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Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau Ediciones La Memoria Director: Víctor Casaus Coordinadora: María Santucho Editora Jefa: Vivian Núñez Edición: Xenia Reloba Edición de Arte: Carina Pino Santos Emplane: Yoel Manuel L. Vázquez Fotos: Alain Gutiérrez, Pedro Abascal y cortesía de los entrevistados Digitalización de imágenes: Lino A. Barrios Impresión: Editorial Linotipia Bolívar y Cía. S. en C. Bogotá, D. C.-Colombia © Estrella Díaz, 2008 © Sobre la presente edición: Ediciones La Memoria Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, 2008 ISBN: 978-959-7135-71-5 Ediciones La Memoria Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau Calle de la Muralla No.63, La Habana Vieja, Ciudad de La Habana, Cuba [email protected] www.centropablo.cult.cu Contenido Luces y sombras habaneras / 9 Magda Resik Aguirre Preámbulo / 11 Carina Pino Santos Florencio Gelabert / 17 La escultura es ritmo / 19 Adigio Benítez Jimeno / 29 Siempre he tenido la pintura en un altar / 31 René de la Nuez / 37 Soy un caricaturista de oído / 39 Juan Moreira / 53 Amor todo / 55 Raúl Santos Zerpa, Santoserpa / 61 Abstracto sugerente / 63 José Gómez Fresquet, Frémez / 71 Soy la rueda cuadrada / 73 Diana Balboa / 87 La vida tiene altas y bajas, pero el arte no / 89 José Rodríguez Fúster / 97 Mi arte como aliado / 99 Manuel López Oliva / 105 De pintura y espíritu / 107 Eduardo Roca Salazar, Choco / 117 No soy un periódico / 119 Roberto Fabelo / 129 Atrapador de imágenes / 131 Alberto Lescay / 143 Espíritu vivo / 145 Juan Narciso Quintanilla / 151 Le conozco al mármol todos sus secretos... casi / 153 Ileana Mulet / 163 Pinto la ciudad eterna / 165 Arturo Montoto / 173 Soy un simple pintor académico / 175 Áisar Abdalá Jalil / 183 ¿Fábula o crónica de estos tiempos? / 185 Carlos J. del Toro / 193 Mi plan es trabajar / 195 Ángel Manuel Ramírez / 201 Pintar el tiempo o el medioevo habanero / 203 Alicia Leal / 211 El azul es el color de mi carácter / 213 Zenén Vizcaíno / 219 Instalador pictórico / 221 Luis Enrique Camejo / 229 Más instantáneo que cotidiano / 231 Obras incluidas en este volumen / 239 Luces y sombras habaneras La Habana Vieja seduce. Su naturaleza conquistadora y bohemia ha inspirado a artistas y escritores de todos los tiempos. Tal vez esa mezcla de lo arquitectónicamente conservado y antiguo, con la estampa de sus pobladores actuales, quienes han heredado una tradición secular, le confiera al Centro Histórico de la capital de Cuba un talante especial. La Habana Vieja es un espacio habitado naturalmente, y la preservación del patrimonio no se manifiesta en sus predios como el culto a un pasado inerte que se exhibe en las vitrinas y escaparates de una tienda de antigüedades. La gente vive, sueña y camina por sus calles con gran sentido de pertenencia. En sus casonas de añeja prestancia, el arte y la literatura también encuentran su asiento. No son pocos los estudios sitos en este espacio urbano inconfundible, donde creadores de las artes plásticas desvelan los misterios de ese esencial contraste entre luces y sombras que retratara en su libro La ciudad de las columnas el venerado escritor cubano Alejo Carpentier. Ese ambiente característico sustenta el interés de Habana Radio, emisora de la Oficina del Historiador de la Ciudad, en promover la cultura que nace y concurre en este sitio declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Quizás sea ese también el sustento vital de este libro, donde se transcriben algunas de las entrevistas que entrañables artistas de la plástica cubana han concedido a nuestro programa radial Luces y sombras. A Estrella Díaz, periodista bien dotada con la perspicacia y el dominio del oficio, debemos el calidoscopio de confesiones reveladoras de ciertas constantes y singularidades de las artes plásticas en la Cuba contemporánea. Han sido nueve años de entrega al diálogo con sus principales crea-doras y creadores, que distinguen de este espacio radial la posibilidad de sostener un intercambio provechoso sobre la base del juicio propio, adquirido por la entrevistadora durante años de estudio y pesquisa. Sirvan estas pláticas al principiante cual proemio para un conocimiento de las artes plásticas en nuestro país y, al versado, como compilación reveladora de ciertas constantes de la creación, imposibles de discernir sin el sentido integrador de un libro. Ellas son el muestrario de las luces y sombras que componen el paisaje visual de esta nación, pródiga también por su sortilegio artístico. Magda Resik Aguirre La Habana, 26 de febrero de 2008 Preámbulo Entre luces más que entre sombras se hallaría la definición apropiada para estas páginas, en las que artistas de diferentes generaciones abordan sus itinerarios individuales, esos que hoy los ubican junto a las iluminaciones más importantes de la cultura cubana de la segunda mitad del siglo XX e inicios del nuevo milenio. En ese compendio de revelaciones y confidencias insospechadas en que se constituye todo buen libro de entrevistas, los creadores, compulsados por las interrogantes que les plantea la autora, Estrella Díaz, refieren la trascendencia del arte en sus vidas, y develan cómo ese proceso de dar a luz la obra es menos mágico y repentino de lo que algún lector pudiera imaginar, es decir, deviene obra cotidiana de la tenacidad propia, así como de una constancia que implica un costo individual precioso en las existencias de cada uno de ellos. Es consecuencia de largos años de estudio académico, de visitar innumerables galerías, centros de arte, museos, de aprender en cuantiosos libros de arte y cultura y, sobre todo, del empeño en el quehacer mismo, es decir, de la ejecución conceptual y artística en sí. Me refiero, entonces, a que aquella posible «inspiración milagrosa» no es sino obra, en verdad, del talento indiscutible de cada quien, conjugado con la dinámica de una laboriosidad cotidiana. Ello conforma definitivamente ese devenir casi siempre inexplicable que es la concepción de imágenes de cada artista, indivisible parte, por lo demás, de su realidad interior y contextual, y algo no menos importante para él: de tomarle el pulso a la vida misma. Una de las aristas aleccionadoras de este libro es, sin duda, la que nos permite descubrir –a través de la gratitud expresada por los entrevistados hacia aquellos que conformaron una pauta de cualquier índole para su arte– el aporte del magisterio de generaciones de artistas cubanos sobre quienes les dieron continuidad. Y, por cierto, sucede con frecuencia que esta consecución cronológica es inmediata, y me refiero a que maestros y estudiantes eran coincidentemente jóvenes en las aulas de la academia, ya fuera esta San Alejandro, la Escuela Nacional de Arte o el Instituto Superior de Arte. Así, mediante esa innegable correspondencia de los artistas a los que antaño fueran sus maestros queda la constancia –para lo porvenir– de las contribuciones fundamentales de la enseñanza artística en Cuba. Esto proporcionará a los novísimos historiadores del arte, los futuros críticos, los estudiosos o amantes de esta manifestación, información útil para el necesario estudio de estas influencias o reconocimientos en la historia del arte de la Isla. Sin conocer los criterios de los otros entrevistados y mucho menos suponer que aparecerían unos junto a otros en un volumen, resulta curioso cómo coinciden, en su mayoría, en otorgarle valor a centros de creación y laboreo como el Taller Experimental de Gráfica de La Habana o, en su distancia, a los años de aprendizaje en San Alejandro, el Instituto Superior de Arte o la Academia Repin, de Rusia, y respecto a esta última recuerdan no solo los rasgos dogmáticos de la concepción artística que se impartían, sino aquellos elementos valederos del adiestramiento que les proporcionaron una sólida formación factual. También rememoran en sus respuestas la magnitud de aquel ejercicio pedagógico que se realiza más informalmente al calor de la amistad y la colaboración entre colegas. Es así como varios de los protagonistas de estas cuartillas coinciden en recordar a grandes como José Luis Posada, el Gallego, por ejemplo, entre otros que les sirvieron de paradigma o que ejercieron su influencia bienhechora desde el taller colectivo, el estudio privado o incluso el encuentro casual. Paralelamente, se observa a lo largo de las entrevistas una concurrencia casi mancomunada en concebir la creación plástica como un todo indivisible, más bien por sus resultados como obra en sí, no importa la manifestación o la técnica artística más cultivada, por la que sean más conocidos, o a la que le deban quizá mayor fama y prestigio. Por otra parte, la autora ha trabajado ese punto de vista de las entrevistas culturales en las que se enlazan lo promocional y lo informativo, sin que ello implique un alcance vinculado con la crítica y la teoría del arte, sino mirado desde el periodismo más clarificador. Una de las bondades de este objetivo de comunicación más funcional –propio del oficio del reportero– es que coadyuva a lograr una lectura de carácter biográfico que ofrece luz sobre los modos de aproximación al arte y las peculiaridades de la producción artística de los entrevistados. Todo ello a partir de un quehacer de inserción previo de Estrella Díaz, quien ha ido internándose con mucho afán en un campo sumamente especializado, complejo y, a la vez, extraordinariamente amplio, como es el de las artes visuales cubanas. Al lector le resultará amena esta lectura donde, acicateados por la periodista, los artistas van descubriéndonos aquellos pasajes de su vida apenas conocidos o ignorados por muchos de nosotros, y ciertamente no deja de aparecer en la mayoría de los casos la rememoración de una infancia reveladora, la mayor parte de las veces, de una orientación artística que luego definiría el rumbo de sus vidas. Durante ese intercambio dinámico motivado por la profesionalidad de Estrella Díaz, también la plática favorece que percibamos certezas exclusivas de la realidad artística de cada quien, las que no por aparentemente triviales dejan de tener interés.