua sustentación del ministro y cubrir los gastos cotidianos. La lisa aceptación de la solicitud, aseguraba, motivaría a otros pueblos de indios a solicitar lo mismo o unirse a otro curato o exigir la erección de uno nuevo. Además, los argumentos esgrimidos por Vallejo no estaban del todo fundados en la verdad: en los nueve meses que había estado al frente del curato, no había tenido conocimiento de que algún sujeto hubiera muerto sin antes confesarse, y de ser así habría sido porque no ocurrieron en tiempo oportuno los familiares o falleció el enfermo antes de llegar el ministro. Por lo que miraba al cumplimiento de la Iglesia, el curato costeaba un religioso, además de los tres ministros residentes, para que confesara en los pueblos, por lo cual “si algunos quedan sin ese cumplimiento será por su suma negligencia, y no dudo que ahora este año pueda haber sucedido quedarse algunos sin confesar por la dilatada peste que hubo y no poder haber ocurrido a la fuente en donde se despacharon cuantos vinieron”. Finalmente arguyó que si era de determinarse por la superioridad la residencia fija de un ministro en Temacapulín, debía exigirse a los solicitantes cooperaran a su sostenimiento, siendo esto con fianza y seguridad de cumplirlo, es decir, mediante una escritura jurídica de obligación. Remitido el informe, el obispo Alcalde ordenó al cura interino dijera al apoderado de los peticionarios que se otorgara la escritura que asegurara debidamente la contribución al honorario del ministro Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 97 que pretendían para que, vista y analizada, se determinara lo más conveniente. Sin embargo, esto nuevamente no llegó a efectuarse pues, por ejemplo, los vecinos de El Zapotillo “están tan pobres que aunque ellos quisieran hablar era imposible; en Jesús María por ahora no había gente”. El grueso de los habitantes del área no tenían con que contribuir, “esto es, con alivio, y mayores necesidades se experimentan en estos tiempos que en otros, porque hay muchos que un caballo que ensillar no tienen y los que lo tienen procuran reservarlo por lo que el tiempo ofreciere”. Por su parte, Juan Lucas Vallejo, quien gozaba de algunas facultades económicas, había declarado que la pretensión era que por parte del beneficio curado se les pusiera ministro perpetuo sin ser pensionado el vecindario de aquellos núcleos. Esto, cabe subrayar, no agradó al párroco. Los indios de Temacapulín cejaron su pretensión antes de comprometerse a otorgar una congrua proporcional y dijeron estar conformes con el decreto de 29 de octubre de 1776, es decir, “que el domingo primero de cada mes se les dé misa en su iglesia, a que concurren los vecinos inmediatos, y que en los tres meses de julio, agosto y septiembre se mantenga de asiento uno de los ministros en dicho pueblo para consuelo y remedio del bien espiritual de las almas”.8 Pese a que el obispo determinó continuara observándose su decreto de residencia temporal, las negativas circunstancias económicas por las que atravesó el curato no permitieron cumplirlo fielmente. A partir de 1781 fue enviado un ministro cada dos años; luego, al tomar posesión de la parroquia como cura propietario el bachiller Felipe Ramón de Pérez, en mayo de 1787 se obligó a los indígenas a que pasaran a la cabecera o al cercano puesto de Cañadas, donde residía sin cargo y con expresa licencia del prelado el bachiller Juan José Vallejo y Gómez, quien sumisamente se había prestado a ayudar a la administración de los sacramentos en las inmediaciones.9 Sólo llegó a practicarse 8 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 1, Expediente instruido por Juan Lucas Vallejo, a nombre de los vecinos de La Tuna, Tablas, Laurel, Tecameca, Suela, hacienda de Las Pilas, Saucito, Jesús María, hacienda del Húmedo, Zapotillo, pueblo de Temacapulín, ranchería de Catachimé y Cañadas, sobre que se les conceda ministro. Año de 1780, fs. 1r-9r. 9 Nacido en Las Cañadas de San Bartolomé quince días antes, fue bautizado el 21 de mayo de 1757 en la parroquia de Jalostotitlán. Hijo legítimo de Gerónimo Vallejo y Antonia Gó- 98 Parroquias y patronos alteños nuevamente lo dispuesto en 1789, año en que el cura De Pérez permitió al bachiller Vallejo y Gómez residiera durante los tres meses designados en Temacapulín, so compromiso de los indígenas de absorber algunos de los gastos.

Ministros temporales de Temacapulín (1777-1789)

Año Nombre 1777 Bachiller Juan Manuel de Aguayo 1778 Bachiller Juan Manuel de Aguayo 1779 Bachiller Juan Manuel de Aguayo 1780 Bachiller Pedro Cervantes 1781 Bachiller José Vizcaíno 1783 Bachiller Ignacio Gutiérrez 1785 Fray José Martínez 1789 Bachiller Juan José Vallejo y Gómez

Corrido el tiempo, indispuestos con el bachiller residente en Cañadas porque deseaban la efectiva residencia temporal, y constreñidos por la poca disposición de la autoridad eclesiástica local para resolver el caso, el 16 de octubre de 1792 los indígenas de Temacapulín representados por su escribano Miguel de Luna rogaron al intendente Jacobo Ugarte y Loyola, presidente de la real audiencia, procediera a excitar el celo del párroco de Jalostotitlán para que en lo sucesivo se trasladara un ministro temporalmente a su pueblo, cumpliéndose el auto del recién fallecido obispo Alcalde. Turnada la solicitud al deán y cabildo de la catedral de Guadalajara, quienes gobernaban la diócesis en sede vacante, las demoras no se hicieron esperar. De hecho, no fue sino hasta el 28 de enero de 1793 en que, requerido por la superioridad eclesiástica, el cura De Pérez informó que era cierto que años atrás se había practicado la residencia temporal mez Hurtado de Mendoza. El año de 1778 hizo información en Jalostotitlán para su ingreso al Real Seminario de San José de Guadalajara, haciendo constar su parentesco con diversos sacerdotes y su calidad noble (González-Leal, 2011: 498). Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 99 de un ministro en el pueblo de Temacapulín durante la estación de las aguas, soportándose el cargo directamente por el curato ya que los beneficiados se habían resistido a cooperar. El costo de las misas mensuales realizadas hasta la fecha, por otra parte, era cubierto por la cofradía de la Purísima Concepción de Temacapulín. El decreto de la residencia temporal se había cumplido más o menos fielmente hasta 1786, no continuándose haciéndose así por la escasez de ministros, motivo por el cual

aunque me han hablado tres o cuatro ocasiones los dichos indios sobre el asunto, y no ya los vecinos, es bien sepa V. S. que mi respuesta ha sido el que procuraran o ante la superioridad o donde hallaran ministro que yo estaba pronto a dar la limosna correspondiente, pero o sea por que no se les facilitó a ellos o porque sus espíritus suelen ser más cavilosos de lo que parecen o por torcido consejo, no tomaron el pacífico medio que pudieron estando como estoy allanado y acorde en sus solicitudes, sino es que eligieron el molesto y gravoso a los superiores y preocupados tribunales; y es de notar que esto no sucediere en cuatro años que ya yo era párroco, y sólo sí hasta que pasado este tiempo [en 1791] dieron que sentir a un padre Vallejo que ha morado en Las Cañadas, quien por ruego mío les daba la mencionada mensual misa, les bautizaba, así a ellos como a los impotentes vecinos de aquel rumbo, quien ha continuado en los mismos oficios respecto de los vecinos, y no de lo indios por la mala versación de ellos con él.10

Añadió el párroco que estaba dispuesto a cumplir el decreto siempre y cuando la superioridad designara al ministro, porque a él se le dificultaba; recalcando que no debía tomarse especial interés en el supuesto deseo de oír frecuentemente misa que ponderaban los indígenas, pues la había cotidianamente en las capillas de Cañadas y de Santa Gertrudis de El Húmedo, a donde pocas veces concurrían, por lo cual se les habían seguido aplicando las misas mensuales en su propia capilla. 10 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 1, Sobre que a los indios de Temacapulín se les ponga ministro que los auxilie espiritualmente. Año de 1792, f. 13v. 100 Parroquias y patronos alteños

Como el derecho daba la razón a los indígenas, la sede vacante convino el día 30 se cumpliera debidamente lo dispuesto por el extinto Alcalde. Empero, presentados ante el cura De Pérez solicitando el ministro, “se nos impacientó y nos dijo: ‘lo que deben hacer es buscarlo, yo a lo que me obligo es al dinero’. Pero también conocemos que nuestro cura no quiere más que ponerlo por tres meses, en las aguas, y nosotros lo pedimos asistente”.11 Más tarde, el 15 de marzo, amparados en el hecho de que no había sido posible localizar los decretos originales dados por el fallecido prelado, y tergiversando a su favor los acontecimientos pasados, se presentaron ante el doctor Manuel Domingo de la Fuente, provisor y vicario general de la diócesis, implorando se obligara al párroco ponerles ministro fijo, pues “este pueblo hace la aclamación ante vuestra señoría sobre el conocimiento que tenemos del bien y caridad que su señoría Ilma., que de Dios goce, nos hizo de habernos dado padre de pie para nuestro pueblo, manteniéndolo a su costa nuestro señor cura, y nos fue hecho el bien y caridad durante la vida de nuestro señor cura don Tadeo Castor de Aguayo; de ahí para acá se nos impuso el padre para tres meses en las aguas y una misa cada un mes”.12 La cotidiana, cómoda y benéfica asistencia espiritual que proporcionaba el bachiller Juan José Vallejo y Gómez a los vecinos de Cañadas y demás puestos y haciendas circunvecinas, hecho por el cual dejaron de apoyar las pretensiones de los indígenas de Temacapulín, así como la abrupta modificación que hicieron éstos ante las autoridades, determinarían los siguientes acontecimientos.

La fundación de la capellanía de Cañadas

Para 1769, cuando se segregó el puesto de Cañadas de la jurisdicción eclesiástica de Tepatitlán, ya se encontraba allí construida una pequeña capilla dedicada a Nuestra Señora de la Luz, misma que tenía licencia en forma para que se oficiara misa y se administraran, aunque esporádicamente, los sacramentos de la confesión, la comunión y el

11 Ibíd., f. 12r. 12 Ibíd., fs. 15r-v. Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 101 bautismo.13 Fuera de las de los pueblos de indios, sólo esta capilla y la de la hacienda de San José de la Llave se encontraban habilitadas en forma al haberse reconfigurado el partido de Jalostotitlán, según quedó asentado en el auto de la visita pastoral que realizó el obispo fray Antonio Alcalde en 1776.14 Desde 1781 los curas que estuvieron al frente de la parroquia, apelando a las dificultades que les representaba colocar un ministro temporal en el pueblo de Temacapulín, incesantemente contravinieron los mandatos de las superiores autoridades eclesiásticas, a tal grado que al pasar a residir a Cañadas el bachiller Juan José Vallejo y Gómez el cura Felipe Ramón de Pérez dispuso se administran los sacramentos en la pequeña capilla, obligándose a los indígenas ocurrir allí o a la cabecera parroquial. Teniendo ministro en Cañadas, beneficio extremo en la época, los vecinos de los puestos y haciendas circunvecinas no apoyaron las pretensiones que los indígenas realizaron en 1792, porque de hecho les eran ominosas. En 1794, siendo electo cura interino de la parroquia el bachiller José Ramón de Rojas, se refrendaría la arbitraria decisión tomada anteriormente. Desde la perspectiva de la novísima máxima autoridad eclesiástica local, había razones fundamentales para que se administraran las almas desde el pequeño puesto, las cuales eran fáciles de discernir: el pueblo de Temacapulín se encontraba rodeado por todos lados de barrancas y escabrosidades, era infavorable su temperamento y aun insano, los caminos eran empinados y fatigantes; pese a su corta población, en cambio, el puesto de Cañadas se situaba en tierra llana y, como centro de aquellos lugares, caminos más cómodos lo interconectaban con todos los núcleos poblacionales del área, disminuyéndose las fatigas del ministro. Esta determinación era la más razonable desde su punto de vista, pues Temacapulín sólo se encontraba a una legua de distancia de Cañadas y bien podrían ocurrir allí los indígenas para solicitar la administración de los sacramentos ordinarios y extraordinarios.15 13 Apnsaj, Libro de partidas de bautismos. Años 1765-1769, f. 281v. 14 Apnsaj, Libro de partidas de bautismos. Años 1774-1780, f. 134v. 15 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 1, Expediente instruido por los vecinos de Las Cañadas, Húmedo, Salitre, Catachimé y Tecameca, de la feligresía de 102 Parroquias y patronos alteños

Como había que sustentar, y aun construir, ante las autoridades eclesiásticas superiores una idea sumamente positiva de Cañadas en detrimento de la que se tenía de Temacapulín en caso de que los indígenas continuaran pretendiendo pasara a residir fijamente un ministro a su pueblo, a instancia de Gerónimo Vallejo, Gregorio Vallejo, José Antonio Covarrubias, Víctor Gómez, José Fernández de Rueda, Juan de Dios Gómez Hurtado de Mendoza, José Manuel Gómez, Julián Covarrubias, José Miguel Fernández de Rueda, Lorenzo Vallejo y Rafael Álvarez Tostado, vecinos de Cañadas, El Húmedo, El Salitre, Catachimé y Tecameca, se levantó información jurada el 25 de agosto de 1794, declarando en conformidad a favor de la preeminencia de Cañadas los bachilleres Juan Miguel Pérez y José Antonio González, así como don Vicente Reynoso, dueño de la hacienda de Santa María de la O.16 Los vecinos, todos criollos propietarios pertenecientes a una misma y única red de parentesco espiritual y consanguínea, decididos a no dejarse arrancar el beneficio de tener un ministro que les administrara los pastos espirituales cotidianamente en las cercanías de sus labores y potreros, el 12 de marzo de 1795 ante Juan de la Peña, teniente de subdelegado residente en Jalostotitlán, otorgaron poder general y bastante al bachiller Juan José Vallejo y Martín del Campo,17 domiciliario en el oratorio de San Felipe Neri de Guadalajara, para que los representara en sus anhelos de obtener para sí el decreto de residencia fija de un ministro y una licencia para ampliar la corta capilla existente en Cañadas. El bachiller Vallejo y Martín del Campo, el 31 de agosto, transfirió su poder a José Cecilio Bermúdez, vecino de la propia ciudad, quien se encargaría en lo sucesivo de gestionar ante las autoridades conducentes. La eficacia de Bermúdez no tuvo parangón: el 9 de septiembre, aduciendo por argumentos favorables a su instancia Jalostotitlán, sobre que se les conceda licencia para la construcción de una capilla rural en las citadas Cañadas. Año de 1795, f. 11r. 16 Ibíd., fs. 6r-11r. 17 Hijo legítimo de Juan Lucas Vallejo y María Martín del Campo. Mostrando vocación re- ligiosa tanto él como su hermano José Antonio, fueron objeto de la información de limpieza de sangre que para el efecto hizo levantar su padre en Jalostotitlán el año de 1779 (González- Leal, 2011: 502). Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 103 los anteriormente denotados por el cura y los vecinos, obtuvo del deán y cabildo eclesiástico en sede vacante los dos favores. Encontrándose desde años atrás administrando las almas el bachiller Vallejo y Gómez, el párroco De Rojas refrendó su permanencia al frente de la capilla de Cañadas.18 El 11 de enero de 1796 nuevamente se presentó Bermúdez ante la sede vacante porque “hallándose ya mis petentes resueltos a comenzar su obra, estiman por más conveniente no ampliar la antigua capilla, sino fabricarla de nuevo enteramente desde sus cimientos y en el sitio que reconozcan más a propósito del referido puesto de Las Cañadas”. Cuatro días más tarde, se despachó la licencia favorablemente, luego de haber consultado la sede vacante con el intendente Jacobo Ugarte y Loyola, en quien residía el Patronato Real.19 El terreno idóneo designado para construir la nueva capilla de Nuestra Señora de la Luz se localizaba en el centro del puesto. Su dueña, doña Ana María de la Mora viuda de Manuel Gómez Hurtado de Mendoza, otorgó escritura de donación el 21 de enero del propio año en la hacienda de Santa Gertrudis del Húmedo ante Francisco Xavier Márquez, teniente de subdelegado del partido de Tepatitlán. Según la escritura original, éste se componía de una octava parte de caballería de tierra que lindaba por el oriente y sur con propiedades de la propia donataria, por el poniente con tierras del sitio de Cañadas y por el norte con Gerónimo Vallejo y Francisco Gómez.20 A las obtenciones del decreto de ministro fijo y la licencia de construcción de la nueva capilla, habría de añadirse posteriormente otro hecho que vendría a sostener definitivamente la preeminencia del puesto de Cañadas sobre el pueblo de Temacapulín. El 6 de febrero

18 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 1, Expediente instruido por los vecinos de Las Cañadas, Húmedo, Salitre, Catachimé y Tecameca, de la feligresía de Jalostotitlán, sobre que se les conceda licencia para la construcción de una capilla rural en las citadas Cañadas. Año de 1795, fs. 1r-5v. 19 Ibíd., fs. 12r-14v. 20 Archivo Histórico de la Sociedad de Genealogía e Historia de los Altos de Jalisco (en ade- lante, Ahsghaj), Fondo de Capellanías, Carpeta 1804-1856, Sobre la capellanía que pretende fundar y fundó la parte del bachiller don José Antonio Vallejo, vecino de la villa de Fresnillo. Año de 1797, fs. 129r-131v. 104 Parroquias y patronos alteños de 1794 en la villa de la Purificación Real y Minas del Fresnillo, el bachiller José Anacleto Rodríguez y Landázuri otorgó su testamento nombrando por primer albacea al bachiller José Antonio Vallejo y Martín del Campo, domiciliario en la misma población, y segundo a su compadre Cayetano de la Mora. En dicho legal documento, en la cláusula 27, el testador dejó asentado que:

Ítem. Y en el remanente que queden de todos mis bienes, deudas, derechos y acciones, herencias y restituciones que de cualesquiera manera me toquen y pertenezcan, instituyo y erijo y nombro por mi única y universal heredera a mi alma, las de mis padres, parientes y demás de mi intención, para lo cual ordeno y mando que reconocida por mis albaceas y sacada la cantidad líquida que importare dicho remanente, la distribuyan a su arbitrio y disposiciones, y en beneficio de mi alma, con advertencia de que dicha cantidad efectuarán en primer lugar lo que les tengo comunicado y después aquello que quieran y juzguen más oportuno para el bien de mi alma, pues ésta y no otra es mi voluntad; y lo declaro para que conste.21

Habiendo fallecido el bachiller Rodríguez y Landázuri, su primer albacea practicó los respectivos inventarios, pagó deudas y dividió bienes conforme a lo estipulado, quedando por remanente la cantidad de 4 mil pesos. Para aumentarlo, el 11 de junio del propio año, prestó mil pesos a rédito de 5% anual por tres años a la viuda Ana Luisa Maldonado, dueña de la hacienda de San Lorenzo de la Estanzuela, vecina de la jurisdicción de Tequila y residente en Guadalajara, hipotecándose la propia finca, la cual estaba arrendada a Marcos Vallejo y Martín del Campo, su hermano; los restantes 3 mil pesos le fueron facilitados, el 14 de noviembre de 1795, a su tío carnal Gerónimo Vallejo a rédito de 5% anual por cuatro años, hipotecando 5 caballerías de labor empotreradas y una presa de piedra y cal en el sitio de Germán, 4 empotreradas en el sitio de Las Cañadas y 3 en el sitio de Catachimé y rancho de San Antonio, con sus aguajes, cercas, pastos y casas; sus fiadores, en cambio,

21 Ibíd., fs. 47r-v. Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 105 hipotecaron de la siguiente manera: Juan José Gómez 10 caballerías de tierra de labor y agostadero en El Salitre, con sus aguajes, casas, potreros y participio en el río Verde; Ana María de Anda 5 caballerías en el sitio de Tecameca y 4 en El Carretero; y María Manuela de Anda 10 caballerías 8 cuerdas en la hacienda de Santa Gertrudis del Húmedo. Como el difunto bachiller había fijado en la cláusula 27 de su testamento que la distribución del remanente se hiciera al arbitrio y disposición de sus albaceas siempre y cuando se beneficiara su alma, las de sus padres, parientes y demás sujetos de su intención, el bachiller José Antonio Vallejo y Martín del Campo determinó fundar una capellanía servidora de la capilla de Nuestra Señora de la Luz de Cañadas con los reales anteriormente facilitados en préstamo a la viuda Ana Luisa Maldonado y a su tío Gerónimo Vallejo. Para ello, el 18 de julio de 1797, otorgó poder bastante a su hermano el bachiller Juan José, domiciliario en el oratorio de San Felipe Neri de Guadalajara, quien a su vez el día 28 ante el escribano Manuel Joaquín de Bonechea otorgó escritura de traspaso y entera donación de los 4 mil pesos con sus réditos a favor de la capellanía que se pretendía establecer, bajo las siguientes condiciones:

1ª. Primeramente sus capellanes que hubieren de servir esta capellanía han de tener obligación de confesar a los moradores de Las Cañadas dos horas, o bien en la víspera o bien en el día en que han de decir misa a las ocho de la mañana, que son veinte y cinco en el año, que son en los domingos primeros de cada mes, en los primeros días de cada una de las tres Pascuas, en el día de Nuestra Señora de Guadalupe, en el de la Asunción, en el de la Purificación, en el día del Señor San José, en el día de Señor San Miguel, en el de San Bartolomé, en el de la Natividad de Nuestra Señora, en el día de la Santísima Trinidad, en el de Nuestra Señora de la Luz, que es el miércoles después de la Ascensión del Señor, y en el de San Felipe Neri que es el veinte y seis de mayo; y aunque los capellanes no tienen obligación de aplicar más de diez misas por el alma del bachiller don José Anacleto Rodríguez y los de su intención en los días e iglesias que quisieren, pero han de decir en la capilla de Las 106 Parroquias y patronos alteños

Cañadas las veinte y cinco misas que van referidas, con aplicación libre; y en cada uno de los dichos días o sus vísperas han de cumplir dos horas en el confesonario, de manera que si en un mismo día se juntan dos festividades de las asignadas queden obligados así al confesonario como a la misa en el domingo inmediato. Y como en lo venidero puede perderse o redimirse parte de la dote de esta capellanía, desde ahora para entonces se previene que a proporción se minoren las misas diciéndose las primeras por el orden prescrito hasta donde alcanzare el rédito, y lo mismo se entienda de las diez que se deben aplicar anualmente. 2ª. Ítem. Que el primer capellán ha de ser [su primo hermano] el bachiller don Juan José Vallejo y Gómez, vecino de Las Cañadas, y después los que nombraren los patronos, siendo sacerdotes aprobados y expuestos para oír confesonario de hombres y mujeres, las cuales sean las únicas cualidades que hayan de atenderse en el nombramiento; y para cortar todo pleito y disputa, se previene que si alguno pretendiere la capellanía alegando otras causas prelativas de ninguna suerte sea oído, y si algún derecho pudiera tener por el mismo hecho lo pierda y sólo se atienda al nombrado por el patrono. 3ª. Ítem. El primer patrono ha de ser el padre don Juan José Vallejo [y Martín del Campo], y por su muerte o porque no quiera nombrar, el bachiller don José Antonio Vallejo [y Martín del Campo], su hermano, y por muerte de ambos los curas propietarios o interinos de Jalostotitlán; y si algún tiempo Las Cañadas pertenecieren a otro curato, ese cura propietario o interino sea el patrono; y para que los vecinos de Las Cañadas, a quienes principalmente se intenta favorecer con esta fundación, no carezcan en tiempo de vacante de esta capellanía de sacerdote que los confiese y diga misa, se da facultad a dichos vecinos para que ínterin no haya capellán nombrado por patrono y confirmado por su señoría ilustrísima o interino deputado por el mismo señor ilustrísimo soliciten sacerdote aprobado y expuesto que cumpla las cargas de esta capellanía, acudiéndole con ocho pesos de limosna por el confesonario y misa prevenidos en cada uno de los veinte y cinco días; y se advierte que Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 107

esta capellanía es y ha de ser servidora de la capilla de Las Cañadas, y así como los patronos jamás han de poder nombrar al que no fuere sacerdote aprobado y expuesto, así tampoco han de poder hacer que sea colativa, ni por una vez por más que el derecho se los permita. Si en lo venidero hubiere alguno o muchos que deseosos del mayor bien de aquellas almas traten de hacer otra fundación de capellanía puedan agregarla a ésta haciendo de las dos una que sirva un mismo capellán y llegando la dote de la nueva fundación a cuatro mil se les da facultad de hacer llamamiento de capellanes patronos y de aumentar las cargas, aun variando las condiciones aquí establecidas con tal que sea siempre servidora de mobile ad nutum, y que en la vacante de capellán propietario o interino los mismos vecinos soliciten sacerdote que la sirva por la limosna que correspondiere a cada día de los que fueren pensionados y que los llamados sean sacerdotes aprobados y expuestos para confesonario de hombres y mujeres.22

Visto y analizado el expediente, el licenciado José Hermenegildo Hernández y Ubago, provisor y vicario general, juez de testamentos, capellanías y obras pías por el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas, el 4 de agosto erigió el enunciado capital y sus respectivos réditos de 200 pesos anuales en bienes espirituales sujetos a la jurisdicción eclesiástica, conforme a las tres condiciones antedichas. La antigua residencia que tenía el bachiller Juan José Vallejo y Gómez, la construcción de la nueva capilla y la fundación de la capellanía servidora, estimularon el proceso de congregación de los habitantes y la lenta pero continua urbanización del pequeño puesto. Habiendo una fuente de trabajo no-agrícola, así como regularmente el santo sacrificio de la misa por existir una obra pía que lo sostuviera ilimitadamente, el núcleo poblacional desde este momento representó para los jornaleros y labradores de las cercanías una oportunidad de estabilidad espiritual y económica. A partir de estos acontecimientos, comenzaría a fraccionarse de forma acelerada la propiedad raíz rústica

22 Ibíd., fs. 51v-55v. 108 Parroquias y patronos alteños circundante a la capilla en solares para asentar casas, así como a trazarse las primeras calles a la usanza española, es decir, en retícula (aunque irregular por las características topográficas del terreno) para tenerse una eficiente movilidad interna. La cotidiana residencia del capellán no sólo tuvo la función de corregir las deficiencias de la administración de los pastos espirituales, sino la de estimular la economía y la diversificación del trabajo. En los siguientes años, se establecerían tiendas de comercio para proveer de los productos básicos no sólo a los habitantes congregados, sino a los inmediatos; esto, a su vez, estimularía la arriería, la engorda de cerdos, la explotación de la cal, la manufactura de adobes y vigas de madera para la construcción de las nuevas casas. Donde anteriormente sólo había hombres dedicados casi exclusivamente a las labores agrícolas y ganaderas, irían apareciendo exponencialmente albañiles, caleros, carpinteros, loceros, canteros, entre otros. Más hay que recalcar que en las condiciones de la fundación de la capellanía no se obligaba al capellán a administrar el bautismo. Este sacramento, al igual que matrimonios y entierros, eran atribución directa del curato, por lo cual a partir de 1798 el párroco determinó quitar esta delegación al capellán Vallejo y Gómez, obligándose a los vecinos e indígenas a ocurrir los nueve meses de las secas a la parroquia. Durante la estación de las aguas, un ministro de la parroquia pasaría a residir temporalmente a las capillas de Cañadas, Temacapulín o El Húmedo para administrarlo. Los entierros, al igual que con anterioridad, eran efectuados en los camposantos de Jalostotitlán o Temacapulín, al no contar Cañadas ni El Húmedo con este beneficio material. Pese a la primera dificultad, el capellán sí podía impartir los sacramentos de la penitencia, la eucaristía y la extremaunción, puesto que éstos no generaban ingresos económicos al curato.

El Húmedo a la ofensiva

La capilla de la hacienda de Santa Gertrudis del Húmedo fue mandada levantar por don Joaquín Ignacio de la Mora, esposo de doña Rosalía Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 109

Gómez, a principios de la década de 1780, para beneficio espiritual de los peones, vaqueros y medieros que de asiento o temporalmente residían en la vasta propiedad, así como para el de los habitantes de las estancias y ranchos circunvecinos, encontrándose ya habilitada en forma para celebrarse el santo sacrificio de la misa en 1788. Empero, don Joaquín Ignacio no llegó a ver terminada la obra, pues había sido sepultado el 19 de junio de 1782 en el camposanto de la parroquia de Jalostotitlán, asentándose en su partida de entierro que “hizo un testamento, dándosele por él un funeral muy moderado, dejando a los pobres cincuenta pesos repartibles, lo que yo dicho señor cura [bachiller José María de Acedo] hice puntualmente; dejó las mandas forzosas, un novenario de misas que luego se le dijeron; y de sus bienes manda a sus albaceas impongan una capellanía”.23 Doña Rosalía Gómez, quien casó en segundas nupcias, el 23 de abril de 1788, con José Antonio Vallejo en la capilla de la propia hacienda, fue negligente en el cumplimiento del último elogio del testador. Mas percibiendo que a raíz de la construcción de la nueva capilla de Cañadas y la fundación de la capellanía del propio lugar muchos de los peones y medieros que trabajaban en su propiedad pasaban a residir al puesto por los beneficios económicos y espirituales que les resultaban, se determinó apresuradamente a enfrentar dicho problema llevando a efecto la orden dejada por el difunto don Joaquín Ignacio. Así, el 11 de marzo de 1799 ante José Antonio Mallen, escribano real y de provincia de la ciudad de Guadalajara, mediante su personero José Cecilio Bermúdez otorgó una escritura consignando por dote y capital de la capellanía la cantidad de 4,754 pesos 6 reales, dividida de la siguiente manera: 3,375 pesos valor de 27 caballerías de tierra in specie, pertenecientes al remanente del quinto del testador, para que el capellán nombrado y sus sucesores las poseyeran, gozaran sus frutos y aprovechamientos ya fuera trabajándolas por sí o arrendándolas o dándolas en contrato de aparcería; y 1,379 pesos 6 reales sobre todo el valor de la propia hacienda, es decir, la finca habría de cubrir el rédito anual de 5% de dicho monto. Doña Rosalía se nombró por primera 23 Apnsaj, Libro de partidas de entierros. Años 1780-1783, f. 32r. 110 Parroquias y patronos alteños patrona, para después de sus días a su actual consorte don José Antonio Vallejo y por muerte de ambos a los párrocos del partido eclesiástico de Jalostotitlán, esto es, para que nombraran y presentaran a su arbitrio capellán propietario,

el cual ha de estar expuesto de confesor para que en la capilla de dicha hacienda administre a sus habitadores los santos sacramentos que racionalmente se le pidan y en sus enfermedades les socorra con ellos; y por primer capellán [nombra] al presbítero don José Miguel González, actual teniente de cura de Jalostotitlán, sobrino de la mencionada doña Rosalía; con la obligación a éste y a sus sucesores de que hayan de decir en la mencionada capilla una misa cada mes y tres en los días de Señor San Joaquín, Santa Rosalía y San Francisco Xavier, aplicada por las almas de los fundadores, la de doña Rosalía y demás de su intención y obligación y asimismo la de celebrar misa todos los días festivos del año, con la intención libre, para que dichos habitadores no carezcan de ese socorro y tenga el capellán el que le proporcionará la asistencia de los réditos del principal de un mil quinientos pesos que la propia doña Rosalía tiene a su arbitrio y por los que ha de decir una misa en los últimos viernes del mes a honor de Nuestra Señora la Santísima Virgen en su advocación de los Dolores y nueve en su novenario de la misma advocación y otra en la domínica de septiembre en que se celebra este misterio, relevándolo de la que podía decir en los últimos viernes de esos dos meses, y son todas las veinte del legado.24

Al pasar a residir el bachiller José Miguel González a la hacienda en su calidad de capellán, fue encomendado por el obispo Ruiz de Cabañas para que se encargara de administrar el sacramento del bautismo a los párvulos del rumbo, así como celebrar el santo sacrificio de la misa el primer domingo de cada mes en la capilla de Temacapulín, pero “siendo de su primera atención el servicio de dicha capellanía, únicamente cuando buenamente puede y le permiten las ocupaciones de ella resuelve 24 Ahsghaj, fondo de capellanías, carpeta 1799-1854, Sobre la capellanía que fundó doña Ro- salía Gómez, vecina del pueblo de Jalostotitlán. Año de 1799, fs. 57v-58r. Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 111 ministrarnos aquel socorro que el superior dispuso se nos franquease con preferencia”.25 Como ni en la hacienda ni en Cañadas había un camposanto con licencia, los entierros continuaron realizándose en Temacapulín o en Jalostotitlán. A los propietarios de la hacienda, por supuesto, les fue benéfica y conveniente la fundación ya que se contuvo la huida de la mano de obra asalariada que no sólo aspiraba a tener un trabajo temporal sino ciertos beneficios como la administración de los pastos espirituales cotidianos y cercanos; y aun atrajo más. Sólo basta observar el número de nacimientos registrados en el casco de la hacienda para constatar este hecho, esto sin contarse el de los pequeños núcleos poblacionales preexistentes y los establecidos en el deslumbre del siglo XIX en la dilatada explotación agrícola y ganadera. Con mano de obra estable y conforme, más tierras se abrieron al cultivo, se incrementó la producción ganadera y, en consecuencia, las derramas económicas que nunca eran despreciadas por el arcón del tesoro familiar. Pero lo que había de favorecer a unos, a otros les hacía deterioro. La realidad es que con la fundación de las capellanías de Cañadas y El Húmedo la consolidación de la instancia de los indígenas de Temacapulín se mostró más lejana, pese a que no dejaron de apelar a su derecho y recordar a la superioridad eclesiástica la necesidad de la residencia un ministro fijo en su pueblo. Una nueva solicitud e imploración surgió a consecuencia de un hecho ordinario y otros muchos arrastrados de antiguo. El 5 de junio de 1803, el bachiller José Miguel González fue promovido al santuario de Nuestra Señora de San Juan dejando vacante su capellanía,26 por lo cual se vieron los indígenas de la noche a la mañana sin la inusual misa mensual que se les debía decir en su capilla y sin la administración de los sacramentos que conseguían en El Húmedo porque, cabe subrayar, no gustaban de acudir a Cañadas, con cuyos habitantes y capellán no guardaban precisamente las mejores simpatías, efecto de la disputa consabida. 25Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 2, Sobre establecimiento de ministro en Temacapulín, feligresía de Jalostotitlán. Año de 1803, f. 1v. 26 Archivo de la Parroquia de Nuestra Señora de la Luz de Cañadas de Obregón (en adelante, Apnslco), Libro de partidas de bautismos. Años 1796-1822, f. 38r. 112 Parroquias y patronos alteños

Encontrándose el obispo Ruiz de Cabañas en el santuario del Sagrado Corazón de Jesús de la feligresía de Mexticacán, el 31 de agosto se le apersonaron el alcalde José Gregorio Sánchez y el escribano Miguel de Luna por sí y a nombre de todo el común y república declarando que desde los tiempos del cura Tadeo Castor de Aguayo se había dispuesto la residencia temporal de un ministro por cuenta del curato con obligación de celebrar el primer domingo de los restantes meses una misa, pero que si bien lo primero no lo habían cumplido los anteriores curas, el actual avanzaba más en el desacato pues sólo se oficiaba la misa cuando lo tenía por conveniente o se desocupaba un poco el capellán de El Húmedo (cuando lo hubo), “mérito porque siempre a las más veces ha sido en días de trabajo y con esto muchos hijos del pueblo no han ocurrido ni ocurren a los sacrificios, por hallarse precisamente destinados en las ocupaciones necesarias para alcanzar la subsistencia de sus familias”. Consecuencia de la falta de un ministro fijo, en la república compuesta de poco más de 500 indios fallecían algunos adultos sin la confesión y muchos párvulos sin el bautismo, “pues no suelen tener en todas ocasiones arbitrios para poder ocurrir a la cabecera con oportunidad por el socorro de uno y otro [sacramentos], tanto por la distancia de más de siete leguas que hay desde este pueblo cuanto por las indigencias con que se ven envueltos, y con esto no han encontrado más remedio que llorar su desgracia muchos infelices”. Clamorosos, entonces, solicitaron se ordenara al párroco José Valerio Aldrete les facilitara un ministro que precisamente residiendo de pie en el pueblo pudiera también administrar las rancherías inmediatas. El propio día, el obispo comisionó y facultó al bachiller Juan José Vallejo y Gómez, capellán de Cañadas, para que informara sobre la distancia en que el pueblo se hallaba respecto de la cabecera, de la veracidad de las razones que exponían los indios y el modo con que el párroco les había asistido en el espiritual. El capellán, el 2 de septiembre, informó:

que en los catorce años que existo en esta feligresía, me ha demostrado la experiencia la suma necesidad que este ramo tiene Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 113

de un eclesiástico destinado a administrar los santos sacramentos a los fieles habitantes en él; y no habiéndolo, se experimentará que mueran muchos sin este saludable socorro, y con más frecuencia en las poblaciones que están en mayor distancia y menores comodidades que el pueblo de Temacapulín; y siendo la residencia del eclesiástico destinado en dicho pueblo, se hará muy laboriosa la administración, y a todo el ramo, por hallarse situado en la orilla del ramo, entre barrancas y ser de nocivo temperamento.27

A tal grado fue desatendida la pretensión de los indígenas, que abruptamente el expediente concluye con el informe. Sin embargo, para acallar los reclamos, el patrono de la capellanía de El Húmedo y el párroco determinaron pasara a servirla provisionalmente el bachiller Miguel López de Heredia. El interino residió en la hacienda del 21 de septiembre al 16 de enero de 1804, día en que entregó el cargo al capellán propietario, bachiller Casiano Casillas y Cabrera.

Tiempos de desgracias y ganancias

En el mes de diciembre de 1808 fue concluida la nueva capilla de Cañadas, la cual medía 40 varas de largo por 9 de ancho, con seis bóvedas y coro, su sacristía con dos bóvedas y bautisterio, todo con la mayor firmeza y la hermosura posible, a la cual se le había añadido un campanario para convocar a son de bronce a los vecinos al santo sacrificio de la misa.28 Los planos y la dirección de la obra estuvieron a cargo del alarife José María Ciprés, “bien conocido entre nosotros por sus obras de este género”.29 El propio perito en arquitectura se

27 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 2, Sobre establecimiento de ministro en Temacapulín, feligresía de Jalostotitlán. Año de 1803, fs. 2v-3r. 28 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 1, Expediente instruido por los vecinos de Las Cañadas, Húmedo, Salitre, Catachimé y Tecameca, de la feligresía de Jalostotitlán, sobre que se les conceda licencia para la construcción de una capilla rural en las citadas Cañadas. Año de 1795., f. 17r. 29 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 3, El I. Ayuntamiento y ve- cindario de Temacapulín sobre que se les vuelva la ayuda de parroquia, que se trasladó a Cañadas en el año de 1842. Año de 1852, f. 88r. 114 Parroquias y patronos alteños había encargado por la misma época, en Nochistlán, “de los arcos que se están construyendo para la entrada de agua a esta plaza”, es decir, del monumental acueducto.30 Contándose con los vasos sagrados, ropas de distintos colores y demás utensilios solicitados por los sagrados ritos para la lícita celebración de la misa y la administración de los santos sacramentos, Juan José Vallejo, José Antonio Vallejo, Pedro Cristóbal Mercado, Manuel Vallejo, Juan Antonio Vallejo, Vicente Macías Valadez, Juan Antonio Macías Valadez, José María Mercado, Francisco Alcalá, Miguel Jiménez, Miguel Gómez, Juan José Martínez, José Fernández de Rueda y Juan Álvarez Tostado, vecinos de Cañadas, El Húmedo, El Salitre, Catachimé y Tecameca, se presentaron ante el obispo impetrando que “como el objeto de la citada fábrica ha sido para que en el susodicho puesto se establezca un ministro que administre los santos sacramentos en todo el vecindario, pueda celebrar el santo sacrificio de la misa, sepultar, bautizar y poner depósito”, se sirviera conceder su licencia para que el cura Aldrete, o la persona que fuere de su superior agrado, procediera a bendecirla declarándola por ayuda de parroquia y que en los días de la ceremonia se pudiera exponer a la pública adoración el Divinísimo Señor Sacramentado por cuarenta horas. El maestrescuela José María Gómez y Villaseñor, gobernador del obispado por ausencia de Ruiz de Cabañas, concedió su licencia el 13 de enero de 1809 para que se pudiera consagrar el edificio, exponer el Santísimo por el tiempo pedido y celebrar la misa en la nueva capilla; sin embargo, lo relativo a la erección de la ayuda de parroquia fue aplazado porque Cañadas aún carecía de los elementos materiales, demográficos y económicos necesarios para albergarla, ya que no contaba siquiera con un camposanto bendecido en forma para sepultar.31

30 Ahsghaj, Fondo de Cofradías, Carpeta 1802-1837, Expediente relativo a obras materiales en la parroquia de Nochistlán. Año de 1805, f. 4r. 31 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 1, Expediente instruido por los vecinos de Las Cañadas, Húmedo, Salitre, Catachimé y Tecameca, de la feligresía de Jalostotitlán, sobre que se les conceda licencia para la construcción de una capilla rural en las citadas Cañadas. Año de 1795, fs. 17r-19r. Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 115

Poco antes de que surgieran las primeras agitaciones del movimiento insurgente, tenemos este panorama: una hacienda que incrementaba su población y producción agrícola y ganadera de manera constante y acelerada, un puesto compuesto de 250 habitantes que se urbanizaba lenta pero eficazmente y un pueblo de indios en decadencia, efecto del desarrollo de aquéllos.32 El desasosiego, la violencia y la inseguridad que imperarían en las estribaciones de la barranca del río Verde durante los próximos años, impulsarían una reconfiguración social, demográfica y económica en el área. El levantamiento armado perpetrado en octubre de 1810 por José María González Hermosillo en el puesto de Loreto de la feligresía de Mexticacán, quien emulaba los que habían efectuado anteriormente el cura Miguel Hidalgo y Costilla en el pueblo de Dolores y Daniel Camarena en Nochistlán, casi pasó desapercibido y poco afectó la región pues rápidamente fue comisionado a incursionar por las Provincias Internas; pero sí provocó especulación y temor, comenzando gradualmente los habitantes de los núcleos poblacionales más pequeños y desamparados a congregarse en aquellos sitios que consideraban más idóneos para su protección y defensa. Los pobres, propietarios o no, eligieron aquellas poblaciones propincuas que les generaron mucho menos gastos de manutención y alojamiento: Mexticacán, El Húmedo y Cañadas. Allí, suponían, podrían defenderse de la canalla y, cuando amainara la ventolera, salir a las labores a beneficiar la tierra para no morir de hambre. Los sujetos de más proporciones económicas, con excepción de contados hacendados, eligieron los pueblos más grandes y protegidos: Teocaltiche, Jalostotitlán, Nochistlán y Tepatitlán. Temacapulín realmente no representó una opción viable: las leyes prohibían la residencia de cualquier casta por ser república exclusiva de indios. Habiendo sido estrepitosamente abatidos los insurgentes en el puente de Calderón el 17 de enero de 1811, el ánimo de los pocos grupos rebeldes que merodeaban por el área se redujo. Sin embargo,

32 Archivo histórico particular de Sergio Gutiérrez Martín (en adelante, AHPSGM), Padrón del partido de Jalostotitlán que incluye el puesto de Cañadas y su contorno. Año de 1805, fs. 3r-4v. 116 Parroquias y patronos alteños luego de haberse mantenido en el clandestinaje en El Salitre durante seis meses al haber sido apabullado en San Ignacio Piaxtla, González Hermosillo a mediados de 1812 comenzó a efectuar sorprendentes ataques a los pueblos más importantes de la región. Sus correrías, la constante extracción de granos y semovientes, y la cotidiana inseguridad que comenzó a predominar, aceleraron el proceso de congregación de los habitantes. La barranca del río Verde además de ser un corredor que servía a los insurrectos para trasladarse de un punto a otro de la región, abastecía de granos y otros víveres a la insurgencia, a bayoneta calada. Siendo Santa Gertrudis del Húmedo una de las fincas más productivas e importantes, fue “preciso a todos los que habitábamos en la expresada hacienda retirarnos de ella, por orden del gobierno, a auxiliarnos en otros lugares, por las invasiones e insultos que continuamente experimentábamos de los rebeldes”.33 Así, los ornamentos sagrados fueron recogidos, la capilla cerrada y el capellán Casillas y Cabrera, por expresa orden del obispo Ruiz de Cabañas, se trasladó a Nochistlán el 28 de septiembre de 1812. Al igual que lo hizo don Casiano, el bachiller Juan José Vallejo y Gómez abandonó su capellanía.34 La estricta orden del completo abandono de la hacienda de Santa Gertrudis del Húmedo, benefició la preeminencia de Cañadas. El grueso de sus habitantes, así como el dueño de la finca, pasaron a radicarse allí para tener cerca las tierras de cultivo y agostadero. Para 1814, la mayoría de los puestos inmediatos a Cañadas se encontraban semi-abandonados, mientras que alrededor de la capilla de Nuestra Señora de la Luz crecía el número de fincas de los sujetos acomodados y los jacales de los pobres. Por otra parte, en Temacapulín se vivía enorme tensión. Según asentó el cura propietario Francisco Severo Maldonado al comenzar el libro de partidas de bautismos de 1815, tres de sus alcaldes indígenas habían sido pasados por las armas “por estar casi rebeldes”, caso por el cual no se habían conseguido completas las listas de los feligreses enterrados en el camposanto del pueblo.35 33 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 1, Solicitud de agosto de 1818. don José Antonio Vallejo al obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas. 34 Apnslco, Libro de partidas de bautismos. Años 1796-1822, f. 228v. 35 Apnsaj, Libro de partidas de entierros. Años 1815-1833, f. 1r. Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 117

La necesidad de un eclesiástico que administrara los pastos espirituales en tan calamitosos tiempos era más que palpable. Al brotar una epidemia en toda la jurisdicción parroquial en octubre de 1814, los vecinos de Cañadas enviaron varias representaciones al ministro encargado de la parroquia, bachiller Eligio González, así como al obispo Ruiz de Cabañas para que fuera fijado en el puesto un ministro que se encargara de oficiar la misa y auxiliar a la multitud de enfermos que allí moraban. Sin embargo, esto no fue posible realizarlo porque de los cinco ministros que había en existencia antes de comenzar la insurrección sólo quedaban tres: el propio González, Juan de Aguayo y Bartolo Ibarra, de los cuales el segundo hacía dos años que había dejado de administrar por su avanzada y penosa edad y el tercero se encontraba continuamente enfermo.36 Como a González le era imposible auxiliar a los feligreses del puesto de Cañadas por la larga distancia que lo separaba de la cabecera y la imperante inseguridad, el 24 de noviembre José Fernández de Rueda, José Antonio Vallejo, José Albino López, José María Mercado, Vicente Mercado, Nabor Mejía, Vicente Guerrero, Pablo Anaya, Gregorio de Loza, Vicente Gómez y Pedro Lomelí nuevamente se dirigieron al obispo expresándole que como no se les administraba con la precisión debida desde la cabecera “hemos solicitado para dicho fin al señor bachiller don Casiano Casillas, residente en Nochistlán”, quien había convenido en socorrerlos siempre y cuando se le concedieran las licencias necesarias por la superioridad eclesiástica.37 Empero, la anuencia no fue expedida por temor a que el bachiller fuera injuriado y aun ultimado por los rebeldes. Sólo hasta que fue muerto González Hermosillo, quien había sostenido el movimiento insurgente a la desaparición de los caudillos principales, disminuyó el desasosiego social y la inseguridad en las estribaciones de la barranca del río Verde. Así, “habiendo cesado ya los temores de que antes estábamos poseídos, y habiéndose vuelto a poblar la hacienda y todos los lugares circunvecinos, con el objeto de 36 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 2, Oficio de 7 de noviembre de 1814. El bachiller Eligio González al obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas. 37 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 2, Solicitud de 24 de noviem- bre de 1814. Los vecinos de Cañadas al obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas. 118 Parroquias y patronos alteños sembrar allí por este año y los demás que se sigan”, en agosto de 1818 José Antonio Vallejo, dueño y señor de Santa Gertrudis del Húmedo, impetró al obispo mandara librar la correspondiente orden al bachiller Casillas y Cabrera para que se restituyera a servir su capellanía en los mismos términos y circunstancias como lo había hecho hasta 1812, para que los habitantes no carecieran del beneficio y comodidad de oír misa los días señalados en el acta de fundación y se les administraran los santos sacramentos con oportunidad sin que tuvieran que ocurrir hasta Jalostotitlán.38 Diluidas las prevenciones, el 27 de septiembre tomó posesión de su beneficio. De igual manera lo hizo el bachiller Vallejo y Gómez del suyo.39 Vuelto el capellán a El Húmedo, el cura Maldonado le ordenó se encargara de la administración espiritual de los indios de Temacapulín. Sin embargo, las quejas no tardaron en aparecer. Según ellos, no los había atendido con la puntualidad debida en lo relacionado a los sacramentos y las misas. El 24 de mayo de 1819, enterado de las acusaciones, Casillas y Cabrera informó al párroco que “es tan falsa la queja de los indios que a ningunos atendí con más puntualidad que a ellos para el cumplimiento de la Iglesia como para todo lo demás, como ellos mismos lo han de confesar; y si no, que digan si se ha muerto alguno sin confesión porque yo no haya querido; y lo mismo digo de los vecinos”.40 Como el clamor había llegado hasta los oídos del propio obispo, el bachiller González le notició que inmediatamente que había entrado la Cuaresma por su parte había dispuesto que el padre capellán pasara a confesar a los de Temacapulín, a cuyo fin había mandado hasta harina para hacer las hostias y que le constaba haberlo verificado con puntualidad, “pues lo he sabido y lo mismo me ha informado el alcalde del referido pueblo”.41 Pese a que una gran cantidad de los individuos que se habían 38 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 1, Solicitud de agosto de 1818. Don José Antonio Vallejo al obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas. 39 Apnslco, Libro de partidas de bautismos. Años 1796-1822, f. 228v. 40 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 2, Oficio de 24 de mayo de 1819. El capellán Casiano Casillas al cura Francisco Severo Maldonado. 41 Ahag, Sección Gobierno, Serie Parroquias, Jalostotitlán, Caja 2, Oficio de 25 de mayo de 1819. El bachiller Eligio González al obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas. Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 119 congregado en Cañadas durante los aciagos años de la revuelta social había regresado a sus puestos y labores, así como a repoblar la hacienda de El Húmedo, allí quedaron multitud de familias y construcciones. En este sentido, la guerra había sido extremadamente benéfica a Cañadas. A tal grado había tomado preeminencia el otrora pequeño puesto en el área que, el 22 de diciembre de 1820, el comandante José de la Cruz, presidente de la audiencia de Guadalajara e intendente de la Nueva Galicia, ordenó la instalación de un ayuntamiento, pues había de tenerse un eficiente control civil sobre la multitud de congregados que allí se habían asentado.42 La ahora llamada congregación de Cañadas ciertamente rebasaba los mil habitantes, ya que al triunfo de la independencia conservó su categoría política. Recordemos que la Constitución Particular del Estado Libre y Soberano de Jalisco aprobada en 1824 exigía, en su artículo 173, que cualquier núcleo poblacional que pretendiera poseer un ayuntamiento debía tener la población mínima de un millar de individuos. Temacapulín, que no albergaba esta cantidad, de facto pasó a depender políticamente del novísimo ayuntamiento y fueron suprimidas legalmente sus autoridades tradicionales indígenas, convirtiéndose en comisaría política y judicial de dicha municipalidad, que además comprendía las haciendas de El Húmedo, Los Yugos, Las Pilas, La Venta y El Salto; y las rancherías de El Zapotillo, Jesús María, Palmarejo, Cerro Viejo, Loma Larga, Salto de Arámbulo, La Azuela, El Tortuguero, El Saucito, Tecameca, Catachimé, Carretero de Abajo, Carretero de Arriba, Arroyo Hondo, San Antonio, Mesa de los Ángeles, Monte Largo, Salto Verde, La Barranca, Potrerillos, Potrero Blanco, San José, La Mora, El Salitre, Rincón de Guzmanes, El Laurel, La Cueva y Barrosas (Roa, 1981: 69).

42 Archivo Municipal e Histórico de Tepatitlán de Morelos (en adelante, Amhtm), C3- Exp47-F8, fs. 15r-16v; Amhtm, C4-Exp33-F8, fs. 9r-v. 120 Parroquias y patronos alteños

Epílogo

El presente trabajo evidencia cómo la posesión o desposesión de un sacerdote, el orden jerárquico eclesiástico de un pueblo, se subsumen en la cuestión económica, en la preeminencia y en la confrontación social. La carencia o permanencia de un eclesiástico determinan en todo caso la aceleración o decadencia del comercio, el crecimiento o estancamiento urbano, el aumento o disminución demográfica y el posicionamiento político. La pugna velada entre Cañadas y Temacapulín sobrepasa la mera eficiente administración de los pastos espirituales y el cotidiano sacrificio de la misa. Aquí se litiga la movilidad de los productos agrícolas, la venta de servicios, el implícito progreso social que arrastran. Economía, iglesia y sociedad. El caso de Cañadas y Temacapulín (1769-1820) 121

Bibliografía

Archivos

Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara (Ahag) Archivo Histórico Particular de Sergio Gutiérrez Martín (Ahpsgm) Archivo Histórico de la Sociedad de Genealogía e Historia de los Altos de Jalisco (Ahsghaj) Archivo Municipal e Histórico de Tepatitlán de Morelos (Amhtm) Archivo de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Jalostotitlán (Apnsaj) Archivo de la Parroquia de Nuestra Señora de la Luz de Cañadas de Obregón (Apnslco)

Fuentes secundarias

González-Leal, Mariano. Retoños de España en la Nueva Galicia, Tomo VII. Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco, 2011. Roa, Victoriano. Estadística del Estado Libre de Jalisco, Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco, 1981.

INDICE

SAN IGNACIO DE LOYOLA PATRONO DE SAN IGNACIO CERRO GORDO, JALISCO José Zócimo Orozco Orozco 13

EL CORAZÓN DE JESÚS PATRONO DE MEXTICACÁN Francisco Sandoval 31

EL HERMANO DEL SEÑOR DE LA MISERICORDIA Norberto Servín González 55

CRISTO EN LOS ALTOS DE JALISCO Y SUS SANTUARIOS DEL SIGLO XIX Miguel Ángel Casillas Báez 69

ECONOMÍA, IGLESIA Y SOCIEDAD. EL CASO DE CAÑADAS Y TEMACAPULÍN (1769-1820) Juan Frajoza 91

[ 123 ] Esta obra se terminó de imprimir en septiembre de 2018.

Producción: Editorial Acento (acentoeditores.mx) bajo supervisión de Alfredo Gutiérrez.

Tiraje: 500 ejemplares. ARROQUIAS Y PPATRONOS ALTEÑOS

Entrada del Sagrado Corazón de Jesús a Mexticacán en 1942.

a presente obra reúne cinco ensayos sobre religiosidad alteña, alre- dedor de lo cual las comunidades han formado su identidad me- Ldiante el culto de importantes advocaciones del universo católico. Desde diversos puntos de vista, la obra aquí presentada se enfoca especialmente en la figura de Jesucristo, tal como se venera en Mexti- cacán con la advocación del Sagrado Corazón de Jesús, en Capilla de Guadalupe como el Señor de los Afligidos, en Tepatitlán como el Señor de la Misericordia, en Lagos de Moreno como el señor del Calvario, entre otros. También se incluyen diversas generalidades sobre la vida eclesiás- tica en Cañadas de Obregón, así como vida y obra de San Ignacio de Loyola, patrono de San Ignacio Cerro Gordo. La relevancia del tema religioso queda manifiesta al observar la forma en que la población alteña celebra a sus santos patronos, con- ALTEÑOS Y PATRONOS PARROQUIAS formando multitudinarias fiestas de gran colorido que generan cultura, reunifican familias y producen una importante derrama económica por concepto de servicios turísticos. Los autores han destacado en el ámbito académico y en la crónica municipal, por lo que esté seguro el lector de que encontrará informa- ción que le ayudará a incrementar su conocimiento sobre la materia.

Alfredo Gutiérrez

ISBN 978-607-98269-3-2 CENTRO UNIVERSITARIO COLECCION DE ESTUDIOS REGIONALES DE LOS ALTOS