CENTÓN EPISTOLARIO (Volumen II) CASA DE ALTOS ESTUDIOS DON FERNANDO ORTIZ UNIVERSIDAD DE LA HABANA
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BIBLIOTECA DE CLASICOS CUBANOS DO DELMINGO MONTE CENTÓN EPISTOLARIO (Volumen II) CASA DE ALTOS ESTUDIOS DON FERNANDO ORTIZ UNIVERSIDAD DE LA HABANA BIBLIOTECA DE CLÁSICOS CUBANOS RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA Juan Vela Valdés DIRECTOR Eduardo Torres-Cuevas SUBDIRECTOR Luis M. de las Traviesas Moreno EDITORA PRINCIPAL Gladys Alonso González DIRECTORA ARTÍSTICA Deguis Fernández Tejeda ADMINISTRADORA EDITORIAL Esther Lobaina Oliva BIBLIOTECA DE CLASICOS CUBANOS DO DELMINGO MONTE CENTÓN EPISTOLARIO (Volumen II) Ensayo introductorio compilación y notas Sophie Andioc LA HABANA, 2002 Responsable de la edición: Diseño gráfico: Zayda González Amador Deguis Fernández Tejeda Realización y emplane: Composición de textos: Pilar Sa Leal Equipo de Ediciones IC Todos los derechos reservados. © Sobre la presente edición: Ediciones IMAGEN CONTEMPORÁNEA, 2002; Colección Biblioteca de Clásicos Cubanos, No. 25 ISBN 959-7078- 46-5 obra completa ISBN 959-7078-48-1 volumen II Ediciones IMAGEN CONTEMPORÁNEA Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz, L y 27, CP 10400, Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba PRESENTACIÓN El volumen II del Centón epistolario de Domingo del Monte, pertene- ciente a la edición de la Biblioteca de Clásicos Cubanos de la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana contiene los tomos III y IV de la organización manuscrita original, los cuales se corres- ponden con el período de 1836 a 1840, la etapa más creativa y original en la vida de Domingo del Monte y en la de sus más allegados amigos y contertu- lios; es el período de esperanzas y activa militancia en el fragor de la lucha por crear una cultura y una sociedad cubanas. Los dos tomos contenidos en el presente volumen poseen una riqueza inapreciable para el análisis de ese período y la incidencia que tendrá en toda la historia ulterior cubana; inci- dencia no tan evidente como permanente en las ideas y en las proyecciones de generaciones posteriores. La vida de Domingo del Monte en este perío- do explica el sentido y el contexto de las cartas que contienen las reflexio- nes e ideas de sus amigos en la elaboración de variadas y contrapuestas concepciones que le otorgaron proyecciones propias al afán político y cul- tural del país. Por esas razones, y como introducción a este volumen del Centón epistolario, se realiza un esbozo de la vida de Domingo del Monte entre 1830 y 1837. El 3 de febrero de 1830 fructifican las gestiones de del Monte para ser admitido en la Sociedad Económica de Amigos del País.1 Durante el 1. Calcagno, Francisco: Diccionario Bibliográfico Cubano, imprenta y librería de N. Ponce de León, Nueva York, 1878, p. 233. VI \ CENTÓN EPISTOLARIO transcurso de ese año, el grupo de jóvenes que lo rodea logra una activa presencia en la Sección de Educación y en la “reunión de literatura”. No es casual que en ese año la Memoria sobre la vagancia en Cuba de José Antonio Saco resultara premiada y que fuera tomando cuerpo la formación de una Comisión Permanente de Literatura dentro de la Sec- ción de Educación. A finales de ese año obtiene Domingo del Monte un nuevo triunfo al ser nombrado, el día 6 de diciembre, encargado de la Sección de Educación de la Sociedad Económica de Amigos del País. En este cargo se mantendría hasta el 12 de abril de 1834.2 La idea de la educación como la base para desarrollar un pueblo culto que emergiera de la total ignorancia en que la esclavitud y la desi- dia oficial lo tenían sumido era uno de los puntos de unión de los ilustra- dos cubanos. Nacida esta concepción en los tiempos de Espada y Varela es ahora, en la década de los años 830, que adquiere un impulso especial asociado a los nombres de Domingo del Monte y José de la Luz y Caba- llero, quien pronunciaría la frase que expresa la intención de los jóve- nes ilustrados: “dennos la educación y Cuba será nuestra”. Con anterio- ridad, ya Tomás Gener también había expresado: “denme mucha educa- ción primaria y una indagación general contra todo acto de inmoralidad pública y todo lo demás se cae de su propio peso”.3 Totalmente penetra- do de este espíritu, del Monte inicia una intensa actividad respaldado por los miembros de la Sección de Educación de la Sociedad Económi- ca, para crear una amplia red de escuelas gratuitas en las zonas rurales y apoyar y promover colegios en las ciudades. En 1833, del Monte, des- pués de un acucioso estudio, escribe un informe oficial sobre el estado de la instrucción pública en Cuba. Este documento serviría de base al proyecto de promoción de las escuelas gratuitas y del modo en que po- dían ser sostenidas. En uno de sus párrafos se lee: “Escuelas primarias, escuelas de artes y oficios hé aquí una de las palancas poderosas con que se eleva en el siglo XIX las naciones al más alto grado de prosperi- dad. Escuelas, escuelas por todos los ámbitos habitados de la isla [...] son los medios más eficaces de pulimentar este precioso diamante de la Corona de Castilla, que resplandece, aún en medio de las inmundas es- corias que la deslustran”. (Sic.)4 A pesar del entusiasmo de del Monte y sus amigos, la iniciativa estuvo condenada al fracaso desde su propio surgimiento. Devino un intento de reformar la sociedad desde sus pro- 2. Ibídem, p. 233. 3. Martínez, Urbano: Domingo del Monte y su tiempo, Ediciones UNIÓN, La Habana, 1998, p. 172. 4. Ibídem. DOMINGO DEL MONTE / VII pias bases, pero la ingenuidad, el pasar por alto los intereses creados y las verdaderas estructuras económicas y sociales establecidas en Cuba hacían inviable el proyecto en toda su magnitud. No obstante, se conti- nuó en el esfuerzo pese a los escasos resultados que rendía. Cuatro días después de su nombramiento, se integra a la comisión encargada de preparar los medios destinados a la unificación de la enseñanza y el día 31 de diciembre es nombrado inspector de las escuelas de los barrios de Santa Teresa, Santa Clara y Espíritu Santo.5 Como se planteó en el Ensayo introductorio del volumen anterior, del Monte es uno de los que ha fraguado el proyecto de introducir un grupo permanente de literatura formado por los partidarios de las nue- vas ideas. En 1832 toma forma un nuevo proyecto vinculado al grupo que se reúne en la Sección de Educación de la Sociedad Económica. Se trata de una revista literaria de amplio alcance y que, por la calidad que debe lograr, se decide colocarla en manos de la figura más reconocida dentro del grupo. El proyecto lleva el nombre de Revista Bimestre Cubana y para su dirección es designado José Antonio Saco. Esta re- vista, pese al breve tiempo en que se publicó, devino una de las más completas e importantes de todo el siglo XIX cubano. Los más notables escritores del país publicaron artículos de fondo en la revista. Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco, Felipe Poey y el propio del Monte contribuyen, con sus colaboraciones, a la calidad lite- raria de la Revista Bimestre Cubana. Saco le dio a esa publicación un contenido enciclopédico que expre- saba el espíritu de la Ilustración Cubana y el rigor científico que lo acom- pañaba. La presencia de un pensamiento crítico de la realidad le impri- mió a la revista las características de las más renombradas de Ingla- terra y Estados Unidos. Dentro de esta concepción el espacio de mayor agudeza estaba reservado a los ensayos sociales, culturales y científicos más que a los puramente literarios. Por esta razón comenzó a ser mal vista tanto por el director de la Sociedad Económica, y enemigo perso- nal de Saco, Juan Bernardo O´Gavan, como por el poderoso intendente de Hacienda, Claudio Martínez de Pinillos, ambos destacadas figuras de la burguesía esclavista cubana. Lo más notable resulta que Saco no supo, o no quiso, ocultar su intención de atacar directamente la trata de esclavos y colocar en tela de juicio el porvenir de la esclavitud en Cuba a pesar de los consejos de sus amigos. Si bien era un lugar común entre los “jóvenes ilustrados” la visión crítica de la esclavitud —particularmente en lo que concernía a la esta- 5. Calcagno, Francisco: op. cit., p. 233. VIII \ CENTÓN EPISTOLARIO bilidad demográfica que permitía el predominio de los criollos blancos— en lo que no estaban de acuerdo entre ellos era en las soluciones posi- bles del problema; más aún, se discrepaba en la forma de enfocar el asunto. En 1834, Domingo del Monte, Manuel González del Valle y Vi- cente Osés solicitaron del padre Varela su criterio sobre la posibilidad de hacer circular en Cuba una obra antiesclavista traducida del inglés. Varela les contesta, en carta del 12 de septiembre de 1836, que en la forma en que se planteaba el problema, más que ayudar a la compren- sión de las dificultades que la esclavitud traía a la Isla, ello propiciaría argumento para consolidar el régimen colonial y prolongaría la solución interna. En cierta medida, el análisis del sacerdote reafirmó la forma de proceder de del Monte: no abordar el tema directamente; tratarlo de forma encubierta, sobre todo a través de la literatura de ficción y de los elementos humanos que el romanticismo pondera. Saco, por su parte, ya había publicado en 1832 su artículo “Análisis de una obra sobre Brasil” en el cual atacaba violentamente la trata. En consecuencia, O´Gavan y Pinillos solicitaron la expulsión de éste al ca- pitán general Mariano Ricafort y Palacín de la Barca bajo el argumento de que incitaba al desorden.