Palabras Ing. Ricardo Poma Celebración 100 Años De Grupo Poma 5 De Diciembre De 2019 Apreciados Amigos Querida Familia ¿Qué
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Palabras Ing. Ricardo Poma Celebración 100 años de Grupo Poma 5 de diciembre de 2019 Apreciados amigos Querida familia ¿Qué significa cumplir 100 años para una empresa familiar? Esta es una pregunta que ha estado en mi mente en estos meses en que celebramos este centenario. Yo he tenido la dicha, el privilegio mas bien, de haber conocido a todos los protagonistas que han construido esta historia, una historia de visión, de audacia, de trabajo y determinación. Una historia marcada por éxitos y grandes satisfacciones, pero también por desaciertos y por una tragedia que nos causó un gran dolor. Esta es la historia de una familia... El fundador, Bartolomé Poma y Génova, fue un hombre aguerrido, trabajador, aventurero, dispuesto a tomar grandes riesgos para salir adelante y alcanzar sus sueños. Originario de Barcelona, empezó a trabajar a temprana edad, a raíz de la muerte de su padre. Se formó en las incipientes fábricas europeas de vehículos, que representaban la nueva frontera tecnológica a finales del siglo XIX, hasta convertirse en un experimentado mecánico automotriz. Llegó a conocer esta invención humana como la palma de su mano, tanto que - antes de que existiese la producción en serie- era capaz de armar un vehículo pieza por pieza, y estaba convencido de que los automóviles iban a revolucionar el mundo… Tenía razón. Estableció una familia con Magdalena Bottero Pastorelli, una joven italiana a quien conoció en una ciudad francesa cerca de Marsella. Magdalena había dejado su pueblo con el firme propósito de superarse; sabía que el mundo ofrecía más oportunidades que los Alpes Italianos en los que ella había crecido. Se comunicaban en francés, la lengua común en la zona; contrajeron matrimonio en 1902, y se establecieron posteriormente en diferentes ciudades de Europa. Soñaron juntos con una vida diferente. Motivados por insistentes cartas de un hermano de Bartolomé que se había radicado en México, decidieron viajar a ese país adonde estuvieron en dos ocasiones, entre 1908 y 1915. En esa tierra azteca, Bartolomé fue reconocido por su habilidad con los primeros vehículos que llegaron a América y adquirió destrezas de liderazgo que, sin sospecharlo, luego le serían de utilidad. La Revolución Mexicana complicó seriamente su permanencia. Habrían deseado regresar a Europa, pero la Primera Guerra Mundial se los impidió, por lo que decidieron abandonar México y establecerse temporalmente en El Paso, Texas. Su hija Didine tenía 10 años y Magdalena estaba embarazada. Buscando un nuevo horizonte, en gran medida agobiados por el sofocante calor al que no estaban acostumbrados, Bartolomé siguió la recomendación de un amigo italiano de venir a El Salvador, un país que él conocía bien por haber vivido aquí. Esta podría ser la tierra fértil que necesitaba para brindarle a su familia un futuro más próspero. Después de un largo y tortuoso viaje, mi abuelo se instaló en San Salvador y le dio vida a un pequeño emprendimiento automotriz de transporte y reparación. Meses más tarde mi abuela Magdalena hizo la misma travesía para iniciar una nueva vida en familia. En el Puerto de Acajutla, Bartolomé vio por primera vez a su hijo, mi padre Luis Poma. En El Salvador, mi abuelo fue un pionero de la industria automotriz y con el apoyo de mi abuela superaron numerosos obstáculos. Uno de los más importantes fue la Gran Depresión, que en 1929 provocó la bancarrota de muchas empresas, entre ellas la nuestra. Sin embargo, con su habitual energía, determinación y fortaleza, el matrimonio identificó oportunidades en medio de la crisis para levantar la Casa Poma. Aún en tiempos difíciles, la educación siempre fue una prioridad para nuestros antecesores. Gracias al esfuerzo y sacrificio de su familia, mi padre tuvo la oportunidad de estudiar en Francia hasta el Bachillerato. En 1933, regresó a El Salvador y a sus 18 años se incorporó al negocio familiar con la cabeza llena de ideas y el compromiso de hacer crecer la base construida por mi abuelo. Con el ímpetu que inyectaron Didine y Luis, la Casa Poma inició una etapa de cambios, entre ellos el más relevante: haber obtenido la representación de General Motors en El Salvador. Los obstáculos forman parte de la vida empresarial. Nuestros fundadores, con determinación férrea, nos demostraron la importancia de ver siempre hacia adelante, sin fijarnos demasiado en los vaivenes políticos y económicos. Por eso, cuando la Segunda Guerra Mundial paralizó la producción de vehículos en Estados Unidos, decidieron mantener el negocio con la venta de automóviles usados, repuestos y servicio. Mi padre decía que el éxito requiere tener la sabiduría para identificar los riesgos aceptables de los inaceptables. Fue así como, en 1953, leyó en una revista automotriz un pequeño anuncio de una modesta fábrica japonesa llamada Toyota, que ofrecía la distribución de sus vehículos. En un arranque de audacia solicitó la representación. Ese mismo año, cinco automóviles Land Cruiser, los primeros en el continente americano, llegaron a El Salvador. Siempre he pensado que para lograr un crecimiento acelerado se necesitan eventos que puedan propulsarnos a nuevas dimensiones. La decisión de conseguir la distribución exclusiva de Toyota y posteriormente concentrar todos nuestros esfuerzos en hacerla exitosa nos permitió dar un importante salto cuántico. En la década de los sesenta incursionamos en el sector industrial. Mi padre fue pionero en impulsar el uso del aluminio en puertas y ventanas. Así comenzó Solaire y con ella nuestra contribución al diseño de una nueva fisonomía urbana en El Salvador y, más adelante, en la región. Siempre me ha sorprendido cómo de una idea surge, casi por arte de magia, una obra que viene a cambiarle la vida a miles de personas y cómo estas ideas, con trabajo y perseverancia, se convierten en palpable realidad. La colonia Miramonte, Metrocentro, la Torre Roble y el Hotel Camino Real, en San Salvador, fueron parte de una visión de conjunto, de un proyecto grande y audaz, que vino a cambiar la forma de vivir, de comprar y vender productos, de trabajar y de hospedarse. Estos fueron los inicios de Grupo Roble con proyectos de esta escala. Para nosotros es motivo de satisfacción que nuestras obras estén contribuyendo al surgimiento de nuevos polos de desarrollo. Hace casi 50 años, Metrocentro se propuso ser el nuevo centro de la capital y lo logró: hoy en día es un ícono urbano, visitado por más de 30 millones de personas al año. Las ideas de mi padre nos impulsaron a incursionar en nuevos rubros de negocio, que marcaron el inicio de Grupo Poma como un conglomerado empresarial pujante operando en El Salvador. En 1970, mi hermano Roberto y yo regresamos al país recién graduados de nuestras maestrías. Ni a él ni a mí se nos pasó por la mente no regresar a El Salvador. Nos sentimos muy atraídos por nuestra tierra, con muchos bríos por hacer cosas y por apoyar a nuestro padre en lo que él y mi abuelo habían construido. Los cinco años subsiguientes fueron de acelerado crecimiento, pero también se palpaba una efervescencia subyacente. Soplaban vientos de cambio, con altas dosis de radicalización y resentimiento. Afloraron grupos guerrilleros que entraron de lleno en el flagelo de los secuestros. Fue así como en enero de 1977, mi hermano Roberto fue secuestrado y asesinado, aun cuando cumplimos con todas las demandas de los secuestradores. Fue un golpe muy duro para nuestra familia, pero aun en medio de ese profundo dolor, nuestro compromiso con El Salvador se mantuvo firme. En esta tierra yace lo más querido y bajo este cielo se han forjado nuestros mejores sueños. Durante los 12 años de Conflicto Armado decidimos conservar intacta la organización y hacer todo lo posible por mantener el personal de las empresas. A pesar de las circunstancias, logramos a través de un estricto control de gastos e innovadoras estrategias, reducir el punto de equilibrio a niveles inimaginables anteriormente. Conscientes del nivel de desplazamiento y sufrimiento de decenas de miles de salvadoreños, creamos en 1984 la Fundación Poma, y casi simultáneamente, con el apoyo de amigos empresarios, la Salvadoran American Humanitarian Foundation (SAHF) y la Fundación Salvadoreña para la Salud y el Desarrollo Humano (FUSAL), con la misión de apoyar a las personas y familias más necesitadas, especialmente con ayuda médica hospitalaria que traíamos del exterior. Fundación Poma se convirtió en el vehículo organizado para darle relevancia e ímpetu al deseo de nuestra familia de servir en diferentes áreas, especialmente en salud, educación y cultura, que han sido los tres pilares de nuestro esfuerzo. Decidimos que nuestras empresas canalizarían un porcentaje de sus utilidades todos los años a la Fundación Poma. Convencidos de que la educación es crucial para el desarrollo de los países, promovimos la creación de una universidad de excelencia para formar integralmente a los futuros líderes de El Salvador y la región centroamericana, dándole oportunidad a todos los que tuvieran la capacidad y deseo de superación, aun cuando no tuvieran los recursos para cubrir sus estudios. Fue así como fundamos la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN), con el apoyo de cinco empresas líderes. Iniciamos el primer año académico en 1994 y ahora cumplimos más de un cuarto de siglo de operación. Con sano orgullo puedo decir que esto me genera una profunda satisfacción, sobre todo al ver el impacto que ha tenido en miles de jóvenes, sus familias y la sociedad. Hemos fortalecido nuestra apuesta por la educación a través de la creación de diferentes fondos de becas, que les permiten a jóvenes salvadoreños potenciar sus conocimientos, competencias y habilidades para la vida. Por medio de nuestros programas: Becas al Talento, Becas ESEN, ¡Supérate! Poma y Creando Esperanza, estamos transformando la vida de miles de jóvenes, muchos de ellos en situación de vulnerabilidad.