VIDA GALANTE * Cents
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Afi« VIII nii'im. 3fíl Madrid 6 Octubre 1905 VIDA GALANTE * Cents. 20 Cents V.\',\ V i:i. l'^Ni'IMO Si el eHpejo no 8e hubiera inventado todavía, las mujeres ffiíatarlan me}loa de retratarse'..', á'se retratarian casi demudas, por stif la demudes lo qus man se asemeja á M» espejo. Bruselas pretendo arrebatar á París al cetro do la donde yo concluyo que el marqués pertenece al galantería y do lo raro; allí también, como en la por- número de caos espíritus quo poseen oí raro sentido k In del Sona, acoatecoii laucos inauditos, complica- do «hacerse cargo.» cionGH dcatürnilladaa y volevidesoas, que inspirarían Bruacamento la joven murmuró haciendo un mo- estupor si antea no movioaen á risa. "vimiento de terror; El marqués do Q. habla salido de su casa apio y _ —¡Mi marido! paseaba lentamente por las calles céntricas, alegres, Un coche pasaba. El marqués, á quien la costum mundanas, propicias al flirt. Eran las ocho de la no bre do vivir había ensoñado á conservar la sangro che; los transQuntos ao tropezaban sobro las acoras, fría, exclamó: demasiado angostas para tan abundante muche —Vento á ese coclio. dumbre; las termseH do los cafés resplandecían bajo Ella, replicaba, bajando la cabeza y t.ipándosola •-••ÍÍÍT .IDS.ÍOCOB eléctricos; do los talleros sallan millares cara con.un pañuelo: 't\k (ío obr^rillas, jóvono3, risueñas, precocoa quo, cono —[No, no!... [Mi marido! ' ' * ciendo la turbación quo su vordo odad inspira á los Poro el marqués, cogiendo h la joven por un bra viojoBj'oa^iftiabaii volviendo ó. cada momento la ca- zo, la precipitó dentro del vehículo. El cochero, quo boaa. '''^''•''•^<. por ir distraído nada había visto, detuvo ol caballo. Da pronto pasifi^iitia... (¿cómo lo diremos, lector, —¿Dónde vamoa, señor':' para no oacribir palabras mal sonantes); una alqui —Ve por donde quioraa. ladle, gallarda y graciosa, vestida con un ologunte Ya dentro del «dulce simún», ol marqués quiso traje gria, y adornada la rubia cabeza con un som-' •abrazÉir á la joven, máa ella le contuvo, petriücán- broro rojo. dülo con una sola íraae. Verla ol marqués y sentir quo sus pica vagabun —¿Qué haa hecho, desgraciado? — exclamó; —ol dos 90 lo iban tras olla, fué obra de dos ó tros se hombre que va en ol peacantc es mi marido. gundos. La joven, al comprender las intenciones tü- Q. creyó morir. ¿Cómo salir do tan espantable merarias dol galanteador, sonrió, haciendo con la atolladero? El vehículo rodaba, rodaba, dando vuol- cabeza un signo de beneplácito y ooneentimionto. i-as y máa revueltas por la ciudad: transonrrioron El raarqués la abordó: dosnoraa, tros, cinco... ¡oran las dos de la madruga —¿Acepta usted mi compañía? da! El marqués presentía que el caballo, aspeado, iba Ella re púa o, misteriosa: á pararse do un raomontoa otro. Ella tuvo una idea •—Aquí, no; venga usted. salvadora. El obedeció, y siguiondo una callo transversal —Mándale parar dolante do una tarborna—dijo; llegaron á. la esquina do un aeñoro y mal alumbra —tú te apeas por el lado de la callo, y mientras lo do callejón, pagas, yo abro la otra portezuela y mo escondo en —¿Dónde iba usted ahora?—preguntó Q. ol establecimiento. Allí te espero. —A mi casa. Y añadió, siempre práctica: —¿La esperan á usted? —Dame veinte francos. —Para cenar. Poro, no importa; soy casi libre. Así lo hizo el marqués. Luego mandó detener el —¿Soltera, tal vez? Coche y la joven pudo eacabulUrse. Poro Q. no ha —Mejor que eso. _ ,,, . bía contado con la huéaneda, y íaé que ol cochero, —¿Viuda? animado, sin duda, por la buena propina quo aca baba de recibir, quiso beber una copa. El marqués —Mejor aún: casada. Contestó desfallecido: El marqués, sorprendido agradablomento por osta circunstancia que lo permitía poner en ridiculo ñ. —Yo, también tongo sed. una torcera persona, se habla ladeado jaquotona- Penetraron en la taberna. Allí, acodadasobrouna mento sobre una oreja su sombrero de copa. La jo mesa, estaba ella. El auriga exclamó: ven prosiguió: —¡Hola! ¿Eres tú? ¿Quieres venirte á casa? —Soy casada, pero mi esposo es un ecléctico to La joven repuso risueña: lerante, un poco distraído... que jamás me pregunta —Vamonos. de dónde vengo. Y so fueron.El marqués, furioso, so dejó caer so —¡Ah, varaoa, ai!... bro una silla. La broma le había coatado dos luiaes. Y sonreía discretamente, como queriendo cortar con aquella sonrisa las oxplicaoionoB que, acerca do L. DB MONTEMAR BU familia, iba dándolo la gentil desconocida: do Dihiijo de Rojiu SILUETAS 6AIAHTES cual le aseguró que esta imprudencia se había come- tido sin su permiso y que no volvería á repalirsa. Mad. de Phalaris.—Si es esa la noticia... Madame la duquesa de Berry ^lad. do Sabrán. —Es vieja. Ya la sabe en cuarta au dición el abate de Mad. de Phalarís. Mad. de Patabére.-Aj^uardad. La duquesa, fl, la que Salón en el Palacio de Liisemburg-o. lín et centro una su padre echó una ñifpica, renunció á loB timbales. mesaservidii. El oro pálido de las luces se reílejn Perú anochft fué á la Opera y puso en su palco un dosel en las cüpnuco]jias, dealolla en l.i argenterfa cince y en el patio guardia, haciéndose arengar por los có lada, 8B abBOrve en los vinus policromos y va á aca micos. A consecuencia de lo cual esta mañana volvió riciar, guava y dUcreta, A lúa damas y & los galnnee á presentarse en Palacio el ayo del Rey, que sobre loe sofás, en coquetas y ostudiadaa pos- Nocé.-PorBBo el Regente'tarda hoy tanto. Estaré tur.18, esperan y cliarlan. regañando á au hija. •Son estas daiiiae, Madami; de Averiie, alta, rubia, deli Miid, de Sabrán.—¿Tan pronto...V ¿Sin comer, ain cada, de formas y:rllcil';a y Hexiblea. Su voz tieue reparar fuerzas...? las blanduras y moücies del terciopelo. Su sonrisa Slad. de Plialaris.—¿Pero vos creéis esas cnluranías? se marcii pnr una raya de luz entre sue labios rosa ^[Ad. de Sabrán.—Yo nn creo nada. Sois demasiado dos. Cuando habla áe amor, su ñsonomla movible maliciosa. a^uiétaHB en una serenidail voluptuosa. Canillac.—La costumbre de confesar t;ni á menudo. Mad. dií Sahraii, liennosa, correcta como unü Venus .Mad, de Averne.—¿Acaso el amor no lo disculpa todo? clásica. Hay alg-o de soberanamente dasrioñoao en ^iad. de Phalarís.-Callad, que viene el Regante. su mirada y en su sonrUa. (Kn el marco de la puerta aparece Felipe de Orleans Mad. de Ph'ilaris, alta, seri", grave, pudibunda, con precedido de Ibagntie que le alumbra. El Regente cierta religiosa unción en la mirada, en el gesto, en avanza. Él criado, quieta, mira receloso la sala del la actitud. festín j. Mad. de J'arabére, pequeñita, morena, bonita, un poco Regante.--Pas;i, Ibagnete. vulgar, alocada, alogi-fi. curiosa, con vivos movi- Ibagneto.-Monseñor, mi obligación termina aquí. miwutoB de pájaro. No quiero estar en compañía de gente tan depravada. Kilos son loa ron¿es del Wzg&riU. Brancas, Canillac. Hrogüp.—Pasa. Jbagnete. Harás corapaílía á Mad, Jiroff/ie, Noce\ elegantes, galantes, atrevidos. de Plialaris, que te ediflcaráconsus raá.\imaa morales. Noce.—Prepararemos tu canonización. Canillac—l'e mandaremos con las once mil vírge Mad. de Parabére.—(Tnrareaudoj: nes. (Ibagnete cierra la puerta, despreciativo). Regente.—A quien diíbéis prepararos á canonizar es No fiuerró míis que fi Rioui á Dubois. Parece que quiere ser cardenal. don (loa Mad. (io Parabére.—¿Y lo será? y alguTia vez d. papá. Regente.—Si él se empeña... Es un diablo que tddo lo consigue. Uad. de Phalnria.—Calumnias. Noce.—Monaeflor. lü habéis hecho secretario de Es tado, embajador, primer ministro, .lo liaréis cardenal; Mad. de Parab6re. poro yo apuesto á qiie no lo bacéis hombre de bien. La, la, Regente.—Ya puedes cuidar de que no se entere de y por aquí y por allft... tu frase. Porque es capfiz de privarnos de tu cpmpañía. mi ffuarJia real. Mad. de Parabére.—>IouSorior,A propósito de Dnhois. Mt' lian dicho que se lia descubierto una conspiración. Mad. do Phalaria.—No aé cdmo os atrevéis á repetir Regente.-La acabo de descubrir. \i^ la de tu escote. esascancioue-s licenciosas. .Mad. de I'arabére.—(¿ue está comprometida la de Noce.—Delante do Mad. Plialaris, que pueda escan- Maine... dalizaree. Regente.-Cómo brillan esto noche los ojos da mi Mad. de Sabrán.—¿No os las ba cantado vuestro cuervecillo... confuáorT Mad. de Parabére.—Que la Espaila... Canillac—El más lindo abate de París. Regente.—(Levantándose y llevando con gallard-^ y Mr.d. de Sabrán.—Mad. do Phalaria junta el pecado galante adomi'm á la dama ante una cornucopia). Mí y la aljBoluciiín en una pieza. rate en ese espejo y dime si á esa carita he de hablarla Mad. de Averno.—Mad. de Phalaria es muy sabia. de negocios ó de amor. (Mad, de ParabérR se aleja Nosotras, iírnoraules, no eaberaus raíis que líecar. avergonzada, deRjtectiada. Kelipe dirigiéndose á lado Mad, de Phalaris.—Sois unos libertinos. No ri38petap .V\ erne). \en aquí. Tú no me hiiblarás de política. ni las prácticas relij^iosas. .Mad, de Av«rnB.—(CuyosojOM azules se desvanecen trns húmeda y voluptuosa niebla). Monseñor, yo no sé CantUac—Las respetamos en cuaresma, abstónión- más qiiO amar. (Su cabeza se reclina, lánguida, sobre donos, el pecho del príncipe, que la acaricia largamente. La líroglie.—Lo que bace inal Mad. de Plialaris, que en puerta se abre de pronto con estrépito y aparece la «Ha ópoca menudea las coufeaiones. Duquesa do líerry agitada, furiosa, descompuesto el Mad. de Sabrán.—Pero Mad. de Phalaria tiene bula. veatido, airado el ademán.