El Nacimiento Del Intelectual En Bolivia Ciencia Y Cultura, Núm
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Ciencia y Cultura ISSN: 2077-3323 [email protected] Universidad Católica Boliviana San Pablo Bolivia Romero, Salvador El nacimiento del intelectual en Bolivia Ciencia y Cultura, núm. 19, julio, 2007, pp. 9-69 Universidad Católica Boliviana San Pablo La Paz, Bolivia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=425839834002 Cómo citar el artículo Número completo Sistema de Información Científica Más información del artículo Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Página de la revista en redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto El nacimiento del intelectual en Bolivia Salvador Romero El origen de un El propósito es analizar las condicio- nes de aparición del intelectual, sus neologismo útil modalidades de acción y compromi- El tema de los intelectuales, como so, la difusión y recepción de la obra, una categoría social específica, ha si- los estilos de relación con los pares, do poco examinado en el país y afue- con la sociedad, sus reclamos de es- ra. En las últimas décadas ha comen- tatus, de legitimidad. El surgimiento zado a concitar el interés de los inves- de los intelectuales en las distintas tigadores sociales e historiadores, sociedades donde el hecho se mani- aunque de una manera distinta a la de festó presentó a la vez rasgos propios, los autores de las historias tradicio- particulares, ligados a la historia, a la nales del pensamiento. Se trata me- cultura de cada país, y otros comu- nos de presentar las concepciones de nes, compartidos, que exigirían una los escritores que de ocuparse de és- aproximación comparativa. Sin em- tos en sí mismos. Siguiendo tal enfo- bargo, la dimensión reducida del artí- que de trabajo, aquí no se encontrará culo impide efectuarla ni siquiera pa- una historia de la ideas o de las ideo- ra la región, si bien algunos cotejos 9 logías políticas en Bolivia, si bien ellas serán inevitables para aprehender puedan aparecer de manera indirec- mejor lo propio del fenómeno entre ta, ni de ramas de las humanidades nosotros. como arte, filosofía o literatura, sobre Junto a las comparaciones macroso- las cuales existen obras como las de ciales existen las que los escritores es- Emilio Finot, Fernando Diez de Medi- tablecen sobre sus trabajos con los Revista número 19 • julio 2007 na y Guillermo Francovich, para citar efectuados por otros autores. Como algunas entre las pioneras. T ampoco tales miradas al quehacer de los cole- de la cultura en su sentido tradicio- gas gravitan en las creaciones perso- nal, que se refiere a las creaciones su - nales, resultan insoslayables en el en- periores de la actividad humana. sayo. Pues como observó Ch. Charle, los intelectuales pasan lo mejor de su ficado de la voz no quitó los atributos tiempo parangonándose unos con que presidieron su nacimiento: la ap- otros, clasificándose en escalas de mé- titud para participar en las controver- ritos, de virtudes o de deméritos 1. Ni sias acerca de cuestiones morales, los latinoamericanos ni los bolivianos políticas y sociales de alcance colecti- fueron la excepción a la práctica. El jo- vo, más allá de su competencia, res- ven Alcides Arguedas escribió con paldado en su notoriedad e invocan- franqueza y preocupación en las pági- do principios éticos universales, no- nas de su Diario, hasta ahora inédito, tas estas últimas que lo distinguen, que tenía predisposición a ocuparse sin exagerar el corte, de los creadores “mucho de los hombres y, sobre todo, de cultura que lo precedieron. de sus defectos, no para perdonarlos, El terreno donde se mueve el inte- como la piedad me lo ordena, sino pa- lectual está claramente acotado des- ra condenarlos, compararlos con los de el proceso Dreyfus. Es un neolo- míos y sentir luego algo así como una gismo centrado en valores postula- 2 superioridad sobre los otros” . Sería dos por el pretendiente al título y por Universidad Católica Boliviana un juicio equivocado ver en estas líne- toda o una parte de la sociedad a la as una actitud criticona y autosufi- cual se dirige que supone una con- ciente, La intención fue distinta: com- vicción compartida: la autoridad de prender las acciones y la obra propias aquél 4. Esta última es en el fondo a través de lo que hacen los demás, co- moral, aunque no pesa menos que la mo se desprende de la lectura del Dia- sustentada en cualquier otra forma rio en su conjunto. de constricción. Por eso los perso- La implantación social del intelectual najes que encarnan esa autoridad, conllevó una imagen nueva del hom- que la ejercen y en oportunidades la bre de letras, del sabio o del artista. hacen sentir a los demás, suelen en- ¿A quién se llamó intelectual? No hu- frentar el rechazo o la antipatía de bo ni hay una definición única. En es- un segmento de su audiencia. Argue- te caso la figura retenida, que empe- das, que creyó que golpeando fuerte zó a dibujarse en el momento de su iba a trasformar las prácticas en el reconocimiento público en los años país, o Tamayo, que cuando hablaba del affaire Dreyfus, fue la de un escri- lo hacía desde una altura que lo colo- tor o académico de reputación que in- caba muy por encima de sus coterrá- terviene en un debate público, en neos, experimentaron esas reaccio- nombre de la moral, apoyado en su nes. El radio de la acción se circuns- 10 prestigio. El concepto más tarde se cribe a la ciudad y los segmentos me- amplió. S. M. Lipset lo aplicó al espe- dios y altos a los cuales se unen van- cialista en el manejo de símbolos cul - guardias reducidas de los artesanos turales 3. El ensanchamiento del signi- y obreros letrados. 1 Ch. Charle, Les intellectuels en Europe au XIX siècle. Esai d’histoire comparée , Points, Ed. Seuil, Paris, 2001, p.11. 2 A. Arguedas, Diario, 27-XI-1906.T odas las referencias al Diario llevan sólo la fecha de entrada, pues el número de los volú - menes varía entre la copia aquí empleada y las colecciones entregadas por Arguedas, en mayo de 1941, a las bibliotecas y mu- seos, que se distribuyeron así: un original para las hijas y copias para el Museo Británico, la Biblioteca Nacional de Francia, la Biblioteca del Congreso, de Washington, y la Biblioteca Nacional, de Buenos Aires, Argentina. Cada colección consta de 12 volúmenes en formato grande y un índice de nombres y materias, además de indicaciones sobre el ordenamiento del material. El autor puso como condición que las colecciones se abran al público 50 años después de su muerte. La copia que se ha manejado en este ensayo es la de la familia, que tiene 12 tomos, varios dobles. Como las otras, fue copiada en distintas fechas del original manuscrito. 3 S. M. Lipset, Political Man , Doubleday and Co., 1961, p. 311 4 Cf. P. Ory y J. F. Sirenelli, Les intellectuels en France, de l’affaire Dreyfus à nos tours , A. Colin, París, 1992, p.9. Revista número 19 • julio 2007 Las intervenciones del intelectual son generalizado de los hombres espe- públicas, no se ciñen al espacio priva- cialmente en su patria, no se sentía do. Los mensajes vehiculan concep- ciudadano del mundo. Al contrario, tos, normas, ideales de elevado nivel la tierra, a pesar de sus deficiencias, de generalidad, no necesariamente a pesar de su gente, lo atraía” 6. Y aña- acuñados por los autores. El uso co- dió que “una obra literaria debe re- rriente basta 5. Sin embargo, los inte- flejar el medio en que ha sido conce- lectuales de aquí y allá no siempre bida, única manera de contener un aceptaron el universalismo abstracto vasto sentido de humanidad” 7. Lo de los principios, de los valores que se que no significaba socapar en sus es- les achacaba y que con frecuencia critos las mentiras, el engaño, los motivaba la crítica de sus actos en los abusos, la mendacidad de sus com- grupos a los cuales se dirigían. La acu- patriotas. El asunto se volverá a plan- sación que venía a menudo era la de tear con motivo de la oposición entre caer en el idealismo ajeno a la realidad intelectuales cosmopolitas, desarrai- o en los intereses materiales de la polí- gados y locales, folklóricos, de la ca- tica. De ahí que muchos se definieron racterización del público objetivo y ante todo con relación a los criterios hasta de la selección de modelos de en juego en su propia sociedad, sin ne- pensamiento y escritura, sobre los gar que también se percibían como in- que se volverá luego. terpretes de la verdad y la justicia, El término intelectual fue, pues, un fuera de considerarse como agentes neologismo usado para referirse a un de difusión de ideas y prácticas cos- grupo de personas que ejercieron un mopolitas. magisterio moral y gozaron de una Arguedas, uno de los primeros en el autoridad en la sociedad, que no iba país en aceptar, no sin algunas reti- en todos los casos sin contestación. cencias, la designación de intelec- El bullado asunto Dreyfus, que al- tual y sentirse como tal, planteó, en canzó un eco mundial, implantó el su Diario, estos dilemas. Descubrió vocablo, aunque ya su empleo había dos tendencias en los autores france- aparecido antes en muchas partes. ses: una, “reaccionaria’’, adherida al En Bolivia, Mariano Baptista, alrede- dogma, a las tradiciones, y otra, ga- dor de 1900, se sirve de él para des- nada a un humanitarismo universal, calificar a periodistas, leguleyos de al predominio del derecho y la justi- orientación liberal opuestos al régi- cia.