DEL FILOSOFAR EN EPICTETO* Universidad De Pamplona Facultad De Artes Y Humanidades Dpto De Filosofía Filosofía Helenística M.Sc
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DEL FILOSOFAR EN EPICTETO* Universidad de Pamplona Facultad de Artes y Humanidades Dpto de Filosofía Filosofía Helenística M.sc. Julio César Barrera Vélez 1. Datos Biográficos Epicteto nació en el año 55 en Hierápolis de Frigia (actualmente Pamukkale, en el sudoeste de Turquía), a unos 6 km. al norte de Laodicea. Aún en su infancia llegó a Roma como esclavo del liberto Epafrodito, que a su vez había servido como esclavo del emperador Nerón; a instancias de Epafrodito, estudió con el filósofo estoico Musonio Rufo. La fecha de la manumisión de Epicteto es incierta; se sabe que alrededor del año 93 fue exiliado, junto con los restantes filósofos residentes en Roma, por el emperador Domiciano. Se trasladó a Nicópolis, en el noroeste griego, donde abrió su propia escuela, adonde concurrieron numerosos patricios romanos. Entre ellos se contaba Flavio Arriano, que llegaría a ser un respetado historiador bajo Adriano y conservaría el texto de las enseñanzas de su maestro. La fama de Epicteto fue grande, mereciendo —según Orígenes— más respeto en vida del que había gozado Platón. Epicteto fundó su escuela en Nicópolis, a la que se dedicó plenamente, pues él, a imitación de Sócrates, uno de sus modelos, no escribió nada. Las enseñanzas de Epicteto tenían su base en las obras de los antiguos estoicos; se sabe que se aplicó a las tres ramas de la filosofía en la tradición de la Stoa, lógica, física y ética. Sin embargo, los textos que se conservan tratan casi exclusivamente de ética. Según ellos, el papel del filósofo y maestro estoico consistiría en vivir y predicar la vida contemplativa, centrada en la noción de eudaimonía ("felicidad"). La eudaimonía, según la doctrina estoica, sería un producto de la virtud, definida mediante la vida acorde a la razón. Además del autoconocimiento, la virtud de la razón estoica consiste en la ataraxía ("imperturbabilidad"), apatía ("desapasionamiento") y las eupatías ("buenos sentimientos"). El conocimiento de la propia naturaleza permitiría discernir aquello que el cuerpo y la vida en común exigen del individuo; la virtud consiste en no guiarse por las apariencias de las cosas, sino en guiarse para todo acto por la motivación de actuar racional y benevolentemente, y, sobre * Este texto corresponde a las lectio del curso de helenística dictado en año en curso a los estudiantes del Programad de Filosofía III Semestre. todo, aceptando el destino individual tal como ha sido predeterminado por el hado. VIDA DE EPICTETO FILÓSOFO ESTOICO Escríbela Don Francisco de Quevedo y Villegas Fue nuestro Epicteto natural de Hierápolis, ciudad de Frigia. Tuvo más dicha con la noticia su patria que sus padres, pues nadie los nombra: reconozco esta ignorancia por grande providencia del olvido, para que la memoria se acordase que sin otra descendencia fue nuestro filósofo todo de la filosofía, y de sí progenie de su virtud. Fue esclavo de Epafrodito, soldado de las guardas de Nerón, en Roma. Fue tal Nerón, que en su tiempo ser esclavo en Roma no era nota, sino ser ciudadano, pues era esclavo en la República que era esclava. Todos lo eran: el emperador, de sus vicios; la República, del emperador; Epicteto, de Epafrodito. ¡Oh alto blasón de la filosofía, que cuando el César era esclavo y la República cautiva, sólo el esclavo era libre! La persona de Epicteto era defectuosa; cojeaba, impedido el paso de una destilación a una pierna. Todas las calamidades de su edad, estado y cuerpo sirvieron de recomendación a su alma: siguió la secta estoica, enseñóla y obróla, adquiriendo tan encarecida estimación, que, después de muerto, dice Luciano que el candil de barro a cuya luz estudiaba y escribía se vendió en tres mil reales, juzgándolo el comprador bastante a comunicarle la propia doctrina por haberle asistido. Ya le sirvió de maestro el candil, pues le ocasionó acción en la virtud tan admirable, que se refiere igualmente por ejemplar con la vida de Epicteto. Cerró nuestro filósofo toda la doctrina de las costumbres en estas dos palabras: «Sufre, abstente». Aquélla, por medicina de lo que sucede al sabio, o le puede suceder, que no le conviene; ésta, de lo que conviene que ni tenga ni le suceda. Con esta brevedad quitó el miedo de los grandes volúmenes, que son embarazo a la casa, tarea a la vida y carga a los brazos: hizo un libro en estas dos palabras, que se oye en una cláusula, y que no necesita de repeticiones a la memoria. Tan bien acostumbrado estaba al ejercicio de estas dos voces, que muchas veces, ambicioso de victorias contra los trabajos y calamidades, provocaba fervoroso a Dios, exclamando: «Llueve, oh Júpiter, calamidades sobre mí.» ¡Oh hazañoso espíritu, oh grito lleno de valentía, que pidiese a Dios calamidades hombre esclavo y manco, y súbdito de Nerón! Alcanzó el imperio de Domiciano; salió de Roma, unos dicen huyendo de la tiranía de aquel emperador: esto no es creíble en quien pedía a Dios trabajos y persecuciones. Otros dicen que salió de Roma expulsado por el decreto del Senado que desterró a todos los filósofos de la ciudad: afirman se restituyó a Hierápolis, su patria, si bien Suidas dice perseveró en Roma hasta tiempos de Marco Antonio, y que pasó a Nicópolis, ciudad de la nueva Epiro. Lipsio entiende este Antonino por el filósofo en la «Manuducción estoica», disertación XIX, considerando, y cuidadosamente, que desde la muerte de Nerón hasta el principio de Marco Antonino pasaron noventa y cuatro años, y había de ser recién nacido, en tiempo de Nerón, Epicteto. Persuádese Lipsio fue esclavo de Epafrodito después de la muerte de Nerón, y defiéndese con el propio Epicteto en la primera disertación de las que juntó Arriano, capítulo XIX. Escribió las disertaciones que Arriano dispuso en este «Manual» que tenemos. «En la librería de Florencia —dice Correas— se cree hay epístolas suyas». Yo no me persuado que si las hubiera faltara en Florencia quien las diera al público. Esta que yo he escrito es la vida que vivió Epicteto. Este libro, que él escribió, es la vida que Epicteto vive y vivirá Aspectos de su filosofar Entre lo poco que se conoce de la física de Epicteto está su noción de la naturaleza de la inteligencia, a la que consideraba —de manera materialista— una penetración del cuerpo intangible del dios en la materia. Todos los seres participarían de la naturaleza divina, en cuanto ésta es la que impone las formas esenciales al caos de la materia; la racionalidad del hombre le permitiría una forma más alta, autoconsciente de participación. Uno de los puntos en los que Epicteto hace más hincapié es en la idea de que el estudio de la filosofía no es un fin en sí mismo, sino un medio necesario para aprender a vivir conforme a la naturaleza. Epícteto confía en que sus discípulos aprendan por encima de todo, a comportarse de acuerdo a los principios que estudian, es decir, distinguiendo lo que depende del albedrío de lo que no depende de él, y actuando en consecuencia, preocupándose por lo primero y despreciando lo segundo La filosofía de Epícteto Epícteto, más que un filósofo, es un moralista, volcado más a la práctica que a la teoría y pensaba, por ejemplo, que donde el hombre debía probar su valía era en la vida cotidiana, en el contraste con la realidad. Él trata de ofrecer a sus discípulos un camino adecuado para alcanzar la felicidad personal.Los seres vivos venimos al mundo con capacidad de formarnos representaciones sobre la realidad que nos rodea. Estas representaciones pueden hacer nacer en nosotros el deseo o el rechazo, el impulso o la repulsión y desde el punto de vista intelectual, es decir, el asentimiento, la negación y la suspensión del juicio. De este modo, el objetivo de la filosofía consiste en enseñar a los hombres a hacer un uso correcto de las representaciones.El bien y el mal afectan a la parte más importante, mejor y más noble del ser humano: el albedrío. El albedrío expresa, en último término, la capacidad íntima de elección que posee el ser humano, sobre la que nadie puede actuar y de la que, por tanto, somos únicos responsables. Epicteto quiere hace distinguir entre los bienes verdaderos (tener deseos, sentir impulsos y aceptar o negar racionalmente de acuerdo con el bien del albedrío) y los bienes aparentes (salud, riquezas, posición social, etc.).Epicteto propone dos modelos: Sócrates y Diógenes. Para él, estos dos personajes representan el modelo del sabio estoico, conocedor de la verdad, impertubable, siempre acertado en sus juicios y sus comportamientos, modelos que Epícteto se considera incapaz de alcanzar y que difícilmente alcanzarán sus discípulos. Las Disertaciones de Epícteto 1. ¿Qué depende de nosotros? Los dioses hicieron que dependiese sólo de nosotros lo más poderoso de todo y lo que dominaba lo demás: el uso correcto de las representaciones, mientras lo demás no depende de nosotros. La capacidad de impulso y repulsión, de deseo y de rechazo, y, en pocas palabras, la de servirte de las representaciones; si te ocupas de ella y cifras en ella tú también, nunca hallarás impedimentos ni tropezarás con trabas, ni te angustiarás ni harás reproches ni adularás a nadie. 2. Lo único insoportable para el ser racional es lo irracional, pero lo razonable se puede soportar. Para juzgar lo razonable y lo irracional cada uno de nosotros nos servimos no sólo del valor de las cosas externas, sino también del valor de nuestra dignidad personal. Eres tú quien te conoces a ti mismo, quien sabe cuánto vales para ti mismo y en cuánto te vendes; cada uno se vende por un precio. 3. Todos, en última instancia, procedemos de la divinidad y la divinidad es el padre de los dioses y los hombres.