Diálogos En El Sueño
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DIÁLOGOS EN EL SUEÑO MUSO MUSO, DIÁLOGOS EN EL SUEÑO MUCHÛ - MONDÔ DIALOGOS EN EL SUEÑO Por el Maestro ZEN Muso (1.275-1.351) (Diálogos entre el Maestro del Zen Muso y el noble Tadayoshi, hermano menor del shôgun Ashikata Takanji) 2 MUSO, DIÁLOGOS EN EL SUEÑO PRIMERA PARTE 1. Espíritu que busca los bienes Pregunta. – Es la gran compasión y la gran misericordia del Buddha dar a los se- res vivos el placer extirpándoles el dolor. Pero entonces, ¿por qué razón el Buddhis- mo refrena la búsqueda de los bienes? Respuesta. – En el mundo, aquellos que buscan los bienes, se entregan a los ne- gocios o a la agricultura; o bien hacen planes en vistas de provechos y de tráficos, o bien explotan su talento artesanal o artístico, o en fin sirven de domésticos o de servi- dores. Aunque cada uno de sus actos sea diferente, sus intenciones son todas seme- jantes. Considerando su situación, me apercibo que pasan toda su vida haciendo su- frir a su cuerpo y a su espíritu; al fin no obtienen nunca los bienes que buscaban. In- clusive si entre ellos hay quienes logran obtenerlos por azar, y gozan de ellos el espa- cio de una mañana, esos bienes serán o bien quemados, o arrastrados por el agua, o bien robados por un ladrón o embargados por algún funcionario. Suponiendo inclusi- ve que alguien no se encuentre tales males durante su vida, sus bienes materiales no le siguen cuando su destino ha llegado a término. Siendo dado que los pecados son mucho más numerosos cuanto más numerosas son las riquezas, ese entra forzosa- mente en la Mala Vía en su vida futura. ¿Qué tendría pues de superior esta «pequeña ganancia y enorme pérdida»? La pobreza en esta vida es la retribución de las accio- nes avariciosas en la vida anterior. Algunos ignorando esta razón, piensan que hay pobres que lo son porque son torpes en su manera de vivir. Si uno no ha tenido causa auspiciosa en una vida anterior, la parte de dicha no será abundante, aunque uno hu- biera aprendido toda suerte de maneras de pasar su vida y a comportarse según éstas. Sépase bien, uno no es pobre por torpeza en su manera de vivir, sino únicamente uno es torpe en su manera de vivir por carencia de una parte de dicha. Ocurre que algunos guardan rencor a sus señores, bajo pretexto que su miseria es causada por estos seño- 3 MUSO, DIÁLOGOS EN EL SUEÑO res que no les acuerdan los favores que debieran acordarles. O bien, otros se irritan, juzgando que si son pobres es porque el feudo cuyo control les pertenece les ha sido arrebatado por otro. En estos casos también, la razón de su pobreza no es ni la caren- cia de favores, ni el arrebatamiento de su feudo. Es a su karma de pobreza a quien deben no haber recibido los favores que habrían debido recibir y el que no puedan controlar el feudo que habrían debido gobernar. De hecho, siendo así las cosas, por poco que uno rechace solamente la codicia que hace buscar los bienes, la parte de di- cha de cada uno estará de modo natural plenamente asegurada. Tal es la razón por la cual, en el Buddhismo, se refrena la búsqueda de los bienes. Ahora bien, prescribir no buscar los bienes no equivale a exigir que uno sea pobre. Antaño en la India, el opulento Sudatta perdió su dicha al envejecer y agotó todos sus medios de vida. No le quedaba ningún miembro de su familia. Permanecía solo con su esposa. Aunque no tuviera ya ni riqueza ni tesoro, disponía a pesar de todo de numerosas despensas, pero todas estaban vacías. Mientras estaba ocupado en regis- trar en estas despensas con la esperanza de encontrar algo, he aquí que tuvo la suerte de encontrar una medida de sándalo. Se puso contento, pensando que iban a poder prolongar su vida en dos o tres días cambiándola por cuatro medidas de arroz. Pero teniendo algo que hacer inmediatamente, Sudatta partió. Entretanto vino Sâriputra al domicilio de Suddata para solicitar una limosna. Entonces, la mujer de Sudatta tomó una de las cuatro medidas que había obtenido a cambio de su medida de sándalo y se la ofreció. Después, vinieron a su vez Mahâ-maudgalyâyana y Kâsyapa quienes le pi- dieron también limosna. Entonces, ella les ofreció también una medida de arroz a cada uno. De modo que ya no le quedaba más que una sola medida de arroz. Cuando estaba pensando así que su marido y ella podrían sobrevivir al menos ese día con aquella única medida, he aquí que llegó a su vez el Tathâgata (el Buddha). Ella no te- nía ninguna razón para lamentar esta última medida más que las otras e inmediata- mente le hizo don de ella. Mientras que Sudatta estaba todavía ausente ella se afligía pensando en lo que iba a hacer en el momento de su regreso, cuando estuviera tan fa- tigado. Por otra parte, estaba confusa, y temía ser regañada por Sudatta quien cierta- mente le diría que ofrecer al Buddha y a los monjes depende de las circunstancias, del momento; que en su situación actual, apenas sin poder sobrevivir, no habría debi- do ofrecer las cuatro medidas. Así se puso a llorar. Entonces, de regreso Sudatta en su casa se intrigó al ver a su mujer llorando y le preguntó cuál era la razón. Ella le contó las cosas tales como habían pasado. Al oír aquello, Sudatta le dijo: «uno no debe lamentar ni el cuerpo ni la vida misma por los Tres Tesoros (El Buddha, el Dharma, y el Shanga), y aunque murieran de hambre al instante, ¿cómo podrían la- mentar por su cuerpo sacrificar las cosas materiales?». Admiró que ella hubiera pen- 4 MUSO, DIÁLOGOS EN EL SUEÑO sado de ese modo extraordinario. Entonces decidieron volver otra vez a sus despen- sas con la esperanza de encontrar todavía por azar alguna cosa semejante a la medida de sándalo de la otra vez. Cuando se aprestaban a entrar en una despensa vacía, des- cubrieron que las puertas de todas las despensas estaban cerradas y no pudieron abrirlas. Inquietos, echaron abajo las puertas y encontraron cada despensa completa- mente llena, como antaño, de toda especie de tesoros: arroz, monedas, sedas, oro, plata, etc. Desde entonces, sus parientes les rodearon de nuevo y volvieron a ser tan ricos como antes. El retorno de esta parte de dicha, no es una retribución que el Buddha habría he- cho por las cuatro medidas de arroz. Eso se debía solamente al espíritu desinteresado y puro de los dos esposos Sudatta. Si alguien es desinteresado así, inclusive en perio- do de decadencia, su dicha virtuosa infinita será inmediatamente satisfecha. Supo- niendo que uno no tenga un espíritu tal desde su nacimiento, cuando se toma por mo- delo el corazón de los esposos Sudatta, apartando el espíritu de búsqueda de los pe- queños bienes, ¿porqué pues no iba uno a obtener un gran provecho igual? Ahora bien, si uno busca los bienes con codicia, sin tomar como modelo el espíritu de Su- datta, esperando solamente obtener felicidades semejantes a la suya, no solamente no obtendrá ningún gran provecho en esta vida, sino que no podrá evitar entrar en la vía de los pretas-por-siempre-hambrientos en una vida futura. 2. Vía sin Superior más bien que dicha mundanal Pregunta. – Puesto que buscar la dicha por acciones mundanas es causa de peca- do, esto debe estar verdaderamente prohibido. Pero, por el contrario, la prosternación ante el Buddha y las deidades y la recitación de los sutras y las encantaciones para obtener la dicha pueden ser también condiciones favorables [a la salvación]. ¿Debe la prohibición entonces ser mucho más flexible en este caso?. Respuesta. – Si se trata de condiciones favorables [a la salvación], se puede de- cir que son superiores a una búsqueda de dicha por actos mundanos. Sin embargo, el ignorante, tal que un hombre que busca la dicha mundana, no vale la pena que se ha- ble de él ni de una manera ni de otra. Y sobre todo, ¿acaso no es necio aquel que bus- ca en vano la dicha mundana por la recitación de sutras y de encantaciones, sin bus- car la Vía Superior, aunque encuentre, en su vida humana excepcional, el Dharma 5 MUSO, DIÁLOGOS EN EL SUEÑO del Buddha tan difícil de encontrar?. Un Antiguo ha dicho: « Si uno ignora las pasio- nes en medio de los fenómenos mundanos, tal es el Dharma del Buddha. Si uno pro- voca las pasiones en el Dharma del Buddha, tal es el fenómeno mundano... ». Inclusi- ve aquel que ha realizado él mismo el Despertar practicando el Dharma del Buddha y que ha hecho grandes votos por la salvación de los seres vivos, si provoca pasiones de apegos en el Dharma del Buddha, no puede realizar ni provecho para él ni prove- cho para los demás. Con mayor razón, si uno se prosterna delante del Buddha y de las deidades, si uno recita sutras y pronuncia encantaciones no para retirarse del mundo ni para el provecho de los seres vivos, sino solamente por avidez, con miras a una búsqueda de reputación y de riquezas, ¿cómo iba a estar uno en comunión con el pensamiento misterioso [del Buddhismo]?. Sí, al contrario, todo eso se hace con el fin de practicar el Dharma del Buddha, alimentando el cuerpo y la vida, y es una es- tratagema para conducir a los seres vivos, inclusive si varios de estos actos son mun- danos, todo devendrá raíz de bien.