LA CANTABRIA TRASMONTANA EN ÉPOCAS ROMANA Y VISIGODA: PERSPECTIVAS ECOSISTÉMICAS

Juan José García González (Area de Historia Medieval) Ignacio Fernández de Mata (Area de Antropología Social) (Universidad de Burgos)

Presentación

En forma tentativa, este trabajo aspira a delinear con la mayor rotundidad posible el perfil histórico de la Cantabria trasmontana en un importante segmento de la transi- ción entre la Antigüedad y la Edad Media y pretende insertar su trayectoria en una trama de aliento interpretativo superior al que le conferíamos en las aproximaciones que hace algún tiempo realizamos de forma introductoria. Tratábamos por entonces de probar que, durante el período de dominio de Roma, el sector cántabro de aguas al mar se desconectó hasta tal punto del proceso histórico pecu- liar del espacio meseteño que, tras la caída del Imperio, en el preciso momento en que los bárbaros intentaban hacer valer sus derechos fedatarios sobre la herencia romana en la Península, los cronistas suevos y, mucho más aún, los visigodos se toparon con serias difi- cultades para denotar con términos adecuados y precisos la realidad indubitable de un esce- nario que se había fraccionado en dos segmentos culturalmente diferenciados. A uno de ellos, el más meridional, le denominaron Cantabria a secas. Había razo- nes suficientes para proceder así: era la única voz de que disponían, designaba un terri- torio relativamente próximo y familiar, apuntaba a un escenario que miraba directamente al curso del lber, contaba con un indiscutible perfil arriscado y sus habitantes continua-

337 JUAN JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ E IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA ban manteniendo un carácter concordante —parcialmente, al menos— con su bien ganada fama de arcaizantes. Ese fue el segmento que conquistó Leovigildo con astucia el año 574: la Cantabria cismontana o Cantabria propiamente dicha. Por contra, la caracterización cultural y aun la precisa ubicación geográfica del segmento marítimo de la vieja provincia romana —harto desconocido para unos cronis- tas de perspectiva intelectual continental, meseteña, y de tendencia analítica centrí- peta— planteó un grave problema nominal, tanto al ser atacado el 572 por el monarca suevo —que, dueño de Galicia y , reclamaba el dominio del andén litoral cánta- bro para completar la Gallaecia creada por Diocleciano—, como al ser conquistado por Sisebuto por mar el ario 613. Para poder situar el espacio agredido por el rey , el Biclarense tuvo que acuñar una expresión nueva, denotativa, ciertamente, del ambiente arriscado del litoral —inmerso en un desplome superior a mil metros en algunos casos y nunca inferior a seiscientos—, pero diferente, por supuesto, de Cantabria, voz que en su explanación historiográfica acababa de utilizar líneas antes para circunscribir el esce- nario sometido por Leovigildo tras denotar a los pervasores. No procedía, bajo ningún supuesto, utilizar idéntica denominación para uno y otro escenario, no sólo por la difi- cultad que iba a introducir a la hora de distinguir los dos segmentos geográficos, sino, sobre todo, porque afectaba a escenarios de idiosincrasia y personalidad diferente. El neologismo se imponía como una solución de emergencia, y el obispo gerun- dense no se retrajo a la hora de acuñarlo. Lo hizo, sin embargo, con sabiduría y sensibi- lidad. Debía dar cuenta de la existencia de un escenario geográficamente arriscado, repleto de peñas, rasas, marinas y sierras escalonadas, insertas en un contexto geomorfológico marcado por una caída excepcionalmente bravía de la cordillera. Había por tanto que batir un sucedáneo capacitado para dar cuenta de unas condiciones geográficas global- mente parecidas a las que denotaba la voz Cantabria, el antonomásico «país de las mon- tañas». La solución era un sinónimo, cuya diferencia formal proclamara inequívocamente la existencia de una diversidad de flancos, pero sin romper jamás la unidad sustancial de la generalidad del escenario montano. Resultaba, sin embargo, desaforado en términos intelectuales y aun técnicos acu- ñar para la posteridad una voz que, en realidad, iba a designar una fracción geopolí- tica que no sólo carecía de reconocimiento oficial sino que formaba parte de una enti- dad que, en el inmediato pasado romano, había gozado de total personalidad, que había integrado una sola y archiconocida provincia. La sabiduría, en efecto (elaboración ati- nada del neologismo), permitió al prelado gerundense cubrir con éxito el expediente (la inexcusable diferenciación), en tanto que la sensibilidad preservó el pudor intelectual: evitación de la repetición y aun del corónimo. Bajo tales matices, adquirió carta de natu- raleza histórica el etnónimo ruccones, que designaba expresamente a los colectivos humanos instalados en el flanco litoral —no al país— como rupigones: «nativos de las rocas».

338 LA CANTABRIA TRASMONTANA EN ÉPOCAS ROMANA Y VISIGODA: PERSPECTIVAS ECOSISTÉMICAS

Difícilmente cabe arbitrar una fórmula mejor para establecer la diversidad de los flancos montanos —de peñas al mar y de peñas al Ebro— sin lesionar la identidad geo- morfológica del conjunto de la cordillera. Con cierto carácter retrospectivo, pues, el escrú- pulo intelectual de un refinado cronista visigodo dejó constancia fehaciente de la inten- sificación diferenciadora que se había producido en época imperial romana entre los seg- mentos litoral y somontano de la Cantabria clásica, entre los nativos de aguas al mar —ruccones, nacidos entre peñas, rasas, marinas y sierras escalonadas— y los indíge- nas de aguas al Ebro: cantabri, naturales de las anfractuosidades. Para reseñar la cam- paña de Sisebuto por el litoral del año 613, San Isidoro no hizo otra cosa que tomar en préstamo la voz acuñada por el obispo gerundense y perfilarla etimológicamente, en apli- cación del peculiar método que le hizo célebre. Como ya establecimos al abordar este tema en el pasado, el segmento costero de la Cantabria clásica se incardinó pronto al desarrollo material y social en época visigoda, implicándose profundamente en la definición de la pequeña explotación agropecuaria familiar, fuerza productiva nueva cuya vigencia histórica quedó indirecta pero irrepro- chablemente certificada por dos vías: a través de su imperiosa repoblación –constitución de la superestructura que ella misma era incapaz de segregar por exclusión mutua de pro- ducción y protección en tal estado de desarrollo de las fuerzas productivas–, ejecutada por lo a mediados del siglo VIII, y por medio de la constitución de monasteria –modalidad comunitarista, refractaria al creciente individualismo que introducía la propiedad plena particular–, promovidos intensivamente en la Liébana con anterioridad a los arios setenta de la octava centuria. En ese contexto tenso, en plena inmersión de los norteños en los prolegómenos de un potente crecimiento, abandonamos a los ruccones en nuestra aproximación anterior.

Introducción

En este trabajo deseamos, en principio, ratificarnos en aquel posicionamiento. Entendemos, en efecto, que la lectura que realizamos de la dinámica histórica del flanco litoral cántabro durante la transición entre la Antigüedad y la Edad Media es congruente, y creemos, por ello, que no resulta arrogante nuestra presunción de haber sentado bases pertinentes para desbloquear la restitución histórica de un tiempo y un espacio que el seguimiento de los enigmáticos y evanescentes ruccones dispersaba por un arco geo- gráfico excepcionalmente inusitado, cuya proyección se alargaba por el nordeste hasta el valle del Roncal (Navarra) y por el sur hasta El Ronquillo (Andalucía). Presuponemos, igualmente, que nuestra interpretación de las crónicas de la época, tanto de como de la Galia, facilita su comprensión y eleva notablemente la cre- dibilidad del Fredegario Escolástico. Ello posibilita reducir a lógica histórica el trata- miento tan desigual que los cronistas peninsulares y foráneos efectúan de la trayectoria

339 JUAN JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ E IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA

del litoral, al tiempo que permite naturalizar científicamente la existencia de un ducado tributario de los francos en el flanco costero a mediados del siglo VI.

Sobre tales bases, pretendemos batir en este trabajo las líneas maestras de la evolución del litoral cantábrico durante la transición entre los siglos I y VIII d. C. Y lo haremo-s tomando como hilo conductor las constricciones que proyectaron sobre las comu- nidades humanas de la costa los factores de carácter estructural inherentes al escenario geográfico, es decir, sus condiciones ecológicas naturales, medioambientales. Y no, pre- cisamente, para poner un ejemplo de determinismo geofísico, sino para mostrar cómo las sociedades modulan continuamente las situaciones de hecho que les endosa el contexto habitacional y cómo aprovechan celéricamente las oportunidades nuevas que les ofrece el devenir de los acontecimientos. Tratamos con ello de probar, en fin, que la recons- trucción de la historia del escenario que centra nuestra atención durante la transición de la Antigüedad a la Edad Media requiere el planteamiento y resolución de la problemá- tica humana en términos de sistema.

La tesis que aquí proponemos es muy simple y sus trazos mayores se pueden ade- lantar ya con cierta rotundidad. El sometimiento de la totalidad de la Cantabria clásica por Roma en un sólo movimiento bélico, aunque de materialización tan dispar —sin acri- tud en la costa y con ferocidad en el somontano—, denota la existencia de dos ecosiste- mas naturales diferentes en el punto de partida. En nuestra opinión, además, durante el tramo de sometimiento al Imperio, los efectos de dicha diversidad se acentuaron (lo cual no significa que no se intensificara la relación entre ambos flancos) hasta el punto de que el sector atlántico se volvió descaradamente hacia el mar y —a través de él y de los enla- ces terrestres por la línea de la costa— hacia la región de Aquitania, uno de los grandes graneros del mundo romano y, sin lugar a dudas, el más capacitado del entorno litoral cantábrico.

Esta interconexión prevalecería a la caída del Imperio y, aunque puntualmente depauperada, resistió durante tiempo. De ahí que, en los tramos más oscuros del siglo VI, la Cantabria trasmontana apareciera organizada —al decir del Fredegario Escolástico— en un ducado tributario de los francos. En realidad, el nexo sólo desapareció —y con él la citada superestructura geopolítica— cuando los suevos de Miro intentaron dominar el año 572 tan atractivo escenario y, más específicamente, cuando la conquista del litoral por el visigodo Sisebuto el 613 convirtió en un problema de estado las relaciones de cual- quier tipo con los francos.

En principio, el sometimiento al estado visigodo debió resultar particularmente dramático para el sector —ello explicaría por qué fue la única vez que el litoral plantó cara a una agresión foránea—, pues representaba la ruptura de cualquier vinculación estable con el granero aquitano, al tiempo que imponía un inevitable repliegue hacia formas de autosatisfación alimentaria que la experiencia histórica mostraba como deficientes, por culpa sobre todo de la mediocre contribución del factor agrícola. Habida cuenta, sin

340 LA CANTABRIA TRASMONTANA EN ÉPOCAS ROMANA Y VISIGODA: PERSPECTIVAS ECOS" ISTÉMICAS embargo, de que no se dispone de ninguna información denotativa de la existencia de perturbaciones sociales en la zona durante dicho período, habremos de concluir que tan siniestras premoniciones fueron oportunamente neutralizadas y adecuadamente com- pensadas por los visigodos conquistadores. En nuestra opinión, dos fueron los mecanismos que pusieron a contribución para lograrlo. Por un lado, procedieron a una intensificación productiva cerealícola en el pro- pio flanco litoral, impulso que generó tres efectos concretos: prolongó más allá de lo pre- visible la continuidad de las poderosas villae del entorno de Gijón; propició, con toda probabilidad (o, cuando menos, aceleró), la introducción de modalidades de cereal de cierta sofisticación en las comarcas costeras: Primorias, Liébana, Trasmiera, Sopuerta y Carranza; finalmente, contribuyó a perfilar la pequeña explotación agropecuaria fami- liar como la fuerza productiva más adecuada para capitanear la intensificación. Por otro lado, arbitraron la apertura de una intercomunicación intensiva con Bardulies y con la meseta septentrional, volviendo a revitalizar las vías montanas transversales y, muy espe- cialmente, la que, desde la vieja Pisoraca, conducía a Flavióbriga (a través, probable- mente, de lulióbriga y, tal vez, de la enigmática Area Patriniani) y hacia los antiguos portus cantábricos (por las inmediaciones de Aracillum). Este fue el singular panorama que los visigodos legaron a los musulmanes inva- sores el año 712, y que, como es bien sabido, no supieron gestionar con la finura que cabría esperar. Nuestro planteamiento no es, en última instancia, radicalmente nuevo. Aunque menos refinado, ya fue pergeñado en los trabajos anteriores. De hecho, en el compro- miso de pulsar los entresijos y vaivenes de un tema de tamaña entidad y de tanta tras- cendencia para la historia peninsular como el de la transición —al igual que de tradu- cirle a términos científicos en el espacio castellano-burgalés— se encuentra inmersa desde comienzos de la presente década una de las líneas de investigación más consistentes del área de conocimiento de Historia Medieval de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Burgos. El trabajo que presentamos conjuntamente en esta ocasión es uno más en el empeño por reconstruir la génesis del modo de producción feudal como precipitado resultante de la consumación dialéctica de otros dos: el modo de producción comunitario primitivo del tercio septentrional montaraz y el modo de producción esclavista de los espacios abiertos del centrosur. La participación entreverada de la Antropología en la estrategia investigadora no es sino la demostración práctica de que la construcción se concibe de una forma precisa, la única deseable a escala científica: como producto de la mayor con- vergencia posible de perspectivas analíticas, como destilado final de una interdiscipli- nariedad creativa, en la que los logros de las técnicas historiográficas deben constituir el horizonte empírico referencial del que la teoría no debe escapar jamás.

341 JUAN JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ E IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA

La Cantabria trasmontana en épocas romana y visigoda: perspectivas ecosistémicas

De lo expuesto hasta aquí se desprende que la tarea que compete a las páginas que siguen no ha de consistir en otra cosa que en consolidar ciertas deducciones alcanzadas en aproximaciones anteriores', en integrar en el discurso algunos elementos probato- rios nuevos de carácter empírico y en amalgamar todos ellos en el crisol de un esquema interpretativo superior, de carácter ecosistémico 2. No insistiremos demasiado en la glosa de aquellos conocimientos históricos que cabe dar ya por adquiridos, y dedicaremos real- mente un mínimo esfuerzo a describir los parámetros de carácter contextual que se pueden considerar definitivamente establecidos. Incluimos específicamente en estos apercibimientos cuestiones tales como la iden- tificación del flanco litoral de la Cantabria clásica con Rucconid y la caracterización de los parámetros geográficos de todo tipo —edafológicos, climatológicos, geomorfoló- gicos, etc— que componen el ecosistema natural atlántico, cuya idiosincrasia apenas ha cambiado en los dos mil últimos arios y que tan exhaustivamente han perfilado ya los geógrafos'. Utilizaremos, por lo demás, un esquema de encuadramiento absolutamente convencional para ordenar y desgranar la dinámica histórica de las comunidades huma- nas del citado segmento peninsular.

I. GARCÍA GONZÁLEZ, J. J., «Incorporación de la Cantabria romana al estado visigodo», en Cuadernos Burgaleses de Historia Medieval, 2(1995), págs. 166-230. FERNÁNDEZ DE MATA, I., «De los Pueblos del Norte. Antropología histórica desde los primeros textos etnográficos de la Antropología ibérica. El caso rucón», en Actas del Congreso de Antropología e Historia de la Antropología, Pontevedra, 1996 (en prensa). 2. Sobre la problemática teórico-metodológica que suscita la ecología, vid., entre otros, MARTÍNEZ VEIGA, U., Antropología ecológica, La Coruña, 1978; MARGALEF, R., Perspectivas de la teoría ecológica, Barcelona, 1981; VV. AA., Antropología económica. Estudios etnográficos, Barcelona, 1981; MARTÍNEZ VEIGA, U., «Cultura y adaptación», en Cuadernos de Antropología, 4 (1985), págs. 1-56; HAWLEY, A. H., Teoría de la ecología humana, Madrid, 1991; VV. AA., Ecología, campesinado e Historia, Madrid, 1993. 3. GARCÍA GONZÁLEZ, J. J., op. cit., pág. 204: «En fin, la conquista del andén litoral cantábrico oriental mediante una campaña eminentemente marítima concuerda bastante bien con la naturaleza del escenario implicado, con la perspectiva oceánica de la definición de los ruccones, con la orientación claramente cos- tera de la planificación de Sisebuto, con la lógica estratégica que imponía el dominio de la retaguardia somontana y, finalmente, con la aceptable capacitación del estado visigodo en materia de recursos milita- res marítimos». 4. ESTRABÓN, Geografía, III, 1-1: «La región septentrional es no sólo áspera, sino también, muy fría y oce- ánica, y además carece de contacto y comercio con las otras regiones, de manera que esta parte es la que ofrece más dificultades de ser habitada. Tal es la región», en SCHULTEN, A., Geografía de Iberia, Barcelona, 1952, pág. 90. ORTEGA VALCÁRCEL, J., «Cantabria como Región», en VV. AA., De la Montaña a Cantabria. La construcción de una Comunidad Autónoma, Santander, 1995, págs. 19-43: «La Montaña preindustrial es un espacio cuyos rasgos socioeconómicos aparecen vinculados a la pertenencia a ese mundo físico particular que ha sido la «montaña atlántica»: Espacio pobre, «de poco pan e vino», como nos recuer- dan diversos testimonios, siempre que hay ocasión, de acuerdo con criterios esenciales en una sociedad rural y campesina. Escasa disponibilidad de dos componentes básicos de la dieta, en este caso símbolos de las necesidades más elementales del sostenimiento diario» (pág. 23). Vid., así mismo: AEDO, C. — DIEGO, C. — GARCÍA CODRÓN, J. C. — MORENO, G., El bosque en Cantabria, Santander, 1990; GARCÍA CODRÓN, J. C., «El patrimonio natural», en VV. AA., op. cit., págs. 45-71; GARCÍA FERNÁNDEZ, J., Organización del Espacio y Economía Rural en la España Atlántica, Madrid, 1975; ORTEGA VALCÁRCEL, J., La Cantabria rural. Sobre la Montaña, Santander, 1987, y SOUSA ALAEJOS, R., Notas para una climatología de Santander, Madrid, 1985.

342 LA CANTABRIA TRASMONTANA EN ÉPOCAS ROMANA Y VISIGODA: PERSPECTIVAS ECOSISTÉMICAS

1. Período romano

Que la dificultad de la fachada litoral septentrional para alcanzar un desarrollo acep- table de la cerealicultura —y, en general, para atender a un abastecimiento agrícola de tipo antiguo— es un hecho de estructura no sólo lo prueba la geografía, sino también la histo- ria'. Basta para ello con presuponer que los pueblos deficitarios trabarían contactos con los circunvecinos mejor pertrechados. Para nosotros, ese es el sentido último que trasluce la presencia de guerreros cántabros luchando al lado de los aquitanos contra Publio Craso, general de César, el año 65 antes de Cristo. A la llamada de éstos, en efecto, acudieron gentes de todo tipo, pero fundamentalmente del entorno del Sinus Aquitanus, con las que mantenían relaciones esporádicas, pero de gran calado'. El estupor que ha generado entre los historiadores dicha intervinculación o las explicaciones montadas sobre el carác- ter mercenario de tales combatientes decaen no poco si se entiende —como parece justo— que se trataba de indígenas del litoral y que sus necesidades en materia alimentaria eran ya en ese instante las mismas que, con el tiempo, llevarían a los vascones del interior pire- naico a presionar insistentemente sobre las fértiles campiñas de Aquitania'.

La imperativa necesidad de contar con una fuente fiable de abastecimiento de calo- rías y proteínas vegetales de origen cerealícola y la única posibilidad de satisfacerlas ade- cuadamente en contacto con la Aquitania interior, a través de los portus de la zona, espe-

5. Respecto de la bibliografía consultada sobre dicho espacio, puntualmente proyectada hacia el litoral vas- cónico, vid.: ESTEBAN DELGADO, M., El País Vasco atlántico en época romana, San Sebastián, 1990; GONZÁLEZ ECHEGARAY, J., Cantabria a través de la historia, Santander, 1977; Id., Los cán- tabros, Santander, 1993; IGLESIAS GIL, J. M.-MUÑIZ CASTRO, J. M., Las comunicaciones de la Cantabria romana, Santander, 1992; IGLESIAS GIL, J. M, Intercambio de bienes en el Cantábrico orien- tal en el Alto Imperio Romano, Santander, 1994; Id., Flavióbriga. Castro Urdiales romano. Arqueología de intervención (años 1991-1994), Bilbao, 1995; MARTINO, E., Roma contra cántabros y astures. Nueva lectura de las fuentes, León, 1995; PERALTA LABRADOR, E., «Arqueología de las guerras cántabras. Un campo de batalla en las sierras de Iguña y Toranzo», en Arqueología, 198 (1997), págs. 14-23; RODRÍGUEZ COLMENERO, A., Augusto e Hispania. Conquista y organización del Norte peninsular, Bilbao, 1979; SCHULTEN, A., Los cántabros y astures y su guerra con Roma, Madrid, 1943; SOLANA SÁIZ, J. Flavióbriga (Castro Urdiales), Santander, 1977; VV. AA., Historia de Cantabria. Prehistoria, Edades Antigua y Media, Santander, 1985, y VV. AA., La arqueología de los cántabros. Actas de la pri- mera reunión sobre la Edad del Hierro en Cantabria, Santander, 1996 6. CÉSAR, J., Comentarios de la guerra de las Galias, Madrid, 1964: «En consecuencia, espantados los bár- baros de ver tomada a pocos días de cerco una plaza no menos fuerte por naturaleza que por arte, trata- ron, por medio de mensajeros despachados a todas partes, de mancomunarse, darse rehenes y alistar gente. Envían también embajadores a las ciudades de la España Citerior que confinan con Aquitania, pidiendo tropas y oficiales expertos. Venidos que fueron, emprenden la guerra con gran reputación y fuerzas muy considerables» (pág. 79)... «Más perseguidos de la caballería por aquellas espaciosas llanuras, de cincuenta mil hombres venidos, según constaba, de Aquitania y Cantabria, apenas dejó con vida la cuarta parte, y ya muy de noche se retiró a los cuarteles» (pág. 81). 7. IGLESIAS GIL, J. M. — MUÑIZ CASTRO, J. A., Las comunicaciones..., pág. 37: «La vía marítima can- tábrica era utilizada por los pueblos del Norte de Hispania y por Roma, incluso antes de la conquista definitiva de la Península Ibérica con motivo de actividades militares... Como testimonio tenemos la inter- vención de los cántabros en Aquitania en el año 56 a. C. para apoyar la resistencia de los pueblos aquita- nos ante los ejércitos romanos dirigidos por Craso. Los cántabros debieron realizar el desplazamiento por mar en razón a las dificultades para efectuarlo por tierra en aquel momento, sin una red viaria consolidada. En la misma línea podemos citar el envío, desde la Galia, de la classis Aquitana a Cantabria, en el año 26 a. C., para atacar a los cántabros por la retaguardia con motivo de las Guerras Cántabras».

343 JUAN JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ E IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA cialmente Lapurdum y Burdigala, explica restrospectivamente de forma satisfactoria dicho episodio histórico y da cuenta suficiente de tres aspectos decisivos que se sitúan cronológicamente en el momento crítico en que los romanos accedían al litoral cántabro: en primer lugar, la disponibilidad de una infraestructura portuaria, capaz de acoger en un momento dado nada menos que el desembarco de la Classis Aquitanica, probablemente en un instante en que las vías terrestres eran formalmente inexistentes; en segundo lugar, la tolerante acogida que dispensaron los nativos costeros a los legionarios, que no fue- ron importunados durante la remontada de una fachada tan bravía como la septentrio- nal de la cordillera, cuando hubiera sido relativamente fácil complicarla, y ello, tal vez, porque la procedencia de los soldados les indujo a ser prudentes con quienes podían inter- ferir su sustento; finalmente, en tercer lugar, la importación por mar de trigo aquitano por el ejército romano, circunstancia reveladora que prueba tres cosas: que no lo había o era escaso en el andén cántabro, que no resultaba impropia su importación desde una zona cercana y bien dotada y que no existía en ese momento en el corazón de la montaña un entramado viario adecuado para trasladarlo desde los campamentos base de la meseta, en concreto desde Segísamos. En cualquier caso, la dotación de partida de los nativos del litoral para dicho menes- ter era harto deficiente. En efecto, carecían de medios aptos para emprender otras empre- sas marítimas que no fueran las del puro cabotaje, pertrechados en los momentos inicia- les de la llegada de los romanos de un instrumental naviero verdaderamente arcaizante. De hecho, hasta las mismísimas vísperas del cambio de era, apenas habían desarrollado los contactos encaminados a consolidar los abastecimientos. Por lo demás, el propio gra- nero aquitano necesitaba potenciar todavía su desarrollo y personalidad para ofrecerse como referente antonomásico9. Habida cuenta, sin embargo, del impérativo alimenticio que gravitaba sobre los nativos del litoral, la intensificación del abastecimiento de recursos de dicha naturaleza

8. FLORO, Epitomae, XXXIII, 46, 54-60: «Tampoco se dejó descansar la costa, ya que la armada dispuesta castigaba las propias espaldas enemigas». OROSIO, Adversus paganos, VI, 21, 1-3: «Agotado en vano el ejército por largo tiempo y puesto a menudo en peligro, manda, al fin (Augusto), que desde el golfo de Aquitania se acerque la escuadra por el mar, sorprendiendo al enemigo, y que desembarque tropas». ESTRA- BON, op. cit., III, 3-18: «Y tampoco es particular (a Iberia) la cantidad de las ratas, lo que a menudo ha dado origen a una peste. Esto sucedió en Cantabria a los Romanos, de tal manera que los que cazaban las ratas lograron premio, según el número de ratas cogidas, pero a pesar de ésto los Romanos se salvaron con dificultad. A esta molestia se juntó la escasez de trigo y de otras cosas. Trajeron el trigo de Aquitania con dificultad por falta de caminos» (en SCHULTEN, A., op. cit., pág. 115). 9. ESTRABÓN, op. cit., III, 3-7: «Usaban barcos de cuero antes de Bruto (Callaico) a causa de las inunda- ciones y bajos, pero hoy hasta barcos de un solo tronco son raros» (en SCHULTEN, A., op. cit, pág. 106); Id., 'bid., III, 3-8: «Lo inculto de aquellas tierras se explica no sólo por la vida guerrera, sino tam- bién por su sitio apartado. Siendo la navegación y los caminos hasta ellos largos y no teniendo relaciones con otros, han perdido lo sociable y humano. Pero hoy ésto se nota menos a causa de la paz y de la pre- sencia de los romanos» (en Id., 'bid., pág. 107); Id., 'bid., IV, 2-1: «Las tierras oceánicas de Aquitania son - arenosas y secas en su mayor parte. Son suficientes para el mijo pero improductivas para otros cultivos... El interior del país, y la parte que está cerca de las montañas tiene tierras mejores, es decir, en las cerca- nías de los Pirineos», en PÉREZ DE LABORDA, A., Guía para la historia del Pais Vasco hasta el siglo IX. Fuentes, textos, glosas, índices, Donostia-San Sebastián, 1996, pág. 62

344 LA CANTABRIA TRASMONTANA EN ÉPOCAS ROMANA Y VISIGODA: PERSPECTIVAS ECOSISTÉMICAS desde territorio de la Galia occidental debió desarrollarse con rapidez, una vez que se insertó todo el entorno atlántico y continental en el espacio imperial. En cualquier caso, parece lógico presuponer que los esfuerzos orientados a neutralizar tales carencias se desarrollaran en todas direcciones. En primer lugar, en el complejo terrazgo del propio andén litoral, donde parecen haberse dados pasos decisivos hacia el aldeanismo, síntoma inequívoco del avance de la familia nuclear hacia el primer plano de la escena social y, a su vez, resultado de la progresión de la pequeña producción agropecuaria'°. En segundo lugar, y sin salir de dicho escenario, mediante la constitución de algunas importantes villae, probablemente implicadas en el desarrollo de la actividad agropecuaria y, tal vez, cerealícola". En tercer lugar, en relación creciente con la propia meseta. Sometidos los nativos de uno y otro flanco, el Imperio aplicó de inmediato a todos un mismo recetario: inten- sificación productiva de sus respectivos escenarios y normalización de la interrelación ecosistémica mediante la multiplicación de las vías de comunicación y de los puntos de intercambio. Es, ciertamente, un hecho fehaciente que Roma realizó esfuerzos notables en el norte peninsular en materia de dotación viaria, promoviendo importantes arterias de comunicación en el segmento litoral —que bordeaban la línea misma de la costa— y, en el flanco somontano —que discurrían por la bisagra de contacto entre la montaña y el llano—, interconectadas entre si por ramales transversales que debían contribuir a vivi- ficar el ámbito montanou.

10. GARCÍA Y BELLIDO, A. y GONZÁLEZ ECHEGARAY. J., «Tres piezas del Museo de Arqueología Provincial de Santander», en Archivo Español de Arqueología, 76 (1949), págs. 241-247: «Corne(lius) vicanus/Aunigainu(m), /Cesti(i) f(ilius) ara(m)/ possuit DeofErudino, X k(alend)is/Augu(sti). Ma(nlio) Eu(tropio) con(n)s(ulibus)». 24 de Julio del año 399 d. C. La condición de vicanus indica que el llano pre- litoral se encontraba por entonces en avanzado estado de transformación social, probablemente estimu- lado por la propia potencia colonizadora. En nuestra opinión, la fecha es incluso tardía en relación con lo que debió ser la dinámica de configuración de unidades económico-sociales de menor composición cuan- titativa pero de superior capacidad productiva. 11. Aunque es seguro que se incrementará en el futuro —como, de hecho, viene sucediendo desde hace algún tiempo—, el número de villae detectadas en el espacio costero de la Cantabria clásica es todavía muy reducido, sensiblemente inferior al del mismo escenario en Galicia y Asturias y tan sólo ligeramente supe- rior al insignificante del País Vasco atlántico. Esta era su paupérrima cóntabilidad en 1985: «Nuestro conocimiento sobre el asentamiento tipo villa era prácticamente nulo hasta hace muy poco tiempo... La actual región cántabra carecía casi de referencias concretas sobre villae, citándose los hallazgos de Suances y de Santander, como lo más expresivos. Hoy el panorama va cambiando, afortunadamente. Muy posi- blemente haya que hablar de una villa existente en Vispieres». VEGA DE LA TORRE, J. R., «La roma- nización», en VV. AA., Historia de Cantabria..., págs. 241-274; aquí, pág. 249. Vid., también, GORGES, J. G., Les villas hispano-romaines. Inventaire et problématique archéologiques, Paris, 1979, 2 vols., y BOHIGAS ROLDÁN, R., Yacimientos arqueológicos medievales del sector central de la Montaña Cantábrica, Santander, 1986. 12. Sobre la caminería romana en Cantabria, vid, la bibliografía citada en la nota n° 5. Respecto del espacio castellano-burgalés, BUSTAMANTE-BRICIO, J., «La calzada romana Pisoraca-Flavióbriga en el valle de Mena», en BIFG, 163 (1964), págs. 272-276; ABASOLO ÁLVAREZ, J. A., Comunicaciones de la época romana en la provincia de Burgos, Burgos, 1975; Id., «Epoca romana», en VV. AA., Historia de Burgos. I. Edad Antigua, Burgos, 1985, págs. 285-391, e Id., «El miliario de Villanueva de Argaño y el recorrido de la «Vía Aquitana» entre Deobrigula y Segísamo», en Zephyrus, XLIV-XLV (1991-92), págs. 389-400.

345 JUAN JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ E IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA

Respecto de la dinamización de los intercambios, tampoco es en absoluto menos- preciable el empeño puesto en multiplicar los puntos mercantiles de encuentro, poco importa que fueren o no auténticas ciudades. Si se suman los castra nativos pre o pro- tourbanos activados, los fora normalizados o específicamente constituidos, las stationes promovidas a intervalos tasados en los tramos viarios, los portus impulsados en el andén litoral y las civitates creadas expresamente, no nos cabe ninguna duda que —con toda la sordina que quepa ponerle a la afirmación— la mecánica estimuladora de tipo mercantil quedó aceptablemente implantada en el contexto de la cordillera septentrional. No por igual, ciertamente, en todos los segmentos espaciales de tan extenso trayecto montano, pues algunos escenarios tuvieron un especial atractivo para los conquistadores por sus recursos mineros, especialmente en cuestión de metales preciosos'. En cuarto y último lugar, en relación específica con el espacio aquitano tantas veces citado. En nuestra opinión, esta conexión debió imponerse claramente sobre las demás. Lo denotan, de forma directa, el incremento de las relaciones mercantiles por el cantábrico orien- tal y, de manera indirecta, el desarrollo de los portus, la escasez de villae, la multiplicación de las vías terrestres y, sobre todo, según tendremos oportunidad de comprobar, tanto la con- tinuidad de los contactos a la caída del Imperio como el radical desconocimiento que mos- tró con posterioridad la intelectualidad peninsular en relación con el pasado inmediato de una zona a la que no sabían ni como denominar". Si, como todo parece apuntar, el fondo oriental del Cantábrico se convirtió en un escenario de intercambio muy concurrido, en poco menos que un «lago romano», resultaría más fácil y barato importar los productos frumen- tarios de Aquitania que acopiarlos a través de la Cordillera, teniendo en cuenta, sobre todo, que la población del flanco septentrional se encontraba pegada al propio borde litoral'.

13.Se trata, en efecto, de un hecho indiscutible, que, según los escenarios, tuvo un sentido preciso. En el interior de la cordillera, por ejemplo, el desarrollo de las comunicaciones y de los centros de intercambio sirvió para intensificar la dinámica productiva tradicional, de carácter eminentemente silvopastoril, circunstancia que man- tuvo en paz a los nativos pero también les impidió evolucionar hacia una economía integrada. A Roma le interesó muy mucho prolongar y aun estimular el sistema productivo ancestral de los indígenas montañeses, porque permitía entresacar buenos soldados de una población en continuo desarrollo. Pero nada más. 14.Los especialistas en Historia Antigua constatan ya con naturalidad la existencia de un notable desarrollo mercantil, que vislumbran a través del entretenimiento de la red viaria, de la vitalidad e incremento de los portus y del rastreo de los productos menos perecederos. IGLESIAS GIL, J. M. — MUÑOZ CASTRO, J. M., Las comunicaciones..., págs. 194-195: «En cuanto al conjunto de las comunicaciones, tanto terres- tres como marítimas, la vía maris, a lo largo de la costa cantábrica, debió jugar un papel decisivo, espe- cialmente por lo que a su incidencia comercial se refiere. La vía de navegación se desarrollaba a través del sinus Aquitanus, en concreto, hacia el puerto de Burdigala, para remontar, en recorrido fluvial, el río Garona hasta Toulouse... Ante la lentitud del transporte terrestre, esta vía debió de ser utilizada con frecuencia para unir los puertos del Mar Cantábrico con Roma, a través del sur de la Galia. Su finalidad ha de entenderse como básicamente comercial». 15.La escasez de villae en la costa cantábrica centro-oriental se ha vinculado siempre a las limitaciones que imponen las condiciones oceánicas a la agricultura de tipo mediterráneo. Curiosamente, casi siempre se ha silenciado la excepcional proliferación de villae en el entorno de Gijón y su relativa presencia en el litoral galaico, cuando ocurre que soportaban idénticas incidencias. Nosotros proponemos un principio de explicación distinto, que no niega la trascendencia de los factores estructurales pero destaca, sobre todo, la importancia de los estímulos económicos: allí donde la distancia a un foco de producción pode- roso anulaba su rentabilidad, no se constituyeron. De ahí la mínima expresión de tales explotaciones en Cantabria y su ausencia radical en Vasconia, comarcas litorales excesivamente próximas a Aquitania.

346 LA CANTABRIA TRASMONTANA EN ÉPOCAS ROMANA Y VISIGODA: PERSPECTIVAS ECOSISTÉMICAS

2. Período bárbaro

Con el desbordamiento de los Pirineos el ario 409 por diversas partidas de suevos, vándalos y alanos, se abrió para el tercio septentrional peninsular un período revuelto. Lo fue, realmente, aunque en tono relativamente moderado, para el litoral cántabro, que hasta el 429 tuvo que transigir con la presencia incidental de los vándalos asdingos y que el año 456 hubo de soportar un cruel y depredador ataque puntual de los hérulos por mar'6. El trance resultó, sin embargo, bastante más duro para el flanco somontano y para los espacios abiertos inmediatos, pues fueron incesantemente recorridos en una y otra direc- ción en son de guerra por los suevos y los visigodos cuando menos hasta mediados de la centuria. De hecho, no se puede decir que la paz se instalara en los llanos de la Tarraconense antes del 473, fecha en que el comes Gauterio, comisionado por Eurico, sometió al control bárbaro el valle del Ebro y una parte indeterminada del sector meseteño. En cualquier caso, la vertiente somontana de la cordillera cántabra, al igual que idéntico tramo del Pirineo occidental, entraron a partir de entonces en un estado de tensión progresivamente más ener- vado, como lo prueba el creciente encastillamiento de los colectivos humanos". En el litoral, por contra, el período incierto y conflictivo resultó realmente corto y de inmediato recuperó la zona el pulso habitual, ampliamente ligado a una reanudación de las interrelaciones con Aquitania. A la entrada en la segunda mitad del siglo VI, el contraste entre la situación general de ambas vertientes de la cordillera cantábrica era radical: al norte de la barrera de picachos, se tributaba a los merovingios's con notable

16. ¡DACIO, Chronicon, 246-248: «Gallaeciam vandali occupant et suevi, sita in extremitate Oceani maris occidua» ; Id. !bid., 837-844: «De Erulorum gente septem nauibus in Lucensi litore aliquanti aduecti, viri ferme CCCC expediti superuentu multitudinis congregatae duobus tantum ex suo numero effugantur occi- sis: qui ad sedes proprias redeuntes, Cantabriarum et Varduliarum loca maritima crudelissime depredati sunt». SAN ISIDORO, Historiae, 73, 6-7: «Galliciam enim wandali et sueui occupant» ; Id. 'bid., 85, 6- 14: «Wandali autem Africam transeuntibus, Galliciam soli sueui sortiti sunt». 17. La historiografía más atinada y actual denota este proceso a través del repliegue del poblamiento en torno a algunas civitates, diversas villae y no pocos castra. Vid. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, E. Castilla en el tránsito de la Antigüedad al Feudalismo. Poblamiento, poder político y estructura social del Arlanza al Duero (siglos VII-XI), Valladolid, 1996; LARREA CONDE, J. J., Peuplement et societé en Navarre de la fin du monde romain á l'age féodal, 2 vols., Toulouse, 1994 (en prensa); ESCALONA MONJE, J., Transformaciones sociales y organización del espacio en el alfoz de Lara en la Alta Edad Media, Madrid, 1995 (en prensa); CASTELLANOS, S., «Problemas metodológicos en la investigación de la ocupación del territorio durante la Antigüedad tardía: el caso del Alto Ebro y la aportación de la Vita Sancti Emiliani», en Brocar. Cuadernos de Investigación Histórica, 19 (1995), págs. 27-48; Id., «Calagurris cristiana. Sobre el concepto ideológico de civitas en la Antigüedad tardía», en Kalakorikos, 2 (1997), págs. 55-68, y MARTÍN VISO, I., «Poblamiento y sociedad en la transición al feudalismo en Castilla: castros y aldeas en la Lora burgalesa», en Stvdia Historica. Historia Medieval, 13 (1995), págs. 3-45; Id., «La creación de un espa- cio feudal: el valle de Valdivielso», en Hispania. Revista de Historia, 196 (1997), págs. 679-707. 18.FREDEGARIO SCHOLASTICO, Chronicarum quae dicuntur Fredegarii Scholastici, IV, 33, 6-16: «Provinciam Cantabriam Gothorum regno subaegit, quam aliquando Franci possederant. Dux Francio nomen, qui Cantabriam in tempore Francorum egerat, tributa Francorum regibus multo tempore impleverat; sed cum parte imperiae fuerat Cantabria revocata, a Gothis, ut super legetur, preoccupatun> (en MONUMENTA GER- MANIAE HISTORICA, Scriptores Rerum Merovingicarum, t. II, pág. 133, Hannover, 1888).

347 JUAN JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ E IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA apacibilidad y desde todos los puntos del litoral se mantenían relaciones fluidas con la Galia'9; al sur de la línea de culminaciones, por contra, la tensión de los pervasores cántabros y de los colectivos vascones respecto de los habitantes de los llanos y del pro- pio estado visigodo se incrementaba por momentos, según lo presentía con creciente amargura San Millán". Coincidiendo, probablemente, con el momento en que Leovigildo cumplía los pesimistas vaticinios que, en su día, había formulado el eremita de la Cogolla, some- tiendo por la fuerza la fracción cismontana el año 57421 , el cántabro Maurano esperaba con renovada paciencia en la costa norteña el paso del tercer navío de la expedición marí- tima que había de llevarle a Tours, vía Burdeos, en su confiado intento por recuperar ante la tumba del milagroso San Martín la voz inopinadamente perdida". En un contexto tan apacible como éste, el único nubarrón que se cernía de forma inminente sobre el sec- tor marítimo procedía del occidente peninsular, donde el monarca Miro soportaba muy mal la insólita situación de que disfrutaba el litoral cantábrico centro-oriental, indepen- diente de los poderes comarcanos del entorno peninsular —los suevos por occidente, los visigodos por el sur y los vascones por oriente— y tributario, sin embargo, de un estado foráneo, los francos de la Galia. Situación tan sorprendente que a muchos —y no preci- samente a los menos capacitados— les tenía intelectualmente cohartados, pues les impe-

19. Sobre los contactos habidos por entonces en una y otra dirección, vid. LEWIS, A. R., «Le commerce et la navigation sur la cóte atlantique de la Gaule du Ve au VIIIe siécle», en Le Moyen Age, 59 (1953), págs. 249-298; ORLANDIS, J., «Communications et echanges entre Espagne Wisigothique et France mero- vingienne», en Annales de la Faculte de Droit, 18 (Toulouse, 1970), págs. 253-262, y ROUCHE, M., L'Aquitaine des Wisigoths aux Arabes, 418-781. Naissance d'une région, Paris, 1979, especialmente, págs. 249-279. La incidencia sobre Cantabria se percibe a través del ejemplo de Maurano. Sobre el reino suevo, lo testimonia el impacto religioso. 20. SAN BRAULIO, Vita Sancti Emiliani, 33, 3-20: «Eodem igitur anno, quadragesimae diebus, reuelatur ei, etiam, excidium Cantabriae. Unde, nuntio misso, iubet ad diem festum paschae senatum eius praesto esse. Ad praestitum conueniunt tempus. Narrat ille quod uiderat. Scelera eorum, caedes, furta, incesta, uiolentias, ceteraque uitia increpat. Penitentiam ut agant pro his omnibus praedicat» (en VÁZQUEZ DE PARGA, L., Sancti Braulionis Caesaraugustani episcopi Vita Sancti Emiliani. Edición crítica, Madrid, 1943, pág. 34). 21. IOHANNIS BICLARENSIS, Chronicon, 109-111: «Anno VIII Ivstini, qvi est Livvigildi VI annvs, 2: His diebus, Liuuigildus rex, Cantabriam ingressus, provinciae pervasores interficit, Amaiam occupat, opes eorum pervadit et provinciam in suam revocat dicionem» (en CAMPOS, J., Juan de Biclaro, obispo de Gerona. Su vida y su obra. lntrodución, texto crítico y comentarios, Madrid, 1960, pág. 84). ISIDO- RUS HISPALENSIS EPISCOPUS, De origine Gothorum, Historia Vandalorum, Historia Suevorum. 49, 8-9: «Cantabrum namque iste obtinuit» (en RODRÍGUEZ ALONSO, C., Las historias de los godos, ván- dalos y suevos de lsidoro de Sevilla. Estudio, edición crítica y traducción, León, 1975, pág. 254). 22. GREGORIO DE TOURS, De virtutibus Sancti Martini Episcopi, IV, 40: «Quidam in regione Cantabriae Mauranus nomine mane a lectulo consurgens, dum de domo egreditur, visum est ei quasi ab aliquo per- cussus fuerit in cervicem... Quarta autem die apertis oculis, nihil poterat loqui, ablata enim ei fuerat facul- tas. Auditis enim beati Martini miraculis, unum triantem nautis porregit... Reparta autem tenia nave, rete- nere penitus non potuit. Qua ascensa, cum impellente vento altum mare ingressi fuissent, os eius virtus sancti antistitis reseravit... Quibus navigantibus, Burdigala urbe adpulsi sunt; egressusque hinc de navi, ad basilicam sancti accedens ac votum suum exsolvens, que scripsimus ab ipsius ore relata cognovimus» (en MONUMENTA GERMANIAE HISTORICA, Scriptores Rerum Merovingicarum, t. 112, Hannover, 1885, págs. 209-210).

348 LA CANTABRIA TRASMONTANA EN ÉPOCAS ROMANA Y VISIGODA: PERSPECTIVAS ECOSISTÉMICAS día designar dicho escenario con una voz que resultara congruente con algún referente del pasado".

En realidad, la Cantabria litoral se había convertido ya para entonces en un pro- blema geopolítico de proyección internacional, pues se encontraba acosada por los sue- vos, neutralizada por los francos y apetecida por los visigodos. Fue, realmente, Leovigildo quien comenzó a poner coto a una situación tan singular. Y la hizo de manera inteligente: quitándose de encima primero al concurrente más peligroso, en este caso el estado suevo. La victoria sobre Audeca el año 585 marcó, en efecto, la erradicación del competidor peninsular con la integración plena del reino conquistado en el estado visigodo. Constituye, también, un golpe decisivo para el porvenir de la Cantabria litoral, pues, tras el someti- miento de la cismontana el 574 por el propio monarca, el control ahora de lo que, en realidad, era su flanco occidental, la dejaba inerme y a expensas de las coyunturas polí- ticas que posibilitaran el mejor momento para asestarle el golpe final. En el entretanto, los francos —o, tal vez, el partido que sustentaba su posición en la zona— comprendieron muy bien que lo mejor era retirarse cuanto antes y con suficiente cautela".

Como ya demostramos en su momento, la consumación del sometimiento se pro- dujo en torno al 613, cuando la situación subió de tono por los movimientos indepen- dentistas de los astures oceánicos. Reaccionando rápidamente ante un estado de cosas tan peligroso, Sisebuto ordenó a sus duces, Rikila y Suinthila, que invadieran por mar el andén litoral, tanto el escenario sublevado como el territorio irredento". El impacto del acontecimiento bélico alcanzó, como no era para menos, las profundidades de la Galia y las Crónicas del Fredegario Escolástico dan cumplida cuenta de su dinámica, haciendo notar que tan piadoso monarca había tomado y destruido diversos enclaves costeros de cierta entidad y que, a partir de ese momento, todo el espacio litoral quedaba férreamente controlado por el estado visigodo".

23. BICLARENSE, Chronicon, 80: «Anno VI Ivstini Imperatoris, qvi est Lvvigildi regis III annvs, 3: Miro, suevorum rex, bellum contra Ruccones movet» (en op. cit., págs. 81-82). SAN ISIDORO, Historiae, 91,9-13: «Post Theodimirum, Miro Sueuorum princeps efficitur, regnans XIII. Hic bellum, secundo regni anno, contra Roccones intulit», (en op. cit., págs. 318-320). 24. FREDEGARIO SCHOLASTICO, Chronicae, IV, 33, 6-16: «Dux Francio nomen, qui Cantabriam in tem- pore Francorum egerat, tributa Francorum regibus multo tempore impleverat; sed cum parte imperiae fue- rat Cantabria revocata, a Gothis, ut super legetur, preoccupatur». 25. SAN ISIDORO, Historiae, 61,2-7: «Astures, enim, rebellantes, misso exercitu, per ducem suum Richilanem in dicionem suam reduxit. Roccones, arduis montibus undique circumsaeptos, similiter per duces deui- cit» (op. cit., pág. 272). SAN ISIDORO, Historiae, 62, 4-6 «Aera DCLVIIII, anno imperii Heraclii X, gloriosissimus Suinthila gratia diuina regni suscepit sceptra. lste, sub rege Sisebuto ducis nanctus officio, Romana castra perdomuit, Ruccones superauit» (op. cit., págs. 274-276). 26. FREDEGARIO SCHOLASTICO, Chronicae, IV, 33, 6-16: «Sed quam parte imperiae fuerat Cantabria revocata, a Gothis, ut super legetur, preoccupatur, et plures civitates ab imperio Romano Sisebodus litore maris abstulit et usque fundamentum destruxit. Cumque Romani ab exercito Sisebodi trucidarentur, Sisebodus dicebat pietate plenus: 'Eu me misero, cuius tempore tante sanguis humanae effusio fietur'. Cuiuscumque potebat occurrere, de morte liberabat. Confirmatum est regnum Gothorum in Spaniam per mare litora usque Paereneos montes».

349 JUAN JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ E IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA

Por si no fuere motivo bastante para acabar con el problema septentrional la continua invitación a la independencia que representaba la situación de Rucconia, los reyes visigodos tenían sobradas razones para tratar de neutralizar el Cantábrico centro- oriental y aun para debilitar la conexión aquitana. Ya, en su día, Leovigildo había orde- nado destruir una flota franca en el litoral galaico, probablemente como represalia por los subversivos contactos que mantenía con los francos una cierta aristocracia sueva, des- contenta con su sometimiento al estado visigodo". Por lo demás, la segunda mitad del siglo VI y aún los comienzos del VII habían contemplado las continuas fricciones que habían suscitado entre los convecinos pirenaicos las frecuentes incursiones de los fran- cos por territorio peninsular, a las que trataron de dar cumplida respuesta en todo momento los monarcas visigodos". No parece sorprendente, por tanto, que una progresiva cuarentena comenzara a instalarse sobre el Sinus Aquitanus a lo largo del siglo VII respecto de los contactos con el estado franco, fueren o no motivados por sentimientos piadosos. Tal circunstan- cia parece encontrarse en la base de las dificultades que encontró San Fructuoso en su intento por penetrar en la Galia camino de Oriente". El manifiesto incremento de las dificultades para circular por el Cantábrico oriental en dirección a Aquitania que trasmiten estos datos coincide, pues, estrictamente con la implantación de los visigodos en el norte peninsular y, más en concreto, en el andén lito- ral. De hecho, concuerdan, también, punto por punto con una ostensible progresión de su interés por el desarrollo del tercio septentrional, que, en el marco que nos interesa, se tra- duce de diversas maneras: constitución del Ducado de Cantabria a mediados del siglo VII, dotación de una episcopalía en Amaya Patricia a finales de dicha centuria, consagración de la basílica de Santa María de Mijangos el año 601, apoyo permanente a la evangeliza- ción del territorio montano, implantación poblacional indudable en el sector, según lo mues- tran las necrópolis de Lastras de las Eras, Julióbriga, Amaya, Herrera de Pisuerga, etc'.

27. GREGORIO DE TOURS, Historia Francorum, VIII, 35: «Legati de Spaniis regem Guntchrammum vene- runt cum multis muneribus, pacem petentes, sed nihil certi accipiunt in responsis. Nam anno preterito, cum exercitus Septimaniam debellasset, navis, que de Galleis in Galleciam abierant, ex iusso Leuvieldi regis vastate sunt. Ex quibus pauci quodadmodo scafis erepti, patriae que fuerant nonciaverunt». Citado por M. Rouche, op. cit., pág. 612, nota 67. 28. CHRONICA ALBELDENSIA, «XIV. Item Ordo Gentis Gothorum, 20, 4-5: Reccaredus, filius eius, rg. an. XV. Iste, in exordio regni sui, fidem adeptus, omne Gotorum gentem ad cultum recte fidei reuocabit et per sinodum episcoporum Gallie et Spanie fidem catholicam conformabit. Francorum ostes LX muja in Spania bello prostrabit et tempora regni sui omni bonitate ornabit » (GIL FERNÁNDEZ, J., MORA- LEJO, J. L. y RUIZ DE LA PENA, J. I., Crónicas Asturianas, Oviedo, 1985, Pág. 169). 29. DÍAZ Y DÍAZ, M. C., «Notas para una cronología de Fructuoso de Braga», en Bracara Augusta, 21, págs. 215-223: «Cumque desiderium peregrinacionis vigente in Franciam transmeaverat indeque orientem ducente domino penetraret, a propriis famulis proditus a Dogilano duce Lucense multi comprehensi sunt Francorum, adhuc in terra residui negocia perpetrantes, et tamdiu eos tenuit in pignore quosque vir Dei iam de alto pelago ad propium monasterium remearet». 30. GARCÍA MORENO, L. A., «Estudios sobre la organización administrativa del reino visigodo de Toledo», en AHDE, XLIV (1974), págs. 5-155; MARTÍNEZ DÍEZ, G., «Los obispados de la Castilla condal hasta la consolidación del obispado de Oca en el concilio de Husillo (1088)», en VV. AA., El factor religioso

350 LA CANTABRIA TRASMONTANA EN ÉPOCAS ROMANA Y VISIGODA: PERSPECTIVAS ECOSISTÉMICAS

Ante tal cúmulo de coincidencias, no parece difícil establecer dos conclusiones de rango mayor con cierta consistencia: por un lado, que el sometimiento de la Cantabria litoral por Sisebuto en beneficio del estado visigodo cierra un ciclo histórico con perso- nalidad propia, caracterizado eminentemente por una proyección del sector hacia el mar, hacia el mundo franco-aquitano; por otro lado, que el subsiguiente repliegue del litoral sobre si mismo y hacia el interior peninsular abre un trayecto evolutivo de signo radi- calmente diferente, en cuyo despliegue debió jugar un papel decisivo el enfrentamiento de la zona con sus magras potencialidades ecosistémicas tradicionales. Ello hubo de favo- recer inevitablemente el desarrollo de los factores productivos de tipo positivo que, más o menos silenciosamente, se habían venido incubando en el trayecto romano y durante el período intermedio.

Entre las beneficiarias se encontraban, sin lugar a dudas, las modalidades de arti- culación de la producción que habían ido cristalizando al compás de la aldeanización que hemos constatado a finales del siglo IV en la zona de la costa a través del ara del Pico Dobra. En efecto, cortado ya o, al menos, fuertemente interferido el abastecimiento agrícola desde Aquitania por mar, la pequeña explotación agropecuaria familiar, hasta entonces en posi- ción subsidiaria, comenzó a constituirse en un referente económico primordial no sólo para corregir las carencias de un ecosistema deficitario, como el del flanco litoral, sino como estimulador de una expansión que —en interrelación con los cambios acaecídos por enton- ces en el somontano— cambiaría en el septentrión y aun a escala peninsular el milenario signo que habían adoptado hasta entonces los acontecimientos. Como bien sabemos, los musulmanes serían los primeros en comprobarlo en calidad de damnificados.

Conclusión

El intricado periplo que dibuja la trayectoria histórica de la Cantabria trasmontana durante los períodos romano y visigodo permite entrever, a nuestro entender, diversas pro- yecciones científicas de gran trascendencia, que cabe condensar en los siguientes términos:

Primera. Las comunidades humanas del flanco atlántico de la cordillera septentrio- nal han estado históricamente condicionadas por las constricciones de un ecosistema natu- ral específico, que les ha obligado a depender en materia alimentaria, sobre todo cerealí- cola, de espacios foráneos. Los territorios comarcanos susceptibles de contribuir a su apro- visionamiento han sido históricamente dos, a cada cual más complicado: de un lado, la meseta

en la formación de Castilla, Burgos, 1984; GARCÍA GONZÁLEZ, J. J., «Iglesia y Religiosidad en Burgos en la Alta Edad Media», en VV. AA., II Jornadas Burgalesas de Historia. Burgos en la Alta Edad Media, Burgos, 1991, págs.. 253-350; Id., «Iglesia y Religiosidad en Burgos en la Plena Edad Media». en Ill Jornadas Burgalesas de Historia. Burgos en la Plena Edad Media, Burgos, 1994, págs. 295-351; LECANDA ESTEBAN, J. A., «De la Tardoantigüedad a la Plena Edad Media en Castilla a la luz de la Arqueología», en VII Semana de Estudios Medievales, Nájera, 1997, págs. 297-329. Estamos, por lo demás, convenci- dos de que el acerbo informativo sobre el mundo visigodo se incrementará en el futuro inmediato a tra- vés de la arqueología en uno y otro flanco de la cordillera como mínimo con igual potencia que en la última década.

351 JUAN JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ E IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA septentrional, cuya conexión resultaba problemática por la interposición de la cordillera; de otro lado, el flanco atlántico de la Galia, especialmente el interior de Aquitania, cuyo acceso se encontraba limitado por la travesía de un mar relativamente revuelto. Segunda. Cuando, en período prerromano, la población trasmontana alcanzó cierto nivel de desarrollo y se dejó sentir el problema alimentario, la solución consistió en trabar contacto con el escenario menos complejo y costoso, el espacio aquitano, com- binando la intermediación de los vascones atlánticos —acuciados por idénticas insufi- ciencias— y la navegación de cabotaje. A mediados del siglo I a. C., la interrelación con dicho sector parecía haber alcanzado ya cierta consistencia. Tercera. El dominio posterior de Roma sobre la generalidad del escenario con- tinental y marítimo alivió la dependencia, al tiempo que, sin embargo, contribuyó a con- solidar la querencia. En realidad, la situación del andén litoral cantábrico se diversi- ficó. La mitad occidental —Galicia y Asturias— quedó condicionada por la distancia y se vió obligada a desarrollar en la propia costa un sistema vilicario de cierto rango, par- cialmente apoyado en el interior meseteño. Por contra, la mitad oriental —Cantabria y Vasconia— prescindió radicalmente de tal posibilidad en razón a su inmediatez al granero abastecedor. Hasta tal punto llegó a cuajar la interrelación que en época imperial el Sitzus Aquitanus funcionó como un auténtico «lago romano». Cuarta. La historia posterior no hizo otra cosa que confirmar la solidez del entra- mado batido durante el Imperio Romano. En efecto, tras el leve sobresalto que representó la presencia incidental de una partida de piratas hérulos, la costa intensificó su depen- dencia del mundo aquitano. Y no sólo el sector cántabro, sino la generalidad del litoral septentrional. Hasta comienzos del siglo VII, apenas se puede identificar su evolución histórica con la del espacio peninsular interior, cuyas claves contextuales y evolutivas circularon por otros derroteros. Durante ese largo lapso de tiempo, el segmento litoral materializó su peculiar desarrollo histórico entablando relación directa con los francos, es decir, con quienes mantenía las concomitancias mínimas imprescindibles para su repro- ducción. Probablemente, su depedencia se circunscribió a una pura tributación como signo de reconocimiento. Quinta. La situación no pudo durar eternamente porque la geopolítica la hacía inviable. La remontada de Leovigildo contra pervasores y tiranos conduciría a la larga, en la persona de Sisebuto, al reintegro del litoral a la historia peninsular. El retorno no debió ser fácil por las consabidas dificultades ecosistémicas, pero la situación encontró solución a un cierto plazo cuando entraron en valor dos coordenadas preexistentes: la interconexión con el interior y el paso al primer plano de la escena de la pequeña explo- tación agropecuaria familiar Su incidencia se dejó muy pronto notar en la radical rein- versión de la dinámica tradicional: en menos de un siglo, la cordillera dejó de ser la agre- gida y tomó el relevo de la agresión.

352