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Milita Alfaro - Antonio di Candia Carnaval y otras fiestas 11 / Carnaval y otras fiestas11 / Carnaval populares 1 Carlos Contrera Carlos Contrera Milita Alfaro. Profesora Adjunta de la Cátedra de Antonio di Candia es Licenciado en Ciencias An- Historia del Uruguay Contemporáneo de la Facultad tropológicas y actual maestrando en la Universidad de de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. San Martín de Buenos Aires. Trabaja como consultor Profesora titular de la Cátedra de Historia Cultural de técnico en proyectos de desarrollo cultural en peque- la Licenciatura en Gestión Cultural y Economía Creati- ñas localidades del Interior del Uruguay (Programa va del Instituto Universitario CLAEH, Facultad de la Cul- Uruguay Integra de OPP). Participó en proyectos rela- tura. Investigadora en temas de historia social y cul- cionados con el patrimonio inmaterial, inventario de tural, se ha especializado en el estudio de la evolución fiestas tradicionales uruguayas, cortos documentales histórica del carnaval montevideano, siendo autora Uruguay de Fiesta, y ha sido consultor en varios pro- de numerosas publicaciones vinculadas con el tema. yectos audiovisuales. Integró desde su conformación Asesora del Centro de Documentación del Museo del el área de Patrimonio Inmaterial de la Comisión Nacio- Carnaval donde tiene a su cargo la dirección de dis- nal del Patrimonio. Fue ganador de una beca de pos- tintos proyectos de investigación. Coordinadora de la grado para realizar un curso intensivo de patrimonio Cátedra UNESCO de Carnaval y Patrimonio de próxima inmaterial desarrollado por el Ministerio de Cultura de instalación en la Facultad de Ciencias Sociales de la España lo que incluyó la representación de Uruguay UdelaR. En el año 2006 integró el Jurado del Concurso en un encuentro iberoamericano de especialistas en Oficial de Agrupaciones Carnavalescas en el rubro Tex- patrimonio inmaterial. Es co-autor del libro Fiestas del tos e Interpretación. Uruguay publicado en el año 2009 por Mar Dulce. Milita Alfaro - Antonio di Candia Carnaval y otras fiestas populares ÍNDICE Milita Alfaro Montevideo en Carnaval Claves de un ritual bicentenario Introducción ........................................................................................5 El temprano arraigo de una tradición ....................................5 Itinerarios de la celebración en el siglo XX .......................13 Miradas desde el umbral del 2000 .........................................37 Bibliografía .......................................................................................46 Antonio di Candia Fiestas populares uruguayas Introducción .....................................................................................49 Patrimonio vivo ................................................................................51 Aproximaciones a una definición de fiesta ....................... 52 Características generales de las fiestas uruguayas .....54 Clasificación de las fiestas ........................................................57 Bibliografía .......................................................................................64 Carlos Contrera Carlos Archivo CdF Carro alegórico de comienzos del siglo XX, muy ajeno al deslum- brante despliegue de los corsos de Niza pero muy representativo de una plástica popular inconfundiblemente uruguaya. 4 1 Montevideo en Carnaval Claves de un ritual bicentenario 11 / Carnaval y otras fiestas11 / Carnaval populares Milita Alfaro Introducción El temprano arraigo de una tradición En nuestra corta existencia como nación, el carnaval configura una de las escasas referencias colectivas En el principio fue el juego que identifican a los uruguayos desde los tiempos de Desde sus orígenes y durante buena parte del si- la Colonia. La significativa constatación remite nece- glo XIX, el carnaval montevideano fue la expresión sariamente a un largo proceso de sucesivas reformu- culminante de la cultura “bárbara” que el historia- laciones operadas en otros tantos contextos, merced dor José Pedro Barrán ha definido como ingredien- a la articulación entre cambios y permanencias que te central del país criollo o premoderno.1 En ese subyace en toda tradición cultural. Para ser autén- contexto, los montevideanos todos —chicos y gran- tica, la fiesta solo puede ser expresión de su tiempo. des, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, pobres y Partiendo de ese supuesto, las páginas que siguen ricos, blancos y negros, gobernantes y gobernados, proponen un repaso sumario de las alternativas del sacerdotes y feligreses— vivieron intensamente las ritual. También procuran delinear un posible itine- alternativas de ese rito de desorden que es, básica- rario para la reconstrucción de algunas de las claves mente, el carnaval. sociales y culturales que le han servido de sustento. 1 Cfr. José Pedro Barrán, Historia de la sensibilidad en el Uruguay, tomo 1, “La cultura ‘bárbara’ (1800-1860)”, Banda Oriental, Montevi- deo, 1989. 5 Inspirada en la jocosa ambivalencia del “mundo remite a otras prácticas que anticipan futuras formas del revés” y de la “risa universal” que Mijail Bajtin de vivir la fiesta. En efecto, por la noche el juego se celebra en la obra de François Rabelais2, la fiesta era suspendía y todo el mundo se disfrazaba para concu- entonces sinónimo de tres días de verdadera locura: rrir a los numerosos bailes de máscaras que se cele- gritos, risotadas, desenfreno gestual y verbal, paro- braban en los salones del patriciado, en los principa- dización de los símbolos de poder, suspensión tem- les clubes sociales de entonces o en el teatro, primero poraria de las reglas del trabajo y de las jerarquías, en el modesto San Felipe y, a partir de 1856, en el fla- relativización de roles merced a las reencarnaciones mante y espléndido Solís. Por cierto que también allí y metamorfosis que habilita el disfraz… Tales fueron la “barbarie” podía estallar en cualquier momento y algunas de las claves de aquel carnaval que los con- así lo documentan los pitos y cencerros que compe- temporáneos definieron como “heroico” y que remi- tían con la orquesta, o los alaridos de perros y gatos te a los excesos de un juego “bárbaro” y nivelador. que, arrojados desde la cazuela, solían caer sobre la Como síntesis de aquellas jornadas, basta evocar los platea repleta de danzantes. Sin embargo, pese a se- baldes y latones de agua cayendo a torrentes desde mejante entorno, la principal atracción de aquellas todas las azoteas de la ciudad, y las feroces guerrillas veladas era el baile y sus consabidos lances amorosos. en las que nuestros antepasados echaron mano a una Asimismo, la presencia de comparsas y agrupa- variada gama de proyectiles, cuanto más contunden- ciones en el contexto de aquellos años también es tes mejor. anticipo de una fiesta con nuevos contenidos. Si ya Violentos asaltos a la casa del vecino y “cantones” en el Montevideo colonial “las mojigangas en tra- armados a guerra explican el panorama desolador je de diablo” y “los negros con el tango”3 permiten evocado en crónicas periodísticas como la que en vislumbrar el futuro perfil de un “carnaval a la uru- 1885 comentaba que, una vez finalizados los festejos guaya”, desde mediados del XIX Momo diversifica y de ese año, no había casa en Montevideo que hubiera multiplica el fenómeno en cada febrero a través de logrado conservar un vidrio sano. Categórica confir- la presencia de sociedades del más variado signo: mación de los alcances de una diversión desenfrena- da, seguida necesariamente de una inevitable secuela 3 Tomadas del comentario que dedica el periódico La Matraca al de accidentes y desgracias: cabezas rotas, caderas y carnaval de 1832 en su edición del 13 de marzo de ese año, las ex- piernas quebradas, trompadas, fierrazos, puñaladas y presiones refieren a grupos de máscaras más o menos organizados hasta balazos que, año a año, terminaban con más de que recorrieron las calles de Montevideo con disfraces de diablo y a uno en el hospital o, incluso, en el cementerio. la muy temprana presencia en ellas de comparsas de negros con sus tambores. Con respecto al empleo del término “tango” en ese con- Sin perjuicio de tanta locura, cabe señalar que texto, conviene señalar que, pese a las polémicas que giran en torno ya en tiempos “bárbaros”, el carnaval montevideano al tema, según una de las hipótesis en juego, la expresión “tambo” o “tango” provendría de la deformación de la palabra “tambor” en el particular lenguaje de los africanos, mezcla del español con su idioma 2 Cfr. Mijail Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y el Renaci- natal. “A tocá tangó”, decían los negros cuando a comienzos de siglo miento, Alianza, Madrid, 1988. se juntaban a bailar en el Recinto. 6 estudiantinas, rondallas y masas corales, comparsas repertorios que exhiben en tertulias y bailes, conci- de negros y lubolos o de señoras y señoritas, agrupa- tando el aplauso unánime del público. ciones de baile, de broma, de crítica o de sátira polí- Presidido por un jurado de señoritas que dis- tica… Algunos grupos improvisados salen a la calle tribuyó premios consistentes en medallas y coro- con el único afán de divertirse y armar bochinche. nas de flores, el primer concurso de agrupaciones Otros, en cambio, preparan y ensayan con antelación carnavalescas que tuvo lugar en 1874 en la Plaza Matriz, inaugura una práctica que pronto devendría intransferiblemente uruguaya. Al mismo tiempo, y otras fiestas11 / Carnaval populares aquel acontecimiento —que convocó a una nutridí- En los años 20 Montevideo contaba anualmente con