Bulletin de l'Institut français d'études andines

39 (2) | 2010 Varia

Edición electrónica URL: http://journals.openedition.org/bifea/1870 DOI: 10.4000/bifea.1870 ISSN: 2076-5827

Editor Institut Français d'Études Andines

Edición impresa Fecha de publicación: 1 agosto 2010 ISSN: 0303-7495

Referencia electrónica Bulletin de l'Institut français d'études andines, 39 (2) | 2010 [En línea], Publicado el 01 febrero 2011, consultado el 10 diciembre 2020. URL : http://journals.openedition.org/bifea/1870 ; DOI : https:// doi.org/10.4000/bifea.1870

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ISSN 0303 - 7495 BULLETIN Hecho el Depósito Legal n.° 2006-7434 DE L’INSTITUT FRANÇAIS Ley 26905-Biblioteca Nacional del Perú D’ÉTUDES ANDINES

2010, Tome 39, n.° 2

Directeur : Georges LOMNÉ Responsable de l’édition : Anne-Marie BROUGÈRE

Comité Éditorial : Jean-François BOUCHARD (archéologue) Jean-Pierre LAVAUD (sociologue) Steve BOURGET (archéologue) Faviola LEÓN-VELARDE (biologiste) Richard BURGER (archéologue) Clara LÓPEZ BELTRÁN (historienne) Chantal CAILLAVET (ethnohistorienne) Évelyne MESCLIER (géographe) Víctor CARLOTTO (géologue) Christian de MUIZON (paléontologue) Jean-Pierre CHAUMEIL (ethnologue) Frank SALOMON (ethnologue) Philippe DESCOLA (ethnologue) Gonzalo SÁNCHEZ (sociologue) Juan Carlos ESTENSSORO (historien) Michel SÉBRIER (géologue) Pilar GARCÍA JORDÁN (historienne) Jorge SILVA (archéologue) Efraín GONZÁLES DE OLARTE (économiste) C.-E. de SUREMAIN (ethnologue) Javier HERRERA (économiste) Alexandre SURRALLÈS (ethnologue) Volga IÑIQUEZ (biologiste) Gerald TAYLOR (ethnolinguiste) Luis Carlos JIMÉNEZ (géographe) Pierre USSELMANN (géomorphologue) Francis KAHN (biologiste) Jean Joinville VACHER (climatologue, Bernard LAVALLÉ (historien) spécialiste en écologie)

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Composition : Anne-Marie BROUGÈRE, Vanessa PONCE de LEÓN

Impression : TAREA Asociación Gráfica Educativa Pasaje María Auxiliadora 156 - Breña Lima - Pérou

Photo de la couverture : Cape, décorée de feuilles en cuivre et cuivre doré, représentant un félin. Parure cérémonielle mis au jour dans un panier en laîche qui constituait l’offrande 4 de la Plate-forme I de la . Détail de la gueule du félin modelé dans une résine végétale de zapote. 67 x 11 x 31 cm, 786 g. Projet archéologique Huaca de la Luna y . Trujillo. / Manto, decorado con láminas de cobre y cobre dorado, representando un felino. Adorno ceremonial descubierto en una cesta de carrizo que constituía el testigo 4 (u ofrenda) de la Plataforma I de la huaca de la Luna. Detalle de la cara del felino modelado en una resina de zapote. 67 x 11 x 31 cm, 786 g. Proyecto arqueológico Huaca de la Luna y Huaca del Sol, Trujillo. Foto: Carole Fraresso © Institut Français d’Études Andines, UMIFRE 17, CNRS-MAEE ot. 10554/ ifea bulletin 39 - 2 retira de caratula

BULLETIN de l’Institut Français d’Études Andines

2010 Tome 39 Nº 2

COLOMBIE ÉQUATEUR PÉROU BOLIVIE

Évènements/Eventos y dealeaciones Estudio arqueometalúrgicodeuntallertransformacióncobre Carole Fraresso 331 de laedaddelBroncefinalalperiodoromanoenEuropaoccidental Técnicas delmetal,artesanosytalleresenlassociedadesantiguas: Michel Pernot en lacomprensióndeorganizaciónsocial Pigmentos ytecnologíaartística mochicas:unanuevaaproximación Véronique Wright arqueológico delashuacasdelSolylaLuna Los contextosurbanosdeproducciónartesanalenelcomplejo Santiago UcedaCastillo Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity Jeffrey Quilter Presentación Carole Fraresso Mochica Contextos, materialeseidentidadesenlaarqueología Comptes rendusd’ouvrages/Reseñas El Alto:unaficciónpolítica Franck Poupeau de finalesdelsigloXVII La LuçernaYndycadeE.SanchoMelgarySantaCruz.Manuscrito Gerald Taylor Mochica (150-850d.C.,costanortedelPerú) organización delaproduccióncerámicaritualensociedad Contribución arqueométricaalestudiodelastécnicasyla Agnès Rohfritsch tumbaga enelsitiodehuacasMoche 463 299 243 225 221 219 451 427 413 389 351 Sommaire

Events Book reviews El Alto:apolíticfiction Franck Poupeau composed towardstheendof17thcentury The LuçernaYndycaofE.SanchodeMelgarySantaCruz.Manuscript Gerald Taylor north coastalPeru). techniques andorganizationintheMochesociety(150-850A.D., Archaeometric contributiontothestudyofritualceramicproduction Agnès Rohfritsch workshop atthesiteof Archaeometallurgical studyofacopperand Carole Fraresso to theromanperiodinWestern Europe Metal Techniques, craftsmenandworkshops:fromLateBronzeAge Michel Pernot social organization Mochica pigmentsandtechnology:anewapproachforunderstanding Véronique Wright the MoonArchaeologicalProject The urbancontextofcraftproductionattheHuacasSunand Santiago UcedaCastillo Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity Jeffrey Quilter Presentation Carole Fraresso Contexts, MaterialsandIdentitiesinMocheArchaeology huacas deMoche tumbaga alloy 463 451 427 413 389 243 225 221 219 351 331 299

Contents Índice y dealeaciones Estudio arqueometalúrgicodeuntallertransformacióncobre Carole Fraresso 331 de laedaddelBroncefinalalperiodoromanoenEuropaoccidental Técnicas delmetal,artesanosytalleresenlassociedadesantiguas: Michel Pernot en lacomprensióndeorganizaciónsocial Pigmentos ytecnologíaartística mochicas:unanuevaaproximación Véronique Wright arqueológico delashuacasdelSolylaLuna Los contextosurbanosdeproducciónartesanalenelcomplejo Santiago UcedaCastillo Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity Jeffrey Quilter Presentación Carole Fraresso Mochica Contextos, materialeseidentidadesenlaarqueología Eventos Reseñas El Alto:unaficciónpolítica Franck Poupeau de finalesdelsigloXVII La LuçernaYndycadeE.SanchoMelgarySantaCruz.Manuscrito Gerald Taylor Mochica (150-850d.C.,costanortedelPerú) organización delaproduccióncerámicaritualensociedad Contribución arqueométricaalestudiodelastécnicasyla Agnès Rohfritsch tumbaga enelsitiodehuacasMoche 299 243 225 221 219 463 451 427 413 389 351

Presentación

Contextos, materiales e identidades en la arqueología moChiCa

219 Carole Fraresso

220 IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 221-223 Presentación

Presentación

En el marco del 50 aniversario del hermanamiento entre Lima y Bordeaux, se publican a continuación las actas de la Mesa redonda internacional «Contextos, materiales e identidades en la arqueología Mochica», que tuvo lugar en el Institut de Recherche sur les Archéomatériaux IRAMAT-CRP2A UMR5060-CNRS de la universidad de Bordeaux (Francia), del 23 al 24 de octubre de 2007. Si el IFEA siempre tuvo a bien apoyar la arqueología andina, también supo promover un enfoque que conjugara los métodos tradicionales de la Arqueología con los métodos modernos de la ciencia de los materiales. Vale mencionar aquí los temas de investigación vinculados a la disciplina de los arqueomateriales, ya sean ecofactos (carbón de madera, osamenta humana y animal, etc.) o artefactos (metales, cerámica, pigmentos, etc.), que han desarrollado varios jóvenes investigadores del IFEA tales como Tania Delabarde, Fanny Moutarde, Carole Fraresso, Véronique Wright, Nicolas Goepfert y Agnès Rohfritsch. La caracterización de los materiales arqueológicos no es un fin en sí; pero permite, a partir de la «lectura tecnológica» de los artefactos, acceder a informaciones privilegiadas. Por ejemplo, los datos analíticos son idóneos para identificar materiales y procesos; sin embargo, junto con los datos arqueológicos abren otras perspectivas de reflexión. Más allá de los análisis propiamente dichos, esta pluridisciplinaridad, acarreada por la colaboración entre arqueólogos y arqueómetros, permite definir unos facies culturales y fecharlos en contextos bien definidos. También, ofrece la posibilidad de reflexionar sobre aspectos propios a la organización artesanal y aproximarse a las posibles vías de intercambios entre diferentes sitios. Por ende, este enfoque responde a problemáticas arqueológicas precisas que hacen avanzar la comprensión global de la organización y de los modos de funcionamiento sociopolíticos, tecnológicos y culturales de las sociedades precolombinas. Para ilustrar la diversidad de los temas que nos preocupan, y sobre los cuales se debe seguir reflexionando, hemos centrado nuestras discusiones en el estudio de varias categorías de materiales arqueológicos propios de la cultura Mochica

221 Carole Fraresso

(150-850 d.C.), con el fin de iniciar el estudio de las características que definen la «Cultura técnica» de esta gran sociedad «artística» de la costa norte del Perú. En los últimos 20 años, la arqueología Mochica ha alcanzado mayor visibilidad gracias a espectaculares hallazgos de tumbas de gobernantes y altos dignatarios, de monumentales templos decorados con pinturas murales pero también de ciudades y pueblos donde las personas vivían y producían una amplia gama de productos. Las investigaciones han revelado que el sistema de organización política y social de esta sociedad no había formado un estado centralizado, sino un conjunto de entidades políticas regionales y locales con modelos de desarrollo político, ideológico y económico —¿y técnicos?— muy diferentes, a partir de los cuales se habían forjado tradiciones culturales independientes. Estamos entonces confrontados al estudio de instituciones políticas y sociales múltiples unidas entre sí por un sistema religioso común y relaciones de intercambios y rivalidades más o menos intensas, pero no necesariamente lineales durante sus siete siglos de historia. Con esta ocasión, los organizadores de este evento (Carole Fraresso, Michel Pernot y Luis Jaime Castillo) invitaron a proponer nuevas aproximaciones metodológicas para distinguir, en esta sociedad, lo «común» de lo «singular». Esto implicaba transformar nuestra aproximación al estudio de aspectos muy generales, como la religión y la organización social, hasta el análisis de elementos más particulares como las «tecnologías» y los estilos artísticos. Los vestigios materiales de las actividades humanas, que tienen formas, dimensiones, decoraciones y que son constituidos por varios materiales, son testigos tangibles que constituyen un elemento fundamental para el estudio arqueológico de las identidades regionales y/o locales. Contextos, materiales e identidades son los temas centrales que han sido discutidos en este evento. La Arqueología (Luis Jaime Castillo, Santiago Uceda, Christopher Donnan, Jeffrey Quilter, Anne-Marie Hocquenghem), la zooarqueología (Nicolas Goepfert), la ceramología (Agnés Rohfritsch), la historia de la técnicas (Anne- Françoise Garçon), la metalurgia (Michel Pernot, Carole Fraresso) así como las tecnologías textiles (Sophie Desrosier) y las pictóricas de murales (Véronique Wright) fueron las disciplinas seguidas para promover una metodología «transdisciplinaria» apta a la interpretación del desarrollo político y a la formación de la(s) identidad(es) de la sociedad Mochica. La presente publicación muestra claramente cúan importantes son los estudios arqueométricos para responder a las interrogantes actuales de la Arqueología. Más allá permitirán, en el futuro, definir la(s) «Cultura(s) técnica(s)» de las sociedades precolombinas, lo que hasta hoy despertó poco interés. Las diferentes contribuciones presentadas en el Boletín del IFEA aportan por ejemplo referencias, metodológicas y analíticas, que mejoran la comprensión de la «Cultura técnica» Mochica. La Mesa redonda de Bordeaux no quiso lucir por su aparato, sino valorar la amistad y la colaboración transdisciplinaria de varios años. Al romper, de cierta manera, con la división académica que separa habitualmente las ciencias humanas y las ciencias duras, hemos logrado abrir un nuevo espacio de discusiones que entusiasmó tanto a los investigadores como a los estudiantes. Por

222 Presentación lo tanto, lamentamos que varios artículos no hayan podido ser integrados en esta publicación; también nos hubiera gustado invitar a un conjunto más amplio de colegas «mochicologos», pero anhelamos que nuestras reflexiones sean nutridas por futuras discusiones. Quisiéramos agradecer, a nuestra colega Luis Jaime Castillo, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, por haber coorganizado este evento, así como a Pierre Guibert, director del Institut de Recherche sur les Arqueomatériaux, y todo el equipo del laboratorio bordelés, por apoyarnos y acogernos en sus instalaciones. Agradecemos de manera especial a Michel Pernot, por su disponibilidad constante en la organización de nuestra Mesa redonda. También quisiéramos agradecer el apoyo brindado por diferentes instituciones francesas y peruanas: la universidad Michel de Montaigne de Bordeaux-CNRS, la red «Raúl Porras Barrenechea», la Cooperación Universitaria de la Embajada de Francia, en Lima, la Pontificia Universidad Católica del Perú de Lima, el Instituto Francés de Estudios Andinos de Lima (IFEA), el Consejo Regional de Aquitania y las alcaldías de Bordeaux y Lima. Finalmente reiteramos nuestro agradecimiento al IFEA, a su ex director, Henri Godard por haber apoyado la realización de este evento científico y a su director actual, Georges Lomné, por ofrecernos la oportunidad de publicar los resultados de nuestros debates en el Bulletin del IFEA. También agradecemos al personal por su constante apoyo logístico y a Anne-Marie Brougère, encargada de la edición, por la atenta y eficiente preparación de esta publicación.

Carole FRARESSO*

* Investigadora asociada al IFEA. E-mail: [email protected]

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IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 225-241 Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

Jeffrey Quilter*

Abstract

The two different modes of investigation in Art History and Anthropological Archaeology are discussed. This is followed by a consideration of these issues in relation to the Mochica archaeological culture. The “Mochica” have come to be considered a political or ethnic group and, in particular, considered as a prehistoric state. This essay questions these ideas and suggests that Moche is best considered as primarily a religious system. The ceremonial centers were likely places of pilgrimage with more complicated roles in politics than previous models have considered although changing roles through time must be considered.

Key words: Mochica, political organization, pilgrimage centers

Moche: Arqueología, etnicidad, identidad

Resumen

En este artículo se discuten dos métodos diferentes de investigación relativos a las disciplinas de la Historia del Arte y la Arqueología. Resulta una reflexión sobre estas aproximaciones metodologícas en cuanto a la cultura arqueológica Mochica. Gracias a los numerosos trabajos realizados sobre esta cultura, los «Mochica» son, hoy día, reconocidos como un grupo político o étnico, y aun más, se consideran como un estado prehistórico. Este ensayo cuestiona estos postulados, sugiriendo que la cultura Mochica hubiera sido más bien un sistema principalmente religioso. Así que los centros ceremoniales han sido probablemente lugares de peregrinación importantes con funciones políticas más complejas que lo sugerido por los modelos anteriormente propuestos. De igual manera debemos considerar la variación de sus funciones en el tiempo.

Palabras clave: Mochica, organización política, centros de peregrinación

* Deputy Director for Curatorial Affairs. Peabody Museum of Archaeology and Ethnology. Harvard University, Cambridge, Massachusetts, U.S.A. E-mail: [email protected]

225 Jeffrey Quilter

Moche: Archéologie, ethnicité, identité

Résumé

Dans cet article deux méthodes différentes de recherche propres à l’Histoire de l’art et àl’Archéologie sont remises en cause. Il s’en suit une analyse de ces approches méthodologiques quant à la culture archéologique Mochica. À la suite des nombreux travaux qu’ils ont suscités, les « Mochica » sont aujourd’hui perçus comme un groupe politique ou ethnique, et même comme un état préhistorique. Cet essai remet en question ces postulats et suggère que la culture Mochica a plutôt consisté en un système religieux. Ainsi, les centres cérémoniaux ont probablement été des lieux de pèlerinage importants avec des fonctions politiques plus complexes que ceux que suggèrent les modèles précédents. De même, il faudra considérer la variation de leurs fonctions au fil du temps.

Mots clés : Mochica, organisation politique, centres de pèlerinage

INTRODUCTION

What was Moche? This is what I want to discuss here. Studies of this archaeological culture have been among the most dynamic in the prehistory of the Americas in the last two decades with an exponential growth in data that includes portable artifacts, murals, architecture, and elaborate burials. This increase in data has been met with various reactions in terms of how models of Moche politics and society have been modified. I wish to suggest, here, however, the preponderance of the evidence is such that it may be worthwhile to reconsider on a fundamental level what “Moche” was. In reconsidering Moche, I will quickly review the history of studies, current theories of Moche, an alternate model for it, and some cautionary issues relating to that model and in general that may be useful in future studies.

1. A SHORT HISTORY OF MOCHE STUDIES

Although Max Uhle is credited as the first archaeologist to seriously engage with the Moche, through his excavations at the Huaca del Sol in the Moche Valley, it is Rafael Larco Hoyle who generally is considered to be the founder of contemporary Moche Studies. Larco not only collected and excavated but also wrote extensively on his interpretations of what Moche was. Larco conceived the Mochica as a centralized state, with a capital in the Moche Valley at the Huaca del Sol and the Huaca de la Luna (Larco Hoyle, 1938; 1939). He believed that the Moche populace was ruled by religious and military authorities, whose power derived

226 Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity from both ritual performance and physical coercion through military might and who spread their empire up and down the north coast.1 Larco’s model was unquestioned by the members of the Viru Valley Project (Strong, 1947; Strong & Evans, 1952; Willey, 1953), in the 1940s, and it was built upon by Harvard’s -Moche Valley project in the 1970s. Specifically, Teresa Lange Topic (1982) interpreted the Huaca del Sol as the chief administrative center of the expansionist state and the Huaca de la Luna as the temple complex where, as Michael Moseley (1992) later phrased it, the “national pantheon was attended to”. There were many other scholars working on Moche topics in the 1950s through the 1970s, of course (e.g. Benson, 1972; Donnan, 1973; 1975; Kutscher, 1950; 1967), but the issue of political organization usually was not of primary concern to them. Moche studies dramatically changed in the last half of the 1980s, gaining momentum into the 1990s. The discovery of elite burials at Sipán (Alva, 1988; 1994; Alva & Donnan, 1993) drew renewed interest in the Moche, in general, and underscored the wealth and power of a relatively small ceremonial center far from the Moche Valley. Equally or more importantly, a number of separate studies started to unravel the single ceramic sequence, developed by Larco, which had underpinned both the idea of a uniform Moche polity and of the spread of that polity from a single center in the Moche Valley. Such studies included work by Makowski (1994) in Vicús where Mochica-style metallurgy was associated with a ceramic style at variance with the Mochica ceramics from farther south. Larco’s five-phase sequence was done even more serious damage by the work of Castillo & Donnan (1994) at San José de Moro, in the Jequetepeque Valley. In brief, they argued that the ceramic sequence of the northern North Coast (from the Jequetepeque Valley, northwards) was significantly different than that of the southern North Coast (from the Chicama Valley, southwards). This led to the proposition that political systems in each region differed as well and this perspective appears to have been generally accepted by most Moche scholars. The view of a single Moche conquest state spreading from the Moche Valley underwent considerable modification. This work has mostly been carried out through the noting of different ceramic styles and is in evidence in two of the papers presented at the conference (Castillo Butters N.D.; Donnan, N.D.) and similarly is being pursued through an examination of variability in metal work (Fraresso, 2007). Since views of Moche rapidly outpace the publication of them, my view of current views of Moche variability is a sense I have gained from other colleagues rather than on specific publications. There are now, however, several different such views. They are 1.) A single, expansionist Moche state. 2.) A southern Moche state with valley-based polities in the north. And 3.) Valley-based or smaller polities throughout the north coast.

1 For a more extended discussion of the history of Moche studies, especially in relation to political organization, see Quilter & Castillo, 2010.

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Few active Moche scholars seem to maintain the view of a single Moche state with an empire that spread from the Moche valley to the north and south, so it will not be discussed at length here. That view seems mostly to be held in the secondary literature. The idea of an expansive Moche in the south still is maintained by a number of scholars, however (Bourget, 2003; Chapdelaine, 2010; Millaire, 2010) although even they sometimes question the nature of Moche expansion, no longer necessarily assuming that it was a military enterprise. As for the north, increasingly, the region is being broken into smaller units from an original conception of a larger, “North Coast Moche” entity (Castillo & Donnan, 1994). Finally, there are those who see Moche political organization as locally based, probably mostly focused on a single valley with the possibility of more than one polity within a valley. I have proposed this model (Quilter, 2002), with caveats, and the argument is implicit in Donnan’s (2010) work. It should be noted that there is a body of Moche literature in which political organization is not mentioned at all because authors’ interests lie elsewhere. Commonly, this is found when Moche art and iconography are discussed (e.g. Pasztory, 1998) and implicit or explicit references to the concept of a Moche “corporate style”, following Moseley (1992: 179) are often expressed within this perspective. Thus, while political issues are not addressed directly there is an assumption of relative uniformity in art and a concurrent uniformity in political organization, either as a wide spread state system or as a wide spread art and cultural system relatively independent of politics. Recent research offers opportunities to evaluate these models of Moche political organization. Before doing so, however, I wish to consider the fundamentals of the materials by which we study Moche and then also examine so fundamental political concepts which may be in operation in considering the organization of Moche society.

2. THE DATA BASE: MOCHE AS AN ARCHAEOLOGICAL CULTURE

All prehistoric archaeology is faced with the task of interpreting past human behavior through material remains. Moche is, first and foremost, a concept and that concept is in the form of an “archaeological culture”. The “archaeological culture” has been one of the most fundamental analytical tools of archaeology for many years. It perhaps was most clearly defined by V. Gordon Childe in the 1920s: “We find certain types of remains —pots, implements, burial rites and house forms— constantly recurring together. Such a complex of associated traits we shall call a ‘cultural group’ or just a ‘culture’. We assume that such a complex is the material expression of what today we would call ’a people’ (Childe, 1925). By the late 1960s and 1970s, the one-to-one correspondence of an archaeological assemblage with an ethnic or cultural group was already being undermined, most notably in the Binford-Bordes debate over the interpretation of Mousterian assemblages in southern France (e.g. Binford & Binford, 1966; 1969; Bordes, 1969;

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Bordes & de Sonneville-Bordes, 1970). Ironically, this trend, started by the New Archaeologists, accelerated to the point of undermining the Processualist project altogether. Anthropologists have increasingly rejected the concept of “culture” (see Nielsen, 2007) in favor of “society” and many Post-Processualist archaeologists, following suit, are more comfortable with considering how “identities” may shift and change through time rather than seeing static “archaeological cultures” closely linked to artifact assemblages. I believe that many Moche scholars are still following programs of investigation in which we see “pots as people”. Variability in ceramic styles is taken as representing different kinds of Moche. Both Donnan’s and Castillo’s reconsiderations of the northern Moche are based on ceramic studies. These studies as well as many others suggest that the distinctive and powerful iconography expressed on ceramics as well as aspects of their fabrics and forms are direct expressions of Moche social and political units. Although I will touch upon this question later in this chapter, the topic is too large to address here. It seems reasonable to propose, however, that the distinct sub-styles that have been and are being distinguished in both spatial and temporal dimensions on the North Coast reference some kind of socio-political behaviors and beliefs although what those are, exactly, may require careful considerations. If we proceed with the assumption that changes in Moche ceramic (and other material) styles are proxies of varying of socio-political phenomenon then we may consider what current trends suggest. If the northern Moche realm is increasingly being balkanized into relatively independent, valley based political units, then we might propose that it is only a question of time before the same process will occur in the southern Moche realm as well. The break-up of northern Moche is due to scholars identifying distinctions within what was previously viewed as a more general, uniform phenomenon. In large part, this is the result of an increasingly greater data set of archaeologically excavated materials with good chronological and temporal controls. Prior to the early 1990s, the century of study of Moche ceramics and other artifacts was mostly based on unprovenienced collections and so scholars were forced to talk in generalities, for the most part. The deconstruction of a uniform Mochilandia appears to be already underway in the southern zone. In the Viru Valley, Steve Bourget’s (2003) work at the ceremonial center of Huancaco revealed a “non-Moche” occupation in the “heartland” of . The “non-Mocheness” of the site is seen primarily in ceramics which do not appear to follow the standards by with Moche is identified and by some variations in murals. Bourget (2003) maintains that the Huancaco phenomenon was ended by the sever El Niño events of A.D. 550-600 with a subsequent conquest by the Moche from the adjacent valley. Published radiocarbon dates leave this as one possible explanation among many.2

2 Bourget (2003: 266) presents three dates. Two are associated with the last occupation of a temple structure. Calibrated at the 2-sigma standard deviation they date to 635-865 and 530-680 A.D. The

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In a similar but slightly different set of data and interpretations, Jean-François Millaire (2010) sees Moche expansion as a relatively benign event in which another ceremonial center in Viru, the Huaca Santa Clara, was “allowed” to continue in operation under a Gallinazo regime while Moche elites established themselves in the small community of Huaca de la Cruz. A third example is farther to the south, in the Santa Valley. There, Claude Chapdelaine (2010) identified two phases of Moche occupation in the lower valley. A relatively small huaca with Moche ceramics was constructed on a northern terrace of the site of El Castillo, dominated by a larger Gallinazo structure. After the collapse of El Castillo, a Moche occupation which included a large urban area was occupied at Guadalupito. Similar to Bourget, Chapdelaine sees both of these occupations as having occurred after the severe El Niños of the late 500s.3 Whether or not Moche purported “expansions” into Viru, Santa, and other valleys to the south were due to warfare or stresses produced by El Niño events are topics which cannot be fully covered here in detail. Indeed, the entire issue of the appearance of Moche in the southern valleys cannot be adequately evaluated until detailed site reports are published of the research carried out at the sites in question. This is particularly so because the nature of the manifestation of the Moche style will be a critical factor in evaluating the nature of its adoption or implementation in the southern region. Depending on how Moche is defined will determine when it “appears” in the archaeological record. Are the differences in ceramic styles and mural art in the southern valleys documented by the various researchers who have been working in them indicative of “non-Moche” occupations followed by “Moche” occupations? I would suggest that the Huancaco style, for example, would have simply been seen as a variant of Moche if the ceramics had been found in a museum with poor provenience records. In short, the same variability in Moche on a valley- by-valley basis as seen in the north may be true in the south. If we are beginning to see not one Moche style but many Moche styles, then we must return to the question of how we interpret similarities and differences of such styles. Part of this issue has to do with the fact that the Moche ceramic style is representational and for many years we have identified gods, warriors, priests, and other individuals that seem to be repeated through time and space, with a few notable exceptions. The Moche religious system has been assumed to have been fairly constant over a long period of time and throughout a wide geographical area (Donnan, 2010) but I submit that this does not necessarily mean that political

third date, associated with a metal workshop, is interpreted as contemporary with the last period of use of the temple before abandonment and, at the calibrated, 2-sigma range, date to 370-640 A.D. The dates for the Moche Huacas (Chapdelaine, 2003: 280, Fig. 22.19) cover this range and go beyond it, to later dates but whether this can be used as a basis for the interpretation of a Moche conquest of Huancaco is a topic too long and involved to discuss here. 3 The dates (calibrated, 2-sigma) are as follows for El Castillo: 375-565, 525-655, and 540-685 A.D. For Guadalupito: 320-595, 425-660, 555-720, 595-775, 605-775, and 635-775 A.D. (Chapdelaine, 2010: Table 2).

230 Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity systems were equally widespread and stable. There are plenty of examples of relatively uniform religious systems that were shared by politically separate, often conflicting societies. Classical Greece with its shared Olympian pantheon and Medieval Western Europe with its common Christianity are two cases in point. We will return to the issues of the Moche religious system shortly. But let us first consider politics, in general.

3. AGAINST THE STATE

Nulle terre sans seigneur, Nul seigneur sans terre (No land without a lord, no lord without land) (Boissonnade, 1927: 120): this elegant, powerful phrase was a fundamental principle of feudal law in Medieval Europe. The aphorism simultaneously expresses two points: political office exists in relation to the ownership of land and land is to be incorporated within political boundaries.4 So too, today, we measure political power on the basis of the possession of land. It is no accident that in English the term “real estate” refers to properties for sale or purchase: land is real wealth. Whether interpreted through Marxist, capitalist, or other models, much of the politics of the modern world has involved disputing territories carried out within the context of state societies. Modern state societies define themselves externally by territorial boundaries and, internally, by defining the nature of property rights, particularly that of land. Given these considerations it is no wonder that much of archaeology since the end of World War II has been focused on questions of the nature and origins of the earliest state societies. This intellectual project was carried out by historians, such as Toynbee (1934-1961) and certain sectors of practicing archaeologists, particularly those with evolutionary and neo-evolutionary theoretical agendas, in the 1960s and 1970s. Now, in our Post-Processualist age, many are calling into question the project they subscribed to in their youth, such as Norman Yoffee (2005) in his recent book, Myths of the Archaic State. Such efforts rarely call for the abandonment of the paradigm of the notion of the evolution of social complexity, however, and many reevaluations of the origins of the state result in modified interpretations, such as recent works by Bruce Trigger (2003) and Adam T. Smith (2003). Almost all of the arguments about the nature of Moche politics include discussions about the nature of the territorial units in question. Bruce Trigger, for example, distinguishes between City-States and Territorial States and in each case, territory is a critical aspect of the definition: “The distinction between these two types of states…rests not only on the size of territories but also on differences in the nature of their urban centres and in their economic and political organization” (Trigger, 2003: 92)

4 Even this feudal law ultimately is more about social relations that the primacy of property, per se because the saying was used to remind vassal and lord of their mutual obligations, based in the providing of lands and their maintenance —their buen gobierno—.

231 Jeffrey Quilter

The distinctions Trigger makes may be important but by insisting that territory is the crucial determinant of political formations —what they are “all about”. But it may be worth stepping back from this perspective and question whether territory is at issue, at all, in the case of Moche. In several different works, the ethnohistorian Susan E. Ramírez (e.g. 1996; 2005) has challenged the notion of the Inca state as territorial. As the Inca are the best documented Andean political unit and therefore a potential model to compare and contrast with Moche, a brief review of Ramírez’s argument is in order, here. Ramírez (2005) argues that the Spanish interpreted the through European concepts which assumed that territorial boundaries were essential to the definition of the state. A salient example of this is the use of the term “Cuzco”. Ramírez notes that in the earliest chronicles the reference to the urban center is to the “City of the Cuzco”. The term “Cuzco” referred to the head of state, he who has come to be known to us as the Sapa Inca. Like many monarchs, the Inca leader had multiple titles of which Cuzco was one. Fairly quickly in the Colonial Period, there was a shift in which the Spanish first referred to “the City of the Cuzco” —the city of the ruler one of whose names was “the Cuzco”. Later, according to Ramírez, the Spanish shifted usage, calling the city Cuzco as if the urban center had that name, like a European. But Ramírez’s point is that Cuzco was first and foremost the title of a ruler. Ramírez argues further that the political organization of the Inca Empire —the Tahuantansuyu or “Four Quarters” and the suyus, the divisions of them—, were not territorial or geographical terms but related to groups of people. Such groups did map onto terrain but the primary reference in the organization of the empire was human subjects, not territory. Ramírez makes the same argument for the organization of the Chicama Valley in the early Colonial Period (1996). Western concepts of “property” and land “ownership” did not exist. Usufruct rights adhered to those who worked the land so long as they kept it in production but no rights of property were attached to such claims. Curacas did not control or own land. In short, the Andean equivalent to European feudal law was: “No people without a lord, no lord without a people”. But even this is not fully true, because political leadership was tenuous, at best. Curacas only “ruled” by the consent of the governed. They were more like classical “big men” in the terms of evolutionary theorists. “Good government”, the term used by Guaman Poma in his letter to the Spanish king, in Andean concepts consisted of curacas who put their people first by generously providing them with food and drink and other things and who took their well being into account in dealing with more powerful authorities. Leaders commonly were self-made by producing many children. The Sapa Inca’s many wives and the practice of wife-giving by the Inca to loyal subjects were all part of this process: the more wives, the more children, and the more children the more the progenitor (father and successively, grandfather, great-grandfather, etc.) created his own “political” following. Kin-based politics did not prevent groups (ayllu) of dissatisfied lineage sub-units from breaking away from a “natal” group to ally with another group since kinship ties

232 Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity likely could be found (or created) to link with many different relatively independent communities in any given area. Such fissioning and joining were common in the Colonial Period with the collapse of political units due to depopulation resulting from disease and general destabilization in the wake of war. There is every reason to assume that such processes occurred in prehistory as well.5 Various critiques of Ramirez’s proposal may be raised, and the Inca’s interest in territory is in bountiful evidence in the form of ceques, cities shaped as pumas, and other marking of the sacred landscape. But her point that the primary references and concerns for ancient people were people, themselves, is worth considering.

4. THE STATELESS MOCHE

There is no evidence for a Moche state based on archaeology. All of our models of Moche political organization, as is true for most prehistoric cases, are inferences built upon archaeological data which may be interpreted in a number of ways. Ceramics portray gods and other mythological creatures, warriors in combat, scenes of sacrifice and ritual. No conclusive evidence of political systems is in evidence, in my opinion, although representations of various kinds of office holders (such as priests of different kinds and, possibly, various ranks of warriors), among others, are present. Beyond ceramics and other portable objects, field archaeology does not sustain the theory of a Moche state, even by the standards of evolutionists. There is no clear evidence of a four-tier settlement hierarchy and there is no evidence that large huaca centers had extensive storage capacities for surpluses, among other lacking evidence. For many years, the huge sizes of the huacas in the Moche Valley were the bases by which the idea of a Moche expansionist state was maintained. Also, Santiago Uceda suggests, in this present volume, that the Huaca del Sol was a late construction. Whatever the specifics of the growth of the Moche Valley huacas, the sizes of constructions there or anywhere else cannot necessarily be used to gauge relative political power. As but one example, Sparta was not impressive when it was at the height of its power and while its rival, Athens, did construct the acropolis, other Greek city states, such as Corinth or Thebes, built many large, beautiful buildings but were minor political powers. The same can be said for the Maya (A. Herring, personal communication) and many other ancient societies framed as “states.” A primary fallacy of the (neo-) evolutionary perspective is that it places agency in institutions or generalized concepts of ethnic entities in the past: “the state rose and fell”, “the Moche expanded from one valley to the next”. These are concepts: “chiefdoms”, “states”, and “ethnic” groups which may or may not have existed

5 The degree to which the Inca were successful in manipulating this system is a subject of much discussion and is not germane here.

233 Jeffrey Quilter in the past and which are very hard to identify with confidence when studying archaeological data. Nevertheless, I think that there is considerable evidence for general long-term patterns in the Andes in which the most powerful social actors were not rulers but the majority of people who “voted with their feet” in where and to whom they allied themselves. In their work at Initial Period sites in the Lurín Valley, Richard Burger and Lucy Salazar-Burger (1990; 1991) have suggested that many ceremonial centers competed for followers there. Elaborate public rituals in spectacular architectural settings attempted to draw followers from the local region and from afar. In neo- evolutionary terms we might say that these centers were competing to capture energy surpluses. The development of Chavín de Huantar continued this pattern with the highland center achieving a position as an inter-regional center which eventually collapsed. There is good evidence to indicate that the same pattern of pilgrimage centers existed in many areas of in the Late Intermediate Period and that the Inca appropriated these centers, such as , to its own uses. Given this long-term pattern in the Andes for the Initial Period, the Early Horizon, the Late Intermediate Period, and the Late Horizon, we might reasonably expect that something similar held true for the Early Intermediate Period and the Middle Horizon. In all cases, the agents of change were not the centers, themselves, but people who chose to develop various cults and even more people who chose to make pilgrimages to such centers or otherwise participate in activities in them —to “buy into the system”, at least for the length of a ceremony, perhaps, and presumably, by identifying their interests with those of one ceremonial center as opposed to another. States were not opportunistic (c.f. Castillo, 2010), people were. “Tip” O’Neill, a former Massachusetts Congressman and Speaker of the House of Representatives of the United States, once said, “All politics is local”. This applies to the Ancient Andes as much as it does anywhere else. Of course, there are examples of attempts of the expansion of groups organized as polities from one region to the other but, ultimately, polities were operating at the local level first and then, secondarily interacting with larger scale phenomena. The people who used Moche ceramics and visited Moche temple complexes were enmeshed in such local politics and it seems reasonable to interpret that the nature of the local-level system was something like the general system of kin-based organization described by Ramírez. In its time, Moche was one of those pan-regional systems participated in by people whose livelihoods and identities were founded on a local basis.

5. WHAT MOCHE WAS

So, what was Moche? It mostly was a religion. It was not an ethnic group nor the organ of a state (c.f. Donnan, 2010) but a religion unto itself.6 It was a religion-as- a-cultural-system, in the sense of Clifford Geertz (1965):

6 Donnan uses the term “state religion”, in the title of his chapter in New Perspectives on Moche Political Organization (Quilter & Castillo, 2010). In the chapter, itself, however, he makes clear that

234 Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

“Religion is… a system of symbols which acts to… establish powerful, pervasive and long-lasting moods and motivations in men (sic.)… by formulating conceptions of a general order of existence and… clothing these conceptions with such an aura of factuality that… the moods and motivations seem uniquely realistic”. Moche was a religious-cultural system which attempted to convince people that its leaders correctly understood the “general order of existence” and had some control or influence over that order which could be of benefit to those people who came to the temple complexes and claimed to subscribe to the system being practiced there. Mochica art which draws so much attention from modern scholars and the public was part of that system. In other words, I suggest that the kind of people-based system Ramírez describes was the basic political architecture by which individuals and their affiliated groups organized themselves. Moche was a phenomenon that successfully co-opted that system, drawing some leaders (curacas) and their followers into it. Like the Inca Empire of later times, the Moche system likely claimed to offer something new while claiming to restore or reaffirm “traditional” or “universal” practices, values, and beliefs. Moche clearly was successful, as in evidence by its strong signature in the archaeological record. Moche at its peak also may have been an identity which was assumed by some people, some times. It served to create social bonds and links between different units, probably cross-cutting the traditional “vertical” ties of kinship and likely serving as a means of pan-regional elite interactions. Many of the larger Moche centers are located in less-than-ideal places in the landscape. The complex is on an alternately windy and cold or boiling hot, dusty terrace at the edge of the ocean and at the end of the irrigation system. The Moche Huacas are also low in the valley. What does this tell us about how power was constituted? If water was the most important resource, then control of the upper-middle valley, at the irrigation intakes, would have been the most powerful locale, as it was on the Central Coast in the Initial Period. The fact that the large Moche huacas were in lower valley locations means that, for a while, their religious cults were able to control resources from afar or that they did not have direct control in the first place. More likely, perhaps, the centers were established in marginal locales but, through time, the cult priests used religious authority to achieve control. In other words, Moche may have been a system which was developed (consciously or unconsciously is hard to say) by people in marginal or peripheral geographical and, more important, social locales as a means by which to achieve success in a

he sees independent polities united by an “overall sense of unity within the Moche world” through a common religion. In a general sense, we are in agreement. I am uncertain to what degree various communities on the North Coast were practicing religious systems deriving from shared traditions versus the adoption of specific cult practices which may have originated from a specific source, most likely the Moche Huacas, as I discuss later in this chapter. Indeed, I think that it is this issue which will be worth pursuing in future research.

235 Jeffrey Quilter highly competitive natural and social landscape. These centers, such as well as San José de Moro —located at a central node in contested agricultural lands (Castillo, 2010)— were not simply in the landscape but created new cultural landscapes, re-orienting the geo-politics of their valleys towards themselves and away from the traditional (and “real”) centers of power. It has been noted by many scholars, for example, that the Moche Valley is one of the smallest on the North Coast. This opens the door to explain the expansion of Moche in the mode of circumscription theory (Carneiro, 1970). The same conditions serve to propose that it was not military might but a religious cult that was generated, however (e.g. Rathje, 1972). As I have said elsewhere (Quilter, 2002), any interpretation of what Moche was must confront the fact that the archaeological record appears to indicate duration of the art style for over seven centuries.7 But while a general suite of gods, myths, and rites appears to have had longevity on the North Coast of Peru, further study, with more and better controlled data sets and less reliance on looted collections, may identify temporal and regional variability.8 And if we start to be able to document that variability when will we say Mochica started? At the Huaca Cao Viejo, at the El Brujo Complex in the Chicama Valley, archaeologists recently discovered the Señora de Cao. This was a high-status Mochica woman who was buried in the huaca with a sacrificial victim and much wealth. The wealth included many items of jewelry and 20 spear-throwers, possibly offerings from regional leaders. The dates for the burial are in the later 400s A.D. The decorations of the chamber in which the Señora were buried could be called Mochica but could also be called “generalized North Coast” styles. The same is true for the pottery buried with her. They are “Mochica” so long as the term is a loosely applied, broad ranging one. The terraces of Huaca Cao Viejo at the time the Señora was interred were painted in solid colors with no distinctly “Moche” designs (again, unless one wants to call everything on the North Coast at this time as “Moche”) and the same is true for the decorations of interior courtyards (recintos). We might attempt to find correlations between the costume of the Señora and the Presentation Theme/Sacrifice Ceremony and therefore say that this is a Moche señora but I think we could equally argue that she and her temple were not part of the Moche religious complex. This depends on how we define Moche and as we refine our view of the Early Intermediate Period and the early Middle Horizon on the North Coast this problem is going to become increasingly complex until we confront and perhaps revise our definitions. These problems have already arisen in attempting to fit the information Steve Bourget has uncovered at Huancaco, in the Viru Valley —one of the “heartland” areas of Moche culture— as well as our grappling with how the Castillo ceramic series, formerly thought to be emblematic of the “Gallinazo” archaeological culture, do or do not fit into our definition of “Moche”.

7 Future research may indicate that the “fully developed” Moche system was of relatively short duration. 8 I believe the variability is already in evidence but needs to be more fully explicated than at present.

236 Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

In the last major building phase at Huaca Cao Viejo, the front terraces of the huaca were decorated with motifs (nearly) identical with those at the Huaca de La Luna where the artistic program had been carried out through many construction phases, presumably for centuries. There also is evidence that recintos on the summit of Huaca Cao were built which followed Huaca de la Luna canons. This seems to me to be the only clear case we have of the direct intervention of the Moche Valley system beyond its borders. Apparently, whatever the nature of that extension and its causes were, the two valley unity in art and ritual and, presumably, of political alliance or dominance, did not last very long because no major building phase follows at Huaca Cao after the implementation of the Huaca de la Luna program. As a caveat to all I have said, above, I think that it is important to remember the importance of water, irrigation systems, and land in the Moche valley systems. Access to or control over these resources would have been vital to people, especially if under demographic and other pressures. We might therefore consider that at some point during the Early Intermediate Period and early Middle Horizon when the Moche style was common on the North Coast, that such issues played into how that style was linked to political dynamics. In other words, we should not discount that Moche identity, politics, and warfare became more tightly intertwined at some time periods than at others. The system that Ramírez describes may have been a basal way in which people organized themselves for long periods of time but it came into being at a particular time and place. Or, alternatively, that kin- based system may have been over-ridden by attempts, some successful others not, perhaps, of more institutionalized political systems. Moche may have been one such system that was co-opted into being a more engaged political entity at some times and places. The Moche-Chicama connection may have been such a case, late in the day of the Moche phenomenon and apparently only successful for a short period of time.

CONCLUDING THOUGHTS

In concluding, I want to re-emphasize that I believe that Moche dynamics were complex just like any cultural phenomenon that was strong enough to leave its imprint on the landscape must have been. It is likely that political alliances that may have included attempts at military expansion did occur in the several centuries during which the Moche phenomenon occurred. The example of the late period relations between the Moche and Chicama Valleys currently is the clearest example we have of some kind of political interactions but there will likely be more in the future. My main point, however, is that what we see as Moche is primarily a religious cult and moving beyond this to interpreting social political phenomena moves us a step away from our data and therefore requires that we be cautious. In discussion during the conference that resulted in this chapter, Luis Jaime Castillo noted that the overwhelming majority of ceramics that have been the basis of

237 Jeffrey Quilter most interpretations of Moche iconography, politics, and other matters, come from the Chicama Valley, especially in the collections of Rafael Larco Hoyle and, now, the Larco Museum. This is a very important point with its suggestion that our conception of the Moche style has been anchored to a particular time and region. The Chicama styles have served as the baseline, the starting point, the prototypes, from which we have judged whether or not other styles are or are not “Moche”. But the Moche-Chicama style is apparently only one variant of a much more polymorphous Moche style, if one exists at all. The question of how ceramic styles express political or social groups is one topic I have raised here and, clearly, much more work needs to be done on this matter. So too, I believe that we should avoid discussing whether or not the Moche were a “state” and concentrate on how Moche religion and politics are in evidence from as close a reading of the archaeological data as possible. Rather than attempt to determine whether or not Moche archaeology expresses the material culture that may be marked off a check-list as necessary to identify a state or complex chiefdom we should investigate how Moche society and politics were constructed, by the Moche themselves, on the ground. This is not to demote the Moche from the ranks of “complex societies”. Moche, whatever it was, was the product of historically contingent forces played against long-term patterns of behavior in which common people were the primary agents. They may have “bought in” to ideologies and been drafted into the ranks of armies to fight for abstract causes, but they also were the agents of resistance to such forces. This has been true everywhere, at all times, and offers us hope for our present situation, as well.

Acknowledgments

Thanks to Richard L. Burger and Adam Herring for constructive criticisms of an earlier draft of this article. I am especially grateful for the opportunity to visit the Institut de Recherche sur les ArchéoMATériaux, Université Michel de Montaigne, Bordeaux and to participate in the Round Table there, October 23rd – 25th, 2007. Many people made that visit pleasant and productive particularly Michel Pernot, Director of Research and Carole Fraresso. Luis Jaime Castillo B., Santiago Uceda C., and Christopher Donnan were very helpful there and in Peru. I appreciate such fine colleagues.

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241 Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60Jeffrey 70 Quilter Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected] Web: http://www.ifeanet.org

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA, UMIFRE 17, CNRS-MAEE) - Instituto de Estudios Peruanos

242 IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 243-297 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Los contextos urbanos de producción artesanal en el complejo arqueológico de las huacas del Sol y de la Luna

Santiago Uceda Castillo*

Resumen

Las excavaciones en los tres últimos pisos de ocupación del Núcleo Urbano de las huacas del Sol y de la Luna han permitido registrar por lo menos cuatro centros de producción artesanal. Cuatro líneas de evidencias permiten establecer que se trata de centros de producción especializada, a saber: (1) estos centros se ubican en espacios definidos dentro de un área residencial multifuncional; (2) las actividades productivas se repiten en más de dos pisos de ocupación; (3) el volumen de producción es muy superior a las necesidades de consumo familiar y, otros productos, por su calidad y simbología, están destinados a los miembros de la elite moche y; (4) se han registrado tanto instrumentos de producción como productos en diversas fases de producción. Esta mayor especialización y su control por unidades mayores de residencia en el sitio nos permiten sostener que los especialistas estuvieron adscritos a grupos corporativos y que este nuevo sistema de organización social y productiva se produjo como consecuencia del colapso de la estructura teocrática de la sociedad moche; ello se tradujo en intentos de esta sociedad por la búsqueda de un nuevo modelo social, más civil, donde los grupos urbanos empezaron a adquirir mayor poder económico.

Palabras clave: Cultura Moche, urbanismo, talleres artesanales, estructura social, especialistas

Les contextes urbains de production artisanale du complexe archéologique des huacas del Sol et de la Luna

Résumé

La fouille des trois dernières couches d’occupation du Centre Urbain des huacas del Sol y de la Luna, a permis de mettre à jour au moins quatre centres de production artisanale. Quatre sortes

* Universidad Nacional de Trujillo, Dpto. de Arqueología y Antropología. Email: santiago_uceda@ hotmail.com

243 Santiago Uceda Castillo d’indices permettent d’établir qu’il s’agit de centres de production spécialisés, à savoir: (1) ces centres se localisent dans des espaces définis à l’intérieur d’une aire résidentielle multifonctionnelle; (2) les activités productives se répètent au moins dans deux couches d’occupation; (3) le volume de production excède trés nettement les besoins d’une consommation domestique et, d’autres produits, de par leur qualité et leur valeur symbolique, sont destinés aux membres de l’élite mochica, enfin; (4) plusieurs outils ainsi que divers produits, correspondant à diverses étapes de la fabrication, ont été découverts. Cet important degré de spécialisation et son contrôle par des unités résidentielles majeures du site nous permet d’avancer l’hypothèse selon laquelle les spécialistes étaient attachés à des groupes corporatifs et que ce nouveau système d’organisation sociale et de production fut la conséquence du déclin de la structure théocratique de la société mochica. Ce phénomène a conduit cette société à chercher un nouveau modèle social, plus civil, dans lequel les groupes urbains se sont arrogés un plus grand pouvoir économique.

Mots Clés : Culture Mochica, urbanisme, ateliers artisanaux, structure sociale, spécialistes

The urban context of craft production at the Huacas of the Sun and the Moon Archaeological Project

Abstract

The excavations of the three last occupational floors of the Urban Nucleus at Huacas of the Sun and the Moon in the Moche Valley have allowed us to register at least four craft production centers. Four following lines of evidence allow us to establish that they are centers of specialized production: (1) these centers are placed in definite spaces within a multifunctional residential area; (2) the productive activities are repeated on more than two occupational floors; (3) the volume of production is far greater than the needs of family consumption; other products, given their quality and symbolism, were produced for members of the Moche elite, and; (4) production instruments and products from several production steps have been registered. This greater specialization and its control through residential units at the site allow us to hold that the specialists were associated with corporate groups and that this new system of social and productive organization was produced as consequence of the collapse of the theocratic structure of Moche society; this resulted in attempts by this society to look for a new social model, one that was more civic, and in which urban groups began to acquire a greater economic power.

Key Words: Moche Culture, Urbanism, Craft Workshops, Social Structure, Specialists

INTRODUCCIÓN

Con el establecimiento de la Ciudad y del Estado aparecen los talleres de producción y los artesanos especialistas (Childe, 1954). Su estudio es indisoluble, y resulta hasta cierto modo inútil establecer cuál depende o deriva de cuál. Sin embargo, es claro que estos fenómenos sociales tienen variantes que se establecen por la naturaleza del Estado, el tipo de desarrollo urbano alcanzado y, en menor medida por los aspectos culturales de cada grupo. Es conocido que, en diversas sociedades antiguas del mundo, los talleres de producción se han desarrollado en un inicio al amparo de los templos o palacios, para luego ir surgiendo talleres de artesanos independientes

244 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna: junto a la aparición de los mercados y los comerciantes (Redman, 1990). En el área andina, la presencia de mercados ha sido muchas veces cuestionada (Rowe, 1997); sin embargo, diversos documentos, tanto de cronistas como de administrativos españoles, indican que en la Costa Norte los artesanos tenían independencia marcada y que formaron verdaderas corporaciones dirigidas por curacas. Estos especialistas vivían en barrios y no estaban obligados a tributar (Espinoza, 1975: 285; Netherly, 1978: 157; Ramírez-Horton, 1981: 290; Rostworoski, 1977b: 221- 222). Esta información ha sido corroborada con los estudios arqueológicos de la Universidad de Harvard (Topic, 1990) en la década de 1970. Las investigaciones en el sitio de huacas del Sol y la Luna han permitido conocer una amplia y compleja red urbana, donde resalta la presencia de centros de producción artesanal de vieja data. Sin embargo, la planificación urbana de la zona residencial y productiva ha variado en el tiempo y muy posiblemente ello se deba a los cambios sociopolíticos de la sociedad mochica (Uceda, 2004). En esta ocasión quisiera discutir los contextos urbanos de producción a partir del estudio de la planificación urbana, es decir, cómo estuvo organizada, desde el punto de vista urbanístico, la producción de bienes en la ciudad, en particular en su periodo final de ocupación. Pero, al mismo tiempo, vamos a intentar discutir la(s) forma(s) de organización social de esta producción y el estatus de los especialistas, para finalmente establecer dentro de qué contexto sociopolítico moche se insertó este sistema de producción. Para este trabajo usaremos la información de los conjuntos arquitectónicos 17, 21, 27, 30 y 35. La información de los otros centros de producción estudiados en el sitio, como los reportados por Bernier (1998; 1999; 2005; 2008), Chapdelaine (2001; 2003), Uceda & Armas (1997; 1998), no será usada aquí pues no contamos con informaciones contextuales relacionadas con la estructura urbana colindante. Finalmente, nuestro trabajo se inicia con un resumen sobre la secuencia ocupacional del sitio. Por no ser el tema central de este trabajo, no ahondaremos en los detalles sobre nuestra propuesta; para una mayor información, el lector puede consultar otros trabajos ya publicados (Uceda, 2007; 2010).

1. ASPECTOS TEÓRICOS

Tratar de estudiar la estructura social de los artesanos y sus talleres en época moche, nos obliga a una breve revisión de algunos conceptos básicos sobre los que se estructuraron las sociedades andinas tardías para, a partir de ellos, ensayar un modelo o interpretación de la sociedad moche.

1. 1. La organización social de la producción: las fuentes etnohistóricas

Al tratar de estudiar la organización social y la producción de las sociedades andinas, se siguió la propuesta de Murra (1972; 1975; 1980) para la organización social inca;

245 Santiago Uceda Castillo esta se basaba en los principios de la reciprocidad y complementariedad ecológica vertical. Sin embargo estudios sobre fuentes documentales de la costa central y norte peruana indicaron que este modelo inca no era aplicable a sociedades de estas zonas. María Rostworowski (1970; 1977a; 1977b) documentó la presencia de mercaderes chinchanos a larga distancia. La misma autora concluyó que hubo una vasta diferencia entre las formas de organización socioeconómica de la sierra y la costa; las economías costeñas se caracterizaban por una división del trabajo altamente especializada. Los documentos coloniales dan prueba de la existencia en la Costa Norte de parcialidades enteras ejerciendo oficios especializados, incluidos sus propios principales y señores (Espinoza, 1975: 285; Netherly, 1978: 157; Ramírez- Horton, 1981: 290; Rostworoski, 1977b: 221-222). Estos grupos vivían en barrios o pueblos aparte, no tenían tierras y estaban exentos de servicios de trabajo (modalidad fundamental de tributación), contribuyendo al Estado solo con sus productos especializados (Rostworowski 1977a: 177; 1977b: 244). En cuanto a la forma de intercambio de bienes existen dos posiciones opuestas. Según Rostworowski (1977a: 181) el trueque directo entre los grupos de especialistas formaba parte del sistema económico de la costa. Por su lado, Netherly (1978: 208) y Ramírez-Horton (1981: 292-95) proponen que la economía costeña fue esencialmente redistributiva. A cambio de otorgarles sus tierras y sus servicios religiosos, los señores recibían los productos agrícolas de los campesinos y redistribuían sus productos a los artesanos especializados.

1. 2. El taller y la estructuración urbana: estudios previos

Poco conocemos, desde la perspectiva arqueológica, sobre cómo se articulaban los talleres artesanales dentro de las redes urbanas en las sociedades tardías andinas. Para el caso inca, no conocemos dónde se ubicaban los artesanos en el y si estos formaban parte de barrios independientes o si los talleres formaron parte de un componente mayor (palacio, edificio público o grupo corporativo mayor). Según Agurto (1987: 80) la ciudad del Cusco estaba compuesta de dos zonas: la zona urbana, que integraba el núcleo básico del sector central, el área de expansión del sector central y el cinturón de aislamiento. La segunda zona era el sector periférico compuesto por la zona suburbana y la zona rural. De este modo el núcleo básico era considerado la parte sagrada y administrativa del Cusco, donde residía la nobleza y el personal a su servicio. Tal como es descrita esta ciudad por muchos cronistas, en ella debieron existir los aclla-huasicuna, donde mujeres escogidas se dedicaban a la producción de tejidos. Los otros artesanos no son mencionados, por lo que es posible pensar que estos productores se asentaron en el sector periférico. Estos barrios periféricos, siguiendo a cronistas como Garcilazo (1943), se componían de gente venidas de todas partes del imperio y que se organizaban de acuerdo a sus propias costumbres locales. Los datos arqueológicos más importantes de las sociedades tardías las tenemos para la sociedad chimú; aquí presentaremos la información recuperada en Chan Chan.

246 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Chan Chan es considerada la ciudad capital del reino del o Chimú. Su trama urbana no sigue la misma lógica que la descrita para el Cusco. Si bien existe tres tipos de arquitectura bien diferenciada en términos sociales (la arquitectura monumental, compuesta de los llamados palacios y los templos; la arquitectura intermedia, destinada a las residencias de los administradores y comerciantes; y la arquitectura popular, destinada a la clase baja urbana), estos tres tipos de arquitectura no se encuentran separados como el caso inca; los llamados barrios se ubican preferentemente en la parte sur y oeste de la ciudad. Según John Topic (1990: 152), los especialistas en Chan Chan ocuparon tres áreas distintas: barrios, áreas de servidores y áreas para alojamiento de comerciantes (fig. 1).

Figura 1 – Plano general de Chan Chan, mostrando los barrios, áreas de servidores y mercaderes Tomado de Topic (1990: fig. 5)

247 Santiago Uceda Castillo

Existen cuatro barrios separados por cementerios que podrían indicar cuatro parcialidades asentadas en la ciudad. Dentro de cada barrio el artesano vivió en una unidad doméstica independiente con una cocina, área de depósitos, espacio de trabajo y animales domésticos (fig. 2). Mayormente las viviendas contienen

Figura 2 – Complejos arquitectónicos del barrio ubicado al sur de la ciudadela Laberinto, Chan Chan Tomado de Topic (1990: fig. 6)

248 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna: evidencia tanto de talleres de metalurgia como de tejeduría. El hecho que todos los lingotes y los martillos de piedra fueron hallados en las viviendas de los barrios sugiere que la preocupación fundamental en sus talleres era la producción de láminas de metal. Otra información relevante en la organización del espacio urbano de estos barrios es que las viviendas se agrupaban de dos maneras distintas: algunos bloques se formaron adicionando cuartos extras a un núcleo ya existente, sugiriendo que, del mismo modo que la familia fue creciendo, ellos ampliaban y subdividían sus viviendas; en la otra forma (fig. 2), el lindero del bloque quedó estable pero el espacio fluctuó de una vivienda a otra por la remodelación de la entrada. Los espacios entre cada vivienda fueron los talleres (fig. 2, complejo 3; fig. 3) y el área administrativa (fig. 4), esta última indicada por la presencia de arcones o una estructura en forma de «U» con depósitos. El área de servidores tiene ejemplos de algunas mixturas de actividades de tejeduría y metalurgia, pero su organización es diferente. Esta área de servidores difiere de aquella de los barrios por estar construida sobre plataformas y tener un acomodo diferente del área de la cocina. En el área de servicio adjunta al Palacio de Velarde, ella posee una amplia área de cocina que abarca al menos tres

Figura 3 – Taller orfebre ubicado en el complejo 3, barrio al sur de la ciudadela Laberinto, Chan Chan Tomado de Topic (1990: fig. 7)

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Figura 4 – Área administrativa ligada a los talleres del complejo 3, Chan Chan Tomado de Topic (1990: fig. 8) ambientes (fig. 5). Estas cocinas tienen dos fogones en un cuarto y otro en otro cuarto adyacente. Estos también fueron espacios para tres zonas de molienda (por la presencia de batanes) y el área de cocina incluía dos arcones; la ausencia de evidencia de producción de chicha es un indicador de arreglo social comparado a la de los barrios. Las áreas de los servidores pueden ser consideradas como viviendas particulares, al menos en términos de preparación de alimentos. Las evidencias recuperadas en las excavaciones indican, en términos del proceso de producción, que el trabajo preliminar (tanto el laminado del metal como el hilado), fue menos importante en estas áreas, que el del acabado de los objetos. Todas estas características llevan a Topic (1990: 161) a postular que la gente que vivió en estas áreas tuvo un más alto estatus que aquellos de los barrios. Del mismo modo, la cercanía a los palacios, así como las características de las construcciones, le permite suponer que esta gente estuvo sujeta a los señores chimúes. El tercer tipo de especialistas son los comerciantes. Las dos áreas registradas se ubican en la parte central del sitio y al final de la red de caminos. La mejor estudiada (fig. 6) poseía una cocina comunal, amplios corrales, una plataforma llena de entierros de y cuartos con múltiples banquetas para dormir (fig. 7). Según los cálculos efectuados, estos fueron capaces de albergar cerca de 600 personas. La evidencia de artefactos y materiales registrados (madera exótica, lana de alpaca, lingotes de metal) sugiere el intercambio entre la costa y la sierra y otros lugares lejanos. Por ello estas áreas corresponderían a estructuras para acoger temporalmente a estos especialistas. Los estudios de talleres artesanales para la época Moche con mayor información de contextos urbanos en conjunto, sin lugar a dudas, son aquellos realizados

250 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Figura 5 – Área de servidores orfebres, junto a la ciudadela Velarde, Chan Chan Tomado de Topic (1990: fig. 11) en Pampa Grande (Shimada, 1994), en el valle de Lambayeque. En términos generales, existen tres tipos de talleres por su ubicación y quizás, como más adelante lo discutiremos, por su relación con procesos y contextos sociales diferentes. El primer grupo es el de los talleres cercanos a las estructuras o plataformas piramidales (el mejor ejemplo es el taller de textiles de la Casa del Ciervo). El segundo tipo lo conforman aquellos ubicados en los sectores H y D, considerados como barrios donde se ubican viviendas, áreas administrativas de control de la producción artesanal y de bienes. El tercer tipo de talleres se ubica en zonas domésticas. Para fines de nuestro estudio, vamos a describir con mayor detalle el taller de metalurgia, pues los contextos y excavaciones permitieron a los investigadores de Pampa Grande obtener mayor información sobre las áreas de actividad en el proceso productivo de los objetos en metal. Este taller fue ubicado en la estructura 52 del sector H (Shimada, 1994: 203-206, fig. 8.20); definitivamente

251 Santiago Uceda Castillo

Figura 6 – Área de mercaderes, Chan Chan Tomado de Topic, 1990 (fig. 13)

Figura 7 – Área de vivienda de los mercaderes, Chan Chan Tomado de Topic (1990, fig. 14)

252 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

estaba involucrado en la forja, la elaboración o formado del metal por martillado y templado alternado. El taller estaba situado en el extremo de una estrecha calle que también permitía el acceso a una aparente residencia en el otro extremo y a RS 65, con una espaciosa terraza jerárquica ubicada para controlar el tránsito a y desde la calle (fig. 8). El taller consistía de cuatro áreas interrelacionadas pero funcionalmente diferenciadas involucradas en (1) templado y fundición, (2) forjado, cortado y formado de láminas de metal, (3) almacenamiento y consumo de alimento y bebida, y (4) posible preparación de alimentos y disposición de desechos. El área de fundición y templado se ubica en una zona espaciosa y amurallada cercana a la calle, donde se registraron dos fogones en forma de cubeta con fondos enlucidos de arcilla y paredes construidas con piedras en un mortero de arcilla. Sobre el piso, cerca de los fogones, había un cuenco en miniatura roto pero completo, de forma rectangular (4 x 6,5 x 4 cm de alto, con una capacidad máxima de alrededor de 50-60 cc) con distintivas incrustaciones verdosas en la superficie interior. El ambiente ARm 61 poseía una banqueta y dos mesas de trabajo; aquí se recuperaron dos conjuntos de artefactos en piedra que indican actividades

Figura 8 – Taller orfebre. Estructura 52, sector H, Pampa Grande Tomado de Shimada (1994: fig. 8.20)

253 Santiago Uceda Castillo relacionadas: un conjunto, sobre la banqueta, consistía en objetos de basalto con facetas planas pulidas; el segundo conjunto consistía en cantos pulidos con varias facetas. A estos conjuntos se deben agregar dos bloques de andesita con huellas de haber sido usadas para cortar objetos, así como un bloque de andesita que originalmente debió estar sobre una de las mesas con una cara mostrando huellas de trabajo. Este contexto ha sido interpretado como dos fases de actividades de la producción orfebre: la primera, el trabajo con los cantos de una cara amplia pulida usados como martillos, para fabricar las láminas de metal a partir de los lingotes. Las placas de andesita sirvieron para recortar las láminas y los guijarros con múltiples facetas para doblar y repujar las láminas; la cercanía de los fogones permitía el trabajo de recalentamiento del metal para el proceso de laminado. La presencia de cerámica fina en los ambientes ARm 64 y 85 ha permitido inferir que dichos ambientes estuvieron destinados a personajes de la elite moche que tuvieron las funciones de control o administración de este taller. Se puede señalar que el acceso al taller estuvo muy controlado por el ambiente con banquetas RD 65. En el pequeño ambiente Rm 81, con umbral alto en su vano de acceso, se registraron varios cántaros firmemente incrustados en el piso para contener líquidos (posiblemente chicha). En todos los ambientes antes descritos no se registró evidencia de actividad doméstica. La presencia de fogones con gruesas capas de ceniza y restos de alimentos en los ambientes ARm 60 y RR 84, sugieren que aquí se prepararon los alimentos.

1. 3. La producción artesanal y el estatus de los artesanos

El tratar el tema de la especialización artesanal dentro de las esferas de la producción en sociedades antiguas implica, como ha sido señalado por diversos trabajos teóricos, la definición de cómo funcionaban y se organizaban los artesanos especialistas (véase Brumfiel, 1980; 1998; Brumfiel & Earle, 1987; Costin & Wright, 1998; Inomata, 2001). De este modo, por su afiliación en el contexto de producción, siguiendo a Costin & Earle (1989) o Brumfiel & Earle (1987), se distinguen dos tipos de especialistas: los primeros son los llamados «independientes» y los segundos los «dependientes» o «adjuntos». Los primeros son aquellos cuya producción intercambian o venden directamente a los consumidores; la presencia de mercados y comerciantes es el modelo económico mejor logrado donde se inscribirían este tipo de productores. En el segundo caso, la producción se hace bajo el patrocinio de individuos que controlan el poder económico y político. La movilización de la producción la hace la elite; en el mundo andino sirvieron para definir roles o estatus de los individuos, así como para crear lealtades entre los grupos mediante «la generosidad», mediante el mecanismo de la reciprocidad. Dentro de un centro urbano es de esperar que sea posible identificar y diferenciar estos tipos de artesanos, pues aquellos que son independientes formarán barrios particulares y sus talleres serán una parte de su residencia; en el otro caso, los talleres deben estar integrados a los palacios o residencias de la elite que los

254 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna: auspician. Nuestro estudio estará centrado en resolver esta pregunta, así como la escala de la producción artesanal en el sitio de las huacas del Sol y de la Luna. Por otro lado, la producción artesanal puede ser hecha a diversas escalas, pero siempre que lo producido esté destinado a consumidores fuera del núcleo de los productores, es decir que ello involucra un sistema de movilización de los bienes a través de mecanismos de mercados o mediante el intercambio auspiciado por las elites gobernantes. La producción artesanal también involucra el concepto del espacio físico donde se realiza la producción: los talleres. Un taller no indica un espacio único; dependiendo de la complejidad del producto y de la escala de la especialización, los talleres podrían tener tantos espacios o áreas como tipos de artesanos especialistas existan en la producción, atendiendo al trabajo específico que realicen dentro de una cadena productiva determinada. El registro arqueológico nos informa directamente sobre los talleres, en un primer momento, pero esta visión que nos brinda la arqueología es parcial, en tanto corresponde a la cantidad de información que ha perdurado en el tiempo y lo que dejaron los ocupantes antes de abandonar o transformar el taller. En estos espacios, las áreas de actividad se deducen por los objetos recuperados y ciertos elementos fijos que los talleres requieren, como fogones, «mesas» de trabajo y herramientas para realizar los diversos pasos de la cadena operativa, principalmente.

2. UN ENSAYO DE SECUENCIA GENERAL DEL SITIO

La información que hemos recuperado en dieciocho años de investigaciones en el sitio (Uceda, 2007; 2010) nos permite considerar tres grandes momentos en la historia de ocupación del mismo (fig. 9). El primero, desde sus orígenes —que por ahora no son precisos— hasta el año 600 ó 650 d.C., es el momento de dominio de la sociedad por parte de un modelo teocrático que tuvo sus inicios en la época de Chavín o antes y que culminó con los moches. El segundo, desde los 600 ó 650 hasta los 850 ó 900 d.C., es el momento del colapso de la sociedad teocrática y la búsqueda de un nuevo modelo de organización social y política, una sociedad de poder civil, que culmina con el abandono del sitio y la desaparición de lo que ahora denominamos cultura Moche. El tercer momento, después del 900 d.C. hasta la llegada de los españoles, es aquel del abandono del sitio y su reutilización por los chimúes, tanto en algunos de sus espacios sagrados —para usarlos como lugares de culto y entierro— o en el Núcleo Urbano moche, transformándolo en campos de cultivo y sus cementerios. La correlación de estos tres sectores del complejo ha sido realizada en un trabajo colectivo (Uceda et al., 2008), donde se ha puesto en discusión las secuencias estratigráficas y constructivas, las asociaciones con material cerámico, en particular la secuencia estilística propuesta por Larco (1948) y los fechados radiocarbónicos existentes. A estas fechas debemos agregar dos últimas que fechan la secuencia del Templo Nuevo (Uceda et al., 2010), que ubican el inicio de la construcción de dicho templo hacia inicios del siglo VII, coincidiendo con las últimas fechas de ocupación del Templo Antiguo.

255 Santiago Uceda Castillo Figura 9 – Cuadro de secuencia ocupacional en el sitio de la Huacas del Sol y de la Luna. Resumen de las principales características 9 – Cuadro de secuencia ocupacional en el sitio la Huacas del Sol y Luna. Figura Uceda (2007; 2010)

256 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

2. 1. El primer momento moche: la vieja ciudad y el rol del templo

Los cinco edificios registrados en la huaca de la Luna corresponden a los pisos 4 al 12 registrados en el Núcleo Urbano, así como a la secuencia de las remodelaciones de las plataformas 2 y 3 de la huaca del Sol y la secuencia de pisos y remodelaciones que están por debajo de los rellenos de adobes tramados de la sección 1 de la huaca del Sol. Durante este periodo de tiempo, 100 a 650 d.C, el componente más importante del sitio era sin duda el viejo templo de la huaca de la Luna (plataformas I y II y las plazas 1, 2 y 3). A partir de la evidencia de los contextos arqueológicos y arquitectónicos (Uceda & Tufinio, 2003; Uceda & Canziani, 1998; Uceda et al., 2008), se puede decir que el templo era el centro del poder político; los ceremoniales y rituales que allí se realizaban eran destinados a legitimar el poder político de la elite moche (Uceda & Tufinio, 2003). Por ello el calificativo de teocrático en cuanto a su forma de gobierno para este momento. Es claro que el templo tuvo el control de los bienes y la mano de obra de los diversos grupos y estamentos de la sociedad; la clase urbana, siendo parte de la elite moche, no gozó del poder y la riqueza que ostentaron los grupos ligados al templo. Para comprobar lo dicho, basta observar que las tumbas más ricas recuperadas de la sociedad moche ostentan los símbolos y vestimentas que presentan los personajes representados en las escenas iconográficas de las ceremonias y rituales de aquella época (Alva, 1994). Aunque por ahora solo tenemos una menor información de la clase urbana para esta época, podemos afirmar sin embargo, que las viviendas son simples y no tienden a formar grupos complementarios. Domina un espacio amplio (patio), raramente con banquetas formales, pocos depósitos. Estos elementos asociados a la poca diversidad de recursos con los que cuentan, nos indican claramente que esta elite urbana, si bien gozó de privilegios, estaban directamente controlados por el poder del templo. Siguiendo las ideas de Garth Bawden (1994), durante este periodo de desarrollo del Estado Moche se impulsó una ideología individualista, donde los gobernantes asumieron roles de las divinidades o las encarnaron en los principales ceremoniales y rituales, como aquél del sacrificio humano. Para ser más preciso, este modelo individualizante y la conformación del Estado territorial se pueden observar cuando el discurso iconográfico se formaliza en los diversos espacios arquitectónicos en los templos: patio con relieves, terraza del nivel alto y el frontis del Templo Antiguo. Las evidencias apuntan a que ello suceda a partir de la construcción del edificio D, pues para el edificio E no se ha registrado el Recinto Esquinero ni los relieves en el patio del nivel bajo de la plataforma I. En este sentido, es plausible suponer que los productos manufacturados en los talleres del Núcleo Urbano, aparte de estar destinados a los rituales y ceremoniales celebrados en el Templo Antiguo, como signos o emblemas de distinción social o política, también se destinaron a rituales relacionados con el mundo de los muertos o la elaboración de las identidades de los individuos en sus entierros. Desde esta perspectiva, es explicable que, para este momento de la historia del sitio, los talleres estén más localizados en ciertos espacios y que no todos los

257 Santiago Uceda Castillo conjuntos residenciales posean áreas destinadas a actividades productivas, como sí es visible para los momentos finales de la ocupación moche en el sitio.

2. 2. Segundo momento moche: el abandono del Templo Antiguo y la búsqueda de nuevos modelos de organización social y política

En el periodo del 600 al 900 d.C., se construyeron la plataforma III y la plaza 4 que, juntas, configuran el Templo Nuevo, así como la última fase constructiva en la huaca del Sol. Ambas edificaciones comparten para este momento los mismos tipos de adobes; las marcas de fabricantes fueron dominantes y se encuentran por bloques constructivos (cf. Hastings & Moseley, 1975; García et al., 1994). Además, para este momento corresponde la vigencia de los dos o, en algunos lugares, tres últimos pisos en el Núcleo Urbano. Es el momento del colapso del sistema político teocrático moche. En este punto de la historia, la huaca del Sol adquiere mayor importancia, si tomamos en consideración su volumen. De este hecho surge la pregunta: para este momento ¿el rol de la ideología religiosa había sufrido cambios sustantivos?, o ¿nuevos dioses tomaron importancia frente a los viejos dioses que gobernaron el «Olimpo Moche»? Para ensayar una respuesta notamos que en el Templo Antiguo de la huaca de la Luna, las divinidades representadas en casi todas sus etapas constructivas, tuvieron una fuerte afiliación con las divinidades cupisniques. Los nuevos trabajos realizados en este edificio nos muestran que su estructura es distinta: está conformada de tres plataformas escalonadas siguiendo un eje oeste-este y su acceso se hacía a través de una rampa y escalinatas empotradas; no poseía un discurso iconográfico externo visible desde la plaza de acceso. Finalmente, hay que remarcar que dentro de los restos de individuos sacrificados se distingue un caso en particular, pues presenta evidencia de cortes a la altura del esternón destinado a separar las costillas para tener acceso al corazón; este tipo de sacrificios es muy usual en época chimú y no tiene una tradición típica moche (Uceda et al., 2010; Tufinio et al., 2010). Entre los murales descubiertos en este templo no aparecen los dioses cupisniques, en ellos destacan escenas de desfiles de guerreros, tejedoras, felinos y símbolos geométricos como aquel de la ola y la escalera. Pero el más emblemático es aquel del tema de la «Rebelión de los Artefactos», donde dominan los símbolos emblemáticos relacionados con la divinidad femenina (Makowski, 2003: 373). La aparición de nuevos dioses en el arte moche en su fases finales ha sido ya advertida por Elizabeth Benson (2003) en el arte cerámico. Estas evidencias y preguntas nos plantean la necesidad de repensar el modelo de organización política que adquirió la sociedad mochica tardía, y el rol que cumplió este sitio con relación a Galindo y Pampa Grande, por citar los otros complejos arqueológicos más conocidos. Hemos discutido en otras ocasiones (Uceda & Tufinio, 2003) que el abandono del Templo Antiguo debió ocurrir entre 550 ó 600 d.C., según fechas radiocarbónicas, y estuvo asociado a la presencia de fuertes lluvias (Mega Evento El Niño). Sin embargo, el abandono del templo y la presencia de El Niño no significaron el

258 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna: abandono de la ciudad, pues la ocupación moche continuó en el sitio unos siglos más. Claude Chapdelaine (2003), al revisar las fechas radiocarbónicas en el núcleo urbano coincide con nosotros al demostrar que el sitio fue ocupado hasta mediados del siglo IX y que el estilo Moche IV perduró en el sitio desde el año 400 hasta el año 880 d.C. De ello concluye que el mega Niño de 600 d.C. no fue la causa del abandono del sitio Moche. Las excavaciones de Chapdelaine no le permitieron descubrir para la época tardía de ocupación un nuevo elemento urbano que hemos denominado bloque arquitectónico, que bien puede considerarse homólogo a las manzanas de nuestras ciudades actuales. ¿Cuál es el real significado del abandono de este templo? Desde nuestra perspectiva de análisis, el Templo Antiguo encarnó un modelo político que sustentó la emergencia del Estado territorial Moche Sur, con su centro de poder o capital: la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna. En este momento, la huaca de la Luna era el centro del poder político. Su abandono, en primer lugar, debe ser entendido como el colapso del modelo político teocrático moche y el desmembramiento del territorio estatal. En segundo lugar, la pérdida de un poder central que acumuló la riqueza para sí debió motivar que esta riqueza se transfiriera de alguna manera a la clase urbana, con los respectivos cambios en sus patrones de vida (Uceda, 2010). Finalmente, el colapso del modelo político teocrático moche significó la búsqueda de nuevas formas de organización social, con las disputas y conflictos entre grupos menores de la misma elite moche. Vamos a revisar brevemente cada una de estas tres implicancias. Luego del colapso político sigue un largo periodo, que debió durar más de 150 años, donde la sociedad moche buscó afanosamente un nuevo orden social donde el poder civil empezó a tener más importancia en la sociedad y en la estructura del Estado; este proceso posiblemente se produjo con flujos y reflujos. La causa interna era el modelo teocrático que no respondió a las tensiones internas, esto es a los conflictos entre las elites dominadas no moche (por ejemplo los virúes o gallinazos), así como aquellos conflictos surgidos por los intereses entre la clase urbana emergente y los dirigentes sacerdotales moches. Pero también debieron influir factores externos como la influencia de la cultura Wari o de Pachacamac, y las presiones de grupos serranos como los cajamarcas o los huamachucos. En este sentido la ocurrencia de catástrofes naturales debió acelerar estos procesos en marcha. Uno de los primeros efectos de estas contradicciones, fue sin duda, la pérdida del control de territorios conquistados (Nepeña, Santa, Chao y quizás Virú). El Estado territorial se desintegraba, y la sociedad moche debió retroceder a un modelo organizacional tipo jefatura: en cada valle aparecen uno o más centros de poder que compiten entre sí, formando alianzas con unos y otros, sin lograr que uno de ellos se imponga en definitiva. Un segundo efecto fue el incremento del poder político y económico de la clase urbana. El incremento del poder económico es observable por el hecho de que durante los últimos pisos ocupacionales, que corresponden a este momento

259 Santiago Uceda Castillo de colapso de la sociedad moche, la clase urbana tiene un mayor acceso a diversos productos, en particular a aquellos que se generan por especialistas u otros grupos no urbanos. Antes de la década de 1990, el único indicio de la existencia de talleres productivos en el sitio huacas de Moche fue ubicado al pie de la huaca del Sol, donde se registró una concentración de turquesas bajo la forma de cuentas, preformas y fragmentos no trabajados (Topic, 1977). Con el inicio de las excavaciones en el Núcleo Urbano y en los flancos del Cerro Blanco, se fueron documentando paulatinamente sectores de producción de cerámica fina (Armas, 1999; Uceda & Armas, 1997; 1998) y cerámica doméstica (Jara, 2000), áreas de preparación de chicha (Chapdelaine, 2001; 2003; Gamarra et al., 2004), espacios de manufactura de ornamentos corporales y trabajos en piedra (Bernier, 1999; Chapdelaine et al., 2000; Chiguala et al., 2006); sectores que posiblemente sirvieron para la fabricación y almacenamiento del material textil (Chapdelaine, 2001; 2003) y áreas relacionadas con la producción de objetos metálicos (Chapdelaine, 1998; 2003; Chapdelaine et al., 2001; Chiguala et al., 2004; Rengifo, 2005; Rengifo & Rojas, 2005; 2008; Uceda & Rengifo, 2006). Los ajuares funerarios muestran un fuerte incremento en la cantidad de ofrendas, así como mayor presencia de objetos de metal, tumbas de cámara, etc. Podemos observar los cambios políticos a través del cambio de estructuras del Núcleo Urbano. La presencia de bloques arquitectónicos agrupando varios conjuntos arquitectónicos especializados, en torno a una residencia principal, nos señala un nuevo cambio de la organización social moche. Los señores de la elite urbana moche empiezan a controlar especialistas, organizar actividades ceremoniales y rituales dentro de sus residencias, como se deduce del incremento de entierros, de la producción y consumo de chicha y de la presencia de ciertos objetos rituales en las residencias como figurinas, floreros e instrumentos musicales (Uceda, 2010). Este incremento del poder en la clase urbana es el inicio de una secularización del poder, proceso que culminará con la aparición del Estado Chimú. Esta nueva clase urbana se comportaría como un grupo corporativo y de él se desprende el poder central que debió ser frágil y quizás efímero. Existe un inconveniente a esta línea de conjeturas, y es el de explicar cómo una sociedad en plena crisis logró edificar uno de los monumentos moches más grandes: la huaca del Sol. La primera explicación sería que se trata de un cambio social, donde el rol del poder era civil y este edificio representó el nuevo rol del poder civil. En este sentido, este edificio funcionaría como un templo palacios. Con la evidencia que tenemos es posible que estos cambios vinieran del norte. El uso de adobes marcados tiene una tradición más antigua en el norte que en las huacas de Moche. En Sipán es notable el uso temprano de adobes marcados (Meneses & Chero, 1994: láms: 234-235); por ello, no sería descabellado suponer que esta nueva forma de control pudiera provenir del moche norteño. A pesar de lo limitado de nuestro conocimiento sobre la forma que tuvo la huaca del Sol, una cosa es clara: no presenta el diseño del templo moche clásico. Las huacas lambayecanas presentan plataformas de lados lisos y no escalonados, el acceso se hace a través de una rampa central o lateral que llega directamente a la parte alta

260 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna: de la plataforma. En el caso de las huacas moches sureñas, estas presentan fachadas escalonadas, las rampas son laterales y en forma de «L» y frente a la plataforma existe un patio en su lado norte. Por ello, no es tampoco absurdo proponer como hipótesis de trabajo que la última edificación de esta huaca tiene un diseño más cercano a las huacas lambayecanas, cuya función de centros de residencia del poder central está bien documentada (Narváez, 1996). Así mismo, del estudio de los tres perfiles en la parte oeste (destruida) de este edificio se observa el volumen que representó la última edificación y es en este nuevo volumen donde el tipo de adobes es de paredes lisas y con marcas de fabricantes distribuidos por cada bloque constructivo (Uceda, 2010: fig. 4; Chauchat & Herrera, 2003: encarte 6.1). En este sentido bien podemos asumir que este edificio no era un templo como huaca de la Luna sino un palacio-templo como se observa en las huacas lambayecanas tardías. Una segunda explicación viene de otras culturas que en su ocaso iniciaron obras majestuosas como el caso de la arquitectura de Puuc, en las tierras altas mayas, a finales del periodo clásico e inicios del post clásico (Dunning, 2000). Se trata, pues, de una respuesta de la sociedad y de su elite ante la crisis. Este proyecto «faraónico» se convirtió en el símbolo de unidad para los grupos corporativos de la clase urbana, pero su ejecución en lugar de cumplir el objetivo perseguido debió empobrecer paulatinamente a la clase urbana, hasta agotar sus propios esfuerzos, y con ello motivó la desaparición de una de las sociedades más brillantes de los Andes centrales para su época. Finalmente, debemos señalar que este proceso de cambio de una sociedad teocrática a una civil no culminó exitosamente en el sitio de las huacas del Sol y de la Luna. Otro grupo mochica de menor jerarquía que los que vivían en esta urbe, sí lograron dar el paso exitoso; me refiero a aquellos que construyeron Chan Chan, que la etnohistoria conoce como los chimúes.

2. 3. Las ocupaciones post moche: la presencia chimú

En el periodo que va desde 900 ó 1000 d.C. hasta la época Chimú, hay evidencia que indica que el sitio fue totalmente abandonado y luego reocupado, posiblemente en forma continua, pero no como un centro urbano ceremonial. Ciertos espacios arquitectónicos del Templo Antiguo son reocupados por gente chimú para construir tumbas, altares o colocar ofrendas; ello nos indica la clara continuidad cultural entre los moches y chimúes. Estos últimos siguieron reconociendo este templo como un lugar sagrado, pues las actividades que ellos realizaron son de este carácter. No ocurre lo mismo con el Núcleo Urbano donde se destruyen las viviendas, se nivela el terreno y se le transforma en campos de cultivo y como cementerios de los ocupantes chimúes. La ciudad se abandona y sus artesanos y su elite van a ocupar Chan Chan u otros centros urbanos chimúes.

261 Santiago Uceda Castillo

3. LA CIUDAD MOCHE: UNA VISIÓN GENERAL DE SU PLANIFICACIÓN Y LOS CENTROS PRODUCTIVOS

La descripción que haremos del sitio huacas del Sol y de la Luna, es aquella que corresponde a la última ocupación moche (fig. 10). Se trata de un complejo urbano compuesto de dos grandes edificios públicos, asentados, uno al pie de las faldas oeste del Cerro Blanco (la huaca de la Luna) y otro a unos 500 metros al oeste del primero y cerca del río Moche (la huaca del Sol). Entre ellos, y en las faldas del Cerro Blanco, se desarrolló un conjunto de residencias con carácter multifuncional que hemos denominado Núcleo Urbano (Uceda, 2005). Una gran calzada que corre de sur a norte y a unos 100 metros al oeste de la huaca de la Luna habría dividido el sitio en un área sacra y otra civil donde se desarrollaban actividades domésticas, productivas y administrativas. Por ahora desconocemos si otra calzada separaba la huaca del Sol del Núcleo Urbano. La parte del Núcleo Urbano que se ubica entre las dos huacas presenta un diseño ortogonal (fig. 11). Un conjunto de callejones casi paralelos, separados entre sí por una distancia de 30 a 35 metros, parten de la calzada principal que separa este núcleo del área sacra de la huaca de la Luna, y penetran al interior del Núcleo Urbano. Estos callejones se conectan con espacios abiertos de unos 400 m2 que hemos denominado plazas; habrían servido como áreas de articulación entre los primeros callejones con un segundo grupo que corren de sur a norte y relacionan plazas con plazas o plazas con callejones (Chapelaine, 2003). De este modo se conforman bloques arquitectónicos a manera de manzanas urbanas modernas. Una plaza presenta evidencia de depósitos y bien puede tratarse de un área de distribución de productos como carne de camélido, pescado, entre los principales productos (Chiguala, 2004; Uceda, 2005). El primero de los dos bloques arquitectónicos ya estudiados corresponde a los conjuntos arquitectónicos 27 y 30 que se ubican cerca de la calzada principal y en la parte central del complejo; el segundo pertenece a los conjuntos arquitectónicos 17, 21 y 35. Esta forma de organización del espacio urbano corresponde a los dos últimos pisos. Según las excavaciones hechas en el conjunto arquitectónico 35, los pisos inferiores presentan cambios sustanciales, entre los que se destacan: (1) en los pisos tardíos existe una mayor densidad de espacios, donde hay una fuerte tendencia a la especialización, esto quiere decir, que ciertos ambientes estaban destinados a actividades domésticas (cocina), otros para reposo (dormitorios), otros para recepción, depósitos, etc.; (2) en los pisos tempranos dominan los ambientes para las recepciones, descanso y actividad doméstica; (3) a esta diferencia del diseño arquitectónico se debe agregar que, para los pisos tardíos, existe una mayor variedad de productos consumidos, así como una mayor y más diversificada presencia de productos artesanales de la época (Tello et al., 2008). Todo ello nos indica que la gente de las dos últimas ocupaciones concentró mayor poder económico a expensas de la elite religiosa, así como tendió a concentrar los rituales y ceremoniales, tal como se puede observar en la mayor uniformidad de

262 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Figura 10 – Plano general del complejo arqueológico Huacas del Sol y de la Luna

263 Santiago Uceda Castillo

Figura 11 – Plano del sector central del Núcleo Urbano

los entierros y ofrendas que le acompañan. En definitiva, es obvio que existe un cambio en el sistema económico y quizás político entre estos dos momentos de la historia del Núcleo Urbano (Uceda, 2005; 2010).

2. 2. 1. Los bloques arquitectónicos o manzanas Se trata de un nuevo concepto usado para describir una forma de organización del espacio urbano en el complejo arqueológico, a partir de los trabajos realizados en la parte central del Núcleo Urbano. Previamente Claude Chapdelaine (2002; 2003) describió y definió los principales componentes de la planificación del sitio: avenidas, calles, callejones y corredores, las plazas, unidades domésticas y centros de producción. Un bloque arquitectónico o manzana se conforma a partir de la agrupación de varios subconjuntos que están delimitados básicamente por ejes de circulación como callejones, avenidas o espacios abiertos, que se han definido como plazas.

264 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

El análisis arquitectónico nos permitió establecer una primera estratificación de los mismos. Se pudo constatar que cada subconjunto era una subentidad espacial del bloque arquitectónico o manzana. Era evidente que la presencia de patios con banquetas indicaba que este espacio era más preeminente que aquel que no las poseía. Los subconjuntos que tienen patios con banquetas poseen también espacios bien definidos como área de cocina, varios depósitos y espacios que se puede asumir cumplieron funciones de descanso (dormitorios). Hemos definido estos subconjuntos como las residencias principales de los bloques arquitectónicos o manzanas. Otros subconjuntos poseen ambientes amplios con grandes fogones y, junto a ellos, se concentran grandes tinajas. Estos espacios se han definido como áreas para la producción de chicha; los otros ambientes se pueden definir como áreas para descanso o para comer. A estos subconjuntos les hemos denominado áreas de servicios. Otros subconjuntos poseen patios centrales sin banquetas, con una presencia significativa de depósitos y ambientes para descanso, que han sido interpretadas como áreas administrativas. Finalmente, uno o dos subconjuntos tienen evidencias en uno o dos ambientes de talleres para la producción artesanal de la época a gran escala. Vamos a describir con mayor detalle los dos bloques arquitectónicos mejor definidos a la fecha. Para su caracterización se usará tanto la arquitectura, como los contextos arqueológicos. Adicionalmente, usaremos el estudio de los restos de formas cerámicas agrupadas en categorías funcionales, para permitirnos contrastar con la información arquitectónica y contextual. Con la finalidad de intentar establecer el estatus de los ocupantes de cada subconjunto usaremos como indicador el acceso a los recursos alimenticios.

 Bloque arquitectónico 1 Se ubica en la parte central del Núcleo Urbano y adjunta a la avenida 1. Está compuesto por los conjuntos arquitectónicos 27 y 30 (fig. 12). Está delimitado al este por la avenida 1, al sur por el callejón 27-sur, al norte por el callejón 30-norte y, al oeste, por una plaza con depósitos. Fue el primer caso de bloque arquitectónico definido (Gamarra et al., 2004; Uceda, 2005), y se pudo constatar que se comportan como unidades complementarias, denominadas «áreas de actividad»: residencia principal, residencia secundaria, servicios, área administrativa y taller de orfebrería. Área residencial y ceremonial. Se la considera así por presentar un patio con banquetas y ambientes para descanso y depósitos. Se accede a través de un corredor que parte de la avenida 1 y delimita con el subconjunto 27-2. El acceso de esta área daba a un patio amplio rodeado de banquetas a distintos niveles. Al oeste de este patio, existe un vano que comunica con la parte más amplia de esta área que permite acceder a dos ambientes que presentan fogones, lo que indica que se trata de posibles cocinas. La segunda área, ubicada en el extremo oeste, se comunica con un pequeño vestíbulo que permite comunicarse con un ambiente para descanso y a un segundo patio, rodeado de depósitos y un segundo ambiente para descanso.

265 Santiago Uceda Castillo

Figura 12 – Plano del bloque constructiva n.° 1

El estudio de los restos cerámicos nos indica que en esta área predomina la actividad de almacenaje de enseres o de chicha, así como la actividad doméstica y ritual (fig. 13). Dentro de los recursos alimenticios registrados para esta área dominan los restos de mamíferos, en particular, los camélidos, seguidos de los moluscos (fig. 14). Si bien no se ha realizado un cálculo del volumen de carne que representan estas especies, el número de individuos camélidos representados es muy importante en la dieta. El consumo de carne (cuy y camélidos) está muy bien documentado en los festines que los señores realizaban como parte de las actividades de reciprocidad necesarias para el mantenimiento de la estructura social vigente. Estas actividades tienen íntima relación con la presencia de las banquetas en los patios, pues en ellas se debieron realizar banquetes dentro de un marco ritual de relaciones de intercambio. Área de residencia y servicios. Se la define de este modo por la presencia de ambientes para descanso. Es un área mucho menor en extensión y está compuesta de un vestíbulo que se comunica con el corredor sur y que sirve

266 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

DISTRIBUCION DE ACTIVIDADES NUCLEO 1 25% 1 Domestica 2 Ritual 3 Prod. Chicha: Almacén 4 Prod. Metales 20% 5 Prod. Cerámica 6 Prod. Tejidos 7 Administrativos 8 Emblemas 15%

10%

5%

0% 12345678 12345678 12345678 12345678 12345678 ADMINISTRATIVA SERVICIOS TALLER RESIDENCIA RESIDENCIA SERVICIOS Figura 13 – Actividades según el tipo de objetos cerámicos, bloque constructivo n.° 1 DISTRIBUCION PORCENTUAL RESTOS ORGÁNICOS. NÚCLEO 1; PISO 1 30%

1 Moluscos 2 Peces 25% 3 Aves 4 Mamíferos

20%

15%

10%

5%

0% 1 2 3 4 1234 1234 1234 1234 ADMINISTRATIVA SERVICIOS TALLER RESIDENCIA RESIDENCIA SERVICIOS Figura 14 – Recursos alimenticios registrados en el bloque constructivo n.° 1 Los porcentajes han sido calculados a partir del número de huesos analizados

267 Santiago Uceda Castillo

para comunicar con un ambiente con una banqueta frontal ubicado al lado este de este vestíbulo, que puede ser considerado como un ambiente para descanso. Desde el vestíbulo, hacia el norte se comunica con un patio sin banquetas. De este patio se accede a una cocina ubicada al norte donde hay dos fogones amplios; de la cocina se comunica a un ambiente con un depósito. Al lado este del patio, un vano comunica con un pequeño vestíbulo que antecede a un ambiente para descanso. En esta residencia secundaria domina la activad de almacenaje de alimentos o de chicha, con poca actividad doméstica (fig. 13). Sin embargo, al examinar los recursos alimenticios recuperados, la presencia de restos de mamíferos es notoria, aunque no así los moluscos (fig. 14). La disminución de actividad de almacenaje y doméstica con relación al área residencial y ceremonial bien puede indicar que esta área residencial sea exclusiva para los residentes que controlaban todo el bloque arquitectónico 1. Área de servicios. Se la denomina así por la presencia de un ambiente con un fogón largo rectangular muy similar a aquellos que se usan en la actualidad para la cocción del maíz en la preparación de chicha. Está compuesta de cinco ambientes y un vestíbulo por el que se comunica con el corredor sur. El mal estado de conservación no permite conocer detalles de algunos de ellos. Hacia el lado oeste del vestíbulo se encuentra el ambiente con un fogón central amplio y varias tinajas empotradas en el piso; formando parte de este ambiente, hacia el sur, existe un pequeño ambiente con banqueta y piso desgastado como un ambiente de descanso para varios individuos. Hacia el oeste un ambiente con banqueta frontal puede ser considerado con un espacio para descanso; no es clara la función de los otros ambientes. El análisis de los fragmentos de cerámica asociada a la ocupación de esta área nos indica que la actividad de almacenaje o producción de chicha le sigue en importancia luego de las áreas residenciales; esto podría estar ligado a su producción antes que a su consumo (fig. 13). La actividad doméstica es reducida, pero suficiente para alimentar un grupo de personas trabajando y distribuyendo la producción de chicha. El consumo de mamíferos sigue dominando, pero en menor proporción que en las áreas de residencia. Si calculamos el número de ambientes dedicados al descanso en relación al alimento consumido, éste es más reducido que aquel volumen consumido en las residencias antes descritas (fig. 14). Área administrativa. Se la considera así por su cercanía con el área de producción de chicha y orfebrería, así como por la presencia de un grupo de depósitos. Su acceso se hacía directamente desde la avenida 1 y frente al acceso se registró un conjunto de tinajas en fila creando un acceso indirecto. Al final del corredor existe un vestíbulo o corredor que comunica con un ambiente rectangular y, al norte, con un conjunto de depósitos. Al oeste del vestíbulo hay un espacio amplio con fogón central, y dos ambientes al norte que bien pueden ser considerados como espacios para descanso. Hay un segundo espacio amplio, en cuyo lado oeste se ubican dos ambientes más con fogones en su interior. Estos ambientes nos pueden indicar que se trata de espacios destinados a

268 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

gente foránea que es alojada en esta área; puede tratarse de gente que trae productos o los lleva desde la zona urbana. Esta hipótesis puede ser sustentada con la presencia de actividad doméstica importante y consumo de chicha y objetos para almacenaje, ligado al consumo de camélidos, con un consumo menor de moluscos, peces y aves (figs. 13 y 14). Área taller de orfebrería. Su denominación se origina en la presencia de un espacio a manera de patio donde se registran evidencias de actividades ligadas a la elaboración de objetos de metal. Presenta dos sectores bien diferenciados y separados. Se accede al primero, ubicado al norte, por un corredor que lleva a un espacio abierto a manera de patio. Alrededor de él existe hasta cinco ambientes con banquetas que indican que se trata de ambientes para descanso, y el patio, como área común, presenta una configuración y distribución que nos hace recordar las primeras aldeas donde los ambientes de descanso unifamiliares se comunicaban a un patio central. Este sector bien puede considerarse el área de residencia de los artesanos. Es interesante notar que en este sector no se registran áreas de cocinas. Al segundo sector se accede desde el corredor 27-Sur; el vano nos da acceso a un patio amplio en cuya esquina noreste existen un ambiente con banqueta y cuatro depósitos. En el patio se registraron tres quemas circulares alineadas de norte a sureste sobre el piso; alrededor de ellas muchos fragmentos de carbón estaban también sobre el piso. Posteriormente este piso fue remodelado, es decir fue cubierto por un relleno y se superpuso otro piso. El relleno arrojó mucha frecuencia de fragmentos de cobre oxidado e instrumentos de piedra, así como toberas. Esta remodelación presenta sobre el piso, hacia el lado sureste del ambiente, un yunque de piedra con adherencias de cobre oxidado a su superficie (fig. 15).

Figura 15 – Foto de un yunque y restos de quemas, taller alfarero, conjunto arquitectónico 27

269 Santiago Uceda Castillo

También se encontraron abundantes fragmentos circulares de cobre oxidado (prills) sobre el piso y alrededor de este yunque, así como fragmentos de cerámica con cobre adherido. Cabe resaltar que el área donde se encontraba el yunque y los fragmentos de cobre oxidado sobre el piso presentaba una tonalidad oscura, como si se hubiera realizado una quema en esa zona. Adicionalmente, en el relleno que tapaba este piso se encontró abundante escoria de cobre e instrumentos de piedra (martillo, fragmentos de crisoles con escoria de cobre, toberas, entre otros). Hacia el norte del ambiente dos manchas de color blanco humo parecían estar alineadas; muy cerca de ellas un adobe rubefactado indicaba que en ese área se realizaron fuertes quemas. Creemos que estas manchas de color blanco son cenizas producto de una fuerte combustión, producto de fundir metal o de su recalentamiento. Por los contextos recuperados, se propone que este ambiente, para la penúltima fase de ocupación, funcionó como un taller de producción de objetos pequeños de cobre y cobre dorado. En ninguno de los sectores se registraron fogones, pero sí el consumo de alimentos y chicha (figs. 13 y 14). Ello nos indica que la gente que ocupó este taller fue abastecida de alimento y que éste es muy similar a aquel que se ha registrado para la residencia principal, aunque en mayor porcentaje. Área de actividad asociada al taller. Tenemos poca información contextual; la primera es la presencia de las tres zonas de quemas, la segunda la presencia de un yunque, la tercera los prills y finalmente, aunque no asociados a los pisos sino a un área de escorrentía, la presencia de implementos típicos para trabajos de laminado y repujado en metal. La ausencia de materiales minerales no fundidos, así como la poca cantidad de escoria, nos indican que en este taller no se procesaron los óxidos o carbonatos en minerales a partir de la reducción y fundición. Es decir que los metales trabajados llegaron en forma de lingotes, listos para el trabajo final. La presencia de prills ha sido interpretada, por otros investigadores como producto del recalentamiento de láminas en el proceso de trabajo de martillado para su adelgazamiento. Este proceso se pudo realizar en pequeños hornos portátiles, avivados mediante el sistema de sopladores, tal como se ha descrito en diversos documentos de cronistas, así como en representaciones cerámicas. La zona donde se registró el yunque (fig. 15) es el lugar principal donde se efectuó el laminado. No conocemos, ni tenemos evidencias del lugar exacto o la manera cómo se realizaron los otros procedimientos. Esta interpretación se hace más verosímil si vemos los materiales recuperados: los metales recuperados son pocos así como los objetos terminados y muchos fragmentos de láminas o alambres (cuadro 1). Entre los materiales líticos relacionados con la metalurgia destacan los martillos para el laminado (cuadro 2, fig. 16). A esto debemos agregar la presencia de toberas (fig. 17)  Bloque arquitectónico 2 Se encuentra ubicado adjunto y al norte del primero y está compuesto por los conjuntos arquitectónicos 17, 21 y 35. Delimita por el sur con el callejón

270 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Cuadro 1 – Metales, taller orfebrería, CA 27

Nivel Ocupación Última Penúltima Antepenúltima Piso 4 TOTAL Formas n%n%n%n%n%n%

aguja 3 1,15 5 1,92 4 1,54 0 0,00 12 4,62 Objetos e dardo 0,00 1 0,38 2 0,77 0,00 3 1,15 16 6,15 instrumentos cuchillo- 0,00 0,00 1 0,38 0,00 1 0,38 tumi alargados 1 0,38 9 3,46 44 16,92 0,00 54 20,77 laminares 0,00 1 0,38 22 8,46 0,00 23 8,85 esféricos 0,00 1 0,38 3 1,15 0,00 4 1,54 Fragmentos alambres 0,00 1 0,38 2 0,77 0,00 3 1,15 244 93,85 indetermi- 0,00 4 1,54 55 21,15 1 0,38 60 23,08 nados Prills 1 0,38 54 20,77 45 17,31 0,00 100 38,46

TOTAL 5 1,92 76 29,23 178 68,46 1 0,38 260 100,00 260 100,00

Cuadro 2 – Instrumentos para trabajos en orfebrería, CA 27

Nivel Ocupación Última Penúltima Antepenúltima Piso 4 TOTAL Formas n%n%n%n%n % n%

Percutor 1 1,16 6 6,98 15 17,44 1 1,16 23 26,74 Pulidor sobre guijarro 0,00 0,00 3 3,49 0,00 3 3,49 Instrumentos Martillo 0,00 2 2,33 6 6,98 0,00 8 9,30 48 Pulidor trabajado 0,00 0,00 5 5,81 1 1,16 6 6,98 Yunque 0,00 4 4,65 4 4,65 0,00 8 9,30 Abalorio 0,00 2 2,33 0,00 0,00 2 2,33 Colgante 0,00 2 2,33 4 4,65 0,00 6 6,98 Elemento pulido 2 2,33 3 3,49 0,00 0,00 5 5,81 Elemento pul. en 0,00 1 1,16 11 12,79 2 2,33 14 16,28 Objtetos proceso 38 pulidos Pesa 0,00 0,00 2 2,33 0,00 2 2,33 pesa en proceso 0,00 0,00 3 3,49 0,00 3 3,49 Piruro 0,00 1 1,16 4 4,65 0,00 5 5,81 Porra 0,00 1 1,16 0,00 0,00 1 1.16 Cuenta 0,00 0,00 0,00 0,00 0 0,00 TOTAL 3 3,49 22 25,58 57 66,28 4 4,65 86 100,00 86

30-norte, por el este con la avenida 1, por el norte con el callejón 17-21 y por el oeste con la plaza 4 (fig. 18). Este bloque arquitectónico posee seis áreas complementarias, como se vera más adelante, las cuales no son exactamente semejantes a aquellas descritas para el bloque arquitectónico 1. En principio existen dos áreas de taller, un área residencial y administrativa, un área de residencia principal y un área de servicios. Área de residencial principal. Corresponde al subconjunto 35-1. Su ingreso se efectúa por el callejón 30-norte. Desde el callejón un corredor corto permite

271 Santiago Uceda Castillo

Figura 16 – Instrumentos de piedra para trabajos de orfebrería, taller de orfebres, CA 27

Figura 17 – Toberas del taller de orfebres, CA 27

272 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Figura 18 – Plano del bloque constructivo n.° 2

llegar a un vestíbulo, antesala a esta área. Del vestíbulo, un vano ubicado en su extremo noreste permite acceder a un amplio patio flanqueado por dos banquetas en sus lados sur y oeste. Posee un espacio formal de cocina donde se registró in situ varios fogones y un batán con su mano de moler. A esta cocina se accede a partir de un ambiente que se comunica con el patio y puede ser considerado como un espacio privado para el servicio o como comedor. Tres ambientes, dos en el extremo norte y uno en la esquina sureste, podrían ser espacios para descanso. Si la comparamos con la residencia del bloque arquitectónico anterior, esta sería más pequeña y menos compleja. Es importante remarcar que en los ambientes al norte del patio se han recuperado más de 14 tumbas en los 9 primeros pisos. Del estudio de la cerámica por actividades, las actividades domésticas, de almacenaje y rituales son las dominantes frente a las otras propuestas en la lista general (fig. 19). La distorsión producida por la alta concentración en el taller de cerámica hace que los porcentajes de estos ítems en esta área se vean en la gráfica poco significativos; esto mismo se debe deducir de la poca

273 Santiago Uceda Castillo

DISTRIBUCION PORCENTUAL DE ACTIVIDADES POR SUBCONJUNTOS 25% 1 Domestica 2 Ritual 3 Prod. Chicha: Almacén 4 Prod. Metales 20% 5 Prod. Cerámica 6 Prod. Tejidos 7 Administrativos 8 Emblemas 15%

10%

5%

0% 12345678 12345678 12345678 12345678 12345678 1 2 3 4 5 6 7 8 TALLER RESIDENCIA ADMINISTRACION TALLER RESIDENCIA SERVICIOS ABALORIOS ADMINISTRACION CERAMICA

Figura 19 – Actividades según el tipo de objetos cerámicos, bloque constructivo n.° 2

frecuencia en la dieta de carne de mamíferos (fig. 20). Por ahora no tenemos una explicación a este hecho, aunque la presencia de una capa muy compacta debido al uso en época Chimú del núcleo urbano moche como campos de cultivo, haya sido la causa del deterioro de los restos óseos o su fragmentación y no recojo durante la excavación. A estas condiciones del sitio hay que señalar que este conjunto arquitectónico fue uno de los primeros en excavarse en este sector y las precauciones tomadas para la recuperación de los restos óseos no fue la más óptima. Área de Servicios. Como se indica para el bloque arquitectónico anterior, su denominación se hace por el hecho de registrarse fogones y áreas para producir y distribuir chicha. Desde el callejón y a través del pequeño corredor se ingresa a un ambiente amplio con un muro con hornacinas al pie del cual se registra un conjunto de tinajas en fila. Al oeste existe un ambiente con cuatro fogones, que bien puede tratarse de una cocina común al aire libre o con ligeras cubiertas. Al norte de esta área se registran tres ambientes, dos de ellos pequeños y que se comunican con el patio, y un tercero más amplio al que se accede a partir del segundo de los pequeños ambientes. En la parte sur del ambiente con fogones hay un ambiente amplio a tres desniveles, que estamos proponiendo como ambiente para el descanso. Las formas cerámicas agrupadas por actividades nos indican que en esta área domina las actividades de almacenaje o producción de chicha; los contextos arquitectónicos nos llevarían a hablar de un lugar de preparación de chicha,

274 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

DISTRIBUCION RESTOS ORGÁNICOS. NÚCLEO 2; PISO 2 100%

1 Moluscos 2 Peces 90% 3 Aves 4 Mamíferos

80%

70%

60%

50%

40%

30%

20%

10%

0% 1 2 3 4 1234 1234 1234 1234 1 2 3 4 TALLER RESIDENCIA ADMINISTRACION TALLER RESIDENCIA SERVICIOS ABALORIOS ADMINISTRACION

Figura 20 – Recursos alimenticios registrados en el bloque constructivo n.° 2 Los porcentajes han sido calculados a partir del número de huesos analizados

actividad doméstica y ritual (fig. 19). Los restos orgánicos animales usados en la alimentación son los mamíferos y un bajo porcentaje de peces (fig. 20). Área de residencia o viviendas. Se trata de un conjunto de posibles viviendas en torno a tres patios. Se ingresa por un corredor desde el callejón 21-17-norte. Desde el corredor se accede a través de una banqueta a un patio amplio que presenta, cerca de la banqueta, un fogón hecho con dos hileras de adobes. En la parte sur del patio existen dos conjuntos de ambientes formando dos pequeñas viviendas compuestas de dos ambientes cada una. Un segundo patio ubicado al este del primero articula siete ambientes, cuya circulación y funcionamiento es difícil definir. Uno de ellos (ambiente 17-8) pudo funcionar como una antesala al tercer patio. Alrededor de este tercer patio se distribuyen cinco ambientes en forma de «U»; los ambientes del lado oeste y noroeste poseen fogones y su uso como cocinas es evidente. Los otros ambientes pudieron ser espacios para descanso y uno de ellos posee una banqueta. La forma de distribución de estos ambientes alrededor de patios nos hace recordar las primeras viviendas aglutinadas en torno a espacios abiertos de las primeras aldeas. La presencia en esta área de materiales terminados de cuentas en piedras, son un buen indicio para postular que estas viviendas estén relacionadas con la gente que trabaja o administra el taller de abalorios en piedra que se ubica al costado de esta área.

275 Santiago Uceda Castillo

La distribución de cerámica por actividades nos indica una dominancia de vasijas para el almacenaje o consumo de chicha, actividad ritual y, lo que concuerda con los contextos arquitectónicos antes descritos. A esto deben sumarse otras actividades en menor medida (fig. 19). El consumo de carne de camélidos y peces son los más representativos (fig. 20). Taller de abalorios en piedra. Corresponde a un área donde se han registrado dos espacios abiertos con evidencia de producción de abalorios en piedra. Estos espacios a manera de patios rectangulares compartieron posiblemente un solo acceso desde el callejón 17-21-norte. En su lado oeste se registra una serie de pequeños ambientes de una posible vivienda con una o dos cocinas y dos ambientes para descanso y dos pequeños depósitos. No es claro el acceso a esta pequeña vivienda, pero es posible que se hiciera a través de un vestíbulo que se comunicaba con uno de los patios o talleres. En los espacios donde se has registrado materia prima, material en proceso de fabricación y objetos culminados, no es posible establecer los contextos de actividades de producción. Solo podemos establecer que el material llegó bajo la forma de bloques o plaquetas, las cuales mediante talla y corte fueron transformadas en tabletas del grosor deseado. Posteriormente, mediante cinceles y abrasión se lograron elaborar los objetos deseados, que básicamente son cuentas, preformas de pendientes, pendientes de diversas formas, e instrumentos para elaborar estos objetos. La distribución de la cerámica por actividades nos indica el predominio del almacenaje, producción o consumo de chicha que concuerda con la existencia de ambientes con funciones domésticas, almacenaje y patios con tinajas incrustadas en el piso, típico de espacios para recepción. En este mismo sentido, se puede explicar presencia de actividad ritual en segundo lugar y luego la actividad doméstica (fig. 19). Aunque no es el momento de discutirlo, hay que precisar que este taller es sui generis al otro antes descrito, donde la actividad doméstica está poco representada en la cerámica, y en donde hay ausencia de espacios de carácter doméstico en la arquitectura. Los recursos alimenticios recuperados nos indican un predominio de las aves y mamíferos en su dieta (fig. 20). Los ornamentos corporales en piedra resultan de una cadena operativa compleja, la cual consta en una serie de etapas rigurosas y bien ordenadas (Bernier, 1998). En lo que respecta el taller de adornos corporales de este conjunto, se han registrado elementos que demuestran que en esta área se realizaron cuatro etapas de manufactura. La primera etapa estaría dada por la reducción del núcleo a varios fragmentos de pequeño tamaño y de forma más o menos cuadrangular; esto se pudo evidenciar con la presencia de fragmentos de núcleo y núcleos con huellas de corte. Las herramientas empleadas eran los alisadores y cortadores, colocando el núcleo en soportes sobre los que se realizaban los cortes. Cuando la finalidad era obtener colgantes, los fragmentos de núcleos eran reducidos a plaquetas, los que posteriormente fueron pulidos hasta obtener unas piezas de regular tamaño, de forma cuadrangular y de superficies lisas.

276 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

La segunda etapa estuvo dada con la elaboración de las preformas; estas son el resultado del desgaste de los núcleos reducidos o de las plaquetas, dándole la apariencia deseada para obtener las formas aún toscas de las cuentas y colgantes respectivamente; asimismo se da el pulimento preliminar para darle la forma inicial a estos adornos. La siguiente etapa, consistió en la perforación del adorno; esta se realizaba en el caso de los colgantes, mayormente por un solo lado. En el caso de las cuentas, la perforación se daba por ambos extremos, lo que podemos evidenciar por las estrías presentes en los orificios de las cuentas y colgantes registradas en este conjunto. Finalmente, la cuarta etapa consistió en el pulimento final del ornamento; este se realizó luego de que la pieza estuviera perforada completamente y después de haber seguido los procedimientos antes mencionados. Cabe mencionar que, en algunos casos, se han registrado cuentas y colgantes que han sido pulidos completamente, pero no contaban con perforación alguna, por lo que se puede asumir que, en ocasiones, no se respetaron las últimas dos etapas de elaboración. En este taller se han registrado para esta ocupación materiales y objetos descritos para el proceso productivo de estos materiales de adorno corporal. En el cuadro 3 se presentan los efectivos y porcentajes de estos materiales líticos para las tres ocupaciones estudiadas en el conjunto arquitectónico 17. Las herramientas están conformadas por los percutores, cortadores, soportes para corte, alisadores y pulidores; estos elementos fueron elaborados en piedras de forma alargada y de color gris oscuro. Asimismo, algunas de estas herramientas desempeñaron doble función, ya que en algunos casos los alisadores funcionaban como cortadores Los núcleos están conformados por los núcleos y fragmentos de núcleo. Estos elementos presentan regular tamaño, formas irregulares y colores diversos, predominando los colores rojo, gris claro, gris oscuro y en menor cantidad los colores beige y crema (fig. 21). Los objetos en proceso están conformados por las plaquetas, fragmentos de plaquetas, así como las preformas de cuentas y colgantes (figs. 22 y 23). En cuanto a los fragmentos de plaqueta, los colores predominantes son el gris claro, gris oscuro, rojo y beige. Las preformas de cuenta son más abundantes que las de colgante; predominan las de tipo cilíndrico, cónico, discoidal y elipsoidal. Son preferentemente de color gris claro, rojo, gris oscuro y beige y la mayoría de ellas no presentan perforación; así también tenemos las que tienen perforación por un solo lado y por ambos lados que no ha sido concluida porque, al parecer, en ese momento se produjo la fractura. Finalmente las menos comunes son las que culminaron la perforación pero aún les falta el pulido final. En lo que respecta a las preformas de colgante, predominan las de tipo fitomorfos, zoomorfos y geométricos; preferentemente también son de color gris claro, rojo, gris oscuro y beige. En su mayoría, estas no presentan

277 Santiago Uceda Castillo 13 0,02 0,07 98 0,20 0,18 1 0,02 #%#% 2 SC 1 1 0,05 2 0,04 1 1 0,05 1 0,02 # % SC 1 2 SC SC 1 #% 2 SC 1 2 3 0,37 11 4 15 1,09 1 1 0,05 20 0,44 1 SC C-1 I. R. 5 13 1 53 7 60 7,33 115 17 132 9,58 153 153 7,50 364 8,07 3 130 15 11 257 203 460 56,2 416 244 660 47,9 1168 1168 57,28 2447 54,23 2 14 28 12 40 4,88 122 17 139 10,1 91 1 92 4,51 287 6,36 SUP. S.A 4 1 3 3 6 0,73 4 8 12 0,87 13 13 0,64 36 0,80 3 3 6 0,73 5 5 0,36 4 4 0,20 15 0,33 1 1 0,12 1 2 3 0,22 1 1 0,05 5 0,11 5 3 8 0,98 1 1 0,07 1 1 0,12 8 37 1 1 1 1 24 72 12 17 36 89 4,40 10,9 21 104 1 19 13 40 117 1 2,90 8,49 0,12 146 38 2 1 1 146 39 3 7,16 1,91 0,22 391 125 3 8,67 2,77 3 0,15 7 0,16 7 5 50 12 62 7,57 153 20 173 12,6 347 1 348 17,07 595 13,19 ragmento de Preforma de Cuenta IncrustaciónCuenta Colgante 1 1 1 1 0,07 2 2 0,10 4 0,09 Piruro PercutorMano de moler de redPeso 3 1 7 5 13 1 20 1 2,44 6 3 0,73 19 22 1,60 2 2 14 0,15 14 0,69 60 1,33 Desecho de talla 3 3 0,22 Indeterminado 1 1 0,12 ChopperDenticuladoMuesca 1 1 1 2 4 2 4 4 0,49 0,49 2 3 9 3 11 6 0.80 0,44 17 11 0,38 0,24 Núcleo de Fragmento Núcleo Utensilio diverso Lasca con retoque Lasca PlaquetaF 1 1 2 0,24 1 1 0,07 4 4 0,20 7 0,16 Plaqueta Preforma de Colgante ORNAMENTOS BATANES Y BATANES Guijarro GUIJARROS Batán PULIDOS TALLADOS CATEGORÍA Cuadro y material lítico en proceso de elaboración, taller abalorios piedra, CA 17 3 – Artefactos

278 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna: Figura 22 – Preformas cuentas, taller abalorios en piedra, CA 17 Figura abalorios. En piedra, CA 17 Figura 21 – Núcleo con huellas de corte, taller Figura

279 Santiago Uceda Castillo

Figura 23 – Preformas colgantes, taller abalorios en piedra, CA 17

perforación; también contamos con las de perforación concluida que aún no presentan el pulido final y algunas se han fracturado durante este proceso. Cabe mencionar que en el caso de los colgantes la perforación se realiza en su mayoría por un solo lado. Los objetos terminados están conformados por las cuentas y los colgantes (fig. 24). Las cuentas presentan mayormente color gris oscuro, gris claro, rojo y beige; asimismo son del tipo cilíndrico, cónico, discoidal y elipsoidal. En cuanto a los colgantes, los colores predominantes son el gris claro, gris oscuro y beige; de igual manera predominan las representaciones fitomorfas, principalmente las formas de grano, pallar y ulluchu. Los desechos de talla están conformados por las lascas, las cuales son abundantes en este conjunto arquitectónico; estas se encuentran en muchos casos cortadas por uno o ambos lados, presentan huellas de corte en su superficie y son esencialmente de colores gris claro, gris oscuro, rojo o beige. La cantidad y variedad de material recuperado nos indican que la producción se hizo a gran escala y que en ella se empleó una mano de obra especializada, aunque algunos errores técnicos en algunos objetos señalan la presencia de aprendices dentro del taller. Área administrativa. Colinda por su lado oeste con las dos áreas antes descritas. Se ha considerado como un área administrativa por la ausencia de actividad doméstica de cocina y por la presencia de un patio con banquetas a desnivel

280 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

a la entrada de otro espacio en forma de «L». En la parte sur de este patio se registraron tres grandes tinajas empotradas en el piso que sirvieron como contenedores de líquido, probablemente chicha, para ser usada en actos rituales relacionados con el personal ligado a los talleres o al intercambio de productos. Completa esta área la presencia de tres ambientes que pueden ser considerados como ambientes para el descanso. La distribución de cerámica por actividades presenta valores bajos en general, pero de ellos destaca la actividad de almacenaje de chicha, seguido por la actividad doméstica y en mejor medida la ritual, producción de cerámica y tejidos (fig. 19). Se debería esperar un mayor porcentaje en almacenaje y actividad ritual. Pero, al examinar los recursos alimenticios de origen animal recuperados, vemos que la diversidad de ellos, así como la presencia en buen porcentaje de restos de mamíferos Figura 24 – Pendientes terminado, taller abalorios en piedra, CA 17 (fig. 20) nos indican que la gente que ocupó este espacio tenía acceso a ellos y, por lo tanto, poseía un estatus elevado. Taller de cerámica. Se ubica en la parte noroeste del bloque arquitectónico o manzana. Ocupa un área extensa, pero que ha sufrido muchas alteraciones por acción de las excavaciones clandestinas y escorrentía antiguas. Estas alteraciones no han permitido definir los muros en la esquina noroeste y no es claro si el acceso a esta área se realizaba por su lado oeste —con ello tendría directa comunicación con la plaza 4— o por el lado norte, desde el callejón. Al igual que en los otros talleres no se ha encontrado espacios destinados a la preparación de alimentos. Este taller está compuesto de un amplio espacio abierto que ocupa una quinta parte de la superficie de esta área y dos concentraciones de estructuras ubicadas en la esquina noreste y la sureste. La primera consiste en dos ambientes, uno con una comunicación directa con el patio y el otro en relación con el primer ambiente y presentando una banqueta amplia en donde se registró una tinaja empotrada en el piso de la banqueta. Si bien es cierto no se ha registrado evidencia de objetos en cerámica cruda o arcilla, o pasta en proceso de preparación, la morfología de estos espacios comparada con aquellos estudiados etnográficamente en Morrope (Shimada, 1994: fig. 10) nos permite postular que estos espacios, y en particular la banqueta, se usaron para preparar la masa de arcilla y dejarla madurar antes de elaborar los objetos. Estos ambientes debieron estar

281 Santiago Uceda Castillo

techados, muy posiblemente a manera de una ramada. Los ambientes de la esquina sureste, más aglutinados y concentrados, pudieron ser usados como depósitos, en particular aquellos más pequeños. Dos manchas de quemas, una ubicada en el patio principal y ocupando la parte central norte y, la segunda, en el ambiente abierto de la esquina noreste, serían huellas dejadas por hornos abiertos de alfarería, como se atestigua por la presencia de cerámica recocida registrada in situ. De los materiales registrados se desprende la información del cuadro 4; este taller estuvo dedicado a la fabricación de ornamentos personales, tales como cuentas, colgajos, pendientes, figurinas y miniaturas. La presencia de moldes no es abundante si las comparamos con aquellas encontradas en el taller alfarero registrado en 1994 (Uceda & Armas, 1997). Es interesante ver en este cuadro que la mayor concentración de moldes, cuentas, así como matriz, plato y disco de alfarero se registran en el ambiente 3 del subcojunto 21-2; es decir, lo que nosotros estamos denominando el área de taller de alfarero. Una segunda concentración de estos materiales se registra en los ambientes 21-12 y 21-13, aquel sector de estructuras que estamos proponiendo como área para el reposo de la pasta y la elaboración. A esta primera evidencia debe sumarse que, para sectores del taller (patio y zona trabajo), también se registraron objetos de hueso y piedra (cuadros 5, 6) como alisadores, punzones, perforadores, etc., que conforman los instrumentos típicos en los talleres de alfareros (Shimada, 1994). El proceso productivo, a partir de los espacios arquitectónicos descritos así como los materiales e instrumentos asociados, nos indica que aquí se debió preparar la masa para la cerámica, dejarla descansar, para luego, usando moldes (figs. 25, 26) o modelando la arcilla, confeccionar los diversos objetos deseados (figs. 27, 28). La cocción no requirió de la construcción de hornos sofisticados; una simple cubeta, poco profunda, fue suficiente para ser usada como horno para quemar la cerámica. La mancha de ceniza en el patio de este taller, por sus dimensiones, bien pudo servir para quemar cerámica de grandes dimensiones como tinajas. Por los restos de carbones recuperados, se sabe que se usó madera de algarrobo como combustible. Los productos fueron almacenados y luego distribuidos o puestos a intercambio. Al examinar la distribución de la cerámica por actividades, es impresionante el porcentaje de cerámica destinada a las actividades productivas de cerámica rituales, de almacenaje y domésticas (fig. 19). Tratándose de un taller, la diversidad de cerámica en diversas formas no debe ser indicador de actividades diversas, sino de producción de formas diversas. Sin embargo, es interesante resaltar que en la dieta de esta área del bloque arquitectónico, dominan ampliamente los peces, mamíferos y moluscos (fig. 20).

282 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna: 100 5 0.21 2 0.09 100 1357 1 0.04

##% Total general Total 3 0.13 4 0.17 1 1 0.04 0.04

4 386 16.57 5 12 0.52 1 6 29 1.25 2 8 0.34 jón Calle- 518 38,17

21-3

# 66 19 1 20 386 16.57 Antepenúltima Ocupación jón Calle C 21- 15 21- 13 21- 12 21- 11 21- 830 9 21- 8 21- 6 Última Ocupación 21- 5 21- 4 21- 3 21-

2 21- 3 9 4 738 8 5 37 6 1 3 4 2 18 1 3 830 515 3 518 2329 1 1

1 1 1 1 2 11 4 1 1 1 1 1 2 3 3 4 1 3 2 47 1 3 1 8 1 3 2 4 2 1 587 85 3 27 1 1 2 3 633 447 6 1 448 5 1323 56.81 1 85 6 7 2 1 1 9 1 102 1 33 10 5 33 168 7.21 21-5 # 6

3 1 2

21- 66,67 33,33 100 0,48 88,92 0,96 0,60 4,46 0,72 0,12 0,36 0,48 0,24 2,17 0,12 0,36 100 99,4 0,58 100 Ocupación Penúltima # % 0,663 61,16433309 Pulidor Desbastador # 9 % Mano de moler Disco de alfarero Guijarro Alisador Molde Plato de alfarero Cuentas 2 Figurinas Matriz Esferas Formas

otal por Total Total Ocupaciones T

General Instrumentos la Elementos para Terminados Miniaturas 1

Producción Objetos Colgantes Cuadro 4 – Material cerámico, taller de abalorios en cerámica, CA 21

283 Santiago Uceda Castillo CATEGORÍAS TOTAL FINAL TOTAL

44 4,71 58 6,21 579 61,99 TOTAL TOTAL 1 0,11 #%#% jón Calle- #%#%#% jón Calle- Antepenúltima ocupación dor Corre- Antepenúltima ocupación C 21- 3 21- 1 0,11 #% #% jón Calle- jón Calle- 5 0.99 1 1 2,70 29 3,10 1 0.20 3 0,32 C dor 21- Corre- 1 15 21- 21 -15 21 -13 0 0.00 1 5 0.99 7 0,75 0 0.00 1 0,11 1 0.20 3 1 12 2.37 20 2,14 1 0.20 1 0,11 1 10 1.97 12 1,28 5 0.99 1 1 2,70 19 2,03 4 0,43 6 14 2 8 7 89 17.55 2 2 5,41 156 16,70 4 4 1 0.79 0.20 7 1 0,75 0,11 1 0.20 1 0,11 1 0,20 4 0,43 1 2 0.39 5 0,54 1 0.20 4 0,43 2 1 3 25 4.93 2 2 4 10,81 48 5,14

10 2 1 44 9 201 39.64 9 3 12 32,43243243 354 37,90 21 -12 1 0,20 3 0,32 21 -13 Penúltima ocupación Penúltima 21 -12

2 4

21 -11 Penúltima Penúltima ocupación -8 21 -5 21 -9 21 -3 -8 21 21 -6 21 -2 21 -5 21 -4 21 -3 21 #% -2 21

dor Última Corre- ocupación #% -4 21 jón Calle- -3 21 -C 21 Última ocupación Ag. Sed. -5 21 -4 21 1 1 1.35 2 2 1 2 4 9,52 1 2,38 6 1 8.11 1.35 1 1 2,38 1 1.35 3 2 1 3 7,14 6 8.11 1 1 2 28,57 3 1 1 1 6 14,29 8 10.81 1 1 1 3 7,14 1 1 16.67 4 5.41 -3 21 1 2 4 1 2 6 2 1 1 1 0.96 1 4 2 1 1 0.96 3 1 3 1 2 1 1 0,96 1 1 1 1 0,96 1 23 3 55 7 2 1 10 9,62 3 41 6 2 12 1 1 0.96 5 15 3 1 4 3,85 17 2 105 28 1 6 1 36 34,62 9 102 2 2 13 2 1 Sup 1 1

ercutor Raspador Raedera Perforador Indeterminado 1 Desecho de talla 8 8 Lasca con retoque Espatula Martillo Núcleo Lasca Yunque Pesa de red en Pesa proceso Muesca Pesa de red Pesa Piruro Mano de moler 1 Batán Denticulado Guijarro Chopper P Tipo de InstrumentoTipo Sup. Desbastador Ornamentos fragmentados Macizo Ornamentos escultóricos Perforados Romos Apuntados Piezas tecnólogicasPiezas 3 1 1 1 2 28,57 1 5 2 2 2 1 1 14 33,33 5 5 83.33 25 33.78 Cuadro 5 – Instrumentos en hueso asociados al taller de cerámica, CA 21 Pulidos Tallados

Categorías Batanes y Guigarros Cuadro 6 – Instrumentos en piedra asociados al taller de cerámica, CA 21

284 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Figura 25 – Molde bivalvo figurina, taller abalorio en cerámica, CA 21

Figura 26 – Moldes diversos, taller abalorio en cerámica, CA 21

285 Santiago Uceda Castillo

Figura 27 – Pendientes, taller abalorio en cerámica, CA 21

Figura 28 – Cuentas, taller abalorio en cerámica, CA 21

286 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

4. DISCUSIÓN

Nuestro estudio pretende poner en perspectiva social la información recuperada en los contextos del Núcleo Urbano del complejo arqueológico de las huacas del Sol y de la Luna. Para ello vamos a examinar esta información desde tres puntos de vista: el primero es la forma de planificación urbana tardía en este complejo y sus implicancias sociales; luego veremos los talleres artesanales dentro del contexto urbano, para discutir la estructura social de ellos en la sociedad tardía moche; finalmente, veremos las implicancias sociopolíticas que se pueden extraer de la presencia de los bloques arquitectónicos o manzanas del Núcleo Urbano como una forma especial de organización urbana.

4. 1. La planificación urbana y organización social

La forma de organizar el espacio urbano, al igual se organiza una edificación, responde a las necesidades y tradiciones culturales de los pueblos. Hemos visto que la sociedad moche, a partir del año 600 de nuestra era, introduce una serie de cambios en la forma de organizar el espacio urbano en la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna. Claramente aparecen bloques de edificaciones cada una con funciones bien específicas y a todas luces complementándose entre sí. Los dos casos estudiados, y que hemos denominado con fines de estudio bloques arquitectónicos 1 y 2, presentan características comunes como diferencias que los singularizan. La presencia dentro de cada bloque arquitectónico de una residencia principal con un patio con banquetas, otorga a este espacio un estatuto elevado. No es ilógico pensar que este espacio estuvo destinado a reuniones donde el señor de esta vivienda atendía a invitados o realizaba un sin número de festines y ceremoniales, a través de los cuales le permitían el control y sustento de su poder político en el seno de la sociedad moche. Es conocido en la literatura arqueológica el rol de los ceremoniales y festines que los curacas organizaban para establecer lazos de lealtad y reciprocidad (Millones & Onuki, 1994). Los otros espacios con presencia de grandes fogones para la preparación de chicha o alimentos, depósitos y talleres de producción, indican que estuvieron bajo control del señor de la residencia principal. ¿Cómo debemos entender esta forma de organización del espacio urbano tardío en este sitio? ¿Este cambio de organización reflejaría cambios en la organización social moche? En otra ocasión, cuando presentábamos la estructura del primer bloque arquitectónico identificado (Uceda, 2005), propusimos la hipótesis que se trata de un espacio urbano relacionado con la presencia de un grupo corporativo. El concepto abarcó una gran variedad de formas y naturaleza de estos grupos; en sociedades del pasado se pueden restringir a grupos ligados al templo, al palacio o linajes familiares. El hecho que, justo por ese tiempo, el templo de la huaca de la Luna sea abandonado y se construya la huaca del Sol, como símbolo del poder del palacio, nos lleva a descartar que estos grupos estén ligados al templo. Los grupos

287 Santiago Uceda Castillo corporativos ligados al templo o palacio en el Medio Oriente, por lo general están dentro del templo o el palacio en áreas específicas, pues ellos dependen de los intereses de quienes tienen el manejo del templo o del palacio. En nuestro caso, los bloques arquitectónicos se presentan como unidades urbanas que pueden estar ligadas a estructuras sociales menores en la jerarquía social moche. ¿Quiénes serían estos señores que los controlaban, de quiénes dependían y cuál sería la relación entre los artesanos y los señores que controlaban los bloques? La presencia de tumbas ricas en ajuares funerarios en una de estas residencias (bloque arquitectónico 2, subconjunto 1 del CA35) indica que estos individuos eran de un nivel social alto, en quienes se unían poderes económicos, políticos y religiosos. La presencia de tumbas tan estandarizadas como las encontradas en la huaca de la Luna, figurinas e instrumentos musicales indican que en estas residencias se desarrollaron ceremoniales y quizás rituales emulando aquellos que se hicieron en el templo, cuando este estuvo vigente. Tal como sostuviéramos anteriormente (Uceda, 2005), la caída del templo y su viejo sistema político hizo que muchas de las ceremonias que antes presidían los sacerdotes del Templo Antiguo las realicen en este momento los señores residentes en el Núcleo Urbano. No podemos descartar que estos nuevos señores hayan estado previamente relacionados o formando parte de la élite religiosa. Pero, tal como hemos mostrado anteriormente, las evidencias documentadas en los dos bloques arquitectónicos nos llevan a pensar que los artesanos que estaban inmersos en estos espacios urbanos tenían acceso a igual tipo de alimentos y menajes que los encontrados en la residencia principal. Es pues viable sostener que se trata de individuos ligados directamente a la elite con altos privilegios, sino es que formaron parte de ella. En el caso de los artesanos que producen los abalorios en piedra, se puede pensar que tuvieron un nivel menor, pues poseían viviendas familiares, mientras que en los otros casos no. La ausencia de áreas de cocina directamente ligadas a los talleres corresponde exactamente a lo observado por Shimada en Pampa Grande en la Estructura 52 del sector H, para un taller de orfebrería. Esta información nos indica que quienes trabajaban aquí dependían para su subsistencia de una estructura social y política por encima de ellos; se trata de artesanos dependientes. Volveremos sobre este tema en el siguiente acápite.

4. 2. Los talleres artesanales y su estructura social

La presencia de talleres artesanales en el sitio de las huacas del Sol y de la Luna, no solo se pone de manifiesto por el volumen de material que se producía en ellos, sino por una serie de evidencias, como la especialización de las áreas productivas, la presencia de estos talleres en varios pisos de ocupación dentro del mismo bloque arquitectónico. El carácter y naturaleza de estos artesanos especialistas no son muy claros, pues la evidencia que conocemos es muy fragmentada. ¿A qué nivel de especialidad llegaron los artesanos moches? La respuesta a esta interrogante puede ser dada parcialmente tomando como referencia los pocos contextos de producción registrada. Si tomamos en consideración las cadenas operativas, el

288 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna: primer elemento a tomar en cuenta es de dónde y quién les provee la materia prima. Con respecto al «de donde», no existen estudios exhaustivos sobre el tema; sabemos que, por ejemplo, el caolín no se encuentra en la costa y que esta materia prima viene de la sierra. Del mismo modo, no conocemos cerca al valle bajo yacimientos de cobre, pero sí una mina de oro cerca de Salaverry. Es pues de suponer que para estos materiales hayan existido grupos de especialistas para su extracción, y la distribución se hacía a través de los señores que controlaban los bloques arquitectónicos. Salvo en el caso del taller de metalurgia, que estaría asociado sólo a las fases finales de producción de objetos en metal, la cadena productiva para cada una de las otras parcialidades artesanales aquí descritas se realizó completamente dentro de un solo taller. La variedad de productos y calidad registrada en estos talleres nos permiten sostener que no solo permitían el aprendizaje de los oficios sino que en ellos hubo una escala de «saber hacer las cosas», donde no se puede descartar especialistas en una o dos partes del proceso, como por ejemplo, los acabados de los objetos, que requieren de técnicas más complejas y el uso de artefactos más especializados. En este mismo sentido podemos incluir aquellos artesanos que formaron parte de la elite y que tenían el control de los mensajes a transmitir y que serían plasmados en algunos de estos productos, me refiero en particular a las escenas iconográficas representadas en la cerámica. Por otro lado, sabemos que los artesanos especialistas se dividen en dos grandes tipos, considerando su forma de producir a nivel social: por un lado, están los artesanos libres o independientes, quienes producen sus bienes para un mercado que ellos no controlan, pero participan a fin de conseguir, a cambio de sus productos, o dinero o bienes de consumo para su propia manutención. En el Medio Oriente, la ciudad de Ur paleo babilónica es el único caso donde se tiene evidencia de barrios de especialistas. Para épocas posteriores y en otras ciudades se han registrado un conjunto de talleres con una administración única (Postgate, 1999). En Chan Chan, Topic (1990) nos documenta sobre un grupo de artesanos que vivió en barrios separados de los centros de poder político y religioso dentro de la ciudad. Este no es el caso que hemos descrito para la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna. Recordemos que, para Chan Chan, los artesanos ubicados en barrios poseían cada uno una vivienda familiar, y un señor controlaba al grupo de artesanos de un barrio. Es pues fácil de pensar, como lo señalan las crónicas, que estos artesanos no eran típicamente independientes, pues dependieron de un cacique quien administraba los bienes y productos; los artesanos no dependían de los templos ni tributaban directamente al palacio. Se trataría de grupos incrustados (Ames, 1995), relacionados por vínculos de parentesco. En el caso de los artesanos dependientes, siguiendo la información de Topic (1990), correspondería a lo que este investigador los servidores (reteiners). En este caso, los artesanos llamados independientes no deben considerarse como aquellos del viejo mundo, pues su producción estuvo controlada por jefes de parcialidades. Para poder caracterizar a qué tipo correspondían los artesanos de los talleres tardíos del Núcleo Urbano de las huacas del Sol y de la Luna, podemos usar,

289 Santiago Uceda Castillo en primer nivel, el contexto arqueológico. Estos talleres se encuentran dentro de complejos urbanos dominados por una vivienda de elite; en este sentido, es plausible considerar que se trata de una forma de organización del tipo adjunta y adscrita, tal como lo ha propuesto Gayoso (2008). En ninguno de los tres talleres aquí descritos se ha registrado actividad doméstica, pero sí la de consumo de alimentos, es decir que su alimentación les era proveída por terceros. En los bloques estudiados las cocinas están relacionadas con la residencia de elite y en otros casos a cocinas comunes. A este nivel de nuestro conocimiento no podemos responder a qué tipo de adscripción correspondió el estatus de los artesanos moche en la época tardía en el sitio Moche. Es posible que algunos individuos con ciertas habilidades artesanales hayan sido reclutados de sus parcialidades por los señores Moche que residían en los bloques arquitectónicos. No debemos olvidar que en este momento el estado Moche sureño había colapsado y los territorios conquistados dejaron de ser controlados; es probable que estos artesanos provenían de estos territorios, así como los señores que los controlaban. Se trata de meras especulaciones que deberán ser confirmadas con futuras investigaciones. Por otro lado, si consideramos las diversas cadenas operacionales y los símbolos que en algunos productos se transmitían, en particular aquellos que contienen ideas religiosas o de cosmovisión, bien podemos suponer que estos elementos fueron confeccionado por especialistas que manejaron la ideología moche, es decir, miembros de la elite moche. Todo este panorama nos indica que en un taller moche pudo haber varios tipos de artesanos con estatutos diferentes. En este sentido, los artesanos moche, considerando su forma de organización social, deben considerarse como una fase intermedia entre los artesanos dependientes del templo y una forma independiente de los barrios chimúes de Chan Chan.

4. 3. Implicancias sociopolíticas de los bloques arquitectónicos o manzanas en el Núcleo Urbano

Es evidente que la presencia de este tipo de organización urbana tiene relación directa con los cambios mayores que pasó la sociedad moche entre el 600 y 850 d.C. La forma de organización sociopolítica de la sociedad moche temprana, como un Estado teocrático centralizado y expansivo, implica que el Estado se organizara a través de los ceremoniales y rituales que se realizaban en los templos para legitimizar el poder político de la elite dominante. El estatuto de los individuos se definía por el rol que ocupaban en las ceremonias religiosas; cada rol se diferenciaba tanto por la parafernalia que poseían como por el tipo de atuendos y adornos que portaban durante estas ceremonias. De aquí que la producción de estos elementos de prestigio debía estar controlada por la elite religiosa o también podía ser que los artesanos formaran parte de la elite moche. En las sociedades civiles, donde el poder político está separado del religioso, aunque mantengan una íntima relación, la producción de bienes suntuarios se adscribió al palacio y los bienes que no lo eran fueron producidos por artesanos libres. Solo en sociedades que desarrollaron los mercados como centros de

290 Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna: distribución e intercambio se puede observar la presencia de artesanos libres que intercambian sus productos a través de otros especialistas, los mercaderes y los mercados. En una sociedad en tránsito de una forma de organización a otra, es de esperar que la evidencia material que documenta la arqueología, nos muestre de cierta manera formas intermedias entre los modelos extremos. Esto parece ser el caso que ahora discutimos. En los bloques arquitectónicos, los artesanos formaban parte de un grupo de linaje dominado por un señor que controlaba tanto los bienes suntuarios como de consumo cotidiano. Estos señores pudieron ser los intermediarios de la producción de los talleres tanto en la distribución al interior de la misma ciudad como fuera de ella. Cuando presentamos por primera vez la existencia de estos bloques arquitectónicos, también se indicó la presencia de plazas articulando o asociadas a estos bloques arquitectónicos y propusimos (Uceda, 2005) que podrían corresponder a áreas dedicadas a la distribución de los bienes producidos en los talleres. Con las nuevas evidencias disponibles, podemos decir que estas áreas solo se pudieron utilizar para la distribución de bienes de consumo cotidiano. Los bienes suntuarios formaron parte de la red de intercambio recíproco de las elites urbanas, como una manera de distinción y rango. Es evidente que nuestra percepción de la organización social y política moche es aún fragmentaria, si usamos la evidencia contextual arqueológica que la apoye. Las nuevas investigaciones, no dudamos, irán ampliando nuestro conocimiento y perfeccionándolo.

CONCLUSIONES

Las investigaciones actuales realizadas en el sitio de las huacas del Sol y de la Luna nos han permitido hacer algunas modificaciones a nuestro conocimiento que se tenía de este sitio. Sabemos que existen dos grandes momentos en su historia social y política en este sitio de la sociedad moche: un primer momento de desarrollo de estado teocrático y una final de tránsito a un sistema social político civil. Creemos que la reorganización de la planificación urbana en el sitio refleja este momento de cambios y búsqueda de nuevas formas de organización social, donde el poder del templo se traslada a los residentes de la zona urbana, quienes no solo asumen roles de producción de bienes de consumo suntuario y cotidiano, sino roles en ceremoniales y distribución de dichos bienes. Los artesanos se adscribieron a grupos de linajes de la elite urbana, manteniendo un rol y estatus social elevado, considerando que ellos tenían acceso a los mismos productos alimenticios que los señores que vivían en las residencias principales de cada bloque arquitectónico.

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297 Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel.Santiago 447 60 Uceda 70 Castillo Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected] Web: http://www.ifeanet.org

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA, UMIFRE 17, CNRS-MAEE) - Museo de Arte de Lima - Fondo Editorial del Congreso

298 IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 299-330 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

Pigmentos y tecnología artística mochicas: una nueva aproximación en la comprensión de la organización social

Véronique Wright*

Resumen

Para la civilización mochica, el arte mural representaba una expresión artística muy importante que permitía a la élite transmitir al pueblo una codificación simbólica de su propio poder. Por ende, más allá de un rol decorativo, desempeñaba una función de vector ideológico, fundamental para esta sociedad sin escritura textual. La importancia del adorno mural en esta sociedad llevó el autor a estudiar su proceso de elaboración con una herramienta aún poco utilizada: la arqueometría. Desarrollando investigaciones físico químicas sobre la policromía de la huaca de la Luna, de la huaca Cao Viejo, del complejo de Castillo de Huancaco y de la Plataforma funeraria de Sipán, se han podido adquirir datos inéditos en cuanto a la tecnología pictórica y a la identidad de los artesanos pintores mochicas.

Palabras clave: mochica, murales, policromía, arqueometría

Pigments et technologie artistique mochicas : une nouvelle approche pour comprendre l’organisation sociale

Résumé

Pour la civilisation mochica, l’art mural représentait une expression artistique très importante qui permettait à l’élite de délivrer au peuple une codification symbolique de son propre pouvoir. Cet art n’était donc pas seulement décoratif mais exerçait aussi le rôle de vecteur idéologique, fondamental

* Doctora en Antropología, Etnología, Prehistoria (especialidad: Arqueometría aplicada a la Arqueología Precolombina) por la Universidad Panthéon Sorbonne-Paris 1. Investigadora asociada al Centre de Recherche et de Restauration des Musées de France, C2RMF-Palais du Louvre: Porte des Lions, 14 Quai François Mitterrand - 75001 París. E-mail: [email protected] Se desempaña actualmente como directora de la Casa Matisse.

299 Véronique Wright pour cette civilisation sans écriture textuelle. L’importance du décor mural au sein de cette société a donc incité l’auteur à étudier son processus d’élaboration, à l’aide d’un outil peu exploité au Pérou sur ce type de supports : l’archéométrie. Ainsi, grâce à l’étude physico-chimique de la polychromie de la Huaca de la Luna, de la Huaca Cao Viejo, du complexe de Castillo de Huancaco et de la plate-forme funéraire de Sipán, de nouveaux éléments de compréhension ont surgi quant à la technologie picturale et à l’identité des artisans peintres mochicas.

Mots clés : mochica, décor mural, polychromie, archéométrie

Mochica pigments and technology: a new approach for understanding social organization

Abstract

To the Mochica civilization, mural art represented an important form of artistic expression that allowed the rulers to deliver a symbolic message of established political power to the people. It not only had a decorative function but also a much more symbolic role: one with an ideological vector, essential for a civilization without any textual writing. The importance of mural decoration within Mochica society inspired us to push beyond the previous research, taking an interest in studying the production process of these murals by using a form of archaeometry, rarely employed in Peru. Through the physicochemical study of the polychromy of the Huaca de la Luna, of the Huaca Cao Viejo, of the complex of Castillo de Huancaco, and of the funeral platform of Sipán, we have been able to obtain clues to the Mochica’s pictorial techniques and the painters’ identity.

Key words: Mochica, mural painting, polychromy, archaeometry

INTRODUCCIÓN

El arte constituye una fuente de entendimiento de la evolución histórica y política de una sociedad. Sin embargo la palabra «arte» es ambigua. Puede corresponder al aspecto técnico del trabajo del artesano o definir a un artista. No es una imitación de la naturaleza ni un reflejo de lo real, sino una transposición, la obra de un hombre que tiene una historia y pertenece a una clase social y a un medio. Por ende, la obra de arte revestirá un «sentido político» (Verguez & Huisman, 1990). Es evidente que las sociedades precolombinas producían pocas imágenes en comparación con nuestra sociedad. Empero, plasmar algunas de ellas en murales, en particular de monumentos públicos, permitía a estas sociedades utilizarlas como medio privilegiado de comunicación. El pueblo accedía así a temas religiosos que asimilaba y entendía, pues este saber reflejaba la estructura de la existencia que seguía su grupo cultural. Entonces la imagen se convertía en un medio de adoctrinamiento visual (Francastel, 1970). Se volvía más importante que la palabra: material y duradero, se convertía en una sustracción del símbolo al pensamiento abstracto (Otte, 2005). Para la sociedad mochica, que desconocía la escritura textual, el arte y sus varias expresiones adquirían, por eso, una dimensión

300 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social particular. El artista mochica obedece a una cierta cantidad de reglas cuyo aprendizaje se adquiere viviendo en esta cultura (Donnan, 1978). «Impregnado» de éstas, las respetaba y las aplicaba para vehicular un mensaje codificado pero preciso, inteligible por todo el grupo.

1. EL ARTE MURAL MOCHICA

Los vestigios de esta expresión artística se encuentran plasmados sobre todo en edificios «sagrados» monumentales, y en los sitios donde se realizaban ceremonias, centro de la autoridad, vinculando entre sí los distintos conceptos de una ideología religiosa precisa. Así, los adornos pintados mochicas están reservados en su mayoría a los edificios rituales o huacas. Estos murales se encuentran pintados sobre las paredes internas y externas de los templos para impactar un público lo más amplio posible. Los artistas mochicas han utilizado modos de representaciones ancestrales y contemporáneos, pero con reinterpretaciones y adaptaciones singulares del mensaje que querían entregar. Las escenas pintadas sobre los monumentos constituyen un lenguaje narrativo codificado dictado por la clase gobernante. El artista se encuentra entonces al servicio de la élite para transmitir un mensaje al cual adhiere él mismo. Su libertad de creación es limitada, en la medida en la cual utiliza códigos preestablecidos e impuestos por la élite (Morales, 2003). Utiliza también normas para los colores, con una paleta cromática compuesta por cinco colores de base, más o menos saturados y a veces mezclados: rojo, amarillo, negro, azul-gris y el blanco a menudo como color de fondo. El arte mochica permite así notificar y explicar al pueblo el rol de la élite. Se vuelve un medio de comunicación privilegiado que impacta el subconsciente, transmitiendo un mensaje claro del poder y del orden social. Este discurso ideológico se expresa sin palabras, pero con códigos iconográficos precisos y explícitos que se convierten en un lenguaje (Bawden, 1996). Entonces, los conjuntos arquitectónicos y sus adornos son dedicados al culto a las divinidades y a las ceremonias asociadas. Vestigios de policromía mural fueron descubiertos sobre todo el territorio mochica. A pesar de la existencia de identidades regionales, los temas iconográficos son muy similares, ilustrando principalmente el panteón mochica, con varias representaciones de la divinidad principal, y el Tema de la Ceremonia de Sacrificio, etapa central de la religión mochica. Las élites de cada valle han adoptado y respetado una ideología común, para mantener una unidad política sobre todo el territorio (regiones sur y norte). Parece evidente que el artista mochica ha tenido un rol esencial en el seno de esta sociedad. En ese sentido aprehender este artista debería permitir adquirir nuevas informaciones sobre la organización social mochica. Gracias a un estudio arqueométrico intentaremos responder a varias preguntas: ¿Quién era este artista? ¿Cómo realizaba los murales? ¿Con qué materiales? ¿Qué fue su estatus social? ¿Cómo se organizaba su clase artesanal?

301 Véronique Wright

2. LAS PROBLEMÁTICAS DE INVESTIGACIÓN

2. 1. Los aportes de la arqueometría

El estudio de los relieves y de las pinturas murales mochicas consiste a menudo en un enfoque estilístico o iconográfico pero la caracterización físico química, así como el estudio tecnológico de estos vestigios, siguen muy escasos. Algo paradójico si consideramos la quantidad de informaciones inéditas que nos brinda una investigación arqueométrica sobre los materiales empleados y las técnicas artísticas. En efecto, estas experimentaciones analíticas constituyen un método de investigación muy eficaz, que nos permite entender las diferentes etapas de realización de un mural. Podemos obtener informaciones sobre los materiales empleados para las capas pictóricas, sobre la composición y la preparación del soporte, sobre el origen de los materiales y sobre las herramientas necesarias a la realización de un mural. Así podemos reconstituir la «cadena operativa» seguida por los artistas pintores, desde la extracción de las materias primas hasta la conclusión del mural, o sea la «tecnología artística». Sin embargo, a pesar de su interés y de sus aportes, este tipo de investigación arqueométrica permanece aún poco utilizado para los murales precolombinos, y más precisamente mochicas.

2. 2. Los primeros análisis sobre los pigmentos mochicas

Los primeros análisis físico químicos sobre murales mochicas permitieron adquirir información sobre las mezclas pictóricas (fig. 1). El elemento colorante corresponde a un pigmento, generalmente, de origen mineral. El único pigmento orgánico es fabricado con carbón de madera de especie indeterminada, caracterizado en los sitios de La Mina y El Brujo (fig. 2) (Bonavia, 1985; Franco et al., 1994; Kakoulli, 1997; Sabana & Reyna, 1998; Bourgès, 1998; Scott et al., 1998; Wright, 2002; 2005). Sin embargo, estas investigaciones involucran, en cada caso, pocas muestras lo que no permite comprobar su veracidad y la representatividad de los resultados obtenidos. Se concentraron sobre la caracterización de las capas pictóricas, aunque los soportes permanecieron poco estudiados. Además, el protocolo experimental de laboratorio desarrollado era muy limitado y divergía según las investigaciones. La procedencia de los materiales permanecia indeterminada aunque sea interesante constatar que los artesanos ceramistas o tejedores de la huaca de la Luna habrían explotado fuentes de arcillas locales (Chapdelaine et al., 1995; 2001). La idea del añadido de productos orgánicos, de tipo aglutinante, es una simple conjetura, pues ningún análisis pudo caracterizarlo químicamente. Los datos bibliográficos y etnológicos permiten sin embargo sugerir el uso de sustancias de origen vegetal y animal (Petersen, 1970; Bonavia, 1985; Uceda & Tufinio, 2003; comunicaciones personales de Pedro Azabache y Julio Urbina, 2006).

302 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

Región Mochica Norte Mochica Sur Lamba- Jequete- Valle La Leche Chicama Moche Virú Nepeña yeque peque El Brujo Moche La Castillo de Sitio Sipán La Mina Huaca Cao Huaca de la Pañamarca Mayanga Huancaco Viejo Luna calcita ocre rojo hematita y/o Rojo cinabrio hematita hematita hematita + + calcita cinabrio hematita calcita goetita + ocre + Amarillo goetita goetita goetita goetita limonita amarillo hematita + limonita arcilla calcita calcita calcita Blanco cal arcillas calcita (caolinita + arcilla + arcilla + limonita + ilita) carbón de carbón de madera carbón de carbón de carbón de madera calcita + calcita madera madera Gris madera + arcilla + + goetita + calcita + calcita + calcita (caolinita magnetita + + arcilla + arcilla + ilita) hematita calcita carbón de carbón de carbón de carbón de Negro pirolusita + madera madera madera madera magnetita (malaquita malaquita Verde crisocola + + atacamita atacamita) carbón de Morado madera + hematita yeso y/o yeso y/o yeso y/o yeso y/o Carga calcita? calcita? calcita calcita calcita calcita cola cola aglutinante proteínica Aglutinante proteínica proteínico + San + San Pedro + ? Pedro

Figura 1 – Cuadro recapitulativo de todos los datos analíticos adquiridos sobre los murales mochicas En itálico son indicados los estudios anteriores y en negrita los sitios analizados en el marco de nuestra investigación. Permite exponer la composición de las mezclas colorantes, precisando el elemento colorante, y los coadyuvantes.

Algunas observaciones permitieron obtener indicios sobre las técnicas de preparación del soporte. El muro de adobe habría sido alisado con un enlucido o revoque, sobre el cual se habrían plasmado los diseños con incisiones. De realizar una pintura, el artista habría aplicado un fondo blanco y en seguida los colores, en función de las zonas delimitadas. Si ejecutó un relieve, habría modelado los volúmenes con barro, sobre los cuales habría puesto el fondo blanco y luego los colores (Schaedel, 1951; Bonavia, 1985; Franco et al., 1994; 2003; Campana & Morales, 1997). Los vestigios de herramientas utilizadas en la elaboración de murales moches son excepcionales. Solamente siete artefactos identificados como manos de moler fueron descubiertos en la Plataforma Uhle de Moche (Morales, 2000b). La utilización de broqueles o pinceles se limita a hipótesis propuestas gracias a comparaciones con artefactos Chimús o Incas, puesto que ninguna herramienta similar fue descubierta en contexto mochica.

303 Véronique Wright

Figura 2 – Mapa de la costa norte del Perú que permite ubicar el territorio mochica, los sitios mochicas catalogados, los que traen vestigios de policromía mural, cuyos murales fueron analizados anteriormente, así como los que han sido estudiados en el marco de nuestra investigación Wright, 2009 según el modelo de Castillo & Uceda, ms. Estos primeros estudios aportan pocos datos sobre la cadena operativa seguida por los artesanos pintores. Sin embargo podemos identificar varias actividades distintas: la extracción de las materias primas, la preparación de los pigmentos y de las mezclas colorantes, la preparación de los soportes, la realización de los diseños, y la aplicación de la pintura sobre las superficies preparadas. Por eso es importante entender la organización y la repartición de estas tareas entre los artesanos pintores. ¿Fueron los mismos artesanos quienes extrajeron los pigmentos, prepararon el muro soporte y aplicaron la pintura? ¿Cuál ha sido

304 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social el estatus social de cada uno y su relación con la élite? Para intentar responder a estas interrogaciones vamos a proseguir con los análisis preliminares sobre los sitios de la huaca de la Luna, en el sitio de Moche en el mismo valle de Moche, de la huaca Cao Viejo en el complejo El Brujo en el valle de Chicama, de Castillo de Huancaco en el valle de Virú y luego de Sipán en el valle de Lambayeque (fig. 2). El número de muestras es representativo y corresponde a un área cronológica bastante amplia. Además, con un protocolo experimental completo podremos trabajar sobre la caracterización de los materiales minerales y su procedencia, pero también sobre los productos orgánicos. Cruzar los resultados adquiridos y los datos bibliográficos nos permitirá seguir la historia de las técnicas artísticas empleadas en un sitio particular y sobre todo el territorio, y entender la evolución en el espacio y el tiempo de la tecnología pictórica mochica.

3. LOS SITIOS ESTUDIADOS

Los vestigios de policromía sobre la huaca de la Luna, sitio central de nuestra investigación, corresponden a pinturas y relieves encontrados sobre los edificios E, D, B/C y A y la Plataforma III, ocupados del 3er al 8vo siglo d. C. El muestrario que hemos realizado, en estrecha colaboración con el Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna (PAHL), comprende muestras de murales de cada fase o sea 140 fragmentos pintados que corresponden a cinco siglos de ocupación continua. El segundo edificio decorado estudiado es la huaca Cao Viejo, en el sitio El Brujo en el valle de Chicama, ocupado del principio de nuestra era al 7mo siglo d. C. Ahí pudimos trabajar sobre los murales de dos fases constructivas diferentes: los Edificios E y D ocupados del principio de nuestra era al 3er-4to siglo d. C., de los cuales hemos sacado quince muestras. Finalmente, en la región Mochica Sur, hemos analizado los vestigios descubiertos en el complejo monumental de Castillo de Huancaco, en el valle de Virú. Los rasgos de policromía consisten en pinturas policromas, de las cuales hemos sacado nueve muestras, fechadas por radiocarbón sobre las estructuras asociadas, entre el 7mo y el 8vo siglo d. C. (Bourget, 2003). Luego, el estudio arqueométrico fue ampliado a la región Mochica Norte, con el análisis de los adornos descubiertos sobre la plataforma funeraria, o Huaca III, de Sipán en el valle de Lambayeque (Alva, 2004). Hemos estudiado siete muestras de los fragmentos policromos descubiertos sobre la última fase constructiva de este edificio, ocupada hasta el 7º siglo d. C. (Roque et al., 2002). En el marco de nuestra investigación, hemos sacado 161 muestras de murales policromos, provenientes de cuatro centros administrativos mayores mochicas (fig. 2). Cubriendo todo el territorio y un área cronológica suficientemente amplia, podemos caracterizar la evolución espacio-temporal de la tecnología artística mochica. Por otra parte, cruzando los datos obtenidos, podremos entender las conexiones establecidas entre cada sitio y cada región y más generalmente las relaciones socioculturales que mantenían.

305 Véronique Wright

4. LOS RESULTADOS DEL ESTUDIO ARQUEOMÉTRICO

El estudio arqueométrico fue desarrollado en el Centro de Investigación y de Restauración de los Museos Franceses (C2RMF, Museo del Louvre, París). Fue completado por medidas de color sobre la huaca de la Luna realizadas con un sistema de colorimetría portátil por el equipo de conservación del sitio, y por análisis hematológicos efectuadas por el Instituto Genético Nantes Atlántico (IGNA).

4. 1. El protocolo experimental

4. 1. 1. Los métodos de observación La colorimetría. La mayoría de nuestras investigaciones se basa en el estudio de las mezclas colorantes y de los pigmentos. El criterio de «color» es, por ende, fundamental. Sin embargo, la apreciación de un color puede cambiar de un observador a otro. Es, entonces, indispensable cuantificarlo de manera objetiva, utilizando un lenguaje científico y referencias inteligibles para toda la comunidad científica: la colorimetría. Esta técnica de medida del color es particularmente empleada en restauración/conservación porque permite seguir en el tiempo la evolución de un color y, en algunos casos, caracterizar los pigmentos. Toma en cuenta tres factores distintos: la luz incidente, la superficie del objeto iluminado y el órgano receptor que puede corresponder al ojo humano o a un aparato de medida. Hablamos en consecuencia de colorimetría «visual» o «instrumental». La colorimetría visual se basa en la observación humana del color y su comparación con muestrarios de referencias para identificarlo. En este caso, hemos utilizado el Atlas Munsell. Este método permite codificar un color según su color, su claridad y su saturación, pero depende de cada persona y su precisión no es óptima. Por eso teníamos que complementar estas primeras observaciones con un sistema independiente del factor humano: la colorimetría instrumental. Esta técnica se basa en dos etapas distintas: la primera, de medidas físicas y, la segunda, de tratamiento de los datos para definir los colores. En el marco de este estudio, fueron utilizados dos aparatos de medida: el espectro colorímetro en laboratorio y un colorímetro sobre el terreno. Las medidas efectuadas fueron después traducidas en dos diagramas matemáticos distintos: el sistema Yxy y el espacio cromático L*a*b*. Esta técnica, no destructiva, nos permite disponer de las coordenadas matemáticas de cada color de manera objetiva. Esta cuantificación precisa autoriza varias comparaciones entre cada muestra o mural. La lupa binocular (LB) nos permite describir la fisonomía general de las muestras según una ampliación de 7,5 hasta 50 veces. Nos ofrece una serie de informaciones de base completadas por los otros métodos. La microscopía óptica (MO) permite realizar observaciones con diferentes ampliaciones (x50, x100, x200 o x500) sobre cortes transversales. En efecto, las muestras son incluidas en resina poliéster, cortadas y pulidas, para observar su

306 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social sección y más bien su estratigrafía. Sobre las muestras de murales, nos permite obtener informaciones sobre el número de capas pictóricas superpuestas y estudiar las cualidades de los materiales sobre cada capa de pigmento o capa de soporte.

4. 1. 2. Los análisis elementales La microscopía electrónica de barrido acoplada a un sistema de análisis en dispersión de energía (MEB-EDS) fue aplicada sobre los cortes estratigráficos tras haber realizado las observaciones en LB y MO. El MEB es una técnica de imaginería que permite ampliaciones hasta x300.000. Para mejorar la cualidad de las imágenes, los materiales no conductores fueron cubiertos con una fina capa de carbón o de oro, dependiendo del tipo de muestras por observar. Para nuestro estudio, hemos utilizado dos tipos de imágenes: en electrones secundarios, para obtener informaciones sobre la superficie y la topografía de la muestra; y en electrones retrodifundidos obteniendo imágenes con contrastes que dependen del número atómico de los elementos químicos componiendo el material. El sistema de análisis acoplado al MEB, nos indica la composición de la muestra. Es elemental porque permite identificar los elementos químicos (átomos) componiendo el material sin identificar las moléculas de las cuales forman parte. Este análisis se traduce bajo la forma de un espectro, representando el número de rayos X detectados en función de su energía. Su lectura permite identificar los elementos químicos presentes en la zona de análisis nunca superior a algunos µm. Esta respuesta puede también ser explotada en forma de imágenes X, ilustrando la repartición espacial de cada elemento químico encontrado. En el C2RMF, hemos utilizado dos aparatos MEB-EDS: un Jeol JSM-840 para los materiales minerales, y un Philips XL 30CP a presión parcial para estudiar las muestras de fibras vegetales o animales. Hemos trabajado con una tensión de aceleración de 10 a 20 kV. Esta etapa de la metodología es primordial. En efecto, permite complementar las primeras observaciones pero lleva también a los primeros datos de composición, en función de los cuales orientaremos el resto del protocolo con una técnica de análisis estructural complementaria adaptada.

4. 1. 3. Los análisis estructurales La difracción de rayos X (DRX) es una técnica cualitativa y a veces cuantitativa empleada para caracterizar los productos minerales. Permite identificar las fases cristalinas de una muestra, sus proporciones y su grado de cristalización. Fue aplicada sobre muestras molidas en polvo o directamente sobre la superficie del fragmento de mural. Para nuestro estudio, hemos utilizado un difractómetro D5000 Brüker, en configuración θ-2θ. Nos permitió trabajar sobre las muestras minerales arqueológicas y geológicas. Este método ha sido muy útil para identificar las clases de arcillas y pigmentos encontrados. La espectrometría infrarroja por transformada de Fourrier (IRTF) es una técnica de espectrometría vibracional cualitativa y a veces cuantitativa de las estructuras

307 Véronique Wright moleculares. Permite caracterizar las funciones químicas de los productos orgánicos, inorgánicos, cristalizados o amorfos. Para nuestra investigación, hemos trabajado sobre pastillas de KBr con un espectrómetro infrarrojo Perkin Elmer Spectrun 2000, en el medio infrarrojo (2,5 a 25 µm) en transmisión. Este método tuvo un rol preponderante, pues es aplicable a los materiales minerales pero también orgánicos como los aglutinantes. La micro espectrometría Raman (µR) es una técnica de análisis estructural óptica de espectrometría vibracional que utiliza la simetría de las moléculas. Permite caracterizar los materiales orgánicos e inorgánicos, amorfos y cristalinos. Además, no necesita una preparación particular de la muestra. En el laboratorio, hemos trabajado con un micro espectrómetro Raman Jobin-Yvon Infinity, equipado de dos láseres visibles (633 y 532 nm). La resolución espacial es de 3 nm y la resolución espectral de 2 nm. Hemos utilizado principalmente el láser verde (532 nm) con respecto a nuestro material. En nuestro protocolo, fue la última técnica de análisis estructural empleada y fue sobre todo útil para complementar los precedentes análisis. En efecto, es un método no destructivo y el diámetro de la zona de análisis es muy restringido (de 2 a 10 µm según el objetivo) permitiéndonos trabajar sobre superficies muy pequeñas o lagunosas. Además, es muy eficaz para diferenciar los componentes de tipo carbón, al contrario de las demas técnicas. El protocolo desarrollado requiere varias técnicas: elemental (MEB-EDS) y estructurales (DRX, IRTF y µR). Cada una entrega una serie de resultados, pero es la combinación de todas y el cruzamiento de los datos que nos permite caracterizar de manera precisa y segura la composición de una muestra. Además, permite trabajar sobre los productos minerales pero también orgánicos: los materiales pictóricos, los soportes, y luego sobre las fibras (animales o vegetales) y los aglutinantes.

4. 1. 4. Los análisis orgánicos Las pruebas microquímicas permiten poner en evidencia la presencia de materias orgánicas tales como las proteínas y el almidón, y son muy útiles para trabajar sobre los aglutinantes. Consisten en poner una gota de reactivo sobre la superficie de la muestra para observar una coloración característica. Para identificar y diferenciar las proteínas, se utilizan tres reactivos del mismo colorante: el Negro Amida (Naftol Azul Negro), pero con pH distintos. Una reacción positiva se traduce por una coloración azul cuya intensidad varía en función de la concentración de proteínas. Los tres reactivos permiten diferenciar tres componentes: yema de huevo, proteínas en general y colas de tipo gelatina. La prueba para el almidón se realiza con un reactivo llamado Lugol (solución acuosa de Yodo (I2) y de Potasio Yoduro (KI)). Una reacción positiva se traduce por una coloración morada a marrón de las partículas de almidón. Los análisis hematológicos permiten detectar las huellas de sangre con dos pruebas distintas: la prueba de Meyer y la prueba Hexagon OBTI; y luego buscar la presencia de ADN. El reactivo de Meyer permite poner en evidencia, gracias

308 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social a un indicador colorado, la peroxidaza, una enzima contenida en la sangre. Se aplica a la sangre animal y humana. La prueba Hexagon OBTI permite la detección inmunológica específica de la hemoglobina humana hasta una concentración de 0,1 µg/L, es decir presente en muy pequeña cantidad. Por fin, estas pruebas fueron completadas con una búsqueda de ADN.

4. 1. 5. Conclusiones Este protocolo analítico nos permitió estudiar la totalidad del material seleccionado, que sea de origen mineral u orgánico. Pudimos trabajar sobre los fragmentos de murales, las muestras de pigmentos naturales, las fibras animales y vegetales, las muestras de vegetales, y sobre la caracterización de huellas de sangre.

4. 2. Los resultados sobre la huaca de la Luna, Complejo de Moche, Valle de Moche

Los análisis sobre los murales de la Huaca de la Luna, nos permitieron obtener informaciones inéditas sobre los materiales empleados y más generalmente sobre la tecnología artística desarrollada por los artesanos pintores del sitio.

4. 2. 1. La preparación del soporte La composición silto-arcillosa del soporte nos lleva a clasificarlo geológicamente en el grupo de los «mudrocks» o «rocas de barros», grupo que reúne todos los sedimentos siliciclásticos, constituidos principalmente de elementos del tamaño de los siltes (limos) (4 a 62 µm) y de las arcillas (< 4 µm) (Boulvain, 2004). En efecto, está esencialmente compuesto de cuarzo, de aluminosilicatos calco- sódicos y potásicos, y de arcilla rica en hierro que le confiere su color amarillo- anaranjado. Los análisis indicaron también la presencia de monazitas, inclusiones minerales consecuencias de la degradación de las rocas graníticas que constituyen un marcador geológico. La cantidad importante de materia, necesaria para la confección de los soportes, y la presencia de estos marcadores convergen para demostrar su origen local. Por otro lado, su composición, su granulometría y su porosidad, confieren a este material compuesto y detrítico una excelente inercia térmica e higrométrica, traduciéndose por una regulación de las diferencias de temperatura y de humedad del soporte que, por esta razón, es menos frágil. La diferencia de granulometría entre el muro y la capa pictórica (de granulometría más fina) favorece la adherencia de la capa de pigmentos que penetra en el soporte más profundamente. Las observaciones en sección indicaron también una preparación del muro antes de la aplicación de la mezcla colorante. En efecto, fue alisado en superficie, acción que permitía al artista trabajar sobre un soporte plano. Este alisado se traduce por una acumulación de microcristales que suben por capilaridad encima de la capa soporte. Sin embargo, hemos notado la ausencia de una capa preparatoria blanca,

309 Véronique Wright propuesta por varios autores (Bonavia, 1985; Franco et al., 1994; Campana & Morales, 1997).

4. 2. 2. La preparación de la mezcla colorante La receta. Hasta ahora las investigaciones sobre el arte mural precolombino habían concernido únicamente la caracterización del elemento colorante: el pigmento. Ahora bien, nuestras experimentaciones permitieron entender que la mezcla colorante se compone de varios «ingredientes»: pigmentos, cargas y aglutinantes (fig. 1). Los pigmentos blanco, rojo y amarillo son todos de origen mineral, mientras el negro es orgánico. Los pigmentos blancos corresponden a dos arcillas, la caolinita

(Al2Si2O5(OH)4) y la ilita ((K,H3O)(Al,Mg,Fe)2(Si,Al)4O10[(OH)2,(H2O)]), a las cuales se añadía hematita (Fe2O3) para hacer el rojo y goetita (FeO(OH)) para el amarillo, en proporciones variables en función del color deseado. El negro es constituido de carbón de madera mientras que la mezcla identificada como «azul» corresponde de hecho a un gris resultado de la asociación de las mezclas blanca y negra. Los datos obtenidos sobre los coadyuvantes, así como sobre las cargas y los aglutinantes, son inéditos. Dos tipos de cargas fueron empleados: yeso

(CaSO4,2H2O) para las mezclas blanca, roja y amarilla, y calcita (CaCO3) para el negro. Estos dos minerales son preparados en forma de polvos, ambos blancos, y son añadidos a los pigmentos para mejorar la cohesión de la mezcla y su recubrimiento sobre el soporte. En casos excepcionales, el yeso fue también empleado como capa preparatoria o depositado en la superficie de la capa pictórica para conferirle una cierta brillantez. Dos aglutinantes distintos fueron añadidos para ligar la mezcla y mejorar su adhesión sobre el soporte: una cola proteínica de origen animal, y savia del cactus San Pedro (Trichocereus pachanoi). Estos resultados, aunque preliminares, son importantes, pues constituyen los primeros datos analíticos sobre los aglutinantes orgánicos empleados en el arte mural moche. El origen de los pigmentos. Los análisis elementales realizados sobre las capas pictóricas indicaron la presencia de marcadores geológicos de tipo monazitas e inclusiones metálicas cobre/estaño. Estas monazitas fueron también detectadas sobre las capas soportes y sobre las muestras de pigmentos naturales de la cantera de Conache (1,5 km al norteste de la huaca de la Luna, sobre la margen derecha, del Río Moche), tendiendo a demostrar el origen local de estos materiales. Además, el estudio de los pigmentos de Conache mostró que varios pigmentos utilizados en los murales de la huaca de la Luna se encontraron cerca del sitio. En efecto, hemos caracterizado la presencia de hematita, de goetita, de ilita, de yeso y de calcita. Aunque las venas de pigmentos analizadas no son forzosamente las explotadas por los artistas mochicas, su composición indica su disponibilidad local, confirmando la hipótesis de la procedencia local de la mayoría de los materiales pictóricos empleados.

310 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

4. 2. 3. Las herramientas Los vestigios de herramientas utilizadas por los artesanos pintores moches son excepcionales. Sin embargo, gracias al estudio arqueométrico pudimos observar y analizar fibras animales entrampadas en las capas pictóricas (fig. 3), que luego hemos comparado con fibras de referencia. Así pudimos mostrar el empleo de herramientas de tipo pinceles elaborados con pelos de camélidos, muy probablemente de llama, para aplicar el color sobre el soporte (fig. 4). Aunque el tamaño y la fisonomía de estos pinceles queden a determinar, estos primeros resultados son muy importantes porque inéditos.

Figura 3 – Fotografía ilustrando las fibras animales entrampadas en las capas pictóricas de varios fragmentos de murales de la huaca de la Luna (© c2rmf, V. Wright)

Figure 4 – Imágenes MEB en electrones retrodifundidos de una fibra arqueológica (1) y de una fibra referencia de llama (2) a una ampliación x 1000, indicando una correspondencia (© c2rmf, V. Wright)

311 Véronique Wright

4. 2. 4. La dimensión mágico religiosa del mural Los murales tenían una función decorativa pero también un rol y una significación mucho más simbólicos. Con una iconografía dedicada a las actividades rituales y en particular a la ceremonia de sacrificio, su dimensión mítica es evidente. Ahora bien, algunos ingredientes añadidos intencionalmente a las mezclas colorantes, permitieron confirmar y materializar este carácter místico y sobrenatural. Sobre todas las capas pictóricas, los análisis elementales permitieron detectar inclusiones de fosfatos de calcio. Es muy probable que correspondan a hidroxilapatita, una forma de apatita de calcio de formula química Ca5(PO4)3(OH). Estos elementos se encuentran bajo forma mineral en la naturaleza, pero son igualmente producidos por los huesos. Ahora bien, el hueso puede tener un rol particular en el seno de la mezcla colorante. En efecto, el polvo de hueso es una carga a menudo empleada en pintura. Podemos pues proponer que los cristales de hidroxilapatita encontrados sobre las capas pictóricas de la huaca de la Luna corresponden a polvo de hueso añadido intencionalmente a la mezcla. Por otro lado, algunos análisis de caracterización sobre cerámicas finas mochicas mostraron el añadido de hueso molido al pigmento rojo (Swann et al., 1999) tendiendo a confirmar nuestra hipótesis. Además, sobre algunos murales como en huaca Cao Viejo, fragmentos de huesos humanos o animales fueron insertados en la pared, dándole una dimensión simbólica y casi humanizando los personajes representados. El hueso tendría así una función técnica de carga pero también un rol mucho más simbólico. Añadiendo elementos palpables de seres humanos en las mezclas colorantes, el artista rinde la escena real, legitimando y apoyando su significación. Las experimentaciones mostraron también el uso de savia de cactus como aglutinante, muy probablemente de San Pedro (Trichocereus pachanoi) cuya elección no parece anodina. En efecto, este vegetal fue conocido y utilizado por los mochicas por sus virtudes alucinógenas (Bourget, 1994; Larco Hoyle, 2001; Uceda & Tufinio, 2003), en particular durante las ceremonias de sacrificio. Gracias a su poder psicotrópico, fue supuesto conferir a sus consumidores la posibilidad de rendirse en el mundo de los Ancestros y así sobrepasar su condición de simples mortales. Ahora bien, la iconografía de los murales está estrechamente asociada a la ceremonia de sacrificio y el añadido de esta sustancia vegetal podría así conferir a la pintura una dimensión espiritual suplementaria. En efecto, la savia de San Pedro podía materializar y concretizar el mensaje simbólico transmitido por el mural, dándole una realidad y una existencia física. El mural mismo se vuelve un «puente» entre el mundo de los «Vivos» y de los «Ancestros». Añadir polvo de hueso y savia de San Pedro a las preparaciones pictóricas tiene, por lo tanto, un rol técnico, pero también una función mucho más simbólica. Las escenas pintadas no son solamente decorativas pero se vuelven «vivas». Gracias al mensaje que transmiten y a estos ingredientes míticos, su rol sagrado es evidente.

4. 2. 5. El mural y su rol participativo a los rituales Las investigaciones recientes del PAHL indican que los espacios con los murales identificados como Temas Complejos, al pie del Frontis Norte, fueron en estrecha

312 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social relación con las actividades de la ceremonia de sacrificio y más precisamente con la presentación de la sangre (Tufinio, 2006). Ahora bien, el estudio de los Muros Complejos permitió observar rastros marrones indeterminados sobre varias zonas. La localización de estas huellas y la iconografía de los murales asociados llevaron a los arqueólogos y conservadores del sitio a proponer que se trataba de rastros de sangre. Hemos entonces sacado nueve muestras sobre estos depósitos para estudiarlas analíticamente. Las investigaciones al C2RMF permitieron explicar que estos depósitos marrones son constituidos de elementos discoidales de 5 a 6 µm de diámetro, cóncavos en su centro (fig. 5). Estos elementos se parecen a hematíes «fósiles» (Hortolà, 2002) que contienen la hemoglobina, dando el color a la sangre, la cual expuesta al aire, se oxida y se hace marrón, lo que explicaría el color de este depósito. Normalmente, los glóbulos rojos presentan un tamaño medio de 7 µm, pero sabemos que varios factores pueden provocar una disminución del tamaño: la edad de las hematíes, una malnutrición o carencias del sujeto, infecciones o lesiones de repetición, lo que no es incompatible con nuestro contexto de investigación. A continuación, once muestras fueron estudiadas por el IGNA. Los análisis siguieron dos etapas: la primera consistía en poner en evidencia la presencia de sangre y la segunda en una investigación ADN. Estas experimentaciones hematológicas tienden a confirmar la presencia de sangre que no sería de origen humano, pero estos resultados son preliminares. Además, el carácter degradado del ADN (posiblemente debido a condiciones medioambientales de conservación desfavorables, como la exposición a la luz, al calor o a la humedad) no nos permitió desarrollar estos primeros resultados.

Figura 5 – Imagen MEB en electrones retrodifundidos a una ampliación x 8000 de la capa marrón de la muestra sacada sobre el muro interno sur del recinto 1 del Edificio A. Permite notar la presencia de hematíes fósiles de 5 a 6 µm de diámetro (© c2rmf, V. Wright).

313 Véronique Wright

Por fin, la localización de estas huellas sobre zonas precisas del mural, y su penetración en el muro (más de 1,5 mm según las observaciones en sección) indican que fueron asperjados de manera repetitiva. Estas proyecciones de sangre no corresponden a una acción fortuita sino a un «rito» preciso. Más allá de las problemáticas de tecnología pictórica, los análisis físico químicos permitieron entender y demostrar la importancia y el grado sagrado que revestía el arte mural en la sociedad mochica.

4. 3. Los resultados sobre todo el territorio

4. 3. 1. La huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo, Valle de Chicama Los soportes. El estudio de los soportes mostró que correspondían a un sedimento calcáreo más o menos rico en arcilla. Sobre el Edificio E, hemos puesto en evidencia la presencia de caolinita e ilita, arcillas ausentes sobre los soportes del edificio D. Esta diferencia se observa igualmente al nivel de la fisonomía: las muestras del Edificio E presentan una granulometría más grosera y heterogénea y un color más anaranjado. Las mezclas colorantes. Los análisis permitieron entender que la mezcla colorante se compone de tres elementos de base: pigmentos, cargas y aglutinantes. Los pigmentos blanco, rojo y amarillo son minerales aunque el negro es orgánico. El blanco corresponde a una mezcla de calcita y arcilla, el rojo a hematita, el amarillo a goetita, el negro a un carbón de madera, y el gris a una mezcla de blanco (calcita + arcilla) y de negro (carbón de madera). Las mezclas colorantes blancas y negras son idénticas sobre las dos fases constructivas estudiadas. Sin embargo, a los pigmentos rojos y amarillos se añaden otros elementos cromógenos que divergen entre los dos edificios. Sobre el Edificio E, el artesano ha añadido calcita y una arcilla rica en hierro, aunque sobre el edificio D la hematita es completada de calcita, de arcilla rica en hierro y de caolinita, y la goetita únicamente de una arcilla rica en hierro. Esta observación tiende pues a confirmar las diferencias ya observadas sobre los soportes entre los Edificios D y E. Dos tipos de cargas fueron añadidos a los pigmentos: calcita y yeso, preparados en forma de polvos. Como para la huaca de la Luna, el yeso asociado a la calcita fue reservado a los blancos, rojos, amarillos y gris, aunque la calcita sola fue mezclada con el pigmento negro. Por otra parte, dos elementos orgánicos fueron utilizado como aglutinantes: un producto proteínico cuya composición exacta queda indeterminada, y savia de San Pedro (fig. 1). Sin embargo esta sustancia vegetal no fue caracterizada sobre las mezclas colorantes blancas. El origen de los materiales. El estudio de las mezclas colorantes nos reveló la presencia recurrente de calcita. Ahora bien, el valle de Chicama posee yacimientos importantes de carbonatos de calcio lo que sugería un origen local de los materiales empleados. Además, como para la huaca de la Luna, hemos puesto en evidencia monazitas pero asociadas a inclusiones metálicas particulares de tipo cromo/ hierro/níquel, indicando un origen geológico diferente probablemente local.

314 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

4. 3. 2. Castillo de Huancaco, Valle de Virú Los soportes. Los datos de composición obtenidos sobre los soportes nos permiten precisar que corresponden a un sedimento silto arcilloso clasificado en el grupo de los «mudrocks» («rocas de barro»), compuesto esencialmente de cuarzo, feldespatos (aluminosilicatos calco sódicos y potásicos) y minerales arcillosos (Boulvain, 2004). Su color amarillo-anaranjado es debido a la presencia de óxidos de hierro. Por otro lado, los análisis mostraron inclusiones de tierras raras, monazitas, y partículas ricas en metal (cromo/hierro/níquel, mercurio y tungsteno) e inclusiones metálicas (cobre/estaño). Estas monazitas se encuentran también en los otros sitios pero asociadas con otras inclusiones metálicas. Entonces podemos proponer que los materiales de Castillo de Huancaco tienen un origen geológico diferente de los otros complejos. Las mezclas colorantes. Los análisis permitieron entender que el blanco es obtenido mezclando calcita y una arcilla, y el gris mezclando este blanco con carbón de madera. Dos mezclas rojas fueron identificadas: la primera compuesta de hematita y arcilla rica en hierro, y la segunda hematita, arcilla ferrosa y cinabrio que parece aplicado en superficie de la capa pictórica. Pudimos también caracterizar dos mezclas amarillas: la primera compuesta de goetita y una arcilla ferrosa, la segunda con estos elementos más cinabrio, dando un color más anaranjado. Por fin, encontramos un pigmento verde obtenido por asociación de dos minerales cuprosos: la atacamita (Cu2Cl(OH)3 y la malaquita (Cu2(CO3)

(OH)2). Entonces, varias singularidades fueron identificadas en este sitio: la gama cromática clásica empleada por los mochicas es completada por el color verde. La utilización de este color permanece excepcional, y fue atestada únicamente en contexto arqueológico en La Mina, en el valle de Jequetepeque, en la región Mochica Norte. Por otro lado, el uso de cinabrio asociado a las mezclas colorantes rojas y amarillas es muy raro y se notó hasta ahora únicamente en el sitio de la Mayanga en el valle de La Leche, en la región Mochica Norte (fig. 1). Sobre las capas pictóricas, no hemos observado un tipo particular de marcador geológico (monazitas o inclusiones metálicas). Sin embargo, el empleo de cinabrio y del pigmento verde permite constatar una particularidad local en la elección de las materias primas. Por fin, pudimos mostrar que la mezcla colorante fue completada por una carga (yeso e/o calcita) y un aglutinante (cola proteínica), siguiendo una receta de elaboración idéntica a los otros sitios estudiados.

4. 3. 3. La Plataforma Funeraria de Sipán, Valle de Lambayeque Los soportes. El estudio analítico permitió concluir que los soportes corresponden a un sedimento silto arcilloso, geológicamente asociado al grupo de los «mudrocks» puesto que es compuesto de cuarzo, feldespatos (aluminosilicatos calco sódicos y potásicos) y minerales arcillosos (Boulvain, 2004). Por otra parte, pudimos identificar una inclusión de monazitas y también muchos cristales de sulfato de bario correspondiendo a barita (BaSO4). Ahora bien, numerosas venas de barita fueron localizadas en el valle de Lambayeque. La cantidad de material necesaria

315 Véronique Wright y esta presencia recurrente de barita permiten proponer un origen local de los materiales empleados para realizar estos soportes. Las mezclas colorantes. Los análisis permiten concluir que el blanco es compuesto de arcilla, el rojo de hematita y arcilla ferrosa, el amarillo de goetita y arcilla rica en hierro, y el negro de carbón de madera. Además varias especificidades fueron caracterizadas: el gris resulta de la mezcla de negro, amarillo, rojo y blanco aunque en los sitios estudiados en la región Sur corresponde a la mezcla de blanco y negro. Por otro lado pudimos observar la presencia del color morado, compuesto de negro y rojo, cuyo uso en Sipán permanece un ejemplo único (fig. 1). Pocos datos fueron adquiridos sobre el origen de los materiales colorantes. En efecto, ninguna inclusión de tierra rara o metálica fue detectada. Para complementar estos resultados hemos comparado las muestras arqueológicas con muestras de pigmentos naturales sacadas del Cerro de la Pinturas, cantera de pigmentos ubicada a 2 km al sureste de la plataforma funeraria. Las comparaciones no nos permitieron sacar conclusiones de origen geológico, pero pudimos atestar de la disponibilidad local de algunos pigmentos empleados en Sipán (hematita y goetita). Por fin, hemos determinado el uso de yeso y de calcita, muy probablemente como cargas, pero no pudimos caracterizar la presencia de aglutinante (fig. 1).

4. 4. Conclusiones

Las investigaciones analíticas fueron aplicadas a tres centros administrativos mayores de la región sur y uno del territorio norte. Nos permitieron adquirir numerosos datos inéditos sobre los murales, relieves o pinturas: la elección de los materiales y su origen geológico, las herramientas y las técnicas pictóricas empleadas, y así entender la tecnología artística desarrollada y seguida por los artesanos pintores mochicas. Los análisis precedentes se concentraron esencialmente sobre la caracterización del elemento cromógeno. Al contrario, nuestras investigaciones concernieron todos los materiales utilizados para realizar un mural. Así hemos adquirido informaciones sobre la naturaleza de las capas soportes, sus composiciones y sus modos de preparación. Sobre los sitios de Moche, Castillo de Huancaco y Sipán, corresponden a un sedimento silto-arcilloso y a El Brujo a un sedimento calcáreo rico en arcillas. Por otro lado pudimos cada vez poner en evidencia marcadores geológicos (monazitas e inclusiones metálicas). La gran cantidad de material necesaria para elaborar estos soportes y estos indicios de procedencia convergen para mostrar un origen local, regional de estos materiales. Además, pudimos mostrar que la granulometría de las capas soportes es mucho más grosera y heterogénea que las capas pictóricas, favoreciendo así la adherencia de la mezcla colorante sobre el muro. Por fin sobre los murales de la huaca de la Luna pudimos observar las huellas de una acción de alisado de superficie del muro, traduciéndose por una granulometría más fina del soporte al contacto de la capa pictórica. Fue también interesante observar que, sobre todos los sitios y al

316 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social contrario de lo que argumentaban varios estudios precedentes, la capa pictórica es aplicada directamente sobre su soporte en tierra cruda sin capa preparatoria blanca (Bonavia, 1985; Franco et al., 1994 ; Morales, Solórzano & Asmat, 1998). En cuanto a las mezclas colorantes, pudimos entender que no correspondían solamente al uso de un pigmento pero que resultaban de una verdadera receta. Esta receta está compuesta de tres ingredientes de base: elementos colorantes, cargas y aglutinantes, cada uno poseyendo propiedades físicas específicas. Esta receta fue aplicada sobre los cuatro complejos arqueológicos estudiados. Los elementos colorantes corresponden a pigmentos de origen mineral y orgánico, empleados solos o mezclados para matizar un tono o crear un nuevo color. Varios son utilizados de manera recurrente como la calcita para el blanco, la hematita para el rojo, la goetita para el amarillo y el carbón de madera para el negro (fig. 1). A pesar de estas similitudes, pudimos observar varias particularidades, principalmente en la composición de algunos pigmentos y en la gama cromática empleada por los artesanos pintores trabajando sobre cada uno de los sitios estudiados. En efecto, pudimos notar el uso del morado en Sipán, del cinabrio para el rojo y del color verde en Castillo de Huancaco, por ejemplo, ilustrando estas singularidades locales. Además, gracias a todos los datos adquiridos sobre los pigmentos arqueológicos o sacados en las canteras naturales, pudimos proponer un origen generalmente local de los materiales empleados. Esta conclusión permitiría pues explicar las distinciones en la elección de las materias primas observadas sobre cada edificio ritual. Dos tipos de cargas fueron caracterizados sobre todos los sitios: el yeso y la calcita. Además, es interesante constatar que el yeso es generalmente reservado a los colores blancos, rojos y amarillos, aunque la calcita sola es utilizada para el negro. Añadir una carga precisa a un pigmento parece pues una elección intencionada, muy posiblemente debido a las propiedades físico químicas de cada elemento en presencia. Por otra parte, dos aglutinantes, ambos orgánicos, fueron detectados. El primero corresponde a una substancia rica en proteínas, parecida a una cola de tipo gelatina, cuya composición exacta permanece indeterminada. El segundo es elaborado con savia de San Pedro, cactus representado de manera abundante en la costa norte de Perú. Este San Pedro se encontró añadido a las mezclas colorantes sobre los sitios de Moche y El Brujo. Análisis complementarios sobre los otros complejos (Castillo de Huancaco y Sipán) permitiría quizás atestar su utilización. Por fin, varios ingredientes con propiedades técnicas pero también simbólicas fueron identificados. La presencia de San Pedro, cuyas propiedades alucinógenas son conocidas y explotadas por los mochicas, y el posible añadido de polvo de hueso, que hemos encontrado sobre cada sitio estudiado, confieren al mural una dimensión espiritual que fortalece el mensaje ideológico transmitido a través de la iconografía y el carácter sagrado de los adornos y de los espacios arquitectónicos a los cuales están asociados. La imagen se vuelve entonces un medio de comunicación no solamente con el pueblo pero también entre el mundo de los Vivos y él de los Ancestros.

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5. CONCLUSIONES E INTERPRETACIONES

Las investigaciones analíticas sobre el arte mural de los sitios de Moche, El Brujo y Castillo de Huancaco, en la región sur, y de Sipán en la región norte, nos permitieron adquirir datos inéditos en cuanto a la técnicas pictóricas, pero sobre todo entender la evolución espacio temporal de la tecnología artística empleada sobre todo el territorio, así como la organización de este actividad artesanal singular.

5. 1. Tecnología pictórica y territorio mochica

5. 1. 1. La evolución temporal de las técnicas Gracias a un muestrario representativo pudimos trabajar sobre murales de cada fase constructiva de la huaca de la Luna. Luego hemos completado las investigaciones ya empezadas sobre la huaca Cao Viejo. Así hemos adquirido datos analíticos cubriendo varios siglos de ocupación, lo que nos permite, comparando los resultados, seguir la evolución de las técnicas artísticas en el tiempo sobre estos dos complejos administrativos mayores. En cuanto a la huaca de la Luna, trabajar sobre muestras de murales de los Edificios E, D, B/C y A y de la Plataforma III, permitió hacer comparaciones y seguir la evolución de las técnicas pictóricas del 3er siglo al 8vo-9no siglo d. C. Pudimos constatar que las capas soportes presentaban las mismas características (fisonomía, composición y técnica de alisado) del Edificio E a la Plataforma III. Estas observaciones son válidas para las mezclas colorantes. En efecto, no solamente la «receta» sino también los «ingredientes» son idénticos en todos los edificios considerados. Hemos detectado los mismos marcadores de procedencia (monazitas e inclusiones metálicas) sobre todo el material, lo que nos permite proponer un origen local común a estos materiales, y por lo tanto, la explotación de las mismas fuentes, o de fuentes muy cercanas durante varios siglos. Por fin, fibras de pinceles en pelos de camélidos fueron localizadas sobre muestras sacadas sobre los Edificios D y A, demostrando el empleo de herramientas muy similares a lo menos durante este periodo. Todas estas observaciones permiten poner en evidencia una continuidad temporal en el uso de las materias primas y de las técnicas artísticas. Los artesanos han utilizado los mismos materiales, originarios de fuentes minerales idénticas o muy similares, los mismos métodos de preparación de los soportes y de las mezclas colorantes, y finalmente las mismas herramientas. La tecnología pictórica seguida para elaborar un mural en la huaca de la Luna permanece idéntica durante cinco fases constructivas. Esto sugiere que existía una transmisión del conocimiento técnico y de una generación a otra de artesanos pintores. En la huaca Cao Viejo, las investigaciones sobre los Edificios E y D, ocupados del principio de nuestra era al 3er - 4to siglo d. C., nos permitieron también sacar varias conclusiones sobre la evolución de las técnicas pictóricas. En efecto, pudimos notar

318 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social una receta de elaboración de las mezclas colorantes idéntica en cada edificio, así como los pigmentos, las cargas y los aglutinantes que se quedan idénticos durante tres siglos de ocupación. Estos resultados indican una continuidad temporal de las técnicas pictóricas en el sitio, y tienden a mostrar que existía en la huaca Cao Viejo, como en la huaca de la Luna, una transmisión del conocimiento técnico de una generación a otra de artesanos pintores. Esta observación conforta las conclusiones de los análisis preliminares realizadas por Kakoulli, que indicaba una continuidad en el tiempo en la elección de las materias primas (Kakoulli, 1997).

5. 1. 2. La evolución espacial de las técnicas Cruzar los datos analíticos adquiridos sobre los murales de Moche, El Brujo, Castillo de Huancaco y Sipán, permitió observar similitudes en las técnicas pictóricas aplicadas sobre cada centro administrativo. En efecto, hemos siempre constatado la misma receta de elaboración de la mezcla colorante, con un elemento colorante, una carga y un aglutinante. Además, los elementos cromógenos siempre son pigmentos, de origen mineral excepto el negro identificado como carbón de madera y, por ende, orgánico. Varios pigmentos son utilizados de manera recurrente como la hematita para el rojo, la goetita para el amarillo; la elaboración del color gris corresponde a la misma combinación de carbón de madera y de un pigmento blanco (arcilla y/o calcita según los sitios). Dos tipos de cargas fueron caracterizados sobre cada sitio, solas o combinadas: yeso y calcita; a continuación hemos identificado dos aglutinantes recurrentes: una cola proteínica y savia de San Pedro (Trichocereus pachanoi) (fig. 1). Estas observaciones son completadas por los datos analíticos anteriormente adquiridos sobre los sitios de La Mayanga, La Mina y Pañamarca. En efecto, podemos constatar el empleo de pigmentos análogos (cinabrio y hematita para el rojo, calcita para el blanco, y carbón de madera para el negro por ejemplo), así como el empleo de la misma técnica de obtención del gris en La Mina y Pañamarca, donde un pigmento negro es mezclado con un blanco. Por otro lado, la presencia recurrente de calcita, en La Mina y Pañamarca, nos permite suponer su utilización como carga, argumentando nuestras conclusiones (fig. 1). Aunque algunos datos sobre la composición de los coadyuvantes (cargas y aglutinantes) son imprecisos en La Mayanga, La Mina y Pañamarca, es posible notar numerosas similitudes entre cada complejo arqueológico (fig. 1). Estas comparaciones tienden a mostrar que existía una continuidad espacial de las técnicas artísticas empleadas en la elaboración de los murales mochicas, un conocimiento técnico que se difundió y se transmitió no solamente en una misma región pero también en todo el territorio. Sin embargo, las singularidades regionales observadas, en lo que concierne por ejemplo la elección de los colores empleados (verde en Castillo de Huancaco y morado en Sipán) dejan aparecer un «margen» de improvisación local.

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5. 1. 3. El arte mural y la organización política mochica Las recientes investigaciones sobre la organización del territorio mochica permitieron mostrar que el poder mochica era un poder regionalizado y materializado por los grandes centros ceremoniales implantados en cada valle fluvial. La interconexión de las élites locales ha federado el pueblo gracias a una gestión política comuna. Esta permitió el mantenimiento de un poder político fuerte, y compartir una misma ideología, conocimientos y tecnologías, aunque sean conservadas identidades regionales marcadas (Castillo & Uceda, ms.). Ahora bien, es muy interesante constatar que este modelo de organización social se aplica precisamente a las conclusiones propuestas sobre la tecnología artística. En efecto, hemos mostrado que existían conocimientos especializados comunes a todos los centros artesanales, pero hemos notado individualidades locales. Además, las investigaciones sobre el origen de los materiales empleados tienden a mostrar un origen regional de las materias primas, explicando las diferencias de composición entre cada sitio. Parece, en efecto, que los artesanos pintores han utilizado fuentes minerales cerca de su lugar de trabajo. Aunque esta hipótesis permite entender el uso de pigmentos diferentes sobre el territorio, es interesante notar que varios minerales son explotados de manera excepcional. En efecto, el color verde es documentado en contexto arqueológico únicamente en La Mina y Castillo de Huancaco, y el cinabrio es utilizado solamente en La Mayanga y Castillo de Huancaco, sitio que presenta entonces varias singularidades. Ahora bien, este complejo monumental ilustra, con su producción cerámica o su arquitectura, algunas diferencias locales observadas en la región sur, reflejo del proceso expansionista de los mochicas (Bourget, 2003). Parece pues que las conclusiones sacadas sobre las técnicas pictóricas correlacionan otra vez las recientes hipótesis de organización social y territorial propuestas. Entonces, el estudio analítico del arte mural permite no solamente obtener informaciones sobre las técnicas pictóricas, sino también elementos de comprensión de la organización política y social de la cultura mochica. El arte tiene mucha importancia en esta sociedad y es también su «reflejo». Gracias a estos resultados y a estas primeras interpretaciones, es en adelante importante preguntarse sobre el rol del artesano pintor en esta sociedad. ¿Es un artesano especializado? ¿Pertenece a una clase artesanal?, y por si acaso ¿cómo se organiza? ¿Cuál es su estatus social? ¿Qué relaciones tiene con la clase gobernante? ¿Dónde trabaja? Aquí son expuestas algunas interrogantes a las cuales la investigación analítica que hemos desarrollado permitió aportar elementos de respuestas.

5. 2. ¿El arte mural: una artesanía especializada?

5. 2. 1. Algunas nociones de «artesanía especializada» En las sociedades complejas, los artesanos especializados tienen un rol preponderante en su desarrollo. Transforman las materias primas, pero también una idea en una realidad tangible; crean un bien, símbolo de poder y de un

320 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social universo ideológico. La producción especializada responde pues a necesidades económicas, sociales o políticas. Por otro lado, el control de los artesanos especializados representa una oportunidad para la clase gobernante de legitimar y consolidar su poder. Esta élite se transforma en el primer beneficiario de la producción artesanal especializada (Bernier, 2008). Ahora bien, el arte mural corresponde a una expresión artística muy ligada a la clase gobernante. Lo utiliza como medio de comunicación privilegiado que le permite, gracias a un discurso iconográfico preciso, explicar y transmitir una ideología. El artista se vuelve pues un artesano al servicio del poder, utilizando y siguiendo códigos visuales preestablecidos, a pesar de algunas singularidades locales. Además, pudimos mostrar que los artesanos pintores son herederos de una enseñanza, de un conocimiento transmitido durante el tiempo pero también sobre todo el territorio mochica. Elaborar un mural parece entonces representar una verdadera actividad artesanal, cuyos protagonistas siguen una formación y son dirigidos por la élite mochica quien es la principal adjudicataria beneficiaria. Los artesanos fueron probablemente instruidos sobre las diferentes técnicas pictóricas y los códigos iconográficos para volverse obreros competentes y experimentados en una tarea precisa, con una técnica constante es decir un conocimiento técnico característico de una producción especializada (Costin & Hagstrum, 1995; Bernier, 2008) y una capacidad de adaptación a los recursos locales. Esta noción de «artesanía especializada» permite pues proponer varios elementos sobre la organización de esta actividad, sobre la constitución de esta unidad de producción, su intensidad, su contexto y su concentración (Costin & Hagstrum, 1995).

5. 2. 2. Organización de los artesanos pintores Las experimentaciones analíticas realizadas sobre vestigios de policromía mochica nos permitieron adquirir informaciones en cuanto a la cadena operativa seguida para elaborar un mural. La primera etapa identificada corresponde a la extracción de las materias primas, destinadas a la preparación de los soportes y de las capas pictóricas. Los análisis permitieron mostrar que los productos minerales empleados tienen muy probablemente un origen local, limitado al valle donde el sitio estaba implantado. El único pigmento cuya fuente estaría más alejado corresponde a la caolinita identificada en la huaca de la Luna y de manera excepcional en la huaca Cao Viejo. Los datos analíticos tienden pues a demostrar que cada centro administrativo disponía de sus propias fuentes de minerales localizadas en el valle donde estaba implantado, a excepción del caolín que hubiera sido objeto de un abastecimiento más lejano. Además, el uso de colores distintos sobre varios sitios, como el verde en Castillo de Huancaco y el morado en Sipán, ilustrando singularidades locales, constituye un elemento más para sugerir una implantación local de esta actividad artesanal. Los artesanos pintores parecen ligados a un centro político preciso que, aunque siga normas iconográficas y tecnológicas comunes a todo el territorio, funciona de manera más o menos independiente.

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Luego, es necesario preparar todos los materiales recolectados. Los pigmentos deben ser molidos de manera muy fina (del orden del micrómetro según las observaciones), y los productos orgánicos, carbón de madera y aglutinantes, necesitan también una preparación específica (combustión de la madera y molienda, confección de la cola proteínica y extracción de la savia de San Pedro por ejemplo), antes de mezclar todo. Esta etapa de la «gama» de fabricación exigía una mano de obra suficiente y una larga duración de trabajo, ya que la cantidad de materia necesaria para elaborar un mural es muy importante. En efecto, si consideramos el ejemplo del Frontis Norte del Edificio A de la huaca de la Luna, es posible realizar una aproximación. La superficie de los murales descubiertos es actualmente estimada a 2 160 m² (Morales, Asmat, Solórzano, Asmat, Sánchez, Gil, 2006, 2006). Todas las observaciones efectuadas en el marco de nuestro estudio arqueométrico permiten, por otra parte, tasar el espesor medio de una capa pictórica no alterada alrededor de 300 µm. El volumen de mezcla colorante para aplicar una sola capa de pintura sobre esta fachada equivale aproximadamente a 650 litros. Determinar la cantidad exacta de pigmentos correspondiente parece difícil, ya que su masa volúmica diverge según su composición y son a menudo mezclados. Sin embargo, una estimación general nos permite calcular que la masa de materiales minerales necesaria para que los artesanos pinten únicamente la parte excavada del Frontis Norte representa entre 700 kg y 1 tonelada. Si tomamos en cuenta la totalidad de los murales hoy día descubiertos sobre este edificio, es fácil tomar conciencia que la cantidad de materiales necesarios a su elaboración era muy importante. Por otro lado, una vez los ingredientes preparados (molienda de los pigmentos minerales, preparación del carbón de madera y de los coadyuvantes), tienen que ser mezclados según una receta precisa (pigmento + carga + aglutinante), y según proporciones adecuadas en función del color deseado, así como de las zonas que pintar. Esta operación necesitaba entonces la aplicación de una destreza precisa que quedó idéntica durante el tiempo y sobre cada sitio estudiado, como lo indicaron los análisis. En paralelo a la elaboración de las mezclas colorantes, los artesanos tenían también que preparar los muros soportes. Sobre la capa de sedimento, puesta sobre el muro de adobes, debían dibujar los motivos. Podían delimitar el cuadro de la escena con cuerdecillas de algodón tensadas sobre el muro, mientras que los motivos más complejos estaban incididos a mano, según un modelo textil (Lecoq, 2006) o elaborados sobre otros soportes como adobes (Morales, Sólorzano, Asmat, 1998; Morales, 2003). La realización de estos dibujos preparatorios exigía pues personas calificadas, obedeciendo a códigos visuales e iconográficos precisos. Si el adorno consistía en un relieve, era luego necesario modelar las partes prominentes, por modelaje o escisión de materia (Morales, Sólorzano, Asmat, 1998). La última etapa de elaboración de un mural correspondía a la aplicación de la mezcla colorante sobre los muros ya preparados. El artesano debía entonces respetar un «código de color» preestablecido con una significación precisa. Una vez acabados, algunos murales fueron el objeto de un mantenimiento regular. En efecto pudimos observar, gracias a la microscopía, varias capas pictóricas

322 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social superpuestas, en particular sobre el Frontis Norte del Edificio A de la huaca de la Luna, donde pudimos notar hasta 23 repintados sucesivos. Esta observación tiende entonces a mostrar que la elaboración de un mural no correspondía a un evento episódico pero a una actividad que se desarrollaba en el tiempo, necesitando un trabajo e intervenciones regulares. Todos los análisis permitieron precisar algunas etapas de la cadena operativa seguida por los artesanos para elaborar un mural. Además, los datos adquiridos en cuanto a la ejecución de cada una de las fases de la gama de fabricación, permiten argumentar que la realización de un panel pintado correspondía a una verdadera actividad artesanal, con diferentes tareas ejecutadas por artesanos suficientemente numerosos y calificados, los cuales debían después estar disponibles para un mantenimiento o modificaciones. La diversidad y la importancia de cada operación manual nos incita a suponer que existía una repartición de las tareas entre los protagonistas. Por otro lado, parece evidente que algunas actividades necesitaban un grado de especialización y una formación particular. En efecto, el artesano encargado de la realización del dibujo preparatorio sobre el soporte tenía muy probablemente más responsabilidades que el obrero encargado de la molienda de las materias primas por ejemplo. Estas conclusiones nos permiten proponer la hipótesis según la cual los obreros que participaban a la elaboración de las pinturas murales de los templos fueron suficientemente numerosos para responder a las diferentes obligaciones de la cadena operativa, y fueron agrupados en una verdadera clase artesanal. Esta estaba muy probablemente jerarquizada y reunía artesanos con un grado de especialización variable. Por fin, hemos mostrado que la actividad de elaboración de un mural fue indisociable de la clase gobernante. Es pues importante preguntarse sobre las relaciones que existían entre estos artesanos y la élite.

5. 2. 3. La artesanía pictórica y la élite Las precedentes conclusiones nos permitieron proponer que los artesanos pintores fueron reunidos en una misma clase artesanal, destinada a producir un bien, paneles murales, reservados a la clase gobernante que les utilizaban como vector ideológico. Es evidente que esta actividad estaba íntimamente ligada a la élite que era la beneficiaria pero también controlaba su producción (Costin & Hagstrum, 1995; Bawden, 1996; DeMarrais et al., 1996; Shimada, 2001; Bernier, 2008; Fraresso, 2008). En efecto, mostramos que elaborar un mural requería varias tareas con más o menos responsabilidades, lo que permitía inferir una jerarquización social de esta clase artesanal. Por otra parte, podemos suponer que las diferentes etapas de la cadena operativa fueron supervisadas por personajes jerárquicamente más importantes, perteneciendo quizás ellos mismos a la clase gobernante (Chapdelaine, 2001; Shimada, 2001). Podemos también proponer que algunos artesanos con un alto grado de especialización, podían ser relacionados con la élite, lo que ya se supone en otros sectores artesanales como la cerámica o la metalurgia (Chapdelaine, 2001; Bernier, 2008; Fraresso, 2008; Rengifo & Rojas, 2008).

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Además, Max Uhle, quien excavó la Plataforma Uhle en Moche entre 1899 y 1900, menciona el descubrimiento de una tumba (Tumba 23) que podría confortar nuestra hipótesis. En efecto, cataloga una serie de herramientas que hubieran podido corresponder a pilones para moler los pigmentos, asociadas a un individuo que ocuparía, en este caso, una función de «maestro pintor» (Morales, 2000b). Ahora bien, esta Plataforma Uhle constituye un espacio funerario reservado a las clases gobernantes de la sociedad mochica (Pimentel & Álvarez, 2000), demostrando que algunos artesanos pintores estarían ligados a la élite. Sin embargo, tenemos pocos datos sobre este entierro, y las excavaciones ulteriores en este sector (Chauchat & Gutiérrez, 2006) no revelaron vestigios similares.

5. 2. 4. ¿Indicios de talleres? De esta manera, si los artesanos pintores son reunidos en una clase artesanal, y que estos especialistas son ligados a la élite, podemos proyectar que trabajaban en talleres especializados, comparables a los de las ceramistas, metalurgistas o tejedores por ejemplo (Chapdelaine, 2001; Shimada, 2001; Fraresso, 2008; Rengifo & Rojas, 2008). Arqueológicamente, esta producción especializada debería traducirse por una concentración importante de vestigios directamente correlacionados a esta activad, indicadores de la presencia de un taller artesanal (Bernier, 2008). Ahora bien, en el centro urbano del sitio de Moche, un conjunto arquitectónico excavado en 1995 (Chapdelaine et al., 1997), y luego en 1998 y 1999 (Chapdelaine et al., 2003) entregó varios vestigios cuya interpretación podría confortar nuestra hipótesis. En efecto, en este complejo arquitectónico, llamado CA5 (fig. 6), ubicado a 300 m al suroeste de la huaca de la Luna, el material descubierto tendería a mostrar que pigmentos y mezclas colorantes hubieran sido preparados en varios espacios específicos. En efecto, podemos notar artefactos en relación con la molienda de los materiales colorantes (morteros y pilones) y su almacenaje (jarras domésticas con las paredes internas cubiertas de sustancia colorada). Ubicado al pie de la huaca de la Luna, cerca de los otros talleres, podemos suponer que este espacio hubiera sido la sede de algunas actividades artesanales en relación con la preparación de pigmentos, quizás asociadas con la elaboración de los murales. En efecto, hemos mostrado que una de las primeras etapas de la gama de fabricación de un mural consistía en la molienda de las materias primas minerales. Ahora bien, la cantidad de pigmento necesaria era muy importante, exigiendo pues una mano de obra suficiente y estructuras de trabajo adaptadas. El descubrimiento, en este sector de una gran cantidad de morteros y pilones (algunos cubiertos de pigmentos), tendería a indicar que esta etapa de fabricación hubiera podido ocurrir en una estructura y con herramientas similares. Estos primeros indicios arqueológicos convergen para demostrar que este sector arquitectónico fue posiblemente en relación con una actividad artesanal, quizás la artesanía pictórica. Sin embargo, se trata de unas hipótesis. El análisis físico químico

324 Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social Son ubicados los talleres de producción especializados identificados, y el complejo arquitectónico 5 (CA5) (Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna, Arqueológico Huaca de la Luna, los talleres de producción especializados identificados, y el complejo arquitectónico 5 (CA5) (Proyecto Son ubicados 2003) Figure 6 – Plano del centro urbano de Moche, excavado al pie la huaca Luna Figure

325 Véronique Wright de las herramientas y de los depósitos de materias colorantes permitiría obtener datos importantes para confortar o no estas conjeturas. Además, la excavación completa de la parte este de este complejo, que fue simplemente sondeada, podría dar datos complementarios útiles a la interpretación de la función de esta zona del centro urbano de Moche. Por fin, algunas investigaciones sobre los engobes rojos y blancos sobre cerámicas descubiertas en Moche, indicaron que los pigmentos empleados para realizar estas pinturas (Chapdelaine, Mineau & Uceda, 1997) eran idénticos a los utilizados en el arte mural. Por eso, es oportuno preguntarse si la preparación de los pigmentos en el CA5 no fue también destinada a la elaboración de las pinturas cerámicas lo que sugería una interconexión entre estas dos actividades artesanales.

CONCLUSIONES

El estudio arqueométrico desarrollado sobre el arte mural mochica permitió sacar conclusiones no solamente sobre los materiales y las técnicas pero también más generalmente sobre la identidad social del artesano pintor mochica. En efecto, la puesta en evidencia de un conocimiento técnico, para elaborar un mural, que se transmite de una generación a otra de artesanos en un mismo sitio, pero también sobre todo el territorio, nos permitió proponer que los artesanos pintores, dotados de una experiencia y de conocimientos específicos, fueron agrupados en una verdadera clase artesanal. Por otro lado, la producción de este trabajo es destinada a un grupo de «consumidores» seleccionados y restringidos, que corresponde a la élite, para crear un producto simbólico que sirve y materializa su poder político. Esta observación tiende entonces a mostrar que esta actividad «ligada» a la clase gobernante, fue muy probablemente «especializada». Aceptando que estos artesanos estuvieran reunidos en una clase artesanal especializada, hemos mostrado que existía probablemente una repartición de las tareas, según la cadena operativa caracterizada, exigiendo un grado de especialización más o menos importante de cada uno de los protagonistas. Esta observación permitió proponer que esta unidad de producción fue jerarquizada, precisamente con respeto a esta distribución de las operaciones, algunas necesitando una formación y responsabilidades más considerables que otras. Pudimos también proponer que las diferentes etapas de la gama de producción podían ser supervisadas por personajes jerárquicamente más importantes. La garantía de este control de actividad por individuos con una autoridad más marcada, nos permitió sugerir que algunos artesanos podían ser estrechamente asociados a la clase gobernante y quizás también pertenecer a la élite. Por fin, las estimaciones en cuanto a las cantidades de materiales minerales necesarios a la elaboración de un mural, así como la identificación de repintados sucesivos sobre varios paneles, dejan pensar que esta actividad artesanal consistía en un trabajo regular y no puntual. Sin embargo, es posible considerar que algunos artesanos estaban también asociados a otras clases artesanales lo que podría reducir la importancia numérica de esta categoría social.

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Entonces, aunque estas interpretaciones sigan siendo unas hipótesis, permiten entender que la elaboración de un mural atestigua una producción organizada y relativamente compleja, argumentando el interés de proseguir las investigaciones en este tema, que sea en laboratorio o en el campo. Estas conclusiones demuestran también el alcance del estudio arqueométrico que nos permitió trabajar sobre la tecnología artística mochica y también sacar interpretaciones más generales en cuanto a la organización social y territorial de esta actividad artesanal especial.

Agradecimientos

Quería agradecer especialmente a los directores del Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna, los Profesores Santiago Uceda y Ricardo Morales. Sin ellos este trabajo nunca hubiera existido. Agradezco también sinceramente al Profesor Eric Taladoire, mi director de tesis de doctorado, quien me ayudó durante estos cuatro años de investigaciones. Por fin, quiero agradecer al «Centre de Recherche et de Restauration des Musées de France» donde pude trabajar en las mejores condiciones.

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330 IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 331-350 Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

Técnicas del metal, artesanos y talleres en las sociedades antiguas: de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

Michel Pernot*

Resumen

La ciencia de los materiales ayuda hoy en día a caracterizar las aleaciones y los procesos de fabricación empleados por los artesanos. Además del estudio de objetos acabados, la excavación de talleres permite descubrir desechos, caídas de trabajo, subproductos y fallas de fabricación, así como estructuras de construcciones y vestigios relacionados con la organización de los talleres. Se exponen unos resultados obtenidos con esta metodología, en el área geográfica de Europa occidental, de la edad del Bronce final al periodo romano.

Palabras clave: objeto metálico, metal, aleación, proceso de fabricación, artesano, taller, ciencia de los materiales, excavación arqueológica, edad del Bronce, periodo romano, Europa occidental

Techniques du métal, artisans et ateliers dans les sociétés antiques : de l’âge du Bronze final à l’époque romaine en Europe occidentale

Résumé

La science des matériaux aide de nos jours à caractériser les alliages et les procédés de mise en forme employés par les artisans. En plus des objets finis, la fouille de sites de fabrication permet de découvrir

* IRAMAT-UMR 5060, CNRS-Université Bordeaux 3, Maison de l’archéologie - 33607 Pessac Cedex - France. E-mail: [email protected]

331 Michel Pernot des déchets, des chutes de travail, des sous-produits et des ratés de fabrication, ainsi que des structures de bâtiments et des vestiges d’ateliers. Des résultats obtenus par cette méthodologie dans le domaine géographique de l’Europe occidentale sont présents ici, allant de l’âge du Bronze final à la période romaine.

Mots clés : objet métallique, métal, alliage, procédé de fabrication, artisan, atelier, science des matériaux, fouille archéologique, âge du Bronze, période romaine, Europe occidentale

Metal techniques, craftsmen and workshops: from Late Bronze Age to the roman period in Western Europe

Abstract

Alloys and shaping processes used by ancient craftsmen can be characterized with the help of materials science. The excavation of workshops allows the discovery, not only of finished objects, but also of wasters, scraps, under-products and unfinished artifacts, and of remains of the buildings and of the spatial organization of work. Examples of the results obtained with this methodology are given for the Late Bronze Age and the Roman period in Western Europe.

Key-words: metallic artifact, metal, alloy, shaping process, craftsman, workshop, materials science, archaeological excavation, Bronze Age, Roman period, Western Europe

1. LA ARQUEOLOGÍA DEL METAL

Los objetivos de la temática son, en primer lugar, dar a conocer de manera precisa, características técnicas de las prácticas de los artesanos que fabrican objetos metálicos, para luego poder reconstituir cadenas operativas y establecer cómo estas determinan sus estilos de vida y maneras de pensar. Los aspectos técnicos abarcan principalmente la elección de las aleaciones —los metales siendo ya previamente elaborados— y los procesos empleados para la fabricación de cada pieza con sus respectivas herramientas asociadas. Esto está relacionado con los vestigios materiales (moldes, crisoles, martillos, etc.) pero también con bienes muebles tales como hornos, fosas, yunques fijos para la deformación; y finalmente, con el taller en el cual se lleva a cabo la fabricación. En términos arqueológicos se trata, entonces, a partir de los vestigios conservados, de estudiar las estructuras y también los vestigios vinculados a las actividades de fabricación para entender el funcionamiento del taller y su organización espacial. Es necesario interesarse por todos los vestigios procedentes de las actividades artesanales, lo cual implica tomar en cuenta otros materiales, además del metal, como rocas, arcillas, arena, madera, cuero, etc. Más allá, son los aspectos sociales que deseamos reconstituir. Intercambios de materiales, objetos, conocimientos e individuos intervienen obligatoriamente en las acciones de producción que

332 Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental se desarrollan en un contexto económico, el cual, queda aún por definir. La funcionalidad de los artefactos no siempre es fácil de interpretar; por ejemplo, los objetos de metal producidos para un uso monetario, o pre monetario, dependen de elecciones específicas cuyos motivos son a veces difíciles de percibir. Entre los aspectos sociales, intentamos comprender la organización del mundo de los artesanos. ¿Están agrupados en una corporación vinculada al oficio y dotada de cierto poder?, o más bien ¿Son totalmente dependientes de una elite que dirige, más específicamente la vida política y/o religiosa? La cuestión de las modalidades de transmisión de los conocimientos es también muy importante. Naturalmente, el aprendizaje constituye el medio esencial, pero se debe asimismo examinar el modo de contratación de los aprendices, el cual puede estar muy vinculado a los lazos familiares. Evidentemente, el estudio arqueológico aporta pocos elementos de respuesta a estos interrogantes porque se inscriben más en el ámbito social. Sin embargo, el tamaño de los talleres, su eventual especialización y su posible agrupamiento en barrios son argumentos indirectos que deben ser considerados (Chardron-Picault & Pernot, 1999: 195-201). Una técnica puede ser descrita por una cadena operativa; esta asocia materiales y herramientas a usos y conocimientos. Nótese que los materiales y las herramientas forman parte de la cultura material porque constituyen, en algunos casos, vestigios arqueológicos, mientras que los gestos y conocimientos, que se asocian a la parte inmaterial de una «cultura técnica», solo son accesibles de manera indirecta.

1. 1. El metal es reciclable

Una consecuencia, propia de los materiales metálicos, es el reciclado. Esta tiene que ser enfatizada porque tendrá consecuencias al nivel de las interpretaciones arqueológicas. Los metales y aleaciones no ferrosos empleados por las culturas antiguas, es decir, las aleaciones en base a cobre, las aleaciones preciosas (en base a oro o plata) así como el plomo, el estaño y las mezclas de estos dos últimos metales, se funden facilmente porque la temperatura máxima que se debe lograr no sobrepasa los 1100°C. Todo trabajo de metal, que sea en fundición o deformación plástica, genera desechos o caídas de metal (canales de alimentación, recortes de láminas, etc.) y fallas de fabricación. Teniendo en cuenta el valor de estos materiales, estos son lógicamente refundidos, es decir, reciclados; lo mismo pasa generalmente con los objetos fuera de uso o de «moda». En consecuencia, los resultados arqueológicos, evidentes pero que no deben dejarse de lado, son que todo lo que es reciclado ya no existe y que siempre hay que tomar en cuenta la posibilidad de mezclas de metales y aleaciones. Eso explica que solamente una reducida parte del metal que estuvo en circulación en el pasado llega al arqueólogo; y la proporción —siempre baja— de lo que escapa al reciclado es generalmente imposible de estimar. Los objetos que subsisten son el resultado de un accidente o de un acto social deliberado. Los accidentes más usuales son la simple pérdida del objeto, los naufragios de barcos y las catástrofes naturales. En el contexto de los talleres de producción, se observan caída de metales, fallas y

333 Michel Pernot piezas abandonadas durante el proceso de fabricación o también herramientas más o menos deterioradas, lo cual constituye una fuente documental de gran importancia para nuestras investigaciones. Los actos sociales que conllevan a la salida del metal de los circuitos normales de reciclado son las deposiciones practicadas en sepulturas, ya sean inhumaciones o incineraciones, o rituales de abandono u ofrendas en santuarios. La aclaración social de estas prácticas tiene como consecuencia la no representatividad de estos vestigios en comparación a lo que eran su uso en la sociedad que se estudia.

1. 2. Una lectura tecnológica de todos los tipos de restos materiales

La primera etapa de caracterización consiste en determinar el número de piezas que constituye un objeto. Para responder a la pregunta considerada, se deberán realizar exámenes visuales, a simple vista y con lupas binoculares así como, cuando es posible, exámenes radiográficos. Hay que subrayar que una buena calidad de acabado del objeto, asociada a una superficie deteriorada, es decir, en parte cubierta por productos de corrosión mezclados con pocos o muchos sedimentos, hacen a veces difícil la distinción de las diferentes piezas. La segunda etapa consiste en determinar las aleaciones y los procesos de fabricación empleados para la realización de cada pieza metálica que constituye el objeto. Esta «lectura tecnológica», que explota los recursos de la ciencia actual de los materiales, se aplica a objetos metálicos antiguos, así como a las herramientas, dispositivos y estructuras que participan en su producción, como por ejemplo, moldes u hornos. Las informaciones obtenidas permiten entonces reconstruir cadenas operativas de fabricación. La excavación de talleres de producción es una fuente documental de gran importancia. Vestigios pocos «prestigiosos» como desechos, subproductos, fallas de fabricación, etc. suelen ser registrados en este tipo de contexto. El estudio de estos vestigios, así como de las herramientas utilizadas (metálicas o no) y de los dispositivos (hornos, por ejemplo), aporta informaciones importantes. Por ejemplo, trazas de golpes de martillo en el metal trabajado aportan informaciones sobre la parte activa del martillo utilizado, mientras que el martillo en sí ya no existe o bien queda sin partes identificables. De igual manera, la estructura de los talleres y la organización del espacio de trabajo de estos solo pueden ser estudiadas por medio de la excavación minuciosa de este tipo de vestigios. Por supuesto, cuando existen, la iconografía y los textos son otros tipos de fuentes importantes. La fuente arqueológica está constituida por documentos que pueden ser de varios tipos (acabados, piezas en proceso, desechos, subproductos, etc.) enteros o fragmentarios, así como también por restos de estructuras (muros, fosas, hornos etc.); y finalmente por la epigrafía, como inscripciones sobre monumentos, monedas etc. Los textos literarios, además de la correspondencia y los documentos contables constituyen principalmente la fuente histórica. La fuente iconográfica está formada por las imágenes, cualquier sean sus soportes; pueden aparecer sobre

334 Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental edificios (pinturas murales, por ejemplo), en objetos de metal (como monedas) o realizadas sobre otros materiales. Entre otros aportes, la experimentación es otro recurso para probar y validar las hipótesis avanzadas. Los productos, subproductos, las herramientas y dispositivos empleados, así como los vestigios que resultan de operaciones de arqueología experimental, pueden ser sometidos a la misma metodología de estudio que los vestigios del pasado, con el fin de controlar los resultados. El protocolo experimental permite también acceder, en ciertas medidas, al parámetro de tiempo. El tiempo necesario para la fabricación depende de la virtuosidad, la organización y el objetivo en términos de producción única o en serie; sin embargo, es solamente una manera muy general de poder estimar la productividad.

2. LOS MODOS DE FABRICACIÓN

Para pretender «leer» un objeto es indispensable conocer los posibles procesos. Uno de los problemas básicos es que siempre existen diferentes maneras de fabricar el modelo de un objeto en metal. La figura 1 ilustra las cuatro principales formas posibles de realizar operaciones de fundición, de deformación plástica y de «maquinaria», es decir con un torno. En los dos primeros esquemas, se privilegia la deformación plástica. Un trabajo en recopado (raising), el cual permite cerrar una forma con pocas variaciones de espesores de la lámina, se ilustra en el esquema 1; un trabajo en expansión, es decir, en embutido (sinking), que reduce el espesor de la lámina produciendo el inflamiento de la forma (como una pelota), corresponde a la ilustración 2. Para los modos 3 y 4, ilustrados abajo, la fundición es el proceso dominante utilizado para la fabricación de las piezas; el esbozo inicial es cercano, hasta muy similar, al producto final. En uno de los casos no existe ninguna aplicación de un proceso de deformación plástica; en el otro, será una etapa intermediaria. Siempre se trata de esquemas de principios, todas las variaciones son posibles. Por ejemplo, el proceso de fundición ilustrado es del tipo cera perdida; el artesano podrá elegir otro proceso.

2. 1. La fundición

Para las aleaciones que se pueden derretir1, y por lo tanto, vaciar, se pueden distinguir dos grandes categorías de procesos de fundición: la fundición en molde permanente y la fundición en molde de utilización única. En esta última clase, encontramos los procesos de la «cera perdida», de la «fundición en arena» y con «molde ensamblado en cerámica». La fundición en molde permanente implica un molde desmontable y re-utilizable, siempre en varias piezas (¡dos por lo menos!), cuyo material debe resistir a las coacciones, térmicas y mecánicas, del metal en

1 El hierro, que funde a 1535°C, es infusible para las sociedades antiguas; los dispositivos utilizados en estas culturas no permiten sobrepasar 1200°C de temperatura.

335 Michel Pernot

Figura 1 – Esquemas de las principales cadenas operatorias posibles para la fabricación de un mismo tipo de objeto en aleación de cobre Según Dubos, 1989 fusión durante la colada propiamente dicha. Este tipo de proceso permite, siempre que el molde sea utilizable, producir piezas similares; sin embargo se deben hacer dos observaciones. En primer lugar, el objeto que se produce sólo existe en negativo. En segundo lugar, la producción en serie está limitada por el hecho de que, para cada colada en el molde, se debe esperar que el metal esté solidificado antes de desmoldarlo y volver a colar otra pieza; por lo tanto, la productividad es baja. En cambio, los procesos en moldes no permanentes, es decir, utilizados para una sola operación de vaciado, son procesos de copias, cuya productividad puede abarcar un rango importante. En efecto, con la «fundición en arena» (molde crudo) o con un «molde ensamblado en cerámica» (molde cocido) el original del objeto que debe ser producido —el modelo— es un positivo rígido realizado con cualquier tipo de material capaz de resistir lo suficiente (madera, tierra secada o cocida, metal, etc.). El molde se desmonta una vez, para recuperar el modelo; luego, se reensambla. Después, tras la colada y el enfriamiento del metal, se destruye para recuperar el producto metálico. En el proceso de la «cera perdida», el modelo en cera se destruye por fusión —es por eso que decimos que la cera se pierde— pero el modelo puede también resultar de una operación de fabricación en serie. Todo depende de los objetivos que persiguen los artesanos. Por ejemplo, se trata

336 Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental de una operación singular: se fabricará un modelo en cera una sola vez, luego se obtendrá la pieza en metal por fundición. O bien se pueden producir «ceras» en serie a partir de un molde reutilizable. La impronta puede ser creada en negativo. Sin embargo, el parámetro de la temperatura es menos apremiante para la cera (cerca de 100°C) que para una aleación de cobre o aleaciones preciosas (cerca de 1000°C); la consecuencia es que el molde puede ser de madera, por ejemplo. Si el modelo original fuera en positivo y rígido, puede ser modelado con una tierra plástica, por ejemplo. A partir de este molde intermedio, se puede producir «ceras» —es decir, modelos en cera— en grandes series para luego vaciarlas en «cera perdida». La utilización de la «fundición en grapas», es decir, que un mismo molde asocia varias piezas que serán vaciadas en una sola operación de colada, desmultiplica la productividad. Los testigos arqueológicos muestran, sin ninguna ambigüedad, que culturas europeas del final de la edad del hierro y del periodo romano han practicado el proceso anteriormente descrito para producir más, con mayor rapidez y probablemente a menor costo (Pernot 1998; Chardron-Picault & Pernot, 1999: 159-168). Uno de los elementos principales de un taller de fundición de aleaciones preciosas o con base de cobre, es un horno de fusión que debe poder funcionar sin problema a una temperatura hacia 1000°C. A este nivel de temperatura se forman naturalmente a partir de las paredes del horno (necesariamente ricas en materias silíceas), cenizas de combustible (carbón de madera) ricas en óxidos de potasio que tienen el rol de fundente, y de óxidos metálicos, vitrificaciones, elementos de materia parcialmente transformados en vidrio. Son testigos arqueológicos de gran importancia para comprender el funcionamiento del taller.

2. 2. La deformación plástica

Cuando un elemento de volumen de un material es sometido a una fuerza, presenta un cambio en su forma. Una vez que la fuerza deja de ser aplicada y si el material recupera su forma inicial, entonces se trata de una deformación elástica. Si el material presenta una deformación residual permanente se trata entonces de una deformación plástica. Generalmente las aleaciones metálicas presentan un comportamiento elástico cuando están sometidas a fuerzas débiles (las vibraciones de una cuerda que oscila o de una campana que timbra por ejemplo); están en un ámbito de deformación plástica cuando las fuerzas aplicadas son más fuertes. Es el nivel de tensión que explica los diferentes fenómenos; la tensión, fuerza añadida a la superficie, es homóloga a la presión. Si la tensión llega a otro nivel, se produce una ruptura. Un material que no presenta un ámbito de deformación plástica se dice frágil; el vidrio es un ejemplo. Una deformación demasiado avanzada conduce a pesar de todo a la ruptura. Sin embargo, si la deformación se detiene antes de que se alcance un daño irreversible, el material puede recuperar su capacidad de deformación si fuera sometido a un recocido. Un recocido es un tratamiento térmico (o calentamiento) efectuado a altas temperaturas pero siempre debajo de la temperatura de inicio de la fusión. Para una aleación a base de cobre, se realiza entre 600 y 700°C aproximadamente, durante algunos minutos. La gran mayoría

337 Michel Pernot de los metales y aleaciones presenta una capacidad de deformación plástica a temperatura ambiental explotable para asegurar, por medio de pasos que alternan una deformación y un recocido, una etapa que puede ser muy importante en el proceso de fabricación. En otros casos, será más provechoso trabajar la deformación en altas temperaturas, es decir «en caliente»; la forja del hierro es un ejemplo. Las aleaciones preciosas y a base de cobre se trabajan a temperatura ambiente (llamado «en frío») por razones vinculadas a sus propiedades. Es también necesario tener en cuenta la masa y la forma del objeto. En efecto, un pequeño objeto (menos de 100 g, por ejemplo) con una importante relación superficie/volumen (un alambre delgado o una lámina delgada, por ejemplo) enfría demasiado rápidamente, en relación al tiempo de trabajo. No hay inercia térmica suficiente para hacer posible un trabajo a temperatura casi constante. La técnica, recurriendo al fenómeno2 de deformación plástica, que es la más utilizada en las culturas antiguas, es el martillado; la pieza es martillada con un martillo sobre un yunque. Los tipos de herramientas, que sean para las herramientas llamadas «durmientes» o «activas», son numerosas y variadas (véase por ejemplo: Maryon, 1971, cap. XI). El artesano que martilla el metal debe necesariamente disponer de herramientas adaptadas con precisión a cada etapa de fabricación y fabrica él mismo la mayoría de sus herramientas que pueden ser de metal, de piedra o de madera dura. La cantidad de deformación total utilizada puede corresponder a una reducción del grosor de factor 10. En las culturas de la Europa occidental, hace aproximadamente 3000 años, una lámina de 0,5 mm de grosor se obtiene comúnmente a partir de un esbozo de fundición de 5 mm de grosor inicial (Pernot, 2000). Un horno de recocido es una estructura de combustión que funciona a aproximadamente 700°C; es, en general, una estructura ampliamente abierta, la operación de recocido se realiza sobre las mismas brasas para que el metal esté en una atmosfera químicamente reductora (el agente reductor es el monóxido de carbono) y para que se oxide lo menos posible. Recordemos que 700°C es, más o menos, la temperatura alcanzada por el brasero rojizo de un fogón que funciona sin dispositivo que ayuda a aumentar la ventilación. Así, en términos de vestigios arqueológicos, dicho tipo de horno no se distingue claramente de un fogón de uso doméstico utilizado para calefacción o en la cocina. Es la confluencia de varios tipos de vestigios que lleva a interpretar un espacio como el de un taller y por lo tanto, a interpretar un fogón como horno de recocido.

2. 3. Los acabados

La tercera etapa de fabricación de los objetos, y no la menos importante, es la de los acabados. Se pueden distinguir tres campos: la decoración, la unión de las piezas y los tratamientos de superficie.

2 La deformación plástica es un fenómeno que los artesanos supieron explotar en técnicas de martillado, doblado, torsión etc.

338 Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

La decoración de una pieza metálica, más allá de su propia forma, se garantiza muchas veces por medio de relieves más o menos profundos. Estos últimos pueden haber sido previamente realizados sobre un modelo, antes de la fundición. Pueden también haber sido realizados por deformación plástica del metal, con la ayuda de cinceles o punzones para realizar incisiones o motivos contrastados sin quitarle materia, o también utilizando la técnica del repujado sobre láminas delgadas. El proceso del grabado, que consiste en quitar virutas del material para realizar diseños, implica la utilización de herramientas cortantes, particularmente adaptadas, cuya presencia es escasa en las culturas antiguas. Sin embargo, retirar material para realizar relieves, que pueden incluso atravesar todo el grosor de la lámina (el calado), siempre es posible; en particular cuando se asocian la perforación y la abrasión, el campo de posibilidades es inmenso. Observamos que relieves muy bajos, de algunas decenas de micras de desnivel, conducen a un enganche de luz muy diferente del producido sobre una superficie pulida como un espejo. En este último caso se produce un fenómeno de reflexión, mientras que en el primer caso se produce una difusión de la luz. El añadido de materiales diversos y colores variados (otros metales, piedras, hueso, marfil, coral, etc.) realizado en frío con pegamento, remaches, ensarte y engarce son comunes en las prácticas de todas las culturas. Una fase de cocción a altas temperaturas diferencia los añadidos de materias en caliente como en la técnica del esmaltado que utiliza la inclusión de vidrios de todos colores, o la técnica del nielado, que consiste en incrustar un sulfuro simple o mixto de cobre, plomo y plata (cristalizado y no vítreo) de color negro en las partes hondas de piezas de aleaciones preciosas o a base de cobre. Cuando el objeto está constituido por diferentes piezas, la unión de estas puede realizarse con tres grandes tipos de procesos. La práctica del «vaciado secundario» consiste en vaciar una segunda pieza sobre una primera previamente fabricada; la utilización de este proceso ha sido comprobado en la elaboración de cabezas de alfileres de la edad del Bronce de Europa Occidental (Armbruster & Pernot, 2006). Se pueden emplear diferentes procesos mecánicos: remache, engaste, uniones con anillos, etc. Finalmente, la tercera categoría es la de los procesos térmicos, que agrupa las soldaduras directas e indirectas. La soldadura indirecta (brazing) es una unión con un metal aportado que funde a temperatura claramente más baja que aquélla de las piezas por juntar, por ejemplo una aleación plomo-estaño (que funde a aproximadamente 200°C) se utiliza ampliamente para unir piezas en aleaciones a base de cobre (que funden a aproximadamente 1000°C). Una soldadura implica la fusión local de los bordes de las piezas que se tienen que juntar, con o sin el aporte de un metal. Antiguamente, en el mundo occidental, las diferentes piezas que constituyen las grandes estatuas de bronce, se unían por medio del «vaciado secundario» de una aleación del mismo tipo en pequeñas palanganas preparadas al nivel de los bordes de las piezas (Formigli, 1999: 326). La superficie del metal siempre es objeto de mucho cuidado. Puede estar cubierta de una capa de un metal diferente del que constituye la pieza; en las culturas antiguas, puede ser un dorado, un plateado, un estañado o tratamiento de superficie con cobre o bronce para cubrir las piezas de hierro (Chardron-Picault

339 Michel Pernot

& Pernot, 1999: 185-187). Se puede realizar una mise en couleur de la superficie por medio de un ataque químico, que produce una pátina; esta práctica muy corriente hoy en día (quizás demasiado corriente, porque el metal ya no aparece) fue utilizada a veces en el mundo romano con cobre patinado en negro para realizar incrustaciones polícromas sobre piezas de bronce. Es importante notar que enchapados o pátinas parciales, en oposición a zonas no tratadas químicamente, permiten obtener efectos decorativos. Finalmente, el pulido es una práctica recurrente en los talleres que trabajan el metal. Existen razones técnicas; por ejemplo, durante el proceso de martillado es preferible que el metal no sea oxidado para evitar que penetren fragmentos de óxidos en el metal. Sin embargo, en las culturas antiguas, muchas veces se valoró el metal porque brillaba. Los textos de Homero siempre enfatizaban que el bronce que constituyía las armas era brillante, relumbrante, centelleante, rutilante…

3. LA CIENCIA DE LOS MATERIALES

Los medios de la ciencia contemporánea de los materiales permiten caracterizar las aleaciones y los procesos que se emplearon para realizarlos.

3. 1. Observaciones diversas

El primer paso —siempre es útil decirlo, aunque sea evidente— consiste en observar atentamente el objeto a simple vista y con lupas binoculares. La figura 2 presenta una copa de la edad de Bronce final que ha sido encontrada en el centro- este de Francia (Piningre, 2002); el diámetro del objeto es de cerca de 135 mm

Figura 2 – Ejemplo de copa (recipiente n.° 15) fabricada a partir de una lámina de bronce Deposición de Évans (Jura, Francia), siglo X antes de Cristo

340 Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental y la aleación que constituye la lámina es un bronce con aproximadamente 12 % de estaño. La decoración de este tipo de copa ha sido realizada por deformación plástica, con la técnica del repujado; está compuesta por puntos hemisféricos abollados, cuyo diámetro es de 5 mm aproximadamente, y de líneas de pequeños puntos, de forma cónica, que sobresalen en 1 mm, más o menos (fig. 3). Los exámenes con lupa muestran claramente que estos dos tipos de motivos decorativos no se realizaron con las mismas herramientas. Los puntos hemisféricos repujados están claramente delimitados por un círculo, que en sección, corresponde a una ruptura de pendiente a ángulo afilado; el dispositivo utilizado comprendía pues un punzón y una matriz, ambos realizados en materiales rígidos, probablemente bronce (fig. 3a). Los puntos muestran un relieve mucho más suave; se realizaron con un punzón de forma redondeada (cuya punta no es puntiaguda puesto que no se trata de perforar la lámina), probablemente metálico. La lámina se apoya sobre un material plástico relativamente blando, como madera o plomo (fig. 3b). Estos exámenes permiten obtener informaciones sobre tipos de herramientas, independientemente de su descubrimiento. Exámenes radiográficos aportan muchas veces informaciones muy útiles. La figura 4 presenta imágenes obtenidas a partir de tres recipientes procedentes de la deposición (u ofrenda) de Évans (Jura, Francia). Se observa muy claramente que la manera de conducir las últimas fases del trabajo del martillado ha sido

Figura 3 – Vistas del exterior de elementos decorativos de una copa (recipiente n.° 12) Deposición de Évans (Jura, Francia); esquema ilustrativo de las herramientas utilizadas para su fabricación

341 Michel Pernot diferente para cada objeto. En todos los casos, se trata de un trabajo con un martillo de boca alargada, tipo martillo de recopado. Para el recipiente n.° 15, los golpes se han sucedido en círculos concéntricos; para el recipiente n.° 3, los golpes se han realizado formando líneas pseudo radiales. Finalmente para el vaso n.° 38, el esquema de trabajo es bidireccional, dos series de golpes se entrecruzan sobre líneas radiales y circunferenciales. El significado histórico, en términos cronoculturales de esas observaciones aún no se comprende con claridad; es necesario generalizar la práctica de la radiografía para lograr avances.

a b

c

Figura 4 – Imágenes radiográficas de tres objetos diferentes de la deposición de Évans (Jura, Francia): a: recipiente 15; b: recipiente 2; c: recipiente 7

3. 2. Exámenes metalográficos

La lectura tecnológica de un objeto puede ser profundizada por el estudio de cortes metalográficos (Pernot, 1999). El examen de estos, por medio de observaciones realizadas con microscopios, ópticos y electrónicos de barrido, permite acceder a la microestructura del material. Un material metálico sólido cristalino está generalmente constituido de granos, eventualmente de varias fases diferentes. Las características de forma de estos granos: naturaleza, tamaño, forma, repartición, etc. constituyen su descripción microestructural. Se deben realizar muestras de las piezas que se desean estudiar; un volumen de aproximadamente algunos milímetros cúbicos es suficiente. Cada muestra ha

342 Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental sido previamente incorporada a una resina para facilitar la manipulación; luego, se pule cuidadosamente. Los siguientes pasos se realizan con abrasivos cada vez más finos hasta obtener un pulido tipo «espejo»; por ejemplo, se puede realizar el acabado con pasta cargada de granos de diamante de un tamaño de 0,25 µm. La orientación de la parte pulida debe ser cuidadosamente seleccionada con respecto a los ejes principales de la pieza para obtener informaciones pertinentes; por ejemplo, para una lámina, se elige el plano de la lámina o bien la sección perpendicular, dos cortes de la misma muestra pueden también estar preparados. Los exámenes directos, con microscopio, de secciones pulidas dan acceso a la microestructura de inclusiones: las diferentes fases presentes son visibles debido al contraste de sus diferentes poderes de reflexión, de absorción o de difusión; se recurre casi siempre a un ataque químico de la superficie con un reactivo ácido, lo que hace visible las juntas de los granos del metal y acceder a la microestructura granular. El examen de cortes metalográficos en microscopía electrónica de barrido permite realizar, por medio de un dispositivo de espectrometría de rayos X asociado (EDXS), análisis de composición sobre fases visualizadas con el sistema de imagen. Esto hace posible realizar análisis globales, es decir, sobre una superficie, conteniendo en proporciones estáticamente representativas todas las fases presentes e integrando los eventuales gradientes de composición, así como análisis puntuales, sobre una inclusión por ejemplo. La visualización de la zona analizada permite tomar en cuenta exclusivamente el metal sano y así obtener un resultado más representativo porque no se toma en cuenta la fracción de zonas corroídas. La corrosión implica la pérdida de una parte de cobre; la presencia, aunque sea parcial, de productos de corrosión en el volumen analizado falsificaría, en exceso, el contenido en estaño.

3. 3. Un ejemplo conocido

Para ilustrar la caracterización microestructural, tomamos el ejemplo de la Crátera de Vix. La figura 5 presenta la crátera al momento de su descubrimiento en la tumba de Vix, en Châtillon-sur-Seine (Côte-d’Or, Francia). Fechado al final del siglo VI antes de Cristo, se trata del vaso de bronce más grande elaborado en el mundo griego (su capacidad es superior a 1 m3) y que se conoció a partir de la documentación arqueológica (Rolley, 2003). Su estudio técnico indica que está compuesto por 37 piezas, sin tomar en cuenta los remaches de unión y la tapa- coladora. Todas las piezas son de bronce con un contenido por medio de 10 %; dos de ellas han sido examinadas con microscopio metalográfico (Pernot, 2003). Dos piezas semicirculares, decoradas de prismas, están fijadas con remaches debajo del borde del vaso; se ha preparado una sección metalográfica perpendicular a la punta de uno de los prismas (fig. 6). La microestructura observada es típica de un estado de fundición: muestra granos de forma dendrítica (cuyos contornos están ondulados) en los cuales la segregación (variación del contenido en estaño), que resulta de la solidificación, es visible por diferencias de colores (del beige al marrón). Las inclusiones presentan dos colores, se trata de nódulos que corresponden a la

343 Michel Pernot

mezcla de las fases α (gris oscuro) y δ (gris claro) que resultan de la reacción eutectoide que tuvo lugar a 520°C durante el enfriamiento. Las finas estrías que atraviesan los granos atestiguan la realización de un suave trabajo de deformación plástica, posterior al enfriamiento. Estas estrías resultan del retoque de los motivos decorativos por cincelado, operación destinada a acentuar el relieve de los prismas. Notamos que la deformación generada por los golpes del cincel ha inducido fracturas claramente visibles en los nódulos de la mezcla eutectoide. Otra sección permite observar la microestructura del corte efectuado al nivel del cuerpo del recipiente (fig. 7). La forma poligonal de los granos indica que la aleación se encuentra en un estado final recristalizado; Figura 5 – La crátera de Vix (Châtillon-sur- las inclusiones de sulfuros de cobre son Seine, Côte-d’Or, Francia) fuertemente alargados: aparecen en la imagen Mide 1,63 m de altura con un peso total de como líneas oscuras. Las características de esta 208,6 kg. Fabricado en el mundo griego al final del siglo VI antes de Cristo. Este recipiente microestructura demuestran que la lámina fue exportado a un pueblo celta delgada (aproximadamente 1 mm de grosor) ha sido obtenida por martilleo. Se realizó, a partir de un esbozo previamente vaciado, mediante pasos de deformación alternados con recocidos de recristalización; la aleación homogeneizada por el trabajo ha sido dejada en un estado final recocido. Las

Figura 6 – Observación en microscopio Figura 7 – Micrografía óptica, tras ataque óptico, tras un ataque químico, de una químico, de la sección de la lámina del sección perpendicular a la punta del cuerpo de la crátera de Vix (fig. 5) prisma de una pieza de la cornisa que El plano de observación es perpendicular estaba fijada con remache bajo el borde a una de las incisiones que forman los de la crátera de Vix (fig. 5) motivos decorativos de lengüetas, sobre Las inclusiones de sulfuros de cobre, de el hombro del recipiente. Entre los color gris, son de forma casi globular granos recristalizados, las estrías oscuras y horizontales, se encuentran inclusiones de sulfuros de cobre fuertemente alargadas

344 Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental incisiones que forman la decoración de lengüetas sobre el hombro del vaso han sido realizadas sin deformación plástica porque las inclusiones de sulfuro de cobre son rectilíneas y no curvadas; no se trata de un trabajo de cincelado, sino más probablemente de un trabajo de abrasión. Los resultados del estudio metalográfico permiten obtener diversas conclusiones, de las cuales cabe resaltar dos: • La parte principal de la crátera, el recipiente de 1 100 litros de capacidad, ha sido fabricado por medio del martillado. Esta notable fabricación, la cual pone en juego cerca de 60 kg de metal, revela el alto nivel de conocimiento del artesano o de los artesanos, ya que no solamente se debe martillar una pieza de grandes dimensiones, sino también realizar una instalación (un horno) que permite procesar adecuadamente los recocidos. Así, debe ser comparada con los demás recipientes más pequeños y no con piezas de grandes estatuas obtenidas por fundición. • Al comparar las figuras 6 y 7, se observa, a través de la fracción de superficie de las inclusiones de sulfuro de cobre, que en estas dos aleaciones de aproximadamente 10 % de estaño, el contenido de azufre es claramente menor en la lámina que forma el cuerpo del recipiente que aquello que constituye el borde. Esta observación está comprobada por los análisis que indican que el bronce de la cornisa ha sido preparado con un cobre «comúnmente limpio», que contiene aproximadamente 0,1 % de azufre, mientras la aleación que constituye el cuerpo del recipiente es «notablemente limpio», con 10 veces menos de azufre. Los artesanos muy probablemente han utilizado un cobre de alta pureza para elaborar el bronce de la pieza más delicada que debían elaborar, mientras que han empleado un cobre de calidad regular para elaborar las piezas producidas por vaciado. Esto se puede explicar perfectamente por el hecho de que la pureza no es un parámetro crítico para las piezas vaciadas, mientras que sí lo es para el trabajo de deformación plástica. En efecto, durante la deformación plástica todas las inclusiones son susceptibles de generar concentraciones de tensiones al nivel de su interfaz con la matriz, creando sitios potenciales para el inicio de fisuras. Mientras más grande sea el contenido de azufre, más grande será el riesgo de que las fisuras se propaguen para llegar al resultado de una ruptura. Así, en la Europa Occidental del siglo VI antes de Cristo, suelen aparecer diferentes ofertas de calidad de cobre en el mercado, los cuales debían tener, naturalmente, precios variados. Entre los conocimientos aplicados en un taller, se encuentra también aquél que consiste en tener un buen conocimiento de los proveedores de materias primas y por lo tanto, de la calidad de los materiales propuestos, en un contexto de circuitos de confianza en paralelo a los controles de propiedades mecánicas.

4. LOS TALLERES DE FABRICACIÓN

La iconografía de la Antigüedad nos ofrece algunas imágenes de talleres de metales. Desde la sepultura de Rekhmiré en el Egipto del siglo XV a.C., hasta la

345 Michel Pernot

estela romana de Aquileia (Italia), pasando por el fresco de los amorini orafi de la casa de Vettii, en Pompeya, fechado antes del 79, cerámicas de la Grecia del siglo V a.C., como la copa ática llamada «de la fundición» que se conserva en Berlín (Rolley, 1983: 26-27), ilustran este tipo de actividad artesanal; sin embargo, estas raras representaciones son muy convencionales y a veces poco realistas. La excavación de talleres pertenecientes a culturas antiguas sigue siendo la fuente documental más rica; existen vestigios —la experiencia arqueológica no deja de demostrarlo— pero es necesario saber identificarlos porque son a menudo tenues y/o muy degradados. Como quiera que estén, se han recuperado casi todos los elementos metálicos para ser reciclados; las herramientas, así como todos los dispositivos móviles o en estado de funcionamiento, han sido llevados al momento de abandonar el sitio. Los vestigios no son, en muchos de los casos, espectaculares; en particular porque las pequeñas unidades de fabricación de objetos pequeños corresponden solamente a espacios de 20 a 30 m2, y en ocasiones, incluso menos, donde funcionaban hornos de pequeñas dimensiones. Los restos de hornos de ceramista son generalmente más grandes y mucho más fáciles de interpretar que aquellos de metalurgista. Desde los últimos veinte años, se han podido llevar a cabo y publicar diversas excavaciones de talleres de metales y aleaciones no ferrosos. En Francia, y por las aleaciones a base de cobre, se pueden señalar los siguientes sitios arqueológicos: Les Rochereaux, cerca de Poitiers, para el siglo II a. C. (Toledo I Mur & Pernot, 2008), La porte du Rebout en el monte de Beuvray para el siglo I a. C. (Pernot, 1993; Pernot, 1998), Le lycée militaire, en Autun, para el periodo romano (Chardron-Picault & Pernot, 1999), así como La rue de Saint-Malo, en Rennes (Mothes & Pernot, 2008) y Le Grand-Hôtel de Bordeaux, en Bordeaux (Pernot et al., 2007). En Italia, se ha estudiado un taller de trabajo en plomo, en Ercolano, cerca de Nápoles, del primer siglo de nuestra era (Monteix et al., 2008). El taller de artesanos de bronce de La porte du Rebout en el monte de Beuvray (Nièvre et Saône-et-Loire, Francia) da un ejemplo completo de resultados obtenidos por la metodología que consiste Figura 8 – Taller de bronce de La porte du Rebout en interpretar simultáneamente los sur le mont Beuvray (Nièvre et Saône-et-Loire, vestigios muebles e inmuebles. Además Francia) de los vestigios tomados en cuenta en los Estado de excavación final de la capa de ocupación estudios arqueológicos corrientes (objetos de funcionamiento, de los años 40-20 antes de Cristo. La parte dedicada a la fundición aparece, con acabados, más o menos fragmentados), un suelo negro, en el primer plano y a la derecha. hemos centrado nuestra atención La parte reservada a las operaciones de moldeado especialmente en los vestigios de la y de acabados se observa en el segundo plano; la fabricación de piezas metálicas así como superficie del espacio visible en la fotografía es aproximadamente de 25 m2 también de fragmentos de crisoles, de

346 Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

moldes o de paredes de hornos, cuando se tratan de vestigios de arcilla cocida; y de piezas de metal, además de fragmentos de objetos, es decir principalmente desechos de trabajo y algunas piezas abandonadas en el proceso de fabricación, así como algunas herramientas, mayormente fragmentadas. La figura 8 presenta una vista general del estado de excavación correspondiente a lo que subsiste del espacio de trabajo; el estudio arqueológico de recipientes en cerámica y objetos metálicos (monedas y fíbulas) indica que la fase de funcionamiento se sitúa entre los años 40 a 20 antes de Cristo. La figura 9 ilustra los dos tipos de hornos utilizados. La parte útil del pequeño horno de fusión de la figura 9a es sensiblemente cuadrada, con un lado de 25 cm aproximadamente; en éste se puede derretir algunas centenas de gramos de metal. Un espacio contiguo es probablemente destinado a posicionar los moldes sobre el brasero y mantenerlos calientes durante la operación de colada. El horno rectangular de la figura 9b, con una superficie de 50 cm sobre 25 cm, en parte construido con tejas, ha calentado menos que el anterior; se interpreta como un horno de recocido. Notamos que la interpretación como horno de recocido solo es posible gracias al contexto de descubrimiento; con respeto a la temperatura de funcionamiento —cerca de 700°C— un fogón de este tipo, interpretado fuera de su contexto sería entendido como vinculado a usos domésticos (preparaciones culinarias u horno de calefacción). Las dimensiones de estos hornos, así como la capacidad de los crisoles indican que se producían pequeños objetos (menos de 300 g de metal). Los análisis MEB-EDS en laboratorio de la composición de las aleaciones demuestran que el latón con 20 % de zinc era mayormente vaciado, martillado y recocido en este taller. Objetos en proceso de fabricación abandonados o perdidos en los acondicionamientos del suelo del taller indican que las fíbulas constituían una parte de la producción. Es posible recomponer, gracias a un gran número de elementos analizados, el estado del presente taller y su rango de producción. En una construcción de tierra y madera, cerrado y abierto, una pieza, dividida en función de las etapas de fabricación, agrupa todas las fases del trabajo (fig. 10). La organización del espacio

a b

Figura 9 – Vistas de detalles de dos hornos presentes en el taller de la figura 8 La dimensión más pequeña de cada uno de los hornos es de aproximadamente 25 cm. a: Horno de fusión, a la izquierda, con el área para operaciones de coladas a la derecha; b: Horno de recocido confeccionado en parte con tejas.

347 Michel Pernot

Figura 10 – Maqueta de restitución, a partir de los datos de la excavación, del taller de bronce de La porte du Rebout (escala 1/10; museo de Bibracte, Saône-et-Loire, Francia) Se aprecia el taller por el lado de la vereda que bordea la calle. Al fondo se realizan las actividades de fundición; en la fachada se localizan, a la izquierda, los puestos para el martilleo, el moldeado y los acabados; a la derecha, la confección de moldes, el almacenaje y la venta (según Pernot, 1998) es la siguiente: hacia el lado de la calle, los artesanos martillan, recalientan y acaban; en el lado opuesto, almacenan y preparan las ceras y los moldes; un mostrador de venta se puede haber abierto hacia la calle. El fondo de la pieza se dedica a la fundición; su ubicación, ligeramente excavada, proporciona un sitio protegido del aire y poco iluminado y el suelo es negro como producto al carbón de madera. Esta zona está adaptada a la buena lectura de las temperaturas que acondicionan el éxito de las coladas de metal en los moldes. El espacio de trabajo, de aproximadamente 30 m2, y su partición en función de las etapas de fabricación, invita a proponer una división del trabajo en el taller. Con cada uno de los cuatro puestos ocupado por obreros especializados (moldeado, fundición, martilleo, acabado), la producción en serie puede resultar muy eficiente. En este espacio, cuatro o seis personas, de las cuales una o dos son aprendices a quienes se transmiten los conocimientos, pueden haber producido miles de fíbulas al año. La reconstrucción del funcionamiento del taller de artesanos de bronce de La porte du Rebout aporta un elemento importante para la caracterización del «mundo» de los artesanos del metal en esa cultura. El taller, que se localiza en un barrio artesanal, es un pequeño espacio —y no una grán «fabrica»— habilitado en una construcción, parte de la cual era de uso doméstico. Este nuevo dato aclara el funcionamiento de una sociedad que desarrolla, a gran escala, desde hace solo un siglo, la práctica de una organización urbana. Esta conlleva, más allá de funciones políticas y religiosas, una importante función comercial que incluye una actividad manufacturera de producción de grandes series. Una de las tendencias generales de la sociedad celta en su camino a la

348 Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental romanización —el caso preciso del funcionamiento de este taller se ubica entre la conquista de César y las grandes reformas de Augusto— es buscar producir más, más rápidamente y a menor costo, a través de selecciones de aleaciones y procesos de fabricación conformes a este objetivo. Esto se inscribe en la evolución general, observable durante la segunda edad del Hierro en Europa, en la cual los objetos metálicos contribuyen cada vez más, independientemente de su rol de ostentación social, al desarrollo de una economía de consumo de bienes producidos en grandes series. Se trata no solamente de monedas, sino también de herramientas agrícolas de hierro y atuendos de vestir hechos en aleaciones a base de cobre. Como corolario, los presentes datos sobre esa cultura material conllevan, a pesar de la ausencia de textos, a proponer que el estatus de los artesanos, el régimen de tasas de la circulación de las materias primas como de los productos acabados, evolucionan en paralelo a la construcción de una sociedad estatal urbanizada. Finalmente, es muy probable que la innovación técnica —el desarrollo de la utilización del latón, por ejemplo— se vea estimulada en el marco de una economía de competencia.

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349 Michel Pernot

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350 IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 351-387 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Estudio arqueometalúrgico de un taller de transformación de cobre y de aleaciones tumbaga en el sitio de huacas de Moche

Carole Fraresso*

Resumen

La excavación arqueológica del Centro Urbano mochica, localizado entre los templos monumentales de la huaca de la Luna y la huaca del Sol se inició en 1995 con el fin de mejorar el entendimiento de la organización sociopolítica y económica del fenómeno cultural Mochica (150-850 d. C), en la costa norte del Perú. Los resultados, basados en el estudio de vestigios en cerámica, textiles y piedras semipreciosas registrados en varios talleres, han mostrado que diferentes actividades de producción especializada, para la fabricación de los objetos suntuarios que se utilizaban en las ceremonias del sitio, estaban controladas por los miembros de la elite local. En 2003, la excavación de un taller metalúrgico, localizado en el complejo residencial CA-27, brindó la oportunidad de examinar, desde un punto de vista arqueológico y tecnológico, los materiales y los procesos que eran empleados por un grupo de artesanos de la huaca de la Luna. El estudio de los vestigios materiales consistía, en primer lugar, en identificar por medio de exámenes visuales los diferentes tipos de «desechos» y las estructuras. Luego, se realizó el estudio tecnológico de varios tipos de vestigios metálicos (lingotes, caídas de metal, barras planas, fragmentos de varillas, fallas de fabricación, etc.) y de artefactos no metálicos (fragmentos de crisoles, escorias de fusión, toberas de arcilla, etc.) por medio de exámenes metalográficos de probetas observadas en sección. Las composiciones químicas han sido obtenidas con un sistema de análisis en dispersión de energía de rayos X (EDXS) acoplado al microscopio electrónico de barrido. Los resultados permiten discutir nuevos datos directamente ligados a la organización local de un taller metalúrgico. Además permiten caracterizar las aleaciones, procesos, técnicas de dorado y «cadenas operativas» que empleaban los artesanos de la capital de la región Mochica Sur, entre aproximadamente 600 y 700 d.C.

Palabras clave: metal, tumbaga, Mochica, estudio tecnológico, taller, producción artesanal, arqueometalurgia

* Institut de Recherche sur les Archéomatériaux IRAMAT-CRP2A UMR5060-CNRS. Université Michel de Montaigne de Bordeaux 3, Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima.

351 Carole Fraresso

Étude archéometallurgique d’un atelier de transformation de cuivre et d’alliages tumbaga du site huacas Moche Résumé

La fouille archéologique du Centre Urbain Mochica, qui se trouve entre les temples monumentaux de la huaca de la Luna et de la huaca del Sol, a été entreprise en 1995 afin de mieux comprendre l’organisation socio-politique et économique du phénomène culturel Mochica (150-850 ap. J.-C.), sur la côte nord du Pérou. Les résultats, qui se fondent sur les vestiges de céramiques, de textiles et de pierres semi-précieuses mis au jour dans plusieurs ateliers, ont montré que différentes activités de production spécialisée étaient sous le contrôle des membres de l’élite locale pour répondre aux besoins matériels des cérémonies qui avaient lieu dans ces temples. En 2003, la fouille d’un atelier métallurgique, localisé dans le complexe résidentiel CA-27, a permis d’examiner, d’un point de vue archéologique et technologique, les matériaux et les procédés qui étaient utilisés par un groupe d’artisans de la huaca de la Luna. L’étude des vestiges matériels a d’abord consisté à identifier, par des examens visuels, les différents types de « déchets » et les structures. S’en suivit l’étude technologique de plusieurs types de vestiges métalliques (lingots, chutes de métal, barres planes, fragments de tiges, ratés de fabrication, etc.) et d’artefacts non métalliques (fragments de creusets, scories de fusion, tuyères en argile, etc.) par des examens métallographiques en section. Les compositions chimiques ont été obtenues avec un système d’analyse en dispersion d’énergie de rayons X (EDXS) couplé à un microscope électronique à balayage (MEB). Les résultats obtenus livrent un éclairage nouveau sur l’organisation locale d’un atelier métallurgique. De plus, ils permettent de caractériser les alliages cuivreux, les procédés, les techniques de dorure et les « chaînes opératoires » qu’employaient les artisans de la capitale de la région Mochica Sud, vers 600-700 ap. J.-C.

Mots clés: métal, tumbaga, Mochica, étude technologique, atelier, production artisanale, archéometallurgie

Archaeometallurgical study of a copper and tumbaga alloy workshop at the site of Huacas de Moche

Abstract

The archaeological excavation of the Moche urban centre, located between the monumental temples called Huaca de la Luna and Huaca del Sol, began in 1995 to get a better understanding of the social, economic and political Moche Culture phenomena of the northern coast of Peru (150-850 AD.). The results based on ceramic, textile and semiprecious stones remains, found in craftsmen workshops, establish that different activities of specialized production were controlled by elite people to provide the ceremonial services of both temples. In 2003, the archaeological excavation of a metallurgical workshop, located in the residential complex CA-27, created the opportunity to examine, from the archaeological and technological point of view, the workshop manufacturing processes used by a Huaca de la Luna craftsmen group. The study of the materials remains firstly consists of identifying, by external observation, the different types of remains and structures. Secondly, we proceed to the technological study of selected metallic artifacts (ingots, sheets off-cut, flat bars and rods fragments, spoilt objects, etc.) and non-metallic artifacts (crucibles fragments, smelting slag, clay tuyeres, etc.) by metallographic examinations cross- section samples. Chemical compositions were obtained with an EDXS analysis system associated to a Scanning Electron Microscope.Some results obtained make it possible to discuss the new data’s implications regarding local metallurgical workshop organization. Furthermore, they permit us to characterize base copper alloys, processes, gilding techniques and “operating chain(s)” that were employed by the craftsmen of the Moche southern capital, between 600 and 700 A.D.

352 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Key words: Metal, tumbaga, Mochica, technological study, metal workshop, craft production, archaeometallurgy

INTRODUCCIÓN

Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo durante los veinte últimos años en los principales sitios mochicas de la costa norte del Perú, y el descubrimiento de varias tumbas «reales», en Dos Cabezas, El Brujo, Sipán, San José de Moro, Pacatnamú, huaca del Pueblo y la huaca de la Luna indican claramente el uso recurrente de numerosos adornos de metal en cobre y aleaciones preciosas de calidades, estética y técnica muy notorias, entre 150 et 650 a. C. Los estudios iconográficos y estilísticos han demostrado que los adornos suntuarios y objetos ceremoniales de metal, principalmente descubiertos en contextos funerarios y rituales, eran esencialmente fabricados para plasmar la identidad social de los actores políticos de esta importante sociedad del antiguo Perú. La función de los adornos de metal no era solamente estética sino más bien un medio de expresión, para esta sociedad sin escritura, para justificar, comunicar y vehicular los mitos y los símbolos de los diferentes poderes dominantes. Sin embargo, hasta la fecha, muy pocos sitios o espacios de producción vinculados a las actividades del metal son conocidos para los periodos de la cultura Mochica. En el presente artículo, examinamos un espacio donde se llevaban a cabo actividades metalúrgicas para la fabricación de objetos singulares que eran probablemente directamente relacionados con las ceremonias y rituales que se realizaban en los templos de la capital Mochica. El objetivo de este trabajo es doble1. En primer lugar, se trata de realizar una primera caracterización de los materiales, dispositivos y procesos que entran en la o las «cadena(s) operativa(s)» de fabricación del taller metalúrgico de la huaca de la Luna para responder a ciertas preguntas específicas: ¿Qué metal(es) y/o aleación(es) trabajaban los metalurgistas mochicas en este taller? ¿Recurrían a la fundición? Y si lo fuera, ¿Cómo y con qué tipo de dispositivos (hornos, sistema de ventilación), de herramientas (moldes, crisoles, etc.) y procesos? ¿Cuáles fueron las técnicas de fabricación utilizadas? ¿Recurrían a técnicas de deformación? En fin, ¿qué tipo(s) de pieza(s) eran manufacturadas en este taller? En segundo lugar, pretendemos mejorar nuestra comprensión acerca de la organización del mundo artesanal de la sociedad Mochica. En efecto, comprender la organización espacial en barrios artesanales, los fenómenos de concurrencia o de complementariedad de la producción entre diferentes unidades o acercarse al rol y la posición social de los artesanos del metal son aspectos determinantes en

1 Este estudio entra en el marco más amplio de un trabajo de tesis doctoral llevado a cabo en cooperación con el Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna-UNT, el Instituto Francés de Estudios Andinos-IFEA y la Universidad Michel de Montaigne de Burdeos 3, Francia (Fraresso, 2007).

353 Carole Fraresso la definición de los sistemas económico, técnico, social y político que estructuran esta compleja sociedad.

1. EL TALLER METALÚRGICO DEL COMPLEJO RESIDENCIAL CA-27

1. 1. Localización y descripción

Los trabajos de investigación llevados a cabo por los arqueólogos, tanto durante las excavaciones del Núcleo Urbano como en el templo de la huaca de la Luna, indican que la población residente en este lugar incluía, además de dirigentes de las esferas religiosas y administrativas, habitantes de clase media, cuyo estatus variaba seguramente en función de las actividades y de las responsabilidades empeñadas en cada sector: económico, administrativo y artesanal (Uceda, 2004b). La organización urbana (canales de abastecimiento de agua, vías de circulación, plazas públicas, residencias administrativas) y el desarrollo de las actividades artesanales en la ciudad, durante las fases III y IV del sitio, es decir entre 400 y 900 d. C., parecen corresponder a una evolución neta de la división del trabajo y una organización corporativa en la cual ciertos especialistas eran directamente implicados en la producción de bienes de lujo (Canziani, 2003). Estos especialistas trabajaban en un ámbito necesariamente estructurado en el cual sus tareas eran controladas por y para la élite. Durante la excavación arqueológica del complejo arquitectónico 27 (fig. 1), en 2003, los arqueólogos localizaron en el subconjunto 32, dos espacios (27-15 y 27-30), de 67 m2 y 55 m2, donde se registraron evidencias directas de actividades metalúrgicas del cobre y/o de aleación(es) de cobre. Los diversos vestigios materiales encontrados en el taller eran asociados a la capa de ocupación 2 (penúltima) que corresponde a la fase IV de Larco, es decir entre 600 y 700 d. C. (fig. 2). El ambiente 27-30, que sufrió modificaciones formales y funcionales a manera de ampliaciones, consta de una pieza principal que está delimitada, al oeste, por un acceso directo al Callejón Sur 27 y, al este, por una serie de pequeños depósitos (27-25, 27-27, 27-28 y 27-29) (Chiguala et al., 2003: 112). Varios vestigios materiales metálicos (fragmentos de láminas, varillas y barras, masas de metal, gotas y salpicaduras de metal, zona de sales de cobre en el suelo) asociados a vestigios cerámicos (fragmentos de crisoles con restos de metal adherido en vitrificaciones, pequeñas toberas) y vestigios líticos (yunque, percutores y pulidores), fueron registrados directamente sobre el piso y el relleno asociados a la capa 2 del espacio 27-30 (Chiguala et al., 2003; Rengifo & Rojas, 2004). Notamos la similitud de ciertos vestigios encontrados en el espacio 27-15, localizado al norte del taller 27-30. Sin embargo, el mal estado de conservación, resultante de la huaquería, así como la falta de vestigios en contextos primarios, no nos permiten determinar la función artesanal exacta de este espacio.

2 El subconjunto 3 tiene una superficie de 290 m2.

354 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre Plano: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna Figura 1 – Localización de los sectores excavados en el centro urbano del sitio arqueológico huaca la Luna Figura

355 Carole Fraresso

Figura 2 – Complejo residencial CA-27 Localización de los espacios 27-15 y 27-30 en el subconjunto 3 donde se registraron diferentes categorías de vestigios materiales relacionados con actividades metalúrgicas (Plano: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna)

1. 2. Testigos materiales de actividades metalúrgicas

Un total de 467 fragmentos y elementos metálicos, 92 fragmentos de crisoles con restos de productos de corrosión de cobre, fragmentos de tiestos de cerámica gruesa con metal vitrificado y 27 pequeñas toberas rectas con extremo redondeado se encontraron en el subconjunto 3 del complejo CA-27. Con el fin de comprender la organización del trabajo en el taller metalúrgico, convenía, en un primer tiempo, localizar e identificar el material metálico, cerámico y lítico presente en los ambientes 27-30 y 27-15 del subconjunto 3. La totalidad de los vestigios ha sido observada y registrada en una base de datos para intentar determinar su función y luego proceder a la selección del muestreo. El material estudiado en el presente trabajo procede del contexto primario de la capa 2 y del

356 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre relleno asociado específicamente al espacio 27-30 (fig. 3a). Sin embargo, algunos objetos directamente asociados al piso 2 del espacio 27-15 fueron también seleccionados con el fin de realizar comparaciones. Los primeros exámenes han permitido distinguir que estos vestigios resultaban de actividades metalúrgicas asociadas a un taller de transformación del metal, es decir donde se transformaba el metal para fabricar objetos. Recordamos que las actividades metalúrgicas ligadas a la elaboración del metal, es decir a la obtención del metal a partir de un mineral, no se llevan a cabo en el mismo sitio y no son realizadas por los mismos hombres. Generalmente, un taller de elaboración produce materias primas que serán luego trabajadas en otro sitio, en un taller de transformación (Shimada, 1994: 202-203; Pernot, 2002: 123).

2. METODOLOGÍA ANALÍTICA

El estudio tecnológico consiste en realizar un examen metalográfico de muestras pulidas, previamente realizadas en objetos seleccionados a partir de las preguntas definidas. A continuación, se realizan análisis de composición elemental con el fin de caracterizar los materiales considerados3. Debido a las malas condiciones de preservación del material metálico (sin resistencia mecánica/sin metal sano), el muestreo se restringió a 15 piezas metálicas y las muestras realizadas son de pequeño tamaño4 (unos cuantos mm3). Una preparación larga y meticulosa es necesaria para realizar los exámenes y los análisis. Cada muestra ha sido engastada en una resina sintética, la cual se coloca de tal manera que las observaciones se realizan en el plan direccional elegido: longitudinal y/o transversal. Las muestras, así preparadas, recibieron luego un cuidadoso proceso de pulido con diferentes pastas y papeles abrasivos de granulometría cada vez más fina, de 50 µm a 0,25 µm. Observaciones microscópicas de las muestras pulidas permiten caracterizar las diferentes inclusiones (óxidos, plomo y sulfuros) presentes en el metal o la aleación (Pernot & Hurtel, 1987). Luego, las observaciones microscópicas de las muestras atacadas químicamente con una solución ácida5 permiten revelar la microestructura granular del metal (o de la aleación) y obtener informaciones acerca de la historia termomecánica del material, es decir sobre los últimos procesos de fabricación —mecánicos y/o térmicos— aplicados a la zona del objeto observada (Pernot, 1999: 66).

3 Los análisis físico químicos fueron realizados en el laboratorio del Institut de Recherche sur les Archéomatériaux IRAMAT-CRP2A UMR 5060-CNRS. Université Michel de Montaigne de Bordeos. 4 El muestreo ha sido efectuado con una sierra de orfebre. 5 Percloruro férrico alcohólico: mezcla de 20 ml de cloruro férrico (FeCl3, d=1,26), 2 ml de acido

clorhídrico (HCl, d=1,18) y 96 ml de etanol (C2H5OH, d=0,79).

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Posteriormente, análisis elementales de composición, globales y locales, fueron llevados a cabo por medio de un sistema de espectrometría de rayos X en dispersión de energía, asociado con un microscopio electrónico de barrido (MEB/EDXS). El principal interés de esta asociación fue la posibilidad de realizar análisis globales del metal/aleación, aún presente, apartando los productos de corrosión, así como análisis locales, focalizando el haz sobre una inclusión o un grano (Pernot, 2002).

3. RESULTADOS

3. 1. Dispositivos de calentamiento: hornos

Teóricamente, los tipos de hornos encontrados en talleres metalúrgicos de transformación se dividen en dos grandes familias, dependiendo de su función: horno de fusión y horno de recalentamiento. Estos aparatos metalúrgicos, muchas veces mal conservados o frecuentemente confundidos con fogones de combustión simples, son raras veces descubiertos o reconocidos in situ. Cuatro dispositivos se reparten en el taller 27-30 (fig. 3a). En la zona sureste del ambiente, los arqueólogos registraron en el suelo una amplia zona de combustión o fogón, cuya forma y dimensiones (¿hoyo, hondonada?) no son especificadas (Chiguala et al., 2003). Estaba asociada a varios fragmentos de cerámica de pasta gruesa con restos de metal en vitrificaciones, pequeñas escorias de fusión, gotitas y salpicaduras de cobre, probablemente caídas del crisol durante el proceso de la colada del metal6, así como pequeñas toberas. Cerca a esta zona carbonosa, se encontró un yunque fragmentado de piedra in situ (fig. 3b). Mide 29 cm por 24 cm con un espesor de 6 cm y pesa aproximadamente 9 kg. La superficie rugosa de este yunque presentaba algunos restos de bolas metálicas adheridas; las gotitas y salpicaduras de metal se registraron dispersas alrededor suyo. Las dimensiones y las características de esta estructura no parecen específicamente asociadas a operaciones de deformación como el martillado, sino más bien a procesos diversos como el machacado u otras operaciones que entran necesariamente en la cadena operativa de un taller metalúrgico: preparación de las pastas arcillosas adecuadas para fabricar los crisoles, las toberas y/o de los moldes, operaciones de desmolde7, etc. Los fragmentos de cerámicas de pasta gruesa con restos de metal en vitrificaciones (fig. 4) podrían corresponder por ejemplo a los restos de una capa de arcilla gruesa enlucida en un hoyo acondicionado en el suelo, muy similar a los tipos de hornos que registró el equipo de Shimada en el taller de fundición de Pampa Grande (1994: 206). Este conjunto de indicios materiales suele indicar cuáles actividades de fusión (preparación de metal o de aleaciones) eran realizadas in situ. Sin embargo, queda

6 Estos desechos son generalmente reciclados, pero a veces da la casualidad que se encuentran alguno de ellos. 7 Acción que consiste en romper el molde para retirar la(s) pieza(s) vaciada(s).

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trabajo in situ Figura 3 – a: Taller en proceso de excavación y localización de las zonas de combustión en la pieza principal 27-30; b: Yunque o mesa de b: Yunque 27-30; de las zonas combustión en la pieza principal y localización en proceso de excavación 3 – a: Taller Figura Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna Fotos:

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Figura 4 – Fragmentos de cerámicas con evidencias de vitrificaciones de aspecto «burbujoso» que resultan de actividades de fundición del cobre (1 083°C) difícil determinar con certeza el tipo exacto de operación llevado a cabo en esta parte del taller. Del norte al sureste del espacio 27-30, tres zonas circulares de combustión están también señaladas (Chiguala et al., 2003; Rengifo & Rojas, 2004). La primera se localiza contra la pared del límite norte del ambiente, las dos otras se ubican, un poco hacia atrás, en el centro del ambiente. Estas dos últimas, siendo de forma muy simple, a modo de pequeños fogones, parecen corresponder a hornos de recocido8. Entre los tres fogones se destaca una estructura circular simple, de aproximadamente 30 cm de diámetro, con gran cantidad de carbón y ceniza blanca. En el centro de la estructura era colocado sobre el suelo un adobe fuertemente rubificado por el fuego (fig. 5). Este dispositivo circular abierto correspondía muy probablemente a un horno de fusión. Así, el crisol conteniendo el metal a derretir se acuña sobre el adobe en el centro del fogón; el horno, alimentado con carbón de madera y ventilado con uno o varios sopletes, permite llegar a la fusión

8 Los hornos de recocido entran en el proceso de fabricación de piezas deformadas plásticamente. El trabajo en frío hace que rápidamente el metal se vuelva frágil y quebradizo. Para facilitar la propagación de las dislocaciones y homogeneizar la nueva estructura cristalina del metal, es decir para que el metal trabajado pueda ser nuevamente deformado plásticamente sin miedo a que se quiebre, el artesano aplica un recocido de recristalización a la pieza, lo cual es un recalentamiento lento, debajo del punto de fusión. Recocidos sucesivos están, necesariamente, practicados durante el trabajo del martillado para obtener láminas finas.

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Figura 5 – Vestigios de un posible dispositivo de fusión: horno abierto Foto: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna del cobre (1 083°C) o aleaciones con base de cobre (aproximadamente 950°C, dependiendo de la aleación). La localización de este horno contra la pared del ambiente, podría explicarse por la búsqueda, de parte de los metalurgistas, de un lugar más oscuro que les permitirá garantizar la buena lectura de las temperaturas del metal (para la colada) y/o para efectuar operaciones de fundición al abrigo de los corrientes de aire; estas implican, en efecto, un control cuidoso de las temperaturas del horno (Chardron-Picault & Pernot, 1999: 197). La ventilación controlada de los hornos se efectuaba mediante sopletes, cuya evidencia arqueológica son las 27 toberas de arcilla cruda registradas (fig. 6). Estas pequeñas toberas, de aproximadamente 3 cm de largo, son de forma recta y presentan pocas alteraciones al nivel de su nariz o extremo inferior: vitrificaciones, restos de metal adherido, fisuras, etc. Solo algunos especímenes muestran ligeras alteraciones al nivel del extremo inferior como zonas de color negro y, a veces, pequeñas zonas microporosas ligeramente vitrificadas. Estas observaciones sugerían que la nariz de ciertas toberas estuvo directamente en contacto con la zona de combustión, en atmósfera reductora (lo que explica el color negro); el cuerpo de la tobera (rojizo), quedó expuesto al aire, en atmósfera oxidante. Sin embargo, la gran mayoría del corpus de las toberas presentaba un color rojizo homogéneo o ligeramente anaranjado en la parte de la nariz. Estas observaciones indican que estas no estuvieron en contacto con el fogón. Las pequeñas dimensiones de las toberas, así como las características de los tipos de alteración observados parecen más bien indicar que se ubicaban encima del crisol, inclinados a 45°, de manera que el chorro de aire esté directamente dirigido sobre el metal dispuesto en el crisol (Oberweiler, 2005).

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Figura 6 – Ejemplos de toberas encontradas en los talleres 27-15 y 27-30 Ciertas de ellas están decoradas con motivos incisos. Varias toberas presentan una ligera alteración de color así como zonas microporosas ligeramente vitrificadas al nivel de la nariz con forma redondeada (extremo inferior)

3. 2. Recipientes de «cerámica»: los crisoles

Los fragmentos de crisoles y de moldes son vestigios materiales directos de las actividades metalúrgicas de fusión. Más de 90 fragmentos claramente identificados como crisoles fueron descubiertos en los espacios 27-30, 27-15, 27-25 et 27-27 (fig. 7). Se caracterizan por una pasta arcillosa muy porosa, de color gris oscuro con, en algunos casos, restos de pequeñas inclusiones claras. Generalmente, el lado convexo de los crisoles o de fragmentos de crisoles es colorado por zonas de color verde y roja, y las vitrificaciones son muchas veces distinguibles. Ninguno de los fragmentos de crisoles, registrados en el taller del CA27 presentaba vitrificaciones visibles al ojo; la superficie interna solo presentaba una fina capa de óxidos de cobre que podría indicar que los crisoles habían servido para una sola operación de fundición. La superficie alisada del lado cóncavo de los fragmentos observados indica que la preparación de estos recipientes ha sido relativamente cuidada. La superficie, de color gris a dominante rosada, no presentaba restos de óxidos de cobre. El lado cóncavo corresponde a la parte que estará directamente en contacto con el horno. Su color rosado resulta de la atmósfera oxidante en

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la cual se expone el crisol al retirarse del horno para realizar la colada del metal derretido (Chardron-Picault & Pernot, 1999: 188). La forma y dimensiones de crisoles enteros utilizados por los metalurgistas mochicas eran, antes del presente estudio, totalmente desconocidas. Sin embargo, la observación del fragmento 27-30 B.351 nos ayudó para reconstituir la forma aproximada de ciertos tipos de crisoles utilizados en este taller (fig. 8). El crisol tiene forma de pequeña copela, de 5 cm de diámetro y 3 cm de profundidad, a la cual, por lo menos, un asa ha sido modelada en el borde; su volumen es aproximadamente 30 ml, o sea 0,03 litros de metal.

Figura 7 – Ejemplos de fragmentos de crisoles registrados Figura 8 – Crisol en forma de copela utilizado en en el contexto primario y el relleno asociado al piso el taller 27-30 que tiene por lo menos una asa (penultima) de los espacios 27-15, 27-30 y el depósito moldeada en su borde 27-25 Dibujo realizado a partir del fragmento 27-30 B.351. El volumen total del recipiente es 30 ml. El volumen calculado es aproximativo porque este tipo de recipiente nunca se rellena totalmente (Dibujo: A. Rohfritsch)

3. 2. 1. ¿Que derretían los metalurgistas de la huaca de la Luna en estos crisoles? Dos fragmentos de crisoles fueron sometidos a análisis de laboratorio con el fin de determinar, primero, cuál(es) tipo(s) de metal(es) y/o aleación(es) era(n) fundido(s) en estos recipientes; y luego, para tratar de obtener informaciones relativas a la(s) receta(s) de preparación de los crisoles (fig. 9). Los primeros resultados presentados en este trabajo constituyen un estado inicial y exploratorio de investigación puesto que ningún otro estudio comparativo existe; estudios complementarios deben ser desarrollados en este campo.

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Se realizaron dos secciones de fragmentos de crisoles, engastadas y luego pulidas. Se siguió el mismo protocolo, previamente descrito, para realizar exámenes microscópicos y análisis MEB/EDXS. El espesor del cuerpo de los crisoles está comprendido entre 12 y 20 mm. La observación en sección transversal Figura 9 – Localización de la muestra efectuada en sección del fragmento 27-30 B.351 muestra transversal en el fragmento de crisol 27-30 B.351 tres zonas distintas de aspecto muy El segundo fragmento 27-15 B.355 ha sido totalmente heterogéneo (fig. 10). La segunda engastado en resina y observado en sección transversal muestra considerada, 27-15 B.355, presenta las mismas características analíticas; solo presentaremos los resultados del estudio del 27-30 B.351. La zona 1 corresponde a la pasta original del crisol (fig. 10). Esta amplia zona de 8 a 15 mm de espesor es muy porosa. Los poros observados se relacionan probablemente con improntas del desgrasante orgánico (excrementos de animales, pelos, fibras vegetales, etc.) utilizado en la preparación de la pasta del crisol (Valencia Espinoza, 2001: 38; Oberweiler, 2005; Fraresso, 2008); sin embargo, es difícil, en este caso, identificar precisamente la naturaleza exacta del desgrasante (vegetal o animal). La presencia de granos de cuarzos es dominante; estos son visibles al ojo y algunos tienen un tamaño del orden del milímetro. Los análisis llevados a cabo en esta matriz de color gris oscuro, y presentados en la figura 11, indican naturalmente la presencia mayoritaria del silicio

(65-70 % en SiO2), siendo los otros elementos mayores constituyentes de la pasta arcillosa: el aluminio (15-17 %

en Al2O3) y el hierro (7,5- 8,5 % en Fe2O3). El color gris oscuro de la pasta interna resulta del ámbito reductor generado por el horno alimentado en carbón de madera y el metal durante la fusión (Chardron-Picault & Pernot, 1999: 188). La zona 2 es más heterogénea y muestra zonas de diferentes colores (fig. 10). Esta capa con color dominante rojo, tiene un espesor entre 3 y 4 milímetros. Está salpicada por zonas de color verde intenso que Figura 10 – Sección pulida del corte transversal del fragmento de crisol 27- se explican por la presencia del cobre y se distinguen 30 B.351 observado con microscopia específicamente en esta capa nódulos metálicos de óptica dimensiones variables (de 100 µm a 1 mm). Los análisis Una neta estratificación de zonas globales en la zona roja muestran una disminución heterogéneas es visible: (1), (2) y (3) sensible de los porcentajes en silicio (46-52 % en SiO2),

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en aluminio (8,5-15 % en Al2O3) y hierro (3-4 % en Fe203) en paralelo a la aparición de óxidos de cobre, entre 5 y 12 % en CuO (lo que explica el color) y un fuerte aumento del calcio (17-23 % en CaO). Subrayamos también la aparición del fósforo

(2-3 % en P2O5) que está asociado al calcio (fig. 11). La presencia de fosfato de calcio parece indicar el añadido intencional de ceniza de huesos (probablemente animales) en la preparación de la pasta arcillosa como desgrasante, pero otros estudios comparativos son necesarios para averiguar la receta de preparación de estos crisoles9. Se observan igualmente, en esta capa, algunos poros que resultan del encierro de gases durante la vitrificación de «escorias internas» en los crisoles de fusión (Queixalos et al., 1987). Numerosos nódulos metálicos se observan también en este estrato que atestiguan tanto la presencia de escorias internas, como de la fusión del metal en el recipiente.

Na2O MgO Al2O3 SiO2 P2O5 K2O CaO TiO2 Fe2O3 CuO Zona 1 1 – 15 - 65 - 7,5 – 1,5 - 2 Nd 2 - 3 1 - 2 0,7 Nd gris 1,5 17 70 8,5 Zona 2 1,5 - 2 - 8,5 - 46 - 1,5 17 - 1 - 2 0,5 3 - 4 5 - 12 rojo 2,5 3,5 15 52 - 3 23 Zona 3 42 - 1 - 1, 5 Nd 1 - 2 5 - 7 1 2 - 3 Nd 30 - 42 verde 60 1,5 -2, 5

Figura 11 – Composición elemental de óxidos (wt%) de cada estrato observado en la sección transversal del fragmento de crisol 27-30 B.351 Teniendo en cuenta la gran heterogeneidad del material, se presentaron los porcentajes mínimos y máximos de los diferentes elementos constitutivos. Los nódulos metálicos no han sido tomados en cuenta en esta serie de análisis. Nd= no detectado

Una segunda serie de análisis puntuales se llevó a cabo con el fin de determinar qué tipo de metal o aleación se fundía(n) en estos crisoles. Se reportaron los resultados en la figura 12. Los nódulos metálicos están esencialmente compuestos de cobre aleado con oro, en porcentajes variables (entre 2 y 11 %). Los bajos porcentajes de plata detectados (≤ a 2 %) corresponden seguramente a impurezas naturales del oro. A este paso del estudio, dos hipótesis pueden ser consideradas: 1) aleaciones ya «listas» bajo forma de pequeños lingotes y traídos al taller desde otro lugar, los cuales eran refundidos en los crisoles del taller para refinarlos; 2) o el mismo metalurgista preparaba aleaciones en este espacio, en cantidades previamente definidas, dependiendo de los objetivos técnicos y/o estéticos buscados.

9 Una mezcla de arcilla con ceniza de huesos parece haber sido aplicada sobre la superficie interna del crisol. Este tipo de enlucido (o cemento) facilitará la separación de las impurezas presentes en el metal o la aleación a fundir; es decir que una parte de las suciedades serán «chupadas» por el cemento.

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Metal o Código Tipo de objeto Composición (wt%) Nota Aleación Cu Ag Au (%) (%) (%) Escoria Composición de 27-15 B.109 nódulos metálicos 97 - 99 nd nd presentes en la matriz vítrea 27-15 B.105 Fragmento de barra 99,8 nd nd S (0,2 %) 27-15 B.109 Gota de metal 100 nd nd 27-15 B.102 Lingote 100 nd nd Cobre 27-30 B.17 Gota de metal 99,7 nd nd Si (0,3 %) 27-30 B.10 Gota de metal 100 nd nd 27-30 B.17 Cinta doblada 100 nd nd Masa circular 27-30 B.68 100 nd nd deformada Barra con sección 27-30 B.09 100 nd nd rectangular Tratamiento 27-25 B.25 Espátula 100 nd nd electroquimico Varilla Aleaciones 27-30 B.62 76 19,5 4,5 Fallo de fabricación (Cu-Au-Ag) Varilla (Cu-Au) 27-15 B.59 98 1,5 0,5 abandonada en proceso Figura 12 – Composiciones elementales de los nódulos metálicos observados en los cortes transversales de los fragmentos de crisoles 27-30 B.351 y 27-15 B.355. Los resultados están normalizados al 100 % (wt%). Los porcentajes del oro son muy variables, entre 2 y 11 %. Nd= no detectado

La segunda hipótesis parece la más probable. La gran heterogeneidad de los valores del oro, así como la presencia de dos nódulos en cobre no aleado, identificados en la zona 2 del crisol 27-15 B.355, prueban claramente que estos crisoles servían para preparar aleaciones con base de cobre y que el proceso de la fusión (la mezcla) no era terminado. Es, entonces, a partir de cobre no aleado, probablemente bajo forma de pequeños lingotes, que el metalurgista preparaba sus aleaciones, añadiendo pocas cantidades de oro o practicando el reciclado de desechos o piezas fuera de uso como caídas de metales (recortes de láminas de cobre dorado por ejemplo) o piezas por reciclar conteniendo poco porcentaje de oro. La zona 3, la cual pertenece a la superficie interna del borde del crisol, tiene un espesor de 1 mm. Presenta un color verde y gris, esencialmente relacionada a la presencia de óxidos de cobre, entre 30 y 42 % en CuO (fig. 11). Esta fina capa corresponde a la pared interna del crisol (fig. 10). La dimensión y la forma de los crisoles (de 0,03 l de capacidad), así como aquellas de las toberas, demuestran que pequeñas cantidades de metal (300 g de cobre máximo), y consecuentemente, objetos de muy pequeñas dimensiones, eran fabricados en el taller de la huaca de la Luna. Los dos fragmentos de crisoles estudiados en este trabajo están constituidos por una mezcla compuesta por una arcilla, un desgrasante orgánico y un desgrasante mineral. Señalamos que esta

366 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre pasta arcillosa responde apropiadamente a las propiedades mecánicas necesarias para la fundición del cobre y de aleaciones con base de cobre: resistencia a altas temperaturas y a los choques térmicos que pueden producirse durante la fusión del metal en el crisol. Una preparación particularmente cuidadosa ha sido aplicada para la fabricación de estos recipientes pero es difícil determinar, a partir de estos únicos ejemplos, si sus utilizaciones eran destinadas a una sola o varias operaciones de fusión. Las recetas precisas utilizadas por los artesanos del valle de Moche quedan además por explorar. El desgrasante orgánico (animal o vegetal), la naturaleza mineral del desgrasante mineral, el añadido de cenizas de huesos en la mezcla así como las proporciones exactas deben ser estudiadas en futuros trabajos.

3. 3. Los «desechos» metálicos del taller

El material metálico está constituido por pequeños «desechos», es decir pedazos de metal que pesan algunos gramos; ningún objeto precioso (de oro o plata) ha sido registrado en los espacios 27-30 ó 27-15 del taller. Los desechos suelen identificarse como bases de cobre, cuyas composiciones químicas quedan por determinar. El corpus registrado comprende caídas de metales (recortes de láminas), esbozos abandonados durante el proceso de fabricación o fallas de fabricación (barras y varillas de sección rectangular o circular, semi cuenta), subproductos resultantes de operaciones de fundición (escorias de fusión10, gotitas y salpicaduras), un pequeño lingote y semi productos (barras, masas metálicas circulares) y por fin piezas acabadas que pueden ser productos manufacturados en el mismo sitio o piezas fuera de uso depositadas en el taller y destinadas a un futuro reciclado. Trataremos los objetos acabados con mucha prudencia puesto que ningún criterio permite determinar si estuvieron fabricados o importados en el taller: recordamos que no conocemos el tipo de organización relacionado a las prácticas del reciclado en las actividades metalúrgicas mochicas, y más globalmente a aquellas del antiguo Perú.

3. 3. 1. Objetos seleccionados Una selección de 15 piezas metálicas, de las cuales se efectuó tomas de muestras mínimas, se hizo para realizar la lectura tecnológica de los materiales y procesos involucrados en el taller mediante las herramientas de laboratorio. En la totalidad del corpus observado, ninguna pieza presentaba huellas de herramientas visibles al ojo. Entre los objetos seleccionados, se pueden distinguir cinco categorías de objetos: desechos resultantes de operaciones de derretido o fusión (dos escorias y tres gotitas), piezas en curso de fabricación (una media cuenta, dos fragmentos de barras con espesores respectivas de 2 y 5 mm y una masa metálica circular deformada), fallos de fabricación y caídas de trabajo (una barra con sección

10 Impurezas que suben a la superficie de metal en fusión. El artesano puede sacar estos residuos con un palillo o una varilla.

367 Carole Fraresso rectangular, una cinta doblada tres veces y un fragmento de lámina con evidencias de restos de dorado), semi productos (una masa metálica y una barra con sección rectangular de 2 mm de grosor) y, finalmente, un objeto acabado (una espátula). El conjunto de las muestras presenta un buen estado de conservación. De la muestra total estudiada e ilustrada en la figura 13, solamente tres muestras (fragmento de lámina dorada, media perla y una gotita) estaban fuertemente corroídas, es decir que no quedaba metal susceptible de ser analizado.

Figura 13 – Selección efectuada a partir del corpus de piezas metálicas registradas en los espacios 27-15 y 27-30 (enmarcados) El espacio 27-25 corresponde a un pequeño depósito

368 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

3. 3. 2. Composición de los metales y aleaciones Los resultados de las composiciones elementales obtenidas por cada pieza han sido reportadas en la figure 14. El corpus estudiado se divide en tres grandes clases de metales y aleaciones: • Cobre no aleado (10 casos). • Cobre poco aleado, con 1,5 % de oro, seguramente resultante del reciclado (1 caso). • Aleación ternaria con aproximadamente 20 % de oro, tipo Cu‑Au‑Ag tumbaga (1 caso). Entre los vestigios de cobre no aleado, se destacan claramente cuatro piezas que corresponden a desechos resultantes de operaciones de fundición, como las escorias de fusión y las gotitas de cobre. Cinco otros corresponden a vestigios de la producción local (27-15 B.105, 27-15 B.102, 27-30 B.17, 27-30 B.68 y 27-30 B.09). Están compuestos de cobre remarcablemente «limpio», excepto el fragmento de barra deformada 27-15 B.105 que presenta un bajo porcentaje de azufre (0,2 %); el azufre aquí presente en estado de impureza está seguramente relacionado al origen del mineral.

Metal o Código Tipo de objeto Composición (wt%) Nota Aleación Cu Au Ag (%) (%) (%) Escoria Composición de nódulos 27-15 B.109 97 - 99 nd nd metálicos presentes en la matriz vítrea 27-15 B.105 Fragmento de barra 99,8 nd nd S (0,2 %) 27-15 B.109 Gota de metal 100 nd nd 27-15 B.102 Lingote 100 nd nd Gota de metal Cobre 27-30 B.17 99,7 nd nd Si (0,3 %) 27-30 B.10 Gota de metal 100 nd nd 27-30 B.17 Cinta doblada 100 nd nd 27-30 B.68 Masa circular deformada 100 nd nd Barra con sección 27-30 B.09 100 nd nd rectangular Tratamiento 27-25 B.25 Espátula 100 nd nd electroquímico Varilla 27-30 B.62 76 19,5 4,5 Aleaciones Fallo de fabricación (Cu-Au-Ag) Varilla (Cu-Au) 27-15 B.59 98 1,5 0,5 abandonada en proceso

27-15 B.59 Media cuenta - - - Dorado

Sin metal 27-30 B.17 Fragmento de lamina - - - Dorado sano 27-30 B.17 Gota de metal - - -

Figura 14 – Composiciones elementales (wt%) de los diferentes objetos metálicos seleccionados Los resultados están normalizados al 100 % (wt%). Nd = no detectado

369 Carole Fraresso

A continuación, la presencia de cobre poco aleado debe ser subrayada. Los resultados de composición elemental del fragmento de una barra abandonada en curso de fabricación indica la presencia del oro (1,5 % en Au) y de la plata (0,5 % en Ag) en bajos porcentajes; estos elementos están presentes en estado de impurezas; la plata siendo una impureza natural del oro. Notamos que la voluntad, de parte del metalurgista de preparar aleaciones con tan poca cantidad de oro es una hipótesis que debemos rechazar. En efecto, añadir 1,5 % de oro no tendrá consecuencias sobre las propiedades mecánicas del cobre y este bajo porcentaje de oro tampoco modificará el color de la aleación. Sin embargo, añadir a un metal «nuevo» una aleación ya «hecha» facilita, por su bajo punto de fusión, el arranque del proceso de aleación (Pernot, 1998a: 124). En el caso presente, es muy probable que la poca cantidad de oro detectada no esté relacionada con la intención de preparar una aleación, sino más bien atestigua la práctica del reciclado, es decir de operaciones de refundición de objetos o desechos (caídas de trabajo, fallos de fabricación, objetos, etc.), tal vez de cobre dorado. En cambio, la barra con sección rectangular 27-30 B.62 compuesta por 76 % de cobre, 19,5 % de oro y 4,5 % de plata es claramente una aleación ternaria intencional donde la presencia de la plata es probablemente también asociada a la del oro. Esta categoría de aleación corresponde a aleaciones preciosas de color amarillo que serán más duras que el cobre no aleado, pero que quedan, a la vez, relativamente deformables. Este tipo de material duro se pule bien y refleja mejor la luz que los materiales blandos, los cuales son más sensibles a las ralladuras (Chardron-Picault & Pernot, 1999: 182). Esta clase de aleación, también llamada tumbaga, es muy representativa de las prácticas metalúrgicas mochicas puesto que está, en la mayoría de los casos, relacionada con la fabricación de objetos dorados con la técnica de enriquecimiento de superficie en oro o depletion gilding technique (Lechtman, 1973; 1984).

3. 4. Lectura tecnológica

3. 4. 1. Subproductos de la fusión del cobre Entre los desechos registrados durante la excavación del ambiente 27-30 del taller, hemos seleccionado una pequeña escoria y tres gotitas de salpicaduras las cuales, en contextos de talleres de transformación, son testigos directos de las actividades de fundición (fig. 15). Las escorias son masas informes que presentan pequeñas dimensiones. Están parcialmente o totalmente vitrificadas y presentan un color oscuro con zonas vitrificadas de color verde a rojo. La sección pulida examinada al microscopio óptico revela la presencia de pequeñas bolas metálicas esparcidas en una ganga de aluminio-silicato (53,3 % en SiO2 et 12,7 % en Al2O3), con calcio (5,6 % en CaO) y un alto porcentaje en óxidos de cobre (20 % en CuO). Observamos la presencia de numerosos poros en la totalidad de la superficie, que corresponden a pozos de difusión de los gases. El tamaño de los nódulos metálicos presentes en

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Figura 15 – Pequeña escoria y gotitas de fusión con indicaciones de las zonas de tomas de muestra la ganga es muy variable, entre 20 y 500 µm (fig. 16a). Los nódulos son de cobre no aleado (97-99 % en Cu) lo cual, durante el proceso de fusión del metal en el crisol, puede formar una aleación de tipo eutéctico «Cu-O» que se caracteriza por la formación de dendritas de Cu2O (Scott, 1991; Lechtman, 1997) (fig. 16b).

Figura 16 – a: Observación metalográfica en sección pulida de la escoria de fusión (ampliación x10) Se observan varios poros (en negro) correspondientes a pozos de desgasificación que se forman durante la fusión del metal. Varias inclusiones metálicas (esferas en blanco) se observan en la ganga de la escoria b: Detalle de una inclusión metálica de cobre (en blanco) donde se observan

dendritas de Cu2O (en gris oscuro), (ampliación x50)

371 Carole Fraresso

Las gotitas y salpicaduras de cobre descubiertas en el taller tienen una forma más o menos esférica, relativamente homogénea, y sus diámetros varían entre 7 y 12 milímetros. La observación de las secciones pulidas de las gotitas 27-15 B.109 y 27-30 B.17 enseñan una matriz de cobre (en amarillo) con poros (en negro) así como el avance de los productos de corrosión del cobre en periferia. Numerosos

precipitados de óxidos de cobre (Cu2O), con forma globular, están dispersados en la matriz del cobre (fig. 17). La presencia de precipitados se relaciona con las condiciones más o menos oxidantes llevadas durante la fusión del metal en el crisol.

3. 4. 2. Fusión del cobre y preparación de aleaciones El trabajo del artesano empieza con la preparación del metal por la fusión de las materias primas que fueron previamente obtenidas en un centro de elaboración; es decir que vuelve a derretir los metales, almacenados bajo forma de lingotes en el taller, para refinarlos y/o preparar aleaciones. Figura 17 – Observación metalográfica en Es importante recordar que aún no conocemos sección pulida del corte transversal de la geometría ni las dimensiones de los lingotes una gotita de cobre (ampliación x50) o semi productos11 elegidos por los metalurgistas Numerosos nódulos de óxidos están dispersados en la matriz de cobre mochicas. Tampoco sabemos si estuvieron preparados cerca del lugar de extracción y luego transportados al taller de transformación, o bien si estuvieron directamente preparados en este último sitio. En esta etapa de la cadena operativa, se presentan diferentes posibilidades al artesano. Puede elegir usar un cobre no aleado o también mezclar diferentes metales para preparar aleaciones, operación a la cual el reciclado es muchas veces asociado. Dependiendo de los objetivos técnicos o estéticos buscados, su metal o aleación será, más o menos, purificado a través de operaciones de refinado12. La calidad de los metales y/o aleaciones que definimos, en las culturas antiguas, en término de «limpieza», es un criterio tecnológico importante puesto que refiere al éxito de las operaciones de deformación, es decir que un esbozo sano con pocas inclusiones disminuye los riesgos de la cebadura de fisuras (Pernot, 1994: 851).

11 Un lingote es una pieza de metal o aleación bruta de fundición destinada al transporte y/o al almacenamiento; su geometría no está relacionada con el tipo de pieza que fabricara el orfebre; antes de ser utilizado será refundido. Los semi productos son piezas con geometría precisa: barras, varillas, hilos metálicos, placas etc. (Pernot, 1998a: 123). 12 El refinado, también llamado purificación, es la o las refundición(es) de los metales o aleaciones, que permite separar las inclusiones (el azufre y el plomo en el caso del cobre) o las suciedades presentes en estos últimos. Durante la fusión en el crisol, las inclusiones forman escorias de fusión (capa mugrienta) en la superficie del metal líquido, que el metalurgista quita y bota al costado al mismo tiempo con una varilla de madera dura por ejemplo.

372 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Entre nuestro muestreo, un pequeño lingote con forma ovalada B27-15 B102 fue identificado (fig. 18a). Está compuesto por cobre no aleado remarcablemente «limpio» (100 % en Cu). La totalidad de la superficie observada en sección pulida muestra un estado metalúrgico bruto de fundición caracterizado por la presencia de amplios granos dendríticos delimitados por precipitados de óxidos de cobre; los cuales indican que el metal en fusión ha estado en contacto con el aire (fig. 18b). La solidificación del metal se efectuó lentamente en temperatura ambiente.

Figura 18 – a: Pequeño lingote de cobre con forma ovala 27-15 B.102. Localización de la zona de toma de muestra b: Observación en sección transversal de la sección pulida al microscopio electrónico de barrido, en modo electrones retrodispersados (ampliación x450) Estado metalúrgico bruto de fundición. Los granos dendríticos de cobre (gris claro) están

delimitados por precipitados de óxidos de cobre (Cu2O), en gris oscuro

3. 4. 3. Esbozos en curso de trabajo y fallas de fabricación Se destacan también claramente masas metálicas deformadas, barras y varillas. Estos objetos corresponden a esbozos en curso de trabajo o de fabricación del taller que atestiguan claramente una producción local. Hemos seleccionado primero dos masas metálicas. La primera 27-15 B.105 es de forma rectangular. Mide 28 mm de largo, entre 8 y 11 mm de ancho y tiene 5 mm de espesor, su masa es 3 g. La segunda 27-30 B.68, con forma circular, tiene un diámetro de 15 mm y un grosor entre 3 y 5 mm, su masa es 5 g (fig. 19). La pieza de cobre 27-15 B.105, con azufre como impureza (0,2 % en S) presenta una corrosión intergranular avanzada. El estado metalúrgico es bruto de fundición (fig. 20) con ligeras evidencias de recristalización en el borde derecho de la sección observada; la pieza ha sido ligeramente deformada y ligeramente recocida. Estas observaciones indican que el artesano empezó por deformar la pieza pero que no continuó el trabajo de deformación. La pieza de forma circular 27-30 B.68 es de cobre no aleado muy «limpio» (100 % en Cu); ha sido deformada para formar cuatros ángulos (fig. 19). El examen metalográfico muestra claramente que la superficie total de la pieza es

373 Carole Fraresso

Figura 19 – Esbozos en proceso de fabricación Localización de las zonas de tomas de muestra

Figura 20 – Pieza esbozada 27-15 B.105 Observaciones metalográficas de la sección transversal pulida y atacada con una solución acida de percloruro férrico durante 30 s. La superficie observada presenta un estado de corrosión intergranular avanzado. El estado metalúrgico presenta amplios granos dendríticos típicos de un estado bruto de fundición. La parte derecha de la imagen muestra una ligera zona recristalizada y amplios granos con maclas de recocido (300 µm)

en un estado final recristalizado (fig. 21). La pieza recibió uno o varios ciclos de martillado y recocidos sucesivos; el estado final es recocido. Tres varillas observadas en sección pulidas completan nuestro examen (fig. 22). La primera, 27-30 B.62, es un fragmento de varilla con sección rectangular de 74 mm de largo y 3 mm de ancho, tiene 1 mm de espesor y su masa es 2 g. El segundo objeto, 27-30 B.09, es una varilla con sección rectangular que mide 40 x 5 mm y presenta 2 mm de espesor, su masa es 1 g; está ligeramente doblada. Finalmente, la varilla 27-15 B59, con sección cuadrangular, es un fragmento deformado. Mide 27 x 4 mm con 3 mm de espesor y su masa es 1 g. Las varillas 27-30 B.09 y 27-15 B.59 están compuestas de cobre no aleado, otra vez muy «limpio» (100 % en Cu). Las observaciones microscópicas revelan un

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Figura 21 – Esbozo 27-30 B.68 Observación metalográfica de la sección transversal pulida y atacada con una solución acida de percloruro férrico durante 60 s (ampliación x5). La corrosión intergranular empieza desde los bordes de la pieza y progresa en el metal (en negro). El estado metalúrgico final es totalmente recristalizado, los granos presentan maclas de recocido de dimensiones variables, entre 100 µm y 400 µm

Figura 22 – Varillas en proceso de fabricación Localización de las zonas de tomas de muestra. El fragmento de varilla 27-15 B.59 ha sido examinado en su totalidad

estado de corrosión avanzado al nivel de los bordes de cada muestra. Ambas presentan un estado metalúrgico totalmente recristalizado y pequeños granos con maclas de recocido, entre 10 y 60 µm (fig. 23). Las piezas han recibido varios encadenamientos de deformación en asociación con recocidos de recristalización. La ausencia de líneas de deslizamiento indica que la última operación efectuada por el metalurgista ha sido un recocido en atmósfera, más o menos, oxidante,

375 Carole Fraresso

seguramente aplicado para ablandar el metal con el fin de seguir su deformación con nuevas series de martillado. Estamos claramente en presencia de esbozos en proceso de fabricación que han sido abandonados en el taller. Finalmente, la varilla 27-30 B.62, con sección rectangular, destaca notablemente de las dos precedentemente descritas: primero, por su composición química y luego, por su estado metalúrgico final. Se trata de una varilla en aleación ternaria intencional de 76 % de cobre, 19,5 % Figura 23 – Observación metalográfica de la sección transversal pulida y atacada con una solución acida de oro y 4,5 % de plata. La observación de percloruro férrico durante 35 s. (ampliación en sección transversal, tras el ataque x50) químico, reveló en primer lugar un estado Varilla 27-15 B.59. Estado metalúrgico totalmente metalúrgico final deformado con granos recristalizado con pequeños granos y maclas térmicas, muy alargados así como la presencia de entre 20 et 60 µm líneas de deslizamiento que subraya el alto grado de deformación recibido por la pieza (fig. 24). La aleación tiene algunos poros y el borde superior de la varilla muestra la progresión longitudinal de una fisura; el inicio de otra fisura, la cual progresa hacia el interior de la matriz, se observa abajo en la parte inferior de la varilla (fig. 25a).

Figura 24 – Varilla 27-30 B.62 Observaciones metalográficas de las secciones transversales pulidas y atacadas con una solución acida de percloruro férrico durante 15 s. a: Aleación ternaria intencional con 76 % de cobre, 19,5 % de oro y 4,5 % de plata Se observa la presencia heterogénea de un metal precioso en las superficies, superior e inferior, de la pieza. En el borde superior, se puede distinguir la progresión de dos fisuras progresando hacia el interior de la matriz (ampliación x20) b: Estado metalúrgico final muy deformado Los granos son muy alargados y atravesados por líneas de deslizamiento que se caracterizan por la presencia de estrías (ampliación x100).

376 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Por otra parte, la observación en sección longitudinal de la varilla precisa los gestos llevados a cabo por el artesano. En efecto, el examen indica que la pieza recibió diversas grandes deformaciones por series de martillado alternadas en ambas caras; los bordes laterales no fueron deformados. La cara superior (fig. 25a) sufrió deformaciones más fuertes que se caracterizan por el alargamiento importante de los granos en esta zona específica (fig. 25b). Esta cara, más deformada, presenta igualmente una superficie muy irregular que se manifiesta al nivel de una fisura importante (fig. 25a). La cara inferior, menos deformada, estaba posicionada sobre el yunque. Estas observaciones prueban que estamos probablemente enfrentados a evidencias de un accidente de trabajo durante el proceso de deformación, es decir que el artesano no parece haber aplicado un recocido de recristalización en el momento adecuado. La continuación de la deformación por martillado

Figura 25 – Varilla 27-30 B.62 Observaciones metalográficas de la sección longitudinal pulida y atacada con una solución acida de percloruro férrico durante 15 s. a: Estado metalúrgico final muy deformado que se caracteriza por la orientación y la forma alargada de los granos y los poros (en negro) La cara superior de la pieza recibió deformaciones más fuertes y muestra una superficie muy irregular consecuente al inicio de una fisura que provocó el paro inmediato del trabajo de la pieza (ampliación x5) b: Detalle de la cara superior muy deformada. Los golpes de martillo han sido aplicados perpendicularmente a la superficie (ampliación x20)

377 Carole Fraresso provocó la ruptura de la aleación, la cual se caracteriza por el inicio de una fisura irreversible y, consecuentemente, la interrupción inmediata del proceso de fabricación de la pieza. En fin, las observaciones en secciones, transversal y longitudinal, revelaron la presencia de un metal precioso (oro y/o oro-plata) específicamente localizado, de manera muy irregular, en los bordes de la varilla (fig. 24a). Una segunda serie de análisis puntuales complementada por un análisis de concentración en perfil fueron efectuados con el fin de estudiar la formación de este enriquecimiento en oro y/o oro-plata en la superficie de la pieza (fig. 26). Los resultados revelan un neto enriquecimiento en oro al nivel de la superficie, en paralelo a la disminución respectiva del cobre (fig. 27). Este fenómeno es característico de la técnica de dorado por empobrecimiento de la superficie en cobre o depletion gilding. Esta segunda serie de análisis y exámenes que confirma las observaciones metalográficas, prueba que estamos en presencia de una pieza claramente abandonada durante su fabricación a causa de error o accidente en el proceso. El proceso de dorado por empobrecimiento de la superficie en cobre, que se relaciona con la fabricación de piezas por martillado y tratamientos de recocido en sucesivos, no fue terminado. Aunque sea imposible determinar la forma y la finalidad precisa de este conjunto de piezas es, sin embargo, posible concluir que operaciones de fundición de cobre y aleación (tumbaga) refinados se efectuaban en el taller. Luego, la cadena

Figura 26 – Varilla 27-30 B.62 Observación en microscopia electrónica, en modos de electrones retrodispersados (ampliación x450), acoplado a un análisis de perfil de concentración EDXS. La sección pulida observada pone en evidencia la presencia heterogénea de un metal precioso específicamente localizado en las superficies de la pieza (en blanco) donde se observan microporos (en negro)

378 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Cu Ag Au

90

80 71.3 80,8 70

60 63,3

50 49.3 40 38.5 30,3 % massique 30 23.3 20 15,7 12.2 10 5.2 6.4 3.5 0 048121620242832364044485256606468727680 Profondeur (µm)

Figura 27 – Varilla 27-30 B.62 Perfil de concentración realizado a partir de 53 medidas, a 2 µm de intervalo, desde la superficie hacia la matriz de la aleación. Los resultados muestran un enriquecimiento brusco del oro en la superficie y un empobrecimiento respectivo del cobre. El pico de oro observado a 10 µm de profundidad de la superficie y asociado a la disminución neta del cobre, corresponde a un grano de oro. A partir de 6 µm de profundidad de la superficie, el valor del oro empieza por aumentar en paralelo a la disminución progresiva del cobre. La plata tiene un porcentaje medio bastante constante; aumenta netamente a 2 µm de distancia de la superficie en asociación con el oro; la plata siendo disuelta en el oro.

operativa seguía con operaciones de deformación plástica de pequeños objetos en asociaciones con tratamientos de recocido de recristalización.

3. 5. El material lítico

Un total de 28 objetos líticos, asociados al piso y el relleno de ocupación de la capa 2, se registró en los espacios 27-15 y 27-30 (fig. 28). Pocos objetos han sido formados, es decir, que una forma precisa y destinada a un uso preciso, no ha sido dada (paralepípedos, cilindros, conos, etc.). Ciertas piedras presentan huellas de golpe, otras parecen estar en proceso de fabricación. La mayoría de los estigmas identificados en los objetos resultan de impactos que destacaron esquillas. Otros tipos de huellas resultan de roces; se caracterizan por superficies lisas y planas. Los materiales empleados son rocas duras de origen magmática: andesita, granito y granodiorita (Chinguala et al., 2003: 125).

379 Carole Fraresso

Figura 28 – Material lítico encontrado en las piezas 27-15 y 27-30 Excepto dos posibles martillos y un fragmento de yunque pulido, la mayoría de las piezas no presentan las calidades morfológicas y técnicas requisitas para el trabajo de metales

Entre este conjunto de material lítico, tres grandes categorías de herramientas se reconocen. La primera corresponde a herramientas «activas», es decir de golpe. Se componen de dos martillos pulidos con forma alargada, de los cuales una o las dos extremidades redondeadas presenta(n) huellas de impacto. Notamos que la mayoría de los objetos líticos encontrados en el subconjunto 3 está principalmente constituida por bloques irregulares con huellas de cascos evidentes; estos últimos no entran en la cadena operativa de fabricación de objetos de metal. La segunda categoría de herramienta está representada por la presencia de un solo fragmento de tas (o pequeño yunque) cuya forma original formaba un paralelepípedo, de superficie plana y lisa. Finalmente, la última categoría se compone de objetos planos y más o menos lisos, cuyas superficies presentan evidencias de frotamiento. Este tipo de piezas podría corresponder a pulidores; sin embargo, la morfología de estos últimos no

380 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre responde a los criterios generalmente definidos para estas herramientas (Carcedo, 1992; 1998).

4. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN

Entre 600 y 700 d. C., los artesanos del taller metalúrgico CA-27 de la huaca de la Luna realizaban operaciones de fusión para refinar el cobre y preparar aleaciones tumbaga con el fin de obtener metales con propiedades adecuadas a la fabricación de pequeños objetos de cobre y cobre dorado por martillado. Remodelaciones indican que hubo dos fases continuas de funcionamiento en cada espacio; los espacios 27-15 y 27-30 fueron ampliados; sin embargo, es imposible precisar cuánto tiempo funcionaron.

4. 1. Taller de transformación: actividades de fundición y posfundición

Algunas interrogantes quedan abiertas, particularmente a propósito de las estructuras de hornos y los tipos de moldes utilizados por los metalurgistas mochicas. Los hornos de fusión (fundición) y los hornos de recocido no son aún distinguidos con precisión. Las técnicas del vaciado (con moldes permanentes o de uso único, cera perdida, fundición en arena) para la fabricación de los esbozos o de las piezas tampoco son identificadas. Las actividades de fundición están, por lo tanto, deducidas en el taller por la identificación y caracterización de fragmentos de crisoles, los restos de un horno de fusión circular de estructura simple, pequeñas toberas y también por la presencia de un pequeño lingote y dos esbozos de cobre no aleado remarcablemente limpio. Aunque ningún molde o fragmentos de moldes hayan sido encontrados, este tipo de «herramienta» fue necesariamente utilizada en el taller para la fabricación de los esbozos. Recordemos que los moldes de uso único (arcilla o arena) no dejaban vestigios materiales de manera obligatoria. Asimismo, el artesano puede deshacerse de los fragmentos tirándolos por otro lugar, después del desmolde. Por otro lado, los moldes permanentes no son abandonados por el artesano sino guardados cuidadosamente para futuros usos; y en ciertos casos hasta los acompaña, junto a otras herramientas, en su tumba (Carcedo & Vetter, 2002; Fraresso, 2007). La ausencia de conos de alimentaciones13 puede explicarse, por otra parte, por la práctica del reciclado. Las actividades de posfundición están relacionadas con una segunda categoría de vestigios: hornos o fogones simples de recocido, toberas, caídas y recortes de

13 Los conos de alimentación son los positivos del orifico de entrada por donde fue colado el metal en fusión. Generalmente, tras el desmolde, el cono de alimentación está cortado y reciclado, es decir refundido.

381 Carole Fraresso láminas, fallas de fabricación durante el proceso de deformación plástica y huellas de limaduras que se manifiestan por la presencia de una mancha de sales de cobre oxidado sobre el suelo, sugiriendo la práctica de operaciones repetidas de pulido. El estudio tecnológico indica que operaciones de deformación eran realizadas en este espacio. Se traduce por la puesta en forma de varillas y/o tal vez láminas por series de operaciones de martillado y tratamientos térmicos de recocido en sucesivo para fabricar pequeños objetos, de los cuales ciertos de ellos presentarán un aspecto final dorado. En efecto, las observaciones de la varilla 27-30 B.62 prueba que la técnica del dorado por empobrecimiento de la superficie en cobre, la cual es inherente al proceso de deformación por martillado de aleaciones tumbaga, era utilizada, entre 600 y 700 d.C., en el taller del Núcleo Urbano de la huaca de la Luna. Conviene subrayar que ninguno de los vestigios está relacionado con operaciones de decoración, acabado, ensambladura o reparación. Finalmente, es imposible precisar qué tipo(s) de pieza(s) u objeto(s) eran producidos en este taller. Los objetos acabados (espátula, punta y tumi en miniatura) que se registraron en la zona perturbada por la escorrentía del taller, no son de ninguna manera objetos discriminantes que permiten saber si fueron fabricados localmente o bien importados a este espacio. Es interesante constatar que nos encontramos en el mismo caso de figura que aquel del taller Mochica Tardío de Pampa Grande, para el cual Izumi Shimada señaló que era difícil saber si las últimas etapas de fabricación de las piezas eran realizadas en el taller o en otro lugar (Shimada, 1994; 2001). No conociendo lo(s) tipo(s) de objeto(s) producido(s) en estos talleres, cabe señalar lo siguiente: • Primero, la fabricación de objetos vaciados o de ciertos tipos de piezas no implica necesariamente la realización de una decoración. En efecto, la cadena operativa de fabricación de ciertas piezas también puede terminar con una operación simple de pulido. Es también factible que la realización de las decoraciones y las operaciones de acabado de ciertos objetos de lujo, sean efectuadas por otro grupo de hombres cuyos conocimientos y competencias no serán iguales. El lugar exacto es sin embargo todavía difícil de determinar puesto que ningún taller especializado en este tipo de actividades es conocido. • Hélène Bernier señala la presencia de cuatro categorías de herramientas líticas en el complejo arquitectural CA-37, localizado al sur del complejo CA-27 del Núcleo Urbano (fig. 1). Entre estas categorías de herramientas, dos de ellas podrían entrar en la cadena operativa de fabricación de piezas de metales por deformación (yunque y martillo). Según el trabajo de la autora, actividades relacionadas con la talla de piedras semipreciosas para la fabricación de adornos y mosaicos eran principalmente llevadas a cabo en el taller del complejo CA-37 (Bernier, 2005: 205-207). ¿Sugiere la presencia de herramientas características al oficio de orfebrería en el mismo sitio una coordinación estrecha del trabajo entre diferentes unidades de producción? ¿Ciertas operaciones de deformación específicas (embutido, doblado, repujado, etc.) efectuadas en la fabricación de ciertas categorías de objetos (p.e: orejeras circulares), pudieron haber sido realizadas en paralelo a la elaboración de su mosaico decorativo? No se descarta

382 Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

esta posibilidad técnicamente coherente. El orfebre y el «decorador» pueden juntar sus competencias respectivas en las diferentes fases de fabricación de un objeto sin que rechacemos la posibilidad de que estas dos actividades distintas puedan también ser realizadas por el mismo hombre o grupo de hombres.

4. 2. Discusión

Los artesanos que trabajaban en el taller del Núcleo Urbano de la huaca de la Luna eran especializados en técnicas de fundición y de posfundición pero no necesariamente en el trabajo de un único metal. Los artesanos preparaban cobres bastante purificados, es decir que tienen las buenas calidades requeridas para el trabajo por deformación y aleaciones preciosas tipo tumbaga. Los tipos de competencias pueden dividirse en dos especialidades: el «fundidor», quien puede estar, a la vez, a cargo de la fusión del cobre y operaciones de refinado así como de la preparación de las aleaciones y de las operaciones de vaciado; y el «batidor» quien dará forma a una parte del esbozo o a la totalidad de la pieza por operaciones de deformación: martillado y recocido alternados. La ausencia o presencia de un «decorador» en el taller es difícil de asegurar. Las operaciones de pulido pueden entonces ser realizadas al final de la cadena operativa, por el fundidor o el batidor. A continuación, el estudio del taller metalúrgico 27-30 de la huaca de la Luna indica que no hay una fuerte separación espacial de las diferentes etapas de la cadena operativa; es decir que no parece existir propiamente dicho un taller de fundición, un taller de martillado o un taller de decoraciones y acabados, específicamente dedicados a una sola función tecnológica. Es interesante subrayar que este tipo de organización espacial se observa también en las descripciones del taller de Galindo, localizado en el mismo valle (Bawden, 1996) mientras que una división neta del espacio y de las actividades suelen aparecer en el taller Mochica Tardío de Pampa Grande, localizado más al norte, en el valle de Lambayeque (Shimada, 1994; 2001). ¿Existieron diferentes territorios técnicos regionales o locales? Es difícil responder a esta pregunta en el estado actual de nuestra investigación. Primero, porque ningún estudio aqueometalúrgico similar está disponible; y segundo, porque es aún imposible precisar si una categoría de producto, centrada en la manufactura de objetos específicos (como adornos, objetos ceremoniales, instrumentos de música, herramientas, etc.) pudo haber constituido la marca de una identidad productiva (Pernot, 2006: 15). Sin embargo, existen suficientes índices positivos para continuar en este camino de investigación. Finalmente, las evidencias arqueológicas del Núcleo Urbano del sitio de la huaca de la Luna tienden a mostrar que un sistema de organización artesanal especializado, en el cual diferentes grupos y tal vez corporaciones, de carácter social y religioso, participaban en la representación del poder. En efecto, los diversos trabajos relativos a la organización de varios talleres especializados en actividades de producción diversificada (metalurgia, textil, talla de piedras semipreciosas, fabricación de cerámica fina, fabricación de chicha, etc.) tienden

383 Carole Fraresso a definir un modelo de organización controlado de la producción por las clases dirigentes de esta capital (Chapdelaine, 1997; 2001; Uceda & Armas, 1997; Rengifo & Rojas, 2004; 2008; Uceda, 2004b; Bernier, 2005; 2008). A partir de estos diversos trabajos y su correlación con los resultados del estudio tecnológico del taller metalúrgico CA-27 dos hipótesis surgen. • La primera sería que esta unidad de producción (constituida por los espacios 27-15 y 27-30), la cual no está restringida a una sola función operatoria, estaba a cargo de una sola «dirección»: los ocupantes del complejo residencial CA-27 por ejemplo (Uceda, 2004b). • La segunda hipótesis sería que esta unidad fabricaba semiproductos (láminas por ejemplo) que eran luego transferidos a otro taller, donde operaciones de decoración, ensamblaje y acabado eran realizadas bajo control de «patrones» diferentes (Chardron-Picault & Pernot, 1999: 201). La cuestión de la «dirección» de las actividades artesanales en el sitio de la huaca de la Luna sigue delicada. Las diferentes actividades artesanales organizadas en la ciudad parecen haber sido controladas directamente para y por la élite dirigente de este importante centro ceremonial (Uceda, 2004a). Así, las unidades de producción, organizadas en barrios, dependían quizás de un patronato dirigido por ciertos miembros de la élite, los cuales eran probablemente especializados en un tipo de actividad y solucionaban las decisiones económicas (materiales, productos, cantidades, etc.). No obstante, la presencia de barrios artesanales y la permanencia de las actividades, entre 400 y 900 d. C. podrían igualmente reflejar un control de la producción bajo la forma de corporaciones o guildas de artesanos; es decir, de una producción asegurada por grupos de hombres que se reunían para señalar la potencia de su(s) organización(es) (Pernot, 1998b: 60). Estas hipótesis abren nuevos campos de reflexión sobre la sociedad Mochica, pero subrayan a la vez la necesidad de aportar conocimientos más precisos sobre el mundo artesanal mochica (organización, técnicas, producción) y sobre su evolución cronológica en un mismo lugar.

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IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 389-412 Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Contribución arqueométrica al estudio de las técnicas y de la organización de la producción de cerámica ritual en la sociedad Mochica (150-850 d.C., costa norte del Perú)

Agnès Rohfritsch*

Resumen

Este artículo presenta los primeros resultados del estudio tecnológico de cerámica ritual mochica por medio de análisis de laboratorio. Esta investigación subraya la importancia de referirse, en la interpretación de los datos arqueométricos, a la información disponible sobre los contextos de producción antiguos (talleres), así como a los datos etnográficos. Por otra parte, tiende a demostrar que la cerámica ritual mochica, lejos de ser el resultado de una concepción técnica única, pudo ser producida a partir de varios procesos técnicos, pero con un mismo afán estético.

Palabras clave: cerámica, técnicas de fabricación, arqueometría, Mochica, Perú

Contribution archéométrique à l’étude des techniques et de l’organisation de la production de céramique rituelle dans la société Mochica (150-850 ap. J.-C., côte nord du Pérou)

Résumé

Dans cet article, sont présentés les premiers résultats de l’étude technologique de céramiques rituelles mochicas par le biais de méthodes de laboratoire. Cette recherche souligne la nécessité de prendre en compte, dans l’interprétation des données archéométriques, les informations disponibles dans le

* Doctorante. Institut de Recherche sur les Archéomatériaux - Centre de Recherche en Physique Appliquée à l’Archéologie (UMR 5060, CNRS - Univ. Bordeaux 3), Pessac - France. E-mail: [email protected]

389 Agnès Rohfritsch répertoire archéologique (fouilles d’ateliers), ainsi que celles fournies par le répertoire ethnographique. D’autre part, elle tend à démontrer que la céramique rituelle mochica, loin d’être le fruit d’une conception technique unique, a pu être produite à partir de procédés techniques variés visant à un objet identique sur le plan esthétique.

Mots clés : céramique, techniques de fabrication, archéométrie, Mochica, Pérou

Archaeometric contribution to the study of ritual ceramic production techniques and organization in the Moche society (150-850 A.D., north coastal Peru)

Abstract

In this article, we will discuss the first results of a technological study of Moche ritual ceramics by the means of laboratory methods. This research underlines the importance of taking into account the information available in the archaeological record (excavation of workshops), and those provided by the ethnographic survey in the interpretation of the archeometric data. In addition, this work tends to show that Moche ritual ceramics, far from being the result of a single technical concept, could be produced through different technical processes, often leading, from an aesthetic point of view, to similar results.

Key words: ceramic, fabrication techniques, archaeometry, Moche, Peru

INTRODUCCIÓN

La costa norte del Perú entregó numerosos vestigios cerámicos que testimonian de la larga y compleja ocupación de esta región durante el periodo Mochica. El interés provocado por estos objetos se orientó, en primer lugar, hacia aspectos estilísticos, cronológicos e iconográficos, lo que permitió definir los grandes rasgos de esta cultura, su secuencia de ocupación1, así como su sistema simbólico. Actualmente, el estudio de la producción cerámica y de la producción de objetos artesanales en general, se abre a nuevas perspectivas con la aparición de nuevos interrogantes sobre la organización de esta sociedad compleja. Desde los años 1990, se sabe que la sociedad mochica no era organizada alrededor de un centro político único, sino que hubiera sido compuesta, en realidad, por varias organizaciones políticas independientes (Castillo & Donnan, 1994; Castillo & Uceda, 2008). En este marco, el estudio de la producción de ciertos objetos puede ser una herramienta poderosa para identificar las características técnicas de los diferentes grupos que formaron esta sociedad, especialmente en el caso de los objetos ceremoniales, que tienen una implicación directa en el proceso

1 Gracias a los estudios llevados a cabo, dos secuencias cronológicas fueron propuestas: una secuencia en cinco fases (Mochica I a V) para el territorio Mochica Sur (Larco, 1948), y una secuencia en tres fases (Mochica Temprano, Medio y Tardío) para el territorio Mochica Norte (Castillo & Donnan, 1994).

390 Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica de materialización de la ideología de una elite (Peregrine, 1991; DeMarrais et al., 1996). En esta perspectiva, enfocaremos nuestro discurso sobre las cerámicas definidas como «rituales», definir cuál función está directamente relacionada con la práctica de ceremonias religiosas y/o funerarias, en contraste con las cerámicas «domésticas» que son utilizadas en las actividades de la vida cotidiana. En este artículo, examinaremos, en primer lugar, los datos proporcionados por la excavación de contextos de producción de cerámica mochica y por los estudios etnográficos de comunidades alfareras actuales. En segundo lugar, expondremos los primeros resultados del estudio tecnológico de cerámicas mochicas de los valles de Jequetepeque y Chicama por medio de unos análisis arqueométricos.

1. LOS CONTEXTOS DE PRODUCCIÓN

El primer descubrimiento de un taller de producción de cerámica mochica fue identificada por Bawden en el sitio de Galindo (Bawden, 1982; 1996: 97-101). Las excavaciones revelaron un taller de pequeño tamaño que funcionó durante la fase Mochica V. Los objetos producidos son de diversos tipos: figurinas, cántaros con cara-gollete, botellas de doble cuerpo, vasijas templadas para almacenar y cocinar, etc... Según Bawden, estas vasijas se cocían en un pozo abierto que producía una atmósfera de cocción parcialmente reducida, antes de ser empleadas como objetos utilitarios en los alrededores directos del sitio. Sin embargo, el autor considera también un posible comercio a más larga distancia. En cuanto a la identidad de los artesanos que producían estos objetos, parece que su posición social haya sido poco elevada y nada nos lleva a pensar que su trabajo estaba supervisado o controlado por autoridades gobernantes (Bawden, 1982). En el sitio de las huacas de Moche, las primeras evidencias de un taller de producción de cerámica utilitaria fueron descubiertas en las laderas del Cerro Blanco (Topic, 1977). A estas primeras evidencias se agregaron los talleres alfareros identificados al principio de los años 1990 en la zona urbana (Armas et al., 1993; Uceda & Armas, 1997). Estos talleres, que se sitúan a aproximadamente a 150 m de la Plataforma I de la huaca de la Luna, se componen de tres niveles de ocupación, todos pertenecientes a la fase Mochica IV. Los autores señalan la presencia de zonas de combustión, moldes y matrices de moldes, cerámica cruda, cocida o deformada por la cocción, metates y manos de moler, y grandes tinajas para almacenar, lo que no deja ninguna duda sobre la función de este espacio. Como en el taller de Galindo, una amplia gama de objetos era producida (figurinas, silbatos, sonajeros, ocarinas, jarras, crisoles, aplicaciones, pendientes, piruros, etc.), pero en contraste con este último, la gran mayoría de los objetos producidos en el taller de huacas de Moche son de uso ritual. En Pampa Grande, en el valle de Lambayeque-La Leche, Shimada (1994a) identificó algunas evidencias de producción cerámica que correspondían a la fase Mochica V, entre ellas fragmentos de moldes, pulidores de piedra, ollas aparentemente sin uso y huellas de combustión (cenizas y carbones). Las formas producidas eran diversas (platos, tazones, floreros, ollas de cuello estrecho, botellas de asa estribo

391 Agnès Rohfritsch y discos perforados) y se caracterizan por una cocción en atmósfera reductora. Shimada, basándose en la limitada distribución y cantidad de cerámicas de pasta negra (reducida) en Pampa Grande, sugiere que la producción de este taller respondía solamente a la demanda del sitio. En el valle de Chicama, Glenn Russel y su equipo (Russel et al., 1994; Russel & Jackson, 2001) excavaron un amplio taller que se extiendía sobre una superficie de aproximadamente 9 000 m2, con una densa zona de desechos en el centro (aprox. 5 000 m2). Este taller funcionó durante la fase Mochica IV y corresponde, según los fechados realizados por C14 (Attarian, 1996: 15-16), a una sola fase de ocupación. Las estructuras de cocción identificadas son de tipo pozo abierto y mostraban a veces evidencias de muros de dos o tres hileras de adobes que circundaban la estructura. También se encontró lo que los autores llamaron un «horno de simple cámara», pero la descripción de este quedó muy somera (Russel & Jackson, 2001: 164). Una vez más, los objetos producidos eran de varios tipos: instrumentos de música, piruros, figurinas, floreros, cántaros, cuencos, ollas de cuello evertido, jarras, ralladores, botellas de un solo gollete, etc. Sin embargo, como en el taller de la zona urbana de huacas de Moche, la gran mayoría de los objetos producidos parecen de uso ritual (Russel & Jackson, 2001: 165) y la proximidad de este taller con el sitio de Mocollope, un importante centro cívico y ceremonial mochica que se sitúa aproximadamente a 1,5 km, sugiere que la producción de Cerro Mayal respondía a la demanda de los habitantes y visitantes de Mocollope (Russel et al., 1994: 206). Por otra parte, la presencia de un área residencial adyacente al taller y en donde se encontraron moldes, lleva a pensar que Cerro Mayal constituía un amplio conjunto en el cual los alfareros vivían y trabajaban (Russel et al., 1994: 209; Russel & Jackson, 2001: 165). Por último, en el valle de Santa, Wilson menciona la presencia de moldes en un posible taller alfarero de la fase Mochica IV en Pampa de los Incas (Wilson, 1988: 211). Las excavaciones en estos diversos contextos de producción no nos permiten reconstituir en su totalidad la cadena operatoria de la producción cerámica en la época mochica; sin embargo nos proporcionan cierta información. El cuadro siguiente presenta los diferentes elementos encontrados en estos talleres con respecto a las diferentes etapas de fabricación de los objetos (cuadro 1). Sobre la primera etapa, que corresponde a la preparación de la pasta, no disponemos de mucha información. Sin embargo, la presencia de metates y manos de moler en el taller de las huacas de Moche indica el molido de las materias primas (de la arcilla y/o del temperante). Por otra parte, los fragmentos de arcilla cruda descubiertos en este taller, y su comparación por activación neutrónica con arcillas procedentes de los alrededores del sitio, indican que estas materias primas son de procedencia local (Chapdelaine et al., 1995; 2001). La etapa de fabricación más documentada por la excavación de contextos de producción es sin duda la elaboración de las vasijas y su decoración. Se nota

392 Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Cuadro 1 – Síntesis de las diferentes herramientas y estructuras encontradas en talleres de producción de cerámica mochica en relación con las diferentes etapas de la cadena operatoria

Preparación de Elaboración y Cocción Taller la pasta decoración Estructuras Combustible - moldes y matrices de Huacas de - metates y moldes Moche manos de moler - plato de alfarero (?) - pozo (Armas et al., - grandes tinajas - pulidores de piedra y abierto 1993; Uceda & (para almacenar alisadores de madera. Armas, 1997) agua ?)

Pampa de los Incas - moldes (Willson, 1988: 211) - pozo Cerro Mayal abierto - algarrobo (Russel et al., - moldes - horno - cola de 1994; Russel & - pulidores de simple caballo Jackson, 2001) cámara Galindo - leña - pozo (Bawden, 1982; - moldes - estiércol abierto 1996: 97-101) de llama

la presencia de moldes, o fragmentos de moldes, en todos los talleres, lo que confirma el uso extendido de esta técnica y su desarrollo durante la época Mochica (Donnan, 2004). Sin embargo, no significa que la elaboración de estos objetos se hacía sistemáticamente por moldeado. Técnicas como la compresión digital, el enrollado y el enchapado no pueden ser descartadas. Desgraciadamente, estas técnicas, que generalmente no necesitan ninguna herramienta específica, dejan pocas huellas en el registro arqueológico. Además de ser utilizados para confeccionar el cuerpo de las vasijas, los moldes también podían ser usados para decorar parte de la vasija, como en el caso de los cántaros con cara-gollete (una buena ilustración de este proceso puede consultarse en Anders et al., 1994: 257, fig. 10). En el taller de las huacas de Moche, los investigadores encontraron un objeto singular que fue interpretado como un plato de alfarero. Pero la forma de este objeto, que corresponde a un plato semicircular perforado de dos huecos, se aleja bastante de la forma tradicional de los platos de alfarero (plato circular de superficie plana o cóncava y base convexa para permitir la rotación), lo que hace problemática la interpretación de este objeto. En Pampa Grande, Shimada también encontró platos de cerámica negra con base ligeramente convexa que interpretó como posibles platos de alfarero (Shimada, 1994a: 194-195). En este caso, la interpretación parece más convincente, aunque el autor no señala ninguna

393 Agnès Rohfritsch evidencia del uso de estos objetos como platos de alfarero, como por ejemplo el deterioro de la base por la rotación. En lo que se refiere a la última etapa de fabricación de los objetos, es decir la cocción, la mayoría de los contextos de producción de cerámica de época mochica atestiguan del empleo de formas de cocción generalmente calificadas de «primitivas», como la cocción en pozo abierto. Este tipo de estructura de cocción fue encontrado en Cerro Mayal, en las huacas de Moche y en Galindo. Sin embargo, nos parece importante señalar que las excavaciones conducidas por Shimada en Batán Grande (Shimada et al., 1994) demuestran que la cocción en horno era conocida y empleada en el periodo Formativo2. No se puede excluir, entonces, que los alfareros mochicas hayan empleado también este tipo de cocción. Como lo hemos visto previamente, Russel & Jackson (2001) mencionan la presencia de un horno de cámara entre las estructuras de cocción descubiertas en Cerro Mayal, pero sin dar más precisiones sobre el funcionamiento de esta estructura. Una de las principales ventajas de la cocción en horno, en comparación con la cocción en área abierta o en pozo, es un mejor control de la atmósfera durante el proceso de cocción. Con respecto a este tema, la hipótesis de una solución intermedia entre la cocción en pozo abierto y la cocción en horno que proponen Anders et al. (1994: 261-262) acerca de la elaboración de cerámicas del Horizonte Medio en Maymi es particularmente interesante. En este taller, donde las estructuras de cocción descubiertas corresponden a pozos de combustión que miden aproximadamente 3 m de diámetro por 40 cm de profundidad, los autores consideran dos posibles formas de cocción. La primera, que podemos calificar de «clásica» para este tipo de estructura, consiste en colocar las vasijas directamente en contacto con el combustible (cocción mixta). La segunda, calificada de cocción indirecta o por «emuflado» (Anders et al., 1994: 261), consiste en colocar las vasijas primero y después cubrirlas completamente con grandes tiestos, lo que permite aislar las vasijas del combustible. La cocción se hace de manera progresiva, aumentando poco a poco la cantidad de combustible. Como lo subrayan los autores, esta técnica permite obtener un mejor control de la atmósfera de cocción y conduce a una oxidación perfecta de las vasijas (Anders et al., 1994: 262). Por otra parte, los carbones encontrados en estas diversas estructuras de cocción nos informan sobre la naturaleza de los combustibles empleados. En Batán Grande y en Cerro Mayal (Shimada et al., 1994: 78; Russel et al., 1994: 211), el examen de los carbones de madera demostró el uso de algarrobo (Prosopis pallida), árbol o arbusto espinoso que, en el Perú, se encuentra en los desiertos de la costa norte

2 En Batán Grande, en el valle de Lambayeque-La Leche, Shimada encontró 57 hornos de alfareros, repartidos sobre cuatro niveles de ocupación. Se trata de hornos semisubterráneos que se componen de un espacio donde se colocan las cerámicas (cámara de cocción), y de un espacio para el combustible (fogón). La cámara de cocción está cubierta por una bóveda de arcilla y tiene una apertura en su extremidad que sirve como chimenea. Las experimentaciones de cocción efectuadas por Shimada y su equipo han demostrado que estos hornos permiten alcanzar una temperatura máxima de más o menos 800° C (Shimada et al., 1994: 102).

394 Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica entre 0 y 1500 m de altura. También llamado «árbol multifunción», el algarrobo es todavía usado hoy en día. Considerado como un combustible de muy buena calidad, su madera muy resistente hace también de él un excelente material de construcción (Moutarde, 2006: 126). En el sitio de Cerro Mayal, Russel et al. (1994: 211) identificaron también una planta conocida como «cola de caballo» (Equisetum giganteum). Anders et al. (1994: 262) han postulado igualmente su utilización en el sitio de Maymi. Según estos autores, esta planta podría haber servido como combustible de rápida quema durante la última etapa de lo que describieron como cocción indirecta, a fin de obtener una atmósfera perfectamente oxidante, evitando así la formación de manchas por una mala oxidación de las paredes. En el taller de Galindo, Bawden señaló la presencia, además de leña, de una gran cantidad de estiércol de llama y postuló que se utilizaba como combustible para la cocción de las vasijas (Bawden, 1996: 98). Tratándose de la organización de la producción, podemos constatar que todos estos talleres se caracterizan por la fabricación de una amplia gama de objetos de cerámica. Ninguno, en efecto, parece testimoniar de una producción especializada dedicada a la fabricación de un tipo particular de objeto o de forma. Sin embargo, en Cerro Mayal y en la zona urbana de las huacas de Moche, observamos que la mayoría de los objetos producidos eran de uso ritual (instrumentos de música, figurinas, platos para el servicio ritual, etc.), aunque también se producía en estos talleres cerámicas de uso doméstico (ollas, jarras, cántaros, vasijas templadas para almacenar y cocinar, platos, ralladores, etc.). Esta fuerte proporción de objetos rituales sugiere que la producción de estos dos talleres era destinada a responder a la demanda generada por las actividades rituales que se desarrollaban en los dos centros administrativos y religiosos localizados en los alrededores. El taller de las huacas de Moche, está ubicado a solo unos metros de una de las principales estructuras ceremoniales del sitio (la huaca de la Luna). Esta proximidad constituye, en la opinión de algunos, una indicación clara de una supervisión de la producción por altos dirigentes mochicas, considerando así los alfareros que trabajaban en este taller como artesanos especializados afiliados a la elite gobernante (Rengifo & Rojas, 2008: 335 ; Bernier, 2008: 43). En el caso de Cerro Mayal, en cambio, el taller se encuentra un poco al margen del centro ceremonial asociado (Mocollope). Ni el área del taller, ni el área residencial asociada presentan evidencia de ocupación por una elite o de función ceremonial, y ninguna estructura parece restringir el acceso al taller. Para Russel et al. (1994) aunque la supervisión de las elites pudiera haber desempeñado un papel en la producción de ciertas formas fabricadas en el taller, nada permitía afirmar que la producción haya sido directamente ligada a la clase gobernante bajo la forma de un taller dependiente (Russel et al., 1994: 221).

395 Agnès Rohfritsch

2. APORTES DE LA ETNOGRAFÍA AL ESTUDIO DE LA PRODUCCIÓN DE CERÁMICA PREHISPÁNICA

Desde mucho tiempo atrás, arqueólogos y etnógrafos se han interesado en el estudio de comunidades alfareras actuales a fin de entender mejor la producción antigua. La mayoría de los trabajos realizados han versado sobre la costa norte, y especialmente la región de Piura (Camino, 1982; 1989; Sabogal Wiesse, 1982; Bankes, 1985; Monzon, 1991; Shimada, 1994b), la sierra central (Lavallée, 1967; Donnan, 1971; Arnold, 1972; 1975; Pozzi-Escot et al., 1993; Druc, 1996; 2000; Ramon Joffré, 1999) y la sierra sur (Tschopik, 1950). Los objetos producidos por estas comunidades son principalmente cerámicas utilitarias (ollas, cántaros, tinajas…) y las técnicas y los modos de producción empleados para su fabricación probablemente son muy diferentes de los que fueron utilizados para la fabricación de cerámica ritual durante la época prehispánica. Sin embargo, estas investigaciones tienen el mérito de subrayar la existencia de tradiciones cerámicas propias a ciertas regiones, como por ejemplo el uso extendido del paleteado en la costa norte, mientras que el plato de alfarero domina en las regiones sureñas (Ramon Joffré, 1999: 239-243; 2008). En cierta medida, esta repartición regional de los estilos técnicos parece ser un reflejo de tradiciones antiguas (Tschopik, 1950; Bankes, 1985). Estos estudios etnográficos también demostraron la importancia de tomar en cuenta los aspectos ecológicos que influencian la producción cerámica (Shimada, 1985; Druc, 1996). La tecnología y los modos de producción en una sociedad no solo dependen de la forma de organización social y política, sino también de la influencia del medio ambiente. Tratándose de las técnicas de fabricación, varios estudios subrayan una diferencia, entre las comunidades serranas y costeñas, en el proceso de preparación de la pasta. La mezcla de arcillas muy plásticas con arcillas más arenosas para introducir temperante se encuentra con más frecuencia en las comunidades serranas (Litto, 1976; Ravines, 1978; 1989; Druc, 1996; Ramón Joffré, 1999), mientras que la mezcla de arcilla con arena es más común en la producción costeña (Litto, 1976; Ravines, 1978; Shimada, 1994b). La influencia del medio ambiente se observa también al nivel de la organización de la producción. Como lo enfatiza Dean Arnold (Arnold, 1985: 90), el ambiente árido y la ausencia casi total de lluvia que caracterizan la costa norte peruana constituyen sin duda un factor determinante en la organización de la producción cerámica en esta región. En contraste con las zonas serranas, donde la alternación entre una temporada seca y una temporada húmeda obliga a los alfareros a dejar su actividad parte del año3, la aridez de la zona costanera brinda la oportunidad de producir vasijas a lo largo del año. Estas condiciones climáticas, entonces,

3 En Santo Domingo de los Olleros, en la sierra central, la temporada de lluvias (entre noviembre y abril) está marcada por importantes modificaciones en la organización de la comunidad, con la interrupción de la actividad alfarera y la partida de los ganaderos que bajan hacia la zona costeña (Ramón Joffré, 1999: 218).

396 Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica proporcionan un marco ideal para el desarrollo de una especialización cerámica a tiempo completo.

3. EL ESTUDIO TECNOLÓGICO DE LOS OBJETOS PRODUCIDOS

Como lo hemos visto más arriba, el estudio de los vestigios arqueológicos relacionados con la producción de cerámica es esencial para formarse una primera idea de la tecnología empleada y de la organización de esta producción. En cuanto al estudio de datos etnográficos en una perspectiva etnoarqueológica, aunque nos proporcione cierta información que complementa los datos arqueológicos, contribuye más bien a orientar los interrogantes arqueológicos que a resolverlos. Finalmente, el estudio tecnológico de los objetos producidos, por medio de métodos de laboratorio, tiene la ventaja de permitir un estudio más profundo de la naturaleza de los materiales empleados y de las técnicas que se usaron para transformarlos. Este estudio técnico de cerámica ritual mochica por medio de métodos de laboratorio se está realizando actualmente. No pretendemos presentar de manera exhaustiva los resultados obtenidos, sino más bien señalar ciertos datos que parecieron particularmente interesantes desde el punto de vista tecnológico y que contribuyeron a orientar el desarrollo de este estudio.

3. 1. Material estudiado y métodos de análisis

En este trabajo, presentaremos los primeros resultados de análisis arqueométricos conducidos a partir de fragmentos de cerámicas mochicas procedentes de los valles de Jequetepeque y Chicama. Estos fragmentos son de cerámicas rituales que se caracterizan por su fuerte valor simbólico. Un primer grupo de 12 muestras se compone de vasijas que pertenecen a las fases más antiguas de la secuencia de ocupación mochica. Abarca fragmentos de cerámica Mochica Temprano de Dos Cabezas y de cerámica Mochica I-II del sitio El Brujo (fig. 1). Estos fragmentos corresponden a botellas de asa estribo representando en tres dimensiones animales o seres humanos, así como creaturas antropomorfas o zoomorfas. Un segundo grupo abarca 24 muestras de cerámica Línea Fina procedente de San José de Moro y Pacatnamú (fig. 2). Estas vasijas, que son típicas del Mochica Tardío en el valle de Jequetepeque, son botellas de asa estribo adornadas con una decoración pintada compleja que representa de manera detallada diferentes ceremonias o actividades rituales de la cultura Mochica (Donnan & McClelland, 1999). La mayoría de las muestras analizadas fueron extraídas de cerámicas ya fragmentadas para las cuales era posible, sin embargo, identificar la forma original a partir de los fragmentos. El hecho de trabajar a partir de tiestos, y no de objetos completos, nos permitió librarnos de la obligación de recurrir a métodos de análisis no destructivos o de realizar muestras de muy pequeñas dimensiones, las cuales, en el caso de la cerámica, pueden plantear problemas de representatividad de la muestra con respecto al objeto del cual proviene.

397 Agnès Rohfritsch

Figura 1 – Fragmentos de cerámica Mochica Temprano de Dos Cabezas (izquierda) y de cerámica Mochica I-II de El Brujo (derecha)

Figura 2 – Fragmentos de cerámica Mochica Tardío tipo Línea Fina procedentes de San José de Moro (izquierda) y de Pacatnamú (derecha)

398 Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Los métodos de análisis utilizados incluyen observaciones en microscopia óptica de secciones pulidas para caracterizar la textura de las pastas (color y porosidad, formas, dimensiones, composición mineral de las arcillas y repartición del temperante, técnicas de decoración). Estas fueron complementadas por observaciones con un microscopio electrónico de barrido (MEB), acoplado a un sistema de espectrometría de rayos X en dispersión de energía (EDS) para efectuar también unos análisis semicuantitativos de las concentraciones de elementos mayores y menores de los diferentes constituyentes de las cerámicas (pasta, engobe, pintura4). La difracción de rayos X fue utilizada para la determinación de la composición mineralógica de las muestras, que nos proporcionaba informaciones sobre las técnicas de cocción. En efecto, se sabe que, durante la cocción de una cerámica, se producen transformaciones de fases cristalinas bajo el efecto del calor (Périnet, 1960; Peters & Iberg, 1978; Maggetti, 1982). El estudio de estas fases cristalinas permite, entonces, estimar a qué temperatura fue sometida una vasija. Generalmente se trata de la «temperatura de cocción equivalente», es decir la temperatura de cocción que, mantenida durante una hora, habría producido sobre una cerámica cruda efectos similares a los que se observan sobre el tiesto que se analiza (Picon, 1973; Tite, 1999). Los datos sobre la composición cristalográfica fueron complementados por observaciones en microscopia electrónica de barrido a importantes aumentos (x900 y x2000) a fin de observar la microestructura de la matriz arcillosa. De hecho, las transformaciones de esta microestructura durante la cocción, con una vitrificación progresiva de la fracción arcillosa y una modificación de la porosidad, proporcionan también información sobre las temperaturas de cocción (Maniatis & Tite, 1981). Sin embargo, hay que recordar que la temperatura alcanzada no es el único aspecto que permite explicar el resultado obtenido. La naturaleza de los materiales empleados (composición mineralógica y química), la granulometría de los componentes, la curva de subida de temperatura, así como el cambio de atmósferas durante la cocción también son factores sumamente importantes (Echallier, 1984).

3. 2. Primeros resultados

Las observaciones de 36 secciones revelan, en la mayoría de las muestras, un temperante fino (partículas inferiores a 500 µm) y abundante (entre 20 y 40 %).

4 Para describir las diferentes capas de decoración de las vasijas de este estudio, hemos seguido la terminología propuesta por M. Picon (Picon, 1973) para la distinción entre engobe y pintura. Este autor propone diferenciar estos dos elementos no por la naturaleza del material empleado (barbotina/pigmentos), sino por su utilización en la organización del decorado. Entonces, hablaremos de engobe para designar una capa que cubre la totalidad de la vasija, formando así el fondo de la decoración. En cambio, hablaremos de pintura para las capas que constituyen el motivo de esta decoración.

399 Agnès Rohfritsch

Este temperante es únicamente de naturaleza mineral (no temperante vegetal) y se compone principalmente de cuarzos y feldespatos. Sobre los colores de pasta, las cerámicas del periodo inicial pueden dividirse en tres grupos: las cerámicas de pasta negra, las cerámicas de pasta roja y las de pasta blanca (fig. 3). El análisis químico (EDS) de la fracción fina (matriz arcillosa) indica una concentración de calcio (CaO) mucho más elevada en las cerámicas de pasta blanca (aprox. 20 %), lo que sugiere el uso de arcillas calcáreas para la fabricación de estas vasijas (fig. 4).

Figura 3 – Observaciones en microscopia óptica de las secciones de vasijas de pasta roja, negra y blanca de Dos Cabezas (arriba) y El Brujo (abajo)

Figura 4 – Diagrama ternario de las concentraciones de calcio (CaO),

hierro (Fe2O3) y silicio (SiO2) de las muestras analizadas Se nota una proporción de CaO mucho más alta para los dos fragmentos de cerámica de pasta blanca de Dos Cabezas (DC-MT-03) y El Brujo (BR- MT-12)

400 Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Desde el punto de vista tecnológico, las cerámicas calcáreas son muy interesantes porque su cocción solo se puede hacer a baja temperatura o, al contrario, a una temperatura bastante alta (Picon, 1992: 117). Eso proviene de que las arcillas calcáreas contienen carbonatos de calcio que, a partir de 650-700° C, empiezan a descomponerse para dar lugar a la formación de cal (Peters & Iberg, 1978 ; Maggetti, 1982). Si la cocción sigue hasta una temperatura suficiente, la cal se recombina con los componentes de la arcilla para formar aluminosilicatos de calcio o silicatos de calcio/ magnesio que quedan estables después de la cocción. Si, al contrario, la cocción no sigue hasta una temperatura suficiente, la cal se retransforma en carbonato de calcio, un fenómeno que se acompaña de un fuerte aumento de volumen, lo cual puede ocasionar daños a las vasijas. En el caso de una cocción a muy baja temperatura, no existe ningún riesgo puesto que la calcita original no se descompone. Ahora bien, los dos fragmentos de cerámica de pasta blanca de Dos Cabezas y El Brujo presentan las características de una cocción a alta temperatura. Los resultados del análisis por difracción de rayos X de la muestra DC-MT-03 indica la presencia de fases minerales que se forman a alta temperatura como el diópsido, que empieza a formarse a partir de 800-850° C, y la wollastonita, que aparece a partir de 850-900° C (Peters & Iberg, 1978). Se nota también la presencia de feldespatos tipo plagioclasas que podrían corresponder a la anortita, otro mineral que se forma a alta temperatura en las arcillas calcáreas. La gehlenita, en cambio, no es detectada, lo que podría indicar una temperatura superior a 950° C, temperatura a partir de la cual este mineral se descompone (fig. 5). Además, la observación de la microestructura de estas dos muestras en MEB (fig. 6) muestra un nivel de vitrificación de las pastas que sugiere una temperatura al menos superior a 850° C (Maniatis & Tite, 1981).

Figura 5 – Difractógrama de rayos X de la muestra de cerámica calcárea DC-MT-03 Qtz: cuarzo; Fd: feldespato; Pg: plagioclasa; Kfd: feldespato potásico; Di: diópsido; Wo: wollastonita

401 Agnès Rohfritsch

Figura 6 – Observaciones en MEB de la microestructura de las muestras de pasta blanca BR-MT-12 (izquierda) y DC-MT-03 (derecha) Se nota una vitrificación extendida de la pasta con la presencia de poros finos

En cambio, las cerámicas de pasta roja y de pasta negra no presentan ninguna vitrificación de pasta y la presencia de granos de calcita primaria en ciertas muestras (DC-MT-02, BR-MT-04 et BR-MT-08) sugiere temperaturas de cocción inferiores a 700-750° C. Sobre las técnicas de decoración, aparte de las cerámicas calcáreas que tienen una pasta blanca, otros fragmentos presentan igualmente una superficie blanca (DC-MT-04, BR-MT-04 y BR-MT-08). En sección, se observa cómo este color es obtenido por la aplicación de un engobe blanco (fig. 7a y d) sobre el cual se puede aplicar una pintura roja para formar el motivo (fig. 7a). En el caso de la muestra DC-MT-03, en cambio, la pintura roja fue aplicada directamente sobre la pasta blanca, sin necesitar un engobe previo (fig. 7c). También existen decoraciones con motivos blancos sobre fondo rojo. En este caso, la pintura blanca se aplicó sobre una pasta roja (fig. 7b). Según los análisis de la composición química de estas capas de decoración, en el engobe blanco de la muestra BR-MT-08 y en la pintura blanca de la muestra BR-MT-11, se nota una fuerte proporción de silicio (SiO2), aluminio (Al2O3) y calcio (CaO). La concentración de estos elementos sugiere, como en el caso de las pastas blancas, el uso de una arcilla calcárea. Al igual, el engobe blanco de la muestra DC-MT-04 tiene un contenido importante en estos elementos, pero se nota también una alta proporción de azufre (aprox. 10 %). En este caso, es posible que el calcio y el azufre sean presentes en la forma de 5 sulfatos de calcio, lo cual podría explicarse por la presencia de yeso (CaSO4) . El uso de este material es conocido como carga en las pinturas murales mochicas de la huaca de la Luna, en el valle de Moche (V. Wright, comunicación personal). Las pinturas rojas de las muestras BR-MT-08 y DC-MT-03 se caracterizan por concentraciones de calcio (CaO) mucho más bajas que en los engobes (< 10 %), y por porcentajes de alcalinos (Na2O et K2O) más altos. En la pintura de la muestra DC-MT-03, este porcentaje sobrepasa 10 % de CaO.

5 Los análisis de este engobe por espectrometría Raman permitirán determinar si se trata o no de sulfatos de calcio y, en caso afirmativo, de qué naturaleza son.

402 Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Figura 7 – Observaciones en sección de diferentes técnicas de decoración de cerámicas de Dos Cabezas y El Brujo a: BR-MT-08. Pintura roja sobre engobe blanco; b: BR-MT-11. Pintura blanca sobre pasta roja; c: DC-MT-03. Pintura roja sobre pasta blanca; d: DC-MT-04. Engobe blanco sobre pasta rosada

En cuanto a las cerámicas Línea Fina de San José de Moro y Pacatnamú, presentan, en sección, colores de pasta bastante características de este grupo, con un margen interno de color gris y un margen externo de color rojo a anaranjado (fig. 8). Estos colores son característicos de una cocción en atmósfera reductora seguida de un enfriamiento rápido en atmósfera oxidante (Rye, 1981: 115-117). Se trata de vasijas de forma muy cerrada, lo que favorece un fenómeno de oxidación que se produce desde la pared externa hacia la pared interna, y no desde las paredes internas y externas hacia el centro como en el caso de las vasijas de forma abierta (Picon, 1973). También se nota que este grado de oxidación varía de una muestra a otra. Estas diferencias son relacionadas con la velocidad de enfriamiento de las vasijas después de la cocción. Cuanto más rápido es el enfriamiento, más delgada es la zona oxidada. Según Rye (1981: 118), la presencia de esta zona oxidada adyacente a la superficie es característica de una cocción en área abierta o en pozo seguida de un enfriamiento muy rápido al aire libre. Las observaciones de la microestructura de estas muestras en MEB revelan diferentes grados de vitrificación, que se extienden de una vitrificación inicial hasta

Figura 8 – Observaciones en microscopia óptica de las secciones de vasijas Línea Fina de San José de Moro

403 Agnès Rohfritsch una vitrificación continua con la formación de poros finos a medios (fig. 9). Estas diferentes microestructuras indican temperaturas de cocción que se escalonan entre 750-800° C (vitrificación inicial) y 900-1000° C (vitrificación continua con poros medios) (Maniatis & Tite, 1981).

Figura 9 – Observaciones en MEB (imágenes BSE) de la microestructura de cerámicas Línea Fina de San José de Moro (a, b y c) y Pacatnamú (d) a: Vitrificación extendida; b: Vitrificación continua con poros finos; c: Vitrificación continua con poros finos; d: Vitrificación continua con poros medios

Sobre las técnicas de decoración, las vasijas Línea Fina son sistemáticamente cubiertas de un engobe blanco, sobre el cual se aplica una pintura de color rojo a negro (fig. 10). Los primeros datos que tenemos sobre la naturaleza de estos engobes indican altas concentraciones de silicio (SiO2), aluminio (Al2O3) y calcio (CaO), lo que sugiere, como en el caso de las muestras más tempranas, el uso de arcillas calcáreas para su elaboración. En cuanto a las pinturas que forman el motivo de la decoración, se componen principalmente de silicio (SiO2), aluminio

(Al2O3) y hierro (Fe2O3) (fig. 11). Esta composición evidencia el uso de óxidos de hierro como pigmento, y su probable mezcla con una arcilla muy diluida (fuerte proporción de silicio y aluminio). Según los análisis efectuados por Chapdelaine et al. (1997), el mismo proceso se empleaba en la preparación de engobes blancos y rojos de cerámicas de la fase IV procedentes del sitio huacas de Moche.

404 Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Figura 10 – Observaciones en sección de las técnicas de decoración de cerámicas Línea Fina de San José de Moro

Figura 11 – Histograma de composición elemental (% de óxidos) de las decoraciones de cerámicas Línea Fina de San José de Moro Los histogramas blancos corresponden a los engobes y los histogramas grises a las pinturas

4. DISCUSIÓN Y PERSPECTIVAS

La proporción de temperante observada en las cerámicas de este estudio (> 20 %) y su naturaleza (gran cantidad de cuarzos) sugieren la incorporación de arena a la arcilla durante la etapa de preparación de la pasta. Este añadido no solo permite facilitar el secado de las piezas, sino que también les confiere más dureza. Al contrario, disminuye la resistencia mecánica de las vasijas (Tite et al., 2001: 307). La fineza de las paredes de las vasijas de este estudio (< 10 mm) también contribuye a la disminución de su resistencia mecánica. En cambio, una pared delgada aumenta la resistencia al choque térmico por el hecho de que los gradientes de temperatura a través de la pared y, entonces, las tensiones que conducen al inicio de fisuras, son reducidos (Tite et al., 2001: 319). Esta resistencia al choque térmico también depende por mucho de la proporción y de la naturaleza del temperante empleado. Como lo demuestran los experimentos de Kilikoglou et al. (1995), una proporción de cuarzo superior al 20 % permite aumentar la disipación de energía al momento de la propagación de fisuras, y entonces la resistencia al choque

405 Agnès Rohfritsch térmico. Pero si la proporción de este mineral es demasiado importante presenta un riesgo al momento de la subida de temperatura debido a su fuerte coeficiente de dilatación térmica (Rye, 1976: 116-117). Los trabajos de Kilikoglou et al. indican que para lograr una buena resistencia al choque térmico la proporción óptima de cuarzo se sitúa alrededor del 20 % en volumen. Aun si la proporción exacta de granos de cuarzo en las muestras de este estudio todavía no ha sido determinada, las primeras observaciones de secciones delgadas en microscopia polarizante señalan que esta proporción no se aleja mucho de la indicada por estos autores. En el caso de las cerámicas Línea Fina, estos datos coinciden con el modo de cocción que se puede inferir de los colores de pasta en sección. Estas cerámicas presentan una coloración típica de una cocción en área abierta o en pozo seguida de un enfriamiento rápido al aire libre. Ahora bien, estos procesos de cocción implican subidas de temperatura muy rápidas. En una cocción en área abierta, el tiempo medio para alcanzar la temperatura máxima es de 22 min, y de 41 min en una cocción en pozo (Gosselain, 1992: 246). Entonces, las vasijas cocidas de este modo deben poder soportar semejantes variaciones térmicas. La presencia de estructuras de cocción en pozo en varios talleres de producción cerámica mochica de las fases IV y V evidencia el uso de este tipo de cocción. Por otra parte, los diferentes grados de vitrificación observados en las vasijas Línea Fina indican temperaturas de cocción bastante variadas (de 750-800° C hasta 900-1000° C), lo que parece coincidir con el hecho de que durante una cocción en pozo, es muy difícil controlar con precisión las temperaturas y estas pueden variar considerablemente entre diferentes puntos de la estructura de cocción (Gosselain, 1992: 256). Las medidas termométricas efectuadas por Salazar et al. (1993) durante una cocción en pozo en el pueblo de Mórrope6 (departamento de Lambayeque) evidencian, dentro de una misma cocción, temperaturas que se escalonan entre 498° C y 1032° C, con un promedio de 870° C al nivel de las vasijas colocadas en el fondo del pozo (sobre la cama de leña) y un promedio de 910° C al nivel de las vasijas de la hilera superior. En el caso de las cerámicas calcáreas, en cambio, no parece que tal proceso haya sido posible. Como lo hemos visto, la cocción de estas vasijas necesita un mejor control de las temperaturas. El análisis de los dos fragmentos de pasta blanca sugiere temperaturas de cocción superiores a 950° C. Ahora bien, es difícil alcanzar semejantes temperaturas y mantenerlas con una cocción en área abierta o en pozo (que las vasijas sean separadas del combustible por tiestos o no). Solo las cocciones en horno permiten tal control. Hasta la fecha, el único horno de alfarero conocido para el periodo mochica es el de Cerro Mayal, que funcionó durante la fase Mochica IV. Para los periodos más tempranos, no disponemos de información sobre las estructuras de cocción empleadas. Además de la información que nos proporcionan sobre las técnicas de cocción, las vasijas de pasta blanca también son muy interesantes tratándose de la explotación

6 El combustible usado durante esta cocción fue leña de algarrobo y de vichayo, estiércol de vaca y de cabra y horajascas y ramas pequeñas de algarrobo (Salazar et al., 1993 : 689)

406 Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica y del origen de las materias primas. Algunos autores se refieren a la materia prima empleada en la elaboración de estas vasijas y de los engobes blancos y mencionan el uso de una «arcilla blanca» (Donnan & McClelland, 1999: 28; Donnan, 1992; Chapdelaine et al., 1995: 197). Esta denominación parece hacer referencia a las arcillas caoliníticas, cuyos principales yacimientos se localizan en la sierra. Este alejamiento entre los yacimientos de caolín y el territorio costanero ocupado por los mochicas ha llevado a ciertos arqueólogos a considerar las cerámicas de pasta blanca de esta cultura como una prueba de la existencia de redes de intercambios con culturas andinas (Chapdelaine et al., 1995: 243; Donnan & McClelland, 1999: 305). Pero los análisis que hemos efectuado en este estudio demuestran que las cerámicas de pasta blanca y los engobes blancos son mayormente elaborados a partir de arcillas calcáreas y no de arcillas caoliníticas. Es importante mencionar que las margas (arcillas calcáreas) y las calizas son abundantes en la costa norte peruana. Se encuentran especialmente en formaciones del Cretácico Medio (Pariatambo y Chulec) y del Jurásico Superior (Chicama)7. Entonces, las materias primas empleadas por los mochicas pueden ser de origen local. Si las cerámicas de pasta blanca son escasas en la producción mochica, no es por la escasez de la materia prima empleada para su fabricación. En cambio, el hecho de que estas cerámicas necesiten una cocción a alta temperatura (superiora a 950° C) podría constituir una cierta dificultad para los alfareros mochicas quienes, aparentemente, usaban más la cocción en pozo. Sin embargo, la cultura Mochica produjo también numerosos objetos de cobre, cuya temperatura de fusión es de 1084° C. Esto demuestra que los artesanos de esta sociedad controlaban perfectamente la obtención de altas temperaturas. Además, la presencia de un sector agrupando diferentes artesanías en el sitio de las huacas de Moche y el carácter compuesto de ciertos objetos producidos por esta sociedad, como las piezas de cerámica o de metal con incrustaciones de piedra, concha o hueso, parecen indicar que estas diferentes artesanías no eran compartimentadas según el tipo de material trabajado. Entonces, es difícil pensar que solamente los artesanos metalurgistas eran capaces de lograr altas temperaturas, mientras que los alfareros no lo podían. Otra explicación de esta rareza de las cerámicas de pasta blanca podría ser la cantidad de combustible que requiere la cocción de estas vasijas. La aplicación de engobes blancos permite usar temperaturas de cocción más bajas y, requiere, por lo tanto, menos combustible. Finalmente, el estudio de las técnicas de decoración señala que varias soluciones técnicas podían ser empleadas para obtener un resultado similar. Las decoraciones rojas sobre un fondo blanco, que caracterizan gran parte de la cerámica fina mochica, podían ser obtenidas por la aplicación de un engobe blanco y luego de una pintura roja, o por la aplicación de una pintura roja directamente sobre la superficie de una vasija de pasta blanca. Es interesante constatar que Carole Fraresso hizo las mismas observaciones acerca de las técnicas de dorado empleadas en la fabricación de objetos de metal (Fraresso, 2007). Podemos interrogarnos,

7 Ingemmet, Boletín n.˚ 38, Serie A.

407 Agnès Rohfritsch como lo hace esta autora, sobre los motivos de estas elecciones técnicas. ¿Están relacionadas con la existencia de prácticas técnicas regionales, o incluso locales? ¿Pueden ser estas prácticas el reflejo de la existencia de diferentes grupos de artesanos o de diferentes «territorios técnicos»? Por supuesto, el estado actual de las investigaciones sobre las técnicas artesanales mochicas no permite responder a estos interrogantes. Sin embargo, estas investigaciones demuestran la importancia de tomar en cuenta consideraciones de orden técnico en la definición de la organización de los diferentes grupos humanos que formaban la sociedad Mochica.

Agradecimientos Quiero agradecer a las personas que hicieron posible este trabajo de investigación. En primer lugar, a Luis Jaime Castillo por haberme dado acceso al material cerámico del Proyecto Arqueológico San José de Moro (PASJM) y por el apoyo que siempre ha brindado a este trabajo de investigación. También quiero agradecer a toda la gente del PASJM por su enseñanza y ánimo a lo largo de las temporadas de excavación que tuve suerte de pasar con ellos. A Christopher Donnan por haberme facilitado el acceso al material de Dos Cabezas y Pacatnamú. A Régulo Franco por haberme confiado material del Proyecto Arqueológico Complejo El Brujo y a Carmen Gamarra de la Cruz por haberme asistido en la selección de muestras.

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La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII*

Gerald Taylor**

Resumen

Se conoce a Sancho de Melgar por su Arte de la lengua general del Ynga llamada Qquechhua, publicado en Lima en 1691. Existe en la Biblioteca Nacional de Bogotá un manuscrito inédito del mismo autor llamado Luçerna Yndyca que contiene un estudio sobre la ortografía de la lengua general, un copioso léxico castellano-quechua (que es en realidad una sistematización del vocabulario de González Holguín) y traducciones del evangelio. Su interés principal, sin embargo, es el de ser testimonio de cómo un catedrático sanmarquino de esa época enseñaba la lengua general; se trata de una obra redactada en una mezcla barroca de latín y castellano, llena de digresiones eruditas.

Palabras clave: quechua, lengua general, filología, evangelización

La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrit de la fin du XVIIème siècle

Résumé

Sancho de Melgar nous est connu grâce à son Arte de la lengua general del Ynga llamada Qquechhua, publié à Lima en 1691. À la Bibliothèque Nationale de Bogotá se trouve un manuscrit inédit du même auteur: La Luçerna Yndyca, qui contient une étude sur l’orthographe de la lengua general, un lexique

* Este artículo, redactado en el año 2007, se basa en una ponencia preparada para el Simposio «Les littératures didactique et dramatique en langues autochtones dans le Mexique et le Pérou coloniaux», organizado por el CELIA en colaboración con el Groupe de Recherche sur l’Amérique Latine y el Centre d’Anthropologie de la Universidad de Toulouse-Le Mirail y dirigido por Xavier Pello, el 9 y 10 de junio de 2006, en Toulouse-Le Mirail. ** CELIA (CNRS), IFEA. E-mail: [email protected]

413 Gerald Taylor volumineux castellan-quechua (qui est, en réalité, une systématisation du vocabulaire de González Holguín) et des traductions des Évangiles. Cependant, son principal intérêt est de se renseigner sur la façon dont, à cette époque, un professeur de l’université de San Marcos enseignait la lengua general : il s’agit d’une oeuvre rédigée dans un mélange baroque de latin et d’espagnol, remplie de digressions érudites.

Mots clés : quechua, lengua general, philologie, évangélisation

The Luçerna Yndyca of E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscript composed towards the end of the 17th century

Abstract

Sancho de Melgar is known to us thanks to his Arte de la Lengua General del Ynga Llamada Qquechhua, published in Lima in 1691. In the National Library of Bogota is to be found an unpublished manuscript of the same author, La Luçerna Yndyca, which contains a study of the spelling of the Lengua General, a copious Castellano-Quechua lexicon (in fact, a systematization of González Holguín’s dictionary) as well as translations of the Gospels. However its principal interest is that of being a testimony to how a 17th century professor of the University of San Marcos taught the Lengua General. The manuscript is written in a baroque mixture of Latin and Spanish and is full of erudite digressions.

Key words: quechua, lengua general, philology, evangelisation

Gracias a una referencia contenida en la bibliografía de las lenguas aymara y quechua de Paul Rivet y Georges de Créqui-Montfort (Rivet & Créqui-Montfort, 1951: 130-1), se sabe de la existencia de un importante manuscrito relacionado con la evangelización en quechua y conservado en Bogotá. Se trata de la Luçerna Yndyca del doctor Estéban Sancho de Melgar y Santa Cruz1, compuesta de unos 247 folios (casi 500 páginas de texto) y que contiene una selección de pasajes del Evangelio traducidos del latín al quechua. Según Rivet y Créqui-Montfort, en esa época se encontraba en el Archivo Nacional de Bogotá. Esta indicación dificultó durante muchos años su estudio, puesto que en los años 1990 las personas consultadas en el Archivo Nacional desconocían este documente que, finalmente, pudo ser localizado con a la ayuda del profesor Tulio Rojas en la Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá, donde había sido trasladado. Por intermedio

1 El título exacto, tal como aparece en el primer folio del manuscrito, es: LVÇERNA YNDYCA // Y Traducçion paraphrastica de / todos los Evangelios, que canta la Yglesia / segun el sentir de Santos Padres, Sagrados / Expossitores y Versiones Sacras.// Va al fin el Arte del mismo Author locu-/pletado, copiosso y curiosso Vocabulario. Ora-/ciones, y Cathecismos, Confessionario, / y Ritual// Por el Doctor D(o)n Estevan Sancho de Melgar y / Santa Cruz, Natural de esta Ciudad de los Reyes, / Capellan mas antiguo del Hospital Real de Santa Anna, / Doctor en Sagrada Theologia en la real Universidad de San / Marcos de dicha Ciudad, y Cathedratico en ella de la / lengua General de las Yndias de este Reyno, Cathedratico / tambien de dicha lengua en la Santa Yglesia Metropoli-/tana de dicha ciudad, y Examinador Synodal / de su Arzobispado.// Consagrasse, y dedica al Yll(ustrissi) mo S(eño)r, el Señor / D(octo)r D(o)n Antonio de Solonga, del Consejo de / su Magestad, Dignissimo Arzobispo de esta Me-/tropoli.

414 La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII de la investigadora Duna Troiani fue entonces posible conseguir una fotocopia, desafortunadamente de mala calidad, que reflejaba el estado deteriorado del original. La breve descripción que se presenta aquí, con la transcripción que la acompaña, se basa en esta fotocopia. La referencia bibliográfica actual comunicada por el señor Jaime Quevedo es el Ms 346 de la BNC (Biblioteca Nacional de Colombia). La descripción que aparece en Rivet y Créqui-Montfort de la composición del manuscrito es bastante detallada y aquí añadiré sólo unos comentarios sobre su contenido. Se conoce al autor, Sancho de Melgar, por otra obra publicada en Lima en 1691: Arte de la lengua general del Ynga llamada Qquechhua. Se trata tal vez de la última parte de este manuscrito, a la que se refiere el autor en su título: «Va al fin el Arte del mismo Author», que efectivamente no se encuentra en el manuscrito que conocemos hoy. Una versión muy reducida de las reglas ortográficas del manuscrito que reproduzco aquí como documento anexo (anexo 1) se encuentra en el «Prólogo al Lector» de la publicación de 1691. En la dedicatoria al arzobispo don Antonio de Soloaga (f2r-f6r), el autor expresa su deseo que el manuscrito sea publicado. Tal vez las autoridades limeñas no hayan sido convencidas por la utilidad de la publicación de una obra tan compleja (la gran época de las publicaciones de los tratados de evangelización en quechua —los años 40 del siglo XVII— ya era cosa del pasado) y el arte de 1691 fue todo lo que salió a luz del trabajo monumental de Sancho de Melgar. Sabemos del autor que era, según indica la página del título del manuscrito, «Capellan mas antiguo del Hospital Real de Santa Anna, / Doctor en Sagrada Theologia en la real Universidad de San / Marcos de dicha Ciudad, y Cathedratico en ella de la / lengua General de las Yndias de este Reyno, Cathedratico / tambien de dicha lengua en la Santa Yglesia Metropoli-/tana de dicha ciudad, y Examinador Synodal / de su Arzobispado». Sabemos igualmente que el quechua no era su lengua materna («por no ser nativo en el idioma») y que la tarea que se había impuesto, emulando al Bautista como «luçerna» de los gentiles, implicó «dilatado tiempo al costo de prolija especulacion y cuidadosos desuelos»2. El manuscrito tal como ha sido conservado en la BNC se compone de las partes siguientes: • Título con referencias del autor y dedicatoria (f1r)3. • Dedicatoria y justificación del trabajo (f2r- f6v). • Prologo a los s(eño)res Curas (f7r- f10v). • Bocabulario copioso y vtilissimo, assi para la facilidad en predicar, como / para la destreza en oyr a los penitentes en la confession (f11r-f42v). • Indice de los Euangelios que contiene esta obra: el primero nu-/mero es el orden de cada Euang(eli)o el segundo es la pagina. (f43r-f44r)

2 Prologo a los s(eño)res Curas, f7r. 3 Las cifras impresas que indican los folios son modernas (comenzando por 00001). Solo la interpretación de los evangelios tiene una foliación antigua en la que f1r corresponde al f51r de la numeración moderna y f198r al f247v moderno.

415 Gerald Taylor

• Reglas de la ortographia Indica, para el idiomista que aprende / por preceptos escriua con perfeccion y pronuncie con alguna pro-/priedad (f44v-f45v) (Su transcripción aparece como anexo de este artículo). • Exposicion parafrastica de todos los Euangelios que canta la Iglesia confor-/me al sentir de S(antos)s Padres y sagrados Expositores, en la qual con natiuos parafra-/ sis y genuinos preceptos de este idioma, se da luz al cura de almas, para que con destre-/za y acierto pueda predicar y enseñar a sus feligreses las verdades catholicas que en los / santos Euangelios se contienen. (f46r-f50r) (Se compone de un Preludio de dos renglones y la exposición de una serie de nueve reglas para poder utilizar eficazmente la obra. La «Regla nona y Vltima» se refiere a la gramática del quechua y contiene una descripción detallada de la manera en que el Chinchaysuyo se distingue de la «lengua del Inga»). A partir del f51r (o f1r de la foliación antigua) empieza la exposición en latín con su traducción al quechua de pasajes escogidos de los Evangelios considerados apropiados para fechas determinadas del año litúrgico. Solo el capítulo 26 de la pasión según San Mateo («Passio D(omi)ni nostri Iesu Christi secundum Matthaeum. Cap. 26.»), f236r (f184)-f242v (f196v) se presenta en versión completa (la transcripción de un extracto de Mateo 22 [Evang. 108. Enseña Iesus qual es el principal mandamiento de la ley: / confunde a los Phariseos con vna pregunta] ha sido agregada como documento anexo 2 a este artículo).

1. EL AUTOR

La hoja que contiene el título del manuscrito hace referencia al itinerario profesional del autor: «Natural de esta Çiudad de Los Reyes / Capellan mas antiguo del hospital real de Santa Anna, / Doctor en Sagrada Theologia en la Real Vniversidad de San / Marcos de dicha Çiudad, y Cathedratico en ella de la / lengua General de las Yndias de este Reyno, Cathedratico / también de dicha lengua en la Santa Iglesia Metropoli-/tana de dicha ciudad y Examinador Synodal / de su Arzobispado». No debe sorprender que la obra de un profesor con tanta experiencia sea una suma de erudición, esencialmente pedagógica y universitaria en su concepción. Es posible que el material de base de sus notas gramaticales y de su traducción y comentario de los Evangelios haya sido precisamente los apuntes para los cursos que dictaba en dichos centros de estudio. La abundancia de citas y referencias a los grandes exegetas bíblicos conocidos en aquella época muestra su gran erudición y también su formación universitaria. Desafortunadamente sabemos muy poco sobre el ambiente en los grandes centros de estudio donde un conocimiento de la lengua general era fundamental y que producían «curas de Indios», criollos como Sancho de Melgar y tal vez peninsulares también, capaces de componer sonetos en quechua, dedicados a sus colegas, de muy buena calidad lingüística a pesar de su forma y estilo hispánicos. No sabemos cuáles hayan sido sus lecturas. Solo podemos suponer a partir del análisis del manuscrito de Sancho de Melgar que su nivel de erudición era alto. El autor no era quechuahablante

416 La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII nativo. Aprendió el idioma probablemente en medios académicos semejantes a los donde enseñaba. No hay huella en su trabajo de la influencia de un quechua informal, hablado. Es entonces probable que la enseñanza de la lengua general en el contexto eclesiástico limeño fuera semejante a la del griego y del latín. El comentario del empleo respectivo de las partículas gramaticales, que forma parte de las reglas expuestas como introducción a la exposición de los Evangelios, implica un análisis profundo del sistema del idioma. Comentarios semejantes se encuentran en la justificación de las traducciones (con las variantes alternativas) que propone. Nunca dan la impresión de espontaneidad. Al contrario, todo está calculado a partir del análisis filológico del texto latino y los términos quechuas que busca son los que le parecen mejor corresponder a los matices del latín. Consecuentemente, el resultado parece ser a veces poco natural. En el siglo XVII, la lengua general —bajo la forma de diversas variantes— era todavía un idioma hablado, el único que en la parte más importante de la colonia pudiera permitir la comprensión entre las diferentes categorías sociales, aunque probablemente en Lima, y hasta en el cercado, el castellano ya predominaba. Sin duda la lengua general, lengua franca de las clases populares y hablada en las comunidades al lado de los dialectos locales que también habían sufrido su influencia, difería del idioma erudito cuzqueñizante propuesto por los académicos de San Marcos. Se puede comparar el lenguaje de un documento como el manuscrito quechua de Huarochirí o los diversos textos quechuas de origen laico que se ha empezado a publicar en los últimos años con los sermonarios de Ávila y de Avendaño o las traducciones de los Evangelios que proporciona Sancho de Melgar.

2. LOS CRITERIOS ORTOGRÁFICOS

En la formulación de las reglas de la ortografía predominan los criterios pedagógicos de Sancho de Melgar. Difiere de las descripciones anteriores de la lengua por la indicación precisa de la estructura silábica del idioma, distinta de la del castellano. Por eso se sirve sobre todo del guión para mostrar que r, ll e y, después de otra consonante, inician una nueva sílaba, puesto que el quechua no admite una secuencia de dos consonantes en la misma sílaba. Así, escribe chac-ra y choc-llo. En el caso de y, su criterio es un poco más complejo, ya que reconoce que para un hispanohablante una palabra como /tapya/ suena como una esdrújula y podría ser interpretada fonéticamente como [‘tapiya], así pone el guión a ambos lados de y y escribe tap-y-a. De la misma manera, separa las dos c, que transcriben respectivamente /q/ y /s/ en rec-cini /riqsini/ «conozco» por un guión. Consciente de la necesidad de conservar los valores cuzqueños de la «lengua del Inga», emplea, aunque de manera un poco modificada, la grafía consagrada por los grandes quechuistas de los años 40 del siglo XVII (Ávila, Avendaño y Jurado Palomino) y distingue las oclusivas aspiradas y las glotalizadas. Sin embargo, solo en el caso de la bilabial su sistema funciona completamente: pacha «tiempo» y ppacha /p’acha/ «vestido». Expresa la aspirada mediante el guión seguido por h:

417 Gerald Taylor p-hucuni /phukuni/ «soplo»4. tt y cc/qqu representan respectivamente /th, t’/ y /q, qh, q’/ así como /kh, k’/. El recurso a los alófonos de /i/ y de /u/, es decir de y de , permite distinguir entre la velar y la uvular en palabras como qquipu /khipu/ «nudo» y qquepa /qhipa/ «último», pero, cuando éstas preceden a /a/, solo la familiaridad con el lexema muestra que la secuencia inicial de ccari «varón» representa /qh/ y no /kh/, /k’/, /q/ o /q’/. Algunas grafías del vocabulario son insólitas y así encontramos qu-huyapayacc para /khuyapayaq/ «piadoso». La grafía chh representa /ch’/: chhussacc /ch’uÒaq/ «vacío». No hay entrada alguna en el vocabulario que corresponda a una palabra pronunciada hoy en los dialectos sureños con una africada aspirada /chh/. Una innovación interesante del sistema gráfico empleado por Sancho de Melgar es la representación de la semivocal bilabial /w/ por vv. El ambiente cosmopolita del mundo de la evangelización de aquella época explica esta opción, a la que llegó «confi-/riendo este punto con vn sujeto muy docto, de singular ingenio, gran erudita, insigne no so-/lo en los idiomas Latino, Germanico, Frances, y otros desta Europa, sino tambien consuma-/do en los dos generales de este reyno qquechhua y Aymara, me asegurô que la pronun-/ciacion del Indio con estas sylabas era la misma que el vva, vve; vvi de los estrangero» (véase anexo 1). El rechazo de k, empleada por González Holguín, para notar la oclusiva uvular /q/ corresponde a una reacción semejante a la expresada por Francisco de Ávila en la «Prefación» a su sermonario. No toma en consideración la posible utilidad del empleo de este signo en vez de la confusión evidente creada por el conjunto cc/qqu, sino basa su crítica en la pronunciación contemporánea de las voces Kalendae y Kyrie. Es verdad que González Holguín no es muy rigoroso en sus criterios ortográficos y encontramos «mar, laguna» traducida por las dos grafías ccocha y kocha. En la última década del siglo XIX, Middendorf resucita el signo k para representar la uvular, manteniendo c y qu para la velar (Middendorf, 1970 [1890]).

3. EL VOCABULARIO

El manuscrito de Sancho de Melgar contiene un vocabulario importante castellano- lengua general, 31 folios, o sea 62 páginas a doble columna. La base del trabajo del autor es el Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua qquichua o del Inca de Diego González Holguín (1608). Sin embargo no se trata de una simple copia de la obra de su ilustre predecesor. Sancho de Melgar ha realizado un esfuerzo notable de reorganización de los datos caóticos del vocabulario de González Holguín. Aquí como en otras partes del manuscrito, se puede observar que es el deseo de ser eficaz que predomina. Se ha reformulado el léxico de González Holguín para que pueda ser fácilmente consultado por el estudiante de la lengua general y también por el autor mismo que, sin duda, lo utilizaba

4 Este tratamiento especial dado a la bilabial se debe probablemente al deseo de evitar la confusión entre p-h [ph] y ph [f].

418 La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII para realizar sus traducciones de los Evangelios. La grafía de las traducciones ya no es la de González Holguín, con todas sus inconsistencias, sino la misma que el autor propone en sus Reglas de la ortographia Indica (f44v-f45v). Hay también elementos originales, por ejemplo la entrada castellana coito ocupa una columna entera de su vocabulario mientras que ni aparece en el de González Holguín.

4. LA TRADUCCIÓN DE LOS EVANGELIOS

El extracto del Evangelio de Mateo que presento aquí fue escogido por su legibilidad. Sin embargo, no representa idealmente el estilo de Sancho de Melgar, lleno de erudicón barroca. El inicio de otro texto Et Deus erat Verbum [f64r], que desafortunadamente en la fotocopia a mi disposición es en gran parte ilegible, dará una idea más precisa de la extraña mezcla del latín y del castellano, de citas de los evangelistas y de sus exegetas, que caracteriza su texto. El autor indica la traducción al quechua de las citas del Evangelio por un asterisco. Los pasajes en cursivas están subrayados en el original. Se discute del sentido preciso de cada elemento del texto latino antes de enfrentar su traducción para la cual frecuentemente se propone una o dos formas alternativas. Así camarccan (/ kamarqan/), empleado con el sentido de «creó» tiene como variante cachirccan (/kachirqan/) «hizo que existiera» y caccllapas (/kaqllapaÒ/) «todo lo que exite» alterna con kayñijoccllapas (/kayñiyuqllapaÒ/) «todo lo que tiene existencia». La justificación para sus traducciones está expuesta en detalle como también la propiedad gramatical de la estructura escogida. Las barras oblicuas separan los renglones del original. Pongo entre corchetes la transcripción normalizada de las traducciones al quechua. Los signos < > encierran enmiendas del autor agregadas a su texto. Las palabras en negritas son tentativas de interpretar formas ilegibles de la fotocopia.

Extracto de la Luçerna Yndyca del Dr Estevan Sancho de Melgar y Santa Cruz [f. 64r a f. 66v]

«Tercera proposition: Et Deus erat Verbum. Verborum constructio (dize Mald[onado]) ita ordinanda est, vt Verbum sit sub-/ iectum, Deus attributum; transpositis verbis: [1] Verbum erat Deus. *Diospa churin Verbo ñisccari Diostaccmi cachcarccan. [Diospa churin Verbo ñiÒqari Diostaqmi kachkarqan] V. 2. Hoc erat in principio apud Deum. *Cay ñispa churin Verbo ñisccacca manaracc hinantin pacha teccsiscca / captin, Diospi cachcarccan [kay ñiÒpa churin Verbo ıniÒqaqa manaraq hinantin pacha tiqsiÒqa kaptin Diospi kachkarqan]; aut aliter vt supra in prima et secunda propositione. V. 3. Omnia per ipsum facta sunt: et sine ipsa factum est nihil quod factum est.

419 Gerald Taylor

Praepositio per (dize Cornelio) cum dicitur per ipsum hîc non significat / causam instrumentalem, aut ministrum, quasi verbum fuerit, instrumentum, vel / minister Dei per quod creavit omnia. Y assi no se ha de traduzir con raycu, [ni] con / genitivo que corresponde a nuestra a .l. ab. Oygan a Cornelio: quaeres (dize) cur ergo / S. Ioannes potius dicat per Verbum omnia facta esse, quam à Verbo? Rs. Primo, / vt significet Verbum esse ideam rerum creatarum, iuxta quam Pater cum Filio cre-/avit omnia: secundo, proprie dicit per Verbum omnia esse facta; quia Verbum / â Patre accipit cum essentia divina omnipotentiam, et actionem eamdem nu-/mero, qua simul cum Patre omnia creat. Con cuyo fundamento se hara este pe-/rifrasi: In Juntamento con el crio el Padre todas las cosas: y sin el nada de / lo que tiene ser fue hecho. *Dios yayacca payvvan vvaquilla ima hayccactapas ca/marccan .l. cachirccan: mana payvvancca ima caccllapas .l. caynijoccllapas ma-/nam rurasccachu .l. camasccachu carccan. [Dios yayaqa paywan wakilla ima hayk’aktapaÒ kamarqan (o kachirqan); mana paywanqa ima kaqllapaÒ (o kayniyuqllapaÒ) manam ruraÒqachu (o kamaÒqachu karqan.] Y para comprobacion de que arriba de-/be dezirse cum ipso, atiende a Sylverio hîc num. 48. Ioannes id quod dixi-/rat, per affirmationem, repetit per negationem. La ngacion es sine ipso, preci-/samente sera cum ipso la afirmacion. Notando que ima caccllapas .l. cay nijocclla-/pas equivale gallardamente a quod factum est q. d. Nihil quod est, aut / habet esse sine ipso factum est».

Referencias citadas

AVENDAÑO, F. de, 1649 – Sermones de los misterios de nuestra santa fe católica en lengua castyellana y en la general del Inca; Lima. ÁVILA, F. de, 1647-1648 – Tratado de los Evangelios que la iglesia propone en todo el año, 2 tomos; Lima. GONZÁLEZ HOLGUÍN, D., 1608 – Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua qquichua o del Inca, 707 pp.; Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos. MIDDENDORF, E.,1970 [1890] – Gramática Keshua, traducida del alemán por Ernesto More; Lima. RIVET, P. & CRÉQUI-MONTFORT, G., 1951 – Bibliographie des langues aymará et Kicua, 1540-1875, 499 pp.; Paris: Université de Paris, Institut d’ethnologie. SANCHO DE MELGAR, E., 1691 – Arte de la lengua general del ynga llamada Qquechhua; Lima.

420 La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII

Anexo 1

Luçerna Yndyca [44v] Reglas de ortographia Indica, para que el idiomista que aprende / por preceptos escriua con perfeccion y pronuncie con alguna pro/ priedad

Num. 1. La buena pronunciacion (dize nuestro Nebrixa en su Arte) pende de la / buena orthographia: y siendo esta tan necessaria en la lengua Latina, cuya con-/ textura de sylabas concuerda con nuestra Cartilla Castellana, mucho mas lo serâ / en esta, cuyas dicciones apenas pueden deletrarse. 2 Faltan de nuestro Alphabeto a este idioma B. D. F. G. J. X pero tiene Cc. qq. / hh. tt. vv. th. p-h. cuyo vso es como se sigue. 3 De quatro maneras pronuncia el Indio la C. La primera sencilla como en Cas-/ tellano y Latin. vt cani. La segunda suave, como z. vt çaça, çocco çocco. La tercera / con aspereza pronunciando desde las fauces, vt ñocca, ccam. La quarta tambien aspera, pe-/ro del paladar para fuera, vt ccatini. xccavvani. Algunos que han impresso han escri-/to esta vltima con K. ignoro el fundamento. Dos razones pudieran dar: o que el Indio / la auia escrito assi, o que la K. tiene la fuerça que le prohijan: la vna falta porque / el Indio no escriuio: a la segunda pregunto, si Kalendae y Kyrie tienen la aspereza que / ccatini? Lo cierto es que no: luego no se debe vsar. Solo me persuado que para variar / de pronunciacion la vsaron ad placitum. Yo digo que mas proprio es escriuir con cc / y qq, y la propriedad la eñseñarâ el tiempo y la atencion a los natiuos, quando ha-/blan: porque es cierto que es imposible aprenderlo sine viuae vocis oraculo. 4 La q doblada tiene la pronunciacion como la c doblada de la quarta orden del / num. antecedente, vt qquevvini, ruqqui. 5. Tiene otra prononciacion de .q. ante .h que se haze quasi separando aquella de / esta, vt vtq-hu el algodon. 6 En la P ay tambien variedad: vnas vezes se pronuncia sencilla y sin fuerza, vt pipas, / otras hiriendo con fuerza los labios (y esta escriuiremos con pp) como ppacha, el vestido, / a distincion de pacha, el tiempo, de otras escriuiremos con ph pero no sonara quasi / f como en propheta, sino que al parecer se pronuncia la p separada de la h, co-/mo p-hucuni soplar, y para pronunciarla se hiere vn labio contra otro, aspirando / con ayre para la h. 7 Quando a la p se sigue r haze sonido de F pero no liquesce la R como en Cas-/ tellano y Latin, vt f…f… Africa, sino que la vocal antecedente se arrastra la / R y la R hiere suaue en la vocal subsequente, vt chap-rini, hap-ra, cuya pronuncia-/cion suena quasi chafrini, hafra. // [45r] 8. Si la R se hallare post C (obseruando en la prononciacion la separacion de P ante R) / tampoco hiere, y haze sonido quasi de G, vt chac-ra, roc-ro: y por esta

421 Gerald Taylor precision de no herir / los sonidos P, y C en la R. ningun vocablo de este idioma tiene primera sylaba que comien-/za con pra, pre, & ni con cra, cre, por no auer vocal antecedente que arrastre P, o C. 9. Lo mismo se obseruarâ quando a la C se siguen ll, que sig vt chocc-llo, que se prononciarâ / quasi chog-llo: Y por esta causa he juzgado ser preciso separarlas con raya en medio, para que el / que no es natiuo sepa que es vna sola voz, pero que no ha de herir en los liquidos. Lo mismo se obser-/uarâ con la Y que con raya antes no se junta con la consonante antecedente, y con raya despues, no / hiere en la vocal subsequente, vt tap-y-a, que se pronunciarâ q. d. tafia. 10. La c ante y diuidida con raya suena como G, vt vvac-y-ani. q. d. wagiani. 11. La tt doblada se pronuncia hiriendo con fuerza la lengua en los dientes, vt ttica la flor, / a distincion de tica el adobe: ttacani derramar cosas aridas, y tacani golpear. 12. He tenido suficiente motiuo para vsar de vv doblada, como en vvavva, vveque, vvira, / huyendo de escriuir (como todos lo han hecho hasta aora) huahua, veqque, vira. Porque si / leemos el hua, hue, &. como pronuncia el Castellano hueuo, huerta; mas suena G que / otra letra, pues de ordinario dizen los Castellanos: gueuo, guerta, como a Huamancca, / y Huancavvillcca s Guamanga y Guancavelica. Si leemos va, ve, vi, & parece B. heri-/do sin labios suena, como vara, verdad, vino, &. Vno y otro dista mucho de lo que el / Indio pronuncia: luego no se deue escriuir como hasta aora. A que se llega que confi-/riendo este punto con vn sujeto muy docto, de singular ingenio, gran erudita, insigne no so-/lo en los idiomas Latino, Germanico, Frances, y otros desta Europa, sino tambien consuma-/do en los dos generales de este reyno qquechhua y Aymara, me asegurô que la pronun-/ciacion del Indio con estas sylabas era la misma que el vva, vve; vvi de los estrangeros. 13. La H. doblada post C tiene distinta pronunciacion de la sencilla, vt michha, muchha. 14. Varios vocablos finalizan en ch como ach, ichach, achuch: pronuncionanse cuy-/dando de que no se expresse vocal despues de la h, sino que se finalize en esta sola. 15. No ay l sencilla en este idioma: y se ponen por objecion la interjecion alalay, que / todos han escrito con vna, respondo que no son sino dos allallay, que no soñarân como lla-/mar, llenar, et alia, sino como se estuviera escrito, al-lal-lay. 16. Tampoco tiene el Indio R doblada: y assi, que este en principio o medio de / diccion suena lo mismo que nuestra R en medio: por lo qual en rimarini, ruru, ram-/ram tienen la misma suauidad en las primeras, que en los medios, y no muy singular / pues en Italiano, y otros idiomas sucede lo mismo. 17. Ninguna voz de este idioma tiene pronunciacion aguda como en Castellano, entrô / con acento en la vltima, vt entrô, enseñê, amarâ. Todas las penultimas son largas como / // [45v] docebo, labores, sin que aya penultima breue, como tempora, dominus, dabitis, sino es la vo-/cal ante vocal, vt onccoy, hamuy, ppunchau.

422 La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII

18. Debese obseruar que ay muchas dicciones, que se componen de ad con dos, tres y mas / particulas como churijquicunactavvampas, donde se halla churi el hijo, iqui possessiuo. que / corresponde a tuus. cuna que lo pluraliza, cta que lo haze acusatiuo, y vvan con pas que son / conjunciones. Si esta o semejantes dicciones se huuiesen de diuidir en fin de renglon, se / partiran con raya, porque juntas gerunt vide vnius: y aunque de la diccion de arriba / churi, seorsum sumpta, significa filius, pero como las particulas que restan, vna le constitu-/ye possesso, otra plural, otra acusatiuo, y otras le conjuntan con diccion o clausula antece-/ dente, en fin de linea se le pondra a churi (o a qualquiera de las otras) raya para que se-/pa el que lee, no ha de parar alli, sino passar a la linea siguiente a buscar las sylabas restan-/tes, que le constituyen vn solo vocablo: a la manera que en Latin partimos en fin de linea / (quando se ofrece) a quam-obrem, sic-ut; quominus et alia quo-minus et alia. 19. Vltimamente note que el Indio confunde la o la v, y la e con la i: y assi, o ya en / impressiones, o ya oyendo al Indio notarân la variedad en vn mismo vocablo, porque v-/nos dizen oncconi y otros vnccuni: vnos reccini, y otros riccini. Lo cierto es que en el / Cuzco la pronuncian tan indiferente al sonido, que no se puede percebir si es vna, v otra. / Esto ha mouido a los que han escrito Artes de este idioma a enseñar que quando la raiz del / verbo fuere i como en puri-ni, con el participio de presente se mude en e, vt purecc: y / y [sic] si la raiz es v, se conuierta de o, vt en puñu-ni, puñocc. En este particular fijan al / vso del pais, o no le fijan, que tambien entenderan al que dize vvañucc, como al qu pro-/nunciare vvañocc. Y no es entre solos Indios esta confusion de letras, pues vemos en nues-/ tro Romano Castellano, que auiendo tenido su origen en la lengua Latina, de porta / dixeron puerta, de curta, corta, de timor temor: y aun en nuestro siglo oymos Sujetos / Castellanos, no Sayagueces, sino bien eruditos y rethoricos que dizen tiniendo y puniendo, / pro teniendo y poniendo.. Y en nuestro idioma vimos variar la raiz y de dezir sale / dijo, digo, &. y de poner; salen puse, pusiera &. y otros innumerables.

Anexo 2

Luçerna Yndyca, [182r <130>] Dominica decima septima post Penticosten. Evang. 108. Enseña Iesus qual es el principal mandamiento de la ley: / confunde a los Phariseos con vna pregunta. Matt. 22.

V. 34. Accesserunt ad Iesum Pharisaei: * Phariseocuna Iesusman cayllaycurccan: V. 35. Et interrogavit eum vnus ex eis legis doctor, tentans eum. * hucñin camachicuscca simi yachayçapa payta vvateccaspari, tapurccan. //

423 Gerald Taylor

[182v] V. 36. Magister, quod est mandatum magnum in lege? * Yachachicamayocc, mayccanmi camachicuscca simipi collananñin camachicusccacca? V. 37. Ait illi Iesus: Diliges D(omi)num Deum tuum ex toto corde tuo, et in tota anima tua, et / in tota mente tua. * Iesus payman ñirccan: Apu Diosñijquiman soncco canqui tucuy sonccoyquivvan, tu-/cuy animayquivvan tucuy yuyayñijquivvampas. V. 38. Hoc est maximum, et primum mandatum. * Caymi collananñin camachicusccacca, ñaupaccñintaccmi. V. 39. Secundum autem simile est huic: Diliges proximum tuum sicut te ipsum. * Isccayñeqquenxri cayman ricchaccmi: Runamacijquicta .l. ccamhina runacta / quiquijquictahina munanqui. V. 40. In his duobus mandatis vniversa lex pendet, et Prophetae. * Tucuyñin camachicuscca simicca, Prophetocunap qquellccasccampas cay isccay cama-/chicuscca simipi vvisccacun. V. 41. Congregatis autem Pharisaeis, interrogavit eos Iesus, * Phariseocuna ña huñunacuptin, Iesus paycunacta tapuspa, V. 42. dicens: quid vobis videtur de Christo cuius filius est? Dicunt ei: David. *Ñirccan: Messias Christomanta imañinquichicc? Pip churinmi? Payman ñirccan-/cu: Davidpa. V. 43. Ait illis quomodo ergo David in spiritu vocat cum Dominum , dicens: * Paycunaman ñirccan: Imahinatacc ari Davidcca Espiritu Santop çamaycusccan / yachachisccan payta Apu, vvac-yaspa, ñirccan. V. 44. Dixit Dominus Domino meo: Sede à dextris meis, donec ponam inimicos tuos scabe-/llum pedum tuorum? * Apu Dioscca Apu Christosman ñirccan: Pañañeqquijpi tijaycuy, checneqqueyquicu-/nacta chaquijquip çaruchacunampacc churaycunaycama. Vt eos (dize Corn[elio]) quasi manci/pijs dominijs, imo eos calces quasi scabellum pedum tuorum. V. 45. Si ergo David vocat eum Dominum, quomodo filius eius est? * David ari payta, Apu, vvac-y-an chaycca, imahinam paypa churinmi? V. 46. Et nemo poterat ei respondere verbum: Neque ausus fuit quisquam ex illa die / eum amplius interrogare. // [183r] ñiptinsi manam huc simillactapas cutipanancu yachacupurccanchu: manatacc pipas / chay ppunchaumantapacha payta astavvan x tapuyta checcancharccurccanchu.

424 La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII

Texto quechua normalizado

Fariseokuna Jesúsman qayllaykurqan. Hukñin kamachikuÒqa Òimi yachaysapa payta watiqaÒpari tapurqan: «Yachachikamayuq, mayqanmi kamachikuÒqa simipi qullananñin kamachikuÒqaqa?» Jesús payman ñirqan: «Apu Diosñiykiman Òunqu kanki tukuy Òunquykiwan, tukuy ánimaykiwan tukuy yuyayñiykiwanpaÒ. Kaymi qullananñin kamachikuÒqaqa, ñawpaqñintaqmi. IÒkayñiqinri kaymanmi rikch’aqqa5: Runamasiykikta (o qamhina runakta) kikiykiktahina munanki. Tukuyñin kamachikuÒqa Òimiqa Profetakunap qillqaÒqanpaÒ kay iÒkay kamachikuÒqa Òimipi wi[ch]q’akun6». Fariseokuna ña huñunakuptin Jesús paykunakta tapuÒpa ñirqan: «Mesías Cristomanta imañinkichik? Pip churinmi?» Payman ñirqanku: «Davidpa». Paykunaman ñirqan: «Imahinataq-ari Davidqa Espíritu Santop samaykuÒqan yachachiÒqan payta ‘Apu’ waqyaÒpa ñirqan? Apu Diosqa apu Cristosman ñirqan: ‘Pañañiqiypi tiyaykuy, chiqniqiykikunakta chakiykip saruchakunanpaq churaykunaykama. David-ari payta waqyan chayqa, imahinam paypa churin{mi}?»7 ÑiptinÒi manam huk ÒimillaktapaÒ kutipananku yachakupurqanchu. Manataq pipaÒ chay p’unchawmantapacha payta aÒtawan tapuyta chiqancharqurqanchu.

5 La distinción en el empleo de -mi y de -qa es una de las preocupaciones gramaticales principales de Sancho de Melgar. Su corrección de este pasaje refleja sus vacilaciones. 6 La grafía empleada por Sancho de Melgar vvisccacun sugiere una evolución de la africada /ch/ semejante a la pronunciación del cuzqueño actual: wisq’akun. Sin embargo, en su léxico se encuentra la forma más ortodoxa: «Cerrar Vvichccani». 7 Según sus propios criterios, el autor habría tenido que suprimir el segundo -mi.

425 Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60Gerald 70 Taylor Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected] Web: http://www.ifeanet.org

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA, UMIFRE 17, CNRS-MAEE) - PIEB - Embajada de Francia en Bolivia

426 IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 427-449 El Alto: una ficción política

El Alto: una ficción política

Franck Poupeau*

Résumé

Desde inicios de los años 2000, la ciudad de El Alto se ha vuelto el símbolo de una Bolivia rebelde, popular y autoorganizada, donde se manifestaría más que en cualquier otro lugar, el renacer de las luchas indígenas. Si esta visión tiene que ser considerada como parte del objeto estudiado, no puede ser aceptada tal cual. Desde su fundación y crecimiento a principios del siglo XX, esta ciudad periférica, que obtuvo su independencia administrativa en los años 1980, siempre ha cumplido una función económica en relación con la sede del gobierno boliviano, la ciudad de : transportes, artesanía y comercio han hecho de El Alto la segunda ciudad del país, y uno de sus ejes de desarrollo. Se acompaña de la creación de identidades específicas, que no remiten a una «indigenización de la modernidad» (Sahlins) sino a una relación «moderna» (y bastante nueva) con la tradición, en la cual se mezclan elementos heredados de los pueblos «originarios» y creaciones culturales y políticas locales.

Palabras clave: desigualdades socioespaciales, espacios urbanos, identidades sociales, indigenismo

El Alto : une fiction politique

Résumé

Depuis le début des annés 2000, la ville d’El Alto est devenu le symbole d’une Bolivie rebelle, populaire et auto-organisée où se manisfesterait, plus que partout ailleurs, le renouveau des luttes indigènes. Si cette vision doit être considérée comme faisant partie de l’objet d’étude, elle ne peut être acceptée comme telle. Depuis sa création et son développement, au début du XXème siècle, cette ville périphérique qui a obtenu son indépendance administrative dans les années 1980, a toujours eu une fonction économique face au siège du gouvernement bolivien, la ville de La Paz : transports, artisanat et commerce ont fait d’El Alto la seconde ville du pays et l’un de ses axes de développement. Ce phénomème s’accompagne de la création d’identités spécifiques, qui renvoie moins à une «indigénisation de la modernité» (Shalins) qu’à une relation «moderne» (et trés récente) avec la tradition, mélangeant des éléments hérités des peuples «d’origine» avec des créations culturelles et politiques locales.

* Chercheur au CSU/CRESPPA –UMR7217 CNRS. Chercheur associé à l’Institut français d’Études andines (UMIFRE 17 –CNRS/MAEE). Directeur de recherche associé à l’Institut des hautes études de l’Amérique latine. E-mail: [email protected]

427 Franck Poupeau

Mots clés : inégalités sociologiques et spaciales, espaces urbains, identités sociales, indigénisme

El Alto: a political fiction

Abstract

Since the beginning of the 2000’s, the city of El Alto has emerged dramatically on the Bolivian political scene. It has become the incarnation and the symbol of popular insurrection against neoliberal governments with a popular national orientation. El Alto serves as the Aymara face (supposed to be more authentic) of social movements. This political imaginary can be considered as socially based, because it is part of the definition of the city and of the identity of its inhabitants, and part of the object of study. After a quick look at the genesis and the socioeconomic structures of the city, in order to reveal the social functions of this political image, this article will examine how the notion of what Marshall Sahlins called the indigenization of modernity can be used to analyze the political resistance of native groups in the city, and the ambivalent incorporation of occidental culture in local contexts. El Alto shows a modern relation to traditional culture, with a coexistence of social conservatism and cultural transformation; of reproduction of inequalities and invention of new forms of expression that leads to a critical view of the communitarism and of the folk vision of Andean people.

Key words: Social and Spatial Inequalities, Social movements, Indigenization of modernity, Urban identities

El Alto, que se extiende en el Altiplano, arriba de La Paz, sede del gobierno boliviano, con aproximadamente 900 000 habitantes, se convirtió en 2008 en la segunda ciudad del país después de Santa Cruz1. Su crecimiento urbano se mantiene por encima del 9 % anual, tasa espectacular, sobre todo si se tiene en cuenta que se trata de una ciudad cuya fundación y expansión datan de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, si El Alto atrae tanto la atención se debe menos a sus características demográficas que a su irrupción en el escenario político nacional a partir de principios de los años 2000: se constituyó en el punto de convergencia de los bloqueos a través de los cuales el movimiento aymara volvió a ponerse en escena, luego de un intervalo de dos siglos, tras el cerco de La Paz por las tropas rebeldes de Tupac Katari (Thomson, 2003). Ha sido sobre todo el epicentro de la «guerra del gas» en octubre de 2003 y de la agitación social que se produjo después, en particular durante las movilizaciones contra el consorcio Aguas del Illimani en 2004 y 2005, cuya finalidad era el restablecimiento de un servicio público de suministro de agua (Sprong, 2007; Crespo & Sprong, 2007). En el imaginario político boliviano, El Alto encarna el símbolo de la revuelta de las masas contra los gobiernos neoliberales (Lazar, 2008), teniendo en cuenta sin

1 Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la población de Santa Cruz superaría 1,5 millones de habitantes en 2010, mientras que La Paz se quedaría con 850 000 habitantes.

428 El Alto: una ficción política embargo que, desde la llegada al poder de Evo Morales en diciembre de 2005, el movimiento «nacional popular», como lo ha calificado el sociólogo boliviano René Zavaleta (1986)2, ha venido adquiriendo un rostro cada vez más «indígena»: El Alto habría pasado a ser la «cara aymara», y por lo tanto «auténtica», de la política boliviana y de los movimientos sociales3. Como toda ciudad, El Alto tiene una dimensión imaginaria (Gill, 2000): de la misma manera que según Marx los revolucionarios franceses de 1789 celebraban sus sesiones vestidos con togas romanas, esta copia simbólica se expresa hoy en día en el atuendo político del indio «insurrecto» e «indomable» valorizado en los escritos sobre las rebeliones indígenas del siglo XVIII: ¿existiría sin embargo el riesgo de que esta celebración de El Alto no produjera sino una simple inversión de las categorías coloniales? El Alto es una ficción política fruto de la importancia simbólica de la ciudad en la política boliviana que refleja toda una labor de reconstrucción de la historia contemporánea del país. Ficción política que sigue alimentando los fantasmas de los sectores urbanos acomodados de La Paz con respecto a la «peligrosidad» de El Alto y sus habitantes, así como los fantasmas de los militantes políticos que han abandonado la «lucha de clases» por la «rehabilitación de las identidades indígenas campesinas originarias» valorizadas por la nueva Constitución política del Estado, votada en 2009 bajo el gobierno del presidente Evo Morales. La visión de El Alto como «ciudad aymara», poblada por migrantes de las zonas rurales, permite recuperar ese legado político sin mucho esfuerzo, ocultando los problemas que plantean la economía informal, la negación constante de todos los derechos laborales y la violencia de las relaciones sociales internas. En ninguna parte se expresa mejor este imaginario que en el siguiente pasaje de un libro publicado por una organización cultural local con el título De pueblo vacío a pueblo grande. Pequeñas historias contadas desde el alma misma de El Alto: «El Alto no es una ciudad cualquiera, es el territorio construido por obra de sus propios habitantes. En este lugar, el vecino tiene el orgullo de gritar y contar sus vivencias pues nadie como ellos tuvieron la dicha de construir su ciudad a su estilo, a su manera, a su gusto y con sus propias contradicciones (Quispe Villca, 2004)». En esta cita se encuentra condensado el imaginario comúnmente difundido acerca de la ciudad: • en primer lugar, una ciudad que se habría hecho sola, cuando en realidad es el efecto de procesos que vienen afectando a los espacios rurales y urbanos circundantes desde hace más de un siglo (desarrollo de los transportes, migración rural, cierre de las minas, congestionamiento urbano en La Paz, especulación inmobiliaria, etc.);

2 Para un análisis histórico, ver Dunkerkey, 1984. 3 El 6 de agosto de 2009, Evo Morales dijo en la conmemoración de los 24 años de la fundación de la ciudad de El Alto: «Quiero expresar mi máximo respeto y admiración hacia esta ciudad de El Alto, pueblo rebelde, pueblo valiente, pueblo que lucha por la liberación y contra la opresión; pueblo de ejemplo y símbolo en la defensa del Estado boliviano». Ver Alvizuri, 2009.

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• en segundo lugar, una ciudad cuyos habitantes se politizan (y se rebelan) espontáneamente, por el mismo hecho de residir en ella4, cuando en realidad forman parte de juntas vecinales, de elevada densidad organizacional, que se han ido constituyendo paulatinamente a raíz de las dificultades para acceder a los servicios urbanos básicos y, por ende, solo los sectores más estructurados de la ciudad se movilizaron en los años 2000; • en tercer lugar, una esencialización de la ciudad y su población, supuestamente dotada de características únicas (estilo, manera, gusto) y hasta «contradicciones» que permiten decir cualquier cosa.

Figura 1 – El Alto a principios del siglo XX: ¿un espacio vacío? Foto: J. Cordero

Tampoco se trata, sin embargo, de ocultar la significación política de las insurrecciones contemporáneas y de las demandas de reapropiación de los recursos naturales (el gas en 2003 y el agua en 2004-2005). Otro peligro sería caer en una crítica fácil de la imaginería militante y de las visiones «indígenas» —en el sentido de visiones construidas a nivel local por los habitantes mismos o por sus portavoces—. En efecto, la ficción política de El Alto forma parte de la definición de la ciudad y de la identidad sociocultural de su población. Más concretamente, el hecho de que El Alto se haya construido y siga construyéndose en la autocelebración de sus propias capacidades de autonomía y movilización, frente al reflejo despectivo que se le envía, en particular desde La Paz, forman parte de la realidad a analizar. Por otra parte, las luchas están en el centro de la representación de El Alto y ésta es tanto más sensible cuanto el proceso de transformación social en curso descanse sobre una representación idealizada de las comunidades «indígenas originarias campesinas»; y que la oposición al gobierno insiste en que la hegemonía de esta visión va en detrimento de los otros grupos que componen la sociedad boliviana. Es precisamente por esta razón

4 El eslogan «El Alto de pie, nunca de rodillas» fue el símbolo de la «guerra del gas» de octubre de 2003.

430 El Alto: una ficción política que no es posible tomar al pie de la letra esa imagen de la «ciudad aymara» en lucha permanente: al contrario, el proceso de objetivación sociológica la debe considerar como una representación social y políticamente construida, para poder dar cuenta de la «politización de la etnicidad» que se ha producido en la historia reciente de las movilizaciones de esta ciudad (Hylton & Thompson, 2007). Para ello, hay que ver hasta qué punto El Alto constituye una ilustración del proceso que Marshall Sahlins denominó «la indigenización de la modernidad» (2007)5: la capacidad de resistencia de los pueblos indígenas (de los diferentes continentes) a la modernidad capitalista y a la hegemonía occidental, mediante la apropiación de los bienes y de los símbolos colonizadores, para luego reutilizarlos con una nueva finalidad. La hipótesis de este artículo es que El Alto representa sobre todo la encarnación de una relación moderna con las culturas tradicionales donde coexisten el conservatismo social con transformaciones culturales, la reproducción de las desigualdades y la invención de nuevas formas de expresión. Esta mezcla de relaciones socioculturales permite cuestionar a la vez el comunitarismo y la visión folclórica (o el comunitarismo folclórico) de los pueblos andinos (Galinier & Molinié, 2006), convertidos hoy en día en ideología de Estado y tendientes a sustituir la lucha contra las desigualdades sociales por una política de identidades.

1. NACIMIENTO DE UNA CIUDAD PERIFÉRICA

El Alto es el resultado de una segregación socio espacial que se remonta al siglo XVI, cuando se fundó la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, de la cual no fue más que un apéndice durante largo tiempo (Medinacelli, 2009; Cajías et al., 2007). Esta se reducía en unas calles en damero, separado de los barrios indígenas por un río, el Choqueyapu, que atravezaba el valle y en el cual desembocaban

Figura 2 – La Paz, siglo XVI

5 Sobre la relacion entre etnicidad y clase, ver Agier, 1992.

431 Franck Poupeau la mayor parte de los cursos de agua que surcaban la hoyada, antiguamente poblada por diferentes grupos étnicos. Se trataba por lo tanto de tierras fértiles y esta fue la razón principal de la fundación de la ciudad de La Paz en este lugar en el siglo XVI, siendo la otra razón el hecho de que estuviera situada en un sitio estratégico entre el centro minero de Potosí y el centro económico de Cuzco. El valle estaba poblado desde hacía aproximadamente 3000 años y el nombre, «originario» del lugar era Chuquiago (chuqui significa oro y apo/apu, rey, para los incas): era pues un centro de producción de oro que contaba además con la presencia multicultural de poblaciones indígenas aymaras, quechuas y puquinas. A partir de entonces, El Alto abarca un territorio designado como Ch’usa Marka (pueblo vacío), inicialmente ocupado por diferentes comunidades, en el que se crearon parroquias coloniales que lo vincularan a La Paz y que luego se dividió en haciendas con las consiguientes expropiaciones y desplazamientos de poblaciones. De ahí que Juan Manuel Arbona dijera en su estudio sobre la historia de El Alto: «esta ciudad nació de varios procesos históricos y coyunturas sociales: de la oportunidad (y del oportunismo) que conlleva la apropiación de la tierra y la consolidación de un espacio urbano; de la promesa de la ciudad a una estabilidad económica y mejoramiento de la situación social. En este sentido, no se puede decir que El Alto nació como una ciudad politizada, sino más bien fue politizada a raíz de la marginalización y exclusión en la que han vivido la mayoría de sus residentes, que no han tenido la posibilidad de cobrar en la promesa. Los alteños/as han tenido que construir su ciudad bajo la sombra histórica de una ciudad que pretendía su inexistencia» (Arbona, en prensa). En los relatos de viajeros, como Alcide d’Orbigny, la extensión y la población de lo que se convertirá en El Alto, son ignoradas: el espacio vacío del altiplano contrasta demasiado sin duda con la majestad de las montañas al pie de las cuales se acurruca el espacio urbano paceño (Miller, 2007). La expulsión de las poblaciones indígenas comienza en el siglo XVIII con la complicidad de algunos caciques que permiten que los españoles y los criollos de La Paz se apropien de las tierras (Barragán, 1990; Saignes, 1992; Albó, 1999; Escobari, 2005). La agrupación de los indios en las reducciones había empezado en el sigo XVI con el fin de facilitar la explotación de la mano de obra. Sin embargo, el siglo XVIII marcó verdaderamente la decadencia de la organización en ayllus: la creciente escasez de tierras obligó a las poblaciones indígenas a mirar hacia La Paz y a dedicarse a actividades no agrícolas y subalternas como las de empleados domésticos, jornaleros en las haciendas, pequeños artesanos y pequeños comerciantes de productos de primera necesidad, etc. Los barrios indios en expansión constituyeron zonas: «donde se comerciaba, donde se prestaban servicios y donde se acudía por la mano de obra necesaria para la propia expansión y construcción de la ciudad (Barragán, 1990: 22)». La integración a la ciudad se hizo bajo el signo de la desigualdad de condiciones de vida y de estatutos. Mientras La Paz se desarrollaba poco a poco por todo

432 El Alto: una ficción política el espacio disponible de la hoyada, los territorios que se convertirían en El Alto pero, que en ese momento, formaban parte de las parroquias de San Pedro y San Sebastián, se desarrollaban, a lo largo del siglo XIX, en una planicie situada en lo alto, expulsando a los comunarios y creando haciendas alrededor de La Paz (Rivera, 1978). Una perspectiva histórica permite aportar algunas precisiones sobre la ubicación real de los ayllus que han ido desapareciendo poco a poco: «de manera preliminar, y deduciendo de los padrones e inscripciones de 1770, 1786, 1852, y 1881, se puede estimar que los ayllus que conformaban El Alto contemporáneo eran: Cupilupaca, Checalupaca, Chinchalla y Pucarani. Esta deducción surge a partir de los nombres de las estancias que pertenecieron a los ayllus, y otros detalles en las narrativas de los padrones coloniales. […] Algunas zonas mantuvieron los nombres de estas estancias y haciendas. […] Por otro lado, en los padrones revisados hay referencia a que estas estancias estaban en “la altiplanicie”, además de las menciones de los linderos, por lo que sugiere que estaban en las inmediaciones de El Alto. Similarmente, contrastando los padrones de 1852 y 1881, y analizando los linderos que menciona el padrón de 1881, se puede deducir dónde estaban y cómo se llamaban las haciendas localizadas en El Alto contemporáneo. […] Para el Catastro de 1919 estas haciendas seguían vigentes (excepto 2), aunque la mayoría con diferentes propietarios. Todas estas haciendas eran principalmente de producción agrícola y ganadera, aunque algunas también se dedicaban a la minería en pequeña escala. Comparando el valor de estas haciendas con otras de las Parroquias de La Paz, se puede constatar que estas eran de menor valor posiblemente debido al limitado acceso a recursos hídricos (Arbona, en prensa)». La expansión urbana no se hizo sin conflictos: pese a que la Ley de Ex Vinculación de 1874 declaró «extinguidas las comunidades» y ordenó «la dotación individual de parcelas a los indígenas comunarios», como consecuencia de lo cual las tierras comunitarias se convirtieron en haciendas y los campesinos en mano de obra barata, los habitantes trataron de oponerse a ello presentando títulos colectivos de propiedad fechados de los siglos XVI y XVII (Rivera, 1978). Se encuentra incluso la manera de utilizar sentencias de esa época en los conflictos de tierras de los años 1960 y 1970; en 1983, sobre esa base, obtuvieron la promulgación de una ley que permite derogar la de 1874. Por lo tanto, hasta principios del siglo XX, el espacio estuvo ocupado principalmente por grandes propiedades que compartían las tierras con algunas comunidades campesinas, empresas privadas e instituciones públicas. En 1912, en el lugar del sitio actual de La Ceja (el punto de conexión de la autopista actual entre La Paz y El Alto), se creó una estación ferroviaria de propiedad del Ferrocarril Guaqui-La Paz, donde se instalaron también oficinas y depósitos. En 1923, la fundación de la escuela de aviación, precedió la implantación de las oficinas de la compañía aérea Lloyd Aéreo Boliviano, alrededor de un pequeño aeródromo. Diez años más tarde, a su turno, la empresa nacional YPFB instaló sus depósitos. La urbanización empezó

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Figuras 3 y 4 – El terreno de aviación en los años 1940 Fotos: J. Cordero

verdaderamente en los años 1940, impulsada por las haciendas que vendieron los espacios en los que se ubicarían los diferentes barrios, transfiriendo 134 000 títulos de propiedad (Demoraes, 1998): en 1942, se fundó Villa Dolores (que se convertirá en Ciudad Satélite) y hasta la Revolución Nacional de 1952 nacieron los barrios de Bolívar y 12 de octubre en el sur, 16 de Julio, Ballivián y Alto Lima en el norte. La expropiación de la hacienda El Tejar, en el momento de la Revolución, liberó toda la zona de La Ceja y permitió la fundación de Ciudad Satélite: «sus principales pobladores fueron personas que se dedicaron al pequeño comercio (venta de frutas y comida en la inmediaciones de La Ceja). Las otras áreas, como Villa Dolores, sólo contaban con algunas pequeñas edificaciones muy precarias; fueron ocupadas por los flujos migratorios provenientes de provincias y por pobladores urbanos, que por motivos económicos no pudieron asentarse en la ciudad de La Paz y aprovecharon del precio muy bajo de la tierra (Garfias & Mazurek, 2005: 11)». En una primera fase, El Alto se desarrolló en torno a los ejes camineros, a lo largo de los cuales se implantaron las viviendas. Las carreteras que unían El Alto con otros centros urbanos del altiplano (Oruro, Copacabana, Laja, Viacha) convergían en el cruce de La Ceja. Los barrios más antiguos contaron con servicios urbanos (agua y electricidad) desde los años 1950. A partir de aquel entonces, el crecimiento de la población fue espectacular: 11 000 habitantes en 1950, 30 000 en 1960, cerca de 100 000 en 1976, 405 500 en 1992 y 647 000 en 2001. Semejante crecimiento (superior al 9 % anual entre 1976 y 1992) se explica en primer lugar por las primeras olas de migración rural que, a partir de los años 1970, resultaron de la crisis del sistema rural de economía familiar (puesto que las parcelas delimitadas por la reforma agraria de 1953 eran demasiado pequeñas para ser distribuidas entre todos los herederos de la generación siguiente). La sequía, debida al fenómeno de El Niño provocó un segundo éxodo a principios de los años 1980. Por último, a partir de 1985, la crisis en los mercados de materias primas, así

434 El Alto: una ficción política como las primeras medidas de liberalización de la economía provocaron el cierre de numerosos centros mineros y la migración masiva de mineros procedentes de los departamentos de Potosí, Oruro e incluso La Paz (otra corriente importante de migración se dirige al departamento de Cochabamba y más precisamente al Chapare, fortaleciendo los sindicatos de cocaleros). En los archivos municipales se encuentran rastros de las juntas vecinales desde 1957, movilizadas principalmente para obtener acceso a los servicios urbanos básicos: saneamiento, agua y electricidad. Asimismo en el libro La ciudad prometida de Sandoval & Sostres (1989: 22) se hace referencia a «comandos zonales» que el MNR organizó apenas llegó al poder: impulsaron la creación de «sindicatos de inquilinos» de los que nacieron las juntas vecinales y cuyos miembros fueron los primeros beneficiarios de la política oficial de entrega de lotes: en particular, entre 1957 y 1959, se otorgaron lotes en Ciudad Satélite, las villas Santa Rosa y Rosas Pampa a funcionarios de la policía. En los doce años de gobierno del MNR no se adoptaron políticas específicas a favor de esas zonas, sino medidas locales y limitadas, a menudo bajo presión de los habitantes (especialmente creación de mercados y de escuelas primarias). Sin embargo, el proceso de la Revolución Nacional dio inicio a «la incorporación de El Alto como apéndice de la ciudad de La Paz (Sandoval & Sostres (1989: 23)». En efecto, la Revolución de 1952 propició procesos de mediación entre el pueblo y el Estado, tanto en el caso de reivindicaciones materiales como en el de participación popular. Este proceso se desarrolló bajo el signo del «clientelismo burocrático»: controladas por los militantes del MNR, las primeras juntas vecinales respondieron en realidad a la voluntad de organizar políticamente a los sectores populares. Bajo los gobiernos autoritarios de los años 1960 y 1970, las relaciones con el Estado se caracterizaron por una sumisión ideológica relativamente fuerte, pero la crisis económica alimentó poco a poco las protestas: en 1978, las juntas vecinales participaron activamente en los movimientos que reivindicaban un régimen democrático y se oponían a los golpes de estado de Natush Bush (1979) y García Mesa (1980). Sin duda no es por casualidad que la Federación de Juntas Vecinales (Fejuve) se creó oficialmente en esa época, en 1979. Un congreso que reunió a las juntas vecinales definió la federación como una organización encargada a la vez de representar a la población de las zonas de El Alto en lo referente a los servicios y a las infraestructuras a nivel local y de servir de lazo con las reivindicaciones democráticas a nivel nacional. El regreso a la democracia en 1982 gracias a la Unidad Democrática y Popular marcó una nueva etapa en el desarrollo de las juntas vecinales: una relación ambivalente de negociación y de oposición al Estado que asistió a la interpelación de las autoridades por las organizaciones cívicas que reclamaban mejores condiciones de vida luego de una quincena de años de ausencia de políticas públicas para sus barrios. El Alto dejó de ser un barrio de La Paz en 1985, como consecuencia de una lucha que duró varias décadas6. El Consejo Central de Vecinos, creado en 1957, había iniciado la demanda de autonomía administrativa pero recién en 1983 tuvo lugar un encuentro entre el

6 Se había dotado a El Alto de una alcaldía anexa a principios de los años 1980.

435 Franck Poupeau consejo municipal de La Paz y los representantes de las juntas vecinales de la Fejuve: el proyecto del diputado Antonio Araníbar contemplaba, entre otras cosas, una capacidad de gestión autónoma de los recursos económicos, administrativos y técnicos (Sandoval & Sostres, 1989: 23). El encuentro no desembocó en nada en lo inmediato y el 6 de marzo de 1985, otra organización cívica, llamada Frente de Unidad y Renovación independiente de El Alto (Furia) conformada por ex dirigentes de la Fejuve, logró que el Congreso reconociera la autonomía administrativa mediante la creación de la cuarta sección de la provincia Murillo con El Alto por capital. Exactamente tres años más tarde, bajo la presión de las organizaciones cívicas y comerciales, El Alto fue reconocido por el Congreso como una verdadera ciudad (la aprobación definitiva tuvo lugar el 12 de septiembre del mismo año)7.

2. ESPACIO URBANO Y ESPACIO SOCIAL: LA ESTRUCTURA DE LAS DESIGUALDADES

La población activa de El Alto que, según el censo de 2001, comprende a unas 230 000 personas, está integrada en su mayoría por obreros (47 %) y por empleados y trabajadores independientes (41 %). El comercio mayorista y minorista representa un 30 % de las actividades, mientras que la industria, el transporte y la construcción ocupan al 23 %, 10 % y 8 % de la fuerza laboral, respectivamente. El sector secundario está dominado por la construcción que agrupa la tercera parte de los empleos del sector secundario y representa el 10 % de la fuerza laboral alteña. Como lo nota Virginie Baby: «siempre hay obras, puesto que la ciudad está en permanente crecimiento, pero ese sector es relativamente inestable, pues los ingresos de los trabajadores dependen de las obras que los emplean y de las necesidades de éstas» (Baby, 1995: 142). Desde el punto de vista espacial, las actividades comerciales y los servicios están muy concentrados en el sector de La Ceja, mientras que las grandes industrias se encuentran sobre todo en los barrios periféricos (norte de Alto Lima, zona franca en el camino a Oruro). El sector terciario consiste sobre todo en pequeños negocios tradicionales (18 % de las actividades), atendidos por mujeres, en empleos domésticos, y unos pocos cuadros superiores. Si bien El Alto alberga a más industrias y actividades artesanales que La Paz, sobre todo por la mayor disponibilidad de espacios baratos para su instalación, su relación con la capital

7 El hecho que se hable de las juntas vecinales de los barrios no debe ocultar ni la multiplicidad ni la diversidad de las organizaciones sociales, sindicales y culturales de El Alto: federación de los comités de padre de familia, clubs de mujeres, asociaciones de mineros relocalizados, centros culturales para los jóvenes o los residentes de un barrio, la Central Obrera Departamental, etc. Todos estos grupos tejen las relaciones sociales entre los habitantes de una misma zona, conectándolas a nivel municipal. Constituyen a la vez redes de ayuda mutua y de control social de los dirigentes destinadas a paliar la ausencia del Estado, ilustrada por el siguiente dato: solo hay 2 000 policías en todo El Alto y esto siempre que no se los traslade al centro de la ciudad para vigilar partidos de fútbol.

436 El Alto: una ficción política del departamento es de verdadera dependencia, ya que entre 100 000 y 200 000 personas bajan diariamente a La Paz para trabajar. Al final, no se debe caer en una visión homogénea e indiferenciada de la ciudad, pues «El Alto no es un suburbio miserable», como lo demuestran Marie-Danièle Demélas y Jean-Pierre Lavaud, basándose en los datos siguientes: El Alto es la segunda ciudad industrial del país, con más de 5 000 establecimientos8, los cuales habrían generado 270 millones de dólares en productos manufacturados, exportados principalmente a Estados Unidos —en primer lugar, la industria de la confección, seguida por las fábricas de muebles, la industria mecánica, la producción de alimentos y la producción textil y, en segundo lugar, las industrias de la madera, de los plásticos, la industria gráfica, etc.—. Aunque «los conflictos sociales acompañados de bloqueos de caminos y frecuentes manifestaciones han desanimado a algunos empresarios», el hecho de que se creen anualmente más de 1 000 empresas es una «prueba del dinamismo de la ciudad» (Demélas & Lavaud, s.f.) Dinamismo que los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) confirman en 2008: ese año, la población activa llegó a las 500 000 personas, aproximadamente, es decir prácticamente el doble de lo que era en los años 2000; 19 098 empresas están registradas como contribuyentes en el Servicio Nacional de Impuestos, pero con los regímenes especiales, las recaudaciones fiscales apenas sobrepasan los 60 millones de Bolivianos. Si bien El Alto no es una villa miseria, es una ciudad segregada en la que impera la desigualdad y la informalidad vinculadas con una estructura corporatista (ver recuadro 1).

RecuadRo 1 – desempleo y tRabajo infoRmal en el alto Según el censo de 2001, más del 90 % de la población activa gana menos de 2 600 Bolivianos mensuales, lo que significa que el 49,3 % de la población está en situación de «pobreza moderada» y el 25,6 % en situación de gran pobreza, mientras que solamente el 7,5 % tiene todas las necesidades básicas satisfechas (vivienda, alimentación, empleo). El desempleo, que en 2008 afecta al 13 % de la población activa, es el principal problema de la ciudad, según el sociólogo Carlos Hugo Laruta9. La estimación del desempleo, que afecta sobre todo a los jóvenes, se ve seguramente atenuada por el hecho de que en El Alto predomina sobre todo el sector informal, en el que trabajaba el 75 % de la población activa de la ciudad en 1996 y el 70 % en 2006, tasa muy superior a las de otras ciudades grandes del país (en que el trabajo informal se sitúa entre el 50 % y el 56 %) (Yanez & Landa, 2007). De manera más general, los trabajadores del sector informal, es decir el 63 % de la población activa boliviana en 1996 y el 58 % en 2006, son en su mayoría mujeres (respectivamente el 68,1 % y el 62,7 %, frente al 58,8 % y el 54,4 % de los hombres), indígenas (respectivamente el 71,3 % y 69,2 %, frente al 58,2 % y el 49,2 % de los no indígenas) y pertenecen a dos categorías de edad específicas, menores de 25 años y mayores de 44 años (en proporciones siempre superiores al 50 %).

8 De los cuales el 90,6 % son microempresas que emplean de una a cuatro personas, lo cual representa el 45 % de los empleos: ver Cámara Departamental de Industrias de La Paz, 2004. 9 El autor se presenta como «sociólogo alteño» y fue director del CIPCA-La Paz (Centro de Investigación y Promoción del Campesinado). http://www.iglesiaviva.net/content/view/2998/80

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El empleo informal caracteriza sobre todo las pequeñas entidades semiempresariales (con menos de cuatro empleados) y las empresas familiares (trabajo por cuenta propia o trabajo en la casa no remunerado), que constituyen, como se vio anteriormente, la gran mayoría de los establecimientos económicos de la ciudad. La relación entre esta estructura económica y el voto masivo, en los años 2000, por el Movimiento Al Socialismo de Evo Morales en El Alto, demuestra que este partido no solo es una federación de organizaciones sociales, sino también la expresión política de los pequeños productores nacionales (Do Alto, 2009): esta base corporativa del MAS contradice la visión esencialista y culturalista de «El Alto de pie», especialmente si se considera que el corporativismo alteño se acompaña de tomas de posición que pueden difícilmente ser presentadas como «revolucionarias» (especialmente sobre el aborto o los derechos de trabajo). En este sentido, el MAS recupera en El Alto el voto del partido populista Condepa que había transformado el campo político local de los años 1990, y que constituía un rechazo de la política «tradicional» de los partidos políticos dominantes (Alenda, 1999). El Alto es una ciudad sumamente compartimentada: es común que las tiendas y los talleres de un mismo oficio se sitúen en una misma calle, por ejemplo, los trajes de fiesta y de ceremonia en la 16 de Julio o las calles de chatarreros, carpinteros o mecánicos. Esta organización corporativa, que se repite también en la feria bisemanal de la 16 de Julio, más allá de su aparente abundancia, es solo el aspecto más visible de la inscripción de las jerarquías del espacio social en la materialidad del espacio urbano. Detrás del mosaico de los barrios y la aparente urbanización descontrolada, existe, al menos en las partes más antiguas y centrales de la ciudad, todo un orden corporatista que estructura el espacio. A fines de los años 1980, Sandoval y Sostres describían una ciudad compuesta por tres conjuntos distintos (Sandoval & Sostres, 1989: 31-36)10. La zona central, en torno a La Ceja, Ciudad Satélite y las villas Bolívar, 12 de Octubre y Dolores, albergaba a habitantes de clase media procedentes del altiplano y a empleados de las administraciones locales; era la mejor dotada de equipamientos urbanos e incorporaba también a migrantes rurales de condición modesta, una de cuyas modalidades de inmigración consistía en empezar por irse a vivir a la casa de familiares instalados en la ciudad (Albó et al., 1981-1986). La zona sur, la más reciente y la que menos acceso tenía a los servicios urbanos, albergaba a lo largo del camino a Oruro a migrantes procedentes de las zonas mineras del altiplano y a empleados de bajos ingresos. La zona norte, más arriba del camino a Copacabana, era en cambio el lugar de acogida de los campesinos aymaras del departamento de La Paz. Como tal, era verdaderamente heterogénea, pues albergaba a trabajadores precarios que habían abandonado el mundo rural por falta de tierras y la burguesía urbana aymara, comerciante y artesanal (como la de la calle Buenos Aires de La Paz). La descripción de Sandoval y Sostres sigue siendo globalmente válida, siempre que se tengan en cuenta la expansión urbana y las transformaciones cualitativas del proceso de poblamiento

10 Los autores se basan sobre todo en el estudio del geógrafo alemán G. Koester, 1976.

438 El Alto: una ficción política y de los modos de asentamiento en El Alto, en particular en las zonas periféricas: la cartografía de los datos del censo 2001 permite distinguir entonces tres anillos distintos (ver recuadro 2). RecuadRo 2 – los tRes anillos de el alto

El análisis cartográfico de los datos del censo de 2001 por Garfias & Mazurek (2005) muestra que El Alto está ahora compuesto por tres círculos espaciales distintos, correspondientes a la antigüedad de la implantación de los diferentes barrios y a la centrífuga dinámica urbana. Se elaboraron varios indicadores, teniendo en cuenta la calidad de las viviendas (paredes de ladrillo o de adobe, suelo de cemento o tierra, número de habitaciones, etc.), su acceso a los servicios urbanos, las características sociodemográficas de los jefes de familia (profesión, sector en el que trabajan), la dependencia de la familia de la persona activa, el acceso a los servicios de salud (con el número de partos a domicilio). El primer círculo está constituido por La Ceja y los primeros barrios construidos en los años 1950 (Villa Dolores, Ciudad Satélite, 16 de Julio, Ballivián). Se caracteriza por una elevada densidad demográfica, viviendas construidas con materiales modernos y con buen acceso a los servicios básicos, un elevado porcentaje de la población activa empleada principalmente en el sector del comercio y los servicios, que coexiste con pequeños empresarios independientes y personas que trabajan en su casa: todas estas características del empleo explican la baja tasa de analfabetismo y la gran proporción de mujeres. El segundo anillo se caracteriza por situaciones de lo más variadas, pues corresponde al asentamiento en los años 1970-1990: migración rural debida al clima (fenómeno de El Niño) y la crisis de reproducción del pequeño campesinado del altiplano, enfrentada a parcelas demasiado estrechas, heredadas de la distribución de la revolución de 1952, cierre de las minas debido a la crisis en los mercados mundiales y a las reestructuraciones liberales de 1985 y crecimiento endógeno de la población alteña. Se puede distinguir al norte del aeropuerto una población que trabaja por cuenta propia o empleada a domicilio y al sur una población de obreros y empleados a la vez más estable y más calificada, pero al parecer con viviendas todavía relativamente precarias. El tercer anillo está compuesto por las urbanizaciones más recientes, que datan de la segunda mitad de los años 1990, agrupadas en los distritos 7 y 8, así como en el norte de los distritos 5 y 6 y al oeste de los distritos 3 y 4. Este círculo presenta las superficies más grandes y también los niveles de densidad de viviendas más bajos, lo cual dificulta su acceso a los servicios básicos. Al norte del aeropuerto se encuentra, al igual que en el segundo anillo, una población poco calificada y más joven que en el resto de la ciudad11. La estructuración socio espacial a la que obedecen la mayoría de las variables y que lleva a interpretar el espacio urbano alteño en términos de segregación, presenta un interés científico particular: los indicadores de ubicación espacial son, al menos, igual de predictivos que los indicadores sociales tradicionales. El análisis cartográfico resulta ser pues un complemento indispensable de la encuesta sociológica, cuando los datos sobre la profesión o la clase social, en un contexto muy segregado, no aportan suficiente información sobre los individuos o los grupos encuestados (Poupeau, 2008).

11 En la ciudad en su conjunto, la edad media es de 22,6 años, según el censo de 2001. Los menores de 15 años representan el 39,5 % de la población, pero se concentran sobre todo en el segundo anillo, mientras que la mayor parte de los centros educativos y culturales se sitúan en el primer anillo.

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Figura 5 – Mapa de El Alto y representacion esquematizada de sus anillos Realización: Franck Poupeau

En cambio, la encuesta realizada por el equipo del Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA) en 2007 (Poupeau, 2010), aunque confirma los elementos esenciales de los análisis cartográficos anteriores, lleva a conclusiones diferentes en lo referente a los modos recientes de instalación, en particular en lo relativo al tercer anillo, que correspondería «a zonas de recepción de una población de migrantes, en general jóvenes y casados» (Garfias & Mazurek, 2005: 102). Ahora bien, ciertos indicadores muestran que, a parte de ciertas zonas del distrito 7 (al oeste del camino a Copacabana), en las que aún se registra el asentamiento evidente de población de origen rural, ese tercer anillo se caracteriza por tasas de familias propietarias de su vivienda más altas que en el resto de la ciudad,

440 El Alto: una ficción política

lo cual cambia el sentido que se le puede dar a la población de migrantes «jóvenes y casados». Los cuestionarios difundidos en esas zonas por el equipo del IFEA revelan que se trata más bien de una migración intraurbana, mediante la cual parejas jóvenes (de 30 a 40 años principalmente) acceden a la propiedad: en la mayoría de los casos en asentamientos salvajes y no planificados por la municipalidad, en los que la autoconstrucción de viviendas de adobe coexiste con la especulación inmobiliaria por pequeños propietarios que compran lotes para revenderlos a ese tipo de familias, a precios más altos pero siempre menores a los de las viviendas más céntricas. Las familias con varios hijos están pues dispuestas a sacrificar cierto nivel de comodidad (en promedio hay que esperar dos años para tener electricidad y cinco años para poder conectarse a la red de agua potable) con tal de adquirir una vivienda propia, con más espacio para los hijos y sin las limitaciones que supone depender de un dueño de casa exigente. Figura 6 – Un mercado alteño Por consiguiente, ya no se puede decir que El Alto Foto: Franck Poupeau sea solamente una ciudad de migrantes rurales, habida cuenta del desarrollo endógeno de la ciudad y de las transformaciones cualitativas de los asentamientos de las zonas periféricas. En lo que a los modos de identificación de los habitantes se refiere, la encuesta del IFEA revela que, en esas zonas periféricas en expansión, menos del 30 % de los jefes de familia encuestados se definen como miembros de un pueblo originario: se definen mayoritariamente según un criterio territorial, como alteños (residentes de El Alto). Tanto las autoridades municipales como los proveedores de servicios, públicos o privados, deberían revisar muchos de los estereotipos sobre El Alto, «ciudad de campesinos indígenas»: la población que reside ahora en esas zonas se caracteriza por tener aspiraciones urbanas en lo que respecta al equipamiento, al acceso a los servicios básicos y a las prácticas culturales. Por lo demás, este último aspecto es el más difícil de interpretar: la movilización de los vecinos no se puede reducir a una «politización de la etnicidad» o a un «renacimiento» de la «cultura aymara» en la ciudad, sino tiene que tomar en cuenta esta dimensión «territorializada» de las formas de autoidentificación, y entonces los efectos de las estructuras económicas y sociales.

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Figuras 7 y 8 – En la fiesta de , en enero de cada año, se venden miniaturas de los objetos más necesitados y más deseados Fotos: Sara Botton 3. EL ALTO: ¿ UNA INDIGENIZACIÓN DE LA MODERNIDAD O UNA RELACIÓN MODERNA CON LAS TRADICIONES?

Del análisis socio espacial, se puede concluir que la representación de El Alto como «ciudad aymara» en la que las tradiciones indígenas perdurarían, resistiendo al desarrollo capitalista y a la modernidad occidental, se debe matizar en varios aspectos. En efecto, ese pulmón económico de Bolivia no puede considerarse hermético a la penetración de la «modernidad occidental», trátese de la introducción de mercancías, de estilos de vida o de formas de expresión cultural. La singularidad de El Alto no puede entenderse como la transposición urbana de una «cultura aymara» que hubiera atravesado el tiempo y las colonizaciones (la inca y luego la española), sino como el resultado de complejos procesos de apropiación, de resistencia y de aceptación de elementos «extraños». Por lo demás, esta formulación no es totalmente correcta y se debe ante todo descartar una dicotomía demasiado esquemática entre cultura «tradicional» y cultura «extranjera occidental». Dicha dicotomía, reavivada por el indigenismo político del momento, no hace sino invertir el valor de las categorías más coloniales: presenta sobre todo las culturas indígenas como tradiciones estables y petrificadas. Disfrazada de fidelidad a un pasado idealizado, no es más que una forma de ideología conservadora. Por el contrario, se debe ver que, lejos de estar pasivamente dominadas por la «modernidad occidental», trátese de la Colonia o del capitalismo neoliberal, dichas culturas, llamadas «tradicionales», se han construido desde siempre en una interacción constante con las culturas de sus colonizadores, incas, españoles o más generalmente «occidentales»12. Esta transformación permanente de la cultura se advierte con particular nitidez en los barrios de migrantes rurales. Un estudio sobre las ciudades peruanas de

12 Entre múltiples referencias, se citará en particular a: Abercrombie, 2006; Bouysse-Cassagne et al., 1987.

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Lima y Arequipa revela que los migrantes procedentes de las regiones andinas se diferencian de los de otras regiones del país al mantener un sentimiento de pertenencia a su lugar de origen que les permite reinventar, en otro contexto, las tradiciones culturales de las comunidades rurales (Paerregaard, 2003): por ejemplo, los campeonatos de fútbol constituyen una oportunidad para reproducir las fiestas rurales, con sus rituales de enfrentamientos y libaciones, dándoles a la vez una forma nueva. Como muestra una encuesta realizada a principios de los años 2000 por jóvenes investigadores bolivianos (Guaygua et al., 2003), en El Alto se observan procesos del mismo tipo, sin duda con una tendencia aún más fuerte de las nuevas generaciones a diferenciarse de las primeras generaciones de migrantes aymaras de los años 1960 y 1970. Estos últimos se veían obligados a emigrar por razones principalmente económicas y reproducían por tanto, adaptándolas, las prácticas culturales y los códigos de sus pueblos de origen. Se observa aún esa influencia en el sistema de padrinazgo y la preparación colectiva de las fiestas de barrio, según el modelo algo idealizado de la reciprocidad andina (ayni), que permite redistribuir las riquezas entre los residentes. (Desde ese punto de vista, se debería estudiar el surgimiento, a partir de los años 1970, de una burguesía chola que, decepcionada por el proyecto de integración ciudadana de la Revolución de 1952 que no consiguió que los indios accedieran a la igualdad política, económica y social, creó para sí un ámbito próspero de negocios y un nuevo universo de referencia entre lo rural y lo urbano, al margen de la política nacional, en la invisibilidad de la muchedumbre de las calles Buenos Aires de La Paz y 16 de julio de El Alto.) En general, «nuevos espacios llevan a la invención de nuevas ceremonias.[...] El estreno de bienes recién adquiridos, como una casa o un auto, se celebra con un amplio grupo de amigos en una nueva forma de ch’alla» (Guaygua et al., 2003: 291). Cierto es que las generaciones jóvenes utilizan mucho las nuevas técnicas de comunicación e importan modas extranjeras, pero el elemento determinante sigue siendo la influencia del grupo de pares. Así, la importación de música latina (tecnomerengue, cumbia, rock, etc.) pasa menos por la compra de discos que por conciertos de grupos locales, en discotecas («chojcheríos») destinadas a atraer una clientela joven, pero cuya disposición reproduce también la de las fiestas rurales (en particular con sillas alrededor de la pista de baile para ver bailar a unos y otros). El surgimiento Figura 9 – Un desfile escolar en El Alto, donde se mezclan de prácticas culturales propias de los elementos «nacionales» e «importados» jóvenes aymaras en un medio urbano

443 Franck Poupeau no supone entonces la desaparición de los lazos familiares ni una ruptura brutal entre generaciones: tienden a reproducir la cultura de sus padres adaptándola a sus nuevos espacios de socialización o confiriéndole nuevas connotaciones —así pues, los estudiantes dan nuevos colores a danzas tradicionales poco practicadas por los adultos (que a menudo se limitan a bailar «» o «kullawada»)—. Esta renovación de la cultura rural no es para nada incompatible con los blue jeans que reemplazan las polleras de las jóvenes. La encuesta mencionada sobre los jóvenes aymaras de El Alto, muestra que la confrontación con la «modernidad capitalista» no puede ser asimilada a una entrada pasiva en el universo del consumo ni tampoco a la creación de una «cultura híbrida». Se trata más bien de la reestructuración de elementos culturales urbanos alrededor de elementos de la cultura heredada. Se puede preguntar entonces si sobrevive el campesino en ese nuevo contexto o si, alcontrario, presenciamos la aparición de una nueva cultura aymara en proceso de creación: «en un medio urbano, los aymaras tienen que hacer frente a contextos que, a primera vista, parecerían incompatibles con sus costumbres tradicionales (Guaygua et al., 2003: 299)». Sin embargo, los elementos extranjeros son incorporados a través de las culturas juveniles de las cuales surgen una nueva configuración y una transformación de lo aprendido y transmitido en la familia: «lo específicamente andino no se expresa únicamente en los estilos de vida aymara tradicionales sino que se encuentra tanto en el joven que va a una discoteca vestido a la moda como en el campesino típico de una comunidad rural (Guaygua et al., 2003: 299)». El problema de este análisis (que por ciertos aspectos tiene puntos comunes con la tesis de la indigenización de la modernidad), es que no sale de los esquemas dicotómicos que se había propuesto superar: por último vuelve a aparecer la alusión negativa a las comunidades tradicionales consideradas como elementos que sobreviven a los cambios de época o de contexto13. En realidad, las costumbres socioculturales de dichas comunidades no se encuentran congeladas en una temporalidad inmóvil. Por ejemplo, los pescadores del lago Titicaca descritos por Bern Orlove (2002) ya no trabajan como hace cincuenta o incluso veinte años,

13 Mientras que los marxistas y los neoliberales, más allá de sus divergencias políticas, comparten la idea de que la introducción del mercado destruye a las sociedades tradicionales y a sus culturas, tanto los teóricos del comunitarismo indigenista como los poscoloniales de todos los países, consideran que las culturas tradicionales persisten bajo las degradaciones externas: después de algunos siglos de olvido y de ocultamiento, dichas culturas renacerían de las cenizas de la hegemonía occidental debido a la presión de la resistencia de los pueblos llamados «originarios». Todas esas teorías, se trate de destrucción o de resurgimiento, tienen la misma visión congelada de una cultura tradicional propia a los pueblos autóctonos. Este postulado está cuestionado por la teoría de la indigenización de la modernidad, formulada por Marshall Sahlins desde los años 1990: afirma que los esquemas culturales indígenas tienen la capacidad de apropiarse de la «modernidad capitalista» y que su continuidad se instala en el cambio. Para un análisis de estos temas, consultar el articulo de Alain Babadzan, 2009.

444 El Alto: una ficción política debido no solo a la introducción de nuevas técnicas y materiales sino también al cambio del tipo de peces (trucha en los años 1930, pejerrey en los años 1970); consiguientemente, los modos de vida asociados a la pesca se han transformado. De la misma manera, trabajos de etnografía, etnohistoria o economía como los que realizan Michael Schulte, Olivia Harris y José Luis Ezaguirre (Schulte, 1999; Harris, 2000; Ezaguirre, 2005), muestran que las comunidades rurales no son hostiles a la moneda y a las relaciones comerciales por el hecho de venerar a una Pachamama dotada de bondad y de fertilidad, como la presentan los promotores actuales de la indianidad14. Por el contrario, la figura idílica de la Pachamama, cuyos atributos se acercan extrañamente mucho más a los de la Vírgen María que a las divinidades ambivalentes de las sociedades precoloniales, parecería más bien una invención reciente de intelectuales y agentes culturales «neo-indios» que se mueven en medios urbanos (Galinier & Molinié, 2006). Por tanto, habría que adoptar un punto de vista menos culturalista para estudiar la formación de las identidades alteñas de los migrantes. La encuesta realizada por Mario Yapu y su equipo (2008) sobre la juventud y la integración de los jóvenes aymaras muestra justamente que las identidades multiculturales observadas en El Alto son el reflejo, no solo de «culturas juveniles» sino de políticas públicas, tanto si se trata del liberalismo multicultural, impulsado a partir de los años 1990 o de la interculturalidad militante de fines de los años 2000. El surgimiento de demandas educativas, culturales y/o protestarias procede de los cuadros sociales forjados por dichos políticos. La encuesta se basa pues sobre tres grupos suficientemente distintos para ilustrar este cuadro conceptual: los grupos de hip hop aymara se levantan contra la «disciplina colonial», los movimientos de trabajadoras del hogar luchan por el reconocimiento de sus derechos, los aprendices de profesores de la Escuela Normal de profesores de primaria, persiguen un reconocimiento institucional y profesional. Si bien esos grupos tienen la voluntad de reapropiarse de una identidad indígena que ahora está valorizada socialmente, predomina en ellos el deseo de ascensión social sobre todo cuando el mercado de trabajo ofrece oportunidades que son mayores si los jóvenes son de la segunda (y no de la primera) generación de migrantes. Sin embargo, se producen transformaciones socioculturales y, gracias al impulso de las políticas del gobierno Morales, la identidad aymara que en el pasado podía parecer una identidad en retroceso, se está convirtiendo, por defecto, en objeto de una reivindicación sociocultural más positiva y más valorizante. En esta revelación de El Alto, se trata menos de una indigenización de la modernidad que de una relación especifica (¿moderna?) con la tradición, siempre que se la considere como una reapropiación de las estructuras, no solo indígenas y campesinas, sino también mineras y sindicales en general que están al servicio de formas locales de organización o mejor aún de autoorganización. Esto permite librarse de la visión encantada y de la ficción

14 La etimología aymara de la palabra Pachamama no está ligada, por lo demás, a la noción de Madre- Tierra: pacha cubre un amplio campo semántico que incluye el ciclo del tiempo, del espacio y de la tierra mientras que mama tiene menos que ver con la noción de madre que con la de la autoridad que no es específicamente femenina. Para este tema, ver Harris, 2000.

445 Franck Poupeau política de una ciudad construida por sus mismos habitantes para ver en ella el producto de la interacción entre varias series de factores: las transformaciones históricas del espacio urbano, en el que los procesos de segregación se ven redoblados por la ausencia de políticas urbanas y el entramado de esquemas culturales en el cual la producción de identidades depende menos de una continuidad con el pasado que de una relación con las formas de vida colectivas capaces de integrar diferentes influencias y donde las reivindicaciones de cara al Estado son una exigencia de reconocimiento por el Estado. ♦ ♦ ♦

La ficción política de El Alto, funciona como una «reversión del estigma» destinada a erradicar los prejuicios contra una ciudad periférica, pobre y violenta. No es infundada en el sentido de que la acción de sus habitantes se debe a la vez a la ausencia relativa del Estado y a la ineficiencia de una gestión municipal que sufre de una falta de profesionales formados y de un clientelismo crónico. Constituye sin duda el orgullo de una población afligida por la precariedad, la pobreza y las formas de segregación social, espacial o cultural. Alto markaxa wali puq’antata jiwa jich’axa: El Alto se ha vuelto bien grande ahora, pueden decir los alteños (en aymara), refiriéndose no tanto al tamaño que a la nueva importancia política de la ciudad. Constituye tal vez el surgimiento de una ciudad de la cual se habla más de lo que ella misma habla: por esta razón, hay que superar la gloriosa historia de las insurrecciones recientes para que aparezcan las estructuras invisibles que producen, menos que una «politización de la etnicidad», una territorializacion de las identidades, y una transformación de la relación de los alteños a las culturas «tradicionales» e «indígenas». La ficción política de El Alto como ciudad aymara y rebelde corre el riesgo de que siga siendo el doble simbólico que impida ver la situación real de la población alteña, una referencia identitaria susceptible de ocultar las desigualdades no solo entre la ciudad y el resto de la sociedad, sino entre los residentes mismos de El Alto lo que podría confirmar lo dicho por Bourdieu, a saber, que las ficciones políticas cumplen también funciones sociales.

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449 Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60Franck 70 Poupeau Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected] Web: http://www.ifeanet.org

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA, UMIFRE 17, CNRS-MAEE) - Universidad Externado de Colombia - Taurus - Cooperación Regional para los Países Andinos

450 IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 451-462 Comptes rendus d’ouvrages

Reseñas*

Joseph Dager Alva. Historiografía y Nación en el Perú del siglo XIX. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2009, 254 pp.

Desde la década de 1980, estudios como los de Benedict Anderson y Eric Hobsbawm centraron su análisis en los procesos de construcción de la nación y los nacionalismos. En ellos se propuso una serie de ideas directrices para el análisis de estas temáticas, la que aún mantiene vigencia. Así, se entiende la nación moderna como un artefacto cultural que germina en la centuria de las luces y que adopta sus formas definitivas durante el transcurso del siglo XIX, al nutrirse con los aportes de diversas corrientes científicas y literarias como el positivismo científico, el historicismo alemán y el romanticismo1. Dager aplica el marco teórico referido a su pesquisa sobre los orígenes del nacionalismo peruano y del discurso fundacional de la nación peruana que, de acuerdo con los tópicos antes esgrimidos, debía alcanzar la finalidad de integrar al colectivo en torno al proyecto nacional en ejecución. Este discurso, asimismo, debía difundir una descripción homogénea de la nación y dotarla de antepasados remotos, de héroes gloriosos, así como de sus oponentes o enemigos. En su primer capítulo, Dager presenta y discute los tópicos teóricos que aplicará luego a la materia de su estudio. En él propone una adecuada periodificación de las diferentes interpretaciones que definen el fenómeno del nacionalismo, desde los orígenes de las historias patrias en el siglo XIX, hasta la vigente «escuela modernista» de Hobsbawm y Anderson. Finaliza Dager esta sección explicando la posición de los «estudios poscoloniales», los que proponen que los elementos culturales no occidentales —presentes en los países emancipados en el proceso de descolonización mundial— son fundamentales para comprender las singularidades de los nacionalismos africanos y asiáticos. Seguidamente, Dager toma posición en el debate y precisa que el caso latinoamericano se relaciona más con los procesos de construcción nacional

* El Bulletin de l’Institut Français d’Études andines no se responsabiliza por las opiniones vertidas en esta sección. 1 Anderson (1997), Hobsbawm (1991), Hosbsbawm & Ranger (2002): estas referencias se aplican a las demás menciones a estos autores en el resto de la presente reseña.

451 Reseñas europeos descritos por la «escuela modernista». Afirma que la emancipación americana, que tuvo lugar en las primeras décadas del siglo XIX, fue impulsada por élites criollas fuertemente influenciadas por la ideología europea de entonces, cuyo modelo de nación transportaron y aplicaron en sus propios países. En otros pasajes de su obra, Dager identifica los orígenes de una conciencia nacional peruana en las publicaciones de diferentes intelectuales de la colonia tardía, quienes rechazaron las generalizaciones que sus pares europeos hacían de América, cuyo progreso y aporte civilizadores ponían en tela de juicio. De esta manera, la afirmación del ser y de la cultura americanos implicará, entre otras posturas, la exaltación de las bondades del pasado incaico y, de este modo, proyectará las primeras vistas de los orígenes de la comunidad imaginada. La alteridad es un elemento de análisis muy presente en la obra de Dager, que le permite un adecuado análisis del proceso de construcción de la nación peruana durante el siglo XIX, a través de la contraposición de lo propio con lo ajeno, o de lo nacional con lo extranjero. Esta característica se aprecia en la fuerte crítica de la conquista y colonización española, la que, comprensiblemente, enfatizaron más las primeras generaciones de historiadores posindependentistas del Perú (Catalani, 2003)2. Un tema central en Historiografía y Nación en el Perú del Siglo XIX es el debate acerca de la inclusión o exclusión del indígena en el discurso histórico oficial que se desarrolló a lo largo del siglo XIX. Dager cuestiona la postura que propone la total exclusión del indígena del proyecto nacional, bajo el lema «Incas sí, indios no». Para el autor, aunque la glorificación del pasado incaico es un elemento central en el discurso nacionalista decimonónico, no desaparece la preocupación por la situación presente del indígena cuya postergación se achaca, en muchos casos, a los excesos coloniales. Sobre este particular, sostiene también que la gran dificultad de los historiadores peruanos decimonónicos fue cómo conciliar, en un discurso homogéneo y nacional, a los diferentes actores sociales del Perú. Por otro lado, Dager nos recuerda cómo durante el desarrollo de la Guerra del Pacífico el Estado chileno consignó a dos historiadores —Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackena— para que produjeran una versión oficial chilena sobre el conflicto, casi en simultáneo con el desarrollo de los acontecimientos. De este modo, buscaban posicionarla en los medios de difusión extranjeros para así despertar la simpatía internacional con su causa. Nos comenta Dager que frente a la versión oficial chilena surgió la figura de Mariano Felipe Paz-Soldán quien explícitamente asumió la posición de elaborar una réplica peruana. De este modo, a la exaltación de una serie de elementos del pasado prehispánico y colonial, se añade la construcción del otro o enemigo, con lo que parecen completarse los elementos necesarios para la configuración de la

2 Lectura útil para la interpretación de las cuestiones relativas a la alteridad, mencionadas en la presente reseña.

452 Comptes rendus d’ouvrages nación, en tanto que comunidad imaginada. Es así como, parafraseando a Tzvetan Todorov, a la nación cultural construida sobre la base de la glorificación del pasado Inca, se le suma la nación cívica, aquella que instala en la colectividad la idea de su propia existencia, contraponiéndole el imaginario del otro, el que por lo general funge de contrincante y amenaza al nosotros (Todorov, 1991: 284-302). En sus conclusiones, Dager nos deja reflexiones muy sugerentes. Quizá la más importante es la afirmación de que los principales tópicos de una historia nacional peruana se plantearon en el siglo XIX y no recién en el siglo XX, como proponen otros autores que prácticamente niegan la producción historiográfica decimonónica. Sobre este particular, sostiene Dager que los historiadores del siglo XIX difundieron representaciones que hasta hoy se expresan en imaginarios populares y que puntualizamos a continuación: - El imperio Inca como pasado utópico sin mendigos, ni egoísmo. - La sed de oro y avaricia como móviles de la conquista. - La etapa virreinal como el tiempo en el que germinó la nación. - La Emancipación como sentimiento libertario compartido por la mayoría de la población. - El expansionismo chileno como la verdadera causa de la Guerra del Pacífico. - Chile como la imagen del otro o enemigo que amenaza al ser nacional. Reconoce Dager que la historiografía peruana decimonónica no puso el debido énfasis en las desigualdades sociales que existieron en tiempos coloniales y que persistieron en los republicanos. Explica el autor que, de acuerdo con los objetivos de la narración histórica de entonces (s. XIX), se buscaba un producto —historia nacional— que más bien fundamentase la unidad nacional sobre los aspectos positivos del pasado y desde una perspectiva homogenizadora. Sobre este particular debe comprenderse qué criterios contemporáneos como la pluriculturalidad o el relativismo cultural no estaban vigentes en tiempos en los que las élites políticas latinoamericanas ponderaban la filosofía política occidental no solo como la correcta, sino como la única vigente. En conclusión, Historiografía y Nación en el Perú del Siglo XIX, de Joseph Dager, es un estudio fundamental para comprender el proceso de construcción de la nación peruana. En sus páginas se ofrece una aguda revista de la paulatina configuración de un discurso nacionalista específico, cuya finalidad fue exaltar las virtudes del pasado y el presente, así como establecer los necesarios distingos con las nacionalidades ajenas.

Referencias citadas

ANDERSON, B., 1997 – Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo; México: Fondo de Cultura Económica (segunda reimpresión en español).

453 Reseñas

CATALANI, F., 2003 – El mal en la dialéctica de la alteridad. Revista Anclajes, n.° 7; Santa Rosa: La Pampa. HOBSBAWM, E., 1991 – Naciones y nacionalismo desde 1870; Barcelona: Editorial Crítica Barcelona. HOBSBAWM, E. & RANGER, T. (eds.), 2002 – La invención de la tradición; Barcelona: Crítica. TODOROV, T., 1991 – Nosotros y los otros: reflexiones sobre la diversidad humana; México, D.F.: Siglo Veintiuno.

Daniel PARODI REVOREDO

Manuel Chust e Ivana Frasquet (eds.). Los colores de las independencias iberoamericanas. Liberalismo, etnia y raza. CSIC, Madrid, 2009, 291 pp.

Los procesos de las independencias en Iberoamérica a puertas de las celebraciones de sus bicentenarios han cobrado una expectativa académica muy importante. Así, podemos percibir una diversidad de líneas de investigación que buscan repensar estos procesos acaecidos hace dos siglos en una perspectiva contemporánea que no marque una ruptura o vacío en el conocimiento de la historia de esos procesos independentistas y la historia actual y su relación con las distintas naciones que hoy conforman los Estados Iberoamericanos. En ese sentido, Manuel Chust e Ivana Frasquet han editado un conjunto de estudios realmente sugerentes relacionados al liberalismo, la etnia y la raza en los procesos de independencia. De todos estos trabajos se desprende una atenta preocupación de los autores por reflexionar sobre el papel y las representaciones de las clases populares en aquella coyuntura de las revoluciones hispánicas. Esta tendencia historiográfica ha venido creciendo en los distintos países iberoamericanos en donde el desempeño de los sectores populares es visto ahora desde una óptica que evidencia una activa participación política de estos sujetos históricos en los espacios y etapas en donde desenvolvieron su existencia como actores sociales. No obstante, si bien el libro editado por Chust & Frasquet busca desarrollar esta línea de investigación, no ha podido escapar de algunas barreras difíciles de soslayar referidas especialmente a la utilización de determinadas fuentes que ofrecen más que el desempeño de las propias clases populares, la imagen que de éstas tuvieron los grupos de poder. Aun así la introducción y los ocho trabajos que componen el libro nos permiten percibir la fuerte tendencia de la historiografía reciente por examinar el comportamiento y

454 Comptes rendus d’ouvrages la actuación política de las clases subalternas relacionadas al papel desempeñado por las élites en el proceso de las independencias en Iberoamérica. Precisamente, los tres primeros textos de Los colores de las independencias iberoamericanas inciden en advertir la fuerte relación entre los intereses de las élites políticas y los problemas de los sectores populares específicamente en Cuba. El tema de la esclavitud, el monopolio de ésta arrogada por la élite y su importancia en la isla en la coyuntura de las guerras de independencia ha sido señalado en varias oportunidades. Desde esa perspectiva, Michael Zeuske ha resaltado el papel particular de la élite habanera en el período de 1808 y 1812. La élite de Cuba no planeó la formación de alguna junta de gobierno (salvo el intento fracasado de Arango). Por el contrario, apoyó las disposiciones emanadas de la metrópoli siempre y cuando permitiera a la élite local la suficiente autonomía para mantener y desarrollar sus actividades económicas y mercantiles, básicamente con la economía del boom del azúcar y de los esclavos. En estas actividades era fundamental la mano de obra esclava; por ello la insistencia de las élites criollas cubanas por mantener la esclavitud y sostener un racismo que justificase esa situación de inferioridad de las castas. Incluso, el proyecto reformista de Arango estuvo teñido de la exclusión social de los negros de toda igualdad política. Se pedía la integración económica pero se negaba la integración cultural y social. Entonces, los intentos autonomistas de las élites criollas de Cuba en el período de la crisis hispana buscaron evitar «los autonomismos desde abajo, desde las castas o de los pardos» y, a su vez, lograr que esos sectores populares excluidos aceptasen apoyar la causa criolla sin sostener proyectos de soberanía y libertades populares. Es decir, se intentaba crear una ciudadanía pasiva y activa que favoreciera a los grupos de poder y el mantenimiento de la autoridad política. Por su parte, Juan Amores en el segundo trabajo del libro busca probar que la lealtad cubana a España no estuvo circunscrita al miedo al negro, sino al poder de los privilegios, la concesión de honores y sobre todo a los beneficios fiscales y comerciales que la Corona otorgó a Cuba en toda su historia. Esta idea corrobora la opinión de Michael Zeuske de que las élites cubanas, incluso ante una revolución de esclavos en la isla adherente, resolvieron desarrollar más esclavitud en la propia isla, cuestionando con ello la tesis clásica del temor a los esclavos como un argumento de la fidelidad cubana a la metrópoli. En forma puntual, las apreciaciones de Juan Amores se basan en un análisis del proceso de la realidad cubana que permite advertir, más que un intento individual y providencial de reformismo encabezado por Francisco Arango y Parreño, todo un programa político y económico del liberalismo ilustrado en Cuba entre 1790 y 1820. Con aquel argumento se corrige la exageración de la historiografía cubana de ver en este personaje al promotor y causante directo del desarrollo económico de Cuba. En realidad, aquellas concesiones a la isla respondían a un proceso de largo plazo en la política española. No obstante, la importancia de la propuesta de Arango radica más en el plano político que económico, porque, por primera vez, un criollo realizaba una evaluación del colonialismo en forma crítica y planteaba además con crudeza y realismo el problema de la esclavitud.

455 Reseñas

En el tercer estudio, Juan José Sánchez Baena nos ofrece un recuento detallado de la prensa cubana y su relación con la libertad de ideas entre 1810 y 1823. Resulta central el análisis de estos periódicos, pues en ellos participan muchos de los personajes generadores de opinión e inmersos en la política como fue el caso del mismo Arango. Sánchez Baena subraya dos etapas en el desarrollo de la prensa cubana: el primer período de la libertad de imprenta (1810-1814) y el segundo período constitucional (1820-1823). En el primero, la prensa hace eco de las voces de denuncia por los abusos de la administración colonial y celebra la ansiada libertad de publicar las ideas políticas en Cuba. Ante esta libertad de la prensa se percibe la tendencia de los diversos grupos sociales por expresar sus opiniones y la inconformidad con la política española, los debates para generar las reformas que necesitaba la isla y los propios problemas acaecidos en la metrópoli. En la segunda etapa, la restauración de la Constitución de 1812 y la vuelta a los debates de la libertad de prensa ocasionaron la proliferación de múltiples periódicos, muchos de ellos de vida efímera que se insertaron en la arena de la lucha ideológica y política del trienio liberal. El análisis sistemático de estas publicaciones podría arrojar argumentos sugerentes para la comprensión del pensamiento de las élites criollas cubanas y la imagen que éstas tuvieron de los problemas de las clases populares, especialmente en relación a la esclavitud. Entonces, la investigación de Sánchez Baena más que un trabajo acabado representa un aporte inicial para replantear la importancia de la prensa cubana en la coyuntura de crisis hispana. El cuarto estudio del libro se inserta en forma directa en los debates sobre la esclavitud, la ciudadanía y la ideología proesclavista desarrollados tanto en las cortes de Lisboa y la asamblea constituyente de Río de Janeiro entre 1821 y 1824. Marcia Berbel y Rafael Marquese destacan el argumento de que en las cortes de Lisboa los criterios no racionales definieron la concepción liberal de la ciudadanía. Así, el ciudadano connotaba características incluyentes que buscó soldar las fisuras de la identidad que venía siendo cuestionada en aquellos años de las guerras de la independencia. Por lo tanto, la identidad debía asegurarse por el derecho a la ciudadanía, la igualdad de los habitantes de ambos hemisferios y, por ende, la admisión de una «posible igualdad de portugueses de muchos colores». Por su parte, en la asamblea de Río de Janeiro si bien se mantuvo esa inclusión esta vez de los brasileños a la ciudadanía, se realizó una distinción entre los originarios de África y los del Brasil. Esta distinción, al advertir la diferencia en ser extranjero y no tanto por ser negro o no, permitió que se mantuviera aún la esclavitud y la continuidad del tráfico negrero transatlántico hacia el Brasil. En ese sentido, como señalan los autores, «el comercio de carne humana serviría, entre otras cosas, para producir más libertad. Y, también, más desigualdad». Las dos siguientes investigaciones están centradas en Nueva España y en la participación de los sectores indígenas en las guerras de independencia y en la formación de los nuevos Estados nacionales. Eric Van Young, después de indagar por décadas la realidad mexicana se interesa por determinar el significado que tuvo el movimiento independentista para la gente común en el campo y si esta expresó de alguna manera un tipo de sentimiento nacionalista que podría configurar la vida

456 Comptes rendus d’ouvrages política del siglo XIX mexicano. En forma específica, en este trabajo Van Young prueba que «la cultura política y la práctica política cotidiana en la mayoría de las miles de comunidades indígenas de Nueva España demostraron una notable continuidad […] entre el último período colonial y el final de la década de la insurgencia». Sin embargo, esta comprobación no señala que la continuidad tenga que ver exclusivamente con el papel pasivo de las clases populares. El propio autor advierte que la historiografía reciente ha revalorado mejor el comportamiento político de los sectores subalternos en las guerras de independencia siendo en la actualidad insostenible una posición de indiferencia de estos grupos populares ante los acontecimientos políticos de los años de la revolución. Lo que el estudio de Van Young muestra claramente es que la apertura que representaron las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 no fue la de una comunidad imaginada en donde los sectores populares pudieran encontrar el camino para su integración política, sino «un medio para llevar a cabo la defensa de sus comunidades». Por ello, las sublevaciones fueron de carácter localizadas, de corta duración pero potencialmente violentas, pues estaban defendiendo su localismo obstinado antes que la emergencia de una visión más amplia o algún tipo de proyecto nacional incipiente. El trabajo de Izaskun Álvarez sobre la región del Yucatán deja también muy en claro las relaciones conflictivas existentes entre los grupos populares indígenas y los sectores criollos. Resulta oportuno entender la participación de población india en un marco más amplio que incluya los años de la independencia hasta la finalización de la guerra de castas. En ese proceso queda latente la diversidad de intereses y opiniones entre los pueblos y las pretensiones de las autoridades criollas por diseñar «un Yucatán independiente, sin contar con la población indígena, a la que intentaron anular, vender y exterminar por todos los medios». En otras palabras, corroboramos al argumento central de los criollos de «hacer patria sin indios», a pesar de que estos sectores populares representaban el elemento diferencial de la sociedad mexicana. Oscar Almario se ha preocupado en desarrollar precisamente la búsqueda de una nueva identidad que los criollos neogranadinos intentaron conseguir a partir de las luchas por la independencia. A su vez el autor señala «las distintas representaciones acerca de las llamadas castas y el reto de su inclusión en el proyecto nacional» y de cómo las élites criollas pretendían construir la nación negando lo indio, lo negro y lo mestizo. Almario muestra cómo la cuestión de las castas y el problema indígena estuvo en la agenda de las discusiones de las Cortes de Cádiz, porque el debate siempre giró en la inclusión política de estos sectores populares tan importantes en la configuración social y política de las naciones iberoamericanas. Era evidente la idea de Restrepo de que «la esclavitud debe destruirse, sin destruir al propietario» y que «no conceder la libertad es una barbarie; darla de repente es una precipitación», incluso, las palabras de Bolívar de que únicamente las leyes y la educación podían permitir que las desigualdades adherentes a la naturaleza de los hombres se convirtieran en igualdades propiamente políticas y sociales. En esencia, las élites criollas volvían a excluir a través de diversas estrategias retóricas y discursivas a los grupos populares de la arena política nacional.

457 Reseñas

Finalmente, Nuria Sala I Vila cierra el libro editado por Chust y Frasquet reflexionando sobre la región como un espacio de representación política en el Perú decimonónico. La autora señala que no solamente la ciudadanía había sido uno de los ejes que permitió la construcción del proyecto liberal en América Latina, sino que fueron los espacios políticos desde donde se pudo materializar aquel objetivo. En los estudios de casos Sala I Vila ha podido manejar la hipótesis de que la región se convirtió en el siglo XIX en un espacio de poder político. Así, los diversos proyectos liberales de representación política tuvieron relacionados tanto a la ciudadanía como a las organizaciones políticas administrativas que formaron parte del nuevo Estado nacional desde los años de las guerras de independencia. A partir de esas vinculaciones se podría entender las repercusiones de los poderes locales y regionales en la configuración social de los sectores populares y en la esfera política del Perú del siglo XIX. Indudablemente Los colores de las independencias iberoamericanas editado por Chust & Frasquet muestra una multiplicidad de posibilidades para abordar el estudio de las clases populares en Iberoamérica. Aprehender en su esencia «los colores» y los intereses de los diversos grupos sociales, relacionar sus motivaciones con sus horizontes de desarrollo, situar su papel social y político en el proceso revolucionario y advertir las diferentes propuestas y alternativas políticas que tuvieron en la convulsionada coyuntura de las guerras de independencia. Entonces, en la actualidad es una verdad irrefutable que las celebraciones de los bicentenarios representan más que una estupenda oportunidad para repensar la historia de estas clases subalternas y sus íntimas implicancias políticas en la configuración de las sociedades iberoamericanas.

Daniel MORÁN

Irina Podgorny. El sendero del tiempo y de las causas accidentales. Los espacios de la prehistoria en la Argentina, 1850-1910. Prohistoria Ediciones, Rosario, 2009, 331 pp.

El sendero del tiempo y de las causas accidentales de Irina Podgorny delinea el desarrollo de los estudios sobre la prehistoria en la Argentina decimonónica. El libro gira en torno a los «espacios» de la prehistoria, los aspectos materiales y sociales que contribuyeron a la formación de la disciplina: Irina Podgorny se centra en los edificios, en el vocabulario, y en las redes personales. Describe la circulación internacional de las ideas, de modelos arquitectónicos, o de los sistemas de clasificación para comprender el desarrollo de la prehistoria en la Argentina en relación con Europa y Norteamérica. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX,

458 Comptes rendus d’ouvrages los debates en torno a la antigüedad y el origen de la humanidad marcaron el desarrollo de las ciencias; el libro de Irina Podgorny elucida la centralidad que tuvo la Argentina en las redes intelectuales y materiales de la época. El libro se divide en dos partes; la primera parte se dedica al museo de historia natural y la colección como lugares para el estudio de la antigüedad del hombre en Europa y Norteamérica. En el primer capítulo la autora describe cómo los museos fueron usados como puntos de referencia y modelos en los debates sobre la construcción de los edificios para los museos argentinos. Muestra cómo se relacionaba la concepción del museo argentino con los modelos europeos o norteamericanos: el museo de Historia Natural de París, producto de la reorganización del Jardin des Plantes de París tras la Revolución francesa, el museo de Historia Natural de Londres establecido en 1881, y el Museo Nacional de Washington, fundado entre 1879 y 1881. Podgorny arguye que muchas veces las ideas sobre la naturaleza se subordinaban a las posibilidades concretas de llevarlas a un tipo de arquitectura como el de las exitosas exposiciones universales, la disponibilidad de fondos públicos, o la seguridad de la construcción. La búsqueda de un espacio para el museo articulaba a la vez la práctica científica y la política; los organizadores recurrían al orgullo nacional como sustento para el establecimiento de un museo de historia natural, o defendían los museos como símbolos de la civilización. El segundo capítulo gira alrededor de las disputas lingüísticas por imponer un léxico para la nueva disciplina, su adaptación al castellano y su incorporación a la terminología de los estudiosos en la Argentina. La autora rastrea el nacimiento del nombre «prehistoria» para los nuevos saberes y para los períodos históricos sobre los cuales se carece de testimonios escritos. De procedencia escandinava, el término se acuñó en inglés alrededor de 1850 como prehistory. En Francia, centro de los debates sobre la antigüedad del hombre, se propusieron al mismo tiempo los términos alternativos de paléoethnologie o anté-histoire, mientras que en España no existía alrededor de la década de 1880 unanimidad en la nomenclatura: se hablaba de arqueolítico, prehistórico y antihistórico. Rastreando la gradual imposición del término «prehistoria» en la Argentina, la autora nota también que en América este término siempre abarcó la época prehispánica en su totalidad: mientras que el límite entre prehistoria e historia en Europa se situaba en el diluvio, en América la conquista marcó un límite local distinto. El capítulo que cierra la primera parte del libro se centra en los medios técnicos ideados para resolver el problema de la precisión, en el «ajuste entre las cosas y las palabras». Con un énfasis en el Museo Etnográfico de Berlín, el Museum Británico de Londres y el Chicago Field Museo, Podgorny analiza cómo se buscaban precisar los léxicos y los sistemas de catalogación en relación a las nuevas prácticas de la prehistoria. Pone un énfasis en la transformación de la excavación y el registro en los métodos centrales de la Arqueología en Europa y Estados Unidos. Se partía de la idea de que el pasado estaba en peligro no tan solo por el transcurrir del tiempo, sino también por la destrucción de esa evidencia en el momento de su excavación y recolección tal como el tiempo lo había conservado. En este contexto surgieron nuevas técnicas, los protocolos y las fotografías entre otras cosas, que conservaban las coordenadas y el espacio de la investigación como infinitamente observable.

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En la segunda parte del libro, la autora centra su análisis en los debates en torno a la antigüedad del hombre en la Argentina. El cuarto capítulo describe el surgimiento del interés científico en la segunda mitad del siglo XIX en la antigüedad del hombre en las pampas. Según la autora, para la Argentina y la América del Sur el interés por la arqueología prehistórica no puede separarse de la formación de las colecciones paleontológicas y del debate acerca de la antigüedad de la formación Pampeana. Las primeras colecciones prehistóricas argentinas datan de fines de 1850: a partir de la aceptación de los hallazgos de Boucher de Perthes, diversos buscadores de fósiles siguieron encontrando vestigios. Si bien el problema de la antigüedad del hombre sudamericano tuvo un momento de esplendor en la década de 1870 y la primera mitad de la de 1880, la paleontología de los mamíferos concentró la atención de la mayoría de los naturalistas locales hasta 1910, cuando la posibilidad de encontrar evidencia del hombre terciario en la Argentina empezó a ser agitada. En el capítulo que sigue, la autora analiza los centros de recopilación de datos y de formación de colecciones en Córdoba, Tucumán, Buenos Aires y Entre Ríos. Desde allí se enviaban comisiones a los lugares donde se pretendía haber dado con la prehistoria en su manifestación americana. Podgorny delinea las redes de individuos interrelacionados a través de las sociedades científicas y los museos. La autora se centra particularmente en las actividades de tres individuos que escribían y publicaban sobre el problema de la antigüedad del hombre: Estanislao Zeballos, Francisco P. Moreno y Florentino Ameghino. A lo largo del libro, la figura más estudiada es la de Ameghino. Habiendo empezado como proveedor local de los museos europeos con fósiles, Ameghino descubrió grandes yacimientos que asociaba con el «hombre fósil» sudamericano, perteneciente a una supuesta raza dolicocéfala en la América. Podgorny entreteje los debates en torno a los hallazgos de Ameghino con una discusión en el mundo científico de la época: enfatiza la dimensión social de los procesos en los cuales se estableció la «autenticidad» de los hallazgos, y cómo, poco a poco, fue privilegiándose cada vez más la experiencia de campo por encima de la del gabinete o la universidad. La autora narra en el siguiente capítulo la participación argentina en la Exposición Internacional de Antropología y Paleontología de 1878 celebrada en París, simultánea a la Exposición Universal. La exposición ratificó la existencia del hombre terciario en Europa y aceptaba el hallazgo de restos humanos en el Terciario de California. Despertó también expectativas entre los argentinos, porque los científicos franceses estuvieron dispuestos a reconocer en base a la exposición argentina la posibilidad de que «el origen» de la humanidad se encontrara en la Argentina. La estadía en Francia influyó profundamente en Ameghino en particular, quien permaneció tres años en París, interviniendo y aprendiendo en el campo paleontológico local. En su libro La antigüedad del hombre en La Plata en 1880, Ameghino arguyó que el hombre americano era tan antiguo como el de otros continentes, afianzando sus vínculos con autores franceses como Topinard, de Quatrefages y Broca, y su cercanía a G. De Mortillet. El séptimo capítulo gira alrededor de los debates en la Argentina durante la década de 1880. Analiza, en una primera sección, el estudio de los restos arqueológicos

460 Comptes rendus d’ouvrages en la zona de Córdoba asociados con las culturas Calchaquí y Quechua. Los vestigios, relativamente sofisticados, cumplían con las expectativas creadas por la capacidad predictiva de las categorías europeas: era esperable una Edad de Hierro, y los restos cordobeses posiblemente la representaban. Aunque un museo de arqueología y etnografía anexo a la sede de Córdoba del Instituto Geográfico Argentino nunca se materializó, Córdoba contaría con un Museo Antropológico y Paleontológico en el marco de la Universidad, puesto bajo la dirección de Ameghino desde 1885. La segunda parte del capítulo se centra en la estadía cordobesa de Ameghino, y sus escritos sobre los mamíferos fósiles y el «hombre fósil» sudamericano. La autora cierra el capítulo con una polémica entre Ameghino y el director del Museo Nacional, Hermann Burmeister, acerca del «hombre fósil». Podgorny pone el debate en contexto enfatizando una vez más cuán frágil era la evidencia arqueológica una vez removida del contexto original. La autora traza en el siguiente capítulo el desarrollo de los dos principales museos argentinos de la época dedicados a la prehistoria: el Museo de la Plata y el Museo Nacional en Buenos Aires. Con relación al Museo de la Plata, símbolo del triunfo sobre el desierto, la autora explica cómo el museo se diseñó para ilustrar la evolución humana: atravesando distintas épocas, la sala de antropología con los indios vivos cerraba la trayectoria de la humanidad en la Argentina. A diferencia del Museo de la Plata, los directores del Museo Nacional de Buenos Aires —Hermann Burmeister hasta 1892, Carlos Berg hasta 1902, y luego Ameghino— sufrían las malas condiciones del edificio y la instalación. La autora describe las negociaciones por un nuevo espacio para el museo, los debates técnicos tanto como las alusiones al orgullo nacional para conseguir financiamiento. Finalmente, en su último capítulo, Podgorny vuelve a la historia de los hermanos Ameghino como trayectoria representativa de la era de los naturalistas viajeros y de la consolidación del trabajo de campo como parte esencial de la práctica de la Prehistoria, la Paleontología y la Paleoantropología. Entre 1890 y la década de 1910, Florentino y Juan Ameghino participaron de una serie de debates geológicos conocida como la controversia patagónica. Los trabajos de los hermanos se situaron en el contexto de la lucha por expandir la clasificación geológica del Terciario a la América del Sur y la adopción de un lenguaje universal aplicable en todo el mundo. En la primera década del siglo XX en particular, los ancestros sudamericanos del género humano crearon un nuevo frente de disputa y atrajeron nuevos contrincantes. El sendero del tiempo… define dos ejes conceptuales: por un lado, se alinea con la búsqueda de las raíces internacionales de las tradiciones científicas nacionales. La Prehistoria implicó la idea de un desarrollo histórico de la naturaleza y de la humanidad comparable en todo el mundo, con los datos locales imbricándose con los datos recogidos en otros lugares. El énfasis en el ámbito internacional escogido por la autora resulta idóneo para comprender mejor la historia de la disciplina en la época. Por otro lado, el trabajo de Irina Podgorny se relaciona estrechamente con un enfoque que examina la ciencia «como práctica». Este ángulo destaca la importancia de la infraestructura que abre o imposibilita el acceso a los

461 Reseñas lugares de estudio, de las relaciones sociales que mediaron los resultados y su reconocimiento oficial, y de la disponibilidad de tiempo para realizar excursiones. Elucida cómo los museos exhiben todos los conflictos relacionados con el mundo de trabajo —la jerarquía, la sanción y la coacción— para situar la Prehistoria en el ámbito de lo social. La descripción minuciosa de las excavaciones, de las estructuras inestables, y de las trayectorias de viaje fragmenta en varios momentos la coherencia de la narrativa. Sin embargo, ello constituye precisamente la idea que marca la concepción del libro. Con su énfasis en el rol de las prácticas en la formación de la disciplina científica, la autora se desvincula del enfoque en la ideología que, desde la década de 1980, ha forjado gran parte de los trabajos sobre el desarrollo de las disciplinas tales como la Arqueología, la Prehistoria, o la Etnología. Ante todo insiste que, lejos de encontrarnos con proyectos de dominio nacional, de un estado nacional que ejerza una estrategia o control, muchas veces fueron los directores y científicos quienes crearon funciones para sus instituciones para justificar su presupuesto. El mérito de esta aproximación radica también en que nos permite ir más allá del estudio de los grandes hombres de la ciencia acercándonos a las condiciones que los posibilitaron, desarmando a la vez la «épica del progreso de la ciencia». El énfasis en las prácticas indica un camino útil del cual podría beneficiarse y enriquecerse la historia de la arqueología del mundo decimonónico en Europa, Norteamérica y también en el Perú. La historia de la Arqueología ha de transmitir que la disciplina no fue tan solo simbólica, sino también prosaica.

Stefanie GÄNGER

462 IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 463-474 Évènements

Eventos

SEMINARIO INTERNACIONAL: DESARROLLO, DESIGUALDADES Y CONFLICTOS SOCIALES. UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PAÍSES ANDINOS Lima, 28-30 de junio de 2010

Entre el lunes 28 y el miércoles 30 de junio de 2010, se desarrolló en el auditorio del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) el Seminario Internacional «Desarrollo, desigualdades y conflictos sociales: una perspectiva desde los países andinos». El evento fue organizado por el Instituto de Estudios Peruanos y la Cooperación Regional para los Países Andinos de la Embajada de Francia, con los auspicios del Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA) y el South-South Exchange Program for Research on the History of Development (Sephis). En los últimos años, varios países en desarrollo han experimentado intensos procesos de transformaciones económicas, sociales y políticas. Sin embargo, los buenos indicadores macroeconómicos han tenido impactos diferenciados en las condiciones de vida de la mayoría de la población. En otros casos, propuestas nacionalistas han estado divorciadas de un buen desempeño económico, lo que ha generado problemas sociales. En general, persisten pronunciados desajustes e insuficiencias, especialmente en la atención de necesidades estratégicas concernientes a la salud, la educación y la seguridad. Este conjunto de fisuras y exclusiones afecta en especial a los grupos más vulnerables. Los objetivos del evento, indisociables del presente y de la historia de la América Latina, fueron reunir análisis y perspectivas originales sobre el contraste entre el crecimiento económico y la persistencia de la desigualdad social, política y económica en los países andinos; explorar su relación con la emergencia de la conflictividad social, de nuevas propuestas nacionalistas y de una variedad de frenos para el crecimiento económico y la solidaridad; y generar una reflexión común entre un grupo de expertos nacionales e internacionales que buscan soluciones posibles para algunos de los complejos problemas que afectan a la región. Con miras a cumplir dichos objetivos, el seminario reunió diecisiete ponencias de investigadores del Perú, Francia, el Ecuador, Bolivia, Colombia, México y los Estados Unidos, todos de notable trayectoria en prestigiosas instituciones

463 Eventos académicas de sus países. Los trabajos presentados abarcaron buena parte del espectro de las disciplinas de las ciencias sociales, pues, si bien muchas de ellas rebasaron los marcos disciplinarios tradicionales, claramente todas se insertaron en los debates más actuales de la ciencia política, la economía, la sociología, la antropología, la historia, la geografía y el urbanismo. Se trató, por lo tanto, de un evento interdisciplinario, que propició el diálogo crítico entre especialistas de diversas vertientes metodológicas y teóricas, en el cual se generó un espacio favorable para el análisis comparativo de aspectos centrales de las sociedades andinas. Los trabajos presentados fueron usualmente el resultado de investigaciones de largo aliento, por lo que su discusión entre intelectuales provenientes de diferentes orígenes nacionales y disciplinares sirvió para poner a prueba sus principales hipótesis y hallazgos, reforzar el carácter regional andino o latinoamericano de sus trabajos y, de modo más general, compartir con el público ideas relacionadas con la desigualdad, el desarrollo y los conflictos sociales a escala regional. Para ello, el programa combinó las ponencias monográficas acerca de casos y temas específicos, que en ciertas ocasiones incluyeron perspectivas comparativas, transregionales e interdisciplinarias, con ponencias centrales que esbozaron visiones de conjunto y perspectivas teóricas acerca de la temática planteada. Luego de las palabras inaugurales de los directores de la Cooperación Regional para los Países Andinos de la Embajada de Francia, Jean Vacher y del Instituto de Estudios Peruanos, Marcos Cueto, el evento se inició con la mesa central «La desigualdad en América Latina: viejos y nuevos enfoques». Esta primera mesa estuvo a cargo del historiador norteamericano Paul Gootenberg y del antropólogo social mexicano Luis Reygadas, quienes tras hacer un recuento de la literatura existente, propusieron sobre la base de una importante investigación conjunta, una serie de perspectivas teóricas acerca de la desigualdad en América Latina, sus causas históricas, las implicancias de su persistencia y de sus nuevos rasgos, y sus consecuencias políticas, en particular en relación con el reciente «giro a la izquierda» en la región. Los ponentes prestaron especial atención al carácter relacional de las desigualdades y a la urgencia de estudiarla en función de diversos paradigmas de las ciencias sociales, que tengan en cuenta tanto las estructuras como las coyunturas y que recurran tanto a metodologías cuantitativas como cualitativas. La segunda jornada se inició con la mesa «La subordinación de la política a la economía», que se centró en la economía política de los países andinos. En ella, se analizaron algunos factores que en años recientes se han convertido en medulares en el debate regional, tales como la importancia económica y las consecuencias políticas de la explotación de los recursos naturales, la emergencia en altos cargos gubernamentales de tecnócratas formados en los departamentos de economía de las universidades norteamericanas y su influencia en los modelos económicos asumidos en las naciones andinas. El modo en que estos fenómenos se relacionan entre sí y generan tensiones en cuanto a la redistribución y las asignaciones presupuestales, a la vez que afectan las grandes tendencias económicas y políticas, fue el elemento común de las tres presentaciones.

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En la mesa siguiente, «La fragilidad del estado y su ineficacia institucional», los panelistas exploraron los problemas del funcionamiento de los Estados en el Perú, Bolivia y el Ecuador y sus relaciones con el extendido problema de la desigualdad. Las ponencias asumieron perspectivas que abarcaron tanto la dinámica estructural de estos Estados, que incluye rivalidades interregionales que en ciertos casos (Bolivia, el Ecuador) constituyen elementos centrales, como las pugnas políticas y discursivas y las visiones que acerca del desarrollo tienen los múltiples actores que buscan controlar y distribuir los recursos estatales. De este modo, igual que en las mesas anteriores, se hizo patente la necesidad de relacionar lo político, lo social, lo cultural y lo económico si se pretende ampliar la comprensión de las desigualdades latinoamericanas. Esta perspectiva plural fue claramente asumida por el economista franco peruano Javier Herrera en la brillante presentación que realizó en la mesa central que cerró la jornada. En ella, Herrera presentó un marco teórico novedoso para entender las desigualdades, que bebía de fuentes sumamente variadas, que iban desde la filosofía y la sociología hasta los estudios económicos más tradicionales, pasando por la importancia del modo en que éstas son percibidas y valoradas. En seguida, Herrera aplicó este marco teórico a una serie de datos cuantitativos de la economía peruana de los últimos veinte años y presentó algunas hipótesis acerca de las relaciones existentes entre sus hallazgos acerca de las desigualdades y las formas en las que moldean las percepciones acerca de la política y, especialmente, la democracia en el Perú. La mesa llamada «Conflictividad social y el sistema político», que abrió el último día del seminario, sin dejar de lado la importancia de las desigualdades y las concepciones del desarrollo, desplazó el eje temático central hacia la movilización política, los conflictos sociales y la violencia. En ella, se analizaron los casos de la movilización «desde abajo» de acuerdo a identidades étnicas, políticas, económicas y clasistas para los casos de Bolivia, Colombia y el Perú en el último cuarto del siglo XX. De este modo, las cuatro ponencias mostraron cómo estas identidades se han forjado, con diversos grados de violencia y de éxito político, en los países andinos en estrecha relación con los contextos mayores de la economía política, las relaciones geopolíticas y los prejuicios raciales de las distintas naciones estudiadas. La perspectiva comparativa permitió a los expositores acentuar las diferencias y similitudes existentes entre las diferentes sociedades de la región. La imaginación social de las desigualdades fue el foco central de las tres presentaciones que constituyeron la mesa acerca de «La trama del racismo en la economía y la sociedad». En sus trabajos, los ponentes exploraron el modo en que los discursos acerca de la desigualdad han generado lugares comunes en los imaginarios nacionales, que a su vez han tenido profundos efectos sobre las vidas de los ciudadanos y sobre la política en el Perú y el Ecuador. Utilizando estudios de casos recientes, pero siempre con profundidad histórica, los trabajos expuestos en esta mesa dejaron en claro que las desigualdades y prejuicios expresados en la cultura y los discursos en la esfera pública han desempeñado un papel esencial

465 Eventos en las políticas públicas de los países andinos. Aunque todas las investigaciones presentadas hicieron hincapié en el peso que estos factores tienen en las políticas de seguridad y coerción, los temas de la imaginación geográfica, tanto a escala nacional como urbana, también fueron destacados: lo que constituye una aproximación original a estos temas clásicos. El evento concluyó con la ponencia central de Eric Hershberg. El destacado politólogo norteamericano presentó un balance, parte de una investigación de largo alcance, acerca de la desigualdad y de las políticas para enfrentarla en la América Latina, así como una serie de perspectivas del desarrollo de la región en el mediano plazo. La ponencia fue complementada con la participación, a modo de moderador y comentarista, de Julio Cotler. En ella, Cotler, uno de los fundadores del Instituto de Estudios Peruanos y de los más respetados analistas políticos del Perú, aportó con sugerentes críticas y posibles líneas de investigación para el estudio de las desigualdades, el desarrollo y los conflictos sociales en los países andinos. A lo largo del evento, los expositores llamaron la atención acerca de la importancia de mejorar la comprensión del fenómeno de la desigualdad en América Latina, pues es bien sabido que la región es la más desigual del mundo. La centralidad del fenómeno explica su importancia dentro del marco institucional del Instituto de Estudios Peruanos. Por ello, el evento permitió que diversos investigadores del IEP pudieran presentar aquellos trabajos que en los últimos años se han articulado, en algunas de sus facetas, con el tema de la desigualdad. El seminario contó también con la moderación y los comentarios de académicos peruanos y extranjeros afiliados a otras importantes instituciones de investigación locales como Cynthia Sanborn, directora del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP), y Javier Torres, director de la Asociación de Servicios Educativos Rurales (SER), además de los directores de las dos instituciones organizadoras: Georges Lomné del Instituto Francés de Estudios Andinos y Marcos Cueto del Instituto de Estudios Peruanos. Un público de alrededor de ochenta personas asistió presencialmente al evento en el auditorio del Instituto de Estudios Peruanos y participó de las ponencias con preguntas y comentarios, y más de cien personas lo siguieron cada día en vivo a través de la transmisión en la página web del instituto. Además de permitir la discusión de la realidad latinoamericana en un ámbito especializado, la intención de los organizadores del seminario es que éste sirva también para la divulgación del conocimiento científico a un público amplio acerca de temas cruciales para la comprensión de las sociedades andinas. Para lograrlo, en vista de la calidad de las ponencias, de su cohesión temática y del entusiasmo de los participantes, el Instituto de Estudios Peruanos planea editar una compilación de los trabajos expuestos en la forma de un libro, cuya publicación en el corto plazo espera contar con la participación del Instituto Francés de Estudios Andinos y la Cooperación Regional para los Países Andinos de la Embajada de Francia. Se espera, además, que el evento promueva la formación de redes de investigadores especializados en la importante temática de las desigualdades. En vista de todo lo anterior, es posible afirmar que el seminario cumplió con las

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expectativas trazadas por los organizadores y que fue, por ello, una experiencia exitosa que el Instituto de Estudios Peruanos y la Cooperación Regional para los Países Andinos de la Embajada de Francia esperan repetir.

Marcos CUETO

SIMPOSIO INTERNACIONAL: «CULTURA VISUAL Y REVOLUCIÓN: HISPANOAMÉRICA, 1808-1830» Lima, 30 de agosto-2 de septiembre de 2010

Este simposio internacional fue convocado por la directora del Museo de Arte de Lima (MALI), Natalia Majluf, y co-organizado por Jean-Joinville Vacher — responsable de la Cooperación regional para los países andinos en la Embajada de Francia—, la Embajada de Chile en el Perú y la Fundación Getty. También recibió el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), del Programa de Maestría en Historia del Arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y del Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA, UMIFRE 17, CNRS-MAEE). Después de una sesión inaugural en el MALI, el lunes 30 de agosto en la noche, el simposio se desarrolló durante los dos días siguientes en el auditorio de Ciencias Sociales de la PUCP. La sesión de «Relatoría y balance» tuvo lugar el 2 de septiembre en el auditorio de Humanidades de esta misma universidad. En suma este evento permitió reunir a 17 conferencistas y 8 comentaristas de diversos países hispanoamericanos, de España y Francia. Los oyentes eran, en su mayor parte, integrantes de la Maestría en Historia del Arte de la PUCP. Conviene recalcar que, por la calidad y originalidad de sus aportes científicos, este simposio descolló entre los muchos encuentros académicos que ya tuvieron lugar en los países andinos con ocasión del Bicentenario de las Independencias. Quizás por la verdadera «revolución historiográfica» a la cual apeló Natalia Majluf durante la sesión inaugural y que podría resumirse Apertura del Simposio por Natalia Majluf en este interrogante: ¿cómo MALI, Lima, 31 de agosto de 2010. pensar de otra manera el vínculo Foto del autor. entre imagen e independencia?

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En el simposio se presentaron dos perspectivas distintas. Una esbozó los resultados del proyecto colectivo de investigación llevado a cabo con el apoyo de la Fundación Getty: «José Gil de Castro [1785-1841 n.d.a.]. Cultura visual y representación, del antiguo régimen a las repúblicas sudamericanas». La otra brindó elementos que permitieran escribir una historia comparativa de la cultura visual durante la época de transición, dentro y fuera del orbe hispano. Obviamente, no podemos transcribir aquí la riqueza de cuatro días de debate. Solo destacaremos tres enseñanzas científicas muy significativas, entre otras. La primera versa sobre la metamorfosis de los códigos de la representación heroica. Se estableció que en pocos años, los retratos alegóricos y estáticos del periodo colonial dieron paso a retratos de gran sobriedad, que enfatizaban la energía de los tiempos nuevos. En otras palabras, el lenguaje cifrado del antiguo régimen fue sustituido por símbolos de fácil alcance para el común: escarapelas o cintas patrióticas, miradas inquietas y gestos apasionados. En suma, en pos del modelo francés del retrato republicano, que presentó Philippe Bordes1 durante la conferencia inaugural del simposio, amaneció una dignidad nueva, hecha toda de responsabilidad ciudadana. Con el afán de contextualizar la dinámica de esta mutación en el tiempo largo, Luis Eduardo Wuffarden se consagró a recalcar la importancia de los códigos pictóricos introducidos en Lima por Cristóbal Lozano (inicios del XVIII-1776), y sus seguidores Cristóbal de Aguilar y Pedro Díaz, pintores todos de la Corte virreinal en la segunda mitad del siglo XVIII. Esta filiación sería esencial para entender el arte de José Gil de Castro pero haría caso omiso, según Natalia Majluf, de la tradición cuzqueña y de nuevos códigos pictóricos europeos que pudieron ejercer cierta seducción. El acercamiento de Wuffarden fue completado por Ricardo Kusunoki. Este investigador del MALI, vinculado al proyecto Gil de Castro, presentó el proyecto neoclásico de Matías Mateo en Lima como una respuesta estética, de 1794 a 1808, a la crisis del antiguo régimen y del catolicismo. Algo que recalcó luego Ramón Mújica Pinilla, miembro de la Academia Nacional de Historia (Perú), subrayando el matiz local del Buen Gusto y su importancia como eslabón entre el registro de la Roma clásica y el de la Jerusalén santa. Promovido por el virrey Abascal, este último registro sería posteriormente asociado a los libertadores San Martín y Bolívar, como Mesías de la libertad. Por lo tanto, en vísperas de la independencia, los retratos fueron mayormente dedicados a representar la santidad y, muy en particular, la de Santa Rosa de Lima. Después de la tormenta revolucionaria se impuso otro tipo de representación, de corte secular y burgués. Luis Eduardo Wuffarden recalcó por una parte que la novedad del «medio busto» triunfó definitivamente. Por otra parte, hizo notar

1 Director científico del INHA (Institut National de l’Histoire de l’Art, París). Autor de Le Serment Du Jeu De Paume de Jacques-Louis David: Le peintre, son milieu et son temps, de 1789 a 1792, 1983; La Révolution par la gravure : Les tableaux historiques de la Révolution française, une entreprise éditoriale d’information et sa diffusion en Europe (1791-1817), 2002; Portraiture in Paris Around 1800: Cooper Penrose by Jacques-Louis David, 2004; Jacques-Louis David: Empire to exile, 1995; Catálogo de la muestra del J. P. Getty Museum y del Sterling y Francine Clark Institute, 2007.

468 Évènements que varios héroes chilenos y argentinos fueron pintados por Gil de Castro según un gusto chileno distinto, por su libertad de expresión, del gusto imperante en Lima. En este mismo registro, Víctor Mínguez Cornelles, de la Universidad Jaume I de Castellón, España, recalcó cómo José Bonaparte se hizo retratar como un tranquilo hacendado durante su estadía final en Filadelfia. Beatriz González Aranda, pintora y asesora del Banco de la República de Colombia, mostró cómo el abanderado Espinosa retrató a Bolívar, en sus últimos cuadros, como un héroe devuelto a su condición civil enfatizando, incluso, el pesar de sus enfermedades. Para cerrar este primer rubro, es interesante destacar la demostración de Laura Malosetti Costa, investigadora uruguaya del Conicet y profesora en el Universidad de Buenos Aires (UBA), con respecto a la posteridad de Gil de Castro. A finales del siglo XIX, se llegó a considerarle como «un inculto pintor atrasado». Los argentinos lo repudiaron arguyendo el carácter estereotipado de sus cuadros y los chilenos por ser mal pintor. El criterio actual de su rescate se atiene precisamente a valorar la autenticidad de sus cuadros, ajena a los padrones heroicos del siglo XIX. Luis Eduardo Wuffarden hizo notar al respecto que la fama de Gil de Castro en el Perú evolucionó en función de los usos del pasado. Por ende, se le valoró en 1892, en 1921 y después de 1944.

Escarapela con el busto de Fernando VII. 1808 Museo de la Independencia. Casa del Florero, Bogotá Foto de Vicky Ospina, 1990. Propiedad del autor La segunda enseñanza del simposio versa sobre el proceso de elaboración del retrato heroico. Varios ponentes y comentaristas pusieron de relieve el afán propagandístico de las representaciones. Beatriz González abrió el fuego reflexionando sobre el proceso de invención icónica de la figura de Bolívar en Bogotá, a partir de 1819. Pedro José Figueroa y José María Espinosa dieron luz a dos tradiciones icónicas divergentes: una, de corte más clásico, otra más romántica. Al enfatizar la preponderancia, en el Perú mismo, de la imagen pintada de Bolívar sobre las de San Martín u O’Higgins, Scarlett O’Phelan, de la PUCP, subrayó casos

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anteriores de propaganda visual bien lograda. Recordó muy en particular cómo Túpac Amaru se hacía preceder por su propio retrato, adornado de insignias incaicas, antes de llegar en persona al Alto Perú. Víctor Mínguez se interrogó al contrario sobre la incapacidad de los retratos de José Bonaparte de convencer al pueblo español que él pudiera ser el agente de su regeneración. De igual manera, Jaime Genaro Cuadriello Aguilar, profesor del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, se interrogó sobre la dudosa eficacia de los retratos de Iturbide y del «álbum de la Libertad», confeccionado e impreso en París con ocasión de su coronamiento en México, en 1822. Cosa singular: Iturbide, considerado como «genio tutelar» de su nación antes que Hidalgo ocupara este sitio, sufrió una rápida repudiación. Víctor Mínguez dijo su interés por la secuencia propagandística del coronamiento establecida ahora en su totalidad gracias a las acuarelas recién descubiertas en Suiza. El súbito desmoronamiento de la imagen de Iturbide en 1823 se habría de entender, quizás, por el poco heroísmo que la sustentaba, a diferencia de Napoleón su modelo explícito. En este sentido, Beatriz González y Georges Lomné destacaron la singularidad de la imagen de Bolívar por el carácter sagrado que le ha sido asociado de manera duradera. Todo esto no ocultó la existencia de prototipos en el proceso mismo de fabricación de las imágenes heroicas. Beatriz González enseñó cómo Figueroa utilizó un padrón monárquico para pintar a Bolívar y cómo, en el caso del famoso cuadro «Simón Bolívar, Libertador y Padre de la Patria» (1819) el héroe del siglo sustituyó a una figura de Fernando VII en función del revés de la batalla de Boyacá. Gil de Castro practicó lo mismo sustituyendo al virrey Abascal por San Martín en un cuadro conservado en Santiago de Chile. Néstor Barrio, de la Universidad Nacional de San Martín en Argentina, mostró cómo las técnicas actuales de análisis científico de los cuadros ponían en evidencia, en el caso de Gil de Castro, la fabricación en cadena de retratos sobre bustos de dimensiones estandarizadas. Sin embargo afirmó que existía un «sello» pictórico propio de este pintor. «Simón Bolívar, Libertador y Padre de la Patria», Una tercera enseñanza abarca por Pedro José Figueroa, 1819 la dimensión patriótica de las Casa Museo Quinta de Bolívar, Bogotá, octubre de representaciones. Los retratos de los 2010 virreyes enseñaban un ethos al servicio Foto del autor de Dios, del Rey y del bien común. En

470 Évènements suma, lo que pronto se llamaría el «verdadero patriotismo» frente al patriotismo de corte republicano traído por los vientos de libertad atlánticos. Luis Eduardo Wuffarden nos enseñó cómo, en 1758, Lozano pintó a Manso de Velasco, Conde de Superunda, en el escenario de la Plaza Mayor de Lima, transformada esta en una ciudad civilizada, de aire cosmopolita. El gusto remitía obviamente a la «gran manera europea», pero de un academismo endógeno anterior a la fundación misma de la Academia de San Fernando en Madrid. Luego, entre 1780 y 1807, Pedro Díaz pintó a todos los virreyes. Su obra maestra, el retrato de Ambrosio O’Higgins en 1798, mostraba un arco triunfal de apariencia pétrea, que simbolizaba la renovación de la ciudad. En un espíritu similar, su retrato de Fernando de Abascal y Souza ostentaba en una mesa de trabajo los planos de las murallas y los del nuevo Cementerio General de Lima. Por haberse sustituido la Nación al Rey, la semiótica del patriotismo sufrió una metamorfosis abriéndose al registro de los «emblemas de la razón» (Starobinski, 1988) y a una obvia militarización. Acerca de esta, Roberto Amigo Cerisola, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, hizo notar el impacto de la reorganización de las milicias en las postrimerías del siglo XVIII. Por ende, habría que relativizar la influencia de un modelo francés en cuanto al brote de una iconografía militar. Adelantó entonces el ejemplo de los retratos de Puyredón, el reorganizador de las milicias en Buenos Aires, a partir de 1806. Conviene decir de paso que Scarlett O’Phelan hizo notar la sorpresa de Alejandro de Humboldt, en 1802, frente al uso del uniforme militar por parte de la «clase alta» limeña para marcar sus privilegios. También apuntó la historiadora peruana que el uniforme militar había reemplazado a los hábitos de San Francisco para vestir a los muertos, en las postrimerías del siglo XVIII. En pos de la ponencia de Roberto Amigo, Cecilia Méndez, de la Universidad de California, recalcó la importancia de las milicias como crisol de un ideario de valor que terminaría convirtiéndose en un patriotismo de corte republicano. En esta vena, Hugo Contreras Cruces, de la Universidad de Chile, describió el Batallón Infantes de la Patria, una milicia de pardos a la cual perteneció Gil de Castro como capitán de fusileros. Como lo recalcó Jesús Cosamalón Aguilar, de la PUCP, el ángulo muerto de la historiografía de los afrodescendientes en la Independencia del Perú contribuye a corroborar la opinión expresada por Luis Eduardo Wuffarden de que Gil de Castro no es todavía hoy sino un «retratista sin rostro». Luego, Juan Manuel Martínez, del Museo Histórico Nacional de Chile, recalcó la importancia de la parafernalia de las decoraciones militares en los cuadros de Gil de Castro. El pintor estaba en Santiago en 1815 cuando Don Manuel Osorio inundó la ciudad de emblemas monárquicos que cada quién podía coser en su sombrero o vestido. Presenciaría más tarde la manera con la cual el libertador O’Higgins borró de la ciudad los escudos nobiliarios. Fueran monárquicos o patriotas, Gil de Castro siempre colocó estos signos en sus cuadros con mucho esmero. De manera general, el trueque de la cinta de la orden de Carlos III por la de San Martín indicaba a ojos de los patriotas, según Roberto Amigo, el pase de la Hidalguía al Valor. Sin embargo, un lugar retórico permaneció inmutable en el corazón mismo del dispositivo de la gloria: la figura del «padre de la patria». Georges Lomné,

471 Eventos director del IFEA, disertó sobre la ambigüedad de esta supervivencia. La parafernalia simbólica y el relato propio de la «imagen del libertador» quisieron distanciarse de los del «retrato del Rey», en el sentido amplio que atribuía Louis Marin a esta expresión. Pero este esfuerzo hizo caso omiso de la supervivencia de «monumentos de la gloria» idénticos, que seguían bebiendo de las fuentes clásicas. Esto explica cómo la imagen del Libertador pudo sustituirse con eficacia a la imagen del Rey utilizando el mismo «lugar de memoria». Esta fácil permutación explicaría la violencia de la damnatio memoriae de la imagen del otro durante la guerra de Independencia, muy en particular en Colombia. Víctor Mínguez había disertado ya sobre la verdadera «guerra de imágenes» alrededor de la figura de José I. Las caricaturas inglesas hicieron que la perdiera y quedara asociado para siempre al «rey de copas» o a «Pepe Botellas» en vez de serlo al majestuoso cuadro pintado por François Gérard (Museo de Fontainebleau, 1810), a imitación del Retrato de Luis XIV de Hyacinthe Rigaud (Louvre, 1700), o al cuadro de Jean- Baptiste Joseph Wicar donde aparecía, en uniforme de coronel de su propia guardia (Museo Nacional de Versalles, 1808), como regenerador de España, y su nuevo arquitecto. Al respecto, Cristóbal Aljovín de Losada enfatizó el efecto demoledor de la caricatura por dirigirse a un «público menor» cuando la imagen oficial se dirigía más a un «público mayor». La legitimidad política podía entonces ser arruinada por el solo registro de los vicios privados. Natalia Majluf colocó la reflexión en un nivel mayor de abstracción al plantear «De cómo reemplazar a un Rey. Retrato, visualidad y poder en la crisis de la independencia, 1808-1830». La directora del MALI evocó la furia iconoclasta, que nos priva hoy en día de muchos cuadros de Fernando VII, antes de interrogarse sobre la sustitución del retrato del Rey por el escudo nacional. El dibujo del escudo peruano por Gil de Castro en 1827, a pedido del Tribunal de Justicia de Lima, ¿no pondría así un punto final a la trayectoria del pintor y de una época?

Natalia Majluf y Juan Carlos Estenssoro Sesión del 1ero de septiembre 2010 Foto del autor

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La relatoría general del simposio estuvo a cargo de Jaime Cuadriello, Juan Carlos Estenssoro, de la Universidad de Lille-III, y Georges Lomné. De entrada, Jaime Cuadriello destacó la virtud interdisciplinaria del proyecto Gil de Castro —un «nuevo paradigma del conocimiento en la América Latina»— y expresó su ansia hacia la futura exposición y su catálogo razonado. Disertó luego sobre la eficacia del modus operandi de Gil de Castro. Aquello que nos ofreció este pintor no sería sino una biografía colectiva que yace todavía en su galería de retratos. En fin, la guerra de las imágenes fue reemplazada por Gil de Castro por una perfecta «gestión de las imágenes». Juan Carlos Estenssoro destacó primero el peso de las mutaciones en la cultura visual. Recalcó que Santiago de Chile por no ser «ciudad de corte» pudo inventar una radicalidad nueva del retrato, nutrida de intimidad. Gil de Castro, al extraerse del academismo limeño, pudo beber de la fuente de esta revolución visual. Luego, planteó el problema del retrato del Rey y se interrogó sobre el matiz que existe entre borrar y sustituir la imagen del monarca por la de un héroe republicano. Terminó su relatoría pidiendo que se hiciera una antropología del retrato y destacó el innegable valor testimonial de la obra de Gil de Castro ya que a diferencia de muchos retratos del Antiguo Régimen, conocemos la identidad de quienes han sido pintados. Georges Lomné destacó luego el interés de conectar las reflexiones del simposio a la dinámica identificada hace años por Tzvetan Todorov del paso de la metáfora al símbolo (1993). El registro de las pasiones, encarecido por las revoluciones, se acomoda mejor del símbolo que de la alegoría. Por ende, el mundo cifrado se desvaneció a favor de otro, lleno de energía y habitado por la inquietud de corte lockeano que había destacado Jean Starobinski como crisol de la «invención de la libertad» (1964). El cuadro de David, Bonaparte cruzando los Alpes por el San Bernardo (Museo del Castillo de Versalles, 1800-1801), ¿no sirvió acaso de modelo a la representación

Público del auditorio de Humanidades (PUCP) durante la «Relatoría y balance» 2 de septiembre de 2010 Foto del autor

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Eventos estereotipada de los Libertadores después de haberlo sido de algunas estatuas ecuestres de Carlos IV? Sin embargo, la eficiencia de la imagen del poder se sitúa más allá de meros códigos formales. De lo contrario, José I o Iturbide hubieran superado en gloria a cualquier otro. Al fin y al cabo, la política no es sino un asunto estético. El modelo limeño de Matías Mateo, al mezclar el Buen Gusto y el ideario agustino de la Jerusalén santa se conjugaba nítidamente con el proyecto de José de Ezpeleta y José Martínez Compañón en Santafé de Bogotá. Este crisol de patriotismo monárquico contribuiría luego a conformar otro patriotismo, de corte republicano. El éxito de la imagen de Bolívar, frente a otras, se debería quizás al hecho que encarnó mejor la nación —Colombia— que otros encarnaron la suya, y se hizo símbolo sin otro rodeo. Iturbide y José I quedarían para siempre vanas alegorías, frente a Hidalgo o Fernando VII, y San Martín sufriría de su palinodia monárquica y de la competencia de la nación abstracta que llegó a simbolizar el escudo del Perú.

Referencias citadas

BORDES, P., 1983 – Le Serment Du Jeu De Paume de Jacques-Louis David : Le peintre, son milieu et son temps, de 1789 a 1792, 265 pp.; París: Éditions de la Réunion des musées nationaux. BORDES, P., 1995 – Jacques-Louis David: Empire to exile; New Haven, Londres et Williamstown. BORDES, P., 2002 – La Révolution par la gravure : Les tableaux historiques de la Révolution française, une entreprise éditoriale d’information et sa diffusion en Europe (1791- 1817), 318 pp.; parís: Musée de la Révolution française. BORDES, P., 2004 – Portraiture in Paris Around 1800: Cooper Penrose by Jacques-Louis David, 80 pp.; San Diego: Putnam Foundation. BORDES, P., 2007 – Catálogo de la muestra del J. P. Getty Museum y del Sterling y Francine Clark Institute, 379 pp.; Yale University Press. STAROBINSKI, J., 1964 – La invención de la libertad, 222 pp.; Barcelona: Skira. Trad. de F. Olmos García Carroggio. STAROBINSKI, J., 1988 – Los emblemas de la razón, 195 pp.; Madrid: Taurus. Trad. De José Luís Checa Cremades. TODOROV, T., 1993 – Teorías del símbolo; Caracas: Monte Ávila.

Georges LOMNÉ

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