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Julita Ramírez haciendo guiños al muñeco que le han traído los Reyes este año. (Foto Mendoza.) llllllllllllilllillllllllllllllllllllllllllllllMllllilllllllllllllllllllllllllll Variaciones sobre el equilibrio. (No se trata del "europeo", como puede apreciarse.) Illlllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllliilllllllilllllllllll "'^""^" LAS ALAS DEL SÁTIRO

POR A. VIDAL y PLANAS

^H ^m^^^^i (^ Acaba de aparecer esta novela 1 admirable, de tanta eni<"ción e in- y^ teres como la ya celebérrima del - f ••,;• ---^ mismo autor, SANTA ISABEL DE CEPES. 5 PESETAS

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TAuj eres del día

TI • O falla, amados lectores: I ^ Siempre que el amigo Men­ dosa hace funcionar el obtu­ rador del objetivo de su máquina, "le sale" un printer premio de Belleza. Véase la muestra según se entra, a mano derecha. ¿No creen ustedes que Milagritos Manon está en esta "foto" para que la voten? Nosotros ya la hemos votado después de "botar" de entusiasmo. Y no me tiren nada por el chistecito. La Manon es una auténtica belleza digna del mármol, del bronce... y si se me permiten los "extremismos", ¡digna del Oro! En esta "foto", sólo vemos la par­ te superior del cuerpo de la diosa, pero yo aseguro a ustedes, y hasta lo juro por nuestra madre Venus, que ta parte inferior de Milagritos es más "superior" qué el "ático"' que uste­ des están admirando. MIlíAGROS MANON MUCHAS GRACIAS (Foto Mendoza.) Jardin es un buen actor, pero tiene rector dar un paseo por entre bastido­ ro si el señor Jardín no tiene que co­ un gran defecto: la avaricia. Y he res, y encuentra al que sirve la es­ merla ! aquí que se representa en uno de los cena preparando un hervidillo." —No, señor; no tiene que comer­ teatros madrileños una obra en la que —^¿Y eso qué es?—le pregunta. la... pero el que tiene que comerla uno de los personajes tiene que comer­ —Eso es lo que va a sustituir esta hace que se la come, porque el señor se una sopa de leche. El director es noche la sopa de leche. Jardín le ha mandado que se la guar­ hombre de conciencia, le gusta la exac­ —i Pero vamos a ver! ¿No he dara. titud y quiere que se sirva verdadera mandado yo que se pusiera sopa de sopa de leche. La obra alcanza un gran leche de verdad? éxito, y a los pocos d'as pasan ya de —Sí, señor; pero el señor Jardín Entre los avaros célebres figura treinta las representaciones. AI llegar ya se aburrió de tanta sopa de leche. Crépin de Lyon, que tenía un capital a la treinta y cinco se le ocurre al di­ —¿Cómo que el señor Jardin? ¡ Pe- de dos millones. Cuando murió, y se valoraron su lecho, sus sábanas y sus vestidos, es decir, todo su ajuar, no pasó la valoración de siete francos. Gastaba en comer de treinta y cinco a cuarenta céntimos por día, y para simplificar sus gastos de cocina no comía más que la sopa. Compraba con grandes descuentos cortezas vie­ jas de pan, y se hacía una especie de panetela para toda la semana. Mal que bien, la cosa pasaba los dos primeros días, pero al tercero y el cuarto ya comenzaba el estómago a mostrar su desagrado. No digamos nada del quinto y el sexto, en los que el estómago ya no podía más. ¿ Qué hacía entonces el célebre Crépin? Sacaba del armario una bo­ tella de rom, que le habían dejado sus padres en herencia, y la colocaba al lado de su plato lleno de sopa. —Vamos—se decia a sí mismo—no hay más remedio que tragar tu dolor y tu sopa, pobre Crépin, pero no te preocupes, que en cuanto tomes la sopa te beberás un riquísimo vaso de rom para entonarte. Tragaba la sopa, se sentía un poco mejor, colocaba en el estante la bo­ tella intacta, y se decía: —^¡Bah! Ya tomé la sopa... Deja­ remos el rom para otra vez.

Don Gaspar es homibre rico, pero amarra el dinero demasiado. Se le muere su mujer, le hace los consi­ guientes funerales, y se encuentra, con que le apuntan como gasto de dos mil trescientas pesetas. —^¡ Dos mil trescientas pesetasl-rri dice é!—. Preferiría que no. se hubie­ ra- muerto. —¡Y pensar ane yo había jurado, cuando me compré el automÓTÜ, Que no tomaría jamás el tren! mjCUAÍ CtAClAl En una fiesta de caridad pide una señorita con su bandeja llena de mo­ nedas de oro y plata a una riquísima dama que tiene fama de querer al dinero tanto como Judas. Esta saca una moneda de dos cénti­ mos y la arroja en la bandeja. La señorita la recoge, se la en­ trega y le dice: —Dispénseme usted, señora, pero no tengo suelto.

Francisquín es invitado a comer en casa de los Pedrete. Francisquín está muy bien educado y no se cansa de hacer elogios de la cocina. —¡ Exquisito, exquisito todo! Ha­ ce ya mucho tiempo que yo no como tan bien. Y el niño de los Pedrete: —Ni nosotros tampoco.

La duquesa de Nemour educaba por caridad a una pobre niña, y cuan­ do ésta andaba por los nueve años, le dijo en una ocasión: —Os estoy reconocidísima, seño­ ra. No puedo mostrar de mejor modo la gratitud que os debo dicien­ do a todo el mundo que soy hija vuestra. era soltera y exclama con horror: —Hija mía, ¿pero tú sabes lo que dices? —¡Sí, pero no se preocupe usted; yo no digo que sea hija legitima; so­ lamente digo que soy hija bastarda!

El.—De modo que me engañas y aún quieres que te lo agradezca. El novelista Feydeau iba a campo Ella.—¡Claro! Porque para engañarte he tomado el amante de tu traviesa cierta vez y encontró una mujer. posada. Tenía ganas de café, y entró y preguntó a la dueña: —Señora, me hace usted el fa­ vor... ¿Tendrían ustedes achicoria? mismas aficiones, pero a él no le gus­ taurante de moda. Los amigos son —iSí, señor. taban con aceite, sino con manteca. pocos, pero selectos; y el banquete —¿ Muchos paquetes ? Y un día el abate X convidó a co­ también. —Unos cuarenta. mer a Fontenelle. Como que uno de los platos es lan­ •—¿ Querría usted tomarse la mo­ —Tengo—le dijo—unos espárragos gosta, que le hace a Mendiguti chu­ lestia de enseñármelos? riquísimos. Y voy a hacer el sacri­ parse los dedos cada vez que la Salió la dueña, y regresó al cabo ficio de mandar que le pongan a us­ come. Y he aquí que el camarero de unos minutos con los cuarenta pa­ ted la mitad con aceite, y de comer­ sirve una, y Mendiguti advierte con quetes de achicoria. me yo la otra mitad con manteca. sorpresa que le faltan las dos patas —-¿Está usted segura de que no le Lo manda, y se preparan a cenar. mayores. quedan más?—preguntó Feydeau, re­ Pero en el mismo momento el aba­ —•; Camarero!—llama el héroe—. teniéndolos todos. te se siente mal y cae al suelo con A esta langosta le faltan las dos —Segurísima; sí, señor. un ataque de apoplejía. Fontenelle patas. —Pues ahora—le dijo el novelis­ se levanta en el instante, corre a la —Señor—le explica el camarero-— ta—, ahora hágame usted una taza cocina, y grita: usted sabe que la langosta es un ani­ de café. —¡ Todos con aceite! ¡ Todos con mal extraordinariamente agresivo, y aceite!... claro... éste ha tenido la desgracia de perder dos miembros luchando A Fontenelle le gustaban muchísi­ con otra. mo los espárragos, sobre todo pre­ Mendiguti ha tenido un gran éxito —Está bien—le responde Mendigu­ parados con aceite. Uno de sus ami­ teatral, y sus amigos le festejan con ti—, pues entonces, llévese usted esta gos, el abate X, tenía también las un magnífico banquete en un res­ langosta y tráigame la vencedora. Cuentos de "Muchas Gracias"

EL GLORIA PATRI que no dejaba nunca de asistir a coro, Algo enojado el portugués de que rezando, cantando y alabando a Dios el andaluz no se maravillase, ponde­ Cuentan que Godoy, cuando estaba en compañía de los otros canónigos. raba cada vez más las manifestacio­ en la cumbre del Poder y en lo mejor Luego anadia como cosa que le ha­ nes de duelo de su majestad fidelí• de su valimiento, protegió y favore­ bía chocado en extremo, y que era sima. ció pródigamente a sus antiguos ca- digna de memoria: El andaluz, no obstante, permane­ maradas los guardias de Corps. A dos —Aquí todo se reza en latín me­ cía indiferente y no se cansaba de o tres de ellos los envió de embaja­ nos el Gloria Patri. repetir: dores, a otros los hizo gobernadores —¿Y no hizo más que eso? y hasta virreyes, y no pocos fueron El portugués perdió por último la MANIFESTACIONES DE DUE­ de canónigos a diferentes catedrales. paciencia, y dijo para terminar: Uno, que era algo místico y no sin LO DEL REY DE PORTUGAL —Ahvda fiz mais: mandou que en razón presumía de teólogo. •. -o una todo o reino ninguem creese'en Deus canonjía en Sevilla. Un portugués contaba a un andaluz en tres anuos, para que Deus, nos lem­ Meses después de estar instalado en los extremos de doloroso sentimiento pos vendouros, saiva como se ten de su canonjía escribió a una señora que hizo cierto rey de Portugal por conduzir con o Rei de Portugal. íntima suya, que vivía en Madrid. la muerte de la señora infanta, su lin­ En la carta encarecía y pondera­ da hija. ba, como es justo, el esplendor y la Extraordinarias eran las cosas que EL COCINERO DEL ARZOBISPO hermosura de la gran ciudad del Be- el portugués refería; pero el andaluz, tis, contaba lo bien que le iba en su en vez de maravillarse, decía siempre: En los buenos tiempos antiguos, nuevo empleo y residencia y afirmaba —¿ Y no hizo más que eso ? cuando estaba poderoso y boyante el Arzobispado, hubo en Toledo un ar­ zobispo tan austero y penitente, que ayunaba muy a menudo y casi siem­ pre comía de vigilia, y más que pes­ cado, semillas y yerbas. Su cocinero le solía preparar para la colación un modesto potaje de ha­ bichuelas y de garbanzos, con el que se regalaba y deleitaba aquel vene­ rable y herbívoro siervo de Dios co­ mo si fuera con el plato más sucu­ lento, exquisito y costoso. Bien es verdad que el cocinero preparaba con tal habilidad los garbanzos y las ha­ bichuelas, que parecían, merced al refinado condimento, manjar de muy superior estimación y deleite. Ocurrió, por desgracia, que el co­ cinero tuvo una terrible pendencia con el mayordomo. Y como la cuerda se rompe casi siempre por lo más del­ gado, el cocinero salió despedido. • Vino otro nuevo a guisar para el señor arzobispo y tuvo que hacer para la colación el consabido potaje. El se —¡Cómo! ¿Se ha cafdo usted al asua? esmeró en el guiso, pero el arzobispo —¡Naturalmente! ¿Pensaba usted que yo habitaba aquí? le halló tan detestable, que mandó (Dib. de Enem.)' despedir al cocinero e hizo que el ma- vordomo tomase otro. . • Ocho o nueve fueron sucesivamen­ te entrando, pero ninguno acertaba a condimentar el potaje y todos te­ nían que largarse avergonzados, aban­ donando la cocina arzobispal. Entró, por último, un cocinero más avisado y prudente, y tuvo la buena idea de ir a visitar al primer cocine­ ro y a suplicarle y a pedirle, por amor de Dios y por todos los santos del cie­ lo, que le explicara cómo hacía el po­ taje de que el arzobispo gustaba tanto. Fué tan generoso el primer coci­ nero, que le confió con lealtad y lau­ dable franqueza su procedimiento mis­ terioso. El nuevo cocinero siguió con exac­ titud las instrucciones de su antece­ sor, condimentó el potaje e hizo que se le sirvieran al ascético prelado. Apenas éste le probó, paladeándo­ le con delectación morosa, exclamó entusiasmado: —^Gracias sean dadas al Altísimo. AI fin hallamos otro cocinero que ha- ~.e el potaje tan bien o mejor que el antiguo. Está muy rico y muy sabro­ so. Que venga aquí el cocinero. Quie­ ro darle merecidas alabanzas. El cocmero acudió contentísimo. El arzobispo le recibió con grande afabi­ lidad y llaneza, y puso su talento por -—Señora: vengo a ofrecer los «ervicioB de mi madre, que es la­ las nubes. vandera. Animado entonces el artista, que •—Perdona, niña, pero aquí tenemos una costumbre: la ropa sucia la lavamos en casa. era además sujeto muy sincero, fran­ (Dib. de G. Questiad.) co y escrupuloso, quiso hacer gala de su sinceridad y de su lealtad y pro­ bar que sus prendas morales corrían parejas con su saber y aun se ade­ en hito al cocinero, con sonrisa entre Por fin el cómico, cual cosa lógica, lantaban a su habilidad culinaria. enojada y burlona, y le dijo: decidió resolver sus dudas consultan­ El cocinero, pues, dijo al arz^^- •—¡ Pues engáñame tú también, ma­ do el caso con su director. bispo: jadero! —Alire usted, don Fulano—le dijo—, confieso que no doy en el quid; haga —Excelentísimo señor: a pesar del TRADUCCIÓN LIBRE profundísimo respeto que ,V. E. me usted el favor de explicarme detalla­ inspira, me atrevo a decirle, porque Un primer actor y director de zar­ damente la psicología del personaje lo creo de mi deber, que el antiguo zuela, reconocido en toda España, y a que he de representar. cocinero • le estaba engañando y que quien no quiero nombrar por no des­ Y el tal director, con toda la im­ no es justo que incurra yo en la mis­ honrarle artísticameiite, repartió una portancia que a su elevado cargo co­ ma falta. No hay en ese potaje gar­ obra en su compañía y empezaron rrespondía, respondió: banzos y habichuelas. Es taia falsifi­ los ensayos. —Pues, hombre, el caso es sencillí­ cación. En ese potaje hay. albondigui- Uno de los actores, encargado de simo. Se trata de un tipo desahoga­ tas menudas hechas de jamón y pe­ un principal papel, se hallaba muy do, sinvergüenza, fresco...; ¡una es­ chugas de pollo, y hay riñoncitos de preocupado, pues por más que el hom­ pecie de allons cnfant de la patrie I aves y trozos de criadillas de carnero. bre ponía en el estudio toda su vo­ Ya ye V. E. que le engañaban. luntad, no lograba dar al personaje el El arzobispo miró entonces de hito carácter que el autor exigía. Compre "La Novela de Hoy" SANGUINAS JUStiCÍS CIGI SmOr por Catulo Mendes

QUELLA noche dos mujeres llo­ dad, la miseria, la horrible desespe­ un lirio recién abierto a las caricias A raban al mismo tiempo y por ración de implorar, traducidla en ges­ del rocío de la mañana, o bien esta­ idéntica causa. tos de cólera impotente. ría locamente enamorado — porque Alejadas completamente, descono­ Pero aquella noche, Margarita y los hombres son unos imbéciles—de cidas, viviendo la una en la peor Elena, tan distantes la una de la aquella bailarina de las Foücs-Berge- buhardilla del barrio de Santa Mar­ otra, lloraban al mismo tiempo. re, que con las mallas demasiado es­ garita, y la otra en el más lindo y Margarita derramaba abundantes trechas para el volumen de sus for­ elegante hotel de la Avenida del lágrimas porque el ladrón o asesino mas y la ligera falda de gasa hueca, Bosque. como inflamada por el ambiente lu­ En nada se parecían; la primera minoso del escenario, le había diri­ extraordinariamente pobre, y la se­ gido dos o tres miradas apasionadas. gunda fabulosamente rica, poseyendo ¡ Ah!, infame. además ésta toda la belleza de las Sea como quiera, el elegante jo­ flores que abren sus pétalos en ele­ ven no pareció, y Elena, deseosa de gantes jarrones del Japón, y aquélla ardientes caricias, pasó toda la no­ la horrible fealdad de un ramo mar­ che sollozando, con sus negros ca­ chito y arojado a la calle en la es­ bellos esparcidos sobre los blancos en­ puerta de la basura. cajes de su camisa. Había además entre otra di­ Pero ¡ ah!, que no ocurría lo mis­ ferencia, y era que Margarita men­ mo en el sucio y desabrigado chiri­ digaba por los boulevares, desde ano­ bitil ; el ladrón, el desalmado, llegó checido, para poder tener con qué por último, con el sombrero en la co­ pagar a su amante—un rufián desal­ ronilla, sucio, apestando a borracho, mado—^vasos de cerveza, mientras horrible en una palabra, y cogiendo que la baronesa Elena iba volunta­ con sus largos brazos de orangután riamente casi todos los días con dos o a la joven la ibesó en la boca, mien­ tres gomosos a llevar limosnas a los tras ella, que pocos momentos antes pobres necesitados. —Decía el marqués que me iba a derramaba lágrimas, reía ahora, fe­ vestir, y ha resultado todo lo con­ La irónica Providencia se compla­ trario. liz, contenta y satisfecha, por tener (Dib. de Puch.) ce en estas desigualdades; por una junto a si a su amante. parte todo el esplendor posible, la Porque el amor, el justo amor, hermosura, las sonrisas, el orgullo hace feliz a la desgraciada mendiga, a quien ella amaba con locura no de agradar a todos; por otra, la feal­ mientras que sume en la más ne­ venía, a pesar de ser las tres de la gra desesperación a la opulenta se­ madrugada, al frío y al triste chiri­ ñora. bitil donde la joven, sentada sobre un jergón tísico, le aguardaba impa­ ciente. i Oh!, sin duda se había entreteni­ do con alguna mujerzuela más fres­ ca o mejor vestida que ella, en un hotel bien decorado con cortinas en las ventanas y donde cuesta seis rea­ les la hora. Elena lloraba, porque el elegante y delicado caballero a quien desdfe hacía tres meses amaba, no usaba aquella noche el permiso que le ha­ bía concedido de penetrar en su al­ coba, entrando en el hotel por la puerta del jardín. Estaba sin duda el ingrato en el Ella.—He soñado que estaba cu­ —¿Es para el cuadro de la Virgen houdoir de alguna cocotte bebiendb bierta de joyas. ¿Qué querrá decir para el que voy a posar hoy? champagne en riquísimas copas de eso? —No me hagas reír; si fuera para El.—Que preveo un día que me eso no te hubiera llamado a ti. cristal de Bohemia, que semejaran va a salir caro. rAGINA DE INVIERNO

^na . cii;4P'(l?:i$a, canaz. de. derietir la nieve mi» pétrea- (Acuarela de LoTensi.) 10

LA SINCRONIZACIÓN

L cine parlante ha avergonzado al completamente mudas. Los altavoces aquello del comadreo, pero sería algo cine mudo, que todavía nos po­ no son otra cosa en esos casos que inconcebible. E día guardar muchos y muy agra­ la ruina de los célebres profesores Lo mismo podríamos decir de cier­ dables ratos, estropeados por la mu- de orquesta, que se han quedado sin ta música con que se acompañan las siquilla o musiquina con que se le trabajo. Pero son relativamente pocas. películas. Algunas serán muy selec­ disfraza para poder usar el calificati­ Y, sin embargo, cuánto bueno po­ tas, pero son inadecuadas; y el pú­ vo de sonoro. díamos ver si se suprimieran esas blico protesta, a veces airadamente, y Se puede pasar por que el cine no adaptaciones musicales. justo es decir que le acompaña toda sea propiamente parlante. Esto es, No vale nada el que nos hablen de la razón. por que los personajes gesticulen sin lo selecto. Y, a pesar de ello, aún no se ha acu­ que el movimiento de sus labios se Nosotros no nos la damos de crí­ dido a un efecto cómico que podría traduzca en palabras que lleguen has­ ticos, ni de cultos. Al público se le ser de gran resultado, y que lo des­ ta nosotros; pero lo que por lo vis­ puede jeringar muy fácilmente lle­ cubrimos a pesar de que sabemos que to no es tolerable, o quita categoria nándole de intelectualidad y de co­ no nos lo van a pagar. La música en a la producción, es que los altavoces sas selectas. Cada cosa en su lugar. las películas cómicas sonoras debía no funcionen. "La Chelito" cantando Las coma­ estar en contradicción con la escena Aún perduran algunas películas dres, en cuplé, podría estar bien, por a que acompañe. Un pasodoble tore-

Loila Hyams, de la Metro-Goldwia, dispuesta a recibir un beso en español. ti

ro, mientras llora una damita, podría aumentar la comicidad. Lo malo^ es que el público no se fija en la músi­ ca más que cuando se aburre. Esta es la realidad, aunque se nos quiera decir lo contrario. Bastaría pregun­ tar uno a uno a los espectadores qué tal era la música para ver en segui­ da que no habían reparado en ella. •Cuando le cansa—que es la mayor parte de las veces—, sí, entonces nos darían todos la misma contestación: un latazo. Hace ya mucho tiempo, antes de que se conociera la película sonora, el público, cuando se. aburría, pedía música a voz en grito. Esto sirvió a algunos que gustan de sacar conse­ cuencias originales para advertir muy seriamente a los empresarios de que el cine aburría al público, puesto que necesitaba un ruido para acompañar­ le, aunque ese ruido pudiera ser un arte. Ahora cabría decir que esta necesidad es una de las muchas que ha venido a llenar el cine sonoro. Pero no es verdad. Nos han quitado aquella afirmación del poder del pú­ blico que consistía en pedir a la or­ questa una pieza determinada. Aque­ llo ya pasó, y es una lástima. Se ha perdido también el poder hacer ca­ llar a la orquesta en ciertas ocasio­ nes, porque el cine sonoro no puede vivir sin sonoridad. La única sincronización que puede considerarse perfecta, y jamás protes­ tada, es la de las películas de dibu­ jos animados, que han constituido uno de los mayores éxitos del nuevo cinema. Si admitimos el favor del público para estas películas tenemos ,m. ti - también que admitir sus protestas para esa musiquilla con la que se Marianne Schockler, de la Uni- le hace insoportable algunas proyec­ vorsal Film, nos mira con unos ciones. , .V^ OÍOS como para tÍTarse a nadar. La sincronización tiene también otras ventajas para la industria cine­ matográfica. Los autores de algunos libros han recurrido al procedimiento de cam­ talla, mostraban ilum.inadas sus cal­ biarles el título y darles así otro u vas durante la proyección. otros "golpes" cuando lo han juz­ No es una tradición perdida sobre gado necesario. El lector no se ha la que haya llorado nadie. Ni siquie­ enterado de nada hasta que ya no ra podría llamarse tradición; pero tenía remedio; y estas cosas no tie­ eran al menos un punto de ataque para nen remedio cuando se ha pagado el descargar los nervios averiados por ejemplar. . el aburrimiento. En el cine se ha recurrido ahora a Si las cosas continúan así, será dar "golpes" nuevos a las películas preciso que los altavoces colocados que nos habían servido completamen­ sario excitar a las masas para que lo tras la pantalla de plata, como ahora te mudas, mediante la sincronización. hagan, porque ya se encargan de ha­ se llaman, se coloquen en el exterior, Tres o cuatro ruidos alusivos al cerlo cumplidamente. a la vista de todos. "texto"..., y entre todos ellos, y so­ La sincronización podríamos defi­ Esto sería lo justo, porque asi, bre todos ellos, la musiquita inso­ nirla como el camelo del cine sono­ cuando nos molestaran, ya sabríamos portable. Pero ello permite anunciar ro, cuando no es otra cosa que este encontrar la manera de hacerles ca­ como »onora lo que antes fue muda acompañamiento de orquesta. Es un llar, cuando menos para toda la y pretender que se ha realizado una sustitutivo de aquellas agrupaciones noche. reforma que implica una mejora. Con­ de profesores que, refugiados bajo tra esto hay que protestar en la ma­ unas tenues lucecitas al pie de la pan­ CIRÍACO VALENTINO. yoría de los casos. Pero no es nece- 12 í3

ÁLBUM DE BELLEZA 1*^ "MUCHAS GRACU.S" No es broma, ¿ch?... tic un tnoiio rido para casarse con Pablo, cuan­ Las muferes de la Ilíeraíura muy ridículo, pero muy serio a la do, a la entrada misma de la bahía par, se dice en la novela: "En ocasio­ de Puerto Luis, tan cerca del muelle VIRGIVII (De Sainf-Pierre) Por Luis de Ofeyza nes representaba Virginia a la infe­ que se veían y cambiaban saludos, liz Ruth, y hacía como que iba reco­ Pablo desde la orilla y Virginia des­ =•11 giendo las espigas olvidadas por los de el barco, i cataplún!, el barco segadores. Pablo, imitando la grave­ naufragó. Todos, tripulantes y pasa­ 111 III dad del patriarca bíblico, se acerca­ jeros, se salvaron, pues despojándose ba a ella', y movido de compasión so­ de sus ropas se tiraron al mar. To­ corría la inocencia y el infortunio, dos menos Virginia, que no quiso po­ UNQUE los autores suelen enfa­ solutamente personal. Como crítico, dándola toda clase de provisiones. nerse en las condiciones necesarias a A darse conmigo, yo no me inco­ ante la referida estupidez de crear un Después, fingiendo conducirla al tem­ la natación, ¡ porque estaba delante de su novio! Virginia rechazó la pro­ modo nunca con los autores, y tipo de mujer así de estúpido, per­ plo, declaraba que la tomaba por es­ manezco ecuánime, condenando el de­ puesta de desnudarse "con nobilísi­ eso que la recíproca molestia que nos posa." Hay que creerlo, pues. Y que causamos en ellos es voluntaría, y en lito, pero compadeciendo al delincuen­ ma dignidad", y hasta se arrolló las creer que a Virginia le divertía el mí, no; ellos leen mis críticas por­ te. Mas es que no sólo ejerzo el sa­ faldas a las piernas para evitar que jueguecito, porque nadie juega a lo que quieren, y yo tengo la obligación cerdocio de la critica, sino que tam­ el oleaje, alborotando aquellas, des­ que no le divierte. de leer sus obras. bién soy oficiante de la Sociedad de cubriese éstas a las miradas de Pablo. Demuestra esto que soy hombre de los Terribles, y por esto, el ejemplo Después sigue Virginia constante Las mujeres deben morir primero excelente carácter, al menos en los que da Virginia me perjudica, hacién­ en sus aficiones y se muestra tan de­ que enseñar las paiitorrillas ante sus asuntos que a mi profesión se refie­ dome incomodar con Bernardino cidida a realizar de veras lo que fin­ pretendientes. Lsta es la moraleja ren. Y como el hecho de llamar la Saint-Pierre, su creador. ¿ Compren­ gía jugando, que su señora madre que se desprende, de la conducta de atención sobre una de las bellas cua­ déis?... tiene que advertirle: "Oculta tu amor Virginia. Ustedes verán si tal mo­ lidades que me adornan pudiera pa­ Voy, por si acaso, a explicarme a Pablo, pues cuando una doncella raleja es opuesta al generoso objeti­ recer pecado de orgullo, diré, ante más claramente; todo lo claramente da su corazón, a su amante no le vo de la Sociedad de tos Terribles. todo, que si lo realizo, no es por posible. La mentada entidad, consti­ queda ya qué apetecer de ella." Vir­ Y si tal ejemplo puede perjudicarnos vanagloria, sino para disculpa. Tra­ tuida bajo la advocación de El terri­ ginia, sin embargo, no atiende el con­ a los miembros de la benéfica enti­ to de hacer perdonable el enfado que ble Peres, tiene por objeto el fomen­ sejo y expresa al antiguo compañero dad. Yo creo que esto último, sobre voy a manifestar—acaso muy duro, to de las conquistas amorosas, estan­ de juego lo que siente por él, prome­ todo, es indudable. pues estoy furioso—contra un autor. do obligados los socios a ser, como tiéndole ser suya o del claustro, según El propio Don Juan Tenorio que Tal enfado parecerá, sin duda, pro­ el patrono lo era, émulos en sus altas la clásica fórmula de las novias leales. levantase la cabeza fracasaba en su fesional meramente, ya que tiene por hazañas del señor Tenorio (Don Y siempre igual, i Ni la ausencia empeño galante dando con una mu­ causa la creación de una figura lite­ Juan). Y existe.en los Estatutos una apaga el amor que, por Pablo, Vir­ jer imitadora de Virginia. Claro que raria y que va contra un escritor cláusula, que dice: " Pieza levantada ginia siente, aunque durante la ausen­ Virginia no tendrá muchas mujeres muerto hace más de cien años. Sin será pieza cobrada", y tiene el re­ cia vive Virginia en la corte de Fran­ que la imiten... Pero con que tenga embargo, no lo es; repito que jamás glamento im articulo que decreta la cia, rodeada de jóvenes gallardos e mía y dé yo con ella, me veo arro­ perdí, incomodándome con los auto­ expulsión, por indigno, del miembro ilustres! Sólo piensa la amada, mien­ jado ignominiosamente de entre los res, la augusta serenidad que debe in­ que fracase., en un galante empeño. tras está lejos de su amado, en co­ Terribles. formar siempre a quien actúa en los Así, la presentación de Virginia rrer a reunírsele, cosa que realiza Comprended, lectores, mi enfado inapelables tribunales de la crítica. como modelo para doncellas aman­ en cuanto se la presenta ocasión. Tal contra Saint-Pierre. Considerad que No y no. Mi enfado contra Ber- tes, me perjudica en mi calidad de es la vida toda de Virginia, pues mue­ tengo razón sobrada para incomodar­ nardino de Saint-Pierre, porque en Terrible. re antes de pisar la isla Mauricio. me con el creador de Virginia. Y su novela Pablo y Virgina haya he­ ¿ Que qué hay en la viaa QÍ esta Excelente vida, ¿eh? disculpadme si, olvidando la augusta cho a ídem—digo ídem para no re­ joven contrario a los nobilísimos pro­ Pero si nada tengo que censurar de serenidad de la crítica, le insulto. petir Virginia, ; hay que cuidar el es­ pósitos de los discípulos de Pérez?... la vida de Virginia—vida toda dedi­ Bernardino, ; eres un morral! tilo!—tan estúpida como esta estupi­ En la vida, nada; Virginia, desde sus cada al objeto de su amor, vida como dísima joven resulta, es de índole ab- primeros pasos, caminó por donde para la mujer que pretende debe Pablo, su enamorado, quiso conducir­ desear un Terrible—, tengo, en cam­ la, ora fuese a los bosques, ora fue­ bio, mucho que censurar de su muer­ se a los páramos, que en la isla Mau­ te. Virginia murió ahogada porque ricio—lugar de la acción del novelu- prefirió morir a... ¡ Ah, qué estupi­ cho de Saint-Pierre—son bastante dez tan grande se le ocurrió poner sombríos y desiertos, respectivamen­ al estúpido de Bernardino de Saint- te. Y va por amor... ¡Como que en­ La bcllíiima "reáette" Lina Mayer con »u so»'/*' «Ui ojazos, su« cabellos crespos... ¡Casi Pierre para final de su «stupidísima tre las diversiones infantiles de estas Bá! ¡Y Mn el ^"' ""»• h.c! novela 1 criaturas estaba el jugar a los matri­ '^ (Foto Mendoza.) Regresab» Vireinia a la isla Mau- monios I M

¿Cómo va a levantar él acta contra un oficial? :Cuentos judíos: —Además, viaja en primera con bi­ llete de tercera—añade Rabinovitch. El revisor no tiene más remedio que reconocer que el billete del oficial es En Rusia, en un compartimiento de Y para que le comprenda mejor, le de tercera clase, tomar nota de ello primera clase, Rabinovitch se en­ da dos bofetadas. y hacerle bajar en la primera esta­ cuentra sentado enfrente de un ofi­ Golpeado y descontento, el judío ción. cial. Ha intentado varias veces, aun­ medita vengarse. Sube el revisor. Al llegar Rabinovitch al punto de que en vano, entablar conversación —Señor revisor—le dice Rabino­ su destino, oye que le llaman: con el oficial. Este, enfadado, le grita: vitch con voz tímida—, este señor me —¡ Eh, judío! i Detente, judío I —¡ Alaldito judío I ¿ Has acabado ha pegado. Levante usted acta de ello. —¡ Dios del cielo: es el ofitial I de importunarme ? El revisor no sabe dónde meterse. ¿Qué desgracia va a caer sobre su cabeza? —No quiero hacerte nada... Dime tan sólo cómo sabías que mi billete era de tercera clase. —Pues muy sencillo: porque era del mismo color que el mío.

Un católico, un protestante y un judío se encuentran después del ca­ samiento de un amigo de ambos. —Yo no he podido asistir al casa­ miento de nuestro amigo—dice el ca­ tólico—, pero le he mandado un ser­ vicio de café para doce personas. —Tampoco yo he podido asistir —dice el protestante—, pero le he mandado un servicio de té para vein­ ticuatro personas. El judío, a su vez, dice: —Yo estaba viajando, pero le he enviado unas tenacillas para que pue­ dan servirse azúcar doscientas cin­ cuenta personas.

Un señor polaco manda llamar a! judio Yankelé. —Yankelé—le dice—, te he manda­ do llamar para un asunto. —A sus órdenes, señor. —Verás de qué se trata: necesito dos zarceros (*). —Nada más sencillo, señor. Preci­ samente sé de dos que están en venta. ¿ Cuánto dinero quiere usted gastarse ? —^Cien rublos. —¡ Cien rublos 1 ¿ Tiene usted ganas de broma? ¡Cien rublos 1 Imposible. Mejor será que me vaya. —i Calma, calma, Yankelé ! ¿ Cuán­ to pides, entonces? —El doble. —Está bien. Pero ¿son hermosos, por lo menos, tus zarceros? —^¡ Magníficos 1 —¿Cuándo los tendré? —Dentro de unos días, señor. —^Cuento contigo. Puedes mar­ charte. Se marcha Yankelé y, en la calle, se encuentra a su amigo Schloimé: —¿Quieres decirme, Schloimé, qué «6 -un zarcero? La hermosa artista señorita Pedros se ha metido en un rinconcito del estudio ds Mendoza, que es, sin duda, al "rinconcito de la elorU". , (Fet» M«ndo»».) (*) P»rr»e pM^oiMs. 15

Cosas de Teatro' por ^ Enrique Povedano

EL JUICIO DE SALOMÓN conseguir la colaboración —• aunque te del dinero del neófito, prometien­ sólo fuese figurada—de un consagra­ do no sólo firmar la obra, smo colo­ Al popular y famoso autor cómico, do, se dirigió a casa de Granes y le carla en un teatro de la corte, donde ya fallecido, Salvador María Granes pidió que firmase con él una obra en había de ser estrenada a la mayor se presentó cierto día un escritor de un acto titulada "El juicio de Salo­ brevedad posible. provincias totalmente inédito. món". En efecto, a los ocho días ya el El tal autor en agraz, hombre de Don Salvador, que siempre estaba jruto estaba en ensayo. algún dinero, venía a Madrid dis­ a la cuarta pregunta, cogió la ocasión Si la obra era buena o mala, eso puesto a estrenar, y comprendiendo por los pelos, aunque dicen que es ni el mismo Granes hubiera podido que lo más preciso para lograrlo era calva, y se aprovechó cuantiosamen­ decirlo, pues ni siquiera se había to­ mado el trabajo de leerla; él no había hecho otra cosa que poner su firma y recomendar el libro a la Empresa; de los demás trámites al uso—repar­ to, lectura y paso de papeles—^habíase encargado el otro, el autor verda­ dero. Una noche, el director de la com­ pañía vio a Granes en un café de la Puerta del Sol y le dijo: —Don Salvador, a ver si va usted mañana por el ensayo. Llevamos ya la obra muy adelantada y necesitamos que usted nos dé los últimos toques. —; Sí, hombre, sí; no faltaba más! —respondió el saladísimo e ingenioso escritor—. Iré con mucho gusto. Al día siguiente, por la tarde, y cuando empezaba el ensayo de una obra que no era precisamente la de Granes, ni mucho menos la de su co­ laborador improvisado, se presentó don Salvador en el teatro. Como Granes no conocía de su obra más que la portada, creyóse que aque­ llo que se estaba ensayando era lo suyo, y, ni corto ni perezoso, cogió una silla, se colocó junto a la con­ cha del apuntador y empezó a hacer observaciones que, en realidad, no cliocaban a nadie, puesto que se tra- tal)a de un autor de prestigio harto re­ conocido. Terminó por fin aquel ensayo, y entonces dijo Granes con la bru.5que- dad y franqueza que le eran habi­ tuales : —Esto ya está bien. Pero lo que no comprendo es por qué mi colabora­ dor le ha puesto por título a esta obra "El juicio de Salomón". —Pero, don Salvador—respondió un cómico—, si esta obra no es la de usted. —¿No? —Esta es otra. "El juicio de Salo­ món" lo vamos a ensayar ahora. —^; Ah, vamos!... '¡Ya decía yo que no veía el juicio por ninguna parte!

Miren ustedes qué risa les ha entrado a l«s notables bailarinas hermanas Torres... Se ríen porque no» henu>s quedado bobos contemplándolas. (t) Del Libro "Cómicos al desnu­ (Foto Mendoza.) do." Librerías Fe. i6 EL PINTO E H I S T O B I A

Por vez primera se encuentran Ana y Juan, el pin- El la encuentra tan bella, que la propone hacerla tor del bosque. un retrato al óleo.

Ella acepta. Pero al empezar a Juan le asalta una —Entonces—dice ella—, i quién me pintará lo de- .,. duda: más? —El caso es que yo solamente pinto la Historia... ' (Dib. de Alexandre Gensy.) í7

ANECDOTARIO' por E. Barriobero

El presidente hace el resumen con —¿ Es usted pariente del procesado ? •—... Y lo probaré no con argumen­ la imparcialidad que para estos me­ —Yo, no. El pué que acaso sea un tos jurídicos, como los del señor fis­ nesteres habíase generalizado. poco pariente mío; quie decirse., cal, sino con argumentos irrefutables. —El defensor os ha dicho, señores mío, no; de mi mujer. jurados, para presentar la necesidad como justificación del delito; recuer­ • • • —Al entrar el procesado, de no­ do la frase: " El hambre hace hasta che, por la ventana, como habéis a las fieras salir de sus cubiles." Y El defensor.-—Pero, | ah, señores!, oído, despertó al niño; éste comen­ esto no es exacto, señores jurados; que el marido no compartía solo la zó a gritar: ¡Papá, papá!... Era que cuando las fieras tienen hambre, tra­ fidelidad de su esposa. llamaba a su padre. bajan como cada hijo de vecino.

—Y sin consideración a que se en­ El fiscal.—Porque la Justicia, se­ contraba en el séptimo mes de em­ —... Y en el lapsus de tiempo de ñores, de igual modo ampara al la­ barazo, le dio una patada en el vien­ aquella mañana... drón que al hombre honrado... tre y la hizo abortar. Ya lo veis, se­ ñores magistrados; no se puede ne­ gar que el procesado quitó la vida a un ser postumo.

En una causa por violación y ase- inato exclama el fiscal: —¡ El que la violara, está bien, se- .ores jurados; pero el asesi,iarla des­ pués... !

De un abogado elocuentísimo, que iempre tuvo muchos prosélitos entre os noveles: —Pudiera decirse, señores magis- rados, que con la bendición sacerdo- al cayó sobre los cónyuges la scmi- la de la tragedia. En la propia noche le bodas se abrió un abismo, que de Jía en día se fué ensanchando, se fué ensanchando...

En un delito de violación y asesi- lato: —El fiscal, señor, no puede pres­ cindir de tener a la vista todo lo que lia servido para la comisión de estos delitos...

Cierto fiscal tenía la debilidad de lialogar con los procesados cuando d presidente se lo permitía, y en cier- a ocasión dijo a un subdito cubano, )ara quien pedía que en un delito ;ontra la propiedad se le apreciara la agravante de ser vago. •—Y usted, al no encontrar aquí trabajo, según dice, ¿por qué no se volvió a su tierra? —^Por falta de recursos, señor ",scal. —Pues cuando no se tiene medios para ir de otra manera, se va uno i pie.

Ella.—Han llamado. , ^ , (1) De la Colección "Quevedo". El.—¡Caramba! Debe ser mi mujer que vuelve. ¡Qué pronto se ha Librería Fe. despedido hoy de su amante! i8

Riparaiido Salomé, Esos rizos juguetones —^Sí, mamá ; i)ero cómprame tam­ que con descaro gentil de tu brillante melena, bién un soldado que la acompañe. miraba su escote Gil, esa frente pura y llena dijo airada: ¿Qué hace usted?, de risueñas ilusiones, y él respondió suspirando: esos ojillos bribones —Hago trabajos profundos... . que el mirarlos enajena, he visto ya los dos mundos, esa boca, que envenena y el plus ulti-a estoy buscando. de muchos los corazones; ese cuello tan gracioso, ese seno palpitante, Cuando mi suegra enfermó, ese brazo tan hermoso, mi amigo el doctor Abad esa cintura elegante, con su ciencia la salvó. ese... que siga el curioso Desde entonces, lo que es yo que haya visto lo restante. ^ ya no creo en la amistad. —i Tú le has mirado al pasar! —¡Y tú al pasar la has mirado! —¡ Es que yo puedo mirar! —¡ Estás muy equivocado ! —¡ Teresa! —^¡ En casa verás I —Mujer... ¡Sufrirte ya es mengua! En la feria: —¿Me estás buscando la lengua?... •—Julita,, ¿quieres .que te compre ¡ Pues no me la encontrarás I una muñeca para que sea tu niñera? Argumento ad hóminem recogido de labios de un defensor en una Au­ diencia andaluza. —El señor fiscal funda la existen­ cia de la premeditación en que mi defendido salió de casa el día de au­ tos con una pistola cargada en el bol­ sillo, y yo, con todos los respetos, le digo: Su señoría salió esta maña­ na de su casa con todo lo necesario para cometer un atentado contra la honestidad, y bien seguro estoy de que no ha pensado en, ello.

El fiscal.—Y ¿quién le ha contado a usted esas cosas? •—Le diré a usía, señor fiscal: en la calle de Hortaleza hay una don­ cella... •—¡ Hombre! j Con que en la calle de Hortaleza hay una doncella?..,

El.—El hombre ha cambiado mucho. En mis ti«mpos «ramos más cultos, más IntelÍKentes, más modestos. Ella.—iSi, si! ¡Cómo han cambiado ustedes! 19

liabla cii la Sección tercera un abogado novel, impetuoso y rebelde, en defensa del autor de uno de esos Importantísimo «IB»!»» Bt Pl! crímenes llamados pasionales: —Por el resultado de las pruebas, La solicitan los siguientes ciuda­ señores de la Sala, se puede y se Por motivos completamente ajenos danos : Francisco Giménez, legionario, Sép­ debe llegar a esta conclusión: mi pa­ a nuestros buenos deseos, no hemos trocinado no tuvo intención de de­ tima Bandera, 28 Compañía, Ceuta. linquir ; su propósito está bien cla­ podido enviar a los interesados el Casimiro Chicharro, legionario, Oc­ tava Bandera, 29 Compañía, MeÜlla. ro : primero, suicidarse, y después, tomito encuadernado de El baile de matarla... Pedro Losada, Sanidad Militar. los espectros, de José Más, publica­ Depósito de medicamentos, Larache. Los cabos Lisardo Vegas España, do en el folletín de esta Revista. Mariano Gil Ayuso, Eduardo Clavi- Rogamos a todos nos perdonen este jo, Luis Martín García y Francisco Cuadrado. Comandancia de Ingenie­ retraso, y les aseguramos que den­ ros de Marruecos, Delegación de la tro de esta semana, recibirán los lec­ Circunscripción Oriental, Melilla. Antonio Ortiz Rubio. Intendencia. tores que lo solicitaron, coleccionan­ Cuarta Compañía, Larache. do la novela, el libro encuadernado Julián Domínguez y Antonio AI- varez. Aviación Militar, Recajo (Lo­ De otro fiscal no menos ingenioso con unas vistosas tapas. Al mismo groño). y ameno: tiempo secibirán el segundo tomo de Ginés Soura García, Cuarta Ban­ —Yo os pido sin la menor emoción dera, Décima Compañía. La Legión. sin la vacilación más insignificante, la "Biblioteca Muchas Gracias", Cua­ Dar Riffien (Ceuta). que impongáis al procesado la pena tro cuentos de Bocaccio, perfectamen­ Mohamed Bcn Abdel Kader Tan- de muerte. Cuando yo voy por la yani. Soldado núm. 14.189 de Regu­ calle paseando tranquilamente con mí te encuadernado, como el anterior. lares de Ceuta núm. 3, Tercera Com­ familia y me encuentro un chacal, lo pañía, Tercer Tabor. Campamento de mato y se acabó. LA DIRECCIÓN Bab-Tazza (Regiones de Xauen).

^i i>:.}A

El.—Creo que no termino la carrera. Ella.—No me importan tus (íritos ni tanto asi... Ella.—¿No terminaste el tercer año? El.—Vas a agotar mi paciencia, y tengo muclia. El.—Sí; pero desde que tenemos relaciones no saino Ella.—Ni tanto así, ¿sabes? i Ni tanto asi! del cuarto. ib

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136 Pigauli-Lebrun EÁ ahaie sin penas 137 HO Pigault-Lebrun El abate sin penas m caabarfo, que me consuele; porque Fuese presurosamente a la aba­ la abadía. El abate brincó los es­ sin duda, dignas de perdón; así es si me añijo, si lloro, con eso no día del Bosque; habló, insistió, su­ calones de cuatro en cuatro; topó que se juzgó no perdonarlas. Deci­ ablandaré los metales, y la reja del plicó, pero la tornera estaba inco­ con el amo de la fonda, a quien dióse que Valentín quedaría aban­ convenio continuará siendo de hie­ rruptible. Enseñó él un segundo do­ clavó en la pared de un empujón» donado a su suerte; que no se le rre. Aunque... la tornera es amiga blón... que no dio; nada conmovía le tiró un doblón al suelo, y nada recibiría más en casa; que la en­ nía, o al menos debe de estar dis- al cancerbero hembra. Salió Valentín se le podía decir a un caballero o trada en la de la abuela le queda­ bastante triste, murmurando: |»uesta a servirme, pues que Ka re­ señorita que tan generosamente pa­ ba prohibida; que Estrella ao vol­ cibido mi más hermoso doblón. Es­ —Hay que consolarse. gaba. Nuestro Valentín se escurrió vería a salir del convento, y que ea cribiré una tierna carta, la tornera En esto, un carpintero, llevando seguida su tierna mamá iría a llevar en medio de las cinco o seis muje­ la entregará y me traerá la respues­ un ataúd al hombro, tiró de la cam­ la orden de empezar, sin pérdida de res que se apeaban de los coches; ta..., y después... veremos. panilla del convento. tiempo, su noviciado. Toda resolu­ entró con ellas en el interior del con­ El abate entró en un café; se —¿Para quién es eso tan triste? ción tomada por una sola cabeza vento, y la intratable tornera le hizo servir papel, pluma y tintero; —Para Sor San Juan Criaóslomo. es acto continuo ejecutada. No ha­ ofreció una silla como a las demás. escribió tres páginas en folio^ de es­ —¿Cuándo ha muerto? cía una hora que la presidenta se tilo tan pronto patético como festi­ —La noche ultima. Esperábase a la superoira. y ocho había levantado, cuando ya estaba vo, y terminó proponiendo a Eslre- —¿A qué hora? mujeres no esperaban sin hablar. en la abadía del Bosque. Valentín no tardó en saber que una Ha saltar una noche por encima de —No lo sé. Estrella compareció y fué tratada los muros. —¿ Cuándo será el entierro ? de ellas era hermana de la difunta, como culpable, por más que nada Con el dinero que conservaba Va­ —Mañana por la mañana. que otra era sobrina, que hay pri­ se supiese de positivo sobre lo que lentín, había, a su juicio loco, como —¿A qué hora? mas carnales y primas lejanas, que había pasado. Lloró mucho y dijo, para dar la vuelta al mundo. —No lo sé. todas aquellas señoras se conocían con tono timidísimo, que si había UIS 'B9 05I33J^ *9[qEJOAUJ XHOI SUOd -jnp íssndsap OJSODB as A ouaa 'oira ap B]jand BT B uojBjed ja[inb|B ap aiUBinp is anb X *OUB un iBinp anb as oa snb sosjed BSOD B'I '•—uij -o^) •OJU3AUOD p aiuaij Epcnjis Bp S3l|DOD SOp 'Bip3UI X dAaUU SB| y Biua; opBiaiAoa ns anb appuaioip '"^PA 3S B 1 o 3 p r¡OlUOUI3(j!- -uoji Bjsapoui Bun ua ojiBna un ouio] •JOABJ oíosuoa B] íompa B| Biouadns B*^ •••sosaons SOÍ X 'ojni ap uaAof Bun B ÍUSSA Bjpd ns ua jaoBi| uasaipnd Bjpiisa Buanq -a]uamB)Bipamui OOUEJCJ OJ -iai3 oTcj) 'sojoaXojd sojjsio OITIIDBI Bípj BiDBt| anb o| opoj ojduioQ *oj ns o ouijsap p 'pBpipnsBa BJ anb -aA p jBUio] ap aju^uimia] uapjo E[ pepaoija^ua c)S3 anb sa as. is anb -uBg njuids^ pp opEOjaui JB 9|oy^ OT oj3dsa X BUB]U3A US ap ajUBpp BJpUS^ B OpUBp 01[ES X í UOIOBApS o^ 'cuijajua .EqB||Bi| .as BioejSsap 'S0U13Í3A oSan] opd un ouioa oijaaiap ojuB|d ag -BJ ns JBJ)UODua Bupod oi^snEp p ua iod o eun)ioj iod anb 'ojuaAuoD jap Á. ••*aJB|qBi| 3| X B|j3Jis2 B aja^ -BD E| ap pB^lUl B| BqBdBJ 3[ '01U3||LI OÍOS anb 'BUBsaaau uoisnpaj ns OBia 8ja4n4S03 ci e jcasnq e asoiAu^ •BJ3inb 3S anb o| 'BuiJiqos ns *BuiiJd -BuiB o3[B *oj33u opA UQ 'umoJod -BU anb soisnS so)jaia BqBiaunuB uaA 'ouSisaj as *sand ns aias 'BsoiSipi Buanq B[ ap Oiiai] -ojd Jo[3iu ua opqsaA p opan^ -of E)sa anb Bjouadns B| E pBpanb 'Bjpiís^ -B o u n u BJBSajj ou [BUIJ -ua [B 3iB3ajÉB am oX 'opBpiAUoa * -opoj saqBs -as uoa oaiidai ajpEm iig 'EpBiauai p anb aoajed aju^pp jod OUB un au JBJS3 UIS Bpoq B[ B B33J3B 3S anb oí BX BJOUB ísoauBij sias BUJOJ^-— -uas EqB]sa Bjpjis^ SE j^ * * •Ejpjjsg -311 as opugno X 'pnjoaAn f Hjauíud 'pjBDIjj 3p OUIUd p OUIOO X ÍBpnp "•as ou oX 'OJII0U3S 'oja^j-— ap Biauatjadxa Baod X pn)uaAnf sp Bf ua soiSis uos souB so'~¡ 'uoisaid UIS 'BiB^uasajd as opnp yu -opunuí •BUDBi]anui B| -Buiaj]xa B| JEAjasqo oziq a| !)aE{d -mi Bpqoi^ Bun Bjpjjs^ ap OUIIUB p U3 34U3UBd unSp Bupu3) Bzjan| B oipid—sajamp X Biaíi) BUQ— -HQ EJOUaS B| B iBpUBJCJB ap OJEJl p ua Bj3iaii| ou anb BJBd ui}U3| iod oiuois9sij;^ "^"í "^°S ^'^3 '—**¡' •Ejjand B| ap Eiouadns B^ -soAispap Xnra "•opp -BA ap Bi B opBisBuiap BOBfauíasB -uapy^ BcjEsuad—¡aiiusip sn^! — ofBqap Jod opBuioi asaiqni| as spip -auioa EiaBij so[ «113. is EiqE» uamb as JBUozBi ap BjauBui Bis^q -aipsui *zaip SB[ B jBSni Bupuai -am B[ is omoa BqBjuas aj aÍBjj j-^ X í ¡saapp UBI sopBoad XBI|! íBp ns 3p soiu3isap so[ B asjauodo ua BJ Biuouiajaa BI anb ap ojajua ac 'asii)saA B EJBpnXB a| anb BJBd Bp -BU ap Ei)uadaiiB as ou «uiu ajqod -auiiid B| Buas B|p 'BqBiaunuoid as •inbB opjBnSB -Bua BI B omBji 'Bip ojjo ly 'ouans v^ 'opBJjoq BjiaqBt} ap BX uEiqap ou QOTOBooA ns ouB ajsa ap osin? p 3j^ -Bjaujoi B[ B opsEjunSaJ^j— opuniojd X oTinbuBij sBm p uoa oira SEmuSEl sns *BI|E^ BanSp opijauíoa

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130 Pigault-Lebrun El abate sin penas 143 142 Pigaüli-Lehrun El abale sin penas raí

profundamente un caso que nada donde, por lo general, no se entra cara. Su belleza y su aire modesto utilidad para el casuista Morel. Pe­ debía de tener de nuevo para ella, más que una vez en la vida! llamaron la atención. Enterneciéron­ ro como en eJ padre Sánchez no se pero al cual atribuía una importan­ A Valentín le sorprendió no ver se y convinieron en echar un guan­ trata más que de pecados muy gor­ cia proporcional a la indiferencia a las educandas. La superiora temió te para continuar la obra caritativa dos y muy feos, y aquí no se tra­ que le inspiraban nuestros dos infor­ afectar mucho los órganos sensibles de la difunta. Una de las señoras taba más que de una travesura, se tunados; ia presidenta seguía medi­ de estas señoritas haciéndolas bajar dio las señas de su casa, e invitó a aplazó para el siguiente día el dis­ tando sobre el grave lance cuando a la bóveda de las sepulturas. Va­ la joven a que fuese a verla al otro cutir maduramente sobre el castigo vinieron a traerle una carta de la lentín empezó a creer que su tenta­ día; la niña lo prometió y besó las que convendría aplicar a los culpa­ superiora de la abadía del Bosque. tiva no habría de dar resultado nin­ manos de su bienhechora. Se levan­ bles. Mas como la culpabilidad no La buena superiora había juzgado guno. Pero él tenía la excelente y taron, rompieron la marcha, y en era evidente, el cabildo se vio en un que bastaba sencillamente prohibir a envidiable costumbre de no apurarse voz alta dijeron que el vestido de la serio apuro al día siguiente acerca Valentín la entrada en el convento nunca por nada. joven no podía sentarle peor; con del fallo que debía dictar, y espe­ para que ciertas travesuras no se re­ Esperó, y esperó bien. procederes humillantes se empezaba róse que al otro día quizá lo vería pitieran. A la luz de las antorchas fúne­ ya a descargarla del peso del agra- mejor. El abate Morel fué de opinión bres, creyó reconocer a su Estrella, ^ decimienlo. Contestó la niña que ha­ Y a esta otra fecha se llegó sin que debían suprimirse aquellas visi­ que ya figuraba entre las novicias, y bía alquilado aquel traje de luto pa­ que las luces de Icabildo hubiesen tas. Se creyó conveniente que se re­ a quien se quería familiarizar con la ra asistir al entierro de su bienhe­ aumentado, y decidió... no decir uniera e Icabildo del claustro. idea de la muerte. ¡A ella, para chora; la felicitaron por su buen nada. El primer día fué consagrado a quien la vida era tan seductora! corazón, y no volvieron a ocuparse Pero como las leyes de la pru­ estudiar y clasificar el delito. La La huérfana se adelantó, se de­ de ella; ¡las mujeres encuentran dencia deben observarse siempre, so­ obra del padre Sánchez fué de gran tuvo, se deslizó a lo largo de las tanto que ver en un convento, en bre todo cuando las leyes crimina- ' ' •^'^•'•^'"•""^^'"^'•^Í^Í^S^^SI^E^ f,*?Wffl«»l'»t J -I ^ -"^ -l^J^píOW MOCPAf CtAm Al

Antoñita Fernández o la niña Citroen. ¡Niña, baja la bandera! (Foto Mendoza.)