Legitimaciones Sociales De Las Políticas Patrimoniales Y Museísticas
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LEGITIMACIONES SOCIALES DE LAS POLÍTICAS PATRIMONIALES Y MUSEÍSTICAS LEGITIMACIONES SOCIALES DE LAS POLÍTICAS PATRIMONIALES Y MUSEÍSTICAS LEGITIMACIONES SOCIALES DE LAS POLÍTICAS PATRIMONIALES Y MUSEÍSTICAS Iñaki Arrieta Urtizberea (ed.) Bilbao, 2011 © Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco ISBN: 978-84-9860-567-9 Lege gordailua / Depósito legal: BI 2870-2011 Fotokonposizioa / Fotocomposición: Rali, S.A. Particular de Costa, 8-10 - 48010 Bilbao Inprimatzea / Impresión: Gráficas Berriz, S.A. Murueta, 23 - 48220 Abadiño Agradecimientos Esta publicación ha sido posible gracias, en primer lugar, a la colabora- ción del Museo Romano Oiasso, de la Faculté d’Anthropologie et de Socio- logie de l’Université Lumière Lyon 2, del Laboratoire d’histoire et de patri- moine de Montreal, de ICOM-España y del grupo de investigación del proyecto CSO2008-05065/SOCI del Ministerio de Ciencia e Innovación, y, en segundo lugar, a los apoyos económicos de las siguientes instituciones: el Vicerrectorado del Campus de Gipuzkoa de la UPV/EHU; la Obra Social de la Kutxa; el Departamento de Educación, Universidades e Investigación del Gobierno Vasco; el Departamento de Cultura, Juventud y Deporte de la Diputación Foral de Gipuzkoa; el Museo San Telmo de Donostia-San Sebas- tián, el Ecomuseu de les Valls d’Àneu, el Institut Català de Recerca en Pa- trimoni Cultural y la Fundación Canadá. Índice Proyectos patrimoniales y museísticos en las sociedades democráti- cas y capitalistas: entre la legitimación formal y la vinculación social. Iñaki Arrieta Urtizberea . 11 PARTE I PATRIMONIOS CULTURALES Musées et patrimoine immatériel au Québec : enjeux politiques et sociaux. Laurier Turgeon . 27 «El patrimonio pertenece a todos». De la universalidad a la identi- dad, ¿cuál es el lugar de la participación social? Victoria Quin- tero Morón. 45 El Patrimonio de la Guerra Civil como útil de concienciación social al amparo de la Ley de la Memoria Histórica. Óscar Navajas Corral y Julián González Fraile. 79 Los inexistentes alcornocaleños y las experiencias museísticas etnográ- ficas en el Parque Natural Los Alcornocales. Agustín Coca Pérez.. 95 PARTE II MUSEOS La legitimación social y política de los museos: dos casos del estado de Oaxaca, México. Teresa Morales Lersch y Cuauhtémoc Cama- rena Ocampo. 113 10 ÍNDICE Reinterpretaciones de la misión social de los museos: políticas de la cultura en la red de museos de Loures. Marta Anico . 137 Política, planificación y participación social en los museos de Cata- luña: un recorrido histórico y algunas reflexiones. Daniel Solé i Lladós. 157 Diagnóstico de las acciones de los museos catalanes como parte de las políticas de integración. Fabien Van Geert. 179 La comunicación de los museos y sus relaciones con las políticas culturales de las ciudades. Entre la repetición de estrategias y la innovación. Daniel Paül i Agustí. 189 Proyectos patrimoniales y museísticos en las sociedades democráticas y capitalistas: entre la legitimación formal y la vinculación social1 Iñaki Arrieta Urtizberea Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea Al elaborar o llevar a cabo un proyecto patrimonial y museístico, consi- deramos pertinente que los promotores se pregunten acerca de su grado de legitimidad social y que reflexionen también acerca de los mecanismos que deberían establecer para que la vinculación y la participación sociales vayan aumentando a medida que el proyecto se vaya desarrollando. Estas conside- raciones no las planteamos solamente por criterios ideológicos, también las exponemos porque, a fin de cuentas, el patrimonio cultural, al ser eso, cul- tural, es, a su vez, social. No hace falta insistir, pensamos, en que hoy por hoy los patrimonios culturales dan cuenta de identidades o memorias colec- tivas. Los organismos internacionales o los poderes públicos, a través de cartas, convenciones, convenios, declaraciones y leyes, definen y establecen claramente el carácter social y público del patrimonio cultural. No podría ser de otra manera. Como acabamos de afirmar lo cultural nos conduce a lo social, al igual que éste nos traslada a aquél. Aun a riesgo de caer en un reduccionismo excesivo, estimamos que en las actuales sociedades democráticas son principalmente las autoridades públicas quienes activan o ponen en valor el patrimonio cultural. Desde la Revolución francesa, ellas se han venido legitimando para iniciar, promover, fomentar o llevar cabo esas activaciones. Sin embargo, pensamos que esa legitimación, política, presenta importantes fallas en diferentes niveles. En este texto nos aproximaremos a los vértices de algunas de esas hendiduras, 1 Este trabajo se enmarca en el proyecto investigación CSO2008-05065/SOCI, financia- do por el Ministerio de Educación y Ciencia y dentro del grupo consolidado IT-403-10 del Sistema Universitario Vasco, financiado por el Departamento de Educación, Universidades e Investigación del Gobierno Vasco. Deseo agradecer a Agustín Arrieta Urtizberea las suge- rencias realizadas al borrador de este trabajo. 12 IÑAKI ARRIETA URTIZBEREA sólo las delimitaremos, sin ahondar en ninguna de ellas: esa carencia será cubierta por todos los demás artículos de esta publicación. 1. DEMOCRACIA, CAPITALISMO Y LEGITIMACIÓN Comenzaremos, en primer lugar, con una contradicción que se viene dando en las actuales sociedades democráticas y capitalistas. En el siguiente apartado apuntaremos a una segunda. Dos contradicciones que afectan a lo político, lo público y lo social y, por tanto, al patrimonio cultural, a los mu- seos que gestionan los bienes cultuales y a los procesos de legitimación de las acciones político-administrativas. Hace más de tres décadas, Habermas insistía en que toda sociedad de- mocrática y capitalista tiene que hacer frente a la siguiente contradicción: ¿cómo combinar el capitalismo (propiedad, beneficio y relaciones privados e individuo) y la democracia (repartición, distribución y colectividad)?; ¿cómo limitar al individuo con respecto a la obtención del máximo beneficio particular, dentro de la lógica del mercado capitalista, sin poner en cuestión el propio fundamento del mercado y, por tanto, uno de los principios orga- nizativos de dicha sociedad? (Habermas, 1999: 83). Así, según dicho autor, nos encontramos ante una crisis de racionalidad sistémica porque, por un lado, se quiere socializar la producción, preservando, por otro, el principio del libre mercado que responde, obviamente, a intereses no generalizables. Finalmente, esa contradicción termina provocando una crisis de identidad de la propia organización social y una «penuria de legitimación» (Habermas, 1999: 88). No se trata de una cuestión coyuntural, sino estructural (Offe y Schmitter, 1996: 15-16). El Estado de Bienestar ha tratado de resolver esa contradicción, pero «en definitiva, el aparato del Estado no puede, bajo con- diciones marginales dadas, controlar adecuadamente al sistema económico, produciéndose así una crisis de «output»» (Beriain, 1993: 152). La actual crisis económica, surgida a partir de las hipotecas subprime, está mostrando con toda su crudeza las consecuencias de esa contradicción estructural, sin que se vislumbre solución alguna. Así, hay autores que definen a la organi- zación político-administrativa de esas sociedades como «Estado-mercado», cuya legitimidad viene dada por garantizar a los individuos, no a todos ne- cesariamente, el acceso al mercado (Luque Baena, 2007: 117). Para asegurar las condiciones en las que se pueda desarrollar la lógica del mercado capitalista e intentar atenuar esa contradicción, «el sistema político requiere un input de lealtad de masas lo más difusa posible» (Haber- PROYECTOS PATRIMONIALES Y MUSEÍSTICOS EN LAS SOCIEDADES DEMOCRÁTICAS... 13 mas, 1999: 88). De este modo, la democracia formal, frente a la deliberativa, se ajusta mejor a los principios del capitalismo «como reaseguro del régimen de disposición privada sobre los medios de producción» (Habermas, 1999: 89), legitimándose mediante el establecimiento de procedimientos formales del tipo racional weberiano, la celebración de votaciones y «poco más», como sostiene Putnam (2002: 41). Esto acarrea un debilitamiento del capital social, asegurándose la democracia, como se ha dicho, un «sentimiento de adhesión difuso y generalizado de la población» (Beriain, 1993: 154). Así, la acción política de los ciudadanos se dirige desde la individualidad, la so- ledad y la distancia social, delegándose en políticos profesionales la articu- lación entre la democracia y el mercado. En este vínculo, la democracia, por un lado, establece la formalidad administrativa pública y el capitalismo, por otro, los valores, a saber: primacía del individuo sobre el colectivo y búsque- da de la colmatación de los intereses individuales. Con todo, en esta crisis de racionalidad y de identidad, no es de extrañar que se hagan llamamientos a la participación social y ciudadana. En estas sociedades capitalistas, nuevas o tardías, hay también agentes, colectivos, asociaciones e instituciones que reivindican «valores de comunión con la naturaleza, valores comunitarios de vida compartida y no centrada en la codicia» (Galeano, 2003: 32). Participar significa involucrarse «de una u otra forma, en las decisiones políticas que afectan a la comunidad. Participar, por lo tanto, comporta tomar parte en la definición de escenarios de futuro, en fijar prioridades y en optar por formas alternativas de hacer las cosas» (Brugué, Font y Gomà, 2001: 112). No obstante, tampoco tenemos que